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E. Inman Fox HACIA UNA NUEVA HISTORIA LITERARIA PARA ESPAÑA Es evidente que la historia literaria de España se encuentra en un estado lamentable de confusión; situación que se debe, entre otras cosas, a una concepción empobrecida de los problemas de la historiografía — de la periodización o de la descripción de discursos, por ejemplo — y hasta a la falta de definir con claridad el que ha de ser el mismo objeto históri- co. Al mismo tiempo, seguimos insertando nuestros estudios críticos en el contexto de las construcciones historiográficas recibidas, que en el fondo no cuestionamos — o que sólo estamos empezando a cuestionar. Y también consultamos frecuentemente a las historias li- terarias y organizamos nuestros planes de estudio de acuerdo con ellas: todo esto con la ex- pectativa inocente de que las historias literarias formulasen una conexión entre unos cono- cimientos cuasi-objetivos y una perspectiva hermenéutica, de manera que nos ayude a en- tender una tradición literaria y su relación con la historia cultural y política. Por otra parte, nuestros conocimientos teóricos del texto literario, y la aplicación prác- tica que de ahí se deriva, han florecido en las últimas décadas, superando en mucho, enton- ces, la práctica de la historia literaria. Y quizás sea esto — la nueva crítica, el estructuralis- mo, el desconstruccionismo y otras modas más o menos formalistas—que, al repudiar la crítica histórica, haya puesto a la defensiva la historia literaria. Fuese lo que fuese, el hecho es que sólo últimamente se ha prestado atención, en el campo de la literatura española, a los problemas teóricos de la historia literaria, señalados ya hace treinta años en algunos ensa- yos de Rene Wellek, en el ensayo de Hans Robert Jauss, de 1967, sobre La historia litera- ria como provocación, o en el ensayo de Claudio Guillen, un año más tarde, sobre el perío- do y periodización literarios (1). Entre ellos que, sí, se han dirigido al tema que nos interesa aquí y señalan caminos a seguir destacan Hans Ulrich Gumbrecht, en su ensayo, de 1980, For a History of Spanish Literature "Against the Grain"; el importante trabajo historicista (1) Rene Weilek, Historia literaria. Problemas y conceptos, ed. de Sergio Beser, Barcelona, Editorial Laia, 1983; Hans Robert Jauss, Literaturgeschicht ais Provokation, incluido en versión inglesa en Toward an Aesthetic of Reception, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1982; Claudio Guillen, Literature as System: Essays Toward the Theory ofLiterary History, Princeton, Princeton UniversityPress, 1971.

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E. Inman Fox

HACIA UNA NUEVA HISTORIALITERARIA PARA ESPAÑA

Es evidente que la historia literaria de España se encuentra en un estado lamentable deconfusión; situación que se debe, entre otras cosas, a una concepción empobrecida de losproblemas de la historiografía — de la periodización o de la descripción de discursos, porejemplo — y hasta a la falta de definir con claridad el que ha de ser el mismo objeto históri-co. Al mismo tiempo, seguimos insertando nuestros estudios críticos en el contexto de lasconstrucciones historiográficas recibidas, que en el fondo no cuestionamos — o que sóloestamos empezando a cuestionar. Y también consultamos frecuentemente a las historias li-terarias y organizamos nuestros planes de estudio de acuerdo con ellas: todo esto con la ex-pectativa inocente de que las historias literarias formulasen una conexión entre unos cono-cimientos cuasi-objetivos y una perspectiva hermenéutica, de manera que nos ayude a en-tender una tradición literaria y su relación con la historia cultural y política.

Por otra parte, nuestros conocimientos teóricos del texto literario, y la aplicación prác-tica que de ahí se deriva, han florecido en las últimas décadas, superando en mucho, enton-ces, la práctica de la historia literaria. Y quizás sea esto — la nueva crítica, el estructuralis-mo, el desconstruccionismo y otras modas más o menos formalistas—que, al repudiar lacrítica histórica, haya puesto a la defensiva la historia literaria. Fuese lo que fuese, el hechoes que sólo últimamente se ha prestado atención, en el campo de la literatura española, a losproblemas teóricos de la historia literaria, señalados ya hace treinta años en algunos ensa-yos de Rene Wellek, en el ensayo de Hans Robert Jauss, de 1967, sobre La historia litera-ria como provocación, o en el ensayo de Claudio Guillen, un año más tarde, sobre el perío-do y periodización literarios (1). Entre ellos que, sí, se han dirigido al tema que nos interesaaquí y señalan caminos a seguir destacan Hans Ulrich Gumbrecht, en su ensayo, de 1980,For a History of Spanish Literature "Against the Grain"; el importante trabajo historicista

(1) Rene Weilek, Historia literaria. Problemas y conceptos, ed. de Sergio Beser, Barcelona, Editorial Laia,1983; Hans Robert Jauss, Literaturgeschicht ais Provokation, incluido en versión inglesa en Toward an Aestheticof Reception, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1982; Claudio Guillen, Literature as System: EssaysToward the Theory ofLiterary History, Princeton, Princeton UniversityPress, 1971.

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de Jean Francois Botrel; los dos tomos sobre la institucionalización de la literatura en Espa-ña, publicados recientemente por la Universidad de Minnesota; y el libro de José CarlosMainer, Historia, literatura, sociedad, publicado el año pasado (2).

Ahora, como sabemos, la historiografía actual nos enseña que ni la materia, ni el obje-to de la historia tienen una realidad independiente. Existen sólo en cuanto a la forma que lesdé el historiador. La objetividad en la historia se podría comparar, entonces, con el "Realis-mo" en la literatura. Eso es, toda obra historiográfíca es por necesidad una invención, unaconstrucción, de naturaleza parcial y perspectivista, cuya existencia depende totalmente desu metodología. En el caso de la historia literaria — o hasta de la investigación literaria —cualquier paso que se dé se gobierna por las ideas que tenemos de ciertos conceptos funda-mentales, tales como "¿qué es la literatura?", "¿en qué consiste el estudio de la literatura?","¿qué es la historia?", o "¿qué método de periodización ha de utilizarse?", etc. ¿Es "la lite-ratura", por ejemplo, una colección de obras de arte que trascienden el tiempo; o ¿se definemás bien como comunicación estética o literaria?; o ¿trátase de acciones individuales socia-lizadas? Las contestaciones que damos a estas preguntas han de determinar el método histo-riográfíco que seguimos (3).

Vemos, entonces, que la historia literaria fue formada primero en el siglo XIX por la ideahistoriográfíca de que la individualidad nacional participaba en todo hecho literario. Es decir,la historia literaria — incluso la literatura como institución — eran productos de un naciona-lismo cultural que emerge hacia los principios del siglo pasado. Luego, viene el Positivismo,que, al apropiarse de los métodos de las ciencias exactas, aplica el principio de la explicacióncausal a la historia de la literatura, llegando a poner énfasis en los factores externos — biogra-fía, historia política, influencias, etc. — y disolviendo a la vez a menudo el carácter específicode la obra literaria. Hacia la vuelta de este siglo, surgió en oposición a los métodos positivistasuna amplia variedad de sistemas idealistas o especulativos—en la obra de Bergson y Croce,por ejemplo — que, desasiéndose de la historia literaria, insistía en el genio, las impresiones,la obra "eterna". Estos buscaban la coherencia de la literatura en la reiteración de ideas y leit-motifs atemporales, lo que llevó a un estudio de las calidades duraderas o "clásicas", no me-diadas por la historia. Así, nos encontramos por primera vez con la división entre la llamadagran literatura y la literatura limitada por su época, un antagonismo que fue nutrido más ade-lante por la confrontación entre la estética formalista y la estética marxista.

Pero, sean los que sean los postulados conceptuales adoptados para la literatura y có-mo se debe estudiar, es la periodización que nos permite ver el objeto dentro de un procesohistórico. Y siendo también de orden constructivo, la definición de un período histórico tie-ne que basarse en una elección previa de criterios, de un "sistema de normas literarias yconvenciones" que dominan la literatura en un momento específico. Al mismo tiempo, sinembargo, el período tiene que poder adaptarse a sucesión temporal, continuidad, tradición— es decir, al desarrollo histórico.

(2) Hans Ulrich Gumbrecht, For a History of Spanish Literature "Against the Grain", "New Literary Hi-stoiy", voi. 11 (1980), 277-302; Jean Francis Botrel, Pour une hisloire liltéraire de /'Espagne (1868-1914) , 2vols., Lille, 1982; The Institutionalization of Literature in Spain y The Crisis of Institutionalized Literature inSpain, Minneapolis, The Prisma Insistute, 1987 y 1988; José-Carlos Mainer, Historia, literatura y sociedad, Ma-drid, Espasa-Calpe, 1989.

(3) Sobre el tema, véase Peter Bürger, On Literary History, "Poetics", 14 (1985), 3-4, 199-207.

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Hacia una nueva historia literaria para España

Es, pues, en este contexto que quiero considerar el concepto historiografía) de periodi-zación que es dominante en nuestras historias de la literatura española contemporánea: la"generación". Su uso predominante no sólo es peculiar a la historiografía literaria de Espa-ña, entre las historias del resto de los países europeos; sino que a su uso inconsistente y a suabuso se debe, en gran parte, nuestra comprensión deficiente de la historia de la literaturaespañola en este siglo. Y hasta ha contribuido enormemente a la formación de un canon li-terario que no obedece a postulados sistemáticos. No olvidemos que la historiografía litera-ria tiene un papel central en la formación del canon, como veremos más adelante.

Se ha señalado en otros estudios que a partir del Romanticismo la periodización en lashistorias literarias europeas ha sido definida por una serie de "ismos" que se relacionan conmovimientos estético-culturales, y sólo indirectamente con fechas o momentos históricos:Romanticismo, Realismo, Simbolismo, Decadentismo, Modernismo, Surrealismo, etc. Es-tos términos también se utilizan en la historia literaria española, como sabemos; pero, encuanto a conceptos de periodización se subordinan casi siempre al concepto de la "genera-ción" — la generación de 1868, la generación de 1898, la generación de 1914, la genera-ción de 1927 ó de la Dictadura, la generación de 1936, etc. — cuyas fechas, además, tienenmás significación política que literaria. Ya que todo empezó con la "generación del 1898"— las otras denominaciones no se inventaron hasta la década de 1950 — voy a limitarmehoy a trazar primero los orígenes teóricos del concepto de "generación" como concepto his-toriográfico, y luego, la historia inconsistente de la institucionalización de la generación de1898.

En 1839, en su Cours de philosophie positive, Auguste Comte llega a ser el primero enelaborar una teoría científica de generaciones, basada en un sistema de convicciones y no-ciones fundamentales definido por intervalos de conservación e innovación. Comte relacio-na un tiempo de 30 años, que considera como la vida productiva de un individuo, a un perí-odo histórico de orden social. John Stuart Mili parte de las premisas de Comte y construyeuna concepción evolucionaria de las influencias de generaciones sobre otras generaciones.Y luego Wilhem Dilthey es el primero en aplicar el concepto de "generación" a la historiade una cultura intelectual, haciendo hincapié en la idea de un círculo de individuos quecomparten unas vicisitudes vitales y momentos históricos durante una edad de "receptivi-dad". A través de estos estudios y otros por historiadores de importancia como Ranke o Lo-renz, vemos que hacia finales del siglo XIX la "generación" como concepto historiográfico,derivado de la sociología positivista, fue ya un lugar común del lenguaje intelectual (4).También vemos que se utiliza el término frecuentemente en un sentido menos teórico, perono menos específico — implicando cierta mezcla de idealismo y determinismo biológico —entre los intelectuales españoles a la vuelta del siglo.

Coincidiendo con el desarrollo de la noción de "generación" como concepto historio-gráfico, había una tendencia, sobre todo en Alemania y Francia, hacia la transferencia delmétodo científico a los estudios literarios (literaturwissenschaft). Y con Darwin y Spencerel evolucionismo llega a ocupar un lugar importante en el pensamiento positivista, aunquefue mitigado en las ciencias humanas por la influencia de la distinción hegeliana entre pro-

(4) Julián Marías estudia los antecedentes de la historiografía generacional en Generaciones y constelacio-nes, Madrid, Alianza, 1989.

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ductos del espíritu y procesos naturales. Taine, en su historia de la literatura inglesa (1866),utiliza ideas evolucionistas; y en Inglaterra, John Addington Symonds aplica la analogíabiológica a la historia del drama isabelino (1884) y escribe ensayos sobre la teoría de laevolución y la historia literaria. Y Ferdinand Bruntière, creyendo que la literatura poseía el"principio suficiente del desarrollo", trata los géneros literarios como especies biológicas,en sus estudios sobre la historia de la literatura francesa (1890, 1898).

Ahora, todos estos antecedentes eran de sobra conocidos — al menos en términos gene-rales — por los críticos e intelectuales españoles al principio del siglo. Ya a partir de 1899empieza a circular en los periódicos y revistas la idea de una nueva "generación" de intelec-tuales y escritores, nacida a raíz de la crisis fin de siglo en España, y definida por su protestacontra lo establecido, una tendencia hacia el conocimiento de lo nuevo, y un afán regenera-dor político y cultural. Esta noción evoluciona rápidamente hasta convertirse en un conceptohistoriográfíco — la llamada "generación de 1898" — que ha tenido un papel significativoen la historia intelectual y literaria española de la primera parte de este siglo.

Etapa importante en esta evolución fue la polémica entre Ortega y Gasset y Maeztu,entablada en los periódicos y en una nutrida correspondencia desde 1908, en que se discuteel valor de la labor de la "generación", que incluye Maeztu, Unamuno, Baroja, Azorín,frente al problema de España y la política española. El contexto fue la idea de hacer unacampaña socialista en España entre algunos intelectuales. Es a este grupo de intelectuales alque aludiría Gabriel Maura como la "generación del desastre" en su artículo publicado en"Faro", en febrero de 1908, mencionado a menudo como uno de los antecedentes del con-cepto de la "generación de 1898".

La campaña de propaganda política se pone en marcha después de la Semana Trágicay tiene su culminación en la famosa conferencia de Maeztu, La revolución y los intelectua-les, pronunciada en el Ateneo en diciembre de 1910 (5), en que el conferenciante da la defi-nición más completa hasta la fecha de una generación de 1898. La acción de los intelectua-les que salieron al mundo en 1898, puntualiza Maeztu, fue un grito contra los engaños enEspaña: prensa, política, oligarquía, caciquismo, literatura, ciencia, glorias históricas. HablaMaeztu de "una línea ideal" que se había trazado en la Historia "que separaba los hombresanteriores a 1898 de los que hemos venido después". Y entre los últimos se refiere a variosgrupos: los que se desesperaban y no continuaron la lucha, otros que se alejaron para pensarmejor en lo que había ocurrido, y todavía otros que renunciaron vivir espiritualmente la vi-da nacional, "consagrándose como prosistas o como poetas a refinar sus medios expresi-vos" (aquí la alusión a los modernistas es clara). Luego, aboga Maeztu por la intervenciónde estos nuevos intelectuales en la reforma del Estado bajo la tutela de ideas fabianas. Sonestas ideas de Maeztu las que, en gran parte, recoge Ortega para escribir sus dos ensayossobre "La competencia", publicados en febrero de 1913, en que se plantea el problema deEspaña con referencia específica a la "generación de 1898".

Esto, claro está, nos sugiere la posibilidad de que, para una historia intelectual o litera-ria de España, se pudiera combinar la generación de 1898 y de 1914, creando un período

(5) La conferencia se reproduce íntegra en mi edición de textos de Maeztu, Liberalismo y socialismo (Textosfabianianos), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984.

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historigráfico de unos 30 años, acabando en la Segunda República, que se define por el es-critor como intelectual político.

Como complemento a la idea de una generación de 1898, consistiendo principalmentede intelectuales como reformadores de la política y la cultura de España, se desarrolló coe-táneamente la idea de una generación de 1898 más bien literaria — algunas veces asociadacon los modernistas, otras veces, no —. Ya en 1904 Pardo Bazán escribe sobre La nuevageneración de novelistas y cuentistas en España (6), en que incluye a Azorín, Baroja, Valle-Inclán, Felipe Trigo, Llanas Aguilaniedo, etc. Su obra, según ella, representa una rupturacon lo anterior, y refleja cierta desesperación y preocupación por el porvenir de España. Lesllama Pardo Bazán modernistas, pero les diferencia de los latinoamericanos afrancesados.De manera parecida, en su Historia de la novela en España desde el Romanticismo hastanuestros días, de 1908, Andrés González Blanco menciona al mismo grupo de novelistas,para los que propone el rótulo de "generación del desastre" — concepto, como ya hemosvisto, aplicado, el mismo año, por Gabriel Maura a la generación de intelectuales. Y el mis-mo Azorín también empieza a delinear, en artículos publicados tan pronto como 1905 y1907, lo que considera una nueva "generación" de escritores (7). En estas páginas, tiene yaformulado lo esencial, la médula, de lo que va a decir sobre la generación denominada es-pecíficamente como de 1898 en los conocidos artículos de 1913.

Y así llegamos a una consideración detenida de los cuatro ensayos azorinianos de1913, que son, después de todo, los textos de los cuales arrancan casi todos los intentos dedefinir la generación de 1898 como concepto historiográfico para la historia literaria. Allí,Azorín menciona como primera característica de la generación de 1898 el hecho de que haprotestado contra las prácticas viciosas de la política de España, contra lo no consistentecon la realidad, contra "lo viejo", pero no necesariamente contra "los viejos", sobre todo losque representaban una continuidad de sentir. Ya que para Azorín la literatura es el más fielreflejo de la sensibilidad, busca la "modalidad media del sentir" entre los españoles a travésde la novela, crítica, y poesía entre 1870 y 1898, período que preparó la protesta de 1898. Yla encuentra en la agresividad del teatro de Echegaray, el escepticismo de Campoamor, y lavisión realista de Galdós. De ahí, la mentalidad de la generación de 1898 (Valle-Inclán,Unamuno, Benavente, Baroja, Manuel Bueno, Maeztu, Rubén Darío) fue moldeada por elespíritu de aquellos escritores, y por la tradición de la crítica social (Gracián, Cadalso, Jove-llanos, Larra, etc.) que fue avivada por el Desastre. Además del espíritu de protesta que ani-maba a la juventud de 1898, también unas influencias extranjeras (Nietzsche, Verlaine yGautier) obraban sobre sus modalidades literarias, según Azorín. Las otras característicasde la generación mencionadas por Azorín son su amor a los viejos pueblos, su resucitaciónde los poetas primitivos, su fervor por el Greco, su rehabilitación de Góngora, y su entu-siasmo por Larra.

Ahora bien, estos artículos de Azorín nos merecen varios comentarios. Primero, apartede la protesta contra los vicios y corrupciones políticos y el hecho de que fuese un grupo in-fluido por el pensamiento extranjero, sólo algunas de las características que atribuye Azorín

(6) Ensayo publicado en "Helios", voi. 3 III-1904.(7) Los Maeztu, "ABC", 31-X-1905 y Sobre pintura, "ABC", 6-III-1907, los dos recopilados en Pintar co-

mo querer.

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a la generación figuran en efecto como tal en la obra de los llamados miembros. Segundo,estas mismas características se encuentran todas en la de Azorín. Y tercero y de otra índole,pero más significativo para nuestros propósitos aquí, es que los ensayos de Azorín sobre el98 pertenecen a un proyecto más amplio de escribir una especie de historia de la literaturaespañola, cuyo método historiográfico obedeció a la ideología, y hasta el discurso, de unprograma político.

Como sabemos, Azorín emprende una re-evaluación sistemática de la literatura espa-ñola a través de artículos publicados en ABC y luego recogidos en {Lecturas españolas)(1912), Clásicos y moderno (1913), Los valores literarios (1914), Al margen de los clásicos(1915), etc., en que busca, nos dice, las modalidades del vivir de los españoles — su estadode civilización — de donde se puede reconstruir la nueva patria, acorde con las posibilida-des históricas. Es decir, Azorín escribe con intención que para nosotros hoy no sería pura-mente literaria. Y se destaca el hecho de que avanza una opinión negativa o positiva sobrela obra o el autor, basada en unos valores que él cree aconsejables para la política o la so-ciedad de su época. Así, gran parte de la critica literaria de Azorín se supedita a una visiónde una moralidad social y política en que la calidad de coherencia y de continuidad es unfactor dominante, y en que se tiende a eliminar o ignorar lo conflictivo. Esta ideología pro-cede directamente de los discursos y escritos políticos de Juan de La Cierva, uno de los je-fes del partido conservador en que Azorín militaba entre 1905 y 1923 y cuyos principiospersonales y doctrinales encontraba como necesarios para la reconstitución de España (8).En fin, es, en gran parte, el afán de insertar la generación de 1898 en el curso general de lahistoria del espíritu español y de enraizaría en la tradición que lleva Azorín a una definiciónde la generación de 1898 no sólo equívoca, sino que tampoco encuentra apoyo siempre enel texto literario o en la documentación de la época.

La "generación de 1898" como concepto historiográfico fundamental y utilizable parauna consideración crítica de la literatura española moderna data de 1934. Me refiero al cur-so que dio Pedro Salinas en la Facultad de Filosofía y Letras desde octubre a diciembre de1934 sobre El concepto de generación literaria aplicado a la del 98 (9), y el libro de HansJeschke, La generación de 1898 (Ensayo de una determinación de su esencia).

Los dos emplean como punto de partida los cuatro ensayos de Azorín, que les parecenintuitivamente acertados; pero insisten en la vaguedad de su definición del 98, deficienciaque buscan corregir los dos a través de la noción de generación literaria que venía desarro-llándose en la "Ciencia de la Literatura" alemana durante los años 1920. Es decir, con estosestudios el vocablo "generación" que usaron Azorín y otros en sentido genérico, pasa a co-brar carácter específico, a ser una denominación de tipo técnico, por primera vez dentro dela historia literaria de España. Más específicamente, someten los hechos literarios acaecidosen la España de principios del siglo XX a la metodología que sugiere el germanista J. Peter-sen en su obra Las generaciones literarias, de 1930. Según Petersen, las características queuna generación literaria presenta son proximidad de fecha de nacimiento, coincidencia o co-munidad de formación, relaciones personales entre los hombres de la generación, circuns-

(8) Sobre Azorín y su visión de la literatura española, véase mi ensayo Azorín y la coherencia (ideología po-lítica y crítica literaria) , en Ideología y política en las letras de fin de siglo, Madrid, Espasa-Calpe, 1989.

(9) Un resumen del cual se publicó luego en Literatura española. Siglo XX, México, Antigua Librería Ro-bredo, 1949.

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tancias vitales semejantes o un acontecimiento o experiencia generacional, existencia de uncaudillaje, anquilosamiento de la generación anterior, y un lenguaje generacional.

En el caso de Salinas, se determina, por cierto de manera muy escueta, que el grupoUnamuno, Benavente, Baroja, Azorín, Maeztu, y Valle-Inclán cumple con las característi-cas de "una generación" que exige la metodología de Petersen. Han nacido en años no dis-tantes; hacia principios del siglo se reunían en algunas tertulias y colaboraban juntos enunos periódicos; y según Salinas, han convertido lo que representaba el desastre, "el 98" —la experiencia generacional de Petersen — "en una brutal realidad histórica que gravitó so-bre todas las conciencias despiertas y que les hizo agruparse frente al problema esencial deesta generación: España". Nietzsche fue el guía espiritual de la generación y el modernismo— o forma nueva de expresarse — su lenguaje generacional.

En otro estudio, de 1938, Salinas siente la necesidad de precisar las diferencias entre"generación de 1898" y "modernismo" para designar el movimiento de renovación literariade finales del siglo XIX y principios del XX, ya que en aquellos años se usaban indistinta-mente (10). Y las entiende en términos de la actitud adoptada ante la insatisfacción con lasnormas estéticas imperantes. Mientras el "modernismo" busca la belleza (para Salinas, el"modernismo" era la poética propagada por Darío), el 98 representaba un examen de con-ciencia en busca de verdades. Es decir, su actitud íntima y radical ante el mundo, su pecu-liar postura frente a la realidad, es diametralmente opuesta a los modernistas. Al principio,los españoles — y está claro que Salinas identifica el "modernismo" con América — acep-taron y cultivaron el lenguaje modernista como expresión estética rebelde, pero pronto des-cubrieron la contradicción radical entre lo sensual y lo despreocupado del modernismo y elgrave problematismo espiritual del 98. Y así acaba distinguiendo Salinas al Antonio Ma-chado de Campos de Castilla del primer Machado o de Juan Ramón Jiménez.

En fin, a pesar de todo, para Pedro Salinas la "generación de 1898", como para tantosotros, acaba caracterizándose no por unos atributos de índole verdaderamente estética o lite-raria, sino más bien por su problematismo espiritual frente a los problemas de España. Y noes de más notar que la progresiva importancia que se otorga a las ideas del 98 y su posturafrente a la historia de España, junto a la influencia del krausismo en la generación, se podríarelacionar con el hecho de que fueron fundamentales a la ideología de gran parte de la inte-lectualidad durante las décadas 1920 y 1930.

Pero, lo que no se ha comentado nunca, que yo sepa, es la cuestión de ¿por qué buscóSalinas su historiografía en Petersen, cuya obra trata principalmente la formación de unageneración — y no a la generación como periodización dentro de una continuidad histórica—; y cuyas ideas teóricas y erudición fueron francamente limitadas y desordenadas? Esmás curioso todavía, porque fue Ortega y Gasset el pensador que probablemente más con-tribuyese al desarrollo de la historiografía generacional en Europa. Y el año antes de dictarSalinas su curso sobre la "generación del 98", Ortega había dado el suyo, en la misma Uni-versidad, sobre Galileo y la metodología historiográfica (11), en que dedicaba tres confe-

(10) El problema del modernismo en España, o un conflicto entre dos espíritus, también recopilado en Lite-ratura española, Siglo XX.

(11) En torno a Galileo (1934), en Obras Completas, Madrid, 1983.

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rencias al concepto de la "generación". Tampoco debemos olvidar que el ensayo introducto-rio a El tema de nuestro tiempo trata también la noción de la generación como método his-toriográfico.

Para Ortega el concepto de la generación implica primariamente dos notas: tener la mis-ma edad (aunque permite una zona de fechas) y compartir una experiencia vital — "una vi-vencia" — , que juntos llegan a significar una "comunidad de destino esencial". Ya que creeOrtega que el hombre hace mundo o forja horizonte, la manera en que lo hace tendrá un per-fil distinto según sea la perspectiva. Luego, entrará en diálogo el hombre con un sistema deconvicciones — un mundo de "creencias colectivas", "ideas de la época", "espíritu del tiem-po" — interpretando la actualidad de manera diferente según su edad (o generación). En todaactualidad, sin embargo, coexisten articuladas varias generaciones (3) y las relaciones entreellas representan un sistema dinámico de atracciones y repulsiones, de coincidencia y polé-mica. El método de las generaciones, según Ortega, consiste en proyectar esta estructura so-bre el pasado, permitiéndonos así ver la vida desde dentro, en su actualidad.

Manejando la misma metodología de Petersen, pero en más detalle que Salinas, HansJeschke también pretende dar fundamentacion al concepto que encuentra completamente"necesario para la consideración de la literatura castellana moderna". Al criticar el afán porparte de Azorín de colocar la generación de 1898 en el curso de la tradición española, Jes-chke hace hincapié en la vivencia o la relación generacional ocasionada por los aconteci-mientos políticos alrededor de 1898. Da la impresión de "científico" en que habla de perió-dicos, revistas, tertulias, etc., pero al fin y al cabo demuestra una ignorancia capital de losdocumentos de la época. Se basa, a menudo en un solo libro, de los menos fiables, el deGómez de la Serna sobre Azorín. Todo esto le lleva a sugerir la existencia de varios gruposdentro de la generación, pero su análisis se limita a Azonn, Baraja, Valle-Inclán, Benaventey Antonio Machado.

Establece Jeschke a Costa, el krausismo y Menéndez y Pelayo como antecedentes espi-rituales de la generación. Costa es su caudillo en cuanto a su actitud negativa frente a la polí-tica; Menéndez y Pelayo, en cuanto a su interés en la literatura e historia de España. La es-tructura espiritual de la generación del 98 se basa en el pesimismo y el pensar escéptico —influidos por Nietzsche y Schopenhauer — y en su crítica de la política española. Su crea-ción espiritual se define al principio por el gusto decadente, y luego, desaparece lo amargo ydomina el interés contemplativo en el paisaje, literatura e historia de España. Es decir, paraJeschke acaba siendo una generación básicamente de espíritu conservador. Como en el casode Salinas, Jeschke cree que el lenguaje generacional es modernista. Y el modelo literario esde tendencia lírico-íntima, inspirada en Verlaine y el simbolismo filtrados por Rubén Darío.Su mundo lingüístico y estilístico se caracteriza por una predilección por palabras de expre-sión pesimista y negativa, un impresionismo literario, y la renovación sintática.

Los juicios de Jeschke son los primeros sobre la generación de 1898 que se basan en elanálisis de unos textos. La lista de los textos que selecciona para estudiar el modelo literarioy el mundo lingüístico de la generación de 1898 interesa no sólo porque determinan suconstrucción historiográfica, sino también porque contribuyen a la formación de un canonnoventayochesco. Se destacan entre ellos Sonata de otoño de Valle-Inclán, Camino de per-fección de Baroja, La voluntad de Azorín, y Soledades, galerías y otros poemas de Macha-do; todos del principio del siglo. Por otra parte, hay que insistir que en estos mismos textos

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— con la excepción de La voluntad y partes de Camino de perfección — es difícil encon-trar la estructura espiritual de la generación de que habla Jeschke.

Igual que Salinas y Jeschke, Pedro Laín Entralgo nos explica su intención historiográficaen una nota previa a su libro La generación del Noventa y ocho (1945): "El parecido genera-cional de los escritores del noventa y ocho ha sido estudiado con criterio biográfico", en tantoespañoles y literatos, pero pone en primer plano su condición de españoles. La orientaciónanunciada y el hecho de que la nota previa viene en forma de "Una epístola a Dionisio Ri-druejo", entonces todavía un falangista importante, son suficientes para que no olvidemos queLaín militaba en la Falange y figuraba en su aparato propagandístico durante los primeros añosde posguerra, hechos que sin duda influyen en su estudio del 98. Para una elaboración de suorientación historiográfica, nos manda el autor a su estudio Las generaciones en la Historia(1945), que fue, según él, concebido como una introducción metódica a su trabajo sobre el 98.

Laín empieza precisando en qué consiste el parecido histórico entre Unamuno, Azorín,Baroja, Antonio Machado, Valle-Inclán, Ganivet y Maeztu. Y lo define en términos de unasexperiencias biográficas que comparten: 1) el contacto con las inconsistencias de la Restau-ración, 2) lecturas europeas y modernas, y 3) una común e individual disidencia del catoli-cismo ortodoxo. De ahí, según Laín, los del 98 repudian la España que sus ojos descubren yla versión española de la vida moderna, y critican la singularidad de la historia política deEspaña y la índole propia del hombre español.

Entre la acción reformadora y la creación literaria, sin embargo, la generación de 1898,según el estudio de Laín, opta por ésta, en que inventan "otra España" ensoñada, la intrahis-tórica. Los mitos que dominan el ensueño de esta generación son 1) el mito de Castilla, 2) latercera salida de Don Quijote, y 3) una España venidera en la que se ha de enlazar su pecu-liaridad histórica e intrahistórica y las exigencias de la actualidad universal. Así, el precursorde la generación de 1898 es, para Laín, nada menos que Menéndez y Pelayo. Y no hace faltasubrayar el hecho de que los rnitos vislumbrados por Laín en los escritos de los noventayo-chescos son los mismos, más o menos, que se propagaban bajo la cultura franquista.

En cuanto a los textos en que se basa Laín para formular sus juicios, hay que recordarprimero que tanto Laín como Salinas y Jeschke desconocían, por ejemplo, los primeros es-critos y la temprana participación política de Unamuno, Azorín, Baroja, Valle-Inclán yMaeztu. Así, tienden a despachar sus intereses socio-políticos y sus actividades políticashacia principios de siglo como una especie de sarampión juvenil. Es esta laguna tan crucial,claro está, la que van a llenar los críticos que revisan el concepto del 98 más tarde, en losaños 1960 y 1970. No obstante, esta falta de acceso a ciertos textos, los que Laín sí selec-ciona, maneja y pone en primer plano distan mucho de ser representativos. Dominan los co-mentarios sobre En torno al casticismo, Paz en la guerra. Vida de Don Quijote y Sancho, ylos Ensayos (en dos tomos) de Unamuno, La voluntad, Antonio Azorín, Las confesiones deun pequeño filósofo y La ruta de Don Quijote de Azorín, Camino de perfección y Juventud,egolatría de Baroja, Defensa de la Hispanidad (1935) de Maeztu, Idearium español de Ga-nivet ( 12), Campos de Castilla de Machado; y Valle-Inclán se comenta más bien a través dela obra de Melchor Fernández Almagro, Vida y literatura de Valle-Inclán.

(12) Si Jeschke le menciona come posible precursor, Laín es el primero en incluir a Ganivet como miembrodel 98. Por la naturaleza prefascista de Idearium español, el dato es revelador.

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E. Inman Fox

Ahora bien, como queda dicho, ambos Salinas y Jeschke sugieren que hay que buscarla renovación estética y literaria dentro del movimiento modernista, inscrita sí en un am-biente histórico y espiritual más amplio. Guillermo Díaz Plaja desarrolla esta idea, en su es-tudio de 1951, en que analiza la modalidad estética — el modernismo — en las letras espa-ñolas entre 1875 y 1925. Para él, la generación del 98, más inclusive y de índole extra-esté-tica, abarcaba una obra de trascendente sentido político. En el fondo, es esta idea de la coe-xistencia a principios del siglo de una modalidad estética y una modalidad ideológica, den-tro de una nueva conciencia, la que se encuentra institucionalizada en la mayor parte denuestras historias de la literatura española.

Sin embargo, sigue la ascendencia del concepto de la generación del 98 dentro de laperiodización de la historia literaria de España — concediendo menos importancia al mo-dernismo por ser considerado como influencia extranjera —. Así, Luis Granjel en su impor-tante Panorama de la generación del 98, de 1959, descubre en el grupo de escritores no-ventayochistas unas actitudes — una viva inquietud política, la preocupación por la situa-ción española y el tema de España — que se encontraban en las obras que escribieron, fue-ran éstas ficción novelesca, artículo periodístico, meditado ensayo. Éste es ejemplo de his-toriografía literaria que Ricardo Gullón considera regresiva en su ensayo La invención del98 (13), porque al mezclar historia y crítica es ajena a lo esencial del proceso creador. Con-cepto útil — el de la generación del 98 — para estudios históricos, sociológicos y políticos,según Gullón, pero perturbador en cuanto a su aplicación a la crítica literaria. Su éxito sedebió en parte a la inclinación a los estudios temáticos, poco productivos para desentrañarel problema de la creación literaria. Por otra parte, José Luis Abellán, en Sociología del 98(1973), entiende que el concepto pertenece fundamentalmente a la historia de las ideas.

Del análisis anterior queda claro que el concepto historiográfico de la "generación" apli-cada al 98, que hemos heredado y que como un sarampión ha contagiado otros períodos lite-rarios y la manera en que interpretamos la historia literaria de la España contemporánea, es enel fondo una fabricación hecha de una variedad de construcciones caracterizadas por ideologí-as dispares y una metodología historiográfica deficiente. En ninguna se dirige a la cuestión deen qué consiste la "literatura" — a la idea de la autonomía de la literatura que exige un énfasisen la evolución de sus mecanismos específicos — , hasta el punto de que acabamos con unahistoriografía que sirve más para la historia intelectual que para la historia literaria. La proble-mática de la periodización tampoco se ha tomado en serio. No se ha visto, por ejemplo, que laperiodización no exige necesariamente el predominio de un solo estilo literario; sino más bienel darse cuenta de que vivimos en más de un "período" a la vez. La tarea del historiador esvislumbrar y definir un conjunto o jerarquía de procesos temporales, de corrientes, de "dura-ciones" y secuencias. La distinción de Braudel entre courtes durées (generaciones) y longuesdurées (14), por ejemplo, permite el desarrollo dentro de una tradición o unidad. También laperiodización sugerida por Ortega ofrece importantes posibilidades, etc.

José Carlos Mainer ha señalado que una de las empresas más significativas de la histo-riografía literaria española en los últimos veinte años ha sido el intento de concebir como

( 13) En La invención del 98 y otros ensayos, Madrid, Gredos, 1969.( 14) Véase Ferdinand Braudel, ffistoire et sciences sociales: la longue durée, "Annales E.S.C.", 4 ( 1958).

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unidad el conflicto que se había delineado entre los términos "98" y "modernismo". La in-vención de uno de los conceptos historiográficos nuevos, "la crisis de fin de siglo", obede-cía a la necesidad sentida de 1) volver a definir la crisis socio-histórica que movilizó una re-novación estética, debido a la accesibilidad de nuevos textos y una ideología más bien iz-quierdista (más propia, hay que decirlo, del momento histórico por el cual ha pasado Espa-ña); y 2) ampliar la definición de modernismo — siguiendo las tendencias de la crítica lati-noamericana — en términos de lo que pasaba allende los Pirineos, sobre todo para incluirtodo lo que podría significar el Simbolismo. Lo que propone Mainer como concepto histo-riográfico para explicar los principios de la literatura española contemporánea es el Moder-nismo, no como programa estético, sino como una definición aproximada del cambio en lainstitución literaria española. Así, se incluyen tanto las dimensiones estéticas como la defi-nición del nuevo público que nunca hizo la distinción entre Modernismo y 98 (15). Esta úl-tima consideración sugerida por Mainer implica la aplicación de las ideas "recepcionistas"de Jauss a la historia literaria de España.

Así es que el estudio del desarrollo del concepto de la generación de 1898 y la influen-cia decisiva que ha tenido en la historiografía de la literatura española contemporánea nosbrinda una excelente oportunidad para practicar la historia literaria del siglo XX en Españaen términos de Jauss, de una consideración diacrònica de lo específico de la recepción y lafunción social de las obras literarias y del proceso de la formación del canon.

(15) Cfr. Mainer, ¡900-1910: New Literature, New Publics, en The Crisis of Institutionalized Literature inSpain, ya mencionado. Desarrolla el mismo tema al final de su libro Historia, literatura y sociedad.

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