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SPAN 190 Harvard University Fall 2006 En torno al indianismo, indigenismo y neoindigenismo El indigenismo constituyó un vasto movimiento intelectual, artístico y político de reivindicación social del mundo indígena que se desarrolló vigorosamente desde principios del siglo XX y tuvo amplia vigencia hasta después de mediados de dicho siglo (años 60). El indigenismo se constituyó en una forma de pensamiento cultural y artístico que se propuso representar y resaltar la realidad social, política, económica y cultural de los pueblos originarios en América Latina. Tuvo gran influencia, principalmente en la región andina, aunque también en Centroamérica y México, y ocupó un lugar protagónico en la escena pública particularmente desde los años 20—aunque sus primeras manifestaciones se puedan rastrear a finales del siglo anterior. Indianismo e indigenismo El denominado indianismo fue una temprana forma de manifestación de la temática indígena en la literatura y la pintura, asociada, sin embargo, a formas de representación

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SPAN 190Harvard UniversityFall 2006

En torno al indianismo, indigenismo y neoindigenismo

El indigenismo constituyó un vasto movimiento intelectual, artístico y político de

reivindicación social del mundo indígena que se desarrolló vigorosamente desde

principios del siglo XX y tuvo amplia vigencia hasta después de mediados de dicho siglo

(años 60). El indigenismo se constituyó en una forma de pensamiento cultural y artístico

que se propuso representar y resaltar la realidad social, política, económica y cultural de

los pueblos originarios en América Latina. Tuvo gran influencia, principalmente en la

región andina, aunque también en Centroamérica y México, y ocupó un lugar protagónico

en la escena pública particularmente desde los años 20—aunque sus primeras

manifestaciones se puedan rastrear a finales del siglo anterior.

Indianismo e indigenismo

El denominado indianismo fue una temprana forma de manifestación de la

temática indígena en la literatura y la pintura, asociada, sin embargo, a formas de

representación que, desde cierto ángulo paternalista y exógeno, establecía un retrato

folklórico, exótico o idílico del mundo indígena.

Estas formas de representación de la realidad eran, por un lado, deudoras de

modelos estéticos occidentales, cuya sensibilidad, bien sea ésta romántica, modernista o

realista tendía a imaginar o idealizar el mundo representado, y así el habitante indígena y

su cultura eran más una idea que una realidad concreta. Por otro lado, se sustentaba en

una aproximación a la realidad llevada a cabo con esquemas mentales preestablecidos

que involucraban una serie de p rejuicios. Como consecuencia, se trataba de visiones

“folklorizantes” que no sólo dejaban intactas las condiciones sociales de injusticia sobre

las que estas realidades se presentan, sino que ni siquiera veían esta problemática social.

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Ya en los años 20 del siglo XX, en su célebre Siete ensayos de interpretación de

la realidad peruana (1928), el ensayista e intelectual peruano, José Carlos Mariátegui

planteó que el indigenismo propiamente tal supone un movimiento de reivindicación y un

abierto compromiso con las luchas contra la explotación social, política, económica y

cultural de las que son objeto los indígenas de las diferentes regiones americanas.

La línea divisoria entre el indianismo y el indigenismo resulta en ocasiones difícil

de trazar. Así, críticos como Jean Franco o Antonio Cornejo Polar proponen que Aves

sin nido, novela publicada en 1889, de la escritora peruana Clorinda Matto de Turner, es

una obra precursora de la novela indigenista. Otros, sin embargo, como Efraín Kristal no

entienden así este asunto; para este crítico, esta novela debería entenderse dentro de una

tradición más amplia, pues aunque comporta en sí muchos de los problemas del

indigenismo, en tanto “una literatura acerca del indio rural contemporáneo escrita desde

una perspectiva urbana” (1) el retrato de lo indígena que propone está completamente

“mediado por el debate político concerniente a la cuestión indígena que tenía lugar en los

centros urbanos de las naciones andinas” (3).

Más aún, y problematizando más la línea divisoria, ya en su tiempo, José Carlos

Mariátegui, llamaba la atención sobre estas limitaciones, y no sólo las del indianismo,

que exotizaba al indio mientras validaba sociedades discriminatorias, sino también las del

mismo indigenismo. En efecto, según Mariátegui, a pesar del compromiso reivindicatorio

que presupone el indigenismo, no llega a constituirse en una literatura indígena, en el

sentido estricto del término, es decir en una literatura hecha por los propios indígenas.

Con todo, podemos considerar que la novela de Matto de Turner constituye un

hito en la conformación de una canon de literatura indigenista en América Latina. A ella,

se pueden agregar otros textos de indudable estatus canónico: Raza de bronce (1916) del

boliviano Alcides Arguedas, Cuentos Andinos (1920) del peruano Enrique López

Albujar, Huasipungo (1931) del ecuatoriano Jorge Icaza, y, El mundo es ancho y ajeno

(1941) del también peruano, Ciro Alegría.

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Si bien es cierto que en la obra de Matto de Turner, bajo una estética realista, ya

aparece la problemática de reivindicación social, es recién en la obras de Icaza y de

López Albujar donde aparece el indio “de carne y hueso”, es decir un sujeto con

dimensión psicológica y emocional, cercano al habitante andino contemporáneo.

Entonces, es a partir de estos años que se va a ir produciendo una cada vez mayor

aproximación al contexto material y simbólico de los pueblos originarios. No obstante, la

obra de estos dos últimos autores, no constituiría estrictamente una literatura indigenista

ya que se trata de la presentación de sujetos casi estáticos.

Es recién con la obra de Icaza y de Alegría que estamos plenamente en el campo

del indigenismo. Sus obras, por lo demás, marcan el paso de cómo lo que se ha llamado

“indigenismo desde afuera” llega a convertirse en el “indigenismo desde adentro”; esto es

aquella literatura que se propone desde una comprensión profunda e íntima de la cultura

andina y del sujeto histórico que la produce.

En este contexto, la producción literaria del José María Arguedas (1911-1969),

con obras narrativas tales como Yawar Fiesta (1941), Los ríos profundos (1958) o El

zorro de arriba y el zorro de abajo (libro publicado póstumamente en 1971), constituye un

hito fundamental. Arguedas pasó su infancia bajo el cuidado de hablantes quechuas, por

lo que el quechua fue su lengua materna. Esto lo condujo a desarrollar una narrativa

peculiar que romperá la lógica representacional del indianismo y el indigenismo previos,

pues, al representar los universos indígenas de los Andes desde adentro, atestiguará la

complejidad y la heterogeneidad interna de estos pueblos, como también la de la propia

sociedad peruana en su conjunto. De allí también el contraste y la mezcla constante de

ámbitos lingüísticos, económicos, sociales y culturales, sujetos a desencuentros y

contradicciones a todo nivel.

Para uno de los críticos y estudiosos más influyentes del indigenismo y el neo-

indigenismo como Antonio Cornejo Polar, el universo narrativo de J. M. Arguedas, al

igual que las producciones culturales no escritas de las comunidades indígenas andinas,

dan cuenta del dilema de las identidades y de sociedades caracterizadas por la

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heterogenidad cultural: “la heterogeneidad cultural contradictoria” de la que habla el

autor que, en ocasiones, enfrenta a los pueblos, supone dilemas de orden social, político,

étnico y cultural, y constituye el origen de lo que él llama, “armonía imposible.”

Es por todo ello, es decir por la representación de esa complejidad cultural y de la

“armonía imposible”, pero sobre todo porque Arguedas no entiende aquel mundo sin la

dimensiones no racionales del universo mítico, que su realismo mítico y mágico

constituye un paso más allá del indigenismo.

El neoindigenismo

El neoindigenismo, en cambio, de acuerdo con cierta crítica, constituiría un

intento de vincular la cuestión del indígena con cierto pensamiento de carácter más

autoreflexivo, sobre todo de las tensiones que implican representar el mundo indígena y

al mismo tiempo lidiar con las contradicciones propias de las modernidades y

modernizaciones que conforman el Occidente periférico (contradicciones que

experimentaron las sociedades latinoamericanas durante buena parte del período de

formación de las repúblicas en el siglo XIX, y durante los intentos de modernización

durante el siglo XX).

Esta corriente se caracterizaría, principalmente, por alejarse radicalmente de la

estética realista que informa al indigenismo. Muchas veces se trata de una narrativa con

un fuerte componente lírico o mítico como fue señalado a propósito de Arguedas. Por

ello, y a pesar de que este autor tiene una clara pretensión de “reflejar la realidad,” se ha

señalado que su obra es el punto de partida de esta corriente; aunque por otro lado se

puede decir que se trataría del mejor representante de todo el indigenismo. En términos

literarios se pueden mencionar además, los aportes de Miguel Angel Asturias de

Guatemala, Rosario Castellanos de México y Manuel Scorza de Perú.

Miguel Angel Asturias, fuertemente marcado por la gran presencia de los pueblos

mayas en su país natal, Guatemala, tradujo (del francés al castellano) el texto maya

Popol-Vuh (lo cual de por sí trae el tema de la complejidad de las traducciones, de la

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validez de una translatio, en varios niveles y contextos socio-culturales. De allí que, en

un contexto como el guatemalteco, su libro Leyendas de Guatemala, publicado en 1930,

constituya una referencia clave en la reflexión literaria y cultural sobre la heterogeneidad

cultural. A su vez, Rosario Castellanos publica Balún-Canan en 1957, novela

autobiográfica que da cuenta de las contradicciones del colonialismo interno así como de

la presencia viva de las comunidades mayas en el entorno en que ella creció (es decir su

enunciación desde un lugar de privilegio, dada su pertenencia a una familia de carácter

oligárquico, en el contexto mexicano moderno).

El indigenismo y el neoindigenismo han tenido una vasta influencia en las

literaturas y las artes, como por ejemplo en el cine del boliviano Jorge Sanjinés, cuyo

film Ukamau (1966) está hecho en quechua y aymará. En el muralismo mexicano se

puede apreciar una importante presencia del elemento indigenista, en particular en las

obras de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

Otra manifestación importante la constituye toda la tradición de la música andina,

desarrollada tanto por criollos –en países como Perú, Bolivia, Ecuador y Chile--como por

los propios indígenas. Al respecto recordemos que el estudioso boliviano Jesús Lara

incluye al huayno o wayñu -representación tanto musical como danzada- como uno de los

géneros de poesía quechua, junto con el jaylli, el taki y el harawi: diversas expresiones de

carácter milenario que se caracterizan, en todos los casos, por presentarse en forma

musicalizada o de canción.

Si a principios del siglo veinte José Carlos Mariátegui abogaba por el verdadero

protagonismo de los creadores indígenas en el mundo de las letras –una literatura

indígena--, es evidente que la producción poética y narrativa de autores provenientes de

las comunidades indígenas comienza a desarrollarse con mucha fuerza en las últimas

décadas del siglo veinte; quizás, estimuladas particularmente por las reflexiones del

Quinto Centenario del descubrimiento de América, en 1992, o “Del encuentro de dos

mundos”, como eufemísticamente se le llamó a esta empresa conquistadora.

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De cualquier modo, este mismo fenómeno de la literatura oral, que incluye la

resistencia y la continuidad creativa de las propias tradiciones orales y objetuales

artísticas provenientes de las diversas comunidades indígenas de las Américas, ha venido

también aconteciendo en el resto de las artes. Es probable aún que en los últimos 25 años

nos encontremos frente a una situación muy diferente en algunos aspectos, pues, al

menos, nuevos actores irrumpieron en la escena con mucha fuerza, como los grupos

aymaras, principalmente de Bolivia, pero también del sur del Perú, los grupos mapuches

del sur de Chile, los diversos grupos amazónicos de Brasil y Perú o los grupo mayas de

Guatemala y del sur de México en “un lugar denominado Chiapas”, por mencionar

algunos.

Bibliografía

Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire: ensayos sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima: Editorial Horizonte, 1994.

---------------------------- La novela indigenista. Lima: Lasontay, 1980.

---------------------------- Los universos narrativos de José María Arguedas. Buenos Aires: Losada, 1973.

Favre, H. El indigenismo. México: Fondo de Cultura Económica, 1998.

Franco, Jean. An Introduction to Spanish-American Literature. Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1969.

Kristal, Efraín. The Andes Viewed From the City. New York: Peter Lang, 1987.

Mariátegui, Juan Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Empresa Editorial Amauta, 1928.

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