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Ficha de cátedra: RADICALISMO y DÉCADA INFAME
“Somos una Argentina Colonial: queremos ser una
Argentina Libre.” Manifiesto fundacional de FORJA, 29 de
junio de 1935.
Hemos visto cómo se construyeron los elementos del Estado Moderno argentino en relación de
dependencia con el imperialismo británico, mediante la hegemonía oligárquica y a partir de la inserción
de nuestro país en la división internacional del trabajo. Así, sostuvimos que a partir de 1880 se consolidó
el poder con la constitución del Ejército profesional cuyo debut de fuego fueron las campañas genocidas
de las poblaciones originarias patagónicas, que -sumado al exterminio de los pueblos nativos del norte
así como el sofocamiento de los caudillos y las montoneras federales- permitió consolidar el elemento
territorial. Asimismo, concluimos que la población exterminada que resistía al modelo pretendido por la
oligarquía, fue sustituida por inmigración europea, para cuya homogeneización –tanto entre ellos así
como con los pueblos originarios que quedaron y los que provenían del pasado hispánico- se masificó la
escolarización con el objeto de “hacer” argentinos, tarea que fue terminada con la instauración de la
historia oficial, que niega todo pasado suramericano para reducirlo a la estrecha senda porteñocéntrica
y a los próceres de la oligarquía.
Ahora bien, el desarrollo de ese modelo agroexportador generó también sus propias crisis, tanto a
nivel nacional como internacional. Cuando hablamos de crisis nos referimos a que es el sistema –
tomando la idea marxista- el que genera su propio germen de destrucción o su propio enterrador, para
decirlo más gráficamente. Con esto queremos decir que es el propio sistema el que produce a aquel que
lo cuestiona, dado que muchos de los hijos de aquellos inmigrantes son de hecho los que empiezan a
reclamar, partiendo de considerarse argentinos –fin buscado por la escuela- el hecho de decidir quién
los gobierna en tanto argentinos. A ellos se deben sumar otros sectores que incluso tenían alguna
porción -aunque mínima- de tierras, y que conjuntamente con aquellos son los que comienzan a discutir
la cuestión del poder.
En efecto, el radicalismo se compuso mayoritariamente de aquellos sectores que se produjeron por
la propia estructuración económica de la oligarquía, pues el modelo agroexportador necesitaba de
instancias profesionales, burocracia y sobre todo, de servicios que nacieron al calor de esa estructura,
pero que no eran ni los propietarios de las grandes extensiones de tierra ni los peones de campo. Con
los ferrocarriles ello se ve en forma clara.
Esos sectores –podríamos decir- populares en tanto subalternos a las elites que hasta entonces
manejaban el país aunque con preponderancia de sectores medios, empiezan a reclamar para sí el
ejercicio del gobierno, querían ser parte de la discusión política.
Por su parte, la oligarquía se encuentra por entonces temerosa de los niveles de organización de los
trabajadores europeos –sobre todo por la experiencia de la Revolución Rusa- aunque ello no tuviera un
correlato real con el nivel de organización que existía efectivamente en estas latitudes. Pues esa mano
de obra que el modelo oligárquico necesitaba y para cuyo fin impulsó la inmigración europea, eran
peligrosos en tanto venían con experiencia en la lucha de los trabajadores anarquistas, socialistas y
comunistas en Europa. En consecuencia, ese temor es el que impulsa al sector más lúcido de la
oligarquía –comandado por Roque Sáenz Peña- a hacer algunas concesiones, como la de la ley que lleva
su nombre relativa al sufragio, para utilizarlo como una especie de válvula de escape al conflicto social.
Podría sostenerse que lo que movía a ese sector era una profunda convicción democrática, pero lo
cierto es que esa oligarquía tenía muy en claro que el radicalismo no cuestionaba la médula del sistema
dependiente, de manera que abrir el juego democrático no importaba un peligro concreto a sus
intereses materiales, aunque sí era muy efectivo a los fines de actuar como freno al avance de las luchas
más radicales como la de los anarquistas y comunistas.
Lo cierto es que la ley Sáenz Peña tampoco respondía a un avance tan fuerte de organización de los
trabajadores en nuestro país, sino que eran parte de los propios fantasmas de una oligarquía que se
miraba demasiado en el espejo de Europa, y en consecuencia, sobredimensionaban la cuestión. Allí esas
luchas sociales eran realmente peligrosas, de hecho pensemos que para esa época en Alemania están
cerca de la toma del poder. Esas luchas sociales le preocupaban a las élites que además habían visto
venir a los trabajadores que venían con esa experiencia de lucha, no obstante acá no existía era una
organización real de esos trabajadores que hiciera que esa experiencia pudiera realmente disputar el
poder.
Cuestionamiento político al proyecto dependiente: Ley Sáenz Peña
Tal apertura democrática que planteaba Sáenz Peña era controlada, porque estaba pensada para
hacer del radicalismo una minoría por las características del sufragio instaurado por esa ley, cuyas
características constitutivas eran el voto universal –para hombres mayores de edad-, secreto y
obligatorio, esta última característica es en todo caso lo más democrático y lo más inexplicable.
Ahora bien, lo más importante –y lo que muchas veces es soslayado- era cómo se repartían los
cargos, es decir la proporcionalidad. El sistema entonces instaurado, era de lista incompleta, con lo cual
la fuerza política que triunfaba en la contienda electoral, ocupaba las dos terceras partes de los cargos y
la primera minoría, se quedaba con el tercio restante. Ello lo que permitía era que el ganador, tenía
facilidades para gobernar porque contaba con la mayoría en ambas cámaras. En palabras de hoy,
diríamos que el sistema garantizaba la gobernabilidad. Esta idea respondía a que la oligarquía estaba
convencida de que el radicalismo no sería la fuerza triunfante, sino la minoría, lo que legitimaba a los
conservadores.
En aquel entonces, la elección tanto de todos los cargos públicos electivos no era en forma directa
sino a través del Colegio electoral que proclamaba a los candidatos electos, de manera que era una
instancia más para que –en caso de que resulte ganador alguien que no era del paladar de la oligarquía-
se abría la instancia de negociación con los poderes locales que conformaban el Colegio. De todas
maneras, en Argentina nunca hubo una negociación distinta de quien resultaba ganador para la
presidencial en las elecciones.
Lo importante es entender que el sistema estaba pensado para que el radicalismo sea minoría y al
mismo tiempo, servía para descomprimir el conflicto social. De hecho, contaban con el ensayo hecho
por la propia oligarquía con el Partido Socialista cuyo candidato fue el primer parlamentario socialista de
América Latina, Ernesto Palacios, en 1902 y en una época donde sólo se triunfaba en las elecciones a
través del fraude, lo que claramente fue una manera de evitar crisis mayores, aunque el partido de los
doctores implicaba dar lugar a lo más moderado del socialismo, puesto que no cuestionaban el modelo
agroexportador. Por contrario, defendían abiertamente el libre cambio, la hegemonía británica y dicho
modelo, en consecuencia, del mismo modo que se hacía fraude para los conservadores se lo hizo para la
izquierda y se otorgó una banca al Partido Socialista. Este mismo ensayo, con mayores dimensiones
porque se trataba de una presidencial, pensaba hacerse habilitando la participación del radicalismo.
De ello ser deriva el triunfo de los sectores populares imponiendo su voluntad de hacer a Yrigoyen
presidente. Aunque de algún modo también estaban preparados para ello porque en el peor de los
casos, la elección no la hicieron renovando todos los escaños de las Cámaras sino sólo la porción de
bancas que se renovaba. Con lo cual Yrigoyen en su primer gobierno, tuvo tanto senadores como
diputados en contra. Recién en el segundo mandato –que duró solo dos años- contó con mayoría en
diputados, no así en senadores porque representaban a las provincias, que casi la totalidad de ellas
seguían funcionando los colegios electorales, con lo cual seguía existiendo el mecanismo de control
sobre quién accedía al Senado por parte de la oligarquía.
Entonces este modelo lo que hizo fue poner en crisis al sistema, porque si bien no se esperaba el
triunfo de la UCR, aunque eso no significara cambiar el modelo agroexportador, si implicaba otras
cuestiones que se colaban como, por ejemplo, cambiar políticas internacionales, como el
mantenimiento de la neutralidad en la primera guerra mundial o interimperialistas. Que, aunque en un
primer momento era conveniente para los intereses de Inglaterra y los conservadores lo apoyaban,
luego cuando las potencias aliadas presionan para que entremos, Yrigoyen mantuvo la neutralidad.
Aunque también tuvo consecuencias económicas, como fue -por ejemplo- la creación de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales que es la cuestión más gráfica de cómo mediante la democracia podían
pasar algunos cuestionamientos que impliquen la creación de un modelo económico diferente.
"El periodista Alberto Gerchunoff acusa a Yrigoyen de llevar al país hacia el comunismo mediante
medidas gubernativas anticapitalistas. Y Norberto de la Riestra, en carta a Arturo Dellepiane de fecha 4
de agosto de 1923, califica a la Presidencia de Yrigoyen con los siguientes términos: 'gobierno sovietista
de la baja capa social analfabeta'" citado por A. Sampay.
YPF se crea, no como empresa única de exploración y explotación del petróleo en Argentina (lo que
sucede recién durante el peronismo) sino como una empresa más entre otras. Su creación fue a
instancias del General Mosconi que era el jefe de la fuerza aérea del Ejército, por entonces -y hasta
1945- no era una fuerza propia. La cuestión se planteó ante la necesidad de combustible para mandar a
entrenar a sus pilotos, cuando entra en conflicto con las petroleras que -por una cuestión de
especulación ante un aumento inminente del petróleo- no se lo vendían. En consecuencia, plantea que
en el caso hipotético de necesitar declarar la guerra como país antes debemos pedirle permiso a las
potencias para que nos provean el combustible lo que realmente nos hacía dependientes. Entonces
impulsa la creación de una empresa propia, en principio destinada únicamente a la provisión militar; de
aviones, tanques, jeeps y etcétera. La idea central entonces es, que no podemos hacer la guerra si las
empresas extranjeras controlan el petróleo.
Así impulsa la creación de YPF y el radicalismo lo toma de las ideas nacionalistas que tenían en su
concepción, a diferencia de los conservadores que con su colonialismo congénito consideraban que solo
participaríamos en las guerras a las que nos convoque Gran Bretaña con lo cual no tenían problema en
que sus empresas controlen el hidrocarburo.
Posteriormente YPF fue creciendo y se va percibiendo la dimensión cuantitativa y cualitativa de los
negocios de las petroleras, entonces empieza a aparecer la idea de nacionalización del petróleo,
dejando su manejo en manos de la empresa estatal, como sucedía en la mayoría de los países centrales.
Por contrario, en los países periféricos nuestra YPF fue el modelo de creación de gran parte de las
empresas petroleras de Latinoamérica, como Petrobras, Pemex, Pedevesa, ni hablar de la boliviana que
directamente se llama YPFB.
Este hecho fue una de las variables por las cuales se colaba mediante la democracia esta concepción
nacionalista que cuestionaba el nudo del modelo, porque tener una petrolera propia también permitía
otras políticas para un proyecto autónomo, como lo es una política energética soberana. En efecto, “[l]a
defensa del monopolio estatal en materia petrolera por parte de Yrigoyen lo enfrentaba tanto con los
grupos agro-exportadores como con los intereses de Inglaterra y Estado Unidos en la materia. Al mismo
tiempo, los compromisos con su base popular -por ambiguos y contradictorios que fuesen- no lo hacían
confiable para contener la crisis general del sistema” (Cullen, XXX: XX)
Entonces, la caída de Yrigoyen es inminente, y tal como sucedió con la culminación de todos los
procesos nacionales de la historia, los sectores oligárquicos no escatimaron tinta en odio contra el
ascenso de los sectores sociales subalternos. Así, una vez más desde las mismas páginas del diario La
Nación -el guardaespaldas de Mitre, parafraseando a Homero Manzi- desde donde se denostara a los
caudillos de las montoneras federales, y aún contra el propio Alberdi cuando se animó a cuestionar la
conducción política del liberalismo oligárquico basada en el exterminio de gauchos y nativos, esta vez se
destilaba el odio contra el caudillo radical: “Ayer, en un movimiento popular, verdadera apoteosis cívica,
Buenos Aires ha enterrado para siempre el régimen instaurado por el señor Yrigoyen. Hasta pocas horas
antes de su caída parecía firmemente asentado sobre la venalidad, la sumisión y el desprecio de la
inteligencia. Estas características constituían los rasgos fundamentales de su ‘ética’, que junto con los
adornos grotescos de su adjetivación delirante y los descoyuntamientos de su sintaxis, darían una
fisonomía especial a todo un período de la vida argentina […] Por incuria mental y un poco también por
espíritu de burlesca oposición a todos los partidos orgánicos -desde el socialista hasta los de extrema
derecha- [la nación argentina] prefirió endiosar a ese hombre que no entendía ni se dejaba entender, ni
quizás, se entendía él mismo.” (diario La Nación, 7/9/2016).
Peor aún son las palabras del conservador Sánchez Sorondo, como Ministro del Interior del golpe de
Uriburu, quien dirá que “[l]a época yrigoyenista ha pasado ya vomitada por el pueblo al gheto de la
historia. El 6 de septiembre marca, en la historia argentina, una de las grandes fechas nacionales. Junto
con el 25 de mayo y el 3 de febrero, son las Revoluciones Libertadoras.” Acaso como un presagio de lo
que vendrá con el golpe que derroca a Perón, que no casualmente lleva ese nombre y se inscribe en la
línea histórica Mayo-Caseros.
“[L]a caída de Yrigoyen significaba el cierre de un período democrático sustentado en las clases
medias del litoral y los sectores populares del interior. Ese frente nacional democrático no había podido
quebrar la dependencia, pero había avanzado -dentro del modelo impuesto por el Imperio Británico-,
con atisbos de autonomía y arrestos antioligárquicos. Ahora, volvían los que querían retrasar el reloj de
la Historia” (Galasso, 2011: 194)
Restauración oligárquica
La apertura democrática termina entonces cuestionada por la propia oligarquía, sobre todo a partir
de la crisis del imperio, porque ese modelo agroexportador funcionaba en la medida en que Gran
Bretaña era la potencia hegemónica. Ahora bien, luego de la crisis del 30, Inglaterra entra en su fase
decadente en el sistema mundial y entonces el modelo entra en crisis en la misma medida que asciende
el rol de EEUU. Ello pues la “complementariedad” con la economía británica no era tal con la
norteamericana. Lo ponemos entre comillas porque en realidad la división internacional del trabajo
también era impuesta, nos hicieron que la estructura sea complementaria. A tal punto importábamos
todo lo que los ingleses producían que la bombacha que hoy nos parece el símbolo del gaucho, era un
rezago inglés de la guerra de Crimea. Recordemos que hace poco había conflictos allí entre rusos y
ucranianos, porque desde Crimea se maneja la salida del Mar Negro con lo cual siempre fue un lugar
estratégico. En aquel momento los turcos eran aliados de los ingleses para tener la hegemonía en la
zona, entonces como los uniformes turcos eran esas bombachas y la contienda les parecía que iba a
durar mucho tiempo entonces produjeron bombachas de más, que las colocaron acá y ahora es el
símbolo de lo nacional.
De manera que, cuando Inglaterra entra en decadencia, también lo hace el modelo agroexportador.
De hecho, a partir de su pérdida de hegemonía mundial, comienza a replegarse sobre sí misma, creando
lo que se conoció posteriormente como Commonwealth. Esto se implementó a partir del tratado de
Ottawa, donde se dispuso Inglaterra sólo comerciaría con sus ex colonias formales. Como consecuencia,
la oligarquía pro británica plantea que no deben dejarnos afuera, porque en definitiva materialmente
éramos una colonia.
Esa es la verdadera causa del golpe de 1930, porque muchos autores lo tratan superficialmente y
sobre todo –desde la visión de la historia como los individuos- se la estudia desde las veleidades
fascistas de Uriburu. Y en realidad, más allá de su admiración a esos regímenes, fue la oligarquía la que
impulsó el golpe. De hecho, lo de Uriburu fue prácticamente un paseo, casi no hubo intervención militar,
sino que salieron del Liceo Militar los que lo acompañaron en la marcha, no hubo mayor grado de
compromiso de las FFAA. Incluso lograron instalarse en la Casa Rosada por el apoyo oligárquico que lo
que estaba armando era volver a tomar el poder para sentarse a negociar las condiciones de reinserción
a la órbita británica.
Necesitaban, de algún modo, tener la casa en orden, para conducir la negociación para ser
aceptados por Gran Bretaña. Debían entonces mostrar que era la oligarquía la que seguía teniendo el
poder y no los populistas que hacen cosas como YPF. Es decir, efectuaron una restauración oligárquica
dejando en claro que no había más cuestionamientos a ese orden. De hecho, el corolario de este
proceso es el Pacto Roca – Runciman, al que Jauretche denominó -entre otros instrumentos- el estatuto
legal del coloniaje.
En su esencia de lo que se trataba el pacto era de reconocer a la Argentina en igualdad de
condiciones que las ex colonias, con lo cual se aceptaba cualquier tipo de condicionamiento en beneficio
del capital británico con tal de seguir comerciando con ellos, ese era centralmente el objeto del pacto.
En virtud de no quedar afuera del tratado de Ottawa, Roca hijo llega a sostener que nuestro país era
parte integrante del imperio británico. Aunque ese pacto fuera inviable porque Gran Bretaña no se
replegaba sobre sus ex colonias porque tenían la misma capacidad de recursos que iba a beneficiar
ahora a ellas, sino porque iba perdiendo cada vez más poder. Con lo cual, el pacto fue prácticamente de
aplicación imposible en lo central, más allá de las cuestiones menores del pacto.
Lo que importa para la comprensión del proceso histórico es la causa real del golpe y asimismo del
pacto, en cuanto a los intereses políticos en juego a nivel del sistema mundial. El golpe de Uriburu no se
hace por el autoritarismo del general, sino que responde al interés oligárquico de terminar con ese
proceso democrático que puede llegar a cuestionar fuertemente su base de poder económico.
Consecuentemente apoya a Uriburu para recuperar el poder y volver al fraude poco más de un año
después. Pues el modelo agroexportador dependía de que el principal comprador lo siga haciendo, esta
es la clave del golpe, toda vez que -al declinar Gran Bretaña como potencia hegemónica- tiene que
achicar gastos y por eso se repliega sobre sí misma.
Como es lógico, cuando alguien entra en crisis tiene que recortar gastos, de modo que lo que
deciden los ingleses es elegir a sus ex colonias formales como únicas a quienes les compraría sus
productos. Entonces, la idea de la oligarquía a la que referimos como “poner la casa en orden” bien se
expresa en los propios pronunciamientos por la firma del Pacto Roca-Runciman, donde uno de los
representantes argentinos de apellido Leguizamón, director de una empresa ferroviaria inglesa que
operaba en nuestro país, –según un cable periodístico- sostuvo que Argentina era una de las joyas más
preciadas de la Corona británica (Puiggrós citado por Galasso, 2011: 207).
“El 10 de febrero de 1933, en el banquete ofrecido a la misión ‘argentina’ en el Club Argentino de
Londres, la relación de dependencia queda al desnudo, sin pudor alguno. El Príncipe de Gales afirma: ‘Es
exacto decir que el provenir de la Nación Argentina depende de la carne. Ahora bien: el porvenir de la
carne argentina depende quizás enteramente de los mercados del Reino Unido’. El Dr. Roca, (...) le
contesta: (...) ‘Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una
parte integrante del Imperio Británico”. En esos mismos días, William Burton, en The Espectador,
sostiene: ‘En materia económica, la Argentina hace tiempo que es prácticamente una colonia británica’
y en el Parlamento inglés, Sir Arthur M. Samuel afirma: ‘La mejor solución de los problemas (…) es que la
Argentina se convierta en declarado miembro del Imperio Británico’” (Galasso, 2011: 207)
Ubicándonos en el orden internacional, pensemos que nos encontramos en un período entre la
primer y segunda guerra que no son mundiales sino interimperialistas porque se están disputando la
hegemonía del mundo, las dos potencias que surgirán del fin de la segunda guerra serán la URSS y
Estados Unidos, donde cambia el orden mundial hacia adentro del sistema de dominación imperialista,
con el declive de Gran Bretaña como potencia hegemónica. Aunque señalemos que esto es un proceso
paulatino y de transición, una especie de paréntesis que se abre a partir de la primera guerra cuando se
empiezan a reacomodar los lugares.
Es comparable al proceso de traspaso del colonialismo al imperialismo, necesitamos analizar siglos
para ver en qué momento España deja de ser la principal potencia europea: por ejemplo, si pensamos
porqué la lengua castellana es mucho más refinada que el inglés, vemos que es porque cuando se crea
gran parte de la lengua, España era una potencia en términos económicos, políticos y militares, con
intereses en toda Europa y que podía producir genios como Cervantes, mientras que en Inglaterra eran
criadores de ovejas. Por ese motivo, para decir lo mismo que en castellano encontrarías un sinnúmero
de palabras y de formas, en inglés hay un vocabulario mucho más restringido, de hecho, no existen dos
artículos sino uno. De manera que estas cuestiones son procesos de largo plazo, no hay un momento en
que de la noche a la mañana España declina, sino que primero entra en crisis su hegemonía y a partir de
allí se da un largo proceso de transición.
En este mismo sentido, volviendo a Inglaterra, si bien empieza a perder la hegemonía nunca dejó de
ser un país central, incluso aún hoy, para que nos demos una idea de la dimensión de los procesos.
Aunque bien podemos ubicar puntos de inflexión para analizar este proceso de declinación, que en el
caso inglés es en el período que arranca con la primera guerra “mundial” hasta la mitad del siglo XX. Lo
cierto es que si uno toma un mapa británico de 1910, puede ver que al menos un tercio del globo está
bajo su dominio. En cambio, un mapa de Inglaterra de 1960 muestra que todavía conserva enclaves
coloniales en lugares estratégicos que fueron conservando, pero con toda claridad su dominio es
inmensamente menor, y fue perdiendo paulatinamente sus colonias a partir de las primeras que fueron
las trece colonias de América del Norte. En ese momento ya podemos ver que algo estaba en crisis en su
hegemonía porque inclusive se trató de una derrota militar frente a los norteamericanos con ayuda de
los franceses.
Entonces, en nuestro país, este período -iniciado con el golpe de 1930 hasta 1943- es comúnmente
conocido como “década infame”, según lo describiera un periodista nacionalista que se llama José Luis
Torre, porque es una época de muchísima corrupción, que generalmente tiene que ver con los
momentos de mayores niveles de dependencia. Para darse una idea de este fenómeno y no creer que
estamos haciendo una apelación a la moral y al carácter corrupto que tenemos los argentinos o la
burocracia política, de esta época datan las denuncias por hechos de corrupción de tal envergadura que
implicaron hasta asesinatos en el propio recinto del Senado de la Nación. Tal es el caso de Enzo
Bordabehere, senador nacional por Santa Fe del Partido Demócrata Progresista liderado por Lisandro de
la Torre que en 1914 -a partir del juego abierto por la Ley Sáenz Peña- se había escindido del Partido
Autonomista Nacional. Cuando intentan matar a este dirigente, Bordabehere se interpone y resulta
muerto.
Ahora bien, lo principal que queremos señalar es que se trataba de conservadores que denunciaban
los negociados espurios de la carne y que de alguna manera les reclamaban que dejen de robar porque
era prácticamente un descontrol. Es decir, no eran revolucionarios que cuestionaba la relación de
dependencia o que planteaban la reforma agraria, ni mucho menos. Porque si algo es claro es que
cuando se achica el negocio, existe mucho dinero disponible para quedarse adentro (un caso similar
podemos verlo en 2001 con las escandalosas comisiones del blindaje y megacanje, que implicaron el
endeudamiento más grande de la historia argentina, precisamente para no salir del negocio financiero
de la deuda externa -como mecanismos de sumisión de las naciones- que culminó con la quiebra o
default de Argentina en 2002).
Otro ejemplo que nos sirve para entender cómo se manejaban los negocios en esta década, es el
caso del comité de la UCR del distrito Capital Federal de la calle Tucumán, que es un edificio muy
suntuoso incluso mucho más lindo y de mayores dimensiones que el comité nacional, que fue regalado
al partido en 1939 por una empresa de energía eléctrica porque los entonces concejales de la ciudad
votaron a favor en las concesiones del servicio. Es una donación o bien, para decirlo en términos
concretos, un soborno con motivo en el claro beneficio de la empresa, cosa que en esa época de
corrupción y venalidad era una cuestión cotidiana.
Entonces, estamos hablando de un período no sólo de mucha corrupción y entrega del patrimonio
nacional sino también de fraude en términos políticos, donde se elegía en la Cámara Argentino-británica
quién sería el próximo Presidente del país dentro del poder que concentraba una alianza entre las
fuerzas conservadoras lideradas por Agustín P. Justo “llamados ‘demócratas nacionales’, [aliados] con
los socialistas independientes de Federico Pinedo y los radicales antipersonalistas, constituyendo ‘la
Concordancia’, confluencia que levanta la fórmula Justo-Roca (h). Detrás de esa fórmula, esconde su
rostro siniestro la alianza oligarquía-imperialismo inglés.” (Galasso, 2011: 201)
Esto es así desde el golpe de Uriburu, cuyo principal ideólogo es precisamente Justo y a su vez el
principal beneficiario, en 1930 “se mueve entre bambalinas, dejando que Uriburu se considere el jefe
del golpe militar, mientras él urde una red de vínculos en los comandos clave del ejército, que le
permiten constituirse, (...) el hombre fuerte de la institución armada” (Galasso, 2011: 204). Justo era un
militar de carrera, profundo admirador de Mitre, que había sido Ministro de Guerra durante el gobierno
de Alvear, y que -como dijimos- concentraba la hegemonía dentro de las FFAA -a través de la logia “San
Martín”-, que no tenían en su mayoría simpatía fascistas como las voluntades individuales que concitó
Uriburu, sino que simpatizaban en general con los conservadores. En efecto, Justo se hará elegir en las
elecciones fraudulentas del 8 de noviembre de 1931 aparentando hacerlo democráticamente y será
quien controle la escena política hasta su muerte en 1942 que, no casualmente, es cuando se llega al fin
de este período de fraude y entrega.
Según señala Galasso (2011: 204), en la biografía que Rosendo Fraga escribe sobre este personaje,
lo describe como “hombre de fortuna: su padre era un rico hacendado y además, ha recibido valiosos
campos al casarse con una muchacha de la adinerada familia Bernal. Por ello, se incorpora a la Sociedad
Rural y tiene suficiente poder económico como para convertirse en el accionista mayoritario del diario
Crítica. Podría, pues, resumirse su personalidad en pocas líneas: grandes explotaciones agropecuarias,
control del Ejército, ideología mitrista y control del diario de mayor tiraje de aquella época, todo lo cual
lo convierte en el hombre clave de la Década Infame.”
Cuestiones económicas/sociales durante la década infame:
1. Proceso de sustitución de importaciones:
Vimos que ante la caída del modelo agroexportador se intenta reajustar los lazos de dependencia,
mediante el Pacto Roca-Runciman, que implicaba además que todas las empresas inglesas recibieran
subsidios, exenciones aduaneras, el monopolio del transporte de la carne a empresas inglesas,
donaciones de tierras, se contrae además un empréstito con capitales ingleses destinados a remitir
utilidades de empresas inglesas radicadas en Argentina que no podían girarse por falta de divisas, se
crea el banco central mixto bajo hegemonía del capital inglés, se estableció un nuevo sistema de
cambios para una devaluación que favoreciera a exportadores (Cullen, XX:XX); medidas todas que
Jauretche denominó el Estatuto Legal del Coloniaje. Aun así, el proyecto es inviable porque en realidad
estamos ante la decadencia de Inglaterra. (Ej. kiosko y escuela)
Entonces, todo aquello que hasta entonces comprábamos al mercado externo -sobre todo a los
británicos- empieza incipientemente a producirse acá, porque su propia crisis hacía carísima la
importación y a la vez habíamos sufrido grandes bajas en las exportaciones producto del cierre de las
economías centrales en esta coyuntura de guerras interimperialistas y crisis de superproducción
capitalista. (Ej. Si antes una silla salía 100 comprarla a GGBB y ahora sale 200 hay quien se anima a
producirla acá por 180, aunque más caro porque hay que empezar de cero)
Un sector de la oligarquía, empezó a mirar con buenos ojos convertirse en una burguesía nacional,
es decir ocupar el rol social de ser los dueños de los medios de producción y producir manufactura.
Entonces surgen algunas empresas locales de estos sectores, aunque a su vez, la devaluación del peso
bajaba el costo laboral y la mano de obra barata también atraía a capitales extranjeros que -a su vez- iba
en consonancia con la acumulación industrial de EEUU y Europa continental para quienes era más
rentable exportar equipos, capitales y técnicos que productos terminados. Entonces se radican
empresas textiles, electrodomésticos (Philco 1931), alimentos (Nestlé 1930), farmacéuticas y químicas
(Pond’s 1939), de maquinarias y neumáticos, como Good Year 1931 o Pirelli 1930. (Cullen, XX:XX).
Ahora bien, la contracara de este incipiente y desordenado proceso de industrialización por
sustitución de importaciones es la generación de los sectores trabajadores, porque de otro modo uno
no podría entender al peronismo, que no inventa al trabajador, sino que es consecuencia de ello porque
es la expresión de sus intereses. Esto también implicó aumento de la incidencia en el proceso productivo
que se traduce en una mayor capacidad de negociación con el Estado. Este poder va conduciendo al
movimiento obrero a la resolución institucionalizada de los conflictos (Koenig, 2014).
Incluso en esta época empiezan a aparecer necesidades de regulación de la economía que otrora
era un sacrilegio para los propios conservadores, ante el encarecimiento de la manufactura que acelera
la sustitución de importaciones y la cada vez menor compra de la materia prima, como por ejemplo la
Junta Reguladora de Granos para fijar el precio de los productos agropecuarios y evitar la
superproducción, dado que no era fácil depositarlos en el mercado externo cerrado, en crisis y en
guerras. El rol del Estado deja de ser de pasividad absoluta para tener un papel más activo y no porque
fuera parte de sus convicciones, sino para defender los intereses de la propia oligarquía.
2. Proceso de migraciones internas: transformación étnica y cultural del sujeto popular
La crisis del modelo agroexportador significó un enorme drama social pues la crisis golpeó
duramente los sectores populares, filas de humillados aguardan a comer en la olla popular a lo largo y
ancho del país. Los tangos de la época describen este panorama.
“Esta época empieza a hacer impacto el importante proceso de migración interna. En efecto, los
hombres y mujeres corridos por la pobreza de su tierra y atraídos por las industrias (y también las
mujeres por el trabajo doméstico, que muchas veces les permitía sustentar a sus familias), reconfiguran
el rostro de las grandes ciudades. Lo hacen más mestizo, más profundo, lo ligan con tradiciones,
culturas, formas de abarcar lo político que se entremezclan con los cambios relativamente recientes que
aportaron las corrientes migratorias de los lugares pobres de Europa que se iban arraigando en proceso
vertiginoso para los tiempos de la vida de una nación. Con la afluencia del interior profundo, de una
identidad argentina ancestral y fecunda; se da un vasto proceso de transformación étnico, social y
cultural de los trabajadores. No se constituyen en guetos, sino que se mestizan también con aquellos
trabajadores inmigrantes que eran hasta entonces mayoría en la manufactura y que habían traído las
formas de lucha y organización de los trabajadores de sus países natales. Pusieron en crisis, incluso, la
forma de relacionarse, la estructuración orgánica y la cultura política (muchas veces más vinculada a los
problemas de la clase obrera europea y su estructura económica que a las particulares condiciones de
un país dependiente como el nuestro).” (Koenig,2015)
Cuestión política durante la década infame: nuevos actores.
1. Manifiesto de los radicales fuertes (1935) y surgimiento de FORJA:
Poco después de la caída, en 1933 muere Yrigoyen y se produce una importante escisión en el
partido. Ya vimos como algunos radicales antipersonalistas desde el inicio formaron parte de la
Concordancia, aunque el partido orgánicamente hablando y frente a la proscripción, había decidido
volver a la posición de origen previa a la Ley Sáenz Peña de la abstención revolucionaria.
Ahora bien, muerto el caudillo, empieza la cooptación de los conservadores sobre el sector
antipersonalista y, en consecuencia, deciden participar del fraude legitimando de ese modo el régimen
oligárquico de la década infame. De este modo, en 1935 se genera una crisis dentro del radicalismo -
sobre todo, aunque no exclusivamente de los sectores que venían del yrigoyenismo- que lleva a un
importante sector a firmar el manifiesto de los radicales fuertes. Dentro de estos sectores sin dudas el
más importante cuantitativamente es la columna de Córdoba conducida por Amadeo Sabattini que
incluso llega a ser gobernador de la provincia.
El otro grupo importante desde lo cualitativo es FORJA, Fuerza de Orientación Radical de la Joven
Argentina, cuya sigla es tomada de una expresión de Yrigoyen según la cual los procesos de
transformación no son ordenados, sino que parecen un caos como en una forja donde al mismo tiempo
es donde se están creando. Lo que hicieron fue un gran aporte desde el punto de vista cultural e
ideológico, porque dentro de este grupo había militantes muy formados, brillantes en sus ámbitos de
conocimiento como Scalabrini Ortiz y Jauretche.
Cuál es el aporte fundamental de FORJA, es precisamente crear doctrina, crear pensamiento -como
ellos mismos sostenían- nacional. A qué nos referimos con pensamiento nacional (porque uno podría
creer que todo tipo de pensamiento es de tipo universal) el pensamiento nacional es meterse a bucear
en las condiciones concretas de la dependencia de un país. No hacer o repetir cosas que se plantean en
otras circunstancias, sino meterse con el desafío que implica ver cuáles son las condiciones reales de
dependencia que tiene un país como era el nuestro en la década del 30, dependiente o semicolonial.
Pensemos que su desarrollo político se dio en lo que fue la década infame, digamos que empezó con el
golpe de Uriburu y terminó con la Revolución de 1943.
Ahí ellos lo que hacen es ponerse a discutir en serio, sobre esas condiciones que mencionábamos
y descubren cuáles son los agentes de esa dependencia, descubren que nuestra dependencia es con
los ingleses y descubren que uno de los grandes factores de la dependencia son los ferrocarriles. A
través de los cuales el capital que traen los países imperialistas lo que hace es modificar la estructura
de los países dependientes. Los primeros que estudian la cuestión –que quizás para nosotros es una
cosa muy gráfica y muy obvia- de que toda la red ferroviaria va a los puertos en la Argentina y no hay
redes transversales que son precisamente los forjistas.
En particular, Sacalabrini Ortiz que escribe la historia de los ferrocarriles argentinos donde hace un
pormenorizado estudio de cuál era el poder político que significaban los ferrocarriles en esa época en la
Argentina. Scalabrini era un tipo brillante, un tipo que había recibido premios literarios, había escrito un
ensayo poco tiempo antes, “El hombre que está solo y espera” por el cual había recibido el premio de la
municipalidad de la ciudad de BS AS, había sido reconocido por los diarios influyentes de la época que
eran La Prensa y La Nación, pensemos que Clarín es recién del año 45 y cuando apareció ni siquiera les
hacía cosquillas a dichos diarios. Él era un tipo perteneciente a una familia acomodada, el padre –que
era italiano- Pedro Scalabrini había ido a Entre Ríos como profesor del normal, cuando se armó la
estructura educativa que puso el centro en el tema de los normales, uno de los grandes científicos que
se importó, que fue encargado de la formación de los docentes de esa escuela que se estaba forjando en
la época sarmientina y en los años posteriores, fue Pedro Scalabrini. De hecho, la hermana de Scalabrini
aparecía en las notas de sociales de La Nación, que era comparable a aparecer hoy en la revista Caras en
Mar del Plata, que en esa época era como decir que estuviera en Punta del Este ahora.
Y sin embargo, Raúl se pone a estudiar –durante casi diez años- la estructura de los ferrocarriles a
través de sus balances, a través de sus cuentas. Es decir, él se mete de lleno no sólo en el tema de la
independencia, sino se pone a estudiar por qué además de los ferrocarriles, eran propietarios de los
medios de comunicación, como la corporación de transporte que manejaban los colectivos. Por qué
tenían una tarifa diferencial que favorecía los intereses de Inglaterra. En ese momento en Argentina, si
alguien quería trasladar algo de Santiago del estero a Santa Fe le salía más caro que trasladarlo a BS AS,
porque los ferrocarriles hacían tarifas diferenciales en función de extraer todo lo que puedan. Scalabrini
Ortiz fue elaborando todas estas cuestiones, lo cual le valió que nunca más apareciera en un solo
párrafo en los diarios que mencionábamos, en los círculos de poder. Desapareció del mapa de los
autores considerados importantes en Argentina. Y digo, no va a ser ni el primero ni el último que
desaparecen por tomar determinada posición nacional o, por lo menos, decisiones que a la oligarquía
les hacía ruido.
Volviendo entonces, Scalabrini Ortiz rompió con gran parte de los grandes medios que más allá de
las individualidades, era lo que le pasaba a la mayoría de los que discutían la cuestión de la dominación
real, digamos ésta es la matriz central del nacionalismo de tipo popular. Arturo Jauretche –que era jefe
político de este grupo FORJA- siempre se preguntaba: qué pasa que cuando los socialistas se paraban en
una posición antimperialista, las convocatorias del día y las crónicas que después hacen, salen en el
diario La Prensa y La Nación y nosotros podemos hacer cualquier cosa que nunca aparecemos. Y
después se respondía: claro, es que cuando ellos hablan en contra del imperialismo lo hacen respecto al
imperialismo norteamericano, y lo que pasa es que la Argentina depende de los ingleses en ese
momento y no de los norteamericanos. Son los diarios pro ingleses como La Prensa y La Nación, los que
los ponen en primera plana porque es una manera de confundir, porque éstos socialismos de imitación
–porque hay tanto nacionalismos como socialismos de imitación- no pensaban en la realidad social de
las necesidades y problemáticas de los argentinos, y planteaban los imperialismos, no en términos del
imperialismo que realmente nos acuciaba a nosotros sino en términos abstractos.
2. Oficiales industrialistas del Ejército: GOU (extracto de libro de Koenig, 2015)
Mientras se movían por abajo las capas tectónicas del pueblo argentino, en el plano político,
durante el último tramo de la década infame se dio la coincidencia paradójica entre un presidente
conservador pro-británico (Castillo) y los oficiales industrialistas del ejército. La política de neutralidad
que en un principio coincidía con los intereses británicos (sostenimiento del 40% de las importaciones
inglesas de productos primarios agropecuarios que provenían de nuestro país) fue bancada por la
oligarquía aún contra las presiones norteamericanas (expresadas en los aprietes diplomáticos de la
Conferencia de Río de Janeiro de 1942). Castillo para lograr sus objetivos coyunturales, se apoya en esa
oficialidad industrialista. Esto permite comprender la causa por qué, en este período, se hayan creado –
por impulso del General Savio- la Dirección General de Fabricaciones Militares. Ésta estaba destinada no
sólo a producir armamentos (cuya provisión se hallaba bloqueada por los yankis e imposibilitada por
parte de los europeos), sino también a la fabricación de productos industriales. Al mismo tiempo se
avanza decisivamente en el proceso de construcción de los Altos Hornos Zapla en Jujuy y se crea el
Instituto Geográfico Militar.
Pero cuando la suerte de la guerra en Europa ya casi está decidida, la oligarquía –siempre alineada
con el Imperio Británico- decide darle continuidad al régimen económico y su cauce político fraudulento.
Es ahí que se proyecta proclamar –como era tradición en los candidatos presidenciales- en la Cámara de
Comercio Argentino-Británica al terrateniente salteño Robustiano Patrón Costas, decidido partidario de
acabar con la neutralidad.
La continuidad proyectada de la década infame, el fraude y la sumisión ante los ingleses anima a los
militares nacionalistas (algunos más reaccionarios, otros más populares) a efectuar el 4 de junio de 1943
–un día antes de tal proclamación- un golpe de estado. Los únicos hechos luctuosos de aquella jornada
constituyen todo un símbolo. No hubo ningún tipo de resistencia popular para defender el régimen
conservador. No lo sentían propio. Sin embargo, hubo más de 70 muertos. Fue un combate frente a la
ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) una de las principales sedes de la Marina. No es paradójico
que ésta, pro británica y pro oligárquica, intentara impedir el avance de la columna proveniente de
Campo de Mayo que encabezaba el general Ávalos. Nuestra Marina de Guerra siempre consecuente con
las posiciones más reaccionarias y dispuesta a ser el epicentro desde donde atacar, con pretensiones de
detener, a la marcha de cualquier transformación, estaba aferrada a los intereses liberales de una
oligarquía con olor a bosta de vaca.
Van a ser los militares nucleados en el GOU (Grupo de Oficiales Unidos o Grupo Obra de
Unificación) quienes van a ponerse a los hombros la tarea política de despliegue de esos intereses
industrialistas. El GOU fue creado en 1942 después de la muerte del general Justo, quien había
conducido materialmente a las fuerzas armadas desde el golpe de 1930. Se trataba de una logia militar
profundamente antiliberal y fuertemente contraria a la entrega y la corrupción generalizada que reinaba
en la década infame. Eran fundamentalmente nacionalistas, algunos con simpatías en los fascismos
europeos, otros no. Pero lo sustancial es que no solamente veían con malos ojos la dependencia
concreta respecto de los ingleses, sino además respecto de los norteamericanos -que ejercían en aquel
entonces un bloqueo militar-. También tenían una marcada interpretación negativa respecto del rol de
la URSS, pues eran –fruto de su formación política- profundamente anticomunistas. El coronel Perón no
era el jefe de la logia, aunque sí uno de sus integrantes más notables. Esos militares habían sido
formados en la escuela prusiana, leyendo a los clásicos de la guerra como Clausewitz, pero sobre todo
influenciados por el concepto de Nación en Armas del mariscal Von der Goltz. Éste planteaba que
ningún Estado estaba preparado para la guerra con otra nación, sino existía una sociedad con un nivel
de justicia y equidad interna que le permitiera afrontarla y sentirla propia.
“La segunda guerra mundial acentúa la fuerza y el interés de estos sectores sociales para quebrar el
orden del viejo país agropecuario y lanzar a la Argentina por un camino nuevo, distinto, que puede
definirse, según la óptica de cada uno de estos sectores, como: Liberación Nacional, crecimiento
industrial, desarrollo del mercado interno, estatización e impulso de áreas estratégicas, pacto social,
pleno empleo, redistribución del ingreso nacional a favor de los trabajadores, avanzada legislación
social. El golpe militar del 4 de junio de 1943, más allá de sus contradicciones abre el camino para la
confluencia de estos sectores” (Galasso, 2005).
El carácter anti norteamericano y anti inglés del movimiento hacen que las principales medidas
ejecutadas por la revolución de junio sean desandar los mecanismos de la madeja legal del coloniaje,
que daban a las potencias imperialistas el control de nuestra economía.