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Epistemus, vol. 1, núm. 1, 2010, pp. 59-95. Performances en la infancia; cuando el habla parece música, danza y poesía. Español, Silvia. Cita: Español, Silvia (2010). Performances en la infancia; cuando el habla parece música, danza y poesía. Epistemus, 1 (1) 59-95. Dirección estable: http://www.aacademica.com/silvia.espanol/27 Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: http://www.aacademica.com.

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La música, la danza y la poesía en el desarrollo ontogenético.

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  • Epistemus, vol. 1, nm. 1, 2010, pp. 59-95.

    Performances en la infancia;cuando el habla parecemsica, danza y poesa.Espaol, Silvia.

    Cita: Espaol, Silvia (2010). Performances en la infancia; cuando el hablaparece msica, danza y poesa. Epistemus, 1 (1) 59-95.

    Direccin estable: http://www.aacademica.com/silvia.espanol/27

    Acta Acadmica es un proyecto acadmico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de accesoabierto. Acta Acadmica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir suproduccin acadmica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite:http://www.aacademica.com.

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    Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales &RQVHMR1DFLRQDOGH,QYHVWLJDFLRQHV&LHQWtFDV\7pFQLFDVSILVIA ESPAOL

    Performances in infancy: when speech seems music, dance and poetry

    The main focus of this work is the way in which adults interact with babies in a spe-cific moment: when the baby is about 6 months old. Firstly, it is stated that at that particular time adult performance, generally conceived as Infant Directed Speech, is fundamentally a performance of sound and movement that requires to be contem-plated in the way of the Performative Arts. Analysis of sound and movement in the performance of adults when addressing babies -that are approximately 6 months old- are therefore described here by using the theoretical conceptions and analytical tools that belong to the domains of Music and Dance. Secondly, the features of Primary Orality are described, particularly the thread formed by music, dance and poetry that constitutes its speech, suggesting that Infant Directed Speech may be considered an amazing vestige of Primary Orality. A field for exploration that rises from this hy-pothesis is described.

    Abstract

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    Performances en la infancia: cuando el habla parece msica, danza, poesa Silvia Espaol

    Desde hace algn tiempo en psicologa se presta atencin al modo parti-cular en que los adultos hablan, se mueven y gesticulan cuando se dirigen a los bebs. Aunque tanto el habla como los gestos del adulto muestran modos propios de la cultura de origen, ellos no ocultan la existencia de rasgos comu-nes en el modo de comportarse de casi todos nosotros cuando nos acercamos a quienes transitan sus primeros dos aos. Pero dos aos son, en trminos ontogenticos, mucho tiempo. Los adultos parecen conocer intuitivamen-te esta verdad evolutiva por lo que las transformaciones que ocurren en el modo de dirigirse a los pequeos varan en tramos de meses. Hay un mo-mento evolutivo particular, cuando el beb ronda el medio ao o poco ms, en que el modo de actuar de los adultos adopta un matiz tan especial que parece requerir de las artes para su descripcin y comprensin. Ese modo de actuar, especfico de ese momento evolutivo, es el foco de este artculo. El reconocimiento de este detalle evolutivo es relativamente reciente, se puede trazar su recorrido en el pensamiento psicolgico, sealar las formas actuales en que se piensa el fenmeno e incluso atisbar el modo en que en l se instancia el entramado naturaleza/cultura. Tambin parece posible abrir el campo del pensamiento y seguir los ros caudalosos que nos inducen a estudiarlo, y a reconocerlo, por primera vez creo, como uno de los escasos vestigios de Oralidad Primaria.

    Me ocupar primero de contar los pasos iniciales en el estudio de las peculiaridades de la actuacin adulta frente a los bebs, lo cual implicar analizar un aspecto restringido de dicha actuacin: el Habla Dirigida a los Bebs. A continuacin, destacar los componentes musicales que atraviesan el habla de los adultos cuando se dirigen a los pequeos lo que conducir a delinear el concepto amplio, abarcador y profundo de Musicalidad Comu-nicativa. Un concepto que encuentra un puesto relevante en la explicacin de nuestro pasado evolutivo y es capaz de establecer un hilo delgado, sutil, entre el ser humano moderno y otras especies del gnero Homo. A partir de ah comenzar a argumentar a favor de una contemplacin al modo de las artes del detalle evolutivo en cuestin: ms que habla, en sentido estrecho, ser poesa, msica y danza lo que encontraremos. En otras palabras, pura performance. Finalmente, expondr la hiptesis de que estas performances son asombrosos vestigios de la oralidad primaria, y que reconocerlas como tales puede abrir nuevas vas para su exploracin.

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    Epistemus - ao 1 - volumen 1

    I

    EL Habla Dirigida a Bebs

    El primer paso hacia el estudio del detalle evolutivo en cuestin se dio cuando los psiclogos observaron que el habla del adulto cuando se dirige a bebs se altera de un modo notable y regular. El estudio del Habla Dirigida a Bebs (en adelante HDB) se convirti en foco de investigacin hacia los aos 80. Probablemente, el giro lingstico en ciencias sociales posibilit su reconocimiento como un genuino tpico de estudio: parece razonable su-poner que, en un sentido general, el predominio del lenguaje como objeto de pensamiento en diversas disciplinas haya sustentado la emergencia del HDB como un objeto digno de ser pensado. Sin embargo, creo que su condicin de posibilidad terica radica especficamente en la repercusin de los estudios de pragmtica en la psicologa del desarrollo de esos aos.

    A principios de la dcada de los 60, Austin sugiri que en todo Acto de Habla se realizan sincrnicamente 3 actos: un acto perlocutivo (el efecto en el receptor), uno ilocutivo (la intencin del emisor) y uno locutivo (la emi-sin lingstica propiamente dicha) (Austin, 1962). En la siguiente dcada, Bates desarroll la idea de que los componentes perlocutivos, ilocutivos y lo-cutivos -sincrnicos en todo acto de habla adulto- podan presentarse secuen-cialmente en el desarrollo ontogentico (Bates, 1976). Lo cual condujo a que se prestara atencin a los efectos perlocutivos, los primeros en aparecer, de las acciones del beb, as como a la emergencia de la comunicacin intencio-nal preverbal. Ambos se transformaron en temas centrales de los estudios en psicologa del desarrollo. Acompa a este movimiento el reconocimiento de que la forma narrativa precede, con creces, a la capacidad de generar com-plejas oraciones gramaticales organizadas en episodios: el impulso a narrar se manifiesta temprano en los nios quienes con pocas palabras y gestos narran simples acontecimientos cotidianos (Nelson, 1989; Bruner, 1990). Los tres fenmenos nombrados -la perlocucin, la comunicacin intencionada y la forma narrativa- suponen un foco de observacin: la accin del beb. Se re-fieren a rasgos o hechos que emergen desde la accin del beb. Sin embargo, creo que la idea de que los actos perlocutivos, ilocutivos y locutivos se pre-sentan secuencialmente en el desarrollo ontogentico fue responsable directa de que cambiara tambin el modo de ver las acciones de los adultos frente a los bebs y de que el HDB se vislumbrara como un acto interesante. Visto que no hay que esperar a la emergencia de la conducta verbal (la locucin) para que las conductas del beb tengan efectos perlocutivos sobre el adulto, es dable suponer que las acciones del adulto pueden tambin tener efectos perlocutivos en el beb. Y ms an aquellas acciones que (como se ver en

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    breve) se transforman ostensiblemente, aunque de manera no consciente ni voluntaria, cuando el adulto se dirige a l. As, aunque la locucin en s mis-ma (sus componentes sintctico-semnticos) no pueda ser interpretada por el destinatario, parece razonable pensar que las particularidades del HDB puedan tener efectos en su destinatario.

    El espacio terico preciso para que el HDB se vislumbrara como un fen-meno de inters se complet con los estudios de las ltimas dcadas sobre las precoces capacidades de percepcin/accin del beb: slo es posible pensar en los efectos de las transformaciones que los adultos introducen en su modo de hablar si suponemos que el destinatario de estos cambios es capaz de perci-birlos. El beb, tal como lo conceban William James, Jean Piaget, Sigmund Freud y en algunos aspectos tambin Lev Vygotski no es un destinatario posible de estas transformaciones del habla: si sus capacidades de discrimi-nacin y categorizacin perceptuales son nulas (es ciego y sordo al nacer), si se orienta hacia s mismo, es solipsista o egocntrico, si no cuenta con habi-lidades o tendencias sociales, entonces, las transformaciones del lenguaje de los adultos o bien pasan desapercibidas o bien son tonteras de madre. Pero si el beb se orienta y es atrado por las personas desde el inicio, si desde los ltimos meses de vida in tero percibe el sonido del lenguaje, si en cuanto nace lo prefiere a otros estmulos sonoros, si es capaz de reconocer su len-gua materna y diferenciarla de otras, entonces s, es posible suponer que las transformaciones del habla de los adultos cuando se dirigen a los pequeos (es decir, del HDB estn sustentadas por motivos profundos y radicales.

    La imagen del recin nacido y del beb de pocos meses cambi mucho en nuestra poca. Estudios de laboratorio de las ltimas dcadas indican la exis-tencia de preferencias estimulares en el neonato hacia parmetros que defi-nen la voz y el rostro humano, as como precoces capacidades de interaccin social. En relacin con el lenguaje, son muchos los datos que sugieren que los bebs estn biolgicamente presintonizados y dispuestos para procesar los sonidos del habla: prefieren estmulos de la longitud y frecuencia de onda que caracterizan la voz humana y especficamente prefieren la voz materna a otras (ms an cuando sta se modifica de forma que se hace corresponder a las caractersticas del input que han percibido en los ltimos tres meses de vida intrauterina), distinguen y prefieren su lengua materna a partir de rasgos muy globales como la prosodia o las cualidades rtmicas del habla (Fifer y Moon; Gibson y Spelke; Hepper, Scott y Shahidullah citados en Rivire y Sotillo, 1999; Bremmer y Fogel, 2004; Karmiloff y Karmiloff-Smith, 2001). Las capacidades y preferencias halladas en el laboratorio muestran que el beb est desde el inicio orientado hacia sus congneres y hacia el lenguaje humano. Es, podramos decir, un buen receptor pero tambin un buen bus-cador de personas que hablan (aunque no sepa ni qu es una persona ni qu

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    es habla); y, a no ser que ocurra algo por fuera de lo ordinario, las encontrar en reiteradas ocasiones. Ellas le ofrecern un habla diferente, especial para l. Un habla cuyas transformaciones estn sustentadas por motivos profundos y radicales vinculados con la necesidad de un cuidado global del beb que tras-ciende las necesidades particulares biolgicas comnmente aceptadas (como la alimentacin o la proteccin frente agresiones) y se extiende hacia el cuida-do social y el amor, con las cuales las primeras a veces se entremezclan (como en el amamantamiento). Un habla transformada por motivos profundos vin-culados con la necesidad de un cuidado global que sita al cuidado social, al amor y al amamantamiento, al murmullo materno, al juego vocal, al habla y a la alegra compartida en una misma mezcla de actividad-corprea-sensual-sentimental-cognitiva necesaria para el desarrollo de la vida.

    En general, el HDB, comparado con el habla cotidiana entre adultos, pre-senta un tono de voz ms agudo, mayores variaciones tonales y pausas ms largas. Es un habla ms rtmica, con frases cortas y bien segmentadas. Los adultos modifican tambin aspectos articulatorios, fonolgicos (exageran o hiperarticulan vocales) y sintcticos del habla, sin embargo estos ajustes lingsticos se vuelven prominentes en momentos ms avanzados del desa-rrollo, cuando consideran que el beb ya comenz a hablar (Fernald, citado en Papou!ek, M., 1996). Lo cual deja en evidencia una cuestin importante: el HDB no es una forma fija de habla sino un comportamiento flexible que va cambiando y acomodndose al desarrollo del nio durante sus primeros dos aos de vida. Y lo que ms me interesa: presenta rasgos idiosincrsicos al inicio de la vida del beb.

    Probablemente, los primeros meses de vida sean el momento en que ms lejos de aquello que normalmente concebimos como lenguaje est un ser humano. Es un momento en el que no hay nombres para los objetos, ni siquiera objetos distinguibles que alguna vez puedan tener nombre, tampoco hay verbos que indiquen acciones ni frases que aludan a hechos en el mundo. No hay hechos en el mundo, en tanto implican un anlisis del mundo. Sin embargo, el adulto le habla al beb y su habla tiene sentido. Aquello a lo que slo el lenguaje puede referirse (hechos en el mundo referidos mediante proposiciones o estructuras predicativas) no es asequible para un ser humano de pocos meses. Pero s lo es el sonido del lenguaje. Donde nosotros escu-chamos (mir, mir) el gato est sobre el felpudo, una corriente sonora segmentada en unidades sintcticas con contenidos semnticos y referencia al mundo, l recibe un flujo continuo de sonido (parecido al que percibimos cuando escuchamos un idioma desconocido) en el que, como veremos ense-guida, el contorno meldico es uno de sus rasgos ms salientes. Y si se trata de un caso de HDB, y no una frase casual oda al pasar, seguramente el beb recibir repeticiones de esa misma frase con variaciones que recaern en gran

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    medida en el ritmo, el tono y/o la intensidad del sonido. Podr entonces percibir mejor aquello de lo que est hecho el HDB: del moldeado del sonido y del silencio del habla. He exagerado el fenmeno para describirlo, porque ciertamente ah mismo, en las primeras frases que va recibiendo el beb hay algo al servicio de la referencia y la conformacin de contenidos semnticos vinculados a algunos movimientos y acciones bsicas, a los objetos cercanos al beb, a su cuerpo, al adulto que est con l, e incluso a algunas localizacio-nes espaciales. Volver sobre este tema al final. Ahora me interesa destacar las cualidades del sonido del HDB y algunos de sus cambios durante los primeros dos aos de vida.

    Durante los primeros meses, las emisiones maternas tienden a realizarse con una voz aguda, suave y entrecortada; son cortas y repetitivas, con pausas claras. La altura de la voz vara a la manera de contornos meldicos claramen-te distinguibles y controlados, y los acentos regulares establecen un ritmo estable que calma y tranquiliza. De la tranquilidad suave que arrulla durante las primeras semanas, el habla materna se desliza hacia el juego mutuo cada vez ms animado: hacia los 5 meses, los bebs responden enrgicamente a las bromas y rutinas estructuradas donde hay una concentracin hacia un pun-to culminante. De ah que la mayor parte de las madres proporcionen con entusiasmo juegos dramticos y emocionantes de generacin de expectativas y mantenimiento de la tensin con resoluciones, a veces sorpresivas. La voz sigue siendo aguda, pero las emisiones se hacen ms largas, con pausas ms marcadas entre ellas y con mayor variedad de contornos meldicos, ritmos y contrastes dinmicos (Miall y Dissanayake, 2003).

    Como indican los trabajos de Metchill Papou!ek (1996) y Ann Fernald (1989) el HDB es una herramienta privilegiada para la regulacin de los esta-dos atencionales y emocionales. Al inicio del inicio de la vida, el HDB sirve para atraer y mantener la atencin el beb, fundamentalmente brinda un estmulo al cual responder; pero al poco tiempo se transforma en un buen instrumento para regular el estado emocional y la conducta del beb: los pa-dres tienden a usar un conjunto de cinco o seis prototipos meldicos que va-ran incrementando o disminuyendo la excitacin y la tensin o realizando variaciones en un alto nivel de excitacin. Los contornos meldicos toman la forma de contornos simples unidireccionales (ascendentes, descendentes y llanos) o contornos bidireccionales (con forma de campana y de U). La for-ma y la funcin del habla se vinculan: los padres usan contornos ascendentes para llamar la atencin del beb o para darle turno en un dilogo y contornos descendentes ante la sobrexcitacin o para finalizar el dilogo. Los contor-nos bidireccionales en forma extendida prevalecen cuando quieren reforzar o aprobar alguna accin; al revs, los contornos bidireccionales se tornan ms breves cuando desean poner fin a una conducta. En palabras de Fernald

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    (1989), en estas circunstancias, la meloda es el mensaje. La meloda lleva las intenciones del hablante y los bebs perciben sus mensajes categoriales bsicos: aceptacin, prohibicin, incitacin, alivio.

    Durante la segunda mitad del primer ao de vida, los rasgos prototpicos de los primeros meses menguan: el beb encuentra el estmulo de la explo-racin de un mundo ms grande, su entorno circundante, y la interaccin madre-beb comienza a contener ms contenido (lxico) de referencia y a sonar ms parecida a la conversacin adulta (Miall y Disssanayake, 2003). Cuando el nio ronda el ao de edad, el habla de los padres es menos musical de lo que era cuando el beb tena pocos meses. El nio est ocupado en la importante labor de segmentar cadenas de sonido y adquirir un vocabulario y una gramtica propios de la lengua materna, y los padres lo siguen en su desarrollo modificando de tal modo su HDB que favorecen la adquisicin de aspectos semnticos y sintcticos: usan un tono ms alto cuando introducen una palabra nueva y suelen situarla al final de la frase; la exageracin de la prosodia parece facilitar la divisin en secciones de la corriente fnica y la ad-quisicin de aspectos de la estructura sintctica; realizan, por ejemplo, pausas muy marcadas al final de las oraciones apoyando la distincin de unidades oracionales (Fernald y Mazzie, citados en Papou!ek, M. 1996).

    Si bien hacia el ao de edad se acenta el andamiaje para la adquisicin de los componentes sintcticos y semnticos eso no significa que la labor de facilitacin para la adquisicin de habilidades lingsticas a travs del HDB empiece en ese momento. Al contrario, comienza desde el inicio de la vida junto con la funcin reguladora del estado atencional, emocional y del nivel de excitacin del beb. Lo cual muestra que, en el saber hacer de los padres -en la Parentalidad Intuitiva como la nombra Hannus Papou!ek (1996)- no hay una separacin rgida entre aspectos cognitivos y aspectos sentimentales-emocionales; en realidad, no hay separacin ni distincin alguna.

    Un caso de andamiaje desde los primeros meses de vida para la adquisi-cin de habilidades lingsticas, descrito con bastante detalle, es el camino hacia la vocalizacin, inherente al lenguaje oral (y tambin al canto). De acuerdo con Hannus Papou!ek (1996), el recin nacido llega al mundo con una capacidad plenamente desarrollada para el llanto; un patrn preprogra-mado que incluye una expiracin prolongada. Pero los sonidos del lenguaje han de ser aprendidos. Los padres ofrecen modelos de sonidos vocales, esti-mulan su imitacin y ajustan sus intervenciones al nivel del nio en su pro-gresiva vocalizacin hacia al menos tres niveles de maestra vocal preverbal. El primer nivel se logra cuando los primeros sonidos que el beb vocaliza sobre su ritmo respiratorio fijo se desarrollan hacia sonidos ms prolongados y eufnicos alrededor de las ocho semanas, es decir, cuando el beb puede ir alargando los sonidos para modular melodas. Los padres intuitivamente

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    guan la vocalizacin del beb hacia modulaciones meldicas desplegando en el HDB modelos meldicos prominentes; usan preferiblemente emisiones de una slaba, a menudo sin informacin lingstica alguna, tales como inter-jecciones, llamadas y sonidos imitativos y tienden a prolongar los segmentos voclicos de esas emisiones y a usarlos para expandir la modulacin meldica. El segundo nivel de maestra vocal concierne a la produccin de consonantes y a la segmentacin del torrente vocal en slabas. Los padres intuitivamente andamian su desarrollo al incrementar la estimulacin con juegos rtmicos combinndolos con melodas sencillas. Cuando el beb tiene alrededor de cinco meses, los padres tienden a reemplazar parte de sus melodas por otra estimulacin musical que sirve de modelo para el balbuceo cannico repeti-tivo: estimulan a sus hijos con secuencias de slabas repetidas caracterizadas por una secuenciacin rtmica de fonacin y meloda superpuesta. La pro-duccin de slabas cannicas parece indicar que es tiempo (recin ahora) de una nueva intervencin concerniente a la funcin declarativa de los smbolos vocales y a la adquisicin de palabras. Mientras que antes intuitivamente soportaban exclusivamente los aspectos procedimentales del habla, ahora in-mediatamente toman las slabas cannicas como protopalabras potenciales, atribuyndoles significado. Cuando empiezan a decir sus primeras palabras diferenciadas, los padres comienzan a usar ms frecuentemente explicaciones racionales e instrucciones.

    En sntesis, el moldeado del habla -la exageracin de contornos meldi-cos, el alargamiento de las vocales, la elevacin del tono, la marcacin rtmi-ca, la repeticin silbica, la acentuacin de las palabras, la modificacin de la duracin de las pausas, etc.- parece cumplir, en principio, y al unsono, dos funciones primordiales: por un lado, regular la atencin, el estado emocional y el nivel de excitacin del beb y, por otro, facilitar la adquisicin del len-guaje. Y tal moldeado del habla vara acompaando el desarrollo del nio.

    II

    La Musicalidad del Habla Dirigida al Beb

    Metchill Papou!ek (1996) seala que el HDB, adems de andamiar la ad-quisicin del lenguaje, es una fuente relevante y oculta de estimulacin mu-sical: la voz humana ofrece una rica fuente para variar melodas en trmino de tempo y ritmo, duracin, pausas, alturas, intervalos y acentos. Como seal antes, los adultos elevan la altura promedio de su voz, en realidad ex-panden la tesitura del habla de siete semitonos a dos octavas. Los contornos meldicos tambin se expanden a un promedio de siete semitonos por emi-sin. Aunque los padres suelen repetir contornos meldicos prototpicos,

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    su reiteracin no es montona ni resulta aburrida para el beb: como una interminable variacin sobre unos pocos temas en msica, los contornos meldicos varan constantemente en formas que recuerdan los principios de organizacin morfolgica de la msica, de variacin y reiteracin, de aumen-to, disminucin de la excitacin y la tensin. Sin embargo, resalta Papou!ek, el HDB no semeja melodas de canciones con notas bien discernibles, se trata ms bien de contornos de altura no discretas, de variaciones de altura continua o glissandos.

    En este sentido, el HDB se asemeja al sistema que Steven Mithen (2006) describe como el sistema originario de comunicacin del gnero Homo. En pocas palabras, (una sntesis ms exhaustiva de su teora puede encontrarse en Espaol, 2008a) Mithen sugiere que, como consecuencia de la bipedesta-cin, las secuencias de movimientos y las vocalizaciones pudieron empezar a exagerarse, a repetirse con mltiples variaciones expresivas. Nuestros an-tecesores no lingsticos usaron entonces variedades de movimientos simi-lares, al realizar actividades comunales (como la carnicera de cadveres o el compartir la comida) o en las mmicas de tales actividades, e incorporaron matices de intenciones y de significados en una unidad holstica bsica de comportamiento. Se tuvo entonces un medio de expresin y comunicacin pero tambin patterns de movimiento, pura danza. Fue el comienzo del sis-tema Hmmmm (por holstico, manipulativo, multimodal, mimtico y mu-sical), un sistema de comunicacin compuesto por varias seales holsticas, donde cada emisin es un mensaje en s mismo. En l no hubo una organi-zacin de unidades discretas como en el lenguaje. No hubo nada semejante a palabras o morfemas, ni variaciones bruscas de sentido en funcin del orden de las palabras en las frases. No hubo unidades discretas factibles de entrar en diversas combinaciones que multiplicaran los significados posibles de ser expresados (como ocurre en me bao en el ro - me ro en el bao o la tormenta se avecina - la vecina se atormenta). Pero hubo frases. Unidades holsticas, indivisibles, de sonidos, movimientos y acciones desplegndose en el tiempo. Unidades indivisibles que se aprendan, se emitan y se entendan como todos indivisos. El sistema contuvo, por tanto, un nmero limitado de mensajes. Pero con ellos se podan hacer muchas cosas, como pedir, advertir, imponer, saludar, confortar, amenazar, apaciguar.

    El Hmmmm se inici hace unos 1,8 millones de aos con el Homo Er-gaster, se desarroll en las otras especies Homo tempranas, lleg a su mxi-mo despliegue en el Homo Neandertal y en el Homo Sapiens, a medida que emergieron unidades discretas factibles de ser combinadas en sistemas jerrquicos, se separ en msica y lenguaje. Hoy, dice Mithen, cuesta imagi-narnos la existencia de un sistema de comunicacin compuesto por unidades holsticas de sonidos y movimientos porque hemos perdido el lenguaje cor-

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    poral. Sin embargo, tenemos algn tipo de experiencia vinculada. El HDB es para l la cosa ms cercana al Hmmmm que conservamos en la actualidad (otro remanente lo constituyen los gestos espontneos con que el hombre moderno acompaa al habla); como el Homo Ergaster y el Homo Nean-dertal hoy cantamos y hablamos a los bebs para hacerlos sonrer, mover, dormir, para confortarlos.

    En esencia, dice Mithen, el HDB consiste en exagerar notoriamente los rasgos prosdicos (meldicos y rtmicos) inherentes al habla, de modo tal que nuestras oraciones adoptan un modo musical. Y a tales exageraciones los bebs responden ostensiblemente porque cuentan con precoces capacidades perceptuales que les permiten diferenciar y procesar rasgos fundamentales y patterns globales de la estimulacin musical. Por ejemplo, desde los primeros meses de vida, discriminan pequeas diferencias en la frecuencia, en la ampli-tud y en el espectro armnico; son capaces de diferenciar sonidos en trmi-nos de la duracin, de la longitud de las pausas, del tempo y de la regulacin temporal relativa en las secuencias rtmicas; y sobre la base de atributos de altura, sonoridad y timbre son capaces de estructurar la estimulacin que re-ciben en patterns globales coherentes provenientes de distintas fuentes. Son capaces tambin, de diferenciar los cinco o seis contornos prototpicos del HDB y de responder a sus mensajes categoriales inherentes (Papou!ek, M., 1996; Fassbender, 1996; Trehub, 2003).

    Durante los primeros meses de vida del beb, es factible que todos los rasgos del Hmmmm se encuentren en la estimulacin que le ofrece el adulto. La semejanza disminuye al ao de edad cuando los nios empiezan a segmen-tar sonidos y los padres ajustan sus actividades al desarrollo del nio para andamiar el proceso de adquisicin del lenguaje. El desarrollo ontogentico parece espejar el proceso filogentico de separacin del Hmmmm en msica y lenguaje (Mithen, 2006).

    La diferencia esencial entre el sistema Hmmmm y ambos, el lenguaje y la msica, radica en el rasgo holstico, por ende no sintctico, del primero. Tanto el lenguaje como la msica son sistemas susceptibles de descripciones sintcticas; para ambos la psicologa ha encontrado formulaciones represen-tacionales plausibles de instanciarse en la mente/cerebro de los humanos (baste recordar la propuesta de la gramtica generativa de Chomsky y la descripcin de la estructura musical en trminos computacionales apelando a gramticas, reglas y representaciones de Lerdahl y Jackendoff (1983). El Hmmmm no tolera tales descripciones pero, sin embargo, es esencialmente musical. Su musicalidad, manifiesta en modulaciones y exageraciones voc-licas, contornos meldicos, variaciones de intensidad, juegos dinmicos y patrones rtmicos no implica necesariamente msica. Por el contrario, la msica, siguiendo a Merker (2002), requiere que alguna de las dimensiones

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    sobre las que tiene lugar (fundamentalmente la altura del sonido y el tiempo) sea discreta; es decir, que alguna de sus dimensiones constituya un sistema de pocos elementos susceptibles de ser combinados de (cuasi) infinitas formas.

    De la misma manera, aunque se adjetive al HDB como musical, y aun-que se sostenga que el beb responde a atributos musicales, no se considera sinnimo de msica ni al HDB, ni a la interaccin entre adulto y beb. Ms bien, suele indicarse que los rasgos del HDB son universales o que poseen pocas diferencias interculturales (a pesar de las obvias diferencias lexicales y gramaticales entre las lenguas), en contraste con la indudable condicin cultural de la msica.

    El HDB puede entenderse como un caso de lo que Malloch (1999/2000) denomina Musicalidad Comunicativa: la habilidad para movernos simpatti-camente con otro, esencial para la comunicacin humana. Y aqu movimien-to tiene un sentido amplio que atae tambin al movimiento sonoro impli-cado en los contornos meldicos o en los cambios tmbricos y rtmicos. Se trata de nuestra habilidad esencial para congeniar con el ritmo y el contorno del gesto motor y sonoro del otro.

    El concepto de Musicalidad Comunicativa -en tanto refiere a fenmenos interactivos, corpreos, organizados temporalmente (y con rasgos meldicos y/o tmbricos) de amplia extensin, relacionados con, pero ms amplios que la msica propiamente dicha- es un buen candidato a englobar la multiplici-dad de datos, descripciones e intuiciones acerca de las cualidades musicales y acerca de las experiencias de comunin, intersubjetividad o comunicacin que ocurren entre adultos y bebs. Creo que esta es la idea de Shifres (2007) quien indica, adems, que el concepto nos permite distinguir entre rasgos de especie y rasgos culturales. La Musicalidad Comunicativa es, en primera ins-tancia, una habilidad para congeniar con los otros, propia de nuestra especie que presenta, tericamente, poca variacin cultural. La msica, en cambio, es un rasgo no slo propio sino exclusivo de nuestra especie que est signado por diferencias culturales. La condicin de ser especfica de la especie y a la par estar culturalmente mediada define tanto a la msica como al lenguaje. Lo cual nos permite pensar a la msica como una funcin crtica de huma-nizacin. ngel Rivire (2003a, 2003b) define a las funciones crticas de hu-manizacin como aquellas funciones mentales que no estn determinadas sino permitidas por el genoma; que implican el formateo cultural de funcio-nes definidas por el genoma; y que slo se dan en contextos de crianza y no requieren de aprendizaje declarativo. Las describe como sirenas o centauros porque son un punto de unin entre biologa y cultura. El nio incorpora artificios culturales pero su mente ha sido preparada biolgicamente para ello. La msica, como el lenguaje, cumple con esta definicin. Por otro lado, vale destacar que el concepto de Musicalidad Comunicativa es compatible

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    con la hiptesis de Mithen (2006) de la musicalidad como rasgo del gnero Homo (Ergaster, Neandertal, etc.) y la msica como artificio cultural propio del Homo Sapiens. Finalmente, permite tambin reubicar la msica, vincu-larla con su matriz de origen, porque visto desde esta perspectiva, la msica constituye una de las tantas actividades en las que la Musicalidad Comuni-cativa se manifiesta. La danza, el relatar historias, las ceremonias rituales, los comportamientos de trabajo cooperativo y las conductas amatorias, son, probablemente otras (Shifres, 2007). El HDB es seguramente una de sus ma-nifestaciones ms primarias.

    Las dimensiones constitutivas de la Musicalidad Comunicativa son el pul-so, la calidad y la narrativa. Con algunas modificaciones o ampliaciones del planteo original de Malloch, estas dimensiones pueden vehiculizar los datos, descripciones e intuiciones provistos en los ltimos aos sobre los rasgos musicales que conforman las interacciones tempranas adulto-beb.

    El pulso refiere a la recurrencia temporalmente regular de los eventos en la interaccin. Y tiene una funcin primordial, primigenia, primitiva (la adjetivacin no es excesiva en este caso): al tornar posible que se compar-tan patrones temporales, permite la participacin conjunta. Es lo que hace que nuestras interacciones sean armnicas y no espasmdicas, inconexas o destartaladas, que la interaccin entre el adulto y el beb se asemeje a una danza interactiva (Stern, 1985) de una organizacin temporal tan sutil que se si se modifica artificialmente (una demora de unos pocos segundos en la recepcin de la conducta del otro) produce inmediatamente malestar y des-concierto (Murray y Trevarthen, 1985). La fluidez de la interaccin se forja sobre la dimensin temporal del pulso. Y tambin del ritmo. El anlisis de las vocalizaciones entre bebs de dos meses (y ms grandes) y sus padres, rea-lizado por Malloch, muestra que desde esta edad tan temprana los humanos podemos compartir patrones rtmicos, es decir, modos regulares de orga-nizacin temporal de los eventos. Como puede observarse, el tratamiento de esta dimensin, como de las siguientes, trasciende los rasgos del HDB e incluye el interjuego con las conductas del beb.

    La calidad da cuenta de los contornos meldicos y tmbricos de la voca-lizacin. Los anlisis presentados por Malloch muestran que adulto (y beb) imitan las cualidades tmbricas de sus vocalizaciones (caracterizadas por los atributos de nitidez, expansin y rugosidad) a lo largo de la interaccin y desarrollan un juego tmbrico en el que parecen entenderse en una especie de contrapunto tmbrico (Shifres, 2008). Puede incluirse en esta dimensin las observaciones de Metchill Papou!ek (1996), previamente comentadas, acerca de los contornos meldicos del HDB. Es importante resaltar que Malloch considera que la calidad de los contornos meldicos tiene su equivalente en la forma y la velocidad de los gestos corporales.

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    La Narrativa combina pulso y calidad; refiere a la construccin de even-tos organizados en un pulso y con valores de calidad que delimitan unidades temporales que abarcan un rango que va de unas dcimas de segundo a varios minutos. De acuerdo con Malloch, se trata de una creacin conjunta: hacia los 4 meses el beb puede participar con sus vocalizaciones en la estructura formal temporal de la interaccin. La organizacin de la actividad comparti-da permite que ambos miembros de la dada construyan juntos su sentido del tiempo. La misma idea de unidades narrativas se encuentra en Stern (1985 y 2000) y y en Trevarthen (1999/2000).

    En tanto el HDB tiene bajo sus pies (o hunde sus races) en la Musicalidad Comunicativa deja translucir nuestra habilidad esencial para congeniar con el ritmo y el contorno del gesto motor y sonoro del otro. Mitchell Papou!ek (1996) utiliza otra expresin para referirse al universo compartido, al hacer y a la experiencia conjunta de la dada. Desde muy temprano, dice, adul-tos y bebs comparten un alfabeto prelingstico de elementos musicales: el HDB y las vocalizaciones del beb tienen elementos musicales comunes, como el tono y la meloda, los patterns temporales y el ritmo, los acen-tos, el timbre y la armona; y rpidamente se vuelven los primeros medios para la comunicacin recproca, la imitacin vocal pre-verbal y los juegos de intercambio voclico. La metfora, sin embargo, chirra con la lnea de argumentacin que estamos siguiendo. Por un lado, porque un alfabeto pre-lingstico induce a pensar en unidades discretas y la idea que he reseado es justamente que previo a las unidades discretas (que componen el lenguaje o la msica) existen unidades holsticas de significado. Por otro, porque el alfabeto es el conjunto ordenado de las letras de un idioma y las letras son signos grficos de un sistema particular de escritura. Y en todo momento he-mos estado hablando de habla, no de escritura. Hemos dado por sentado que el Habla Dirigida al Beb, mejor dicho las Performances Dirigidas al Beb, no distinguen entre adultos alfabetizados o no. En el sentido ms importante es as, de no serlo no habra modo de enlazar nuestro hacer con el modo de comportarse del Homo Neandertal o del Homo Ergaster, ni habra modo de sustentar su homogeneidad a travs de diferentes culturas (con sistemas alfabticos o ideogrficos de escrituras o plenamente grafas). Es posible que en un sentido interesante no sea tan as pero no estoy en condiciones de en-trar en esta cuestin. Por ahora me conformo con resaltar que la bsqueda de los antecedentes o de los orgenes de algo no tiene por qu orientarse a buscar las unidades ms pequeas que lo componen (hasta llegar al tomo), podemos tambin operar al revs y ver como el detalle, la unidad, se segrega de una totalidad menos compleja. En especial en el sonido del lenguaje y en los movimientos que lo acompaan que pueden albergar diferentes niveles de significado.

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    Performances en la infancia: cuando el habla parece msica, danza, poesa Silvia Espaol

    III

    Las Artes y el Habla Dirigida al Beb

    La Potica

    Hacia la mitad del primer ao de vida del beb, no slo el HDB tiene rasgos musicales particulares sino que, como indican Trevarthen y Reddy (2007), tambin los bebs exhiben un talento creciente en la Musicalidad Comunicativa. Las melodas rtmicas los atraen, responden a los cambios de pulso, intensidad, tono y timbre, les llama la atencin las rimas de vocales que marcan los puntos culminantes y las conclusiones de las frases. Los pa-dres usan canciones, canturreos y tarareos para entretenerlos, distraerlos o calmarlos, para regular su estado de excitacin.

    En tales circunstancias, el HDB resulta un recurso privilegiado para el despliegue de los primeros modos didicos de contacto psicolgico -o expe-riencias de intersubjetividad primaria. Esos estados de interaccin didicos cargados de habla y canto materno son probablemente el acontecer ms nti-do en la vida humana del lenguaje sin funcin referencial. Un modo de usar el lenguaje fcilmente producido por el adulto y alimentado, incentivado, por la respuesta gozosa del beb que intensifica el placer del adulto por su propia actuacin. Como coment en el punto anterior, en este momento el HDB tiene rasgos muy particulares. Tal vez ellos se deban a que cuando la funcin referencial decae (o no est) la funcin potica parece emerger o estar a disposicin del sujeto. Cuando le indicamos a alguien que el gato est en el felpudo nuestras palabras refieren, dejan ver, un hecho en el mundo: un gato en el felpudo. La funcin referencial prima. En la poesa, sin embar-go, las palabras se vuelven sobre s mismas, y su plenitud sensible y sensual devuelve al lenguaje una densidad comparable a la de la piedra esculpida; lo tornan objeto. Ciertamente en la poesa hay fusin del sentido y del sonido como fusin del sentido y las imgenes que despiertan las palabras. Algo im-posible de ser percibido por el beb. Sin embargo el HDB, al no privilegiar la funcin referencial, (las madres no estn constreidas por tener que transmi-tir informacin precisa, compleja, con sofisticadas estructuras gramaticales ni pretenden que los bebs entiendan la totalidad del contenido semntico-referencial de sus enunciados), puede volverse sobre s misma con facilidad, o lo que es lo mismo, al no estar principalmente orientada ni constreida a transmitir informacin referencial compleja, la forma del habla puede pasar a primer plano.

    De acuerdo con Miall y Dissanayake (2003), a pesar de la simpleza tanto

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    de sus contenidos semnticos como de su elaboracin sintctica, en el HDB -desde las 6 semanas hasta aproximadamente los 6 meses- pueden identificar-se rasgos poticos que sirven para crear y mantener el estado de mutualidad (o intersubjetividad primaria) en la dada. Las frases tienen una estructura temporal descriptible, se organizan en episodios con un principio claro o introduccin y finales a veces con estribillos o coda y pausas marcadas. Aun-que una secuencia de episodios pueda mostrar una variedad de ritmos, y aun-que dentro de un episodio pueda variarse el nfasis, el vigor y la amplitud, cada episodio tiende a sostener su propio ritmo. Las madres utilizan recursos poticos dinmicos como pausas y cambios y exageraciones de la amplitud: fuerte y dbil, rpido y lento. El habla presenta fuertes acentos que propor-cionan un ritmo que podra ser poco natural en el discurso cotidiano. El uso de palabras cortas (de una o dos slabas) y frases breves que se repiten anima un metro regulador repetitivo (es decir, el enunciado se organiza en una estructura mtrica que lo regula) alrededor del cual se elaboran variaciones meldicas, dinmicas y rtmicas. Las emisiones tienden a organizarse alrede-dor de lneas de una duracin de 3 a 4 segundos, lo cual es una caracterstica compartida con las lneas del verso, pero que es tpica tambin de la poesa oral, de la msica, del habla adulta y de las vocalizaciones infantiles preverba-les. Asimismo, muchos episodios son variaciones de sonidos y movimientos sobre un tema. Otros dispositivos poticos usuales son el paralelismo, la hiprbole (de la expresin facial o en contornos voclicos exageradamente ondulantes, con movimientos de alturas por grados o glissandos bien con-trolados y diferenciados, de duracin y extensin regular), la aliteracin y la asonancia (que es inevitable con palabras repetidas y frases pero que tambin ocurre ms all de ellas) y la rima o correspondencia vocal.

    Si bien algunos de los recursos poticos identificados son novedosos otros son los mismos que describimos como Musicalidad Comunicativa. No es ex-trao, en este marco terico, tanto la msica como la poesa son concebidas como manifestaciones de la Musicalidad Comunicativa. Son artes temporales que, en este sentido, comparten tal vez ms que lo que las diferencia. Dissa-nayake, en diversos trabajos (Dissanayake, 2000a; Miall y Dissanayake, 2003 y Dissanayake, 2008) apuntan una idea semejante: la potica del HDB (en realidad del Babytalk como comentar enseguida) merece considerarse como una fase fundacional de las artes temporales, como el lenguaje literario, la msica y la danza que creamos y experimentamos como adultos.

    Aunque Miall y Dissanayake analizan el habla adulta no usan el trmino HDB sino que acuan la expresin Babytalk (que escrito as, como una sola palabra, no encuentran en el diccionario ingls) para referirse al encuentro didico, conjuntamente construido, entre adulto y beb, especialmente entre las 6 semanas y los 6 meses de edad del beb, en los cuales las conductas vo-

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    clicas y kinticas estn modificadas. Es decir, el concepto Babytalk remarca que no slo la conducta vocal se transforma sino tambin el resto de la infor-macin que el adulto provee al beb. La idea estaba presente en los trabajos previamente reseados. Por ejemplo, para Metchill Papou!ek (1996), desde el inicio la produccin vocal y la percepcin de elementos musicales estn in-crustadas en patterns multimodales de comunicacin preverbal que incluyen formas de estimulacin tctiles, kinestsicas y vestibulares. Es ms, considera que las formas ms salientes de estimulacin multimodal son consistentes con los incentivos ms relevantes del desarrollo musical temprano: la modula-cin rtmica y dinmica de la estimulacin kintica, propioceptiva y vestibu-lar. Seala tambin que, durante las interacciones adulto-beb, los contornos meldicos estn estrechamente relacionados con los patterns de la conducta kintica -los movimientos- de la madre. Y que la sincronizacin regular de patterns voclicos y kinticos-que incluyen informacin tctil (cuando lo acaricia, lo toca o lo empuja), kinestsica (cuando le mueve las manos o los pies) y visual (al saludarlo con la cabeza o cuando agita la cabeza)- provee al beb de informacin sensorial multimodal. Consecuentemente, los aspectos temporales y dinmicos del HDB -o de las Melodas DB, como ella las llama- se transmiten frecuentemente a travs de varias modalidades, no slo la au-ditiva. La idea estaba sin duda presente, pero Ellen Dissanayake la enmarc y la resalt al insistir que las alteraciones del habla son slo un aspecto de la elaboracin -o el moldeado dinmico, rtmico y transmodal- del conjunto de la estimulacin materna en todas las modalidades disponibles: en los sonidos pero tambin en los movimientos, en la estimulacin tctil, visual y kintica que los adultos ofrecen al beb (Dissanayake 2000 a, b y 2008).

    En el trnsito del HDB hacia la Musicalidad Comunicativa y hacia el Ba-bytalk dos giros tericos se acentuaron: por un lado, se intensific el enlace del hacer adulto con las artes y, por otro, dej de percibirse una lnea de so-nido lingstico para dar cabida a cuerpos en movimiento, as el movimien-to, abandonado en un principio a la sombra del sonido del lenguaje, pas a primer plano. Digo que se acentuaron porque ambos estaban presentes desde antes, en la obra de Stern (1985), de Trevarthen (1982), de Metchill Papou!ek (1996) y de Hannus Papou!ek (1996), entre otros. Pero tanto el enlace gen-tico entre las artes y las interacciones tempranas como el valor del cuerpo y la experiencia de el ser movidos por pulsos, ritmos y sentimientos en sintona con otros se tornan cada vez ms explcitos y ampliamente acep-tados. En la psicologa del desarrollo, en la psicologa evolucionista, en la psicologa de la msica y en la esttica evolucionista estas ideas se encuentran cmodamente asentadas, por lo menos a partir del 2000, por poner una fecha redonda (Dissanayake, 2000 a y b; 2001, 2008; Mithen, 2001, 2006; Braten, 2007; Schgler y Trevarthen, 2007; Cross, 2003; Imberty, 2002). Coment

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    en este punto el enlace de la actuacin adulta con la poesa, en el prximo ahondar en sus puntos de contacto con la msica y con la danza desde los trabajos pioneros hasta sus formulaciones actuales.

    La Msica y la Danza

    En las investigaciones del HDB, mencionadas en el punto II, se utiliza-ron conceptos tericos y herramientas provenientes de las investigaciones en acstica y en musicologa. Los anlisis digitales sonogrficos de la frecuencia fundamental, de tiempo y espectro armnico de los Papou!ek (1981), los mi-croanlisis de Stern et al. (1977) y los de Malloch (1999/2000) son claros indi-cadores del uso fructfero de tales herramientas. En algunos de estos trabajos se transcribi el HDB en notas musicales. As, aunque Metchill Papou!ek observa que el HDB no semeja melodas de canciones con notas bien discer-nibles sino ms bien contornos de tonos no-discretos, de continuados glis-sandos, eso no fue bice para que lo transcribiera en notas musicales. Ni para que comentara que a menudo, cuando realizaba tales transcripciones, estuvo tentada de usar anotaciones musicolgicas, como transposicin a otra clave, aumento o inversin de la meloda, ornamentacin con trinos y descrip-ciones dinmicas, como crescendo, diminuendo, rallentando, accelerando, stacatto, legato, dolce o agitato.

    Como indica Shifres (2008), el anlisis del HDB en trminos de contor-nos meldicos, timbres, ritmos, etc., no es el resultado de una descripcin figurada de las conductas verbales de los adultos; ms bien obedece a una caracterizacin metdica de los componentes musicales como la altura, la calidad sonora y la duracin. La metfora, o la idea de que el beb frente a la actuacin adulta se encuentra como si fuese un oyente de msica o un es-pectador de danza abstracta circula en el rea desde el trabajo clsico de Stern (1985). Pero es importante no olvidar que para Stern entre las interacciones tempranas adulto-beb y las artes existe una distancia marcadamente extensa. Y que los anlisis realizados se nutrieron mayormente de la fonologa hacien-do uso ocasional de notacin y de otros elementos de descripcin musical simples (como la nocin de contorno meldico), sin considerar relaciones musicales ms sofisticadas.

    En el trabajo de Miall y Dissanayake (2003), sin embargo, puede observar-se una adopcin plena de la metfora del Babytalk como arte. Algo que tam-bin se manifiesta en otras investigaciones recientes. Schgler y Trevarthen (2007), por ejemplo, vinculan las performances artsticas y las performances de la infancia al observar con idnticas herramientas las propiedades dinmi-

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    cas de los sonidos y los movimientos que permiten que la coordinacin entre el adulto y el beb est encajada en unidades de tiempo musicales (aunque la modalidad de informacin que cada uno recibe del otro est constantemente cambiando) y aquellas que tornan posible que variables expresivas de una obra musical se trasladen al movimiento del bailarn o que el movimiento de la mano de una cantante se aparee con el contorno temporal de su voz. Sugie-ren, adems, que las propiedades dinmicas en ambas situaciones despiertan los sentimientos temporales propios de cualquier performance artstica.

    El cambio actual no radica en negar la distancia entre el arte y el saber hacer de los padres, o la actuacin adulta frente a los bebs pequeos, sino en tomar ms cabalmente la metfora, sondear an ms sus semejanzas para calibrar la naturaleza de la distancia existente entre ambas. Refleja, cierta-mente, una concepcin evolucionista del arte, constitutiva de nuestra propia condicin de humanos. Miall y Dissanayake no dudan en tratar al Babytalk como si de poesa se tratara; en la misma lnea, desde hace unos aos, Favio Shifres, Isabel Martnez y yo misma estamos explorando y apropindonos de las concepciones tericas y de las herramientas de anlisis propias de las artes performativas para estudiar la actuacin del adulto frente a los bebs, en especial en ese momento evolutivo de contacto didico que se establece hacia la mitad del primer ao de vida. Como no encontramos una feliz traduccin para el trmino Babytalk, y Habla Dirigida al Beb no es una expresin adecuada para caracterizar nuestra concepcin de la actuacin adulta en la que el movimiento es tan relevante como el sonido, optamos por adoptar el trmino performance (para el cual tampoco encontramos una traduccin feliz) que figura en trabajos cercanos al nuestro (como los recin menciona-dos) y parece conducir con mayor facilidad la idea que tenemos in mente: un espectculo de sonido y movimiento que el beb recibe a travs de distintos canales sensoriales: la visin, el odo y el tacto. Un espectculo multimodal, como los espectculos de luz sinfnica, que no es factible de ser puesto ni en papel ni en partitura, que no puede escribirse porque lo define su ejecucin. Como se trata de un espectculo que el adulto ofrece al beb pero tambin de un espectculo del que el beb es partcipe y del cual se va apropiando cada vez ms, las llamamos indistintamente performances adultas o performances en la infancia. Y las estudiamos con las herramientas tericas y las tcnicas de anlisis propias de la ejecucin musical y del movimiento en danza.

    La danza, el arte del movimiento, no puede describirse adecuadamente en trminos de elementos discretos jerrquicamente combinados. Para describir la danza necesariamente ha de tomarse en cuenta plenamente al cuerpo vivo, activo. Lo mismo ocurre en la ejecucin musical en la que de los movimien-tos del cuerpo del msico sobre el instrumente surge la msica. Y cuando el cuerpo pasa a primer plano reclama otros modos de acercamiento que, ex-

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    traamente, nos conducen ms hacia atrs, hacia la experiencia de unidades holsticas no discretas internamente indivisibles que, sin embargo, no son ajenas al esqueleto gramatical que hoy las sostiene.

    Shifres (2007 y 2008) analiza, de acuerdo a categoras de la morfologa musical clsica, la banda sonora de performances que los adultos dirigen a be-bs que rondan los seis meses y presta atencin a aquellos aspectos musicales que en la tradicin musical de occidente resultan propios de la actividad per-formativa. Es decir, se ocupa de los componentes dinmicos, articulatorios y aggicos propios de lo que se considera expresividad en ejecucin musical. Su trabajo muestra que nuestro modo de hablar a los bebs en occidente se organiza, en parte, como un reflejo de la organizacin de la msica hegem-nica en la cultura occidental. Su anlisis saca a luz momentos del habla del adulto que remedan la organizacin de la msica tonal de occidente, como la organizacin de agrupamientos jerrquica, con rasgos de simetra y equili-brio propios del perodo clsico: el habla del adulto, a veces factible de trans-cribirse a notacin musical, muestra en ocasiones estar organizada en un nivel jerrquico de antecedente y consecuente, los cuales subsumen niveles menores de idea bsica e idea contrastante. Los microanlisis efectuados indi-can tambin que sobre la configuracin de un patrn de regularidad sonoro, el adulto realiza sutiles desviaciones en puntos claves de su performance. Y lo hace utilizando recursos propios de la ejecucin musical expresiva. Por ejemplo, remarca la separacin de las frases mediante el uso de sutiles pausas y ritardandi. Pero, tal vez lo ms interesante, es que la duracin de las pausas y los gradientes de ritardandi se relacionan con la jerarqua estructural de las frases (duracin ms larga de la pausa al final de frases de nivel jerrquico musical mayor).

    Sobre las bases de estas observaciones, Shifres desarrolla una idea funda-mental: que la Musicalidad Comunicativa sostiene pero no agota los recursos de la Parentalidad Intuitiva. La Musicalidad Comunicativa en tanto habilidad especfica de la especie, atraviesa las culturas y subyace a diversas actividades humanas. Entre otras cosas, permite que adulto y beb se entiendan y alcan-cen el estado de mutualidad necesario para el desarrollo de la mayora de las habilidades socio-cognitivas humanas. Pero como muestran los datos arriba comentados, la Parentalidad Intuitiva, aunque vertebrada por la Musicalidad Comunicativa, est transida por contenidos musicales culturales.

    Asimismo, sus anlisis muestran el uso de dinmicas y articulaciones para generar diferentes atmsferas y sostener la atencin del beb. Las articulacio-nes ms stacatto organizan rtmica y mtricamente la situacin pero generan tambin determinados caracteres (sorpresa, animacin, etc.); los cambios de dinmicas son un recurso frecuente para lograr contrastes entre los carac-teres de la interaccin, para pasar de lo intimista a lo ms expansivo, de la

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    excitacin a la calma. Coherentemente, defiende la hiptesis de que muchos de los recursos expresivos tradicionalmente puestos en juego en la ejecucin musical (tales como rubato, acentuaciones y gradientes dinmicos) son utili-zados de manera sistemtica en la Parentalidad Intuitiva con el fin de exten-der el sostn atencional y regular los estados emocionales del beb.

    Finalmente, y en concordancia con su Hiptesis Cultural de la Parenta-lidad Intuitiva, sugiere que el rubato se origina en la habilidad inicial para advertir, acoplarse a y predecir la isocrona y detectar microdesviaciones res-pecto de ella, habilidad propia de la Musicalidad Comunicativa pero que no se agota en ella. La labor que los padres realizan se asocia con ensear, transmitir, el valor expresivo que la cultura ha asignado a tales microdes-viaciones. Concluye destacando que en ambas situaciones (en la ejecucin musical expresiva en la cultura tonal de occidente y en la experiencia de intersubjetividad adulto-infante) los recursos expresivos estn significando sin palabras; en ambas situaciones circulan significados pero, en un caso, ocu-rren en ausencia del lenguaje y, en el otro, los significados son independien-tes y trascienden la estructura sintctico-semntica del habla, acoplndose, en cambio, a los significados musicales.

    Los componentes dinmicos, articulatorios y aggicos propios de lo que se considera expresividad en msica pueden aparecer en actividades distintas a la msica propiamente dicha, como en el Hmmmm o en HDB. Pero lo llamativo del caso es que, de acuerdo a estos datos, cuando se realizan en el HDB, se ejecutan como si de msica se tratara. La metfora entonces adquie-re ms matices. El HDB se asemeja ms a una performance que al habla. Algo que tambin nos muestra el anlisis del movimiento del adulto.

    El movimiento del adulto cuando habla al beb tambin fue estudiado en las investigaciones reseadas en el punto II. Los microanlisis realizados por Stern et al. (1977) mostraron correspondencias, en trminos de patrones temporales, fraseo y contornos de intensidad, de las conductas vocales y ki-nticas en el repertorio de la madre. Del mismo modo, Metchill Papou!ek (1996) seal algunos resultados preliminares del anlisis transmodal de la actuacin adulta, como la sincrona de la forma tctil y la forma vocal; y tambin equivalencias de formas: por ejemplo, en la estimulacin excitante, las melodas ascendentes tienden a acompaarse de una estimulacin tctil compuesta por toques con la punta de los dedos movindose hacia arriba en el cuerpo o los brazos del beb. En la estimulacin calmante, en cambio, las melodas descendentes tienden a acompaarse con las manos abiertas. Pero tambin en este caso quien parece haber extremado la idea fue Ellen Dissanayake (2000 a y b, 2001). Su nocin de elaboracin de la estimulacin adulta -o lo que es lo mismo, su idea de un moldeado dinmico, rtmico y transmodal de sonidos y movimientos ordinarios que en virtud de tal se

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    tornan extra-ordinarios y desatan un clima emocional- resalta el significado del movimiento en el hacer adulto. Sin embargo, en todos estos casos, el an-lisis del movimiento es subsidiario del anlisis del sonido: los rasgos que se destacan del movimiento son aquellos que comparte con el sonido, como la sincrona o equivalencia con el sonido, o el ritmo y la dinmica. Hasta donde conozco, solamente Mithen (2006) recurre a la danza, especficamente a las ideas de Rudolf Laban (probablemente el pensador ms influyente acerca del arte del movimiento humano del siglo XX) para describir el Hmmmm. Y entonces la expresin del movimiento pasa a primer plano. Para Mithen el Hmmmm era sobretodo, y esencialmente, pura danza. Por lo tanto, es razonable suponer que la cosa ms parecida al Hmmmm que tenemos en la actualidad, es decir, las performances que los adultos dirigen al beb, habrn de tener algo de danza tambin y debern conservar algo del holismo idio-sincrsico del Hmmmm.

    En algunos trabajos recientes, analic el movimiento del adulto (Espaol, 2007a; 2008a) con el Sistema de Anlisis del Movimiento Laban-Bartenieff que describe el movimiento a travs de 4 categoras: cuerpo espacio, forma, energa. El Cuerpo refiere a las partes del cuerpo que son usadas en el movi-miento. El Espacio da cuenta del uso del cuerpo en el espacio circundante; se distinguen posibles actitudes del cuerpo en el espacio de acuerdo a las dimensiones: vertical (arriba- abajo), horizontal (derecha-izquierda) y sagital (adelante-atrs). La Forma describe los cambios constantes en la forma del cuerpo hecha en el espacio; las cualidades de formas que se observan son extensiones de la oposicin bsica de apertura y cierre de la respiracin en los planos vertical, horizontal y sagital. A saber: elevarse-hundirse, exten-derse-encogerse, avanzar y retroceder. La Energa o Effort es una categora fundamental que indica la cualidad del movimiento y frecuentemente se la compara con los trminos dinmicos musicales (legato, forte, dolce). Est determinada por la actitud de entrega o lucha hacia los factores peso, espacio y tiempo. El factor peso describe la fuerza del movimiento y puede ser firme o liviano; el tiempo puede ser sbito o sostenido; el factor espacio indica la atencin al medioambiente y puede ser directa (o focalizada) o indirecta (dis-persa). La combinacin de la actitud de entrega o lucha a los factores peso, espacio y tiempo da lugar a ocho tipos bsicos de movimientos que Laban presenta con nombres de fantasa, siguiendo, tal vez la jerga de la danza: pre-sionar (directo-firme-sostenido), retorcer (flexible-firme-sostenido, deslizar (liviano-directo-sostenido), flotar (flexible-liviano-sostenido), golpear con un puo (directo-firme-sbito), arremeter (flexible-firme-sbito), dar toques li-geros (liviano-directo- sbito), dar latigazos ligeros (flexible- liviano- sbito). As, presionar (firme-directo-sostenido) implica luchar contra el peso y el espacio (producir una fuerte resistencia y seguir un empuje unidireccional)

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    y abandonarse al tiempo (sostener la accin durante un perodo determina-do). Dar latigazos leves: es un movimiento que surge de abandonarse al peso (aflojar la tensin muscular y lograr una sensacin de ligereza) y al espacio (abandonarse al tirn unidireccional y rendirse a la sensacin de ubicuidad) combinado con luchar contra el tiempo (acelerar la accin de modo que ocu-rra en un breve perodo de tiempo). Flotar surge de una actitud indulgente, arremeter de una actitud de lucha hacia el peso y el tiempo y abandono al es-pacio. Dar toques ligeros tiene dos elementos de lucha y uno de indulgencia (lucha con el espacio y el tiempo, abandono al peso.

    Los modos del movimiento, unos en secuencia con otros, forman una especie de meloda, una FRASE de movimientos. Es decir, en danza, la for-ma del movimiento (incluido el uso del cuerpo y del espacio) y la energa del movimiento (como determinante de los rasgos dinmicos) delinean la orga-nizacin del movimiento en frases. Basta mirar el movimiento del adulto frente al beb a travs de las categoras del sistema para que asomen a primer plano frases holsticas de movimientos que se inician, desarrollan y cierran, si ninguna contingencia las interrumpe; y que responden convenientemente si algo irrumpe durante su ejecucin, incorporando elementos de lo que all afuera ocurre. Se trata de creaciones on-line que, hasta donde he observado, se generan de formas diversas, a partir de un movimiento casual, como sacar una manta, que se repite dos tres veces con variaciones en la forma o en la intensidad; o a partir de un movimiento que remeda un estmulo excesivo del medio ambiente, un sonido fuerte o un golpe, pero que no se repite tal cual sino que se modifica algn elemento, por ejemplo su intensidad, y en-tonces se suaviza.

    El movimiento tiene algo bsico y peculiar: realizarlo implica tener una sensacin de movimiento o un sentimiento. De acuerdo con Jean Newlove (discpula de Laban) cada uno de los elementos que componen los ocho tipos de Effort o Energa se acompaan de sentimientos particulares. El elemento directo consiste de una sensacin de movimiento filiforme en el espacio, un sentimiento de estrechez; el elemento flexible consiste de una sensacin de movimiento de flexibilidad en el espacio, o un sentimiento de expan-sin hacia todos lados; sbito conlleva una sensacin de algo momentneo; sostenido un sentimiento de sin fin o infinitud; firme conlleva la sensacin de pesado, y as. De tal suerte, cada uno de los ocho movimientos bsicos consisten en sensaciones de movimiento o sentimientos particulares: flotar se acompaa del sentimiento de ser suspendido; golpear con un puo de un sentimiento de cada; deslizar conlleva euforia; arremeter, un sentimiento de derrumbe; dar toques ligeros, la sensacin de estimulacin; retorcer, de estar

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    relajado; dar latigazos conlleva excitacin; presionar, hundimiento (Newlo-ve, 1993/2007).

    Cuando el adulto mueve manos, cabeza, brazos y tronco al beb, su pro-pio movimiento lo lleva a transitar por varios de los sentimientos mencio-nados. Y si tomamos en cuenta los hallazgos de las neuronas espejo y las especulaciones sobre su funcionamiento (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006; Bra-ten, 2007), entonces, cabe pensar que el beb es llevado de la mano hacia el trnsito de un sentimiento a otro, porque ver mover al otro es ser movido especularmente por el movimiento del compaero. Cada frase de movimien-to es una unidad de sentido, en la que se reiteran y despliegan motivos, que transportan combinaciones variadas de sensaciones de movimiento. De este modo, va el desarrollo neuronal y a travs de los sentimientos ms arcaicos, los que acompaan al movimiento, adulto y beb comparten esa especie de baile sentimental cambiante y colorido que son las interacciones con bebs de alrededor de seis meses, cuando todo est bien, cuando las necesidades b-sicas estn satisfechas y ambos vocalizan y se mueven en ciclos reiterados de reacciones sociales (Espaol, 2007a). As se entienden adulto y beb; y as se desentienden tambin, de a ratos. Y cuando las cosas no estn bien, algunos sentimientos se fijarn y puede que se tornen constantes hasta daar.

    Los movimientos del adulto forman parte de una performance multime-dia en la que se cruzan y combinan con los sonidos del habla y otros ruidos (chasquidos, sonidos labiales, silbidos) (Martnez, 2007). As, por ejemplo, puede combinarse el movimiento deslizante y demorado de retirar la manta del cuerpo del beb con el sonido staccato, de una duracin semejante, de la voz diciendo la saco la saco la saco. Los adultos saben hacer frases holsti-cas de sonidos y movimientos que pueden confortar y calmar, al interpretar los estmulos excesivos del ambiente. Frases que transforman, por ejemplo, un movimiento, vertical, directo, sbito y pesado (un sentimiento de cada), en un movimiento vertical, directo y sbito pero liviano (un sentimiento estimulante); frases que le muestran al beb lo mismo pero diferente, lo in-terpretan al repetirlo transformado y lo tornan amable. O, a la inversa, frases que transforman un movimiento de acercamiento suave y deslizante en un movimiento sbito y reiterado, que se modifica, extendiendo y achicando las pausas entre cada repeticin, aumentando el nivel de excitacin, jugando con la sorpresa, la expectativa, lo previsible pero no seguro, la incertidumbre. Mediante la forma repeticin-variacin que organiza y atraviesa toda la per-formance, los adultos introducen al beb a la experiencia de la expectativa. Como la repeticin no es mecnica sino variada, ornamentada, el beb puede extraer invariantes y generar expectativas; puede sorprenderse ante lo nuevo de la variacin al tiempo que reconoce lo que permanece en la repeticin;

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    puede experimentar, a veces, placer por la expectativa cumplida, otras, ten-sin ante la demora de la repeticin. No hay certeza acerca de lo que ocurrir pero tampoco es del todo imprevisible, nunca es igual pero tampoco del todo diferente. Como lo expresa Dissanayake (2001), los adultos introducen al beb a la experiencia de una expectativa especial no basada en la certeza sino en la incertidumbre.

    Cabe destacar que los estudios de laboratorio indican que los bebs estn especialmente predispuestos o dotados para procesar la informacin tempo-ral que los adultos les ofrecen: son capaces, por ejemplo, de establecer equi-valencias temporales de duracin y ritmo de las estimulaciones que reciben provenientes de diversas modalidades sensoriales (Stern, 1985 y 2000). Pero adems, los datos de laboratorio muestran que la informacin presentada en forma redundante y en sincrona temporal a travs de dos o ms modalidades sensoriales atrae mucho ms su atencin. Tambin se ha observado que la in-formacin sensorial presentada en forma redundante realza las propiedades transmodales (como el ritmo, la intensidad o la duracin, todas propiedades temporales) del estmulo, facilitando el aprendizaje y la discriminacin de estas propiedades. En cambio, bajo condiciones de estimulacin unimodal, la atencin de los bebs se dirige ms hacia las propiedades especficas del est-mulo, como el tono, la orientacin, el timbre o el color (Bahrick y Lickliter, 2000; Bahrick, Lickliter y Flom, 2002). Entonces, al ofrecerles una perfor-mance multimedia, al hablarles mientras movemos nuestras manos frente a ellos, al arrullarlos en brazos mientras caminamos, los adultos los llamamos, los reclamamos, los orientamos hacia una dimensin temporal, musical y sentimental de la experiencia humana.

    Los adultos brindan frases holsticas de sonido y movimiento que trans-portan sentimientos semejantes a los que expresan la msica y la danza y que convocan y reclaman al beb al mundo social-sentimental. Y al mismo tiempo, al ofrecerles una tras otra, ininterrumpidamente, frases de sonidos y movimientos que pueden diferenciarse unas de otras, los adultos favorecen, la generacin de unidades de sentido. Abren as las puertas al mundo huma-no arcaico de unidades holsticas de significado. Un mundo al que los bebs pueden ingresar con facilidad ya que estn dotados de una sensibilidad al tiempo que los torna buenos espectadores y buenos partcipes de las perfor-mances de los adultos.

    IV

    La Potica, la Msica y la Danza en la Oralidad Primaria

    En La Musa Aprende a Escribir, Eric Havelock desarrolla una hipte-

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    sis que golpea como una ola gigantesca. Dice: gran parte del pensamiento moderno es consecuencia del re-descubrimiento y asombro ante la oralidad primaria. Despus de estar durante siglos cegados por la potencia de la escri-tura, una serie de colisiones culturales (que se iniciaron en el contacto de la cultura Europea con el Nuevo Mundo) y algunos desarrollos tecnolgicos (como la radio que llev la voz a travs distancias antes inimaginables) nos dejaron perplejos ante el influjo del habla. El libro se public en 1986 y en las primeras pginas con voz grave y mesurada nos avisa: estn actuando ciertas fuerzas que empujan el problema de la oralidad-escritura hacia el nivel del reconocimiento consciente obligndonos a mirarnos a nosotros mismos como escritores y lectores pero tambin como seres que actan y escuchan. A veinte aos, creo, el problema est en la superficie y lo tocamos desde distintas disciplinas. Havelock, en el momento de escribir el libro, tiene 83 aos y sintetiza en pocas pginas numerosas ideas. Comentar slo tres de ellas que, me parece, nos permiten mirar desde una nueva perspectiva las performances dirigidas a bebs y explican, en parte, tambin la fascinacin que ellas ejercen sobre quienes las estudiamos.

    La primera idea: cuando la vieja Europa encontr al Nuevo Mundo des-cubri que la escritura alfabtica no era un modo de expresin natural y necesario para el desarrollo de culturas complejas. Culturas avanzadas, ente-ramente grafas, como la de los Incas peruanos, posean arte, arquitectura e instituciones polticas. Havelock sugiere que Jean-Jacques Rousseau escuch el hechizo del habla y comprendi que su genio reside en su expresividad, en su capacidad de dar voz a las impresiones, las sensaciones y los sentimientos inmediatos. Ti de un valor romntico al habla natural, salvaje, estricta-mente oral; y frente a la escritura adopt una actitud ambivalente en la que el reconocimiento de sus valores daba paso a concebirla como portadora de esclavitud para el espritu natural del hombre. La modernidad descubri lo que pareca su pasado que an sobreviva del otro lado del Atlntico (de este lado para quien escribe ahora) y encontr un espejo frente al cual pensarse. Empez entonces a esbozarse el concepto de Oralidad Primaria (que se asienta como tal en los aos 80) el cual se refiere, por definicin, a socieda-des que no usan la escritura fontica. No a sociedades o grupos analfabetos que, por definicin tambin, suponen un campo de alfabetizacin cercano que domina, por buenos o malos modos, parte de las reglas de esa sociedad; sino a sociedades enteramente orales en las que un sistema de comunicacin de ecos, ligero y fugaz como el aire -el habla- es suficiente para transmitir de generacin en generacin las tradiciones, los usos y las costumbres que permiten generar arte, arquitectura, instituciones polticas. (En ms de una ocasin utilizar expresiones de Havelock, cada vez que me d cuenta las pondr en cursiva). En las sociedades alfabetizadas esta funcin la cumple la

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    escritura. Una vez escritas las palabras quedan fijadas; toda la espontaneidad, la improvisacin y la agilidad del lenguaje hablado se desvanecen. La disposi-cin verbal fijada en la escritura es el instrumento para sostener la tradicin de la sociedad en la que vivimos. Esta clase de lenguaje tiene una impor-tancia que jams alcanza la conversacin informal. Ahora bien, una cultura de Oralidad Primaria, es decir, una sociedad que depende de un sistema de comunicacin enteramente oral, depender tambin, igual que la nuestra, de una tradicin expresada en enunciados fijos y transmisibles. Pero, he aqu la pregunta esencial: qu clase de lenguaje puede satisfacer esa necesidad sin dejar de ser oral? La escritura suministra informacin lingstica capaz de sobrevivir, qu mecanismos cumplen esa funcin en la oralidad?, cmo pudieron sostenerse sin la ayuda de la escritura?, cmo pudo la oralidad almacenar su informacin para volverla a usar y conservar as su identidad?, mediante qu artilugios pudo generarse esa especie de enciclopedia oral que sostendra la tradicin, el conocimiento y los usos pasados de generacin en generacin? No es fcil siquiera empezar a sospechar cmo sera ese lenguaje. Somos herederos de 2.000 aos de hbito de escritura, pensamos el lenguaje con las categoras propias de una cultura alfabetizada, vemos en l gramtica (categora propia de la escritura), informacin que se almacena en el gran almacn de la mente (lo mismo): estamos acostumbrados desde hace mucho tiempo a contemplar el lenguaje en aqul punto donde cesa de ser eco y se convierte en artefacto. Tenemos dificultades en pensar la oralidad primaria y definirla. Pero no estamos solos. Homero viene en nuestra ayuda.

    La segunda idea: cuando la vieja Europa encontr al Nuevo Mundo se top con sociedades que se regan por pautas que ella haba dejado atrs desde los tiempos de los griegos. El problema de la oralidad se entremezcl desde su origen con la cuestin griega: acaso en la antigedad clsica se escondieran respuestas que fueran ms all de lo que poda inferirse de las culturas primi-tivas. El arte de la escritura de Oriente Prximo haba promovido durante milenios la invencin de signos que tenan valores fonticos, a diferencia de los valores visuales simbolizados por los jeroglficos egipcios primitivos. Pero los sistemas anteriores al griego no fueron nunca ms all de la slaba: un trozo de sonido pronunciable y empricamente perceptible. Las conso-nantes en cambio son mudas e impronunciables. El sistema griego abstrajo los elementos impronunciables contenidos en las slabas, los que hoy llama-mos consonantes. Le dio una identidad visual a un componente impronun-ciable. Los griegos inventaron las consonantes (puras). Proporcionaron, por primera vez, a nuestra especie una representacin visual del ruido lingstico que era econmica y exhaustiva; una tabla de elementos atmicos que com-binndose representan con exactitud razonable cualquier ruido lingstico. (Los sistemas de escritura rabe y snscrito derivados de los sistemas sem-

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    ticos pre-griegos conservan un residuo de ambigedad cuya interpretacin requiere cierta pericia y la oralidad pervive). El alfabeto griego suministr el primer y ltimo instrumento que estaba perfectamente construido para reproducir el entero alcance de la oralidad previa. Y su primer uso fue trans-cribir el habla oral. El alfabeto griego permiti transmitir su recuerdo hasta nosotros. Los textos homricos son claros ejemplos de conservacin plena de la Oralidad Primaria. Las epopeyas homricas eran recreativas, la poesa era producto de un arte elaborado para entretener (y as generalmente las consideramos) pero eran tambin un mtodo de conservar una enciclopedia de costumbres sociales, leyes y convenciones que constituan la tradicin cultural griega de la poca en que se compusieron esos poemas. En sntesis, la idea es que el modo particular y nico en que la cultura griega transit de la oralidad a la escritura permiti la generacin de un modelo de oralidad primaria en relacin con la escritura en la Grecia Antigua. El lenguaje de Homero es un lenguaje de almacenamiento confeccionado oralmente para fines de conservacin; es la oralidad escrita, uno de los pocos casos en los que el eco fugaz del habla qued congelado en la escritura.

    La tercera idea: los textos homricos indican qu clase de lenguaje puede satisfacer la necesidad de almacenar el conocimiento, los hbitos, los modos de hacer las cosas, a fin de transmitirlos de generacin en generacin, sin dejar de ser oral. Slo un lenguaje factible de ser memorizado puede abrazar la tradicin. Un habla repetible como un ritual en el que las palabras per-manecen en un orden fijado, un habla que se puede congelar, estabilizar: un habla potica.

    La repeticin es el principal medio para la fijacin. La repeticin se asocia a una sensacin de placer, crucial para entender la fascinacin de la poe-sa oral. Pero la repeticin no alcanza. Lo que se requiere es un mtodo de lenguaje repetible, unas estructuras de sonido acsticamente idnticas que sean capaces de cambiar de contenido para expresar significados diversos. La solucin que encontr el cerebro del hombre primitivo fue convertir el pen-samiento en habla rtmica. El ritmo ofreca lo automticamente repetible. El elemento montono de una cadencia recurrente creada por correspondencia entre los valores puramente acsticos del lenguaje pronunciado, sin tener en cuenta el significado, permiti una estructura de sonido idntica en la que poda entretejerse un enunciado particular con otro diferente pero semejante por la semejanza acstica. As naci la poesa: en su origen un instrumento funcional de acopio de informacin cultural, el modo en que en el hilo ligero y fugaz como el aire de la oralidad puede sobrevivir el conocimiento. Un instrumento para establecer la tradicin que a la par de su funcin didcti-ca originaria cumpla una funcin recreativa, tambin originaria. La regla fundamental que parece seguir es que lo nuevo se debe presentar como un

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    eco parcial de algo ya dicho. Una diferencia contenida dentro de lo mismo, donde lo mismo es el golpe mtrico o la semejanza semntica. As, dentro de la semejanza ocurre algo nuevo: la conexin del eco ayuda a pasar de uno a otro: se registra a s mismo como secuencia. El ritmo, fundamento de todos los placeres naturales y probablemente tambin de los as llamados intelec-tuales (ritmo semntico, equilibrio de oposiciones) est sin duda vinculado a la msica y a la danza. Las sociedades orales asignaban la responsabilidad del habla conservada a una asociacin entre poesa, msica y danza. Otro recurso de la oralidad (adems del ritmo) para la memorizacin fue la forma narrativa cuyo contenido no es ideologa sino accin. La tradicin se ensea mediante la accin y no mediante principios. El lenguaje de accin, no de reflexin, es requisito de la memorizacin oral. Es un flujo de sonido que simboliza un ro de acciones, un dinamismo continuo expresado en una sin-taxis de conducta o una sintaxis realizativa que se organiza en la forma de coordinaciones (esto y esto y esto) ms que de subordinaciones.

    Un lenguaje de este tipo se convierte en un instrumento sofisticado, en habla elaborada que existe dentro del habla verncula y que cae en manos de los especialistas, los rapsodas. Se transforma en un habla ms conserva-dora que llega a ser tradicin y que se ensea al conjunto de la poblacin para que la comparta y viva con ella. Una primera ayuda para su enseanza est en los ritmos que emplea, biolgicamente placenteros, especialmente si se acompaa de cantos y de los movimientos corporales de la danza. Pero bajo las condiciones de la oralidad primaria el lenguaje de almacenamiento se expresa en recitales picos, actuaciones corales y rituales y representacio-nes dramticas. Lo que requiere de un considerable espacio social: la fiesta se convirti en la ocasin para la recitacin pica, el canto coral y la danza. El auditorio oral participaba no slo escuchando y memorizando sino par-ticipando activamente en el lenguaje usado; palmeaban, bailaban y cantaban colectivamente como respuesta al canto del cantor. El lenguaje rtmico de la oralidad combina las funciones didctica y esttica en un arte nico. La carga de responsabilidad social lo tornaba majestuoso. Su contenido era formida-ble, majestuoso y al mismo tiempo hechizante.

    El papel de la poesa en las sociedades alfabetizadas es ms reducido por-que la funcin de almacenaje la carga la prosa documentada. La aparicin de la escritura y consecuentemente la desaparicin de la necesidad de memori-zar aliger la necesidad de narrativizar todo enunciado. Dio la libertad de elegir sujetos de discurso que no necesariamente tuvieran que ser agentes de alguna accin y los predicados pudieron describir una clase o una propiedad. El verbo ser dej de ser empleando para expresar una presencia y pudo em-plearse como una conexin requerida por una operacin conceptual: el uso narrativizado del verbo se transform en uso lgico. El discurso alfabetiza-

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    do, privado de la espontaneidad y expresividad de la oralidad primaria, ofre-ce, sin embargo sus propias formas de libertad y de excitacin: liberada del ritmo, la prosa se liber de la tradicin, permiti la innovacin y dio lugar al nacimiento de la filosofa y la ciencia. El uso de la vista para recordar lo que se haba dicho (Homero) se sustituy rpidamente por el uso de la vista para inventar un discurso textual (Platn) que pareci hacer obsoleta la oralidad. Estas son algunas de las otras ideas que Havelock desarrolla y que abandono, no ms nombrar, para volver a las tres que me interesan y presentar una hiptesis con ellas relacionada.

    V

    Vestigios de oralidad primaria

    Primero una idea simple: como suger al inicio, el nfasis puesto en el Ha-bla Dirigida al Beb se enlaza con el giro lingstico en ciencias humanas; asimismo, su concepcin como performance puede vincularse con el giro corporeizado de los estudios actuales en psicologa y en disciplinas afines. Pero, adems de estas y otras determinaciones especficas, es posible que el descubrimiento de todas las cuestiones a las que me he referido (el Habla Dirigida al Beb, las Melodas Dirigidas al Beb, el Babytalk, las Performances Dirigidas a Bebs) formen parte de un mismo movimiento de pensamiento. Es posible que todas ellas puedan inscribirse en la oleada de reconocimientos estupefactos ante el influjo o hechizo del habla. De hecho, Havelock seala varias colisiones de oralidad-escritura (como las investigaciones de Luria con analfabetos de la Unin Sovitica y sus modos prototpicos de categoriza-cin) y las relaciona con el inters por el lenguaje oral del ltimo Wittgens-tein y de los filsofos analticos de los aos 50 y 60, entre ellos Austin, con quien iniciamos nuestro recorrido de los estudios del Habla Dirigida al Beb y en cuya obra encontramos una de sus condiciones de posibilidad terica. Nuestro asombro contemporneo ante los dones de la oralidad probable-mente explica parte del influjo que el HDB, o las performances dirigidas a bebs, tienen para quienes la estudiamos (y seguramente para tantos otros). Sesgados por el poder de la palabra escrita y deslumbrados ante su impulso conceptual y racional, nos quedamos boquiabiertos ante el influjo del habla en sus mltiples manifestaciones, entre ellas, ante el habla materna, ante su poder sedante, incitante, burln, apaciguador. Slo por estar henchidos de escritura podemos asombrarnos ante el ro arrullador del habla materna que lleva, como quiere, del asombro a la calma, de la excitacin a la espera y a la demora, y que conoce los secretos de cmo hacerlo aunque no medie alfa-

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    beto alguno. Y as como tenemos dificultades para imaginar el tipo de habla que constituye la Oralidad Primaria, nos cuesta describir las performances dirigidas a bebs y usamos frecuentemente imgenes asociadas a la escritura, como el alfabeto prelingstico mencionado en el punto II.

    Pero el vnculo de las performances dirigidas al beb con la oralidad pri-maria puede ser ms profundo. El habla, como ya se dijo, es asombrosamen-te flexible y mvil. Un modo de comunicacin espontneo, variado, flexible, expresivo y momentneo. El lenguaje escrito no es espontneo ni mvil, est fijado, permanece inmvil por el mero hecho de existir en forma escrita. Aunque de espritu distinto, uno destinado a la comunicacin inmediata, el otro a la conservada, son, sin embargo, para nosotros, dos lenguajes entrete-jidos en uno que se entremezclan en nuestra conversacin cotidiana. No hay en nosotros registros de Oralidad Primaria aunque s cierta nostalgia y ao-ranza por ella que Havelock percibe en algunos escritos contemporneos, como los de Derrida. Aoranza que tambin puede evocarse en la grieta en la estructura conceptual, que en la concepcin de Nietszche, el sonido del lenguaje puede llegar a producir cuando el lenguaje se poetiza, se musicali-za (Pic Sentelles, 2005; Espaol, 2006). Las performances que los adultos dirigen a los bebs no son registros de Oralidad Primaria pero s pueden considerarse vestigios de Oralidad Primaria. No son majestuosas, como los textos homricos, porque no cargan con el peso de transmitir la tradicin; son livianas y mviles como el habla espontnea. Pero, sugiero, estn forma-das de un habla musical y bailarina que conserva algunos artilugios que la Oralidad Primaria utiliz para congelar el habla.

    Como se indic en el punto III, hacia la mitad del primer ao de vida, los bebs exhiben un talento creciente en la Musicalidad Comunicativa y, a la par, el habla de los padres derrocha recursos poticos, aliteraciones, rimas, etc. La mitad del primer ao de vida es un momento evolutivo muy parti-cular: en l, la experiencia de contacto didico, de una subjetividad directo a otra subjetividad, llega a su mximo despliegue y est pronta a ceder paso a la inclusin del mundo de all afuera. Es el momento previo a que empiece a construirse un mundo ms all del universo temporal y corpreo adulto-be-b, a que empiece el proceso que dar lugar a la existencia de objetos posibles de ser referidos, sealados y nombrados. Un paso ms, y el adulto si quiere atraer la atencin del beb habr de traerle objetos, moverlos, acercrselos, hacer cosas con ellos. Pero en este perodo no es necesario, basta su perfor-mance. En este momento todava no hay preocupacin alguna por nombrar, por mostrar. Sin embargo, el adulto habla. Se mueve, da informacin tem-poral transmodal, s, pero adems habla y habla al beb. Sus palabras, como en la poesa, pueden repetirse libremente; su mensaje es la meloda, el pulso regular que calma y ordena o el ritmo alegre que despierta, no hay otra refe-

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    rencia, no hay riesgo de redundancia, las palabras pueden repetirse, relegar su contenido semntico y volverse musicales, sensibles. Esta situacin no vuelve a editarse. Es un breve momento, un detalle de la evolucin, por el que todos pasamos y al cual no volvemos. Pero ah se asienta un modo de contacto humano -al que nombramos, siguiendo a Trevarthen (1998), expe-riencias de Intersubjetividad Primaria- que es el asiento de todos nuestros modos ms elaborados de estar con otros. Es un momento que no puede ser descuidado: biologa y cultura estn ah para hacer que se transite. La Musica-lidad Comunicativa, un rasgo de especie, nos impele al encuentro corporal, temporal y musical con el beb, sus claves estn inscritas en nuestro modo natural de hacer y comportarnos. Pero, como se indic tambin en el punto III, la Parentalidad Intuitiva no recurre slo a los modos de hacer pautados por la biologa sino que se nutre de los recursos expresivos propios de su cultura de origen. Y, probablemente, apela tambin a algunos recursos de la Oralidad Primaria.

    En los trabajos expuestos en el punto III, subyace una pregunta en cierta medida novedosa. Ellos no slo indagan, como tantos otros, las cualidades de la actuacin de los adultos sino que preguntan y muestran algo de cmo se va construyendo la performance. Porque si bien la tarea parece simple a pri-mera vista -se trata slo de decir sonseras sin sentido mientras nos movemos y emitimos sonidos musicales- cualquiera puede hacer la prueba de pedirle a distintas personas que simplemente hablen y podr observar que, salvo nuestra entraable Susanita amiga de Mafalda, los actores y algunos otros profesionales entrenados en el habla, las personas tenemos ciertas trabas y somos torpes para decir cualquier cosa porque s. Para hacerlo dos cualida-des, la espontaneidad y la creatividad, han de estar al alcance de u