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EL ESTRAPERLO EN LA MEMORIA: EL CASO DEL «CONSORCIO DE LA PANADERÍA DE MADRID» Miguel Ángel Del Arco Blanco Universidad de Granada Y entonces la ignorancia, La indiferencia y el olvido, vuestras armas De siempre, sobre mí caerán, como la piedra, Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis A otros […] Luis Cernuda (“A sus paisanos”, Desolación de la Quimera) INTRODUCCIÓN: EL ESTRAPERLO Desde los primeros meses de la Guerra Civil, el «Nuevo Estado» comienza a desplegar su programa económico: la Autarquía. Con la quimérica esperanza de alcanzar la autosuficiencia y la rápida industrialización del país, el régimen se lanzó a intervenir una extensísima variedad de productos. Así, reguló su producción, su circulación y su comercialización, llegando a todas las esferas productivas. En esta fiebre intervencionista, y en el contexto de una posguerra, los productos de primera necesidad no fueron, en absoluto, una excepción; los cereales, pero también todo su proceso de cultivo, transformación y venta, son el mejor ejemplo de ello. Así, prometiendo la llegada de la hora de la justicia, el régimen surgido de la Guerra Civil, fijó los precios de una inmensa variedad de productos intervenidos. Aspiraba de este modo a ofrecer unos precios asequibles al comprador y remuneradores al productor. Se imponía una realidad económica por decreto. Los mecanismos del mercado no tardarían en rebelarse: al margen del precio oficial, todos los productos tuvieron un valor mayor en el mercado negro. Había nacido el estraperlo: la venta de cualquier artículo a precios superiores a los de tasa. España viviría durante más de una década al son de dos mercados, uno fijado por la mera voluntad del Estado y otro consecuencia de la realidad económica y de la

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EL ESTRAPERLO EN LA MEMORIA: EL CASO DEL «CONSORCIO

DE LA PANADERÍA DE MADRID»

Miguel Ángel Del Arco Blanco

Universidad de Granada

Y entonces la ignorancia,

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis

A otros […]

Luis Cernuda (“A sus paisanos”, Desolación de la Quimera)

INTRODUCCIÓN: EL ESTRAPERLO

Desde los primeros meses de la Guerra Civil, el «Nuevo Estado» comienza a

desplegar su programa económico: la Autarquía. Con la quimérica esperanza de alcanzar la

autosuficiencia y la rápida industrialización del país, el régimen se lanzó a intervenir una

extensísima variedad de productos. Así, reguló su producción, su circulación y su

comercialización, llegando a todas las esferas productivas. En esta fiebre intervencionista, y

en el contexto de una posguerra, los productos de primera necesidad no fueron, en absoluto,

una excepción; los cereales, pero también todo su proceso de cultivo, transformación y venta,

son el mejor ejemplo de ello.

Así, prometiendo la llegada de la hora de la justicia, el régimen surgido de la Guerra

Civil, fijó los precios de una inmensa variedad de productos intervenidos. Aspiraba de este

modo a ofrecer unos precios asequibles al comprador y remuneradores al productor. Se

imponía una realidad económica por decreto. Los mecanismos del mercado no tardarían en

rebelarse: al margen del precio oficial, todos los productos tuvieron un valor mayor en el

mercado negro. Había nacido el estraperlo: la venta de cualquier artículo a precios superiores

a los de tasa. España viviría durante más de una década al son de dos mercados, uno fijado

por la mera voluntad del Estado y otro consecuencia de la realidad económica y de la

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reacción a las disposiciones del régimen.1 Los precios tomaron un camino ascendente,

impulsados por la persecución y la carestía. En algunos casos, como se ha demostrado en el

caso del trigo, alcanzaron precios astronómicos.2

El lugar de cada ciudadano en la cadena productiva determinaba su posición en el

mundo del estraperlo. En el mundo rural, los más beneficiados fueron los grandes

propietarios y arrendatarios; en el mundo urbano, lo serían los importantes comerciantes,

industriales y hombres de influencia en el Estado o pertenecientes a él.3 En definitiva, el

estraperlo sería uno de los negocios más lucrativos para aquellos que dispusiesen de los

medios necesarios para participar en él con seguridad y garantías: almacenes, medios de

transporte, industrias, puntos de venta… y por supuesto, la aquiescencia del régimen.

El estraperlo no fue algo aislado: fue sólo una faceta más de la «enorme montańa de

prácticas corruptas económicas, comerciales, fiscales que el franquismo propició y en las que

el franquismo se sustentó». Fue, por tanto, uno más de los elementos caracterizadores del

«mayor episodio de desorden y corrupción de la Historia de España».4

El modelo económico elegido hizo aún más dura y penosa la posguerra. Aparecieron

las cartillas de racionamiento para asegurar un mínimo abastecimiento a la población.

Tampoco lo lograron: para alcanzar un mínimo sustento la única salida era recurrir al

estraperlo. Las diferencias sociales se hicieron mucho más pronunciadas: la capacidad

económica para acudir al mercado negro determinaba la propia subsistencia.

Las calles españolas tomaron el color de la escasez: grandes colas a la espera del

suministro de un pírrico racionamiento, establecimientos desabastecidos, el contraste de la

carestía sufrida por la mayoría frente a la opulencia de unos pocos, y por supuesto, silencio y

represión. Este paisaje social quedó grabado, de forma indeleble, en la memoria de la

generación de posguerra. Esta triste época, que tuvo por raíz el no entendimiento entre

españoles, pero que estuvo seguida por el hambre, el estraperlo y la desesperación por

procurarse un mínimo sustento, trascendió al recuerdo de todo un pueblo. ¿Está presente hoy

en nuestra memoria?

1 GONZALEZ PORTILLA, Manuel y GARMENDIA, José María, “Corrupción y mercado negro: nuevas formas de acumulación capitalista”, en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y TASCÓN FERNÁNDEZ, Julio, Los empresarios de Franco. Política y economía en Espańa, 1936-1957. Barcelona, Crítica, pp. 239-240. 2 BARCIELA, Carlos, “El «estraperlo» de trigo en la posguerra”. Moneda y Crédito, núm. 151, 1981, pp. 17-37. 3 BARCIELA, Carlos, “Las investigaciones sobre el mercado negro de productos agrarios en la postguerra: situación actual y perspectivas”. Revista de Historia Económica, año III, núm. 3, 1985, p. 515; y BARCIELA, Carlos, “La España del estraperlo”, en GARCIA DELGADO, José Luis, El primer franquismo. España durante la Segunda Guerra Mundial. V Coloquio de Historia Contemporánea de España, dirigido por M. Tuńón de Lara. Madrid, Siglo XXI, 1989, pp. 116-117.

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Con el fin de acercarnos al fenómeno del estraperlo y a sus repercusiones en la

sociedad, analizamos un caso referido al pan, el producto «estrella» del mercado negro, por

ser un artículo de primera necesidad y por los beneficios que generaba. Las pequeńas

historias sobre los personajes y diversas situaciones del estraperlo son, en sí mismas, la mejor

visión de esos años.5 Rescatamos así el célebre caso del Consorcio de la Panadería de

Madrid. Para ello, seguimos el desarrollo suceso a través de la prensa madrileña. Pero

también recurrimos al testimonio de uno de sus protagonistas: Luis Quintero López. Años

después de la conclusión del proceso, bajo el pseudónimo de «J. de Grattis», edita una obra

subjetiva e interesada que persigue hacer justicia a los que fueron «víctimas inocentes de una

cadena de errores y circunstancias anómalas».6 El contraste entre ambas fuentes y, por

supuesto, el contexto histórico, nos guiarán en la recuperación de lo sucedido.

EL CASO DEL CONSORCIO DE LA PANADERÍA DE MADRID

El Consorcio de la Panadería de Madrid nace en virtud del Real Decreto de 20 de

febrero de 1926.7 Aspiraba a asegurar el abastecimiento de Madrid y sus alrededores,

garantizando un pan de calidad y a bajo coste. Para ello, como evidente precursor de la

intervencionista política harinera del primer franquismo, sometería a los industriales a una

estrecha disciplina y control: regularía el precio del pan, su calidad, limitaría la instalación de

nuevas casas industriales y sus características… En principio, englobaría a todas las tahonas

de Madrid y los pueblos limítrofes que reuniesen aptas condiciones para la fabricación del

pan.

Luis Quintero López, en su citado libro, sostiene que José María Blanco Folgueira fue

el inspirador directo del Consorcio. En 1923, ante una complicada situación económica de los

fabricantes de pan de Madrid, Blanco Folgueira sugeriría al Director General de Abastos la

consorciación de la industria panadera del área de Madrid, con el fin de mantener inalterable

el precio del pan y coadyuvar a la modernización de los elementos industriales.8 En todo

4 BARCIELA, Carlos, "Franquismo y corrupción económica". Historia Social, núm. 30, 1998, pp. 85 y 93, respectivamente. 5 Íbidem, pp. 93-94. 6 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos. El libro aúreo del Consorcio de la Panadería de Madrid. Madrid, 1969, p. 157. 7 Gazeta de Madrid, 21 de febrero de 1926. 8 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., pp. 54-59.

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caso, Blanco Folgueira ocupa la gerencia del Consorcio desde 1928 hasta 1936. En 1939, con

el fin de la guerra civil, vuelve a ella.

El Consorcio no estaba compuesto sólo por industriales. Estaba sujeto a un Consejo

de Administración con representantes del Estado. Durante el franquismo éste estaría

integrado por destacadas personalidades: presidido por el gobernador civil de Madrid,

delegados de los ministerios de Agricultura e Industria y Comercio, el ingeniero jefe de la

Jefatura Agronómica, cuatro regidores del ayuntamiento de Madrid, uno de los pueblos

consorciados…9 La vinculación de esta burocracia con el desarrollo de las actividades del

Consorcio era, por lo tanto, directa.

Como señalamos, desde los primeros días de la Guerra Civil el régimen comienza a

desplegar el férreo intervencionismo autárquico. Un paradigma de ello sería la producción de

trigo.10 Tras la siembra efectiva de la superficie asignada y la recolección, el agricultor

entregaba en el almacén del Servicio Nacional del Trigo (SNT) el cupo asignado.

Almacenado el trigo, la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (CAT)

gestionaba su distribución; para ello, bien lo asignaba a los industriales harineros donde había

sido producido, o bien lo trasladaba a las poblaciones que estimase conveniente. Tal fue el

caso de Madrid. El transporte podía realizarse antes o después de la transformación del cereal

en harina. Era entonces cuando la mercancía (harina o trigo), era entregada al industrial para

su transformación y venta.11

Tras describir, someramente, el marco legal de la producción harinero-panadera,

pasamos a analizar los hechos. Como veremos, el caso del Consorcio panadero se limita a la

fase tutelada por la CAT: la distribución y transformación del cereal.

Los hechos

Discurría el mes de diciembre de 1947 en Madrid. La policía había practicado algunas

detenciones. Había sido descubierto un negocio ilícito de harinas. Las detenciones afectaban

a elementos directivos y altos jefes del Consorcio de la Panadería de Madrid.

9 El resto de los miembros del Consejo de Administración serían de carácter privado: siete industriales, un expendedor y el gerente. 10 Para los detalles de la intervención cerealista, ver DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, La política agraria del primer franquismo (1936-1959). Las instituciones y los hombres. Granada, Comares (en prensa).

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A juicio de Luis Quintero López, pese a que los delitos de estraperlo no eran algo

singular en aquellos días, «la temperatura del comentario» y el rumor se intensificaba.

Irracionalmente, la sociedad se dejaba llevar: «Ya la fantasía había roto sus cauces. La

corriente impetuosa de la opinión pública arrolló la templanza en el juicio, la serenidad en el

discurso. En la calle, en el comercio, en la taberna, en el comedor, en la iglesia, en la cocina,

en la biblioteca, en el tranvía, en la obra, en la oficina, en el teatro… hervían los comentarios

agrios, indignados, henchidos de ardor patrio».12 La indignación social se veía multiplicada

por la soberbia carestía.

El mismo Franco captó la necesidad de saciar el apetito de justicia de la triste

sociedad madrileña de los últimos años cuarenta. Años antes ya había conminado al pueblo a

«una batalla contra la codicia». Y en el discurso de Año Nuevo señaló que el Gobierno

acudiría «en un íntimo contacto con los organismos e instituciones» a resolver los problemas

de la nación.13 En la batalla contra los «especuladores», identificados siempre con el sector

industrial y comercial, el régimen sería implacable.

También con motivo del nuevo año, Ramón Serrano Súñer, expresaba su deseo de que

en 1948 imperasen «las ideas y los sentimientos nobles; que callen los falsarios, los

traficantes de todo ilícito comercio, y ocupe la verdad sin mimetismos el lugar que le

corresponde».14

La reacción del Gobierno no se hizo esperar. El Consejo de Ministros de 30 de enero

de 1948 imponía una sanción de 28.830.000 pesetas de multa al gerente y otros miembros del

Consorcio de la Panadería, por tráfico ilícito de harinas. La rapidez de actuación del gobierno

y la dureza de las penas impuestas saltan a la vista.

Todos los periódicos se hicieron eco de la noticia.15 En una prensa aplastada por la

censura y centrada en las catástrofes y problemas internacionales, se presta una atención

excepcional a un suceso de carácter nacional. No era casual: mostraba la fulgurante rapidez y

dureza con la que el Gobierno acudía a sancionar el estraperlo. Quizá por ello la resolución

del Consejo de Ministros es reproducida de forma exacta en todos los diarios. Tan sólo una

salvedad interesada: algunos elevan en sus titulares a 30 millones de pesetas las sanciones

11 Describimos a grandes rasgos el proceso de panificación. Por cuestiones de espacio o de relevancia para el objeto de esta comunicación, no entramos en pormenores referidos al rendimiento harinero, distribución de cupos o tipos de pan. Para ello, ver Íbidem. 12 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 82. 13 Ambas citas en FRANCO, Francisco, “Una nueva batalla” y “La verdad española”, en Textos de doctrina política. Palabras y escritos de 1945 a 1950. Madrid, Publicaciones Españolas, 1951, pp. 647 y 114, respectivamente. 14 ABC, 4 de enero de 1948, p. 5.

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impuestas. Todo demuestra el interés del Gobierno por transmitir un mensaje: el de la dureza

de las penas y la teórica posición del Estado frente al estraperlo. Esa idea quedaba reflejada

en alguno de los titulares de prensa: «La justicia de Franco ampara los intereses del pueblo

español».16

Curiosamente, y de forma nada casual, el mismo 30 de enero el ministro de Justicia,

Raimundo Fernández Cuesta, previo acuerdo del Consejo de Ministros, sometía a las Cortes

Españolas un proyecto de ley para incluir los delitos de especulación en la Ley de Vagos y

Maleantes.17 El régimen quería dejar claro que no toleraba el estraperlo y la corrupción: ¿por

qué tanto interés? Se ha demostrado la implicación de las instituciones del régimen y de

alguno de sus altos cargos en el negocio del estraperlo.18

En definitiva, el «gerente y la jefatura de los servicios del Consorcio, en unión de

algunas otras personas», se afirmaba, «concibieron y llevaron a efecto un importante tráfico

ilícito de adquisición de harinas y fabricación y venta de pan en beneficio propio y en

perjuicio de los intereses del pueblo». Se daban por «debidamente comprobados tales hechos

por la Fiscalía de Tasas», y por ello el Gobierno, «inspirado en un sentido de justicia y

ejemplaridad», sancionaba a los responsables.

Ahora bien, ¿a cuanto ascendían las multas? Como refleja la Tabla 1, las multas

económicas eran más que destacadas; a estas habría que añadir las sanciones profesionales

que, en la mayoría de los casos suponía la clausura del establecimiento y la inhabilitación

vital o temporal para el ejercicio de cualquier actividad relacionada con el mundo de la

panadería. Penas, en fin, ejemplares.

¿Quiénes eran los sancionados? Curiosamente, coincidirán con la imagen del

estraperlista ofrecida por el régimen: vinculados al sector comercial e industrial panadero.

Ostentarán además una buena posición económica. Aparentemente, nos encontrábamos ante

el caso arquetípico de estraperlo de la propaganda oficial. Sin embargo, la novedad reside en

que gran parte de los inculpados pertenecían a un organismo vinculado al Estado. Como

hemos señalado, en el Consejo de Administración del Consorcio, órgano rector del mismo,

estaban representadas personalidades relevantes del régimen. Ante esta perspectiva,

15 Nos referimos a ABC, El Alcázar, Informaciones, Ya, Diario Madrid y Arriba. 16 El Alcázar, 31 de enero de 1948, p. 1. 17 Diario Madrid, 21 de enero de 1948. 18 Por ejemplo, BARCIELA, Carlos, “La España del estraperlo”, Op. Cit., pp. 116-117 y GUERRA PALMERO, Ricardo, “El mercado negro en Canarias durante el periodo del Mando Económico: una primera aproximación”. Revista de Historia Canaria, núm. 183, 2001, pp. 180-186. Otros autores han apuntado a la participación política municipal y provincial como un cauce muy apropiado para participar en el mercado negro; ver SÁNCHEZ

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comprendemos que éste arremetiese con toda dureza contra los supuestos inculpados: debía

ocultar su propia responsabilidad. Por supuesto, en los diarios no hay ninguna mención a la

vinculación del Consorcio con el Estado o con sus representantes; al contrario, se nos

presenta como una entidad privada e independiente.

Tabla 1.- Sanciones impuestas por el Consejo de Ministros en el Caso del Consorcio

de la Panadería Nombre

/ empresa

Cargo

en el Consorcio Profesión

M

ulta (ptas.) Sanción

José Mª

Blanco Folgueira

Geren

te

Industrial panadero,

miembro de Consejo de

Administración de un Banco,

negocios de madera, cafetería y

pastelería

10.

000.000

Clausura de

establecimientos e

incapacitación vitalicia

Manuel

Blanco Otero

Secret

ario Industrial panadero

6.0

00.000

Incapacitación

por diez años

Luis

Quintero López

Jefe

de Servicios

Industrial panadero,

empresario de transportes,

Secretario de la Federación

Española de Fútbol y del Real

Madrid

2.0

00.000

Incapacitación

por diez años

Vicente

Carrera

Fernández

Jefe

de Sección

Industrial panadero,

empresario de transportes y

representante comercial

2.0

00.000

Incapacitación

por diez años

Luis

González

Catalina

Jefe

de

Contabilidad

Industrial panadero,

contable de tres grandes

empresas.

1.0

00.000

Incapacitación

por diez años

Justo

Cano Recio

Conta

ble técnico

Contable en seis

empresas

20

0.000

Incapacitación

por diez años

José

Pedro Niembro

Ayuso

Jefe

de Almacén Industrial cárnico

20

0.000

Tarzán,

S.L.

Empr

esa Industria panadera

30

0.000

Cierre

definitivo

Panifica

ción Matritense,

S. A.

Industria panadera 15

0.000

Cierre

definitivo

RECIO, Glicerio, Los cuadros políticos intermedios del régimen franquista, 1936-1959. Diversidad de origen e identidad de intereses. Alicante, Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert», 1996, pp. 86-87.

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Provinci

al Harino-

Panadera de

Getafe

Industria panadera 1.7

50.000

Cierre

definitivo

La

Campanilla, S. A. Industria panadera

4.5

00.000

Cierre

definitivo

José

Álvarez

Carbonell

Panadero 30

0.000

José

Perez Pillado Industrial panadero

3.0

00.000

Cierre

definitivo de panadería

Constan

tino Pérez Pillado Panadero

40

0.000

Cierre

definitivo de panadería

Marceli

no de Prada y

Prada

Industrial panadero y

confitero

1.5

00.000

Cierre de

panadería y confitería

Rafael

Rodríguez

Vázquez

Panadero y confitero 30.

000

Fuente: Resolución del Consejo de Ministros de 30 de enero de 1948. GRATTIS, J. de,Rejas sin votos…Op. Cit., pp. 105-

108. Elaboración propia.

Quizá este razonamiento nos haga comprender la dureza de las penas, amén de la

imagen del estraperlista que se intenta ofrecer. El estraperlista es alguien vinculado al

comercio, al lucro, a la especulación, enemigo de la Patria e inspirado por un espíritu de

maldad. Conforma, en suma, una imagen vinculada a la ciudad, a lo urbano, fuente del

liberalismo, del obrerismo y del capitalismo más atroz. Un fenómeno, en fin, del que el

idealizado campo español, poso de las virtudes espirituales hispanas, quedaba lejos; o al

menos en la propaganda del régimen. No obstante, algunas investigaciones han destacado las

grandes acumulaciones de capital obtenidas por los terratenientes del sur del país.19

Independientemente de la culpabilidad o inocencia de los sancionados, el caso del

Consorcio sería un ejemplo de gran estraperlo. Con él, no se aspira a la mera subsistencia, a

cruzar la legalidad para alcanzar un mínimo sustento, sino a obtener grandes beneficios. No

era, desde luego, aquél forzado mercado negro al que la mayoría de los españoles se veían

obligados a acudir para, simplemente, sobrevivir.

19 NAREDO, José Manuel, "La incidencia del «estraperlo» en la economía de las grandes fincas del Sur". Agricultura y Sociedad, núm. 19, 1981, pp. 81-129.

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La propaganda del régimen, o la propia realidad, calarán en la sociedad, vinculándose

la imagen del estraperlista al negocio de la panadería. Luis Quintero se queja amargamente de

esta identificación, y se refiere al gremio panadero como «resignado y animoso a un tiempo,

que padeció siempre los zarpazos de la maledicencia populachera […] ¿Por qué, santo Dios,

tanto encono?».

Volviendo a nuestro caso de estudio, vemos que el personal directivo del Consorcio

recibió las sanciones más duras: impagables sumas de dinero e incapacitación para el

ejercicio de cualquier actividad relacionada con la panadería. Destaca sobremanera la pena de

Blanco Folgueira, fundador y gerente del Consorcio. Pero, curiosamente, estos altos cargos

eran a la vez industriales panaderos. Y, finalmente, señalar que tampoco escaparon a las

sanciones el último eslabón del proceso, la venta del producto: las panaderías y confiterías. El

blanco, por arquetípico y posiblemente por real, era perfecto. El Estado no perdió la

oportunidad.

Al día siguiente de la publicación de la resolución, la prensa, de forma inédita, blande

sus opiniones. Informaciones aplaudía el «rigor» de las sanciones contra los autores «de este

verdadero complot contra la paz interior de la nación», que habían «merecido el aplauso

unánime del país». También tranquilizaba a la sociedad, ya que la «ejemplaridad de la

medida gubernativa y de la vigilancia de las autoridades garantizan que cualquier especulador

[…] será tarde o temprano descubierto». En la lucha contra «el nuevo enemigo», todos los

españoles tenían «la obligación de participar».20 Se llamaba a la sociedad a la delación, a la

colaboración en la lucha contra el mal del estraperlo; como en otras ocasiones, mediante la

implicación de la sociedad en la lucha contra un enemigo común, se cimentaba un consenso

en torno al régimen,21 enturbiando el verdadero origen del fenómeno del mercado negro: la

intervención propugnada por el «Nuevo Estado».

ABC hacía otro análisis.22 Las infracciones de los miembros del Consorcio (se daban

ya por ciertas), revestían una gravedad especial, porque «prevaleciéndose del ascendiente que

les daba su posición rectora y fiscalizadora dentro de la misma industria», se habían

aprovechado de la confianza que la sociedad «había colocado en su sentido patriótico y

ético». Ha lugar por tanto para felicitar a la Fiscalía de Tasas, que ha llevado a buen término

sus investigaciones, y al Gobierno, «que ha impuesto a los prevaricadores la sanción debida».

El Consejo de Ministros había convertido «los triunfos en fallos»; sin embargo, la multa

20 Informaciones, 31 de enero de 1948. 21 LAZO, Alfonso, Retrato del fascismo rural en Sevilla. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1998. 22 ABC, 1 de febrero de 1948, p. 15.

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impuesta no parecía excesiva ya que «jugar con el pan de los demás no merece piedad ni

consideración de ningún género».23

El estraperlo era concebido como «una ejemplaridad del mal» que debía ser atajado

rápidamente; por ello, llamaba a los españoles a «soterrar, con todos los oprobios, el nombre

de “estraperlo” y alejarlo para siempre de nuestro vocabulario». Se alertaba sobre la

existencia del fenómeno, pero se tranquiliza sobre su extensión en lo cotidiano: «son, por

fortuna, muy pocos los hombres trabajadores que […] atentan […] contra el bienestar de sus

compatriotas y la buena marcha de los negocios del Estado». Aunque sabemos que el

mercado negro fue compañero, en mayor o menor medida, de todas las clases sociales

españolas de posguerra, el diario afirmaba que tras cada uno de «los malos ciudadanos que

llamamos estraperlistas alienta un vago y un maleante». Estas frases ilustran la hipocresía de

una sociedad que participaba en el mercado negro, para su lucro o para su supervivencia.24

Al parecer, en los medios radiofónicos también se atendió al suceso. Según Luis

Quintero López, hubo una «soflama radiofónica en la que se pedía la vida de cuatro

generaciones» para hacer justicia en el Caso del Consorcio.25 Nos cuesta pensar que las

manifestaciones en los medios fuesen del todo casuales y espontáneas.

Las reflexiones aparecidas en prensa y radio reflejan la temperatura social ante el

fenómeno. Pero también la acrecientan: el 2 de febrero de 1948 se produce una manifestación

«contra los miembros del Consorcio de la Panadería». Pese a que fue presentada como algo

espontáneo, «ya la noche del domingo fueron repartidas profusamente octavillas haciendo un

llamamiento a la clase estudiantil para que se manifestara».26 Luis Quintero también nos lo

confirma: «se distribuyeron montañas de octavillas invitando al vecindario a la manifestación

gigantesca».27 En el contexto de una dictadura, nos parece difícil esta demostración de

libertades si el régimen no la apoyaba, o mejor, la dirigía. Ello queda también de manifiesto

en la presentación que se hace de la misma: es una protesta contra los miembros del

Consorcio, exigiendo «que el Gobierno haga justicia rigurosa» con el caso descubierto. La

prensa deja claro que no era una protesta contra la actuación del gobierno, o mucho menos

contra su política, ya que los manifestantes «tenían fe en la justicia de Franco», tal como

23 Íbidem, p. 25. 24 En efecto, al recurrir al mercado negro, la población pudo obtener unos productos mínimos para su sustento a los que, de otra forma, no hubiese podido acceder. Eso sí, a unos precios desorbitados. Así, el estraperlo rectificó las medidas más antieconómicas e irracionales del régimen. BARCIELA, Carlos, “La España del estraperlo”, Op. Cit., pp. 116-117. 25 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 90. 26 ABC, 3 de febrero de 1948, p. 17. 27 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 91.

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rezaban sus pancartas.28 No se deja sentir el disenso: ¿lo era? ¿o fue tan sólo una

manifestación orquestada por el régimen y limitada al caso puntual del Consorcio?

La manifestación «espontánea» comenzó a las 11 de la mañana en la Universidad

Central. Integrada por estudiantes universitarios, pero también de institutos y otras

enseñanzas, a las que «se agregaron numerosísimas personas de todas las clases sociales»,29

se hacían «intérpretes del sentir del pueblo contra los que […] sólo miran su medro personal

y no el alivio de los necesitados».30 También «salieron algunas banderas nacionales y de

Falange», y se fueron agrupando en la calle de San Bernardo, frente al ministerio de

Trabajo.31

Se resalta el estado de exaltación: se confeccionaron «carteles y pancartas, redactadas

algunas con frases de dureza, contra los que especulan con el hambre del pueblo, y

solicitando severa justicia contra los culpables».32 Los manifestantes portaban carteles con

consignas como «¡Patria, Pan y Justicia!» o «Confiamos en que se hará justicia»33, mientras

«cantaban letras alusivas a la harina y el pan».34 Según otras fuentes, alguna pancarta iba más

allá, rezando: «Menos jueces y más horcas».35 Algún comentarista, con despechado humor

negro, nos insinúa el alcance de las protestas: «no estuvieron las muestras de ingenio ausentes

de la manifestación, y las alusivas a letrillas, con música del “matarile”, llenaron los aires

matinales, que eran suaves y templados cual los de un precioso día primaveral» (tras las

penas ya impuestas, ¿se pedía la pena de muerte?).36 La instigación había dado resultado.

Mientras, un Estado que practicaba una política económica intervencionista, la autárquica, de

la que se derivaba el fenómeno del estraperlo y la corrupción;37 un Estado que a veces miraba

hacia otro lado o incluso participaba en el estraperlo, salía indemne y reforzado. Castigaba a

un fruto de su propio sistema.

La multitud se agolpó frente al Ministerio de Trabajo. Según la prensa, eran más de

5.000 estudiantes congregados. El tráfico estaba colapsado.38 Proseguían los gritos y

canciones. Finalmente, el Ministro José Antonio Girón recibió a una comisión pero, ante la

28 El Alcázar, 2 de febrero de 1948, p. 1. 29 Íbidem, p. 1. 30 Informaciones, 2 de febrero de 1948. 31 Ya, 3 de febrero de 1948. 32 Informaciones, 2 de febrero de 1948. 33 Arriba, 3 de febrero de 1948. 34 Ya, 3 de febrero de 1948. 35 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 91. 36 ABC, 3 de febrero de 1948, p. 22. 37 BARCIELA, Carlos, “Intervencionismo y crecimiento agrario”, en MARTÍN ACEŃA, Pablo y PRADOS DE LA ESCOSURA, Leandro (Eds.), La nueva historia económica de España. Madrid, Tecnos, 1985, pp. 313-314. 38 Arriba, 3 de febrero de 1948.

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continuidad de los vítores, «salió al balcón central del Ministerio», hablando a los

manifestantes: «En estos momentos difíciles que atravesamos, debemos unirnos todos los

españoles honrados en torno al Caudillo para dar la batalla a los vividores y especuladores»39.

Primero reafirmó la posición del régimen; después, pudo asegurar la intención del Gobierno

de «cortar radicalmente este mal y evitar que unos desalmados se aprovechen de la situación

porque atraviesa nuestra Patria, para lograr su medro personal»40 Sus últimas palabras

«fueron ahogadas por una clamorosísima ovación, cantándose a continuación el himno de

Falange, y dando las voces del ritual Don José Antonio Girón».41 La imagen del populista

Girón, hablando sumido en un baño de multitudes, fue portada de todos los periódicos ese

día.

La exaltación no quedó ahí. Continuaban los vítores, los cantos y los gritos de justicia.

Los manifestantes se dirigieron entonces al Ministerio de Justicia, donde una Comisión subió

al despacho de su titular, Raimundo Fernández Cuesta. Éste les reiteró «el propósito del

Gobierno de proceder con toda energía, dándoles la seguridad de que la ley, por severa que

fuese, será cumplida».42

Posteriormente, la multitud, haciendo gala de una capacidad para la protesta quizá

alejada de las sociedades que viven bajo una dictadura, continuó con las protestas ante el

edificio de la CAT, artífice de la política de abastecimientos. No obstante, todos los diarios

pasan de largo sobre esta cuestión; algunos incluso lo obvian. ¿Escapaba la manifestación de

las riendas del Estado? ¿seguían pidiendo, únicamente, justicia contra los estraperlistas del

Consorcio? Al respecto, un periodista sin firma se atrevía a manifestar que «el pueblo tiene

mucha sensibilidad ante fraudes de semejante índole, máxime tocándole a lugar tan delicado

y respetable como es el estómago».43 Por ello, ¿limitó su protesta a pedir penas severas contra

los ya condenados? La monótona prensa franquista no nos permite, en este caso, rescatar la

memoria del suceso. Quizá un testimonio oral si lo hiciese.

Finalmente, la manifestación se dividió en dos grupos: uno siguió por Gran Vía y

Puerta del Sol, protestando enérgicamente ante las oficinas del Consorcio de la Panadería;

otro grupo, «muy numeroso», siguió hacia el Ministerio de Educación por la calle de Alcalá.

39 Íbidem. 40 ABC, 3 de febrero de 1948, p. 17. 41 Diario Madrid, 2 de febrero de 1948. 42 ABC, 3 de febrero de 1948, p. 17. 43 Íbidem., p. 22.

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Al mediodía los congregados se disolvieron «por sí mismos sin que durante la manifestación

se produjeran incidentes».44

En conclusión, pensamos que nos encontramos ante una manifestación orquestada por

el régimen. Orquestada y dirigida, por tanto, hacia los responsables del caso del Consorcio de

la Panadería: se pide una actuación severa contra ellos, la aplicación máxima de las penas…

Tanto la prensa como los personajes del régimen que intervienen ponen a salvo la posición

del régimen, destacando que no habrá piedad y que la ley será aplicada sin cortapisas. En una

situación socioeconómica crítica, se escogió unos culpables; el régimen franquista se

apresuró a señalarlos y a desvincularse de la actuación de un organismo en el que,

casualmente, tenía participación. Su responsabilidad no acababa ahí: concibió y aplicó

durante más de una década un modelo económico que dio lugar, no ya al fenómeno del

estraperlo, sino a una situación económica lamentable. Paradójicamente, no sólo se exculpó

con celeridad, sino que castigó a un producto de su propio sistema.

Tras la sanción impuesta por el Consejo de Ministros, el caso del Consorcio pasó a la

vía Criminal. La vista oral comenzó un año después. La prensa también le prestó atención

destacada. Entonces, el mercado negro seguía formando parte del paisaje diario de los

españoles, de sus anhelos y sus sueños: «nos asomamos a febrero […] con el recuerdo de un

tiempo primaveral, suave, delicioso, seco e iluminado por un sol doradito como una “barra”

de las de estraperlo».45

El proceso del «Caso del Pan», tal como se le denominó, ocupó las portadas de los

diarios durante más de diez días. El régimen no tuvo inconveniente en ello: la justicia

juzgaría a los ya dados por culpables. En efecto, es sólo en este momento cuando conocemos

los hechos de la acusación. ¿De qué se les acusaba?

En junio de 1942, ante la imposibilidad de abastecer de pan a la zona de Madrid, la

CAT autorizó al «Consorcio de la Panadería para adquirir libremente harina no adjudicada en

cupos oficiales [… ] por una cantidad que no exceda de 500 vagones».46 Teniendo en cuenta

que la Comisaría General era la encargada de asignar los cupos, pero sobre todo, la encargada

de velar por el estrecho abastecimiento impuesto por la política autárquica, la autorización era

del todo excepcional. Así, autorizaba que no se cumpliesen las rígidas disposiciones

44 Arriba, 3 de febrero de 1948. 45 ABC, 2 de febrero de 1949. La cursiva es nuestra. Lo cotidiano del estraperlo llegó a tal extremo en la sociedad española, que llegaron a existir juegos de mesa donde se representaban las distintas fases, peligros y sanciones del fenómeno (!). Fue el caso del elaborado por Manuel GIMÉNEZ REINA, Guerra al estraperlo. Juego de sociedad. Málaga, Imprenta E. Molina, 1947.

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intervencionistas que ella misma fijaba, punta de lanza de la política autárquica. Autorizaba,

para ese año, comprar en el mercado negro («no adjudicada en cupos oficiales») 500 vagones

(esto es, 5.000.000 Qm de harina). ¿De dónde se podía obtener esta cantidad? La propia

Comisaría conocía la respuesta, como certifica su autorización: cada tipo de trigo tenía

asignado un rendimiento en la producción harinera; cuando el rendimiento era mayor del

asignado, esa harina quedaba fuera de control. Y de ahí surgieron los más de 200 vagones

que, ese año, el Consorio «incorporó al abastecimiento» de Madrid.47 La propia

Administración se servía del mercado negro para resolver la apurada situación de la capital.

La autorización no tuvo continuidad los años siguientes. Al menos formalmente.

Según los acusados, en las siguientes campañas, recibieron autorización telefónica de la

Comisaría. En invierno de 1947 saltó el escándalo. Y en febrero de 1949 comenzó el juicio

oral. El ministerio fiscal exigía penas severas, considerando que los acusados habían

incurrido en dos delitos: uno contra el régimen legal de abastecimiento, y un segundo de

apropiación indebida. A espaldas de la CAT, los miembros del Consorcio especularon con

unas harinas fuera de cupo (con un valor aproximado de 8.594.400 ptas.), distribuyéndolas de

forma arbitraria, retirando parte de las harinas para sus propias industrias y deformando la

contabilidad para encubrir los hechos.48

Como señalamos, la prensa siguió estrechamente los acontecimientos. La mayor parte

de las declaraciones, intervenciones del fiscal y de las defensas fueron transcritas

literalmente.49 En todas las sesiones, «la Sala se llenó totalmente de público», quedándose

«numeroso público fuera».50 No creemos necesario entrar en un análisis minucioso del

proceso penal. No nos interesa tanto lo particular como la caracterización del fenómeno. Sin

embargo, queremos apuntar algunas consideraciones relevantes.

Independientemente de la mayor o menor implicación de los inculpados, los

representantes del Estado jugaron un papel indudable en los hechos motivo de la acusación.

Insistimos una vez más: el Consorcio contaba con un Consejo de Administración integrado

por altos representantes del Estado. Los hechos no debieron pasar desapercibidos para

46 Telegrama de la Comisaría de Recursos de Madrid al gerente del Consorcio de la Panadería. Madrid, 16 de junio de 1942. En GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., pp. 121-122. 47 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 124. Según Luis Otero, el Consorcio adquirió esa harina al precio de tasa. No obstante, nos preguntamos: ¿por qué iba el fabricante harinero a vender al Consorcio a precio de tasa pudiendo hacerlo a precio más alto? 48 ABC, El Alcázar, Ya, Diario Madrid, Informaciones y Arriba de 22 de febrero de 1949. 49 El juicio tuvo lugar en la Sección Primero de la Sala de lo Criminal. El tribunal estuvo formado por Ricardo Álvarez Martín, como presidente, y los magistrados Germán Bonilla y Antonio Ochoa. El Ministerio Fiscal fue desempeñado por Jiménez Asenjo (ABC, 22 de febrero de 1949).

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ninguno de ellos. Su presencia en el organismo rector del Consorcio nos deja ver la

relevancia del caso que presentamos: unos representantes del Estado podían haber

consentido, e incluso colaborado, en el lucrativo negocio del estraperlo. Sin embargo, es del

todo llamativo que ninguno de los miembros del Consejo de Administración prestara

declaración en el proceso; al parecer su determinante testimonio no interesó a la Fiscalía o a

la Defensa.

Sí declararon como testigos otros nada desdeñables hombres del régimen: el

Comisario General de Abastecimientos y Transportes y el Subdelegado Provincial de Abastos

de Madrid. Curiosamente, ambos habían dejado de ejercer tal cargo en febrero de 1949.51 El

primero de ellos, Rufino Beltrán, gerente máximo del abastecimiento en toda España, confesó

que en 1942 dio autorización para comprar harina fuera de cupo, declarando que sabía de la

existencia de excedentes en las fábricas.52 El Subdelegado de Abastos de Madrid, segunda

responsabilidad en la política de abastecimientos de la provincia tras el gobernador civil,

llegó a afirmar que «si no se hubiera prescindido de los trámites burocráticos, muchos días

habría carecido Madrid de pan».53 Indirectamente, sus declaraciones reflejaban la necesidad

de esquivar la intervención y el modelo económico impuesto, que ellos mismos

representaban, para garantizar el abastecimiento de la población.

Pese a la destacada relevancia de estos testigos, pero también de los que nunca

prestaron declaración y quizá debieron hacerlo, la prensa y el proceso siguieron enfocando el

«caso del pan» como un suceso de carácter privado, en el que los únicos actores fueron unos

industriales panaderos que provocaron el hambre en Madrid. En efecto, «si hubieran

cumplido con su deber no habría escaseado el pan en Madrid»; por fin, el régimen había

encontrado un explicación a más de una década de carestía y problemas de subsistencia. Por

ello, debían ser castigados «quienes se aprovechan de la miseria humana para triunfar y

traficar». En cuanto al pueblo, en su difícil situación, era necesario que se uniese «en la

austeridad y en la pobreza». Las responsabilidades o implicaciones de parte del personal

político o de las instituciones del Estado fueron descartadas; de hecho, había que reivindicar

«la moralidad de esa gran calumniada: la organización administrativa de Abastos».54

50 Las citas pertenecen al ABC (22 de febrero de 1949, p. 12), y a El Alcázar (22 de febrero de 1949, p. 2), respectivamente. 51 Ambos testifican el 23 de febrero de 1949. La reseña de su declaración apareció en todos los periódicos citados el 24 de febrero de 1949. 52 Rufino Beltrán Vivar tuvo una dilatada carrera al frente de la CAT. Fue nombrado por D. 23 de septiembre de 1939 (BOE 30/9/1939) y cesado por el D. 25 de octubre de 1946 (BOE 30/10/1946). 53 Diario Madrid, 24 de febrero de 1949. 54 Todas las citas del párrafo están contenidas Arriba, 25 de febrero de 1949.

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Dejemos de lado las posibles implicaciones de personal del régimen. A nuestro juicio,

las intenciones del Estado en la gestión del proceso fueron más allá de ofrecer un chivo

expiatorio en el que el pueblo pudiese desencadenar su furia. Además, pudo presentarse como

un férreo garante de la Justicia, y como un implacable luchador contra el gran estraperlo.

Pero vamos más allá: encontró unos responsables al fracaso de su política económica, al

acusar a los dirigentes del Consorcio de la carestía.55 En efecto, bajo toda la trama del

proceso encontramos una lucha soterrada: la de la intervención frente a la liberalización. Un

debate que ya empezaba a surgir dentro de la propia Administración.56 En todo caso, los

propios altos funcionarios del régimen recurren al libre mercado para salvar las

complicaciones. Sin embargo, el «Nuevo Estado» pone a salvo su responsabilidad en cuanto

a los perniciosos efectos económico-sociales derivados de la aplicación de la política

económica autárquica. A este respecto, y de forma sorprendente, en medio del proceso el

fiscal Jiménez Asenjo hace un alegato a favor de la Autarquía y el intervencionismo:

«No ha sido un capricho ni ha sido el azar lo que ha impuesto en nuestra Patria la política

intervencionista, el control de los precios, la tasa de los artículos de primera necesidad. La política de

intervención y el control de los precios es una política internacional, es una política mundial. […]

Esta es la primera significación que tiene este proceso. Es la revalorización de toda la política

económica del Gobierno […].

La política económica del Gobierno es la gran calumniada […]. Es una política molesta,

antipática, desagradable, […] pero nosotros, en vez de aceptarla con espíritu de sacrificio, encontramos

siempre una palabra insidiosa. […] Es preciso que reivindiquemos la moralidad de esta gran calumniada,

que se llama la organización administrativa de Abastos».57

La sentencia se firmó el 2 de marzo de 1949. Al día siguiente, la noticia aparecía en

las portadas de todos los periódicos. El Tribunal establecía que los hechos no constituían un

delito de acaparamiento; sin embargo, estimaba que hubo desobediencia a las órdenes

emanadas de la CAT, constituyendo un delito de falsedad en documento público. A ello se

sumaba el agravante para la mayoría de los procesados de ostentar cargo público. Tras el

55 La Defensa se encargaría de refutar esta afirmación, declarando que «han pasado los meses y sigue el pan en las mismas condiciones». ABC, 26 de febrero de 1949, p. 13. 56 Por ejemplo, en el I Congreso Nacional de Ingeniería Agronómica de 1949 se enfrentaron verbalmente los partidarios de mantener las medidas intervencionistas y una nueva corriente que apostaba por la liberalización. Ver BARCIELA, Carlos, “Los costes del franquismo en el sector agrario: la ruptura del proceso de transformaciones”, en GARRABOU, Ramón, BARCIELA, Carlos y JIMÉNEZ BLANCO, José Ignacio, Historia agraria de la España Contemporánea. 3. El fin de la agricultura tradicional (1900-1960). Barcelona, Crítica, 1986, pp. 414-415.

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sinuoso y complejo proceso, la vista oral no había supuesto sorpresa alguna. A las sanciones

establecidas por el Consejo de Ministros, se añadían ahora nuevas y duras penas (Tabla 2).

Tabla 2.- Sentencia del Consorcio de la Panadería Condenado Pena

José Mª Blanco

Folgueira 6 años

Manuel Blanco

Otero 5 años

Luis Quintero

López 10 años

Vicente Carrera

Fernández 10 años

Luis González

Catalina 10 años

Justo Cano Recio 3 años

José Pedro

Niembro Ayuso

2 años y

2 meses

José Perez Pillado 5 años

Marcelino de

Prada y Prada 3 años

Fuente: Sentencia dictada por la Sala Primera de lo Criminal de la Audiencia de Madrid. ABC, El Alcázar, Ya, Diario

Madrid, Informaciones y Arriba de 3 de marzo de 1949.

Luis Quintero López, al consagrar su subjetiva obra a reclamar la inocencia de los

miembros del Consorcio, culpará de lo sucedido a la masa, al pueblo, al «populacho». La

Administración queda exculpada. Amargamente, desde la cárcel, el autor se pregunta, «¿por

qué se nos trata con este rigor sin precedentes? Representamos el error, la precipitación, el

alegre desenfado de otros». Y busca un culpable: «el ambiente nos procesó; el ambiente

mantuvo y sostiene aún, más de un año fecha, la prisión incondicional».58 En efecto, la

atmósfera de una sociedad volcada, hambrienta, con ansias de justicia y descontenta,

determinó que el Estado buscase un culpable. Un chivo expiatorio que desviase la atención de

la corrupción generalizada y de un ineficaz y desgraciado modelo económico.

Independientemente de la culpabilidad o inocencia de los miembros del Consorcio, el

«Nuevo Estado» sació con el proceso del pan las demandas del pueblo.

57 Arriba, 25 de febrero de 1949. 58 GRATTIS, J. de, Rejas sin votos…Op. Cit., p. 147.

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No hemos pretendido analizar en profundidad el proceso del «Caso del Pan».

Tampoco emitir sentencia alguna. Sólo hemos querido contribuir al rescate de un fenómeno

que marcó el día a día de la sociedad española durante más de una década. Un estraperlo que

ofreció momentos como el del Consorcio, que permitió al régimen proclamar su inocencia y

clamar por la dureza y el castigo para terminar con el fenómeno. Para la sociedad, quizá fue

un momento de alivio, al encontrar un blanco donde golpear su ira; si su protesta iba más allá

del suceso, más allá de una protesta puntual contra un caso concreto, queda en la memoria.

Por último, a modo de epílogo, apuntar dos cuestiones. En primer lugar, decir que los

sancionados apelaron al Tribunal Supremo, que en reafirmó la sentencia en julio de 1950. El

proceso estaba cerrado. El pueblo había obtenido la justicia exigida. La justicia, claro está,

que el poder quiso concederle.

En segundo lugar, señalar que, en los años siguientes, Luis Quintero López

emprendería un largo viaje intentando obtener el indulto del caso por una instancia superior.

Tras cumplir su pena de prisión, procedió a enviar innumerables instancias y cartas a altas

personalidades del régimen. Fue así como, paradójicamente, logró entrevistas con el todavía

Ministro de Trabajo José Antonio Girón. Al parecer, éste tomó conciencia de la «injusticia

cometida con los miembros del Consorcio». El mismo hombre que prometió justicia severa a

una multitud enfurecida desde el balcón de su departamento, le ofrecería su ayuda para saldar

este «error». Entrevistas con el Ministro de Industria, Comercio, Justicia, Aire, con el

Secretario General del Movimiento, Carrero Blanco o sugerencias y escritos al mismo

Caudillo… Tras más de siete años de gestiones y ruegos, no hubo resultado. Sin embargo,

cuando la FST procedía a embargar los bienes de los inculpados por no poder hacer frente a

las multas, el Consejo de Ministros de 14 de julio de 1960 acordó la condenación de las

multas que pesaban sobre los miembros del Consorcio. A los ojos de nuestro autor, el

régimen quedaba, una vez más, a salvo. Comenzando la etapa desarrollista, amparada por la

liberalización económica, no era necesario ya proteger el sistema intervencionista autárquico.

No era necesario hacer justicia ya. Los tiempos del estraperlo habían quedado atrás.59

REFLEXIÓN FINAL

59 Íbidem, p. 400. El largo camino de Luis Quintero por obtener la revisión y absolución del caso, en las páginas 329-403.

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Recientemente, estamos asistiendo a numerosos debates sobre la necesidad de

recuperar la memoria histórica. Afortunadamente, la «desmemoria» impuesta más o menos

indirectamente con la Transición española está, hoy, siendo cuestionada.

La recuperación de la memoria histórica se está centrando, sobre todo, en los terribles

casos de aniquilación personal vinculados a la guerra civil y a la propia posguerra. Sin

embargo, debemos llamar la atención sobre otros fenómenos que merecen ser rescatados. En

nuestro caso, el estraperlo. Un fenómeno que rodeó a todos los españoles en el largo periodo

conocido como primer franquismo. Un fenómeno del todo extraordinario pero que se hizo

ordinario en la España de los años cuarenta. Mercado negro en el que todos participaron,

como desgraciados consumidores o afortunados productores o especuladores. Durante su

existencia, una sociedad al completo vivió al margen de la legalidad; la Administración

también. El suceso no carece, por tanto, de relevancia.

Planteamos la necesidad de rescatar la memoria histórica del estraperlo y su mundo;

todo lo que significó para la economía, la sociedad y la mentalidad de los españoles. Esos

años de escasez, corrupción e injusticia están grabados en las conciencias de muchos

españoles. Merecen ser rescatados del olvido, deben ser devueltos a la memoria de la

sociedad actual. Los historiadores deben contribuir a ello, no sólo para explicar el presente o

comprender la España del primer franquismo, sino para hacer un imprescindible ejercicio de

justicia histórica.

Por fin, hemos comprendido que no podemos construir un futuro saludable obviando

nuestro pasado. Es imposible. Y lo es porque el pasado es parte de nuestro presente. Como

afirmaba Xavier ZUBIRI, el hombre es un ser histórico: necesita de la Historia, del pasado, de

la memoria para poder elegir, para escoger entre las posibilidades de lo que es y puede ser.60

Necesita de la Historia para conocerse a sí mismo, para poder elegir. Para poder ser libre.

60 MARQUÍNEZ ARGOTE, Germán, “El problema de la historicidad del ser del hombre”, en NICOLÁS, Juan Antonio y BARROSO, Óscar, Balance y perspectivas de la filosofía de X. Zubiri. Granada, Comares, 2004, pp. 209-215.

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