francois xavier guerra. “identidades e independencia la excepción americana”. en cuadernos de...

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CD IDENTIDADES E INDEPENDENCIA: LA EXCEPCION AMERICANA GUERRA' Una buena parte de las interpretaciones clasicas de la Independencia de Hispanoamerica estan fundadas, como bien se sabe, sabre el presupuesto, implicito a explfcito, de la emancipacion nacionai. Baja la claridad aparente de esta expresi6n se esconden, sin embargo, bastantes ambigUedades que proceden del olvido de la polisemia de la palabra naci6n en las diferentes epocas. Influenciados por la problematica de las nacionalidades -tan en boga en la Europa del siglo XIX y, de nuevo, en este final del siglo XX- tendemos a considerar implfcitamente que todo grupo humano que aspira a una existencia aut6noma como Estado, es decir, al ejercicio de una soberanfa plena, posee una fuerte identidad cultural fundada en la lengua, en la religi6n, en las costumbres, en una particularidad etnica -real 0 imaginada--, en una historia especifica, etc. La relaci6n entre la identidad cultural y la aspiraci6n al ejercicio pleno de la soberanfa aparece como una evidencia que no necesitajustificaci6n. Se tiende asi a olvidar que, esquematicamente, la naci6n en el sentido moderno oscila en el siglo XIX entre una concepci6n esencialmente politica, venida de la Revoluci6n Francesa, y otra, cultural, que se afinna con el rOlllanticislllo. En III prillleru, la naci6n aparece como una colectividad humana constitLlida por la libre voluntad sus Illiembros y gobernada por leyes que ella misma se da. Te6ricalllente, nada en esta concepci6n remite a una identidad cultural comun y la "gran naci6n" francesa de la epoca revolucionaria admite en su sena -e inclusa en puestos polfticos y militares importantes 1- a gentes venidas de muy diversos paises. En la segunda, la naci6n aparece como una comunidad fundada en un mismo origen, can una historia comun y multiples rasgos culturales compartidos par sus habitantes que la diferencian de otras comunidades vecinas. Ciertamente, estos dos tipos se apoyan en concepciones mas antiguas. La primera, en la pertenencia a una comunidad politica territorial, tal como 10 expresa en 1737 el. Diccionario de autoridades: : "Naci6n. La colecci6n de los habitantes en alguna Provincia, Pals 6 Reyno" 2. La segunda, en la pertenencia a un grupo humano que se considera de la misma estirpe, descendiente de antepasados , Universidad de Paris I. Pensemos en dos ejemp\os, significativos, el del norteamericano, Thomas Payne, diputado de la COllvenci6n y el del raraqueiio Francisco Miranda, general de la misma. 2 Dicciunario de fa /engllCi ca.stellana en qlle se explicu e/ vf1rdadero sen/ida de las voces, Sif na1l1rale=a y calidad, con las phrases 0 modos de hablar, los p/'ove/'bios () r4ranes, y altas cosas convenientes £11 Z1S0 de la lel1glfll .... Madrid, 1737. Ed. facslmil, Diccionario de Autoridades, Madrid, Ed. Gredas, 1969, t. n, p.644. [01'+)

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Hispanoamérica: ¿Nacion política o nación cultural?

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Page 1: Francois Xavier Guerra. “Identidades e Independencia La Excepción Americana”. en Cuadernos de Historia Latinoamérica, No 2, 1994, Pp. 1 – 31

CD IDENTIDADES E INDEPENDENCIA: LA EXCEPCION AMERICANA

Fran~ois-Xavier GUERRA'

Una buena parte de las interpretaciones clasicas de la Independencia de

Hispanoamerica estan fundadas, como bien se sabe, sabre el presupuesto, implicito a

explfcito, de la emancipacion nacionai. Baja la claridad aparente de esta expresi6n se

esconden, sin embargo, bastantes ambigUedades que proceden del olvido de la

polisemia de la palabra naci6n en las diferentes epocas. Influenciados por la

problematica de las nacionalidades -tan en boga en la Europa del siglo XIX y, de

nuevo, en este final del siglo XX- tendemos a considerar implfcitamente que todo

grupo humano que aspira a una existencia aut6noma como Estado, es decir, al ejercicio

de una soberanfa plena, posee una fuerte identidad cultural fundada en la lengua, en la

religi6n, en las costumbres, en una particularidad etnica -real 0 imaginada--, en una

historia especifica, etc. La relaci6n entre la identidad cultural y la aspiraci6n al ejercicio

pleno de la soberanfa aparece como una evidencia que no necesitajustificaci6n.

Se tiende asi a olvidar que, esquematicamente, la naci6n en el sentido

moderno oscila en el siglo XIX entre una concepci6n esencialmente politica, venida de

la Revoluci6n Francesa, y otra, cultural, que se afinna con el rOlllanticislllo. En III

prillleru, la naci6n aparece como una colectividad humana constitLlida por la libre

voluntad sus Illiembros y gobernada por leyes que ella misma se da. Te6ricalllente, nada

en esta concepci6n remite a una identidad cultural comun y la "gran naci6n" francesa de

la epoca revolucionaria admite en su sena -e inclusa en puestos polfticos y militares

importantes 1- a gentes venidas de muy diversos paises. En la segunda, la naci6n

aparece como una comunidad fundada en un mismo origen, can una historia comun y

multiples rasgos culturales compartidos par sus habitantes que la diferencian de otras

comunidades vecinas. Ciertamente, estos dos tipos se apoyan en concepciones mas

antiguas. La primera, en la pertenencia a una comunidad politica territorial, tal como 10

expresa en 1737 el. Diccionario de autoridades: : "Naci6n. La colecci6n de los

habitantes en alguna Provincia, Pals 6 Reyno" 2. La segunda, en la pertenencia a un

grupo humano que se considera de la misma estirpe, descendiente de antepasados

, Universidad de Paris I. Pensemos en dos ejemp\os, significativos, el del norteamericano, Thomas Payne, diputado de la

COllvenci6n y el del raraqueiio Francisco Miranda, general de la misma. 2 Dicciunario de fa /engllCi ca.stellana en qlle se explicu e/ vf1rdadero sen/ida de las voces, Sif na1l1rale=a y calidad, con las phrases 0 modos de hablar, los p/'ove/'bios () r4ranes, y altas cosas convenientes £11 Z1S0 de la lel1glfll .... Madrid, 1737. Ed. facslmil, Diccionario de Autoridades, Madrid, Ed. Gredas, 1969, t. n, p.644.

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comunes, tal como el mismo Diccionario 10 sugiere al dar, curiosamente, como

equivalente de In acepcion precedente, la palabra latina Gens.

La cOlTelacion entre aspiracion a la soberanfa politic a e identidad cultural no

es, pues, evidente. Esto explica que puedan existir comunidades humanas con una

identidad cultural muy marcada, como Galicia 0 Andalucfa en Espana 3, sin que esto las

lIeve a la bCIsqueda de la independencia. lnversamente, la soberanfapuede ser

reivindicada por colectividades que, desde el punto de vista cultural, se distinguen muy

poco de sus vecinas, como se ve a menudo precisamente en la epoca de la

Independencia hispanoamericana, en Buenos Aires, Montevideo 0 Caracas ... Aquf

coexisten fuertes aspiraciones a la soberania con identidades culturales comunes; la

nacion, en estos casos, no remite a 10 cultural, sino a 10 politico: a una colectividad

humana autogobernada e independiente de las demas.

De la confusion entre los dos conceptos surgen bastantes errores de

perspectiva y calIejones sin salida para la investigacion. Entre elI os el considerar, sin

mas, qu~ el surgimiento de identidades regionales en America 0 la afirmacion de una

conciencia criolla son las causas directas de la independencia. Afirmacion cada vez mas

discutible, pues todo estudio preciso de estos fenomenos culturales en la epoca colonial

lIeva siempre a afirmar cOITelativamente que coexistian con un fuerte sentimiento de

pertenencia a ese conjunto politico que era la Monarqufa hispanica.

Examinemos, pues, en esta perspectiva, Hispanoamerica, para analizar que

relacion guarda su indcpendencia con la existencia de una 0 de varias identidadcs

americanas; para identificar que tipo de comunidades humanas se convirtieron en paises

indcpendientes; para entender mejor en que terminos se planteara en el siglo XIX la

construccion del Estado-nacion.

Intentaremos hacerlo teniendo siempre presente que la cuesti6n de las

nacionalidades es,sobre todo, un problema de los siglos XIX y XX, consecuencia del

triunfo, despues de la Revoluci6n francesa, del modelo del Estado-naci6n. Se tiende a

considerar a este ultimo como algo que va de soi, olvidando su radical novedad y la

existencia anterior de grandes conjuntos politicos multicomunitarios dotados de una

gran estabilidad, puesto que no s610 existieron durante siglos, sino que resistieron

incluso hasta bien entrado el siglo XX. Pensemos en los imperios autro-hungaro y

otomano, disueltos solamente despues de la Primera Guerra mundial por la voluntad de

los vencedores, y en el ruso (luego sovietico), cuya desintegraci6n estamos ahora

presenciando ...

Es mas bien en este ultimo registro, el de la desintegraci6n de un imperio,

en nuestro caso la Monarquia hispanica, como hay que considerar las independencias

3 La existencia actua! en elIas de algunos mLly minoritarios grupos independentistas, no hace mas que confirmar como se ha ioo imponiemJo en nuestra epOCH la identificacion entre identidad cultural y soberanfa.

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americanas. Plantearse el problema en estos tenninos supone interrogarse sobre cunles

eran los diferentes tipos de identidades que existian en la America hispanica y como

evolucionaron en la epoca de la independencia. Si la identidad remite siempre a 10 que

un grupo considera ser y a 10 que 10 hace al mismo tiempo diferente de otros, podemos

considerarla bajo dos enfoques diferentes: el poiftico -Ia pertenencia a una

colectividad que po see un gobierno propio- y el cultural -Ia posesion de rasgos

culturales especfficos-4•

Desde ambos puntos de vista pueden distinguirse en America espanola dos

pinimides paralelas de identidades superpuestas: una, poiftica y otra, cultural.

Una pinimide de comunidades politicas

Las comunidades poifticas de pertenencia no son primariamente las

divisiones administrativas en las que ejercen su autoridad los representantes del Estado -

(virreinatos, gobernaciones, audiencias, corregimientos, etc.), sino aquellas que forman

la tram a de la sociedad: cuerpos de todo tipo, con poderes diversos, particulannente el

de justicia, atributo esencial de todas las autoridades del Antiguo Regimen y, sobre

todo, dentro de ellos, las estructuras poifticas territoriales. Esta distinci6n nos parece

esencial en la medida en que las circunscripciones administrativas del Estado -fiscales,

jurisdiccionales, militares, de gobierno polftico- no solamente no coinciden entre sf,

sino que son adem as variables en el tiempo. Esto explica, como 10 veremos despues con

mas detalle, que cuando desaparezcan 0 sean rechazadas con la crisis de la Monarqufa

las autoridades regias, sllljan a plena luz las comunidades poifticas en que estaba

organizada la sociedad. Nadie hablani 0 actuara entonces en nombre de la

circunscripci6n de una audiencia, de una intendencia 0 de un corregimiento, pero sf de

un reino, de los pueblos, de una ciudad ...

Esto no quiere decir, evidentemente, que estas dos realidades -las

divisiones administrativas del Estado y la organizaci6n poiftica de la sociedad- no

tengan nada que vel' entre sf, puesto que la Corona establecio y adapto, el medida de 10

posible, sus divisiones administrativas a la realidad social: a las antiguas unidades

poifticas precolombinas y a las zonas concedidas a un grupo de conquistadores en Ia

epoca de la conquista; a la evoluci6n del poblamiento, despues. Tambien es cierto,

como 10 veremos en seguida, que la existencia de estas instituciones administrativas

contribuye no s610 a estructurar vastos espacios, sino tambien a la consolidacion, por

parte de la sociedad, de su identidad poiftica.

4 Esta misma distinci6n se encllentra formulada de l1111nera un poco diferente por M6nica QUIJADA, "De la Colonie a la RepubJique: inclusion, exclusion et memoire historique au Perou", in Memoil'es en dewnil'. Amerique laline XV/e .• \'.ye sirk/es, Bordeaux. Maison des Pays Iberiques, 1994.

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Para describir estas comunidades es necesario recordar la estructura de la

Monarqufa hispanica en la epoca de los Austrius, ya que entonces se fijan los

principales rasgos de la America espanola. La Monarqufa aparece como un conjunto

plural, muy diferente de una monarqufa unitaria a la francesa 0 del modelo borb6nico

del XVIII. Se trata de un conjunto politico formado por la agregaci6n progresiva de

reinos y provincias, tanto europe as como americanas, unidos en la persona de un

soberano COmlm. Aunque existe un aparato administrative central que asiste al rey en el

gobierno del conjunto de la Monarqufa y de cada una de sus partes, este aparato central

es relativamente reducido. Cada uno de los reinos y provincias que 10 componen son

gobernados pOl' un representante del rey, de acuerdo con sus propias instituciones y, en

la mayorfa de los casos, pOI' naturales del pafs.

Aunque no han faltado nunca, y sobre todo a finales del XVI y principios

del XVII, defensores de la soberanfa absoluta del rey, otros son los principios que rigen

la Monarqufa, unos principios que pueden ser calificados como pactistas 5. En efecto,

las relaciones entre en el rey y sus estados y entre el monarca y sus subditos 6 esUin

hechas de deberes y derechos recfprocos que obligan tanto al uno como a los otros,

hasta el punto que el desacato por parte del rey de los derechos de sus subditos justifica

toda una serie de reacciones, que van desde mliltiples representaciones de los cuerpos 0

individuos agraviados, hasta la revuelta, pasando pOI' toda c1ase de negociaciones y pOI'

la suspensi6n de la decisi6n real ("se obedece, pero no se cumple").

EI reyes, pOI' tanto, la cabeza de un conjunto de comunidades politicas, -

sus "pueblos" o· sus reinos- que s610 puede llamarse Espana por simplificaci6n. La

expresi6n "las Espnnas", mas utilizada, refleja mejor el canicter plural de esta

construcci6n que es, de hecho, una piramide de comunidades politicas superpuestas, tal

como bien 10 expresa In titulatura regia. En el nivel mas alto esta la Monarqufa, el

conjunto; luego, eventual mente, las Coronas, formadas a su vez por varios reinos 0

provincias (In de Arag6n, con Cataluna, Arag6n, Valencia; la de Castilla, con Galicia,

Asturias, la Castilla propiamente dicha, los antiguos reinos musulmanes del Sur, y, en

fin, los reinos de Indias). En la base de estapiramide, en los reinos castellanos, que son

los que nos inter~san ahora, se encuentran dos tipos esenciales de unidades polfticas 7:

los sefiorfos -Iaicos 0 eclesiasticos- y los gran des municipios 8; y, mas abajo aun,

5 Se trata, pues, de principiqs contractuales. pero preferimos reservar esta ultima palabra para el contractua!ismo mouerno. 6 La pa!abra es poco utilizada entonces e, incIuso despues de la victoria del absolutismo, la arcaica palaom vasallos sigue siendo la mas utilizada por los uctores sociates. 7 Dotauos ambos de poderes jurisdiccionales. fiscales, militares, de gobierno politico, etc. 8 E::;tos grande:; l11unicipios castellanos son verdaderos sefiorfos colectivos, dominados por el ayuntamiento de 1a ciudau capital. La paJabra provincia, no designa en el siglo XVII atra cosa que las circuJ1scripciones, sohre todo con contenido fiscal, de las ciudades con voto en Cortes, efr. Antonio DOMINGUEZ ORTIZ, /nS!illfciones y sociedad en la Espana de los 11l1strias, Barcelona, Ariel, 1985, y Miguel ARTOLA, Antiguo Regimen y Re\'Ulucion liberal, Madrid, 1979

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dependientes de unos u otros, una multitud de villas y pueblos.

La estructura politica de America reproduce, con alguna modificacion, la

estructura poiftica castellana. Los conquistadores intentaron transponer en America los

modelos de organizacion social y politica de la Castilla de principios del siglo XVI: es

decir, par una parte, la organizacion municipal y, par otra, los seiiorfos. La fundacion de

ciudades y la atribucion de indfgenas en encomiendas fueron fenomenos inmediatos y

universales. Sobre todo el primero: al fundar ciudades en la, que ejercfan sus derechos

de "vecinos", los nuevos pobladores de America reprodujeron inmediatamente en

America la estructura municipal castellana. La ciudad precede a todas las demas

unidades poifticas. En cuanto a los seiiorfos, bien se sabe que la Corona consiguio, al

cabo de cierto tiempo, impedir su formacion, especialmente mediante las Leyes Nuevas

de 1542 sabre las encomiendas 9. La organizacion municipal triunfo, par el contrario,

plenamente y America se cubri6 de ciudades, villas y pueblos, tanto "espaf\oles" como

"indios", puesto que la Corona extendio a la "republica de los indios" esta institucion

castellana.

Por 10 que se refiere a los reinos, su constitucion fue un poco posterior y

data de la conquista de los grandes "imperios" indigenas. Estos fueron inmediatamente

considerados por los conquistadores como reinos incorporados por conquista a la

Corona de Castilla de manera anuloga a los reinos musulmanes de In Peninsula, el

ultimo de los cuales, Granada, hnbfa sido ganado solo unas decadas antes. EI uso de In

palabra reino se impone entonces muy nipidamente, no solo entre los espaiioles, sino

tambien entre los mestizos y los indios. La expresi6n "este reyno", "estos reynos" es

omnipresente en la obra Gunman Poma de Ayala [0 y las mismas leyes la recogen sin

cesar, empezando par la Recopilacion de Leyes de los Reyno.l· de las India.I·.

Cabe, sin embargo, preguntarse si los reinos americanos tienen la misma

consistencia que los reinos peninsulares. En la pinimide de comunidades humanas que

forman la sociedad de Antiguo Regimen el reino aparece como una comunidad

territorial de orden superior que engloba en su seno, con combinatorias especfficas, a las

mCl!tiples comunidades locales y a los diferentes cuerpos en los que estu estructurada la

sociedad. EI reino es una comunidad humana tendencialmente completa porsu territorio

bien definido, por su gobierno propio y por el sentimiento que tienen sus habitantes de

una com Lin pertenencia y tam bien de una comun diferencia con otras comunidades

anaJogas. En esta 6ptica es evidente que, aunque los elementos institucionales sean

9 Estas observaciones valen para las zonas centrales ue las Indias. La excepciones mas notables solo se encuentran -salvo el sefiorfo de Cortes y el mas tardfo ducado de Atlixco en Nueva Espmla- en regiones perifericas. AJ!f subsistieron largo tiempo las encomiendas 0 se constituyeron, como en el norte de Mexico en el XVIII grandes mayorazgos con pl'ivilegios jmisdiccionaies. Es tambit!11 en estas zonas donde se encuentran la mayor parte de las reducciones que pueden ser asimiludas a senorlos eclesiasticos. 10 Cfr. Marie-Claude CAB OS. L 'acculturation de GlIaman Poma d'apl'es la NlIel'a Coronica y B1Ien Gobierno, Tesis de 3er cicio, Universidad de Paris I, 1982. p. 116.

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importantes, mas 10 son la particular combinatoria de los grupos sociules en un espucio

regido por las mismas autoridudes, la existencia de un espacio econ6mico relativamente

unificado y, mas tarde, la construcci6n cultural de Ia identidad que refuerza el

sentimiento de pertenencia. EI reino, como la naci6n moderna II, es quizas ante todo una

comunidad imaginada, cuya construcci6n exige, por 10 tanto, tiempo.

En este senti do, los reinos peninsulares, aunque no posean todos la gama

completa de organismos a traves de los cuales el rey ejerce su autoridad, son realidades

indubitables, comunidades ciertas de pertenencia, consecuencia de una existencia

secular que los hacen de hecho indivisibles. En America Ia mayorfa de los reinos son

entidades mas inciertas y todavfa f1uctuantes, como 10 muestran en el siglo XVIII las

numerosos cambios de las circunscripciones administrativas 12 y, sobre todo, Ia

creaci6n de nuevos virreinatos, Nueva Granada en 1739 y Rio de Ia Plata en 1776, que

fragmentan el antiguo y (mico virreinato del Peru. La acci6n de Ia Corona esta inspirada

ciertamente por Ia racionalizaci6n administrativa, pero estas modificaciones s6Io son

posibles pOI'que la unidad del virreinato del Peru es mas administrativa que humana IJ.

En su seno existfan ya otras comunidades menores, bien c1aras en la conciencia de sus

habitantes, calificadas como reinos y provincias.

Como en la constituci6n de toda comunidad poiftica del Antigua Regimen,

la fonnaci6n de los reinos americanos resulta de su historia, de una pluralidad de

factores, algunos de los cuales se remontan a la epoca de la Conquista y otros que Ie son

posteriores. Entre los primeros figuran la densidad y el nivel de las poblaciones

indfgenas, la existencia de unidades poifticas precolombinas, las areas de acci6n de un

grupo de conquistadores, Ia intensidad del poblamiento espanol y la red de ciudades en

que este se asienta. En funci6n de estas realidades la Corona, y can ella la Iglesia,

organizan el territorio e instalan pragresivamente sus representantes. De ahf que en una

primera epoca, que duro dos siglos, s610 existiesen dos viiTeinatos, Nueva Espana y

Peru, aunque dentro de ellos se consideren como existentes otras reinos -Guatemala,

Quito, Nueva Granada, Chile- herederos de las unidades poifticas a etnicas

precolombinas y de las empresas autonomas deconquista.

A finales del siglo XVIIl la consistencia de los reinos americanos era

todavfa muy diversa. S610 dos reinos americanos, Chile y Nueva Espana, podfan

entonces equipararse, segun todos estos criterios, a los reinos peninsulares. EI primero,

II Seglll1 1a expreslon de Benedict ANDERSON, Imagined cOlnJ1ll1nilies, Londres, 1983. Poco importa en este sentido que el reino 10 sea desde el punta de vista institucional; 10 que cuenta es que sus habitantes 10 considel'en como tal. 12 Citemos entre las mas importantes en este registro la que concierne Venezuela que es dotada en 1742 de un gohernador propio y en 1786 de su propia audiencia.

J 3 Sill embargo. hay indicios que su larga existencia habra creado un derta grado de sentimiento de pertenencia. Miranda se define nun a finales de sigio, como «peruano». Y en el mismo registro, la herencia incaica sera mfticamente reivinuicada por los revolucionarios de Caracas y de Buenos Aires.

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por su aislamiento geografico y la cohesi6n de una poblaci6n reducida y homogenea. EI

segundo, principal mente por la existencia de un espacio politico ya estructurado en

parte por el imperio mexica, por la precocidad de la conquista y de la organizaci6n

administrativa y eclesiastica, por la densidad de la poblaci6n indfgena, del poblamiento

espanol y del mestizaje, por la intensa evangelizaci6n y el culto com un a la Virgen de

Guadalupe, por un espacio econ6mico bastante unificado y por el grado de elaboraci6n

de una identidad cultural propia llevado a cabo por sus elites, como veremos pronto.

Las demas regiones americanas, aunque posean algunos de los elementos

que caracterizan al reino, son, ante todo, circunscripciones administrativas del Estado 14

superpuestas a un conjunto de unidades sociales de un ambito territorialmenor y de tipo

diferente. Estas unidades sociales son las formadas por el territorio dominado pOl' una

ciudad principal, capital 0 cabecera de toda una regi6n, con sus villas y pueblos

«vasallos». Estamos aquf, como ya 10 hemos indicado, ante la transposici6n americana

de uno de los aspectos mas originales de la estructura polftica y telTitorial de Castilla: la

de los gran des municipios, verdaderos senorfos colectivos que dominan un conjunto

muy vasto de ciudades, villas y pueblos dependientes. Estas son las comunidades

pOliticas de base de toda la America espanola, incluso en las regiones en las que el reino

tiene ya su propia consistencia.

Comunidades humanas y unidades politicas indiscutibles y permanentes,

integradas en los casos ya citados en la unidad superior del reino, y en otros -la

mayorfa- reagrupadas con mas 0 menos fundamento pOl' el Estado moderno en

circunscripciones administrativas muy variables. Variabilidad de las unidades polfticas

superiores que se ex plica no s610 por la inmensidad del territorio y los progresos del

poblamiento, sino tambien porIa homogeneidad de estas unidades de base y de sus

gobiernos municipales. Se trata, pues, de comunidades tendencialmente completas,

pequefias "repllblicas", potencial mente ciudades-Estados, si viniesen a faltar el rey y sus

representantes, vfnculos de su integraci6n en conjuntos politicos mas vastos, como

pronto se vera en la epoca de la Independencia. Aqui se encuentran las raices del mal

llamado localismo 0 regionalismo americana del siglo XIX 15.

FaHa en America, en mayor grado aun que en la Peninsula, una comunidad

intermedia entre las ciudades y el reino, la provincia. La palabra existe, pero designa

realidades muy diferentes unas de otras. En algunos casos se trata de circunscripciones

del Estado: al principio, generalmente, las gobernaciones y luego, las intendencias. Son

estas ultimas las que hubieran constituido un embri6n de estructura provincial, pero en

14 Cfr. po!' ejemplo, para la complejidacl de jurisdicciones en America, Horst PIETSCHMANN, «Las Indias de Castilla)), en Christian HERMANN (Coord.), Le premier age de I 'Etal en Espagne (1.f5()-17(0), Paris, Ed. du CNRS, 1989.

15 En 1a rnedida que no se trata de particularismos surgidos dentro de una unidad .superior preexistente, sino de las comunidades humanas que preceden la construcci6n de una unidau superior: reino primero, 0 naci6n moderna despues.

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America su existencia es tardfa y no fueron, ademas, instaladas en todas las regiones

(por ejemplo, en Nueva Granada) 16. Por eso en la mayorfa de los otros casos la palabra

designa simplemente, como en la Castilla del siglo XVII, el espacio dependiente de las

ciudades principales; se trata, por consiguiente, de ciudades-provincias. Pero no existen,

como en las colonias britanicas de America del Norte, provincias que sean una

circunscripci6n superior a la ciudad y dotadas de instituciones representativas supra­

municipales; su ausencia que se hara cruelmente sentir en la epoca de la Independencia.

Si nos colocamos en 1808, al principio de la gran crisis de la Monarqufa, las

identidades politicas americanas aparecen escalonadas en varios niveles. En la base, la

pertenencia a pueblos, villas y ciudades jerarquizados en funci6n de su rango alrededor

de la ciudad principal, la "patria" por excelencia. Luego, en ciertos casos, el reino: en

Nueva Espana, Guatemala, Chile, Perll propiamente dicho 0 Quito. Despues, la Corona

de Castilla y, en Ciltima instancia, el conjunto de la Monarqufa. Pluralidad, pues, de

identidades politicas que no son, como en la Espana peninsular, contradictorias, sino

complementarias. Se es, primero, de un pueblo, de una villa 0 de una ciudad; luego, de

una ciudad-provincia; despues , de un reino y, al fin, "espanol". La pertenencia a la

Monarqufa, 0 c6mo se dice frecuentemente en 1808, ala "naci6n espanola", pasa por la

clara conciencia de la pertenencia a comunidades politicas de ambito mas restringido.

Contrariamente al imaginario unitario absolutista los habitantes de la Monarquia la yen

alm mayoritariamente como una realidad plural.

Las ceremonias de jura de Fernando VII en 1808 en America muestran cuan

enraizada esta esta visi6n de la Monarquia. Cuando, por ejemplo, Fernando VII es

jurudo en Guanajuato

«diciendo Castilla, Nueva EspailQ, GlianaxlfCl/o por el Sr, Don Fern.lOdo VII, [ ... ] tremolando el Real Pend6n» 17.

la jerarquia de pertenencias esta bien clara: la Corona -Castilla-, el reino -Nueva

Espana-, la ciudad -Guanaxuato-. Los mismo gritos se oyen en todas las ciudades

de la Peninsula y de America e incluso en pueblos de indios, semejantes en esto a los . .

demas.Cuando en enero de 1809 las repllblicas de indios de la regi6n se congregan en

la ciudad de Huexocingo (Nueva' Espana) para la jura del rey, el muy arcaico

ceremonial se refiere al mismo imaginario:

«se dijo por los Reyes de Annas en altas voces las siguientes Palabras (silencio, silencio, siiencio, oygan. oygan. oygan. atienJan, atienJan, atiendan) [ ... ] y el senor sub-delegado

16 "Bien es verdad que el territorio de las intendencia se cale6 a menuuo sobre el de los obispados (cfr. Horst PIETSCHMANN, "Los principios rectores de la orgnnizaci6n estatal en las Indias", cap. 3 de A. ANNINO, L. CASTRO LEIVA Y F.-X. GUERRA (ed.). De los IlI1perios a las Naciones. IbeJ'o(fmeJ'ica. Zaragoza, Ibercaja (en prensu» y, otras veces sobre el de algunas ciudades principaies. 17 Relaci6n de las demostraciones de lealtad y jubilo que dio la ciudad de Guanaxuato desde el 31 de julio [ ... J hasta e[ dia [8 de septiembre, en Suplelllento a 10 Ga:eta de Mexico, 28.XU.1808, t. XV, n' 147, pp. lO19.

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recibi6 el Pend6n de munDs del Alferez Real y poniendose con el Ius manos a 1a l)rilla uel tahlado dixo en voz alta: Par las Espaii.as, por Mexico y por Huexocingo El SeilDr Dun Fernando septimo Nuestro Cat61ico Monarca -viva-viva-viva- y enseguida en seilul de regocijo se levantaron Illllchas voces de todo el concurso repitiendo 10 mis111o» 18

La Corona de Castilla ha sido aqui remplazada por «las Espanas», pero el

significado es el mismo, la Monarquia como conjunto de reinos, y luego, su propio

reino y la ciudad.

Hay, sin embargo, en America, un nivel de identidad politica suplementario:

el de los reinos de Indias considerados como un conjunto diferente de los reinos

peninsulares; 0 dicho de otru manera, una concepci6n de la Monarquia como formada

por dos pilares iguales: uno europeo y otro americano. Esta distinci6n viene de muy

antiguo, de la epoca inmediatamente posterior a la Conquista, cuando la Corona

interviene energicamente en America para imponer su autoridad. Los reinos de Indias,

como reinos que eran de Castilla, no gozaban entonces de una especificidad

institucional analoga, por ejemplo, a los reinos de la Corona de Aragon: ni instituciones

particulares, ni autogobierno, ni gobernantes originarios del pais. Pero muy pronto sus

circunstancias particulares -alejamiento del centro de la Monarqufa; especificidad,

evangelizaci6n y protecci6n de las poblaciones autoctonas; necesidad de proteger las

relaciones comerciales con la Peninsula, etc.- hicieron que, desde un punto de vista

politico se fueran distinguiendo nipidamente de los otros reinos castellanos y empezaran

a ser gobernados, y a concebirse como si constituyeran una categoria especial cIe reinos.

iQuiere decir esto que se eonvirtieran entonees en colonias, en el senticIo moderno del

termino?

La respuesta no puede depender de nucstra concepci6n actual de 10 que es

una colonia, sino de los conceptos y del imaginario de la epoca. La evoluci6n que

experimentaron las Indias no fue tanto una evolucion "colonial" como un proceso de

diferenciaci6n en relaci6n con los otros reinos de la Corona de Castilla que los acerca a

los reinos no castellanos de la Monarquia. A ello contribuyen fen6menos como la

existencia de virreyes, de un Consejo de Indias -analogo al Consejo de Arag6n 0 de

Italia- y la progresiva constituci6n de un "corpus" legislativo propio, aunque edifieado

sobre el z6calo comun de la legislaci6n castellana. De ahf la aparici6n en America de

reflejos y reivindicaciones semejantes a los de los reinos no castellanos, pero que son

hasta cierto punto parad6jicos. Es el caso, pOI' ejemplo, de la petici6n eonstante de los

criollos de ocupar en prioridad -0 exclusivamente- los cargos civiles y eclesiasticos

en America; exigencia enteramente comprensible, y, en general, respetada en los

estados no castellanos de la Monarqufa en tiempos de los Austrias, pero extravagante

dentro de la Corona de Castilla.

18 Representaci6n del ayuntamiento de Huexocingo con el relata de 1a jura del rey y despues de la Junta Central, 4.V.1S09, en AGN Mexico, Historia, vol. 417, expo I.

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En este senti do, las Indias, aun siendo legalmente castellanas, evolucionan

en la conciencia de sus habitantes hacia un estatuto cada vez mas particular, que las

asimila, en 10 que concierne a sus relaciones con el rey, a los antiguos reinos de la

Corona de Arag6n; evoluci6n que persiste aLm despues de que los BOI'bones hayan

suprimido las instituciones publicas de los reinos de la Corona de Arag6n. En este

campo las Indias seran hasta el final como el ultimo basti6n de la antigua visi6n plural

de la Monarqufa y de las antiguas concepciones pactistas, muy atacadas ya por el

absolutismo en la Penfnsula.

Este viejo problema de la identidad poiftica de America se ve incluso

reforzado en el siglo XVIII por la manera nueva que tienen las elites peninsulares de

considerar a los reinos y provincias americanos como "colonias" 19, es decir, como

territorios que no existen mas que para beneficio econ6mico de su metr6poli e -

impifcitamente- carentes de derechos poifticos propios. Esta nueva visi6n implicaba

igualmente que America no dependfa del rey, como los otros reinos, sino de una

metr6poli, la Espana peninsular. .. Que este vocabulario no fuera empleado en los

documentos oficiales, en los que segufan utilizandose las viejas apelaciones de reinos y

provincias, no era 6bice para que el termino «colonias» -u otros equivalentes, como

«establecimientos»- se utilizasen con frecuencia creciente, primero, en los

documentos internos de la alta administraci6n de Madrid y en la correspondencia

privada de los funcionarios reales, y, en los ultimos lustros del del siglo XVIII, en la

prensa y en los libros.

Todo ello provoc6 un descontento difuso en America por 10 que conllevaba

de desigualdad politica; descontento tanto mayor cuanto que el peso humano y

econ6mico de esta no hacfa mas que aumentar en el senD de la Monarqufa. La vieja

identidad americana fundada en la reivindicaci6n de la singularidad de los reinos

americanos -de sus "fueros y privilegios"- se expresa ahora en el rechazo de la

condici6n politica subordinada, impifcita en su designaci6n como "colonias", y en una

reivindicaci6n de igualdad con los reinos peninsulares. Cambio importante, pues, pero

que no es de urgente actualidad hasta 1808, puesto que tanto la Espana peninsular como

la americana estan sometidas a un com un absolutismo.

Una superposici6n de identidades culturales

Paralelamente a esta piramide de identidades de contenido esencialmente

19 Aunque \u.p<.\labra colonia COil su sentido moderno no aparece en espanal mas que en la segunda mirad del XVIII, por influencia del vocubulurio frances e ingles, la concepcion que ella encierra aparece yu antes en los escritos de proyectistas como Ward y Campillo. Para esta cuestion, efr. Philippe CASTEJON, Le statu! ele l'Amerique hispaniqlfe c} la }li1 du dix-huifii!1ne s;;H.:le: Les /neles occidentales sont-elles des col()nies?, Memoire de Maitrise de I'Universite de Paris 1, 1993, 135 p.

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II

politico existen tambien en America otras de contenido mas propiamente cultural.

Como en toda sociedad, y en este cas a en toda sociedad europea del Antigua Regimen,

cada grupo humano, ya sea informal 0 institucionalizado, elabora siempre par medias

muy diversos una identidad cultural. En el caso de los grupos familiares, y, sabre todo,

de los gran des linajes, esta identidad se funda principal mente en la memoria. La

obsesi6n de las genealogfas -recuento de los antepasados y de su alcurnia, real a

imaginaria- tan extendida entre los criollos, pero tambien entre la nobleza india, es

una manera de distinguirse de grupos sociales considerados como inferiores. Sin

embargo, esa elaboraci6n de la identidad no se limita a estos grupos; cada cuerpo -

cofradfas, gremios, corporaciones diversas- construye tam bien la suya, en la que

desempefta a menudo un papel centralia veneraci6n de un santo patr6n y las fiestas y

ceremonias que sirven a afirmar la cohesi6n del grupo.

Dentro de la multiplicidad de grupos que constituyen la sociedad del

Antigua Regimen las identidades territoriales ocupan un lugar fundamental en la

medida en que tienden a englobar a las demas, aunque sigan existiendo otras, ligadas a

los estamentos -nobleza, clero, pertenencia a la republica de los indios a de los

espailoles-, que sobrepasan el ambito territorial. Sin embargo, para el tema que nos

ocupa ahora son las identidades telTitoriales las que conviene examinar.

En el nivel mas elemental de la sociedad se encuentran las identidades

locales de los pueblos, villas y ciudades -e incluso de los barrios que existen a veces

en ellos-. Identidades que se expresan esencialmente en las ceremonias pllblicas que

par motivos religiosos a profanos reunen a los diferentes cuerpos y estamentos y

afirman la unidad de tad as como partes de una misma comunidad. Aquf tam bien, como

en el cas a de las identidades corporativas, el culto del santo patr6n y la protecci6n que

este otorga a sus fieles desempefian un gran papel, sabre todo en los pueblos. En

localidades mas importantes se aftaden otras multiples festividades. En estas fiestas, en

las que se mezclan fntimamente las manifestaciones religiosas y profanas, todas las

localidades y, sabre todo,las ciudades, veneran a su santo patr6n, lloran ul rey difunto y

juran al nuevo rey, celebran las bodas y cumpleaftos de la familia real, reciben a un

virrey 0 un prelado, festejan la canonizaci6n de un nuevo santo ... 20.

Pero tambien las pueblos, villas y ciudades fundan su identidud en una

memoria colectiva. Los tftulos y preeminencias de las ciudades remiten, como en el

caso de las familias e individuos, a los meritos y servicios pasados de estos actores

colectivos 21. La ciudad india de Tlaxcala, par ejemplo, recuerda aun en 1809,

20 Cfr., por ejempJo. Thomas CALVO, 'S6/0 Mexico es corle'. La fete hispanique animee par Ie creolismes mexicain (1722~ 1740)", in A1emoires en cleven;,., Amerique !atine XVle-,\~'(e siecles, op. cil. y Carole LEAL CURIEL, £1 discul'so de la .fidelidad. cOl1slr1(cc:ion social del espacio como sfmb% del poder regia (Vene=ue!a, sig/o XVJlI), Caracas, Bibliotecu de la Academia Nacional de la Historia. J990, 319 p. 21 Un papel anaiogo juegan para los pueblos los titulo.s de propiedad, que para muchos de elios,

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«La Muy Noble, Insigne, y siempre Leal Ciudad de Tlaxcala [".J dice: Que entre las diversas gracias, hamas y mercedes con que la Real Piedad de nuestros Monarcas hl1 querido distinguirla en todo tiempo, se comprende la de -haberla dec1arado pOl' primera y principal de esta America. segllll consta de Llna de las Leyes del Reyno [, .. J.

Tlaxcala desde el momento feliz de la gioriosa conquista de este basta Imperio [ .. ,J ha savido conservar su lealtad y obediencia [, .. ] que ha inclinado el piadoso animo de nuestros soberanos, para enriquecerla de las exquisitas gracias y privilegios que no gaza otra Ciudad [".l.

SerlIn enhorahuena mas rieas y opu!entas, pero Tlaxcula, a pesar de su miseria, a que Ie ha reducido la vicisitud de los tiempos, ella sera siempre celebre en los fastos de America: conservara el renombre de Auxiliar y protectora de la conquista de estos Reynos [,' ,J » 22,

12

Por encima de estas identidades locales -campesinas 0 urbanas- se

encuentran las identidades culturales de los reinos que, como en la Europa medieval y

modema, son el resultado de un largo y complejo proceso de elaboraci6n de un

imaginario comlm, en el que juegan un papel clave las elites intelectuales 23.

Elaboraci6n indispensable en todo lugar, y mas alm en America, a causa de la gran

heterogeneidad de una poblaci6n en la que conviven moradores de origen eUi'opeo -0

africano-:-, alejados de su tielTa de origen, con los descendientes de la poblaci6n

indfgena y con los cada vez mas numerosos mestizos.

Las elites intelectuales, criollas en su mayorfa -pero tam bien mestizas 0

indias-, emplearon medios muy diversos para exaltar a su patria, pero, ante todo, como

en Europa, la elaboraci6n de una historia, ya sea religiosa 0 profana. Una historia

religiosa en la que se exalta la especial providencia de Dios hacia cada comunidad,

manifestada, sobre todo, por una especial protecci6n de la Virgen bajo sus diferentes

advocaciones regionales 0 locales, 0 de los santos. Una historia profana, tambien,

escrita 0 representada en fiestas y ceremonias, que poco a poco debfa incluir a las

civilizaciones precolombinas, tanto para dignificar al reino por la antigUedad de su

pasado como para integral' en la misma unidad a las dos «republicas», la de los

espanoles y la de. los indios. EI pactismo suministraba aquf los instrumentos

conceptuales y simb61icos necesarios al hacer de la conquista una translatio imperii,

origen de un nuevo pacta fundador par el cual los reinos indfgenas se incorporan, como

10 hicieron en su tiempo los reinos musulmanes, a la Corona de Castilla. En este

senti do, el rey de Espana es el descendiente del Inca 24.

Empresa ardua a pesar de todo, en la que se podfa privilegiar la gloria de

como la memoria de los orfgenes. Cfr. sobre este tema, Serge GRUZINSKI, La colonisation de I'imaginaire, Paris, GaHimard, 1988, cap. III. 22 Represenlacion de Ia Ciudad de Tlaxcala. 30.V.IS09, AGN, Hisloria, vol. 418, expo XIII. 23· Cfr., por ejemplo, para Francia, Colette BEAUNE, /-listoire de la Nation France, Paris, Gallimard, 1985. 24 Por eso, en las fiestas del Peru colonial, el papel del Inca esta jugado POf las autoridades espanolas. Carlos R. ESPINOSA FERNANDEZ DE CORDOBA, «La Mascarada del Inca: Una investigaci6n sobre el Teatro Polftico de la Colonia», AHsceltinea flislc5rica EClIa/oriano, Quito, nO 2, 1989.

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los vencedores 0 la dignidad de los vencidos 25. De maneras diversas y complejas, y aun

en buena parte par estudiar, cada reino sigui6 su propia via. Nueva Espana, sobre todo,

la religiosa, escogiendo como heroes mas a los evangelizadores que a los

conquistadores y congregandose alrededor de la Virgen de Guadalupe 26. EI virreinato

del Peru se inclino simultaneamente por la continuidad con el imperio inca 27 y la

proteccion de Santa Rosa de Lima 28.

Mas tardiamente, y como consecuencia del interes par la ciencia del XVIII,

se apela tam bien a la naturaleza y a la geografia 29 y se elabora una geografia

"patriotica" que insiste sobre las riquezas y los dones can que la Naturaleza 0 Ia

Providencia han dotado a cada region.

En visperas de la gran crisis de Ia Monarquia esta elaboracion de la

identidad cultural no habia progresado de la misma manera en todos los sitios: muy

avanzada en Nueva Espana y en el Peru propiamente dicho, a incluso en Chile, estaba

solo en sus comienzos en Nueva Granada, en Venezuela 0 en el Rio de In Plata.

Queda, en fin, el grado superior de identidad: la pertenencia a In Monarquia

0, con los terminos de 1808. a la nacion espanola. Se trata de una identidad muy fuerte,

basada en una extraordinaria unidad de rasgos culturales : la lengua, el castellano -

para la poblaci6n criolla y mestiza, para una buena parte de las "castas" y pam un

numero cada vez mayor de indigenas-, con una literatura y movimientos artisticos

compartidos ... Unidad de religion, la catolica, con una casi inexistencia de minorias

religiosas. Unidad fundada, tambien, para buena parte de los criollos, en la memoria de

su lugar de origen en la Peninsula y en unos vinculos familiares con los peninsulares

que el flujo continuo de la inmigraci6n refuerza,

Unidad politica, basada en vinculos personales y colectivos con el rey,

ratificados por el juramento de fidelidad, que hacen de el el centro de uni6n de e,stados y

pueblos muy diversos. Unidad, en fin, politico-religiosa, fundamentada en Ia adhesion a

los valores de una monatquia concebida como una "Monarquia cat6Iica". Esta

concepci6n de Ia monarquia,que se remonta por 10 menos al siglo XVI, esta

impregnada de providencialismo. Dios la ha escogido para defender a la Cristiandad

contra sus enemigos exteriores -el islam- a interiOl'es -los protestantes- y para Ia

25 En Chile, la exaltaci6n de los vencidos, con La Aralfcana de Alonso de Ercilla, propnrcionaba aSl a los criollos un elemento esencial de su identidad. 26 efr. David BRADING, Los or/genes del nacionalismo mexiclIno, Mexico, Ed. Era, 1995 . 27 De ahf 1a importancia de las geneaiogias y de las utopias hispano~illcaicas, efr., sobre estos temus, DEMELAS, Marie Danielle, L 'invention politiqlle. Bolivie, EquuteuI', Peroll all X/Xe sieele, Paris, ERe, 1992 y para la iconograffu, Teresa GISBERT, [conograjla y milos indfgenos en e/ atle, La Paz, 1980, Para las tentativas mexicanns en este mismo registro, efr. Anthony PAGDEN. EI imperiaiismo espano! y la imaginacion poillica. Madrid, 1991, cap. 4, I, II Y III. 28 Cfr., par ejemplo, para su papel en Quitn, Marie-Danielle DEMELAS et Yves SAINT-GEOURS, Jerusalen y Babilonia. Religion y polilica en el Eel/odor. 1780-1880. Quito, 1988. 29 Como en la Espana peninsular. los peri6dicos y las diversas sociedades eruditas dedicun un gran pape\ a esas descripciones geograficas regionales.

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expansi6n de la fe, elemento este fundamental, puesto que es el que, en ultima instancia,

legitima el dominio espanol en America 30, La lealtad al reyes inseparable de la

adhesi6n a la religi6n.

La permanencia de este elemento constitutivo de la identidad hispiinica fue

considerable en America, aun mas que en la Peninsula. La literatura patri6tica de 1808

exprime sin cesar estos valores, que son adem as compartidos por la masa de la

poblaci6n indigena. Asi los expresan, por ejemplo, los naturales del pueblo de Santiago

del Rio (Nueva-Espana) :

EI Comisario de Santiago del Rio con los demas naturales se presenta a VSS con sus personas, bienes y vidas para que les manden en quanta sea sefvicio de nuestros Catolicos Soberanos que supimos con dolor de nuestro corazon haverlos engafiado un traidol'. Nunca el pueblo de Dios de Israel1e ridia alga a su Divina Mag. para mejor servirle que no mandase hasta a sus angeles para extenninar a sus enemigos, y esto que no tenia una Nra Sra de Guadalupe que vino cuanda nuestros soberanos nos trageron Ia Santa Fe Catolica, obligacion que no pagaremos ni con mil vidas. Esperamos y obedeceremos como fieles vasaJlos SliS mas obligados quantas ordenes .'Ie sirvan VSS imponernos y rogamos a nuestra M'ldre y Sra de Guadalupe por nuestros soberanos que Dios nos gGe (guarde) J I.

De esta identificaci6n del catolicismo con la leal tad monarquica resultarii

poco despues la dificultad de pensar la independencia: i,c6mo se puede ser, al mismo

tiempo, independiente, republicano y cat6lico? De ahf, tambien, la importancia de los

preambulos religiosos de las primeras constituciones hispanicas y la abundancia en los

dos band os de los argumentos religiosos durante las guerras de independencia 32.

Por Ultimo, existe tambien en America un nivel intermedio de identidad

cultural: el de la americanidad, paralelo en 10 cultural a la visi6n polftica de los derechos

particulares de los reinos de Indias expuesta anteriormente. Esta identidad global

americana tiene un largo pasado, pues, bajo la forma de la singularidad criolla, se afirma

muy pronto en las generacionesque siguen inmediatamente a la Conquista. Su

fundamento se encuentra en el sentimiento vfvido y vital del lugar del nacimiento, de

una "patria"singular. Era esta diferencia -y a veces la competencia- con los

peninsulares 10 que definia 10 criollo; es decir, algo que era como un informal estatuto

_ personal dentro de un conjunto de una extraordinaria homogeneidad humana y cultural.

Las manifestaciones de esta conciencia criolla son innumerables y han sido muchas

veces descritas 33. Pero, adem as, 10 que durante buena parte de la epoca colonial tuvo

30 Cfr .. para estos temas, David A. BRADING, Ol'be indiana. De 10 Monarqufu cat61ica a la I'ep,ihiicu criol/a, 1492-1867. trad. esp. Mexico, FCE, 1991, la parte, y PAGDEN, 01'. cit" cap. I y 2. 31 Archivo General de la Nacion, (AGN), Historia, t. 46, f.454. 32 Cfr., pOI' ejemplo, Corinne LAUR, Analyse du caroctere religieux des g1/erres d'independance en Amerique espagno/e c'i travers les publications et les dec/orations de I 'epoqlle, Memoire de DEA, Universite de Paris I, 1992. 33 Cfr" par ejemplo, BRADING. Ol'be indian, op. cit. y Bernard LA VALLE, Recherches Sill' I 'apparition de la conscience cn!o/e dans la vh:e-roya1fte du Perou: I 'antagonisme hispano-crelo dans les ordres religieux (-\,Vle-XVI/e siecle) 2 vols Lille 1982 y Las proJJ1esas ambigllCls. Ensayos sobre el crio//isfI1o colonial en los Andes, Lima 1993.

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ante todo un contenido politico para reivindicar los derechos de los americanos, se carga

en el siglo XVIII de un contenido cultural destinado a exaltar la excelencia de America:

de su naturaleza, de su pasado y de su futuro.

La afirmaci6n de la americanidad aparece muy ligada al ataque en regia de

la ciencia europea de las Luces -Raynal, Buffon, De Pauw, entre otros- contra la

naturaleza americana: contra sus especies consideradas como inferiores 0 degeneradas e

incluso contra el hombre americano, ya sea indigena 0 criollo ... La "disputa del Nuevo

Mundo" 34 que se produce entonces alrededor de estos temas moviliza a las elites

intelectuales americanas -a los jesuitas exiliados, a los miembros de sociedades

econ6micas y patri6ticas, ... - en una defensa apasionada del continente.

Esencialmente defensiva en su origen, la americanidad adquiere tam bien pronto un

carticter ut6pico al hacer del Nuevo Mundo un mundo nuevo destinado a un futuro

singular.

Este imaginario de la singularidad americana, a la elaboraci6n del cLLal

contribuyen tam bien poderosamente los escritores de los nacientes Estados Unidos 35,

busca sus elementos constitutivos en mClltiples campos. Exalta un mundo joven, con

una naturaleza virgen y no corrompida y Ileno de riquezas naturales. Un mundo que la

Providencia ha separado por una enonne distancia del Viejo para protegerlo asf de sus

vicios: ya sea de la impiedad en el registro religioso 36 0, mas tarde, del despotismo en

el politico. La marcha misma de las civilizaci6n , que progresa, como el sol, del Este al

Oeste, destina a America un porvenir Ilene de promesas.

En Hispanoamerica, a estos temas, compartidos muchos con las antiguas

colonias britanicas de Norteamerica, se aftade ahora, de manera mucho mas fuerte que

anteriormente, una revisi6n del pas ado precolombino, revalorizado para convertirlo en

una Antigiiedad clasica, analoga a la greco-romana, con el fin de dar a los americano.,

un pas ado propio y glorioso y permitiries distinguirse, una vez mas, de los europeos.

Esta revalorizaci6n es, sin embargo, una empresa diffcil, puesto que es realizada pOI' los

criollos, cuyo estatuto social superior en la sociedad procede de su condici6n de

"espaftoles", descendientes de los conquistadores y pobladores de las Indias, en

contraposicion con los pueblos conqllistados. La llnificaci6n de ambos grupos es en

buena parte ret6rica, ya que se funda solamente en el nacimiento en el mismo suelo,

pero, a pesar de ello, tiene la ventaja de hacer posible un discllrso unificador de todos

34 Segtm el titulo del libra clasico de Antonello GERSl, La displIta c1el Nuevo MlIndo, Mexico, FCE,I960. 35 i La intluencia de Thomas Paine es cierta y fuerte. efr. para Estados Unidos, Elise MARIENSTRAS, Les my tiles fondalell},s de la l1U1ion amel'icaine, Paris, 1976 et NOl/s Ie peup/e. Les Of'ig;'les dlf nalionalisme anuJl'icain, Paris, 1988. 36 P<ua este tema que se manifestant, despues de la Revolllci6n fmncesa, en la oposicion entre 1a piadosa America a la impiedad europe a, cfr., par ejemplo, Marie-DEMELAS et SAINT-GEOURS, JerI/salem el Baby/one, op. cit ..

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los habitantes de America por oposici6n a los peninsulares, discurso que sera utilizado

con cierto exito en las guen'as de independencia.

Resumiendo 10 dicho hasta ahora, se puede afirmar que, en vfsperas. de la

Independencia, existfan en America multiples identidades superpuestas e imbricadas;

que estas identidades no s610 no eran incompatibles entre ellas, sino que habfan

coexistido sin demasiados problemas durante vario siglos; que ninguna de ellas parecfa

haber estar Ilegando a provocar la ruptura de la Monarqufa; que, en fin, ninguna de ellas

podfa proporcionar una base solida e inconstable a la formaci6n de la "naci6n"

moderna.

Las mutaciones de la epoea revolucionaria

5610 con la crisis de la Monarqufa que comienza en 1808 se rompe este sutil

equilibrio. Es entonces cuando las coyunturas politicas de este periodo tan rico en

rupturns van provocar un juego complejo entre esas diferentes identidades, poniendo

unas u otras en primer plano y haciendo que algunas de elles se vuelvan incopatibles

entre si.

En In primera fase, marcada poria desaparici6n del rey y la resistencia al

usurpador aparecen en primer plano, en el plano politico, las ciudades capitales y los

reinos y, en el cultural, el patriotismo "espanol" de todos los habitantes de la

Monarqufa.

En efecto, ante la ausencia del rey y las vacilaciones, 0 incluso la

colaboraci6n, de las autoridades regias37, los protagonistas de la resistencia son, ante

todo, en Espana, las ciudades principales. En estas, en las capitales de los reinos y

provincias, se producen, con una fuerte intervenci6n del pueblo, los motines que Ilevan

a la formaci6n .de las juntas insurreccionales espanolas y a partir de ellas se impulsa la

creaci6n de otras juntas en las ciudades secundarias. Son estas mismas las que durante

el verano de 1808 intentan, con la reuni6n de las antiguas Cortes de los diferentes

reinos, dar una legitimidad a sus poderes provisionales 38 y ellas, tambien, las que.

mediante sus delegados forman en Aranjuez el 24 de septiembre de 1808 In Junta

Central Gobernativa del Reyno. EI viejo imaginario pre-borb6nico de la Monarqufa

plural resurge con fuerza: s610 los antiguos reinos 0 sus equivalentes (mas Madrid,

como capital) estan representados pOl' sus diputados en la Junta Central.

Lo mismo ocurre en America durante este primer periodo. 5610 aetuan

entonces, como cabezas que son de sus reinos 0 provincias, las ciudades capitales. Elias

son tambien las que, como en la Peninsula, intentan, pOl' sus cabildos, formal' juntas 0

La colaboracioll se refiere ante touo a la Peninsula, y !-as vacilaciones sobre todo a America. 37

38 Cfr. para mas detalle, lluestra ohra Modernidad e Independencias. £nsayos sobre las Revo!/lciol1es hi.lp,il1ica , Madrid, Eel. MAPFRE, 1992,406 p.

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convocar Cortes, como ocurre en la ciudad de Mexico, en Montevideo, Caracas 0

Buenos Aires.

Pero paralelamente a la manifestaci6n de esta pluralidad de actores

politicos, la identidad que predomina de manera aplastante en los manifiestos y

proclamas de este periodo, tanto en Espana como en America, es la de la "naci6n

espanola", entendida esta como el conjunto de la Monarquia. EI patriotismo hispanico

de esta primera epoca se expresa exaltando los val ores que desde siglos aseguraban su

cohesi6n. La naci6n-patria es, este campo, manifestaci6n de una identidad colectiva

contra un enemigo exterior, exaltaci6n de lascllalidades de un pueblo, de su historia y

de sus hazaf'ias pasadas: de Espana y de 10 espano!. Pero contra 10 que podria pensarse,

en funci6n de 10 ocurrido mas tarde, este patriotismo no remite fundamentalemente a

comunidades particlilares de ambito reducido sino, al contrario, al pueblo espanol

considerado como el conjunto de la Monarquia y a sus valores, a un patriotismo

imperial y popular en el que comulgan tanto la Espana peninsular como la America

hispanica, los diversos reinos y pl'Ovincias que la forman, los grllpos sociales y en

America, los diferentes grupos etnicos, incluidos los indios39 .

Se trata de un patriotismo tipico de las grandes estados del Antiguo

Regimen elll'opeo, compuestos muchas veces por pueblos diferentes40, centrado, en

nuestro caso, en la pertenencia a un conjunto politico, la Monarquia catolica, unido en

la fidelidad al mismo rey y en el sentimiento de ser objeto de una especial providencia

divina, para la sa]vaguarda, defensa y expansi6n de la fe cat6lica 41. La patria 0 la

naci6n a la que se invoca es el conjunto de la Monarquia, con palabras de una senora

yucateca en 1809:

«(Si, hijos mfos, la pat ria, la aJl1uhle patria, 110 es otra cosa qlle la duke uni6n que atu a un

ciudadano con otro por los indisolubles vfnculos de un mismo sue 1o, una misma lenglJa, LInus

propias leyes, llna religi6n inmaculada, un gobierno, lin Rey, lin clierpo, un espiritu, una fe, una

esperanza, una caridm..l, un bautismo y un Dios, padre universal de todos [ ... J» 42,

Sin embargo, con el renacimiento de la representaci6n provocado por el

39 Pnra mas amplios desarrollos de este tema. l:fr. lluestra obra l'vlodernidad e Illdependencias. Ensayos sobre las Revollieiones hispaniea . Madrid, Ed. MAPFRE, 1992, cap. V. 40 Cfr.. pOI' ejemplo, para la "santa Rusia", el canto epico de los cosacos del Don, cercados pm los turcos en Azov en el sigloXVII: "ya no veremos mus la santa Rusia .. Moriremos, pecadores, ell el desierto. Muramos por lluestros santos icOIlOS milagrosos, por la fe cristiana, por el nombre del ZUI' y pOl' todo el Estado de Moscovia", en Michael CHERNIA VSKY, Tsar and Jleople. Stuc{;es in Russian Alyllls, 1961, citado por Eric HOBSBAWM, Nations and Nationalism since 1780. Programme, Myth. Reality, Cambridge University Press, 1990, trad. franc" Paris, 1992, p. 68 41 efr. David BRADING, Orbe inc/;ano. De la monarqllfa calr5liea a la republica erial/a, ! ./92-1867. Mexico, FCE, 1991, IX et X. 42 «Copia de una carta yue la viuda del SI'. Coronel Don Ignacio PetSn, Dona Maria Josefa Maldonado, escribi6 a sus hijos Don Alonso y Don Felipe, que sirven en e! regimiento de Ultunia. desde la ciudad de Merida, capital de Yucatan», en Diorio de Mexico. T. XI, n' 1450, 10.IX.IS09, p. 298

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vacfo del poder real, todo empieza a cambiar rapidamente. La Real Orden del 26 de

enero de 1809, que declara la igualdad poiftica entre los dos continentes y convoca a los

cabildos americanos para la elecci6n de diputados de reinos y provincias de Indias que

los representen en la Junta Central, es un hito fundamental en la evoluci6n de los

espfritus. AI pasar a un primer plano el debate sobre la igualdad polftica entre los dos

continentes 43 loscriollos afirman con fuerza la igualdad de derechos entre los reinos de

lndias y los peninsulares, sin subordinaci6n alguna de los primeros a los segundos,

puesto que su uni6n resulta s610 de su vfnculo con el rey :

{{(,Que imperio tiene la industriosa Catalufia, sobre la Galicia; ni cual pueden osten tar esta i

otra5 populosas provincias sobre la Navarra? El centro mismo de la Monarqufa i residencia de

sus primen.\s autoriJaues, {,que derecho tiene, por sola esta nizon, para dar leyes con exclusi6n a

las denuts?» 44

La vieja reivindicaci6n criolla de los reinos de Indias como una categorfa

especial de reinos dentro de una Monarqufa plural se expresa ahora con gran fucrza. La

afirmaci6n de su condici6n de espafioles es, en este contexto, una afirmaci6n de la

identidad criolla :

«Somos hijos, 501110S descendientes de los que han derramado su sangre por adquirir estos

l1uevos dominios a 1a corona de Espana (, .. J Tan espafioles somos como los descendientes de

DOll Pelayo i tan acreeciores, pOl' esta ruzon, a las distinciones, privilegios i prerrogativas del

resto de la nacion[ ... ] con esta diferencia, si hai aiguna, que nuestros padres, como se ha dicho,

pOl' medio de indecibles trabajos i fatigas descubrieron. conquistaron i pohlaron p<lra Espana

este Nuevo Mundo» 45.

La reivindicaci6n concierne ante todo a la identidad poiftica de la Indias. La

Monarqufa es vista cada vez mas como formada por dos pilares, 0 incluso dos pueblos,

el peninsular y el americano, iguales en derechos. No obstante, a pesar de la

proclamaci6n repetida de su condici6n de espafioles americanos, esta visi6n dual es ya

como un genTien dedivisi6n futura, el principia de unaruptura moral inminente si los

europeos no reconocen esta igualdad. Cierto es que el tema de la igualdad entre las dos

partes de la Monarqufa estaba ya impifcito en multiples tensiones anteriores, como en

las rivalidades entre criollos y peninsulares para el acceso a cargos administrativos a en

las quejas, frecuentes en la epoca de las reformas borb6nicas, de falta de dialogo entre el

43 efr. supra, F.X. GUERRA, "La desintegraci6n de la Monarqufa hispanica : revoluci6n e inJepenclencias", C<lP 7, de De los Imperh)s a las Naciones., op. cit.

44 Camilo TORRES, Memorial ele agrarios. Representaci6n elel cabildo de Santa Fe a la Suprema Jllnta ('entral de D,'jwi1o ... , 1809, facsfmil de la primera edicion (1832), Bogota. Librerfa Voluntad, "1960, p.7. 45 Ibid p. 9.

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rey y el reina. Pero 10 que hasta entonees eran tensiones diversas, sin unidad de espacio

y de tiempo, ya que resultaban ese.ncialmente de decisiones partieulares, se transfonna

ahora en un tema unico -el de los derechos de America- pOl' In aparieion de una

polftica fundada en la representacion.

En 1810 los acontecimientos se precipitan a causa de la invasion de

Andalucfa pOl' las tropas frances as y pOl' sus consecuencias: la huida de Sevilla a Cadiz

de la Junta Central, su desaparicion a finales de enero y su reemplazamiento in extremis

pOl' un Consejo de Regencia. Como bien se sabe, cuando estos acontecimientos se

conocieron en America -en la primavera-verano de 1810- se produce en muchos

lugares la formacion de juntas que, como las de la Penfnsula en 1808, dicen reasumir la

soberania y se dec1aran defensoras de los derechos de Fernando VII 46. Aquf tam bien

las ciudades capitales son los actores principales de un proceso originado pOI' el vacfo

del po del' producido por la desaparicion de la Junta Central y pOI' el derecho de los

"pueblos" a colmar este vacfo. POI' el momento, la nacion espanola sigue siendo Ctnica,

pero cada «pueblo», cada ciudad principal, con su territorio y sus ciudades

dependientes, constituye una saberania provisional en espera de la reconstitucion de una

soberanfa (mica e incontestable.

i,Puede considerarse que la fonnacion de estas juntas sea ya, como 10

conmemorara despues la mitologia patria, el principio de la independencia y del

nacimiento de nuevas naciones? Todo depende del sentido que se de a las palabras. Si

pOI' independencia se entiende «un gobierno supremo independiente de los demas», el

hecho es evidente, pero no suficiente, puesto que tambien las juntas espanolas de 1808

habfan constituido el mismo tipo de gobierno. Ciertamente, la unidad de gobierno de la

Monarquia se ha roto, pero todo depende de que se conciba esta ruptura como

provisional 0 definitiva, es decir, en ultimo termino, de la manera de entender el

conjunto de la Monarqufa 0 de la nacion. Aunque existan ya entonces entre los

principales actores american os muchos partidarios de la ruptura definitiva, esta

aspiraci6n permanece todavfa en cfrculos privados, sin que pueda aun ser expuesta

pllblicamente. En efecto, el anal isis de los documentos publicos muestra que durante

casi un ano las juntas «independientes» no cesan de presentarse como «conservadoras

de los derechos de Fernando VII», visto como su legitimo soberano, y, tambien, que la

palabra nacion sigue designando al conjunto de la Monarquia y no a los territorios que

elias gobiernan47 .

Ahora bien, a pesar de estas observaciones destinadas a evitar anacronismos

teleol6gicos, es obvio que la nueva situaci6n originaba problemas de tan diffcil solucion

que puede considerarsela como un jalon esencial en el proceso de I'edifinicion de las

46 efr. F.~X. GUERRA, La desintegraci6n, lac. cit.

47 La cronologfu de 1a desaparicion de este sentido global de 1a nacion es variable segull las regiones y representa un hito fundamental en el proceso de ruptura

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identidades americanas. Sin embargo el problema esencial era la guerra, en su doble

vertiente de guerra civil entre americanos y de guelTa "exterior" can los peninsulares.

La guena civil entre americanos era la consecuencia inevitable de la

dispersi6n de la soberanfa provocada por la desaparici6n de la Junta Central 48. Cada

reino, cada provincia, cada ciudad tuvo entonces que definir aut6nomamente su

posicion ante el nuevo vacfo del poder: asumir la soberanfa u obedecer al Consejo de

Regencia. Curiosamente, las regiones que posefan las identidades culturales mas

marcadas (Mexico 0 PerIl), los viejos reinos, fueron las que escogieron la leal tad al

gobierno peninsular, mientras que las regiones perifericas, con identidades culturales

mucho menos elaboradas (Buenos Aires 0 Venezuela), adoptaron las posicion

autonomista. Nueva prueba de la no concordancia entre identidad cultural y busqueda

de la soberanfa.

La explicacion de esta paradoja reside en la mucho mayor cohesion polftica

de los reinos, concretizada tam bien en la existencia de estructuras administrativas bien

establecidas que les dan un carncter mm-cado de proto-Estados 49, mientras que en las

regiones nuevas la administracion real, mas reciente y debil, no hacfa mns que

sobreponerse a las fuertes estructuras polfticas de las ciudades-provincias. La toma de

posicion "lealista" de las autoridades regias tenfa mllcha mas fuerza en los viejos reinos

que en las regiones nuevas, en las que la autonomfa de las ciudades era mucho mayor.

Pew era precisamente esta mayor alltonomfa la que hacfa que en elias la posici6n

adoptada pOI' las ciudades capitales fuese casi siempre discutida pOI' otras ciudades

principales y am bas, poco despues, pOI' los pueblos dependientes de elIas.

A este conflicto porIa supremacfa en America se afiade muy pronto la

guerra "exterior" que resulta, como hemos dicho, de la actitud intransigente adoptada

pOI' el Consejo de Regencia hacia las juntas americanas 50. Las querellas internas

americanas adqllieren asf una dimensi6n suplementaria: la de una lucha, cad a mns

encarnizada, entre lealtades rivales. La oposici6n amigo-enemigo tiene su propia 16gica

y va a provocar progresivamente una inversi6n en la identidad americana.

Hasta entonces, en efecto, como la querella esencial entre americanos y

europeos estaba centraba en la igualdad polftica entre los dos continentes, los

americanos reivindicaban, colectivamente, su estatuto de reinos y provincias e,

individualmente, su condici6n de espafioles, iguales a los peninsulares. La guelTa que

les declara el gobierno central va a cambial' profundamente las cosas y les obliga a

reformular el estatuto de America y su propia identidad.

48 efr. para este rema, Antonio ANNINO, "Soberanfas en lucha", cap. 8 de De los fmperios a las nociones, op. cil.

49 Horst PIETSCHMANN ha puesto frecuentemente de relieve este aspecto poco estudiado de 1a formaci6n del Estado ell America, pDf ejemplo, Los principios rectores de In organizacion estatal en las Indias, cap. 2 de ibid.

50 efr. F.~X. GUERRA, La desintegracion, loc. cit., ibidem.

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Ante la desigualdad polftica patente can que se les trata van ahara a aceptar

progresivamente la apelacian de colonias5l , que habfan rechazado hasta entonees con

indignacian, para fundal' en ella su derecho a la independencia52 :

«jCarfsimos hermanos! [ ... J : vosotros habels sido colonos y vuestras provincias hun siuo

colonias y factorfas miserubles, se ha dicho que no, pero esta infame cualidad no se borra con

bellas pa1abrasl ... l»53

Pero el cambio de imaginario va mas lejos y modifica la identidad misma

de los americanos. Como hemos dicho anteriormente, hasta 1810 las elites criollas, en

su combate por la igualdad polftica, se presentaban, ante todo, como espaiioles iguales a

los peninsulares, que gozaban, ademas, de los privilegios y fueros que les daba su

condician de descendientes de los conquistadores y pobladores de America. A partir de

ahora, la necesidad de distinguirse de sus enemigos lIeva a los insurgentes a poner en

primer plano esa identidad "americana" que se habfa consolidado a finales del siglo

XVIII.

A partir de 1810 los terminos «espanoles americanos» y «espanoles

europeos», que indicaban una distincian dentro del conjunto de la Monarqufa, van

siendo sustitufdos por otros, mas simples y conflictivos, «espanoles» y «americanos»,

que remiten a una oposician cada vez mas irreductible, hasta tal punto que los

independentistas se fundaran en ella al presentar su empresa como el enfrentamiento de

dos «naciones» diferentes y rivales : la espanola y la americana.

La razones de esta mutaci6n son multiples, pero la mas importante es

ciertamente la necesidad de distinguirse del adversario en la guerra civil. Sometidos a

una misma represi6n, los diferentes «pueblos» americanos refuerzan cad a uno sus

propios agravios con las injurias que los otros han sufrido. La prensa insurgente de las

diferentes regiones abunda en noticias de los excesos de la represi6n «Iealista» en otros

lugares; se va asf formando un «martirologio» americana en el que ocupan al principio

un lugar muy particular los «martires de Quito» del 2 de agosto de 1810. POI' ellos se

celebran ceremonias funebres en varias ciudades de Nueva Granada y a ellos se erige en

Caracas un monumento funebre con figuras aleg6ricas, una de cuales representa ya a

5 J En el sentido de territorios dependientes de una metr6poli y carentes de derechos poifticos 0, pOl'

los menDS, can derechos poifticos inferiores. 52 La obm del Abbe DE PRADT, Les trois ages des colonies 011 de {elf!' eta! passe, present et c(

venil', Paris, Giguet et Cie, 1808-1802.285 Y 536 p., empieza a ser entollees muy conocida en America y a ejercer lilla enorme influencia al anunciar que el destine de las calonias era el ser independientes de las metropolis. La influencia de de Pradt alcanzani. un punto algido, con su nueva abra, publicada inmediatamente en espana!, De las colonias, y de la Rel'olucion actual de la America, Burdeos, Jmlll Pinard, impresor, 1817. 53 Catecismo politico cristiano pOl' Don Jose ;[ mol' de la Patrh/, (1810), Santiago de Chile, Ed. del Pacifico, lnstituto de Estudios Politicos, 1975, p. 43

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America Ilorando la desdicha de sus hijos54 A este martirologio, manifestaci6n de un

destino y de una identidad compartidos, se incorporarin despues Mexico, Venezuela y

otras ciudades victimas de la rigurosa represi6n dealista», Poco a poco la palabra

espanol pasa a designar la tirania, la cruel dad, la irreligi6n inclus055 ".

A esta solidaridad, fundada en una lucha contra el mismo enemigo, viene a

anadirse una comun reacci6n ante el lenguaje injurioso de sus adversarios. En la

«guerra verbal» que acompafia todo conflicto y todavia mas a las guerras civiles -

puesto que el discurso legitima el propio combate y desacredita el de los adversarios­

los «Iealistas» van a utilizar un lenguaje que no puede menos que ahondar la separaci6n

entre las dos partes de la Monarquia. En efecto, las autoridades dealistas» no se limitan

a presentar su acci6n como una lucha contra vasallos desleales, sino que a menudo la

asimilan a una nueva conquista de America pOl' los espafioles, 10 que implfcitamente

equivale a identificar a los criollos con los pueblos conquistados.

En un registro complementario, los t6picos de la Europa de las Luces sobre

la inferioridad del nuevo continente y de sus habitantes son empleados brutal mente, no

solo en la Peninsula, sino incluso en America, por poderosas corporaciones dominadas

por peninsulares. EI Consul ado de Mexico, en un informe a las Cortes del 27 de mayo

de 1811, los recoge y los extrema, acompafirindolos de una critica general lIGna de

desprecio sobre la incapacidad y los vicios de todos los habitantes de America: indios,

mestizos y castas, criollos. EI informe fue leido en la Cortes, a pesar de la oposicion de

los diputados americanos, durante el debate sobre la igualdad de representacion56, y

provoco una herida profunda, no solo en ellos, sino en todas las regiones de America,

insurgentes 0 dealistas»57.

Para contrarrestar estos ataques los insurgentes lIevan la polemica al mismo

terreno, pero con una valoracion inversa. Ellos tambien van a asimilar la represion

«Iealista» a la conquista, pero vista no como una hazana gloriosa, sino como una

empresa injusta y sanguinaria. Poco a poco se van incorporando a su discurso los

visiones negativas de la conquista, ya procedan de la misma Espana, como la de Las

Casas, 0 del acerbo de la llamada «Ieyenda negra» europea. Corolario paradojico, pero

en el fondo logico, es la reaparicion del debate del siglo XVI sobre«los justos tftulos»

54 Cfr. para e! deta!!e de esta evoluci6n en Nueva Granada, Lydia ALVAREZ, S'anlqjiJ de BOKvra, 18JO-18J J: les mula/ions de I'imaginail'e po/iriqlle vues Ii travers /a presse, Memoire de Ma'i'trise de l'Universite de Paris I, 1992. p. 66 y ss. 55 Antoine VANNIERE, La Gazeta de Buenos-Ayres ell'imaginah'e politique de I'independance argenl;'1e en 18JO-1811, Memoire de Maltrise de I'Universite de Paris I. 1987; el anexo I, cuantifica quienes son considerados como los enemigos de la revolucion en Buenos Aires. Los espanoles europeos 5610 ocupan el primer plano a partir de abri! de 1811. 56 efr, sobre este debate, Marie Laure RIEU~MILLAN, Los diplilados american as en las Cortes de Clidi:, Madrid, 1990, p. 10 I Y ss. 57 Cfl'. pOl' ejemplo 1a reaccion del Jose Barquijano y Carrillo, conde de Vistatlorida, criollo peru"no lealista, en su dictamen al rey del 3I.V.1814, en Ernesto DE LA TORRE VILLAR, La Canslitucidl1 de Apal=ingan y los creadol'es del Estado mexicano, Mexico. UNAM, 1964, P. 178.

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de la Conquista de America, debate que recoge tanto antiguos argumentos de orden

teologico 0 canonico, como otros nuevos fundados en los derechos de los pueblos.

Una vez aceptada esta asimilacion, el siguiente paso em reivindicar su

identificacion con los vencidos, con los indios, antiguos poseedores del territorio, y

presentar la lucha por la independencia como una revancha de la conquista. En Chile,

por ejemplo, donde la identidad criolla estaba en gran parte fundada en su cankter de

frontera de guerra contra los indios hostiles, en 1812 se pasa progresivamente de un

elogio de las antiguas virtudes de los araucanos, a un llamamiento a la lucha comLin

contra la tiranfa espanola y, al fin, a una identificacion retorica con los araucanos5H. En

Mexico, el acta de independencia de 1821 apela a la nacion para que recllpere sus

derechos perdidos en la epoca de la conquista59 .

Fenomenos analogos se dan en otms regiones, inciliso en aquellas en las

que la poblacion indfgena habfa tenido mucha menos importancia. Aunque este tipo de

discurso tuviem mucho de ret6rico6o, su significado era claro: la ruptura moral entre las

dos partes de la Monarqufa. Estaba abierta la vfa para la proc1amacion de la

independencia, dado que, fueren cuales fueren los argumentos utilizados, al negar la

justicia de los tftulos de conquista los american os resolvfan un diffcil problema: no ya el

de la ruptura con el gobierno provisional de la Monarqufa, sino tambien con el mismo

rey, al que poco antes habfan prestado jurament061 •

La dificil construcci6n de nuevas "nadones"

Ahora bien, si en tiempos de guerra la americanidad bastaba para

caracterizar la lucha como el enfrentamiento de dos naciones 0 dos pueblos, el

americano y el espanol, esta identidad resultaba a todas luces insuficiente para fundal' la

existencia poiftica de una «nacion americana». En efecto, como ya 10 helnos seiialado,

esta identidad americana global no correspond fa a ninguna identidad poiftica concreta,

58 Para Ius etapas de esta evoluci6n, cfr. Michele DAUBARD, L'imaginaire poliliqlle de /'indepenc/af1ce chilienne /file (hude Sill' l'Aurora de Chile (1812-1813), Mel1loire de Matr'ise de l'Universite de Paris I, 1988, pp. 63 Y 55.

59 Esta version rupturista que borra los tres siglos de In Colonia, muy presente en los escritos de Bustamante desde los ai'ios 1812·1813. compite COil atm versi6n gradualista, inspirada de de Pradt, que presenta la indepenuencia como la emancipacion del hijo lIegado a Itt mayoria de edad. 60 A pesar de este esfuerzo para dar a la americanidad una base, que podriamos lIamar «indigenista»), fundada en la fusion retorica de todos los habfan nacido en el mismo sue 1o, era evidente que su principal fundamento no era etnico sino geografico plies los criollos que la reivindicaban fUl1dahan su identidad precisamente sahre su diferencia can los indios y las castas. 61 Otra version de la justificacion de la ruptum, es de indole ideologica y pertenece al imaginario comun de los liberales de ambos lados del Atlantica, en su lueha contra al absolutismo. La perdida de las libertades casteJlanas fijadas a la derrota de los Comuneros en Villular, hacfan del perfodo que corda desde elltonces. «tres siglos de opresion y de tiranfu»). 10 que equivaJfa a la ruptura del pacto entre e! rey el reino.

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puesto que s610 remitfa a la distinci6n entre reinos american os y remos europeos.

Polfticamente no era mas que una identidad negativa, operativa s610 en las rivalidades

con los peninsulares. Las (micas realidades poifticas indiscutibles son los "pueblos", en

su doble sentido del conjunto de las ciudades, villas y pueblos, y de los espacios

estructurados pOI' las ciudades principales. Estas dltimas son los actores reales de la

primera epoca de la independencia, las que reasumen la soberania hasta constituirse de

hecho en verdaderas ciudades-Estado y publicar incluso sus propias constituciones: en

Nueva Granada, a partir de 1810-11, en el Rio de la Plata, un poco despues.

La naci6n que intentan construir tiene entonces un contenido esencialmente

polftico: constituir un gobierno propio, independiente tanto del precario gobierno

central de la Monarquia como de las ciudades rivales. Bajo este punto de vista todas se

pretenden iguales y para construir 10 que podriamos lIamar un Estado supra-municipal

su dnieo reeurso son los "pactos y negociaciones" entre ciudades-Estados. De ahi que el

ideal de la uni6n de todos los pueblos de Hispanoamerica, y mas aun el de una uni6n

continental como la que Bolivar intentani construir con el Congreso de Panama, no sea

mas que una utopia poiftica basada en la muy tenue identidad americana.

Por todo ello en la America insurgente la definici6n de la naci6n planteaba

problemas muy diffciles de resolver, incluso basandose en la moderna soberania

"nacional" -0 "del pueblo"- a las que todos ape!an. En America elaborar una

constituci6n no podia presentarse -como en la Constituci6n de Cadiz- como el hecho

de dar una forma nueva a una «naci6n» 0 un conjunto polftico preexistente, puesto que

hasta entonces los american os se habfan considerado como formando parte de In naci6n

espafiola. La constituci6n equivalfa, estricta y no s610 ret6ricamente, a fundar una nueva

naci6n a partir de los "pueblos" que habfan asumido la soberania; s610 su acuerdo podia

edificar «un solo cuerpo de naci6n». Mientras que en la constituci6n de Cadiz, la

"naci6n" succedfa y recubria a un Rein062, concebido de manera nueva y convertido en

soberano63 , en Ia America insurgente, la soberania de los pueblos no remitfa a(m a la

soberania naciona!. A pesar de que de manera muy moderna se hable del pueblo de tal 0

cual tal regi6n, enseguida se explicita que los sujetos que intervienen para formar este

«cuerpo de nad6n» no son los individuos, sino las provincias, estados 0 pueblos y no

«el pueblo»; este s610 aparece como el pueblo urbano que ha manifestado su voluntad

en la forrnaci6n de las juntas, 0, en un sentido muy general, como el origen primero de

la Iegitimidad de las autoridades de las provincias. Asf, la prim era constituci6n

venezolana de 1811 declara en su preambulo :

Entendido eeste como e! conjunto de la Monarqufa. 62 63 EI mismo fen6meno se habra prouucido en Francia: Ia nacian procede del reina, cfr. Pierre NORA, "Nation" en Fran~ois FURET, Mona OZOUF, Dictionnaire criliql/e de fa Re1'olufion fl'an~'aise, Paris, Flammarion. 1988, p. 801.

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«Constitucion federal para los estados de Venezuela. hecha por los representantes de Margarita.

de Merida. de Cumana. de Barinas, de Barcelona, de Trujillo y de Caracas, reunidos en

Congreso general. En nombre de Dios Todopoderoso, Nos, el pueblo de los estados de

Venezuela[ ... ]64

o en Nueva Granada, en lSI I :

«Nos los representantes de las provincias de la Nueva Granada [ ... ] siguiendo el esplritu. las

instrucciones y la expresa y terminante voluntad de tolias nuestras dichas provincias, gue[ ..

hun proclamado SlIS deseos de unirse en una asociaci6n federativa[ ... j65,

La asociaci6n entre las provincias es la de verdaderos estados soberanos, el

resultado de «pactos y negociaciones [entre] los Estados 0 cuerpos politicoS»66. EI

federalismo, que frecuentemente se atribuye a la mod a, a la imitaci6n de la constituci6n

norteamericana, no hace mas que expresar con este lenguaje una necesidad ineluctable:

la reconstrucci6n del cuerpo politico, puesto que se ha producido

«Ia disolucion y aniquilacion de los pactos sociales COil que la America del Sur se halh\ba ligada

con aquella parte de la nacion, ya por la cautividad del rey, ya por los demas funestos

acontecimientos en tolla la penfnsula[ .. ,.l67,

En todos estos documentos se percibe claramente hasta que punto la

ausencia en America de instituciones representativas del reino 0 de la provincia -que

la Corona evit6 desde el siglo XVI- hizo dificil y conflictiva la definicion y la

constituci6n de estados independientes en la mayor parte de la America espanola, en

contraste can 10 que sucedi6 en las trece colonias britanicas. En estas la existencia

secular de instituciones y de pnicticas representativas, tanto a nivel local como

provincial, hizo no s610 relativamente facilla sustituci6n del soberano, sino tambien la

conclusi6n de un pacta entre elias para fundar la nueva naci6n. Al contrario, en aquella,

a pesar de la necesidad de la uni6n de las provincias, su realizaci6n fueno s610 dificil,

sino explosiva. La falta de precedentes representalivos anadla a los problemas de la

ruptura con el gobierno central de la Monarquia los que resultaban de la definici6n de

los nuevos sujetos de la soberanla y de la necesidad de inventar sistemas para

representar no s610 a los pueblos, sino tambif~n a ese nuevo actor que la Modernidad en

progreso suponia en la base de la nueva legitimidad, el ciudadano.

Otra circunstancia agravaba todavfa mas en la America insurgente el

64 En Luis MARINAS OTERO, Las cons/U/fciones de Vene=ue/a, Madrid, 1965, p, 126, 65 Acta de Federacion de la Provincias Unidas de la Nueva Granada, 27.XLIS 1 I, en UR~BE V ARGAS, 01'. cil., p. 365. 66 Ibidem, p. 366. 67 Constituci6n de la repllblica de Tunja, 9.XII, 1811, en Ibidem, p. 392.

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problema de In naci6n: el regimen republicano. Aunque su adopcion fuese no solo

explicable sino inevitable, la modernidad misma de este regimen era un factor

suplementario de fragilidad polftica por 10 que implicaba de soberania absoluta del

pueblo. No solo el individuo-ciudadano moderno era una excepcion en una sociedad

que seguia siendo masivamente aun una sociedad del Antigua Regimen formada por

cuerpos de todo tipo, sino que el "pueblo" remitia en America primariamente no a los

ciudadanos, sino a los «pueblos». Aunque tambien la Constitucion de Cadiz proclamara

la soberania de la nacion, esta legitimidad moderna coexistia de hecho con la

Iegitimidad historica del rey, que seguia gozando de una extraordinaria fuerza68 .

En este sentido en laAmerica "Iealista" la situacion era un poco mejor que

en la America independentista, puesto que en ella la conservaci6n del regimen

monarquico retras6 0 limit6 durante unos aoos la disolucion territorial. Pero aqui

tambien el problema acabo por plantearse en la medida en las Cortes de Cadiz fueron

incapaces de dar una solucion satisfactoria a los problemas que habian provocado,

precisamente, la insurgencia. En primer lugar, habia que establecer una verdadera

igualdad politica entre las dos partes de la Monarquia, sobre todo en el campo de la

representacion, 10 cual fue casi realizado por las Cortes, con excepcion de la

representacion de las castas. Luego, en relacion con un problema muy emparentado con

este, hubiera sido preciso transformar el imaginario de las elites peninsulares poniendo

fin a la «tentacion colonial» y al lenguaje de desprecio hacia los americanos, 10 que

dist6 mucho de alcanzarse, como 10 muestra la ya citada representaci6n del Consul ado

de Mexico a las Cortes y el tono agresivamente antiamericano de muchos periodicos de

Cadiz. La solucion al tercer problema, sin duda el mas importante, hubiera sido dar una

expresion institucional a la estructura plural de la Monarquia, tal como la concebia el

imaginario americano y, por (litimo, abrir tambien cauce a la aspiracion a una amplia

representacion de los «pueblos», irreversible ya en todo en el mundo hispanico.

En este ultimo campo el fracaso fue total porque las Cortes fueron

incapaces de concebir una Nacion espanola -Ia Monarqufa- que no fuese un Estado

unitario. Esta incapacidad iba a cerrar definitivamente la posibilidad de mantener a los

Reinos de lndias en el seno de la Monarq~ia. En efecto, en el debate peninsular sobre la

representaci6n, el tema de la representacion de los reinos y provincias no ocup6 un

lugar central, puesto que la mayoria de los diputados de todas las tendencias compartian

una concepci6n unitaria del Estado y de la Nacion. Nadie defendi6 una representacion

de los reinos y provincias; este problema no provoc6 grandes divergencias entre los

diputados, aunque bien podia haberlo hecho, si se tiene en cuenta el gran arraigo de los

reflejos comunitarios, tal como se habia manifestado todavia en 1808 en la Peninsula

68 La vuelta a! trona de Fernando VII en 1814 y SU !TIlly f.kil restaumci6n del ahsolutismo muestra In gran fuerza de esta legitimidad real.

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con la formacion de las juntas insurreccionales y la estructura misma de la Junta

Central, formada por diputados de las juntas superiores que correspond ian, de hecho, a

los antiguos reinos y provincias.

EI postulado de la unicidad de la N aeion ha triunfado ya radical mente entre

les elites, no solo por la practica absolutista, sino tam bien por la adopcion del

imaginario de la naeion que se habia impuesto con la Revolucion francesa. La

Com is ion de Constitucion de las Cortes, a pesar de sus'alabanzas a las instituciones de

los antiguos reinos, se lament6 poco despues de no haber podido proceder a una

divisi6n totalmente nueva del territorio, que, evidentemente, como en la revolucionaria

division de Francia en departamentos, hubiese bon'ado total mente los antiguos reinos y

provincias:

«Como otro de los fines de la Constituci6n es conservar la integriuad del territorio de EspaJia,

se han especificauo los reinos y proyincias que componen Sll imperio en ambos hemisferios,

consel'vando pOl' ahora [e\ subrayado es nuestro} la misma nomenclatura y divisi6n que 1m

existido hasta aquf. La Comisi6n bien hubiera Jeseauo hacer mas c6modo y propon:ionado

repartimiento de todo el territorio espanol en ambos mundos l ... ]» 69

La reduccion absolutista de los diferentes reinos peninsulares a una unica

unidad politica homogenea, tal como se habia plasmado en las Cortes del siglo XVIII,

habia side ya profundamente asimilada pOl' todas las elites ilustradas de la Peninsula.

Lo que era pOl' entonces admisible en la Peninsula 10 era mucho menos en

America, en la cual la concepcion plural de la Monarquia, considerada como un

conjunto de "pueblos»-comunidades, seguia estanda muy viva70• Era esta la concepci6n

que habia lIevado a la constituci6n de las juntas autonomas americanas, y, ante su

rechazo por el Consejo de Regencia,a la guerra. Pero incluso los americanas que

obedecian al Consejo de Regencia no plantearon entonces de una manera tajante este

problema fundamental. Unos estaban ffsicamente lejos del debate y ocupados sobre

todo poria guerra contra los insurgentes. Otros, los que formaban parte de las Cortes, se

encontraban en una situacion bastante particular que explica Sll compleja actitud.

La parte mas activa de los diputados americanos, los suplentes elegidos en

Cadiz en septiembre de 1810, eran tan modernos y radicales como los revolucionarios

peninsulares. Como para estos, los primeros objetivos pOI' alcanzar eran la afirmacion

contra el rey de la soberania de la Nacion, el establecimiento de la libertad de prensa, In

elaboraei6n de una constitucion nueva, la destrucci6n del Antiguo Regimen, etc. En

69 DisClfl'SO pl'elimi}wr a la con.l'titucion de J 812, Cadiz, 24.XII, 1811. ed. del Centro de Estudios constitucionaies, Madrid, 1989, pr.79-80. 70 Cfr, sob!'e esta visi6n comllll a In mayorfa de los diputados americanas en las Cortes, cfr. Joaquin VARELA SUANZES-CARPEGNA, La teoria del ESlado en los origenes del constitucionalismo hispanico. (Las Cortes de Ccidi=), Madrid, 1983.

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todos estos campos su alianza con los liberales peninsulares fue permanente y

fundamental para la victoria de estos. Gracias a sus votos se adopt6 la libertad de prensa

en octubre de 1810 y 10 mismo ocuITi6 despues con todos los textos en que se plasm6 la

modernidad ideol6gica de las Cortes.

Quiztis fue precisamente su modernidad ideol6gica, que les hacfa tambien

considerar a la naci6n como compuesta par individuos, la que explica la actitud que

tomaron al discutir los problemas americanos. Su objetivo fundamental fue en este casu

el batallar por la igualdad de representaci6n entre Espana y America. Era este su

objetivo prioritario, 10 que en parte explica que, a pesar de su concepci6n plural de la

Monarqufa, aceptasen los planteamientos de los liberales peninsulares. La petici6n de

igualdad con la Penfnsula y la obtenci6n del elevado numero de diputados que esto

lIevaba consigo les hacfa aceptar entonces una concepcion unitaria de la Monarqufa que

cuadraba mal con su muy enraizada vision de esta como un conjunto de comunidades

polfticas diferentes.

Sin embargo, su conciencia de las particularidades americanas segufa

siendo muy fuerte; asf se ve que los diputados elegidos en America actuan en la practica

como los antiguos procuradores en Cortes defendiendo los cuadernos de instrucciones

recibidos de sus comitentes. Esta misma vision explica que la proposicion de constituir

diputaciones provinciales procediese precisamente del mexicano Ramos Arizpe, para

quien estas deb fan constituir un verdadero gobierno representativo provincial. Su

proposicion fue adoptada, pero transform ada, para hacer de elias un simple organismo

consultivo destinado a asesorar al jefe polftico 71. La nueva constitucion de la

Monarqufa era profundamente unitaria.

Habra que esperar hasta la segunda revoluci6n liberal espanola y los

progresos de los movimientos independentistas para que en 1821 los diputados

americanos en las Cortes de Madrid propongan el plan de una monarqufa plural, con

tres reinos americanos dotados de instituciones representativas propias y un poder

ejecutivo que podia ser confiado a tres infantes: uno que comprenderfa Mexico y

Guatemala, otro, Nueva Granada y Tierra Firme y el tercero, Peru, Buenos Aires y

Chile. Como 10 explicaba uno de sus promotores, el mexicano Lucas Alaman, se trataba

de instaurar el viejo plan del conde de Aranda y de restaurar la antigua estructura de la

monarquia en America:

«este sistema tenfa grande analogfa con el que hahfa regido en America antes de la constituci6n,

l .. · J cada una de las grandes secciones de aguel continente venia a ser como una monarqufa

separada, con todos los elementos necesarios para Stl regimen interior, a semejanza de los

establecidos en Espana para la monarqufa toda y ahora 10 que se propon{a era solo reduch" estos

71 efr. sobre estas diputaciones, Nettie Lee BENSON, La diputaciJn proviJ1(:ial y el federalismo mexicano. Mexico, [955 y HAM NET, op. cit., pp. [34-136.

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elementos aJ orden representativo l .... J » 72,

Lo que en ISIO 0 ISII hubiera podido dar un cauce a las aspiraciones

americanas de igualdad y de especificidad venia ya demasiado tarde y seguia chocando

con la concepci6n unitaria de los peninsulares. Las Cortes rechazaron incluso la lectura

de la propuesta, pero quizas las leyes y las practicas electorales inducidas por In

instauracion de las diputaciones provinciales evitaron en la America "Iealista"

conflictos similares a los que conocio en este campo la America insurgente 73.

Aftadamos que, como ya 10 hemos expuesto en otro lugar, la America

lealista correspondia tambien, esencialmente, a aquellas regiones en las que el reino

tenia ya desde ante-s una consistencia cierta, 10 que contribuy6 a atenuar el proceso de

desagregacion. Aqui la existencia de proto-naciones, 0 de naciones en el sentido

antiguo del termino, hizo menos dificilla transicion a un balbuciente Estado-nacion, sin

que esto quiera decir que estos paises escaparan a los problemas del mal Ilamado

federalismo. Problemas que no son Olra cosa que la dificultad de expresar en un sistema

representativo moderno la vieja estructura polftica territorial centrada en las ciudades­

provincias y la de encontrar nuevos fundamentos a la union entre los "pueblos" y a la

obligatoriedad polftica, aseguradas ambas hasta entonces por los vinculos verticales y

personales con el rey.

Por ello en ambas Americas, la insurgente y la "Iealista", mas 0 menDs

precozmente, la «naciol1» no remite a una entidad preexistente que ahora se

reconstruya, como en Cadiz, de una manera nueva, pues el anti guo pacto social

concernia a una unica nacion espanola a la que ahora se rehusa pertenecer. La nacion

sera el resultado inedito e incierto de la conclusion del pacto entre los pueblos.

Resultado incierto, en la medida en que no podia basarse en aquellos elementos

culturales que en Europa definiran despues la <<nacionalidad»: la lengua, la cultura, la

religion, un origen comun -real 0 supuesto-. Todos estos elementos erall comunes a

las elites criollas, principales actores de la independencia. Mas aun, los americanos

compartian todos estoselementos con los reinos peninsulares de In Corona de Castilla

hasta el punto de que la diferencia cultural que separaba los reinos castellanos de

Cataluna, Valencia 0 de las provincias vascas era incomparablemente mayor que su

diferencia con los reinos americanos.

La unico que les pertenecfa en propiedad era esa «americanidad» de la que

ya hemos hablado, pero esta, aunque fuese un anna muy eficaz en la lucha contra los

72 Lucas ALAMAN, His/aria de Mexico. (1849-52) 6a eJ., Mexico. Jus, 1972, t.V, pp. 127 ss. y p. 351. La proposicion fue presemada a las Cortes, el 25.VI.1821; el texto de la proposici6n en Ibidem, ) Apendices, documento nO 19. 73 Lo importunte aquf no son las funciones, esencialmente administrativas y no polfticas, de las diputaciones provinciaJes, sino la existencia de circul1scripciones, Jeyes y practicas electorales establecidas.

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'"2.,?t ~ O'1r O ~ 30

peninsulares, tenia una consistencia demasiado tenue para fundar una (mica «nacion»

americana74 capaz de vencer la inmensidad del espacio. La existencia, a menudo

m'ultisecular, de espacios administrativos y economicos bien establecidos y de

identidades locales y regionales -algunas con considerable consistencia- eran

obstaculos practicamente insuperables para esta construccion.

EI fund amen to de la nacion no sera, pues, cultural, sino esencialmente

politico, es decir, se fundani, como en la Francia revolucionaria, en una union de

voluntades75 . Sin embargo, a diferencia de Francia, no se trata aqui de voluntades

individuales, sino de voluntades de los «pueblos» y, otra diferencia significativa,

mientras que en Francia 10 politico recubria de hecho una muy vieja nacion en el

sentido cultural de la palabra, en America la identidad politica era mucho mas

restringida que la identidad cultural. EI fundamento politico era aqui fnigi! y aleatorio,

consecuencia, en una primera fase, de pactos entre los «pueblos», y en una segunda, de

la unidad impuesta a los «pueblos» por las armas de los libertadores 76. De todas

maneras, era logico que en ambos casos esta construccion se apoyase en los espacios

administrativos 77 0 economicos existentes y, en otros lugares (como en Mexico, Chile,

Quito y en parte en el Peru propiamente dicho), en las identidades culturales de los

reinos que se habfan ido edificando durante la epoca colonial.

De todas maneras, quedara aun pendiente en todos los nuevos estados, ]a

construccion la nacion moderna en su doble vertiente: la politica, la asociacion

voluntariu de los individuos-ciududanos, y lu cultural, conseguir que lodos compartan

una historia y un imaginario comunes, aunque sean mfticos. Ahi tenemos la eexcepcion

americana. En la Europa del siglo XIX se trata de c6mo construir el Estado-naci6n

moderno a partir de la nacionalidad; en Hispanoamerica, de c6mo construir Estados­

naciones separados a partir de una "nacionalidad" en gran parte comdn a todos.

74 En Mexico, en donde el empleo de 1a «naci6n americana», es frecuente, el contexto muestra de que se truta de hecho de otra manera de hablar de la Nueva Espana. 75

. ! AM se encuentra una de las razones que facilitanin el haeer de las nuevas Iluciones las «hijas» de Ia Revoluci6n francesa. 76 En el area gran-colombiana, y en los dos Perl!!';, fueron los ejercitos de los Ubertadores los que impusieron provisionalmente la unidad, mientras que el Rio de la Plata, oscila durante varias decadas entre guerras en las que se afmntan las soberanfas provinciales e intentos fallidos de union entre los "pueblos". Cfr. sahre estos temas, Jose C,u·los CHIARAMONTE, Modiflcaciones del paclo imperial, cap. 4 de De los imperio.)' a las naciones, Of. cit. 77 Eso explica que los Iimites territoriales de futuros estados coincidan con diversas circullscripciones administrativas de 1<1 epoca colonial.