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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Myma SOLOTOREVSKY. Goce pero no descentralización semánt... - Goce pero no descentralización semántica En La guaracha del Macho Camacho de Luis Rafael Sánchez Myma Solotorevsky UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALÉN LA GUARACHA DEL MACHO Camacho, de Luis Rafael Sánchez, me permitirá deslindar ciertos conceptos teóricos: «texto escribible», «texto de goce», «Texto», según los concibe Roland Barthes, y el concepto «estética de la descentralización», según he postulado dicha categoría. El especial interés que a este respecto me suscita el texto de Sánchez se debe a que él en su lectura impresiona como un torrente de escribibilidad que afecta e incomoda al lector, el cual no entiende qué ocurre en el texto, impresión que será modificada en una metalectura. Me importará ver si esta novela, así caracterizada, se incluye o no en las categorías antes señaladas. Barthes ha introducido tres parejas de oposiciones entre las que legítimamente cabe establecer correspondencias; son ellas: texto legible vs. texto escribible; obra vs. Texto; texto de placer vs. texto de goce. Respecto de dichas oposiciones, podríamos deslindar en las dos parejas primeramen- te señaladas, dos planos: uno concerniente a la caracterización de los textos que corresponden a cada categoría, y otro, al efecto que dichos textos provocan en el lector. Me referiré primeramente al segundo de esos planos: Afirma Barthes en S/Z 1 que el texto escribible hace del lector ya no más un consumidor sino un productor del texto. El texto legible, en cambio, hunde al lector en una especie de ociosidad, de seriedad: en lugar de jugar, de acceder plenamente al encantamiento del significante, a la voluptuosidad de la escritura, a ese lector no le queda más que la pobre libertad de recibir o rechazar el texto. Barthes es paradójico y contradictorio, lo que se pone de manifiesto cuando en «De l'oeuvre au texte» 2 , al introducir la pareja obra vs. Texto, él compara al lector del Texto con un sujeto ocioso, medianamente vacío, que se pasea por un valle y percibe una multiplicidad de estímulos semi-identificables, provenientes de códigos conocidos, pero cuya combinatoria es única. Es dificil entender el ocio del lector del Texto, salvo que se ; Roland Barthes, S/Z, París: Seuil, 1970. Roland Barthes, «De l'oeuvre au texte», Revue d'Esthétique 3, 1971, pp. 225-232. 635 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Myma SOLOTOREVSKY. Goce pero no descentralización semánt...-

Goce pero no descentralización semántica En La guaracha del Macho Camacho

de Luis Rafael Sánchez Myma Solotorevsky

UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALÉN

LA GUARACHA DEL MACHO Camacho, de Luis Rafael Sánchez, me permitirá deslindar ciertos conceptos teóricos: «texto escribible», «texto de goce», «Texto», según los concibe Roland Barthes, y el concepto «estética de la descentralización», según he postulado dicha categoría.

El especial interés que a este respecto me suscita el texto de Sánchez se debe a que él en su lectura impresiona como un torrente de escribibilidad que afecta e incomoda al lector, el cual no entiende qué ocurre en el texto, impresión que será modificada en una metalectura. Me importará ver si esta novela, así caracterizada, se incluye o no en las categorías antes señaladas.

Barthes ha introducido tres parejas de oposiciones entre las que legítimamente cabe establecer correspondencias; son ellas: texto legible vs. texto escribible; obra vs. Texto; texto de placer vs. texto de goce.

Respecto de dichas oposiciones, podríamos deslindar en las dos parejas primeramen-te señaladas, dos planos: uno concerniente a la caracterización de los textos que corresponden a cada categoría, y otro, al efecto que dichos textos provocan en el lector. Me referiré primeramente al segundo de esos planos:

Afirma Barthes en S/Z1 que el texto escribible hace del lector ya no más un consumidor sino un productor del texto. El texto legible, en cambio, hunde al lector en una especie de ociosidad, de seriedad: en lugar de jugar, de acceder plenamente al encantamiento del significante, a la voluptuosidad de la escritura, a ese lector no le queda más que la pobre libertad de recibir o rechazar el texto.

Barthes es paradójico y contradictorio, lo que se pone de manifiesto cuando en «De l'oeuvre au texte»2

, al introducir la pareja obra vs. Texto, él compara al lector del Texto con un sujeto ocioso, medianamente vacío, que se pasea por un valle y percibe una multiplicidad de estímulos semi-identificables, provenientes de códigos conocidos, pero cuya combinatoria es única. Es dificil entender el ocio del lector del Texto, salvo que se

; Roland Barthes, S/Z, París: Seuil, 1970. Roland Barthes, «De l'oeuvre au texte», Revue d'Esthétique 3, 1971, pp. 225-232.

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lo capte como disponibilidad, como apertura, pues a continuación, Barthes destacará que el Texto no es objeto de consumo; él decanta a la obra de su consumo y la recoge como juego, trabajo, producción, práctica. Texto y lector están ligados en una misma práctica significante.

En «Del' oeuvre au texte», Barthes introduce las nociones de goce y placer, y afirma que mientras que la obra está ligada a un placer de consumo, el texto está ligado al goce, es decir, al placer sin separación.

«Placer» y «goce» refulgirán como una nueva oposición en Le plaisir du texte3.

Texto de placer será aquel que provoca contento, satisface, produce euforia; viene de la cultura, no rompe con ella; está ligado a una práctica confortable de lectura.

El texto de goce pone en estado de pérdida, incomoda (posiblemente hasta provocar cierto fastidio); hace vacilar las bases históricas, culturales, psicológicas del lector, la consistencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos; pone en crisis su relación con el lenguaje.

En un artículo posterior «Vingt mots-clé pour Roland Barthes»4, Barthes se refiere

a la oposición «placer vs. goce» como una oposición intencionalmente artificial. Se trata, según él, de oposiciones que no hay que considerar literalmente preguntándose, por ejemplo, si un texto determinado es del orden del placer o del goce. La diferencia entre los dos términos es, no obstante, real. El placer, dice Barthes, está ligado a una consistencia del yo, del sujeto, que se asienta en valores de comodidad, de expansión; ése es, por ejemplo, todo el dominio de la literatura clásica. Por oposición, el goce es el sistema de lectura a través del cual el sujeto en lugar de consistir, se pierde, vive la experiencia de gasto, que es, propiamente hablando, el goce.

Si se quisiera hacer provisoriamente un recuento de textos según estos dos términos, afirma Barthes, la enorme mayoría de los textos que conocemos y amamos serían textos de placer, mientras que los textos de goce serían extremadamente raros. Estos últimos son textos que pueden desagradar, agredir, pero que provisoriamente, durante el tiempo de un relámpago, cambian al lector, lo transmutan, operando este gasto del yo que se pierde.

El texto de goce debe poseer una cierta ilegibilidad; debe estremecernos, no solamente en nuestro registro de imágenes y en nuestra imaginación sino al nivel de la lengua misma.

Pienso que desde el punto de vista de la reacción suscitada en el lector, en su primer contacto con esta novela, La guaracha del Macho Camacho es un texto escribible, un Texto, un texto de goce. Ciertamente que el lector-me refiero a aquél que se acerca al lector ideal y se ajusta a la intencionalidad del texto--no es un lector pasivo, un mero consumidor serio y ocioso. El lector accederá al encantamiento de los significantes y se dejará transportar por el ritmo musical del texto. Destacaré un momento de la novela en el cual hay un alto grado de escribibilidad y el juego de los significantes perturba el anclaje en los significados; el referente es captado con claridad en la relectura:

! Roland Barthes, Le plaisir du texte, Paris: Seuil, 1973. Roland Barthes, «Vingt mots-clé pour Roland Barthes», Le grain de la voix, Paris: Seuil,

1981, pp. 194-220 (Primera edición del artículo en 1975).

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COMO UN REPTIL manchado por escamas y llagosidad abrupta; como un reptil desempatando el rabo estriado: lentitudes y torpezas: como un reptil desperezándose, poniéndose de pie y despatarrado, vómito y baba bajando, vómito y baba escurrien-do, obsequio los ojos al mosquero, mosquero que le borda manto y halo, como un Bobón Niño de las Moscas: despierta la idiotez, despierta y amenizada con cubos de más baba y más legaña: en medio de un cayo en que verdece el desamparo: despatarrando y resbalando y cayendo y cayendo y cayendo: caído y vomitando el rabo de otro lagarto. 5

La escribibilidad es provocada en el momento citado, por no estar explícito el antecedente (el tenor) de la comparación, por la insistencia en sintagmas no progresivos u oraciones paratácticas ( e.g., «COMO UN REPTIL[ ... ]; como un reptil desempatando [ ... ]; como un reptil desperezándose», «vómito y baba bajando, vómito y baba escurriendo»), por el efecto paronomástico, perceptible, por ejemplo, en el sintagma recién citado y en este otro sintagma: «desperezándose, poniéndose de pie y despatarra-do», por la repetición de lexemas y sintagmas, entre ellos, el vehículo de la comparación (COMO UN REPTIL, como un reptil, como un reptil) y de significantes que crean un especial efecto rítmico ( e.g. despatarrando y resbalando y cayendo y cayendo y cayendo)

Nos encontramos así con un texto cuya lectura es dificil; al lector le cuesta captar el juego del texto, las conexiones básicas que éste establece, y más bien se deja arrastrar por el ritmo de la novela, que es el ritmo de la guaracha.

La estrategia textual consiste en dificultar y perturbar la comprensión del lector mediante el uso de los siguientes procedimientos:

1) Adjudicación de distintos nombres a los personajes protagónicos: la China Hereje y el Senador Vicente Reinosa, lo que obstaculiza su identificación. La primera es también denominada: La Madre o es mentada como Ella y también referida como la corteja del Viejo. El segundo es también denominado El Viejo y referido como papi.

2) Puesto que no se identifica claramente a los personajes, se hace muy difícil captar la relación existente entre ellos; cuesta descubrir que el Senador Vicente Reinosa vincula a ciertos actores y relaciona así los dos ámbitos sociales diseñados en la novela: es el amante de la China Hereje o ésta es su corteja; es el esposo de GracielaAlcántara y López de Montefrío; es el padre de Benny. La China Hereje es la amiga de Doña Chon, quien le sirve de consejera y es la madre de El Nene. Graciela Alcántara de López y Montefrío es la madre de Benny; ella se pone en contacto con el doctor Severo Severino. Benny se vincula a La Metafisica, a Sheila, a la Mamá de Sheila, al Papá de Sheila.

3) La fragmentación provoca la desorientación y la perturbación del lector, si bien cada capítulo, él mismo fragmentado, está dedicado básicamente a determinado

5 Luis Rafael Sánchez, La guaracha del Macho Camacho, Barcelona: Argos Vergara, p. 109. En adelante ocuparé la misma edición y me limitaré a señalar el número de la página junto al texto citado

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(s) personaje (s)6

4) El desenlace del texto está constituido de modo tal, que en él es muy dificil realizar las conexiones necesarias para su comprensión. El sujet cumple respecto de él una función ocultante y el lector debe asumir una actividad de desciframiento.

Volvamos a Roland Barthes, para referirnos a la caracterización de los textos que, según él, corresponden a cada categoría.

En S/Z Barthes afirma que el texto escribible es una galaxia de significantes, no una estructura de significados; es un texto que no tiene comienzo; es reversible, plural, francamente indecidible; el reescribirlo no podría consistir sino en diseminarlo en el campo de la diferencia infinita.

No puede haber para el texto plural una estructura narrativa, una gramática o una lógica del relato; si esto ocurre en algún grado, ello será en la medida en que se trata de textos incompletamente plurales.

En «De l'oeuvre au texte», Barthes afirma que mientras la obra es entendida como un fragmento de substancia, puede ocupar, por ejemplo, un espacio en una biblioteca, el Texto no puede hacerlo; él es un campo metodológico; puede atravesar la obra, varias obras. El Texto intenta situarse detrás del límite de la doxa ( la opinión corriente, constitutiva de nuestras sociedades democráticas, ayudada fuertemente por las comunicaciones de masas).

Mientras la obra se cierra sobre un significado, el Texto es dilatorio: practica un retroceso infinito del significado; su campo es el del significante, el cual no debe ser imaginado como «la primera parte del sentido» sino como su demasiado tarde.

El infinito del significante no remite a ninguna idea inefable (de significado innombrable) sino a la del juego. El engendramiento del significante perpetuo no se produce según una vía orgánica de maduración o una vía hermenéutica de profundiza-ción, sino según un movimiento serial de desenganchamientos, de encabalgamientos, de variaciones. La lógica que regula el texto es metonímica. El Texto es descentrado, sin clausura, rasgo este último que coincidiría con la indecidibilidad que Barthes atribuye al texto escribible y con lo que yo entiendo, como estética de la descentralización concerniente a un nivel semántico. Postulo que la estética de la descentralización corresponde a textos en los que la carencia de centro permite la no cesación del juego, la irresolución y que dicha inestabilidad puede ocurrir en distintos niveles textuales, e.g., nivel semántico, nivel patemático, sintáctico, gráfico. 7

No obstante el efecto altamente escribible que La guaracha del Macho Camacho suscita, no se trata de un texto reversible, francamente indecidible. En la metalectura se llega a captar que en el presente de la novela, a partir de las cinco de la tarde de un día

~ Cada capítulo es sucedido por un fragmento dedicado a la guaracha. Derrida define «centro» como punto de presencia, cuya función no es solamente la de

orientar y equilibrar, la de organizar la estructura sino sobre todo la de limitar el libre juego de ésta; el concepto «estructura centrada» corresponde, según Derrida, al de <~uego limitado». Jacques Derrida, «La structure, le signe et le jeu dans le discours de sciences humaines», L 'écriture et la différence, Paris: Seuil, 1967, pp. 409-429.

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miércoles, lo que ocurre es que la China Hereje espera al Senador; éste intenta llegar a la cita con ella, lo que no logra debido al «tapón fenomenal»; Benny, el hijo del Senador maneja su Ferrari; durante un lapso está detenido, pero luego logra avanzar y provoca la muerte de El Nene, hijo hidrocefálico de la China Hereje. Graciela Alcántara de López y Montefrío se encuentra en la Oficina y Consultoría de Práctica Síquica y Psicosomática del Doctor Severo Severino.

Luego de un enorme esfuerzo realizado por el lector, quien se encuentra sometido a un trabajo persistente, éste descubre que el desenlace del texto es un final unívoco, cerrado, un tipo de final sugerido: Benny atropella a alguien y el resultado de ello son «unos sesos reventados en la puerta del Ferrari », «unos ojos estrellados en la cuneta como huevos mal fritos» (p. 230). La clave para la comprensión de quién es la víctima, es la mención de «la vieja que se ataca y se persigna y dice se me hizo tarde en la paganía del abogado.» Esta vieja es doña Chon, quien se ha comprometido con La Madre, a pasar a buscar al Nene: «de buscarlo lo busco, sea todo por Tutú, aunque si no fuera por ... [ ... ] AUNQUE SI NO fuera por Tutú, si no fuera por la deuda con el abogado de Tutú, si no fuera por este lío de ropa sucia que es la vida--dijo doña Chon, no te ayudaba con la recogida de la criaturita, a otro perro con ese hueso, los baños de sol.» (pp. 220 y s.).

Benny es así el autor inmediato de la muerte de el Nene, pero es el padre de Benny, el Senador Vicente Reinosa, el provocador mediato de dicha muerte, en cuanto a que él ha insistido-ostentando el peso de su supuesta sabiduría-en el beneficio de los baños de sol y ha persuadido al respecto a la China Hereje, La Madre, quien luego inten-ta-pero no logra---convencer al respecto a Doña Chon, la que, en este caso, encama la sensatez. Los argumentos de la China Hereje repercuten como una humorística reiteración de los argumentos del Viejo.

Hemos logrado llegar, por consiguiente, ya en el nivel de la metalectura, a una clara estructura de significados y no a una diseminación en el campo de la diferencia infinita, como corresponde al texto escribible; el retroceso del significado se ha dado, pero no ha sido un «retroceso infinito» como Barthes postula respecto al Texto y no es éste un texto descentrado, sin clausura, otro rasgo del Texto; no corresponde a una estética de la descentralización sino a una estética de la totalidad, en la que el centro está presente.

nes: Cabría, entonces, desde un punto de vista teórico, llegar a las siguientes conclusio-

1) La posibilidad de textos que corresponderían a la categoría «textos de goce» de acuerdo al efecto que suscitan en su lectura y que no corresponderían, en cambio, desde el punto de vista de su caracterización, a la categoría «texto escribible», «Texto», o «estética de la descentralización», esto último por lo que respecta al nivel semántico. Insisto en hacer referencia al nivel semántico pues sí puede captarse desestabilización en La guaracha del Macho Camacho en cuanto al ethos que la obra pretende suscitar: el ethos humorístico alcanza, sin duda, una gran intensidad; la sátira con un ethos despreciativo se proyecta hacia personajes de la clase dominante; pero cabe preguntarse cuál es el ethos que el texto intenta provocar respecto de ciertos personajes populares, como la China Hereje y Doña Chon, y si el desenlace trágico de la novela llega o no a

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imponerse al ethos humorístico tan destacado en ella. 2) Hay textos que despliegan un alto grado de escribibilidad, pero no correspon-

den, sin embargo, a la definición de texto escribible, según su caracterización. 3) Cabría, por otra parte, cuestionar la existencia de un texto que practicara un

retroceso infinito del significado; éstos siempre tienden a imponerse8. Barthes9

ha afirmado que los textos de Sarduy se encuentran plenamente del lado del goce y refiriéndose específicamente a De donde son los cantantes en «La faz barroca», elogioso prólogo a dicha novela, señala irónicamente que a ese texto le falta «esta sombra de significado, que transforma la escritura en lección y la recupera así bajo el nombre de <obra bella>, como una mercancía útil para la economía de lo <humanm. 10 Sin embargo, ese texto puede perfectamente ser trasladado a un es~uema significativo, como se realiza en la NOTA con la cual finaliza la novela. 1

La guaracha del Macho Camacho cumple con otras condiciones que Barthes12

adjudica al texto de goce: es incuestionablemente un texto de vanguardia, un texto que no está del lado de lo verosímil-piénsese en la increíble coincidencia de Benny atropellando precisamente al Nene en el desenlace de la novela-y es un texto que nos estremece al nivel de la lengua misma, por su desborde escritura!.

8 Véase Myma Solotorevsky, «Del asedio de los significados: el tránsito de Colibrí a Cocuyo, de S~duy», Reflejos 6, 1997, pp. 31-35.

Roland Barthes, «Vingt mots-clé pour Roland Barthes», op. cit. 10 Roland Barthes, «La faz barroca», trad. Pere Gimferrer, prologo a Severo Sarduy, De

dond1rºn los cantantes, Barcelona: Seix Barral, 1980, p. 6. 12 Esa NOTA es, a mi juicio, una concesión a un tipo de lector que el mismo texto satiriza.

Roland Barthes, «Vingt mots-clé pour Seisnd Barthes», op. cit.

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