estar donde no lleguen las tormentas de ana castelbón
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Poemario escrito e ilustrado por Ana Castelbón.TRANSCRIPT
Ana Castelbón
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ESTAR DONDE NO LLEGUEN LAS TORMENTASde Ana Castelbón
2013, [email protected]
Colección: Válvula de escape
Ideólogo Editorial: Felipe Zapico Alonso.
Diseño y maquetación: Sol Cabañas Arias
Ilustraciones: Ana Castelbón
Depósito Ilegal: 2-2013Imprime: Cada uno el suyoLibre 100% de cloro e I.S.B.N.
Primavera, 2013
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En los últimos tiempos, el prólogo de un determinado libro ha pasado de ser un mero exordio preparatorio para el audaz lector a punto de zambullirse en la obra escogida –escocida, por tantas veces-, a convertirse en todo un género literario en sí mismo. Se espera del prologuista un ejercicio de teorización, una clase magistral sobre el género artístico en cuestión y, lo más importante, que demuestre, a ser posible, una brillantez superior a la del autor convenientemente diseccionado –descuartizado- por su propio bien promocional. Esta creo que es la intención última de un editor convencional al designar el prologuista -padrino de su futura criatura. Pero, también ocurre que Felipe Zapico Alonso no es un editor al uso, un editor convencional, por la sencilla razón de que tampoco es un tipo convencional; y en el caso de que hubiera sido esa su motivación, conmigo, sintiéndolo mucho, hubiera pinchado en hueso; ya que un servidor nunca logró pasar de aquella sobada cuestión becqueriana propia de primaria poética: Oye, nenico, ¿qué es poesía? Porque debo reconocer, sin poder evitar cierto rubor, que no tengo ni la más remota idea. Como mucho, y después de darle unas cuantas vueltas estériles, alcanzaría a parafrasear una sentencia stoniana: It’s only poetry, but I like it.
Pero, he aquí, que en el camino, sale a mi encuentro el primer poemario de Ana Castelbón proponiendo varias respuestas a mi torpeza. La primera nada más vislumbrar el título, “Estar donde no lleguen las tormentas”: poesía como un refugio alejado de la tempestad, aunque no tardemos mucho
Prólogo
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en darnos cuenta de que esa tempestad y sus diversas manifestaciones viajarán por siempre dentro de nosotros: “nacen y mueren / volcanes / en mi vientre”. “La paz de la vereda” conviviendo con el dolor de “heridas que no sangran”.
Este título lo extrae Ana, como podemos ver, de una cita del poeta británico y jesuita atormentado del siglo XIX: Gerard Manley Hopkins, fuente de inspiración de creadores a ambas orillas del charco como Wystan Hugh Auden o T.S. Eliot, y un inquieto renovador de las estructuras métricas clásicas; el soneto, sin ir más lejos, cultivado en varios pasajes de este poemario con notable gusto, junto a otras formas tradicionales. Y ese refugio místico que se desprende del punto de partida del libro impregnará cada poema de una serenidad torturada: “Y el pecado, lechoso y somnoliento, / encapota la jungla de mis venas.” Versos que perforan plácidamente las vísceras: “en el cielo no hay luna, sino una cicatriz blanca.”
La obra la encontramos estructurada en cuatro secciones o capítulos diferenciados: tiempo, soledad, muerte y amor; es decir, otra solución al tema becqueriano: cuatro partes, cuatro motivaciones que son los cuatro únicos estados de agregación de la materia poética. Toda la historia de este extraño ámbito literario, desde los bucólicos jeroglífi cos egipcios del siglo XXV a.C. hasta la poesía virtual o la transmodernista de nuestro siglo XXI, se encuentra condensada en ellos. Y por mucho que las hordas de venideros vates se empeñen en seguir buscando, no hay ni habrá más.
Por otra parte, el regusto clásico y esa belleza que destilan los versos de Ana Castelbón tienen, sin duda, su origen en un talento y sello propios, aunque reforzados por el particular marco físico en el que se desenvuelve su vida cotidiana. De esta manera, leyéndola, puedo imaginarme un riguroso proceso de decantación que arranca en el desbordante lirismo congénito de su ciudad, Alcalá de Henares, a través de fortifi cantes paseos por sus plazas y calles; sin poder evitar, no obstante, por parte de la autora, cierto poso nostálgico ante la sublimidad imperfecta que supone la ausencia del mar: “Las torres emergidas / como arrecifes claros en la tarde”, o bien “Como diques de oro / que detienen la noche.”
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Los poemas se van sucediendo con un cuidado estilo preciosista, emprendiendo una búsqueda de la perfección formal sin caer en chirriantes artifi ciosidades, aderezados con la musicalidad que provoca el adecuado uso de fi guras de repetición: “De muerte / de destino / de pregunta”. “No muy honda / tan sólo lo bastante / para estar al abrigo de los vientos. / No muy ancha, tan sólo lo bastante / para encogerme en el amor materno.”
Con todo ello, consigue retrotraernos, con impronta personal, al modernismo de Rubén Darío -el más famoso e infl uyente poeta centroamericano también leyó a Gerard Manley Hopkins-: “Otra te mirará desde el fondo de mis ojos; / más sabia y triste, huérfana de cisnes, / ahijada de la Lluvia y del Otoño”. Una mirada al pasado en las estructuras estandarizadas que arroja nueva luz a mi escasa preparación frente a ineludibles disertaciones metapoéticas: la poesía, al contrario de lo que han intentado hacernos creer, se mueve en una dimensión temporal diferente a la existencia. Para vivir resulta totalmente desaconsejable mirar de forma constante hacia atrás; para escribir versos, en cambio, necesitamos volver la vista una y otra vez al pasado, porque en literatura por delante siempre está el vacío y ese vacío nos asusta y paraliza: “por el estéril cauce de los besos / que no se dieron nunca y los perdidos / poemas no soñados…” Todos los poetas que han habitado este sufrido planeta se recrearon en el pasado, y por tal motivo, por mucho que lo desearan, nunca pudieron llegar a ser unos vividores. Envalentonado por esta premisa, me atrevo a enarbolar la siguiente sentencia, aun a costa de lanzar piedras sobre nuestro propio tejado: Vivir -en el amplio sentido del término- no es compatible con ser poeta. Y eso Ana lo sabe, aunque ella tampoco esté dispuesta a transitar por el universo renunciando a la belleza oculta en el veneno: “Estoy en pie y no obstante yazgo / sobre cicuta en fl or.”
Regresando al modernismo arriba señalado, su presencia vuelve a hacerse verso, dentro del capítulo dedicado a la muerte, en el epitafi o en honor a la poeta de nacionalidad fi nlandesa Edith Södergran, precursora de este estilo en su país: “…y terminé por irme / sin una despedida inadvertida y tenue, / como acaban / la lluvia, / los sueños, / y la infancia.”
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Y precisamente, de esas cuatro partes de la obra, yo quisiera detenerme con brevedad en la que hace referencia a la fi nitud -física o fi gurada-. Ana nos muestra la mortalidad en sus diversas apariencias; la primera, como ya dije, en forma de destino consciente a través del veneno y su hermosura; en segundo lugar, como una redención: “Ven a la muerte, / contemplarás el rostro que persigues / libre de la muralla de la carne.” Y, fi nalmente, como algo productivo, aniquilamiento generador de otras vidas: “Me fi ltraré sin pausa / y con mi pulso / nutriré maleza, / espigas, / agua.”
Mención aparte merecen las ilustraciones salpicadas a lo largo de la obra. Y debo decir, sin miedo a equivocarme, que estos dibujos no cumplen en absoluto la misión propia encomendada a sus congéneres, es decir, la de constituir una efi caz pausa visual –más o menos excitante- entre texto y texto; y no la cumplen por la sencilla razón de que consiguen erigirse -de forma aislada y autónoma- como poemas cerrados a la altura del lenguaje escrito.
Para terminar, me quedo con otra defi nición sugestionada en mí por Ana Castelbón: la poesía es crepúsculo y es saudade; y lo expresa a través de dos de los más radiantes versos que haya leí do en mucho tiempo: 1) “la muerte de pelo rojo mete sus pies en el agua” y 2) “Es su tristeza / un manantial de estrellas subterráneas.”
Hasta hace tan solo unos días era un completo desconocedor de la faceta lírica de nuestra protagonista, solo había conseguido ser testigo lector de alguno de sus cuentos, género que también practica, por lo visto, con gran acierto –aviso a (editor) navegante-; y me alegro, me alegro mucho de que las líneas que están ustedes a punto de comenzar rayen muy por encima de la media publicada dentro de esta inabarcable lonja de mercaderías perecederas que es la poesía. Y me alegra sobre todo por interés propio, por puro egoísmo, ya que cuanto mejor es un libro, antes conseguirán olvidarse sus leedores del dichoso prólogo y su prologuista ejecutor.
Por mi parte, solo puedo añadir –trocando la lengua de Bécquer por la de Jagger-: It’s only poetry, but I hope you like it.
Germán GuiradoGermán Guirado
Y he pedido estardonde no lleguen tormentas,
donde el verde oleaje calla en los puertos,alejado del balanceo del mar
G.M.Hopkins
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PRELUDIO
I
A lguien acaba de marchar.
Llegué cuando aún vibraba su vértigo
asustado,
en los espejos quietos como jaulas.
Llegué a rozar la orla de su risa.
Alguien murió
y herido por su ausencia
muere el aire.
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II
S e pasarán los días
mas no serán vividos.
Irán de luto
los pájaros por siempre
y los ángeles tristes
traerán entre sus alas
el invierno.
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III
Porque llegué temprano
o demasiado tarde
cuando ella ya no estaba
pero era todavía
Y desde entonces
así canta el ocaso:
Ni fue ayer
ni habrá de ser mañana
y hoy es Nunca
Nunca para Siempre
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UNO
Cuando la tarde muere, voy muriendo.
Me desangro en la luz como un torrente
De pájaros de sombra que en mi frente
Golpean y se van, siempre fluyendo.
Me desangro hacia ti, se van huyendo
Mis horas y mis días vanamente
Y se llevan con un rumor de fuente
Este aguardar sin fin que no comprendo.
Ya no me queda nada que entregarte
Salvo este lirio azul y enfurecido,
El último que da mi primavera.
Todo se me fue por esperarte
Y todos los que amé también se han ido.
Tan sólo para mí sigue la Espera.
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ALCALÁ, ANOCHECIÉNDOSE
A llá en lo alto
es la luna
un asidero triste,
una baliza huérfana
de náufragos.
Allá no alcanza
la alta profundidad
de las cigüeñas,
las torres emergidas
como arrecifes claros en la tarde,
como quietos peregrinos de la altura.
Como diques de oro
que detienen la noche,
como espigas de incienso,
como cimas de siglos,
como Humo,
como Polvo,
como Nada,
como.. .
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S i vinieras por mí en esta noche blanca
A coger este vuelo de cisnes amansados
Que guardé para ti,
A beber de mi boca la luna desvelada.
Si vinieras ahora,
En esta noche cándida
Te daría el ajuar de mis sueños
de lino.
Te daría la infancia de mis besos.
Mira que lucen las estrellas de junio
Y tiembla mi corazón, que no comprende.
No habrá ninguna noche más
Que sea como ésta.
Ya jamás habrá noches con corazón de alba
En que se abra mi juventud para esperarte.
Y si no vienes hoy
Otra te mirará desde el fondo de mis ojos;
Más sabia y triste, huérfana de cisnes,
Ahijada de la Lluvia y del Otoño.
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O jos de estatua,
Veis el paisaje de los siglos,
Veis la eternidad ya remansada
Como agua quieta y muda,
Plácida sobre todos los ahogados.
Ojos de estatua,
Lejos de todas las tormentas,
Que conocéis el limo de su boca,
La boca de la Muerte,
Dulce en vuestros párpados de almendra,
Ácida de sal,
Devoradora,
Aquélla que,
frenética,
busca grietas
en pupilas de concha,
donde el ansia busca ansia
en que saciarse
para alcanzar
un imposible corazón,
una increada
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lágrima de piedra.
Ojos de estatua,
Ojos que tocáis el horizonte
Acorralándolo
Frente a frente
Con su propia distancia.
Ojos que sois
Lunas sin brillo,
Centinelas de Nada,
Umbrales de oscuridad,
Atrio del templo
De un Dios olvidado
Que aún nos mira,
Ciego,
Con vuestros ojos
De Muerte
De Destino
De Pregunta.
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Y o guardaba estos versos
para un día de abril,
cuando la luz sonriera
reposada y tranquila,
con silencio de niña
aún convaleciente.
Habrían florecido por fin
las lilas blancas
del jardín olvidado
y el cielo azul sería
un acerico añil
cuajado, hincado todo
de mariposas
de vencejos revoltosos
como párvulos después de la merienda.
Hubieran sido versos pequeños,
como aquello que cantaban.
Su vida como vida de insecto
que no busca memorias
sino sólo un instante
de sol y yerbabuena.
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Yo soñaba un poema
para un día de abril
(rosas tempranas y tardíos almendros)
“Versos para un día de abrilen que te viera”
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B lanco lo tuve
y al irse conservaba
la albura de la rosa.
Se fue sin que le diera
un verso,
una perdida lágrima,
ni siquiera
un error.
Se me escapó tan quedo
que pudiera ser
que jamás pasara por mi vida,
con sus promesas
y su infinita
estela de esperanzas.
Quizá de noche a noche
un puente hecho de Nada,
de agua estancada
y dulce
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como la adormidera,
se tendió en mi camino.
Eso será;
este día
que no atesoraré,
que no he de recordar
porque no labré en él
ni tan sólo un recuerdo,
no ha pasado por mí.
No envejecí este día
y no malgasté la mano
que me tendía Dios.
Podré despertar
de nuevo en el Ayer
y hacer de este Mañana que pasó
una oración,
hacerlo Vida
para vivirla
llena de mí
y no de esta vacía perfección
que nada me ha costado.
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ROMANCE DE LA BLANCA LUNA
Un día de primavera la Luna estaba cansada,
La Luna quedó dormida en lo más hondo del agua.
En lo más hondo del día la Luna fría soñaba
(soñaba que era Mujer, con vestidos de Alborada).
Y el día vino y se fue, pero ella no despertaba.
“Despierta”, dicen los vientos, “¡despierta, Luna callada!
Las estrellas no se asoman y el ruiseñor ya no canta,
La Noche es triste y oscura… ¡Despierta y regresa a casa!”
Mi casa es el lago oscuro, las espumas y las algas,Las raíces retorcidas, el nenúfar y la aulaga.
Eso decían los sauces, era ella la que hablaba.
Una mujer fría y bella está dormida en el agua
Con pelo de media noche y cuerpo de rosas blancas.
“Besadla”, dicen los vientos, “nuestra reina está hechizada…
Besadla y que olvide el sueño que la tiene acorralada
Y os daremos por hacerlo toda la noche estrellada
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Y un escabel de planetas, y un trono de ocaso y plata
Y mil palacios de ébano con bóvedas de galaxias”.
Pero los sauces suspiran y esto entre sí cantaban
“Quien me bese beberá de mi boca Muerte helada”Los príncipes de la tierra, con sus séquitos y espadas
Estandartes y corceles, terciopelos y oriflamas
Se han acercado a su lecho, buscando su boca pálida.
Pero apuran de sus labios una espina envenenada
Un sorbo de luz oscura, más fría que una nevada.
Y tan blanca que reluce donde la luz ya no alcanza,
Más blanca que la Pureza, más blanca aún que la Infancia,
La Luna duerme sin sueños mientras los sauces la guardan,
La Luna duerme y suspira mientras lo siglos se pasan
Aunque las manos del tiempo no se atreven a tocarla.
Pero ha llegado un muchacho, con ojos de lluvia y salvia
“No tengo miedo a tu frío, ni miedo a helarme en tu calma
que si tu beso es de hielo mis labios son como brasas,
de lirio y tumba tu cuerpo, el mío vino y hogaza.”
Y el muchacho la ha besado en la frente recamada
Por el largo pelo negro donde se le enreda el ansia.
Y con sus labios le abre heridas que no le sangran,
Y pone sobre su boca un resplandor de alborada,Y un amanecer de carne sobre su pecho de estatua.
La Noche le mira absorta, el Viento no dice nada,Y en el mundo las hogueras están todas apagadas.La Muerte de pelo rojo mete sus pies en el agua.
La Luna se ha despertado. Como una flor su miradaSe va abriendo poco a poco, llena de luz y de lágrimas.Le echa los brazos al cuello como cadenas de plata,Como áncoras le pone las manos sobre la espalda,Como garfios florecidos sus labios sobre la cara,Como velamen oscuro su melena en la garganta.“Vamos al fondo, Amor mío, porque la vida se cansaY ya no quiere ser Vida, pero la Muerte no pasa.”
La Luna no volvió al cielo. La Luna no quiere nada.No quiere tronos de ébano ni más coronas de escarcha.Y allá en el fondo del lago, cuando su amante la abrazaLa Luna brilla de gozo mucho más que antes brillaraY se refleja en el cielo como si volviera a casa.
Pero lo cierto es que vive en lo más hondo del aguaY que en el cielo no hay luna, sino una cicatriz blanca.
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M i Libertad es una Red de cadenas de Plata,
Mi Libertad es una celda de muros transparentes,
Mi Libertad es una inmensa telaraña,
Esto es mi Libertad.
Me colma con sus tesoros cada mañana,
elegir uno, ¿no es un vano derroche?
Me abre todas las puertas de madrugada
escoger una, dime, ¿a dónde conduce?
La anchura de los cielos paraliza mis alas,
Mi Libertad gigantesca me esclaviza,
Quisiera serlo todo pero al fin no soy nada.
Así es mi libertad.
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S ólo yo sé que al caer de la tarde
vienen a mi ventana los ángeles cansados.
Se posan en mi alféizar con el viento del Este,
devoran en silencio mi corazón amargo.
Arden
sus ojos al beberse mis lágrimas.
Golpean mis cristales, ángeles en bandadas...
Creen que es el último sol olvidado en el cielo
y confunden sus alas con nubes pasajeras;
por eso no saben que ángeles cansados
devoran mi tristeza y alzan después el vuelo.
36
M is huesos, encadenados uno a uno,
Y el leve bosquecillo de mis venas
Donde canta el pájaro negro de la vida
¡Qué extraño encaje de moléculas!
Dios, ¿por qué gastaste en mí tantos latidos,
Tantas incomprensibles maravillas?
Pues me parezco a un ánfora desierta
Que jamás calmó la angustia del sediento.
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ENMUDECIDA
Qué pequeña tu boca, tan amarga.
Qué amarga y qué pequeña mariposa.
Qué áspero moral, baya sin jugo.
Qué pequeño y morado y qué aterido
panal de cien palabras temblorosas;
qué sequía de miel, qué llaga fría,
qué pertinaz herida silenciosa.
Pues hablas el lenguaje de las rosas
Ve y cuéntale de mí al primer almendro
Cuando bese a la escarcha, en primavera.
Y cuando lloren por ti las madrugadas,
Intercede por mí ante las estrellas
Con ese grito azul de tu mirada.
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Tengo un rostro clavado en el espejo
Y otro rostro para mi soledad de nieve.
Cuando soy con vosotros
soy sólo mi reflejo
Una imagen insomne en vuestros ojos
que me hiere.
Y cuando soy a solas
soy sólo la conciencia
De mi propia soledad encarcelada
¿Dónde encontraré aquella mirada
que me acoja sin juicio,
que me pinte del color de la sangre
la pureza de escarcha?
El Tiempo lo repite:
Ven a la Muerte,
Contemplarás el rostro que persigues
Libre de la muralla de la carne.
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Desnudo,
Incluso del recuerdo de los pájaros,
Incluso del deseo de la hiedra,
Desmenuza el Invierno con sus huesos de
escarcha
Y le cerca un silencio que ha perdido los
nidos.
Desnudo
Como una herida abierta
Como un dolor sin muerte
O una madre sin hijo,
Confusamente y ciego
Tantea el aire esquivo
Mendigando un último roce
De la Primavera.
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Y ella se quedará sola.
Nevará en sus entrañas,
Plantará lirios blancos
En el rincón más recogido
De su vientre
Y cerrará la puerta.
Tendrá por ello
La paz de la vereda
Al mediodía,
La mansedumbre ciega
De la lluvia.
Por junio, cada año,
Cosechará en su pecho
Golondrinas
Y sembrará en otoño
La misma pena intacta
De otros días.
Así será hasta el fin
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Entonces,
Un ángel de luto incendiará las rosas
Como antorchas de fiebre por su seno.
Su boca fría la besará en la boca
Y construirán un cielo de rojo malherido.
Un cuerpo que estrechar entre sus brazos
será Dios para ella
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M iraré el jardín tras la puerta cerrada.
El cristal es tan frío. . .
Miraré el jardín, y las hojas doradas
de septiembre, y la fuente callada
y los sauces sin sombra.
No dejarán nada mis ojos, nada.
Apoyaré la frente en el cristal helado.
Despacio, muy despacio, me haré gris en
la tarde.
Y sabré que no ha de venir quien espero.
Y no seré nadie.
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TEDIO
LLevo este día gris
Sobre mi pecho,
Sobre la sangre espesa
Como el jugo de la flor
De los Trópicos…Pesa
Esta sangre quieta
de pantano
donde han varado
chalupas de azucenas.
Late
El corazón con cadencia
De tam-tam
Que convoca tormenta.
La serpiente roja
Se desangra en círculos
Hirvientes. Gotea,
Repta, busca en las entrañas
El camino que lleva
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De vuelta al mediodía.
Algo gime en mí,
Nacen y mueren
Volcanes
En mi vientre.
Se ha evaporado el alma.
Tengo sólo la mirada de ámbar
Del caimán en letargo.
Y el Pecado, lechoso y somnoliento,
Encapota la jungla de mis venas.
....
áááááámmmmmmbbbbbbaaaaaarrrrr
ooooommmmmmnnnnnnoooooooooooollllliiiiieeeeennnnnttttttooooooo,,,,
iiiiisssss vvvvveeeeeennnnnaaaaaaasssss.
50
EPITAFIO IMPOSIBLE
Pobre Rey Pescador,
Monarca, Soberano…
Ya tienes hoy tu trono preparado.
Ven al lecho, Señor,
La niña Muerte continua su canto:
-Rey Pescador, Rey Pescador…
¿Cuándo nos desposamos?
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EPITAFIO PARA EDITH SODERGRAND
Y yo, que tuve Nombre,
no tuve Destino.
Me perdí en el silencio
como en una nevada
y terminé por irme,
sin una despedida,
inadvertida y tenue,
como acaban
la lluvia,
los sueños,
y la infancia.
52
M irad mi ser desvanecerse.
Yo ya no soy aquélla.
Muero.
Estoy en pie y no obstante yazgo
Sobre cicuta en flor.
La espuma del almendro
Es mi sangre de nieve, derramándose.
No me toquéis,
Dejadme así, en silencio,
En el umbral incierto,
Sintiendo el dolor,
Como una ola,
Jugar entre mi carne.
No oigáis siquiera
Este rumor callado
De mi cuerpo al mezclarse con la yerba.
El golpe
De mis ojos cerrados
Contra el ocaso de ocre estremecido.
En un fluir de agua
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Precipito mis manos hacia el viento
Y caen.
Las alzo y caen en cascadas gimientes
Y de mi cuello brotan los rosales
Y en la oquedad porosa de mis labios
El musgo rezuma su silencio.
Sé que estoy aquí, erguida ante el cristal opaco,
Mientras a mundos de distancia
Mi ser deshecho yace.
Muero,
Levemente,
Envuelta en carne,
Pero muero.
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P or más que ahora parezca
que no pienso jamás en ese instante,
cuando me abandonaréis
(gélida, callada)
pienso,
sí.
(Creo que reiré
jugando al escondite
entre recuerdos pálidos
de cuanto fui y se fue).
Y no quisiera
un féretro entelado
como un lecho de amor,
como un disfraz inútil
del sincero destino de mi carne.
Quisiera en cambio
que en el alba,
cavarais (si es su tiempo)
mi tumba entre las rosas.
No muy honda,
tan sólo lo bastante
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para estar al abrigo de los vientos.
No muy ancha,
tan sólo lo bastante
para encogerme en el amor materno.
No me vistáis.
Coged alguna sábana
si así os parece bien,
por el pudor
que fue mi compañero,
pero tampoco es necesario.
Yo estaré quieta,
lo prometo,
hasta las lágrimas últimas;
hasta
el último rumor
de las plegarias.
Pero entonces,
ya sola,
desataré sin prisa mi cordura,
mi sangre,
mi risa recobrada
y empaparé la tierra,
las ávidas y diligentes criaturas que nacen del olvido,
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todas las raíces
y los túneles sin luces ni esperanza.
Me filtraré sin pausa
y con mi pulso
nutriré maleza,
espigas,
agua.
Susurro:
(Cuando me hayáis perdido por completotoda yo seré flor).
58
Me voy
No pueden retenerme.
El Polvo y la Ceniza me han llamado hermana,
conozco el sendero del Olvido,
y me voy.
No me pesa ya la carga de mi sangre
os lo aseguro.
He aprendido a pronunciar mi nombre y a olvidarlo.
He aprendido a volar sin desatarme.
Mi ciencia es exacta y fría como las constelaciones
En medio de todos puedo decir quién soy
Yo
Nadie
Me voy
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E lla llegó, callada, era un día cualquiera,
sin heraldos ni pajes, como llegan las rosas.
Saludó por su nombre todas mis esperanzas
y se sentó en silencio junto a la primavera.
Día y noche me mira y teje en la penumbra
y su lento cariño va cercando mis horas.
Nada dice,
sonríe y espera
sin acechar, paciente
como una madre grávida y serena
Llueve
Los hilos de su tela se llaman Nunca y
Siempre.
Mira crecer los lirios
mira manar la fuente…
Quizá sueña con Cosechas y Océanos
mi Muerte.
60
H abía una alborada de rosas en la tapia,
Rosal blanco y silvestre como el amor primero.
Su blancura de entonces era igual que tu infancia,
Sus espinas pequeñas iguales a tus besos.
Hay días en que vuelvo a sentir su fragancia
Rondar por tu calleja y morir en silencio.
El luminoso aroma de aquellas rosas blancas
Me recita tu nombre como si fuera un verso.
HHHHHHaaayyyyy ddddíííííaaaassss eeeennnnn qqqqquuuueeeee vvvvvuuuueeeeelllllvvvvvvooooo aaaaa sssseeeeennnnntttttiiiirrrrr ssssuuuuu ffrrrraaaggggggaaaaannnnccciiiiaaaaaa
RRRRRRRooooonnnnnnnddddddaaaaarrrrr pppppooooooorrrr tttttuuuuuu ccccccaaaaallllllllllllleeeeeejjjjjaaaaa yyyyy mmmmmmoooooorrrriiiiirrrrrr eeeeennnnn sssssiiiiillllleeeeennnnnncccccciiiiooooo...
EEEEEllllll llllluuuuuummmmmmiiiiinnnnnooooossssssooooo aaaaaarrrrroooommmmmmaaaaaa dddddddeeeeee aaaaaaaqqqqquuuuueeeeellllllllllaaaaassssss rrrrroooooossssssaaaaaasssssss bbbbbbllllllaaaaaannnnncccccaaaaasssss
MMMMMMeeee rrrreeeeecccccciiiiiitttttaaaaa tttttuuuuuu nnnnnnnoooooommmmmbbbbbbrrrrreeeeee cccccccooooommmmmmooooo ssssssiiii ffffffuuuuueeeeerrrrraaaaaa uuuuunnnnn vvvvvveeeeeerrrrrrsssssoooo...
61
Tronchándose en la tarde veo tu faz dorada
Y tu ventana abierta para enhebrar el viento.
En el rosal silvestre se nos quedó enredada
La salvaje madeja inocente de tu pelo.
Y envuelta en el perfume del rosal de la tapia
Me parece oír tu risa saliéndome al encuentro;
Polen solar tu risa, cascabeles de plata
Salpicando de espuma la costa de mi pecho.
62
Empedradas de rosas están hoy las distancias,
Por ventiscas de rosas se ha extraviado el Tiempo;
Por caminos de rosas vuelven tus manos plácidas,
Obedientes y dulces, como los niños buenos.
Tu recuerdo y el mío se pierden en el alma
De las rosas que nacen y el oscuro vencejo.
Así se va el Ayer para hacerse Mañana,
Así se van los rostros de todos los espejos.
65
A l fin,
Rostros y cadenas,
Palabras en enjambre…
Al fín todo pasó
Y ahora es la hora
De que busque
Tus manos.
A tientas.
Deja marchar estas horas vacías
Que no llevan tu Nombre.
¿Vendrás hoy?
Hoy que la luna nueva
Se marchita en silencio
Con una letanía
De dolor y de adelfas.
Va cayendo la tarde.
Tengo miedo.
Ya no me queda sitio
Donde huir
Ni tengo más refugios.
66
Ya sólo en tus manos
Puede cobijarse mi Esperanza.
Y tú no vienes.
Y la noche me cerca.
Y va subiendo esta oscura marea
De la noche que ya alcanza
Mi pecho
Pájaros de alas negras
Se agitan, pájaros negros
Me desgarran la espera.
Las sombras ya llegan a mis ojos
Y en tinieblas
“¿Vendrás hoy?”
Y se cierra la Noche sobre mí,
Soledad ciega,
Brazos que se alzan,
Brazos de ahogado,
Aferrando el último jirón
Del aire y de la Vida.
¡Pronto! Ya no quedan estrellas…
¿Y tus manos?
Tus manos…
67
C on un amor
De Tierra y de Cosecha
Así te amo.
Con afanes de otoño
Mi corazón aguarda
Tu Verano.
De lluvia y trigo esbelto,
guadaña de mis besos,
así sueño tus labios.
No sé qué ardiente primavera
Volvió mi corazón
de fuego y pastos.
Por eso
Apacienta tu amor
sobre mi pecho,
En el surco de mi dolor
siembra tus manos,
que florezcan por fin las amapolas.
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Coda:
Rojas y ásperas
son las duras raíces de mi duelo
Y qué profunda
la pena en que te aguardo
Mientras va enlutándose de invierno
Este rosario
De noches
Y de ocasos
solitarios….
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DOS
C uando la tarde muere voy muriendo.
Me desangro en la luz como un torrente
De pájaros de sombra que en mi frente
Golpean y se van, siempre fluyendo.
Me desangro hacia ti. Voy deshaciendo
Los nudos de mis venas, los ardientes
Cerrojos de escarlata lentamente
Se hunden con el día, anocheciendo.
A la deriva voy hacia el Olvido
Por el estéril cauce de los besos
Que no se dieron nunca y los perdidos
Poemas no soñados… A lo lejos
Resuenan solitarios mis latidos
En la desierta cárcel de mis huesos.
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E n mi angosto regazo de niña castigada
yo sería madrina de vidas diminutas:
mirlos
ortigas
malvas
conchas empapadas de mar,
pensamientos dorados. . .
De todo lo silvestre
y lo apacible
yo seria madrina
y velaría
por el vencejo
por el grano de trigo
por la bullente sangre de la golondrina
Amando algo tan leve
que lo podría amar
del principio hasta el fin
sin dejar nada.. .
algo tan pequeño
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que sus horas
no rebosarían
de mis horas
y su vida
cabría
dentro
de mi vida.
Con un amor
que no tuviera
pena
ni expectación
ni duda
nada que recordar
Sólo un soplo
inconsciente de gozo
¿Y después?
Sí, después
que vuele el vencejo
y que el trébol florezca
y que grane la espiga..
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Me columpio.Un instante en mi cuerpoy al siguiente en el tuyo.Y me quiebro,estallando en mis venasmediodías de juniovoy besando cadenascon que anclarme en tu pulso.Y no puedocon candados de sangreni eslabones desnudosaferrarme a tu vueloni enraizarme en tu mundo.¡Ya! ¡Deténme!Y que cese este vivir a sorbosesta muerte sin rumbo.Me columpio,trapecista en tu besoy suicida en tu impulso.Me columpioy me quiebro.
Me columpio.
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H ay un ángel que llora, cada tarde,En mi camino de regreso a casa.Bajo el árbol de mayo habita un ángel triste,En mi sendero.A veces le saluda el ángel que me guardaY los lirios le llaman por su nombre,Al ángel sin coronaQue no tiene Justicia en la mirada.En su morada palomas y azucenas brotan de la tierra,La tierra se viste para él de desposada.Es su tristeza Un manantial de estrellas subterráneasY su llanto, sereno como la lluvia mansa.
¿Quién robó de su frente desvalidael lucero azul de la Mañana?
No, no es un mendigoNi un vagabundo erranteNi una visión de plata,El ángel triste que llora cada tarde
Por los perdidos pájaros del alba.
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T e vas al fin, lo sé, pero no importa.
Aún no se ha ido tu ausencia, ni ha partido
tu rostro de mi pecho, florecido
de lirios negros y de luna absorta.
Aún puedo amar la sombra que recorta
tu luz sobre los mares del Olvido.
Si todo lo perdí, no te he perdido,
que hasta el dolor de amarte me conforta.
¿Quién pudo separar la flor del fruto?
¿Quién apartar la herida de la espada?
No hay fuerza alguna que arrancarte pueda
De la vida que brota de mi luto.
Te vas, quedándote en mi amor, y nada
Puedes llevarte si el Amor se queda.
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EL ÚNICO POEMA
H e olvidado los versos.
No recuerdo cómo
se tejían.
Quizá sea verdad:
el Amor es mudo,
la Palabra, imperfecta.
El único Poema
lo recitan tus manos,
en silencio.
Cada verbo del gozo
se conjuga en tus manos,
callado,
silente
puro.
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Ya no tengo más versos
sólo tengo tus manos
donde estuvieron
los perdidos ropajes
de los besos.
Tú,
Tú que desnudas,
tú que vistes
mis labios con los tuyos;
Tú,
me entregaste
el único Poema,
en silencio,
en tus manos.