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Entra en la mente del planeta Tierra Descubre la noosfera Bianca Atwell

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Entra en la mente del planeta Tierra

Descubre la noosfera

Bianca Atwell

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Índice

Introducción ................................................................................. 9El nuevo paradigma .................................................................... 11 Una historia del átomo ....................................................... 19 El átomo después del Nyayā ................................................ 20 La realidad es siempre virtual .............................................. 21El campo cuántico ...................................................................... 25 ¿Cómo se comporta el campo cuántico? .............................. 29El gran ojo que todo lo ve ........................................................... 39 El mito del hombre que destruye la naturaleza .................... 43 Todo cambia ....................................................................... 46 ¿Qué es la conciencia? ¿Dónde está? .................................... 49 Tomando el sartén por el mango ......................................... 51La atención, el faro cuántico ....................................................... 59 La glándula pineal ............................................................... 67 ¿Quién soy yo? .................................................................... 70 La elegancia del superhéroe ................................................. 75Gaia, el planeta Tierra ................................................................ 87 ¿Cómo nació nuestro planeta? ............................................. 90 El origen de Gaia en la mitología ........................................ 93 La fisiología de Gaia ............................................................ 95 Las distintas Percepciones de Gaia ...................................... 98 El Génesis en las culturas antiguas ...................................... 99 La Pachamama ................................................................. 102 La Ñuque Mapu ............................................................... 102 Algunos dioses masculinos de la Tierra .............................. 103 La devoradora Cōātlicuē ................................................... 104 Papatuanuku, la Madre Tierra de los maoríes .................... 104 Jörð o Jord, la hija de Odín y Nerthus .............................. 105 Gaia o Gea ........................................................................ 106

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La noosfera. La mente del planeta. ........................................... 111 ¿Qué es la mente? ¿Dónde está? ........................................ 113 Otras conexiones con Gaia ................................................ 116 Entrando en la noosfera .................................................... 121 Gente de la noosfera ......................................................... 122 Algunos experimentos fallidos de telepatía ........................ 125 La misteriosa desaparición de Jacobo Grinberg ................. 127 Obstáculos para la noosfera ............................................... 129 El famoso año 2012 .......................................................... 133 Nikola Tesla y la noosfera .................................................. 136 La NASA y la noosfera ...................................................... 138 La noosfera y los animales ................................................ 139 La noosfera en las esferas políticas y religiosas ................... 141 Sincronicidad .................................................................... 147 El teorema de Bell ............................................................. 151 Las frecuencias sonoras y la armonía ................................. 152 ¿Vibrando a la misma frecuencia? ...................................... 154 El arquetipo de los gemelos ............................................... 156 ¿Y en la vida cotidiana? ..................................................... 158 Si estás enfermo ................................................................ 161 ¿Qué es la enfermedad? ..................................................... 165 Problemas relacionales ...................................................... 178 Maldito dinero.................................................................. 182 Adicciones ........................................................................ 184El Cosmos ................................................................................. 189 El Sol ................................................................................ 191 La Luna ............................................................................ 193 Influencia de la Luna, espejo del Sol ................................. 194 Júpiter y Saturno, los coleguillas gigantes .......................... 196 El amor de Venus .............................................................. 199 Marte, el que viene a provocar líos .................................... 202 El cosmos y nosotros ......................................................... 203¿Qué está pasando? ................................................................... 205 Cannabis noosférico.......................................................... 212 Síntomas del gran cambio ................................................. 216 ¿Cómo es el llamado de la Tierra? ..................................... 222 Algo de ficción (o de realidad), ya veremos ........................ 224

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Introducción

El planeta Tierra es un ser vivo. Como todo organismo, está ligado a los procesos evolutivos a través del tiempo, los que siempre van de lo más simple a lo más complejo. Gaia lleva más de 4550 millones de años de-sarrollando una inteligencia que asombrosamente le permite propiciar y defender la vida en su seno, en un medioambiente (el cosmos), en el que toda forma de vida parece imposible.

A medida que un ser vivo evoluciona, la información que se ve obli-gado a procesar su organismo es cada vez más compleja. Para ello, los seres que antes éramos tan simples como una célula, hemos terminado desarrollando un cerebro después de millones de años. Necesitábamos un órgano capaz de procesar toda esa complejidad. Ese cerebro parece estar conectado de alguna manera a un fenómeno al que aún los científicos no le han encontrado un lugar en el cuerpo físico: la mente.

Cuando observamos la naturaleza, podemos intuir que detrás de su belleza, diseño y complejidad, debería de haber una inteligencia subya-cente, resulta imposible pensar en que tanta perfección pueda ser sólo fruto del azar. Cuando vemos que la Tierra sabe filtrar cada uno de los rayos cósmicos que le llegan desde el espacio, dejando pasar aquellos que son provechosos para la vida y rebotando los que podrían destruirla, encontramos una intención. Y también, la capacidad de autorregularse con el medioambiente, algo que sólo es propio de los seres vivos. Este inmenso organismo que nos sirve de hogar, además de vehículo para na-vegar en el espacio, necesita procesar todas esas intenciones, decisiones y equilibrio, y para ello creemos que ha desarrollado una esfera mental. Esta capa planetaria viene a integrar las que ya conocemos como geosfera, hidrosfera, biosfera o atmósfera, y la hemos bautizado «noosfera». Este término viene del griego nous, que significa «mente» e «inteligencia». Un campo no local que procesa la información que el planeta necesita para mantener la vida en su seno.

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Así como las bacterias y los virus que nos habitan responden a nues-tros pensamientos, nosotros los humanos respondemos a la mente de Gaia y estamos conectados a ella, ya que todos nuestros ritmos biológicos dependen de cómo la Madre Tierra se adapta a los ciclos solares y al gran baile cósmico. Como simbiontes de este gran superorganismo, los huma-nos vamos evolucionando al ritmo al que lo hace nuestra anfitriona y en este ciclo evolutivo, la humanidad parece estar reaccionando a una inten-ción de comunicación más estrecha con esta mente planetaria, algo que se está manifestando en diversos fenómenos de carácter global de los que empezamos a detectar ciertos síntomas muy claros. A nivel individual, este proceso de hiperconectividad nos obliga a realizar cambios adapta-tivos que implican desde enfrentarnos emocionalmente con situaciones límite hasta experimentar cada vez con más asiduidad ciertos procesos sincrónicos.

Bienvenido a la Noosfera.

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El nuevo paradigma

«El hombre está inmerso en un proceso evolutivo que provoca entre otras cosas el cambio de percepción de la realidad. En la Edad Media la gente pensaba que la Tierra era plana y llegó el momento en el que todos aceptaron su forma esférica. Ahora nos encontramos en un mo-mento histórico similar. El ser humano está entendiendo que la vida, tal cual como la percibimos, es sólo una ilusión sensorial».

Seguramente habrás escuchado o leído algo sobre física cuántica, me-dicina cuántica y el mundo cuántico. Sí, lo cuántico está de moda. Pero, ¿qué quiere decir «cuántico»?

Esta palabra viene del latín quantum, cuantio o cuanto, que es el valor mínimo que puede adquirir una magnitud funcionando dentro de un sistema. Así el cuanto puede ser por ejemplo la magnitud de la carga eléctrica de un cuerpo, que sólo puede tener un valor que sea múltiplo entero de la carga del electrón. Se llama mecánica cuántica a la disciplina que estudia el comportamiento de la materia y de la energía. Cuando un valor de magnitud se encuentra subdividido a su mínima expresión, en-tonces se dice que está «cuantizado». El fotón por ejemplo es la mínima cantidad de energía que puede trasportar la luz, por ello el fotón es un cuanto de la luz.

Una de las ramas de la física estudia la conducta de las partículas subatómicas (electrones, fotones, etc.), calcula matemáticamente sus va-lores y somete a las partículas a la colisión para lograr obtener la visuali-zación y estudiar el comportamiento de los cuantos: de allí el nombre de física cuántica. La mecánica y la física cuántica han logrado en los últimos años un gran éxito a nivel empírico, es decir, que los experimentos para demostrar sus teorías han llegado a ser muy difíciles de rebatir con respec-to a hipótesis científicas de otras ciencias. El revuelo mediático también se debe a que la física cuántica ha demostrado la inexistencia de la materia como la conocemos, mostrándonos que el universo entero se compone

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sólo de energía. Einstein ya había declarado que cualquier porción de materia que se reduzca a su mínima expresión se convierte en energía. Sí. Todo es energía, energía que vibra en distintas frecuencias.

Tal vez es un poco aburrido meternos en el tema de la física, sin em-bargo es interesante, porque comprender algunos de sus conceptos nos ayudará a entender cómo será el proceso de conexión que tendremos con la Tierra.

La mecánica cuántica nos muestra que en el mundo de lo más pequeño, las partículas subatómicas se comportan de manera diferente, desafiando las leyes de la física clásica newtoniana en la que nos habíamos basado hasta ahora para describir las propiedades de la materia y de la energía. Una partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo. También dos partículas que han estado unidas, pueden adquirir un entrelazado que las sincroniza más allá del espacio, y separándolas varios kilómetros, siguen comportándose de la misma manera como si fuesen una sola. Por ejem-plo, si tomamos dos partículas de luz (dos fotones), las unimos durante un rato y luego las separamos, cada una en su nuevo lugar realizará los mismos movimientos que la otra, quedarán sincronizadas.

El hecho es que nuestros cuerpos están formados de átomos y sus subpartículas. El universo entero lo está. Por lo que estos descubrimientos afectan directamente a toda nuestra existencia. Los científicos van en bus-ca de una teoría unificadora que explique la existencia del universo en una sola fórmula. Curiosamente esta búsqueda se está realizando en la misma etapa evolutiva en que nuestros hemisferios cerebrales van adquiriendo mayor conexión entre ellos. El cuerpo calloso (la membrana que los se-para y a la vez permite la comunicación entre ellos) va evolucionando en el ser humano, adquiriendo mayor tamaño. Están operando fuerzas de carácter imperativo, llevándonos al final de un ciclo cósmico. Estas ener-gías vienen de un poder no local, una conciencia de alcance universal que parece tener una tendencia muy clara a destruir viejos patrones a los que estamos sometidos y nos propone, desde todos los ámbitos, sincronizar-nos con un latido diferente, conectarnos a otro nivel.

La física cuántica encontró una simetría perfecta en las fuerzas del universo. Toda partícula tiene su partícula opuesta, un «otro yo» que se comporta de forma inversamente proporcional. Por ejemplo, el electrón tiene una antipartícula llamada positrón. Ahora la física cuántica reafirma el viejo concepto introducido por la cultura oriental del yin y el yang. Las fuerzas simétricamente opuestas del universo. Del mismo modo, la materia tal y como la concebimos tiene su forma opuesta, llamada an-

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timateria. Y si cuantizáramos la fuerza gravitatoria, nos encontraríamos con una partícula llamada gravitrón. El gravitrón también tiene su an-tipartícula llamada antigravitrón. Una partícula aún hipotética. Si algo está levitando, lo haría sobre un campo de antigravitrones. Mientras el gravitrón aplica una fuerza atractiva entre las partículas, su antagonista estaría aplicando una fuerza repulsiva.

Pero ésta no es la única fuerza natural que impera sobre nuestras vidas, hay muchas más, ya que cada nueva dimensión que aparece en los gara-batos de los cuadernos de los físicos, inaugura un maravilloso abanico de posibilidades. Y cada vez que la ciencia «descubre» algo, se comprueba que esto ya había sido explicado por las culturas más antiguas. Entonces sentimos que siempre le estamos dando vueltas a lo mismo, y que en realidad no hemos cambiado mucho desde la antigüedad. Pero ahora em-pieza a pasar algo nuevo. El ser humano aumenta de manera considerable la conectividad, creando más y más redes de comunicación. ¿Por qué?

Porque vamos a participar de un evento que requerirá una gran dosis de sincronicidad. Por ello estamos desarrollando campos de trasmisión de la información en tiempo real. Ya no somos el Homo sapiens, hemos entrado en un nuevo estadio evolutivo y por lo tanto son otras las solu-ciones a nuestros problemas. Nuestro cerebro ahora entiende que lo que llamábamos «realidad» es sólo una ilusión sensorial y también ha com-prendido que es responsable de activar en sí mismo el potencial que le ha sido robado por otros para mantenerlo bajo su dominio.

El hombre es una de las criaturas más adaptables que existen en la naturaleza. Soporta temperaturas extremas, alturas importantes sobre el nivel del mar y hasta es capaz de viajar por el espacio. Otras especies necesitan cientos y miles de años de evolución para lograr una nueva adaptación. El humano en este aspecto se parece al virus. Es capaz de ca-muflarse, mutar, manipular el medioambiente y lograr así colonizar nue-vos horizontes. Pero tal vez el cambio que más le cuesta es el de su forma de pensar, ya que está sometido a una esclavitud ideológica y conductual de la que muy pocos pueden escapar. Este condicionamiento hace que muchas personas estén fuera de ritmo y no puedan ser capaces de acom-pañar a la Tierra en su evolución. En este momento nuestro planeta está realizando cambios radicales que muy pronto se manifestarán en grandes catástrofes climáticas. Sismos, inundaciones y tsunamis arrasarán con va-rias ciudades y muchas especies morirán en el proceso. Gaia está reaco-modándose para evolucionar en una nueva melodía cósmica en la que se ve obligada a reafinar sus instrumentos de navegación en el espacio. A la

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Tierra, la dinámica universal la está obligando a cambiar de estructura y elevar sus frecuencias vibracionales para adaptarse al «Nuevo Sol», que ya está aumentando considerablemente la radiación protónica sobre nuestro planeta. Estamos en el ciclo solar n.° 24 (desde que comenzamos su me-dición) y se espera que llegue su máximo en el año 2012 o en el 2013.

Los cambios se pueden comprobar en todo el sistema solar: el Sol ha aumentado su campo magnético un 230 por 100 desde el año 1900, y hay predicciones que aseguran que el próximo máximo podría ser el más potente de la historia. Júpiter se ha energizado y el tamaño de su campo magnético ha crecido más del doble desde el año 1992. Urano ha variado el eje de su campo magnético en sesenta grados y Neptuno, unos cincuenta grados. Saturno está aumentando su campo magnético. En los últimos catorce años, Plutón experimentó un aumento del 300 por 100 de su presión atmosférica. Cualquiera de estos cambios en los cuerpos de nuestro sistema solar, implica una trasformación enorme en sus atmós-feras, pero a su vez inician procesos de cambio en nuestro planeta. Sin embargo la Tierra ha demostrado durante millones de años que es una talentosa en el escenario cósmico. Ha logrado adaptarse a todos los ritmos y a todos los cambios de la galaxia, logrando que su biosfera (conjunto de seres vivos que la habitamos) se mantenga intacta.

Pero ahora la melodía cósmica parece estar empezando un cambio radical. Como si durante millones de años el DJ universal hubiese pues-to un vals y ahora le diese por amenizar la movida con una jam session. El Sol le enviará a la Tierra una lluvia de plasma tan potente, que le obligará a cambiar de ritmo. La magnetosfera de la Tierra y la ionosfera (la que utilizamos los humanos para rebotar la onda corta de radio) se pondrán en acción para impedir que el flujo intenso de radiación so-lar entre en la atmósfera. En la ionosfera podemos encontrar una gran cantidad de iones positivos. La ionización es provocada por el Sol, así que una actividad anómala de éste, como la que se espera, alterará las propiedades de esta capa, y podría impedir que las ondas inalámbricas se trasmitan normalmente. Todos los dispositivos interconectados que dependan de onda corta, podrían volverse inoperantes o quedar total-mente bloqueados.

Estamos hablando de un campo de información utilizado por las ra-dios internacionales, los aviones, los dispositivos de control remoto, las redes de radioaficionados, las redes de telegrafía CW, las trasmisiones satelitales, los dispositivos de localización como los GPS, las comuni-caciones por Internet y la telefonía inalámbrica. Ahora imagina por

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un momento que ocurriría en el mundo si nos quedamos con toda esa tecnología bloqueada. Y si a eso le agregamos algunos apagones en cen-trales eléctricas que alimentan ciudades enteras. Nuestra dependencia tecnológica es tal que el mal funcionamiento de estos dispositivos de-bido a una tormenta geomagnética podría causar un verdadero desastre para la humanidad.

Cuando una célula de nuestro cuerpo no está respondiendo a las nuevas necesidades del sistema huésped, otras células la inducen al suicidio. Este fenómeno se llama apoptosis. Si una colonia de bacterias está molestando a todo el organismo, otros microorganismos se ocupan de acabar con ellas. La prioridad es el sistema, antes que las partes que lo componen.

Las formas que tendrá Gaia para manifestar el cambio no son tan amigables. Ella se sacudirá abruptamente y muchas placas tectónicas cho-carán contra la resistencia. Modificar nuestros patrones cerebrales será fundamental, porque muy pronto estaremos recibiendo una especie de carga de información con una fuerza tremenda para la que muchos no estamos preparados. Habrá una sobrecarga en nuestros circuitos neurona-les, una corriente de información que destruirá en un momento los viejos patrones para reemplazarlos por conexiones nuevas que le sean más útiles a nuestro planeta para sobrevivir. Los cambios que se producirán en el Sol obligarán a Gaia a trasformarse. El astro rey se prepara para inducir a la Tierra a evolucionar. Ese proceso conlleva un aumento del latido al que todos estamos sincronizados: la resonancia Schumann, de la que hablare-mos más adelante. Quienes no puedan adaptarse, enfermarán y morirán, del mismo modo que enfermaron los primeros astronautas que salieron de la Tierra y perdieron contacto con esa vibración vital del planeta. De la misma forma que enferman quienes se encierran en las ciudades desco-nectándose de la naturaleza.

Todo cambio de paradigma es un proceso largo, algunos piensan que el cambio se produce cuando un número determinado de individuos aco-ge las nuevas ideas y llegado ese número la idea se extiende en forma glo-bal. Pero en realidad el proceso forma parte de todo el tinglado neuroló-gico: cambiar una idea que está programada lleva su tiempo. Más tiempo aún si la idea está relacionada con los instintos básicos, aún gobernados por nuestro cerebro primitivo. El nuevo paradigma parece estar represen-tado por la idea de la «materia» y cómo la concebimos. Lentamente el ser humano está empezando a aceptar que la materia es sólo una ilusión provocada por nuestro cerebro y ése es el cambio fundamental de nuestra época.

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Vivimos atados al mundo material y vamos tras el dinero y los bienes, sacrificando día a día nuestra felicidad cuando en realidad la naturaleza nos lo da todo. Bajamos la cabeza y aceptamos la autoridad de los corrup-tos, que lamentablemente están tan enfermos que siquiera ellos saben cómo salir de esta dinámica del miedo. Que la realidad es una ilusión no es una idea nueva, pero en la aceptación de ésta entran en juego muchos conceptos que caen como las fichas de un dominó. La ciencia se acerca a la religión, la telepatía y la percepción de otras dimensiones son concebi-das como fenómenos naturales y la humanidad parece estar al borde de un cambio radical.

Un cambio de paradigma puede también producirse en menos de un segundo, y eso es posible cuando suceden los saltos cuánticos.

Adelina había vivido sus nueve años en el pueblo, a las orillas del río San Pedro. No conocía la mar, pero se la imaginaba. A la hora de la siesta, cuando los vecinos se sumergían en un sueño cálido y silencioso, podías encontrártela absorta en la biblioteca que estaba en el centro. El primer día, llegó algo tímida, sin embargo no dudó en encontrar un avatar para mostrarse resuelta y casi exigir con donaires a la bibliotecaria «todos los libros que tuviese sobre la mar».

Durante unos cuatro años, leyó los viajes de Colón a América, se inmiscuyó en la vida privada de Gaboto y hasta llegó a condenar en su imaginación a los piratas a una radical pena de muerte (aun-que no se lo dijo a nadie). Instintivamente creyó que ellos atenta-ban contra el mar, pero también contra los pobres navegantes que fueron héroes a los que les arrebataban el tesoro tan arduamente conseguido a través de penurias y tormentas crueles. Su abuelo le había dicho que el océano era un animal gigante, el más grande de la tierra. Ella pensó que si conocía el mar, también se haría idea del tamaño del mundo. También le había comentado que al mar ni los dioses ni los hombres habían logrado conquistarlo. Que éste les daba permiso para subirse en su lomo y hasta sumergirse en su cuerpo y alimentarse de él, pero que eso no significaba que les per-mitiría gobernarlo. Adelina quería conocerlo. Ver con sus propios ojos al ser más grande y poderoso del mundo. Pero no sabía cómo llegar a él. Hasta que descubrió en uno de los textos de la bibliote-ca, que los ríos llegaban a la mar.

Entonces, en una tarde de 1820, también a la hora de la siesta, y mientras todos los pueblerinos habían sucumbido al sopor del

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sueño campero, preparó un avío con lo esencial y partió hacia el río en busca de un barco que pudiese llevarla hasta el océano.

—Yo sé cocinar y lavar la ropa. No pido dinero, sólo quiero llegar hasta el mar.

En la Argentina, los federales vencían en la Batalla de Cepeda, y los caudillos se hacían con el poder, por lo que muchos barcos de unitarios huían y el capitán del San Juan no dudó en permitirle subir a bordo y salvarla de los tiroteos, sería un viaje corto y no había tiempo para meditar las decisiones, había que escapar. El San Juan recorrería las costas del río de La Plata hasta el Atlántico y luego bordearía la costa de la banda oriental para llegar hasta el norte. Allí, en el puerto de El Chuy podría vender las mercancías a las tropas artiguistas.

Adelina se adaptó a la vida del barco optando por el mutismo y la más absoluta sumisión. Intentaba pasar desapercibida para no ser molestada y había logrado cierto respeto simplemente porque era una cocinera creativa. Con dos panes, algo de queso y un poco de aceite, inventaba algo nuevo todos los días. Callada, ensimis-mada y eficiente, sólo subía a la cubierta para servir la comida a unos veinte hombres, y luego volvía al compartimento que estaba junto al camarote del capitán, donde lavaba la ropa y dormía. Ni siquiera la llamaban por su nombre. El capitán, aprovechando que la niña era morena, había inventado la historia de que Adelina era una huérfana de los indios guaraníes rescatada del Paraná. Con esa tramoya, no tendría que dar mayores explicaciones por llevarla a bordo. Los marineros la bautizaron con un nombre aborigen: Ara-poty, que significa «primavera».

Su voz sólo se la conocía por una frase: «¿Cuándo llegaremos a la mar?», a la que siempre los hombres le contestaban que «Cuando el agua marrón se ponga verde, chinita, es porque llegamos a la mar». Entonces ella cada mañana se asomaba y echaba una mirada rápida, una mirada de atención íntegra en la que se podía entender su gran ansiedad eclipsando el sentido mismo de su destino. Ojos a la deriva, ojos que quieren enfocar lo desconocido, algo que podría estar ya frente a ella sin saberlo, por lo que no tenía otra opción que confiar en los marineros.

Esa mañana era temprano y el cielo estaba nublado, así que el agua se veía gris verdosa, por lo que al volverse hacia el con-tramaestre, su mirada era desesperada. Esos ojos ahora exigían e

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imploraban la verdad, no ser engañada, saber con certeza que ha-bían llegado al mar. Y fue así, en un cambio de colores en el que la respuesta llegó por fin. El cesto de la ropa cayó al agua, porque Adelina se quedó de piedra y quiso abarcarlo todo en un solo ins-tante. Siempre pensé que los marineros eran hombres rudos y que no tendrían compasión con la niña, sin embargo no dijeron nada por lo de la ropa, dejaron ir el cesto llevado por la corriente del mismo modo que Adelina dejó ir su ansiedad para encontrarse con la inmensidad.

—Mira hacia allá, Arapoty, ¿ves? No se puede ver el horizonte. Ya estamos en el océano.

Todos esperaban la reacción de la niña, especulaban con lo que se le estaría pasando por la mente, apretando sus ojillos al mirar hacia el este, un punto cardinal que de ahora en adelante sería un norte que lastimaría sus ojos. El contramaestre recordó cómo se sintió cuando siendo un chaval su padre lo llevó por primera vez a conocer el mar.

—Huele, Arapoty, huele el agua de mar. El mar es salado, pruébalo.

El capitán ordenó subir un cubo con agua de mar. Adelina in-trodujo un dedo en el balde temiendo ser mordida por el gran animal, pero recordó de su abuelo que el mar había dado permiso a los hombres para tocarlo. Al tomar contacto con el agua se es-tremeció. Luego se llevó el dedo a la boca mientras los marineros se habían agrupado en torno a ella, expectantes. Yo me imaginé lo que pasaba por sus cabezas. Algo que era para ellos tan conocido y hasta tedioso, para la niña eran sensaciones nuevas y todos querían saborearlas de prestado. Por fin, luego de tantos días, una nueva frase salió de su boca y lo dijo mirando a la popa:

—Pero, ¿dónde comienza el mar? El capitán se sintió no solamente obligado, sino también cierta-

mente capacitado para responder esa pregunta que salía de las entra-ñas de una cría. Se arrodilló frente a la niña sin animarse a hacer lo que su corazón le dictaba, que era tomarla en su regazo y abrazarla, tal y como su padre lo había hecho con él tantos años atrás.

—Nadie lo sabe, porque se mezcla con el río como, donde y cuando le da la gana. Así que sólo sabemos que estamos en la mar cuando el agua cambia de color. A veces cambia antes, otras veces más adelante.

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La niña no podía imaginarse un animal mezclándose con el río. Entonces pensó que los ríos también tenían permiso para meterse en el mar.

Una historia del átomo

Dice la leyenda, que en algún momento del siglo ii antes de Cristo, el rishi acababa de cruzar como un espectro la plaza al pie del templo Somnath del Prabhas Kshetra, en la costa noroeste de la India. No sabemos si ya poseía la capacidad de hacerse invisible, pero sí que de algún modo había evitado ser visto por un grupo de gente que llevaba agua del Ganges, líquido sagrado que serviría para limpiar el santuario. El asceta era un alquimista rasayāna, y llevaba su cuerpo magro a caminar todos los días unos veinte kilómetros, en busca de hierbas y piedras de la región de Saurashtra, para luego trabajar en ellos con el objetivo de conseguir la inmortalidad del cuerpo.

Apenas vestido con un taparrabo, llevaba atado a la cintura un fino cordón de cuero del que colgaba una vasija que contenía algo de rasa (mercurio), y una bolsa hecha de vísceras de antílope en la que guardaba un poco de comida. Acostumbrado a trabajar con el mercurio y observan-do cómo la sustancia se separaba más y más en pequeñas bolitas, estaba obsesionado con determinar qué esencia primordial componía toda la materia. La noche cerrada oprimía los alrededores del templo, y la mente del rishi entraba en otro estado de conciencia mientras se acomodaba bajo un árbol para comer su única ración del día. Su mirada estaba perdi-da en el horizonte mientras sus manos desmenuzaban la comida en trozos cada vez más pequeños. De repente pensó en que llegaría un momento en el que una migaja sería ya tan diminuta que no podría dividirse en más partes. A esta migaja indivisible e indestructible la llamó «anu».

Este hombre fue apodado Kanāda, (que significa «el que come partí-culas»). Autor de la rama Vaiseshika, (uno de los seis sistemas ortodoxos de la filosofía hindú) ya manejaba conceptos que estaban presentes en el darshana Nyayā. El Nyayā intentaba sentar las bases para lograr pruebas empíricas del pensamiento filosófico, fenómenos que ya no pudiesen estar sujetos a ninguna contradicción y que reflejasen una «absoluta verdad». La lógica del Nyayā, ya consideraba la relatividad con la que nuestros sentidos nos muestran la realidad. Un pensamiento que a los occidentales nos resulta muy avanzado para la época. El rasayāna probablemente haya sido el origen de la metafísica como la conocemos hoy, y ya contemplaba «anus» de tiempo (que definían pequeños lapsos de tiempo).

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el átomo despUés del nyayā

En la antigua Grecia, Demócrito de Abdera, su maestro Leucipo y Epi-curo también definían al átomo como la partícula más pequeña e indivi-sible de la que estaban hechas todas las cosas.

Demócrito dijo: «Las únicas realidades existentes son los átomos y el espacio vacío; lo demás es mera especulación». Incluía la noción del va-cío en sus cavilaciones, y dividía la realidad en dos elementos: lo que es y lo que no es. «Lo que es» estaría representado por átomos indivisibles, indestructibles y eternos, y «lo que no es», por el vacío. El vacío sería el espacio en el que estas partículas existen, se organizan y se mueven. Su maestro, Leucipo de Mileto, tiene él mismo una existencia improbable. Una especie de espectro que ronda la leyenda. Hubo rumores de que Demócrito se inventó este maestro para lograr mayor prestigio entre sus contemporáneos. Epicuro, quien había osado pensar en la inexisten-cia de los dioses en la antigua Grecia, también creía en la inexistencia de Leucipo. Vaya, era un hombre un poco escéptico. Pero encontramos varias referencias y citas acerca de Leucipo de Mileto en el legado de Aristóteles.

En nuestra cultura occidental seguimos empadronando los concep-tos y las ideas de estos pensadores griegos, aun cuando hemos avanza-do un largo trecho en la investigación de las partículas subatómicas. La filosofía de la antigua Grecia influye aún hoy en las culturas occiden-tales y en todas nuestras acciones, tal fue el poderío del Imperio Ro-mano. A eso debemos agregarle la contaminación cultural de la Iglesia Católica.

En la Edad Media, el atomismo era rechazado por cuestiones teo-lógicas, pero pronto Guillermo de Conches y Nicolás de Autrecourt se ocuparon de decir que el átomo era creado por Dios, como también lo pensaban los filósofos musulmanes e hindúes de la época. Con ello com-pensaban cualquier brote ideológico que pudiera impedir el poderío y control social llevado a cabo por la religión.

El átomo ha sido representado en todas las épocas como una dimi-nuta esfera, hasta que en el año 1897 se descubrió el electrón y luego, en el año 1920, el neutrón. La esfera ya empezaba a dibujarse con sus partículas orbitales. En 1926, Erwin Schrödinger actualizaba el mode-lo atómico: un potencial electrostático con una simetría esférica, pero cuyas partículas orbitales se encuentran en una situación probable y no estable, girando alrededor del núcleo.

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la realidad es siempre virtUal

El modelo del átomo con sus partículas suele representarse ahora como una célula tridimensional: el núcleo y las partículas subatómicas que se asemejan a las mitocondrias y a las hélices del ADN. Eso nos hace re-flexionar sobre cómo el universo se repite a sí mismo morfológicamente desde lo macro hasta lo micro y viceversa. Esta similitud no es más que un patrón perceptual, ya que las formas sólo existen en nuestro cerebro.

Los aceleradores de partículas actuales (construcciones hechas por el hombre como el Gran Colisionador de Hadrones) han demostrado que el 99,9 por 100 del átomo es vacío, algo que enfurecería a Aristóteles, quien sostenía la continuidad de la materia. La actual teoría de las cuerdas repre-senta las partículas atómicas como líneas de espacio-tiempo, minúsculos filamentos de energía que vibran y se manifiestan en distintas dimensiones.

La teoría de las cuerdas y su versión actualizada (la teoría de las super-cuerdas), ostentan hoy la candidatura para conseguir la tan buscada teoría unificada que explique todos los fenómenos del universo. Esta unificación, como decía antes, coincide con la eminente evolución de nuestro cuerpo calloso, que está creciendo y aumentando así la sincronicidad de nuestros hemisferios cerebrales.

La física cuántica nos muestra un universo compuesto de pequeños fila-mentos de energía que vibran en distintas frecuencias. Un universo oscuro, vacío, sin textura, color o sabor. Todo lo que vemos a nuestro alrededor es una representación virtual que hace nuestro cerebro de dichas frecuencias: así, si un grupo de partículas que se nos pone delante vibra en un rango de frecuencias determinadas, veremos un color, y si su vibración se acelera, pues veremos otro color. Lo mismo sucede con los sonidos.

Lo que muchos no saben, es que ese mismo grupo de partículas puede ser interpretado por distintos órganos sensoriales según la frecuencia de su vibración: si un sonido se acelera lo suficiente, comenzaremos a verlo como un color.

Si analizamos esto, vemos que lo que llamamos «materia» en realidad es una diferente conformación de partículas de energía, un universo formado de chispas o pequeñas hebras electromagnéticas, que al unirse unas a otras forman diferentes combinaciones moleculares. De ese modo, cada combi-nación vibra en una frecuencia determinada y así es captada por nuestros sentidos.

Pero básicamente la esencia de todo es lo mismo: energía que vibra. Ya entonces no pensaremos en cómo es la dinámica de los materiales o los

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elementos de la tabla periódica: todo está hecho de lo mismo, por lo que habremos de concentrarnos en la dinámica de la energía y en las fuerzas que la organizan. Resulta para algunas personas imposible creer que todo lo que percibimos a nuestro alrededor es una ilusión, una representación virtual que hace nuestro cerebro de dichas vibraciones de la energía. Pero entonces ¿vivimos en un mundo virtual?

Pues sí. Además de ser virtual, nuestra realidad es muy limitada. La utilización de nuevos diseños tecnológicos nos revelan que la percepción que tenemos los humanos tiene un principio económico: nuestros senti-dos han sido diseñados para percibir del universo sólo la información re-levante para nuestra supervivencia. De las infinitas frecuencias de sonido que existen, sólo podemos escuchar un rango de frecuencias de entre 20 a 20.000 Hz, ya que los animales que nos sirven de alimento o aquellos que pueden atacarnos vocalizan dentro de estas frecuencias. Lo mismo sucede con los olores y las imágenes o las texturas. Estamos limitados por dos frentes: nuestro propio aparato perceptual que aún responde sólo a los es-tímulos del cazador-recolector que éramos antes los humanos, y por otra parte al control social al que estamos sometidos. Nuestro cerebro, como todo nuestro cuerpo físico, está infrautilizado. Sin embargo, la presencia de áreas potenciales indica que existe una necesidad real de utilizarlas. La naturaleza es muy económica, no nos dotaría de capacidades si no tuvié-semos la necesidad de ponerlas en práctica. Y es justamente el control social el que nos impide desarrollarlas de pleno.

Imagínate un campo no local y de infinitas dimensiones, un campo formado por energía e información que se manifiesta en las diferentes combinaciones de partículas. Imagina una mente global que es cons-ciente de ese campo y que en él dibuja todo lo que piensa. Somos una manifestación de esa conciencia en forma de cuerpo humano y a su vez un pequeño nodo o neurona de esa gran mente, encargada de recibir y trasmitir información.

Creíamos que el átomo era la partícula más pequeña e indivisible a la que podríamos reducir la materia. Hasta que llegaron los colisionadores de partículas y nos mostraron que el átomo a su vez se puede dividir en partes aún más pequeñas. Mire hacia donde mire el ser humano, se encuentra con el infinito. Yendo al espacio o viendo a través de microsco-pios nanométricos, el universo no tiene fin.

Así que el rishi nunca dijo cuántas veces había que subdividir una mi-gaja para llevarla a su mínima expresión, simplemente dijo que en algún momento ya no podría dividirse más. ¿Estaría en lo cierto?

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Yo creo en la infinitud. Es probable que podamos subdividir una par-tícula hasta que no notemos más su presencia, y esto será porque habrá pasado a otra dimensión, lo que significa que sigue existiendo más allá de nuestros sentidos y más allá de los aparatos que somos capaces de diseñar para detectarla. Y como nuestros cuerpos y nuestras mentes son partícu-las, somos infinitos.

Nos vemos incapacitados para percibir nuestra propia infinitud, y la-mentablemente existen demasiados intereses en que sólo podamos perci-bir estímulos perfectamente programados de antemano. Estamos mucho más familiarizados con el lenguaje televisivo que con la información que todos los días nos envía nuestro planeta y el cosmos. Pocas personas saben la influencia cósmica a la que está sometida nuestra vida cotidiana. No hablo de la astrología, es una disciplina ancestral que no domino en abso-luto, pero sí puedo hablar de la dinámica cósmica y cómo nuestro planeta y por lo tanto todos los seres que lo habitamos, somos influenciados por las diferentes cargas protónicas de la radiación solar, o por las fluctuacio-nes electromagnéticas de nuestro planeta.

Nos enseñan primero a entender el lenguaje humano, nos enseñan a leer y a escribir. Pero hay otro metalenguaje que condiciona nuestras vidas, mucho más poderoso que el habla humana, y es el lenguaje del planeta Tierra.

Los aborígenes guardan ese legado y nos ofrecen generosamente la forma de decodificar los mensajes de la Madre Tierra, algo que aprenden desde el vientre de sus madres, pues conocer ese lenguaje es tan importan-te como alimentarse o dormir. No entendemos que nuestros antecesores le diesen tanta importancia al movimiento de los astros y nos sorprende-mos cuando vemos que sus vidas eran regidas por éstos. Los calendarios de los mayas son tan exactos que ni en cientos de años los científicos pudieron establecer sistemas de prevención de catástrofes tan maravillo-samente precisos como lo hacían algunos pueblos en la antigüedad que ni siquiera tenían un telescopio para mirar las estrellas.

Nuestro calendario gregoriano es un invento humano muy inexacto y es una pena que en vez de regir nuestro tiempo según los movimientos de los astros, lo sigamos haciendo según los caprichos de la Iglesia Cató-lica antigua. En el siguiente capítulo, analizaremos el porqué de nuestra realidad virtual permanentemente inducida e investigaremos las posibi-lidades de una propuesta diferente, una concepción nueva sobre nuestra naturaleza humana, en la que podríamos comenzar a vivir a partir de este mismo momento.

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