fronteras y conflictos. el valle medio del ebro durante el siglo xiv · estos problemas, los...
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Francisco Olivenza Millón
Ignacio Alvarez Borge
Facultad de Letras y de la Educación
Grado en Geografía e Historia
2015-2016
Título
Director/es
Facultad
Titulación
Departamento
TRABAJO FIN DE GRADO
Curso Académico
Fronteras y conflictos. El Valle medio del Ebro durante elsiglo XIV
Autor/es
© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones,
publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]
Fronteras y conflictos. El Valle medio del Ebro durante el siglo XIV, trabajo finde grado
de Francisco Olivenza Millón, dirigido por Ignacio Alvarez Borge (publicado por laUniversidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia
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Trabajo de Fin de Grado
FRONTERAS Y CONFLICTOS El valle medio del Ebro durante el
siglo XIV
Autor:
Francisco Olivenza Millón
Tutor/es:
Fdo. Ignacio Álvarez Borge
Titulación:
Grado en Geografía e Historia [602G]
Facultad de Letras y de la Educación
AÑO ACADÉMICO: 2015/2016
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Resumen
En el mundo que vivimos hay conceptos que se han instalado tanto en nuestra sociedad
que han pasado a formar parte del vocabulario coloquial, desambiguándose en cierta parte
su definición inicial. Uno de esos conceptos es el de frontera, muchas veces de difícil
comprensión y mostrándose en la actualidad con una inflación semántica nunca antes
vista, que se utiliza básicamente en todos los aspectos de la vida cotidiana. Lo cierto, es
que el término tiene una elasticidad extraordinaria y puede adaptarse a casi cualquier
contexto, pero en este trabajo nos centraremos en las fronteras propiamente físicas,
aquellas que separan dos entidades políticas o modelos de sociedad diferentes, obviando
en cierta forma aquellas que comprenden a lo espiritual u otras que se podrían encontrar
dentro de una misma sociedad.
¿Son estas fronteras un muro insalvable o un lugar de contacto e intercambio? ¿Cómo
afecta el devenir histórico a su composición? En este trabajo intentaremos responder con
las fuentes historiográficas que tenemos a nuestro alcance estas preguntas desde la óptica
del Valle medio del Ebro en el siglo XIV. Para ello tendremos que establecer primero un
contexto sobre el término y de la zona a tratar para pasar a enumerar los diferentes
conflictos fronterizos que tienen lugar durante esta convulsa época, ya que la historia de
este siglo es especialmente conflictiva, principalmente por el ámbito de las disputas
nobiliarias, a lo que después se le une, resultando una válvula de escape perfecta para
estos problemas, los diferentes conflictos bélicos entre reinos y la guerra civil castellana
durante la década de los 60. Este conflicto hace que una nueva dinastía se alce con la
corona de Castilla, los Trastamara, lo que también afectará a la composición de la frontera
del Ebro. Con ello también pretendemos establecer una visión sobre las consecuencias de
estos conflictos en la población local y sobre todo sobre las minorías, centrándonos en la
población judía.
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Abstract
In the world we live there are concepts that have been installed both in our society that
have become part of colloquial vocabulary, some part confusing its initial definition. One
of these concepts is the border, often difficult to understand and showing today with a
semantic inflation never seen before, which is basically used in all aspects of daily life.
The truth is that the term has an extraordinary elasticity and can fit almost any context,
but in this paper we focus on the actual physical boundaries, those separating two political
entities or different models of society, obviating in some ways those comprising the
spiritual or other that could be found within the same society.
Are these borders an insurmountable wall or a place of contact and exchange? How the
historical development of its composition affect? This paper attempts to respond with
historiographical sources available to us these questions from the perspective of middle
Ebro Valley in the fourteenth century. To do this we must first establish a context for the
term and the area to try to move on to list the various border conflicts that occur during
this turbulent period, as the history of this century is particularly contentious, mainly
because the field of noble disputes, what was then joined, resulting in a perfect escape
valve for these problems, different wars between kingdoms and the Castilla's civil war
during the decade of the 60. This conflict causes beginning of a new dynasty in the crown
of Castile, the Trastamara, which also affect the composition of the border of the Ebro.
This paper also intends to establish a vision on the consequences of these conflicts in the
local population and especially on minorities, focusing on the Jewish population.
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Índice
1. Introducción ………………………………………………………………... 5
2. Objetivos del trabajo ……………………………………………………… 11
3. Métodos de trabajo utilizados ……………………………………………. 11
4. Estado de la cuestión ……………………………………………………… 13
5. Desarrollo ………………………………………………………………….. 15
5.1. Definición de frontera y el ejemplo del valle medio del Ebro: geografía y
contexto histórico …………………………………………………... 15
5.2. Las diferentes políticas regias que afectan a la situación fronteriza del
siglo XIV: Conflictos bélicos, pactos y treguas ……………………. 22
5.2.1. Alfonso XI ………………………………………….. 23
5.2.2. Pedro I y los diferentes conflictos bélicos que afectan a la
frontera ……………………………………………… 24
5.2.3. Enrique II y el legado Trastamara ………………….. 28
5.3.Conflictos a nivel local y situación de las minorías en el ámbito fronterizo
(El caso de San Adrián de las Palmas y Calahorra) ………………... 31
6. Conclusión ………………………………………………………………….. 33
7. Bibliografía …………………………………………………………………. 37
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5
1. Introducción:
«El tema de la “frontera” […] es uno de esos viejos temas históricos que, sin
desaparecer del todo, reaparece en el panorama historiográfico al impulso, yo no
diría de modas, sino del interés y de las circunstancias de las que el historiador
forma inevitablemente parte. Hoy vivimos, sin duda, en un mundo cambiante, de
fronteras inestables, y no es, por tanto, sorprendente que la vieja temática
fronteriza nos ocupe y preocupe»1
El espacio de frontera, así como las formaciones fronterizas, constituye uno de los
temas de estudio de permanente interés. La condición de estas áreas como límites entre
diferentes entidades políticas le confiere cierta importancia a la hora de ser estudiado y
las convierte en cierta manera en ejemplos perfectos para observar, con diferentes ópticas,
un evento histórico concreto. El espacio fronterizo se convierte de esta manera en un
perfecto “espacio probeta” en el cuál estos diferentes eventos se muestran de una manera
más clara y exacerbada.
La frontera, que no hay que confundir con un mero límite territorial, se convierte
entonces en una probeta en la cual todas las resoluciones de los poderes territoriales
competentes entran en conflicto y se muestran de una manera más patente. Contemplando
esta situación, ¿qué investigador no se sentiría tentado abordar esta cuestión?
Es muy frecuente encontrar en cada una de las fuentes que he utilizado una crítica
de la terminología de frontera; ya que se suele decir que existen algunas expresiones de
nuevo cuño o aparición tardía que están desconectadas con el contexto histórico que
pretenden estudiar. Este vocablo ha sufrido una gran inflación semántica últimamente. En
diversas fuentes de información lo vemos reflejado como fronteras naturales, políticas,
históricas, lingüísticas e incluso mentales e ideológicas2. Esta polivalencia del término
“frontera” ha hecho que en muchas situaciones su utilización se muestre confusa y que
en muchos casos se utilice como palabra “comodín” para embellecer un texto o darle más
intensidad3. Lo cierto es que el hecho fronterizo, como tal, se puede extrapolar a todos
los aspectos de la vida, desde las cuestiones territoriales a las humanas, y en todos sus
1 González Jiménez, Manuel, “Relación general. La frontera nazarí”, en Segura Artero, Pedro, (Coord.), La
frontera oriental nazarí como sujeto histórico (ss. XIII-XVI), Almería, Instituto de estudios almerienses, 1997, pág. 673. 2 Ledesma, M. L., “La sociedad de frontera en Aragón (siglos XII y XIII)”, en Las sociedades de frontera
en la España Medieval, Zaragoza: Aragón en la Edad Media: sesiones de trabajo, 1993, pág. 31. 3 García de Cortázar, J. A., “De una sociedad de frontera (el valle del Duero en el siglo X) a una frontera entre sociedades (el valle del Tajo en el s. XIII)”, en Las sociedades de frontera en la España Medieval, Zaragoza: Aragón en la Edad Media: sesiones de trabajo, 1993, pág. 51.
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usos encuentra sentido. En un principio esta afirmación puede resultar confusa, pero la
polivalencia y el dimorfismo del término lo permiten.
Lo que también podemos observar es que muchos historiadores han utilizado
términos, los cuales han tenido una patente continuidad histórica, sin pararse a adecuarlos
a la época que tratan. Esto ocurre con el término “Frontera” al utilizarse como elemento
histórico. Este término, a pesar de sufrir una gran inflación semántica, encierra un
significado preciso en la actualidad en su aspecto político, que no tiene por qué estar
relacionada con el que tuvo en tiempos pasados, y su estudio nos revela que hablamos de
significados y valores con alcances totalmente diferentes4.
¿Cuándo se conforma el término “frontera” tal y como lo conocemos? Es una de
las preguntas clave de este trabajo. En multitud de ocasiones podremos observar que la
frontera, como la vemos en la actualidad, en realidad no existía o se desdibujaba en
grandes extensiones de territorio en algunos casos. Para comprender este término
debemos tener en cuenta varios factores; el auge de los Estado-Nación entre los siglos
XVIII y XIX, creó una visión fija o estable de las fronteras. La “frontera” era una línea
fija, que definía un carácter y a sus habitantes. Podía haber desajustes, más o menos
subjetivos, que se saldaban con las correspondientes reclamaciones territoriales. Esta
visión de la frontera es un ‘constructo’ de estos primeros pensadores nacionalistas que
conforman la visión actual de las mismas. Pero éste dista mucho de corresponder a la
visión que precedió a la misma, por lo que no podemos establecer el modelo fronterizo
actual en épocas pasadas. Lo cierto es que, a cualquier estudioso de las ciencias sociales,
y en especial a los de la disciplina histórica, les resulta difícil desprenderse del substrato
nacional o cultural en el que vive o en el que se ha formado. Para deshacernos de este
estigma tenemos que tener en cuenta las palabras de C. Barraclough, «hemos de estudiar
el pasado por sí mismo y juzgar las edades pasadas por sus propios criterios, por sus
propias normas, no por las nuestras» y, como expuso Fenelon y otros ilustrados, debemos
ser hombres sin patria ni época a la hora de tratar este tipo de conceptos5.
Además, existe una tendencia general entre los historiadores que se inclina a
establecer comparaciones, similitudes o puntos en común entre diferentes fenómenos de
carácter totalmente diferentes (de índole social, política o cultural) producidos en áreas
4 Gozalbes Gravioto, Enrique, “Reflexiones sobre el concepto antiguo y medieval de frontera”, en III
Congreso de Estudios de Frontera. Convivencia, defensa y comunicación de la frontera, Jaén, 2000, pág. 362. 5 Lacarra de Miguel, José María, “Acerca de las fronteras en el Valle del Ebro (Siglos VIII-XII)” en En la
España medieval, Madrid, Nº1, 1980, pág. 182.
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muy distintas, separadas por grandes distancias6. Estas generalizaciones afectan de forma
directa a las zonas fronterizas que, en su extraordinaria complejidad, se toman como
paradigma de estos comportamientos, en muchos casos nocivos para la propia disciplina.
Cuando se generaliza siempre se tiende a no detallar y son estos detalles los que
finalmente recalcan las peculiaridades de la historia. La historiografía británica casi
siempre asocia la historia medieval de los reinos peninsulares con una historia de frontera
contra el poder musulmán del sur, como si se conformasen todos ellos como una fuerza
homogénea frente al enemigo. En este trabajo hablaremos de un tipo de frontera no
extrapolable a ésta, una frontera entre reinos cristianos que nos mostrará que no estaban
conformados como un solo bloque, sino que existían rencillas y conflictos continuos; y
que, a pesar de que la “reconquista” del territorio meridional se constituya como motor
del desarrollo de los diferentes reinos, dándoles una imagen de colaboración en muchas
de las ocasiones en las que se requería, a nivel local la situación era más ambigua, sobre
todo en el ámbito fronterizo que lo conformaba, como veremos en las próximas páginas.
Hagamos una labor de memoria y no nos limitemos simplemente a explicar la
situación del concepto de frontera en el siglo XIV, retrocedamos y adentrémonos en las
entrañas del mismo para, al final, conseguir entenderlo de una manera correcta. A grandes
rasgos podemos afirmar que el concepto de frontera actual estuvo ausente en el mundo
antiguo. Esto puede resultar confuso y desatar ciertas discrepancias ya que, como todos
conocemos, en el Imperio Romano existe una frontera, que cuando se cierra el periodo de
conquistas, se establecen unos límites, unos limes, que marcaban de una forma clara hasta
donde llegaba su influencia. Una línea de fortalezas y empalizadas que delimitaban
militarmente la civilización de la barbarie. Por esto, el concepto actual de frontera no
corresponde con el de la antigüedad. No se puede decir que no tengan cierta relación o
guarden algunas semejanzas, aunque muy desdibujadas por los planteamientos
nacionalistas del siglo XIX. Se trata de fronteras con respecto a un exterior ajeno, pero
no de unos límites o de demarcaciones puramente administrativas. Porque en las zonas
extremas de su dominio los romanos mantuvieron una ambigüedad calculada entre
territorios realmente incorporados o anexionados, oficialmente incorporados y zonas
externas. Hay una relatividad a la hora de hablar de frontera, ya que no se trata de una
línea continua. La relación entre lo que estaba en los dos lados del limes acabó siendo tan
6 Mitre Fernández, E., “La Cristiandad Medieval y las formulaciones fronterizas”, en VV.AA., Fronteras
y fronterizos en la historia, Valladolid: Instituto de Historia Simancas, Universidad de Valladolid, 1997, pág. 10.
8
estrecha que al cabo de unos siglos su determinación o caracterización era muy difusa.
Debemos pensar en ello como un conflicto asimétrico, los pueblos barbaros que se
encontraban en estos limes orbitaban sobre Roma, llegando incluso a depender de ella o
a defenderla sin formar parte como provincia. En el año 476 se establece comúnmente la
caída del Imperio Romano Occidental y, con ella, el fin de la edad Antigua y el inicio de
la Medieval según los estancos historiográficos tan necesarios como inexactos. Con la
desaparición de este gran poder central, que no se quebró en un día, el concepto de
frontera terminó por difuminarse por completo. En este sentido, el poder político, el poder
en acción, la capacidad de gobernar, fue lo que tomó la batuta de organización territorial.
Progresivamente diferentes pueblos con una capacidad militar superior se fueron
asentando sobre las sociedades romanas, las cuales no habían desaparecido, en cierta
manera adaptándose y en otra imponiendo sus culturas y creencias; ya no existía un limes,
una barrera, sino que simplemente la frontera comenzaba donde el poder de esos caudillos
militares comenzaba a desvanecerse.
El poder visigótico en la península es claro ejemplo de esto y, en parte, sobrevivió
gracias a su progresiva institucionalización. Algo que quedó absolutamente roto cuando
en el 711 comienza la invasión musulmana. En este momento de conflicto es cuando salen
a la luz las debilidades de la organización territorial antes mencionada, ya que, en vez de
existir un poder central fuerte capaz de frenar la invasión, se vio como los diferentes
poderes locales, los portadores de ese poder militar, ejercían papeles del todo disonantes,
llegando incluso a pactar con el nuevo poder que se establecía en aquel entonces, como
es el caso del conde Casio (que más tarde daría lugar a la familia de los Banu Qasi)7.
Pasando a hablar del concepto alto-medieval de frontera debemos remarcar que fue más
cercano al existente en la antigüedad romana. La configuración de la misma es ancha,
tendiente a la despoblación y a conformarse como una especie de “tierra de nadie” en la
cual las tropas podían entrar profundamente. Lo que parece corroborar estas afirmaciones
es la facilidad con la que las tropas musulmanas realizaban aceifas periódicas hacia el
norte sin encontrar una gran resistencia. La idea de “desierto demográfico” de la Meseta
que en un principio estableció Sánchez-Albornoz8, parece superada por otra que insta
sobre un vacío de poder político, es decir, un territorio en el que los poderes locales
ganaron mucha importancia por la falta o la incapacidad de los diferentes reinos
7 García Moreno, Luis A., España 702-719. La conquista musulmana, Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2013, pp. 433-440. 8 Sánchez-Albornoz, Claudio, Despoblación y repoblación del valle del Duero, Buenos Aires, 1966.
9
peninsulares de una articulación del poder en un contexto territorial tan amplio, por lo
que eran poblaciones ciertamente independientes y castigadas por estas razias. El
territorio fronterizo se constituyó como un territorio a evitar, que, si contemplamos desde
la visión cordobesa, no dista mucho del concepto antiguo de la misma: un poder central
fuerte que se separa mediante un gran espacio “neutral” de unos pueblos indígenas con
unos territorios imprecisos o cambiantes.
Como diferencia patente a esto encontramos la concepción de frontera bajo-
medieval. Durante la Plena edad Media estas antiguas ideas y los espacios habían
evolucionado y se redefinieron. La llamada “tierra de nadie” se estrechó notablemente de
tamaño, buscando en estos casos generalmente la ocupación de alturas estratégicas que
tuvieran buena visibilidad para conformar una frontera fortificada. La frontera se
convierte en algo mucho más restringido y mucho más preciso. Hablar de línea es,
probablemente, caricaturizar la situación, pero ya encontramos una cercanía a la misma,
al concepto actual9.
Hablar del término “frontera” en los ámbitos que competen a este trabajo como es
el de “frontera física”, como se ha entendido siempre la línea o límite territorial entre
formaciones sociales que geoestratégicamente pertenecen a entidades políticas distintas
que pueden o no ser parecidas entre sí. La ambiciosa pretensión con la que parte este
trabajo es definir la llamada “frontera del río Ebro” durante el siglo XIV entre otros
objetivos que se especificarán con más profusión en los siguientes puntos. Titulado
“Ejemplos de conflictos fronterizos”, definiremos la situación de esta zona mediante el
relato de diferentes eventos o conflictos que tienen lugar en las villas que se encuentran
a ambos lados del río. Mediante una perspectiva de análisis vertical primero incidiremos
en los factores físicos de esta frontera entre los reinos de Castilla, Navarra y Aragón,
poniendo de relieve las dificultades con las que se podrían haber encontrado a la hora de
traspasarla los diferentes habitantes de la región; después estableceremos una cronología
de eventos políticos que tuvieron especial relevancia en esta zona, sobre todo en políticas
regias y acciones directas tanto de ellos como de otros nobles; para finalmente bajar hasta
el ámbito local y enfrentarnos al motivo inicial del trabajo, una definición de la frontera
del Ebro mediante sus conflictos, así como una visión de las minorías y cómo era su vida
en la frontera.
9 Gozalbes Gravioto, op. Cit. pp. 365-368.
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2. Objetivos del trabajo:
En este trabajo se persigue ofrecer una visión más global del ámbito o la definición
del término frontera ejemplificándolo sobre el área del valle medio del Ebro, haciendo
un ejercicio de síntesis de las diferentes historias locales que se han ido componiendo en
esta geografía y utilizando conceptos generales del ensayo histórico.
También se persigue que sirva como base para futuros estudios de la frontera del
valle medio del Ebro en siglos posteriores al XIV.
Ofrecer una visión particular de las consecuencias que las diferentes políticas
regias o locales actúan sobre la población de frontera, lugar de distensión y conflicto, pero
también de comercio y tregua.
Introducir conceptos básicos sobre la identidad, tanto castellana como navarra o
aragonesa, en referencia a los principales puntos de confrontación en las diferentes áreas
que conforman sus respectivas fronteras con estos reinos.
Incidir además en las teorías historiográficas que fundamentan el reforzamiento
de las fronteras y límites territoriales entre los diferentes reinos como el inicio o el
nacimiento del llamado Estado Moderno.
Incluir el concepto de territorialidad en el ámbito historiográfico, poner en
relación al hombre con el territorio en el que habita.
Completar una visión de los conflictos bélicos que se suceden en el siglo XIV con
respecto a las consecuencias que estas tienen sobre la población local.
Ofrecer una síntesis de la situación de las minorías en las diferentes villas que
conforman la frontera del valle medio del Ebro.
3. Métodos de trabajo utilizados:
Para la realización de este trabajo se ha optado por tomar los métodos de trabajos
anteriores que tratan el ámbito fronterizo del valle medio del Ebro. Trabajos anteriores
como los de Elisa Pérez y Esther Peña, Ignacio Álvarez Borge o Pilar Azcárate Aguilar-
Amat tratan ya estos temas. Además, la base de este trabajo está fundamentada sobre
artículos, capítulos y otros libros que tratan y ahondan en el ámbito fronterizo peninsular
en la edad media, como los trabajos de Emilio Mitre, Máximo Diago, Jorge Ortuño,
etcétera.
Siguiendo esto, he decidido utilizar una metodología deductiva que parta de lo
general a lo particular, relacionando finalmente los diferentes casos locales para
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conformar la imagen de frontera. Utilizando un razonamiento descendente para así
recorrer todos los estadios de los diferentes conflictos: partiendo de una base de entorno
físico y contexto político general para ahondar después en los diferentes conflictos que se
muestran en el valle medio del Ebro durante el siglo XIV. Específicamente en los reinados
desde Alfonso XI hasta Juan I en el ámbito castellano y en la dinastía Evreux de Navarra,
haciendo especial hincapié en Carlos II, dejando la base contextual de los reyes de Aragón
en un segundo plano, remarcando el papel de Pedro IV en el escenario de beligerancia
que se conformó en esta área.
Siguiendo, como ya he dicho, la estela del artículo de Elisa Álvarez y Esther Peña,
el territorio en el que vamos a incidir, grosso modo, es en el que hoy conocemos como la
actual Rioja, la Rioja alavesa, la Ribera Navarra y las Bárdenas Reales. Lo que viene a
delimitarse desde el río Oja hasta el Queiles. Para la elaboración de este trabajo daremos
una gran importancia a los conflictos y jugaremos constantemente con eventos
recopilados de bibliografía de ámbito local y de crónicas regias de mayor extensión, por
lo que nos moveremos de una localidad a otra. Entre las villas que vamos a tratar,
encontramos Haro, Santo Domingo de la Calzada, Briones, Logroño, Labastida, Viana,
San Adrián, Tarazona, Tudela, Agoncillo, Calahorra y Alfaro, entre otros. En el siguiente
mapa vemos de una forma más clara en área de estudio en la que se va a centrar este
trabajo. En azul y contorneado de color negro vemos la actual provincia de la Rioja,
mientras que las líneas de color azul oscuro localizan el Ebro y sus afluentes.
Ilustración 1 Mapa representativo de la zona a estudiar. Elaboración propia mediante GvSig (Fuentes: Chebro [http://iber.chebro.es] e Iderioja [iderioja.larioja.org])
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4. Estado de la cuestión:
El ámbito a estudiar en este trabajo no es nuevo, sino que, como ya citaba Manuel
González Jiménez en el párrafo que abría la introducción, «es uno de esos viejos temas
históricos que, sin desaparecer del todo, reaparece en el panorama historiográfico al
impulso, yo no diría de modas, sino del interés y de las circunstancias de las que el
historiador forma inevitablemente parte»10. La historiografía que cubre el término
frontera es muy amplia y ha incidido ya en muchas ocasiones en el plano local, además
el tema de los conflictos fronterizos tampoco es algo nuevo en el ámbito de la
investigación histórica ya que casi siempre se presupone a este territorio como en
perpetuo conflicto. En este punto intentaré resumir las diferentes fuentes de las que me
he valido y que podemos encontrar en el panorama europeo, pero sobre todo español,
acerca de este término; teniendo siempre en mente que es una labor megalítica, por lo que
intentaré resumirlo lo máximo posible sin dejarme detalles.
En la historiografía medieval española se ha tendido a dar más importancia a las
fronteras exteriores que a las interiores. Lo cierto es que tiene sentido que esta tenga más
profusión, pues, en cierta forma, el sentimiento de alteridad que se debió sentir en el
momento que se estudia es exponencialmente mayor entre musulmanes y cristianos que
en una frontera en la que predominaba el cristianismo en ambos lados de la misma, como
es el caso de la frontera del Ebro, aunque sí que existían minorías. El choque cultural ha
hecho que muchos historiadores se hayan interesado en el último medio siglo por este
ámbito, como por ejemplo Angus Mackay11, Johannes Kramer12, Eduardo Manzano13,
10 González Jiménez, Op. Cit. (1997) p. 637. 11 Mackay, Angus, España de la Edad Media, desde la frontera hasta el imperio (1000-1500), Madrid: Cátedra, 1985; Mackay, A. & Bartlett, R., (coord.), Medieval Frontier Societies, New York: Oxford University Press, 1989. 012 Kramer, Johannes, “Frontiers in the Middle Ages”, en Proceedings of the Third European Congress of
Medieval Studies (Jyväskylä, 10-14 June 2003), Vol. 126, Nº 4, 2010, pp. 731-734. 13 Manzano Moreno, Eduardo, “Qurtuba: algunas reflexiones críticas sobre el Califato de Córdoba y el mito de la convivencia”, en Awraq: Estudios sobre el mundo árabe e islámico contemporáneo, Nº 7, 2013, págs. 225-246; “La línea del Duero a la luz de las fuentes árabes” en Biblioteca: estudio e investigación, Nº. 23, 2008, pp. 65-74; La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991.
14
Emilio Mitre14, Jesús Molero García15, Cristina Segura Graíño16, Miguel Ángel Ladero
Quesada17, Manuel González Jiménez18, José Enrique López de Coca Castañer, Pascal
Buresi19 e Iñaki Martín Viso, entre muchos otros. Haciendo correr ríos de tinta en
diferentes publicaciones y tesis doctorales.
Nosotros nos centraremos en un espacio más concreto, pero igualmente
desarrollado, las fronteras entre los reinos cristianos de la península y más
específicamente en la frontera que el río Ebro conforma entre los reinos de Castilla,
Navarra y Aragón. Así que el ámbito de búsqueda de fuentes se reduce. Para aclarar el
ámbito de las fronteras en la edad Media, es decir, la evolución del concepto en los
diferentes reinos hispánicos he recogido los artículos de Teófilo F. Ruiz20, con su
concepto de “liminalidad” y la construcción de las mismas fronteras durante la edad
Media; José L. Martín Martín21, artículo indispensable para entender el término frontera
en sus diferentes acepciones; Pierre Toubert22 y Enrique Gozalbes Gravioto23, que
muestra la evolución del mismo término de una manera muy sencilla. Dentro de los
estudios de ámbito peninsular más específicos encontramos los artículos de Manuel
14 Mitre Fernández, Emilio, “Las Cortes de Castilla y las relaciones exteriores en la Baja Edad Media: el modelo de Enrique III” en Hispania en Revista española de historia, Vol. 59, Nº 201, 1999, págs. 115-148; “Reflexiones sobre noción de frontera tras la conquista de Toledo (1085): fronteras reales y fronteras mentales” en Cuadernos de historia de España, Nº 69, 1987, págs. 197-216; “El Occidente Medieval y el "otro"”, en XX Siglos, Vol. 5, Nº. 19, 1994, págs. 14-22. 15 Molero García, Jesús, “Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí de Granada al final de la Edad Media”, en Sanz Camañes, Porfirio, & Rex Galindo, David, (Coord.) La frontera en el mundo hispánico, Quito: Ediciones Abya-Yala, 2014, págs. 123-150; “In fronteria maurorum: conflicto y convivencia en la España medieval”, en Sanz Camañes, Porfirio, (Coord.), España
y Rumanía, espacios, sociedades y fronteras, Universidad de Castilla-la Mancha, 2006, págs. 41-63. 16 Segura Graíño, Cristina, “Una reflexión sobre las fronteras en la Edad Media: implicaciones sociales políticas y mentales”, en Aragón en la Edad Media, Nº 14-15, 2, 1999, pp. 1487-1500. 17 Ladero Quesada, Miguel Ángel, “Sobre la evolución de las fronteras medievales hispánicas (siglos XI a XIV)” en Ayala Martínez, Carlos de, & otros, Identidad y representación de la frontera en la España
Medieval, Madrid: Casa Velázquez Volumen nº75- Universidad Autónoma de Madrid, 1998, pp. 5-49. 18 González Jiménez, Manuel, “Fuentes para la historia de la frontera Castellano-granadina”, en Boletín de
la Real academia Sevillana de Buenas Letras: Minervae Baeticae, Nº 37, 2009, págs. 29-40. 19 Buresi, Pascal, “Nommer, penser les frontières en Espagne aux XIe-XIIIe siècles” en Ayala Martínez, Op. Cit. (1998), pp. 51-73. 20 F. Ruiz, Teófilo, “Fronteras: De la comunidad a la nación en la Castilla bajomedieval”, en Anuario de
estudios medievales, Nº 27, 1, 1997, págs. 23-42. 21 Martín Martín, José L., “Las mil caras de la frontera”, en III Estudios de Frontera. Convivencia, defensa
y comunicación en la frontera, Jaén: Diputación Provincial de Jaén, 2000, pp. 35-54. 22 Toubert, Pierre, “Le concept de frontière: quelques réflexions introductives” en Ayala Martínez, Op. Cit. (1998), pp. 1-4. 23 Gozalbes Gravioto, Op. Cit. (2000), pp. 361-374.
15
Ruzafa García24, Carlos Laliena Corbera25 y Enric Guinot Rodríguez26, entre otros,
destacando su papel de aplicación de la frontera al ámbito local. Si continuamos
aproximándonos al espectro específico de este trabajo vemos como la bibliografía
disminuye y ninguna toca específicamente el tema de la frontera del Ebro en el siglo XIV,
sino que les prestan más atención a los siglos anteriores. El artículo de Elisa Álvarez y
Esther Peña27, contempla el mismo espacio de investigación que tomamos en éste, pero
en los siglos VIII a XII. Con el de José María Lacarra de Miguel28 ocurre lo mismo que
con el anterior, pero le da un enfoque curioso al río Ebro, colocándolo más como vaso
comunicante que como frontera. El libro de Ignacio Álvarez Borge29 ayuda a establecer
un contexto sobre la política regia llevada a cabo por parte de Castilla hacia Navarra, lo
que será de gran ayuda en la segunda parte del desarrollo teórico del trabajo.
Pero si tenemos que hablar de un autor que tenga un gran peso en el ámbito en el
que nos movemos no debemos olvidar a Pilar Azcárate Aguilar30, pues su obra de
investigación casi siempre ha girado en torno al ámbito que compete a este trabajo,
teniendo sus artículos las tres cuestiones claves para nuestro estudio: desarrollo del
ámbito fronterizo en torno al Ebro en el siglo XIV, política regia llevada a cabo sobre este
territorio y, sobre todo, conflictos fronterizos a nivel local. Estas características hacen a
esta autora la más indicada para el estudio que estamos realizando, pues a pesar de que,
como ya hemos visto, el bagaje historiográfico a la hora de hablar de las “fronteras
medievales en la península Ibérica”, es inmenso, ningún autor se ha parado a investigar
como lo hizo ella esta frontera en particular, tantas veces olvidada y que parece ganar
tanto peso en la historia moderna peninsular, cuando se configura finalmente el Estado.
24 Ruzafa García, Manuel, “Las fronteras vistas desde el observatorio valenciano bajomedieval” en IV
Estudios de Frontera, Diputación Provincial de Jaén, 2002, pp. 471-485. 25 Laliena Corbera, Carlos, “Frontera y conquista feudal en el valle del Ebro desde una perspectiva local (Tauste, Zaragoza, 1086-1200)” en Studia histórica: Historia Medieval, nº 23, 2005, pp. 115-138. 26 Guinot Rodríguez, Enric, “Fronteras exteriores e interiores en la creación de un reino medieval: Valencia en el siglo XIII”, en Studia histórica: Historia Medieval, nº 24, 2006, pp. 127-153. 27 Álvarez Llopis, Elisa, & Peña Bocos, Esther, “Un espacio de frontera: el Valle medio del Ebro en los siglos VIII a XII” en VI Estudios de Frontera, Jaén, Diputación Provincial de Jaén, 2006, pp. 35-50. 28 Lacarra de Miguel, Op. Cit. (1980), pp. 181-191. 29 Álvarez Borge, Ignacio, Cambios y alianzas: la política regia en la frontera del Ebro en el reinado de
Alfonso VIII de Castilla, 1158-1214, Madrid: CSIC, 2008. 30 Azcárate Aguilar-Amat, Pilar, “Las relaciones castellano-navarras bajo los primeros Evreux (1328-1387): balance historiográfico y perspectivas de investigación”, en Hispania: Revista española de historia, Vol. 50, Nº 175, 1990, págs. 883-901; “Un nuevo episodio de la rivalidad entre villas navarras y riojanas: los disturbios de 1355”, en Anuario de estudios medievales, Nº 18, 1988, págs. 329-336; “Hostilidades en la frontera navarro-riojana durante el siglo XIV: el choque de los años 1344-1345”, en Segundo Coloquio
sobre Historia de La Rioja: Logroño, 2-4 de octubre de 1985, Vol. 1, 1986, págs. 333-344. Además de su tesis doctoral: Las relaciones castellano-navarras en el siglo XIV: la época conflictiva (1238-1366) (1987).
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17
5. Desarrollo:
5.1. Definición de frontera y el ejemplo del valle medio del Ebro: geografía y
contexto histórico.
Como ya hemos mencionado en la introducción, el interés historiográfico,
sociopolítico o sociocultural por el término “frontera” no es reciente, ya que su
teorización procede del siglo XIX; una época realmente conflictiva en cuanto a
demarcación de los Estados-Nación. Las fronteras son las zonas de mayor inversión del
poder y de las instituciones estatales, ¿cómo se materializa la frontera? ¿Es un límite lineal
o es un espacio original y específico capaz de crear su propio modo de vida? La frontera
es ese espacio en el que dos entidades políticas chocan, dos maneras de gobernar, por lo
que la conflictividad está asegurada, más aún cuando los diferentes monarcas tienen
pretensiones expansivas. En otro orden, también debemos observar que este espacio es
donde más fácilmente se pueden expresar, y de manera casi siempre violenta, la
conflictividad con el grupo de los marginados31. Por ello, estableceremos una serie de
pasos para comprender de una manera más sencilla qué significa o cuales son las
características principales de la frontera del río Ebro en el siglo XIV.
Concentrando nuestros esfuerzos en el Valle del Ebro para establecer un contexto de
esa área nos sería difícil en primera instancia reconocer que, en la Alta Edad Media, los
conceptos de frontera política, frontera religiosa o frontera económica no coinciden. A la
hora de comenzar a investigar nos encontraríamos con datos y noticias que parecen no
guardar relación con todo lo que hemos explicado como “frontera” anteriormente. Por
ejemplo, el hecho de que un rey de Asturias del siglo IX enviase a su hijo a estudiar a la
Zaragoza musulmana, puede hacernos ver que la frontera no era algo impermeable sino
en continuo contacto e intercambio. También debemos destacar que el Ebro seguía siendo
navegable y que, por lo tanto, era una ruta comercial y de viajeros, por lo menos entre los
siglos X al XII, desde Varea hasta Tortosa, como lo había sido desde mucho antes que
Plinio lo mostrara posible. Las diferencias políticas y religiosas no constituían un
impedimento para los matrimonios, estableciendo con alianzas firmes entre princesas
cristianas y gobernadores musulmanes que las gentes avancen de Norte a Sur desde
Navarra hasta Andalucía durante cuatro siglos sin acomodación a ninguna frontera
política. Todas estas afirmaciones nos dan pie a pensar en la no-existencia de la idea
31 Bazzana, Andrés, “El concepto de frontera en el mediterráneo occidental en la edad Media”, en Segura Artero, Pedro, (Coord.), Actas del Congreso la Frontera Oriental Nazarí como Sujeto Histórico (S.XIII-
XVI): Lorca-Vera, 22 a 24 de noviembre de 1994, Almería, 1997, págs. 25-46.
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simplista de frontera como barrera entre dos sociedades con sus diferentes modos de vida.
La existencia de estos lazos, estas alianzas, era algo que ni los cronistas cristianos ni los
musulmanes mencionan como algo destacable porque era algo muy común, “de minimis
non curat praetor”32. Por ello, José María Lacarra en su artículo concibe al río Ebro como
una vía que rompe fronteras, guardando casi el sentido de los teóricos de la organización
espacial del siglo XIX que decían que los ríos unían y los montes separaban33; pero
siguiendo las palabras del maestro Vicens Vives, «gracias al papel cohesivo del río, las
cordilleras se convierten a menudo en mundos poblados por gente de la misma raza, una
misma lengua o una sola cultura. Esta inversión del papel geohistórico de la montaña ha
dado lugar en el transcurso de los tiempos a la aparición de estados tapones montañeses,
cuya razón de ser estriba en la posesión de pasos de comunicación codiciados por las
potencias de los llanos que les separan»34.
La conquista árabe fue rápida y se centró en conseguir dominar las principales vías
de comunicación sin pararse en el asedio de las plazas mejor defendidas, sobre todo en la
parte septentrional de la península, la conquista se realizó mediante capitulaciones y
pactos con las viejas aristocracias territoriales godas, las cuales se convierten al islam y
pasan a ocupar los mismos cargos que tenían anteriormente, como la familia de los Banu-
Qasi, por lo que vemos que esa “frontera religiosa”, tampoco era insalvable35. Además,
con esto quiero referirme a que seguramente los pueblos de la cordillera ibérica (Cameros,
Sierra de la Demanda…) no tuvieron un gran interés para los invasores y quedaron en
cierto modo, “aislados”, aunque ya sabemos que esto no es siempre cierto. La
configuración orográfica del valle del Ebro empuja a dividir la influencia en estas dos
zonas, pero lo que realmente nos interesan son las zonas llanas y más cercanas al río.
Estas áreas estaban dominadas en el siglo IX por la ya citada familia de los Banu-Qasi,
quienes heredaron el título de Casio, el antepasado que se convirtió al islam, de Condes
de la Frontera (al-Tagr) controlando de forma efectiva la ribera del Ebro. Al otro lado, en
el naciente reino de Pamplona, Iñigo Arista, gracias a las alianzas con el heredero de los
anteriores (pues para más inri eran hermanos por parte de madre) consiguió afianzar el
poder cristiano en el llamado reino de Pamplona y extender su influencia desde los
32 Lacarra de Miguel, Op. Cit. (1980), pp. 182. 33 G. Nweihed, Kaldone, Frontera y límite en su marco mundial: una aproximación a la "fronterología", Equinoccio, 1992, p. 226. 34 Citado en Ibídem, p. 226. 35 García Moreno, Op. Cit. (2013), p. 446.
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Pirineos occidentales hacia el sur36. Las cosas cambian en el siglo X, en ese momento la
dinastía de los Arista fue sustituida en oscuras circunstancias por la de los Jimeno, además
los Banu-Qasi, después de la muerte de Musa entraron en un declive imparable. La
posición pasiva de los Arista respecto al conflicto ya se muestra insostenible y son los
Jimeno los que llevan a cabo una política fronteriza mucho más agresiva con respecto a
al-Ándalus. Los reyes de esta dinastía se sucedieron de padres a hijos, alternando
rigurosamente el nombre Sancho con el de García, demostrando un gran apego a su
prosapia. Hasta tal punto que en la Pamplona de los siglos X y XI llamarse Sancho o
García y ser hijo de García o Sancho le predestinaba a uno a convertirse en monarca37.
Sancho Garcés I y sus sucesores extendieron su dominio en la cuenca y al sur del
Ebro, además de anexionar el condado de Aragón. El primer Jimeno, que luchó contra los
musulmanes en Valdejunquera y Muez en 920, y, a pesar de su derrota, logró tener éxito
en Berrueza y Deyo; abriéndole esto el paso a la Ribera Navarra, lo que además le
permitió añadir territorios de la actual Rioja, como Calahorra o Arnedo (918) y Nájera
(923). Las tierras de la Rioja no solo fueron un espacio profundamente romanizado, sino
que hay indicios de la existencia de un poblamiento con altas dosis de pervivencia a pesar
de la inestabilidad de la zona en el tránsito del mundo antiguo al medieval, por lo que no
estaban ni mucho menos despobladas cuando fueron conquistadas38. Aunque hay que
tener en cuenta que, al ser conquistadas por los pamploneses, experimentaron nuevos
aportes de población y aunque no hay muchas evidencias, se presupone que se trató de
gentes de Álava y de las montañas al norte de Pamplona, sin olvidarse, claro está, de esa
población de las montañas sobre la que hemos hablado antes. Tras la muerte de Sancho
Garcés I, la cooperación militar con el condado de Castilla se acentuó, con una importante
colaboración en la frontera. Con la guerra entre castellanos y leoneses se estrecharon aún
más los lazos con los primeros, algo que se acabó cristalizando con Sancho Garcés III en
un dominio efectivo sólidamente anudado por vínculos dinásticos y vasalláticos39.
Con este rey, el Ebro y la Rioja fueron una prioridad ya que se encontraban en el
centro de sus dominios patrimoniales, las consecuencias fueron claras a nivel cultural y
36 Monsalvo Antón, José María, Atlas histórico de la España Medieval, Madrid: Editorial Síntesis, 2010, p. 42. 37 Manzano Moreno, Eduardo, Épocas Medievales, V.2 de Fontana, Josep & Villares, Ramón, (dir.), Historia de España, Madrid: Editoriales Crítica-Marcial Pons, 2010, p. 264. 38 Álvarez Llopis, Op. Cit. (2006), p. 36. Para más información acerca de la población de la Rioja consultar la bibliografía citada en la nota 1 de este artículo; sobre todo Espinosa, Urbano, y Saénz, José María, “La población de la Rioja durante los siglos oscuros (IV-X)”, en Berceo, nº96, 1979, pp. 81-111. 39 Monsalvo Antón, Op. Cit. (2010), pp. 63-64.
20
de identidad: se cambió en componente lingüístico vascón, que quedó relicto en zonas del
norte, por el componente mozárabe, monástico, latino y, por ende, culturalmente
castellano. Pero lo más importante para el consiguiente devenir histórico de los reinos
peninsulares fue el reparto de la gran herencia de este rey. No se sabe si por intención
directa de Sancho o más bien por una manipulación posterior, gran parte del territorio
perteneciente anteriormente al norte del condado de Castilla (Castilla Vetula) fue
extirpado de la misma e incluido al dominio pamplonés. En 1037, el heredero del ahora
reino de Castilla, Fernando I se hace con el trono de León con ayuda del reino de
Pamplona, la cual no resultaría gratuita. Con el reparto de esta herencia se destruyó la
unidad de Castilla dada por Fernán González y sus descendientes, dando una prevalencia,
aunque fuera a corto plazo, de Pamplona sobre Castilla, lo que ocasionaría en las
siguientes décadas una gran conflictividad40.
En este devenir vemos una intencionalidad implícita de Sancho de hacer que los
diferentes herederos quedaran como vasallos del monarca pamplonés. Pero no fue así. La
herencia política de Sancho acabó cayendo en Fernando I, cuyo ascenso se produjo
combinando legitimidades y alianzas con la propia fuerza militar. La tensión entre las dos
“testas coronadas” se resolvió con la muerte en la batalla de Atapuerca (1054) de García
Sánchez III. Con esto, los derrotados navarros, que perdieron la llamada Castilla Vetula
y la Rioja, nombraron al hijo del difunto rey, Sancho García IV, como regente del ahora
menguado reino de Pamplona. Este monarca mantuvo relaciones tirantes y hostiles con
su tío, aunque finalmente tuvo que aceptar su situación de inferioridad41. En esta época
se comienza a configurar lo que entenderemos como la frontera del Ebro, finalmente
establecida 1076, con la muerte del monarca pamplonés traicionado por sus nobles y
despeñado en Peñalén. Este evento supone el fin de la dinastía Jimena y el reparto de sus
territorios entre Castilla, quien se afianza en la Rioja, y Aragón, quien consigue el
territorio nuclear del reino, al norte del Ebro42. Esto supone la conformación, de nuevo,
de dos grandes potencias cristianas en el norte de la península.
Entramos de lleno en el periodo de taifas y una lucha por su domino. Principalmente
comentaré la disputa entre los reyes de Castilla y los de Aragón por la taifa de Zaragoza.
En la que vemos de nuevo que a Fernando I los lazos familiares no le importaban lo más
mínimo, siendo el principal responsable de la muerte de su cuñado (Vermudo III de
40 Ibídem, pp. 65-66. 41 Manzano Moreno, Op. Cit (2010), p. 274. 42 Monsalvo Antón, Op. Cit. (2010), p. 116.
21
León), de su hermano (García Sánchez III) y su hermanastro (Ramiro de Aragón)43.
Finalmente consiguió el dominio de la taifa de Zaragoza y Castilla se convirtió en la
mayor potencia de la península. Posición que no abandonaría hasta la época de los Reyes
Católicos, si salvamos las distancias en los periodos en los que estuvo partida Castilla y
León. La frontera del Ebro se empezó a vertebrar y fue la vía perfecta para el contacto
entre el mundo musulmán y cristiano; progresivamente veremos cómo este “espacio
abierto de difícil defensa y fácil penetración” se irá cerrando44.
Pero si queremos comprender con claridad todo el ámbito de la frontera en esta época,
debemos fijarnos en la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. El hecho de
que éste se constituyera como un héroe transfronterizo nos hace ver que esas “fronteras”
aun no eran lo suficientemente fuertes como para repeler los diferentes envites militares
que se mostraban, y que las diferencias religiosas seguían sin constituir un gran
obstáculo45.
Al morir Pedro I de Aragón en el 1104, su hermano Alfonso I llegó al trono. Conquistó
Zaragoza en el 1118 y Tarazona, Tudela y Borja al año siguiente. Además, su matrimonio
con la reina de Castilla, Urraca I, le procuró una posición privilegiada que utilizó para
aumentar sus territorios hasta después de su divorcio46. Amplió su zona de influencia
hasta la Bureba burgalesa, incluyendo a la Rioja en su reino por lo que el Ebro volvió a
constituirse bajo un mismo poder, como un espacio abierto. Algo que no durará mucho
tiempo, hasta 1134, cuando Alfonso murió. Las tierras ocupadas por los aragoneses y el
título imperial pasaron a Alfonso VII, quien llegó a conquistar Zaragoza. Con esto y con
la restauración del reino de Pamplona por parte de García Ramírez, se volvió a conformar
la frontera en el Ebro. No debemos pensar que a partir de entonces esta demarcación fue
inmutable, ya que nada más tenemos que encuadrarnos en que, al morir Sancho III en el
1156, le sucede con solo tres años de edad su hijo Alfonso VIII. Esta fue la ocasión
perfecta para que los monarcas de los reinos colindantes satisficieran sus pretensiones
territoriales; ya que a la debilidad patente del monarca se le unieron las luchas nobiliarias
entre las familias Castro y Lara. A tenor de esta propicia situación Sancho VI se lanzó en
43 Manzano Moreno, Op. Cit. (2010), p. 276. 44 Álvarez Llopis, Op. Cit. (2006), p. 47. 45 Para más información: Peña Pérez, Francisco Javier, “El Cid, un personaje transfronterizo”, en Studia
historica. Historia medieval, Nº 23, 2005, págs. 207-217; Acuña Cerda, María Constanza, “Estado de la cuestión acerca de las dinámicas de frontera en la Hispania del Cid. Relaciones pacífico/guerreras entre Castilla y al-Andalus durante el siglo XI”, en Historias del Orbis Terrarum, Nº. 9, 2012, págs. 51-63; Montaner Frutos, Alberto, “Un canto de frontera: (geopolítica y geopoética del "Cantar de mio Cid")”, en Insula: revista de letras y ciencias humanas, Nº 731, 2007, págs. 8-11. 46 Monsalvo Antón, Op. Cit. (2010), p. 118.
22
el año 1159 a la conquista del Valle medio del Ebro, consiguiendo dominar la zona de
Logroño y de amplias zonas de Rioja, mientras que el rey leonés, Fernando II, se hacía
con Burgos. Pero la situación se revirtió de una manera brutal cuando el monarca
castellano alcanzó la mayoría de edad y contrajo matrimonio con Leonor de Plantagenet,
hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, en el 1170. Su primer objetivo
fue recuperar los territorios perdidos durante su minoría de edad, algo que completaría
tres años después47. Tras la derrota de Sancho VI, el reino de Navarra quedó en una
posición de inferioridad más patente aun si cabe, centrándose más en una política hacia
el norte que hacia su parte meridional, y, finalmente, en el 1179, llegaron a un acuerdo
que de forma provisional las fronteras de ambos reinos; por lo cual, la frontera del Ebro
no variaría en demasía hasta el siglo XIV, ya que los esfuerzos militares se desplazaron
tanto a las fronteras interiores de los reinos de Castilla y León como a la frontera
meridional con los diferentes dominios musulmanes que se fueron conformando48.
Pasemos ahora a comentar las diferentes políticas regias que afectan a la situación
fronteriza del Ebro en el siglo XIV.
5.2. Las diferentes políticas regias que afectan a la situación fronteriza del siglo
XIV: Conflictos bélicos, pactos y treguas.
A comienzos del siglo XIV Castilla se encontraba al borde de la desintegración
política. La inestabilidad que se arrastraba desde los años finales del reinado de Alfonso
X no solo no había remitido, sino que se había acentuado49. Su hijo, Sancho IV, se vio
incapaz de solventar los diferentes problemas internos que acuciaban a la corona, en parte
por los enfrentamientos con su padre, y su legitimidad se mostró amenazada con las
diferentes reclamaciones de los infantes de la Cerda. Esta incertidumbre se acentuó aún
más con la muerte de Sancho en el 1295, dejando un hijo, Fernando, de apenas nueve
años de edad en una situación donde todos los nobles luchaban entre sí y contra el rey
para ganar un mayor cupo de poder. Dentro de esta problemática señorial vemos como la
madre del rey, María de Molina, actuó como regente, mientras los Lara y los Haro creaban
un clima de gran inestabilidad apoyados por sectores de la familia real50. Al alcanzar la
mayoría de edad, la situación se restituyó y se logró cierta estabilidad, pero el entonces
47 Álvarez Borge, Ignacio, “La Rioja en el reino y reinado de Alfonso VIII”, en López Ojeda, Esther, (coord.), 1212, un año, un reinado, un tiempo de despegue, 2013, pp. 201-236; Manzano Moreno, Op. Cit. (2010), pp. 401-402. 48 Mitre Fernández, Op. Cit. (1987), pp. 197-216. 49 Manzano Moreno, Op. Cit (2010), pp. 561-564. 50 Monsalvo Antón, Op. Cit. (2010), pp. 230-231.
23
Fernando IV muere en el 1312 dejando un hijo, Alfonso, que solo tenía un año de edad.
Esto como era de esperar, hizo estallar de nuevo las tensiones entre diferentes casas
nobiliarias a lo que se le unió la reanudación de los conflictos en la frontera septentrional.
Tras establecer el contexto general de la Castilla de comienzos del siglo XIV,
debemos centrarnos en las diferentes políticas regias que afectan a la frontera. Empezando
con Alfonso XI (1312-1350).
5.2.1. Alfonso XI:
El primer evento que nos suscita interés respecto a este ámbito nos llega desde 1332,
cuando el señorío de la Cofradía de Arriaga, en Álava, cae en manos de Alfonso XI, con
los beneficios que eso conlleva. Como que a partir de ese momento el rey pasa a tener un
control directo de esas tierras, percibe en ella los pechos reales, es decir, la moneda forera,
los pedidos y los yantares, además de nombrar a los oficiales de justicia, los alcaldes y el
merino51.
En los consiguientes años y siguiendo una tónica del siglo, se produjo rebelión general
contra Alfonso XI, encabezada por numerosos magnates del reino, entre los que se
encontraba Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros. Estando el rey en Burgos recibió
unas cartas en las que este noble instaba a Don Juan Manuel y a Juan Núñez de Lara para
que se unieran a la causa. El rey viajó a Logroño y después a Agoncillo, donde se
encontraba este noble, lo acusó de traición y allí mismo en el 1333, fue ejecutada la
sentencia52. Fue degollado, quedando el Señorío de Cameros en manos de nadie y parece
que el rey pensó en adjuntarlo a la Corona como había pasado con Arriaga años atrás. Lo
cierto es que pronto se produjeron disensiones en torno a su posesión entre la Corona y
Alfonso Téllez de Haro. Este llegó a desterrarse alegando que el Rey le retenía
injustamente parte del Señorío de su hermano, que finalmente le sería repuesto53.
Por otra parte, son destacables dos conflictos con Navarra, de los cuales solo el
segundo compete a la frontera del Ebro. El primero es un ataque por parte de las tropas
franco-navarras hacia el oeste, es decir, hacia las vascongadas, que se salda con una gran
51 López-ibor Aliño, Marta, “El «señorío apartado» de la Cofradía de Arriaga y la incorporación de la Tierra de Alava a la Corona de Castilla”, en 1332, en En la España Medieval, Vol. 4, 1987, pp. 513-536. 52 Según la Crónica de Alfonso XI, p. 263. 53 González Crespo, Esther, “Los Arellano y el señorío de Los Cameros en la Baja Edad Media”, en En la
España medieval, Nº 2, 1982, p. 397.
24
derrota, tomándose esto como una señal divina54. El segundo y más importante de los
conflictos fronterizos septentrionales es la conquista de Fitero y Tudején (1333-1336) por
parte de los navarros; un duro golpe que se resolvió con otro gran golpe en la mesa por
parte del joven monarca, el cual ya comienza a ver el juego político que existe entre las
diferentes dinastías de los reinos peninsulares, ya que, presuntamente, era aliado al rey de
Aragón y éste no le mostró su apoyo, lo que se mostrará de una forma más patente con el
apoyo de éste junto con Portugal a Juan de Villena, señor de Villena en su alianza anti-
castellana55.
5.2.2. Pedro I y los diferentes conflictos bélicos que afectan a la frontera.
Alfonso XI moriría en el 1350 durante el asedio a Gibraltar después de haber
contraído la peste bubónica. Su hijo, quien sería nombrado Pedro I, ocuparía desde
entonces su lugar en uno de los reinados más convulsos de la historia de los reinos
peninsulares. A pesar de haber sido calmadas por su padre, se volvieron a desatar las
continuas luchas señoriales, a las que se unió las de legitimidad con su hermanastro
Enrique de Trastamara, además de la “crueldad” y la poca cintura política que mostró
para resolver sus conflictos, lo que acabó por introducir a Castilla en una guerra Civil que
en muchas ocasiones se encuentra contextualizada dentro de la famosa guerra de los Cien
años56.
Pasando al ámbito propiamente fronterizo, debemos centrarnos en el valle del río
Queiles en la fecha de 1351. Una de las primeras disposiciones regias de Pedro I fue la
ejecución de Leonor de Guzmán, a la cual veía como la deshonra de su padre. Con este
evento, Fadrique, el hijo de la noble, busca refugio en Aragón, haciendo de su causa una
excusa para que los nobles locales de la zona de Tarazona atacasen las propiedades
castellanas, algo que terminará en el año siguiente con el Tratado de Tarazona57.
Siguiendo en este territorio en el 1357 se produce la conquista de Tarazona por parte
de los castellanos en el contexto de una tregua de dos semanas que el Cardenal legado,
Guillermo de la Juguie, se sentía muy orgulloso de haber fraguado tras acudir al
campamento castellano en Deza (9 de marzo). Este mismo cardenal es el que, después de
la conquista de dicha villa, se interpuso entre las tropas de Magallón y las de Tarazona,
54 Azcárate Aguilar-Amat, Pilar, “Desordenes en la frontera vasco-navarra en 1330: Los hechos y su contexto”, en Congreso de Historia de Euskal Herria, Vol. 2, 1988 (Instituciones, economía y sociedad (siglos VIII-XV)), pp. 229-240. 55 Sánchez-Arcilla Bernal, José, Alfonso XI, 1312-1350, Palencia: La Olmeda, 1995. 56 Manzano Moreno, Op. Cit, (2010), p. 574. 57 Díaz Martín, Luis Vicente, Pedro I, 1350-1369, Palencia: La Olmeda, 1995, pp. 54 y 99.
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consiguiendo así una ventaja considerable para Aragón, permitiéndole recuperarse de este
enérgico envite58.
El 8 de mayo de ese mismo año, a las afueras de Tudela, ambos monarcas firman un
pacto para la devolución de los territorios conquistados, de los cuales solo nos interesan
los anteriores, para antes del 24 de diciembre del 1358, bajo pena de excomunión y
100.000 marcos. Se aceptaron estos tratados de paz y tregua cerca de Magallón el 13 de
mayo.
Ante la insistente negativa de los aragoneses a aceptar las argucias de los castellanos
para no abandonar la plaza de Tarazona, pues las instrucciones del rey castellano recogían
que los 300 caballeros castellanos que habían recibido casa aquí se quedaran para la
protección del legado, las negociaciones se dieron por cerradas y la tregua por concluida.
Por ende, al legado cardenalicio no le quedó otra opción que pronunciar en este día y en
la iglesia de Santa María la excomunión contra Pedro I y ponía en entredicho sus estados
hasta que cumpliera lo acordado. Se trata de la segunda vez que se lanzaba una
excomunión sobre el soberano castellano. A pesar de esta excomunión la tregua siguió
respetándose, pero se dieron una serie de pequeñas escaramuzas y la tensión en la frontera
no dejó de aumentar59.
A principios de 1360, Pedro I recupera Tarazona después de que el noble al mando
de la misma se la hubiera entregado a Pedro IV, inscribiéndose en la causa aragonesa.
Esto lo hace para despejar las dudas de algunos nobles castellanos, los cuales estaban
huyendo al bando de Enrique II. La Guerra de los dos Pedros comienza a parecerse más
a una guerra civil60.
Enrique II, envalentonado por el triunfo de su primera incursión por tierras
castellanas (Derrota de Araviana), prepara una expedición contra Castilla con la finalidad
de recoger nobles adeptos a su causa, o lo que es lo mismo, nobles dispuestos a abandonar
la posición de Pedro. Decide para ello incurrir en la zona de la actual comunidad
autónoma de la Rioja, mientras Navarra se sigue mostrando neutral a los envites de uno
y otro bando. Con un ejército conformado por 1.500 caballeros y 3.000 peones pusieron
cerco a Haro. Por otro lado, se precipitó el ataque-conquista de Nájera, donde se produjo
un brutal ensañamiento con la población judía. Después se dirigieron a Pancorbo,
guarneciéndose allí por temor a un ataque de Pedro I. Quizás se sobre excedieron en el
58 Ibídem, pp. 188-194. 59 Ibídem, p. 192. 60 Ibídem, p. 228.
26
planteamiento de la campaña, la cual no se fundamentaba en ningún objetivo claro, y
porque Enrique confió demasiado en su hermano Tello, el cual a la mínima oportunidad
aprovechó para negociar su perdón con el monarca castellano, la cuestión es que este
intento de conquista fracasó. Pedro I se lanzó a la persecución de su hermano desde
Briviesca hasta Miranda de Ebro, para luego proseguir su marcha por Santo Domingo de
la Calzada, camino a Nájera. Lo más importante a resaltar en este hecho es que en la
persecución tuvo tiempo el rey de reprimir y castigar a todos aquellos que apoyaron a su
hermano, así como la represión de los judíos en sus tierras.
Pedro I se estableció en la villa de Azofra, donde reuniría las fuerzas necesarias
para conquistar definitivamente Nájera. Tras una durísima batalla en la que Enrique se
libra de morir porque escapó por un hueco de la muralla de la villa, ambos ejércitos
quedan gravemente perjudicados, sobre todo el aragonés (junto a los aliados de Enrique)
que se encierra en la plaza temiendo lo peor. Pero por un presagio que se le atribuye al
rey el ataque y conquista de la plaza finalmente no se produce. Pedro abandona la
provechosa ventaja de Azofra y se retira hacia Santo Domingo, donde seguirá su camino
a Logroño. Los invasores, lejos de continuar su campaña o reorganizarse, huyen hacia
Navarra para buscar refugio finalmente en Aragón.
Desde Logroño, el rey pensaba en la captura de su hermanastro tendiendo varios
planes para ello. Pero estos planes se vieron finalmente fueron suspendidos gracias a la
intervención del legado. Con ello, se reiniciaron las negociaciones de paz entre ambos
bandos. Aunque las posibilidades de alcanzar un acuerdo eran verdaderamente nulas, por
lo que se decidió reforzar fuertemente la frontera con Aragón, dejando al maestre de la
orden de Santiago con 600 caballeros protegiendo la villa de Alfaro. Después de esto, don
Pedro realizó un viaje a Navarra para asegurarse su neutralidad. Por el otro bando,
Enrique reforzó la frontera de Alfaro a Agreda derribando la fortaleza de Veruela para así
repartir a los oficiales por toda esta frontera, realmente sin una posibilidad factible de
defenderla frente a un ataque castellano61.
En 1362, en la villa de Estella, se firma la alianza de Carlos II con Castilla, contra
todos sus enemigos, incluso Francia. Pero esta no resultaría gratuita, y el ambicioso rey
navarro exige, al año siguiente, la villa de Logroño a cambio de aceptar la tregua. Las
negociaciones fracasan y el 25 de agosto Carlos cambia de bando, firmando una alianza
con Aragón contra Castilla. Dos años después de que los concejos fronterizos de Vitoria,
61 Ibídem, pp. 221-227.
27
Burgos, Logroño, Calahorra, Alfaro y Tolosa hubieran aceptado apoyar el Tratado. Carlos
II rompería totalmente relaciones con Pedro IV de Aragón, reforzando así su pacto con
los castellanos62.
Los diferentes bandos se preparan para la guerra, Carlos II manda fortalecer las
villas fronterizas con Castilla y Aragón. Pedro I, creyendo tener la total confianza del
navarro, solo fortificó aquella frontera que tenía con Aragón.
A principios de 1366, tras conseguir el apoyo francés y recuperar todas las plazas
aragonesas conseguidas por Castilla en envites anteriores, las compañías blancas al
mando de Enrique II entran en el territorio de la actual Rioja; e ignorando Alfaro,
continúan un lento avance hacia Calahorra.
En marzo se lleva a cabo el asedio sobre Calahorra, el cual fue muy rápido. Los
defensores se rindieron a Enrique a cambio de que éste les defendiera, según Ayala, de la
crueldad con la que trataba a sus súbditos Pedro I. Era la primera plaza castellana que
conquistaba el conde. Aceptando el consejo de sus dos capitanes. Enrique es declarado
rey, aunque después de haberse negado, y prosigue la conquista ahora como rey de
Castilla.
Tras esto, sufre su primer revés ya que Logroño se niega a entregarse. Por lo tanto,
continúan hacia Burgos, donde estaba el rey. Conquistó Navarrete, que estaba
escasamente defendido y Briviesca, capital de la Bureba. Llegados a este punto, Pedro,
sin avisar a ningún noble, huyó de Burgos, lo que supuso un gran golpe en la moral de
los nobles castellanos respecto a la lealtad que debían profesar a ese legítimo rey63.
Pedro I fue recibido en Bayona con el ceremonial que a su condición de monarca
reinante correspondía y se reunió con el Príncipe Negro de Inglaterra a las afueras de
Burdeos. Éste prometió devolverle el trono a Pedro I, aunque a costa de menguar el tesoro
castellano y a pesar de que eran manifiestas sus discordancias ideológicas en cuanto el
honor, ya que el inglés se regía estrictamente por el código caballeresco. Consecuencia
de esto, el 26 de octubre de 1366 se producen los llamados Pactos de Libourne. En ellos
se establecía que, a cambio de la ayuda a Castilla, Navarra exige Guipúzcoa, Vitoria con
todo Álava, Treviño, Logroño, Calahorra, Nájera, Haro y Alfaro. Carlos II no queda
totalmente seguro con esto y, como había hecho en todas las ocasiones, juega a dos
bandas, consiguiendo la plaza de Logroño más una gran suma monetaria (por parte de
62 Ibídem, pp. 258-263. 63 Ibídem, pp. 279-296.
28
Enrique) si cerraba a los ingleses dentro de sus límites territoriales. El 31 de marzo de
1367, las tropas inglesas se sitúan en Viana64.
El 1 de abril, pasan la frontera, el Ebro, y se resguardan en la villa de Logroño.
Allí, contando con un gran apoyo y un gran número de provisiones, el ejército descansa
y se recupera del viaje. Mientras, observando el avance inglés, Enrique manda guarnecer
su ejército (compuesto por aragoneses, castellanos antipetristas y parte de las compañías
blancas francesas) en Nájera, bloqueando el camino hacia Burgos. La batalla ya se hacía
como inevitable. Creyendo que tenía una superioridad militar y que las tropas inglesas
debían estar desmoralizadas, Enrique comete una serie de errores tácticos que le conducen
inexorablemente a la derrota en Nájera. Convirtiéndose esta en una de las más grandes
victorias de los ingleses en el contexto de la Guerra de los Cien años. De esta forma, el 7
de abril, Pedro I entra solo en la ciudad Burgos y el poder real de Enrique se diluye65.
El derrotado Enrique, ante todo pronóstico y con un ejército mínimo, entra en
Calahorra el 28 de septiembre de 1368. Desde allí, se sumarán a su lucha muchos de los
derrotados en Nájera, exiliados a Aragón, etc. Continuó hacia Logroño, que como es
costumbre, no se entregó y prosiguió hacia Burgos, donde entró a pesar de varias
revueltas. Carlos II aprovecha esta situación de inestabilidad y conquista Logroño y
Agoncillo para satisfacer el tratado que había tomado con Pedro, además de Vitoria y
otras plazas66.
5.2.3. Enrique II y el legado Trastamara:
Tras varios meses de conquista, Pedro I cayó finalmente, según las fuentes
asesinado por su propio hermano después de que un noble castellano le convenciera de
salir del castillo de Montiel, al cual estaban poniendo cerco. Después de este evento,
Enrique se nombró rey, al fin sin una oposición patente, instaurando con ello una nueva
dinastía, la Trastamara. Una de las transformaciones que trajeron tanto Enrique como sus
sucesores fueron las nuevas relaciones entre monarquía y nobleza, solucionando muchos
de los problemas que había ido arrastrando la Corona desde finales del reinado de Alfonso
X. Además, circunscribiéndonos al ámbito de la frontera del Ebro, muchas de las tierras
habían quedado destrozadas y sin señores, por lo que se abría una nueva ocasión para
64 Ibídem, pp. 296-302. 65 Ibídem, pp. 305-322. 66 Ibídem, pp. 335-337.
29
reestructurar el poder territorial en esa zona, concediendo “mercedes” a los diferentes
nobles que le habían ayudado a alzarse con el trono.
Su hermano gemelo Fadrique (m.1358) fue nombrado señor de Haro y después
maestre de la orden de Santiago. Su hermano Fernando también ocupó el señorío de Haro
cuando Fadrique renunció a él. Su hermano Sancho, además de ser una pieza clave en la
política de su hermano, fue señor de Haro y Briones. Lo más destacable de las mercedes
enriqueñas respecto al tema a tratar es que a los nobles partidarios de la causa del bastardo
es que se les solía otorgar territorios fronterizos a su lugar de origen67.
Para ejemplificar esto, en el 1371 tenemos el ejemplo de Juan Ramírez de
Arellano, un noble navarro al servicio del rey de Castilla, al que le fueron concedidas las
plazas de Logroño y Vitoria; las cuales se acababan de recuperar de las manos de Carlos
II, quien no opuso mucha resistencia por temor a una invasión. Además, a este Juan
también se le concederá el señorío de los Cameros. Antes, el 20 de abril de 1369, Enrique
II le había cedido la villa de Navarrete, y a final de año aparece como señor de Cervera.
Se convierte así en el noble con más arraigo a las tierras recibidas.
Entre otras concesiones en la zona riojana encontramos las dadas al aragonés Juan
Martínez de Luna, básicamente como premio-recompensa por acoger a Enrique tras la
derrota en Nájera. Se le ceden las plazas de Jubera, Alfaro, Cornago y Cañete.
Formándose de esta manera un grupo de personas, allegadas y fieles al rey, que
conglomeraban unas grandes porciones de poder territorial68.
Tras volver de Portugal en 1372, Enrique eligió la plaza de Santo Domingo de la
Calzada para poner fin a su litigio con Carlos II, instalando sus tropas en Bañares en caso
de ataque sorpresa. Al año siguiente se consiguió firmar la llamada Paz de San Vicente
entre Castilla y Navarra. Se devuelven definitivamente las villas de Logroño y Vitoria,
así como se eliminan las pretensiones hacia ellas. Enlace matrimonial del hijo de Carlos
II con la hija de Enrique II. Los dos monarcas se entrevistaron en Briones. Navarra queda
casi a la tutela de Castilla69.
En el 1374, las tropas siguen en el bosque de Bañares por temor a una conquista
inglesa. Enrique ya conocía las costumbres diplomáticas de Carlos demasiado bien como
para fiarse.
67 Valdeón Baruque, Julio, Enrique II, 1369-1379, Palencia: La Olmeda, 1996, pp. 16-17. 68 Ibídem, p. 117. 69 Ibídem, pp. 145-146.
30
En 1378, en vistas de la ruptura de la paz de San Vicente, Enrique decidió
adelantarse a los movimientos de su rival navarro. Preparó un ataque al reino navarro.
Con la ayuda de Pedro Manrique elaboró un rebuscado plan estratégico. Este noble había
mantenido sospechosas relaciones con Carlos, hasta el punto de que éste les había
ofrecido a las 20.000 doblas si aquel le entregaba la villa. El 24 de abril de 1378, Pedro
Manrique llegó incluso a prestar homenaje a Carlos, alegando como motivo la
persecución que sufría en Castilla. Dos días más tarde, el noble reconoció haber recibido
20.000 florines por parte de los navarros. Todo aquello era una treta destinada a que
Carlos entrara en Logroño donde sería apresado. Pedro Manrique le instó a que entrara a
Logroño mientras tenía cierto apoyo militar castellano aguardándole, pero el rey navarro
fue avisado y el plan descubierto, conociéndose este evento como “la trampa de Logroño”
o “la gran traición de Pedro Manrique”. Después de esto, la guerra con Navarra era
inevitable.
La guerra fue declarada y la paz ibérica fue destruida. El ejército castellano llegará
con gran eficacia hasta Pamplona, ciudad a la que pondrá cerco. Mientras tanto, Carlos
se encontraba lejos de las acciones bélicas, en San Juan de Pie de Puerto, esperando la
ayuda militar inglesa. Por miedo a la actuación de éstas, se retiraron las tropas castellanas
y se pactó una tregua con Navarra.
A principios de 1379, Enrique II planeó reiniciar los ataques, planeó relanzar una
gran ofensiva en primavera. El día ocho de abril de ese mismo año se mandó llevar 100
ballesteros a la zona de Logroño. Pero este ataque no se llegó a dar, los diplomáticos de
Carlos consiguieron que se llevara a cabo la paz de Briones (31 de marzo), expulsando a
los ingleses de Pamplona. Como seguro para que esta paz se llevara a cabo, a cambio de
una gran suma monetaria, Enrique pidió que se dejara como rehenes a las villas de Tudela,
los Arcos, Bernedo, Viana, Estella, Lerín, Larraga, San Vicente y otros veinte. Fue su
hijo Juan el que recibió al monarca navarro por la enfermedad que acuciaba a Enrique70.
Murió en mayo, en Santo Domingo, una vez restablecida la paz ibérica.
Su hijo, Juan I, con el que acabamos este repaso sobre las acciones políticas sabía
ya que no había nada que temer de Navarra: Carlos II era tan sólo un viejo cascarrabias
fracasado y su hijo, que sabía muy bien cuanto debía a su cuñado, prefería la Corte de
éste o su propio castillo en Peñafiel, o la tierra de su esposa en Sepúlveda, a los dominios
de su reino natal. Con Juan I, Castilla puso fin a la pesadilla de las guerras de frontera por
70 Ibídem, pp. 179-183.
31
un palmo más o menos de tierra; pero no solo esto71. Se abrieron de nuevo relaciones
comerciales entre Castilla y Aragón, revitalizando de nuevo la ruta del Ebro como vía de
contacto entre su valle bajo y el alto.
5.3. Conflictos a nivel local que afectan a la frontera y la situación de las minorías
en el ámbito fronterizo (El caso de San Adrián de las Palmas y Calahorra).
En el anterior punto hemos comentado las diferentes políticas regias que afectaron de
una u otra manera a la inestabilidad de la frontera en un siglo en el que combinamos una
crisis en casi todos los aspectos de la vida cotidiana con una serie de guerras que
diezmaron estas tierras. Siempre se ve la historia desde una óptica política con un espectro
muy amplio y es cierto que en muchas ocasiones nos vemos obligados a ello porque las
únicas fuentes que poseemos son las crónicas de los diferentes reyes, olvidándonos de
que, además de los reyes, que son poseedores de un poder central, hay una serie de
poderes locales que juegan un papel importante dentro del devenir histórico. Por ejemplo,
antes hemos mostrado como Alfonso XI ejecuta al señor de los Cameros a razón de una
traición y que aspiraba al poder en sus tierras, del mismo modo en el que lo hacía en las
tierras de Álava. La frontera septentrional de Castilla en el siglo XIV no era un lugar
seguro, los reyes no se podían permitir vacilar en cuanto a los nobles que la dominaban
ya que la consistencia y defensa del reino estaban en sus manos.
Esta frontera se reactiva en el siglo XIV por la inestabilidad existente, sobre todo
durante las diferentes guerras que agitan la Corona y la hacen cambiar de cabeza. El Ebro
vuelve al primer plano geoestratégico en las mesas de los tres reinos y no será hasta Juan
I cuando esta situación remita. ¿Por qué? El valle medio del Ebro separaba a estos tres,
por lo que era, en primer lugar, un lugar predilecto para que las alianzas de dos contra
uno fructificasen y si a esta situación le sumamos un monarca navarro criado en las
pretensiones nobiliarias de las casas francesas, encontramos una situación cambiante que
lo único que provoca es tensión en estos territorios.
En segundo lugar, no debemos olvidar que el Ebro, como hemos dicho antes, era una
zona de intercambio tanto cultural como comercial, por lo que hablamos de una región
con villas potencialmente pudientes, perfectas para pagar los altos costes de las
compañías y de los ejércitos.
71 Suárez Fernández, Luis, Juan I, 1379-1390, Palencia: La Olmeda, 1996.
32
Por último, la posición geoestratégica del valle es inexcusable ya que constituye una
ruta directa para llegar al corazón de Castilla de la manera más rápida posible, algo que
vemos cuando Enrique II ataca Burgos desde este lugar en tan poco tiempo que a Pedro
no le da tiempo a reaccionar y huye de la ciudad. Debemos tener en cuenta que mantener
un ejército debía costar mucho dinero, por lo que la efectividad y la contundencia se
premiaba sobre la paciencia y los largos asedios, como vemos en la misma campaña de
Enrique, en las que pasa de largo Alfaro y las otras villas que no capitulan de una forma
rápida.
Habiendo comprendido esto, debemos descender a un plano más social para entender
que existieron conflictos a nivel local entre las diferentes villas tanto de Navarra, de
Castilla y de Aragón. Desde finales del siglo XIII y sobre todo durante el XIV, se han
registrado diferentes conflictos entre villas, sin entremeter poderes de mayor calado, por
el control del agua, como por ejemplo los que registra Pilar Azcárate en sus diferentes
artículos acerca de la problemática de Alfaro con las ciudades colindantes72. Además,
encontramos gran cantidad de conflictos causados por la propiedad de tierras, personas
que movían los mojones a propósito para ganar un poco más de terreno y que entraba en
batallas personales por el territorio.
Pero al final los conflictos a nivel local siempre se resumen a intereses personales y
los políticos se suelen anteponer en prioridad a estos. Por ello la historiografía presta
mucha más atención a las intervenciones de los reyes o de los poderes locales en
conflictos de una índole política más amplia que a los simples conflictos a nivel local que
muchas veces son dejados en un segundo plano y en estado latente.
Pasemos ahora a hablar de una circunstancia bastante curiosa en cuanto al estado a la
frontera del Ebro en el siglo XIV: La situación de las minorías en esta.
Decir que la comunidad judía era una comunidad totalmente sedentaria sería como
decir una verdad a medias. Si a lo largo de los siglos XI y XII se había asistido a la
culminación del proceso de “reconquista y repoblación” (en el que se estimuló el
establecimiento de judíos andalusíes y franceses), el siglo XIII se caracterizó por la
estabilidad, truncada en la centuria siguiente por el ascenso de un clima antijudío en parte
importado del otro lado de los Pirineos73. Este clima creciente de antisemitismo, unido a
72 Azcárate, Op. Cit. (1985); Op. Cit. (1988). 73 Zubillaga Garralda, Miguel, Los judíos de Calahorra: Una visión desde Navarra (siglos XIII-XIV), en Kalakorikos, 10, 2005, p. 87; Además se recomienda el capítulo de Valdeón Baruque, Julio, Cristianos, musulmanes y judíos en la España medieval. De la aceptación al rechazo, en El siglo XIV: la quiebra de la
convivencia entre las tres religiones, Valladolid, 2004, pp. 125-148.
33
las difíciles circunstancias políticas, sociales y económicas hicieron que la presión sobre
estas minorías se incrementase, por lo que los desplazamientos aumentaron.
La primera expresión de este cambio de convivencia lo vemos cerca de la frontera, en
Estella, en cuya merindad se comienza a desatar una oleada de violencia antijudía en el
1328. Esta se extendió hasta la villa de San Adrián de las Palmas, que en ese mismo año
estalló en una espiral de violencia que acabó con la aljama destruida hasta sus cimientos
y sus habitantes son empujados a huir de la zona74. ¿A dónde? Lo más seguro es que
abandonasen la órbita de influencia de ese pensamiento, por lo que se desplazaron hacia
Calahorra y otras localidades colindantes. A lo largo de la Edad Media fueron varias las
localidades riojanas que conocieron la presencia de una comunidad judía, pero las aljamas
más cercanas a San Adrián y a las villas de ribera (Azagra, Andosilla…) colindantes eran
las Calahorra, Arnedo, Alfaro y Cervera del Río Alhama75, por lo que es de suponer que
se dirigieron hacia allí.
Los efectos de esta cruzada antisemita se hicieron notar en Aragón con la llegada de
la peste. Mientras tanto en la Corona de Castilla, y particularmente en Calahorra, el punto
de no retorno puede establecerse dentro del contexto de la guerra civil entre Pedro I y
Enrique de Trastámara, ejemplificado en la propaganda desarrollada por este último,
fuertemente influido por el espíritu de las compañías blancas, contra los judíos76. Enrique
llevó a cabo una sistemática represión de la población semita siempre apoyado en el
descontento local, como ocurrió en Calahorra en la década de los 60 del siglo XIV, cuando
muchos de los judíos vuelven a huir dispersándose por la geografía de los diferentes
reinos, mucho más reprimidos que antaño, pero sin la gran violencia como la del 1328.
Hasta 1391, cuando la muerte de Juan I y la minoría de edad de Enrique III, sumado a la
ideología antisemita cocinada a fuego lento durante un siglo, desencadenaron los
llamados pogromos.
74 Goñi Gaztambide, José, La matanza de judíos en Navarra en 1328, en Hispania Sacra, 23, páginas 5-33; Muerza Chocarro, Pedro, Los judíos en San Adrián, en Palma, revista cultural de San Adrián, 1, pp. 55-ss.; Martínez San Celedonio, Félix Manuel, Historia de San Adrián de Palmas, 1982. 75 Cantera Montenegro, Enrique, Los últimos tiempos de la presencia judía en Calahorra y la Rioja, en Kalakorikos, 10, 2005, p. 57. 76 Zubillaga Garralda, Op. Cit. (2005), p. 88.
34
35
Conclusión:
Es interesante reflexionar sobre la naturaleza de los términos que utilizamos con tanta
asiduidad que ni siquiera nos preguntamos si los estamos utilizando de forma correcta.
Como ya introduje en la primera parte de este trabajo, el término “frontera” ha sufrido
una inflación que ahora nos resulta imposible frenar, ya que se puede utilizar para casi
todos los ámbitos del estudio historiográfico; por lo que resulta constructivo en ocasiones
detenerse y contemplar cuánta razón tienen las diferentes fuentes al utilizarlo.
La frontera de la que hemos hablado en este trabajo no es un muro insuperable, es
solo un río con sus afluentes, perfectamente vadeables por muchos lugares creados bien
sea por la naturaleza o por el hombre. Un espacio abierto heredero de una tradición de
contacto muy antigua. De difícil defensa, por lo que necesita de un especial esfuerzo para
perpetuar la seguridad del reino, de lo que podemos deducir el efecto espejo de las
diferentes villas a un lado y al otro del río. Importante en las épocas de conflicto exterior
y medianamente olvidada en las etapas pacíficas, la frontera del Ebro durante el siglo XIV
fue conformando una red necesaria para el devenir histórico de los consiguientes siglos y
se puede ver en ella, al igual que en otras fronteras interiores de la península, un claro
antecedente de los futuros sistemas de organización territorial de los Estados Modernos
y de la configuración de los nacionalismos periféricos decimonónicos. Mediante los
relatos épicos hemos idealizado el espacio de frontera como un espacio de conquista, de
alteridad, de separación de diferentes modos de vida, tanto que en cierto modo nos apena
descubrir que no era así.
El historiador italiano Gaetano Salvemini dijo que “el historiador amputa la
realidad”77, y esta tendencia se acentúa cuando tiene que tratar un ámbito fronterizo en el
que concibe a las diferentes partes como apartamentos estancos inmutables. Lo cierto es
que la realidad de la frontera más se parece a un espacio de contacto que a uno de
repulsión. Con esto quiero decir que aún queda mucho trabajo por realizar en cuanto a las
fronteras, ya que, en cierto modo, es un ámbito inagotable que no dejará sorprendernos
acerca de la realidad tan escasa que estábamos contemplando como historiadores.
77 Salvenimi, Gaetano, Historian and Scientist: An essay on the nature of history and the social sciences, Cambridge: Massachusetts Harvard University Press 1939.
36
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