garavaglia el mundo

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Juan Carlos Garavaglia, Pastores y Labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999, pp. 333-360 Capítulo VIII: El mundo de las relaciones laborales Hasta ahora hemos presentado a nuestros actores, pero poco hemos ha- blado de sus relaciones mutuas, de sus conflictos y de los complejos lazos que los ligaban con otros sectores productivos y sociales. Es decir, hemos pintado hasta este momento un cuadro bastante «estático», que no corresponde evidente- mente a la realidad de la vida cotidiana de estos hombres y mujeres. 1. Pequeños productores independientes: paisanos y campesinos ¿Cómo definiríamos a estos productores independientes? El lector ya ha- brá sacado con toda probabilidad sus propias conclusiones y habrá advertido que ellos se parecen mucho a los que corrientemente llamamos campesinos. Fami- lias y grupos domésticos que cuentan casi exclusivamente con su propia fuerza de trabajo, asentados en tierras que pocas veces les pertenecen, dedicados a la. producción agraria y a la producción animal en diversos grados de intensidad (y de allí, su división en labradores y pastores), tienen un papel de relevancia en la provisión de los mercados agrarios y pecuarios. Hemos preferido hasta ahora este nombre de «pequeños productores independientes» para no abrir una discu- sión teórica innecesaria antes de tiempo, pero, los llamaremos de aquí en más con su nombre verdadero, campesinos o si se quiere, utilizando una muy vieja palabra castellana de gran difusión en todo el área hasta nuestros días, podría- mos también llamarlos paisanos 1 . Las querellas nominalistas son inútiles y sólo importa reconocer que bajo las diversas etiquetas se hallan los mismos persona- jes sociales. Los campesinos rioplatenses y sus relaciones de reciprocidad Por supuesto, como ya vimos, la fuerza de trabajo fundamental de los campesinos es la del grupo doméstico y lógicamente, las fuentes suelen ser par- cas en este sentido, pues el hecho resulta tan evidente que no vale la pena regis- trarlo. Sin embargo, hemos encontrado algunas pocas menciones. En el testa- mento de Manuel Carrasquedo, el testador advierte que no se deberá afectar a los caballos de sus hijos»...respecto a que los an domado con mi licencia y le an costado su travajo y con ellos han servido y sirben a veneficio de la casa» 2 . Doña 1 La palabra tiene, según el Diccionario de la Lengua Española, dos acepciones y las dos serán utilizadas aquí. La primera, es idéntica a campesino y será puesta siempre en bastardilla; la segunda se refiere a las personas de una misma región o pueblo y se utilizará en redonda. Ambas acepciones eran de uso común en el área durante el período y la documentación criminal abunda en pruebas de su uso en la acepción de "hombre de campo", como es común hoy en día. 2 AGN-Suc 5343, Areco, 1790.

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garavaglia el mundo

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  • Juan Carlos Garavaglia, Pastores y Labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaa bonaerense, 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999, pp. 333-360

    Captulo VIII: El mundo de las relaciones laborales

    Hasta ahora hemos presentado a nuestros actores, pero poco hemos ha-blado de sus relaciones mutuas, de sus conflictos y de los complejos lazos que los ligaban con otros sectores productivos y sociales. Es decir, hemos pintado hasta este momento un cuadro bastante esttico, que no corresponde evidente-mente a la realidad de la vida cotidiana de estos hombres y mujeres.

    1. Pequeos productores independientes: paisanos y campesinos

    Cmo definiramos a estos productores independientes? El lector ya ha-br sacado con toda probabilidad sus propias conclusiones y habr advertido que ellos se parecen mucho a los que corrientemente llamamos campesinos. Fami-lias y grupos domsticos que cuentan casi exclusivamente con su propia fuerza de trabajo, asentados en tierras que pocas veces les pertenecen, dedicados a la. produccin agraria y a la produccin animal en diversos grados de intensidad (y de all, su divisin en labradores y pastores), tienen un papel de relevancia en la provisin de los mercados agrarios y pecuarios. Hemos preferido hasta ahora este nombre de pequeos productores independientes para no abrir una discu-sin terica innecesaria antes de tiempo, pero, los llamaremos de aqu en ms con su nombre verdadero, campesinos o si se quiere, utilizando una muy vieja palabra castellana de gran difusin en todo el rea hasta nuestros das, podra-mos tambin llamarlos paisanos1. Las querellas nominalistas son intiles y slo importa reconocer que bajo las diversas etiquetas se hallan los mismos persona-jes sociales. Los campesinos rioplatenses y sus relaciones de reciprocidad

    Por supuesto, como ya vimos, la fuerza de trabajo fundamental de los campesinos es la del grupo domstico y lgicamente, las fuentes suelen ser par-cas en este sentido, pues el hecho resulta tan evidente que no vale la pena regis-trarlo. Sin embargo, hemos encontrado algunas pocas menciones. En el testa-mento de Manuel Carrasquedo, el testador advierte que no se deber afectar a los caballos de sus hijos...respecto a que los an domado con mi licencia y le an costado su travajo y con ellos han servido y sirben a veneficio de la casa2. Doa

    1 La palabra tiene, segn el Diccionario de la Lengua Espaola, dos

    acepciones y las dos sern utilizadas aqu. La primera, es idntica a campesino y ser puesta siempre en bastardilla; la segunda se refiere a las personas de una misma regin o pueblo y se utilizar en redonda. Ambas acepciones eran de uso comn en el rea durante el perodo y la documentacin criminal abunda en pruebas de su uso en la acepcin de "hombre de campo", como es comn hoy en da. 2

    AGN-Suc 5343, Areco, 1790.

  • Mara Antonia Rodrguez, tambin de Areco, es preguntada en 1804 acerca de si posea su marido peones o esclavos en la estancia y ella dice ...que solo le ayudaban a su finado el mayor de los hijos de su primer matrimonio [es decir, su entenado JCG] y algn otro de los mismos luego que pudieron andar y manejar el caballo... y sealemos que el difunto tena tres varones del primer matrimo-nio ms cuatro que haba concebido con doa Mara...3.

    Por otra parte, las familias campesinas -como ya tuvimos ocasin de veri-ficarlo a travs de la informacin censal- se hallan ubicadas generalmente de tal modo que la proximidad espacial (proximidad relativa, pero no por ello menos real para los actores) permita una cierta fluidez en las relaciones entre los gru-pos domsticos vecinos. Parientes cercanos y lejanos, paisanos o meramente conocidos, son requeridos en bsqueda de ayuda, para pedir prestada una herra-mienta o un par de bueyes:

    ...entre los Labradores no se acostumbra alquilar Bueyes pa. las la-branzas porqe. nunca falta quien empreste estos quando el Labrador sea tan pobre y miserable qe. no tenga los bueyes... Para los dias de siembra unos a otros se prestan los arados con pen y Bueyes con cargo de bolverlo en los mismos trminos... [y tambin] los Dias de la siembra alquila los arados que quiere a 3 rs por dia y quando mas a quatro; esto es con pen, arado y dos o quatro bueyes porqe. suelen mudar al medio dia con cargo qe. al romper el dia lla a de estar arando hasta puesto el sol...4

    La fuente est fechada en San Isidro en 1792 y no puede ser ms clara y explcita. Otros datos dispersos nos muestran la frecuencia de los prstamos de herramientas o de animales5; Pedro Andrs Garca afirma, adems, que este auxi-lio mutuo es caracterstico de los labradores ms pobres''. Es por ello que cuan-do hablamos de la presencia de algunas herramientas agrcolas en los inventa-rios, estamos en realidad haciendo slo una contabilidad mnima, que no toma en cuenta su radio potencial de utilizacin.

    Del mismo modo, los hombres mismos -y no ya las herramientas o los animales- pueden acudir al llamado de un pariente, un amigo o un vecino. Gerardo Jurez trabajaba como pen de un chacarero en Caada de la Cruz en 1780, un vecino, llamado Joaqun Lpez -ste sera asesinado por un amante demasiado exigente y por eso conocemos estos detalles- le haba hablado pa. tapar trigo porque el difunto yva a sembrar el dia viernes y Amador de Luque, vezino del Partido... estaba ablado por parte del difunto para derramar el trigo... El propio Gerardo cuenta como lleg la noche anterior del crimen a la casa de Lpez y ste

    3 AGN-Suc 7779.

    4 AHPBA-5.3.35.16 [San Isidro, 1792],

    5 En Areco, en la sucesin de Andrs de Sosa en 1758, se cuentan entre los bienes los

    bueyes entregados ... a Dn. Antonio Monsalvo... pr. otros q". le avia perdido... [AGN-Suc 8411]; en la de Ignacio Toledo, tambin de Areco, en 1760, leemos ...dos arados que no constan de Ynventario que manifestaron los albaceas pasaban uno en poder de Antonio Casco y el otro en poder de Agustn Gmez... [AGN-Suc 8557].

    '' En la descripcin de San Isidro de P.A. Garca se lee ...obligndolos [a los labradores, JCG] su pobreza a auxiliarse mutuamente en los aperos necesarios a la labranza..., loc.cit., p. 117.

    ...lo convid a apear, en cuia chacra se estuvo en conversacin hasta oras de cenar y que aunque el dho. Lpez lo convid a cenar no se qued, porque tenia que irse a la chacra de su amo... para largar los bueyes de madrugada...7.

    Resumamos los hechos: Gerardo Jurez es un jornalero que trabaja y vive en lo de un chacarero vecino, su patrn; un pastor8 (Lpez) le haba hablado para tapar el trigo y lo propio haba hecho con otro vecino, Amador de Luque, para derramar la simiente. La noche anterior al crimen, nuestro pen se acerca a la casa de Lpez y ste lo convida a apearse y a cenar en su casa y solo el celo del pen -que deba largar de madrugada los bueyes de su propio patrn- hace que esta cena en el rancho de Lpez no se realice. En ningn mo-mento, ni Jurez, ni Amador de Luque, hablan de promesa de pago por parte de Lpez. Es violentar mucho la fuente, suponer que el convite y muy probable-mente, una copiosa comida y bebida el da de la siembra y tapa del trigo sera todo el pago que recibiran?

    Veamos otro caso. Liberato Pintos, acusado de convivir en Buenos Aires con Paula Cabello, hija de don Fernando Cabello vecino de Cauelas y pregun-tado desde cundo conoca a la joven, dice: ...que hallndose el declarante en la chacra de los Padres de ella por el mes de junio, ayudando como vecino suyo tapar trigo como lo tenan de costumbre ambos...[en ese momento la joven, flechada por nuestro hombre, escapa a Buenos Aires]; el subrayado es nuestro y muestra con claridad el tipo de relacin de ayuda recproca que exista entre estos vecinos9.

    El cronista quien mejor ha descrito estas prcticas es Mariano Pelliza en su Historia Argentina. Publicada en 1888, el autor pertenece a una vieja familia de labradores acomodados de San Isidro que hunde sus races en el pasado colo-nial. En el captulo XX, cuando habla de la sociedad y costumbres coloniales, despus de haber descrito el juego del pato, concentra su relato sobre los que l llama agricultores (es decir, los labradores) y dice:

    Los agricultores, los que hacan germinar y cosechaban el trigo, no coman pan en la vida ordinaria. nicamente el da de la tapa es decir el de la siembra, a la entrada del invierno, despus de roturados los campos, tena lugar una fiesta campestre de las ms entretenidas, don-de el pan y las viandas de harina se prodigaban como un homenaje a la naturaleza... Como esta faena de tapa deba, segn costumbre efectuarse en un solo acto para que la gestacin del grano fuera igual y el nacimiento de la mata uniforme, el labrador que no dispona de suficientes peones y arados para remover en ocho horas la tierra que haba tardado un mes en preparar, invitaba a los vecinos para que con sus propios aperos le ayudaran en aquel gran da. As se juntaban con el alba cuarenta o ms

    7 AGN-1X-39-8-7, exp. 17, autos por la muerte de Joaqun Lpez.

    s He aqu los bienes de Lpez: dos ranchos, un arado y cuatro bueyes en su chacra y en su

    estancia, dos ranchitos, algunas menudencias y 28 cabezas de ganado (animales que no alcanza-ran a superar el estadio de chacra, segn nuestra clasificacin, pero podemos suponer que esta situacin podra ser transitoria), ver AGN-IX-39-8-7, expediente 17.

    '' AGN-Criminales V.I/T.I, San Vicente, 1821.

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  • paisanos y tomando un buen desayuno, al salir el sol emprendan la tarea... Durante el da las familias de los convidados a la minga que as se llamaba la fiesta, concurra a la casa y ayudaba a la patrona en la pre-paracin de la gran merienda... Concluido el festn, salan los guitarreros y empezaban as las danzas de la minga, prolongndose alegres hasta entrada la noche, para continuar al da siguiente en otra siembra no lejana. Este prstamo de peones y arados se retribua en la misma for-ma.

    La minga! Este nombre ya haba surgido algunas veces (en unos docu-mentos del siglo XVIII citados por Judith Farberman en su estudio sobre Santia-go del Estero'") y por supuesto, hay diversos trabajos sobre'el mundo andino en los que minga, minka y minkakuni" aparecen en distintos contextos histricos y contemporneos12. Pero, hallarlo aqu, en el Ro de la Plata pampeano, tan aba-jo!, es todo un descubrimiento. Parece obvio que la cercana de Pelliza con el mundo de los labradores de San Isidro explica su especial conocimiento del tema13.

    Una bsqueda ms profunda orientada hacia las mingas, dio frutos insos-pechados: los diccionarios y vocabularios regionales de La Rioja, Catamarca, Tucumn, San Luis y Santiago del Estero14 registraban la palabra y daban diver-sas acepciones; stas pueden resumirse en la que tomamos de Lafone Quevedo en su Tesoro de Catamarqueismos:

    Hacer reunin de amigos y vecinos para sacar cualquier tarea. Elsueldo es comida, bebida y jarana y obligacin de servir a su vez cuando se ofrezca.

    Como se advierte, una autntica definicin de manual de antropologa acerca de lo que es la reciprocidad! Entre los araucanos pampeanos y chilenos se conoce como mingaco15 y como minga entre los habitantes de Chilo16 (todos los diccionarios de chilenismos relacionan estas dos palabras con el original

    10 Farberman, J. Famiglia ed emigrazione..., cit., pp. 288-289.

    11 El diccionario de Gonzlez Holgun al hablar de minccacuni dice rogar a alguno que

    me ayude prometindole algo, ver Vocabvlario de la lengua general... 12

    Ver, por ejemplo, Alberti, G. y Mayer, E., Reciprocidad e intercambio en los Andes peruanos, IEP, Lima, 1974 (y en especial, el artculo Reciprocidad en la relaciones de produc-cin de E. Mayer y C. Zamalloa en pp. 66-85).

    13 Notemos que la cita nos habla de una siembra de veinte fanegas y ya sabemos que esta es

    una siembra realmente excepcional para los ms pobres campesinos; subrayemos adems el uso de la palabra paisano para referirse al campesino labrador.

    14 Cceres Freyre, J., Diccionario de regionalismos de la provincia de La Rioja, cit.;

    Lafone Quevedo, S.A., Tesoro de Catamarqueismos, Universidad Nacional del Tucumn, Bue-nos Aires, 1927; Lizondo Borda, M., Voces tucumanas derivadas del Quichua, Tucumn, 1927; Vidal de Battini, B., El habla rural deSan Luis, Facultad de Filosofa y Letras, Buenos Aires, 1949; di Lullio, O., Contribucin al estudio de las voces santiagueas, Publicaciones de la Pro-vincia de Santiago del Estero, Santiago del Estero, 1946.

    15 Mandrini, R., Pedir con vuelta. Reciprocidad diferida o mecanismo de poder?,

    Antropolgicas, enero-marzo de 1992, Mxico y Stuchlik, M., La ayuda mutua entre los mapuches, Boletn de Antropologa, 3(12), Temuco, 1970.

    16 Cristina Gonzlez, estudiante de la Maestra en Historia de la Universidad Internacional

    de Andaluca en La Rbida, prepara su Tesis sobre la minga entre los chilotes actuales.

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    qeshwua17, como era de imaginar). Pero, el horizonte de las mingas se nos abre hasta niveles impensables

    con la lectura del libro de Guillermo Romero, Las mingas, una antigua tradicin argentina18. A los datos que ya conocamos se agregaron innumerables testimo-nios sobre la difusin de la minga, esparcidos en una extensa rea que va de Jujuy a la campaa bonaerense, pasando por Cuyo y referidos por otra parte a un tiempo muy largo. Es ms, algunos de esos testimonios son casi contempor-neos (los ltimos son de 1949 y 1963).

    Las citas referidas a la campaa de Buenos Aires que trae Romero no son muchas y l mismo afirma que no tuvo xito al buscarlas en las restantes provin-cias litorales. Sin embargo, en un libro publicado en 1978, Relevamiento etnomusicolgico de la Repblica Oriental del Uruguaya, comprobamos que los trabajos colectivos seguidos de fiestas y bailes en ocasin de la trilla del trigo, son todava una realidad en nuestros das en el campo oriental. E incluso podemos conocer en detalle algunas de las recetas para hacer la sopa trillera y las tortas de trilla que se consumen en esas fiestas (recurdense las palabras de Pelliza ...tena lugar una fiesta campestre de las ms entretenidas, donde el pan y las viandas de harina se prodigaban como un homenaje a la naturaleza... y Cceres Freyre habla del pan minguero en La Rioja). Las fiestas se repiten para otras tareas colectivas, como la esquila, la crnea y finalmente, la yerra. Un pequeo folleto, publicado en 1991, acerca de la cultura popular uruguaya, no duda en relacionar esta costumbre con las mingas de algunas provincias argen-tinas20. Es decir, esta tradicin de trabajos colectivos en un marco festivo, sin llevar el nombre de minga, encierra exactamente idntico significado y posee idntica funcin social. Y el tema de la yerra nos lleva ahora a nuestro punto siguiente.

    Al propio Guillermo Romero no se le escap un hecho que ya nos haba llamado la atencin a nosotros cuando nos topamos por vez primera con un ejem-plo preciso: en 1797, en la estancia de Roque Prez en Quilmes, que tena un capataz y dos peones estables durante todo el ao, se manejan unos 770 vacunos, 1.900 ovejas y tres manadas de caballos. Durante las yerras de 1797 y 1798, solo se agregan algunos gastos excepcionales destinados para la gente de la yerra, como ser, vino, aguardiente, pasteles, pasas de uva, tabaco y papel de cigarro, pero no hay constancia de que se abonasen nuevos salarios21. Aqu haba dos posibilidades para interpretar la fuente: o la yerra concitaba la ayuda de algunos vecinos y stos reciban durante el par de das de trabajo los agasajos de vino, aguardiente, tabaco, etc. a cambio de su colaboracin. O los mismos peones y el capataz eran los regalados durante ese da con un rgimen especial. En un

    17 Ver fray Flix J. de Augusta, Diccionario Araucano-Espaol, Santiago de Chile, 1966;

    Rodolfo Lenz, Los elementos Indios del Castellano de Chile..., Santiago de Chile, 1905. 18

    Editorial Bases, Buenos Aires, 1963. 19

    Ministerio de Educacin, Montevideo, tomo I, 1978. 211

    Folleto del Ministerio de Educacin y Cultura en adhesin al Da de la Tradicin, Mon-tevideo, 1991.

    21 AGN-Suc 7708. Otro ejemplo: el ya mencionado Liberato Pintos, quien haba fungido

    de capataz de D.A. Fernndez, afirma en 1821, que ...despus que sali del Servicio de Fernandez estuvo en otra hierra a que fue a ayudar..., esta vez, como vecino exclusivamente; ver AGN-Criminales V.l/T.l, San Vicente, 1821.

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  • comienzo, no nos inclinbamos por ninguna de las dos soluciones posibles. Pero, despus, una serie de testimonios literarios (y las famosas mingas)

    nos acercaron a la correcta interpretacin de la fuente. Podramos comenzar con W.H. Hudson en All lejos y hace tiempo y recordar al lector la yerra en la estancia de doa Luca del Omb. La presencia de sus cuatro hijas -entre ellas, Antonia, cuya blancura de piel y alta estatura eran clebres en todo el pago- haca que cincuenta hombres se arremolinaran para ayudar en las yerras de los pocos animales que posean. En media jornada la yerra haba sido despa-chada y un buen almuerzo reuna a la sombra de los sauces a todos los convida-dos que se consideraban bien pagos con el convite y las furtivas miradas de las hijas de doa Luca.

    Podramos seguir con algunas de las vietas inolvidables de Godofredo Daireux, uno de los hombres que penetr ms profundamente en la vida social de nuestros paisanos pampeanos del siglo pasado:

    Hoy es fiesta en lo de don Juan Bautista Etchautegui... En la cocina se agitan doa Mariana y sus hijas, preparando con huevos y harina, carne picada y pasas de uva, canela, clavos de olor, sal, pimienta y azcar, unos pasteles que seguramente dejarn recuerdo en los convi-dados... Estn de sealada... y bien pronto supieron los vecinos que en esta casa hospitalaria habra pasteles, cordero y vino para lodos los conocidos que se presentasen a ayudar en el trabajo.22

    Pablo Mantegazza, quien visit la Argentina en los aos 1859-186123, nos dej tambin un cuadro muy vivo de una yerra a invitacin de un rico estancie-ro y el carcter festivo de la ocasin queda en esta cita mejor dibujado:

    Estamos en invierno...y un rico estanciero nos ha invitado a su fiesta. Desde los cuatro rumbos del horizonte herboso ... avanzan grupos de gente a caballo o familias amontonadas en carros de dos ruedas; de todas partes llega un retintn de espuelas, un relinchar de caballos... Mientras los hombres atienden la hierra... las seoritas se atarean en los preparativos de la comida, en la que jams deben faltar los tradi-cionales pasteles (pastelitos de carne, pasa, tocino, etc.). La fiesta termina con un baile, que casi siempre se realiza al cencerreo de dos o tres guitarras mal afinadas.

    Pero, no slo en la yerra o la sealada se acude a los convites y el mismo Daireux nos evoca otro momento similar y agrega algunas palabras que termi-nan de redondear el concepto:

    El domingo a la tarde, llovi gente al puesto de Gregorio. Vinieron los tres Ponce, el hijo de Agero, el rubio Florentino y su hermano

    22 Daireux, G., Tipos y paisajes criollos, Agro, Buenos Aires, 1945, p. 79 [el subrayado es

    nuestro]. 21

    Mantegazza, P Viajes por el Ro de la Plata y el interior de la Confederacin Argen-tina, Universidad de Tucumn, Buenos Aires, 1916.

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    Mximo, otros ms, todos con lazo y boleadoras; y era para ayudar a Gregorio a cerdear sus yeguas. Los pobres, amigos, se tienen que ayu-dar entre s. Dnde iramos a parar si para tuzar cuatro yeguas, hubie-ra que conchavar peones por da? Que lo haga don Nemesio [el es-tanciero, JCG], est bien; pero, Gregorio no puede y tiene que ser de convite el trabajo...24

    El estanciero don Nemesio poda pagar peones para tuzar su yeguada, pero el campesino pastor, Gregorio, puestero de don Nemesio, deba acudir a sus amigos, pues ...los pobres... se tienen que ayudar entre s. Dnde iramos a parar si... hubiera que conchavar peones por da?

    Como decamos, a la aguda perspicacia de Guillermo Romero no haba escapado la semejanza funcional entre este mecanismo y el de las mingas, pues citando un trabajo de A. J. Althaparro, que no hemos podido consultar (De mi pago y de mi tiempo), nos cuenta que ste tiene todo un captulo cuyo nombre es Hierras de convite en donde se describe este fenmeno. Romero mismo se acordaba de las yerras de convite que haba presenciado en su niez en los cam-pos de don Guillermo Savage en Lujan en la primera dcada de nuestro siglo25. Y hay testimonios actuales sobre la persistencia de este tipo de relaciones recprocas26.

    Finalmente, existe otro momento importante en esta vida de relacin cam-pesina: la carneada de un vacuno -lo que en Uruguay se llama crnea- para hacer factura, es decir morcillas, chorizos, etc.; en esta ocasin la presencia de parientes, vecinos y amigos es indispensable por lo laborioso de la tarea. Testi-monios de esta prctica no faltan para el perodo central que nos interesa27, pero es obvio que esta tambin es una costumbre que se arrastra hasta nuestros das.

    En una palabra, en esta sociedad campesina, como en casi todas las que conocemos, la costumbre de la ayuda mutua, regida por reglas de reciprocidad, es una realidad indudable y ampliamente difundida. Recordemos, otra vez, que muchos de estos hombres y mujeres eran migrantes, venan de sociedades donde las tradiciones y la cultura campesinas eran muy fuertes y se remontaban en algunos casos a la poca prehispnica. Las mingas y convites eran la ocasin para fiestas y juegos que, como en la mayor parte de las sociedades campesinas, acompaan siempre las tareas agrcolas y en especial, las dos ms relevantes: siembra y cosecha (o su equivalente pecuario, la yerra), alfa y omega del ciclo agrario28.

    24 Op.cit., p. 127 [subrayado nuestro].

    25 Romero, C, cit., pp. 24-25.

    26 Ver Bugallo, L., Gauchos, paysans de la Pampa, Maitrisse d'Ethnologie, Universit de

    Strasbourg, Institut d'Ethnologie, Strasbourg, 1995, pp. 80-81. 27

    Cipriano Fresco, un testigo presentado en la causa contra el ya mencionado Liberato Pintos, afirma que ha ...ayudado a Pintos por haberle convidado a matar a fines del ao pasado un nobillo moro blanquisco...; AGN-Criminales V.l/T.l, San Vicente, 1821, el subrayado es nuestro.

    28 El lector ya pudo percibir algo sobre la fiesta campesina a travs del texto y de las citas

    de Pelliza (ver el captulo V, parte primera); para el contexto europeo, remitimos a Muchembled, R., Culture populaire et cultures des lites dans la France moderne (XVIe-XVIHe siecle). Flammarion, Paris, 1978.

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  • Los campesinos y los poderosos: los vnculos de dependencia

    Pero, nuestros paisanos no estn solos. Conviven y alternan con otros sectores y en especial, con agricultores y hacendados. Qu relacin se estable-ce entre estas figuras sociales y cul es la dinmica de las tensiones y conflictos que los enfrentaban?

    Ante todo, la inmensa mayora de los campesinos no es propietaria de la tierra, como ya hemos comenzado a ver gracias a los inventarios o a los censos econmicos, como el de Arcco de 1789. Pero hay mucha ms informacin al respecto y presentaremos slo algunos casos regionales.

    En un censo de Areco Arriba realizado en 1812 (el tercero que menciona-mos sobre esta rea, efectuados todos en un lapso de tres aos!), sobre 44 estancieros, 24 son propietarios, 10 arrendatarios y 10 ocupan tierras realengas; respecto a igual nmero de labradores, slo 4 son propietarios, siendo 32 arren-datarios y estando 8 poblados en tierras realengas. En una palabra, sobre un total de 88 cabezas de UC para las cuales tenemos este dato -tomando en cuenta las 100 UC que constituyen el total de estas dos categoras ocupacionales- slo 28 son propietarios y en su mayora, estancieros29; por el contrario, si bien hay estancieros no propietarios, la mayora de los no propietarios son labrado-res10. En San Pedro en 1812, hallamos un porcentaje de propietarios ligeramen-te superior, pues stos llegan a un 38%, siendo la mayora de los arrendatarios, sembradores -nombre que reciben aqu los labradores31

    En Matanza en 1813, el cuadro es un poco ms complejo porque la pre-sencia de los pastores sin tierras es mucho ms evidente. De 115 labradores, solo 13 son propietarios (porcentaje muy similar al de Areco Arriba en 1812 para esta categora) y sobre 51 estancieros, hay nada ms que 12 propietarios, mientras que 39 son arrendatarios32 -como ya sabemos, se trata de los que poseen las estancias de cercanas. O sea, hay slo un 15% de propietarios en estas dos categoras ocupacionales. Segn P. A. Garca, en Morn, slo hay 150 familias propietarias sobre las 600 que haba en el partido en 1810". Para no cansar al lector, remitimos a los estudios excelentes que Ral Fradkin est realizando des-de hace un tiempo sobre los arrendatarios y arrendamientos en la regin durante el perodo14.

    Justamente, es uno de estos trabajos el que nos permite profundizar un poco ms el tratamiento de este tema15. El anlisis -despus de que el autor haba

    29 Es decir, un 32% del total, y recordemos que segn el censo de Areco de 1789, los

    propietarios jurdicamente ciertos eran solamente el 30%. 311

    Ciliberto, V. y Mascioli, A., La estructura demogrfica, familiar y ocupacional de la campaa de Buenos Aires: Areco Arriba, 1812, mimeo, 1994.

    31 Ayrolo, V. y Garca, S., Aproximacin al estudio de la estructura poblacional de San

    Pedro segn el padrn de 1812, mimeo. Mar del Plata, 1994. 32

    Cf. Contente, C, cit. 33

    Copia del Informe del Coronel P.A. Garca, Morn, 6/09/1810, en AGN-1X-I9-6-2 y copia en AGN-Casavale 5, 1810.

    34 Vase en especial 'Labradores del instante', 'arrendatarios eventuales'..., cit. y Pro-

    duccin y arrendamiento en Buenos Aires del siglo XVIII..., cit. 35

    'Segn la costumbre del pays': costumbre y arriendo en Buenos Aires durante el siglo XVIII, Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana 'Dr. E. Ravignani', 3a serie, 11, Buenos Aires, 1995.

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    transitado en los otros trabajos ya citados por un estudio emprico de la cuestin-est aqu centrado en los aspectos simblicos ligados al vnculo del arriendo.

    ...los vocablos que aluden a los arrendatarios son sugerentes: colo-nos, inquilinos, terrazgueros, feudatarios, tributarios junto a los ms frecuentemente llamados pobladores, arrendatarios, arrendadores o arrenderos. Varias de estas denominaciones enfatizan el carcter de tenentes precarios y subordinados de la tierra y algunas de ellas el tipo de vnculos personal que establecen con el propietario.

    Y un poco ms adelante, agrega Fradkin:

    ...el arriendo fue un intento de restringir la extrema independencia de los pequeos productores y una de las estrategias destinadas a afianzar el reconocimiento del derecho de propiedad en la campaa...

    Es decir, uno de los aspectos relevantes del arriendo es la constitucin de un nexo, dbil y con matices difciles de delimitar en cada caso -pero, no por ello, menos real- que establece un cierta relacin simblica de deuda y de depen-dencia mutua entre partes. Lgicamente, las partes no posean idnticos dere-chos e igual fuerza de negociacin, pero se hallaban mutuamente ligados por un delgado hilo que otorgaba a unos y otros ciertos bienes: tierra y proteccin para los paisanos, reconocimiento del derecho de propiedad y eventual posibilidad de solicitar colaboracin, para los propietarios.

    En una sociedad de antiguo rgimen, los individuos aislados casi no exis-ten; fundamentalmente, hay redes de relaciones socialmente diferenciadas y ser arrendatario de un poderoso, contar con su benevolencia y anuencia, formar par-te de su squito, no slo es ser usufructuario de una parcela, significa tambin poseer un bien simblico de mxima importancia1''. Para el poderoso, tener una serie de parientes, agregados, arrendatarios y vecinos -los diferentes crculos de deuda y reciprocidad de los que laboriosamente se ha rodeado en el espacio de una vida- con los que puede contar en determinados momentos del ao, es tan importante como las 1.000 o 2.000 varas de tierra que posee. En 1818, un cria-dor de Chascoms se excusa al ser requerido como testigo en una causa contra un hacendado, don Domingo Madrid, por ser ...un vecino puesto en aquel parage por el mismo Madrid y que a mas le sostena a l y a toda su familia... y otro testigo no duda en afirmar que ste es comensal de Madrid, calificativo que nos exime de todo comentario".

    36 Uno de los casos citados por Fradkin, el de Pedro Alvarez, es emblemtico en ete

    sentido. Llegado a Areco cambalacheando yerba y otras menudencias a fines de XVIII, se instala poco despus en casa de un vecino, sembrando a medias con ste. Establece luego su propio rancho y ahora lo hace como aparcero de ganado; cuando se inventaran sus bienes, los testigos no slo enumeran ocho bueyes, una manada de caballos y un sembrado de cinco fanegas, sino tambin ...el Beneficio de que, Dn. Leandro de Sosa, vecino de este partido, le sumnistraba... con quanto necesitaba, fuese dinero, Reces u otra cualesquiera cosa..., ver Segn la costumbre del pays..., cit.; para los testigos, este apoyo de don Leandro de Sosa es un bien tanto o ms importante que los bueyes y la manada de caballos...

    37 AGN-Criminales L/M.l, 1818, fjs. 3 y4vta.

    341

  • Terminemos este acpite con dos citas separadas casi por cincuenta aos. En 1815, Dmaso de Larraaga viaja de Montevideo a Paysand y ya hemos citado -a propsito de los noques- ese realo de viajes. El 5 de junio, acompaa-do de don Antoln Reyna, gran propietario de la zona del arroyo de Monzn, cuenta:

    Era sta la primera vez que vena a su posesin y encontr sobre este majestuoso rio varios colonos de que no tena noticia: los hizo venir y no les impuso otra pensin, que alimentndose como lo hacan de sus ganados, le conservasen los cueros y sebo y de ayudar a las faenas de la estancia, como son marcar, recoger o parar el rodeo, etc.

    El subrayado es nuestro y pone en relieve una parte de lo que decamos ms arriba y lo notable es que Larraaga, despus de decir eso agrega Los que siembran no tienen otra pensin en este pas que pagar la semilla o tantas fane-gas cuantas echan en la tierra.111 Es obvio que s tienen otra pensin!

    Vayamos a la segunda cita, tomada de un dilogo de uno de los evocativos relatos de W.H. Hudson, incluidos en El Omb:

    Viva en ese tiempo, a unas cuentas leguas de7 Omb, un tal Valerio de la Cueva; era un hombre pobre, que no tena mh'acienda que una pequea majada de unas trescientah' o cuatrocientah' ovejas y unos cuantos fletes. Lo haban dejao construirse un pequeo rancho, ande pudiese cubijarse l, su mujer, la Donata y el nico hijito, que se lla-maba Bruno y pa pagar el pastoreo 'e sus pocas ovejas, ayudaba a lasfaenas de la estancia.

    La accin, situada en Chascoms durante los aos veinte del XIX, pero, escrita por Hudson en Inglaterra alrededor de 1890M, es en realidad, como todo el volumen, hijo de la pampa que tanto aor durante su madurez londinense y que haba conocido y recorrido tan bien -de la provincia de Buenos Aires hasta el sur del Brasil- desde aquel lejano nacimiento en Quilines en 1841. Obviamen-te, muchas cosas haban cambiado entre la campaa oriental que visitara Dmaso de Larraaga en 1815 y los campos del Sur del Salado que Hudson recorri en su adolescencia en los aos cincuenta, pero este tipo de relacin de dependencia mutua basada en la nocin simblica de deuda a travs del arriendo de pala-bra, segua profundamente arraigado en la sociedad rural rioplatense.

    Por supuesto, tampoco debemos olvidar que los propietarios, gracias a las fanegas de trigo pagadas por sus arrendatarios labradores, podan contar ade-ms con una renta en especie fcilmente comercializable sin verse obligados a correr con los riesgos de la produccin y en especial, sin necesidad de hacer frente a los costosos gastos en fuerza de trabajo... que, por el contrario, era casi lo nico que posean los campesinos.

    38 Larraaga, D. de, Diario del Viaje..., cit., p. 70.

    39 Hudson, W.H., El Omb y otros cuentos rioplatenses, traduccin de Eduardo Hillman,

    Anaconda, Buenos Aires, 1928 (el libro est dedicado, nada ms ni nada menos, que a R.B. Cunnin-ghame Graham!). 342

    Gauchos y campesinos

    Qu relacin hay entre nuestros campesinos y los mticos gauchos que ya hemos mencionado fugazmente en el captulo dedicado a la poblacin? Co-mencemos transcribiendo el comentario que hace Alejo Gonzlez Garao de una bella litografa de Carlos Morel, editada por Ibarra en los inicios de la dca-da del cuarenta del siglo XIX y que ya hemos citado al hablar de la tecnologa agraria. La litografa lleva el buclico ttulo de La familia del gaucho y el comentario de Gonzlez Garao es el siguiente40:

    En el centro, frente al rancho, se halla el gaucho, sentado y rodeado por su familia: la mujer, los hijos y, como formando parte de ella, el perro fiel y el caballo, compaero inseparable y principal elemento de trabajo. Sobre el terreno: una pala, un azadn y una hoz. La escena acadmicamente dibujada, es patriarcal.

    Gonzlez Garao olvida mencionar el mate, un tonel, las ramas de un arbolito y un tercer personaje que acaricia con su rebenque al nio que la mujer tiene en brazos. Sea, ya sabemos que se trata slo de una litografa, pero no deja de llamar la atencin el hecho de colocar al mtico gaucho en el centro de un marco familiar (un grupo domstico que hasta incluye agregado) y un am-biente productivo -con pala, azadn y hoz- que resulta un poquitn ms complejo que el de la leyenda.

    Tomemos otro gaucho, uno real y nada literario. Se trata de Marcelino Palavecino, pen de Los Portugueses, una gran estancia de Chascoms, du-rante dos ocasiones en el ao 1812; era un buen trabajador, pues haba trabajado ms de 140 das y tuvo slo 4 das defalla. En 1836 muere, tambin en Chascoms, y su inventario nos lo muestra como propietario de un pequeo rodeo de vacu-nos -77 vacas grandes, 40 vaquillonas de un ao, 32 terneros de meses- y de su manada de caballos con mas de 50 animales41. Obviamente, no tiene tierras y slo un ranchito, pero ahora parece estar lejos de ser un demunido jornalero y ms se parece a un pequeo productor independiente que vive de sus ganados, es decir, un pastor. Un gaucho, como ese de Guardia del Monte que Bartolom Hidalgo pinta en su cielito al Conde de Casa-Flores:

    Ya que encerr la tropilla Y que recog el rodeo Voy a templar la guitarra Para explicar mi deseo...42

    Y este ejemplo est muy lejos de ser una aguja descubierta casualmente 411

    La litografa argentina de Gregorio Ibarra (1837-1852) en Contribuciones..., cit., p. 308 [en el Museo de San Antonio de Areco hay otra versin que nos parece ligeramente diferente de esa litografa].

    41 Ver AGN-Suc 7397; por supuesto, yo no puedo asegurar que sea el mismo, pero, nom-

    bre y apellido poco comunes en Cliascoins (en el censo de 1815 de ese partido, se mencionan slo a tres personas llamadas Palavecino, en AGN-IX-8-10-4), me hacen pensar que es as.

    42 Ver Un gaucho de la Guardia del Monte contexta al manifiesto de Fernando Vil y

    saluda al Conde de Casa-Flores..., en La Lira Argentina, Buenos Aires, 1824.

    343

  • en el pajar de la literatura gauchesca, pues conocemos otras coplas ms de esta poca temprana que poseen expresas menciones a rodeos vacunos o tropillas de caballos destinadas a la venta en manos de picos gauchos43. Ms sorpresivo an sera descubrir a uno de esos gauchos preocupado por los precios del pan y del trigo:

    Qu me dice, o Lucero? A este estao hemos Uegao Pues sabe que estamos frescos Y cmo esos desastraos no quieren pagar el trigo si no a unos precios tan bajos?44

    Si decimos que estos gauchos son nuestros paisanos el lector no se sor-prendera, pues el lenguaje corriente de la campaa rioplatense, todava en nues-tros das, asimila una figura a la otra, pero ahora la imagen del gaucho se nos presenta considerablemente enriquecida. En una palabra, muchos de los gau-chos de la leyenda -no todos, por supuesto!- son nuestros campesinos y paisanos. Los labradores como ltimo escaln campesino

    Pero, y en esto casi todas las fuentes cuantitativas y cualitativas coinci-den, el ltimo escaln de la vida campesina es el compuesto por los labradores. Estos nada tienen que no sea los brazos del grupo domstico y -no siempre- un par de bueyes, unas pocas herramientas agrcolas. La simiente adelantada muchas veces por el propietario, un pulpero avisado, un tahonero o hasta por un Alcalde -que puede revestir adems algunas de las funciones antes mencionadas-a precios muy altos45, as inicia el ciclo agrcola nuestra familia de labradores, ya en deuda46. La terminacin no ser mejor. Nadie los analiz ms certeramente que Pedro Andrs Garca. De su Viaje a las Salinas Grandes tomamos esta larga cita:

    43 Ver la Relacin que hace el gaucho Ramn Contreras a Jacinto Chano de todo lo que

    vio en las fiestas Mayas de Buenos Aires en 1822, tambin de Bartolom Hidalgo y el Dialogo de dos gauchos, Trejo y Lucero (ca. 1835), de Manuel de Araucho, ambas incluidas ahora en Rivera, Jorge B., Poesa gauchesca. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977. Algunos de los relatos de W. H. Hudson incluidos en El omb, ya citado o de R.B. Cunninghame Graham en Temas criollos, cit., estn plagados de este tipo de gauchos para pocas an ms tardas.

    44 Dilogo de dos gauchos, Trejo y Lucero, Rivera, J.B., cit., p. 62.

    45 ...los Labradores pobres de este Pas han solido habilitarse de semillas pa. sus semente-

    ras, tomando el trigo de particulares a precios considerables, especialmente en los aos escasos, con obligacin de satisfacer su importe al tiempo de la cosecha en dinero con algn inters tantas fanegas de trigo reguladas a precios muy baxos..., informe de Josef Pachecho y Saturnino J. Alvarez sobre el proyecto de psito, 1795, AGN-IX-19-4-9, fjs. 542.

    46 El alegato de 1798 del Regidor Ramos Meja, que ya hemos citado, dice Y como de las

    Dies partes de labradores, las ocho son unos pobres nezesitados que para su cosecha se empean con comerciantes, labradores de combeniencia, panaderos y pulperos..., cf. ACBA, serie III, tomo XI, p. 344. En 1795, los cabildantes porteos afirman ...todos o la mayor parte de los labradore* son personas de corlas facultades; para sus recogidas de granos necesitan empearse y estos empei-os los contraen obligndose cubrirlos al tiempo de la cosecha, estratagema de que se aprovechan los que toman por negocio estos suplementos para comprar el trigo quando la cosecha a predi intimo..., AGN-IX-19-4-9, fjs. 508.

    344

    Hay una multitud de familias establecidas en terrenos realengos que ocupan a su arbitrio, o bien en los que arriendan por un nfimo precio. Esta familias se dicen labradoras porque envuelven en la tierra una o dos fanegas de trigo al ao; y son en la realidad la polilla de los la-bradores honrados y de los hacendados a cuyas expensas se mantie-nen. He aqu la exacta relacin que hace de su modo de vivir un veci-no de estas mismas campaas. 'Empiezan, dice, estos agricultores honorarios a arar por mayo y con-cluyen en julio y aun agosto. Y qu comen en este tiempo estos hom-bres sin recursos? Dganlo nuestros ganados. Con qu alimentan sus vicios? Con los productos de aquellos. Y cul es el resultado de una operacin de cuatro meses? Haber araado la tierra, que por mal cultivada, no produce ni aun el preciso necesario de una familia industriosa. Siembran, en fin, porque un vecino les prest la semilla... Estas sementeras en muchas partes deben cercarse; y para esto se unen algunos y clavan en la tierra cuatro palitroques, que ayudados de torzales47 que hacen de la piel de nuestro toros, forman una barre-ra... Resguardadas as sus mieses, las cuidan sus mujeres por el da y ellos por la noche. Persiguen los ganados vecinos, los espantan, los hieren... Destruyen nuestros caballos, pues en ellos hacen sus correras nocturnas. En este orden continan hasta el preciso tiempo de la siega, en que son ms perjudiciales que nunca. Llega enero y cruza la campaa un enjambre de pulperas, llevando consigo el pbulo de todos los vi-cios; sus dueos los fomentan para ejercitar la usura: ponen juegos, donde los labradores de esta clase reciben cualquier dinero por sus trigos: venden a precios nfimos sus cosechas... Estos se llaman la-bradores, porque siembran todos los aos, siendo en realidad vagos, mucho ms perjudiciales que aquellos que por no- tener ocupacin llamamos tales' Me he detenido particularmente en detallar las ocupaciones y costum-bres de estas gentes, porque ellas forman una porcin muy considera-ble de nuestra poblacin rural.48

    Dejemos de lado la parte interesada de la opinin del hacendado transcripta por Garca, pues ste slo defiende sus intereses y subrayemos algunos detalles de la vivida pintura de la situacin de los labradores de la campaa a inicios del perodo independiente y de sus relaciones de ayuda mutua. Araan apenas la tierra, siembran tarde y mal una o dos fanegas prestadas y entre varios constru-yen sus cercos para proteger su labor; los sembrados quedan al cuidado de las mujeres durante el da y durante la noche de los hombres (ser porque durante el da estn trabajando en otro lado?); finalmente, llegada la cosecha, los pulperos se desparraman como moscas por la campaa y adquieren a vil precio el resul-tado de cinco meses de esfuerzo...

    47 Torzal es un lazo de cuero trenzado o un tiento.

    48 Garca, P.A., Diario de un viaje a las Salinas Grandes..., [ 1810] en CEPEDEA, tomo

    IV, pp. 265-266.

    345

  • Del mismo modo que las tejedoras de ponchos puntanas, cordobesas o santiagueas -muchas de ellas, hermanas, madres o abuelas de nuestros migrantes que terminaran como labradores en la campaa bonaerense- cuidan sus reba-os de ovejas, hilan la lana y tejen sus ponchos para trocarlos por unas mseras baratijas adelantadas por los mercaderes que recorren los valles en forma ince-sante, las familias labradoras hacen uso del nico recurso que les sobra, es de-cir, su trabajo y combinando la produccin triguera con la cra de algunos pocos animales, consiguen sobrevivir (no tan mal, si consideramos el estado de salud de la poblacin a partir de sus tasas vitales) en un marco de libertad relativa, ocupando una tierra ajena o sin dueo conocido49.

    Por supuesto, esta tierra sin dueo poda bien estar en la frontera indgena y el resultado, cuando por all pasaba un maln en bsqueda de animales y cau-tivos, estaba muy lejos de ser envidiable para la familia del campesino5". No, no era el Pas de Jauja; pero esto ocurra en la Amrica ibrica de fines del antiguo rgimen (la de los mitayos, los yanaconas, los inquilinos51, el peonaje, los engen-hos...). Comparemos este cuadro con el que nos pinta Judith Farberman en la muy cercana campaa de Santiago del Estero en esa poca y entenderemos muy bien por qu migraban los santiagueos52!

    Pero, esa libertad relativa es justamente la verdadera amenaza para los poderosos -no las hipotticas destrucciones a ganados53 o las incursiones de cin-co cuatreros labradores (como si fuera muy sencillo en la poca ocultar a ojos de un Alcalde la proveniencia aunque fuera de unos pocos animales)- y limitarla es el mximo esfuerzo a que apuntarn todos los poderosos desde 1810 en ade-lante, cuando les falte a los campesinos la balanza del lejano poder real. Algunas de las tradiciones y costumbres heredadas, aceptadas y conocidas por la amplia mayora de los paisanos, como lo muestra Ral Fradkin en su trabajo, podrn entonces ser alteradas ms fcilmente en medio de la tormenta postrevolucionaria. La libertad de los paisanos como amenaza al orden social

    El 25 de agosto de 1775, el Teniente del Rey, don Diego de Salas, dicta un Bando que en su artculo sptimo dice:

    49 Como se advierte, tenemos una posicin que llamaramos de chayanovismo relativo

    en relacin a! papel de la economa campesina; un estudio que muestra las diversas posturas sobre el problema: Domnguez Martn, R., Campesinos, mercados y adaptacin. Una propuesta de sn-tesis e interpretacin desde una perspectiva interdisciplinar, Noticiario de Historia Agraria, 3, pp. 91-130. Zaragoza, 1992.

    50 Ya vimos, cuando evocamos el ejemplo de Lobos estudiado por Jos Mateo, que los

    efectos de los malones sobre la mortalidad eran en algunos casos, terribles. 51

    El libro excelente que Gabriel Salazar V. le ha dedicado a los labradores del Chile Central es un buen ejemplo comparativo, ver Labradores, peones y proletarios. Formacin y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, Ediciones Sur, 2a. ed., Santiago de Chile, 1989.

    52 Farberman, J., Famiglia ed emigrazione..., cit.

    53 Esto parece realmente el mundo del revs, pues normalmente los conflictos entre labra-

    dores y ganaderos, ocurren porque los segundos pisotean con sus animales los sembrados de los primeros y en cambio aqu, son stos los que maltratan a los animales de los ganaderos. Un Reglamento de la Junta Grande de junio de 1811, est especficamente centrado en ese problema de los ganados que afectan a las sementeras, cf. RMAIE, tomo 1, pp. 451-453 y por supuesto, jams hemos hallado ninguna mencin al problema inverso, salvo sta que hemos citado. 346

    Que respecto a experimentarse qe. muchos sin poseer el terreno com-petente para Estancia se han hecho de crecido numero de ganados y que estos como que el campo de su respetibo dueo es mui limitado salen de el y se extienden por los Circumbecinos en perjuicios de los Amos de ellos... declaro qe. ninguno puede tener Estancias ni tenerse por Criador que no pocea tres mil varas de terreno por frente y legua y media de fondo...54

    Este bando -cuyo artculo octavo establece la prohibicin de repartir las suertes completas de Estancias tanto por herencia, como por todo otro tipo de enajenacin- no tuvo realmente ningn efecto; como ya se vio en este libro, la campaa estaba literalmente repleta no slo de propietarios de tierra que posean extensiones de todo tamao y bien alejadas de la suerte de estancia, sino tam-bin de cientos de propietarios de ganado que no tenan tierra y como tal sigui. Pero, de todos modos, el virrey Arredondo cita en 1792 este Bando como ante-cedente en un auto sobre la Junta de Hacendados:

    ...muchos Yndividuos que sin terrenos propios havitan por las campa as entre las Estancias con muy corto numero de Ganados y otros sin algunos, ya en calidad de arrendatarios de tierras a pretexto de chacare ros, ya en terrenos de dudosos o no conocidos dueos, o ya tolerados o admitidos por stos como agregados...55

    Esta enumeracin del virrey resume casi exhaustivamente la mayor parte de las categoras que ya conocemos: ocupantes en tierras desconocidas, arrendata-rios, ocupantes tolerados, agregados. En 1808, un Alcalde de la Hermandad de Chascoms, rea de clara vocacin ganadera que se hallaba a las puertas de un perodo fasto de crecimiento, afirma:

    Que estando llenas aquellas Campaas de vagos y otros individuos qc. a la sombra de tener una manada de yeguas y diez o doze cavallos con marca ya se computan como hacendados siendo asi qc. no puede haver hacendado alguno sin qc. posea y tenga una suerte de Estancia, por cuia razn esta clase de Gente se regulan como vagos, pues los pocos animales que tienen pastan en terrenos genos...

    Segn el Alcalde, la solucin es muy simple: ...conviene e importa qc. se extingan y aprehendan estas clases de hacendados hacindoles vender las Yeguas y caballos y dndoles el destino qe. se da a los vagos... sucediendo lo mismo con los muchos agregados qc. tienen estos ltimos...

    Por si nos quedaban dudas y quitndonos casi toda posibilidad de inter-pretacin, don Juan Lorenzo de Castro, nos explica a continuacin cul es la verdadera razn de tanto sonido y furia:

    54 DHIVI. tomo I, p. 28.

    55 Seguidamente, el virrey cita el precedente de 1775. ver AGN-IX-19-4-5, fjs. 280-286.

    347

  • [a causa de todos estos hombres]...se ven los hacendados llenos de angustias en sus labores porq". no hallan pen alguno qc. quiera con-chabarse...56

    No era necesario hilar muy fino para entender el fondo de la cuestin! Diez aos ms tarde, en 1818, don Juan Manuel de Rosas, an lejos de ser el Restaurador de la Leyes y hablando meramente como hacendado, insiste en esta peculiar letana:

    La campaa del Sud, rico deposito de ganado mayor precisa de una polica rural ejecutiva. Subsiste en ella una turba de ociosos, vagos y delincuentes qe. consumen, desperdician y faenan tanto numero de reses... Semejante turba se tolera, no se pesquisa ni se persigue. La utilidad qe. algunos reportan de las escasas sementeras qe. entre terre-nos de estancias y en los que. no lo son, hacen ombres desconocidos y qe. aparecen poblados de la noche a la maana...57

    Este documento es de 1818 y dos aos despus, el mismo Rozas presenta una Memoria sobre el estado de la campaa que fue publicada en su momento por Adolfo Saldas; all se puede leer un prrafo mucho ms transparente sobre el mismo problema:

    Como que la polica de campaa es el arreglo que debe suceder, to-dos los individuos que, de terrenos de estancia no teniendo la suerte correspondiente de media legua de frente con una y media de fondo, mantienen su ganado en campo ajeno; y todos aquellos que, viviendo entre terrenos y estancias no se conchavan y sabe de qu se mantienen...5"

    Nuevamente se nos remite al precedente de Diego de Salas de 1775, y se explcita otra vez una relacin entre los pastores y los individuos que no se conchavan. Este documento es importante y volveremos sobre l, pero, desde ya debe subrayarse la insistencia en el tono policial en el discurso de Rozas. En 1825, don Manuel Antonio de Castro, Presidente del mximo tribunal pro-vincial, en una comunicacin dirigida al ministro y publicada en El Argos de Buenos Aires, repite casi exactamente estos argumentos. Despus de mencionar a los vagos que, segn l, infestaban la campaa, seala que hay tambin otras personas peligrosas para la estabilidad del orden provincial:

    Estas son las que, con el nombre de arrendatarios, agregados se sitan al lado de las haciendas de campo: que levantan una choza y siembran una fanega de trigo, pero no se conchaban... y se sostienen

    56 AGN-IX-19-5-9, fjs. 64-64 vta. y publicado en DHA, tomo IV, p. 193.

    57 AGN-X-22-10-6, 1818.

    58 Segunda Memoria del Coronel Juan Manuel de Rozas, Saldas, A., Historia..., cit.,

    lomo I, p. 229; la frase sabe de qu se mantienen, me parece que debe entenderse as sabe Dios de qu se mantienen.

    348

    del robo de los ganados de las haciendas vecinas.5

    Esta carta aparece el 14 de marzo en El Argos; cuatro das ms tarde, una Circular a los Jueces de Paz de la Campaa, firmada por Manuel Jos Garca, retoma casi exactamente sus palabras:

    Otro mal... advierte el gobierno que existe en la campaa. Tal es, el que causan algunos hombres que bajo pretesto de pobladores labra-dores y sin tener acaso mas fortuna que una choza, permanecen en algunos terrenos valdos o de propiedad particular bajo la denomina-cin de arrimados, sin trabajar acaso sin rendir todo el producto que necesitan para su sosten y el de sus familias... Que los jueces de paz celen que... no exista esta clase de hombres, sino tienen la calidad de propietarios en su defecto se hallan bajo la calidad de arrendatarios en virtud de un contrato por escrito...6"

    Los subrayados son del original y muestran de qu modo se asimila la figura del labrador a la del arrimado; la circular agrega algunas disposiciones para luchar contra este mal que aquejaba la campaa y eran fundamentalmente, obligar a esas familias a trasladarse a ...las poblaciones... De este modo la auto-ridad territorial podr tenerlos mas la vista y velar sobre su conducta...

    De don Diego de Salas, Teniente de Su Magestad en 1775 a esta circular de Manuel Jos Garca de 1825, han pasado exactamente cincuenta aos y, en especial desde 1810, mucha agua ha corrido bajo los puentes rioplatenses. Haba llegado el momento de comenzar verdaderamente a poner coto a la libertad de esos ombres desconocidos que no se queran conchabar. Esa libertad, por su-puesto, no amenazaba el orden social; atentaba -o al menos, as era vivida por algunos- contra el nuevo orden productivo que estaba imponindose lentamente en la campaa.

    2. Los empresarios agrarios y la fuerza de trabajo Los paisanos podan ocuparse de sus rebaos y de sus trigos con el auxi-

    lio de la fuerza de trabajo del grupo domstico sumada a la ayuda ocasional de parientes y vecinos y -en momentos muy especiales del ciclo agrario o ganadero y slo para los menos demunidos- la contratacin de uno o dos jornaleros. Para los empresarios agrarios, ya sea que hablemos de los agricultores como de los hacendados, esto era imposible. No se pueden manejar rodeos de 1.000 o 2.000 vacunos (con sus correspondientes yeguarizos) ni se pueden producir 100 o 150 fanegas de trigo, sin el concurso de brazos externos.

    Como se vio a lo largo de este libro, hay cuatro formas de acceder a la fuerza de trabajo externa a la familia. Primero, la extensin, mediante variados mecanismos, de los lazos que constituyen el grupo domstico. Es decir, la capta-cin de una serie de individuos, que sern albergados en la casa familiar, a travs de estrategias muy variadas: acoger a un hurfano enviado por un lejano parien-

    59 El Argos de Buenos Aires, 14/03/1825.

    60 AGN-Criminales M.2, 1826.

    349

  • le o un paisano del jefe de familia en desgracia, recibir a una entera familia como agregada y mantener dentro de la rbita familiar a los entenados del ma-rido o la esposa. Estos mecanismos tienen xito en la medida de que el dueo de casa pueda realmente albergar a estas personas en su entorno. Esta posibilidad se refiere tanto a su capacidad econmica para mantenerlas, como a su habilidad para atraerlas a su esfera de influencia. Esto constituye el crculo primario de relaciones de reciprocidad; son las que se dan en el marco del grupo domstico.

    Seguidamente, el segundo crculo de relaciones de reciprocidad se esta-blece con aquellos a quienes el dueo de casa ha permitido -como hemos visto en el acpite precedente- ocupar una parcela para sembrar o para mantener algu-nos animales. Estas familias, con grados muy diversos de proximidad en rela-cin al jefe del grupo domstico, tendrn diferentes obligaciones en funcin de dicha proximidad. Podremos hallar desde aquellos que pagan realmente un amen-do -con una parte de su produccin o en reales contantes y sonantes61- hasta otros que slo deben estar listos para acudir a una yerra o para dar una mano el da de la siega. Mas es probable que incluso los que paguen efectivamente un arriendo no estn totalmente exentos de alguna otra forma de colaboracin o de solidaridad respecto al dueo de casa y a los suyos. La confianza depositada por el patrn, que permite la presencia de sembrados o de animales ajenos en sus campos, no puede ser traicionada por los beneficiarios desentendindose com-pletamente de las necesidades de su benefactor.

    Se agregan a estos dos crculos de reciprocidad (el del grupo domstico y el de los ocupantes tolerados), las formas de acceder a fuerza de trabajo median-te mecanismos que son casi exclusivamente econmicos. Es decir, la contrata-cin de jornaleros o peones y la adquisicin de esclavos. El casi de la frase precedente tiene su explicacin pues las relaciones entre patrones y peones e incluso los esclavos, tienen todava una impronta personal muy fuerte. Vamos ahora a tratar en profundidad estos dos aspectos de la relaciones sociales produc-tivas en relacin a la empresa agraria del perodo.

    Los jornaleros y el mercado de trabajo La historiografa sobre el tema de los peones rurales durante el perodo

    tardocolonial es abundante y ha recibido desde hace una dcada un impulso considerable. Uno de los primeros estudios y que abre la discusin moderna sobre el problema es el de Carlos Mayo de 1984 62: y le siguen ms tarde una serie importante de trabajos63; tambin el perodo un poco posterior ha recibido, si bien con mucho menos intensidad, cierta atencin64. Veamos cules son los pun-

    61 Segn Fradkin los labradores pagan normalmente una fanega por fanega cosechada y en

    cambio, los pastores suelen pagar en reales; cf. 'Labradores del instante..., cit. 6.2

    Mayo, Carlos, Estancia y peonaje en la regin pampeana en la segunda mitad del siglo XVIII, DE, 23(92), 1984.

    63 Amaral, S.. Rural production..., cit. ; la discusin colectiva entre Amaral, Gelman,

    Garavaglia y Mayo publicada en el Anuario del IEHS, 2, Tandil, 1987; Salvatore, R. y J. Brown, Trade and prolelarianization n Late Colonial Banda Oriental: Evidence from the Estancia de las Vacas, 1791 -1805, HAHR, 67:3, 1987, pp. 431 -459 y los diversos artculos de Jorge Gelman que hemos citado.

    64 En especial, por parte de R. Salvatore: Autocratic State and Labor Control n the

    Argentine Pampas. Buenos Aires, 1829-1852, Peasant Studies, vol. 18,4, pp. 251-274, 1991;

    350

    tos ms relevantes de la discusin. Ante todo, la mayor parte de los autores seal un primer problema par-

    tiendo de documentos que expresan las quejas de los empresarios agrarios: los peones escasean, o no abundan en el momento en que ms se los necesita. En efecto, especialmente durante la siega del trigo, las quejas son interminables; la serie documental que nosotros hemos consultado arranca desde 169365 y se ex-tiende hasta los informes publicados en los Anales de la Sociedad Rural en los aos sesenta del siglo XIX...66

    Desde inicios del perodo percibimos un fenmeno que se arrastraba ya de los comienzos de la colonizacin platense: la persistencia de un sistema coer-citivo, fundado en elementos de distincin sociotnica, destinado a obligar a los negros, mulatos libres, indios y mestizos zapateros sastres y carpinteros.., a ser repartidos en forma forzosa para la cosecha67. Se agrega a esto un ao ms tarde la solicitud al padre Procurador de la Compaa de Jess para que acuda ...con algunos Yndios Tapes para q. ayuden a la ciega...68. Bandos y solicitu-des muy similares se sucedern hasta fines del siglo XVIII, mostrando las enor-mes dificultades que existen en una sociedad, en la cual los pequeos producto-res independientes constituyen la amplia mayora, para la aparicin de un mer-cado de fuerza de trabajo libre69. En 1801, la situacin es vista como tan dram-tica que el Cabildo propone que bajen 400 indios de los Pueblos de Misiones para la cosecha (como en 1720!); el virrey obviamente se opone, pero acepta que se acuda a los indios y pardos libres de las milicias y a los prisioneros de guerra portugueses70. Por supuesto, el proceso de militarizacin de la campaa que se abre desde las Invasiones Inglesas y se acclara despus de 1810, no con-tribuir a mejorar este cuadro crtico, sino todo lo contrario. Pero parece claro que este mercado forzoso de mano de obra era ms un nexo con el pasado que una va hacia el futuro.

    Ya sabemos de qu modo se intenta solucionar el problema de la escasez de fuerza de trabajo: las corrientes migratorias estacionales desde las reas de alta presin demogrfica permiten un cierto paliativo a este rompecabezas. Y aqu tambin los efectos de los desrdenes postrevolucionarios tendrn conse-cuencias de peso.

    Otro problema sealado en los diversos estudios sobre el tema es el de la inconstancia de los peones: stos parecen entrar y salir de las estancias y las chacras cuando les viene en gana. Jorge Gelman present hace poco un estudio Reclutamiento militar, disciplinamienlo y proletarizacin en la era de Rosas, Boletn del Insti-tuto de Historia Argentina y Americana 'Dr. E. Ravignani', 3a serie, 5, pp 25-47, 1992 y El mercado de trabajo en la campaa bonaerense (1820-1860). en Bonaudo, M. y Pucciarelli, A.R., (coinps). La problemtica agraria, cit., pp. 59-92, 1993.

    65 Informacin dada por el procurador de la ciudad de Buenos Aires, 1693,

    AGN-1X-19-1-7. 66

    La aparicin de las mquinas cosechadoras ser percibida en Chivilcoy en esos aos como una bendicin en relacin al problema de la escasez estacional de mano de obra.

    67 Cf. ACBA, serie II, vol. IV, pp. 120-121, [1719].

    68 Ibidem,p. 252, [1720].

    69 Cf. ACBA, volmenes IV, V y VI de la serie II; Bandos de los Gobernadores de 1743,

    1750y 1752, enAGN-IX-8-10-I.Bando de Cevallos de 1777, DH1VI. tomo I, pp. 222-255; Bando del Intendente Paula Sauz de 1787, AGN-IX-19-3-6; solicitud del Cabildo al Regente Gobernador en 1805. AGN-IX-19-5-4, etc.

    70AGN-IX-19-5-l,fsj. 121-122. 351

  • que comienza a poner un poco de claridad en esta supuesta inconstancia y mostr de qu modo los peones de la Estancia de las Vacas en la Banda Oriental tenan un comportamiento bastante menos errtico de lo que pareca71. Algunos de nuestros resultados, como se ver, coinciden con los de Gelman.

    Finalmente, para sealar slo los puntos ms relevantes, nos queda el tema de las relaciones entre la fuerza de trabajo sometida al salario y los escla-vos. Aqu ha habido asimismo muchos progresos. Amaral ha sealado la relevancia de los esclavos, mostrando las ventajas econmicas de su utilizacin para los productores. Gelman a sealado asimismo que, si bien esto es cierto, no todos podan contar con el capital necesario para adelantarlo en la adquisicin de un esclavo. Tambin nuestros datos servirn para aportar nuevos elementos a este aspecto de la cuestin.

    Un ejemplo: los trabajadores de la estancia Los Portugueses Los Portugueses, como vimos, era una enorme estancia de Chascoms

    (en realidad, se trata de tres estancias en una); en la poca que nos ocupa tena una extensin de ms de 40.000 hectreas y albergaba a ms de 23.000 cabezas de vacunos y yeguarizos y un rebao de 800 ovinos. Su actividad fundamental, como dijimos, era la cra y el engorde de novillos destinados al mercado porteo y ser uno de los primeros establecimientos en la estadstica anual para los aos en que conocemos ese dato en la dcada del 10 del siglo XIX72.

    Para el perodo que se abre en septiembre de 1807 y se cierra en igual mes de 1812, tenemos una informacin detallada y abundante sobre los 109 peones que trabajaron en ese perodo73; de ese total, para cuatro no hay datos de salida y por lo tanto, no los tendremos en cuenta en estos clculos, salvo cuando as lo especifiquemos74.

    Catorce de los trabajadores estn emparentados segn las propias pala-bras de la fuente (hermano de fulano, sobrino de fulano, pariente de fula-no) y hay otras repeticiones de apellidos que tambin podran indicar un posi-ble parentesco [Almaraz, Aranda, Carbajal, Catn, Faras, Garnica, Luna, Maldonado, Mansilla, Moreno, Silva, Sosa y Ximcnez]. La presencia de apelli-dos de claro origen tucumano (en el sentido amplio del viejo Tucumn colonial, es decir desde Santiago a Jujuy), cuyano y hasta litoraleo, no deja lugar a dudas acerca del lugar de proveniencia de la mayor parte de estos trabajadores. Lo notable es la relativa frecuencia en que esos peones del mismo apellido, entran juntos o salen juntos de la estancia, mostrando as un elemento ms de la exis-tencia de formas familiares de migracin estacional que ya hemos visto a travs de los censos.

    71 Sobre esclavos, peones, gauchos y campesinos..., cit.

    72 Sobre este establecimiento, ver nuestro trabajo Tres estancias..., cit.

    73 Estos datos surgen de cuatro fuentes; una, extremadamente detallada para el perodo

    1807-1810, llamada Quaderno de Peones; la otra, tambin llamada as, pero menos minuciosa, abarca parte de 1810 y el ao 1811; viene despus una serie intitulada Papeletas pagadas a Peo-nes... que llega hasta 1812 y finalmente el Quaderno de Peones de lo de Muleque... (mulequie: negro joven; apelativo con que se conoca al esclavo Jos, capataz de la Estancia de la Laguna); todas en AGN-Suc 7776 y AGN-Suc 7777.

    74 Tampoco tomaremos aqu en cuenta los datos referidos a los cuatro capataces libres que

    posean las estancias en el perodo.

    352

    Para 105 de los 109 trabajadores (96% del total de peones) tenemos todos los datos laborales ms importantes. Estos han trabajado un total de 28.869 jor-nadas durante los cinco aos considerados. La media por individuo es de 275 das de trabajo75 y la media por entrada laboral (cada vez que un pen entra a trabajar un perodo determinado) es de 139 das en todo el perodo76. Los 109 peones -es decir, ahora consideramos el total de trabajadores entrados-divididos por cinco aos, dan una media de 22 peones al ao y si dividimos las jornadas, ello nos da una media de 22 peones trabajando nueve meses al ao o de 16 laborando los 365 das del ao. De todos modos, la rotacin total de trabaja-dores es algo bastante evidente.

    El 49% de los peones ha tenido alguna falla, es decir, ha faltado sin razones justificadas o ha partido de la estancia, las ms de las veces, tambin sin razones justificadas77. Veamos un poco en particular este tema que es central para el estudio de las relaciones de produccin. Pese a que la mitad de los trabaja-dores ha incurrido en alguna falla, stas representan, sin embargo, un porcen-taje bajsimo del total de jornadas laborales, siendo el 2.3% de ese total, con 661 das de falla. Pero, adems, los 51 peones con fallas, tienen una media de 13 das de falla en relacin a una media laboral total de 328 das (recurdese que la media para todo el grupo era de 275 das por trabajador): moraleja, los que fallan, lo hacen porque estn ms tiempo trabajando y salvo una excepcin (Lo-renzo Luna, que falta 42 das sobre 222 das de trabajo), el porcentaje de fallas sobre los das trabajados, no es alto y llega al 4% para los peones que han tenido falla. La falla es indudablemente una forma de resistencia laboral (utiliza-da en especial por los peones que ms trabajan), pero no parecen abusar de ella. Los peones que nunca han fallado, por otra parte, tienen una media laboral sen-siblemente menor que la del promedio general y llega a 225 das para todo el pe-rodo considerado. Esto parece estar en consonancia con lo que decimos antes.

    Cundo entran y cundo salen de las estancias los peones? El tema es relevante y la discusin opone dos posiciones. La que centra el problema en la oferta laboral -los trabajadores entran y salen cuando se les viene en ganas- y la que se refiere a la demanda de la estancia como elemento determinante de la cuestin (los peones entran cuando la estancia los necesita). Los grficos que siguen son un primer elemento para discutir el tema en este caso.

    Como vemos, para los aos en que tenemos datos completos de entradas y salidas, hay una tendencia a la regularidad78. Los trabajadores entran a trabajar entre enero y febrero porque la estancia los engancha en esa fecha en todos los aos que hemos estudiado. Hay dos elementos de la demanda estacional que juegan aqu. Por un lado, la siega del trigo se realiza en varios aos durante enero en Chascoms y los peones entran a trabajar en la siega durante ese mes

    75 Media alta si la comparamos con los otros casos conocidos: 218 en las Vacas y 118 en la

    estancia estudiada por Amaral. 76

    Esta media de 139 das por entrada laboral resulta muy similar en los aos 1797/1805 a la media que presentan Salvalore y Brown para la Estancia de las Vacas, cf. Salvatore, R., y Brown, J., cit.

    77 Este porcentaje de fallas es semejante al que registra Gelman en la Estancia de las

    Vacas. 78

    El grfico que acompaa el artculo ya citado de Gelman Sobre esclavos..., presenta un ciclo mucho ms claro, pero la tendencia es similar en ambos casos.

    353

  • (cobrando siempre un sobresueldo, que es superior a un 30% respecto del salario normal del ao79); por otra parte, el mes de febrero -y en menor medida, el mes de junio- marcan el inicio progresivo de las tareas pecuarias ms importantes de la estancia durante los cinco aos analizados y es as que estos dos hechos con-dicionan la demanda general de la estancia.

    Y cundo salen del trabajo? Como se observa, casi siempre lo hacen entre octubre y diciembre, es decir, cuando a su vez se van a trabajar para la siega en otras estancias, en chacras de la campaa de Buenos Aires (o en sus propios sembrados, aun cuando no tengamos datos concretos en este caso). Lgicamente, si la cosecha es abundante en la propia estancia, se quedan all -gozando siempre del sobresueldo durante el perodo de siega- o incluso, pode-mos estar frente a una entrada laboral excepcional, como ocurre en 1810 durante diciembre y en funcin de la siega de la propia estancia. Pero, si la estancia ese ao no tiene trigo o tiene muy poco, la mayor parte de los trabajadores salen de ella -por propia decisin, pero en funcin de la demanda laboral global- para ir a trabajar en otras estancias y chacras en la siega del trigo.

    Es decir, por un lado, la entrada a trabajar tiene que ver con la demanda de la propia estancia y la mayor parte de las salidas del trabajo (no todas, es obvio, pues hay algunos peones que salen durante diversos perodos y por razones que desconocemos80), estn relacionadas con la demanda laboral global de la campa-a. Se percibe aqu, entre demanda y oferta un estado de negociacin constante, pero la fuerza de la demanda parece imponerse en los grandes nmeros. Por supuesto, el movimiento de la demanda laboral global no siempre coincide con las exigencias de cada una de las empresas agrarias. En diciembre de 1810, el administrador de las estancias, don Pedro Martn Rodrguez, le escribe al alba-cea Pereyra Lucena, que ...todo lo qc. hordena se ara con la mayor brebedad, previniendo qe. de golpe se a empesado a salir la jente para la siega sin quedar-me mas qe. sinco o seis hombres...*1. La estancia debe contentarse con un pua-do de peones, porque la mayor parte de los trabajadores se han ido a la siega en los establecimientos vecinos.

    Para los aos 1807/1810, es decir, para tres aos completos (de septiem-bre de 1807 a septiembre de 1810), tenemos tambin toda la informacin sobre los pagos detallados, tanto en moneda como en especie, a los peones que traba-jaron en ese perodo; se dan 96 entradas de trabajadores en ese perodo, corres-pondientes a 76 peones. De ellos, 19 reciben parcialmente su pago en especie. Como este es un tema central en la definicin del tipo de relaciones productivas imperantes en la campaa, creemos que vale la pena detenerse un poco en l.

    De ese universo de 19 trabajadores, tenemos los datos completos sobre entradas y salidas para 18 de ellos; trabajaron un total de 3.346 jornadas y tienen una media alta, de 186 das. El total que cobraron fue de 669 pesos y de esa su-

    79 La fuente dice En este trabajo entra un mes de siega q". es a 8 ps. por mes... [el salario

    normal era 6 pesos en esc momento], o Denlra un mes de tiempo de siega..., o Aumento de un mes por estar de siega..., etc.

    80 Estas salidas legales no deben ser confundidas con las fallas, porque a stas la

    fuente las especifica claramente -para descontarlas religiosamente del salario, como es de imagi-nar. Se trata aqu de salidas con permiso para volver a entrar una decena de das ms tarde y en todo caso, los ejemplos son muy pocos para el perodo estudiado.

    81 AGN-Suc 7777.

    354 355

  • ma, 33 pesos y un cuartillo, lo fueron en especie, es decir, slo el 5% del toral percibido. O sea, el pago en especie es completamente marginal, tanto referido al porcentaje sobre el .salario total de los que lo recibieron, como a la masa sala-rial pagada por la estancia durante ese mismo perodo (que supera los 3.500 pesos). Y atencin, que la fuente es muy clara al respecto y afirma, cada vez que se realiza un pago monetario, Pagu en plata... y si estas palabras en la lengua de Cervantes tienen algn sentido, pagu en plata quiere decir efectivamente pagu en plata contante y sonante... En qu recibieron ese 5% restante dado en especie los 19 peones de los que hablamos? Cuatro son las especies: frenos o espuelas, textiles, tabaco y pan82, siendo los frenos y espuelas los ms impor-tante monetariamente -casi la mitad del total corresponde a este rubro- pero, el tabaco tiene la frecuencia ms alta, con doce menciones en los pagos. El pan y los textiles aparecen cinco y cuatro veces mencionados. El hecho de que incidentalmente se cargaran los gastos de frenos -se trata de frenos de montar, obviamente- puede indicar que los peones (o algunos de ellos, al menos) se conchaban con su propia tropilla de caballos, detalle que ser de no poca importancia.

    Otro aspecto importante es el del endeudamiento y aqu, como ya fue relevado en otros casos, tambin hay que constatar la cuasi total inexistencia de este mecanismo considerado (con justa razn) tpico de las formas de peonaje, pues muy excepcionalmente -y se trata siempre en perodos de cierre de cuentas-algn trabajador debe unos pocos reales a la estancia; la cantidad de casos es muy pequea y no merece realmente la pena detenerse en las tres o cuatro oca-siones en que ello ocurre.

    Una vez ms, si comparamos esta realidad con el cuadro que nos pinta Judith Farberman en Santiago del Estero (endeudamiento, salarios no moneta-rios, fuertes relaciones de dependencia personal, etc.), las razones que se hallan detrs del proceso de migracin de los santiagueos resultan transparente83.

    Por supuesto, no cometeremos la ingenuidad -o la mala fe- de olvidar aqu que la estancia tiene una pulpera y que, probablemente, ello quiere decir que una parte de ese salario percibido en plata podra ir a parar muy rpido al mostrador de la pulpera, pero nada indica (en todas las cuentas que hemos revi-sado) que hubiera ningn tipo de traspaso de deudas entre la pulpera y la conta-bilidad de la estancia o que comprar en esa pulpera -haba otras en las cercanas-fuese algo obligado para los peones. De todos modos, el hecho de que, con fre-cuencia una pulpera -o efectos de pulpera- aparezcan en muchos inventarios de grandes establecimientos del perodo, parece indicarnos que la relacin entre sta y la situacin de la fuerza de trabajo debi haber sido bastante estrecha.

    Tambin con frecuencia (esto ocurrira en la poca de J.B. Segismundo, el sucesor de Ri vero en las estancias), la pulpera estaba en manos de una tercera persona, asociada claro est con el propietario. Y aqu la pulpera parece funcio-nar ms como un mecanismo apto para acrecentar una ganancia mercantil encu-

    82 Pan? Los peones de campo comen pan? Y s, no siempre, pero eso puede ocurrir. Y

    aqu suele aparecer el pan algunas veces, no tanto como en la estancia de Roque Prez, en la cual, en 1796/1799, invariablemente y todos las meses el pan se anota, junto al aj, la yerba y la sal, entre los gastos [AGN-Stic 7708] o como en las estancias de las Temporalidades en 1768, donde el pan aparece en forma reiterada en las cuentas de los peones [AGN-IX-21-5-5].

    83 Famiglia ed amigrazione..., cit.

    356

    bierta -compartida por el propietario- que como elemento de control de la fuerza de trabajo. No debemos descartar tampoco la posibilidad de que tal o cual pulpe-ra revista ms eficazmente su papel motor en la sociabilidad cotidiana del paisanaje circundante. Y es obvio que estas diversas funciones de la pulpera no son contradictorias.

    Cules son las principales conclusiones que nos permiten sacar estos datos en relacin a la discusin ya evocadas sobre el tema? Ante todo, los peo-nes, confirmando as lo que Jorge Gelman vea a partir de su ejemplo, no pare-cen tener un comportamiento tan errtico como afirman las quejas de sus patro-nes. Ni abusan demasiado de las fallas -los que ms trabajan acuden ms a este expediente- ni parecen entrar y salir cuando se les viene en gana. El juego de la demanda y la oferta est siempre presente y en constante tensin negociadora; a veces, un atraso demasiado prolongado en el pago de los salarios puede tener graves consecuencias para la estabilidad de la fuerza de trabajo84 y, otras veces, los peones se van sencillamente porque no estn de acuerdo con el patrn85. Es decir, la impronta personal en la relaciones patrn/pen no es irrelevante. Por otra parte, los peones no estn endeudados (si bien la pulpera puede jugar aqu un papel que nuestras fuentes ocultan) y suelen cobrar la mayor parte de su salario en reales contantes y sonantes.

    No se puede hablar aqu de un verdadero mercado de trabajo, como tam-poco se poda hablar de un autntico mercado de tierras y ambos procesos estn indisolublemente asociados. Pero nada hay en este ejemplo -y no se trata de una estancia "eclesistica", sino de una autntica empresa agraria privada, estrecha-mente ligada al mercado- que nos autorice a hablar del feudalismo en las relacio-nes productivas. Es evidente, por otra parte, que la existencia de esa polilla de los hacendados de la que hablaba el colaborador desconocido de Pedro Andrs Garca, es decir, de miles de labradores y pastores, no haca ms que complicar este lento proceso de formacin de un autntico mercado de trabajo.

    Ser operando en varios frentes, como veremos, que los poderosos van a poder ajustar algunas clavijas en bsqueda si no de la solucin -lo que era literal-mente imposible mientras el uso productivo de la tierra estuviese sometido a las condiciones que ya conocemos- al menos de un aflojamiento de las condiciones de negociacin que estos hombres escasos imponan a sus potenciales empleadores. Lo que es indudable, como se vio, es que lo gastado en jornaleros y capataces, es el rubro mayor en los gastos de los establecimientos productivos. Y esto no es novedoso en el marco de la historia rural de Amrica Ibrica.

    84 En 1829, Juan Arista, el capataz de la estancia de Averas de los Anchorena, le dice a

    uno de los administradores, don Jos Vera, lo siguiente: Estimar a V. que me remita el pagamento para la gente o disponga que algn individuo me lo proporcione, pues no ignora V. lo escasos que estamos todos y algunos se quieren salir y los estoy conteniendo., AGN-VII-4-4-3. Parece evi-dente que si la plata no llega, los peones se salen...

    85 Los peones que el clrigo Francisco Castaer haba contratado para recoger los ganados

    ajenos en 1823, en su gran mayora se fueron por ...los desordenes... qe. estaba haciendo dicho Castaer..., AGN-Criminales C.I, expediente 19.

    357

  • El papel de la esclavitud en la empresa agraria

    Toda la documentacin que hemos presentado al lector -y en especial, los censos y los inventarios- desnudan la realidad del papel relevante que juega la esclavitud en la campaa durante todo el perodo. Adems, la lenta extincin de la esclavitud, con los sobresaltos y retrocesos ya sealados (como el fenmeno de la aplicacin de la Ley de Corso durante la guerra con el Brasil), indican lo difcil y larga que fue la transicin -que podemos considerar casi finalizada a mediados del XIX- hacia un dominio del trabajo asalariado en las empresas agra-rias rioplatenses.

    Recordemos algunos datos. Si bien la presencia de esclavos y de negros en los diversos censos es variable, en algunas reas como las esencialmente agr-colas (tal era el caso que ya vimos de San Isidro y Matanza), la poblacin de origen africano ocupa un lugar destacado entre los varones en edad laboral: uno de cada tres varones mayores de 12 aos es africano... Por otro lado, hemos visto tambin que la mitad de los establecimientos posean esclavos y que stos cons-tituyen el segundo rubro -despus de los ganados- en el valor de los bienes in-ventariados. No hay aqu nada que pueda asimilarse a rol domstico de la esclavitud; estos esclavos no estn aqu para servir el mate...

    Tambin comprobamos que haba una relacin estrecha entre el nivel ge-neral de capitalizacin de un establecimiento agrario y el valor de los esclavos. Como se puede verificar en el cuadro 1, cuanto ms capitalizado est un estable-cimiento (medido por el valor medio total), mayor es la frecuencia de los propietarios de esclavos sobre el universo considerado de establecimientos, ms alta la cantidad media de esclavos por propietario, mayor el precio medio de los esclavos -esto es un indicador de esclavos de mayor capacidad laboral- y por lo tanto, mayor la inversin media en esclavos. Pero, por otro lado, cuanto ms grande es la unidad productiva, menor peso tiene la inversin en esclavos res-pecto a la inversin total.

    El cuadro tiene una sola excepcin y ella es notable: las chacras son las que, relativamente, tienen los esclavos de precio medio ms alto -slo los ha-cendados superan esa media- y por otra parte, es en ellas donde la inversin en esclavos pesa ms en relacin a la inversin total, llegando al 41 %86 Una vez ms, la relevancia de la fuerza de trabajo esclava en relacin a la produccin cerealera se pone de relieve con estas cifras87. Y ellas muestran adems que el grado de intensidad del trabajo puede ser medido a partir de estos indicadores. Los esclavos son ms importantes donde las necesidades regulares y constantes de mano de obra son mayores y donde -esta es slo una hiptesis- los salarios pagados a los jornaleros seran ms altos.

    86 Notablemente, las chacras mantienen entre s idntica clasificacin, con una inver-

    sin media en esclavos de 1.045 pesos para San Isidro, de 794 para las del ejido de la ciudad, de 506 para las de Matanza y de 367 pesos para las chacras de la campaa.

    87 Sealemos que esto se percibe incluso en el caso de los agricultores con un porcentaje

    del 32% contra el 27% de las estancias en general.

    358

    Don Diego Casero, el propietario de la gran chacra de Morn, tena muy claro, adems, que el capital en esclavos deba conservarse cuidadosamente; en su testamento dice: ...solo se ocupan peones para los trabajos fuertes, como son el corte de los montes de Duraznos, conducciones de lea a la ciudad... En las aradas de tierra para las siembras de trigo y en las recogidas de las cosechas, porque en todo lo dems se ocupan los Esclavos, y aun no escusan si hay necesi-dad en los trabajos referidos...88. O sea, el trabajo cotidiano de la chacra era asegurado por los esclavos y las grandes tareas -corte y conduccin de lea, siembra y cosecha- por los peones. Adems, cuando llega el momento de la siega, los esclavos siguen estando all y no parten apresuradamente como ocurre con los peones si un vecino ofrece salarios ms altos...

    Pero, tambin en las estancias de los hacendados los esclavos, si bien representaban un porcentaje mucho menor de la inversin total, eran de gran importancia. Si volvemos por un momento a Los Portugueses, podremos agre-gar algunos datos de inters.

    La estancia cuenta con 13 esclavos en 1790; la mayor parte de ellos tiene oficios relacionados con las tareas agropecuarias -capataces, chacareros, doma-dor, de a caballo- y hay una sola mujer (la esposa de Juan Antonio, el capataz de la Estancia Grande). En 1805, algunos de los esclavos han pasado a servir en la ciudad, en casa de los herederos, pero se ha incrementado la cifra de los de las estancias a 14 individuos, por efecto de los tres hijos de la pareja del capataz Juan Antonio.

    La cantidad de animales que tienen las estancias [alrededor de 23.000 vacunos y yeguarizos] requieren entonces el trabajo de 4 capataces, 12 esclavos varones y alrededor de 16 jornaleros si consideramos un perodo ideal de 365 das. Es decir, en total 32 personas trabajaran idealmente durante todo el ao en las estancias. Pero es mucho ms realista, como ya vimos, decir que trabajan cuatro capataces libres, ms 12 esclavos todo el ao y unos 22 peones durante nueve meses al ao. Es decir, sobre un total de alrededor de 12.000 jornadas

    88 AHPBA-5.1.5.9, fjs. 45 vta.

    359

  • laborales anuales -tomando ahora en cuenta tambin a ocho capataces, cuatro de ellos esclavos y cuatro libres- un 63% corresponde a jornaleros y capataces li-bres y un 37% corresponde a los esclavos. Nuevamente y para una enorme es-tancia, el papel central de la esclavitud aparece claramente.

    Y estos esclavos rurales rioplatenses tienen una condicin peculiar. Con frecuencia observamos que poseen ganados, vacunos y yeguarizos o que se les permite participar en la produccin cerealera89; comprobamos entonces que, in-cluso en este mbito, se puede percibir una cierta reciprocidad en las relacio-nes. Por supuesto, slo un estudio detallado nos permitir saber algn da exac-tamente cul era la extensin real de esa condicin peculiar: frecuencia de los esclavos propietarios de ciertos bienes en relacin al total, frecuencia de las hui-das de esclavos rurales (en relacin al mismo fenmeno en el mbito urbano), papel de la manumisin -a ttulo gratuito como oneroso- en el mbito de la escla-vitud rural, carcter de las formas de transicin hacia la libertad, etc.

    No debemos olvidar nunca que, fuera cual fuese su condicin relativa respecto a otros sistemas esclavistas, estos hombres y mujeres no podan contar con el bien ms preciado que nos distingue a los seres humanos: la libre disposi-cin de su persona. Recorriendo an superficialmente las fuentes, la ansiedad por adquirir la propia libertad y la de sus familiares ms prximos, aparece siem-pre como un hecho reiterado; futuros estudios nos podrn entonces ilustrar me-jor acerca de cmo eran vividas por los propios esclavos esas peculiares condi-ciones laborales que imperaban en la campaa.

    89 Uno de los esclavos capataces de Los Portugueses posee su propia marca de ganado;

    un documento sobre diezmos de ganado de 1772, ya citado, afirma que el propietario ... est obligado a dar quema y pagar el Diezmo por sus inquilinos y Esclavos..., cf. AGN-IX-13-5-2, [subrayado nuestro]. En la sucesin de Blas Lpez en 1792, ste reconoce una acreencia en trigo de una esclava, AHPBA-5-I-I4-I8 y otro tanto ocurre en la de Josef de Castro, en 1782, AGN-Sucesiones 5341. El estudio ya citado de Goldbcrg y Mallo trae otros ejemplos, lo mismo que los trabajos de Jorge Gelrnan. 360