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Franco Berardi Bifo GENERACIÓN POST-ALFA Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo

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  • Franco Berardi Bifo

    Generacin post-alfaPatologas e imaginarios en el semiocapitalismo

  • Franco Berardi Bifo

    Generacin post-alfaPatologas e imaginarios en el semiocapitalismo

    Traduccin Diego PicottoEmilio Sadier

    Ezequiel GattoManuel Aguilar Patricia Amigot

    Hibai Arbide AzaMara Sirera Conca

    Manuel Aguilar Hendrickson

  • 1a reimpresin: abril 2010

    Este es un ttulo original elaborado por Tinta Limn

    Ediciones

    Traduccin del italiano: Patricia Amigot; Manuel Aguilar;

    Ezequiel Gatto; Diego Picotto; Emilio Sadier; Hibai Arbide

    Aza; Manuel Aguilar Hendrickson; Mara Sirera Conca.

    Correccin: Graciela Daleo

    Diseo: Cucho Fernndez

    Atribucin-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.5 Argentina

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    www.tintalimon.com.ar

    Bifo

    Generacin Post-Alfa : patologas e imaginarios en el semiocapitalismo.

    - 1a ed. - Buenos Aires : Tinta Limn, 2007.

    264 p. ; 20x14 cm. - (Nociones comunes; 8)

    ISBN 978-987-23140-4-0

    1. Filosofa Poltica. I. Ttulo

    CDD 320.1

  • ndice

    Dilogo franco Berardi - colectivo situaciones 7

    Introduccin: Bifurcaciones 23

    Primera bifurcacin: Utopa/premonicin disutpicaEl ao en que el futuro se acab 35Qu significa autonoma hoy? 57

    Segunda bifurcacin: conectividad/precarizacinGeneracin post-alfabtica 73Infotrabajo y precarizacin 89

    Tercera bifurcacin: semiocapital/splattercapitalTrabajo cognitivo y capital recombinante 107Splatterkapitalismus 119

    Cuarta bifurcacin: MutacinLo incalculable 133Puritanismo y virtualizacin 141

    Quinta bifurcacin: infsferaAlice y Lenin 159Infsfera y mente social 175Mediamutacin. Cultura de los medios y crisis de los valores humanistas 181

    Sexta bifurcacin: psicsferaCada tendencial de la tasa de placer 197Patologas de la hiper-expresin 211La epidemia depresiva. Una lectura de Cho 225El lado oscuro de la belleza 239

    ltima bifurcacin: a modo de eplogoLa ltima bifurcacin 251

  • 7Entrevista a Bifo Un devenir post-humano

    Por el Colectivo Situaciones

    en la introduccin habls del carcter rapsdico y no orgnico de este libro, pues recoge intuiciones y preocupaciones surgidas en pocas distintas y las desarrolla segn campos disciplinarios diversos. segn arguments, ste es el modo de composicin que mejor expresa la investigacin que vens desarrollando, que a veces percibe aperturas inusitadas y otras constata el cierre de las posibilidades existentes. sin embargo, aquel carcter rapsdico es tambin, sospechamos, un rasgo fundamental del mtodo recombinante que vos propons como imagen del pensamiento en la sociedad contempornea. teniendo en cuenta que ste sera el primer libro tuyo que se edita en argentina, nos parece oportuno que comentes brevemente las que consideres las principales caractersticas de esta modalidad del pensar.

    La historia de los movimientos revolucionarios del siglo XX se fun-da en un mtodo cognoscitivo y estratgico de tipo dialctico. Totali-dad contra totalidad. Afirmacin, negacin e inversin. Aquella visin estaba vinculada con una forma simple de la contradiccin social en la industria: clase obrera contra burguesa. Pero la filosofa dialctica se fundaba sobre una reduccin de la complejidad real del mundo y abra el camino a formas de subjetivismo totalitario, como hemos visto en la historia del socialismo realizado.

  • 8Luego de la gran explosin social de los aos 60 y 70, la rees-tructuracin capitalista produce una pulverizacin de la relacin en-tre capital y trabajo: flexibilidad, deslocalizacin, precarizacin, etc. Ya no existe ninguna posibilidad de describir el mundo en trminos dialcticos, ya no existe la posibilidad de una estrategia de oposicin simple, frontal. Ya no existe tampoco la posibilidad de pensar una inversin totalizante.

    La nueva forma productiva se funda sobre un principio tecnol-gico que sustituye a la totalizacin por la recombinacin. Informtica y biogentica las dos innovaciones tecnolgicas de fines del siglo XX estn fundadas sobre un principio de recombinacin: unidades capaces de multiplicarse, proliferar, recombinarse que se sustraen a la totalizacin. El plano de consistencia de la informtica es un plano infinito, no totalizable, proliferante. Un nuevo signo puede cambiar el significado de todo el cuadro. Puede recombinarlo.

    No era as el universo industrial territorializado y totalizable. Ah un nuevo signo se agregaba a otros sin recombinar el efecto de signi-ficado. Era necesario atesorar fuerzas lentamente, transformar con-ciencias, acumular fuerzas polticas y militares hasta el asalto final en el que se conquistaba el Palacio de Invierno.

    En la esfera recombinante, el poder es inaprensible, porque no est en ninguna parte y est en todas al mismo tiempo. Pero esto posibilita, tambin, transformar todo el cuadro a partir de un nuevo elemento, un signo, un virus.

    La historia es un proceso generalmente imprevisible, pero existen grados diversos de imprevisibilidad. En la esfera industrial se podan hacer anlisis de la situacin objetiva de los cuales sacar conclusio-nes estratgicas para la accin y se actuaba en consecuencia. Los pro-cesos de agregacin subjetiva eran largamente previsibles, el com-portamiento de las clases sociales era previsible y el ciclo econmico tambin. Los factores de imprevisibilidad eran rupturas polticas tur-bulentas. Se podra pensar en la decisin de Lenin: tomar el poder en el pas ms atrasado. La imprevisibilidad (la locura) de la accin de Lenin cambia despus del 17 y en el mundo entero todos los trminos del problema.

  • 9Hoy, el conjunto del sistema entr en una condicin de imprevi-sibilidad mucho ms radical, porque los actores se han multiplicado y el cuadro es infinitamente ms complejo. Y, sobre todo, porque el funcionamiento viral no se puede reducir a ningn modelo determi-nista. Piensen en la actual crisis de las Bolsas, el desplome de las hipotecas subprime (prstamos hipotecarios de riesgo) en el mercado inmobiliario norteamericano. Los efectos son imprevisibles porque nadie puede decir con exactitud dnde acabarn los fragmentos de capital financiero basados sobre deudas ya no exigibles.

    En esta situacin, las estrategias totalizantes estn destinadas al fracaso, a la ineficacia ms absoluta. La accin debe ser de carcter puntual, viral, contagioso.

    en el libro propons la siguiente afirmacin: se puede llamar recom-binante al capital financiero que asume un rol central en la poltica y la cultura de los aos noventa. teniendo en cuenta la pregunta anterior, cmo entender esta homologa entre los funcionamientos del neoliberalismo y del pensamiento crtico? se trata de encontrar al interior de este terreno comn los signos de un nuevo conflicto o es ms bien esta adecuacin del pensamiento al capital el principal nudo a desatar?

    Hablan de homologa entre el funcionamiento del capitalismo y del pensamiento crtico. Realmente es necesario encontrar esta ho-mologa si queremos lograr comprender el objeto sobre el que esta-mos hablando, el objeto que queremos deconstruir, el objeto del cual queremos sustraernos.

    Existe una homologa entre el anlisis que Marx hace sobre el trabajo abstracto y el proceso de abstraccin progresiva del trabajo? Verdadera-mente existe. Sin esta homologa la crtica de la economa poltica no es posible y se queda en el socialismo utpico precientfico.

    El pensamiento crtico se debe dar sobre el plano de consisten-cia del proceso real, de lo contrario se vuelve una forma de obsesin moralista sin base cognoscitiva ni prctica. Me explico. El movimien-to obrero, los partidos comunistas europeos (como Refundacin

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    Comunista en Italia) se oponen a la flexibilidad del trabajo, a la pre-cariedad. Con justicia, refutan los efectos sociales de la flexibilidad. Pero la oposicin a la flexibilidad no puede funcionar. En el mejor de los casos, se trata de una forma de resistencia que puede retardar la afirmacin del modelo flexible de produccin.

    Es necesario, en cambio, adecuar nuestros instrumentos analti-cos a la realidad de la produccin flexible. No sirve de nada lamentar-se por lo que ha ocurrido, es necesario comprender las nuevas formas y deconstruir cognoscitivamente su funcionamiento; por lo tanto, en-contrar su punto de debilidad y actuar sobre l.

    Una de las lneas ms audaces del libro es el esfuerzo que hacs para brin-dar una interpretacin panormica pero eficaz del devenir (post)humano en la actualidad, teniendo muy en cuenta la mutacin radical (antropol-gica). como parte de esta tentativa esbozs elementos de una periodiza-cin que nos gustara que perfiles ms claramente, aun si esto conlleva un alto riesgo de esquematizacin. Una aclaracin de este tipo podra ordenar mejor una serie de recorridos de mucho inters.

    Periodizar la transicin post-humana es, realmente, una tarea peli-grosa, porque se corre el riesgo de considerar la mutacin antropolgi-ca como un proceso asimilable a la historia poltica, con sus fechas, sus plazos, sus revoluciones y sus restauraciones. Naturalmente, no es as: se trata de un fenmeno esencialmente cultural que trabaja al interior de la composicin social. Esto no nos impide ensayar una periodizacin basada en momentos de revueltas polticas, pero tiene que ser capaz de sealar, tambin, las corrientes de mutacin profunda.

    Partimos de los aos 60, que fue el perodo en el que la compo-sicin social industrial-obrera alcanza su plenitud, y vemos emerger en el movimiento estudiantil del 68 una nueva fuerza social: el trabajo intelectual de masas o cognitariado. En los aos 70, y parti-cularmente en el ao de la revuelta del 77, veo una especie de frac-tura entre la historia moderna (cntrica, subjetivable, humanstica, dialectizable) y el delinearse de una posmodernidad proliferante, irreducible a la ideologa.

  • 11

    No por azar en aquellos aos comienza la ofensiva liberal, puesta en marcha por Nixon con el desprendimiento del dlar del rgimen de cambios fijos (1971), luego relanzada por Thatcher y por Reagan a comienzos de los aos 80. Los aos 80 son el perodo en el que la con-traofensiva liberal se entrelaza con la efervescencia de un movimiento deseante ya completamente difundido en la vida cotidiana. Liberalismo (capitalista) y liberacin (social, sexual, expresiva) son dos intencionali-dades bien distintas y contrastantes; sin embargo, en la fenomenologa de la cultura de los aos 80 las vemos entrelazadas.

    El 89 liquida definitivamente la descripcin dialctica del mundo, la bipolaridad desaparece y la proliferacin toma su lugar. Utopa de un pluralismo pacfico rpidamente desmentida por el retorno de la guerra. El fin del industrialismo haba sealado una desterritorializa-cin social, productiva, cultural. 1989 lleva esta desterritorializacin hasta la forma geopoltica del mundo. No existe ms la marca bipolar del territorio-mundo.

    Pero, llegado este punto, se ponen en movimiento fuerzas inmen-sas de reterritorializacin. La necesidad identitaria se apodera de las masas populares incapaces ya de reconocerse como clases sociales (revolucin komeinista en Irn, puesta en marcha del integrismo islmico, reemergencia del nacionalismo en el Este europeo, guerra serbo-croata, etc.). El capitalismo mundial se reterritorializa en torno a la guerra. Al mismo tiempo, la inmensa revolucin de la red est tomando forma en la tecnologa, y se difunde en la esfera de la cul-tura, del deseo, del consumo, de la produccin. Un nuevo y potente movimiento de desterritorializacin impulsado por la cibercultura y por la ideologa felicista (optimista) que la acompaa.

    En las ltimas dos dcadas del siglo se verifican dos procesos gigan-tescos y complementarios con un potente efecto psico-mutgeno: la in-troduccin masiva de las mujeres en el circuito de la produccin global y la difusin de las tecnologas videoelectrnicas y, luego, conectivas. Este doble fenmeno movilizacin productiva de la cognicin femeni-na, sometimiento asalariado de la afectividad, el deseo puesto a trabajar y, al mismo tiempo, exposicin de la mente infantil a un flujo maqu-nico de informacin, de formacin, de modelacin psico-cognitiva

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    transforma la consistencia antropolgica profunda del campo social: el lenguaje, la relacin entre lenguaje y afectividad y, por consiguiente, la capacidad de abrirse a lo social, a la solidaridad social.

    Durante la lectura del libro nos llam la atencin ciertos trnsitos de ilusin-decepcin, y el modo en que son relatados. podramos nom-brar dos. el primero tiene que ver con el ao 89 y la valoracin de aquella coyuntura como una apertura democrtica: la cada de los so-cialismos reales es interpretada como el desplome del imperio del Mal. luego, en la dcada del 90, siempre segn tus palabras, se ha-bra establecido una alianza virtuosa entre el capital recombinante y el trabajo creativo inmaterial (o cognitariado), cuyo agotamiento coin-cide con la crisis de las empresas puntocom (2000) y con la crisis global de la seguridad (2001).

    en ambos casos, y quiz por el hecho de habitar el contexto la-tinoamericano, nos produce curiosidad la forma en que valors el elemento subjetivo. por ejemplo, entre nosotros la exaltacin de las transformaciones de la vida cotidiana y los intentos democratizadores de los pases del llamado socialismo real nunca fueron considerados al margen del paralelo desencadenamiento de fuerzas extremadamente favorables al dominio capitalista de un mundo rendido a la hege-mona de ee.UU. en el segundo caso, los aos 90 en latinoamrica fueron ante todo la dcada donde el neoliberalismo rein con extremo salvajismo, subordinando toda expresin autnoma o resistente de la fuerza intelectual, poltica y laboral.

    lo que nos interesa indagar es qu teora de la subjetividad se pone en juego en este contraste. Y por lo tanto: qu factores tenemos en cuenta para construir nuestros proyectos polticos? cmo funciona la centralidad que solemos otorgarle a los modos de produccin en esta consideracin de lo subjetivo?

    El circuito ilusin-decepcin del cual ustedes hablan es el alma de la sucesin histrica y de la relacin entre intencin subjetiva y deve-nir del mundo. Toda estrategia (poltica, afectiva) es una ilusin, por-que en el mundo real prevalece la heterognesis de los fines, es decir,

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    la sobredeterminacin recproca de las intencionalidades diferentes. En particular, en la historia social del siglo XX, la ilusin obrera ha producido desarrollo capitalista, ha producido industrializacin forza-da pero, tambin, ha producido escolarizacin de masas, aumento del consumo de bienes culturales, aumento de la esperanza de vida.

    En el curso de mi vida militante, partiendo de 1968, cuando forma-ba parte de un colectivo estudiantil de Filosofa y Letras de Bolonia, he visto muchas ilusiones y muchas desilusiones, pero quiero continuar as. La ilusin es una intencin situada. La desilusin es el efecto de transformacin que tu intencin ha producido encontrndose con las intenciones de infinitos otros actores. Es importante no transformar tus ilusiones en ideologa y no tomar las desilusiones como la forma definitiva del mundo.

    La ilusin del 89 se transform en la desilusin de la guerra? S y no, porque se transform, tambin, en la sorpresa de la proliferacin de red.

    La ilusin de los aos 90 y de la alianza entre trabajo cognitivo y capital recombinante se trasform en la desilusin de la era Bush? S y no, porque la era Bush es, tal vez, el comienzo del derrumbe de la hegemona norteamericana, y porque la historia del trabajo cognitivo no termin, slo est comenzando.

    nos interesa mucho presentarte nuestro contexto a la hora de com-partir tus reflexiones sobre los dilemas constituyentes de la mente colectiva en sus dimensiones tecnolgicas y afectivas. en argentina, la crisis del 2001 oper como un masivo investimento del plano social a partir de la desvinculacin previa de un importante segmento de la clase trabajadora que haba quedado literalmente al margen de la institucin laboral. el desenganche de las clases medias del mercado financiero aliment, a su turno, este proceso. la sensacin de que poda desarrollarse un espacio por fuera de los lmites de la estatali-dad y de la racionalidad del valor de cambio, sin embargo, fue dando lugar a un comportamiento ms prximo al estndar subjetivo de la era del mercado global: la segmentacin de las vidas, el apego a una interioridad fundada en el consumo de los ms variados servicios, la psicologizacin de las patologas sociales, el consumo de pastillas y

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    un compromiso particularmente intenso con el trabajo de cada quien. cmo percibs este proceso de normalizacin tras la aguda crisis de legitimidad del neoliberalismo, y qu relacin podras establecer con el contexto europeo?

    No estoy en condiciones de analizar la diferencia entre la situacin europea y la situacin latinoamericana, que en este perodo aparece como una excepcin, como un fenmeno de contratendencia. No es-toy en condiciones de hablar porque no conozco suficientemente la realidad sudamericana, y por eso estoy muy contento de ir a Buenos Aires y de conocer a los compaeros y amigos.

    Lo que dicen respecto de la situacin argentina luego de 2001 es interesantsimo. Por un lado, la ilusin (fecunda) de poder realizar formas de vida ms all del rgimen de valor de cambio; por el otro, el proceso (claramente neoliberal) de la segmentacin de las vidas. En esto, la situacin argentina es asimilable a lo que se vio en Europa en los aos 80 y 90. Pero en la situacin argentina (y de manera distinta, tambin, en la situacin venezolana, boliviana y, de manera nueva-mente distinta, en la brasilea) est en curso una experimentacin poltica de nuevo tipo que podra llevar a una fractura profunda entre necesidad econmica impuesta por el capitalismo global y espacios de libertad social y cultural. Pero no puedo hablar de esto antes de haberlo conocido y antes de hablar con ustedes.

    a menudo explicits tus dudas sobre la factibilidad de seguir pensando polticamente los problemas que han emergido de la mutacin de los ltimos aos. en el centro de esta incertidumbre aparece el problema de la relacin entre las generaciones modernas y las que defins como generaciones post-alfabticas. todo parece indicar que el destino de la poltica misma se juega en la transmisin de una herencia que quiz hoy resulte obsoleta: la memoria de luchas y de creaciones culturales, pero tambin una sensibilidad que parece quedar en el olvido (el vn-culo, por ejemplo, entre el lenguaje y los afectos). en la introduccin de este libro afirms que el desafo es complejo pues se trata de traducir un mensaje cuyo sentido no est en el contenido de lo que se dice.

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    en argentina la discusin sobre cmo politizar la memoria ha sido muy importante en los ltimos aos. sin embargo, no estamos seguros de haber asumido el tipo de dilema que vos presents y la in-flexin que propons. podras contarnos mejor en qu consiste esta imagen de la transmisin?

    La cuestin de la transmisin cultural es fundamental, tanto desde el punto de vista de la historia obrera y progresiva del siglo XX como desde el punto de vista de la cultura laica iluminista y humanista que ha marcado el curso de la modernidad. Pero el problema de la trans-misin es enormemente delicado, complicado. No puede ser reduci-do a un problema de transferencia de contenidos de la memoria pol-tica (la historia de la resistencia pasada, etc.). No puede reducrselo a un problema de transferencia intergeneracional de valores, porque esto es inevitablemente moralista y los valores no significan nada por afuera de las condiciones sociales, tcnicas, antropolgicas, dentro de las que se modela el comportamiento humano.

    Por lo tanto, entonces, qu es el problema de la transmisin? Por cierto es importante narrar la historia de las revueltas pasadas, es importante la memoria histrica y poltica. Para esto sirve mucho ms la literatura que la poltica. Pero es idiota pensar que narrando la historia de la autonoma del pasado se pueda transmitir un know how autnomo para el tiempo presente. No funciona as.

    La cuestin de la transmisin es, sobre todo, un problema ligado a la sensibilidad. La historia de la modernidad es la historia de una modela-cin de la sensibilidad, de un proceso de refinamiento (pero, tambin, un proceso de disciplinamiento), el desarrollo de formas nuevas de to-lerancia y de creatividad (pero, tambin, el desarrollo de nuevas formas de barbarie y de conformismo). La pregunta que debemos hacernos y, sobre todo, que debemos hacer a la gente que se est formando hoy, a los chicos, a la nueva generacin, se refiere al placer, a la belleza: qu es una vida bella? Cmo se hace para vivir bien? Cmo se hace para estar abierto al placer? Cmo se goza de la relacin con los otros? sta es la pregunta que debemos hacernos, una pregunta que no es moralis-ta y que funda la posibilidad misma de un pensamiento tico.

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    Pero la pregunta que debemos hacernos es, sobre todo, sta: qu cosa es la riqueza? Es sobre este plano que el capitalismo gan la ba-talla del siglo XX.

    Riqueza significa quizs acumulacin de cosas, apropiacin de valor financiero, poder adquisitivo? Esta idea de la riqueza (que es propia de la ciencia triste, la economa) transforma la vida en caren-cia, en necesidad, en dependencia. No tengo la intencin de hacer un discurso de tipo asctico, sacrificial. No pienso que la riqueza sea un hecho espiritual. No, no, la riqueza es tiempo: tiempo para gozar, tiempo para viajar, tiempo para conocer, tiempo para hacer el amor, tiempo para comunicar.

    Es precisamente gracias al sometimiento econmico, a la produc-cin de carencia y de necesidad que el capital vuelve esclavo nues-tro tiempo y transforma nuestra vida en una mierda. El movimiento anticapitalista del futuro en el cual yo pienso no es un movimiento de los pobres, sino un movimiento de los ricos. Aquellos que sean capaces de crear formas de consumo autnomo, modelos mentales de reduccin de la necesidad, modelos habitables a fin de compartir los recursos indispensables sern los verdaderos ricos del tiempo que viene. A la idea adquisitiva de la riqueza es necesario oponer una idea derrochativa, a la obsesin es necesario oponerle el goce.

    en tu trabajo enfatizs la imagen de un cambio antropolgico que se va acentuando en generaciones sucesivas, cada una de las cuales se desa-rrolla en un nuevo contexto tecnolgico. a nosotros nos ha impresiona-do mucho tu idea de una modificacin en la matriz cognitiva y afectiva de las generaciones post-alfabticas. no existe, sin embargo, el riesgo de acudir a un determinismo tecnolgico para explicar las transforma-ciones de los imaginarios y la modalidad de los vnculos?

    a propsito de esta inquietud, en una escuela de la periferia de nuestra ciudad (donde solemos conversar sobre estos problemas) re-cibimos el siguiente comentario: s, es cierto que hay un cambio en los modos de atencin y en el comportamiento de los chicos; pero no es fcil atribuir esta permuta al vnculo con las tecnologas digita-les ya que en general los nios de nuestros barrios no estn muy en

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    contacto directo con las mquinas. a partir de esta acotacin, te pa-rece que en regiones donde las tecnologas digitales no se han difun-dido como en europa o estados Unidos es posible pensar los dilemas y las nuevas figuras subjetivas en los mismos trminos que describs o ms bien cres que es preciso introducir matices?

    La cuestin del determinismo est presente. En McLuhan, un au-tor para m importantsimo que permite comprender buena parte de la transformacin del ltimo medio siglo, hay un riesgo de tipo de-terminista. Existe el riesgo de identificar una relacin directa entre cambio tecno-comunicativo (de las tecnologas alfabticas a las tecno-logas electrnicas, por ejemplo) con un cambio de tipo cultural. Una relacin entre tcnica y cultura naturalmente existe, pero no es directa ni determinista.

    Ciertamente, la constitucin cognitiva de la generacin que reci-be las informaciones en el formato simultneo de la electrnica es distinta a la constitucin cognitiva de las generaciones alfabticas. Pero en este pasaje se abre una bifurcacin, esto es, la posibilidad de reconstruir condiciones lingsticas, comunicacionales, afectivas, que produzcan autonoma, incluso al interior de un modelo tcnico transformado. Es el problema esencial del mediactivismo contempo-rneo, del subvertizing, de la creacin de red. Vuelve aqu el problema de la transmisin intergeneracional. No se trata de transferir mecni-camente nociones, memorias, sino que se trata de activar autonoma dentro de un formato cognitivo transformado. Esto es verdaderamen-te difcil, dado que an no hemos elaborado las tcnicas capaces de restituir autonoma a organismos conscientes y sensibles que se han formado segn modelos esencialmente an-afectivos. Pero el punto de bifurcacin est precisamente en el sufrimiento, en el sentimiento de incomodidad, de depresin. La pregunta a formular a la nueva gene-racin no se vincula a los valores (sos solidario o egosta?, sos crtico o conformista?). Se vincula con la sensibilidad: sos feliz o infeliz?

    Es desde aqu que debemos partir, y entonces veramos bien que la comunicacin poltica hoy debe ser, ante todo, una accin teraputica. Crear las condiciones de posibilidad de una felicidad del existir, de

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    una felicidad de la relacin con el otro, sta es la va de la organizacin poltica en el tiempo que viene.

    Respecto a lo que me cuentan en la segunda parte de la pregunta, naturalmente existen grados diferentes de integracin con el sistema tecno-comunicativo global, existen grados diferentes de aculturacin electrnica, etc., pero yo no nunca dije que la mutacin corresponda solamente a una cuestin cuantitativa de exposicin a la tecnologa.

    En esta objecin veo precisamente un dejo de determinismo. El problema no es si un chico usa el celular o navega en Internet, sino dentro de qu ambiente cultural y afectivo se encuentra en sus aos de formacin, en sentido acotado: familiar, pero tambin en sentido amplio: en la relacin imaginaria con sus coetneos del todo el plane-ta, en las modas culturales, musicales, consumistas.

    En ese sentido, yo creo que la mutacin tecno-comunicativa puesta en marcha en los aos 80 con la difusin de la televisin, de las series televisivas, de la telenovela, de la videocasetera, de los videojuegos y, luego, del reality show ya haba tenido un grado de homogeneidad pla-netario y una rapidez de difusin que no tiene comparacin con po-cas pasadas. En este sentido, la primera generacin videoelectrnica alcanz una relativa homogeneidad cultural en tiempos mucho ms breves que lo que ocurra en pocas pasadas por medio de procesos de aculturacin alfabtica.

    Aun ms rpido se vuelve el tiempo de homologacin de la genera-cin conectiva, aquella que gracias a Internet y al telfono videocelular ha podido entrar en circuitos globales incluso antes de haber formado una sensibilidad localizada. Este proceso prescinde en cierta medida de la cantidad de horas de exposicin al aparato televisivo o telemtico.

    Durante los aos 2000 y 2001 parece haber un cambio profundo en las fuerzas que dan forma a las subjetividades colectivas. pero la era Bush est ligada a una remilitarizacin de buena parte del planeta. cul es tu lectura de este proceso? lo percibs como una interrup-cin restauradora de la economa del petrleo y la industria fordista o, ms bien, como el relanzamiento (ahora blindado) de la colonizacin del mundo por parte de la racionalidad imperial?

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    La figura poltica de George Bush II se recorta sobre el panorama histrico como un enigma extraordinario. Bush representa explcita-mente los intereses de un sector agresivo, ignorante, oscurantista: los petroleros, el sistema militar-industrial.

    Pero la narrow-mindedness (mentalidad estrecha) de este sector se est revelando como un clamoroso gol en contra para el sistema nor-teamericano. En mi opinin, EE.UU. no se recuperar de la catstrofe poltico-militar (e imaginaria) que la presidencia de Bush ha provoca-do. La derrota en Irak no es como la de Vietnam. En el 75 la guerra se concluye, la bandera norteamericana es izada en los edificios de la embajada, y todo termina all (no realmente para la poblacin vietna-mita, para los locos de los boat people, etc.). Pero despus de Irak no existe retiro militar. No es posible.

    EE.UU. no puede renunciar a la hegemona sobre Medio Oriente. Pero la guerra iraqu mostr que esta hegemona est perdida, es irre-parable. Luego de Irak est el Irn de Ahmadinejiad, el Pakistn de Musharraf, bombas de tiempo incrustadas en la geopoltica mundial por una poltica no menos estpida que criminal. La guerra infinita que los neoconservadores han concebido y que Bush ha provocado es la arena movediza en la que el ms grande sistema militar de todos los tiempos est inexorablemente hundindose.

    En el ao 2000, la victoria de Bush (mejor, el golpe de estado de Bush) desaloj el cerebro de la cumbre del mundo. El sector cogni-tario, el trabajo virtual, la ciberinteligencia fueron desalojados por la victoria de los msculos, los petroleros y los generales. Pero sin cere-bro no se gobierna el mundo, como mximo se puede incendiarlo.

    El final de esta alianza entre cognitariado y capitalismo recombinante que se haba establecido de manera frgil, contradictoria, pero dinmica durante los aos 90 ha marcado el regreso de un capitalismo idiota, re-presentado por el sector mafioso y guerrero que gua las grandes poten-cias del mundo en el presente: Cheney, Putin, y todo lo que les sigue.

    El grupo dirigente norteamericano se form sobre el mesianismo apocalptico de cuo cristiano, pero tambin sobre el pensamiento de James Burnham, un socilogo de formacin trotskista de los aos 30, y tambin sobre una recuperacin del concepto de exportacin de

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    la revolucin (no olvidemos que Pearle, Kristoll, el propio Wolfowitz tienen sobre sus espaldas una formacin trotskista). Sera interesan-te estudiar tambin este aspecto: en qu medida la experiencia del terrorismo bolchevique (el terrorismo del materialismo dialctico es-talinista, pero, tambin, el terrorismo de la revolucin permanente trotskista) se ha transferido al pensamiento estratgico imperialista (norteamericano, pero tambin francs).

    Luego de ser depurada de sus elementos comunistas y obreros, la tradicin bolchevique se ha vuelto parte de la cultura del capitalismo global, no solamente en la Rusia gobernada por la KGB redenomina-da FSB, sino tambin en los EE.UU. neoconservadores, o en la Fran-cia sarkoziana esponsorizada por Glucksmann y por Kouchner.

    finalmente quisiramos preguntarte por la dimensin poltica de la nocin de autoorganizacin. en algn lugar enuncis que el antago-nismo es una imagen poltica intil para la situacin presente, pues el deseo social se desplaza en paralelo a la innovacin de la economa. pero si el deseo no necesita contraponerse a lo que existe para prolife-rar, qu lo llevara a radicalizarse hacia horizontes de autoorganiza-cin? cmo percibs o imagins ese impulso?

    Creo que debemos reflexionar nuevamente sobre la nocin de deseo. La lectura de Deleuze y Guattari por parte del pensamiento del movi-miento a menudo ha malinterpretado la nocin de deseo como si ste fuese una subjetividad, una fuerza positiva. Admito que alguna ambi-gedad sobre este punto se encuentra en los textos de ambos filsofos, y en mi trabajo de vulgarizacin movimentista (si me permiten la ex-presin) he a veces identificado el deseo como la fuerza positiva que se opone al dominio. Pero esta vulgarizacin no es correcta.

    El deseo no es una fuerza sino un campo. Es el campo en el cual se desarrolla una denssima lucha o, mejor dicho, un espeso entrecruza-miento de fuerzas diferentes, conflictivas. El deseo no es un valiente mu-chacho, no es el chico bueno de la historia. El deseo es el campo psquico sobre el que se oponen continuamente flujos imaginarios, ideolgicos, intereses econmicos. Existe un deseo nazi, digo, para entendernos.

  • 21

    El campo del deseo es lo central en la historia, porque sobre este campo se mezclan, se superponen, entran en conflicto las fuerzas de-cisivas en la formacin de la mente colectiva, por lo tanto la direccin predominante del proceso social.

    El deseo juzga la historia, pero quin juzga al deseo?Desde que las corporaciones de la imageneering (Walt Disney, Mur-

    doch, Mediaset Microsoft, Glaxo) se han apoderado del campo desean-te, se han desencadenado la violencia y la ignorancia, se han cavado las trincheras inmateriales del tecno-esclavismo y del conformismo masi-vo. El campo del deseo ha sido colonizado por esas fuerzas.

    Sobre este plano debe actuar el movimiento deseante. Y cuando usa-mos la expresin movimiento deseante no entendemos subjetividad deseante que se hace movimiento, que por el simple hecho de tener deseo es positiva, como si no hubiese deseo tambin en la violencia.

    Movimiento deseante significa un movimiento capaz de actuar eficazmente en el campo de formacin del deseo, un movimiento cons-ciente de la centralidad del campo del deseo en la dinmica social.

    El movimiento es una fuerza, el deseo un campo.

    agosto, 2007

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    IntroduccinBifurcaciones

    Se podra contar la historia del siglo XX desde el punto de vista de sus bifurcaciones, es decir, desde el punto de vista de la alternativa entre mquinas de liberacin del deseo y dispositivos de control so-bre el imaginario.

    En la historia de las vanguardias artsticas y de los movimientos revolucionarios se presenta continuamente la bifurcacin entre la imaginacin utpica y la disutopa real.

    La pasin desestructurante del futurismo italiano se pone al servicio de la publicidad, dispositivo de control de la imaginacin colectiva.

    La alegra creativa del futurismo ruso se pone al servicio del terror bolchevique.

    El surrealismo alimenta la ingeniera de la imaginacin (corporated imagineering). Las revueltas igualitarias se transforman en dictaduras de estado.

    El movimiento creativo suministra fuerza de trabajo al semioca-pitalismo.

    En los ltimos aos he tratado de reconstruir el laberinto de las bi-furcaciones utpicas que siguieron a la explosin creativa del 68, hasta el momento clave del 77 cuando todas las utopas del siglo XX se convir-tieron en su contrario. A partir de la reconstruccin de aquel laberinto

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    he buscado interrogar las bifurcaciones presentes, las bifurcaciones que se abren continuamente en la proliferacin de los posibles, en la historia de los movimientos, en la evolucin del mediascape [sistema de meditico]. En este libro he compilado apuntes de dicho trabajo. De cualquier modo, son confusos como suelen ser los apuntes. Escritos en los aos que siguieron a la revuelta de Seattle el primer acto conscien-te de masas de autoorganizacin del trabajo cognitivo atraviesan cam-pos disciplinarios diversos, del anlisis sociocultural a la psicopatologa, de la sociologa de la comunicacin a la teora poltica. Su carcter es rapsdico, no orgnico. No se trata de una obra coherente. En algunos momentos parece delinearse una posibilidad de derribar las pesadas ar-quitecturas de la opresin; luego, sbitamente, las perspectivas vuelven a cerrarse, la conciencia se transforma en desesperacin.

    Las reflexiones que componen este libro fueron madurando en contextos diversos, en situaciones de movilizacin, de discusiones y de luchas que acompaaron la vida de los movimientos en estos ltimos aos. Por eso el texto no tiene un desarrollo lineal, sino ms bien un andar rapsdico, hecho de saltos hacia adelante, de reconstrucciones histricas, destellos de esperanza y sombras premoniciones. Se trata, en efecto, de la exploracin de un continente ignoto para el que de nada sirven los antiguos mapas heredados de los siglos XIX y XX. Y cuando se exploran territorios desconocidos es inevitable proceder de manera recortada, volviendo atrs cuando la oscuridad se espesa, si-guiendo inesperados resplandores que parecen iluminar el horizonte.

    No existe un orden lgico o cronolgico en la sucesin de los tex-tos aqu reunidos. Hay temas que vuelven una y otra vez. El problema que los atraviesa es el de la transmisin de la herencia cultural y po-ltica del siglo XX a las generaciones que se forman en un ambiente tecnolgico y comunicativo completamente transformado. Se trata, obviamente, ante todo, de la narracin y el anlisis de la historia de los movimientos revolucionarios, de las transformaciones sociales, de las formas de vida, de sensibilidad. Pero, sobre todo, se trata de encontrar modos capaces de transmitir un mensaje que no sea reducible a los contenidos discursivos ni a las configuraciones imaginarias. Aqu en-cuentra la poltica su dificultad ms grande, tal vez insuperable.

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    La crisis de la izquierda que se manifiesta en el retroceso poltico de las fuerzas organizadas del movimiento obrero y progresista no es sino un epifenmeno de una crisis mucho ms profunda: la crisis de la transmisin cultural en el pasaje de las generaciones alfabtico-crticas a las generaciones post-alfabticas, configuracionales y simultneas.

    La dificultad de la transmisin cultural no consiste en la dificultad de transmitir contenidos ideolgicos o polticos, sino en la dificultad de poner en comunicacin mentes que funcionan segn formas dife-rentes, incompatibles.

    La primera y ms indispensable operacin que se debe realizar es la de comprender la mutacin de formato de la mente post-alfabtica.

    La primera generacin que ha aprendido ms palabras de una m-quina que de su madre est hoy en escena. Cules son las caracters-ticas esenciales de su formacin? Cul es su horizonte de conciencia posible, cules las formas de su subjetivacin?

    El libro es concebido como una sucesin de bifurcaciones.La primera, Utopa/Disutopa, est dedicada al ao de la premo-

    nicin, el 77 de los autnomos italianos y de las radios libres que es, tambin, el ao del No future de Sid Vicious, el ao del homicidio Schleyer y de la tragedia de Stammheim.

    La segunda, Conexin/Precariedad, est dedicada a las formas pro-ductivas y culturales que emergieron de la difusin de las tecnologas conectivas, a la emergencia de generaciones post-alfabticas en las que se manifiestan signos de una mutacin antropolgica, psquica, lings-tica, y a la precariedad que domina las relaciones sociales y afectivas.

    La tercera, Semiocapitalismo/Autonoma, est dedicada a la rees-tructuracin tcnica postindustrial que sigui a la revuelta obrera con-tra la cadena de montaje, y a la emergencia del cognitariado, clase vir-tual in-organizable del trabajo mental. Cmo es posible reconstruir autonoma en las condiciones del semiocapital?

    La cuarta, Infsfera/Mediactivismo, analiza el proceso de formacin de la infsfera de red, la construccin de sistemas de penetracin en la mente colectiva, y la emergencia de una competencia meditica de masas que lleva a la formacin de un movimiento mediactivista.

    La quinta, Psicsfera/Fragilidad, se desarrolla en torno a la sensibilidad

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    de las primeras generaciones mediticas, es decir, la generacin video-electrnica, aquella de los que nacieron despus de llegada de la TV a colores hacia fines de los aos setenta y en los primeros aos de los ochenta y la generacin conectiva, la que naci en los aos noventa y crece en simbiosis con un retculo de inervaciones virtuales, prtesis imaginarias, prtesis psquicas, prtesis binicas.

    La perspectiva que surge de mi anlisis es la de una catstrofe del humanismo moderno. Pero toda situacin de catstrofe abre una bifur-cacin: puede precipitarse en una espiral infernal, si se queda rehn de los dogmas dominantes; o, por el contrario, puede verificarse una rup-tura epistemolgica, puede revelarse una visin totalmente nueva de las relaciones entre los seres humanos, si se sabe ver la actividad ms all de las categoras de la economa, del crecimiento y de la ganancia.

    El sujeto que se encuentre frente a la prxima bifurcacin no puede ser el del trabajo cognitivo reticular precario. Slo un proceso de auto-nomizacin del trabajo mental de la regla econmica puede desactivar el dispositivo suicida del crecimiento capitalista que devasta el planeta. El trabajo cognitivo reticular precario es la funcin transversal capaz de recombinar los elementos sociales en permanente cambio segn una regla no acumulativa, no competitiva, no agresiva.

    La historia a la que asistiremos en los tiempos venideros es la de una rivalidad entre los tiempos de activacin autnoma del inte-lecto colectivo y los tiempos del Apocalipsis. Si el intelecto colectivo no logra concatenarse ms all del comando del capital, no habr salvacin para el planeta y para los seres humanos que lo habitan. Extincin o barbarie parece ser la alternativa que se dibuja en el horizonte del siglo XXI.

    prlogo al colapso

    Se calcula que una persona nacida en 1935 habr trabajado alrede-dor de 95.000 horas en el curso de su existencia. En 1972 se presen-taba, en cambio, una vida laborable de 40.000 horas, pero para los contratados en el ao 2000 se deben calcular alrededor de 100.000

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    horas de trabajo, invirtiendo una tendencia secular que haba redu-cido constantemente el tiempo de trabajo.

    A partir de los aos 80 estamos obligados a trabajar cada vez ms para compensar la merma continua del poder adquisitivo de los salarios, para enfrentar la privatizacin de un nmero creciente de servicios sociales y para poder comprar todos aquellos objetos que el conformismo publicitario impone a una sociedad en la que las segu-ridades psicolgicas colectivas han disminuido.

    Aunque algunos tericos como Andr Gorz o Jeremy Rifkin ha-ban previsto una reduccin del tiempo de trabajo social y una expan-sin del tiempo libre, lo que sucedi en los aos 90 es exactamente lo contrario: desde aquella dcada la jornada laboral se volvi prcti-camente ilimitada. Una intensa campaa ideolgica y una presin psicolgica competitiva obligaron al trabajo cognitivo a identificarse con la funcin de empresa. La distincin entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio ha sido progresivamente cancelada. El telfono celular tom el lugar de la cadena de montaje en la organizacin del trabajo cognitivo: el info-trabajador debe ser ubicado ininterrumpidamente y su condicin es constantemente precaria.

    La retrica poltica de las ltimas dcadas insiste en la libertad individual, pero el tiempo laborable celularizado de las personas es sometido a condiciones de tipo esclavista. La libertad formal es per-fectamente respetada, pero la libertad es cancelada en el ejercicio con-creto del tiempo de la vida. La libertad es puramente virtual, formal, jurdica. En realidad, nadie ms puede ya disponer libremente de su propio tiempo. El tiempo no pertenece a los seres humanos concre-tos (y formalmente libres), sino al ciclo integrado del trabajo. Slo los drop out [desertores escolares], los vagabundos, los fracasados, los ociosos desocupados pueden disponer libremente de su tiempo.

    El esclavismo contemporneo no es sancionado formalmente por la ley, sino que es incorporado rigurosamente en los automatismos tecnolgicos, psquicos, comunicativos. En las reas perifricas del mundo donde las corporaciones globales han localizado los trabajos manuales el esclavismo es fcilmente reconocible: terribles condi-ciones de trabajo, horarios de diez o doce horas seis das a la semana,

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    pagas inferiores al mnimo indispensable para una vida decente, ex-plotacin salvaje del trabajo infantil. En el corazn de la metrpolis global el esclavismo tiene caractersticas originales: plidos e hiperac-tivos trabajadores cognitivos zigzaguean en el trfico ciudadano, in-halando veneno y balbuceando por el celular. Son forzados, adems, a ritmos sobre los que ya no tienen control alguno. Es la carrera del ratn: es preciso ir cada ms rpido para pagar los costos de una vida que ya nadie vive.

    El endeudamiento al que los estudiantes estn obligados a some-terse desde el inicio de sus estudios superiores constituye el primer eslabn de la cadena del esclavismo posmoderno. Como muestra Anya Kamenetz en su libro Generation Debt1, para pagarse los estu-dios quienes se inscriben en el college son llevados a contraer deudas con los bancos, y estas deudas los perseguirn toda la vida, forzndo-los a aceptar cualquier chantaje laboral.

    A lo largo de todos los aos 90 este juego se pudo sostener. En aquel periodo funcionaba un verdadero sistema de capitalismo de ma-sas, fundado sobre la participacin de los trabajadores en el mercado financiero, y sobre la ilusin de enriquecerse rpidamente dedicando todas las energas al trabajo. Los trabajadores cognitivos eran invitados a invertir, no slo sus energas, sino tambin su dinero, en las em-presas en rpido ascenso en los mercados financieros. Esto era viable gracias a la posibilidad de altas ganancias vinculadas al incremento de la productividad y gracias al continuo aumento del valor de las acciones de la Bolsa. Una machacante ideologa publicitaria identificaba al xito con el hiper-trabajo y estimulaba la movilizacin de todas las energas cognitivas. Las mismas energas libidinales se transferan a la esfera productiva. En aquellos aos se viva con el terror al sida, y el cuerpo ajeno mandaba vibraciones un poco elctricas. Mejor no acercarse, me-jor no dejarse llevar por la ternura, mejor invertir hasta el ltimo gramo de vitalidad en la carrera frentica de la productividad.

    Los psicofrmacos euforizantes se volvieron parte de la vida coti-diana. A mitad de los aos 90, el Prozac apareca como una suerte de

    1. Kamenetz, Anya, Generation debt, Nueva York, Riverhead Books, 2006.

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    medicina milagrosa que transformaba a los hombres y a las mujeres en mquinas felices de ser siempre eficientes, siempre optimistas, siempre productivos. Un consumo espantoso de euforizantes, anti-depresivos, neuroestimulantes acompa el desarrollo de la new eco-nomy [nueva economa]. Era el soporte indispensable para aguantar la movilizacin psquica constante del frenes competitivo.

    Era totalmente previsible el colapso.Y el colapso lleg. A inicios de los 90 se produce el fin del Imperio del Mal. El Im-

    perio del Mal haba nacido del fuego de las guerras del siglo XX, y se haba fortalecido con la industrializacin forzada del mundo. Se haba apoderado abusivamente de la palabra comunismo sustrayndola a las esperanzas de los proletarios, haba sido forjado con el mismo metal y con la misma sangre con que se haba forjado su antagonista occidental, la presunta Democracia Capitalista.

    Durante el siglo XX el Imperio del Mal haba perpetuado los rde-nes feudales absolutistas y militares que dominaron por siglos la Rusia de los zares y por milenios el imperio celeste chino. De aquellos impe-rios premodernos haban mantenido la forma autoritaria del estado y la forma esttica del sistema productivo. El comunismo sovitico us la violencia tradicional de la autocracia zarista para imponer la indus-trializacin forzada a los campesinos y a los proletarios urbanizados. Desde el fin de la segunda guerra mundial, y durante cincuenta aos, la democracia capitalista pudo convivir con las autocracias del socialismo autoritario de manera perfectamente integrada y estable.

    Occidente haba emprendido el camino de una economa dinmi-ca, de una fuerte movilidad social y de un aumento de la productivi-dad. El bloque socialista acumulaba potencia gracias al trabajo escla-vo de millones de hombres. Esta divisin del mundo entr en crisis cuando, despus de 1968, emerge un nuevo proletariado intelectual. Luego de aquel ao el Imperio esttico del socialismo autoritario y el Imperio dinmico de la democracia capitalista sufrieron una ofensiva ininterrumpida por parte de la clase obrera industrial y por parte de la inteligencia tcnico-cientfica.

    Reduccin del tiempo de la vida destinado al trabajo, liberacin de

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    la vida del trabajo asalariado era el objetivo comn a las luchas de los obreros occidentales y orientales.

    En los aos 80 los incrementos de productividad se aceleran en el mundo occidental gracias a la introduccin de nuevas tecnologas al-tamente flexibles y moleculares. Al mismo tiempo, la difusin de los medios electrnicos tiende a derribar todas las fronteras polticas. La cortina de hierro entre el Imperio dinmico y el Imperio esttico fun-ciona cada vez menos. La nueva clase productiva que se va formando, el cognitariado, no es geogrficamente delimitable ni polticamente controlable. Es una clase cosmopolita, curiosa, socialmente y geogrfi-camente mvil, rebelde a toda limitacin de la libertad.

    Escuchbamos con frecuencia el cuento del presidente Reagan que lanza la ofensiva simulada de Star Wars, y somete al Imperio del Mal a una presin militar y econmica insostenible hasta provocar su derrumbe. Pero sta es slo una parte de la historia, y no la ms interesante. El socialismo autoritario de los pases del Este se desplo-m porque la nueva clase social global, el cognitariado, erosion el dominio y difundi en todas partes expectativas de consumo, estilos de vida y modelos culturales incompatibles con la forma esttica del sistema socialista. En ese sentido, 1989 es una prosecucin de 1968.

    Despus de noviembre de 1989, durante algunos meses, o algu-nos das, pareca que poda esperarse que finalmente el mundo fuera entrando en un perodo de paz: reduccin de la agresividad, pleno despliegue de las potencias liberadas de la inteligencia colectiva. El gobierno mundial poda delinearse en el horizonte bajo la forma de una concatenacin productiva y poltica de los innumerables frag-mentos del trabajo inteligente. Se entrevea, ms all de derrumbe de los estados nacionales y de las identidades, el paradigma de la Red. Dicho paradigma era capaz de sintetizar dinmica productiva y prin-cipio igualitario y colaborativo.

    Se trat de una ilusin, de un breve respiro. Disuelto el muro con-gelado de la Guerra Fra, las seculares obsesiones identitarias reco-braron fuerza y vitalidad. Se haba desplomado el Imperio del Mal, pero apareca sobre el planeta el Imperio de lo Peor.

    Durante la ltima dcada del siglo, dos mundos extraos e

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    incomunicados entre s se han desarrollando sobre el planeta Tierra: guerra civil en el planeta fsico e hiper-trabajo cognitivo en el planeta virtual. La clase virtual ha construido un retculo de relaciones pro-ductivas en el ubicuo espacio inmaterial de la red. Al mismo tiempo, en el planeta fsico se han multiplicado los puntos de fractura, de contraposicin identitaria. Los dos mundos se miraban con creciente sospecha, y la clase virtual globalizada multiplicaba y perfeccionaba las barreras de seguridad que separaban su cableado mundo de las posibles agresiones de las masas marginalizadas.

    Es sobre estas lneas que ha madurado el colapso.La sobrecarga de trabajo, la movilizacin ininterrumpida de las

    energas mentales y psquicas de los trabajadores cognitivos crea-ron las premisas del colapso anunciado en el Apocalipsis fallido del millennium bug2 y luego hecho efectivo con el derrumbe financiero de abril de 2000.

    La separacin artificial entre clase virtual y focos de agresividad identitaria cre las premisas del colapso de seguridad que explot el 11 de septiembre de 2001.

    Llegado este punto, el poder global desentierra y vuelve a proponer la retrica de la lucha entre el Imperio del Bien y el Imperio del Mal, para desencadenar una guerra que le permita evitar rendir cuentas ante el fracaso econmico y social de las polticas liberales del capi-talismo global. Una vastsima parte de la opinin pblica mundial se opone entonces a la guerra con inmensas manifestaciones.

    Pero la potencia militar de la mayor potencia mundial impone su vo-luntad: la guerra, la violencia desplegada, el terror que produce terror, la humillacin que produce resentimiento, venganza, ms violencia.

    Traduccin: Diego PicottoCorreccin: Emilio Sadier

    2. Millenium bug: bug=insecto, fig. error de cdigo. Tambin conocido como Y2K o problema del ao 2000: se refiere a la situacin anmala que se tema para algunos sistemas con la llegada del ao 2000, por haber establecido slo dos dgitos para reconocer los aos; as, 00 poda ser 1900 2000. (N. de T.)

  • Primera bifurcacinUtopa/premonicin disutpica

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    el ao en el que el futuro se acab

    Cuando se habla de 1977 vienen a la mente una serie de asociaciones de ideas, imgenes, recuerdos, conceptos y palabras, a menudo in-coherentes entre s.

    El 77 es el ao en el que estall y se despleg un movimiento de estudiantes y de jvenes proletarios que se expres de forma muy intensa en las ciudades de Bolonia y Roma. En algunos ambien-tes, setenta y siete evoca violencia, tropelas, aos de plomo, mie-do en las calles y en las escuelas. En otros ambientes significa, por el contrario, creatividad, feliz expresin de necesidades sociales y culturales, autoorganizacin de masas, comunicacin innovadora. Cmo pueden convivir estas dos visiones, a menudo en la mente de las mismas personas? 1977 es un punto de contacto o, ms bien, de cesura, el punto en el que se encuentran (o tal vez se separan, pero es lo mismo) dos pocas diferentes. Por ello se trata del mo-mento de emergencia y de formacin de dos visiones incompatibles, de dos percepciones disonantes de la realidad. En ese ao alcanza su madurez la historia de un siglo, el siglo del capitalismo indu-strial y las luchas obreras, el siglo de la responsabilidad poltica y las grandes organizaciones de masas. Se empieza a entrever la poca postindustrial, la revolucin microelectrnica, el principio de la red,

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    la proliferacin de los agentes de comunicacin horizontal, y, por tanto, la disolucin de la poltica organizada, la crisis de los estados-nacin y de los partidos de masas.

    No debemos olvidar que 1977 fue adems del ao de los mo-vimientos de contestacin creativa en las universidades y barrios italianos muchas otras cosas, no todas alineadas en la misma di-reccin ni bajo el mismo signo. Fue el ao del nacimiento del punk, el ao del jubileo de la Reina de Inglaterra contestado por los Sex Pistols que pusieron patas arriba la capital britnica durante das y das con msica y barricadas lanzando el grito que marca como una maldicin los siguientes dos decenios: No Future. Pero es tambin el ao en el que en los garages de Silicon Valley chicos como Steve Wozniak y Steve Jobs, hippies libertarios y psicodlicos logran crear el interfaz user friendly1 que har en pocos aos posible el acceso cada vez ms amplio y popular a la informtica y despus a la telemtica de red. Es el ao en el que Simon Nora y Alain Minc escriben un informe al presidente de la Repblica Francesa, Valry Giscard dEstaing, titulado Linformatisation de la socit,2 en el cual se esbozan las transformaciones sociales, polticas, urbansticas pre-visibles en la poca siguiente como consecuencia de la introduccin en el trabajo y en la comunicacin de las tecnologas digitales y de la telemtica (es decir, la informtica a distancia, es decir, la conexin en red de los ordenadores, es decir, Internet).

    1977 es tambin el ao en el que son procesados los rebeldes de la Banda de los Cuatro: Chiang Ching, Wang Hung-Wen, Yao Wen-Yuan y Chiang Chung-Chao. Los cuatro ultramaostas de Shanghai fueron llevados encadenados a Pekn y condenados all a penas de crcel largusimas porque representaban, a ojos del grupo dirigente denguista,3 la utopa de una sociedad igualitaria en la que las reglas

    1. Interfaz amistoso con el usuario: se refiere al interfaz de usuario de las computadoras basado en me-tforas grficas (carpetas, ventanas, escritorio) y en el uso del mouse o ratn (N. de T.)2. Nora, Simon y Minc, Alain; La informatizacin de la sociedad, Madrid, Fondo de Cultura Econmica, 1982.3. Por Deng Xiaoping, dirigente comunista chino. Vinculado desde los aos cincuenta al ala moderada o conservadora del PCCh, fue destituido durante la Revolucin Cultural Proletaria en 196769. Regres al poder de la mano de Zhou Enlai en 1973. Tras la muerte de Zhou y Mao en 1976, se enfrent con la llamada banda de los cuatro a la que desaloj del poder. Entre 1977 y 1987, Deng fue el inspirador de la reforma de la sociedad china hacia una economa capitalista bajo la direccin del partido comunista. (N. de T.)

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    econmicas seran anuladas a favor de una primaca absoluta de la ideologa. La utopa comunista empieza su larga crisis precisamente all donde haba sido llevada hasta sus consecuencias ms extremas y sangrientas, all donde la Revolucin Cultural Proletaria haba desen-cadenado las tendencias ms radicales e intransigentes. Pero es tam-bin el ao en el que en Praga y Varsovia se extienden las primeras acciones de disidencia obrera y los disidentes checos firman la Carta 77.4 Es el ao en el que Yuri Andropov (director entonces del KGB) escribe una carta al cadver ambulante de Leonid Breznev (secretario general del PCUS y mxima autoridad de la Unin Sovitica) en la que le dice que si la URSS no es capaz de recuperar con rapidez el retraso en el campo de las tecnologas de la informacin el socialismo se hundir. El 77 no se puede comprender slo ojeando el lbum ita-liano en el que hallamos las fotos de jvenes de pelo largo con la cara cubierta por un pasamontaas o una bufanda. No se puede entender limitndonos a escuchar eslganes truculentos en parte ideolgicos, en parte extraamente surrealistas.

    En ese ao se pasa la pgina del siglo XX tal como en 1870-71, en las calles ensangrentadas de Pars, la Comuna pas la pgina del siglo XIX y mostr con qu luces y sombras se anunciaba en el horizonte el siglo XX. Debemos intentar tener en cuenta esta complejidad cuando hablemos del acontecimiento italiano que fue el movimiento autnomo y creativo, porque slo a partir de esta complejidad podremos entender qu sucede ms all de la crni-ca callejera, de las manifestaciones, de los enfrentamientos, de los ccteles molotov, ms all del debate sobre la violencia; ms all de la represin violenta con la que el estado y la izquierda arremetieron contra el movimiento hasta criminalizarlo y empujarlo en brazos del terrorismo brigadista.

    4. Manifiesto que dio origen al movimiento en favor de los derechos civiles y polticos en la Checoslo-vaquia comunista. Se inici en 1977 y dur hasta 1990. El documento fue redactado en contestacin a la invasin realizada por la Unin de Repblicas Socialistas Soviticas (URSS) a Checoslovaquia en agosto de 1968 y solicitaba al gobierno adherirse a acuerdos internacionales sobre derechos humanos. Uno de sus lderes fue Vaclav Havel, elegido presidente de Checoslovaquia en 1989. (N. de T.)

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    el paso a lo postindustrial

    En primer lugar debemos fijarnos en el cambio productivo que afecta a las sociedades occidentales a partir de los aos 70 y que se va haciendo cada vez ms profundo, rpido y estremecedor en los dos decenios siguientes. Se trata de una transformacin determina-da por la difusin de las tecnologas microelectrnicas (y despus por la digitalizacin), pero tambin por la creciente desafeccin de los obreros industriales al trabajo de fbrica. Desafeccin es una palabra clave para comprender la situacin social y la cultura en torno a la que se forma el movimiento del 77. Desafeccin al trabajo es la frmula con la que se defina (por parte del establishment pe-riodstico, patronal y tambin sindical) la tendencia de los obreros, sobre todo de los obreros jvenes, a ponerse enfermos, a elegir el despido, a trabajar poco y mal.

    Los empresarios sealaban que la desafeccin era la causa principal de la cada de los ndices de productividad. Y de hecho las cosas eran as.

    ora, ora, lavora solo unora.5

    Lavoro zero, reddito intero/tutta la produzione allautomazione.6 stos eran los eslganes que lanzaban a mediados de los 70 los jve-

    nes obreros autnomos en las fbricas ms extremistas como la de carroceras de la Fiat de Mirafiori, el Petroquimico de Porto Marghera o la Siemens de Miln. Se trataba de eslganes toscos, elementales. Pero tras ellos se ocultaba un cambio cultural y tambin una reflexin poltica nada superficial. El significado de aquellos eslganes, de aquella desafec-cin, era de hecho el fin de la tica del trabajo y el correspondiente fin de la necesidad social del trabajo industrial. Eran los aos en los que la tec-nologa empezaba a hacer posible una progresiva sustitucin del trabajo obrero. Y eran los aos en los que el rechazo del trabajo se abra camino en la cultura juvenil y en la teorizacin de grupos como Potere Operaio7

    5. Ya es hora, ya es hora, trabaja slo una hora.6. Trabajo cero, sueldo entero/toda la produccin a la automatizacin.7. Potere Operaio (Poder Obrero) fue la primera organizacin obrerista de masas que se estructura a nivel nacional, de orientacin neoleninista. Su accin se diriga especialmente hacia las fbricas, pero tambin a las universidades. El primer grupo se forma en Venecia, en 1967. En el otoo del 69 se cons-tituyen los grupos nacionales. En 1973 se disuelve. (N. de T.)

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    y Lotta Continua,8 que tenan cierto eco en las fbricas del norte, en es-pecial en 1969-70.

    El movimiento de estudiantes y jvenes proletarios que se difun-di en 1977 de las universidades a los crculos del proletariado juvenil y a los barrios, retomaba los eslganes y la hiptesis del rechazo al trabajo y los converta en un elemento de separacin profunda, trau-mtica frente a la tradicin cultural y poltica de la izquierda.

    La tica del trabajo, sobre la que se haba fundado la experiencia del movimiento obrero tradicional, empezaba a desmoronarse. En primer lugar, en la conciencia de los jvenes obreros deseosos de li-bertad, de ocio y de cultura. A continuacin, en las posibilidades tec-nolgicas mismas del sistema productivo. La reduccin del tiempo de trabajo necesario gracias a la introduccin de tecnologas automti-cas y el proceso de rechazo al trabajo son convergentes y en cierto modo interdependientes. A partir de los aos 70 los obreros de fbri-ca haban empezado a mostrar una creciente insubordinacin sindi-cal, poltica y de comportamiento. Se difunda el rechazo del trabajo alienado porque la clase obrera de fbrica haba empezado a conocer formas de vida ms ricas, gracias a la escolarizacin, a la movilidad, a la difusin popular de la cultura crtica. Despus del 68, la insubordi-nacin obrera se encontr con el movimiento de los estudiantes y del trabajo intelectual y los dos fenmenos se haban fundido, en algunos casos de forma casi consciente.

    Rechazo al trabajo industrial, reivindicacin de espacios cada vez ms amplios de libertad y, por tanto, absentismo, insubordinacin, sabotaje, lucha poltica organizada contra los patrones y contra los ritmos de trabajo. Todo esto marc la historia social de los prime-ros aos sesenta hasta estallar en forma de autnticas insurrecciones pacficas de los obreros contra el trabajo industrial, como sucedi en la primavera de 1973, cuando los obreros del automvil se rebe-laron en toda Europa, desde la Renault a la Opel de Russelsheim y de Colonia, hasta la Fiat Mirafiori de Turn, que durante unos meses

    8. Lotta Continua (Lucha Continua) nace en Torino en 1969, del encuentro entre estudiantes prove-Lotta Continua (Lucha Continua) nace en Torino en 1969, del encuentro entre estudiantes prove-nientes de varias universidades y de trabajadores de la automotriz de Mirafiori. Fue la organizacin ms numerosa de la izquierda revolucionaria y se caracteriz por una interpretacin crtica y libertaria del marxismo-leninismo. (N. de T.)

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    fue recorrida por desfiles de jovencsimos obreros con una cuerda roja al cuello que aullaban como indios por las secciones. Los indios metropolitanos, esas hordas de contestatarios culturales que se di-fundieron por el 77 universitario haban nacido en las secciones de la Fiat, en el rechazo de la miseria asalariada y del embrutecimiento del trabajo industrial. Pero al mismo tiempo se haba ido desarrol-lando la bsqueda de procedimientos productivos cada vez ms au-tomatizados, con uso integrado de la microelectrnica y de sistemas flexibles. Los obreros queran trabajar menos y los ingenieros inve-stigaban tecnologas orientadas a reducir el tiempo de trabajo nece-sario, a automatizar la produccin. Entre finales de los 70 y el inicio de los 80 ambas tendencias se encontraron. Pero, por desgracia, se encontraron bajo el signo de la reaccin capitalista y de la revancha antiobrera, y no bajo el signo del poder obrero y la autoorganizacin. El movimiento obrero no haba logrado traducir la protesta obrera en autoorganizacin del proceso productivo.

    Y llegaron los aos de la contraofensiva. En lugar de reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario y liberar tiempo de vida del trabajo, el capital logr, en los aos de la reestructuracin y de la afir-macin del neoliberalismo, destruir la organizacin obrera mediante el despido de las vanguardias. Se iniciaba as la reduccin cuantitativa y poltica de la fuerza obrera. Se iniciaba la contrarrevolucin liberal. Pero en el centro mismo de este paso est el movimiento del 77, que se present conscientemente, declaradamente, como un movimiento contra el trabajo industrial.

    ora, ora, lavora solo unora, gritaban los autnomos creativos para responder al eslogan sindical ora, ora, potere a chi lavora. 9

    El movimiento del 77 haba colocado el no trabajo, el rechazo al trabajo justo en el centro de la dinmica social y de la innovacin tecnolgica. Sin embargo, no logr traducirlo en una accin polti-ca consciente y organizada. La innovacin tecnolgica trajo consi-go una gigantesca reestructuracin en los aos 80 y 90. Pero esta reestructuracin tuvo un carcter antiobrero, antisocial, y puso en

    9. Ya es hora, ya es hora, el poder a quien trabaja.

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    movimiento el proceso de devastacin de la sociedad que se aceler en los aos 90 (y sigue acelerndose). Por qu no fue capaz el mo-vimiento de traducir su vocacin social y sus intuiciones culturales en una accin poltica a largo plazo para impulsar la autoorgani-zacin de la sociedad y del proceso productivo? sta es la cuestin sobre la que debemos detenernos.

    Dos son las razones por las que el movimiento no fue capaz de traducir su intuicin antilaboral en un programa poltico creble. La primera razn de esa incapacidad debe buscarse en el carcter nti-mamente contradictorio del movimiento, que deriva del hecho de ha-berse visto a s mismo simultneamente como el ltimo movimiento comunista del siglo XX y como el primer movimiento postindustrial, y por tanto, poscomunista. La segunda razn reside en la represin a la que fue sometido: una represin violenta y prolongada, cuyas ca-ractersticas deben ser analizadas con mayor profundidad.

    Pero veamos las cosas por orden.Los estudiantes y los jvenes obreros que se movilizaron en los

    primeros meses del ao 1977, pero que ya llevaban varios aos or-ganizndose en mil formas nuevas (centros del proletariado juvenil, radios libres, comits autnomos de fbrica o de barrio, colectivos autnomos en las escuelas, etc.) expresaban comportamientos y necesidades que ya tenan poco que ver con las necesidades y los comportamientos del proletariado industrial tradicional. La reivin-dicacin ms fuerte era la existencial. La calidad de la vida, la reivin-dicacin de una existencia realizada, la voluntad de liberar el tiempo y el cuerpo de las ataduras de la prestacin de trabajo industrial. stos eran los temas fuertes, stas eran las lneas a lo largo de las cuales se expresaban y se acumulaban la insubordinacin y la au-tonoma. Sin embargo, la representacin ideolgica predominante en el seno del movimiento era la que llegaba linealmente de los movimientos revolucionarios del siglo XX, de la historia del comu-nismo de la Tercera Internacional. Aunque el leninismo estuviera muy en cuestin en aquellos aos, la idea predominante era la de un movimiento revolucionario destinado a abatir el orden burgus y a construir de alguna manera (bastante imprecisa, por cierto) una

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    sociedad comunista. Este tipo de representacin no cuadraba ya con la realidad de movimientos del todo centrados en la conquista de espacios y de tiempos, y que se manifestaban cada vez menos en el plano poltico y cada vez ms en el existencial.

    El modelo dialctico (abatir, abolir, instaurar un nuevo sistema) no corresponda en absoluto a la realidad de luchas que funcionaban, por el contrario, como elemento dinmico, como conflicto abierto y como redefinicin del terreno mismo de la confrontacin, pero que no po-dan ni pretendan dirigirse hacia una especie de ataque final contra el corazn del estado, o hacia una revolucin destinada a derribar de modo dialctico el orden. El desfase entre representacin ideolgica y realidad sociocultural de ese sector al que llamamos entonces pro-letariado juvenil fue la causa principal de su incapacidad de traducir la accin contestataria en un proceso de autoorganizacin social a lar-go plazo, en la creacin de laboratorios de experimentacin poltica, cultural, tecnolgica. Con qu objetivo nos estbamos movilizando? Para una revolucin comunista clsica, con el derribo del estado y la toma final del poder poltico? Slo algunos crean que algo as pu-diese tener algn sentido, pero de hecho este horizonte poltico no fue abandonado explcitamente. No se redefini el horizonte polti-co. El movimiento bolos fue, en este sentido, el punto de mxima conciencia. Abandon de forma declarada y polmica el leninismo residual y el modelo historicista de revolucin. Pero no logr ser con-secuente hasta el final, hasta el punto de romper (como tal vez debi hacer) sus relaciones con los componentes del movimiento que, por el contrario, insistan, aunque de modo contradictorio, en un proyecto de tipo leninista y revolucionario.

    Hubo otra razn decisiva de la puesta en jaque que sufri el movi-miento. Fue la represin que el rgimen poltico del compromiso hi-strico10 desencaden contra los estudiantes, los obreros autnomos,

    10. El PCI llam compromiso histrico a su propuesta de acuerdo con la Democracia Cristiana para conjuntamente reformar la sociedad italiana. Se present como una lnea contraria a la tradicional de promover un gobierno de izquierda alternativo a la DC, que Berlinguer, secretario general del PCI, con-sideraba condenada al fracaso tras los sucesos de Chile en 1973. En la prctica se tradujo en una colabo-racin subalterna del PCI con la DC durante los aos de la emergencia o aos de plomo, en la represin contra el movimiento social, contra Autonomia Operaia y contra las Brigate Rosse. (N. de T.)

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    los jvenes en general, y despus contra los intelectuales, los educa-dores, los escritores, contra las radios libres, las libreras, contra todo centro de vida intelectual innovadora que exista en el pas.

    El desconsolador reflujo intelectual que afect a Italia a principios de los 80 y que ha devastado el arte, la ciencia, la universidad, la investiga-cin y el cine, que ha acallado el pensamiento poltico, se debi preci-samente al exterminio cultural que el estado democristiano-estalinista puso en marcha primero en 1977 y a continuacin en 1979.11

    El movimiento del 77 contena desde luego una ambigedad pro-funda. No era la ambigedad banal entre violentos malos y creativos buenos. Era la superposicin de dos concepciones del proceso de mo-dernizacin y de autonomizacin social.

    Por un lado exista el movimiento creativo que pona en el centro de la accin poltica los medios, la informacin, el imaginario, la cultura, la comunicacin, porque pensaba que el poder se jugaba en esos lugares y no en la esfera de la gran poltica de estado o la gran poltica revolucionaria.

    Por el otro estaba la autonoma organizada, convencida de que el estado tena el papel decisivo y que deba oponrsele una subjetividad estructurada de forma poltica clsica.

    Ese movimiento debera haber madurado, reforzado sus estructu-ras productivas y comunicativas, deba haberse transformado en un proceso generalizado de autoorganizacin de la inteligencia colectiva. se fue el proyecto propuesto al movimiento en junio de 1977 en un nmero de A/traverso bajo el ttulo La rivoluzione finita abbiamo vinto.12 La propuesta consista en construir un movimiento de inge-nieros descalzos, en conectar tecnologa, ciencia y zonas temporal-mente liberadas. Era una visin minoritaria en el movimiento de ese ao, pero un nmero creciente de personas, de jvenes investigado-res, de estudiantes y de artistas empezaba a entrever la posibilidad de un proceso de autoorganizacin del saber y de la creatividad.

    Radio Alice13 y las dems radios del movimiento representaron un

    11. Se refiere a detenciones en masa de intelectuales ligados a la Autonoma, muchos de los cuales fueron declarados inocentes despus de cumplir cinco aos de crcel sin pruebas. (N. de T.)12. La revolucin ha terminado hemos vencido.13. Para mayor informacin sobre Radio Alice ver en este mismo libro el artculo Alice y Lenin.

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    primer intento de articular tecnologa, comunicacin e innovacin so-cial. Todo ello apareca ligado, es cierto, a una retrica del siglo XX, a una retrica guerrillera. Pero lo que estaba en juego era el destino social de la inteligencia tecnolgico-cientfica y de la inteligencia crea-tiva y comunicativa. La conciencia de este paso empezaba a formarse en aquellos aos.

    Aparecen entonces los libros en los que se manifiesta la conciencia de una transicin social, tecnolgica y antropolgica. En 1973 aparece el libro de Daniel Bell El advenimiento de la sociedad postindustrial,14 mientras Jean-Franois Lyotard publica en 1978 La condicin postmo-derna.15 Jean Baudrillard escribe en 1976 El intercambio simblico y la muerte.16 El movimiento bolos, en efecto, tuvo una fuerte conexin con los puntos altos de la investigacin filosfica, y aliment a su vez algunos desarrollos de la reflexin en Francia, Alemania y Estados Unidos. Y esa conexin tuvo facetas directamente polticas (como la organizacin del congreso internacional contra la represin en Bo-lonia en septiembre de 1977) pero tuvo tambin, a ms largo plazo, facetas de tipo filosfico, interpretativo, conceptual.

    As pues, 1977 puede ser descrito como el punto de separacin entre la poca industrial y de las grandes formaciones polticas, ideolgicas y estatales, por un lado, y, por otro, la siguiente, la poca proliferante de las tecnologas digitales, la difusin molecular de los dispositivos transversales de poder.

    En este marco debe entenderse la relacin conflictiva entre el mo-vimiento y la izquierda tradicional, cuyos rituales e ideologas eran herencia de la historia pasada de la poca industrial. Esta separacin pudo parecer una ms de las tantas e interminables disputas doctrina-rias y polticas dentro del movimiento obrero que llenan el siglo XX.17 Pero no era as. No se trataba de una de las discusiones dogmticas

    14. Bell, Daniel, El advenimiento de la sociedad postindustrial: un intento de prognosis social, Madrid, Alianza 1976.15. Lyotard, Jean-Franois, La condicin posmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Ctedra, 1984.16. Baudrillard, Jean, El intercambio simblico y la muerte, Caracas, Monte vila, 1993.17. Empezando por la ruptura de la Primera Internacional, siguiendo con el cisma bolchevique, el con-flicto entre la Tercera Internacional y el Linkskommunismus, la guerra entre estalinismo y trotskismo en los aos 30, y acabando en la ruptura chino-sovitica y la guerra entre revolucionarios y reformistas en los 60.

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    en las que se disputaba la hegemona sobre el movimiento comuni-sta, porque el movimiento comunista se fundaba en premisas que la generacin del 77 liquida en el momento de constituirse como mo-vimiento. En primer lugar se abandona la premisa segn la cual el trabajo obrero es la base de toda identidad poltica de la izquierda. El 77 se concibe explcitamente como un movimiento postobrero, y rechaza la tica del trabajo que haba fundado la historia cultural del movimiento comunista del siglo XX.

    Cambia, por tanto, el referente subjetivo, pero cambia parale-la-mente el anlisis de la sociedad capitalista, de sus modalidades de funcionamiento. Deleuze propone interpretar la gran transicin que se dibuja como la transicin de las sociedades disciplinarias a las so-ciedades de control. Las sociedades disciplinarias son las modernas descritas por Michel Foucault. Son sociedades en las que se discipli-nan los cuerpos y las mentes, se construyen cajas como la fbrica, la crcel, el hospital, el manicomio, la ciudad monocntrica. En estas sociedades la represin tiene un carcter institucional y centraliza-do, y consiste en la imposicin de reglas y estructuras estables. La sociedad que va tomando forma en los ltimos decenios del siglo XX tiene un carcter completamente diferente de las que, con Fou-cault, podemos llamar sociedades disciplinarias. Funcionan sobre la base de controles insertos en el propio genoma de las relaciones sociales: automatismos informticos, tecnolgicos, automatismos lingsticos y financieros.

    En apariencia, esta sociedad garantiza el mximo de libertad a sus componentes. Cada uno puede hacer lo que le parece. No hay ya impo-sicin de normas. No se pretende ya disciplinar los comportamientos individuales ni los itinerarios colectivos. Pero el control est inserto en el dispositivo del cerebro humano, en los dispositivos que hacen posibles las relaciones, el lenguaje, la comunicacin, el intercambio. El control est en todas partes, no est polticamente centralizado. El mo-vimiento del 77 percibe este campo problemtico, y no es casual que precisamente en esos aos se empiece a dibujar con claridad el paso del pensamiento estructuralista al postestructuralista, si podemos llamar as al pensamiento rizomtico y proliferante que tiene su expresin

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    ms significativa en El anti-Edipo de Deleuze y Guattari.18 Imagina-ciones esquizoides sustituyen a las representaciones disciplinares de tipo paranoico. El movimiento del 77 no quiere estar obsesionado con la centralidad poltica del estado, del partido, de la ideologa. Prefie-re dispersar su atencin, su accin transformadora, su comunicacin por territorios mucho ms deshilachados: las formas de convivencia, las drogas, la sexualidad, el rechazo del trabajo, la experimentacin de formas de trabajo con motivacin tica, la creatividad.

    Por todas estas razones ese movimiento escapa definitivamente de la referencia conceptual y poltica del movimiento obrero de la Ter-cera Internacional, sea en su variante reformista del Partido Comu-nista Italiano (PCI), sea en su variante revolucionario-leninista. Ese movimiento no tena nada que hacer con esas viejas historias. Y sin embargo, aquellas viejas historias le pasaron factura, lo rodearon con sus antiguallas y sus obsesiones.

    El PCI del compromiso histrico trat de aislar al movimiento con una estrategia de marginacin cultural prolongada. La tradicin esta-linomaosta persigui al movimiento con el terror, la militarizacin, el chantaje y, al final, con la epidemia del arrepentimiento. Desde este punto de vista hay que decir, sin tantas historias, que 1977 (en espe-cial el bolos) fue el primer episodio de 1989.

    Es en Bolonia donde se inicia el proceso definitivo de des-man-telamiento de la burocracia estalinista que despus del Memorial de Yalta de Togliatti19 en 1964 se haba reciclado como burocracia reformista sin abandonar su vocacin de aplastar la disidencia, de expulsarla, calumniarla, mistificarla, reprimirla. En Bolonia, en mar-zo de 1977 muchos pensaron que el enemigo principal era el PCI. Los comunistas lo decan con incredulidad, como si fuese un escndalo denunciar su poder.

    Pero la dureza de ese enfrentamiento debe entenderse en la per-

    18. Deleuze, Gilles y Guattari, Flix, El anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia, Barcelona, Paids, 1985.19. Palmiro Togliatti dirigente de la Internacional Comunista y mximo dirigente del PCI desde 1926 hasta su muerte en 1964 en Yalta (Crimea, URSS) dej formuladas en su testamento poltico (el lla-mado Memorial de Yalta) las lneas maestras de su concepcin del policentrismo del movimiento comu-nista internacional (por oposicin al liderazgo de la URSS) y de la va italiana al socialismo por medio de una accin pacfica, de masas, electoral, de reformas, en el marco de las instituciones de la repblica italiana. (N. de T.)

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    spectiva de un cambio cultural profundo. El movimiento pona en cuestin los dos pilares sobre los que se haba fundado la cultura del Partido Comunista.

    En primer lugar, la tica del trabajo, el orgullo del productor que reivindica profesionalidad, oficio, autogestin. El movimiento opona a eso el rechazo del trabajo, el absentismo, la desafeccin y la perspec-tiva de una progresiva decadencia del valor histrico y productivo del trabajo obrero.

    En segundo lugar, el movimiento pona en cuestin la identifi-cacin entre clase obrera y estado, la adhesin profunda a la institu-cin estatal, considerada por el PCI como un elemento fundamental de la identidad democrtica. El movimiento prefera afirmar la ob-solescencia tendencial del estado, su vaciamiento y su progresiva re-duccin a pura y simple mquina represiva. El fetichismo de la for-ma-estado caracterstico del grupo dirigente del PCI estaba adems vinculado a la teorizacin leninista en su versin de la Tercera Inter-nacional. Desde luego, Marx no puso al estado en un pedestal. Fue el partido de Lenin, una vez alcanzado el poder, quien identific el estado obrero con el ideal histrico y poltico del poder obrero. Visto a toro pasado, podemos afirmar que la identificacin entre estado y poder obrero era una de las ms profundas mentiras de la teora y la prctica estalinianas, y una de las huellas ms indelebles de la tradicin tercerinternacionalista y comunista.

    Esta problemtica apareci en Bolonia, aunque en forma atenuada y reformada, y la santificacin del estado como forma indiscutible a la que debe ser reconducida toda mediacin social estaba muy lejos del espritu libertario del movimiento. En este sentido, el movimiento (en especial el bolos) tuvo una doble responsabilidad cultural. Por un lado, contribuy a reducir la religin estatalista de la izquierda. Por otro lado, abri el camino, de algn modo, al liberalismo que en los aos 80 se extendi por la cultura y la economa, tras la victoria de Thatcher y Reagan.

    Cuando los estudiantes se pusieron a contestar a los mandarines acadmicos, descubrieron que en buena parte se trataba de mandarines con carnet del PCI. Los jvenes obreros de Emilia se encontraron con

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    que sus patrones estaban en muchos casos afiliados al PCI. Cuando los obreros de la Fiat atacaron las polticas patronales y reivindicaron su au-tonoma, se encontraron enfrente, defendiendo a Agnelli,20 a Giorgio Amendola, el viejo dirigente estalinista napolitano reconvertido a un reformismo autoritario. Por todas estas razones, el movimiento vio en el PCI un enemigo y no un interlocutor con el que discutir.

    En los aos anteriores se haba insistido mucho, en Italia y en el extranjero, en la naturaleza especfica de la experiencia comunista italiana. El PCI era un partido ms democrtico que sus partidos her-manos de Europa oriental o de Francia. Era cierto, en alguna medida. Haba sido cierto desde luego en los aos 60, antes de la invasin sovitica de Checoslovaquia. A finales de los aos 60 en el PCI se abri una dialctica cultural que registraba la novedad del movimien-to estudiantil. Pero este debate nunca alcanz a mover a la cpula, ni a la direccin central, ni a las ideologas fuertes que guiaban al partido-coloso. En los 70, el PCI se encerr en la torre de marfil de la autonoma de lo poltico. Tras el golpe de estado en Chile el en-tonces secretario general del PCI, Enrico Berlinguer, pens que no haba otro camino que el del compromiso poltico con la Democracia Cristiana. Cuando vio crecer el movimiento autnomo y, sobre todo, cuando vio que el movimiento atacaba el baluarte bolos del PCI, reaccion llamando despectivamente a los contestatarios untorelli,21 y afirm que stos jams lograran conquistar el bastin bolos.

    Pero a la larga la previsin de Berlinguer fue desmentida por los hechos. El 77 puso en marcha una dinmica de corrosin que se puede leer hoy a la luz de lo que sucedera doce aos ms tarde, en el 89, en toda Europa. Desde el 77 la afiliacin al PCI empieza a de-clinar de modo inexorable. La izquierda no saba ver otra cosa que la poltica, y no supo ver lo que empezaba a moverse en el vientre pro-fundo de la sociedad. No supo ver las dinmicas culturales profun-das que procedan de la cultura norteamericana. Tampoco supo pre-ver las dinmicas tecnolgicas y las transformaciones productivas

    20. El gran patrn de la Fiat. (N. de T.)21. Nombre con que se llamaba, en las pocas de peste, a las personas a las que se acusaba de contagiar la enfermedad untando las puertas. En sentido figurado: pobre diablo. (N. de T.)

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    que se derivaran de ellas. En lugar de seguir la evolucin de la sociedad, la izquierda se erigi en guardin de la continuidad del sistema poltico. En ello reside la analoga entre el 77 bolos y lo que despus sera el 89. El 77 fue el anuncio del 89 precisamente porque reivindic la autonoma del devenir social molecular (tecno-lgico, productivo, cultural, comunicativo) frente a la rigidez molar de lo poltico, del estado y del partido.

    Information to the people

    Information to the people [Informacin para el pueblo] es uno de los eslganes que nacen del movimiento de la contracultura en la Ca-lifornia de los aos 60. En el caldo de cultivo de la costa occidental de Estados Unidos crecieron Steve Wozniak y Steve Jobs, fundadores de Apple Computer, y creadores de la filosofa y la prctica que est en la base de la difusin de la informtica, el interfaz amistoso, el espritu de red y el open source [cdigo abierto].22 El ao en el que se registra la marca Apple es, qu casualidad, 1977. En ese ao se produce en Italia el estallido de una forma innovadora de comunicacin, la de las radios libres y la del uso del directo en las transmisiones radiofnicas. El nacimiento de las radios libres es consecuencia de un aconteci-miento jurdico de diciembre de 1974: el Tribunal Constitucional ita-liano estableci la inconstitucionalidad del monopolio estatal del ter, y de este modo en forma indirecta el derecho de transmisin para cualquier ciudadano o asociacin. El propio Tribunal, en esa misma sentencia, reclamaba la necesidad de una regulacin del uso del ter.

    En ese vaco legal algunos empezaron a entrever la posibilidad de construir estructuras de informacin completamente libres, de-sligadas de cualquier institucin estatal o poltica, y de cualquier inters comercial, econmico o especulativo. Y era posible. El costo de instalacin de una emisora radiofnica era en esa poca irrisorio.

    22. Open Source: Cdigo Abierto, en castellano. Se refiere a los software que dan la posibilidad de acce-der a su cdigo fuente. El acceso al cdigo abierto por parte de los usuarios-programadores permite la libre modificacin y genera una proliferacin de versiones y usos de los programas. (N. de T.)

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    Incluso para los estudiantes o los jvenes obreros era posible con-seguir los pocos cientos de miles de liras que hacan falta para com-prar un transmisor, un equipo de alta fidelidad y una mezcladora. Fue as como naci Radio Alice, la primera radio libre capaz de poner en marcha un proceso de autoorganizacin creativa y poner a disposicin del movimiento un instrumento simple y eficaz de informacin. Radio Alice naci el 9 de febrero de 1976. Desde los primeros das de emisin suscit una oleada de indignacin en la opinin pblica bienpensante. Il Resto del Carlino, el diario bolos ultraconformista denunci que Radio Alice emite mensajes obsce-nos, mientras el PCI insinuaba que detrs de la radio deba haber intereses ocultos. No haba ningn financiador. La radio se financia-ba con las aportaciones voluntarias de los redactores, que al prin-cipio eran una decena y en pocas semanas alcanzaron un nmero incalculable. No haba una programacin fija para cada da, salvo un bol