hacia el horizonte de aventuras

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    Hacia el Horizonte de aventuras

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    A Mara del Valle, la mujer que ms am

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    INVO

    Escribo estas palabras y las deslizo a lo lejos, dejando entrar entre letrasalgn rayo de luz que se asoma, y huele. Huele el aroma del cuento que nace,como el pan tibio del horno saliente y, caliente. Caliente de ideas recin vivas, ode imgenes presentes que quieren hacerse tinta para poder nadar en otra mente.

    As como aquella energa que no se da, se comparte, esta energa de sueos brotaal penetrar dentro del misterio que se esconde, aqu.

    Volar por el mar de fantasas a veces reales, y mirar a travs del encantosabroso, emocionante o confuso de un remolino inmenso que aflora y se derrama(audaz).

    De esto mismo que hoy escribo y en este momento estoy creando, ahorapermanezco hablando. Y en este preciso momento me dispongo a entrar ms alldel adentro y dimensionarme en el mundo que all encuentre.

    Ah voy...

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    A MEDIA LUZ

    Era de da y se haca de noche,lentamente,acariciando de tanto en tanto los flecos de la vida

    y lamiendo,

    sigiloso,el ardor inmenso del Sol que hoy se apaga.Oh brillaratan alto como brilla aqulque templando la brisa,hogareo,ilumina el sendero de cada maanapie tras pie, paso tras paso,hacia adelante;con fe.

    Cmo podra haberse ido. Era lo nico que senta tener en el mundo, y estaba

    sufriendo. De a gotas las lgrimas ramaban por sus mejillas, golpeando profundoal precipitarse hacia el vaco. Y caa y caa. La sensacin de lo inalcanzablenaca bajo sus pies, a medida que penetraba dentro de aquel hueco de la Tierra.Hacia abajo era negro y hacia lo ms alto del arriba se ennegreca ya el ltimoatisbo de luz.

    Ahora estaba solo. Cayendo.

    El calor aumentaba, pero el derretimiento era amortiguado por los fortsimosvientos que golpeteaban su cara desnuda. Por qu. Era un frtil momento parapensar este esfago abismal del planeta. As, metindose adentro de nuestromundo real, era ms fcil internarse en s mismo, en su interior verdadero.Cunto para exprimir de aquella vida en la superficie. Cuntas situaciones

    graciosas y divertidas. Aventuras. Comidas deliciosas. Oh Dios!, cunto malhaba hecho. Por qu. Por qu haba causado tanto dolor a otras personas, casisiempre fcil de olvidar. Debera arrepentirse. Pero ya era tarde. Tres filososcolmillos de metal lo aguardaban en el fondo del abismo para desgarrarcarnosamente sus entraas.

    -Oh Seor!, por qu he sido tan malo, perdn Padre mo; haz de m lo quedesees; me pongo en tus manos...-

    Ya el ardiente fuego se acercaba a enorme velocidad. Mir hacia abajo y vio eltridente. Se volte de espaldas, extendi los brazos y las piernas y exclamnuevamente: Me pongo en Tus manos Seor. Que se cumpla en m Tuvoluntad!.

    Y cay. Pero no sinti ningn dolor sino experiment una paz inmensa; sintila caricia tierna de una superficie acolchada sobre la que estaba recostado; sintique el amor flua por sus venas, y sinti su corazn latir con libertad.

    Elev la cabeza y observ una enorme mano que lo sostena con delicadeza,sobre la que estaba ahora sentado. Y record como un eco sus palabras: Seor,me pongo en Tus manos...

    Sonri, y mir hacia arriba con alegra y. Despert. Sentado en la cama.

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    Haba sido un sueo.

    Slo un sueo? Lo cierto es que desde ese da, desde esa noche, desde esamaana, Juan fue un hombre nuevo.

    Mucho ms bueno que antes.

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    BANDERA

    Por entre los cirros de nievey del cielo el profundo celeste,mil aguijones de luzla bandera del Sur entretejen.

    Centrado en su blanco sublimeel ureo Sol la preside,cual ideal de firmezaque en la fuerza patria se inscribe.

    Inmensos hielos glaciales,selva, bosque y planicie,Pampa, Andes y Puna,unidos en ella conviven.

    Ocano y tierras salvajes,playa y amplias ciudades;enfranjado en su pao se escuchade la espuma el tremor en los mares.

    Es el pao de nuestra bandera,es la insignia mayor de la Patria,son el Zonda feroz y el Pamperoque a la Tierra: Argentina! -proclaman.

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    CACALIEN, EL 328 PASAJERO

    Todo comenz cuando mir por la ventana lateral del inodoro. El extrao serflotaba en la solucin fecal semejando un monstruo submarino (aunque a vecessala a respirar). El aroma que desprenda carcoma mis fosas nasales como siestuviera respirando cloro. Algo me haca saber que realmente no era una

    criatura aliengena, un ente de otro planeta. Quizs lo saba por conocer suorigen; o por sentirlo tan cercano y no escuchar de l ninguna expresin fuera delo comn. Mas, por cierto, yo siempre consider mi comida expectacular. Y esaexpectacularidad era causada... por su fluorescencia extraterrestre!

    Lo que aconteca en el bao era terrible. Y fantstico; por lo que decidtelefonear a la NASA. En un abrir y cerrar de ojos aterriz el Columbia en miterraza. Unos hombres cubiertos de proteccin antirradiactiva corrieron veloceshacia m y me colocaron un chaleco de proteccin (aunque algo incmodo).

    A pesar de mis reclamos intermitentes y repiqueteados, deb abordar con losdos astronautas el taxi espacial y me llevaron para protegerme a un hospital delocos (eso debe significar no s que cosa, debe ser una sigla).

    El asunto es que hace tiempo que no tengo noticias del individuoextraterrestre marrn y cilndrico que se pos en el interior de mi inodoro conventana. De todas maneras quiero que sepan que yo fui el primero que lo vi.

    O sera un sorete?...

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    CUIDADO LOS DEDOS!

    Naca Francisco de entre amores y llantos, albeando la vida a las seis y mediaen que el Sol recin se asomaba tras la Barda del Medio. Y as se abra plena enel paraso la puerta para Francisco. El ngel de la guarda se remangaba y, previobostezo matutino, se acomodaba un banquito cerca de la pared para cuidar que

    la puerta no se cerrara. A veces se formaban algunas correntadas por ladiferencia de presin entre el fresco del paraso y el aire caliente del infierno,provocando que los portales comiencen a cerrarse, y de no ser por los ngeles dela guarda siempre atentos, ms de uno se cerrara de un portazo.

    Francisco fue creciendo. La primera palabra que balbucearon sus jveneslabios se oy como puta, y en el paraso se sinti crujir levemente una bisagra.Los padres de Francisco eran muy mal hablados y no se ocupaban mucho de lacrianza del pequeo.

    Ahora en primer grado, la buena maestra acurrucaba bondades en el almatierna del nio, intentando desenganchar el tallo recin verde de algunosrecovecos oscuros bajo los que comenzaba a doblarse. La tarea no fue en vano ya

    las bisagras de la puerta de Francisco en el paraso se palpaban lubricadas.

    Francisco sigui creciendo y trotando por la vida entre maestras indiferentes ymaestros demasiado rgidos como para llegar a penetrar en su corazn. Pero loms importante, los padres, no parecan darse cuenta de lo que tenan al alcancede sus propias manos, y se estaba pudriendo: la vida de su hijo.

    A los 14 aos, el protagonista de este cuento integraba una pandilla de edadpareja que se dedicaba sobre todo a escribir paredes y matar pichones en lasafueras del pueblo. Manej a los 15 y en su camioneta veloz ensuciaba de ruido einsultos las tranquilas calles de su barrio.

    Hoy cumpla diecinueve y en las puertas del paraso el ngel de la guarda de

    Francisco comenz a pedir ayuda a sus amigos porque las correntadas nocesaban y sus musculosos brazos no daban a basto.

    Francisco cometi varios delitos cada vez ms graves y sosteniendo su puertaen el paraso se encontraban ya a cientos de ngeles de la guarda, como en unagigantesca cinchada, tironeando sudorosos para mantenerla abierta. El primerode la fila con las manos ensangrentadas, el ngel de la guarda de Francisco,alentaba a sus compaeros y se daba fuerzas a s mismo: Vamos que no todoest perdido. Tiren con fuerza que lograremos sacar adelante a Francisco y lapuerta se abrir de par en par otra vez.

    Aqu en el mundo, Francisco dudaba de tanto en tanto a cerca de lo mal queestaba procediendo en su vida. Por momentos estaba a punto de arrepentirse.

    Pero as y todo, segua delinquiendo.Grande ya, se encontraba robando una casa de ropas cuando la empleada a

    cargo se movi sigilosamente intentando presionar el botn de la alarma.Francisco la descubri a un paso de alcanzar el contacto, y valindose de unamgnum con silenciador superpotente que haba quitado a un militar retirado,destroz el crneo de la joven, quien cay sin vida exactamente sobre el botngris de la alarma. Dos policas que pasaban por enfrente con su patrullero,detuvieron enseguida la marcha y se apostaron a los lados de las vidrieras del

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    negocio. Uno de ellos intent penetrar a la voz de Alto!, polica, mas Franciscoque permaneca atento dispar y mat al polica. Casi en el mismo segundo enque el maleante dispar, el otro oficial se volte y de un tiro perfor el hombroderecho de Francisco, quien cay al suelo con vida.

    La puerta de Francisco casi se cerraba. Los ngeles tiraban y tiraban sin

    perder la esperanza.Pero en el mundo, en ese mismo instante, el polica observaba de reojo a su

    compaero muerto sobre el suelo y realizaba un segundo disparo rebalsante deira y quizs venganza sobre el corazn de Francisco.

    En el paraso, uno de los ngeles que sostena la puerta, era el guardin deloficial que acababa de matar a Francisco, y tuvo que salirse de la formacin parasostener la puerta a su cargo que comenzaba a sufrir una correntada capaz decerrarla. En ese momento llegaba al cielo el polica muerto; iba a entrar por supuerta abierta de par en par, pero vio que a su lado una puerta pesada se cerraba

    y corri a frenarla. El polica lleg a agarrarse con su mano del marco de lapuerta a punto de guillotinarse y escuch desde adentro que el ngel de la guarda

    de Francisco, vencidas ya sus fuerzas le grit: Cuidado los dedos! Y la puerta secerr estruendosamente cortndole los dedos de la mano derecha.

    Dolorido y triste el polica camin unos pasos y transpuso su portal de ingresoal paraso. Ya adentro, se escuch tras la puerta de Francisco un golpe duro. YFrancisco cay hacia el infierno...

    El ngel de la guarda de Francisco se lamentaba charlando con el recinllegado: Si tu compaero le hubiera dado otra oportunidad, todava tendramosesperanzas...

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    Y

    Y,

    y naca el Sol tras el horizonte;

    y,

    y en los lagos cristalinos reflejaba el verde monte;

    y,

    y un vibrar de frescura

    cual de la miel la dulzura

    habitaba en las entraas del bosque;

    y,

    y entre los picos nevados

    mallines de urea luz

    refulgan imbricados;

    y,

    y el da haba comenzado.

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    PEDO

    Pedo;

    pedo estruendoso y rotundo

    que al surgir de un agujero profundo

    brindas vida y aroma al mundo.

    Pedo;

    burbujeante y armnico pedo

    que al salir a la luz tembloroso

    das cosquillas al ms paseandero

    y contentas al ms asqueroso.

    Pedo;

    pedo mo, gran compaero

    que al estar sumergido en el agua

    y pedir a tu voz un consejo

    no hago ms que observar tu belleza

    y pinchar tus globitos espero.

    Pedo; s,

    pedo al fin,

    simblico esbozo del viento,

    soplido de puro aserrn,

    pedazo de asco volante,

    sembrado de vmito ruin.

    Pedo;

    oh gran pedo esplendoroso!

    estrpito del poro entrenalgoso

    que a la vida tornas tanto ms feliz:

    quiero agradecerte en este da

    tu amigable compaa con el pis.

    -Mi Nariz-

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    CUENTOS DE LA HIGIENE

    Revoloteaba un moscardn negro y peludo, impregnado por colgajos demateria fecal, por sobre un ampuloso chorizo de bosta, retorcido en la vereda.

    Sin verse interrumpido su vuelo por el inoportuno transitar de una cucaracha

    bajo el ftido puente, aterriz con firmeza luego de realizar un viraje completo enpleno planeo.

    Sus articuladas patas se hundieron en el excremento como aguijn de avispaen vmito gelatinoso.

    Inyectando su aparato bucal, semejante a dos manguerillas, en la amarronadapastachuta mal oliente, absorbi la sustancia.

    Posteriormente de deglutir el fruicionante manjar moscuno, nuestro asquerosoamigo se dirigi a la casa de Drcula, que mantena una ntima conversacin consu amigo del alma Don Frnkestein cabeza planchada (Frnkestein no tienealma), y escuch lo siguiente desde el escaln de la ventana:

    D - Che cascote, qu te cuelga del diente?, un fideo? pregunt el vampiroobservando con extraeza la sarrosa dentadura del gigante.

    F con voz gangosa- No, no; es la aorta de un tipo que me com al medioda.

    D Y me guardaste la sangre?

    F S... yo me la puse en el bolsillo, pero se me fue chorreteando por la calle.

    D - Pero! Cabeza de adoqun!, Ya te hiciste el recambio de cerebro?

    F No, la verdad que no; los ltimos das me estuve lustrando las uas y loszapatos con un cacho de hgado que me prest el carnicero Don Manuel.

    D - De hgado vacuno?

    F No, no; de Don Manuel.D Debs tener las neuronas con poco aceite, ese hombre tuvo hepatitis.

    F - Vaya problema!, ayer me tragu enterito un pedazo de pncreas dediabtico y no me hizo nada; por algo me dicen estmago de acero.

    D - Porque coms de todo?

    F No, porque se me pegan a la panza todos los imanes; sobre todo con lagotita.

    D Bueno, ya que estamos, and a traerme un pedazo de queso.

    F - Gruyere o comn?

    D - Por qu?

    F Porque el comn se lo arranco a cualquiera; pero para el gruyere, me tengoque ir hasta el cementerio.

    D - Cul es el motivo?

    F Y, hay que ser prctico; en el cementerio le puedo sacar el queso a unmuerto para aprovechar la accin de los gusanos, que lo llenan deagujeritos; y listo el gruyere!

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    El moscardn, asqueado por lo dicho, expector el estircol putrefactosemidigerido, sobre el blanco sombrero de una seora que paseaba tranquila porla calle. Al caer, la materia en descomposicin produjo un ruido similar al de unzapato 45 aplastando un sapo sobre un charco de lodo; un suave sonido que seasemejaba a la abuela de Drcula revolviendo con su cuchara de fmur undelicioso guiso de moco y tripas (con tuco).

    La seora, desconsolada!, irritada!!, desesperada!!!, esquizofrnica!!!!;limpi su sombrero y continu paseando...

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    LA ASPEREZA DE LA CUERDA

    Corra el ao del Seor de mil y quinientos y treinta, y un golpe seco masprofundo sobre la posadera del martillo de aquel juez medieval, pona punto final

    y certero a la causa. No caba duda, el ortopedo era el autor de los tres terribleshomicidios que se estaban investigando.

    Fue un mircoles; cuando se pona la tarde.

    Como siempre, la ejecucin iba a llevarse a cabo en el centro de la PlazaMayor, ya conocida como el anfiteatro de la muerte.

    La horca esperaba sedienta mientras el ortopedo marchaba cabizbajo a suencuentro. A medida que se acercaba, cada paso se haca ms pesado; sentacomo un cordn elstico que lo mantena atado a la vida, y tras cada paso sehaca ms tenso. Tras cada paso se haca ms delgado.

    Y lleg.

    El verdugo, encapuchado de misterio, puso la soga alrededor de su cuello, la

    ajust levemente y se retir unos pasos. El gento estaba reunido alrededor ensilencio. El verdugo alz su arma al cielo, y dispar. Los caballos corrieron por elestruendo, y el piso de madera al que se encontraban atados desapareci de bajolos pies del ortopedo.

    El nudo se desliz rpido y la cuerda comenz a estrangularlo.

    Al principio, un charco de miedo, desesperacin y dolor invadi su mente,mientras revoleaba alocadamente sus piernas. Una cascada de recuerdosinconclusos se derramaba por su frente en olas de ideas confusas, hasta que...logr aquietarse. Y quieto, colgando, consigui la tranquilidad mental. Ya notena aire, la cabeza le dola muchsimo y no poda pensar; pero pensaba con elalma. Vio detalladamente las escenas de sus tres asesinatos. Senta los gritos de

    dolor prolongndose hasta el infinito. Tan reales eran los gemidos que llegaron apenetrarle el corazn. Lo carcoman por adentro como brasas. De repente,surgiendo del manantial interior de lamentos, guitarre una lgrima por suviolcea mejilla. Abri ampliamente los ojos al Sol que se ocultaba y se diocuenta. Llor sangre al alba que ya ennegreca y escalando tenso la colina delbien se dijo: . Ni suspiro le quedaba para balbucear palabra con el ltimoaliento del alma. Pero al menos con el vibrar del susurro del viento queacariciaba su espalda, crey arrepentirse. Mir s nuevamente al Sol que seesconda tras el horizonte oscuro, y exclam perdn! con las venas huecas; pero

    ya el ltimo rayo acababa de ocultarse.

    El fro de la piel bajo el cuello casi no le permita sentir su horca. Mirfinalmente hacia adelante, y observ el tenssimo cordn que todava lo mantenasujeto a la vida, a punto de cortarse. Trat de agarrarlo. Pero sinti entonces laaspereza de la cuerda de la que penda, y oy como sta desgarraba la ltimafibra. Su cuerpo se electriz por un instante; acab su energa.

    Y muri...

    El gento se alej en silencio.

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    La flor y yo

    Cuando era chico y vea flotar un panadero trataba de atraparlo. Generalmentelo lograba y entonces, luego de quitarle todos sus pelos blancos, me coma elpequeo pan que traa adentro.

    Yo crea que era un pan. Y es el da de hoy que veo un panadero por el aire, y me viene ala mente esa loca idea de que la voladora bola de pelos acarrea un diminuto pan en suinterior.

    Recuerdo que tambin pensaba que dicho pan era muy nutritivo, asociando sureducido tamao a una alta concentracin alimenticia.

    Cuando era nio tena yo altsimos ideales; de los ms correctos y puros. Yaunque nunca los perd en sentimiento ni renunci conscientemente a ningunode ellos, poco a poco han ido quedado arrumbados bajo pilas y pilas de otrasocupaciones. Hasta han algunos de ellos llegado a empolvarse de quietud.

    Pero lo not. A Dios gracias lo not.

    Hoy tengo ms herramientas que ayer para llevarlos adelante y puedo. Puedo yquiero hacerlo.

    _Es por eso Joaqun, que me estoy comiendo el pancito de este panadero.

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    EL FLATURREICO

    Amaneca trnquido el pinrel

    de la humana inmensa cabellera

    al cantar del gallo de papel

    y al oler su inmensa pedorrera.

    Almohada en pelo

    y sueo en oreja,

    despaturraba enrgico la colcheja

    y al rin rin de metal

    reventaba con sablazo de molleja.

    Metido adentro de la zaptida canoa

    el dedo gordo avistaba por la proa

    todo objeto que en pronto envestiraen cada chguica descarga que el capitn realizara.

    Ya enropado y montado en patineta

    con corbata y un aire de gomina

    propulsado por tremenda pedorreta

    arribaba feliz a la oficina.

    Enormusmsima flatulencia al ingreso

    penetr el agujero de la llavey propulsos cual veloces superaves

    volaron empleados por ventanas y oriflesos.

    Habrase visto

    semejante desproltorio

    pinrel ninguno qued en el bodrio

    ni los croncos, ni los listos; ni el carac de Oligisto.

    Slo don pedote

    soport de su gas el tremendo azote,mas broche nsico ensamblado

    port por siempre a su naridrico aspirador agarrado.

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    NUEVO PLANETA MATERO el da que lleg la solucin-

    Retronaba entre algodones grises de tormenta que cubran la noche, decenasde elctricos destellos y descargas. De tanto en tanto un aguijn de luz lograbainyectarse y transponer la turbulenta masa encapotante, para llegar a tierra ypinchar la superficie.

    Gritos, aullidos y el zumbido del viento, se imbricaban temblorosos y temblarhacan a la gente. Golpeaban duro las aguas a las rocas, al arrojarse en suicidioinfinito hacia el precipicio, desde el borde de piedra que acoga las cascadas. Unaa una estallaban las gotas esparcindose en el basalto y cristalizando el alba ensu sonido, inaudible, pero mgico; como los sueos, verdaderos, mas intangibles.

    As, de esa especie amrfica era la sensacin en que me sumerg al entrar alplatillo. Todo estaba vaco, pero yo suba, por algo, que estaba lleno. El espaciodentro de la nave, aunque pequeo, me resultaba inconmensurable. Volabaalegre en la increble experiencia de observar al interminable Cosmos ante m; eracomo estar suspendido en el tiempo y en absolutamente todas las dimensiones.

    Pero, de repente, la escotilla se cerr y regres instantneamente al espaciomaterial. Comenc a sentir un leve movimiento vibratorio bajo mis pies. Al cesarste, la calma fue absoluta. El tiempo pasaba minuto a minuto. Empec asentirme como una sardina. S, no poda dejar de ver las brillantes aunquetersas paredes (techo y piso) de metal que me rodeaban. Cerraba los ojos, y nodejaba de pensar en ellas. Como si alguien quisiera volverme loco. Fue entoncescuando ahogu la desesperacin que me empezaba a invadir; saqu del bolsillo elmate porttil que hube creado en mis ratos de ocio, y comenc a tomarlo contranquilidad.

    Como por sobre mi cabeza escuch enseguida un ruido semejante a unaprofunda inspiracin. Sent un golpe tras el suelo en mis sentaderas y la escotillase abri.

    Al salir observ sorprendido un gran grupo de criaturas verde-tostadas que meesperaban.

    -El Planeta de los Simios me dije.

    Pero dos amables monstruitos me dirigieron la palabra:

    -Slo deseamos degustar una poca de tu mate me expresaron.

    -Con todo gusto respond con temor.

    Al probarlo, el simptico peludn comenz a brincar y pegar extraos alaridospor todas partes. Es delicioso. Fruicionante aclam.

    -Es invento argentino dije pensando en los derechos de patenteintergalcticos. Invento terrcola. Terrestre aclar.

    -Muy bien me dijeron. Toma unos cuantos miles de toneladas de este metalque ustedes admiran tanto, y ve tranquilo. Con esto quedan pagos todo tipo dederechos-. Llenaron seguidamente el interior del platillo volador con tanto oro,que slo caba yo parado junto a la pared. Una hermosa extraterrestre me dio unbeso. Se cerr la escotilla, y la nave parti. Al alejarme iba escuchando los gritosde alegra que expectoraban los seres tras haber probado el mate.

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    En cuestin de segundos arrib a la Tierra. De vuelta en casa, llen conmucha ayuda cinco silos graneros de oro, y con el restante pagu la deudaexterna (de todos los pases latinoamericanos). Y colorn colorado, el platillovolador de vuelta se ha volado.

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    A UN HOMBRE DE PEQUEO...

    Asomaba de maana, tempranito,

    su mosqutico chorizo, chiquitito.

    Tan inmensa su pequeez era

    que ni encontrarlo lograbasumergido en la baera.

    Gusanito microscpico

    lombriz escasa del trpico

    que ni mil veces agrandada

    alcanzar pudiera una pulgada.

    Es que la Mano del Grande

    necesitara ms barro

    y lo que haba en el jarro

    slo alcanz para el glande?

    O es acaso un gran confusoy a algn parsito o bichito

    en vez de algn pequeo pito

    le creci un enorme intruso?

    Es la fuerza de Natura

    que tras jornada muy dura

    sostuvo un minuto manso

    y se tom un pequeo descanso.

    Es una simple olvidetra

    del fabricante tisularque en ese da fue a olvidar

    cubrir con carne y piel la uretra.

    Slo espero que me crean

    haber odo a la pasada

    al inodoro de Dream

    expectorar al verlo una risotada.

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    LEYENDA DEL VEGETAL

    Galopaba feliz la luz entre los cerros; la maana brillaba, en un relincho devida brotaba del humus la energa, que iba y vena por toda la Tierra, llenando losllanos de color y las montaas de alegra.

    El Sol en paales en mil rayos refulga y, sobre el horizonte, de tan fuerte, elda no se apagaba. Todo empez con una semilla, una semilla del color de lavida.

    Intercambiaban opiniones dos porotos, a cerca de la manera tcnica, con lacual se podran almacenar infinitas ideas, entre los cotiledones verdes de un

    joven con aun escasos cromoplastos. Las ideas no eran totalmente dispares:lgicamente ambos coincidan en que el nico ser con dichas caractersticas, eraun recin nacido. La discrepancia se plante al intentar concebir el mtodoexperimental, para comprobar el grado de certeza de las hiptesis planteadas.Porotomocho insista en utilizar un ejemplar real para la experiencia. En cambio,Porotomate, hombre de una inteligencia germinada, recalcaba la peligrosidad de

    manipular protnidos, en presencia de una vida nueva. Cabe aclarar que losprotnidos se dividen en porotoidales e imaginativos, radicando su pureza en elcentro cmico-csmico intercelular, del canto superior derecho; -ms que aclarar,lo que se hizo fue oscurecer-, -no le parece-. Bueno, ste es el asunto; aunqueparezca mentira, el Dr.Porotomocho no entenda un androceo de porotofsica y,tras la explicacin expuesta por el cientfico, conocedor del tema a fondo, peropoco didctico, nuestro amigo pens que lo estaban burlando, y descascar de unaradazo a Porotomate.

    Posteriormente, en forma totalmente apresurada, Porotomocho extrajolentamente un porotobeb de entre los tibios terrones de humus que lo rodeaban

    y protegan. El inocente semillito no opuso resistencia alguna, y el doctor lotraslad hacia su laboratorio.

    La experiencia comenz con xito; infinitas ideas brotaban del mallngenerador como haba previsto; pero... de repente, ms rpido de lo que unsuperporoto tarda en salir volando, el porotn se colm, se ultrarrecontracolm deideas, y estall en dos pedazos s, dos pedazos, no mil como decimos loshumanos-. Fue entonces cuando apareci el Gran Cacique, y dijo:

    Te has equivocado y todas las semillas de la Tierra, no sern para siempresemillas. La frescura de los jvenes y verdes cotiledones que, aunque sinintencin, has destruido, surgir de vuestras energas. La ternura e inocencia deaquel nio, para siempre vivir en vuestro ser. Pero tambin sern indefensas yhasta la hermosa brisa que hoy os desparrama, os podr quebrar la existencia.Y, aunque para bien, sern devoradas.

    As fue como toda esa energa vital que baaba la Tierra, la sigui baando,pero en forma de vegetal.

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    EL MONTE AZUL

    Ab era chico, bastante chico, como de aproximadamente 7 aos y 3 das.Ab viva feliz con sus mams y su pap en una tropical regin de Katar; aunquetena muchas mams porque su padre cumpla las tradiciones rabes al pie de laletra, su verdadera mam era una sola.

    El harn de Abub, el padre de Ab, constaba de 62 unidades, y su rangocuantitativo encabezaba las posiciones de la regin. Con tantas mujeres en casa,Abub descansaba muy poco, y la mayor parte del tiempo era destinado a laproduccin de Abs, como tambin lo haba hecho su padre Abubub y toda laascendencia abbica de la que provena. Se daba entonces que la vida en la casade Ab era muy sexual, y aunque nadie an le haba hablado de sexo, el abismode la curiosidad en su mente precipitara muy pronto una pregunta, a la queAbub respondera de la misma manera que, en su momento, lo haban hechosus antecesores y su mismo padre cuando l se lo pregunt.

    -Abraap, Cun bale tap chu? pregunt Ab, enmascarando su curiosidadjuvenil bajo un rostro sumamente serio.

    Luego de sentarse a su lado, Abub comenz a narrar a su hijo una historia,que dara respuesta a su pregunta (la respuesta se transcribe traducida):

    Vers hijo mo, te contar cmo encontr la respuesta a tu pregunta el primerAb de la familia, cuyo nombre no te digo porque me pasara todo el da diciendobububu...

    Era hace mucho tiempo, all por el ao del pedo, como dicen en Amrica. Elprimer Ab viva solo. l nunca conoci a su padre; y su madre muri muy

    joven. El desierto era su hogar. Un cierto da l conoci a una joven, tutatarsima abuela, y en tanto pasaba el tiempo, vivi con ella hermosasexperiencias. Ambos se preguntaron una tarde, en un momento de reflexin, por

    qu podan ellos gozar de momentos tan bellos y sublimes; cul era la causa deaquello.

    Tan fuerte era la duda que Ab.. no descans hasta encontrar la respuesta.As fue que un otoo de vientos mgicos, so tu abuelsimo con un sendero, unsendero distinto que comenzaba diez horas de caminata al Sur, de entre losmontonos mdanos de su desierto. Al despertar, lo charl con su compaera ydescubrieron asombrados que ambos haban soado lo mismo. Sin duda, esapareca ser la seal que haban estado buscando para encontrar la respuestaansiada.

    Sin pensarlo dos veces, se pusieron en marcha, y en cuanto la alarma del relojsolar dio las diez horas desde la partida, vieron ante ellos el principio del camino,

    tal como lo haban soado. Tomados de la mano, entraron en l y comenzaron aandar.

    Luego de marchar unas leguas, ya el sendero pareca infinito hacia amboslados; era un sendero de luz, s, muy luminoso, como un rayo de Sol. A loscostados, surcadas por ste, se ondulaban inmensas las laderas suaves de unmonte azul. Aunque el camino era angosto, casi nunca sentan miedo de caer yrodar por las colinas laterales; slo teman trastabillar, cuando se preguntaban

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    internamente si realmente llegaran a la cumbre del monte azul en algnmomento, pero, mediante una arremetida de fe, continuaban firmes su caminar.

    Cuatro das pasaron y el ir infinito estaba llegando a su fin. La cspide delmonte era ya visible, como una fuente indescriptible de luz. Corriendo comonunca en un suspiro llegaron, y vieron.

    All estaban dos personas, como ellos dos, amndose. Pero toda la luz que deellos emanaba, no los encegueca, sino que les descubra ante sus ojos las almasde ambos amantes. Dos; unidas en una sola. Y en ambas, como naciendo deellas e igualmente luminosa, una tercer alma: la vida que se engendraba en elacto de amor. Tres almas; tres en una. Y miraron al cielo; brillante, profundo. Yvieron la misma imagen que en la cima del monte. Una luz tan grande que losiluminaba sin enceguecerlos. Tres luces, en una. Y entonces escucharon. Unavoz inmensa que los llen de paz, y dijo:

    Queridos hijos mos; sean ustedes testigos; Yo los he creado a Mi imagen ysemejanza, como se los dije y est escrito. Han encontrado su respuesta. Vayanen paz.

    S hijo mo dijo Abub-; era Dios; tres personas en una; Padre, Hijo yEspritu Santo, al igual que un hombre y una mujer cuando se aman y tienden aengendrar un hijo en su acto; tres almas en una.

    Ya ves, este saber se ha transmitido en nuestra familia de generacin engeneracin, y t debers transmitirlo a tus hijos, hasta que lo conozca toda lahumanidad.

    -As lo har respondi Ab, y se march satisfecho.

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    Los ladrones

    No caba ya ni una pequea rana. Estaba acurrucado de tal manera quehasta le resultaba difcil respirar. Salvo cuando lograba despegarse unosmilmetros de sus muslos, permaneca vivo con el poco aire que lograra hacersepaso entre sus apretados interiores.

    Bajo la repisa lustrada del antiguo esquinero, junto al ngulo de la pared, cubierto porel escaso velo del mantel que sobresala aquella tarde de la mesa del saln comedor, tieso yen mudo silencio yaca Jacinto.

    El sonido crujiente y doloroso como el acero de las lustradas botas avanzandosobre la tambin lustrada pinotea, tensaba cada vez ms el temor del joven queaguardaba.

    Aguardaba como rezando en su mente, pensando bajito para que ni aquelsonido imaginario se oyera. Aguardaba que de una vez por todas aquellos doshombres armados salieran de la casa. Qu ms ya no buscaran. Se dieran porvencidos. Aburriranse de husmear entre los muebles y puertas y, sobretodo,que no se les ocurriera mirar por debajo del mantel que hasta ese momento,haba logrado guardarlo a salvo.

    Minutos y minutos pasaban lentamente, estirndose al tamao de largashoras. La agujeta del reloj pulsera negro que llevaba Jacinto en su muecaizquierda y lograba observar por debajo de su sudada nalga derecha que lependa casi tocando el suelo, estaba ya atascada y avanzaba muy, pero muy devez en cuando.

    Cuando por fin ambos buscantes se encaminaban a abandonar su tarea,

    estando stos a unos pocos pies de la arcada de salida, un ratn, o una rata, oalgn desgraciado pequeo bicho, atraves a lo largo y por debajo, a granvelocidad, la mesa que lindaba protectoramente al acurrucado cuerpo de nuestromuchacho.

    No alcanz a orse dos veces el tiritar de sus rpidos pasitos golpeando lamadera del piso; el malhechor ms cercano al rincn de Jacinto gir sobre susoscuros talones y rompi la delgada membrana muda que reinaba por all, con unduro martillazo y explosin de su arma de fuego.

    Se sobresalt y luego volvi a aquietarse el nio. El tiro hundi en parte lastiras lustrosas de pinotea que lograba ver de reojo por sobre la curva de su

    hombro. Poco importaba lo que pasara con los muebles y las cosas. Tenan yaque dejarlo en paz. Tendran que salir de all. Jacinto estaba dispuesto a esperarcuanto fuera en el ms absoluto y muerto silencio; sin siquiera moverse; sinsiquiera pestaar.

    Los dos ladrones se agacharon quejosamente y escudriando con ligereza elinferior de la mesa sobre la que dispararon, llegaron pronto al pedazo donde seocultaba Jacinto.

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    Aunque no lo vieron a primera vista, algo les inquiet.

    Comenzaron a revisar palmo a palmo nuevamente la habitacin. La luz nofuncionaba para suerte de nuestro amigo y las tinieblas, que otrora le infundierontemor, lo hacan hoy sentir mucho ms seguro.

    El rezo de Jacinto casi ya se escapaba de sus labios. No haba fro ni calorque pudieran moverlo. Sus miembros cosquilleaban opacos, ya casi dormidos.Comenzaba cada vez ms a sentirse parte de la pared; continuacin de los tiesos

    y arenosos ladrillos.

    Seguan husmeando mientras tanto, ambos seres malvados de negras botas,armas y pasos crujientes. El comedor era grande y tenan mucho por escudriar.Entre sillones. Entre sillas. Tambin tras las puertas de sendos modulares, ensus vitrinas y bajo las otras mesas.

    Jacinto tema pero iba acostumbrndose a la horrenda situacin. Pocodespus, como en quince minutos, acurrucado por el mismo crepitar de loscuatro pasos de cuero que iban y venan, hecho ya parte del propio cemento quepegaba los ladrillos, Jacinto se afloj y qued dormido.

    Sin roncar; respirando as de despacito como lo haca antes.

    Los delincuentes nunca hallaron a Jacinto y abandonaron la bsqueda.Tampoco pudo hacerlo su madre ni sus tres hermanos.La polica rastre intensamente la zona para dar con el cuerpo, con la

    esperanza de hallarlo con vida. Pero nunca lo hicieron. Nunca llegaron aencontrarlo.

    Jacinto era pared; y vivira all por siempre hasta que lo tiraran abajo.

    Lo pintaron; lo lijaron; y hasta cubrieron sus rendijas con cal y yeso. Nuncams se movi.

    Jacinto era pared.

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    UN EXTRAO CASO

    Era de da. Las resacas del Pampero azotaban, de tanto en tanto, lasescarpadas pendientes de la colina que nos disponamos a escalar. Una especiede iceberg verde en medio del seco desierto.

    Al partir desde el sitio que nos haba servido de refugio, entre las tostadasarenas del amanecer, nuestro objetivo pareca encontrarse a slo unos pasos,diramos a... 2 km. Pero despus de haber transcurrido ms de un cuarto de da,en interminables y montonos pasos a lo largo de esta calvicie del planeta, segnnuestros ojos seguan faltando 2 km. Era como si cada vez que avanzbamos, lamontaa se alejara de nosotros al mismo ritmo que nos acercbamos a ella.

    Intentando refrescar la mente y rellenar el estmago, comenzamos a almorzar.Consumimos tres de los ocho bidones de agua que transportbamos y noscomimos absolutamente todos los alimentos (a excepcin de los chicles).Seguidamente disfrutamos de una pequea siesta a la sombra del alero. Encuanto son la alarma, empacamos nuevamente, recogimos los desperdicios (aexcepcin de la materia fecal de Pablo), y reanudamos la travesa.

    El Sol vespertino no nos incomodaba, ya que estbamos marchando hacia elEste y aquel slo nos cocinaba las espaldas. Luego de algo menos de dos horas,comenzamos a pisar ciertos islotes de coirn que se hacan cada vez ms grandes

    y espesos. Estbamos llegando.

    Las nubes sobre el horizonte ya se tean de rojo y nuestro gran hornogiratorio empezaba a esconderse para rotizar a los chinitos. De repente, escuchun impresionante rugido proveniente de algn lugar muy cercano. Cllense exclam despacito. Todos nos detuvimos y encendimos las antenitas de vinil.

    -Ser un len.

    -Eso parece.

    -No puede ser repliqu-; aqu slo hay pumas. Leones americanos.

    Pero en un momento logramos develar la incgnita, al or nuevos rugidos: erannuestras panzas que reclamaban comida. Fue entonces cuando comenc amasticar alfalfa silvestre. Cuando hay hambre, no hay pan duro.

    As comenz todo doctor; ya ve usted desde dnde me vienen los hbitosequinos. Qu me dice usted?

    -En verdad comenz el mdico- el suyo es un caso sumamente extrao, ynecesitar un tratamiento riguroso. Por otra parte, es inevitable realizar unaciruga, al menos para extirparle esa cola, que le queda tan graciosa y paraenderezarle las pesuas concluy.

    El doctor mir su reloj y... -Qu macana!. Se me ha hecho tarde. Usted nome podra alcanzar?

    -Bien le dije-; pseme la montura y sbase. Ah, guarde el rebenque en lasalforjas, no vaya a ser que se emocione y empiece a darme rebencazos. Tampocome pinche con las espuelas. Recuerde que tambin soy humano.

    -No tema... Arre!...

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    CARTA DEL FUTURO

    Se vivan en la Tierra los primeros minutos del siglo XXII. S, era el ao 2101y la maduracin de la humanidad haba llegado a tal punto, que todas lasnaciones luchaban unidas hacia el logro de nuevos avances que mejoraran elnivel de vida en el tercer planeta. Excepto algunas pocas repblicas rabes que,

    receas a abandonar el podero producido por sus altas reservas de petrleo, senegaban a desechar el uso masivo del hidrocarburo, en pro del empleo dehidrgeno lquido como combustible (no nocivo; produce agua en su combustin).

    Tampoco estas naciones reconocan como suya la nueva ensea albiceleste(similar a la antigua ensea de las Naciones Unidas), diadema de los puebloslibres del Planeta Tierra.

    Es importante aclarar, ya que ustedes no conocen los efectos de lacronovoyagerita con la que se puede viajar en el tiempo, lo acontecido en lasproximidades de fin de siglo pasado (presente para vosotros), cuando laComunidad Vialctica se present formalmente ante los terrcolas. Desde eseentonces, ha ido desapareciendo en la gente ese caracterstico sentimiento de

    patrimonio nacional, tan admirado en centurias anteriores, para dar lugar alsentir de La Tierra como la verdadera Patria Grande, y a defenderla y alentar asus representantes en el plano intergalctico. S, les resultara realmenteemocionante seguir por T.V.H.V. (TV Tridimensional Hexasensorial), un match deftbol entre la seleccin terrestre y la de otro mundo, como la de Marjyertv oUrano, catalogados entre los mejores. La casaca de nuestro planeta es celeste yblanca (los dejar con la intriga a cerca de la disposicin de los colores, encustin de algunos aos la conocern; les adelanto que si viven en cierto pas delSur pueden cosechar esperanzas...), el pantaln es azul o blanco y las mediasmarrones (del color de nuestro suelo). Y la blanca y celeste brilla, al menos luegodel primer Intergalctico de Ftbol, en lo ms alto de los mstiles de la F.I.F.A. (laI significa intergalctica), siendo la palabra TIERRA, la primera inscripta en elureo trofeo; se clasific segundo el otro planeta de nuestro sistema. Tanto esas, que ya es comn escuchar por ah, sobre todo en poblaciones de sistemascercanos, cuando alguien la mueve con categora, ste debe ser gmico comoDieguito o tens las patas de gmico, referido a la denominacin de nuestroSistema Solsr: Gama. Aclarando una duda que se os puede presentar, lescontar que los partidos duran tambin 90 minutos, los refers se visten de negrocon escotes de fibrofluorita (luminiscente), y se juegan en un tipo de estadioartificial, autoadaptable a la gravedad requerida por cada individuo que pisa lacancha. Es un sistema muy simple de gravitacin hidricoinvlica (retroenerga)mvil, ubicado bajo el csped.

    Les encantara ver los colores de la camiseta de VanHadium, tiene un efecto

    arcorico, o morfolumnico, realmente cuasiinimaginable.Tambin se practican otros cientos de deportes.

    Bueno, en fin, me fui por las ramas. Lo importante que yo quera decirle, esque este futuro que hoy es mi presente, es slo uno de los infinitos tiemposparalelos existentes en la 4 dimensin. Nunca lo olvide, el futuro est en susmanos, est por hacerse. Si usted se queda parado, esperando que los hechossucedan, ser slo una tenue imagen en el tren de las vidas humanas. No serquien construye las vas, ni el que pone los durmientes, ni el guarda ni el

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    conductor. Y si el tren descarrila, ser su culpa, porque en vez de estarcumpliendo sus funciones estaba sentado cmodamente en un vagn, con laventanilla cerrada, para no escuchar los gemidos de las vas que se quebraban yque usted podra haber enderezado.

    Nunca deje de luchar. Es doloroso ver como terminan de existir los tiempos

    hermanos, hoy que podemos verlos...El futuro est en tus manos, a trabajar.

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    EL BUSCADOR DE TESOROS

    Yaca la maana atenuadamente luminosa y veloz, por sobre la tierna cariciaverde del roco sobre el pasto. El pasto ondulado y carioso de nuestras sierras.Apareca ya el rey fulgoroso desde las entraas del horizonte, quizs naciendo deun cielo nuevo y dando vida a la vida y calor a la luz. Pedo.

    ...Ahora pienso mascando un aire de ideas no muy confusas, vibrantes con elcrepitar del nacimiento que las llevar a la hoja, por qu escrib la ltima palabradel prrafo anterior; pareciera ser como una necesidad de darle libertad al cuentoque narro, aqu encerrado entre cuatro paredes. Limitado a cuatro dimensiones ysin todava poder dominar una de ellas. Teta. (Otra vez lo mismo).

    El asunto es que en aquella vivaz maana, un habitante de este planeta,pensativo, filosofando realidades, abri los ojos y vio. Se dio cuenta cuntascosas, cuntas infinitas posibilidades estaban al alcance de sus manos, cuntapotencia encerraba en s la vida, su vida, la de cada uno. Lleg a pensar yacertar, creo, que no hay cosa imposible para el hombre, hijo de Dios, si Lo tienea su lado. Ya que no existe nada imposible para l.

    As fue como nuestro amigo comenz una vida nueva, colmada de buenasobras y sacrificios tiles, guiado por algunas ideas al principio puras. l sabaque no vala la pena acumular riquezas y bienes de gran valor en esta Tierra, sinoque vala mucho ms el acumular tesoros en el Cielo, desprendindose de los queposea en este momento y realizando buenas obras con el dinero que consiguiera

    y con el esfuerzo que l le dedicara, aportando sus conocimientos y ponindolosen prctica para mejorar la vida de sus hermanos humanos.

    Comenz por vender una enorme mansin que posea; puso el capital atrabajar en la Bolsa invirtiendo en una industria a la que le vio futuro y creybien encaminada, y un ao despus, habiendo obtenido enormes ganancias,dedic lo conseguido a la construccin de un magnfico hospital en una zonacarenciada de gran poblacin. Alguna gente no comprenda cmo se desprendatan fcilmente de semejante cantidad de dinero, realizando una obra que lecorresponda al estado; pero l estaba feliz...

    Y as continu trabajando, invirtiendo, construyendo, ocupndose de lasnecesidades de la gente sin esperar recompensas de nadie y sin divulgar susexcelente acciones.

    Una vez, ya avanzados los aos, un viejo amigo le pregunt cul era el secretode su xito, de su felicidad, de poder dar felicidad a tanta gente; a lo querespondi de maneras extraas sin dejar nada en claro y sin compartir, al menoscon su amigo, las grandes ideas del Bien que lo haban llevado a cambiar su vida,

    y que podan funcionar de igual manera con quien verdaderamente lascomprendiera. Al finalizar la confusa explicacin, record a su amigo el ttulo quel se daba siempre que alguien se lo consultaba: Soy un buscador de tesoros,concluy.

    En verdad l buscaba tesoros; buscaba cosas para hacer que hicieran felices alos dems, que ayudaran a la comunidad. Su mente estaba iluminada por lainmensa luz de las sublimes ideas que lo guiaban, pero slo l poda verlas, anadie prestaba parte de su fuego para que encendiera el farol ultraluminoso quecada uno tiene dentro de s.

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    Algn nio de vez en cuando le preguntaba en dnde esconda l sus tesoros,y despus de mirar al cielo un instante, agazapadamente responda: Tbscalos, quizs alguna vez los encuentres.

    La maana se acostaba brisescamente enneblinada, y el buscador de tesorosmuri.

    Ahora en el Cielo, nuestro amigo disfrutaba algo feliz de los magnifiqusimoscofres repletos de tesoros celestiales que haba conseguido mediante una muybien llevada vida en la Tierra, mas senta intrigadamente confuso que algo lefaltaba...

    Hasta que lleg un angelito que se pareca muchsimo a uno de esos chiquillosque una vez le haban preguntado en dnde esconda los tesoros y le dijo: Yo losencontr, pero muchsimos de mis amigos en la Tierra no lo hicieron y hoy notienen alas que los sustenten ni estn cerca de Dios. Por qu no nosalumbraste?; t tenas la luz guardada en ti y podras haber iluminado nuestrasalmas adems de alumbrar nuestras vidas terrenas. Lo olvidaste: la lmpara sehizo para ponerla arriba de la mesa, bien alto, para que alumbre a todos. No

    para tenerla guardada.Y el buscador de tesoros, al entender su error, balbuce una lgrima y

    permaneci triste y pensativo.

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    EL VIGSIMO DA QUE ESCALAMOS

    Era como una rugosa y protuberante saliente cristalina que se proyectaba desdeel borde del precipicio. No sabamos de qu estara hecha, aunque asemejaba, almenos por su belleza, a una enorme piedra preciosa.

    Estuvimos all toda la tarde y el sol del crepsculo que la traspasaba emerga decolor violeta. Como una especie de cortina cnica de suave luz, que gradual perocontinuamente iba cambiando de posicin. Salvo en aquellos momentos en quela luminosidad se acercaba a alguno de sus infinitos vrtices -cuando el cambiode posicin de la cortina violeta era abrupto-, siempre se desplazaba despacito.No haca msica por supuesto-, pero era como si se escuchara.

    Uno de nosotros quiso arrancar una pequea astilla para analizar el material enel campamento base, mas se lo impedimos; apenaba a cualquiera daar aquellabelleza natural.

    Fue as que descendimos esa misma noche abrigados por la clara luna llena. Lafalta de oscuridad era tal que se recortaban cada una de nuestras sombras sobreel escarpado terreno.

    Arribamos como a las tres. El resto dorma, incluyendo al guardia de turno. Nosmetimos en las tibias bolsas y fue alejndose el fro a medida que emprendamosel sueo.

    No alcanz la noche entera para soar. El desayuno estaba a las siete junto conFebo que ya se colaba por el ventilete de la carpa.

    Nos levantamos todos rpido en silencio y pocas palabras cambiamos durante elmate con tostadas. Pensbamos lo mismo. No veamos la hora de volver a subir

    y seguir investigando o al menos viendo aquella maravilla. Qu sera?

    Bastaron unas miradas para agarrar todos las mochilas, provisiones y sogas,calzarse el sombrero y emprender la marcha. Era 20 de enero y estbamosacampando all desde Reyes. Habamos ya subido a diecinueve picos y sierras ennuestra larga travesa por la cordillera. Visitamos cavernas increbles con rossubterrneos y nos deleitamos varias veces con las impresionantes vistaspanormicas desde cada abra que conquistamos. Pero aquella roca que emergamgicamente al principio de la recta cada del precipicio hacia el quecaminbamos, era realmente fuera de lo comn.

    Cosa que no hubimos hecho en la anterior escalada, llevbamos esta vez variascmara de fotos. El cansancio de la subida era escaso comparado con la fuerzade nuestros nimos. Por doquier se oan Vamos! entre nosotros y el ascenso noperda velocidad.

    Llegamos a las once. No haba nubes, salvo muy a lo lejos. La roca permanecaall con su misma belleza. Todos la miramos ansiosos. El abierto rayo violetamanaba hacia arriba perdindose en el cielo.

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    Casi al mismo tiempo tomamos las cmaras y comenzamos a gatillar. Las tomaseran fabulosas; el valle del Taf daba el marco adecuado a las increbles imgenesfotografiadas.

    Tras casi 100 tomas decidimos echar un descanso y nos sentamos a almorzar.Los sanguchitos saban ms ricos con el condimento de la aventura. El aire puro

    e inmenso nos colmaba.

    Cada luego ya la tarde, siguiendo atentos a los cndores que volabanmajestuosamente sobre nosotros, llegamos a olvidar la cercana del borde algoquebradizo del pedregoso acantilado y uno del grupo, el ms gordo para colmo,trastabill y call hacia lo profundo del vaco.

    Los gritos de Noooo! resonaron al segundo como ecos. Jos caa a punto dereventarse contra el fondo del abismo, cuando la luz violeta que emerga deaquella extraa punta cristalina lleg a tocarlo, hasta baarlo por completo.

    Jos desapareci.

    Quedamos mudos por un instante y, aunque aliviados, entramos endesesperacin. Unos fueron a buscarlo ladeando la montaa para llegar hasta labase donde debera haber golpeado el gordo. Otros se acercaron ms que nuncaa la piedra cristalina, hasta tocarla y golpearla como para que saliera Jos deadentro. Y otros nos quedamos pensando a mil por hora para encontrar unarespuesta.

    Justo entonces, arribaron al sitio tres jovencitos que acampaban con nosotros ynos haban venido siguiendo la ruta para averiguar adnde bamos con tantointers. Sin decirles nada, uno de ellos not la punta y asombrado, asi sucmara fotogrfica, la encendi y dispar. Esta vez, algo muy extrao sucedi.El Sol se ocultaba tras una loma y su luz escasa llev a activarse el flash de lamquina. Cuando el blanco y fuerte destello incidi en el cristal, como de rebote,otro destello ms denso pero violeta nos ilumin por completo.

    Todo tornose suave y empezamos a or el borboteo del agua salpicando desdecrteres subterrneos. Parecamos estar dentro de la montaa.

    Nuestros amigos, que haban ido a buscar a Jos al fondo del abismo y no lohallaron, regresaron dos horas ms tarde a aquella cima. Comprobando nuestraausencia y extraados porque quedaban all varias de nuestras cosas retornaronal campamento y dieron la voz de alerta.

    Al subir los ms grandes, despus de intentar variadas maniobras, tratando dedesenterrar la punta cristalina para analizarla, en un movimiento errado cortaronsu base. Se les escurri en ese instante entre los desesperados dedos y caytambin hacia el fondo del precipicio, donde impact contra duros peascos yabriose en mil millones de astillas.

    A los pequeos cristalitos se los llev el ro correntoso que rodaba por all.A nosotros nunca ms nos encontraron.

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    NDICE:

    1- Invo.................................................................................... 32- A media luz ........................................................................ 43- Bandera ............................................................................. 6

    4- Cacalien, el 328 pasajero................................................... 75- Cuidado los dedos! ............................................................ 86- Y ...................................................................................... 107- Pedo................................................................................. 118- Cuentos de la higiene ....................................................... 129- La aspereza de la cuerda .................................................. 14

    10- La flor y yo ....................................................................... 1511- El falturreico .................................................................... 1612- Nuevo Planeta Matero el da que lleg la solucin-........... 1713- A un hombre de pequeo.................................................. 1914- Leyenda del vegetal........................................................... 20

    15- El Monte Azul................................................................... 2116- Sombra ............................................................................ 2317- Los ladrones..................................................................... 2418- Un extrao caso ............................................................... 2619- Carta del futuro................................................................ 2720- El buscador de tesoros ..................................................... 2921- El vigsimo da que escalamos.......................................... 31