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Eso de ser bulímica ... Brrmda Morales Si Marielos se murió, definitivamente no es culpa de nadie, ni de ella misma. Total, todos nacemos para morir y si la pobre chica decidió que quería morirse así de flaqui- ta. ¿Qué se le va a hacer? No se puede luchar contra lo que se le mete a la gente en la cabeza. ¿La recordás Pablito? Bonita la niña, pero toda atormentada. Muchas veces lo noté, cuando la encontraba allá en el parqueo o la iglesia, acompañando a doña Cleo: -Marielos, comé mamaíta, mirá que estás que te lleva el viento. La niña sólo se sonreía y no me contestaba nada. En cambio Doña Cleo, se enojaba mucho, se le notaba que le molestaba hablar del tema. -La nena come muy bien doña Lita, lo que pasa es que ya es así su constitución. Por más que la alimento no engorda. Así que no se piense que es por descuido. ¡Yo la miraba! Ay Pablito; la mujer se me hacía uno de aquellos cochiqueros que ceban y ceban su animalito y por más que le dan de comer no les engorda. Hasta que se aburren, se desesperan y siguen dándole de hartar porque no saben hacer otra cosa pero ya con rencilla, con cólera reprimida en el pecho .Y el animalito , come que come, pero a la fuerza, reprimiéndose, guardando también su rencor como frijolitos en olla de presión. Cada día que pasaba, la niña más flaca y ojerosa, en cambio la madre, cada vez más rolliza. No es que sea metida pero daba curiosidad verlas, todas vestidas de negro; la madre rechoncha, caminando con dificultad y a su lado, cada vez más taciturna y enjuta, la pobre muchacha, tan blanquita, tan flaquita , como cirio en entierro . Los muchachos se le fueron alejando; no es que fuera fea ¡no! ¡Todo lo contrario! ¡Tenía una carita ... ! Era un ángel, de madera y todo, la pobre niña ... a no ser cuando 77

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Page 1: Eso de ser bulímica - Red de Bibliotecas Landivarianasbiblio3.url.edu.gt/Revistas/abra32/18.pdf · 2013. 2. 6. · Te lo juro que así lo sentí y yo cuando siento algo ... No me

Eso de ser bulímica ... Brrmda Morales

Si Marielos se murió, definitivamente no es culpa de nadie, ni de ella misma. Total,

todos nacemos para morir y si la pobre chica decidió que quería morirse así de flaqui­

ta. ¿Qué se le va a hacer? No se puede luchar contra lo que se le mete a la gente en la

cabeza. ¿La recordás Pablito? Bonita la niña, pero toda atormentada. Muchas veces lo

noté, cuando la encontraba allá en el parqueo o la iglesia, acompañando a doña Cleo:

-Marielos, comé mamaíta, mirá que estás que te lleva el viento. La niña sólo se sonreía

y no me contestaba nada. En cambio Doña Cleo, se enojaba mucho, se le notaba que

le molestaba hablar del tema.

-La nena come muy bien doña Lita, lo que pasa es que ya es así su constitución. Por

más que la alimento no engorda. Así que no se piense que es por descuido.

¡Yo la miraba! Ay Pablito; la mujer se me hacía uno de aquellos cochiqueros que ceban

y ceban su animalito y por más que le dan de comer no les engorda. Hasta que se

aburren, se desesperan y siguen dándole de hartar porque no saben hacer otra cosa

pero ya con rencilla, con cólera reprimida en el pecho. Y el animalito, come que come,

pero a la fuerza, reprimiéndose, guardando también su rencor como frijolitos en olla

de presión.

Cada día que pasaba, la niña más flaca y ojerosa, en cambio la madre, cada vez más

rolliza. No es que sea metida pero daba curiosidad verlas, todas vestidas de negro; la

madre rechoncha, caminando con dificultad y a su lado, cada vez más taciturna y

enjuta, la pobre muchacha, tan blanquita, tan flaquita, como cirio en entierro.

Los muchachos se le fueron alejando; no es que fuera fea ¡no! ¡Todo lo contrario!

¡Tenía una carita ... ! Era un ángel, de madera y todo, la pobre niña ... a no ser cuando

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le hablábamos de la comida y de lo flaca que se veía. Entonces ... dirás que soy mal

pensada pero yo siempre dije que me parecía ver una sonrisa maliciosa en su cara, era

como si cobrara vida; sus ojos chispeaban por un momento para luego volver a quedar

opacos, cansados. Yo creo que por eso siempre insistía en el tema, a sabiendas que

doña Cleo me iba a dar una mala contestación y se iba poner como la chingada, no es

que una sea metida, es que a veces dan ganas de fregar y ni siquiera sabe una para qué

o por qué, simplemente se le da la gana ¿y qué?

Cuando la Marielitos se puso mala, no nos avisó doña Cleo; ella se decía muy reserva­

da, diz que para no molestar innecesariamente a los vecinos. Si nos enteramos fue

porque lo contó doña Mela, la de la tienda. ¿Sabés de quién te hablo Pablito? Sí, la de

la tienda enfrente de la casa de doña Cleo.

-Doña Lita, ya supo que se llevaron grave a la Marielitos.

-¿Ve? ¿Y qué le pasó pues?

-No sé bien qué le pasó. Usted sabe cómo es esa doña Cleo, si no fuera porque tuvo que

ir a prestarme el teléfono para hacer la llamada ... Yo le marqué el número y me con­

testaron de una clínica de no sé dónde. Quise oír pero la condenada empezó a hablar

bien quedito, apenas logré escuchar que decía que pediría un taxi y que irían de inme­

diato. Me pagó de prisa y salió corriendo hacia el parque y llamó al viejo del taxi. Se

fueron en el carro a la casa y luego salieron con la niña casi en brazos, la pobre no

podía ni caminar y se veía toda demacrada y palidísima. Yo salí para ver si podía

ayudarlas en algo.

-Doña Cleo, doña Cleo, ¿les sucede algo? ¿Le puedo ayudar?

-Se lo agradezco pero no es necesario.

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-Me contestó con educación pero haciéndome una mirada que me dejó quieta. Se

subió al taxi y no supe más. En cuanto llegó la muchachita que me ayuda en los

quehaceres le dejé encargada la tienda y vine acá para saber si usted tenía alguna

noticia.

-¿Yo? ¿Y yo por qué?

-Bueno, como usted tiene cierta amistad con ellas, pensé que a lo mejor sabía algo.

-La verdad, es la primera noticia que tengo pero podemos averiguar.

Verás Pablito, como te decía, no es que una sea metida pero ... Nos largamos a buscar al

viejo del taxi y le preguntamos pero él no sabía mucho, que sí la había llevado al

hospital, que sí se miraba muy pálida, que sí estaba muy débil. Total ¡nada! Lo que

nosotras ya sabíamos.

En los siguientes tres días no supimos más de ellas. Hasta el cuarto día apareció doña

Cleo, toda envejecida por fuera; si, por fuera. Es que por dentro ... No, ya sé que dirás

que soy mal pensada y todo lo que querrás pero ... me pareció que sus ojos chispeaban

como cuando la niña ... Yo estaba en la tienda y la vi entrar a la casa. Luego salió más

ennegrecida que nunca, toda, toda de negro pero la mirada ... la mirada ... ¡Si te lo

digo!, yo estoy segura que sus ojos bailoteaban. Se encaminó a la iglesia y salió luego

de un buen rato.

No sé por qué, supongo que por esas debilidades que todos tenemos, se acercó a mí y

me dijo que si podía asistir a la misa que se oficiaría por el alma de Marielitos. Me

quedé boquiabierta.

-Tristemente, Marielitos partió y no estará más con nosotros. Su voz no sonó a nada o

a lo mejor sonó a todo.-Así que si usted puede le agradeceré asistir hoy por la tarde a

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una misa de réquiem. Yo no estaré seguramente, porque debo regresar a arreglar los

trámites del velorio y el entierro. Usted sabe, se dan más vueltas cuando se muere que

cuando se nace. Su voz seguía sin sonar a nada o sonar a todo.

Si te lo digo Pablito, no es que yo sea mal pensada; es que su voz, aparentemente tan

helada, me sonó a desilusión, a frustración ¡escondida, por supuesto! Como todo en

ella. ¡Ay, si te lo digo! Sonó a "la muy cochina, la muy desgraciada, la muy infame y

malvada se murió y ya no tengo a quien cebar". iAh! ya vas con tus reproches Pablito.

Te lo juro que así lo sentí y yo cuando siento algo ...

No me dejó acompañarla ni al velorio ni al entierro. De hecho, casi me pude sentir

afortunada porque fui una de las pocas invitadas a la misa. Qué misa de muertos tan

rara, sin cuerpo presente, sin familiares, sin duelo. Apenas unas cuantas viejas como

yo. Al salir al atrio nos quedamos conversando, tú sabes, juntando remiendos, que­

riendo apropiamos unas de lo poco o lo mucho que pudieran saber las otras para

armar el paquete. Se nos unió doña Tere, la que ayuda en la iglesia. Ella nos contó que

doña Cleo llegó así, toda fría como siempre y le pidió al padre José que conversaran en

privado. Entraron a la oficina y cerraron la puerta. Ella se acercó a escuchar pero

hablaban en voz baja.

-Lo único que medio entendí fue algo así como bula, bula mía o ¡qué se yo! Por más

que me acerqué no pude oír más. Mejor me alejé, no fuera a ser que me pescaran

detrás de la puerta.

-¿Qué sería eso?, preguntó una de las que escuchaban.

-A lo mejor pensaba que nos íbanos a burlamos de ella, contestó otra.

-Pero ¿por qué?

-Como siempre se está haciendo la de mucha plata ...

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-Qué burla ni qué ocho cuartos- las interrumpí, inspirada por la idea. -Se me hace

que la pobre Marielos se murió de bulimia, esa enfermedad que les da por vomitar lo

que se comen las pobres criaturas. iCon razón tan flaquita y demacrada!

Todas cayeron conmigo. Unas empezaron a decir que sí habían escuchado que es la

enfermedad del siglo, que si las niñas por estar a la moda, que si quieren verse esbeltas

y terminan siendo esqueletos, que si es una locura, que si debieran sellarles la boca

para que no cometan semejantes locuras.

Locura la que parlaban todas esas urracas, Pablito. ¿Sabes qué pienso yo? Te lo voy a

decir con toda honestidad y no porque sea metida o mal pensada como me decís siem­

pre. Para mí que la tal Cleo siempre mantuvo muy sojuzgada a la chica, porque le

nació preciosa la niña a pesar de que ella es horrible; porque idecime si no es horrible!

y estoy segura que eso la hacía morirse de celos y dentro de sí decidió opacarla,

engordarla a manera de que la pobre Marielos no llegara a ser hermosa. iVaya que lo

creo! Siempre, desde niña la tuvo así, marginada, apartada de todos y si te recordás, de

pequeña era más bien rechonchita, como su madre.

Seguramente de tanto pensar cómo liberarse, la niña encontró la manera de contrariada

vomitando lo que le servía para mantenerla gorda y fea y más que nada, para vengar­

se, para hacerle una jugarreta y burlarse de ella. iPor eso la mirada pícara de la mu­

chacha, Pablito! Era su manera de también martirizar ella a la vieja.

iAy Pablito! Qué buena burla lo de la bulimia, la vieja ceba que ceba y la hija vomita

que vomita. Total, no logró engordarla y la otra pobre no pudo resistir. iYa decía yo que

su voz me decía algo! iYa decía yo que cada vez que tocaba el tema la tal Cleo no era

capaz de disfrazar su rencor! Las dos a su manera se odiaban ¿Te das cuenta) iSe

odiaban! Y si estaban juntas era por necesidad. iQué enfem1as! ¿Te das cuenta Pablito?

Vos decime que soy metida, que soy mal pensada, vos decime lo que querrás pero date

cuenta que tengo razón. iCuándo yo siento algo ... !

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-¿A dónde vas Pablito? ¡Eh! ¡Qué te estoy hablando! No me dejés con la palabra en la

boca. Sabés que odio que me dejen con la palabra en la boca. Tantos años de vivir

juntos y no se te quita la maña. ¿A dónde vas Pablitooo .. .?

-A vomitar.

Nov. 99

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