estudio sobre la muerte en buenos aires siglos xviii y xix
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investigacion sobre la muerte en el rio de la plata , tipo monografiaTRANSCRIPT
El concepto de la muerte en Buenos Aires a finales del siglo XVIII y principios del XIX
Instituto Superior de Formación Docente N° 21 “Dr. Ricardo Rojas”
Profesorado de Educación Secundaria en Historia
Investigación Histórica II
Profesora: Mohorade, Elena
Alumno: Balderrama, Martín Leandro
EL CONCEPTO DE LA MUERTE A FINALES DEL SIGLO XVIII Y COMIENZOS DEL SIGLO XIX EN BUENOS AIRES
INTRODUCCIÓN:
La presente investigación toma el concepto de la muerte en los contextos y
con los significados que tuvo en el siglo XVIII y a comienzos del XIX en la
ciudad de Buenos Aires ( claro está que la muerte está inscrita en un proceso
de larga duración y desconoce de límites cronológicos), es decir como el
"transito" que debía ser preparado en vida a través de una serie de gestos y
actitudes prescritas en este caso la defunción iba acompañada de una serie de
ceremonias, ritos, exequias (Oración funebre)1 y lugares de enterramiento que
conformaban el ritual mortuorio del Ars Moriendi2 la cual constituirá la variable
de análisis siendo la fuente edita principal. De forma concomitante el contexto
de finales del periodo tardo colonial (la incidencia o no de las reformas
Borbónicas) como también las invasiones Inglesas serán abordados a través
de las actas capitulares3 que permitirán analizar los rasgos característicos de
una época, como también las modificaciones producidas (si es que se
producen) en algunos miembros de la elite con respecto al significado de la
muerte.
El concepto acerca de la muerte y de su manifestaciones tanto desde los
gestos de salvación frente a la misma como a los lugares de inhumación
posibilitan en el análisis un punto de fisura significativo en la transición de la
colonia a la independencia agregando al tema la noción de espacio o
escenarios para la muerte que permite "situar y corporizar" a la muerte en un
lugar en este caso serian las iglesias para la primer etapa y luego si esos
lugares se mantuvieron indemnes con los cambios acaecidos como con las
invasiones Inglesas, el proceso Revolucionario de Mayo y con la “Feliz
experiencia”.
1 “Oracion funebre”. Que en las solemnes exequias que celebraron los señores albaceas. Don benito de
la mata linares, don francisco de garasa, regente, y oidor de la real audiencia pretorial de buenos-ayres.
En la iglesia catedral el dia 13 de octubre de 1797. En la real imprenta de los niños espositos.
2 De Alvarado, Antonio. “Arte de bien morir” y gvia del camino de la muerte”. Impreffor del Reyno de
Nauarra, año 1615.
3 Legislatura de la C.A.B.A. Dirección General de Cultura. Biblioteca Esteban Echeverría. Edición digital
de Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. [CD-ROM] Buenos Aires, 2010. Serie IV. Libro
XVI.p. 550
2
Sin embargo estos espacios servirían como apoyatura para trabajar las
distintas disposiciones que se prescriben en los distintos documentos del Buen
Morir4 que configuraba la base de la representación religiosa en relación a
como se concebía la muerte y aquí es donde se introduce como variable la
incidencia que comienza a tener la conformación de un piedad ilustrada en
algunos sectores de la élite.
Siendo parte constitutiva y heredera de la historia de las mentalidades "la
historiografía de la muerte" surge y se despliega en Francia con la tercera
generación de Annales que aporta su bagaje conceptual y metodológico a
través de dos grandes líneas interpretativas y de investigación una
representada por Michel Vovelle5 y la otra por Phillip Aries6. .El análisis de la
muerte se inscribe dentro de lo que Braudel caracteriza como la larga duración,
donde se pueden apreciar las persistencias o las transformaciones de las
estructuras mentales, lentas y pausadas, que pueden definir un cambio de
mentalidad. De este modo se pueden analizar los rasgos característicos de una
época, como también las modificaciones producidas en el hombre con respecto
a su concepto de la muerte.
En las últimas décadas del siglo XX en Argentina encontramos una apertura
marginal respecto de las investigaciones que se han dedicado al estudio de la
muerte sobre todo en las Universidades Nacionales del Noroeste ( Salta, Jujuy,
Catamarca) que centraron su énfasis en los análisis regionales y en tiempos
más acotados como el periodo tardo colonial.
Los trabajos de Teresa Suarez " El discurso del morir"7 y el de Yanina Mariel
Hernández " Temiéndome de la muerte que es cosa natural a toda criatura"8
4 Murillo, Pedro. “de testamentos, en que se resuelven los casos mas frecuentes, que se ofrecen en la
disposición de las últimas voluntades”, Buenos Aires, Real imprenta de los niños expósitos, 1792.
5 Vovelle, Michel, Ideología y Mentalidades, Barcelona, Editorial Ariel, 1985
6 Aries, Phillip .Las actitudes ante la muerte. En Historia de la Muerte en Occidente, Barcelona, Eds.
Acantilado, 2000.p.20-102
7 Teresa Suarez. "El discurso del morir testamentos de primera mitad del Siglo XVIII en Santa Fe
colonial". Estudios Sociales [en línea].1994, Vol.4, n°7 Citado.
Disponible en Internet:
http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar:8180/publicaciones/bitstream/11185/556/1/ES_4_7_1994_pag_83_93.pdf
8 Yanina Hernández. ."Temiéndome de la muerte que es cosa natural a toda criatura... una aproximación
a las sensibilidades mortuorias ciudad de Salta Siglo XVIII". Boletín Americanista [en línea].2011, Año
LXL, 1, n°62 Citado
Disponible en Internet:
http://www.raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/250044/334599
3
proporcionan análisis similares en cuanto a lo metodológico ( interpretativo)
donde los ejes de los trabajos son las devociones en la vida y las actitudes ante
la muerte prescriptas en los distintos Ars moriendi y abordadas a través de las
actas testamentarias ( documento que revalorizo Michel Vovelle mediante el
tratamiento de la fuente seriada).Otro de los aportes provienen del trabajo de
Raúl Osvaldo Geres " Con el muerto a otra parte..."9 quien hace referencia a
los elementos simbólicos que conformaban la piedad mortuoria al comenzar el
siglo XIX relacionados al lugar de enterramiento de acuerdo con las
disposiciones legales que guardaban vínculos con los discursos de algunos
miembros de la élite de San Salvador de Jujuy manifestándose en la piedad
Ilustrada que convive con las pervivencias de la sensibilidad Barroca.
Los objetivos de este escrito hacen referencia al análisis de los documentos del
Ars moriendi para describir las practicas del buen morir abordándolos de
manera general, como primer paso para poder introducirnos en la
caracterización de los ritos funerarios de la muerte católica y en una tercer
instancia poder identificar las principales características en las actas capitulares
respecto a la legislación funeraria en consonancia con los espacios de
enterramiento tanto, en sus continuidades como cambios.
Se trabajo únicamente con fuentes editas Actas capitulares del cabildo de
Buenos Aires como también actas y documentos del cabildo eclesiástico
sumado a ellas el análisis de libros del periodo como el Ars Moriendi, y con
documentos públicos como los oficios de enhorabuena, exequias y oraciones
fúnebres. Para realizar la investigación se recurrió al método histórico
descriptivo para aquellos temas que requerían explicaciones causales que
proporcionaron la base histórico jurídica (Actas Capitulares, Cedulas Reales)
de los fenómenos analizados, a ellos se les ha agregado una explicación
interpretativa-cualitativa que facilitara la comprensión de lo trabajado.
Este texto presentado como un conjunto, aparentemente continuado y
homogéneo, constituye en sí un trabajo autónomo en el que los tres capítulos
configuran una estructura separada que permite una observación general y
descriptiva que terminan operando, la mas de las veces como una expresión de
9 Rene Osvaldo Gere, "Con la Muerte a otra parte...consideraciones sobre la piedad mortuoria y sus
espacios en la ciudad de Jujuy entre fines de Colonia y los primeros años Independientes”. Andes [en
línea].2010.Vol 21,n°1 citado
Disponible en Internet:
http://editorial.unsa.edu.ar/ojs/index.php/Andes_p/article/viewFile/229/215
4
deseo. La bibliografía utilizada para la presente investigación muestra
claramente lo enunciado, que por otra parte es evidente con solo leer los
títulos, sobre ello cabe aclarar que los planteos teóricos son repetitivos y los
aportes más originales de cada obra radican en la singularidad del caso.
5
CAPITULO I: EL ARTE DEL BIEN MORIR Y CREENCIAS SOBRE LA
MUERTE
La construcción de la Buena Muerte
El propósito de esta comunicación es hacer foco en el estudio de muerte(s)
simbólica(s), en este caso particular, teniendo en cuenta como se enfrentaban
a ella los miembros de la elite destacando las diferencias y similitudes que
entre ellos pudieron existir a la hora de realizar su tránsito hacia la muerte en
el siglo XVIII impregnados sobremanera de la influencia de la religión católica
implantada desde la colonización española.
La buena muerte se preparaba aquí en la vida, por ello se practicaban acciones
religiosas cotidianas y se disponía el testamento como condiciones
fundamentales para lograr la salvación del alma. Se intentara describirá las
prácticas difundidas en lo que se denominó el arte de morir, esto conocidos
como el Ars Moriendi. En correspondencia a ello trataremos de definir a los
tratados del Ars Moriendi y su relación con la construcción de la muerte a
través de las distintas practicas.
En este sentido recuperamos la afirmación de Morel10 con respecto a que la
práctica de testar se popularizó, ya que se había extendido tanto a hombres y
mujeres, como también a los distintos grupos sociales. Así en varios Concilios
de la Iglesia Católica se insistió en la necesidad de testar. Pero fue en el Ars
Moriendi que surgió en torno al Concilio de Constanza (1415), recogiendo una
tradición anterior, donde se pregonaba, ante las crisis, epidemias y guerras la
necesidad de prepararse para la muerte. También se advierte en dicho
documento como acompañar al agonizante y además la importancia
fundamental de la realización del testamento para lograr la buena muerte,
consolidándose así esta práctica.
Este tratado constituyó el pilar fundamental de la Iglesia Católica en Europa
Occidental con un programa pedagógico, que colocó en el centro de su interés
la muerte relacionada con la culpabilidad del pecado y el miedo al infierno. De
allí que adopten el título de Artes de morir, “arte en este caso como compendio
de preceptos, lo que lleva al orden, razón o concierto”11.
10 Morel de d´ Arleux, Antonia, Los tratados de preparación para la buena muerte: aproximación metodológica, Paris, Editorial Aiso, 1990, en actas II, pág. 718.
6
Si bien los tratados de la Buena Muerte fueron modificándose con el paso del
tiempo y de acuerdo a los contextos socio-políticos y religiosos de cada época,
nos interesa rescatar las versiones del Ars Moriendi, que se produjeron en
Europa, pero especialmente en España, ya que su influencia es la que llegó a
América.
En el siglo XVI surgió una versión del Ars Moriendi en adaptaciones amplias
para la elite intelectual y sacerdotes y más cortas, en un texto pequeño
acompañado de imágenes, que estaban destinadas al público más sencillo.
Estas versiones tienen menos grabados, cuyas representaciones eran muy
macabras, ya que la Iglesia tenía el temor de crear superstición y poner
demasiado acento en el momento final, el tratado pasó a denominarse Arte de
bien morir en una versión de Rodrigo de Santaella (Sevilla 1500-1504).
Es importante para analizar el corpus detenernos en esta obra porque en ella
se establecen las disposiciones testamentarias que se debían tomar antes de
morir, como por ejemplo la necesidad de realizar la distribución de sufragios y
obras pías para la propia alma y para las almas del purgatorio, más una parte
que concierne a las tentaciones del demonio en el lecho de muerte y otras dos
partes consagradas a la preparación espiritual, tales como la meditación y
oraciones. Por lo tanto y, en relación con estos principios, Santaella sostiene
que la buena muerte se prepara con la adquisición de indulgencias y con las
disposiciones testamentarias convenientes12.
Hasta ese momento la Iglesia ponía el acento en la necesidad de preparase en
el momento final, es decir en la proximidad de la muerte, ante ello surgió una
obra de Erasmo de Rotterdam con su tratado “Libro del aparejo que se debe
hacer para bien morir”, la que alcanzó una gran popularidad entre 1535 y 1539.
Este humanista marcó una gran influencia en obras posteriores al considerar
que se debe primero llevar una buena vida, esto es, una vida cristiana, para
lograr una buena muerte. Sin embargo, estos principios, así como las obras
que promoviera no fueron duraderos porque la Iglesia pos Trento los prohibió.
Es a partir de este momento que los títulos de los tratados aparecen
nuevamente como Arte de bien morir con una clara intención pedagógica a
11 Ibídem. P.720
12 Ibídem. P. 724
7
través de guías, avisos, doctrina, práctica, etc. Entonces, en el período que
estudiamos, se recupera la pastoral del miedo y la culpabilidad13 (...)"no ay cofa
mas importante en efta vida,quela buena muerte, porque en ella confifte todo
nueftro bien, y nueftra faluacion. muchas perfonas viuieró concertasaméte
algunos años, y porq el dia, y hora de la muerte no hizieron lo que deuian, y
eftan ardiendo en el profundo del infierno có el miferable iudas,capitan de los
que tuuieron buenos principios, y acabaron con defaftrados fines "(...) , con
una visión pesimista ante un contexto de crisis, y la muerte se convierte en una
obsesión como sentimiento de fugacidad. Se dio mayor importancia también a
los sacramentos de la confesión y la comunión que se debían practicar con
mayor frecuencia y a la administración del viático y la extremaunción, que antes
estaban reservados sólo al clero.
La Invención del Purgatorio
En esa construcción del misterioso vínculo entre el mundo físico y el mundo
sagrado, el signo es portador de significación, la polisemia es su naturaleza.
Todo esto, nos indica que existen numerosos elementos para sostener que el
hombre religioso aspira a vivir en lo sagrado, a través de la búsqueda de signos
que constituyen lo misterioso. En él, el rito permea toda vida social y todas las
estructuras culturales de la sociedad humana.
Ahora bien, la Iglesia para sustentar los espacios de lo sagrado a divulgado la
doctrina del purgatorio14 a partir del siglo XII, la que proviene de una tendencia
que pretendía evitar los enfrentamientos provocados por el dualismo reductor
bien-mal, diferenciando los estados intermedios, entre los pecadores, para
aquellos que no eran plenamente buenos ni malos. Por lo tanto, no les estaba
permitido ganar directamente el paraíso ni el infierno, sino que era necesario un
tiempo de purificación, entonces, el lugar de dicha estadía de las almas, era el
purgatorio.
La idea del purgatorio fue un elemento clave de una visión del mundo que
contrastaba con la orientación de las religiones mundanas. La implementación
de dicha doctrina dio un dominio desmesurado a la Iglesia, convirtiéndola en la
administración de la muerte y los muertos, pues los sufragios que beneficiaban
13 De Alvarado, Antonio. "arte de bien morir, y gvia del camino de la muerte". impreffor del reyno de Nauarra, 1615. pág 1414 Le Goff, Jacq, El Nacimiento del Purgatorio, Madrid, Editorial Taurus, 1983.p 57
8
a las almas que resistían en el purgatorio -misas, oraciones, limosnas- sólo
podían ser administrados por los sacerdotes.
Por ello, se destaca lo beneficioso de la imagen del purgatorio para la
evangelización15 puesto que, comúnmente los sufragios por las muertes
incluían pagos, por lo tanto la intercesión, era una fuente de ingreso para la
Iglesia.
En esta lectura, los padres de la Iglesia vieron “la posibilidad de un perdón de
los pecados después de la muerte y la eficacia de las plegarias para los
cristianos de los vivos por los muertos rescatables.”16 Basándose en ella y en
otras ideas presentes en los Evangelios, va elaborándose una idea de un lugar
intermedio, donde el alma es purificada. Sin embargo, aún es un concepto poco
claro, mal definido, confundiéndose con el Juicio Final. Tampoco se distinguirá
del todo con el Infierno y no se aclara su carácter de previsional y temporal.
Retomando lo anterior y, en relación a la función de la Iglesia en América y la
difusión del sentimiento religioso, que llevó a los cristianos a considerar a la
vida terrena y, a los bienes materiales, como un medio para alcanzar la vida
eterna. Dicho pensamiento se propagó a través de la literatura, los catecismos,
la teología y el derecho, Pensar en la representación, -esto es, la presencia de
la ausencia- del purgatorio permitió a la Iglesia evangelizadora ligarse
íntimamente a través de los testamentos con los legados y con las
propiedades. Y por ello la Iglesia se valía del purgatorio, para beneficiarse de la
culpa del hombre de nuestro suelo17.
Respecto del testador decía creer, confesar y declarar como católico, fiel. Son
dos actos oficiosos, dos fiscalizaciones de su buena fe de cristiano: la de la
Virgen y de la Corte del Cielo. A través de éstos se puede suplicar a Dios, pero
ellos no existen sin la Iglesia de Roma. Detrás de todo este discurso, esta la
muerte y, el testamento como única forma de vencer el miedo que es la base
de toda esta organización.
15 Ibídem. pp. 80-82
16 Le Goff, Jacques. Op. Cit p.88
17 Analia Garcia. "La muerte incidencia de la religiosidad en la sociedad correntina de principios del siglo
XVIII". Comunicaciones científicas y tecnológicas 2000 [en línea]
Disponible en línea:
http://www.unne.edu.ar/unnevieja/Web/cyt/cyt/2000/2_humanisticas/h_pdf/h_008.pdf
9
En la Iglesia se realizaban las sepulturas, donde se daba cumplimiento a las
mandas, con una doble función: empujar al ánima más firmemente hacia el
Cielo y apoyar en lo económico a la Iglesia para que también ella ayudara en el
impulso: pide misa de cuerpo presente: dice: “Misa de cuerpo presente con su
vigilia siendo A ora competente y sino al otro día siguiente”.
Las mandas18 son órdenes auto concedidas directamente por su alma. El oficio
de difuntos que se rezaba en la Iglesia recibía el nombre de vigilia, siguiendo la
antigua costumbre de pasar la noche junto al cadáver rezando oraciones
especiales. Así, es posible ver que la práctica de misa de cuerpo presente es
inmemorial pidiendo la celebración el día del enterramiento si era hora
competente, y si no, al otro día, en una misa de cuerpo presente cantada o
rezada, con posterioridad a la recitación de la vigilia.
Por su parte, el número y calidad -esto es, cantada o rezada- dependía de las
posibilidades patrimoniales del testador. Esta operación marca la relación entre
los sujetos que testaban y, la iglesia que favorecía el alma para su tránsito al
más allá.
Es interesante observar la promesa de la Iglesia en tanto difusora de la práctica
testamentaria, que se destinaba en algunos casos, toda o, una parte de la
herencia en beneficio del alma. Entonces, las mandas en pro del alma se
volvieron imprescindibles en algunos casos.
Según la legislación castellana, las mandas, eran consideradas sinónimo de
legado y se reconocían dos acepciones. En primer lugar, se designaba el acto
por el que se legaba una cosa y también la cosa legada, esto es, una manera
de donación hecha en testamento o codicilo. En segundo lugar, la definición
legal de mandas se desprende de su carácter mixto -patrimonial y espiritual-
18 Las mandas forzosas son las donaciones en dinero que obligatoriamente se entregaban a la Iglesia
para la conservación de los Santos Lugares de Jerusalén y Tierra Santa, hospitales, etc.
Judith deolinda Del Valle Bazan. "Los bienes temporales en pos de la buena muerte en los testamentos
de San Fernando del valle de Catamarca siglo XVIII". Revista brasileira de historia das religiones [en
línea]. Junio 2013, vol.15
Disponible en línea:
http://www.dhi.uem.br/gtreligiao/anais4/st4/6.pdf
10
pues si bien toda manda tenía su impacto directo en el patrimonio del testador,
beneficiaba también -como ya se señaló- a su alma en tanto se utilizara como
instrumento para el mandamiento nuevo
La práctica testamentaria
Como se señaló anteriormente, la preparación de la buena muerte se convirtió
en el arte de morir a través de los Ars Moriendi, donde se daba un lugar
importante a la práctica testamentaria. Por lo tanto el testamento es la fuente
que nos permitirá acceder a la concepción de muerte y a la forma en que los
hombres y mujeres, en el espacio y tiempo considerado aquí, utilizaron sus
bienes temporales a favor de su salvación. Gutiérrez del Campo nos dice
respecto al testamento “…a través de ellos atraía (la Iglesia) un buen número
de donaciones y limosnas, a la par que conseguía que sus fieles se prepararan
mejor para la vida ultra terrena”19. En América Latina se aplicaron las reformas
establecidas en Trento en el XIX Concilio Ecuménico, que tenían como fin
sistematizar y unificar la doctrina y a partir de ello consolidar el poder
eclesiástico. Al respecto, sabemos que debido a la necesidad de preparar a
quienes debían difundir la doctrina de Trento, durante los dos siglos siguientes
teólogos y moralistas redactaron los textos, que debían ajustarse a las reglas
establecidas por Carlos Borromeo en el Catecismo Romano, cuya obra fuera
publicada hacia 1565 para uso exclusivo del clero20.
Este catecismo se convirtió en un documento de suma importancia porque de
él derivó lo que se denominaba literatura de la buena muerte.
De ella se desprenden los postulados que sostiene que para alcanzar la
inmortalidad mediante la salvación del alma era preciso mantener la pureza del
espíritu ejercitando cotidianamente y, desde el bautismo la doctrina, esto es, la
lucha constante del cristiano contra el mal o el pecado. Esto significa que las 19 Gutiérrez del Campo, Ana, El libro de testamentos de 1384-1407 del notario Vicente de Rodilla, una
introducción a los documentos medievales de últimas voluntades de Zaragoza, Zaragoza, Institución
Fernando el Católico (CSIC) Excma Diputación de Zaragoza,2011, pág. 9.
20 Ibídem. P. 28.
11
prácticas de estos sacramentos serían los canales para prepararse y recibir la
buena muerte o muerte con sacramentos, bajo el amparo de la Iglesia.
La influencia de estos catecismos llevaron a la multiplicación de los manuales
de sacramentos, libros para confesores o confesionarios, manuales sobre
vicios y virtudes, libros de exequias, oraciones fúnebres, que si bien no se
someten a estudio en este trabajo nos muestran la importancia central que la
Iglesia daba al tema de la preparación para la muerte, de la cual insistimos el
testamento tiene una parte fundamental
Siguiendo con nuestro análisis vemos que surgen evidencias que nos muestran
la importancia dada a lo económico en la búsqueda del más allá. Sé señala que
en los manuales de sacramentos, Borromeo enfatizó la necesidad de las
prácticas funerarias, que determinarían el poder de la Iglesia más allá de la
muerte, a la vez, que permitía que los fieles ejercitaran una de las virtudes más
importantes del cristiano, como es la caridad. Entre aquellas encontramos el
funeral, misa, novenarios, responsos, sufragios, aniversarios, cabos de años.
Estas prácticas rituales se advierten, en el testamento, ya que si bien estos
consejos sobre las prácticas funerarias estaban destinadas a los vivos para
ofrecer el descanso eterno a sus difuntos también quien testaba, en el período
y lugar que estudiamos, se preocupaba por la salvación de su propia alma, y en
consecuencia de alguna manera concebía su propio funeral en la planificación
del testamento, cuidando todos los detalles, tanto espirituales como materiales
que contribuirían a salvar su alma y alcanzar el cielo.
El testamento es parte de las prácticas que la Iglesia encomendaba para
merecer una buena muerte, lo que luego dará origen a las guías de los
testadores21 por medio de las cuales se orientaba a los grupos de poder social
y económico a que repartieran sus bienes no sólo entre sus familiares y
allegados sino también con los pobres y la Iglesia, para que ésta mediara en la
salvación de su propia alma o bien en la de otros.
La influencia de esta práctica testamentaria es la que heredó América a través
de la conquista española, la cual, si bien tiene un gran espacio para lo material, 21 Murillo, Pedro. de testamentos, en que se resuelven los casos mas frecuentes, que se ofrecen en la
disposicion de las ultimas voluntades. Real imprenta de los niños expósitos, año 1792
12
la parte fundamental es la relacionada con lo religioso. Sin embargo podemos
decir que ambas partes se funden o confunden, o más bien están imbricadas,
ya que las cuestiones espirituales, esto es la preocupación por la expiación y la
salvación del alma, dependen en cierta medida de la inversión material.
¿Cómo se imponen y difunden las prácticas funerarias? Las decisiones del
Concilio de Trento (finalizado en 1563), que dispusieron pautas ordenadoras de
la sociedad como registro de bautismo, matrimonios, defunciones, normativas
matrimonial, también atendieron el tema de la muerte22. Uno de los principales
objetivos tridentinos: recalcar las formas de culto de la muerte específicamente
católica, se propone claramente en la iconografía; la intención es fortalecer la
conciencia de la fe católica y despertar la devoción. La orden más influyente en
la enseñanza fue la Compañía de Jesús respecto de las practicas piadosas se
visualiza una piedad popular postridentina manifiesta en procesiones y
peregrinaciones animadas por hermandades y cofradías.
Surge una marcada devoción por la virgen, introducida propagada también por
los Jesuitas. Se difunden hermandades de oración, devocionarios privados y
estampas piadosas Pierre Chaunu23 acuerda con ello y ve que, después de
1670, hay un cambio en el testamento, se pasa de una posición cristocéntrica,
a una mayor devoción por María24.
En la misma tesitura el Concilio de Trento, introdujo nuevamente el sacramento
de la Santa Unción (afectado por la oleada protestante) entre los administrados
a la hora de la muerte25 por ejemplo respectos de los muertos que mueren sin
sacramentos en este sentido se solicitaba que se pusiera cuidado en hacer
testamentos y solicitar la “gracia del bien morir”, de la misma manera que se
solicita medico y medicina para “la temporal salud”26. Por ejemplo durante la
campaña de curación de la epidemia del año 1778 que azolaba Buenos aires.
La carta es enviada por el Maestre Manuel de Pinazo el 22 de Julio de 1778
desde Cañada de Escobar y el destinatario fue el Señor teniente de Rey y
22 Jedin, H., Manual de Historia de la Iglesia, Barcelona, Herder , 1972
23 Aries, phillip. "las actitudes ante la muerte". En historia de la muerte en occidente. Eds. Acantilado.
Barcelona, 2000.p.20-102
24 Jedin, H. Op. Cit. P. 473
25 Aries, P.Op. Cit. P. 114
26 La Historia del Virreinato del Río de la Plata volumen I. apartado de Higiene Pública, El número 83 pp
311
13
Gobernador interino. La intencionalidad y finalidad de la misma es comunicar la
información respecto a los acontecimientos que se suscitaban en el norte de la
campaña de Bs As (...)" señor el Alferez D. Domingo Lorenzo que lo es de la
Compania del Salto, en su carta de 20 del corriente. Me ha comunicado
hallarse todas las jentes de la campaña agitadas de un contajio que los reduce
a su ultimo exterminio haviendose estendido a ese lugar Pergamino,
Fuentesuela iban muerto siento nobenta y seis ombres, sin incluir mujeres,
niños y forasteros, es mui justo haiga interesarse la piedad de los superiores
principalmente teniendo V. S. largas del desamparo en que viven estas gentes ,
me pareció mui de mi obligación representarlo a V.S. para que sirba tomar la
providencia que le dictare su piedad en alivio de aquellos miserables
principalmente ordenando se les socorra con el pasto espiritual de que
lastimosamente carecen " (...)
Por último la aparición del alma27 esta cronológicamente identificada por la
historiografía. Mitre Fernández muestra que los escolásticos crearon el alma
(las escrituras solo hablaban de la resurrección del cuerpo), pero aunque la
vida se prolongue en el alma después de la muerte del cuerpo, se teme por su
condenación en el infierno. La difusión del Purgatorio atenúa el miedo a la
condenación. La instancia del Purgatorio contradice el principio de la salvación
por las propias obras: son las oraciones de los vivos las que hacen posible la
salvación.
Hay en síntesis, dos horizontes de salvación se apela a la salvación con las
invocaciones a la virgen intercesora, al santo del nombre, a la corte celestial,
intermediarios a los que podríamos denominar intangibles. Se busca también
una salvación desde abajo, desde lo terreno, es la que protagonizan albaceas y
familiares ya que el alma es heredera da ilusión de continuidad porque los
bienes sostienen las oraciones.
27 Mitre Fernandez, E. La muerte vencida. Imágenes e Historia en el Occidente Medieval, 1200-1348, Madrid, Encuentro Ediciones, 1988, pp. 38-39
14
LA MUERTE CATOLICA A TRAVES DE LOS RITOS FUNERARIOS
Ritual y Status
Los estudios sobre el aparato “tanático” de la sociedad colonial son pocos. Se
han examinado sistemáticamente los testamentos, la difusión de las artes del
“bien morir”, los rituales de enterramiento, las ceremonias fúnebres de manera
que sea posible trazar una imagen descriptiva y superficial de las
sensibilidades individuales o colectivas ante el fenómeno de la muerte en
Hispanoamérica.
En este contexto de valores y creencias es que ubicamos el estudio de las
honras fúnebres de los miembros de la elite de Buenos Aires a finales del siglo
15
XVIII y a comienzos del siglo XIX. Como marco de referencia consideramos
pertinente remitirnos a la definición que da Cobarrubias acerca del contenido y
de la significación del término obsequias o exequias. Entendidas como “las
honras que se hacen a los difuntos” y, en sentido estricto, el término honras en
el siglo XVIII nos remite a la ritualidad de la muerte porque son “las obsequias
que se hacen al difunto dentro de los nueve días de su entierro”. Podría
identificarse en el imaginario de la época una clara idea de esa ritualidad y las
nociones (siempre siguiendo a Cobarrubias) de honor que “vale lo mismo que
la honra”; y honra, que significa “reverencia, cortesía que se hace a la virtud, a
la potestad”; y honrar que es “reverenciar, acatar”28.
.Si los términos reverencia y cortesía, asociados al respeto en el vocabulario de
la época, nos remiten a reputación y estima, resulta lógico pensar que las
honras fúnebres pudieron concebirse como una forma de mostrar la cualidad
del honor de manera pública y notoria. Tal presunción no resulta extemporánea
si conocemos los comportamientos públicos de los grupos en la sociedad
Barroca donde el honor no es algo íntimo, sino que adquiere un carácter social
que obliga a su exteriorización.
Así, tanto para los monarcas como para cualquier individuo de familia notable,
en el transcurso de las exequias se intentaba mostrar el honor de los
personajes destinatarios de tales actos. Honor que —como afirma Pierre
Bourdieu29— es a la vez un sentimiento y un hecho social objetivo. Por una
parte, es un estado moral que resulta de la imagen que cada uno tiene de sí, y
que inspira la negativa a actuar de manera vergonzosa como también es el
medio de representar el valor moral manifestado en el concepto de virtud,
prestigio, status y por lo tanto su derecho de precedencia. Si bien podemos
considerar que el honor es puramente individual en el caso de estos actores
colectivos de tipo antiguo, es colectivo y debemos atribuirlo a un grupo social
que podemos ubicar en una familia, linaje o comunidad con la que ese grupo se
identifica.
28 Cobarrubias Orozco, S., Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, Ediciones Tauro, 1997
29 Bourdieu también concibe al honor como un capital simbólico en el sentido de cualidad con valor social y cultural, conocida y reconocida por los actores sociales que sólo existe a través de la reputación, es decir “de la representación que de ellas se forman los demás, en la medida en que comparten un conjunto de creencias apropiadas para hacerles percibir y valorar unas propiedades y unos comportamientos determinados como honorables o deshonrosos...”Bourdieu, P, Razones prácticas, Barcelona, Editorial Anagrama,1997, p.108.
16
Por eso, la aspiración al honor debe ser reconocida públicamente porque se
convertirá en honor probado y recibirá el reconocimiento merecido en muestras
de las mismas. Todos estos factores (religiosos, políticos, sociales, culturales)
crearon un fenómeno típicamente barroco que es definido por Julián Gallego30
como “el culto teatral y simbólico de los muertos no canonizados” siendo las
exequias una de las más logradas manifestaciones.
Por lo tanto, el honor debe ser visto también como un factor de integración en
el sistema social que obliga a su exteriorización. Así, tanto para los monarcas
como para cualquier individuo de familia notable, en el transcurso de las
exequias se intentaba mostrar el honor de los personajes destinatarios de tales.
Y esta era la hidalguía para una ciudad como Buenos Aires que, a pesar de su
marginalidad con respecto a sus pares virreinales, no escapó a los
comportamientos culturales de una sociedad jerarquizada.
Con esto quiero significar que, al igual que otras regiones del Virreinato, estuvo
regida por unos patrones de valores vinculados entre sí y que Maravall31 los
expresa como el status (que se posee desde el nacimiento al ser portador de
una herencia inmaterial)32, por la función (que se cumple), el prestigio (que se
alcanza) y el honor (que se atribuye).
Todo constituye un orden en el cual el ciclo de la vida también estuvo regido
por rituales socialmente reconocidos y donde el momento culminante era, sin
dudas, el de la transmisión patrimonial tanto de tipo material como simbólico
porque en él se vinculaban estrechamente la vida y la muerte a través de
opuestos complementarios, es decir, el matrimonio y las defunciones.
Esto es así, si entendemos que el polo opuesto, social y culturalmente
complementario al de la muerte, es el de la integración plena a la sociedad.
Integración que ocurre al contraer matrimonio, esto es, al estar en condiciones
legalmente sancionadas de reproducir el linaje33. Es decir que no bastaba nacer 30 Gallego, J., Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro, Madrid, Catedra, 1972.
31 Maravall, J., Poder, honor y elites en el siglo XVII, Madrid, Edic. Siglo XXI, 1989.
32 Ibídem. p. 97
33 Linaje asimilado a la familia que alude en sentido estricto a una organización familiar consolidada en
tres generaciones. El linaje familiar no sería una célula elemental formada por una familia extensa, o
mejor, no nuclear. Padres, hijos, parientes cercanos nacidos en el seno familiar o incorporados por
matrimonio componían los elementos formativos. Pero también se trataba de una proyección colateral y
vertical a partir de las clientelas de allegados, criados, deudores. De esta manera constituyen también “un
17
en un linaje privilegiado y heredar el capital simbólico que tal hecho suponía,
como por ejemplo casarse con persona semejante y consolidar fortuna a lo
largo de su vida; también había que morir con dignidad y dar demostración
pública de honor, fama y notabilidad después de cumplido el tránsito terrenal
para simbolizar la notoriedad familiar en el universo local.
Si bien el hecho de testar formaba parte de los preparativos para morir, y por
ende, constituía uno de los actos más trascendentales de la existencia, porque
era la preparación para la muerte, debemos destacar que el mismo se vivía en
el ámbito de lo público. Esto es así si entendemos que en el discurso de la
época no se diferenciaban lo público de lo privado. Para estos actores
tradicionales lo privado se refería sólo a “el que ha sido excluido de oficios
tradición o dignidad” mientras que lo público designaba a “todo acto que todos
saben y es notorio, pública voz y fama. Notoriedad”34. Se negaba la existencia
de lo privado como se entiende en la etapa ilustrada entendida por el
Diccionario de Autoridades como “lo que pasa en quietud y sosiego, cuidando
sólo lo de tu familia e intereses domésticos, sin entremeterse en negocios ni
dependencias públicas”35.
En este sentido debemos entender que la muerte como hecho doloroso que
determina ausencia física, no se vivió en espacios recoletos sino como
circunstancia idónea para la observancia de un conjunto de formalidades
prescritas socialmente y que se manifiestan en la planificación consciente de
las honras fúnebres donde y, en primer lugar, se mostraba el conjunto de
calidades y atributos sociales que enfatizaban un rango privilegiado, una
apariencia. Por eso toda la ceremonia implicaba un gasto excesivo, y donde la
prodigalidad y la ostentación eran los rasgos salientes36.Es interesante
remarcar en este documento la voluntad de permanecer junto a sus familiares
más cercanos en un espacio común ya que el recuerdo de los antepasados era
una constante por lo que habitualmente se escogía el sitio donde estaban
enterrados sobre todo los padres o los hijos, o como en este caso, el marido.
clan familiar”, es decir, unas estructuras cuyos componentes estaban ligados por vínculos de parentesco,
biológicos o no y vínculos clientelares, que eran elementos adheridos.
Cobarrubias Orozco. Op. Cit.p 91
34 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades, Madrid, Gredos, 1979.
35 Ibídem. p. 82
36 Aries, P. Op. Cit. p. 157
18
Sugería la idea de la unidad del linaje para toda la eternidad y esa imagen de
cohesión pretendía perpetuarse en la memoria social.
Otro aspecto a resaltar son las detalladas descripciones sobre los cortejos o el
acompañamiento del cuerpo hacia su destino final, hecho que marcaba la
separación del mundo de los vivos y que evidencia el lugar privilegiado que la
ceremonia ocupaba en la ritualidad y el simbolismo de los funerales. Podríamos
decir que en cada petición de los testadores se expresa uno de los atributos
característicos de lo que llamamos muerte barroca: el acompañamiento que
nos coloca a un rasgo propio del Barroco como es la espectacularidad de las
ceremonias. Hecho que involucraba y ponía en movimiento a una vasta red de
relaciones y significaba además una inversión en capital monetario y social.
Otro detalle que resalta es la cantidad de misas que se mandan decir oficiadas
por distintos sacerdotes y en distintos templos como el caso de quien solicita
además de lo expuesto un novenario de misas cantadas y al finalizar se le
hagan honras y en ellas digan misa todo los sacerdotes que a las albaceas
pareciere además de prever que a los seis meses de su fallecimiento se le
hiciera una misa cantada. Todos estos procedimientos están estandarizados y
podemos apreciar que a mayor grado de complejidad y de participación de
sacerdotes, más alto debía ser el monto que se debía pagar por el entierro y a
lo que debemos añadir los desembolsos procedentes de la cantidad de misas
ordenadas en el testamento. Es que el bien morir tenía un costo muy elevado
tanto para el difunto como para toda su familia y era fuente de ingentes
beneficios económicos para las distintas instituciones eclesiales que mediaban
el tránsito hacia el más allá. Esta profusión de actos que expresaban esa
ritualidad redentora relega a los familiares a la función de ejecutores de las
decisiones funerarias, no importando que los elevados gastos mermaran de
manera considerable las fortunas dejadas a los herederos.
Consideramos que con la celebración de los oficios sagrados que comenzaban
después del deceso se garantizaba no sólo la inmortalidad espiritual, sino
también la cohesión de los que quedaban vivos en torno al recuerdo de los
fallecidos, fortificando los linajes al celebrar los vínculos familiares entre vivos y
muertos y sobre todo al exponer públicamente el lugar jerárquico37 que –en la
ciudad- ocupaba el fallecido.37 Di Stefano, R. y Zanatta, L. Historia de la Iglesia Argentina, Buenos Aires, Ed. Grijalbo-Mondadori, 2000, p. 166
19
La vida devocional, las prácticas religiosas y la cura de almas en la diócesis de
Buenos Aires, en el último siglo del período colonial, se inscriben dentro de un
tipo particular de cultura religiosa barroca que tuvo sus inicios en el siglo XVI,
llegó a su apogeo en el XVII y XVIII, tanto en América como en Europa, y fue
fuertemente criticada en el siglo XIX luego de la aparición de la Ilustración.
Esta cultura se origina en la política contrarreformista del Concilio de Trento y
se caracteriza por la particular relevancia que gozaba la exteriorización de la fe
y la abundancia de recursos artísticos que rodeaban las manifestaciones de
devoción de ampulosa teatralidad. Esta concepción de la religiosidad y sus
derivaciones recibieron de parte de la gran masa de cristianos una fuerte
aceptación en razón de su capacidad para incluir formas de devoción popular y
elementos religiosos tradicionales. Estas últimas serán, precisamente objeto de
la crítica “ilustrada” que las considerará cada vez más frecuentemente como
“supersticiones”.
En el Buenos Aires del siglo XVIII y aún en los finales de la colonia, esta
situación de controversia en torno a los valores y modos representacionales de
la religiosidad, no va a incidir mayormente en la vida devocional que continuará
expresándose teatralmente y ocupando un lugar importante en la
estructuración de la vida social. Si bien ha penetrado en parte de las élites la
crítica “ilustrada”, los críticos son pocos y no logran imponer un criterio
dominante. Por otro lado, con la formación del virreinato, la ciudad de Buenos
Aires vive un crecimiento económico que favorece el despliegue del pomposo
aparato barroco.
Preocupaciones y previsiones
Junto a las formas devocionales, el ritual de la muerte había tenido siempre en
el cristianismo, de las catacumbas a las cofradías medievales, un lugar
significativo como el principio de un recorrido espiritual que involucraba no sólo
al difunto sino a aquellos que lo sobreviven. La preocupación manifiesta, por
parte de los vivos, de que ese recorrido espiritual concluya en un feliz destino
final produce una multiplicidad de ceremonias, ritos y funciones litúrgicas que
tienen por fin facilitar el tránsito del alma de los difuntos hacia ese destino.
La preocupación por la muerte y por la salvación del alma da lugar a diversas
manifestaciones públicas, actividades institucionales y prescripciones
20
particulares y corporativas cuyas características y matices están en íntima
relación con el status social o político del difunto, con su pertenencia
estamentaria y étnica, su poder económico (y por consiguiente el de su familia
y herederos), su género y su edad.
Las cuestiones antedichas se verifican ampliamente en la documentación
conservada del período colonial. En la mayoría de los casos es el mismo
difunto quien prevé y prescribe en su testamento las acciones que deberán
cumplimentarse al acaecer su fallecimiento. El testamento aparece, entonces,
no sólo como un documento de valor sucesorio sino como la manifestación
plena de las preocupaciones escatológicas del futuro difunto.
Se deja allí constancia de la necesidad que tendrá la persona, en los
momentos funerales, de misas y oraciones rezadas por su alma, del modo y el
lugar en que quiere ser sepultado, la mortaja o hábito con el cual desea ser
vestido, las limosnas que deberán ofrecerse, y los sufragios y devociones que
han de ser cumplidos con el correr del tiempo.
La mortaja con que se vestía el cuerpo no era tampoco asunto secundario.
Muchos pedían ser sepultados con el hábito de una orden religiosa a la que
pertenecía como terciario. Este ítem suele aparecer en las actas testamentarias
como cláusula segunda conjuntamente con las recomendaciones acerca de la
sepultura y la aclaración de la Orden Terciaria a la que pertenece la persona.
También se hacen referencias al gasto del convite al que se invitaba a
parientes y vecinos en la noche del velatorio o “entierro”. Según el caso se
rezaba o cantaba (con diferentes precios) un responso y con gran trajín de
esclavos y domésticos se servía a los invitados con comidas y bebidas., se
deja previsto dinero para los gastos del convite de su funeral, costo de
esquelas, mesa de licores, mate, chocolate, panales.
La muerte del Obispo
La muerte de un obispo era una circunstancia excepcional y vemos en los
testimonios de las exequias fúnebres el grado de atención y riguroso
tratamiento con que se lleva a cabo el proceso ritual en torno al momento de
tránsito del alma del difunto.
Este proceso comienza con el “testimonio de verdad” de un escribano público,
quien ante sí y testigos certifica la fecha y la hora del acto de fallecimiento del 21
dicho obispo: “...Yo[...] Escrivano Publico del Numero de esta Ciud. zertifico doy
fee y verdadero testimonio que oi dia de la fecha como a las tres de la mañana
fui llamado al Palacio Episcopal de esta dha Ciud. y hallé en el un cadaver
sobre una mesa[...], y según le reconocí y vide, era el Illustrissimo y
Reverendissimo Mro. Dn. Fr. Pedro [Fajardo] que avia acabado de fallecer y
pasado de esta presente vida a la Eterna...”38. Luego de refrendada esta
certificación por un miembro del Cabildo Eclesiástico se procede al tratamiento
y disposición del cuerpo del difunto: “...Después de pasadas tres horas se sacó
el cuerpo de la Cama por manos de Sacerdotes y familiares[...] se colocó
encima de dos bufetes con toda desencia cubierto con dos sábanas y luego
inmediatamente se pasó según lo dispuesto en el Seremonial de Obispos a
lavar el Cuerpo con agua de iervas odoríferas y vino, y echa esta diligencia se
llamó a Dn Alexos Riveira, ciruxano anatomista y a Joseph Yrueta también
ciruxano y dos Barberos, el uno llamado Jacinto y el otro Nicolás ambos al
parezer mestisos y abrieron el cuerpo con la decencia y modestia q. pide el
caso, a que asistieron dhos. Señores Prevendados, y habiendo sacado las
entrañas y todo lo demás que se acostumbra, se llevó todo lo referido a
sepultar, revestido el Cura Rector Dn. Juan Pascual de Leiva con cruz alta con
acompañamto. de la maior parte del clero y dhos Señores Prevendados con
sus mantos capitulares y todos con luzes encendidas hasta que se concluió
este acto. Y luego inmediatamte. pasaron los dhos Ciruxanos a el
emvalsamamiento, aviendose prevenido antes vastante porción de balsamo,
almiscle, menjui y estoraque y otros ingredientes convenientes pa. esta función.
Y luego incontinenti q. se dio fin al referido emvalsamamiento...”39.
El enterramiento del obispo Mancha y Velasco testimonia la importancia del
corazón que es enterrado con todas las solemnidades, antes de proseguir con
el vestido y velatorio del difunto: ”...en casa de dho. Sr. obispo y biendole
difunto en su cama le alsaron de ella y le pusieron sobre dos bufetes en buelto
el cuerpo de dos sabanas y alli lo labaron con aguas de olor y le enjugaron con
toallas con toda desencia[...] y cubrieron con una colcha determinando
enbalsamar dho. cuerpo para lo qual se dispuso luego juntar los olores e
ingredientes necesarios para dho. efecto. Por manos de[...] maestros Sirujanos
y dos barberos que fueron[...] y abiendo abierto el cuerpo y sacado el corazón
38 Actis, F. C., Actas y Documentos del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, Buenos Aires, Ed. Junta de
Historia Eclesiástica Argentina, 1943, p. 176.
39 Ibídem. P. 178.
22
de dho. Señor Obispo le pusieron en una basia de platta y cubierto con un
tafetan le llevaron en Prosession toda la Clerecia y Relijiosos[...] y le enterraron
al pie del facistol en el Coro de esta Santa Iglesia Catedral Lugar en que dejo
dsipuesto dho. Señor obispo y pedido fuesse enterrado su cuerpo y abiendo
enterrado dho. corazon con canto y luses ensendidas y dobles de campanas se
bolvieron a casa de dho. Señor obispo donde se continuava el
enbalsamamiento...”40.Una vez concluido el embalsamamiento se procede a
vestir el cuerpo de pontifical. A continuación se lo deposita en el ataúd y éste
en un túmulo erigido en la sala del Palacio Episcopal, preparado para tal efecto:
“...se puso en la tumba que se hizo de sedro vestida de terciopelo negro y
guarnecida con franxa de plata fina, y forrado por dentro con tafetán negro
claveteada con tachuelas doradas. Y luego se erigió en la Sala principal de su
palacio un tumulo magnífico de gradas de tarimas cubiertas de vaietas negras
de Castilla, sobre las quales se armaron otras gradas de bufetes cubiertos de
terciopelo y damasco morado sobre que se colocó el Ataud con dho. Cuerpo
rodeado de doze blandones grandes con sus achones de sera blanca, y
sinquenta velas de a libra en otros blandones y candeleros medianos y en esta
forma se mantuvo el dho. Cuerpo desde el Biernes diez y seis de Diziembre
hasta el Domingo diez y ocho alternando en velar los Sacerdotes y Seculares
de la hermandad del Sr. Sn. Pedro de la qual era hermano dho. Sr. Illustrisso...”
Como paso siguiente de este proceso de funeral y entierro, se convoca a las
personas laicas, religiosas regulares, seculares, parientes y hermanos de la
cofradía a la que pertenecía el obispo para acompañar el cuerpo del difunto, y
ser rezados y cantados todos los oficios fúnebres correspondientes:“...se
empeso hazer seña con el redoble de todas las Campanas de la Cathedral y
demás Iglas. de los Conventos de los Mendicantes que estaban convidados por
la Señoría del Cvdo. de esta Sta Igla...”41. El doblar de las campanas por los
muertos estaba codificado para identificar al “tipo” de difunto. En los Aranceles
de este Obispado de Buenos Aires dados por el obispo Mancha y Velasco se
especifica que:“...si el difunto fuera sacerdote, se toquen cuatro veces las dos
campanas juntas, y luego a modo de repique, y vuelvan a tocar las dos
campas. Si fuere hombre se toquen tres veces las dos campanas y luego el
doble ordinario hasta tres veces y proseguir con el doble ordinario. Si fuere
40 Actis, Actas..., p. 136
41 Actis, Actas..., p. 136
23
mujer, se toquen dos veces las dos campas. juntas y luego se prosiga el doble
ordinario...”42.
Reunidos los presentes en la Iglesia, partía este acompañamiento hacia el
Palacio Episcopal, ubicándose por orden preestablecido en la Sala donde
estaba siendo velado el cuerpo del difunto y, con toda la solemnidad que el
caso requería, las diversas Religiones presentes y otros funcionarios
eclesiásticos les entonaban las varias partes de la misa de difuntos:“...Y luego
inmediatamte. entró el Rdo. Pe. Mro. Fr.[...] de Na. Señora de La Merced[...]
con toda su comunidad y tomo asiento en la otra testera de dha. Sala, y entonó
las Visperas de Difuntos con la solemnidad de doble con la música de su
Convento con toda pausa y gravedad”.
Al concluir el oficio dentro de la sala velatorio se sigue a retirar el cuerpo y
realizar con este en andas una procesión con varias estaciones en posas
emplazadas en el espacio frente al palacio y en la plaza contigua.“...y concluido
el Salmo De Profundis, empesaron a salir por su Orden y antiguedad la
Comunidad de las Ordenes dhas[...] y luego que hubieron salido de dha. Sala
tomaron el Ataud llevandolo en hombros[...] los Religiosos mas graves[...] y
para depositar el Cuerpo de dho. Sr. Difunto se dispusieron por la Señoría de
este Cavdo. sinco Altares o tronos fúnebres, uno en la salida y puerta del
Palacio, y los demas en cada esquina de la Plaza; y en el intermedio de cada
altar abia un bufete vastantemte grande cubierto de vaietas negras pa. las
posas, q. Se hazian alternando las Religiones...”
Por último, y una vez finalizada la procesión se ingresaba con el cuerpo a la
Iglesia y se lo colocaba en un túmulo, previamente erigido en el centro del
presbiterio; al cuerpo se lo acompañaba con hachones de cera y “...sien velas
de a libra...”. Dando comienzo, entonces, la postrera etapa de estos momentos
funerales con la entonación del Oficio de Sepultura y la ceremonia de
enterramiento propiamente dicha: “...el referido Sr. Canónigo[...] se fue
procesionalmte. dicho Sr. con todas las comunidades a hazer el Oficio de
Sepultura, y de allí en la misma forma se llevó el Cuerpo del Illustrisso. Sr.
Difunto a la Bobeda que esta preparada pa. entierro de Señores Obispos, y se
puso en el primer Nicho de la entrada a el lado izquierdo...”43.
42 Ibídem. P. 178
43 Actis, Actas...Op Cit, p. 180.
24
Estos relatos testimonian el valor diferencial de los modos representacionales
del ritual mortuorio no sólo en el aparato dispuesto sino también como parte de
un ceremonial preestablecido y riguroso.
La ciudad colonial aparece como un escenario donde cada actor interpretaba
un papel que le venía en parte determinado por la estructura social. Ese papel
evidenciaba el lugar que el actor ocupaba en una sociedad en que cada sujeto
tenía el suyo. A su vez las manifestaciones sociales de cada actor confirmaban
el derecho de propiedad sobre ese espacio social. Las ceremonias mortuorias
participaban de este carácter, siendo particularmente notable el despliegue que
seguía a la muerte de un integrante jerárquico del clero secular.
CAPITULO III: DONDE HABITAN LOS MUERTOS
HETEROTOPÍAS
Si el siglo XVIII fue el de los sepulcros y las tubas, el siglo XIX fue el de los
cementerios. La recuperación cultural que de ellos hará Michel Foucault se
inscribe en un momento de auge de los estudios de cementerios y de la
muerte en términos generales. Tras la relativa superación de los modos
clásicos de hacer historia (sorteados en gran medida desde la escuela de los
Annales), y en un momento de auge de la historia de las mentalidades,
Foucault introdujo a mediados de los años 60 un concepto teórico metodológico
orientado a redirigir la mirada sobre aquellos otros espacios, ajustado a lógicas
y temporalidades propias de las culturas. Esto supone a nuestro criterio, un
doble propósito de nuevos objetos de estudio y de reformulación
epistemológica en tanto requieren repensar otros modos de aproximarse al
espacio y sus dinámicas. Foucault propone “una nueva ciencia que estudie
aquellos sitios que presentan la paradoja de ser utopías que tienen un lugar y
tiempo real, bajo el nombre de heterotopología“44. Sus objetos, las
heterotopías, estarían determinadas por cinco principios básicos en la medida
que: a) son inherentes a toda sociedad; b) toda sociedad puede reabsorber y
hacer desaparecer una heterotopía que había constituido antes o incluso
organizar otras que no existían todavía; c) la heterotopía tiene por regla (en
44 Foucault, Michel. El cuerpo utópico: Las Heterotopias. Buenos Aires, Nueva Visión Argentina, 2010.pp
33
25
general) yuxtaponer en un lugar varios espacios que normalmente, serian,
deberían ser incompatibles45; d) están ligadas a un recorte de tiempo y tienen la
capacidad de encerrar en un lugar todos los tiempos, todas las épocas, todas
las formas y todos los gustos, la idea de construir un espacio de todos los
tiempos, como si ese espacio a su vez pudiera estar definitivamente fuera de
tiempo; e) siempre tienen un sistema de apertura y de cierre que la aísla
respecto del espacio circundante46.
Para Foucault, los cementerios que convivían hasta principios del siglo XIX con
la ciudad de una manera familiar y que luego fueron expulsados extramuros por
causas de las epidemias, se inscribirían dentro de la noción de heterotopía, en
tanto emplazamientos reabsorbidos y desaparecidos por determinación social.
Sin embargo estos procesos de reterritorialización que casi al unísono
sucedieron en ciudades Francesas, Españolas y americanas de manera
análoga (pero no idéntica) podrían también ser incorporadas y abordadas
desde cualquier otro de las cuatro modos que fundan la hetertopología.
El tema de los enterramientos es significativo y pertenece a un área que de a
poco se está explorado dentro de la historiografía argentina en general. Por tal
motivo, los datos sobre las sepulturas antiguas surgen de un marco documental
relacionado con lo histórico, lo genealógico y lo arquitectónico. Los temas que
se desprenden de su conocimiento son múltiples. Se observan capillas dentro
de las iglesias, en donde la de San Antonio de Padua fue muy solicitada como
lugar de enterramiento, también la de Inmaculada Concepción, aun más, y la
de San Roque de Montpellier, dentro de San Francisco; etc. A través de los
relatos puede inferirse su antigüedad y de qué forma las Iglesias de Buenos
Aires fueron buscadas por numerosos vecinos que desearon que sus restos
yacieran en ellas. La ubicación y posición del cuerpo, los lugares exactos por
donde los fieles atravesarían el espacio sacro, la cercanía a la pila de agua
bendita, da lugar a una nueva indagación sobre los usos y costumbres del ritual
llevado a cabo. Otros aspectos interesantes, lo constituyen las “guerras de
restos”, por llamarlo de alguna manera, es decir, lo que trasciende la vida,
porque a pesar de que algunos dejaron establecidas expresamente sus
voluntades, sus deudos no siempre cumplieron sus mandatos. Esto tuvo que
ver con los espacios sacros que estos últimos dominaban y la pretensión de
45 Ibídem. P. 26
46 Ibidem. P. 71
26
que sus familiares yacieran en descanso eterno en los sitios que ellos mismos
decidían. No se trató de albaceas que debían disponer del cuerpo del difunto,
sino que en muchos casos fueron los cónyuges y los hijos quienes
tergiversaron los deseos de los mandatos.
Algunas exequias fueron realizadas con todo lujo de detalles. Las misas
solicitadas y los legados para determinadas capillas, en donde quedarían por el
resto de los días el despojos mortuorio, forman parte de un estudio aquí
imposible de esbozar.
Entierros en las Iglesias de Buenos Aires Colonial
La historia de los enterramientos está en relación directa con la existencia de
los vecinos que poblaron Buenos Aires y ello de acuerdo a su jerarquía social.
Como se entiende, los gobernadores y virreyes tuvieron exequias muy
importantes ya que representaban al rey en la jurisdicción en donde se les
encomendaba el gobierno. El Cabildo, pleno, asistía a los funerales, al igual
que el clero secular y el Cabildo Eclesiástico, las hermandades y las cofradías,
aparte del elemento civil de la sociedad. Se realizaba todo un homenaje con
misa y sermón, y luego se repetían las misas cantadas y rezadas, lo que era
acompañado por el redoble de las campanas, cirios, convites, etc.
En pleno siglo XIX el funeral de un personaje de alto reconocimiento
bonaerense -que luego se transcribe- indica varios ritos de la liturgia civil.La
Iglesia Mayor o Catedral fue el espacio sacro reservado para el entierro de los
gobernantes, los de alta jerarquía eclesiástica y vecinos poderosos del siglo
XVIII aunque las singularidades se comienzan a acelerar con las Invasiones
Inglesas muestra de ello son las disposiciones del cabildo de Buenos Aires47 (...)
" concurrido por convite en trage de ceremonia sin mazas ni varas al entierro
del comandante y marineros del Mistico San Ignacio, que murieron en el
abordage intentado la madrugada del dia tres á una goleta inglesa ;acordaron
dichos SS. se siente por acta, con la prevencion de que el Señor Comandante
47 Legislatura de la C.A.B.A. Dirección General de Cultura. Biblioteca Esteban Echeverría. Edición digital de Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. [CD-ROM] Buenos Aires, 2010. Serie IV. Libro XVI.p. 550
27
general de armas vino a incorporarse al Cuerpo en su Sala Capitular, y que
desde ella se dirigieron juntos a la casa del Secretario don Manuel Gallegos, de
donde salieron los cadaveres y se conduxeron á la Iglesia de San Francisco
destinada para el entierro" (...)
San Francisco no fue el único cementerio antiguo48, ya que en Santo Domingo
sus fieles devotos solicitaron iguales enterramientos. Cabe acotar que hasta el
año 1726 no comenzó a ejercer su acción la Orden Tercera de Santo Domingo,
por lo que fue mayor la cantidad de terciarios franciscanos sepultados en su
ámbito que los de la última hermandad, ya que aquellos lo solicitaron desde el
mismo momento que se tiene conocimiento de la presencia terciaria del
seráfico padre en Buenos Aires, esto es en la primera mitad del siglo XVII.
EL EXILIO DE LOS MUERTOS
Buenos Aires ya había sufrido a lo largo de los tres siglos desde su fundación
varias pestes que fueron sentidas sensiblemente por el vecindario. La
preocupación por la salubridad tuvo su correlato en la implementación de
propuestas modificatorias de las costumbres arraigadas en la población, como
el enterramiento en la proximidad de las Iglesias. Varias propuestas que
pretendían sacar los cementerios de la planta urbana, no pudieron ser
cumplidas a lo largo del período colonial49. Recién luego de otra epidemia,
después de la Revolución de Mayo que causó un sinnúmero de muertos, se
aprobó la idea de creación de Cementerios fuera de la ciudad en el año 1813.
48 Seoane, Maria, Sentido espiritual del testamento indiano ,Buenos Aires, FECIC, 1985 p. 45, dice que en
la Iglesia de San Francisco habían contado 121 sepulturas y en la Iglesia Matriz de Montevideo, para el
año de 1790, a solicitud del Cabildo de la ciudad, había 93 enterramientos, que incluía a los cadáveres
que se encontraban debajo de los “confesionarios, tarimas y escaños”.
49 Como ejemplo y en un período de una epidemia el Cabildo de exponía al Virrey que no se necesitaba
sacar los cementerios de las iglesias como en Cuba porque no había en esta ciudad al lado del un gran
río Posibilidad que quedaran los “efluvios”
Legislatura de la C.A.B.A. Dirección General de Cultura. Biblioteca Esteban Echeverría. Edición digital de
Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires.[CD-ROM] Buenos Aires, 2010. Serie III. Libro LIII.p.
379
28
50 “El Itre Cavildo Movido por la Peste epidemia qe en la actualidad experimenta
esta Ciudad y las de las causas qe segun se ha expuesto el Pral Protomedicato
probablemente en mucha parte solicita se digne V.C mandar llebar a todo
efecto lo dispto en la Rl Cela de 3 de octre de 1789 sobre la construccion de
cementerios fuera de la población…. En quanto ò quinto dia se abriran las
puertas dejandolas francas en dia, y en noche por el discurrir de una semana
Acuio tiempo se revocaran las paredes, y techos blanqueados con cal viva y se
enlozarà el piso y todo lo que fuese en tablas se quitara y sepillarà en nuevo
como el canto en un peso fuerte en la cornisa en ellaspasandolas despues con
dos o tres manos de pintura, hechandole al fuego las llaves y herraduras y todo
lo que fuere de yeso, practicandos en esta diliga con Asistencia del presente
Escribano”
La primera observación relevante se desprende del conflicto es la influencia del
paradigma miasmático, basado en la creencia de que los vapores originados en
los procesos de putrefacción son la causa de las epidemias infecciosas. Este
paradigma, junto a la influencia de ideas ilustradas, había provocado en Europa
la expulsión de los muertos de las ciudades, el exilio de los muertos, como diría
Phillip Ariés51. Ese fuerte temor hacia el efecto de los miasmas despedidos por
los vapores pútridos- y en consecuencia hacia una muerte por contagio – tenía
su base de razonamiento en las teorías contagionistas desarrolladas en
Europa.
Se pensaba a partir de esta teoría que las infecciones eran causadas por seres
imperceptibles y volátiles, producto de la descomposición de la materia
orgánica, propicios a desarrollarse en lugares cálidos, húmedos y sombríos.
Estos mismas podían trasmitirse inmediatamente o mediatamente, es decir a
partir del contacto con organismos vivos (o muertos) o con el simple roce de
elementos inertes que estuvieran en contacto con agente de infección.
Los enfermos agonizaban en las viviendas, ya como sostiene Foucault el
hospital es un concepto relativamente moderno52. Las enfermedades
infecciosas dejaron su huella en los espacios domésticos y para responder a
los conflictos referidos a la salud pública el Cabildo ejerció el poder de policía.
50 Legislatura de la C.A.B.A. Dirección General de Cultura. Biblioteca Esteban Echeverría. Edición digital
de Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires.[CD-ROM] Buenos Aires, 2010. Serie IV. Libro
LVIII.p. 210
51 Ariés, Philippe, op.cit..,p.193
52 Foucault, Michel. Op. Cit. p. 89
29
Ante la muerte de alguna persona por “calentura tísica” (tuberculosis) o la lepra,
se aplicó por orden del gobierno una serie de medidas que llevaban a intervenir
el edificio y la autoridad ejercía el control oficial de las obras como por ejemplo
picar las paredes y luego enjalbegarlas, cepillar los pisos si fueran de madera,
quemar los muebles y blanquear los muros.
En la época de la dominación hispana Buenos Aries no conoció cementerios
públicos. Los Difuntos de categoría recibían sepultura en el interior de los
templos desde el atrio hasta el altar mayor de acuerdo con su nivel social,
derecho adquirido por compra o por pertenecer a cofradías con enterratorio
para sus componentes53. Se cubría la fosa con una lápida de mármol o Piedra
en la cual se inscribía el nombre, las fechas y un epitafio más o menos sintético
enumerando los merecimientos del difunto así como también los escudos de
familias o incipientes escultura54. La mayoría de estas lápidas desapareció
debido a las restauraciones posteriores realizadas en las iglesias aunque
algunas pueden verse en la Catedral, Capilla San Roque, Santo Domingo, etc.
Fuera de la iglesia, en una fracción de terreno allegado a sus muros, se
enterraba a las personas de menor categoría y a los esclavos. Este sector era
llamado el camposanto.
Durante las grandes epidemias los enterratorios de las iglesias eran
temporalmente clausurados, no solo por falta de capacidad sino también por el
temor al contagio. Se habilitaban entonces otros lugares de la ciudad para tal
fin.
La disposición de trasladar los enterratorios fuera de las ciudades provino de la
Corona Española. La ley I, Título III de la Novísima Recopilación de Leyes de
Indias del 3 de abril de 1787 ordenaba ubicar los cementerios “fuera de las
poblaciones siempre que no hubiera dificultad invencible, en sitios ventilados e
inmediatos a las parroquias, por distantes de las casas vecinas”55. Esta Real
Cédula fue acatada pero no cumplida. Se reiteraron estas disposiciones el 30
53 Delafuente Machin Ricardo. “El barrio de la Recoleta”.Cuadernos de Bs. As. II. Municipalidad de la
Ciudad de Bs. As. 3º edicion. 1973
54 Delafuente Machin, Ricardo. Buenos Aires en el S. XVIII. Municipalidad de la ciudad de Buenos
Aires, septiembre 1980
55 Mike Nistal.” Legislación funeraria y cementerial Española: una visión espacial”. Instituto Geográfico
Vasco . Septiembre, 1996
30
de junio de 1803 y el 5 de mayo de 1804. Aún en 1805 el rey insistía en
“prohibir el entierro en las iglesias” sin resultado56. En 1810, el virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros ordenó que los difuntos fueran sepultados en el atrio de la
iglesia y no en su interior57. Esta medida fue resistida. En 1813 las
disposiciones avanzaron prohibiendo el entierro en los templos ordenándose la
construcción de un panteón público. Estas resoluciones no se cumplieron58.
En las Provincias Unidas del Rio de la Plata, a comienzos del siglo XIX la
piedad ilustrada comienza a atender problemas relativos a lo que juzga como
“supervivencias idolátricas, supercherías de viejas, supersticiones del vulgo,
que oscurecen o tergiversan el verdadero culto y la verdadera fe”59.
Ello se sumo a estas preocupaciones sobre la salud de los súbditos que habían
comenzado a surgir en España años antes, incidiendo en la Iglesia y en la
Corona para que se limiten los entierros dentro de los edificios sagrados.
En una visita del año 1803-1805, el Obispo de Buenos Aires insistía en la
formación de un cementerio tapiado y con una puerta para el entierro de la
feligresía y pedía a si mismo que los entierros dentro de la Iglesia se reserven
a clérigos y benefactores60.
Estas observaciones se volcaran en la práctica efectiva durante la Reforma
Eclesiástica llevada a cabo por Bernardino Rivadavia en octubre de 1822,
cuando se dispuso, ante la necesidad del Estado de hacerse cargo del
Bienestar Público, la expropiación de las propiedades varios conventos en la
ciudad y del santuario de Lujan para ser destinadas a obras del común, entre
las cuales se hallaba la fundación del Cementerio publico de Los Recoletos61
como bien lo describe un viajero Ingles: (...)" los muertos son enterrados
dentro de las veinticuatro horas: precaución necesaria es un país de clima
cálido. los cementerios están repletos y ahora se llevan los cadáveres al
56 Gutiérrez, Ramón. Cementerios siglos XVIII y XIX. Documentos de Arquitectura Nacional y
americana.Nº 19. Instituto de Investigaciones en Historia de la arquitectura. Junio 1985.
57 Ibídem. P.
58 Furlón, Guillermo. Historia Social y cultural del Río de la Plata, 1536-1810, Argentina, Tipográfica
Editora , 1969.
59 Di Stefano, Roberto. Op. Cit. pp. 166-167
60 Ibídem, p.
61 "Cinco años en Buenos Aires/1820-1825 por un Ingles" anónimo
Disponible en linea:
:http://www.argentinahistorica.com.ar/intro_libros.php?tema=15&doc=78
31
Cementerio Nuevo, en la Recoleta, y se trasladan allí desde los cementerios de
las Iglesias, con lo que se producen escenas de confusión, en que madres,
esposos, y esposas prorrumpen en gritos al reconocer los cuerpos de quienes
ya no esperaban ver más en este mundo"(...)
Durante el gobierno de Martín Rodríguez y su Ministro Rivadavia62, la dificultad
se acentuó al reiniciarse las obras de la Catedral. “(…)Con respecto a
Rivadavia… a más de su importante obra consagrada a la instrucción pública
merece un capítulo particular como el gran urbanista de nuestra Capital. En su
tiempo se introducen formalmente los más positivos y serios adelantes
edilicios. Basta para convencerse de ello enumerar las obras pública realizadas
y seguir la marcha de los importantes decretos promulgados bajo su gobierno:
reformas dispositivas, reglamentación del tránsito de peatones, serenos a
caballo en los barrios suburbanos, organización del departamento de policía y
creación de la necrópolis de la Recoleta”(…)
Por ese motivo se privaba a los feligreses de la parroquia principal de tan
importante servicio. En esta situación extremadamente límite para la sanidad y
la comodidad de la población, se dictó el decreto 528 del 13 de diciembre de
1821, donde se establecía la creación de dos cementerios en la zona oeste de
la ciudad”.63
Reconociendo que la cuestión estaba lejos de solucionarse ya que “los bienes
y males que impulsaron el decreto del 13 de diciembre, son evidentemente más
y mayores que los que entonces se expresaron (Dto. 528) es que se resolvió
que “el edificio llamado de la Recoleta” quedara “bajo las inmediatas órdenes
del Ministro secretario de Gobierno”. Así lo dispuso el decreto 612 del 1º de
julio de 1822. En su artículo 4 manifestaba expresamente. “queda destinado a
cementerio público el edificio pronominado64. La expropiación se extendía,
62 Evolución urbana de la ciudad de Bs. As. Breve síntesis histórica hasta 1910. Cuadernos de Buenos
Aires, Nº XII. Segunda edición. 1972.
63 Prado Y Rojas, Aurelio. Leyes y decretos promulgados en la Provincia de Buenos Aires desde 1810 a
1876, recompilado por Imprenta Mercucio, Buenos Aries. 1877
64 Decreto 612 del 1.7.1822. Fdo. Rodriguez-Rivadavia.
Art. 1. Los religiosos que habitan en el edificio llamado de la Recoleta pasarán a su elección al Convento
llamado de la Observación en nuesta ciudad o al de la Recolección de San Pedro.
Art. 2. Los preindicados religiosos llevarán consigo todos los útiles y muebles de sus respectivos uso.
Art. 3. El edificio llamado de la Recoleta y los muebles existentes en él quedan bajo la inmediatas órdenes
del ministro y secretario de Gobierno.
Art. 4. Queda destinado a cementerio público el edificio denominado.
Art. 5. El Ministro Secretario de Gobierno queda facultado para expedir todas las órdenes que hagan
32
además, del convento a la iglesia, al huerto y al jardín, disponiendo parte de él
para el enterratorio, que a partir del 8 de julio de 1822 se lo denominó del
Norte, a pesar de lo cual el cementerio siguió denominándose “de la Recoleta”.
Por último la descripción realizada sobre las disposiciones legales tanto del
Estado Colonial como de los gobiernos posteriores a la Revolución de Mayo no
podría considerarse como equivalencias que se correspondieran con tipos de
Piedad tanto Barroca como Ilustrada, sino como un proceso más complejo que
no se considera como antitético, que incorpora, mantiene y encierra en un
espacio distintos tiempos y ritmos.
CONCLUSIÓN
Hemos tratado de retomar el ritual de la muerte como un complejo de prácticas
condicionadas por la especificidad del espacio (iglesias y cementerios)
entendidos como escenarios atravesados por la incidencia que tuvo la
reconstrucción de la percepción sobre la muerte en un nivel general y
exploratorio permitiendo contrastar la información obtenida con la procedente
del contexto histórico especifico. Traspasando la estandarización de ciertas
directrices, los sentidos de la muerte fueron expresados por los sujetos
mediantes sus vivencias, a través de la experiencia colectiva, trágica en cada
momento, y testificada por actores activos como los miembros de la elite
porteña que hicieron del cuerpo un instrumento de significado.
Podemos señalar que el temor, la culpa y la posibilidad de la redención de los
pecados así como el significado social de la apariencia constituyen ideas
fundamentales para entender la representación de la muerte como
construcción del orden social propio de esos actores. La profusión de lazos de
solidaridad entre miembros de la elite local evidencia la naturaleza directa de
las relaciones propias de una sociedad fundamentada en lazos parentales. La
elección de los albaceas testamentarios y testigos entre parientes más
cercanos o entre personajes de su mismo entorno social, o los nexos anudados
efectivo el más pronto cumplimiento de este decreto con arreglo al 13 de diciembre de 1821 e insértese
en el Registro Oficial.
33
entre el testador y su familia también del mismo círculo, testimonian el
significado que tenía para esa comunidad de pares la exhibición de señas de
identidad que evocaron su cohesión social tanto en el mundo terrenal como en
la gloriosa vida eterna.
En una sociedad donde no sólo lo material sino lo simbólico estuvo ligado a
una determinada jerarquía, la desaparición física significó entonces mucho más
que el mero hecho de la transmisión de bienes. Las prácticas funerarias
expresadas en amortajamiento con el hábito de una orden y el entierro en
capillas conventuales vinculadas con la devoción particular a un santo así como
la pompa y la ostentación de los acompañamientos de los personajes más
destacados nos remiten al imaginario bajomedieval en una sociedad como la
porteña totalmente mercantilizada sociales tradicionales.
Desde este estudio , está claro que si bien no podemos siquiera imaginar una
desestructuración de un nivel de intensidad tal que nos permita marcar una
ruptura radical en el imaginario frente a la muerte en relación a las costumbres
propias del siglo XVIII, si nos es lícito advertir un ensimamiento de magnitud
considerable en las representaciones vinculadas al sitio de las inhumaciones,
significados en donde mejor podemos observar los cambios que se avecinarán
de manera más sostenida al finalizar el siglo XIX.
En este proceso, la perdurabilidad de las costumbres actúa de contrapeso ante
la emergencia de nuevos elementos en el imaginario religioso. Ante ello, la
táctica de las autoridades eclesiásticas parece ser acomodaticia, velando al
mismo tiempo por el "bien común" y por el piadoso "deseo de los cristianos".
El cambio operado durante la “feliz experiencia” en la piedad frente a la muerte
se manifiesta en relación al espacio sacro y la ritualidad, desvinculándose la
idea de salvación del alma de la cercanía a los restos de los ancestros en
espacios precisos dentro de las iglesias. Pero desde esta breve incursión es
posible elaborar tentativos indicadores sobre lo acontecido que no son un
reemplazo de sensibilidades delimitadas por procesos políticos locales sino que
pensar la muerte en el espacio Rio Platense del periodo estudiado no puede
desentenderse de la “larga duración” donde se pueden apreciar las
persistencias o las transformaciones de la estructuras mentales, lentas y
pausadas, que pueden definir un cambio de mentalidad. Es justamente sobre
estas disposiciones y las prácticas cotidianas donde deberemos centrar la
atención en posteriores trabajos, entendiendo que el normar y el practicar
34
conforman dos nudos problemáticos (que interactúan mixturadamente) en la
instancia de imaginar el universo, es decir, en las prácticas de construirlo y
significarlo.
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Murillo, Pedro. de testamentos, en que se resuelven los casos mas
frecuentes, que se ofrecen en la disposicion de las ultimas voluntades.
Real imprenta de los niños expósitos, año 1792
INDICE
Introducción……………………………………………………………..……...Pág.2
Capítulo I: El arte del bien morir y las creencias sobre la muerte………...Pág.6
La construcción de la Buena Muerte…………………………..Pág.6
La Invención del Purgatorio……………. .Pág.8
La practica Testamentaria……………………………………….Pág.11
Capítulo II: La muerte Católica a través de los ritos funerarios……….….Pág.16
Ritual y Status………………………………………………….…Pág.16
Preocupaciones y Previsiones………………………………….Pág.21
La Muerte del Obispo…………………………………………….Pág.22
38
Capítulo III: Donde habitan los muertos………………………………….….Pág.26
Heterotopias……………………………………………………...Pág.26
Entierros en las Iglesias del Buenos Aires Colonial……..…Pág.28
El exilio de los muertos………………………………………....Pág.29
Conclusión……………………………………………………………………...Pág.34
Bibliografía………………………………………………………………………Pág.36
Índice…………………………………………………………………………..…Pág.39
39