es hora de replantear la seguridad en el sahara y el sahel

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8/20/2019 Es Hora de Replantear La Seguridad en El Sahara y El Sahel http://slidepdf.com/reader/full/es-hora-de-replantear-la-seguridad-en-el-sahara-y-el-sahel 1/6 Nº 122 - ABRIL 2015 >> POLICY BRIEF ISSN: 1989-2667 Anouar Boukhars Es hora de replantear la seguridad en el Sáhara y en el Sahel >> La intensificación de los conflictos a través del Sáhara y el Sa- hel ha creado una nueva situación de normalidad, donde se han exacerbado las tensiones étnicas y las divisiones religiosas y las crisis ya no son sólo locales. Los actuales conflictos en Malí, Libia y Nigeria son ejemplo de ello. Estos conflictos se han visto agravados por una mezcla de militantes radicales saharianos, redes transnaciona- les de contrabandistas y movimientos independentistas. Sin duda, la antigua situación de normalidad también estaba marcada por el terro- rismo y otras formas de violencia política, disputas fronterizas y actos ocasionales de bandidaje. Pero la naturaleza de los conflictos en el Sahel y el Sáhara ha cambiado y los patrones de violencia son más complejos. Las fuentes de las crisis también se han tornado más móviles y han adquirido una dimensión transfronteriza que requiere de soluciones regionales. Hasta ahora, ha habido muchas respuestas bilaterales, regionales e internacionales, pero éstas han sido contradic- torias y limitadas. La buena noticia es que los actores regionales e internacionales son ca- da vez más conscientes de que la respuesta sólo puede ser eficaz si está bien coordinada y adaptada a la interdependencia geográfica y organi- zativa de las redes y poblaciones a lo largo del Sáhara y el Sahel. La mala noticia es que está siendo muy difícil diseñar e implementar una estrategia de seguridad y desarrollo que vaya más allá de la lucha con- • La naturaleza de los conflictos a lo largo del Sáhara y el Sahel ha cambiado: la violencia cruza fronteras y las tensiones políticas, étnicas y religiosas son cada vez más intensas. • La creciente movilidad de los conflictos facilita los vínculos entre grupos militantes regionales, como por ejemplo, Boko Haram y al- Qaeda en el Magreb Islámico. • Los actores internacionales han elaborado una serie de estrategias para el Sahel, pero necesitan mejorar su cooperación con las instituciones regionales para abordar de manera eficaz las nuevas amenazas a la inseguridad. CLAVES

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Nº 122 - ABRIL 2015

> > P O L I C Y B R I E FI S S N : 1 9 8 9 - 2 6 6 7

Anouar Boukhars

Es hora de replantearla seguridad enel Sáhara y en el Sahel

>>La intensificación de los conflictos a través del Sáhara y el Sa-hel ha creado una nueva situación de normalidad, donde se

han exacerbado las tensiones étnicas y las divisiones religiosas y lascrisis ya no son sólo locales. Los actuales conflictos en Malí, Libia y Nigeria son ejemplo de ello. Estos conflictos se han visto agravadospor una mezcla de militantes radicales saharianos, redes transnaciona-les de contrabandistas y movimientos independentistas. Sin duda, la antigua situación de normalidad también estaba marcada por el terro-

rismo y otras formas de violencia política, disputas fronterizas y actosocasionales de bandidaje. Pero la naturaleza de los conflictos en elSahel y el Sáhara ha cambiado y los patrones de violencia son máscomplejos. Las fuentes de las crisis también se han tornado másmóviles y han adquirido una dimensión transfronteriza que requierede soluciones regionales. Hasta ahora, ha habido muchas respuestasbilaterales, regionales e internacionales, pero éstas han sido contradic-torias y limitadas.

La buena noticia es que los actores regionales e internacionales son ca-da vez más conscientes de que la respuesta sólo puede ser eficaz si está bien coordinada y adaptada a la interdependencia geográfica y organi-zativa de las redes y poblaciones a lo largo del Sáhara y el Sahel. La mala noticia es que está siendo muy difícil diseñar e implementar una estrategia de seguridad y desarrollo que vaya más allá de la lucha con-

• La naturaleza de los conflictos alo largo del Sáhara y el Sahel hacambiado: la violencia cruzafronteras y las tensiones políticas,étnicas y religiosas son cada vezmás intensas.• La creciente movilidad de losconflictos facilita los vínculos entregrupos militantes regionales, comopor ejemplo, Boko Haram y al-Qaeda en el Magreb Islámico.

• Los actores internacionales hanelaborado una serie de estrategiaspara el Sahel, pero necesitanmejorar su cooperación con lasinstituciones regionales para

abordar de manera eficaz lasnuevas amenazas a la inseguridad.

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ES HORA DE REPLANTEAR LA SEGURIDADEN EL SÁHARA Y EN EL SAHEL

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tra el terrorismo, las rivalidades institucionalesinternacionales y las rivalidades interestatales a nivel regional.

LAS CUATRO FASES DEL CONFLICTO

La región del Sáhara y el Sahel ha atravesado cua-tro fases de conflicto y violencia. Cada estadiotiene sus propias características en cuanto a la in-tensidad del conflicto, así como diferentes tácticasy estrategias empleadas por diversos actores. En

primer lugar, en la fase post-colonial (1960-1975)los conflictos fueron de menor intensidad. Lasprincipales tensiones fueron causadas por la "gue-rra de las arenas" entre Marruecos y Argelia queduró tres semanas (1963), la rebelión tuareg quefue abortada (1963-1964) en Malí y los exitososgolpes de Estado en Libia (1969), Malí (1968) y Níger (1974). La larga sequía (1969-1973) queafectó a los países de la frontera sur del Sáhara (Mauritania, Senegal, Malí, Níger y Chad) tam-bién desplazó a varios grupos nómadas y agricultores-pastores, especialmente los moros,árabes, toubous, tuaregs y peuls. Algunas de estaspoblaciones, especialmente los tuareg, se dirigie-ron hacia Argelia mientras que otras buscaronexiliarse en Libia. Pero ninguno de esos disturbiosinternos socavó seriamente la inestabilidad del sis-tema post-colonial, aunque sus efectos colateralesse dejarían sentir en posteriores fases del conflicto.

La segunda fase del conflicto (1975-1990) fue másintensa y desestabilizadora. En este período, estallóel conflicto del Sáhara occidental a nivel regional

entre Marruecos, Argelia, el Frente Polisario (unmovimiento independentista saharawi fundado en1973 con base en Argelia) y Mauritania. El prime-ro en caer fue Mauritania, que en 1978 sufrió ungolpe militar y la pérdida de todos sus reclamos so-bre el Sáhara occidental. Marruecos se quedó asísólo contra la guerrilla del Frente Polisario (apoya-do por Argelia) hasta el cese el fuego en 1991. A día de hoy, sigue la rivalidad geopolítica entre Marrue-cos y Argelia. Esta segunda fase también presencióotras disputas fronterizas de baja intensidad entreBurkina Faso y Malí (1985-1986), Nigeria y Chad(1987) y Libia y Chad (1973-1987).

La tercera fase (1990-2003) comenzó con la hi-bernación del conflicto del Sáhara occidental y la resolución del conflicto de Libia y Chad porla Corte Internacional de Justicia en 1994. Perohan sido los conflictos muy violentos que se des-ataron en Argelia, Malí y Níger los que hanmarcado ese período. La sangrienta guerra civilargelina (1991-1998) fue provocada por el ejér-cito, que acabó con la victoria islamista emergente durante el proceso electoral el 11 deenero de 1992 (con anterioridad, los islamistashabían ganado las elecciones municipales y la

primera vuelta de las elecciones parlamentarias).La segunda rebelión tuareg, que comenzó en Ní-ger antes de extenderse a Malí (1990-1995),coincidió con algunos acontecimientos políticosturbulentos y el derrocamiento por parte de losmilitares del Gobierno de Traore en Malí en1991. Esas rebeliones fueron contenidas me-diante una serie de acuerdos mediados por Argelia.

La última fase, y la más turbulenta (2003-presen-te), ha marcado el debut oficial de los gruposterroristas y las organizaciones criminales en eldesierto del Sáhara. El secuestro en 2003 de 32turistas europeos que viajaban por el desierto de Argelia y su traslado a Malí donde fueron redimi-dos por €5 millones por un grupo terrorista argelino, posteriormente re-denominado al-Qae-da en el Magreb Islámico (AQMI), se convirtióen la principal actividad de extremistas violentosy gánsteres yihadistas para financiar sus operacio-nes. Este período también se ha caracterizado poruna política volátil y golpes de Estado en Mauri-

tania (2005 y 2008), Níger (2010), Malí (2012) y Burkina Faso (2014). Las revueltas árabes de2011 también tuvieron consecuencias desestabili-zadoras en algunas partes de la región del Sahel y el Sáhara. Las protestas populares y los levanta-mientos armados en Libia rápidamente seconvirtieron en un caos fratricida, que ha desesta-bilizado a los frágiles vecinos al sur del país y quecontribuyó directamente al colapso del orden enMalí en 2012 (para una descripción detallada delas fases del conflicto, ver SWAC/OCDE 2014, An Atlas of the Sahara-Sahel– Geography, Econo-mics and Security, Capítulo 8).

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CAMBIOS CONSTANTES DE PODER

La mayoría de los países a lo largo del Sahel y delSáhara entraron en el nuevo milenio cargados depolíticas semi-democráticas, divisiones étnicas y desigualdades socioeconómicas enraizadas. Ese le-gado todavía pervive en la región. Las transicionesdemocráticas han sido desordenadas y a menudointerrumpidas por golpes, protestas y revueltas.En Níger (2009) y Burkina Faso (2014), los líde-res electos fueron derrocados tras intentar pasarreformas constitucionales a través de los parla-

mentos que les permitirían gobernar por tiempoilimitado. Mauritania vio como su breve experi-mento democráticoterminaba con ungolpe de Estado en2008, sólo un añodespués de que elejército fuera obliga-do a ceder el controla un gobierno civil.Sólo Senegal no ha sufrido ningún gol-pe –una proeza inigualable en una región proclive a lasintervenciones mili-

tares– y ha podido gestionar una transiciónpacífica del poder. La movilización de la oposi-ción en 2011 en Senegal forzó al entoncespresidente, Abdoulaye Wade, que tenía de 85años de edad, a retirar sus planes de cambiar la constitución para extender su mandato para untercer período.

Diversos factores ayudan a explicar los constan-tes cambios de poder a lo largo del Sahel. Antesde 1990, el conflicto, la estagnación del desarro-llo socioeconómico y la interferencia extranjera eran los principales desencadenantes de las trans-formaciones políticas. A partir de los añosnoventa, otros factores empezaron a cobrar im-portancia. La movilización popular contra lasduras medidas de austeridad impuestas por elFondo Monetario Internacional (FMI) desatóuna ola de protestas entre mediados de los añosochenta y principios de los noventa que culminó

en una nueva era de transformaciones políticasen Malí, Níger y Senegal. Pero el fracaso de esa ola de cambio en atender a las demandas masivaspor menos corrupción y más justicia económica y social allanó el camino para una nueva ola derebeliones, protestas populares y militancia en elnuevo milenio.

El estallido de las insurrecciones tuareg en losaños noventa y 2000 a lo largo del Sáhara y elSahel se debe a factores tanto endógenos comoexógenos. Los factores subyacentes de la erup-

ción de la violencia fueron la discriminación degrupos y la falta de atención prestada a algunasregiones específicas. Los Estados del Sáhara post-independencia promovieron la agricultura y elsedentarismo a expensas de la vida nómada y pastoril de los tuareg. Ese sentimiento de discri-minación basado en la identidad se exacerbó porel abandono por parte de los Estados de las zonasdel interior del Sáhara. Las causas más inmedia-tas de las rebeliones, no obstante, eran denaturaleza regional. Las pérdidas de Libia en la guerra contra Chad, la caída de los precios delpetróleo en los años ochenta y las sanciones eco-nómicas internacionales llevaron a Gadafi a ordenar la salida de miles de tuareg de las Fuer-zas Armadas libias. Otros miles de tuareg fueronexpulsados de Argelia, que sufrió una seria rece-sión económica en los años ochenta. El retornode legiones de tuareg bien entrenados fue uno delos principales catalizadores de las rebeliones delos noventa en Níger y Malí (ver SWAC/OCDE2014, An Atlas of the Sahara-Sahel,pp: 182-192).

Dos décadas más tarde, conmociones exógenasprocedentes de Libia acarrearon terribles conse-cuencias para Malí. La historia no se repite,pero, como dijo Mark Twain, a veces rima. La caída de Gadafi en 2011 en Libia desencadenóuna serie desordenada de sucesos, junto con des-equilibrios sociales y cambios étnicos en el nortede Malí. Privados de su patrón histórico, milesde hombres de la tribu tuareg nigerianos y ma-lienses regresaron a casa con vehículos, armas y experiencia militar, lo que alteró el estatus quoexistente y las relaciones de poder entre y dentrode los grupos étnicos y tribales. >>>>>>

La perspectivade que surjan lazosentre Boko Haram, AQMI y otrasorganizaciones

militantes regionaleses una pesadilla

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Pero al contrario de otros episodios anteriores, es-tos eventos no tuvieron el mismo efectodesestabilizador en Níger. Níger logró evitar losasaltos oportunistas de los tuareg e islamistas radi-cales asociados que perseguían al ejército maliensey que hundieron en el caos el norte de Malí. Eseéxito se debe, en parte, al monitoreo proactivo delGobierno de Níger de su frontera con Libia, aldesarme de los excombatientes y la reintegraciónde 90.000 retornados. Asimismo, las Fuerzas Ar-madas nunca se marcharon de la parte norte delpaís, al contrario de los malienses que estaban

obligados por el acuerdo de Argel de 2006 con losrebeldes tuareg a retirar la mayor parte de las fuer-zas gubernamentales del norte.

De igual modo, otros factores también han con-tribuido al éxito relativo del Gobierno de Níger a la hora de gestionar la cuestión de los tuareg, co-mo por ejemplo la integración de un númeroconsiderable de ellos en la administración pública,el Gobierno y las Fuerzas Armadas. La descentra-lización, por ejemplo, ha permitido que un buennúmero de exlíderes rebeldes y voces disidentes sepusieran al frente de consejos locales y regionales.La división norte-sur que es un rasgo central de la crisis maliense también es menos pronunciada enNíger, donde los tuareg están más dispersos a lolargo del país. Esto no significa que el caos de Li-bia y la persistente inestabilidad de Malí y delnorte de Nigeria no estén afectando a Níger. Secree que los atentados terroristas de 2013 en Aga-dez y Arlit fueron preparados en el sur de Libia.El sudoeste de Níger es especialmente vulnerablea los grupos yihadistas que operan en Malí. El

Movimiento para la Unicidad y el Jihad en África Occidental (MUJAO, por sus siglas en inglés),presente en la región de Gao en la frontera conNíger, también recluta adeptos entre las poblacio-nes songhai y peuls que habitan en el valle delNíger, algunos de los cuales son nigerianos.

Un peligro similar proviene del grupo extremista violento Boko Haram, que utiliza los países de la frontera noreste tanto como bases de reclutamientocomo de reagrupación. En febrero de 2015, BokoHaram, que actualmente lucha contra las fuerzasde seguridad nigerianas, empezó a atacar también

zonas al otro lado de la frontera en Níger y Chad.El grupo ya había tomado represalias contra Came-rún por inmiscuirse en la guerra en su contra. En la medida que el grupo expande sus operaciones, suverdadera naturaleza y composición resulta cada vez más difícil de discernir. Algunos combatientesde Boko Haram han sido entrenados por gruposmilitantes regionales, incluyendo AQMI, pero elgrupo continúa muy localizado y centrado en cues-tiones internas. Los agravios y el resentimientopolítico contra la corrupción gubernamental, la mala gobernanza y la brutalidad de los servicios de

seguridad resuenan en el estado de Borno, situadoen el noreste del país, y son la fuerza motora detrásde la resistencia de Boko Haram. Pero al igual queotros grupos insurgentes en el Sahel, Boko Haramse ha convertido en un imán no sólo para los jóve-nes enfadados y desilusionados en el marginalizadonoreste, sino también para criminales, gánsteres y oportunistas.

LA PROPAGACIÓN DEL CONFLICTOTRANSFRONTERIZO

Los vínculos entre los insurgentes violentos y elcrimen no son una novedad. Durante la guerra ci-vil argelina de los años noventa, por ejemplo, la insurgencia islamista se involucró en el tráficotransnacional y el crimen organizado como lasmafias. Otra característica problemática de aque-lla insurgencia fue su expansión más allá de susfronteras. El asentamiento de terroristas argelinosen el norte de Malí inundó la región de militan-tes, extremistas y criminales. Hoy existen

preocupaciones similares sobre el creciente alcan-ce de Boko Haram en el norte de Nigeria y en lospaíses vecinos. La militancia descontrolada podría alimentar la discordia entre musulmanes y cristia-nos no sólo en Nigeria sino también en Chad,donde las últimas guerras civiles se han visto agra-vadas por tensiones religiosas. También aumenta la posibilidad de que crezcan los vínculos entre di-ferentes conflictos a través de las vastas regionesdel Sáhara y del Sahel.

La perspectiva de que surjan lazos entre Boko Ha-ram, AQMI y otras organizaciones militantes

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regionales es una pesadilla. AQMI y MUJAO ya captan miembros en diversos países del Sáhara. La movilidad transfronteriza es un nuevo compo-nente de los conflictos en el Sáhara y el Sahel y parece que va en aumento (ver Judith Scheele,Trafic ou commerce? Des échanges économiques auSahara contemporain,SciencesPo, julio de 2013).Cuando Boko Haram perdió a su líder en 2009 y estuvo bajo el asedio de las fuerzas de seguridad deNigeria, sus cúpulas se reagruparon en Níger,Chad y Camerún. Las afiliaciones étnicas y triba-les a menudo trascienden las fronteras nacionales,

por ejemplo a través de las fronteras argelino-ma-lienses. Los principales actores en el grupoterrorista MUJAO, por ejemplo, provienen de la tribu lamhar, un grupo árabe influyente con baseen Gao pero que también tiene lazos tribales y empresariales en el sur de Argelia. Lo mismo seaplica a los llamados mauritanos árabes miembrosde MUJAO o AQMI. Muchos tienen conexionescon tribus que están dispersas en Mauritania, Ar-gelia y Malí (ver Baz Lecocq,Serval in the Sahara,Cultural Anthropology, marzo 2012).

Ya sea porque fueron forzados a salir –como losmilitantes argelinos a finales de los noventa– oporque se sienten atraídos por nuevas oportuni-dades, los militantes que deambulan por eldesierto del Sáhara encuentran pocos obstáculos.Las interconexiones políticas y las interaccionesilícitas no se limitan a las barreras jurisdicciona-les establecidas por los Estados soberanos(basadas en delimitaciones territoriales impues-tas por las potencias coloniales). Las rutasutilizadas por los militantes y los traficantes vie-

nen siendo usadas por los nómadas desde hacesiglos. El único cambio importante ha sido elsalto del camello a la camioneta.

Es muy difícil contener la expansión geográfica dela inestabilidad a través del Sáhara y el Sahel, ya quelos crecientes vínculos entre los conflictos y la flui-dez de las alianzas entre los actores no estatales enesos conflictos provocan el desorden y aumentan la permeabilidad de la región. Tanto las agraviadastribus nómadas toubu del Sáhara (en el sur de Li-bia, norte de Chad y noreste de Níger ) como lostuareg irredentos en Malí (y sus redes sociales en el

sur de Argelia y otros países del norte de África Oc-cidental) añaden una dimensión regional a losproblemas locales. Algunos países de la región y la comunidad internacional reconocen la naturaleza interconectada de la amenaza y han respondidocon una plétora de estrategias regionales.

La Unión Africana (UA), la Comunidad Económi-ca de Estados de África Occidental (CEDEAO), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) han adoptado estrategias es-pecíficamente diseñadas para hacer frente a las

causas de la inseguridad en el Sahel. El BancoMundial y el Banco Africano de Desarrollo (BAD)también se han unido a la lucha. Desafortunada-mente, la falta de armonización entre esas múltiplesiniciativas lleva a una duplicidad de esfuerzos y a la dispersión de los recursos. Los mecanismos de co-ordinación existentes son limitados y sus sistemasde monitoreo son deficientes (ver SWAC/OCDE2014, An Atlas of the Sahara-Sahel,pp: 240-249).Otra de las principales razones de por qué estas ini-ciativas sólo han tenido un éxito limitado hasta ahora es su enfoque exclusivo en la lucha antiterro-rista. La eficacia de los programas antiterroristas a la hora de capacitar a los Estados del Sahel para "encontrar, solucionar y acabar con” los grupos te-rroristas y proteger sus fronteras del contrabandode armas y drogas se ve socavada por la falta de so-luciones no militares que apuntalen la gobernanza democrática, combatan la corrupción pública y aborden la desigualdad social.

Malí es un ejemplo claro del fracaso de los gobier-nos occidentales y los donantes internacionales a

la hora de identificar correctamente las fuentes dela fragilidad estatal en el Sahel. Antes de la crisisde 2012, los actores internacionales estaban muy dispuestos a brindar ayuda económica y militar alpaís, mientras ignoraban cómo la corrupción esta-tal y el nepotismo estaban erosionando la autoridad del Estado y exacerbando las tensionessociopolíticas en el norte. Enfocarse en construirlas capacidades de seguridad de un gobierno co-mo ese sólo agrava la fragilidad estatal (vertambién el documento de trabajo de FRIDE nú-mero 126 –Fragile States: an urgent challenge for EU foreign policy ).

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CONCLUSIÓN

El gran desafío para los actores internacionales esmejorar la cooperación y la coordinación de susdiversas iniciativas destinadas a abordar los desafí-os de seguridad y desarrollo en el Sáhara y elSahel. Cada vez se reconoce más la naturaleza multidimensional de las amenazas y la interde-pendencia regional de redes políticas y las etnias.Pero los esfuerzos de los diferentes actores (loca-les, regionales e internacionales) no estáncoordinados y casi no hay consenso sobre los en-

foques regionales (los cuales deberían serdiseñados de acuerdo con los distintos contextoslocales). Cada estrategia regional coincide con lasprioridades y propósitos estratégicos de su patro-cinador. Argelia, por ejemplo, apoya iniciativasque puede controlar y que marginan a su archie-nemigo Marruecos. Ello mina la eficacia de lasiniciativas multilaterales, como el Proceso deNouakchott impulsado por la UA (una platafor-ma regional establecida en 2013 para promover la cooperación en materia de seguridad), porqueobliga a Marruecos a buscar y promover otras al-ternativas (Marruecos no es miembro de la UA).

A su vez, Marruecos ha mostrado su determina-ción para proteger sus intereses geopolíticos a través de la resurrección del Proceso de Trípoli en2013, una iniciativa de cooperación fronteriza, y revitalizando la Comunidad de los Estados del Sa-hel y el Sáhara (CEN-SAD, por sus siglas eninglés), que incluye a más de la mitad de los paísesde África, con la excepción de Argelia. El G5 Sa-hel, lanzado en 2014 por Burkina Faso, Chad,

Malí, Mauritania y Níger, pretende sortear esas li-mitaciones a través de la no inclusión formal de Argelia y Marruecos. Sin embargo, el problema esque con esa configuración intergubernamental ca-da vez más desordenada, se corre el riesgo desocavar otros procesos multilaterales e institucio-nes como CEDEAO.

Con todo, la UE y sus socios internacionales de-berían fomentar la apropiación local y regional,apoyando esas frágiles iniciativas locales, cuya puesta en marcha depende de fondos externos y soporte técnico. La ONU y la UE ya están imple-

mentando varias estrategias en conjunto con la UA y CEDEAO. Otro ejemplo de sinergias quemerecen ser apoyadas es la reciente propuesta delBAD para crear y gestionar "fondos de acción pa-ra el Sahel", que unificarían las contribuciones detodos los donantes. Un enfoque internacional há-bilmente coordinado que utilice las ventajascomparativas de cada institución regional sería degran ayudar a la hora de enfrentar la creciente in-seguridad a lo largo del Sáhara y el Sahel.

Anouar Boukhars es investigador asociado en

FRIDE e investigador no residente del Programa sobre Oriente Medio de Carnegie Endowment for International Peace. Asimismo, es profesor asociadode Relaciones Internacionales en McDaniel College en Westminster, Maryland.

Este Policy Brief forma parte del proyecto de FRIDE “La frágil región del Sahel: un desafío para Europa”,llevado a cabo con la cooperación de Carnegie Endowment for International Peace. Agradecemos el generoso apoyo de DIMES. Para más informaciónsobre el proyecto, contactar con: Clare Castillejo([email protected]).

e-mail: [email protected] www.fride.org

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