estrategia contra gestiÓn in memoriam daniel bensaïd

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CRÍTICA DE LIBROS ESTRATEGIA CONTRA GESTIÓN In Memoriam Daniel Bensaïd DANIEL BENSAÏD: Elogio de la política profana, trad. de Susana Rodríguez-Vida. Barcelona, Península, 2009. El recién y tristemente fallecido Daniel Bensaïd (1946-2010) hace una llamada en Elogio de la política profana a situar a la izquierda actual en el pensamiento es- tratégico de la política. El Capítulo 1: «Secularización y desecularización del mundo» abre el libro con una serie de in- terrogantes históricos sobre el declive del pensamiento y la acción estratégica y el auge en su lugar de lo que Bensaïd deno- mina la razón calculadora: ¿Qué ocurre a partir del siglo XVII para que cobre prima- cía en el ejercicio del poder el orden ad- ministrativo y la cuantificación del traba- jo sobre la sensatez de los gobernantes? (18-9) ¿Por qué devino el antiguo estrate- ga un geómetra, un matemático, adminis- trador, arquitecto o ingeniero? (33) ¿Qué significó la «razón de Estado» en térmi- nos de procedimientos de gestión de las poblaciones? ¿Qué contradicciones trata- ron de solventar los filósofos políticos de la soberanía una vez que Dios se ha apar- tado del mundo y la política se empieza a legitimar de una forma desgarrada entre la trascendencia de la persona real y la in- manencia del poder constituyente (el pueblo), o entre la soberanía del Estado y la soberanía del pueblo? (Así, por ejem- plo, dedica Bensaïd unas páginas a El contrato social de Rousseau para mostrar que mediante la idea de una reconcilia- ción en el pacto social intenta superar sin lograrlo la contradicción existente entre el despotismo ilustrado y una supuesta voluntad general imaginaria. Y a Marx otras para poner de relieve que fue el pri- mero en reconocer hasta sus últimas con- secuencias una contradicción inherente a la modernidad misma, no sólo en el seno de lo social (entre lo social y lo político, o entre lo privado y lo público), sino tam- bién en el sujeto mismo que la protagoni- za (la división hombre versus ciudadano) o incluso en la mercancía, núcleo funda- mental del sistema de producción capi- talista (trabajo concreto versus trabajo abstracto, valor de uso versus valor de cambio, etc.). ¿Cómo emergió —siguien- do los análisis de Foucault— la «guber- namentalidad» en tanto que conjunto de prácticas centradas en la seguridad estatal y el control de la población? ¿Y de qué manera aparece frente a la noción antigua de propiedad como forma de posesión pasiva, una concepción de la propiedad privada moderna como derecho subjeti- vo, sostenida por una red de prácticas so- ciales contractuales? (30) En estas primeras páginas Bensaïd destaca asimismo el progresivo declive del papel del Estado nación soberano bajo los cada vez más globales círculos de la acumulación, así como la creciente privación de las funciones reguladoras hegemónicas que lo caracterizan en tanto ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 42, enero-junio, 2010, 297-326 ISSN: 1130-2097 297

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CRÍTICA DE LIBROS

ESTRATEGIA CONTRA GESTIÓNIn Memoriam Daniel Bensaïd

DANIEL BENSAÏD: Elogio de la políticaprofana, trad. de Susana Rodríguez-Vida.Barcelona, Península, 2009.

El recién y tristemente fallecido DanielBensaïd (1946-2010) hace una llamadaen Elogio de la política profana a situar ala izquierda actual en el pensamiento es-tratégico de la política. El Capítulo 1:«Secularización y desecularización delmundo» abre el libro con una serie de in-terrogantes históricos sobre el declive delpensamiento y la acción estratégica y elauge en su lugar de lo que Bensaïd deno-mina la razón calculadora: ¿Qué ocurre apartir del siglo XVII para que cobre prima-cía en el ejercicio del poder el orden ad-ministrativo y la cuantificación del traba-jo sobre la sensatez de los gobernantes?(18-9) ¿Por qué devino el antiguo estrate-ga un geómetra, un matemático, adminis-trador, arquitecto o ingeniero? (33) ¿Quésignificó la «razón de Estado» en térmi-nos de procedimientos de gestión de laspoblaciones? ¿Qué contradicciones trata-ron de solventar los filósofos políticos dela soberanía una vez que Dios se ha apar-tado del mundo y la política se empieza alegitimar de una forma desgarrada entrela trascendencia de la persona real y la in-manencia del poder constituyente (elpueblo), o entre la soberanía del Estado yla soberanía del pueblo? (Así, por ejem-plo, dedica Bensaïd unas páginas a Elcontrato social de Rousseau para mostrar

que mediante la idea de una reconcilia-ción en el pacto social intenta superar sinlograrlo la contradicción existente entreel despotismo ilustrado y una supuestavoluntad general imaginaria. Y a Marxotras para poner de relieve que fue el pri-mero en reconocer hasta sus últimas con-secuencias una contradicción inherente ala modernidad misma, no sólo en el senode lo social (entre lo social y lo político, oentre lo privado y lo público), sino tam-bién en el sujeto mismo que la protagoni-za (la división hombre versus ciudadano)o incluso en la mercancía, núcleo funda-mental del sistema de producción capi-talista (trabajo concreto versus trabajoabstracto, valor de uso versus valor decambio, etc.). ¿Cómo emergió —siguien-do los análisis de Foucault— la «guber-namentalidad» en tanto que conjunto deprácticas centradas en la seguridad estataly el control de la población? ¿Y de quémanera aparece frente a la noción antiguade propiedad como forma de posesiónpasiva, una concepción de la propiedadprivada moderna como derecho subjeti-vo, sostenida por una red de prácticas so-ciales contractuales? (30)

En estas primeras páginas Bensaïddestaca asimismo el progresivo declivedel papel del Estado nación soberanobajo los cada vez más globales círculosde la acumulación, así como la crecienteprivación de las funciones reguladorashegemónicas que lo caracterizan en tanto

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que el cuadro político y espacial de las lu-chas por el poder (38). También la cadavez más improbable correspondenciaunívoca entre un pueblo, un territorio yun Estado (lo que caracterizó a la singu-laridad francesa y a la Revolución que enella brotó) (42). A lo que añade la consta-tación de la disolución del acuerdo socialkeynesiano logrado en los países indus-trializados tras la Segunda Guerra Mun-dial, y la concomitante crisis de los meca-nismos de legitimación que le acompaña-ban. Con la grave consecuencia de que nohan surgido nuevas formas emergentesde soberanía popular en otra escala.

¿Cuáles serían entonces los rasgosprincipales de la situación política actuala los que se vería enfrentado el pensa-miento estratégico, y qué propuestas al-ternativas se están ofreciendo por el mo-mento desde la izquierda crítica? A laprimera cuestión le dedica Bensaïd losCapítulos 2, 3 y 4. En el Capítulo 2: «Elestado de excepción corriente» sitúa Ben-saïd las reflexiones de Carl Schmitt, Wal-ter Benjamin y Giorgio sobre el estado deexcepción convertido en regla en el con-texto del Patriot Act norteamericano, elAntiterrorism Act británico, las medidasantiterroristas que siguieron al 11 de sep-tiembre, el vaciamiento del contenido delTratado de Roma por parte de los EstadosUnidos (mediante su firma de acuerdosbilaterales con los países miembros delTratado) y, por supuesto, Guantánamo(cuyos prisioneros carecen de una condi-ción legal definida y no están protegidospor el derecho internacional). El Capítu-lo 3: «La guerra permanente e ilimitada»caracteriza las guerras contemporáneascomo resultado de una transformacióngeopolítica acaecida de la mano de laglobalización económica, el que las gue-rras empiecen cada vez más a promover-se y mantenerse independientemente detodo límite jurídico o territorial. Es decir,si hasta el siglo XVIII la política hacía un

esfuerzo por establecer límites entre gue-rra y paz, o entre lo militar y lo civil, laglobalización —y por supuesto la cre-ciente privatización de la guerra— tiendecada vez más a hacer desaparecer la dis-tinción entre una cosa y otra, de maneraque muy a menudo circunstancias clara-mente belicosas aparecen nombradascomo meras operaciones de paz o comointervenciones humanitarias.

La transformación se inició durantelas revoluciones del siglo XVIII, en el mo-mento en que los conflictos entre nacio-nes demandaron la guerra como deber alos ciudadanos —«todos deben combatirpor la patria, pero nadie debe hacerlo porsí mismo», escribía Rousseau—, en vezde ser una función específica de un estra-to social. El siguiente paso fue el recluta-miento masivo y las exterminacionestambién masivas, frutos ambos de la pro-gresiva desaparición de la distinción en-tre civiles y combatientes. Un procesoque culminó en la declaración de la «gue-rra total», concepto acuñado por el jefedel Estado Mayor alemán, Erich Luden-dorff en 1917, aunque su dinámica, comopone de manifiesto Bensaïd, ya estaba enmarcha desde 1870, durante la guerraruso-japonesa de 1905. Así se liquidópara siempre el concepto de guerra clási-ca, según el cual los participantes sólopodían enfrentarse en tanto que igualesdesde el punto de vista del derecho inter-nacional. Pero el aspecto fundamental,como señala asimismo Bensaïd siguien-do las reflexiones de Deleuze y Guattarien Mil Mesetas, es que la transformaciónde las guerras de Estados en guerras tota-les está estrechamente ligada al espíritudel capitalismo. Hoy la guerra es total yglobal, asociada con un estado de excep-ción planetario permanente. Mundializa-ción mercantil es casi sinónimo de mun-dialización armada. Y la dimensión tem-poral también se altera al desaparecer loslímites temporales —la «batalla decisi-

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va»— que ponían fin a una guerra trazan-do una línea de separación entre ésta y lapaz. Las antiguas mediaciones naciona-les, territoriales, estatales —las propiasde la política— se disuelven y lo que apa-rece en su lugar es apelaciones vacuas ala humanidad abstracta, ahora convertida(como ya vio C. Schmitt) en fetiche:«Este reino absoluto e inmediato del“hombre”, sin mediaciones jurídicas niterritoriales, destruye la política en pro-vecho de los automatismos mercantiles yel individualismo ético» (114). El con-cepto abstracto de humanidad, junto aldiscurso oficial de la guerra preventiva,se desembaraza por completo de la no-ción de soberanía estatal y las obligacio-nes de derecho interestatal que ésta lleva-ba adheridas, y la consecuencia es que secrea un continuo que no diferencia entremisiones militares, misiones policiales ymisiones humanitarias. Lo que le sirve depaso a Bensaïd para lanzar una contun-dente crítica a las propuestas filosóficasnormativas del cosmopolitismo ilustrado,al estilo de la teoría de J. Habermas, poranular completamente las mediacionespolíticas (estatales, nacionales), entre in-dividuo y humanidad en beneficio de underecho internacional concebido abstrac-tamente como pertenencia directa de losindividuos a una supuesta «asociación delos cosmopolitas libres iguales». ParaBensaïd este tipo de planteamientos hu-manistas-liberales de búsqueda de legiti-midad ética «sin fronteras» en una sobe-ranía individual tienden a anular la ideade derecho internacional en beneficio deuna privatización transaccional o con-tractual de la relación jurídica.

El Capítulo 4: «El eclipse de la polí-tica» sostiene con acierto que en el con-texto actual de crisis radical de la hege-monía neoliberal la relevancia políticade los planteamientos de Deleuze, Guat-tari o incluso Foucault tiende lamenta-blemente a cero. Sobre Deleuze mantie-

ne que si bien se opuso correctamente,como ya hicieron otros muchos, al senti-do único de la historia y a las teleologíasdel progreso, su filosofía del devenir selimitó a conceptualizar vagamente la po-sibilidad de otros estilos de vida, perosin atreverse a darles una forma políticaconcreta. Frente a la obsesión con la vic-toria y el fracaso, o frente a la idea mis-ma de culpa, Guattari se encandiló contransformaciones procesuales vincula-das al ensayo y al error, también en cola-boración con Deleuze con las lógicas in-manentes del devenir, pero renunciandocon todo ello a una concepción estratégi-ca y programática de la política que real-mente pudiera alterar las cosas más alláde las transformaciones en los estilos devida de las minorías creativas. Por suparte, Foucault pensó la revolución iranícomo un singular y fascinante experi-mento de nueva revolución de los movi-mientos desde abajo, sin partido de van-guardia, un antipoder desprovisto deambición de poder, incluso como uncambio de paradigma revolucionario dela mano de una nueva espiritualidad y deuna nueva forma de hacer política. ParaBensaïd, sin embargo, ese enérgico hin-capié en lo singular de la revolución ira-ní, sin perspectiva de universalidad, sig-nificó al fin y al cabo un relativismo cul-tural insostenible. Y en otros lugaresconcibió prosaicamente Foucault la ideade la revolución como un modo de exis-tencia meramente estética y ascéticadesvinculándose así de cualquier pre-gunta seria por la conquista del poder.En este sentido se asemejó a Guattari,quien frente al fetiche de una Revolu-ción con mayúsculas se limitó a defen-der el concepto de revolución de unaforma vaga e imprecisa, como un mero«escribir la historia de manera inédita»,incluyendo en tal enigmática escritura,sobre la cual poco más se puede decir,no sólo lo político y lo cultural, sino

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también los placeres cotidianos y lasnuevas formas de subjetivación.

Los capítulos siguientes, dedicados alas propuestas actuales desde la izquier-da, actualizan en primer término la críticaque hicieran Marx y Engels en La ideolo-gía alemana a los distintos socialismosutópicos de su tiempo. Los que ahora re-ciben el ataque de Bensaïd son la ecolo-gía de clase media que se preocupa delmedio ambiente o el clima sin molestarseen cuestionar el sistema social que generadesigualdades a las relaciones de domi-nación capitalista, la filantropía humani-taria que se esmera en predicar compasi-vamente los microcréditos sin criticar lomás mínimo la progresiva privatizaciónde lo común, y la economía solidaria quese hace un cómodo lugar en el capitalis-mo realmente existente cuando los mer-cados están saciados y los presupuestospúblicos se han agotado. Tampoco esca-pan a la crítica de Bensaïd diversos movi-mientos sociales aparecidos en los últi-mos veinte años (desde asociaciones di-versas, frentes de liberación de animales,movimientos por la desobediencia elec-trónica cívica, los sin tierra de Brasil yotros muchos), y cuya novedad, a su jui-cio, reside tan sólo en «su negación a en-globar todas las resistencias y a enmar-carse en una postura de utilización delEstado» (180) mantenida por la ilusiónde que sus prácticas ganarán la partida deforma gradual y pacífica a la dominacióndel capital. De nuevo, aquí Bensaïd re-cuerda —enlazando con lo dicho en elanterior capítulo— que los movimientosdesde los márgenes y las «revolucionesmoleculares» al estilo de Guattari hansido terriblemente engullidos por la con-trarreforma neoliberal de los últimostreinta años.

También en una línea muy críticacuestiona Bensaïd las propuestas de la«economía solidaria» de Peter Singer,Thomas Coutrot y otros porque aunque

ofrecen experimentos interesantes en elterreno de lo cooperativo, la autogestióny el intercambio equitativo, lo cierto esque también dejan bastante de lado uncuestionamiento lo suficientemente radi-cal de la lógica sistémica dominante.Además, su atención se centra la mayoríade las veces en criticar desde un punto devista moral el egoísmo reinante, en vezde analizar la ley del valor y la mercancíaque está en la base del sistema de produc-ción capitalista. En este sentido, cabeaquí también traer a colación una críticamuy similar que le acaba de realizarEllen Meiksins Wood en la London Re-view of Books (28 de enero, 2010) al últi-mo libro —Why not Socialism? (2009)—del también recientemente fallecido G.A. Cohen, donde éste esboza una críticamoral al mercado, una denuncia a las mo-tivaciones que lo mueven en tanto quebajas o feas. Según Meiksins Wood, sinos fijamos por ejemplo en la crisis eco-nómica actual, se ve que la reacción deindignación moral colectiva dirigida abanqueros y directores ejecutivos sólo haservido para distraer nuestra atención delmodo en que el sistema funciona —de unanálisis serio de qué es exactamente loque ha causado la crisis— de manera quele ha sido muy fácil a los gobiernos con-vencer a la ciudadanía de que con unaspocas medidas reguladoras y unos pocosgastos extra se podrá reestablecer la si-tuación anterior a la crisis y volver a lanormalidad.

Mención aparte requieren asimismolas páginas sobre Holloway y su perspec-tiva de no-toma de poder revolucionaria,o su antipoder, que Bensaïd tacha congracia de ininteligible, de reducirse a serun mero artilugio cerebral que sólo pasapor lo subjetivo (la alienación como pe-sadilla, el capital en la mente, etc.) y,cómo no, de ser incapaz de pensar míni-mamente lo estratégico. La cuestión sereduce a esto: «Así como existe sin duda

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una “ilusión estatista” que reduce la polí-tica a la órbita del Estado, existe igual-mente una “ilusión social” que cree poderprotegerse de su contaminación burocrá-tica manteniéndose a distancia de la lu-cha política de los partidos y los momen-tos electorales» (224).

El Capítulo 6: «Nuevos espacios»analiza trabajos más centrados en el aná-lisis concreto de una situación concreta(el neoliberalismo capitalista, la crisiseconómica actual y la hegemonía nortea-mericana): los desarrollados por PeterGowan, David Harvey, Robert Brenner,Ellen Meiksins Wood y Giovanni Arri-ghi. Por límites obvios de espacio me li-mitaré a resaltar que sin lugar a dudas setrata aquí de los planteamientos analíti-cos más interesantes del momento, todosellos —salvo Arrighi, quien bebe más enla perspectiva del sistema-mundo— deu-dores a la vez que transformadores de latradición del materialismo histórico. Loque Bensaïd trata de hacer es sacar a laluz de una forma productiva sus diferen-cias. Por poner varios ejemplos puntualesen referencia a dos de ellos: el diferenteplanteamiento de la noción de acumula-ción originaria en Harvey y MeiksinsWood, o el también distinto acercamientoque estos dos marxistas tienen con res-pecto al problema de la lógica de domi-nación predominante en el sistema deproducción capitalista (para Harvey haydos lógicas de poder inextricablementeentrelazadas: capital y mercado, por unlado; territorio y organización estatal, porotro; para Meiksins Wood la hegemoníapredominante es económica, la de la lógi-ca de acumulación del capital, la cual esindependiente del control territorial di-recto). Otra diferencia importante es laimportancia que ambos le conceden,como consecuencia de sus diversos análi-sis, al movimiento altermundialista y lasmovilizaciones transnacionales. Lo quenos llevaría a considerar que en este pun-

to de divergencia se podría vislumbrar unincipiente análisis estratégico: MeiksinsWood considera que la integración eco-nómica global no reduce la importanciade los Estados territoriales, y que por tan-to el papel de la izquierda (europea, diceBensaïd en referencia a su propia militan-cia en Francia) se juega en su capacidadde influir en las relaciones de las fuerzassociales y políticas de sus respectivospaíses; Harvey por el contrario valora lasmovilizaciones transnacionales, pero supropuesta se limita a imaginar una coali-ción de superpotencias, capaz de imponera un keynesianismo globalizado a escalaplanetaria, un nuevo New Deal a escalaglobal.

No quisiera terminar esta reseña sinmencionar de pasada otras críticas muyinteresantes, que Bensaïd ya avanzó en li-bros anteriores, a las propuestas de Negriy Hardt, o incluso ahora también a Bali-bar, Virno (en el Capítulo 7: «Nuevos ac-tores») y a la teoría de la hegemonía y lademocracia radical de Laclau y Mouffe(Capítulo 8: «Hegemonía y democraciaradical»). A lo largo de todo el libro, Ben-saïd muestra su ingente capacidad deabarcar lecturas, planteamientos y pro-puestas muy diversas, lecturas desde lue-go motivadas por su papel de dirigentepolítico hasta el final de sus días. Sin em-bargo, el libro como tal no ofrece esa es-trategia concreta que tan necesariamenteinvoca, limitándose a mostrar las insufi-ciencias teóricas, la irrelevancia política olas contradicciones de los planteamientosque pasa revista. Implícitos en las críticas,quedan sin embargo, los hilos de los quehabría que tirar para empezar a pensar yactuar estratégicamente, para ponerse atrabajar: «el pensamiento programáticomoderno se presenta como una forma pro-fana de profecía estratégica que combinatres ideas complementarias: la elección demedios apropiados para conseguir un fin,la anticipación de las tácticas, de acuerdo

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con lo que se prevé que será la acción delos otros, y el conjunto de recursos em-pleados para lograr la victoria» (168-9).La estrategia como mediación política enun mundo globalizado, como única formade acción capaz de incorporar «las nocio-nes de no contemporaneidad, de contra-

tiempo y discordancia de los tiempos»(260) así como las distintas escalas de es-pacios (intervenciones locales, nacionalese internacionales).

Sonia ArribasICREA-Universitat Pompeu Fabra

DE CUANDO «FEMINISMO» SE ESCRIBÍA CON MAYÚSCULA

BETTY FRIEDAN: La mística de la femini-dad (presentación de Amelia Valcárcel;traducción de Magalí Martínez Solimán),Madrid, Cátedra-PUV, Colección «Femi-nismos», 2009, 472 pp.

Hasta hace un par de años escasos, nuncame había parado a pensar seriamente enel funcionamiento de las editoriales espa-ñolas, en su política editorial y en las ra-zones por las que un libro se publica —ose reedita— y otro no. Cuando quería unlibro iba a la librería y lo compraba, sinmás. A diferencia de lo que me sucedeahora, no me enojaba cuando veía que unbuen libro estaba descatalogado o necesi-tado de una reedición urgente (muchasveces me lo compraba de segunda mano,con el consiguiente coste añadido para mibolsillo), ni cuando veía que se publica-ban los bodrios que —por diferentes e in-sondables razones «editoriales»— se pu-blican hoy en día en España.

Desde que hago crítica literaria conregularidad mensual para la revista Ojosde Papel 1, eso ha cambiado. Mi contactodirecto con el mundo editorial, con edito-res, jefes de prensa, directores de revis-tas, otros críticos literarios y, en fin, contoda la gente que se mueve alrededor delllamado «negocio editorial», ha hechoque mi relación con el libro haya cambia-do mucho. Ahora sí que me enfado cuan-

do veo que no se reedita un libro que—bajo mi siempre subjetivo punto devista— lo merece y me alegro igualmentemás, cuando esto sí que sucede, comoocurre en el caso del libro que nos ocupa:el ensayo de la feminista norteamericanaBetty Friedan, La mística de la femini-dad, que acaban de reeditar, después depasar varias décadas en el limbo de lodescatalogado (las últimas ediciones enEspaña databan del 1974 y 1975, en cas-tellano y en catalán, respectivamente), laseditoriales Cátedra y PUV (Publicacionsde la Universitat de València), en su pres-tigiosa y ya famosa colección «Feminis-mos».

Que la obra de Betty Friedan es un li-bro extraordinario y fundamental dentrode la historia de las mujeres y de la filo-sofía feminista, es algo que saben quie-nes han leído el libro o quienes conocenmínimamente la trayectoria del pensa-miento feminista. Son innumerables lascausas y razones que hacen del libro deFriedan un clásico ineludible y uno deesos textos que explican por sí mismos elsentido de su perpetua actualidad y suimperecedera vigencia. En este sentido,quizá la prueba más evidente de este re-conocimiento alcanzado por la obra deFriedan a nivel internacional sea, comome advertía hace poco la Catedrática deFilosofía Moral y Política en la UNED,

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Amelia Valcárcel, gran conocedora de laobra de Friedan y autora de la presenta-ción que acompaña al texto en esta nuevaedición, el hecho simbólico de que elConsejo Asesor de la colección «Femi-nismos» haya elegido la reedición de Lamística de la feminidad para conmemorarcon un clásico (para el número 50 ya seeligió El segundo sexo de Simone deBeauvoir), los cien títulos editados enesta colección.

Al margen de la justificada trascen-dencia de este acontecimiento editorial,debo decir que, en mi caso particular, elespecial entusiasmo que destilan mis pa-labras sobre el volumen de Friedan y so-bre esta oportuna y feliz reedición obede-cen a razones de índole tal vez más perso-nal; razones que, si bien pueden serresultar de menor interés para el lector,conforman una de esas intrahistorias quenacen del impacto indeleble de una lectu-ra juvenil que luego nos acompaña de porvida y nos hace seguir con inusitado inte-rés la peripecia de un texto que, de algunamanera, ya forma parte de nuestra perso-nalidad. En este sentido, mi descubri-miento del texto de Friedan tuvo lugar enel marco de una asignatura sobre «Histo-ria y Género» que cursé no hace muchosaños en la facultad. Este tímido pero cru-cial primer acercamiento fue seguido deuna pequeña labor de «investigación» oindagación sobre la personalidad de esamujer que era Betty Friedan, para mí unatotal desconocida hasta entonces. Creoque fue al año siguiente cuando fotocopiéel único ejemplar del libro en castellanoque localicé en toda Valencia: un ejem-plar de 1965 publicado por la extinta edi-torial catalana Sagitario encuadernado enpiel que yacía totalmente abandonado enla Biblioteca Pública de Valencia, comoatestiguaba el triste recuento de los prés-tamos de que había sido objeto en los úl-timos cuarenta años. Ése es el texto quetodavía conservo fotocopiado y encua-

dernado, lleno de comentarios y subraya-dos. Luego me compré —de segundamano, claro— un ejemplar del texto encatalán, en dos volúmenes publicados porEdicions 62 (traducidos, por cierto, por elrecientemente desaparecido Jordi SoléTura) y otro ejemplar en castellano queera el mismo que ya había leído, pero estavez con sus cubiertas originales.

La lectura del libro de Friedan quehice en la biblioteca de mi universidad,ya al margen de cualquier asignatura y to-talmente por libre, robando horas a mishoras de estudio, me confirmó que se tra-taba de un libro extraordinario, de un en-sayo de sociología soberbio. Me gustótanto que, por mi cuenta y riesgo, me de-cidí a escribir en ensayo en el que, poruna parte quise plasmar mis impresionespersonales tras la lectura y, por otra, qui-se rendir un modesto pero sincero home-naje —como he hecho escribiendo sobreotras mujeres— a una mujer con cuyotrabajo había disfrutado tantos buenosmomentos de lectura. Aprovechando laocasión del primer aniversario de lamuerte de Friedan, el ensayo que escribífue publicado en la revista Claves de Ra-zón Práctica 2.

Después de publicado el artículo, hicevarias gestiones, por entonces infructuo-sas, en pro de la reedición de un libro queconsideraba injustamente olvidado. Hablécon mi antigua profesora Isabel Morant,directora precisamente de la colección«Feminismos» y con mi por entonces pro-fesor, Antoni Furió, director de PUV y dela revista L’Espill, donde ya había recla-mado por escrito —vía ese artículo al queme he referido— una mayor atención so-bre la obra. Aunque los dos se mostraronmuy receptivos (la idea era volver a tradu-cir el texto de Friedan y escribir un textode presentación más actual, más para ellector del siglo XXI), la idea no terminó decuajar, de materializarse en algo concreto.Un año después, propuse a una joven edi-

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torial madrileña la idea de esta reedición.Parecía que la cosa era más o menos facti-ble e, incluso, existía la posibilidad de en-cargarme yo mismo de ese hipotético tex-to introductorio. Sin embargo, es evidenteque la cosa fue por otros derroteros y hasido finalmente la Editorial Cátedra quiense ha adelantado y ha acabado reeditandoel libro.

En cualquier caso, y al margen deeste empeño personal, debo agradecer—creo que todos debemos hacerlo— a laEditorial Cátedra que se haya decididorescatar un texto que, desde hace ya mu-chos años, pedía a gritos esta reedición.Si con mi artículo y con mi sugerenciaayudé en algo a tomar la decisión, mi ale-gría es todavía mayor. Por cierto, no pue-do dejar de decir que la edición preparadapor Cátedra es exquisita, tanto en su for-ma (tapa dura, letra grande, diseño atrac-tivo y cuidado) como en su contenido:además de la pertinente presentación deAmelia Valcárcel, muy útil para contex-tualizar el texto dentro de la teoría femi-nista y de la época en que fue escrito, laedición cuenta con dos introducciones dela propia Friedan (la que escribió para eldécimo aniversario de la primera publica-ción y otra que redactó en 1997) y conuna nueva traducción del texto íntegro,que revisa y actualiza la anterior. El único«pero» que yo le pondría es que el precio—35 euros— me parece muy elevadopara los tiempos que corren y, ciertamen-te, prohibitivo para el bolsillo medio deun alumno universitario. Está claro queun clásico es un clásico y que una buenaedición es una buena edición; desde estepunto de vista, este volumen cumple am-bas premisas. Ahora bien, quizá la Edito-rial Cátedra se debería replantear el vol-ver al viejo formato de esta colección (ta-pas blandas y un tamaño menor) o bien,editar la mitad de la tirada en una ediciónde bolsillo más económica y accesible.

Gastarse hoy en día 35 euros en un libroes algo que, desgraciadamente, muchagente no se puede permitir y es una penaque la gente no lea más y no conozcaobras como la de Friedan por no poderpermitirse el comprarlas. Aunque desdealgunos estamentos se diga que esto sonsólo excusas para justificar el bajo índicede lectura en nuestro país, no estoy deacuerdo en absoluto.

Con todo y con eso, insisto en queesta reedición de La mística de la femini-dad de Betty Friedan, pese a llegar quizácon varios años de retraso, hace a la co-lección «Feminismos» y a su ConsejoAsesor merecedores de nuestra más sin-cera felicitación. La iniciativa de Cátedray PUV nos ofrece la posibilidad de dis-frutar con la lectura de uno de esos clási-cos que nunca mueren. En estos tiemposposmodernos o hipermodernos, en losque el feminismo ha dejado de escribirseen singular para escribirse en plural (lafragmentación del movimiento feministaen multitud de variantes o vertientes yaprovoca que hoy todo el mundo hable de«feminismos», en plural) y en los que lateoría feminista se ha tenido que adaptara la fuerza, a los cambios y transforma-ciones sucedidas durante el siglo XX, rea-daptando y redefiniendo la situación de lamujer en el ámbito y el escenario de laGlobalización 3, el texto de Friedan nosdevuelve a los orígenes de la teoría femi-nista moderna (lo que dentro del feminis-mo se ha dado en llamar «segunda ola»del movimiento feminista), distante perotodavía presente, en el que el feminismotenía un significado y unas connotacio-nes muy distintas a las actuales; un tiem-po en el que, para bien o para mal, la pa-labra «Feminismo» todavía se escribíacon mayúscula.

Francisco Fuster GarcíaUniversidad de Valencia

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NOTAS

1 Ojos de Papel (www.ojosdepapel.com) es unarevista digital de periodicidad mensual que dirige Ro-gelio López Blanco y en la que se ofrecen contenidosde análisis de la actualidad política y social, así comode crítica cultural y literaria.

2 Francisco Fuster Garcia, «Betty Friedan. La mís-tica de la feminidad», en Claves de Razón Práctica,n.º 177, noviembre de 2007, pp. 79-82. Una versión li-geramente ampliada de este artículo fue publicada en

catalán, en la revista L’Espill, que edita PUV: «Tot re-cordant Betty Friedan», en L’Espill, n.º 25, 2007,pp. 103-110.

3 Para un análisis crítico de esta trayectoria recien-te del feminismo y de su nueva situación en el mundoglobalizado, se puede consultar la obra de Amelia Val-cárcel, Feminismo en el mundo global, Madrid, Cáte-dra-PUV, Colección «Feminismos», 2008.

GÉNERO Y CULTURAS: UN DEBATE QUE NO CESA

CELIA AMORÓS PUENTE y LUISA POSADA

KUBISSA (eds.): Feminismo y multicultu-ralismo, Madrid, Instituto de la Mujer /Debate, 2007, 287 pp.

En la mayoría de las ocasiones la conci-liación de los términos feminismo y mul-ticulturalismo se torna antagónica. Se tra-ta, en efecto, de un debate complejo quese vuelve de plena actualidad cuando de-terminados sucesos oponen la libertadcultural de una comunidad frente a losderechos de las mujeres dentro de esa co-munidad. Prácticas culturales como laablación del clítoris, la poligamia, el ma-trimonio con niñas prepúberes o el repu-dio entran en conflicto directo con laspostulaciones del movimiento feministaque exige para las mujeres iguales dere-chos que para los hombres.

Feminismo y Multiculturalismo esuna obra que aspira a ser una herramientaque sirva para la reflexión y el diálogoentre culturas. Sus editoras, Celia Amo-rós Puente y Luisa Posada Kubissas, am-bas filósofas y teóricas del feminismo,han guiado a quince renombradas inves-tigadoras en el presente trabajo coral re-sultado de tres años de viaje académico.

El libro se divide en seis apartados delos que comentaré muy brevemente cada

uno de los artículos que los componen. Elprimer bloque En torno al multicultura-lismo y feminismo, funciona a modo demarco teórico de todos los trabajos que lesiguen. En dicho apartado María XoséAgra Romero en «Cultura, diversidadcultural y política: apuntes para una refle-xión feminista» (pp. 13-29) aborda elconcepto de cultura desde sus diferentesusos políticos y también del término jus-ticia dentro de la perspectiva multicultu-ralista. María Luisa Femenías emprendeen «Multiculturalismo y paradojas de laidentidad» (pp. 31-47) un análisis delconcepto de «identidad» y su relacióncon el paradigma multicultural. NeusCampillo, a su vez, en su artículo «Cultu-ra y derechos en el feminismo crítico deSeyla Benhabib» (pp. 49-62) intenta darrespuesta a la controvertida pregunta desi el multiculturalismo es bueno o malopara las mujeres y cómo el feminismocrítico de Seyla Benhabib afronta la cues-tión. El ensayo cuarto de esta primeraparte, «Renegociando la ciudadanía: lasprácticas de iteraciones democráticas»(pp. 63-70), corre a cargo de CristinaSánchez Muñoz y trata sobre las renego-ciaciones que debe llevar a cabo la ciuda-danía para incluir las voces excluidas,además, propone diversas iteraciones de-

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mocráticas para ello. Por último, RosaCobo Bedia en su disertación titulada«Multiculturalismo y nuevas formas deviolencia patriarcal» (pp. 71-84), opinaque debemos preocuparnos por el femi-nismo de las diversas partes del mundo ysus correspondientes realidades sociales,o lo que es lo mismo, que la agenda polí-tica del feminismo responda a los intere-ses de los distintos colectivos de mujeres.Se formula, así, una decidida apuesta porel feminismo transnacional.

El escenario se traslada al Islam en elsegundo bloque: Reflexiones sobre el fe-minismo e Islam. El primero de los ar-tículos, «Contrailustración y antifeminis-mo: los fundamentalismos religiosos»(pp. 87-100), escrito por María José Gue-rra Palmero, nos revela la peligrosidadde los fundamentalismos religiosos parala consolidación de los derechos de lasmujeres. Luego, Rosa María Rodrí-guez Magda en «¿Feminismo islámico?»(pp. 101-108) hará un recorrido sobre elfeminismo islámico desde los noventahasta la actualidad aproximándose a susdiferentes posturas. El último de los ar-tículos, «Por una ilustración multiculturalilustrada» (pp. 109-125), firmado por unade las coeditoras del volumen CeliaAmorós Puente, nos acerca a la propuestade una Ilustración Multicultural, en elsentido de que no podemos seguir ha-blando de una visión occidental y etno-céntrica de la Ilustración, sino de unaIlustración que llega de forma activa aotras culturas y éstas la amoldan a sus es-pecifidades y contexto interno.

En el bloque siguiente titulado Colo-nización e Historia de los movimientosfeministas en los países musulmanes,Asunción Oliva, en «Hacia una genealo-gía del pensamiento crítico feminista enEgipto» (pp. 129-146), nos trae el casoparticular de la corriente feminista egip-cia con el estudio de los movimientos demujeres desde finales del siglo XIX hasta

el siglo XX. A su vez, Amalia GonzálezSuárez en «Pensadores islámicos e Ilus-tración en el declive del Imperio Otoma-no» (pp. 147-159) nos habla de la parti-cularidad otomana y del papel que hanjugado las mujeres desde la constituciónde Turquía como nación hasta los últimosprocesos democratizadores.

El cuarto bloque, Pensadores islámi-cos, ilustración y feminismo, se inicia conel artículo de Nieves Fernández «Reper-cusiones para las mujeres del “racionalis-mo” de Averroes» (pp. 163-172). La auto-ra se acerca a la visión que de las mujeresda la producción de Averroes, filósofo,médico y juez de al-Andalus en el si-glo XII. El siguiente texto «El feminismode Qasim Amin: entre los derechos huma-nos y el progreso social» (pp. 173-188), deAna de Miguel Álvarez, analiza el femi-nismo de Qasim Amin, autor egipcio deobras importantísimas sobre la mujer en1899 y 1900. El feminismo de QasimAmin defiende tanto la igualdad de dere-chos entre sexos como la defensa de laemancipación de la mujer. Los últimos ar-tículos de este bloque, uno de Luisa Posa-da Kubissa «Modernidad y feminismo enel pensamiento de Fatema Mernissi»(pp. 189-201) y otro de Teresa López Par-dina «La figura de Nawal-el-Saadawi enel feminismo egipcio posterior a Nasser»(pp. 203-218), presentan de forma mono-gráfica el proyecto feminista de la obra dela marroquí Fátima Mernissi y de la egip-cia Nawal al-Saadawi. Ambas autorasson importantes por el análisis crítico quehacen de sus propias tradiciones desdeparámetros críticos tanto, con su propiacultura árabe-islámica de procedencia,como con los estándares culturales deOccidente.

El primero de los dos artículos delquinto bloque, «Madre-Naturaleza y labuena salvaje en la crítica ecologista e in-digenista» (pp. 221-235), escrito por Ali-cia H. Puleo, propone una nueva refle-

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xión del mito de la buena salvaje desdelos postulados del ecofeminismo. El se-gundo artículo, «Aproximación filosófi-co-política al imaginario de la dicotomíapúblico/privado en Occidente y el Islam:perspectiva feminista» (pp. 237-258) deLuz Stella León Hernández, tiene por ob-jeto el habitual planteamiento de espa-cios desde la perspectiva feminista de lopúblico y lo privado, pero aplicándolo alámbito islámico.

El sexto y último bloque lo cierran elestudio de Teresa López Pardina «Refle-xiones en torno al feminismo y la laici-dad» (pp. 261-269) y de Rosalía RomeroPérez «La modernidad en la República deTurquía: laicidad y feminismos» (pp. 271-284). El primer trabajo se acerca a los con-ceptos de feminismo y laicidad, para de-clararlos a ambos como metas comple-mentarias a alcanzar por la ciudadanía. Fi-nalmente, a este impresionante conjuntode reflexiones, lo completa un artículo queretoma esos dos términos de feminismo ylaicidad para analizarlos en el contexto dela república turca.

Son múltiples y muy diferentes losfeminismos y precisamente por eso, por-que el feminismo ha comprendido que notiene sentido presentarse ante la sociedad«como una sola voz», que ha entendido

que como movimiento ofrece una granvariedad de puntos de vista y de enfoquesdesde distintas disciplinas, es por lo queeste nutridísimo libro colectivo merecetoda nuestra atención.

Este volumen sistematiza el empleoenérgico de las autoras de repensar el mul-ticulturalismo desde la postura de un femi-nismo ilustrado, un esfuerzo meritorio ynecesario que será de mucha utilidad tantopara los y las estudiosos de las dimensionessociales y culturales del género como parael público culto en general, ya que trata declarificar los debates contemporáneos entorno a la validez de las demandas cultura-les, que, no tan casualmente, suelen presio-nar en el sentido del recorte de los derechosy libertades de las mujeres.

Les invitamos, pues, a leer y a estu-diar esta interesantísima recopilación.Adentrarse en sus textos es una de lasmejores maneras tanto de repasar las de-rivas del debate entre feminismos y mul-ticulturalismo como de atisbar interpreta-ciones ajustadas para los enigmas y retosdel diálogo entre las mujeres de diferen-tes enclaves geográficos y culturales a laluz de la lucha por los derechos humanos.

Yasmina RomeroUniversidad de La Laguna

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ARGUMENTOS CORRECTOS, INCORRECTOS O,SIMPLEMENTE, PELIGROSOS

TERESA LÓPEZ DE LA VIEJA: La pendienteresbaladiza. La práctica de la argumen-tación moral, Madrid, Plaza y Valdés,Colección Dilemata, 2010, 296 pp.

En La Pendiente Resbaladiza. La prácticade la argumentación moral, la profesoraLópez de la Vieja estudia una de las for-mas de argumentación más relevantes en

la deliberación práctica, a saber, aquéllaen la que se rechaza, censura o adviertecontra una opción sobre la base de su ca-pacidad para generar consecuencias inde-seables o moralmente inaceptables. Enconcreto, su trabajo versa sobre los llama-dos «argumentos de pendiente resbaladi-za», que son aquéllos en los que tales con-secuencias negativas se presentan como el

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último eslabón de una cadena causal cuyoorigen sería la opción que se critica.

La reflexión sobre el uso de este tipode argumentos resulta sumamente perti-nente, pues la previsión y evaluación delas consecuencias de una opción, así comosu eventual rechazo habida cuenta deellas, constituyen momentos legítimos, eincluso necesarios, en el ejercicio de la ra-zón práctica: al fin y al cabo, tomar buenasdecisiones, tanto desde un punto de vistameramente práctico como desde un puntode vista moral, requiere tener en cuenta yevaluar qué efectos puedan tener cada unade nuestras opciones. 1 Pero, por otrolado, la pendiente resbaladiza es un tipode argumento tradicionalmente cataloga-do como falaz, de manera que, en princi-pio, su uso resultaría teoréticamente inad-misible. Tal como la profesora López de laVieja explica, las metáforas asociadas alos argumentos de pendiente resbaladiza—como por ejemplo, las de «romper el di-que», «pasar el Rubicón», «marcar la lí-nea», «efecto dominó», «abrir la caja dePandora», «efecto bola de nieve», etc. vie-nen a sustituir una insuficiente informa-ción a la hora de valorar las riesgos realesde una opción con la idea de que tal op-ción supone un punto de no-retorno quetorna la opción misma en un riesgo inasu-mible y, por tanto, algo a evitar. El nombre«pendiente resbaladiza» connotaría así elmodo en que este tipo de argumentos in-voca la imagen de un descenso inexorable,y casi mítico, en cierta dirección supuesta-mente negativa. Es esta forma concreta delos argumentos sobre las posibles conse-cuencias de una opción la que resultaríafalaz, pues, como sostiene la autora, «sinevidencias, sin datos que los respalden, lostemores, creencias y prejuicios nunca de-berían ocupar el lugar de las razones»(2010: 27).

Pero, a pesar de ser un tipo de argu-mento falaz, lo cierto es que el uso dependientes resbaladizas es un fenómenorecurrente en numerosos debates éticos

contemporáneos —algunos de los cualesson analizados por la autora en el libro.¿Hemos de asumir pues, que los partici-pantes en esos debates se equivocan sis-temáticamente? Para resistir una conclu-sión precipitada, la profesora López de laVieja nos propone esta reflexión que, enlíneas generales, consiste en contestar lassiguientes preguntas: «¿Qué son los argu-mentos de pendiente resbaladiza? ¿Quéusos tienen? ¿Cuántos tipos de pendienteresbaladiza hay y cómo funcionan? A lavista de sus carencias, ¿hay otra forma deponer límites a la acción?» (2010: 11)

El libro se compone de nueve capítu-los agrupados en tres partes. En la prime-ra, Argumentos Resbaladizos, la autorapropone una caracterización general de loque ella denomina «argumentación im-perfecta, paradójica o falaz». El hecho deque, a pesar de sus deficiencias teóricas,tales argumentaciones imperfectas se uti-licen tan a menudo se explica señalandosu eficacia persuasiva, retórica. Según di-cha explicación, se trataría de simples fa-llos deliberativos particularmente enga-ñosos. Tal es la concepción tradicional dela falacia desde Aristóteles y su caracteri-zación de ésta como un argumento queparece correcto, pero que en realidad nolo es. En concreto, en el caso de la pen-diente resbaladiza, la autora señala cómo,efectivamente, las mencionadas metáfo-ras asociadas a este tipo de argumenta-ción despliegan poderosas imágenes delpeligro que acecha tras los muros. Lapendiente resbaladiza debería pues su efi-cacia retórica a esa capacidad de invocarel peligro como algo inexorable, una vezse traspasan ciertos límites.

En esta primera parte se analiza, ade-más, la estructura de este tipo de argu-mentos. La autora destaca la semejanzade los argumentos de pendiente resbala-diza con aquéllos que ejemplifican la fa-lacia conocida como «sorites clásico» o«argumento del montón». Ambos tipos

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de argumento compartirían el modo detransitar falazmente desde cambios cuan-titativos progresivos a diferencias cuali-tativas, si bien al sorites le sería ajena laidea de causalidad que es clave en la pen-diente. Asimismo, la autora ofrece unanálisis de la falacia de pendiente resba-ladiza basado en una somera tipología(páginas 28 a 30).

Sin embargo, al final de esta primeraparte, la profesora López de la Vieja llamala atención sobre algunos ejemplos de ar-gumentaciones en las que el uso de pen-dientes resbaladizas resultaría aceptable, eincluso adecuado. Con ello, pone en cues-tión la explicación tradicional del hechode que los argumentos de pendiente resba-ladiza tengan tanto predicamento en losdebates éticos. Según sostiene la autora,en muchos casos se trataría de argumentosválidos, si no desde un punto de vista lógi-co (validez interna), sí al menos desde unpunto de vista práctico (validez externa),en tanto que instrumentos para la refle-xión. El análisis de la falacia de pendienteresbaladiza que la autora propone en estaprimera parte apuntaría entonces a una ex-plicación de este hecho: su propuesta va aser que, en algunos casos, el éxito de laspendientes resbaladizas «no se debe alcontenido, tampoco a su forma, sino atodo lo demás, el contexto, los agentes, lasprácticas mismas» (2010: 30). De estemodo, propone una distinción entre los«argumentos», los cuales serían objetosabstractos con propiedades lógicas y se-mánticas, cuya virtud es establecer tesisde manera concluyente, y las «argumenta-ciones», que serían procesos reales, entreindividuos reales, cuya virtud sería propi-ciar la interacción teórica entre distintospuntos de vista, de cara a mejorar y hacermás profunda la deliberación. En este tipode procesos deliberativos se usarían argu-mentos, entre otros instrumentos discursi-vos y no discursivos. Por esa razón, laautora sostiene que, mientras que las con-

diciones de corrección de los argumentosdeterminan su capacidad para establecerconclusiones de manera definitiva, la co-rrección argumentativa incluiría, además,elementos pragmáticos y contextuales. Espor esto que, a pesar de considerar que losargumentos de pendiente resbaladiza sonmalos argumentos, sin embargo entiendeque pueden jugar un papel importante a lahora de deliberar práctica y moralmente.En palabras de la autora, al considerar lapendiente resbaladiza «conviene tenermuy en cuenta que se trata de un razona-miento deficiente, no verdadero; su utili-dad es otra cuestión» (2010: 30)

En la segunda parte, La Pendiente, laprofesora López de la Vieja analiza di-versos usos de los argumentos de pen-diente resbaladiza que avalarían estahipótesis. Entre otros, llama la atenciónsobre el caso de la Declaración de Grafe-neck, denominada así en honor de losmás de diez mil enfermos y discapacita-dos que fueron asesinados en aquéllasinstalaciones como parte del programa deeutanasia T-4 del gobierno nazi. En estedocumento se invoca a principios genera-les sobre el derecho a la vida y la digni-dad humanas como diques contra los de-safíos éticos de la investigación biomédi-ca. Sería, pues, un caso de argumentaciónmediante apelación a una pendiente res-baladiza; a saber, aquélla en la que seplantea que una posición titubeante a lahora de garantizar los derechos inaliena-bles de los pacientes puede dar lugar aabusos y a prácticas inaceptables. Al hilode este asunto, se plantean también cues-tiones sobre la ética de la investigación,los códigos de conducta médica y cientí-fica y el uso de las nuevas tecnologías, yse señala el modo en que los argumentosde pendiente resbaladiza están insertos enalgunos de estos debates. Además, enesta segunda parte, se recogen algunas ar-gumentaciones tradicionales del feminis-mo y el ecologismo como exponentes de

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pendientes en las que el origen del mal esuna sociedad patriarcal y consumista y suefecto, la dominación y la explotacióndel otro y del medio hasta límites insoste-nibles. En todos estos casos, se muestrala tensión entre un uso falaz de las pen-dientes resbaladizas y una apelación a losefectos adversos de ciertas políticas, asícomo a un principio general de precau-ción que alertaría de los riesgos de deter-minadas opciones.

La tercera y última parte, Límites enla Práctica, está dedicada a dar cuentadel modo en que los argumentos de pen-diente resbaladiza pueden estar detrás dereflexiones valiosas y ser, en sí mismos,aceptables desde cierto punto de vista. Espor eso que, tras el análisis de diversosdebates actuales sobre bioética, biopolíti-ca, medioambiente y género en los que semuestra que las observaciones sobre lasposibles consecuencias de una opción nosólo resultan interesantes como contrape-sos o factores a tener en cuenta, sino queconstituyen, en muchos casos, verdade-ras piedras de toque de la deliberación, laprofesora López de la Vieja plantea la ne-cesidad de disponer de criterios adecua-dos para distinguir entre formas acepta-bles y no aceptables de apelación a lasconsecuencias. Como se apuntaba en laprimera parte, la idea va a ser «acudir aotro tipo de limitaciones, límites normati-vos, y a otros criterios con objeto deafrontar situaciones difíciles y compro-metidas» (2010: 11). En concreto, laautora sostiene que «los razonamientosimperfectos e incompletos contienen unprincipio de “buenas razones”, ya queconclusiones erróneas logran, a veces,que los agentes continúen buscando y de-batiendo sobre algo que les importa lo su-ficiente como para buscar acuerdos y so-luciones» (2010: 266). La pendiente ser-viría entonces como medio de plantearlímites a la acción, y su autoridad y legiti-midad provendrían del tipo de principios

en los que tales límites estarían inscritos:autonomía, justicia, tolerancia, etc. Setrataría entonces de plantear un «uso crí-tico» de este tipo de argumentos en el ra-zonamiento sobre riesgos, de maneraque, en lugar de acudir a ellos como me-dio de zanjar discusiones (para lo cual,serían deficientes por no ser concluyen-tes), acudamos a ellos como «estímulopara iniciar nuevos argumentos, nuevosdebates» (2010: 263)

En este sentido, una de las principa-les virtudes de la propuesta de la profeso-ra López de la Vieja consistiría en señalarla necesidad de establecer criterios parael uso de argumentos de pendiente resba-ladiza, habida cuenta de su parentescocon argumentos legítimos basados en unasimple apelación a las consecuencias ocon un principio general de precaución.Como hemos visto, su propuesta sería lade determinar cuáles son las condicionesde validez externa, pragmática, de estetipo de argumentos.

Sin embargo, el uso de pendientesresbaladizas —o al menos, de argumentosestructuralmente semejantes a éstas 2 pue-de estar justificado no sólo en un sentidoexterno o instrumental, como sostiene laprofesora López de la Vieja, sino tambiénen un sentido interno o teórico. Aducirque una determinada opción supone unriesgo más o menos definido que atentaríacontra un principio general de precaución,o señalar la necesidad de preservar ciertosprincipios básicos o de no traspasar deter-minadas fronteras para evitar derroterosinaceptables, puede ser una forma interna-mente válida de argumentar. Incluso enlos casos en los que la información fide-digna sobre los riesgos se sustituye por untemor difuso, no suficientemente avaladopor los precedentes históricos o los datoscientíficos, puede ser teoréticamente legí-timo desestimar una opción como even-tual desencadenante de efectos pernicio-sos, en lo que tiene de sentar un preceden-

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te —y con ello, avalar sucesivas opcionesanálogas pero inaceptables o de abrir uncamino— y con ello, posibilitar conse-cuencias indeseables. Y ello, por más queel correspondiente argumento sea menosque concluyente.

En mi opinión, la tensión que seplantea en este trabajo entre usos falacesy no falaces de los argumentos de pen-diente resbaladiza estaría presa del idealdeductivista de justificación que ha sidohegemónico hasta épocas recientes. Alcontrario de lo que proclama este ideal, lamayoría de teóricos de la argumentaciónsostienen hoy día que el hecho de que unargumento no sea concluyente no signifi-ca que sea un mal argumento, ni siquieradesde un punto de vista lógico —aunqueno sea la lógica formal, máximo expo-nente de dicho ideal deductivista, la en-cargada de determinar su validez. Así, noes sólo que se pueda usar legítimamenteun mal argumento (en ello consistiría lavalidez externa de dicho argumento), estambién que un argumento no concluyen-te puede ser un buen argumento (esto es,tener validez interna). Un buen argumen-to no concluyente puede ser usado enton-ces para justificar nuestras tesis y parapersuadir legítimamente a los demás deellas. La intuición de la profesora Lópezde la Vieja, al citar al poeta L. F. Vivanco,«no se hizo el pueblo para el que gobier-na, sino el que gobierna para el pueblo»(2010: 270) sería extensible al ámbitomismo de la validez argumentativa: «nose hizo la argumentación para la lógica,sino la lógica para la argumentación».Asumir el ideal deductivista nos obliga adistinguir entre argumentos y argumenta-ciones para permitir que aquello que, se-gún criterios lógicos deductivistas, seríaincorrecto (invalidez interna) pueda noobstante redimirse apelando a criteriospragmáticos (validez externa).

Como la propia autora señala, «el so-rites y la pendiente no son verdaderos,

aunque lo parezcan en algunos momen-tos y a ciertos agentes. Estos argumentosimperfectos hablan siempre del riesgo, dela probabilidad de llegar a resultados ne-gativos que contradicen las mejores in-tenciones» (2010: 269). Es decir, la ca-lidad argumentativa de las pendientesresbaladizas depende, entre otras cosas,de hasta qué punto se pueda determinarque la opción que se evalúa dará lugar, deforma más o menos probable, a cierto re-sultado. Es por eso que, incluso siendointernamente válidas, las pendientes nun-ca pueden pretender ser concluyentes.Pero esto no las hace menos válidas (esosí, en un sentido lógico informal), y mu-cho menos, falaces. Al menos, no necesa-riamente.

Si una opción determinada conllevaun grado x de probabilidad de un resulta-do indeseable o inaceptable moralmen-te, entonces cabe plantearse si los even-tuales beneficios de tal opción son sufi-cientes para contrarrestar el riesgo deque ésta desencadene dicho resultado.Un argumento en estos términos no tienepor qué ser falaz. Ciertamente, puede serfalsa o dudosa la premisa que estableceque existe un grado x de probabilidad deque una opción desencadene determina-do resultado negativo (por ejemplo, por-que es posible establecer límites ulterio-res, tal como responderían los defenso-res del derecho a una muerte digna antela crítica de que ésta podría dar lugar auna generalización del uso de técnicasde muerte asistida). También puede serfalsa o dudosa la premisa de que el pro-bable resultado sea indeseable realmente(tal como defenderían los partidarios delderecho a una ley de plazos ante la críti-ca de que aumentarían los abortos). Fi-nalmente, cabría valorar si la probabili-dad del riesgo supera o no la de los po-tenciales beneficios (tal como sostienendefensores, por un lado, y detractores,por otro, de los cultivos transgénicos).

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Todo esto es lo que realmente estaría encuestión cuando valoramos si un argu-mento de pendiente resbaladiza es co-rrecto o no. Pero, con ello, se trata de de-terminar su valor como argumento, suvalidez interna. Si, finalmente, llegamosa la conclusión de que se trata de una fa-lacia, de un mal argumento, entonces es

dudoso que ni siquiera su potencialcomo estímulo para el debate pueda jus-tificar (externamente) su uso en la deli-beración, más allá que como ejemplo delo que no cabe aducir.

Lilian Bermejo LuqueInstituto de Filosofía, CCHS-CSIC

NOTAS

1 Admitir esto no es presuponer el consecuencia-lismo ético: en la práctica, también para el deontolo-gista resulta necesario considerar si permitir tal o cualopción tendrá como consecuencia legitimar o simple-mente dar lugar a actuaciones contrarias a determina-dos principios morales.

2 Como vamos a ver, no es la estructura del argu-mento, sino la calidad de sus premisas e inferencia, loque hace de éste una falacia. Por supuesto, podemosreservar el término «pendiente resbaladiza» para de-terminado tipo de argumentos sobre las consecuenciasque, además de tener cierta estructura, resultan fala-ces. Pero en ese caso habremos de admitir que puedehaber argumentos indistinguibles de los de pendienteresbaladiza desde un punto de vista formal o estructu-

ral que, sin embargo, no sean casos de pendiente res-baladiza, por el simple hecho de no ser falaces. Por miparte, voy a asumir que las pendientes resbaladizasson, simplemente, argumentos con cierta estructura;esto es, que no son argumentos necesariamente fa-laces.

3 A veces, parecería que la autora confunde vali-dez y verdad, aunque una lectura más atenta descubreque, siguiendo a Aristóteles, lo que hace es adoptar unconcepto normativo de argumento, esto es, un concep-to según el cual todo argumento sería, por definición,válido. Según esta concepción, los argumentos no vá-lidos serían, en realidad, falsos argumentos. Eso sí, alhablar de argumentos «verdaderos» la autora se refieresiempre a argumentos concluyentes.

ABRIENDO CAMINOS: LA HISTORIA CONCEPTUALEN ESPAÑA

FAUSTINO ONCINA (ed.), Teorías y Prácti-cas de la Historia Conceptual, Ma-drid/México, CSIC-Plaza y Valdés Edito-res, Colección «Theoria cum Praxi»,2009, 428 pp.

Pónganse en duda la objetividad de quienesto escribe, pues considera que una rese-ña —por muy crítica que pretenda ser—supone una selección de aspectos que lehan parecido interesantes, dejando otrosmuchos en el cruel olvido de la página.Una recesión es un mostrar y un esconderno intencionado cuya máxima aspiración

es incitar al posible lector a que realice supeculiar viaje a Ítaca y experimente laodisea de dejarse llevar por las líneas (ylos espacios en blanco) de un libro. Estoes aún más válido en una obra tejida abase de contribuciones bien diversascoordinadas por el Prof. Faustino Oncina—conocido por sus finas labores de orfe-brería filosófica—, de manera que cadacual puede elaborar su propio tapiz em-pezando a tirar de cualquier hilo. Esto eslo que ha hecho quien esto suscribe con lalibertad que proporciona el juego del te-lar, aunque con la restricción que impone

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el espacio de una reseña que ha de hacerapetecible (o no) un libro de más de 400páginas. Valgan estas breves palabrascomo advertencia de lo que van a encon-trar a continuación.

Tras una presentación realizada porel Prof. Oncina, que bien serviría comorecensión y suprimir estas líneas, co-mienza la obra coral con la contribucióndel Prof. Javier Fernández que nos expli-ca la génesis del ambicioso proyecto«Iberconceptos» cuyo propósito es ofre-cer una historia de los conceptos que su-pere la distancia oceánica entre la vieja yla nueva España. En concreto, sus inves-tigadores se centran en pares de concep-tos (seleccionados con la pulcritud de unbisturí) como América/americanos, ciu-dadano/vecino, etc. En otra aportacióndel libro reseñado, la elaborada por laProfa. Elena Cantarino, también encon-tramos la presentación de otro proyectono menos codicioso que ha logrado suplasmación lingüística en el Diccionariode los conceptos de Baltasar Gracián(Madrid, Cátedra, 2005). Tras aclararnoslas peculiaridades de la concepción gra-ciana del concepto en contraposición conla teoría aristotélica, nos introduce en eldiccionario mentado explicándonos suesqueleto, la metodología seguida paraabordar la treintena de conceptos elegi-dos para dar cuenta de la obra del jesuita,finalizando con un ejemplo del modo deacometer aquéllos a través del concepto«descifrar».

Volviendo hacia atrás, nos topamoscon tres contribuciones que se centran enla época griega —tan mencionada comodesconocida—, en concreto en la figuraenigmática de Sócrates (Prof. Bares), enla de Platón (Cristina García) y en la deAristóteles (Prof. Montoya), incidiendocada una de ellas en aspectos bien diver-sos. En el primer caso, el Prof. Bares seinteresa por las distintas imágenes ofreci-das de Sócrates y la interconexión de és-

tas así como su relación con sus contex-tos. Antístenes, Esquiles, Aristipo, perosobre todo Diógenes Laercio resuenan enestas páginas que resultan curiosas. Porsu parte, García Santos nos ofrece uncomplejo estudio con un claro sabor ga-dameriano mezclado con el olor a Platón.Siguiendo a Gadamer, considera que enfilosofía no hay un solo concepto ya queno se ha logrado ese apuntar directo in-mutable que pueda prescindir de la pala-bra con lo que aquél sigue preso del len-guaje. Se produce, pues, una diferenciaentre el vocablo conceptual y el lingüísti-co, consistiendo la filosofía en recorrer elcamino en ambas direcciones. Gadamerconsidera que ese ir y venir del conceptoa la palabra queda magníficamente ejem-plificado en el diálogo socrático-platóni-co, objetivo de este minucioso trabajo.Finalmente, el Prof. Montoya (obviacualquier calificativo dada la bonanzaque ya le es inherente) se ocupa de la lio-sa madeja que se ha urdido con el con-cepto de «moral», ovillo que intenta de-senredar fijándose en la concepción de«vida buena» de la ética helena que difie-re de la idea de moral. Para lograr tal ob-jetivo se centra en la oposición entre laética de la certeza (léase Descartes) yla ética de la verosimilitud o aristotélica.

La línea de las aportaciones relativasa estudios históricos —a la que cabe su-mar la ya mencionada de la Prof. Cantari-no que se ocupa del Barroco— continúacon la del Prof. J. L. Villacañas en la quese muestra sumamente crítico con Kose-lleck respecto al siguiente punto: Ko-selleck analiza la aceleración temporaldesde las entrañas de una teoría de la se-cularización, pero en lugar de seguir lateoría clásica que consideraba que loesencial de ésta radicaba en las prácticasinstitucionales, dicho pensador se fija enexperiencias primigenias como la tempo-ralización. Ésta se torna en la dovela cla-ve de la secularización que está imbrica-

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da con el ideal cristiano de que la Ciudadde Dios ha de realizarse en la tierra, noallende la misma. Tras explicar este pro-ceso, Villacañas considera que Koselleckse precipita a la hora de coligar el hechode que la promesa divina se consume enel tiempo con la aceleración. Es más, laconexión de la temporalización y de laaceleración-progreso no va de suo, comose encarga de demostrar Villacañas en laspáginas de su contribución.

He aquí que se cierra (en falso) elapartado histórico y se abre paso el de lasaplicaciones de la historia conceptual enel que el abanico de los planteamientosresulta apabullante. Después del estudiodel Barroco, el Prof. Lanceros nos invitaa abordar el concepto de justicia desde laperspectiva de la historia conceptual atre-viéndose a meter el dedo en la llaga de ladura experiencia diaria en la que la justi-cia y las leyes se distancian, rompiendoasí nuestra creencia ingenua en una rela-ción directa y sin ambigüedades entreambas. Para analizar esta sima, Lancerosse dirige a textos de la antigüedad clásicasurgidos en el momento fundacional de lapolis, escritos en los que entran en juegotérminos como Thémis, Diké y Nómosque, desde luego, explican el embarulla-miento actual que nos impide hablar consentido. Las páginas que le siguen estánocupadas por el estudio de la Dra. M.ªNavarro cuyo objetivo, en sus propias pa-labras, es indagar «las funciones heurísti-cas de la historia conceptual en tanto me-todología cuyo objetivo inicial fue la in-dagación en la historia social a partir deuna labor de investigación y esclareci-miento del contenido semántico de aque-llos conceptos que hubieran resultado re-levantes en el seno de la historia de la ter-minología política» (p. 162).

El Prof. Gómez Ramos se preguntaacerca de la conversión en experienciashistóricas de acontecimientos pasadoscuando entran en contacto con el espacio

público actual, considerando que paraque ello se produzca es esencial un traba-jo público de los conceptos. Su estudio essumamente interesante y en él se mezclanconsideraciones de Arendt, la metodolo-gía de Koselleck aderezado con algunasespecias de Benjamin. Tras esta aporta-ción se abre, si se nos permite la expre-sión, un «bloque koselleckiano» com-puesto por tres contribuciones de peso.Dicho módulo se inicia con un estudiodel Prof. Chignola sobre la Histórica,concepto cuya dificultad y raigambre his-tórica no puede ser sorteada en una sim-ple reseña y que obliga a remitir a las pá-ginas de este autor. El Prof. Oncina seocupa de un tema espinoso y sangranteen el que Koselleck, de un modo directoo tácito, tomó partido y no es otro que eldel pago de la factura de la memoria delHolocausto, liquidación que se hizo aúnmás lacerante tras la reunificación deAlemania. Los lindes entre víctimas yverdugos se diluyeron hasta el extremode intercambiarse las posiciones y la ino-cencia del pueblo germano desapareciócomo arena de entre los dedos. Esta difu-minación hiriente también tuvo lugar enel ámbito de los teóricos que se habían re-fugiado en el cómodo y supuesto «exiliointerior» o en el «oportunismo» del «sí,acaso no» (negación pronunciada en laseguridad de la intimidad). En definitiva,el Prof. Oncina expone (en un mano amano amistoso con Koselleck) la com-pleja situación de una Alemania que hade habérselas con el cumplido derrama-miento de sangre y el gaseado sin tenerque abrir nuevas llagas con, por ejemplo,monumentos a las víctimas (¿quiénes?).El ejercicio del Prof. Pérez de Tudelatoma la expresión, tristemente sobada,Historia magistra vitae para mostrarnoscómo puede servir de hilo conductor paraanalizar la diferencia entre la época pre-via a la Sattelzeit germana y la posterior,etapas en las que la concepción del tiem-

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po y de la historia difieren radicalmente.Si en la primera nos topamos con unaconcepción cíclica del tiempo que sostie-ne una historia en la que el pasado puedeser modelo del presente, en la segundaasistimos a una ruptura de la continuidadtemporal que acompaña a una historiasorprendente en la que lo pretérito no tie-ne reflejo en el ahora. Pérez de Tudelahace renacer una fórmula para, desde laobra de Koselleck, estudiar la pre-moder-nidad y la modernidad.

Con el Prof. Hernández Marcos en-tramos en contacto con la Metaforologíade Blumenberg y la historia conceptual alhilo de la polémica surgida tras la apari-ción del Diccionario histórico de la filo-sofía de Ritter. Tras esta contribuciónplagada de referencias histórico-filosófi-cas nos topamos con la aportación delCapo (denominación cariñosa de sus dis-cípulos) G. Duso que, desde luego, mere-ce ser leída con suma atención no sóloporque en ella se pone de manifiesto sumaestría en la historia conceptual, sinoporque trata un tema que nos atañe depleno y que ya queda reflejado en el títulode su estudio «¿Qué conceptos políticospara Europa?». Dicha Europa no puedeni debe ser pensada con las categorías po-líticas usadas para rumiar el Estado Na-cional porque aquélla no es la suma deEstados, sino otro tipo de entidad políticaque, en cuanto tal, requiere de conceptosnovedosos apoyados en experiencias pri-migenias olvidadas (v.g. la relaciónprimaria con el otro que podría dar lugaral pluralismo). Del Capo pasamos alMaître O. Renaud que en unas bellísimaspáginas en las que, por decirlo burda-mente, baja a «pie de calle» analiza quésucede cuando los individuos experimen-tan esas aceleraciones de la historia (tanmentadas a lo largo del libro) que se pre-sentan sin télos y que aparece ante elloscomo un acontecimiento desencadenan-te. Éste será el objeto del estudio renau-

diano. El trío de intervenciones foráneasse cierra con la del Prof. Rohbeck que secuestiona la vigencia de la filosofía de lahistoria una vez ha desaparecido la fe enel progreso que le dio nacimiento. Obvia-mente, reclama emprender una ardua ta-rea crítica que permita aclarar su legiti-midad y su función en la actualidad, laborque esboza en su estudio y que, desdeluego, pone de manifiesto que consideraque esta disciplina está muy viva.

El broche final —esperemos que seapunto y seguido— lo pone la Profa. deInvestigación del CSIC Concha Roldán,que titula su aportación «Ilustración y se-mántica histórica: el protagonismo deLeibniz», rótulo que parece querer cerrarun ciclo histórico abierto con las prime-ras contribuciones dedicadas a la filoso-fía griega. La Dra. Roldán hace patenteque, aunque mucho ha llovido desde laIlustración, todavía no se ha logrado sucalibración definitiva de ahí que para al-gunos sea un instante singular y paraotros una etapa histórica pasada que aúncabe cerrar en este presente. Pre y post aun acontecimiento sin duda crucial estánaquí en litigio o, dicho de otro modo, nostopamos con el debate encarnecido entrelos antiguos y los modernos, pugna que,por ejemplo, configura los conceptos po-líticos que hoy están en liza. Concha Rol-dán elige a Leibniz como eje de su contri-bución —que no deja de ser un homenajea Koselleck— ya que dicho pensador esbisojo en cuanto que dialoga con Aristó-teles al tiempo que discute con los padresde la Modernidad (Descartes, Spinoza,etc.). Este janismo sitúa a Leibniz en unaposición peculiar respecto a la Moderni-dad que la Dra. Roldán trata en las dospartes de su trabajo. La primera de lasmismas hace referencia a la «herencia ne-gativa» leibniziana en cuanto manejaconceptos que son la fuente de la filoso-fía clásica de la historia, mientras que lasegunda se ocupa de la «herencia positi-

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va» o conceptos que son fundamento dela Modernidad.

Este es el final de esta reseña que, siha cumplido su objetivo, ha de ser elprincipio de su peculiar odisea. Estamosen una época de desbordamiento de la pa-labra acompañado, paradójicamente, deun empobrecimiento lingüístico queafecta ya a la Universidad (antaño cunade saberes) y a las Instituciones dedica-das exclusivamente a la Investigación(otro manantial). Por eso resulta agrada-ble tener entre las manos un libro escritocon un lenguaje cuidado (¡Quién iba aimaginar hace un lustro que esto iba a serremarcado!) y que, a pesar de la diversi-dad de las contribuciones, mantiene un

estilo coherente, tanto que a veces olvi-damos que es una obra coral. Sólo hemospodido resaltar unos pocos hilos de un ta-piz personal, realce que aspira a ser útil.Si en algo valen estas sinceras palabrascomprenderán que este es uno de los li-bros que merece ser estudiado (dejamosla adquisición por ser asunto «bolsilles-co»), elogio en unos tiempos de super-producción bibliográfica que se ha suma-do, hasta en la elección de los títulos, a unmercantilismo deplorable por imparable.En suma, léanlo e Ítaca les parecerá máscercana.

Karina P. Trilles CalvoUniversidad de Castilla-La Mancha

SIMONE WEIL. CLAVES PARA ACCEDER AL REINO PURODE LO REAL

EMILIA BEA (ed.): Simone Weil. La con-ciencia del dolor y de la belleza, Madrid,Trotta, 2010, 256 pp.

El presente libro es un testimonio de lacreciente presencia de Simone Weil(1909-1943) en el panorama filosófi-co-cultural contemporáneo. Tal y comosuele decirse, la magnitud de una obraqueda sujeta al tribunal del tiempo, y locierto es que su veredicto no ha dudado enotorgar a Simone Weil un puesto de pree-minencia en la historia del pensamiento deOccidente. Y es que su contribución estáconcentrada en el esfuerzo vital, sincero yabnegado por la búsqueda de la verdad. Laobra de Simone Weil no es sino el acta deuna sed de certeza que recorrió su vidahasta las últimas consecuencias, y que sinduda deja en todo lector una huella indele-ble. Weil vuelve a poner en marcha el es-píritu auténtico de la filosofía, y lo hace

con un ímpetu y un compromiso que ver-daderamente le dejan a uno asombrado.Sin embargo, la admiración y la críticaque suscitan sus planteamientos suelen irde la mano, pues como sucede siempreque se abren nuevos horizontes, y se po-nen en entredicho las creencias más asen-tadas, una convulsión nos invade, y estono sólo a nivel cultural o gnoseológico,sino ante todo personalmente, lo que aca-ba provocando reacciones dispares. Encualquier caso, a los ojos del lector atentono es posible ocultar la sinceridad con laque Simone Weil lleva a cabo su empresa,pues el anhelo de Weil por la verdad im-plica la exposición de su propia vida a «lalocura de amor», a la muerte. Con Weilviajamos a lugares incómodos, a esos lu-gares recónditos del alma humana, puros,no contaminados por nada ajeno a la ver-dad, lugares a los que no es posible llegarsin haber pasado antes por el desgarra-

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miento que provoca la experiencia de lamalheur. Weil nos enfrenta a nosotrosmismos, a nuestros miedos, a nuestros ído-los, a nuestros consuelos, para denunciarsu falsedad y extraer de lo más profundode nuestro espíritu tesoros de oro puroque, aun sin llevar nuestro sello personal,en todos nosotros están incorporados. ConWeil ya nada es lo mismo, uno no es elmismo, pues ha sido empujado a una esfe-ra en la que el dolor, el sufrimiento, la be-lleza y el amor se debaten en una convi-vencia desgarradora, pero de la que unono huye sin saber que una parte de su sermás profundo traiciona a la verdad, y porende a uno mismo. El reino de Weil es,pues, el de los desheredados, un reinodonde ya no es posible encontrar un ápicede prestigio, de fuerza, de compensaciónnatural al sufrimiento, y sin embargo, unreino donde la belleza, la verdad y el amorresplandecen despojados de contamina-ción, en medio de un vacío imposible decolmar con falsas compensaciones. En de-finitiva, como sucede siempre que se bus-ca realmente la verdad, pensamiento yvida no pueden desunirse.

Es por esto que, por un lado nos sor-prende el mero hecho de echar un vistazoa su obra y ver la gran cantidad de escritosque nos legó y la profundidad impresa entodos ellos, teniendo en cuenta, además,que murió a los treinta y cuatro años y quedurante su vida estuvo asediada por dolo-res físicos persistentes. Pero por otro lado,no nos deja menos perplejos comprobar suitinerario vital en armonía con sus profun-das convicciones filosóficas. En sus textosencontramos la pensadora pero también laactivista comprometida. De este modo ha-llamos profundos análisis hermenéuticosde clásicos de la literatura griega, escritosde filosofía política y del derecho, poemasy obras espirituales, pero también vemossus esfuerzos por vivir de forma estricta lavida subyugada del proletariado, lacon-pasión por los más desfavorecidos y

la entrega de su energía a la resistenciaante el nazismo. Por estas razones no esatrevido decir que no es posible una lectu-ra satisfecha y autocomplaciente de laobra de Simone Weil, o al menos que unalectura así no es una lectura honrada.

Ya desde sus primeros pasos, el cursovital de Simone estuvo siempre marcadopor una especial sensibilidad hacia lasclases sufrientes de la sociedad. Nacidaen una familia de origen judío, fue educa-da en un ambiente de cierto nivel cultu-ral, y a una edad muy temprana, tanto ellacomo su hermano André (a la postre unode los matemáticos más célebres del si-glo XX), destacaban por su capacidad in-telectual. Cursó estudios de filosofía enel Lyceé Henri IV bajo la tutela de Alain,para recalar ulteriormente como profeso-ra de esa misma materia en París, Le Puy,Auxerre y Roanne. Influida tal vez porsu formación cartesiana, o simplementeguiada por su anhelo de verdad, la dudaante cualquier posición dogmática o esta-blecida de antemano de forma acrítica leacompañará durante toda su vida. En unprimer momento Simone Weil se veatraída por los movimientos de izquierdaen pos de una sociedad más justa e iguali-taria para con los obreros y decide traba-jar en diversas fábricas bajo sus mismascondiciones, abandonando así su prácticadocente. Sin embargo, el proletariado noera el único sector que reclamaba su aten-ción, en Europa se estaba fraguando unade las guerras más cruentas de este últi-mo tramo de historia, y la guerra civil es-pañola iba a ser su antesala. NuevamenteWeil decide atender al auxilio que desdesu corazón le reclamaba España, partici-pando brevemente en la «Columna Du-rruti». Fue su primera experiencia deguerra, y enseguida pudo comprender loextraño que resultaba una cristiana comoella en medio de tales lides. Tras un breveretorno a la docencia, una enfermedad lefuerza a dejar las clases. No obstante, y a

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pesar de su mermada salud, el estallidode la segunda guerra mundial, con el quedesgraciadamente se cumplían los vatici-nios que ella misma venía repitiendo,volvió a reclamar el concurso de su ac-ción. En esta ocasión Weil trabajó para laResistencia de la Francia Libre en laboresde gestión y planificación, labores queinició en Francia y que continuaría enLondres desde el exilio. Con un estado desalud ya de por sí muy precario, Weil de-cide no comer más de lo que comen (o delo que ella piensa que comen) los france-ses de la zona ocupada. De este modo, alas continuas jaquecas y debilidad físicase une la tubercolosis, provocada por esaanorexia voluntaria, que a la postre resul-tará letal. Weil muere finalmente enAshford, una localidad cercana Londres.

Pero si lanzamos una mirada de ad-miración ante la profunda coherencia en-tre vida y obra en esta pensadora, no me-nos admirable resulta la plena vigenciaque posee su filosofía. Su mente preclarafue capaz de advertir muchos de los peli-gros que acuciaban a Europa previos alestallido de guerra, de afrontarlos unavez se hicieron efectivos, pero sobretodo, fue capaz de trazar las coordenadasde un nuevo mundo que habría que surgirde las cenizas de Occidente. Bajo mi pun-to de vista, éste es un mérito reservado amuy pocas personas. Pues no hay aquí ungris sobre gris, como diría Hegel, ni elcomienzo de un vuelo emprendido alatardecer, existe por el contrario un es-fuerzo sentido por hacer de este mundoun mundo habitable. Simone Weil aportaclaves para establecer un nuevo orden so-cial basado en la justicia, entendida comoadecuación rigurosa de la conciencia a lanecesidad que rige el mundo humano, loque exige, a su vez, una primacía del de-ber moral sobre el derecho positivo. Unorden social en el que las necesidades bá-sicas del cuerpo y del alma queden satis-fechas, para lo cual es preciso que las co-

lectividades sacien de luz sobrenaturalaquellos rincones de nuestra constituciónantropológica sin los cuales la opresión yla gravedad moral se perpetúan. Apues-ta, a su vez, por la supresión del error, elengaño, y la mala fe inherentes al sistemapolítico democrático actual, concebidocomo escenario de la lucha entre las dis-tintas fuerzas representadas por los parti-dos políticos. Defiende también la con-centración de las esferas del pensamientoy la acción en el nuevo protagonista delas sociedades contemporáneas: el traba-jador manual cualificado. En este senti-do, ante un mundo eminentemente cientí-fico-tecnológico que no ha conseguido,ni puede conseguir, liberarnos de la nece-sidad, Weil comprende la exigencia deuna reorientación de la ciencia y la técni-ca en orden a favorecer la consciencia dela actividad humana, esto es, el encarrila-miento del fin y el método científicosdentro de los límites que impone la exis-tencia. Con otras palabras: la cienciacomo dominio de la naturaleza desde laobediencia a la misma. Junto con todoello, Weil apuesta por el enraizamientode las colectividades como respuesta alos problemas de un mundo globalizado,falto de sentido e inauténtico, y ve en lafigura sobresaliente de quien se encuen-tra próximo a la verdad la única soluciónposible a un mundo atravesado por lafuerza e indiferente al dolor y la belleza.

No obstante, estas posiciones son elfruto de un crisol de aspectos y fuentes fi-losóficas diversos, entrelazados por unmismo espíritu siempre siervo de la ver-dad. La filosofía weiliana reúne, pues, ele-mentos de la tradición cristiana, del plato-nismo, del marxismo, de la literatura fran-cesa, y del folclore de los pueblos, y noobstante, todas estas influencias brillancon otra luz desde su mirada, conjugándo-se de una forma original y renovada. Si-mone Weil acude a estos manantiales deverdad para extraer de ellos ese núcleo

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puro y auténtico que se resiste a la mani-pulación instrumental de los hombres. Si-mone Weil transforma esas fuentes altiempo que bebe de ellas. En sus escritosencontramos un Platón sui generis, unaespiritualidad cristiana desmarcada deldogma católico, así como unas coordena-das políticas de justicia y una ética del tra-bajo que, al tiempo que denuncian los des-manes del capital, critican y renuevan elmarxismo hasta hacerlo irreconocible. Eneste sentido, la radicalidad de la búsquedaweiliana por la verdad hace estallar losconfines de la filosofía para dirigirse a es-feras como la literatura, la ciencia, la reli-gión, la historia y la política. Y es justa-mente en este aspecto en el que me gusta-ría destacar la aportación de este libro.

Su edición contribuye a la difusióndel pensamiento de Simone Weil así comoa la consolidación de su filosofía en nues-tro país. En él se recogen las diversas in-tervenciones de un nutrido número de es-tudiosos y amantes de la filosofía weilia-na, concedidas en el seminario celebradoen octubre de 2008 en la sede de Valenciade la Universidad Internacional MenéndezPelayo (UIMP) al que, afortunadamente,pude asistir. Dicho seminario estuvo diri-gido por la editora y presentadora de estelibro, Emilia Bea, una de las mayores es-pecialistas en nuestro país sobre esta auto-ra, y resultó ser el primer acto conmemo-rativo del centenario de la muerte de Si-mone Weil, al que siguieron durante elsiguiente año numerosos eventos y publi-caciones por todo el mundo. Este libro re-coge, pues, diversas claves hermenéuticasreferentes a los distintos aspectos de supensamiento, abordando el estudio de laobra weiliana desde una perspectiva pluraly profunda, y ello sin dar la espalda a susaspectos más polémicos, como su relacióncon el judaísmo. En definitiva, esta obraes el resultado del esfuerzo siempre reno-vado de arrojar nuevas luces y aportar lí-neas interpretativas que nos acerquen un

poco más a un pensamiento profundo, yen ocasiones elíptico, que requiere de unaconstante revisión. Para aquellos que ad-miramos la obra de Simone Weil es im-prescindible la existencia de estudios,compendios y en general obras de biblio-grafía secundaria que sirvan de apoyo a laandadura errante a la que estos hitos delpensamiento suelen someternos. Y es enesta línea de trabajo en la que destacamosesta obra de acertado título. Contiene in-tervenciones de traductores, editores, in-vestigadores, docentes universitarios, yenamorados de la filosofía weiliana, reu-nidos, desde diversos puntos del globo, enun mismo afán: el de ofrecernos en lamedida de lo posible las mejores aporta-ciones posibles sobre el pensamiento deSimone Weil. Y esto de un modo no re-duccionista. Así, más allá del puro esteti-cismo, el misticismo o el feminismo desdelos que se ha presentado en numerosasocasiones el pensamiento de Weil, este li-bro posee el mérito, a mi modo de ver, nosólo de reunir un elenco envidiable deespecialistas de todo el mundo, sino depresentar de forma crítica y profunda latotalidad de las esferas de su filosofía, sinpretensiones de agotar, claro está, su con-tenido. En este libro encontramos, pues,un enfoque interdisciplinar, recogiendolas aportaciones de una filosofía religiosa,espiritual y mística, pero también política,ética, jurídica, y del trabajo. En él hallare-mos las intervenciones de la propia EmiliaBea, de Wanda Tommasi, Massimo LaTorre, M.ª Clara Bingemer, Josep Otón,José Ignacio González Faus, Adrià Cha-varria, Carmen Revilla, Juan Ramón Ca-pella, Giulia Paola di Nicola y Attilio Da-nese, Robert Chenavier, Tommaso Grecoy Carlos Ortega. Es seguro que su lecturano dejará a nadie indiferente.

Rafael AmelaUniversidad Autónoma de Madrid

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DEL LUSTRE ENGAÑOSO DE UNA ILUSTRACIÓN INEXISTENTE

MICHEL ONFRAY, Los ultras de las Luces.Contrahistoria de la filosofía, IV. Barce-lona, Editorial Anagrama, 2010, 340 pp.

Es con bastante probabilidad un síntomaentre otros de espíritu temerario, el hacer-se la pretensión de narrar la historia de unacontecimiento que no ha llegado a tenerlugar. Son sin duda también aquellas tesismás afines a estos intentos más originaleslas que acaban removiendo de alguna ma-nera las costumbres del público literario.Un público que demasiadas veces se acos-tumbra a leer —y a dejar de hacerlo apar-tándose del libro con la misma disposi-ción— una y otra vez variaciones acercade la misma historia filosófica, sobre elmismo acontecimiento elaborado en sunueva originalidad permutando única-mente a los protagonistas del drama. Vol-taire, Diderot/D’Alembert, Rousseau,Kant, Montesquieu, se desgranan como deun rosario cuando de hablar acerca de laIlustración se trata. Son les philosophes, sino ya por origen patrio sí por ideales com-partidos. Los reconoceremos bien por laoficialidad del epíteto, bien por la críticaconcienzuda y siempre desmitificadora deabajo a arriba, desde la de la Religión a lade la Sociedad, de la misma manera que,como en su envés, reconoceremos en esterelato que tristemente se convierte ya enmito, justamente a los contendientes ycontrarios, a les antiphilosophes, indivi-duos oscuros que se confunden en el ano-nimato del grupo y que, llamados por sunombre quedan como descorporeizados.¿Qué clase de relaciones nos sugierennombres como los de Lelarge de Lignac,el abate Bergier, Jacob-Nicolas Moreau oel abate Odet Giry de Sain-Cyr? (p. 22).

Del libro de Onfray podría extraersela sana y —aunque no demasiado origi-nal— fresca documentación de la inexis-

tencia de eso que entendemos Ilustra-ción. «Entre la oscuridad de los antifiló-sofos y las Luces que celebra la historio-grafía dominante, hay Luces radicalesque atacan el fundamento mismo de lasociedad, el cristianismo, que, del suelode la iglesia de campaña al techo del cie-lo, es morada de un dios único, celoso,punitivo y vengativo. Estas Luces no re-conocen Dios, señor, Papa ni rey» (p. 24).

Una Ilustración tibia nunca es tal Ilus-tración. Vendría a ser algo así como un oxí-moron. Las «limitaciones» de estas tempe-raturas, que no son ni frías ni calientes,aplicadas al laicismo, a la contestación dela autoridad absoluta o a la cuestión delbienestar fuera de todo privilegio, definensiempre una postura contraria, que es extra-ña a cualquier tipo de gradación: i.e. o se eslibre o no se es. Esto es un asunto que no essusceptible de discusión más que por partede esclavos, nos recuerda Rousseau nadamás comenzar su discurso. Claro que, éstees el mismo Rousseau que en su Emilio, enLa profesión de fe del vicario saboyano,aboga por la necesidad de un teísmo o reli-gión natural (p. 60). Sí, el mismo que lue-go aparece como prohombre de una Revo-lución Francesa (p. 295). Pero también el«Voltaire del Diccionario filosófico, elMontesquieu de siempre, sobre todo el delos Pensamientos, el Kant de los postula-dos de la razón pura práctica [y, por qué no,el de la razón pura], el primer Diderot delos Pensamientos filosóficos, la propiaEnciclopedia, con el abate Yvon y su ar-tículo sobre “Ateísmo”, todos afirman laexistencia de Dios» (p. 34). Todos los de-más miembros de la foto oficial, los Voltai-re, Diderot, Montesquieu, han pecado delmismo defecto. Serían una suerte de ilus-trados après la lettre, una vez acuñada lahistoria oficial que llega incluso cuando eltestimonio ha pasado de largo. El movi-

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miento habría acabado por darles los moti-vos de sus filosofías más que sus filosofíasdar los motivos al movimiento, pues nohubo entre ellos posibilidades filosóficaspara el ateísmo, la última de las consecuen-cias lógicas de entre las muchas que conlle-va una crítica acabada de la autoridad yrealidad de lo religioso, como tampocohubo las del germen de una lucha de cla-ses, un comunismo, un socialismo o unanarquismo, una desobediencia colectiva ouna defensa del bien público en el terrenode la contestación política. Tampoco en-contraremos una elaboración, y esto, por-que no las hubo in nuce para un materialis-mo que ya preconizaban las muchas de lasciencias, ni para versiones más mundanasdel mismo como son las actitudes vitalesde un eudemonismo o un hedonismo. Vol-taire tiene pasión por un Newton geómetrade los Cielos, pero no por una filosofía in-glesa que pueda trastocarse en una aritmé-tica de los placeres (pp. 140-141). Un pri-mer utilitarismo en suelo francés. «El co-mité de redacción de la Enciclopedia,llamémosle así, o, en otras palabras, Dide-rot y D’Alembert como principales respon-sables, confía no sólo el término “ateísmo”al abate Yvon, sino también el artículo“Dios”. Mientras, a D’Holbach, que cola-bora en los diecisiete volúmenes, [pero quees ateo desde su reduccionismo materialis-ta], se le encargan más de cuatrocientos ar-tículos, pero ¡todos relativos a química,ciencias naturales, geología y mineralogía!¡Qué pena no haber dejado “montañas”,“estratos”, “glaciares” y “fósiles” en manosdel abate Yvon, y reservado “alma”, “Dios”y “ateísmo” para el autor de El cristianismoal descubierto!» (p. 36).

De la misma manera, los protagonis-tas del libro de Onfray nunca fueron con-siderados en la «lista oficial del ilustra-do». De hecho, siguen sin serlo. JeanMeslier, La Mettrie, Helvetius, Mauper-tuis, D’Holbach, vienen a ser entoncesilustrados avant la lettre, y, como nunca

fueron considerados en cuanto tales, te-nemos que, por un lado, los que fueron yson, no encajan con la idea revoluciona-ria sino más bien con la reforma falta desal y con cierto conservadurismo una vezremitidos a los textos y no a las glorias; y,por otro, los que patronan las tesis cono-cidas y ya citadas no aparecen legitima-dos ( pp. 244-262).

Eso que se suele llamar Ilustración,entonces, no ha existido. La idea de unacontrahistoria de la Filosofía tiene quever quizás precisamente con esto. Una his-toria contra la Historia. Historia que secompone en una tradición de ideas hipos-tasiadas que toman cuerpo a través del usode nombres propios. La Ilustración, LaModernidad, La Edad Media, La Antigüe-dad, son etapas a quemar en la ruta de lafigura de conjunto que da como resultadoasí también a la Filosofía disciplinada.Onfray recurre no ya a la imagen especu-lar, que correspondería en nuestro textoreferente a la de los antagonistas antifilo-sóficos, que suponen el contrapunto de losagonistas ilustrados, sino más bien a unamemoria, siempre más personal, más bio-gráfica, en la que se recuerda a los indivi-duos tras los nombres que no formaronbajo una bandera terminológica común.La mejor manera de hacer frente al olvidoy que no requiere de una Historia.

Eso explicaría la ausencia de criteriode selección de los «especímenes exóticos»que recoge nuestro autor. La característicaque los trae al libro no es sino la de haberestado en las vecindades de las disputasoficiales, ya que no en los márgenes inacti-vos. Cuando sus ideas tienen la dicha depasar a la publicidad son incluso mutiladasy retransformadas —Jean Meslier por partede Voltaire— (pp. 93-95); perseguidas enLa Mettrie (p. 105); desacreditadas por lascircunstancias personales y la fama del au-tor para Maupertuis (p. 145), lo cual es unperfecto ejercicio de mojigatería cuando lascorrerías son compartidas por su compañe-

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ro Montesquieu; silenciadas por el poder eignoradas por sus compañeros philosophesen el caso de Helvetius (p. 181); o publica-das siempre bajo pseudónimo por miedo arepresalias, como en el caso del barónD’Holbach (pp. 218-223).

Ninguno de ellos concita sin embar-go bajo la misma personalidad todos losrequisitos del buen ilustrado. No venproblemas en aunar deísmo o ateísmocon comunitarismo, socialismo, anar-quismo, o con la defensa del utilitarismoy del liberalismo para otorgar igualmenteel mayor bien para el mayor número.Son, al fin y al cabo, individuos, no ideas.

Caso aparte y confirmatorio de la au-sencia de motivo común en toda la elecciónes el del divino marqués, el de Sade, comoretrato postrero (pp. 265-293). Una suertede «bestia híbrida» que es capaz de encar-nar el espíritu del siglo, uno todavía feudal,con las lógicas argumentativas del materia-lismo y del hedonismo hacia un comunita-rismo. No todos los hombres nacen igualespor naturaleza (presupuesto feudal), ergo...no hay problema en «[hacer] a los demás loque no quisierais que os hicieran a voso-tros» (p. 268). Bajo una idea monádicacomo es la del paupérrimo legado termino-lógico del marqués, el «isolisme», se es-conde al aunar sus ideas de sociedades ce-rradas lo que Onfray cataloga de escorzosfascistoides (pp. 283-287), argumento qui-zás algo delicado a la hora de ser aceptadodado su carácter anacrónico.

Y es que, a la postre, «no toda filoso-fía se reduce a la celebración del Espíritu

Absoluto», de un «cristianismo transfigu-rado por el Concepto o la religión de Esta-do» (p. 305). «En el reverso de la postal dela historiografía dominante encontramos,afortunadamente, pensadores que, aunqueconfusamente [todavía], celebran la vo-luptuosidad sin culpabilidad, anuncian lamuerte de Dios, profesan la colectiviza-ción de las tierras, llaman a estrangular alos aristócratas con las tripas de los curas,alaban las orgías filosóficas y las bacana-les de la carne, [a la vez que] incitan a filo-sofar a favor de los pobres y el pueblo,creen en la posibilidad de cambiar el mun-do, enseñan una moral eudemonista, cuan-do no hedonista, y confían en la justicia delos hombres», compatibilizándola a ratoscon la figura de un Ser Supremo deístaque se va quedando cada vez, sin embar-go, con menos papel a desempeñar (p. 37).

Los ultras llegan tan «allá» como paraque se les reconozca el derecho a ser des-cubridores de los nuevos continentes delateísmo, del materialismo, el hedonismo yla revolución, nueva cartografía que amplíala frontera insular ilustrada que es aún de-masiado deísta, conservadora, burguesa yen ocasiones hasta monárquica, y, a teneren cuenta cuando haya que decidirsemás allá de la elevación de hombros, tancara a la fatalidad de no tener más opcio-nes, a la hora de fijar una residencia en elmundo filosófico en cuanto ciudadano.

Ricardo Gutiérrez AguilarTechnische Universität Berlin

COMO SER UTILITARISTA SIN RENUNCIARA LOS DERECHOS HUMANOS

ÍÑIGO ÁLVAREZ GÁLVEZ: Utilitarismo yDerechos humanos: La propuesta de

John Stuart Mill, Madrid-México,CSIC-Plaza y Valdés, 2009, 395 pp.

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La importancia del utilitarismo en la his-toria de la ética es indiscutible y la figurade John Stuart Mill un punto de referen-cia inexcusable. Es por ello que su obrano deja de ser objeto de estudios y co-mentarios críticos puesto que, como haseñalado Esperanza Guisán refiriéndoseal autor que nos ocupa, «es preciso y ne-cesario elaborar, refinar y esclarecer unadoctrina filosófica que ha gozado secu-larmente de mala prensa, debido a unadeformación sistemática de sus postula-dos, propiciada, a buen seguro, por losenemigos de un tipo de libertad que pue-de resultar incómoda a los gobiernos, a laiglesia y a los grupos dominantes en lasdistintas sociedades. Me refiero a la li-bertad de cuestionar a todas las premisasy eliminar todos los dioses, todos los mi-tos y religiones, que no sean la religiónde la humanidad proclamada por J.S.Mill». Pues bien, Iñigo Álvarez se en-frenta a esta tarea, con el objeto de des-montar algunas de ellas, concretamentela de que el utilitarismo de Mill y los de-rechos humanos son incompatibles.

El planteamiento del libro lo expresa elautor a través de las siguientes cuestiones:«¿puede una teoría utilitarista estructurarsede tal forma que se haga compatible conlos derechos humanos?, ¿puede un utilita-rista construir su doctrina de tal modo quelos derechos tengan en ella un buen acomo-do? o, ¿por el contrario debemos optar en-tre el utilitarismo y la defensa de los dere-chos humanos?». Para muchos autores am-bas posiciones son incompatibles puestoque, o bien nos decantamos por el utilitaris-mo y entonces hay que aceptar el sacrificiode los derechos en determinados casos(cuando estos impidan conseguir la felici-dad general), o bien nos inclinamos por ladefensa de los derechos, aceptándola entodo caso aun a riesgo de poner en peligrola felicidad general.

Pues bien, Iñigo Álvarez defiendeque la combinación de ambos enfoques

no es un absurdo lógico, porque el defen-sor de los derechos no puede evitar tenerque considerar las consecuencias, y por-que un utilitarista puede ser defensor delos derechos sin dejar de ser utilitarista enbase dos argumentos: que la mayor felici-dad se alcanza con el respeto de los dere-chos de todos, de manera que el respetode los derechos está incluido en el cálcu-lo mismo de la utilidad; y que los dere-chos son herramientas que se otorgan alas personas y les permiten acceder a de-terminados estados de cosas por encimade cualquier otra consideración, siempreque no se menoscabe la felicidad general.

Concebir a Mill como utilitarista supo-ne entender que no existe una versión únicade dicha doctrina, por lo que el autor dedicael Capítulo primero a realizar un análisisdel utilitarismo en general. Comienza ex-poniendo la caracterización básica del utili-tarismo, las clases de utilitarismo, los as-pectos positivos y las críticas de las que hasido objeto; dedicando un apartado especí-fico a la incapacidad del utilitarismo paradar cuenta de una teoría de los derechoshumanos (críticas que provienen de Rawls,Nozick, Dworkin y Nino).

Para justificar que Mill es defensor dela tolerancia y de los derechos humanosdedica el Capítulo segundo a explicar laexpresión «derechos humanos» y su com-patibilidad con la doctrina utilitarista. Paraello comienza definiendo los derechos hu-manos como derechos subjetivos, con lascaracterísticas de absolutidad, universali-dad e inalienabilidad; prosigue con el aná-lisis del fundamento y los límites de la to-lerancia y su implantación en Europa, parafinalizar poniendo en relación dicho con-cepto con el de derechos humanos. La im-portancia de esta cuestión radica en que eltema de la tolerancia «incide, desde elpunto de vista utilitarista, en la idea de latolerancia en un sentido amplio, que fue,en su vertiente religiosa, el germen de lateoría de los derechos humanos». En este

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sentido destaca el autor que lo importanteno es tanto la aportación de Mill a un de-bate que se había creado muchos años an-tes, sino el hecho de que un utilitarista décabida en su doctrina a la idea germinal delos derechos humanos, habida cuenta de lalínea de continuidad entre la tolerancia ylos derechos humanos; «el utilitarismo deMill —dice Iñigo Álvarez— se enlaza conla idea que está en la base de los derechoshumanos, en el sentido histórico y tam-bién en el conceptual».

Después del Capítulo tercero, dedi-cado a la vida y obra de Mill, el cuarto yel quinto constituyen las partes medula-res del libro, puesto que es aquí donde elautor analiza en profundidad el utilitaris-mo de Mill y la relación entre este y losderechos humanos. Frente a las críticas alutilitarismo en el sentido de que este nopuede dar cuenta de los derechos huma-nos, Iñigo Álvarez defiende, que el utili-tarismo de Mill es compatible con los de-rechos humanos y con la idea de justicia.Para ello analiza los diferentes aspectosde la doctrina de Mill. Comienza seña-lando que para Mill los criterios sobre locorrecto e incorrecto están construidos enfunción del fin, que los únicos fines de-seables son el placer y la ausencia de do-lor, y que no tiene sentido discutir sobrela justificación del principio mismo; esdecir que la doctrina de la felicidad no essusceptible de prueba alguna.

Para Mill la felicidad no es la quebusca el placer propio sino aquella en laque el interés por los demás y por el bienpúblico ocupe un lugar central y en el queel interés individual y el de los otros se si-túen al mismo nivel; de manera que entrela propia felicidad y la de otros el utilita-rismo exige ser tan estrictamente impar-cial como un espectador desinteresado ybenevolente. Frente a la discusión sobreel tipo de utilitarismo defendido por Mill,Iñigo Álvarez sostiene que hay que en-tender a Mill como un utilitarista de

reglas pero matizado, de manera que encasos excepcionales se puede contravenirla regla establecida por razón de su utili-dad; dicho de otro modo, el utilitarismode reglas puede ser corregido por el utili-tarismo de actos: hay reglas establecidasen relación con lo correcto e incorrecto ypor lo tanto no se trata de valorar las con-secuencias de cada acto concreto en rela-ción con la felicidad que dicho acto pue-de llegar a producir.

La principal cuestión a la que debeenfrentarse el utilitarismo de Mill es larelativa a la justificación del deber depromover la felicidad general, puestoque, como señala Iñigo Álvarez, «si no escapaz de hacerlo cae por su base todo eledificio y queda abierto el camino a lasacusaciones dirigidas al tipo de personasque la doctrina utilitarista acaba creando:seres egoístas preocupados en exclusivade su propia felicidad». Para Mill dichajustificación se basa en el deseo de laspersonas de vernos acogidas y no recha-zadas por los demás, en la obediencia di-vina o la empatía con nuestros semejan-tes, y en la idea de sensación interna dedeber. Puesto que el ser humano es un seren relación con otros, con la sociedad,esta relación no se puede establecer si nose edifica sobre la consideración de losintereses de todos los implicados. «La so-ciedad entre iguales —dice Mill— sólopuede existir siempre que los intereses detodos sean tenidos en cuenta por igual».Se trata de ver a los demás no como ene-migos para nuestra felicidad sino comocómplices y colaboradores.

A continuación analiza dos falaciasque se atribuyen a la argumentación deMill. La primera es la falacia consistenteen deducir una proposición valorativa onormativa de una proposición fácticacuando dice que «La única prueba que esposible presentar de que algo es deseablees que, efectivamente la gente lo desea».Iñigo Álvarez rechaza esta falacia, entre

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otros motivos, por lo simplista que resul-ta con el conjunto del pensamiento y for-mación de Mill, y busca otras interpreta-ciones concluyendo que «lo que se puedeentender que quiso decir es que la gentedesea la felicidad porque es deseable, esdecir, que en la medida en que la felici-dad es digna de ser deseada, la gente ladesea. Mill no dice que porque la felici-dad es deseada se convierte en deseable,sino que podemos saber que es deseableporque la gente la desea», «la felicidad esdeseable, es digna de ser deseada, y aquíacaba el planteamiento de la cuestión»; yesto está de acuerdo con la afirmación deque «las cuestiones sobre los fines últi-mos no admiten prueba».

La segunda es la falacia de la compo-sición, que hace derivar de la felicidadpropia de cada uno la felicidad del con-junto. Iñigo Álvarez defiende que dichafalacia no es tal si se parte de la base deque «la felicidad de cada persona es obje-tivamente buena, intrínsecamente desea-ble», y de que «la suma de todas las feli-cidades, es decir, la felicidad general,será también objetivamente buena, intrín-secamente deseable. Por consiguiente, espropiamente un objeto de persecuciónpara todo el mundo».

Una de las críticas fuertes contra elutilitarismo es su incapacidad para prote-ger los derechos, en la medida en que esincompatible con la idea de la justicia:mientras que el utilitarismo —se dice—tiene como objetivo la utilidad general (laconveniencia), la justicia tiene que vercon otros objetivos «superiores». Puesbien, a esta cuestión está dedicado el Ca-pítulo quinto. Para sostener la compatibi-lidad entre el utilitarismo de Mill y losderechos, Iñigo Álvarez comienza anali-zando las características del concepto dejusticia. De la «justicia» existen muchasinterpretaciones, y por tanto en base a laidea de justicia no se puede llegar a nin-guna conclusión válida sobre lo que es

justo e injusto. Por ello, para Mill sólo lajusticia que está basada en la utilidad so-cial puede dar respuesta a estas cuestio-nes. El sentimiento de justicia tiene quever con el deseo de castigar a alguien queha hecho algún daño; sentimiento que sehace moral cuando las personas son capa-ces de tener en cuenta el bien general dela sociedad. Es justo quien tiene en cuen-ta los intereses del conjunto, quien consi-dera que lo bueno para él es lo que seríabueno para todos; algo similar al princi-pio de universabilidad kantiano.

Para Mill los derechos que enlazancon esta idea de justicia son requerimien-tos morales que se sitúan en lo más altode la utilidad social. Respetar los dere-chos es lo que produce más felicidad,violarlos, lo que produce menos; y estoaunque su violación pueda ser en un de-terminado supuesto a todas luces másconveniente. Si enlazamos esa idea conotra defendida por Mill como la de los di-ferentes tipos de placer, podríamos decirque la inclusión de los diferentes tipos dederechos en la doctrina utilitarista puedeser posible (sin renunciar al utilitarismo)si se entiende que el placer que propor-ciona el goce de un derecho es inconmen-surablemente mayor que el placer queproporciona su violación. Esto permitedefender los derechos sin salirse del utili-tarismo. En apoyo de este argumento Iñi-go Álvarez analiza la exposición que Millhace de alguno de estos derechos: el de-recho a la autonomía de la persona (y a lalibertad de expresión y de acción); los de-rechos que se enlazan con la democracia(en concreto el derecho a la participaciónpolítica) y el derecho a la igualdad. En re-lación con la primera hay que destacar elposible conflicto entre la posibilidad dellevar a cabo acciones dirigidas a realizarlos derechos, y aquellas otras que pro-mueven la máxima felicidad. Mill partede que el principio de utilidad es el prin-cipio director; pero reconoce que se da-

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rán casos en los que habrá que respetarlos derechos pero no se alcanzará la má-xima felicidad (incumpliendo, aparente-mente lo establecido por el principio uti-litarista), y otros en los que tendrán quedejarse de lado los derechos para alcan-zar la máxima felicidad (contraviniendola regla que afirma que el respeto por losderechos es lo que promueve la máximafelicidad). Mill, consciente de este difícilequilibrio, intenta darle coherencia en-tendiendo que en cualquiera de los dossupuestos se trata de alcanzar la justicia.Esta es la idea de Mill cuando dice que aveces la justicia se encuentra del lado delos derechos, pero que en otras ocasiones,por razón de otro principio, puede decan-tarse hacia otro lado.

Mill es defensor de la democracia; sibien justifica la legitimidad del gobiernodespótico si tiene como fin mejorar el esta-do bárbaro de una sociedad. La aceptaciónde la dictadura «incluso por tiempo estric-tamente limitado sólo puede excusarse si eldictador emplea todo el poder que asumepara disolver los obstáculos que impiden ala nación el disfrute de la libertad». Anteesta contradicción entre defensa de la de-mocracia y gobierno despótico Iñigo Álva-rez señala que «esta aparente inconsisten-cia explica el entrelazamiento de los dere-chos y el principio de utilidad». De otrolado, Mill propone una democracia repre-sentativa en la que la mayoría popular pue-da verse corregida por la minoría instruida,en la que el voto de estos últimos tenga maspeso. «Se trata —dice Iñigo Álvarez— deuna propuesta, quizá difícil de aceptar, peroa la que no le falta sensatez y coherenciadesde el punto de vista de Mill». En estecontexto hay que destacar la dedicación departe de la obra de Mill a la problemáticade la mujer, y que en colaboración con suesposa Harriet Taylor publicó una obra fe-minista, La esclavitud femenina, en la querecogió propuestas igualitaristas completa-mente innovadoras: la igualdad, la libertad,

la mejora en la educación, la revisión de lalegislación matrimonial, y el derecho al su-fragio.

El libro finaliza con el Capítulo sextoen el que analiza la cuestión última sobrela que gira el ensayo Sobre la Libertad: elestablecimiento y fundamento del princi-pio de autonomía: la consecución de lafelicidad. La libertad de acción y de opi-nión se fundamentan en la felicidad, feli-cidad que está limitada por los derechosde los otros. Aquí Iñigo Álvarez defiendeque la inserción de los derechos en el sis-tema de pensamiento de Mill es una for-ma de evitar el peligro de la proteccióndel individuo y que ello puede hacerse ennombre de la mayor felicidad

Es evidente que la calidad de una obrareside únicamente en su contenido, peroalgo anuncia de la misma las personas quelo avalan. En este caso, además de los di-rectores de la colección Theoria cum Praxide la Editorial Plaza y Valdés-CSIC, el filó-sofo y jurista Lorenzo Peña, ha tenido lagenerosidad de redactar el Prólogo, en elque además de dar cuenta del contenido dellibro y realizar interesantes aportacionessobre el utilitarismo, efectúa aportacionescríticas sobre algunas de las ideas del autor.Creo por tanto, que nada mejor que termi-nar con sus palabras, con las que coincidoplenamente, cuando señala que «El libroque tiene entre sus manos el lector constitu-ye un análisis —profundo, riguroso y doc-trinalmente objetivo— del pensamientoético de J.S. Mill, con un ensayo de encua-dramiento del mismo en el caudal de la fi-losofía práctica contemporánea y de inter-pelación desde un cúmulo de horizontes yde indagaciones morales y jurídicas». Pocomás se puede añadir a estas palabras, salvoalentar al autor a proseguir en ese proyectomás amplio del que —como él mismodice— este libro forma parte.

Victoria Iturralde SesmaUniversidad del País Vasco

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