eudes, vida y reino de jesús en las almas cristianas, texto completo libro

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    OBRAS DE SAN JUAN EUDES

    VIDA Y REINO DE JESS

    EN LAS ALMAS CRISTIANAS

    Volumus, Domine Jesu, te regnare super nos.

    EDITORIAL SAN JUAN EUDESUSAQUEN-BOGOTA, D.E.

    1 9 5 6NIHIL OBSTATTheodorus Hernndez F.C.J.M.

    IMPRIMI POTESTCamillus Macias, C.J.M.Praep. Prov.Bogotae, die 24 Aprilis 1.956.

    Bogotae, die 22 Maii, 1.956.IMPRIMATUR:Ludovicus Pres Hernndez

    Epp. Aux. Vic. Gen.

    Numris par [email protected]

    http://www.liberius.net

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    SAN JUAN EUDES

    VIDAy

    REINO DE JESSEN LAS ALMAS CRISTIANAS

    EDITORIAL SAN JUAN EUDES

    USAQUEN-BOGOT. D.E.

    1 9 5 6

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    7 -PRELIMINARES

    Mira bili s Deus in Sanctis sus, dice la Escritura, Amirable es Dios en su Santos, Y

    esa afirmacin es magnfica realidad, sobre todo, cuando miramos en ellos la prodigiosa multiplicidadde formas en que su celo, siempre ardentsimo, supo actuarse en la bsqueda incontenible de la g loriadel Seor.

    Quien serenamente estudie la vida y obras del gran Apstol del siglo XVII, San Juan Eudes,llamado por sus contemporneos la maravilla de su sig lo no podr no admiti r que tambin del vale la afirmacin del Salmista: Admirable es Dios en su Santos... Es inconcebible cmo aquelhombre que desde los veinticinco aos casi hasta los ochenta, estuvo entregado a las arduas labores dela predicacin misionera llegando al extraordinario nmero de ciento veinte misiones de tres y cuatromeses, darse a la labor, ms ardua an, de fundar tres Comunidades religiosas, lo que ciertamente l etrajo complicaciones sin cuento, envidias y persecucin. Pero la admiracin llega al colmo cuandosabemos que vida tan agitada no impidi al celoso Apstol darse tambin al ministerio de la pluma, y

    que de la suya salieron, adems de varias obras perdidas, doce volmenes en 8e. con la cif ra pasmosade seis mil cuatrocientas sesenta pginas sobre los ms variados temas de espiritualidad.

    Ya lo constataba uno de sus primeros bigrafos, el P. Hrambourg: Admirable es ver como unhombre tan ocupado en labores externas, predicacin, confesionario, misiones... ha podido sinembargo componer tantos libros de piedad. El celo por las almas lo devoraba, y as, en procurar susalud y perfeccin gustoso empleaba an las horas de reposo. Ni un momento quera perder en elservicio de su Seor. Sabido es cmo recorriendo las calles de Pars, mientras

    8 - VIDA Y REINO DE JESS

    all le mantuvieron mltiples cuidados, fue como compuso los himnos del Oficio del Corazn de Jessy del Corazn de Mara ...

    Si fue grande la labor realizada por el Santo durante su vida en sus misiones ext raordinar ias ,si fue y sigue siendo rica en frutos la ejecutada por sus Congregaciones esparcidas hoy por el mundo,ciertamente ms eficaz ha sido su accin en las almas mediante sus escritos. Desgraciadamente, hastahace poco, esa accin no poda ejercerse ms que en medios franceses debido a que sus Obras no habansido traducidas. Hace slo diez aos se dio a la prensa la traduccin inglesa en una bells ima edicinque pronto se agot gracias a la favorable acogida de los medios religiosos norteamericanos.

    Con la esperanza de que otro tanto suceda entre nosotros, nos proponemos ahora, bien que enforma ms modesta para lograr mayor difusin di latar el campo de apostolado del gran Santonormando poniendo su escritos alcance de los medios de habla espaola. Tal labor se haba iniciado enEspaa gracias al celo de un fervoroso admirador del Santo, el P. Germn Jimnez; pero ste sloalcanzo a publicar tres de las Obras.

    Con la ayuda eficaz de varios Padres Eudistas, especialmente del R.P. Luis Eduardo Uribe y delDirector de nuestra Editorial San Juan Eudes, R.P. Eladio Acosta, y confiados en la asistencia del Santonos proponemos llevar a cabo la publicacin de todas sus Obras, buscando la gloria de Dios mediante elmajor conocimiento del Padre, Doctor y Apstol del culto litrg ico a los Sagrados Corazones,reformador del clero mediante sus Instituciones y escritos sacerdotales tales, y gran Maestro de la yabien conocida entre nosotros, Escuela francesa del siglo XV11.

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    La siguiente es la l ista de las Obras extensas del Santo: Vida y Reino de Jess; Memorialde la Vida Eclesistica; El Predicador apostlico; El buen Confesor (estas tres obras

    aparecern en un solo tomo bajo el ttulo: El Sacerdote); La Infancia admirable de la Madre deDios; El Corazn admirable de la Madre de Dios.

    Esta ltima es la ms extensa de las Obras de San Juan Eudes -tres volmenes- y en elladedica el lt imo libro al Sacratsimo Corazn de Jess. Es a manera de una Suma teolgica sobre l adevocin a los Sagrados Corazones y es la que le ha merecido el ttulo en verdad glorioso de Padre,Doctor y Apstol del culto litrgico a los Sagrados Corazones con que los Pontfices romanos lo hanhonrado.

    Escribi adems el Santo las Reglas y Constituciones de su Congregaciones y una serie deOpsculos de grande inters, comoEl Contrato del hombre con Dios por el santo Bautismo;Tratado sobre el respeto debido a los lugares santos; Coloquios del alma con Dios;

    Meditaciones sobre la Humildad; Catecismo de la Misin, etc...

    Otras Obras escritos y no publicadas, desgraciadamente desaparecieron en la Revolucinfrancesa, y es lstima porque parece eran de gran valor. Entre otras, nos hablan los primerosbigrafos con gran elogio de una sobre El Oficio divino y otra, tres tomos de Meditaciones.

    Por lo que hace al valor doctrina y prctico de las Obras de San Juan Eudes nada mejorpodemos decir que lo que de ellas en general dice el P. Angel Le Dor, por largos aos Superio rGeneral de la Congregacin de Jess y Mara y conocedor profundo de la espiritualidad y obras delSanto Fundador: Aunque

    1 0 - VIDA Y REINO DE JESS

    las Obras del P. Eudes, dice, no lleven el matiz cientfico de un telogo de profesin, son, sin embargo,prueba de su notable cultura teolgica, asctica y escriturstica.. . No es l un doctor segn la moda delos escolsticos del siglo XIII de los grandes telogos de los siglos XVI y XVII. Como ellos, pudo habercompuesto tesis y libros didcticos por su forma; pero ante todo fue un salvador de almas. Para l l aciencia de la teologa tuvo su principal campo de utilidad en la prctica de la vir tud y en la adquisicinde la santidad, cuyo fundamento cientfico lo consti tuye la misma teologa... El Santo fue un doctor a lamanera de los Apstoles, de los Padres de la Iglesia, de San Francisco de Sales y San Alfonso deLigorio. La ciencia que brilla en sus Obras no slo emite luz, sino que engendra piedad y santidad.

    Un testimonio ms, el del Cardenal Vives y Tuto, encargado de estudiar esas Obras en laCongregacin de Ritos cuando se trat de la canonizacin del P. Eudes: Conoca yo muy bien, dice elCardenal, a los doctores de la Orden franciscana y estaba muy fami liarizado con Santa Teresa y SanJuan de la Cruz, los escritores msticos de Espaa, nuestra Patria; pero desconoca completamentelos escritos del P. Eudes. Como miembro de la Sagrada Congregacin de Ritos fue mi deber estudiar suvida y sus obras y cun admirado estoy! El Bienaventurado Juan Eudes debe ser colocado entre lasgrandes lumbreras de la Iglesia. Su doctrina espiri tual es profunda y de una precisin maravillosa.Es uno de los escritores que mejor ha expuesto la doctrina del Evangelio.

    Empezamos la edicin castellana por la Obra Vida y Reino de Jess, porque en realidad deverdad es la Primera del Santo, cronolgica y doctrinariamente.

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    En efecto, vio la luz pblica este libro en su primera edicin, en 1637, cuando el Santo contaba

    apenas treinta y seis aos y ni remotamente pensaba en dejar el Oratorio para fundar su Congregacinde Jess y Mara. De ah el inf lujo poderoso que en su obra se nota, de los grandes Maestros de laEscuela francesa, el Cardenal de Brulle y el P. de Condren. Y si doctrinariamente se considera laObra, tambin es la primera, pues sienta en ella las bases de su espiritualidad. Sus dems Obras noson sino desarrollo y aplicacin prctica de los grandes principios sentados en Vida y Reino de Jess.

    Ampliamente nos dir el P. Lebrun en el Prlogo que sigue, cul es el alcance y trascendenciade esta magnfica Obra. Para conc luir estas breves notas prel iminares queremos aducir slo dostestimonios que por venir de fuente extraa, tienen singular significacin.

    Es el uno, sobre la actualidad de la Obra y es del clebre escritor norteamericano MonseorFulton Sheen quien prologando precisamente la edicin inglesa del Reino de Jess dice: No deja la

    doctrina espiri tual de San Juan Eudes de tener un muy singular realce en nuestros tiempos. El Poetaenfocara en un espejo la naturaleza; este Santo enfoca a Jess. Al hombre moderno, que estextraviado, San Juan Eudes le da a Jess, Camino de Vida; al hombre moderno, que est desconcertado,el Santo le ofrece a Jess como Ejemplar; y al hombre moderno, que est fracasado, el Santo le ofrecea Jess, Prototipo de los hijos de Dios, Primognito de las criaturas.

    El segundo testimonio es de un hijo de San Ignacio, el piadososo P. Jaegher en su preciosoopsculo Vida de identificat in con Cristo: Nada ms til en la vida espiri tual que la gran doctrinade San Pablo

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    sobre la vida en Cristo, Cabeza del Cuerpo Mstico. De esta doctrina, que San Agustn y Santo Tomstan admirablemente haban tratado, San Juan Eudes ha hecho, ms que cualquiera otro, as nosparece, el centro de su espiritualidad sublime. Nada mejor podramos desear que ver propagarse portodas partes la espiritualidad eudista y encontras en manos de todos el hermoso libro del Reino deJess. Si esta grandiosa doctrina fuese ms conocida, si este libro estuviera en las manos delos encargados de dir igi r las almas a la unin divina, de Ins tru ir a Sacerdotes yReligiosos o Religiosas, indudablemente seran muchas las almas capaces de elevarse muy alto,muchas las favorecidas con los diversos grados de unin mstica y que ahora no pueden sino vegetar enla mediocridad ...

    Al publicar esta Obra y las dems de San Juan Eudes, de todas Ias cuales puede decirse lo quedel Reino de Jess dice el P. Jaegher, deseamos que los vivos anhelos del fervoroso Jesuita se rea licenampliamente a fin de que sean muchas las almas, en part icular entre los hijos hijas del Santo,entre los miembros del Clero, entre Religiosos y Religiosas y an entre los simples cristianos, quelleguen a la unin mstica, y as glorifiquen inmensamente ms al Seor nuestro Dios en el tiempo ypor la eternidad.

    Bogot, 19. de 1956, Solemne Festividad de la Pascua.

    CAMILO MACIAS,Superior Provincial de losPP. Eudistas.

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    INTRODUCCIN

    El Reino de Jess ( 1 ) apareci en Caen el ao 1637 (2). Despus de rendir homenaje yconsagrar la Obra a Jess y Mara, el autor la dedic a la Sra. de Budos, abadesa de la SantsimaTrinidad de Caen, y a sus religiosas. En la elevacin prel iminar , lo presenta tambin a las almaspiadosas que quieren amar a Jesucristo, en especial a las que estn a su cargo. Los hijos e hijas delSanto siempre han tenido esta Obra en la mayor estima y han hecho de ella su manual preferido.

    Cuando public el Reino de Jess, el P. Eudes perteneca a la Congregacin del Oratorio, dondeentr en 1623 y de la que se separ el ao 1643 para fundar la Congregacin de Jess y MaraIntensamente impregnado de la doctrina espiritual de los PP. de Brulle y de Condren, de la que habahecho la regla de su vida, trabaj con todas sus fuerzas por difundir la en torno suyo. Tal es el fin quese propuso al publicar el Reino de Jess. Es indudable que en vano se buscaran en l las elevadasespeculaciones del Cardenal de Brulle sobre el mister io de la Encarnacin y las no menos elevadas

    consideraciones del P.(1) La obra de san Juan Eudes tiene por ttulo: Vida y Reino de Jess en las almas cristianas, perocuando habla de ella, el autor la llama sencillamente el Reino de Jess, y ordinariamente se le designabajo este ttulo abreviado.(2) El Reino de Jessha tenido numerosas ediciones. Las que conocemos son las siguientes: Caen,1637; Rouen (antes del 1642) - Caen 1642- Pars, 1643 ; Caen, 1644; Pars, 1645; Rouen,1647; Caen, 1647-1648 ; Rouen, 1650; Lyon, 1656; Rouen, 1665; Caen, 1666; Pars, 1 6 7 0 -1695; Lyon (sin fecha); Mona, (fecha desconocida); Rennes, 1869 ; Pars 1884 , Vannes 1 9 0 5(Edicin de las Obras Completas); Pars, 1924; Montreal, 1930; Pars. 1931; New York, 1 9 4 6(inglesa); Pars, 1950.

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    de Condren sobre el sacerdocio y el sacrificio de Jesucristo. El Santo las haba sin duda vidamenterecogido para nutr ir con ellas su piedad personal, pero, apstol ante todo, lo que se propona enseara las almas no era la teora, sino la prctica de la vida cristiana. En el Reino de Jessse limita a loque tiene de prctico la doctrina de sus maestros, haciendo ver su aplicacin a los detalles todos de lavida. Su libro es una obra de vulgarizacin en la que se esfuerza por poner al alcance de todos lasenseanzas tan hermosas de la Escuela francesa(1) . Aade ciertamente citas de autores que nopertenecen a esta escuela, por ejemplo, a santa Gertrudis, a santa Matilde, a san Francisco de Sales,al P. Rodrguez. Su pensamiento, adems pare. ce orientarse ya hacia la devocin a los SagradosCorazones, que ms tarde le ser tan querida. pero los principios dominantes de su libro, y queforman como su osamenta, son los de la Escuela Francesa, y cuando se quiere dar plenamente con suoriginalidad y alcance, es por lo menos utils imo recurri r a los escritos del Cardenal de Brulle, delP. de Condren, de san Vicente de Pal, de M. Olier y de Otros escritores de esta gran poca. En algunasde las pginas siguientes recordaremos sumariamente estos principios a fin in de faci litar la lecturay el uso del Reino de Jess.

    I. LA DEVOCIN A JESS

    Toda la doctrina de san Juan Eudes gravita en torno a la persona del Verbo encarnado que espara l el objeto y principio de la vida cristiana.

    De hecho, despusde la Encarnacin, la vida religiosa de la humanidad se orienta sobre todo

    hacia Jesucristo. Y se comprende. El Dios del cielo est( 1 ) Acerca de la Escuela francesa, vase sobre todo a H. Bremond, Hstoria del sentimiento religioso,

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    tomo III, y a P. Pourrat, La Espiritualidad cristiana tomo III, p. 486-596.

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    a mucha altura sobre nosotros. La espiritualidad de su naturaleza escapa al alcance de nuestrasfacultades sensibles, la inf initud de sus perfecciones desconcierta nuestra inteligencia, y, cuandopensamos en l, lo que ms impresiona es su majestad que nos deslumbra, su omnipotencia que nosabruma, su justicia que nos espanta. El Dios del pesebre, del Calvario y del Altar est ms a nuestroalcance. Hacindose nuestro hermano, nos permite ir a El con todas las potencias de nuestranaturaleza, y sobre todo presntase El como despojado de todo lo que nos mantena como apartados, nodejando patente sino una bondad inf ini ta que nos atrae. De manera que, despus de a Encarnacin, lcentro de atraccin de las almas religiosas, como se ha indicado, se ha desplazado, no para alejarse deDios, sino para permitirnos ir a El por un camino ms fcil, y encontrarle en la persona del Verboencarnado.

    El primer historiador del P. de Brulle, Germn Habert, nos advierte lo mismo:

    Si bien es verdad, escribe, que la Santsima Trinidad es el mayor de todos los misterios queadoramos, princ ipio y fin de todos ellos, si bien, todos los dems misterios no tienden sino ahonrarla.. ., y si bien una de las cualidades mismas de Jesucristo estriba en ser uno de sus vasallos, desus siervos, de sus adoradores; atrvome no Obstante a decir que durante el tiempo de la vidapresente, en la que nos guiamos Por la fe, la principal aplicacin y la mayor piedad de la vidacristiana, no se encamina a la Trinidad, sino a la Encarnacin. Este es el espri tu, sta es la conductade la Iglesia, que, en sta como en las dems devociones, sigue fielmente el esp ritu y la conducta delmismo Dios. En efecto, Dios con su divina Palabra no nos revela la Trinidad sino relacionndola con laEncarnacin, no nos descubre las tres Personas, sino en cuanto es necesario para damos a conocer a laSegunda, y al reservamos para la gloria

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    y para el cielo la manifestacin de este primero y gran misterio dira is por el contrario que poneempeo en describirnos ampliamente, con esta misma, Palabra, al Verbo encarnado. En esto seextienden siempre las Escri turas Sagradas, en damos un conocimiento perfecto de sus diversosestados, oficios y cualidades; dirase que, como en el Tabor, nos lo propone y muestra s iempredicindonos: He aqu a mi Hijo muy amado, odle y miradle atentamente> (1).

    No s si estas ideas han sido jams mejor estudiadas que en el Oratorio de Francia. cuyofundador mereci ser llamado por Urbano VIII El Apstol del Verbo encarnado. Profesbase all unadevocin singular a Jesucristo, a Quien se trataba de considerar y honrar en todas las coma. El P.Eudes, discpulo fiel del Cardenal de Brulle, nos invita a concentrar sobre la persona adorable delSalvador todos los esfuerzos de nuestra devocin. Quiere que, a ejemplo del Padre celestial, pongamosen Jess todas nuestras complacencias, que hagamos de l el nico objeto de nuestrospensamientos y de nuestros afectos, el fin de todas nuestras acciones, nuestro centro, nuestroparaso, nuestro todo>. A esto es a lo que nos invita incesantemente en el Reino de Jess. Porque, comol mismo lo dice, su libro no habla ms que de Jess y no tiende sino a establecerle en lasalmas. Quiere que no se vea ms que a Jess, que no se busque ms que a Jess, que no se encuentrems que a Jess y que no se aprenda sino a amar y a glorificar a Jess.

    Y no vayamos a creer que el. culto al Verbo encarnado, as entendido, perjudique -lo msmnimo al que debemos a las otras dos personas de la augusta Trinidad.

    (1) Citado por Bremond, La Escuela francesa, p. 44. Por esto, en vez de decir sencillamente el Padrey el Espritu ,Santo san Juan Eudes dice con frecuencia el Padre de Jess y el Santo Espritu de Jess.

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    Jess no puede ser separado ni del Padre de quien procede, ni del Espri tu Santo que de El procede. Nohay, con ambos, ms que un solo y mismo Dios, y desde luego los homenajes que se le tributan se

    dirigen igualmente al Padre y al Esp ritu Santo, aun cuando no hubiera intencin explcita dehonrarles con El y en El.

    Cuando os exhorto, dice San Juan Eudes, a arrodi llaros todas las maanas... para adorar a N.Seor Jesucristo, para darle gracias y ofreceros a l, no pretendo que estos actos hayan de hacerserespecto solamente de la persona del Hijo de Dios, sino de la Santsima Trinidad, Padre, Hijo yEspritu Santo. Lo que se veri fica siempre de infalib le manera, por ms que no siempre se tenga estamira delante. Porque, si Jesucristo no es sino una misma cosa con el Padre y el Espri tu Santo, y todala santsima Trinidad, o, como habla San Pablo, toda la plenitud de la Divinidad habita en Jesucristohay que concluir necesariamente que adorar y glorifi car a Jess, es adorar y glorif icar al Padre y alEspritu Santo; ofrecer a Jess toda la glor ia que en el cielo y en la tierra le es debida, es ofrecer estamisma gloria al Padre y al Santo Espritu; y rogar al Padre y al Espritu Santo que glorifiquen a

    Jess, es rogar que se glorifiquen ellos a s mismos.

    San Juan Eudes, a ejemplo del Cardenal de Brulle, nos recomienda que jams separemos aJess de Mara.

    Jess y Mara, escribe, son los dos primeros fundamentos de la relig in cristiana, los dosmanantiales vivos de todas nuestras bendiciones, los dos objetos de nuestra devocin que debemostener siempre delante en todas nuestras acciones y ejercicios.

    Es cosa averiguada que el Cardenal de Brulle y el P. de Condren impulsaban a sus discpulos asometerse a Mara en calidad de esclavos, para honrar la dependencia de Jess respecto de ella

    durante treinta aos

    1 8 - VIDA Y REINO DE JESS

    de su infancia y de su vida oculta. Lo mismo hacia el Padre Eudes. Quiere que miremos a Mara como anuestra Soberana, que, despus de Dios, le refi ramos nuestro ser y nuestra vida, que nos ponga, mosbajo su dependencia rogndola que nos gue y disponga de nosotros segn su beneplcito para la glor iade su divino Hijo. Este es uno de los aspectos salientes de su manera de entender el culto a Mara.Lleva sin embargo su devocin a la santsima Virgen la nota dist int iva de una ternura fi lia l, como nose encuentra, por lo menos en el mismo grado, en los escritos de sus maestros.

    Pero lo que por encima de todo recomienda el P. Eudes, es honrar a Mara, no tanto en ellamisma y en sus perfecciones personales, por grandes que sean, cuanto en sus relaciones con Jess, aquien ella engendr una vez a la vida corporal, pero que no deja de vivir espiritualmente en sucorazn; o por decirlo, segn l el objeto de nuestra veneracin y de nuestro amor debe ser Jess encuanto vive y reina en su santa Madre. Para honrar a Mara, como Dios nos lo pide, y como ella lodesea, escribe el Santo, es preciso que veamos y adoremos a su Hijo en ella, sin mirar ni adorar msque a l. As! es como ella quiere ser honrada, porque de si misma y por ella misma, nada es, sino quelo es todo en ella su Hijo Jess: I es su ser, su vida, su santidad, su glor ia, su poder, su grandeza .En los honores que a Mara t ributamos, el objeto pr incipal de nuestra devocin ser pues Jess en loque de gracia y gloria obra en su santa Madre como tambin en las alabanzas y en el amor queincesantemente recibe de su corazn tan amante. Y el fruto de esta devocin ser obtener de Jess porMara la muerte a nosotros mismos y una participacin de la vida del Hijo en el Corazn de la Madre.

    Guardada la debida Proporcin, el P. Eudes conceba la devocin a los ngeles y a los Santos

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    como la devocin a Mara. Jess, sea como Dios, sea como

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    hombre, es todo en ellos, lo mismo que en Mara. La verdadera manera de honrarles, es por lo tanto,adorar a Jess en lo que en ellos es y obra, como tambin en la gloria que ellos le procuran con susalabanzas y con su amor.

    As mismo en el amor al prj imo y en cuanto hacemos por el bien de nuestra alma y de nuestrocuerpo, debemos igualmente tener a Jess ante nuestra vista. Mirad, dice el P. Eudes, vuest rasalud, vuestra vida, vuestro cuerpo, como cosa que pertenece a Jess, y que debis cuidar, no paravosotros, sino para l.

    An en las criaturas irracionales, se ha de mirar a Jess. Como Dios, las ha creado; comohombre, nos ha conquistado al precio de su sangre el derecho a usar de ellas, que por el pecadohabamos perdido. Ellas cantan su gloria con toda la amplitud de su ser y con todo su poder natu ra l

    y nos invitan a glor ificarle con ellas. Sirvmonos de ellas en accin de gracias y para la mayor g loriadel que las pus(> a nuestra disposicin.

    En una palabra, quiere el P. Eudes que consideremos a Jess en todo y por todo: en el mundonatural, como en el espir itual, porque reina en el uno y en el otro, aunque de diferente manera; en lamuerte, donde ejerce su soberana; en el juic io part icular, donde bri lla su just icia; en el cielo, quees el reino de su gloria; en el purgatorio, donde se revelan a la vez su justic ia y su misericordia; enel infierno mismo, donde de terrible manera triunfa de sus enemigos.

    De esta suerte, Jess ser verdaderamente nuestro nico objeto, puesto que no veremos n ia las personas ni a las cosas sino en sus relaciones con l. El ser nuestro todo, puesto que no

    buscaremos ni amaremos ms que a l en todas las cosas.

    2 0 - VIDA Y REINO DE JESS

    11 EL PURO AMOR.

    Los sentimientos que debemos tener para con Jesucristo son aquellos cuyo conjunto const ituyela relig in completa de la criatura para con el Creador. Ocupa el primer lugar la adoracin que seimpone al hombre por razn de su nada y de la soberana absoluta de Dios. De aqu que el presentarnosdelante de Jesucristo, tengamos que comenzar siempre por adorarle en si mismo, en sus in fi ni tasperfecciones, en sus misterios, en sus virtudes, en todo lo que es y en todo lo que hace por su Padre ypor nosotros.

    En el Reino de Jess no encontraris un solo ejercicio que no comience con este acto deadoracin.

    A la adoracin hay que aadir la alabanza, la accin de gracias, la renuncia y sobre todo laconfianza y el amor. Lo que en efecto ms impresiona a san Juan Eudes en la vida y misterios delVerbo encarnado, no son sus grandezas, sino su bondad, su amor y su misericordiosa ternura para connosotros. Y as despus de haber recordado sumariamente las razones que nos obligan a emplear todanuestra vida en el servicio de Jess, corrobora su argumentacin con este pensamiento: que el divinoMaestro nos ha dado todo lo que tiene y todo lo que es.

    Nos ha dado, dice, a su Padre por padre nuestro, hacindonos hijos de su propio Padre. Nos hadado a su Santo Espritu para que sea nuestro propio espr itu, y para ensearnos, regirnos Y

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    gobernarnos en todas las cosas. Nos ha dado a su santa Madre por madre nuestra. Nos ha dado a susngeles y Santos por protectores e intercesores nuestros. Nos ha dado todas las dems cosas que hay enel cielo y en la tierra, para nuestro uso y necesidades. Nos ha dado su propia persona en suEncarnacin. Nos ha dado toda su vida, no habiendo pasado un momento de ella que no lo empleara p or

    nosotros; no habiendo tenido un pensamiento, dicho una palabra, hecho una accin ni

    VIDA Y REINO DE JESS 2 1 -

    dado un paso, que no fuera consagrado a nuestra salvacin. Nos ha dado, en fin, en la santa Eucaris tasu cuerpo y su sangre, su alma, su divinidad, y todas las maravillas y tesoros infini tos que estnencerrados en la divinidad y en su humanidad, y esto todos los das, o por lo menos tantas vecescuantas queramos disponernos a recibirle.

    Concluye de aqu el Santo que, a nuestra vez, debemos darnos enteramente a Jess yconsagrarle todas las funciones y ejercicios de nuestra vida.

    El Reino de Jessest todo l repleto de este pensamiento, que Jess es todo amor para connosotros, debiendo nosotros en retorno ser todo amor para con El. En la cuarta parte hay un largocaptulo donde el autor celebra con complacencia todas las perfecciones del amor de Jess para connosotros y hace brotar de su corazn un magnfico cntico de amor el divino Maestro (1).

    Se hace notar que el amor de Dios al posarse en Jess adquiere una ternura que antes no tena.Prueba manifiesta de ello el Reino de Jess. El amor de Dios explyase aqu con una vivacidad, unadelicadeza y una intimidad que asombra. Esta exquisita ternura se revela hasta en las frmulas de quese sirve el P. Eudes respecto del Salvador. No slo, a ejemplo de San Pablo, no se cansa de repetir elnombre de su Amado, sino que cuando se dirige a l directamente se presentan espontneamente a llos trminos ms afectuosos, y le llama, ora su queridsimo, buensimo, amabilsimo,

    desiderabi lsimo, benignsimo Jess, ora el deseado de su alma, su vida, su todo, el rey de sucorazn, su dulce amor, etc., no(1). En el siglo XVIII se aplic este captulo a la devocin al sagrado Corazn de Jess. De hechocreemos que es imposible encontrar un comentario ms hermoso de las palabras de N. Seor a santaMargarita Mara: He aqu este Corazn que tanto ha amado a los hombres.

    2 2 - VIDA Y REINO DE JESS

    terminar la, si quisiera exponer todos los trminos con que se manifiesta el tierno amor de san JuanEudes para con el divino Maestro.

    Sin embargo, el verdadero amor no consiste en meros afectos, sino que se traduce en obras.Para mostrar a Jess que le amamos, es por lo tanto necesario hacer lo que l espera de nosotros, yno es di fc il conocerlo. Pide Jess que observemos los preceptos y consejos evanglicos, quecumplamos los deberes del propio estado, que obedezcamos a los encargados de dir igi rnos, y que nossometamos a las disposiciones de la divina Providencia, manifestadas por los acontecimientos,grandes o pequeos, en los que va envuelta nuestra existencia. No es poco real izar este programa. Sinembargo, el P. Eudes desea que vayamos ms lejos y que pongamos toda nuestra persona al servicio deldivino Maestro, sin perdonar trabajo alguno de cuerpo y alma, cuando de los intereses de su gloria yde la salud de las almas de nuestros hermanos se trata. Pensaba, con el P. de Brul le y su escuela, quenos hemos comprometido a ello en el santo bautismo. Porque, al rec ibir este sacramento, h ic imos,dice, profesin de servidumbre para con Jesucristo y todos sus miembros. Y, como consecuencia deesta profesin, los cristianos todos no son sino siervos, sin que nada tengan de s mismos, ni siquiera

    el derecho de hacer uso alguno ni de s mismos ni de los miembros de su cuerpo, ni de las potencias desu alma, ni de su vida, ni de su tiempo, ni de los bienes temporales que poseen, sino por Jesucristo y

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    por los miembros de Jesucristo, que son todos los que creen en l.

    Pero el valor de nuestras obras, no estriba nicamente en su naturaleza, derivase tambin delos motivos que nos impulsan a obrar. Cuando lo que nos mueve es la caridad y slo la caridad, pone

    ella singularmente de relieve el precio de lo que por Dios hacemos. Por eso el P. Eudes nos exhorta,no slo a

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    servir a Jesucristo, sino adems a hacerlo con el f in nico de agradarle, por puro amor a l, sinmotivo alguno de inters. Entre todos los ejercicios de un alma verdaderamente cristiana, escr ibe,el ms noble, el ms santo, el ms elevado y el que Dios principalmente pide, es el ejercicio deldivino amor. He aqu por qu debis tener sumo cuidado, en todos vuestros ejercicios de piedad y entodas vuestras acciones, de protestar a Nuestro Seor Jesucristo que queris hacerlos, no por eltemor del infierno, ni por la recompensa del paraso, ni por el mrito, ni por vuestra satisfaccin yconsuelo, sino por amor de l mismo, por su contentamiento, por su sola gloria y por su pursimo

    amor.

    El santo no cesa de impulsar a sus lectores a este puro amor, y por eso, el Reino de Jesses,como se ha dicho, el manual de la caridad perfecta. Otro tanto puede decirse del Manual de piedadyde las Constituciones de la Congregacin de Jess y Mara.

    Desde este punto de vista, la doctrina de nuestro Santo se resume en estas palabras de N. Seora santa Catalina de Sena: Hi ja ma, piensa en m, y yo pensar en t. El P. Eudes nos invita a hacernuestra esta invitacin del divino Maestro, y a realizar lo todo con la sola mira de agradarle,abandonando en l el cuidado de nuestros intereses. Por otra parte, es ste el mejor medio de dar anuestros actos toda la perfeccin de que son susceptibles, y, por consiguiente, de hacer fortuna para

    el paraso (1).(1) Se ve, pues, que la espiritualidad del Santo es netamente teocntrica en el sentido de que esdesinteresada y orientada toda ella hacia la gloria de Dios. En cuanto a esto, vase en el Reinode Jesslo que dice del fin del hombre, de la oracin, de las virtudes cristianas, de la confesin, de lasindulgencias, de les arideces, etc., etc. Vase tambin en el Reinode Jess , parte 3a., n. Y. XV parte4a, n.III, y en las Obras completas, t.II, p.166-167, etc., este principio caro a Brulle y su Escuela,a saber que

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    III. LA VIDA DE JESS EN NOSOTROS

    El Reino de Jess descansa todo l en esta idea, juzgada fundamental por el mismo P. Eudes, que

    la vida cristiana no es sino la continuacin y el complemento en cada uno de nosotros de la vida deJess.

    VIDA Y REINO DE JESS 2 5 -

    El ttulo del libro expresa ya esta idea. En su Prefacio, el autor nos advierte que su fin es hacerlaclarividente y ensearnos a ponerla en prctica.

    Esta nocin de la vida cr istiana la justi fica con numerosos pasajes de san Juan y de san Pablo,pero principalmente se apoya en las enseanzas del Apstol relat ivas al cuerpo mstico de Jesucristo.Se sabe, en efecto, que, segn san Pablo, los fieles no forman con Jesucristo sino un cuerpo mo ra l,del que l es cabeza; de suerte que el Salvador posee un doble cuerpo y una doble vida: su cuerpo

    natural, que tom en el seno de Mara, y su cuerpo mstico, que es la Iglesia rescatada al precio de susangre; su vida personal que se despleg ac abajo en el sufrimiento y se contina en el cielo en lagloria, y la vida mstica de que goza en sus miembros, y que, tambin ella, comienza por la pruebapara terminar en la beatitud del cielo.

    Esta doctrina entusiasmaba a nuestro Santo y, siguiendo a los PP. de Brulle y de Condren,hizo de ella la base de sus enseanzas sobre la vida cristiana.

    Parece complacerse, dice uno de sus bigrafos, en el estudio de la doctrina de san Pablo sobreel cuerpo mstico de Jesucristo. Ve siempre en la Iglesia el desarrollo progresivo de este gran cuerpo.Para l , cada crist iano es ante todo un miembro que, ocupando su lugar en el conjunto, debe

    reproducir en el mismo los diferentes estados que se realizan en el cuerpo entero, como se real izaronen la persona misma de Jesucristo. Para hacer converger toda la vida cristiana en esta doctrinacompuso su libra de la Vida y Reino de Jess.

    De ordinar io, los autores espirituales adoptan otro punto de vista. Miran la vida cristiana taen su principio interno que es la gracia santifica y la caridad, Y slo accidentalmente, y como de paso,recuerdan las enseanzas de san Pablo sobre la vida de Jess en nosotros. As es como procede sanFrancisco de Sales.

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    La Introduccin ti la vida devota y el Tratado del amor de Dios estn plenos del pensamiento de que lavida cr istiana, en todos sus grados, no es otra cosa sino el amor de Dios, y estas dos obras, tanconocidas y estimadas, no tienen otro fin sino ensearnos a conservar, aumentar y poner en prcticala divina caridad. San Juan Eudes, por el contrario, mira siempre la vida crist iana en sus relacionescon Jesucristo. Trtese de la oracin, de las virtudes crist ianas, de las acciones ordinarias, vuelve decontinuo sobre este principio , de que la vida crist iana, de que gozamos, es la continuacin y laprolongacin en cada uno de nosotros de la vida misma de Jess, y quiere que obremos siempre en sunombre, con sus disposiciones e intenciones y en unin con l y con todos los miembros de su cuerpomstico.

    IV. LA OBLACIN DE SI MISMO A JESS

    El principal medio de viv ir la vida de Jess, es someternos a su influencia y dejarnos l le va rpor l, porque en el cuerpo mstico de Jesucristo como en el cuerpo humano, la vida procede de la

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    cabeza. El P. Eudes repi te continuamente que es preciso ofrecernos, entregarnos, darnos,abandonamos a Jess para que haga l en nosotros y por nosotros cuanto le plazca (1) -

    A veces pide tambin que se d uno al Espritu de Jess. Por Espri tu de Jess entiende, no

    slo las disposiciones e intenciones del Salvador, sino tambin y sobre todo, el Espr itu Santo que deellas nos hace participar. El Espritu Santo, es, efectivamente, el(1) Es lo que M. Bremond y M. Pourrat llaman adherencia, expresin que toman de Brulle y de susdiscpulos, y de la que san Juan Eudes se sirve tambin a veces. Cfr. Reino, parte 2a., n.XXXVIII.

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    Espri tu de Jess, puesto que procede de l, lo mismo que del Padre. Lo es adems, porque la santahumanidad del Salvador fue llena de este divino Espr itu y sigue siempre su direccin y susinspiraciones. Los miembros, no pudiendo estar animados de otro espri tu que el de la cabeza,debemos, lo mismo que Jess, dejarnos guiar por el Espritu Santo. Darse al Esp ritu Santo endefinit iva es darse a Jess que es su principio , que nos lo mereci con su muerte y que nos lo enva

    para difundir en nuestras almas la vida de la gracia.

    Se ve, pues, que jams separa San Juan Eudes la gracia, que es el principio interno de la vidacristiana, de su divino autor. La mira siempre como la accin de Jess en nosotros, y no ve en lafidelidad a la gracia sino la, flexibilidad del alma en dejarse dirigir por su divino Espritu.

    El abandono de si mismo en manos de Jess tiene un importante lugar en la espiri tual idad delP. Eudes. El piadoso autor lo practica sin cesar y, en los ejercicios que propone, lo hace siempreobjeto de un acto especial, precedido de ordinario de un acto de renuncia de s mismo.

    La razn de tal renuncia, es que Jess no puede vivi r en nosotros sino en la medida en que

    renunciemos a lo que la Sagrada Escritura llama la carne, el hombre v icio, es decir, a nosotrosmismos tal como nos ,encontramos por el pecado original. En efecto, el pecado de Adn, al despojarnosde la justicia orig inal , no slo nos ha reducido a la impotencia ms completa en el orden sobrenatural ,sino que ha pervert ido la naturaleza privndola de su rectitud primit iva , lo que hace que nuestrasinclinaciones naturales sean desordenadas y tiendan sin regla ni medida a los bienes inferiores. Estadepravacin de la naturaleza es la obra de Adn y la nuestra, puesto que Adn obraba en nuestronombre; y por otra parte, nuestros pecados personales han agravado en nosotros las consecuencias

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    del pecado de naturaleza. Esto constituye para nosotros un obstculo permanente al bien y unatendencia continua al mal; de tal suerte que encontrarnos en nosotros, en nuestra sensualidad yorgullo, en nuestro propio espritu y en nuestra propia voluntad, y generalmente en lo que nos esconnatural, el germen de todos los vicios, el pr inc ipio de todos los pecados, y, como dice el P. Eudes,un verdadero anticristo.

    En esta corrupcin de la naturaleza por el pecado resulta que no tenemos otro camino desalvacin que renunciar a nosotros mismos, y darnos a Jess para obrar en todo bajo su influencia.Esto es lo que san Juan Eudes no cesa de repetir. Quiere que hagamos constantes esfuerzos paracombatir los instintos de la naturaleza depravada, que son el gran obstculo a la vida de Jess ennosotros. Y como estos instin tos forman parte de nosotros mismos, como quiera que son nuestrapropia naturaleza deformada por el pecado, quiere que trabajemos sin descanso para salir de nosotrosmismos, para 'despojarnos de nosotros mismos, y, como dice con su enrgico lenguaje, para

    anonadarnos a nosotros mismos. Al comienzo de cada una de nuestras acciones, nos inv ita arenunciar expresamente a nosotros mismos, a nuestro propio espr itu, a nuestra propia voluntad, a

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    nuestras propias fuerzas, y a darnos a Jess para que obre El en nosotros segn los designios de suamor y de su misericordia. Y de ordinario hace seguir estos dos actos de una oracin en la que pide aJess que El mismo nos anonade y que tome posesin de nuestro corazn para ejecutar en l con plenalibertad los actos de virtud que constituyen la vida cristiana.

    No que nos dispense de los esfuerzos necesarios para servi r a Dios; quiere, por el cont rario,que hagamos todo lo que de nosotros depende para vencer el vicio y prac ticar la vir tud y quetrabajemos por nuestra parte como si nada esperramos de parte de Dios. Pero lo esencial a sus ojos,es desprenderse de

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    s mismo y ofrecerse a Jess. Jess es para l el autor principal de cuanto bueno hacemos. Atae anosotros ponernos a su disposicin como instrumentos dciles que pueda El manejar a su placer. Nooponerse a su accin, seguir dcilmente sus inspiraciones, dejarse guiar por l, como un nio por sumadre, he aqu para la libertad humana el mejor medio de cooperar a la obra de santificacin que

    Jess quiere realizar en nosotros.

    Desde luego se comprende cmo ciertos ejercic ios muy recomendados por otros autores nocoincidan con la espiritualidad del P. Eudes. El examen particular por ejemplo, no parece tener paral tanta importancia como para los discpulos de san Ignacio: no habla de l en el Reino de Jess. Porotra parte, sin rechazar los mtodos, no da sin embargo a ellos sino una importancia limitada, y noduda en escribi r estas palabras que se han citado ya varias veces: La prctica de las prcticas, elsecreto de los secretos, la devocin de las devociones, es no estar aficionado a prctica alguna oejercicio part icular de devocin, sino poner sumo cuidado, en todos vuestros ejercicios, en daros alSanto Espritu de Jess... a fin de que tenga l pleno poder y plena libertad de obrar en vosotros segnsus deseos, entrando en las disposiciones y sentimientos de devocin que a El le plazca y guindoos por

    los caminos que a El le parezca.

    V. LA IMITACIN DE JESS (1)

    Para que Jess viva en nosotros, no basta ofrecernos a la accin de su gracia, es precisocooperar a ello trabajando por conformarnos a la divina Cabeza, en(1) Se ha opuesto la imitacin a la adherencia como si fuesen des cosas que se excluyen una a otra.Son ciertamente dos cosas distintas, pero que se completan y no pueden existi r la una sin la otra. Laadherencia, es la oblacin de si mismo a Jess; ella nos somete a su gracia va an ms all, nospresenta a su accin. La imitacin es la cooperacin a la gracia, acto libre y reflexivo por el que nosesforzamos en hacernos a los pensamientos y sentimientos de Jess y en regular nuestra vida por lasuya. Una cosa es, como dice Bourgoing en el Prefacio de las Obras de Brulle (Migne, p.87-88) l aoperacin de Dios en el alma, y otra la operacin del alma hacia Dios. Por la primera nosofrecemos a Jess a fin de que impr ima en nosotros una imagen de su vida; por la segunda, nosesforzamos en reproducir en nosotros, bajo la accin de la gracia, la vida de Jess.

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    Nos miembros tenemos el honor de ser. El P. Eudes nos presenta adems a Jesucristo corno el Librode vidaque es preciso tener siempre delante de nuestra vista, el Ejemplar que tenemos que copiar, elPrototipo, cuyosrasgos hemos de reproducir, la Regla suprema a la que debemos conformar todanuestra conducta.

    Todos los autores espirituales, es verdad, recomiendan la imitacin de Jesucristo. Pero, sinembargo, al trazar las reglas de la vida y perfeccin cristianas, se atienen mucho a la exposicin de

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    los preceptos y consejos evanglicos, e invocan los ejemplos del Salvador, ms como un estmulo a lavir tud, que como una regla de vida. No procede as el P. Eudes. Como los PP. de Condren y de B ru ll e,que fueron sus maestros en la vida espiritual , procura no separar la doctrina de Jess de su personay de su vida. De buenas a primeras coloca a las almas ante Jess y les pide pongan su vida en armona

    con la de Aquel.

    Ante todo es preciso que aprendamos a pensar y a querer como Jess. Esto es lo que exige sanPablo en estas clebres palabras que nuestro Santo se complace en citar y que no ha dejado de ap licaral culto del Sagrado Corazn: Hoc enim sentite in vobis quod et in Christo Jesu; revestos de lossentimientos de Jesucristo. Los pensamientos del Salvador vienen a

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    ser los nuestros por la fe, que es una participacin de su ciencia, y que nos hace- ver las cosas conlos mismos ojos con que l las ve; apropiarse uno sus sentimientos por medio del odio al pecado y porla renuncia a s mismo. Estos efectivamente eran los sentimientos dominantes que mantena en el

    alma santa de Jess el amor inmenso para con su Padre. le aqu, Pues, por dnde debe dar comienzonuestra conformidad con el divino Maestro, y lo que, con la oracin, que fue la ocupacin constante delVerbo encarnado, constituye, para el P. Eudes, los fundamentos de la vida cristiana.

    Bosquejada por estas disposiciones fundamentales, la imagen de Jess, se perfecciona en elalma cristiana por la aplicacin que ella aporta en orden a revestirse de las virtudes del Salvador,porque las virtudes cristianas no son, para el P. Eudes, sino la continuacin y la extensin en cadauno de nosotros de las v irtudes de Jess. No quiere que las consideremos en s mismas, en suexcelencia intr nseca, como lo hacen los paganos y los filsofos, sino en Jess, su pr incipio y acabadomodelo; ah es donde debemos estudiarlas, debiendo ejercitarnos en practicarlas con el fin dehacernos semejantes a l y Para glorificar a su Padre, como l mismo lo hacia.

    La conformidad con el divino Maestro llega en nosotros a su cima por la Participacin en losdiversos estados y diferentes misterios de su vida. Ensea en efecto el P. Eudes que los misterios deJess deben, lo mismo que su vida y sus virtudes, renovarse y completarse en los cristianos. Es unaverdad digna de ser notada, escribe, que los misterios de Jess no estn an en su entera perfeccin ycumplimiento. Han sido realizados y perfeccionados en la Persona de Jess, no lo han sido an ennosotros que somos sus miembros, ni en su Iglesia que es s cuerpo mstico. Porque el Hijo de Diosabriga el designio de hacer participar y de extender y continuar en nosotros

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    otros y en toda su Iglesia el misterio de su Encarnacin, de su Nacimiento, de su Infancia... y demsmisterios.

    En el fondo de toda vida crist iana hay una part icipacin de los mister ios del Salvador. Muertosmsticamente con El en el santo bautismo, debemos llevar con l una vida nueva y toda celestial. Seancuales fueren las circunstancias en que nos encontremos, debemos por lo tanto conformarnosespiritualmente con los misterios del Salvador, dndonos a expresar en nuestra vida las virtudes quebri llaron con particular esplendor en cada uno de ellos. El Santo nos recomienda, adems, quemeditemos asiduamente los misterios de Jess. Nos aconseja que no limitemos nuestras reflexiones alos hechos exteriores que son como su cuerpo y apariencia, sino que penetremos en su espr itu y ensu fondo, considerando los pensamientos, afectos y ocupaciones interiores de Jess en sus diferentes

    misterios, como tambin la gracia especial vinculada, a cada uno de ellos y los frutos que de ellospodemos recoger.

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    Esto es, dice, siguiendo al Cardenal de Brul le, lo que yo llamo el espr itu, el inter ior ycomo el alma del misterio. Y esto es lo que debe ser principalmente considerado y honrado en losmisterios de Jess; y es, sin embargo, lo menos considerado y honrado. Porque muchos se contentan

    con contemplar el cuerpo y el exter ior sin pasar a espritu y al interior de estos mismos mis ter ios .Sin embargo, lo principal, el fondo, la substancia, la vida y la verdad del misterio, es su espri tu, suinterior; mientras que el cuerpo y el exterior no es sino como la corteza, lo accesorio, la aparienciay el ser accidental del misterio, El exterior y el cuerpo es Pasajero y temporal; pero la virtudinterior y el espritu de gracia que reside en cada misterio es permanente y eterno.

    En fin, puesto que somos miembros de Jesucristo y los continuadores de su vida, debemos,segn el P.

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    Eudes, considerarnos siempre y en todas partes, como sus representantes, y hacer cada una de

    nuestras acciones, pequeas o grandes, en su nombre y con su espritu, es decir, segn la explicacindel Santo, con sus sentimientos y disposiciones.

    Muchos autores espirituales aconsejan colocarse, antes de obrar, ante la muerte y laeternidad. El pensamiento de los novsimos viene a ser de esta manera la regla y el resorte de toda lavida moral. Seguramente tenemos aqu un excelente medio de santif icar nuestras acciones, que el P.Eudes no deja de recomendar. Lo que sin embargo preferentemente nos aconseja, a, es preguntarnos,en cuanto nos ocurra, qu hara Jesucristo en nuestro lugar, y proceder en consecuencia. Loscristianos, dice, siendo miembros de Jesucristo, ocupan su lugar en la tier ra, representan supersona, y por consiguiente, deben hacer cuanto hacen como El lo hara en lugar de ellos... como unembajador que haciendo las veces y representando la persona del rey, debe obrar y hablar en su

    nombre, es decir como l mismo obrara y hablara si estuviera Presente. Obrar cris tianamente,segn el P, Eudes, es pues obrar como obrara Jesucristo, con las mismas intenciones y disposicionesque l, o para emplear la frmula ordinaria del piadoso autor, con su espritu.

    Por tanto, nos invita a orar con las disposiciones que Jess tena cuando oraba, a penetramos,al i r a confesarnos, de los sentimientos de odio al pecado que inundaban su alma en el huerto de laagona; a asisti r al santo sacr ificio de la misa, unindonos a sus disposiciones de sacerdote y hostia.En nuestros trabajos, en nuestras recreaciones en nuestras das y venidas, y hasta en nuestras msvulgares acciones, como el levantarse y el acostarse, el comer y el dormir, debiramos, segn elSanto, levantar nuestro corazn a Jess y conformarnos con los sentimientos que le animaban alrealizar acciones parecidas.

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    VI. LA UNIN CON JESS

    Entre la vida cristiana y la vida de Jess, adems de as relaciones de dependencia y deconformidad de que acabamos de hablar, San Juan Eudes seala una relacin de sociedad y de unin queimporta estudiar, a causa de las consecuencias prcticas que de ella se derivan.

    Para comprender bien este nuevo aspecto de la vida cr istiana, recordamos nuevamente que loscristianos son los miembros de un cuerpo moral, o, como de ordinario se dice, de un cuerpo mstico,del que Jesucristo es cabeza. En un cuerpo moral, cada miembro, tiene evidentemente su vida y su

    actividad propias. Y sin embargo, la vida de cada uno de ellos est asociada a la vida de los dems ysobre todo a la de la cabeza. Adems, cada miembro, y sobre todo la cabeza, obra en el nombre y en

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    provecho de todos, de tal suerte que la cabeza y los miembros trabajan armnicamente, suplindosemutuamente y contribuyendo as a su perfeccin recproca.

    Esto es exactamente lo que ocurre en el orden sobrenatural.

    Pensemos o no en ello, cuando obramos crist ianamente, no obramos slo en nuestro nombre,sino tambin en nombre de Jesucristo, como representantes suyos, sus embajadores y continuadoresde su vida, y nuestra accin le aprovecha. No que ella aada algo a la plenitud de su vida personal y ens misma la perfeccin, sino que le procura, fuera de l, esa expansin de vida y ese complemento deperfeccin que la cabeza encuentra en los miembros dciles a su inf luencia. En este sentido la Iglesiaha podido ser llamada por San Pablo la plenitud de Jesucristo, y todosnosotros concurrimos, segn lapalabra del Apstol, a la perfeccin del divino Maestro.

    Pero de igual modo, toda la vida de Jesucristo torna en ventaja nuestra: Cabeza religiosa de lahumanidad, ha asociado sus miembros a todos los actos de

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    su vida, y los ha beneficiado con la santidad con que l los realiz. De aqu que, para darnos ejemplosapropiados a todas las situaciones, haya querido pasar por todas las fases y sujetarse a todas lasnecesidades de la vida humana. Quera sant ificar en su persona nuestra vida entera y supl ir nuestrainsuficiencia tributando a su Padre, por l mismo y por nosotros, los deberes particulares quereclaman los diversos estados de la vida humana.

    San Juan Eudes se complaca en este pensamiento. Vuelve a l con frecuencia en el Reino deJess, pero insiste en l especialmente en los ejercic ios que nos invita a real izar con motivo denuestro nacimiento y nuestro bautismo, y en los que nos propone como preparacin para la muerte.

    Efectivamente, en los dos extremos de la vida es cuando tenemos mayor necesidad de encontrar enJess un suplemento a nuestra impotencia. El nio nada puede, y de ordinario el moribundo tampoco.Qu satisfaccin, pensar que Jess, al entrar en el mundo, consagr a su Padre el comienzo de nuestravida al mismo tiempo que el de la suya! Qu consuelo, caber que si, en nuestros ltimos momentos, laenfermedad nos impide pensar en Dios, Jess acept de antemano la muerte en nuestro lugar, y pusonuestra alma con la suya en las manos de nuestro comn Padre! Y as en cuanto a todo lo de nuestravida; porque siendo oficio de la cabeza, dios San Juan Eudes, hacer todo lo que hace, para s y Parasus miembros, Nuestro Seor, en sus oraciones, en sus trabajos y sufrimientos obraba po rnosotros lo mismo que por l, y de esta manera supla de antemano lo defectuoso e imperfecto de todasnuestras obras.

    Para tener parte en este divino suplemento, que nos viene del Salvador, en rigor basta estarunidos a l de una manera habitual por la gracia santificante. Porque el menor grado de gracia hace denosotros miembros vivos de Jesucristo, y los miembros se aprovechan

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    siempre, aun sin saberlo, de lo que hace la cabeza, siempre que no estn separados de ella.

    Sin embargo, la unin actual a Jesucristo ensancha de singular manera el canal por dondeestos favores llegan hasta nosotros; por lo que el P. Eudes no deja de recomendarla a sus discpulos.Aconsjales que nunca pierdan de vista al divino Maestro, que se consideren en todo como miembrossuyos, y que recurran a toda clase de piadosas invenciones para vivir y morir con l.

    El primer procedimiento que indica para asociar as nuestras acciones a las de Jess, es tener

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    presente, en las diversas circunstancias de nuestra vida, lo que Jesucristo hizo por nosotros encircunstancias anlogas, para no slo conformar nuestra conducta a la suya, sino tambin paraunirnos a todo lo que en nuestro nombre hizo. Y as, puesto que, ofrecindose, a su entrada en elmundo, El mismo a su Padre, le ofreci al mismo tiempo los miembros de su cuerpo mstico como

    otras tantas hostias dispuestas a sacrif icarse a su gloria, es para nosotros un deber aceptar yratificar la ofrenda que de nuestra vida hizo a Dios Padre.

    El Santo nos recuerda despus que la vida de Jess nos pertenece y que podemos disponer deella para el cumplimiento de nuestras obligaciones. S muy bien, deca, lo que he de hacer. Cuentocon un Jess que tiene en si un tesoro infin ito de virtudes, de mritos y de santas obras, y que me hasido dado para ser mi tesoro, mi v irtud, mi santificacin, mi redencin y reparacin. Lo ofrecer a lPadre Eterno, al Espritu Santo, a la santsima Virgen, a todos los ngeles y Santos, en reparacin ysatisfaccin de todas las faltas que para con ellos he cometido>.

    El P. Eudes estaba tan convencido de la realidad de los derechos que Jesucristo nos dio sobre supersona y su vida, as como sobre la persona y la vida de todos los miembros de su cuerpo mstico,

    que crea

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    poder emplear el corazn, el alma y todas las potencias del divino Maestro y de sus miembros paradar a Dios el culto, la adoracin y el amor que su bondad inf ini ta reclama. Y as, despus de haberaconsejado repeti r en forma de rosario las palabras siguientes, que son la expresin prct ica delprimero de los mandamientos de Dios, Os amo, oh Dios mo, con todo mi corazn, con toda mi alma,con todas mis fuerzas, he aqu el comentario que de ellas hace.:

    Al decir: Con todo mi corazn, entindase del Corazn de Jess, del de la santsima Virgen, y

    de todos los corazones de los ngeles y de los santos del cielo y de la tierra , todos los cuales juntos noson sino un slo corazn con el santsimo Corazn de Jess y de Mara por la unin que existe entretodos estos corazones; y este Corazn es nuestro, puesto que san Pablo nos asegura que todas las cosas,sin excepcin son nuestras: Omnia vestra sunt; y por consiguiente, podemos y debemos emplearlecomo cosa nuestra en amar a Dios.

    No hay necesidad de recalcar la grandeza y hermosura de estos puntos de vista. Al pr inci pi onos sorprenden un poco, porque, en nuestros das, no estamos habituados a estrechar nuestrasrelaciones con Jesucristo. No vemos en El sino al Redentor que satisface por nuestros pecados, y alDios que tiene derecho a nuestras adoraciones, sin pensar que adems, es la cabeza, cuya vida debeunirse a la nuestra, para cubrir sus defectos y darle la perfeccin que la haga grata a los ojos delPadre celestial.

    Un ltimo medio de beneficiarnos de los mritos de Jesucristo y de los santos, es di ri gi rnosdirectamente a ellos rogndoles que reparen todas nuestras faltas Y que glor ifiquen a Dios en nuestrolugar. Es, dice el P. Eudes, la oracin ms grata que se les puede hacer, y la que ellos msgustosamente escuchan, Semejante oracin nos augura una parte especial en el amor Y en lasalabanzas que ellos de continuo tributan a

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    Dios, porque este Dios de bondad mira como nuestros los homenajes que se le tributan a instancias yen nombre nuestro. San Juan Eudes nos invi ta sobre todo a terminar con una oracin de este gnero

    todos nuestros ejercicios de piedad. Desea por ejemplo, que al final de la oracin de la maana,pidamos a Jess y a sus santos que reparen todas las faltas que en este santo ,ejercicio hemos

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    cometido, y que lo continen en nuestro nombre durante el da. Lo mismo por la noche, al entregarnosal descanso, quiere que les invitemos a glorificar a Dios en nuestro lugar durante el sueo.

    CONCLUSIN

    Tal es a grandes rasgos la doctrina espiritua l del Reino de Jess, que se reduce a esteprincipio, frecuentemente aducido por San Juan Eudes: el crist iano debe hacerlo todo en Jess y porJess; en Jess, es decir en conformidad con l, bajo su dependencia, en unin con l; Por Jess, esdecir, por amor a l y con el f in nico de agradarle. Todo en Jess y por Jess, o bien, empleando ot rafrmula igualmente familiar a nuestro santo: todo con el espritu y por el amor de Jess, he aquen dos palabras la espiritualidad de San Juan Eudes. Resmese an ms brevemente en este grito deamor que el piadoso apstol hizo lanzar un da, durante una misin, al pueblo de Pars, grito que a lmismo le encantaba repetir y que puso al principio y al fin de su libro: Viva Jess! Viva Jess!

    Esta manera de considerar la vida cristiana seduce a las almas piadosas en cuanto se lespropone. Tiene por otra parte la ventaja de hacernos penetrar hasta el fondo del cristianismo, del que

    no se tiene sino un conocimiento imperfecto hasta el punto de no comprenderse el misterio deJesucristo y de su unin con las almas. Adems, contribuye poderosamente a hacernos aceptar lossacrificios inherentes a la prctica

    VIDA Y REINO DE JESS 3 9 -

    ea de la virtud, mostrndonos en la muerte al mundo y a nosotros mismos un medio indispensablepara hacer vivir a Jess en nosotros.

    El P. Ramire, S.J., escriba en su libro sobre las Esperanzas de la Iglesia, Ill,c.4: Parecehaber llegado el tiempo en que este gran dogma de la incorporacin en Jesucristo, que ocupa un lugar

    prominente en la doctrina apostlica, tome un rango igualmente importante en la instruccin de lesdoctores y de los fieles, en la teologa y el catecismo; en que no se mire ya como una cosa accesoriaeste punto sobre el que San Pablo fundamenta todas sus enseanzas; en que se comprenda que estaunin que el divino Salvador nos presenta bajo la figura de la vid con los sarmientos no es una merametfora sino una realidad. . . ; que por el bautismo nos hacemos realmente participantes de la vida deJesucristo; que recibimos en nosotros, no en figura sino en realidad, el divino Espr itu que es elprincipio de esta vida. . . y que, sin despojarnos de nuestra personalidad humana, nos hacemosmiembros de un cuerpo divino y adquirimos, por consiguiente, fuerzas divinas y divinos destinos.

    Los deseos del P. Ramire estn en vas de realizacin. Dom Columba Marmion, el P. Plus yotros escritores de talento han publicado, en nuestros das, obras en las que felizmente se encuentrala doctrina de San Pablo sobre la vida de Jess en nosotros. Pero nuestra Escuela francesadel sigloXVII las habla adelantado, y nadie, segn creemos, ha expuesto esta hermosa doctrina de tan completay prctica manera como San Juan Eudes en el Reino de Jess.

    Carlos Lebrun, Eudista.

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    4 1 -A JESS Y A MARA, SU SANTSIMA MADRE

    Oh Jess! mi Seor y mi Dios, prosternado ente vuestra suprema Majestad, abismado en lo

    ms profundo de mi nada; despus de aniquilar a vuestros pies mi espritu y mi amor propio y cuantome pertenece y de haberme confiado al poder de vuestro divino espritu y de vuestro santo amor ;sumergido en la extensin inmensa de este mismo amor y en todas las virtudes y potencias de vuestradivinidad humanizada y de vuestra humanidad deificada, os adoro, amo y glorifico en todos vuestrosestados, misterios, cualidades, virtudes y en general en cuanto sois respecto de vuestro Padre Eterno,de Vos mismo, de vuestro Espri tu Santo de vuestra sagrada Humanidad, de vuestra bienaventuradaMadre, de todos vuestros ngeles y Santos del cielo y de la tierra y de todas las criaturas del universo.

    Mas especialmente os reverencio y adoro como Vida y fuente de vida nuestra verdadera, como aRey de los reyes y Santo de los santos, como a Santificador y real Santificacin de todos los humanos.Adoro los designios e inmensos y ardentsimos deseos que tenis de vivi r y re inar en mi alma y entodas las almas cristianas. Pdoos muy humildemente perdn por cuantos obstculos hasta el

    presente, tanto en m como en los dems, he puesto a vuestra Voluntad soberana. Y en reparacin,Jess, de mi falta y para en algo con tribuir en adelante a la realizacin de vuestros designios ydeseos, me consagro e inmolo totalmente a Vos, Seor, jurndoos solemnemente ante el cielo y latierra que no quiero ya viv ir sino para trabajar siempre en formaros, santificaros y haceros viv ir yreinar en mi alma y en cuantas almas os dignis confiarme, suplicndoos con todo el corazn quelogris que todos los cuidados, pensamientos, palabras y obras de vuestro siervo tiendan a este f i nnico y definitivo.

    4 2 - VIDA Y REINO DE JESS

    Concededme, en par ticular, vuestra bendicin para esta obrita que he preparado para ayudar a

    las almas que Os pertenecen a establecer en s mismas la Vida y Reino de vuestro unto amor. Vuestraes, Jess; Vos sois en realidad su verdadero autor, ya que de buen grado renuncio a cuanto en el lapudiera haber mo y no vuestro. Anhelo tambin, si os place, que sea toda vuestra y que Vos seis sunico y ltimo fin como sois su nico y primer principio, en unin del Padre y del Espritu Santo. Haqu por qu, en honor y unin del mismo amor por el que la hicisteis y me la disteis a m, yo os ladevuelvo y ofrezco, dedicndoosla y consagrndola en homenaje a vuestra vida adorable, a vuestroamor y a todo cuanto Vos sois. Consgrola, tambin, en honor y unin del mismo amor con que oshabis dado a nosotros, Vos, que sois el verdadero Libro de Vida y de Amor, a cuantas almas deseanamaros, y especialmente a aquellas que se segn vuestra Voluntad deba yo di rigi r por las sendas delbien y de la virtud.

    Y ya que no puedo miraros, Seor, sin ver a la que a vuestra diestra se sienta, a la que os haformado, santificado y hecho reinar en s misma de manera tan admirable, y en la que Vos siempre ytan perfectamente habis vivido y reinado; yo la saludo y venero, despus de Vos, como puedo, cualmadre vuestra., dignsima, madre de vida y de amor y como a mi soberana Seora y queridsimaMadre, a quien por mil ttulos pertenezco. Pues, pasando por alto el haber sido concebido, dado a luz ycriado en un lugar a Ella especialmente consagrado, sin la mediacin y ruegos de Mara no hubiera yologrado el ser y la vida; puesto que la madre que os dignsteis darme no habiendo tenido hijo alguno.por, largos aos, hizo un voto en honor de vuestra Santsima Madre, y, sintindose lugo escuchada ysus anhelos cumplidos, me llev acompaada de mi padre a un santuario de la San

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    tsima Virgen para cumplir su voto, darle gracias y ofrecerme y entregarme a Ella y por Ella a Vos.

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    Igualmente me habis dado el ser y la vida en la misma fecha en que Vos comenzasteis a mora ry vivir en esta Madre de vida, en el da de vuestra Encarnacin que fue tambin el de vuestra pasin ysanta muerte. En dicho da me concedisteis la gracia de juraros a Vos y a Ella perpetua esclavitud, yen idntica fecha me habis colmado de muchsimos otros favores de Vos slo conocidos y de los que,

    mediante vuestra gracia, siempre os estar agradecido. Y fue tambin en el da del martir io de estaVirgen Sacratsima al pie de la cruz cuando, por vuestra gran misericordia, me vi revestido devuestra librea, es decir, del santo hbito clerical que ahora llevo. An ms, por un favorsealadsimo de Vos, Seor, celebr por vez primera mis tres primeras misas en el da en que estabienaventurada Madre y Virgen os dio a luz, y en un lugar y altar a Ella especialmente dedicados. Po rtodo lo cual, sin hablar de una infinidad de otras consideraciones que me consagran a Vos y a El latotalmente, estoy part icularmente obligado a ofrecerme gustoso a vuestro servicio con todo cuanto soyy tengo.

    En vista de lo cual, ioh mi Salvador!, habindoos ofrecido y consagrado ste mi trabajo,dignaos permi tirme ofrecerlo y dedicarlo a vuestra dichosa Madre, como homenaje de la vida toda deamor que Vos en Ella tenis y Ella en Vos tiene.

    0s Ofrezco, pues, este libro, oh Madre de vida y de amor, os lo dedico y consagro con todo elafecto de mi corazn, con todo cuanto en m ha habido, hay y habr por la misericordia de Dios. OhMadre bendita, bendecid al autor, a su obra y a cuantos de ella se sirvieren. Ofrecedlos a vuestro Hi joJess, fuente de toda bendicin, y suplicadle que El los bendiga Y los consagre perfectamente a sugloria y a su amor.

    Oh mi buen Jess, este libro est lleno de actos y

    4 4 - VIDA Y REINO DE JESS

    ejercicios de alabanza, de amor, de contricin, de humildad y de otras virtudes cristianas:imprimidIo, os lo ruego, en mi corazn Y en los corazones de quienes los leyeren. En cuanto a m, osofrezco todos estos mismos actos y ejercic ios con la intencin y el deseo de hacroslos continua yactualmente de corazn y espritu, como los hago constantemente por escrito en este libro, en el cualpor siempre quedarn impresos; y esto os lo pido para m y para todos los hombres del mundo, enespecial para aquellos que lean este libro y muy particularmente an, os lo pido, para quienes yotenga el deber de salvar para Vos. Colmad este mi anhelo e intencin, oh mi querido Jess, porvuestra inmensa bondad, por el amor entraable que tenis a vuestra amabilsima Madre y por el queElla por Vos siente.

    Mirad y recibid, en virtud de la intencin actual, todos estos actos y ejerc icios, como si decontinuo los practicara por una aplicacin constante de mi espritu y de mi corazn, ya que parasiempre permanecern grabados en este libro.

    En fin, oh Dios mo, tomad esta obra bajo vuestra proteccin, defendedla de sus enemigos quecon los vuestros, bendecidla, llenadla de vuestro esp ritu y de vuestra virtud divina, tomad posesinde ella, para que por ella, o mejor, por Vos mismo, seis bendecido, santificado, amado y glorif icadoen todos cuantos la leyeren. Destrud cuanto en ella veis ser mo y haced que todo en ella sea vuestro.Bendecid todas las palabras que la componen paria que sean otros tantos actos de bendicin, amor yalabanza a Vos; para que sean otras tantas fuentes de bendiciones y de gracias para quienes lasleyeren; otras tantas flechas que traspasen sus corazones y otras tantas llamas inflamadas, en que depuro amor divino se fundan y derritan las almas por toda una eternidad.

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    PRIMERA PARTE

    LOS PRINCIPIOS

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    4 7 -LIBRO PRIMERO

    La vida cristiana y sus elementos

    CAPITULO 1

    Naturaleza de la vida cristiana

    La vida cristiana, continuacin de la vida santsimade Jess sobre la tierra.

    Jess, Hijo de Dios e Hijo del hombre, Rey de los hombres y de los ngeles, no es slo nuestroDios, nuestro Salvador y nuestro Soberano Seor; es tambin nuestra cabeza, pues nosotros,miembros de su cuerpo mstico, somos hueso de sus huesos y carne de su carne, segn palabras de SanPablo: Membra sumus crporis ejus, de carne ejus et de mnibus ejus. Eph.Vo,30.

    De consiguiente, estamos adheridos a El por la unin ms ntima que puede existi r cual es la delos miembros con su cabeza; unidos espiritualmente por la fe y por la gracia que nos otorg en elsanto Bautismo; unidos corporalmente por la unin de su santsimo cuerpo con el nuestro por la santaEucarista. Sguese de ah necesariamente que, como Ios miembros estn animados del espritu de sucabeza y viven su misma vida, as debemos estar animados por el esp ritu de Jess, vivi r de su vida,marchar sobre su senda, revesti rnos de sus sentimientos e inclinaciones, ejecutar todos nuestrosactos con las mismas disposiciones e intenciones suyas; en suma, continuar y

    4 8 - VIDA Y REINO DE JESS

    cumplir la vida de Jess, su religin y sus devociones sobre la tierra.

    Este aserto, perfectamente fundado, se apoya en la sagrada palabra de Aqul que es la verdadpersonificada. Odlo decir en diversos lugares del Evangelio: Yo soy la Vida y Yo he venido para quevosotros vivis; y, vosotros no queris venir a Mi para vivi r. Yo vivo y vosotros tambinviv ir is. . Aade, en otra parte: . lo. Joan. Vo.11 y 12; IVo.9.

    Y en su Apocalipsis por ventura no exclama, poniendo estas palabras en boca del Esposo denuestras almas: Venid, venid a M, y que todo aqul que tenga sed acuda y si la desea tome el agua dela vida gratuitamente. Todo lo cual est de acuerdo con el pasaje, evanglico en que se nos narra cmoun da el Hijo de Dios, de pie ante crecida multi tud, gritaba: Si alguien tiene sed, que acuda a M yque beba.

    Y qu nos predica de continuo San Pablo, el apstol divino, sino que estamos muertos y quenuestra vida est oculta con Jesucristo en Dios, y que el Eterno Padre nos ha vivificado con Jesucristo

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    y en Jesucristo?, es decir, que nos ha hecho vivi r, no slo con su Hijo, sino en su Hijo y de lamisma vida

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    de su Hijo. Aade que debemos manifestar la vida de Jess en nuestro cuerpo. Vivo yo, prosigue,mas es Cristo quien vive en m. Pues bien, si estudiis atentamente el texto en que hallamos estasafirmaciones, veris que no habla el Apstol slo de s mismo y en su nombre, sino del cristiano engeneral. Y finalmente, en otro aparte de su 2e. Epstola a los Tesalonicenses nos dice: Rogamos a Diosque os haga dignos de vuestra vocacin y que ejecute en vosotros poderosamente todos los designios desu bondad y la obra de la fe, a fin de que el nombre de Nuestro Seor Jesucristo sea glorif icado envosotros y vosotros en EI.

    Todas estas citas de la Sagrada Escritura nos ensean con evidencia que Jesucristo debe v i v i ren nosotros y nosotros en El slo existi r; su vida debe ser nuestra vida y sta una continuacin yreflejo de la suya y no tenemos derecho de viv ir sobre la t ierra sino para llevar, manifestar,

    santif icar, glori ficar y hacer viv ir y reinar en nosotros el nombre, la vida, las cualidades yperfecciones, los designios e inclinaciones, las virtudes y acciones de Jess.

    Para, mejor comprender y grabar con ms fuerza en vuestra alma sta verdad fundamental dela vida, religin y devocin crist ianas, considerad que Jess Nuestro Seor tiene dos clases de cuerpoy de vida. Posee un cuerpo que es el suyo, personal, que recibi de la Santsima Virgen y una vida quees la propia, corporal Y terrena. Su segundo cuerpo es el mstico, 0 sea la Iglesia que San Pablollama: Corpus Christi: cuerpo de Cristo y su segunda vida es la que El goza en este cuerpo mstico yen todos los verdaderos cristianos, miembros de este cuerpo. La vida perecedera Y temporal de Jessen su cuerpo fsico fue la que El en Persona disfrut hasta el da de su muerte, pero quierecontinuarla en su cuerpo mstico hasta el fin de los siglos para glorificar a su Padre, no slo con los

    actos y sufrimientos de su vida mortal

    5 0 - VIDA Y REINO DE JESS

    de treinta y cuatro aos, sino tambin con los sufr imientos y actos de todos los cristianos de todos lostiempos hasta el fin del mundo. Por eso, esta vida an no ha tenido su cabal desarrollo, se desenvuelveda a da en cada cristiano y no tendr su desenlace definitivo sino al final de los tiempos.

    Por esta razn San Pablo afirma que cumple, por su parte, lo que falta de las fatigas deCristo en su carne por el bien de su cuerpo (mstico), que es la Iglesia. Cal. 19,24.

    Pues bien, lo que San Pablo dice de s mismo se puede tambin decir de todo cristiano de verdadcuando sufre algo con espri tu de sumisin y de amor a Dios. Y cuanto el Apstol dice de lossufrimientos pudese igualmente afirmar de las restantes acciones del cr istiano; ya que, como SanPablo nos asegura que completa los sufrimientos de Jess, se debe tambin decir con toda verdad queel cristiano, efectivo que con El est unido por la gracia y que es miembro real de su cuerpo, continay cumple en todo cuanto ejecuta los actos del mismo Cristo durante su vida mortal. Por lo tanto,cuando un cr istiano hace oracin, contina y completa la oracin de Jess en e, mundo; cuandotrabaja, contina y perfecciona la vida laboriosa de Cristo en la tierra; cuando trata con caridad a suprjimo, contina y cumple la vida social de Nuestro Seor en este suelo; cuando toma sus alimentos osu descanso cristianamente, contina y complementa el sometimiento de Jess a estas nuestrasnecesidades. Y es as! como, segn San Pablo, la Iglesia es el complemento de Jesucristo y Este, quees su cabeza, se ve completado totalmente en nosotros. Ef.1o,22 y 23. Y en el Captulo IVo de la

    misma Epstola afi rma rotundamente que nosotros todos contribuimos a la perfeccin de Jesucristoy a la plenitud de su edad, esto es, de su desarrollo mstico en la Iglesia, que no se terminar sino en

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    el da del juicio.

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    Ya podis daros cuenta exacta de la naturaleza de la vida cristiana: sta no es sino el desarrolloy cumplimiento definitivo de la vida de Jess; todos nuestros actos no deben ser sino una continuacinde los de Cristo, a quien hemos de servi r de alter-ego sobre la tierra, para en ella proseguir suvida y sus obras y para ejecutar cuanto hagamos y sufrir cuanto padecemos, santa y divinamente, conel espritu de Jess o sea con las intenciones y disposiciones suyas santsimas en todos sus trabajos ypadecimientos. Por el hecho de ser el Divino Salvador nuestra cabeza y nosotros sus miembros ynuestra unin con El incomprablemente ms estrecha, noble y elevada que la existente entre la cabezay los miembros del cuerpo natural, tenemos que deducir cine debemos estar animados ms perfecta yespecialmente de su esp ritu y de su vida que los miembros naturales de un cuerpo fsico lo estn alparticipar de la misma vida y espritu de su cabeza.

    Ciertamente con stas verdades de la mayor importancia que en nosotros originan graves

    deberes, que ha de meditar seriamente quien quiera vivi r como crist iano; consideradlas, Pues, amenudo atentamente y recordad, que la vida religiosa y devota de! crist iano piadoso consiste propia yverdaderamente en continuar la vida santsima de Jess en la t ier ra, motivo por el cual, no slo losreligiosos, sino los cristianos todos estn obligados a vivir santamente Y a ejecutar todos los actos desu existencia con gran santidad Y Perfeccin. Y no es ello tan difc il, ni macho menos imposible, comono pocos imaginan, mas, por el contrario muy suave y sencillsimo si tomamos el hbito de levantarnuestro espritu y nuestro corazn a Jess y de entregarnos y unirnos a El en todas nuestrasacciones.

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    5 3 -CAPITULO 11

    FUNDAMENTOS DE LA VIDA CRISTIANA

    Puesto que no existimos sino para continuar la vida santa y perfecta de nuestra cabeza, Jess,hemos de considerar cuatro cosas en su vida terrena y a menudo rendirles l homenaje de nuestraadoracin, procurando en cuanto nos sea factible, con el divino en auxilio, reproducirlas ycontinuarlas en nuestra propia vida; cosas son stas que constituyen los cuatro fundamentos de lavida, de la piedad y de la santidad cristiana, sin los cuales stas son imposibles.

    SECCIN PRIMERA

    1e - La Fe, primer fundamento de la vida ysantidad del Cristiano

    El pr imer fundamento de la vida cr istiana es la Fe. San Pablo, en efecto, as nos lo ensea: S iqueremos llegar hasta Dios y acercarnos a su Divina Majestad, el primer paso a dar es creer, pues,sin la Fe es imposible agradar al Seor. La Fe, aade, es la substancia y base de cuanto esperamos.Hebr. XIo,6. La Fe es la piedra fundamental de la mansin y reino de Cristo; es una luz celeste ydivina, una participacin de la eterna e inaccesible Luz de Dios: un destello de su Faz, 0, para hablaren trminos del Espr itu Santo, la Fe es un carcter divino por el que la luz de la Divina Faz se haimpreso, en nuestras almas>. Ps.IVo,7. Es una comunicacin y cuasi-extensin de la Luz y cienciadivina infusa en el alma santa de Jess en el momento mismo de su Encarnacin. Es la cienciasalvadora, la ciencia de los Santos la ciencia de Dios que Jess bebi en el seno mismo de su Padre

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    y trajo a este mundo para disipar sus tinieblas, para i luminar nuestros corazones y darnos losconocimientos necesarios para servir y amar a Dios con perfeccin, con el fin de someter nuestroespritu a las verdades que El personalmente nos ense y sigue brindndonos por medio de su Iglesia.

    Esa fe, que Jesucristo nos dio, cautivando nuestras inteligencias y plegndolos a la creencia deas verdades eternas, es una continuacin y como reflejo de la amorosa sumisin del Espritu humanode Jess a las verdades que su Padre Eterno le anunci.

    Son esta luz y esta ciencia las que nos hacen conocer a perfeccin todo cuanto en Dios y fuera deEl existe. A menudo la razn y la humana ciencia nos engaan, pues en verdad son dbiles y l imi tadasen demasa sus luces para alcanzar el conocimiento de las cosas de Dios de suyo incomprensibles einfinitas; y, por otra parte la ciencia y la razn humana, obscurecidas por el pecado y susconsecuencias, son impotentes para lograr un conocimiento real de los seres existentes fuera de Dios.Mas la luz esplendorosa de la fe, por ser un destello de la verdad y de la luz divina, no ha deengaarnos: nos hace ver las cosas tal como Dios las ve, es decir , en toda la br illantez de su verdad ycual son ante sus ojos divinos.

    As, pues, si miramos a Dios con los ojos de la fe, lo veremos en su verdad tal cual es y comocara a cara. La fe, indudablemente, no carece de obscuridad y nos hace ver a Dios de una maneraimprecisa, opaca y como al travs de espesa niebla; sin embargo, no tiene la pretensin de abatir laMajestad inf inita hasta nuestro espritu, como lo hace la humana ciencia, pero penetra a travs desus sombras y obscuros velos, en el inf ini to mismo de Dios y nos lo revela cual es en s mismo y en

    todas sus divinas perfecciones. Ella nos ensea que cuanto hay en Dios y en Jesucristo Hombre-Dioses infinitamente grande y admirable y en grado infinito digno de adoracin y

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    amor en si mismo. Ella nos manifiesta que Dios es infinitamente veraz en sus palabras y f iel a suspromesas; que es todo bondad, dulzura y amor para con quienes le buscan y en El ponen su confianza,

    y todo rigor, severidad y terror para quienes le abandonan o desdean y que no hay nada ms espantosoque caer en manos de su justicia inexorable.

    Ella nos infunde un conocimiento segursimo de que la Divina Providencia conduce y gobiernatodo el universo con sabidura y santidad inf ini ta y que merece nuestra adoracin y amor por cuantoordena en su justicia o en su misericordia en el cielo, en la tierra y en el infierno.

    Si miramos la Iglesia de Dios a la luz de la fe, veremos que, teniendo a Jesucristo por cabeza ypor gua al Espr itu Santo, es absolutamente imposible que pueda alejarse de la verdad para caer en elerror, y, por lo tanto, que todas las ceremonias, costumbres y funciones de ella estn caracterizadaspor la santidad de su Fundador; que cuanto ella prohibe u ordena con todo derecho, prohibido omandado ha de ser; que todo lo que ella nos ensea, sin falta ha de estar ajustado a la verdad y que, de

    consiguiente, hemos de estar dispuestos a morir mil veces antes que apartarnos una lnea siquiera dedichas verdades; y, finalmente, que estamos obligados a respetar y honrar todos las cosas de la Iglesiacomo santas y sagradas.

    Si, en fin, detenernos la mirada en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea, a la luz de lafe hemos de convenir que no somos sino nada, pecado y abominacin y el mundo todo, humo, ilusin yvanidad.

    Es as como hemos de verlo todo, no segn la vanidad engaosa de nuestros sentidos, no con losojos de nuestro cuerpo, no con la corta y engaosa mirada de la razn y de la ciencia humana; sino encambio, segn la verdad de Dios y con los ojos de Jesucristo, es decir, al resplandor de la divina luz

    que adquiri en el regazo de su Padre, y que nos vino a traer

    5 6 - VIDA Y REINO DE JESS

    a este mundo para hacernos participantes de su ciencia y verdad indeficiente.

    2e - La Fe debe ser regla de toda nuestro actividad

    Si hemos de mirar lo todo a la luz de la fe para conocerlo con certeza, debemos ejecutar todosnuestros actos bajo sus mismos resplandores para proceder santamente. En efecto, Dios se gobiernapor su sabidura inf ini ta, los ngeles por su poderosa intel igencia, los hombres, carentes de la luz dela fe, por la razn, los mundanos, por las mximas del siglo, los voluptuosos, por sus sentidos; delmismo modo el crist iano se ha de conducir por la misma luz de Jesucristo, su cabeza, es decir, por lafe, que no es sino una participacin de su ciencia y de su luz.

    Ved aqu Por qu hemos de esforzarnos por todos los medios por aprender esta ciencia divina ypor no desdear jams sus directivas. Y as, al pr incipio de nuestras acciones, en especial de las msimportantes prosternmonos a los pies del Hijo de Dios, adormosle como autor y consumador de lafe, como Padre de la verdadera luz que ilumina a todos los humanos .

    Reconozcamos que no somos sino t inieblas y que las luces todas de la razn, del saber y an dela experiencia humana no son a menudo ms que ilusoria obscuridad en la cual en forma algunapodemos confiar. Renunciemos a la prudencia de la carne y a la sabidura del mundo; supliquemos a

    Jess que las destruya en nosotros y que jams permita que sigamos sus leyes y mximas engaosas;que, antes bien, nos ilumine con su luz celest ial, nos gue con su divina ciencia, nos d a conocer su

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    voluntad, nos conceda la gracia y la fortaleza para adherirnos firmemente a sus palabras y promesascerrando nuestros odos a los

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    imperat ivos de la prudencia humana y anteponindoles con valor las verdades y mximas de la fe,consignadas en el Santo Evangelio y en la doctrina constante de la Iglesia.

    Para ello, sera muy conveniente leer todos los das de rodillas un captulo de la Vida deJess> en el Nuevo Testamento; as os darais cuenta del gnero de vida de vuestro Padre en el mundo:por la consideracin de cuanto hizo, de cuantas virtudes practic y de las palabras que pronunci,deducirais las reglas y mximas a las que ajust su vida y que deben ser precisamente las queregulen la vuestra, pues la prudencia cristiana consiste en renunciar a las normas de la humanainvocando el esp ritu de Jesucristo para que nos Iumine y conduzca segn sus mximas y nosgobierne de acuerdo con las verdades que nos enseo, imitando sus acciones y virtudes. En estoconsiste la vida de fe.

    SECCIN SEGUNDA

    El ocho y la fuga del pecado son el segundofundamento de la vida y santidad cristiana

    Obligados a continuar sobre la tie rra la vida santa y divina de Jess, debernos tambinrevest irnos de sus sentimientos e inclinaciones segn la enseanza de su Apstol: Hoc sentte i nvobis quod et in Christo Jesu: Conformaos al sent ir de Jesucristo, quien estaba animado de dossentimientos totalmente contrarios: uno de amor inf ini to a su Padre y a nosotros, experimentando a lavez un odio sumo a cuanto se opone a su glor ia y al bien de nuestras almas, el pecado. Porque as como

    ama con infinito amor al Padre y a los hombres, con infinito odio aborrece el pecado: de tal suerteama a su Padre y nos ama a nosotros

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    que no vacil en acometer la empresa infini tamente grande de la Redencin, sufriendo toda clase detormentos y martirios y sacrificando finalmente su preciosa vida por la gloria de su Padre y por e lamor de todos nosotros. Y por contraposicin, es tal el horror que tiene al pecado, que baj del cielo ala tierra, se aniquil a s mismo tomando la msera apariencia del esclavo, vivi treinta y cuatro aosuna vida toda llena de trabajos, desprecios y sinsabores, derram su sangre hasta la ltima gota ymuri, por fin, en el tormento ms vergonzoso, humillante y cruel que imaginar podamos: todo el lo,debido al odio inmenso que le tiene al pecado y el deseo infinito de destruirlo en nuestros corazones.

    Ahora bien, nosotros debernos tener los mismos sentimientos de Jess respecto de su Padre ypara con el pecado; hemos de proseguir la guerra que hizo al pecado mientras vivi sobre la t ie r ra ;Obligados estamos a amar a Dios sobre todas las cosas y con todo nuestro corazn, nos vemos, po rtanto, en la necesidad imperiosa de aborrecer el pecado con toda la fuerza de nuestra voluntad.

    Y para convenceros mejor de esta obligacin, mirad en adelante el pecado, no cual loconsideran los hombres con miras carnales y ciegas, sino, como Dios lo ve, a la divina luz de sus ojos,con la luz de la fe.

    A sus resplandores y con la mirada misma de Dios veris que el pecado es en cierta manera

    infinitamente contrario y opuesto a Dios y a sus perfecciones todas, ya que nos priva de la posesin deDios. Por ende, entraa en s tanta malicia, tal locura, fealdad y hor ror , como Dios encierra de

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    bondad, de sabidura, de belleza y de santidad. Por lo mismo tan odiado y perseguido merece ser comomerece ser amado y anhelado nuestro Divino Seor. Comprenderis, entonces, que el pecado es algotan horrible que no pudo ser borrado sino con la sangre de un Dios; tan detestable, que no pudo serextirpado y destruido

    5 9 - VIDA Y REINO DE JESS

    sino con la muerte y destruccin de un Hombre-Dios; tan abominable, que no pudo ser aniquilado sinocon el aniquilamiento del Hijo de Dios; tan execrable a sus divinos ojos, que la in jur ia y deshonrainf ini ta que le ocasionan, no pudo repararse sino con los trabajos, sufrimientos, agonas y muerte deun Dios.

    Veris que l pecado es un homicidio c ruel , un deicidio horrendo y una total abominabledestruccin de cuanto existe. Homicidio lo es, ya que l es la nica causa de la muerte del cuerpo y delalma humana; deicidio lo es, pues el pecado y el pecador han hecho mor ir a