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Giovanni Guareschi EL CAMARADA DON CAMILO

Tercera edicin: septiembre 1985 RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Tftulo original: II compagno Don Camillo Traduccin: Domingo Pruna Cubierta: Ubach ISBN: 84-217-4295-7 Depsito legal: B. 29.733-1985 by Alberto Guareschi Luis de Caralt Editor, S.A., Paseo de Gracia, 96, Barcelona, 1981 para la publicacin en lengua espaola Impreso en Espaa Printed in Spain Impreso por TENSA, Feixa Llarga, 19, L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) Digitalizado para www.papyrefb2.net

INSTRUCCIONES PARA EL USOEsta narracin ltima cronolgicamente de la serie la publiqu en captulos en los ltimos catorce nmeros (ao 1959) de Candido, el semanario milans fundado por m en 1945 y que tuvo una reconocida juncin propagandstica en las importantsimas elecciones polticas italianas de 1948, contribuyendo decisivamente a la derrota del partido comunista. Candido ya no existe: falleci en octubre de 1961, por causa sobre todo del total desinters que los italianos del milagro econmico y de la apertura a la izquierda tienen por todo lo que huele a anticomunismo. La generacin actual de italianos es la de los rectos, de los objetores de conciencia, de los antinacionalistas y de los negristas, y ha crecido en la escuela de la corrupcin poltica, del cine neorrealista y de la literatura socio-sexual de izquierdas. Por lo tanto, ms que una generacin, es una degeneracin. Qu hermosa era la Italia mendicante de 1945! Retornbamos de la prolongada hambre de los Lager y encontramos a Italia reducida a escombros. Pero, entre los montones de cascotes bajo los cuales se pudran los huesos de nuestros muertos inocentes, palpitaba el aire fresco y limpio de la esperanza. Qu diferencia entre la Italia pobre de 1945 y la pobre Italia de 1963! Entre los rascacielos del milagro econmico sopla un viento clido que huele a cadver, a sexo y a cloaca. En la Italia millonaria de la dolce vita est muerta toda esperanza de un mundo mejor. Esta es la Italia que trata de combinar un horrendo mejunje de demonio y agua bendita, mientras una nutrida formacin de jvenes sacerdotes izquierdistas (que ciertamente no se parecen a don Camilo) se disponen a bendecir, en nombre de Cristo, las banderas rojas del Anticristo. Candido no poda seguir viviendo en la roja Italia millonaria y, en efecto, muri. Y la narracin que apareci en 1959 en aquella publicacin, aunque an est viva por cuanto sus personajes permanecen bien vivos, hoy es anacrnica. Su en el fondo bonachona polmica contra el comunismo puede ser aceptada hoy tan slo si se enmarca la vicisitud en la poca en que se produjo. A esto podra objetar el lector: Si tu narracin es anacrnica porque la gente ha cambiado de parecer respecto al comunismo, por qu no has dejado tranquila tu narracin en la tumba de Candido? Porque respondo yo an existe una pequea minora que no ha cambiado de parecer respecto al comunismo y la URSS, y debo tenerla en cuenta. Por lo tanto, me propongo dedicar esta narracin ma a los soldados americanos muertos en Corea, a los ltimos y heroicos defensores del Occidente asediado. A los Cados en Corea, a los supervivientes y a sus familias, porque ellos no pueden haber cambiado de parecer. Y lo dedico a los soldados italianos muertos combatiendo en Rusia y a los sesenta y tres mil que, cados prisioneros en manos de los rusos, desaparecieron en los horrendos Lager soviticos y cuya suerte se ignora an.

A ellos est dedicado, en particular, el captulo dcimo titulado: Esta narracin ma est dedicada tambin a los trescientos sacerdotes emilianos asesinados por los comunistas durante las sangrienta jornadas de la liberacin, y al difunto Papa Po XII que lanz la Excomunin contra el comunismo y sus cmplices. Est dedicado asimismo al Primado de Hungra, el indmito cardenal Mindszenty, y ala heroica Iglesia Mrtir. A ellos est particularmente dedicado el captulo octavo titulado: Y me propongo dedicar el ltimo captulo, Fin de una historia que no acaba nunca, al difunto Papa Juan XXIII. Y eso (same perdonada la debilidad) no slo por las razones que todos conocen, sino tambin por una razn personal ma. En junio del 63, entre las declaraciones hechas a los peridicos por personalidades de todo el mundo, se public la del seor Auriol, socialista, que fue presidente de la Repblica francesa cuando el Papa Roncalli era Nuncio apostlico en Pars. Dice el seor Auriol en determinado punto: Un da, el primero de enero de 1952, acordndose de mis disputas con el alcalde y con el prroco de mi municipio, me mand como regalo de Ao Nuevo el libro de Guareschi con la siguiente dedicatoria: "Al seor Vincent Auriol, presidente de la Repblica francesa, para su distraccin y deleite espiritual. Firmado: A. J. Roncalli, Nuncio apostlico." El don Camilo de 1959 es el mismo e idntico don Camilo de 1952 y yo he querido publicar esta narracin aunque sea anacrnica para distraccin y (dispensad la prosopopeya) deleite espiritual de los pocos amigos que me quedan en este desquiciado mundo. EL AUTOR Roncole-Verdo, 16 de agosto de 1963.

LA FIEBRE DEL OROLa bomba atmica estall hacia el medioda del lunes, cuando llegaron los peridicos. Uno del pueblo haba acertado las quinielas y ganado diez millones. Los diarios precisaban que se trataba de un tal Pepito Sbezzeguti; pero en el pueblo no haba ningn Pepito ni ningn Sbezzeguti. El encargado del estanco, asediado por la nerviosa poblacin, abri los brazos: El sbado era da de mercado y vend un montn de boletos a forasteros. Ser alguno de ellos. De todos modos, ya aparecer. Pero no apareci nada de nada, y la gente sigui atormentndose porque adverta que aquel Pepito Sbezzeguti era un nombre que sonaba a falso. Pase lo de Sbezzeguti: poda haber un Sbezzeguti entre los forasteros venidos al mercado. Pero un Pepito, no. Cuando uno se llama Pepito no puede asistir a un mercado de pueblo donde se hacen transacciones de cereales, heno, ganado y queso de bola. Para m, que se es un nombre falso dijo en el transcurso de una larga discusin el posadero del Molinetto. Y cuando uno usa nombre falso, significa que no es forastero, sino uno del pueblo que no quiere darse a conocer. Se trataba de una argumentacin ms bien aproximativa: pero fue acogida como la ms rigurosamente lgica y la gente, desinteresndose de los forasteros, concentr su atencin sobre los indgenas. Y las indagaciones fueron llevadas con ferocidad, como si se tratase de encontrar no ya al ganador de una lotera, sino a un delincuente. Sin ferocidad, pero con indudable inters, se ocup tambin del caso don Camilo. Y como le pareciera que el Cristo no vea con demasiada benevolencia aquella actividad suya de sabueso, don Camilo se justific: Jess, no lo hago por curiosidad morbosa, sino como un deber. Porque merece ser sealado al desprecio del prjimo quienquiera que, habiendo recibido una gran merced de la Divina Providencia, la mantiene oculta. Don Camilo respondi el Cristo, supuesto y no admitido que la Divina Providencia se ocupe de apuestas futbolsticas, considero que la Divina Providencia no tiene necesidad de publicidad. Adems, lo que cuenta es el hecho en s, y el hecho es conocido en todos sus detalles esenciales: hay alguien que ha ganado una fuerte suma a las quinielas. Por qu te preocupas por saber quin es ese afortunado? Intersate ms bien por la gente no favorecida por la fortuna, don Camilo. Pero a don Camilo se le haba metido entre ceja y ceja el misterio de Pepito, y cada vez le fascinaba ms. Hasta que un relmpago ilumin las tinieblas. A don Camilo le entraron ganas de ponerse a tocar la campana cuando descubri la clave de aquel nombre: supo resistir la tentacin de agarrarse a la cuerda de la Gsltrude, pero no supo resistir a la otra tentacin, la de echarse a los hombros el manteo e ir a dar una vueltecita por el pueblo. Y cuando poco despus llegaba ante el taller de Peppone, tampoco supo resistirse a la tentacin de pararse y asomar la cabeza dentro para saludar al alcalde:

Buenos das, camarada Pepito! Peppone dej de dar martillazos y le clav dos ojos despavoridos: Eso qu quiere decir, revendo? Nada: Pepito, en el fondo, no es ms que un diminutivo de Peppone. Adems, se da tambin el caso curioso de que, haciendo un anagrama de Pepito Sbezzeguti, resulta algo que se asemeja de un modo muy extrao a Jos Bottazzi. Peppone se puso de nuevo a dar martillazos tranquilamente. Domenica Quiz Don Camilo mene la cabeza: Siento sinceramente que t no seas el Pepito que ha ganado los diez millones. Tambin lo siento yo barbot Peppone. Por lo menos, ahora podra ofrecerle dos o tres de ellos para que pudiese usted volverse a su casa. No te preocupes, Peppone, yo los favores los hago gratis respondi don Camilo, yndose. Al cabo de dos horas, todo el pueblo saba perfectamente lo que era un anagrama y no haba casa donde el pobre Pepito Sbezzeguti no fuese disecado para ver si de veras tena en la panza al camarada Jos Bottazzi. Aquella misma noche, en la Casa del Pueblo hubo una reunin extraordinaria del estado mayor de los rojos. el Flaco Peppone abri los brazos. Decir que alguien ha ganado diez millones no es una difamacin respondi Peppone. Se difama a una persona al acusarla de haber cometido un acto deshonesto. Ganar a las quinielas no es una cosa deshonesta. el Flaco La gente se re a nuestras espaldas aadi el Brusco. Hay que hacerla callar. Hace falta un manifiesto! exclam el Pardo. Un manifiesto que hable claro. Peppone se encogi de hombros. Est bien, maana nos ocuparemos de eso. El Flaco Para evitarte molestias ya lo hemos preparado nosotros. Si te gusta, lo hacemos imprimir y maana por la maana lo fijamos. El Flaco El que suscribe, Jos Bottazzi, declara no tener nada en comn con el Pepito Sbezzeguti ganador de los diez millones en las quinielas. Es intil que los reaccionarios intenten calumniarme identificndome con el neo-millonario susodicho: aqu, de neo, slo hay uno, el fascismo de ellos. Giuseppe Bottazzi Peppone mene la cabeza. S, est bien; pero mientras no vea cosas impresas, no contesto con cosas impresas. El Flaco Jefe, me parece una tontera esperar que alguien nos d un escopetazo para contestarle con un escopetazo.

La regla es disparar un segundo antes que los dems. La regla es disparar una patada en las posaderas a los que se ocupan de mis asuntos personales. No necesito defensores: s defenderme muy bien solo. El Flaco Si te lo tomas as barbot, no hay nada ms que decir. As me lo tomo! grit Peppone dando un puetazo en la mesa. Cada uno para s y el Partido para todos! El estado mayor se march poco convencido. el Flaco Veremos! suspir el Pardo. Despus de las hablillas vino la cosa impresa: el diario de los agrarios public un suelto titulado: Rasca a Peppone y hallars a Pepito. El pueblo se ri a modo porque el suelto estaba escrito por uno que entenda de eso. Entonces, el estado mayor se reuni en la Casa del Pueblo y dijo lisa y llanamente que se haca necesaria una intervencin enrgica. Est bien respondi Peppone, haced imprimir el cartel y pegadlo. El Flaco Es un feo golpe para el peridico observ melanclicamente don Camilo. Si l hubiese ganado los millones, se guardara muy bien de hacer imprimir una cosa semejante. A menos que haya cobrado ya o hecho cobrar la ganancia. No se ha movido de aqu le tranquillo Barchini. Est vigilado por todo el pueblo. Ya era tarde y don Camilo se fue a la cama... Pero, a las tres de la maana, le despertaron. Era Peppone. Peppone entr por la parte del huerto y, cuando estuvo en el pasillo, se qued acechando a travs de la puerta entornada. Estaba agitadsimo. Espero que nadie me haya visto dijo por fin. Siempre creo que me espan. Don Camilo le mir, preocupado. No te habrs vuelto loco, por casualidad? No: pero temo que estoy a punto de estarlo. Se sent y se sec el sudor. Hablo con el cura, o con la gaceta del pueblo? se inform Peppone. Depende de lo que vengas a decirme. Vengo a hablar con el cura. El cura te escucha dijo gravemente don Camilo. Peppone le dio unas cuantas vueltas al sombrero y luego se confes: Reverendo, he dicho una mentira gorda. Pepito Sbezzeguti soy yo. Don Camilo recibi la bomba atmica justo en la punta de la cabeza y se qued durante algunos minutos sin resuello. Entonces, eres t el que ha ganado los diez millones a las quinielas! exclam, cuando hubo vuelto en s. Por qu no lo dijiste antes? Tampoco lo digo ahora, porque yo estoy hablando con el cura. A usted slo debe interesarle la mentira.

Pero a don Camilo le interesaban los diez millones y, tras haber mirado con desprecio a Peppone, le fulmin con candentes palabras: Qu vergenza! Un camarada, un proletario que gana diez millones! Deja que los burgueses hagan esas porqueras. Un buen comunista debe ganarse los cuartos con el sudor de su frente. Peppone dio un bufido: Reverendo, no tengo ganas de bromas. No es ningn delito apostar a las quinielas! No es mi intencin bromear y no digo que sea delito ganar a las quinielas. Afirmo sencillamente que un buen comunista no apuesta a las quinielas. Estupideces! Apuestan todos. Malo. Y malsimo en tu caso, porque eres un jefe, uno de los que deben guiar la lucha del proletariado. Las quinielas son una de las ms solapadas armas inventadas por la burguesa capitalista para defenderse del proletariado. Un arma eficacsima y que no le cuesta nada a la burguesa. Al revs, le proporciona grandes ganancias. Un buen comunista no ayuda, sino que combate fieramente a las quinielas! Peppone agit los hombros, irritado. No te pongas nervioso, camarada! Todo cuanto sirve para ilusionar a los trabajadores de poderse procurar el bienestar con medios que no sean la revolucin proletaria, es contrario al bienestar del pueblo y favorable a la causa de los enemigos del pueblo! Peppone agit los brazos: Reverendo grit, vamos a dejar de mezclar siempre las cosas con la poltica! Camarada! Y la revolucin proletaria? Peppone patale. Te comprendo, camarada concluy sonriendo don Camilo. En el fondo tienes razn. Es mejor diez millones hoy que la revolucin proletaria maana. Don Camilo atiz el fuego y, luego, tras unos minutos, se volvi hacia Peppone. Has venido aqu slo para decirme que has ganado los diez millones? Peppone sudaba tinta. Cmo voy a cobrarlos sin que nadie se entere? Ve t en persona. No puedo, me vigilan. Adems, ya no puedo ir yo: maana por la maana sale el manifiesto. Manda a alguien de tu confianza. No me fo de ninguno. Don Camilo mene la cabeza. No s qu decirte. Peppone le puso un sobre ante la nariz: Vaya usted, reverendo. Peppone se levant y se encamin hacia la puerta y don Camilo se qued mirando el sobre. Don Camilo se fue a la maana siguiente y, tres das despus, estaba de regreso. Lleg al anochecer y, antes de entrar en la rectora, se fue a hablar con el Cristo del altar mayor. Traa consigo un maletn que dej sobre la balaustrada del altar y que abri. Jess dijo con voz muy seria, stos son diez paquetes de cien billetes de diez mil cada uno. Total, diez millones para Peppone. Me permito hacerte notar que ese sin Dios no mereca un

premio semejante. Dselo a los de las apuestas mutuas le aconsej el Cristo. Don Camilo se fue con su maletn y, al llegar al primer piso de la rectora, encendi y apag tres veces la luz, segn lo que haba convenido con Peppone. Peppone, que estaba al acecho, respondi encendiendo y apagando dos veces la luz de su dormitorio. Lleg a la rectora al cabo de dos horas, embozado hasta los ojos. Entr por la parte del huerto y abri la puerta con candado. Entonces...? pregunt a don Camilo, quien aguardaba en el comedor. Don Camilo se limit a hacerle una seal para indicarle el maletn que estaba sobre la mesa. Peppone se acerc y, con manos trmulas, abri el maletn. Al ver los paquetes de billetes se le llen la frente de sudor. Diez millones? susurr. Diez millones: puedes contarlos. No, no! Sigui mirando los fajos de billetes, como fascinado. Claro suspir don Camilo, diez millones son un buen pellizco, hoy por hoy. Pero qu sern maana? Basta una noticia preocupante para destruir el valor del dinero, y hacer de esos cuartos un montn de papeluchos. Habra que invertirlos en seguida dijo Peppone con un poco de angustia. Con diez millones se puede comprar una finca discreta. La tierra siempre es la tierra... La tierra para los campesinos, dice el comunismo, no la tierra para los herreros. Te lo quitarn todo. El comunismo est destinado a triunfar. El mundo va hacia la izquierda, querido camarada... Peppone segua contemplando los billetes de Banco. Oro dijo. Habra que comprar oro. Puede esconderse. Y luego, cuando lo hayas escondido, qu haces con l? Si viene el comunismo, todo ser racionado y estatificado, y el oro tendrs que dejarlo donde est, porque no podrs comprar nada. Y mandarlo al extranjero? Ni hablar! Como un capitalista cualquiera? Adems, habra que llevarlo a Amrica, porque Europa est destinada a volverse toda comunista. Adems, tambin Amrica, al quedarse aislada, deber capitular frente a la Unin Sovitica. Amrica es fuerte dijo Peppone. A Amrica nunca llegarn. No se sabe: el futuro est en manos de Rusia, compaero. Peppone suspir y luego se sent: La cabeza me da vueltas, reverendo. Diez millones! Toma la mercanca y llvatela a casa. Pero devulveme el maletn. Es mo. Peppone se levant: No, reverendo! Por favor, gurdeselo todo. Maana hablaremos de nuevo. Ahora ya no entiendo nada. Peppone se fue y don Camilo, una vez recogido el maletn, subi al primer piso y se ech en la cama.

Estaba muerto de cansancio, pero no logr dormir mucho porque, a las dos de la madrugada, le despertaron y tuvo que bajar. Eran Peppone y su mujer, que iban muy embozados. Reverendo explic Peppone, trate de comprenderme... Mi mujer quisiera ver cmo estn hechos diez millones... Don Camilo fue en busca del maletn y lo puso otra vez sobre la mesa. La mujer de Peppone, tan pronto vio los billetes de Banco, se puso plida. Don Camilo esper pacientemente que el espectculo terminase. Luego, cerr de nuevo el maletn y acompa hasta la puerta a Peppone y su mujer: Trata de dormir dijo don Camilo. Volvi a su cama, pero, a las tres de la madrugada, tuvo que bajar otra vez. Y otra vez se encontr delante a Peppone. Vaya! Todava no ha terminado la peregrinacin? Peppone abri los brazos: Reverendo, he venido a buscar el maletn. Ahora? Ni soarlo: lo he escondido en el desvn y ten la seguridad de que no subir a buscarlo. Ven maana. Tengo sueo y fro... Acaso no te fas? No es cuestin de fiarse. Imagnese, es un decir, que tenga usted un accidente cualquiera... Cmo hago para demostrar que esos cuartos son mos? Vete a la cama tranquilo: el maletn est precintado y con tu nombre escrito. Yo pienso en todo. Comprendo, reverendo... De todos modos, es mejor que los cuartos estn en mi casa. Don Camilo not un tono de voz que no le gust. Y, entonces, a su vez cambi repentinamente de tono. De qu cuartos hablas? pregunt. De los mos! De los que usted ha ido a cobrar por m en Roma. Ests loco, Peppone. Ests soando. Yo no he retirado nunca dineros tuyos! El boleto era mo! jade Peppone. Pepito Sbezzeguti soy yo! Pero si en todas las paredes est estampado que no eres t! El manifiesto es tuyo! Soy yo! Pepito Sbezzeguti es el anagrama de Giuseppe Bottazzi. En absoluto: Pepito Sbezzeguti es el anagrama de Giuseppe Bottezzi. T te llamas Bottazi, no Bottezzi. Mi to es quien se llama Giuseppe Bottezzi; yo rellen el boleto por l. Peppone escribi con mano trmula Pepito Sbezzeguti en el margen del diario desplegado sobre la mesa. Luego, escribi su nombre y control: Maldicin! grit. Puse una E en lugar de la A! Pero los cuartos son mos! Don Camilo se encamin por la escalera para volverse a la cama y Peppone le sigui, porfiando en que los cuartos eran suyos. No te pongas nervioso, camarada le amonest don Camilo, entrando en el dormitorio para meterse en la cama. Yo, los diez millones, no me los comer. Los emplear para tu causa, para la causa del pueblo, repartindolos a los pobres. Al diablo los pobres! chill Peppone fuera de s. Asqueroso reaccionario! exclam don Camilo acomodndose entre las sbanas. Vete y djame dormir.

Deme mi dinero o le mato como a un perro! chill Peppone. Toma tu porquera y vete! farfull don Camilo sin volverse. El maletn estaba sobre la cmoda. Peppone lo agarr, lo escondi debajo del abrigo y se fue rpidamente. Don Camilo le oy dar un portazo en el pasillo y suspir. Jess dijo severamente, por qu hacerle ganar y arruinarle la vida? Ese pobrecito no mereca un castigo semejante. Primero me reprendes porque ese dinero es un premio inmerecido, ahora me reprendes porque ese dinero es un castigo injusto... Evidentemente, ya no acierto a comprenderte, don Camilo respondi el Cristo. Jess, no hablo contigo, hablo con las quinielas precis don Camilo, conciliando por fin el sueo.

EL CHANTAJESeor dijo don Camilo, l ha exagerado y yo le destruir. Don Camilo respondi el Cristo crucificado, tambin exager quien me clav en la cruz, pero yo le perdon. Quien te crucific no saba lo que haca: Peppone lo saba perfectamente y su mala fe no tiene derecho a ninguna piedad. Don Camilo pregunt sonriendo el Cristo, no crees que, desde que l ha llegado a senador, t eres particularmente severo con Peppone? Don Camilo, cruelmente afectado por las palabras del Cristo, no logr ocultar su propia amargura: Seor exclam, seguramente no hablaras as, si me conocieses! Te conozco afirm el Cristo con un suspiro. Don Camilo posea el sentido de la discrecin: se santigu haciendo ademn de inclinarse y se fue corriendo. Pero, una vez fuera, le aguardaba otra amargura, porque un desdichado apenas acababa de pegar, justo al lado de la puerta de la rectoral, un ejemplar del cartel que era el origen del furor de don Camilo y que sacaba a relucir una historia vieja de lo menos dos aos. Una melanclica noche de invierno, cuando don Camilo se dispona a meterse en la cama, alguien haba llamado a la puerta de la rectoral. Era Peppone, pero costaba reconocerle, tan descompuesto estaba. Don Camilo le hizo sentarse y le alarg un vaso de vino que el pobrecito se bebi de un tirn. Pero hicieron falta dos ms para desatarle la lengua. Finalmente, Peppone dijo, jadeante: Ya no puedo ms. Peppone se sac de debajo del tabardo un paquete envuelto en papel de peridico y lo dej sobre la mesa. Desde que tengo eso en casa dijo con tristeza, ya no consigo dormir. Se trataba de las famosos diez millones de las quinielas de ftbol. Don Camilo respondi: Deposita los cuartos en un Banco. Peppone se carcaje: Bromea usted? Un alcalde comunista que ingresa en su cuenta corriente diez millones cuya procedencia no puede demostrar! [1] No podra disfrutar de ellos. Don Camilo tena sueo, pero su paciencia no se haba agotado an. Camarada dijo sosegadamente. Vayamos al grano: qu quieres de m? Peppone desembuch: commendatore No le conozco afirm don Camilo. Debe conocerle. Es uno de los suyos. Uno que se vale de los curas como intermediarios y luego se gana la absolucin regalando iglesias, conventos, oratorios y cosas por el estilo. S quin es, pero nunca he estado en contacto con l. Reverendo, puede ponerse en contacto con l cuando quiera. El prroco de Torricella es uno de sus agentes.

Don Camilo balance melanclicamente la cabeza: Camarada dijo, Dios te ha tendido un dedo, por qu quieres asirle la mano? Dios no tiene nada que ver en eso. La fortuna me ha sonredo y ahora tengo un capital que explotar. ommendatore commendatore commendatore commendatore Yo no quiero entremeterme concluy. Maana por la noche, a estas horas, te pondr en contacto aqu con el prroco de Torricella. Yo me ir a la cama y vosotros ya os arreglaris. La noche siguiente, Peppone encontr, en el comedor de don Camilo, al prroco de Torricella, y don Camilo les dej a solas. Pareca que no deba hablarse ms del asunto, pero un ao despus Peppone fue nombrado senador y entonces un pequeo Satans empez a dar vueltas en torno de don Camilo y a tirarle de la sotana y a aguijonearle da y noche. Peppone es el ltimo de los ingratos le iba susurrando el diablillo. T te portaste muy lealmente con l, cuando fuiste a cobrarle los diez millones y, por todo agradecimiento, qu ha hecho el bribn? Tan pronto ha sido elegido senador, ha pronunciado un discurso en el pueblo como para poner los pelos de punta! S, don Camilo haba odo aquel discurso. Un discurso lleno de altanera, de insolencia y de sarcsticas alusiones a cierto prroco que se haba agitado frenticamente para obstaculizar la victoria del pueblo usando argumentos de sacristn y que, si fuese capaz de tocar las campanas, podra a lo sumo desempear el cargo de campanero. El pequeo Satans instig largo tiempo a don Camilo: Por qu no le cuentas a la gente la historia del camarada Peppone, millonario clandestino? Don Camilo luch un ao entero por librarse del pequeo Satans y, al final, cuando ya se lo haba quitado de encima, he aqu que aparece el criminal manifiesto de Peppone. commendatore Un caso que produca escalofros. Y entonces, ante tamaa desfachatez, don Camilo decidi hacer estallar la bomba. Peppone volva al pueblecito ms bien con frecuencia y ya no era el Peppone de antes, sino un personaje inflado de dignidad hasta las cejas, que viajaba con una gran cartera llena de importantsimos documentos y con el aire preocupado de quien carga en sus hombros el peso de enormes responsabilidades. Saludaba a la gente con mucha indiferencia e inspiraba una tremenda cohibicin entre los pobres camaradas. Le hablar en Roma, Le ver en Roma, conclua gravemente cuando le sometan alguno que otro problema. Vesta siempre trajes oscuros, cruzados, llevaba sombreros de burgus de alto rango y no se mostraba nunca sin corbata. En el famoso manifiesto figuraban grandes faltas de sintaxis, pero como es el hombre quien hace el estilo, eran presentadas de modo tan perentorio que amortiguaban cualquier sonrisa irnica.

Don Camilo le tendi un lazo y lo atrap cuando llegaba a casa, a las once de la noche. Dispense le dijo don Camilo, cuando Peppone meta la llave en la cerradura, me equivoco, o es usted uno de los pobres e ingenuos fieles despojados por curas sin escrpulos que son cmplices de estafadores? Peppone tuvo que dejarle entrar y don Camilo atac en seguida. commendatore Peppone infl el pecho: Me querellar contra usted por difamacin! No puede demostrar nada. commendatore Peppone se sec la frente baada en sudor. Usted no har nunca una bribonada semejante. Don Camilo se sent tranquilamente y encendi su medio toscano. No es ninguna bribonada explic. Es la justa respuesta a su manifiesto. Peppone estallaba; se quit la chaqueta, que tir sobre la otomana, y se solt el nudo de la corbata. Luego, se sent frente a don Camilo. Es una maldad intil rugi. He perdido capital con ello... Pero se ha cobrado dos aos de intereses y ha quedado ms o menos a la par. Peppone haba cado en el lazo y, ganado por la desesperacin, dijo una estupidez: Revendo, le basta con tres millones? Don Camilo puso mala cara: Camarada, una proposicin semejante no hubiese debido hacrmela nunca. La pagar aparte. Se sac un peridico del bolsillo y, una vez desdoblado, indic a Peppone un circulito. Como ve, senador, estamos informados: sabemos que usted ha recibido el importante encargo de escoger entre toda Italia a los diez camaradas activistas que usted mismo acompaar a la URSS en una excursin-premio. No le estorbaremos en su labor de elevadas miras. El folln estallar tan pronto haya pisado usted Rusia. El embarazo en que se encontrarn sus jefes aumentar la diversin. Peppone ya no tena siquiera fuerzas para hablar. Conoca a don Camilo haca muchos aos y comprenda que, esta vez, nada podra detenerle. A don Camilo, aquel hombrn reducido a un guiapo le dio pena. Camarada le dijo, t ests liquidado. A menos que... Peppone alz la cabeza: A menos qu? exclam con ansia. Don Camilo, con mucha calma, le explic a qu precio podra salir del atolladero y Peppone le escuchaba boquiabierto. Cuando don Camilo hubo terminado de hablar, dijo: Reverendo, ustedbromea! No. Y le digo ms; o eso, o nada. Peppone se puso en pie: Usted est loco! chill. Loco de atar. Precisamente por eso, camarada, debe usted pensarlo diez veces antes de decirme que no. Los locos son peligrosos. Esperar hasta maana por la noche.

El anciano obispo, dos das despus, recibi en audiencia privadsima a don Camilo y le estuvo escuchando con gran paciencia sin interrumpirle nunca. Es todo? pregunt al final. Todo, excelencia. Muy bien, hijo mo. Creo que, con quince das de descanso en un tranquilo sanatorio de los Apeninos, podrs superar esa crisis. Don Camilo movi la cabeza: Excelencia dijo, he hablado en serio. Es una ocasin nica. Ser una experiencia utilsima. Unos cuantos das en contacto directo con la flor y nata de los activistas del pas y con los bolcheviques rusos. El anciano obispo no dejaba de mirar con asombro a don Camilo. Hijo mo implor, pero quin te ha metido esa idea en la cabeza? No lo s, excelencia. Se me ha ocurrido de improviso. Quin sabe? Tambin pudiera habrmela inspirado el Seor. No creo, no creo barbot el anciano obispo. De todos modos, ahora tienes la idea en el cerebro y yo deber secundarte y dejarte marchar sin decir nada a nadie. Y si te descubren? No me descubrirn: cuidar mucho el disfraz. No hablo del traje, excelencia, hablo del disfraz interior. El traje tiene poca importancia, es el disfraz de la mente lo que cuenta. Una mente normal, tan slo si va disfrazada de mente comunista, puede dar a la expresin de la mirada, al tono de la voz y a los mismos rasgos en el rostro, el sello particular que caracteriza a los autnticos comunistas. El anciano obispo continu durante un rato golpeando con la punta del bastoncito el escabel que estaba a sus pies y, luego, concluy: Hijo mo, es una locura! S, excelencia admiti honestamente don Camilo. Pues, entonces, ve. Don Camilo se arrodill ante el obispo y el anciano le pos su pequea mano sobre la cabeza. Que Dios te proteja, camarada don Camilo dijo alzando al cielo los ojos llenos de lgrimas. Lo dijo con voz queda y don Camilo apenas percibi un susurro. Pero Dios le oy perfectamente.

CON TRAJE FALSOBuenos das, senador le salud con petulancia la portera, que estaba fregando el suelo del vestbulo. Buenos das, camarada le susurr cautamente el lechero con quien se top en el umbral del portal. Buenos das, desgraciado le conmiser un hombrn que le aguardaba ante el portal, plantado con las piernas separadas en mitad de la acera. Esta vez, Peppone no contest y, apartando al hombrn, continu su camino. Eran cerca de las nueve: el amanecer de la capital. La gran mquina romana arrancaba dificultosamente, y un leve velo de sueo amortiguaba la crudeza de aquella fresca y lmpida maana de otoo. Buenos das, desgraciado repiti el hombrn, pero, esta vez, en tono cordial, casi afectuoso. All, ahora, los campos son un espectculo. La tierra arada humea, en los prados la alfalfa brilla de roco y los viedos estn cargados de uva negra, madura y dulce como la miel, y de hojas que van del verde al rojo dorado... Peppone mugi: sera posible que todas las santas maanas, aquel odioso individuo fuese a tenderle el lazo ante el edificio de la pensin para contarle lo que pasaba en el pueblo? Peppone, para hacer algo, encendi un cigarrillo y el otro se burl: Claro, cmo se pueden fumar cigarros? Aqu, la gente tiene la nariz delicada y la duea de la pensin, adems, si te viese con tu viejo medio toscano en la boca, le perdera el respeto a los senadores. Es una persona distinguida, la duea de la pensin. Es buena idea explicarle que eres un senador independiente. Imagina qu desilusin si descubriese en cambio que eres un comunista! Peppone tir el cigarrillo y se afloj un poco el nudo de la corbata, que le oprima el cuello. Claro que te sentas ms libre con el pauelo al cuello insisti el hombrn. Pero un senador no puede andar desaliado como un mecnico de pueblo. Adems, entre otras cosas, eres un funcionario importante y tienes un despacho con suelo de mrmol y telfono sobre el escritorio. Peppone dio una mirada al reloj. No te preocupes se ri burlonamente el hombrn, nadie podr encontrar pegas en tu proceder. Has hecho un buen trabajo, y los camaradas que irn contigo a Rusia han sido escogidos con sumo cuidado. Slo te falta uno. Peppone se quit el sombrero y se enjug el sudor que le baaba la frente. El maldito se! jade. El hombrn cambi de tono: Amigo, quin te manda hacerlo? pregunt. Por qu quieres meterte en los? Djalo todo plantado y vulvete a casa. No puedo afirm Peppone y, entonces, el hombrn se par. Adis, hasta maana dijo. Y que Dios te ampare. Haban llegado a la parada del autobs. Peppone mir alejarse al hombrn y perderse en medio de la gente. El hombrn que, todas las maanas, le esperaba a la puerta de la pensin: el Peppone desaliado y feliz de antes que, al principiar cada jornada, acuda a cantar al Peppone bien vestido e infeliz de ahora la tentadora cancin: Vuelve a tu pueblecito, que es tan bonito...

L'Unit Peppone no poda ver la cara del pasajero, completamente tapada por la cortina de papel, pero, considerando la evidente intencin provocativa de aquella puesta en escena, dio por sentado que deba tratarse de un hombre con cara de estpido. temporibus illis Y ello porque don Camilo le haba destocado de un manotazo, gritndole que, cuando pasaba el Santsimo, deba quitarse el sombrero. Y entonces, cada vez que Fulmine se cruzaba con don Camilo, le daba un sombrerazo con reverencia incluida, para mostrarle la maravilla que llevaba en la cima de la cabeza. Peppone suspir: Qu tiempos aqullos!: la poltica an no haba intoxicado los nimos y, con cuatro bromas, siempre se consegua ponerse de acuerdo y evitar intiles discusiones. L'Unit En conjunto, era un individuo sobremanera antiptico, y Peppone, despus, cuando a la bajada del autobs se lo encontr delante, se incomod. Seor le pregunt el individuo, hara el favor de indicarme la calle de...? No le dej continuar: Slo puedo indicarle una calle rugi. La que lleva al infierno! Precisamente es sa la que me interesa replic el otro con calma. Peppone ech a andar a grandes pasos y el individuo le sigui. Volvi a encontrrselo, cinco minutos despus, sentado a un velador apartado de un pequeo caf desierto. Peppone, cuando hubo ingerido un gran vaso de bebida helada, recobr la calma necesaria para decir palabras comprensibles: La broma ya ha durado bastante afirm. No lo creo objet el otro. Apenas ha comenzado. No va usted a pretender que me lo tome en serio! No lo pretendo, lo exijo. Don Camilo... Llmeme, sencillamente, camarada Tarocci. Se sac un pasaporte del bolsillo, lo consult y se lo tendi: Exactamente: Tarocci, Camilo, tipgrafo. Peppone contempl con desagrado el documento y le dio varias vueltas en sus manos: Nombre falso, pasaporte falso exclam. Todo falso. No, camarada: es un pasaporte autntico extendido por las autoridades al ciudadano Camilo Tarocci, tipgrafo, al cual yo me he esforzado en parecerme. Si lo duda, ah est la prueba. Don Camilo extrajo de su cartera un carnet que tendi a Peppone, explicando: Carnet del Partido comunista extendido al camarada Camilo Tarocci, tipgrafo. Todo autntico. Todo en regla. Peppone quera decir algo, pero don Camilo le previno: Camarada, no te extraes. Hay camaradas que parecen camaradas y que, en cambio, son diferentes. Tarocci es uno de sos. Y como es uno de los elementos ms apreciados de su seccin, t escribes a la seccin para que te indiquen cinco camaradas destacados y luego le

escoges a l. Que soy yo. As, mientras l se viene a pasar unos cuantos das de veraneo en las colinas romanas, yo voy contigo a Rusia, lo contemplo todo detenidamente y, a mi regreso, cuento todo lo que ha visto el camarada Tarocci. No fue nada fcil, para Peppone, entrar en vereda: cuando lo hubo conseguido, afirm: Yo no s si el infierno existe, ni me interesa profundizar la cuestin. Si lo hay, usted ir de seguro, reverendo. De acuerdo: entonces, all nos veremos, camarada. Peppone renunci a resistir ms. Reverendo dijo con voz cansada, por qu quiere arruinarme? Nadie quiere arruinarte, camarada. Mi presencia en Rusia nada cambiar de la realidad rusa: lo que es bueno seguir siendo bueno y lo que es malo seguir siendo malo. De qu tienes miedo? Acaso temes que all no est el paraso del que hablan tus peridicos? Peppone se encogi de hombros. En compensacin afirm don Camilo, espero que, all, no est el infierno del que hablan mis peridicos. Qu nobleza de sentimientos! exclam Peppone, sarcstico. Qu desinters! No soy desinteresado explic don Camilo. Espero que estn bien, porque quien est bien no se mueve y no se mete en las desdichas ajenas. Luego, pas una semana y lleg el da en que el camarada Camilo Tarocci, de la seccin comunista de Vattelapesca, recibi la noticia de que su nombre haba sido sorteado entre los propuestos para la excursin-premio, y el camarada don Camilo se present, con su maleta de fibra, en la central bolchevique romana junto con los otros nueve elegidos. Un joven funcionario pas revista al equipo que el camarada senador le haba presentado y pronunci breves y categricas palabras de circunstancias: Camaradas, os vais con un cometido preciso: el de observar y escuchar no slo para vosotros, sino tambin para los dems, y poder as, a vuestro regreso, explicar a amigos y adversarios lo serena que es la vida en el laborioso pas del socialismo. Faro esplendoroso de progreso y civilizacin. Esta es vuestra misin. Mientras Peppone se pona plido como un muerto de anemia, don Camilo pidi la palabra: Camarada, no valdra la pena ir tan lejos para explicar a los camaradas lo que saben perfectamente y a los adversarios lo que nunca admitirn. La misin qu quisiramos que nos confiase el Partido debera ser la de llevar a los camaradas soviticos la sonrisa serena y agradecida de todo el autntico pueblo italiano liberado por fin de la atroz amenaza de la guerra. Naturalmente, camaradas barbot entre dientes el joven funcionario. Eso est implcito. El joven funcionario se alej tieso y despechado. Peppone le grit a don Camilo: Cuando una cosa es implcita, resulta intil decirla. Adems, cuando se habla, es preciso usar el tono adecuado a la persona que tenemos delante. T no sabes quin era ese camarada. Lo s: es un joven de casi veinticuatro aos que en el 45 tena diez. Eso excluye que haya combatido como hemos hecho nosotros en la montaa, que conozca qu terrible cosa es la guerra y pueda valorar, por experiencia, el alcance psicolgico de la accin que ahora est llevando a cabo el camarada Kruschev en favor del desarme y de la paz.

Justo aprob el camarada Nanni Scamoggia, un cacho de joven trasteverino, huero e incordio de pies a cabeza. Cuando se trata de recibir tortazos o de arrearlos, a que no van los funcionarios? Y cuando los funcionarios, encima, crean el funcionarismo aadi el milans camarada Walter Rondella. Entonces... No estamos aqu para hacer una reunin de clula! ataj Peppone. De lo que debemos preocuparnos es de no perder el tren. Ech a andar, decidido, y, al pasar delante de don Camilo, le dispar una mirada atmica que hubiera agrietado una columna de granito. L'Unit En el tren, Peppone slo se preocup de una cosa: de no quitarle ojo al archimaldito camarada Camilo Tarocci ni un solo minuto y, para ello, se sent frente a l, para que pudiera tenerlo bajo estrecho control. Pero pareca que don Camilo no tuviese la menor intencin de buscarle los. Hasta tal punto que, sacndose del bolsillo un librito de tapas rojas con muchas hoces y martillos impresas en oro, se atrincher detrs de una expresin impenetrable y se enfrasc en la lectura sin hacer el menor caso de lo que decan los dems. De vez en cuando, apartaba los ojos del librito y dejaba que su mirada se perdiese por los campos y los parajes que desfilaban veloces ante la ventanilla. As, continu largo rato y, cuando por fin cerr el librito e hizo ademn de metrselo en el bolsillo, Peppone le dijo: Debe de ser una lectura interesante, camarada. De lo ms interesante le respondi secamente don Camilo. Es un compendio de los pensamientos de Lenin. Le tendi el librito y Peppone lo hoje. Lstima que est escrito en francs coment don Camilo. De todos modos, si quieres, puedo traducirte algn pasaje. Gracias, camarada, no te molestes respondi Peppone, cerrando el librito y devolvindoselo. Luego, mir de reojo en torno y exhal un gran suspiro de alivio; los dems camaradas dormitaban o lean revistas ilustradas. Ninguno poda haberse dado cuenta de que el compendio de pensamientos de Lenin, con todo y tener una tapa roja con el emblema de la hoz y el martillo, con todo y ostentar, en lengua francesa, un ttulo que prometa al lector los mejores pensamientos de Lenin, se limitaba a darle, en lengua latina, el material normal de un breviario normal para uso de sacerdotes. A la primera parada, algunos se apearon: el camarada Scamoggia volvi con una botella de vino y el camarada Rondella con la edicin extraordinaria de un peridico de la noche y con cara de evidente disgusto. El diario publicaba en primera plana, bajo un enorme ttulo, la resea de la ltima jornada americana de Kruschev, adornada con las acostumbradas fotos de gente satisfecha y sonriente. El camarada Rondella movi la cabeza: A m exclam de pronto, todas esas sonrisas con aquellos cerdos capitalistas no me entran.

La poltica no se hace con el hgado, sino con el cerebro estableci don Camilo. La URSS siempre ha luchado por la coexistencia pacfica. Los capitalistas que conseguan millones con la guerra fra, poco pueden rerse. El fin de la guerra fra es una gran batalla perdida por el capitalismo. El camarada Rondella, milans, tena apego a las ideas propias: De acuerdo, todo va bien. Pero tengo o no tengo el derecho de decir que odio a los capitalistas y, antes que sonrerles, hacerme matar? Cierto asinti don Camilo. Tienes el derecho de decirlo, pero no a nosotros, sino a Kruschev. Cuando lleguemos, habr regresado ya: t te haces recibir por l y le dices: camarada Kruschev, la URSS se ha equivocado de poltica. Don Camilo era prfido como el ms prfido agit-prop de la seccin provocadores y el camarada Rondella palideci. O no comprendes o no quieres comprenderme grit. Si para fertilizar un campo he de emplear estircol, lo hago. Pero nadie puede pretender que el estircol sea perfumado! Con extrema calma, don Camilo replic: Camarada, t has combatido en la montaa y mandabas una guerrilla. Cuando te mandaban efectuar una accin peligrosa, qu hacas? iba a ello. Y les decas a tus muchachos que eso de arriesgar la piel no te entraba? No, por cierto. Pero eso, a qu viene? Viene, camarada, a que, caliente o fra, la guerra siempre es la guerra. Y, en la guerra, las ideas personales de quien combate por la causa justa no deben existir. Peppone intervino: Djalo ya, camarada Rondella. Vamos a un pas donde, con toda seguridad, no encontrars capitalistas! Ese es un gran consuelo reconoci, un poco tranquilizado, el camarada Rondella. Para m comunic el camarada Scamoggia, la mayor satisfaccin ser que, durante todos esos das, no ver a ningn cura! Don Camilo mene la cabeza: No se sabe, camarada. En la Unin Sovitica hay libertad religiosa. S: libertad para que no se diga se burl Scamoggia. En la Unin Sovitica nicamente existen libertades autnticas y completas afirm severamente don Camilo. Pero Scamoggia estaba desatado: Curas tambin all? Camarada, ser posible que a esa cochina raza no se la pueda eliminar? Peppone le respondi, autoritario: Desaparecer por s misma cuando terminen la miseria y la ignorancia: esos malditos charlatanes viven a costa de la ignorancia y de la miseria! Don Camilo se pona cada vez ms glido y ms categrico: Camarada senador, t sabes mejor que nosotros que, en la Unin Sovitica, no existen ya ignorancia y miseria. Esto significa que, si los curas siguen existiendo, disponen de una fuerza que an no se ha logrado neutralizar del todo.

Pero qu tienen de especial esos malditos? rugi Scamoggia. Acaso no son gente hecha de carne y hueso como nosotros? No grit Peppone, colorado como un tomate. Es gente que ha sido fabricada con todas las peores porqueras del universo. Son falsos, hipcritas, cobardes, chantajistas, asesinos, ladrones. Las serpientes venenosas les huyen porque tienen miedo de ser mordidas. Don Camilo mene imperceptiblemente la cabeza. Ests perdiendo la calma, camarada senador. No tienes serenidad: en el fondo, debe haber algo personal. Algn cura te ha fastidiado. Todava no ha nacido el cura que consiga fastidiarme! Y el cura que te bautiz? se inform don Camilo. Yo tena un da! vocifer Peppone. Y el cura que te cas? insisti, prfido, don Camilo. El camarada Scamoggia se dirigi, riendo, a Peppone: Jefe, djalo, ya. Este es un camarada sofista que le gusta tomarnos el pelo a todos. Y, volvindose hacia don Camilo: Me gustas, camarada, porque sabes lo que te dices y eres un comecuras como yo. Vamos a mojarlo! Llen de vino los vasos de cartn: A la salud de la gran Rusia sovitica! grit el camarada Scamoggia levantando el vaso. Por la destruccin del capitalismo! brind el camarada Rondella. Por la cara de todos los curas del universo! rugi Peppone, mirando en los ojos a don Camilo. Don Camilo levant el vaso y, al mismo tiempo, le arre a Peppone una patada en la espinilla que quera decir un montn de cosas. El convoy se acercaba a la frontera avanzada ya la noche. Haba una magnfica luna que blanqueaba las casas de los pueblecitos diseminados en las laderas de los montes. De vez en cuando, relampagueaba una visin de la llanura lejana recorrida por la brillante cinta de los ros y las luces de las ciudades palpitaban ya. Asomado a una ventanilla del pasillo, don Camilo fumaba su medio toscano y gozaba del espectculo. Peppone se le acerc y, tras haber contemplado largo rato aquel nocturno encantamiento, suspir: Dgase lo que se diga, cuando uno est a punto de dejarla, entonces se da cuenta de lo hermosa que es su patria. Camarada le amonest don Camilo, eso son residuos de retrica burguesa y mezquino nacionalismo. Acurdate: nuestra patria es el mundo. Entonces se le escap a Peppone, por qu deben existir desgraciados que quieren ir a la Luna? Camarada, estaba distrado y no he comprendido tu pregunta. Me alegro farfull Peppone.

OPERACIN RONDELLAEn el trimotor que les tom en un aeropuerto de la Alemania Oriental haba un estrpito del demonio: lo cual oblig al camarada don Camilo a estarse callado y permiti al camarada Peppone viajar relativamente tranquilo. No le perdi nunca de vista, porque don Camilo era uno de esos sujetos peligrosos hasta cuando no hablan, pero don Camilo se comport honradamente, limitando su actividad antisovitica a la lectura de las mximas de Lenin. A Peppone le dio un vuelco el corazn cuando el camarada reverendo cerr el librito rojo y, pensativamente, se llev la mano derecha a la frente. Pero se rehzo a tiempo y, transformado el contacto en una leve pasada por la frente, termin la empresa ajustndose, con la punta de los dedos, las solapas de la chaqueta y luego cepillndose ligeramente el hombro izquierdo y el derecho. As sea, dijo para sus adentros Peppone exhalando del pecho un suspirazo que le dej expedito el carburador. El avin volaba despacio perdiendo altura y sus ruedas no tardaron en tocar tierra rusa. Seor, qu lejos est mi pequea iglesia!, pens con espanto don Camilo cuando bajaba la escalerilla. Pero el Cielo est cerca, le tranquiliz la voz de Cristo. Don Camilo volvi a ser el camarada Tarocci. Camarada dijo gravemente a Peppone, no sientes deseo de coger un puado de esta tierra para besarla? S le respondi Peppone apretando los dientes. Besarla y luego metrsela a usted en esa boca archimaldita que tiene. Eran esperados y se les acerc una chica seguida de un hombre enfundado en un largo impermeable arrugado y ms bien desteido. Salud, camaradas les salud la chica. Soy Nadia Petrovna, del Centro de Intrpretes, y ste es el camarada Ycnka Oregov, funcionario de la Oficina de Turismo. tailleur Peppone se present, luego present a los diez del equipo y, terminada la orga de los apretones de manos, el camarada funcionario solt a los hermanos italianos el saludo de los hermanos soviticos unidos a ellos granticamente en la gloriosa lucha por la libertad, la justicia social, la paz y todo lo dems. El camarada funcionario, cuarentn, grandote, de cabeza rapada, mandbula cuadrada, labios delgados, ojos claros, cuello corto y con aquella hopalanda larga hasta los pies, ola a polica a la legua. Hablaba con cara seria, muy controlado y comedido en sus gestos, y si nadie hubiese traducido sus palabras, habra podido creerse que l, en vez de un saludo, pronunciaba un acta de acusacin. Tambin la camarada Nadia Petrovna, por ser funcionara del Partido, tena un aire perennemente preocupado que le impeda sonrer, pero, en conjunto, era muy distinta al camarada Oregov. Za la Mort Mientras el equipo cruzaba el gran prado del aeropuerto y Peppone, el camarada Oregov y la camarada Nadia Petrovna caminaban al frente de todos, Scamoggia recobr el uso de la palabra:

Camarada le comunic a don Camilo, has visto qu bomba atmica? He visto, s respondi don Camilo. Scamoggia lo agarr de un brazo y le atrajo hacia s de modo que pudiese tener la visual libre: chale una ojeada a ese sputnik y luego me dirs! Don Camilo pidi perdn mentalmente a Dios y afirm, categrico: Chicas tan completas y perfectas, no se ven por ah. Lo dijo en voz alta porque el camarada Rondella estaba cerca. Y el camarada Rondella solt: Todo lo guapa que queris exclam, pero chicas as tambin las tenemos en casa. En casa, las chicas saben vestir bien estableci don Camilo. Toma la ms guapa que quieras y hazle poner una falducha y un chaquetn como sos que lleva la camarada Petrovna y vers qu desgracia resulta. Esta es una belleza slida, clsica. Esta es una mujer hermosa, no una de las peponas que se ven en nuestros pueblos y ciudades. Empezando por Miln, donde no hay una sola mujer que no sea sofisticada. Patraas, camarada! protest Rondella con vivacidad. En Miln hay chicas tan guapas como ni siquiera las puedes soar! Intervino Scamoggia: No te enfades, camarada, tambin hay mujeres hermosas en nuestro pas, pero sa tiene algo especial. No s qu es, pero lo tiene. Depende del clima especial en el que ha nacido y se ha criado estableci don Camilo. El ambiente hace al hombre y tambin a la mujer. Naturalmente, no todo el mundo est en condiciones de intuir esas verdades elementales. El camarada Rondella quera replicar a don Camilo, pero, en aquel momento, el equipo se detuvo. Aduanas explic Peppone metindose en el grupo. Preparad las maletas. Se acerc a don Camilo y le susurr cautamente: Espero que no lleve nada que nos traiga los! Camarada le tranquiliz don Camilo, s andar por el mundo. El asunto no tuvo problemas porque Peppone haba organizado las cosas con inteligencia y, antes de salir de Roma, los diez elegidos tuvieron que comprarse cada uno una maleta ligera y de tamao reglamentario igual a la de fibra que l, por poco dinero, se haba procurado en unos grandes almacenes. Adems, cada maleta, una vez llena, haba sido pesada. La nica cosa en la que pusieron pegas, fue el frasquito que vieron en la maleta de Scamoggia. El funcionario de aduanas lo destap, olfate y luego pas el frasquito a la camarada Petrovna, quien lo olfate a su vez. Pregunta por qu llevas perfume femenino contigo dijo la camarada Nadia, volvindose hacia Scamoggia. No es perfume femenino explic Scamoggia. Es el agua de lavanda que uso despus de afeitarme. Acaso aqu hay la costumbre de desinfectarse con nafta? La mujer iba a responderle, pero ante un chulo como Scamoggia no haba mujer que pudiese levantar el gallo. Por lo que volvi la cabeza y tradujo al aduanero solamente la primera parte de la respuesta dada por Scamoggia. El aduanero farfull algo y repuso el frasquito en la maleta.

Ha dicho que, aqu, los hombres suelen desinfectarse la cara con alcohol explic la Petrovna a Scamoggia, cuando la comitiva volvi a ponerse en movimiento. De todos modos, debes usarlo t y no comerciar con l. Estaban fuera del campo y Scamoggia se detuvo: Camarada, un momento. Abri la maleta y sac el frasquito: Si aqu los hombres usan alcohol afirm, tambin yo usar alcohol, porque tambin yo soy un hombre. Si ste es un perfume femenino, que lo utilice una mujer. Le tendi el frasquito, pero la muchacha apart la mano. Acaso no eres una mujer? se asombr Scamoggia. Claro que s balbuci la Petrovna. Entonces, qudatelo: nada de comercio; te lo regalo. Gracias, camarada. No hay de qu..., guapa... La Petrovna intent encontrar un adecuado talante de funcionario ofendido, pero slo logr ruborizarse como una burguesita cualquiera. Alcanz el grupo corriendo y Scamoggia, una vez cerrada la maleta, encendi un cigarrillo, lo mand en destacamento a la ms remota comisura de los labios y ech a andar con la calma que da la satisfaccin. Un autocar les esperaba. Subieron y, mientras Peppone pona su maletita en la red del portaequipajes, don Camilo le toc el hombro: Jefe dijo, tiene que haber habido una pequea confusin. Tu maleta es sta. Peppone mir la tarjeta y, en efecto, se trataba de su maleta. La otra, que l sac de la red del portaequipajes, llevaba la tarjeta con el nombre del camarada Camilo Tarocci. No pasa nada exclam don Camilo. Un simple cambio de maletas. Peppone se sent y don Camilo tom asiento enfrente de l. Conque susurr Peppone cuando el vehculo arranc yo he llevado a la aduana su maleta, eh? Exacto. Pura casualidad. Y, tal vez, siempre por pura casualidad, haba algo de particular en su maleta? Nada. Un paquetito de estampas, unas cuantas fotografas del Papa, un puadito de hostias y otras cositas por el estilo. Peppone sinti escalofros. El autocar corra a travs de una campia interminable, y vacas ms bien flacas pacan en los prados de un apagado verde otoal. La camarada Petrovna se puso en pie y explic que, segn el programa establecido, los huspedes visitaran una fbrica de tractores y luego seran conducidos al hotel, donde podran comer y descansar. La fbrica de tractores estaba en la periferia de R. y se trataba de una aglomeracin de tristes y grises edificios de cemento, que surga casi por sorpresa en el lmite norte de la melanclica llanura amarillenta. Esa asquerosidad se llama civilizacin industrial y es igual en todas las partes del mundo. Don Camilo pens con punzante nostalgia en su burgo lejano, donde el calor

humano vivificaba el ms pequeo trocito de tierra, donde cada uno de los ladrillos de las casas haba conocido la caricia del hombre y, por esto, entre hombres y cosas, exista un persistente e invisible vnculo. Los obreros que trabajaban en las enormes naves tenan cara de aburridos e indiferentes como los obreros de todas las fbricas del mundo. En muchas secciones, slo trabajaban mujeres: eran, en su mayora, bajitas, rechonchas, macizas y ninguna se asemejaba a la camarada Petrovna. En un momento dado, el camarada Rondella no aguant ms, se acerc a don Camilo y le dijo: Camarada: sas no nacieron y crecieron en el clima espiritual de la camarada Petrovna? Don Camilo le fulmin: Camarada, no se va a visitar una seccin industrial femenina con el mismo nimo con que se presencia un desfile de Misses. Es una de las reglas elementales que todo camarada que se respete debera conocer. No era el caso de entablar all una discusin: tanto ms cuanto que Peppone se haba vuelto hacia ellos con los ojos muy abiertos. La visita no se acababa nunca porque un celoso joven funcionario de la fbrica lo explicaba todo, hasta lo que no tena explicacin, y, a cada paso, disparaba rfagas de datos estadsticos que la intrprete haba de traducir uno a uno. Por fin, llegaron al trmino de la cadena de montaje y pudieron ver los tractores listos para ser enviados a su destino: aqu don Camilo se qued como petrificado y, tras haber vuelto a contemplar con ojos extticos un ejemplar recin salido del horno, exclam, dirigindose a Peppone: Camarada senador, pero si eso es idntico a la maravillosa mquina regalada por la Unin Sovitica a la cooperativa agrcola que t fundaste! Peppone hubiera descuartizado de buena gana a don Camilo, quien le recordaba vilmente el maldito tractor que no quera funcionar ni a patadas y que haba hecho desternillar de risa a toda la provincia. Pero lo que ms le envenen la sangre fue que hubo de sonrer y hablar con entusiasmo del famoso tractor, como si se tratase de una querida persona viva. Pero cuando hubo terminado su esfuerzo, el mecnico que dormitaba en su interior le hizo or su voz, por lo que, mientras los dems proseguan la visita, agarr de la manga a uno de los tcnicos que escoltaban a los visitantes, lo acerc a un tractor, le indic cierta pieza de la bomba de inyeccin y trat de explicar, gesticulando con los dedos, que el tinglado no poda funcionar por esto y por lo otro. El tcnico le estuvo mirando muy interesado, y luego se encogi de hombros. Por suerte acudi la camarada Petrovna, con la cual el tcnico intercambi breves palabras. Dice explic la Petrovna a Peppone que ha comprendido. Esperan que llegue la autorizacin para modificar la pieza. El tcnico, rindose, dijo algo ms a la chica y ella arrug la frente y se qued pensativa un momento. Luego se decidi y, sin mirar a Peppone en la cara, le comunic en voz baja: Dice que la autorizacin llegar un ao de stos. Se alej presurosamente pero, poco antes de que llegase al grupo, Scamoggia la par:

Camarada le dijo haciendo relampaguear sus dientes de estrella de Hollywood, no he odo las ltimas estadsticas sobre la produccin de piezas de recambio. Podras hacerlas repetir por el tcnico? El tcnico, llamado, entr en erupcin y la camarada Petrovna tradujo tantas cifras de aqullas como para agarrotar a una calculadora electrnica. Scamoggia escuch con suma atencin, meneando gravemente la cabeza, y luego estrech la mano al tcnico y dio las gracias a la traductora: Gracias, camarada. No sabes el favor que me has hecho. Te ocupas en maquinaria agrcola? se inform, ingenua, la mujer. No: me gusta orte hablar. Era demasiado. Aquello se trataba de un sacrilegio, porque aqul era el templo del trabajo y la camarada Petrovna se sinti como nunca funcionara del Partido. Palideci, se puso tiesa y dijo con voz dura, metlica: Camarada... No haba recorrido nunca el Trastevere, no haba visto nunca dos ojos como aqullos y, al topar con la mirada de Scamoggia, se ahog en ella como una mosca en la melaza. R. era una ciudad de unos ciento cincuenta mil habitantes, una vulgar ciudad rusa, con poca gente y escassimos automviles en las calles. El hotel era insignificante. La pequea habitacin asignada a don Camilo era casi msera. No saba quin haba de dormir en la otra cama, pero no tard en saberlo, porque, mientras se estaba lavando la cara, entr Peppone. Oiga, rev..., camarada le dijo Peppone de sopetn, deje usted de achuchar a Rondella. Djelo tranquilo, aunque le sea antiptico. Al revs, me es simptico le respondi calmosamente don Camilo. El hecho es que, cuando se trata del Partido, soy inflexible y no tengo contemplaciones con nadie. Es un camarada con ideas poco claras. Tiene sedimentos burgueses en el cerebro y nuestro deber es liberarle de ellos. Peppone, para desfogar su clera, arroj el sombrero contra la pared. Un da de stos le har trizas le silb al odo. Se encontraron todos en la esculida salita del restaurante y, a la cabecera de la mesa, se sent el camarada Oregov, quien, a su derecha, tena a Peppone, y, a su izquierda, a la camarada Nadia. Don Camilo se las compuso para sentarse delante de Rondella: aquel fue el primer golpe que recibi Peppone. El segundo fue cuando vio que don Camilo, distrado, una vez sentado a la mesa, se llevaba la mano a la frente para persignarse. Camaradas estall Peppone, cunto habrais pagado porque hubiese estado con nosotros, hace un rato, uno de los archimalditos reaccionarios que hablan mal de la Unin Sovitica! Me gustara que estuviesen aqu, que viesen! Es intil, camarada dijo don Camilo, quien, entretanto, entre pasaditas y cepilladitas, haba logrado llevar a trmino la operacin. No lo creeran. Ellos se fan ms de su odio que de sus ojos.

La camarada Petrovna tradujo las palabras de don Camilo al funcionario de la Oficina de Turismo y el hombre, tras haber aprobado meneando gravemente la calabaza rapada, le comunic algo. Dice el camarada Oregov que has hablado muy bien explic la chica, volvindose hacia don Camilo, quien, complacido, hizo una ligera inclinacin de cabeza para dar las gracias al camarada Oregov. Scamoggia, quien pareca estar pagado para respaldar a don Camilo, remach: Nosotros llevamos un atraso de un siglo. Esos hediondos de industriales creen haber creado quin sabe qu porque producen algunas mquinas engaabobos. Gentuza que, si viese una fbrica como la de hoy, le dara un patats de vergenza. Y no es la ms grande, verdad, camarada Petrovna? No! exclam la chica. Es una de las ms pequeas. Construida con conceptos modernsimos, pero de una produccin insignificante comparada con las dems! Don Camilo pareci muy entristecido: Es humillante para nosotros, italianos dijo, comprobar que una de las fbricas ms pequeas de la Unin Sovitica se come cruda a la Fiat, que es nuestra mayor industria del motor. El camarada Peratto, turins, quien no haba hablado todava, dej or su voz: Camarada, seamos objetivos. En el sector de tractores, quiz s, pero en el sector del automvil, la Fiat es un establecimiento respetable. No se debe ser injusto con los obreros, quienes, con su labor, han creado y potenciado la Fiat. Antes que nada, no se debe ser injusto con la verdad estableci don Camilo. La verdad es ms importante que la Fiat. Y mientras nosotros, prisioneros de nuestros complejos nacionales o regionales, nos obstinemos en defender nuestra ineficacia en el campo social, organizador e industrial, nunca comprenderemos la leccin que la gran Unin Sovitica ha dado al mundo en todos los terrenos. Un hombre tena por novia a una mujer con una pierna sola, pero, para l, era la ms bella del mundo y juzgaba defectuosas a las mujeres que tenan dos piernas. Nosotros tenemos en nuestra casa a una mujer con una sola pierna y se llama industria, en tanto que, aqu, la industria tiene dos! Y hermosas! aadi Scamoggia. Intervino el camarada Rondella: No comprendo adonde quieres ir a parar dijo a don Camilo. A que un camarada debe tener la honradez de reconocer la verdad aunque sta le duela. Y nosotros hemos venido a la gran Unin Sovitica no para hacer sentimentalismo, sino para conocer la verdad. El funcionario segua muy atento la discusin, hacindosela traducir palabra por palabra. Peppone se mora poco a poco, pero, por fortuna, trajeron comida, y como todos tenan un hambre del demonio, la tensin disminuy. La sopa de coles era repelente, pero la engulleron. El cordero estaba mejor e hizo olvidar la sopa. La Unin Sovitica haba hecho las cosas a lo grande y tambin lleg el vino. Junto al vino, llegaron las pegas. Se volvi a hablar de la fbrica de tractores y el camarada Peratto, para remediar su imprudente observacin acerca de la Fiat, hizo notar a don Camilo la genialidad de cierto dispositivo que haba notado en la cadena de montaje.

Es cierto asever don Camilo. El pueblo ruso es, sobre todo, un pueblo genial. Genial no slo porque ha inventado cosas enormes como la radio y el vehculo interplanetario, sino genial tambin en las cosas pequeas, insignificantes. Fjate en los lavabos de nuestros aposentos: los dos grifos, uno para el agua caliente y el otro para el agua fra, no estn aislados, sino unidos por una caera mezcladora que te permite obtener agua tibia a la temperatura que prefieras. Es una cosa de nada, pero slo la encuentras aqu. Rondella, el milans, era fontanero y se rebel: Camarada, no digamos tonteras. Grupos con mezclador los instalaba ya mi abuelo. De dnde eres t? De una regin que tiene el nmero ms alto de comunistas y, por lo tanto, es civilizada y muy avanzada. Por otra parte, si esto es una tontera, tengo buenas agarraderas, porque Churchill ha escrito la misma observacin que yo en sus Memorias. Y no irs a decirme que Churchill sea filocomunista. Rondella tena ideas muy claras y no dio su brazo a torcer: Me ro yo de Churchill. Lo que digo es que esas exageraciones perjudican la causa, porque hacen el juego a los adversarios. Si la verdad es lo ms importante, hay que rendir homenaje a la verdad. Don Camilo se quit las gafas ahumadas, las limpi, volvi a calrselas sobre la nariz, y luego dej caer en el silencio estas graves palabras: La verdad? Existe una sola verdad y esta verdad coincide con los intereses del pueblo que trabaja. Camarada, t crees ms en tus ojos que en tu cerebro. Y tu cerebro no puede razonar porque tiene demasiados sedimentos burgueses que impiden su justo funcionamiento. Rondella perda la calma: Tu cerebro est lleno de semillas de calabaza. Adems, eres un incordio que me est fastidiando desde el primer da que nos vimos. Cuando volvamos a Italia, te partir el hocico. Yo no tengo tu paciencia dijo con calma don Camilo, ponindose en pie y dando vuelta a la mesa, y te lo romper aqu. Fue cosa de pocos segundos: Rondella se levant de un salto, dispar un morrn y don Camilo le envi un directo que lo dej sentado de nuevo. El funcionario parlament con la intrprete y la chica inform a Peppone. Entonces, Peppone se puso en pie, levant a Rondella de la silla y se lo llev afuera a tomar el aire. Camarada le explic, cuando el desgraciado estuvo en condiciones de discutir, el comisario ha notado que ests nervioso. Esta atmsfera no te sienta bien. Dentro de una hora sale un avin para Berln. All todo estar dispuesto para tu regreso inmediato a Italia. Ir, s grit Rondella. Y no puedes imaginar lo que me alegrar de no ver ms vuestras caras. Tranquilo, nos volveremos a ver en Italia. Rondella se sac la cartera del bolsillo, extrajo el carnet del PCI y lo hizo pedazos mientras gritaba con ferocidad: S, all nos encontraremos, pero yo estar en la otra orilla!

Peppone tuvo que arrearle una patada en las posaderas, pero lo hizo con profunda repugnancia. Regres al comedor sonriendo: Todo arreglado explic a Nadia. Est encantado de la solicitud del camarada Oregov y le da las gracias. Luego, levant el vaso y brind a la salud de la victoriosa Unin Sovitica. El camarada Oregov contest con un brindis a la paz y a la prxima liberacin de los trabajadores italianos oprimidos por el capitalismo. Ahora brindaremos por Nadia dijo Scamoggia a don Camilo. Camarada le aconsej fraternalmente don Camilo, no hay que pasarse de rosca. Todo termin maravillosamente bien y, al cabo de una hora, mientras el excamarada Rondella volaba hacia Berln con la mente confusa y el trasero en llamas, Peppone y don Camilo entraban en su habitacin. Apaga la luz, camarada-dijo don Camilo. Tan pronto estemos desvestidos y nos hayamos metido en la cama, volvers a encenderla. Estupideces! exclam Peppone, apagando la luz. Y un cuerno! Un senador comunista no merece tener la satisfaccin de ver a un cura en calzoncillos! Una vez encendida de nuevo la luz, don Camilo sac una pequea agenda y anot en ella: Conversin y recuperacin del camarada Walter Rondella. Uno menos! coment luego, alegremente, en voz alta. Slo un cura poda hacer una jugarreta tan infame rugi Peppone. Pero ya no me la pegar otra vez. Don Camilo suspir: Eso slo puede decirlo l dijo, mostrndole su gran pluma estilogrfica. Peppone le mir, preocupado. Entonces, don Camilo quit el capuchn de la gran pluma, gir la tapita y del grueso tuvo sac algo largo y estrecho que, en un instante, se transform en un pequeo crucifijo. Seor dijo don Camilo elevando los ojos al cielo, perdona que te haya dado unos brazos plegables junto con los de la cruz. Pero T eres mi bandera y no tena otro modo de llevarte siempre conmigo sobre mi corazn. Amn! rugi Peppone, metiendo la cabeza debajo de las sbanas.

DESCANSO EN EL CATREIn illo tempore: Mis sus est Angelus Gabriel a Deo in civitate Galilaeae, cui nomen Nazareth, ad Virginem desponsatam viro, cui nomen erat Josepb, de domo David, et nomen Virginis Maa. Et ingressus Angelus ad eam dixit: Ave, gratia plena: Dominus tecum... Quae cum audisset, tur bata est in sermone eius: et cogitabat qualis esset ista salutatio. Et ait Angelus ei: Ne timeas, Maa, invens ti enim gratiam apud Deum... Peppone alz fatigosamente un prpado que pesaba media tonelada; lentamente, puso a foco un pedacito de pared de empapelado desvado, luego un cartel que se balanceaba de un clavo hincado en el trozo de pared. Not que en el cartel estaba impreso algo en caracteres cirlicos: ...et vocabis nomen eius Jesum. Hic erit magnus et Filius Altissimi vocabitur... sequentia sancti Evangelii secundum Lucam Peppone salt de la cama y fue a pegar el odo a la puerta: tena el corazn embalado y, por un momento, le pareci que lo nico que poda hacerse era taparle la cabeza a don Camilo con una sbana. Luego, lo pens mejor y se puso a trajinar por la habitacin procurando hacer el mayor estrpito posible, y habra continuado quin sabe cunto si una maldita campanita no se hubiese puesto a repicar en la confusin de su cerebro. No quera orla, pero tuvo que prestarle atencin y, cuando don Camilo alz el humilde vaso de aluminio que haca las veces de cliz, Peppone dej de moverse y baj la cabeza. En aquel momento se oyeron pesados pasos en el corredor, pero Peppone no se movi. Apret los dientes y dijo para sus adentros: Sea lo que Dios quiera. Fue tan slo que los pasos se detuvieron frente a la puerta y que alguien llam y farfull en psimo italiano: Despierta, camarada! Peppone contest con un mugido y el otro se alej para ir a llamar a la puerta contigua. Ite, Missa est Basta! jade Peppone, que chorreaba tinta. La bendicin gurdesela para usted! Seor susurr don Camilo inclinndose ante el pequeo crucifijo que tena por pedestal la botella del agua, perdnalo. Su miedo es ms fuerte que su razn. Me gustara saber qu ha sentido usted cuando han llamado a la puerta rugi Peppone. Ha llamado alguien? se asombr don Camilo. No he odo nada. Peppone no insisti, porque comprenda que don Camilo era sincero. Adems, estaba cansado y tena unas ganas locas de meterse en la cama otra vez y dormir. Quiz para proseguir su viaje en avin con aquel odioso farmacutico. Usted ya est listo y, ahora que ha guardado sus trastos, puede largarse tambin y dejarme vestir en paz exclam Peppone con mal talante. Camarada le respondi con seriedad don Camilo. Te encuentro nervioso. Quizs el aire de la Unin Sovitica no te sienta bien. El que no me sienta bien es usted chill Peppone, empujndole fuera de la puerta. Y, entonces, se dio cuenta de algo horrendo: la puerta no estaba cerrada con llave. El hombre que haba venido a llamar hubiese podido abrirla con slo girar el picaporte.

La camarada Nadia Petrovna le esperaba en la salita donde estaba puesta la mesa para el desayuno, y tan pronto estuvieron todos, explic: Podemos sentarnos: el camarada Oregov se har esperar un poco. Aquella maana, la camarada Petrovna tena el aspecto ms repelente de un funcionario estatal. Hablaba con voz impersonal, sin mirar a nadie en la cara: impasible, fra, como si fuese de hielo. Al sentarse a la mesa, no hizo ningn movimiento que no fuese estrictamente necesario. Redujo el desayuno a una simple taza de t que tom a sorbitos, como por simple deber profesional. En suma, daba la impresin de estar cubierta por una invisible pero impenetrable coraza. Desgraciadamente, por algunas junturas de la coraza, sala un leve y fresco perfumito que estropeaba todo el efecto. Nadia Petrovna, olvidando que era un funcionario del Estado, se haba puesto unas gotitas de la lavanda que le regalara el camarada Nanni Scamoggia. El camarada Scamoggia estaba situado lejos de la camarada Nadia, pero tena buen olfato y en seguida se percat de ello. El camarada Yenka Oregov lleg cuando el desayuno estaba por terminar. Pareca muy preocupado: esboz un saludo y luego se apart a un rincn para hablar con la camarada Petrovna. Fue una discusin larga y animada en el curso de la cual consultaron repetidamente un documento con muchos sellos que el camarada Oregov se haba trado en la cartera de mano. Cuando pareci que ambos haban acordado una lnea de accin, la camarada Petrovna se volvi hacia Peppone y explic: El camarada Yenka Oregov ha recibido del organismo turstico competente el programa preciso de las jornadas que los apreciados huspedes italianos pasarn en la Unin Sovitica. Esta maana, a las nueve, los camaradas italianos visitarn la fbrica de tractores Estrella Roja. Peppone se la qued mirando, estupefacto: Camarada objet, si no me equivoco, la fbrica Estrella Roja la visitamos ya ayer por la tarde, en cuanto llegamos. La camarada Petrovna confabul con el camarada Oregov. El programa que esta maana ha recibido el camarada Yenka Oregov comunic seguidamente a Peppone la camarada Petrovna mostrndole el papel establece, sin posibilidad de equvoco, que los camaradas italianos, habiendo dedicado la tarde de ayer al descanso por el largo viaje, esta maana visiten la fbrica Estrella Roja. El programa precedente queda anulado por el nuevo, y por esto, la visita de ayer tambin debe considerarse como no efectuada. Peppone slo supo abrir los brazos y la camarada Petrovna volvi a discutir con el camarada Oregov. Luego, refiri el resultado de la discusin: El camarada comisario de Turismo no puede modificar el programa, que no prevee la visita a la ciudad hasta esta tarde. No pretende que los camaradas italianos visiten por segunda vez la fbrica: les ruega, simplemente, que consideren esta maana como de reposo y la pasen en los salones del hotel. Todos tenan sueo, porque el viaje haba sido largo, duro y aburrido, y se mostraron satisfechos de tan luminosa solucin. El camarada Yenka se dirige a la fbrica Estrella Roja para poner al da la resea de la visita aadi la camarada Petrovna. Yo me quedo a vuestra disposicin, en el saloncito. Que descansis, camaradas.

Fue a sentarse en el deteriorado divn del saloncito, a travs del cual deba pasar obligatoriamente quienquiera que entrase o saliese del hotel. Andaba altiva y fra, pero dejando detrs de s una sutil estela de lavanda. Don Camilo, en cuanto hubo entrado en su habitacin, se quit los zapatos y se ech en la cama todava deshecha; pero cuando ya empezaba a adormecerse, Peppone empez a agitarse y a farfullar, porque en el tren, al afeitarse, se dej olvidada la maquinilla de afeitar en el lavabo. Usa mi navaja y deja ya de molestar al prjimo! le grit don Camilo. Yo slo uso mi maquinilla respondi Peppone. Por lo dems, soy incapaz de afeitarme con navaja. Entonces, baja, haz que te cambien en rublos unas cuantas liras de las que nos robas como senador, y vete a comprar una maquinilla: los Almacenes Universales estn frente al hotel. Anda con cuidado al cruzar la calle, porque hay una maldita circulacin de coches. El nico automvil que haban visto en la ciudad era el autocar en el que viajaron y Peppone se amosc: Ya vendrn, camarada reverendo. No tenemos prisa; por el momento, nos basta con hacer vehculos que llegan a la Luna. Despus, nos encargaremos de los coches. Por favor, cmprame un par de calcetines de lana le rog don Camilo. En cuarenta aos de rgimen, un par, al menos, deben haberlo fabricado, supongo. Peppone sali dando un portazo. Una maquinilla de afeitar con diez bofas; un par de calcetines de lana para hombre, talla tres Los Almacenes Universales estaban a dos pasos de all, y la operacin fue fulminante, por cuanto la camarada vendedora, una vez ledo el papelito, puso en manos de Peppone la mercanca requerida y le comunic su coste por escrito. Pero, de regreso en su habitacin. Peppone no pareca satisfecho como, lgicamente, hubiese debido estarlo. Tir los calcetines sobre la cama y don Camilo los cogi al vuelo y los mir, complacido. Bonitos dijo. Calcetines como stos, en casa, ni siquiera los soamos. Hasta la idea de hacer uno ms largo que el otro es inteligentsima: en efecto, no existe ningn hombre que tenga los dos pies idnticos. Cunto cuestan? Diez rublos farfull Peppone, que andaba a vueltas con la maquinilla. Cunto has pagado por el rublo? No lo s rugi Peppone. Slo s que por diez mil liras me han dado setenta rublos. Don Camilo sac la cuenta: Casi ciento cincuenta liras. Como el franco suizo. Y la mquina de afeitar? Nueve! Cinco por nueve cuarenta y cinco..., nueve por uno es nueve y cuatro trece. Casi mil trescientas liras la maquinilla de afeitar y mil cuatrocientas cincuenta los calcetines. Peppone se enjabonaba furiosamente y no hizo comentarios. Cunto cuesta en nuestro pas una maquinilla de sas? insisti prfidamente. Doscientas liras admiti Peppone, entre dientes. Doscientas liras con diez hojas: una maquinilla americana comprada en el Upim. No es posible. Debe de haber un error.

No, camarada, no hay ningn error. En primer lugar, en el Upim se trataba de una venta de propaganda, cosa que aqu no se hace porque, gracias al comunismo, las tiendas y las fbricas son del Estado y el Estado no tiene que luchar con ninguna competencia. Segundo: las del Upim son maquinillas americanas, en tanto que sa es una maquinilla sovitica, lo cual es muy distinto. Tercero: mientras que el rublo tiene un valor de casi cuarenta, a los turistas se lo hacen pagar a ciento cincuenta. El comunismo no ha trabajado ni mucho menos durante cuarenta aos para hacerles el caldo gordo precisamente a los turistas. Tu maquinilla, al ciudadano sovitico le viene a costar slo trescientas cincuenta liras. Peppone haba comenzado a afeitarse. Lo dej, volvi a enjabonarse, cambi la hoja y volvi a rascarse la cara. Don Camilo le observaba con crueldad y, al sentirse observado, Peppone resista, terco. Pero, al final, no pudo aguantarse: dijo en voz alta una palabrota y arroj contra la pared a la camarada maquinilla de afeitar. Eres un camarada de poca fe le dijo con voz grave don Camilo. Peppone, con la cara enjabonada, le mir con odio. Entonces, don Camilo tuvo compasin de l. Levant su maleta del suelo, hurg en el interior y sac un objeto que tendi a Peppone: Por casualidad no ser tuya esta asquerosa maquinilla americana que he encontrado por ah? le pregunt. Peppone se la arranc de la mano. Cada da me convenzo ms de que matar a un cura no es pecado dijo con absoluta conviccin. Mientras tanto, la camarada Petrovna, que continuaba montando la guardia en la puerta, de pronto vio ante s al camarada Scamoggia. No le dio tiempo siquiera a abrir aquella odiosa boca: El camarada Yenka Oregov le dijo con voz dura le ha rogado que considerase la maana como de reposo y la pase en el hotel. No es correcto, por parte de usted, tratar de salir. Yo no trato de salir explic Scamoggia. Yo quisiera pasar la maana de reposo aqu. La camarada Petrovna le contempl con curiosidad: No comprendo por qu, con tanto sitio como hay en el hotel, quiere usted descansar precisamente aqu, en mi divn. Camarada, ahora se trata de usted a los camaradas? No; se trata de usted a los burgueses. ;Yo no soy ningn burgus! protest Scamoggia. Ciertas actitudes son de la peor marca burguesa. Puedo haberme equivocado, camarada. Pero si t me ayudas, estoy dispuesto a hacerme una honrada autocrtica. La camarada Petrovna se conmovi por el tono sincero de las palabras de Scamoggia. Puedes sentarte, camarada le concedi sin abandonar su talante. Hblame de ti. Me llamo Nanni Scamoggia, tengo veintiocho aos, soy miembro del Partido, soy comunista desde el da que tuve uso de razn. Trabajo y tengo un pequeo taller de scooters.

Y eso qu es? Reparo scooters y los vendo. Vindola perpleja, se sac del bolsillo una foto suya en la que se vea a un Scamoggia presumidsimo y ceidsimo con mono blanco, encima de una Vespa. Los scooters son eso explic. Es el medio popular de transporte. Interesante estableci la camarada Nadia Petrovna. Cul es la posicin de tus familiares respecto al Partido? Mi padre est inscrito en l desde la escisin de Livorno. Mil novecientos veintids, si no me equivoco observ la Petrovna. Exacto. Mi madre muri, mi hermana es jefe de clula de Udi. Y tu mujer? Camarada, crees t que yo soy tipo para tener mujer? La Petrovna le mir severamente: A tu edad, hace falta una mujer. Y por qu tendra que tomarme una sola tomo esposa, cuando puedo tener muchas gratis? Instintivamente, la camarada Petrovna se apart: Todo lo que has dicho estableci demuestra que tienes una mentalidad burguesa. Son los burgueses explotadores quienes consideran que las mujeres son mero pasatiempo. La mujer tiene derechos, dignidad y funciones equivalentes a las del hombre. Por lo menos, en la Sociedad socialista. Camarada, no me he expresado bien protest Scamoggia. Yo slo hablaba de la exigua categora de mujeres que, por odiar el trabaj y no tener ninguna fe poltica o social, renuncian a su dignidad y, por lo tanto, a sus derechos... Comprendo le interrumpi Ndia. Esto no obsta para que el camarada, llegado a una edad respetable, no deba constituir una familia y colaborar as vlidamente en la formacin d las nuevas levas del Partido. Camarada estoy de acuerdo. Pero nosotros vivimos en un mundo diferente del tuyo, en un mundo lleno de egosmo y de hipocresa. En mi pas mandan los curas, y la inmensa mayora de las mujeres es esclava de los curas. Y es preciso andar con cuidado porque muchas de ellas son son agentes provocadores... No conoces a ninguna camarada que te inspire confianza? Scamoggia abrio los brazos: S, varias, pero... Total, comprendo qe es una flaqueza, pero ninguna me gusta. Me parece imposible, camarada. Ni una siquiera? Alguna habra, pero ya est casada. La camarada Petrovna medit unos instantes y luego concluy: Es una situacin difcil, camarada. Y t no la afrontas con suficiente seriedad. Camarada confes Scamoggia, abandonndose, los aos pasan, pero con aquel sol, aquel cielo azul, aquellas flores, aquella msica, aquel buen vino que hay all, parece que se es siempre joven. Nuestro pas es una bendicin de Dios... Camarada le interrumpi la Petrovna. Has dicho una hereja! No hay pases benditos o malditos por Dios. Dios no existe.

Lo s: pero ya sea por esos malditos curas, esas iglesias, esos tabernculos, el caso es que all se tiene la ilusin de que existe. La camarada Petrovna movi la cabeza: Tienes ideas muy confusas dijo. Lo admito, camarada. Pero podras decrmelo mirndome a m, no a la puerta. No deba repetirse el error de Stalin: no puede hablarse un lenguaje que valga tanto para los ciudadanos soviticos como para los ciudadanos americanos. Los hombres se resienten de la latitud, de las costumbres. Pretender abrir las cerraduras con la misma llave es irrazonable. La camarada Petrovna pens esto y se volvi hacia Scamoggia. Camarada, por qu no hablamos un poco de ti? le pregunt Scamoggia. Soy una mujer sovitica respondi orgullosamente la Petrovna, tratando de sustraerse a la mirada de Scamoggia. Soy miembro del Partido y funcionario de la organizacin turstica del Estado. Tengo veintisis aos y vivo en Mosc. Sola? La Petrovna suspir: No... Desgraciadamente respondi bajando la cabeza vivo con tres chicas en la misma habitacin. Pero no me quejo! Pues figrate si he de quejarme yo exclam Scamoggia. La Petrovna alz los ojos y le mir, estupefacta: Qu quieres decir? De momento cre que vivas con un camarada explic Scamoggia. Por lo que a m respecta, en suma, encuentro ms simptico que vivas con tres chicas que con un solo camarada. La Petrovna sigui mirndole, estupefacta: Perdona, pero no capto tu razonamiento dijo. Pero menta con el mayor descaro, lo que se comprendi por el lo que arm cuando, encontrndose todava entre sus manos la foto del esbelto vespista de mono blanco, en vez de devolverla a Scamoggia, se la meti en el bolso. Y es que tambin los funcionarios soviticos, pese a estar moldeados en la ardiente forja del socialismo, tienen sus flaquezas.

LA CLULA ESPACIALExcepto don Camilo, todos los electos del equipo de Peppone eran camaradas de probada fe. Hasta aquel pobre Rondalla; quien el prfido juego de don Camilo haba eliminado provocando su furor. De los ocho que quedaron el camarada Bacciga pareca el ms slidamente preparado y con frecuencia cit bastante a propsito importantes pasajes de los sagrados textos de la doctrina comunista. Pero Bacciga era genovs y como es sabido, los genoveses antes que otra cosa son genoveses. Que es lo mismo que decir gente prctica, con un sentido innato de los negocios. Y como don Camilo haba fijado los ojos en l, fue precisamente ese innato sentido de los negocios lo que le meti en los gordos. El hecho acaeci la tarde de la primera jornada oficial, durante la visita a la ciudad. Los Almacenes Universales del Estado estaban a pocos pasos del hotel, y la primera parada se efectu en ellos. El camarada Yenka Oregov encarg a la camarada Nadia Petrovna explicar a los huspedes que cada cual era libre de comprar lo que quisiera y, tras haber recordado oportunamente que, en 1965, la produccin sovitica de tejidos de lana alcanzara los ocho millones de metros y que, la del calzado, los quinientos quince millones de pares, se plant ante la puerta y no se preocup de otra cosa que de impedir que alguno se largase. Naturalmente, el camarada Scamoggia necesitaba una enorme cantidad de datos sobre la organizacin de los almacenes del Estado y se apart, con la camarada Petrovna, en la seccin de artculos domsticos. Peppone se peg a las costillas de don Camilo, y los dems se desperdigaron por ah. La tenducha estaba llena de mujeres: muchsimas vestan el mono de obrero o el uniforme de tranviario o de cartero, pero todas, tras haber comprado alguna lata o algn paquete de vveres en la seccin de comestibles, iban a contemplar, con ojos encandilados, los escaparates de calzado, de vestidos, de ropa interior y otras frusleras femeninas. El autntico comunista dijo don Camilo a Peppone-se distingue por su modestia y por su intolerancia hacia las cosas superfluas: por lo tanto, aqu pueden ocurrir dos cosas. O esas mujeres no son buenas comunistas, o lo que estn mirando con tanto deseo ya no es considerado superfluo, dado el elevado tenor de vida alcanzado por la Unin Sovitica. No comprendo adonde quiere ir a parar farfull, receloso, Peppone. Quiero decir que, en la Unin Sovitica, los bienes de consumo son tan abundantes, que una mujer puede considerar lcito deseo el de quitarse los pantalones y vestirse de mujer. Peppone no capt la provocacin. Habida cuenta que te han dado muchos rublos a cambio de tus diez mil liras insisti, prfido, don Camilo, por qu no compras aquella faldita para regalrsela a tu mujer? Una falda del Estado, confeccionada con tela del Estado y segn modelo del Estado por costureras del Estado no puede perdonar la delicadeza de las faldas producidas en los pases capitalistas, por la iniciativa privada. Y Peppone le rebati, fulmneo: Para una mujer, es mejor llevar una falda fea, pero ser libre, que llevar una falda de Christian Dior y ser esclava. Muy bien dicho, camarada aprob don Camilo, quien, por fin, haba vuelto a sumir a su hombre en un mar de confusiones.

El camarada Bacciga se haba despegado hbilmente de los dems y estaba discutiendo con la camarada vendedora de la seccin de peletera. Una discusin apretada y muda sostenida por ambos a copia de cifras escritas por uno y luego por la otra en un bloc. Se pusieron rpidamente de acuerdo y, entonces, el camarada Bacciga empez a sacar de su chaquetn pequeos sobres relucientes que la vendedora agarraba y haca desaparecer debajo del mostrador con consumada habilidad. Al final, la vendedora le envolvi una estola de pieles y el comercio finaliz all. Peppone no se haba percatado de nada, pero don Camilo lo vio y lo comprendi todo, y ahora tena una condenada prisa por volver al hotel. No regresaron hasta el anochecer, porque, despus de los Almacenes del Estado, visitaron una fbrica de cojinetes a bolas y, luego, el hospital. Pero tan pronto como don Camilo entr en el hotel, corri en seguida a refugiarse en su habitacin, Peppone, preocupado por su desaparicin, dej plantada poco despus a la compaa en el saloncito del hotel. Entr en la habitacin y encontr a don Camilo sentado en el suelo, ocupado en consultar unos cartapacios que haba sacado de la maleta. Mximas Don Camilo ni siquiera levant la cabeza y sigui hojeando sus papelotes y sus libracos. Toma esto dijo a Peppone pasndole una pgina arrancada de alguna revista. Aprndete de memoria los prrafos subrayados en azul. Peppone ech una ojeada al papel y en seguida tuvo un sobresalto: Cuaderno del Activista! Osservatore Romano Peppone se puso colorado y feroz como la Revolucin de Octubre: Cuadernos del Activista No te agites, camarada. Para hacerme una cultura comunista, ciertamente no poda dirigirme a la biblioteca del Obispado! Peppone se agach para controlar pginas y opsculos esparcidos en el suelo: Todo eso es mo! grit horrorizado, Me ha asesinado toda la biblioteca. Yo... Basta, camarada ataj don Camilo, Es indigno que ofrezcamos en el extranjero el msero espectculo de nuestras pequeas diferencias personales. Procura recordar solamente los prrafos subrayados en azul, Estos los citars t, Yo me aprender los prrafos subrayados en rojo. Peppone le mir con los ojos desencajados: Usted dijo jadeando me est organizando alguna bribonada. Yo no te organizo ninguna bribonada. Si no quieres hacer figura de estpido, mtete en la cabeza los prrafos que te he dicho. Y date prisa, porque slo te queda media hora de tiempo. Est bien respondi Peppone, entre dientes. Luego hablaremos de eso. Se sent a la mesita, fij los ojos en el papel y empez a aprenderse su leccin. nicamente se trataba de dos prrafos de pocas lneas, pero se los habra aprendido de memoria aunque hubiesen sido de una pgina entera, tanta era su rabia. Oigamos dijo por fin don Camilo, depositando de nuevo sus papelotes en la maleta.

Los extremismos no son buenos en ninguna ocasin, pero si se hubiese de escoger, nosotros preferiramos las afirmaciones claras, aunque restringidas e intolerables, a las nebulosidades blandengues y huidizas. Bien. Eso lo dirs cuando yo finja no recordar una frase determinada de Lenin. El otro trozo, en cambio, cuando yo te pida el parecer del Partido. Qu Partido, as Dios nos confunda? farfull Peppone. Kommunist, exige de todos sus miembros que... ...que incluso en su conducta personal... Y, furibundo, recit la retahla nmero dos hasta la ltima palabra, sin tr