historia del quechua y del aymara y la situación sociolingüística actual

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Page 1: Historia del quechua y del aymara y la situación sociolingüística actual

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Instituto Superior de profesorado Nº 6 “Leopoldo Chizzini Melo”. Coronda

El quechua

en la Argentina

Del quechua al quichua argentino…

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Nombre: Cintia Galeano.

Materia: Historia de la lengua.

Profesora: Fernanda Chàmarez

Curso: 4to Profesorado de Lengua y Literatura.

Introducciòn

Ante la pregunta: “¿qué idioma se habla en la Argentina?”, automáticamente se responde “el español”. No obstante, una mirada más sutil o, mejor dicho, un oído más atento (tan sólo cuando se viaja en colectivo) puede llegar a percibir otros sonidos, otras palabras, otras formas de comunicarse entre gente cuya primera lengua no es el español. Así también, un recorrido por las distintas zonas geográficas de nuestro país nos mostraría que el contacto lingüístico es la regla y que el monolingüismo, la excepción. En las zonas de frontera (Misiones, Formosa, Jujuy, etc.), por ejemplo, el español interactúa con el portugués de Brasil, con el guaraní de los paraguayos o con el quechua y con el aimara que hablan los indígenas de Bolivia.En las grandes ciudades como Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Santa Fe la población criolla e indígena proveniente del interior del país, así como también de países extranjeros tanto limítrofes (Paraguay, Brasil y Bolivia) como europeos y asiáticos (Italia, España, Polonia, China, Taiwán, etc.), mantiene sus lenguas vernáculas. De esta manera, lenguas como el italiano, el francés, el inglés, el alemán, el polaco, el ruso, el idish, el coreano, el chino, el taiwanés, el portugués, el guaraní, el quechua, el aimara, entre muchos otros, se hablan actualmente en las grandes ciudades del país. Claro que, muchas de ellas se utilizan sólo en ámbitos familiares e intracomunitarios.Así también, en lo que es hoy el territorio argentino, antes de la llegada de los españoles existían grupos aborígenes que tenían sus propias lenguas, muchas de las cuales continúan hablándose en la actualidad. De esta manera, a la diversidad lingüística mencionada anteriormente se suma el contacto que existe entre las lenguas indígenas y el español –idioma que los conquistadores españoles trajeron cuando comenzaron a establecerse en nuestro continente hace más de 500 años. La población indígena que habita actualmente en las provincias de Salta, Jujuy, Formosa, Chaco, Misiones, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut es mayoritariamente bilingüe, es decir, además de utilizar la lengua vernácula en ámbitos familiares, comunitarios y religiosos habla el español en las interacciones con los no indígenas. En síntesis, si bien el español es la lengua oficial de la Argentina no es la única que se habla en el país. Si tomamos en cuenta la cantidad de lenguas habladas dentro del

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territorio argentino, nos encontramos frente al caso de una sociedad multilingüe en la cual, además del español, se hablan al menos unas veinte lenguas de inmigración europea y asiática, y trece lenguas indígenas. Desde el punto de vista social, algunas de ellas son consideradas lenguas de prestigio como el inglés, el francés, el alemán o el italiano; otras en cambio, son lenguas minoritarias, no porque las hable un grupo reducido de gente, sino por los derechos sociales que éstas poseen, es decir, por su desigualdad y asimetría social frente a las lenguas mayoritarias.Se estima que antes de la llegada de los españoles a América, en lo que es hoy el territorio argentino, se hablaban unas 35 lenguas indígenas. Actualmente existen sólo trece agrupadas en cinco familias lingüísticas: toba, pilagá, mocoví, wichí, nivaclé, chorote, avachiriguano, mbya, guaraní, quichua santiagueño, tehuelche, mapuche. Gracias a investigaciones recientes (Golluscio y equipo 2005), se puede agregar a la lista el vilela, lengua considerada desaparecida desde la década de 1960. (Censabella1

2005)Para su estudio y caracterización proponemos un recorrido de Norte a Sur por el mapa de la Argentina, teniendo en cuenta que las fronteras lingüísticas no siempre coinciden con los límites geográficos de los países. Por ejemplo, el quechua que hablan los collas del Noroeste argentino también se habla en Bolivia; el mapudungun es el idioma de los mapuches que habitan tanto en la Patagonia argentina como en Chile.El quechua es una de las familias lingüísticas más extensas tanto geográficamente como por la cantidad de hablantes que posee: alrededor de 12.500.000 en América del Sur (Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile y Argentina). Según Censabella (op.cit.: 28), en nuestro país existen tres grupos diferenciados de hablantes del quechua: a) migrantes de nacionalidad boliviana y peruana, asentados en los últimos años en las grandes ciudades, principalmente en Capital y Gran Buenos Aires, b) indígenas denominados “collas” que habitan en el noroeste argentino, en las provincias de Salta y Jujuy y c) población criolla de Santiago del Estero que habla quichua santiagueño.Uno de los motivos recurrentes que explican la pérdida de una lengua, es su abandono como estrategia de adaptación a un contexto social cuyas normas han cambiado radicalmente (Grenoble/Whaley 1998: 27). La literatura sobre lenguas en peligro ha abordado los procesos de pérdida y muerte de lenguas, tratando de extraer patrones recurrentes que se distinguen en los diferentes contextos en los que se encuentran las lenguas minoritarias en el mundo y, a su vez, de explicar las diferencias entre ellas.Parámetros tales como bilingüismo, exogamia, origen de la situación de contacto y grado de orgullo étnico se consideran claves al evaluar el proceso y predecir el ritmo de abandono de una lengua (Paulston 1994; Thomason 2001).Grenoble y Whaley, basándose en el modelo propuesto por Edwards (1992 en Grenoble/Whaley 1998) para apreciar el grado de peligro en que se encuentra una lengua minoritaria, distinguen entre macro-variables, definidas como “indicadores generales del peligro potencial que existe para las lenguas minoritarias en una región dada del mundo” y micro-variables, relacionadas con las “características propias de la situación de peligro, las cuales son internas al grupo que habla la lengua amenazada”.Las actitudes de la cultura dominante hacia el multilingüismo, el multiculturalismo y la alfabetización en más de una lengua, así como el contexto local, regional y nacional constituyen ejemplos de macro-variables. En tanto, el acceso a la educación, el aislamiento geográfico, el control político y la organización económica (p.ej. nómade-pastoril, sedentario-pastoril, cazador-recolector, etc.) son ejemplos de micro-variables propias de un grupo étnico determinado. Específicamente, la pérdida de la lengua está precedida, casi siempre, por una baja en el estatus socio-económico de los hablantes que

1 CENSABELLA, Marisa Ines. LIC. EN LETRAS, DR. EN LETRAS MODERNAS.

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se acompaña por una situación de opresión. En este contexto, los hablantes deben mostrar un manejo satisfactorio de la lengua dominante para poder satisfacer sus necesidades básicas, y dejan de transmitir la lengua a sus hijos con el fin de lograr movilidad social ascendente. Así, no necesariamente una lengua debe estar moribunda para ser considerada una lengua en peligro, sino que la interrupción en la transmisión intergeneracional de la lengua constituye una instancia de peligro (Bobaljik/Pensalfini 1996; Crystal 2000).Numerosos estudios (Sapir 1971 [1921]; Whorf 1971 [1940]; Hymes 1964) han mostrado el estrecho vínculo entre la lengua y la cultura. El proceso de socialización en una cultura se debe, en gran medida, a la adquisición en y por la lengua (Ochs/Schieffelin 1987). En situaciones multilingües en las que las personas se encuentran situadas asimétricamente desde el punto de vista del poder social, un hablante bilingüe puede ser identificado por sus rasgos lingüísticos, lo que puede dar lugar a actitudes de discriminación y exclusión por parte del grupo dominante hacia el grupo minoritario, o bien, a sentimientos de familiaridad, reconocimiento y complicidad entre aquellos que comparten la/la(s) lenguas y la situación de contacto (Tabouret-Keller 1997). Con el presente trabajo se propone realizar una mirada de lo que sucede con el idioma Quechua en la Argentina, más específicamente con el Quichua santiagueño, y como se produce la creciente pérdida del mismo, siendo sustituido por el español en las nuevas generaciones.

Madre Luna.(Ejemplo de un poema wawaki)

(Poesía Quechua)

Luna, reina y Madrepor la bondad de tus aguas,

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por el amor de tus lluviasestamos llorando,estamos sufriendo.

La más triste de tus criaturasde hambre,

de sedte está clamando.

Padre, conductor del mundo,¿dónde estás,en el cielo,en la tierra

o en algún otro mundo cercano?Obséquiale con tus lluvias

a este siervo,a este hombreque te implora.

Historia del quechua y del aymara. La situación sociolingüística actual.

La época pre-conquista.

El territorio original del proto-quechua se encontraba en la sierra central del Perú más la franja costera aledaña, cerca de la capital actual, la zona donde se da la mayor diversificación del quechua. Allí se hallaba el centro religioso y económico del horizonte temprano (Chavín, 900–200 a. C.), y durante esta época se habría difundido la protolengua como vehículo de comercio. A principios de nuestra era se da una primera separación de las ramas Quechua I y Quechua II. La región del proto-aymara se extendía al sur de la cuna del quechua, probablemente en la costa y sierra entre Nasca e Ica, y la diversificación entre el aymara y el jaqaru se habría producido hacia el siglo VI d. C., cuando el aymara ya había penetrado la sierra ayacuchana. En los siguientes siglos, que coinciden con el horizonte medio (hasta el siglo IX o X), se produce otra fase de la expansión de ambas lenguas, la cual puede correlacionarse con la acción cultural de las culturas Wari y/o Tíwanaku. El aymara se extiende, como lengua estatal de Wari (que se ubicaba en la zona de Ayacucho), por toda la sierra sur-peruana hasta la zona de Cusco. La expansión del quechua en esta época corresponde solamente al conjunto Q II Wampuy. El quechua empezó a penetrar hacia la sierra y costa norteñas y hacia la costa sur, desarrollándose en el norte bajo la forma Q II A Yungay y en el sur bajo la forma Chinchay. La fase mayor de la expansión del grupo Chinchay se produjo desde el siglo XII o XIII hasta la llegada de los españoles. Tras la caída de Tíwanaku-Wari y de Pachacámac (al sur de Lima), el señorío de Chincha se convierte en un poderoso centro mercantil, y el

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Quechua Chinchay expande, por diversas vías marítimas y terrestres, hacia el norte (norte del Perú, Ecuador; Q II B) y hacia el sur (Ayacucho, Cusco, Bolivia, Argentina, Chile; Q II C). En el sur, el quechua coexistía con el aymara o se convertían estas zonas en quechuahablantes. El imperio incaico, en el último siglo de su expansión, asumió las variedades Chinchay como lengua de su administración. Durante las conquistas de los incas Pachakuti (mitad del sg. XV; el altiplano y todo el norte peruano hasta el Ecuador), Tupaq Yupanki (finales del sg. XV; todo el sur, Argentina y Chile) y Wayna Qhapaq (principios del sg. XVI; algunas partes del Ecuador y de la selva peruana), el quechua fue consolidado en las áreas donde se hablaba y ganó nuevas áreas. La variedad Chinchay, como lengua de prestigio proveniente de Cusco, influenció u ocasionalmente suplantó las variedades quechuas habladas en las áreas del dominio incaico o se convirtió en lingua franca en zonas donde no se hablaba quechua. Los hijos de los caciques de las áreas dominadas eran obligados a estudiar en la capital Cusco, y, por otra parte, grupos de habitantes de zonas dominadas anteriormente eran enviados a nuevas partes del imperio (los mitmaqkuna o mitimaes “colonos”). También se encontraban dispersos por el Tawantinsuyu los llamados yanakuna o “indios de servicio”.

La época colonial y republicana.

En el siglo XVI, cuando llegaron los españoles, el Quechua Chinchay ya se encontraba dialectalizado y el aymara comprendía un área mucho más amplia que la actual, en muchos casos coexistiendo con el quechua, el puquina, el uru u otras lenguas, en áreas tan distantes como Huarochirí (Lima) y sureste de Bolivia. La expansión del quechua, comenzada en la época incaica, continúa incluso durante la Colonia y se prolonga hasta la Independencia, y en algunas partes hasta más tarde, sobre todo hacia la selva ecuatoriana y en la zona de los aymarahablantes. Sin embargo, tales extensiones fueron de las variedades regionales ya anteriormente instaladas en las zonas, debido al aislamiento y pocos contactos de estas áreas. El instrumento de la difusión de la lengua general fue sobre todo la mita, trabajo obligatorio en las minas, particularmente en las de Potosí, y la concentración de los indios en las ciudades. En estos lugares se encontraban grupos de hablantes de diversas lenguas y tenían que usar una lengua común – el quechua – como lengua franca, convirtiéndose ésta posteriormente en su lengua nativa. También la cristianización ejerció su influencia en la generalización del quechua. En esta lengua y en aymara se enseñaban la doctrina y el catecismo, y los doctrineros estaban obligados a aprender dichas lenguas. De aquí surge la necesidad de disponer de gramáticas y vocabularios del quechua y del aymara, que se iban publicando desde los tiempos relativamente tempranos. Los mismos españoles empezaron a adoptar el quechua para comunicarse con los hablantes de diversas lenguas vernáculas, y los criollos, por lo menos en el sur, tenían el quechua o el aymara como su lengua materna o aprendían uno de los idiomas al mismo tiempo que el español. El quechua fue privilegiado por los invasores en preferencia a las otras lenguas indígenas. Sin embargo, también el aymara y el puquina sirvieron como lengua franca. Mientras que el puquina se extinguió en el siglo XVIII, las dos otras lenguas sobrevivieron con vigor, pero el aymara a costa de reducir notablemente sus fronteras frente al quechua, concentrándose en el antiguo Qullasuyu (el altiplano boliviano). Esta

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reducción se debía al mayor status del quechua primero en el incanario y después incluso a través de la labor misionera. El uso del quechua y del aymara fue fortalecido también por el dualismo lingüístico, mantenido en este tiempo: “La política lingüística colonial oficialmente pedía la castellanización pero en la práctica fomentaba el dualismo lingüístico entre los criollos castellanos dominantes y los indios, porque resultaba más fácil mantener oprimidos a estos últimos, si se les mantenía en su lengua y cultura. Ello ayudó también a la vitalidad del aymara hasta el día de hoy.” (Cárdenas, Víctor Hugo – Albó, Javier: “El aymara”. En Pottier, Bernard (ed.): América Latina en sus lenguas indígenas. Caracas: UNESCO/Monte Ávila, 1983, p. 284.) La situación cambió algo después de la rebelión de Túpac Amaru (1780–81). El quechua fue prohibido y fueron cerrados los departamentos de las universidades y de los conventos en los que se enseñaba el quechua; la tradición de estudiar el quechua y el aymara cesó. La Independencia no conllevó ningún cambio en la situación de las lenguas vernáculas. Durante el siglo XIX, el quechua perdió su papel de lengua franca. Ello se debía a la crisis de la minería, la fragmentación de la economía andina, la separación de los hablantes en varios países, menos circulación de la gente y contactos, y otras causas. Hacia mediados del siglo XIX empezó la castellanización del interior andino. En la costa, el castellano se generalizó ya durante el siglo XVII, facilitado por la casi total despoblación de nativos locales (debido a las enfermedades y la mita en las minas). La castellanización implicó inicialmente la ampliación del bilingüismo, y luego la reducción de las áreas del quechua y otras lenguas indígenas. Mientras que la castellanización ocurrió de manera más pronta y completa en el interior de Argentina y Colombia, en las sierras del Perú, Ecuador y Bolivia fue más lenta y parcial. Sin embargo, el quechua se mantenía presente en los Andes en forma vigorosa hasta el siglo XX, ya no como lengua franca, sino más bien como lengua local o vernácula, usándose también en las ciudades. Según un caso, a principios del siglo XX, la población urbana de Cusco estaba formada por dos terceras partes de monolingües quechuas y una tercera parte de bilingües quechua-castellanos. En aquella época, el hecho de hablar quechua no representaba, en sí mismo, ninguna marca de inferioridad social o cultural, especialmente por la razón de que la mayoría de la población no sabía hablar castellano. Sí lo fue, sin embargo, el de ser monolingüe, el de no hablar español. La situación cambia a partir del año 1940. Debido a un desarrollo económico a principios del siglo, la población rural empieza a migrar a las ciudades, sobre todo a Lima. Los migrantes que llegan a las ciudades tienen que afrontar actitudes racistas, y como identifican su inferioridad social y cultural con su lengua, dejan de usarla y se convierten bilingües y, después de una o dos generaciones, monolingües en español. De este modo casi desapareció el quechua de la sierra peruana norteña. Aunque en esta época el número total de quechuahablantes creció – de casi dos millones y medio en 1940 a cuatro millones en 1993 – la proporción de los monolingües quechuas en la población peruana descendió considerablemente. El número de peruanos monolingües quechuas decreció entre los años 1940 y 1972 de un 31 % a un 11 %, el número de bilingües se mantuvo en torno al 15 % del total nacional, y sumando los porcentajes de monolingües y bilingües, decreció el número de un 47 % a un 25 %. En el año 1993 había un porcentaje del 18 %, frente al 60 ó 70 % de quechuahablantes monolingües y bilingües hacia el año 1900. Casi siempre se trata de un bilingüismo subordinado; el español ha sido adquirido en la escuela o en el cuartel y el nivel de proficiencia en el español es muy bajo, lo que será

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válido también para el caso de los quechuahablantes. Las regiones más bilingües son, naturalmente, las ciudades y las regiones con más mercado. En cuanto a los monolingües, casi todos son analfabetos. “En el distrito minero Oruro-Potosí la situación es más compleja, puesto que la principal mano de obra fueron inicialmente cochabambinos de habla quechua. Ahora estos centros mineros son enclaves quechua-castellanos en un mundo rural originariamente aymara. Allí la estratificación lingüística decrece en la secuencia castellano-quechua-aymara. Entonces abundan situaciones trilingües incluso dentro de la misma familia: la madre sólo habla aymara; el padre habla aymara y quechua; los hijos ya son trilingües aymara-quechua-castellano. El aymara es preferido en el hogar; el quechua, en transacciones con forasteros; y el castellano en la escuela o en ocasiones más formales con autoridades.” (Cárdenas, Víctor Hugo – Albó, Javier: “El aymara”. En Pottier, Bernard (ed.): América Latina en sus lenguas indígenas. Caracas: UNESCO/Monte Ávila, 1983, pp. 287–288.)

La época actual.

Tanto el aymara como el quechua representan hoy, en algunas áreas, lenguas mayoritarias pero oprimidas. Son idiomas más hablados en estas zonas, pero están en un contacto desventajoso con el castellano, que es la lengua de las minorías dominantes tanto a nivel económico como político y que tiene mayor prestigio social y cultural. Esta situación determina las tendencias de bilingüismo: los hablantes monolingües de una lengua nativa se vuelven primero bilingües y más tarde, tal vez después de una o dos generaciones, monolingües en castellano. En los bilingües, la selección de idioma sigue las reglas del prestigio. Respecto al aymara (lo que será válido también para el quechua), la lengua indígena está casi ausente en esferas técnicas y oficiales y casi no se escribe. Por otro lado, se usa bastante en la esfera familiar y de las actividades rurales y también en la religión popular tradicional, en el folklore y en el pequeño comercio. En la segunda mitad del siglo pasado, ambas lenguas empezaron a ganar mayor vigencia en otras áreas, anteriormente desusadas, como son los medios de comunicación (la radio, la televisión; se han rodado varias películas en quechua y/o aymara), la religión de tipo oficial y en cierto grado en la política (desde la incorporación parcial del campesinado en la política nacional) y en la educación. Existe también literatura escrita en quechua y en aymara (ésta principalmente producida por escritores no-aymaras en el dialecto social q'ara); sin embargo, la mayoría de quechua y aymarahablantes no sabe escribir en su propio idioma, lo que se debe también a la falta de escrituras unificadas de las lenguas aborígenes. El gobierno peruano dictó en 1975 una ley por la cual declaró al quechua lengua oficial del país y dispuso la enseñanza del quechua en todos los niveles educativos y su utilización en los procesos judiciales en que las partes litigantes son quechuahablantes, aprobó un alfabeto e hizo publicar gramáticas y diccionarios en varios dialectos. También el gobierno boliviano dictó en 1977 una ley por la cual declaró lenguas oficiales de Bolivia, además del castellano, al quechua y al aymara. Aunque a partir de los años 60 hay una obligación de tomar cursos del aymara (o del quechua) en varias carreras, las lenguas aborígenes continuaban ausentes en el sistema oficial de educación. Según informan Cárdenas y Albó (pp. 288–289) “la política oficial sigue siendo [en los años 80] la de enseñar sólo en castellano y de buscar un futuro monolingüismo castellano”. Podemos hacernos una idea sobre las causas de la

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educación en castellano según las palabras de José María Arguedas (“Reflexiones de José María Arguedas en 1963 acerca del bilingüismo en el Perú”. En Pottier, Bernard (ed.): América Latina en sus lenguas indígenas. Caracas: UNESCO/Monte Ávila, 1983, pp. 346–347.):

“Durante todo el período republicano se había impartido instrucción a los monolingües indígenas en un idioma para ellos extraño: el español. Los resultados de esta política fueron negativos. La existencia de una vasta población monolingüe quechua y aymara puede ser considerada como un indicio muy sólido, no solamente de la pervivencia de una cultura quechua y aymara, sino de lo que bien podríamos denominar la continuidad de la cultura prehispánica, cualquiera sea el grado y la cuantía de las modificaciones que ésta haya sufrido. La educación oficial ignoró este fenómeno. Empleaba un idioma ajeno no solamente para instruir sino para imponer creencias o modos de ser extraños. Como tal escuela no podía lograr ninguno de estos fines, el resultado consistió en la exacerbación del automenosprecio del nativo monolingüe por su propio idioma y el acrecentamiento del menosprecio tradicional del criollo por el monolingüe. … Y así, la escuela, en vez de convertirse en un medio unificador, integrador, estimulante de la población indígena, desempeñaba una función disgregante y deprimente, tanto por lo equivocado de sus métodos y fines como por su rutinarismo y bajo nivel.”

Tal parece que la situación podría mejorarse con los cambios legislativos ocurridos en la década de los 90, durante el gobierno de Alberto Fujimori. La Constitución Política del Perú, del 1993, en el artículo 48º, establece: “Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley.” y en el artículo 17º: “El Estado garantiza la erradicación del analfabetismo. Asimismo fomenta la educación bilingüe e intercultural, según las características de cada zona. Preserva las diversas manifestaciones culturales y lingüísticas del país. Promueve la integración nacional.” Sin embargo, a pesar de este desarrollo en la política de la educación bilingüe, sus resultados no son todavía muy notables. En el año 2001, la educación bilingüe fue disponible solamente para unos 100 000 niños en todo el Perú. La cantidad de manuales en quechua, que dejó publicar el Estado y repartir gratuitamente entre los escolares, muestran graves deficiencias lingüísticas. Por razones políticas, los manuales fueron producidos en un plazo de tiempo demasiado corto y los autores no fueron capaces de preparar los textos en una calidad adecuada. Los manuales abundan en hispanismos en el quechua, además de muchos arcaísmos y neologismos, y hay problemas con la estandarización y semántica cultural, que no fueron tomados en cuenta. Como resultado, los maestros casi nunca usan estos libros porque resultan algo incomprensibles. Lo mismo habrá ocurrido con el aymara y probablemente con las lenguas amazónicas. Según me han comentado varios maestros cusqueños, a partir del año 2009, en los colegios del departamento del Cusco, será obligatoria la enseñanza del quechua. Muchos de los jóvenes cusqueños que no hablan quechua dicen que les gustaría hablarlo, porque en algunos campos les brindaría mejores posibilidades de encontrar trabajo. A pesar de todo ello, es difícil de predecir cuál será el futuro del quechua y del aymara, si terminarán por extinguirse o si se invierte el proceso de castellanización y desaparición de las lenguas vernáculas; los factores sociales a favor del español son, de hecho, fuertes. Sin embargo, en los últimos años va cambiando la situación, aumenta el

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número de quechua y aymarahablantes que proclaman su identidad, consideran la lengua como su patrimonio cultural y están defendiéndola y propagándola. Por lo tanto, hay esperanza...2

El Quechua en el Noroeste Argentino.

Desde tiempos prehispánicos, existe entre la Lengua Quechua y la región del Tucumán, base geográfica, cultural y política del Noroeste Argentino, una estrecha relación. Inclusive hoy, comienzos del siglo XXI, en la Provincia de Santiago del Estero hay 150.000 quechuahablantes.

Por distintos motivos, las naciones indígenas del Tucumán, se encontraban con la necesidad de conocer, además de sus propios idiomas, el Quechua.

De hecho, comenta el Inca Garcilaso de la Vega en el libro V. Capitulo 25 de los Comentarios Reales que, “estando el Inca en la provincia Charca, vinieron embajadores del reino llamado Tucma, que los españoles llaman Tucumán ... y puestos ante él le dijeron : Zapa Inca Viracocha, la fama de las hazañas de los Incas, la rectitud e igualdad de su justicia, la bondad de sus leyes ... las grandes maravillas que tu padre el sol nuevamente ha hecho para ti, han penetrado hasta los últimos fines de nuestra tierra ... de las cuales grandezas aficionados los curacas de todo el Reino Tucma, envian a suplicarte haya por bien de recibirlos por debajo de tu imperio” .

Aunque el Inca Garcilaso no especifique en qué idioma se realizó esta entrevista, es lógico suponer que fue en Quechua, idioma del imperio al cual esta embajada tucumanense aspiraba pertenecer, y que sin dudas ya conocían por cuestiones comerciales y políticas.

Posteriormente se registrarán tres hechos claves para la difusión del Quechua en el Tucumán. El primero se produce entre 1471 y 1500, bajo el inkanato del décimo rey tawantinsuyano: Tupaq Yupanki, quien anexa al imperio la región valliserrana del actual Noroeste Argentino. Así, según Ricardo Rojas3, “el Inca... envió sacerdotes a la nueva provincia, para enseñar allí la religión oficial, y funcionarios quichuas, instruyeron a los tucumanenses en las artes del idioma y la agricultura. Salcamayhua, al hablar de todas las huacas reunidas en el panteón del Cusco, menciona también a las del Tucumán, como provincia del imperio” , que caerá en 1533 cuando los españoles bajo el mando de Francisco Pizarro ejecutan al último Inka, Ataw Wallpa, en Cajamarca, para luego tomar Cusco y saquear sus riquezas.

El segundo hecho clave para la difusión del Quechua en el antiguo Tucumán, se produce en 1543, cuando la llegada de los españoles, liderados por Diego de Rojas, quien viene con miles de yanaconas quechuahablantes reclutados en el Cusco. Fue el Quechua el idioma que permitió a los lenguaraces de Rojas entablar contacto con los naturales de nuestra región. La historia rescata un enfrentamiento que se produjo en Acapayanta, un pueblo ubicado sobre el río Medinas, a poca distancia de Yucumanita, dentro de los límites de la actual provincia de Tucumán, donde derrotaron a una

2 http://www.indianskejazyky.cz/espanol/quechua/historia-del-quechua3 Ricardo Rojas (San Miguel de Tucumán, 16 de septiembre de 1882 – Buenos Aires, 29 de julio de 1957) fue un periodista y escritor argentino.

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parcialidad liderada por un cacique que llevaba por nombre Qhanamikoq (los cronistas escriben “Canamico”), hibridación quechua-aymara que se traduce como “Comeluz”.

Manuel Lizondo Borda4 supone que sería un orejón, uno de esos funcionarios inkaykos que, sabedores del dominio hispano en el Perú, probablemente prefirió quedarse en nuestra región a regresar a su tierra.

El Concilio de Trento, es el tercer hecho clave para la popularización del idioma Inka en el N.O.A. En este concilio, la Iglesia Católica, en Tiempos de Paulo III, no solo toma medidas referidas a lo puramente religioso, como condenar a las doctrinas de la reforma o reconocer al Papa como Jefe Supremo de la Iglesia y único intérprete de la Biblia. En este concilio, que entre 1545 y 1563 tuvo grandes interrupciones, se establece que los indígenas de América debían ser catequizados en sus propios idiomas.

Sin emitir juicio de valor con respecto al papel que les cupo a ciertos sectores de la Iglesia en lo que hace al proceso evangelizador, sí debemos reconocer que el Quechua terminó de afianzarse en el Tucumán precisamente gracias a la evangelización, ya que si en Trento se decidía emplear el Castellano como idioma evangelizador, el Runasimi y demás idiomas aborígenes, probablemente en pocas décadas hubieran desaparecido por el poder arrollador de las congregaciones religiosas que lograban sus propósitos al precio que fuere, no pocas veces recurriendo a métodos ajenos a los que se supone propios de un cristiano. Consecuencia del poder de la Iglesia en Tucumán colonial, es cómo se arraigaron el idioma Inkayko y la Fé Católica, en muchos casos sincretizada con la espiritualidad aborigen.

En 1552, se realiza el Primer Sínodo de Lima, que obligaba a quienes debían difundir la Doctrina Cristiana, aprender Quechua para desempeñarse como pastores de almas. Cuando el Segundo Concilio Límense (1568) se establece que los religiosos que no tuvieran un buen dominio del Quechua, serían castigados económicamente.

En 1580, con el objetivo de lograr en los sacerdotes pormenorizados conocimientos de Quechua, Felipe II ordena se creé la catedral de dicho idioma en la Universidad de los Reyes, sin que sea lícito la ordenación de sacerdotes que no conocieran debidamente la “lengua general de los indios”.

En el III Concilio de Lima, que tuvo lugar en 1583, ya se habla de excomunión al sacerdote que no evangelizará en Quechua, sin que pudiera alterar los rezos y el catecismo quechua establecido en Lima.

En lo lingüístico, esta política eclesiástica, produjo la desaparición de los idiomas aborígenes del N.O.A., como así también el predominio del Quechua, idioma empleado por la gran masa popular, sobre el Castellano, que solamente era hablado por el superestrato.

Sin dudas que la poca cantidad de castillahablantes en el Tucumán de la colonia, provocaba la preocupación de la clase dominante. Es así que en 1635, el obispo Fray Melchor Maldonado, desde San Miguel de Tucumán, sostiene que en nuestra región indios y españoles poco hablaban en castellano, como consecuencia de una mayor

4 Manuel Lizondo Borda nació en San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina, el 31 de agosto de 1889. Fue un Escritor, publicista, historiador y poeta.

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connaturalización con la Lengua General de los Indios, por lo que los españoles se veían obligados a aprenderla para hacerse entender con quienes estuvieran a su servicio.

Esto sirvió como antecedente para que en 1770, el Borbón Carlos III, prohíba el uso del Quechua. Este triste hecho, más otros factores, llevaría a que la lengua del Tawantinsuyu, estuviera prácticamente extinguida cien años más tarde, en todo el Noroeste Argentino, con la excepción de Santiago del Estero.

Restringiéndonos a lo que es la actual Provincia de Tucumán, como resultado de 400 años de bilingüismo regional y de continuo flujo de santiagueños quichuahablantes a nuestra provincia, con el fin de trabajar en los otrora prolongados periodos de zafra, en el castellano popular de Tucumán se advierte una notable influencia quechua en lo que hace a la sintaxis y particularmente al vocabulario.

El quichua de Santiago del Estero por Manuel

Lizondo Borda.

Dice Ricardo Rojas, en su "Historia de la literatura argentina", refiriéndose al quichua de Santiago del Estero:

“Lo que hace de Santiago una isla filológica, marcándola con fuerte individualidad, es la desaparición del quichua en las provincias limítrofes y su conservación en la Mesopotamia que limitan el Salado y el Dulce. Todo ello plantea, desde luego, tres problemas de historia filológica: 1º.  Cómo vino el quichua a nuestro país; 2º. Por qué desapareció de las regiones fronterizas; 3º. Por qué perduró en Santiago y no en otras regiones. La ciencia de los americanos continúa sin haber dado la solución de esos problemas”.

¿Cómo vino el quichua a Santiago del Estero?

No puede negarse, sin ir contra la arqueología y otras pruebas, que guerreros de los incas - en época no muy anterior á la conquista española - transitaron por el noroeste argentino y llegaron a dominar algunas de sus muchas tribus. Y casi puede afirmarse que este dominio, a juzgar por el "Itinerario" del oidor Matienzo, llegó al valle de Tafí; y hasta podría suponerse que alcanzó a la primitiva provincia de Tucumán, que comprendía una parte circunscripta de la llanura próxima a las faldas orientales .del. Aconquija, o sea una pequeña extensión llana de los actuales departamentos tucumanos de Chicligasta y de Monteros.

Pero no puede sostenerse, en manera alguna que el dominio incaico, ni siquiera el tránsito de guerreros de los incas, llegara a los llanos y selvas de Santiago del    Estero. Y no puede sostenerse, porque no hay antecedentes históricos ni vestigios arqueológicos que  lo  permitan. Antes  bien, hay algunas pruebas que llevan  a  sostener lo  contrario: Una de estas pruebas sería la afirmación del citado Cieza de León, de que los incas, fuera de la circunscripta provincia de  Tucuman, "no señorearon por aquella parte más… “

Otra sería el ya mencionado "itinerario" del  oidor Matienzo, donde éste, desde que sale a los llanos de Tucumán, o sea desde la ciudad de Cañete en adelante -para el   río de la

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Plata -, no cita una sola jornada con tambo incaico...  Y  otra prueba, en fin, casi  decisiva, serían los testimonios de algunos compañeros de Diego de  Rojas, según  los cuales,  Huayna Kapac, señor natural de los reinos del Perú no pudo sojuzgar  la gente que está detrás de Ios Andes de Tucumán - con  excepción, sin  duda, de la dicha provincia de Tucuma. 

Ahora bien, si la influencia incaica no llegó hasta Santiago del Estero, es dable suponer, fundadamente, que el idioma oficial de los incas, esto es el quichua, no fue introducido ni propagado por ellos, en dicha provincia, antes de la conquista española. Y así dan a entender, por otra parte, de manera indudable, valiosos elementos de prueba como los siguientes:Uno es la carta del celebre P. Alonso de Barzana, que cita Lafone Quevedo en su "Tesoro de catamarqueñismos".  En ella, que data de 1594, hay este párrafo: “Los Sanavionas e Indamas (indios de Córdoba) son poca gente y tan hábil, que todos han aprendido la lengua del Cuzco (esto es el quichua), como todos los que sirven a Santiago y a San Miguel, Córdoba y Salta y la mayor parle de los indios de Esteco ... ". Y en este párrafo se deja comprender claramente que, si todos los indios que servían a Santiago habían aprendido el quichua (enseñado por los padres misioneros, según se desprende de la carta), esos indios lo habían ignorado antes.Otro precioso elemento de prueba lo constituye la información y probanza de méritos de Diego Xuarez, clérigo presbítero, que se efectuó en la ciudad de Santiago del Estero, en diciembre de 1592 y en enero de 1593. En dicha información, Diego Xuarez formula a sus testigos la siguiente pregunta:

“Item si saben y han visto como hablo y entiendo Ia lengua general del Perú (el quichua, según ya se dijo)  y la que se habla en esta tierra. A lo cual contestan:Fray Alonso de la Torre: que por ser hijo y criado en esta ciudad entiende hablará y sabrá las lenguas que la pregunta dice como la saben los demás nacidos y criados en esta tierra... “; Fray Pedro Núñez: que "Diego Xuarez por ser nacido y criado en esta tierra sabe hablar las lenguas que la pregunta dice ...”;Francisco de Angulo: que "le ve hablar muy espedita y elegantemente así la lengua general del Perú, que llaman quichua, que se habla en el Cuzco, la cual sabe este testigo, como la lengua de Ios indios naturales desta tierra, con las cuales lenguas puede aprovechar mucho a los naturales por haber muy pocos sacerdotes en esta tierra o ninguno que sepan la lengua de los naturales della, por ser tan dificultosa como es ...'' ;Andrés de Herrera: que "Diego Xuarez es nacido y criado en esta ciudad, e habla la lengua general que llaman del Cuzco y la desta tierra, lo cual es muy bueno que un sacerdote lo sepa por -haber pocos que la sepan hablar ... “;Pedro de Sotelo: "queste testigo no entiende la lengua de los naturales desta tierra, e que por ser el dicho Diego Xuarez nacido y criado en ella no es posible sino que sabrá las dos lenguas del Perú e desta tierra por hablarla con los indios entre quien nacen e se crían siguiéndose de ellos y le parece a este testigo que ha oído hablar la lengua general del Perú que se habla en esta tierra y este testigo la entiende ... “;Juan Cano: "que por haberse criado en esta tierra dicho Diego Xuarez y haber estado en el Perú muchos años no duda sino que sabe bien hablar las lenguas dos que la pregunta dice";J. Garci Sanchez, en fin: "que Diego Xuarez es nacido y criado en esta tierra, y

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ansí sabrá hablar las lenguas que la pregunta dice porque se usan en esta  ciudad ...”.

De los cuales testimonios resulta:

a) Que hacia fines del siglo XVI se hablaba en la jurisdicción de Santiago del Estero dos lenguas indígenas: una, el quichua, y otra, la lengua de los indios naturales de esa tierra; b) que los nacidos y criados en la ciudad y en la tierra de Santiago - incluyendo entre ellos á los hijos de los pobladores españoles -, sabían dichas dos lenguas;

e) que el quichua, era hablado o entendido hasta por pobladores no nativos de Santiago;

d) y que, la lengua de los naturales, que se hablaba en la tierra santiagueña, era muy dificultosa, y muy pocos, o ninguno de los no nativos, incluyendo a los sacerdotes, la sabían hablar.

Y la consecuencia de todo esto es, respecto del quichua: que esta lengua, no era (por ser otra) la propia de los indios naturales de la tierra de Santiago del Estero. De modo  que, si algunos de estos indios, o de otros, que servían en dicha jurisdicción, hablaban el quichua, ello era porque la hablan aprendido después de la entrada de los conquistadores españoles, - como da a comprender, de manera indudable, el P. Alonso de Barzana.Ahora bien, si el quichua, no fue introducido en Santiago por los incas, y si apareció en dicha provincia cuando la conquista y colonización españolas en ella, fácil es corregir que sus introductores y propagadores iniciales fueron: en primer término, los sacerdotes o misioneros, que adoctrinaban en tal idioma; y en segundo término, los propios conquistadores – secundados, sin duda, por sus yanaconas quichuistas -, ya que ellos, por haber venido del Perú sabían en su mayor parte dicho idioma.

¿Por qué perduró el Quichua en Santiago del Estero?

La perduración, hasta hoy día, del quichua, en Santiago del Estero, se debió indudablemente a varias causas, pero no extraordinarias o desconocidas, como pudiera creerse, sino muy explicables y naturales. Tales serían, por ejemplo:

a) El aislamiento en que, debido a las selvas que los rodeaban, vivieron, durante siglos, indios y mestizos quichuizados de las regiones santiagueñas, vecinas del río Salado;

b) El haberse, posiblemente - por motivos accidentales - impregnado más de quichua los habitantes de Santiago, que las de otras provincias argentinas del noroeste;

c) El mayor número de indios que desde el principio aprendieron el quichua, en Santiago del Estero;

d)   Otras causas  por el estilo.

¿Por qué desapareció el Quichua de otras provincias argentinas?

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En cuanto a la desaparición actual del quichua, de otras provincias argentinas (como Salta, Catamarca, La Rioja, etc.) donde antes se hablara, ello debe atribuirse, naturalmente, a causas contrarias a aquellas, apuntadas, que explicarían la perduración de ese idioma en Santiago. Tales, por ejemplo:

a) La comunicación más o menos fácil y constante, de todas esas regiones con centros de población donde se usaba, o llegó a usarse, únicamente el español;b) La menor impregnación de quichua que posiblemente hubo entre las gentes de dichas provincias;e) El menor número de indios que seguramente, en esas zonas, aprendieron el quíchua;

d)   Otras causas análogas.

Conclusiòn

La muerte de las lenguas no es un fenómeno nuevo. Desde que se diversificaron, al menos 30.000 nacieron y se extinguieron, a menudo sin dejar rastro. En los últimos tiempos el ritmo de extinción de las lenguas ha alcanzado proporciones sin precedentes en la historia: diez idiomas mueren al año en el mundo.

Entre las causas de tal extinción se pueden enumerar los procesos de colonización europea, que eliminaron al menos el 15 % de las lenguas habladas en esa época; el nacimiento de los Estados-nación, cuya unidad territorial estaba estrechamente ligada a su homogeneidad lingüística; la industrialización y el progreso científico, que impusieron nuevos modos de comunicación, rápidos, sencillos y prácticos; y, en la actualidad, la globalización, con la internacionalización de los mercados financieros y la difusión de la información a través de Internet, que amenazan la supervivencia de las lenguas minoritarias. Y en el caso de Internet de la deformación progresiva y alarmante de los idiomas por priorizar velocidad en la escritura y nuevos códigos de comunicación.Las consecuencias de la desaparición de las lenguas son graves. Las lenguas no solo son el medio primordial de comunicación entre los seres humanos, sino que muestran también la visión del mundo que poseen sus hablantes.

En Argentina, las lenguas indígenas han estado en franco retroceso por el avance del idioma español.

Chané, vilela, selkman, hausch, teushen, gününa küne, allentiac, diaguita, comechingón, querandí y millcayac son algunas de las lenguas originarias que ya no se escuchan. Sus hablantes dejaron de hablarlas porque fueron sometidos por otros grupos indígenas o por el predominio del blanco durante la conquista, y posterior “inserción o muerte” dentro del sistema colonizador evangelizante.

Antes de la llegada de los europeos al continente americano, en el actual territorio argentino se hablaban unas veinte o veinticinco lenguas pertenecientes a siete familias lingüísticas distintas. Las dudas al respecto se deben a que estas lenguas son ágrafas, es decir, no quedaron registradas por escrito, salvo aquellos casos aislados en los que misioneros o viajeros redactaron gramáticas y diccionarios de ellos.

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La extinción de las lenguas indígenas comenzó principalmente con la conquista del desierto y del Chaco en el siglo XIX, cuando los indios fueron sometidos por los blancos que les enseñaron el castellano, sin opción. De la misma forma en que anteriormente algunos grupos indígenas sojuzgaron a otras comunidades y les impusieron el uso de su lengua, como ocurrió en el caso de los chané, en la provincia de Salta, que dejaron de utilizar totalmente su idioma porque así lo dispusieron los chiriguanos. Los tehuelches, derrotados por los mapuches, adoptaron su lengua y luego la española.

Las lenguas que corren mayor peligro de extinción en Argentina son el tehuelche, con menos de diez hablantes, en la provincia sureña de Santa Cruz, y el Chorote, en Salta, con solo cuatrocientos hablantes. Los demás, como el mapuche, el wichi, el mataco, el pilagá, el mocoví, el quechua (de 60.000 hablantes argentinos), el chiriguano-chané (15.000) o el guaraní, no pasan por una situación tan grave, aunque cada día la cantidad de hablantes disminuye notoriamente.

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Bibliografìa

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