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Esta es la historia de Loyd Hinglehard, un hombre de Bilwi, Nicaragua, que ha atravesado diferentes etapas en su vida hasta llegar a una estabilidad bajo el amparo del cristianismo. Su actual situación es de tranquilidad y oración, practicando un culto muy dedicado que le ha granjeado una estabilidad y le permite disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Bueno, al menos, de algunos. Porque la gran pasión de Loyd es tocar la guitarra, hacer música con ella y expresarse libremente cantando y tocando la música tradicional-folclórica de su tierra, cantada en Miskito y en Castellano. Cosa que no puede hacer porque ni tiene guitarra, ni el dinero para permitírsela.

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Page 1: Esta es la historia de Loyd Hinglehard, un hombre de...“Tocar y cantar es mi don, es la destreza que se me ha otorgado y disfruto mucho haciéndolo” Es ciertamente triste escuchar

Esta es la historia de Loyd Hinglehard, un hombre de

Bilwi, Nicaragua, que ha atravesado diferentes etapas en

su vida hasta llegar a una estabilidad bajo el amparo del

cristianismo.

Su actual situación es de tranquilidad y oración,

practicando un culto muy dedicado que le ha granjeado una

estabilidad y le permite disfrutar de los pequeños placeres

de la vida. Bueno, al menos, de algunos. Porque la gran

pasión de Loyd es tocar la guitarra, hacer música con ella y

expresarse libremente cantando y tocando la música

tradicional-folclórica de su tierra, cantada en Miskito y en

Castellano. Cosa que no puede hacer porque ni tiene

guitarra, ni el dinero para permitírsela.

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“Tocar y cantar es mi don, es la

destreza que se me ha otorgado y

disfruto mucho haciéndolo”

Es ciertamente triste escuchar las palabras de un

hombre de 54 años que expresa la necesidad que tiene de

tocar, y que no puede permitirse una simple guitarra.

Loyd empezó a trabajar en la Fundación Marijn hace

unos 7 meses. Desde entonces, se siente muy agradecido

por tener un empleo estable. Aunque no le permita ir

ahorrando mucho dinero, es una gran oportunidad en un

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entorno laboral difícil como el que ofrece Bilwi. Su labor es

agotadora: turnos de 12 horas de vigilancia, diurna y

nocturna, en los que asegura que las noches son delicadas

y que el tiempo se hace eterno. Sin entretenimiento como

música o lectura, sucumbiría rápidamente al sueño.

Esta situación que vive nuestro protagonista en la

actualidad, nada tiene que ver con lo que ha atravesado en

el pasado. Por ello, se puede explicar que no se doblegue

tan fácilmente ante situaciones adversas. Loyd es una

persona que en su vida ha ido escalando poco a poco y

mejorando su bienestar. Ha vivido durante 17 años, lo que

él llama “la vida pecaminosa”. Una fase en la que estaba

entregado, rendido al vicio del alcohol y el tabaco.

Desde los 14 hasta los 40 años estuvo trabajando en el

mar con un velero. Iba a Corn Island para cortar madera y

también se dedicó a la pesca de tortugas con red. La mayor

parte del dinero que ganaba, lo empleaba en el vicio.

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Por aquellos años, en Bilwi el mayor vicio al que

podían aferrarse sus habitantes eran alcohol y tabaco. No

fue hasta hace unos 28 años cuando comenzaron a entrar

otro tipo de sustancias sintéticas que actualmente somete a

la población a frecuentes actos peligrosos, los cuales han

moldeado significativamente las calles de Bilwi, haciendo

que no sean seguras y creando temor en sus habitantes.

“En mis tiempos tomábamos y

cantábamos… No había como hoy

asaltantes o ladrones que te matan

por nada”

La vida de Loyd estaba encaminada a una rutina

insalubre que le agravaría poco a poco, hasta un día en

que cortó radicalmente con la situación. Tuvo un sueño

revelador, una señal. Recibió un mensaje durante un sueño

y esto le hizo iluminarse. Le alentó a dar el paso de salir de

ese mal hábito que se prolongó tantos años.

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Tras este acontecimiento, Loyd vinculó su vida al

cristianismo. Se formó en el Instituto Bíblico de Managua, la

capital. Ha estado pastoreando en diferentes comunidades

de la mano de su esposa Marlin. Ambos predican juntos y

Loyd toca música cada vez que puede en las ceremonias

de la Iglesia.

La vida de Loyd ha sido pura progresión. Ha ido

evolucionando paso a paso, cambiando y mejorando

significativamente con cada decisión que iba tomando,

acercándose a lo que le proporciona el equilibrio y el

bienestar. Malos hábitos han ido desapareciendo para dejar

paso a otros nuevos que le benefician. Pero hay algo que

no ha cambiado desde que tenía 8 años, algo que ha

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estado prácticamente siempre ahí, que le ha ayudado y

brindado positividad: la música.

Su relación con la guitarra comenzó cuando veía a su

tío Clinton Palmer tocar. Loyd, que apenas era un niño,

quedaba embelesado por las vibraciones que emitían las

cuerdas cuando las tocaba su tío. Se enamoró de ella y de

su sonido. Esto le hizo querer aprender a tocar de verdad,

quería hacer sonar la guitarra y comenzó a practicar con su

tío.

Apenas le bastó un mes de lecciones para seguir por

su cuenta mejorando. Como buen músico, siempre le ha

gustado ver tocar a personas en directo, de modo que iba

analizando el sonido y la posición de las manos para

mejorar su habilidad y continuar progresando como músico.

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Aunque sepamos la triste situación de Loyd

Hinglehard respecto a su necesidad de querer tocar música

y no poder, podemos estar seguro de que no bajará los

brazos. Loyd continuará persiguiendo su sueño de tener

una guitarra propia y, observando la trayectoria y recorrido

que ha andado en su vida, sin duda lo hará realidad. Pues,

al fin y al cabo, ya cuenta con una bonita experiencia en el

mundo onírico de los sueños.

Adrián Villalba, 2017