ghost · 2020-03-30 · 45- shinedown paint it black- the rolling stones the monster- eminem born...
TRANSCRIPT
Pág
ina1
Pág
ina2
GHOST
BOSTON UNDERWORLD 3
A. ZAVARELLI
Pág
ina3
Pág
ina4
Disclaimer:
Esta traducción llega a ti gracias a la
Buena voluntad del Staff de Sigma
Draconis Books.
Todos los derechos reservados a su
legítimo autor y propietario.
Si quieres seguir leyendo a tus autores
favoritos no compartas este libro en
redes sociales.
Puedes hacerlo vía privado o email,
no comprometan al equipo de
traducción.
Pág
ina5
Talia
Siempre he sido un Ave. Enjaulada por una prisión u otra cuando lo
único que siempre quise fue volar.
Vendida. Vencida. Famélica. Drogada.
Nada me asusta ya.
Hasta él.
Hace que el entumecimiento desaparezca.
Es peligroso para mí. No tiene nada que ver con su estilo de vida
mafiosa, y todo que ver con lo que ofrece.
Una prisión dorada.
Un retiro de todo lo que una vez conocí. La realidad a la que no
tengo ganas de volver.
Piensa que me ha enjaulado, pero pronto ...
Voy a volar.
Alexei
Vivo por un código. El código Vory.
En este mundo de mafia, hay tradiciones.
Expectaciones.
A ella no le importan estas cosas. No le importa nada.
Ella cree que me ha engañado con sus ojos brujos.
Lo que no puede saber es que veo en ella mejor que la mayoría.
Ella quiere volar.
Pero voy a cortar sus alas.
Pág
ina6
Y hacerla mi esposa.
PREFACIO
TANAKA,
Gracias por su apoyo, su amistad y sus amables palabras durante los
últimos pocos años. Espero que este personaje sea digno de su homónimo
en este libro y los que vendrán.
Pág
ina7
PLAYLIST
Dark Paradise- Lana Del Rey
Angel of the Morning- Skeeter Davis
Enjoy the Silence- Denmark + Winter
Breathe Me- Sia
Sober- Pink
Dance with the Devil- Breaking Benjamin
Save Me- Shinedown
Hurt- Johnny Cash
Comfortably Numb- Pink Floyd
45- Shinedown
Paint it Black- The Rolling Stones
The Monster- Eminem
Born to Die- Lana Del Rey
The Sound of Silence- Disturbed
Dear Agony- Breaking Benjamin
Even Though Our Love is Doomed- Garbage
My Least Favorite Life- Lera Lynn
Beautiful Pain- Eminem
Lucky Ones- Lana Del Rey
What Lies Beneath- Breaking Benjamin
Unwell- Matchbox Twenty
Pág
ina8
¡
GLOSARIO
Avtoritet- autoridad, capitán
Boevik - guerrero, soldado, fuerza de ataque
Pakhan - líder, jefe
Lyoshenka, Lyoshka, Alyoshka- formas diminutas del nombre Alexei
Solnyshko- pequeño sol
Sovietnik- consiliador, consejero del pakhan
Vory v Zakone- ladrones en la ley
Pág
ina9
PROLOGO
TALIA
LA ESPERANZA ES PARA INCREDULOS.
Eso es lo que Mack y yo siempre decíamos.
Así que supongo que soy una incrédula también.
Porque cuando Dmitri me pidió ir a México con él, no pude decir no.
Había una parte de mí que quería. La parte que guardaba mis
escudos y mi armadura en su lugar. Sólo salimos por un mes. No el tiempo
suficiente para tener vacaciones juntos.
No es que lo supiera. Nunca he estado de vacaciones.
Mack y yo lo hemos tenido difícil siempre. Crecer en un hogar de
acogida y luego vagando por las calles todos los días. Cuando la mayoría
de tu vida se consume por el pensamiento de tu próxima comida o un lugar
seguro para dormir, lugares como México podría también estar en otro
planeta.
Pero las cosas son diferentes ahora.
Tengo veintidós años. Y soy perfectamente capaz de cuidarme.
Mack no está de acuerdo.
Y aunque estoy aquí en el paraíso con este hombre que me promete
el mundo, no puede dejar de pensar en ella.
Es como una hermana para mí. Es la única familia que tengo. Odié
Pág
ina1
0
haber discutido antes de irme. Siempre estábamos discutiendo estos días, al
parecer.
Odia mi trabajo. Odia todas las decisiones de mi vida.
Y duele. Porque la extraño. Debería estar aquí conmigo, en este
hermoso lugar, experimentándolo conmigo. Pero en cambio, está de en
Boston... completamente ajena a donde estoy. No pude contactarla para
contarle sobre estas vacaciones. Sabía que lo discutiría. Sabía que me diría
que estaba cometiendo otro error.
No le gusta Dmitri, aunque nunca lo conoció. Mack siempre ve lo
peor en todo el mundo. Es su manera de protegernos a las dos.
Pero a veces, como ahora, sólo quiero ver lo bueno.
Dmitri no ha hecho más que tratarme bien desde que lo conocí. Y
tengo esta loca idea en mi cabeza que tal vez algún día Mack se reunirá
con él y entenderá eso.
Que podrá ver lo que veo cuando lo miro.
Quiero llamarla ahora mismo. Quiero contarle todo sobre este lugar.
Qué hermoso es el clima, las bebidas y la playa también. Estos últimos días
han sido los mejores de mi vida, y quiero compartir eso con ella.
Pero mi teléfono está en la habitación del hotel y Dmitri y yo estamos
en la piscina. Así que tendrá que esperar hasta esta noche.
Tendré el valor de llamarla esta noche.
—Hey. —Dmitri se acerca y toca mi cara, volviendo mi atención
hacia él.
—¿Por qué tan triste, gatita?
—No lo estoy — miento.
Él sonríe, y yo también.
—Bien —contesta con su acento ruso—. Porque esta noche, te estoy
llevando a un lugar que nunca olvidarás.
Mi ritmo cardíaco se ralentiza y algo de la ansiedad en mi pecho se
Pág
ina1
1
aleja. Siento que puedo confiar en Dmitri. Y no me he sentido así desde
hace mucho tiempo.
—Dime, Talia —roza los dedos por mi brazo y me observa
cuidadosamente—. ¿Has disfrutado de nuestro tiempo juntos hasta ahora?
—Sí —respondo.
Y eso no es mentira. Siento que es diferente. Como puede leerme
mejor que nadie. Le he contado cosas sobre mi vida que nunca he
contado a nadie. Me he abierto a él. Le he dado un pedazo de mí misma
que nadie más ha ganado. No sólo mi cuerpo, sino una parte de mi
corazón también.
—He disfrutado nuestro tiempo juntos también —dice
melancólicamente—. Mucho. —La expresión de su rostro me confunde,
pero desaparece rápidamente. Un momento después, está revisando su
reloj y me coge de la mano—. Ven —anuncia—. El coche está esperando
en el frente.
Lo sigo a través del complejo hasta la parte trasera del coche. El da
instrucciones al conductor en su lengua materna, sorprendiéndome un
poco. No sabía que hubiera traído a alguien más aquí con él. Pero era
evidente que este hombre trabajaba para Dmitri.
Algo me molesta en el fondo de mi mente. Una sensación de
hundimiento se apodera de mí al irnos, y no podía estar segura de lo que
era.
Cuando miro a Dmitri a través del asiento, él está perdido en sus
propios pensamientos. Y distante. Nunca está distante. Me preocupa.
Como lo hace el paisaje por delante. El cual se ve menos como un área
turística por el momento.
Dmitri parece sentir mi pánico como siempre hace.
—Está bien —me asegura.
Se extiende tomando mi mano en la suya, y trato de concentrarme
en organizar mis pensamientos Estoy en guerra de nuevo. En mi mente.
Buscando demonios en todo el mundo, como siempre hago. Me dije que
ya no iba a
Pág
ina1
2
hacer esto. Me dije a mi misma que iba a olvidar el pasado.
—Confías en mí, ¿no? —pregunta Dmitri.
Lo miro y le doy una sonrisa nerviosa. La mitad de mí está gritando no
mientras la otra mitad asiente con la cabeza en piloto automático.
—Bien —afirma—. Porque sabes que nunca haría nada para hacerte
daño, Talia. Nunca te pondría en peligro. No debes preocuparte cuando
estés conmigo.
Permito que su tranquilidad me tranquilice mientras el coche se
detiene. Pero un vistazo fuera de la ventana, y todas sus palabras no
significan nada.
No hay tiempo para protestar o cuestionarlo. Cuando me vuelvo, hay
un destello de un movimiento, lo único que veo es su puño. Volando hacia
mi cara. Y entonces negrura.
Sólo oscuridad.
***
Al despertarme de nuevo, estoy desnuda. Y mis sentidos están
distorsionados. Estoy mareada y confundida por la abrumadora sensación
de temor que corre por mi cuerpo. Hay vómito asentado junto a mi cara,
provocándome arcadas. Pero no surge nada. Y me doy cuenta, que es
mío.
Y luego me percato de otra cosa. Cuando siento movimiento encima
mío. Dentro mío. Hay una cara de hombre por encima. Uno que no
reconozco.
Trato de moverme. Pero mi cuerpo no está cooperando. Es lento y
pesado. Alguna cosa está mal conmigo, pero no sé qué es.
Hay un bajo murmullo. Y un poco de movimiento. Manos por encima,
cambiándome de posición alrededor.
Pág
ina1
3
Hay shock y dolor por otra intrusión. Desde atrás.
Hay dos de ellos ahora. Dos extraños dentro de mí.
Y entonces oigo la voz de Dmitri. Mi confusión y pánico se detienen
por una fracción de segundo creyendo que va a arreglar esto. Que va a
hacerlo mejor.
Pero cuando entra en mi visión borrosa, distorsionada por mi cara
hinchada, recuerdo lo del coche. Su puño. El lugar al que me llevó.
Ahora está frente a mí. Sin expresión mientras desabrocha sus
pantalones. No es el mismo hombre que conocía. El mismo hombre con el
que he pasado el último mes. Se frota a sí mismo en mi cara, y trato de
alejarme cuando me coge el pelo y me da una bofetada en el mismo lugar
que me golpeó antes.
El choque del dolor me hace abrir la boca, y él se mete dentro,
ahogándome.
—Será mejor que te acostumbres, gatita —me dice—. El dolor es tu
nuevo mejor amigo. Ese sentimiento es el que conocerás ahora. Lo único
que sabrás. Es mejor aceptarlo y no combatirlo.
No puedo moverme. No puedo pelear. Me han drogado con algo,
me doy cuenta, cuando Dmitri mira las lágrimas derramarse por mis mejillas.
Él sabe que mi resistencia es inútil tan bien como yo. Y no le importa.
—Ahora dame un regalo más —pide mientras usa mi boca—. Por los
viejos tiempos, por tu bien.
Es duro conmigo. Más duro de lo que nunca fue. Y cuando se viene,
lo hace en mi cara, manchándome de líquido con su palma antes de
escupirme y volver a frotar.
Luego se arrodilla delante mío. Golpeándome en la mejilla.
—Es sólo negocio —me dice—. Eso es todo, gatita. No lo hagas más
difícil para ti.
Desaparece de la habitación, y de mi vida, cuando otro hombre
toma su lugar.
Pág
ina1
4
Duele por mucho tiempo. Pero las líneas están borrosas y no puedo
estar segura si el dolor es físico o emocional. Nunca parece terminar.
No sé cuántos hay. No sé nada más aparte del dolor.
Y cuando cierro los ojos, trato de encontrar una forma de trascender.
Pensando que ayudara. Pero lo único que puedo ver es la cara de Mack.
Mi mejor amiga, mi hermana y la única persona en esta tierra que me ama.
Ella no sabe dónde estoy. Porque estaba demasiado enfadada para
decirle la verdad. Hay un dicho muy conocido diciendo que todo se vuelve
perfectamente claro en retrospectiva.
En retrospectiva, nunca me di cuenta de lo crucial de ese momento.
Mi mejor amiga y yo, sentadas juntas en un café, almorzando. Estamos a
punto de tener una de nuestras muchas peleas. Fue la última vez que la vi.
La gente siempre dice desear saber lo que está a punto de suceder
antes de que el desastre los golpee. Yo también lo habría dicho en ese
momento. Le habría dicho a Mack dónde iba. Y entonces habría dejado
que argumentara sobre ello.
Pero mirando hacia atrás ahora, no creo poder decir lo mismo.
Tuve que ir al infierno para ser la persona que soy hoy. Y al final,
caminar a través del infierno me llevó directamente a él.
Pág
ina1
5
ALEXEI
1
LA EMOCIÓN HUMANA NO ES UNA EXPERIENCIA lineal. Lo que
provoca emoción es lo que uno puede provocar un poco, en todo caso, en
otro. Llegué a entender esto a una edad temprana.
Lo entiendo aún mejor ahora. Mientras trazo mi dedo sobre la áspera,
agrietada torre de madera de que se asienta encima de mi escritorio en
estas horas finales de la tarde. El profundo placer que siento está en guerra
con cantidades iguales de rabia. Y sin embargo, para cualquier otra
persona, es simplemente una pieza de ajedrez desgastada.
Una pieza de ajedrez con la que me encuentro revisitando
demasiado a menudo.
Una sombra cae sobre el escritorio, alertándome de una presencia en
la puerta. Cuando miro hacia arriba, Franco está allí. Él habla en intervalos
lentos y sucintos, dándome el tiempo suficiente y atención para leer sus
labios.
—Katya está de nuevo en la puerta —anuncia.
—Envíela lejos.
Se va sin responder y saco la botella de coñac de mi cajón inferior.
Cuando he vertido y terminado el vaso, Franco regresa. Se sienta frente a
mí, con los ojos clavados en el tablero de ajedrez.
—Tu torno —le digo.
Se toma su tiempo, examinando cada pieza. Ya he tomado el control
Pág
ina1
6
del centro y capturado su torre. En varios movimientos más, se hundirá
completamente.
Lo que Franco siempre parece olvidar es que en su desesperación por
proteger al Rey, a menudo deja a la Reina vulnerable.
Yo nunca cometería ese error.
—¿Está todo en el lugar para mañana? —le pregunto.
Me mira y me da un simple gesto de asentimiento. —Todo está en su
sitio. El envío desaparecerá y Arman estará en deuda contigo.
—¿Y qué hay de Viktor?
—He organizado la cena de mañana por la noche. Entonces podrá
hablar con él.
Hace su movimiento en el tablero, un descuidado en eso. Sigo el
juego con un movimiento igualmente descuidado porque estoy aburrido y
me gustaría que él me desafiara, al menos una vez.
—Será reacio a tener que salir del país —señala Franco—. No querrá
arriesgarle.
—Entonces no le daré otra opción. —Me encogí de hombros.
—¿Qué tiene en mente? —pregunta Franco.
—Un problema con el banco ruso. Con cuentas congeladas, tal vez.
—Ah. —Franco se frota la barbilla ante el pensamiento—. Un
problema que solo usted puede provocar. Entonces conseguirá... ¿matar
dos pájaros de un tiro?
Asiento, pero es sólo cuestión de un segundo antes de que Franco
diga el resto de lo que está en su mente.
—¿Cree que es sabio, señor Nikolaev?
—¿Estás sugiriendo que soy imprudente? —Es mi respuesta.
Sacude la cabeza. —Usted es muchas cosas. Imprudente no es una
de ellas. Pero siento como si estuviera actuando impulsivamente. Está fuera
Pág
ina1
7
de su carácter.
Estar fuera de mi carácter es salir del santuario de mi casa. Esto es a lo
que se refiere Franco. No ha habido muchas ocasiones en las que sentí la
necesidad de salir. Cada vez que lo hago, me arriesgo a exponer mi
secreto a los que me rodean. A mi igual Vory.
Dejar el país es un riesgo aún mayor. Sin embargo, es una que debo
tomar.
Conozco la mirada de Franco. —A veces debemos hacer cosas que
preferimos no hacer. Es parte de la vida, ¿verdad?
—Le ha mentido a Viktor —responde—. Si alguna vez descubre lo que
hizo para recuperar a esta chica, podría haber una guerra...
—Considerando que tú y yo somos las únicas dos almas que lo
sabemos, me parece muy improbable. Y además, ¿quién me
reemplazaría?
Franco hace un gesto con la mano, concediendo. —Nadie puede
reemplazarle. Esa es la razón por la que usted toma tales riesgos. Pero esta
chica, me preocupo por ella.
No necesita decirme las muchas maneras en que esto podría salir
mal. Yo mismo las he considerado sin cesar. Indudablemente, mi relación
con Lachlan Crow y nuestra alianza irlandesa. Les di mi palabra sobre
encontrarla, y lo hice. Pero ni los irlandeses ni Viktor son conscientes de mis
verdaderas intenciones con la chica. Él estará enojado, como me recuerda
obviamente Franco. Pero mi posición dentro del Vory está asegurada para
toda la vida. Tal vez por eso me arriesgo. Pero he sopesado todos los
aspectos de este asunto cuidadosamente.
El resultado final, y el único resultado que importa, es que no estaré
encadenado a Katya por el resto de mi vida. Franco lo sabe. Y sin embargo,
me complacen sus preocupaciones al respecto. Él siempre tiene las mejores
intenciones en el corazón, por lo que merece ser escuchado, aunque no
cambiará mi mente.
—Dime qué te preocupa tanto —sugiero.
—Es probable que sea muy impredecible. Es imposible decir en qué
Pág
ina1
8
estado se encontrará cuando la conozca por primera vez. Las cosas por las
cuales ha pasado. Estará dañada.
Echo un vistazo a la fotografía de la chica en mi escritorio. La que su
amiga Mack me dio con la esperanza de poder encontrarla. Poder salvarla.
Es la foto que estudié día y noche durante las últimas tres semanas. Lo sé
todo sobre ella. He leído todos sus archivos. Descubrí toda su historia hasta
el momento de ser vendida. Y las cosas que Franco dice son ciertas. Está
rota. Está dañada. Lo sé mejor que nadie.
Me sirvo otro coñac y levanto mi copa en acuerdo.
—Y por eso será perfecta.
Pág
ina1
9
2
TALIA
MUERTE
La palabra tiene tal sentido de finalidad. Pero es más que un final.
La gente muere mucho antes de llegar a la tumba.
Ellos mueren de pequeñas maneras, cada día.
Una pérdida de sentimiento. Una falta de cuidado. A veces es lento.
A veces tiene la sutileza de un huracán.
La muerte puede habitar en el cuerpo mucho antes de que el alma
se vaya.
En mi caso, eso es cierto. Es la única verdad que conozco.
Y estoy dispuesta a abrazar la muerte de esta vida con los brazos
abiertos. Estoy lista para volar. Encontrar la paz.
Una semana más. Siete días. Ciento sesenta y ocho horas más.
Entonces tendré suficiente. Bastantes remanentes de pastillas
blancas para liberarme. Si esta noche va como estuve planeado, podría
incluso adelantarme un día con ese número. Arman es siempre generoso
con las píldoras cuando está entreteniendo huéspedes. Para mantenerme
plácida. Mantenerme en línea.
Después de joderme.
Porque nunca me jode cuando estoy coherente. No me concede
tales cortesías. Para él, siempre soy una piedra fría al estar sobria.
Está dentro de mí ahora mismo. Follándome como el cerdo sucio que
es. Lo mismo que siempre hace antes de una fiesta. Esto es para que no me
Pág
ina2
0
olvide sobre a quién pertenezco cuando todos sus amigos estén dentro de
mí esta noche. Acaba con un gruñido y luego me echa a un lado sobre el
colchón manchado donde paso mis días.
No lo miro cuando habla. Ya sé lo que va a decir. La misma
advertencia que siempre recibo. Su acento es pesado y su aliento también.
Sólo que las palabras son diferentes esta vez. Casi lo pierdo a través de la
niebla de mi desaliento, pero hay algo en su voz que capta mi atención.
Es difícil identificar exactamente lo que es. Algo en como suena.
Nunca he escuchado a Arman nervioso antes, pero ahora mismo, suena
exactamente así.
—Esta noche es importante —dice—. Estos hombres deben estar
satisfechos. Debes esforzarte.
No le respondo porque nunca lo hago. No merece mis palabras. Mis
palabras me abandonaron hace mucho tiempo, alrededor de la misma vez
en que mi cordura salió por la puerta. Pero la pregunta está allí en mis ojos
cuando lo miro, y él contesta.
—Si me avergüenzas esta noche, te desollaré1 viva para que todos lo
vean.
Nada. No siento nada cuando dice eso. Porque sus promesas de
muerte, no me importan cuán brutales, siempre son falsas. Él atesora su
propiedad sobre mí demasiado para dejarme ir.
Su trofeo. Su preciada esclava. La americana con el pelo bastante
rubio y ojos vacíos. Nada más importa en este páramo.
—¡Karolina! —Chasquea los dedos y ella aparece un momento
después, sus manos dobladas hacia delante y su cabeza inclinada en la
sumisión.
Karolina ama a Arman. Y me odia. Siempre la hace esperar fuera de
la puerta mientras me folla. Así que conoce su lugar. Ella puede tener su
libertad para vagar por la mansión y tener su confianza, pero nunca tendrá
el corazón de Arman. Porque el hombre no tiene uno.
Él sacude su cabeza hacia ella, y ella avanza sin más instrucción.
1 Desollar: Quitar la piel.
Pág
ina2
1
Su mano se mueve hacia el medallón alrededor de su cuello, y Arman
lo levanta con un dedo, hablándole en un idioma que todavía no he
descubierto. Arman no es ruso. Eso lo sé. Y me dijo una vez que estábamos
en Bulgaria, pero esta no es su tierra natal. El resto son sólo detalles que se
me escapan.
Puedo no entender las palabras que Arman habla, pero he llegado a
entender bien sus manierismos. Y cuando Karolina toma una pastilla del
medallón, el pánico se apodera de mí. Necesito dos. Dos píldoras iguales
para los siete días. Sostengo dos dedos en una súplica, y Arman golpea con
su pie en mi estómago. Mi cuerpo se enrolla a sí mismo cuando lanzo un
ataque de tos, luchando por aire.
Debo resistir el impulso de cerrar los ojos y bloquear todo mientras
termina sus instrucciones a Karolina. Todavía hay una parte de mí
esperando que sea misericordioso, pero esa parte es tonta. Sale de la
habitación sin más consideración hacia mí. Es lo mejor, me doy cuenta.
Porque podría ser capaz de engañar a Karolina, pero no puedo engañarlo
a él y todavía falta una píldora.
Una píldora es mejor que nada. Me la entrega y la meto en mi boca y
debajo de mi lengua. Y luego engrilla mis piernas a los ganchos a lo largo
de la pared, dejando el suficiente espacio para posiciones variadas. Quiero
que se vaya ahora, pero no lo hace. En vez de eso, mira hacia atrás por
encima de su hombro, y una cruel sonrisa se hace cargo de sus facciones
cuando se vuelve. Me golpea en el estómago dos veces más y luego se
inclina hacia abajo para escupir en mi cara.
—Perra —murmura con un fuerte acento—. Disfruta tu velada.
Sale de la habitación y me quedo boquiabierta por aire, horrorizada
cuando me doy cuenta de que tragué la píldora entera en mi ataque de
tos. Siete. Solo se suponía que debía ser siete días. Ahora son ocho.
Las lágrimas borran mi visión, y me coloco en un montón sobre el
colchón manchado de líquido. Mis ojos aterrizan en las líneas familiares
grabadas en la pared por mi uña, y vuelvo a la línea de esta mañana con
mi dedo. Repitiendo la misma palabra una y otra vez en mi cabeza.
Siete. Siete. Siete.
Pág
ina2
2
En algún momento, la música de arriba empieza a vibrar a través del
techo. Lo sé, no tardara mucho tiempo ahora. Beber primero. Estarán
borrachos cuando vengan aquí.
A veces eso es mejor. Otras veces, es peor.
La puerta se abre. No miro. Pero oigo la voz de Arman. Y siento los ojos
de sus invitados mientras me inspeccionan. Esta es la versión de Arman de
una cena, sus esclavos se ofrecen como postre. Hablan entre ellos, deciden
quién va a ir primero.
A veces comparten. A veces hay tantos en mí a la vez que no puedo
respirar.
Y me gusta esa sensación. El aire resbalaba de mis pulmones. Quiero
que lo vacíen completamente y lo roben todo. Pero nunca sucede.
Porque Arman los mataría si me mataran.
La puerta se cierra detrás mío, y me quedo con un solo hombre. Lo sé
por su respiración. Una respiración, un hombre. No importa cómo se ve.
Rara vez veo sus caras. Rara vez veo nada, aparte de las líneas en la pared
y los números en mi cabeza. Siete. Siete. Siete.
Una cremallera baja. Y luego el sonido de un sobre desgarrándose.
Arman los hace usar condón cuando me toman. Y tampoco pueden
golpearme. Desearía que ellos lo hicieran. Ojalá me hubieran golpeado tan
fuertemente para poder desvanecerme en la oscuridad. Pero ese especial
privilegio está reservado solamente para Arman. Y nunca me dejará ir.
Ahora está dentro mío. Este hombre sin rostro. Y todo es
unidimensional.
La píldora ha entrado en mi torrente sanguíneo y no siento nada. Sólo
lo oigo. Gruñendo y maldiciendo.
Cuento las líneas en la pared. Y las letras de Angel of the Morning de
Skeeter Davis llegan en mi mente como un disco viejo. La voz de mi madre.
Yo cantando junto a ella. Y veo sus rostros. Tres vanos y vacíos rostros de mi
hermano y hermanas. Acostados en el suelo del baño.
El agua en mis pulmones. El aire se desliza. Arañando, golpeando. Y la
Pág
ina2
3
canción calmante que mi madre canta mientras me sostienen hacia abajo.
Mis ojos parpadean abiertos y cerrados, todo distorsionado y agudo a
la vez. Siete líneas. Siete días. Ángeles en la mañana. La mano de mi madre
en mi mejilla. Jadeando el aliento mientras tose agua y veo el halo de su
pelo que la rodea en la bañera.
Todos se han ido. Todo menos yo.
Cuatro ángeles. Siete días.
Un gruñido. El hombre detrás de mí acaba. Me desplomo. Otro ocupa
su lugar pronto después.
Parpadeo, mi padre adoptivo enjambrando mi visión. Este hombre
huele a él. Como tabaco y rancio sudor. La canción suena a través de mi
mente otra vez y canto, tratando de bloquearlo. Necesito otra píldora.
Necesito la botella entera.
—Muy dulce.
No es la voz de este hombre. Es mi padre adoptivo. Él fue el número
uno. Fue el primero. No será el último.
Cuento las líneas y el tiempo me mantiene cautiva. Ya no sé del
tiempo. Se distorsiona. Días, meses, años, minutos. Son iguales para mí. No sé
cuánto hace que estoy aquí. Nunca sé cuánto tiempo dura.
Lo único que sé con certeza, es que en algún momento, el sudoroso
montón de basura humana detrás de mí cambia. Éste trata de ponerse
duro conmigo porque no puede conseguir su polla de whisky coopere. No
se lo hago más fácil, y después de tirarme contra la pared, sale de la
habitación, insatisfecho.
El siguiente murmura en mi oído mientras me folla. Es gentil,
follándome como un amante lo haría. A medio camino se agacha y me
toca, tratando de conseguir algo de mí. Me hace querer vomitar y es
completamente inútil. No siento nada. Nada más que vacío.
Sale de la habitación y me tiendo en un charco de sudor y semen,
preguntándome dónde está el siguiente hombre. Siempre hay un siguiente
y éste está tomando para siempre. Lo quiero para terminar, así Karolina me
Pág
ina2
4
dará otra píldora. La puerta se abre de nuevo, y espero.
Pero no se acerca. Me observa. Siento sus ojos y no sé por qué. ¿Por
qué está alargando esto? Una sensación de hormigueo se arrastra a lo
largo de mi espina dorsal y el tiempo se suspende en el largo tramo de
silencio. Hay un impulso desconocido dentro de mí de cubrirme. Ocultar mi
cuerpo por su presencia. No me gustan sus ojos sobre mí. No me gustan los
ojos de nadie.
Así no.
Finalmente, hay movimiento. Y mi ritmo cardíaco se calma mientras
sus zapatos cruzan el piso de cemento en mi dirección. Creo que va a joder
ahora. Y entonces se irá, como el resto de ellos.
Sólo que no. Se detiene justo por encima. Y es el olor lo que siempre
me golpea primero. Esa es la única cosa que noto acerca de estos hombres
que no veo. Este huele bien. Tierra, caliente como roble y picante como
clavo de olor. Es demasiado limpio para estar en esta sucia habitación. Lo
sé de inmediato.
Desde el rabillo del ojo, vislumbro sus zapatos a mi lado. Oxford de
cuero negro.
Pulido y bien cuidado. Nudos atados con precisión, asomando por
debajo pantalones de sarga gris. Costoso.
Estoy curiosa. Y sin embargo mis ojos resisten la necesidad de viajar
más lejos. Hasta que lo ordena. No es el comando en sí, sino la voz profunda
acentuada que reconozco. La voz con las consonantes duras y la suave
melodía. Una contradicción.
Esa voz, estoy segura, es la misma que escuché hace dos noches.
Cuando Arman estaba cenando y sonó el timbre de la puerta. Arman
nunca recibe compañía en el medio de la cena. Pero aquella noche,
cuando uno de sus hombres lo interrumpió, lo hizo. Quien había llegado esa
noche era importante. Este hombre tenía poder sobre Arman, lo que me
puso curiosa. En este castillo, Arman era Rey. Y nunca lo había visto
inclinarse ante ningún otro.
Pero esa noche lo hizo. Él gentilmente permitió la interrupción e
incluso
Pág
ina2
5
ofreció al extraño que comiera con él mientras que me asentaba en el piso.
El hombre declinó y optó por estar de pie por los pocos breves momentos
que estuvo allí. Quise mirar hacia arriba incluso entonces. Pero eso sería
romper mis propias reglas. Nunca los miro. Así que en su lugar, me
concentré en sus zapatos. Negros Oxford. Y escuché la voz. Profunda y
melódica. Inamisiblemente ruso y enlazado con advertencia. Una
advertencia a la que Arman no pareció gustarle.
Se fue, y empujé todo el incidente fuera de mi mente.
Pero ahora mi decisión me ha abandonado. Así que mis ojos se
elevan. Arriba, arriba y arriba. Es alto, este hombre. Más alto que la mayoría.
Mucho más grande que Arman. Y eso me agrada.
Me pregunto si lo matará. Me pregunto si me dejará ver.
Se cierne sobre mí, su sombra eclipsando mi cuerpo mucho más
pequeño en el colchón.
Tiene los hombros anchos y poderosos. El tipo de hombre con una
presencia que no puede ser ignorada. Atlético y tonificado. Un luchador,
creo... tal vez. La mayoría de los amigos de Arman son gordos y viejos, y
apestan a puros y vodka. Pero éste es afilado, tanto en como va vestido a
como es.
Viste una chaqueta de gamuza negra y un sombrero gris sobre su
cabeza, que lanza su cara a la sombra. No puedo verlo, pero él puede
verme. El peso de su examen es agobiante, y mi pulso responde. No sé por
qué. Sólo estoy ansiosa, y quiero que se vaya.
No lo hace.
Porque está aquí para follarme. Sólo lo está alargando. Tomándose
mucho tiempo. Mi fortaleza disociativa está cayendo sobre mí. Emoción se
filtra. Una que no he sentido desde la traición de Dmitri.
Ira.
Está revolviéndose dentro, recuperando mi aliento y robando mi paz.
Levanto mi barbilla y trato de encontrar su mirada. No conozco a este
hombre. Pero lo quiero fuera. Tengo reglas. No hablo. Porque tengo miedo
Pág
ina2
6
de derrumbarme si lo hago. La verdad que no podré contener. El espacio
dentro de mi cabeza es el único santuario que tengo. Y está arruinando eso.
Vuelvo mi atención a las líneas de la pared, pero no quiero que lo vea. No
quiero que me vea contando. Porque eso es privado.
Eso es mío.
—¿Continuas con esto, lo harás? —Las palabras salen de mi lengua
en una dura cadencia, un shock para mis oídos.
Mi voz está oxidada y extraña. Demente. Parezco un animal. Porque
lo soy.
El intruso permanece en silencio. Nada más que silencio, durante un
minuto. Lo sé, porque cuento cada segundo. Y entonces su voz profunda
reverbera fuera de las paredes, rodeándome.
—Mírame cuando hables —exige.
Vuelvo la cabeza hacia él lentamente, sólo para encontrarlo
arrodillado delante mío ahora. Respirando mi aire, ocupando mi espacio.
La sombra se ha ido, y su rostro está desenmascarado. Áspero y serio, con el
tipo de ojos azules que sólo pueden venir de los genes eslavos. Hielo frío y
chocante en su intensidad.
Han pasado muchos meses desde que el miedo ha ocupado un lugar
en mi cabeza o mi corazón. Pero la presencia de este hombre lo revuelve.
Me aleja aún más de mi estado disociativo de lo que estoy dispuesta a
aventurarme. Ninguno de estos hombres ha tenido la audacia de tener
intimidad conmigo. Ponerse en mi cara y mirarme a los ojos. Soy
simplemente un cuerpo con tres agujeros para ellos, y ellos hacen su
elección y me causan varios minutos de incomodidad antes de que todo
haya terminado. Pero no este. No sé qué es lo que quiere de mí. Tampoco
quiero averiguarlo.
La forma en la cual me está mirando me perturba en un nivel
diferente. No es solo mirar. Él está viendo. Todos mis secretos más oscuros. La
parte mía que nadie llega a ver. Pero lo hace. Mi armadura no significa
nada.
Es diferente de Arman. Este hombre me asusta más que Arman. Está
demasiado
Pág
ina2
7
bien puesto. Demasiado tranquilo. Sus emociones no aparecen en su rostro
para que todos lo vean. Y sus manos... son enormes. Muy tatuado.
Me imagino una de esas manos alrededor de mi garganta,
aplastando mi tráquea. Podría solo hacerlo con una.
—No te preocupes. —Me cepilla el pelo enmarañado lejos de mi cara
de una manera sorprendentemente suave—. No voy a joderte.
Hay tristeza embrujada en sus ojos. Y otra cosa también. Un parpadeo
de culpa.
Una emoción rara en los hombres que vienen a visitarme. Eso activa
todas las alarmas en mi cabeza. Si no me va a joder, entonces no sé por lo
que tiene que estar con culpa.
La confusión debe estar escrita en mi cara, pero no explica más.
En su lugar, sostienen un paquete en su mano y me lo muestra.
Analgésicos. Los suelta de la tableta y señala para que abra mi boca.
Por sólo una fracción de segundo, mis ojos se mueven a la izquierda.
En la dirección de mi escondite.
Donde tengo la intención de poner estas dos píldoras cuando salga
de la habitación. Así que puedo hacer que mis siete días sean una realidad,
y no ocho.
Pero este extraño me está mirando atentamente. Demasiado
cuidadosamente.
Mis pulmones dejan de funcionar cuando se levanta y camina hacia
el otro lado del colchón.
Me inclino sobre mi lado, presionándolo con mi peso. Como si eso
fuera a pararlo. El hombre es un tanque. Podía tirar mi cuerpo entero hacia
la pared con una mano, si así lo deseara. Pero no puedo dejar que gane.
No esta batalla. La única batalla que tengo. Mis manos toman sus brazos
cuando se agacha, pero es demasiado fuerte. Y estoy demasiado débil. Y
ahora soy simplemente un espectador mientras mi paz es arrebatada en
horripilante cámara lenta.
Encuentra las píldoras fácilmente. Unas enteras, y otras sólo hechas
Pág
ina2
8
polvo. Durante sesenta días he guardado esas píldoras. Lo he planeado tan
meticulosamente. Y en cinco segundos, ha descubierto mi secreto. Lo ha
destruido todo.
—Por favor —encuentro de nuevo mi voz oxidada—. Déjalas.
Sus ojos se encuentran con los míos, y ahora... ahora están más fríos
que antes. Frío con un inquietante nivel de odio.
Sus dedos me aprietan la cara y sus labios se separan. Pero las
palabras que quiere decir no vienen. En su lugar, toma un respiro. Y luego
otro. Calmándose a sí mismo. Sus cejas se juntan y sus ojos buscan los míos.
Soy una puta. Una esclava. Una pieza de mercancía subhumana que
Arman usará hasta que finalmente se canse de mí. No debería importarle a
este hombre si muero.
Él agita los analgésicos en su mano sobre mi lengua y luego recupera
una petaca de su chaqueta. La sujeta en mis labios y el líquido se mete en
la boca, fuerte y rico. Coñac. No es lo que Arman bebe, y estoy
agradecida. Este hombre no la afloja. Me obliga a beber lo que queda en
el recipiente. Sé el porqué. Sé lo que viene después. Pero no quiero
aceptarlo.
Cuando el frasco está vacío, lo saca y me aprieta la mandíbula entre
los dedos, levantando y abriendo la boca. Mira dentro, y sin una onza de
finura, se apodera de mi lengua y busca debajo.
Pero las píldoras no están allí. Se aseguró de ello con la cantidad de
líquido que me hizo consumir. Cuando me deja en el colchón, sólo puedo
esperar que la combinación me llevé hacia el olvido. Sus dedos barren mi
mejilla.
Suave de nuevo.
Un ruido abominable se me escapa cuando se inclina hacia abajo y
recoge cada último residuo de mi escondite. Lo que era mío, lo único que
tenía, está ahora en su bolsillo. La braza de esperanza, apagada por un
error descuidado de mi parte.
Y un hombre demasiado cruel para las palabras.
La puerta se abre y él no parece darse cuenta. Sólo cuando mi
Pág
ina2
9
mirada se mueve detrás suyo, su postura se endereza y se levanta. Hay otro
hombre en la puerta.
Un hombre como éste, sólo que mayor. Con el mismo tipo de ropa y
muchos tatuajes que se asoman. Es el tipo de hombre que a primera vista,
la gente cruzaría a la calle para evitarlo. Sus ojos sin emoción cuando
aterrizan en mí. Dice algo en ruso al hombre frente mío mientras que ambos
parecen evaluarme.
Mi destructor de esperanza responde y hace reír al otro hombre. El
hombre mayor le da una palmada en la espalda y asiente antes de que su
cara se deslice en una expresión más seria.
Parece como si estuvieran tratando de llegar a un acuerdo sobre
algo.
El hombre mayor da un paso adelante, agarrando mi barbilla en su
mano y forzando mi mirada hacia él. Me está inspeccionando. De la misma
manera que Arman me inspeccionó cuando primero me compró.
—Creo que tienes razón, Lyoshenka. Ella será el gambito2 perfecto.
Golpear a Arman dónde más le duele, sí, mi pequeña paloma?
Mi barbilla se sacude impulsivamente de acuerdo. La tentación de
herir a Arman de cualquier manera me hace asentir. No soy más que un
perro con un hueso. Un producto de mi entorno. Quiero herir a Arman,
incluso a mi propio costo, que es probablemente a lo que se refiere este
hombre.
Él me libera con una sonrisa satisfactoria y dice una última cosa a su
más joven compañero antes de salir de la habitación. Y luego esos ojos
azules están de vuelta delante mío, por un breve momento. Me quita el
pelo de la cara de nuevo.
—Ve a dormir ahora, Solnyshko3. —Su aliento está caliente en mi oído,
perfumado con el roble y vainilla de su bebida.
Antes de poder comprender lo que esto significa, se ha ido.
2 Gambito: Un gambito es una apertura de ajedrez en la cual se sacrifica una pieza (normalmente un peón)
para conseguir una ventaja. Un gambito jugado en respuesta a otro gambito a menudo se llama contragambito. 3 Solnyshko: En ruso, pequeño sol.
Pág
ina3
0
A lo largo de la noche, el tiempo se arrastra hacia adelante de la
manera que siempre lo hace durante estos eventos. Inactivamente. Estoy
esperando la píldora. Lo único que separa el día de la noche.
Eventualmente, la puerta se abre y los otros esclavos son traídos, los
hombres han sido saciados y ahora es el momento para dejarnos aquí en el
sótano.
Hay otras tres chicas aquí esta noche. Ellas entran en la habitación
como zombis en sus estados drogados y se deslizan hacia abajo por la
pared al suelo de cemento. Podría decirles qué hacer ahora, y no
discutirían. La adicción es lo único que les importa. La siguiente dosis. Hacen
lo que se les dice y luego obtienen lo que quieren.
Tenemos cosas en común, pero no confío en ellas. No puedo. Porque
la última vez que trate de unirme a otro esclava, le dijo a Arman. Mi regalo
de despedida de esa corta amistad fue un brazo roto y una mandíbula
dislocada. Un recordatorio de lo que sucede cuando traicionas a Arman.
Miro a través del vacío que es mi celda y examino las caras de las
niñas. Ellas son todas jóvenes como yo. Probablemente bastantes delgadas
también. Ahora sus ojos están hundidos y sus pieles opacas. Labios
agrietados y cabellos secos y quebradizos. Me hace preguntarme si debo
verme como ellas. O cómo luzco en absoluto. Ya no recuerdo.
Quiero que se vayan, decido. Porque no somos iguales. Eso es lo que
me digo cuando me miran también. Sólo quiero estar sola donde no tengo
que preocuparme de en quién confiar o qué decir. Quiero volver a contar
las líneas en la pared, pero luego recuerdo la verdad. Mi mente está
demasiado frágil para aceptarlo ahora mismo.
Que mi esperanza se me ha arrebatado tan fácilmente. Que no
saldré de aquí en siete días.
Que no saldré de aquí en absoluto.
A menos que encuentre otro camino. Las cadenas alrededor de mis
tobillos no son largas como para envolverlas alrededor de mi cuello. Lo sé
porque lo he
Pág
ina3
1
intentado. Todo en esta sala ha sido considerado. Examinado. Y cuando
eso falló, traté de aprovechar el único poder que tenía. Provocar a Arman e
incluso a Karolina en un estado de violencia que finalmente me liberaría.
Pero eso tampoco funcionó. He considerado todas las opciones a mi
disposición, y las píldoras eran lo único que tenía sentido. La única opción
que me había quedado.
Y ahora se había ido.
El entumecimiento se disipa de nuevo. El santuario cuidadosamente
construido que creé para protegerme ha sido fatalmente herido por el
desconocido con los ojos azules. Lo odio. Lo odio tanto que una lágrima
realmente me aprieta de los ojos.
Necesito el entumecimiento para sobrevivir. Y él me lo quitó.
Ahora todo lo que tengo es esta habitación. Mis silenciosos
pensamientos. Y estas chicas que me miran como si yo perteneciera aquí.
Como si fuésemos iguales.
—¿Qué hizo contigo?
La delgada morena con acento rompe el silencio. Me toma un
momento entender que su pregunta está dirigida a mí. La he visto antes,
pero nunca me ha hablado. ¿Por qué ahora? No quiero hablarle. No quiero
hablar con nadie.
Confunde mi silencio por aparente confusión.
—El cuarto hombre — presiona—. El Señor Nikolaev. ¿Te ha follado?
Todos se inclinan más, esperando mi respuesta. Todavía no respondo.
La morena se vuelve hacia su amiga. —Ves, ya te he dicho, un
sádico.
La rubia sacude la cabeza. —No lo creo. No tiene una marca sobre si.
—¿Qué importa? —pregunta la tercera—. ¿Por qué quieres saber lo
que él le hizo?
—Porque —explica la morena—, Alexei Nikolaev es un recluso. Nunca
sale de su casa. Nunca llega a las funciones. No posee esclavos, y nunca ha
Pág
ina3
2
estado en una subasta. Sin embargo, vino aquí esta noche. Es una cosa
enorme. Siempre hay rumores, pero verlo en persona... incluso Arman se
sorprendió. No lo quería aquí con ella por su reputación, pero nadie le dice
no.
—¿Qué clase de reputación? —Uno de los otros robots hace la misma
pregunta que está en mi propia cabeza.
—Es un Vor —susurra la morena—. Mafia roja.
—Él no es sólo un Vor — se burla la rubia—. Es el concejal de Viktor
Sokolov. El jefe. Alexei Nikolaev tiene una reputación de ser despiadado
para cualquiera que se le cruce.
¿Mafia rusa?
—Creo que tiene relaciones comerciales con Arman —dice la
morena—. Algo pasó y el Sr. Nikolaev no está contento con eso. Arman está
tratando de limar asperezas. Pero una de las otras chicas dijo que oyó a
Alexei preguntar por su esclava en la cena.
Todas vuelven a mirarme, aunque no sea más que un silencio
participante en esta conversación. No tengo una respuesta para ellas. No
sé qué quiere. Pero espero no volver a verlo.
La puerta se abre, y esta vez, es Arman. Está borracho y sus ojos son
un láser sobre mío. Lo que nunca es una buena combinación en lo que a mí
respecta. Tropieza hacia mí y me agarra por el pelo.
—¿Qué hizo contigo? —pregunta—. ¿Estás arruinada?
No contesto. Nunca respondo.
Me sacude la cabeza de un lado a otro, tirando algunos de mis
cabellos en el proceso.
—¡No juegos estúpidos conmigo, muchacha!
Y entonces, para mi alivio, me suelta el pelo y se mueve detrás de mí.
Luego empuja rápidamente sus gordos dedos asquerosos dentro mío.
—Lo sabía —se ríe burlonamente—. El hombre es todo espectáculo.
Aún estás perfectamente intacta. No estás arruinada, pequeño perro. Así
Pág
ina3
3
que tal vez te mantendré por más tiempo, ¿sí?
Me aparto de sus burlas. El recordatorio de que nunca estaré libre de
mi jaula. Deseo la oscuridad. Y viene en forma de su puño en mi cara.
Pág
ina3
4
3
ALEXEI
—¿CUALES VAN LAS COSAS CON K ATYA? —pregunta Viktor.
Lo observo desde mi espacio al otro lado de la mesa. El restaurante
ha sido despejado para acomodarlo. Para la mayoría, estoy seguro de que
es tan temible como los rumores. El Pakhan de Vory v Zakone. Pero para mí,
él es simplemente mi amigo. Alguien que respeto y admiro y que me ha
dado un lugar en esta vida cuando otros no.
Me valora. Y él está arriesgando su vida viajando tan lejos conmigo.
Pero incluso aunque mi posición dentro de la organización es oficialmente
como su consejero, también su activo más valioso. Mi trabajo no puede ser
hecho por ningún otro dentro del Vory. Mi capacidad de manejar las
operaciones de juego y engordar la cartera de Viktor substancialmente es
un conjunto de habilidades que sólo me pertenecen. Hay hackers que se
enorgullecen de su trabajo. Que se jactan públicamente bajo seudónimos y
se burlan de las autoridades. No soy uno de ellos. Simplemente vuelo bajo el
radar como siempre lo he hecho. Como aprendí a hacer a una edad
temprana.
Mis habilidades son únicas. Forjadas a lo largo de toda una vida de
dedicación y trabajo duro. No es talento. No es suerte. No es nada menos
que la perseverancia que me hace el mejor en lo que hago.
Por esta razón, Viktor me tiene en gran estima. Pero también me
gustaría creer que me considera un amigo. Y tal vez, como su papel ha
evolucionado a lo largo de los años, incluso un hijo.
No me gusta mentirle. Pero cuando se trata de Katya, debo. Viktor no
defiende tal traición. Si la verdad fuera descubierta, seguramente la habría
matado. Se habría burlado de mí. Y en el mundo Vory, sólo hay un castigo
por tal
Pág
ina3
5
crimen.
Tan poco como me preocupo por ella, todavía no puedo en buena
conciencia condenarla a muerte.
Viktor es de la vieja escuela en algunos aspectos, y moderna en otros.
No sigue la tradición Vory original de abandonar toda familia. Para él, una
familia fuera del Vory es tan importante como los propios hermanos. Un
hogar feliz hace a un Vor leal, le gusta decirlo. La organización es muy
antigua, pero ha evolucionado con los tiempos. Ahora es práctica común
de casarse con perspectivas adecuadas dentro de nuestra propia cultura,
o de las alianzas. Para un hombre con mi rango, Katya es la opción más
obvia. Una que Viktor y su padre Anatoly insistió. Así que este engaño
continúa. Me quiere tranquilizándolo. Y lo haré, por ahora.
—Está ocupada planeando una fiesta de Navidad.
Viktor agita su mano y rechaza la idea como absurda. —Es decir
disparates. Debería estar planeando una boda, Lyoshenka. Anatoly me ha
pedido una fecha varias veces.
Tomo una cucharada de Borscht y espero mi tiempo. Estoy
quedándome sin razones para darle.
—¿Qué te está reteniendo? —pregunta—. Tendrás treinta y cinco
años este año. No crees que ya es hora de formar una familia?
—Lo es —estoy de acuerdo—. Lo deseo mucho.
—Y, sin embargo, vacilas —argumenta Viktor—. Estoy empezando a
creer que tienes dudas.
El camarero viene y despeja nuestros cuencos, y Viktor se inclina
hacia delante para estudiarme.
—¿Tiene esto algo que ver con tu padre?
—No tiene nada que ver con él —contrataco. Mi voz traiciona la
indignación que siempre se siente ante la mención de Sergei, pero un
hombre como Viktor no presta atención a las advertencias de cualquier
persona.
—Nunca has creído que eres adecuado, Lyoshenka. Debes dejar que
Pág
ina3
6
estos temores se vayan. Katya será una buena esposa para ti. Ya es
consciente de tu condición. Y lo acepta. Será leal. En eso, no tiene
elección.
Sólo que no es leal. Es una mentirosa y una puta. Una que busca un
marido de alto rango, pero prefiere probar a todos sus hermanos Vory a sus
espaldas. Pero no le digo a Viktor. En vez de eso, sólo asiento con la cabeza.
Suspira y se inclina hacia atrás en su silla, pidiendo otra bebida. El
camarero rápidamente lo llena y nos deja a nuestra conversación.
—¿Qué hay de esta esclava? —pregunta—. Planeas mantenerla en
América hasta que Arman venga?
Sus palabras revuelven la imagen mental de la chica. Talia. Es la
misma imagen con la que he pensado muchas veces desde que la conocí
anoche. Está más dañada de lo que ni siquiera había previsto. Franco tenía
razón. He estado sobre cada detalle de su vida.
De sus fotos. Pero conocerla en persona... viéndola en esas
condiciones... no estaba preparado.
Es piel y huesos. Un lío enmarañado de cabello rubio y un rostro
magro y sin vida.
Aquellos ojos grises y vacíos eran un doloroso recuerdo de otra
persona. Otro fantasma.
Una que me persigue a menudo. Y ya, Talia está provocando
recuerdos que no tengo ganas de volver a visitar. He cuestionado mi
estrategia mil veces desde la noche anterior. Y sin embargo, incluso ahora,
estoy ansioso por recuperarla y traerla a mi casa. Llevar a cabo mis planes
antes de que pueda dudarlo más.
—Sí —le digo a Viktor—. Se quedará en mi casa.
—¿En tu casa? —indaga.
—Magda se ocupará de ella —explico.
Él no desafía mi juicio más lejos, y me alegro. Pero observa mi
evidente incomodidad.
Pág
ina3
7
—Pareces... impaciente —comenta.
—Sólo por llegar a casa —le contesto.
Asiente. —Ah, sí. Bueno, eso nos convierte en dos. Le daremos a
Arman una semana para venir. Y si no lo hace, entonces seguiremos
adelante. Y ambos podemos ir de vuelta a nuestros santuarios.
—De acuerdo —le digo.
Ya sé que Arman no vendrá. Porque lo he diseñado de esa manera. Y
sin embargo, cuando Viktor sostiene su copa para brindar, el traidor dentro
de mí le devuelve el brindis.
Pág
ina3
8
4
TALIA
ARMAN ANUNCIA que estará ausente por negocios. Es un descanso
raro para mí, y debería sentir alivio. Pero nunca siento nada. Mi mundo ha
vuelto a la normalidad.
Ruido sordo. Una estática disociativa. El adormecimiento me cubre, y
trato de olvidar que acabo de empezar a contar mis píldoras de nuevo.
Todavía faltan muchos días para reponer mi escondite.
Tengo este plan. Es lo único que tengo. La única motivación que
respira vida en mí de un día para otro. Yo seré la que me libere. Será mi
elección. El tiempo no importa. El tiempo ni siquiera existe en este lugar. O
en mi corazón. Sólo la luz en la distancia. Los ángeles me esperan al otro
lado.
He construido una pared invisible de armadura alrededor mío. Y
funciona casi todo el tiempo. No hay calor, ni miedo, ni placer. Ni siquiera
en lo más pequeño. Pero todavía siento dolor en alguna ocasión, tan
profundo y violento que me siento como si estuviera en un interminable
abismo de desesperación. Y ansiedad. También lo experimento de vez en
cuando.
Sólo hay una cura para alguien como yo. Acepté esta verdad hace
mucho tiempo. Pero es tan difícil de explicar a nadie más. Sentirse
entumecido, pero triste y ansioso al mismo tiempo. Son tres emociones
conflictivas, y por definición, no debería ser capaz de sentirlas juntas. Pero si
Pág
ina3
9
lo hago.
Quiero que no haya nada en absoluto. Nunca más. Sin dolor. Sin
tristeza.
Solo nada.
Es la única forma. Y no voy a dejar ir esta noción. No me rendiré. Es la
única esperanza que vive en el estéril paisaje de mi alma. La única
verdadera libertad que jamás tendré. El curso ha sido establecido, y la
desviación no es una opción para mí.
Este es el pensamiento que me hace seguir adelante. La única cosa
que me hace seguir.
######
Arman se ausenta durante siete días. No salgo de mi habitación, y la
única otra alma que veo es cuando Karolina viene a mi puerta. Usa la
ausencia de Arman como una oportunidad para desquitar su odio. Rara
vez puedo comer cuando él está fuera, y ella se aprovecha de mi cara ya
golpeada por pegarme cada vez que hace una visita. Incluso si no
estuviera encadenada a la pared, dudo que pudiera encontrar la fuerza
para volver a luchar. Mi cuerpo esta delgado y débil. No necesito un espejo
para saberlo.
Sólo se hace más débil cada día que pasa. Acojo con satisfacción
esa debilidad. Y sus puños también. Siempre hay una posibilidad de que ella
vaya demasiado lejos.
Pero nunca sucede.
El día cuatro, la oigo discutiendo con alguien fuera de mi puerta. Es
en ruso, así que no puedo entender las palabras, pero la voz me es familiar.
La voz pertenece al hombre que ahora conozco como Alexei Nikolaev. La
puerta se abre, y sólo puedo reconocer la forma distorsionada de su figura
por debajo
Pág
ina4
0
de mis ojos hinchados.
Sus pasos son suaves cuando se acercan, pero las palabras de su
boca son duras.
No sé qué es lo que le dice a Karolina. Pero ella no responde.
Se arrodilla ante mí, sus dedos suaves en mi mejilla otra vez.
—¿Ella te hizo esto? —pregunta.
No sé por qué, pero quiero responderle. Lo odio. Pero la bondad de
su toque disuelve mi armadura, aunque sea por un segundo. Mis labios se
abren, pero están demasiados agrietado para hablar. No he tenido agua
en todo el día. Me lleva varios intentos decir la palabra.
—Ambos.
Asiente. Y luego se pone de pie. Hay un destello borroso mientras se
mueve hacia Karolina y la golpea contra la pared con su mano alrededor
de su garganta. Sólo puedo escuchar la dura cadencia de sus palabras, no
entenderlas.
Karolina asiente con la cabeza, el sonido de su llorisqueo me satisface
de una manera que no he sentido antes.
Y luego, se ha ido.
Durante los tres días siguientes, Karolina me ofrece tres comidas al día
y no me toca de nuevo.
Cuando Arman llega a casa, su estado de ánimo es más vivido de lo
habitual, y ni siquiera lo veo venir. Entra en mi habitación, arrojando algo
sobre lo que le dije a Nikolaev, y cómo me arrepentiré. Me golpea de nuevo
y me ahoga hasta que me desmayo.
Cuando me despierto, soy un puto desastre, y Karolina está
encorvada sobre mí, limpiándome con una esponja, una sonrisa en su
rostro.
—Es para tu propio bien —dice con su acento grueso—. Pronto
saldrás de este lugar, haznos felices.
Trato
Pág
ina4
1
de procesar sus palabras, pero mi cabeza sigue girando y nada tiene
sentido. Mis ojos están demasiado pesados. Y no puedo mantenerlos
abiertos por más tiempo.
Cuando me despierto de nuevo, es con una bofetada punzante a mi
cara ya dolorida. Tomo una respiración aguda, sólo para darme cuenta de
que ahora estoy apoyada en una posición vertical contra la pared. Arman
está de pie delante de mí, con otro hombre detrás suyo. Me toma un
segundo reconocer a Alexei. Sus labios son presionados juntos, esos ojos azul
acerado perforando en mí.
—¿Me has oído, pizda4? — gruñe Arman, levantando el brazo de
nuevo.
Alexei suelta una cadena rápida de palabras que hace que Arman
se detenga, y puedo decir que le hierve. Arman no recibe órdenes de
nadie. Y sin embargo está tomando órdenes de este hombre. Así que tal vez
es cierto lo que dijeron esas esclavas. Quizá sea despiadado.
Un hombre que no debe ser cruzado.
Pero, ¿qué interés tiene en mí? Sus ojos se mueven sobre mí en un
patrón de cálculo, observando cada moretón y raspadura. Arman toma
esto como su señal para empezar a empujar mi cuerpo. Parece estar
señalando todas las cosas que considera mis defectos, y no es demasiado
gentil al respecto. Pero Alexei no está mirando donde señala Arman. Sus
ojos están en Arman, observando su cara intensamente. El golpe nocivo de
mi corazón me dice que esto no puede ser bueno.
Alexei se adelanta, distraídamente pasando un mechón de mi pelo
entre los dedos. Me estremezco ante el dolor en mi cuero cabelludo, y
frunce el ceño.
—Es americana, ¿no? —pregunta.
Lo miro con curiosidad. Ya sabe que soy americana, ya que me habló
en inglés la semana pasada. Entonces, ¿por qué está fingiendo no saberlo?
Arman responde, pero Alexei no parece oírlo. Su mirada todavía se
centra en mí, y la mía en él. Es sólo después de romper el contacto primero
4 Pizda: en ruso significando coloquialmente “coño”.
Pág
ina4
2
que él se vuelve a Arman. La sala permanece en silencio unos momentos
difíciles antes de que Alexei repita su pregunta.
—¿Americana?
Arman lo aprecia y luego asiente con la cabeza. —Sí. Una joya
americana. Así que debes ser capaz de entender mi vacilación al
separarme de ella, incluso temporalmente. Vale mucho dinero, y es muy
valiosa para mí.
—Valiosa, en efecto —responde Alexei—. Como el envío que
esperaba.
El rostro de Arman se amarga por eso y, por primera vez desde que lo
conozco, en realidad se queda sin palabras. Y es entonces cuando me doy
cuenta de que si Arman tiene miedo de este hombre, probablemente yo
debería tenerlo también. Aquí están ellos, hablando de empeñarme a este
hombre que ya jodió todos mis planes. ¿Y para qué?
—Nos has ofendido —afirma Alexei—. Puedes separarte de ella como
garantía, o puedo informar a Viktor que has cortado el trato por completo...
Arman gruñe su frustración y lanza sus manos en el aire. —Confía en
mí cuando digo que te estoy haciendo un favor. Esta chica no puede ser
entrenada. Es inútil en ese aspecto. Lo he intentado todo. Creo que a la
shalava5 le gustan las palizas que le doy. Pero tengo otra esclava, que...
—No —objeta Alexei—. No estoy interesado en otras esclavas, Arman.
La idea de la garantía es separarse de algo de valor. Cualquiera de tus
otras esclavas no lo hará. Tiene que ser ella o nada.
—Sí, sí. —Arman asiente con obediencia—. Entiendo. Todos somos
amigos aquí... no hay necesidad de amenazas. Puedes llevarte a la chica.
La habitación es tranquila mientras Alexei me mira una vez más.
Arman todavía está nervioso, evidente por el sudor en su frente, y me pone
nerviosa también. Pero entonces pienso en las posibilidades fuera de esta
sala. Este hombre no me conoce. Puede que haya encontrado mis pastillas,
pero no puede predecir todos los pensamientos que atraviesan mi mente.
5 Shalava: esclava
Pág
ina4
3
Salir de aquí significa más opciones. Más oportunidades para
encontrar otro medio.
—La tomaré —dice Alexei rompiendo el silencio—. Hasta que hayas
cumplido la orden para el envío perdido, más tres adicionales...
—¿Tres envíos adicionales? —Los ojos de Arman se alzan—. Pero eso
podría tomar...
—El precio de hacer negocios —responde Alexei—. Me has
molestado, y ya me estoy cansando de ti. ¿Tenemos un trato o no?
—Muy bien" —dice Arman—. Puedo mandártela esta tarde.
—No. —Alexei sacude la cabeza—. La tomaré ahora.
Arman deshace sombríamente mis grilletes y une una correa a mi
cuello. Me empuja a mis pies y me hace caminar afuera sin una pizca de
ropa. Pone la correa en las manos de Alexei, acariciando mi cara una
última vez. Me estremezco, negándome a mirarlo.
El sol bajo me pica los ojos, y empiezan a lagrimear. Es la primera vez
que he estado fuera en más de un año. Es tan abrumador que tengo que
luchar contra el impulso de cubrir mis ojos. Esconderme en la oscuridad
como el animal que soy. Alexei me lleva a un coche donde otro hombre
está de guardia. Abre la puerta y me deslizo en el asiento trasero,
Alexei siguió el ejemplo. Una vez que Arman está de vuelta en la
casa, quita la correa de mi collar. Luego frunce el ceño y saca la chaqueta
de sus hombros, entregándomela.
No entiendo el gesto amable en absoluto, incluso si hace frío. Dudo,
pero finalmente decido tomarla, ya que desesperadamente necesito un
capullo seguro. Es cálida y huele como él, pero no me molesta.
Alexei dice algo al conductor que me mira en el espejo retrovisor
antes poner en marcha el calentador y conducir. Mientras viajamos, siento
los ojos de Alexei en mí pero estoy demasiado impresionada por el paisaje
exterior para prestar atención a cualquier otra cosa. Incluso no sé dónde
estoy. Cuando Dmitri me dejó en mi destino, estuve drogada por muchos
días, incluso semanas. Ese tiempo, todo menos la horrorosa realidad de su
traición, es
Pág
ina4
4
un borrón.
No importa, me doy cuenta. Dondequiera que esté no hay ninguna
diferencia. Mi corazón y cuerpo son lentos, pero tengo que mantener mi
mente aguda. Para centrarme en cualquier oportunidad que se presente
antes de descender al siguiente nivel del infierno.
Escaneo cuidadosamente mi entorno. Fuera de la ventana, no hay
nada más que paisaje. Estamos en un largo y solitario tramo de carretera. Y
Alexei ahora está enfocado en el paisaje del exterior. Así que echo un
vistazo por el cuello de su chaqueta, evaluándolo. Lo odio por quitarme las
píldoras. Mi libertad. Pero también ha sido amable conmigo. Sé mejor que
nadie que la bondad siempre tiene un costo. La bondad es meramente
una ilusión. Como Dmitri.
Este hombre no es diferente. Es grácil en sus movimientos mientras se
desplaza en su asiento y mira por la ventana. Es frio y sereno, como si tuviera
un campo de fuerza alrededor el cual nadie puede penetrar. Todavía está
tan bien vestido como recuerdo, y limpio, lo que es más de lo que puedo
decir de Arman, que se bañaba sólo cuando le convenía.
Pero prefiero tratar con Arman sobre este hombre. Al menos Arman
no oculta su verdadera naturaleza debajo de ropa bonita y un exterior
falso.
—Mi nombre es Alexei. —Su voz llena el pequeño espacio cuando se
gira y me atrapa curiosa.
No respondo. Pero aun así, persiste.
—Ahora sería de buena educación decirme tu nombre —afirma.
No tengo nombre. No soy nada. Nadie. Si alguna vez lo fui, no la
conozco más. Así que permanezco en silencio. Segura en mi fuga. No
puede quitarme eso. No lo hará.
Frunce el ceño y el silencio regresa al coche. Con ello, mi ansiedad.
No puedo leerlo.
Está tratando de meterse en mi cabeza. Tratando de arrojar cada
arma a su disposición en mi armadura ya hecha jirones. Cuando él está
cerca, los sentimientos vuelven. Cosas que me dije que nunca volvería a
Pág
ina4
5
sentir.
Necesito alejarme. Necesito volar lejos. Por cualquier medio posible.
El conductor saca el auto de la autopista y entra a un camino de
grava, a velocidad. Mi corazón lento está bombeando demasiado.
Demasiado alto. Miro hacia atrás a Alexei, y toda la incertidumbre que
siento por él alimenta mi miedo. Tomo una decisión dividida antes de que
pueda darle más de un pensamiento.
Abro mi puerta y empujo mi torso hacia fuera del coche con cada
onza de fuerza que puedo reunir. Pero no es suficiente. Algo fuerte coge mi
pierna y el vehículo frena hasta detenerse. El ímpetu envía la puerta
crujiendo en mi costillas, ahogando todo el aire de mis pulmones. Trato de
patear y gritar, pero mi cuerpo está congelado por el dolor caliente.
Estoy siendo tirada de nuevo al coche, mi mirada colisionando con el
más volátil azul. Está maldiciendo en ruso, sacudiéndome mientras me mira
fijamente con ojos salvajes. Cuando no respondo, cambia al inglés.
—¿En qué estás pensando? —Me agarra más fuerte bajo su
empuñadura—. Prefieres suicidarte que volver a casa conmigo?
¿Realmente piensas que soy peor que Arman?
La forma en que lo dice hace que suene personal, pero no sé por
qué. No sé qué decir, así que continuo mirándolo en silencio. No hay una
explicación para podría dar que él alguna vez entendería. No hay palabras
para transmitir que la esencia misma de la vida ha sido sifonada fuera de mí
y los restos en sus brazos es todo lo que queda.
Se suponía que debía morir en esa bañera hace doce años. Y lo hice.
Solo que mi cuerpo volvió a la vida. Lo que queda ahora es simplemente
una aparición.
—¡Contéstame! —Alexei me sacude de nuevo, y me aflojo alrededor
de sus brazos como una cabeza floja.
Sus ojos traicionan su disgusto conmigo. Su resentimiento. He visto esos
misma cosa muchas veces en Arman y no me molestó. Pero en esta cara y
en este hombre, me molesta.
—¿Por qué no me dejaste ir? —grito de vuelta—. ¡Me has quitado las
Pág
ina4
6
píldoras! Me quitaste todo.
Me mira con incredulidad. Y en un solo momento, toda la humanidad
se disuelve de su rostro. Tira mi cuerpo a través del asiento, sujetándome el
vientre abajo en su regazo. Su mano choca contra la mejilla de mi culo,
duro.
No hago un sonido. O incluso vacilo. Porque sus azotes no son nada
en comparación con los puños de Arman. Esto sólo lo enfurece más. Llueve
una serie de azotes duros, gruño cada vez que lo hace. Es el hombre en el
asiento del conductor quien capta su atención cuando se da la vuelta y le
da golpecitos en el hombro.
—Lyoshka.
Alexei se congela, su mano todavía en mi culo. Estoy mirando la
manija de la puerta, todavía llorando la pérdida de mi intento. Y luego me
jala en posición vertical, en su regazo. Sus ojos se encuentran con los míos, y
su mano sube a mi rostro. Amable. Muy amable. Hay remordimiento en su
mirada. Pero no sé por qué. No me lastimó. Nunca podría lastimarme. Nada
puede hacerlo más.
Cuando lo reconoce en mi expresión, la ira vuelve. Sus dedos se
aferran a mi cara y su aliento está caliente contra mis labios cuando habla.
—No vuelvas a intentarlo, Solnyshko. No soy un hombre al que quieras
probar, y no te gustará lo que suceda después.
Me empuja hacia mi asiento y me abrocha el cinturón antes de cerrar
las puertas bloqueándolas. Y, justo así, nos vamos de nuevo. Por un
momento más breve, algo pasa entre él y el conductor en el espejo
retrovisor. Algún pensamiento tácito. Hay culpa en su expresión. El
conductor le habla en ruso, pero Alexei se centra en el paisaje como si ni
siquiera lo oyera.
El resto de la unidad esta silenciosa y tensa. Me duelen las costillas y
apenas puedo respirar. Un dolor profundo y palpitante florece dentro de mí,
abrumando el entumecimiento.
He intentado y he fallado de nuevo.
Y sé que este hombre nunca me dejará ir. Solo he cambiado un
Pág
ina4
7
infierno por otro.
El coche se detiene, y afuera veo que estamos en un hangar de
avión privado.
En el tiempo que me toma volver hacia Alexei con ojos interrogantes,
él ya tiene una aguja en mí brazo.
—Shh... —Sus dedos se mueven sobre mi cara con pánico—. Ve a
dormir.
Y lo hago.
5
Pág
ina4
8
TALIA
MIS OJOS se abren y se cierran, un gemido vibrante a través de mis
labios mientras me despego la cara del grueso cuero sobre el cual
descansa. Mi cabeza late y mi boca está demasiado seca. Me estoy
quedando quieta, pero algo se mueve debajo mío. Llantas, me doy cuenta
después de un momento.
Estoy en un coche, estirada en el asiento trasero.
Trato de girar y mi cabeza choca contra algo cuando lo hago. Un
pantalón cubriendo un muslo. Mis ojos se levantan para encontrar a Alexei
mirándome.
—¿Dónde estamos? —pregunto.
—Justo afuera de Boston —contesta—. Casi en mi casa.
Su respuesta envía una pequeña ola de pánico a través de mí. Y las
palabras salen de mi boca sin una oportunidad para que mi cerebro las
filtre.
—No quiero ir a Boston.
Levanta una ceja hacia mí y se encoge de hombros. —Tú no lo harás.
Y eso es. Eso es todo lo que necesito oír para volver a mi confortable
estado de adormecimiento. Las paredes resucitan, mi fortaleza emocional
restaurada.
Me las arreglo para sentarme derecha, notando que ahora estoy
completamente vestida. En polainas y un suéter. Hay una breve pregunta
de quién me vistió, pero desaparece rápidamente. Mi atención se centra
en el paisaje exterior.
Estoy de vuelta en Massachusetts. Mi mente está demasiado frágil
ahora mismo para aceptar eso. Así que me digo que no es real. Que nada
de esto es
Pág
ina4
9
real. Pero aun así, mis labios repiten las palabras de nuevo.
No voy a volver a Boston.
Alexei me da una mirada curiosa, pero no responde. Y así estoy
satisfecha con su silencio. Mis pensamientos se deslizan hacia los espacios
cavernosos de mi cerebro y sólo observo. La ondulación de árboles fuera
de la ventana es una explosión de colores para mis ojos aletargados. Es
otoño. Y así es como sé que las palabras de Alexei son ciertas. No hay nada
como Massachusetts en otoño.
Pero no es real. Y no estoy aquí.
El camino es largo y tranquilo. Significa que la casa de Alexei está a
más de una hora. Sólo viendo el paisaje volar por fuera de la ventana hasta
que me duele mucho los ojos y tengo que descansar de nuevo.
Cuando finalmente llegamos a nuestro destino, la comodidad me
rodea. La casa es una fortaleza en medio de la nada, rodeada de nada
más que desierto. Estoy lejos de la gente. Lejos de todo. Todo menos él.
El coche se detiene y trato de salir por mi cuenta. Me doy cuenta
poco después de que mis piernas no funcionan. Alexei me levanta en sus
brazos como un niño y me lleva dentro. Él lleva un suéter azul suave que se
frota contra mi cara con cada paso.
Huele a él. Como el roble y clavo. Y coñac también.
Me conduce a través de una serie de salas y habitaciones antes de
llegar a su destino.
No tengo tiempo para absorber los detalles de la casa en el tiempo
que le toma a él abrir la puerta y ponerme en una cama. Una cama real,
con dos colchones y un marco.
La suavidad es ajena a mi cuerpo, y todo acerca de esta sala se
desborda de mí. He vivido en la oscuridad tanto tiempo, y esta habitación
es brillante. Las cortinas están hechadas hacia atrás, la luz del sol se
derrama por el suelo. Quiero cerrarlas. Permanecer en la oscuridad. Pero no
me muevo.
Mis ojos vagan por la habitación, tomando todo. Hay una estantería,
Pág
ina5
0
rellena con libros. Y una mesa con suministros de arte. Una silla de gran
tamaño junto a la ventana. Ricos colores y frías paredes de piedra. Es
demasiado grande, y todavía demasiado pequeña. Y todo cae en mí.
Me agarro de la garganta, me siento claustrofóbica, pero me
detengo cuando Alexei llama a alguien en ruso. Cuando me estremezco, él
camina delante mío y frunce el ceño. Y entonces una mujer mayor entra en
la habitación meneándose. Me da una pequeña sonrisa y se inclina, sus ojos
se dirigen directamente hacia mí.
Es mayor que Karolina. Y no me mira como Karolina lo hacía. Tiene los
ojos marrones suaves y el pelo oscuro moteado con gris. Lo usa en un
rodete, y un delantal cubre su vestido floral. Si tuviera una abuela, me
imagino que es así cómo podría ser.
—Talia, ésta es Magda —me dice Alexei—. Ella mantiene la casa en
orden.
Frunzo el ceño y muevo mi atención de nuevo a él. Porque dijo mi
nombre. Y nunca le dije mi nombre. Estoy confundida y me duele la
cabeza, así que froto mis sienes. No he tenido una píldora en mucho
tiempo, me doy cuenta. Ni siquiera la mitad de una píldora. Y todo duele.
Necesito por lo menos la mitad de una píldora, para mantener el
entumecimiento. Y el resto puedo guardarlo. Me pregunto cuántas me
dará Alexei, ahora que conoce mi secreto. Me preocupa, pero no tengo
tiempo para considerarlo.
Magda se adelanta hacia mí, dándome una pequeña sonrisa
comprensiva.
—Hola, Talia.
Me saluda en inglés, aunque su acento es muy ruso.
La miro sin expresión.
Alexei suelta unas pocas frases cortas en ruso y luego se mueve hacia
la puerta. Pero antes de que se vaya, se detiene, su mirada volviendo hacia
mí.
—Quita cualquier cosa afilada de la sala de lavado —le dice a
Pág
ina5
1
Magda—. Y no hay bañadera.
Magda frunce el ceño, pero asiente con la cabeza. Y luego Alexei se
va. Todavía estoy mirando hacia él cuando Magda me toma por la mano y
me lleva al vestidor.
—Hay ropa aquí —dice—. Así puedes elegir lo que quieras, hasta
que...
No oigo el resto de sus palabras. Miro la ropa pero no la toco.
Hay demasiada. Demasiados colores. Esa sensación de claustrofobia
está de vuelta, así que me muevo lejos de ellas, chocando contra la pared.
—¿Señorita Talia? —pregunta Magda, preocupación evidente en su
voz—. ¿Estás bien? ¿Necesita sentarse?
Sacudo la cabeza.
—Muy bien. —Asiente—. El Señor. Nikolaev quiere que la limpie. Hay
una ducha que puede usar, y estaré justo afuera si necesitas ayuda.
Me conduce hacia la puerta del cuarto de baño contiguo, pero me
detengo antes de pasar dentro.
—¿Señorita Talia?
No puedo mirarla cuando hablo. No puedo permitir que vea que el
entumecimiento se está desvaneciendo de nuevo.
—¿Hay un espejo? —pregunto.
—Sí, por supuesto —contesta—. Se lo enseñaré.
—No quiero ver.
La habitación es tranquila. Está considerando mis palabras. Y luego se
escapa, volviendo unos momentos después.
—Allí —dice—. Lo he cubierto. No más espejo.
Esta vez, la dejo llevarme dentro. El baño es grande, y como todo lo
demás, abrumador. Pero cuando mis ojos se mueven a la bañera, hay una
sensación de familiaridad y anhelo. Las mismas letras comienzan a jugar a
Pág
ina5
2
través de mi mente. La voz de mi madre. Ángeles en la mañana. Cuatro
ángeles. Y yo también.
Pronto…
—No bañeras. —Magda destruye mi realidad con dos palabras
sencillas.
Me impulsa hacia la ducha y la abre para mí. Y entonces la miro
quitar las maquinillas de afeitar y cualquier otra cosa que podría hacerme
daño.
—Una vez que te hayas lavado, tendré cuidado de tus heridas
—informa Magda.
Y con eso, toma un asiento en la silla al otro lado del cuarto de baño
donde puede intervenir rápidamente si es necesario. Sólo confirma el
pensamiento que resonó a través de mi cabeza.
Este hombre nunca va a dejarme ir.
6
Pág
ina5
3
TALIA
ME TOMO mi tiempo en la ducha, dejando que mis músculos
adoloridos absorban el calor. No puedo recordar la última vez que sentí
agua caliente en mi piel. Cuando Karolina me bañaba, no me dejaba esos
lujos.
Hay un montón de artículos de aseo en esta ducha. Las elecciones
me abruman, y presión crece detrás de mis ojos. El entumecimiento se está
alejando de mí, y dolor está tomando en codicia mi cuerpo y mente. No
quiero esto. No quiero nada de esto.
Solo quiero ser libre. Como ellos. Como mi familia.
Pero él no me dejará.
Busco una botella sin revisar la etiqueta y la uso en cada parte de mi
cuerpo. Sigo inyectando el gel perfumado a flores en mis manos,
lavándome, pero nunca me limpio. Cuando parpadeo mis ojos se abren, mi
piel está cruda y estoy temblando.
—Eso ya está —dice Magda, apareciendo fuera de la puerta con
una toalla—. Te has lavado demasiado.
Cuando salgo, mis rodillas casi se doblan. Magda me agarra por el
brazo y me ayuda a sentarme al otro lado de la habitación. Envuelve la
toalla mullida alrededor mío, pero no ayuda. Todavía estoy temblando. Es
cada vez peor.
—Señorita Talia, ¿estás bien?
—N-n- necesito una píldora. —Mis dientes castañean.
Ella sacude la cabeza y frunce el ceño. —Sin pastillas. Pasará.
—No lo hará —argumento.
Me ignora y recoge algunos artículos del gabinete antes de hacer su
Pág
ina5
4
camino de regreso a mí. Comienza a atender mis heridas. Su toque es
suave, pero se siente como fuego en mi piel. Lloro en todas las partes que
toca, y el dolor es diferente a cualquier cosa que nunca he sentido antes.
—Duele —le digo—. Duele mucho.
Sé que algo va mal cuando me sonrojo por esas palabras. Mi
tolerancia al dolor es alta. Por lo general, puedo disociar. Flotar lejos a otro
lugar. Pero no ahora. Mi corazón está corriendo. Estoy sudando. Y la
habitación está girando.
—Dame algo —le ruego—. Cualquier cosa.
Magda presiona su mano contra mi frente y hace una mueca. —Está
ardiendo.
Abre una botella de Tylenol y me la pone dos píldoras en la mano.
Instintivamente, sé que no son lo que necesito. Pero los tomo de todos
modos y los trago con el vaso de agua que me entrega. Y entonces me
levanto rápidamente sobre el inodoro y lo vomito de nuevo un momento
después.
Ahí es cuando Alexei reaparece, frunciendo el ceño ante la escena.
Estoy extendida en el suelo de baldosa, desnuda y temblorosa cuando mi
cerebro vomita palabras de mi boca.
—¡Sólo déjame morir! —grito—. Dame algo. Cualquier cosa.
Termínalo. Por favor.
Estoy llorando. Por primera vez en demasiado tiempo para recordar.
No hay entumecimiento, no hay comodidad para mí. Siento todo ahora.
Incluso el peso de su mirada preocupada como me retuerzo en el suelo. No
quiero su preocupación. Quiero su misericordia.
Da cuatro pasos rápidos y se arrodilla para cogerme en sus brazos. Le
dice algo en ruso a Magda antes de que ella salga de la habitación para
cumplir su cometido.
—Estás atravesando la abstinencia —me dice—. Pasará.
Sacudo la cabeza y sollozo en su pecho. —No puedo. No puedo
hacerlo. Por favor…
Pág
ina5
5
—Puedes y lo harás. —Su voz deja poco cuestionamiento. Me está
enviando directamente al infierno.
Y luego nos estamos moviendo. Me lleva a la otra habitación y me
coloca en la cama que Magda ha preparado en este momento. Las
cubiertas se pliegan hasta el final, y cuidadosamente coloca sólo la sábana
sobre mi piel. Todavía se siente como cuchillos, así que la pateo y él no
discute.
—El médico vendrá pronto —me dice—. No durará para siempre,
Solnyshko.
—¡Te odio! —grito con una voz demoníaca.
Se estremece, y me sorprende. Hay algo en su cara que parece
familiar. Dolor. Le duele verme así. Le duele oír esas palabras.
La parte jodida de mi cerebro se engancha a esa información y toma
nota de ello antes de que él me dé una última mirada y luego salga de la
habitación.
Magda pone un vaso de agua en la mesita de noche y suaviza el
pelo enmarañado de mi cara, a la manera que he visto que las madres
hacen con sus niños. No la mía. Mina nos encerraba donde no podíamos
molestarla.
Aprieto los ojos y le digo a Magda que se detenga. Lo hace.
—Está bien, pequeña —murmura—. Todo estará bien ahora. El Sr.
Nikolaev cuidara muy bien de ti. Estás a salvo aquí.
Sus amables palabras me enojan y quiero decírsele. Quiero decirle
que es una mentirosa. Que nunca estaré a salvo. Que nunca puedes contar
con nadie que te proteja.
Solo tú misma. E incluso entonces, fracasarás. Pero no digo nada.
Porque otra aguda sacudida de dolor se apodera de mi cuerpo y flaqueo
en mi lado y me doblo en una pelota.
—Trata de descansar un poco —me aconseja con una voz
calmante—. Estaré aquí.
Oigo que sus suaves pasos se mueven a la silla junto a la ventana, y un
Pág
ina5
6
débil pensamiento entra en mi mente. A pesar de que la hostigué, estoy
agradecida de que esté aquí.
Porque si voy al infierno, al menos no voy a ir sola.
###########
Dolor.
Entiendo ahora que la palabra realmente no significaba nada para
mí antes. Lo que pensaba que conocía bien era simplemente una sombra
del demonio que ahora me corteja.
Aullando dentro mío, arañando mis entrañas, desesperada por más
veneno. Mi cuerpo está a merced de este demonio. El santuario dentro de
mi cabeza ya no existe. Nada existe. Sólo dolor. El deseo. Y el demonio que
no puedo controlar.
Sigo pidiendo a Magda que lo termine por mí. Matándome. Digo
cosas horribles de las que ni siquiera sabía que era capaz. En un momento,
la oí saltar de su silla a través de la habitación.
Creo que perdí en conocimiento por un tiempo. Todo está borroso
cuando me despierto, y Magda me está sacudiendo.
—Señorita Talia —dice—. Esta es la Dra. Shtein. Está aquí para hacerle
un examen.
Un gemido es mi única respuesta. No puedo moverme. No puedo ver
nada más que la figura borrosa de una mujer que se cierne sobre mí.
—No va a hacerle daño —continúa Magda suavemente—. Sólo se
asegurará de que esté bien. No tardará mucho.
El hurgar y el empujar se produce durante los próximos veinte minutos
que apenas registro. El dolor se ha ido, y ahora sólo hay agotamiento.
Pág
ina5
7
Pienso que estoy alucinando también. Mis miembros no se sienten como los
míos mientras los levanta y examina cada centímetro de mí. Todavía estoy
desnuda. Pero ya no hay vergüenza. No hay nada.
El entumecimiento está empezando a regresar, y estoy agradecida.
Magda y la doctora hablan en ruso y luego Magda me traduce.
—Le dará algo para el dolor. Algo para ayudar con la abstinencia.
El dolor se ha ido, pero no discuto. Tomaré cualquier cosa que pueda
conseguir.
—Volverá —añade Magda—. Dice que esto es normal. Este líquido la
ayudará.
Me ayudan a sentarme lo suficiente para ingerir lo que sea que me
están dando. Y luego vuelvo a mi almohada, mis ojos se arremolinan hacia
el techo.
—También necesita hacer un examen vaginal —dice Magda.
Hay una nota de preocupación en su voz. Como si yo pudiera
reaccionar desfavorablemente.
No hay nada que puedan hacer que sea peor que lo que ya se ha
hecho. Mi cuerpo no ha sido mío en tanto tiempo, no recuerdo nada más.
Así que mantengo mis ojos fijos en el techo e implanto un nuevo número en
mi cabeza. Treinta. Me daré a mí misma treinta días para encontrar otro
camino. Para entonces, Alexei bajará su guardia. Voy a convencerlo de
que estoy mejor.
Hay un chasquido de guantes de látex, y luego un instrumento dentro
de mí. No me lastima. Pero entonces el doctor está moviendo el DIU dentro,
y me encojo ante la sensación. Arman lo puso cuando me compró.
La Dra. Shtein murmura algo en ruso, ella y Magda hablan en voz baja
por unos pocos momentos, llegando a algún tipo de conclusión. Y entonces
Magda aprieta mi mano más arraigada y dice algo en inglés que no oigo.
Algo cambia dentro mío, y entonces la doctora se aleja y me da una
palmadita en la pierna. Magda cubre mi mitad inferior, mientras que la
doctora se prepara para algo más. Mis ojos se cierran y una aguja entra en
Pág
ina5
8
mi brazo.
—Un examen de sangre —explica Magda.
Cuando esa parte ha terminado, Magda me cubre completamente.
—Lo hizo muy bien. —Me da una palmada en la mano alentándome.
No quiero que sea amable conmigo. No quiero nada de esto. Esas
son las últimas cosas que me digo antes de dormirme.
7
AL
Pág
ina5
9
EXEI
ESTOY CENTRADO en los informes en las pantallas de los ordenadores
cuando Franco golpea mi escritorio para llamar mi atención. Le echo un
vistazo a través de ojos nublados.
—¿Me necesitaba? —pregunta.
Asiento y uso el mando a distancia para extraer la información que
he recuperado en el monitor a través de la pared. Franco se vuelve para
examinar las caras en la pantalla, así como los nombres y direcciones
debajo de ellos.
—¿Qué es esto? —demanda.
Otro clic hace aparecer las capturas de pantalla de las apuestas que
hice hace un mes. Mientras Viktor no se preocupa por cuales tipos de
apuestas le dan dinero, yo lo hago. Hay ciertas cosas en esta vida que ni
siquiera yo acataré.
—Están llevando una apuesta deportiva bajo una categoría falsa.
Reproduzco las imágenes del anillo de lucha ilegal de perros que
descubrí, y Franco no hace más preguntas, excepto la más importante.
—¿Qué le gustaría?
—Haz que sea un doble. —Señalo a los hombres a la izquierda—. Uno
en la cabeza, uno en el corazón. Y luego trae a Abbott a mí.
Franco asiente con la cabeza, pero antes de irse, vuelve a dirigirse a
los monitores.
—Nikolai le está esperando abajo.
Mis dedos se contraen alrededor del vaso de coñac en mi mano
mientras miro las cámaras de la casa y lo observo en la pantalla.
—¿Qu
Pág
ina6
0
é es lo que quiere?
—Hablar con usted —replica Franco vagamente. Y luego sale de la
habitación, permitiendo que mi rabia consuma mi paz.
Me modero con el resto de mi bebida antes de que esté lo
suficientemente tranquilo para enfrentarme a él. Mi medio hermano,
Nikolai. Aunque no llevamos el mismo apellido. De mi padre, la vergüenza
por mí era demasiado grande para permitir tal cosa. Así que llevaba el
nombre Nikolaev por herencia de mi madre muerta, mientras el cargaba
con el apellido de nuestro padre Kozlov. Es afortunado para mi padre que
no nos parezcamos en nada, para evitar la especulación. Su mayor temor
es que la verdad será revelada a sus hermanos en el Vory. Que ellos sabrían
que tiene un hijo que es defectuoso. Nikolai es su orgullo y alegría, y yo no
soy nada.
Cuando llego a la sala de estar, Nikolai me espera, con las manos
cruzadas en su regazo.
Tiene el pelo y la tez más favorable que yo, y cuando encuentro su
mirada, sus ojos son una réplica exacta de los de mi padre.
—¿Es una visita de negocios? —pregunto.
—Sí. —Se levanta y extiende su mano, la que ignoro.
Hago un gesto hacia el bar de la habitación. —Sírvete una de mis
bebidas si quieres. Como haces con todo lo demás.
El insulto no pasa desapercibido, pero lo ignora. Viktor no tiene
conocimiento de la tensión entre nosotros, y esta es la única razón por la
que permito su presencia en mi casa. Él sólo ha estado aquí una vez más
desde el incidente de hacía seis meses, y luego se alejó con un brazo roto y
una cara ennegrecida. Si Viktor hubiera tenido conocimiento del incidente,
Nikolai tendría suerte de escapar con la pérdida de unos de sus apéndices
en el mejor de los casos.
Pero a pesar de la amarga rivalidad entre nosotros, es mi hermano. Y
nunca se ha atrevido a compartir mi secreto con el Vory o cualquier otra
persona que pudiera utilizar fácilmente para su ventaja. Por esa sola razón,
siento que le debo la misma cortesía.
Pág
ina6
1
—Anatoly me envió a preguntar por una fecha para una fiesta de
compromiso —informa Nikolai.
—Entonces este fue un viaje desperdiciado —replico—. Deberías
saber eso.
—No tengo excusas para dar por mis acciones —me dice Nikolai—.
Fue un error, Lyoshenka. Sé que merezco morir por lo que te he hecho. Y a
veces, desearía que les dijeras. Diles la verdad. No quiero seguir por este
camino. Quiero reparar el daño que he hecho. Así que dime cómo.
—Esta discusión terminó —coincido—. Así que a menos que tengas
otros asuntos conmigo, puedes irte.
Nikolai frunce el ceño y se mete las manos en los bolsillos. —¿Qué
debo decirle, entonces?
—Eso depende de ti —respondo—. Estoy seguro de que pensarás en
algo.
Una expresión extraña toma su rostro, y sus ojos se mueven hacia el
techo. Aunque no puedo oírlo por mí mismo, sé exactamente lo que es. La
mujer. Está teniendo otro episodio. Que he visto desde el monitor en mi
pared durante demasiado tiempo hoy.
La tensión en mi cuerpo está a punto de explotar si no la suelto
pronto.
—¿Qué es eso? —pregunta Nikolai.
—Eso no es asunto tuyo.
Frunce el ceño, pero no discute cuando hago un gesto a la puerta.
Hace una pausa un tiempo más para escuchar el sonido de arriba y luego
sale como le pedí.
Para cuando Franco regresa con mi cautivo, estoy aún más al borde
y completamente ebrio. Pero su arrepentimiento no puede esperar. Porque
en este momento, es exactamente la cosa que necesito.
Asiento con la cabeza en aprobación por el hombre amordazado
que esta sobre el voluminoso hombro de Franco.
Pág
ina6
2
—Llévalo al sótano. —Cojo la botella de coñac del bar—. Bajaré en
un momento.
8
TA
Pág
ina6
3
LIA
LOS DÍAS SE MEZCLAN en un patrón repetitivo de dolor y sueño.
Magda me alimenta con caldo y la medicación prescrita cada mañana.
Todo es demasiado vívido y penetrante para mis ojos frágiles, y le suplico
que cubra la habitación en tinieblas.
Acepta mi petición y me permite dormir. No hay otra opción. No
puedo moverme de la cama. O por lo menos es lo que creo. Hasta una
noche, en la que me encuentro en el suelo, acurrucada de la forma en que
solía estar cuando Arman tomó mi colchón lejos.
Es duro e incómodo, pero familiar. Quiero quedarme allí.
Cuando Alexei me recoge y me devuelve a la cama, mis
murmuradas protestas se encuentran con sus duras palabras.
—Tú duermes en la cama en mi casa —me dice—. Siempre.
Y luego me deja en mi forma especial de infierno.
Tres semanas pasan antes de que los síntomas se disuelvan y mi
mente esté clara. La primera vez cuando me siento de pie en la cama y
miro alrededor de la habitación, tengo que recordarme dónde estoy. Con
ojos sobrios, todo se ve diferente. Más caro.
Las paredes son de piedra. Y los colores alrededor de la habitación
son ricos y oscuros.
Oro y borgoña a través de las cortinas y alfombras del área para que
coincida con los muebles de caoba.
Es larga. Demasiado grande para mí. Y las cortinas abiertas de nuevo,
permitiendo a la luz natural invadir el espacio. Todavía se siente demasiado
brillante. Cuando balanceo mis piernas por el lado de la cama y pongo
Pág
ina6
4
peso en ellas, están rígidas y tengo que mantenerme sobre el colchón para
dar los primeros pasos.
El material suave roza mi piel, y miro hacia abajo. Me doy cuenta de
que estoy usando pijama. Algodón rosa suave. Es una sensación extraña
contra la piel que ha estado desnuda por tanto tiempo.
Me muevo por la habitación, tocando todo lo que es extraño para
mí. Cosas que no he visto o sentido durante más tiempo del que puedo
recordar. Libros, lienzos, pinceles. Las texturas se sienten extrañas contra las
almohadillas de mis dedos. En la parte de atrás del lienzo, encuentro una
grapa que arranco con mis dedos. Instintivamente lo presiono en la carne
de mi palma, aliviando la tensión en mi pecho con la familiar comodidad
del dolor. Entonces la puerta se abre y la arrojo al suelo.
Magda se encuentra mi mirada, sus ojos siguiendo el movimiento, y
frunce el ceño. Ahí está con una bandeja de comida en sus manos.
Comida de verdad.
—Debería estar en la cama. —Me da una sonrisa triste mientras
coloca la comida en la mesita de noche.
Observo la fruta brillantemente coloreada en la bandeja y mi boca
babea por la vista. También hay sopa y algunas galletas.
Magda hace un gesto para que vuelva a la cama, y lo hago.
—Coma despacio —me aconseja—, y deténgase cuando esté llena.
No es necesario preocuparse por la comida aquí, señorita Talia. Cuando
tenga hambre, puede comer.
Asiento, incapaz de concentrarme en ella.
Tan pronto como sale de la habitación, desobedezco para
atracarme con la comida. No mucho tiempo después estoy en el baño
vomitando todo. Sólo después de ello las instrucciones de Magda empiezan
a tener sentido. Me cepillo los dientes y me deslizo hasta la alfombra suave
en el baño antes de acostarme para descansar. Caigo en un sueño
profundo, sólo me despierto cuando Alexei me levanta una vez más.
Puedo decir por el roble y cuero en su olor que es él. Me recoge y me
lleva a la cama de nuevo. Abro los ojos y miro el techo, trazando sobre los
Pág
ina6
5
patrones allí con un dedo mientras me observa.
—¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunto.
—Te estoy manteniendo. —Es su respuesta.
Sus palabras no me afectan de una manera u otra. Lo que parece
molestarle más que nada cuando me encuentro con su mirada
preocupada. Estoy de vuelta a mí misma ahora. El estado familiar de
desaliento. Incluso sin las píldoras. Y me agrada. Poder permanecer
entumecida para siempre, tal vez. Eso lo hará más fácil de esta manera.
—¿Te gustaría llamar a Mack? —pregunta.
—No sé quién es —respondo.
Inclina la cabeza hacia un lado, examinándome. Después de un
momento, parece haber decidió algo.
—¿Crees que te ha traicionado?
No siento nada.
Sus labios se unen y asiente.
—Vendré por ti mañana —me dice.
Y luego sale de la habitación.
9
Pág
ina6
6
ALEXEI
FRANCO Y MAGDA , ambos, me están observando con
expresiones de preocupación en sus caras. Los ignoro y tiro el coñac en mi
vaso.
—¿Todo listo? —pregunto.
—Sí, señor —responde Franco—. Está esperando en su oficina.
—Talia está bañada y vestida —agrega Magda.
Asiento y reviso mi reflejo en el espejo. Estoy nervioso, pero no es obvio
para cualquiera menos para mí. Si hubiera otra alternativa, me gustaría
creer que la tomaría. Me digo que lo mejor para la chica es lo que hago.
Por Talia. Ella estará a salvo aquí conmigo. En un mundo lleno de monstruos
y lobos, no sobreviviría.
Esto es lo que me digo a mí mismo mientras hago un gesto con la
mano para que los demás pasen a mi oficina. Magda vacila.
—Señor. Nikolaev, ¿puedo ser excusada en esta ocasión? —Su rostro
deja poca duda de lo que piensa de esto. Ella no está de acuerdo.
Magda tiene fuertes instintos maternos, y se siente protectora con
Talia. Así como ella era mi protectora cuando yo era un niño con nadie en
quien confiar.
—No —le digo—. Talia te querrá allí.
Se limpia las manos en su vestido, suavizándolo antes de darme una
suave cabeceada. —Muy bien.
Ella y Franco se dirigen a mi oficina y me dejan para reunirme a Talia.
Cuando paso por el umbral de la puerta, la encuentro acurrucada en la
silla junto a la ventana. Sus tobillos están cruzados, y sus dedos blancos
Pág
ina6
7
pálidos agarrando un libro entre ellos.
Está mirando las páginas, pero no creo que las palabras se estén
registrando. Su mente está lejos En algún lugar en el que nadie más puede
volver a lastimarla. La silla se traga su diminuto cuerpo, y la muerte en sus
ojos me asusta. Ahí hay todavía mucho trabajo por hacer.
Su mirada se mueve de las páginas hacia mí. La expresión en su cara
nunca cambia. Es siempre plana, desanimada. Tal como yo sabía que sería.
Es la razón por la que me dije que sería perfecta. Pero mirándola ahora,
necesito más de ella. Necesito ver una chispa en sus ojos. Algo que me diga
que todavía hay un signo de vida dentro suyo.
—Necesito que vengas conmigo —le digo.
No discute. Sus pensamientos y acciones no han sido suyas durante
tanto tiempo, es una respuesta automática de su parte cuando se levanta
y se mueve hacia mí. Podría estar llevándola a su muerte, y aun así no
discutiría. De hecho, probablemente lo celebraría. Es lo que ella cree que
quiere.
Magda la ha cambiado con un vestido de encaje blanco. Parece
pura, aunque nosotros, ambos sabemos que no lo es. También parece un
ángel embrujado. Todavía demasiado delgada y luciendo anillos oscuros
bajo sus ojos. Pero es hermosa, sin embargo. Su rubia melena es larga y cae
en sus ojos, como un escudo contra el mundo. No quiere que otros la vean.
Ni siquiera puede mirarse a sí misma. Un hecho evidente por el espejo
cubierto en su cuarto de baño.
Estas son todas las cosas que sabía y esperaba en mi mente, pero no
estoy seguro de poder aceptarlas como una vez pensé que podía. Quiero
sacudirla. Exigirle que sienta algo. Pero sé que todavía no es tiempo para
eso.
Por lo tanto, en vez de eso, me estiro hacia delante y recojo los
mechones de su cabello moviéndolos hacia atrás a sus oídos, dejando su
rostro completamente expuesto. Un destello de inquietud se mueve a través
de sus ojos, y puedo decir que quiere volver a ponerlo en su lugar. No lo
permito, mis dedos agarran su barbilla y muevo su mirada hacia mí.
—¿Te preguntas si te devolveré a Arman cuando esto termine? —
Pág
ina6
8
demando. Parpadea, pero no responde. Puedo ver las respuestas en sus
ojos. Ella moriría antes de permitir que eso sucediera. Es lo que cree que
haré, y cualquier cosa que decida o haga para demostrar lo contrario es un
esfuerzo desperdiciado. Talia ha sido traicionada por todos lo que siempre
se suponía la amarían. Las palabras no significan nada para ella. Sospecho
que incluso las acciones en sí, siempre tendrá una segunda suposición.
Siempre buscando la verdad en los motivos debajo de ellos.
La verdad es que nunca confiará en mí. Tampoco yo en ella. Es como
estamos programados. Engañados por demasiados en la dura escuela de
la vida. Considero que es mi igual en esto. La compañera perfecta. Sin
emociones. Alguien que puede estar a mi lado para el beneficio de la
tradición, sin las complicaciones. Tengo que recordarlo cuando la miro.
—Estás en un precipicio —le explico—. Lobos mordisqueándote los
talones. Creo que ya lo sabes, ¿verdad?
Muerde su labio y me da un pequeño cabeceo.
—Y luego está este lobo delante tuyo. Uno que ya sabes quiere algo
más de ti. Es así de sencillo.
No discute. En su lugar, espera a que me explique. Para continuar
cuando considera cada palabra cuidadosamente.
—Podrías volver a Boston...
Se estremece involuntariamente al mencionarlo. Como sabía que
haría.
—Lo que no puedo hacer en buena conciencia, permitir que lo
hagas —concluyo—. Sabiendo lo que harías allí.
Sus ojos grises buscan los míos, sin decir palabra. Tantas preguntas,
pero no pone voz en ellas. Eso me demostraría que tengo poder sobre ella.
Ya sabe que lo tengo pero admitirlo es algo más. Esta es la chispa que me
hace creer que todo no está perdido. Todavía hay pelea, aunque ella no
pueda aceptarla.
—No te enviaré de vuelta a Arman —le digo—. Porque te quedaras
aquí conmigo. Como mi esposa.
Pág
ina6
9
La única respuesta es una expresión vacía. Quiero más. Necesito más.
Mi pecho se aprieta, pero me forjo.
—Conmigo, estarás a salvo. Te daré todo lo que quieras. Ropa,
zapatos, joyas... tendrás lo mejor de todo. Y serás protegida. Como mi
esposa, nadie nunca volverá a tocarte nunca más.
Acepta su destino sin pelear. No debería decepcionarme, pero lo
hace.
Su única pregunta es honesta.
—¿Qué obtienes a cambio?
—A cambio, habré cumplido mi deber y mantendré la tradición de
las apariencias. Estarás a mi lado cuando tenga invitados, y en todas las
otras veces, serás libre de hacer lo que quieras. Dentro de los límites de la
casa.
No hay respuesta de ella. Las palabras no significan nada. Sería más
fácil si me dijera que no quiere esto. Pero no lo hace. Así que la tomo por el
brazo y la dirijo por el pasillo.
La puerta de mi oficina está abierta, y todo el mundo está esperando.
Los ojos de Magda se mueven hacia Talia, buscando alguna señal de
protesta. Un signo de angustia. Cualquier cosa. Pero no hay nada que
encontrar allí.
Conozco la mirada del oficiante y asiento con la cabeza. —Estamos
listos para empezar.
Puesto que él está en la nómina de Vory, no hay necesidad para los
votos o cualquier otro discurso largo fuera de los procedimientos.
Simplemente asiente con la cabeza hacia la mesa donde espera el
certificado. Ayudo a Talia en su asiento y luego tomo el mío a su lado.
Luego le doy una pluma y le muestro donde firmar.
Echa un vistazo a la punta, probablemente considerando si puede
hacer algún daño real con ella. Y luego la presiona en el papel. Sus dedos
tiemblan después de la primera letra, y cierro mi mano sobre la suya para
guiarla. Firmamos juntos con su nombre, y luego me mira. Hay más
preguntas en sus ojos, pero no voz de ellas. ¿Cómo sé su nombre? ¿Qué
Pág
ina7
0
más puedo saber sobre ella?
Siento que necesita algo de mí en este momento. Así que la alabo de
la única manera en que puedo pensar.
—Buena niña.
Limpio mi garganta y tomo la pluma en mi propia mano, firmando en
mi espacio en el papel. Cuando todo está dicho y hecho, el oficiante nos
pronuncia marido y mujer.
Alexei y Talia Nikolaev.
Franco y Magda nos miran mientras deslizo la banda de bodas de oro
negro sobre mi dedo y luego repito la acción sobre el suyo. Su banda es
también de oro negro, con un gran Rubí y una selección de diamantes
negros en los costados. No podía imaginar a mi esposa usando un simple
anillo como tantos otros. No podía imaginar a Talia mezclándose cuando
nació para ser notada.
Es hermosa, es mi esposa. Con sus ojos grises caídos y piel pálida. Ella
será la que cada otro Vor observará en las fiestas. La mujer que todos los
demás Vor codiciarán, pero ahora es mía.
Sin embargo, no será oficial para mí hasta que ella lleve una unión
permanente en su mano.
Una que ella nunca podrá quitar y nadie podrá cuestionar. Estoy
ansioso por marcarla, pero primero, debemos tener al menos varias fotos.
Viktor sin duda las querrá. Como cualquier otra persona que cuestione la
legitimidad de mi matrimonio.
Mis hermanos Vory la querrán. Incluso a riesgo de morir, la querrán.
Depende de mí hacerles saber que es mía. Que ningún secreto vivirá entre
nosotros, y que nunca me traicionará. Incluso si no puedo creerlo yo mismo,
ellos deben creerlo. Talia también debe creerlo. Que la muerte es el único
resultado de tal acción.
He sido débil una vez. Pero no puedo volver a mostrar esa misma
debilidad.
Así que le pido a Franco que tome exactamente diez fotos de
Pág
ina7
1
nosotros. Lo que él hace. Las diez fotos que ya he asignado
estratégicamente en lugares alrededor de mi casa.
Lugares que todos los demás Vory los verán cuando nos visiten. El
recordatorio de que si la tocan, mueren.
Talia posa conmigo sin ninguna pelea. No hay sonrisa en su cara, y no
hay tampoco emoción. Pero cuando le inclino la barbilla para mirarme, no
se da la vuelta. La sostengo en mis brazos y luego beso su mejilla. Incluso
después de que el último flash se apaga, no podemos apartarnos.
Les pido a los demás que se vayan, y ellos lo hacen. Y entonces somos
sólo Talia y yo, uno frente al otro. Mi mirada se mueve hacia sus labios, y mi
propia boca dice una mentira incluso antes de que pueda cuestionarla.
—Es mala suerte no besar a tu novia.
—No me gusta besar —contesta.
Pero no se aleja, incluso cuando me inclino en su espacio,
acariciando mis dedos sobre su mandíbula. Mi respiración se abre en sus
labios, y se estremece.
—Besarás a tu marido —le digo.
Y entonces mis labios están sobre los suyos. Al principio, son fríos. No
hay nada de ella. Pero cuando enredo mi mano en su pelo y pido más, lo
da. Su mano se agarra de mi camisa y abre los labios. Permitiéndome
entrar. Bebo de ella, durante demasiado tiempo. Hasta que apenas puede
sostenerse erguida. Y cuando me alejo, lamento demasiado hacerlo.
Porque quiero más.
Sus ojos se mueven sobre mi cara, buscando respuestas que no
tengo. Necesito decirle mi secreto. Necesita ser consciente. Está en mi
lengua, pero no puedo forzar las palabras fuera. No quiero que sepa esa
parte de mí todavía. No quiero que piense que soy débil cuando necesita
mi fuerza. Cuando prometí protegerla, necesito que no haya duda en su
mente que soy capaz.
Así que en su lugar, saco el kit de tatuaje de mi cajón y lo pongo en mi
escritorio mientras observa.
Pág
ina7
2
—¿Te gustaría un poco de dolor? —pregunto.
Asiente con la cabeza.
De nuevo mis dedos se mueven sobre su rostro, duro contra su sedosa
piel. —Te lo daré entonces.
Se sienta a través del proceso del tatuaje en su mano sin más que una
contracción nerviosa. Esta chica está acostumbrada al dolor. Le gusta el
dolor. Es probablemente la única cosa que siente que está bien.
Me gusta darle esto. Marcarla como mía. Ver mi estrella y mi nombre
tallada en su carne me causa un sentimiento de orgullo cuando sangra y la
vendo.
—Ahora, todo el mundo sabrá que eres la esposa de un Vor —le
digo—. Y si ellos te tocan, morirán.
No lo cuestiona. Sólo me observa, en silencio. Pensativamente.
Esperando ver lo que voy a hacer a continuación. Tan flexible.
—Esta estrella que llevas tiene significado en nuestro mundo,
Solnyshko. Aún no confías en mí. Puede que nunca confíes en mí. Pero esa
estrella te da poder. Protección. Y quiero que hagas algo por mí.
Tomo su otra mano en la mía, tan pequeña, delicada y fría, y cepillo
mis dedos sobre el vendaje.
—Cuando te sientas ansiosa o insegura, quiero que toques esa
estrella. Siempre. Recuérdale, Solnyshko, es la única cosa de la que puedes
estar segura, más que cualquier cosa. Que estás segura sólo por tener esto
en tu piel. No necesitas ninguna otra armadura cuando usas mi estrella.
Sus ojos se encuentran con los míos, y hay duda en ellos.
Incertidumbre. Incluso todavía, sus dedos se mueven sobre el vendaje
mientras luchan contra sus pensamientos. Y sé en este momento, que este
es un paso hacia el progreso. Que se puede reprogramar. Que le he dado
algo en lo que creer, no importa cuán pequeño sea.
Estoy duro, por tocarla. Por estar tan cerca suyo. Y lo que realmente
quiero hacer al siguiente es separar sus piernas y enterrarme dentro.
Joderla, llenarla y reclamarla de esa manera. No creo que ella proteste.
Pág
ina7
3
—Me dejarías follarte —le digo en voz alta—. Ahora mismo, si quisiera.
—Lo que quieras. —Es su respuesta.
Recojo el material de su vestido y lo deslizo por la piel de sus muslos.
Tan cremosa y suave bajo mis palmas. Pero no hay respuesta de su parte,
aunque estoy en llamas por ella. Sabe que la estoy usando. No me ve
cuando la miro, es otro hombre sin rostro.
Y no es así como voy a joder a mi esposa por primera vez. Dejo caer el
material de regreso a sus tobillos y me retiro, sosteniendo sólo mi mano por
ella.
—Ven —le pido—. Es hora de dormir.
10
TALIA
Pág
ina7
4
ESTOY OBSERVANDO las páginas de un libro cuando Magda entra
con el almuerzo. Cuando tomo una mirada lo que hay en el menú, frunzo el
ceño. Pez, de nuevo. Con otro montón de amarga crema. Siempre crema
agria y pescado.
—No tengo hambre —le digo.
Ella sacude la cabeza. —Debes comer cada comida. Por lo menos un
poco.
—No me gusta el pescado.
—El Señor. Nikolaev insiste en que lo comas hasta que te sientas
mejor.
No respondo, así que coloca la bandeja y se mueve hacia la puerta.
Hay una parte de mí que quiere mantener mi distancia. Pero Magda ha sido
amable conmigo. Me vio en mi peor momento, y cuando me mira, no hay
juicio en sus ojos.
—¿Magda?
Mi suave voz la detiene, y se vuelve sorprendida. —¿Sí?
Quiero decirle algo. Pero no sé qué. —¿Por qué las ventanas son a
prueba de balas? —Es lo que sale de mi boca.
Magda mira por la ventana. —¿Cómo pudo saberlo?
Toco el vidrio. —Porque Arman tenía el mismo. —Lo que no le digo es
que lo descubrí cuando intenté tirarme por encima de una de ellas sin éxito.
—El Señor. Nikolaev no se arriesgará con su seguridad —dice—. Es
para la protección de todos nosotros. Esta casa es más segura que
cualquier otro lugar que puedas imaginar. —Para demostrarlo, tira la puerta
pesada de mi habitación que nunca está completamente cerrada—. ¿Ves
estas tiras? —señala—. Son magnéticas. Acero reforzado. Esta habitación es
para tu protección, Talia, aunque no la necesites. El señor Nikolaev nunca
permitiría
Pág
ina7
5
que nadie se acercara tanto a ti.
Asiento con la cabeza y sonríe. Hay esperanza en sus ojos, lo cual es
algo peligroso. No puedo permitir que piense que me va a arreglar. Siempre
he decepcionado a los que me miraron de esa manera antes.
Llego a mi bandeja y me concentro en la comida. Magda se va, y
sólo una vez que está fuera de escuchar le digo gracias.
11
TA
Pág
ina7
6
LIA
UNAS DOS SEMANAS pasan en la monotonía del mismo patrón.
Despertar, comer, dormir, repetir todo. Mi cuerpo ha vuelto a un estado más
saludable, pero mi mente es la misma que siempre ha sido. Enferma. Tóxica.
Estoy inquietandome. Alexei no ha venido a verme desde que me
hizo su esposa. A veces me aventuro fuera de mi habitación. No muy lejos.
Sólo en el nivel en el que estoy hasta ahora.
La casa es grande, y por dentro parece un castillo. Suelos y paredes
de piedra y ricos colores y mobiliario. Hay tres dormitorios en el segundo
piso, así como la oficina de Alexei. Y cuando lo paso, o incluso me quedo
justo afuera de la puerta, él no parece notarme. Soy como una aparición
en esta casa. Moviéndome sin ser vista.
Pero lo noto. Empiezo a notar más sobre él mientras más tiempo estoy
aquí. Su mirada azul cuando coloca sus ojos en mí. La línea de su
mandíbula. El olor que parece permanecer en la casa incluso cuando no
está en la habitación. Su recuerdo siempre presente.
Estoy curiosa.
Es mafioso. Pero nunca sale de su casa. Hay pantallas de
ordenadores en toda una pared entera en su oficina. No sé qué hace. Algo
con ordenadores. Es inteligente. Puedo decirlo por la forma en que
examina los números y hace notas. A menudo, él y Franco pueden
encontrarse jugando ajedrez en su oficina también.
Magda se encarga de todos nosotros. Cocina, limpia y mantiene la
casa en marcha. Franco hace lo que Alexei le pide, saliendo de la casa
con más frecuencia.
Todos tienen su trabajo. Sus razones para ser. Todos excepto yo.
Pretendo leer. Y contemplar mis propios planes. A veces, el impulso no
está más. El de hacerme daño. De liberarme. Y eso me preocupa.
Pág
ina7
7
Necesito revivirlo. No puedo estar demasiado cómoda. Esta no es la
realidad.
Así que cuando salgo de la ducha, hago algo que no he hecho
antes. Me muevo hacia el espejo sobre el fregadero. El que sigue cubierto
con una toalla.
Con una mano temblorosa, la alcanzo y la tiro hacia abajo. Y me miro
fijamente, estoy helada y es un frío recordatorio de mi verdadera realidad.
No reconozco a esa mujer. Es delgada, con huesos sobresalientes y piel
pálida. Cubierta de cicatrices y moretones.
Me toco las mejillas, y ella también. Y la odio. La odio tanto, deseo
que simplemente desaparezca. Pondo mi mano en un puño y la golpeo en
su reflejo. El vidrio se rompe, y la sangre gotea de mis nudillos cuando vuelvo
a dar un paso atrás. Pero no es suficiente. No es suficiente para la rabia que
está burbujeando por dentro.
Así que me inclino y recojo uno de los fragmentos y lo arrastro sobre
mi brazo siete veces. Antes de que pueda contar ocho, Alexei está en la
puerta, su expresión horrorizada y enojada.
Sus ojos parpadean hasta el fragmento de vidrio que apunta ahora a
mi muñeca.
—No —le advierto mientras da un paso.
Me ignora. Cavo la punta en mi piel, pero estoy débil. Porque me lo
saca fácilmente y lo tira al suelo. Cuando lo miro, mis labios se estremecen.
El velo del entumecimiento se ha ido ahora, y mis rodillas están a punto de
doblarse. Él lo siente y me agarra justo antes de caer.
Estoy tirada contra su pecho, manchando con mi sangre toda su
camisa. Me sostiene más apretado, y su mano sube para alisar mi cabello.
Su tacto es suave y amable, aunque sus ojos están más enojados como
nunca antes había visto. Y es todo lo que se necesita para enviarme al
límite.
Lloro. Lloro duro, aferrándome a su pecho por apoyo. En la pequeña
parte de mi mente racional, una voz me susurra. No te acerques
demasiado. No dejes que te vea así.
Pág
ina7
8
Pero las emociones son demasiado fuertes. Me sostiene y susurra en
mi oído. Es en ruso, así que no tengo ni idea de lo que está diciendo. Su voz
es calmante. Y me asusta.
Magda entra en la habitación y jadea ante la vista ante suyo, y estoy
agradecida por la interrupción.
—Talia —murmura—. Ven, ven. Tendré cuidado de tus heridas.
—Me encargaré, Magda —le informa Alexei.
Lo mira, y algo pasa entre ellos.
—¿Estás seguro? —pregunta ella cuidadosamente.
Él asiente, y ella parece vacilante, pero se va. Y me gustaría que se
quedara en su lugar. Es peligroso estar a solas con este hombre que en este
momento se siente como una fuente de confort. Como si pudiera ser el
remedio para el caos dentro de mi cabeza. Mi calma en la tormenta.
Él mismo me dijo que este matrimonio es por el bien de la tradición sin
las complicaciones. Esto es una complicación. La esposa con la que se
casó está dañada y rota. Irreparable.
¿Cómo no podía saber eso?
Me conduce hasta la misma silla en que Magda me sentó cuando
llegué. Me concentro en los diminutos ríos de rojo en mi brazo. Alexei vuelve
y limpia las heridas a fondo y ásperamente. Quiere castigarme, creo.
Cuando le doy un vistazo por debajo de mi cabello, noto que la ira ha
vuelto a sus ojos.
Sus pensamientos están lejanos. Y me pregunto si esto le recuerda a
algo más. Sutura las heridas a continuación, con una mano firme y
practicada. Eso despierta aún más mi curiosidad, pero no le pregunto.
Cuando ha terminado, me lleva al armario y elige un conjunto de
pijamas para mí.
—Póntelos —me instruye.
Hago lo que me dicen y no mira. Me pregunto si hay alguna parte de
él que encuentra cualquier parte de mí atractiva. Es guapo. Con fuertes
Pág
ina7
9
pómulos y una prominente mandíbula. Pálidos ojos azules que me fascinan
a veces y me molestan otras.
Pero a veces parece tan muerto como yo. Como ahora mismo. En un
armario con una mujer medio desnuda ante suyo. No hace alarde de su
buena apariencia, pero parece que oculta algo más detrás de eso.
Cuando estoy vestida, me lleva de vuelta a la cama como a un niño.
La expresión de decepción en su cara me molesta. No tiene derecho a
sentirse decepcionado.
Llama a Magda, la cual aparece en la puerta como si estuviera
esperando justo afuera. Le habla en ruso. Palabras que no entiendo, pero
obtengo la esencia de todos modos.
Ella no debe dejarme salir de su vista.
12
ALEXEI
Pág
ina8
0
LLEVO la botella de coñac hacia mi vaso, pero nada sale. Mediante
mis ojos nublados, hay un entendimiento vago en mi mente diciéndome lo
bebí todo.
Ambos archivos están colocados en mi escritorio. Como un
rompecabezas que no puedo entender. Estudié cada uno de ellos de
cerca, y la única conclusión a la que he llegado es que necesito más
coñac. Parte de mi cerebro me dice que este es el proceso. Que será peor
antes de que mejore. La otra parte, la lógica, me dice que ya he fallado.
Una sombra cae sobre mi puerta, bloqueando la luz del vestíbulo.
Cuando miro, Magda está de pie frente a mi escritorio.
—Alyoshka.
Hay dolor en sus ojos. Por mí. De cualquier otra persona, no lo
toleraría. Pero Magda me conoce mejor que nadie. Mira la botella vacía en
mi escritorio y sacude la cabeza en decepción. Y entonces sus ojos se
mueven a los archivos, lado a lado.
Se sienta en el escritorio y me evalúa. —Ellas no son dato de
computadora —dice—."No puedes analizar estos archivos y encontrar una
respuesta.
—Ya tengo la respuesta. —Es mi afirmación borracha.
Me mira con repugnancia e indignación maternal. —La respuesta no
eres tú.
Las fotos de mi pasado me dicen lo contrario. Mi mirada se mueve
hacia el dibujo dentro de la primera carpeta. En mi cerebro infantil, creía
que algunos lápices y papel podrían compensar el daño que había
causado. Las arrugas componen una casa, un campo de flores púrpuras. Su
color favorito. Le dije que le compraría esa casa algún día. Y rechazó mi
regalo. Mi último regalo para ella.
Magda se acerca y cierra el archivo, ocultando mi pasado detrás de
grueso papel marrón.
—No son la misma —me dice.
Pág
ina8
1
Cuando miro a la mujer frente mío, con buenos ojos, me pregunto
cómo le he fallado también. Me acogió. Se preocupó por mí en mi época
más oscura. Y todavía, aquí está. La única persona en mi vida que no he
manchado.
—Debes mantenerla viva — ordeno.
Esto sólo la enoja más.
—Sabes mejor que nadie que simplemente no puedes obligar a
alguien a tener la voluntad de vivir. Especialmente no después de lo que ha
pasado."
Sus palabras me frustran también. Si alguien puede salvarla, sé que
Magda puede.
—Me preocupo por ti —me dice Magda—. Esta chica está trayendo
tu pasado al presente. Tú crees que puedes salvarla con cosas materiales.
Pero este no es el camino.
—Entonces, ¿cuál es el camino? —pregunto.
Magda suspira y se levanta. —Necesita la única cosa que nadie más
en su vida nunca le ha dado . Lo único que ni siquiera estás dispuesto a dar.
—Hay una pausa donde una profunda tristeza oscila entre sus ojos—. Ella
necesita amor, Alyoshka.
13
TALIA
Pág
ina8
2
ALEXEI ME ESTÁ EVITANDO.
Mis cortes se están curando, y cada vez que toco los puntos, pienso
en él. Acerca de la mirada que pasó entre él y Magda ese día. Acerca de
los secretos que guarda.
Estos pensamientos me ayudan a no concentrarme en mí misma.
Fiel a su palabra, Magda me trae comida cada vez que tengo
hambre. Pero siempre es la misma cosa. Pescado o pollo. Bayas y frutos
secos y verdes.
Pierdo un tiempo pintando ya que Alexei obviamente pretendía que
esto fuera algún tipo de terapia. Pinto cada lienzo rojo sangre. Cuando
Magda los ve, frunce el ceño. Hay decepción en sus ojos, y me irrita.
—Necesito más pintura roja —le digo.
—¿Por qué no vas a explorar la casa? —sugiere—. Podría darte una
vuelta si te gusta.
Juego con el pincel en mis manos para evitar su expresión de
esperanza. —Puedo ir más tarde.
Asiente y hace algo inesperado. Me golpea en el hombro y me da un
pequeño apretón.
—A veces me recuerdas tanto a él —dice—. Cuando vino a vivir por
primera vez conmigo.
—¿Quién? —pregunto.
—Alyoshka —contesta—. Alexei. Ustedes dos son más parecidos de lo
que ninguno se da cuenta.
Hay calor en sus ojos cuando lo dice. Y dolor también.
Miro hacia otro lado, y sale de la habitación.
Pág
ina8
3
###############################################
14
Alexei
VIKTOR ME HIZO una visita como sabía que lo haría cuando recibiera
la noticia. El pakhan rara vez hace llamadas personales a casa sin una
Pág
ina8
4
buena razón. Pero me doy cuenta, mientras está sentado en mi oficina, que
esta es la excepción.
—Estoy empezando a pensar que estoy perdiendo mi propia audición
—me dice cuando termino de verter su bebida—. Sin duda, me han dado
algo de información errónea, Alexei.
Cruzo las manos sobre el escritorio de madera y lo estudio. Talia está
dormida en el pasillo. No quiero que escuche esto. Exteriormente, Viktor
parece tranquilo, pero interiormente puedo ver su enojo. Se suponía que
debía casarme con Katya. Es lo que todos creían que sucedería, aunque
nunca lo acepté.
—He cumplido con mis deberes como tu consejero y continúo
asegurando el futuro del Vory a través de mi trabajo. Pero cuando se trata
de con quién me caso, la elección es mía. Katya no me satisfizo.
—¿Por qué? —exige—. Porque, está bien educada? Hermosa? O es
el hecho de que fue criada para hacer exactamente lo que le dijeron? Que
es ser leal a ésta familia.
Leal, Katya no lo es. Pero Viktor tiene razón. Fue criada con un
propósito. Para casarse con un Vor. Tal vez esto es lo que la hace codiciosa
para probar tantos de ellos como pueda, pero no es mi lugar determinarlo.
No seré responsable por su muerte, así que mantengo mis labios sellados en
el asunto.
Lo cual solo sirve para irritar aún más a Viktor.
—No es posible que te interese ésta chica —me dice—. Es una puta,
Alexei.
—Suficiente —le advierto—. Esa es mi esposa de la que estás
hablando. Está hecho.
Viktor sonríe. Siempre le ha parecido divertido que hable libremente
con él. La mayoría de los hombres no lo intentarían. Pero la mayoría de los
hombres no conocen todos los secretos de Viktor. Y son prescindibles. Yo no
lo soy.
—Solo estoy diciendo los hechos —dice—. Ningún hombre que se
respete
Pág
ina8
5
querría de otros hombres las...
Hace un gesto con su mano, buscando la palabra correcta. —Sobras.
Debajo del escritorio, mi mano tiembla con la fuerza de mi ira.
Exteriormente, me quedo tranquilo. Esta es la forma en la cual Viktor habla
de todas las mujeres. Normalmente, no me molesta en lo más mínimo. Pero
no quiero que hable de esa manera sobre Talia.
—No tenía otra opción en el asunto —le digo.
—Y lo tiene ahora? —Me levanta una ceja—. Me gustaría hablar con
la chica yo mismo. Comprender qué es lo que la hizo estar de acuerdo con
tal arreglo.
—No le estarás hablando a ella.
Termina su bebida y se pone de pie. —Lo haré —dice—. Pero puede
esperar. Tal vez en otro momento. Mientras tanto, tendrás que darle la
noticia a Anatoly.
—Hay muchas parejas adecuadas dentro del Vory —le informo—.
Quizás incluso Nikolai.
Viktor me mira con curiosidad, pero mantengo una expresión neutral.
—Sí, tal vez incluso Nikolai —dice Viktor—. Después de todo, él tiene la
aprobación de Sergei. Y sus orejas también están intactas, ¿no?
—No tiene nada que ver con eso.
—Ciertamente espero que no —avisa—. Por siempre es un largo
tiempo para yacer en la cama que has hecho.
***
Cuando Viktor se va, persigo su partida con dos copas de coñac. Y
luego voy a ver cómo está Talia.
Solo que la encuentro en el pasillo. Su mano se detuvo sobre una vela
Pág
ina8
6
encendida, quemándole la piel. Los ojos sin emociones se encuentran con
los míos, y no intenta ocultar su automutilación. Su rostro está una vez más
arrojado en una sombra de desaliento.
Escuchó.
Me muevo hacia ella y retiro su mano de la llama antes de inclinarme
para apagar la vela. La tomo del brazo y la llevo de vuelta a su habitación.
No se dice una palabra entre nosotros mientras aplico ungüento a la
quemadura y me mira. Las preguntas están en sus ojos, pero no sé cómo
responderlas.
¿Por qué me casé con ella?
Quiere saber. Le debo sus respuestas. Quiero que sepa que no creo lo
que Viktor dijo. Debería decírselo. Lo que le doy en cambio es un suave
beso en la frente antes de meterla en la cama.
Ayer, sonrió. Y hoy, quiere morir de nuevo.
Por mí culpa.
15
Talia
ME HE DEDICADO a vagar por la casa por la noche. Cuando todos
están dormidos, y solo la luna y yo nos hacemos compañía. A veces, Alexei
todavía está en su oficina. Desmayado sobre su escritorio.
Pág
ina8
7
Bebe a menudo por la noche, reviviendo sus propios recuerdos, creo.
Quiero conocer los fantasmas de su pasado. Las cosas que lo persiguen.
Aunque solo sea para quitar el foco de mis propios demonios por una vez.
Esta noche, cuando miro a través de su puerta, escondida en las
sombras, encuentro algo completamente diferente.
Está sentado en su escritorio, pero no está dormido. Sus pantalones
están abajo, y está agarrando su polla en su puño. Dándose placer a sí
mismo. Sus ojos están cerrados, su cabeza apoyada contra la silla. Los
músculos de su antebrazo se tensan con cada tirón, y una sacudida recorre
mi cuerpo al verlo.
El sexo siempre ha sido un mecanismo de supervivencia para mí. La
única forma en que podría conectarme con un hombre. Quiero
conectarme con Alexei. Quiero que él quiera follarme.
Pero luego las palabras de su amigo Viktor se filtran en mi mente.
Sucia. Inmunda. Puta.
Eso es lo que soy. ¿Por qué Alexei me quiere?
Me pregunto en quién piensa cuando se da placer a sí mismo. Mi
esposo.
¿Katya?
No sé quién es. Pero el mismo nombre produce un fuego dentro de mí
que no puedo apagar.
Alexei gruñe y sus caderas se flexionan hacia arriba. Deslizo mis dedos
en mis pantalones cortos y rompo la barrera de mis bragas. Ya estoy
mojada por él. Me toco mientras lo miro.
Su respiración está cambiando. Haciéndose más fuerte. Más rápido.
Está casi allí. Y no estoy cerca de eso.
No puedocorrerme más. Ha pasado demasiado tiempo desde que lo
intenté. Pero quiero tocar. Sentir. Ver esta parte secreta de él que oculta.
Alguien en sus momentos más vulnerables e íntimos.
Se está sacudiendo bruscamente. Furiosamente. En guerra con su
Pág
ina8
8
lujuria. Algo lo está reteniendo de su placer. Con un gemido frustrado,
busca el control remoto en su escritorio y abre los ojos, enfocando su
atención en la pantalla por un breve momento.
Y eso es todo lo que se necesita. Se viene con un gruñido áspero,
corriendose a borbotones en su puño. Estoy paralizada al verlo así.
Agotado, apoya su cabeza contra la silla y cierra sus ojos otra vez. Y
finalmente muevo mi atención a la pantalla, para ver qué es lo que lo
empujó al límite.
Lo que encuentro me asusta y me emociona.
La chica en la pantalla soy yo. De pie en su gimnasio hace dos días,
sonriendo. Por solo el más breve de los segundos. Un fotograma congelado
de una cámara de seguridad que nunca imaginé que existía.
Mi mente no puede manejar las emociones abrumadoras que surgen
dentro de mí. Entonces me retiro. De la misma manera que siempre lo hago.
16
Talia
ALEXEI ME HA DADO UNA COMPUTADORA.
No directamente, sino a través de Magda. Es pequeña y delgada,
Pág
ina8
9
con una carcasa plateada. No la he abierto. Pero me gusta sentir la
superficie suave debajo de mi palma.
Magda me explicó que si hubiera ropa o cualquier cosa que quisiera
comprar, podría hacerlo a través de este dispositivo. Antes de que surgiera
alguna esperanza dentro de mí, me informó que todos los paquetes serían
recibidos por ella y por Franco y que no intente nada cuestionable.
No hay una sola compra que me gustaría hacer. Pero hay algo más
dentro de esa computadora. Una respuesta a una pregunta susurrando en
el fondo de mi mente.
Estoy trazando el pequeño emblema de la manzana cuando la voz
de Alexei corta mis pensamientos.
—No la has usado.
No le respondo, pero sí miro hacia arriba. Hoy, está vestido para salir.
La misma chaqueta negra y una gorra gris en la cabeza como cuando nos
conocimos.
Alexei nunca se va.
A mis ojos, no existe nada más fuera de este mundo que él construyó
para nosotros. Estas paredes y este espacio que me alberga y me mantiene
a salvo. Pero él es el guardián. Y cuando se va, esa sensación de seguridad
huye. Y la idea de que él lo haga ahora envía una pequeña astilla de
miedo a través de mí. No entiendo por qué. Se da cuenta. Y como siempre,
me pregunto cómo me lee tan bien.
—Solo estaré ausente por un tiempo —dice—. Franco seguirá aquí
para cuidarte, al igual que Magda.
Asiento, aunque sus palabras no hacen nada para disipar mi miedo.
Cada respiración que tomo se siente forzada, rebuscada... Como si mis
pulmones se hubieran rendido. Perdí la voluntad de respirar. Prometió que
me mantendría a salvo. Pero luego pienso en Arman. Qué improbable es
que él alguna vez me deje ir. Qué pasa si vino aquí? No he estado
contando. O planeando.
Necesito hacer eso.
Pág
ina9
0
Porque Arman vendrá. Las palabras de Alexei no significan nada para
mí. Al igual que Dmitri y todos los demás antes. Las palabras no son nada.
Incluso los votos matrimoniales no pueden protegerme. Escúdarme. O
incluso repararme. Y debo morir.
—¿Talia? —La voz de Alexei está más cerca ahora, y cuando
parpadeo sus dedos están en mi cara. Cálido y fuerte. No digo nada, pero
no es necesario. Parece entender lo que estoy pensando, y no me gusta
eso. Duda en marcharse ahora.
—Estoy cansada —le digo—. Quiero acostarme.
Asiente y tira de las sábanas hacia mí, ayudándome a entrar en la
cama. Y luego hace una pausa. Sus ojos en los míos. Mis ojos están en sus
labios. Preguntándome si piensa que ahora están sucios porque lo besé. Me
pregunto qué verá cuando me mira de la manera en que me está mirando
en este momento. Mis dedos se mueven sobre la estrella en mi mano.
Exactamente como me enseñó a hacerlo. Él no se lo pierde.
—Volveré pronto —repite suavemente.
Y luego se retira.
Me quedé en la quietud de la casa, esperando a que se cerrara la
puerta principal. En el momento en que el órgano en mi pecho demora
sesenta veces, se va. Y estoy mirando hacia el techo. Pensando en Arman.
Y las preguntas en mi mente. El deseo de saber más de Alexei y de las
emociones que siento salir a la superficie mientras evito por más tiempo lo
que hay que hacer.
Antes de que realmente pueda cuestionar lo que estoy haciendo, me
muevo por el pasillo hacia su oficina. Sé que tiene alcohol allí. Me digo a mí
mismo que eso es lo que estoy buscando.
Puedo escuchar a Magda abajo en la cocina, y no hay señales de
Franco. La puerta está abierta. Todas las pantallas están apagadas. Y entro.
Su olor aún persiste en el espacio. El gran escritorio de roble está muy
gastado, con líneas que cuentan la historia de quién es este hombre. Un
compañero constante a lo largo de los años, parece.
Me siento en la silla y miro los cajones. Están todos bloqueados. Una
Pág
ina9
1
de las pocas cosas que no me representa ningún obstáculo. Tuve un buen
maestro. Un amigo. Una cara distante que pienso a veces, pero pretendo
que no existe.
Porque es más fácil de esa manera. Es más fácil morir sabiendo que a
nadie le importa.
Recupero una horquilla de mi pelo y me pongo a trabajar en el primer
cajón. No toma mucho tiempo para que la habilidad vuelva a mí como si
fuera ayer. Cuando era solo una niña en la calle. Siempre buscando mi
próxima comida. Mi próxima aversión al dolor constante dentro mío.
El cajón no da más que un cuaderno negro y algunas plumas.
Direcciones, nombres y un libro mayor improvisado con pulcros garabatos
de caligrafía en las páginas en blanco. Lo vuelvo a colocar y me muevo
hacia el gran cajón. El de abajo. Un cajón de archivos.
Se abre. Ese órgano en mi pecho late de nuevo. Más fuerte.
Solo hay dos archivos adentro. Dos archivos de papel marrón.
Mis dedos dudan en tocar, pero mi cerebro exige respuestas.
Entonces los recojo. Ninguno tiene un nombre. O cualquier cosa anotada
en el espacio en blanco donde debería estar. Mi boca está seca cuando
miro la puerta y abro el primero.
Lo que encuentro es peor de lo que esperaba. Más de lo que puedo
manejar.
Las páginas de mi vida. Resumiendo mi existencia en una serie de s
despiadadamente contundentes. Certificado de nacimiento, registros de
salud. Pero lo peor de todo son las fotos de mi familia. De mi madre y mis
hermanos. Los registros del periódico impresos en blanco y negro. Y luego
las notas descuidadas del asistente social que me entregó a cualquiera que
me llevara.
Sigo hojeando las páginas. Captura solo palabras y fragmentos de
oraciones cuando colisionan con imágenes en la historia de mi vida.
Asesinados. Tragedia. Niños. Monstruo.
Desaparecida.
Pág
ina9
2
Luego hay fotos. Mi vía respiratoria me está asfixiando la vida. No
puedo respirar.
Esa pequeña niña. No soy yo. No la conozco. Esa no soy yo.
Esas caras. Cuatro ángeles. El halo de pelo de mi madre en la bañera,
sus ojos abiertos y la única sonrisa que vi en su rostro. Mis labios están
cantando las palabras mientras examino las fotos que nunca pensé que
existían. Ángeles de la mañana.
Escena del crimen.
Mis ojos se abren y cierran, y mi cuerpo se balancea hacia adelante y
hacia atrás en la silla. Unos pasos se mueven al ritmo dentro de mi cabeza.
Palabras amortiguadas. Una maldicion.
Y luego una mano, tomando lo que no es suyo.
Agarro los archivos y él tira. El papel se rompe y pedazos de mi vida
llueven en el piso. Estoy de rodillas, arrastrándome en un esfuerzo frenético
para ocultarlos. Él no merece ver. No merece saber estas cosas. Y no quiero
recordar.
Busco una foto justo cuando un fuerte brazo se enrolla alrededor de
mi cintura. Pero está mal. Está todo mal.
Esta no es mi madre en la bañera. Esta es otra persona. Otra mujer en
una bañera diferente.
Y hay sangre. Tanta sangre. Agua roja turbia y una cara que no
reconozco. La foto es arrebatada de mi mano antes de que tenga la
oportunidad de darle sentido.
—Respira. —Escucho a través de la bruma de mi confusión.
Mi pecho está agitándose con fuerza. En lo profundo de los
apretones de un ataque de pánico. Algo que no he experimentado desde
que era una niña.
No hay aire en mis pulmones. Me estoy arañando la garganta, y él me
agarra de las manos.
Pág
ina9
3
—Shh, shh, shh... —Las palabras son susurradas en mi oído mientras su
mano me frota la espalda.
El ataque se desvanece con la suave marea de su voz. Abro los ojos y
me encuentro con azul pálido. Y algo más regresa cuando me alejo.
Enfado.
Mi labio tiembla cuando hablo. —Esta es la razón por la que me
tomaste.
Es la única oración que puedo lograr salir. Pero significa mucho más. Y
la culpa y la vergüenza en sus ojos no dejan dudas a la respuesta.
Nunca podría amarme. Porque estoy dañada sin posibilidad de
reparación. Y quería una esposa solo de nombre. No lo quiero, me digo a mí
misma. No quiero nada de esto.
—No tenías derecho a conocerme! —grito—. ¡No sabes nada de mí!
—Sé todo sobre ti —responde.
—¡Te odio! —Me abalanzo sobre él y la sorpresa nos hace caer al
suelo en un montón—. ¡Quiero cortar tu nombre de mi piel!
Quiero lastimarlo, de la misma forma en la cual me ha lastimado.
Pero, en cambio, una fracción de segundo de suerte me da la oportunidad
que necesito. Está usando su pistolera de hombro. Y una pistola. La tomo
antes de que recupere la compostura y me apresuro hacia atrás sobre mis
piernas, hacia la esquina de la habitación.
Me está mirando.
Y sonriendo. No es una sonrisa normal. Y no se desvanece incluso
cuando meto la pistola debajo de mi barbilla, encontrándome con su
mirada.
Se acerca. Despacio. Atormentándome con sus ojos. Desafiándome.
Como si no creyera que lo haría.
Quiero hacerlo. Es lo que he estado esperando por tanto tiempo.
Entonces no sé por qué estoy congelada. Por qué no puedo soltar su
mirada y
Pág
ina9
4
apretar el gatillo.
—Tu turno, Solnyshko —se burla de mí.
No respondo. Y no puedo dejar de temblar. Se mueve aún más
cerca. Y ahora mi mano está temblando. Mirándolo observarme con ojos
incrédulos.
—Quieres que lo haga? —pregunta.
Alexei ve la indecisión en mi cara. Y se deleita en eso. Se acerca
demasiado. Capturando mis muñecas antes de que pueda hacer algo,
atrapándome en el lugar con su cuerpo demasiado grande. Entonces está
acostado sobre mí, inmovilizándome contra el piso. Regocijándose en mi
fracaso. Burlándose de mí con sus ojos.
—¿Quieres ahogarte, nena? —pregunta.
—No —respondo—. Quiero volar.
—Sabes que nunca te dejaré ir —me dice—. Tal vez necesite este
ángel aquí conmigo, ¿sí?
—Te odio! —grito en su cara otra vez.
No espero nada de él. Pero se estremece. Una reacción visible a mis
palabras que prueba qul no es el único con poder. Aprovecho este
conocimiento y corro con él. Sigo gritando las palabras una y otra vez. Su
mano cae sobre mi cara y aprieta fuerte, forzando mis labios a juntarse
para no poder hablar. El arma en su mano acaricia mi mejilla y baja por la
sensible carne de mi garganta, suave y mortal.
—Hazlo —murmuro bajo su mano.
Clava la pistola en mi carne, sosteniendo mi mandíbula en su lugar
con la fuerza de la misma. Por un minuto, parece que realmente está
debatiéndolo. Pero, en cambio, me agarra del pelo con su mano libre y me
sostiene en su lugar mientras me besa.
No es bueno. No es dulce.
Es pura rabia y química. Quiere odiarme ahora mismo. Yo lo dejaría.
Pág
ina9
5
De hecho, quiero que lo haga.
Pero al final, decide no hacerlo.
Y entonces el único sonido en la habitación es su respiración pesada
y mis sollozos enojados. Vio mi debilidad. Vio mi pasado. Y ahora piensa que
me conoce. Piensa que puede usarme. Al igual que lo hizo Dmitri. Como
todos siempre lo han hecho.
—Ve a tu cuarto.
Se aleja de mí. Todavía hay enojo en su rostro mientras recoge las
fotos, pero no tiene derecho a estarlo.
—Te odio! —Le repito.
Sus hombros se tensan, y mi cuerpo tiembla bajo la ira en su mirada.
Dirigida a mí.
—Como deberías —responde—. Porque destruiré lo que queda de ti.
Parpadeo. Y hay lágrimas en mis mejillas. Humedad. Odio que me
haya hecho llorar delante suyo. Que me hizo sentir cosas a las que no tiene
derecho. Examinó mi pasado y mi vida. Necesito validación. Que mis
pensamientos son correctos. Que mis temores más profundos son correctos.
Esa gente siempre te decepcionará. Y esa esperanza es la más
peligrosa de todas.
—Me elegiste —le digo—. Me elegiste por esas cosas. Tomaste una
puta por esposa porque sabías que nunca podrías amarme.
Su rostro está en blanco. Carece del daño que creí haber visto hace
solo unos momentos.
—Sí —responde.
La pequeña paz que pensé que había encontrado en este santuario
se marchita bajo sus palabras y se convierte en polvo. Mis pies se están
moviendo y mi mente está repitiendo las únicas palabras que me pueden
traer consuelo ahora.
Un día. Una línea.
Pág
ina9
6
Un ángel.
17
Alexei
Estoy en el gimnasio. Muy borracho y con sangrientos nudillos cuando
Magda me encuentra. Me encuentro con su mirada aterrada en el espejo,
y mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Pág
ina9
7
—¿Qué pasa? —exijo.
Mi cuerpo se está moviendo de la habitación antes de que pueda
siquiera explicar.se Encuentro la causa de su preocupación cuando entro
en la sala de estar y veo los cojines del sofá amontonados en el piso.
Mi mirada se mueve hacia donde señala Magda. Donde en la repisa
de una viga al otro lado del techo, Talia se encuentra sentada. Su espalda
está frente a nosotros, su largo cabello rubio es un halo alrededor de su
pijama blanco. Sus piernas cuelgan libremente mientras sus nudillos blancos
agarran la viga y la mantienen firme.
—Está cantando una canción —me informa Magda—. No puedo
hacer que me responda.
Mi cuerpo está rígido mientras avanzo. Hacia el frente de su cuerpo
donde sé que encontraré ojos sin vida si se encuentran con mi mirada.
Porque los puse allí.
—Talia.
La palabra es un comando. Uno escondido detrás del velo de miedo
que siento por dentro.
Sus ojos se abren, muertos y vacíos, para colisionar con los míos.
—No puedes atraparme —dice.
—Si puedo —le contesto.
—Pero no lo harías.
—Siempre lo haré —insisto, mi garganta trabajando para pronunciar
las palabras—. Baja de allí.
Quita una mano de la viga y usa sus dedos para trazar mi rostro en el
aire. Mi corazón late con fuerza. Demasiado rapido. Sé que ella lo hará esta
vez. Antes no estaba segura. Ahora, no hay duda en su mente.
He visto esa expresión antes. Esa paz en su rostro es inquietantemente
familiar.
Y por un momento, ya no tengo treinta y cinco, sino diez. E impotente.
Pág
ina9
8
Mi mente conoce cada dimensión de esta casa. La altura desde el
piso hasta esa viga. Pero en este momento, los cálculos me están fallando.
Las almohadas que Magda ha colocado cuidadosamente debajo no serán
de ninguna ayuda. No desde esa distancia.
—Fui la elección incorrecta —dice Talia—. Escogiste mal.
Hay un momento en el que se encuentra con mi mirada otra vez, y
trato de encontrar las palabras que necesito desesperadamente. Las
palabras que he buscado toda mi vida. Los que podrían salvarnos a los dos.
Ellas no vienen. Ellas nunca han venido.
—No se puede destruir lo que ya está roto —dice.
Y luego se suelta.
Doy un paso adelante.
Delante mío, Magda grita.
Está cayendo demasiado rápido. Pero es ligera.
Cuando la cojo en mis brazos, ambos caemos al suelo y su cabeza
rebota contra mi pecho. Hay una pausa momentánea de silencio antes de
parpadear y abrir los ojos y me mira confundida.
Mi alivio es rápidamente ahuyentado por la ira.
Magda ya está sobre nosotros, intentando mimarla. Pero ya terminé
de mimar a la chica. Le hablo en ruso, diciéndole que saque mi bolso del
armario.
Lo hace a regañadientes, y tiro a la niña a mis brazos. Grita cuando la
agarro por el pelo y le echo la cabeza hacia atrás, forzando su mirada a la
mía.
—Hemos terminado con estos juegos.
La garganta se agita y las lágrimas amenazan los bordes de sus ojos.
Pero loa detiene, como la niña valiente que oculta bajo la ilusión. La que no
tiene más remedio que continuar porque no permitiré ninguna otra opción.
La llevo arriba por la escalera y la tiro sobre la cama, su cuerpo ligero
rebota
Pág
ina9
9
contra el colchón cuando lo hago. Cuando entra Magda, con expresión
preocupada, le indico que deje la bolsa y se vaya. Duda, y eso solo
alimenta mi enojo.
—¡Vete! —rujo de nuevo.
Ambas se estremecen, y Magda le da a Talia una última mirada antes
de irse. Busco en mi bolsa y encuentro la cuerda. Lo uso para atar las
muñecas de Talia a los postes de la cama y sus tobillos a la base. Cuando
termino, retrocedo para examinarla. Abierta para mí, sus ojos muy abiertos y
su pecho jadeando.
Mi pene está dolorosamente duro.
Quiero enterrarme en ella ahora. Para follarla y llenarla con mi
simiente. Para embarazarla con mi hijo. Para demostrarle que nunca me
dejará. Que el contrato que firmó conmigo está firmado con sangre. Para
recordarle el nombre y estrella que he tallado en su carne.
En lugar de eso, me conformé con posarme sobre su cuerpo, mi
mano agarrando su rostro mientras hablo. Huele a mi bebida, y me da
ganas de follarla hasta que no pueda caminar.
—Eres mi esposa. —Mis dedos se clavan en su mandíbula—. Soy tu
dueño. Y nunca me volverás a desobedecer.
Sus ojos se mueven sobre mi rostro, y ninguna discusión sale de sus
labios. Así que voy un paso más allá besándola. Duro y castigador, mi
cuerpo presionando el suyo en la cama. Mi pene insiste en que me hunda
dentro de ella.
—Has tomado mi coñac —le digo—. ¿Te gusta mi sabor en tus labios
mientras caes a la muerte, mi dulzura?
Me muevo en su contra, y no se retira. Está respirando pesadamente.
Su pecho subiendo y bajando. Sus pezones están rígidos debajo de la tela
de su blusa blanca y suave. Sin sujetador. La hinchazón de sus pechos se
levanta con la fuerza de su respiración.
—Mi pequeña Julieta. —Acaricio su piel y chupo su carne—. Me
probarás por toda la eternidad. Porque no puedes dejarme.
Pág
ina1
00
—Te cansarás de mí —responde.
—No te amaré nunca —le digo mientras mis labios se mueven por la
piel nevada de su garganta—. Pero te tendré, Talia. En todos los sentidos.
No te confundas sobre ser mía. Y haré lo que quiera contigo.
Una bocanada de aire abandona sus labios y me alborota el pelo
mientras le doy un empujón a su pijama para mostrar su pecho. Me está
mirando, sus ojos ya no están muertos. Pero curiosos. Curiosos sobre lo que
haré. E impaciente.
Giro mi lengua alrededor de su pezón y luego la chupo en mi boca.
Se estremece contra mí, mordiéndose el labio con fuerza.
Mi mano ahueca el calor entre sus piernas, frotando el material de sus
pantalones cortos con mi pulgar, empapándolo en la humedad.
Cuando mi mirada se encuentra con la suya, hay vergüenza allí. Pero
también deseo.
Y así es como sé que no está perdida. Que tal vez lo que necesita no
es amor, sino deseo.
Mi pulgar frota círculos alrededor de sus pantalones cortos, usando el
material para la fricción mientras libero su otro pecho y me chupo la suave
piel en mi boca. Golpea sus caderas. Y grita.
—No funcionará —me dice.
Mis dedos tiran el material de sus pantalones cortos a un lado y se
meten dentro de su coño desnudo. Empapada y lista para mí.
—Funciona bien.
La aprieto con el dedo y le muerdo los pechos.
—No puedo —sigue diciéndome. Incluso cuando su cuerpo se
contrae y se expande a mi alrededor.
—Lo harás.
Pero no se está dejando ir. Y sé lo que necesita de mí. También sé que
quiero dárselo.
Pág
ina1
01
Me inclino y busco a tientas en mi bolsa hasta que encuentro lo que
necesito. El movimiento de la navaja hace que sus ojos se disparen. Tiene el
efecto inmediato de calmarla. Como sabía que sería.
Mi ángel cree que quiere la muerte. Pero lo que quiere más que nada
es confiar. En mi.
Extiendo la mano y arrastro la cuchilla por la sensible carne de su
garganta, arañando la piel pero sin perforar nunca. Debajo de la carne
suave y lechosa, su pulso late salvajemente por esto. Por mi.
—Más duro —suplica.
La cuchilla viaja más abajo, sobre su pecho y caja torácica mientras
mis dedos continúan moviéndose dentro suyo.
—¿Quieres un poco de dolor para que puedas tener tu placer?
—pregunto.
—Sí, por favor.
Sus caderas se tensan contra mi palma, su cuerpo cobra vida para mí
mientras acaricio la hoja sobre el lugar sensible en su estómago. Y luego
bajo. Abajo sobre su cadera y contra su muslo.
La anticipación es liberarla de la prisión en su mente. Pero sé que no
cederá hasta que tenga lo que cree que quiere. Lo que cree que necesita.
—No necesitas avergonzarte, mi ángel —le digo—. Quiero que te
sueltes. Está bien disfrutar esto.
Se encuentra con mis ojos y niega con la cabeza, mordiéndose el
labio.
—Necesito más.
—Sé lo que necesitas —afirmo.
Hay una discusión ya preparada para derramarse de sus labios.
Piensa que se lo negaré. Pero no lo haré. Ahora no. Quizás nunca.
Me gusta mi esposa jodida. Me gusta todo sobre ella. Y me la voy a
quedar.
Pág
ina1
02
Tomo la navaja y vuelvo a recorrer el camino por su cuerpo. Hasta la
carne pálida de sus dedos y sobre sus nudillos hasta alcanzar su pulgar.
Presiono la punta en la carne, y su respiración se detiene. La estoy tocando
con más fuerza, y está tan húmeda para mí que sé que ya no puede
aguantar más.
—Ahora —suplica.
Con un movimiento de mi muñeca, corto sobre el pulgar. Sisea, y
luego su cabeza cae contra la almohada mientras el carmesí se derrama
de su carne y se deja ir. El orgasmo no es ni pequeño ni débil cuando
finalmente se viene en mis dedos con los labios separados y las mejillas
enrojecidas.
Inmediatamente, cierra los ojos e intenta esconderse de mí.
Dejo a un lado el cuchillo y me inclino sobre ella, mis labios a un
aliento lejos de su rostro.
—Mírame.
Lo hace.
—Te gustarán —le digo—. Te gustarán mis ojos cuando llegue el
momento, Solnyshko. Acostúmbrate desde ahora.
No responde. Pero cuando llevo su pulgar a mi boca y paso su sangre
por mis labios, hay alivio en sus ojos. Anhela esto de mí. Mi aceptación. Y
ansío la necesidad que tiene por mí. La necesidad que solo yo puedo
aliviar.
Empujo el material de su camisa hasta debajo de su garganta y me
muevo hacia arriba para montar sus caderas. Mi cuerpo es mucho más
grande que el suyo, y se ve tan pequeña debajo mío. Tan suave, dulce y
follable.
Pero también se puede romper.
Cuando el sonido de mi cremallera la alcanza, abre los ojos y se
encuentra con los míos. Su lengua humedece sus labios, y los miro mientras
meto mi mano dentro de mis calzoncillos y saco mi dolorida polla. Está en mi
puño, y sus ojos se expanden mientras me mira acariciarla.
Pág
ina1
03
Una vez. Dos veces. Y luego tres tirones rápidos y duros.
Ninguno de nosotros dice una palabra. Mira, sus ojos se mueven de mi
polla hacia mi cara una y otra vez. Mis ojos están en sus labios. Y luego mi
pulgar también. Empujando dentro.
Cierro los ojos y gimo ante la sensación de su boca húmeda y
caliente envuelta alrededor mío. Quiero que esté envuelta a mí alrededor.
Y se lo digo mientras me masturbo encima suyo.
Cuando me vengo, es en su estómago. Caliente y espeso,
marcándola de la manera que quería desde que la traje a casa conmigo.
Tomo lo que queda en mis dedos y los empujo hacia sus labios. Los lame sin
que se lo pida, y me dan ganas de follarla otra vez. El impulso es incluso más
fuerte que antes.
Uso su camisa para limpiar el desastre y luego la cubro con la manta.
Las cuerdas todavía atadas, manteniéndola en su lugar.
Cuando me inclino para susurrarle al oído, sus ojos están somnolientos
y la lucha ha desaparecido.
—Puede que nunca sea capaz de amarte —le digo—. Pero puedo
desearte. Y no haya dudas, Solnyshko, me quedaré contigo.
Pág
ina1
04
18
Talia
ALEXEI ME MANTIENE atada a la cama durante tres días.
Magda viene a ayudarme al baño y me permite bañarme. Y luego
volver a mis ataduras. No se encuentra con mis ojos. Y no puedo decir si es
por vergüenza o desilusión.
La decepcioné. Como siempre hago.
Pero es mejor de esta manera. Le digo lo mismo cuando está
ajustando mis ataduras esta mañana.
—Nunca deberías esperar nada de nadie —le digo—. Para que no
Pág
ina1
05
puedan defraudarte.
Sus suaves ojos marrones se encuentran con los míos, y niega con la
cabeza.
—Talia. —Su mano acaricia mi mejilla, y trato de alejarme—. Nunca
podría estar decepcionada de ti.
Se sienta en la cama, mirándome con tranquila preocupación. La
miro de vuelta, preguntándome por qué es amable conmigo.
Preguntándome por qué le importa en absoluto. Y luego, no creyendo que
sea verdad. Porque a nadie le importa. Esas emociones son solo la
tapadera de otra cosa. Algo siniestro.
Quiero arremeter en su contra. Para alejarla. Porque eso sería lo más
fácil de hacer.
Estas no son las palabras que salen de mis labios.
—¿Quien es ella?
Parpadea, y luego pregunta: —¿Quién?
—La mujer en la bañera. En la foto.
Mira por encima del hombro rápidamente y luego niega con la
cabeza. Toda la amabilidad ha desaparecido de su rostro en un instante, y
en su lugar, algo más se ha afianzado. Protección feroz. Devoción y lealtad.
—Nunca debes hablar de esa foto —avisa—. O de esa mujer.
Olvídate de haberla visto alguna vez.
No le respondo. Porque no haré promesas que no tengo intención de
cumplir.
—Él me está evitando —digo en cambio.
Magda asiente, pero no me da ninguna explicación.
—Ha estado bebiendo.
Nuevamente, asiente.
Y ese es el final de la conversación. Se mueve para volver a su silla,
Pág
ina1
06
pero la detengo.
—Quiero ver algo en la computadora.
Duda, revisando la puerta de nuevo. No es que importe. Alexei tiene
cámaras en cada habitación de la casa, creo. Estoy segura de que puede
ver lo que estoy haciendo cada vez que lo desee. Pero el objetivo de
evitarlo es no hacerlo, así que dudo que lo esté haciendo ahora.
—Solo por unos minutos —dice—. Y luego debo devolverte a tus
ataduras.
Magda me libera de las manos y me instala la computadora. Tiene
que ayudarme a acceder al navegador web ya que nunca antes había
usado este tipo. Una vez que me da una breve explicación, me da la
privacidad que deseo volviendo a su silla.
Mis dedos están temblando mientras picoteo las teclas. Tengo el
estómago revuelto y la garganta tensa.
M-A-C-K-E-N-Z-I-E
W-I-L-D-E-R
No espero mucho. No espero nada en absoluto. No tiene facebook.
Pero tiene un correo electrónico. Uno que no tengo ninguna intención de
usar. Solo quiero verla. Solo quiero algo.
Tenemos mucha historia juntas. Desde que tengo memoria, Mack ha
estado a mi lado. Fue la primera persona en ver más allá de las paredes
que había erigido a mi alrededor. Se hizo mi amiga en el orfanato y luego se
encargó de cuidarme.
Y cuando nos separamos y descubrió lo que mi nuevo padre
adoptivo me estaba haciendo, vino a mi rescate. Dejó su cama caliente y
un hogar cómodo para vivir en las calles conmigo. Para que podamos estar
juntas. Y me enseñó todo lo que sé sobre ser dura.
No tenemos que ser sangre para ser hermanas. No importa lo que los
demás digan. La única calidez que he sentido en mi corazón ha sido por
ella. Es la perra más dura y más loca que conozco y la amo.
Pág
ina1
07
La extraño.
La extraño tanto que la idea de nunca volver a verla me pone
enferma. ¿Pero cómo podría?
¿Cómo puedo enfrentarla así?
Cuando tenía razón sobre todo. Ella tenía razón en creer que hay
monstruos en todos. Ni siquiera puedo imaginar lo que mi desaparición
debió haberle hecho. Cuánto la habré lastimado. Y no es justo volver ahora
cuando todavía estoy en pedazos. Cuando ni siquiera puedo prometerle
que quiero vivir para ver otro día.
Nada de eso sería justo para ella.
Así que me digo a mí misma mientras me desplazo por los resultados
que solo estoy buscando la validación de esos pensamientos. Que es feliz
ahora. Eso es todo lo que necesito saber, y luego todo estará bien. No
importa cuánta miseria viva dentro mío, mientras ella sea feliz, todo estará
bien.
Pero lo que encuentro me duele más de lo que esperaba. Y también
es lo que más quería. Que siga con su vida. Olvidar que alguna vez existí o la
arrastraría hacia abajo con los problemas que no podía arreglar por mí,
pero que quería desesperadamente.
Es su nombre, en un registro de bodas. Mackenzie Wilder y Lachlan
Crow.
El nombre no es desconocido. Él es mi antiguo jefe. El hombre que
dirigía el club en el que trabajaba cuando Dmitri me tuvo en su punto de
mira. Yo era un objetivo fácil.
Siempre lo he sido.
Eso es lo peligroso de la esperanza y el deseo. Creyendo que este
podría ser diferente. Que este podría no lastimarte también. Otras personas
tienen finales felices. Pero yo nunca lo haré. No nací para ello.
Mack es diferente. Merece su final feliz. Pero no puedo entenderlo.
¿Por qué él? ¿Por qué Lachlan? ¿Y cómo?
Pág
ina1
08
Sé las respuestas. En el fondo, sé que fue a buscarme.
Y lo encontró en mí lugar.
No hay fotos de ellos. Quiero ver su cara. Pero sé que estaría pidiendo
demasiado. Mi frágil mente no puede manejar eso. Me gustaría verla y
creer que de alguna manera estaría bien.
Eso no puede suceder.
Nunca me puede ver así. En lo que me he convertido. Todavía
intentará arreglarme. Y no puedo ser reparada.
Es mejor de esta forma.
Magda me mira y me doy cuenta de que he dicho las palabras en
voz alta.
—Es mejor —repito—. Estoy feliz por ella.
Me digo a mí misma esas mismas cosas una y otra vez mientras cierro
la computadora. Y es verdad.
Así que no sé por qué se siente como si me estuviera muriendo por
dentro.
Pág
ina1
09
19
Talia
Cuando Alexei viene a verme nuevamente, cualquier recordatorio
de lo que pasó entre nosotros se ha ido. Su rostro está tranquilo, vacío de
emoción mientras me estudia.
—¿Has aprendido tu lección? —pregunta.
—¿Has aprendido la tuya? —respondo.
Se mueve para ponerse de pie y dejarme otra vez, y lo detengo.
—No puedo hacer ninguna promesa —le digo—. Pero no volveré a
hacer eso en particular otra vez.
Vuelve a sentarse a mi lado. El suave gris de su suéter se extiende a
través de su musculoso cuerpo, y mis dedos pican por tocarlo. Por tocarlo
todo. Para que me haga olvidar.
Sus dedos encuentran mi rostro, duro e inflexible mientras sus ojos se
clavan en los míos.
—No volverás a intentar nada —replica.
No es una pregunta, o una amenaza. Simplemente un comando.
Como si creyera que obedecería. No tengo dudas sobre su autoridad. Su
poder sobre mí es absoluto. Pero todavía siento que quizás también tengo
algo de poder. Como si le recordara su herida más oscura. Como si fuera la
sal misma que le quema y trae todo ese dolor oculto a la superficie.
Toma mi silencio como aprobación y deshace mis ataduras,
frotándome las muñecas y los tobillos cuando termina. Sus ojos están en mi
cuerpo. Moviéndose sobre la extensión pálida de mis piernas y la piel
escondida debajo de los pantalones cortos y la camisola.
Pág
ina1
10
Estos conjuntos de pijamas son lo único que he usado desde mi
llegada. Me ha visto en ellos todos los días. Ha visto todo debajo de ellos
también. Pero en este momento, parece que quiere verlo de nuevo. Quiero
que lo haga. Quiero olvidar. Quiero ser imprudente y sentir la pequeña
emoción y el odio guerrero por mí misma que siento cuando me toca.
Cuando alguien me toca.
Pero no se permite a sí mismo soltarse en este momento.
—Tendremos invitados a cenar esta noche —me dice mientras se
levanta—. No les agradarás, pero te respetarán.
Sin endulzar. Tal vez eso es lo que me gusta de Alexei.
—Necesitarás jugar el papel —agrega.
Separo mis piernas un poco más, llamando su atención mientras
hablo. —¿La esposa cariñosa? ¿O la puta reformada?
Sus ojos se posan en los míos, su lujuria apenas disimulada por su
misma molestia.
—Limpiate —ordena.
—¿Tienes fuego? —respondo—. Porque lo necesitaré para eso.
No sé por qué lo estoy provocando. Pero su indiferencia hacia mí hoy
me molesta. Y todas las emociones que no quiero sentir están saliendo a la
superficie.
—Una ducha servirà. —Es su escueta respuesta antes de abandonar
la habitación.
No sé dónde está Magda. Debe estar ocupada preparando la cena.
Porque por lo general, siempre está cerca cuando me ducho.
Hoy, no está en ninguna parte. Y desde que Alexei regresó a su
guarida, me quedé sola.
Mis ojos se mueven sobre la bañera con una oscura sensación de
anhelo y desesperación. Mis dedos recorren la porcelana blanca y como
un reloj, oigo la voz de mi madre en mi cabeza.
Pág
ina1
11
Me arrodillo y pongo el tapón. De la misma manera que ella debió
haber hecho ese día. No lo sabría. Porque fui la última. Pero debería haberlo
sabido. Porque ella estaba feliz esa mañana. Y ella nunca estaba feliz.
Tarareo la canción mientras el agua llena el lavabo, las ondas
distorsionan mi reflejo en la superficie. El agua está tibia cuando mis dedos
se mueven a través, como si fuera ese día.
Mi ropa cae en un montón a mi lado, y agarro los bordes de la
bañera mientras me bajo dentro. Los destellos del rostro de mi madre
emergen de los lugares más oscuros de mi mente. Estaba sonriendo y
cantando. Y yo todavía estaba vestida.
No había nada en su rostro cuando los vi acostados en el piso del
baño. El horror se apoderó de mí cuando me di cuenta de lo que había
hecho, y yo también quería morir. Ni siquiera di una pelea.
Estaba aturdida cuando me empujó bajo el agua. Me asomé al
sonido distorsionado de su voz debajo del agua. Pero luego estaba en mi
nariz. Mis pulmones. Asfixiándome. Me revolqué y ella me sostuvo.
Como lo estoy haciendo ahora. Mis ojos están cerrados, y estoy
flotando. Perfectamente inmóvil.
Silencio.
No puedo escuchar su voz nunca más. No puedo ver las caras de los
ángeles. Los recuerdos me los ha robado. Los ha distorsionado.
Solo recuerdo su inocencia.
Y que era mi trabajo protegerlos.
Fallé.
Y es por eso que todavía estoy aquí. Siendo castigada. Mi hermanito y
mis hermanas volaron lejos, pero yo nunca lo haré. Porque no los protegí.
En este momento de claridad, eso es a lo que todo vuelve. Siempre
pensé que era un castigo. Que es por eso que sobreviví. Por lo qué me
quedé atrás.
Mi cabello es un halo a mi alrededor, como la seda debajo del agua,
Pág
ina1
12
enredándose en la cara y los brazos. Al igual que el de mamá fue ese día.
Una burbuja de aire escapa de mis labios. Una prueba.
Una urgencia de estar cerca de ellos.
Pero algo sigue tirando de mí. A la luz y lejos de la oscuridad. Una
esperanza persistente. Que tal vez estoy equivocada. Quizás siempre he
estado equivocada. Y tal vez no era mi culpa.
Pero la esperanza no es lo que me salva hoy.
Esta vez, son un par de manos fuertes, sacándome de la bañera y de
mi estupor.
Cuando abro los ojos, no es Alexei al que encuentro. Es alguien más.
Un niño pequeño. Horror y dolor implacable grabado en su rostro.
—¿Por qué me estás haciendo esto? —ruge.
La fuerza de su agarre es dolorosa. Sus músculos están temblando, y
no es a mí a quien ve cuando me agarra la cara y me grita.
—¿Por qué?
Cuando no respondo, me tira al suelo y se inclina para drenar la
bañera. Y luego hace una pausa, respira agitado, y golpea su puño en la
porcelana con un nivel de violencia que incluso mis ojos no han visto antes.
Cuando se da la vuelta otra vez, estoy en la esquina, mirándolo
cautelosamente. Su puño está ensangrentado e hinchado. Dedos
probablemente rotos. Por mí.
Pero es la expresión en su rostro.
Herido y con rabia.
Yo hice eso.
Me molesta. Y es mi culpa.
Tan pronto como me doy cuenta de eso, se va.
Pág
ina1
13
20
Talia
EL SILENCIO de Magda me está molestando.
Me vistió con cuidado. Con un llamativo vestido negro y diminutas
tiras de tela que muestran mi piel debajo. Tacones negros y joyas también.
Mi cabello está lavado y rizado y cayendo en un velo alrededor de mis
hombros. Maquillaje cuidadosamente aplicado.
Y, sin embargo, no me miro cuando me lleva al espejo. La estoy
mirando, en el reflejo.
—Te lo dije —menciono a su reflejo—. Te dije que te decepcionaría.
Se encuentra con mis ojos en el espejo, y sus hombros se hunden.
—No me ha decepcionado —afirma—. Se lo ha recordado.
El qué, no lo dice. Pero ahora sé que es verdad. Soy la sal en su
herida. Y debería haberlo visto antes. Que Alexei es un masoquista, como
yo. Tratando de ahogar sus penas con el coñac que bebe. Intentando
encerrarse del mundo y lo que sea que no quiera enfrentar.
La gente enfrenta sus demonios de diferentes maneras.
Y cuando esas formas no son lo que la sociedad considera
respetables, entonces se le empuja aún más al margen. Como a Alexei. Y
como a mi.
Todos quieren que tenga miedo. Para ser tímida y suave. Gimotear y
llorar cuando los hombres me tocan.
Solo que quiero que los hombres me toquen. Quiero que alimenten mi
auto odio. Y los uso para hacerlo. Quiero usar a Alexei también. Quiero que
me folle y use y me degrade como la basura que soy. Al igual que la
Pág
ina1
14
sociedad siempre decía la basura que yo era. Me haría sentir mejor. Anhelo
esa validación de él.
Pero cuando miro a Magda en este momento, no es lo que veo en sus
ojos. No es vergüenza, o frustración, o la incapacidad de comprender. Es
todo lo contrario de todas esas cosas. Es amor y aceptación.
Mi labio tiembla, y quiero alejarla. La forma en que siempre hago.
Porque la esperanza es la más peligrosa de todas.
—Venga aquí, niña.
Me empuja hacia ella y me abraza. Y no sé qué hacer. Así que solo la
dejo. Hay presión detrás de mis ojos, pero no permitiré que se filtre. Me duele
la garganta por los años de palabras y emociones reprimidas a las que no le
he dado voz. Las inseguridades profundas incrustadas en mi ADN.
—Me eligió porque sabía que solo podría odiarme —le digo—. Porque
le recuerdo lo que no quiere recordar.
—No es tan simple —me dice Magda—. Ustedes son más parecidos
de lo que crees.
Me toma de la mano y me saca de la habitación. Abajo, a la sala de
estar. Donde Alexei está sentado en el sofá, de espaldas a nosotros. Copa
de coñac en mano.
Magda se mueve incómoda, como si estuviera dudando de sí misma.
Y luego se vuelve hacia mí, su cara severa.
—Voy a contarle algo sobre Alexei —susurra—. Algo que nunca debe
divulgar a nadie fuera de esta casa. Algo que requiere absoluta confianza y
fe, señorita Talia. Porque esta información podría dañarlo si alguna vez lo
expone. ¿Lo entiende?
—Entonces, ¿por qué decirme en absoluto? —pregunto.
—Porque necesita saber. Y él está demasiado avergonzado como
para decírselo por si mismo. Pero tal vez te haga ver.
Me quedo callada y observo mientras hace un gesto con la mano.
Pág
ina1
15
—Llámele.
—¿Por qué?
Muevo mi mirada sobre su figura en el sofá. Alto y fuerte, pero
desesperadamente solo. Su postura es derrotada. Cansada. No está ni a
tres metros de nosotros, y todavía no se ha vuelto.
—Alyoshka —grita Magda.
Nada. No hay respuesta. Ningún movimiento en absoluto. Es como si
ni siquiera estuviéramos en la habitación.
—Inténtelo —me dice.
—Alexei —grito.
Ninguna respuesta. Así que lo intento de nuevo, más fuerte.
—¡Alexei!
Nada.
Magda se inclina y acaricia mi mano. —No la está ignorando,
señorita Talia.
Sus palabras dejan lo necesario sin decir. Y miro la parte posterior de
su cabeza confundida. ¿Cómo no pude haberlo visto?
—¿Lee los labios?"
—Lee todo en su cara —responde Magda—. Pero si estás muy cerca
y habla en su oído derecho, puede escuchar un poco.
Tiene sentido ahora. La verdad es increíblemente simple. Justo en
frente de mí todo el tiempo.
Alexei no puede escuchar. Es por eso que se mantiene encerrado en
su casa. No quiere que nadie sepa su secreto. Porque en la mafia, en su
mundo, ese secreto sería una debilidad.
Y de repente me pregunto si también se ve a sí mismo como débil. Si
es por eso que me eligió. Porque estamos defectuosos y dañados.
—Será una tarde larga para usted —me dice Magda—. Debería subir
Pág
ina1
16
las escaleras y relajarse hasta que comience la fiesta.
Le doy a Alexei una última mirada antes de asentir y hacer lo que me
aconseja. —Esta bien.
Pág
ina1
17
21
Alexei
A LAS CINCO EN PUNTO, todos los invitados han llegado.
Viktor y su Vory más confiable han venido a cenar con nosotros esta
noche. En celebración de mi matrimonio. Esta fiesta incluye a Katya y a
Anatoly también. Incluso Nikolai y mi propio padre, que diligentemente me
ignoran tal como siempre lo han hecho.
No preveo una ocasión feliz y cuanto más espero a que Talia baje,
más se me agitan los nervios. No sé cómo será su estado de ánimo esta
noche. Si ella les demuestra que están en lo cierto ignorándome. Con la
misma expresión plana a la que estoy acostumbrado. El mismo deseo de
terminar con su vida en vez de estar casada con alguien como yo.
Debería haber ido con ella. Hablale después del incidente. Pero mi
enojo fue demasiado. No puedo mirarla sin traicionar lo que siento. Como si
me hubiera traicionado.
Viktor me está hablando cuando sus ojos se mueven detrás mío. Y
antes de siquiera mirar, sé que es ella. Espero, preguntándome qué versión
obtendré esta noche.
Aparece a mi lado, y cuando me vuelvo, está llegando a besar mi
mejilla. La acción me sorprende, y a Viktor no se le escapa. Solo después de
un momento me doy cuenta de que es muy baja y soy demasiado alto, así
que me inclino para acomodarla.
Sus labios son suaves y cálidos contra mi piel, y está ausente de
cualquier enojo o desaliento que haya llegado a esperar. Cuando se aleja,
pasa su brazo por el mío y apoya sus dedos pálidos contra el negro de mi
suéter. Está usando su anillo de bodas. Como lo hago yo.
Mis ojos se mueven sobre ella, vestida de negro. Es el
Pág
ina1
18
acompañamiento perfecto para su piel blanca fantasmal y cabello rubio
claro. Se ve como una ángel embrujada, los ojos ahumados en negro y los
labios pintados de rojo. Y ahora, cada par de ojos en la habitación están
encima suyo.
—Buenas noches —le dice a Viktor.
En mi mente, sé que necesito volver mi atención hacia él. Para evitar
hacer el ridículo. Que no pierda algún detalle en la conversación. Pero
estoy teniendo dificultades para apartar mis ojos de mi esposa, quien... No
reconozco en absoluto.
Hay una sonrisa en su rostro cuando Viktor toma su mano libre en la
suya y la saluda. Está metida cerca de mi costado como si fuera mi
compañera. Como si ambos estuviéramos en contra de todos. Cuandohe
estado siempre solo yo.
Hay muchas preguntas en mi mente, pero no tengo tiempo para
considerarlas. Ella toca mi brazo y sonríe, y me doy cuenta de que está
tratando de llamar mi atención.
Me vuelvo hacia Viktor, cuyos ojos se mueven entre los dos con una
expresión curiosa.
—Lo has hecho muy bien, Lyoshenka.
No puedo decir si sus palabras son genuinas o no. Cuando la semana
pasada se refirió a ella como una puta, ahora parece que no puede
quitarle los ojos de encima. Con un asentimiento, la acerco más a mí
envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, y él sonríe.
—Dime — se dirige Viktor a Talia—,cómo te está tratando la vida
matrimonial.
Cuando me mira, hay un calor genuino en sus ojos. No sé de dónde
vino, pero me gustaría desear que la habitación estuviera vacía ahora. En
cambio, me conformo con colocar mi mano posesivamente en la parte
posterior de su cuello. Acariciando la piel caliente allí y mirándola mientras
responde.
—Le diría que mi esposo es un perfecto caballero —dice—. Pero
ambos
Pág
ina1
19
sabemos que eso es una mentira.
Viktor se ríe, y cuando sus ojos se posan en mí, hay aprobación detrás
de ellos. Tomo a Talia aún más cerca, rozando su mejilla con mis labios. No
protesta. De hecho, se apoya en mí y da un suave suspiro de aprobación.
—Sin embargo, eres feliz —comenta Viktor—. ¿Verdad?
No es una pregunta, a pesar de que está redactada como una. Es
una observación. Y ahora mismo, parece feliz.
Talia me mira, sus ojos se mueven sobre mi cara cuando responde.
—Lo soy.
Y luego Viktor levanta su vaso, recitando un clásico brindis ruso por
nuestra salud y felicidad.
Al otro lado de la habitación, la mirada de Katya encuentra la mía.
Dolor y enojo llenan sus ojos mientras los mueve de mí a Talia. La ignoro y
enfoco mi atención en Magda cuando entra a la habitación.
—La cena está servida.
Todos nos mudamos al comedor y Talia toma su lugar a mi lado.
Durante la cena, veo a todos los hombres mirándola. Sergei y Nikolai
incluidos. Cuando su mirada encuentra la mía al otro lado de la mesa, es
pesarosa. Y algo más.
No les permito que se presenten a ella.
La cena es larga. Con brindis y bendiciones de todos los miembros
notables en la mesa. Cuando toca el turno de Sergei, se burla de mí
simplemente diciéndome, por mi buena salud.
Los ojos de Katya están puestos en Talia durante toda la noche, y Talia
también se ha dado cuenta. Debajo de la mesa, su mano encuentra la
mía, y muevo mi atención hacia ella.
Me sonríe, y me desarma.
Tengo la mitad de una idea de quitar los cubiertos afilados de su
alcance.
Pág
ina1
20
Convencido de que me está engañando de alguna manera.
Pero juega bien su papel, sin perder el ritmo cuando alguien le hace
una pregunta. Cada palabra de su boca es una mentira, por supuesto, con
respecto a nuestro matrimonio. Pero solo nosotros lo sabemos.
Cuando los platos han sido retirados y los hombres comienzan a
dispersarse de nuevo en la sala de estar, Anatoly me detiene. Él mira a Talia
y sonríe y luego me pide en ruso que saque la información que necesitaba
sobre un político local.
—Cuidaré de tu esposa —me dice—. Mientras lo consigues.
En cambio, llamo a Magda y le digo que se quede al lado de Talia.
—Vuelvo enseguida —le informo. Y con todos los ojos en la habitación
sobre nosotros, me inclino y la beso como debería hacerlo un marido.
Suavemente, en la mejilla.
Me sonríe, y me retiro a mi oficina.
Como sospechaba, no estoy allí por más de dos minutos antes de que
Katya haga acto de presencia.
—Lyoshka —me saluda.
Mis ojos se mueven sobre su figura alta, llenando el vestido azul que
ha elegido para acentuar todas sus mejores características de la forma en
que siempre lo hace. Tiene el cuerpo de un modelo, y el rostro de uno
también. La gema que muchos de los Vory codician, pero no tienen la
posición para alcanzar.
Al menos no permanentemente. Aunque nunca sabré con cuántos
ha estado, además de mí y Nikolai. Yo era uno de los pocos que tenía el
rango que codiciaba en una pareja. Solo que no tenía todo lo que ella
necesitaba.
Me enamoré. Y se burló de mí. Y aún así, aquí está, rogándome que
regrese.
—¿Cuándo vas a renunciar a esta artimaña? —pregunta,
inclinándose contra mi escritorio y atrapándome en el espacio.
Pág
ina1
21
—No hay artimañas, Katya. —Extraigo la información que necesito de
un archivo, aunque está claro para mí que Anatoly solo tenía una intención
al enviarme aquí.
—Esta chica no es lo suficientemente buena para ti —me dice—. Ella
no es familia. No ha sido criada para ser la esposa de un Vor.
—No fue criada para eso —le respondo—. Es por eso que me casé
con ella.
El insulto no pasa desapercibido. Katya se estremece, pero se
recupera rápidamente.
—No es demasiado tarde —continua—. Puedes despedirla y elegirme
a mí. Dime lo que tengo que hacer Alexei. Para ganar tu perdón. Cualquier
cosa, y lo haré.
—No quiero nada de ti.
Sus ojos se mueven sobre mí mientras se acerca más. Tan cerca que
su pierna roza la mía mientras se inclina en mi espacio, su perfume
empapando el aire a nuestro alrededor. Todos los movimientos calculados
para llamar mi atención. Katya es una experta en manipulación.
Fui manipulado por su belleza y sus palabras. Pero ahora, no siento
nada cuando la miro.
—Es solo la persecución lo que te emociona —le digo—. Necesitas
abandonar estas fantasías tuyas ahora y aceptar la realidad. Quédate con
Nikolai. Ustedes dos deberían ser muy felices juntos.
Se mofa de mí como si la hubiera quemado. —Sabes que no puedo
hacer tal cosa. Él es solo un soldado. Estoy criada para ser la esposa de un
Vor de alto rango.
Me enfrento a su ira con un encogimiento de hombros. —Fue lo
suficientemente bueno para que follaras con él. ¿Cuál es la diferencia?
—Fue un error —afirma—. Por favor…
La desesperación en su voz me irrita. Solo quiero que se vaya.
Una sombra cae sobre la puerta y cuando miro hacia arriba, veo a
Pág
ina1
22
Talia mirándome. Sus ojos se mueven entre Katya y yo, cuestionando la
distancia estrecha entre nosotros.
Extiendo mi mano en un gesto para que venga a mí, suplicándole
con mis ojos que no malinterprete la situación.
Lo hace, sin dudarlo. Y una vez que está lo suficientemente cerca, la
acerco directamente a mi regazo, besándola feroz y posesivamente frente
a Katya.
Cuando me retiro a tomar aire, Talia me está estudiando, y Katya
apenas puede ocultar su desdén.
—¿Has conocido a mi esposa? —le pregunto.
—No. —Los labios de Katya se curvan en una sonrisa falsa concebida
durante años de entrenamiento—. No creo que lo haya hecho.
Mis manos se mueven sobre el cuerpo de Talia, acercándola más a
mí. No es un movimiento calculado de mi parte, sino instintivo. En este
momento, ella es flexible. Hace lo que le pido y desempeña el papel de mi
esposa como si hubiera nacido para eso.
Me gusta así.
Quiero absorber cada segundo de este estado de ánimo mientras
dure. Antes de que inevitablemente lo arruine.
Talia alza su mano y toca mi cara, besándome suavemente antes de
alejarse.
—Lo siento —le susurra a Katya—. No podemos mantenernos alejados
el uno del otro. Fase de luna de miel.
—Disfrútalo mientras dure —responde Katya.
—Tengo la intención de hacerlo. —Talia le sonríe—. Y dicho eso, ¿te
importaría?
Katya permanece en su lugar, su mandíbula tensa y su mirada
ardiendo en la mía. Esperando a que yo diga lo contrario.
—Cierra la puerta cuando salgas —agrego.
Pág
ina1
23
Me insulta en ruso y luego hace lo que le pido.
Pág
ina1
24
22
Talia
NO ME MUEVO del regazo de Alexei cuando Katya se va. En cambio,
me pongo el vestido con lascivia alrededor de las caderas y me recuesto
contra su escritorio, permitiendo que sus ojos se deslicen sobre mí.
Me está mirando de cerca, esperando ver mi próximo movimiento.
No entiende mis motivos. Yo tampoco. Pero al ver lo mucho que esa mujer
lo quería, me hace sentir posesiva. Me hace necesitarlo de una manera
que no debo admitir.
Mi mano se extiende para seguir su mandíbula. Fuerte y recién
afeitado. Suave. Es guapo.
Puedo ver por qué ella lo quiere tanto.
Pero eso no es lo que realmente me molesta.
—Querías ponerla celosa —le digo.
—Sí.
—Porque la amabas —agrego.
—No —responde.
—Mentiroso.
Mis labios se posan sobre los suyos, y lo beso con fuerza. Las manos de
Alexei recorren la parte posterior de mis muslos hasta llegar a mi trasero. Su
palma caliente se desliza en la parte posterior de mis bragas para ahuecar
una de mis nalgas, y luego me empuja contra su dureza.
—¿Quieres follarme y pensar en ella? —le pregunto.
—Te gustaría eso —cuestiona—. ¿Verdad?
Pág
ina1
25
—¿Qué significa eso?
—Utilizarías cualquier excusa para no sentirte como lo haces ahora.
Tiene razón. Tiene tanta razón que me asusta. Siento algo con él. Algo
más que el comportamiento imprudente y el odio a mí misma.
Me siento... A salvo. Su casa es mi santuario. Su cuerpo, mi fortaleza. Es
alto y fuerte y peligroso. Y como dijo Magda, creo que me protegerá.
Esa es la creencia más peligrosa que pueda tener con un hombre.
Necesito nivelar el campo de juego. Necesito que sepa que yo
también sé sus secretos.
—Eso es exactamente lo que un hipócrita diría. —Me acerco y
murmuro en su oído derecho—. Lyoshka.
Se congela, sus manos todavía sobre mi culo, su cabeza moviéndose
hacia atrás para examinarme. Para interrogarme con esos ojos azul claro.
—Lo sé —le digo.
—¿Y qué tienes que decir al respecto? —pregunta.
Su mandíbula está tensa, sus ojos duros y apreciativos. Sé
instintivamente que este hombre podría detectar una mentira si alguna vez
me hubiera atrevido a decir una. Pero solo tengo mi honestidad para
dárselo.
—Me gusta —lo admito—. Porque tal vez eso nos hace parejos. Tal vez
eso significa que somos tú y yo contra el mundo.
Se relaja un poco, y sus cejas se acercan. Lo he sorprendido con mi
respuesta. Esperaba algo diferente.
¿Odio? ¿Asco?
No puedo entenderlo. Pero las palabras de Magda están sonando en
mi mente, alto y claro.
Ustedes son más parecidos de lo que creen.
—¿Cómo lo ocultas tan bien? —pido—. ¿Cómo lees los labios sin ser
Pág
ina1
26
obvio?
—Como cualquier habilidad, la perfeccionas aprendiendo. A través
de la práctica.
Asiento, y continúa mirándome. Y explica.
—No entiendo todo lo que se dice. Capturo piezas, y las junto en mi
cabeza. Como un rompecabezas. Todos son diferentes. Algunos hablan
demasiado rápido, algunos murmuran. Algunos se cubren la boca o miran
hacia otro lado. Algunos son fáciles de leer. Algunos son duros. No se trata
solo de leer labios. Tu cara dice mil cosas que tus labios nunca dirán.
—¿Qué quieres decir?
Sus dedos se acercan para tocar mi barbilla. Y luego mis cejas. Me
recorren la cara, examinándome de una manera que no había hecho
antes.
—Son miles de microexpresiones. La forma en que tus ojos se contraen
y se expanden. El aleteo de pestañas. El tirón involuntario de un hombro o
un tic que ni siquiera sabías que tenías. Hay tantas emociones que pasan
desapercibidas porque la mayoría solo están acostumbrados a escuchar
las palabras. Pero aprendí a mirar. Y ahora veo todo.
Tiene tanto sentido. Cómo es tan observador. Parece anticipar mis
movimientos incluso antes de que yo los conozca.
—¿Y qué ves en mi cara? —le pregunto con curiosidad.
—El dolor del que eres demasiado orgullosa para admitir que sientes.
—Eso apesta. Viniendo de ti.
—¿Lo hace? —demanda.
—¿Bebes tanto porque sientes pena por ti mismo? ¿O es por Katya?
No responde. Su control sobre mí es firme e implacable. Sigo
presionándolo.
—¿Es por eso que estamos casados de nombre solamente? Entonces,
¿puedes follarme y pensar en ella?
Pág
ina1
27
Me besa de nuevo. Duro esta vez. Mientras tanto, sus dedos están
tirando de la cremallera por la parte posterior de mi vestido. Liberando el
material lo suficiente como para poder empujarlo hacia abajo y atrapar mis
brazos a los lados, permitiendo que el aire frío penetre en mis senos.
Se aleja y besa mi garganta, usando su mano para moler mis caderas
en su erección.
—Me casé contigo para poder follarte —responde—. Y pensar en ti
mientras lo hago.
Su boca se acerca a mi pecho, y sus dedos se deslizan en mis bragas
y luego dentro mío. Follándome con su mano mientras estoy sentado en su
regazo. Cierro los ojos y trato de adormecerme como solía hacerlo. Para
deshacerme de los sentimientos que está provocando en mí.
Lujuria. Deseo. Necesidad.
Y lo peor de todo... Esperanza.
Aprieta mi mandíbula con fuerza en su mano y hace una pausa, su
voz tensa cuando habla.
—Mirame —me ordena—. Piensa en mí. Como tu marido te está
follando.
Abro los ojos y me encuentro con los suyos. Oscuro y tan caliente que
siento como si estuviera quemando mi piel.
—Solo pensarás en mí —ordena de nuevo, más duro esta vez—.
Quiero invadir todos tus pensamientos.
No sé si es un comando o una súplica. Entonces mi honestidad sale
de nuevo.
—Ya lo haces.
Me estremezco en sus brazos y sus dedos se mueven dentro de mí otra
vez. La fiesta todavía está sucediendo abajo, pero a Alexei no le importa.
Se toma su tiempo. No permite que mis jodidas necesidades obstaculicen
nuestro progreso, y me da exactamente lo que necesito. Nutre mi deseo de
dolor tirando de mi cabello y arrastrando sus dientes por mi garganta antes
de hundirlos en mi hombro. Y cuando me relajo en sus brazos, me levanta y
Pág
ina1
28
me pone en el escritorio, quitándome las bragas y separando mis piernas.
Sostiene mis muslos debajo de sus palmas, deslizándome hasta el borde del
escritorio para que mi culo cuelgue.
Estoy en exhibición para él. Lascivo y sucio. Mi vestido se amontonó
alrededor de mi cintura, mis pechos en exhibición y mis piernas abiertas. Me
pregunto si le gusto así. Sucio e incorrecto.
No tengo que preguntarme por mucho tiempo. Toma el coñac de su
escritorio y lo abre, vertiéndolo por la parte delantera de mi cuerpo y
humedeciendo mi piel y mi vestido. Mi espalda se arquea y el líquido
calienta mi piel mientras se desliza entre mis piernas abiertas.
Alexei persigue el líquido con su lengua, bebiéndolo de mi carne. Y sin
embargo, soy la que está borracha por la combinación. Pero aún existe esa
parte de mí que siente el profundo abismo de la vergüenza. Lo sabe, pero
no me deja ceder ante eso.
Sus ojos se encuentran con los míos antes de inclinarse hacia
adelante y enterrar su rostro en la parte expuesta de mí. Me come en su
escritorio. Además de su papeleo y mientras sus invitados están abajo. Me
folla con su lengua y gruñe su aprobación mientras me devora.
Y no hay otro lugar en el que pueda pensar si lo intentara. Él es el
único lugar donde quiero estar. En este momento. Verlo arruinarme.
Sintiendo la brutalidad de su agarre en mi culo, magullando mi carne e
imprimiendo su marca en el nivel más profundo de mi psique. El lugar donde
todos mis miedos y necesidades colisionan.
Me vengo duro por él. Y aún así, no se detiene. Hasta que le suplico
que esté dentro de mí.
Y luego me está tirando de vuelta a su regazo. Liberando su
cremallera con los dedos y tirando de mi mano hacia abajo para que lo
toque. Quiere que yo necesite esto. Que lo necesite. Debe ser su propio
miedo lo que lo ciega de ver que su control sobre mí es absoluto. Y que eso
es lo que necesito de él.
No dejo ninguna pregunta en su mente. Recojo el bulto caliente
debajo de sus calzoncillos y paso los dedos por su eje. Sus ojos nunca dejan
los míos. Solo cuando libero completamente su polla y cambio mis caderas
Pág
ina1
29
para empujarlo dentro mío, cierra sus ojos brevemente.
Una vez que está completamente enraizado en mi interior, me agarra
la cara y me obliga a mirarlo de nuevo.
—Mía.
Entonces me está follando. Usándome. Y disfrutándolo
completamente. Sus manos guían mis caderas, y sus labios muerden mi piel.
En todos lados. Me está besando en todas partes. Chupándome.
Probándome. Exhalando su fuego dentro de mí.
Su marca en la forma de follar es más intensa que cualquier otra que
haya experimentado. Sus ojos nunca dejan mi cara. Mirando cada ligero
temblor. Es íntimo y crudo... Estar cara a cara de ésta manera. Piel con piel.
Cada vez que se acerca, hace una pausa o se detiene por completo solo
para besarme. Para tocarme. Sacarlo y absorber todo el placer que pueda
del acto mismo. Me asusta y me emociona.
Y siento que necesito arruinarlo.
—¿Te gusta follar a tu asquerosa esposa puta? —le pregunto.
Me sonríe, y su polla se hincha. —Me encanta follar a mi esposa
—responde.
Empuja dentro de mí más duro, más duro. —Ahora dime cuánto te
gusta.
—Me gusta —lo admito.
—¿Te gusta llamarte puta? —pregunta—. ¿Te gusta que te degraden,
mi pequeña Solnyshko?
—Sí —le respondo honestamente.
De él. Quiero eso. Lo necesito. Darme permiso para disfrutarlo. Para
dejar que mi mente sea libre.
—Entonces dime que eres mi puta —exige—. Y lo único para lo que
eres buena es complacerme.
—Soy tu puta. —Me recuesto contra el escritorio para que mi cuerpo
esté en
Pág
ina1
30
exhibición para él—. Y lo único para lo que soy buena es para complacerte.
Sus labios encuentran mi oído, y los sonidos de su harapienta
aprobación vibran contra mi piel.
—Ahora dime gracias —exige—. Por lo que estoy a punto de darte.
—¿Qué? —pregunto.
Empuja tan profundo como puede y sale en un gemido agonizante,
derramándose dentro. Solo cuando su polla está vacía y me hundo en su
contra, sus labios encuentran mi oído y responde.
—Un bebé.
Pág
ina1
31
23
Alexei
ES TARDE cuando llego a la ciudad.
Normalmente, Franco conduce. Pero ahora que Talia está en la casa,
creo que sus servicios se requieren mejor allí. Contra sus protestas, me
manejé hasta Slainte.
Necesitaba que esta reunión tuviera lugar en la casa de los
irlandeses. Las mentiras están preparadas para escapar de mi lengua
cuando saludo a Lachlan en la oficina. La forma como ha sido desde que
traje a Talia a mi vida.
Él no tendrá más remedio que entender. Su alianza con el Vory no
será forzada por una chica. Se esto. Y lo estoy aprovechando al máximo.
—Alexei. —Sacude mi mano como una señal de respeto y luego me
sirve una copa de coñac.
Cuando se sienta frente a mí, los dos hacemos los brindis habituales. Y
luego comienza el negocio.
—¿Tienes noticias sobre la amiga de Mack?
—Las tengo.
Termino el vaso y encuentro su mirada.
—Hay... Una complicación.
Lachlan frunce el ceño. —¿Qué tipo de complicación?
—Fue comprada por Arman Kassabian.
Pág
ina1
32
—Ya veo.
Dejé que la información se estableciera sobre él. Arman es el
traficante de armas búlgaro que mantiene una parte importante del
mercado global en los negocios. También es el proveedor de los irlandeses
y los Vory. Es una relación comercial rentable para todos nosotros. Lachlan
no comenzará una guerra por una chica, o incluso perdería el suministro de
armas por una chica. Esto es solo un hecho del negocio de la mafia. El
suministro constante de armas es el alma del consorcio irlandés.
Al final, así es como sé la elección que hará. Su lealtad es hacia su
hermandad. Para el bienestar de la organización. Y un líder siempre debe
elegir la organización sobre todo lo demás.
Lachlan me conoce bastante bien. Más de lo que le permito a nadie
hacerlo. Está al tanto de mi defecto, aunque no estoy seguro de cómo lo
descubrió. Y, sin embargo, nunca me ha mostrado falta de respeto o
deslealtad. Confía en mi juicio y no cuestiona mis habilidades.
Por esta razón, lo considero un amigo y un aliado. Nuestro pacto tiene
buen sentido comercial, pero es el único de los irlandeses con los que me
gusta tratar.
—¿Has hablado con él? —pregunta Lachlan—. ¿Está preparado para
separarse de ella por un costo?
Niego con la cabeza y mantengo mi expresión neutral. —Le tiene un
apego. No está dispuesto a separarse de manera permanente.
—¿Qué significa eso? —exige.
—Ahora tengo a la chica en mi poder.
Sus ojos se ensanchan y luego se estrechan. —¿Por cuánto tiempo?
—Se separó de ella como garantía en un envío que desapareció —le
digo.
Se pasa las manos por la cara y se reclina en la silla. Puedo ver los
pensamientos corriendo por su mente. Son los mismos que inicialmente
pasaron por la mía. Obtener una identidad nueva para la chica y enviarla a
otro lugar. Decirle a Arman que perdí la cabeza y que ella fue solo una
Pág
ina1
33
víctima de los negocios.
—No hay ningún lugar donde pueda estar a salvo de él —le digo a
Lachlan—. E incluso si estuviera...
Las palabras se desvanecen, y una parte de mí se siente culpable por
hablar de Talia de esta manera.
—¿Incluso si estuviera qué? —pregunta Lachlan.
—La chica no está en buen estado de ánimo.
—No pensé que lo estuviera —responde.
—No puede estar sola.
—No podemos enviarla de regreso a Arman.
—No tengo intención de hacerlo.
—¿Entonces qué? —demanda.
—He manejado la situación de la mejor manera para todas las partes
interesadas.
La agitación de Lachlan es clara cuando habla. —¿Cómo?
—Me he casado con la chica.
La habitación se queda en silencio, y sus ojos se clavaron en los míos,
incrédulo. No me cree. Pero también sabe que nunca he sido uno para
bromear. Entonces espera. Y yo también. Y después de un tiempo, se da
cuenta. Esto es serio.
—Te casaste con ella —repite—. Sin consultarme.
—Generalmente no consulto con quienes no tienen influencia en mis
propias decisiones.
—Esta no es solo tu decisión —dice—. ¿Incluso quería casarse
contigo?
Interiormente, me estremezco.
Sé que no es una referencia a mi defecto cuando proviene de
Pág
ina1
34
Lachlan, pero una parte de mí todavía cree que eso es lo que está
implicando.
—He cumplido más de lo que prometí —le informo al mismo tiempo—.
Recuperé a la chica y la mantuve a salvo. Le aseguré un futuro lejos de
Arman. Un simple gracias sería bueno.
Lachlan suspira, y luego asiente. —Tienes razón. Tienes mis disculpas,
Alexei. Me doy cuenta de que esto es algo por lo que nunca podré
pagarte.
Me muevo para irme, pero me detiene.
—Pero tengo otro favor que pedir.
Lo miro y espero.
—Mack necesita saber que ella está bien —dice—. Necesita
escucharlo de Talia.
Pág
ina1
35
24
Talia
ESTA MAÑANA NEVÓ.
Y convencí a Magda para que me dejara salir a ver. Su respuesta
llegó solo después de que recibió el permiso de Alexei.
Sé que me está mirando desde la ventana de arriba. Vi su rostro
cuando me tumbé en el suelo.
—Señorita Talia — me regaña Magda, pero la ignoro.
Miro hacia el cielo y dejo que los copos caigan sobre mi piel, incluso
atrapando algunos en mi lengua. Mis brazos y piernas se mueven hacia los
lados, formando un perfecto ángel de nieve. Y luego me levanto y repito el
proceso cuatro veces más. Cuando estoy en mi quinto, abro los ojos para
encontrarme con un helado azul.
Alexei.
—Hiciste demasiados —comenta, como si supiera algo de mi mente.
—No, es exactamente correcto.
Su rostro se endurece y no intenta ocultar su desdén por mi actitud.
Apenas me ha hablado desde que me folló hace dos noches. Ya que me
dijo lo peor que podría haberle dicho a alguien como yo.
No, ni siquiera a alguien como yo. Solo a mí.
Estoy tan loca como lo estaba mi madre. No puedo ser una madre.
Destruiré todo lo que amo. Justo como lo hizo ella.
Soy veneno.
Le dije tanto a Alexei en mi estado de pánico. Lo ignoró por
completo. En cambio, me besó, me vistió y me trajo de regreso a la fiesta,
llena con su simiente y luciendo más como la chica que llegó por primera
vez que la
Pág
ina1
36
que se suponía que era su esposa.
La vista no hizo nada para influir en la determinación de Katya. De
hecho, solo pareció fortalecerla. No está dispuesta a renunciar a él, casado
o no.
Una vez más, me pregunto por qué no está con ella. Claramente la
amaba. Ella quería ser su esposa. Probablemente habría tenido a sus hijos. Y
no está ni la mitad de loca que yo.
Cuando lo miro ahora, flotando sobre mí, casi se lo digo. Que debería
reconsiderar lo que ha hecho. Pero no me atrevo a decir las palabras.
Es mejor, porque se inclina para reunir mi cuerpo helado en sus brazos,
llevándome como una niña dentro de la casa. Me aferro a él, dejando que
su calor me rodee mientras me lleva escaleras arriba. Se dirige
directamente a mi baño y me pone en el mostrador, me desviste.
Camina hacia la ducha y la enciende, prueba el agua en su palma
mientras lo miro. Su cabeza llega por encima de las puertas de vidrio, y me
pregunto cómo se verá su propia ducha.
—¿Qué tan alto eres? —pregunto cuando regresa para alzarme.
Me levanta en sus brazos y me mira mientras habla.
—Uno con novena y ocho metros —responde.
Asiento, porque estaba cerca de lo que había adivinado. Solo mido
un metro y medio de altura, por lo que siempre hay un gran espacio entre
nosotros cuando lo miro.
Me lleva a la ducha y me pone dentro y me paro bajo el rocío
caliente, dejando empapar mis músculos. Después de unos momentos, la
puerta se abre de nuevo y Alexei está detrás mío. Desnudo. Tirando de mi
cuerpo contra el suyo mientras besa mi cuello.
Sin más demora, una de sus manos se acerca a mi frente y se desliza
por mi estómago, sumergiéndose entre mis muslos.
—Voy a follarte —me dice.
—Bien.
Pág
ina1
37
—Pero primero quiero jugar contigo. Inclínate y agárrate los tobillos.
No es fácil, pero hago lo que me pide. Y me siento vulnerable en esta
posición. Tener su mirada en la parte más íntima de mí. Su toque es suave al
principio. Siento ya la humedad de entre mis piernas por su proximidad.
Siempre mojada para él. Como la puta que me gusta decirle que soy.
—Te gusta cuando juego contigo como un juguete? —pregunta.
—Sí.
—También me gusta —me dice.
Y luego me azota. Tres veces en cada lado. Tan duro que debe
agarrarme de los hombros para evitar que caiga hacia delante.
Cuando termina, me tira de nuevo a una posición de pie y desliza sus
dedos entre mis muslos separados otra vez. Probando mi respuesta. Estoy
viva para él. Lista para cualquier otra cosa que quiera darme.
Tira de mi mano detrás de mí para envolverla alrededor de su polla. Y
lo estoy acariciando mientras me toca los dedos. Ninguno de nosotros
frente a frente. Me alegro. Porque ahora mismo, no quiero que vea las
cosas que puede ver tan bien.
Que tan asustada estoy. Qué tan vulnerable me siento. La forma en la
cual la guerra se desata en mi mente me dice que necesito más dolor.
Cualquier cosa para escapar de los otros sentimientos que se construyen
dentro de mí. La sensación de confianza, comodidad y seguridad cuando
estoy en sus brazos. Ellos no son reales. Son como arena, siempre
cambiando debajo mío.
—Por favor —le susurro, pero sé que no puede oírme.
Sin embargo, Alexei no necesita escucharme. Me conoce.
Demasiado bien. No sé cómo es posible, pero es verdad.
Agarra mi cabello en su puño y tira de mi cabeza hacia atrás con
fuerza, así que tengo que mirarlo a los ojos mientras su otra mano se mueve
hacia arriba para pellizcar mi pezón. Gimo contra suyo y repite el proceso
del otro lado.
Pág
ina1
38
—Debes ponerte mejor —me dice—. No siempre puedo darte dolor,
dulzura. No quiero consentirte.
Incluso mientras dice las palabras, sé que es un mentiroso. Me daría
cualquier cosa que pidiera. Siempre y cuando él tenga el control de eso. Le
gusta controlarme tanto como me gusta a mí.
Retoma sus actividades previas de tocarme mientras besa mi hombro
y mi espalda y me sostiene en su lugar. Apoyo mi cabeza contra su hombro
y lo miro observándome. Su polla está entre las nalgas, dura y lista para mí.
Su otra mano está sobre mi pecho, amasándola antes de alcanzarlo para
chuparlo.
Me vengo por él.
Ni siquiera me toma mucho tiempo esta vez. Cuando mis ojos se
abren de nuevo, me encuentro con los suyos.
—¿En qué piensas ahora? —pregunta.
—Me pregunto si me quitaste el DIU —Le doy una respuesta honesta, y
su respuesta es la misma.
—Lo hice.
—Y me pregunto si vas a terminar dentro de mí otra vez.
—Lo haré.
—No puedo quedar embarazada —le digo.
—Lo harás.
Y ese es el final de la conversación. Porque ahora estoy presionada
contra la pared de la ducha, mis caderas en sus manos mientras empuja su
polla dentro mío.
Baja la cabeza hasta una pulgada de la mía y se quedó allí, con los
ojos clavados en los míos.
—Mía.
—Tuya —le susurro.
Pág
ina1
39
—Bésame —exige.
Lo hago. Alzo la mano, le rodeo el cuello con los brazos y lo beso. Su
lengua invade mi boca y toma la mía mientras sus caderas se mueven al
ritmo de los gruñidos masculinos que salen de su garganta.
Me pregunto si puede escucharlos. Escucha algo de esto.
Cuando busco aire, encuentro su oreja derecha con mis labios. Y lo
beso allí y luego me quedo, para que pueda escuchar mis sonidos. Para
que pueda escuchar lo poco que le tengo que dar.
Se hincha dentro de mí. Está por venirse. Entonces se detiene
nuevamente. Simplemente deslizándose dentro y fuera de mí de la manera
más lenta.
Su voz es gruesa y áspera cuando habla. —Háblame —murmura en
mi cabello—. Quiero oír tu voz.
Es una solicitud vulnerable. Y lo respeto por eso.
Acerco mis labios a su oreja, lo beso y luego formulo una pregunta
vulnerable.
—¿Te gustan las mujeres locas?
Retrocede lo suficiente para que vea la sonrisa en su rostro.
—Obviamente —responde.
Y luego me besa de nuevo.
—Me gusta tu locura —le digo—. Y me gusta la forma en que me
follas. Me gusta la forma en que haces que todo se vaya.
Hace una pausa en medio empuje y se viene duro dentro de mí.
Llenándome una vez más. Cierro los ojos y tiemblo, aterrorizada y... Algo
más que no puedo explicar.
Cuando se mueve hacia atrás para mirarme, su expresión es relajada
y determinada.
—Te follaré todos los días.
Pág
ina1
40
Me agarra la cara y me besa con fuerza.
—Y nunca recordarás nada más.
25
Pág
ina1
41
Talia
ESPERO que me deje cuando termina conmigo.
Porque Alexei tiene sus propios problemas. Me dice que no me
amará. Y le creo. Siempre me mantendrá a distancia.
Follarme y amarme son dos cosas diferentes.
Amaba a Katya. Y ahora nunca querrá amar a nadie más de nuevo.
Porque ella lo envenenó de alguna manera. Y no puedo arreglarlo, así
como no puede arreglarme.
Realmente nos parecemos.
Lo miro mientras revisa mi armario. A través de los estantes de ropa de
diseñador que ni siquiera he tocado. No lleva más que sus pantalones, sus
músculos de la espalda se extienden y se expanden con cada movimiento.
Sus tatuajes en pantalla completa.
A veces, no creo que se adapten a su personalidad.
Sé que probablemente él asusta más. Esa es su intención. Pero
conozco al verdadero Alexei. El recluso que permanece en su casa y juega
ajedrez y se sienta en su computadora la mayor parte del día. El que es
callado, reservado y honesto.
No necesita montar un espectáculo para ser una amenaza. Su
cuerpo es fuerte, pero no tengo dudas de que es su mente el arma más
peligrosa de todos.
Regresa a mí con un simple vestido negro y lo sostiene contra mi
pálida piel antes de asentir con la cabeza.
—El negro te sienta bien.
Me ayuda a vestirme. La forma en que a menudo me cuida. Me
pregunto por qué lo hace. Sabe que soy capaz. Pero aquí está,
vistiéndome. Cosiendo mis heridas cuando sangro. Bañándome.
Pág
ina1
42
Llevándome dentro cuando estoy en la nieve.
Son pequeñas cosas. Pero nadie ha hecho estas cosas por mí.
No puedo apartar la vista de él, pero sé que debo hacerlo. Entonces,
cuando recupera un cepillo y comienza con mi cabello, lo quito de sus
manos.
—Puedo hacerlo sola.
Asiente, pero no se va.
Solo cuando termino, aprendo sus motivos para demorarme.
—Hay algo que necesito que hagas.
—Bueno.
Me vuelvo hacia él, y sus ojos se encuentran con los míos. A veces,
todavía me olvido de que no puede oírme. Que necesito enfrentarlo
cuando hable. Pero solo finge, como lo hace con todos los demás.
—No te gustará —agrega.
—Cuéntame que es eso.
—Necesitas hablar con Mack.
—No.
Mi pecho se comprime. Y hay presión detrás de mis ojos. Solo la
mención de su nombre trae una enorme ola de vergüenza y culpa sobre mí.
Ella nunca me puede ver así. No entenderá. Y solo la decepcionaré de
nuevo. Sigo tocando la estrella en mi mano. Esperando la comodidad, pero
no viene. Porque él es quien me está haciendo esto. Trayendo esto.
—Se casó hoy —me dice—. Considéralo un regalo de bodas. Un poco
de tranquilidad para una amiga que es leal a ti.
—Sé que es leal —le respondo—. No actúes como si conocieras
nuestra relación. Como si supieras algo sobre mí o sobre ella en este caso.
—Sé lo suficiente —me dice—. Vino a mí, después de todo. Es la razón
por la que estás aquí ahora. Lejos de Arman.
Pág
ina1
43
Me alejo porque no quiero que sea testigo de las lágrimas que ahora
se derraman por mis mejillas. Pero sé que sabe que están allí. No intenta
darme falso consuelo. O acercarse a mí. Lo cual respeto.
Sé que lo que estoy haciendo no es justo. Sé que es egoísta.
Pero Mack no podrá aceptar esto. Aceptar en lo que me he
convertido.
Ella tratará de arreglarme.
Justo como siempre ha hecho.
Yo estaba mal entonces, pero ahora... El daño es irreparable.
Camino hacia la ventana y toco el cristal a prueba de balas,
recogiendo mis pensamientos. Sé lo que tengo que hacer. Sé lo que es
correcto. Pero no lo hace más fácil.
Me volteo y encuentro a Alexei, esperando a que termine de pelear
dentro de mi cabeza.
—No voy a volver a Boston.
—No lo harás. —Está de acuerdo—. Eres mi esposa ahora, Solnyshko.
Lo que significa que soy responsable de tu seguridad. Y nunca te pediré que
hagas nada que te ponga en peligro.
Su tono es bajo y serio. Como si protegerme es más importante para
él que cualquier otra cosa. Pero no tiene sentido. Para un hombre que se
considera incapaz de amar. Para el esposo que está casado conmigo solo
de nombre.
—¿Por qué? —le pregunto—. ¿Por qué significa tanto para ti?
—Porque eres mi esposa. Y eso es lo que los maridos deben hacer.
Deberían poner a la familia por encima de todo.
Inclino mi cabeza hacia un lado y lo examino, otra pieza del
rompecabezas que es Alexei cayendo en su lugar.
—¿Te refieres a la forma en que tu padre no lo hizo?
Parpadea, sorprendido por mi respuesta. Y en ese instante, sé que
Pág
ina1
44
estoy en lo cierto.
—No hables de cosas que no entiendas —me dice—. Y nunca vuelvas
a mencionar a mi padre.
—Entonces, ¿está bien que me empujes a cosas que me incomodan,
pero no al revés? Eso parece justo.
—La vida no es justa, Solnyshko —responde—. Sabes esto mejor que
nadie.
La habitación queda en silencio mientras nos enfrentamos. Mi esposo
y yo. Este hombre que estoy empezando a conocer. Y sin embargo, me lee
como ningún otro. Tal vez funciona en ambos sentidos. Quizás los dañados
como nosotros tengamos una forma de detectar esa misma herida en otro.
Y ahora mismo, quiero tocarlo. Para evitar el tema en cuestión.
—Ni siquiera sé quién era mi padre —ofrezco voluntariamente—.
Ninguno de nosotros lo sabe. Eran diferentes, pero psrecidos. Ausentes.
—No voy a discutir esto contigo —responde escuetamente—. No
importa lo que ofreces voluntariamente. Olvidas que éstas son cosas que ya
sé sobre ti.
—No lo he olvidado —le digo—. Pero hay una diferencia entre que yo
te lo explique y que lo leas desde un archivo.
—No hace ninguna diferencia para mí.
Sus palabras me queman, pero no lo demuestro. Nunca le muestro a
nadie que tienen el poder de lastimarme más.
—¿Por qué lo aceptas tan fácilmente? —pregunta, acercándose más
a mí—. ¿Por qué no peleas cuando un hombre que ni siquiera conoces te
dice que te casarás? Y vivirás aquí en esta casa, con un extraño. Y, sin
embargo, ¿ni siquiera puedes decidirte a hablar con la persona que mejor
te conoce?
—Porque ella no me conoce mejor —respondo en voz baja—. No me
conoce en absoluto."
Pág
ina1
45
Intento alejarme, pero me agarra de la muñeca y me detiene.
—¿Por qué?
Parpadeo hacia él, y tengo el impulso repentino de odiarlo de nuevo.
Es un hipócrita. Exigiendo estas cosas de mí. Estas respuestas. Cuando no
me dará lo mismo a cambio.
—¿Cómo podría ella? —le pregunto—. ¿Cómo puede alguien, si no
han recorrido el mismo camino? ¿Cómo puede alguien entender cómo es
que no oigas cuando ellos mismos solo han tenido oídos perfectamente
funcionales?
No responde. Entonces me respondo a mí mismo.
—No pueden. No pueden entender estas cosas y, sin embargo,
sienten que tienen el derecho de juzgarte por ello. Para pedirte que
cambies quién eres. Para arreglar lo que no se puede arreglar.
Le he dado demasiada importancia, me doy cuenta, cuando me
encuentro con su mirada otra vez... Y encuentro una completa
comprensión que me devuelve la mirada.
Alexei toma mis manos entre las suyas y pasa sus dedos sobre mis
palmas. Puede ver ahora por qué estoy aquí. Por qué no di pelea. Porque él
me aceptó tal como soy, desde el momento en que me acogió. Nunca me
pidió que cambiara. Para fingir que soy normal. O que estoy bien. Hasta
ahora.
—No necesitas que te reparen, Solnyshko —me dice—. Pero no
puedes evitar tus sentimientos por siempre. Crees que preferirías enfrentar la
muerte antes que a tus miedos. Pero esa no es la forma en que funciona.
—¿Por qué no? —demando—. Tú lo haces.
—No estoy evitando nada —miente con valentía—. Simplemente
acepté lo que es.
—Y yo también.
—No —argumenta—. No lo has hecho. Simplemente te has
entumecido a ti misma.
Pág
ina1
46
Me da un golpecito en la cabeza y luego me agarra la barbilla con
los dedos, inclinando mi cara hacia arriba para que tenga acceso
completo a todas mis emociones.
—Es un mecanismo de defensa. —El cerebro, es algo maravilloso.
Puede sobrevivir cualquier trauma haciendo esto. Pero tus traumas han
terminado. Es hora de procesarlos. De sentir.
Trago saliva, y me toma de la mano. Guiándome por el pasillo hacia
su oficina. No peleo. Porque ambos sabemos que toda la conversación fue
solo mi intento de retrasar lo inevitable.
Se sienta en su silla y luego me acerca a su regazo y arrastra el
teléfono más cerca. No me hace hacer nada. Nada en absoluto.
Simplemente marca el número y me da el teléfono.
—Simplemente dile que estás a salvo —dice—. Y cualquier otra cosa
que quieras decirle.
Suena por mucho tiempo. Y cada sonido es como un martillo
neumático para mis oídos y mi armadura. Estoy temblando en los brazos de
Alexei, y él está frotando mi espalda en un gesto tranquilo. Hay lágrimas en
mis ojos. Y luego el sonido amortiguado de alguien respondiendo.
—¿Hola?
Mis labios se quedan pegados, y me toma tres intentos sacar su
nombre.
—¿Mack?
Hay una pausa larga y la culpa está apuñalando mi corazón. El que
juré que ya no tenía. Ella suena tan asustada. Tan nerviosa que esto sea una
especie de broma pesada. Que no pueda ser real. Y lo sé ahora, ella pensó
que estaba muerta. Pensó que estaba perdida para siempre.
Porque era demasiado cobarde para decirle lo contrario. Merece
mucho más que esto. Que yo. Merece todo lo que nunca podría ser para
ella.
—¿Talia?
Pág
ina1
47
—Sí —le susurro—. Soy yo.
—¿Estás bien? —pregunta—. Por favor dime que estás bien.
—Estoy bien —respondo—. Sin embargo, no puedo hablar mucho
tiempo.
—¿Qué quieres decir?
—Yo solo... —Mi voz se agrieta, y apenas puedo hablar. Voy a
derrumbarme. En cualquier momento. Voy a derrumbarme
completamente. Y no es justo para Mack. No puedo dejar que me escuche
llorar. Lo mejor que puedo hacer por ella es hacerle creer que estoy bien. La
forma en que siempre quiso que fuera. —Solo quería que supieras que estoy
bien. Y que ya no deberías preocuparte por mí.
—¿Qué quieres decir con que no me preocupe por ti? —exige.
—Estoy a salvo —repito—. Y no voy a volver a casa.
—Talia...
—Me tengo que ir, Mack —le digo—. Solo quería felicitarte por tu
boda. Y te amo, y te extraño mucho. Pero estoy bien ahora, y te tengo que
agradecer por eso.
Es la última oración que logro sacar antes de que se me rompa la
resolución y desconecte la línea.
Pág
ina1
48
26
Alexei
—ARMAN HA ENVIADO un mensaje sobre los envíos —me informa
Viktor—. Necesitarás informarle pronto.
—Por supuesto. —Asiento con la cabeza, pero Viktor duda de mis
garantías.
Una cosa es dudar de mí, pero hacerlo frente al Vory es algo nuevo.
Viktor solo me ha mostrado respeto. Pero ahora le está dando a Sergei
precisamente lo que quiere. Una razón para dudar de mí. Para demostrar
que no soy digno de mi título. De mi rango.
—Esto podría ponerse feo —agrega Viktor—. Puede que no desee
separarse de la chica.
—Es demasiado tarde. —Me encojo de hombros—. Está hecho. Es mi
esposa. Él no tiene derechos sobre ella ahora. Y él será compensado en
consecuencia. La elección es suya. Puede tener su dinero y su vida, o nada
en absoluto.
—¿Y qué pasa con nuestros envíos? —pregunta Sergei.
—Hay muchos otros proveedores.
—No con su arsenal —se burla—. Bien sabes esto.
—Entonces, nos tomamos su suministro. Manejaremos su operación
nosotros mismos. No sería la primera vez que lo hacemos.
—Lo que estás hablando significa ir a la guerra, Lyoshenka
—responde Viktor.
—Entonces vamos a la guerra.
Todos los ojos están puestos en mí. La mirada de desaprobación de
mi padre. E incluso después de todos estos años, me quema. Todavía tiene
Pág
ina1
49
el poder de hacerme sentir inadecuado en su presencia. Que es
precisamente lo que quiere. Quiere que dude de mí mismo. Vadear delante
de estos hombres y demostrar que no valgo nada.
Pero mi resolución es firme en este asunto. Y eso no cambiará.
—Ir a la guerra es una solución fácil para ti. —Sergei no intenta ocultar
su desdén por mí—. Cuando tienes a los hermanos haciendo todo el trabajo
sucio por ti.
Me encuentro con su mirada y lo sostengo. —También soy Vor.
Parece que lo olvidas.
Sus labios se burlan y Nikolai se acerca para poner una mano sobre su
hombro antes de decir algo que lamentará. Eso lo incriminará y permitirá
que todos los demás conozcan su secreto sucio. Que él es el padre de un
hijo que nunca estará a la altura del estándar de Nikolai. Que es mi padre.
—Y seré el primero en atravesar la puerta —agregué—. Si es que
vamos a una guerra.
Viktor se me acerca y pone una mano en mi hombro, mostrándome
su apoyo sin decir una palabra. No le hizo nada de gracia a Sergei, sus ojos
se detienen en nuestra conexión por demasiado tiempo.
Que su defectuoso hijo tuviera una posición más alta que él en su
propia organización es algo que nunca aceptará. Mientras él siga siendo un
capitán —un Avtoritet— su rango nunca irá más alto. Soy invaluable para
Viktor. No debería ser una sorpresa para él. Él me puso el listón cuando nos
echó a mí y a mi madre a la calle. Cuando estableció el curso del destino
de mi madre, también estableció el mío.
Siempre estuve destinado a demostrar mi valía. A servir como el
recordatorio constante de lo que hizo. De cómo se había equivocado
sobre mí. Y me da enorme placer ver esa fea mueca retorcida en su rostro
cada vez que me mira.
—No creo que todo se reduzca a eso —afirma Viktor—. Arman sabe
que es mejor tratar de no enfrentarse a los Rojos. Solo hay una razón para
que un hombre se rodee de tantas armas.
Me encuentro con la mirada de mi padre y asiento con la cabeza.
Pág
ina1
50
—Porque es una pequeña perra.
Su respuesta está llena de igual veneno.
—Espero que estés seguro. —Le da una manotada a Nikolai en la
espalda y lo mira con orgullo—. Porque no enviaría a mi único hijo a la
batalla por ti y mucho menos por tu inútil esposa puta.
Lo que sucede a continuación es una pérdida total de mi
autocontrol. Estoy acostumbrado a los insultos que dirige hacia mí. Pero
Talia es un asunto completamente diferente.
No me doy cuenta de lo que está pasando hasta que Viktor me aleja
de él y me tranquiliza. Nikolai ayuda a Sergei a levantarse, y él escupe un
diente ensangrentado en el suelo mientras me mira. Su dedo está
temblando cuando señala en mi dirección.
—He terminado con él, Viktor —ruge—. Suficiente es suficiente. No
quiero verlo aquí otra vez.
—Tienes razón —dice Viktor con calma—. Suficiente es suficiente.
Todos fuera.
Cada Vory que quedaba salió de la habitación, dejando a Viktor y a
mí por un lado y a Nikolai y Sergei por el otro.
Cuando la puerta está cerrada y la habitación está en silencio, la
mirada de Viktor se mueve sobre Sergei. Y aunque siempre ha mantenido
una actitud genial, ahora su disgusto es obvio. Y aunque no debería, como
Viktor siempre ha sido leal conmigo, es una sorpresa.
Estaba fuera de lugar, golpeando a Sergei en una reunión de
negocios. Derrotarlo delante de todos los demás Vory. Pero está claro en
este momento, no soy yo con quien Viktor desea hablar.
—Dime lo que haces por esta hermandad —le dice a Sergei.
La mirada de mi padre se mueve hacia él, y responde. —Todo lo que
se me pide. Solo soy leal al Vory.
—Es correcto que hagas todo lo que se te pide —contesta Viktor—.
Pero no eres leal al Vory. No eres leal al código del que vivimos.
Pág
ina1
51
Sergei tiene el buen sentido de mantener la boca cerrada mientras
Viktor continúa.
—No valoras a la familia. ¿Y ese no es uno de nuestros valores más
importantes?
—Valoro a mi hijo —responde mi padre.
—Ah, sí. —Viktor mueve su mirada de Nikolai hacia mí—. Pero tienes
dos hijos. Uno que has descartado y desheredado. Y me has dejado a mí,
asumir el papel de una figura paterna en su vida. ¿Es así como honras a tu
familia?
La habitación se queda en silencio, y no puedo encontrar la mirada
de mi padre. Su vergüenza.
No hablamos de esto. Nunca.
Incluso cuando le expliqué mi situación a Viktor y fui incluido en la
hermandad, no hablamos de ello. Todos estábamos al tanto de la situación,
pero el tema se había evitado. Hasta ahora.
Y es claro para mí, no soy el único que desea que permanezca
enterrado.
—¿Y tu esposa? —continúa Viktor—. ¿Qué hay de ella? Te burlaste de
ella para que todos la vieran. Trajiste a tus amantes a tu propio hogar.
¿Durmieran en tu cama matrimonial? Y luego la echaste a la calle con tu
hijo.
Las sienes de mi cabeza duelen. Y quiero que Viktor se detenga. Pero
él es el Pakhan. Y ni Sergei ni yo nos atreveríamos a cuestionarlo en este
momento. Sé que todas estas cosas son ciertas. Y hablar de ellas no
romperá la división entre nosotros. Pero Viktor parece pensar que es
necesario.
Y como él es como un padre para mí, confío en su juicio.
—¿Ahora vienes a mi reunión y te burlas de Lyoshenka para que todos
lo vean? ¿Ofendes a su esposa frente a los hermanos? Estando consciente
de las consecuencias de tales acciones. Y si fuera otra persona, no lo
hubieras hecho.
Pág
ina1
52
Es cierto que mi padre conoce las consecuencias. Es por eso que él
no se disculpa cuando se encuentra con mi mirada. Sabe que no hay
forma de evitarlo ahora. Y lo único que le queda es su orgullo, que no
sacrificará y defenderá a toda costa.
—Él es defectuoso —responde Sergei—. Sin valor. No es hijo mío.
Viktor toma su teléfono y le da un mensaje a uno de sus soldados, la
sala queda en silencio mientras esperamos lo que viene después. Después
de unos momentos, un Boyevik aparece con las tijeras, haciéndolas pasar a
Viktor.
—Nikolai —dice Viktor—. Harías los honores.
Nikolai mira a Sergei y recibe su aprobación. Luego toma las tijeras de
Viktor y alcanza su mano.
—No — lo detiene Viktor—. No los dedos.
Sergei trata de ocultar el miedo en su rostro, pero está allí. Se
encuentra con la mirada de Viktor, sin palabras, mientras espera su castigo.
Incluso yo no estoy respirando, y sé que Nikolai tampoco lo está.
—Una oreja —dice Viktor.
La habitación se vuelve silenciosa. Por un largo momento. Pero Nikolai
no demora más y Sergei no protesta.
Observo mientras mi padre intenta permanecer estoico mientras
Nikolai le corta la oreja. No dura mucho tiempo. Como el cobarde que es,
el dolor lo pone de rodillas. Es solo por Nikolai por lo que siento un pequeño
remordimiento. Esto ciertamente abrirá una brecha entre ellos como Viktor
pretendía.
Pero una orden del Pakhan nunca será cuestionada o ignorada por
nadie. Y Nikolai no merece mis simpatías.
Cuando el acto termina, Viktor arroja a Nikolai un pañuelo para
detener el sangrado. Y hay un suspiro de alivio de Sergei.
Todos creemos que ha terminado. El castigo por sus ofensas se ha
llevado a cabo y ahora sabe nunca volverá a hablar mal de mi esposa.
Pág
ina1
53
Pero Viktor no ha terminado.
—Te estoy despojando de tus obligaciones como Avtoritet
—anuncia—. Y a partir de ahora, tomarás tus órdenes como Boyevik de
Nikolai. A quién estoy promoviendo en tu lugar.
—No puedes hablar en serio —brama Sergei—. Es solo un niño.
—Tiene veinticinco. Y se comporta de la manera que un Vor debería.
Viktor me mira antes de continuar. —Y además, deberías estar feliz. Él
es tu orgullo y alegría, ¿no?
27
Pág
ina1
54
Talia
ALEXEI LLEGA TARDE.
Lo sé, porque no puedo dormir en su ausencia.
Aunque todavía estamos separados por mundos y probablemente
nunca confiemos en el otro, su presencia en la casa es lo único que me
hace sentir segura. Aunque no debería. Aunque es la cosa más tonta que
podría hacer después de Dmitri.
Lo escucho hurgar en su oficina, y luego una maldición antes de que
la luz se encienda en el pasillo. Balanceo mis piernas sobre la cama y me
muevo hacia él, como un faro en la noche.
Lo encuentro en su escritorio, sirviéndose un vaso de coñac, aunque
es evidente que ya ha tenido varios. Solo la lámpara al lado de su escritorio
está encendida, por lo que la luz es tenue, pero aún así, puedo decir que
algo no está bien.
Cuando su rostro aparece a la vista, veo que tiene un labio partido y
un hematoma en la mejilla.
Entro y me muevo hacia él, solo captando su atención cuando estoy
directamente frente suyo.
—Regresa a la cama.
Su voz es dura y fría. Lo ignoro y rodeo el escritorio, en su lugar.
Está demasiado agotado, así que no tengo la oportunidad de
sentarme en su regazo. En cambio, me siento en frente, en el escritorio.
Estudiándolo, ya que él hace lo mismo.
—¿Qué es lo que quieres? —exige.
En este momento, quiero arreglar lo que sea que lo esté lastimando.
Pero no sé el camino. Nadie me lo ha mostrado alguna vez. Entonces hago
lo único que puedo para conectarme con él. La única forma en que sé.
Pág
ina1
55
Levanto mis caderas y desecho mis pantalones cortos mientras mira,
seguido de mi camisa. Y luego estoy desnuda en su escritorio, extendiendo
mis piernas para que me vea. Mi mano se desliza entre mis muslos
lentamente, jugando conmigo misma mientras mira.
La habitación es tranquila, y tengo toda su atención. El coñac
olvidado hace mucho tiempo, se inclina hacia adelante, solo un poco, sus
ojos moviéndose sobre mi cuerpo.
—Dijiste que ibas a follarme todos los días —le digo—. Pero eres un
mentiroso.
Está sobre mí entonces. Nunca lo había visto moverse tan rápido.
Su cuerpo me está presionando contra el escritorio, una mano
enredándose en mi pelo y tirando de mi cabeza hacia un lado para que
pueda besar mi garganta. La otra está luchando con su cinturón y su
cremallera. Libera su pene y luego se hunde dentro de mí.
Hay un suspiro de satisfacción y luego un enojado ruso contra la piel
de mi garganta. Me folla en el escritorio y recibo más de lo mismo,
envolviendo mis piernas alrededor y dejándolo que me use.
Me folla duro. Castigador. Pero la guerra contra la que está peleando
es consigo mismo.
No entiendo nada de lo que dice, pero su mensaje es claro en
cualquier idioma cuando me saca del escritorio y me arrodilla.
Tomo su polla en mi boca y me amordaza con ella. Y luego acaricia
mi cara en un gesto tierno. Obtengo más de lo mismo. Duro y luego gentil.
Las palabras continúan fluyendo de su boca sin inhibiciones, y daría
cualquier cosa por saber lo que me estaba diciendo en este momento.
Lo siento tensarse. Pero no se dejará ir. Agarra mi cabeza para
mantenerme en su lugar, dándose tiempo de retirarse del borde. Y luego
me está jalando de un tirón, volteándome. Ahora mi culo está colgando del
escritorio, y está detrás mío.
—No te muevas —me dice.
Lo siento desaparecer de la habitación, pero solo por un momento.
Pág
ina1
56
Cuando regresa, hay una vela en su mano, que coloca en el escritorio a mi
lado.
Anticipación y miedo batallan dentro mío.
Pero entre ellos, en algún lugar en el medio, está lo único que no
debería sentir.
Confianza.
Puedo oírlo hurgando por entre sus cajones, y luego el olor a butano
combinado con la captura del encendedor. La habitación está quieta y en
silencio cuando se inclina y besa mi espalda. Gentil y suave. Justo entre mis
omóplatos.
—Mía.
Me calma cuando dice eso. Hay tanto significado detrás de esa
palabra. Tantas promesas. Y en contra de mi mejor juicio, me relajo para él.
Agarrando el borde del escritorio debajo de mis palmas y poniendo mi cara
plana contra la madera.
Levanta la vela con una mano y acaricia mi culo con la otra.
En el lado opuesto de la pared, su sombra se cierne sobre mí. Su brazo
se inclina. Cierro los ojos y respiro. La primera gota de cera cae sobre mi piel
y roba ese mismo oxígeno. Al segundo duele menos. Y el tercero es cuando
siento la prisa de las endorfinas.
Su mano se desliza entre mis muslos para ahuecarme y luego me toca
con el dedo. Alterna loss movimientos de la vela que gotea a la mano entre
mis piernas. Placer y dolor. Tanto placer y tanto dolor. Me vengo más duro
que nunca esta vez. Mi espalda está cubierta de verdugones calientes
cuando arrastra los dedos hacia abajo y quita la cera mientras empuja su
polla dentro de mí. Y luego me está follando de nuevo. Sus caderas
chocando contra mi culo. Tengo que sujetarme del escritorio para
mantenerme en lugar.
Creo que va a venirse, pero no lo hace. Me da la vuelta y me levanta
en sus brazos, manteniéndome cerca mientras me folla en las posiciones
más íntimas. Cara a cara.
Pág
ina1
57
—Quiero mirarte —me dice—. Necesito que siempre me veas.
Me besa, y luego entra dentro de mí.
Después me deja en el escritorio y retrocede.
—Quédate así —pide mientras se sienta en la silla—. Quiero mirarte.
Eso es lo que dice. Pero tengo la sensación de que ese no es el caso
en absoluto. Tengo la sensación de que me puso en esta posición por una
razón. Piernas dobladas y rodillas hacia arriba. Quiere que quede
embarazada. Para tener a su bebé. Y sin embargo, cuando termine
conmigo esta noche, irá a su habitación. Y yo, a la mía. No tendremos
conversaciones ni toques persistentes porque ambos tenemos miedo.
Así que lo desobedezco sentándome y recogiendo mi ropa.
No puedo obligarme a irme sin decir una palabra, así que levanto mis
dedos para tocar su rostro magullado e hinchado.
—Espero que les hayas hecho pagar.
Sus ojos están atormentados y llenos de anhelo. Para mí.
Pero no actúa en consecuencia.
Entonces me voy.
28
Pág
ina1
58
Alexei
—TALIA HA PREPARADO el desayuno esta mañana —anuncia Magda
alegremente.
—¿Lo ha hecho? —cuestiono, mi falta de entusiasmo claramente
desinflaba la de ella.
Asiente. —Está mejorando.
—Siempre mejora antes de que empeore. —Es mi respuesta.
Magda frunce el ceño y luego dirige su atención a los informes en los
que estoy trabajando.
—Comerán juntos esta mañana —me dice.
Giro mi cabeza hacia un lado, y sonríe.
—Debes hacerlo, Alexei. Debes recompensar su progreso. Es la única
forma.
—Mi tiempo y atención no son una recompensa.
—Creo que Talia no estaría de acuerdo.
Me muevo incómodo en mi silla y miro por la ventana. Las estaciones
han cambiado tan rápido ahora que ella está aquí. Esta noche es la fiesta
de Navidad. Asistirá conmigo. Y cumplirá con sus deberes como mi esposa.
Y por esta razón, me digo a mí mismo, bajaré y la complaceré por esta vez.
No puedo cambiar sus estados de ánimo cuando necesito que
interprete su papel.
Cuando le digo a Magda esto, frunce el ceño.
Lo ignoro y archivo mis papeles antes de bajar.
Talia está en la cocina, tal como dijo Magda. Y de buen humor, tal
como dijo
Pág
ina1
59
Magda. Me vuelvo hacia Magda, que está detrás de mí.
—No deberías haberla dejado allí sola —le advierto.
Nuevamente, frunce el ceño.
—No es un acto, Alyoshka. —Niega con la cabeza—. Está mejorando.
—Hasta que encuentre un cuchillo para liberarse.
No espero la respuesta de Magda. En cambio, tomo asiento en la
mesa, sin saber qué más hacer. Normalmente ceno en mi oficina a menos
que haya compañía. Magda me entrega mis comidas, y rara vez lo pienso.
Pero ahora, me siento incómodo. Fuera de lugar. Verla moverse por la
cocina.
Cuando se da la vuelta y me mira, hay harina en su nariz y camisa. Y
una especie de mezcla enredada en su pelo.
Pero también, una sonrisa en su rostro.
Me aclaro la garganta para esconder la mía.
—Bien, ya están listos —dice Talia. Y luego entrega un plato lleno de
waffles frescos a la mesa, seguido de un tazón de fresas.
Busco un waffle y me mira. Entonces tomo otro. Magda hace lo
mismo, y todos comemos en silencio.
Durante la comida, miro a Talia con cuidado. Su buen humor se disipa
rápidamente. Magda me mira, silenciosamente diciéndome que haga
algo. Pero no sé la respuesta. Entonces esperamos en quietud.
Y finalmente, Talia habla. Atrapada por viejos recuerdos. Encerrada
dentro de la oscuridad de su cabeza.
—Ella hizo waffles ese día —dice, como si solo estuviera recordando.
Parpadea hacia mí con ojos vidriosos. —Debería haberlo sabido,
porque ella hizo wafles.
—¿Tu madre? —pregunto.
—Sí —responde, su tenedor chocando contra el plato—. Nunca
Pág
ina1
60
cocinaba. Apenas nos dejaba salir de la habitación. Debería haberlo visto.
—No podrías haberlo hecho —le digo por experiencia—. Cuando
alguien está tan lejos, te hacen creer lo que quieren. Engañan a todos.
Tanto Magda como Talia me están mirando ahora, y miro hacia otro
lado. Empujando mi silla hacia atrás, alcanzo la mano de Talia. No duda en
dármela. Pero el abatimiento volvió a aparecer, así que no puede caminar.
La levanto en mis brazos y apoyo su cabeza en mi hombro mientras la llevo
hacia las escaleras.
No sé qué hacer con ella. Como ayudarla. Y me preocupa.
No puedo dejarla sola, así que simplemente me siento con ella y la
acuno en mis brazos. Descansa su cara contra mi pecho y se relaja. Sus
dedos se mueven sobre el suave material de mi suéter, deslizando el
material entre su pulgar e índice.
—No creo que pueda hacer esto —dice.
Vivir.
Eso es lo que quiere decir con esas palabras susurradas.
—Puedes y lo harás —le digo.
Está callada. Teniendo pensamientos oscuros. Y sé que necesito
sacarlos de ella. Sé que ayudarla significaría enfrentar mis propios miedos.
Que ella no se recuperará. Que no puedo ayudarla nunca.
Busco sus dedos y los coloco sobre la estrella en su mano. Y sin mayor
insistencia, los mueve por su propia cuenta. En un patrón rítmico. Trazando
las líneas y mi nombre, una y otra vez.
—Háblame de tu madre —insisto.
Se encuentra con mis ojos, y los de ella son violentos con emoción.
Más de lo que he visto antes. Quiere liberarse, pero no sabe cómo.
—No me digas lo que piensas que quiero escuchar —lo animo—. Has
sido honesta conmigo, Solynshko. Así que sé honesta ahora.
Le toma algo de tiempo. Es hora de decidir si confía en mí. Pero eso es
exactament
Pág
ina1
61
e lo que me muestra cuando me mira. Y sé que no se da fácilmente.
—Apenas la conocía —me dice—. Era una tormenta. Y simplemente
tratamos de sobrevivir los días malos hasta que la luz del sol se abriera paso.
—Cuidaste a tus hermanos —respondo.
—Yo era la mayor. —Es su respuesta—. Ella nos mantuvo encerrados.
Durante los malos tiempos. En una habitación, juntos. Solo nos teníamos el
uno al otro.
Sus ojos se elevan hasta el techo, y termina. —Y ahora, soy solo yo.
Sé lo que necesito decirle. Lo que es verdad, pero no puedo admitirlo.
Que me tiene a mí. Las palabras no vienen. Así que la consuelo de la
manera que puedo. Con mis manos. Peinando su cabello. Despejando los
enredos de su cara.
Le gusta esto. Nunca lo admitirá. Así como no lo admitiré, pero me
gusta hacerlo.
—Dime lo que piensas que deberías sentir sobre tu madre —le digo.
Esta vez, responde sin demora. —Lo siento. Debería sentir pena por
ella. Porque estaba enferma.
—Pero lo que realmente sientes es enojo —respondo.
Mueve su mirada hacia mí. Examinándome. Seleccionándome.
—Cuéntame sobre la mujer en la bañera.
—Esto no es sobre ella —desvio.
—Nunca lo es —responde.
—Tienes que permitirte estar enojada, Solnyshko. Libera esa ira. En mi,
si quieres. Pero debes aceptar que está ahí.
—Pero no lo haces —dice—. Esa es siempre la forma en que funciona
contigo.
—Estoy tratando de ayudarte.
—¿Al mentirme a mí y a ti mismo? —se sienta y me mira, la ira que
Pág
ina1
62
pedí que saliera a la superficie—. Eres un maldito hipócrita. Un imbécil
egoísta.
Trata de levantarse. Para dejarme. Pero la mantengo en su lugar. Mi
propia ira sale a jugar.
—Sí y tú eres una perra psicótica.
Trata de alejarse, pero nuevamente no la dejo. Agarro su barbilla en
mis manos y la obligo a besarme.
—Pero tú eres mi perra psicótica —murmuro contra suyo—. Y yo soy tu
idiota egoísta.
Su resistencia huye, y pone sus manos en mi cara. Besándome de
nuevo. Acariciándome el pelo. Pero luego se aleja, enojada y herida.
—Son solo palabras, Solnyshko.
Y luego dice lo que no espero. Lo que me agarrota. Porque es lo más
vulnerable que ha dicho alguna vez.
—No cuando vienen de ti. No, entonces no lo son.
29
Pág
ina1
63
Talia
CUANDO MAGDA y yo llegamos al pie de la escalera, Alexei me está
esperando.
Él está vestido como siempre. Pantalones grises, zapatos oxford negros y un
suéter de carbón se extiende por su musculoso cuerpo. Está en el proceso
de encogerse de hombros con su abrigo negro y su gorra plana cuando
hace una pausa para mirarme.
Toma un respiro. Y siento una sensación de alivio pulsando a través de mí.
El vestido es uno que él eligió, Magda me informó. No es algo que haya
usado antes. Tul negro bordado con una parte posterior expuesta. Es caro y
llamativo. Alexei quiere mostrarme esta noche. Como su esposa.
Una parte de mí se pregunta si era porque Katya estaría allí. Pero su
respuesta ahora me dice lo contrario.
Se mueve hacia mí como si no pudiera ayudarse a sí mismo. Magda sonríe y
se aparta mientras sus dedos encuentran mi mejilla y se deslizan sobre mi
cuello.
—Eres tan encantadora, Solnyshko —me dice.
Alcanzo su cintura y lo toco también. Mis manos contra su calidez. Y por un
momento, solo nos miramos el uno al otro. Quiero creer que no soy la única
que siente este tirón entre nosotros, pero me he equivocado antes.
He estado tan equivocada.
Mi corazón late con fuerza. Demasiado rapido. Y necesito pensar en otra
cosa.
—¿Qué significa? —pregunto.
—¿Qué?
—¿Solnyshko?
Pág
ina1
64
Me acerca aún más, sus labios se ciernen sobre mi oreja. —Significa
pequeño sol.
Me besa en la oreja y se aleja, reanudando sus actividades de vestirse para
salir. Una vez que ha terminado, me toma de la mano y me lleva desde la
puerta.
Franco ya está afuera, donde dos autos separados están estacionados y
esperando. Está examinando a uno de ellos, revisando por debajo y todo a
su alrededor. Trago saliva y miro a Alexei, quien ya me está mirando.
—Está bien —me dice—. Solo un control de seguridad de rutina.
Asiento, me lleva al auto y me deposita en el lado del pasajero. Luego se
arrodilla a mi lado y captura mi pierna en su mano.
—Dame tu pie —pide.
Es una petición extraña, pero no discuto. Extiendo mi pierna sobre su
musculoso muslo, mi talón colgando en el aire fresco de la noche. Me quita
el zapato y hace lo inesperado. Arrastrando sus dedos por el centro, la
parte más sensible, antes de sacar una navaja de su bolsillo.
—Querrás ésto esta noche —me dice—. Pero solo un poco.
Cómo puede saber esto sobre mí es desconcertante. Pero lo hace. Ve mi
ansiedad ante la perspectiva de abandonar este santuario.
—Solo un poco —repite mientras arrastra el cuchillo hacia la bola de mi
pie—. Y solo es la primera vez, Solnyshko.
Asiento, y rasca la carne sensible con la cuchilla. Ni siquiera para sacar
sangre. Pero lo suficiente para picar. Y luego se inclina y presiona sus labios
en la curva en la parte superior de mi pie.
Observo con fascinación cómo coloca el zapato en su lugar y me indica
que presione la bola de mi pie. Hasta que sienta el dolor que necesitaré en
algún momento esta noche.
—¿Bien? —pregunta.
Asiento, y aparta el cuchillo antes de abrocharme y cerrar la puerta. Habla
con Franco por unos momentos, y luego se mete dentro, su aroma se
Pág
ina1
65
mezcla con el cuero del interior. Los faros del auto que está detrás de
nosotros nos siguen cuando salimos de la casa, y sé que Franco también
viene. Aunque no sé por qué está conduciendo por separado, no estoy
segura.
—Pensé que sería más cómodo de esta manera — responde Alexei a mi
pensamiento no expresado—. Es un viaje largo.
Asiento y me hundo en el asiento, volviendo mi atención hacia él.
—No es un buen nombre para mí —le digo—. Solnyshko. No tiene ningún
sentido.
—Tiene mucho sentido para mi.
Esa es la única respuesta que tengo antes de que su mano esté en mi muslo.
Me mira, sus ojos se mueven sobre mí mientras su mano se desliza hacia
arriba. Cada vez más lejos hasta que está entre mis piernas.
—Súbete el vestido —me dice—. Quiero mirarte.
Hago lo que me pide porque siempre lo hago con Alexei. Levanto mis
caderas y el vestido para que el material caiga alrededor de mi cintura,
dándole acceso completo a mí.
No es tímido sobre lo que quiere. Solo toma. Pero con Alexei, nunca se
siente como si me estuviera quitando algo. Mejor dicho, dando en cambio.
Su mano ahueca la tanga de encaje a juego y su pulgar empuja el material
en mi contra. No hago ningún ruido, pero mis caderas se sacuden y por
dentro le suplico que me de más.
Me gusta cuando me toca.
Cuando me hace olvidar. Y me hace sentir viva también. Su mano sobre mí
es grande. Y me siento segura con él. No deja que me salga con la mía.
Pero tampoco me lastima.
—Ya estás mojada para mí —dice, con voz ronca.
No respondo, y tampoco dice nada más. Sus dedos mueven la tanga a un
lado y se deslizan dentro de mí. Casualmente jugando conmigo mientras
conduce. Sus ojos en la carretera, su antebrazo flexionándose mientras su
Pág
ina1
66
mano se mueve dentro mío.
Mi cabeza cae hacia atrás contra el asiento y mis piernas se abren más. La
esposa que se vistió para verse tan elegante en este momento luce todo lo
contrario.
—Sácate las tetas —demanda—. Quiero verlas.
Tomo el material del vestido sobre mis hombros, atrapándome los brazos y
forzando mis pechos. Estan duros y dolorosos cuando alcanza a apretar uno
en la palma de su mano, dejándome fría de abajo.
—Juega contigo misma mientras miro —me dice.
Lo intento, pero rápidamente me rindo.
—Es mejor cuando lo haces.
Me sonríe y devuelve su mano entre mis muslos, dándome exactamente lo
que necesito.
—Tu pie —me recuerda—. Para darte el dolor que quieras.
Lo hago. Y solo me lleva un par de minutos sentirme al borde. Incapaz de
apartar mis ojos de Alexei. La forma en que su anillo de bodas brilla contra
el volante en su mano izquierda. Lo usa con orgullo.
A veces aún me es difícil aceptar que este hombre sea mi esposo.
Es más que eso.
Es mi salvador. Mi héroe involuntario. Y lo que es más peligroso de todo.
Mi esperanza.
—Sé una buena chica y vente por mí, ¿sí?
Lo hago.
Me vengo duro por él. Y saca sus dedos de mí y los chupa en su boca antes
de colocar su mano de nuevo en el volante.
El auto está silencioso, a excepción de mi fuerte respiración mientras bajo
desde lo alto. Él no habla. O dice cualquier otra cosa. Pregunta por
Pág
ina1
67
cualquier otra cosa.
Pero quiero dárselo independientemente.
Desabrocho mi cinturón y balanceo mis rodillas en mi asiento, inclinándome
hacia su espacio. Le beso la garganta y la mandíbula, y luego brevemente,
sus labios cuando se voltea hacia mí.
Mi mano está hurgando con su cremallera. Con su cinturón. Los deshago y
bajo mi cabeza hacia su ingle. Cuando le saco la polla y la meto en mi
boca, Alexei me agarra la parte de atrás de la cabeza con la mano
derecha y me empuja hacia abajo.
Conduce, y yo lo chupo. Mi cabeza se balanceaba arriba y abajo en su
regazo con la guía de su mano. La insistencia. Gime y luego se viene a mi
boca.
—Trágatelo todo, Solnyshko —ordena.
Mi garganta trabaja alrededor de su pene, haciendo exactamente lo que
demandó. Y solo entonces suelta su agarre sobre mí, sus dedos acariciando
mi rostro.
—Buena niña.
Lo colocó todo en su lugar y le abrocho el cinturón. Luego me quedo en su
espacio para besarlo en su garganta una vez más. Es una cosa estúpida de
hacer. Y es demasiado.
—Abróchate el cinturón —me ordena.
Me muevo hacia mi lado del auto, me recompongo y abrocho el cinturón
de seguridad. Cuando miro por la ventana, mi garganta está obstruida, y
no sé por qué.
La mano de Alexei encuentra la mía, su calidez envolviéndome y
sorprendiéndome.
—Eres la esposa perfecta —me dice—. Perfecta para mí, Solnyshko.
Lo miro y asiento.
No sé si es un insulto o un cumplido.
Pág
ina1
68
30
Pág
ina1
69
Talia
LA FIESTA DE NAVIDAD se celebra en lo que solo se puede describir
como un complejo. Todos los autos son revisados en el portón, y cada
huésped revisado antes de ingresar.
Y en ese momento, me doy cuenta de que mi vida aquí con Alexei no
es tan diferente de cómo vivía con Arman. Solo que ahora, las mismas
medidas de seguridad que se sintieron como un agarre vicioso alrededor
de mi cuello, hoy se sienten seguras.
Alexei estaciona el auto y me dice que espere, que viene a abrirme la
puerta. Es de la vieja usanza de esta manera. Un hombre que valora la
tradición. Es una cualidad rara. Y por un breve momento, cuando toma mi
brazo con el suyo, siento un destello de orgullo por la idea de estar a su lado
esta noche.
Fuimos recibidos en la puerta por varios hombres que no reconozco ni
entiendo. Hablan en su lengua materna, excepto cuando Alexei hace
presentaciones. Incluso entonces, apenas me miran, excepto para asentir y
felicitarme por mis nupcias. Un signo de respeto, creo. Para Alexei.
Me da curiosidad. Exactamente cuál es su posición en la
organización. Ni siquiera sé lo que hace. Pero cuando lo miro,
observandome, tampoco me importa.
Me mantiene a salvo. Me protege.
Me salvó.
Incluso ahora, en esta sala llena de sus propios amigos, me protege
con su cuerpo. Manteniéndome cerca de su lado y listo para destruir a
cualquiera que se atreva a entrar en mi órbita.
Nos sentamos a cenar a los pocos minutos de nuestra llegada. Una
fiesta que consiste en panes y pasteles, borscht y fruta fresca y nueces
durante toda la comida. Alexei mantiene su brazo sobre el respaldo de mi
silla mientras comemos, protegiéndome mientras mantiene una
Pág
ina1
70
conversación con el hombre frente a nosotros.
Viktor.
La misma voz que me llamó puta.
Desde su posición en la mesa, puedo ver que es importante. El
hombre más importante aquí esta noche. Le sirven primero, y nadie come
hasta que haya dado el primer bocado. Estos hombres lo respetan. Alexei lo
respeta. Pero aún no me esfuerzo por respetarlo realmente. Así que
mantengo mi atención desviada hacia mi plato y la comida hasta que la
comida termina.
Después de que se sirve una ronda de bebidas, la música comienza a
tocar desde la otra sala y los invitados comienzan a migrar en esa dirección.
—Debes llevar a tu nueva esposa a dar una vuelta, Lyoshenka —dice
Viktor.
Alexei parece incómodo con la sugerencia. Pero aún así, asiente. Y
luego me toma de la mano, llevándome a la otra habitación.
—¿Un baile?
Suena como una pregunta, pero ya está posicionando mi cuerpo
cerca del suyo. Nuestras manos derechas juntas, su izquierda sobre mi
espalda baja. Lo que descubrimos rápidamente no va a funcionar debido
a la diferencia de altura.
Pero Alexei no es alguien que permita que algo así lo detenga.
Entonces se arrodilla y coloca mis manos sobre sus hombros mientras me
quita los talones. Cuando se pone de pie nuevamente, la distancia entre
nosotros es aún mayor, y lo miro con ojos inquisitivos.
—En mis pies —instruye mientras me levanta y deposita mis pies en sus
zapatos—. Ahora envuelve tus brazos alrededor de mi cintura.
Lo hago.
—Buena chica —me dice.
Y luego nos vamos. Bailando lentamente, mi mejilla presionada
contra su cálido pecho. No tengo que hacer nada más que esperar, y
Pág
ina1
71
rápidamente captamos la atención de algunas de las otras parejas en el
piso. Algunos se ríen, bromeando sobre su tamaño.
Pero Katya definitivamente no lo está.
Y cuando la veo de pie junto a otro hombre, con los ojos fríos y fijos en
mí, me pone tensa. Él ha estado en nuestra casa antes. Para celebrar
nuestro matrimonio. Pero no me habló. Y ahora mismo, parece odiarme.
Katya le susurra algo al oído y él se lleva la bebida a sus labios.
—No les prestes ninguna atención. —La voz de Alexei atraviesa mis
pensamientos, sus dedos voltean mi mirada hacia él.
Nuestros ojos se conectan, y es bastante fácil olvidarlos como me
pide. Porque estoy cautivada por el hombre que me tiene en sus brazos en
este momento. Mirándome con una emoción genuina.
Sus ojos son cálidos y también me calienta.
Y luego hace algo inesperado. Se inclina y me besa. No para montar
un espectáculo. Pero porque quiere. Es suave y sensible, y puedo sentirlo
endurecerse contra mí mientras nuestros cuerpos se mueven en tándem.
Me estiro para encontrar sus labios, que luego se mueven a mi
garganta. Y por un momento, parece que ambos olvidamos que estamos
en medio de una fiesta. Que alguien más existe fuera de nosotros.
Hasta que la voz de Viktor atraviesa la neblina y le da una palmada a
Alexei en la espalda.
Alexei se aparta de mis labios de mala gana y me coloca delante de
su cuerpo, con sus brazos alrededor de mi cintura mientras habla con Viktor
en ruso.
Me mira pocas veces durante la conversación, la mirada de Viktor se
mueve hacia mí, y es obvio que soy el tema en cuestión. Pero el disgusto
que sintió por mí antes no está allí, en sus ojos. Es otra cosa. Es calidez, y lo
que a mí me parece una felicidad sincera. Me confunde.
—Es hora de que los hombres hablen de negocios —dice en inglés—.
¿Por qué no envías a tu pequeña paloma a mezclarse, Lyoshenka?
Pág
ina1
72
Me tenso contra él, y me da vuelta en sus brazos.
—Pasarás tiempo con las otras mujeres esta noche —dice con un
pequeño encogimiento de hombros—. Tradicion. Los hombres en ésta
habitación, las mujeres allí.
Sigo la dirección de su asentimiento y mis dedos se mueven sobre la
estrella en mi mano.
—No te preocupes —dice—. Tengo a alguien que me gustaría que
conozcas. Creo que serás más... Compatible con ella.
No sé lo que quiere decir con eso. Pero mientras me guía en dirección
a las mujeres, con todos sus ojos puestos en mí, me siento como un cordero
llevado al matadero.
Me están mirando como si no perteneciera. De la misma manera que
Katya me mira cuando me ve con Alexei. Como si no me merezco al
hombre de mi brazo.
Y probablemente tengan razón.
—Tanaka —grita.
Una chica de mi edad nos mira desde su silla donde está sentada
sola. No habla con nadie a su alrededor. Es hermosa. Con cabello negro y
ojos ambarinos y una sonrisa reservada mientras su atención pasa de Alexei
a mí.
Le brindo mi propia sonrisa reservada antes de que Alexei agarre mis
hombros y deslice sus palmas por mis brazos en lo que solo puede ser un
gesto reconfortante.
—Estarás bien, Solnyshko —me dice—. Tienes tu estrella, ¿sí?
Lo toco y asiento.
—Estaré a pocos pasos si necesitas algo.
—Bueno.
Espera hasta que estoy sentada al lado de Tanaka y me da una
última mirada, como si también dudara en dejarme. Pero lo hace.
Pág
ina1
73
Y entonces solo estamos Tanaka y yo en un silencio algo incómodo
por unos momentos antes de que ella hable.
—No encajo aquí tampoco —me dice.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
Cuando la miro, no puedo decir si conoce mis antecedentes. Pero
parece que me ve. Y reconozca algo en mí con el que también está
familiarizada.
—Simplemente soy una garantía —me informa—. Mi padre tiene una
gran deuda, y Nikolai está a cargo de mi hasta que lo logre.
—Oh —es mi única respuesta.
No quiero sentir pena por ella porque la simpatía es lo que te mete en
problemas. Pero cuanto más la examino, más no creo que sea simpatía lo
que necesita de todos modos.
—¿Cuándo crees que será? —le pregunto.
Niega con la cabeza. —Nunca. Mi padre no puede pagar.
Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.
—Entonces, ¿qué te va a pasar?"
Suspira y luego mira a través de la habitación. Un parpadeo de algo
se mueve a través de sus ojos cuando su mirada se posa en Nikolai. Quién
está hablando con Katya, su mano en el brazo de él como si fuera su
dueña. Me lleva un momento leer la emoción en los ojos de Tanaka. Tiene
sentimientos por él. Por su captor.
—Lo que sea que Nikolai decida —dice, apartando la mirada.
Siento la necesidad de consolarla. Pero no tengo las palabras
correctas.
—Yo también fui colateral —solté.
Me mira y sonríe. —Sí, lo sé.
—¿Lo sabes?
Pág
ina1
74
—Escuché a Nikolai mencionarte.
—Oh.
La conversación se apaga por un momento, y cuando miro a mi
alrededor, veo más que unas pocas miradas de interrogación dirigidas
hacia nosotras.
—No te preocupes —dice Tanaka—. Te acostumbrarás a eso. No te
quieren porque nunca serán tú.
—No entiendo —le digo.
—Tu esposo. —Asiente con la cabeza a la otra habitación—. Él es el...
Consejero de Viktor. Supera a sus maridos en todos los sentidos. Lo que
significa que tú también.
—Oh.
Tengo la boca seca y parece que he perdido todas las habilidades
de conversación. Sin embargo, Tanaka es amable y sigue hablando,
aparentemente contenta de tener compañía.
—Son muy tradicionales —dice—. Vas a formar una familia pronto,
¿verdad?
Me retuerzo las manos en mi regazo. —Eso es lo que dice Alexei.
Excepto que la familia no es lo que Alexei y yo tenemos. Es un arreglo.
Que nunca podré olvidar. Incluso cuando lo miro a través de la habitación y
lo encuentro mirándome, con una leve inclinación de sus labios.
—Es guapo —comenta Tanaka—. Tienes suerte. Nikolai habla muy
bien de él.
—¿Lo hace?
Me parece extraño ya que noté la tensión entre los dos en la última
ocasión. Alexei nunca nos presentó.
—Lo hace —asiente Tanaka—. Aunque me parece extraño. Qué tan
similares se ven en algunos aspectos. ¿No es así?
No puedo leer su expresión. Pero no creo que ella lo encuentre
Pág
ina1
75
extraño en absoluto. Creo que está tratando de decirme algo.
Pero entonces el hombre en cuestión está a su lado y le habla en
ruso. Por todas las apariencias externas, parece indiferente a ella. Pero su
enfoque es demasiado persistente para que eso sea cierto. Y respira
esperanza en mí. Que Tanaka no se perderá en este mundo que parece
haberla atrapado también.
—Talia. —Nikolai se inclina en mi dirección—. No he tenido la
oportunidad de presentarme adecuadamente.
No estoy segura de qué hacer. Si se supone que debo levantarme
para encontrarlo. O estrechar su mano. O cualquiera de los protocolos,
realmente. Pero Nikolai tranquiliza mis preocupaciones cuando se arrodilla
para estar al mismo nivel que Tanaka y yo.
Tiene una sonrisa amistosa en su rostro. Pero su voz es grave y seria
cuando habla.
—Necesito hablar contigo —dice.
Miro a Tanaka, su mirada tranquilizadora y firme. Como si confiara en
Nikolai implícitamente. Y debería hacer lo mismo. Alivia mi incomodidad un
poco mientras él presiona.
—Alexei no me escuchará —dice—. No hablará conmigo. Pero sé
que te escuchará.
Me muevo en mi asiento y simplemente asiento.
—Sergei no va a dejar que esto se quede así. Tampoco Katya, para el
caso. Ustedes dos deberían tener cuidado.
—Nikolai... —La voz de Tanaka lo interrumpe, y luego una sombra cae
sobre nosotros.
Alexei.
Su mirada está fija en Nikolai, quien se pone de pie para enfrentarlo.
Palabras enojadas pasan entre ellos, sus dos manos gesticulan de una
manera que señala una larga historia de mala sangre.
Solo cuando los hombros de Nikolai caen en la derrota, Alexei se
Pág
ina1
76
vuelve hacia mí. Me agarra del brazo y tira de la silla. Regañándome como
una niña para que todos lo vean.
—Eres mi esposa —me silba en el oído—. Ya no puedes actuar como
lo hiciste con Arman.
Sus palabras son como ácido para mi interior.
—¿Te refieres a una puta? —Me alejo para mirarlo.
Sus ojos están fríos, llenos de acusación y enojo. Ni rastro del hombre
que me besó en la pista de baile hace solo treinta minutos.
—Sí, eso es exactamente lo que quiero decir —responde.
Mi garganta está obstruida, y hay lágrimas que amenazan con
derramarse. No quiero que me vea llorar. No quiero que vea que tiene ese
poder sobre mí. El poder de lastimarme.
—Ve al baño y relájate —exige—. Y cuando vuelvas, quizás puedas
pasar el resto de la noche con mejor criterio.
Tanaka se pone de pie, su voz suave y silenciosa cuando habla. —La
acompañaré.
—No lo harás —ladra Alexei—. Debe aprender cómo comportarse en
estos eventos.
Y luego me suelta de su agarre, dejando que las lágrimas caigan por
mi rostro mientras camino por el pasillo hacia el baño.
Me encierro y lloro durante veinte minutos. No he llorado tanto desde
que tengo memoria. Porque ahora sé que todas mis bravatas han sido en
vano. Alexei tiene el poder de lastimarme. Tal como yo lo hago.
Pero no cambiará nada.
Sigo siendo solo su esposa. Y él es solo mi esposo. Y nunca dejará que
esos sentimientos prosperen. Porque es más fuerte que yo. Y la debilidad
que juré que nunca tendría me está devolviendo la mirada directamente a
la cara.
Me estoy enamorando de un hombre que me está utilizando.
Pág
ina1
77
Quién lo único que hará será usarme.
Cuando todas mis lágrimas se han secado, y la aceptación de mi
realidad se ha posado sobre mío, me acerco al espejo y miro mi reflejo. Pero
no puedo mirarla. No puedo mirar a esa chica en este momento.
La puerta se abre detrás mío y me confunde. Creí que la había
cerrado.
—Lo siento —murmuro, sin abrir los ojos—. Me iré de aquí en solo un
momento.
Las manos fuertes me rodean la cintura y me empujan hacia un
cuerpo duro. Suspiro y me relajo en esos brazos. Y luego digo algo honesto y
vulnerable.
—Lo siento si te hice daño. Si te he avergonzado.
—¿Hacerme daño? —La risa oscura resuena a través del baño
cavernoso, y el terror se arrastra por mis venas—. Ha pasado un tiempo,
pero no recuerdo que alguna vez me hayas lastimado, Talia.
Mi corazón se acelera contra mi pecho. Y estoy congelada. No
quiero mirar. Pero tengo que. Porque esa voz es la de mis pesadillas. Quien
me traicionó peor que cualquier otro antes. El que cambió mi vida para
siempre y destruyó la última esperanza de la decencia humana que
abrigaba.
—Dmitri.
La palabra es como papel de lija en mi lengua.
Besa mi cuello, su aliento caliente sobre mi piel. —Sí. ¿Me extrañaste?
Abro los ojos y la habitación gira. Pero solo puedo enfocarme en él. Su
reflejo en el espejo. Su cuerpo detrás de mí, atrapándome. Sin lugar a
donde ir.
—Arman te echa de menos —me dice, moviendo los dedos sobre mi
cuerpo como si todavía tuviera ese derecho.
Y estoy demasiada insensible para moverme. Para pensar. Para hacer
cualquier cosa menos dejarlo. No estaba preparada para esto. Nunca he
Pág
ina1
78
estado preparada para esto.
—Te quiere de vuelta.
Mis piernas se tambalean, y aprieta su agarre sobre mí para
mantenerme en pie. Pero no para de hablar. Ni siquiera lo desconcierta.
—Eres tan hermosa como lo recuerdo. —Presiona su nariz en mi pelo e
inhala, y mi estómago se revuelve al ver que me toca de nuevo—. Tal vez
podríamos pasar un tiempo juntos antes de regresarte. Siempre disfruté de
tu compañía.
Y esto es lo que me saca de mi horror helado. Me doy vuelta y lo
empujo lejos de mí, y para mi sorpresa, no discute. Simplemente se ríe y se
dirige hacia la puerta, dándome una última mirada persistente.
—Tú nuevo amante juega al ajedrez, ¿verdad? —pregunta.
No respondo. Pero ya lo sabe.
—Tal vez deberías recordarle que nunca es sabio dejar a la reina
desamparada, pequeña. En Prise, como a los franceses les gusta decir.
Alcanza la puerta y me desplomo contra la pared.
—Envía ese mensaje por mí, Talia —me dice—. Y te veré pronto. Muy
pronto.
Y luego se fue.
31
Talia
ME MUEVO por el pasillo aturdida. La adrenalina inunda mis venas y
hace que cada sombra parezca una amenaza.
Pág
ina1
79
Solo tengo un objetivo en mente. Necesito llegar a él. Mi seguridad.
Alexei.
Me tropiezo en la habitación llena de mujeres, y todas me miran con
sorpresa y disgusto. Mi cara está hinchada. Mi máscara corrida. La puta que
todos creen que soy. El partido imperfecto para Alexei.
No me importa.
Solo sé que lo necesito. Ahora mismo. En este momento. Y no he
necesitado a nadie por mucho tiempo.
Pero cuando lo encuentro al otro lado de la habitación, no es en mí
en quien él está pensando. Con Katya a su lado, su mano en el brazo de él
mientras ésta le sonríe con su bella y perfecta sonrisa. Su atención está en
ella también. Sin preocuparse por mí.
Y al igual que Dmitri, me doy cuenta de que también me ha
engañado.
Porque este hombre no es mi seguridad.
Es como el resto de ellos. Solo peor. Porque pensé que podría ser real.
Pensé por un momento, podría haberse preocupado.
Mis rodillas se doblan y colapso. Tanaka se precipita hacia mí,
seguido rápidamente por Mira alrededor de la habitación, preocupado. Y
luego ve lo que vi también. Alexei y Katya juntos. Y toma una decisión.
—Ven. —Me levanta en sus brazos y hace un gesto para que Tanaka
lo siga.
Me llevan por el pasillo y me ponen en un diván. Tanaka se sienta a mi
lado, tomando mi mano entre las suyas mientras Nikolai se arrodilla frente
mío otra vez.
Ambos me preguntan qué está mal, pero no puedo responder. Ni
siquiera puedo mirarlos.
—Consigue a Alexei —instruye Nikolai a Tanaka.
Ella aprieta mi mano y luego hace lo que le ordena. Más lágrimas
caen por mis
Pág
ina1
80
mejillas mientras esperamos en el silencio.
Nikolai es amable. No me presiona para obtener respuestas.
Simplemente permanece a mi lado, una presencia reconfortante. Hasta
que Alexei viene por el pasillo y Nikolai se levanta para reunirse con él.
Más palabras de enojo vuelan entre ellos, y también uno de los puños
de Alexei mientras trata de darle un golpe. Es Tanaka quien interviene,
hablándoles con calma en ruso.
Todos me están mirando ahora, pero Alexei todavía no se ha
calmado. Le habla a Nikolai de nuevo, algo que suena como una
amenaza. Pero Nikolai me mira y responde en inglés.
—Haz lo que debas hacer. La estaba consolando. Como deberías
haberlo hecho tú. En lugar de jugar este juego que llevas a cabo.
Alexei está callado, su mirada se mueve hacia mí y de vuelta a
Nikolai.
—Si quieres castigar a alguien, Lyoshka, entonces necesito que sea a
mí. No a ella. No ha hecho nada malo, y sin embargo la tratas como si...
—No me digas cómo comportarme. Este es mi matrimonio. Mi
negocio.
—No te lo estoy diciendo como un Vor — responde Nikolai en voz
baja—. Te lo digo como tu hermano. Este no es el hombre que conozco.
La sala queda completamente en silencio mientras sus palabras se
asientan sobre todos. Incluso Alexei parece sorprendido por su admisión,
aunque no puedo entender por qué. Por qué no quieren que nadie sepa
que son hermanos. Lo que haría que Sergei sea el mismo hombre del que
Nikolai me advirtió: el padre de Alexei.
Unos pasos resuenan por el pasillo, y pronto Katya se ha unido a mi
vergüenza pública y humillación. Sus ojos se mueven sobre mí y me da una
falsa sonrisa de simpatía.
—Tu esposa parece enferma —dice bajo la apariencia de ser útil—.
Debes permitir que mi doncella la vigile para que puedas regresar y disfrutar
de la fiesta, Lyoshka.
Pág
ina1
81
La observa y vuelve a mirarme. Hay un destello de vergüenza y
remordimiento en su rostro mientras niega con la cabeza. No se encuentra
con la mirada de Nikolai de nuevo cuando viene a levantarme en sus
brazos.
—La llevaré a casa.
—Pero no puedes —insiste Katya—. Todavía hay mucho más por venir.
He trabajado mucho en la planificación...
—Mi esposa es más importante que tu fiesta. —Encuentra su mirada y
luego se mueve hacia la puerta—. Es la mujer más importante de mi vida.
32
Alexei
—¿QUÉ HAS HECHO? —exige Magda desde su posición frente a mi
escritorio—. Está quebrada de nuevo.
Me tomo el resto de mi coñac y la miro a los ojos. —Sabías que eso
Pág
ina1
82
sucedería. Era sólo cuestión de tiempo.
Se da vuelta para irse, frustración evidente en su rostro. Pero luego se
detiene en la puerta y me señala con un dedo tembloroso.
—Este no es el hombre que crié, Alyoshka. Este no eres tú.
Cuando se va, me muevo para servirme otro vaso de bebida. Pero
reaparece antes de que pueda terminar y me sorprende al quitarme la
botella de las manos.
—En caso de que no lo haya aclarado. Tienes que ir a ella. Ahora.
Debes arreglar esto.
Esta vez, cuando se va, se lleva la botella. No discuto.
Ha sido todo un día. No he hablado con Talia. No he arreglado nada
de la forma en que debería.
Porque todo lo que Nikolai dijo, era cierto. Debería haber estado allí
para consolarla. En cambio, fui la causa de esas lágrimas. Él cree que es un
juego para mí. Que no me importa ella y simplemente deseo hacer que
Katya se ponga celosa.
Cuando fui a Katya esa noche, fue con una intención en mente. Para
avergonzar a Talia de la forma en que ella lo había hecho. Con Nikolai.
Era demasiado pronto. Para llevarla a esa fiesta. Esperar tanto de ella.
Creer que podía confiar en ella con Nikolai. Todavía me quema.
Quiero otro trago. Pero desde que Magda se lo llevó, solo tengo una
opción.
Camino por el pasillo hacia su habitación. Está en la cama,
acurrucada de lado. Despierta, pero abatida. Como si no hubiera pasado
un día desde su llegada. Se retiró a la identidad que conoce. La cree que la
protegerá. Pero no puede protegerla de mí.
Estoy enojado, aún. Y quiero reclamarle.
Es exactamente lo que me propongo hacer cuando alcanzo su
tobillo y tiro de su cuerpo ligero hacia mí en la cama. Separo sus piernas y
me tiendo
Pág
ina1
83
entre suyo, presionándola en el colchón mientras mis dedos agarran su
rostro.
—Necesitas darme un bebé —le exijo—. Necesitas tomar mi semen
dentro de ti todos los días hasta que te hinches con mi hijo.
Se encuentra con mi mirada, y no hay nada en su rostro. Sin emoción.
Sin expresión en absoluto.
—No te quiero.
Podría haberme dicho algo. Nada en absoluto. Excepto esas
palabras.
El efecto es inmediato, y no puedo contener la honesta emoción en
mi rostro. Me alejo, y se estremece. Su mano se extiende hacia mí, pero ya
es demasiado tarde. Ya me he ido.
Bajo las escaleras y me encierro en el gimnasio con una botella fresca
de coñac. Llego a la bolsa, dirigiendo mi agresión hacia el cuero. Pero no
atempera la sensación dentro de mí.
Tampoco la bebida, esta vez.
Y cuando me miro en el espejo, escucho la voz de mi padre.
Es defectuoso. Y no lo quiero. No quiero a ninguno de ustedes.
Durante todos los días de mi vida, nunca olvidaré la expresión vacía
en el rostro de mi madre cuando nos echó. Y cuando me miro en el espejo
ahora, es esa misma expresión vacía que me devuelve la mirada.
Traté de arreglar lo que había hecho. Con crayones, papel y
obsequios que le prometían cosas que no podía entregar a la edad de diez
años. Pero que algún día lo haría.
No tuve la oportunidad.
No quiero tus regalos, Lyoshka. No quiero nada de ti. Eres mi mayor
vergüenza.
Mi puño navega hacia el espejo. Una y otra vez. La sangre que fluye
por mi brazo solo sirve para recordarme a ella también. De ese día. Del
último
Pág
ina1
84
regalo que traté de darle. Que rechazó. Y luego se retiró de mi vida por
completo.
La puerta se abre, y cuando miro hacia arriba, no me sorprende
encontrar a Franco parado allí. Él siempre me está mirando. Cuidándome.
No sé por qué.
No sé lo que hice para ganar su lealtad, además de pagar sus
deudas a cambio de un trabajo. Uno que, él devuelve fielmente. Todos los
días, está a mi lado. Cuidándome.
Suspira al ver lo que tiene frente suyo, aunque no es un shock para él.
Esta no es la primera vez que mi temperamento me ha superado. La
primera vez que los recuerdos han regresado.
Pero esta vez es peor. Porque la involucran a ella.
Franco cierra la puerta detrás suyo y recupera el botiquín de primeros
auxilios de un armario junto a la puerta. Observo a través de ojos nublados
cuando me sutura y luego me ayuda a subir las escaleras a mi habitación
para desmayarme. Que es exactamente lo que hago cuando mi cabeza
golpea la almohada.
***
Una mano cálida se mueve sobre mi brazo, sacándome de mi sueño.
Cuando abro los ojos, no estoy seguro de si es un ángel o un demonio
lo que veo.
—Estás herido —dice, sus dedos trazando sobre los puntos en mi
mano hinchada.
La acerco más, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura
atrapando su cuerpo contra el mío.
—¿Qué estás haciendo en mi cama?
Pág
ina1
85
—No quiero dormir sola esta noche —contesta.
Sus ojos se cierran como si le doliera admitirlo. Sé perfectamente bien
cómo se siente.
Todavía está enojada conmigo, y yo con ella. Pero necesito estar
dentro suyo. Necesito que ella...
Solo la necesito.
Me doy cuenta de eso. Y trago duro. Mis dedos se mueven hacia
arriba para tocar su rostro.
—Eres mi esposa —le digo—. No deberías estar hablando con Nikolai
a menos que yo esté presente. No deberías estar hablando con él en
absoluto.
Me mira y mi esperanza de que esas palabras sirvan de explicación
por mi comportamiento se disipa rápidamente.
Sus ojos están vidriosos. Vulnerable. Y suave.
—Dejaste que me tocara —susurra—. No me protegiste de él. Tu
estrella tampoco me protegió, y tú lo prometiste.
Mi mano tiembla con la fuerza de mi ira mientras la examino,
digiriendo sus palabras. —¿Nikolai te tocó?
—No. —Parpadea hacia mí—. Dmitri lo hizo.
Estoy seguro de que la malentendí. Leí mal sus labios de alguna
manera. Pero cuando la examino, sé que ese no es el caso.
Dmitri es ruso, pero no es un Vor. Solo podía ser considerado un
asociado, en el mejor de los casos. No tenía nada que hacer en esa fiesta.
Solo sé de él por mi investigación cuando estaba buscando a Talia. Pero
necesito que lo confirme. Para asegurar lo que creo que es verdad.
—Él te vendió.
Sus dedos cavan en mis brazos, aferrándose a mí. —Pensé que era mi
novio —admite—. Pensé... Y me prometiste que esto me protegería.
Las palabras mueren, y solo su dolor permanece. Está tocando mi
Pág
ina1
86
nombre. Me destripa con sus palabras. Mi fracaso.
—Dime lo que hizo. En la fiesta.
—Me encontró en el baño —responde—. Dijo que me recuperaría
para Arman. Pronto.
Mi ira no puede contenerse. La estoy abrazando demasiado fuerte,
pero no protesta. No dice una palabra, incluso cuando respiro y me calmo.
—Eso es todo lo que debiste haberme dicho, dulzura.
Alcanzo su mano y la coloco sobre mi pecho. Sobre el mismo tatuaje
de estrella que me hace ser quien soy. Espero que comprenda que al jurar
sobre ello, mis palabras significan todo. Mi honor. Mi lealtad.
Lo entiende.
—¿Sientes eso? —le pregunto.
Mi corazón late bajo su palma, mi pecho se expande con cada
respiración. Asiente como una niña, con dedos suaves que revolotean
sobre mi piel al mismo ritmo.
—Sí —responde.
—Mientras haya aliento en mí, mientras mi corazón lata, te protegeré,
Solnyshko. Permanecerás a mi lado todos los días de mi vida. E incluso
después de mi muerte, tendrás a otros cuidando de ti. Esto, te lo puedo
asegurar.
Parpadea hacia mí con ojos preocupados. —No puedes morir.
No discuto. Todavía no entiende el modo Vory. Que estas palabras
son mi promesa para ella. Esa muerte no es algo que temer, sino a ser
honrado.
Teme perderme.
Y ahora mismo, nada más importa. Sé que solo hay una cosa que
hacer. Ahora que lo ha confirmado. Sé lo que se debe hacer.
Pero primero, debo arrepentirme de mis pecados. Debo hacer que
me perdone por las cosas que siempre dije que no haría. Que nunca sería
Pág
ina1
87
como mi padre. La forma en la cual actué esa noche.
Le fallé.
Tiene razón. Prometí protegerla. Y en cambio, la he avergonzado. Y la
dejé vulnerable mientras estaba cegado por mi ira.
—Nunca permitiré que eso vuelva a ocurrir —le aseguro cuando mis
labios se encuentran con los de ella—. Lo siento, Solnyshko. Lamento
haberte fallado.
Me coge la cara con las palmas y me besa. Hambrienta. Necesitada.
Así como estoy yo por ella.
La ruedo sobre su espalda y rápidamente me deshago de su ropa.
Dejándola desnuda y expuesta y vulnerable solo para mí. Así como debería
ser.
Le beso todo el cuerpo hacía abajo, murmurando mis disculpas
mientras lo hago.
—Deberías ser adorada todos los días —le digo—. Y lamento que no
lo hayas sido.
Cuando llego al ápice de sus muslos, se abre para mí sin que le
pregunte. Mi mujer es tímida y triste y algunas veces está quebrada, pero
está abierta para mí. Todavía dispuesta a darme una oportunidad. Le
agradezco y luego entierro mi cara entre sus piernas. Comiéndola toda.
Degustándola. Follándola con mi lengua y moliendo sus caderas en mi
cara.
—Hoy te vendrás así —le digo—. Déjate ir, mi ángel. Permíteme darte
placer sin ningún dolor.
Sé que no merezco pedirle esto ahora, pero quiero esto de ella en
este momento. Y se rinde a mí, tal como yo se lo pido. Se relaja y
simplemente siente, por una vez. Sin ninguna vergüenza. Cuando se corre,
es catártico para los dos. El placer que necesitaba darle. Y luego sus ojos
están en mí. Rogándome al mismo tiempo que su boca.
—Te quiero, Lyoshka.
Esas palabras son exactamente lo que necesito. Y debería
Pág
ina1
88
molestarme que lo sepa. Que haya visto esta parte de mí. Pero cuando
entierro mi polla en de ella, no me molesta en absoluto.
Está muy húmeda para mí. Tan flexible para mí. Me permite que la
tome como me plazca. Lamer su garganta y rodearme con sus piernas y
dejarme entrar.
Me gusta eso. Me gusta mucho.
Pero quiero aún más.
La tomo y ajustamos nuestra posición para que ambos estemos
sentados. Está en mi regazo. Sobre mi polla. Llevándome tan profundo
como sea posible. Sus manos están sobre mis hombros, y luego en mi
cabello mientras la miro. Follando cara a cara. Tan cerca que no me
perderé ninguna de sus expresiones. Sus suspiros o el aleteo de sus pestañas.
—Déjame escuchar tu voz —le digo.
Se me acerca, sus labios encuentran mi oreja. Sus dientes rozándola
mientras su aliento caliente endurece mi polla hasta el punto de un dolor
insoportable.
—Te quiero —me dice nuevamente—. Te quiero demasiado, Alexei.
—Lyoshka —gruño—. Así es como me llamarás.
—Lyoshka —murmura en mi oído—. Tienes el poder de destruirme.
—No lo haré —le aseguro, pero sé que es una mentira.
No discute. Besa mi garganta y la follo duro y profundo. Su cuerpo se
contrae alrededor del mío. Chupándome y exprimiendo mi polla.
Es demasiado. Y termino en ella, pensando embarazarla de mi hijo.
Quiero comenzar una familia con ella. Y estoy impaciente con ese deseo.
No admitiré las razones del porqué. Ante mí o ante ella.
—Ven. —La recuesto y coloco mi cuerpo junto al suyo, acariciando mi
pecho—. Acuéstate conmigo.
Se acurruca a mi costado y apoya su rostro contra el lugar donde late
mi corazón. Su dedo tocando el ritmo en mi piel. Mi otro brazo se enrosca
Pág
ina1
89
alrededor de su cuerpo y le beso la frente.
—Desde ahora, dormirás en mi cama, Solynshko. Mi esposa debería
estar en mi cama todas las noches.
33
Talia
ME DESPIERTO con el brazo de Alexei envolviendo mi cintura mientras
desliza su polla dentro de mí desde atrás.
Me toma dos veces esta mañana. Besa mi garganta y murmura cosas
en ruso. Y una vez saciado, me deja en la cama para descansar mientras se
ducha.
Magda asoma la cabeza por la puerta y cuando me ve en su cama,
Pág
ina1
90
una sonrisa ilumina su rostro.
—Señorita Talia —dice—. La estaba buscando.
Parece feliz. Y me siento incómoda. Hay esperanza en sus ojos. Tanta
esperanza.
—Tengo el desayuno hecho para usted. ¿Le gustaría tomarlo aquí?
Mis ojos se mueven por la habitación, llenos de las cosas de Alexei.
Todavía se siente demasiado desconocido, así que niego con la cabeza.
—En mi habitación está bien.
Asiente y desaparece por el pasillo, justo cuando Alexei vuelve a
entrar con una toalla alrededor de la cintura. Todavía hay gotas de agua
sobre su piel y pelo mientras gira y busca a través de su armario. Observo
cómo los músculos de su espalda se expanden y admiro su constitución.
Hermoso. Fuerte. Sólido.
Cuando se da vuelta, me atrapa mirándolo. No parece perturbarlo
mientras se quita la toalla y revela su polla gruesa, colgando pesadamente
por su pierna.
Es puro macho.
Me vuelvo curiosa de nuevo. Por qué está conmigo. Podría tener a
cualquier mujer que quisiera. Pero no actúa de esa manera. No tiene nada
arrogante.
Simplemente es una fuerza de calma. Un destello de azul pálido en la
tormenta oscura y tumultuosa en la otra manera de mi vida.
Lo miro ponerse sus calzoncillos, los músculos de sus muslos se
contraen mientras coloca la banda en su lugar.
—Dime lo que estás pensando —pide.
—Me preguntaba por qué no te casaste con Katya.
Mi pregunta hace que sus cejas se junten. Espero evasión. Pero no lo
recibo.
Pág
ina1
91
—Se acostó con mi hermano. —Es su honesta respuesta.
—Nikolai.
La sacudida de su barbilla es su respuesta.
Derogo esas palabras y lo miro ponerse sus pantalones, seguido por
otro suéter gris carbón. Y luego una funda de hombro.
—Nikolai dijo que ella no dejaría esto así —le digo—. Que no se dará
por vencida por ti.
—No tiene otra opción. —Alexei desecha el pensamiento con un
gesto de su mano—. Ella no causará problemas.
—¿Como puedes estar seguro?
Se encuentra con mi mirada, sus palabras llevan una pizca de
amenaza mientras habla. —Porque ella moriría si se revelara la verdad.
Nunca traicionas a un Vor.
—¿Crees que yo te traicionaría? —pregunto—. ¿Es por eso que no
querías que yo hablara con Nikolai?
Se da vuelta y se encoge de hombros y se coloca su chaqueta y su
gorra plana. Una señal segura de que se está yendo a algún lugar, lo que
no me gusta.
—Te proporcionaré una buena vida, Talia —dice en voz baja—.
Cualquier cosa que desees, será tuya. Tendrás a mis hijos. Serás feliz. Pero
nunca debes traicionarme.
Y ahí está.
Él no confía en mí. Me pregunto si alguna vez lo hará.
No le doy mis garantías porque sé que no servirían de nada. Así como
sus garantías solo pueden aplacar mis preocupaciones por unos instantes
hasta que los recuerdos vuelvan. Reemplazar todo lo presente con el
pasado venenoso.
Alexei viene a decir adiós. Se sienta a mi lado en la cama,
acariciándome la cara con las manos como lo hace a menudo. No quiero
Pág
ina1
92
que se vaya.
—¿Qué pasa con Sergei?
Esta vez, mi pregunta lo enoja. Y se enfría, sus dedos se caen.
Lamento preguntar.
—¿Qué hay de Sergei?
—Nikolai dijo que tuvieras cuidado con él también.
—Nikolai tiene una gran boca, y no deberías preocuparte por estas
cosas. Debería haber venido a mí.
—Dijo que no escucharías.
—Y tenía razón. Todo lo que tiene que decir es una tontería,
Solnyshko. No tienes nada que temer. Dije que te protegería. Entonces deja
de preocuparte por mí, ¿sí?
—Bueno.
—Debo manejar algunos asuntos —me dice—. Puede llevarme un par
de días. Pero te quiero en mi cama cuando regrese.
—Está bien —digo de nuevo.
—Ponte algo bonito para mí —pide, sus ojos se mueven sobre mí
mientras se inclina para ajustar el bulto en sus pantalones—. Algo de seda. Y
negro.
Esta vez, soy yo quien lo alcanza para tocar su cara. Traigo mis labios
a los suyos, y devuelve el sentimiento ahuecando la parte posterior de mi
cabeza y devorando mi boca con la suya.
Cuando se aleja, mis labios están hinchados y doloridos por él una vez
más.
—Eres una buena chica. —Me besa en la frente y luego se acerca a
la puerta—. Regresare pronto.
Pág
ina1
93
***
Alexei se fue por tres días, en lugar de dos.
Utilicé mi Mac para pedir unas cuantas camisolas de seda en su color
solicitado. Con el envío durante la noche, llegaron al día siguiente. Pero eso
no fue lo único que pedí.
Por supuesto, Magda vio las pruebas de embarazo cuando abrió la
caja e inspeccionó el contenido antes de permitirme tenerlo. Y ya me ha
revisado tres veces esta mañana, su sutileza fallando horriblemente.
—¿Todo está bien, señorita Talia? —pregunta mientras levanto la vista
de mi libro.
—No me he hecho las pruebas todavía, Magda —respondo.
Frunce el ceño. —Quizás debería.
Sé que debería. Pero estoy asustada.
—Voy a esperar con usted —se ofrece como voluntaria—. Si eso
ayuda.
Sé que no va a dejar que esto quede aquí. Entonces dejo de leer y
me levanto. Magda prácticamente está saltando de un pie a otro mientras
mi estómago está revuelto.
Me toma de la mano y me lleva hacia el baño. Donde he dejado las
pruebas establecidas y listas.
—Esperaré por aquí —me dice mientras se sienta en su silla habitual.
Agarro tres de los palos y me ocupo de mis asuntos antes de
colocarlos en el fregadero y lavarme las manos. Magda mira su reloj y luego
se encuentra con mi mirada.
—¿Por qué es tan importante? —pregunto—. ¿Por qué él quiere
esto...?
Dejo las palabras 'conmigo' fuera de esa pregunta, aunque eso es lo
que
Pág
ina1
94
realmente estoy preguntando.
—Es el camino del Vory —responde Magda—. El matrimonio y la
familia son muy importantes. Esa es la tradición. Y Alexei tiene treinta y cinco
años ahora. Está listo para formar una familia.
El resto del tiempo pasa en silencio mientras proceso las palabras de
Magda. Alexei es doce años mayor que yo. Pero no se siente de esa
manera. Parece que somos muy similares, a veces. Excepto en lo que se
refiere a la tradición.
Nunca planeé tener mis propios hijos.
Siempre me preocupó que la locura de mi madre hubiera infectado
mi propia mente. Lo cual claramente ha hecho. Estos son los pensamientos
que me devoran mientras el tiempo transcurre, determinando mi destino.
Estoy obligada a destruir todo lo que amo.
—¿Señorita Talia?
Parpadeo y Magda está frente a mí, llevándome a la silla.
—Se ha puesto pálida como una sábana —dice.
—No puedo ser madre —le digo—. Los arruinaré. Mi mente... Está
infectada.
Se arrodilla ante mí y toma mis manos entre las suyas. —¿Por qué?
¿Por lo que hizo su madre?
Lo sabe también. No sé por qué esto me sorprende, pero lo hace.
—¿Crees que Alyoshka también está infectado? —pregunta.
—¿Qué quieres decir?
Se mantiene callada por un momento, contemplativa.
—Sabe que lo crié desde que era un niño? —pregunta.
No lo sabía. —¿Por qué?"
—Porque su propio padre lo rechazó después de su enfermedad.
Nació tan hermoso como lo es ahora y casi se lo lleva la meningitis cuando
Pág
ina1
95
era niño. Pero es un sobreviviente. Como tú. Sin embargo, su padre no lo vio
de esa manera. Solo pudo verlo como defectuoso cuando perdió la
audición. Y arrojó a su madre y a Alexei a la calle.
Mi corazón lo anhela en este momento. Para abrazarlo. Para tocarlo.
Pero estoy fascinada con las palabras de Magda y me encuentro
desesperada por más. Me los da.
—Él cree que está destinado a destruir todo lo que toca, señorita
Talia. Pero ambas sabemos que eso no es verdad.
—¿La mujer en la bañera? —pregunto.
Su mirada se mueve hacia el piso, el dolor parpadea en su rostro. —Su
madre. Ella también lo culpó por lo que pasó. Y lo dejó sufrir sus acciones
por toda la eternidad.
—¿Es por eso que me eligió? —demando.
—Se identifica con usted —dice—. Pero la eligió mucho antes de
saber su historia. La eligió desde el momento en que vio su cara en esa foto.
La que su amiga trajo aquí, pidiéndole ayuda. Vio algo en usted, señorita
Talia. Lo mismo que veo cuando la miro también.
—¿Qué? —pregunto.
—La vida. —Sonríe—. Vio el sol atravesando las nubes oscuras.
No veo cómo es eso posible, pero no discuto con Magda. Justo como
Alexei me dijo antes cuando le pregunté sobre el nombre con el que me
llama. Pequeño sol. Me dijo que tiene perfecto sentido para él.
¿Realmente podría verme de esa manera?
No lo sé.
—Es un buen hombre. —Magda me palmea la mano y se pone de
pie—. Lo hará bien, señorita Talia. Él hará todo por usted. Pero debe darle
tiempo. Y ser paciente.
Se mueve hacia el fregadero y luego me mira. —¿Está lista?
Asiento con la cabeza. Y estoy agradecida por su presencia. Estoy
agradecida
Pág
ina1
96
por esta dulce mujer que crió a Alexei y se preocupa por mí también.
Aunque no me lo merezco.
Ha sido tan amable y buena conmigo. Y quiero abrazarla. Para
agradecerle. Si supiera cómo.
Echa un vistazo a las pruebas y luego lleva una mano temblorosa a su
rostro. Cuando me mira, sus ojos están llenos de lágrimas y no puede
contener su sonrisa.
—Lo sabía —dice mientras sostiene una de las pruebas para que yo lo
vea—. Ha devuelto la vida a esta casa.
34
Talia
CUANDO ALEXEI REGRESA, es tarde.
Y estoy en su cama. Usando una camisola de seda para él, como lo
pidió. Pero
Pág
ina1
97
no se une a mí.
Se sienta a mi lado y me despierta con un suave toque en la cara.
—Solnyshko.
Muevo mi cara hacia su palma y le beso los dedos.
Y luego me está sacando de la cama y me coloca en su regazo,
deslizando sus dedos sobre el material de seda con un gemido.
—¿Has estado esperando por mí?
Me apoyo en su oreja derecha para responder en la oscuridad. —Sí.
Me agarra por la cintura y me aplasta contra su polla endurecida
bajo los pantalones, su mano se enreda en mi cabello.
—Te tomaré a menudo ésta noche —me dice.
Mi respuesta es besar su cuello, envolviendo mis brazos alrededor
suyo absorbiendo todo lo que Alexei es. Su aroma, sus sonidos, su aliento en
mi piel. Quiero lo que promete tan oscuramente.
Mi mano se mueve entre nosotros, encuentra su cremallera y tiro de
ella hacia abajo. Muevo su bulto caliente a través del algodón de sus
calzoncillos y su boca encuentra mi pecho sobre la camisola de seda.
Chupa el material y mi carne en su boca mientras acaricio su pesado pene
en mi mano.
—Esta vez será rápido —me dice mientras se inclina para recuperar su
pene—. Solo necesito entrar en ti. Quiero que huelas como yo. Solo a mí.
Me recuesto en su agarre cuando su otra palma se desliza por mis
muslos, agrupando el material de la camisola alrededor de mi cintura y
dándole acceso a lo que quiere.
No espera ni explica nada más. Simplemente se desliza dentro mío y
me folla allí mismo en su regazo, ambos en el borde de la cama.
No puedo ver su cara. Solo puedo escuchar su voz en la oscuridad
cuando me dice lo bien que me siento. Cómo ha extrañado mi cuerpo.
—No te vendrás ahora —me dice—. Guárdalo para después. Lo
Pág
ina1
98
necesitaras.
No sé lo que eso significa. Pero solo me aferro a él. Mis brazos
alrededor de su cuello mientras me folla rápido y con un solo objetivo en
mente.
Se viene dentro de mí, su pene palpita durante lo que parecen
minutos mientras me llena con su calidez. Su voz es tranquila mientras sus
labios se mueven sobre la columna de mi garganta, y su cuerpo está
relajado ahora.
Aprieta mi trasero con sus manos y me mece contra su pelvis unas
cuantas veces más, sacándolo mientras se suaviza dentro mío.
—Ahora, tengo algo que mostrarte —me dice—. Y luego te
recompensaré con lo que necesites, mi encantadora Solnyshko.
Se quita de mí y se vuelve a vestir rápidamente antes de reajustar mi
camisa. Su venida gotea por mi muslo y me levanta, envolviendo algo a mí
alrededor. Una bata de seda, me doy cuenta.
Toma mi mano en la suya, cálida, fuerte y sólida.
—Ven conmigo.
Y lo hago.
***
Nunca he estado en esta parte de la casa.
El sótano.
Está frío y vacío. Paredes de piedra y un simple piso de cemento. Los
oxfords de Alexei hacen eco en las paredes cavernosas mientras mis pies
descalzos absorben el frío de cada paso a su lado.
Su brazo está envuelto alrededor mío de una manera protectora.
Calentándome y manteniéndome cerca. Nos detenemos en otra puerta
de acero. La
Pág
ina1
99
toca y se vuelve hacia mí.
Inclino mi cabeza hacia un lado y lo examino. Se ve extraño. Una
extraña mezcla de excitación, orgullo y nervios en su rostro.
—No quiero que tengas miedo, Solnyshko —me dice—. Recuerda,
estoy aquí. Y destruiré a cualquiera que alguna vez intente lastimarte. Eso
implica tu pasado también.
Sus palabras me ponen nerviosa, y me aferro a su mano. Pero todavía
no se mueve. Su otra mano aparece y desenreda mi cabello, levantando
mi rostro hacia él.
—Quiero que conozcas el nivel de mi devoción por ti —afirma—. No
quiero que lo cuestiones nunca. Las cosas que tengo y continuaré
haciendo para protegerte. Para vengarte. Son cosas oscuras. Pero esa
oscuridad es mi carga para llevar y siempre lo será.
Su voz es tan apasionada. Tan llena de fuerza que no hay dudas en
mi mente, quiere decir lo que dice.
—Muéstrame —le digo.
Alcanza la puerta, su agarre firme en mí. Anclándome a su cuerpo
mientras me lleva adentro. Hasta que me congelo ante lo que tengo
delante.
Estoy en estado de shock, creo.
Pero incluso después de parpadear varias veces, la imagen en mis
ojos no cambia.
Es Dmitri.
Amarrado, amordazado y desnudo en un caballo de madera. Hay un
hombre detrás de él. Un gran hombre. Enorme. Se ha quitado la camisa, y
todo lo que usa es un par de pantalones de cuero. Pero la habitación huele
a sexo y sudor y es obvio lo que ya ha sucedido aquí.
—Talia —La voz de Alexei corta mis pensamientos—. Éste es Boris.
Estará atendiendo a Dmitri durante su estadía aquí.
Sus palabras en el pasillo exterior tienen sentido para mí con
Pág
ina2
00
sorprendente claridad. Me está vengando. Hará que Dmitri sufra por lo que
me hizo.
Espero que mi mente me diga que esto está mal. O enfermo. O que
no debería sentir ningún placer cuando miro a Dmitri, sabiendo lo que le
espera.
Pero ninguna de esas cosas sucede.
Siento placer. Siento un poco de sentido de justicia. La suerte
finalmente se vuelve a inclinar a mi favor, aunque solo sea un poco.
Él es la razón por la que no tengo confianza. Sin esperanza. Es la razón
por la que estoy sucia y avergonzada. Tocada por hombres que no tenían
derecho a hacerlo. La razón por la cual lucho para mirarme al espejo la
mayoría de los días. Me entregó a Arman en bandeja de plata y me hizo
desear estar muerta todos los días.
Así que no debería sorprenderme cuando mis labios se inclinan en
una sonrisa, pero sí sorprende a Alexei. Y lo alivia.
—Ve —me indica—. Di lo que quieras decirle. Esta es la última vez que
verás su rostro, Solnyshko.
Me muevo para alejarme y Alexei duda al dejarme ir. Y es solo
entonces que me doy cuenta de que también está luchando con esto, a su
manera. Sabiendo que Dmitri me había tenido antes. Hay un brillo posesivo
en sus ojos mientras se mueven sobre mi cuerpo. Mi cuerpo está lleno de su
venida y su hijo dentro de mí, que aún no sabe. Mi piel, huele a él. Y mi cara,
que sin duda hace muy poco para ocultar mis labios hinchados de sus
besos o cabello enmarañado de nuestro jugueteo.
Me ha marcado como suya. Como si se lo frotara en la cara a Dmitri.
Como si alguna vez le importara.
Él me vendió.
Me arruinó.
Y Alexei me está volviendo a unir. Pieza por pieza.
Me pongo de puntillas y lo beso en los labios. Y luego le doy lo que
Pág
ina2
01
necesita.
—Ven conmigo —le digo—. Te necesito conmigo.
Mis palabras liberan sus preocupaciones, y se hace cargo,
llevándome frente a Dmitri para poder mirarlo a los ojos. Sus ojos fríos y sin
vida.
Nunca antes habían estado así. Así es como me engañó. Era tan
bueno haciéndome creer.
Pero no ahora. El horror de su experiencia apenas está comenzando,
y está escrito en su rostro para que lo vea. Lo saboreo. Lo absorbo todo y le
sonrío directamente.
Incluso si Boris lo usara cien veces, no sería igual al tormento que éste
hombre me ha causado. Pero no importa. Porque ahora tengo paz. Y
entonces solo hay una cosa que tengo que decirle. Lo mismo que me dijo
cuando descubrí que me había vendido.
Me inclino hacia delante para estar justo en su cara. Mis ojos son
inconfundibles en la verdad de que ya no siento nada por éste hombre.
—Será mejor que te acostumbres, gatita —me burlo—. El dolor será tu
nuevo mejor amigo.
Sus ojos me suplican, a pesar de que la mordaza en su boca le impide
hablar.
Pero no hay piedad para encontrar aquí.
No conmigo y ciertamente no con Alexei.
Le hace un gesto a Boris, quien se mueve detrás de Dmitri de nuevo.
Se desabrocha los pantalones mientras camina entre los muslos abiertos de
Dmitri.
—Disfrútalo Boris —le dice Alexei—. Es tuyo para jugar durante la
semana.
Pág
ina2
02
35
Alexei
MI HERMOSA SOLNYSHKO.
En el momento en que volvemos al pasillo, no puedo contenerme.
La beso. Y la toco. Tirando de su cuerpo al mío.
Muy valiente. Tan viciosa.
Estoy más duro por ella de lo que nunca he estado. Sabe esto. Y sube
Pág
ina2
03
a mi cuerpo y a mis brazos. Tan pequeña y vulnerable y mía.
—Te sientes a salvo conmigo —le digo.
—Sí —responde.
Gimo. Porque quiero que lo haga. Incluso si está mal. Incluso si soy
defectuoso. No ve eso cuando me mira. No le importa. Solo ve mi cuerpo
alrededor del suyo, protegiéndola. La sangre que derramo por ella. No ve
nada más.
—Quiero que tu coño se enrolle alrededor de mi polla —exijo—. Ahora
mismo.
Sus brazos rodean mis hombros y me abrazan mientras desabrocho
mis pantalones y envuelve sus piernas alrededor de mío. Está empapada de
mí.
Empapada en la lujuria y deseo por mí. Empapada en la emoción de
la sangre de Dmitri que pronto cubrirá el piso de mi sótano.
Es una sirena. Un ángel sucio. Pero solo para mí.
Solo me tendrá a mí.
Se lo digo mientras me empujo dentro suyo, poseído por mi locura por
ella. La puerta detrás de nosotros no está completamente cerrada. Y sé que
puede escuchar los gritos de Dmitri.
Está excitada por eso. El dolor de él es su placer.
La dedeo y la follo al mismo tiempo. Jugando con sus tetas. Frotando
su cuerpo sobre mí.
—Vente por mí —le digo—. Vente, para que él pueda oír que estás
siendo follada por mí. Para que sepa a quién le perteneces cuando muera.
Gime en mi oído derecho. El sonido está distorsionado. Pero allí está.
Vibra por mi espina dorsal y por todo el camino hasta mi pene. Se revuelve
en mis brazos, gritando cuando el orgasmo se rasga a través de su cuerpo.
Tan hermosa. Tan violenta.
Pág
ina2
04
Tan perfecta para mí. Este ángel dañado.
—Lyoshka —se queja en mi oído.
—Sé lo que necesitas —le digo.
Empujo más fuerte, más rápido. —Y te lo daré.
Vuelvo a venirme en ella de nuevo. Con las bolas profundas,
llenándola de mi corrida.
No me ha saciado para nada. Y ya quiero tomarla de nuevo. Quiero
que Dmitri la escuche llorar toda la noche mientras rebota en mi polla y la
lleno con todo lo que tengo para dar.
Estos son los pensamientos que pasan por mi mente cuando pulso
dentro suyo vaciándome hasta la última gota.
—¿Qué hay de Arman? —pregunta—. ¿Cuándo morirá?
Parpadeo y lucho por inventar una mentira. No entenderá.
—¿Está ya mi pequeño sol sedienta de sangre? —cuestiono.
—Sí —contesta sin dudarlo—. Lo quiero muerto también.
Se ve tan esperanzada y es en este momento cuando me doy
cuenta, tendré que matar a Arman. A pesar de los deseos de Viktor. Tendré
que encontrar un camino. Para complacer a mi esposa. Para mantener mi
palabra. Para vengar lo que le hicieron.
—Tomará más tiempo —le respondo con un beso—. Pero también
morirá, Solnyshko.
Sonríe, mirándome como si fuera su héroe. La forma en que nadie me
había mirado antes. Y luego habla. Y todo cambia.
—Estoy embarazada, Lyoshka.
Pág
ina2
05
36
Talia
SE RETIRA PARA MIRARME, su agarre tenso en mi barbilla.
—¿Qué?
—Estoy embarazada —repito.
Alivio le atraviesa los ojos, y juro que puedo ver el peso de sus
preocupaciones flotando en la distancia.
Pág
ina2
06
—Eso está bien —me dice en un tono aturdido—. Tan buena chica.
Me besa y luego acaricia mi cara.
—Esto cambiará todo.
Y ahí es cuando lo veo. Detrás de su alivio, veo su verdadero motivo. Y
por una fracción de segundo, hay una puñalada de traición en la
realización.
—Hiciste esto para que yo no pudiera lastimarme.
Me mira y miente directamente en mi cara. —Quiero una familia,
Solnyshko. Ya es hora.
—Pero también creías que esto arreglaría las cosas —presiono—. Que
me arreglaría de alguna manera.
—Vas a ser una excelente madre —me dice—. No tengo dudas.
—¿Cómo puedes no tener dudas? —discuto—. Esto no soluciona mi
mente rota, Alexei. Solo significa que has comprado una vida de certeza.
Porque ahora sabes que no haría nada. Pero, ¿y si estás equivocado? Qué
pasa si yo…
No puedo pronunciar las palabras. ¿Qué pasa si estoy loca? ¿Y si
lastimo a la gente que amo también?
—No eres tu madre —responde—. No eres como ella. Eres mucho más
fuerte.
—No la conocías.
—No necesito hacerlo. Te conozco.
—Difícilmente —respondo, moviéndome para salir de sus brazos.
Estoy enojada con él. Y no sé por qué. Ya no puedo entender mis
emociones. Ha pasado tanto tiempo desde que sentí emociones reales.
Además de entumecimiento y dolor. Esto es otra cosa.
Todo en lo que puedo pensar es que lo hizo con una intención en
mente. No fue porque quería formar una familia... Conmigo. Fue porque se
casó conmigo y estoy quebrada y necesitaba arreglar eso y esta era su
Pág
ina2
07
solución.
—No importaría —le digo estúpidamente. Como si yo no lo supiera
ya—. Este era tu plan.
No lo niega. —Te dije que quería una familia.
Pero no dice las palabras que necesito escuchar. He estado tan
confundida, pensando que tal vez esto significaba algo para él.
—¿Cómo funcionará esto? —pregunto.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir... Es un arreglo para ti. No es como si este fuera un
matrimonio normal. Entonces, ¿cómo funcionará?
—Te proveeré —responde—. Y tú serás madre y esposa.
Él no lo entiende. Y ni siquiera estoy segura de lo que necesito que
diga. Pero necesito que haya... Más. Es la esperanza otra vez.
Molestándome. Diciéndome que debería ser capaz de tenerlo todo. Pero
eso nunca fue cierto.
—Ni siquiera sé lo que haces —le digo—. En las computadoras todo el
día.
—Dirijo operaciones de juego para el Vory —responde—. Y para los
irlandeses también.
—Entonces, ¿qué significa eso? —pregunto—. Es ilegal. Podrías ser
atrapado. ¿Qué pasará entonces?
—Nunca me atraparán —se burla y se ve insultado—. Soy el
fantasma.
Su respuesta no me tranquiliza, así que lo vuelve a intentar.
—Soy el mejor en lo que hago, Talia. Esta es la razón por la cual soy
invaluable para Viktor. Para el Vory. No hay nadie más con mi conjunto de
habilidades. Puedo asegurarte esto.
Sí le creo. Lo he visto trabajar. Y sé que hay algo peligrosamente
genial en ese cerebro suyo. Pero todo se está asentando en mí. Qué he
Pág
ina2
08
hecho.
Me casé con la mafia. Firmé un contrato que no puedo recuperar. Y
ahora estoy teniendo a su bebé. Este hombre que también me ha
asegurado que nunca podría amarme. No pensé que lo quisiera. Pero
ahora... Me temo que tiene razón. Eso nunca sucederá.
Y estaré perdida por él. Por este mundo.
—Pasas todo el día en tu oficina —le digo—. Bebiendo. Trabajando.
Jugando ajedrez. ¿Eso va a cambiar?
Sus cejas se unen. —Ayudaré con el bebé —responde—. Será nuestro
hijo, Talia. Responsabilidad compartida.
Trago saliva, golpeteando mis dedos contra mi muslo. No lo entiende.
—¿Y cenaremos juntos? ¿Iremos de vacaciones juntos? Miraremos
películas, jugaremos juegos...
Ahora él es el que se está poniendo tenso. Cada palabra hace que
su postura sea más rígida.
—No lo sé —responde—. Soy un hombre ocupado.
—Bien. —Tomo aliento y recojo mis pensamientos—. Así será como es
ahora. Me quedaré en mi habitación todo el día. Te quedarás en tu oficina.
Por la noche me follarás y tendremos un hijo juntos, de quien compartiremos
la responsabilidad.
Parece confundido por mi enojo. —¿No es esto lo que acordamos?
No entiendo, Solnyshko, lo que te molesta tanto.
—Yo tampoco. —Miro hacia el techo y me froto las sienes—. Querías
que mejorara. Y tal vez lo he hecho. Pero tú no has cambiado.
—¿Por qué iba a cambiar? —pregunta, finalmente entendiendo el
punto—. Este acuerdo funciona para nosotros. Es menos complicado. Sin
emociones, sin sentimientos. Ambos podemos ser felices.
—Correcto.
Solo que ya no lo es.
Pág
ina2
09
Quizás eso no sea justo. Quizás estoy demasiado jodida y mis
esperanzas son demasiadas altas.
Alexei parece agitado. Ansioso por volver arriba y servirse otra
bebida. Esconderse en su oficina con solo sus pensamientos por compañía.
—No —estoy de acuerdo—. Creo que tienes razón. Creo que es mejor
así.
Asiente, satisfecho. Aliviado. Aliviado de que no estoy pidiendo nada
de él de esta manera. Que podemos continuar como antes. Como si nada
cambiará. O ha cambiado.
Pero todo ha cambiado.
—Probablemente sea mejor si me quedo en mi habitación —le
digo—. Para mantener las cosas como tú las quieres. Menos desordenado.
Frunce el ceño, pero no discute.
—Es lo mejor —repito de nuevo.
Pág
ina2
10
37
Alexei
—¿QUÉ HAS HECHO AHORA? — me pregunta Magda después de
dejar mi desayuno.
—No sé a qué te refieres —respondo, volviendo mi atención a la
computadora.
Toca mi escritorio para hacerme saber que no ha terminado.
—No has pasado tiempo con Talia en más de dos semanas. Se está
deslizando, Lyoshka. Volviendo a su tristeza.
—Quiere cosas que no puedo darle.
—Eso es ridículo —responde Magda—. Se supone que debes darle
todo. Está embarazada. Ahora es el momento en que más te necesita.
—Hice todo lo que pude por ella. He programado citas médicas.
Aseguro que esté comiendo la mejor comida. Le he dado rienda suelta
para decorar el cuarto del niño de la manera que le guste. ¿Qué más
puedo hacer?
—Tal vez sacar la cabeza de tu culo —sugiere Magda.
Parpadeo hacia ella, seguro que la leí mal. Pero no es así.
Magda nunca me ha hablado de esa manera. No desde que era un
niño a su cuidado.
—Tienes una cena esta noche —me recuerda—. Se supone que es
una celebración. ¿Qué excusas darás por el ceño fruncido en la cara de tu
esposa?
Tal vez la misma que la mía, ya que no me ha permitido tocarla desde
esa noche. Ha inventado excusas para no sentirse bien, y no he presionado.
Pág
ina2
11
Después de la segunda vez, no me molesté en regresar a su habitación. No
ha venido a mí tampoco. Y estamos en un callejón sin salida.
Estoy irritable. Y Magda no está ayudando a las cosas.
—Lo superará —le digo a Magda en un esfuerzo por apaciguarla—.
Son solo hormonas.
Me maldice en ruso. Y luego dice lo que sabe que me afectará más.
—Estoy decepcionada de ti, Alyoshka. Y estoy empezando a pensar
que no estás a la altura de la tarea del matrimonio. O paternidad para el
caso.
—Suficiente. —Golpeo mi mano en el escritorio—. No me hablarás de
esa manera.
—Te hablaré de la forma que quiera —responde—. No soy uno de tus
Vory. Soy la mujer que te crió. Y si no puedes compartir tu corazón con Talia,
¿cómo diablos alguna vez intentarás compartirlo con tu propio hijo?
Con esas palabras colgando entre nosotros, se va.
***
Talia está en su habitación cuando entro. Vestida para la fiesta. En un
vestido de diseñador y tacones. Tal como debería ser la esposa de un Vor.
Se ve encantadora. Y miserable.
Apenas puedo mirarla. Mirar lo que le he hecho otra vez.
—Eres hermosa —le digo.
Cuando la beso en la frente, no hay respuesta. Asiente y se encuentra
con mi mirada.
—¿Es hora?
—Sí.
Pág
ina2
12
Quiero detenerla cuando se mueve hacia la puerta. Quiero hacer
que sonría de nuevo. Quiero decirle que cortaré el corazón de Arman y se
lo daré en bandeja de plata, si eso la hiciera sonreír de nuevo.
Pero eso no es lo que quiere en este momento.
Quiere un pedazo de mí. Quiere más de lo que le ofrecí. Está
cambiando las reglas del juego a mitad de camino.
Alcanzo su brazo y la detengo, y me mira con una expresión en
blanco.
—No te preocupes —dice—. No te avergonzaré esta noche.
Sus palabras me hieren. Y no me da tiempo para hacer las paces. No
la culpo. Pero cuando bajamos, estoy nervioso. Me gusta sentir que somos
un equipo. Como antes. Pero ahora estamos tan separados como dos
personas pueden estarlo.
Justo como le dije que quería.
Magda ya ha saludado a nuestros invitados cuando bajamos. Una
fiesta cercana del otro Vory y sus familiares. Todos están aquí para celebrar
el embarazo de mi esposa. Incluyendo a Sergei y Katya.
Es ridículo, teniendo en cuenta las expresiones agrias en sus caras
cuando los veo. Pero es tradición. Viktor es muy tradicional en este sentido.
Cada temporada, cada cambio... Hay una fiesta.
—Lyoshenka— me saluda con un firme apretón de manos—. ¿Qué es
ese ceño fruncido en tu cara? ¿Ya has escuchado las noticias?
Parpadeo, sin saber a qué se refiere.
Me aparta y asegura que tengamos privacidad mientras los otros
invitados felicitan a Talia.
—Esta noche es una celebración —dice—. No quiero empañar el
estado de ánimo.
—Solo dime de qué se trata Viktor —insisto—. De lo contrario no me
relajaré.
Pág
ina2
13
—Tenemos una complicación —anuncia—. Arman está en Estados
Unidos. Con ambos envíos y un adicional por nuestros problemas.
—Quiere a Talia de vuelta —le digo.
Viktor asiente y los dos nos quedamos en silencio.
Esto es una complicación. Se suponía que debía tener más tiempo
para planear. Para acorralarlo, para que no tenga más remedio que
aceptar mis términos. Pero Arman es codicioso. Impaciente. Debe haber
trabajado horas extra para tener estos envíos.
—Me reuniré con él mañana y le ofreceré un acuerdo —le digo a
Viktor.
Sacude la cabeza. —Ya traté de hacer un trato con él, Lyoshenka. No
está dispuesto a separarse de ella.
—¿Hiciste esto sin mí? —pregunto.
—No quería molestarte con eso.
—Quieres decir que no querías que lo matara.
—No puedes — me responde Viktor —. Necesitamos su suministro.
—Y él no puede tener a Talia. Es mi esposa ahora. Esta hecho. Está
protegida por el código Vory. Por mí. Arman no tiene más remedio que
aceptarlo.
—Sí, bueno... — suspira Viktor—. Hallaremos algo, Lyoshenka. Siempre
lo hacemos. Pero por ahora, debes darme tu palabra de que serás
paciente y no harás nada precipitado.
Viktor me conoce bien. Sabe que quiero a Arman muerto. Pero tiene
razón. Debo ser paciente. Debo esperar mi tiempo. No quiere arriesgar
nuestros envíos de armas. Pero Arman morirá. Cuando lo haga, parecerá un
accidente. O como si estuviera en manos de otros.
Por mucho que Viktor afirme poner al Vory primero, sé que haría lo
mismo si fuera su propia esposa. Así que simplemente asiento y él me
aprieta el hombro.
Pág
ina2
14
—Ven —dice—. Ahora debemos celebrar.
Pág
ina2
15
38
Talia
TANAKA ESTÁ AQUÍ CON NIKOLAI. Y estoy contenta.
Es probablemente la única mujer en esta fiesta que en realidad está
feliz por mí. La única mujer que no usa una sonrisa falsa para mí.
—¿Cómo estás? —Me abraza, y es un cálido abrazo.
—Estoy bien —le respondo.
Sus ojos se mueven sobre mi rostro, y su sonrisa se desvanece. —No
puedes engañarme con este acto.
—La mejor pregunta es ¿cómo estás tú? —Mis ojos se mueven a
través de la habitación hacia Nikolai—. ¿Alguna noticia sobre tu padre?
—No —suspira—. Pero Nikolai me está cuidando bien.
En este momento, parece como si estuviera tratando de rechazar
más los avances de Katya. Cuando Tanaka se da vuelta, ella descarta la
interacción con un gesto de su mano.
—Es solo Katya —dice—. Está desesperada por tener un marido de
alto rango y ahora que Nikolai ha sido promovido, tiene su objetivo puesto
en él.
—¿No te preocupa? —pregunto.
—¿Por qué debería hacerlo? —responde—. Mi destino será escrito de
una manera u otra. No tengo nada que decir. Este es el camino de Vory.
—Supongo que sí —le ontesto, sabiendo que tiene razón.
—Crecí en este mundo —me dice—. No me molesta mucho. Sin
embargo, debe parecerte extraño a ti. Todos estos matrimonios arreglados.
Pág
ina2
16
Las mujeres como pago. Colateral. Simplemente somos piezas en un tablero
en el juego de los hombres.
—¿Pero tienes sentimientos por Nikolai? —pregunto.
Mira hacia abajo a sus zapatos y por solo un momento, su
comportamiento frío se desmorona.
—Mis sentimientos no importan. Aceptaré a quien elijan para mí.
Todos son hombres buenos y decentes, a pesar de sus prácticas obsoletas.
Nunca encontrarás un marido que tenga a su esposa en mayor
consideración que un Vor.
La forma en que habla lo hace sonar tan simple. Ha aceptado sus
circunstancias sin luchar. La forma en que acepté la mía cuando vine aquí.
¿Cómo han cambiado tanto las cosas desde entonces?
—Eres una de las afortunadas —me dice Tanaka, moviendo los ojos
detrás de mí mientras se inclina—. Tu marido no puede apartar la vista de ti.
—Solo porque teme que ataque a Nikolai o a uno de los otros en el
momento en que esté de espaldas.
Tanaka se ríe y aligera el estado de ánimo. —Está en su naturaleza ser
posesivo. Pero esa no es la razón por la que no puede quitarte los ojos de
encima. Se preocupa por ti.
No discuto con ella y trato de olvidar que lo mencionó.
—¿Qué haces? —pido—. ¿En la casa de Nikolai?
—Probablemente lo mismo que haces aquí —contesta— Revolotear
alrededor de la casa todo el día y mantenerme ocupada.
Asiento y el hombre en cuestión se para junto a ella, finalmente
parece evadir a Katya. No conozco el protocolo para tales cosas,
especialmente en la situación de Tanaka, pero decido hacer una
sugerencia audaz.
—¿Me dejarás pedirte prestada a Tanaka? —pregunto—. ¿Por un
día? Puede ayudarme a decorar la sala de juegos.
Pág
ina2
17
Mi sugerencia agrada y sorprende a Nikolai.
—Por supuesto —asiente.
Su mirada se mueve hacia ella y parecen estar bajo el hechizo del
otro por un breve momento. Me duele el corazón.
Y luego Magda anuncia la cena.
Es un asunto largo. Con muchos diferentes brindis, algunos en inglés,
muchos en ruso. No entiendo todos los sentimientos, pero los aprecio.
Alexei está a mi lado, tomándolos a todos con un respetuoso
asentimiento. Hasta que es el turno de Sergei. Brinda por la buena salud del
bebé. Pero el tono de su voz sugiere lo contrario.
Y me doy cuenta de que esto es una pulla para Alexei. Por su
audición.
Y no entiendo a este hombre. Este padre. El que le ha hecho tan difícil
a Alexei permitirse preocuparse por alguien o cualquier cosa. Me doy
cuenta de que es por eso que debe mantenerse encerrado en su casa.
Lejos del mundo y gente como Sergei.
Su padre lo tiró como basura. Le dijo que estaba defectuoso. Incluso
aquí ahora, a mi lado con todos estos hombres que lo respetan, él no se
siente cómodo. Me pregunto si todavía se siente de esa manera. Me
pregunto si tiene miedo como yo. Miedo de dejarme entrar, por temor a
que le haga lo mismo. Como su madre. Y como Katya también.
La distancia actual entre mi esposo y yo es inconmensurable, pero la
disminuyo al tomar su mano debajo de la mesa. Una muestra silenciosa de
solidaridad. No está solo en este mundo. Incluso si no puede amarme
alguna vez, lo entiendo. Y le soy leal.
Sus dedos se cierran alrededor de los míos, cálidos y fuertes. Acepta lo
que le ofrezco y creo que está agradecido por ello.
Y luego Nikolai se encarga de interrumpir a su padre, levantándose
para hacer su propio brindis. Cuando se encuentra con la mirada de Alexei,
hay remordimiento en la suya. Está claro cuánto respeta Nikolai a su
hermano, incluso si no lo ha demostrado en el pasado.
Pág
ina2
18
Me pregunto si Alexei puede ver eso. Si puede ver cuánto Nikolai lo
admira. Cuantos de estos hombres en la mesa lo admiran. O si solo puede
ver que su propio padre no lo hace.
—Por nuevos comienzos. —Nikolai levanta su vaso—. Sé que ambos
serán excelentes padres. Este niño ya ha sido bendecido. Al igual que con
todo lo que hace, no tengo dudas de que Lyoshka dará el ejemplo.
Poniendo el listón alto para todos los demás Vory que entren en paternidad
después de él. Y a Talia. Él no podría haber escogido a una mujer más
adecuada para hacer este viaje. Les deseo a ambos lo mejor.
Mira a Sergei, que está rechinando la mandíbula con la sonrisa falsa
que usa.
—Por mi familia —termina Nikolai.
El resto de la mesa brindó y Alexei se movió en su silla a mi lado. No ha
escapado a mi atención el hecho de que apenas ha tocado su amado
coñac esta noche. Y me pregunto por qué.
Una vez que Magda ha limpiado la mesa, todos regresamos a la sala
de estar. Y Alexei no me permite dejar su lado por el resto de la noche. En
cambio, me lleva directamente a su regazo y mantiene una conversación
con varios de los otros hombres mientras me toca.
Al principio, es inocente. Un golpe de su palma en mi brazo. Sus labios
en mi cuello. Sus dedos rozan la marca en mi mano. Su nombre y su estrella.
Un recordatorio no tan sutil para los dos a los que pertenezco. Lo toca a
menudo cuando estamos en compañía de otros. Creo que es una
comodidad para él saber que está ahí.
También es un consuelo para mí.
Mi cuerpo tiembla por él y también lo añora. Ha pasado demasiado
tiempo desde que me tocó por última vez. Pero no regresó a mí después de
mi último rechazo. Y ahora parece que no puede controlarse a sí mismo,
incluso en la habitación llena de compañía. Ahora sabe, no lo rechazaré.
Me pregunto si es por eso que lo está haciendo.
Pero tiene que sentirlo. Siente mi cuerpo cobrando vida por él.
Pág
ina2
19
Mi vestido es acampanado en la cintura, con una falda grande.
Alexei saca el máximo provecho de esto deslizando su mano debajo del
material y apretando mi trasero en su palma. Encuentra el material de mi
tanga, tirando hacia arriba en la parte posterior para que se monte contra
mi frente.
Cambio mi peso sobre él y siento su propia incomodidad debajo de
mí. Su mano libre se acerca a mi, envolviéndome alrededor de mi cintura y
tirando de mí contra su pecho.
La conversación a nuestro alrededor continúa y Alexei habla cuando
corresponde, incluso cuando su mano se mueve entre mis muslos. Su voz se
profundiza ligeramente cuando siente la humedad allí. Y luego sus dedos
están dentro de mí. Jugando conmigo mientras habla con sus amigos.
Es muy sucio, sucio e incorrecto. Y me encanta.
Me encanta que esté haciendo esto conmigo.
Pero luego se detiene y saca bruscamente sus dedos de mí,
limpiándolos en mi pierna. Dice una especie de excusa en ruso y luego me
levanta de su regazo, todavía medio aturdida mientras toma mi mano en la
suya.
Me lleva a la cocina y rápidamente me pone en el mostrador donde
cualquiera puede entrar y vernos. Y luego se arrodilla ante mí y coloca su
cabeza bajo mi falda, tirando de mi culo hacia él y comiéndome.
Me vengo duro después de solo unos minutos sin ningún dolor. Esto le
agrada a Alexei.
—Tu esposo está duro por ti —me dice—. Es tu trabajo encargarte de
eso.
—Quiero encargarme de eso —le respondo.
—Y quiero azotarte por negármelo —contesta mientras sus dedos
rozan mi rostro—. Pero lo disfrutarías demasiado.
Es cierto, así que no discuto con él sobre eso.
—Ahora abre tus piernas —exige—. Tus piernas siempre deberían estar
Pág
ina2
20
abiertas para mí.
Las extiendo lo más que pude para dejarlo entrar. Y me recompensa
con su pene, dentro de mí. Follándome en la cocina mientras nuestros
invitados continúan bebiendo en la otra habitación. Parece tener una
afinidad por esto. Recuerdo que sucedió lo mismo en su oficina la última vez
que estuvieron aquí.
Asalta mis labios y me deshace el peinado en el cual Magda trabajó
tan duro. También destruyo el suyo, con mis propios dedos.
Y entonces algo atrapa mi atención sobre su hombro.
Katya.
Lo está viendo follarme. Y está enojada.
Me encuentro con su mirada y la sostengo mientras Alexei me
empuja.
—Te trata como la puta que eres —me dice, sabiendo muy bien que
no puede oírla.
—Y él ama cada segundo de eso —respondo.
Mis palabras alertan a Alexei sobre la presencia de otra persona. Él
mira por encima del hombro a Katya y no se molesta en reconocerla. En
cambio, me agarra de las caderas y tira de mi tan profundo como mi
cuerpo lo llevará. Viniéndose dentro de mí con la misma palabra simple que
siempre me da.
—Mía.
Y luego me besa. Tiernamente. Apasionadamente.
No sé cuándo se fue Katya. Solo sé que lo hizo en algún momento.
Pero todavía me preocupa. Me preocupa de que incluso mi embarazo no
sea un obstáculo para ella. Todavía considera a Alexei en el mercado.
—¿Por qué siempre está en estas fiestas? —le pregunto.
—Es la hija de Anatoly —responde—. No te preocupes por ella,
Solnyshko. Eres tú la única que quiero.
Pág
ina2
21
—Eso no es lo que me preocupa —le digo.
—Es inofensiva —informa, tratando de tranquilizarme.
Pero no creo que lo sea. Vi la mirada en sus ojos esta noche. Como si
yo no fuera más que basura que necesitaba ser eliminada.
Alexei no me permite pensar más en mis preocupaciones.
—Esta noche dormirás en mi cama —me ordena—. Ha pasado
demasiado tiempo desde que estuve dentro de mi esposa.
Cuando miro sus pálidos ojos azules, no puedo negarlo.
—Está bien, Lyoshka.
Pág
ina2
22
39
Talia
CUANDO TODOS los invitados se han ido, Alexei y yo nos retiramos a su
habitación por la noche.
No hay duda de lo que quiere cuando me agarra por la cintura y
arrastra mi cuerpo contra el suyo, besándome bruscamente.
Tomo aire cuando comienza a tomar mi garganta, rozando la piel
con sus dientes.
—No tenías mucho para beber esta noche —señalo.
Las vibraciones de mi voz lo alertan de que he hablado, pero está
claro que se lo ha perdido. Entonces cuando sus ojos encuentran los míos, lo
repito una vez más.
—Bebo tanto como cualquier otro Vor —me dice—. Pero te
desagrada, ¿no?
—¿Qué importa? —le pregunto.
—Quiero que mi esposa sea feliz —responde sinceramente—. Y tal vez
tengas razón. Debería centrarme en otras cosas ahora.
Qué otras cosas, no lo dice.
Pero su teléfono comienza a sonar y a vibrar a través de la habitación
y no se detiene, incluso mientras continúa aplastándome. Le toco el brazo
para llamar su atención.
—Tu teléfono está sonando.
—Ignóralo —me responde con otro beso.
Pero no se detiene. Y después de otro minuto completo, finalmente se
Pág
ina2
23
vuelve para comprobarlo. Y luego frunce el ceño. Lo veo revisar el sistema
de seguridad de la casa. Las mismas cámaras que tiene en su oficina.
Guarda el teléfono y regresa a mí con una actitud completamente
diferente a la de hace un momento. Este es Alexei, el Vor.
—No hay nada de qué preocuparse —me dice con voz tranquila—.
Pero tenemos un invitado inesperado. Voy a ver lo que quiere.
Me besa en la mejilla y me agarra la barbilla. —Estoy cerrando la
puerta detrás de mí.
Asiento, pero tengo curiosidad de quién está aquí. Y realmente no
quiero que se vaya. Pero sé que debe hacerlo. Se mueve hacia su armario y
agarra su pistolera y su arma, encogiéndose de hombros antes de cerrar la
puerta.
Y espero. Me muevo hacia la ventana para ver si puedo ver algo
desde aquí arriba.
Hay un auto estacionado en frente de la casa. Franco ya está afuera
y parece que está discutiendo con alguien. Pero está demasiado oscuro
para ver qué está pasando.
Así que camino por la habitación de Alexei y examino sus cosas para
mantener mi mente ocupada. Los muebles son robustos y bien hechos. En
su armario, encuentro mucho de lo mismo que siempre usa. Una variedad
de pantalones grises y negros, suéteres de botones y chaquetas de
gamuza. Al menos cinco pares de oxfords y varias gorras planas diferentes.
El hombre encuentra algo que le gusta y se queda con eso.
Traigo una de sus camisetas que está puesta sobre el armario a mi
nariz e inhalo. Huele a él. Roble y clavo de olor. Tengo ganas de quitarme el
vestido y ponermela. Pero con la compañía inesperada abajo, decido
esperar.
Lo cual resulta lo mejor. Porque unos momentos después, escucho
voces en el pasillo exterior. En el mismo piso. Uno de los acentos es familiar e
inconfundiblemente irlandés. Me da curiosidad, pero no puedo mirar
afuera.
Pág
ina2
24
Así que espero. Y camino por la habitación un poco más. En la
cómoda de Alexei, encuentro una pieza de ajedrez rota. A menudo lo he
visto jugando con él en su oficina cuando está contemplando algo.
Mirándola mientras mueve sus dedos sobre las crestas. Es vieja. Y sin duda
tiene algún tipo de recuerdo.
Me pregunto qué será.
La puerta se abre, y rápidamente la coloco en su lugar. Los ojos de
Alexei encuentran los míos yentra.
—No hay necesidad de preocuparse, dulzura. Es un conocido. Está
herido, pero Franco lo está atendiendo. También lo haré.
—Bueno.
—Deberías dormir un poco —me dice—. Manten la cama caliente
para mí.
Asiento, y viene a besarme en los labios otra vez. Me confunde, cómo
puede ser tan dulce. Muy reflexivo a veces. Cómo puede mirarme como
ahora. Como si no quisiera irse.
—Te quiero desnuda —pide—. Cuando vuelva.
—Pensé que dijiste que durmiera un poco —le sonrío.
—Te despertaré. —Se encoge de hombros—. Tendrás suficiente sueño
hasta entonces. Ahora debo irme, Solnyshko.
Me besa de nuevo y luego se va. Espero hasta que sus pasos se hayan
retirado por el pasillo, y luego miro por la puerta. Y estoy sorprendida de ver
dos caras familiares aquí.
Sasha y Rory.
Uno de los hombres del sindicato irlandés quienes son dueños del club
en el que trabajé. Y una de las bailarines también. Me parece extraño que
estén aquí. Y siento la atracción más extraña de ir hacia ellos. Para
preguntar acerca de Mack.
Pero mi miedo me mantiene enraizada en el lugar.
Pág
ina2
25
En mi cabeza, me digo a mí misma que ella está feliz ahora. Que está
mejor. Que nunca en un millón de años podría aceptar lo que hice. Incluso
si ella misma se casara con el hombre que juraba que era un humano
horrible basado únicamente en su juicio sobre su reputación.
Quiero saber por qué se casó con él. Si ha cambiado tan
radicalmente desde que la conocí. Si está bien. Y si es genuinamente feliz.
Pero estoy aterrada de que me vea.
Verá a través de mi acto. Me dirá las duras verdades como siempre lo
hace. Ese Alexei no me ama y nunca lo hará. Que soy estúpida por
permitirme cargar a su hijo.
Me juzgará.
Y por mucho que ame a Mack, no puedo manejar eso ahora mismo.
Mientras estoy perdida en estos pensamientos, la puerta se cierra por
el pasillo, y me doy cuenta demasiado tarde de que Sasha está caminando
en mi dirección.
Cierro la puerta y me siento en la cama, esperando que no me haya
visto. Pero sé que lo hizo.
Y es un minuto después que la puerta se abre.
Sus ojos se abren cuando me ve. Y todas mis defensas suben,
preparándose para la batalla.
—¿Talia?
No respondo. Mi boca está seca y estoy mareada. Siento que puede
ver todas las partes erróneas y malas de mí. Todas las cosas que sucedieron
mientras yo no estaba. Y ahora entiendo por qué me sentía segura con
Alexei desde el principio. Porque no me conocía antes.
Pero Sasha lo hizo. Y puede ver que no soy la misma. Que estoy rota y
dañada y... Mal.
—¿Te acuerdas de mí? —pregunta.
Mi corazón late demasiado rápido. Demasiado alto. Mis palmas están
húmedas. Y
Pág
ina2
26
los recuerdos se arremolinan en mi cerebro. Mis últimos días en el club.
Cómo estaba tan feliz cuando Dmitri venía a verme. Cuán emocionada
estaba por nuestro tiempo en México.
No quiero recordar. Y ella lo trae todo de vuelta. Esta chica que solía
conocerme.
—Por supuesto que te recuerdo —respondo—. No estoy
cerebralmente muerta.
—Todo el mundo piensa que estás muerta —dice—. Sabes eso,
¿verdad?
Quiero decirle que estoy muerta. Que, por lo que a mi respecta, para
quien me conocía en mi vida anterior, ya no existo. Pero no lo digo. No
puedo pronunciar las palabras. No puedo dejar de pensar en Mack. Porque
sé que también está pensando en ella. Puedo verlo en sus ojos. Me está
destrozando. Quiero preguntarle muchas cosas. Quiero preguntar si Mack
es realmente feliz. Si me odia. Pero no puedo.
Me encojo de hombros. Eso es. Eso es todo lo que tengo.
—¿Te das cuenta de lo que esto le ha hecho a Mack? —contínua—.
Ha estado enferma por toda esta situación durante meses. ¿Tienes alguna
idea de lo que pasó para intentar traerte de vuelta?
La culpa me pesa mucho. Pero es muy pronto. No puedo lidiar con
esto ahora. No estoy lista para enfrentar esa parte de mi vida otra vez.
—No quiero volver allí.
—Está bien... —suspira—. ¿Pero no puedes llamarla? ¿Hacerle saber
que estás bien?
—No lo entenderá —trato de explicar—. Mack nunca ha entendido.
Querrá recuperar a la chica que perdió. Pero ya no soy ella. Nunca lo seré
otra vez.
—¿Entonces vas a dejar que piense que estás muerta? —exige—. Ella
era tu mejor amiga.
Lo era. Y me preocupo por ella. Sé que mis acciones no lo muestran.
Que Sasha no puede entenderlo. ¿Pero cómo puedo explicarlo cuando no
Pág
ina2
27
lo entiendo ni yo misma?
—Voy a decirle —dice—. Es mi amiga también. Y no puedo dejar que
siga pensando que estás muerta cuando no lo estás. No está bien.
—Haz lo que tengas que hacer. —Es mi respuesta.
Sasha se dirige hacia la puerta, y respiro un poco al verla irse. Al ver mi
pasado desaparecer y preservar mi pequeña burbuja segura donde el
presente no puede colisionar con ella.
—¿Estás bien aquí? —pregunta—. ¿Estás a salvo?
—Sí. Alexei es muy bueno conmigo. No quiero dejarlo.
—Está bien —dice—. ¿Te gustaría tener mi número? ¿Por si acaso?
Niego con la cabeza.
Y sale por la puerta.
Pág
ina2
28
40
Alexei
RONAN ESTÁ ATENDIDO y oficialmente en recuperación.
Va a estar bien, nos dijo la doctora. Ella está en la nómina de Vory y
sus servicios están disponibles solo para nosotros. Lo que significa horas
inadecuadas y ubicaciones a veces extrañas. Pero es una de las mejores.
Esos servicios generalmente no se extienden a nuestra alianza
irlandesa. Especialmente al hombre que se encargó de dispararnos a
Franco y a mí en un pasado no muy lejano.
Todavía está un poco delirante a medida que desaparecen las
drogas, pero tiene la coherencia de decir lo que necesita.
—Gracias —me dice—. Sé que no merezco tanta amabilidad por tu
parte.
—Puedes agradecerle a tu novia. —Es mi respuesta.
Nunca pude soportar ver llorar a una mujer. Su mujer lo ama
profundamente. Y le gana un poco del respeto que perdió de mí. Pero
nada en esta vida es gratis y tanto Ronan como yo somos conscientes de
esto.
—Necesitaré que hagas algo por mí, una vez que hayas sanado.
—¿Qué necesitas?
Me dirijo a Franco y hablo con él en ruso, pidiéndole que recupere la
información que he estado guardando sobre Arman. Él está aquí en los
Estados Unidos, quedándose en un lujoso hotel mientras espera el regreso
de Talia. Va a esperar un poco más.
Pág
ina2
29
Franco vuelve con el archivo un momento después y se lo da a Rory.
Pero es Ronan quien lo llevará a cabo. Ésta es su especialidad.
—Estas son las ubicaciones de dos almacenes donde tiene nuestros
envíos. Necesito que los saquees y que parezca un trabajo italiano.
Levanta una ceja y me encojo de hombros. —O alguien más. Lo que
sea que elijas, siempre y cuando no sea uno de nosotros. No puede haber
dudas.
—Lo resolveré. —Ronan me da sus garantías—. Dos días como
máximo.
Es un logro, teniendo en cuenta su estado actual, pero no discuto.
Solo necesito que se haga y no puede haber ninguna implicación de que
esté conectado al Vory de ninguna manera. Arman se verá como un tonto
otra vez y me comprará más tiempo. Más tiempo para estudiar sus
operaciones y encontrar la mejor manera de hacerlo desaparecer sin
hacer preguntas.
—¿Te importaría mucho si nos quedamos aquí un poquito?
—pregunta Rory—. Hemos tenido algo de calor en Boston.
En lo particular, no me importa tenerlos vagando por mi casa. Es por
eso que vivo tan lejos de todos los demás. Porque no me visitan tan a
menudo y me dejan tranquilo con mi soledad. Pero ahora que tenemos una
alianza con ellos, es mi deber ser hospitalario.
Antes de que pueda siquiera darles una respuesta, Ronan se encarga
de agregar otra razón. Una que él sabe que no puedo rechazar.
—Sasha está teniendo mi bebé. Necesitamos un lugar seguro donde
se pueda quedar.
—Puedes quedarte en el tercer piso —le digo—. Pero necesitarás usar
la entrada trasera cuando vengas y vayas. Y mantente fuera de este nivel.
Tengo que preocuparme por mi propia esposa embarazada y nos gusta
nuestra privacidad.
Ronan se sorprende con mis palabras, pero no le doy más
explicaciones. Estoy ansioso por llegar a mi cama. Estar dentro de Talia.
Pág
ina2
30
Me dirijo a la puerta y Rory me sigue.
Los dejo en sus asuntos y me muevo por el pasillo hacia mi habitación.
Talia está dormida. Su cabello rubio se extiende como un halo sobre
mi almohada negra. Se ve hermosa. Y cuando levanto las sábanas y la veo
desnuda, mi polla se pone dolorosamente dura.
Pero no la despierto cuando me acomodo detrás suyo. En cambio,
simplemente la empujo contra mi cuerpo, inhalando su aroma y
absorbiendo su calor. Da un suspiro de satisfacción y se acerca más.
Y así es exactamente como nos dormimos.
Pág
ina2
31
41
Talia
LA VIDA CON ALEXEI ES UN PATRÓN.
Nunca una línea recta. Siempre una serie de altibajos a medida que
nos conocemos. Descubrimos más uno del otro.
Aprendo cosas nuevas sobre él todos los días.
Todo lo que hace está hecho con precisión. Cuidadosamente
considerado y pesado antes de decidir. Un simple viaje desde su casa a
menudo le lleva varios días prepararse.
Sé que es porque el mundo ha sido un lugar frío y cruel para él. No le
gusta sentirse vulnerable. Pero lo es. Es especialmente vulnerable cuando
sale de la casa. Siempre preocupado de que su secreto sea descubierto.
Su mente debe estar encendida todo el tiempo. Murmuró para mí
una vez, en voz baja, que me había convertido en una distracción para él
en las cenas. Le preocupa. Pero también le gusta.
Me gusta ser su distracción.
Por eso a menudo me encuentro en su oficina, a la mitad del día,
como estoy ahora. Le gusta cómo me veo en el exterior. Y acepta que
estoy muy jodida por dentro.
Pero me pongo bonita para él. Cada día. En estas prendas de
diseñador que no pertenecen a personas como yo. Y luego me ensucia
con sus ojos, sus manos y su polla.
Sin embargo, hoy cuando me ve, parece distraído por otra cosa. Y no
me gusta para nada. Quiero ser el centro de su mundo. Quiero ser mucho
más que su esposa por nombre y su juguete en el dormitorio. Querer es algo
Pág
ina2
32
peligroso.
Aún así, camino detrás suyo y le toco los hombros. Inclina su cabeza
hacia atrás contra la silla para mirarme, y me inclino y lo beso. Mis dedos se
mueven sobre la sensible carne de su cuello, esperando impregnarme algo
de la colonia que usa.
Me gusta oler a él. Me gusta frotar mi cuerpo sobre él.
—Me estás enseñando malos hábitos, Solnyshko —me dice.
—¿Cómo es eso? —pregunto inocentemente.
Se da la vuelta y me jala a su regazo, enterrando su rostro en mi cuello
e inhalando. Intento besarlo. Para ponerlo en marcha porque sé que no se
detendrá una vez que lo haga. Pero no me deja llegar tan lejos. Me toma
de las manos y los mantiene atrapados entre nosotros. Entonces envuelve
sus brazos alrededor de mi cintura y me empuja contra su pecho.
Y luego solo me mira. Por mucho tiempo.
Esto es lo que no me gusta. Y he notado que está sucediendo cada
vez más últimamente. Es íntimo, tener los ojos de alguien en uno sin
intención de hacer otra cosa que mirar. Viendote.
—Te quiero —le digo.
Su mano se arrastra por mi espalda y alcanza mi cabello,
enredándolo en su puño y tirando para que no pueda mover mi cabeza.
—Quieres que te haga cosas sucias —afirma.
—Sí.
—¿Qué pasa si solo quiero mirarte? —pregunta.
—No me gusta —respondo.
—No me importa —contesta.
Es obvio que hará lo que quiera. Así que solo espero, tratando de
esconderme enterrando mi cara contra su pecho. Juega con mi pelo, y
aunque es difícil para mí, no hace nada más.
Pág
ina2
33
Me confunde. Este tipo de intimidad. Un minuto, quiere todo de mi. Y
al siguiente, retrocede. Nunca permite acercarse demasiado. Solo trato de
no pensar en eso. Pero cuando me sostiene así, es difícil no hacerlo.
Preguntarle cosas que ni siquiera debería estar pensando.
Como si le importara.
Como si alguna vez hubiera más.
En cambio, le pregunto otras cosas. Preguntas que me dan pequeños
pedazos de él. Lo único que puedo tener realmente. Momentos robados.
Piezas de su vida y su corazón. Eso es todo lo que tiene para ofrecer. Y no
tengo nada que ofrecerle. Excepto mis pensamientos rotos y mi alma
demente, unida por mis frecuentes ataques de locura.
—Magda cree que somos iguales —le digo por capricho.
Se queda callado, contemplativo. Sus ojos se movieron sobre mi rostro
otra vez. Sus manos sosteniéndome cerca.
—¿Estás de acuerdo?
—Sí —responde.
No elabora, y puedo decir que no quiere. Entonces le pregunto algo
más.
—¿Puedes enseñarme algo en lenguaje de señas?
Parpadea y eso lo hace sonreír. —No conozco el lenguaje de señas
—me dice—. Así que no, probablemente no.
—Oh. Bueno, ¿no deberías?
Solo se encoge de hombros. —Nunca aprendí. Era joven cuando
perdí la audición. Las circunstancias no permitieron el aprendizaje. Así que
aprendí la única manera que podía.
—Leer personas.
Asiente y le toco la cara.
—Desearía poder leerte algunas veces.
Pág
ina2
34
—Todo lo que tienes que hacer es preguntarme —dice.
Quiero hacerlo. Ambos sabemos que quiero hacerlo. Pero no. Porque
estoy asustada. Y creo, que Alexei también.
—Creo que me gusta —le digo en cambio—. Que nos toquemos para
comunicarnos. Me tocas mucho.
—Me gusta también —admite.
Pero no tiene que decírmelo. Siento cuánto le gusta debajo de mi
culo sentado en su regazo. El mayor cambio entre nosotros es que sepa que
lo acepto a él y a mí.
—Es extraño —le digo con sinceridad.
—¿Qué? —pregunta.
—Que no puedas escuchar —respondo—. Y sin embargo, eres la
única persona que realmente me ha escuchado.
—Siempre te veré, Solnyshko —me dice—. Siempre.
—Me haces sentir —le susurro.
Las palabras son a la vez una acusación y una confesión.
Pero Alexei ni se retira ni se asusta. En todo caso, se complace más y
sé que el tiempo para abrazarlo y la intimidad ha terminado. Levanta mi
vestido y lo descarta, dejándome solo en sujetador y bragas. Pero como
suele hacer ahora, sus manos se mueven hacia mi vientre primero.
—¿Cómo está mi bebé? —pregunta.
—Grande —le digo—. Como su padre ya.
Alexei me sonríe. Y es hermosa, esa sonrisa suya.
—Creo que es un niño también —responde—. Me gustaria eso.
Y luego me besa. Es suave y dulce durante unos dos minutos antes de
llegar a lo bueno. Lo realmente bueno. Sus manos sobre mí. Deslizándose y
ahuecando mis pechos bajo el encaje de mi sujetador. Y en mis bragas. Sus
dedos dentro de mí.
Pág
ina2
35
Todo el tiempo, su boca está en la mía. Nos besamos mucho. Y me
gusta. Incluso podría amarlo. A veces, es una quemadura lenta. Y a veces,
como ahora mismo, me consume por completo la locura. Siento que está
sucediendo. La caída. Cayendo por él.
Sé lo que dice. Que no le importa. Pero esto ya no es solo jodido. Éste
es él, susurrándome algo al oído y yo dándole todo lo que pide. Ambos nos
excitamos con eso. Cualquier hombre puede follarme. Pero Alexei me folla
la mente. Mi corazón. Mi alma.
Me ilumina y me quema.
Cada vez.
Quiero decírselo, ahora mismo. Quiero ser honesta. Pero por dentro,
sé que necesito alejar esos pensamientos.
—Sé sucio conmigo —pido.
—Ponte de rodillas —ordena.
Lo hago. Agarra un puñado de mi cabello y frota mi cara contra el
calor debajo de sus pantalones. Mis dedos se clavan en sus muslos y mi
aliento se acelera mientras se desabrocha.
—Sé una buena chica —dice mientras agarra su polla en la palma de
su mano—. Y suplícalo.
Esto es nuevo. Y me gusta. Me gusta aún más cuando miro hacia
arriba y lo veo ansioso por que pronuncie las palabras. Para decirle cuánto
lo quiero. Y en sus ojos, puedo ver cuánto quiere creerlo. Se lo haré creer.
Porque es verdad.
—Lyoshka —le digo mientras extiendo la mano y tomo su polla en mi
mano—. Tú eres mi esposo. Me perteneces. Y a nadie más. No puedes
hacer esto con nadie más.
—Soy un Vor —responde—. Haré lo que quiera.
Lo miro y sus ojos se disparan con satisfacción.
—Ahora deja de hacer pucheros y chupa mi polla.
Pág
ina2
36
Lo hago. Lo empujo hasta el final de mi garganta y gime. Duro. Lo
ama, pero no puede admitir cuánto.
—Hazlo mejor —me dice.
Lo hago aún mejor. Lo chupo tan fuerte que casi explota su carga en
los primeros minutos. Pero sé que Alexei nunca permitirá que eso suceda.
Entonces, en cambio, me agarra del pelo y me tira.
—¿Sientes la necesidad de complacerme? —pregunta.
Me siento vulnerable bajo su escrutinio. Ya sabe la respuesta. No sé
por qué me hace decirlo.
—Sí —le susurro—. Quiero complacerte.
Acerca sus labios a mi oído y murmura entre besos. —Siempre lo
haces, Solnyshko.
Inclino mi cabeza hacia atrás y le dejo acceso a mi garganta, la cual
besa tiernamente.
—Compláceme ahora —me dice—. Inclínate sobre el escritorio y
extiende tus piernas para mí.
Hago lo que me dice. Aparta mis bragas y me toca mientras su otra
mano se posa sobre mi trasero. Duro. Hago un ruido y sé que no puede oírlo,
pero siente cuánto me gusta esto. Cuánto me gusta así.
Me golpea otra vez en la otra mejilla y luego las separa bruscamente
con su mano, amasando la carne bajo sus dedos. Y luego se aleja,
dejándome fría y molesta.
—Siéntate en el escritorio y juega contigo misma —demanda—.
Quiero ver.
Cuando me doy vuelta nuevamente, está en su silla. Acariciando su
polla lenta y deliberadamente. Mirando mientras hago lo que dice.
—Hazte venir —dice—. Y hazlo rápido. O no voy a follarte.
De nuevo, estoy haciendo lo que pide. Como un títere. Como si me
poseyera. Pero cuando lo miro, sé que lo hace.
Pág
ina2
37
Odio cuando hace esto. Cuando me quita lo que más quiero de él.
No es lo mismo cuando debo hacerlo yo misma. Pero me obligo a venirme
de todos modos, solo mirándolo acariciarse a sí mismo.
—Ahora fóllame —se lo ruego.
—Dame tres razones —responde—. Dime lo que has hecho para
merecerlo.
—Porque te gusta —le digo—. Y te haré venir.
—Podría venirme así —afirma.
—Pero te gusta más dentro mío.
Sonrie.
—¿Y qué más?
—Te dejaré trabajar por el resto del día sin distraerte."
Me hace esperar por una respuesta. Pero sus ojos están en mí. Y sé
que va a ceder. Solo le gusta atormentarme. Hacerme rogar por esto. Por
él.
—Ven aquí —me dice finalmente—. Y siéntate en mi polla.
Lo hago. Sin una pizca de remordimiento o vergüenza. Mira y luego
me instruye a montarlo. Lo cual también hago. Sus manos permanecen a
los costados, los ojos cerrados, y eso me frustra.
—No me estás tocando —le hablo a su oído derecho—. O
mirándome.
—¿Quieres que lo haga? —pregunta—. ¿O quieres que el maestro
folle a su esclava?
Y ahora sé que está tratando de demostrar un punto. Acerca de mi
comentario anterior.
Enreda mi cabello en su puño y me acerca, su boca tan cerca de la
mía que casi puedo saborearlo.
—Voy a mirar a mi esposa cuando quiera —me dice—. Y nunca me
Pág
ina2
38
digas lo contrario, Solnyshko. Tendrás intimidad conmigo. Y nunca te
esconderás de mí.
Sus palabras son duras, pero su beso es suave. Y me da lo que
necesito. Sus manos en mi cuerpo. Su calidez, sus sonidos y su placer. Se
viene dentro de mí en un suspiro, y permanece allí por un largo tiempo,
sosteniéndome en sus brazos.
Ninguno de nosotros se mueve, y sé que algo está cambiando entre
nosotros. Evolucionando. Creciendo. Pero me da miedo preguntar qué es. Y
Alexei tampoco lo menciona.
Simplemente me sostiene.
Y por ahora, es suficiente.
Pág
ina2
39
42
Talia
HAN PASADO DOS MESES. Nuestros invitados se han ido y estoy
agradecida. Aparte del ruido que escuchaba arriba, no los vi demasiado.
Pero lo que estaba pasando terminó ocupando mucho tiempo de Alexei.
Estoy feliz de que la casa vuelva solo a nosotros cuatro.
Alexei y yo, Franco y Magda. Y pronto otro pequeño Nikolaev.
Es surrealista.
Me escanearon esta mañana y estoy mucho más lejos de lo que
ninguno de nosotros sospechabamos. Alexei se sentó durante todo el
proceso, tranquilo y firme a mi lado. Estamos teniendo un niño. Y cuando se
enteró, sonrió.
Fue una cosa hermosa.
La intensidad entre nosotros está cambiando todos los días. Las
barreras se disuelven cada vez más. Y la pregunta siempre persiste en el
fondo de mi mente. Que tal vez, ésta vez es diferente. Que tal vez ésta vez,
puedo confiar.
Los días de Alexei aún son suyos. Pasa trabajando en su oficina. Pero
por la noche, cenamos juntos. Y nos vamos a la cama juntos. Y me sostiene.
A veces se trata de sexo. Pero a veces, solo se trata de nosotros.
La tristeza ha disminuido lentamente con el tiempo. No desaparece
por completo. Nunca lo hace. Todavía hay días malos. Días cuando los
recuerdos
Pág
ina2
40
me persiguen. Cuando el dolor se siente imperdonable e implacable. Pero
estoy aprendiendo a procesarlo.
Cambiar viejos patrones y pensamientos no es fácil. Todavía lucho
con mis miedos profundamente arraigados todos los días. Me preocupa
que esto sea solo un sueño. Y que pronto, me despertaré en Arman otra vez.
Alexei no lo ha mencionado. Tampoco yo.
Por ahora, le estoy dando algo que juré que nunca volvería a dar. Mi
confianza.
Estoy confiando en él para que no me destruya. Confío en que si
trabajo duro en mis propios demonios, también lo hará él. Porque no
tenemos elección. Tenemos que ser mejores que nosotros. Para nuestro hijo.
Y para nosotros mismos.
Me paso los días luchando. Luchando para superar mis miedos y
aprender las cosas que nunca tuve la oportunidad de aprender. Magda
me enseña algo todos los días. Me enseña a cocinar, coser e incluso a
cantar canciones de cuna rusas.
Poco a poco estoy aprendiendo el idioma. Para que pueda
comunicarme con Alexei de esa manera. Además de con nuestro bebé,
quién hablará ambos idiomas.
Paso tiempo con Tanaka, al menos una vez a la semana. A veces
parece triste, encerrada en su propia cabeza. No habla sobre ella y Nikolai.
Solo sé que cuando está aquí conmigo, está feliz. Nos hemos hecho buenas
amigas.
Y cada vez más, pienso en Mack.
Pienso en verla. Y esperando que todavía haya alguna posibilidad de
recuperar nuestra amistad también.
Pronto, creo.
Me pondré en contacto pronto.
Mi vida ha cambiado completamente en tan poco tiempo. Pasé de
no tener nada a tener todo. Y me asusta casi todo el tiempo. Pienso en mi
bebé y me pregunto cómo será Alexei con su hijo. Sé que será un buen
Pág
ina2
41
padre. Pero también sé que está nervioso. Se preocupa por no
decepcionarnos.
Veo que el miedo florece más a medida que mi barriga crece. Lo veo
cuando pasa el tiempo en la sala de recién nacidos, examinando las cosas
que compré. Y a menudo, lo veo tarde en la noche. Cuando está dentro
de mí y mirándome a los ojos.
No trato de tranquilizarlo. Porque como yo, Alexei necesita resolver
esto por su cuenta. Mis palabras no aliviarán sus preocupaciones, así como
sus palabras no siempre aliviarán las mías.
Hoy, cuando paso por su oficina, está mirando el tablero de ajedrez
en su escritorio. Pero Franco no se encuentra por ningún lado. Solo Alexei,
en lo profundo de sus propios pensamientos.
Lo miro por un rato, en silencio. En su elemento, su cerebro trabaja de
una manera que nunca entenderé. Miro la forma en que sus ojos calculan
todos los movimientos, su mano rozando su mandíbula. Es tan
increíblemente guapo. Mi corazón late con demasiada fuerza, demasiado
rápido. Me duele por él de maneras que no me resultan familiares. Me
duelen sus palabras, sus toques, sus ojos en mí.
Cuando tengo esas cosas, no existe nada más en el mundo. Siempre
me deja anhelando más.
—Podrías pasar a saludar —dice Franco detrás de mí.
Me asusto con su presencia, curiosa por cuánto tiempo estuvo allí
parado. Mirándome, mirando a mi esposo.
—¿Por qué no te unes a nosotros? —sugiere—. Alguien más que yo
debería ver las habilidades de ajedrez del hombre.
Lo dudo, pero Franco me introduce dentro antes de que pueda
encontrar excusas. Cuando Alexei me ve, me mira con curiosidad.
Estaba aburrida esta mañana, así que pasé tiempo extra jugando
con mi maquillaje. Fumar mis ojos y probar una nueva barra de labios.
—Te ves diferente —señala.
Con valentía me siento en su escritorio y giro las piernas hacia un lado,
Pág
ina2
42
encontrando su mirada. —Y te gusta.
Sonríe y también lo hace Franco. Y luego vuelven su atención al juego
que parece que nunca termina.
—Franco me dice que tienes algunas habilidades locas —observo.
Alexei responde con la sugerencia. —Siempre me deja ganar.
—Nunca te dejo hacer nada —gruñe Franco.
—¿Puedes enseñarme? —pregunto.
Alexei parece sorprendido por mi pedido. Alcanza mi pantorrilla y
pone sus dedos sobre mi piel, haciéndome cosquillas y masajeándome.
—No puedo enseñarte, pero puedes aprender.
—¿Qué significa eso?
—Solo mira, Solnyshko.
Así hago. Pero me sigo distrayendo del juego por el hombre que lo
juega. Su mano todavía está en mi pierna, mis pies ahora descansan sobre
sus muslos.
Alexei es cariñoso y cálido. Pero también es su propia isla. No acepta
estas cosas de nadie más.
—¿Qué hay de eso? —le pregunto, señalando la pieza de ajedrez
quebrada sobre su escritorio. El que yo sé no tiene absolutamente nada que
ver con este juego y todo que ver con otra cosa.
Mira la pieza y luego vuelve a mirarme. Franco mantiene su enfoque
en el juego y eso me alegra.
—Es de la primera vez que vencí a mi padre en el juego —me dice—.
O mejor dicho, la primera vez que me permití hacerlo.
Lo alcanzo con vacilación, examinándolo entre mis dedos. Es extraño
que lo haya conservado todos estos años. Pero es significativo para él.
—¿Por qué? —pregunto.
—Mi madre me dijo que siempre debería permitirle ganar —responde
Pág
ina2
43
Alexei—. Y lo hice. Hasta que me dijo que no era un oponente digno.
—Está agrietado —señalo.
—Lo está —responde.
No dice nada más, pero responde mi pregunta. El padre de Alexei
estaba furioso por esto. Y por alguna razón, le agrada. Sospecho que Sergei
siempre ha estado inseguro sobre su hijo. Pero también sospecho que no
tiene nada que ver con su capacidad auditiva y todo que ver con su
inteligencia.
Como yo, Alexei tuvo que adaptarse al mundo en el que nació. Y no
tengo dudas de que siempre es el hombre más inteligente de la sala.
Calculando sus movimientos como lo hace en el tablero de ajedrez. De pie
con su espalda hacia la pared para que nunca pierda una señal en la
conversación. Sus ojos trabajando horas extras para evaluar a todos en su
órbita. Tratando de parecer como si fuera normal.
Pero este hombre no está cerca de lo normal.
Es un genio en una habitación llena de hombres de las cavernas.
Altamente adaptado y sobrecalificado para todo lo que hace. Y, sin
embargo, lo golpea con sus hermanos Vory y una mujer como yo, sintiendo
que nunca encajará. Y tal vez sea egoísta de mi parte, pero espero que
nunca lo haga. Espero que nunca se dé cuenta de cuánto mejor podría ser
con alguien que no sea como yo.
Suena el teléfono de Franco, interrumpiendo el juego. Habla en
oraciones cortas y precisas, haciendo un gesto con la cabeza a Alexei
antes de salir.
—¿Cuánto tiempo crees que estarà fuera? —pregunto.
—No lo suficiente para lo que tienes en mente —responde Alexei,
acercando su silla.
—Te refieres a lo que tienes en mente —ataco—. Pervertido.
Alcanzo su mano que descansa sobre mi muslo. Con un espacio
vacío reservado para otro tatuaje. Uno que aún no ha agregado. Una idea
me sorprende cuando agarro un bolígrafo de su escritorio. Uno que
Pág
ina2
44
probablemente revelará demasiado. Pero lo hago de todos modos. Y me
deja.
Al presionar la tinta sobre su piel, escribo mi nombre en ese espacio.
En el que siento que tengo un reclamo.
—¿Cuándo te pondrás mi nombre tallado en tu piel? —pregunto.
—Pronto —responde—. Si eso es lo que deseas.
Tengo una oportunidad aquí. Ser vulnerable. O mantener mi
armadura en su lugar.
No pensé que alguna vez podría volver a elegir vulnerabilidad. Pero lo
hago.
—Me gustaría eso —le digo.
Envuelve sus brazos alrededor de mí y presiona su rostro contra mi
vientre, salpicándolo con pequeños besos. Mis manos se mueven a través
de su pelo, revolviéndolo antes de que baje mi rostro para besarlo.
—Lyoshka —murmuro contra sus labios.
—¿Si mi dulzura?
—Eres tan caliente.
Me sonríe.
—No creo que alguna vez te lo haya dicho —continúo—. Pero eres
caliente, y debes saberlo.
Toma mi barbilla y sus ojos pasan de mi boca para encontrarse con mi
mirada.
—Solnyshko —dice sinceramente—. Me aterras.
Trago saliva, y me besa suavemente.
—Lo sé —le digo. — Porque tú también me aterras.
Pág
ina2
45
Pág
ina2
46
43
Alexei
AL IGUAL QUE HAGO todos los meses el día tres, llego a un club
propiedad de Vory para la reunión habitual. La reunión donde discutimos
números y operaciones y cualquier cosa que Viktor agregue a la agenda.
Y al igual que hago todos los meses, configuro la memoria USB en la
computadora de abajo y preparo el proyector.
Esta es la forma en que las cosas siempre se hacen. La misma rutina
que he realizado siempre desde que he sido Sovietnik.
Y luego bebemos. Siempre durante unos treinta minutos
aproximadamente hasta que hayan llegado todos los Vory. Hablamos de
negocios y preguntamos por los miembros de la familia del otro.
Es la forma en que las cosas siempre se hacen.
Solo que esta noche es diferente.
Esta noche, soy traicionado.
Cuando Viktor ordena la reunión, ordena a uno de los Boyeviks que
opere la presentación como lo hace siempre. Me siento junto a él,
preparado para discutir los detalles de nuestras operaciones de juego.
Para lo que no estoy preparado es lo que aparece en la
computadora.
—¿Qué es esto, Lyoshenka? —pregunta Viktor.
Miro el video en confusión. Es de mi propio hogar. Un video que no he
visto antes. Desde una cámara de baja calidad colocada en algún lugar
de mi propia sala de estar.
Estoy en el sofá. Y Talia y Magda están detrás de mí, cerca de las
Pág
ina2
47
escaleras. Magda le está diciendo algo. Y parece que Talia me está
llamando, pero no puedo estar seguro. No me doy vuelta y la cara de Talia
se llena de confusión mientras intenta de nuevo.
—Apágalo —exijo.
El Boyevik está buscando a tientas la computadora, retirando la
memoria USB, pero la película no se detiene.
Viktor está rígido a mi lado, y sé que mi peor miedo está confirmado.
Alguien acaba de burlarse de mí delante de todos los demás Vory.
Alguien ha anunciado mi defecto para que todos lo vean.
Instintivamente, mis ojos se mueven hacia Sergei.
Viktor se para a mi lado. Gritando algo.
Cuando miro hacia atrás a la pantalla, me estoy moviendo a través
de la habitación antes de que pueda dar sentido a lo que estoy viendo.
Imágenes de Talia. Amarrada y siendo follada por otros hombres.
Y luego aparece una última diapositiva individual antes de arrancar
la computadora de la mesa.
¿Qué se siente saber que su amado Sovietnik es sordo y está casado
con una prostituta?
Lo estrello contra la pared. Hasta que nada más que piezas
permanecen. Viktor limpia la habitación, pero no antes de que todos me
vean. Cuestionándome. Dudando de mí.
La ira dentro mío no puede contenerse.
Golpeo mi puño a través de la pared cuatro veces antes de que
Viktor me sacude.
—Vamos a la sala de control —me dice—. Comprobaremos las
cámaras de seguridad.
Estoy caminando con él, pero mis pensamientos están en otra parte.
—Nadie puede abandonar éste edificio —le dice Viktor a Nikolai
Pág
ina2
48
antes de cerrar la puerta.
Él espera mientras reviso el video yo mismo. Pero no hay nada. No
puedo ver a nadie tocar la computadora desde el momento en que instalé
la unidad de memoria flash, sin importar cuántas veces la revise.
Y luego Viktor hace la pregunta que ya está en el fondo de mi mente.
—¿Trajiste esta unidad USB desde casa?
—Ella no tiene acceso a estos archivos —le digo—. Y no tiene ninguna
razón para hacer esto.
—¿Estás seguro de eso? —pregunta.
Asiento con la cabeza.
Pero interiormente, lo estoy cuestionando. Dudando de ella. No sería
la primera vez que juzgué mal a alguien tan erróneamente.
—Esas fotos son de su tiempo como esclava —señala Viktor—.
Probablemente del propio sistema de seguridad de Arman. Quizás
deberíamos comenzar por él.
—Sí, tal vez —estoy de acuerdo.
—El único problema —dice—, es que Arman nunca ha estado en tu
casa.
Su verdad es muy difícil de reconocer. Todavía no estoy dispuesto a
aceptarlo yo mismo. Así que recupero el disco duro de la computadora.
Dispuesto a demostrar que estaba equivocado.
Viktor está en silencio mientras trabajo. Contemplativo.
No hay evidencia de que la computadora haya sido manipulada. Y
la unidad USB es una de las mías. Solo que no contiene la información que
transferí esta mañana.
Cuando Viktor ve la realización en mi rostro, me agarra del hombro en
señal de apoyo.
—Tal vez su relación con Arman no fue lo que parecía —afirma—. No
hay forma
Pág
ina2
49
de que pudieras haberlo sabido, Lyoshenka.
Quiero defenderla. Para argumentar que está equivocado. Pero no
hay evidencia para apoyar esa declaración. Y sé lo que viene después.
—Debes enfrentarte a tus hermanos Vory —me dice Viktor—. Siempre
supiste que podría llegar a esto.
—Lo hice —reconozco.
Mantener mi defecto de ellos era un riesgo que estaba dispuesto a
tomar. Ahora que estoy expuesto, pagaré las consecuencias de mi mentira.
—Ven —dice Viktor—. Terminemos con esto. Después puedes irte a
casa.
***
Los hombres nos están esperando en el sótano. Solemnes y bebiendo
en silencio entre ellos. No es la misma atmósfera de cuando llegué. Ellos
también saben lo que se debe hacer. Como Vor de alto rango, mantener
un secreto como este de ellos se considera una traición. Y el castigo debe
ser repartido. Si no lo dan, ellos mismos parecerán débiles.
Me quito la camisa por la cabeza y la echo a un lado, con mucho
gusto tomando la bebida que Viktor me da a continuación. No se habla
una palabra en la habitación. Cuando termino la bebida, me dirijo a Viktor.
Y como con todo lo demás que hacemos, es el primero en realizar el honor
de golpearme en el intestino.
No se contuvo. El Pakhan nunca debe mostrar debilidad. Y su golpe
casi me dobla. Pero tomo otro trago, y luego cada uno de los hombres
toma un turno. Perforando mi cara. Mi pecho. Mi espalda. Incluso Sergei.
Cuál es el peor de todos.
Se complace en eso. Y me da dos veces.
Cuando el ritual finaliza, Viktor llama a un Boyevik para que agregue
un nuevo tatuaje a mi cuerpo. Uno que significa que los he traicionado,
pero me he
Pág
ina2
50
ganado mi camino de regreso con honor.
Sin embargo, no hay honor. Tirado en el piso, ensangrentado y
expuesto para que todo el Vory me vea como soy.
La furia está creciendo dentro de mí. La racionalización ya no es
válida. Solo hay una explicación. Una persona que traje a mi casa. A la que
confié. Y ella era la única que podría haber hecho esto.
—Lyoshenka. —Viktor se arrodilla frente a mí, apretando mi hombro—.
Franco está esperando afuera. Es hora de que te vayas a casa.
Me levanto y encuentro su mirada, al igual que el resto de los
hombres en la habitación a mi alrededor. Los hombres que me respetaban.
Quiénes confiaban en mi juicio y mis habilidades.
Ahora, tienen preguntas en sus ojos.
—Ve —dice Viktor nuevamente—. Llévate la grabación contigo, si
quieres. Continuaré haciendo lo que pueda por mi parte.
***
He revisado las imágenes en mi sistema de seguridad de la noche
anterior y esta mañana. Pero no puedo encontrar la prueba que necesito.
No puedo encontrar la evidencia de su traición. Debería traerme alivio.
Pero no es así. Necesito la prueba.
Necesito lo que sé que es verdad. Que todo esto ha sido un juego
para ella. Que nada de esto era real. Que ella me la jugó.
Encuentro su computadora en su habitación. Y en esa computadora,
encuentro las fotos de la presentación de diapositivas. Las fotos de Arman.
Está justo frente a mí. Pero aun así lo cuestiono. Pregunto sus motivos.
Se siente demasiado fácil. Algo sobre esto no es correcto.
Pero me doy cuenta, cuando miro el tatuaje de mi deshonor, eso es
justo lo que quiero creer.
Pág
ina2
51
Estoy destrozando la sala de estar cuando Talia baja las escaleras.
Son las dos de la mañana. Y usa el camisón de seda negro como lo
pedí.
Mi hermosa puta mentirosa.
Mi traidora.
Me está destripando con su inocencia. La forma en que me mira en
este momento. Tan suave y dulce, y sin embargo tan jodidamente
despiadada.
Cuando ve la ira en mi rostro, da un paso cerca de mí. Levanto mi
mano y le digo que se detenga.
—¿Dónde está? —exijo.
—¿Dónde está qué? —pregunta, tan inocentemente.
Estoy temblando de ira. Con mi traición. Las cosas que he hecho por
ella. Le he mentido a Viktor. Arriesgado al otro Vory para recuperarla. La he
protegido como dije que lo haría. La vengué, como lo prometí. Y ahora
aquí está, negándose a reconocer la verdad. Tal como lo hizo Katya antes
de ella.
Las creí diferentes, pero son lo mismo.
Ni siquiera puedo mirarla.
—¿Dónde está la cámara?
—¿Alexei? —Me mira como si estuviera confundida—. ¿Estás
borracho?
—No. Por una vez, mi mente está perfectamente clara. ¿Estás
orgullosa de ti misma? —pregunto—. Has de estarlo. Me engañaste mejor
que incluso Katya.
—¿De qué estás hablando? —pregunta nuevamente.
—Sabes que tengo cámaras en cada habitación de esta casa —le
digo—. Lo encontraré. ¿Y aún así lo negarás?
Pág
ina2
52
—No tengo idea de qué estás hablando —responde.
Magda aparece al pie de las escaleras, seguida por Franco un
momento después. Todos miran mi estado desaliñado, los restos de
decoraciones rotas en el piso.
—Llévala al tercer piso —exijo a Franco—. Ponla en una habitación
allí.
—¿Qué estás haciendo, Alexei? —demanda Talia.
—No quiero ver tu cara —es mi respuesta—. No quiero nada más de ti.
Magda intenta protestar también, pero me alejo. Y continúo en mi
misión. Romper y triturar todos los escondites posibles.
Cuando Franco regresa veinte minutos después, me he quedado sin
lugares para buscar.
—¿Señor Nikolaev?
—La cámara estaba en esta habitación —le digo—. Grabando mis
asuntos privados.
—¿Y todavía crees que fue Talia? —pregunta.
Parece dudoso. Así como sé que Magda lo estará. Su fe en ella se
siente como otra traición.
—Quiero que todas sus pertenencias sean enviadas arriba —exijo—.
Esta noche. No quiero que nada quede atrás. Debe permanecer en ese
nivel a partir de ahora. Puedes informarles a las dos.
No discute.
Así que subo las escaleras a mi oficina y me instalo en mi escritorio por
la noche. El sistema de seguridad en la casa solo almacena grabaciones
por hasta un mes.
Pero no tengo intención de salir de esta habitación nuevamente
hasta que haya pasado por todas las grabaciones.
Pág
ina2
53
44
Pág
ina2
54
Talia
HAN PASADO DOS SEMANAS desde la última vez que vi a Alexei.
Aún no sé lo que pasó.
Las puertas están cerradas y ahora soy una prisionera del tercer piso.
No tengo computadora. No tengo comunicación con nadie aparte de
Magda, que parece cansada y retraída cada vez que la veo.
Al principio, pensé que era un malentendido. Que Alexei estaba
borracho y confundido.
Pero ahora, ya no sé qué pensar.
Estoy tratando de mantenerme positiva. Pero cada día, mi barriga se
agranda y mi corazón se achica.
Le di mi confianza.
Y él me está destruyendo.
Esta mañana, cuando se abre la puerta, espero a Magda con mi
desayuno. Pero en cambio, es Alexei.
Mi corazón tartamudea en mi pecho y agarro los brazos de la silla en
la que estoy sentada mientras se acerca. Tiene mi computadora en sus
manos. Pero eso no es lo que tiene mi atención.
Es su cara.
Cerrada. Completamente desprovisto de cualquier emoción para mí.
Se detiene al menos a dos pies de mí y empuja la computadora sobre
la mesa a mi lado.
—He recuperado estos archivos —me dice—. De un correo
electrónico que recibiste. ¿Todavía lo niegas?
Pág
ina2
55
Miro la pantalla, genuinamente horrorizada por lo que tengo delante.
Las fotos son de mi. Pero no los recuerdo. Estaba drogada.
Demasiada jodida.
Me alejo y siento el impulso de vomitar. Alexei me está mirando de
cerca, sin ningún tipo de simpatía.
—¿Por qué me estás mostrando esto? —pregunto.
—Tú fuiste quien los recibió. Tú eras la que siempre preguntaba si me
gustaba follar a mi esposa puta. ¿Entonces esto es lo que querías? Querías
que ellos lo supieran también. ¿Por qué seguir negándolo?
—Lyoshka. —Me pongo de pie y doy un paso tentativo hacia
adelante—. Dime qué está pasando.
—No te acerques a mi —dice.
Siento que me han abofeteado. Mis manos tiemblan, y ya no puedo
contener la emoción que he estado conteniendo durante las últimas dos
semanas mientras sus ojos se mueven sobre mí.
—Quiero saber por qué —me dice—. ¿Por qué lo hiciste?
—¿Hacer qué? —demando de nuevo.
—Te has burlado de tu marido —responde.
Doy un paso más hacia él, suplicando. —Lo que sea que haya
sucedido, estás equivocado. Nunca te lastimaría, Lyoshka. Por favor. Te lo
ruego…
Por un breve momento, hay conflicto en sus ojos. Quiere creerme,
pero su pasado no lo permitirá.
—Estás teniendo a mi hijo —me corta—. Pero no quiero saber nada
más de ti hasta entonces.
—No. —Niego con la cabeza entre los dolorosos sollozos que ahora
están sacudiendo mi cuerpo—. Estás equivocado, Lyoshka. Por favor, te
amo.
Está sobre mí al momento. Sus dedos apretando mi rostro entre ellos
Pág
ina2
56
con un agarre áspero y doloroso, sus ojos se llenaron de ira. No puede ver
más allá de eso. No puede ver más allá de su odio. Lo está consumiendo, y
no tengo poder para detenerlo. No entiendo. ¿Cómo no puede ver que él
es mi mundo entero?
—No vuelvas a decir eso de nuevo. No vuelvas a mentirme en mi
cara, Solnyshko. Si fueras alguien más, ya estarías muerta.
Me suelta y camina hacia la puerta.
Y con el sonido de la cerradura, corta el cable que nos une.
45
Alexei
Pág
ina2
57
NO HE VISTO a mi esposa en dos meses, a excepción de por medio de
las cámaras que a veces la observo.
Su traición es peor que cualquier otra.
Pensé que con el tiempo, cedería. Pero no admite lo que ha hecho. E
incluso ahora, duele mirarla.
Dará la luz en dos meses. Y luego, no sé lo que sucederá.
Mi ira me está consumiendo. Amenazando la vida que he construido
para mí dentro del Vory. Amenazando mi relación con Franco, Magda e
incluso con Viktor.
No he salido de mi casa desde el incidente.
He estudiado todo. Vimos las cintas una y otra vez. Buscando señales.
Buscando su odio.
Todavía no puedo verlo.
Y eso es lo que más me consume. Cómo sigue engañándome
cuando la única respuesta lógica está allí en su computadora. Todavía no
he informado a Viktor de lo que encontré allí. Todavía no puedo encontrarle
sentido. Ella apenas podía operar la computadora cuando la consiguió. Al
menos, eso es lo que dijo Magda.
Otra mentira.
He pasado por todo. Compras con tarjeta de crédito. No puedo
entender cómo consiguió la cámara. Creo que Sergei ha llegado a ella.
Es lo que tiene más sentido. Él quiere destruirme, y ella está muy
dispuesta a ayudar. No sé cómo lo hizo. Solo sé que todo apunta a ella. Y
aprendí por última vez a nunca confiar en nadie.
No ha habido noticias sobre Arman. Después de que Ronan golpeara
sus envíos, regresó a Bulgaria. Y ahora, solo en unas pocas horas, estaré en
camino a allá yo mismo. Porque ya no puedo estar otro día sin respuestas.
Pág
ina2
58
Sin la verdad.
Magda aparece en mi puerta, con mi cena. Durante el último mes,
tampoco me ha dicho una palabra. Pero es mejor de esta manera.
No espero nada de ella esta noche, así que me sorprende cuando lo
intenta de nuevo.
—No está bien, Alyoshka —me dice—. Estoy preocupada por ella.
—Solo tienes un trabajo, Magda —respondo—. Mantenerla viva y
saludable.
Abre la boca para protestar, pero la corto. —Estoy ocupado.
Y entonces se va.
Me deja en mi miseria. Mi coñac. Y mis planes.
Mañana, Arman morirá en mis manos.
Y tendré mis respuestas.
Por qué le envió esas fotos. Qué esperaban lograr.
Franco toca mi escritorio e interrumpe mis pensamientos. Cuando
miro hacia arriba, Nikolai está a su lado.
—¿Qué deseas?
—Franco me llamó —dice—. Y estoy aquí para acompañarte a
Bulgaria.
—No.
—Si no me permites viajar contigo, entonces viajaré solo. De cualquier
manera, voy.
—Esto no está sancionado por Viktor —le digo.
—No me importa —responde—. Déjame redimirme, Lyoshka. No
puedes hacer esto solo. Lo sabes.
—Soy sordo. Pero no tengo problemas para arrancarle el corazón a
un hombre. Esto puedo asegurartelo.
Pág
ina2
59
—Sí —responde—. Pero primero tienes que pasar a los guardias.
—Alexei —interrumpe Franco—. Por favor. Sé razonable sobre esta
única cosa. Ir solo es una sentencia de muerte.
Por una vez en mi vida, no me importa.
Pero pienso en mi hijo por nacer en el piso de arriba. Y me da coraje
imaginarlo creciendo sin un padre. Es la única razón por la que doy mi
aprobación.
—No quiero a Talia en esta casa mientras estoy fuera —le digo a
Franco—. No con Magda. Tendrás que llevarla al complejo de Viktor, donde
pueda ser observada.
Cuando me mira con curiosidad, limpio el resto del coñac en mi vaso.
—Quiero ojos sobre ella cada minuto del día. Para garantizar la
seguridad de mi hijo, por supuesto.
46
Talia
Pág
ina2
60
LA TRISTEZA HA VUELTO.
Ahogándome. Asfixiándome.
Le extraño. Aún puedo sentir sus manos sobre mi piel. Su aliento en mis
labios. Su sabor. Me está persiguiendo.
Lo necesito. Pero él no está aquí.
—¿Señorita Talia?"
Parpadeo y cuando miro hacia arriba, Magda se cierne sobre mí. Una
triste sonrisa en su rostro.
—Tiene que bajar —me dice.
—¿Por qué?
—Alexei se ha ido por unos días y le gustaría que se quedara en algún
lugar donde él sepa que estará a salvo.
Sus palabras se sienten como una mentira.
Porque a Alexei ya no le importa.
Me arruinó. Justo como prometió que haría.
No tengo la voluntad de discutir más. Solo tengo la energía para
aprovechar cada día como llega. Cada hora. Y cada segundo.
Mi mano está sobre mi estómago, protectora, mientras Magda me
guía escaleras abajo.
La casa esta vacia. Solitaria. Y ya no se siente como mi refugio seguro,
sino como la prisión que es ahora.
—¿Por qué no me deja ir? —le pregunto a Magda—. Déjarme
regresar a Boston.
Parece sorprendida por mis palabras, y luego triste.
—Están casados —responde—. Tendrán un bebé juntos. Las cosas se
Pág
ina2
61
pondrán mejor. Debe darle tiempo.
—No digas eso. —Me detengo en las escaleras—. No me mientas,
Magda. No puedes seguir tratando de darme esperanza cuando sabes...
Mi voz se vuelve demasiado emotiva para hablar y Magda me jala
para envolverme en un abrazo. Las lágrimas se derraman por mis mejillas y
ella hace todo lo posible para consolarme.
—Lamento mucho que haya sucedido esto —me dice—. No sé cómo
arreglarlo. No sé. He tratado. Y no puedo comunicarme con él. Franco lo ha
intentado. Usted lo ha intentado. Está tan enojado. Tan cansado. Nunca ha
sido capaz de confiar.
—Magda —la voz de Franco interrumpe el momento—. Lo siento,
pero debemos irnos ahora.
—¿Y tú? —le pregunto—. ¿No vienes?
—No. —Niega con la cabeza—. Franco regresará y mantendremos la
casa en funcionamiento como siempre lo hacemos. Pero estará a salvo con
Viktor. Su familia la cuidará bien. Es el lugar más seguro para usted cuando
Alexei está fuera del país.
Asiento y ella me da un último abrazo antes de llevarme afuera.
Hay un convoy de autos esperándonos. Tres diferentes SUV.
Ya sea para mi protección o para asegurarme de que no escape.
Mentiría si dijera que ese pensamiento no se me pasó por la cabeza
en los últimos dos meses. Quiero correr. Quiero olvidar que lo conocí. Que
alguna vez sentí su toque.
Porque no puedo soportar toda una vida con este dolor.
Simplemente no puedo.
Franco me toma del brazo y me lleva al SUV ubicado en el medio.
Una vez que estoy abrochada y asegurada, se sube al asiento del
conductor.
Los tres autos salen del camino de entrada, dejando atrás las luces de
la casa. No
Pág
ina2
62
puedo evitar mirar hacia atrás con una alarmante sensación de alarma.
Se siente como si nunca volveré, y no sé por qué eso me asusta tanto.
El viaje es silencioso. Y como sé que es largo, me acomodo en el
asiento y me mantengo ocupada con la corriente constante de
pensamientos que corren por mi mente.
Quiero saber dónde está Alexei. Lo que está haciendo. Y con quién
está.
El último pensamiento es el que más duele.
No tengo idea de lo que ha estado haciendo todo este tiempo. Me
gustaría creer que nunca me traicionaría de esa manera, pero una vez
más, quería creer muchas cosas que simplemente no eran ciertas.
—¿Te importa Alexei? —La voz de Franco rompe el silencio,
sorprendiéndome.
—Sí —respondo sin dudarlo.
—Se preocupa por ti también —responde Franco—. Pero debes
entender, es más fácil creer lo peor en las personas. Es más fácil de creer
que tener una fe ciega.
—Ni siquiera sé lo que pasó —le digo—. No sé cómo solucionarlo.
—Él tendrá respuestas pronto —dice Franco—. Volverá y...
Golpea los frenos y su voz se detiene bruscamente.
Miro hacia arriba justo a tiempo para ver un destello de color
explotando en el cielo nocturno que tenemos delante mientras el suelo
vibra debajo de nosotros. Mis oídos están sonando y el tiempo parece
ralentizarse cuando el automóvil se detiene.
Soy vagamente consciente de que Franco me está gritando, pero
está distorsionado. Solo cuando se acerca y me saca del auto, lo entiendo.
—Corre.
El retraso de dos segundos se siente como toda una vida cuando
tropiezo desde el coche en mi confusión. Estoy haciendo lo que dice,
Pág
ina2
63
incluso mientras miro por encima de mi hombro y lo busco.
Pero él no saldrá del auto. Lo conduce en reversa, chocando contra
el SUV detrás de él. Y luego, en un horrible segundo, ambos se fueron.
Otro destello de naranja ardiente, otra vibración. Un pedazo de metal
en mi pierna y su fuerza me hace caer de rodillas.
Estoy congelada en horror, mirando hacia atrás a la masa de
esqueletos de metal que bordean la carretera. Nada más que una ardiente
bola de llamas.
—¿Franco? —grito—. ¿Franco?
Pero no está allí.
Porque no queda nada del auto sino piezas.
Y la horrible realización de lo que acaba de suceder me inunda
mientras jadeo. Siguió conduciendo. Para salvarme. Para mantener las
explosiones lejos de mí.
El miedo y la pena se hinchan dentro de mí mientras miro alrededor
de la carretera. Estoy sola. Y estoy sangrando por la pierna. Estoy en shock.
Pero lo único en lo que puedo enfocarme es en que alguien trató de
matarnos. A todos nosotros.
Mi primer instinto es correr. Avanzar en piloto automático.
No sé dónde estoy. No sé nada.
Lo único que sé es que tengo que seguir. Y así lo hago.
Me muevo a través de la maleza un lado de la carretera, usándolos
para cubrirme. Solo entonces ralentizo el camino. En algún momento,
escucho sirenas en la distancia. Pero no confío en ellos. Así que sigo
moviéndome.
Camino por horas. Hasta que el camino se encuentre con la
autopista y yo estoy a una distancia lo suficientemente segura del
accidente. Hasta que ya no puedo caminar. Hasta que casi estoy doblada
por el dolor. Y no tengo otra opción.
Pág
ina2
64
Subo a la vista y miro para ver si pasan los coches.
Una mujer en un sedán se detiene a mi lado, frunciendo el ceño
cuando ve mi vientre embarazado y la sangre en mi pierna.
—¿Cariño, estás bien?
—Necesito un aventón —le digo.
Me señala que entre a su auto y yo no lo dudo.
Estoy agotada, aterrorizada y con el corazón roto.
Franco.
Su nombre me trae lágrimas a los ojos cuando la mujer en el asiento
del conductor se detiene en el camino.
—¿Hacia dónde te diriges? —pregunta—. Parece que necesitas un
médico.
—No —le digo—. Estoy bien.
Solo hay un lugar al que puedo ir. El único lugar donde mi pasado y
presente finalmente colisionarán.
—¿Puedes llevarme a Slainte? —la dirijo—. ¿En Boston?
47
Alexei
Pág
ina2
65
LOS GUARDIAS DE ARMAN me dejan entrar sin protestar cuando les
digo que estoy aquí para hablar sobre Talia.
Nikolai me mira, la misma pregunta en sus ojos cuando salimos del
auto. Esperaba más de una pelea. Pero los guardias no parecían tensos. O
incluso listos para una pelea.
—Es lo que él quiere —le digo a Nikolai—. No te dejes engañar por el
alojamiento.
Pero incluso cuando nos saluda en la puerta otro guardia, algo se
siente mal. Este es el jefe de seguridad de Arman. E incluso él no parece
particularmente molesto por mi presencia.
Tal vez me creen débil, ahora que conocen mi secreto. Que no
represento ninguna amenaza para ellos. O tal vez creen que no sería tan
tonto como para entrar aquí con otro hombre e intentar cualquier cosa.
Pero están equivocados, en ambos casos.
Arman está sentado en su mesa de comedor como siempre lo hace.
Rellenando su cara de comida y bebida.
—Señor Nikolaev. —Me saluda como si fuéramos viejos amigos.
Lo que realmente ve cuando me mira son signos de dólar. Dinero. Lo
que hace que el mundo gire. Lo que mantiene su mesa generosa y esclavas
frescas en su sótano cada vez que su corazón lo desee.
—Buenas noches, Arman —lo saludo de manera igualmente
amistosa.
Sus ojos se mueven hacia Nikolai, pero no me molesto en presentarlos.
—Estoy aquí para discutir el regreso de tu querida esclava
—anuncio—. Y también, a mi amigo le gustaría ver qué otra mercancía
tienes disponible.
—Por supuesto, por supuesto. —Se limpia las manos y se levanta de la
mesa—. Te mostraré el catálogo de mi actual inventario.
—No me refiero a las armas —lo interrumpo—. Me refiero a mujeres.
Pág
ina2
66
—Oh. —Parpadea sorprendido.
Arman no querrá separarse de otra esclava. Pero es el costo de hacer
negocios. Sé que nos mostrará la que menos valora. Muy probablemente
sea la que tomó el lugar de Talia cuando nos fuimos.
Y también sé que la mantendrá en el sótano. Lejos de sus guardias.
—Ahora que lo mencionas —dice—. Tengo algo que creo que te
gustará.
Lidera el camino hacia abajo y no le pide a su guardia que lo siga.
Nuevamente, puedo sentir los ojos de Nikolai sobre mí. Algo sobre esto no es
correcto.
Arman no está actuando sospechosamente en absoluto. Confía solo
en mi presencia. E incluso estoy empezando a cuestionar su
comportamiento.
Cuando abre la puerta de la celda, ni siquiera miro a la esclava. Mis
manos rodean su garganta desde atrás, cortando su suministro de aire.
—Manténla callada —le digo a Nikolai.
Se mueve hacia la chica de la esquina que se parece mucho a Talia
cuando la descubrí por primera vez. Me encuentro con su mirada
aterrorizada mientras asfixio a Arman y me doy cuenta de que tal vez estoy
equivocado. Esta chica todavía siente. Talia no lo hacía. Quizás ese debería
haber sido mi primera señal.
Arman lucha en mis brazos, pero es inútil. Es robusto y viejo y no está
entrenado para protegerse. Y la ira que se hincha dentro de mí está
manejando mi control ahora.
Saco el cuchillo de la funda debajo de la chaqueta y lo meto dos
veces en el intestino.
Se desploma en el suelo, jadeando mientras me arrodillo a su lado.
Excavo la punta del cuchillo en su frente hasta que golpea el hueso.
—Dime por qué le enviaste esas fotos —exijo—. ¿Ella te las pidió?
Me mira, y la sorpresa y confusión en su rostro es genuina. Produce
Pág
ina2
67
una sensación de hundimiento dentro de mí.
Pero sé que no estoy equivocado. No podría haber estado tan
equivocado.
Talia me ha traicionado y estoy decidido a descubrir por qué. Para
probarlo de una vez por todas. Seguiré esta creencia hasta el infierno y
retrocederé hasta que tenga mis respuestas. Mi prueba. Como Arman no
me responde, le abro la mejilla.
Está sangrando por las tripas, y no pasará mucho tiempo hasta que
esté muerto.
—Se está acabando el tiempo —presiono.
—No sé de lo que estás hablando —balbucea—. Por favor…
—¿Por favor? —me burlo—. ¿Acaso Talia no te pidió de por favor?
Sus ojos son respuesta suficiente. Y no sé por qué me importa. Esto no
es con el propósito de vengarla. Tengo que recordarme eso cuando lo miro.
—No le envié ninguna foto.
Suspiro y recupero mi teléfono del bolsillo. Hay una serie de llamadas
perdidas por parte de Viktor, que ignoro cuando saco la evidencia.
Y luego le muestro a Arman, hojeando las fotos granuladas, mirándolo
cuidadosamente.
Una vez más, sus ojos registran conmoción e incredulidad, y mi
estómago se revuelve.
—Tú le enviaste esto a ella.
—Esos deben ser de su entrenamiento —dice—. Antes de comprarla.
Parece una pregunta. Y puedo ver la pregunta en sus ojos. Pero no
quiero verlo. Porque eso significa que estaba equivocado.
Le abro la otra mejilla y luego le clavo el cuchillo en la garganta.
—Respóndeme.
Pág
ina2
68
—Te lo juro —dice—. No fui yo. Dmitri. Tienes que hablar con Dmitri.
Lo agarro por la camisa y lo tiro al cemento, mis brazos tiemblan por
la fuerza de mi ira. —Dmitri ya está muerto.
—Lo juro —jadea—. Tienes mi palabra. Él y sus hombres hicieron el
entrenamiento. Y luego las vendieron. Eso es todo lo que sé.
Los engranajes están girando en mi cerebro. Pero nada de esto tiene
sentido. Dmitri no pudo haberle enviado esas fotos. Él ya estaba muerto.
Arman puede ver que lo estoy dudando. Y todavía cree que seré
misericordioso. Que le permitiría una oportunidad de vivir.
Está equivocado.
—Tenía una relación comercial con algunos de los Vory —me dice
Arman en un último esfuerzo por salvar su piel—. No sé quién. Pero así fue
como encontró a Talia en primer lugar.
—Necesito un nombre —le digo.
—No tengo uno —suplica.
—Entonces ya no me sirves.
Le apuñalo en el cuello esta vez. La sangre brota de su boca, y se
desangra en cuestión de segundos. Y lo único que se me ocurre... Es cuánto
le habría gustado a mi Solynshko ver esto.
48
Talia
SLAINTE ES EXACTAMENTE como lo recuerdo. Solo que se siente
Pág
ina2
69
diferente de alguna manera.
Como si fuera hace una vida.
Como que si una persona diferente caminó por estos pisos.
Mantengo mi cabeza baja y apunto directamente a la oficina
trasera, esperando encontrar a Lachlan. Pero lo que encuentro es más. Más
de lo que estoy lista. Pero es algo que ya no puedo evitar.
Mack está con él. Y está embarazada.
Cuando me ve, casi se desmaya de la impresión.
Solo puedo imaginarme cómo debo lucir ahora. Después de horas de
caminar en la maleza. Tengo los brazos y las piernas arañados y todavía me
sangra por un corte en la pierna.
No puedo encontrar las palabras para contarles lo que sucedió aún.
Entonces digo lo único que puedo.
—Sácame de aquí.
***
Me llevan a una casa de seguridad. Una de las suyas, una que
Lachlan me aseguró que nadie más conoce. Es pequeña, pero segura. Y
solitaria, incluso sentada aquí con mi vieja amiga.
Me duché y me vestí con ropas frescas, el corte en mi pierna cosido y
limpio.
Y Mack me está mirando. Esperando una explicación.
Estamos en la cocina, sentados a la mesa. Las cosas nunca han
estado tan tensas entre nosotras, y apenas puedo obligarme a mirarla.
—¿Has oído algo? —le pregunto a Lachlan.
—He hablado con Viktor —responde—. Alexei está bien. Ellos están
regresando
Pág
ina2
70
de Bulgaria hoy. Él todavía no sabe nada y yo no lo mencioné.
—¿Y Magda? —pido.
—También está bien.
Toco mis dedos contra la madera de la mesa de la cocina mientras el
silencio desciende sobre nosotros. No sé que más hacer. Qué más decir.
—Viktor piensa que estás muerta —me dice Lachlan—. Se lo dirá a
Alexei pronto.
Mi garganta se siente como si se me estuviera cerrando. Hay lágrimas
en mis ojos cuando miro a Lachlan.
—¿Es eso lo que quieres? —pregunta.
—No lo sé —lanzo un sollozo tembloroso—. No sé lo que quiero.
Necesito pensar.
Lachlan suspira y mira a Mack. Quién sigue mirándome como si no
me conociera. Y tiene razón. Soy una persona completamente diferente de
la que era antes. Y puedo ver que a pesar de saber que no hay nada que
decir en este momento, la traición está en sus ojos.
Sigue mirando mi vientre embarazado, juzgándome silenciosamente.
Odio esto. Odio lo poco inteligente que es todo entre nosotros. Pero
no puedo lidiar con esto ahora mismo. Solo puedo enfocarme en los
segundos. Los minutos. Pensar en lo que necesito hacer. De lo que es mejor
para mí y mi bebé. No quiero dejar a Alexei.
Lo amo. Lo amo tanto.
Pero no puedo regresar a esa casa. Ser una prisionera en el tercer
piso. No puedo vivir así. Con su frialdad. Su distancia. Me hizo sentir solo para
poder destruirme una vez más. Prometió protegerme. Pero no hay forma de
protegerme de él mismo. De los miedos que rigen su vida y sus creencias.
No confía en mí.
No me ama.
—Alexei es un compañero y un aliado —me informa Lachlan—. Y ha
sido bueno
Pág
ina2
71
conmigo.Pero eres amiga de Mack. Y Mack es mi esposa. Así que te estoy
diciendo ésto ahora. Ésta es tú oportunidad de salir de esta situación si lo
deseas. Probablemente la única oportunidad que puedas llegar a tener.
Asiento, porque sé que tiene razón. Pero no puedo dejar de llorar.
Estoy asustando a Mack. Porque nunca lloré antes. Pero ahora, soy un
desastre.
Justo como ella siempre dijo que era. Y siempre traté de demostrar
tanto todo lo contrario.
Ya no me importa. No me importa si me cree débil. Mi corazón esta
roto. Destruido. Y tengo que tomar una decisión que cambiará mi vida. Uno
que nos lastimará a ambos, sin importar lo que decida. No quiero que Alexei
piense que estoy muerta, pero sé que Lachlan tiene razón. Él no me dejará ir
de otra manera.
Esto no es lo que yo quería.
En absoluto.
Pero esta es mi realidad. Y necesito pensar en lo que es mejor para mí.
Por una vez en mi vida. Y para el bebé. Merece tener a su padre en su vida.
Alexei sería un buen padre.
Pero si él lo supiera, eso significaría sacrificarme a mí misma. El resto de
mi vida viviendo con un hombre que me odia.
—No puedo ganar —les digo a los dos—. No importa lo que decida,
no puedo ganar.
—Entonces nunca deberías haberte casado con él —responde Mack.
La miro y también Lachlan. Su voz es fría. Enojada. Amarga.
—Deberías haber venido a mí.
—No hubieras entendido —le digo—. Y no puedes arreglar todo por
mí, Mack. No puedes arreglarme.
—Esas son las mismas viejas excusas, Tal. Completa mierda.
—Mack. —La voz de Lachlan es cálida y suave cuando habla con
ella. Lleno
Pág
ina2
72
de amor real. Me ahogo aún más—. Ahora no es el momento.
—Sé que no es el maldito momento —responde Mack—. Pero Jesús,
Talia. ¿En qué diablos estás pensando ahora? Por supuesto que no puedes
volver allí. Mírate. Eres un maldito desastre. Por una vez en tu vida, piensa.
Maldita sea, piensa en este bebé que estás trayendo al mundo. Acerca de
lo que es mejor para él.
Y no sé por qué, pero me río. Porque tal vez esto es lo que necesito. Mi
enojo. Tal vez Mack me esté haciendo un favor al pelear conmigo ahora
mismo.
—Así que déjame aclarar esto —respondo—. ¿Puedes casarte con la
mafia, pero yo no puedo? ¿Cómo funciona exactamente?
—Mi marido no es un gilipollas abusivo —afirma—. Mírate. Mira lo que
te hizo. Apenas puedes mantenerte unida.
—No lo conoces —digo bruscamente—. Entonces, por qué no... Por
una vez en tu vida... Dejas de juzgar a todos los que te rodean, ¿eh? Estuve
así mucho antes de que Alexei llegara a mi vida. En todo caso, él me volvió
a armar.
No menciono que también me rompió. Porque ambos pueden verlo.
Pero Mack está decidida a discutir.
—No te estoy juzgando, estoy diciendo un hecho. Siempre asumiste lo
peor de mí, Tal. Pero todo lo que hice fue intentar protegerte.
—No, todo lo que has hecho es tratar de hacerme exactamente
como tú —le grito—. Para pensar como tú. Actuar como tú. Hacer lo que
Mack haría con toda su alta moral y mentiras. Eres una maldita hipócrita.
Parpadea, aturdida, pero no he terminado. Es hora de que lo
descubramos, de una vez por todas.
—Te enorgulleces de tu lealtad hacia tus amigos, pero ni siquiera los
conoces.
—Te conozco mejor que nadie —afirma.
—No, no me conoces. Te negaste a escucharme. Cuando traté de
contarte cosas oscuras sobre mí misma. Simplemente no querías aceptarlss
Pág
ina2
73
como parte de mí. Pero esa no es la forma en que funciona la vida, Mack.
Tienes que aceptar lo malo en las personas también. Como a Scarlett.
Como a mi.
—¿Qué tiene que ver Scarlett con esto?
—¡Ni siquiera sabes lo que hace! —grito—. Cuando sale de noche.
—Vende su cuerpo —responde—. Todo el mundo lo sabe.
—Excepto que no lo hace. —La miro y niego con la cabeza—. De
ningún modo.
Mack está aturdida y Lachlan parece incómodo con esta
conversación, pero mantiene la boca cerrada. Siempre he apreciado eso
sobre él. Que deja que alguien hable su pieza. Y que por una vez, alguien
no me mira como si estuviera completamente loca.
—Ella es una tramposa 6—le digo a Mack—. No folla a los hombres.
Les roba. Porque le devuelve parte del poder que perdió. Pero nunca
podrías entender eso.
—Podría... —balbucea Mack, pero las palabras se apagan.
—No, no podrías —le digo—. Porque no eres como nosotras, Mack. Lo
siento, pero no lo eres. Eres más fuerte. Y no has caminado nuestro camino.
Pero nos juzgas por eso. Tú lo haces.
—No juzgo —susurra.
Y luego las lágrimas brotan en sus ojos y me siento culpable por
decirlo. Pero necesitaba ser dicho.
—Si lo haces.
—Está bien, tal vez un poco, pero solo porque quiero lo mejor para mis
amigos.
—Pero no puedes avergonzarlos, Mack. No puedes obligar a las
personas a cambiar. Para hacer frente a todo de la manera en que lo
6 Tramposa: dicho de una mujer que se hace pasar por prostituta para luego robar el dinero de los
hombres.
Pág
ina2
74
haces. Las personas son diferentes. Todos lidian con las cosas de manera
diferente. Necesitas entender eso.
—Es mi culpa, ¿no? —Las lágrimas caen por sus mejillas cuando me
mira—. Te empujé a eso. Ese viaje con Dmitri. Porque la última vez que te vi...
Discutimos.
—No me presionaste para eso. —Niego con la cabeza—. Me hubiera
ido independientemente.
—Pero si no hubiera sido tan insistente. Tan... juzgosa. Y luego le pedí a
Alexei que te salvara.
—Mack.
También estoy llorando, así que es la única palabra que puedo decir.
Ambos nos levantamos y cerramos la distancia entre nosotros. Curando
todo el dolor y la ira con un solo abrazo.
Lloro en sus brazos y me abraza. Y no sé cuánto tiempo nos
quedamos así, pero solo sé que una parte de mi corazón parece que ya no
está muerta. Aquí es exactamente donde tengo que estar ahora.
Me lleva más de una hora decir las palabras. Para aceptar lo que
necesito hacer.
Que tendré que lastimar a Alexei para protegerme.
Y que me odiaré por eso.
Pero no veo otra opción.
—Quiero quedarme aquí —le digo a Lachlan con voz temblorosa—.
Me voy a quedar aquí.
Pág
ina2
75
49
Alexei
—VIKTOR SIGUE LLAMANDO —me dice Nikolai desde el asiento del
pasajero.
—Ignoralo. Trataré con él más tarde.
—No creo que se trate de Arman —informa.
Sigue desplazándose por su teléfono, revisando los mensajes y las
llamadas perdidas. Y cuando se tensa a mi lado, sé que algo está mal.
Me detengo a un lado de la carretera y le presto toda mi atención.
Estamos a una hora de casa. Solo quiero volver a la casa. Para resolver este
lío. Para preguntarle a Talia quién le envió las fotos otra vez.
Me aferro a eso, porque es todo lo que puedo hacer para continuar
por este camino que me he propuesto. Me ha traicionado. No podría haber
estado tan equivocado acerca de eso. Esa es la única cosa aceptable
para mí de creer.
Pero luego Nikolai se vuelve hacia mí y su rostro está pálido.
Preocupado. Está sosteniendo su teléfono y Viktor ya está en la línea, a
través de un video chat.
No estoy preparado para lo que está a punto de decir, así que
retrasaré lo inevitable. Mi mente está girando, mis manos están apretadas a
los lados.
—Iré a hablar contigo ésta tarde —le digo a Viktor—. Para explicar mis
acciones. Y para recoger a Talia.
—Lyoshenka.
Su rostro está lleno de emoción. Algo que Viktor rara vez muestra.
Pero está allí
Pág
ina2
76
ahora. Y está desencadenando la emoción dentro de mí también. Algo
que no me gusta. Algo que trato de evitar a toda costa.
No está enojado. Y debería estar enojado conmigo. Sabe que he ido
en contra de sus órdenes. Matar a Arman fue un acto no sancionado.
Debería discutir su castigo conmigo. En cambio, muestra una clara
compasión por mí.
—¿Qué pasa?
Se me cae el estómago y muero dentro incluso antes de leer sus
palabras.
—Talia está muerta.
***
El piso del sótano está cubierto de sangre.
Cadáveres, apilados en la esquina.
Mis manos, picando por más.
Por toda la guerra.
Pero Viktor está a mi lado, hablando de tonterías. Diciéndome que
mantenga una cabeza racional.
—Esos vehículos fueron entregados desde tu casa —le recuerdo—.
Alguien nos ha traicionado.
—Sí. —Está de acuerdo—. Pero has matado a los hombres
responsables de entregarlos. Ahora debemos esperar. Se paciente.
—No tengo paciencia —es mi respuesta—. Mi esposa está muerta. Mi
hijo por nacer, muerto. Franco, muerto. ¿Y me pides paciencia?
—Corregiremos estos errores —me asegura—. Con el tiempo. Cuando
hayamos descubierto al traidor. No habrá piedad para él, Lyoshenka.
Ninguna. Pero debes ser paciente.
Pág
ina2
77
—Ya he esperado demasiado —respondo—. Ni siquiera hay un
cuerpo que enterrar...
Las palabras desaparecen y respiro. No puedo pensar en eso ahora
mismo. Pensar en mi Solnyshko de esa manera. En mi mente, ella todavía
está en el tercer piso. Donde la dejé. Donde es hermosa y perfecta y mía,
incluso cuando le rompo el corazón. Cuando la destruyo como siempre
supe que lo haría.
Solo hay una manera de seguir. La única forma que yo sé. Y está
escrito en sangre.
Me vuelvo hacia Nikolai, que está pendiente de la conversación,
pero permanece cuidadosamente callado.
—¿Qué hay de los hombres de Dmitri? ¿Los entrenadores? —le
pregunto.
No mira a Viktor para obtener permiso para hablar. Simplemente
asiente. —Tengo su ubicación.
Me muevo hacia la puerta, haciendo un gesto para que me siga.
Viktor intenta detenerme con una mano en mi hombro.
—Lyoshenka, debes detener esto.
—Lo haré —le aseguro—. Cuando los mate a todos.
***
Una mano en mi brazo me sacude de mi oscuridad, y cuando
parpadeo, Magda está allí. Mi cabeza late con fuerza y siento el impulso de
vomitar por la cantidad de licor que hay dentro de mi sistema.
Quiero que se vaya. Quiero que todo se vaya.
—Alyoshka —dice—. Necesitas comer algo. Han pasado dos días.
No. Ha sido un mes. Un mes desde que morí. Ya que todo
simplemente... Se detuvo. He derramado más sangre en este momento que
en toda mi carrera como Vor. Y continuaré haciéndolo.
Pág
ina2
78
Para honrar su memoria de la única manera que puedo.
—Nikolai está aquí para verte —me dice Magda.
—Envíalo lejo.
—Demasiado tarde. —Entra a la vista—. Y tengo algo que creo que
querrás ver.
Mis ojos se mueven hacia el disco en su mano. Y es lo único que
enciende una chispa dentro de mí. Venganza. Es lo único que me mantiene
viviendo de un día para otro. La matanza. La destrucción. La guerra que
libré contra los animales que la tocaron. Quién alguna vez pensó en hacerle
daño.
Magda nos deja a nuestra privacidad y saco la computadora de su
letargo, mostrando pantalla tras pantalla en la pared. Todos están llenos de
imágenes de ella. De nosotros.
He reproducido ese video de su último día mil veces más. Cuando
baja por las escaleras. La forma en que hizo una pausa y lloró y Magda la
consoló por el dolor que le había infligido.
Ni siquiera me despedí.
Permití que mi enojo me consumiera. Para consumirla también.
Confió en mí para protegerla. E hice lo que siempre dije que no haría.
Le fallé.
Cierro los ojos y siento la mano de Nikolai en mi hombro. Estoy
demasiado débil para rechazarlo, incluso si debiera. Ha estado aquí a
menudo, en los días posteriores. Comprobándome.
Pero no hay nada nuevo que informar.
La vida continua. El negocio de Vory continúa. Solo que yo no puedo
continuar.
Siento su entumecimiento ahora. Su dolor. Me atormenta en su lugar.
Mi Solnyshko. El sol se ha ido de mi vida y solo queda la oscuridad.
Estoy llorando, me doy cuenta.
Pág
ina2
79
Ni siquiera intento esconderlo de Nikolai. No dice nada. Simplemente
se hace cargo, mostrando el video en la pantalla. El mismo video que
también he visto miles de veces. Desde ese día en la reunión.
El día en que todo esto comenzó.
—Hice que Mischa lo viera —me dice Nikolai.
Y luego lleva el cursor a una marca de tiempo en la pantalla y hace
clic en él. Observo cómo ralentiza el video y solo entonces lo veo.
Y no puedo creer que no lo haya visto antes.
Que mi ira me había cegado tanto de la verdad.
—Está en un ciclo de tiempo —Nikolai responde mis pensamientos—.
Quienquiera que fuera sabía lo que estaban haciendo. Y ellos fueron
rápidos. Vinieron preparados.
—¿Cuánto tiempo? —pregunto.
—Treinta segundos, máximo. No podrías haberlo notado, Lyoshka. Fue
muy bien editado.
Mi cuerpo cae contra mi silla cuando todos mis peores temores son
confirmados. Talia no tuvo nada que ver con el video. Pero alguien quería
que pareciera así. Alguien cercano a mi. Quién sabía que no iba a confiar
en ella. O créerle.
Alguien que quería destrozarnos.
—Hay algo más — me dice Nikolai mientras se sienta frente a mí.
—¿Qué es?
—El guardaespaldas de Katya mencionó que ella visitó una tienda de
seguridad hace unos meses. Él no sabía lo que ella había comprado, pero
descubrió que el viaje estaba fuera de lugar para ella.
—Entonces tenemos que hablar con ella. —Me levanto, a pesar de
que todavía estoy demasiado borracho para bajar las escaleras.
—Ya lo intenté. —Nikolai niega con la cabeza—. Pero fue encontrada
muerta esta
Pág
ina2
80
mañana, Lyoshka. Colgando de la viga en su techo.
Parpadeo mientras proceso sus palabras. Katya está muerta. Y
alguien está tratando de cubrir sus huellas. Talia me lo dijo. Me dijo que no
creía que todo hubiera terminado. Y tenía razón. No la escuché. No
escuché a Nikolai.
—No estaba trabajando sola —contínua Nikolai—. Alguien está
limpiando cabos sueltos. Katya no es lo suficientemente inteligente como
para montar esa presentación de diapositivas aparte que no estaba en el
edificio ese día. Creo que es uno de los Vory.
Lo miro desde el otro lado de mi escritorio y el nombre que me ha
perseguido toda la vida es el único que se me viene a la mente. Nikolai
sabe lo que estoy pensando incluso antes de decirlo. En su cara está
trazado y sé que él cree que es verdad también.
—Sergei.
Pág
ina2
81
50
Alexei
EL VORY TIENE nuestros propios ejecutores. Nuestros propios sicarios.
Pero ninguno tan experto en el arte del sufrimiento humano como la
Muerte Irlandésa. Ronan Fitzpatrick.
Él está en mi sótano ahora, con Sergei.
Mientras Viktor, Nikolai y yo miramos desde la cámara en mi oficina.
Me siento inquieto. Ansioso. Es todo lo que puedo hacer para permanecer
sentado y tener paciencia. Pero es mejor de ésta manera. Porque no me
queda más control. Lo mataría en los primeros dos minutos y eso no
funcionaría.
—Lo eliminarás — me asegura Viktor—. Ese es tu derecho a hacerlo,
Lyoshenka. Pero debes ser paciente.
Esperaba una pelea de Nikolai. Pero no obtuve ninguno. En cambio,
se sienta a mi lado. Mirando tan cuidadosamente como yo. En mi mente,
me pregunto si tiene esperanza. Esperanza de que estemos equivocados y
que nuestro padre no haya hecho esto. Que él de alguna manera vivirá.
Pero ese no es el caso.
Es evidente cuando finalmente se rompe. Ronan lo ha hecho sufrir
más allá del punto de toda razón y fuerza. Su mente ya no puede soportar
el dolor.
—Yo lo hice.
Esas tres pequeñas palabras salen de su boca y encienden la
oscuridad que siempre ha ardido dentro de mí. Por su culpa. Por él.
Este hombre que se negó a reconocerme como su hijo.
Pág
ina2
82
Mi propio padre asesinó a mi esposa y a mi hijo no nacido a sangre
fría. Me expuso al Vory como débil. Y destruyó mi vida.
Tanto Viktor como Nikolai están esperando que me levante. Que
corra escaleras abajo y termine el trabajo. Pero estoy congelado por mi
dolor una vez más.
—Quizás deberíamos hacerlo juntos —se ofrece Nikolai—. Le dolería
más si ayudo.
Sus palabras son bastante verdaderas. Algo que antes me hubiera
parecido amargo ahora es solo una verdad honesta que ya no puedo
negar.
Sergei solo tuvo amor por Nikolai. Todos los demás en su vida eran
desechables. Yo. Mi madre. Incluso sus amantes. La madre de Nikolai
desapareció hace años y nadie sabe qué le pasó.
Tener lo único que alguna vez valoró, participar en su destrucción
sería difícil para Sergei. Creí que nunca volvería a confiar en Nikolai. Que
nunca podría enmendar lo que me hizo.
Pero cuando me levanto y camina a mi lado para matar a nuestro
padre, estoy agradecido por su presencia.
El sótano está frío, con un hedor persistente a cobre y el sudor de
Sergei.
Cuando sus hijos entran en la habitación y se encuentran con su
mirada, hay un destello de traición como esperaba.
Pero no es por mí. Sus ojos se detienen en Nikolai, evaluando sus
intenciones.
Sergei ha vivido por los códigos Vory la mayor parte de su vida. Sabe
que la muerte vendrá. No hay duda de que lo acepta como un hecho.
Pero cree que porque él es un Vor, recibirá una muerte honorable.
Está equivocado.
Ya se le han quitado las uñas y los dedos de los pies. Ha sido ahogado
en varias ocasiones por Ronan Fitzpatrick y ha vuelto a la vida varias veces
con las paletas de choque. Sus ojos están nublados y su pulso es sin duda
Pág
ina2
83
débil.
Pero no ha terminado. Ni por cerca.
—La muerte de Talia fue rápida —le digo cuando doy un paso
adelante—. Pero puedo asegurarte que la tuya no lo será.
Le hago un gesto a Ronan y él me entrega la pequeña caja negra.
Mis dedos pican por abrirlo. Tocar lo que le causará tal dolor como nunca
conoció alguna vez.
Pero en cambio, se lo paso a mi hermano.
—Puedes hacer los honores —le digo a Nikolai.
Es difícil renunciar a este momento. Pero sé que Nikolai tiene razón.
Esto es lo que más lastimará a Sergei. Su cara es solemne, pero no
arrepentida cuando saca la jeringa de la caja. Y bajo la guía de Ronan,
inyecta la mezcla especial de veneno de serpiente en el brazo de Sergei.
Los efectos solo tardan unos minutos en activarse.
Sergei comienza a convulsionar sobre la mesa y saca espuma por la
boca mientras las neurotoxinas se apoderan de su cuerpo. Cuando la
parálisis se establece y sus ojos saltones encuentran los míos, me inclino
sobre él para que no haya malentendidos entre nosotros.
—Es solo el principio.
Y luego a su lado, tomo mi asiento. Un espectador en sus finales y
últimas horas.
No habrá violencia o derramamiento de sangre por mis manos hoy.
Por todas las apariencias externas, incluso podría considerarse una muerte
suave. Pero el dolor que siente Sergei cuando el veneno ataca su sistema
nervioso no es nada gentil.
Es un bálsamo para mi alma, viéndolo sufrir. Y, sin embargo, no
significa nada en absoluto. Todavía me veré obligado a seguir. Sin Talia.
Sabiendo lo que hice. Sabiendo que le fallé. Que no soy mejor que el propio
Sergei.
Y la única satisfacción que tendré al final es que mi padre también
Pág
ina2
84
está muerto.
—¿Cuánto tiempo tomará? —pregunta Viktor mientras se sienta a mi
lado.
No esperaba que él lo mirara. Pero no debería sorprenderme. Incluso
después de todo lo que he hecho, Viktor todavía me considera un hijo.
Como uno de los suyos.
—Pueden pasar horas —respondo.
A mi lado, Ronan y Nikolai también toman asiento.
Y luego esperamos. Los únicos sonidos para romper el silencio
intermitente son los gemidos torturados de Sergei y el temblor de la mesa
debajo de él.
Es un evento corto. Más corto de lo que esperaba.
Justo como siempre sospeché, Sergei era débil. Pero este
conocimiento no me da ninguna satisfacción.
Porque en esta casa, y en mi vida, el sol ya no se alzará.
Pág
ina2
85
51
Talia
—¿CÓMO ESTÁ? —le pregunto a Lachlan.
No responde por un tiempo. Y me molesta. Sigo tocando la estrella en
mi mano y él me está mirando con ojos curiosos. Pero reservado también.
—Talia, debes darte cuenta de que no sería normal que lo llamara
con tanta frecuencia. Él no está atendiendo llamadas, de todos modos.
Hago sonar mis dedos en la mesa de nuevo. Y Mack me está
mirando, pero mantiene los labios cerrados sobre el tema.
—Pero dijiste que es tu amigo. ¿No sería el protocolo normal ir a
visitarlo?
De nuevo, Lachlan permanece en silencio. Y me doy cuenta de que
me está ocultando algo.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—He ido a visitarlo —responde finalmente—. Está tan bien como
podrías esperar que estuviera.
—Oh.
Necesito más. Estoy desesperada por más. Pero Lachlan simplemente
suspira.
—Su padre fue responsable de los coches bomba —me dice—. Y está
muerto ahora. Arman también.
—Bien —respondo—. Eso es bueno.
Ambos me miran y me encojo de hombros.
—No lloro por la pérdida de ellos —contseto—. Alexei merecía algo
Pág
ina2
86
mejor por padre que Sergei.
—Sí, bueno —responde Lachlan—. No fueron solo ellos. Katya está
muerta también. Y una gran cantidad de otros hombres que alguna vez te
tocaron.
Parpadeo.
Y mi corazón duele al pensar en Alexei en su furor asesino. Solo puedo
esperar que le haya dado lo que necesita. Algo de paz.
Pero lo dudo.
Su padre siempre ha sido la raíz de sus problemas. Y Katya no ayudó.
Ellos fueron la razón por la que no confió en mí. La razón por la que
me dijo que nunca podría amarme. Y él tenía razón.
Parpadeé para contener las lágrimas y Lachlan se encuentra con mi
mirada acuosa.
—Sé que te preocupas por él —me dice—. Pero debes tomar una
decisión, Talia. Debes decidir si puedes seguir adelante. Sin él. Porque no
puedo seguir yendo allá.
El dolor en la cara de Lachlan me agita. Porque está dolido por
Alexei. Pero aún así, él es leal a mí. Coloco mi cara en mis manos y trato de
recuperar fuerzas. Sé que tiene razón. Que nada de esto es justo para
nadie.
Pero todavía no sé qué hacer.
No sé nada.
Entonces hago lo que siempre he hecho. Lo que mejor hago.
Lo evito por completo.
Pág
ina2
87
52
Talia
MACK HA TENIDO SU BEBÉ.
Una pequeña niña.
La llamaron Keeva Crow. Y ella es la cosa más hermosa que he visto
en mi vida. Cuando tengo la oportunidad de abrazarla, me asusta y me
emociona.
Y pienso en Alexei. De nuevo.
Lachlan estaba allí para Mack en cada paso del camino. Estaba en
la sala de partos, entrenandola durante el parto y cortando el cordón.
Besando su frente y sosteniendo su hija por primera vez con amor ciego.
Me duele.
No tendre eso. Lo pasaré sola, como siempre lo he hecho.
Mack dice que ella estará allí conmigo, pero no es lo mismo.
Simplemente no es lo mismo.
Sigo diciéndome a mí misma que tengo más tiempo para
prepararme. Que para cuando entre en el trabajo de parto, seré más
fuerte. Que estaré mentalmente preparada.
Solo que eso no es verdad.
Porque mi fuente se rompe dos semanas antes cuando estoy sola en
mi cama. Busco a tientas mi teléfono celular cuando entra el guardia de
Lachlan para ver cómo estoy.
Es joven, y su nombre es Conor. Se ha estado quedando en la casa
de seguridad conmigo, cuidándome. Y ahora mismo, nunca he estado tan
agradecida
Pág
ina2
88
por su presencia.
—¿Todo bien? —pregunta.
Sus ojos se abren cuando me quito las mantas y ve la cama.
—No —le digo—. Es tiempo. Ahora.
—¿Ahora? —chilla.
—Sí, ahora —gruño—. Ayudame por favor.
—Correcto. —Entra en acción y se acerca a mí como si no supiera
qué hacer. Lo cual probablemente sea así.
—Solo llévame al... Ugg.
Me doblo del dolor con una contracción. —Llévame al hospital.
Conor me sube al auto y me pregunta qué más necesitamos traer.
Pero no sé. Porque no he empacado nada. Apenas tengo nada.
—Solo llévame —gimo.
Y lo hace. Conduce como un lunático lo que solo lo empeora. Pero
estoy sudando, agarrando la manija de la puerta y tratando de respirar a
través del dolor.
Algo no está bien.
Lo sé en mi instinto.
Está sucediendo demasiado rápido. El dolor es muy intenso. Este bebé
viene ahora.
—No sé si voy a poder llegar —le digo a Conor.
—Debes hacerlo —grita—. No puedo servir de partera.
—¡Para! —le grito—. Y llama a una ambulancia.
Lo hace. Y mientras él está en el teléfono, estoy pariendo en el
asiento trasero del auto.
—¡Necesito tu ayuda! —grito—. Jodido Dios.
Pág
ina2
89
Conor viene a ayudarme y casi se desmaya cuando ve la cabeza del
bebé.
—Solo respira —me dice.
—Estoy malditamente respirando.
Me arqueo de dolor cuando las contracciones son duras y rápidas. Y
está sucediendo. Tres empujones más y nace mi bebé. En el asiento trasero
del auto, en el medio de Boston.
La ambulancia llega justo a tiempo. Y los paramédicos nos suben
rápidamente a mí y al bebé en una camilla. Todo está en caos a nuestro
alrededor, pero solo puedo mirarlo mientras lo sujetan en mis brazos.
Se parece mucho a su padre.
Estoy llorando. Estoy en shock. Y estoy enamorada.
Comienzan a cerrar las puertas con Conor todavía afuera, luciendo
perdido y traumatizado.
—Vendrás conmigo —le digo.
—¿Qué? —Se ve horrorizado por la idea—. No.
—Sí.
Y lo hace.
Agarro su brazo mientras comienzan a revisar nuestros signos vitales.
—Debes llamarlo.
—¿Lachlan?
—Alexei. Tienes que llamar a Alexei.
Parpadea en confusión.
—Ahora.
—Bien, bien. Lo estoy llamando. ¿Qué quieres que le diga?
—Solo dile que lo necesito aquí. Por favor.
Pág
ina2
90
Y luego me llevan al hospital.
Pág
ina2
91
53
Alexei
ESTOY VAGAMENTE consciente de que alguien intenta despertarme,
pero ignoro la mano en mi hombro y cierro los ojos.
Cuando están cerrados, puedo soñar con ella. Puedo olvidar por un
breve tiempo que no es real.
Pero la mano en mi hombro se vuelve más insistente. Cuando
parpadeo y veo a Nikolai, lo aparto. No ha salido de mi casa en los últimos
tres días y está irritando lo último de mi paciencia.
Esto es en lo que estoy pensando cuando el agua helada golpea mi
cara, seguido por una bofetada punzante. Ya estoy haciendo retroceder
mi silla, preparándome para asesinar a mi medio hermano de una vez por
todas, cuando me encuentro con la mirada enojada de Magda.
—Ponte presentable —exige—. Y bebe esto, lo necesitarás.
Miro el café en sus manos y trato de alcanzar mi coñac. Pero agarra
la botella y la arroja contra la pared, haciéndola pedazos.
—Magda.
—No. —Me obliga a tomar la taza y nunca la había visto tan
enloquecida—. Tengo noticias para ti, Alyoshka. Pero debes recuperarte
primero. Te ves como la muerte.
No sé qué otras noticias podría tener, pero cuando Magda insiste, sé
que no se puede discutir sobre eso. Así que tomo el café mientras ambos
me miran. Cuando he terminado, dejo la taza y Magda me da mi
chaqueta.
—Te lo diré en el auto. Debemos irnos ahora.
Pág
ina2
92
—No iré a ningún lado hasta que me digas.
—Las noticias son sobre tu esposa —dice.
Y luego sale de la habitación, dejándome ir tras ella y a Nikolai en mi
enojo.
—¿Qué hay de mi esposa?
Intento extender la mano y agarrar su brazo, pero para una mujer de
sesenta años, Magda es sorprendentemente rápida. El coche ya está
esperando afuera cuando abren la puerta, y mi cuerpo se pone tenso.
Ansioso.
Nikolai se desliza en el asiento del conductor mientras levanto la
mano y detengo a Magda.
—Dímelo ahora.
—No se ha ido, Alyoshka —dice—. Aún hay esperanza.
***
Se me ocurre mientras le grito a Nikolai que conduzca más rápido las
razones por la que esperaron para contarme la noticia.
Necesito llegar a ella ahora.
Para verla de primera mano antes de que pueda creerlo.
Necesito ver a mi sol.
Finalmente, mi teléfono zumba y el nombre de Lachlan aparece en la
pantalla. Cuando acepto la video llamada, las primeras palabras que salen
de su boca son las que necesito.
—Está descansando ahora —me dice—. Hizo un gran trabajo, Alexei.
Bebé Nikolaev no quería esperar más.
Me alivia y me enoja al mismo tiempo. Quiero verla ahora. Verla viva y
respirando.
Pág
ina2
93
Pero todavía hay tanta distancia entre nosotros.
—Debería haber estado allí.
—Lo sé —coincide Lachlan—. Lo siento, Alexei. Pensé que estaba
haciendo lo mejor.
Magda me mira desde el otro lado del automóvil y la ignoro. No
necesita decírmelo, ya estoy al tanto de mis defectos.
—Lo estabas —le digo a Lachlan—. Pero si alguna vez vuelves a
esconderme a mi esposa...
—Lo sé —me interrumpe—. Lo sé, Alexei.
—Todavía estamos a veinte millas de distancia —digo.
—Mack y yo estamos aquí —me asegura—. Lo estaremos hasta que
llegues.
—No te vayas de su lado —ordeno—. No la dejes fuera de tu vista.
—Ella no irá a ninguna parte, amigo —me asegura—. Fue la que nos
pidió que te llamáramos.
—Dile que estamos en camino —dice Magda, tomando el teléfono
de mi mano—. Y voy a cuidarla muy bien.
Está llorando, y también Nikolai cuando me encuentro con su mirada
por el espejo.
Todos evitamos mirarmos el uno al otro, permitiendo que el silencio se
asiente sobre el automóvil cuando Magda cuelga el teléfono.
Mi esposa está viva. Mi bebé acaba de nacer.
Y nunca les volveré a fallar.
Pág
ina2
94
54
Talia
MI HIJO ESTÁ ACURRUCADO contra mi pecho, ambos ojos cerrados
cuando siento su presencia.
Estoy tan cansada. Tan, tan cansada.
Pero Alexei está aquí. Así que me obligo a abrir los ojos, justo a tiempo
para verlo inclinándose para acunar mi cara entre sus manos.
—Solnyshko.
Su voz es áspera, sus ojos vidriosos. Y la verdadera palabra es una
disculpa, llena de más emoción de la que he escuchado en su voz.
—Dios, mi Solnyshko. He muerto sin ti.
Y luego me está besando en toda la cara, su otra mano apoyada en
nuestro bebé. Cuando vuelve su atención hacia él, le hago un gesto para
que lo tome en sus brazos.
Lo hace.
—Franco —le digo—. Su nombre es Franco.
Alexei parece sorprendido, pero asiente con la cabeza poco
después.
—Franco. Mi hijo.
—Salvó nuestras vides —me las arreglo para decir.
Estoy muy emocionada. Viéndolo. Verlos a ambos juntos así. Es
abrumador de una manera para la que no estaba preparada.
Pág
ina2
95
Alexei se encuentra con mi mirada y sus ojos están rojos e inyectados
en sangre. Llenos de dolor. Y lo lamento mucho. Tanta agonía y deseo por
este hombre. La mitad dañada de mi alma. Ambos estamos muy dañados,
pero juntos, encajamos perfectamente.
Estoy llorando, me doy cuenta. Mirándolo con nuestro bebé en sus
brazos.
—Lo siento, te dejé pensar...
—Shh... —Se sienta a mi lado, buscando mi mano—. Hiciste lo único
que pudiste hacer. Fui tan tonto, mi dulzura. Pero nunca volverá a suceder.
Nunca dudaré de tu lealtad de nuevo. Pasaré el resto de mi vida probando
que soy digno de tu...
Sus palabras mueren y parece que está sufriendo.
—De mi amor —le aseguro—. Todavía te amo, Lyoshka.
—Y yo, a ti —responde, ahuecando mi cara en su palma—. Eres mi
sol.
Me besa y todo lo demás se derrite. No dudo de sus garantías. Sé con
certeza que nunca permitirá que nada vuelva a interponerse entre
nosotros. Incluso la distancia actual es demasiado, me dice, cuando se
sienta a mi lado en la cama. Franco acurrucado en un brazo y yo en el otro.
Él es nuestra base.
Y a pesar de la intensidad de la emoción entre nosotros en este
momento, nada se ha sentido más sólido.
El momento se interrumpe cuando Mack y Conor ingresan a la
habitación. Conor se ve aterrorizado cuando mira a Alexei mientras Mack
parece querer asesinarlo.
Alexei me devuelve el bebé y me besa en la mejilla antes de pararse
para saludarlos. Cuando se mueve en su dirección, Conor da un paso atrás.
—No miré nada —proclama Conor—. Lo juro.
Alexei extiende su mano como un signo de respeto. —Gracias, Conor.
Por estar allí
Pág
ina2
96
cuando no pude. Te debo mucho.
Conor hunde los hombros en alivio y sonríe. Alexei sonríe también.
Pero Mack está sobre él un segundo después.
—No me gustas. —Lo golpea en el pecho—. Te aprovechaste de ella.
La embarazaste. Y luego la lastimaste. Ese no fue el trato que tuvimos.
—Hice todas esas cosas —responde Alexei—. Estaba equivocado.
Por primera vez, Mack parece muda.
—Maldita sea, lo estabas —resopla.
—Pero es mi esposa —le dice Alexei—. Nunca me dejará otra vez.
Mack parece dispuesta a discutir, pero luego sus ojos encuentran los
míos. Y ve que no protesto. Esta es solo la manera de Alexei. Esta es su
manera de decirle que lo siente. Y que me cuidará. Así que al final, ella
elige no decir nada, a pesar de que realmente quiere.
Y estoy muy agradecida por ella en este momento. Por todo lo que
hemos pasado juntas, y que incluso después de todo, todavía está aquí
para mí. Y me doy cuenta de lo mucho que hemos crecido en los últimos
dos años. Cuánto hemos cambiado. Sé que si podemos superar todo eso,
entonces podremos superar cualquier cosa.
También sé que lo mismo es cierto para Alexei y para mí. Vuelve a mí
y sostiene a Franco por el resto de su visita. No permite que nadie más
abrace a nuestro bebé, a excepción de Magda cuando irrumpió en la
habitación en la primera oportunidad disponible y no aceptó un no por
respuesta. Le canta canciones de cuna. Y Alexei y yo miramos, su mano
siempre tocándome. Anclándose a mí.
El resto del día se pasa de la misma manera. Viktor y algunos de los
otros Vory vienen a visitarnos, trayendo regalos suntuosos para Franco y
para mí.
Cuando las horas de visita terminan, estoy agotada.
—Por favor, no te vayas a ningún lado —le digo a Alexei.
Pág
ina2
97
—No pensaba hacerlo —dice.
Se sube a la cama a mi lado otra vez, lo cual es ridículo considerando
su altura, pero no se queja de que sus pies cuelguen por el borde. Franco
está acunado entre nosotros y él simplemente acaricia su rostro, sus ojos se
mueven entre nosotros dos.
Entonces es cuando noto el tatuaje en su mano. En el mismo espacio
que lo dibujé antes. Mi nombre, dentro del sol.
Extiendo la mano para tocarlo y Alexei toma mi mano en la suya.
—Te lo hiciste.
Sus ojos están vidriosos de nuevo. Vulnerable con emoción. Pero no
trata de ocultarlo.
—Eres la única mujer para mí, mi dulzura —me dice—. Incluso en la
muerte, nunca podría dejarte ir. Lo eres todo para mí. Y siento mucho no
habertelo demostrado antes.
—No quiero tus disculpas —respondo—. Solo quiero tu confianza.
Expulsa un largo suspiro y traza las líneas de mi rostro con su dedo.
—La tienes. Tienes mi palabra, nunca más volveré a dudar de ti.
—Te necesitamos —le digo—. Necesitamos todo de ti.
—Lo tienes —me asegura—. No hay nada sin ti. Mañana, te llevo a
casa. Y te haré toda mía de nuevo. Todos los días, por el resto de mi vida,
Solnyshko. Esa es mi promesa para ti. Haré que te enamores de mí todos los
días durante toda la vida.
—Una vida —estoy de acuerdo—. Porque estamos en esto juntos.
Me besa en la frente y luego a Franco también.
—Juntos —hace eco.
Pág
ina2
98
Epílogo
Talia
Algunos dirían que la felicidad es fugaz.
Yo digo que la felicidad es aterradora.
Pero también es real. Y posible.
Y eso no significa que todo sea perfecto todo el tiempo. Eso no
significa que no haya todavía bajones. O lucha. O momentos en los que los
recuerdos intentan abrirse camino hacia el presente y oscurecer todo lo
que te rodea.
Pero ahora sé que si te levantas todos los días lista para la batalla, lista
para luchar por lo que tienes, entonces tienes una oportunidad real de
mantenerlo.
Alexei y yo luchamos el uno por el otro todos los días. Sin fallar.
Discutimos. Y ambos repetimos viejos patrones. Pero al final, siempre
encontramos nuestro camino de regreso el uno al otro. Porque prometimos
que lo haríamos.
Él es mi consuelo y yo soy su sol y Franco es todo el universo que nos
rodea.
Desde la traición de Katya y Sergei, Alexei es mucho más cuidadoso
acerca de a quién deja entrar en su casa. Y nunca vamos a ningún lado sin
él. Sin su protección y sus diligentes medidas de seguridad.
Algunos dirían que no es correcto. Por vivir tan lejos de todos los
demás. Estar en casa todo el tiempo. Pero este es nuestro reino. Es mi rey y
yo soy su reina. Y haríamos cualquier cosa para protegernos unos a otros. Y
estamos más
Pág
ina2
99
felices aquí. Donde nos tenemos el uno al otro.
Mack y Lachlan vienen de visita a menudo. Keeva y Franco crecerán
juntos. La forma en que Mack y yo lo hicimos. Pero con personas que los
aman. Y nunca conocerán los horrores que Mack y yo conocimos. O incluso
Alexei. Porque como padre, me he dado cuenta de una cosa. Tan
profunda en su simplicidad que a veces me desestabiliza.
Mi amor por Franco es interminable. Y mi madre simplemente no lo
tenía. Estaba destrozada de una manera que nunca podría ser realmente
bueno. No soy como ella. Nunca seré como ella.
Porque los tengo a ellos. Y para mí eso es todo lo que necesito saber
para seguir luchando. Para seguir viviendo. Para seguir apreciando cada
momento que paso con ellos.
Cuando veo a Alexei ahora, hablando ruso con su hijo y ganando
sonrisas, también estoy sonriendo.
También lo está Magda, que ha adoptado con entusiasmo el papel
de Babushka. Incluso Nikolai se ha ganado el camino de regreso a la órbita
de Alexei. Es todo lo que podría pedir en un cuñado y tío. Siempre echa a
perder a Franco cuando viene de visita.
Hoy, llegó con una Hummer tamaño niño para que Franco navegue
por el patio. El único problema es que Franco ni siquiera gatea.
—Sería bueno para él tener un primo —le digo a Nikolai.
Me mira y niega con la cabeza. Todavía no sé lo que está pasando
entre él y Tanaka. Ella nunca se salta su vista, pero el frente frío entre ellos es
obvio para cualquiera.
—Tal vez algún día —dice.
—¿Tal vez algún día qué? —pregunta Alexei mientras me pasa a
Franco y atrae mi cuerpo hacia el suyo.
—Le estaba diciendo que él también debería tener algunos bebés.
Alexei niega con la cabeza. —No podría manejarlo.
Pág
ina3
00
Detrás de él, Tanaka está sonriendo.
—El almuerzo está listo — nos interrumpe Magda.
—Nikolai, ¿tomad a Franco y lo llevas abajo? —pregunta Alexei.
Nikolai lo toma de mí y todos bajan la escalera aparte de Alexei y yo.
Ya sé lo que quiere. Parece que siempre tenemos visitas ahora. Y a veces,
estos momentos robados son todo lo que obtenemos.
Se inclina y envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo, besándome
y tirándome mientras tiene una oportunidad.
—Usa negro para mí esta noche —dice—. Y vamos a acostarnos
temprano.
—¿Qué pasará con Franco? —pregunto.
—El tío Nikolai puede tener algo de práctica —responde.
Le sonrío, curiosa por cuánto tiempo ha estado planeando esto.
—Está bien, Lyoshka. Por ti, me pondré negro.
Me muevo para bajar, pero me detiene otra vez.
—No te lo he dicho hoy todavía —murmura mientras sus labios
encuentran los míos—. Pero te amo, Solnyshko. Siempre.
La verdad es que me lo dice todos los días. A veces, se despierta en el
medio de la noche solo para decírmelo. Para recordarme que me ha dado
la única cosa que nunca pensé que podría.
Su corazón.
No lo doy por hecho.
Incluso cuando peleamos, siempre recordamos nunca darlo por
hecho.
Así que supongo que al final, tal vez hay un poco de esperanza para
todos nosotros. Incluso para mi.
Pág
ina3
01
FIN
Pág
ina3
02
Próximo Libro
Saint (Boston Underworld #4)
Prólogo
SCARLETT
Cuando se va a la guerra, hay tres reglas muy simples que uno debe
cumplir.
1. Conoce a tu enemigo.
2. Prepárate para sacrificarte.
3. Usa siempre buenos zapatos.
Después de todo, la venganza es un plato que se sirve mejor en
stilettos7.
Tengo un ojo para eso y nada va a interponerse en mi camino.
Ni siquiera Rory 'El Santo' Brodrick.
Es un tonto si cree que puede cambiarme. Para cuando termine con
él, haré que su mafia parezca un juego de niños.
¿Me cree, Sr. Brodrick?
Es mejor que lo creas y esperes morir.
RORY
Soy un luchador. Un buscavidas. Un mafioso.
He visto algunas cosas en mi vida.
Pero nunca me he encontrado con nada como ella.
7 Stilettos: zapatos con un tacón fino de más de 10 centímetros.
Pág
ina3
03
Es una belleza con una bestia de corazón. La manzana envenenada
que no puedo resistirme. Y en su camino deja una estela de hombres que
gatean sobre sus rodillas.
Lo que no sabe es que me gustan mis mujeres salvajes.
Solo hace que sea mucho más divertido domarlas.