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- 1 - Primer Congreso Latinoamericano de Historia Económica Simposio Nº 3 El Estado y la Intermediación Financiera Antes de Niemayer. La discusión sobre el sistema monetario en la Argentina de la década de 1920. Dr. Fabio Nigra Facultad de Ciencias Económicas – Universidad Nacional de Lomas de Zamora [email protected] 1. Introducción Desde la finalización de la crisis de 1921 la discusión sobre el modelo monetario que necesitaba la Argentina fue desarrollándose en grado creciente. El presente trabajo describe los principales argumentos de dicha discusión, que puede ser entendida como la confrontación de los diferentes sectores interesados a través de la exposición pública. El objetivo que sustenta la presentación de este debate es mostrar que las instituciones financieras de la estructura económica argentina se encontraban fuertemente cuestionadas durante la década de 1920, gracias a la conjunción de los evidentes problemas del sistema monetario internacional con los derivados de las particularidades nacionales 1 , y que sectores productivos de presencia creciente en la economía nacional –en particular, los industriales-, buscaban ensayar fórmulas nuevas en términos monetarios, pero dentro del consenso. Previo a su desarrollo es preciso mencionar como supuesto de trabajo que un sistema monetario puede ayudar o perjudicar a determinados sectores sociales. Con esto se quiere decir, cuando menos para el modelo monetario argentino, que un sistema de tipo rígido –tal como el vigente de Caja de Conversión-, resultó fuertemente defendido por representantes de los sectores sociales vinculados a las finanzas y algún sector ganadero. 2 En términos político-partidarios, los principales defensores del patrón rígido, en términos ideológicos, serán los socialistas (y más el sector que rompería con Juan B. Justo, es decir, Federico Pinedo y sus aliados); también se encontrará que algunos personajes favorables al patrón oro serán los identificados con el antipersonalismo (como el caso de Víctor Molina, Ruzo y otros), pero en una versión más pragmática que la históricamente vigente. Por el otro lado, desde aquellos sectores que buscaban una transformación del modelo, se postula la necesidad de crear un Banco Central y una moneda con tipo de cambio flotante, sin afectación de las reservas en oro, las que deberían 1 La restricción de espacio impide desarrollar en forma amplia las tensiones habidas en el sistema monetario internacional, y su articulación con los problemas estructurales de la economía de la Argentina. En la Bibliografía Utilizada se hace mención de los principales textos que permitirían realizar su aproximación, en particular, en Nigra, F. (2006). 2 Los ganaderos vinculados al engorde no necesitaban obligatoriamente el mismo sistema monetario que los criadores, en particular al encontrarse vinculados a los frigoríficos de capital trasnacional, que les garantizaba una estabilidad de ingresos. De esta forma, tal como demostraron Peter Smith y Horacio Giberti, cualquier variación de precios podía ser trasladada a los criadores y a los consumidores, minimizando así los costos o perjuicios que las alzas y bajas del mercado podría producirles.

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Primer Congreso Latinoamericano de Historia Económica Simposio Nº 3

El Estado y la Intermediación Financiera Antes de Niemayer. La discusión sobre el sistema monetario en la Argentina

de la década de 1920.

Dr. Fabio Nigra

Facultad de Ciencias Económicas – Universidad Nacional de Lomas de Zamora [email protected]

1. Introducción

Desde la finalización de la crisis de 1921 la discusión sobre el modelo monetario que necesitaba la Argentina fue desarrollándose en grado creciente. El presente trabajo describe los principales argumentos de dicha discusión, que puede ser entendida como la confrontación de los diferentes sectores interesados a través de la exposición pública. El objetivo que sustenta la presentación de este debate es mostrar que las instituciones financieras de la estructura económica argentina se encontraban fuertemente cuestionadas durante la década de 1920, gracias a la conjunción de los evidentes problemas del sistema monetario internacional con los derivados de las particularidades nacionales1, y que sectores productivos de presencia creciente en la economía nacional –en particular, los industriales-, buscaban ensayar fórmulas nuevas en términos monetarios, pero dentro del consenso.

Previo a su desarrollo es preciso mencionar como supuesto de trabajo que un sistema monetario puede ayudar o perjudicar a determinados sectores sociales. Con esto se quiere decir, cuando menos para el modelo monetario argentino, que un sistema de tipo rígido –tal como el vigente de Caja de Conversión-, resultó fuertemente defendido por representantes de los sectores sociales vinculados a las finanzas y algún sector ganadero.2

En términos político-partidarios, los principales defensores del patrón rígido, en términos ideológicos, serán los socialistas (y más el sector que rompería con Juan B. Justo, es decir, Federico Pinedo y sus aliados); también se encontrará que algunos personajes favorables al patrón oro serán los identificados con el antipersonalismo (como el caso de Víctor Molina, Ruzo y otros), pero en una versión más pragmática que la históricamente vigente.

Por el otro lado, desde aquellos sectores que buscaban una transformación del modelo, se postula la necesidad de crear un Banco Central y una moneda con tipo de cambio flotante, sin afectación de las reservas en oro, las que deberían

1 La restricción de espacio impide desarrollar en forma amplia las tensiones habidas en el sistema monetario internacional, y su articulación con los problemas estructurales de la economía de la Argentina. En la Bibliografía Utilizada se hace mención de los principales textos que permitirían realizar su aproximación, en particular, en Nigra, F. (2006). 2 Los ganaderos vinculados al engorde no necesitaban obligatoriamente el mismo sistema monetario que los criadores, en particular al encontrarse vinculados a los frigoríficos de capital trasnacional, que les garantizaba una estabilidad de ingresos. De esta forma, tal como demostraron Peter Smith y Horacio Giberti, cualquier variación de precios podía ser trasladada a los criadores y a los consumidores, minimizando así los costos o perjuicios que las alzas y bajas del mercado podría producirles.

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alcanzar un porcentaje de lo emitido y en circulación. Este planteo lo llevaron adelante aquellos sectores anclados en una producción doméstica y vinculada al mercado interno. El objetivo para ellos era tener un tipo de cambio que pudiera adecuarse a los avatares del ciclo económico externo, y una institución monetaria y financiera flexible, para responder ante las alzas y las bajas del sistema; sectores que en más de una oportunidad apoyaron la llegada de profesores universitarios extranjeros de países con un tipo de cambio flotante y un patrón monetario no tan rígido como el vinculado al oro, a fin de operar sobre la opinión pública y el gobierno.

Este último punto revela el hecho de que se buscaba legitimar con prestigiosos expertos extranjeros la necesidad de uno u otro sistema. Para ilustrar el punto, y como indica Ortiz Batalla, en la década de 1920 “se hizo muy popular la idea de contratar misiones de consultores extranjeros para asesorar a los gobiernos sobre la manera de volver al patrón metálico.” De esta forma, en un lapso de diez años se contrataron para América Latina más de diez misiones de expertos estadounidenses, en las que el Profesor Kemmerer fue el más solicitado.3 Si bien los conocimientos de Kemmerer no fueron utilizados en la Argentina, no cabe duda que su influencia se dejó sentir profundamente (en particular la forma de organización y las facultades con las que contarían).

2. Condiciones previas y supuestos.

Pero podemos recordar al lector lo que sabe bien, es decir, que el oro se ha convertido en parte del

aparato del conservadurismo y que es una de las cosas que no podemos esperar que sea tratada sin prejuicios.

J. M. Keynes, Auri Sacra Fames.

La década de 1920, en términos monetarios, se caracteriza por los intentos

llevados adelante por las potencias dominantes (y en la mirada de algunos estudiosos, en particular por Gran Bretaña) para lograr el retorno al sistema de patrón oro. Desde las recomendaciones del Comité Cunliffe de 1918 al gobierno británico, donde se lo exhortaba fuertemente para que avance en la dirección de la vuelta a la convertibilidad de la libra esterlina, los intentos desplegados por los principales países europeos para lograr un posicionamiento beneficioso para su situación relativa, llevó a que se produjeran muy reducidos éxitos en lograr un acuerdo generalizado sobre la mejor fórmula del retorno.

En Bruselas y en Génova (en 1920 y 1922, respectivamente), se realizaron conferencias internacionales en donde se pudo ver con claridad la necesidad británica de posicionarse como referente internacional, y el papel jugado por el resto de los países. En definitiva no se pudo lograr el retorno al modelo decimonónico, ya que el máximo acuerdo que se alcanzó estableció un modelo de conversión monetaria un poco más flexible, por un lado, y con una clara posición dominante de los Estados Unidos de América y –gracias a ésta- de Gran Bretaña.

La fórmula alcanzada, el patrón de cambios oro –modelo gracias al cual podrían vincularse monedas a un patrón fijo no sólo con posesión de oro, sino también con posesión de monedas ya convertibles-, buscó evitar que se promovieran demandas competitivas por oro que produjeran un proceso de

3 Uno de los más famosos fue el profesor Kemmerer, quien postulaba la creación de Bancos Centrales, tal vez alentado por la experiencia obtenida en su país de origen por la Reserva Federal. Ortiz Batalla, J. (1998), p. 15.

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deflación (cosa que se vivió efectivamente durante toda la década), por lo que se propugnó que los países participantes de las Conferencias busquen un retorno coordinado al modelo Patrón Cambio Oro.4

La discusión sobre la conveniencia o no de un sistema de tipo de cambio es relevante en la medida que se puede determinar, gracias a esta decisión, la fórmula institucional que lo gobierne: en un patrón fijo, un sistema de caja de conversión; en uno más flexible, un banco central; o, por último, algún sistema que se pueda ubicar entre alguno de estas resoluciones extremas.

En la Argentina, la turbulencia monetaria del siglo XIX se resolvió al implementarse un sistema monetario rígidamente atado al oro. Es por ello que entre 1896 y 1897, gracias a las medidas de ajuste tomadas luego de la crisis generalizada de 1890, la ordenada administración nacional y la valorización de los productos exportables, la moneda argentina, inconvertible, se valorizó. En 1898, luego de mucho tiempo, las exportaciones superaron a las importaciones en 30 millones de pesos oro, por lo que el peso empezó registrar un aumento en su valor. Como consecuencia de dicha valorización comenzaron las presiones para la fijación de un tipo de cambio. La ley de conversión, promulgada bajo el nro. 3.871, establecía que la Nación convertiría toda la emisión fiduciaria existente en moneda nacional oro, al cambio de un peso moneda nacional de curso legal por cuarenta y cuatro centavos de peso moneda nacional oro sellado. Y en el artículo 7° estatuía que, por intermedio de la Caja de Conversión –órgano independiente del gobierno, que cumplía una función mecánica de entregar billetes por oro y oro por billetes-, al mismo tipo de cuarenta y cuatro centavos oro por peso moneda nacional, recibiría oro en cambio de papel, o papel en cambio de oro, al que lo solicitare. Como dice Ford, el sistema de Caja de Conversión se parecía a un “modelo de patrón oro donde los movimientos internacionales de oro afectaban automáticamente la oferta de dinero, con la diferencia de que el oro, que no constituía el circulante interno, era convertido en papel moneda a la tasa fijada por ley.” 5

El sector clave en este proceso fue el de la producción agrícola. Con el aumento de los recursos obtenidos por la exportación fue posible un aumento del oro en reserva, y por “un mayor stock de oro fue posible aumentar la circulación en una medida conveniente para acompañar el aumento de las transacciones.”6 Tampoco se debe dejar de mencionar la importancia que revistió en la etapa el comercio de carnes, en particular a partir de 1902, cuando se invierte la tendencia cíclica, y junto a factores coyunturales, pasa el país a abastecer a Gran Bretaña, capturando un mercado importante que con el paso del tiempo iba a representar una parte sustancial de los ingresos de la Argentina.

Para sostener el sistema, en términos de evolución económica se debe, cuando menos, mantener el equilibrio en tres sectores críticos: el saldo de la Balanza Comercial, el saldo de la Balanza Servicios –más que nada, aquellos financieros-, y el Gasto Público; en suma, si obviamos las transferencias, el modelo de conversión requiere un equilibrio firme en la Cuenta Corriente.7 En 4 Eichengreen, B. (1996), p. 13. 5 Ford, A. G. (1966), p. 166. 6 Di Tella, G. y Zymelman, M. (1967), p. 258. 7 En el caso de Argentina, la balanza comercial permitió en forma sistemática equilibrar el deterioro constante de la de servicios. Por ello es que se las trata en forma diferenciada. Si la balanza comercial no generaba excedentes, los pagos crecientes en concepto de amortización e intereses llevarían al modelo a una crisis externa. Por otra parte, el equilibrio en el sector público resulta imprescindible, por ser uno de los principales tomadores de crédito del sector privado, y

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cualquiera de aquellos tres en que se produjera un desequilibrio de tipo negativo se generaba una variación negativa de reservas, o se incrementaba la toma de deuda a fin de responder al equilibrio, ya que el gobierno no podría financiar la diferencia con emisión monetaria sin respaldo. Mientras la balanza comercial argentina fuera positiva la estabilidad del sistema se mantendría dentro de los márgenes razonables y esperados. Pero una conjunción de déficit fiscal con una balanza comercial negativa por exceso de importaciones, como sucedió hacia fines de la década de 1920, generaría –si se aceptaba el juego establecido en el gold point- que se remitiera oro a fin de equilibrar las cuentas. Dado que resultaba política y económicamente arriesgado hacer esto último, el remedio político era el de cerrar la Caja de Conversión a fin de evitar la salida del oro.

El sistema funcionó sin grandes problemas entre 1899 y 1914 y entre 1927 y 1929, debiendo mencionarse, a riesgo de abundar, que en la Argentina no existió un Banco Central hasta 1935. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial y la crisis económica que ella generó en el país, se dictaron una serie de leyes de “emergencia”, entre las que debemos considerar como principales aquellas vinculadas al cierre de la Caja, entendiéndose esto como la imposibilidad por parte de la Caja de Conversión de entregar oro a cambio de billetes –habilitando para ello la discrecionalidad del P.E., al permitirle prorrogar la suspensión por meses que se transformaron en años-, mas no su importación y conversión a pesos; la prohibición de exportar oro, y la facultad de imprimir papel moneda sobre las utilidades del redescuento que efectuara el Banco de la Nación sobre papeles comerciales.

La medida continuó hasta agosto de 1927, año en que, llamativamente, se produjo el retorno a la conversión monetaria.8 Las condiciones de por qué se mantuvo el cierre resultan hoy materia de debate, tanto como aquellas que determinaron la reapertura. Sin embargo no es el punto a trabajar aquí, sino el debate alrededor de la necesidad o no de crear una institución monetaria que respondiera a la evolución cíclica de los mercados (externos y domésticos).

Esta discusión se hizo necesaria ante la turbulencia monetaria y financiera en la que se encontraba el sistema internacional; turbulencia que impedían a la Caja de Conversión y a la banca pública generar políticas para buscar una estabilización interna. La opinión generalizada (en su época y también luego) era que la Caja no proveía la elasticidad necesaria. Por ejemplo, Salvador Aisenstein sostiene que el modelo de conversión fijo

“…sólo funcionó en períodos de bonanza. Demasiado rígido en las épocas de abundancia, permitía con la afluencia del oro el aumento del circulante con la repercusión inflacionista sobre la estructura del crédito y los medios de pago; pero cuando el oro volvía a salir, al contraerse el circulante con sus efectos deflacionistas, provocaba alarmas y críticas por la disminución de los medios de pago, que obligaron a suspender la conversión…”9

con ello es un actor de importancia en el mercado crediticio (generando modificaciones en la evolución de la tasa de interés). 8 Los motivos por los que el ministro de Hacienda del presidente Marcelo T. de Alvear produjo el retorno a la conversión solamente pueden ser inferidos, ya que no existen elementos que puedan comprobar exactamente los fundamentos en los que se basó el Dr. Víctor Molina. Que fue una decisión política es innegable, pero las condiciones que posibilitaron el retorno no resultan tan claras, salvo el hecho del punto de equilibrio del tipo de cambio, que resultó artificialmente conseguido. Para un análisis extenso de este punto puede consultarse Nigra, F., (2006). 9 Aisenstein, S. (1942), p. 36.

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Existe también consenso acerca del hecho de que el Banco de la Nación reunía facultades de un Banco Central, pero sin la totalidad de las herramientas que éste dispone (como la fundamental, de emisión).10 Sin embargo, el Banco de la Nación Argentina tenía un enorme poder de mercado, al concentrar alrededor de la mitad de los depósitos del sistema, y también por su condición de agente bancario del gobierno. Además, gracias a las leyes de emergencia dictadas en 1914, el Banco Nación “fue autorizado a prestar apoyo a los otros bancos en épocas de tirantez monetaria, proveyéndoles cantidades limitadas de redescuento y a su vez para depositar el papel redescontado en la Caja de Conversión a cambio de papel moneda.”11 El diagnóstico efectuado cuando se propuso la creación del Banco Central indica este conjunto de hechos, cuando dice que:

“…el Banco de la Nación Argentina viene ejecutando de mucho tiempo atrás algunas de las funciones propias de un Banco Central y soportando de este modo una responsabilidad que sobrepasa en mucho a los medios de acción de un Banco comercial, encargado por la ley de funciones tan complejas como variadas. A sus tareas de Banco de descuentos, de prestamista del Estado y de habilitador de múltiples actividades, el Banco de la Nación agrega la de depositario de los fondos del Gobierno y de la Cámara Compensadora y se le superpone la función de hacer de instituto central en ciertos casos. Es sabido, en efecto, que un grupo importante de bancos considera los saldos sin usar de los adelantos contra caución de letras de Tesorería en el Banco de la Nación, como reservas, contra las cuales les es dado girar en cualquier caso… Un banco de estructura comercial con enormes depósitos, cuyos intereses obligan a obtener ganancias suficientes para pagarlos, se encuentra, si no se modifica sus bases, su función y sus costumbres, en condiciones muy precarias para desarrollar una política semejante de esterilización transitoria del metálico, lo mismo que para atender, en caso de necesidad, demandas extraordinarias de medios de pago.”12

Todo hace ver la mano de Raúl Prebisch en la elaboración del informe, quien luego de haber sostenido fuertemente una postura favorable al patrón oro en la década de 1920, modificará su pensamiento en la dirección de una entidad que trate de ayudar a la evolución del particular “ciclo económico argentino” (tal como acertadamente precisa O’Connell).13

Pero aquí se analizará la década previa a la creación del Banco Central, tal como se desarrollan los puntos siguientes.

3. Los proyectos de Víctor M. Molina.

Los proyectos monetarios fueron presentados en 1917, 1919 y 1924 por el entonces diputado y finalmente ministro Víctor Molina. Hombre de la Unión Cívica Radical (UCR), formará parte del grupo que apoyará a Marcelo Torcuato de Alvear en su presidencia, y por ende, partidario del antipersonalismo y la fractura del partido. Estos datos no son menores cuando se analiza qué postura asumirá respecto al sistema monetario y financiero argentino. Aquí analizaremos primero la versión de 1919 y luego la de 1924. Todos los proyectos postulan una vuelta a la conversión si bien con una modificación de la relación de moneda interna, proponiendo un peso de 100 centavos. El diputado presentó cinco proyectos a la vez. Cuatro se encuentran vinculados al sistema monetario y financiero argentino (y el quinto a la construcción de avenidas en la Capital 10 Salama, E. (2000). 11 Beveraggi Allende, W. (1954), p. 41. 12 AAVV. (1973), p. 632. 13 O’Connell, A. (2001).

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Federal). Lamentablemente, casi no tienen fundamentación. El diputado indica solamente algunas cosas que servirán para relacionarlo cuando los repita, en 1924. Los proyectos que nos interesan vinculan la conversión monetaria a la reforma de las funciones del Banco de la Nación, junto a la toma de un empréstito externo y a la creación de un banco de fomento agrícola:

“Los cuatro primeros proyectos forman un conjunto de medidas de orden financiero, cuya oportunidad, lejos de haber pasado, subsiste tal vez con mayor fuerza. El tiempo transcurrido me ha ratificado en mi convicción de que es indispensable transformar la estructura del Banco de la Nación convirtiéndolo en banco mixto, en lugar de banco del estado; y dándole una organización análoga a los bancos de Inglaterra y Francia, con el objeto de que, creándose el departamento de emisión, esta función no se ejercite como un mecanismo ciego, como actualmente ocurre con la caja de conversión, sino como un elemento regulador de la circulación.”14

Lo que plantea el diputado es interesante por su doble lectura. Por un lado, pretende que el Banco de la Nación asuma nuevas y diferentes funciones, más vinculadas a una entidad del tipo Banco Central (por eso cita el de Inglaterra o Francia), y al mismo tiempo con un sistema de tipo convertible con capital mixto, ya que incorpora al sector privado como contralor y corrector de las posibles desviaciones. No propone –por lo menos en el proyecto de 1919 y en sus escasos fundamentos-, la posibilidad de variación en la emisión sin la atadura del oro. El mismo fue pasado a comisión de hacienda, y evidentemente, “dormido” en el trámite parlamentario.

Mucho más interesante va a resultar el proyecto presentado al presidente Alvear por Molina en 1924. En ese momento no es ya diputado, sino ministro de Hacienda. Los fundamentos expuestos en el mensaje del P.E. a la Cámara de Senadores merecen citarse un poco más extensamente:

“El proyecto de ley, que tengo el honor de someter a vuestra honorabilidad, se relaciona con dos problemas fundamentales de orden nacional: el régimen de la conversión de la moneda, sometido al mecanismo anacrónico de la ley número 3871, sancionada hace ya veinticinco años, y la reforma del sistema monetario vigente, cuyas características no responden en el orden interno a las necesidades del comercio, de la industria y de la banca, y no permiten en el mercado internacional que se aprecie nuestra moneda como conviene a su verdadero valor y a su jerarquía como signo expresivo de la economía de nuestro país”.

Luego de hacer una somera historia de los orígenes del signo monetario convertible, destaca que con el tiempo la ley de conversión ha perdido contacto con la realidad por su rigidez. La guerra, dice, ha transformado toda la estructura económica conocida, de forma tal que un país como Argentina, con una garantía del 80% en metálico, sufre un juego de cambio desfavorable al país, mientras que países que se sostuvieron la guerra con emisión sin respaldo, tienen hoy premio sobre su moneda. Mientras que países como España, Inglaterra o Estados Unidos guardan una relación mucho menor entre moneda y respaldo en oro (del orden del 37, 34 y 31%), Argentina posee una cantidad de metal que respalda el 80,16% del valor nominal correspondiente al papel moneda en circulación. ¿Cómo es posible que no incurriendo en una emisión exagerada y teniendo una balanza comercial favorable, la moneda se cotice por debajo de la par? Asume dos respuestas: Por un lado, el grado de concentración bancaria extranjera posibilita una circulación de 14 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, reunión nro. 24, del 18 de julio de 1919, página 24.

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los activos que los favorezca; por el otro -dice-, las decisiones de política interna de los países, que llevan a una utilización de las herramientas disponibles a fin de estabilizar los cambios en términos internos. Es por todo ello que nuestro sistema de conversión ha imposibilitado al gobierno a actuar en defensa del valor de la moneda nacional. En consecuencia, las principales transformaciones que generará el proyecto remitido resultarían las siguientes:

a) “Mantenimiento de un régimen de garantía, con una fuerte base metálica y un

complemento en fondos públicos y valores comerciales; b) Substitución del canje automático de oro por papel, que autoriza la ley

número 3871, por un sistema que permita regular la circulación y ajustarlas a las necesidades de la industria y el comercio. A ese fin responden las facultades asignadas al Banco de la Nación y al departamento de emisión, que se incorpora al mismo;

c) Fortalecer las garantías de la emisión con un aporte efectivo del estado, que compense con exceso el menor porcentaje de metálico que fija el artículo quinto;

d) Dar un destino evidentemente ventajoso a parte del oro hasta hoy inmovilizado en la caja de conversión, autorizando ese empleo con bases de seguridad que no comprometan la garantía del billete y el crédito de que éste debe gozar; a este propósito responde el artículo sexto, que autoriza el empleo de parte del depósito de oro que exceda de la garantía mínima fijada por la ley, en operaciones del gobierno nacional, sujetas a condiciones terminantes;

e) Regular los cambios internacionales y rodear a nuestra moneda de recursos defensivos en consonancia con el actual mercado de valores.”15

El proyecto del ministro tiene más de una lectura. Si bien pareciera, en

principio, que pretende flexibilizar la emisión monetaria con respecto a su garantía, habilitando al Banco de la Nación a efectuar distintas operaciones monetarias (como por ejemplo una utilización del redescuento diferente a lo hecho hasta el momento), por el otro sigue utilizando un patrón de reserva fino (es cierto que menor al que se interpretó el obligatorio en el régimen de la ley 3871, pero no por ello deja de ser muy alto).16 El “atrevimiento” del ministro resulta de observar que permite dos líneas concéntricas alrededor de la flexibilización de la emisión monetaria: un primer margen de maniobra monetaria del orden del 20% sin garantía; el segundo margen se encuentra en el 30% que respalda la emisión, no en oro, sino en documentos redescontados y fondos públicos. Sin embargo, no se puede decir con estos recaudos que se haya postulado un activismo monetario anticíclico. El problema del ministro, si nos atenemos a sus fundamentos, no se encuentra en la evolución del ciclo, sino en la del tipo de cambio. La “trampa” discursiva se encuentra en otro lugar. El problema en términos técnicos se halla en la gran cantidad de giros argentinos en el exterior (o demasiada oferta de moneda argentina), que hace que ante la mirada de los agentes económicos (que en un mercado libre determinan por oferta y demanda la relación real), el peso se ubique en un punto de desequilibrio por exceso de oferta. Y eso, en última instancia, es lo que no dice.

15 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación, reunión nro. 11, 2da. Sesión ordinaria, del 1 de julio de 1924, p. 170. 16 El artículo 5to del proyecto postula: “La proporción de garantía del billete en circulación será del 80%, distribuido en la siguiente forma: a) 50% en moneda de oro sellado; b) 15% en fondos públicos; c) 15% en documentos comerciales de fácil realización, redescontados por instituciones bancarias particulares, en el Banco de la Nación Argentina.” En Diario de Sesiones…, p. 171.

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Este proyecto no llegó a ser votado. Debería analizarse por qué no revirtió –conforme las atribuciones conferidas en la ley 9.506, gracias a la cual el P.E. venía suspendiendo la reapertura de la Caja- el cierre, para luego intentar reformar el sistema, desde el inicio mismo de su función de ministro. Sin embargo, llevar adelante este análisis nos conduciría a los problemas de la convertibilidad en términos fácticos, por lo que no se avanzará en esta dirección.

Sin embargo, en este punto resulta claro que Víctor M. Molina, en su posicionamiento tan rígido, y en un gobierno como fue el de Marcelo T. de Alvear, abogó a favor del sistema financiero y –posiblemente- del sector invernador de los ganaderos, quienes recibían directamente los beneficios de la conexión al sistema mundial. Sin embargo, el proyecto de Molina no pasó la barrera personalista en el Congreso.

4. Las deficiencias estructurales, según Gastón Jéze.

Por otra parte Gastón Jéze, académico francés invitado por la Facultad de Ciencias Económicas en 1923, sostuvo en sus charlas que mientras en Argentina subsistiera un problema central la convertibilidad era un mecanismo erróneo. Ese problema central se encontraba en el desfavorable “balance de cuentas” que tenía el país, inconveniente que no se subordinaba a los problemas derivados de la evolución de la Balanza de Pagos sino que, según él, era producto de los créditos y deudas reales del país. ¿Qué es lo que quiere decir con esto? Lo explica de la siguiente forma:

“Por ejemplo, en 1917-1918, el balance de pagos para la Argentina acusa un saldo deudor de 160 millones de pesos oro, cuando el balance de cuentas hace aparecer un saldo acreedor muy considerable en provecho de la Argentina.¿Cómo explicar eso? Es porque en la columna del crédito del balance de pagos se ha apuntado, por ejemplo, la entrada en la Argentina de 20 millones de pesos colocados en el extranjero en negocios industriales; en la columna del débito, se encuentran 177 millones por préstamos hechos por la Argentina a los gobiernos inglés y francés. Es bien evidente que los préstamos de capitales hechos por el extranjero a la Argentina constituyen un pago a la Argentina, pero no un crédito de la Argentina; -inversamente, el préstamo de capitales hecho por la Argentina, constituye un pago para la Argentina, pero no una deuda de la Argentina. En resumen, el balance de cuentas acusa créditos o deudas; el balance de pagos, entradas y salidas de fondos, lo que dista de ser una cosa igual. Lo importante es el balance de cuentas, es decir, los créditos y las deudas verdaderas.”17

En la medida que existan más deudas reales que créditos reales –dice-, la moneda argentina en el exterior, por obra y gracia de la ley de la demanda, baja de su precio real. En países en donde se trabaja operando sobre el equilibrio, una relativamente reducida salida o entrada de oro equilibraría las paridades. Pero en el caso de la Argentina, en donde las deudas reales son sistemáticas, recurrentes, la relación monetaria ha de ser, evidentemente, desfavorable, porque no se pueden equilibrar las deudas con remisiones de oro. Argentina es un país deudor (lo que no es necesariamente malo, dice, dado que por ejemplo Estados Unidos lo fue hasta la Gran Guerra), como todos los países nuevos, con un rápido desarrollo económico. Argentina tiene deudas fijas y deudas variables: las variables son las importaciones, la remuneración de los capitales externos en la Argentina, los fletes, las remisiones de capitales de los residentes extranjeros en la Argentina

17 Jéze, G. (1923), p. 126.

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hacia sus países de origen, el gasto de los turistas argentinos en el exterior. Las fijas son el servicio de la deuda, el servicio de las cédulas y los intereses a capitalistas extranjeros.

Como trata de probar el autor, las deudas de la Argentina en lo que hace al balance de cuentas han sido sistemáticas desde el principio de siglo. La prohibición de exportar oro establecida como consecuencia del inicio de la guerra, de alguna forma favoreció al sostén de la paridad de la moneda; asimismo, los masivos créditos tomados ayudaron al mantenimiento de tal situación. El ajuste que produjo la guerra ayudó a que la Argentina redujera parte sustancial de su saldo deudor en el balance de cuentas (aunque empeorara en otros sectores), al transformar la relación de precios internos junto con las diferentes inflaciones monetarias (la de Argentina con la de otros países).

Argentina, con el ciclo que el autor entiende se inicia en 1920, tiene un balance de cuentas deudor de unos 150 a 160 millones de pesos de forma permanente. Es por ello que

“Entonces, la Argentina tuvo que elegir entre los tres procedimientos para arreglar ese saldo: enviar oro, vender títulos, pedir prestado. El cierre de la Caja de Conversión y la prohibición de exportar oro recobraron su significado a partir de 1920. El primer medio de arreglo (envío de oro) se hallaba excluido. Es al tercer medio a quien se ha recurrido y a quien se recurre aún (empréstito exterior bajo todas sus formas). Pero, como ese medio no ha dado los recursos suficientes para equilibrar el balance de pagos, el cambio fue afectado. El pedido de papeles sobre el extranjero ha sido mayor que la oferta. Las monedas extranjeras han estado en alza. El cambio sobre Nueva York ha empezado a ser desfavorable a la Argentina, y permanece siendo desfavorable.”18

¿Cómo se soluciona? O se remite oro o se opera sobre el balance de cuentas. Aquí encontramos la postura del autor. Según Jéze hay que buscar reducir el volumen de deudas particulares privadas y el nivel de toma de deuda del gobierno, a fin de reducir la posición desfavorable en el balance de cuentas. En última instancia, toda su prédica se encuentra justificada en la búsqueda de sostener el sistema de Caja de Conversión, con sus reservas de oro. A tal fin asume romper con las ‘reglas de juego’ del Patrón Oro. En su visión, si no se retorna al equilibrio y así y todo se reabre la Caja,

“se va a disipar en algunos meses una existencia de oro que ha sido menester 20 años para constituirla, con el concurso de un acontecimiento que no se ha de repetir: la guerra mundial. Por mi parte, me explico perfectamente la resistencia de los poderes públicos a abrir la Caja de Conversión y a permitir la exportación de oro.”19

Argumento más que lógico si la evolución real se condijera con los supuestos. Sin embargo, preciso es recordar que al mes de producido el retorno a la conversión de la libra en Inglaterra en 1925, se levantó en Argentina la prohibición de exportar oro, y el oro no se fugó, aunque tampoco se abrió la Caja de Conversión.

18 Idem., pp. 130-131. 19 Ibid., p. 131.

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5. La discusión en 1924. El año 1924 fue un año de activa discusión, posiblemente en consonancia

con la evolución de la crisis política en el país.20 En conferencias dictadas en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, el profesor de la Universidad de Pavía, Benvenuto Griziotti, sostuvo que el problema de la Caja de conversión es en realidad el problema de los cambios. El estudioso indicó que la

“depresión del peso respecto del dólar depende, sobre todo, no de causas internas y de factores monetarios, sino esencialmente de causas económicas de carácter internacional. Abriendo la Caja de Conversión, el peso papel no retornaría a adquirir el valor de 44 centavos de peso oro, siendo un peso oro igual a 1.0364 de dólar. El curso del dólar es hoy a casi 126 y el premio del dólar sobre el peso se conexiona con causas económicas mucho más profundas, de carácter internacional y con evidente repercusión sobre la situación económica argentina. Abierta la Caja, en un tiempo más o menos rápido, en las condiciones actuales el oro iría a los Estados Unidos, donde el oro va a fluir de todos los países del mundo”.

Para hacer desaparecer el premio del dólar sobre el peso no bastaría con absorber el exceso de pesos, sino que previamente deberían resolverse dos problemas: Por un lado, solucionar el inconveniente del exceso de oro en la Caja; por el otro resolver cómo debería funcionar la Caja ante la evolución internacional. En última instancia, Griziotti no postula ninguna respuesta técnica, sino que esto debe producirse cuando se resuelva la inestabilidad internacional. Sin embargo, se mantiene entre los que postulan que no es momento para la apertura de la Caja.21 Evidentemente el estudioso italiano se ubica dentro del campo de los defensores de un sistema más flexible, esto es, aquel en el que la moneda se transforma en una herramienta, cuando deja de ser un velo.22

En octubre y noviembre de 1924 el ya citado catedrático Gastón Jéze de la Universidad de París, publica dos artículos en el diario La Prensa. Intitulados El encaje de oro en la Argentina y Reforma Monetaria en Argentina, nuevamente toma posición. El 9 de octubre, el autor en Reforma Monetaria en Argentina, postula que de ninguna forma se debe modificar el sistema monetario. Primero se deben efectuar otras reformas, para luego pensar en ello. Además, el pueblo argentino se encuentra acostumbrado a manejarse con billetes y monedas de níquel. Las de oro se encuentran solamente en casas de cambio.23 Por ello, el autor sostiene que no cree que resulte razonable volver a la utilización de monedas metálicas, (donde puede verse al Lord Keynes de los Ensayos en Persuasión,

20 Como es de suponer, es casi imposible comprobar con pruebas concretas la relación indicada. Pero debe indicarse que resulta sugerente el punto, ya que coincide con la ruptura del partido en el gobierno (la UCR), la aparición política del antipersonalismo, y las maniobras del grupo en el poder –el grupo azul- para socavar las bases sociales y políticas del viejo caudillo H. Irigoyen. Tampoco es casual que se produce un recambio clave en el Ministerio de Hacienda, al dejar su lugar Herrera Vegas por Molina. Este último forzaría un retorno a la convertibilidad monetaria con un conjunto de medidas de política económica cuando menos sorprendentes. Para este tema, Nigra, F. (2006). 21 Las observaciones de Griziotti son citadas en Lestard, G. (19296), pp. 73-77. 22 Herramienta sería la moneda para aquellos que consideran que puede usársela para “hacer” política monetaria; velo refiere a la mirada ortodoxa, por la cual la moneda oculta los procesos de la economía real. 23 Cuando quiso tener una moneda de argentino-oro, el gerente del banco al que fue a comprarla tuvo que pedirla en una casa de cambio, por carecer la entidad bancaria de tal signo monetario. En Francia pasó lo mismo, cuenta el autor, por lo que se justifica su poca necesidad.

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cuando decía que el oro era una reliquia bárbara24), ya que “es un procedimiento antiguo, primitivo.”25

En noviembre, desde el texto El encaje de oro en la Argentina, sostuvo que por la inconvertibilidad generalizada a la que llevó la Gran Guerra, en países como Francia o la Argentina, se ha decretado la inconvertibilidad de los billetes y la prohibición de exportar oro. De ello se deducen las variaciones del tipo de cambio. Como bien lo indica,

“el día que un deudor no pueda satisfacer en oro sus créditos en el extranjero porque no puede convertir en oro el papel moneda de que dispone o porque no puede exportar oro, necesitará imprescindiblemente procurarse instrumentos de crédito extranjeros, letras de cambio sobre el exterior. Naturalmente, tendrá que pagarlos a un precio que nunca es fijo, puesto que ya no existe la posibilidad –en caso de que dichos instrumentos extranjeros se vuelvan demasiado caros- de enviar oro. Desde ese momento, ya no hay límites para las oscilaciones del tipo de cambio.”26

En suma, el tipo de cambio variará conforme la confianza, en el extranjero, de la moneda propia, tomando en cuenta la probabilidad de que reciba oro en forma efectiva, o bienes, al entregar ese papel. Considerando la gran cantidad de billetes domésticos que el país debe entregar cada año para pagar su deuda, el peso específico de dicha deuda aumenta en la medida en que la depreciación hace su juego. Jéze –traduciendo los reclamos generalizados sobre la necesidad de exportar oro para evitar dicho problema-, sostuvo que el gobierno ha comenzado ya a exportar oro. Pero asumiendo una posición prudente:

“Los funcionarios sobre quienes pesa la gran responsabilidad de la gestión de los asuntos nacionales no deberían jamás dejar de tener en cuenta este principio: Nunca debe hacerse nada que comprometa el porvenir. No debe sacrificarse el porvenir en bien del presente… Es de acuerdo con este principio que, en mi opinión, la política seguida por el Poder Ejecutivo, con respecto al servicio de la deuda externa, al hacer extracciones en el canje de oro, debe ser seriamente criticada. Por un azar inesperado, la Argentina constituyó, durante la guerra europea, un encaje oro magnífico, que pone el peso papel a cubierto de las fluctuaciones terribles por las que atravesó hasta fines del siglo XIX. Este encaje oro, ¿puede reducirse sin peligro, por las extracciones realizadas por el tesoro público?”

La posición del autor es clara. No debe reducirse la reserva de oro hasta que no se encuentren dadas las condiciones para volver a la convertibilidad del billete, y la manera de hacerlo es sanear las finanzas públicas: equilibrar el presupuesto, reorganizar el régimen fiscal, la refundición del régimen aduanero y otras. En última instancia, el autor francés repite con otras palabras la posición del ministro Molina, lo que llama a reflexionar acerca de las motivaciones del conferencista.27

24 Keynes (1923). “Fines alternativos de la política monetaria”; en Keynes, J.M. (1997), p. 181. 25 Jéze, G. “Reforma Monetaria en Argentina”; La Prensa, 9 de octubre de 1924, p. 8. 26 Jéze, G. “El encaje de oro en la Argentina”; La Prensa, 23 de noviembre de 1924, p. 8. 27 Víctor M. Molina era un conspicuo miembro de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de la que como Profesor formaba parte en el Consejo Directivo. El invitado concurrió a una charla organizada por la Facultad y sustentó las principales ideas del ministro. Por lo menos puede abrirse cierta sospecha respecto a los móviles de la invitación al Profesor francés.

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6. La Crítica de Hueyo: Elasticidad, ilegalidad, impracticabilidad. Ernesto Hueyo tendrá un futuro de relieve, ya que será el ministro de

Hacienda del presidente Agustín P. Justo (y renunciará en repudio al Pacto de Londres de 1933). A fines de junio de 1925 publicó en el diario La Nación un artículo en el que se muestra muy crítico con los proyectos de Molina, luego del debate en la Cámara de Diputados mencionado precedentemente.28 Como consecuencia del decreto del P.E. autorizando la emisión de billetes y monedas con la garantía del oro que se depositara en las embajadas argentinas (medida inventada durante la guerra para evitar el riesgo del transporte de oro), se encuentran voces que plantean su disidencia con la medida (en principio, el Partido Socialista, que motiva la interpelación; luego, Hueyo y Shaw), mostrando la inconsistencia de la misma y hasta su carácter ilegítimo. El autor sostiene que a pesar de la gran cantidad de explicaciones otorgadas por el ministro, el decreto del P.E. tiene dos objeciones insalvables:

“El decreto ha violado en efecto la ley de conversión al permitir la emisión de papel sin que ingresara a la Caja el respectivo contralor de oro y ha violado también la ley de emergencia que invocara para fundarlo (No. 9506), pues ésta, que fue dictada para evitar durante la guerra los riesgos en el transporte del oro, no admite que las condiciones impuestas a los depósitos hechos en las legaciones puedan ser distintas de las que rigen para el oro depositado en la Caja. Tan es así, que mediante estas violaciones legales ha sido autorizado el retiro del oro depositado en las legaciones, contra una devolución equivalente de papel, vale decir, se ha permitido que funcione una Caja de Conversión abierta, al lado de otra cerrada, consecuencia que ni siquiera estuvo en la mente de los legisladores que sancionaron aquella ley.”29

Además, el mencionado decreto va a generar un exceso de giros sobre Buenos Aires, lo que de alguna forma transformará el tipo de cambio y la evolución del nivel de precios. Si el decreto buscaba evitar la valorización del peso (a fin de colocar la cosecha en el exterior), la medida es correcta; pero si se buscaba evitar la escasez de numerario circulante, la medida es errónea. Para tal necesidad existe otra herramienta, que además dispone de un marco legal: el redescuento. El ministro optó por intentar tener un contralor oro sobre la moneda –dice Hueyo-, más que un contralor papeles comerciales. Sin embargo, la ciencia económica –argumenta- habilita dicho mecanismo para dar elasticidad al circulante. Los conocedores sostienen que el papel de comercio de corto plazo y el oro son equiparables a fin de garantizar la emisión.

Posiblemente Hueyo respetara los principios económicos consensuales del período, pero justo es mencionar que un billete respaldado en oro (aunque sea en el exterior) y uno en un pagaré de una firma comercial, no tienen, por lógica, ni la misma liquidez ni el mismo grado de ejecutabilidad (si la empresa quiebra, ¿quién responde en última instancia? ¿Es más fácil vender un papel comercial a plazo, que una cantidad de oro que puede realizarse en el mercado internacional de cambios?).

Hueyo se posiciona dentro del campo de los defensores de la Balanza de Pagos como referente del oro, entonces debe asumirse que, por lo menos a mediados de la década de 1920, defendía los intereses de los sectores industriales, ya que la resolución que propone habilita cierta elasticidad del circulante, a fin de mantener una tasa de interés funcional a la inversión. La escasez de numerario, 28 Ernesto Hueyo. “Es menester arbitrar medios para evitar las consecuencias de otra escasez de numerario”; La Nación, 29 de junio de 1925, p. 8. 29 Idem.

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dice, se repetirá mientras tengamos saldos comerciales desfavorables; asimismo, que el ministro para evitar este problema argumenta con su proyecto de reforma monetaria. Pero el autor también critica dicho proyecto.

“Podrá discutirse la bondad de un régimen tan estricto, pero es inadmisible que la emisión de papel moneda pueda estar garantida en su conversión a oro por un bono del Gobierno. El ministro no podrá citar ejemplo alguno de una emisión convertible con semejante garantía”.

A fin de poder generar una mayor elasticidad a la circulación, Hueyo propone cuatro medidas centrales. En primer lugar, equilibrar el gasto público con la recaudación (y no en la forma en que lo ha hecho Molina, que sostiene que se alcanza el equilibrio, pero no menciona la falta de partidas del gobierno central sobre entes u organismos); luego, consolidar la deuda flotante (y no usar las cédulas hipotecarias para eso); en tercer lugar, el centro de su análisis: generalizar el mecanismo de redescuento, eliminando la cláusula de la ley que exige autorización del P.E. para utilizarlo; por último, la difusión del cheque como mecanismo de pago que evita la necesidad del circulante. Como se puede ver, Hueyo aboga por instrumentos de financiamiento de tipo secundario, a fin de mantener o bajar la tasa de interés a la vez que se evita la fluctuación que provocaría respetar a rajatablas las conocidas “reglas de juego”.

Hueyo en última instancia, trabaja por una transformación del sistema, hacia uno más vinculado con las necesidades del ciclo comercial, y no tan dependiente de la balanza de pagos. Estará, evidentemente, entre los perdedores de la batalla monetaria de la década.

7. Una mirada general ya clásica: Gastón Lestard.

A principios de 1925, en la Revista de Economía Argentina dirigida por Alejandro Bunge, aparece una nota que, en el marco crítico que representa ese año, pretende establecer una mirada más global. Parte de los grandes temas de discusión pública, que son ferrocarriles, petróleo y régimen bancario y monetario. Los dos primeros están en la preocupación pública, pero el tercero es aquel sobre el que debe estudiarse puntualmente su historia y evolución, además de las posibles consecuencias, para poder lograr una efectiva y correcta modificación. Por ello se debe partir de sus orígenes (previamente sólo reinaba la anarquía monetaria), es decir, 1899 y la ley 3.871. Aunque haya dudas acerca de si fue una inspiración genial o una improvisación feliz, ha servido por muchos años, pero desde

“su implantación se ha discutido que continuamos en pleno provisoriato, porque en realidad tenemos dos monedas: una, la habitual para todos nuestros negocios internos o sea el peso nacional papel, y otra, para las transacciones internacionales cuya balanza de débitos y créditos gradúa los cambios. La situación así calificada ha sido afrontada con distintas tentativas para iniciar la reforma, sin que hasta hoy se haya llevado seriamente a fondo el estudios de ninguno de los proyectos porque siempre se ha temido un peligro o una alteración en los diversos aspectos de nuestra vida económica.”30

Luego el autor pasa a realizar un pormenorizado –aunque no parece exhaustivo- detalle de los sucesivos proyectos monetarios intentados y frustrados, para analizar la importancia y valor del que tiene vigencia. En este trabajo Lestard no parece adoptar otra postura más que aquella que sostendría la idea de que es

30 Lestard, G. (1925), p. 64.

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preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer. Hasta el momento el país ha prosperado con este sistema monetario, pero –dice-, se ha armado una enorme confusión con el sistema. Muchas publicaciones acusan al modelo monetario de favorecer o perjudicar tal o cual industria o producción, el mayor o menor poder adquisitivo, etc. Entiende que, ante tamaña confusión, es bueno aclarar conceptos.

Dice que cambiar el sistema solamente traería inconvenientes: contables, administrativos, de ajuste de precios, etc. Hacer una modificación relativamente pequeña del sistema no es inviable, pero el fundamento del problema se encuentra en otro lugar:

“La eliminación de la dualidad monetaria actual, vale decir, el criterio que aspira a ver que el billete circulante esté amparado en su convertibilidad con la mayor reserva posible de oro y que el límite sin cobertura metálica esté garantizado con sólidos valores comerciales a corto plazo, puede realizarse permanentemente, sin alterar la unidad actual y sin que tenga repercusión en las transacciones cotidianas, ni en el orden económico de los negocios. Al grado de estabilidad a que hemos llegado no hay riesgo en que su estado se prolongue, puesto que en esta larga aspiración de saneamiento monetario y como una solución del problema para ahora y para después, el más eficiente camino es el de trabajar y producir cada vez más, impulsando la producción en todos los órdenes para que la exportación de nuestra riqueza y los saldos del trabajo nacional sean el constante aumento del oro que en última instancia va a la custodia final de la Caja y que mediante ese programa de vitalidad económica pueda operarse lentamente, sin alteraciones sensibles y sin conmociones financieras, la hermosa realidad de que el peso actual de 0.44 se transforme en un peso oro representando su billete papel una cantidad igual de metal en reserva.”31

Aclara que la deflación de principios del año 1920 no solamente afectó a la Argentina, sino a otros países, inclusive –recalca- en Estados Unidos de Norteamérica pareciera que resulta ser el culpable de la desinflación (es decir, donde también se ha producido un proceso deflacionario). En suma, el peso argentino es uno de los más sólidos del mundo (con un 80% de oro en reserva), y el que ha mejorado más su poder adquisitivo desde el fin de la guerra. 32

En este artículo el autor, en suma, apuesta por una resolución consensual del problema monetario. Mayor productividad genera mayor poder de compra. Lo que no advierte el autor es que con este mecanismo se cae en un problema que pude denominarse la trampa de la productividad: Un incremento de los bienes muy por encima de la cantidad de oro produce nuevamente un proceso deflacionario, para adecuar la cantidad de oro a la de los bienes. Asimismo, tal como lo plantea, no queda claro cómo el autor elaboraría el tipo de cambio, si por volumen de giros, por balanza de pagos o por paridad de poder de compra.33 De esta forma dejó abierta la discusión y, en suma, no modificó en nada la visión consensual de la clase dominante, por lo que debe interpretarse su aparición como un posicionamiento más personal que político, y que luego modificaría.

8. La creación del Banco del Estado, o la salida ordenada de Damián Torino.

Damián Torino va a dar una charla en el Instituto Popular de Conferencias, y será publicada como tal en La Nación del 13 de junio de 1925. Según el presentador, el orador era el que mayores conocimientos tenía en ese momento en el país sobre cuestiones monetarias. Torino comienza su alocución sosteniendo 31 Idem, pp. 67-8. 32 Ibid., pp. 68-9. 33 Aunque lo hará en un artículo, tiempo después (ver el punto 10 del presente trabajo).

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que en las actuales condiciones, el retorno a la libre conversión de la moneda por oro es erróneo dado que se fugarían las reservas al exterior, como consecuencia de las dificultades en el tipo de cambio.

Para poder retornar al modelo de convertibilidad tal como se la conoce usualmente –sostiene Torino-, se hace imprescindible cumplir con cuatro condiciones: 1) El retorno a la paridad del peso con las divisas de referencia no por medios artificiales, y para eso es necesario que la balanza de pagos se encuentre equilibrada; 2) Igualar el valor del oro moneda al del oro mercancía; 3) Equilibrar los gastos con los ingresos, o establecer un equilibrio fiscal junto a una fundamental consolidación de la deuda flotante y 4) Elaborar una política económica no fracturada, sino integral, lo que se llamaría una política de tipo nacionalista, tal como la hacen los norteamericanos. Si estas cuatro medidas no se llevan adelante en forma armónica, dice, el oro se fugaría irremediablemente de la Caja.

A partir de allí, el disertante no solamente analiza las condiciones actuales del sistema monetario argentino, sino que elabora una propuesta para modificarlo y estabilizarlo: la creación de un Banco Emisor, al fundir al Banco de la Nación con la Caja de Conversión. Esta última institución, sostuvo, si bien cumplió con lo que se necesitaba de ella en su origen, en la actualidad “es impotente para impedir una congestión de billetes o contener una rarefacción del medio circulante, y lo que el país necesita es la válvula reguladora.”34 Si se tiene la importante estructura del Banco de la Nación y las reservas de la Caja de Conversión, el orador sostiene que se los debe fundir en una nueva entidad con las funciones de ambos, pero con variantes.

Sin duda alguna, Torino está proponiendo la creación de un Banco Central, nuevo por la modalidad, pero reciclando estructuras que ya existen. Indica que en ese momento circulaban dos emisiones, dos tipos de moneda diferente: por un lado, los 293 millones de pesos originarios que no tenían oro como resguardo; por el otro, los certificados de depósito en oro, o como comúnmente se los llamaba, billetes. Ninguna de estos dos tipos de emisiones cumple con su cometido, al faltar, según el autor, la emisión productiva. Este tipo de emisión es “la que lanzaría el Banco de Estado sobre papeles mercantiles en cartera”, o sea, lo que propone el autor es la emisión monetaria anticíclica, basada en el redescuento de papeles comerciales. Luego, de aquellos 293 millones de pesos sin reserva, ir retirando de a 10 millones por año, sustituyéndolos con la emisión nueva, del Banco. El autor indica que debe tomarse alguna medida de este tipo, ya que “la Argentina ha cerrado la primera etapa de su vida económica y comienza la segunda, que es la de la industrialización de sus riquezas enormes”.

Torino asume una postura clara y bastante moderna: Banco Central, con capacidad de intervenir monetariamente en el ciclo, a fin de estabilizarlo y facilitar de esta forma la evolución de la inversión. Concluida la etapa de proveedor de materias primas, se debe optar por la industrialización, y para ello, se hace necesario que los que necesitan dinero para invertir lo encuentren facilitado por el Estado. La nota concluye diciendo que el autor fue ovacionado. Sin embargo, ninguna de estas medidas se tuvieron en cuenta para ser llevadas adelante.

34 Diario La Nación, edición del 13 de junio de 1925, p. 4.

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9. La importancia del redescuento, según Alejandro Shaw. En el año 1925 Alejandro Shaw –relevante exponente del sector industrial

y del comercio, o sea, de los sectores productivos vinculados al mercado interno-, publica un pequeño libro que busca explicar por qué se habla tan cotidianamente de la “escasez de numerario”, y como consecuencia de ello el alza en la tasa de interés.35 Comienza su trabajo despejando hipótesis que han de ser comentadas de manera general, pero que a entender del autor no se sostienen. La idea de la especulación –tanto interna como externa- o de la insuficiencia coyuntural por las necesidades de crédito para levantar la cosecha es rápidamente superada, para ir directamente al núcleo del problema, que encuentra en el hecho de que mientras el dinero por habitante creció un 64,30%, el volumen de descuentos se incrementó en un 143,66%. La diferencia, según su visión, es notable y evidencia cosas importantes. Si bien el cheque ha venido a funcionar como paliativo del problema –dice- la no generalización del mecanismo, junto a la insuficiencia financiera de un sistema antiguo y rígido determinan la insuficiencia del modelo. Si bien el comercio ha visto aliviado en parte su necesidad, justo es mencionar que produce incertidumbre en los cambios, máxime cuando los créditos externos menguan, y el giro normal se complica.

El mecanismo argentino funcionó muy bien durante años para solucionar las necesidades del agro y la ganadería, argumentó el autor, mientras la balanza de pagos resultó positiva. Pero en los últimos tiempos se sumó la necesidad crediticia de la industria. Sin embargo la cantidad de moneda no acompañó el crecimiento de los negocios, a lo que se deben agregar los saldos negativos de la balanza comercial. La consecuencia es que las necesidades de crédito se transformaron. Para su análisis, utilizó el principio de rendimientos marginales decrecientes para explicar por qué, cuando el gobierno retiró alrededor de 18 millones de pesos oro para el pago de la deuda externa (o 3,2% del total), la escasez se hizo sentir, elevando el interés (es decir, los últimos pesos retirados elevaron el valor o precio de la moneda en circulación). El autor lo explica desde la utilidad marginal de los últimos millones, justificando el hecho:

“La teoría de la «utilidad marginal» explica como, en un mercado con tendencia a la escasez, de estrechas márgenes entre la oferta y la demanda, como hemos visto más arriba, el retiro de tan solo 3,2% puede muy bien representar las unidades marginales, esas mismas que por ser las últimas, son las necesarias para completar la suma que precisa el comercio para desenvolverse, y sin las cuales queda incompleto el medio circulatorio.”36

Pareciera que para el autor la ley de la demanda se encuentra mediada por la necesidad, o el deseo. Se podría decir que el autor aplica los principios básicos de la teoría marginalista, como derivación del “egoísmo social” clásico. Sin perjuicio de ello, el punto central a tratar aquí es qué postura asume respecto al sistema monetario. Shaw –como también se verá más adelante- es firme partidario de una transformación fundamental del sistema. Propone mayor elasticidad, siguiendo las necesidades del ciclo, y la transformación del Banco de la Nación en un banco de tipo central, gracias a la modificación de su carta orgánica.37

El elemento central para lograrlo es la modificación y generalización del mecanismo de redescuento. Shaw propone un nuevo sistema dirigido, es decir, 35 Shaw, A. E. (1925). 36 Shaw, A. (1925), p. 18. 37 Idem, pp. 55-57.

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con una entidad que resulte conductora en última instancia de la evolución. La generalización del redescuento, con límites precisos dictados por ley y un proceso dirigido desde una entidad rectora propiciaría una evolución cíclica más acorde a las necesidades del giro habitual, y respondiendo a las alzas y bajas estacionales y/o excepcionales, como en otros países:

“Los Bancos centrales europeos han observado siempre la costumbre de mantener el tipo de redescuento más elevado que el tipo corriente del descuento en plaza, fundándose en la teoría que el redescuento es un privilegio al que sólo se debe recurrir en momentos de gran expansión del crédito o de excepcional tirantez, y que en épocas normales la reserva central de crédito no debe tocarse, debiendo los Bancos dar las facilidades que se les pidan sin el concurso del redescuento. En otras palabras, el tipo del redescuento debe ser más elevado que el del descuento con el objeto de que no se convierta –como está sucediendo entre nosotros- en una operación comercial provechosa y que no se recurra a ella mientras no sea indispensable.”38

Una circulación elástica se obtiene, dice, cuando la cantidad de moneda en circulación guarda relación con el volumen del crédito. En la medida en que ésta no se produce, el alza de la tasa de interés limita el giro normal y la consecuencia es la recesión. El redescuento bien utilizado, entonces, no produciría inflación. El planteo del autor aboga por una moneda que no se subordine a la cantidad de oro en reservas (lo que implicaría una muy estrecha vinculación al ciclo de comercio internacional), sino que se mueva con una flexibilidad determinada por una autoridad encargada de responder a la evolución del ciclo. Entonces la

“«Emisión» se produce en el sentido que le damos con nuestra experiencia dolorosa anterior a 1899, cuando se entregaba papel moneda sin control y sin medida, envileciéndose a medida a medida que su oferta iba superando a la demanda. No es este el caso, pues teniendo su origen los documentos que se llevan al Redescuento en operaciones comerciales reales, se mantiene una relación constante y elástica entre la demanda y los billetes que se emiten. Tampoco habría «inflación», desde que, si por razón de una mayor demanda de mercaderías provocada por la abundancia de dinero, éstas aumentaran de valor, automáticamente se impondría el correctivo de la importación extranjera y de la mayor producción nacional que ello traería aparejado.”39

El decreto del Poder Ejecutivo es erróneo, porque se debió usar el redescuento, y es ilegal –aunque argumenta un motivo diferente al sostenido por Hueyo-, ya que si en la ley de conversión pone en la persona de los directores la responsabilidad de la emisión contra respaldo en oro, ¿quién garantiza la emisión sobre el oro en las legaciones?

“¿Existe acaso esa garantía con el depósito en un Banco en el extranjero, Banco supeditado a las leyes de su país y a las condiciones y albures de la plaza? Ese oro, acaso, figurando en el encaje del Banco, ¿no servirá como garantía, además del lejano peso argentino, de operaciones de crédito locales, al figurar, abultándolo, en el activo del depositario? ¿Acaso ese oro está afuera del comercio, como lo ha querido expresamente la ley?”40

Alejandro Shaw no es inocente en su posicionamiento, ya que busca resguardar los intereses de su sector, vinculado a la producción industrial

38 Idem, pp. 35-36. 39 Idem, p. 44. 40 Idem, p. 49-50.

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doméstica, frente al grupo agrícolaganadero –en particular, los engordadores-, quienes se protegían con un sistema rígido ante la valorización, y cerraban la Caja para llenar de giros las plazas extranjeras –y así devaluar la moneda-, cuando el oro comenzara a salir. Más tarde (en el punto 13), se verá el intento de alianza de estos sectores, cuando el retorno a la convertibilidad monetaria se fuera haciendo cada vez más plausible. 10. Gastón Lestard y la idea del Balance de Pagos.

Lestard, profesor de la Universidad de Buenos Aires, pero con una capacidad enorme de transmutación, en esta nueva incursión sobre el problema monetario, modifica decididamente aquella visión consensualista, al sostener que existe una relación íntima entre, por un lado, la Balanza de Pagos y la evolución monetaria interna; por el otro, que dada la estacionalidad del país respecto a las necesidades de circulante, se debe mirar con especial atención la marcha de las cosechas y el requerimiento de crédito interno para evaluar la posibilidad de reabrir la Caja; en suma, profundiza su visión acerca de que lo importante era el nivel de productividad.41 En principio, considera que una reapertura intempestiva de la Caja provocaría una fuerte deflación, por revalorización de un peso que durante no menos de doce años se ha ido desvalorizando. Asimismo, la extracción inmediata de oro que se produciría provocaría una “rarefacción del circulante” en perjuicio de los sectores más desprotegidos. Luego de analizar las implicancias de tal valorización por sector (agro, industria, etc.), cuestiona la visión –a su entender- esquemática del Partido Socialista, ya que con la deflación resultante de la reapertura, bajarán los precios de todos los productos –los importados y los nacionales, pero “serán miles de obreros que no tendrán recursos con qué adquirir los elementos esenciales de alimentación.”42

Por otro lado, la situación y la experiencia europea deben servir de enseñanza en lo que hace a la evolución de la moneda y su nivel de reserva. La antigua moneda en Europa ha perdido respeto y validez. Con suerte tal vez se reconstruya un sistema en el que todos nuevamente vuelvan a depositar su fe y esperanzas, pero mientras tanto los países de Europa deben, en principio, equilibrar sus deudas, esto es, ordenar sus finanzas internas y externas. El proceso que justifica los cambios, argumenta, se encuentra en la Balanza de Pagos, que no debe confundirse con el saldo de la balanza comercial. Si bien el último es parte sustancial de aquel, es el conjunto lo importante. Sin perjuicio de ello, el balance comercial argentino es netamente desfavorable. Luego de analizar la evolución de los últimos veinte años, sostiene que después de 1923 las importaciones se han magnificado. Por cierto, entonces, no es la situación más favorable para “robustecer la independencia económica del país”, y en consecuencia,

“el remedio curativo de la desvalorización de nuestra moneda, no está en la apertura de la Caja, sino en la intensificación de nuestra producción y en reducir la importación de artículos suntuarios y de consumo. Esa debe ser la gran línea de orientación, dentro del vasto plan de defensa de nuestra moneda. Si nuestras exportaciones no pueden aumentarse rápidamente hasta exceder a las importaciones en unos 240 millones de pesos oro, lo racional es que el país produzca y elabore a escala muchos de los artículos importados, iniciando una era de verdadera actividad industrial.”43

41 Lestard, G. (1926), pp. 25-27. 42 Idem, p. 27. 43 Idem, p. 32.

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La postura del autor resulta, en el marco, una avanzada ( además de modificar lo sostenido a principios de 1925) . No solamente está en contra de la vuelta lisa y llana de la conversión. También postula una reformulación de la estructura económica argentina, más en la línea de lo que será el Pinedo de 1940 o el peronismo que los principios neoclásicos consensuales de mediados de 1920. Por otra parte, sostiene en su artículo que problema argentino es con los Estados Unidos. Esto es así dada la potencia industrial que reviste este país y nuestro creciente estado de deuda, no solamente por la cantidad de giros en su plaza, sino también por el gran nivel de inversiones y exportaciones. La distorsión es tal que se llegó, en un momento, hasta una desvalorización del peso del orden del 40%. En suma, ni ortodoxia ni activismo; la mejor manera de resolver el problema es con producción.

11. La rígida ortodoxia del socialista Federico Pinedo

En sendos artículos publicados en el diario La Prensa entre fines de septiembre y mediados de diciembre de 1926, el diputado del Partido Socialista Federico Pinedo analiza la evolución de los problemas monetarios de países como Inglaterra, Francia o Alemania. Cabe mencionar que los miembros del Partido Socialista Argentino fueron los sistemáticos defensores de la vuelta a la convertibilidad plena. El argumento –sostenido por sus referentes más importantes como Justo o Pinedo- era el de que la conversión aseguraba una moneda sana, sin posibilidad de emisión inflacionista. En forma sistemática sostuvieron que la conversión favorecía a los sectores asalariados, en primer lugar, porque una moneda que no se desvalorizara mantendría firme el poder adquisitivo de los trabajadores; asimismo, una moneda fuerte posibilitaba que se pudieran adquirir del exterior bienes de consumo obrero que no se producían en el país, y que si lo produjeran, no estarían al alcance de los bajos salarios de los trabajadores

Pinedo, con sus notas buscará demostrar por analogía en algunos casos, o en forma directa en otros, las bondades del sistema dispuesto en la Ley 3.871 (la de conversión monetaria). Al analizar los casos inglés y francés, mientras coincide firmemente con las conclusiones a las que arribó la Comisión Cunliffe, cuestiona con dureza la solución francesa, conocido como el Informe Sergent. De tal forma, sostiene que

“la teoría según la cual la balanza de pagos determina la altura de los cambios, en vez de aquella que ve en los cambios desfavorables un simple reflejo de la degradación monetaria, no es una peculiaridad del modo de pensar francés. Esa teoría ha hecho estragos en toda la Europa continental, y a justo título se la pudo designar como la teoría oficial del gobierno y del Banco Central de Alemania, que mientras emitía billetes por centenares de millones, seguía buscando la explicación de la baja acelerada del marco en el aumento de algún rubro de las importaciones o en la disminución de las exportaciones, cuando no en el efecto moral de algún discurso o en una crisis de gabinete”.44

El diputado se encuentra de acuerdo con un principio enunciado por el banquero y político inglés, William Mc Kenna, quien sostuvo que “aunque el patrón oro no fuera preferible por otras razones, su universalidad sería decisiva en su favor. Mientras nueve personas sobre diez en cada país piensen que el patrón oro es el mejor, será el mejor”.45 Por otra parte, dice, no cree que sean las teorías

44 Pinedo, F. (1946), p. 138. 45 Idem, p. 139.

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extranjeras la causa del “empapelamiento” alemán, ya que fue la misma Alemania la que dio a luz a teóricos como Knapp y sus continuadores como Bendixen y otros, “que envenenó por varios lustros la ciencia económica alemana, al poner de moda, como una novedad, los antiquísimos errores sobre el valor puramente nominal de la moneda”.46

Pinedo, alabando el sistema inglés, busca abogar a favor del restablecimiento del sistema dispuesto en 1899, el que a su entender garantiza una moneda sana, elemento sustancial para avalar el poder de compra de los obreros. En consecuencia, dice, hay que considerar la recomendación de volver a la vieja ley del año 1844 para Gran Bretaña. El final de la nota es una larga serie de preguntas, cuyas respuestas validan la ‘sabiduría’ del modelo inglés, contra el desatino de los modelos.

La serie continúa en otra nota publicada el 14 de octubre de 1926, también el La Prensa. El inicio de la nota es, de alguna forma, dedicado a Keynes.47 Esta crítica le da la posibilidad de ejercer una función didáctica a la que se revelará como muy afecto, y que es la de explicar de la manera que entiende más sencilla el mecanismo monetario del patrón oro. Parte del esquema básico del Bullion Report -haciendo la distinción de que el Cunliffe Report no significaba una mecánica reproducción de aquel-, para explicar distinciones simples sobre moneda y billete de banco. Pero gracias a esta tarea didáctica, en forma indirecta toma partido para la evolución doctrinaria y positiva de la Argentina. A tal fin, sostiene que

“El papel moneda no es otra cosa que moneda simbólica: representa el oro que circularía si el papel no existiera, y como esa cantidad es variable, es necesario, para evitar la depreciación por abundancia, que el papel sin garantía no exceda del mínimo que en cualquier momento se requiere para la circulación. El billete de Banco es una cosa completamente distinta; no es más que una sustitución de las letras de los particulares por letras que llevan la firma de instituciones más conocidas; es moneda de crédito que debe tener la amplitud de las operaciones comerciales que refleja.”48

Como es de suponer, el resto del artículo continúa la lógica anteriormente desarrollada, es decir, sostener la importancia y validez del método inglés –más rígido-, en desmedro del sistema francés –elástico, pero en su modo de ver, inflacionario-. El día 2 de noviembre del mismo año publica un artículo cuestionando un proyecto oficial que pretende la consolidación de deuda con el Banco de la Nación. El proyecto oficial, dice el diputado, pide autorización para emitir títulos denominados “Internos de Consolidación”, hasta la suma de 350 millones de pesos, que serían tomados por el Banco de la Nación al 95% en pago de las letras de tesorería que tiene redescontadas. El intento será cuestionado muy técnicamente pero con dureza por parte de Pinedo, ya que no se establece un mecanismo que limite la posibilidad de inundar de billetes el mercado con la ruinosa consecuencia para el valor de la moneda nacional, dado que se autoriza una emisión de papel moneda con la garantía, en definitiva, de los títulos del gobierno (y no en oro como dice la ley).49 46 Idem. 47 Cuando Pinedo dice: “de creerse a escritores muy reputados, la conservación de tal sistema por Inglaterra no era más que una prueba del apego morboso de los ingleses por sus cosas viejas, aun por aquellas que son inútiles e incómodas”, no es más que un cuestionamiento al J. M. Keynes de Ensayos de Persuación. 48 Pinedo, F. (1926), p. 142. 49 Idem, p. 152.

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El último artículo de esa serie, publicado el 11 de diciembre de 1926, vincula al proyecto antes expuesto con el oro de la Caja de Conversión. En la mirada del socialista, “el oro de la Caja fascina a los financistas”, dado que se presentaron muchos proyectos de ley para darle uso. Sin embargo, todos los proyectos presentados buscan permitir una mayor emisión monetaria en base al oro que se encuentra “durmiendo” en la Caja de Conversión. La conclusión del autor es que “emitir papel es peor que sustraer oro de la Caja”. Critica los proyectos del gobierno al resultar, en su modo de ver, emisionistas en un momento de inconversión, ante lo cual remata con el ideal:

“¿A qué seguir pensando entonces en reforzar garantías metálicas, que por sí solas son suficientes, con papeles comerciales, con obligaciones bancarias, con documentos oficiales, si todo eso no vale más que el oro, y el oro mismo no consigue impedir que se deprecie el papel inconvertible que lo representa, emitido en exceso?”50

La conclusión es sencilla. En vez de continuar a contramano de los países centrales, se debería retomar el camino de la moneda estable, con un mecanismo ya comprobado por los Estados Unidos e Inglaterra.

12. El principio del activismo, según Juan B. Justo.

El 11 de septiembre de 1927 aparece publicado en el diario La Vanguardia –órgano de expresión del Partido Socialista- una nota titulada “Noble y práctico destino para el oro que sobra en la Caja de Conversión”, describiendo el proyecto presentado por el senador Juan B. Justo ante la Cámara, y que fuera tratado en la sesión del 15 de septiembre de 1927. Es evidente que el Socialismo buscó participar en el debate, de la forma más activa, esto es, no discutir sino hacer a través de uno de sus exponentes más prestigiosos, es decir, el Dr. Justo. También puede notarse la fuerte diferencia con el diputado Pinedo, pese a formar parte, ambos, de la misma expresión política.51

En el mismo, los firmantes del proyecto (Juan B. Justo y Mario Bravo, ambos senadores por el Partido Socialista) intentan establecer una lógica diferente a la implementada desde la Caja de Conversión, buscando lograr una particular política monetaria activa, como se la denomina hoy. El Dr. Justo pretendió torcer una lógica de funcionamiento a favor de un modelo que se separara del ciclo económico internacional, permitiendo a la Argentina un volumen de inversión diferenciado al que consideraban corriente. En el proyecto, esta inversión debía destinarse para facilitar el efecto “encadenador” de la misma –conforme los patrones de la época, la construcción lo hacía- pero con un destino social, al producirse una emisión que triplicara la dispuesta por la ley de conversión.

El Senador Justo había anticipado el proyecto al diario, y lo fundamentó cuando el mismo tomó estado parlamentario.52 Básicamente, constaba de 5 artículos, que pretendían sustentar dos o tres ideas encadenadas. Estas ideas se resumen en el hecho de que el senador consideraba que existía una cantidad de oro en la Caja que superaba las necesidades de la economía argentina. La operación montada desde La Vanguardia ya lo anticipaba, con su título “para el

50 Pinedo, F. (1946), p. 158. 51 Lo que indica que la clara fractura que sufriría muy próximamente el Partido Socialista, gracias a la exposición pública de tan diferentes modelos monetarios. 52 El proyecto y la fundamentación, en Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 15 de septiembre de 1927, pp. 750 a 756.

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oro que sobra...” La exposición del senador resultó ser absolutamente política, pero no dejaba de lado las implicancias monetarias. Dice que

“este proyecto de ley crea recursos, pero los crea sin quitar nada a nadie, a diferencia de los impuestos, que siempre son a expensas de alguien; los crea sin ocasionar el mínimo trastorno en las relaciones privadas entre las personas, ni en la economía nacional.”53

Aquí es donde va a justificar la primera idea en la que se sostiene a su proyecto postulando que los informes sostienen que existe en la Caja una cantidad de oro muy superior al dinero circulante.54 La crítica del Dr. Justo es precisa: Existe en el país una idea errada acerca de la conversión, y es la de que se debe mantener un encaje de caja del 100%. Dice que el error ha sido tal que “ha llegado a estamparse en alguna ley argentina...”, pero, si esto fuera así, no sería necesaria la existencia del papel moneda. Esto es, si debemos tener tanto oro como billetes, ¿para qué vamos a tener los billetes?

La práctica económica de los países más desarrollados ha demostrado, en la opinión del Dr. Justo, que un encaje de dichas características es poco práctico. El respaldo debe ser el necesario para evitar una “corrida” y no más. El común denominador de esta práctica alcanza el 40%. Sin embargo, a fin de garantizar más el sistema monetario argentino, él propone que sea del 50%, o sea, cuando el retiro de oro llegue a un punto en el que solamente se podrá convertir la mitad de los billetes y monedas en circulación. A partir de este punto Justo vincula su proyecto a las tendencias teóricas: Las variaciones del circulante, además, deben ser relacionadas con otros aspectos numéricos de la vida nacional, y tanto la población como la producción aumentan con el tiempo; también puede suceder que una cosecha sea menor que la anterior, pero este tipo oscilaciones nunca han superado el 10 ó el 15% del total. De esta forma,

“La mayor extracción de oro, que se ha hecho de la caja, desde el año 1903, en el que comenzó a tener oro, fue la que sufrió en el año 1914; entonces, señor presidente, se extrajeron de la caja solamente 39 millones de los 233 millones que tenía, es decir, el 16,7 por ciento”.

Si esto es así, sostiene, en la actualidad sobra oro. La circulación de papel, níquel y cobre alcanza a los 1.340 millones, por lo que –dice y sin explicar sus cálculos- sobran 165 millones de pesos oro, “que están allí sin prestar ningún servicio a nadie”, porque si no estuvieran, la estabilidad monetaria sería exactamente igual. Propone que por cada 100 pesos oro, la Caja debería emitir lo de siempre y dos veces más. El temor de los ortodoxos no es tan factible:

“...la emisión fiscal sería gradual, sería, como acabo de decirlo, en momentos en que nadie pueda dudar de la necesidad del papel; y si se produjera una ligerísima inflación monetaria en el momento de salir ese papel fiscal, la emisión fiscal agregada a la otra, esa inflación se corregiría de inmediato por el hecho de estar abierta la caja.”55

Además, ¿cómo es posible que se produzca inflación si existe el reaseguro de la Caja de Conversión misma? O en otras palabras, existiendo el límite que impone el proyecto de un encaje del 50%; existiendo la relación entre moneda y oro, “no cabe inflación monetaria, pues desde el momento que se la sienta por los tenedores de papel, afluirá el papel a la caja y desaparecerá de la circulación”. El 53 Idem, p. 750. 54 Idem, p. 751. 55 Idem, p. 752. Las cursivas me pertenecen (FGN).

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senador, entonces, plantea una resolución de mercado ante la posibilidad inflacionaria. No deben ser las autoridades las que pongan el límite, sino que es el mercado quien establecerá el valor y la relación. A partir de aquí el senador sustenta hacia qué debe dirigirse la cantidad de moneda impresa y destinada al estado: Construcción de escuelas, a fin de garantizar el cumplimiento efectivo de la Ley 1.420, de educación. Una vez justificada la cantidad y precio de construcción de las escuelas, vuelve a la economía. La política activa significa que el Estado toma riendas que, dentro del marco del capitalismo, no asume el sector privado. Es por ello que en el caso del proyecto de Justo se observa una tendencia clara hacia la transformación del modelo, postulándose un rol activo del Estado ante la evolución del ciclo económico, con el objeto de desligar la evolución interna del avance del ciclo del mercado mundial, al brindarle al Estado la posibilidad de utilizar moneda con el objeto de incentivar la inversión.

Nuevamente, como con todos los proyectos anteriores, luego de recibir críticas descalificadoras por parte de los sectores ortodoxos, el proyecto fue enviado a comisión, y por falta de tratamiento, ha de haber perdido estado parlamentario. Lo que importa del planteo que es que se trató de generar un mecanismo para brindarle mayor elasticidad a un sistema que, parece suponerse, era muy rígido.

13. La Confederación del Comercio, la Industria y la Producción y la necesidad de la elasticidad, o nuevamente Alejandro Shaw.

En el discurso pronunciado por el Dr. Alejandro E. Shaw en la Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción, dirigiéndose nada menos que a Luis Duhau, a la sazón, presidente de la SRA (y por ende, expresión de los ganaderos engordadores), todo hace suponer que se está trabajando algún tipo de consenso alrededor de problemas productivos y monetarios, es decir, aquellos dependientes de insumos extranjeros hablándole a quienes obtienen su beneficio de las exportaciones, la postura de su organización con respecto al problema monetario resulta bien clara:

“El problema fundamental que el mundo tiene que encarar en todas sus actividades, como ya he señalado en otra ocasión, es el de detener la valorización del oro y, correlativamente, el de la baja del valor de la producción. Ello sólo puede ser alcanzado mediante un proceso, desgraciadamente lento, de desarraigar prejuicios respecto del oro… Es inútil hablar de política liberal de los Bancos y, en particular, en el caso nuestro, del Banco de la Nación, si éstos, a su vez, están limitados por encajes bajos. Además de desarraigar prejuicios, es luego menester establecer acuerdos internacionales, lentos de alcanzar, para cambiar un estado de cosas común al mundo y que ningún país por sí solo puede modificar.”56

Analizando sus dichos se desprende que la idea, avanzando sobre lo sostenido en 1925, es desligar la moneda del oro ya que, tal como postula la escuela clásica, el oro vale por la producción mundial. Si la misma no crece al ritmo de lo que hoy llamaríamos el PBI mundial, en su lectura, los precios deben caer, para poder de esta forma correlacionar la cantidad de bienes crecientes con un oro que, si crece, lo hace en una proporción menor. Shaw, entonces, postula en forma indirecta una redefinición monetaria que no se subordine mecánicamente al oro sino que plantea la posibilidad –sin propiciar ningún tipo de solución técnica-, de un mecanismo mucho más flexible con acuerdo internacional. En última

56 Anales de la Unión Industrial Argentina, Año XLI, Buenos Aires, septiembre de 1927, p. 637.

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instancia, el mecanismo flexible, por supuesto, responde a un criterio de flotación del tipo de cambio.

Como se sabe, un tipo de cambio que se va desvalorizando favorece las exportaciones por el reposicionamiento sistemático de los costos ante la evolución de la relación monetaria. Por ello, un análisis lógico supondría que los industriales argentinos buscarían un tipo de cambio que no encarezca sus insumos, mientras que los ganaderos vinculados a los frigoríficos sí (dado que los contratos locales se pagan en pesos desvalorizados, mientras los contratos externos se cobran en oro). Si la solución propuesta propugna un activismo monetario, puede inferirse de manera indirecta que la pretensión de Shaw es la de tender a la baja de la tasa de interés (ya que no puede pensarse desde el frente externo, es válido pensar su necesidad en el frente interno. Asimismo, también es razonable vincular la propuesta con un intento de alianza con el sector agropecuario). Esta idea la sostiene un poco más adelante en su discurso:

“Dentro del orden local, también existen medios para mejorar la situación agrícola. Una mayor abundancia en los medios de pago provocaría una baja en el costo del dinero, beneficiosa para el productor agrícola que trabaja a crédito y que además, paga intereses sobre su propiedad hipotecada. Un mayor orden en la gestión de las finanzas públicas, si bien hoy ya no provocaría un alivio directo inmediato de las cargas impositivas, evitaría un aumento de las mismas y procuraría tan siquiera la estabilización de los gastos fijos por conceptos de impuestos, que recargan el costo de producción.”57

El objetivo es claro. Hablar para el sector industrial, pero justificarlo en las necesidades del que realmente pesa en la toma de decisiones, o el agropecuario. Asimsimo, se cuestiona la gestión estatal, que genera incrementos en la tasa de interés por su déficit (y la consecuente toma de dinero dentro del mercado doméstico). Si la asumimos como expresión de la UIA, y no como representante de los pequeños industriales, es decir, si lo tomamos como emanada de capitalistas de una dimensión tal que se permiten la vinculación con Duhau, la propuesta de Shaw es la de bajar la tasa de interés, ya que su nivel representa una traba para la inversión. En suma, la pretensión de la entidad se vincula más con un sistema de tipo flexible, con un Banco Central que regule la evolución del ciclo económico.

14. La herejía de Olariaga.

El catedrático español Luis Olariaga –profesor en la Universidad Central de Madrid-, en una conferencia dictada en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires el 3 de noviembre de 1927, bajo los auspicios de la Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción (lo que ya nos hace sospechar la dirección pro-elasticidad del disertante), sostuvo una postura que –en la visión de los sectores más ortodoxos en términos monetarios- resultó llamativamente herética: Los planteos modernos acerca del problema monetario entienden que para mantener o transformar el valor de una moneda, el oro es intrascendente. En pocas palabras:

“El oro no tiene una función específica verdaderamente útil e insustituible, en un sistema de circulación, más que en la compensación de los saldos internacionales. En el cambio exterior, las monedas pierden su carácter de

57 Idem, p. 639.

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dinero para convertirse en mercancías cuyo precio se regula en el mercado de cambios, como el de todas las mercancías, esto es: por la oferta y la demanda, en este caso, de divisas –billetes, cupones y letras extranjeras. El oro, por su carácter de mercancía universalmente admitida a un precio prácticamente inalterable, añade la cantidad precisa para saldar las cuentas internacionales sin necesidad de ofrecer moneda nacional y sin deprimir, en consecuencia, el cambio. De ahí que en todo sistema monetario haya que contar con una reserva de oro –cuya importancia ha de ser distinta en cada nación, -y que se haya hecho depender a veces de esa reserva, incluso la posibilidad de la defensa nacional.”58

El oro sirve para la relación entre los países, dice, porque es una mercancía más, pero en lo que hace al valor interno de una moneda, es lo mismo que fuera oro o papel picado. El sistema monetario argentino es hoy arcaico porque las condiciones en las que se basa ya no existen. Creer que el oro es la referencia única y última de la racionalidad monetaria es lo arcaico. ¿Cómo se sostiene, cuáles son sus fundamentos? Olariaga es muy duro. Sostiene que

“…no hay más fundamentos para suponer que vale más el dinero y tiene mejor cotización en el exterior cuanto mayor sea su llamada garantía metálica que el eco rutinario de una teoría centenaria y mal comprendida… No mejora el cambio por el incremento de la reserva, sino que, por el contrario, aumenta la reserva porque mejora el cambio, y los países deudores o exportadores de capital a la Argentina, para evitar que continúe depreciándose su moneda con respecto al peso, dan salida al oro.”59

A partir de este punto, Olariaga avanza sobre los problemas del crédito interno. La Argentina tiene un sistema financiero rígido y arcaico, no es el sistema monetario exclusivamente. La no generalización de herramientas financieras (cheques, redescuentos amplios, etc.), hace que la problemática se centre en la moneda o el sistema monetario. Para trabajar su hipótesis, parte de una anécdota.

“Cuando estuve hace tres años en Buenos Aires, hablaba un día de estos asuntos con uno de los amigos argentinos más competentes y conocedores de vuestra vida financiera, y al mostrarle yo mi asombro porque no fuesen corrientes las operaciones de redescuento comercial en la Caja de Conversión, me expuso su temor de que cayera sobre dicha caja un torbellino de redescuentos. Entonces me dí cuenta de la falta de especialización del crédito en la Argentina, y de la consiguiente simplificación de los instrumentos de crédito. Resulta, por lo que tengo entendido, que toman la forma de descuentos comerciales, créditos destinados a circulación propiamente dicho, a capitales de explotación y aun a capital de inversión. Contrasta dicha mescolanza con la especialización de un mercado monetario tan refinado como el inglés donde cada forma de crédito tiene su dinero adecuado según el plazo.”60

58 Olariaga, L. (1928), p. 1.406. Olariaga es un renombrado catedrático español, que entre otras actividades, ha traducido al español, hecho el estudio introductorio y los comentarios de obras tales como la de Friederik Hayek, reconocido economista de la escuela austríaca. En tales trabajos ha mostrado una posición bastante cercana a la del autor que traduce, la que no se condice estrechamente con la aquí aportada. Asimsimo, en sus frecuentes visitas al país se moviliza la opinión pública. Por ejemplo, aparece una larga nota sobre su vistita en el diario La Epoca de junio de 1927.Las opiniones que vierte el autor en éste y otros artículos serán duramente contestadas por un editor de la Revista que los publica, empleado del Banco de la Nación, asesor del Vicepresidente de la Nación para la articulación del famoso pacto Roca-Runciman, director del a crearse Banco Central, entre otras funciones: Raúl Prebisch. La postura asumida en esta oportunidad por Prebisch será de la mayor ortodoxia. 59 Idem, p. 1.407. 60 Idem, pp. 1.410-11.

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Por lo menos, tal como sucede en Inglaterra, se debe separar el crédito de producción del bancario de circulación, estableciendo pautas claras y mecanismos funcionales a tales tipos de requerimiento, respondiendo los bancos con formas jurídicas específicas (Banco Agrícola, Banco de Producción, etc.). De todos modos, aún cuando no se creen estos institutos en el corto plazo, no se debe abandonar la opción del redescuento. En todo caso pueden usarse con discriminaciones específicas de los documentos redescontables, a fin de relacionarse con las operaciones de crédito que los vieron nacer, tal como se ha hecho en los Estados Unidos por la Reserva Federal luego de la Primera Guerra. Aquí es donde avanza sobre la idea de la necesidad de una especie de Banco Central. El disertante sostiene que

“para fijar el redescuento a la emisión de dinero y, en general, para gobernar conciente y adecuadamente la circulación monetaria y regular el crédito de la Argentina, sería indispensable unir la función emisora a la bancaria, como lo está en todo el mundo, incluso en Inglaterra, puesto que si no lo está la función emisora de moneda legal lo está a la emisora de cheques, que es la principal. No sólo hay que poder apreciar técnicamente las operaciones que justifican la salida de dinero, sino también la conveniencia de dilatar o contraer la circulación mediante la tasa del descuento. He observado que vuestras autoridades financieras se preocupan de que la tasa del interés, en un país en formación como éste, sea capaz de estimular la atracción de capitales extranjeros; pero el hecho de que esa tasa haya de ser, por consiguiente, más elevada que las de los países exportadores de capital, no exige su inmovilidad. La tasa del descuento debe oscilar de acuerdo con las entradas y salidas de oro en el intercambio internacional y atenta, al mismo tiempo, a las necesidades de circulación interna.”61

No debe dejarse pasar la doble ironía del autor (posiblemente por esto Prebisch le conteste tan duramente en la Revista de Ciencias Económicas). Traduciendo sus términos, el expositor se ubica en una postura de superioridad, poniendo en un lugar menor y “mirando por arriba” a la evolución argentina. Sería algo así como, 1) “ustedes que tanto penden de Inglaterra, observen que ellos tienen un sistema mucho más flexible”; 2) “ustedes necesitan capitales porque no tienen, ya que son un país chico y están empezando”. En ambos casos, la respuesta es suficiente y algo despectiva: Con un sistema monetario rígido y anacrónico, ¿por qué no utilizan la experiencia internacional, y hacen algo que funcione como un Banco Central? Pero también debe destacarse el hecho de que lo propuesto por Olariaga puede ser adscripto a lo argumentado por Shaw, esto es, en dirección de un sistema que fluctúe conforme las necesidades de la inversión y el consumo. 15. La importancia de la moneda.

La discusión no se terminó en el año 1927. Menguó durante 1928 como consecuencia de la restauración de la convertibilidad de mediados de 1927, lo que de alguna forma canceló la posibilidad de argumentar a su respecto por la eventual viabilidad del modelo ortodoxo; a fines de 1929 y a lo largo de 1930 comenzó nuevamente. Esto, obvio es decirlo, motivado por la crisis, la fuga del oro y el cierre de la Caja. Sin embargo el retorno a la conversión no determinó la cancelación del debate sino que solamente pospuso su continuidad. La realidad concreta, la crisis y la fuga del oro fueron los elementos gracias a los que se dispuso una modificación del sistema monetario. Es por ello que fueron al final 61 Idem, p. 1.411.

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los redescuentos (habilitados por el P.E. a principios de diciembre de 1929 como medio de evitar la reducción del circulante), y luego durante el gobierno militar la impresión de moneda gracias al oro en las legaciones, los mecanismos para subsanar los problemas emergentes que ya eran reales, no teóricos. Lo que sí resulta claro de todo esto es que las medidas a tomar ante una crisis no podían salirse del rígido corset delimitado por el sistema. Las alternativas, dentro de un patrón oro convertible, han sido ya discutidas. De mayor a menor, resulta claro que la discusión en la década de 1920 en la Argentina se encontró atravesada por el conflicto de ideas existente a nivel mundial, explicados en parte y tras su tamiz ideológico por Federico Pinedo, y también por los ilustres visitantes que consideraban el modelo argentino junto a los vigentes en otros países como, cuando menos, problemáticos.

Como se ha visto al haberse intentado mantener la tradición de un peso fuerte y convertible (cuando la mayoría de las variables indicaban un creciente debilitamiento de nuestra economía, junto a evoluciones similares de otros países), se cayó en lo que se podría llamar la trampa de la conversión. Esta trampa establece que mientras el saldo de la balanza comercial y el nivel de giros en el exterior resulten respectivamente superavitarios y bajos, los precios argentinos en el mercado mundial se encontrarían competitivamente posicionados. Sin embargo también resulta prudente pensar en el hecho de que más de un estudioso de los problemas monetarios y de cambio internacional ha sostenido que la devaluación como mecanismo es un arma falsa.

En consecuencia, hemos de volver al problema monetario. ¿Qué es la moneda en el sistema argentino de la década de 1920? ¿Es representación, velo o sólo expresión de valor de bienes reales, tal como lo han sostenido los autores clásicos? ¿Es esquematismo conceptual de la clase dominante? Como se ha podido observar a lo largo de los textos analizados, surgen claramente dos visiones alrededor de la definición del sistema. Por un lado, el obvio que defiende el estado de cosas. Muy posiblemente la defensa de la conversión a ultranza se vincule a la idea de la estabilidad de precios, al prestigio de una moneda nacional que confiere soberanía, una capacidad de compra. Los que sostienen esta posición no consideran clave la “capacidad de hacer” del Estado, que en más de una oportunidad ha demostrado que lo hace mal. Esto no es inocente, detrás de los publicistas de esta posición se encuentran recurrentemente los sectores tradicionales, vinculados a la producción agrícola-ganadera y de exportación, junto al sector financiero.

Frente a ellos, los que intentan lograr que exista una entidad bancaria, una autoridad monetaria que supere la evolución del ciclo (en mayor o menor grado. Algunos pidiendo la creación de un nuevo banco, con características de Central; otros, modificando suavemente el sistema financiero, para adaptarlo a una mayor movilidad o capacidad de respuesta), diferenciándose. Este sector representa los intereses de sectores vinculados a producciones domésticas que necesitan insumos extranjeros, pero con una tasa de interés controlada.

La ubicación relativa de cada actor se encontró subordinada a la posibilidad de encontrar un marco de referencia sustancial que permitiera alianzas. Un vínculo más lejano tal vez se encuentre en la fractura política que comenzó a evidenciarse en la Argentina desde la asunción de Alvear a la presidencia. El choque de intereses contrapuestos -que tardó años en definirse- fue coadyuvando a las definiciones respecto a conveniencias o no de determinados sistemas monetarios.

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