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MINIGUIA DE LA PROVINCIA DE GIRONA
La provincia de Girona es una de las más completas que existen: su variada
orografía cuenta desde el Pirineo hasta la Costa Brava, pasando por la zona
volcánica de la Garrotxa y el lago más grande de España, el de Banyoles.
En su rico patrimonio histórico-artístico encontramos desde la huella griega
y romana hasta la cultura ibérica; el testimonio de haber sido uno de los
primeros focos del románico; una destacada catedral de estilo gótico
catalán con su valiosísimo tesoro; restos de su colonia judía; la magnífica
muestra de ingeniería militar que constituye el castillo de San Fernando de
Figueres; los diversos inmuebles que albergan el legado daliniano o un
museo del cine y del precine. Además, su gastronomía es rica y variada, lo
que constituye todo un aliciente a la hora del descanso.
Al final de cada comarca y si su complejidad lo exige, incluyo un resumen
esquemático, para que el lector pueda discernir con más facilidad lo más
importante y así planificar mejor la visita, en función del tiempo de que
disponga.
Como quiera que la provincia no puede ser visitada en un par de días y que
conocerla puede exigir varios viajes, hago constar un resumen temático en
forma de esquema de lo más destacado de la misma, para que el viajero
pueda escoger en función de sus intereses y circunstancias.
COSTA BRAVA
Comenzaré mi descripción con la Costa Brava Norte, desde Portbou hasta
Roses, junto con sus inmediaciones, partiendo de la frontera con Francia.
Advierto desde el principio que esta guía no pretende ser exhaustiva, sino
recoger tan solo lo más importante.
Muy cerca de la localidad de El Port de la Selva nos encontramos con uno
de los más importantes monumentos de la provincia, el bello monasterio
románico de Sant Pere de Roda o Rodes. Ubicado en la montaña, desde él
se observan unas preciosas vistas, todavía más extraordinarias si
continuamos ascendiendo hasta las ruinas del castillo de Sant Salvador,
desde donde podemos contemplar todo el golfo de Roses y, según los muy
optimistas, en días muy claros y con prismáticos la isla de Mallorca. En
dicho monasterio hay algo sin parangón: su iglesia.
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Iniciada en el siglo IX, las obras se vieron paralizadas por las incursiones
de Almanzor, y reanudadas más adelante, hasta su consagración en el 1022.
Constituye toda una mezcla de estilos: carolingia por sus dimensiones; con
la bóveda de herradura como en el prerrománico; con capiteles califales; de
influencia tardorromana, y románica en su conjunto; pero se trata de un
románico peculiar: es un intento de crear un arte románico local, y que no
fructificó.
El peso de la bóveda descansa sobre grandes pilares con columnas romanas
adosadas, sobre las que descargan los arcos fajones; pilares propios de la
época tardorromana. No existe otra iglesia románica de la época con la
totalidad de los adelantos técnicos que muestra, ya que cuenta con cripta,
doble girola, grandes dimensiones y otros, lo que para los especialistas
constituye “un irritante enigma”, en palabras de Marcel Durliac.
Al monasterio se puede acceder desde Port de la Selva o desde Vilajuïga.
Poco antes de llegar se pueden visitar las ruinas de un poblado medieval.
Aprovecho para decir que las localidades de Llançà y Port de la Selva
merecen visitarse, con sus playas de pequeñas piedras. Podemos comer en
dichos pueblos o en el propio monasterio.
Otra de las joyas del arte románico de la provincia la constituye la iglesia
del arruinado monasterio benedictino de Sant Quirze de Colera, ubicada en
un lugar aislado del término municipal de Rabòs, cerca de la frontera. La
iglesia y parte del claustro es lo único que se conserva; pero vale la pena.
Para visitarla consultad internet.
Después de Port de la Selva y en dirección sur, nos encontramos con
Cadaqués, la casa de Dalí en Port Lligat y el parque natural del Cabo de
Creus, por este orden, ya que a estos últimos lugares solo puede accederse a
través del mencionado pueblo; cosa no fácil, ya que la carretera de Roses a
la localidad es muy sinuosa y con precipicios escalofriantes; a lo que hay
que sumar que en verano se forman colas de kilómetros en la estrecha
carretera, y te puedes encontrar con que la policía local no te deje entrar por
no haber sitio donde aparcar. No aconsejo ir en agosto.
Pero Cadaqués, antaño frecuentado por artistas como Dalí y escritores
como García Lorca, no es un pueblo cualquiera: es de los más bonitos de la
provincia, quizás el que más de la Costa Brava, y ha sido representado en
numerosísimas pinturas. Cuenta además en su iglesia con un retablo que
constituye uno de los dos monumentos del barroco más importante de
Girona provincia (el otro lo son las escalinatas de la catedral).
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Continuando hacia el cabo, nos topamos con Port Lligat, donde se sitúa la
que fuera casa del pintor Dalí, y que hoy depende de la fundación Gala-
Salvador Dalí. Hay que reservar hora para visitarla, visita que vale la pena
por las excentricidades del artista, muy en línea con su estilo surrealista.
Y, finalmente, llegamos al Cabo de Creus, un lugar ciertamente bello.
Podemos comer en el restaurante que hay en lo que en su día fuera la casa
cuartel de la Guardia Civil (no confundirlo con el chiringuito existente,
donde solo se pueden comer sardinas); si bien hay que hacer constar que
Cadaqués cuenta con numerosos restaurantes. Yo estuve un día solitario,
sin olas y sin viento, y el silencio sobrecogía.
Roses, fundada por los griegos bajo el nombre de Rodas, constituye un
caso curioso de cómo en un mismo lugar, su ciudadela, se han ido
sucediendo prácticamente todas las culturas desde el tiempo de su
fundación. Lamentablemente varios muros de la ciudadela fueron volados,
ya por los franceses o por un constructor codicioso en época de Franco (lo
que debió costarle la prisión, ya que el gobernador se lo tomó muy mal);
dichos muros han sido reconstruídos, pero con otro aspecto. Yo todavía he
visto bombas de mortero u obús en el recinto. También y junto al mar se
encuentra el castillo de la Trinidad, que yo no he visitado pese a que en las
obras de reconstrucción de ambos monumentos ha participado el Estado.
Quitando estos, la localidad no tiene especial interés.
Lo que sí lo tiene son las calas que van desde la ciudad al agreste Cabo
Norfeo, en dirección Cadaqués, a donde no se puede llegar por esta ruta,
salvo que se vaya en un oruga. Por el camino se encuentran pequeñas
fortificaciones, como los restos de un castillo visigodo en el Puig Rom, que
hace de mirador sobre el golfo de Roses. Aprovecho para advertir que los
restaurantes de esta zona son caros.
El colosal radar que se observa sobre la montaña pertenece al Ejército del
Aire.
La ruta marítima de Roses a Cabo de Creus es muy bonita.
A poca distancia de la villa se encuentran las marinas de Santa Margarida y
de Empuriabrava. Pasearse por ellas no es fácil, debido a las verjas que
existen.
Ya en el interior, vale la pena desplazarse a la localidad de Castelló
d’Empúries - donde se celebran diversas fiestas medievales-, para visitar su
basílica gótica, de grandes dimensiones porque el Conde pretendía que
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fuese la sede de un obispado. En ella se encuentra un valioso órgano, con
sus españolas trompetas de batalla, con el que se celebran conciertos; yo
visité la basílica a instancias de su párroco ante el mal estado del templo y
del órgano, y la inhibición del obispado. Y puedo dar razón de lo motivado
de la solicitud de ayuda, ya que ese día estando una pareja haciéndose una
foto a la entrada les cayeron justo a su lado piedras de la fachada; y cuando
el cura tocó el órgano, le salió un ratón. Ahora está todo reparado.
Dejando la Costa Brava norte y bajando, merece especial mención el
Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà, un conjunto de marismas en
la que los aficionados a las aves pueden contemplarlas en la época de sus
migraciones. Como curiosidad, el lecho de sus canales está formado por
arenas movedizas; por eso están vallados. Yo conozco a uno que de niño
estuvo a punto de ser succionado; y una de sus charcas se denomina “el
bramador dels bous”, lo que dudo mucho sea casualidad.
El siguiente lugar de interés es la localidad de Sant Martí d’Empúries y las
ruinas de la ciudad griega y romana de Ampurias, en el término municipal
de l’Escala. En aquella se ubicó el primer asentamiento griego, ya que
originariamente era una isla; más tarde fue la capital del Condado de
Ampurias. Conserva parte de la muralla medieval y una iglesia románica.
Desde allí hay una magnífica panorámica del golfo de Roses, y puede
contemplarse asimismo el muelle griego, que ha quedado en seco. Hay una
sucesión de bonitas pequeñas calas, y en el pueblo varios restaurantes; yo
recomiendo el Esculapi, en primera línea, si bien el servicio es deficiente y
tampoco es barato. Estos restaurantes de primera línea –solo hay dos- están
siempre llenos, por lo que es prudente reservar (y no llegar tarde). Hay
además una arboleda donde podemos hacer la siesta, por lo que la jornada
puede ser completa.
Sobre las ruinas griegas y romanas, recomiendo una visita guiada o un
audio, ya que si no no te enteras de nada. Y visitar el museo.
Por la Escala vale la pena dar un paseo, por las buenas vistas del golfo de
Roses; a la entrada de la localidad viniendo de Ampurias se encuentra el
museo de la Anxova y de la Sal, ya que son muy típicas las conservas de
anchoas; podemos adquirirlas en las propias fábricas, que se encuentran a
la salida de la población yendo a Torroella de Montgrí. Aparcar en agosto
puede ser complicado. Hay muchos restaurantes, de los cuales solo puedo
dar razón de uno y excelente, “La Cala”, ubicado en el casco antiguo y en
primera línea de mar; allí Rosa y yo hemos degustado el menú de tapas -63
euros los dos sin bebidas-, y hemos vuelto alguna vez, pero no en plena
temporada. Es de los mejores restaurantes de pescado que conocemos.
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En el mismo término municipal y en dirección sur, por Riells, está la
preciosa Cala Montgó, de aguas más frías que las de la zona. Debo precisar
que solo la parte izquierda es de l’Escala; la derecha pertenece a Torroella
de Montgrí, dándose la circunstancia que la misma, por haber sido zona
militar, carece de construcciones. Una torre de defensa, de las denominadas
“torres moras”, vedaba a los piratas berberiscos el acceso a la sinuosa cala.
Yo asistí a una conferencia sobre dichas torres en la que se mencionaba un
incidente en el que la artillería de la torre había abierto fuego contra un
barco pirata, en un estéril intento de frustrar que capturase una barca
cargada de trigo, cuya tripulación no había estado atenta a las señales de
humo de los vigías.
En primera línea de playa se encuentra el restaurante del hotel Can Miquel,
del cual soy cliente. Es un tanto caro, pero se come bien. Son buenos sus
arroces, ya sea en forma de paella o a la cazuela o caldosos. En otros
restaurantes de la provincia pedir paella puede ser aventurado, ya que lo
típico de aquí es el arroz a la cazuela (con su variante del arroz caldoso),
que puede ser muy suculento.
Desde el puerto de l’Escala parten cruceros turísticos hasta Cadaqués, a
temprana hora.
En el Estartit, término municipal de Torroella de Montgrí, se halla la
reserva marina de las islas Medas, muy concurrida por los submarinistas.
Diversos barcos turísticos realizan viajes en torno a las mismas; algunos
incluyen el trayecto hasta la roca de la Foradada (para pasar por debajo,
debe ser una embarcación pequeña). En Torroella, a 5 kilómetros, pueden
visitarse tres inmuebles: uno lo constituye una casa de indianos, donde se
encuentra la sede de la Fundación Mascort, creada por un mecenas que va
exponiendo partes de sus riquísimas colecciones; casi enfrente se halla el
Palacio Solterra, una casa señorial que merece una rápida visita. Y,
finalmente, el Museo de la Mediterránea.
A corta distancia de Torroella y en dirección sur, se encuentran, próximos
entre sí, el poblado ibérico de Ullastret, la iglesia prerrománica de Sant
Julià de Boada y dos de los pueblos medievales más remarcables de la
provincia, Peratallada y Pals. El primero es más rústico, con un
impresionante foso tallado en la roca, dando una impresión de mayor
antigüedad, mientras que el segundo, más reconstruído, sugiere el gótico;
ambos son muy bonitos y de diferentes estilos, y ciertamente merecen una
visita y el pasear por sus calles.
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Para llegar a Peratallada y si partimos de Torroella, debemos tomar la
carretera que lleva a Pals y desviarnos a la derecha, según el indicador. Esta
carretera secundaria más bien parece una ruta gastronómica, por la cantidad
de restaurantes que podemos encontrar. El primero de ellos es el de Can
Bach, radicado en una antigua masía de color rojizo del término municipal
de Sant Feliu de Boada pero antes de llegar a la localidad, para lo cual hay
que desviarse a la izquierda en una curva muy cerrada bien atentos al
indicador del restaurante; no lo menciono porque sí, ya que para mí es el
mejor restaurante de carne a la brasa de la provincia, y todo lo que mi
esposa y yo hemos probado estaba bueno (no solo la carne, puntualizo),
dada la calidad de las materias primas y el esmero del personal. Y todo ello
es mucho decir, lo que compensa la brevedad de la carta.
Siguiendo la carretera y un poco más adelante, desviándonos a la derecha,
se halla el pueblo de Sant Julià de Boada, con su pequeña iglesia
prerrománica, normalmente inaccesible. Yo estuve con mi esposa Cristina
hace muchos años, acabada de recuperar de su anterior destino como
cuadra, cuando aún se observaban los comederos para el ganado. En esa
misma rotonda y a la izquierda se accede a Sant Feliu de Boada, que cuenta
con varios restaurantes de los que me dicen que en todos se come bien,
aunque muy baratos no son; yo he estado en Can Dolç, donde he comido un
bescuit con chocolate que es el mejor que Rosa y yo recordamos.
Continuando, a la derecha y en una desviación se encuentra el pequeño
pueblo amurallado de Palau-Sator, donde por cierto tenía casa el judío
fundador de la Danone, ya que era de la Bisbal. En dicha localidad se
encuentran también varios restaurantes; yo he ido últimamente al Mas Pou,
bueno pero caro; cuenta con parking.
Finalmente llegamos a Peratallada, que cuenta con muchísimos
restaurantes; yo frecuento este pueblo desde siempre, ya que acudía al
restaurante “El Borinot” con toda mi familia, mi madre y mi hermana Ana
Mary incluídas (primero nos dábamos una vuelta, no íbamos solo a comer).
Ahora el principal restaurante al que vamos es “La Cort”. Considero
imprescindible llegarse hasta la iglesia, que cuenta con una vistosa
espadaña gótica, y desde allí entrar en el pueblo por la puerta de la muralla,
franqueando el foso. Y después callejear.
Pals no está demasiado lejos, por lo que es perfectamente posible visitarlo e
irse a comer a Peratallada, donde probablemente comeremos mejor y más
barato. Tras plantarse en su bella iglesia gótica, donde yo me casé con
Rosa, hay que callejear y contemplar desde sus miradores sus magníficas
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vistas sobre las islas Medas y la campiña. También es posible comprar
chucherías en sus diversos pequeños comercios.
Vale la pena visitar el poblado ibérico de Ullastret, uno de los más
importantes de la Península, y que se asentaba junto a una laguna, hoy
desecada. Impresionan sus murallas. Como además está arbolado, la visita
se hace muy agradable.
Continuando por la costa, en tierra de arrozales (el arroz de Pals cuenta con
denominación de origen), nos encontramos con el castillo (en ruinas) y el
bonito pueblo de Begur, antes Bagur. Desde el castillo hay una buena vista
de los arrozales y del pueblo, que cuenta con torres (murallas no habían) y
varias casas de indianos (existe una ruta, y visitas guiadas por el
ayuntamiento); así como se ven las islas Medes y, al fondo, el golfo de
Roses. Es un municipio de segundas residencias de gente con dinero, con
bonitas casas (entre ellas, la que fuera de la bailarina Carmen Amaya),
tiendecitas y restaurantes caros.
El final de la extensa playa de Pals linda con el término municipal de
Begur. Allí, en el denominado Recó de Pals, se encuentra el restaurante
Solimar (t.m.Begur), de buenos arroces a la cazuela y caldosos; la playa es
muy profunda, y a veces hay oleaje y surferos.
Desde el Recó de Pals y por el camino de ronda se llega a la bonita playa
nudista de Illa Roja, y continuando, a la de Sa Riera, ya de mayores
dimensiones. Aprovecho para explicar que la intención de Costas es la de
construir una red de caminos de ronda que comuniquen entre sí y hagan
posible recorrer a pie todo el borde de la Costa Brava; ignoro hasta qué
punto ello se ha alcanzado, pero desde luego hay mucho hecho, por lo que
es perfectamente posible realizar un plan de itinerarios, a gusto del
consumidor.
La carretera que lleva a Sa Riera desde la rotonda de Pals es muy bonita,
flanqueada de pinares; pero para volver es mejor hacerlo por Begur. Antes
de la playa y en la riera hay un sauce llorón inmenso, el más grande que he
visto en la vida.
Entre Sa Riera y Tamariu hay toda una serie de pequeñas calas, bonitas
pero muy frecuentadas en verano, especialmente los fines de semana y en
agosto; algunas son pedregosas, como la de Sa Tuna, de mal entrar en el
agua; y por cierto que a la vecina cala de Aiguafreda solo vale la pena ir
para pasear por el camino de ronda, ya que en su casi totalidad está
ocupada por un muelle. En la zona se encuentra el parador nacional de
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Aiguablava; los restaurantes de dicha cala – recogida y del precioso color
de su nombre- son caros, por lo que es mejor ir a comer al interior. El
paisaje, entre pinares, es muy remarcable. Fuera de plena temporada vale la
pena de ver el paraje de Aigua Xelida, con una playita casi al nivel del mar
a donde me gusta ir en setiembre llevándome la comida (también se puede
optar por comer en Peratallada, salvo que se salga demasiado tarde).
Ya la playa de Tamariu es de mayores dimensiones, y de aguas profundas.
A la izquierda y mirando al mar hay un restaurante que está bien. Los
caminos de ronda, a izquierda y derecha, son muy bonitos. Tamariu se
encuentra al pie del Cabo San Sebastián.
Este cabo merece una mención expresa por sus extraordinarias vistas. En él
hay un faro; al final del camino y antes de llegar a él, hay un mirador desde
el que se observa la campiña y las bellísimas playas de Llafranc y de
Calella de Palafrugell, a las que se puede descender en coche desde allí.
Hay un aparcamiento unos metros más arriba, al lado de un torreón del
siglo XV, con un restaurante y los restos de un pequeño poblado ibero; la
vista sobre el mar azul, un día claro, es ciertamente preciosa. Puede
seguirse el camino de ronda a la izquierda, que transcurre entre bosques;
falta tener tiempo.
Calella de Palafrugell (no confundirla con Calella de la Costa) es una de las
localidades más bonitas de la Costa Brava; la excursión puede contemplar
el Cabo San Sebastián y seguidamente recorrer a pie sus calas. Según la
época, nos podemos dar un baño, pero advirtiendo que hay calas de aguas
profundas que fuera del verano son frías. Por restaurantes no quedará; en el
pueblo y a la derecha hay un restaurante de tapas de cierta fama, pero yo
voy al Solimar, situado en la parte izquierda y junto a la playa; sus arroces
son buenos, pero fuertes, y las raciones están bien hechas. Es en la playa de
Port Bo donde se celebra el festival de habaneras, masificado y
últimamente politizado.
El camino de ronda de la izquierda, casi un paseo marítimo, conduce a
Llafranc; es de gran belleza, como también lo es dicha playa y puerto
deportivo. El camino o caminos de la derecha (se puede ir tranquilamente
en coche) lleva a un paraje también extraordinario, el Jardín Botánico de
Cap Roig. Un exiliado ruso lo compró hace muchos años, y después lo legó
a la Diputación, por lo que ha podido conservarse y mejorarse. Está
dispuesto el Jardín montaña abajo y con el mar al fondo, y en él las Islas
Formigues (donde en 1285 el almirante Roger de Lauria o de Llúria hundió
la flota francesa), por lo que la vista y el paseo es inmejorable. Si es en
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verano, debe irse con la cabeza protegida y evitando las horas punta de
calor.
Este tramo del cabo San Sebastián hasta Cap Roig es de lo mejor de la
Costa Brava. Si no es en plena temporada, no es descabellado en absoluto
pernoctar allí, ya que recorrer lo descrito lleva tiempo (y no hay que
hacerlo a paso de marcha).
Desde Cap Roig y continuando, la primera localidad que se encuentra es la
de Palamós, por lo que describiré ese tramo, accesible a pie a través de
caminos de ronda o paseos marítimos, o bien en coche desde la carretera de
Palafrugell a Palamós (no desde Cap Roig).
Cala Estreta, situada delante mismo de las islas Formigues y entre pinares,
es uno de los escasos parajes vírgenes de la Costa Brava. Para acceder a la
misma hay que tomar la dirección de la Cala del Castell y desviarse a la
izquierda por un camino forestal, que en los meses de julio y agosto se
encuentra vallado, por lo que no hay otro recurso que ir por el camino de
ronda del Castell a Cap Roig; a mitad de camino está el pequeño poblado
ibérico de Castellet. Yo voy allí fuera de temporada llevándome la comida,
por lo bello del paisaje. Es playa nudista.
Cala Castell está, asimismo, sin urbanizar. También he ido allí en plan de
picnic y yéndonos a comer al bosque. Al lado está la Fosca, ya totalmente
urbanizada y con un bello paseo marítimo. Hago constar que la playa puede
ser peligrosa, ya que hay una corriente. Nosotros hemos ido a comer a los
restaurantes Hostal la Fosca, en primera línea de mar, y al del hotel El
Ancora, ya en el interior; los arroces de ambos disfrutan de buena fama.
A la derecha de la Fosca se encuentra Palamós, a cuyo término municipal
pertenece. El primitivo asentamiento se halla sobre un promontorio que se
abre sobre la bahía de su nombre, con las consiguientes vistas. Allí
Cervantes hizo estancia. Cuenta con puerto pesquero, deportivo y
comercial, y en una nave portuaria con un museo de la pesca extensísimo.
Vale la pena darse una vuelta. Hay muchos restaurantes, por lo que no
desfalleceréis de inanición; ni tampoco de un ataque de la piratería
musulmana, como la que en su día asaltó la localidad.
En el tramo de costa de Palamós a Sant Feliu de Guíxols nos encontramos,
en primer lugar, con Sant Antoni de Calonge, que viene a ser como una
especie de prolongación de la zona de ribera de Palamós; en un día soleado,
da gusto pasear a lo largo de ambos paseos marítimos, contemplando el
mar y las embarcaciones; en Sant Antoni se pueden observar asimismo una
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serie de curiosos tómbolos artificiales, erigidos para frenar el avance del
frente marítimo y con él el derrumbe de los excesivamente altos edificios
de la primera línea costera.
A continuación, a partir del extremo derecho de la playa de Torre Valentina
un camino de ronda nos introduce en un espectacular paisaje de calas
boscosas, que llegan hasta Playa de Aro (oficialmente, Platja d’Aro). Nos
podemos bañar en la playa o en una calita de su extremo, enfrente del
restaurante El Recó, al que iba hace tiempo (bueno y caro). Yo he ido
varias veces a comer de picnic por allí, en medio del bosque, donde se
encuentran tres torres de defensa en sucesión. Ya cerca de Playa de Aro se
encuentran unas calas preciosas, de lo mejor de toda la Costa, que se
pueden disfrutar mucho más fuera de la época estival y sus agobios, en un
municipio tan concurrido en verano como lo es el de Castell- Platja d’Aro.
De Platja d’Aro se han escrito tantas cosas, que poco puede añadirse. Su
playa es de aguas profundas y, aunque es muy extensa, en fin de semana se
llena en exceso; en su extremo oeste, en Punta Prima, se ha construido una
marina. Puede resultar agradable darse una vuelta por la población,
observando los escaparates de las múltiples tiendas existentes, o yéndose a
cenar una pizza paseando por sus concurridas calles, como he hecho tantas
veces.
Al término municipal de Castell-Platja d´Aro pertenecen S´Agaró y la cala
de Sa Conca. La playa de S´Agaró está dividida en dos términos
municipales: la parte izquierda es del meritado, y la de la derecha,
denominada Sant Pol, pertenece a Sant Feliu de Guíxols. S´Agaró es un
lugar emblemático de la Costa Brava, ya que en los años veinte se creó allí
una magnífica urbanización presidida por un hotel de lujo, el Hostal de la
Gavina, perteneciente al millonario Ensesa, quien poseía en Girona la
principal fábrica de ácido tartárico de España; con las rentas de dicha
empresa sufragaba los déficits del hotel, que había sido frecuentado por
toreros y conocidas actrices de los años cincuenta (por cierto, en ocasiones
incapaces de valorar las colchas y demás objetos de artesanía de su
habitación).
En la urbanización en cuestión edificaron mansiones los corcheros de la
zona. El abuelo de mi difunta esposa Cristina, que lo era, estuvo a punto de
hacerse una, pero como los planos debían ser supervisados por el prócer
promotor y él era de carácter orgulloso, desistió. Un célebre arquitecto de
la provincia, Masó, se encargó de la construcción del camino de ronda -uno
de los más bellos de la Costa Brava- que bordeando la urbanización
desemboca en la bonita cala de Sa Conca. Yo recomiendo recorrer dicho
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camino y volver a pie a través de la urbanización, ya que está vedado el
tránsito de vehículos ajenos a los propietarios.
En su día se celebraban allí en verano festivales de música, a los que yo
había ido, pero tras el cierre de Industrias Químicas y Tartáricas S.A. ello
pertenece al pasado.
Como curiosidad, todavía se conserva alguna de las casetas de aquel
entonces; y el local de lo que fueran los baños del hotel es hoy el
restaurante -caro- de La Taberna del Mar.
Cuando yo voy a la zona y quiero quedarme a comer, lo hago en Villa
Laura (discreto) o en el Barcarola, de mayor calidad pero que no está en
primera línea.
Desde la playa de Sant Pol podemos acceder a Sant Feliu a pie por el
camino de ronda -con muchas escaleras- o en coche por carretera
bordeando sus pequeñas calas; por supuesto que si lo que queremos es ir a
dicha localidad, el acceso normal es desde la carretera de Girona, o la
autovía que parte de Palamós.
Conozco bien Sant Feliu de Guíxols porque mi primera suegra tenía casa
allí, en la que pasábamos los veranos y algunos fines de semana. Es una
famosa localidad turística y antaño sede de fabricantes de tapones de
corcho (“tapers”); cuenta con puerto pesquero, deportivo e incluso
comercial. Un tren de vía estrecha la unía con la capital de la provincia.
La ciudad fue repoblada en torno a su monasterio, amurallado por el
peligro de los piratas y corsarios berberiscos y turcos. Es muy remarcable
su “Porta Ferrada”, la inicial puerta de acceso a la iglesia y fachada del
primitivo monasterio, de estilo prerrománico; estilo que está presente en los
parajes de los alrededores, como luego veremos. El monumento es
visitable, ya que además de su iglesia gótica cuenta con un Museo del
Corcho (cuya pieza más notable es un Quijote compuesto con ese material),
y una sala de exposiciones temporales de la baronesa Thyssen (Carmen
Cervera), ya que la conocida mecenas y exactriz está muy ligada a la
población y posee una villa en una cala cercana. No está de más que
dejemos el coche en el aparcamiento que hay junto al citado monasterio.
Otro museo es el del juguete, en la Rambla Viader.
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Sobre un alto y subiendo por la parte derecha de la playa se encuentra el
extraordinario Mirador de la ermita de Sant Elm, en donde Ferran Agulló
tuvo la inspiración de bautizar la costa como la “Costa Brava” un día de
temporal. Desde allí se disfruta de una magnífica vista, a la derecha el
precioso conjunto de pequeñas calas que conforman el litoral hasta Tossa
de Mar, y a la izquierda la bahía de Palamós y los montes de Begur. A mi
juicio este es uno de los mejores miradores de la Costa, si no el mejor.
Aprovecho para señalar que la carretera que lleva a Tossa cuenta con
centenares de curvas – y está llena de ciclistas- y las pedregosas calas son
de difícil acceso, por lo que es aconsejable ir por otra vía, o bien tomar el
crucero turístico que enlaza la localidad con la de Tossa. Se puede ir más
allá, hasta Blanes o en dirección contraria a Palamós, pero este tramo es
con mucho el más vistoso. Si podeis, no os lo perdáis.
El que en Sant Feliu haya puerto no es óbice para bañarnos en su playa, de
aguas y arena limpias, como yo he comprobado muchas veces.
A cinco kilómetros de la localidad, yendo a Santa Cristina y a mano
izquierda, se encuentra Pedralta, antaño piedra oscilante, hasta que tras
unas lluvias se cayó. Una grúa se encargó de devolverla a su sitio, pero ya
no bascula.
Yendo a Romanyà de la Selva y a mano derecha, nos encontramos con la
iglesia prerrománica de Bell.lloc, muy bonita; otra cosa es acceder a su
interior, ya que solo se dice misa una vez al mes. Se puede preguntar en
Castell d ‘Aro.
En la cumbre de Romanyà se halla un dolmen con crómlech, que yo he
visitado muchas veces. Y en la localidad son visibles restos prerrománicos
en su iglesia. Cuenta desde siempre con restaurantes, de los que uno es
sofisticado. Un camino polvoriento (no sé si ahora lo habrán asfaltado)
conduce hasta Playa de Aro, con buenas vistas sobre su valle y el mar.
Como ya he indicado antes, para acceder a Tossa de Mar es preferible ir
por carreteras del interior. Amurallado sobre el mar, su casco antiguo es
precioso por las vistas, una de las más bellas localidades de la Costa Brava.
No os la perdáis. Cuenta con numerosos restaurantes; el plato típico es el
simi-tomba o cim-i tomba, una cazuela de pescado.
A continuación tenemos el municipio de Lloret de Mar, tan famoso. Hay
que señalar que el verano no es la época mejor para visitarlo, por las
aglomeraciones y porque abunda el turismo inglés de borrachera. Un paseo
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por la costa no es desdeñable en absoluto; por ejemplo y a la derecha, el
camino que lleva al monumento a la mujer pescadora y continúa hasta Cala
Banys, donde hay un establecimiento de estilo tropical donde podéis tomar
un aperitivo o un coctel, según la hora. Dentro del término y de propiedad
municipal se encuentran los Jardines Históricos de Santa Clotilde, que
habían sido visitados por Franco ya que su propietario de entonces era
amigo suyo; ubicados al lado del mar, merecen una visita. Como
restaurante puedo indicar Ca l’Amic, dada la excelente cocina de quien lo
regenta, Rafael.
Entre Lloret y Blanes está el jardín botánico dedicado al cactus de Pinya de
Rosa, de pequeño tamaño y que, al igual que el de Cap Roig, desciende
sobre el mar. Y ya en Blanes y junto a la torre vigía se halla el Mar i
Murtra, uno de los jardines botánicos más importantes de Europa por su
colección de cactus; construido en un alto sobre el mar, goza de magníficas
vistas y constituye uno de los mejores atractivos de la Costa Brava.
Y en Blanes finalizan tanto dicha Costa como la provincia.
Recopilando y en plan esquemático, tenemos sobre la Costa Brava:
-Los más bonitos pueblos costeros: Cadaquès, Sant Martí d‘Empúries,
Calella de Palafrugell, Tossa de Mar.
-Pueblos más atractivos no costeros: Pals, Peratallada, Monells (pequeño y
peliculero).
-Yacimientos arqueológicos más importantes: ciudad griega y romana de
Ampúrias, junto al mar; poblado ibérico de Ullastret.
-Miradores: monasterio de Sant Pere de Rodes y castillo de Sant Salvador,
castillo de Begur, Cabo y faro de Sant Sebastià, ermita de Sant Elm en Sant
Feliu de Guíxols.
-Jardines: botánicos de Cap Roig en Calella de Palafrugell, Pinya de Rosa
entre Lloret y Blanes, y Mar i Murtra en Blanes; históricos de Santa
Clotilde en Lloret.
-Caminos de ronda más destacables: de Llafranc a Calella; de Torre
Valentina a Playa de Aro; y de S’Agaró a Cala Sa Conca. Téngase en
cuenta que prácticamente toda la costa está unida por paseos y caminos de
ronda, por lo que no es fácil señalar uno concreto.
COMARCAS PIRENAICAS
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Consideraré tres comarcas: la Cerdanya, el Ripollès y el Alt Empordà.
Ciertamente que la Garrotxa linda también con la frontera francesa, pero lo
hace por caminos y no por carretera; y tiene unas características
geográficas y turísticas que aconsejan darle un tratamiento diferente.
La parte norte de la provincia constituyó uno de los principales focos del
primitivo románico -junto con el Rosellón-, allá en el siglo XI, por lo que
podemos encontrar numerosas iglesias total o parcialmente románicas.
Como focos del saber, destacaron los monasterios de Ripoll y de Sant Pere
de Rodas, junto con el de Cuixà, este último actualmente en Francia.
La Cerdanya y el Ripollès forman parte de lo que antes se conocía como la
España húmeda. Hoy, con el cambio climático, ciertamente que allí llueve
más que en el resto de la provincia, pero no sé si esta clasificación continúa
aplicándose. En ambas se detecta toponimia vascuence.
No entraré en el tema de las excursiones que pueden realizarse a los picos
pirenaicos, pero sí digo que los que deseen practicar rutas alojándose en
refugios pueden recurrir a empresas especializadas.
LA CERDANYA
Antiguo territorio de los ceretanos, se encuentra políticamente dividida
entre España y Francia, con un enclave español en territorio francés, Llivia;
consecuencia del artificial Tratado de los Pirineos. Digo artificial porque
tanto la totalidad de la comarca como las del Rosellón, el Capcir y el
Vallespir forman parte de Cataluña; cabe reseñar que la cultura catalana ha
sido anorreada en la denominada Cataluña Norte, con una muy
considerable inmigración francesa; y, por lo que respecta al idioma, según
mi experiencia el catalán se restringe en gran medida a los pueblos de la
montaña.
A la comarca que nos ocupa se accede principalmente por la parte
barcelonesa, a través del túnel de peaje del Cadí. Desde Girona por la
sinuosa Collada de Tossas -nada recomendable- o por los caminos
adyacentes.
Su capital es Puigcerdà, muy frecuentada por barceloneses. Que nadie
espere encontrar murallas allí o en Llívia, destruidas en las guerras con los
franceses. La capital cuenta con un lago artificial, abastecido con aguas
15
procedentes de la actual Francia (con los consiguientes problemas, ya que
nuestros vecinos son poco respetuosos con los tratados internacionales que
regulan las relaciones fronterizas). En Llívia existe una célebre farmacia,
que conserva sus centenarios botes de cerámica; su iglesia gótica cuenta en
sus claves de bóveda con el escudo de mi linaje, ya que los Descatllar
fueron los alcaides de su desaparecido castillo. Creo que merece la pena
acercarse hasta esta última localidad.
En la parte montañosa de la comarca está el lago de origen glaciar
denominado el Mal Niu, de gélidas aguas. Y en el término municipal de
Alp la estación de esquí de la Molina; unida a la misma está la de la
Massella,
Hace bastantes años que no me acerco por la Cerdanya, dada la distancia y
la dificultad de comunicaciones. La realidad es que hubiera sido más lógico
que esa comarca se hubiese adscrito a la provincia de Barcelona.
EL RIPOLLÈS
Su capital, Ripoll, es célebre por su monasterio. Cabría precisar que por su
fachada románica y su claustro gótico, ya que lo restante se debe a una
reconstrucción del siglo XIX que pretendió retornar a las cinco naves
románicas de su origen, más tarde sustituídas por otras góticas al haber sido
afectado el edificio por el infausto terremoto de 1428. Es también famoso
por haber sido fundado por Wifredo – o Gifre- el Velloso, cuyos restos
reposan en la iglesia, junto con los de otros condes. Como ya he
adelantado, fue un gran centro del saber.
Es muy bello su claustro gótico. En sus paredes de la planta baja se
hallaban diversas tumbas nobiliarias con sus respectivas lápidas con el
correspondiente escudo, entre ellas la de mi familia, ya que los Descatllar,
Escatllar o Catllar descendemos del lugar del Catllar, en el municipio de
Vilallonga de Ter de esta comarca; pero hace pocos años los encargados de
velar por el patrimonio, en una actuación para mí inaudita y propia de
gentes como Atila, las arrasaron y se llevaron las lápidas a una iglesia
colindante, que sirve de almacén.
Al lado del monasterio se encuentra el interesante Museo Etnográfico. De
él cabe destacar la colección de pistolas de avancarga fabricadas en la
localidad, que cuenta con una gran tradición metalúrgica; así como una
farga catalana, para cuyo montaje se tomaron como referencia fotografías
de la farga de nuestra familia en Banyoles.
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A poca distancia se encuentra el monasterio románico de Sant Joan de les
Abadesses, equivalente femenino de la comunidad monástica de Ripoll, y
que a veces pasa desapercibido para el visitante; lo que no debiera ocurrir,
ya que pese a su pequeño tamaño merece sobradamente la visita, que por lo
demás se realiza mediante paneles explicativos y en breve tiempo.
Continuando por la carretera y en dirección al puesto fronterizo de Coll d
´Ares tenemos Camprodon, uno de los pueblos del interior más bonitos de
la provincia, cuna del músico Albéniz y acerca del cual se ha construido un
pequeño museo. Está atravesado por los ríos Ter y Ritort, que allí
confluyen, siendo muy representativo de la localidad un puente de origen
románico. Cuenta con dos iglesias -una de ellas el antiguo monasterio de
Sant Pere- del mismo origen.
Dentro de su término municipal está el castillo de Rocabruna, que fuera
brevemente de los Descatllar y mayormente de sus primos los Desbach. Se
encuentra en ruinas (fue afectado por un terremoto), pero no hace mucho
que la Diputación lo ha consolidado y ha colocado las pertinentes
explicaciones.
También incluido en el término municipal, pero ya en la comarca de la
Garrotxa (de diferente vegetación), se encuentra otro de los pueblos del
interior más bonitos de la provincia, el villorrio medieval de Baget o Beget,
que cuenta con una iglesia románica preciosa y cuyo campanario es
espléndido; en su interior se haya una valiosa joya del románico, una
Majestad, esto es un Cristo en Majestad, no sufriente; solo puede
observarse los sábados y domingos, que es cuando abren la iglesia.
Sorprende también, para tratarse de una iglesia ubicada en plena montaña,
el rico retablo barroco. Advierto que no se debe llegar más tarde de la una,
porque el portero se va a comer.
Hay varios restaurantes y casas rurales. El acceso al pueblo puede hacerse
desde Camprodon, por una carretera muy estrecha; o bien desde una
carretera sinuosa pero con buenas vistas que parte desde las inmediaciones
de Castellfollit de la Roca -pueblo que es famoso por encontrarse sobre un
abismo conformado por rocas basálticas-, ya en la Garrotxa; si escogéis
esta ruta, paraos en el pueblecito de Oix, para visitar su iglesia románica
fortificada.
No se me olvide señalar que el nombre de Camprodon es de origen celta
(Camproduno), si bien más tarde fue poblado por iberos.
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Cerca de la villa y por la carretera que lleva a Coll d’Ares se encuentra
Molló, que posee una magnífica iglesia románica. Otra cosa es entrar en
ella.
De Camprodon parte también la carretera que lleva a Setcases y a la
estación de esquí de Vallter 2000, ya en pleno Pirineo. Aunque no haya
nieve vale la pena ascender allí, por el paisaje que se domina; subiendo a la
izquierda hay un camino que lleva a las fuentes del Ter.
Se trata de un valle turístico. En Llanars se encuentra un hotel pensado para
los ciclistas, que lo frecuentan. En esa localidad hubo un párroco que lo fue
hasta los 103 años, y que en consecuencia bautizaba, casaba y enterraba a
sus feligreses.
Continuando y a la izquierda, junto al pueblo de Abella, se hallan los restos
del castillo de la Roca de Palancà, volado por los franceses, y que fuera
brevemente de mis antepasados. Su visita no está de más, dado lo peculiar
del paisaje.
Es pasada la localidad de Vilallonga de Ter que se encuentra el Catllar, a
cuyo municipio pertenece, y que es la cuna de mis antepasados los
Descatllar. Del castillo originario no quedan más que vestigios en una de
las paredes del actual manso. En su ermita románica se celebra
tradicionalmente una romería el Lunes de Pascua, ya que se venera a la
Virgen, la Mare de Deu del Catllar; todo el Catllar es propiedad privada.
En Setcases se hallan varios restaurantes y hoteles, frecuentados sobre todo
por barceloneses. Y en Vilallonga hay un cámping, amén de algún
restaurante.
Otro de los grandes encantos del Ripollès es el ferrocarril cremallera que
lleva al Santuario y estación de esquí de Nuria. Yo lo cojo en la segunda
estación, que corresponde a la localidad de Ribes de Freser. La línea
asciende entre montañas por un estrecho valle de considerable altitud, por
lo que el paisaje es inigualable; el Santuario está casi a dos mil metros,
altitud a la que se llega si se coge un pequeño telesférico que conduce a un
mirador y un albergue. Pero hago notar que las cabinas no llegan a parar
del todo, por lo que no es recomendable para personas de movilidad
disminuida.
El Santuario, dedicado a la Virgen de su nombre -asociada por los pastores
de los alrededores a la fertilidad- cuenta con hotel y restaurante. Es típico el
18
estanque. Advierto que se trata de una zona de alta montaña, por lo que el
tiempo puede cambiar rápidamente.
Como curiosidad, diré que los excursionistas que vaguen por el término
municipal de Queralps y Coma de la Vaca pueden encontrarse, si tienen
suerte, con un lobo de gran tamaño que vive en territorio francés y que de
cuando en cuando se da una vuelta. No sé si ahora hay algún otro lobo.
Desde siempre, cuando voy al Ripollès me alojo en el hotel La Solana del
Ter, que cuenta también con cámping y restaurante, y que se halla muy
próximo a Ripoll; ya que la distancia entre Girona y dicha capital de
comarca es de unos noventa kilómetros, y según lo que se quiera visitar no
da tiempo.
Aunque no forme parte de la provincia de Girona, hago constar que por la
carretera que lleva de Ripoll a Vic se puede visitar durante los fines de
semana el castillo de Montesquiu, ubicado en un parque de 500 hectáreas
que asimismo puede recorrerse. Es propiedad de la Diputación de
Barcelona, a quien se lo legó el último propietario, un empresario del textil
asesinado durante la Guerra Civil y que era coleccionista. Su interés radica
no solo en el castillo, que fuera de los Descatllar, sino en las colecciones
que alberga, asimismo legadas. También y desde Ripoll se puede acceder a
los pintorescos pueblos y paisajes de Rupit y de Tavertet, a una hora de
distancia, donde hay restaurantes y en Rupit hoteles.
Finalizo comentando que la antigua carretera que lleva al Ripollès a través
del Collado de Santigosa es muy bonita por lo frondosa, aunque sus curvas
son desde luego para tomárselo con calma.
En plan esquemático, lo más destacable de la comarca es:
-Monasterios románicos de Ripoll y de Sant Joan de les Abadesses.
-Ferrocarril cremallera de Nuria.
-Pueblos de Camprodon y de Beget.
-Valle de Setcases.
INTERIOR DEL ALT EMPORDÀ
Su capital, Figueres, es internacionalmente conocida por el Museo Dalí.
Hay también el Museo del Juguete, en la Rambla, que es la calle principal.
Pero hay otro monumento muy destacable: el Castillo de San Fernando,
19
llamado así por haberse erigido en tiempos de Fernando VI; aunque
localmente se le denomina el Castell de Sant Ferran.
Dicha fortaleza es una obra maestra de la ingeniería militar del siglo XVIII,
contando hasta con cisterna navegable y galerías contraminas. Pero
aconsejo realizar la visita con guía -hay que reservar-
, porque si no no te enteras de nada. El recinto es de grandes dimensiones.
En los años setenta una generación de hoteleros que había realizado
estudios en Francia revolucionó la cocina de la comarca, que se convirtió
en un centro gastronómico, amén de comercial, adonde acuden muchos
franceses.
Actualmente yo voy a comer al restaurante del Hotel Duran, ubicado en la
calle Lasauca, muy cerca de la parte alta de la Rambla.
La localidad es accesible por la AP-7, la A-2 y el tren, ya sea el AVE (cuya
estación está en el término municipal de Vilafant), o por el ferrocarril
tradicional, cuya estación está dentro del casco urbano.
A muy pocos kilómetros de Figueres y en un desvío de la carretera que
lleva a Llançà se encuentra el monasterio de Vilabertrán, con una muy bella
iglesia románica, y una cruz procesional gótica de grandes dimensiones.
Hoy es propiedad de la Generalitat. Conviene mirar los horarios por
internet, ya que no abre todos los días.
Por esa misma carretera y mediante un desvío se llega a la villa medieval
de Peralada, lugar de nacimiento del cronista Ramon Muntaner. Es
conocida por su casino, ubicado en un castillo restaurado en el siglo XIX, y
por sus vinos y cavas, que cuentan con denominación de origen. El castillo
cuenta con un museo en el que se encuentra su valiosa biblioteca, amén de
una serie de colecciones. En los jardines del castillo se celebra el Festival
Internacional de Música de Peralada, en verano.
Hace años era típico ir a restaurantes de la localidad a comer pan con
tomate y jamón y beber cava. Ignoro hasta qué punto tan sana costumbre se
halla en vigor.
En el claustro del desaparecido monasterio de Sant Domenec, hoy centro
cultural, hay una bonita colección de capiteles.
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Yendo hacia la Jonquera y tomando por la carretera de Cantallops se llega
al vistoso castillo de Requesens, reconstruído con buen estilo, visitable.
En la citada localidad fronteriza y en sus cercanías se encuentran diversos
centros comerciales en los que se puede encontrar de todo, incluyendo
hoteles, restaurantes, burdeles y gasolineras. Son muy frecuentados por
camioneros y franceses.
A la izquierda de la A-2 y junto al pueblo de Darnius se halla el pantano de
Boadella, formado por el río Muga, y que en verano es un centro turístico.
Podemos llegarnos a la ermita de la Mare de Deu de la Salut, cerca de allí,
por el paisaje que se divisa.
Resumiendo, lo más destacado:
-Museo Dalí, Castillo de San Fernando y Museo del Juguete en Figueres,
centro comercial.
-Monasterio románico de Vilabertran.
-Villa medieval de Peralada, con su castillo y casino.
-Castillo de Requesens.
-Centros comerciales de la Jonquera.
COMARCA DE LA GARROTXA
Su gran peculiaridad radica en que es la zona volcánica mejor conservada
de la Península, con cuarenta conos y más de veinte coladas de lava.
Precisamente por su carácter volcánico es zona sísmica, como lo acredita el
gran terremoto de 1428 que arrasó la ciudad de Olot, la capital, de la que no
se conserva ningún edificio anterior a dicha fecha. La última erupción tuvo
lugar hace unos once mil años; si bien no ha habido actividad volcánica
desde entonces, no se dan sus volcanes por definitivamente extinguidos
(aunque si como afirma alguno la próxima erupción tendrá lugar dentro de
diez o quince mil años más…).
Para ver un cráter no tenemos que salir de Olot, ya que en su centro está el
Montsacopa, con doce metros de profundidad en la antaño humeante
chimenea. Pero el meollo de esta zona volcánica se encuentra en el parque
natural de la Fageda d’En Jordà, un hayedo situado a la altitud excepcional-
por baja - de 550 metros, sobre una colada de lava, en la carretera que va de
la capital de la comarca a Santa Pau. Allí encontrareis aparcamiento,
lavabos, carros de caballos para recorrer el parque e información sobre los
itinerarios que pueden seguirse. A poca distancia están los dos volcanes
21
principales: el Santa Margarita, en el interior de cuyo cráter se encuentra
una ermita (id con buen calzado), y el Croscat, cuyo cráter tiene la
particularidad de estar inclinado.
Colindante con el parque y en dirección a Olot está el Hostal dels Ossos, un
restaurante con la cocina típica de la zona (“cocina volcánica”), y algún
otro. Pero también podeis comer en la localidad de Santa Pau o en el
mismo Olot, en el restaurante la Deu, de buena calidad, ubicado hacia el
Este de la localidad y junto a un parque con abundante agua (un marjal, un
pantano). Tened en cuenta que el parque de la Fageda en los fines de
semana y con buen tiempo suele estar muy concurrido.
Aunque esté en otro lugar, no puedo dejar este punto sin mencionar el
pueblo de Castellfollit de la Roca, cuyo núcleo antiguo está asentado sobre
un promontorio formado por columnas basálticas (lava enfriada), en un
pavoroso abismo, y con parte de las casas construidas con material
basáltico. Tiempo atrás se hacía la broma de que el párroco solucionaba
todas las desaveniencias conyugales, ya que invitaba a la pareja a que diera
una vuelta a la iglesia (y solo quedaba uno).
Retornando a la capital, Olot, en su día tuvo una industria artesanal de
imaginería religiosa, exportando a América; la descristianización ha
acabado con todo, quedando tan solo un museo, el “Museu dels Sants”.
También fue, hacia la segunda mitad del siglo XIX, la sede de la acreditada
Escuela Paisajística de Olot, atrayendo a una serie de pìntores foráneos,
como Ramon Casas. Obras de dichos pintores se exponen en el Museo
Comarcal de la Garrotxa, ubicado en el antiguo Hospicio (un edificio de
estilo neoclásico del arquitecto Ventura Rodríguez, en el cual se ubica
también la Oficina de Turismo), entre ellas el célebre cuadro del
mencionado pintor “La Carga”, así como esculturas del renombrado Josep
Clará y de otros; también hay otras colecciones.
Ciudad industrial, en el Olot del siglo XX había dinero, por lo que se
pueden observar diversos edificios modernistas. Del siglo XVIII es la casa-
museo de Can Trinchería, que conserva el mobiliario típico de la época, así
como un gigantesco belén iniciado a finales de dicho siglo por el
propietario. La verdad es que es una localidad que sorprende.
Y volviendo al volcán del Montsacopa, para acceder al mismo (siempre a
pie) se puede ir desde el aparcamiento del cementerio en unos 25 minutos;
desde la Oficina de Turismo en 45; o desde el Parc Nou, en 50. En este
parque se encuentra el Museu dels Volcans, en una torre modernista; hay
22
también un jardín botánico con un robledal catalogado como arboleda
monumental, y un jardín de plantas medicinales de la Garrotxa.
Yo siempre he comido bien en el mencionado restaurante La Deu, ubicado
junto a un parque (en Olot hay varios), por lo que acostumbro a ir allí, en
detrimento de otros más famosos pero quizás peores. Tiene la ventaja de
estar conectado con dos hoteles, uno a cinco minutos, por lo que se presta a
hacer una escapada para ver la localidad y la comarca (o parte de ella);
incluso aunque vivas en la provincia.
Garrotxa significa tierra áspera, quebrada; sobre todo en su mitad norte, la
que linda con Francia, por lo que es ideal para senderistas (la mitad sur es
más volcánica). La flora es distinta de la del Ripollès (más verde por su
superior altitud), por lo que ambas comarcas se diferencian claramente a
simple vista; los bosques de la primera, muy abundantes, están formados
por encinares, robledales y, en los lugares más húmedos, hayedos. En su
día fue tierra de c
arboneros y de trabucaires, como refleja Mariano Vayreda en su novela “La
Punyalada”; así como el lugar del caudillo remensa Verntallat. Abundan las
iglesias románicas, y hay varios pueblos muy bonitos, de los que me
ocuparé a continuación.
En primer lugar y por seguir un orden, citaré el ya mencionado de Santa
Pau, a muy pocos kilómetros del parque de la Fageda y los volcanes citados
y 9 de Olot. Su núcleo antiguo conforma un pueblo medieval, pequeño, que
es de los más bonitos de la provincia, y muy frecuentado; resulta típica su
plaza porticada. Hay restaurantes; es famoso Cal Sastre, pero caro, y su
propietario muy peculiar (da mesa a quien él quiere, y si miras el móvil
mientras comes te expones a una reprimenda, como yo he visto en la mesa
de al lado a la hora de pagar).
Tomando Olot como punto de partida y en dirección sur, hacia Les Preses,
tenemos el municipio mal llamado de la Vall d’En Bas (ya que Bas no
hacía referencia a ninguna persona, sino que tenía el significado de vaso, de
la laguna que se formaba cuando las lluvias), formado por varios núcleos
de población. El que más vale visitar es el de Els Hostalets de Bas, con
vigas de madera en las fachadas y balcones adornados con geranios.
Podemos comer en el restaurante llamado L’Hostalet, del que son típicos
un hojaldre y una extraordinaria “vedella amb bolets” (ternera con setas).
Continuando por una sinuosa carretera llegaremos al santuario de la Mare
de Deu del Far, que cuenta con restaurante y hospedería, y que constituye
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uno de los miradores del interior más extraordinarios de la provincia, con
vistas que incluyen los acantilados de Tavertet y, desde una ermita de por
allí, del embalse de Susqueda, a cuyo término municipal pertenece. Hay
que ir en día claro; dicen que con prismáticos y en día muy despejado se
divisa Montserrat. Propiamente no está en la Garrotxa, sino en la comarca
de la Selva, pero en este caso y por las comunicaciones no es pertinente tal
distinción. Desde el Far se puede llegar al precioso pueblo de Rupit, ya en
la provincia de Barcelona, o a Tavertet, con sus acantilados y vistas al
citado embalse; en ambos pueblos se puede comer, y en el de Rupit vale la
pena quedarse a dormir.
Dejando ya esta zona de la Garrotxa, pasaremos a Besalú, el conjunto
medieval más importante de la provincia, y antaño capital del Condado de
su nombre, en esta vetusta villa, de origen celta (Bisulduno). Viniendo de
Banyoles (se halla a poca distancia) lo mejor es dejar el coche en el
aparcamiento de la izquierda de la localidad, donde hay bar, lavabos y
diversos servicios; y que constituye la mejor vía de entrada, ya que desde
allí se cruza el precioso puente de origen medieval (fue volado por los rojos
en su retirada, por lo que luego se reconstruyó), y se tiene una magnífica
vista del pueblo; no os perdáis el cruzarlo. Seguidamente os adentrareis en
la localidad, en cuyas calles de medieval trazado se encuentran numerosas
tiendecitas; por allí estaba el barrio judío.
Continuando, se llega la plaza del Ayuntamiento, donde está la Oficina de
Turismo. Aconsejo que la visita al resto de la villa sea guiada y a través de
dicha Oficina; hay empresas que prestan también ese servicio, pero en ellas
no se ve todo, ya que la iglesia románica de Sant Vicenç, la parroquial, solo
es accesible con la misma en razón del valioso relicario oriental que allí se
guarda. Informarse previamente de los horarios, y reservar.
Si se va por primera vez, resulta indispensable la visita guiada, porque
todos los monumentos se hallan cerrados. Y no hay pocos: existe una
miqvé judía (baños rituales), de las poquísimas que hay en España y en
Europa; la iglesia románica de Sant Pere (lo único que resta de un
monasterio), una capilla gótica que fuera hospital (por cierto que regentado
por un antepasado directo mío, que tenía la casa pairal en la plaza del
ayuntamiento, al lado de Muebles Iglesias), y la ya citada iglesia
parroquial. No está abierta al público la iglesia de Santa María, ubicada en
el recinto del antiguo castillo, por tratarse de una propiedad privada. Es
digno de mención el edificio del restaurante La Curia Real, también
ubicado en la plaza del Ayuntamiento.
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En la misma plaza de la iglesia de Sant Pere está el Museo de Miniaturas,
de propiedad privada. Se trata de la obra de un coleccionista, por lo que
tales museos son raros de encontrar. Son muchas las maravillas allí
expuestas, y que no os podéis perder.
De los numerosos restaurantes existentes puedo recomendar dos: Can Quei,
situado precisamente delante de la iglesia de Sant Vicenç y por lo mismo
céntrico, y el Restaurante Oliveras, ya más lejano y que cuenta con buffet
(y también con una carta corta, más cara).
A 5 kilómetros de Besalú está el antiguo monasterio del Santo Sepulcro de
Palera, en el cual y cuando existía la comunidad monástica se podían ganar
las mismas indulgencias que en Jerusalén, por custodiarse un fragmento de
la Vera Cruz. Cuenta con una iglesia románica preciosa, del siglo XI.
Además se puede comer bien en el restaurante ubicado en lo que queda de
las antiguas dependencias monásticas, El Claustre de Palera; y con el buen
tiempo incluso en el claustro (en lo que queda de él); hay que hacer constar
que la época invernal no es la más apropiada, ya que se trata de
edificaciones muy antiguas y puede hacer frío. Los regentes del restaurante
hacen de custodios del conjunto. Mirad en internet los días que abren, que
suele ser a partir del miércoles.
A no demasiada distancia está el Santuario de la Mare de Deu del Mont,
uno de los miradores más importantes de la provincia; allí se inspiró el
enfermo Jacinto Verdaguer para completar su poema El Canigó, dada la
proximidad del Pirineo. Se puede comer e incluso dormir, ya que hay
hospedería. Las carreteras de acceso (convergentes), si bien asfaltadas, son
sinuosas y estrechas; se puede acceder por el sur desde Beuda o Maià de
Montcal, pasando siempre por el pueblecito de Segueró, o por el este yendo
a Sant Martí Sesserres y torciendo a la izquierda antes de llegar a
Cabanelles.
Y por lo que respecta a Beget, perteneciente a esta comarca pero en el
término municipal de Camprodon, me remito a lo expuesto al tratar del
Ripollès.
Recopilando, lo más importante:
-Miradores de la Mare de Deu del Far y de la Mare de Deu del Mont
(abreviadamente, del Far y del Mont).
-Volcanes Montsacopa, Santa Margarida y el Croscat.
-Besalú, conjunto medieval.
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-Pueblo medieval de Santa Pau.
-Pueblecito de Beget o Baget.
-Olot.
COMARCA DEL PLA DE L’ESTANY
Gira en torno al Lago de Banyoles, el más grande de España; siendo el
municipio de Banyoles la capital de la misma.
Dicho lago tiene forma de ocho, unos dos kilómetros de largo y cerca de
ocho de perímetro. Rodeado de arboledas y con un sendero perimetral,
amén de una pista para bicicletas, el paseo bordeándolo resulta muy
agradable. Son típicas las “pesqueras”, casetas para pescar -ya en desuso-,
y los mansos patos salvajes. Puede recorrerse el lago a bordo de una
embarcación, cabiendo mencionar que no hace demasiados años naufragó
una, pereciendo una veintena de jubilados franceses.
En la orilla opuesta del lago se encuentra la preciosa iglesia románica de
Santa María de Porqueres, con la portalada prerrománica. Junto a la iglesia
se halla una especie de templete desde el que se bendecían los cuatro
vientos.
En torno al lago se encuentran numerosos restaurantes. Debo mencionar
que había un poblado asentado sobre palafitos en el lugar denominado la
Draga, con una casa reconstruida.
Banyoles ciudad cuenta con una Plaza Mayor medieval, porticada. Muy
cerca está la iglesia gótica de Santa María, cuyo interior, iluminado, es
bellísimo por estar construida con la piedra típica de la localidad, travertina
de origen. Y ya en el extremo, el monasterio que en su día fue el eje de la
repoblación de la comarca, y en donde por cierto se encuentra la tumba de
un abad Descatllar; cuenta con una cruz martirial que a finales del siglo
pasado fue robada por el conocido ladrón de antigüedades Eric el Belga, y
que pudo ser recuperada años más tarde tras una laboriosa investigación.
En el siglo XIX un farmacéutico encontró una mandíbula de una mujer de
Neandertal, antaño famosa. Hay un museo arqueológico.
Quizás no esté de más mencionar que en la zona de Mata se halla la farga y
molino papelero que fuera de mi familia (yo tenía una pequeña parte),
donada al ayuntamiento. Se conciertan visitas para un taller de fabricación
de papel, y también para la farga.
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COMARCA DEL GIRONES
Girona, antes Gerona y Gerunda en la época romana, es la capital del
Gironès y de la provincia. Su casco antiguo alberga valiosos monumentos y
obras de arte.
Comenzaré por su catedral, de una única nave gótica y que es la más ancha
del mundo en ese estilo. El ábside está dividido en tres naves, pero ante la
carencia de recursos económicos como consecuencia de las sucesivas
pestes del siglo XIV se optó por la novedosa solución de continuarla en una
única nave, que además permitía hacerla más alta; previas sendas reuniones
de arquitectos para despejar las dudas suscitadas sobre su viabilidad.
He señalado que la catedral es gótica – con fachada barroca-, pero no
penséis que os encontrareis con un gótico de estilo francés, como Burgos y
León. Se trata de gótico catalán, más pesado, tímido y austero, con pocos
arbotantes y sin agujas ni cimborrios, lo que la hace parecer menos elevada
de lo que realmente es (34 metros en el interior de la nave).
De la anterior catedral románica quedan algunas dependencias, debiendo
destacarse su claustro -por sus capiteles- y la torre del antiguo campanario,
denominada “Torre de Carlomagno”. En el interior de la nave se hallan
maquetas de las diferentes fases de construcción, que permiten hacerse una
clara idea. También desde allí puede observarse el nuevo vitral, diseñado
por Sean Scully, donde antes había una arquería ciega, ya que estaba
previsto que en dicho lugar se alzase un segundo campanario; me cabe la
satisfacción de haber contribuido a que se ejecutase dicha obra durante mi
etapa como funcionario, ya que fue el Estado quien la realizó con cargo al
Plan de Catedrales.
Debeis hacer una detenida visita -tampoco os llevará mucho tiempo- a su
tesoro, ya que contiene piezas de extraordinario valor. La primera el Tapiz
románico de la Creación, datada a finales del siglo XI, obra única y uno de
los dos tapices de ese estilo que se conservan en el mundo; ambos de
grandes dimensiones. Describe la creación según el Génesis, mezclando
elementos cristianos con los paganos y con claras influencias bizantinas e
incluso célticas. Dicha obra, por sí misma, merece el desplazamiento a
Girona. Dicho Tapiz fue mostrado a Carlos V con ocasión a su visita a la
ciudad, aunque posteriormente fue a parar al desván de la catedral. Como
quiera que la temática está inspirada en antiguos manuscritos miniados
bizantinos o protobizantinos, podemos observar su paralelo en un mosaico
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de la cúpula del pórtico de la Catedral de Venecia, ya que también describe
la Creación.
Un más que milenario libro Beatus (es del año 975) -llamados así por su
autor, el abad Beato de Liébana, quien escribió este libro de Comentarios al
Apocalipsis de San Juan a finales del siglo VIII, más tarde reproducido
repetidamente e ilustradas tales copias en estilo mozárabe- es la segunda
pieza a destacar (solo se conservan tres del siglo X, y de todos los beatos
este es el que contiene más ilustraciones, y está considerado como uno de
los mejor conservados y de mayor calidad). Por medio de él sabemos el
nombre de la más antigua pintora conocida de España, una monja llamada
Ende, quien fue la miniaturista. Los beatos contribuyeron a condicionar la
arquitectura prerrománica española con el característico arco de herradura,
e influenciaron la pintura y la escultura del románico español y francés
(comenzando por el claustro románico de esta catedral, inspirado en las
láminas de este Beatus). En su tiempo estos libros basaron su popularidad
en que se identificó la Bestia del Apocalipsis con el Islam, y el Apocalipsis
se convirtió en el libro de la resistencia cristiana y en el anuncio de la
Reconquista.
Le sigue la arqueta árabe de Hixem II, de plata dorada y nielada (con
esmaltes negros), la más importante de España tras la de Pamplona. Es de
estilo califal, y fue construida por un orfebre judío a finales del siglo X, a
quien le fue encargada por el califa Alhaquén II, según consta en la
dedicatoria en ella inscrita. Cabe señalar que tanto los beatos como las
arquetas islámicas contribuyeron a propagar diversos elementos del arte
árabe por Europa.
Todo ello sin despreciar las restantes piezas; hasta ahora solo he tratado las
extraordinarias. Cabe mencionar dos bulas papales en papiro, de finales del
siglo IX; una custodia del Corpus de grandes dimensiones, hecha de plata
dorada, esmaltes, piedras preciosas y coral por un artista gerundense del
siglo XV; cuatro grandes cruces procesionales de plata; varias arquetas,
árabes o no; una estatua de alabastro policromado del siglo XIV llamada de
Carlomagno; y por su peculiaridad, un sello de la condesa Ermessenda de
Carcasona, en el que consta su nombre también en árabe (lo que acredita
las relaciones de los condados catalanes con los reinos musulmanes).
Aunque no se hallen en las salas del Tesoro, sino en la nave, deben citarse
la cátedra episcopal, del siglo XI, conocida como “la silla de Carlomagno”,
tallada en granito de una sola pieza; el retablo mayor, de plata dorada,
gemas y esmaltes, el más importante retablo gótico metálico de toda
España; el baldaquino, también de plata repujada y del siglo XIV; y los
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sepulcros del Conde Cap d’Estopas y de su esposa Mahalda, con la leyenda
de su halcón (que sobrevoló el cadáver del infortunado conde -asesinado
por su hermano Berenguer el Fratricida-, permitiendo así su localización, y
acompañándole luego hasta caer muerto), esculpido en piedra junto a la
puerta interior de entrada a la nave, en lo alto.
Como hemos visto, diversos motivos recuerdan a Carlemagno por
considerarlo erróneamente como el reconquistador de Girona, y al que en
esta catedral se le rindió culto, hasta su prohibición expresa dada la poco
edificante vida privada del personaje.
La escala de la catedral, construida con piedra nummulítica -típica de
Girona-, es uno de los dos monumentos más representativos del barroco en
la provincia. El otro es el retablo del altar mayor de la iglesia de Cadaquès.
Junto con la entrada a la catedral se puede adquirir la de la basílica de San
Félix, y también la del Museo de Arte.
Contiguo a la catedral se halla el Palacio Episcopal, básicamente de los
estilos renacentista y gótico, que alberga en su interior el Museo de Arte,
constituido con fondos del Obispado y de la Diputación. Pese a que es el
tercer museo de Cataluña en arte románico y gótico, es poco frecuentado;
podría ser considerado como una extensión del museo de la Catedral. A
título de curiosidad mencionaré que en él se encuentra una única hoja de un
beato, que servía de forro a otro libro. Cosas veredes…
Próxima a la catedral está la basílica de San Félix o Feliu, con su
característica torre del campanario inacabada y rodeada de pináculos (por
cierto que una de las campanas, la de la Trinitat, fue donada por mi abuela
paterna en agradecimiento a haber salido todos con vida de la Guerra Civil,
ella que era de misa diaria y por consiguiente en riesgo permanente de ir a
prisión, y con una hija monja escondida en casa). Se trata de un edificio de
transición del románico al gótico, y su mayor interés estriba en los valiosos
sarcófagos tardorromanos que contiene, la mayoría en su interior. Fue San
Félix martirizado en Sant Feliu de Guíxols, arrojándolo al mar sus
verdugos con una piedra al cuello; sus discípulos recogieron el cadáver y lo
enterraron en el cementerio que había donde hoy se alza la iglesia, por eso
a extramuros y fortificada. Fue el primer patrón de la ciudad, viéndose
relegado luego por San Narciso, allí también sepultado hasta que los rojos
tiraron sus restos al río.
Pero esta no sería la primera profanación. En 1285 los franceses sitiaron la
ciudad, y como la basílica no estaba en el interior del recinto amurallado,
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penetraron en ella y violaron el sepulcro del santo. La leyenda afirma que
de su interior brotó un enjambre de moscas que picaron y mataron hombres
y bestias; la realidad es que hubo una epidemia que diezmó soldados y
caballerías, y que se llevó por delante al propio rey, Felipe el Atrevido.
Como quiera que sea, la tradición de San Narciso y las moscas se plasma,
por ejemplo, en las moscas de chocolate (“mosques de Sant Narcís”), o en
la venta en una de las ferias de Todos los Santos de grupos de moscas vivas
con pedigrí que se remontaba hasta las protagonistas del milagro.
Muy cerca de dicha basílica y también fuera de murallas se encuentran los
llamados Baños Arabes, construidos a finales del siglo XI por el rey
Alfonso el Casto. Son de estilo románico sobre modelo árabe, el cual a su
vez estaba basado en las termas romanas. El asedio francés de 1285 los
dañó seriamente, pasando a manos privadas a cambio de su reconstrucción;
funcionaron hasta el siglo XV, pasando más tarde a formar parte de un
convento de monjas hasta su rescate por parte de la Diputación. Resulta
interesante su visita.
La antigua Gerunda era de origen romano, conservándose todavía algunas
piedras de la época en el recinto amurallado; se distinguen perfectamente,
por su hechura y su color. Este seguía el trazado romano hasta que la
construcción de la catedral lo alteró. Desde esta y pasando por debajo del
Palacio Episcopal podemos recorrer el denominado Paseo Arqueológico,
que también podemos tomar desde los Baños Arabes, mi opción preferida y
la que recomiendo.
El Paseo Arqueológico contornea las murallas desde el exterior. Está
ajardinado y cuenta con altos árboles. Lo flanquea por un lado el río
Galligans y el boscoso Valle de Sant Daniel, y por el otro las murallas, tras
las que se vislumbra la catedral; desde él podemos contemplar también el
antiguo monasterio románico de Sant Pere, ubicado en la otra ribera del río,
hoy reconvertido en museo arqueológico, así como otro tramo de muralla
de época medieval que protegía un barrio antes a extramuros; amén de las
estribaciones del Pirineo. En conjunto, es un paraje de gran belleza.
Subiendo encontramos el Portal de Sant Cristòfol. Aconsejo entrar por él
para ver el paisaje desde el recodo inmediato de la muralla. Además de las
montañas pirenaicas, tenemos una vista única de la fachada norte de la
catedral. Desde allí se entrevé el castillo de Montjuic, que jugó un papel
clave en el último Sitio de Girona (cuando tuvo que ser evacuado, tras una
defensa desesperada, la suerte de la ciudad quedó echada, al estar a un nivel
inferior al del castillo). Fue desde el Portal de Sant Cristòfol que los
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gerundenses hicieron una salida cuando el primer Sitio, mientras las
milicias atacaban desde las montañas, obligando a retirarse al arrogante
general francés y su ejército, quien había afirmado, emulando a Julio César,
“el 25 llego, el 26 la ataco y la arraso el 27”. La tenaz defensa de Girona y
del fuerte y localidad de Hostalric complicaron mucho los planes del
ejército napoleónico.
Desde este Portal nos podemos llegar a la catedral por lo alto de la muralla
o bien por las callejuelas. Si se visita la ciudad con poco tiempo, se puede
hacer al revés: visitar la catedral y después, pasando por debajo del Palacio
Episcopal, arribar al Portal y bajar por el Paseo Arqueológico, hasta llegar
a los Baños Arabes, que tendremos la opción de visitar.
Si no se va justo de tiempo, desde dicho Portal se puede subir a la muralla y
continuar el recorrido desde allí, con la oportunidad de bajar en rincones
como, por ejemplo, el Cuartel de los Alemanes (“dels Alemanys”), que
lleva a los restos de la Torre Gironella donde se refugiaron los judíos en el
siglo XIV, cuando asaltaron su barrio, “el Call jueu”; en este lugar, que
conserva sillares romanos, podemos descansar en un banco a la sombra de
un árbol. Es bonito de ver. Y más tarde ascender a alguna de las torres para
contemplar la ciudad, la llanura y las montañas del fondo.
He mencionado el Valle de San Daniel. En él está el monasterio de su
nombre, el más antiguo femenino en activo que se conserva en Cataluña.
La iglesia es de estilo románico, y en su origen tenía planta de cruz griega.
Para entrar, si no es para ir a misa es difícil, ya que por ser de clausura solo
es visitable en contadas ocasiones. Se cree que el Tapiz de la Creación fue
bordado allí.
La parte más antigua del casco histórico, allí donde se levantó la ciudad
romana, está en la margen derecha del río Onyar, afluente del Ter. Desde la
margen izquierda se observan las casas edificadas junto al río, pintadas de
diferentes colores, cosa que le ha valido a Girona el sobrenombre de “la
Florencia Catalana”. Diversos puentes conectan ambas partes de la ciudad;
tomando como referencia el “Pont de Pedra”, construido en tiempos de
Isabel II, aguas abajo tenemos un puente metálico construido por Eiffel,
que conduce a la Rambla, antaño la calle de referencia; detrás de ella se
encuentra el ayuntamiento, que cuenta con un bonito teatro del siglo XIX
reformado con la ayuda del Estado.
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El siguiente puente lleva directamente a la calle de la Força, que es ni más
ni menos que un tramo de la romana Vía Augusta, y que conduce a la plaza
de la Catedral, al pie de la escalinata.
Es junto a dicha calle que estaba el barrio judío, inicialmente a ambos lados
y luego solamente en el derecho; la comunidad era importante. Toda una
serie de palacios renacentistas se alzan en tan antigua vía. Subiendo a la
derecha está el Museo judío, llamado Bonastruch de Porta, y en donde
dicen que había una sinagoga; es bastante frecuentado por los hijos de
Jacob, que vienen de todo el mundo y luego visitan Besalú, donde también
había un “call” importante (por cierto que el caserón que alberga el museo
era propiedad de uno de mis tatarabuelos). Donde también se observan
señales de la ocupación judaica es en la fachada de una casa situada a la
izquierda de la Força, en una plazoleta y frente a una de las puertas de
acceso al Museo de la Ciudad: en el pétreo marco de la puerta hay un hueco
donde se guardaba la Mesuzzá (la ley judaica), que los habitantes de la
vivienda tocaban al entrar y al salir.
El citado museo municipal había sido antes un convento capuchino. Por eso
debemos entrar para ver una sala ubicada a la derecha, que había servido de
lugar de momificación de los monjes, a los que sentaban después de
haberles agrandado el ano para que salieran las vísceras, y una vez
desecados los exponían a la vista de la comunidad. No es nada frecuente
poder visitar algo así.
Mientras subimos por la Força debemos ir mirando las diversas escaleras
que iremos encontrando a su mano derecha, algunas de gran encanto. En su
tramo final hay una que sube en diagonal; si nos fijamos en una especie de
estatua que hay, acercándonos veremos que está el plano de la catedral: se
trata de un monumento a sus arquitectos. A continuación está el palacio de
la Pabordía, y otro. Es un buen punto para hacer fotos.
Antes de abordar el puente de referencia pasaremos por la Plaza de la
Independencia, donde se alza un monumento a los defensores de la ciudad
en la Guerra de la Independencia. En dicha plaza hay numerosos
restaurantes.
Si nos situamos al comienzo de la subida de la calle de la Força, o en la
plaza del Ayuntamiento, entre ambas tenemos la calle Ciutadans, con toda
una serie antiguas mansiones nobles. Una de ellas es el edificio de
Caixaforum, uno de los pocos de estilo gótico catalán que quedan (por
cierto que en su última planta vivió mi madre de pequeña), que en la Edad
Media había sido una casa de la moneda, y que vale la pena de ver. Y como
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en la anterior calle, siempre mirando las escalinatas situadas a su derecha;
debiendo mencionar expresamente la que se bifurca y pasa por debajo del
Palacio del Marqués de Agullana, y que si continuamos ascendiendo recto
da a la iglesia de San Martín (que fuera de los jesuitas) y al Seminario,
donde está el Archivo Diocesano. Un bonito rincón, una foto del cual
representaba a Girona en una baraja de cartas con fotos de cada capital de
provincia con la que yo jugaba de pequeño.
El siguiente puente, aguas abajo, da a la fachada principal de la basílica de
San Félix; nada más cruzarlo nos encontramos con la estatua medieval
llamada “de la Lleona” (una reproducción), que representa a una fiera
subida a una columna. La tradición afirma que si quieres volver a Girona
tienes que subir y besarle el culo, y que lo mismo debe hacerse para ser “un
bon gironí”. Desde que se cayó un turista francés ya anciano, el
ayuntamiento ha puesto escalera y barandillas.
Para continuar la visita (el acceso a la basílica está en su lateral derecho)
debemos continuar por la calle de la derecha, Ballesteríes, hasta encontrar
la subida a la citada basílica. Y a partir de aquí y vista la misma, lo más
usual y aconsejable es atravesar la puerta de las murallas (las piedras de la
derecha del portal son romanas), para contemplar la escalinata y fachada de
la catedral, para luego volver a salir y dirigirnos a los Baños Arabes y a
continuación al Paseo Arqueológico y allí entrar en el barrio antiguo por el
portal más cercano, el de Sant Cristòfol, para hacer la visita a la catedral,
tal y como se ha detallado antes.
Aparte de los monumentos descritos, también resulta interesante callejear
simplemente por el barrio. A mi edad no resulta aconsejable subir y bajar
escaleras, pero otros sí pueden hacerlo sin problemas.
Al otro lado del río está el Museo del Cinema, a la altura del puente Eiffel y
junto a la iglesia del Mercadal, muy cerca también de la Plaza de la
Independencia. Más que del cine, trata del precine, y se basa en la obra de
un coleccionista, Mallol. Está muy bien explicado con carteles en varios
idiomas, y resulta muy interesante; más si se tiene en cuenta lo muy
escasos que son este tipo de museos en Europa.
He mencionado antes el Museo Arqueológico, al otro lado del río
Galligans. Vale la pena entrar solo por ver su magnífica iglesia románica y
el claustro, del mismo estilo. Casi enfrente está la pequeña iglesia de Sant
Nicolau, de un románico precioso; allí me casé yo en 1972. Hoy está
desacralizada, por lo que es fácil de visitar.
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Lindando con el río Ter se encuentra el Parque de la Devesa, donde se halla
el aparcamiento de entrada a la ciudad viniendo desde la frontera. Sus
plátanos son más que centenarios (no todos, porque mi tío Quimet los
renovó en parte cuando era concejal, hacia los años sesenta del siglo
pasado). Existe la leyenda de que lo crearon los franceses cuando la Guerra
de la Independencia, pero es completamente falsa. Aparte de los plátanos
hay un recinto ajardinado, con árboles exóticos. Por los canales del parque
nadan patos salvajes, sin ningún temor al hombre.
Mi explicación del acceso al casco antiguo desde los puentes se
fundamenta en que es zona peatonal, por lo que forzosamente el coche hay
que dejarlo fuera.
En el centro de la ciudad hay muchos restaurantes; demasiados, porque con
tanta competencia ofrecer un producto de calidad es complicado. Yo voy al
Probocador alguna vez, porque está cerca de mi casa, y con forasteros he
ido al Munchen y al Nou Pol Nord, en el paseo arbolado que discurre
paralelo al Ter luego de su confluencia con el Onyar. Pero me gusta más ir
fuera, al Recó d’en Pep a la salida de la localidad de Sant Gregori y en el
camino que lleva al Santuario de Santa Afra, o a Can Joan d’Adri, en el
municipio de Canet d’Adri; en toda esa zona abundan los restaurantes.
En la segunda semana de mayo se celebra Temps de Flors, en la que se
abren los patios de las casas señoriales, los sótanos románicos de la catedral
y otros espacios y se engalanan con flores y plantas, con un inmenso
gentío.
Cerca de Girona, en dirección a Quart y en la cumbre de la montaña se
halla el Santuario dels Angels; uno de los más vistosos miradores de la
provincia. Hay varios restaurantes a lo largo de la sinuosa carretera (yo he
ido, entre otros, al Syloc, al comienzo de la subida; está mejor los días de
diario que los fines de semana). En el Santuario también se puede comer,
pero actualmente no sé cómo está por haber cambiado de titular.
Recapitulando, tenemos:
-La Catedral, con su Tesoro y el Tapiz de la Creación.
-Baños Arabes.
-Paseo Arqueológico.
-Recorrido por lo alto de las murallas, el adarve.
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-Calle de la Força, antigua Via Augusta. A sus lados el barrio judío, sala de
momificación del convento capuchino, palacios renacentistas, Museo Judío
Bonastruc de Porta, escalinatas. Se prolonga por la calle Ciutadans.
-Museo del Cine.
-Mirador del Santuario dels Angels.
INTERIOR DEL BAIX EMPORDA
En la carretera que va de Girona a la Bisbal, en un desvío a la derecha, se
encuentra el pueblo de la Pera, donde está el Castillo de Púbol, residencia
de Dalí durante un tiempo y mausoleo de Gala.
Dicho castillo fue regalado por el célebre pintor a su esposa, quien lo
aceptó a condición de que no lo visitara sin su permiso escrito. Allí ella se
corría sus juergas con jóvenes.
Su interior fue decorado por el propio Dalí; y allí se conservan las pinturas
y grabados que le regaló, y demás objetos. Un jardín wagneriano completa
la obra.
Es propiedad de la Fundación Gala-Salvador Dalí. Para visitarlo lo mejor
es contactar por internet con la propia Fundación.
En el pueblo hay tres restaurantes, de los que no puedo dar razón porque
hace años que no los frecuento.
La capital de la comarca es la Bisbal, villa tradicionalmente dedicada a la
cerámica, con diversas tiendas y un museo (Terracota Museo); en el pasado
siglo yo había frecuentado la población para ver los comercios y
ocasionalmente comprar alguna pieza
. Es célebre la Pastelería Sans, que pasa por ser la mejor de la provincia (o
al menos esa fama tenía); y son dulces típicos de la zona el rus y el
bisbalenc.
Cuenta la localidad con uno de los pocos castillos urbanos que existen, hoy
sede del Archivo Comarcal.
A pocos kilómetros de la Bisbal está el pueblo de Monells, cuyo núcleo
antiguo, muy reducido, gira en torno a una plaza porticada muy bonita, en
la que se rodó la película “Ocho apellidos catalanes”. En la misma hay
varios restaurantes, más bien modestos. Y, delante de la iglesia y en la
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antigua rectoría, uno especializado en bacalao, “L’horta del rector”; creo
han cambiado el cocinero, por lo que ahora no estoy en condiciones de
asegurar la continuidad de su buena cocina.
El resto de la comarca ya ha sido tratado en el epígrafe de la Costa Brava.
INTERIOR DE LA COMARCA DE LA SELVA
Sus localidades turísticamente más importantes, Blanes, Lloret y Tossa,
han sido descritas al hablar de la Costa Brava.
A poco más de 20 kilómetros de Girona se encuentra el municipio de
Caldes de Malavella, al que también se puede llegar por ferrocarril. Su
origen está ligado a sus aguas termales, de cuando los romanos
aprovecharon dichas aguas para construir unas termas (Aquae Calidae),
justo al pie de la Vía Augusta; termas cuyo trazado y sistema de
funcionamiento se ha conservado y puede visitarse. En el siglo XIX se
construyeron balnearios, y posteriormente embotellaron el agua de los
manantiales existentes; ello motivó que se convirtiera en un centro
veraniego de la burguesía, del que quedan casas de estilo modernista y
noucentista, así como alguna avenida. Todavía hay tres balnearios en
funcionamiento. Y si os agrada el termalismo, también hay balnearios en
Sant Hilari Sacalm y en Santa Coloma de Farners, en donde también está el
centro Magma, de baños de este tipo en los que no es necesario pernoctar.
La localidad amurallada de Hostalric, declarada Bien de Interés Nacional
en 1963, se halla a 40 km. de Girona; tanto ella como la fortaleza que la
preside jugaron un relevante papel en la Guerra de la Independencia, al
obstaculizar el paso y las comunicaciones del ejército francés hasta 1810.
Las murallas pueden recorrerse por el adarve, y la fortaleza visitarse.
Dentro del Parque Natural del Montseny y entre los pueblos de Arbúcies y
Riells está el interesante Castillo medieval de Montsoriu, recientemente
rehabilitado, y dependiente del Consejo Comarcal de la Selva. También
forma parte de dicho Parque el municipio de Viladrau (está en realidad en
la comarca de Osona), que cuenta con frondosos bosques, fuentes y
corrientes de agua; lo que lo hace ideal para el excursionismo, dada la
belleza de sus parajes.
Para los que gusten de contemplar embalses tienen a su alcance el sistema
de presas del Pasteral (municipio de la Cellera de Ter) y de Sau (provincia
de Barcelona) -Susqueda, que regulan el agua del Ter. Para visitarlos es
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aconsejable acudir al Pasteral, y desde allí seguir la carretera que lleva a
Susqueda. Sau queda lejos.
RESUMEN DE LO MÁS DESTACADO DE LA PROVINCIA
(Mientras no es especifique lo contrario, de norte a sur)
-Miradores costeros:
.Monasterio de Sant Pere de Roda y castillo de Sant Salvador.
.Castillo de Begur.
.Cabo de San Sebastián.
.Ermita de Sant Elm en Sant Feliu de Guíxols.
-Miradores del interior:
.Santuario de la Mare de Deu del Mont.
.Santuario del Far.
.Santuario dels Angels.
-Caminos de ronda:
.de Llafranc a Calella.
.de Torre Valentina a Playa de Aro.
.de S’Agaró a Cala Sa Conca.
-Yacimientos arqueológicos:
.Ciudad griega y romana de Ampurias.
.Poblado ibérico de Ullastret.
-Pueblos costeros más bonitos:
.Cadaquès.
.Calella de Palafrugell.
.Tossa de Mar.
-Pueblos del interior más bonitos:
.Camprodon.
.Beget o Baget.
.Besalú.
.Santa Pau.
.Pals.
.Peratallada.
-Monasterios románicos:
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.Sant Joan de les Abadesses-
.Ripoll-
.Sant Pere de Roda.
-Girona capital.
-Museo Dalí en Figueres.
-Lago de Banyoles.
-Zona volcánica de la Garrotxa.
-Jardines botánicos:
.Cap Roig, en Calella de Palafrugell.
.Mar i Murtra, en Blanes.
-Ferrocarril cremallera de Nuria.
Girona, abril de 2020
Narcís Escatllar Torrent