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Hacia una teología de la oración cristiana. Una visión postconciliar EMILIO J. MARTÍNEZ GONZÁLEZ, OCD (Madrid) En torno al Concilio Vaticano II, directa o indirectamente, se puso en cuestión una práctica cristiana hasta entonces aceptada y práctica- mente jamás discutida: la oración. Las alusiones del Concilio a la oración fueron muchas, sobre todo a su dimensión más comunitaria 1 . En cuanto a la oración personal hay una recomendación explícita de su práctica 2 , y en Dei Verbum se destacó su importancia como forma de acogida personal de la revelación en el marco de la Tradición, a la que acrecienta con la ayuda del Espíritu Santo (cf. DV 8) y se la se- ñaló como ámbito privilegiado para la recepción y comprensión de la Palabra de Dios: «Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escucha- mos cuando leemos sus palabras”» 3 . Después del Concilio se escribieron buenas teologías de la ora- ción, en un intento por responder a los desafíos que, a esta práctica 1 Manejamos siempre la edición bilingüe a cargo de la CONFERENCIA EPIS- COPAL ESPAÑOLA, BAC, Madrid, 1993. En el índice de materias, p. 1259, pueden encontrarse todas las referencias a la oración. 2 «Pero la vida espiritual no se agota sólo con la participación en la sagrada liturgia. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su interior para orar al Padre en lo escondido; más aún: según enseña el Apóstol, debe orar sin interrupción» (SC 12). 3 DV 25; cf. J. CASTELLANO, Pedagogía de la oración cristiana, Centre de Pastoral Litúrgica —Biblioteca litúrgica, 6—, Barcelona, 1996, 62-66. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 295-326

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Hacia una teología de la oracióncristiana. Una visión postconciliar

EMILIO J. MARTÍNEZ GONZÁLEZ, OCD

(Madrid)

En torno al Concilio Vaticano II, directa o indirectamente, se pusoen cuestión una práctica cristiana hasta entonces aceptada y práctica-mente jamás discutida: la oración. Las alusiones del Concilio a laoración fueron muchas, sobre todo a su dimensión más comunitaria 1.En cuanto a la oración personal hay una recomendación explícita desu práctica 2, y en Dei Verbum se destacó su importancia como formade acogida personal de la revelación en el marco de la Tradición, a laque acrecienta con la ayuda del Espíritu Santo (cf. DV 8) y se la se-ñaló como ámbito privilegiado para la recepción y comprensión de laPalabra de Dios: «Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escrituradebe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios conel hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escucha-mos cuando leemos sus palabras”» 3.

Después del Concilio se escribieron buenas teologías de la ora-ción, en un intento por responder a los desafíos que, a esta práctica

1 Manejamos siempre la edición bilingüe a cargo de la CONFERENCIA EPIS-COPAL ESPAÑOLA, BAC, Madrid, 1993. En el índice de materias, p. 1259, puedenencontrarse todas las referencias a la oración.

2 «Pero la vida espiritual no se agota sólo con la participación en la sagradaliturgia. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante,entrar también en su interior para orar al Padre en lo escondido; más aún: segúnenseña el Apóstol, debe orar sin interrupción» (SC 12).

3 DV 25; cf. J. CASTELLANO, Pedagogía de la oración cristiana, Centre dePastoral Litúrgica —Biblioteca litúrgica, 6—, Barcelona, 1996, 62-66.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 295-326

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tan enraizada en la piedad cristiana, se habían hecho 4. Por lo que serefiere al Magisterio, algunas voces solicitan o han solicitado unatoma de postura clara al respecto. A mi modo de ver, contamos condos documentos importantes para afrontar los desafíos de la oraciónespecíficamente cristiana a cuarenta años de la finalización del Con-cilio: la Cuarta parte (nn. 2558-2865) del Catecismo de la IglesiaCatólica (en adelante CICat) y la Carta de la Congregación para laDoctrina de la Fe, Orationis formas. Algunos aspectos de la medi-tación cristiana (en adelante OF) 5.

En este trabajo analizaremos el estado actual de la cuestión dela oración al interior de la Iglesia, sin dejar de considerar esos tiem-pos cercanos al Concilio Vaticano II. Posteriormente, apuntaremosuna propuesta para la construcción de una teología de la oración es-pecíficamente cristiana, como fundamento para desarrollar una ade-cuada pedagogía y un correcto discernimiento de la oración en elconjunto de la vida cristiana, como elemento esencial del seguimien-to de Jesús.

LA IGLESIA EN LA QUE ORAMOS

Primeras miradas

Un vistazo a los manuales de Teología espiritual 6 nos permiteconstatar que la oración goza de gran aprecio.

4 Señalamos tres: J. M. CASTILLO, Oración y experiencia cristiana, Sígue-me, Salamanca, 21975; A. GUERRA, Oración cristiana. Sociología. Teología.Pedagogía, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 1984; J. A. ESTRADA, Oración:liberación y compromiso de fe. Ensayo de Teología fundamental, Sal Terrae,Santander, 1986.

5 Puede leerse en: Ecclesia 20-01-1990, 30-38. Recomendable también lalectura de: OBISPOS DE NAVARRA Y EUSKADI, La oración cristiana hoy, CPL(Emaús, 37), Barcelona, 1999.

6 Señalamos sólo los siguientes: CH. A. BERNARD, Teología espiritual, So-ciedad de Educación Atenas, Madrid, 1994; J. L ILLANES, Tratado de TeologíaEspiritual, EUNSA, Pamplona, 2007; S. GAMARRA, Teología espiritual, BAC,Madrid, 1994; D. DE PABLO MAROTO, El camino cristiano. Manual de TeologíaEspiritual, UPSA, Salamanca, 1996; F. RUIZ, Caminos del Espíritu, Editorialde Espiritualidad, Madrid, 51998.

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Se insiste en su universalidad y su vinculación con el hechomismo de ser hombre 7, en la exigencia de su práctica para el cris-tiano 8, hasta el punto de que se revela absolutamente necesaria parauna vida cristiana auténtica, pues en la oración, «vive y confiesa elcristiano su dignidad de hijo de Dios y manifiesta su pobreza y suconfianza.

Con la gracia y el cultivo, la oración echa raíces: transforma lamente, el corazón, los sentidos y el cuerpo mismo, e invade todoslos ámbitos de su existencia personal y social. De práctica espiri-tual, más o menos frecuente, pasa a convertirse en nervio de la exis-tencia cristiana. Si falta esta capacidad de orar cara a cara con elSeñor, nada hay cristiano que ofrezca garantías de autenticidad.“Quien no conoce el rostro de Dios por medio de la contemplación,no lo podrá reconocer en la acción, aunque se le ilumine en el rostrode los humildes y oprimidos”» 9.

Para el teólogo espiritual, por tanto, la oración no es un sobre-añadido a la vida cristiana, sino que va íntimamente unida a ella ydebe ser presentada como integrante de la misma: «faltando la ca-pacidad de orar, del cara a cara filial con Dios, nada hay cristianoque ofrezca garantías de autenticidad» 10. Consciente de esto, la es-piritualidad ha estudiado y estudia el tema de la oración con insis-tencia, interés y amplitud en todas sus vertientes, tanto en los tra-tados escritos sobre oración por los autores espirituales clásicoscomo en la espiritualidad sistemática a partir del siglo XX 11.

Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con la teología dogmá-tica: «los espirituales han sospechado que la oración ha estado algoabandonada por los teólogos. No en el sentido de que no hayan sidoorantes, sino que no han reflexionado sobre su contenido teológi-

7 Cf. J. CASTELLANO, Pedagogía…, 15-18.8 Cf. CICat, 2558.9 F. RUIZ, Caminos…, 325. La cita interna es de H. U. VON BALTHASAR,

Sólo el amor es digno de fe, Sígueme, Salamanca, 1971, 101.10 F. RUIZ, Caminos…, 325; cf. S. GAMARRA, Teología espiritual…, 149.11 La oración es uno de los temas más propios de la teología espiritual, pero

también de los más complejos. El tema interesa a la teología, a la historia dela espiritualidad, la pastoral de la espiritualidad, la moral, la historia de lasreligiones y, por supuesto, a la teología espiritual (cf. D. DE PABLO MAROTO, Elcamino cristiano…, 286).

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co» 12. Ha existido —y existe— el peligro de que la oración se veacomo un fenómeno aislado de la vida cristiana, como un asuntoparticular o personal, de escuela o tradición 13.

Un vistazo a la bibliografía nos permite constatar tanto la re-levancia del tema como la deficiencia de la reflexión teológico-dog-mática sobre él 14. Durante un tiempo proliferaron los libros de me-ditación, libros para orar, devocionarios… un modo de pedagogía quehoy toma nuevas formas, pero que ha caído en desuso en cuanto tal.Sólo después del Concilio Vaticano II se ve la necesidad de postu-lar unas bases teológicas para la oración 15, al tiempo que se exponensus formas históricas 16. Dentro del auge de los libros de pedago-gía oracional, ha habido una gran fascinación por algunas técnicas ométodos concretos, como las formas orientales, la oración del cora-zón, etc… El tema de la oración y el compromiso fue muy desarrolla-do después del Concilio y aún ahora tiene cierta importancia. Última-mente se ha debatido en torno a la posibilidad y validez de la oraciónde petición 17.

12 Ib; cf. J. A. ESTRADA, Oración: liberación y compromiso…, 141-146.13 «La oración cristiana quedó reducida a un acto piadoso, perdía su raigam-

bre en el dogma, en Jesús en oración, en la tradición orante de la Iglesia alimen-tada por las grandes fuentes: Escritura, liturgia y vivencia eclesial» (D. DE PABLO

MAROTO, El camino cristiano…, 286).14 «La oración, se ha dicho una y otra vez, es el alma de la fe y expresión

fundamental de la religión. Lo cual, siendo lógicos, debería haber obligado alos profesionales de la teología a conceder a la oración un puesto de preemi-nencia en sus tratados científicos. La cosa parece clara, hasta el punto de quelo contrario nos tendría que sorprender. Y sin embargo, lo sorprendente haocurrido. Y sigue ocurriendo. Hoy se puede elaborar una dogmática, perfecta-mente acabada, sin que en ella se diga una sola palabra sobre la oración […].De la oración no se ce por qué tenga que hablar, desde un punto de vista dela dogmática clásica. Porque la oración es asunto de “espirituales” […].

No nos debe sorprender que esto haya ocurrido. Y que siga ocurriendo.Porque pasa aquí lo que pasa en tantas otras cosas que tocan muy de cerca lavida de los fieles: la teología se ha distanciado demasiado de la vida, inclusode la vida “espiritual”. Y estamos pagando las consecuencias» (J. M. CASTILLO,Oración y experiencia…, 193-194).

15 Ejemplo clásico: J. M. CASTILLO, Oración y experiencia…16 Cf. E. ANCILLI, La preghiera (3 vols.), Ancora - Colleti, Milano - Roma,

1967.17 Para todo este paso, cf. D. DE PABLO MAROTO, El camino cristiano. Ma-

nual de Teología Espiritual, UPSA, Salamanca, 1996, 286-289; J. M. CASTILLO,«Oración», en C. FLORISTÁN (dir.), Nuevo diccionario de Pastoral, San Pablo,

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La conclusión de esta primera aproximación a los manuales deteología espiritual y a la bibliografía sobre la oración es que puedeafirmarse que ésta, como expresión eminente de la vida teologal,«participa de su misma grandeza y dificultad» 18. Ha gozado de laconsideración de la Teología espiritual e interesa a otras ramas dela Teología, que no la han estudiado con tanta profundidad. En laactualidad hay una gran preocupación por la práctica de la oración,de ahí la profusión de libros de pedagogía orante 19.

La oración en la historia eclesial reciente

Estas primeras intuiciones se ven confirmadas si echamos unvistazo a la que podríamos llamar historia oracional reciente y ala situación actual en que se encuentra la oración. «La cosa estáclara. Siempre se ha hecho oración en la iglesia» 20. Efectivamente,durante los XIX primeros siglos de la historia del cristianismo, haprimado la actitud contemplativa y la oración no ha sido cuestiona-da; se valoraba, se privilegiaba y se practicaba, hasta el punto deque la actividad y el contacto con el mundo podía calificarse deestorbo 21.

A partir del siglo XIX, el panorama cambia paulatinamente. Alexterior de la Iglesia, la palabra de los maestros de la sospecha(Feuerbach, Nietzsche, Marx, Freud) pone en cuestión la realidadmisma de Dios, que es calificado de proyección. En estas condicio-nes, la oración comienza a ser vista como una evasión, un monólogoescapista que, entre otras cosas, sustrae al hombre de la respon-sabilidad consigo mismo, con el mundo y con los otros. Estas sos-pechas han calado hondo en la conciencia de muchos cristianos,

Madrid, 2002, 1002-1024; CICat, 2626-2649; J. A. ESTRADA, Oración: libera-ción…, 77-123; A. TORRES QUEIRUGA, La oración: más allá de la petición: Con-cilium 314 (2006), 73-86.

18 F. RUIZ, Caminos…, 325.19 Cf. OF 1-3.20 J. M. CASTILLO, La alternativa cristiana. Hacia una iglesia del pueblo,

Sígueme, Salamanca, 41979, 213.21 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana..., 18-19.

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creando reticencias en su fe en general y en su práctica oracional enparticular 22.

Por lo que se refiere a la reflexión teológica, sobre todo despuésde los años cuarenta, abandonada una visión dualista de la personahumana y la realidad —abandono que el Concilio favoreció aúnmás—, hay una nueva valoración de la praxis cristiana, del trabajoy la acción social y política como auténtico camino de realizaciónde la vocación al seguimiento de Jesús. La actividad ya no es vistacomo un estorbo sino, bien al contrario, como el lugar adecuadopara el encuentro con Dios. La acción quedaba ennoblecida frentea la oración, hasta el punto de que ésta llegó a ser ridiculizada,siendo así que en los iniciadores de este movimiento no había queenfrentar acción y contemplación y ellos mismos eran grandes con-templativos en la acción 23.

Siguiendo a Augusto Guerra, podemos caracterizar los años se-senta como una época particularmente movida por lo que se refierea la oración 24. De una parte, se cuestionaba la oración como nodemasiado útil en la construcción de la ciudad terrena: eran lostiempos de las teologías de la esperanza y política, de la ciudadsecular. La oración era tildada en ocasiones de mágica y egoísta 25

o se afirmaba la oración horizontal: cualquier obra bien hecha, seríaoración 26. Por otra parte, el cuestionamiento general de la piedadpopular afectó también a la oración del pueblo sencillo, aquel quenunca se ha hecho problemas al respecto de la oración.

22 Cf. ib., 19-20; J. A. ESTRADA, Oración: liberación…, 31-38; C. DOMÍN-GUEZ MORANO, Orar después de Freud, Sal Terrae/Fe y Secularidad, Santander-Madrid, 1994.

23 Chenu es ejemplo de este espíritu contemplativo que valora y dignificateológicamente la acción (cf. M. D. CHENU, Pour une Théologie du travail,Seuil, París, 1955 —traducción española en Estela, Barcelona, 1960—; Loscristianos y la acción temporal, Estela, Barcelona, 1967; A. GUERRA, Oracióncristiana…, 20-23; ID., «M.-D. Chenu (1895-1990). Pájaro solitario», en Revis-ta de Espiritualidad, 62 (2003), 323-351.

24 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 23-31; J. M. CASTILLO, Oración yexistencia…, 198-205.

25 Cf. L. EVELY, La oración del hombre moderno, Sígueme, Salamanca,1969.

26 Cf. D. RHYMES, La oración en la ciudad secular, Sígueme, Salamanca,1969.

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Como señales positivas de este tiempo, algunos teólogos derenombre —como K. Rahner—, comenzaron a sugerir la impor-tancia de un tema como la oración, a la que situaban en el núcleocentral del cristianismo. Tímidamente, se quería sacar, desde la teo-logía, a la oración del desván de las devociones privadas, para pre-sentarla como encuentro personal con el misterio cristiano, vividoen un silencio que tiene pleno sentido: «En la religión revelada […]el silencio-con-Dios posee un valor en sí mismo y no sólo en fun-ción de nuestros contactos con los demás, precisamente porque Dioses Dios» 27. La cúspide eclesial también presentó sus soluciones alproblema de la oración 28, con lo que ésta empezó a tomar altura.A nivel práctico, hay que constatar que en este tiempo nacen o seacrecientan los primeros grandes movimientos o grupos de oración:carismáticos, casas de oración, Taizé, etc…

Por lo que respecta a los setenta 29, la situación fue muy distinta.Bajo la influencia del atractivo de lo oriental —cristiano y no cris-tiano—, hay una recuperación del talante contemplativo fuera ydentro de la Iglesia 30. En los albores de la postmodernidad, el tra-tado fue cediendo su lugar a la narración; en teología este movi-miento encuentra su reflejo y sustrato en la así llamada teologíanarrativa. Siendo prevalente para la persona hoy la experiencia fren-te al discurso, la oración sube enteros y, dentro de ella, se prefiereleer sobre o hacer experiencias orantes a instruirse leyendo un tra-tado de oración: «No interesa tanto la descripción del camino ora-cional cuanto la descripción del camino oracional del escritor» 31.

Ello no fue óbice para que siguieran vivas algunas corrientes deoración horizontal, para las que el encuentro simple y llano con loshermanos se bastaba a sí mismo y era ya experiencia de Dios. Másallá de este contexto, se practicaba e invitaba a practicar la oración de

27 E. SCHILLEBEECKX, Dios y el hombre, Sígueme, Salamanca, 1968, 236,cf. J. M. CASTILLO, «Fe y oración», en Razón y fe, 186 (1972), 273-286; J. ZINK,Cómo podemos orar, DDB, Bilbao, 1971.

28 Cf. La audiencia de Pablo VI el 30-1-1974 (Ecclesia, 1974, 174).29 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 31-36; J. M. CASTILLO, La alterna-

tiva…, 214-217.30 El boom editorial de Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, es signi-

ficativo de lo que fue este período.31 A. GUERRA, Oración cristiana…, 33.

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noche oscura, oración en situaciones difíciles; en este marco aparecetratado el tema de la oración en la teología de la liberación. Algunosteólogos que habían postergado el tema de la oración en los añossesenta, tratan ahora de incorporarlo a su discurso, insistiendo en lafigura del Jesús amigo que fundamenta la oración cristiana o en laoración política que encarna el diálogo entre Dios y el hombre o enlas relaciones entre oración oriental y oración cristiana. Se trata deuna nueva línea teológica, de la que son protagonistas, además, auto-res antes muy reacios a tratar el tema de la oración. En todo estemarco aquí descrito, cobra importancia la necesidad de encontrarámbitos de oración en las cercanías de la ciudad o en su mismo seno.

En los años ochenta, con las aguas más remansadas, AugustoGuerra levantó acta de la situación, que definió con tres palabras:crisis —momento decisivo o difícil de un negocio grave—; per-plejidad, por la situación paradójica que se vivía al respecto de laoración —de una parte un florecimiento de libros y grupos, de otrauna duda razonable sobre la oración real de los cristianos 32—; yambigüedad, pareja a la perplejidad y la crisis, de alguna maneraenvolviéndolas.

Esa ambigüedad nacía, a juicio de Guerra de la situación vitalque traían aquellos que reclamaban oración: «Unos, en efecto, vienena la oración desde el hastío y el cansancio: interesa más detectarde dónde escapan que hacia dónde se dirigen para saber lo que encie-rra ese correr; otros vuelven desde la desilusión que cosecharon enuna lucha noble y leal […]; otros se embriagan de palmas y «risasgozosas» en un mundo de estupor y lágrimas […]; otros se acercanensimismados al ombligo del mundo sin que aparezca Cristo comocamino» 33.

Situación actual

Veinte años después, quizá ya no se deba hablar de crisis operplejidad, pero sí de una cierta ambigüedad o, al menos, de una

32 Guerra remite a las cuatro perplejidades de las que habla R. BARILE,Come «entrare» nella preghiera: Sacra Doctrina (1984), 157-159.

33 A. GUERRA, Oración cristiana…, 39.

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situación contradictoria 34. «Se puede afirmar que de oración se haescrito todo» 35; es difícil abordar el asunto de la oración, ya que «dala impresión de que todo está ya prácticamente dicho» 36. Es decir,que la oración ya no es un asunto en crisis u orillado, sino amplia-mente tratado, lo que da fe de su aceptación en el ámbito intraecle-sial y del deseo de consumir literatura orante entre los creyentes. Y,sin embargo, como matiza Federico Ruiz, «sobre oración sabemoscasi todo, menos orar» 37. Esta afirmación es la mejor forma de ex-presar la ambigüedad: la oración, aparentemente, es aceptada y, sinembargo, en la teoría y, sobre todo, en la práctica adolece de unacierta marginación 38.

En esta situación ambigua siguen caminos paralelos la oracióny la espiritualidad. La aceptación se constata en el interés de losnuevos movimientos eclesiales por lo espiritual en general y la ora-ción en particular, por la continuada irrupción de la teología ennuestro tema —lo que se plasma también en el diseño de los cu-rrículos teológicos— y por la persistencia del interés por todo loque llega del Oriente (cristiano y no cristiano), en un mundo mar-cado por la seducción de lo espiritual 39: en todas partes encontra-mos anuncios de cursos y experiencias de oración de la más variadaíndole 40; uno de los espacios más requeridos eclesialmente es el delos Monasterios; la práctica y la teoría de la oración no se circuns-criben a una región concreta, sino que están muy extendidas en todala geografía eclesial; además no son patrimonio de un grupo concre-to dentro de la Iglesia: todos los creyentes reclaman su derecho ahacer oración y la practican 41.

34 Cf. S. GAMARRA, Teología espiritual…, 151.35 Ib., 149.36 T. CATALÁ, Oración y experiencia de Dios hoy. Aspectos cristológicos y

socio-culturales: Sal Terrae 86 (1998), 865.37 F. RUIZ, Caminos…, 326.38 Cf. S. GAMARRA, Teología espiritual…, 151.39 Cf. Concilium 181 (1983); J. A. BECKFORD, New Religious Movements

and Social Rapid Change, UNESCO, London, 1986 (hay traducción italiana: ilMolino, Bologna, 1990), y M. GUERRA, Los nuevos movimientos religiosos,EUNSA, Pamplona, 1993.

40 Cf. S. GAMARRA, Teología espiritual…, 24-28.41 Cf. Ib., 151-152.

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Podemos enunciar, no obstante, la pervivencia de algunos jui-cios negativos: dada su presunta subjetividad y no vinculación conlo razonado y razonable, la oración ha de defenderse de la acusaciónde campo abonado para la manipulación y la involución; se consi-dera también a la oración cristiana excesivamente formal, lo queimpide la espontaneidad en la expresión de la persona y el grupo;desde alguna psicología, en la línea de los maestros de la sospecha,la espiritualidad en general y la oración en particular no serían sinorefugio y consuelo para personas frustradas; la sociología de la re-ligión considera un simple factor de socialización obsoleto no sólolas creencias, sino sus prácticas, entre las que cuentan la oración 42;finalmente, la oración cristiana sería inválida por descansar sobreuna cosmovisión superada y una antropología obsoleta, que no tieneen cuenta los avances de las ciencias humanas ni los valores de lasociedad actual 43.

De esta presentación del ambiente histórico reciente y el pre-sente en torno a la oración pueden extraerse ya algunas de las pro-blemáticas que se suscita la oración en nuestra Iglesia y nuestromundo hoy.

EL DESAFÍO DE LA ORACIÓN CRISTIANA

Nosotros partimos de un presupuesto: la capitalidad e importan-cia de la oración en la vida cristiana. Así de categóricamente seexpresa el jesuita Ch. A. Bernard: «Según la expresión de Heiler, laoración “es el fenómeno central de toda la religión”; o bien, pararecurrir al lenguaje escolástico, digamos que la oración es el actofundamental de la virtud de la religión […], como reconocen todoslos maestros espirituales, es el alma de toda la vida cristiana. Estaproposición no tiene necesidad de muchas justificaciones» 44.

Ello no nos exime de analizar algunos desafíos que ha de afron-tar un acercamiento teológico a la oración cristiana.

42 Cf. Ib., 28-33.43 Cf. Ib., 152-153.44 CH. A. BERNARD, Teología espiritual…, 422.

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La oración, una realidad compleja

En su calidad de apropiación íntima de la fe y apertura personala la revelación 45, la oración tiene una importancia capital, configurala vida del creyente y su impacto se extiende a todos los aspectosde la vida cristiana, que quedan cualificados —o se ven minusvalo-rados— por la oración.

Pero la oración no es sólo un punto de convergencia de la ex-periencia religiosa cristiana, sino también de otras religiones, e in-cluso —en su forma de meditación— es presentada por ciertas ini-ciativas seculares como camino para el encuentro con el propio yoy vía para alcanzar la ansiada paz interior, el equilibrio, la serenafelicidad.

A través de la oración, la persona, que se sabe ser finito, se abrea la posibilidad del infinito en un diálogo con el misterio; en laoración, lo divino se despliega en el cosmos, la interioridad o lahistoria para manifestarse al ser humano. Hay en el yo una capaci-dad de lectura de la naturaleza, introspección y descubrimiento delpaso de lo divino en la historia que le capacita para identificarlocomo Tú que se revela en el diálogo íntimo como fundamento per-sonal e histórico, como creador y fin de todo, fundando, desbordan-do y enriqueciendo al ser humano que vive abierto a ese Tú.

La fenomenología de las religiones da fe de la verdad de la ora-ción y su presencia a lo largo de los tiempos y en los ámbitos másdiversos. La oración «es un elemento integrante del fenómeno reli-gioso. En efecto, las fórmulas de oración que hoy conocemos perte-necen prácticamente a todas las religiones de que tenemos noticia,hasta el punto de que puede afirmarse, sin temor a que los hechosdesmientan la afirmación, que “donde la oración ha enmudecido porcompleto, ha desaparecido también la religión”. Esta constante pre-

45 Afirma J. A. ESTRADA: «La praxis de oración es una de las dimensionesde la experiencia de fe […].

Cuando Jesús exige la fe, lo que está planteando es la necesidad de unaopción por la que se confía en su persona. Se trata de creer en él, es decir, deser capaces de fiarse de él» (J. A. ESTRADA, Oración: liberación…, 39); y unpoco más adelante: «La oración es una opción personal en la que actualizamosla calidad y la capacidad de nuestra fe. Optamos por Cristo sin tener seguridadalguna, “sabiendo de quién nos hemos fiado”, sin certezas» (ib., 45).

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sencia de la oración en el mundo de las religiones se deriva de sucondición de acto en el que se expresa la actitud religiosa» 46.

No cabe duda de que este dato puede ser interpretado de modopositivo. Frente a las críticas —sobre todo de la psicología y lasociología—, la filosofía, la fenomenología y la teología se unenpara afirmar la validez de la oración, casi podríamos decir, por lavía de los hechos. Dice J. Castellano: «La plegaria es un latidoirresistible del corazón, que unifica en la confesión del único autorde la vida; la plegaria se expresa como búsqueda del sentido plenode la existencia humana» 47.

Hay, sin embargo, una llamada de atención en esta constatación:«La complejidad le viene también a la oración de que ésta es no sólouna realidad en sí, sino también un punto de convergencia de otrasrealidades en sí difíciles» 48. ¿En qué consiste esta complejidad?

De una parte, se hace necesario un discernimiento —a cargo dela teología— que permita clarificar cuáles son los contenidos espe-cíficos de una oración auténticamente cristiana. Una de las tareas,no la única, será determinar hasta qué punto las propuestas orantesde otras religiones son válidas para el orante que expresa, funda-menta y enriquece en la oración su fe en la persona de Cristo Jesús,en el Dios que él nos revela, por la acción del Santo Espíritu.

Por otra, este carácter de punto de convergencia supone queen la oración confluyen las circunstancias del sujeto concreto yel momento histórico en el que se encuentra, y ello supone yaun aporte de dificultades: «La “oración” no existe; lo que existeson hombres y mujeres que invocan a Dios en contextos cultura-les concretos, configurados por las tradiciones culturales que losdeterminan» 49.

Todo ello nos invita a una tarea de discernimiento que no po-demos eludir si no queremos llevar a la oración del cristiano aperder su conexión con los elementos fundamentales de la experien-

46 J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología de la oración, Trot-ta, Madrid, 72006, 226-227. La cita interna es de P. TIELE.

47 J. CASTELLANO, Pedagogía…, 18; cf. CH. A. BERNARD, Teología espiri-tual…, 422.

48 A. GUERRA, Oración cristiana…, 14.49 T. CATALÁ, Oración y experiencia…, 865.

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cia cristiana y a desconectarse de la vida. Se reduciría, entonces, auna relación exclusivista entre Dios y el orante en vistas a la peti-ción y cumplimiento de nuestros deseos (clásica y generalmente) oel restablecimiento del equilibrio interior (moderna y minoritaria-mente): «No tiene otro sentido la búsqueda de la oración si no es laconfrontación de nuestra vida con la del Señor. Creemos en él,buscamos asemejarnos a su personalidad y a su caminar históricodesde nuestra propia singularidad que es irrenunciable. Se trata declarificarnos dejando que “el rostro de Cristo se transparente en no-sotros” (Gal 4,14), sin por eso perder nuestra personalidad indivi-dual ni el momento histórico concreto en el que nos ha tocado vivir.El hombre se siente impotente para asumir esto por sí mismo, y pideal espíritu de Jesús que él se haga eco de nuestros gemidos, ansiasy búsquedas ante el Padre (Rom 8,26-27)» 50.

LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA. ESCUCHA Y SEGUIMIENTO

Durante muchos siglos se ha desconfiado de los sentidos ex-teriores, se ha pedido al hombre orar como ejercicio de refugioen la interioridad: «Hoy es urgente ajustar cuentas con esta “tradi-ción”, posiblemente mal recibida, que ha hecho fortuna y que lastramás de lo que creemos la oración. Lo que en un momento culturalsupuso el descubrimiento del yo y, por lo tanto, la interioridad, nose puede convertir prácticamente en el único criterio de lo que esoración. La mística cristiana es de ojos abiertos. Nos dice Metz: “Laexperiencia de Dios inspirada bíblicamente es una mística de ojosabiertos; no es una percepción relacionada únicamente con unomismo, sino una percepción intensificada del sufrimiento ajeno”. Esnecesario tener los ojos bien abiertos y los oídos atentos ante lo queacontece» 51.

La oración del cristiano debe ser oración cristiana, es decir,«una oración en el ámbito de la Buena Noticia de Jesús que nosrevela a Dios como Padre y Creador; y que en virtud de esta per-

50 J. A. ESTRADA, Oración: liberación…, 47.51 T. CATALÁ, Oración y experiencia…, 867.

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cepción de Dios se configuren en nosotros los mismos sentimientosque tuvo Él» 52. El seguimiento es clave para cristianizar o evange-lizar la oración: la oración cristiana tiene que tener la mirada puestaen Jesús y no ser simplemente búsqueda de la interioridad en esteambiente de fascinación de lo religioso en el que vivimos 53.

Pero, aun siendo evidente que el compromiso social y políticoes inseparable de la fe cristiana —y por tanto de la oración—, «hayque reafirmar también que con eso sólo no llegamos al corazón dela fe en cuanto encuentro “personal” y en cuanto realización “per-sonal” del hombre […].

Muchos cristianos están ya cansados de ver a tantos compañeros“quemados” en la lucha, no porque les faltase entusiasmo revolucio-nario, sino porque les faltaba “espíritu”, el Espíritu, que nos hace veren Cristo, más que un revolucionario genial, a una persona libre yliberadora, que nos hace vivir a los hombres como personas libresy liberadas» 54.

La oración cristiana se sitúa en el ámbito de la relación interper-sonal: oración no dice relación a algo, sino a alguien 55. En ella senos desvela la persona de Jesús de Nazareth no como idea o proyec-

52 Ib., 869. «La oración cristiana expresa, pues, la comunión de las criatu-ras redimidas con la vida íntima de las Personas trinitarias. En esta comunión,que se funda en el bautismo y en la eucaristía, fuente y culmen de la vida dela Iglesia, se encuentra contenida una actitud de conversión, un éxodo del yodel hombre hacia el Tú de Dios» (OF 3).

53 «Vivimos en cierto modo en una era de la religión sin Dios. Por tanto,la frase clave podría ser ésta: “¡Religión sí, Dios no!”, pero sin que ese “no”se entienda a su vez categóricamente, como lo entienden los grandes ateísmos.Ya no hay grandes ateísmos. La “polémica sobre la trascendencia” parece estarya fuera de lugar; se ha apagado definitivamente el rescoldo del más allá. Sien los años sesenta se lo trasladó, polémicamente, al futuro, vemos que ahora,en sentido terapéutico, se lo traslada a la psique. Y, así, hoy día puede volversea pronunciar —distraída o serenamente— el nombre de Dios sin referirse real-mente a Él: entendiéndolo como una metáfora colgada del aire, en las conver-saciones de las tertulias o sobre el sofá del psicoanalista, en el discurso estéticoo de cualquier otra manera. La religión como nombre del ensueño de una feli-cidad sin sufrimientos, como hechizo mítico del alma, como juego postmodernode abalorios: ¡sí! Pero, ¿y Dios, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, el Dios deJesús?» (J. B. METZ, El clamor de la tierra. El problema dramático de laTeodicea, Verbo Divino, Estella, 1996, 9).

54 J. M. CASTILLO, La alternativa…, 219.55 Cf. ib., 220-222.

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to, programa de acción y compromiso, sino «persona viva que de-limita y llena» 56 nuestro espacio afectivo y, desde esa experienciade plenitud, nos compromete con su causa. El cristiano se definecomo tal no por las empresas que lleva a cabo, sino porque esasempresas las comienza en referencia a la persona de Jesús de Na-zareth que envía y llama al seguimiento. La oración, en cuantooración cristiana, es el espacio en el que el creyente entabla, en elEspíritu, un diálogo fecundo con Jesús de Nazareth que le conduceal Padre, no en razón de su productividad, de su efectividad, sino desu afectividad. En el diálogo orante la persona reanima y reavivala calidad y la fuerza de su misión como acción que tiene comoreferente a la persona de Jesús que llama a cumplir el proyecto delPadre a ejemplo suyo a través de las mociones, hechas en la oraciónpor el Espíritu Santo.

Dice J. M.ª Castillo: «Desde el momento en que a Cristo se leencuentra como persona —no como simple idea o mero proyecto—,desde ese momento no hay más remedio que dialogar con él, estarcon él, en la presencia y en la efusión de quien sabe y experimentaque su campo afectivo existe, está lleno y bien delimitado. La vidaentonces adquiere su plena significación y nada en el hombre quedaal descubierto, a merced de tantos desalientos y tantas traiciones comola vida nos presenta desgraciadamente cada día» 57.

La misión cristiana, despojada del elemento personalizador queaporta la oración, como diálogo y encuentro con Dios en Cristo porla fuerza del Espíritu, se convierte en tarea estéril o, en el mejor delos casos, en puro y filantrópico empeño humano. La oración renue-va y alimenta la misión, nos permite comprenderla y ejercerla demodo más auténtico como seguimiento de la persona de Cristo, conquien es posible dialogar en la oración.

Desde esta perspectiva se reduce el peligro del intimismo, quetanto amenaza al orante cristiano. La interioridad no se contemplasólo como espacio a penetrar para la sanación por el autoconocimien-to, sino como lugar para el encuentro, más allá del yo solipsista, conDios en Cristo, que se hace presente en la oración a través de la ac-

56 Ib., 221.57 J. M. CASTILLO, La alternativa…, 221.

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ción del Espíritu Santo e, inevitablemente, empuja al ser humano a latransformación del mundo y al trabajo por la construcción del Reino.Si esto no sucede, no estamos hablando de oración cristiana 58.

Unas palabras de Schillebeeckx resumen a la perfección cuantoestamos diciendo: «La racionalidad ética es un criterio para auten-tificar los aspectos ideológicos de la vida religiosa o mística; y lomístico evita una reducción de lo divino a lo humano» 59.

Oración y seguimiento aparecen, pues, íntimamente entrelaza-dos: si la misión aparece despojada de motivación cuando falta laoración, ésta sólo se da de modo auténtico en el conjunto de la vidacristiana como disposición al seguimiento y a la realización del plande Dios manifestado en Cristo para cada uno de nosotros 60. Estaexigencia, no obstante, no debe ser exagerada; no podemos pensarque hay que ser santos para que nuestra oración sea auténticamentecristiana. La experiencia de los grandes orantes así lo testifica 61.

58 «La oración cristiana es siempre auténticamente personal, individual, yal mismo tiempo comunitaria, rehúye técnicas impersonales o centradas en elyo, capaces de producir automatismos en los cuales, quien la realiza, quedaprisionero de un espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Diostrascendente. En la Iglesia, la búsqueda legítima de nuevos métodos de medi-tación deberá siempre tener presente que el encuentro de dos libertades, la in-finita de Dios con la finita del hombre, es esencial para una oración auténtica-mente cristiana» (OF 3).

59 E. SCHILLEBEECKX, Los hombres, relato de Dios, Sígueme, Salamanca,1994, 148.

60 «El Sermón de la Montaña presenta —como hemos dicho— un cuadrocompleto de la justa humanidad. Quiere indicarnos cómo se llega a ser hom-bres. Sus concreciones fundamentales se podrían resumir en la afirmación: sóloa partir de Dios se puede comprender el hombre y sólo si vive en relación conDios su vida llegará a ser justa. Y Dios no está lejos ni es desconocido. Él nosmuestra su rostro en Jesús; en su acción y en su voluntad reconocemos los pen-samientos y la voluntad de Dios mismo.

Si ser hombre significa esencialmente relación con Dios, es claro enton-ces que hablar con Dios y escucharle es parte constituyente de ese ser hombre.Por eso, el Sermón de la Montaña contiene también una enseñanza sobre laoración. El Señor nos dice cómo debemos orar» (BENEDICTO XVI, Gesù di Na-zaret, L. E. Vaticana - Rizzoli, Città del Vaticano - Milano, 2007, 157).

61 Por ejemplo, cf. SANTA TERESA DE JESÚS, V 7,1.11.17; 8,6; 23,11 (citamospor la edición de Editorial de Espiritualidad, Madrid, 52000, ateniéndonos a sussiglas).

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¿ESTÁ DIOS AL OTRO LADO?

Íntimamente vinculada a la acogida de la revelación en la vida defe 62, la oración se ve afectada de la misma sospecha que cuestionaaquélla, es decir, la acusación de ser una proyección, una ficciónconsoladora o engañosa 63. Si cabe, esta prevención afecta a la ora-ción más que a otros flancos de la vida de fe, porque en ella, aparen-temente, no existen apenas contenidos objetivos en los que fundarsepara argumentar su verdad más allá de la interioridad personal 64.

Esta cuestión interesa al orante cristiano a la hora de reforzar,en lo posible, su seguridad en la oración, su tranquilidad a la horade afrontarla como un auténtico ejercicio de encuentro con Dios enCristo, hecho posible por la acción del Espíritu 65.

La oración auténtica, entendida en clave de encuentro, se inte-gra entre las realidades gratuitas, inútiles, de las que no puede es-perarse una productividad, una efectividad visible. Provechos trae laoración, pero no de aquellos que pueden cuantificarse a corto plazo,ni tampoco pertenecientes a la esfera del éxito o el resultadismomás visible. La oración no tiene como objeto estar más sano, másequilibrado, ni siquiera ser mejor cristiano; su objeto es el encuentrode amistad interpersonal con el Dios que nos ama en Cristo y en élnos hace hijos suyos por la fuerza del Espíritu. Indefectiblemente,como hemos dicho, la oración cristiana bien hecha nos llevará alseguimiento más íntimo de la causa de Jesús, pero no obrará en

62 «Existe, por tanto, una estrecha relación entre la revelación y la oración»(OF 6; cf. 4-7).

63 Cf. Gs 7.19.20; LG 16; AG 10.64 «Si la existencia de Dios es al menos dudosa, ¿qué sentido tiene orar?

¿No sería mucho mejor la actividad y el compromiso con el hombre para trans-formar la realidad? ¿No es la oración un residuo semimágico, y en cualquiercaso supersticioso, de la sociedad tradicional? ¿Qué función y significado pue-de tener la oración en la sociedad de finales del siglo XX? ¿Para qué sirve?¿Qué aporta a nuestra realidad y en qué se basa su legitimidad? Estas sonalgunas de las preguntas que frecuentemente se hace el hombre de hoy. Laactividad orante deja de ser evidente y se convierte en algo problemático yamenazado» (J. A. ESTRADA, Oración y compromiso…, 13).

65 «La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombreen Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de no-sotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana delHijo de Dios hecho hombre» (CICat, 2564).

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nosotros una disposición mágica para hacernos, de inmediato, me-jores discípulos. Esta ausencia de resultados visibles a corto o medioplazo, puede llevar al orante a sospechar que, efectivamente, viveen un engaño y su oración no es sino un diálogo consigo mismo enel que proyectar al exterior sus anhelos y sus frustraciones 66.

A la hora de afrontar esta situación, no hay que olvidar, enprimer lugar, que la oración, como queda dicho, pertenece al ámbitode la fe. Si entendemos ésta más allá de lo cognoscitivo e intelectualy retenemos el concepto de fe como opción por la que se confía enla persona de Jesús 67, nos pondremos en disposición de comprenderque asumir la oración es asumir un riesgo de un calado análogo alque se acepta cuando se inicia una relación de amistad o de amorinterpersonal. Nunca existirá la seguridad absoluta en las relacioneshumanas, basadas en la confianza y en la donación mutua: ésa es,quizá, la exigencia más grande del amor. De similar modo, en laoración se establece una relación de confianza en la persona deJesús, en su ejemplo y su magisterio práctico como orante que sus-cita con sus gestos y palabras una invitación a la oración; y en suacción por la fuerza del Espíritu en la oración actual del creyente.

En segundo lugar no es saludable desechar las críticas y sospe-chas acerca de nuestra oración. La historia personal de la oración decada uno y la historia de los orantes en el transcurrir de la vidahumana nos enseña que hemos de tener cierta prevención y no to-mar una actitud defensiva ante estas reticencias, ni menos entender-las como ataques. Ellas constituyen un buen fundamento para revi-sar nuestra oración.

El hecho de orar, como encuentro interpersonal, tiene como di-mensión constituyente la espontaneidad, la libertad, el despliegue delas capacidades del individuo frente a Dios; pero un encuentro queno es de alguna manera preparado y al que no sigue una evaluaciónreflexiva, es un encuentro que puede desembocar al fracaso 68. Lo

66 Cf. Ib., 2725-2758.67 Cf. J. A. ESTRADA, Oración y compromiso…, 18-19. 38-50; «La fe cristia-

na es mucho más que una opción a favor del fundamento espiritual del mundo.Su enunciado clave no dice “creo en algo”, sino “creo en ti”» (J. RATZINGER,Introducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca, 142007, 71; cf. 71-72).

68 Es necesario para todo orante aceptar «un maestro experimentado en lavida de oración y que conozca sus normas; de esto se ha tenido siempre con-

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que es válido para las relaciones humanas, mucho más fácilmenteevaluables, lo es también para la oración entendida como encuentroy relación.

Es necesario criticar la oración, es necesaria la pedagogía quenos permita conocer los resortes de la oración cristiana y el discerni-miento que valide y haga crecer la nuestra como tal. Mucho de esohay en el empeño de los grandes maestros del Carmelo, Teresa y Juande la Cruz, mistagogos y maestros de oración que, de formas diversas—más experiencial y vital la primera, más reflexivo e intelectual elsegundo—, han elaborado un proyecto de contraste con el alumbra-dismo de su tiempo, para aportar a la experiencia mística en generaly orante en particular una disciplina que ayudase a superar la sensi-bilidad y la adhesión a lo confuso y vago; una técnica intelectualque permitiese ir más allá de los estados distintos sin perderse en lasregiones turbias de la vida afectiva; un análisis que permitiese con-trolar la inspiración; un método que vaya más allá del instinto; unaconciliación entre experiencia personal y vida colectiva 69.

La insistencia teresiana en apoyarse constantemente en los con-sejos de letrados es para nosotros un ejemplo a la hora de objetivarnuestra oración: revela la voluntad por controlar lo que pasa en elalma, para conferir rigor y coherencia en lo que pudiera quedarsevago y confuso, para dar luz allí donde se siente calor y emoción,sin que se apague la emoción, para lograr coherencia y organizaciónsin perder nada de lo que enseña la afectividad.

ciencia en la experiencia cristiana desde los tiempos antiguos, ya en la épocade los Padres del desierto. Este maestro, experto en el sentire cum ecclesia,debe no sólo dirigir y llamar la atención sobre ciertos peligros, sino también,como “padre espiritual”, introducir de manera viva, de corazón a corazón, enla vida de oración que es don del Espíritu Santo» (OF 16).

69 Cf. J. PÉREZ, «Mística y realidad histórica en la Castilla del siglo XVI»,en T. EGIDO (coord.), Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, III. His-toria, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1993, 51; SAN JUAN DE LA CRUZ, 2S29,4; CB 1,12; 1N 6,5, etc… (manejamos la edición de Editorial de Espiritua-lidad, Madrid, 51993, ateniéndonos a sus siglas).

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Orar, ¿fácil o difícil?

Aduciendo diversos testimonios, Augusto Guerra afirma tajan-temente que el mundo de la oración es complejo y difícil. Presentarlas cosas de otro modo es inducir, casi sin ninguna duda, a error 70.

Me gustaría matizar algo esta opinión. Negar, efectivamente,que la oración es una tarea compleja sería dar la espalda a la ex-periencia de tantos creyentes que la asumen con entusiasmo y ladejan envueltos entre la tristeza y la desgana 71; la de los que sedesmoralizan cuando oyen a otros decir que no pueden vivir sinoración, mientras que ellos se debaten en los pocos momentos quepueden dedicarle a tal actividad entre el sopor y el aburrimiento.Así las cosas, admitamos que la oración reviste dificultades, com-plejidad 72.

Sin embargo, escuchando a los grandes orantes, el espíritu seensancha y se acrecienta el deseo de afirmar, al menos paradójica-mente, que orar puede ser sencillo. Cuando Santa Teresa define laoración como un trato de amistad, está vinculándola con una expe-riencia común y espontánea, adherida al hecho de ser personas, noexenta de dificultades, pero posible.

Teresa, no obstante, admite que esto del amor pueda parecernosdifícil, y nos explica en qué consiste después de reiterar que laoración es ejercicio de amor: «para aprovechar mucho en este cami-no y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensarmucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar,eso haced.

Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho;porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinaciónde desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiére-mos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra ygloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica.

70 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 13-17. «Porque hay también mu-chas almas que piensan que no tienen oración, y tienen muy mucha; y otras que[piensan que] tienen mucha y es poco más que nada», dice San Juan de la Cruz(S, pról., 6).

71 Cf. CICat, 2728-2731.72 Cf. SANTA TERESA DE JESÚS, CV 21,1-2; cf. 23; 31,10.

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Estas son las señales del amor, y no penséis que está la cosa enno pensar otra cosa, y que si os divertís un poco va todo perdido.

Yo he andado en esto de esta barahúnda del pensamiento bienapretada algunas veces, y habrá poco más de cuatro años que vinea entender por experiencia que el pensamiento (o imaginación, por-que mejor se entienda) no es el entendimiento, y preguntélo a unletrado y díjome que era así, que no fue para mí poco contento.

Porque, como el entendimiento es una de las potencias del alma,hacíaseme recia cosa estar tan tortolito a veces, y lo ordinario vuelael pensamiento de presto, que sólo Dios puede atarle, cuando nosata a Sí de manera que parece estamos en alguna manera desatadosde este cuerpo. Yo veía, a mi parecer, las potencias del alma em-pleadas en Dios y estar recogidas con Él, y por otra parte el pensa-miento alborotado: traíame tonta» 73.

No vamos a negar con esto la realidad constatable de los proble-mas que se le presentan al orante cristiano. Las dificultades que va-mos exponiendo afectan a la oración tanto en su comprensión comoen su ejercicio. De incomprensiones incorrectas derivan formas in-adecuadas de oración (desapegadas del compromiso, por ejemplo),ejercicios de oración que no son auténticamente cristianos o, senci-llamente, el abandono de la misma; de un ejercicio incorrecto, sin quehaya una pedagogía y un discernimiento, pueden seguirse consecuen-cias parecidas.

Pero lo difícil, al menos por lo que se refiere al ejercicio oranteno es, en mi opinión, la oración en sí, sino el hecho de comprenderque la oración es una acción en la que no somos los principales agen-tes, sino los principales pacientes; y eso falta, paciencia: «en silencioy esperanza será nuestra fortaleza (Is 30,15)» 74; una paciencia que seaprende en la escuela de una buena fundamentación teológica de laoración, de una buena pedagogía y de un correcto discernimiento.

El texto teresiano que hemos traído más arriba continúa con unaqueja que merece la pena recoger aquí: «¡Oh Señor, tomad en cuentalo mucho que pasamos en este camino por falta de saber! Y es el mal

73 SANTA TERESA DE JESÚS, 4M 1,7-8; cf. F 5,2-3, donde además deja muyclara la relación entre oración y vida.

74 SAN JUAN DE LA CRUZ, Carta a la Madre Ana de San Alberto, agosto-septiembre de 1591; cf. 3S 2,15; 1N 6,6; SANTA TERESA DE JESÚS, CV 21,2.

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que, como no pensamos que hay que saber más de pensar en Vos, aunno sabemos preguntar a los que saben ni entendemos qué hay quepreguntar, y pásanse terribles trabajos, porque no nos entendemos, ylo que no es malo, sino bueno, pensamos que es mucha culpa» 75.

Orar puede llegar a ser una tarea espontánea sencilla 76, perono podemos pedir que las cosas sucedan a nuestro ritmo: «Orar encristiano es aprender con dolor y reverencia que Dios tiene tambiénderecho a callar, y nuestra oración no puede consistir en una luchanarcisista para que Dios nos esté continuamente hablando; orar escaer en la cuenta de que no somos tan importantes ante tanto doloracumulado en las víctimas. Esto es humildad. Gracias, una vez más,Juan de la Cruz, porque nos haces sospechar de la “riqueza” espiri-tual y nos enseñas a quedarnos muchas veces tan sólo con un gemidocuando el Amado se esconde» 77.

HACIA UNA TEOLOGÍA DE LA ORACIÓN CRISTIANA

Un poco más arriba hablábamos de una oración cristiana bienhecha. El lector puede preguntarnos, con razón, a qué nos referimoscon eso. Tratemos de explicarlo brevemente.

Para hacer bien oración, es necesario que maestros y orantesdesplieguen una praxis que, considerando las bases humanas 78, sefunde en una correcta teología de la oración. Una teología de laoración que parta del Acontecimiento Jesús, ya que la razón últimapara orar del cristiano es que Jesús oró y, en clave de seguimien-to, ha de tratar de adecuar su oración a la del Maestro79. Hay que

75 SANTA TERESA DE JESÚS, 4M 1,9.76 «La oración cristiana nunca es fácil, pero siempre es sencilla. Basta

invocar a Dios sinceramente, con corazón de niño. No jugar ante Dios a “sermayores”. Despojarnos de nuestras máscaras y confiar en su amor misericor-dioso. Él se revela, no tanto a los sabios y entendidos, sino a la gente sencilla»(cf. Mt 11,25) (OBISPOS DE NAVARRA Y EUSKADI, La oración cristiana…, 20-21).

77 T. CATALÁ, Oración y experiencia…, 874-875 (cf. SAN JUAN DE LA CRUZ,1N 10,4; 13,10; 2N 8,1).

78 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 138-153; CH. P. MICHAEL - M. C.NORRISEY, Oración y temperamento: diversas formas de orar para los diferen-tes tipos de personalidad, Mensajero, Bilbao, 1998.

79 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 41.45-56; J. CASTELLANO, Pedago-gía…, 77-86; OGLH 3-4.

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contemplar a Jesús, libro vivo 80, para lo que es inexcusable unabuena base escriturística y cristológica. Una oración que no se baseen una teología bíblicamente bien fundada, no podrá ser nunca unaoración cristiana 81; no desarrollará criterios de pedagogía y discer-nimiento que permitan al creyente abrirse al encuentro con el Padre,en Jesús por el Espíritu. Tampoco sabrá dar razón de las condicio-nes de posibilidad y autenticidad de ese encuentro y vivirlo en claveverdaderamente cristiana si no recurre a la luz de otras disciplinas,como la teología fundamental o la teología de la gracia.

De aquí parte nuestra propuesta, que presentamos de modo sin-tético, recogiendo las notas mínimas que, a nuestro juicio, debenconstituir inexcusablemente el ejercicio orante para ser auténti-camente cristiano. La base de nuestra proposición es la confianzaen el testimonio de Jesús acerca de la oración, tal y como nos lo hatransmitido la comunidad creyente en la Escritura y la Tradiciónde la Iglesia 82, así como en la eficacia de su acción salvífica, por laque nos sigue instruyendo y acompañando en nuestra oración alPadre por la fuerza del Espíritu Santo 83.

ORAR: TRATO DE AMISTAD EN GRATUIDAD

Jesús nos enseñó a orar llamando a Dios Padre, Abbá (Lc 11,2) 84.El Espíritu, en continuidad con esta enseñanza del Jesús terreno, ac-túa en nosotros descubriéndonos que somos hijos de Dios y pone ennuestro corazón, como oración, la invocación que Jesús nos enseñó(cf. Rom 8,14-17.26-27; Gal 4,6) 85.

80 SANTA TERESA DE JESÚS, V 26,5; CV 26,3-6.81 Cf. DV 23-24.82 Cf. Ib., 7-10.83 Cf. CICat, 2607-2616. 2664-2672.84 «Con el hecho de su oración, Jesús nos enseña a orar. El camino teologal

de nuestra oración es su propia oración al Padre […]. Como un pedagogo nostoma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre» (CICat, 2607).Cf. J. JEREMÍAS, Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento, Sígueme,Salamanca, 62005.

85 «Creo que toda persona saca provecho de la oración cuando ora como esdebido o pone empeño en ello. Ante todo es de gran provecho a toda personael disponerse a la oración. Esto es presentarse ante Dios y hablarle personal-

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Ello implica, en primer lugar, que la oración sólo será auténti-camente cristiana en la medida en la que exprese la acogida cordialde la oferta de amor-amistad que nos hace el Padre, atrayéndonos ala intimidad consigo para que, en el silencio, escuchemos su Pala-bra, que es Cristo, y nos hagamos dóciles al Espíritu de amor 86.

Porque él lo ha querido así, nos lo ha revelado en su Hijo Jesu-cristo y nos ha dado por él el Espíritu valedor que nos induce a laexperiencia de la filiación, podemos entablar con Dios Padre una re-lación de amistad que es reciprocidad afectiva desde la perspectivateologal de fe, esperanza y amor, que no permite la identificación conla experiencia afectiva interhumana. Siempre llevará inserto el com-ponente de oscuridad que impone la radical diferencia entre Dios y elser humano 87.

En continuidad con la oración de Cristo, la oración del cristianoserá, en su esencia, permanencia junto al Padre de la mano de Jesús,que es la única puerta, el único camino por el que podemos accedera Él 88; se configurará según el deseo de estar con él en Cristo porel Espíritu. Es, pues, encuentro de amor y tiene la utilidad —o in-utilidad— del encuentro amoroso, sin otras pretensiones ni previsio-nes de contenidos 89. Naturalmente, como el encuentro interhumanoy aún más, el encuentro con el Abbá exige una preparación, tiene undesarrollo y dará unos frutos determinados para el creyente; pero noviene justificado ni predeterminado por ellos. La oración se justificaa sí misma como encuentro 90.

mente como se habla a uno que se preocupe de nosotros y está presente» (ORÍ-GENES, Sobre la oración, 8,2; utilizamos la edición de T. H. MARTÍN, ORÍGENES,Exhortación al martirio. Sobre la oración, Sígueme, Salamanca, 1991).

86 Cf. J. M. CASTILLO, Oración y existencia…, 111-114; OF 7.87 Cf. F. RUIZ, Caminos del Espíritu…, 337-338; SAN JUAN DE LA CRUZ, 2N

13,5 (entre otros muchos textos).88 Jesús no se limita a enseñarnos a orar; se hace presente en la oración por

la fuerza del Espíritu. Por Él, con Él y en Él participamos de la comunión conel Padre en ella (cf. OF 5.11.13-15.21, etc…; CICat, 2609. 2614-2616).

89 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 57-73.90 «La oración se había reducido a un simple “Tú”, “Tú estás aquí”. Re-

cuerdo años y años en que estaba arrodillada o sentada ante la presencia euca-rística con esta simple palabra: tú. Este tú que tenía su raíz en la misteriosapresencia de Jesús y sus ramas en los “tús” que a lo largo de los años han idopoblando mi corazón» (C. KAUFMANN, La fascinación de una presencia, Edito-rial de Espiritualidad, Madrid, 2007, 171).

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Tal es la experiencia de Santa Teresa 91, expresada de modo evi-dente en su definición de la oración: «No es otra cosa oración mental,sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas conquien sabemos nos ama» 92. De ese modo, en ella, «la oración se reli-ga al amor. Amor amistoso» 93. Lo importante, lo fundamental en laoración de Teresa —maestra de oración cristiana— es, en fidelidad alejemplo de Jesús y por acción del Espíritu, estar con el Padre, en supresencia amorosa y amistosa, algo que él ya valora mucho: «De loque vuestra señoría tiene de querer salir de la oración, no haga caso,sino alabe al Señor del deseo que trae de tenerla, y crea que la volun-tad eso quiere y ama estar con su Dios» 94.

Poner este acento en el encuentro no es rebajar la oración; al con-trario, es vivirla en fidelidad a una exigencia cristológica y, además,este encuentro tiene unas consecuencias enormemente positivas parael creyente. Como nos ha dicho san Pablo, por la acción del Espírituen la oración tomamos conciencia de nuestra condición de hijos en elHijo, la actuamos y activamos, acogiendo en fe la revelación del Diosde Jesús. Por su parte, Santa Teresa nos hará ver que la amistad exigesimilitud entre los amigos y Cristo la va haciendo posible: «¡Oh, québuen amigo hacéis, Señor mío, cómo le vais regalando y sufriendo, yesperáis a que se haga a vuestra condición, y tan de mientras le sufrísVos la suya!» 95.

91 «La oración de Santa Teresa se justifica por sí misma, se mantiene yprolonga indefinidamente por su propio dinamismo, que es el amor, y por suhistoria de alianza, vocación, misericordia, esperanza» (F. RUIZ, Caminos delEspíritu…, 338).

92 SANTA TERESA DE JESÚS, V 8,5. «La oración [para Santa Teresa] es unarelación, está centrada en la persona de Jesús de Nazaret. Todo el capítulo deVida 22, sobre todo 4-10, nos pone delante lo central de la relación con Jesúsen la vida de oración y en todos los otros aspectos» (C. KAUFMANN, La fasci-nación…, 186).

93 M. HERRÁIZ, La oración historia de amistad, Editorial de Espiritualidad,Madrid, 62003, 43; cf. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa, Editorialde Espiritualidad, Madrid, 21985, 87-88; D. DE PABLO MAROTO, Teresa en ora-ción, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 2004, 347-353.

94 SANTA TERESA DE JESÚS, Carta a don Teutonio de Braganza, 3-VII-1574.Cf. M. HERRÁIZ, La oración historia…, 45-46.

95 SANTA TERESA DE JESÚS, V 8,6. Cf. M. HERRÁIZ, La oración historia…,50-86; S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa…, 88-92; D. DE PABLO MA-ROTO, Teresa en oración…, 343-404.

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ORAR: COMPROMETERSE CON EL REINO

Orar llamando a Dios Abbá es comprometerse en la obedienciaal Padre, según el plan del Reino que Jesús anuncia. «Confianza yobediencia son, pues, para Jesús, elementos constituyentes de laauténtica oración» 96 y ello podemos deducirlo de su uso del tratoAbbá en la oración, por cuanto el Abbá para un israelita significabaautoridad y enseñanza: un padre era un maestro a quien se perte-necía, y la pertenencia se mostraba obedeciendo sus mandatos; asímismo, el padre podía encomendar misiones al hijo, para que éstelas ejecutara en su nombre 97.

A ello nos llama el Señor y a ello nos ha comprometido al otor-garnos como oración del creyente el Padrenuestro. La dinámica dela oración dominical en cada una de sus peticiones es la del compro-miso activo con aquello que pedimos 98: santificación del Nombre,establecimiento del Reinado, cumplimiento de la voluntad del Padre,distribución del pan cotidiano, etc… La oración y la vida se enlazan,iluminando ésta a aquella y matizando de compromiso cristiano yevangélico la primera a la segunda 99.

«La oración de fe no consiste en decir: “Señor, Señor”, sino endisponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21).Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad decooperar con el plan divino» (cf. Mt 9,38; Lc 10,2; Jn 4,34)» 100. Poreso la oración cristiana no tiene sentido si no se hace presencia enella de la realidad del mundo, al estilo de Jesús, cuya misión seconfigura desde la escucha en la intimidad con el Padre y la escucha

96 G. BORNKAMM, Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca, 62002, 139.97 Cf. E. SCHILLEBEECKX, Jesús. La historia de un viviente, Trotta, Madrid,

2002, 239.98 Cf. CICat, 2759-2865; BENEDICTO XVI, Gesù di Nazaret…, 157-201;

S. CASTRO, «Padrenuestro», en S. DE FIORES - T. GOFFI - A. GUERRA, NuevoDiccionario de Espiritualidad, San Pablo, Madrid, 51991, 1454-1467; O. CULL-MANN, La oración en el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1999, 74-121;J. JEREMIAS, Abba…, 215-235; A. MAGGI, Padre de los pobres. Nueva traduc-ción e interpretación del Padrenuestro, El Almendro, Córdoba, 2006.

99 Cf. F. RUIZ, Caminos del Espíritu…, 364-368. Hasta el punto de que laoración cristiana puede llegar a ser netamente apostólica: cf. J. M. CASTILLO,Oración y existencia…, 273-276.

100 CICat, 2611.

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de la realidad 101. Podemos hacer nuestra la afirmación de Schille-beeckx: «nuestra oración dejaría de ser auténtica, si en el momen-to en que decimos “Padre nuestro…” nos olvidáramos del reino deDios y del prójimo» 102.

Es importante matizar que el compromiso con el establecimientodel Reinado de Dios no es la piedra de toque única que justificala oración, como si ésta necesitase del aval de la praxis política ysocial según los principios del Evangelio. La oración se justifica porsí misma en su forma de oración cristiana —lo hemos dicho—, comotrato de amistad con el Padre en el Hijo por el Espíritu Santo, y poreso hemos situado esa condición como la primera entre las notasde una oración específicamente cristiana. El compromiso aparece,no como una consecuencia que avala el encuentro, sino en su seno ycomo proyección de éste 103.

Lo explica con claridad Augusto Guerra: «Si el encuentro gra-tuito y oracional han sido auténticos, en el contenido del diálogotiene que haber aparecido la vida del mundo, el futuro al que estállamado y el presente que está viviendo. Y el orante no tendrá másremedio que huir de ese encuentro y de esa amistad, o prestarsegenerosamente a realizar, dentro de los límites de su pobre medida,ese destino de futuro, de cambio, de mejora del mundo […]: la fi-nalidad de la oración es estar con Dios. La instancia crítica de laverdad de la oración es el compromiso» 104.

101 «Ésta es la unión más estrecha e íntima traducida continuamente enoración profunda que Jesús vive con su Padre. La voluntad del Padre le envíaa los hombres, a los pecadores, más aún, a los que le matarán. Y la forma deestar más íntimamente unido al Padre es obedecer a esa voluntad. Sin embargo,eso de ninguna manera impide que, en el camino terreno, se retire también ala soledad para orar, para unirse al Padre y recibir de Él nuevo vigor para sumisión en el mundo» (OF 13).

102 E. SCHILLEBBECKX citado en A. GUERRA, Fuera del mundo no hay ora-ción…, 164.

103 «La experiencia personal de la relación con Dios en la oración, en elsilencio y retiro de la vida monástica carmelitana es, para Teresa, el fundamen-to de toda relación personal, con otras personas, con las cosas, consigo misma»(C. KAUFMANN, La fascinación…, 186).

104 A. GUERRA, Oración cristiana…, 67 (cf. J. A. ESTRADA, Oración: libe-ración y compromiso…, 146-158; 259-276).

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ORAR: UNA ACTIVIDAD ESPIRITUAL

Al hablar de actividad espiritual lo hacemos en el sentido másfuerte del término, es decir, queremos afirmar que la oración es unaactividad del Espíritu 105. Jesús nos ha recordado que sólo en espíritues posible orar (cf. Jn 4,3). «Oración en espíritu significa abandonar-se a la oración que el Espíritu Santo sugiere en nosotros (Jn 4,24);indica el testimonio de que hemos sido capacitados para dirigirnos aDios como hijos queridos (Rom 8,15); demuestra que adoramos alPadre como hijos en el Hijo de Dios» 106.

Esta visión reafirma en nosotros la seguridad de que la oraciónes, ante todo, un don, no una tarea. La experiencia de los grandesorantes nos enseña que, siendo necesarios los métodos, no son su-ficientes para la práctica de una oración auténticamente cristiana:«La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: essiempre un don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno» 107.Desde esta perspectiva pneumatológica vuelve a hacérsenos eviden-te la esencial gratuidad de la oración cristiana.

Es la presencia del Espíritu de Jesús la que convierte en cristianala oración 108. Desde la necesidad, desde la indigencia o el simplesentimiento de ausencia de plenitud, la oración arraiga en la condi-ción humana; pero ello no basta: «sólo cuando todo ello está animadopor el Espíritu esas necesidades (suscitadas por el mismo Espíritu)son oración. De lo contrario serán sólo “sentimientos… que puedeexpresar el corazón sin más”, y que no deben identificarse con la ora-ción, si no queremos mixtificar y confundir las cosas» 109.

El Espíritu, haciéndonos conscientes de nuestro estado de Hijosde Dios 110, es quien nos permite orar (cf. Rom 8,14-17.26b-27) enuna sintonía de oración cristiana, alentando, sosteniendo y configu-

105 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 75-86.106 T. GOFFI, La experiencia espiritual, hoy, Sígueme, Salamanca, 1987,

92-93.107 OF, 23, que cita a santa Teresa de Jesús: 4M 1,2.108 «La fuente del Espíritu es Jesús. Cuanto más penetremos en Jesús, tanto

más realmente penetramos en el Espíritu y éste penetra en nosotros» (J. RATZIN-GER, El Dios de los cristianos. Meditaciones, Sígueme, Salamanca, 2005, 111.

109 A. GUERRA, Oración cristiana…, 82 (la cita interna es de BONHÖFFER).110 Cf. LG, 4; F. RUIZ, Caminos del Espíritu…, 74.

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rando después nuestra oración según el modelo que es Jesús, cami-no hacia el Padre; por eso, toda oración en el Espíritu de Jesús hade comenzarse con una invocación al Santo Espíritu: «¡Ven, Es-píritu Santo!», desde la confianza en la promesa del Señor que loenvía a los creyentes para asistirles en toda actividad e iluminarlesen el conocimiento del plan de Dios en él manifestado 111.

ORAR: EJERCICIO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD

«Todas las situaciones son susceptibles de ser oradas, a condi-ción de que se conviertan en experiencia teologal. La situaciónhumana, por sí sola, puede exhalar un grito, nunca una oración» 112.Hay, pues, oración cristiana si existe una acogida teologal del donde Dios en la oración. Si «la gracia de Dios se hace vida del hombretomando la forma concreta de comunicación interpersonal en fe,amor y esperanza» 113, es evidente que la oración ha de estar porfuerza incluida en este ejercicio teologal 114.

Si nos acercamos a la oración es porque sabemos que Dios nosama, que nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,19). Así nos lo ha revela-do él en Jesucristo su hijo a través de palabras y obras, así nos losigue revelando por la acción del Espíritu de Jesús que nos invita a lafe 115 en un Dios al que podemos llamar Abbá 116. Ello implica no sólouna fe por la que creemos, de la que hablábamos más arriba, sinotambién la fe en la que creemos: orar cristianamente es dirigirse alDios Uno y Trino que se ha manifestado en Cristo, es orar teniendopresente el Credo 117.

En la oración entablamos con Dios un diálogo de caridad, tra-tamos de amor con él en gratuidad. Y tratar de amor no es sólo con-

111 Cf. CICat, 2670-2672.112 F. RUIZ, Caminos del Espíritu…, 367.113 F. RUIZ, Caminos del Espíritu…, 75.114 Cf. D. DE PABLO MAROTO, El camino cristiano…, 294.115 «Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe (cf. Rom

16,26, comp. con Rom 1,5; 2 Cor 10,5-6)» (DV 5).116 «La oración es, ante todo, un ejercicio de fe. Nadie puede orar en sentido

formal si no cree en Dios. Y ningún creyente maduro deja de orar de algunamanera» (D. DE PABLO MAROTO, Teresa en oración…, 347).

117 Cf. ib.

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templarse o ser contemplados pasivamente, sino traer a la oracióntodos los asuntos que a uno y a otro interesan y así, en la caridad, elcreyente busca orando la voluntad de Dios, le pide ser instruido enlos modos de servirle mejor en el seno de la Iglesia para, así, amarlemejor, al estilo de Jesús 118, amarle como él nos ama 119.

Por fin, orando nos abrimos en esperanza al Dios del que todolo aguardamos, en quien confiamos más que en nosotros mismos,seguros por la promesa de Cristo de que, en la presencia del Espí-ritu, seremos sostenidos por el Padre que nos ama: «el “trato deamistad” concluye con el “sólo Dios basta”. No se puede creer yamar a Dios con perfección sin reconocerlo como algo absoluto,y al hombre, el mundo y el propio yo como relativos» 120.

La oración cristiana, como expresión de vida teologal, se trans-forma además en alimento de esa misma vida, fortalecida en el cre-yente por la práctica orante, que le alienta en la tarea de vivir mássinceramente como hijo de Dios con Cristo por el Espíritu 121.

ORAR: EN LA IGLESIA

La experiencia de amor en gratuidad lo es del Padre de todosque nos invita en Cristo Jesús a trabajar en comunidad por la ins-tauración de su Reinado y nos alienta a esta tarea por la fuerza desu Espíritu en la comunión de vida de fe, esperanza y caridad 122.

Así pues, la nota eclesial de la oración cristiana brota de lasrestantes y las reasume a todas como elemento esencial para unapráctica orante específicamente cristiana: «la oración de Jesús hasido entregada a la Iglesia (“así debéis rezar vosotros”, Mt 6,9);por esto, la oración cristiana, incluso hecha en soledad, tiene lugarsiempre dentro de aquella “comunión de los santos” en la cual y

118 «Ahora, en tanto que Dios nos le da en el cielo, entreténgase ejercitandolas virtudes de mortificación y paciencia, deseando hacerse en el padecer algosemejante a este gran Dios nuestro, humillado y crucificado; pues que esta vida,si no es para imitarle, no es buena» (SAN JUAN DE LA CRUZ, Carta a la MadreAna de Jesús, 6-VII-1591).

119 Cf. D. DE PABLO MAROTO, Teresa en oración…, 348-349.120 Ib., 348.121 Cf. J. M. CASTILLO, Oración y existencia…, 155.122 Cf. LG 2-5.

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con la cual se reza, tanto en forma pública y litúrgica como enforma privada. Por tanto, debe realizarse siempre en el espírituauténtico de la Iglesia en oración y, como consecuencia, bajo suguía, que puede concretarse a veces en una dirección espiritualexperimentada. El cristiano, también cuando está solo y ora en se-creto, tiene la convicción de rezar siempre en unión con Cristo,en el Espíritu Santo, junto con todos los santos para el bien de laIglesia» 123.

La mediación eclesial se convierte así en el mejor ámbito parael discernimiento y la pedagogía de una oración auténticamentecristiana. Portadora y custodia del testimonio del Señor, la Iglesiano pretende controlar ni limitar el ejercicio de la oración sino, alcontrario, orientar su ejercicio y alentarlo desde la multiplicidad delos carismas que en su seno brotan y florecen para bien del Pueblode Dios y de la entera comunidad humana 124.

Esta mediación eclesial se hace visible no sólo en la palabra delMagisterio acerca de la oración, sino también en la Liturgia, escueladel orante 125, y en el testimonio de los grandes orantes, que nosenseñan que no hay oración cristiana posible sino como trato deamistad con el Padre en el Hijo por el Espíritu Santo, desinteresadocomo todo ejercicio de amor.

Ellos nos muestran que la oración no es un añadido a la vidacristiana, sino una parte esencial de la misma, vinculada al segui-miento de Jesús; en la medida en que crece por ella nuestra acep-tación y adhesión al mensaje del Señor para el bien de la Iglesia ydel mundo, nuestra oración será más cristiana.

Los santos son testigos de que no hay oración verdadera si nohay crecimiento en la caridad al estilo de Jesús (cf. Mt 25,31-46;1 Cor 13). Como ha dicho San Juan de la Cruz: «A la tarde, teexaminarán en el amor» 126. La acción del Espíritu de Jesús en laoración ha de transformarnos, arrancarnos del egoísmo natural parahacernos cercanos y hermanos de los otros: «Si tú en tu amor, ¡oh

123 OF 7; cf. OGLH, 9; ORÍGENES, Sobre la oración…, 11,1-5.124 Cf. A. GUERRA, Oración cristiana…, 119-124.125 Cf. SC 2.10.12, etc…; Laudis Canticum, 8; OGLH 5-9.126 SAN JUAN DE LA CRUZ, D, 59.

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buen Jesús!, no suavizas el alma, siempre perseverará en su naturaldureza» 127.

Finalmente, ellos nos llaman a una oración de la que brote elespíritu profético de denuncia de cualquier realidad injusta 128 y acompartir el tesoro descubierto en la oración dando testimonio delEvangelio de Jesús, incluso con la entrega de la propia vida 129.

Entre los maestros de la oración cristiana, la mirada eclesialse centra en la figura de la Virgen María; ella se revela ante sushijos como la orante perfecta, que coopera en el silencio del en-cuentro amoroso con el Padre por el Espíritu en la obra de salvacióndel Hijo, intercede por la comunidad y la acompaña en la efusióndel Espíritu Santo (cf. Jn 2,1-12; Hch 1,13-14; 2,1-4) y nos enseñaa alabar a Dios por la fuerza de su acción salvadora en la historiaal tiempo que nos acompaña en el compromiso por el estableci-miento del Reinado (cf. Lc 1,46-55) 130.

127 Ib., 30 (cf. 28). Ésta es la experiencia de Teresa de Lisieux, convencidade que la caridad en ella es fruto de la presencia de Jesús en sí: «Sí, lo sé:cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto másunida estoy a él, más amo a todas mis hermanas» (SANTA TERESA DE LISIEUX,Ms C, 12v).

128 «En el “cara a cara” con Dios, los profetas extraen luz y fuerza para sumisión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de lapalabra de Dios, es, a veces, un debatirse o una queja, y siempre una interce-sión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la his-toria» (cf. Am 7,2.5; Is 6,5.8.11; Jer 1,6; 15,15-18; 20,7-18)» (CICat, 2584).

129 Cf. J. A. ESTRADA, Oración: liberación y compromiso…, 141-158.130 Cf. CICat, 2617-2619; OF 31.