ficha de lectura - palafox, introduccion - exemplum

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Síntesis de “Introducción: Exemplum” en Eloísa Palafox, Las éticas del exemplum . Los castigos del rey don Sancho IV, El Conde Lucanor y el Libro de buen amor. México: Universidad autónoma de México, 1998 (Publicaciones de Medievalia, 18), pp. 9- 32. “Más que un género en sí, más que un conjunto finito de historias y motivos, el exemplum fue, para la sociedad medieval, una manera particular de pensar el pasado y de utilizarlo de distintos modos, para influir en su propio presente” p.9. “La mente medieval, señala Battaglia (en la misma línea que Maravall y Tubach), concibe la historia humana como una cadena inmutable y finita de sucesos que se reiteran una y otra vez. Es por eso que las colecciones de Exempla podían ser presentadas como depositarias de un “código” hasta cierto punto exhaustivo de conducta, que para cada hecho y para cada experiencia vital ofrecía una norma y alegaba un testimonio (“L’ esemplio, 68)” p.12. “La autoridad del exemplum emana de lo que se presenta y se percibe como su pertenencia a la tradición, es decir, al conjunto global de experiencias vitales de la comunidad, que han sido probadas y transmitidas de generación en generación” p.12. “El problema de una definición como la intentada por Brémond, Le Goff y Schmitt radicaría por lo tanto en el hecho de que aquello que están tratando de definir de manera exhaustiva no es en realidad un ‘género’ propiamente dicho, y tampoco necesariamente una forma narrativa, sino a un mismo tiempo, y de manera inseparable, una estrategia discursiva y un método de conocimiento” p. 14 “ Otro asunto que ha provocado bastante controversia es el de su decadencia: para Tubach, esta empieza ya alrededor del siglo XIII (“Exempla”), en cambio Welter (L’Exemplum”, 3-4) y también Bremónd, Le Goff y Schmitt (L’exemplum, 27 y 57) lo sitúan en el siglo XV. Pero vale la pena hacer notar que cuando estos críticos hablan de la decadencia del exemplum a lo que se refieren ante todo es a la disminución en el número de las recopilaciones elaboradas y en la originalidad de los relatos incluidos en éstas, y no a la concepción del saber que propiciaba su utilización, pues algo en lo que casi todos los críticos están de acuerdo es en el hecho de que su uso está relacionado con unas estructuras mentales, culturales y sociales, que subsisten por un período de tiempo mucho más largo. (...) En el siglo XVII (1624) hubo otro evento clave que contribuyó a la desaparición del exemplum de los púlpitos católicos: el decreto del Concilio de Burgos que prohibía utilizarlo para la predicación, a raíz de las quejas de quienes consideraban que las preocupaciones estéticas y el factor del entretenimiento habían llegado a desplazar su componente didáctico-doctrinal” p.16. A lo largo de este trabajo se usará un concepto de exemplum “considerándolo como estrategia discursiva que consiste en la utilización analógica de cierta información para defender una idea o un conjunto de ideas [Nota al pie n° 14: El concepto de “estrategia” es usado aquí de acuerdo con la explicación que de él da Michel Foucault en su Arqueología del saber: como una “manera regulada” de poner en obra ciertas posibilidades del discurso. Podría decirse entonces que el exemplum es una estrategia discursiva que consiste en la reactualización de enunciados pertenecientes a otros dominios del discurso (para este crítico francés, la “reactualización” es el acto de “reinserción de un discurso en un dominio de generalización, de aplicación o de transformación nuevo para él”). Dicha reactualización, en el caso del exemplum, estaría apoyada en lo que Foucault designa con el término de “mecanismo o episteme de la semejanza”: el cual, según explica en Las palabras y las cosas, tiene que ver con la idea de que el mundo es como un gran texto acabado y escrito en

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Page 1: Ficha de Lectura - Palafox, Introduccion - Exemplum

Síntesis de “Introducción: Exemplum” en Eloísa Palafox, Las éticas del exemplum . Los castigos del rey don Sancho IV, El Conde Lucanor y el Libro de buen amor. México: Universidad autónoma de México, 1998 (Publicaciones de Medievalia, 18), pp. 9- 32.

“Más que un género en sí, más que un conjunto finito de historias y motivos, el exemplum fue, para la sociedad medieval, una manera particular de pensar el pasado y de utilizarlo de distintos modos, para influir en su propio presente” p.9.

“La mente medieval, señala Battaglia (en la misma línea que Maravall y Tubach), concibe la historia humana como una cadena inmutable y finita de sucesos que se reiteran una y otra vez. Es por eso que las colecciones de Exempla podían ser presentadas como depositarias de un “código” hasta cierto punto exhaustivo de conducta, que para cada hecho y para cada experiencia vital ofrecía una norma y alegaba un testimonio (“L’ esemplio, 68)” p.12.

“La autoridad del exemplum emana de lo que se presenta y se percibe como su pertenencia a la tradición, es decir, al conjunto global de experiencias vitales de la comunidad, que han sido probadas y transmitidas de generación en generación” p.12.

“El problema de una definición como la intentada por Brémond, Le Goff y Schmitt radicaría por lo tanto en el hecho de que aquello que están tratando de definir de manera exhaustiva no es en realidad un ‘género’ propiamente dicho, y tampoco necesariamente una forma narrativa, sino a un mismo tiempo, y de manera inseparable, una estrategia discursiva y un método de conocimiento” p. 14

“ Otro asunto que ha provocado bastante controversia es el de su decadencia: para Tubach, esta empieza ya alrededor del siglo XIII (“Exempla”), en cambio Welter (L’Exemplum”, 3-4) y también Bremónd, Le Goff y Schmitt (L’exemplum, 27 y 57) lo sitúan en el siglo XV. Pero vale la pena hacer notar que cuando estos críticos hablan de la decadencia del exemplum a lo que se refieren ante todo es a la disminución en el número de las recopilaciones elaboradas y en la originalidad de los relatos incluidos en éstas, y no a la concepción del saber que propiciaba su utilización, pues algo en lo que casi todos los críticos están de acuerdo es en el hecho de que su uso está relacionado con unas estructuras mentales, culturales y sociales, que subsisten por un período de tiempo mucho más largo. (...) En el siglo XVII (1624) hubo otro evento clave que contribuyó a la desaparición del exemplum de los púlpitos católicos: el decreto del Concilio de Burgos que prohibía utilizarlo para la predicación, a raíz de las quejas de quienes consideraban que las preocupaciones estéticas y el factor del entretenimiento habían llegado a desplazar su componente didáctico-doctrinal” p.16.

A lo largo de este trabajo se usará un concepto de exemplum “considerándolo como estrategia discursiva que consiste en la utilización analógica de cierta información para defender una idea o un conjunto de ideas [Nota al pie n° 14: El concepto de “estrategia” es usado aquí de acuerdo con la explicación que de él da Michel Foucault en su Arqueología del saber: como una “manera regulada” de poner en obra ciertas posibilidades del discurso. Podría decirse entonces que el exemplum es una estrategia discursiva que consiste en la reactualización de enunciados pertenecientes a otros dominios del discurso (para este crítico francés, la “reactualización” es el acto de “reinserción de un discurso en un dominio de generalización, de aplicación o de transformación nuevo para él”). Dicha reactualización, en el caso del exemplum, estaría apoyada en lo que Foucault designa con el término de “mecanismo o episteme de la semejanza”: el cual, según explica en Las palabras y las cosas, tiene que ver con la idea de que el mundo es como un gran texto acabado y escrito en

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distintos planos que se relacionan unos con otros. Esto hace que las similitudes entre los elementos de un plano y otro puedan adquirir el valor de signos (o indicios) útiles en la develación de los secretos del cosmos.]” p.18

“En tanto que ‘estrategia’, el exemplum funcionó, desde los comienzos del cristianismo y de manera especial durante la Edad Media, como un elemento clave en la configuración de un tipo particular de discurso, al que llamaremos aquí discurso ejemplar, que contribuyó al establecimiento de una serie de relaciones de poder que sirvieron para consolidar las dos más importantes instituciones medievales: la Iglesia y el Estado. Estas ‘relaciones de poder’, tal y como las entiende Foucault en el marco de su concepción del discurso (que sirve de base al concepto de exemplum que aquí se maneja), desempeña un papel productor y no represor, funciona en el interior de todo lo que ordena y, dado que son inmanentes, participan de modo fundamental en las codificaciones de toda cultura” pp. 18-19.

“ Es precisamente este carácter de estrategia discursiva, inherente a la existencia misma del exemplum, el que permite estudiar, bajo un mismo rubro, tipos de discurso aparentemente tan disímiles como son: las vidas de santos, los milagros, las leyendas, los castigos, los mitos, los apólogos, los cuentos folklóricos, los lais, las fabiellas, las fábulas, los fabliaux, las descripciones de bestiarios, etc.” p.19.

“ Partiendo de la concepción foucaultiana del discurso, como el espacio privilegiado en el que se registran las relaciones de poder, es posible añadir dos características más a la definición del exemplum: 1) su teatralidad y 2) su autoconciencia.”p. 19

“1) La teatralidad. La aparición textual del exemplum suele estar marcada por lo que Zumthor explicaría como un ‘alto grado de teatralidad’, es decir, por una serie de indicios textuales que remiten al momento de la enunciación (y a veces también de la recepción)” p.19

“Pero esta ‘teatralidad’, que Zumthor estudia en las transcripciones de poemas épico-narrativos, atribuyéndole un carácter residual, en el caso del exemplum tiende a ser mucho más un recurso que una marca incidental. Y es precisamente su calidad de recurso utilizado de manera consciente lo que la convierte en un elemento clave para entender el funcionamiento de los mecanismos de adoctrinamiento inherentes a todo discurso ejemplar” p.19.

“2) La autoconciencia. Dado que el exemplum es en sí un instrumento de persuasión, no es raro que quienes decidieron servirse de él hayan dejado inscritas en sus textos, de distintas formas, sus ideas e inquietudes con respecto al problema de la que habría de ser su recepción o de lo que es el proceso de recepción del discurso ejemplar en general. En ocasiones, estas ideas e inquietudes toman la forma de una discusión más o menos explícita del asunto, otras, en cambio –y éstas son quizás las más interesantes-, la presentación (o mejor aún la ‘representación’) de dicho problema llega a convertirse en parte integral de los relatos y descripciones incluidos en el texto con propósitos ejemplares” p. 22.

“Aunque de alguna manera se ha venido insinuando en esta introducción, valga aclarar que las manifestaciones textuales de esa teatralidad y de esa autoconciencia no se limitan de ninguna manera al segmento de discurso tradicionalmente conocido con el nombre de exemplum (...) [y lo mismo puede decirse de las otras dos características señaladas por los críticos: didactismo y figuralidad]. Pues, a fin de cuentas, esa estrategia discursiva que es el exemplum (entendido en

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un sentido amplio) sólo puede existir como tal en la medida en que contribuye a dar forma a ese todo que es en sí el discurso ejemplar al cual pertenece. De ahí la importancia de estudiar el conjunto completo: prólogos, ‘marcos’ narrativos o enunciativos, relatos, descripciones, disquisiciones, sentencias, ilustraciones, etc., pues sólo así puede llegar a entenderse en su verdadera dimensión el papel estratégico que desempeñan los exempla cuando se los utiliza en cierto texto, y lo que éste tiene de específico en tanto que discurso ejemplar. Esta especificidad, que designaremos a partir de aquí con el nombre de ejemplaridad, es el resultado del conjunto de objetivos pedagógicos y de modelos retóricos, literarios e ideológicos que, por medio del texto ejemplar, se busca inculcar en la mente del receptor, y depende de la época y de las tradiciones textuales en que se inscribe cada obra en concreto, pero también, y en gran medida, de los intereses y objetivos del (o los) que fue(ron) su(s) autor(res), predicador(es) o compilador(es)” p. 25.

“Tales intereses y objetivos no necesariamente se identifican con lo que se describe abiertamente como la intención (siempre didáctica, claro) a la que los textos deben su existencia. El didactismo tiene que ver ante todo con la necesidad de probar que el contacto, ya sea oral o escrito, con determinado discurso, redundará en beneficio de sus oyentes y lectores” p. 25 [esta promesa aparece en el texto de varias formas, por ejemplo, el tópico del ‘dulce manjar’ que contiene la ‘medicina’ que curará al ‘enfermo’, o el del maestro, consejero o padre dándole una lección al discípulo]

“Pero, mientras que el didactismo es una condición esencial para que pueda haber ejemplaridad (pues sin intención didáctica no habría exemplum), ésta, en cambio, viene a ser algo mucho más específico, que también podría describirse como lo que tiene de particular cada discurso didáctico de tipo ejemplar, lo que le da su razón de ser y su propia coherencia. Aunque, a primera vista, esto que llamamos aquí ejemplaridad podría confundirse con el didactismo propiamente dicho, lo que distingue a una de otro es el hecho de que, mientras el segundo lo constituyen una serie de temas y recursos comunes a todo discurso ejemplar, la primera, en cambio, la constituyen aquellos elementos textuales que remiten a la razón (mucho menos explícita) por la cual un autor compilador o predicador en particular, decidió recurrir al uso del discurso ejemplar. A diferencia del didactismo, esta razón es algo que solo llega a notarse a raíz de una lectura detenida del texto (lo cual, en el caso de la Edad Media, incluiría la comparación de sus distintas versiones conservadas) y/ o de otros textos emparentados (por compartir fuentes, segmentos, ideas, exempla o sentencias semejantes)” p.26.

“Una última palabra con respecto a la figuralidad, es decir, a la relación del exemplum con la idea de la Redención. (...) los hombres (y la humanidad en general) necesitan evocar con sus propias existencias (e historias) la trayectoria seguida por el Mesías” p. 27

“Los sermones, ejemplarios, espejos de príncipes, crónicas y demás discursos en los que se recurrió al uso del exemplum están, por lo menos en términos ideales, abocados a mostrar lo que debe ser dicha trayectoria” p.27.

“ Este ‘poder redentor’ del discurso ejemplar es también lo que permite que los textos en que se inscribe funcionen a la vez a modo de ‘lecturas interpretativas’ de un pasado en el que (según este orden de cosas) se encuentra ya ‘escrita’ la Historia de la Salvación, y a modo de ‘manuales de conducta’ para aplicarse a un presente que, bien vivido, ha de servir para imitar y concluir con

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éxito esa Historia y lo que, a fin de cuentas, hace ‘imperativa’ su recepción y enaltece además el trabajo de sus autores, compiladores o predicadores” p. 28.

“A pesar de que las cuatro características básicas implicadas en la existencia del exemplum y en el modo como es utilizado para la construcción de los distintos discursos ejemplares son en principio las mismas (didactismo, figuralidad, teatralidad y autoconciencia), sus manifestaciones textuales suelen variar significativamente de un texto a otro. (...) Es por eso que todas las observaciones que pueden hacerse en torno al modo en que dichas características se presentan en un discurso específico resultan de gran ayuda para explicar lo que aquí hemos designado con el nombre de ejemplaridad” p.28.

“Los tres primeros capítulos de este trabajo muestran cómo, en cada caso, la elevada conciencia de los autores con respecto a las aplicaciones a que puede prestarse el discurso ejemplar, propicia la aparición de un tipo distinto de ejemplaridad, que muchos de los elementos formales y temáticos contribuyen a reforzar: el texto de los Castigos e Documentos del rey don Sancho IV (capítulo I) se caracteriza por lo que bien podría llamarse una ejemplaridad ‘mesiánica’, por estar destinada a elevar la figura del monarca a la altura de los grandes personajes que, de acuerdo con la lectura cristiana de la Historia, contribuyeron al proceso de la Redención. En el Conde Lucanor (capítulo 2), el discurso ejemplar parece encaminado más bien a servir encubiertamente a su autor como un ‘arma’ de reivindicación y de lucha por la recuperación de un poder perdido. Por último, en el Libro de buen amor (capítulo 3), esa conciencia arriba mencionada sobre lo que es el discurso ejemplar y sobre los usos a que puede prestarse conduce paradójicamente a la aparición de una ejemplaridad ‘autocrítica’ que termina poniendo en entredicho sus propias condiciones de existencia” p. 32.