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EXCAVACIONES EN LA CUESTA DE SAN CAYETANO (MONTEAGUDO, MURCIA) ANTONIO JAVIER MEDINA RUIZ ENTREGADO: 2003 MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA 11 PÁGS. 135-164 Palabras clave: Monteagudo, Cultura Argárica, Bronce Tardío, Ibérico, Romano, asenta- miento, enterramiento, urna, horno, calzada. Resumen: La excavación arqueológica de urgencia en la Cuesta de San Cayetano de Monteagudo (Murcia) ha constatado restos de un poblamiento de la Edad del Bronce esca- lonado en la ladera, con niveles argáricos correspondientes a contextos de hábitat que albergaban enterramientos en urna, un nivel posterior formado por un taller con hornos ads- crito al Bronce Tardío, seguido de un tercer nivel del Bronce Tardío o Final. La secuencia estratigráfica se completa con restos de Época Ibérica y Romana Altoimperial, momento en el que se registra un tramo de calzada con edificaciones.

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EXCAVACIONES EN LA CUESTADE SAN CAYETANO

(MONTEAGUDO, MURCIA)

ANTONIO JAVIER MEDINA RUIZ

ENTREGADO: 2003 MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA 11PÁGS. 135-164

Palabras clave: Monteagudo, Cultura Argárica, Bronce Tardío, Ibérico, Romano, asenta-miento, enterramiento, urna, horno, calzada.

Resumen: La excavación arqueológica de urgencia en la Cuesta de San Cayetano deMonteagudo (Murcia) ha constatado restos de un poblamiento de la Edad del Bronce esca-lonado en la ladera, con niveles argáricos correspondientes a contextos de hábitat quealbergaban enterramientos en urna, un nivel posterior formado por un taller con hornos ads-crito al Bronce Tardío, seguido de un tercer nivel del Bronce Tardío o Final. La secuenciaestratigráfica se completa con restos de Época Ibérica y Romana Altoimperial, momento enel que se registra un tramo de calzada con edificaciones.

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ANTECEDENTES

La intervención arqueológica de urgencia en elsolar de la Cuesta de San Cayetano esquina con Plazade la Iglesia, fue motivada por la aparición de restosarqueológicos durante las labores de un desfonde conla finalidad de construir un edifico en el casco urbanode la pedanía murciana de Monteagudo (figura 1).Tras la paralización de las obras se procedió a la exca-vación del contexto estratigráfico conservado, unaestrecha banda de terreno de 9,4 x 2,5 m, localizada enel sector más meridional del solar (lámina 1). Los tra-bajos arqueológicos fueron contratados y financiadospor la Dirección General de Cultura de la ComunidadAutónoma de la Región de Murcia, y se desarrollaronen dos fases, la primera entre los meses de abril y mayode 1994, trabajos dirigidos por María MartínezAlcalde y Ascensión Roldán Romero, y una segundafase, entre octubre del mismo año y enero de 1995,coordinada por Antonio Javier Medina Ruiz. El equi-po técnico se completa con la participación de J.Carlos Verdú Bermejo y Mª. Belén Sánchez González,y con la colaboración de Enrique Martín y CarlosAlarcón; posteriormente Mª. Jesús Sánchez Gonzálezha realizado los montajes de las plantas y pasado atinta parte de los dibujos de campo.

Dado el carácter de urgencia de la intervenciónarqueológica, no se pudo excavar la totalidad de lasecuencia estratigráfica, pues el objetivo es la docu-mentación del depósito arqueológico afectado por las

obras, hasta la cota base de la cimentación del edificio.Por otro lado, aunque la excavación se realizó en exten-sión, el área de trabajo fue divida en tres cuadrículas–A, B y C-, orientadas de Este a Oeste.

El Cerro del Castillo (Monteagudo, Murcia) es unrelieve relicto al SO de la Sierra de Orihuela, pertene-ciente a la zona interna de las Cordilleras Béticas, en launidad tectónica Bermejo, dentro del ComplejoBallabona Cucharón. El relieve lo forma un aflora-miento de edad triásica, caracterizado a techo por unescarpe de rocas carbonatadas afectadas de un intensodiaclasado, a las que superpone a piedemonte un cua-ternario indiferenciado compuesto por materialescoaluviales, procedentes de la erosión del relieve inme-diatamente superior1.

El valor estratégico que ofrece el Cerro deMonteagudo es indudable, un cabezo en el entorno dela Vega del Río Segura, protegido por fuertes desnive-les en las laderas, con optimas posibilidades deexplotación agropecuaria, acceso directo a un caudal deagua permanente, y emplazado en una encrucijada devías naturales de comunicación hacia el Valle delGuadalentín y el Valle del Segura (foto 2).

El asentamiento argárico en el Cerro del Castillo esconocido desde finales del siglo XIX con las primerasdescripciones de los enterramientos en cista y urna,junto a pequeñas reseñas de materiales cerámicos2. Laentidad de los hallazgos, unida a la posición topográfi-ca del yacimiento, sirvió para situar a Monteagudocomo una estación dentro de la expansión argárica

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hacia el E a través de la cuenca del Río Segura3. Brevesdescripciones del asentamiento junto a estudio de res-tos materiales4, o noticias sobre hallazgos aislados ofuera de contexto5, conforman la base documental queactualmente se dispone de este poblado de la Edad delBronce.

Desde un punto de vista territorial el cerro deMonteagudo se emplaza en un área con un densopoblamiento argárico6, cuyos yacimientos han sidoincluidos por Lull dentro de la comarca biogeográficade la Vega de Murcia y Orihuela7. La ocupación ibéri-ca en Monteagudo también es significativa a tenor delos restos materiales allí registrados, que indican la exis-tencia de un poblado, probablemente acompañado deun santuario8, si bien, hasta la fecha, lo más destacadode este horizonte es el hallazgo de un conjunto deesculturas zoomorfas en el piedemonte occidental delcerro, elementos que pudieran indicar la ubicación dela necrópolis en ese lugar9. La presencia romana seremonta para algunos autores a una villa rústica de fun-dación romano-republicana10, próxima al paso de la víade Carthago Nova a Fortuna11; en este sentido, elCanónigo Lozano ya apuntaba a finales del siglo XVIII,la aparición de importantes restos arquitectónicos roma-nos en el área de la Iglesia de Monteagudo, junto aproducciones cerámicas de época Altoimperial12. De unmomento medieval islámico data la fortaleza asentada

en la cima del relieve, inexpugnable atalaya que es señade identidad paisajística de la Huerta de Murcia hastanuestros días.

APROXIMACIÓN AL CONTEXTO ESTRA-TIGRÁFICO

El solar objeto de la intervención arqueológica seemplaza en el piedemonte meridional del cerro, juntoa la actual Plaza de la Iglesia, lugar donde encontramosimportantes desniveles topográficos hacia el N y el S,siendo las pendientes menos acusadas hacia las vertien-tes oriental y occidental, laderas, éstas últimas, dondese articula la actual red viaria. En este sentido, el estu-dio de las interfacies arquitectónicas documentadas enla excavación arqueológica ha evidenciado el condicio-namiento de la dinámica urbanística a la topografíanatural del terreno, desde los primeros hábitats establesen el Cerro del Castillo iniciados en la PrehistoriaReciente, si bien hay que reseñar que una parte impor-tante de los conjuntos arqueológicos registrados sepresentan alterados o parcialmente destruidos por des-contextualizaciones estratigráficas realizadas en épocasposteriores a la amortización de los vestigios arqueoló-gicos subyacentes. Esta limitación, unida a la reducidaextensión de la intervención arqueológica, que signifi-có que no se constatara la planta completa de ningúndepartamento o complejo arquitectónico, impidenextrapolar la información sobre el modelo urbanísticoa otros sectores del yacimiento arqueológico; pese atodo, la secuencia estratigráfica documentada es alta-mente ilustrativa sobre el rico Patrimonio Cultural quealberga el Cerro del Castillo de Monteagudo.

Se han definido hasta seis niveles estratigráficos esta-blecidos en todos los casos en función de la continuidado ruptura de los contextos: el nivel I corresponde a la ocu-pación argárica, dividiéndose en cuatro fases –I a/I d-,establecidas a partir de la evolución de los elementosconstructivos, los niveles II y III, de escaso volumen ysuperficie, se adscriben culturalmente al Bronce Tardío,mientras que los niveles IV y V se asocian a contextosibéricos y romanos respectivamente; por último, el nivelVI corresponde a rellenos y remociones de época moder-na/contemporánea, nivel que se divide en cuatro fases. Acontinuación se caracterizan pormenorizadamente losdiferentes niveles, así como los contexto estratigráficos yelementos más significativos documentados en los traba-jos arqueológicos.

Figura 1. Plano de situación de la intervención arqueológica en elcasco urbano de Monteagudo (Murcia).

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Nivel I:

Ocupa una potencia estratigráfica de poco más de unmetro de espesor, si bien recordemos que no ha sidoexcavado en todo su volumen, documentándose en loscortes A y B, lo que supone una superficie próxima a los20 m2, aunque probablemente también se extienda porel corte C, bajo el nivel II. La nota característica del nivelI es un modelo de asentamiento adaptado a la topogra-fía del terreno, según se interpreta de la aparición de unpequeño tramo de muro de aterrazamiento localizado en

el sector occidental, con pendientes descendentes haciael S y SO, que significaría el escalonamiento del pobla-miento y la articulación de las áreas de habitación conrespecto a ejes perpendiculares a la pendiente de ladera yparalelos a los muros en terraza. En nuestro caso el muroen terraza marca una dirección general SE-NO, orienta-ción que también se constata en todos los murosmayores documentados en el nivel arqueológico que nosocupa. Los restos excavados corresponden fundamental-mente al sector suroccidental de un departamento y aparte de su ambiente exterior, aunque en diferentes fasesconstructivas y sucesivas ocupaciones definidas en elnivel I se experimentaron pequeñas modificaciones diri-gidas a la compartimentación del área, que en ningúncaso significaron cambios importantes en la dinámicaurbana argárica.

La fase I a se constata en el corte A con una super-ficie de 12,6 m2 ocupando la cota más baja excavada enel sector. Se trata, por lo tanto, de un contexto que tansólo ha sido definido parcialmente, donde encontra-mos los vestigios más antiguos de documentados enesta intervención arqueológica. Dentro de las estructu-ras murarias se descubren dos pequeños tramosalineados levantados en mampostería con pequeñaspiedras -UUEE 537 y 552- (figuras 4 y 5), probable-mente pertenecientes al mismo muro que conformaríael cierre sudoeste del departamento, aspecto no confir-mado, de este modo la estructura divide la superficie endos ambientes, uno al NE, posible interior del departa-mento, y el otro, al SO, sector relacionado con elambiente exterior, donde se concreta toda una serie demateriales como fragmentos cerámicos y óseos rodadosque pudieran conformar un suelo de ocupación. Laaparición en este último ambiente de una acumulaciónde piedras –UE 544- en el límite occidental pudieraindicar los restos de un muro que cerrara el sector porel O, contexto, éste último, posiblemente alterado en lafase I b.

La fase I b se superpone a la precedente I a, si bienel área se excavación se extiende hasta el cuadrante Ndel corte B, próximo al muro en terraza. El reacondi-cionamiento de la superficie de hábitat significó laalteración de algunos contextos de la fase subyacente,en este sentido, y desde un punto de vista arquitectó-nico, destacamos la construcción sobre las estructurasprecedentes 537 y 532, de un muro de mampostería–UE 40813- (figuras 4 y 5), en el que se emplean blo-ques de tamaño medio de tendencia redondeada, con

Lámina 1. Vista general del área de intervención arqueológica desde el E.

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dirección SE-NO. Este muro vuelve a delimitar los dosespacios vistos en la fase anterior (figura 2), uno NE alinterior del departamento, y otro ambiente exterior SOque se extiende hasta el muro de aterrazamiento –UE301- al O. Como elemento de interacción entre los dossectores distinguimos un zócalo de acceso –UE 506-(figs. 4 y 5) en el extremo SE del muro 408.

En esta fase se ha constatado una interesante secuenciade suelos superpuestos con aportes intencionados de tierraque sobreelevaban el piso de ocupación con respecto alprecedente. Estos contextos están claramente diferencia-dos entre los sectores NE y SE debido a que el muro 408interrumpe la correlación estratigráfica entre ambos, y alos diferentes usos a que fueron destinados el exterior einterior del departamento, registrando el primero unmayor volumen de vestigios, fundamentalmente restos defauna y elementos amortizados como cerámicas e indus-tria lítica, frente al interior del departamento que recogeun número menor de materiales, junto a un suelo menosalterado por el uso.

Dentro del ambiente septentrional se definió unprobable suelo de ocupación –UE 526- donde apareció

una fosa –UE 542-, que alteró contextos de la fase I a,y que albergaba el enterramiento 547, una urna de laforma 4 de la tipología de Siret, con el borde orientadoal E (figura 2), ocupada por la inhumación de unniño/a de unos seis años de edad14, que conservaba res-tos muy desvaídos de un vestido de tela, y como ajuarun pendiente de una vuelta de alambre en cobre obronce localizado en el parietal derecho. El cuerpo secolocó flexionado, apoyado sobre su lado izquierdo,con la cabeza orientada hacia el O, y los pies y la caraal N (foto 3). El contexto de ocupación antes reseñadoestaba cubierto por otro suelo que sin solución de con-tinuidad ocupaba el ambiente N -UE 516-, en cuyosector occidental se descubría una segunda fosa -UE517-, que contenía los enterramientos en urna 518 y528 (figura 2). El primero de ellos, una forma 2 de latipología de Siret, con el borde hacia el N que mostra-ba signos al exterior de haber estado sometida a fuegopoco antes de la inhumación, albergaba un esqueletoinfantil de un año y medio o dos de edad acompañadode una caracola marina perforada como ajuar; los res-tos óseos, mal conservados indicaban el cuerpo

Lámina 2. Vertiente meridional del Cerro del Castillo (Monteagudo, Murcia).

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flexionado sobre su costado izquierdo con la cabezaorientada al O (lámina 4). Por otro lado, el enterra-miento 528 se componía de una forma 5 comocontenedor, sin ajuar funerario, que contenía un neo-nato con el cuerpo flexionado, la cabeza orientada haciael E y la cara hacia el S (foto 5).

El ambiente S de la fase I b se caracterizaba poruna sucesión de suelos de ocupación indiferenciados,reflejados en varias unidades estratigráficas, entre lasque destacamos los contextos 503, 520 y 522, cuyoorigen podemos encontrarlo en un continuo aporte desedimento que elevó el nivel de hábitat hasta 20 cm.Se constata abundante registro material, en la mayoríade los casos en estado fragmentario, con presencia deindustria lítica, lascas y 3 dientes de hoz denticuladosen sílex, así como restos cerámicos y óseos de fauna.En el sector occidental de esta misma área se descu-brió un enterramiento –UE 305- inscrito en una urnade la forma 4 con el borde hacia el O, perteneciente auna inhumación infantil que presentaba el cuerpo fle-xionado con el cráneo al S, y la cara y piernas

orientadas hacia el O, portaba como ajuar dos pen-dientes, uno de cobre o bronce, y el otro de plata,exhumados respectivamente bajo el parietal izquierdoy el frontal del cráneo. En las proximidades del con-texto funerario anterior, apareció una vasija rota porlas labores del desfonde para cimentar la edificaciónactual, de la que solo se pudo recuperar el borde delrecipiente –UE 308-, que bien pudo contener otroenterramiento.

La fase I c está representada en la superficie de loscortes A y B, hasta el muro de aterrazamiento comolímite occidental. Desde un punto de vista urbanísticose operan algunos cambios con respecto a las dos eta-pas precedentes, por un lado, se procede alrecrecimiento del muro de aterrazamiento 301, y, porotro lado, se refuerza el muro 408 con un forro exterior–UUEE 422 y 423-, este grosor del muro podría estardestinado a un mayor desarrollo del alzado de la cons-trucción. Al tiempo, el ambiente meridional se dividedos –Oeste y Sureste- al levantar un muro –UE 463-perpendicular a la estructura principal 408 (figura 3).

Figura 2. Corte A, estructura muraria y localización de enterramientos de la fase I b.

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De tal forma que en esta fase se distinguen hasta tresambientes separados por elementos arquitectónicos(foto 6). Por último, un nuevo zócalo –UE 486- sesuperpone al acceso más antiguo –UE 506- (figuras 4 y5), aspecto que evidencia la pervivencia de la organiza-ción interna del departamento –sector N-.

En el ambiente septentrional, interior del departa-mento, detectamos en un primer momento un rellenosedimentario de unos 7 cm de espesor con pocos regis-tros materiales, que puede ser interpretado como unacondicionamiento del nivel de hábitat –UUEE509/512-, sobre el que se suceden conjuntos asociadosa suelos de ocupación. En el primero de estos contex-tos destacamos una pequeña estructura caracterizadapor una simple alineación de piedras –UE 477-, cuyodesarrollo no se documentó al completo debido a quese introducía bajo el perfil oriental del área excavada,que muestra una compartimentación interna deldepartamento en un momento puntual del inicio de lafase I c, pues el elemento no está presente en el resto dela fase. Por otro lado, el sucesivo aporte de sedimento

que eleva el hábitat, implica que el zócalo –UE 486-quede sepultado, si bien el contexto documentado enel sector sigue evidenciando la discontinuidad estrati-gráfica existente entre los ambientes N y SE, factor queindicaría que en toda fase se mantuvo un desnivel, amodo de escalón, entre el interior y el exterior deldepartamento, sin necesidad de reflejar en la superficiedel hábitat elementos arquitectónicos aparentes.Relacionado con el suelo de ocupación descrito en laUUEE 417/418, también en el ambiente N, descubri-mos una fosa –UE 420- que contenía una inhumacióninfantil en urna –UE 437-.

Dentro del ambiente occidental también se constatauna interesante secuencia de suelos de ocupación en elque destaca el conjunto definido en la UE 264, que secomponía de un hogar –UE 267- y una especie derebanco o vasar realizado en adobe –UE 266-. Bajo estecontexto se encontraron dos enterramientos en urna,uno perteneciente a un adulto –UE 274-, en el interiorde una forma 4, cuyo borde se orientaba al NO, contapadera de forma 1 (lámina 8). La inhumación es de

Lámina 3. Inhumación infantil en urna, UE 547, fase I b.

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Lámina 4. Enterramiento infantil en urna, UE 518, fase I b.

Lámina 5. Enterramiento infantil en urna, UE 528, fase I b.

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un adulto/a con brazos y piernas flexionadas, cráneo alSE, piernas al NO y cara orientada al SO. El otro ente-rramiento –UE 283- cuyo borde se adosaba a latapadera del anterior, aspecto por el que pensamos quela deposición de 283 se realizó posteriormente, en estecaso encontramos un enterramiento infantil, sin ajuar,en una urna carenada (foto 9) con el borde hacia el SO,en cuyo interior aparece el cuerpo flexionado con elcráneo al E y la cara y los pies orientados al O, La fosade ambas inhumaciones se excava en el relleno sedi-mentario asociado al último recrecimiento del muro enterraza, levantado como recordamos al inicio de la faseI c, en este sentido, la remoción ocasionada por la aper-tura de la fosa también afectó al talud interior –UUEE285/301- de dicha estructura, compuesto por unadensa acumulación de piedras. Finalmente, en el inte-rior del rebanco/vasar 266 se registró una vasija UE197-, probablemente perteneciente a una inhumacióninfantil que no ha conservado los restos óseos, y quecontenía una pequeña forma carenada de factura muycuidada.

La fase I d supone una continuación del esquemaurbanístico descrito para la fase anterior, si bien, en estecaso sobre el muro 408, cierre del departamento, sesuperpone otra estructura de idéntica orientación y simi-lar trazado –UE 162-, que dispone en su extremo SE deun posible zócalo –UE 187-. Paralelamente también selevanta un muro –UE 178- sobre la misma disposiciónque tenía la estructura 463, elementos que comparti-mentan en dos ambientes el sector meridional (figura 6).La fase I d se ha identificado en el área del corte A, noconservándose su contexto estratigráfico en el corte Bdebido a las alteraciones producidas en época ibérica.

El hábitat de este momento muestra una seriaciónde contextos ocupaciones conformados en la mayoríade los casos por suelos indiferenciados. En el interiordel departamento encontramos un probable hábitat–UUEE 173/179- con dos molinos, asociado a esteconjunto localizamos un enterramiento en urna –UE192- en el límite occidental del sector, compuesto porun recipiente carenado con el borde orientado hacia elS. El enterramiento, parcialmente destruido por el

Figura 3. Corte A, estructuras murarias de la fase I c.

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Lámina 6. Estructuras murarias del corte A, fase I c.

Lámina 7. Zócalo de acceso, UE 486, fase I c.

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Figura 4. Alzado, paramento septentrional, superposición de estructuras, corte A. La UE 552 corresponde a la fase I a, las UUEE 408 y 506se asocian a la fase I b, mientras que en la fase I c pervive el muro 408 y aparece el zócalo 486.

Figura 5. Alzado parcial, paramento meridional, superposición de estructuras, corte A. La estructura 537 correponde a la fase I a, el zócalo 506y muro 408 se adscriben a la fase I b, mientras que la fase I c pervive el muro 408 y se construye el zócalo 486

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Lámina 8. Tapadera de urna de enterramiento, UE 274, fase I c.

Lámina 9. Urna de enterramiento, UE 283, fase I c.

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reciente desfonde del solar, tan sólo conservaba partedel cráneo de una inhumación infantil. Al exterior deldepartamento, SE, se constató un conjunto sedimenta-rio con abundantes evidencias de uso, como manchasde ceniza –UUEE 403/404-, y registros materiales–diente de hoz en la UE 185-. En el ambiente SO seidentificaron dos suelos de ocupación superpuestos, elmás antiguo –UUEE 191/401- con un molino.

El techo estratigráfico de la fase I d está marcadopor la desarticulación de las estructuras murarias 162 y178, con la aparición de derrumbes y acumulaciones depiedras –UUEE 154/161/174-. Se trata, en todos loscasos, de remociones del terreno realizadas en épocaibérica o romana, que alteraron los contextos estrati-gráficos subyacentes.

Nivel II:

Se documenta en una reducida superficie de unos 4m2, localizada en el corte C, sector más occidental de laexcavación, lugar donde se registró un área de taller en

la terraza inferior del muro ataludado 301, de tal formaque los restos del nivel II, aunque se emplazan a unacota más baja, son más recientes que el nivel I, lo cualno significa que en este sector no existan restos argári-cos, pues como recordamos la intervenciónarqueológica no alcanzó depósitos estériles. El conjun-to que nos ocupa se documentó incompleto alintroducirse parte de los elementos que posteriormen-te vamos a describir bajo los perfiles meridional yoccidental. El único cierre original del conjuntoarqueológico lo define el muro de aterrazamiento, quepresenta en el sector una dirección SE-NO.

Como hemos mencionado, se constató en una redu-cida superficie un área de taller compuesta por doshornos, uno de ellos de mayores proporciones al E –UE1067-, el otro -UE 1083-, de dimensiones más reducidas,bajo el perfil occidental (lámina 10, figura 7). La escasasuperficie excavada, sumado a que una parte importantede los elementos no se documentaron en toda extensiónpor introducirse en el perfil, limita en gran medida lareconstrucción de tecnomorfológica del conjunto.

Figura 6. Complejo murario de la fase I d, corte A.

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Horno 1067: Adopta en planta una forma de ten-dencia rectangular, con dirección general del ladomayor SE-NO, conformando un estrecho pasillo conel muro de aterrazamiento. El horno tiene una longitudde 1,5 m y un ancho máximo constatable de 1,2 m,pues se introduce en el perfil, ofrece un alzado diferen-cial que oscila entre 0,42 y 0,51 m. La estructura estácerrada con un reborde en todos sus lados, salvo el nor-occidental que está abierto. El interior está dividido pordos depresiones, una especie de cubetas con superficiecóncava, SE y NO, divididas por un tabique con ángu-los redondeados, que decrece progresivamente hacia elcentro (figura 8). Mientras que la cubeta NO se hadefinido en toda su superficie, no ha ocurrido lomismo con la SE que continúa su desarrollo por el Sbajo el perfil (lámina 11, figura. 7). Al exterior delhorno encontramos un apéndice que se adosa en elángulo oriental –UE 1073- que conforma en su inte-rior una estructura hueca de forma cilíndrica abiertahacia el NO, en cuya base hay un pequeño conductode 10 cm de diámetro que enlaza internamente con lacubeta SE (lámina 12). En la esquina SO encontramos

otra adición, esta vez compuesta por una pequeña repi-sa –UE 1077- (fig. 7), y una acumulación informe detapial con acabado tosco –UE 1099-. En general, lafábrica del horno se compone de un armazón de adoberelleno de sedimento, en su cara externa se aprecia unfino alisado de cromatismo marrón claro a anaranja-do/rojizo, en el lado NO el adobe ocupa la bandasuperior del alzado de 10 cm de ancho, distinguiéndo-se en su parte inferior un fino enlucido muy deleznablede color anaranjado; hay que decir que por este lado labase del horno se sitúa 12 cm más baja que en el ladoNE. Por otro lado, el interior del horno se cubre de unenlucido de calidad de color blanquecino compuestopor microcapas superpuestas que alcanzan un espesorde hasta 2 cm. Este revestimiento no se conserva en elárea central de las cubetas debido al desgaste produci-do por el uso.

El interior del horno estaba relleno, en un primermomento, de grumos de barro junto a algunos restosde fino enlucido con improntas de entramado de cañasen su cara ventral –UE 1068-, elementos que invitan apensar que el horno pudo haber estado originariamen-

Lámina 10. Vista general del taller con hornos, nivel II.

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Figura 8. Secciones del horno UE 1067, nivel II.

Figura 7. Taller con hornos y muro de aterrazamiento, nivel II, corte C.

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te cubierto con una cámara al menos en parte de susuperficie. Bajo el mismo encontramos sobre la cubetaNO una vasija acostada con el borde orientado al S–UE 1090-. El recipiente, con una dimensión de 55cm de alto por 40 cm de ancho (fig. 10-1), se trababacon dos cuñas al horno, una de barro y otra de yeso(foto 13), en esta línea, existen indicios para plantearque la vasija, una vez fija a la estructura, se recubrió ensu cara externa de barro. Tras levantar la vasija en lacubeta NO quedó al descubierto un sedimento conabundante proporción de cenizas en su área central;junto a éste último se documentaron algunos fragmen-tos cerámicos en posición acostada, quizás con laintención de recuperar las propiedades refractarias en elárea más deteriorada. La superficie de la cubeta SE sepresentó con el enlucido más deteriorado, especial-mente hacia su mitad meridional, donde registramosun sedimento con alto porcentaje de cenizas, en el queaparecieron nueve cuernos de cabra junto a otrasesquirlas óseas (figura 11), todas ellas muy deterioradaspor el calor; paralelamente también se constató unatorta de barro con la mitad de un cuenco (figura 10-2),con probable función de base refractaria (lámina 11).Una detenida observación del interior del horno per-mite distinguir que tanto la alteración de la estructuracomo la de los materiales allí encontrados, se produjomás por las altas temperaturas que por la acción direc-ta del fuego.

Al exterior del horno 1067, encontramos un com-pacto suelo de barro –UUEE 1089/1092- que trabacon la base del lado NE (fig. 8), sobre el que aparecióun afilador de piedra abrasiva para punzones de huesoy la mitad de una vasija (figura 10-4). Este suelo quedaseparado del muro de aterrazamiento por una estrechabanda de sedimento ceniciento –UE 1065- (lámina14), cenizas que tienen un desarrollo en alzado de unos30 cm adosadas en dicho muro. Esta banda cenicienta,a su vez, se introduce bajo el suelo de barro 1089/1082hasta el interior del horno, a través de la base del ladoNE de la estructura (figura 8). Las cenizas, además con-tactan en su extremo oriental con el conducto situadoen el interior del apéndice 1073 (lámina 12).

Con los datos disponibles, hasta la fecha, para elhorno 1067, sabemos que nos encontramos ante unaestructura de fábrica muy cuidada destinada a un pro-ceso que necesite de una fuente de calor sin estar encontacto directo con el fuego, pues la finalidad refracta-ria de los materiales empleados en su construcción es

evidente. El destino final del horno nos es desconocido,quizás para algún tipo de procesado o manufactura dealimentos o materia prima. En esta línea planteamos laposibilidad de que el horno se destinase al malteado otorrefactado de cereal, aunque en el interior tan sólo sedocumentó un grano de cebada15. Trasladándonos a unplano especulativo, podemos establecer una hipótesisfuncional del uso del horno, en este sentido, la materiapara procesar se introduciría dentro de la vasija cerámicaexistente en la cubeta NO (lámina 13, figura 10-1), queharía las veces de cámara. La capa de cenizas localizadabajo las cubetas puede ser los restos de un espacio desti-nado a la distribución de calor (lámina 11). En esta líneael apéndice 1073, localizado en el ángulo oriental se des-tinaría a la tobera, con la función de reavivar el fuego ydistribuir el calor por medio del conducto interno cons-tatado (lámina 12), la salida de humos se realizaría bajola base del lado NE del horno y el suelo de barro1089/1092, a través de la banda de ceniza 1065, hasta elmuro en terraza 301 (láminas 12 y 14, figura 8). Por últi-mo, la cámara de combustión podría estar al S de lacubeta SE, (recordemos que se abría por este sector hastaintroducirse bajo el perfil de la excavación, por lo que nofue exhumada en toda su extensión).

Horno 1.083: Su situación está confrontada al Odel ángulo septentrional del horno 1067, del que dista0,6 m, el espacio resultante conformaría el área de tra-bajo de ambos elementos, ya que la apertura de los doshornos se orienta hacia este sector (figura 7). El espacioademás queda individualizado del pasillo formado porel muro de aterrazamiento y la pared NE del horno1067, por un desnivel de 0,1 m, más bajo en el áreaque nos ocupa, que se salva con un pequeño parapetode adobe -UE 1109-.

El horno 1083 presenta planta cuadrada, 40 x 40cm, con sus lados orientados a los puntos cardinales, lasparedes se levantan verticales, adoptando la estructurauna forma de cubo, abierto por el lado S, bien porqueno ha conservado su cierre, bien porque nunca existió.Nos inclinamos por lo segundo, dado que no constata-mos el derrumbe o caída de este paramento, aunque seaprecian marcas de fractura. El alzado de las paredesinteriores no es homogéneo, entre 34 y 11 cm, ya quela base del mismo muestra una pronunciada inclina-ción hacia el SO. En el centro de la planta de laestructura, y más o menos equidistante de las paredessobresale un apéndice cilíndrico exento, cuya alturaoscila entre los 16 y 20 cm según orientación, su sec-

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ción es circular, (10 cm de diámetro), estando remata-do por un disco de barro cocido que refuerza elextremo distal (lámina 15, figura 9). Sobre este apéndi-ce se documentó in situ una vasija de fondo plano yparedes divergentes que no conservaba el borde (figura10-3). El interior del horno está recubierto de un com-pacto y quebradizo enlucido de tonalidad clara. Alexterior el cierre oriental se compone de un enlucidodeleznable de color anaranjado, que se presenta atalu-dado descendente hacia el suelo de ocupación, por el Nel horno se adosa a una pequeña estructura de mam-postería, recubierta de enlucido –UE 1082-, conprobable función de vasar (lámina 7), si bien el ele-mento no se conservó completo por estar roto al N poruna fosa de época romana.

Aunque el horno 1083 no parece complejo desde unpunto de vista tecnológico, lo cierto es que desconoce-mos el funcionamiento y la finalidad a que fuedestinado. En este sentido, la proximidad existente entrelos dos hornos y su emplazamiento en una misma áreade trabajo, hace pensar que las actividades asociadas acada una de estas estructuras fuesen complementarias

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Lámina 11. Interior horno UE 1067, nivel II, apréciese restos óseos y cerámicos en la cubeta SE.

Figura 9. Secciones del horno 1083, nivel II.

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Lámina 12. Horno 1067, nivel II, detalle de la posible tobera UE 1073, y banda de ceniza, UE 1065, que se introduce bajo la base del horno.

Lámina 13. Horno 1067, nivel II, vasija UE 1090 en la cubeta NO.

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Figura 10. Materiales cerámicos del nivel II, asociados a los hornos, las vasijas de las ilustraciones 1 y 2 se localizaron en el interior del horno1067, el recipiente 3 se halló en el horno 1083, mientras que la vasija 4 apareció en suelo de ocupación del taller.

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Figura 11. Restos óseos documentados en el interior de la cubeta SE del horno 1067, nivel II.

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dentro de un mismo proceso productivo. El modo deuso del horno 1083, siempre en un plano de la hipóte-sis, podría ser el siguiente: la vasija situada sobre elapéndice exento contendría el producto objeto de trans-formación, el fuego estaría situado en el interior de laestructura calentando de forma homogénea la base de lavasija, el acceso directo al producto permitía controlar elproceso de manufactura y, a su vez, regular la tempera-tura a que debía estar sometido. El aporte decombustible se realizaría desde S, donde el horno no pre-senta pared de cierre.

Por último, y dentro de los elementos que caracte-rizan el área de taller, citaremos la existencia de unenlucido muy deleznable de color anaranjado en elparamento del muro en terraza 301, único cierre cono-cido del conjunto documentado; y la presencia de underrumbe compuesto por gruesos fragmentos de tapialde color anaranjado, con tosco alisado en una de suscaras, e improntas de entramado de ramas paralelas enla cara opuesta. Estos troncos presentan un diámetrodiferencial entre 1,8 y 17 cm. –UUEE 1055/1070-.Derrumbe que cubría el área de taller, salvo por el

ángulo SO, posiblemente procedente de la caída de latechumbre o de un parapeto, tras el que quedó selladotodo el conjunto.

Nivel III:

Se documenta en una superficie reducida de 3 m2,sobre el nivel II, en el extremo occidental de la excava-ción arqueológica, corte C, por lo tanto emplazado enla terraza inferior del asentamiento. El conjuntoarqueológico está alterado en su techo estratigráfico porlas regularizaciones del terreno realizadas en épocaromana, alteraciones que tienen un mayor desarrolloen profundidad en una banda oriental –UE 1028- y enel ángulo noroccidental del contexto –UE 1032-.

En el nivel III encontramos la base de un muro condirección SE-NO y fábrica de mampostería con piedrascareadas a los paramentos y relleno informe al interior–UE 1034-; esta estructura apenas conserva alzado, lle-gando a estar arrasada en su extremo SE, si bien sutrazado se introduce bajo el perfil occidental de la exca-vación. Distante escasos cm por el flanco SO del muro

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Lámina 14. Vista general del horno 1067, nivel II, con pavimento exterior UUEE 1089/1092, y banda de ceniza UE 1065.

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Lámina 15. Horno 1083, nivel II.

Figura 12. Materiales cerámicos asociados al contexto estratigráfico del nivel II.

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1034, constatamos un pequeño muro rematado en sualzado con un adobe –UE 1027- que tiene una direc-ción perpendicular a la primera estructura (fig. 13). Elconjunto arquitectónico se completa con el muro enterraza 301, único cierre documentado del contexto,cuyas hiladas superiores de piedras sirvieron de cimen-tación a edificaciones romanas.

La escasa superficie excavada correspondiente alnivel III, unido a las alteraciones estratigráficas ante-riormente señaladas, limitan en gran medida ladefinición de suelos de ocupación, pese a todo, la pre-sencia en una misma área de un molino de mano, y unapesa de telar (fig. 14-3), junto a otros restos fragmen-tarios, cerámicas y huesos de fauna, pudiera indicar laexistencia de vestigios de hábitat –UUEE 1031 y 1034-asociados al conjunto murario que hemos descrito.

Nivel IV:

Corresponde a la ocupación ibérica del lugar, aun-que existen indicios de que el poblamiento se extendiópor un amplio sector del cerro del castillo, este nivelapenas está representado en nuestra excavación arqueo-lógica por una pequeña superficie de unos 6 m2 en elcorte B, sin duda alguna, afectado por las remocionesdel terreno realizadas en época romana. El contextoestratigráfico inalterado se compone de la base de unmuro –UE 240-, que apenas conserva unos 20 cm dealzado, con dirección general N-S. Por otro lado, el tra-zado de la estructura muraria está incompleto, alintroducirse bajo el perfil S, y al estar roto al N por eldesfonde practicado en el solar; a su vez, este muro fueutilizado como cimentación de estructuras romanas–UUEE 114 y 217-.

Al O del muro 240 encontramos varios paquetessedimentarios con presencia significativa de materialescerámicos, pero sin elementos que nos permitan definirun suelo de ocupación –UUEE 231/232 y 236/237-.Sí encontramos, por el contrario, una pequeña fosasellada con una capa de adobe –UE 222- que alberga-ba una vasija –UE 245-, que contenía un pequeñodepósito de cenizas, conjunto que pudiera tratarse deun enterramiento de incineración, aunque no nosencontremos en un área de necrópolis. Próximo a esterecipiente, se constató otra vasija –UE 270-, de la quetan sólo pudo determinarse parte del borde pintado dela misma, por haber sido rota en el desfonde N delsolar.

El nuevo modelo urbanístico desarrollado en épocaibérica significó promover importantes reformas en elterreno como la regularización de la pendiente y elabandono del sistema escalonado de ladera. Estos cam-bios se materializan en otra articulación delpoblamiento, donde las estructuras murarias se plante-an en torno a unos ejes con dirección general N-S yE-O. La nivelación del terreno probablemente implicóla realización de movimientos de tierra y desfondes,que localmente, al menos en el área de excavación,implicaría el desmantelamiento de los contextos aso-ciados a los niveles arqueológicos II y III existentes enla terraza superior.

Nivel V:

Identificado con la ocupación romana del lugar,aparecen restos en todo el área de excavación, 9,4 x 2,5m. Dada la reducida superficie objeto de intervenciónarqueológica, unido a la forma estrecha de la planta delsolar, no se documenta la superficie completa de nin-gún departamento, aspecto que reduce lasposibilidades de interpretación del conjunto y recons-trucción de modelo urbanístico asociado. A estalimitación debemos sumar el pésimo estado con quenos ha llegado gran parte del registro, muy alterado enépocas posteriores.

La nota más característica del nivel V es, desde unpunto de vista urbanístico, la presencia de una calle condirección N-S –UE 126-, pavimentada con lajas depizarra de color púrpura y de origen local. Tiene un

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Figura 13. Planta con estructuras murarias del nivel III, corte C.

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ancho de 1,25 m, estando delimitada en sus lados porsendos muros –UUEE 116 y 114 al E y O respectiva-mente (figura 15)-. En relación con la calzada no sedocumentan aceras ni otros acondicionamientos desti-nados al tránsito de peatones. Contrastando los datosestructurales de la calle 126 con la topografía del cerro,pensamos que el trazado estaría condicionado por losfuertes desniveles descendentes de N de a S, con lo quesu longitud total difícilmente superaría los 30 m.

Al E de la calle 126 encontramos un edificio o depar-tamento que conserva el muro de cierre occidental –UE116-, que limita con la calzada; más al E se aprecia otraestructura –UE 109-, distante de la primera 1,5 m,documentada tan sólo en parte de un paramento porestar parte de su trazado bajo el perfil oriental de la exca-vación, factor por el que se desconoce si el muro 109marca el cierre del edificio por este lado, o si, por el con-

trario, tiene función de compartimentación interna.Otro elemento estructural del edificio es un pavimentode cal con arena –UE 113-, adosado al N de la carainterna del muro 116 (figura 15), suelo que está roto alE por una fosa practicada en época moderna/contempo-ránea, y al N por el desfonde del solar.

Al O de la calzada la articulación de la superficie esmás compleja, pues en el sector se han identificadohasta tres departamentos, si bien desconocemos sitodos, o parte de ellos, pertenecían a un mismo edificio,o si, por el contrario, conformaban módulos indepen-dientes. Este último complejo queda separado de lacalle por el muro 114, que cimenta sobre la estructura240 descrita en el nivel IV de época ibérica. En la mitadmeridional del paramento interno de 114, se adosa otromuro de mampostería –UE 217- de trazado perpendi-cular al anterior que compartimenta la construcción en

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Figura 14. Materiales documentados en el nivel III.

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dos departamentos (figura 15), no quedando claro sucierre occidental debido a que fue roto por una fosamoderna. La cimentación de este muro altera contextosde los niveles IV y Id, al tiempo que asienta sobre eltalud del muro en terraza 301. En el departamento Ndescubrimos un suelo de cal muy desvaído que presen-taba manchas de ceniza, contexto en el que registramosuna acumulación de 20 pondera –UE 214-.

En el sector más occidental del conjunto se adivi-na un tercer departamento, cerrado al N con el murocon rebanco de mampostería –UUEE 1008 y 1021-,orientación E-O, cuyo trazado completo tambiéndesconocemos al introducirse bajo el perfil O de laexcavación, y estar roto por una fosa al E –UE 205-,intrusión que arrasa por completo el probable cierreoriental de esta habitación, a la vez que altera la corre-lación estratigráfica con los otros departamentos. Lacimentación de la estructura con rebanco –UUEE1008/1021- asentaba sobre el muro de aterrazamien-to prehistórico 301, y en una profunda fosa rellena depiedras –UUEE 1051/1078/1086- que alteraba con-textos de los niveles arqueológicos II y III.Finalmente, en el ángulo SO de la excavación descu-brimos una alineación de pequeñas piedras –1016-,adosada al perfil S del área excavada. Adosado a ésta,y con desarrollo hasta el rebanco, se constata un com-pacto suelo de argamasa de cal y tierra, de coloranaranjado, que alcanza varios cm de espesor –UUEE1017- (figura 15), sobre el que se documentó unfragmento de pondus.

Pese a la complejidad arquitectónica y el modelourbanístico desarrollado en el conjunto descrito en elnivel V, todo parece evidenciar que apenas estuvo enuso durante un corto espacio de tiempo, así parece con-firmarlo la ausencia de reformas o reparaciones sobrelos elementos estructurales, la corta amplitud cronoló-gíca aportada por las cerámicas de importación, y laexistencia de una única fase constructiva. En este senti-do, el abandono y derrumbe/caída del complejoarquitectónico es un misterio. Sorprende la total ausen-cia de derrumbes, y el pequeño alzado conservado enlos muros, a pesar de que la envergadura y sólidascimentaciones con que están construidos apuntaban auna altura considerable de las edificaciones. En defini-tiva, todo parece apuntar a que se procedió al derribointencionado y al posterior acopio de material de cons-trucción, en algún momento posterior al abandono deéste en época altoimperial.

Nivel VI:

Se compone de una serie de paquetes sedimentariosy procesos postdeposicionales, en todos los casos de ori-gen antrópico, pero sin contextos de ocupación o dehábitat asociados. Se trata, por lo tanto, de regulariza-ciones del terreno realizadas de forma paralela aldesarrollo de los diversos modos de uso del suelo des-arrollados en la zona desde la amortización del complejoromano, aunque en la mayor parte de los casos lasremociones están relacionadas con la urbanizaciónmoderna de la zona. Dentro del nivel VI se han distin-guido hasta cuatro fases: la fase VI a está relacionada conel momento de amortización del nivel V, distinguién-dose pequeños paquetes sedimentarios –UUEE108/110/213- o algunas alteraciones de los contextossubyacentes –UE 128-. La fase VI b se compone de unaporte sedimentario que contiene, entre otros restos,escasas cerámicas medievales islámicas –UUEE103/208-, en esta fase también se registra la realizaciónde dos fosas -UUEE 209/263 y 226- que desmontanparte de las estructuras murarias romanas de la mitadoccidental de la excavación. La fase VI c se correspondecon un segundo aporte sedimentario que contieneabundantes cerámicas romanas y modernas/contempo-ráneas –UUEE 100/200-, y en el contexto se sitúan dosfosas –UUEE 102/205-. Por último, la fase VI d seidentifica con la creación del muro de contención orien-tado a la Cuesta de San Cayetano, cuya construcciónsignifica el desfonde de parte de la columna estratigráfi-ca del yacimiento, que se registra en todo el perfilmeridional del área excavada.

VALORACIÓN DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO

El nivel I, de época argárica, se compone de unasuperposición de contextos de hábitat, donde se hanidentificado hasta 4 fases, siguiendo las interfaciesconstructivas. La nota más característica es un pobla-miento en terrazas condicionado por la accidentalidaddel relieve, en torno al cual se articula el urbanismo dela Prehistoria Reciente en Monteagudo. De esta forma,se registró un pequeño tramo de muro de aterraza-miento en el sector occidental de la excavación, quepresenta una dirección general SE-NO, orientación,perpendicular a la pendiente, que marca el eje principalutilizado por las edificaciones16. Desde el punto de vistaconstructivo se ha documentado parcialmente la plan-

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ta de un departamento cuya organización espacial per-vive a lo largo de las cuatro fases, conservando lascaracterísticas distintivas de la misma a pesar de lasremodelaciones, fundamentalmente el trazado delmuro de cierre y la situación del zócalo de acceso, pesea las modificaciones propias que supone la elevación delos suelos de ocupación, por aportes intencionados detierra, así como el recrecimiento de los muros o super-posición de estructuras murarias (figura 4 y 5), labores,todas ellas, que debemos situar dentro de la producciónde mantenimiento17 del hábitat. Paralelamente, a la per-vivencia de la tradición arquitectónica observada en eldepartamento principal (figura 2), se distinguen algu-nos cambios urbanísticos, siempre a pequeña escala,constatados en el recrecimiento del muro de aterraza-miento y la compartimentación en dos del área exteriordel departamento, documentados en las fases I c y I d(figuras 3 y 6), datos que evidencian el desarrollo denuevos usos en el espacio de hábitat, sin poder llegar adeterminar el origen de estos cambios estructurales, nisu posible relación con un cambio en el modelo socialo productivo.

En el registro arqueológico, lo más destacado del nivelI es una sucesión indiferenciada de suelos de ocupación,cuyo análisis detallado permite distinguir en algunoscasos la especialización productiva de los ambientes,fenómeno especialmente documentado en la fase I b,

donde las diferencias físicas del soporte sedimentarioentre el exterior e interior del departamento, ponen demanifiesto las distintas prácticas sociales18 desarrolladas encada uno de los dos ambientes, pues mientras que en elexterior del departamento descubrimos un conjunto conabundantes vestigios materiales como restos faunísticos,elementos de producción amortizados, cerámicas y útileslíticos, así como subproductos, en el ambiente interior–sector NE- encontramos una significativa menor pre-sencia de vestigios materiales, junto a paquetessedimentarios más limpios y menos alterados por el usodel suelo de ocupación.

Dentro del contexto habitacional también se consta-taron 8 inhumaciones, todas ellas en urna, 4 infantilesadscritas a la fase I b (figura 2), y 1 adulto y 3 infantilesde la fase I c. En el alto porcentaje de enterramientosinfantiles podemos conjeturar un elevado índice de mor-talidad en los primeros años de vida, una prácticafuneraria diferencial entre adultos y niños en la ubicaciónde los enterramientos dentro del poblado, o, lógicamen-te, un registro arqueológico insuficiente al no habersedocumentado al completo ningún departamento quepermitiera establecer parámetros comparativos y susvariables. Por otro lado, la localización de todos los ente-rramientos en la mitad septentrional de la zona deintervención puede deberse exclusivamente a razonesprácticas, pues en este sector las fosas son más fáciles de

Figura 15. Planta con elementos arquitectónicos del nivel V. Época romana, cortes A, B y C.

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excavar al estar más alejado del talud del muro en terraza,que como sabemos se compone de una densa acumula-ción de piedras.

El enterramiento descrito en la UE 274 (fase I c),perteneciente a un adulto inhumado en una urna de laforma 4 con tapadera de forma 1 de la tipología de Siretcon una alineación de tetones próxima al labio (foto 8),presenta la misma asociación de recipientes que algunosenterramientos documentados en el poblado de ElBarranco de la Viuda (El Hinojar, Lorca, Murcia)19,datos que inducen a pensar en la normalización de estaasociación de contenedores en las prácticas funerarias.

Encontramos un paralelo en la urna de enterramien-to infantil descrito en la UE 518 (fase I b), contenedorcerámico que se ajusta al tipo 2B3y de la tipología deLull, específicamente destinado a usos funerarios20, en latumba 20 de Gatas, inhumación que proporcionó ladatación absoluta 1510 cal ANE21. Este mismo tipo deurna también se ha registrado en los enterramiento 6 y15 de Madres Mercedarias de Lorca (Murcia)22. Tanto enel enterramiento 15 lorquino como en la inhumación518 se constatan marcas de acción del fuego en la super-ficie de las vasijas, al exterior en Monteagudo y alinterior en el de Madres Mercedarias, aspecto que indi-caría la existencia de un ritual ceremonial previo alenterramiento, como bien apuntan los autores Martínez,Ponce y Ayala (ob. cit. nota 22).

De poder correlacionar la fecha absoluta aportada dela tumba 20 de Gatas con el contexto de la tumba 518de nuestra excavación, encontraríamos que la fase I b, ypor consiguiente las fases I c y I d de Monteagudo, esconforme con la fase IV de Gatas (1700-1500 cal ANE),adscrita a un momento final argárico.

El registro arqueológico del nivel II se documentóen una reducida superficie, parcialmente excavada de laterraza inferior, perviviendo el modelo de poblamientoescalonado en la ladera del relieve, donde se constatóun área de taller con dos hornos junto a una serie demateriales asociados. La compleja tecnología evidencia-da en los hornos, en relación con los materialesempleados en la construcción de los mismos, manifies-ta un profundo conocimiento del uso del fuego y de laspropiedades refractarias de algunos elementos como elbarro y el adobe, aspectos que llevan a pensar que nosencontramos ante modelos tecnomorfológicos predefi-nidos, probablemente muy difundidos en otrosasentamiento de la época. Por otro lado, de la variabi-lidad tipológica de los hornos documentados inferimos

una diferente funcionalidad y modo de uso de los mis-mos, aunque la proximidad entre ambas estructuras ysu ubicación en un mismo ambiente, pueden indicarque estos hornos se destinasen a distintos estadios demanufactura dentro de un mismo proceso productivo.En este sentido, la concentración de los medios de pro-ducción en áreas específicas, que en nuestro casodefinimos como un taller, trae consigo el planteamien-to de prácticas sociales relacionadas con lacentralización y redistribución de la producción, fenó-meno que lleva determinado un cambio significativoen la estructura de la colectividad con respecto a pobla-ciones precedentes. A este respecto, conviene recordarque aunque en época argárica son frecuentes las áreasde producción que comparten un mismo espacio, des-tinadas principalmente a la manufactura textil yprocesado del cereal23; en talleres como el deMonteagudo, postargárico, se constatan elementos tec-nológicamente más complejos, que, en teoría, aseguranun mayor rendimiento del volumen productivo conuna mayor especialización de la mano de obra y, porconsiguiente, división del trabajo.

Del nivel II se han obtenido dos dataciones de C14pertenecientes a una misma muestra extraída del interiordel horno descrito en la UE 1067, analíticas que una vezcalibradas arrojaron unas fechas de 1491 a. C. y 1707 a.C., resultados que se invalidan por sí mismos, dado elamplio intervalo de tiempo, superior a 200 años, otor-gado a las fechas radiocarbónicas, que, sin embargo,pertenecen al mismo resto de carbón vegetal24.

Descartadas las dataciones absolutas, el testigo parala caracterización cronológica y cultural del nivel IIpasa a los paralelos cerámicos, para ello contamos conun reducido número de restos, dada la escasa superficieexcavada, que apuntan a que nos encontramos ante unhorizonte del Bronce Tardío, entre el 1500 y el 1300 a.C. Entre las cerámicas más características, señalaremosla aparición en el suelo de ocupación de un fragmentode borde exvasado que muestra decoración incisa exte-rior e interior con motivo de una línea de zig-zagpróxima al labio (figura 12-5), tipo decorativo simplepresente en los motivos del estilo cerámico de CogotasI, asociado tradicionalmente a un horizonte postargári-co25. En esta misma línea, la vasija de gran volumenencontrada en la cubeta occidental del horno 1067,caracterizada por paredes de tendencia vertical, bordeligeramente exvasado y tres alineaciones paralelas detetones (figura 10-1), guarda semejanzas morfométri-

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cas con otro recipiente descrito en el Cabezo Redondo(Villena, Alicante), yacimiento también adscrito a estemismo momento26. También es significativo que lasúnicas bases de cerámicas documentadas en este con-texto sean fondos de tipo recto, pertenecientes a uncuenco y la vasija anteriormente reseñada, localizadosen el interior del horno 1067 (figura 10-1 y 2), y untercer contenedor integrado en el horno 1083 (figura10-3). El predomino de este tipo de fondos se constataen algunos yacimientos del Bronce Tardío, como en lafase V de Gatas (Turre, Almería)27.

El nivel III se superpone al contexto de los hornosanteriormente reseñado, registrándose en un área deescasas dimensiones alterada en su techo estratigráficopor remociones de época romana. En este nivel consta-tamos un sentamiento que reutiliza los muros deaterrazamiento levantados en época argárica, y los res-tos de un departamento con sendos muros demampostería y adobe, asociados a una serie de mate-riales, como son un molino de mano, una pesa de telary cerámica a mano, que orientan a un contexto ocupa-cional de difícil adscripción cultural, dada la escasez devestigios y la ausencia de fósiles directores, que situa-mos en un momento indeterminado del Bronce Tardíoo Bronce Final.

La Cultura Ibérica queda reflejada en el nivel IV dela excavación. Como nota más destacada encontramosun nuevo planteamiento urbanístico, cuyos ejes princi-pales, orientados a los puntos cardinales, perduranhasta hoy en día en el lugar. De este momento, cuyocontexto arqueológico se presentaba muy arrasado porlas regularizaciones del terreno romanas, apenas se con-servan la base de un muro que sirvió de cimentación aotra estructura del nivel V, y una vasija sellada conadobe que contenía cenizas en su interior. La presenciade algunos materiales cerámicos de importación, comoCampaniense A, hacen pervivir este poblado hasta laspostrimerías del horizonte ibérico, entre finales delsiglo II y I a.n.e., quizás coetáneo con los asentamien-tos de Cobatillas la Vieja (Santomera) y de La Luz(Murcia), en un momento de intensificación de pobla-miento de la Vega Media del Segura anterior a laromanización de la comarca.

Los restos romanos, nivel V, se documentaron entodo el área de excavación, próxima a 25 m2, caracteri-zándose por la aparición de un pequeño tramo decalzada pavimentada con edificaciones a ambos lados.La robustez de la cimentación observada en algunas

estructuras, que por ejemplo asientan sobre el muro deaterrazamiento prehistórico, o sobre profundos rellenosde piedras, indican la consistencia que debieron tenerestas construcciones y de un considerable desarrollo enalzado. Se trata, por lo tanto, de un modelo urbanoevolucionado, quizás asociado a un pequeño centrourbano, con posible función comercial. En esta línea,se constataron pequeños departamentos, uno de elloscon más de una decena de pondera, que, más que aambientes domesticos, parecen estar destinados a laproducción artesanal y a su redistribución local. Sibien, debemos recordar que no contamos con ningunaplanta completa de estos departamentos, y que el con-texto estratigráfico excavado es reducido, aspectos quelimitan las interpretaciones del registro, y que condi-cionan a futuras excavaciones en la zona las inferenciassocio-productivas del conjunto. Cronológicamente, elnivel V se fecha con cerámicas de importación, TerraSigillata Itálica y Sudgálica, en época tardoaugustea oJulio Claudia28, próximo a la segunda mitad del siglo I,no perviviendo más allá del tercer cuarto del mismosiglo.

El nivel VI deja al descubierto un conjunto de relle-nos y regularizaciones del terreno que en sus últimasfases deja al descubierto las importantes remociones lle-vadas a cabo en el siglo XVIII con la construcción de laantigua iglesia de Monteagudo, y más recientementecon la edificación de la zona y el desarrollo viario de lapoblación. Las escasas cerámicas islámicas documenta-das aparecen derivadas en un paquete sedimentario dela fase VI b probablemente rodadas de las cotas supe-riores del relieve. Con estos datos, descartamos lasocupación del piedemonte meridional del Cerro deMonteagudo en época medieval.

La primera excavación arqueológica en el cascourbano de Monteagudo ha evidenciado el enorme valorpatrimonial que alberga el Cerro del Castillo en su con-junto, destacándose como uno de los yacimientosarqueológicos más completos de la Región de Murcia,pues en él están presentes vestigios significativos de losúltimos 40 siglos de la historia del sudeste ibérico.

NOTAS

1 Instituto Tecnológico GeoMinero de España, 1990, Estudio deriesgos geológicos con problemas de estabilidad de taludes en la pedaníade Monteagudo (Murcia), informe inédito.2 Manuel González Simancas, 1905/07, Catálogo Monumental deEspaña, Provincia de Murcia, pp. 168-178.

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3 Emeterio Cuadrado, 1947, La expansión de la Cultura de El Argara través de Murcia, III CASE, pp. 66-72.4 Vicente Lull, 1983, La “cultura” de El Argar (Un modelo para elestudio de las formaciones económico-sociales prehistóricas),Akal/Universitaria, pp. 334-335.5 J. de M. Carriazo, 1975, La Edad del Bronce, Historia de España,Ramón Menéndez Pidal, Tomo I, España Prehistórica, p. 775.Mª. M. Ayala Juan, 1979-80, La cultura del Argar en la Provincia deMurcia, Anales de la Universidad de Murcia, Facultad de Filosofíay Letras, XXXVIII, p. 163.6 Milagros Ros Sala, 1990, Dinámica urbanística y cultura materialdel Hierro Antiguo en el Valle del Guadalentín, Colegio Oficial deArquitectos de Murcia, Universidad de Murcia, p. 51.7 Ob. cit. nota 4, p. 332.8 Pedro A. Lillo Carpio, 1979, El poblamiento ibérico en Murcia.Tesis doctoral, Universidad de Murcia, Academia Alfonso X elSabio, 1981.9 A. Mª. Muñoz Amillibia, 1981-82, Esculturas ibéricas deMonteagudo (Murcia), Pyrenae, 17-18, Barcelona, pp. 281-286.10 Lillo Carpio, ob. Cit. p. 61.11 Belmonte, J., 1988, La vía romana de Cartagena a Fortuna por elPuerto del Garruchal, en Vías romanas del Sureste, Actas del sympo-sium celebrado en Murcia del 23 al 24 de octubre de 1986, pp.53-60.12 Juan Lozano, 1794, Bastitania y Contestania del Reino de Murcia,Academia Alfonso X el Sabio, Biblioteca Murciana de Bolsillo, 17,Vol. II, 1980, pp. 160-171.13 El trazado completo del muro 408 no fue documentado en sutotalidad al introducirse bajo el perfil E, mientras que por su extre-mo NO fue destruido en las labores del desfonde del solar. Lalongitud máxima constatable del muro es de 4 m y el ancho de 0,3m. El alzado máximo es de 0,86 m si bien éste puede haber sidoobjeto de adiciones posteriores conforme se elevaba el nivel delsuelo.14 La edad de las inhumaciones 518, 528 y 547 ha sido caracteriza-da por medio de la dentición por el Dr. en Estomatología LuisVerdú Bermejo, a quien agradezco su colaboración desinteresada.15 La identificación de la muestra de Hordeum Vulgare de dos carre-ras fue realizada por Mª. Luisa Precioso Arevalo del Departamentode Biología Vegetal de la Facultad de Biología de la Universidad deMurcia.16 El patrón de asentamiento distribuido en terrazas, entendiendoéste como una adaptación obligatoria al medio (ob. cit. nota 4, p.312), que busca el difícil acceso con fines defensivos, aunque muyfrecuente, no es la norma en el mundo argárico. Así, por ejemplo,en el poblado de El Argar no se busca específicamente la seguridad,probablemente por estar en el centro de un territorio resguardado porlas mismas gentes (ob. cit. nota 4, p. 334).17 “La producción de mantenimiento está destinada a conservar y man-tener los sujetos y objetos sociales”, siendo un elemento clave para

impedir el agotamiento de los mismos, Pedro V. Castro et al., 1998,Teoría de la producción de la vida social. Mecanismos de explotaciónen sudeste ibérico, Boletín de Antropología Americana, 33, InstitutoPanamericano de Geografía e Historia, p. 32.18 “Las prácticas sociales se expresan en lugares que ponen en rela-ción objetos y sujetos”, ob. cit. nota 17, p. 38.19 Mª. M. Ayala Juan, 1991, El poblamiento argárico en Lorca. Estadode la cuestión, Excmo. Ayuntamiento de Lorca, Real AcademiaAlfonso X el Sabio, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Murcia, pp.271-273.20 Ob. cit. nota 4, p. 79-80 y 136-137. 21 P. V. Castro y otros, 1999, Proyecto Gatas 2, La dinámica arqueo-lógica de la ocupación prehistórica, Arqueología Monografías, Juntade Andalucía, pp. 163, 172, 389 y conjunto 11 del CD room.22 A. Martínez Rodríguez, J. Ponce García y Mª. M. Ayala Juan,1996, Las prácticas funerarias de la Cultura Argárica en Lorca-Murcia, Ayuntamiento de Lorca, pp. 56-59.23 Ob. cit. nota 17, p. 63.24 Las dataciones de C14 corresponden a las muestras AA 17904con resultado de 3.220 +/- 40 BP, y AA 17905 con fecha radiocar-bónica 3.410 +/- 50 BP. El amplio margen cronológico aportado enlas dataciones lo atribuimos a la alteración química de las muestras,o a un gramaje insuficiente de las mismas. Deseamos agradecer lavaliosa colaboración de Douglas J. Donahue, Universidad deArizona (Tucson), en la obtención de las dataciones absolutas. 25 Este mismo motivo decorativo, línea simple de zig-zag al interiory exterior de bordes exvasados y próximo al labio, ha sido constata-do en cerámicas de la fase III A del yacimiento argárico de Peñalosa(Baños de la Encina, Jaén), que corresponde al momento del aban-dono repentino del poblado. En este sentido, los autores de lamemoria de excavaciones del citado asentamiento apuntan que lacerámica decorada de Cogotas I irrumpe en un momento avanzadodel Bronce Pleno o comienzos del Bronce Tardío. Contreras Cortés,F (coord.), 2000, Proyecto Peñalosa Análisis histórico de las comuni-dades de la Edad del Bronce del piedemonte meridional de SierraMorena y Depresión Linares-Bailén, Arqueología Monografías 10,Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, pp. 112 a 115 y 128.26 La vasija del Cabezo Redondo, hallada en la ladera oriental delyacimiento, aunque de menor volumen, guarda las mismas propor-ciones de altura/diámetro que la documentada en el interior delhorno, si bien el primer recipiente tiene fondo cóncavo frente alfondo plano de la vasija de Monteagudo. Soler García, J. M., 1987,Excavaciones arqueológicas en el Cabezo Redondo (Villena, Alicante),Ayuntamiento de Villena, Instituto “Juan Gil-Albert”, DiputaciónProvincial de Alicante, p. 17, fig. 113, ilust. 7. 27 Ob. cit. nota 20, p. 225.28 Agradezco a Manuel Pérez Asensio la labor de catalogación y cla-sificación de la cerámica Terra Sigillata de Monteagudo, a la vez queespero que salga pronto a la luz el estudio monográfico que ha rea-lizado sobre estos materiales.

EXCAVACIONES EN LA CUESTA DE SAN CAYETANO (MONTEAGUDO, MURCIA)