historia mexicana - volumen 14 número 4
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HISTORIA
MEXICANA
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EL COLEGIO DE MEXICO
HISTORIA MEXICANA Revista trimestral publicada por El Colegio de M?xico
Guanajuato, 125. M?xico 7, D. F.
Fundador: Daniel Cos?o Villegas Redactores: Emma Cos?o Villegas, Luis Gonz?lez, Mois?s Gonz?lez Na
varro, Josefina Zoraida de Knauth, Jorge Manrique, Luis Muro, Berta
Ulloa, Susana Uribe, Mar?a del Carmen Vel?zquez.
VOL. XIV ABRIL-JUNIO, 1965 N?M. 4
SUMARIO
Art?culos:
Jos? Matesanz: Introducci?n de la ganader?a en Nue va Espa?a, 1521-1535 . 533
Enrique Florescano: El abasto y la legislaci?n de gra nos en el siglo
xvi . 567
Alejandra Moreno Toscano: Tres problemas de la
geograf?a del ma?z, 1600-1624 . 631
Rosa Feij?o: El tumulto de 1692. 656
Clara E. Lida: Sobre la producci?n de sal en el siglo xviii: Salinas de Pe??n Blanco . 680
J. Gregory Oswald: M?xico en la historiograf?a so
vi?tica . 691
Testimonios:
Seymour Liebman: Fuentes desconocidas de la histo
ria mexicano-jud?a . 707
Nuestra vi?eta: Tlaolli o maiz,
Feo. Hern?ndez, Historia Natural
de Nueva Espa?a, Libro VI,
Cap. XLIV.
Historia Mexicana aparece el i^ de julio, octubre, enero y abril de cada
a?o. El n?mero suelto vale en el interior del pa?s $ 10.00 y en el extran
jero Dis. 1.25; la suscripci?n anual, respectivamente, $32.00 y Dis. 5.00.
Impreso y hecho en M?xico
Printed and made in Mexico
Gr?fica Panamericana, S. de R. L.
Parroquia 911, Esq. Nicol?s San Juan, Mexico 12, D. F.
INTRODUCCI?N DE LA GANADER?A EN NUEVA
ESPA?A 1521-1535
Jos? Matesanz
El Colegio de M?xico
L Introducci?n. Los primeros animales
Al terminar la conquista de M?xico-Tenochtitlan, Cort?s
vio planteados ante s? multitud de problemas de todo orden
que requer?an soluci?n pronta y satisfactoria; entre los m?s
urgentes, se le planteaba la necesidad de continuar la conquis ta y pacificaci?n de los territorios no sojuzgados; organizar el gobierno conforme a sistemas eficaces, que fueran acepta dos tanto por su bulliciosa tropa como por los representantes
de la corona; y sobre todo, dotar al territorio de una organi zaci?n econ?mica que lo hiciera autosuficiente desde el pun to de vista espa?ol, y evitara su dependencia de los abaste cimientos que proven?an de las Antillas.
Cort?s no era s?lo un astuto guerrero, apto para resolver
problemas de tipo militar y concebir empresas ambiciosas; era tambi?n, quiz?
en mucha mayor medida, un hombre acos
tumbrado a lidiar los problemas cotidianos con eficacia, a
organizar las peque?as o grandes minucias de la vida eco
n?mica, a explotar
con constancia las empresas menos espec
taculares, pero m?s remunerativas, que la naturaleza pon?a
a su alcance. Se ha dicho de ?l, con raz?n, que era tanto
un conquistador como un organizador de imperios. Dar al
pa?s sus
propias estructuras econ?micas sin abandonar sus em
presas de conquista y pacificaci?n, fue su preocupaci?n cons
tante en los a?os siguientes a 1521.
En las Antillas, Cort?s ten?a el ejemplo a seguir por lo
que respecta a la utilizaci?n, en beneficio de los espa?oles,
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de la mano de obra ind?gena: la encomienda. Casi inmedia tamente despu?s de la ca?da de M?xico-Tenochtitlan, Cort?s
empez? a conceder, motu propio, encomiendas de indios a sus
soldados y capitanes. Ante la urgencia de satisfacer el ansis
de bot?n que su tropa exig?a como compensaci?n a las pena lidades y trabajos de la conquista, Cort?s ech? mano de un
sistema ya conocido y probado antes en las Antillas, sistema
que adem?s, le sal?a personalmente muy barato. La soluci?n
adoptada no
agrad? a la corona, interesada en evitar por ra
zones humanitarias y econ?micas, que los males de la enco
mienda antillana se extendieran a Nueva Espa?a, y por razones pol?ticas, en impedir que en sus nuevas posesiones creciera una clase independiente y feudal cuyo poder ya ha
b?a nulificado en Espa?a. Pero colocada ante una realidad
de hecho, la corona no tuvo m?s remedio que aceptarla pro visionalmente. Tenemos aqu? el inicio de uno de los forcejeos
m?s constantes y tenaces entre la corona y los conquistadores,
forcejeo que habr?a de provocar crisis muy agudas, como la
producida por las Leyes Nuevas de 1542 y la conjura de Mar
t?n Cort?s, y que habr?a de prolongarse hasta finales del
siglo xvi y a?n principios del xvii.
El espa?ol no estaba dispuesto a renunciar a los elemen tos materiales a que estaba acostumbrado, y a
adoptar los
ind?genas. Se intent? desde un principio aclimatar en Nue
va Espa?a productos agr?colas de toda ?ndole, que formaban
parte esencial de la cultura espa?ola de la ?poca, y que, en
su gran mayor?a, estaban ya aclimatados en las Antillas: el
trigo, la ca?a de az?car, la vid, el olivo, los c?tricos, etc. Todo
barco que saliera con rumbo a Nueva Espa?a ?ya de Espa ?a misma, ya de las Antillas?, deb?a ir provisto de anima
les, plantas, semillas, art?culos manufacturados de todas cla
ses etc.1 El nuevo pa?s, desde el punto de vista del utilaje
espa?ol, carec?a de todo, y todo deb?a llevarse de los centros
productores mientras no se produjeran en ?l. Dado el encare
cimiento y la escasez de art?culos provocada por las grandes distancias, Cort?s trat? de iniciar en Nueva Espa?a incluso la producci?n
de art?culos manufacturados. Esta tendencia
encontr? desde un principio la oposici?n de la corona, inte
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 535
resada en mantener a sus colonias en una posici?n de de*
pendencia tanto pol?tica como econ?mica. Las ?nicas indus
trias verdaderas que la corona permiti? fueron los "obrajes" de pa?os burdos y baratos -?en parte porque la metr?poli no se daba a basto para satisfacer la demanda de sus colo
nias, y resultaba incosteable el transporte de mercanc?as de
poco precio, y en parte porque la mano de obra ind?gena
y la materia prima, la lana, eran baratas y abundantes?, y adem?s, la miner?a. Pero la introducci?n y el desarrollo de
ciertos productos agr?colas y ganaderos no encontr? obst?culo.
Los primeros y m?s grandes ingenios de ca?a de az?car en
Nueva Espa?a, fueron organizados por el marqu?s del Valle en sus inmensas posesiones. A Cort?s se debieron tambi?n
varios intentos, que a la larga constituyeron fracasos econ?mi
cos, de cultivar la vid y el olivo en gran escala. Se procur? aclimatar, lo m?s r?pidamente posible, toda clase de pro ductos.
Aparte de las carnes ocasionales de caza, la dieta alimen
ticia ind?gena pod?a ofrecer al espa?ol las carnes del pavo americano, y la del perrillo cebado, el "itzcuintli". Pero se
abus? tanto en el consumo de este perrillo que se extingui?
muy pronto,2 y el pavo no era suficiente para satisfacer la
necesidad de una dieta de carne. El conquistador estaba
acostumbrado a las carnes de puerco, de carnero y de vaca.
Como dice Quevedo en su Ep?stola sat?rica y censoria con
tra las costumbres presentes de los castellanos..., al hablar
de las costumbres antiguas: "Carnero y vaca fue principio y cabo, y con rojos pimientos y ajos duros, tambi?n como el
se?or comi? el esclavo."?
Cort?s puso gran inter?s en la introducci?n de animales en Nueva Espa?a. En Cuba hab?a sido un pr?spero criador
de puercos. En los contratos de conquista firmados con sus
soldados y capitanes, se conced?a una gran importancia al he
cho de que en el equipo militar se incluyeran caballos; el
conquistador se hac?a acreedor a una mayor parte en el repar to del bot?n, en proporci?n con los elementos que aportaba a la conquista. En la expedici?n de Cort?s ven?an diez y seis caballos, que Bernai D?az describe con el amoroso detalle
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de un buen conocedor, y con una cierta envidia de infante.4
La expedici?n ven?a abastecida de tocinos, carne salada de
puerco y pan cazabe, alimentos que hab?an adquirido ya
prioridad en los viajes mar?timos por su resistencia al clima
y por su gran duraci?n en buen estado, y que produc?an las
Antillas en grandes cantidades. Panfilo de Narv?ez tra?a
consigo un buen n?mero de caballos (noventa), que constitu
yeron una refuerzo de importancia para la escasa tropa espa
?ola. En el desastre sufrido por Cort?s durante su huida de
la ciudad, muchos de estos animales se perdieron, pero que daron algunos que se utilizar?an con eficacia en las acciones
b?licas posteriores. Adem?s, el conquistador, que no se daba
punto de reposo, mientras preparaba el sitio tuvo tiempo de
hacer traer de Jamaica abastecimientos y animales, y de orde
nar a Diego de Ordaz que poblase al Sur de Veracruz; Or
daz deb?a traer de las islas plantas y animales para explo tarlos en gran escala y formar un centro de
aprovisionamien to para el ej?rcito conquistador.5
El primer ganado propiamente dicho que se introdujo en
Nueva Espa?a en
grandes cantidades, inmediatamente des
pu?s de terminada la conquista de M?xico-Tenochtitlan, fue
el de cerda; y era l?gico que as? sucediera. El puerco es de
muy f?cil transporte; se multiplica mucho en poco tiempo; toda su carne es
aprovechable, y salada se conserva indefini
damente en cualquier clima. Exist?a en
grandes cantidades
en las Antillas, que se hab?an convertido por esto en centro
de abastecimiento de todas las expediciones al continente.
De 1521 en adelante, se inici? una corriente constante de pro
ductos (animales, abastecimientos, plantas, semillas, etc) de
las islas a Nueva Espa?a, corriente que lleg? a ser tan inten
sa, que amenaz? con despojar
a las primeras de sus existencias
ganaderas e incluso de su poblaci?n humana. El problema
lleg? a ser tan agudo, que los ganaderos de las islas inten taron
reprimir el tr?fico de animales, y establecer una espe
cie de monopolio ganadero en 1523. Pero las protestas que provoc? esta medida fueron tan grandes, que la corona se
vio obligada a levantar la prohibici?n por un Decreto de 24 de noviembre de 1525,6 y por una real c?dula de 30 de Junio
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 537
de 1526.7 La corona misma puso trabas al desplazamiento de
pobladores de las Antillas a Nueva Espa?a, que sal?an atra?dos
por las mayores oportunidades que el nuevo pa?s le ofrec?a,
pero no las puso al de animales.
Abierto el camino legal al transporte de ganado de las
islas a Nueva Espa?a, el ganado porcino se multiplic? r?
pidamente, en enormes cantidades, tanto por los embarcos
que se hac?an de las islas, como por la reproducci?n natural
en el propio territorio novohispano. Necesitaba en realidad
poco espacio, y los tributos ind?genas en ma?z a los encomen
deros, proporcionaban alimento barato y abundante. Des
de 1524 la ciudad de M?xico organiz? su abasto de carne de
puerco.8 Cort?s llevaba en su bagaje a las Hibueras, seg?n Bernai D?az, "una gran manada de puercos que ven?a co
miendo por el camino".9 En los protocolos del Archivo de
Notar?as, de 1524 en adelante, existen multitud de ejemplos
que muestran c?mo el ganado porcino, va adquiriendo cada
vez m?s importancia en las transacciones econ?micas de los
vecinos de "Tenustit?n". En 1525 eran ya lo suficientemente
numerosos, como para constituir un problema
en la ciudad
de M?xico, y el cabildo trat? desde entonces de regular, por medio de numerosas ordenanzas, sin conseguirlo, el tr?nsito
de estos animales por la ciudad.10 Hacia 1531, seg?n Cheva
lier, "eran tan baratos los cerdos, que su cr?a casi no intere
saba a nadie".11 Este proceso de multiplicaci?n del ganado de cerda, se observa con claridad en la curva que siguen los
precios del arrilde de carne de puerco: (cfr. gr?fica) de 6
reales de oro en 1524 a 25 maraved?s (poco menos de Vi
real) en 1532. El ganado ovino no present? grandes dificultades para
su aclimataci?n en Nueva Espa?a. La meseta central, ?rida
y fr?a, ofrec?a un medio ideal para la cr?a de ovejas. El cas
tellano gustaba mucho de su carne, y la lana proporcionaba materia prima para la confecci?n de pa?os, cuyo abasteci
miento desde Espa?a empez?, desde estos primeros a?os de
la colonia, a ser insuficiente para satisfacer las necesidades
de los pobladores espa?oles. Adem?s, como en el caso del
alimento para los puercos, el servicio personal ind?gena pro
538 JOS? MATESANZ
porcionaba mano de obra barata para los obrajes. El ganado ovino se introdujo poco despu?s de la conquista, por lo me
nos desde 1525. El Cabildo de M?xico, desde noviembre de
1526 empieza a conceder estancias para ovejas
a varios con
quistadores, que se localizan en los alrededores de la ciudad,
y en ocasiones en lugares tan apartados de ella como Mi
choac?n. Coyoac?n, Chapultepec, Zacatula, Cuajimalpa, Aca
suchel, Tepetlaostoc, y sobre todo el valle de Matalcingo
empiezan a tomar desde estos momentos el car?cter de gran
des centros productores de ovejas.12 El cabildo justifica estas
concesiones de tierras que no le pertenecen, alegando que la
ciudad a?n no tiene t?rminos de los que pueda disponer libremente,13 y estipulando una serie de condiciones: las es
tancias no se conceden en propiedad, sino solamente en usu
fructo y por el tiempo que el cabildo lo determine; se hace
siempre la salvedad de que no se podr?n construir en ellas casas de piedra,14 ni sembrar, y que los pastos deber?n ser
comunes. La comunidad de pastos era una vieja costumbre
castellana que el Cabildo, la 2^ Audiencia y el Virrey Mendo za trataron de imponer en Nueva Espa?a;15 con el tiempo, tal
comunidad ser? abandonada parcialmente (subsistir? en for
ma modificada en los agostaderos comunes) ante la insisten
cia de los ganaderos en cercar sus estancias y reservarse en
exclusiva el uso de los pastos, lo que constituir?a el embri?n
de la unidad agr?cola y ganadera t?pica de la ?poca colonial:
la hacienda. Vemos aqu? un ejemplo de c?mo el medio ame
ricano, unido a la acci?n de los ganaderos, oblig? a la co
rona a desistir de imponer en Nueva Espa?a una norma
espa?ola, hecho de gran importancia en el proceso de forma
ci?n de una personalidad propia. Todas estas concesiones del cabildo estipulan que los de
rechos de terceros, sean espa?oles
o indios, deber?n ser respe
tados.16 Vemos aqu? surgir, por vez primera, el problema de
la invasi?n de siembras por el ganado;17 problema que ha
br?a de envenenar las relaciones entre el indio agricultor y el espa?ol ganadero, y ser causa de rencillas constantes entre
ellos. Con el tiempo, constituir?a una de las m?s serias preo
cupaciones de las autoridades coloniales. El conflicto tiene
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 539
una larga historia, que abarca gran parte del siglo xvi, y que en realidad no qued? liquidado completamente sino hasta
?poca muy tard?a, con la aceptaci?n general por el agricultor de la costumbre de cercar sus sembrados. Por un lado, el
espa?ol ganadero, que por descuido o por malicia permit?a que sus ganados destruyesen las siembras del ind?gena, faltas
de protecci?n por la antigua costumbre india de no cercar;
por el otro, el agricultor indio (en el siglo xvi casi no hay
agricultores espa?oles en Nueva Espa?a), que protesta por esas invasiones, y que s?lo en contadas ocasiones hace valer con buen ?xito sus derechos, por la fuerza o por la acci?n
legal.18 Y en el centro, la autoridad real, que ya por s? o
por medio de las autoridades novohispanas trat? siempre de
proteger a la parte m?s d?bil, al indio. El ?xito de la legis laci?n protectora depend?a en ?ltima instancia de la firmeza
de las autoridades en aplicarla, pero la mayor?a de las veces
fue mayor la firmeza y el ?xito de los ganaderos en obstacu lizarla y hacerla ineficaz. La multiplicaci?n de las estancias
ganaderas, y el efecto nocivo de los ganados en la agricultu ra, desquici? en gran medida la econom?a agr?cola autosufi ciente del pa?s caracter?stica de las formas de vida ind?ge na, e hizo sentir sus efectos perniciosos hasta finales del
siglo XVI.
Por lo que respecta al "ganado mayor", el vacuno, su in troducci?n en Nueva Espa?a fue bastante m?s tard?a que la
del ganado menor. El abasto de carne de res en la ciudad de M?xico se inicia en 1526, en peque?a escala, y s?lo hasta
1528 empieza a hacerse notar con fuerza, la presencia en Nue va Espa?a de mayores cantidades de ganado vacuno.19 En
realidad la gran multiplicaci?n de ganado mayor en el siglo xvi, va ligada estrechamente con la conquista de amplios territorios vac?os en la zona Norte del pa?s, que no ten?an una
concentraci?n agr?cola y demogr?fica india tan intensa como
la zona central y que estaban en inmejorables condiciones
para su explotaci?n ganadera; se liga tambi?n con la pol? tica ganadera de Mendoza y con la tendencia acumulativa? tanto de tierras como de animales, que mostraron los ganade ros novohispanos. Una vez que el ganado vacuno se estableci?
540 JOS? MATESANZ
en cantidades suficientes para permitir un desarrollo natu
ral y satisfacer las necesidades de carne y cueros de la colo
nia, y que tuvo a su disposici?n espacios v?rgenes, ideales para su desarrollo, su multiplicaci?n alcanz? tales proporciones que, hacia 1550, su importancia econ?mica y social superaba con mucho a la del ganado menor. De hecho, la ganader?a
mayor habr?a de marcar, con rasgos profundos, el car?cter de
la sociedad criolla en formaci?n, y su influjo habr?a de ser
m?s importante y perdurable que el de la miner?a misma.20
Las existencias de caballos en Nueva Espa?a, fueron in
suficientes para cubrir las necesidades de los pobladores espa ?oles, por lo menos hasta 1550. La conquista del pa?s, por
supuesto, no termin? con la ca?da de M?xico-Tenochtitlan:
quedaban a?n sin sojuzgar vastas regiones ind?genas cuya con
quista y pacificaci?n provoc? constantes expediciones. El
caballo, en esta ?poca agitada, se us? principalmente para la
guerra. En los primeros encuentros entre espa?oles
e ind?
genas, hab?a provocado en ?stos un terror
supersticioso, por creer que caballo y jinete eran un s?lo ser. Este hecho au
ment? considerablemente la eficacia del caballo en los prime ros combates. Con el tiempo, el ind?gena se acostumbr? al
animal, le perdi? el miedo e intent? utilizarlo ?l mismo, a
pesar de la legislaci?n prohibitiva que las autoridades dicta ron a este respecto. Qued? as? el caballo despojado de su
categor?a de dios, pero conserv? de todas maneras su prepon derancia militar sobre el infante, y adquiri? gran importancia como elemento de transporte en las dilatadas extensiones del
pa?s, y como compa?ero predilecto del hombre en su trabajo y en sus fiestas.
Las empresas de los inquietos conquistadores espa?oles exi
g?an un n?mero cada vez m?s crecido de caballos. Las ex
pediciones de Cort?s a las Hibueras y a la provincia de Pa
nuco; las del Virrey Mendoza para explorar y pacificar los
territorios del Norte; las de ?u?o de Guzm?n al Occidente
de Nueva Espa?a y a Panuco; y muchas expediciones m?s
encabezadas por personajes secundarios, provocaban una
p?r
dida continua de animales, que ten?a que ser compensada por el abastecimiento antillano, y que imped?a el establecimiento
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 541
de un equilibrio entre la multiplicaci?n natural y la deman
da. Los precios de los caballos se mantienen a un nivel muy alto (en 1525 se paga uno, "de color rrucio, ensillado e en
frenado" 21 a 150 pesos de oro), y no bajan sino hacia 1540, fecha aproximada en que se inicia el fen?meno de multiplica ci?n de ganados en gran escala, en la meseta central, fen?meno
que se explica por la existencia de grandes extensiones de
terreno antes inexploradas ganaderamente, y que habr?a de
provocar la admiraci?n de propios y extra?os.22 Hacia 1550 los caballos eran tan abundantes, que podr?a decirse que el
pa?s estaba sobresaturado de ellos.23
?u?o de Guzm?n, presidente de la 1^ Audiencia, que
gobern? a Nueva Espa?a de 1528 a 1531, personaje de som
br?a memoria por sus crueldades, dio un gran impulso a la
introducci?n de caballos y reses en la provincia de Panuco.
Aprovechando el aislamiento relativo en que la regi?n se en
contraba respecto al resto de la Nueva Espa?a, Guzm?n orga niz? un tr?fico ilegal entre las islas y la provincia; se llevaban a las islas esclavos indios, y se tra?an de ellas reses y caballos.24 La justificaci?n que los vecinos del Panuco ofrecieron para este tipo-de intercambio, fue la presunci?n, desgraciadamente fundada, de que en las islas hac?a falta la mano de obra para las plantaciones y las minas, (la poblaci?n ind?gena antillana
se hab?a ya extinguido casi completamente, y todav?a no em
pezaba la trata de negros en gran escala); en Panuco, en cam
bio, la mano de obra sobraba, pues la poblaci?n ind?gena era
muy numerosa, y no hab?a explotaciones en las que los espa ?oles pudieran aprovecharla. Todos los testigos que dan su
testimonio en el juicio seguido a ?u?o de Guzm?n por este
tr?fico, est?n acordes en declarar que tal tipo de comercio se hab?a hecho antes, tanto con la ciudad de M?xico (para lo
cual hab?a licencia), como con las Antillas. Todos ellos jus tifican el proceder del presidente de la Audiencia, alegando razones econ?micas y sociales de gran fuerza, que hallaban eco
en los temores y los deseos de la corona (deseosa de promover el bienestar de sus subditos espa?oles y temerosa de no poder controlarlos eficazmente), pero que tambi?n provocaban su
resistencia por razones religiosas, de conciencia y del bienes
542 JOS? MATESANZ
tar de sus subditos ind?genas. Los testigos afirman que los esclavos en las Antillas eran m?s beneficiosos que en Panuco,
y que con tal situaci?n "las rentas e quintos de su magestad van en crecimiento",25 raz?n de mucho peso, indudablemente,
para una corona cada vez m?s endeudada y necesitada de di nero. Los testigos alegaban que, de no embarcarlos hacia las
Antillas, los esclavos indios de Panuco huir?an del dominio
espa?ol, hacia las regiones del Norte, donde se unir?an a los
indios salvajes que hac?an la guerra a los espa?oles. En rela
ci?n con este movimiento humano, los testigos llegaron in
cluso a esgrimir razones de tipo humanitario y religioso: los
indios b?rbaros eran can?bales y com?an a sus prisioneros, y cuando esto suced?a, los obligaban a volver a la idolatr?a. Apa rece tambi?n aqu? el argumento, de sonido tan falso y al mis
mo tiempo tan familiar, de que faltos de trabajo los ind?ge nas se dedicar?an a la holganza y al vicio.
El bienestar econ?mico de los pobladores de esta regi?n, que por estos a?os constitu?a "frontera" de guerra con los
indios del norte, era un factor de gran importancia en la
justificaci?n del tr?fico. La corona estaba interesada en asen
tar firmemente los n?cleos de poblaci?n espa?ola en el terri
torio, pero esos n?cleos deb?an ofrecer a los pobladores un
m?nimo de seguridad ?seguridad entendida conforme a la
situaci?n agitada de la ?poca?, y de oportunidades de vida; estaba interesada, adem?s, en evitar hasta donde fuera posible las injusticias que la colonizaci?n tra?a aparejadas para la po* blaci?n ind?gena. Panuco, antes de las "sacas" de indios, no
ofrec?a ning?n atractivo a los colonos; no hab?a minas, y muy
pocos eran los espa?oles dispuestos a dedicarse a la agricul tura. La ganader?a ofrec?a, en cambio, amplias oportunidades
de lucro. Todos los testigos est?n acordes en afirmar, intere
sadamente por supuesto, que antes de que Guzm?n iniciase
el tr?fico, la villa estaba muy pobre y muy despoblada de es
pa?oles; y en efecto, Santisteban del Puerto hab?a tenido, desde su fundaci?n por Francisco de Garay, una existencia
inestable, y sus condiciones econ?micas eran mucho menos
favorables que las de la mayor?a de las dem?s villas espa?o las en Nueva Espa?a. Seg?n afirman los testigos, antes de
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 543
las "sacas" un caballo val?a entre 70 y 100 esclavos; y es signi ficativo de la falta de numerario general a todo el reino, y de
la pobreza de Panuco en particular, el que los precios est?n
dados en esclavos y no en dinero. En cambio, con la afluen
cia de ganados de las Antillas, la villa de Santisteban prospe raba r?pidamente; los pobladores andaban "encabalgados", y algunos ten?an ya explotaciones de ganados; los caballos y
yeguas hab?an bajado ya a 15 esclavos por cabeza.26
Por lo que respecta a las mu?as, su multiplicaci?n corri?
paralela a la de los caballos. Su funci?n consist?a, sobre todo, en el transporte de mercanc?as, aunque tambi?n se le utiliz?
mucho para el transporte de mujeres, ancianos y cl?rigos, por su paso suave y r?tmico. En el M?xico prehisp?nico, la fun
ci?n del transporte, tanto de hombres como de mercader?as, la hab?a llenado una clase especial de indios cargadores, los
"tamemes". En el M?xico colonial tal costumbre se sigui?
por mucho tiempo; no hubo, hasta 1550 m?s o menos, canti
dad suficiente de mu?as como para hacer in?til ese servicio, o
como para obligar a la sociedad colonial a abandonar una
costumbre india tan arraigada. Ya en enero de 1526 el cabil
do de M?xico afirmaba que las mu?as eran muy abundantes,
y que val?an tanto o m?s que los caballos. Por convenir
".. .al servicio de su magestad e al bien e pasificaci?n e sus
tamiento de estas tierras",27 el cabildo orden? que nadie tu
viera mu?as sin tener caballos, de lo que podemos deducir que,
por estas fechas, los regidores daban m?s importancia a la
guerra que al comercio. Pero una disposici?n de esta natu
raleza no pod?a sostenerse por mucho tiempo, dado que el
comercio estaba en expansi?n, y que la arrier?a ten?a una cre
ciente necesidad de mu?as. Por muchos que fueran los "tame
mes", no pod?an absorber todo el transporte de mercander?as
entre Veracruz y M?xico, y en las dem?s rutas que se abr?an
al comercio interior en Nueva Espa?a a cada momento. En
febrero de 1531 el cabildo revoca su orden.28 Los "tamemes"
fueron desapareciendo poco a poco, sustituidos por la fuer
za de carga m?s efectiva que representaban mu?as y bu
rros, aunque en lugares muy apartados
o escabrosos, como
Chiapas, subsisten hasta nuestros d?as.
544 JOS? MATESANZ
El burro, ese "caballo de los pobres" que habr?a de con
vertirse en el compa?ero inseparable del indio, debi? haberse
introducido junto con el ganado mayor, como lo comprueba la existencia de mu?as. Pero no
pudo convertirse en cabalga
dura popular hasta la gran multiplicaci?n de ganado que tuvo lugar por 1550.
La ganader?a, adem?s de proporcionar al novohispano
transporte, alimento, vestido, materiales de construcci?n (el cuero crudo se us? para ligar vigas y para clavos), herra
mientas y compa??a; adem?s de constituir la base del abaste
cimiento alimenticio de la principal industria colonial, la
miner?a, y de los obrajes de pa?os, proporcion? a Ja sociedad
sus principales diversiones y dot? al pa?s de uno de sus tipos m?s caracter?sticos, el charro. El espa?ol, el criollo y el mes
tizo (sin contar al negro, al mulato, y a?n al indio cuando
tuvieron oportunidad de apropiarse elementos de la cultura
espa?ola), de principio a fin de la ?poca colonial, fueron muy dados a las fiestas y al boato, y basaron la gran mayor?a de sus festejos en la ganader?a. Eran fiestas para ellos los "ro
deos" en que se marcaba al ganado nuevo, y en que el jinete
ten?a oportunidades de lucii su destreza con el caballo y el
lazo. Fiestas, los frecuentes juegos de equitaci?n a que se
entregaba con motivos de los acontecimientos "importantes"
de la corona: matrimonios, nacimientos, bautizos? muertes,
coronaciones, tratados, etc.29 Desde una fecha tan temprana
como 1529 30 se introducen en Nueva Espa?a los toros de li
dia, y la costumbre, tan espa?ola, de "alancearlos" a caballo.
II. El abasto de carne en la Ciudad de M?xico, 1524 1535
La ciudad de M?xico-Tenochtitlan tuvo desde un principio una importancia capital en la vida de Nueva Espa?a. En
uno de sus rasgos de genio carcter?sticos, Cort?s decidi? fun
dar la nueva ciudad espa?ola sobre las ruinas de la ciudad
ind?gena. Las desventajas de su situaci?n sobre un lago, que
arg??an los partidarios de construir la ciudad sobre un terre
no m?s firme, pesaron menos que el impacto psicol?gico que
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 545
esperaba provocar en la poblaci?n ind?gena por la creaci?n
del centro del poder espa?ol precisamente donde hab?a estado
el centro de poder ind?gena. En efecto, antes de la conquista, M?xico-Tenochtitlan hab?a sido el centro de poder pol?tico,
religioso y econ?mico m?s importante para un buen n?me
ro de pueblos ind?genas sujetos por los aztecas. A la ciudad
deb?an llevar sus tributos m?s valiosos; a ella acud?an ?m?s
por fuerza que de grado? a rendir pleites?a al poder azteca; a ella mandaban en rehenes a sus dioses y a sus pr?ncipes y en
ella se reun?a lo m?s escogido de sus artistas. M?xico-Tenoch
titlan ten?a a sus ojos el prestigio de centro de poder. Cor
t?s calcul? con tino, desde un punto de vista militar, que
cayendo la ciudad caer?an sin luchar muchos pueblos; y calcu
l? tambi?n acertadamente desde un punto de vista pol?tico y
religioso, que la sustituci?n de culturas dominadoras parece r?a menos brusca a los pueblos ind?genas, y ser?a menos dif?
cil, conservando el antiguo centro.
A la ciudad ind?gena se superpuso, poco a poco, la espa ?ola ?y paralelamente, sus instituciones fueron sustituidas
por las hispanas. En su car?cter de centro del pa?s, la ciudad se pobl? r?pidamente ?aunque no lleg? a alcanzar la con
centraci?n urbana que ten?a en la ?poca ind?gena hasta mu
cho despu?s. El grueso de la poblaci?n estaba compuesto, como es l?gico, de ind?genas, y en funci?n de ellos y por ellos
continuaron en vigor costumbres y elementos culturales ind?
genas. Pero la poblaci?n espa?ola aunque minoritaria, era
la dominadora. Procur? imponer por tanto desde un princi
pio, sus propias instituciones dirigidas a satisfacer en primer
lugar, las necesidades que su propia cultura le hab?a hereda
do. En algunos casos la imposici?n fue posible, en otros no.
Se inici? as? un proceso de influencias mutuas entre elementos
hispanos e ind?genas, caracter?stico de la colonia, que habr?a
de desembocar en "lo mestizo".
La organizaci?n del abasto de carne fue, por lo menos al
principio de la colonia, un elemento exclusivamente espa?ol. El ind?gena
no estaba acostumbrado a comer carne m?s que
en ocasiones, las carnes de aves y perrillos que criaba en su
propia casa o que compraba en los "tianguis" y las de los
546 JOS? MATESANZ
animales peque?os que cazaba. No exist?a en la ciudad ind?
gena ninguna organizaci?n destinada en exclusiva a la dis
tribuci?n de carnes. Tal organizaci?n parece ser posible y necesaria solamente con la existencia de ganado mayor o me
nor, de animales que no es posible consumir por entero, a?n por grupos familiares tan grandes como los de la ?po ca, y que es necesario consumir mancomunadamente. Y
parece, adem?s, ir aparejada a una mayor especializaci?n del
trabajo, especializaci?n que la conquista acentu?.
Con la introducci?n y el r?pido desarrollo de la ganade r?a, con la necesidad "cultural" de una dieta de carne y con
el aumento de poblaci?n espa?ola en la ciudad, la organiza ci?n del abasto de carne se hizo necesaria. Como en muchos
otros aspectos de la vida urbana, fue el ayuntamiento el que se encarg? de ella. En 1524, estando todav?a Cort?s en la
ciudad preparado su viaje a las Hibueras, aparece en las ac
tas de cabildo la primera menci?n de la carnicer?a. Fiel a su car?cter de guardian y promotor del bien p?blico, el cabil
do acepta en principio la baja de precio en el arrilde (4 li
bras) de carne de puerco que ofrece un nuevo postor, quita la concesi?n al que la ten?a anteriormente, y ordena que se
pregone por ver si hay quien ofrezca un precio m?s bajo.?1 Esto nos indica que el abasto de carne exist?a por lo menos
desde 1523. La organizaci?n se nos presenta como un magn?fico ejem
plo del prurito legalista del espa?ol. Todo, hasta el ?ltimo
detalle insignificante, est? reglamentado, o por lo menos lo
est? en el papel. La postura de la carnicer?a se sacaba a
preg?n desde el d?a de A?o Nuevo; deb?a pregonarse todos
los domingos y fiestas de guardar, para rematarse por los
d?as de carnaval.32 Esta disposici?n se tom? desde enero de
1525, "para que el obligado (esto es, el carnicero o el abas
tecedor) tenga toda la quaresma para se probeer de la carne
que uviere menester para cumplir su obligaci?n" ;S3 pero no
era una disposici?n completamente r?gida, sino adaptable a
las circunstancias. En 1526, por ejemplo, la carnicer?a se re
mata durante el Domingo de Ramos.34 En realidad, la fecha
para empezar a pregonar la postura no era fija. Por lo re
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 547
guiar los regidores decid?an iniciar los pregones en los pri meros meses del a?o, enero o febrero.35 En todo este proceso
juega un papel muy importante el preg?n, que era el ?nico
medio en la ?poca de publicar las decisiones del cabildo. El
preg?n no se limitaba solamente a anunciar que la postura de la carnicer?a estaba abierta, y que el cabildo tomar?a en
consideraci?n las ofertas que se hiciesen; se inclu?an en ?l las
condiciones bajo las que se daba la concesi?n, y las ofertas
hechas hasta ese momento, en caso de haberlas.36 De este
modo los interesados se enteraban de las circunstancias y po d?an ofrecer sus precios. Los diputados de la ciudad eran los
encargados de ordenar y supervisar directamente el preg?n.87 La fecha del remate era tambi?n variable. El cabildo la
fijaba, tomando en cuenta el tiempo que necesitar?a el obli
gado para proveerse de carne suficiente. Generalmente se ha
c?a en el mes de marzo o abril, en el Domingo de Ramos, o
en fechas cercanas al inicio de la Semana Santa.38 Durante el
remate deb?a estar presente un alcalde ordinario, los diputa dos de la ciudad y el escribano.39 Estaba organizado con
un se?tido teatral, innato e inconsciente en hombres educa
dos todav?a dentro de los ideales medievales, y que habr?a
de ser m?s tarde t?pico de la colonia. Se hac?a por la tarde.
Despu?s de pregonarse las posturas y las condiciones que el
cabildo exig?a (por lo regular las del a?o pasado, y todas las
que se expidiesen durante el curso de ese a?o), se encend?a una "candela gorda"
con una marca, y se invitaba a los inte
resados a hacer sus ofertas. Cuando la candela se consum?a
hasta la se?al, el remate se cerraba.40 Por supuesto la con
cesi?n se daba a quien ofreciera vender la carne a los pre cios m?s bajos.
El cabildo ten?a un gran sentido pr?ctico; adem?s su in
ter?s principal consist?a en asegurar a la ciudad, por todos
los medios, su abasto de carne. El concesionario, el obligado, deb?a dar fianzas a satisfacci?n del cabildo, para asegurar que
cumplir?a las condiciones de la concesi?n. Estas fianzas in
clu?an, adem?s de un dep?sito en oro, todos los bienes "ha
bidos e por haber" del obligado.41 En varias ocasiones el ca
bildo exigi? tambi?n un fiador.42
548 JOS? MATE SA NZ
La principal condici?n que el obligado deb?a comprome terse a
cumplir, era la de vender suficiente carne para el
abasto de la ciudad, durante todo el tiempo que durase su
concesi?n, a los precios convenidos. El tipo de carne que de
b?a venderse, y la cantidad, fue fijada por el cabildo, al tiem
po del remate, en algunas ocasiones. Por desgracia,
no te
nemos suficientes noticias de las cantidades de animales que deb?an matarse cada semana como para poder deducir de
ellas, con alguna certeza, las condiciones de desarrollo de la
ganader?a y la extensi?n del consumo de carne en la ciudad. En 1526 se exig?a, aparte de la cantidad necesaria de carne
de puerco, un m?nimo de un buey
o un novillo por semana.43
En cambio en 1528 se exig?a cantidad menor, un novillo cada
15 d?as, aunque se hace la aclaraci?n de que deb?a matarse
m?s si fuese necesario.44 En 1532 se d? la carnicer?a "con
las condiciones del a?o pasado, y que dar? cada semana una
res y dos de vaca cada semana".45 Por lo regular se se?ala
solamente la condici?n de que se abastezca de carne de puer co, vaca y carnero suficientes para el consumo de la ciudad?46
sin especificar las cantidades que tal consumo requer?a. En
algunas ocasiones el obligado no se
compromet?a a hacer el
abasto de las tres carnes usuales, puerco, vaca y carnero, y
tomaba solamente una. Para el abasto de las otras carnes, en
tonces, se hac?a otra u otras concesiones,47 y hubo momento
en que eran varios los obligados.
Aparte de estas condiciones principales, el obligado deb?a
comprometerse a respetar las ordenanzas que el cabildo ex
pidiera sobre detalles del manejo de la carnicer?a. Estas or
denanzas son muy variadas y cubren much?simos aspectos.
Se intenta por lo general con ellas, hacer frente a problemas comunes y corrientes de la vida diaria de la ciudad y prote
ger a los ciudadanos de los abusos de los comerciantes; cons
tituyen un ejemplo admirable de la tendencia absorbente de
los instrumentos del poder por controlarlo todo, las m?s
de las veces sin conseguirlo. Se ordena, por ejemplo, que no
se pese "asadura" (las entra?as en general), ni la cabeza, ni
patas de carnero, junto con la carne, sino que se venda al
menudeo.48 Se dan disposiciones de tipo sanitario: se debe
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 549
llevar la carne desde el rastro a la carnicer?a lo m?s limpia mente posible; en la carnicer?a debe colgarse en ganchos, y no ponerse en cajones y mesas; la carne debe cubrirse con
pa?os limpios, para protegerla del "amor de las moscas". El cortador que despachase la carne deb?a estar "limpiamente vestido con un delantal grande o con una camisa vestida". Se ordena adem?s "que no pese carne hedionda ni de tres d?as
muerta".49
Hay ?rdenes y disposiciones de todo tipo: que las asaduras
de puerco y carnero se venden a peso, al precio de la carne, y no a ojo y a precios mayores, como se ven?a haciendo.60 El
p?blico se queja de que se vende al mismo precio, la carne
del carnero por castrar, que la del castrado. La carne de car
nero castrado, considerada como m?s tierna, estaba fijada a
un precio m?s alto que la del carnero por castrar. Pero ei;a
muy f?cil al carnicero hacer pasar una carne por otra, cobr?n dola siempre al precio mayor. Para evitar esto, se prohibe vender al mismo tiempo ambas carnes, y se ordena al carni cero que informe con anticipaci?n, para que se pregone, qu? tipo de carnero se va a vender durante la semana. De pasp, se hace la especificaci?n de que el carnero debe castrarse de no m?s edad que tres meses.61 Parece ser que esta disposici?n se cumpli? en alguna ocasi?n62 pero el cabildo vuelve m?s tarde a insistir en su ordenanza, prueba de que hab?a dejado de cumplirse.53 Se prohibe matar puercos flacos, se ordena
que se les quite el pelo completamente antes de pesarlos, y se insiste nuevamente en que la carnicer?a se mantenga lim
pia.54 Entre todas estas ordenanzas no pod?an faltar las de
tipo religioso; el cabildo prohibe que se mate ganado antes
de la medianoche del viernes, y que se venda carne antes del mediod?a del s?bado, pues el matarlo durante el viernes era causa de que algunos rompieran la vigilia. En la misma
ordenanza, se prohibe meter la carne en las c?maras inte riores de la carnicer?a, para que los diputados de la ciudad
pudieran ver si las carnes estaban en buen estado.65 Hay otra
disposici?n sanitaria, en que se ordena a los diputados de la ciudad "que hagan a los yndios destapalapa adobar la carne ceria y el matadero, y hechar el suelo de cal de masera que
550 JOS? MATESANZ
la carne que se matare este limpia"?56 que nos muestra que
el servicio personal ind?gena tambi?n jug? un papel en el
abasto de carne.
La concesi?n de la carnicer?a duraba un a?o casi comple to, pues se iniciaba desde el domingo de Pascua Florida y terminaba el martes de Carnaval del a?o siguiente.57 Por su
puesto, durante toda la Cuaresma no se vend?a carne, para
evitar la tentaci?n de quebrantar la vigilia.58 El obligado no pod?a pesar carne todo el a?o. Por lo me
nos desde 1526, el cabildo tom? en cuenta el derecho de los
criadores vecinos de la ciudad, de vender sus ganados sin h>
tervenci?n ajena y sin que se vieran en la necesidad de ven
derlos al obligado. El abasto de carne era un servicio muni
cipal que se daba al mejor postor, no la imposici?n de un
monopolio privado legalizado por el cabildo. Los meses que
comprend?a el a?o de la concesi?n, se dividieron entre el obli
gado y los criadores. Tres meses correspond?an a estos ?lti
mos, y deb?an ir intercalados entre cada dos meses de los que tocaban al obligado. As?, correspond?an al obligado abril,
mayo, julio, agosto, octubre, noviembre y enero; y a los cria
dores junio, septiembre y diciembre. Seguramente por care
cer todav?a los criadores, en 1526, de la capacidad de abastecer
de carne a la ciudad, en los meses que les correspond?an,
dispuso el cabildo que en esos meses los obligados estuvieran
provistos de carne suficiente para el abasto; as?, si los criado
res no la abastec?an? el obligado deb?a hacerlo. El cabildo
se reserv?, adem?s, el derecho de fijar los d?as que habr?a de
pesar cada criador.59 Esta concesi?n se repite
en 1528.60
Por supuesto, los criadores deb?an vender sus ganados a
los precios fijados en la concesi?n del obligado. No era jus to para ?l, que ten?a el compromiso de abastecer de carne a
la ciudad, por todo un a?o, a precios fijos, que los criadores,
que no
arriesgaban nada, vendieran a mayor precio. Esto
hab?a sucedido probablemente en alguna ocasi?n, pues en
1530 un aspirante
a obligado hace asentar en el acta, al hacer
una oferta al cabildo sobre los precios, que los criadores que
quisieran pesar su propio ganado, deb?an venderlo al precio ofrecido por ?l.61
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 551
En 1532 se afirma en las actas del cabildo que hay ya mu
chos criadores. Por ello, entre las condiciones de arriendo, ese
a?o el obligado hab?a aceptado permitir pesar sus ganados a
los criadores cada vez que quisieran.62 Esto perjudica al obli
gado m?s tarde, pues afirma haber comprado ganado muy caro, y se queja de que se le quedar?n sin vender.63 El cabildo
acuerda entonces, en vista de estas circunstancias, volver al
sistema anterior, es decir, que desde el mes de septiembre has
ta el final de la concesi?n, el tiempo se divida entre los
criadores y el obligado. Pero ahora, en vez de ser dos meses
para el obligado y uno para los criadores, ser? un mes para cada uno. El mes de septiembre correspond?a al obligado, el
de octubre a los criadores, y as? sucesivamente. Para que todos los criadores tuvieran tiempo de pesar, el cabildo con
cede a cada uno una semana, ?lo que indica que en reali
dad no eran tantos como se afirmaba, aunque s? m?s que en
a?os anteriores. Para asegurar el abasto de carne a la ciu
dad, independientemente de las circunstancias, se hace la acla
raci?n de que si los criadores no pesaban carne en los meses
que les correspond?an, el obligado deb?a hacerlo. Adem?s, los
criadores deb?an avisar al obligado, cuando fueren a pesar su
ganado, con tres d?as de anticipaci?n.64 Hasta el a?o de 1531, la concesi?n de la carnicer?a, una
vez rematada, no pod?a quit?rsele al obligado para darse a
quien ofreciera m?s tarde un precio m?s bajo. En este a?o
hay un cambio importante: se incluye entre las condiciones
el que "se ha de recibir cualquier baxa y postura sobre lo
susodicho asi antes del dia que se acordaren que se remate
lo susodicho como despu?s en todo el tiempo del dicho a?o".65
Esta disposici?n perjudicaba al obligado, pues cualquiera
pod?a quitarle su concesi?n, ofreciendo vender carne m?s ba
rata, aprovechando los cambios que en el a?o pod?a tener la
oferta y la demanda de ganado. Para evitar los abusos? y al mismo tiempo asegurar la venta en las condiciones m?s
ventajosas para el p?blico, el cabildo dispuso que cualquier oferta de baja, hecha despu?s del remate, deb?a hacerse tanto
en la carne de puerco como en la de carnero; adem?s, quien hiciera la nueva oferta, deb?a comprometerse a comprar todo
552 JOS? MATESANZ
el ganado que tuviese destinado el obligado para el abasto, a
los precios a que los hubiera adquirido.66 Esta disposici?n hace su efecto en agosto de 1533 en que hay quien ofrece ba
jar el precio de la carne; el cabildo acepta la nueva postura por unanimidad, con la condici?n de que el nuevo postor compre al obligado anterior su ganado, para lo cual ?ste deb?a presentar pruebas de los precios a que lo compr?.67 El
cabildo hace la aclaraci?n de que si el nuevo postor no pue de comprar inmediatamente los ganados del obligado, ?ste deber? continuar abasteciendo de carne a la ciudad, pero ven
di?ndola a los nuevos precios, "con tanto quel interese del marabedi corra contra la persona e bienes de los que hizieron la dicha baxa".68 En toda esta operaci?n, la principal preo
cupaci?n del cabildo es el "pro e beneficio de la rep?blica y de los bezinos y estantes en ella",69 pero se tiene tambi?n en cuenta que no se agravien los derechos del obligado an terior.
Esta disposici?n, como no pod?a menos, dio lugar a plei* tos entre los obligados. En 1534, estando rematada la carni
cer?a en Ant?n de Carmona, Alonso L?pez ofrece una baja de precio. Por supuesto, el cabildo la acept? inmediatamente,
pero L?pez y Carmona no pudieron ponerse de acuerdo con tanta rapidez sobre el precio al que el ganado de Carmona
deb?a comprarse. Como el pleito no llevaba trazas de resol verse con la suficiente rapidez para que hubiera carne en
la Pascua, el cabildo ordena a L?pez que se encargue del
abastecimiento, y sugiere a los litigantes que "pidan su jus ticia, ante los alcaldes ordinarios, y ellos les hagan justicia conforme a la ordenanza y comisi?n del remate y con brebe
dad por manera que no tengan raz?n de se quexar",70 lo
cual fue una manera elegante de desentenederse del asunto
asegurando al mismo tiempo un precio m?s bajo para la ciu
dad. Pero el cabildo advierte a L?pez, que si "no diere carne a basto que dem?s de yncurrir en las penas de las condiciones
que la ciudad provera de carne a su costa".71
En todo este proceso no pod?a faltar la familiar imagen del
regat?n (revendedor) de la sociedad colonial, que hace su apa rici?n desde un principio, y desde un principio es perseguido
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 553
con toda clase de disposiciones. Para proteger los intereses
del obligado, el cabildo lo autoriz? a comprar ?por la fuer
za si fuera necesario?- las carnes que vend?an los regato nes, y para ello puso a su disposici?n a "las justicias" muni
cipales.72
Tampoco faltan las multas a los obligados, por quebran tamiento de las ordenanzas, y por incumplimiento de su obli
gaci?n de abastecer de carne a la ciudad. En varias ocasio nes se imponen multas al cortador de carne que diera menos
del precio debido.73 Se fijan multas por incumplimiento de
las ordenanzas sanitarias,74 y multas por cada d?a que se de
jara de abastecer la carnicer?a.75
El cabildo procuraba regular los precios de las mercanc?as,
y sobre todo los de los art?culos de primera necesidad. Son
muy abundantes las ?rdenes sobre los "aranceles", ?que en
relaci?n con la vida econ?mica de la ciudad significan sola
mente listas de precios . El cabildo insist?a en fijar los precios,
independientemente de lo que los comerciantes dec?an que les hab?an costado sus mercanc?as.76 Peri?dicamente se orde
naba recoger los aranceles de la ciudad, con el fin de tasarlos
nuevamente y ponerlos de acuerdo con las circunstancias. Esta
medida se hac?a necesaria para evitar los abusos de los co
merciantes, pues con el gradual aumento de recursos en la
Nueva Espa?a, y el desarrollo del comercio, los precios ten
d?an a bajar.77 Los comerciantes trataban, naturalmente? de
sustraerse a la tasaci?n de sus aranceles; y el cabildo no se
daba punto de reposo en exigir que los aranceles estuvieran
siempre colocados en lugar visible al p?blico, y en imponer cuantiosas multas a los que no respetasen sus disposiciones en este sentido.78 Las multas debieron constituir una jugosa fuente de ingreso para el cabildo, pero sus ordenanzas segu ramente no eran
respetadas.
Por lo que respecta a la carnicer?a, el cabildo ten?a un
inmejorable medio de control en el hecho de que, al momen
to de hacer la concesi?n, se fijaban los precios a que deb?an
venderse las distintas carnes. Ten?a entonces solamente que
vigilar su cumplimiento. Lo que s? no pod?a controlar con
eficacia era la venta de los productos ganaderos que no se
554 JOS? M ATE S A NZ
clasificaban en rigor
como carne: la cabeza, las patas, las en
tra?as, la manteca, etc. Hemos visto ya algunas ordenanzas
que trataban de corregir abusos en la venta de productos de este tipo. Por falta de informaci?n es imposible determinar en qu? medida eran eficaces, pero lo m?s probable es que lo
fueran en muy escasa medida.
El sistema de control que el cabildo trataba de imponer era demasiado r?gido para ser respetado en una ?poca de ebu llici?n y efervescencia social, en que apenas se estaban po niendo las bases de la sociedad colonial. Es seguro que todas estas medidas no fueron muy eficaces, pues el cabildo vuelve constantemente sobre los mismos temas, e insiste en sus mul
tas y sus castigos por el mismo delito, una y otra vez. Es casi desesperante, por ejemplo, la mon?tona repetici?n de la
prohibici?n de que se llevaran puercos por las calles de la ciudad para que se conservara limpia,79 aunque esto mismo
sugiere que su n?mero debe haber sido muy grande. Los in
tentos del cabildo por sujetar y controlar las fuerzas econ? micas fueron mucho menos efectivos que los de ?stas por
imponerse.
La concesi?n de la carnicer?a no se refer?a, en este per?o
do, al uso de alg?n edificio p?blico. La concesi?n consis t?a en la cesi?n que hac?a el cabildo a un particular, del de recho de abastecer de carne a la ciudad en exclusiva. El
obligado deb?a tener su propio local para la venta de la car ne. Es de suponer que, dada la reducida extensi?n de la ciudad de M?xico en estas fechas, una sola carnicer?a era su
ficiente; pero no es posible afirmarlo con seguridad, pues las actas de cabildo hablan indistintamente de la o las carnice
r?as, al referirse a la concesi?n.
No puede afirmarse nada, en definitiva, sobre el rastro de la ciudad. Indudablemente pertenec?a al cabildo; la con
cesi?n deb?a incluir su uso, pero no hay noticias expl?citas suficientes que permitan construir una imagen clara de ?l.
Es seguro que el rastro no pertenec?a a un particular, pues era el cabildo el que regulaba su uso, y el que lo ced?a tanto
al obligado como a los criadores.
La sociedad colonial estaba apenas form?ndose. Era una
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 555
sociedad en ebullici?n, an?rquica en muchos aspectos. El ca
bildo era una autoridad con fuerza, pero no la suficiente para controlar con eficacia las fuerzas actuantes en la ?poca. El
aparato represivo e impositivo estaba apenas en embri?n, y fue necesaria la habilidad y la energ?a de muchos hombres
de talento en los a?os posteriores para encauzar estas fuerzas
por senderos ordenados.
Teniendo en cuenta las circunstancias an?rquicas que pre valec?an en la ?poca, la organizaci?n del abasto de carne en
la ciudad de M?xico se nos presenta ya con un cierto grado de madurez, que indica la importancia creciente del producto en la vida de la sociedad colonial, y el desarrollo de la gana der?a. Es adem?s, un ejemplo de la importancia que para el
espa?ol ten?a la vida urbana, y de la tradici?n medieval que conced?a al ayuntamiento el derecho a regular la gran mayo r?a de los asuntos citadinos. En 14 a?os, entre 1522 y 1535, el proceso del abasto qued? establecido en sus l?neas esen
ciales conforme a los patrones espa?oles: pregones, remate, condiciones de la concesi?n que se compromet?a a cumplir el obligado, ordenanzas sobre los detalles del manejo de la carnicer?a e intento por lo menos de establecer un sistema
de control.
Precios de la carne, 1524 1532
Para hacer la gr?fica de precios de la carne, he tenido
que basarme exclusivamente en los precios que citan las ac
tas del cabildo. Por desgracia, no son suficientes para dar una idea precisa de su desarrollo; pero permiten formarse una
imagen aproximada de sus tendencias, y sobre todo, ayudan a iluminar el grado de crecimiento alcanzado por la gana der?a.
En la medida de peso no hay problema; todos los pre cios se refieren al arrilde o arrelde, que correspond?a a cua
tro libras.80 Pero s? lo hay con la unidad monetaria, por la
tremenda confusi?n que existe en las monedas coloniales. To
dos los precios est?n dados en reales, tomines y maraved?s de oro. En la gr?fica se utiliza la equivalencia de: 1 peso de
556 JOS? MATESANZ
oro = 8 tomines = 8 reales = 450 maraved?s, todos en oro.81
Un real o un tom?n equivalente por tanto, a 56.25 mara
ved?s.
Como se puede observar en la gr?fica, la mayor?a de los
precios aparecen en el mes de marzo, que corresponde al re
mate de la carnicer?a.
El descenso brusco que sufre la carne de puerco en 1524, de 6 a 4 reales el arrilde,82 no es en la realidad tal como
aparece en la gr?fica, pues el precio de 6 reales estuvo vi
gente en 1523. La l?nea deb?a estar inclinada, pero la he
representado as?, por razones de espacio. El mismo precio de 4 reales es ordenado por el cabildo, en julio de 1525, para la carne de puerco y de venado, sea fresca o salada.83 Un
poco m?s tarde, el 3 de octubre, se asienta que la carne de
puerco se estaba dando a 2 reales el arrilde, y en ese momen
to se ofrece a real y medio.84 El 6 de marzo de 1526, en una
postura para el remate de la carnicer?a, el precio baja hasta
un real.85 En esta fecha aparecen los primeros precios del
arrilde de vaca o carnero, ambos a 4 reales de oro.86 En rea
lidad estos precios no deb?an tomarse en cuenta, pues son
apenas una postura, pero los he incluido porque indican una
tendencia. Los precios reales se dan el 25 de marzo, fecha
del remate: por vaca y carnero se fija el mismo precio de
3 reales y medio, y el arrilde de puerco alcanza su precio m?s bajo, 20 maraved?es.87
El 13 de abril del mismo a?o aparecen otros precios para la carne de puerco y venado, pero no est?n incluidos en la
gr?fica porque se refieren a las posadas entre M?xico y Ve
racruz, no propiamente a la capital. Es de notar que se hace
aqu? la diferenciaci?n entre carne fresca a 2 reales, y carne
salada o enjuta, a 4 reales.88 La diferencia de precios con la
ciudad es explicable, pues las posadas ten?an menos facili
dades de abastecimiento.
En el mismo a?o de 1526, el 13 de octubre, se da licencia
a Andr?s de Tapia para que se pese vaca o carnero en las
carnicer?as, a raz?n de 5 reales el arrilde; 89 esto sugiere que el obligado fue incapaz de abastecer de estas carnes a la
ciudad a los precios convenidos, y que por eso se da otra
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 557
concesi?n para vender la carne a un precio mayor. Indica
tambi?n la posibilidad de una escasez de ganado vacuno y cabr?o.
En marzo de 1527 se da licencia a Alonso de Estrada para
que venda el arrilde de carnero a 6 reales; *? pero ya en
mayo, Hernando Alonso lo ofrece a un precio menor, 5 rea
les, aunque el puerco sube de 20 maraved?s a un real.91
En 1528 todas las carnes bajan de precio; el arrilde de
carnero y de vaca se ofrece a 4 reales, y el de puerco a 28
maraved?s.92 De aqu? en adelante se separan los precios de
la carne de carnero y la de vaca; hasta este momento hab?an
seguicfo un desarrollo paralelo, excepto por un aumento de
la carne de carnero que no sufre la de vaca, en 1527. La
carne de puerco se mantiene m?s o menos constante, sin
sufrir cambios bruscos. Podr?a deducirse quiz? que la oferta
y la demanda de esta carne, han llegado a un punto de equi librio.
Pero la carne de carnero s? sufre un cambio brusco. En
1529 no se da en las actas ning?n precio. Pero de 4 reales
en 1528 a 1 real en 1530 hay una diferencia bastante grande. Este descenso coincide de modo muy significativo, con una
gran cantidad de concesiones para asientos de ovejas, en los
t?rminos de la ciudad. En 1526 aparece solamente una con
cesi?n de asiento para ovejas; 93 en cambio en 1527, aparecen
siete concesiones de este tipo.94 En 1528 se dan otros siete
asientos.95 En 1530 se dan nada menos que diez asientos
para ovejas.98 En 1531 la actividad del cabildo en este sen
tido disminuye notablemente, se dan solamente 3 asientos.97
Se puede sospechar que la Segunda Audiencia trat? de res
tringir estas concesiones, pues en las pocas que se dan se
hace un ?nfasis especial en las condiciones bajo las que se
conceden. Estos asientos no se daban en propiedad, sino so
lamente en usufructo y por el tiempo que la ciudad lo per mitiese.98 En todo el a?o de 1532 no concede el cabildo ni
una sola de estas concesiones, y en 1533 S(^? se da una.99
Por lo que respecta a la carne de res, de 1528 a 1532 no
aparece registrado ning?n precio. Las fluctuaciones del pre cio entre estos a?os, por lo tanto, han sido imposibles de
558 JOS? MATESANZ
determinar, pero la tendencia a bajar es evidente. En las
actas de cabildo no existen concesiones de asientos para ga
nado vacuno, como las que existen para el cabr?o. Pero esto
puede atribuirse a que el ganado vacuno necesitaba para su
explotaci?n, una extensi?n de terreno m?s grande que el ca
br?o. Puede suponerse entonces, que las actas no registran
ninguna concesi?n de este tipo, porque quedaban fuera de la
jurisdicci?n del cabildo. La cantidad de ganado vacuno
aument? indudablemente en estos a?os, pero su desarrollo
no fue tan r?pido como el del ganado cabr?o; la baja del
precio de la carne de vaca, y su relaci?n con los precios del carnero y de puerco, apuntan hacia estas conclusiones.
En 1530 coinciden por primera y ?nica vez, en este pe r?odo, los precios del puerco y del carnero en 1 real.100 M?s
tarde se separan y no vuelven a juntarse. De 1531 en ade
lante, puede observarse una estabilizaci?n en el precio del carnero. En ese a?o el arrilde de carnero vale 53 maraved?s,
mientras el de puerco baja a 25.101 Los cambios en el pre cio del carnero ya no son bruscos. En octubre de 1531 sube
el precio hasta 1 real,102 pero en marzo de 1532 baja, otra
vez, a 50 maraved?s.103 En esta fecha se da para el puerco un
precio de 25 maraved?s, y para la carne de res uno de 70 maraved?s.104
Estos son los ?ltimos precios que aparecen citados expl? citamente en las actas. Entre 1532 y 1535 no hay ninguno. Pero puede suponerse leg?timamente que la tendencia era a
bajar, pues el 31 de enero de 1533 se dice ' *? qual abiendo
consideraci?n a lo quel pan y carne y manteca en esta cibdad
bale estaba bien moderado".105 y el 14 de julio del mismo
a?o se afirma que "los ganados han baxado".106
PRECIOS DC IK CARNE 1524H532
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5 6o JOS? MATESANZ
NOTAS
i Todav?a en 1551 Fray Luis de Fuensalida, despu?s de informar
a la Reina que hab?a ya abundancia de productos espa?oles en Nueva
Espa?a ?entre otros las ovejas merinas? suger?a que "todav?a ser?a
bien que todo navio trajese algunas plantas". Epistolario de Nueva
Espa?a. 1505-1818, Francisco del Paso y Trongoso, 16 vols., M?xico, Librer?a Robredo, 1939, volumen 11, p. 34.
2 En fecha tan cercana al fin de la toma de M?xico como el 17 de agosto de 1525, en un contrato para explotaci?n de minas, se afirma
en tono dubitativo que "si perrillos o aves oviere, que tambi?n los d?".
A. Mellares Carlo y J. I. Mantec?n. ?ndice y extractos de los Proto
colos del Archivo de Notarios de M?xico, D. F., volumen 1, M?xico, El
Colegio de M?xico, 1945, p. 28.
3 Marcelino Men?ndez Pelayo, Las cien mejores poes?as (l?ricas) de la lengua castellana, M?xico, Editorial Diana, 1953, p. 78.
4 Bernai D?az del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de
la Nueva Espa?a, M?xico, Editorial Porr?a, 1955, volumen 1, pp 92-93. 0 William H. Dusenberry, The Mexican Mesta. The administration
of -ranching in colonial Mexico, Urbana, University of Illinois Press,
1963., p. 29. 6 Ibid., p. 30. 1
Fran?ois Chevalier, La formaci?n de los grandes latifundios en
M?xico. Tierra y sociedad en los siglos xvi y xvii. Problemas Agr?colas e Industriales de M?xico, volumen vm, No. 1, M?xico, 1956, p. 71, nota 4.
8 Ignacio Bejarano, Actas de Cabildo de la Ciudad de M?xico, li'
bro 1, 1524-1529, M?xico, Edici?n del "Municipio Libre", 1889, P- 6
Hay otra edici?n de M?xico, 1859. 8 D?az del Castillo, opus cit., volumen 11, p. 190.
10 Actas, 1, pp. 58, 82, 108, 114, 158, 159, etc.
11 Chevalier, opus cit., p. 71. 12 Concesiones de estancias en: Actas 1, pp. 110, 116, 117, 133, 136,
138, 139, 142, 147, 163, 176-177, 180, 183. Actas de Cabildo de la Ciudad de M?xico, Libro 11, 1529-1533, M?xico, 1889, pp. 64-65, 67, 70, 74, 92? 93, 105, 156. Libro m, 1533-1535, p. 56.
13 Actas, i, p. 139. 14 Chevalier observa que trat?ndose de tierras de cultivo se exige
precisamente lo contrario. Opus cit., p. 75. l? En la Recopilaci?n de Leyes de los Reynos de las Indias, manda
das imprimir y publicar por la Magestad Cat?lica del Rey Don Car
los II. Nuestro Se?or, 3, vols., Madrid, Vda. de Joaqu?n Ibarra, 1791,
aparecen varias disposiciones de este tipo. 1533: "Los montes, pastos, y
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 561
aguas de los lugares, y montes contenidos en las mercedes, que estu
vieren hechas, o hici?remos de Se?or?os en las Indias, deben ser comu
nes a los Espa?oles e Indios", volumen 11, p. 58. 15 diciembre 1536: "Las tierras y heredades de que Nos hici?remos merced, y venta en las
Indias, alzados los frutos que se sembraron queden para pasto com?n,
excepto las dehesas boyales y concejiles", loe. cit., 15 abril y 18 octubre
1541; 8 diciembre 1550: "Mandamos que el uso de todos los pastos, montes, y aguas de las Provincias de las Indias, sea com?n a todos los
vecinos de ellas...", Ibid., pp. 57-58. 16 Se da el sitio ".. .sin propiedad solamente para que en el tenga
sus ganados mientras fuere boluntad de la cibdad y que no pueda la
brar de piedra ni syembre ni debiede el pasto a nadie sino que sea
com?n y con que sea sin perjuizyo de tercero, espa?ol ni indio", Ac
tas n, p. 92. ".. .con tanto que no se le de la propiedad sino solamente
el usufructo de pasto para sus ganados mientras fuere la boluntad de la
cibdad y conque no pueda labrar ni edificar de piedra ni sembrar y
conque sea sin perjuicio de tercero", ibid., p. 93. ".. .la quai dicha
merzed le hizieron syn perjuyzio de la propiedad syno solamente del uso
conforme a la hordenanza, y con que no labre ni edifique de piedra ni siembre y con que sea syn perjuyzio de tercero y mand?ronle dar
mandamiento en forma para ello", ibid., p. 105. it En fecha tan temprana como el 27 de febrero de 1526, el Cabildo
de M?xico ordena que se saquen los ganados de los maizales, que ya se
empiezan a sembrar, en un plazo de tres d?as. Una vez transcurrido, se
podr?a matar a los animales sin pena alguna; se ofrec?an dos tomines
de oro como recompensa, a quien acusara la presencia de caballos, ye
guas o bestias mayores en esos maizales. Actas 1, p. 79. is Chevalier anota algunos de estos casos, extraordinarios por su
rareza, opus cit., p. 82. 19 Millares y Mantec?n, opus cit., extractos n?meros 1063 y 1500,
pp. 240 y 318 y otros.
20 Hay una evaluaci?n muy buena de la importancia de la gana
der?a en Nueva Espa?a en la obra de Jos? Miranda, Espa?a y Nueva
Espa?a en la ?poca de Felipe II, M?xico, UNAM., 1962. pp. 83-85. 21 Millares y Mantec?n, op. cit., extracto n?mero 7, p. 26. 22 Chevalier, opus cit., p. 76. ?23 "Ya a mediados del siglo xvi, las monturas no costaban casi m?s
que el trabajo de domarlas, y muchos indios obtuvieron del segundo
virrey licencia de tener caballos de albarda y aun de silla", ibid., p. 78* 24 El episodio est? descrito en detalle en un juicio de residencia con
tra ?u?o de Guzm?n, octubre de 1529, en el que varios testigos dan
su opini?n sobre el asunto. Epistolario de Nueva Espa?a, volumen 1,
pp. 155-166. Silvio Zavala ha hecho un estudio completo sobre el caso
en: "?u?o de Guzm?n y la esclavitud de los indios", Historia Mexicana,
1-3. (Enero-Marzo, 1952), pp. 411-428.
5?2 JOS? MATESANZ
25 Epistolario, volumen i, p. 157.
26 Estos documentos tienen la virtud de presentarnos el inicio de
una gran regi?n ganadera, cuya importancia aument? constantemene
durante la ?poca colonial, y que persiste a?n hasta nuestros d?as. Nos
muestran, de un modo vivido, los argumentos que se utilizaban en las
discusiones de la ?poca para justificar las injusticias que se comet?an
con la raza vencida, desde el punto de vista del conquistador. 27 Actas 1, p. 72. 28 ".. .bisto el mucho da?o que redunda a los becinos desta cibdad
y nueba espa?a del preg?n que por mandado de los se?ores presidente e oidores se dio acerca que no aya mu?as y los muchos ynconbinientes
que dello vienen", Actas, n, p. 90. Sin embargo, poco despu?s, en sep tiembre de 1532, el cabildo vuelve a insistir en su prohibici?n, ha
ciendo la salvedad de que ciertas personas particulares tienen permiso real para traer mu?as ensilladas, Ibid., pp 193-194. Con respecto a las
mu?as he encontrado una de esas salidas humor?sticas involuntarias, que de vez en cuando nos brincan a la cara de estos documentos. Los ve
cinos se quejan de que los "machos cojudos" andan sueltos, y hacen
"estragos" en los sembrados y en las yeguas; el cabildo se?ala el ejido de la ciudad para que pasten los machos; pero deben ir trabados de
un pie y una mano, Actas, ni, p. 56. 29 Desde el 31 de julio de 1528, los regidores de la capital ".. .hor
denaron e mandaron que las fiestas de San Juan e Santiago e Santo
Ypolito e Nuestra Se?ora de Agosto se solenize mucho e que corran toros
e jueguen ca?as e que todos cabalguen los que tovieren bestias", Actas 1,
p. 176. so ".. .que de aqu? adelante todos los a?os por onra de la fiesta de
se?or santo Ypolito se corran siete toros e que de ellos se maten dos
y se den por amor de Dios a los monesterios e ospitales", Actas 11, pp. 8-9. 31 Actas, 1, p. 6.
32 "...que la postura de las carnecer?as se empiesen a pregonar des
de el d?a de a?o nuevo en adelante de cada un a?o por los d?as de los
domingos e fiestas por manera que se vengan a rematar por carnesto
lendas", ibid, p. 27. 33 Loe. cit.
34 ibid, p. 80.
35 17 enero 1525, ibid, p. 27; 23 enero 1531, Actas II, p. 82; 27 ene
ro 1531, ibid, p. 85; 29 febrero 1532, ibid, p. 169; 23 febrero 1533, Actas III. p. 17. Cito aqu? solamente las actas en que se hace menci?n
expl?cita del preg?n. 36 El 23 de enero de 1531 los regidores reciben la postura de Ant?n
de Carmona y "mandaron que se pregone as? para que se sepa si alguno
quisiere hace baxa", Actas II, p. 82. 27 enero 1531: "Este d?a se prego naron las posturas de la carnicer?a en la plaza p?blica desta cibdad",
ibid., p. 85. 29 de febrero 1532: "apregono en la plaza publica desta cib
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 563
dad la carnesceria d?la puerta en este presente a?o en la postura y
precios con las condiciones que las tiene puestas anton de carmona",
ibid, p. 169. 5 marzo 1532: "Este dia se pregono la carnesceria desta
cibdad en los precios questa puesta por anton de carmona", ibid, p. 171. 37 23 de febrero de 1533 "Este dia cometieron a los diputados que
hagan pregonar la carnesceria deste presente a?o" Actas III, p. 17. 38
25 marzo 1526, Domingo de Ramos, Actas I, p. 81; 14 abril 1527 tambi?n Domingo de Ramos, ibid, p. 129. 9 marzo 1528, ibid, p. 161.
3 marzo 1531, Actas II, p. 94. 14 marzo 1532, ibid, p. 172. 23 marzo
1533, Actas III, p. 20. 10 marzo 1534, ibid, p. 77. 23 abril 1535, ibid,
p. 112.
s? "...que est?n presentes a la rematar garc?a holguin alcalde y los
diputados". Actas II, p. 91. "y se hayen presentes al remate dello un
alcalde y uno de los diputados e yo el dicho escribano", ibid, p. 170. El 20 de marzo de 1533 se comisiona a un alcalde ordinario y los dos
diputados regidores, para que asistan al remate, Actas III, p. 20. El 9 <ie marzo de 1534 se ordena que asistan al remate, un alcalde y un
dipu tado, ibid, p. 77 "e cometi?se el remate dello a bernardino bazquez de
tapia juntamente con el diputado para que la remate en quien mas baxa hiziere e para ello le dieron comisi?n en forma", ibid, p. 108.
40 Ibid, p. 20.
41 ".. .obligo su persona e bienes muebles e rayzes ?vidos e por haber e dio poder a las justicias e renuncio a las leyes", Actas I, p. 81. "Todo
lo qual otorgo de hacer y cumplir y de dar abasto de lo que dicho es
y de dar carne sobre c?dulas depositando oro", Actas II, p. 81; "e que se entiende con las condiciones del a?o pasado y con que den fianzas de
las cumplir a contento del cabildo", ibid, p. 170; "e para ello obligo su persona e bienes e dio poder a las justicias e renuncio a las leyes", ibid, p. 172; "que dando el dicho gonzalo gomez fianzas bastantes de
cumplir segund que se requiere use de la dicha carnesceria e pese a las
dichas baxas las quales fianzas sean, las que tiene se?aladas en un re
querimiento que hizo en esta cibdad", Actas III, p. 113. 42 Hern?n L?pez de Avila, apoderado de Cort?s, ofrece como fiador
a Gonzalo Mej?a, Actas I, p. 58. Ante el escribano del Cabildo se pre senta Gil Gonz?lez de Benabides para declararse fiador de Hernando
Alonso, el obligado, ibid, p. 131. 43 ibid, p. 81.
44 ibid, p. 161.
45 Actas II, p. 163. 46 "Yten que todas las semanas sean obligados a dar carnero a basto
o vaca", Actas I, p. 81; "e dar carne de puerco vaca e carnero abasto", ibidem. En 1528 se exige que se provea de abundante carnero, y de car
ne de puerco suficiente, ibid, p. 161; "e otorgo siendo en el rematadas
las dichas carnes (vaca, carnero y puerco) de dar abasto d?lias", Actas
564 JOSE MATES A NZ
II, p. 172. En 1533 se ordena que se d? el abasto de carne seg?n las.
condiciones de la postura, Actas III, p. 50. 47 A mediados de octubre de 1526, se da licencia a Andr?s de Tapia:
para que pese vaca o carnero en las carnicer?as, lo que indica que du
rante el remate de ese a?o, hecho en marzo, estas carnes no se inclu
yeron, Actas I, p. 108. En 1530 un aspirante a obligado, al hacer si*
postura, hace la salvedad de que no se obliga en la carne de res, y
que la ciudad provea como m?s le convenga, Actas II, p. 81. El cabildo
manda entonces que esto se pregone, por ver si hay quien quiera tomar
a su cargo este abasto, ibid, pp. 82 y 85.
4S..Actas I, p. 81.
49 Ibid, p. 131. 50 Actas II, p. 81.
?l Ibid, p. 174. 52 El 26 de abril de 1532 "parescio presente martin de castroberde
carnescero obligado desta cibdad y dixo quel a pesado en este mes de
abril en que estamos en la carnesceria desta cibdad de carnero por cas
trar como se pregono al principio deste mes, y que agora quiere pesar castrado pidi? al dicho se?or diputado lo mande pregonar publicamente*',.
ibid, p. 177. 53 Actas HI, p. 50.
54. Ibid, p. 51. 55 Ibid, p. 53. 56 Ibid, p. 78. 57 25 marzo 1526: "desde el dia de la pascua de resureccion hasta e?
dia de carnestolendas del a?o veynte e syete", Actas I, p. 81; lo mismo?
asienta el acta de 9 de marzo de 1528, ibid, p. 161.
58 Actas II, p. 172. Pero el Acta de 14 de marzo de 1532 asienta que
la concesi?n de la carnicer?a "comenzara primero dia de pascua de re
surrecci?n del e fenezcera en fyn de la quaresma del a?o venidero, de
quinientos e treinta e tres". Esto no puede significar, sin embargo, que
se permit?a vender carne durante la cuaresma. La sociedad colonial, aun
en sus inicios, tomaba muy en serio sus obligaciones religiosas, y esta
noticia debe tomarse en el sentido de que la concesi?n duraba todo ese
tiempo, pero que no deb?a ejercerse durante la cuaresma.
59 Actas I, p. 81. El 17 de agosto de 1526, se da licencia a Francisco
de Estrada para que pese en septiembre 50 puercos, ibid, p. 102. El 3,1
de agosto se da permiso a Sancho de Fr?as, para que pese 50 puercos des
pu?s que haya pesado los suyos Francisco de Estrada, ibid, p. 104.
60 Ibid, p. 161.
61 Actas II, p. 81.
62 "e porque abiendo como ay muchos criadores... y cortando los
dichos criadores todo lo que resta del a?o'*, ibid, p. 189. En la misma
acta se asienta "que por quanto en el arrendamiento de las carnescerias
LA GANADER?A EN NUEVA ESPA?A 565
questa hecho deste presente a?o esta que los criadores de ganados desta
cibdad puedan cortar sus carnes cada que quisieren". 03 Ibid, p. 190. 64 Loe. cit.
?5 Acta del 23 de enero de 153-1, Actas II, p. 81.
?6 Loe. cit.
?7 Actas III, pp. 45-46. 68 ibid, p. 46. 69 Loe. cit.
70 Ibid, p. 78. 71 Loe. cit.
72 Actas II, p. 85. 73 Actas I, p. 109. A la segunda ocasi?n la multa deb?a doblarse, j
a la tercera, adem?s de multiplicarse por tres, se dar?an al carnicero
100 azotes.
74 ibid, p. 131. 75 Actas II, p. 81.
76 Actas I, p. 41. 77 En enero de 1526 se afirma que han bajado de precio tanto las
mercanc?as que ven?an de Castilla, como las de la tierra, ibid, p. 70; "viendo que de cada dia se puebla mas esta nueva Espa?a especialmente esta dicha cibdad e los mantenimientos e otras provisiones valen mas
barato e a menos precio de como sol?an", ibid, p. 72. 78 4 enero 1527: se exige a los comerciantes tener sus aranceles en
lugar visible; multa de 20 pesos de oro, ibid, p. 114; 4 marzo 1527, se
pregona que los comerciantes lleven sus aranceles al cabildo para ser
tasados, y se impone una multa de 10 pesos de oro al que no lo haga as?, ibid, pp. 124-125; 7 mayo 1527, se ordena que se recojan los aran
celes ya "tasados e moderados", y que se cumpla con ellos bajo pena de multa de 20 pesos de oro, ibid. pp. 130-131.
79 27 octubre 1525: se ordena sacar todos los puercos de los t?rminos
de la cibdad, para que no anden por las calles; pena: p?rdida del quin to de los puercos, ibid, p. 58; 13 abril 1526: se prohibe que los puercos
anden sueltos por las calles, y se se?ala sitio para su venta; pena: cual
quier persona podr? matar a los puercos y quedarse con ellos, ibid, p.
82; 18 septiembre 1526: se repite lo anterior y se aumenta a la pena una multa de 2 pesos de oro por cabeza; 15 octubre 1526, se repite la
orden, y se aclara que ni siquiera los podr? llevar por las calles el que fuera a pesarlos, ibid, p. 108; 4 enero 1527, se repite lo anterior y se
vuelve a se?alar sitio para la venta de puercos, ibid, p. 114; 4 marzo
1527, la misma orden; pena: 2 pesos de oro por cabeza y p?rdida de los
puercos; 22 enero 1528, la misma prohibici?n; se permite que, para lle
var los puercos al campo, salgan hasta una hora despu?s de salido el
sol y los regresen despu?s de la puesta, ibid, pp. 158-159; 5 junio 1528,
566 JOS? MATESANZ
se revoca la ordenanza que prohib?a vender puercos en la plaza, y se da
permiso de las 2 de la tarde a medianoche, ibid, p. 171. La prohibici?n de que transiten puercos por las calles de la ciudad, se repite en 1530? Actas II, p. 46.; en 1532, ibid, p. 191 y en 1534, Actas III, p. 79.
80 "Arrelde. s.m. Pesa de quatro libras. Comunmente se usa de ellas
para pesar la carne de las reses". Diccionario de la Lengua Castellana
compuesto por la Real Academia Espa?ola. Madrid, Joaqu?n Ibarra,
1780, p. 99 81 Esta equivalencia la he tomado de Jorge A. Garces, Patograf?a
Diplom?tica Espa?ola y sus peculiaridades en Am?rica, Publicaciones del
Archivo de la Ciudad, volumen 25, Quito, Casa de la Cultura Ecuato
riana, 1949. 82 Actas, I, p. 6
S3 ibid, p. 48. En la misma acta se fijan los precios de la gallina, "de la tierra buena que no sea polla",
en 4 reales, equivalente por lo
tanto a 1 arrilde de carne de puerco. Un gallo grande, "de papada", se
daba a 6 reales y un conejo a 2.
84 ibid, p. 57. ?5 ibid, p. 80.
86 Loe. cit.
87 Ibid, p. 81.
SS Ibid, p. 83. ?9 Ibid, p. 108.
90 Ibid, p. 124. 91 Ibid, pp. 129-130. 92 ibid, p. 161.
-93 ibid, p. 110.
94 Ibid, pp. 117, 133, 134, 136, 139, 142, 147. 95 Ibid, pp. 163, 176-177, 177, 180, 183. 9? Actas II, pp. 64, 64-65, 67, 70, 74. 97 Ibid, pp. 92, 93, 105. 98 Ibid, pp. 92, 93, 105. (cfr. nota 16). 99 Actas HI, p. 56.
100 Actas II, p. 81.
101 Ibid, p. 94. 102 ibid, p. 13.2. 103 ibid, p. 172. En esta acta se dan dos precios para la carne de
carnero; castrado, 50 maraved?s; sin castrar, 44 maraved?s. He escogido el precio mayor porque, de acuerdo con una queja que se da al cabildo,
los carniceros venden ambos tipos de carne a este precio, dando una
por otra, ibid, p. 174. 104 Loe. cit.
106 Actas III, p. 17. 106 ibid, p. 43.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS EN EL SIGLO XVI*
Enrique Florescano El Colegio de M?xico
S?lo en dos ?ltimos a?os se ha observado un inter?s mayor de parte de los investigadores hacia los problemas que plan tea el abasto en el desarrollo de la sociedad colonial. Sin
embargo, en la mayor?a de los casos, el problema del abasto ha sido estudiado de un modo subsidiario, colateral a otros
temas. En virtud de estas circunstancias se desconoce todav?a
la importancia que tuvo el abasto en el crecimiento de las ciu
dades, en la formaci?n y desarrollo de los caminos, puertos, reales mineros, presidios, etc., as? como sus relaciones y efec
tos sobre el progreso de la agricultura en la colonia.
El trabajo que aqu? presentamos, se reduce a estudiar al
gunos de los principales problemas del abasto de granos, par ticularmente del ma?z y del trigo, en el primer siglo de la
colonia. Junto a este tema central se tratan otros con ?l co
nectados, como los de la agricultura, los precios y la legisla ci?n de granos. En la primera parte estudiamos los proble
mas que plante? el abasto en la ciudad de M?xico y las
medidas que se adoptan para su soluci?n. En la segunda, destacamos las caracter?sticas que asumi? la agricultura de
granos en el territorio de la Nueva Espa?a y su relaci?n con
el abasto de las ciudades, reales mineros y centros de consu
mo. La tercera y ?ltima parte est? dedicada a estudiar la
legislaci?n de granos, o sea la pol?tica alimenticia que adop t? la administraci?n colonial en el siglo xvi.
* Nos orill? a estudiar este y otros temas de historia econ?mica el
doctor Silvio Zavala, en un seminario sobre historia colonial que dirigi? en el Colegio de M?xico en el a?o de 1963. Al doctor Zavala quien diri
gi? la investigaci?n y revis? el manuscrito, al doctor Gonzalo Aguirre Beltr?n y a don Luis Ch?vez Orozco, quienes nos hicieron valiosas indi
caciones sobre su tratamiento, les debe mucho este trabajo.
568 ENRIQUE FLORESCANO
Para elaborar este estudio se han utilizado, en la primera y segunda parte, colecciones de documentos y obras impresas. Entre ?stas, nos fueron
particularmente ?tiles las siguientes: The Aztecs under Spanish Rule, La formaci?n de los gran des latifundios en Mexico y El tributo ind?gena. En la ter cera parte utilizamos materiales in?ditos del Archivo Muni
cipal de la Ciudad de M?xico (Archivo del Antiguo Ayunta miento) y del Archivo General de la Naci?n.
I. El abasto de M?xico-Tenochtitlan
Apenas han pasado unos d?as despu?s de la ca?da de la
gran Tenochtitlan cuando ya los problemas de abasto y ali
mentaci?n del grupo espa?ol que ha conquistado la metr?
poli del Valle de M?xico se perfilan con toda claridad. Des
pu?s de meses de guerra y destrucci?n, y de la confusi?n natural que sigue al cambio de poder, los espa?oles empren
den la lenta y dif?cil tarea de organizar las tierras conquis tadas. Se comienza por la limpia y el saneamiento de Te
nochtitlan; sigue luego el reparo de sus calzadas y acequias,
imprescindibles para hacer llegar los alimentos. M?s tarde, Cort?s y los suyos ponen los ojos sobre los libros pintados donde se se?ala la contribuci?n que los pueblos tributarios
entregaban a Moctezuma y que ahora se dar? a los espa?o
les. As?, con los "frutos de la tierra", el tributo y los indios de servicio, se intenta solucionar la cuesti?n del abasto en
los primeros a?os de la colonia. (V?ase l?mina n?m. i)
Los obst?culos iniciales. Sin embargo, el problema de man
tener avituallada a una ciudad de las proporciones de M?xico
Tenochtitlan, en donde conviven ahora "dos rep?blicas", la
de espa?oles y la de indios, y que adem?s est? rodeada por
agua, presenta barreras y complicaciones que lo hacen cada
vez m?s dif?cil. Un primer obst?culo para el aprovisiona miento de la ciudad, fue su tradicional incapacidad para
autoabastecerse. En efecto, como lo han probado investiga
ciones recientes, las ?reas f?rtiles de los alrededores de la
ciudad nunca fueron suficientes para satisfacer las necesida
des urbanas de ma?z, el alimento esencial. Por otra parte,
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 569
dice Gibson que no hay evidencias, en la ciudad de M?xico, de un sistema de propiedad agr?cola correspondiente al cal
pullalli de los pueblos. En lugar de ello, todas las propie dades urbanas conocidas eran del tipo de propiedad privada, y se destinaban a uso residencial. Ciertamente, el ma?z era
sembrado por los indios dentro del per?metro de la ciudad en las famosas chinampas, pero el principal producto que se
sacaba de all? era el elote tierno y no la mazorca plenamente desarrollada. Por otro lado, afirma el mismo Gibson que las ?reas irrigadas del sur de la ciudad ?a lo largo del canal
principal? y la f?rtil regi?n del oeste, en Tlaxpana y en
San Antonio de las Huertas, aun cuando eran zonas agr?co
las de gran productividad, sus cosechas consist?an en legum bres m?s que en ma?z.1 A ello hay que agregar el car?cter
pol?tico-administrativo y de centro ceremonial que ostentaba Tenochtitlan y que frustr? el desarrollo de una clase de agri cultores dentro de su l?mites. En su informaci?n sobre por
qu? los indios de M?xico y Santiago no pagaban tributos, dice
el doctor Zorita que los vecinos de Tenochtitlan no le tribu
taban nada a Moctezuma:
Por ser gente de guerra e hijos de se?ores y principales y ciuda
danos y criados suyos y oficiales, [que] no sembraban ni labraban,
y a esta causa no hab?a menester tierras y porque los dem?s pue blos comarcanos tributaban a ?ste. Y estas pocas tierras que habia
y hay donde se pudiera sembrar est?n en poder de los espa?oles, donde tienen labranzas, huertas y heredades, y otras tomadas para
ejidos y prados de la ciudad y para bald?os y pastos para el ga nado de las carnicer?as y para los bueyes y mu?as de las carretas
y para las arrias de los caballos, que son en gran cantidad. Y lo
dem?s es salitreras y ci?negas y anegadizos que no se puede sem
brar. Por manera [que los indios] aun para su comida lo compran de los ti?nguez, de lo que se trae de fuera, porque casi todos en
general son oficiales y andan siempre ocupados en las obras de
carpinter?a y alba?iler?a y en peones para ellos [los espa?oles], y
en otros oficios mec?nicos y en traer le?a y yerba y otros basti
mentos para la ciudad.2
En esta larga cita del parecer de Zorita, pueden verse con
claridad los otros problemas que dificultaban el abasto y el desarrollo de la agricultura en los alrededores de la ciudad
570 ENRIQUE F LO RESCAN O
de M?xico. Uno de ellos, el que produjo repercusiones m?s
profundas en la vida del ind?gena, fue el de la apropiaci?n de las tierras por los espa?oles. Entre 1521 y 1535 se apode ran de las tierras que hab?a en las cercan?as de la laguna: de las tierras de riego de Tacubaya, Coyoac?n y Tacuba.
El fen?meno de la apropiaci?n de las tierras de indios por los espa?oles no s?lo provoc? una reducci?n en la superficie cultivable, sino que introdujo un problema mayor para la
agricultura ind?gena: la ganader?a. En efecto, desde la pri mera d?cada de la colonia la intrusi?n del ganado en las
tierras cultivadas y abiertas de los ind?genas se presenta como
un problema grav?simo en el progreso de la agricultura.3 Esta situaci?n y la inseguridad de los naturales para conser*
var sus tierras ante la acometida de los espa?oles, adem?s
del descenso de la poblaci?n ind?gena por causa de las gue rras y epidemias, favorecieron el abandono de las tierras de
indios y la consiguiente baja de la producci?n agr?cola. A todo lo anterior hay que sumar la escasa disposici?n
del europeo, en las primeros a?os de la colonia, para dedi
carse a una actividad que, como la agricultura, ofrec?a pocas
oportunidades de enriquecimiento debido a la ausencia de
un mercado remunerador. El desarrollo de la agricultura en manos de espa?oles no tuvo lugar sino hasta despu?s de
1550, cuando las causas que propiciaron el decaimiento de la
agricultura ind?gena comenzaron a hacer sentir sus efectos,
y cuando el aumento de la poblaci?n europea y de la deman
da de alimentos impulsaron el alza de los precios. Pero
entre 1521 y 1550 el problema del abasto y de la agricultura trat? de resolverse, como veremos adelante, resucitando los
antiguos sistemas ya probados por Moctezuma, con los que se
hibridaron m?todos de car?cter burgu?s que beneficiaron
particularmente al consumidor citadino en perjuicio del agri cultor ind?gena.
Medidas adoptadas para asegurar el abasto de M?xico-Te
nochtitlan. De entre todas las vituallas y alimentos necesa*
rios para el sostenimiento de M?xico-Tenochtitlan, ninguno fue tan indispensable y valioso como el ma?z ?la base de la
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 571
alimentaci?n ind?gena? y el trigo, el equivalente de aquel para los espa?oles. La escasez de estos dos cereales funda
mentales oblig? a las autoridades coloniales a desarrollar una
pol?tica administrativa que asegurase la provisi?n constante
de ambos granos. Sobre todo cuando la falta de lluvias o su exceso, una helada tempranera
o una mala granizada,
pod?an arruinar con extrema facilidad la cosecha de todo un
a?o, provocando la cl?sica y terrible secuela de escasez, ham
bre, epidemias, acaparamiento, alza de los precios, etc?tera.
Pero si en los primeros a?os de la colonia la soluci?n al
problema del abasto de ma?z fue m?s bien de orden pol?tico administrativo, no ocurri? lo mismo con el trigo, que ade
m?s de ser un cultivo extra?o, requer?a para ser adoptado por el ind?gena de cambios profundos en lo tecnol?gico y en
lo social que no era posible que ?ste asimilara en unos cuan
tos a?os. La demanda de trigo por parte del grupo europeo se present? apenas pasado el momento de la conquista, tiem
po en que el espa?ol tuvo que alimentarse exclusivamente de ma?z, frijol y de las "gallinas de la tierra" (guajolotes). Y como el "pan de Castilla" todav?a no se produc?a en nueva
Espa?a, se pens? en importarlo. S?lo que al principio los oficiales de la ciudad de Sevilla se oponen a que salga trigo de Espa?a para las Indias y tiene que mandar el rey, por c?dula de 6 de noviembre de 1528, que "de essa dicha ciudad e sus comarcas se pudiese llevar a las dichas indias la dicha arina libremente, sin impedimento alguno".4
Ante estas dificultades para la importaci?n de harina y el alto precio que por ella se pagaba, los europeos intentaron
obligar a los indios a sembrar el trigo en sus milpas, al lado del ma?z. La experiencia fue desalentadora. Los ind?genas se rehusaron a sembrar el grano europeo; y otras veces, aun
cuando se esforzaron en ello, fracasaron. Sin duda porque el
cultivo del trigo requer?a riego, arado, t?cnicas y tratamien to especial que el ind?gena desconoc?a y que no pod?a apro
piarse en tan breve tiempo.5 A pesar de esto, a fines del a?o de 1535 el cultivo del trigo recibi? un fuerte impulso. El 8 de diciembre de 1535 comunica la reina al primer vi
rrey de Nueva Espa?a que debido a la gran seca experimen
572 ENRIQUE FLO RESCAN O
tada en ese a?o, especialmente en Andaluc?a, se han perdido las sementeras, por lo que ser? dif?cil abastecer a las pro
vincias de Indias con trigo de Espa?a. Manda por ello la reina que se siembre trigo
en Nueva Espa?a para "proveer
dello las dichas yslas y tierra firme".6 A partir de este mo
mento, con las facilidades que se dan para el cultivo del gra no europeo, se observa un mayor inter?s por parte de los
espa?oles hacia el cultivo del trigo. No ocurre lo mismo con
el trigo sembrado por ind?genas, que seg?n informa el virrey Mendoza a su sucesor,7 en lugar de progresar disminuye.
De todas formas, la producci?n de trigo en la primera mitad del siglo xvi fue muy reducida. El principal abasto de
la ciudad de M?xico y de la Nueca Espa?a sigui? siendo el
ma?z y los frutos de la tierra, adopt?ndose diversos m?todos
para asegurar la provisi?n constante de estos mantenimientos.
Don Antonio de Mendoza fue el primero en aplicar al
gunos de estos m?todos, mismos que se apresura a recomen
dar a su sucesor don Luis de Velasco:
Por causas que me movieron... di un mandamiento para que los corregidores de los pueblos comarcanos a M?xico trajesen a la
plaza p?blica della a vender todo el trigo y ma?z de sus corregi mientos conforme a las ?rdenes que los oficiales de S. M. diesen,
so ciertas penas, porque la Rep?blica padec?a necesidad a causa
de no hacerse as?... Mandar? V. S. que se guarde porque es con
veniente y necesario.8
Sobre todo, el problema del abasto trat? de resolverse en
los primeros a?os de la colonia a trav?s del tributo, fij?n dose como contribuci?n determinadas cantidades de grano y alimentos en lugar del tributo en dinero. Se decidi?, adem?s,
que la contribuci?n de medio real, fijada a los naturales, fuese cambiada por la de hacer una peque?a sementera de
ma?z, y se impuso a cada labrador ind?gena la obligaci?n de sembrar todos los a?os cierta cantidad de ma?z.9 Como
adelante examinamos la relaci?n entre el abasto y el tributo, s?lo interesa decir aqu? que durante la primera mitad del
siglo (1521-1550), los ind?genas fueron obligados a llevar sus
tributos de ma?z hasta la ciudad de M?xico o al pueblo m?s
Fragmento del Lienzo de Tlaxcala:
"Aqu? salieron a encontrar a los se?ores espa?oles, y les dieron toda clase de
alimentos".
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 573
cercano de su jurisdicci?n. Con ello, adem?s de asegurarse el
abasto, se benefici? enormemente al consumidor citadino,
puesto que se le ahorraban los gastos de transporte. Sin em
bargo, tales medidas no tardaron en suscitar cr?ticas entre
los defensores de los indios, que influyeron despu?s en las
disposiciones sobre abasto y tributos. As?, por ejemplo, Alon so de Zorita se?ala como una de las muchas causas que en
su opini?n han contribuido a la disminuci?n de los ind?
genas "el llevar los tributos en cada un a?o a los pueblos de
los espa?oles a sus cuestas, y de muy lejos y diferentes tem
ples, con mala y poca comida".10
Quiz? debido a estas cr?ticas, a partir de 1550 la corona
modific? su pol?tica administrativa en relaci?n al tributo
y al abasto. Diversas reales c?dulas dictadas entre 1552 y
1555 mandan que los corregidores y encomenderos no lleven
"comida" a los indios, y que el tributo de ma?z se deposite en los mismos pueblos de indios, corriendo el costo del trans
porte a cargo del beneficiado.11 Las nuevas disposiciones
provocaron, adem?s de protestas entre espa?oles y autorida
des,12 problemas diversos para el consumidor urbano. El
efecto m?s sensible, observado a partir de la mitad del siglo, fue el aumento del precio de los granos y de la especulaci?n.
El precio del ma?z resinti? un aumento considerable: de un
real la fanega hasta tres y m?s reales. El n?mero de los regato nes, quienes influir?n enormemente en el incremento de la
especulaci?n y de los precios, se multiplica y se hace m?s di
f?cil su vigilancia. Conviene adem?s recordar que la ciudad de M?xico pasa
en este tiempo por una etapa de crecimiento r?pido. A la
vez que centro de residencia de los poderes pol?ticos y admi
nistrativos, es la gran ciudad a la que llegan los nuevos po bladores, religiosos, aventureros y viajantes. En 1552 el vi
rrey Velasco calculaba, quiz? con exageraci?n, "entre espa?o les e indios, mestizos y negros y forasteros que vienen a
negocios ... doscientos mil bocas de ordinario: considere
V. M. de que se mantendr?n, no habiendo entre estos mil
labradores".13 Y todav?a el problema de abastecer a la ciu
dad se complica con la dificultad de importar alimentos y
574 ENRIQUE FLORESCANO
bebidas de Espa?a, que adem?s tardan mucho en llegar y tie
nen un alto costo y poco tiempo de conservaci?n.
Por todo ello y con el prop?sito de remediar en algo el
problema del abasto general de la ciudad, ordena la Audien
cia Real de la Nueva Espa?a, hacia los primeros a?os de la
d?cada de los cincuenta, que
dentro de veinte leguas, todos los pueblos de indios lleven los s?
bados a vender a esa ciudad de M?xico cien gallinas de las na
turales de la tierra y quatrocientas de las de castilla, y dos mil
y ochocientos huevos, y que hayan de darlos los huevos a dos ca
caos. .. y dem?s de traer los s?bados los huevos [se
orden? que
trajeran los indios] toda la le?a e yerba e carb?n y otros basti
mentos que son menester para essa ciudad de M?xico.**
Los abusos que encubr?an disposiciones como la citada, eran manifiestos: los huevos, en los pueblos de indios, cos
taban ocho cacaos. De modo que el ind?gena perd?a seis cacaos vendi?ndolos en la ciudad, adem?s del transporte y
los gastos de alimentaci?n. Estas medidas arbitrarias, afirma
la real c?dula que comenta estos abusos, son "causa que los
indios anden descarriados por montes y valles, ausentes de
sus mugeres e hijos, y sin doctrina, y que dem?s desto todav?a
los ganados y bacas comen los mayzales de los indios".10
Sin embargo, si se critican los atropellos que se cometen
en contra de los naturales, no se ordena terminar con la pr?c
tica porque los apremios del abasto son m?s poderosos que la necesidad de ejecutar la justicia. As?, se manda que los
indios que llevan bastimentos a la ciudad sean bien tratados
y que no se le ponga tasa a sus mercanc?as; pero si estas me
didas no surten el efecto deseado, se otorga poder a las auto
ridades para "compeler a los dichos indios".16
Innecesario es decir que en estos primeros a?os formati
vos de la colonia predomin? la idea de que era menester
compeler a los naturales para que suministraran los alimen
tos que requer?an las ciudades, los reales mineros y las obras
p?blicas. De todas estas exigencias, ninguna fue tan pesada como la muy practicada por funcionarios, oficiales y auto
ridades espa?olas e ind?genas, y que consist?a en exigir a los
indios alimentos y otras prestaciones para su
persona y casa.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 575
Tambi?n los curas, vicarios y frailes sol?an cargar al ind?gena con estas prestaciones, que adem?s, en la mayor?a de los
casos, no se retribu?an.17 Prueba de esto ?ltimo son los in
numerables caso en que los naturales se quejan contra espa
?oles, religiosos y caciques indios por exigirles comida y bas
timentos sin pagarles nada por ello.18 Los alimentos m?s
com?nmente solicitados de los ind?genas eran: ma?z, frijol, huevos, gallinas, pescado, chiles, frutas, hierbas, etc. La re
petici?n y la denuncia frecuente de estos casos motiv? una
carta del rey a la audiencia y oidores de la ciudad de M?xico, fechada el 3 de julio de 1555, en la que se manda pagar a
los naturales todos los alimentos que se les piden. Posterior
mente, en el a?o de 1577, como los abusos se suceden y el
visitador Valderrana ha informado sobre ello, se expide una
real c?dula por la que se ordena nuevamente pagar todos los bastimentos que se toman a los ind?genas.19
Cabe anotar un procedimiento m?s, mediante el cual los comerciantes y regatones obten?an de los indios ma?z, gar banzos, lentejas, trigo y otras semillas que luego ellos vend?an en los mercados de la ciudad. Con el fin de asegurarse la
entrega de los granos, los regatones adelantaban alg?n dine ro al ind?gena antes de la cosecha y aun de la siembra, con
el objeto de comprometerlo en la entrega cuando fuera el
tiempo de recoger la cosecha. Pero como en ocasiones ocu
rr?a que se perd?a la cosecha, o simplemente el ind?gena por
cualquier motivo no sembraba, entonces los regatones los ve
jaban e incluso motivaban que los indios abandonaran los
"pueblos donde son naturales". Para remediar esto mand?
don Mart?n Enr?quez el 8 de enero de 1580, que ninguna
persona comprara semillas ni adelantara dinero por ellas a
los indios antes de la cosecha.20 En fin, las disposiciones
adoptadas para solucionar el problema del abasto en los pri meros a?os de la colonia, muestran claramente que ?ste des
cans? en la producci?n agr?cola de los ind?genas. Por otro
lado, los m?todos empleados indican una tendencia cada vez
m?s acusada a favorecer el Burgo, la ciudad de espa?oles, en
perjuicio de las comunidades rurales de indios, que queda ban desprovistas de alimentos.
576 ENRIQUE FLO RESCAN O
Comunicaciones, transportes y mercados. Las rutas y caminos
que conectaban a M?xico-Tenochtitlan con los pueblos cer
canos de la laguna y con el interior de la Nueva Espa?a eran "
de dos tipos: una de agua por los lagos de Chalco y Xochi
milco; y otra terrestre, que comunicaba a la ciudad con los
principales centros de colonizaci?n y de abasto del interior.
La primera, sobre la que los ind?genas segu?an mante
niendo primac?a, era un camino de canoas que, desde los
extremos del lago de Chalco, pasaba luego por Xochimilco,
penetraba en la ciudad por la acequia real y ven?a a termi nar cerca de la plaza principal. Por este camino de agua entraban a la ciudad la mayor parte de las legumbres, pro ductos de hortaliza, flores y otros alimentos de Xochimilco, adem?s del ma?z de Chalco.
Las rutas terrestres, sin duda las m?s importante, las des
cribe as? Gibson:
Las rutas comerciales m?s importante del Valle eran las mismas
que las de los tiempos anteriores a la Conquista. Pero con el
tiempo, el trazo de los caminos se ampli? y modific? de acuerdo
con los intereses comerciales de los espa?oles. Nueve grandes ru
tas, cada una con su importancia y prop?sito especial, ligaron al
Valle con las ?reas externas de Nueva Espa?a. Los caminos nor
te?os hacia Zacatecas y Pachuca conectaban a la capital con las
minas. El camino a Toluca permit?a la comunicaci?n con Michoa
c?n y el Oeste. Dos caminos directos al sur, uno a Cuernavaca y otro a Cuauhtla, establec?an contacto con el Marquesado, tierra
caliente y los puertos de Acapulco y Huatulco en el Pac?fico. Dos
rutas directas a Puebla, una de las cuales cruzaba el famoso pue blo de bandidos de R?o Fr?o, comunicaban con Veracruz, el Valle
de Atlixco, Iz?car y Oaxaca. Finalmente, otros dos caminos al
oriente, uno v?a Tepetlaoztoc y Calpulapan, y el otro v?a Otumba
y Apam, ofrec?an comunicaci?n adicional con Xalapa y Veracruz.
Virtualmente, todo el abasto que no proven?a del Valle mismo, en
traba a la ciudad por una u otra de estas rutas: mercanc?as de
Europa, v?a Veracruz; plata, ganado, cueros, lana, granos y otros
productos agr?colas, por los caminos del norte; cerdos, por Apam,
Calpulalpan y Toluca; trigo, por Atlixco y Tehuac?n; ma?z por
Toluca, Tepeaca, Ixtlahuaca y Metepec; az?car por Cuernavaca e
Iz?car; ?ndigo por Michoac?n. Este pesado tr?fico en los caminos
siempre produc?a serias consecuencias para los pueblos de indios
por donde cruzaban. En la d?cada de 1540 cien recuas de mu?as
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS $77
pod?an estar entre Veracruz y la capital al mismo tiempo. Tacuba, en el siglo xvi, regularmente albergaba trecientas mu?as para el
transporte de mercader?as entre ese lugar y Toluca.2l
Los medios de transporte m?s comunes eran las mu?as, las carretas (cuando lo permit?an los caminos), las canoas y
muchas veces los mismos indios. Motolin?a, impresionado por el constante tr?fico y comercio de M?xico Tenochtitlan, describe as? el movimiento de abasto de la ciudad:
Andan ordinariamente cien harrias o recuas desde el puerto que se llama la Vera Cruz proveyendo esta ciudad, y muchas carretas
que hacen lo mismo; y cada d?a entran gran multitud de indios,
cargados de bastimentos y tributos, as? por tierra como por agua, en acallis o barcas... Todo esto se gasta y se consume en M?xico,
lo cual pone alguna admiraci?n, porque se ve claramente que se
gasta m?s en sola la ciudad de M?xico que en dos ni tres de Es
pa?a de su tama?o.22
El centro del intercambio comercial, principalmente in
d?gena, lo sigui? siendo, hasta muy avanzado el siglo, el tian
guis. Los m?s importantes y famosos tianguis de la ?poca de
la conquista, los de Tenochtitlan-Tlaltelolco, mantuvieron
su rango en las primeras d?cadas de la colonia. Gibson,
quien los estudia con cierto detalle, afirma que no sufrieron
transformaciones importantes con el establecimiento de los
espa?oles, y que se conservaron en ellos los productos y for
mas nativas de intercambio. S?lo al final del siglo, las listas
de productos que se venden revelan una intromisi?n desta
cada de los art?culos de "Castilla".23 Sin embargo, a partir de 1550, puede observarse con claridad que el abasto y los
intereses de la colonia espa?ola, van adquiriendo prioridad sobre las necesidades del mercado ind?gena. Ya hemos visto como en los primeros a?os de la d?cada de 1550, la Real
Audiencia orden? que todos los pueblos comprendidos den tro de un radio de veinte leguas llevaran a M?xico guajolo tes, gallinas, huevos y otros bastimentos. En 1551 Velasco
adopt? medidas m?s severas, que pr?cticamente segaron la
vida de los mercados de los pueblos de indios, con excep ci?n de los de M?xico y Texcoco. Todos los dem?s fueron
578 ENRIQUE F LO RESCAN O
obligados a vender ?nicamente tortillas, mazamorra, tamales
y algunas frutas. El prop?sito de Velasco fue asegurar la
mayor cantidad de gallinas, ma?z, huevos y cacao para la ciu
dad de M?xico, que padec?a escasez por causa de la epidemia de 1545-48. Poco despu?s, los mercados ind?genas de Tenoch
titlan y Tlatelolco cayeron bajo la supervisi?n de oficiales
espa?oles; finalmente, con la creaci?n del mercado de San
Hip?lito se acentu? su decadencia.24
Es notorio en todo caso que la cuesti?n del abasto de
M?xico-Tenochtitlan y de las otras "pueblas" de espa?oles se solucion? en un sentido burgu?s, con la tendencia a bene
ficiar exclusivamente al consumidor espa?ol de la ciudad y en detrimento del agricultor ind?gena. Pero adem?s, la vida
econ?mica y mercantil de los indios del Valle fue tambi?n
supeditada a los intereses de la poblaci?n europea. Los re
querimientos del europeo de la ciudad, poco a poco anula ron el desarrollo comercial que admir? a Cort?s y a Bernai
D?az del Castillo cuando contemplaron la intensa actividad de
los mercados de Tenochtitlan-Tlatelolco. Los efectos que este
fen?meno produjo en la vida del ind?gena fueron varios y
profundos. En primer lugar, hubo un recogimiento notable en las transacciones y por consecuencia una vuelta a sistemas
menos desarrollados de intercambio. Por otra parte, la ausen
cia de mercados donde satisfacer las necesidades de alimento
y cambio, oblig? a una parte de la poblaci?n a huir a regio nes de refugio, donde desarrollaron sistemas de autoconsumo.
Finalmente, debe apuntarse como resultado positivo de esta
transformaci?n el hecho de que la poblaci?n ind?gena que continu? viviendo en la ciudad, o en sus cercan?as, se vio
expuesta a un ritmo mayor de aculturaci?n y mestizaje so
cial.26
El abasto y el tributo. Ya hemos dicho que al principio de
la colonia los naturales dieron como tributo gran cantidad
de frutas y semillas, principalmente ma?z, frijol, aj?, cacao,
y tambi?n animales: guajolotes, gallinas, pescado, etc., ali
mentos que fueron la base del sustento europeo. Pero la
tributaci?n no fue uniforme; tan s?lo en el siglo xvi se ex
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 579
perimentaron varios sistemas en la forma de tributar. Por
ejemplo, algunos pueblos de indios en lugar de pagar su tri
buto en especie, como era la costumbre en los primeros a?os, lo dieron en dinero.26 Probablemente la demanda de ali
mentos que hac?an las ciudades, tuvo algo que ver con este
cambio; as? lo deja ver al menos el siguiente texto:
Ahora [1532] parece que en algunos pueblos quieren m?s el
ma?z y mantas para contratar, y dan de mejor gana el oro, porque en sus tratos ganan para el tributo y para su mantenimiento.^
Despu?s de 1550, tiempo en que se agudizan los problem mas del abasto y se nota un mayor cuidado en las autorida
des por reglamentar esta materia, se vuelve a exigir el tributo
en una o dos especies: ma?z y trigo, o ambos cereales a la
vez. Sin embargo, a partir de esa misma ?poca los problemas se
complican, como
puede observarse en los a?os en que go
bierna el virrey Velasco. Contribuye a hacer m?s grave esta
situaci?n la supresi?n del servicio de "acarreto" que daban
los indios, conduciendo las especies tributadas a las pobla ciones y minas, donde eran vendidas por los encomenderos
o por los oficiales de la Real Hacienda. El efecto producido por estas medidas fue inmediato: la cantidad de granos y alimentos que antes llegaba a las ciudades disminuy? nota
blemente, mientras que por el contrario los precios de los
cereales principales se elevaron.
Con objeto de frenar esta tendencia, el virrey Velasco
trat? de imponer a los pueblos de indios la obligaci?n de
hacer ciertas sementeras, pidiendo para ello poder al rey para se?alar de oficio en las tasaciones algunas cantidades de es
pecies como parte del tributo. El poder que el virrey solici
taba le fue concedido en febrero de 1556, e inmediatamente
hizo uso de esas facultades mandando conmutar a especie parte de los tributos en met?lico que daban varios pueblos:
Xochimilco, Huejotzingo, Tenayuca, Tepeaca, Texcoco, etc.28
A pesar de todo, entre 1550 y 1555, se observa una gran escasez de granos y de alimentos en general, a la vez que una continua elevaci?n de los precios (v?ase gr?fica 1). Es tos fen?menos guardan estrecha relaci?n con el descenso de
58o ENRIQUE FLO RESCAN O
la poblaci?n ind?gena (epidemias) y de la producci?n de los naturales. Est?n relacionados, igualmente,
con el aumento
de la poblaci?n espa?ola y de la demanda de alimentos en
las ciudades y reales mineros. Desafortunadamente, la admi
nistraci?n colonial no pudo desarrollar una pol?tica eficaz
que limitara los efectos de estos fen?menos sobre el binomio
agricultura-abasto. Su acci?n se limita, por lo tanto, a pre
sionar a la poblaci?n ind?gena en un intento por hacer que este grupo siga soportando el peso de la colonizaci?n. As?, en 1558, manda el virrey que todas las tierras vacantes utili
zables sean distribuidas entre los macehuales, a fin de que las pongan en cultivo. Esta
disposici?n, como apunta aguda
mente Gibson, es importante no porque fuera obedecida, sino porque indica que los espa?oles todav?a esperaban en
esta ?poca reforzar la agricultura ind?gena, con objeto de que
siguiera siendo ?sta el sost?n de la sociedad espa?ola.29 Y como esas
providencias no
producen el efecto deseado,
se insiste entonces en el tributo. Es sintom?tico que por estos
a?os, 1553, mande el rey a la Audiencia de la Nueva Espa?a
que realice investigaciones detalladas acerca de los tributos
y manera de vivir y gobernarse los indios antes de la con
quista. Al a?o siguiente, las informaciones obtenidas de an
cianos y pinturas antiguas, revelan que en tiempos de Mocte
zuma los pueblos sometidos tributaban m?s de 100 000 fane
gas de ma?z y cerca de 90 000 de frijol, adem?s de otras
semillas, alimentos, ropa, oro, plumas preciosas, etc.30
Poco tiempo despu?s, entre 1561 y 1564, se vuelven a soli
citar informes sobre los tributos que daban los indios, espe cialmente los de la ciudad de M?xico, que no lo pagaban a
los espa?oles.31 Las investigaciones que se hacen en este sen
tido y la progresiva merma del tributo en especie, favorecen
las medidas que adopta el visitador Valderrama. En efecto,
una Relaci?n de lo que rentaban al rey varios pueblos de
Nueva Espa?a antes de la llegada del Licenciado Valderrama
y despu?s, fechada en 1564, muestra que el visitador acre
cent? los tributos de ma?z en 12 178 fanegas, elev?ndolo a
un total de 33 178 fanegas.32 El gran descenso que muestra
la cifra de tributaci?n de ma?z en esta ?poca, a pesar del
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 581 aumento de Valderrama, indica con claridad la decadencia
de la agricultura ind?gena y la necesidad de reforzarla con la
iniciativa espa?ola. Esto es lo que va a ocurrir a partir de
1570. Por otra parte, los datos anteriores muestran la enor
me importancia que tuvo el tributo ind?gena en la vida eco
n?mica de la colonia. Como lo ha se?alado suficientemente
el doctor Jos? Miranda, el tributo, al proporcionar alimento
seguro y barato a los espa?oles, hizo posible que ?stos pudie ran dedicarse a empresas m?s productivas. Esta caracter?stica
del tributo fue claramente percibida por los espa?oles. As?,
por ejemplo, el obispo de Antequera dice en 1565, refiri?n
dose a las poblaciones de nuevo establecimiento:
Convendr?a y aun ser?a necesario que a todos los pueblos natu
rales comarcanos a ellas les mandase S.M. diesen todo su tributo
en ma?z, y en todos los dem?s mantenimientos que por all? se
diesen, con lo cual ser?an prove?dos los espa?oles de mantenimien
tos y S.M. y los encomenderos no perder?an nada, sino antes gana
r?an, ... y los nuestros estando preve?aos de mantenimientos, se
emplear?an en otras granjerias m?s gruesas y de mayor inter?s, asi
para S.M. como para ellos?^
Sin embargo, en numerosas ocasiones no fueron suficien
tes los art?culos alimenticios recaudados por concepto de tri buto para abastecer a las ciudades afectadas por crisis de escasez. En tales casos, adem?s de las medidas ordinarias, se
llegaba incluso a decretar el abastecimiento forzoso. Consis t?a este procedimiento en exigir que el ma?z que se tributaba a la corona o a los encomenderos, se llevara forzosamente ?
la zona afectada, donde se distribu?a. A este expediente se
acudi? en el caso de Michoac?n, en 1543, en el de Colima en
1551 y 1554 y en el de M?xico en varias ocasiones.34 Ade^
m?s, el tributo no ?nicamente asegur? el abasto de las ciu
dades y reales mineros, tambi?n a trav?s de ?l se procur? asegurar el aprovisionamiento de colectividades y empresas de ?ndole p?blica. As?, por ejemplo, el 17 de septiembre de
1599 dispuso el virrey que se acudiera al convento de Santo
Domingo de la ciudad de M?xico, con las gallinas de tributo
del pueblo de Coatepec.35 Otro caso ocurri? en junio de
1542, cuando Mendoza orden? al corregidor de Tlacotalpan
582 ENRIQUE F LO RESCAN O
viera qu? cantidad de ma?z pod?an ofrecer los habitantes de
ese pueblo, porque se necesitaba para el "proveimiento de las
personas que andan en la obra del muelle".36
II. La expansi?n colonizadora, el abasto y la agricultura
Apenas se ha asentado el poder espa?ol en M?xico-Te
nochtitlan cuando ya se inicia la gran ola colonizadora que llevar? a Cort?s, Alvarado, ?u?o de Guzm?n, Ibarra, Del
R?o y a otros muchos, a incorporar
nuevas tierras al dominio
de la corona espa?ola. Y junto a la penetraci?n conquista dora nacen, al crearse las "pueblas", los reales mineros y las
misiones, nuevos problemas de abasto, de transporte y de co
municaci?n. Parejamente a este impulso expansivo, el trigo
y el ma?z extienden sus ?reas de cultivo, reproduci?ndose en
tierras antes v?rgenes o aclimat?ndose en nuevas latitudes.
En todos los casos y seg?n las caracter?sticas de la regi?n, de
la poblaci?n y de las necesidades de abasto, la agricultura va
adquiriendo rasgos propios y distintivos de una zona a otra, determinados por los l?mites y requerimientos que la frenan o la desarrollan.
En los valles de M?xico, Toluca y Puebla-Tlaxcala se ob
serva un paisaje mestizo en los cultivos (trigo y ma?z) y un
acentuado desarrollo de la agricultura y de las t?cnicas agr?co las, que es favorecido por la demanda que ejercen los grandes centros de consumo. En las tierras de Oaxaca, Chiapas y
Yucat?n, de escasa poblaci?n europea y agricultura maicera
de tradici?n milenaria, la producci?n agr?cola apenas cubre
las necesidades del consumo. En cambio, por el occidente y el norte, siguiendo la ruta de los reales mineros y de las mi
siones y presidios, aparecen y se desarrollan las primeras se
menteras de trigo y de ma?z, destinadas a alimentar a los
colonos, trabajadores mineros, ind?genas, negros y misione
ros, que llevados por la plata y el oro, por la fuerza o por el
impulso de ganar almas, se enfrentan a los peligros que im
pone la colonizaci?n y la vida en tierras desconocidas.
Las l?neas que siguen intentan bosquejar algunas de las
principales caracter?sticas que asume la geograf?a y la pro ducci?n de granos en las diversas regiones de la Nueva Espa?a.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 583
Geograf?a y producci?n del ma?z y el trigo. Hacia 1550 los
esfuerzos para que el ind?gena sembrara trigo al lado del ma?z
hab?an fracasado de un modo rotundo. La relaci?n de los
tributos entregados a los encomenderos y a la real hacienda
se?ala cantidades peque??simas del cereal europeo. En 1559 el virrey Velasco, acuciado por la demanda de trigo, realiz? un ?ltimo intento: permiti? que algunos tributarios ind?ge nas de la corona fueran obligados a cultivar ciertas cantida
des de trigo. Sin embargo, al cabo de dos a?os, en 1561, tuvo
que anular su orden al comprobar que los indios no s?lo no
cosechaban casi nada de trigo, sino que incluso muchas veces
compraban el cereal europeo para poder satisfacer la parte
que les correspond?a dar como tributo.37
As?, pronto se convencieron los espa?oles que para comer
pan de trigo ten?an que ser ellos mismos quienes dirigieran el cultivo del cereal, seg?n las t?cnicas y conocimientos euro
peos, pero con mano de obra ind?gena. Como veremos ade
lante, el cultivo de trigo en manos de espa?oles se desarroll?
r?pidamente en aquellas regiones que ofrec?an agua, mano de
obra abundante y un mercado remunerador. En cuanto al
ma?z, que sigui? cultiv?ndose en las zonas de poblaci?n ind?
gena, su cultivo se extendi? desde mediados y fines de siglo
por el occidente y el norte, sufriendo transformaciones im
portantes en el Valle de M?xico, al aparecer los primeros ranchos y haciendas maiceras de espa?oles.
A) La comarca de M?xico. La ciudad de M?xico, como
en tiempos de Moctezuma y como en nuestros d?as, oblig? a
los habitantes del Valle e incluso a zonas alejadas de ?l, a
desarrollar una agricultura espec?ficamente dirigida a su abas
tecimiento. Por su condici?n pol?tico-administrativa, la gran ciudad nunca pudo crear dentro de sus l?mites los recursos
agr?colas que la alimentaran. As?, desde la ?poca prehisp? nica, los alimentos esenciales le llegaban de fuera. Poco antes
del arribo de los espa?oles, los principales abastecedores de
la ciudad en ma?z y otros bastimentos eran: Apan (que tribu
taba 16 300 fanegas de ma?z), Toluca, Quahuacan, Oquila,
Tepequiaquilco, Tepeaca (que tributaban 8 200 fanegas cada
uno), adem?s de Petlalco, Cuernavaca, Chalco, Atotonilco y
584 ENRIQUE FLORESCAN O
otros pueblos sujetos que proporcionaban
menores cantida
des de ma?z.38 Esta tendencia se continu? al implantarse el dominio espa?ol, pues el tributo de la corona en ma?z se des
tinaba en su mayor parte a satisfacer los
requerimientos de
la gran ciudad, en la cual se vend?a y distribu?a. Sin em
bargo, las modalidades que asumi? la colonizaci?n espa?ola hicieron que poco a poco se fueran integrando zonas agr?co las y de abastecimiento limitadas y precisas. As?, en oposici?n a la tendencia imperial de la ?poca de Moctezuma, que obli
gaba a pueblos y regiones distintas a suministrar el abasto
de la capital, surgi? una tendencia neofeudal que dividi? a
la Nueva Espa?a "en regiones econ?micas con fuerte incli
naci?n a la autosuficieucia y cimentadas, la mayor?a de ellas,
en una polaridad urbano-rural que fortaleci? la divisi?n pri maria entre campesinos ind?genas y burgueses espa?oles".30
Este fen?meno se ejemplifica con claridad, en los primeros a?os de la Colonia, en los alrededores de la ciudad de M?
xico. El abasto de la ciudad depende en este tiempo no ya de regiones
tan alejadas
como Atotonilco o Cuernavaca, sino
m?s bien de un cintur?n de explotaciones agr?colas que la
rodean: Tacuba, Chalco, Tlanepantla, Cuautitl?n, Tepozo
tl?n, Huehuetoca, Texcoco y Toluca, pueblos y regiones que
aportan la mayor cantidad de ma?z con que se nutre la ciu
dad.
Por lo que toca al trigo, como la ciudad contaba con po blaci?n europea numerosa, se vio pronto surgir
en sus alrede
dores sementeras de trigo, que se ubican en las mejores tie
rras: en las tierras de regad?o. Los primeros virreyes, Men
doza y Velasco, dieron tierras a los espa?oles "dentro de dos
leguas alrededor de esta ciudad. .. para sembrar trigo en
tierras que se
averiguaba no se labran por naturales, de que
se cogen cincuenta o sesenta mil fanegas de ello".40
En la zona que rodea a la capital se calcula que hab?a
unos 115 labradores espa?oles, algunos de los cuales sembra
ban hasta 200 y 400 fanegas de trigo, aun cuando la mayor?a s?lo sembraba entre 30 y 60 fanegas. Hacia el norte y por el a?o de 1569 exist?an numerosas explotaciones agr?colas en
Huehuetoca, en Tepotzotl?n y en la zona de Coatepec-Chal
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 585 co. "En 1602, el juez repartidor de Tepotzotl?n enumera
96 haciendas de labor en su distrito, que abarcaba una regi?n extensa, alargada hacia el norte desde Tlanepantla hasta Te
peji y Tula; se cosechaban en esas haciendas 13 447 fanegas de trigo... 1 952 fanegas de avena y un poco de ma?z".41 Es
tas explotaciones trigueras del norte de la ciudad, junto con
las de Tacuba-Coyoac?n, tambi?n especializadas en trigo, son
uno de los primeros ejemplos de agricultura comercial, diri
gida al consumo de la ciudad.
B) Zona Puebla-Tlaxcala. El valle poblano-Tlaxcalteca,
regado por el Atoyac y el Nexapa, ofreci? condiciones muy favorables al desarrollo de la agricultura, suministrando ade
m?s una abundante mano de obra ind?gena. Entre los cen
tros de producci?n agr?cola de esta zona destacan Tehuac?n,
Atlixco, Cholula, Huejotzingo, Tepeaca y Tecamachalco, es
pecializados en ma?z y trigo. El Valle de Atlixco, en las cercan?as de Puebla, fue uno
de los primeros centros agr?colas de Nueva Espa?a especia lizados en trigo. Las excelencias del lugar impulsaron a las
autoridades coloniales a favorecer su desarrollo, concedi?n
dole a los agricultores espa?oles trabajadores indios. Fran
?ois Chevalier se?ala que los agricultores espa?oles de Atlixco
no trabajaban personalmente la tierra, pero cuidaban de ma
nera directa sus explotaciones y resid?an en el lugar mismo. El Valle de Atlixco, llamado el Valle de Cristo "por su fer
tilidad y abundancia y sanidad y templanza de aires",42 le
vantaba una cosecha de 100000 fanegas de trigo; mientras
que en el Valle de San Pablo, cercano al de Atlixco, sesenta
espa?oles produc?an de 70000 a 80000 fanegas. En suma,
dice Chevalier, "durante el siglo xvi era ?sta, sin g?nero de
duda, la zona m?s rica y mejor cultivada de todo el pa?s; abastec?a en especial a la flota de Espa?a, cuyas necesidades
pasaban de 40 mil fanegas seg?n el virrey Velasco II, y ex
portaba trigo a La Habana y a las Antillas".43 Como es el caso de las explotaciones trigueras de los alrededores de M?
xico, observamos aqu? el r?pido desarrollo de una agricultura eminentemente comercial que produce altos rendimientos eco
n?micos.
586 ENRIQUE FLORESCAN O
En conjunto, la zona poblano-tlaxcalteca y los Valles de
M?xico-Toluca eran los principales
centros agr?colas del si
glo xvi. As? lo indican los datos anteriores y las investiga ciones de Lesley Byrd Simpson sobre la explotaci?n de la
tierra en el M?xico central. Por ejemplo, seg?n las estima
ciones de este investigador, la regi?n de Toluca ten?a desti
nadas a la agricultura 779 caballer?as que cultivaban espa?o
les, mientras que otras cuarenta las explotaban ind?genas. La
regi?n del Valle de M?xico dedicaba 2059 a la agricultura, de
las cuales 1098 eran de espa?oles y 151 de ind?genas. Sobre
todas estas destacaba la regi?n de Puebla, que dedicaba a la
agricultura 2 067 caballer?as bajo explotaci?n espa?ola, m?s
217 de ind?genas.44
C) Zona pionera del Occidente y Norte de la Nueva Es
pa?a. Desde el punto de vista de la expansi?n agr?cola, la
zona pionera que sigue la ruta de los actuales Estados de Mi
choac?n, Jalisco y Colima, hacia el occidente, y la que va al
norte, por Quer?taro, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis
Potos? y Durango, ofrece aspectos de gran inter?s para el es
tudio de la agricultura y el abasto en el siglo xvi.
Veamos primero las caracter?sticas que presenta la regi?n
occidental. Hacia 1585, en los l?mites de Michoac?n y Ja lisco, la expansi?n colonizadora hab?a ya dejado huella pro funda en la agricultura. Por Zintzutzan, "San Hier?nimo
Purenchenquaro y San Pedro Xarequaro", se mencionan en
este tiempo sementeras de trigo y "mucho trigo de lo que llaman siete espigas, y de lo com?n y ordinario",45 el cual se
cultivaba aprovechando las numerosas aguas que ba?an esa
regi?n. En las cercan?as de Guadalajara el trigo y el ma?z eran
abundantes; parte de sus cosechas se destinaban al abasto de
Zacatecas y de los reales mineros pr?ximos. "C?gese en aque
lla comarca mucho trigo, y hay muchas estancias de ganado
mayor y algunas de ganado menor",46 afirman unos viajeros
en 1585. Coexiste, con el cultivo del trigo, el de ma?z, necesa
rio para atender el consumo ind?gena y de las bestias de
carga. Hay tambi?n molinos, "donde se muele todo el trigo
que aqu? se gasta; muele cada piedra entre noche y d?a de
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 587
veinte hanegas arriba". Un excelente relato de fines del si
glo xvi nos ilustra sobre las particularidades que presenta la
agricultura de trigo y de ma?z en la regi?n donde se asienta
la villa de Guadalajara:
Lo que m?s en grueso se siembra en las cercan?as de esta ciu
dad es trigo, y todo ello de riego, sin esperar ni haber menester
agua del cielo; son las cosechas cert?simas, s?lo tienen alg?n ries
go de los hielos de mayo y abril, cuando est? ya en zurr?n o espi
gado; si?mbrase por septiembre y octubre. No siembran en este
reino con aguas del cielo como en Nueva Espa?a, por dos razones:
la primera, porque aqu? comienza a llover tarde, que es por fin
de junio, y hiela luego por octubre y toma los trigos en leche; la
segunda, porque el trigo de temporal no sale bueno, sino prieto
y a?ublado, y lo de riego sale maravilloso. Las tierras son gene ralmente ?acas que no acuden m?s que a diez por fanega, algunas a veinte, pero pocas. Distan las labores de esta ciudad, la que
m?s lejos, doce leguas; v?ndese el trigo por pragm?tica a dieciocho
reales; trag?nase en mu?as a costa de los due?os, mu?lese en los
molinos arriba dichos. Tambi?n hay espa?oles que siembran ma?z,
aunque pocos. Esta semilla acude a cincuenta, sesenta y ciento por
fanega; su precio es variable y sin pragm?tica, por causa de los
indios que los traen a vender a como pueden, que es a ocho rea
les, a doce y a diez y seis reales, como es el a?o.*?
Esta producci?n de trigo y ma?z no se concentra en los
alrededores de Guadalajara; en general se extiende por la
Nueva Galicia y va siguiendo los tres caminos qu? de Gua
dalajara van a Zacatecas. En Toluquilla, Tlajomulco, Cocu
la, Autl?n y hasta en Compostela
se cosechan ambos granos,
a base de cultivo de riego en muchos casos. Lo mismo ocurre
hacia el poniente y el norte de Guadalajara, en Tlala ( donde
se cosechan en una sola estancia "m?s de cuatro mil hanegas
de trigo"), Tequila, Aguacatl?n, Etzatl?n, etc.48
Junto con estos cultivos prosperan las estancias de ganado
mayor y menor y un tr?fico constante de mercanc?as que vie
nen de M?xico o van a los reales mineros, principalmente a
Zacatecas. Justamente, los tres caminos que salen de Guada
lajara rumbo a Zacatecas, han desarrollado a uno y otro lado
de sus orillas cultivos de trigo y ma?z, estancias de ganado
y ventas, todo ello destinado al abasto de los reales mineros
que ofrecen un mercado seguro y altos precios.
588 ENRIQUE FLORESCAN O
M?s al norte, siguiendo la costa del Pac?fico, en Culiac?n,
por ejemplo, las condiciones agr?colas y econ?micas cambian, debido a la distancia y poca productividad de la tierra. En la villa de Culiac?n, los pobladores son encomenderos y mer
caderes pobres; los caminos s?lo permiten el paso de las mu
las, neg?ndose a aceptar las carretas y los bastimentos son
excesivamente caros. Los tasajos y cecinas de vaca se venden
"a tres y cuatro pesos la arroba, y una vaca en pie cuando
la suele haber vale quince y diez y seis pesos". Los espa?oles de esta villa comen ?nicamente tortillas, "porque trigo no
se da en muchas leguas alrededor... Y aunque meten harinas
en recuas, son tan caras por los portes y la gente tan pobre
que casi ninguno la compra".49
Por el contrario, hacia el norte de la ciudad de M?xico, en Apaseo, cerca de Quer?taro, hay pueblos que "caen en
tierra de guerra, cercados de Chichimecas", y en donde se
localizan "algunas labranzas de trigo y muchas estancias de
vacas".50 La fertilidad de estas tierras, que poco a poco se
van ganando a los indios b?rbaros, induce a la creaci?n de nuevas ciudades, como es el caso de Lagos, que fue poblada por "la gran fertilidad de la tierra, y as? comenzaron a hacer
grandes sementeras de trigo y ma?z". En Lagos, despu?s del
trigo y del ma?z, se introdujo el ganado, "y aprob? este g? nero tambi?n y multiplic?se tanto que el d?a de hoy yerran
m?s de veinte mil becerros".51
El mayor problema que enfrentaban estos pioneros era el
del abasto de art?culos como ropa, aceite, vinos, vinagre, pasa,
almendras y otros g?neros, que ten?a que hacerse desde M?
xico pagando altos fletes. Sin embargo, compensaban estas
erogaciones con la venta de sus productos agr?colas, carne y cueros, en los reales mineros y en la misma ciudad de M?xico.
Desde Lagos, y siguiendo el camino que va a Zacatecas, las diez leguas que distan entre Teocaltich y Aguascalientes "est?n llenas de estancias de ganados mayores y labranzas de
trigo y ma?z, todo de espa?oles".52
Por el mismo camino y un poco antes de llegar a Zacate
cas, encontramos la villa de Jerez de la Frontera, que "por todas cuatro partes del mundo estaba rodeada de muchos ene
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 589
migos". Los soldados que defend?an esta villa de las acome
tidas de los indios, una vez terminada la guerra y
viendo que este valle era f?rtil?simo y abastado de pastos de gran de apruebo para ganados, se convirtieron... en labradores y tie
nen haciendas y heredades gruesas de ma?z, que en la vecindad
de la ciudad de Zacatecas, lo venden com?nmente de veinte a
treinta reales hanega, y este es el trato principal con que gran
jean y viven estos vecinos.^
El caso de Jerez de la Frontera es semejante al de Saltillo,
Trujillo, Nombre de Dios y el Valle del S?chil: son ciudades
y pueblos que viven de la venta de sus productos agr?colas, carne y mercader?as, en los reales mineros del norte. Salti
llo, como Jerez, es tambi?n poblaci?n de espa?oles que antes
fueron soldados "y ahora son labradores de trigo, que en oca
si?n de las muchas y buenas tierras y aguas que esta villa
tiene, han hecho muy buenas heredades y labores todas de
riego, donde se coge mucha cantidad de trigo y muy aventa
jado, que llevan a vender a la ciudad de Zacatecas, donde com?nmente vale a cuarenta reales el quintal".04 As? tam
bi?n Trujillo, al norte de Zacatecas, que cuenta con grandes estancias de ganado y abundantes cosechas de trigo de riego, comercia sus
productos en los reales mineros. Lo mismo acon
tece con el Valle del S?chil, tres leguas al norte de Llerena,
cuya producci?n de trigo y ma?z tiene salida en las minas comarcanas.05
Vemos pues como en estas regiones norte?as se ha des
arrollado a fines del siglo xvi una producci?n agr?cola im
portante, cuya base principal es el trigo de riego y secunda
riamente el ma?z. Es, adem?s, una explotaci?n agr?cola
manejada esencialmente por espa?oles y de un tipo marcada mente comercial. Toda esta
producci?n agr?cola gira alrede
dor de los reales mineros, donde como es voz com?n en la
?poca "ni se siembra ni se coge, ni se cr?a". En efecto, en
Zacatecas como en Pachuca y otros reales mineros, la tierra
no favorece a la agricultura. Adem?s, son en muchos casos
avanzadas de frontera, con poblaci?n blanca, ind?gena y ne
gra extra?a al lugar y ocupada esencialmente en el beneficio
590 ENRIQUE FLO RESCAN O
de las minas.56 Estas circunstancias y la lejan?a de los cen*
tros de abasto, a la vez que aumentan excesivamente el costo
de los mantenimientos, son un incentivo poderoso para la
reaci?n de zonas de producci?n agr?cola en los lugares f?r
tiles y pr?ximos a los reales mineros. No hay duda pues de
que el descubrimiento de las minas y su explotaci?n, as? como
la necesidad de abastecerlas, fueron los incentivos b?sicos
que propiciaron el desarrollo de la agricultura en el nor
te de la Nueva Espa?a. Surgi? as? el llamado complejo real
minero-hacienda-centro de abasto, como un resultado de la
interdependencia econ?mica entre la comunidad minera, la hacienda agr?cola y los centros productores geogr?ficamen te
pr?ximos.57 Este complejo aparece ya, como lo hemos
visto (Zacatecas), desde fines del siglo xvi, pero se consolida
y desarrolla en el xvn y el xvm, como es el caso de Parral
(estudiado por West) y de Guanajuato. A fines del xvm, los reales mineros de Guanajuato hab?an impulsado el desarrollo
de un cintur?n de pueblos y haciendas agr?colas y ganaderas,
ocupadas en abastecerlos.58
Complementaba este complejo, t?pico del norte de la Nue
va Espa?a,
un fuerte grupo de mercaderes, comerciantes, tra
jineros y due?os de carretas y recuas, quienes transportaban
y comerciaban los bastimentos, la ropa y los implementos de
las minas.
D) La zona del sureste de la Nueva Espa?a. Quedan com
prendidas en esta zona los actuales Estados de Oaxaca, Chia
pas y la pen?nsula de Yucat?n. Cuatro rasgos distinguen a
esta zona: poblaci?n eminentemente ind?gena, persistencia en el cultivo tradicional del ma?z, agricultura de subsistencia
y malas comunicaciones. Solamente en aquellas regiones don
de los espa?oles mantienen alguna poblaci?n se observa un
cierto mestizaje en los cultivos (trigo y ma?z), y a veces un in
tento por desarrollar una agricultura m?s variada y comer
cial. Esto ?ltimo puede verse, por ejemplo, en los valles que rodean a ciudad de Antequera,
en donde se siembra y "se
coge mucho ma?z, trigo y cebada y se dan muchos y muy buenos membrillos, melones, granadas,
uvas y otras frutas de
Castilla".59 Sin embargo, durante toda la colonia esta regi?n
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS
se mantuvo como esencialmente productora de grana, en
cuyo beneficio trabajaba gran parte de la poblaci?n ind?ge na. En general, el ma?z que se siembra en todo el valle de
Oaxaca apenas si alcanza a cubrir el consumo del lugar. Es
pues ?sta una agricultura de subsistencia, que adem?s pro
duce muy poco trigo.60 Ei\ Chiapas, aun cuando el ma?z se da
muy abundantemente, es poco lo que se siembra y todo por
ind?genas, quienes lo consumen entre ellos. Por otra parte,
las menciones sobre cultivo de trigo en esta regi?n son excep cionales. La falta de desarrollo urbano, las malas comunica
ciones y una econom?a ind?gena de subsistencia son los
obst?culos que frenan en esta zona el desarrollo de la agricul tura.61 Es tambi?n, con Oaxaca, y por ello mismo, una de las
zonas de refugio ind?gena m?s importantes, donde los patro nes de cultura nativos se mantienen con mayor fuerza.
Finalmente, la pen?nsula de Yucat?n, con su tierra cal
c?rea y escasa agua, si por un lado no permite el cultivo
del trigo, se muestra bastante pr?diga con el ma?z que se
siembra con el tradicional sistema de milpa maya. Fray Alon so Ponce, quien la visit? en 1588, dice:
[no] se coge trigo ni cebada en ninguna parte de ella; tra?se ha
rina de la Veracruz [que
a su vez viene de Puebla] por mar, con
que de ordinario se hace y vende buen pan en los pueblos de es
pa?oles; pero el pan com?n de toda la tierra son tortillas de ma?z*
que es el trigo de las Indias, de lo cual se coge con tanta suma
en aquella provincia, que hay saca de ello y se lleva en barcos
y navios a La Habana y a la Florida, y a San Juan de Ul?a y a
otras partes; y en siendo buen a?o suele valer tan barato, que de
los tributos del Rey ha acontecido venderse en p?blica almoneda
a ocho maraved?es la media hanega, y de ordinario al tiempo de
la cosecha se vende por un real.62
Las dos agriculturas. Los datos acumulados arriba sobre la
geograf?a y producci?n de ma?z y trigo, aun cuando sin duda
incompletos,63 permiten no obstante adelantar algunas apre
ciaciones interesantes acerca del desarrollo de la agricultura en el siglo xvi. En primer lugar destaca el hecho de que la
agricultura, hasta 1550, descans? toda en el esfuerzo y la ini
ciativa ind?gena, salvo notables excepciones. A partir de este
592 ENRIQUE FLORESCAN O
momento, el descenso de la poblaci?n nativa, el aumento de
grupo europeo, de los centros urbanos y reales mineros y la
consolidaci?n del poder espa?ol, propici? el desarrollo de una
agricultura de car?cter comercial manejada por espa?oles y
especializada en
trigo, y en casos excepcionales,
en ma?z (Pue
bla, alrededores de M?xico y norte de la Nueva Espa?a). Es
te tipo de explotaci?n agr?cola se establece en las tierras f?r
tiles que disponen de agua en abundancia y que est?n situa
das en puntos y lugares estrat?gicos: cerca de los grandes centros de consumo (M?xico); en caminos y centros de dis
tribuci?n (Puebla, camino de Guadalajara-Zacatecas, etc.), o
alrededor de los centros mineros (Zacatecas, Parral Guana
juato, etc.). Por otra parte, este tipo de agricultura dirigida y manejada por espa?oles es desde luego la m?s productiva y la que aplica las mejores t?cnicas agr?colas. Se trata, pues, del primer ejemplo de agricultura comercial que aparece en
la Nueva Espa?a. A diferencia de la agricultura tradicional,
prehisp?nica, que es de subsistencia, esta nueva agricultura
dedica su producci?n al abasto de los principales centros de
consumo que por entonces existen en la Nueva Espa?a: ciu
dades (M?xico, Puebla), reales mineros y puertos (Veracruz,
Campeche, Habana), donde el trigo, la harina o el ma?z tie nen gran demanda y un alto precio de venta.
Lo opuesto a todo lo anterior lo encontramos en la agri
cultura ind?gena, que coexiste al lado de la nueva agricul tura. La apropiaci?n de las mejores tierras por parte de los
espa?oles, y a veces la sola presencia del europeo, obligan a
los naturales a instalarse en regiones de refugio. As?, las
tierras de regad?o y los principales valles (M?xico, Toluca,
Puebla) se incorporan poco a poco a la nueva agricultura, mientras que los ind?genas se refugian en la parte monta?osa
y peor comunicada. Ah?, ciertamente, en las laderas de las
colinas y cerros, pueden aplicar con mayor eficacia sus m?
todos tradicionales de cultivo: "para el ind?gena, la tierra
de ladera cubierta de acahual ?guamilpa?, donde el siste
ma de roza es posible, presenta mayores atractivos que la
tierra llana, desprovista de arboleda, que requiere para su
trabajo el empleo de instrumentos y de t?cnicas que, por un
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS
motivo u otro, no est?n a su alcance".64 A cambio de ello
qued? supeditado a una agricultura de subsistencia, basada
en el ma?z, el frijol y el chile; su aislamiento protegi? tam
bi?n del contacto la cultura de la comunidad, pero al mismo
tiempo lo mantuvo aparte de la t?cnica introducida por el
europeo en las labores agr?colas.
En los casos en que esto no ocurri?, o sea en los pueblos
y comunidades ind?genas que desarrollaron su vida al lado
de las "pueblas" espa?olas, la producci?n agr?cola de los na
tivos cay? en poder de los espa?oles. Pues, como hemos vis
to, una gran parte de esa producci?n (ma?z) se iba en el
tributo, el resto se agotaba
en el consumo y casi nunca que
daban excedentes para la venta.
Pronto, pues, los europeos se apoderaron de la producci?n
agr?cola de granos. La de trigo estaba toda en sus manos,
pues adem?s de distribuirlo y venderlo lo consum?an ellos
mismos. Algo semejante ocurri? con el ma?z, pues aun cuan
do el mayor volumen de producci?n correspond?a sin duda
a los naturales, ?stos no ten?an ning?n poder sobre su distri
buci?n y venta. El ma?z que se vend?a y comerciaba en los
mercados de las ciudades, proced?a generalmente del tributo
o de algunas haciendas de espa?oles, y beneficiaba particu larmente al consumidor urbano. Por otra parte, las posibili dades que ten?a el ind?gena para vender sus excedentes en
los mercados citadinos eran m?nimas. Ya hemos visto como
los mercados ind?genas entran en decadencia despu?s de 1555,
y cuando a partir de esta fecha se desarrolla el mercado es>
pa?ol de tipo mercantil, los que realmente se aprovechan de
ello son los regatones, quienes explotan al productor ind?
gena. El golpe final al comercio de los productos agr?colas de ind?genas tuvo lugar en 1580, cuando se crea el P?sito y la Alh?ndiga, instituciones destinadas a tasar, vender y dis
tribuir el ma?z y el trigo, que adem?s de estar administradas
por espa?oles, ten?an como prop?sito esencial satisfacer las
necesidades del consumo urbano.
Posteriormente, la producci?n de granos de los conventos
y haciendas de religiosos signific? una fuerte competencia
para el 'agricultor espa?ol. La potencia agr?cola que tuvie
594 ENRIQUE FLORESCANO
ron en los siglos xvn y xvm los conventos y haciendas diri
gidos y administrados por religiosos, se empez? a manifestar
desde fines del siglo xvi, siglo en el cual las diversas ?rdenes
comienzan a adquirir
numerosas propiedades y haciendas, a
pesar de las continuas c?dulas y mandamientos en que
se les
pide abandonen todo inter?s material y vivan en "toda po
breza y menosprecio de la hacienda y bienes temporales".65
Relaciones entre los repartimientos, la agricultura y el abas
to. Los datos anteriores muestran un r?pido
avance de la
agricultura de granos en el centro y el norte de la Nueva
Espa?a. No obstante, la irregularidad de la producci?n, los
problemas del clima, del riego y de la mano de obra, difi
cultaban la actividad de los labradores, todav?a inestables y escasos en n?mero para las necesidades de las dos rep?bli cas, sobre todo cuando hab?a una mala cosecha. En estos
casos no era raro observar que los espa?oles abandonaran la
agricultura y se dedicaran a otras ocupaciones, tales como
la ganader?a, la arrier?a, etc?tera.66
Estas deserciones y la negativa de los ind?genas a cultivar
el trigo junto a sus milpas, motiv? entre las autoridades co
loniales una serie de medidas tendientes a favorecer y estimu
lar la agricultura, en especial el cultivo del trigo. La d?cada
de los setenta fue particularmente insistente en disposiciones para favorecer el desarrollo de los cultivos de trigo.
Entre las medidas estimuladoras debe incluirse la merced
y la adjudicaci?n de tierras a los colonos y pobladores, otor
gando indios de repartimiento a aquellos agricultores que cultivaban trigo
o ma?z, de preferencia el primero. Por ejem
plo, el 10 de marzo de 1576 se les conceden ciertos indios de
repartimiento a los labradores de Tajimaroa, Maravat?o y Ucareo, porque los necestitan "para el tiempo del deshierbo
y siega y cosecha del trigo y ma?z".67 En general, la mayor?a
de las solicitudes de indios de repartimiento para labores
agr?colas se apoya en el argumento de que si no se conceden
los dichos indios "se perder? cierta heredad y sementera", de
trigo o ma?z, situada en tal lugar.68
Cuando son muchos los indios de repartimiento, como
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS
ocurre con los que se dan para la zona de Tacubaya, Chalco,
etc., se elabora una instrucci?n, en la cual se detalla la canti
dad de indios que se han de repartir de cada pueblo, su des
tino, el tiempo de trabajo, salarios, etc. Tal es el caso de la
instrucci?n de junio i de 1576 para el repartimiento de los
indios que se han de dar para el beneficio de las sementeras
de trigo que se encuentran en t?rminos del pueblo de Atzca
potzalco.60 El objeto del repartimiento no da lugar a equ?vo cos: el repartidor debe distribuir los indios "entre las perso nas que tuvieren labranzas y sementeras de trigo en la dicha
comarca, reparti?ndolos bien, leal y fielmente seg?n lo que cada uno sembrase y necesidad que tuviese"; tiene adem?s
el repartidor la obligaci?n de visitar las sementeras y debe
llevar un libro donde ha de anotar lo que se cobra a cada
labrador (un cuartillo de plata) por cada indio que se le
labrador. Adem?s, entre otras obligaciones, el repartidor tiene
la de cuidar que los indios sean bien tratados; que se les
pague su jornal (medio real o un real por d?a); que los la
bradores no retengan a los indios por m?s tiempo del estipu lado; que no los ocupen en otros trabajos fuera del beneficio
de las sementeras; y sobre todo, debe visitar peri?dicamente las labranzas y sementeras.70 En suma, estas instrucciones son
un medio excelente para reglamentar no s?lo la forma en
que deben ser repartidos los indios de servicio, sino la agri cultura misma, puesto que
a trav?s de ellas se busca conta
bilizar el ?rea sembrada y la producci?n. Desde luego, no escasearon las pr?cticas que violaban el
esp?ritu de estas instrucciones, en perjuicio del ind?gena na
turalmente. Ocurr?a, en ciertos casos, que se daban indios
de repartimiento a personas que no eran labradores y que los ocupan en otras activididades, lo cual estaba prohibido.71
Otras veces los beneficiados con indios de repartimiento, los
ced?an a su vez a otras personas.72 En fin, se
obligaba a
los naturales a trabajar
en labranzas y sementeras sin ser
indios de repartimiento, en perjuicio de sus propios cultivos,
que descuidaban.73
De los ejemplos arriba mencionados pueden deducirse
algunas conexiones interesantes entre los repartimientos, la
596 ENRIQUE FLORESCANO
agricultura y el abasto. Destaca primero el hecho de que estos repartimientos y la mayor?a de las provisiones tendien tes a favorecer el cultivo de trigo son m?s abundantes en la
d?cada de los setenta, que fue especialmente da?ina para la
agricultura. Sobresale, igualmente, la liga estrecha entre los
repartimientos y el desarrollo de la agricultura, cuesti?n ?sta
que ya hab?a sido se?alada por el doctor Silvio Zavala en su
advertencia a las Ordenanzas del Trabajo.74 Por otro lado se
observa en todos estos casos una marcada preferencia por fa
vorecer y estimular el cultivo del trigo por sobre todos los dem?s granos, incluso sobre el ma?z. Esto ?ltimo queda cla ramente explicitado en la siguiente relaci?n sobre el Valle de
San Pablo, en Puebla:
En el hay algunos labradores que se ocupan m?s en hacer se
menteras de ma?z que de trigo y que en la manifestaci?n que hacen dicen sembrar mucha m?s cantidad de trigo de la que real
mente siembran, callando la de ma?z, todo a fin de que vos [el
repartidor] les vais socorriendo con m?s cantidad de indios.76
Que este inter?s por fomentar y desarrollar el cultivo del
trigo fue la tendencia dominante de la administraci?n co
lonial, lo prueban con abundancia de ejemplos los reparti mientos de indios que se conceden en Nueva Galicia a finales
del siglo xvn y mediados del xviii.76 Por lo dem?s, como dice
Chevalier, "la historia de estas primeras explotaciones agr?co las [1550-1600] es la historia de los repartimientos que les
suministraban los imprescindibles equipos de trabajadores in
d?genas".77
Cambios en los precios de los granos y sus efectos sobre la
agricultura y el abasto. Los precios de los granos en el siglo xvi, con sus cambios bruscos y sus fluctuaciones inesperadas,
son la mejor expresi?n del car?cter aun inestable de la agri cultura y de la situaci?n desarticulada que guardaba la eco
nom?a colonial. Un mal temporal, la falta de lluvias o el
mal estado de las comunicaciones, provocaban crisis graves
y variaciones s?bitas en los precios. Adem?s, las enormes
distancias y la deficiencia de los transportes hac?an que el
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 597
precio variara en forma desmesurada de un lugar a otro,
seg?n que estuviera mejor o peor comunicado.
Naturalmente, el factor esencial que alteraba el nivel de
precios era la abundancia o escasez de granos en relaci?n con
las demanda. Y de entre todos los granos la escasez m?s fre cuente y peligrosa era la de ma?z, que a veces era provocada por la falta de trigo, form?ndose as? un c?rculo vicioso de la escasez. Por ejemplo, si por alguna circunstancia se presen
taba la escasez de trigo, entonces el espa?ol se apoderaba de
inmediato del ma?z, con el consiguiente perjuicio de la po blaci?n ind?gena que no ten?a otro sustituto al que recurrir.
Los europeos ten?an adem?s el recurso de la carne, alimento
casi vedado para el ind?gena. Estas circunstancias explican la gravedad que asum?a una crisis de ma?z en la colonia y los
efectos que ello produc?a en la poblaci?n ind?gena. Adem?s de las presiones que la demanda ejerc?a sobre los
precios del ma?z, hab?a un movimiento estacional en los pre cios de este grano que segu?a el ritmo de las cosechas. En los
meses que siguen a octubre y noviembre, ?poca de la cosecha
de temporal, el precio del ma?z se manten?a en un nivel
bajo. Pero en los meses de mayo, junio, julio, agosto y sep tiembre, meses intermedios entre la siembra y la cosecha, el
precio del ma?z aumentaba gradualmente, de tal modo que si por cualquier
causa se perd?a la cosecha, el alza natural
que se ven?a resintiendo desde julio y agosto experimentaba un salto brusco hacia arriba que muchas veces no disminu?a
sino hasta el a?o siguiente, cuando volv?a a recogerse la
cosecha.
En la ciudad de M?xico, de hecho el ?nico gran centro
de consumo, los precios del trigo y del pan bajaron de ma
nera constante desde 1529-31 hasta 1542. Chevalier aduce
como explicaci?n de este hecho el aumento de la superficie cultivada de trigo.78 Poco tiempo despu?s los precios se esta*
bilizan e incluso comienzan a subir. A partir de este mo
mento, y sobre todo entre 1560 y 1570, la curva de los precios del trigo y del ma?z muestra un incremento sostenido. Los
testimonios de la ?poca que han llegado hasta nosotros men
cionan repetidamente este fen?meno de alza de los precios
598 ENRIQUE FLORE SCAN O
sin atinar a explic?rselo: "todos los mantenimientos han su
bido de todo lo que en esta tierra se cr?a [i56i]";79 "los basti mentos de esta tierra crecen cada d?a en valor [1564]";80 "El
ma?z se sol?a vender a dos reales, dos y medio y tres la fanega .. .Ahora se vende a cinco y cinco y medio, seis y seis y me
dio [1565]".81 En nuestros d?as se ha tratado de explicar el alza gradual
de los precios que aparece desde 1550 como un resultado de
la aplicaci?n de las Leyes Nuevas.* Es decir, se aduce que la
supresi?n de los esclavos indios y la reducci?n de los servi
cios (de acarreto, por ejemplo) influyeron decisivamente en
el aumento del precio de los alimentos, ya que estas dispo siciones provocaron una disminuci?n de la fuerza de trabajo
y, consecuentemente, la desmoralizaci?n de los labradores
espa?oles y la baja de la producci?n agr?cola. Chevalier se
?ala que el alza de los precios observada en la ciudad de
M?xico tiene tambi?n relaci?n con el caos econ?mico que
hacia 1550 reinaba en la Nueva Galicia. Como es sabido, el
descubrimiento de las minas de Zacatecas y de otros filones
en el noreste, provoc? una fuerte emigraci?n hacia esa zona,
lo cual origin? una falta de v?veres en todas las nuevas aglo meraciones y, junto
con ello, un alza desorbitada de los pre
cios.82 Sin embargo, el aumento de los precios que se obser
va en el Valle de M?xico a partir de 1550, dejando a un lado
a la zona minera, parece m?s bien obedecer a la disminu
ci?n de la poblaci?n ind?gena por causa de las epidemias
(1532: viruelas; 1538: viruelas y 1543-48: cocolixtli),83 lo cual
indudablemente afect? a la curva de poblaci?n trabajadora. Tambi?n debe mencionarse como causa del aumento de los
precios, la supresi?n del servicio de acarreto, y muy especial mente, la formaci?n de un mercado urbano en la ciudad de
M?xico que propici? el desarrollo de la especulaci?n y la
proliferaci?n de los regatones. En la zona minera del noroeste de la Nueva Espa?a, en
Nueva Galicia, el alza de los precios en 1550 si tiene como
causa directa la afluencia de nuevos pobladores que se?ala
Chevalier, y adem?s, la lejan?a de esos centros y la p?sima condici?n de los caminos, todo lo cual impuls? hacia arriba
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 599
la curva de los precios. En 1550 "el precio del ma?z en Za
catecas era 60 veces m?s elevado que en Guadalajara en 1547". Y todav?a el "alza de los precios se acentu? durante alg?n
tiempo en las minas situadas m?s all? de Zacatecas; a juzgar por lo que se dice en el memorial de servicios de Francisco
de Ibarra, la fanega de ma?z costaba hasta cuarenta y ocho
y cincuenta pesos en las minas de San Mart?n".84
La carest?a tremenda que padeci? la zona minera en estos
a?os produjo, finalmente, efectos favorables. As?, al lado de las explotaciones mineras, comienzan a
surgir unidades agr? colas como Nombre de Dios y Durango en 1563, Jerez y Sal tillo m?s tarde, San Juan del R?o y San Bartolom?, etc.85 De este modo, como hemos visto al tratar de la geograf?a y
producci?n de ma?z y trigo en la zona pionera del occidente
y el norte, a fines del siglo xvi se form? alrededor de los
reales mineros y de los caminos un cintur?n de pueblos, ran
chos, haciendas y centros de abasto, ocupados esencialmente en labores agr?colas y ganaderas, cuyos productos se destina ban al consumo de los reales mineros. Por otra parte, una
cantidad importante de los art?culos alimenticios que prove
n?an del tributo se destin? al abasto de las minas.86
Entre los a?os de 1565 a 1580 se produjo una alteraci?n
importante en la curva de precios del trigo y del ma?z. La
fanega de trigo que val?a 10, 12 o 15 reales, pas? a costar
20 y 22 reales, en tanto que el ma?z de 5 y 6 reales se elev?
hasta 12 y m?s reales (v?ase la gr?fica 1), con el agravante de que los precios tendieron a mantenerse en ese nivel. Na
turalmente, el alza no obedec?a ?nicamente a malas cosechas.
En este caso, el causante directo de la elevaci?n de los pre cios fue sin duda la epidemia de 1576-81, que caus? una te rrible mortandad entre la poblaci?n ind?gena, provocando, una nueva y m?s grave disminuci?n de la oferta de traba
jo. Las relaciones geogr?ficas de 1579-1581, al comentar esta
carest?a, nos dibujan
un panorama verdaderamente angus
tioso: las manos trabajadoras han abandonado las tierras y a
los agricultores; el trigo se pierde porque no hay quien lo
escarde; las superficies sembradas se reducen; algunos labra dores abandonan definitivamente sus explotaciones y se de
6oo ENRIQUE FLO RESCAN O
dican a otras actividades, etc.87 Los efectos m?s importantes
que produjo el aumento de los precios y la disminuci?n de
la poblaci?n ind?gena por la epidemia de 1576-81, se locali
zan, principalmente, en las medidas que se
adoptan durante
estos a?os para fortalecer el desarrollo de la agricultura eu
ropea, y en las disposiciones sobre el abasto de granos.
Por lo que se refiere a la agricultura, ya hab?amos se?a
lado el hecho de que en la d?cada de los setenta son particu larmente abundantes las concesiones de indios de reparti
mieno, que se otorgan para favorecer el cultivo del trigo.
Pero adem?s, la disminuci?n del grupo ind?gena, al provocar un descenso en la
producci?n agr?cola, y por lo tanto, una
escasez de alimentos de la tierra (ma?z, frijol, etc.), favorece
el desarrollo de la agricultura europea. Por un lado, porque elimina hasta cierto punto la competencia del abasto barato
que proporcionaban los indios; y por otro, porque la mer ma de la poblaci?n nativa deja a disposici?n de los espa?o
les numerosas tierras. Esta situaci?n explica en cierta medi
da la magnanimidad que muestra la corona en las d?cadas de
1570, 1580 y en a?os posteriores, para otorgar mercedes y
tierras bald?as a los espa?oles que las solicitan.88
Prueba de que estas circunstancias impulsaron el desaro
11o que experimenta la agricultura europea a
partir de 1570,
es el siguiente testimonio de Zorita, fechado en 1585:
[Antes], diez, quince, veinte a?os hab?a muy pocas [labranzas]
y muchos m?s indios que ahora, y les hac?an ir por fuerza a ellas,
donde padec?an hartos trabajos, y como la gente era mucha y las
labranzas pocas, no se sent?a y echaba tanto de ver. Ahora son
las heredades muchas y muy grandes, los indios muy pocos, y ellos las han de limpiar, labrar, deshebrar, y coger y encerrar los
frutos en casa, y as? cargan todos estos trabajos sobre los pocos
que han quedado, siendo diez veces m?s los espa?oles y (las) he
redades y labranzas y estancias que antes eran.
En fin, observamos en todo esto que la d?cada de los a?os
setenta, a pesar de la baja de la poblaci?n nativa y del au
mento de los precios, o m?s bien gracias a ello, propici? el
desarrollo de la agricultura espa?ola de tipo comercial, que
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 601
i
PRECIOS KL MAE 31610 XVJ
fililtillfsisf I ! Fuentes: W. Borah y S. F. Cook, Price Trends of Some Basic Commodities in Central America, 1531-1570 (1958); Charles Gibson. The Aztecs under
Spanish Rule (1964).
602 ENRIQUE FLORESCAN O
desde luego, aun cuando dirigida por espa?oles, segu?a des cansando sobre a mano de obra ind?gena.
En relaci?n al abasto, la crisis de precios que comenta
mos oblig? a las autoridades espa?olas a ensayar una serie
de medidas tendientes a contrarrestar los efectos de la esca
sez, evitar el alza de los precios y regular el abasto de gra nos en las ciudades. Entre esas medidas conviene mencionar
las siguientes: En marzo de 1577 e* vrrrev prest? al cabildo de la ciudad
de M?xico 6 000 pesos para comprar trigo en el valle de
Atlixco. Meses m?s tarde, en septiembre 3 del mismo a?o, la
audiencia exigi? a los naturales el pago del tributo en ma?z
o en trigo, en lugar de dinero. Sin embargo, esta disposici?n en lugar de remediar la escasez la agudizaba, puesto que ex
tend?a la escasez de las ciudades al campo, es decir entre el
ind?gena y sus comunidades. Tambi?n con objeto de incre
mentar la producci?n
se orden? que cada propietario sem
brara semillas en una extensi?n de 60 pies cuadrados.90
Cuando finalmente ninguna de estas medidas logr? fre nar el alza de los precios, la audiencia procedi? a fijar un
precio tope al ma?z en la capital y en Veracruz. Por auto de
3 de junio de 1578 se fij? el precio del ma?z, en los alrededo
res de M?xico y en el camino a Veracruz, en 14 reales la
fanega. Para la regi?n de Puebla y lugares circunvecinos se
estipul? un precio m?ximo de 12 reales la fanega; y en el
resto de la Nueva Espa?a se fij? como precio tope el de 10
reales.91 Adem?s, se otorgaron facultades a los corregidores y alcaldes para confiscar el ma?z y distribuirlo a los precios es
tablecidos. El 12 de julio del mismo a?o de 1578 se aumen
taron los precios topes del ma?z de 12 a 14 reales la fanega en las minas de Zaqualpa, Temascaltepec, Sultepec y Pachu
ca, aduci?ndose la lejan?a y la necesidad de bastimentos como
motivos para justificar el aumento. Por fin, los buenos efec
tos de estas medidas y la tambi?n buena cosecha del a?o de
1578, hicieron descender los precios, por lo que se procedi? a revocar las ?rdenes que limitaban el alza de los precios. Sin embargo, apenas se hizo esto, nuevamente se elevaron los
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 603
precios y se generaliz? el acaparamiento y la especulaci?n de
granos. Para combatir la escasez, hubo necesidad esta vez
de darle a la ciudad de M?xico todo el ma?z que por concepto de tributo se colectaba en el per?metro de 14 leguas a su
alrededor (2 de diciembre de 1578). Y como en febrero de
1579 la escasez continuaba, la audiencia confisc? dos tercios
de todos los tributos de encomenderos dentro del ?rea de 14
leguas alrededor de la capital.92 Todos los casos aqu? citados muestran con claridad el gran
desarrollo que hab?an alcanzado a fines de siglo los centros
y mercados urbanos, para los cuales la administraci?n colo
nial no hab?a creado aun un sistema adecuado de regulaci?n de precios. Asimismo, las medidas adoptadas en los diferen
tes momentos de escasez evidencian su car?cter casu?stico, cir
cunstancial y de ah?, tambi?n, sus contradicciones y-falta-de efectividad. La tremenda escasez y especulaci?n que se vivi?
en los a?os de 1576 a 1579 no hizo m?s que poner en evi
dencia todos estos males en la regulaci?n del precio de los
granos y del abasto en general. Por ello, en ?ltima instan
cia, la importancia de esta crisis radica en el hecho de que al poner
en evidencia la carencia de un sistema adecuado
para regular el abasto y los precios, propici? el desarrollo
de la reglamentaci?n sistem?tica de los granos que aparece en 1580, y que tiende justamente a supervisar la producci?n de granos, su venta y distribuci?n y los precios a que han de
venderse al p?blico.
III. Legislaci?n sobre el abasto de granos, 1525-1597
En la mayor?a de los casos hasta aqu? vistos sobre los pro blemas principales que plantea la cuesti?n del abasto, no
encontramos en las medidas que dicta la administraci?n co
lonial, una pol?tica consecuente ni mucho menos una legis laci?n coherente que tienda a solucionar de una manera glo bal los diversos problemas del abasto. Por el contrario, se
observa de inmediato que todav?a no se logra un conocimiento
exacto de la situaci?n que plantea el aprovisionamiento de
las ciudades, ni tampoco le es posible a la administraci?n
6o4 ENRIQUE FLORESCANO
colonial ejercer una vigilancia m?s estricta sobre la produc ci?n, la distribuci?n y la venta de los alimentos esenciales,
seguramente porque se desconoce el funcionamiento interno de esos fen?menos. Por ello es que vemos, en las distintas
ocasiones en que se presenta la escasez o el alza de los pre
cios, disposiciones circunstanciales, surgidas del momento y
dirigidas ?nicamente a contrarrestar el efecto producido, pero no a eliminar las causas ?ltimas. Precisamente debido a es
ta falta de coherencia en la legislaci?n sobre el abasto y los
precios de los granos, es por lo que se explican muchas con
tradicciones en las medidas que se adoptan y la repetici?n de los problemas que se intenta solucionar.
Al estudiar de una manera concreta algunas de las dispo
siciones m?s importantes que sobre el abasto y los precios aparecen en esta centuria, es
posible distinguir tres momentos
que vale la pena destacar. El primero de ellos va del a?o
1525 a 1550, y se caracteriza justamente por ser el m?s an?r
quico y casuista de todos. El segundo comprende los a?os
^e 1553 a 2579? Y en ?l se observa un esfuerzo mayor por
regular de una manera m?s sistem?tica lo relativo al abasto
y el precio de los granos. Finalmente, el tercer per?odo
co
rresponde a los a?os de 1580 a 1595 Y se destaca por ser el
mayor intento de la ?poca en la soluci?n de los problemas del abasto: su punto culminante es la creaci?n del P?sito y la Alh?ndiga.
En estos tres per?odos se percibe, adem?s de una secuencia
temporal en los problemas, una interdependencia mutua. El
primero de ellos, a la vez que es un intento de soluci?n a los
problemas iniciales del abasto, crea ?l mismo una serie de nuevos problemas en virtud de las medidas an?rquicas que se
adoptan. El segundo per?odo es ya, justamente,
una res
puesta a esos problemas nuevos surgidos de la anterior legis
laci?n, adem?s, claro, de que los antiguos problemas subsisten
aumentados. El tercer per?odo
es una respuesta en?rgica a
los males acumulados y desarrollados en las dos etapas ante
riores que hacen crisis en los a?os de 1578-80, provocando una escasez y carest?a tremendas. De cada una de estas tres
etapas nos ocupamos a continuaci?n.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 605
Primer per?odo, 1525-1550. El primero de estos per?odos se inicia propiamente el 26 de julio de 1525, con la primera ordenanza que establece un precio para el pan y el ma?z.93 A
este momento pertenecen igualmente las disposiciones antes
citadas de 6 de noviembre de 1528 y 8 de diciembre de 1536,94
por las que se manda que se env?e harina de Sevilla a las
Indias y que se favorezca a los agricultores que tienen semen
teras de trigo en Nueva Espa?a, con objeto de impulsar el
cultivo de ese cereal. Pero sobre todo, el problema del abasto
se pretende resolver en esta ?poca acudiendo a diversas me
didas que obligan a los naturales a llevar bastimentos a las
ciudades. Durante este per?odo no existe propiamente mayor
problema que ese: hacer traer a las ciudades el alimento ne
cesario para su sostenimiento. Adem?s, el tributo en especie
proporcionaba un abasto seguro y abundante al entonces
reducido grupo espa?ol. El problema realmente grave al que se enfrentaba la administraci?n radicaba, m?s bien, en la
forma como se vend?an los alimentos y en los precios, tal como lo puntualiza la ordenanza sobre posturas de 16 de mayo de 1533.90 A trav?s de esta ordenanza se pretende terminar con la
anarqu?a que por entonces prevalec?a
en los precios
de alimentos tan indispensables como el pescado, el pan, las
especies, los quesos y otros art?culos como la manteca, el ca
cao, el vinagre, los vinos, el aceite, etc. Por ello manda que
todos los vendedores sin excepci?n, no
puedan vender nin
guna mercanc?a o alimentos sin que los regidores diputados de la ciudad les pongan antes precio adecuado y justo. Anota
la referida ordenanza que tales precios y posturas se han de
entender aplicables s?lo a las mercader?as y alimentos vendi
das por mercaderes que habitan en la Nueva Espa?a, pero no
a las que comercien: "las personas que de fuera de la Nueva
Espa?a trajeren a vender algunas de las cosas susodichas a
esta ciudad y su tierra, porque ?stas han de tener entera li bertad de vender lo que trajeren a como les pareciese y les
convenga".
Vemos pues que la ordenanza citada, adem?s de que pre tende limitar el precio de los alimentos m?s cotizados y ra
ros, por ser de importaci?n, le concede privilegios enormes al
6o6 ENRIQUE FLO RE SCAN O
comerciante peninsular. Tambi?n limita esta ordenanza la
reventa y fija condiciones y penas a la actividad de los rega tones. Finalmente, manda que no se
puedan vender ni tener
en casas particulares ni en tiendas, alimentos o mercader?as
de la tierra o de Castilla que requieren antes postura para su venta.
Sin embargo, antes de llegar a la mitad del siglo, los pro blemas de la reventa y del alto precio de las mercanc?as se
complican con la escasez de alimentos ocasionada por la falta
de una pol?tica
coherente en materia de abasto. En efecto,,
hacia 1535, al aumentar la moneda y la demanda de comes
tibles, los pueblos de indios pr?ximos a la capital pidieron la conmutaci?n del tributo en especie por dinero, en vista
de que comerciando con las especies obten?an dinero sufi
ciente para pagar el tributo y aun les quedaba ganancia.96 As?, entre 1540 y 1550 la corona
otorg? numerosas conmuta
ciones de alimentos por dinero, reduci?ndose de este modo el
tributo en especie. Naturalmente, estas
disposiciones coadyu varon en el incremento de la escasez y del alza de los pre cios. Poco despu?s, la supresi?n del servicio de acarreto fue
otra medida tambi?n acordada por la corona que vino a com
plicar aun m?s el problema del abasto, puesto que el costo
del transporte que antes corr?a por cuenta del ind?gena se
carg? ahora del lado del consumidor.
Estas disposiciones tendientes a beneficiar al ind?gena y a frenar la mortalidad por causa del excesivo trabajo, pro
dujeron, al final de cuentas, efectos desastrosos en lo que se
refiere al abasto y el aumento de los precios. La falta de
coherencia en la pol?tica de abastos que sigue la corona en
esta ?poca se revela en el hecho de que en lugar de limitar
la venta y los precios de las mercader?as introducidas por los
comerciantes espa?oles, les concede plena libertad. Desde
otro punto de vista, son coherentes estas disposiciones con la
pol?tica comercial de la metr?poli, pero no con las necesida
des que padecen la colonia. Y con esta situaci?n, causada en
buena parte por las medidas que adopta la corona, pasamos al segundo per?odo,
en el que se intenta solucionar estos ma
les a trav?s de una legislaci?n m?s consecuente.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 607
Segundo per?odo, 1553-1579. Recordemos, en primer lu
gar, que hacia los primeros a?os de la d?cada de los cincuen ta ordena la Real Audiencia que todos los pueblos com
prendidos dentro de veinte leguas alrededor de la ciudad de
M?xico, lleven a vender los s?bados a esa ciudad gallinas, huevos y otros alimentos, tas?ndoles el precio.97 Tiempo
despu?s, el 11 de agosto de 1553, el cabildo de la ciudad de
M?xico someti? a la aprobaci?n del virrey Velasco unas or?
denanzas sobre trigo y harinas, que fueron aprobadas el 20 de
octubre del mismo a?o.98 Su prop?sito es regular el peso del
trigo y la harina, la molienda, y asegurar al due?o las p?r didas que le pueden venir del transporte y conducci?n de un
lugar a otro. Se observa en ellas un gran inter?s por llevar un registro pormenorizado del trigo y su producci?n, ya que se manda tomar debida nota de lo cosechado, nombre de
las personas que lo producen y del lugar de procedencia. Adem?s de otras disposiciones, se fija tambi?n el precio que se ha de cobrar por el acarreo del trigo a los molinos, y se
estipula que los molineros no puedan comprar trigo ni ha
rina para revender, bajo pena de perderlo y pagar cien pesos de oro de minas. Dos a?os m?s tarde, en 17 de julio de 1955, ?l virrey Velasco, con acuerdo del cabildo, elabor? unas or
denanzas sobre el cacao buscando establecer un precio justo
para esa semilla, con objeto de que no decayera su produc ci?n y resultaran perjudicados los naturales.99
El 3 de enero de 1561 el mismo Velasco pide informes al
cabildo de la ciudad de Veracruz sobre la introducci?n de
harinas en esa ciudad con el fin de dictar posteriormente las
medidas necesarias.100 Un a?o m?s tarde, el 3 de abril de
1562, informado Velasco de que "carreteros, arrieros y otras
personas que andan en el trato de las Sacatecas y otras partes tienen por trato y granger?a de sacar de acarreto... cantidad
de ma?z y trigo y otros bastimentos", manda, con objeto de
frenar la carest?a de v?veres que se padece en esa regi?n, que
ninguna persona saque ma?z ni trigo ni otros bastimentos de esa ciudad "ni en seis leguas a la redonda", "so pena de
perdimento de los dichos bastimentos y de cien pesos de
oro".101
6o8 ENRIQUE FLORESCANO
Posteriormente, en la d?cada de los setenta, tiempo en que se agudizan los problemas del abasto y se experimenta un
constante aumento de los precios, las ordenanzas que se ex
piden son m?s nutridas y en?rgicas, adem?s de que se acen
t?a el car?cter exclusivista de ellas, que tiende a beneficiar a las ciudades por sobre todo otro inter?s. As?, por ejem
plo, el 12 de diciembre de 1578, se manda que las labradores
de la comarca de M?xico lleven a esa ciudad, durante el mes de diciembre, 16 fanegas de harina cada uno para que ah? se venda, bajo pena al que no lo hiciere as? de que no se le
den indios de repartimiento.102 El 23 de diciembre del mismo
a?o se ordena a los jueces y justicias de los pueblos situados
dentro de catorce leguas alrededor de la ciudad de M?xico,
que obliguen a los indios a vender p?blicamente el ma?z que
tengan y a los precios previamente fijados.103 Las disposiciones anteriores significaron
un esfuerzo ma
yor por regular el abasto, evitar el alza de los precios y
supervisar la distribuci?n de los alimentos, pero prevalece el
sistema casuista y circunstancial, sin que se intente anticipar se a los acontecimientos futuros mediante una
legislaci?n
m?s sistem?tica. Hasta el tercer per?odo, 1579-1597, no vemos
aparecer una
legislaci?n que intenta regular minuciosamente
la introducci?n de los bastimentos a las ciudades, llevar nota
de la producci?n y de las cosechas, limitar el alza de los
precios, e incluso, crear un fondo de capital para hacer frente
a las ?pocas de crisis y de escasez. Antes de pasar al estudio
de esa legislaci?n, examinaremos las disposiciones relativas a
los regatones, que por ser tan abundantes e importantes
en
el problema del abasto, requieren un tratamiento aparte.
Legislaci?n sobre regatones 1553-1597. La regatoner?a o re
venta de los mantenimientos y mercanc?as fue un mal cons
tante durante toda la centuria que examinamos. Podemos de
cir que se practicaron dos formas de regatoner?a: una sobre los
productos de la tierra, los cuales se compraban
a los naturales
en sus pueblos o en los caminos, y que luego el regat?n re
vend?a a precios elevad?simos en los mercados de la ciudad.
La otra forma de regatoner?a a la que aludimos se
practic?
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 609
sobre las mercader?as y productos provenientes de Castilla, o
de otras partes fuera de la Nueva Espa?a. De las dos, la m?s
abundante y la que produjo mayores trastornos en la vida
econ?mica de la colonia fue la primera. Este tipo de regato ner?a sobre los productos de la tierra inici? su auge a partir del momento en que se suprimi? la obligaci?n de los ind?ge nas de traer el tributo y los g?neros de sus pueblos a las ciu
dades.
Un contempor?neo, Gonzalo G?mez de Cervantes, nos ha
dejado constancia del repudio y malestar que suscitaba esta
actividad entre los habitantes de la ciudad de M?xico y de
la Nueva Espa?a en general:
Ha llegado el desorden en esta Nueva Espa?a a tal extremo que se trata de la regatoner?a con tanta libertad y publicidad como
si fuese cosa de virtud, porque ninguna cosa entra en esta ciudad
de M?xico de bastimento que gocemos los vecinos de comprarla de
primera venta, porque primero entra en poder de regatones que nos la revenden, y no se contentan con ganar de una mano a
otra ciento por ciento, sino con tan excesiva ganancia que nos
llevan cuatroscientos por ciento y a?n m?s.io*
Se lamenta G?mez de Cervantes de que antes, al amane
cer, "entraban en la plaza mucha cantidad de indios a vender
verdura y todo g?nero de legumbres y frutas de todos g?ne ros", mientras ahora, antes de llegar los mantenimientos, "sa
len quinientas negras y mulatos libres y lo atraviesan y traen
p?blicamente a vender y revender con demasiada ganancia,
y no s?lo los negros, negras, mulatas y mulatos libres, pero
otros esclavos... y no para aqu?
el negocio, que los taber
neros han tomado por granjeria comprar pan, le?a, candelas,
jab?n, huevos y las dem?s cosas y lo embodegan y no las re
venden".105
G?mez de Cervantes alude al primer caso, o sea a la re
gatoner?a sobre los productos de la tierra. Mas no fue este
el problema que primero llam? la atenci?n de la adminis
traci?n colonial, sino el de la regatoner?a sobre los productos de Castilla.
En efecto, la primera ordenanza que conocemos relativa a
la regatoner?a es una de abril de 1553 en *a <Iue se condena
6io ENRIQUE FLORESCANO
el tr?fico de los regatones, porque con sus reventas se dice
que "destruyen la tierra". Manda esta ordenanza que por
ninguna v?a pueda haber tercera venta, imponiendo pena a los infractores de 200 pesos de oro y destierro de un a?o
de la ciudad.106. El 11 de diciembre de 1562 don Luis de
Velasco expide
otra ordenanza sobre regatones, pero esta vez
concretamente sobre la regatoner?a que se hace del trigo y del ma?z. Dice el virrey en ella que a pesar de que existen
ordenanzas que prohiben la regatoner?a, los revendedores
"contra el tenor de ello compran el dicho trigo, harina y ma?z, so color que es para el proveimiento de sus personas
y casas". Para poner fin a estas pr?cticas, manda Velasco
que ninguna persona que de su propia cosecha no tenga trigo o ma?z "no lo puedan vender... por ninguna v?a que sea,
sino fuere teni?ndole como dicho es de su cosecha". Ordena
tambi?n que solamente se compre el trigo, harina y ma?z
indispensable para la sustentaci?n de la casa, y no m?s.107
Otra ordenanza de 20 de agosto de 1579 limita tambi?n la
actividad de los regatones en los alimentos secundarios, como
frutas, chile, tomates, etc.108
Posteriormente, en octubre de 1587, una ordenanza de
don Alvaro Manrique muestra que la regatoner?a
se ha vuelto
tan lucrativa que ya los espa?oles participan activamente en
ella.109 En fin, en los a?os de 1594 y 1597 vuelven a dictarse
sendas ordenanzas penando la actividad de los regatones, las
cuales parece que corren la misma suerte que las anteriores.110
Es decir que a pesar de las reiteradas prohibiciones y castigos
que pesan sobre esta actividad, el problema se extiende a lo
largo del siglo sin que muestre signos de disminuir.
Por lo dem?s, es indudable que toda esta legislaci?n sobre
regatones, como la anterior que busca limitar el precio y
regular la entrada de las mercanc?as en la ciudad, guarda
una estrecha conexi?n con la pol?tica
alimenticia que se
sigue
en las ciudades europeas de fines de la Edad Media. Aqu?
y all?, las administraciones municipales tuvieron que regla mentar desde un principio la importaci?n de v?veres. Y en
Europa, como en Nueva Espa?a,
se ten?a no s?lo que vigilar
su arribo, sino alejar el peligro de acaparamiento y del alza
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 6n
arbitraria de los precios. En Europa, para "asegurar a los
burgueses subsistencias abundantes al menor costo posible,
emplearon dos medios principales: la publicidad de las trans
acciones y la supresi?n de los intermediarios, entre las manos
de los cuales pasan las mercanc?as antes de llegar al consu
midor. Se esforzaron en poner directamente en contacto...
al vendedor campesino con el comprador urbano".111
En nueva Espa?a, la pol?tica que se sigue en relaci?n al
abasto es tambi?n de tipo burgu?s: toda la legislaci?n est?
dirigida a favorecer al consumidor urbano, que en este caso
es adem?s el conquistador blanco. Y nuestros regatones, a
diferencia del lumpen de las ciudades europeas, son el negro, los mulatos, los mestizos y ladinos y alguno que otro es
pa?ol. En la mayor?a de los casos en que tuvo ?xito la pol?tica
de abasto que favorec?a a los centros urbanos, el perjudicado siempre fue el ind?gena. O sea que este grupo, adem?s de estar obligado a llevar a la ciudad todos los mantenimientos
que se le exig?an, carec?a de la m?s m?nima protecci?n para defenderse de la escasez y del alza de los precios: el ind?gena viv?a en el campo.
Tercer per?odo: el P?sito y la Alb?ndiga, 1580-1597. La fun
daci?n del P?sito y de la Alh?ndiga en Nueva Espa?a, que tiene lugar en 1580, es un resultado del desarrollo urbano
de la ciudad de M?xico. Al establecerse ambas instituciones en tierras de Am?rica sufren modificaciones que las distin
guen de sus semejantes en Espa?a y Europa. Para comprender la naturaleza de esos cambios, es conveniente examinar, aun
cuando sea r?pidamente, la estructura y funciones que adop tan estas instituciones en el Viejo Mundo.
A) Antecedentes europeos del P?sito y la Alh?ndiga. La
existencia de instituciones encargadas de proveer a los grupos humanos de los alimentos m?s imprescindibles se remonta a
los tiempos en
que aparecen las primeras aglomeraciones ur
banas. Sin embargo, el abasto de granos, como el de la carne,
se configur? como un verdadero problema tan pronto como se
desarrollaron las primeras grandes ciudades. Este fen?meno
6l2 ENRIQUE FLORESCANO
se observa en Europa a partir de los siglos xii y xin. Las
aglomeraciones mercantiles propiciadas por el desarrollo de la burgues?a vivieron al principio gracias a la importaci?n
de alimentos; pero poco despu?s, a medida que las necesi
dades del abasto fueron mayores, impulsaron la creaci?n de un sistema de cultivos que circundaba a las ciudades y per
mit?a satisfacer la demanda de alimentos. Simult?neamente
al desarrollo de las ciudades, el problema del abasto fue ad
quiriendo perfiles m?s complejos y dif?ciles. No s?lo era ne
cesario mantener debidamente avituallados a los centros ur
banos, sino que fue preciso tambi?n vigilar la entrada de los
alimentos, evitar su acaparamiento y el alza arbitraria de
los precios. Para atender todos estos problemas las adminis
traciones municipales tuvieron que reglamentar todo lo con
cerniente a la introducci?n, distribuci?n y venta de los v?ve
res, y justamente esta reglamentaci?n del abasto fue la que dio origen a instituciones espec?ficamente dedicadas a su cui
dado. De este modo, hacia el siglo xvi, en Europa y espe
cialmente en el mundo mediterr?neo
Todas las ciudades de alguna importancia ten?an lo que en Ve
necia se designaba con el nombre extra?amente moderno de
"oficina de trigo"... Su organizaci?n es verdaderamente maravi
llosa. La oficina controlaba las entradas de trigo y harina y las
ventas de estos productos en el propio mercado de la ciudad. La
harina s?lo pod?a venderse en dos "lugares p?blicos"... En
cuanto se calculaba que la ciudad s?lo ten?a trigo para un a?o
u ocho meses, se preven?a en debida forma al Colegio y a la
oficina de trigo por una parte, y por otra a los mercaderes, a
quienes se adelantaba inmediatamente el dinero necesario adop t?ndose las providencias oportunas.112
Espa?a, quien hab?a de legarnos sus instituciones de abas
tecimiento y de control de precios, desarroll? tambi?n, a
semejanza de las ciudades mediterr?neas, sus propios sistemas
de abasto, con la particularidad que ?stos tuvieron un ca
r?cter m?s rural que urbano. En efecto, la especial estruc
tura econ?mica y social que reg?a la vida del campesino
espa?ol, lo oblig? a crear una instituci?n de socorro y de
ayuda mutua que aliviara sus males en
tiempos de escasez
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 613
o de sequ?a, y que recibi? el nombre de P?sito. La diferencia
esencial entre estos p?sitos y las oficinas de trigo de las ciu
dades mediterr?neas radicaba en el car?cter rural de los pri meros, en tanto que las segundas ten?an como meta
primor
dial satisfacer las necesidades de la poblaci?n urbana. Por
esta raz?n, en tanto que los p?sitos tuvieron en su origen una marcada tendencia cooperativista, las oficinas de trigo venecianas se caracterizaron por ser un producto de la vida
burguesa. As?, mientras las oficinas de trigo tuvieron su ori
gen en la compulsi?n municipal y estaban destinadas a satis
facer las necesidades del burgo, los p?sitos espa?oles nacieron
gracias al esfuerzo de los agricultores y tend?an a solucionar
los problemas del campo. La especial estructura del p?sito espa?ol indujo al cam
pesino a asentar en su testamento la donaci?n de tantas o
cuantas fanegas de trigo para el p?sito del lugar. De esta
manera, y con el correr de los a?os
lleg? a constituir una voluntaria obligaci?n de todos los terras
gueros, dar cada a?o tres pu?ados de trigo al P?sito... De este
modo min?sculo, casi imperceptible, ?base formando un caudal,
que como a nadie repart?a ganancias, subi? hasta cifras de rique za que llegaron a preocupar por su volumen a los economistas
espa?oles de sucesivas ?pocas.ns
Este inter?s del campesino espa?ol por acrecentar la ri
queza de sus p?sitos se comprende porque en tiempos de
escasez el p?sito le prestaba granos que se compromet?a a
devolver al recoger la nueva cosecha, sin que por el pr?stamo se le cobraran r?ditos. As?, no es de extra?ar entonces que los p?sitos se extendieran pronto por toda Espa?a. Favo
reci? su desarrollo el cardenal Jim?nez de Cisneros, quien acondicion? numerosos p?sitos, aliment?ndolos con trigo de
su propio peculio. Pronto pues "hubo un d?a que los 9000
municipios espa?oles pose?an 12 000 p?sitos", rebasando el
grano almacenado en ellos la cifra de mil millones de fanegas de trigo.114
En sus or?genes el p?sito fue concebido como una insti
tuci?n de tipo social y de socorro, y de ah? que su funci?n
6i4 ENRIQUE FLORE SCAN O
espec?fica se concretara a prestar grano y dinero a los campe sinos necesitados. En tiempos de carest?a proporcionaba gra no a los pobres con car?cter de donaci?n o de limosna. Sin
embargo, durante el reinado de Carlos ni se adoptaron me
didas que modificaron su estructura original, adem?s de que se les provey? de un reglamento. Dos innovaciones se intro
dujeron entonces en el r?gimen de los p?sitos. Primero: el
p?sito deber?a tener en adelante una funci?n exclusivamente
crediticia; es decir se oblig? a todos los campesinos que re cib?an pr?stamos de las arcas del p?sito a pagar intereses.
Segundo: los pr?stamos se hab?an de hacer ?nicamente a los labradores comprendidos dentro de la circunscripci?n muni
cipal del p?sito y s?lo deb?an emplearse en actividades agr? colas.115 Pese a estas reformas, es obvio que el car?cter fun
damental del p?sito no se alter?, pues su cometido esencial
sigui? siendo el prestar ayuda a los agricultores. Funcion? tambi?n en Espa?a otra instituci?n que atend?a
el abasto de los granos y la regulaci?n de precios: la Alh?n*
diga, que introducida por los ?rabes cumpl?a funciones se
mejantes a las del p?sito, aunque en esencia eran distintas. Sobre todo, la alh?ndiga se parec?a m?s a las oficinas de
trigo mediterr?neas, puesto que su establecimiento iba diri
gido a beneficiar a las ciudades. Era la alh?ndiga una espe cie de gran mercado de los granos, en cuyo local deb?an introducirse todos los granos que llegaban a la ciudad y en
donde hab?an de venderse seg?n los precios que fijaban las autoridades municipales.
Como veremos adelante, tanto el p?sito como la alh?ndi
ga al pasar a Nueva Espa?a a fines del siglo xvi, adoptaron ciertas modalidades impuestas por la peculiar estructura eco n?mico-social que se gestaba en el Nuevo Mundo.
B) Fundaci?n del P?sito y de la Alh?ndiga en la Nueva
Espa?a. Desde los primeros a?os de la colonia diversas voces se elevaron solicitando la creaci?n de "P?sito y Alh?ndiga".
Pero sin duda la ausencia en los a?os iniciales de un mercado urbano por una parte, y por otra el alimento barato que su
ministraban los ind?genas, fueron circunstancias que retarda ron el establecimiento de esas instituciones. Tan pronto como
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 615
esos factores empiezan a desaparecer, la creaci?n de institu
ciones como el p?sito y la alh?ndiga se convierten en una ne
cesidad apremiante. Ya en 1554 el visitador Valderrama se
?alaba que el mal estado de la hacienda obedec?a a la falta
de "puentes, calzadas, caminos, calles, Alh?ndigas y otras
cosas p?blicas".116 Poco despu?s, en 1570, el arzobispo de
M?xico pide, en una relaci?n dirigida al rey, "que oviese
alh?ndigas de trigo y ma?z, y que se pusiese en precio mo
derado".118 Estas demandas y la cr?tica situaci?n que se vi vi? en los a?os de 1578-80 promovieron en el cabildo de la ciudad de M?xico una serie de medidas que culminaron con el establecimiento de un p?sito y una alh?ndiga.
En noviembre de 1578, considerando el referido cabildo
que las disposiciones relativas a frenar la actividad de los
regatones no eran suficientes, acord? pedir al virrey que del
"trigo e ma?z que se vende en la Real almoneda de S.M. se
diese a esta cibdad todo lo que oviese de catorce leguas a la
redonda della, para hacer p?sito, para que en el se venda a moderados precios".118 Poco despu?s, el 9 de enero de
r579? comunica el virrey a uno de los miembros del cabildo
que le prestar? de su peculio a la ciudad 8 000 ducados "de
buena moneda de Castilla", "para d?lias comprar trigo e
harina para que se haga alh?ndiga de donde se provea la
rep?blica, e porque entiende que la cibdad no tiene propios ni de donde valerse para este efecto".119
Vemos pues c?mo en Nueva Espa?a ambas instituciones
surgen a la vida por iniciativa del cabildo y con el prop? sito de remediar la carest?a y escasez que padece la ciudad de M?xico. En 1580 se redactan las ordenanzas del p?sito y de la alh?ndiga, tom?ndose como modelos las que rigen la
vida de esas instituciones en Espa?a. Sin embargo, en el caso
del p?sito novohispano se advierte una transformaci?n pro funda en relaci?n a las funciones y prop?sitos que le compete
cumplir. A diferencia del p?sito Espa?ol, el novohispano no tiene nada que
ver con el campo o los agricultores: su mi
si?n es proporcionar ma?z y trigo barato a la ciudad. As?,
pues, el origen del p?sito y de la alh?ndiga es com?n y con
tempor?neo, aparecen con motivo de la gran escasez de 1578
6i6 ENRIQUE F LO RESCAN O
80; escasez y hambre que justamente puso en evidencia la ineficacia de toda la legislaci?n anterior sobre el abasto de
granos y la necesidad de crear un sistema administrativo, sis
tem?tico y capaz de enfrentarse a esos problemas recurrentes.
Ambas nacen propiamente
como una respuesta
a todos los
males acumulados desde el principio de la administraci?n
colonial, como parece demostrarlo el hecho de que los pro blemas que se tratan de remediar en 1580 son los mismos
que ya se hab?an presentado desde 1530 o 1550. Las ordenanzas del p?sito son anteriores a las de la Al
h?ndiga, est?n fechadas el 8 de marzo de 1580 y fueron con
firmadas por el rey el 22 de mayo de 1582. Las de la Alh?n
diga tienen fecha de 14 de noviembre de 1580, siendo confir
madas por el rey el 31 de marzo de 1583.120
C) Diferencias entre el P?sito y la Alh?ndiga. A pesar de que desde el momento de la creaci?n de estas instituciones
y despu?s, durante los siglos xvn y xvui, se entiende perfecta mente que
una y otra son diferentes tanto por su
objeto como
por su funci?n, en a?os recientes los investigadores que se
han ocupado de ellas no han podido precisar sus diferencias
e incluso las han confundido.121 Contribuy? a aumentar la
confusi?n el hecho de que en la Recopilaci?n de Leyes de
los Reynos de las Indias s?lo se hable de la Alh?ndiga, trans
cribi?ndose incompletas sus ordenanzas, mientras al p?sito ?nicamente se le menciona tangencialmente y no se incluyen sus ordenanzas.122
El objeto y la funci?n de ambas instituciones est? clara
mente definido en la exposici?n de motivos que antecede a
sus ordenanzas. El Cabildo y Ayuntamiento de M?xico, dicen, en las ordenanzas del p?sito, parte introductoria:
que por cuanto de algunos a?os a esta parte se ha ido en cada
d?a encareciendo en esta rep?blica y ciudad el trigo, harina e ma?z,
de manera que los pobres necesitados as? espa?oles como natura
les no se pueden sustentar sino con mucho trabajo... y para lo
remediar esta Ciudad se ha juntado muchas veces a tratar con el
Muy Exmo. Sr. Don Mart?n Enr?quez, visorrey de esta Nueva
Espa?a, hubiese en esta ciudad p?sito, como los hay en muchas
ciudades de Espa?a, y que este fuese de trigo, harina [y] ma?z?
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 617
para el remedio de dichos naturales., .y como su Excelencia hu
biese entendido lo mucho que conven?a hacerse p?sito en la poca
posibilidad desta ciudad para comprar el trigo, harina [y] ma?z, dio orden sin que la ciudad pusiese.. .cosa alguna, se hicieren en
la plaza mayor de esta ciudad veinte y nueve tiendas para que la
dicha renta fuese aplicable para el dicho p?sito... e las dichas
tiendas al presente est?n acausadas y puestas en renta por precio de tres mil pesos de oro com?n en cada un a?o...
De modo que el objeto del p?sito es remediar la carest?a
de trigo, harina y ma?z que se padece en la ciudad de M?
xico; su funci?n es suministrar grano barato y abundante a
los pobres de la ciudad, espa?oles y naturales. Para cumplir con ambos prop?sitos requiere un fondo de capital propio,
que le permita en tiempos normales o de escasez comprar el
grano y ofrecerlo barato para as? evitar el alza de los precios. Una prueba m?s de que la caracter?stica esencial del p?sito era servir de fondo de capital para la compra de granos, nos
la suministra la instrucci?n de Revillagigedo, al conde De
las Amarillas. Dice en ese documento Revillagigedo que existe "un capital que llaman el p?sito, principalmente de
dicado a contener las injustas alteraciones del precio o esca
sez del ma?z, porque emple?ndose al tiempo de las cosechas
gran parte de este fondo, si el precio se pretende alterar sin causa para los labradores, o escasea.. .lo sujeta la ciudad ven
diendo el que ha comprado; y en no habiendo estas urgen cias, se cambia la semilla para no sentir su
corrupci?n... y
en los casos de faltar obligado abastecedor de carnes, suplen los caudales del P?sito para la compra de toros que vende la
ciudad".1**
En cambio, en la exposici?n de motivos que el Cabildo
aduce para justificar el establecimiento de la alh?ndiga, se
dice:
que por la experiencia se ha visto que de algunos a?os a esta
parte...cada d?a se han ido encareciendo los bastimentos de tri
go, harina y cebada en esta ciudad.. .y considerando que en muchas
rep?blicas bien gobernadas de las de Espa?a, as? de Sevilla como
Granada, Toledo, Burgos y otras, que queriendo estorbar y obviar
lo susodicho y parecer mejor abastecidas de los dichos bastimen
tos, han hecho y abastecido casas de alh?ndiga, donde traen todo
6i8 ENRIQUE FLO RESCAN O
el trigo, harina y cebada, y all? se vende y provee la rep?blica, lo
cual ha parecido que conviene se debe hacer en esta ciudad para estorbar la regatoner?a y excesos que en ella hay y para que est?
mejor abastecida y prove?da... acordaron y mandaron que de aqu? adelante haya en esta ciudad casa de alh?ndiga donde se traiga y se ponga el trigo, harina y cebada que a esta ciudad se trajere a
vender y all? se venda.
Es decir, la alh?ndiga tiene por objeto regular en un lu
gar determinado y bajo la vigilancia del cabildo, o de sus
funcionarios, la introducci?n y la venta de los granos en la
ciudad, principalmente del trigo, la cebada y el ma?z. Es evi
dente que la alh?ndiga es una casa o almac?n destinada a
acumular los granos provenientes de las regiones comarcanas
para que ah?, bajo la vigilancia de funcionarios especiales, se efect?en las transacciones de compra y venta, seg?n los
precios y medidas que fijan las autoridades.
Creemos que el origen de la confusi?n entre p?sito y
alh?ndiga obedece al hecho de que adem?s de ser organismos
complementarios y dependientes uno del otro, ambos nacie
ron al mismo tiempo, precisamente porque la vida y finali
dad de uno llevaba impl?cita la necesidad del otro. Es evi
dente tambi?n que la administraci?n municipal de la ciudad
de M?xico buscaba, a trav?s de estas instituciones gemelas,
pero no id?nticas, solucionar el problema principal que por entonces encaraba: el del abasto en
tiempos de escasez. La
creaci?n de la alh?ndiga tend?a a solucionar el problema de
la venta libre y arbitraria de los precios, as? como a eliminar
al intermediario o regat?n que encarec?a los precios. Al mis
mo tiempo, el almacenamiento de todos los granos en un
lugar determinado, supervisado por las autoridades munici
pales, permit?a llevar una cuenta
pormenorizada de las nece
sidades de avituallamiento que exig?a la ciudad en cada ?poca del a?o; esto favorec?a la toma de ciertas medidas preventivas,
adem?s de que as? se manten?a una vigilancia m?s severa
sobre la producci?n, la distribuci?n y la venta de los granos. Por su parte, el
p?sito no se limitaba al almacenamiento
y abasto del ma?z, su funci?n primordial era de tipo social.
La creaci?n del p?sito fue una medida de seguridad social. El
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 619
p?sito surgi? como una necesidad debido a los peligrosos efectos (hambre, epidemias, mot?n, alborotos) que produc?an las escasez de ma?z entre la poblaci?n citadina de bajos re
cursos (indios y castas). Por eso su misi?n resid?a en mante ner siempre el abasto de ma?z en ?pocas de escasez a precios accesibles para la poblaci?n de ingresos reducidos. Por ese
hecho, porque estaba obligado a mantener los precios del
ma?z por debajo de los acostumbrados en las ventas comunes, en p?sito se atrajo desde su fundaci?n la animadversi?n no
solamente de los intermediarios, regatones y revendedores, sino incluso la de los hacendados y grandes cosecheros de
ma?z y trigo que ve?an limitarse las v?as que antes conduc?an a la especulaci?n, el acaparamiento y el alza de los precios.
No advert?an los agricultores que a cambio de una peque?a reducci?n en sus ganancias, la administraci?n municipal les ofrec?a la seguridad social y la calma necesaria para progresar lenta pero seguramente en sus negocios. Porque al fin de
cuentas, la creaci?n del p?sito, en su sentido profundo, in tentaba alejar todo peligro de mot?n o alboroto por causa
del descontento popular. Obs?rvese, en efecto, que el sentido
original de los p?sitos espa?oles: dar cr?dito y protecci?n al
agricultor, se ha perdido. El P?sito en la Nueva Espa?a ca rece de las disposiciones que favorecen al campesino; por el
contrario, limita sus posibilidades de enriquecimiento en fa vor del habitante de la ciudad.
D) Organizaci?n y funcionamiento del P?sito y de la Al
h?ndiga. El P?sito. El personal administrativo del p?sito se
compon?a de dos mayordomos y dos regidores que el cabildo nombraba anualmente. Un mayordomo y un
regidor lleva
ban cuenta y cargo de todo el trigo y harina que entraba en
el p?sito, y lo mismo hac?an los otros dos respecto del ma?z.
Cada uno de estos funcionarios ten?a que dar fianza antes de
ocupar su puesto. Hab?a, tambi?n, un escribano del ayun tamiento encargado de asentar todo lo relativo al trigo, ha rina y ma?z del p?sito.
El dinero del p?sito se guardaba en una caja con tres lla
ves, de las cuales una la ten?a el justicia, otra el mayordomo
?20 ENRIQUE FLO RESCAN O
y otra el regidor. Las ganancias del p?sito, en caso de ha
berlas, se hab?an de destinar a su conservaci?n y crecimiento.
Recib?a adem?s el p?sito 3 000 pesos que produc?an las ren
tas de unas tiendas hechas por la ciudad en la plaza mayor, y una parte del impuesto que cobraba la alh?ndiga por cada
fanega de trigo, cebada o ma?z que se introduc?a en ella para su venta. Para almacenar y conservar los granos que compra
ba el p?sito se mand? hacer unas trojes, las cuales eran visi
tadas cada lunes por los mayordomos y regidores. Posterior
mente, los granos pertenecientes al p?sito se guardaban y vend?an en la alh?ndiga.
El funcionamiento de esta instituci?n estaba condicionado
por la regularidad de las cosechas y s?lo se alteraba en tiem
pos de escasez. Generalmente, antes de que se levantara la
cosecha, se enviaba a un funcionario a observar el estado de
las siembras, y seg?n el informe que aportara se iniciaba o
retrasaba la compra de los granos. Si se preve?a escasez, la
compra se apresuraba; si abundancia, se aguardaba la
mejor
oportunidad para comprar m?s barato. La mejor ocasi?n
para observar la efectividad de esta instituci?n es justamente en los momentos de escasez. Pero en
general, el mecanismo
que se sigue es el mismo que describe Braudel en el caso de
las oficinas de trigo mediterr?neas.
La Alh?ndiga. El principal funcionario de la alh?ndiga es el llamado fiel, que se nombra a principios de a?o y que est? encargado de todo el trigo, harina y cebada que llega a la ciudad y se introduce en la alh?ndiga. Tiene como
obligaciones el dar fianza, vivir siempre en la alh?ndiga y
vigilar los precios a que se venden los granos, cuidando que no se alteren las posturas.
El mandamiento esencial de las ordenanzas de la alh?n
diga prescribe que todo el trigo, harina y cebada (luego se
incluir? el ma?z) que se lleve a vender a la ciudad sea con
ducido al local de la alh?ndiga, prohibi?ndose su venta en
cualquier otro lado. Otro mandamiento importante est? di
rigido contra los regatones que salen a las calzadas a
comprar
los bastimentos que traen los naturales.
La mayor?a de las ordenanzas de la alh?ndiga tienden a
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 621
una sola meta: hacer que todo el trigo y cebada que entra en
la ciudad sea conducido a la alh?ndiga para su venta, seg?n las posturas que se fijen. La alh?ndiga recibe por cada fa*
nega de trigo o cebada que entra en ella tres granos de oro
cam?n, y por cada quintal de harina otros tres granos de
oro, todo lo cual se destina a gastos de la misma alh?ndiga y del p?sito.
En cuanto al funcionamiento, puede decirse que esta ins
tituci?n es incluso m?s regular y estable que el p?sito, ya que aun en caso de escasez su actividad no sufre modificaciones
de importancia. Cuando m?s, ocurre que los agricultores y labradores se niegan a llevar sus granos a la alh?ndiga por*
que se les fijan precios bajos para su venta, o porque los ven
den en otras regiones donde tienen mayor precio. Entonces
los funcionarios de la alh?ndiga, a trav?s del cabildo, obli
gan a los remisos a llevar sus granos a la ciudad bajo ame
naza de requisarles todo el grano que posean.
E) Situaci?n del P?sito y de la Alh?ndiga al final del si
glo. De las dos instituciones que estudiamos, la que m?s
pronto adquiri? cierto equilibrio y un auge moderado fue
la alh?ndiga. Y es que ?sta, al contrario del p?sito, no ten?a
grandes problemas de finanzas. Nunca estaba expuesta a p?r didas sensibles ni tampoco pod?a alguna vez lograr ganancias excesivas. El hecho de que todos los granos que se introdu
c?an en la ciudad ten?an que venderse en la alh?ndiga, don
de obligatoriamente pagaban tres granos de oro por cada
fanega, asegur? los gastos de conservaci?n y los pagos de sa
lario de esa instituci?n.
Por otra parte, su eficacia administrativa fue otra de las razones que favorecieron su desarrollo estable. A?n cuando no puede decirse categ?ricamente que el establecimiento de
la alh?ndiga termin? con la regatoner?a, la especulaci?n y el acaparamiento de los granos, si les impuso l?mites, y, en
t?rminos generales, ayud? a la ciudad a mantener un abasto
constante de granos sin grandes oscilaciones en los precios. El 13 de junio de 1595 se dict? un auto que modific? en
parte la organizaci?n original de la alh?ndiga.124 El auto
?22 ENRIQUE FLORESCANO
citado mandaba que ninguna persona viviese en las casas y
aposento de la alh?ndiga, y sobre todo, prohib?a terminan
temente la presencia de encomenderos. Los llamados enco
menderos eran personas, generalmente de la ciudad, a
quie
nes los agricultores y hacendados "encomendaban" los granos
que llevaban a vender a la alh?ndiga. La existencia de estas
personas en la alh?ndiga fue siempre un obst?culo para que esa instituci?n cumpliera el prop?sito de mantener los pre cios bajos y no alterar las posturas que se fijaban, debido a
que los citados encomenderos, que muchas veces trabajaban a comisi?n, siempre luchaban por elevar los precios o modi
ficar las posturas. A pesar de ello y aun cuando desde este
tiempo se prohibe su presencia en el local de la alh?ndiga, los encomenderos continuaron en su actividad en los siglos
xvn y xviii, seguramente apoyados por los due?os de los gra nos cuyos intereses defend?an, quienes arg??an que ellos no
pod?an venir a la cuidad a vender sus ma?ces porque enton
ces descuidaban las siembras y cosechas en el campo.
Las alh?ndigas prosperaron en tierras de Nueva Espa?a en los siglos posteriores. Se les encuentra, particularmente,
en
las grandes ciudades, en los puertos y en los reales mineros;
es decir, siguen la ruta de los grandes centros donde habitan
sus creadores. Con el p?sito ocurrieron las cosas de otro modo,
principalmente porque esta instituci?n si amenazaba a los
agricultores al presentarse
como un comprador poderoso que
pugnaba por mantener bajos los precios, y todav?a se pro nunciaba contra la especulaci?n y el acaparamiento. Al con
trario de la alh?ndiga, las intervenciones del p?sito siempre
aparec?an m?s violentas y agresivas, puesto que con su fondo
de capital pod?a presionar a los productores de granos m?s
fuertes. Y justamente, ah? donde en ocasiones pod?a radicar
su fuerza, estaba tambi?n su debilidad mayor. El p?sito, como
cualquier particular, en cada compra de granos se
ju
gaba su
capital, pero estaba sin duda mucho m?s expuesto a
perder que a ganar en virtud de que su objetivo no era la
ganancia, sino mantener la provisi?n
constante de ma?z a un
precio bajo. As?, en repetidas ocasiones, ten?a que vender
por debajo de los precios a que hab?a comprado.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 623
Sin embargo, estas limitaciones del p?sito se convert?an en
cualidades cuando hab?a alza de los precios o conato de es casez. Entonces, como ocurri? el 13 de noviembre de 1587, el
p?sito impon?an un precio bajo al ma?z para que todo lo "de m?s que se trae a vender a esta ciudad de traginer?a, lo ba
jara al mismo precio poco menos".126 Por lo dem?s, el pro blema fundamental del p?sito en estos a?os fue su incapacidad para acrecentar, o al menos mantener, su fondo de capital. Los 3,000 pesos anuales que recib?a apenas si alcanzaban con dificultad a cubrir los gastos de administraci?n y sueldos,
pero no para la compra de ma?ces. Incluso reci?n fundado, en abril de 1583, tuvo que recurrir al pr?stamo para comprar 13,660 fanegas de ma?z; en esta ocasi?n se le prestaron de la
Sisa 17,075 pesos.127 Hay que agregar que tampoco se carac
teriz? el p?sito en esta ?poca por su buena administraci?n, as? lo indica el hecho de que el 6 de noviembre de 1592 tenga el Cabildo que otorgar poderes a un comisionado especial para "pedir y demandar, recibir y cobrar en juicio y fuera de ?l" lo que se adeuda al p?sito.128 Otras veces ocurre que los dineros del p?sito se prestan o se depositan fuera de su
caja, violando lo que en este sentido mandan sus ordenan
zas.129
Quiz? debido a estas circunstancias y al hecho de que el
p?sito se hab?a especializado en atender el abasto del ma?z, se comienza a pedir con insistencia, desde octubre de 1587,
que se establezca un nuevo p?sito de trigo y harinas. Parece
que finalmente no hubo necesidad de formar el nuevo p?sito, pues desconocemos la existencia de sus ordenanzas. Sin em
bargo, es indudable que en estos a?os finales del siglo se con
cedi? mayor importancia al abasto de trigo que al del ma?z,
pues se mencionan grandes sumas destinadas a la compra de
este grano por parte del p?sito.131 Adem?s de estos y otros problemas (construcci?n de tro
jes, escasez de transportes, etc.), el p?sito tuvo que librar una
dura batalla contra el virrey, quien se obstinaba en inmiscuir
se en su administraci?n y funcionamiento sin tener poderes
para ello. En efecto, en enero de 1586 el virrey Manrique manda al cabildo que no nombre alcaldes ni otros funciona
?24 ENRIQUE FLORESCANO
rios de la Alh?ndiga "sino que libremente dejen usar estos
oficios a las personas que agora los usan"; la misma disposi ci?n manda que se cumpla respecto al P?sito. Naturalmente, el Cabildo de la ciudad de M?xico inmediatamente elev? su
protesta al rey, quien en sucesivas ordenanzas de junio 30 de 1587 y de 3 de mayo de 1590, orden? al virrey desistiese en sus interferencias y se sujetase a lo que determinan las
ordenanzas de ambas instituciones.132
NOTAS
i V?ase Charles Gibson, The Aztecs under Spanish Rule. A History
of the indians of the Valley of Mexico, 1510-1810, Stanford California,
Stanford University Press, 1964, pp. 396 y ss. Esta obra, a la que remi
tiremos con frecuencia al lector, contiene cap?tulos excelentes sobre la
tierra, la agricultura y el trabajo en el Valle de M?xico. V?ase tambi?n
el cap?tulo dedicado a la ciudad de M?xico. 2 Sobre el modo de tributar los indios de Nueva Espa?a a su Ma
jestad, 1561-1564, documentos publicados por France V. Scholes y Elea
nor B. Adams, M?xico, Jos? Porr?a e hijos, 1958, pp. 52-3, y p. 39 y ss.
S Gibson, op. cit., pp. 271 y ss. y 280 y ss.
4 Diego de Encinas, Cedulario Indiano, 4 tomos, Madrid, 1954, li
bro i, p. 440. 5 V?ase Fran?ois Chevalier, La formaci?n de los grandes latifun
dios en Mexico, M?xico, Problemas Agr?colas e Industriales de M?xico,
1956? P- 45 ? Vasco de Puga, Provisiones, c?dulas, instrucciones para el gobierno
de Nueva Espa?a, Madrid, 1945, F. II Or. Tambi?n Encinas, op. cit., Libro i, p. 439.
7 V?ase la "relaci?n del virrey Mendoza a su sucesor (1550)", en la
Colecci?n de documentos in?ditos relativos al descubrimiento, conquista
y organizaci?n de las antiguas posesiones espa?olas de Am?rica y Ocea
nia, sacados de los archivos del reino, y muy especialmente del de Indias,
42 vol?menes, Madrid, 1864-1884, vi, p. 92. Afirma Gibson que en el
siglo xvi los espa?oles dedicados al cultivo del trigo depend?an de las
lluvias naturales, sembrando en primavera y cosechando en noviembre,
tal como se hac?a con el ma?z, op. cit., p. 322 y ss.
8 Instrucciones que los virreyes de Nueva Espa?a dejaron a sus su
cesores, M?xico, 1867, tomo 1, p. 39. 9 V?ase Jos? Miranda, Espa?a y Nueva Espa?a en la ?poca de Feli
pe II, M?xico, UN AM, 1962, p. 86, y sobre todo, del mismo autor, El
tributo Ind?gena, M?xico, El Colegio de M?xico, 1952, particularmente
EL ABASTO Y L? LEGISLACI?N DE GRANOS 625 el cap?tulo i y la introducci?n, donde se detallan los cambios en la tri*
butaci?n ocurridos en el siglo xvi.
10 Los se?ores de la Nueva Espa?a, pr?logo y notas de J. Ram?rez
Cabanas. M?xico, UNAM, 1942, pp. 144-45. 11 V?ase Silvio Zavala, La encomienda Indiana, Madrid, Centro de
Estudios Hist?ricos, 1935, p. 145. 12 Entre los que se oponen a tales medidas estaba el virrey Velasco,
quien le expon?a al rey, en mayo de 1553, lo siguiente: "Entre otras
cosas ha declarado el Consejo ser servicio personal el traer los indios
a esta ciudad [M?xico]
los tributos de la Real Hacienda y de los particu
lares; y como la mayor parte de estos tributos sean bastimentos, y se ha
quitado el traerlos, en esta ciudad si los indios no lo proveen, no basta
industria ni diligencia m?a ni de espa?oles a bastecer la ciudad de s?lo
pan y agua y le?a y yerba para los caballos, que es la fuerza que en
esta tierra hay", en Cartas de Indias, Madrid, Ministerio del Fomento,
1877, n?m. 49, p. 263; citado por Zavala, La Encomienda Indiana, p.
137. 13 Loe cit.
14 Encinas, Cedulario Indiano, Libro iv, fs. 310-11. 15 Loe. cit.
l? Ibid.
17 V?ase Silvio Zavala y Mar?a Castelo. Fuentes para la Historia del
Trabajo en Nueva Espa?a, 8 vol?menes, M?xico, Fondo de Cultura Eco
n?mica, 1939-1946, 1, p. 47; tambi?n Luis Garc?a Pimentel, ed., Descrip ci?n del Arzobispado de M?xico en 15J0 y otros documentos, M?xico,
1896, pp. 64-5. 18 V?anse los casos siguientes en las Fuentes para la Historia del
Trabajo, 1, pp. 50, 104, 107, 110, 126; n, pp. 231, 243, 282, 309, 311, 358,
36l> 374> 378> 398? etc
19 Encinas, op. cit., libro iv, pp. 311-12 20 Silvio Zavala, Ordenanzas del trabajo, siglos xvi y xvii, M?xico,
*947> PP- 34-5 21 Gibson, op. cit., pp. 360-61. 22 Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva Espa?a,
edici?n y bibliograf?a de S?nchez Garcia, Barcelona, 1914, p. 170. Tambi?n, "Viaje de Roberto Tompson, comerciante, a la Nueva Espa?a en el a?o de 1555" en Obras de Joaqu?n Garc?a Icazbalceta, M?xico,
1898, tomo vu, pp. 86 y 107. 2? Gibson, op. cit., pp. 352-3 y ss.
24 ibid., pp. 354-60. 26 V?anse las consideraciones de Gonzalo Acuirre Beltr?n sobre los
mercados ind?genas en relaci?n a sus aspectos econ?micos y sociales, El
proceso de aculturaci?n, M?xico, UNAM, 1967, pp. 99-104. Tambi?n
Bronislaw Malinowskv y Julio de la Fuente, "La econom?a de un siste
?2? ENRIQUE FLORESCANO
ma de mercados en Mexico", en Acta Anthropol?gica, M?xico, ?poca n,
volumen 2, 1952. 26 V?ase para todo esto El tributo ind?gena, p. 204 y ss.
27 "Carta a S.M. de don Sebasti?n Ram?rez de Fuenleal, 18 de sep tiembre de 1532", citado por Miranda, El tributo ind?gena, pp. 204-205,
subrayados nuestros.
2S Ibid., p. 207 y 208. 29 Gibson, op. cit., p. 281.
30 Informaci?n sobre los tributos que los indios pagaban a Moctezuma, a?o de 1544. Ed. y prol. de France V. Scholes y Eleanor B. Adams,
M?xico, Jos? Porr?a e hijos, 1957. V?ase el pr?logo y las pp. 28 a 65
y ss.
31 Sobre el modo de tributar los indios..., v?ase el pr?logo y los
pareceres contenidos en las pp. 19 a 53. 32 Cartas del licenciado Jer?nimo Valderrama y otros documentos
sobre su visita al gobierno de Nueva Espa?a, 1563-1565. Ed. y pr?logo de France V. Scholes y Eleanor B. Adams, M?xico, Jos? Porr?a e hijos,
1961, pp. 257-62 y el pr?logo. 33
"Descripci?n del obispado de Antequera... (1565)", citado por Mi
randa, pp. 208-9. 34 V?ase para todo esto la obra de Miranda, que en esta parte se
guimos con detalle, pp. 219 y 221.
3-5 Ibid., p. 221.
36 I ibid., pp. 221-2.
37 V?ase para todo esto la excelente obra de Chevalier ya citada,
p. 45 y ss.
33 Informaci?n sobre los tributos que los indios..., p. 28 y ss.
30 Aguirre Beltr?n, op. cit., p. 84 y ss.
40 Sobre el modo de tributar los indios..., p. 39. 41 Chevalier, op. cit., pp. 52-3.. V?ase tambi?n de Chevalier, Signi
ficaci?n social de la fundaci?n de la Puebla de los Angeles, Puebla,
Centro de Estudios Hist?ricos de Puebla, 1957. 42 BENAVENTE, Op. Cit., p. 245. 43 La formaci?n de los grandes latifundios, p. 52-3. 44
Explotation of land in central Mexico in the sixteenth century,
Berkeley and Los ?ngeles, University of California Press, 1952, pp. 53,
54? 55 Y 63 45 Relaci?n breve y verdadera de algunas de las muchas cosas que
sucedieron al padre Fray Alonso Ponce en las Provincias de Nueva Es
pa?a, siendo comisario general de aquellas partes. Tra?anse algunas
particularidades de aquella tierra y dicese su ida a ella y vuelta a Espa ?a. .. escrita por dos religiosos, sus compa?eros, 2 tomos, Madrid, Im
prenta de la viuda de Calero, 1875, tomo 1, p. 3 y 5. 46 Relaci?n breve y verdadera., 1, p. 27.
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 627
47 Alonso de la Mota y Escobar, Descripci?n geogr?fica de los reinos
de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo Le?n, introducci?n de J. Ra
m?rez Cabanas, M?xico, Pedro Robredo, 1940, pp. 51-2 48 ibid, pp. 59, 62 69, 71, 72, 73, 74, 75 y 78 49 ibid., pp. 100-101. Hacia el rumbo de Colima se localizan algunos
cultivos de ma?z y de trigo de regad?o, molinos, ganados, etc., v?ase la
Relaci?n breve y verdadera, 11, pp. 107-110. 60 Relaci?n breve y verdadera..., 1, p. 537. 51 Mota y Escobar, op. cit., pp. 121-23. 52 Ibid., pp. 124-5 Hacia la banda occidental del camino a Zacatecas,
en Juchipila y Tlaltenango, hay labores de espa?oles donde se siembra
trigo y ma?z, y tambi?n de indios, pp. 129-30 y 133.. 53 ibid., pp. 136-7. El ma?z que se siembra es de riego "porque
suelen faltar las aguas del cielo".
54 Ibid., p. 162. El otro producto que sostiene a Saltillo es el gana do. Entre Saltillo y Parras hay haciendas de trigo de riego y de ma?z
circunvecinas; el precio m?s alto de la harina en estos reales mineros es
de 50 reales la fanega, p. 164. 55 Ibid., pp. 172-3., 177-78 y ss. Sobre Nombre de Dios v?anse las
pp. 179-84. 56 En la mayor?a de los reales mineros, hacia 1570, los pobladores
se dedican a su beneficio o a "tratantes y mercaderes". S?lo unos cuan
tos indios cultivan ma?z cuando el suelo lo permite. V?ase, por ejemplo, la Descripci?n del Arzobispado de M?xico..., pp. 75-6, 171-2, 200-201,
202-3, 205, 08-9, 54-55, etc.
57 Robert C. West, The mining community in northern New Spain: The Parral mining district, Bekerley and los Angeles, University of
California Press, 1949; especialmente el cap?tulo IV. 58 V?ase sobre Guanajuato Las repartimientos de indios en la Nueva
Espa?a durante el siglo xvii, recopilaci?n de Luis Ch?vez Orozco, M?
xico, Secretar?a de la Econom?a Nacional, 1935, p. 6.
59 Relaci?n breve y verdadera..., 1, p. 271. 60 V?ase por ejemplo lo que dice sobre esta regi?n a mediados del
siglo xviii Joseph Antonio de Villase?or y S?nchez, Theatro americano.
Descripci?n general de las provincias de la Nueva Espa?a y sus Juris
dicciones, 2 tomos, edici?n fascimilar, M?xico, Editora Nacional, 1952,
11, pp. 115-17, 119-20, 24, 126, 129, 131-2, 146 y 184-5. #1 Relaci?n breve y verdadera..., 1, pp. 468-9, 498 y 486. 62 Ibid, n, pp. 389-90 y ss. En estas p?ginas puede verse una deta
llada descripci?n del m?todo de cultivo maya. V?ase tambi?n Fray
Diego de Landa, Relaci?n de las cosas de Yucat?n, introducci?n de A.
M. Garibay K, M?xico, Porr?a, 1959, pp. 39-41, 117-20 y 223. 63 Para completar la geograf?a del trigo y del ma?z en el siglo xvi se
requiere un estudio minucioso de las obras siguientes: Francisco del
Paso y Troncoso, Papeles de Nueva Espa?a, 2* serie, "Geograf?a y Esta
6z8 ENRIQUE F LO RESCA?O
d?stica". Madrid, 1905-1906, 6 tomos, Juan L?pez de Velasco, Geograf?a
y descripci?n universal de las Indias el a?o 1571 al de 1574, Madrid,
edici?n por J. Zaragoza, 1894; A. Millares Carlo y J. I. Mantec?n,, ?ndice y extractos de los protocolos del Archivo de Notar?as de M?xico,
D. F. 2 tomos, M?xico, El Colegio de M?xico, 1945-46. El libro de las
tasaciones de pueblos de la Nueva Espa?a, Siglo XVI, M?xico, Archivo
General de la Naci?n, 1952; adem?s de otras relaciones geogr?ficas y cr?nicas de la ?poca.
64 El proceso de aculturaci?n, p. 80. 65 V?ase Un desconocido cedulario del siglo xvi, perteneciente a la
catedral metropolitana de M?xico. Pr?l. y notas de A. M. Carre?o, ed.
Victoria, 1944, pp. 355-56, 376-79 y 342-43 66 V?ase La formaci?n de los grandes latifundios..., p. 53. 67 Zavala y Castelo, op. cit., pp. 164-5. 68 V?anse los siguientes casos en ibid., 11, pp. 184, 188-9, 22?> 231?
268, 299, 317, 368, 371-72, 399, 400, 402, 405, 410; tomo m, pp. 176-77. 69 Ibid., i, p. 111 y ss. V?ase tambi?n Lesley Byrd Simpson, Studies
in the administration of the indians in New Spain, tomo m. The reparti* miento system of native labor in New Spain and Guatemala, Berkeley? California, University of California Press, 193.8, pp. 93 y ss.
70 Zavala y Castelo, op. cit., 1, pp. 112 y ss. Otros casos de reparti miento para labranzas de trigo en 11, pp. 250-57, 236-7 y 238-441..
71 Ibid., i, p. 101; y 11, pp. 299-300. 72 Ordenanzas del trabajo..., p. 36. 73 Zavala y Castelo, op. cit., n, pp. 185-6, 265, 284, y 391. 74 p. xi; v?ase tambi?n la obra de Simpson.
75 Zavala y Castelo, op. cit., ni, pp. 62-63. 76 Mois?s Gonz?lez Navarro, Repartimientos de indios en Nueva Ga
licia, M?xico, Museo Nacional de Historia, 1963. De los 220 documentos
que aqu? se publican sobre otros tantos repartimientos, el 90 % de ellos
se concede para las labranzas de trigo. 77 La formaci?n de los grandes latifundios..., p. 57. 78 Ibid., p. 54. 79 Sobre el modo de tributar los indios..., p. 20.
80 Cartas del licenciado Jer?nimo Valderrama..., p. 61.
81 Ibid., p. 179. 82 La formaci?n de los grandes latifundios..., p. 54. 83 Gibson, op. cit., ap?ndice iv, que enumera las epidemias m?s im
portantes que azotaron a la colonia.
84 La formaci?n de los grandes latifundios..., p. 54-5. 85 Ibid., p. 55. 86 El tributo ind?gena, pp. 216 y ss.
87 La formaci?n de los grandes latifundios..., p. 55 y nota 45. Para
otros efectos que produce la disminuci?n de los ind?genas sobre la eco?
EL ABASTO Y LA LEGISLACI?N DE GRANOS 629
nom?a, Woodrow Borah, New Spain's century of depression, Berkeley and
Los Angeles, University of California Press, 1951. 88 ibid., pp. 32-3. 89 Los se?ores de la Nueva Espa?a, pp. 148-49. 90
Raymond Lee, "Grain legislation in colonial Mexico", en The His
panic American Historical Review, november, 1947, p. 649 y ss.
?l Ibid., p. 650 y ss.
92 Ibid., p. 653 y ss.
93 Arthur S. Aiton, "Early american price fixing legislation", en
Michigan Law Review, xxv, 1926, pp. 15-23; citado por Lee. 94 Puga: Provisiones, c?dulas..., f. 110; Encinas, Cedulario..., libro
h p. 439. 95 Archivo Municipal de la Ciudad de M?xico. Francisco del Barrio
Lorenzot, Colecsion de ordenanzas de la Mui noble, Insigne. Muy Leal
e Imperial Ciudad de M?xico. Para gobierno de su Cuerpo, de su Rep?
blica, Gremios, Comercio, Trato, etc., asi de las que se hallan en el Li
bro Beserro como otras sacadas d?los Libros Capitulares y Procesos, 3 tomos, S. A. (colocaci?n: 431, 432 y 433), tomo ni, fs. 282V a 284^
96 V?ase El Tributo ind?gena, pp. 204-5. 97 Cedulario Indiano, libro iv, f. 310-11. 98 Del barrio lorenzot, Colecsion, m, fs. i7?r a 178V. 99 Ibid., m fs. ig8r y v.
100 Ibid., ni, f. ig8r y v.
101 Ibid., in, fs. 181 v y i82r.
102 Archivo General de la Naci?n, Ordenanzas, 11, n?m. 247, f. 221 y Vol. 1, n?m. 8.
103 Ordenanzas, 1, n?m 9. 104 La vida econ?mica y social de Nueva Espa?a, Pr?logo y notas de
A.M. Carre?o, M?xico, Robredo, p. 100.
105 Loe. cit., tambi?n p. 118.
loe Del Barrio Lorenzot, Colecsion, hi, fs. 289r y v, y 29or. 107 Ibid., m, f. 290-91 r y v.
108 Ordenanzas, 1, num. 22, f 3.3V. 109 Del Barrio Lorenzot, Colecsion, m, fs. 285 y 286r y v.
110 Ibid., ni, fs. 286V y 287r y v; 287V y 288r y v.
111 Henry Pirenne, Historia econ?mica y social de la Edad Media,
M?xico, Fondo de Cultura Econ?mica, 1961, p. 128.
112 Fernando Braudel, El mediterr?neo y el mundo mediterr?neo en
la ?poca de Felipe II, 2 tomos, M?xico, Fondo de Cultura Econ?mica,
1935? *> PP- 3??-303 113
Jes?s Rubio Co?loma, "Sobre los P?sitos agr?colas", en el Trimes
tre Econ?mico, M?xico, Vol. vi, 1939, p. 599. V?ase tambi?n sobre los p? sitos espa?oles, Adolfo Lamas, Seguridad social en Nueva Espa?a, M?xico?.
UN AM, 1964, cap. rv.
630 ENRIQUE FLORESCAN O
114 Rubio Coloma, opd cit., p. 599. 115 Loe. cit. 116 Cartas del licenciado Jer?nimo Valderrama..., p. 90. L17
Descripci?n del arzobispado de M?xico..., p. 16.
118 Ordenanzas del P?sito de la ciudad de M?xico del a?o de 1580 y
efem?rides correspondientes a los a?os de 1578 a 1584, edici?n de Luis
Ch?vez Orozco, M?xico, Almacenes Nacionales de Dep?sito, S. A., 1957,
P- *3 119 Ibid., pp. 14-5. 120 Las ordenanzas originales del P?sito se encuentran en el Archivo
Municipal de la Ciudad de M?xico, Libro del cabildo tocante al P?sito,
(colocaci?n 425), fs. 1 a 6r y v. Una copia de las ordenanzas originales de
la Alh?ndiga se encuentra en la obra de Barrio, Colecsi?n ..., ni, fs. 125 a i$2r y v.; las que se transcriben en la Recopilaci?n de leyes de los rey nos de las Indias (11, Libro iv, T?t. xiv) son incompletas.
121 V?ase por ejemplo lo que al respecto dicen los autores siguientes: Clarence Haring, The Spanish Empire in America, New York, Oxford,
1947, p. 273; Chester Guthree, "Colonial economy. Trade, industry and
labor in the seventeenth century", en Revista de Historia de Am?rica, n?m. 1, diciembre de 1939, pp. 103-104; W. Borah y S. F. Cook, Price
trends in some basic commodities in central M?xico, 1531-1570, Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 1958. p. 13 y nota 15;
Raymond Lee, "Grain legislation...", p. 647; etc. Quien m?s se ha acerca
do a una definici?n correcta de ambas instituciones ha sido don Luis
Ch?vez Orozco, El control de precios en la Nueva Espa?a. Segunda par te: Instrumentos sobre la aplicaci?n de la ley, M?xico, publicaciones del
Banco de Cr?dito Agr?cola y Ganadero S. A. 1953. V?ase el pr?logo. 122
Recopilaci?n de Leyes de los reynos de las Indias, Libro iv, T?t. 14. 123 Instrucciones que los virreyes..., 1, pp. 322-3. 124 Del Barrio Lorenzot, Colecsi?n, ni, fs. 201V y 2021*.
125 V?ase por ejemplo los vol?menes sobre alh?ndigas, publicados
por don Luis Ch?vez Orozco, Documentos sobre las Alh?ndigas, 11 vols,
M?xico, Almacenes Nacionales de Dep?sito, 1955-1959. 126 Efem?rides de la Alh?ndiga y el P?sito de la ciudad de M?xico,
1585-1503, recopilaci?n y pr?logo de Luis Ch?vez Orozco, M?xico, Al
macenes Nacionales de Dep?sito S. A., 1959, p. 26.
127 Ordenanzas del p?sito de la ciudad de M?xico..., p. 2 y 3. 128 Efem?rides de las alh?ndigas..., p. 18.
129 Ibid., V?ase por ejemplo lo que ocurre el 13 de diciembre de 1593,
P- 34 130 ibid., pp. 20, 21, 22, 26, 27, 32, 33, 34, etc.
131 Loe. cit.
132 Archivo Municipal de M?xico, Libro de Reales C?dulas perte
necientes a esta novilisima cyudad de M?xico, (Colocaci?n: 426), fs. i25T
y v, i32r y v; otro caso m?s tard?o, en 1604, f. 167^ y v.
TRES PROBLEMAS EN LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 1600-1624
Alejandra Moreno Tose ano
El Colegio de M?xico
Desde una perspectiva cuyo horizonte es el ma?z, la geogra
f?a de Nueva Espa?a se divide en varias regiones. Estas regio nes no son, necesariamente, unidades desde el punto de vista
geogr?fico, aunque si lo son por su historia y en algunos ca
sos, por conformar sistemas econ?micos independientes. En este primer intento por aclarar los problemas de la dis
tribuci?n geogr?fica del cultivo del ma?z en la Nueva Espa?a, al comenzar el siglo xvn, nos referiremos principalmente a tres
grandes regiones: a) los valles de Atlixco, Puebla y Tlaxcala,
b) el valle de M?xico y c) las zonas de tierra caliente, to
mando como ejemplos la regi?n de Veracruz y la regi?n de
Cuernavaca.
I. Atlixco-Tlaxcala-Tecamachalco
El punto intermedio entre M?xico y Veracruz es el cora
z?n de la econom?a agr?cola novohispana. Tlaxcala, Cholula,
Atlixco, Puebla, Tepeaca y Tecamachalco ofrec?an el grueso de los "bastimentos" necesarios para cubrir las demandas con
tinuas de la ciudad de M?xico y las exigencias intermitentes
del puerto de Veracruz.1
Puebla era el gran punto de convergencia de los centros
de producci?n agr?cola de esa regi?n. El r?pido crecimiento
que sufre la ciudad de Puebla durante las primeras d?cadas del siglo xvn2 y la importancia de esta zona como el "gra nero" de Nueva Espa?a,3 nos explica el por qu? de la trans
formaci?n del paisaje agr?cola de esta regi?n en lo que
podr?amos llamar un paisaje mestizo, en donde las tierras
alternan los cultivos de ma?z y de trigo. Puebla es el centro
632 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
este de un tri?ngulo* que, ba?ado por dos r?os importantes ?el Atoyac y el Nexapa? tiene sus puntos extremos en Atlix
co ?Tlaxcala ?Tecamachalco. Quedan comprendidos den
tro de este tri?ngulo, centros productores de la importancia de Tepeaca, Huamantla, Choiula y Huexotzingo-Calpan.
El tri?ngulo Atlixco-Tlaxcala-Tecamachalco durante los
primeros veinticinco a?os del siglo xvn, concentraba la mayor
parte de las haciendas agr?colas de espa?oles. La alta densi dad de poblaci?n ind?gena de esta zona4 permiti? la utiliza
ci?n segura de abundante mano de obra en estas haciendas.5
La parte central del tri?ngulo que hemos trazado (Puebla),
y su prolongaci?n
noreste hacia Huexotzingo-Calpan,
es ca
lificada como "abundant?sima en mahiz y trigo". Las ciudades
de Choiula y Puebla son sus centros principales de distribu*
ci?n. En Choiula, hacia 1610, ten?a lugar "todos los dias un
grueso mercado" donde se vend?an muchas "cosas de merca
der?a y de bastimentos".6
Atlixco es el centro de un rico valle "de cerca de siete le
guas de circuito".7 El valle de Atlixco hab?a llegado a ser, desde mediados del siglo anterior, "famoso en toda la comarca
por su abundancia de trigo y [por] ser el granero de donde
todos los a?os se surte Mexico y de donde sacan su principal subsistencia los pueblos circunvecinos".8 Esta circunstancia
puede explicar la tendencia hacia la fragmentaci?n de las
propiedades agr?colas que se observa en este valle. Los cien
labradores espa?oles que conoci? L?pez de Velasco en 1570, hacia 1621 se hab?an convertido en los "1000 vecinos espa?o les labradores" de los que da cuenta V?zquez de Espinosa.9
En la mitad sur del r?o Atoyac, se forma la depresi?n co
nocida con el nombre de "valle de San Pablo" "por una ygle sia deste nombre que hay enmedio del.. .".10 Las tierras de
los principales poblados de este valle: Tepeaca, Acatzingo, Guecholac (Quecholac), Tecali, Cuauhtinchan, estaban ocu
padas con "labores de trigo de espa?oles". El Obispo de Tlax
cala escribe en 1613 refiri?ndose a Quecholac:
* V?ase diagrama.
Knixco*
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#?WMACSJMTtK
(%*. SJ^^OOU. tSi.?tO
ecwoiKc
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El tri?ngulo Atlixco-Tlaxcala-Tecamachalco, servido por los r?os Atoyac y Nexapa.
634 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
"los yndios viven de alquilarse a labradores espa?oles, los
quales tienen muchas heredades en este distrito por que aqu? cae el famoso valle de San Pablo donde hay muchas y buenas
labores de trigos, donde se suelen dar, 15 000 fanegas de diezmo *IJ
La riqueza de esta zona se deb?a a sus posibilidades para
irrigaci?n. Las "aguas vivas", arroyos, aljibes y "xagues" eran
aprovechados por los espa?oles en sus cultivos. Tom?s Gage,
despu?s de visitar el valle de San Pablo, escribi? el siguiente comentario acerca de las t?cnicas de riego ah? utilizadas:
Para regar los sembrados se sirven con mucho yngenio de los
arrollos que caen de las monta?as que rodean el valle, abriendo
acequias o peque?os canales por cuyo medio llevan agua a las
tierras y la retiran cuando les parece que est?n bien regadas*2
En una zona como ?sta, ocupada casi en su totalidad por labradores espa?oles, era posible integrar bien un sistema de
canales y represas para el riego de las labores. Esta circuns
tancia permit?a que se levantaran dos cosechas anuales, lo que
significaba una enorme riqueza. El mismo Tom?s Gage esti
ma el caudal de los labradores espa?oles de este valle en "30
y 40 mil ducados en efectivo" 13
Contrastando con todo lo anterior est? Tlaxcala, en el otro
extremo del tri?ngulo; por circunstancias hist?ricas bien co
nocidas, esta regi?n mantuvo junto con los privilegios ind?
genas, el cultivo del ma?z.14 ?nicamente ah? donde era posible el riego, en la llamada Ci?nega de Tlaxcala, comenzaron a
surgir, hacia 1614, "heredades de espa?oles" que adem?s de
sembrar ma?z "agora han dado en sembrar trigo de riego que se comienza a dar mui bueno y mui copioso en el acudir"16
Desde el punto de vista de una geograf?a del ma?z conviene
destacar ciertas caracter?sticas generales de esta zona. Pri
mero: el cultivo del trigo desplaz? al cultivo del ma?z en
aquellos sitios en donde era posible el riego. La apropiaci?n de las tierras ind?genas por el grupo conquistador se hizo
paralelamente a la apropiaci?n de una riqueza mayor, el agua.
Segundo: los labradores espa?oles de esta regi?n contaron,
para el trabajo de sus haciendas, con una mano de obra
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 635
especializada en labores agr?colas que supo incorporar r?pi damente en sus formas de trabajo las nuevas t?cnicas intro
ducidas por el grupo conquistador; y tercero: el grupo ind?gena no abandona el consumo del ma?z por el del trigo; por el
contrario, los mismos labradores espa?oles se ven obligados a
sembrar ma?z para utilizarlo como alimento y salario de sus
hombres de servicio. Adem?s, el aprovechamiento de la ca?a
del ma?z como forraje hizo m?s conveniente un cultivo de tipo mixto. Es frecuente entonces, que campos cultivados de trigo se abandonen a su suerte cuando falta la presi?n de un la
brador o un encomendero. Testimonio de lo anterior, es la
siguiente informaci?n de la provincia de Apasco:
"en esta tierra se da trigo y cebada, aunque no lo usan los
naturales de cuarenta a?os a esta parte que muri? su encomen
dero espa?ol que lo hazia sembrar'16
Durante las primeras d?cadas del siglo xvn se cumple en
esta zona el proceso de mestizaje de culturas. Ha surgido un
complejo agr?cola que se expresa en las relaciones geogr?ficas de la ?poca al definir las labores agr?colas como "de trigo y
mahiz".
II. La Comarca de M?xico
Tomando como centro la ciudad de M?xico, las tierras com
prendidas dentro de 14 leguas a la redonda proporcionaban, te?ricamente, el abastecimiento material y la mano de obra
necesaria para el servicio de la ciudad. Esta unidad recibi?
el nombre de "comarca de M?xico".
Esta unidad m?s bien te?rica (zona de abastecimiento), re
vela, vista m?s de cerca, una disparidad interna de fuertes
contrastes. La geograf?a f?sica de la comarca ofrece toda la
escala de matices imaginables: bosques, llanos, tierras calizas,
tierras salitrosas.17 Las posibilidades de irrigaci?n dentro de
la comarca son tambi?n variadas. Encontramos, por un lado,
zonas de privilegio (Xochimilco) o de grandes posibilidades de irrigaci?n (Xaltocan);18 y por el otro, las zonas que se ven
limitadas a la utilizaci?n del agua de lluvia que se recoge en
636 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
"jag?eyes" (Teutlalpan), o las tierras secas y salitrosas de la
margen sureste de la laguna de M?xico.
Desde el punto de vista de su poblaci?n, en el circuito de
veinticuatro leguas a la redonda de la ciudad de M?xico, se
encuentran tambi?n importantes diferencias ?tnicas entre los
grupos ind?genas. Los grupos no-nahuas, principalmente oto
m?es, que se localizan en la regi?n de Actopan y en las in
mediaciones de Tepozotl?n (noroeste), conservan sus propias y particulares costumbres y tradiciones respecto al cultivo del
ma?z. En la ciudad de M?xico y su periferia, adem?s, se con
centra la mayor parte de la poblaci?n novohispana.19 Esta con
centraci?n urbana (y suburbana) significaba un mercado se
guro para la agricultura y permit?a a un buen n?mero de
labradores espa?oles dedicarse con ?xito a los cultivos, prin cipalmente a la siembra del trigo.20 La cercan?a de la ciudad de M?xico hac?a posible que los labradores espa?oles de esta comarca residieran en ella y dejaran sus haciendas al cuidado
de un criado o mayordomo.21 Algunos de estos criados o
mayordomos lograron abarcar el dominio de un buen n?mero
de tierras en diferentes regiones.22 Otro factor de gran impor tancia que se debe considerar en el estudio de la distribuci?n
geogr?ficas del ma?z en esta comarca es el siguiente: las tierras
de la comarca de M?xico presentan diferentes antig?edades
por lo que se refiere a su utilizaci?n agr?cola. Encontramos,
as?, tierras cuya incorporaci?n a la agricultura es de gran
antig?edad (Teotihuacan); tierras que, seg?n los relatos tra
dicionales fueron incorporadas al cultivo todav?a en tiempo de los aztecas2S y, por ?ltimo, tierras que comienzan a culti
varse m?s recientemente, en el siglo posterior a la domina
ci?n espa?ola.24
El panorama general que ofrece la comarca de M?xico en
los primeros a?os del siglo xvn es, como en el caso del tri?ngulo del Atoyac-Nexapa, el de un paisaje ya mestizo.25 Comparten las tierras de la comarca el ma?z y el trigo; ?ste ?ltimo con un
agregado importante: la cr?a de ganado menor. Nos parece, sin
embargo, que vale la pena intentar un examen m?s minucioso
de la distribuci?n geogr?fica del ma?z en la comarca para ello
tomemos como base el mapa que levant? Enrico Mart?nez
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 637
de "la comarca de M?xico y obra del desag?e de la laguna" hacia 1628.
Alrededor de la laguna de M?xico, rumbo al norte, se
?encuentran las ricas tierras de la provincia de Xaltocan. Ser
vida por el r?o de San Crist?bal y la peque?a laguna de Xal
tocan, esta provincia incluye a pueblos de producci?n agr?cola
importante como Tecama, Chiconautla y Ecatepec. Estos son,
por lo general, pueblos "de indios" y el grueso de su produc ci?n es el ma?z. Al comenzar el siglo xvn esta provincia es con
siderada "abundosa de pastos y no falta de agua... abundosa *en mahiz y en fr?soles".26 Xaltocan es, adem?s, uno de los
pocos sitios de la comarca que mantiene la propiedad ind?
gena del agua:
(en toda esta jurisdicci?n hay s?lo un monte en lo mas agro de
un cerro que esta enfrente deste dicho pueblo y toda la dem?s es
tierra raza, sin montes, y por medio desta jurisdicci?n pasa un
r?o caudaloso que baja de una sierra que se llama sierra de la
Estrella... en la ribera y valle por donde enfrente deste pueblo
baja el rio se podia regar con el agua del mucha tierra, y se
podr?an plantar y hacer huertas con muchas heredades y al pre sente no hay ninguna porque todo lo poseen los indios por cuyos t?rminos pasa'27
El r?o de Xaltocan o San Crist?bal comunica las lagunas ?de M?xico y Zumpango; su prolongaci?n noroeste riega el
vecino valle de Guautitlan (Cuautitl?n). Este valle, por con
traste, presenta una mayor especializaci?n en el cultivo del
trigo. Una acequia alimenta el molino del pueblo de Cuau
titl?n, estrat?gicamente situado en el cruce de caminos, para el beneficio del trigo que se recoge en las estancias de labor
de Tepozotl?n,28 Cuyotepec, Teoloyucan, Tultitl?n 2* y Tlalne
pan t?a.
El valle de Cuautitl?n encuentra, en el camino que baja de Zacatecas y Quer?taro rumbo a la ciudad de M?xico, su
principal mecanismo de distribuci?n. Rumbo al norte, el mis
mo camino entronca con la comarca de Citlaltepec. El pueblo de Huehuetoca, el centro m?s importante de la
comarca de Citlaltepec (cerro de la estrella), es "pueblo de
indios" y se encuentra rodeado por estancias de espa?oles.
638 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
de mencionan, hacia finales del siglo xvi, ocho estancias de
"ganado y labor".30
El extremo norte de la comarca de M?xico es el rico valle
de Tula y Tepeji. En esta zona extrema se encuentran nume
rosas "estancias de ganado". Surge aqu? uno de los problemas
m?s importantes del esquema de la geograf?a del ma?z del
siglo xvn : el impacto causado en la tradici?n ind?gena de cul
tivo por la aparici?n de la cr?a extensiva de ganado. Aun
cuando los esfuerzos de las autoridades novohispanas, desde
la aparici?n de este
problema en el siglo xvi, revelan una
tendencia por ordenar el desplazamiento de la ganader?a ha
cia la frontera norte, a principios del siglo xvn encontramos
aqu? las ?ltimas manifestaciones de ese viejo conflicto. En
esta zona extrema de Tula y Tepeji, son todav?a continuas
las menciones de "vejaciones a los naturales" de "muchos ga
nados que les entran por sus sementeras y se las destruyen".31
El rumbo oeste de la comarca de M?xico ?Azcapozalco,.
Tacuba, Tacubaya, los Remedios, Santa Fe? y su prolonga
ci?n sur hasta los l?mites con el Marquesado (Coyoac?n), es
la zona de riego m?s importante de la comarca. Ocurre aqu?
?con menor intensidad que en el valle de Atlixco? una
tendencia hacia la fragmentaci?n de las propiedades agr?colas de espa?oles.32
Al comenzar el siglo xvn exist?an, s?lo en el
distrito de Tacubaya, diez y ocho haciendas de labor y riego.3* En el pueblo de Tacuba, de los 842 indios tributarios regis trados en 1580, todos eran labradores y "entre ellos hay 50a
que tienen por granjeria sacar el ma?z de su cosecha, y el
otro que compran a vender a otras
partes".34
Algo semejante sucede con todos los pueblos que dominan
las entradas de la ciudad de M?xico: Azcapolzalco-Tacuba, Churubuso 35
(calzada de San Antonio Abad) o que, como en
el caso de Mexicalzingo, se?orean sobre una acequia princi
pia. En estos pueblos se siembra lo indispensable y se dedi
can los esfuerzos con mayor fruto a la "traginer?a" y "rega
toner?a", actividades muy temidas por los consumidores del
centro de la ciudad.
Mexicalzingo36 estaba situado en un punto estrat?gico: en las orillas de la gran acequia que comunicaba las lagunas
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 639
de Chalco y de M?xico. Era el punto intermedio entre la
ciudad y las huertas de Xochimilco; era, adem?s, el ?ltimo
punto que tocaba el camino de Veracruz-Puebla antes de lle
gar a la ciudad de M?xico. En Mexicalzingo terminaba tam
bi?n el camino de carretas que bajaba, rodeando la laguna,
proveniente de Otumba, Tepetlaoztoc, Chiautla, Texcoco,27
Chalco-Atenco, Parada de los Reyes e Ixtapalapa y cuya pro
longaci?n hacia el noroeste conduc?a a las provincias del
Panuco.
Es f?cilmente imaginable el movimiento de esta terminal
puerto en tiempos de cosecha. Se hizo necesario durante esta
?poca (1604), construir una calzada de terracer?a a trav?s de
la acequia para aliviar el tr?fico de las canoas.
El ?nico punto de competencia posible para Mexicalzingo lo encontramos m?s al oeste, en Chimalhuac?n, peque?o
puerto de la laguna de M?xico. Chimalhuac?n manten?a co
municaci?n constante con la ciudad de M?xico por medio
de canoas. Sin embargo, el tiempo favoreci? pronto a Mexi
calzingo, sobre todo a partir de la apertura de la calzada que tom? su nombre y que entroncaba con la de San Antonio
Abad.
III. La Tierra Caliente
Para ejemplificar los problemas de la distribuci?n geo
gr?fica del ma?z en la "tierra caliente", hemos tomado dos
focos principales de producci?n agr?cola. El primero es la
regi?n de Veracruz y sus extensiones costeras, el segundo, Cuernavaca y los valles c?lidos de "tierras adentro".
Descontando la nueva Veracruz (el puerto) y los caminos
que la unen con el valle de Puebla, las regiones de Veracruz*
Panuco y Veracruz-Alvarado presentan, por lo general, n?
cleos de producci?n aislados y algunas veces inaccesibles.
El abastecimiento de harinas (trigo) de estas regiones se
hace desde la tierra fr?a (los valles de Atlixco y Puebla). Los
ind?genas conservan como "granjeria" el cultivo del ma?z,
pero ?ste solamente en escala suficiente para cubrir sus pro
pias necesidades. Es muy ilustrativo a este respecto el si
guiente comentario del obispo de Tlaxcala (1610):
64-0 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
Det?beme en este pueblo de Papantlam 8 d?as porque llovi?
en ellos sin escampar jam?s, falt?nos aqu? el bastimento as? de pan, como de mahiz y tortillas, porque se trae 20 leguas de aqu? el
pan, y aunque [con] lluvia determin? de salir por no ser molesto
a los pobres yndios que ya no ten?an que darnos de comer, y nos
otros les quitamos aun para nuestros cavallos lo que ellos tienen
para sus personas, hijos y mujeres.. .33
Son otras las actividades de los ind?genas y espa?oles en
estas regiones. En las poblaciones del norte: Tamiagua, Mi
santla, Panuco, Papantla, se ocupan con mayor provecho
en
la pesca. Hacia el sur, en Tlalixcoyan, Tlacotalpan, Cosama
loapan y Alvarado, la pesca se complementa con la explota ci?n de maderas finas.39
Las dificultades que presenta la geograf?a f?sica de esta
regi?n, en la ?poca que estudiamos, se pueden considerar
"determinantes" en su aislamiento. En la sierra de la Huas
teca, por ejemplo, el p?rroco de Huayacocotla se confiesa in
capacitado para describir su partido como lo pide el arzo
bispado en 1570:
Este partido ?escribe? es el m?s trabajoso que V.S. provee as?,
de tierras como de monta?as, no me atrever? a decir con verdad el
n?mero de gente ni leguas, porque todo se anda en caracol y dan
do muchas vueltas.40
Es muy diferente la situaci?n de las tierras atravesadas por el camino de Veracruz antes de remontarse en tierra fr?a, y del pueblo y de la ciudad mismos. A la largo del camino de
Veracruz, a partir del tercer cuarto del siglo xvi, comienzan
a multiplicarse las peque?as empresas cuasi-industriales para el beneficio de la ca?a de az?car: los trapiches. La ca?a de
az?car y la ganader?a extensiva, fuentes seguras de beneficios, dominan el horizonte de esta zona. A mediados del siglo xvi, la "tierra caliente" de Veracruz comienza a
especializarse en
estas "empresas".41
Resulta entonces que el ma?z, como "general pan e sus
tento de los indios naturales y de los esclavos negros de esta
tierra", ofrec?a pocos atractivos de cultivo. Ni siquiera en
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 641
tanto que era "?nico bastimento de caballos e mu?as e otras
bestias de carga y servicio".42 Al comenzar el siglo xvn es ya evidente el abandono del cultivo del ma?z en beneficio de los
pastos y de la ca?a de az?car:
el ma?z... se coge [en] mucha cantidad en esta comarca .. .aunque es poco, en respecto a lo mucho que se coger?a si se diesen a lo
sembrar y a lo beneficiar, por ser esta tierra en extremo acomo
dada para ello.48
Durante los meses del a?o en que por la llegada de las
flotas de Castilla se multiplica la demanda de granos en la
ciudad y en el puerto de Veracruz ?stos se hacen bajar del
valle de Puebla. Este abastecimiento forzoso se logr? me
diante una ingeniosa prohibici?n (que las recuas de arrier?a
que pretendieran transportar carga alguna proveniente de
Espa?a a M?xico, no pudieran hacerlo sin antes depositar determinada cantidad de fanegas de trigo y ma?z en la alh?n
dinga de Veracruz). De buen grado o por coacci?n, la ciudad
de Veracruz tuvo seguro su abastecimiento.44 Y as?, las tie
rras de su comarca quedaron
libres para el pasto de la gana
der?a o el cultivo de la ca?a de az?car.
Algo semejante ocurre en Cuernavaca y sus inmediaciones.
En los valles de "temple caliente" de tierra adentro (Iz?car,
Tepexuxuma, Epatlan),45 se observa, al finalizar el siglo xvi, una tendencia por sustituir el cultivo de ma?z por el de la
ca?a de az?car. En Cuernavaca y la tierra caliente dentro de
los l?mites del Marquesado, esta sustituci?n fue, en algunos casos, definitiva (Zacatepec), a pesar de la oposici?n abierta
de las autoridades virreinales.46
El desplazamiento del ma?z por la ca?a de az?car no apa rece en las zonas de tierra caliente cercanas a las explotacio
nes mineras. En estos casos el ma?z se mantiene como ali
mento principal de los trabajadores ?indios, negros y espa ?oles?. En las zonas mineras de tierra caliente: Temascal*
tepec, Sultepec, Taxco y Zacualpa, se desarrollaron algunas haciendas de labradores espa?oles para cubrir el abasto de
granos de las minas. Debe se?alarse tambi?n que los pueblos de indios de las diferentes comarcas de estas zonas mineras,
642 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
tributaban a la corona en granos de ma?z, que se destinaban
al abastecimiento de los reales mineros.
IV. Las nuevas provincias y las fronteras
En las nuevas provincias (Galicia-Vizcaya) poco a poco se
fueron organizando, a manera de frentes pioneros, centros de
producci?n agr?cola. Esta l?nea de frontera agr?cola puede trazarse tomando en cuenta dos factores: primero, la localiza
ci?n previa de centros de poblamiento ind?gena que gene ralmente coincide con la comodidad del clima para el cultivo
de los granos; y segundo, la localizaci?n de las nuevas zonas de
explotaci?n minera. Puede se?alarse, como caracter?stica co
m?n a esta regi?n, el hecho de que se trata de tierras reci?n
abiertas a la agricultura. Al finalizar el siglo xvi, esta l?nea
de frontera agr?cola comienza en el centro mismo del virreina to. En los reales de minas de Pachuca, por ejemplo,
se men
ciona todav?a en 1570, "chichimecas que no
quieren sembrar
(y) sust?ntanse con la caza que matan".47
En ocasiones, la apertura de estos frentes pioneros dio como resultado producciones de ma?z y trigo considerables.
En Nueva Galicia, sobre todo, por su "temple maravilloso"
se cogieron muy pronto "abundant?simas" cosechas de trigo
y ma?z.48 Por el contrario, por las condiciones propias del
terreno, en buena parte del camino a San Luis se obten?an
s?lo "ruynes cosechas". En la zona cercana a las minas de
Zimap?n, el cuadro que nos ofrece un informante no puede ser m?s desalentador cuando escribe: "averiguase ser esta tierra
tan est?ril que de puro seca ard?a de suyo".49 En estos frentes pioneros dedicados al abastecimiento de
las minas del norte, la mano de obra de las haciendas pro ven?a, por lo regular, de los pueblos del altiplano. Esta cir
cunstancia trajo como consecuencia, la aparici?n de un
tipo
especial de mano de obra, caracter?stico de las zonas mineras
del norte y de los dem?s frentes agr?colas. Las descripciones nos hablan de un sinn?mero de indios "advenedizos" que se
alquilaban en las labores y minas, adem?s de los negros y mulatos llamados "nabor?os": "gente que no permanece en
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 643 un lugar, ellos se van y vienen donde quieren, seg?n anden las minas".50 Esta mano de obra desarraigada de la tierra que se alquilaba lo mismo para el trabajo de minas que para una
cosecha, tom? cuerpo en las llamadas "cuadrillas", sistema
que se extender? mucho durante el siglo xvn.
En las fronteras se desarrollan ciertas regiones de cultivo anexas a las guarniciones militares, bajo la acechanza conti nua de los indios n?madas del norte. El ma?z adquiere, en
estas circunstancias, la fuerza de un arma pacificadora. En la frontera del Panuco, l?mite con indios n?madas todav?a en
1621, seg?n el testimonio de V?zquez de Espinosa "[los indios] .. .de presente est?n en paz porque les dan alg?n ma?z y sayal
para sosegarlos, porque no inquieten y hagan da?o a los que pasan de una parte
a otra".51 La frontera, sin embargo, se
encuentra en pie de guerra durante los a?os que nos ocupan.
Fray Juan de Escalona que estuvo en la misi?n de Juan de
O?ate a las provincias del norte (1604) nos ha dejado este
testimonio:
esta gente, o la m?s de Nuevo M?xico, se va, y sale de ?l, cons
tre?ida de la gran necesidad en que de presente se ven, de ham
bre y desnudez; a causa de haber apurado tanto a los Indios, que de hambre se mueren, por haberles el gobernador y sus capitanes,
saqueado sus pueblos, y quit?ndoles todo su ma?z, que ten?an de
seis a?os rezagado, hasta dejarlos tan sin grano y en tanta necesi
dad, que de pura hambre revuelven carb?n con no se qu? semille
jas del campo y esto comen; y si Dios no hubiera prove?do que
algunas personas particulares hubieran sembrado un poquillo de
trigo, todos hubi?ramos perecido.52
El esbozo anterior nos conduce al planteamiento de los tres
problemas fundamentales del estudio de la geograf?a del ma?z en la Nueva Espa?a durante los primeros a?os del siglo xvn.
a) El primero ser?a la consolidaci?n de un mestizaje en
los campos de cultivo. Este cambio en el paisaje agr?cola obe dece a las siguientes razones: ia la apropiaci?n de las tierras
por los espa?oles, principalmente de aquellas tierras con agua
para riego, las cuales fueron destinadas principalmente al cultivo del trigo, desplaz?ndose as? el cultivo del ma?z ind?
gena a las tierras de temporal.53 2a El surgimiento de una
ou ALEJANDRA MORENO TOSCANO
agricultura de tipo comercial manejada por espa?oles. Charles Gibson ha podido datar entre los cincuenta a?os que van de
1580 a 1630 la transici?n a una producci?n comercial del ma?z. Este autor cita la afirmaci?n de un espa?ol residente en la ciudad de M?xico, que se?ala que cincuenta a?os antes, la ciudad de M?xico era abastecida por ind?genas mediante la venta directa o por el tributo de ma?z, mientras que en
1630, lo era por "espa?oles ricos", habi?ndose la agricultura
ind?gena el ma?z reducido al status de subsistencia local.54
La existencia de un complejo de cultivo (trigo-ma?z) est?
atestiguada por los observadores contempor?neos, cronistas y
viajeros, quienes describen el paisaje novohispano sin distin
guir de manera precisa l?mites entre las labores de "trigo y ma?z".
b) El segundo problema que se plantea al intentar esbo zar una geograf?a del ma?z durante los primeros a?os del si
glo xvn es lo que podemos llamar un conflicto entre la agri
cultura y la ganader?a.55
La introducci?n de la ganader?a extensiva en la Nueva
Espa?a transform? de manera importante, los modos de cul
tivo tradicional del ma?z. Esta transformaci?n se evidencia en un cambio en el paisaje rural del altiplano: la introduc
ci?n de cercas y bardas antes desconocidas. Acentu?ndose,
adem?s, el concepto de propiedad privada. El proceso de este
conflicto se ve claramente en las disposiciones, ordenanzas y mandamientos de las autoridades locales. En un principio,
la libertad de movimiento del ganado en las tierras del alti
plano acarre? serias dificultades a la producci?n del ma?z.
Son continuas las quejas de que los naturales son "muy veja dos de muchos pastores que les entran con sus
ganados en sus
sementeras y se las destruyen".56
Se intenta solucionar este conflicto (1574) ordenando que el ganado s?lo pueda pastar en "bald?os y rastrojos", adem?s
de la obligaci?n de pagar los da?os que pudiera causar al entrar en tierras de labranza.57 Sin embargo, se hace necesa
rio ordenar m?s tarde que se "cerquen las sementeras". La
ordenanza sobre sementeras de 6 de abril de 157658 dice:
"que los que hicieren sementeras las cerquen y cierren el
-.**?** m
MgYMAfeilf;
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 645
tiempo que tuviern en ellas los frutos o tengan personas que las guarden de los ganados", y que "los ganados no sean obli
gados al da?o ni por ?l los puedan encerrar ni matar, y alza
das las cosechas, se abran (las sementeras) y dejen por pasto com?n". No obstante, los ind?genas
se alzaban continuamen
te contra el ganado que les entraba y destru?a sus sementeras.
Era dif?cil que comprendieran la necesidad de levantar cercas
durante algunos meses, para derribarlas inmediatamente des
pu?s de la cosecha, al comenzar el agostadero. Esta situaci?n
condujo a las autoridades virreinales a lanzar una nueva or
denanza, el 19 de noviembre de 1578, castigando a los indios
que atentaran contra el ganado:
que las justicias que procedieran contra Indios culpados de matar
ganados, dem?s de condenarlos a azotes, lo sean tambi?n a que
paguen a los due?os el inter?s del ganado que hubieren muerto.59
Se sigui? insistiendo, por otra parte, sobre que no se llevaran
a pastar vacas, ovejas ni cabras a donde hubiera sementeras
o tierras de labor "ni con media legua de ellas".60
La contrapartida
del problema
la encontramos en la in
vasi?n de tierras destinadas a pasto de ganader?a por labra
dores espa?oles interesados en aumentar su producci?n de
granos. En 1590 se quejan los criadores de ganado ante Luis
de Velasco II de que los labradores hacen sementeras en te
rrenos de pasto y, para colmo, "usan los animales para labrar
y matan las cabras y roban las yeguas con pretexto de que
el ganado da?a las sementeras".61 Se prohibe entonces, que los
labradores tengan ganados sin provisi?n especial "no tenien
do sitios, tierras y estancias propias donde tenerlos".62 Ade
m?s, se limit? el n?mero de cabezas de ganado que pudieran tener en sus tierras un labrador: "no m?s de 20 bueyes por
cada caballer?a que labrare y cultivare y hasta 4 vacas para leche, y 20 cabras en cada labor, y 8 cabezas de yeguas para trilla de cada caballer?a que se beneficiare".63
c) El tercer problema que se plantea al estudiar la geo graf?a del ma?z de Nueva Espa?a durante las primeras d?ca das del siglo xvn, es la existencia del conflicto que llamare
mos "ma?z-ca?a de az?car". Este conflicto se pone de mani
646 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
fiesto en la l?nea de tierra caliente que va de Veracruz a Cuer navaca. A pesar de que, apunta Pierre Chaunu, en el siglo
que comprende los a?os de 1560 a 1640 el az?car de Nueva
Espa?a es un cultivo secundario, pueden se?alarse dos ciclos
de relativo auge en la producci?n azucarera
novohispana: el
primero culmina alrededor de 1570; el segundo toma im
pulso, precisamente, durante las primeras d?cadas del si
glo xvn. A partir de 1618, la curva de exportaci?n del az?car
novohispano inicia un nuevo per?odo
de ascenso.64
Aun cuando no contamos con datos suficientes para escla
recer este conflicto, apuntamos aqu? algunos que nos acercan
al problema. En agosto de 1599 el conde de Monterrey hace
p?blica una prohibici?n "para que no se siembren las tierras
de ca?a dulce". Dec?a el virrey que hab?a sido informado que:
las tierras que en este reino de pocos d?as a esta parte se van
ocupando y sembrando de ca?a para az?car son en mucha canti
dad y demas?a, en especial en algunas comarcas y provincias don
de no se trata de otra cosa que de este ministerio, convirtiendo
en esto muchas tierras bien dispuestas y acomodadas para labores
de trigo y ma?z y otras semillas m?s importantes y necesarias para la rep?blica, que no la de az?acr, de que ha venido a hacer can
tidad muy sobrada de la que es menester para usos forzosos y faltar y estrecharse por otra parte las tierras para las dichas labo
res de trigo y ma?z, cuya falta y carest?a por ir como va creciendo
la gente, no podr?a dejar de sentirse si en lo susodicho no se pro
veyese de remedio, restringi?ndose lo que a esto toca... por tanto
he acordado de prohibir... que de aqu? adelante ninguna persona, de ninguna calidad y condici?n que sean no ocupe ni siembre de
nuevo ningunas tierras, en poca ni en mucha cantidad, de la
dicha ca?a de az?car, sin especial licencia por escrito despu?s de
esta prohibici?n, so pena de perder toda la ca?a que sembrare
y mas la misma tierra y m?s 500 pesos de oro comuna
Se permit?a ?nicamente mantener el cultivo de la ca?a en
tierras que hubieran sido sembradas con anterioridad, siem
pre y cuando estas tierras fueran consideradas "in?tiles para el ma?z y el trigo".
Un a?o m?s tarde, en diciembre de 1600, el mismo conde
de Monterrey, conociendo que "algunas personas en contra
venci?n y quebrantamiento [de la ordenanza antes citada de
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 647
1599]... han sembrado y ocupan y siembran de la dicha ca?a
mucha cantidad de tierras nuevas bien dispuestas y acomo
dadas para las dichas labores de trigo y ma?z y que lo que
peor es, que algunos usaban y ten?an buenas y cuantiosas
labores del dicho trigo y ma?z las han convertido y convierten
en la dicha siembra de ca?a"^ comisiona a don Pedro de
Puerto Carrero, corregidor de la villa de Cuernavaca, para
visitar
a todo lo que dicen el marquesado y provincia de Itzucar, con el
objeto de averiguar "qu? personas han quebrantado la dicha orde
nanza [y] han ocupado y sembrado de la dicha ca?a en tierra
nuevas que otra vez no han sido sembradas de ella antes de la
prohibici?n y asimismo convertido en esto tierras de pan llevar
y de ma?z y en que cantidad'\67
Visto lo anterior, nos parece de gran importancia que el
virrey, en contra de su
en?rgica actuaci?n inicial, mandara,
d?as despu?s, al mismo licenciado Puerto Carrero que se
"abstenga del conocimiento de las causas de su comisi?n en
lo que tocaren al Marqu?s del Valle" y se dedique a visitar
Chietla, Tuchimilco y A trisco":68 Los documentos citados
nos ponen frente a un problema de importancia econ?mica
fundamental. Se trata del conflicto que se plantea al intentar
la sustituci?n de un producto de autoconsumo, por un pro ducto principalmente de exportaci?n.
La ordenanza del conde de Monterrey nos dice que se
trata de un fen?meno reciente "de pocos d?as a esta parte".
El hecho de que, en el momento mismo de su aparici?n se
intente frenar el problema, es bastante significativo. Existen,
seguramente importantes relaciones entre esta tendencia ?casi
febril? de los labradores novohispanos por iniciarse en el
cultivo de la ca?a de az?car, con lo que suced?a en las islas
antillas y dem?s centros de producci?n azucarera de las colo
nias espa?olas.69 Indica tambi?n el virrey sus temores por
que esta tendencia hacia una especializaci?n de las tierras en
la explotaci?n de la ca?a de az?car, conduzca a un mono
cultivo ("algunas comarcas y provincias donde no se trata de
otra cosa que de este ministerio"), con todas las consecuen
cias que lleva este fen?meno: una vida parasitaria en lo que
648 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
se refiere a su abastecimiento. De ah? su insistencia por
que se mantenga el cultivo de granos y semillas "m?s impor tantes y necesarias para la rep?blica".70
El tono de la ordenanza es lo suficientemente en?rgico como para llamarnos a reflexionar (se castigar? al transgresor con la p?rdida de la tierra, de la ca?a ?el capital inver
tido?, adem?s de una fuerte suma en dinero). No se trata
de "acabar" con la producci?n azucarera de Nueva Espa?a,
puesto que permite que las tierras dedicadas con anterioridad a este cultivo lo contin?en. Lo que se est? atacando, "lo que
peor es", es la sustituci?n de cultivos. El desplazamiento de
los cultivos de ma?z y trigo por una explotaci?n ?nica de la
ca?a de az?car.
La explotaci?n
de la ca?a de az?car requiere
una cierta
inversi?n de capital (la utilizaci?n de maquinaria especiali zada y mano de obra abundante). El virrey tiene, frente a
s?, enemigos poderosos. Quiz?s por esto mismo decide sus
pender toda investigaci?n en las tierras del marqu?s del Valle.
Son estos tres conflictos: la apropiaci?n de las tierras de
riego en benficio del trigo; la sustituci?n del cultivo de gra nos (trigo y ma?z) por el de la ca?a de az?car; y la introduc
ci?n de la cr?a extensiva de ganado y sus consecuencias para
la agricultura, los que, creemos nosotros, definen los proble
mas de la geograf?a del ma?z durante los primeros a?os del
siglo xvn. Los efectos de estos conflictos deber?n buscarse
en los a?os posteriores al continuar el estudio de este tema.
NOTAS
i Al respecto, v?ase la funci?n "epis?dica" del puerto de Veracruz
en H. y P. Chaunu. Seville et L'Atlantique (1504-1650), tomo vni, Par?s,
1959. Existe la traducci?n espa?ola del cap?tulo sobre Veracruz de este
tomo con el t?tulo de "Veracruz, en la segunda mitad del siglo xvn" en
Historia Mexicana, vol. rx, pp. 521-557. 2 Durante esta ?poca comienza el primer gran crecimiento de la
ciudad de Puebla. Seg?n los c?lculos de L?pez de Velasco (1570), Pue
bla contaba con una poblaci?n de 500 vecinos espa?oles, 500 negros y mulatos y 3,000 indios. Hacia 1621, V?zquez de Espinosa asegura que
la ciudad de Puebla tiene m?s de 3,000 vecinos espa?oles "sin mucha
gente de servicio de indios, negros y mulatos" indicando que Puebla
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 649
sextuplic? su poblaci?n en cincuenta a?os. Tom?s Gage, que visita la
regi?n a?os despu?s, atestigua este crecimiento cuando escribe: "el aire
que se respira es bueno, y su pureza atrae todos los d?as multitud de
gentes de todas partes que fijan ah? su domicilio". L?pez de Velasco,
Geograf?a y Descripci?n Universal de las Indias, Madrid, 1894. p. 209.
V?zquez de Espinosa, Descripci?n de la Nueva Espa?a en el siglo XVII,
M?xico, 1944, p. 86. Tom?s Gage, Relaci?n del viaje que hizo..., Par?s,
1838, tomo 1, p. 100.
3 La regi?n de Puebla-Atlixco-Tepeaca comparte el papel de abaste
cedor de trigo y ma?z de la ciudad de M?xico con el valle de Toluca,
Sobre el modo de tributar los indios de Nueva Espa?a a su Majestad
1511-1564. M?xico, 1958, p. 20. El valle de Toluca terminar? por despla zar al vaille de Puebla en lo que respecta al abastecimiento de ma?z y se
mantendr? como centro abastecedor de la ciudad de M?xico durante el
siglo xvin. Villase?or y S?nchez, Theatro Americano, M?xico, ed. facs.
1952, 1, 35 4
V?zquez de Espinosa (1621) calcula para el obispado de Puebla
1200 ciudades y pueblos con m?s de 250000 indios tributarios; Descrip ci?n de la Nueva Espa?a en el siglo xvn, p. 90.
5 En los Memoriales de Alonso de la Mota y Escobar (1613) se hace a este respecto el siguiente comentario sobre Tepeaca: "es de temple sano y fr?o, hay poca agua pero buena que mana de la sierra de Tlax
cala, los espa?oles viven de labranzas de trigo y mahiz, y los yndios de
ga?anes, segadores y peones, y con esto est? destruido el estado y po blaci?n de los yndios y su doctrina que como tienen en sus rep?blicas tantas vexaciones de todos estados de gentes, se van huyendo a las casas
de los espa?oles labradores donde se amparan de otros mil subsidios que en sus pueblos tienen", pp. 275-276; y acerca de Tecamachalco: "era en su
antig?edad de m?s de 20 000 vecinos indios... esta tan acabado por los
repartimientos que hoy est?n nodos casi en casas y labores de espa?oles
por los mismos inconvenientes que dije en Tepeaca", p. 276. Alonso de la Mota y Escobar, Memoriales del Obispo de Tlaxcala, M?xico INAH,
Anales, 1, 1940. 6 Alonso de la Mota y Escobar, op. cit., p. 249. 7 Tom?s Gage, Relaci?n del viaje que hizo..., 1, p. 276. V?zquez de
Espinosa m?s mensurado dice que el valle tiene de largo "m?s de 5 le
guas", Descripci?n de la Nueva Espa?a en el siglo xvn, p. 93. s Tom?s Gage, op. cit., 1, p. 276. ? L?pez de Velasco, Geograf?a y Descripci?n Universal..., p. 211;
V?zquez de Espinosa, Descripci?n de la Nueva Espa?a..., p. 93. Este
?ltimo m?s adelante rectifica y se?ala mil trescientos labradores ibid,
p. 94. V?ase al respecto Fran?ois Chevalier, Significaci?n social de la
fundaci?n de Puebla de los Angeles, Ediciones del Centro de Estudios
Hist?ricos de Puebla, 1957. A mediados del siglo xvn encontramos el
siguiente cuadro: del centro de Puebla 12 leguas alrededor est?n las ha
650 ALEJANDRA MORENO T0SCAN0
cindas de labor, de estas 12 leguas en adelante, las de ganado. En el valle
de Atlixco hay 72 haciendas de temporal y algunas m?s de riego. S?lo
Huexotzingo tiene 76 haciendas de labor de riego y temporal. Tlaxcala
"muchas" haciendas de temporal, en Miguel Zer?n Zapata, La Puebla
de los ?ngeles en el siglo xvii, M?xico, 1945, p. 46. 10 Alonso de la Mota y Escobar, op. cit., p. 278. 11 Ibid, p. 277. Pueden verse las descripciones de Acatzingo en la p.
278, de Cuauhtinchan en la p. 249 y de San Salvador el Seco en las pp.
192-3. La de San Juan de los Llanos (1609) dice: "Son las tierras ferti
lissimas para todas semillas y los pastos maravillosos para ganados meno
res, es buen testimonio desto tener aqu? los Padres de la Compa??a grue sas haciendas de ganados menores...", ibid, p. 193.
12 Tom?s Gage, op cit., 1, p. 277. 13 Dice Tom?s Gage: "Hay muchos labradores que si bien no salen
de la tierra, no por eso dejan de ser muy ricos" en Relaci?n del viaje...,
p. 277. Para comparar cifras, t?mese las que se?ala el mismo Tom?s Gage como renta anual del obispado de Puebla: 20 mil ducados: en ibid., p. 100.
14 Tom?s Gage escribe: "Los Tlaxcaltecas.. .ahora son muy pobres, y no tienen m?s bienes que el grano que llaman centli, con cuyo producto se visten y se procuran las dem?s cosas que necesitan". Ibid, 1, p. 44. El
obispo de Tlaxcala en sus Memoriales escribe lo siguiente (1614) sobre
Tlaxcala: "aunque su fama es tan grande en todo el mundo, su pobreza es el dia de hoy la mayor que se sabe, procedida del mal gobierno de
los principales naturales as? por la poca capacidad de entendimiento
honra y talentos, como de su continuia embriaguez". Alonso de la Mota
y Escobar, Memoriales del Obispo de Tlaxcala, p. 280. El ma?z de Tlax
cala, adem?s, ten?a la fama de deteriorarse r?pidamente; sobre esto v?ase
Charles Gibson, The Aztecs under Spanish rule, Stanford, California, 1964,
p. 308 15 De la Mota y Escobar, op. cit., p. 282.
16 Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de la Nueva Espa?a (geo
graf?a y estad?stica, segunda serie), Madrid, 1905, vi, p. 22.
17 Basta comparar la pobreza de las tierras salitrosas de la orilla
sureste del lago de Texcoco, o de las tierras calizas de Atitalaquia (Tula) con la fertilidad de Tacuba y Tacubaya. Para la descripci?n de estos
sitios v?ase Garc?a Pimentel, Descripci?n del Arzobispado de M?xico
hecha en 1570, M?xico, 1897, p. 53. 18 Sobre la laguna artificial de Ozumbila y las chinampas de Xalto
can v?ase Gibson, The Aztecs..., p. 340.
19 La tendencia de migraci?n a la ciudad de M?xico se ve agudizada
por el hecho de que la producci?n minera comenz? a entrar en una
fase de replegamiento durante estos primeros 25 a?os del siglo xvn. V?ase
al respecto el fundamental estudio de Fran?ois Chevalier, La formaci?n
de los grandes latifundios en Problemas Agr?colas e Industriales de M?
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 651
xico, volumen vin, n?m. 1, M?xico, 1956; adem?s, la obra de Pierre
Chaunu; Seville et L'Atlantique. 20 Para el siglo xvi, Chevalier proporciona los siguientes datos: en
1563-4 hab?a en el "distrito de la ciudad de M?xico 115 labradores, al
gunos de los cuales sembraban de 200 a 400 fanegas de trigo, y la ma?
yor parte 30, 40 y 60 (fanegas)", en La formaci?n de los grandes latifun
dios, p. 53. Sobre el cultivo del ma?z en la zona urbana de M?xico y su abastecimiento v?ase tambi?n Gibson, The Aztecs..., p. 396-3,97.
21 Este fen?meno de "ausentismo" aparece desde fechas tempranas del
siglo xvi. Un informante de Tepozotl?n escribe: "Vanse estos dichos es
pa?oles y vienen cuando les parece, porque su vivienda es M?xico, y algu nos est?n un a?o o dos y el tiempo que les parece estar" en Garc?a Pi
mentel, Descripci?n del Arzobispado... p. 87. La informaci?n m?s com
pleta acerca de este proceso en Chevalier, La formaci?n de los grandes
latifundios... 22 Puede citarse como ejemplo el nombre de Juan de Villaseca, criado
de Don Luis de Velasco, a quin hemos encontrado mencionado en Tlax
cala, Toluca y Tultepec. 23 En las relaciones de Coatepec-Chalco, por ejemplo, se apunta: "di
cen los viejos antiguos, y sus mayores ancianos y pasados se lo dijeron
as?, que en tiempo de su infidelidad... padec?an grandes hambres y no
alcanzaban mays ni las dem?s legumbres que ahora hay y se sustentaban
de la caca... hasta que llegaron los dichos indios culhuas y me?itis, que son los dichos mexicanos que puede haber ciento sesenta y ocho a?os
(1411) poco m?s o menos, los cuales trujeron mays, agi y fris?les y otras
legumbres de la tierra, y desde aquel tiempo comenzaron a hazer y la
brar sus sementeras, por industria de los dichos culhuas o me?itis", en
Paso y Troncoso, Papeles de la Nueva Espa?a, vi, p. 43. Otro ejemplo de lo mismo en Chicolapa en ibid, vi, p. 85.
24 Como ejemplo tomamos lo que dice el informante de las minas de
Zimapan que, aun cuando caen fuera de la Comarca de M?xico, se?ala
un fen?meno com?n a las culturas ind?genas del altiplano: el casi ?nico
aprovechamiento de las tierras llanas y h?medas cercanas a los r?os: "de
cuatro a?os a esta parte, poco m?s o menos que los espa?oles poblaron estas minas ha llovido suficientemente para sembrar y coger los frutos de
la tierra en abundancia... y se tiene por los indios naturales destos pue blos por especial providencia de Dios... porque son brutos como abajo diremos... Ha sido esta tierra est?ril, como est? dicho arriba por ser fal
ta de agua, a cuya causa los naturales no sembraban sino en las partes
h?midas, ques en los desuyos y playas que hace el arroyo que pasa entre
el pueblo y este real... y como era poca la tierra que sembraban y no
bastaba para sustentalles un a?o, se sustentaban con agua miel que sacan
de sus magueyes..." en Paso y Troncoso, op. cit., vi, p. 2-3. 25
Quiz?s no ser?a aventurado afirmar que existe una diferencia im
portante entre ambas zonas: la proporci?n de tierras cultivadas con ma?z:
652 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
en la Comarca de M?xico es superior a la de tierras dedicadas al cultivo
del trigo, mientras que sucede todo lo contrario en el tri?ngulo Atlixco
Tlaxcala-Tecamachalco. 26 Paso y Troncoso, op. cit., vi, p. 172. 27 ibid., vi, p. 175. V?ase sobre el ma?z de riego de Xaltocan a Gibson,
op. cit., p. 366-7. Asegura Gibson que hacia 1600 gran parte de la tierra
cultivada por los indios de Xaltocan, sobre todo en la regi?n alta que va hacia Ozumbilla, hab?a sido abandonada, y la agricultura del poblado se concentr? en las chinampas. La poblaci?n hab?a disminuido a tal gra do que hac?a imposible el cultivo de las tierras vacantes siguiendo la cos
tumbre ind?gena, p. 268.
28 En su importante estudio, Gibson se?ala que de las 24 labores de
Tepozotl?n el promedio de granos sembrados hacia 1602 era como sigue:
144 fanegas de trigo; 20 fanegas de cebada y 1.5 fanegas de ma?z. Es
evidente, escribe, que la totalidad del ma?z sembrado era para el uso
exclusivo de las haciendas y de ninguna manera un cultivo para su
explotaci?n comercial, op. cit., p. 324. 29 Tultitl?n, particularmente rico es de encomienda de Luis de Ve
lasco, seg?n deja entrever Juan de Torquemada, el virrey ten?a adem?s
fincada una casona que sirvi? de refugio a los indios del pueblo durante
la inundaci?n de la zona. Juan de Torquemada, Monarqu?a Indiana,
M?xico, 1945, 1, pp. 756-757 30 De 42 hect?reas cada una, buena parte de los terrenos llanos de
este valle.
Si Se dice de la regi?n que es la "tierra m?s apacible para el ganado" la menci?n de "muchos ganados..."; en Garc?a Pimentel, Descripci?n del
Arzobispado, p. 63; "tierra m?s apacible..." en ibid., p. 64. Hacia 1620,
dice Gibson, entre 700 y 750 millas cuadradas se hab?an destinado a la
ganader?a espa?ola en contra de 250 o 300 millas cuadradas destinadas
a la agricultura, el total es un tercio del area total del valle de M?xico
destinada a la ganader?a, Gibson, op cit,. p. 277. 32 Sobre la fragmentaci?n de las propiedades de Tacubaya y Coyoa
c?n v?ase ibid., pp. 273-274., el mismo cita una observaci?n de Zorita
(ca. 1555) se?alando la multitud de propiedades agr?colas de espa?oles
y el cambio que esto significaba frente a la situaci?n de 10 ? 20 a?os
antes. Esta cita en la nota 114 del cap?tulo x de la obra citada arriba.
33 Zavala y Castelo, Fuentes para la historia del Trabajo en Nueva
Espa?a, M?xico, 1939-1946, tomo iv, p. 265. La riqueza de los labradores
espa?oles de esta zona logr? contener la tendencia hacia la fragmenta ci?n de las propiedades.
34 Garc?a Pimentel, op. cit., p. 226.
35 "Huitzilpochco... es de gente rica. Viven de ir con sus caballos a
pueblo donde hay fruta y comprarla y venderla en la ciudad", en Garc?a
Pimentel, op. cit., p. 226.
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 653
36 Sobre Mexicalzingo se escribe en 1580: "la acequia es a manera de
t?o caudaloso y entra el bastimento de toda la comarca en canoas cada
<l?a que pasan de tres o cuatro mil cada d?a, que van a parar en la ciu
dad de M?xico", Paso y Troncoso, op. cit., vu, p. 194. Interesantes
datos sobre el comercio en canoas de Mexicalzingo en Gibson, op. cit.,
pp. 364-365. 3T Acerca de Texcoco escribe Torquemada: "No tiene esta ciudad la
multitud de gente que en su gentilidad ten?a, pero es de las buenas (ciu
dades) que agora hay en la Nueva Espa?a. Hay en ella muchos espa
?oles, y sus comarcas y tierras son todas labranzas de pan, donde se coge mucho y muy bueno", Monarqu?a Indiana, 1, p. 305.
38 De la Mota y Escobar, op. cit., p. 234. Sobre Misantla v?ase Die
go P?rez de Arteaga, Relaci?n de Misantla, M?xico, Universidad Vera
cruzana, 1962. 39 Sobre Alvarado se dice: "Es este pueblo vecindad de espa?oles...
?ntre estos vecinos hay algunos se?ores de recuas que sacan diversas par tes y as? el pescado que ellos pescan como el que sacan los espa?oles m?s
pobres que no tienen mu?as. Tratan tambi?n con maderas de cedro que la sorta el rio arriba que llaman de Cozamaloapa y esta madera la ven
den en la Veracruz para sus edificios hecha tablas. Es de temple suma
mente caliente y enfermo Danse en este pueblo todo g?nero de agro. .. .siembran los indios mahiz y dase bien toda hortaliza y legumbres... El
pan que se come es de Castila, traen el harina de Atrisco y otras partes. Vale a 15 pesos la carga", Alonso de la Mota y Escobar, op. cit., p. 212.
40 Garc?a Pimentel, Descripci?n de Arzobispado, p. 248. 41 Las llamamos "empresas" porque ambas requieren de una fuer
te inversi?n de capital inicial. Sobre la comarca de Veracruz es revelador este testimonio de finales del siglo xvi: "Esta comarca de Veracruz es tan
f?rtil y abundante de pastos, que en poco m?s de siete leguas a la redon
da se apacientan de ordinario m?s de cincuenta mil cabezas de ganado menor que baja cada a?o a invernar a esta comarca de las provincias de
Tlaxcala y Cholula y otras partes, siendo esta tierra en este particular la
Extremadura de estos reinos". Ram?rez Cabanas, La ciudad de Veracruz
en el siglo xvi, M?xico, 1943., p. 23. Sobre la distribuci?n geogr?fica del cultivo de la ca?a de az?car y
la localizaci?n de los trapiches v?ase: Fernando B. Sandoval, La indus
tria del az?car en Nueva Espa?a, M?xico, 1951, pp. 447-49. Sobre el In
genio de Orizaba se escribe en 1610: "Ha sido la hacienda m?s gruesa de azucares que ha habido en la Nueva Espa?a, fund?la el primer visorrey della Don Antonio de Mendoza, y tom? las tierras y t?rminos como vi
rrey, tienen muchas y muy buenas...". Alonso de la Mota y Escobar,
op. cit., p. 252. 42
"general pan..." y "?nico bastimento..." en Ram?rez Cabanas, op. cit., p. 32.
43 Loe. cit.
?54 ALEJANDRA MORENO TOSCANO
44 Suced?a adem?s, que la llegada de las flotas coincid?a con los me
ses intermedios entre siembra y cosecha en las tierras del altiplano, o sea,
cuando los granos comenzaban a escasear y la curva de precios entraba
en su per?odo de alza anual. Esto explica la siguiente afirmaci?n de un
contempor?neo: "Veracruz... en la carest?a es abastecida de mucho re
galo que se lleva de todas partes", V?zquez de Espinosa, op. cit., p. 82.
45 Para la descripci?n de estos sitios v?ase de la Mota y Escobar,
op. cit., pp. 246, 247 y 248. 46 Con m?s detalle explicamos este proceso en nuestro apartado "con*
flicto ma?z-ca?a de az?car" en las p?ginas siguientes. 47 Garc?a Pimentel, op. cit., p. 208.
48 V?zquez de Espinosa, La Nueva Espa?a... op. cit., p. 157. 49 Paso y Troncoso, op. cit., vi, p. 2.
50 Garc?a Pimentel, op. cit., p. 204 y otro en p. 44. si V?zquez de Espinosa, op. cit., p. 133. 52 Citado por Torquemada, op. cit., 1, p. 674. 53 Gibson, op. cit., p. 310, sobre problemas de apropiaci?n de las tie
rras de riego, pp. 347-358, v?ase tambi?n la nota 122 del cap?tulo x.
54 Gibson, op. cit., p. 326. El cambio a una producci?n comercial de
trigo ocurre en las mismas fechas, ibid., p. 323. 55
Importantes datos sobre este conflicto en Gibson, op. cit., pp. 280
281. 56 Garc?a Pimentel, op. cit., p. 63. Gibson traz? un mapa se?alando
los sitios en donde registr? quejas de los indios por el da?o que el
ganado hac?a en sus labores que abarca el valle de M?xico. Gibson, op.
cit., mapa 8.
57 Ordenanza de la Mesta de 25 de enero de 1574, misma que apa rece en 1612, 1632 y 1633 en Bele?a, Recopilaci?n Sumaria de todos los
Autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva
Espa?a, M?xico, 1787, tomo 1, pp. 54-55 del segundo foliaje. 58 La misma ordenanza se repite en mayo 25 y 6 de diciembre de
1635, Bele?a, op. cit., tomo 1, p. 110 del segundo foliaje. 50 Ibid., 1, p. 21 del 2? foliaje. 60 Ordenanza de 19 de septiembre de 1589 y de 10 de mayo de 1635.
Ibid., 1, p. 110 del segundo foliaje. 61 Archivo General de la Naci?n, M?xico, Ramo de Ordenanzas, v,
n, ff. 65 y vuelta.
62 Bele?a, op. cit., 1, p. 27 del segundo foliaje. 63 Ordenanza de Mercedes de tierras de 7 de abril de 1576 y 10 de
mayo de 1633. Ibid., 1, p. 69 del segundo foliaje. Esta prohibici?n se
tradujo pronto en una larga cadena de abusos por parte de las autori
dades menores. En las Ordenanzas de Trabajo recogidas por Zavala, el
documento xm consigna una ordenanza "para que el gobernador de
Tlaxcala y dem?s justicias de ella no visiten a los labradores de aquella
provincia" dada el 17 de octubre de 1600 y, nuevamente, el 3, de sep
LA GEOGRAF?A DEL MA?Z 655 tiembre de 1604, el 31 de mayo de 1603, el 6 de septiembre de 1607 y el 14 de mayo de 1608. El cuerpo del documento es la queja de los
labradores de Topoyango, Tlaxcala, en contra del gobernador y sus te
nientes. Dicen los labradores que tienen en sus tierras "de 20 a 30 bue
yes" necesarios para el cultivo de las mismas y que, cada cinco meses,
los visitan los tenientes del gobernador y so pretexto de que tienen m?s
animales de los permitidos les llevan multa de 25 pesos, los molestan y han hecho de estas visitas una "granjeria y aprovechamiento". Silvio
Zavala, Ordenanzas de Trabajo siglos xvi y xvii, M?xico, 1947, p. 44.
64 Pierre Chaunu, op. cit., tomo vm, p. 170. 65 V?ase de Silvio Zavala, Ordenanzas de Trabajo..., p. 40 y del
mismo autor el estudio introductorio al tomo iv de la colecci?n de Fuen
tes para la historia del trabajo..., pp. xxi-xxn. Los subrayados del texto
citado son nuestros. A este respecto puede verse tambi?n el documento
que concede la petici?n de Alonso Garc?a de la Torre, vecino de Jalapa,
para proseguir su obra de ingenio, en Zavala, Fuentes para la historia
del trabajo, iv, p. 293 (doc. xliii). 66 Zavala y Castelo, op. cit., iv, p. 424 (doc. clxxx) los subrayados
son nuestros.
67 Loe. cit.
68 Zavala y Castelo, op. cit., iv, p. 423. 69 Esta actitud de los labradores novohispanos parece ser consecuen
cia de la acci?n de los ingleses en el Caribe (1580-1604). Sandoval, La
industria del az?car en Nueva Espa?a... atribuye las restricciones a la
industria del az?car a que nos referimos, al hecho de que, al finalizar
el siglo xvi la corona espa?ola prohibi? el empleo de trabajadores indios
en ingenios y trapiches y orden? que se utilizaran ?nicamente esclavos
negros, p. 51. 70 Recu?rdese tambi?n que entre 1580 y 1600, la ciudad de M?xico
atraves? por tiempos dif?ciles en lo que se refiere a su abastecimiento
de granos. El precio del ma?z, por ejemplo, que muestra una larga ten
dencia al alza durante el siglo xvi, alcanz? su punto m?ximo en estos
primeros a?os del siglo xvn. Sobre el precio del ma?z en el siglo xvi
v?ase el trabajo de Woodrow Borah y Sherburne Cook, Price trends of some basic commodities in Central Mexico, Berkeley and Los Angeles,
1958
EL TUMULTO DE 1692 Rosa Feijoo
El Colegio de M?xico
A LO LARGO DEL PER?ODO COLONIAL IlO fueron pOCOS los I?lOvi
mientos de descontento social que en ocasiones se transfor
maron en levantamientos de diversa naturaleza, en los que in
tervinieron tanto espa?oles como mestizos e
ind?genas. En el
siglo xvn son
especialmente numerosos obedeciendo, en oca
ciones a situaciones econ?micas, como en 1624, 1692 y 1697;
otras veces causados por los malos tratos de los ind?genas,
por los espa?oles, como en Oaxaca y Tehuantepec
en los a?os
de 1660 y 1661, en Yucat?n en 1639 Y en Chiapas en 1695. No quiere decir que en los levantamientos de tipo econ?
mico no intervinieran tambi?n, como causa, las vejaciones al
ind?gena, ni que en los descontentos de Oaxaca o Chiapas, el factor econ?mico no estuviera presente.
En este trabajo nos concretaremos al levantamiento acae
cido en la ciudad de M?xico en junio de 1692 y pondremos
especial atenci?n en las causas y efectos de ?ste, m?s que en
la descripci?n del desarrollo de los acontecimientos, del cual
hay numerosos
trabajos.1
Para el estudio de las causas nos hemos basado en las rela
ciones de Sig?enza y G?ngora,2 la de un religioso franciscano
que presenci? los acontecimientos 3 y en el Diario de Robles.4
Desgraciadamente no existen las actas de cabildo de los a?os
anteriores al levantamiento, que nos hubieran podido infor
mar de las condiciones de abastecimiento del ma?z, al mismo
tiempo que rectificar los datos proporcionados por los auto
res citados.
En cuanto a las consecuencias, hemos podido encontrar
material m?s abundante y fuentes m?s directas. En el Archivo
del ex-Ayuntamiento se encuentra el ramo de Historia en
General? del cual hemos tomado las disposiciones inmediatas
dictadas por el virrey conde de Galve para la supresi?n del
EL TUMULTO DE i?92 657
levantamiento y prevenci?n contra otros futuros. El Archvio
General de la Naci?n, ramo de Historia? proporcion? una
serie de datos sobre las disposiciones mediatas, que fueron de
trascendencia para la configuraci?n f?sica de la ciudad y para su organizaci?n econ?mica y social. Tambi?n nos fueron ?ti
les las Actas de Cabildo? la Recopilaci?n de Leyes de Indias*
y las C?dulas Reales^ expendidas en diciembre de 1693, que ratificaban o anulaban las medidas tomadas por el virrey du*
rante el levantamiento.
Causas y consecuencias
Desde mediados de 1691 empez? el problema de abaste
cimiento de trigo, ma?z y carne en la ciudad de M?xico y en
general en toda la regi?n central de la Nueva Espa?a. Con
las lluvias excesivas de junio10 y agosto, los maizales se des
truyeron; el trigo, en cambio, recibi? gran beneficio, pero
pronto se vio invadido por el chiahuixtle. Hay que tener en
cuenta que este trigo era de las clases candiales, arisnegros y
pelones rubios de no muy buena calidad, ya que el trigo que llamaban blanquillo, mucho m?s productivo, hab?a dejado de
sembrarse desde 1677, a?o en que los labradores11 interesa
dos, influyeron en el Real Acuerdo para que lo decretara de
la mala calidad y causante de da?o.
De tal manera lleg? a escasear el trigo que la carga que anteriormente val?a 24 reales subi? en esta ?poca a 48. En
consecuencia el pan, adem?s de escaso, se elaboraba de me
nor tama?o. Para 1692 la situaci?n no hab?a mejorado; la
cosecha de trigo que se daba en primavera fue escas?sima por falta de lluvias, y el sobrante de la cosecha anterior, perma nec?a guardada por los labradores para el sustento de sus fa
milias. La poblaci?n europea pobre, con la falta de pan, em
pez? a consumir los productos del ma?z y la demanda de este
grano aument? considerablemente. Pero el ma?z en este a?o
de 1692 empez? a escasear por haberse levantado la cosecha
antes de tiempo y porque los campesinos guardaban el pro ducto de las anteriores.
El gobierno virreinal hizo todo lo posible por mantener
abastecida a la ciudad. En 1691, conociendo la situaci?n,
658 ROSA FEIJ?O
acept? el elevado precio que los labradores hab?an fijado al
trigo, y en 1692 previno la falta de ma?z en la Alh?ndiga, mand?ndolo traer de Celaya, Chalco y Toluca. En febrero
de ese a?o, a causa de las lluvias excesivas del anterior y de
las heladas, muri? mucho ganado, especialmente el mular tan
?til para el transporte del ma?z; el 3 de enero Antonio de
Robles registra la falta de carne en el rastro y en las carni
cer?as de la ciudad de M?xico.12 Ante esta situaci?n precaria, el virrey pregon?, el 16 de enero de 1692, que se reanudara la
siembra del trigo blanquillo. Las medidas preventivas tomadas por el virrey para lle
nar la alh?ndiga de ma?z, requisando el cereal que los labra
dores hab?an escondido y trayendo cargas de otras regiones, fueron consideradas por el pueblo como monopol?sticas, ".. .sin tomar en cuenta ?dice G?ngora
13? que
se estaba
ejecutando p?blicamente y que vendi?ndose el ma?z de Toluca
y Chalco a 6 pesos la carga y despu?s a 7 pesos, el de Celaya val?a a 4 y 5, por haber mandado el virrey el que no se diese
sino al costo y que adem?s haberle encomendado esta tarea
el virrey al contador del Ayuntamiento en cuya contadur?a
estaba siempre de manifiesto a los que en ella entraban...".
Por el contrario, Robles14 afirma que despu?s del tumulto
hubo bastante ma?z, de lo que se infiere que su escasez, igual
que la del trigo, no era porque no hab?a, sino porque lo
hab?an ocultado algunos personajes para venderlo a altos pre cios. Otra versi?n nos la proporciona el religioso francis
cano 15 cuando relata que uno de los indios aprehendidos confes?: ".. .que el tumulto no hab?a sido motivado por la
falta de ma?z, sino que antes bien ten?an mucho escondido en sus casas; que lo hab?an escondido para tenerlo acumula
do cuando se sublevaran, y que como la cosecha de ma?z se
hab?a perdido y hab?a poco y caro, compraron mucho m?s
de lo necesario y lo enterraron para que con ello faltase a la
gente pobre y ?stos, viendo que val?a la comida tan cara
estar?an de parte de los sublevados. De aqu? nace el haber
habido mayor gasto en la Alh?ndiga...".
Las murmuraciones aumentaban. Los labradores comar
canos se quejaban de que se les requisaba el ma?z para darlo
EL TUMULTO DE 1692 659
a otros. Ante esto, y en la creencia de que ese a?o ser?a de
buenas cosechas de trigo que se traer?an a M?xico y con ello
disminuir?a el gasto de ma?z en la ciudad y bastar?a con el
que hab?a para la poblaci?n, el virrey y las principales auto
ridades determinaron, a fines de abril, la libertad absoluta
para comerciar trigo, ma?z o cualquier grano, pero sin per
juicio de lo contratado con Celaya y Chalco, ni del embar
gado, porque ?ste ten?a que traerse a M?xico.
Dada esta libertad, a fines de mayo empez? a escasear el
ma?z en la Alh?ndiga porque los labradores de Chalco, fal
tando al pacto, empezaron a vender en otras partes y por la escasez de recuas para remitir el de Celaya. La carga de ma?z subi? a 56 reales. El virrey envi? un comisionado para que
mandase todo el ma?z de Celaya, dejando s?lo el necesario
para el sustento de los habitantes; pues el 8 de junio las re
mesas no hab?an sido recibidas y el ma?z continuaba vendi?n
dose a precios elevados.
Hasta aqu? los factores econ?micos como causantes del des
contento; pero la confesi?n de los indios aprehendidos, citada
por el religioso franciscano, insiste que el motivo de su levan
tamiento hab?a sido volver a sus antiguas idolatr?as y resta
blecer su imperio. La escasez de mantenimiento les hab?a
parecido buena ocasi?n,
.. .y que hab?a como tres meses en que hab?an resuelto quemar M?xico, eligiendo la noche del Jueves Santo para ejecutarlo, pero
que por haber habido discordia entre dos cabezas sobre si hab?an
de quemar los conventos e iglesias, se dilat? hasta el jueves de la
Octava Corpus, porque uno dec?a que se reservasen las monjas
para casarse con ellas y los sacerdotes para que les ense?asen la
ley cat?lica, y el otro dec?a que no hab?a m?s ley que la suya
antigua y que hab?an de morir todos, pues ya para esto ten?an
elegido emperador, reyes, condes y marqueses y que el que matare
al virrey de los dos, se casaba con la virreina. Dijeron tambi?n que cuando oyeron las voces del tumulto lo sintieron mucho por ha
berse adelantado y porque les faltaban m?s de mil doscientos in
dios de los que estaban destinados para el levantamiento y que adem?s de esto su ?nimo era poner fuego a la ciudad al mismo
tiempo.. .16
Intervinieron, por tanto, factores econ?micos y pol?tico
66o ROSA FEU?O
sociales. Que fueron a?os de escasez de ma?z y trigo, todas las
fuentes est?n de acuerdo, aunque difieran en la causa de ella.
En cuanto a las disposiciones del virrey no ser?a tan des
acertado pensar que se trataba de un monopolio, pues frecuen
temente se present? el problema
en el abasto de granos. Usual
mente el precio de los cereales fluctuaba alrededor de 10
reales la fanega, aunque en tiempos de abundancia bajaba considerablemente. Entonces el gobierno atenuaba sus restric
ciones y en consecuencia la Alh?ndiga no ten?a abasto que
ofrecer al p?blico, ya que con los precios bajo la tasaci?n
m?nima fijada por el gobierno, los tributos eran tomados en
especie. Adem?s, estando el precio del ma?z m?s bajo que el oficial hab?a peligro de que el estado no encontrara clientes
y que el grano acumulado se estropeara. ?ste fue el caso ocu
rrido en el per?odo 1685-1691. En este ?ltimo a?o, como he
mos dicho, las cosechas deficientes y la falta de una organiza ci?n efectiva en la Alh?ndiga hicieron imposible enfrentarse a la escasez. Consecuentemente, ocurrieron crisis en el mer
cado que obligaron a las autoridades a intervenir nuevamente.
Que los motivos no fueron s?lo econ?micos es obvio; se
revelan tambi?n inquietudes pol?tico-sociales, una forma m?s
del antagonismo existente entre el grupo conquistado y el con
quistador. El primero tratando de mantener
privilegios que
ten?a en la ?poca prehisp?nica, el segundo, intentando esta
blecer sus prerrogativas por derecho de conquista. La causa inmediata del levantamiento fue, por supuesto,
la escasez de ma?z. Desde el 6 de junio el abasto de granos en la alh?ndiga no hab?a sido suficiente para la poblaci?n, de
manera que las mujeres se atropellaban para adquirirlo. Los
oficiales encargados del reparto, no vacilaron en terminar con
tales tumultos y llegaron a azotar a una
mujer sin respetar los
derechos que proteg?an a los indios:17 Por tanto, las causas
econ?micas se ligaron ?ntimamente a las sociales.
Despu?s de los azotes, las indias reunidas se dirigieron al
arzobispo para exponerle sus quejas y el d?a 7 de junio no
llegaron a m?s. El virrey, comprendiendo que el motivo fun
damental del descontento era la falta de organizaci?n en el
reparto del ma?z, orden? la presencia de una persona nom
EL TUMULTO DE 1692 661
brada por ?l en la Alh?ndiga, que fiscalizase las operaciones. El 8 de junio la distribuci?n del grano se hizo con todo orden,
pero como tampoco fue suficiente y comenzaron nuevamente
los atropellos, la ca?da y malos tratos que recibi? una india, fue
el motivo de que las mujeres reunidas se dirigiesen nueva
mente al arzobispo, pasasen luego al palacio real y finalmente
consumaron el asalto de las casas de gobierno y de los llamados
cajones de ropa.
Tanto Sig?enza y G?ngora18 como los documentos de]
Archivo General de la Naci?n, coinciden en afirmar que no
s?lo indios intervinieron en el tumulto, sino tambi?n los que mezclados con ellos, frecuentaban las pulquer?as: mulatos, ne
gros, mestizos, gachupines y criollos. Fueron notables los gritos de los insurrectos durante el mot?n: "?Muera el virrey y el
corregidor que tienen atravesado el ma?z y nos matan de ham
bre!", aqu?llos que sospechaban monopolio en las medidas.
"?Mueran los espa?oles y gachupines que nos comen nuestro
ma?z!", "?Vamos con alegr?a
a esta guerra, y como quiera Dios
que se acaben en ella los espa?oles,
no importa que muramos
sin confesi?n! ?No es esta nuestra tierra? pues, ?qu? quieren en ella los espa?oles?"19 exclamaciones que revelaban, sin
duda, inquietudes separatistas. En el momento en que ocurri? el asalto en el centro de la
ciudad, el virrey se hallaba en el convento de San Francisco, donde se
presentaron una serie de personas nobles y respeta
bles de la ciudad para obtener del virrey las ?rdenes perti nentes. Se impon?a acabar con el tumulto cuanto antes y, sobre
todo, con el incendio de las casas gubernamentales que pon?a en peligro las cajas reales y los archivos del virreinato. Se dio
orden de apaciguar la sedici?n "por todos los medios"; el gru
po encargado de ello penetr? en la plaza a riesgo de sus vidas
y seg?n su capit?n, .. .dieron el castigo que merec?an matando a todos los que se
pudo... que luego que oyeron los carabinazos se retiraron la ma
yor?a al sagrario del cementerio y otros salieron de huida por di
ferentes partes, sin embargo, los segu? y los religiosos que andaban
en la plaza con el Sant?simo Sacramento tratando de aquietar el
tumulto me pidieron que no les hiciese da?o con diferentes ex
cusas. . .20
662 ROSA FEIJ?O
Con estas medidas infring?an las disposiciones de la Re
copilaci?n de Leyes de Indias (volumen I, lib. 3, tit. 4, ley
8), seg?n las cuales en caso de que los indios se levantaran
contra los espa?oles, deb?a procurarse reducirlos por medios
pac?ficos. El intento de reducirlos pac?ficamente s?lo fue in
tentado por los religiosos que, ante la insistencia de los civiles
y militares en usar las armas, trataron de interponerse entre
?stos y los ind?genas.21 Como en la sociedad feudal del medioevo, la Nueva Espa?a
no ten?a en realidad un ej?rcito permanente y ?l del reino
quedaba reducido a la guardia de alabarderos de palacio. Ante
un levantamiento popular como ?ste de 1692, el virrey ten?a
que convocar a los vecinos para pedirles ayuda y formar mi
licias improvisadas al mando de aqu?llas personas respeta bles de la ciudad, que voluntariamente se pon?an bajo sus
?rdenes. Fue as? como don Luis S?enz de Tagle recibi?
instrucciones del virrey de convocar a todos los vecinos del
comercio, logrando reunir unos doscientos, algunos con ar
mas y otros sin ellas, que se dedicaron a atajar el incendio.22
El conde de Santiago, con el mismo fin, proclam? bando
para que todos los vecinos de la ciudad se alistasen con ar
mas y caballos y estuviesen dispuestos a obedecer las ?rdenes
del virrey. Sigui? entonces el problema de que estos vecinos
alistados hab?an de dejar sus ocupaciones mientras duraba
el desorden y consecuentemente sus negocios sufrir?an las
consiguientes p?rdidas; por ello el virrey orden? se formasen
cuerpos de guardia de veinticinco hombres a los que hab?a
de pag?rseles cuatro monedas de plata todos los d?as, mien
tras que el resto de los milicianos podr?an atender a sus tra
bajos hasta que les correspondiese su turno.23 La compa??a del comercio mandada por S?enz de Tagle rechaz? tal paga
alegando que su ?nico prop?sito era el de servir a Su Ma
jestad.24 Igualmente se form? una compa??a de capitanes de
gremios para que armados ocuparan la plaza;
otra consti
tuida por los empleados de la aduana y voluntarios, para que con ella guarneciesen los cinco puentes que divid?an a los
barrios de Santa Mar?a, Santiago, Santa Ana la Vieja y San
Sebasti?n, as? como para vigilar el molino de la p?lvora al
EL TUMULTO DE 1602 663
mando de Juan Joseph de Veitia y Linaje. Form?se asimis mo una compa??a preventiva con los vecinos de Xochimilco al mando del alcalde mayor del lugar.25
No todos los vecinos resultaron competentes. Como suce
de generalmente en estas situaciones, hubo alguno que tra
t? de eludir los requerimientos del virrey, tal como el audi tor de Guerra, que probablemente permaneci? escondido en
su casa.26
Para el 9 de junio, aunque se hab?an formado todas las
compa??as y toda la ciudad estaba en armas, se abrieron lis
tas para dos cuerpos de caballer?a que estuvieron a sueldo; de ?stas una qued? integrada por el gremio de sastres y otra de voluntarios, encargados de revisar el barrio de San
tiago, que se dec?a, hab?a sido el centro de la conspiraci?n.27 En real c?dula28 de 1694, el rey ratific? el acierto de haber
nombrado esas dos compa??as a cargo de la Hacienda Real,
justo en el momento en que se ordenaba su disoluci?n con
motivo del cese de los motines que hab?an obligado. As? pues, las compa??as formadas estaban integradas por
vecinos de la ciudad que acud?an en defensa de sus intereses,
especialmente los comerciantes, cuyos bienes corr?an peligro en los cajones y por los miembros de los gremios, a quienes se recurri? por estar
organizados en cofrad?as o fraternida
des que velaban por los intereses de sus componentes.29 Im
portante es enfatizar que el sueldo de los alistados, que cons titu?an una carga para la Hacienda Real, fueron suprimidos cuanto antes.
Pasados los motines se procedi? a premiar a todos aqu?llos que hab?an ayudado a sofocarlos. Los miembros de las com
pa??as recibieron un sueldo determinado, como hemos visto.
G?ngora hizo una relaci?n de los m?ritos de aqu?llas perso nas que lo hab?an ayudado en el rescate de los libros capitu lares y documentos del archivo del Ayuntamiento, el cabildo
orden? al tesorero de propios que las retribuyese con 18 pesos. En c?dulas reales de 1693 el rey orden? a su delegado que hiciese saber a todos aqu?llos que ayudaron a la pacificaci?n, cuan satisfecho estaba y que les remunerase como conviniere
y conforme a los m?ritos de cada uno. Tambi?n encarg? al
664 ROSA FEIJ?O
virrey le diese cuenta de todos aqu?llos que no hab?an cum
plido con su obligaci?n, para tomar las medidas del caso con
tra ellos.30
Veitia y Linaje, funcionario de la aduana, recelando que los amotinados intentaran apoderarse del producto de las rea
les alcabalas, lo escondi? en un pozo, pero el virrey le orden?
que lo trasladase, para mayor seguridad, al convento de Santo
Domingo.31 Fueron dadas instrucciones para guarnecer las
entradas de Nuestra Se?ora de la Piedad y de la calzada de
Chapultepec, con objeto de que no saliera ning?n indio con
ropa robada de los cajones y en sus efecto, se les aprehendiese.
Al mismo tiempo se impidi? la entrada a la ciudad de negros, mulatos o indios que pudieran constituir refuerzos para los
levantados.32
Se dispuso desde ese mismo d?a, que no se permitiese la
reuni?n de m?s de dos personas.33 El 10 de junio se ratific?
esta orden, estableciendo pena de muerte para el infractor.34
Instrucciones de esta naturaleza continuaron en los meses si
guientes: el 11 de julio se decret? que despu?s de las oracio
nes, ning?n indio anduviese por las calles de la ciudad;35 en
las reales c?dulas de 1693, el rey aprob? la orden de que los indios no
pudiesen andar en cuadrilla de m?s de cuatro.36
Otra medida inmediata, dictada por el virrey el mismo d?a
del levantamiento, ordenar al mariscal de Castilla que reco
rriese todas las panader?as de la ciudad para que triplicaran su producci?n, de suerte que se logr? abundancia de pan en
los d?as siguientes. En real c?dala se menciona que se hab?a
ordenado a los panaderos que vendiesen panecillos de 14 onzas
a medio real, aprobando el rey la medida.37 El mismo maris
cal recibi? ?rdenes de reclutar gente y con ella guardar los
ojos de agua de Santa Fe, que abastec?an a la ciudad y la ar
quer?a por donde se conduc?a, porque tuvo noticia el virrey
de que ?sta hab?a sufrido algunos da?os.38 Tal medida de
prevenci?n, fue dictada para no dar lugar a ninguna otra
queja por parte de los habitantes de la ciudad.
De los sublevados pocos fueron los aprehendidos. Algunos confesaron lo ya citado. Los castigos aplicados fueron de na
turaleza diferente: ahorcados, azotados e incluso, reclusi?n en
EL TUMULTO DE 1692 665
los obrajes. G?ngora cita varios arcabuceados y. uno quema^
do.39 Las c?dulas reales hablan de ajusticiados con pena de muerte y azotes.40 Aparte de los ejecutados, fueron muchos
los indios que murieron durante los motines; el virrey dio
orden de recoger a los difuntos para enterrarlos, comprob?n dose que hab?an muerto a consecuencia de balazos, pedradas
y otras heridas,41 no s?lo en la misma plaza sino tambi?n en
calles cercanas, en las que, los ind?genas cargados con su bot?n
de los cajones, eran asesinados por los maleantes para robarles
lo obtenido. El 14 de junio se prohibi? el ' 'baratillo'
' en la
plaza,42 porque de tal centro de ventas de art?culos viejos y usados, en donde se congregaban los maleantes, hab?an salido
muchos de los indios del tumulto.
Entre las consecuencias de m?s trascendencia para la orga
nizaci?n social y econ?mica de la ciudad de M?xico, podemos mencionar cuatro que juzgamos m?s importantes: los resulta
dos del incendio, la prohibici?n de producir el pulque, el
cambio de los impuestos sobre el ma?z y la reducci?n de los
indios a sus barrios.
Los resultados del incendio fueron desastrosos en todos
los aspectos. De los edificios perjudicados los m?s importantes fueron las casas del Ayuntamiento con todos su archivos, a
pesar de los esfuerzos que don Carlos de Sig?enza y G?ngora hiciera para salvarlos, los Oficios de Diputados y Fiel Eje cutoria y los de los escribanos p?blicos con todos los docu
mentos antiguos y contempor?neos, libros de censos, protoco los y mayorazgos. Se incendiaron tambi?n, el Real Palacio, la c?rcel y los cajones de comercio de la plaza, la escriban?a
m?s antigua de C?mara y la escriban?a de la Real Audiencia con todos sus documentos. Resultado de esto es la escasez
de fuentes documentales anteriores a 1692, a?o en que se ini
cian la mayor parte de los ?ndices en el Archivo del Ex-Ayun tamiento. Finalmente la Alh?ndiga tuvo que ejercer sus fun
ciones, provisionalmente, en un cuarto
desocupado de la Uni
versalidad. En reales c?dulas de 1693, el rey desaprob? esta
medida alegando que estorbar?a los estudios, a mas de que
666 ROSA FEIJ?O
exist?a el peligro de la uni?n de indios y estudiantes. Por lo
tanto, orden? al virrey:
.. .que se muden los granos a otras casas o almacenes competentes
dividi?ndolos para que se distribuyan en tres o cuatro sitios de la
ciudad, para que de esta forma, repartidos los indios, sea menor el
tropel y el consumo, previni?ndose al tiempo, que en semejantes casos de penuria, se
impida la tropel?a de la plebe.. .43
Esta c?dula revela que, para 1693, la Alh?ndiga todav?a no hab?a sido reconstruida, a pesar de que desde el 16 de ju nio de 1692, el Cabildo hab?a nombrado comisionados que se
encargaran de su reparaci?n,44 a costa de los efectos del P?si to. Esto debido, principalmente al problema de los encomen
deros que recib?an el ma?z de Celaya y cuyos intereses estaban
relacionados con el P?sito; el Cabildo tuvo que acordar que los encomenderos diesen al encargado de las
reparaciones cier
ta cantidad de dinero de los efectos del P?sito.45
Teniendo en cuenta que los cajones de ropa construidos de madera hab?an sido f?cil presa de las llamas, sirviendo de combustible para el fuego del Palacio, el Cabildo, con fecha 26 de junio, acord? que se hiciese una hilera de tiendas de cal y canto, cerradas con b?vedas y ca??n y las puertas forra
das de hierro, que abarcasen desde el frente de Palacio hasta el Cabildo, y desde ?ste, hasta la entrada de la calle de San
Francisco,46 lo cual dio origen a los famosos almacenes del
Pari?n.
Sig?enza y G?ngora afirma que los da?os causados por los robos y el incendio ascendieron a m?s de 3 millones de pesos. El Cabildo calcul? que por el incendio, la ciudad hab?a
perdido m?s de 15000 pesos, la mayor parte de sus propios, teniendo que pagar, adem?s, gastos ordinarios y extraordina
rios, lo que requiri? la retribuci?n inmediata de sus acreedo res.47 Esto no fue suficiente y el 9 de septiembre se report? que, a causa del enorme deterioro que hab?an sufrido las ren
tas de la ciudad, se carec?a hasta de los gastos m?s precisos, tal como reparaci?n de acueductos y pago de salarios.48
La prohibici?n de producir el pulque deriv? de la creen
cia general de que las conspiraciones previas al levantamiento
EL TUMULTO DE 1692 667
fueron llevadas a cabo en las pulquer?as. El 30 de junio el
virrey pidi? parecer al Cabildo sobre la conveniencia de pro hibir el pulque, d?ndose como raz?n los grav?simos pecados que por ?ste se comet?an.40 El 19 de julio el Cabildo resolvi?:
...Seg?n la Recopilaci?n, ley 37, lib. 6, tit. I, sobre los vinos,
lo que acuerda esta ciudad es que aunque se supone ser indiferente
esta bebida y que fue el motivo de la ley que da permiso para ella,
la experiencia ha demostrado lo contrario en los indios a quienes no les es f?cil regular la templanza del beber. Persisten en la
embriaguez y el ocio a causa de no ajustarse al Derecho Divino
que les informan los ministros sagrados. Cometiendo los ebrios
con especial torpeza sodom?as, incestos, estupros, sacrilegios y adulterios. Este vicio es adem?s perjudicial porque congregados en los puestos donde se vende esta bebida con la innumerable
plebe ?nfima de que abunda esta ciudad de mestizos, negros y
mulatos, no hay maldad que no intenten, hurtos y robos, que no
fomenten disputas. A pesar del celo de los ministros que los
quieren encaminar, asistiendo a las pulquer?as, no asisten a sus
parroquias y debiendo trabajar para alimentar a sus mujeres
quieren que ?stas no s?lo los sustenten pero las castigan si no los
mantienen en el vicio de la embriaguez... Adem?s los incentivos
del tumulto se hicieron en esas tabernas si han de creerse voces
populares y por las declaraciones de los reos aprehendidos... Por
lo cual aunque Su Majestad tiene la renta que anualmente goza su asiento nos debemos prometer de su cat?lico celo ha de esti
mar m?s no tener efecto esta renta que el que esta bebida se
pierdan tantas almas y se sigan tan perniciosas consecuencias y de poner a riesgo su reino como ?ste.. .50
Efectivamente, antes de 1678 las rentas del pulque hab?an
sido destinadas a las obras p?blicas del virreinato, pero a par tir de esa fecha, la Real Hacienda orden?:
.. .que de ninguna manera se prosiga en hacer separaci?n de los
dos reales a cada carga de pulque para gastos de calzadas acequias,
y otros por contravenirse ello a las Reales ?rdenes y ser la volun
tad de Su Majestad que toda la renta enteramente s aplique a la
Real Hacienda sin - divertirse en otro efecto.. .51
En 1692 esta ley continuaba vigente. G?ngora puntualiz? que nunca hab?a llegado la borrachera de los indios a tal ex ceso como en los tiempos en que, con el pretexto de que los
que conduc?an el pulque daban contribuci?n al Rey, abun* daba la bebida en M?xico. De aqu? que el Cabildo recurriera
668 ROSA FEIJ?O
al celo cat?lico de Su Majestad para suspenderla. El mismo
19 de julio Robles reporta el bando del virrey ordenando que no se vendiera ni se hiciera pulque en toda la Nueva Espa?a, con pena: a los espa?oles de 200 pesos y a los indios de azotes
y obrajes.52 Esa orden fue reiterada con apoyo real el 7 de
julio de 1693 en los t?rminos siguientes: .. .El virrey conde de Galve: en ocasi?n del alboroto sucedido
en esta ciudad tuve por Providencia mandar se suspendiese la en
trada del pulque n ella prohibiendo su bebida y por debajo de gra ves penas y que las Justicias y el Corregidor ciudasen de ello,
conforme al testimonio de otra orden que para este efecto se les
entreg?: y respecto aquel ahora Su Majestad por su Real C?dula
de 11 de febrero de este a?o se sirve aprobar la orden, dejando a
mi arbitrio lo que sobre la suspensi?n hubiere por m?s conveniente,
que es su continuaci?n en esta prohibici?n haci?ndose por esa ra
z?n m?s exacto el cumplimiento: Por el presente reitero la orden
y la ley de nuevo al corregidor de esta ciudad para que atienda y cele con vigilante cuidado y como es de su obligaci?n la prohibi ci?n de la bebida.. .53
La corona no hab?a de permanecer en esta posici?n du
rante mucho tiempo; las rentas disminuidas iban en su per* juicio. Poco despu?s, las c?dulas reales afirman que, en
vista de que el Protomedicato hab?a considerado esa bebida intr?nsecamente buena, que los indios estaban acostumbra
dos a tomarla y por el peligro de que la sustituyeran por otra
bebida embriagante, se regular?a su venta a 150 pesos al a?o,
que ser?an aplicados a la dotaci?n de la armada de Barlo vento. El permiso era s?lo para el pulque puro, llamado
blanco, prohibi?ndose el amarillo o cualquiera mezclado con
ra?ces; castig?ndose severamente a todos los que fabricasen o vendiesen el amarillo.54 El 3 de junio de 1697 se e*pidi? c?dula en que se ratific? el establecimiento del cultivo y venta del pulque, alegando nuevamente el informe del Pro
tomedicato y el beneficio que esa renta produc?a para la
manutenci?n de la armada de Barlovento.55
En cuanto al abastecimiento del ma?z, el proceso seguido en la Real Hacienda present? un proceso semejante. Medida
inmediata fue procurar un abastecimiento abundante de ma?z,
en prevenci?n de un nuevo descontento. Al efecto, nombr?se
EL TUMULTO DE 1692 669
a Juan Manuel Aguirre de Espinosa, regidor de la ciudad,
para que fuese a la provincia de Chalco a remitir todo el
ma?z que fuese posible. Tarea ardua pues el cereal escaseaba
y fue necesario requerirlo de las haciendas cercanas. Se lo
graron juntar trece canoas de ma?z con 900 fanegas, que
llegaron a la ciudad a trav?s de las acequias. Se tomaron
medidas proteccionistas ante el peligro de un asalto de los
indios que hab?an robado algunas cargas de ma?z en Mexi
caltzingo, a cuyo rescate hubo de acudir una compa??a de
soldados. Aguirre sali? al encuentro de los bastimentos de
Chalco y los deposit? en la Alh?ndiga, permaneciendo en
ella para asistir a su distribuci?n.56
Fernando de Sig?enza, hermano de don Carlos de Siguen* za y G?ngora, recibi? instrucciones para escoltar el ma?z que ven?a de tierra adentro y que en dos recuas de mu?as hab?an
se detenido en Tlalnepantla por temor a los indios asaltantes.
Se remitieron las cargas a la ciudad as? escoltadas y se de
positaron en la Alh?ndiga.57 En total, lograron reunirse 1439
fanegas, de suerte que al d?a siguiente el grano fue abundante
y aun alcanz? para los d?as posteriores.58 Esta abundancia
no obedeci?, por tanto, a los motivos monopolistas que se
?ala Antonio de Robles.59
Para el 27 de junio el Cabildo acord? que el ?nico me
dio conveniente para la regulaci?n de los granos que diaria
mente pod?an entrar, provenientes de Chalco, Toluca y Ce
laya, era que se entregara una
porci?n competente a los
gobernadores de los barrios de San Juan, Santiago y otros,
para que con asistencia de los ministros de doctrina, los re
partiesen en almudes (Y2 fanegas) conforme a las familias de
indios que hubiere en cada parroquia, con la condici?n de que se les proporcionase m?s ma?z cuando hubieren consumido el
que recibieron anteriormente, para prevenir bajo severas pe nas, que lo revendiesen en el mercado.60
Ya hacia fines de junio, Robles reporta nuevamente esca
sez no s?lo de ma?z, sino tambi?n de aves y pan;61 y el 19 de
julio las Actas de Cabildo registran quejas de los encomen
deros de la Alh?ndiga, de falta de ma?z en ella atribuyendo esta escasez a transacciones ilegales con los granos del alcalde
670 ROSA FEIJ?O
del dep?sito, proponiendo como soluci?n que los mismos en
comenderos vigilasen que no quedase nadie dentro del re
cinto despu?s de cerrado.62 Seg?n parece, irregularidades de esta naturaleza prevalecieron hasta las cosechas del a?o si
guiente, pero probablemente la escasez no fue tan extrema ya
que la cosecha de trigo fue abundante, y se vio aumentada con el blanquillo al renovarse su cultivo. Consecuentemente, todos los europeos que hab?an consumido ma?z a falta de
trigo, volvieron a este ?ltimo y el primero fue suficiente para el consumo del ind?gena.
En las c?dulas reales del siguiente a?o se menciona que a causa de la carest?a y el levantamiento, las autoridades de
la colonia hab?an decretado la suspensi?n de los impuestos sobre los granos y semillas y de la contribuci?n del derecho
de alcabala. El rey confirm? esta disposici?n, pero s?lo du
rante la carest?a.63 Encarg? adem?s, al virrey, que despu?s de haber cesado la escasez y de reedificarse la Alh?ndiga,
mandase al corregidor de la ciudad y al superintendente de
propios, para que cuidasen de recoger todos los granos que
cupieron en el P?sito, renov?ndolos a su
tiempo, para alma
cenar gran cantidad de cereales en prevenci?n de otra ca
rest?a.64
Pasando al punto que se refiere a la congregaci?n de los
indios, vemos que a ra?z del tumulto se consider? que ?ste
hab?a sido resultado, tambi?n, del escaso control ejercido sobre los ind?genas. El 21 de junio un real acuerdo decret?
que los indios se retirasen a sus barrios y parroquias y se les
fijaran ciertos l?mites para su habitaciones.65
El 30 de junio el virrey aleg? que los indios habitaban en los parajes m?s escondidos de la ciudad con objeto de
ocultarse y salir a cometer graves delitos, y que al vivir den tro de la ciudad dificultaban su administraci?n por carecer en la misma, de parroquias propias y tener que administrarles el vi?tico, de extremo a extremo de la poblaci?n. Tambi?n se dificultaba la recaudaci?n de tributos y otras cargas de su
obligaci?n y se llenaba la ciudad de gente ociosa que estaba
dispuesta a ejecutar los peores quebrantos, fiados en la im
punidad que les aseguraba la ignorancia de las autoridades.
EL TUMULTO DE 1692 671
Sobre un control del movimiento de la poblaci?n ind?gena, el virrey pidi? opiniones a los ministros de doctrina de cada
barrio,66 requiriendo informes sobre los l?mites y solares de
los barrios de sus administraciones.67
Al d?a siguiente, i? de julio, el virrey pidi? a don Carlos de Sig?enza y G?ngora que le informase acerca de los l?
mites que podr?a asignarse a la poblaci?n de espa?oles de la ciudad y a la de los indios. El reporte de G?ngora pro
porciona datos interesant?simos, que es preciso se?alar:
presuponiendo la imposibilidad de reducir a los indios a un solo
lugar por los pleitos que habr?an de surgir entre los religiosos de
las distintas parroquias quienes habr?an de preguntarse, sin duda, las razones por las cuales se les quitaban sus feligreses, tendr?a por acertado efectuar lo que hizo el Marqu?s del Valle cuando reedific?
la ciudad, esto es, repartir los solares entre los conquistadores y
poner el cuartel de los castellanos aparte. O bien lo que Torque mada relat? de que en la ciudad no se mezclaban con los indios,
los cuales cercaban a la ciudad por cuatro partes o barrios de los
arrabales. Mucho m?s que esto, en orden a que los indios estu
viesen separados de los espa?oles, se hallara en los libros capitu lares de la ciudad en los cuales consta que el emperador Carlos V
en su Consejo de Indias, propuso que se amurallase y fortificase la
ciudad de M?xico para asegurar a sus habitantes contra los mo
vimientos ind?genas, a que los indujese la innata malicia con que aborrecen a los espa?oles. De no ejecutarse as?, y de irse introdu
ciendo los indios en la poblaci?n de los espa?oles, se origin? el
haber intentado aqu?llos, auxili?ndose de negros, sublevarse en la
ciudad en 153.7 y nuevamente en 154g. Indios fueron tambi?n los
que causaron la sedici?n de 1624 y *os mismos naturales avecin
dados en las casas de los espa?oles, en sus ranchos de la misma
plaza y en las pulquer?as, fueron los que ejecutarone los recientes es
tragos. Por todo lo cual era necesario retirarlos del centro de la
ciudad y volver a practicar lo que en un principio se hizo.68
En el mismo informe, G?ngora se?al? los l?mites hasta
los que pod?a extenderse la poblaci?n espa?ola. Los informes que los religiosos proporcionaron al virrey
establec?an que los ind?genas deber?an ser reducidos en sus
barrios, por las razones siguientes:
i9) Porque al ser alquilados sus servicios en casas de espa?oles o
arrend?rseles alg?n aposento, no pod?an recibir la doctrina, adem?s
672 ROSA FEIJ?O
de que el indio, con su facilidad y mala inclinaci?n, s?lo aprend?a los malos aspectos de las costumbres espa?olas.^
29) Por la comunicaci?n constante que ten?an con gente tan vil
como los mulatos, mestizos y criados de las casas de espa?oles,
aprend?an la lengua castellana y se hac?an ladinos, que era el
primer paso para acrecentarse porque mientras hablaban su len
gua, eran m?s humildesJO
3Q) Adem?s, para la buena administraci?n de la doctrina y contro
lar los bautizos y matrimonios, era necesario reducirlos a barrios,
pues con los que viv?an en casas de espa?oles no se hab?a conse
guido que asistiesen a la misa, ni ayudaban a los de sus barrios
en los cargos y servicios de la iglesia. Algunos, visti?ndose a la
usanza espa?ola y fingi?ndose mestizos, se iban a cumplir con la
catedral y cuando se les empadronaba en las parroquias a las que
pertenec?an, alegaban que eran de catedral y provocaban continuas
discordias entre los curas de las diferentes parroquias. Fue por
esto, por lo que se les hab?an asignado cuatro parroquias, las de
San Juan, San Pablo, San Sebasti?n y Santa Mar?a la Redonda,
en los extremos de la ciudad. Tambi?n por las graves irregulari dades en los matrimonios, por no contraerse en sus propias parro
quiasJ2
5?) Porque los indios maleantes que comet?an alg?n delito en sus
pueblos, se refugiaban en la ciudad de M?xico, en donde, a causa
de la similitud de rasgos f?sicos entre ellos, no pod?an ser recono
cidos por las autoridades civiles o eclesi?sticasJ3
6^) Porque como viv?an as? repartidos, pod?an los indios id?latras,
ocultar al ministerio el nacimiento de sus hijos para que no fue
sen bautizadosJ4
79) La experiencia en los tumultos habidos era suficiente, para demostrar que no se habr?an juntado tantos indios en tan poco
tiempo, si la ciudad no hubiera estado materialmente invadida de
jacales.75
Despu?s de estos argumentos concordaron los ministros
en la conveniencia de congregar a los ind?genas, pues en sus
barrios les sobraba campo donde establecer sus rancher?as y de esta manera
podr?an controlarlos espiritualmente. Mas
advirtieron al virrey que, para conseguir su
prop?sito, era ne
cesario asimismo, expulsar a
aquellos espa?oles que resid?an
en los barrios ind?genas. Se hizo ver tambi?n al virrey la in
conveniencia de que los naturales vistieran a la usanza euro
pea o que usaran capote, pues alegaban,
estas vestimentas les
inspiraban cierta superioridad y, resultaban m?s humildes y
EL TUMULTO DE 1692 673
obedientes los que solamente utilizaban sus atuendos pro
pios.76
Despu?s de hechas estas averiguaciones, el virrey decret?
que dentro de los l?mites se?alados por Sig?enza y G?ngora, vivir?a la poblaci?n espa?ola y fuera de ella, todos los ind?
genas que a la saz?n viv?an en la ciudad. En un plazo de
veinte d?as, desde la fecha de la orden, habr?an de estable
cerse en sus barrios bajo pena de doscientos azotes y de seis
a?os de obrajes, sin que pudiesen quedar dentro de la ciudad
como cargadores, ni con ninguna otra ocupaci?n que cons
tituyese pretexto. Bajo estas determinaciones no estaban in
cluidos los indios sirvientes de panader?as, ni los condenados
a servicios personales. Para que los naturales pudieran
co
nocer perfectamente esta orden, decret? el virrey se remitiesen
dichos mandatos a los ministros de doctrina para que los die
sen a conocer en lengua ind?gena y explicasen
sus rigores:
tambi?n a los gobernadores y oficiales de los barrios para que los ejecutasen por su parte. A los indios se les reserv? el de
recho de distribuir sus solares en privado o en com?n, tal como mejor les conviniese. A los habitantes de la ciudad se
les prohibi? que admitiesen a los indios en sus casas, bajo
pena de 100 pesos y. dos a?os de destierro fuera de la ciu*
dad.77 La orden fue puesta en ejecuci?n y para mediados de
aquel mes ya se reportaba lo que sigue:
... No s?lo hice copiar en el idioma mexicano, sino que sali en persona, por todas las calles de esta ciudad hasta donde se en
tend?a mi jurisdicci?n; y habiendo entendido todos mis feligreses la
fuerza de este mandato, obedientes han pas?dose muchos de las
partes de la ciudad a estos barrios, se?alados en dicho despacho y
respecto de haberse ocupado las casas y en ellos hab?a vallas y ha
ber recurrido a mi muchas familias, pidi?ndome les se?ale tierra
y sitio donde habitar... suplico me de a m? lo que fuere servido,
para se?alar sitios (que hay muchos sin due?o en esta jurisdic
ci?n) para que los ocupen los que los piden.. .78
Este procedimiento de reducci?n no fue f?cil, pues poco
despu?s surgi? el problema de que muchos solares de los ba
rrios ten?an due?o. Con objeto de evitar litigios con los
propietarios, el real acuerdo orden? tres pregones para que
674 ROSA FEIJ?O
las personas que hubiesen tenido propiedad en los barrios, demostrasen sus recaudos en t?rmino de seis d?as, pasados los cuales se declarar?an perdidos. La supuesta libertad que el virrey otorgara a los ind?genas, en su derecho a apropiarse de las tierras como mejor les pareciere, qued? restringida
por este acuerdo, que estableci? solares destinados a los in
d?genas alejados de los l?mites se?alados.79
Aunque todas estas disposiciones pareciesen las m?s con
venientes a los ojos de los espa?oles, no debi? ser as? a los de
los ind?genas que ten?an que mudarse a nuevos lugares, a los
que no estaban acostumbrados y en los que no encontraban
tierras donde establecerse. Queda evidencia en la siguiente
queja: "... Los naturales y feligreses de la parroquia de Nuestra Se
?ora del Rosario, comparecemos con todo rendimiento y sumisi?n
ante los pies de uestra Excelencia sobre el decreto en que se acuer
da que salgamos a vivir fuera de los linderos se?alados. As? lo
hicimos y no hallamos, sin tener d?nde vivir as? suplicamos a Vues
tra Excelencia se sirva de darnos barrio donde vivir, para poder asistir a la doctrina y a las obligaciones que nos incumbe..." 80
La Real Audiencia dispuso entonces, el 16 de julio, que los ministros de doctrina fuesen los encargados de ayudar a
la distribuci?n de los solares, teniendo en cuenta la calidad
y familia de cada ind?gena.81 En real acuerdo del siguiente d?a se determin?, adem?s, que se fuesen trazando calles y dis
poniendo todo para una urbanizaci?n adecuada.82
Hubo excepciones a estas reglas pues las Leyes de Indias
permit?an el matrimonio de indios con espa?oles,83 y aqu?llos
peninsulares cuyas mujeres fueran indias, hab?an de jurar su
domicilio pudiendo quedar sus esposas dentro de los l?mites.
Se estableci? tambi?n que los indios solteros permaneciesen
junto a sus padres84 en la reducci?n y que los ind?genas pu diesen poner
a sus hijos
en oficios mientras alcanzaran la
edad de tributar, con lo cual tambi?n pod?an entrar de apren dices dentro de la ciudad (en todo g?nero de oficios excepto en el de arcabucero, para que no supiesen fabricar ni utili zar este
tipo de armas).85 Igualmente se autoriz? a entrar a
la ciudad a los muchachos menores de quince a?os que asis
EL TUMULTO DE 1692 675
t?an a los seminarios de naturales, situados dentro de los
l?mites.86 Todas estas concesiones se hicieron a condici?n
de que al anochecer, regresaran todos a sus respectivos barrios.
Como resultado de las recomendaciones de los religiosos acerca de la vestimenta que deb?an usar los ind?genas, se de
cret? que todos los naturales usaran exclusivamente su tilma o manta y sin medias, bajo pena de diez d?as de c?rcel, la
primera vez y despu?s, treinta d?as de prisi?n y un a?o de
destierro.87
El rey, por eales c?dulas de 1693, aprob? todas ?stas ?r
denes y previno al virrey para que cuando hubiere necesidad
de ocupar a los indios en las obras p?blicas, se dispusiese fuese con moderaci?n y d?ndoles puntualmente su estipendio
Despu?s de haber estudiado las causas y consecuencias del
levantamiento de 1692 vemos que, efectivamente, intervinie
ron factores econ?micos, sociales, pol?ticos y religiosos. En
tre los primeros, podemos considerar como motivo fundamen
tal del descontento de la poblaci?n, la carencia de alimentos.
La escasez present?se en todo el a?o de 1692 y no fue debida
exclusivamente a fen?menos naturales, sino con toda proba
bilidad, a intereses monopol?sticos de los principales del
gobierno; siendo las transacciones privadas del alcalde del
P?sito, las causantes directas de la falta de ma?z del tumulto.
Miras econ?micas fueron tambi?n las que dieron origen, en
cierta medida, a las disposiciones sobre la congregaci?n de
los indios en sus barrios. Los religiosos alegaron que el estar
los indios esparcidos por la ciudad, imped?a la recolecci?n
eficiente de los tributos destinados a la corona y era defec
tuoso el cobro de contribuciones a las parroquias. Al mecanismo econ?mico del virreinato, se mezclaban no
s?lo los intereses privados de los colonos, sino tambi?n los
de la Hacienda Real. ?sta se mostr? en todo momento, un
tanto impaciente ante aquellas medidas que la perjudicaran econ?micamente: permiti? la suspensi?n del impuesto del
ma?z y del cultivo del pulque, s?lo el tiempo estrictamente
indispensable para que el orden de la colonia se restablecie
se, al cabo del cual, reimplant? dichas contribuciones. El
676 ROSA FEIJ?O
mismo sentido tuvo la supresi?n de las dos compa??as mili
tares provisionales.
En el aspecto social, los motivos significaron una queja del pueblo oprimido contra los malos tratos. La voz popular se levant? contra el opresor; ya desde esta ?poca se constituy?
un movimiento conjunto de todos los elementos raciales que formaba la sociedad de la colonia, contra los miembros del
estrato superior, los peninsulares gobernantes. Los castigos
por infracci?n a la ley nos muestran las diferencias que exist?an entre las clases sociales: nunca se
impon?an castigos
de azotes u obrajes a los espa?oles, pero ?stos eran los castigos m?s comunes para los ind?genas. Las disposiciones para re
gular la vestimenta de los indios y los oficios de los que es
taban excluidos, nos dicen de la inseguridad que sent?a el
europeo, oblig?ndolo a tratar de mantener al ind?gena en
un status social, moral y culturalmente inferior.
El levantamiento fue tambi?n, motivo de un reajuste
en
la organizaci?n social de la colonia. La reducci?n de ios in
dios a sus barrios no fue nada nuevo, pr?cticamente era el
restablecimiento de ordenanzas que hab?an ca?do en desuso,
por descuido y despreocupaci?n de las autoridades.
En lo pol?tico, el estudio nos introduce en el mecanismo
gubernativo del virreinato, en su aspecto m?s vivido y pr?c tico: el proceso de elaboraci?n de las disposiciones que diri
g?an la vida de la colonia, las autoridades que interven?an
en ?l y las funciones y derechos de cada una. El tumulto
constituy?, adem?s, un intento de terminar con el dominio
secular espa?ol, revelando al mismo tiempo, el odio que el
indio sent?a por el peninsular y el desprecio que a ?ste le
inspiraba el primero.
Hay tambi?n un cierto car?cter religioso en los m?viles
del movimiento, evidenciado en la confesi?n de los reos y en
los argumentos de los ministros de doctrina, reveladores de
que despu?s de un siglo de cristianizaci?n, aun hab?a inten
tos ind?genas de retornar a sus viejas idolatr?as.
El levantamiento de 1692 no condujo a nada definitivo
ni radical. Dio lugar a simples reajustes en la administra
ci?n colonial, pero su estudio ha sido interesante porque,
EL TUMULTO DE 1692 677
adem?s de realzar toda una serie de defectos administrativos, sociales y econ?micos que exist?an tambi?n en ?pocas pac? ficas, nos lleva a la conclusi?n de que el per?odo colonial no fue un modelo de pacifismo y prosperidad.
NOTAS
1 Carlos Sig?enza y G?ngora, Relaciones hist?ricas, M?xico, Universi
dad Aut?noma de M?xico, 1954. Antonio de Robles, "Relaci?n del tu
multo sucedido en esta ciudad de M?xico el 8 de junio infraoctava de
Corpus en este presente a?o de 1692", Diario de Sucesos Notables, M?
xico, Editorial Porr?a, 1946. Luis Gonz?lez Obreg?n, Rebeliones ind?
genas y precursores de la Independencia mexicana en los siglos xvi, xvii y
xviii, M?xico, Ediciones Fuente Cultural, 1952. 2 Sig?enza y G?ngora, op. cit.
3 Carta de un religioso sobre la rebeli?n de los indios mexicanos de
1962, M?xico, Editor Vargas Rea, 1951. 4 Robles, op. cit.
? Archivo del Ex-Ayuntamiento de la Ciudad de M?xico, ramo His
toria en General, 1692-1815, volumen 1, exp. 1-76, N0 de orden 2255, exp. 1.
6 Archivo General de la Naci?n, ramo de Historia, volumen, 413. 7 Actas Antiguas de Cabildo, libro 35, 16 de junio de 1692 a 21 de
diciembre de 1693, M?xico, Imprenta del Comercio de Juan R. Velasco,
1910. 8
Recopilaci?n de Leyes de los Reinos de las Indias, mandadas im
primir y publicar por la Majestad Cat?lica del Rey D. Carlos III, Madrid, Viuda de D. Joaqu?n Ibarra, impresora de dicho Real y Supremo Con
sejo, 1791. ? Archivo General de la Naci?n, C?dulas Reales, volumen 25, exps.
*o Y 75 10 La relaci?n del religioso franciscano afirma que, seg?n los astr?
logos, la cosecha se hab?a perdido motivada por los efectos que caus? el
eclipse de sol que hubo el 23 de agosto de 1691. 11 Esta prohibici?n tuvo su origen en el Cabildo de Puebla. La co
secha de trigo blanquillo hab?a sido muy abundante en los a?os anterio res a 1677; esta abundancia aminor? el valor del trigo de las otras clases.
Por ello, al mismo tiempo que el Cabildo aumetaba sus diezmos por la
venta del blanquillo, los labradores que cultivaban los otros tipos no
lo vend?an y acudieron entonces al Protomedicato para que decretase
que el blanquillo era perjudicial. 12 Robles, op. cit., 11, p. 237. 13 Sig?enza y G?ngora, op. cit., pp. 136-137. 14 Robles, op. cit., 11, 257. 15 Carta de un religioso, pp. 55-56.
678 ROSA FEIJ?O
16 Carta de un religioso, pp. 48-49. IT
Recopilaci?n de Leyes de Indias, volumen 11, lib. 6, tit. 10, ley 4: "Se manda a todos los subditos de la Corona que no se haga mal a los
indios, ni bienes, ni les tomen contra su voluntad cosa alguna que no
sean tributos; se aplicar? castigo a aqu?l que mate o hiera a un indio,
que le quite su mujer, hija o criada u otro agravio..." 18 SlG?ENZA Y G?NGORA, Op. cit., pp. 154-155. 19 Ibid., p. 151. 20 Archivo del Ex-Ayuntamiento, Historia en General, volumen 1,
exp. i, f. 15-16 vta.
21 Loe. cit.
22 Ibid., f. 37-38 vta.
23 ibid., f. 18-18 vta.
24 ibid., f. 38-38 vta.
25 ibid., f. 35-35 vta.
26 Ibid., f. 12-12 vta.
27 Ibid., f. 15-16 vta.
28 Reales C?dulas, volumen 26, exp. 33, f. 69. 29 c. H. Haring, The Spanish Empire in America, New York, Oxford
University Press, 1947, pp. 269-271. 30 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 74 vta.-75 vta.
si Archivo del Ex-Ayuntamiento, Historia en General, volumen i;
exp. I, f. 24-25. 32 Ibid., f. 21-22.
33 Ibid., f. 21-22.
34 Robles, op. cit., 11-258. 35 Archivo General de la Naci?n, ramo de Historia, volumen 413,
f. 71. 36 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 79-79 vta.
3T Loe. cit.
38 Archivo del Ex-Ayuntamiento, volumen 1, exp. 1, f. 19-20. 39 Sig?enza y G?ngora, op. cit., pp. 172-173. 40 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 73. 41 Archivo del Ex-Ayuntamiento, Historia General, volumen 1, exp.
1, f. 30-31. 42 Robles, op. cit., 11, 264. 43 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 80-80 vta.
44 Actas de Cabildo, libro 35, p. 4. 45 Ibid., p. 12.
46 Ibid., p. 7. 47 Ibid., p. 7. 48 Ibid., p. 32. 49 ibid. p. 9. so Ibid., pp. 18-19.
EL TUMULTO DE 1692 679
51 Fabi?n de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia General de la Real
Hacienda, M?xico, Imprenta de Vicente Garc?a Torres, 1850, tomo in,
PP- 352. 52 Robles, op. cit., tomo 11, p. 264. 53 Archivo del Ex-Ayuntamiento, Pulquer?as, volumen 3719, exp. 2
54 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 77-78. 55 Fonseca y Urrutia, op. cit., m, pp. 353-354. 56 Archivo del Ex-Ayuntamiento, Historia en General, volumen 1
exp. I, f. 45-45 vota., y Actas de Cabildo, libro 35, p. 6.
5T Archivo del Ex-Ayuntamiento, Historia en General, volumen 1.
exp. I, f. 44. 58 Sig?enza y G?ngora, op. cit., 171. 59 Robles, op. cit., 11, p. 257. 60 Actas de Cabildo, libro 35, pp. 8-9. 6i Robles, op. cit., 11, p. 258. 62 Actas de Cabildo, libro 35, p. 191. 63 Reales C?dulas, volumen 25, exp. 10, f. 79-79 vta.
64 ibid., f. 80-81.
65 Archivo General de la Naci?n, Historia, volumen 413, f. 1.
66 Ibid., f. 8 vta.
67 Ibid., f. 9. 68 Archivo General de la Naci?n, Historia, volumen 413, f. 4. ?9 Ibid., i. 17. to Ibid., f. 10-13? 71 Ibid., f. 18 vota.-i9. 72 ibid., f. 10-13. 73 ibid., f. 17. 74 ibid., f. 18 vta.-19. 75 Loc. cit.
76 Ibid., f. IO-13. 77 Ibid., 22-23 vta.
78 Ibid., f. 61.
79 Ibid., f. 73-74. 80 Ibid., f. 68.
81 Ibid., f. 61 vta.
82 ibid., f. 62.
83 Recopilaci?n de Leyes de Indias, libro 6, tit. 1, ley 2.
84 Ibid., libro 6, tit. 1, ley 9. 85 Archivo General de la Naci?n, volumen 413, f. 66-66 vta.
86 ibid., f. 71-71 vta.
87 ibid., f. 64.
SOBRE LA PRODUCCI?N DE SAL EN EL SIGLO XVIII:
SALINAS DE PE??N BLANCO Clara E. Lid a
El Colegio de M?xico
La production de la sal tiene un papel destacado en el pa
norama econ?mico de la Nueva Espa?a por su estrecha re
laci?n con la importante industria de la plata, al ser elemen
to principal en la elaboraci?n de ese metal. Resulta, sin
embargo, sorprendente ver la escasa atenci?n que los estudio
sos de la historia econ?mica colonial han prestado a este
problema, tendiendo a subordinarlo al estudio de la miner?a
y la metalurgia. Ser? nuestro prop?sito se?alar la importan cia que tuvo la industria de la sal para la vida econ?mica
de M?xico, hacia la segunda mitad del siglo xviii.
Se acredita al espa?ol Bartolom? de Medina la introduc
ci?n en M?xico, en 1554, del proceso de amalgamaci?n del oro y la plata, ya conocido en Europa; dos a?os m?s tarde
se otorg? licencia al alem?n Gaspar Loman, por
un nuevo
proceso de amalgama superior al de Medina. Este m?todo, llamado m?s tarde de patio, fue el que se utiliz? para la
mayor parte de la producci?n de la plata en el pa?s, hasta la
adopci?n del sistema moderno de fundici?n.1
El proceso de patio consist?a en triturar finalmente el mi
neral, mezclarlo con agua y con tres agentes reactivos, azogue
sal y sulfato de cobre (o magistral). A menudo se a?ad?an otros ingredientes como la sosa o tequesquite y limaduras de
hierro para activar el proceso. La mezcla de los reactivos con
el mineral mojado (masa) se hac?a en un amplio patio con
suelo de piedra (de ah? el nombre dado al proceso) y la mez
cla se realizaba conduciendo mu?as repetidas veces, a trav?s
del lodo mineral. Despu?s de cierto tiempo, debido a la ac
ci?n de los reactivos, la plata se
separaba de todas las impu
SALINAS DE PE??N BLANCO 681
rezas y era recogida f?cilmente.2 Una de las variantes impor tantes del proceso de patio de Medina-Loman fue el m?todo
del cazo introducido en el Per? por Barba, en 1632.a El pro ceso del cazo que consist?a en calentar el lodo mineral mez
clado con el azogue y la sal en calderos o cazos de cobre, se
introdujo en la Nueva Espa?a en el siglo xviii.
En todos estos procesos, la sal era uno de los ingredientes esenciales para llevar a cabo la elaboraci?n del metal; desde un comienzo, su explotaci?n corri? por cuenta de la Real
Hacienda, que administraba este ramo por medio de un
Estanco, que pose?a el monopolio comercial de ese producto, con considerables ventajas para las cajas reales. Hacia 1770, la Real Hacienda, por recomendaci?n de Carlos ni, encarga al visitador G?lvez la reorganizaci?n del ramo de sales "cuyo estanco, descuidado como todo en este reino, es poco menos
antiguo que su
conquista".4 Esta instrucci?n fue dada, so
bre todo, en vista de las quejas y reclamos de los vecinos
del estanco contra los precios fijados por la Real Hacienda
para la venta de la sal y contra las tarifas de flete de un lugar a otro.0
En 1771 vemos quejas de los habitantes de San Miguel de ?au t?a pidiendo que se suprima el estanco "porque de
lo contrario nos veremos m?s extorsionados por el crecido
precio con que nos la venden. . .
pudi?ndola comprar a dos
pesos, que la hay en la jurisdicci?n, nos la hagan comprarla en el estanco (al precio de seis pesos)".6
En este mismo sentido se expresan los due?os de embar
caciones de Campeche que llevaban la sal a Veracruz; estos
declaraban "que los gastos de explotaci?n y transporte de
la sal a Veracruz son mayores que los fijados por el Estanco".
y que esta diferencia representa un serio perjuicio para ellos.
Debido a estas protestas de los salineros y due?os de embar
caciones, el Real Estanco se vio obligado a llamar a licitaci?n
p?blica, el acarreo de sal de Campeche al puerto de Veracruz.
A pesar de las diferentes manifestaciones en contra, ?ste no
dej? de dar algunas muestras de utilidad, ya que al fijar los
precios de la sal para cada provincia, combati? los precios excesivos fijados por los comerciantes independientes:
682 CLARA E. LIDA
Proponi?ndose el Rey que sus vasallos no experimenten las alte
raciones de precios que ha solido haber en esta especie, como
sucedi? en la costa de Veracruz por la parte norte, que lleg? a
venderse hasta por doce pesos la fanega de sal, dio impulso a es
tancarla all?, fijando el precio de seis pesos a cada una.7
En otros casos, como en el Estanco de Yucat?n, en 1770,
la Real Hacienda resolvi? que "se suspenda el Estanco de
sales pues, aunque ?ste sea como lo es favorable a esos ha
bitantes, me parece dejarlos en la misma libertad en que han
estado hasta aqu? para que se provean sin novedad en las
salinas que hay en esa costa".8
En el siglo xviii, la producci?n de sal en la Nueva Espa?a se localiza en dos ?reas principales: a lo largo del Pac?fico,
donde se hallaban lagunas y marismas saladas, que por eva
poraci?n solar produc?an el ingrediente, y en la regi?n cen
tral, cuyos dep?sitos de sal se hallaban en las lagunas, o
playas, surtidas por manantiales salados. Debido a la estre
cha relaci?n entre la industria de la plata y la producci?n de sal, se facilit? el abastecimiento de las minas al dividir
el pa?z en zonas que combinaban la presencia de salinas y
Estancos con las de Reales y minas, as? vemos que "de la
costa del Sur se surten los minerales de Guanajuato, Bola?os,
Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete y otros menores. .. "
Esta
divisi?n, aunque aceptada, no era mantenida estrictamente
y, en per?odos de escasez, la parte occidental de San Luis
Potos? y Zacatecas se deb?an surtir en el Nuevo Santander.
Estas dos jurisdicciones tambi?n recurr?an, por su proximi dad, a las salinas de la propia provincia de Zacatecas, rica en lagunas saladas y poseedora de una de las m?s grandes de
la meseta central, la de Santa Mar?a del Pe??n Blanco y otras menores, vecinas.9
Estas salinas del Pe??n Blanco estaban formadas por un
grupo de playas y manantiales salinosos que, hasta media
dos del siglo xviii, fueron las mayores productoras de sal en
M?xico. La playa m?s grande y rica era la del Pe??n Blan
co, 30 leguas (80 kil?metros) al este de Zacatecas.10 Desde
un comienzo estas salinas estuvieron bajo administraci?n y
SALINAS DE PE??N BLANCO 683
ABREVIATURAS o r
2 m 3
* 4
A 5
A*
ESCALA 1:500000
UOMETROS
^T y AN MARTIN
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AfO?ROxS ?CN^ANC?
tR/NOS
ll03 / iSAN LU?SPOTOS?
Referencias: 1. Capital de Intendencia; %. Reales y minas menores; $. Rea
les y minas principales; consumidores de sal importante; 4. Playas meno
res de Santa Mar?a del Pe??n; 5. Playas importantes; 6. Playa principal del Pe??n Blanco.
684 CLARA E. LIDA
cuenta de la Real Hacienda y, m?s tarde, se pusieron en
arrendamiento; el derecho de administrar y explotar las sa
linas se otorgaba por medio del sistema de asiento o con
trato, por cinco a?os, con opci?n
a ser prorrogado
otros dos.
La regal?a de la corona permit?a al rey obtener el producto de las rentas de la sal que, por Real C?dula de 1703, se per
miti? satisfacer con sal ?dos mil fanegas? afianzada con
diez mil pesos anuales; estas cantidades variaron a lo largo del siglo hasta 1778, a?o en que vence el arrendamiento del
?ltimo asentista, conde de Casafiel.11
Al rematarse el asiento de las Salinas del Pe??n Blanco, el arrendista, adem?s de ocuparse de la producci?n y dis
tribuci?n de sal y de pagar el diezmo real anual, contra?a
ciertas obligaciones administrativas, respecto a la poblaci?n
ind?gena de la zona y militares, de "regir y gobernar la gente de guerra cuando se ofrezca reprimir a los indios enemigos de
sus insultos y barbaridades".12 En lo civil todav?a se hallaban
repartimientos oficiales de indios para las salinas en las fron
teras; el virrey encarga a los religiosos y ministros de doctrina
que no impidan la ejecuci?n de lo mandado y ayuden y favo
rezcan los intentos del asentista o justicia mayor. ?ste, debi
do a la escasez de mano de obra voluntaria, est? autorizado
a sacar de las fronteras chichimecas, todos los indios que fue
ren necesarios para las cosechas de sal. Este trabajo obliga
torio, como es natural, provoc? el resentimiento en los pueblos
ind?genas y numerosos levantamientos de indios.13
El arrendista, como justicia mayor que era de las Salinas y fronteras
chichimecas deb?a, adem?s, cuidar que los indios fuesen bien trata
dos e instruidos en los dogmas de nuestra Santa Fe, que vivan en
paz y que hagan sus sementeras para su sustento. Visitando los in
dios e indias que sirvieren a espa?oles por condenaci?n, por el
buen trato de ellos y que cumplido el tiempo queden en libertad
y que se les pague efectivamente su trabajo, y los que estuvieren
vejados queden a disposici?n de dicho protector para que los pon
ga donde no reciban agravio... 14
En contratista estaba obligado a
proveer a los mineros,
sal de calidad y cantidades adecuadas para la explotaci?n de la plata, seg?n sus necesidades y de acuerdo a los pedidos
SALINAS DE PE??N BLANCO 685
registrados del a?o anterior. Si la sal se recog?a con descuido o si el viento soplaba polvo, el producto obtenido se conoc?a con el nombre de saltierra, una mezcla de sales de cloruro
y sulfato con tierra. La miner?a del siglo xviii afirmaba la
superioridad de la saltierra sobre la sal de mar, prefiriendo la primera, pues con ?sta se pueden beneficiar veinte quin tales de metal a precios m?s reducidos y con rendimientos
mayores. Con la sal de mar se necesitaba doble cantidad
que de saltierra para el beneficio de los metales porque, "por razones de su poca actividad, no puede costrar la plata grue sa que se halla en zurr?n fuerte y, por consecuencia, no la
puede coger el azogue y se pierde absolutamente".15
Debido a que todos los montones de saltierra que se reco
g?an y distribu?an a los mineros eran de calidad semejante y actividad equivalente y que, "algunos metales son d?ciles y
pobres y otros ricos y rebeldes", la proporci?n de la sal utili
zada variaba. Para el primer tipo de metales se mezclaban
regularmente, "dos fanegas poco m?s o menos, y a los siguien tes tres, cuatro y muchas veces cinco, porque
sus platas
son
m?s gruesas y sucias y porque vienen zurronadas entre betu
nes maliciosos, con muchas horruras que hacen dif?cil sepa rarlos perfectamente".16
Las relaciones entre Santa Mar?a y las compa??as de minas no
siempre eran armoniosas y se resent?an, especialmente, en
tiempos de escasez. Veta Grande, una de las minas m?s im
portantes de Zacatecas, se quej? repetidas veces de la distri
buci?n de saltierra hecha por el administrador de las Salinas. El apoderado de la compa??a de minas declaraba que lo me
nos que necesitaba "para no parar de pronto el beneficio de sus metales, es seis mil fanegas de saltierra y seiscientas de sal en grano" y se quejaba porque el administrador de Santa
Mar?a, con el objeto de hacer repartimientos equitativos entre
todas las minas de la regi?n, asign? a Veta Grande s?lo tres
mil fanegas de saltierra y doscientas de sal blanca en grano.
Aunque esto serv?a econ?micamente al estanco de sales y a la
Real Hacienda, no dejaba de causar p?rdidas a los mineros
y al p?blico, ya que si escaseaban las sales, entonces "es pre
ciso se pierdan muchos hombres de bien; que perezcan muchas
686 CLARA E. LIDA
familias honradas que deben su sustento a la industria me
tal?rgica".17
Los mineros se quejaban frecuentemente por las diferen
cias de calidad que se registraban en la produci?n de la sal
tierra; generalmente, las quejas eran contra los errores y fallas
en la manera de cosechar el producto en las salinas. Una vez
obtenida la formaci?n natural de la sal en las playas, gracias a la precipitaci?n, se lograban las condiciones propicias para la cristalizaci?n y dep?sito de sal bastante pura, conocida
como sal de flor. Despu?s de la formaci?n de la flor, se
pasa a la cosecha del fruto. El modo de cosechar es "tirando un rastrillo de madera que, manejado suavemente lleve ade
lante de s? toda la saltierra que, separada enteramente de la
tierra del fondo, se levante sobre ella como espuma, que es
lo que en la fase qu?mica se llama eflorecencia de sales"; esto
hay que hacerlo con cuidado "que no conviene se raspen ni
apuren las sales y el fondo del lago excesivamente".18
Como la cosecha y formaci?n de sal depende de factores
f?sicos y clim?ticos ?precipitaci?n regulada y evaporaci?n media? los a?os en que estas condiciones no eran
?ptimas,
la producci?n sufr?a un fuerte desequilibrio que resultaba un
rudo golpe econ?mico para la Real Hacienda. En tiempos normales, Santa Mar?a del Pe??n Blanco produc?a
una cose
cha mensual de ciento treinta y un mil fanegas de saltierra, la mitad "de inferior calidad, pero el resto de la m?s venta
josa". Excepcionalmente, en 1794, se
registr? una asombrosa
cosecha de doscientas mil fanegas de buena calidad.19 En 1792, sin embargo, debido a las copiosas lluvias que inundaron la
principal laguna de Santa Mar?a imposibilitando la cosecha
y echando a perder la del a?o siguiente, la Real Hacienda de
clar? que:
la corta cantidad de saltierra que existe en el d?a en las Salinas del
Pe??n Blanco obligan a estrechar las ?rdenes para que en las dem?s
salinas del Reino se tomen las providencias m?s eficaces y oportu
?as, a fin de aumentar cuanto sea posible los acopios regulares,
reemplazar por este m?todo la escasez que se experimenta en el
Pe??n Blanco y evitar los da?os que amenazan al cuerpo de Mi
ner?a y al Erario.. .20
SALINAS DE PE??N BLANCO 687
Aprovechando estos momentos de escasez, los fleteros de
sal la mezclaban con tierra fina, semejante a la saltierra, para aumentar su volumen y peso, causando serias p?rdidas a la
miner?a. Por su parte las salinas, para poder distribuir sus
reservas con equidad, "mezclaban 80 % de sal superior con la
ruin", d?ndosela a los mineros para el beneficio de los me
tales.21
Adem?s de la utilizaci?n de la sal para la industria de la
plata, en el Archivo General de la Naci?n se registran casos
en los que la sal es utilizada para actividades ajenas a la mi
ner?a. Hemos hallado alguna informaci?n relacionada con
el abastecimiento de sal a las haciendas, para consumo del
ganado. "Anualmente ?dice un ganadero? necesito de cien
to setenta a ciento ochenta cargas de sal para ensalitrar los
ganados, cuando salen de los agostaderos para la trasquila."
22
En ?pocas de bajas en la producci?n de la sal, se daba pre ferencia de venta a los mineros sobre los hacendados, cau
sando graves perjuicios a la ganader?a que sufr?a de la esca
sez de la sal necesaria para la subsistencia de los animales: "no
tan s?lo es necesario darle sal a los ganados, sino que tam
bi?n es menester tener cuidado de no dejarles de dar la
dicha sal de veinte en veinte d?as, porque si se excusara
el darles morir?a mucho ganado".23
En estos momentos de escasez, las haciendas vecinas a las
salinas dejaban sus animales sueltos para que pasaran
a sali
trar a los dep?sitos de sal cercanos. Estas incursiones del
ganado en las salinas, no s?lo eran perjudiciales a la pro ducci?n de sal como resultado de "la entrada de muchas
basuras que perjudican la calidad de las sales", sino que se
com?an los pastos y el zacate de las orillas de las lagunas, destinados a la alimentaci?n de los animales de carga y tiro
utilizados para transportar la sal, causando tambi?n da?os
a la arrier?a.
Las entradas de los ganados son tan frecuentes que se puede decir viven de asiento en los derramaderos y orillas de las lagunas a donde entran sin cesar con el motivo, unas veces de salitrar v
otras de dar agua y, por lo com?n, habiendo unos trilladeros pre
688 CLARA E. LIDA
cisamente perjudiciales a la m?s ventajosa producci?n de sales, que el pasto y el zacate en dichos derramaderos se hallaban por prin
cipio de este a?o tan abundantes y crecidos que si los ganados de
las haciendas inmeditas no los hubieran disfrutado y arruinado s?lo
por el motivo de agostar, en lugar de escasez de fleteros hubieran
abundado tantos que no hubiera dilatado nada la sal en trans
portarse.24
Al efectuar la cosecha de sal se realizaba, tambi?n, la
selecci?n y separaci?n de la sal m?s limpia y blanca para destinarla al uso com?n, dejando el resto para la miner?a:
"separando con cuidado toda la m?s limpia y purificada, con el fin de destinarla al uso com?n de las gentes", por ser su calidad muy saludable, activa y muy propia ?como
la sal de mar? para comer. Esta sal se distribu?a a las pul
per?as por los arrieros para venderse al p?blico. Hacia 1784 vemos que, de aproximadamente 15 000
fanegas de sal reco
gidas en Santa Mar?a, 3 500 se dedicaron al uso com?n, ven
di?ndose en las pulper?as a 20 o 22 pesos la fanega.25
Las salinas de Santa Mar?a del Pe??n Blanco no eran
sitio f?cil para la vida de sus habitantes; por un lado su
distancia excesiva de los centros urbanos: a m?s de cuarenta
leguas de San Luis y alejadas de Zacatezas unas treinta le
guas, la comunicaci?n con estas ciudades se hac?a dif?cil; por otra parte, el terreno mismo, "por naturaleza est?ril, ?rido,
nocivo a la salud y destituido de comercio humano", no
hac?a m?s que subrayar las condiciones inh?spitas del lugar. Este paraje no produc?a nada fuera de sal y pastos secos, y hasta lo m?s elemental como el jab?n y las velas, hab?a que traerlo de lugares distantes.26 Las habitaciones de los pobla
dores, tanto administradores como salineros, tampoco se pres
taban a un m?nimo de comodidades. En una carta al obispo de Guadalajara, el capell?n de las Reales Salinas pide que se le translade de parroquia, por ser casi imposible su exis
tencia en ese lugar aislado y miserable, agreg?ndose
a estas
penalidades
las de una infeliz casa sin consuelo para las infinitas inclemencias
de este temperamento, tan h?medo o m?s que esa capital su piso,
SALINAS DE PE??N BLANCO 689
y para no cansar m?s la atenci?n de V.E., ahora mismo que estoy escribiendo no tengo (casi) donde estar, con el motivo de haber
nevado cuatro d?as, haberse pasado los techos y ser el piso de tierra, est? inhabitable.27
A estas dificultades, se agregan testimonios de algunos casos de enfermedad debido a las condiciones insalubres de
las salinas. El mal predominante era el diagnosticado como
infecci?n de la sangre, por exceso de salinidad; otro era el
escorbuto, causado por ia falta de alimentos frescos, ya que debido a estas condiciones tan poco favorables, las Salinas se
ven obligadas
a traer de afuera todas sus reservas de alimen
tos, carnes y ma?z.
A estos males se sum?, en 1785 y 86, una crisis en la
cosecha de ma?z en M?xico,28 con la consiguiente escasez y aumento de precio. El fiscal de la Real Hacienda, debido a las quejas de los operarios pobres, mando surtir los alma cenes con ma?z para evitar carest?as de este grano pues, "con
vendr? que sin esperar a las urgencias de la escasez, se pro vean todos los a?os... las Salinas del Pe??n Blanco de las
mil fanegas de ma?z que se regulan necesarias para el abasto
de los operarios, sin nuevas diligencias que retarden la pro visi?n en perjuicio de aquella pobre gente".29 Todos estos
aspectos contribuyen a completar el cuadro de vida inh?spito presentado por Santa Mar?a del Pe??n Blanco, situaci?n
tambi?n v?lida para otras ?reas salineras del pa?s. Hemos visto que la importancia de la sal no s?lo se li
mit? al beneficio de los metales sino que se relacion? con otros
usos m?s modestos aunque no menos
importantes. Por otra
parte, al dedicarnos al estudio del Pe??n Blanco, pensamos haber destacado con m?s claridad ciertos aspectos de la ad
ministraci?n de las salinas y de sus relaciones con otros ramos
de la Real Hacienda (como Reales y minas) y las condicio
nes de vida ?ridas y malsanas de estas regiones.
NOTAS
l Robert C. West, The Mining Community in Northern New Spain: The Parral Mining District, Berkeley, 1949, p. 30; cf. Luis Muro, "Bar
6?o CLARA E. LIDA
tolom? de Medina, introductor del beneficio de patio en Nueva Espa?a", Historia Mexicana, xin, abril-junio, 1964, n<? 4, pp. 517-531, sobre la
relaci?n de Medina y Loman con la introducci?n del beneficio de patio;
y Silvio Zavala, "La amalgama en la miner?a de Nueva Espa?a", His
toria Mexicana, xi, enero-marzo, 1962, n<? 3, pp. 416-421. 2 West, op. cit., pp. 31, ss y Modesto Bargall?, La miner?a y la me
talurgia en la Am?rica espa?ola durante la ?poca colonial, M?xico, 1955,
cap?tulo x.
3 West, op. cit., p. 112, n. 114 y Alvaro Alonso Barba, Artes de los
metales en que se ense?a el verdadero beneficio de los de oro y plata
por el azogue, M?xico, 1925. 4 Archivo General de la Naci?n, M?xico, Ramo de Salinas (en
adelante, AGNM, Salinas) , tomo 3, exp. 1, f. 1.
5 Fabi?n Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de la Real
Hacienda, M?xico, 1851, tomo 4, p. 62.
6 AGNM, Salinas, tomo 3, exp. 10, f. ?v.
7 Ibid., exp. 1, f. ?v.
8 Ibid., ff. 8v.-gr. 9 Ibid., tomo i, exps. 11 y 12.
10 Eduardo Arcila Farias, El siglo ilustrado en Am?rica, reformas econ?micas del siglo xviii en Nueva Espa?a, Caracas, 1955, p. 201 y Fonseca y Urrutia, op. cit., pp. 13-16.
11 Fonseca y Urrutia, op. cit., /y AGNM, Salinas, tomo 10, exp. 16.
12 A.G.N.M., Duplicados de Reales C?dulas, tomo 138, f. 2.
13 Silvio Zavala y Mar?a Castello, Fuentes para la historia del tra
bajo, tomo 7, M?xico, 1945, pp. xxv, 53819. 14 A.G.N.M., Duplicados, tomo 138, f. 3, cf. Zavala y Castello,
op. cit.
15 A.G.N.M., Salinas, tomo 1, exp. 6, f. ?v.
16 Ibid., tomo 11, exp. 3, f. 43. 17 Ibid., ff. 1-4. 18 West, op. cit., p. 38. 19 A.G.N.M., Salinas, tomo 1, exp. 12, ff. 15-16. 20 ibid., exp. 11, f. 89. 21 Ibid., tomo 11, exp. 3 y tomo 1, exp. 12.
22 ibid., tomo 16, exp. 2, f. 1.
23 ibid., f. 10.
24 Ibid., tomo 2, exp. 5, ff. 17 y 21 v.
25 Ibid., tomo 9, exp. 1, f. g.v. 26 Ibid., tomo 14, exp. 8 y tomo 11, exp. 1.
27 Ibid., tomo 11, exp. 1, f. 5. 28 Fonseca y Urrutia, op. cit., p. 21.
29 A.G.N.M., Salinas, tomo 14, exp. 4, ff. 2V.-3r.
M?XICO EN LA HISTORIOGRAF?A SOVI?TICA
/. Gregory Oswald Universidad de Arizona
Los historiadores sovi?ticos adoptan una
postura excesiva
mente sensitiva a la cr?tica y al an?lisis de su obras, tanto
aqu?llas sobre la Am?rica Latina como las de otros asuntos.
Los leninistas no-marxistas son atacados constantemente en
casi todos los n?meros de las revistas hist?ricas rusas como
falsificadores e historiadores que fomentan la guerra fr?a, aun
que en realidad es el escritor sovi?tico el frecuentemente
culpable de tal actitud. El motivo principal del autor al eva luar las obras sovi?ticas sobre la Am?rica Latina, es recoger
en ellas las interpretaciones potencialmente v?lidas de las fuerzas sociales y econ?micas en la historia de la Am?rica La tina, sobre todo de M?xio.
Este ensayo fue iniciado como contestaci?n a la refutaci?n
por L. Iu. Slezkin del examen del autor a los escritos sovi? ticos sobre revoluci?n mexicana.1 Para hacer justicia a Slezkin
y su interpretaci?n de la revoluci?n mexicana, es necesario, en primer lugar, generalizar brevemente sobre el conflicto
ideol?gico que divide a los historiadores rusos de sus herma nos menos fan?ticos y aclarar el acatamiento de los estudian tes rusos de la Am?rica Latina a una filosof?a que no admite
dudas a la interpretaci?n marxista-leninista-krucheviana de la historia latinoamericana. No queremos discutir con quienes se sirven del pasado para mejorar el presente, pero es ut?pico
esperar conformidad de interpretaci?n entre los que no se sienten ligados a las decisiones sacrosantas de los ide?logos sovi?ticos-comunistas.
Es injustificado el resentimiento que provoca en los histo riadores sovi?ticos la sugesti?n de que sus esfuerzos m?s eru ditos son tratados con el doble objetivo de explicar la his toria latinoamericana seg?n los t?rminos de la dial?ctica
marxista y como reflejo del 'programa actual de la pol?tica internacional del partido comunista ruso. Todas las reglas
de la evidencia emp?rica empleadas por la mayor?a de los historiadores se vuelven obsoletas frente a la resoluci?n de los sabios sovi?ticos de destruir la confianza en toda perspec
692 J. GREGORY OSWALD
tiva hist?rica que no sea la suya. Nadie pone en duda las
importantes contribuciones al estudio de la historia que han hecho los materialistas, a?n los materialistas dial?cticos. Los conflictos entre las clases y los or?genes econ?micos del des
arrollo hist?rico son partes notables del conjunto, pero adop tar la postura de ser los portadores de una verdad ?nica
derivada cient?ficamente es, por lo menos, presuntuoso. El
autor intentar? describir la ?ltima posici?n sobre la Am?rica Latina de la erudici?n sovi?tica dirigida por el gobierno, y despu?s tratar de algunos problemas que dividen las inter
pretaciones sovi?tivas y puntos de vista m?s universales.
Indicaciones para an?lisis sovi?tico de los problemas de la Am?rica Latina han sido editadas en la Uni?n Sovi?tica
desde 1932, cuando fue publicada la primera bibliograf?a de estudios peri?dicos y monograf?as sobre el subcontinente.2 Por entonces, el recopilador Henryk Ia-n, se?al? a los posibles usuarios que la bibliograf?a ten?a por objeto facilitar el an? lisis de los problemas latinoamericanos hechos por escritores
pol?ticos e historiadores sovi?ticos seg?n el llamado de Jos? Stalin pidiendo tales investigacones y las declaraciones del
Sexto Congreso del Comintern.3 Con la disoluci?n del Co mintern y el nuevo papel de la Uni?n Sovi?tica como una
gran potencia despu?s de la segunda guerra mundial, las
investigaciones sovi?ticas respecto a la Am?rica Latina se reanudaron con nuevo
vigor y alcanzaron un nivel m?s ele
vado con la ascensi?n al poder de Khrushchev en 1956. De all? en adelante siguieron conferencias patrocinadas por los sovi?
ticos, de partidos comunistas y obreros en Mosc? en 1957 y i960,
en las cuales se lleg?
a un acuerdo sobre ciertos obje tivos ideol?gicos, entre ellos la decisi?n de que los partidos
dirigidos por los sovi?ticos buscar?an el control de los movi mientos nacionalistas abundantes en los pa?ses
menos des
arrollados y los antiguos estados coloniales del mundo. El papel del historiador sovi?tico respecto al an?lisis de
las diversas fuerzas pol?ticas, sociales y econ?micas ha sida nuevamente definido desde que el gobierno sovi?tico decidid revisar cuidadosamente los estudios hist?ricos en la Uni?n
Sovi?tica, a principios de la d?cada de 1930. Los decretos oficiales a trav?s de los a?os han sido interpretados como
metas pr?cticas para los historiadores sovi?ticos quienes su
plementan las decisiones pol?ticas de sus l?deres. Reciente mente tenemos la interpretaci?n de esta clase de aplicaci?n pr?ctica de la pol?tica, en los escritos sovi?ticos sobre la Am? rica Latina, asentada con una claridad impresionante por el
acad?mico B. N. Ponomaryov, secretario del Comit? Central
M?XICO EN LA HISTORIOGRAF?A SOVI?TICA 693
del Partido Comunista de la URSS cuando se dirigi? a una asamblea nacional de historiadores sovi?ticos en Mosc? el 18 de diciembre de 1962.5 Despu?s de referirse a las contribu? ciones de Marx, Engels y Lenin, Ponomaryov record? a los historiadores sovi?ticos ".. .no tienen mayor honor que pro
mover el desarrollo y el establecimiento en el mundo, del m?s
justo de todos los sistemas: el comunismo".6 Esta comunica ci?n mesi?nica fue seguida por la explicaci?n de los trabajos que deber?an llevar a cabo los historiadores sovi?ticos en su lucha por el comunismo. ?De qu? manera pueden los histo riadores rusos utilizar su talento? Ponomaryov lo explic? di ciendo que, al estudiar la experiencia de la PCUS en estable cer el comunismo en la Uni?n Sovi?tica podr?an extender esta
experiencia para que se aplicara
a un sistema socialista
mundial. Los historiadores socialistas no s?lo interpretar?an al mundo, sino ayudar?an a transformarlo. "Para transfor
mar al mundo", dijo, "para efectuar los cambios revolucio
narios para los cuales el mundo est? preparado, debemos conocer el pasado y el presente de este mundo; necesitamos conocimientos exactos de lo que debe ser transformado".7
?Cu?les son los problemas ya maduros para una transforma
ci?n, que se recomienda para ser estudiados por los latino americanistas sovi?ticos? Al afirmar que la Am?rica Latina es un continente de grandes perspectivas revolucionarias y
que las investigaciones rusas se han quedado atr?s de los ac?n
tecimentos contempor?neos, dijo: "en mi opini?n, los pro blemas m?s urgentes que tienen que estudiar nuestros espe cialistas sobre la Am?rica Latina son ?stos: la historia del
movimiento obrero anti-imperialista y comunista de cada pa?s, o quiz?, en grupo de pa?ses; la historia de la revoluci?n cu
bana, la lucha por un frente unido anti-imperialista, el mo
vimiento agrario, e papel de la burgues?a nacionalista".8 Una elaboraci?n m?s detallada del mismo tema fue ofrecida por Sergei Sergeevich Mikhailov, director de Estudios Latinoame ricanos de la Academia de Ciencias de la URSS.
Mikhailov, antiguo embajador sovi?tico en el Uruguay y candidato en Ciencias Hist?ricas, ha escrito tres art?culos im
portantes delineando el estado actual de los estudios latino americanos en la Uni?n Sovi?tica.9 En abril de 1962 publi c? una relaci?n historiogr?fica suscinta, poniendo al d?a los escritos sovi?ticos sobre Am?rica Latina, a?adiendo a un es
tudio historiograf?a) de M.S. AFperovich.10 Mikhailov traz? el programa de investigaciones y de publicaciones para el re ci?n establecido Instituto Latinoamericano y generaliz? acerca de la necesidad de equipar a los especialistas sobre la Am?
694 J. GREGORY OSWALD
rica Latina. El prop?sito b?sico del Instituto Latinoamerica no era realizar las metas enunciadas por el 22^ Congreso del Partido Comunista de la URSS, estimular las fuerzas del na cionalismo emergentes en varias partes del mundo y conven
cerlas de que la URSS era su verdadero l?der.11 La elaboraci?n m?s amplia del trabajo que el Instituto
Latinoamericano deber?a efectuar fue enunciada en una con
ferencia sobre la historia de los movimientos del trabajo y de la liberaci?n nacional, celebrada en Mosc? en junio de
1962. La conferencia fue dirigida por el mencionado B. N.
Ponomaryov, presidente del consejo de la Academia Rusa de Ciencias, responsables del estudio de este problema. Los diri
gentes de los institutos asi?ticos, africano y latinoamericano ofrecieron instrucciones detalladas respecto a la historia y el desarrollo de los movimientos internacionales del trabajo y de la liberaci?n nacional. Mikhailov, hablando en nombre de ellos, rindi? un informe sobre un programa de trece pun tos que mostrar?a el camino a los latinoamericanistas rusos en
este campo de investigaci?n. Entre los puntos a analizar, es
taban: 1) el significado de las experiencias de la Uni?n So vi?tica y los estados sat?lites, en la construcci?n del socialis
mo sovi?tico; 2) la historia de los movimientos laboristas y comunistas en la Am?rica Latina; 3) la cuesti?n agraria y la historia de los movimientos campesinos en la Am?rica Lati na; 4) el papel de los Estados Unidos en la Am?rica Latina;
5) la influencia de la revoluci?n urbana en los movimientos revolucionarios de la Am?rica Latina; 6) el papel de los par tidos socialistas latinoamericanos; y 7) el papel de la burgue s?a nacionalista en los pa?ses latinoamericanos. Otros puntos
ampliaban las cuestiones antes dichas.12
En octubre de 1962 Mikhailov afirm? que "la obligaci?n honorable de los cient?ficos sovi?ticos ?cient?ficos sociales? es analizar exhaustivamente los procesos econ?micos y pol? ticos que
ocurren actualmente en la Am?rica Latina. Aunque nuestra literatura cient?fica sobre la Am?rica Latina contie ne varias obras de reconocido inter?s, hasta el presente se ha
prestado un atenci?n inadecuada a los problemas de investi
gaci?n de la econom?a y pol?tica contempor?neas de la Am? rica Latina. Los verdaderos problemas como son los del des arrollo del movimiento hacia la liberaci?n nacional, el de los
trabajadores y otros movimientos sociales progresistas en la
Am?rica Latina, han sido estudiados inadecuadamente. No se
han examinado suficientemente los problemas relacionados
con la pol?tica colonial de las potencias imperialistas, sobre
todo los Estados Unidos. Es inadecuado el an?lisis de la poli
M?XICO EN LA HISTORIOGRAF?A SOVI?TICA 695
tica extranjera de los pa?ses latinoamericanos y las contradic ciones entre los intereses de las potencias imperialistas que chocan en la Am?rica Latina. No se han generalizado las relaciones entre la Uni?n Sovi?tica y los pa?ses latinoameri canos. No existe clarificaci?n de los potenciales y las perspec tivas de la colaboraci?n econ?mica, cient?fica, t?cnica y cul tural entre los pa?ses del campo socialista y los de la Am?rica
Latina.13 Mikhailov reiter? la advertencia de Ponomaryov de
que las investigaciones sovi?ticas sobre la Am?rica Latina mu chas veces no estuvieron relacionadas con los problemas
ur
gentes de nuestra ?poca y que los latinoamericanistas sovi? ticos no examinaban suficientemente las profundidades de la
historia latinoamericana.14 "La creaci?n del Instituto Lati
noamericano", dijo Mikhailov, "abre una nueva etapa impor tante de la investigaci?n cient?fica de la Uni?n Sovi?tica sobre los problemas latinoamericanos".16
Mikhailov subray? la necesidad de estudiar los procesos del llamado movimiento de liberaci?n nacional, como el ca r?cter de las fuerzas motrices de la transformaci?n socio-eco
n?mica y la correlaci?n de las fuerzas de clase que compren den el movimiento.16
La conexi?n visible entre la erudici?n y la pol?tica en la Uni?n Sovi?tica es admitida abiertamente por Mikhailov en su informe de febrero de 1964, sobre la posici?n actual de los estudios latinoamericanos. Atribuye el papel principal en la preparaci?n t?cnica de los investigadores latinoamericanis tas, a las decisiones oficiales hechas en los Congresos xx, xxi
y xxii del Partido Comunista de la URSS, y a las decisiones de los delegados representantes de los partidos comunistas y laboristas en las reuniones de Mosc? en 1957 y i960, y final
mente a las proclamaciones en el programa adoptado por el Partido Comunista de la URSS, despu?s del 21? Congreso de 1961.17
En un llamado claro al nacionalismo latinoamericano, el intelectual sovi?tico se ve incitado a buscar en los movimien tos revolucionarios independizadores de principios del si
glo xix, las fuente de la inspiraci?n de la lucha del siglo xx
para la independencia econ?mica de los Estados Unidos y Europa.18 Mikhailov exhort? a los historiadores y economis tas sovi?ticos a que prestaran especial atenci?n a los proble
mas relacionados con la industrializaci?n en la Am?rica La tina, incluyendo la preocupaci?n marxista acerca del papel de la acumulaci?n de capital, el capitalismo estatal, etc. La re
forma agraria y los problemas de la integraci?n econ?mica de los pa?ses latinoamericanos ocupan un lugar importante
696 /. GREGORY OSWALD
en la lista de asuntos a investigar en la Uni?n Sovi?tica.19 Mi^ khailov hab?a indicado su profunda preocupaci?n sobre la re forma agraria, en su an?lisis sobre los esfuerzos de la Alianza
para el Progreso en ese campo. En su art?culo, preparado con
la colaboraci?n de B. T. Rudenko, la cuesti?n agraria est? declarada, el m?s importante de los problemas socio-pol?ticos de la Am?rica Latina contempor?nea. Se comprende que los
planes que permitan la gradual adquisici?n de las tierras abandonadas pertenecientes al estado y la divisi?n de los lati
fundios, despierten sospechas en los soviets. Seg?n dicen, tal medida no daria realmente la tierra al campesino, la
produc ci?n permanecer?a inferior y el pueblo
no aumentar?a su po
der adquisitivo.20 El pensamiento sovi?tico respecto a los problemas de las
relaciones extranjeras en Latinoam?rica, se limita a la lucha
general de los estados latinoamericanos para permanecer li
bres de la dominaci?n extranjera, especializantes de los Esta dos Unidos. Mikhailov dio mucha importancia a la realiza ciones econ?micas y culturales de la Cuba comunista y crey?
que otras naciones de la Am?rica Latina buscar?an ligas m?s estrechas con la Uni?n Sovi?tica y
su campo socialista. Les
prometi? la ayuda econ?mica y militar sovi?tica contra la in
trusi?n imperialista de los Estados Unidos. "Despu?s de la revoluci?n cubana, toda Am?rica Latina", dijo Mikhailov, "se ha convertido en el nuevo frente de la lucha activa contra el
imperialismo, con Cuba como el cl?sico benefactor del apoyo moral y materialista sovi?tico".21
Una contestaci?n al se?or Slezkin
Entre los pocos asuntos hist?ricos relevantes escogidos para discusi?n con el autor por L. Iu. Slezkin en su defensa de las obras sovi?ticas que tratan de la Revoluci?n Mexicana apun t?: /) la Revoluci?n mexicana termin? en 1917; 2) el papel
de los Estados Unidos en la Revoluci?n Mexicana fue deci sivo y absoluto; 3) "hasta la Revoluci?n Cubana, la Revolu ci?n Mexicana de 1910-1917 fue realmente la m?s gloriosa"; 4) la historia mexicana "no existe fuera del sistema del mun do capitalista, en donde est? y en el cual los Estados Unidos son su vecino m?s cercano.. .".22
En contestaci?n a estas aseveraciones, se puede preguntar
a Slezkin si negar?a que "la Revoluci?n es un t?tulo variable
que comprende una serie de acontecimientos y etapas de 1910
hasta el presente, as? como un cuerpo de ideas, actitudes y convicciones que han derivado de ellos para servir de modelo
M?XICO EN LA HISTORIOGRAF?A SOVI?TICA 697
para la conducta de los l?deres y sus seguidores".23 Dando la raz?n a Slezkin en que los trastornos militares y pol?ticos de
1910-1917 eran determinantes en s? mismos ?podr?a negar que la revoluci?n econ?mica y social empez? s?lo hasta despu?s de la inauguraci?n de la Constituci?n de 1917? ?No tuvo la Constituci?n un impacto revolucionario por el empleo del art?culo 27, el cual puede subordinar la propiedad privada al bienestar p?blico? La naci?n fue proclamada como due?a
original de todas las tierras y aguas, con el derecho de expro piaci?n de la propiedad privada. Consideremos el art?culo
123, el cual define los derechos y los privilegios del trabajo ?el derecho de organizar sindicatos, derecho de huelga, de
crear juntas de arbitraje para resolver disputas entre patro nes y empleados; y, en fin, el art?culo 3 que asegura la edu caci?n secular de la poblaci?n de M?xico y que est? verda deramente lleno de posibilidades revolucionarias, incitando a la libertad intelectual, as? como a la responsabilidad socio
pol?tica personal. No es siquiera una sutil mala interpretaci?n lo que Slezkin
y sus cohortes describen como el papel del imperialismo de los Estados Unidos en la Revoluci?n Mexicana, consider?n dolo m?s significativo que las reformas pr?cticas agrarias, ju r?dicas y pol?ticas de la revoluci?n. Ni el historiador m?s
"progresista" explicar?a la din?mica de la revoluci?n en t?r minos de inspiraci?n, motivaci?n o control extranjero y, sin
embargo, los eruditos sovi?ticos, creyendo imperativo la nece sidad de denigrar las relaciones de los Estados Unidos con
M?xico, atacan implacablemente.24
Los historiadores y cient?ficos sociales sovi?ticos siguen publicando extensamente sobre la revoluci?n cubana de Fidel Castro, Blas Roca y Ernesto Che Guevara. El significado de los cambios pol?ticos econ?micos y sociales que han resultado
de esta revoluci?n no se puede apreciar todav?a, como se
puede con los beneficios de la Revoluci?n Mexicana. Uno de los historiadores sovi?ticos m?s distinguidos de la Am?rica La
tina, N. M. Lavrov, sin embargo, cree que "la Revoluci?n
Cubana es el principio de una revoluci?n latinoamericana
general, un proceso colosal que, en ?ltimo an?lisis, ser? la culminaci?n del proceso comenzado por los patriotas de 181o.25 Lavrov a?ade que "la lucha hist?rica de los pueblos latinoamericanos ya est? desarroll?ndose bajo tales condicio nes que el papel m?s importante es ?l del proletariado y su
vanguardia ?los partidos comunistas de la Am?rica Latina, en una ?poca en la cual el movimiento para la liberaci?n en todo el mundo est? apoyado por el sistema poderoso del so
698 J. GREGORY OSWALD
cialismo".26 Tales sentimientos son naturalmente comunes a
Slezkin y a todos los latinoamericanistas sovi?ticos. El hecho de que rinden pocos elogios al ?xito de la Revoluci?n Mexi cana, es algo que deben ellos mismos explicar.27
La afirmaci?n de Slezkin de que la historia mexicana no existe "fuera del sistema del mundo capitalista en donde est?
y en el cual los Estados Unidos son su vecino m?s cercano..."
(p. 127), es a la vez limitativa y a?n reveladora. El autor no
puede m?s que regocijarse porque los historiadores sovi?ticos tienen todav?a que descubrir muchos problemas ind?genas, fas cinantes de la historia mexicana. Las verdaderas limitaciones de las obras sovi?ticas en este campo, pueden indicarse mejor en la bibliograf?a complementaria de todas sus mayores obras sobre M?xico desde 1917.
La URSS ha mostrado desde hace mucho tiempo inte r?s diplom?tico y comercial en M?xico y, quiz?, m?s im
portante, un tema del an?lisis y tratamiento marxista-leni
nista como "una base muy conveniente en Am?rica para el
desarrollo de nuestras relaciones en el futuro".28 En la d?
cada 1920-30 la interferencia del Comintern ruso en los asun
tos internos de M?xico, provoc? el rompimiento de las rela ciones diplom?ticas de los dos pa?ses, que dur? desde 1930 hasta 1942. Los escritos hist?ricos sovi?ticos sobre M?xico
despu?s de i960, no se diferencian de los de 1920, salvo en su
mayor n?mero y en su mayor sofisticaci?n; la actitud dial?c tica y los problemas estudiados son casi id?nticos a los em
pleados aquella ?poca. Es evidente el nuevo incentivo a la
investigaci?n producido por la revoluci?n cubana, y un pro grama de investigaci?n y de publicaci?n mejor organizado sobre la historia de M?xico y de toda la Am?rica Latina, ma nifiesto en las actividades de la Academia Sovi?tica de Cien
cias, el Instituto de Historia, y el Instituto Latinoamericano. Pero considerado como contrapeso al an?lisis hist?rico emp? rico, la historiograf?a sovi?tica sobre M?xico contribuye al entendimiento m?s amplio de las fuerzas de su historia.
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pp. 29-3.6. 10 M. S. Al'perovich, Latinskaia Amerika v proshlo'm i nastoiashchem
[Latin Am?rica Pasado y Presente], Izdatel'stvo sotsial'no-ekonomicheskoi
literatury (Mosc?, i960), pp. 450-463. 11 S. S. Mikhailov, op. cit., Voprosy istorii (abril, 1962), N?? 4, pp. 105
106.
12 "Conferencia coordinada sobre la historia del trabajo internacional
y los movimientos de liberaci?n nacional", Voprosy istorii (octubre, 1962), N9 10, pp. 109-112.
13 S. S. Mikhailov, op. cit., Vestnik Adademii nauk SSSR, pp. 54-59. 14 Ibid., p. 55. 15 Ibid., p. 56. 16 ibid., p. 56. 17 S. S. Mikhailov, op. cit., Novaia noveishaia istoriia, p. 33. 18 Ibid., 35. Cf. N. M. Lavrov, et al. (eds.), Voina za nezavisimost' v
Latinskoi Amerike [La lucha de Independencia en Latinoam?rica, 1810
1826], Izdatel'stvo Nauka (Mosc?, 1964). 19 Ibid., p. 3.5. 20 S. S. Mikhailov y B. T. Rudenko, "La Alianza para el Progreso
una nueva forma de expansi?n del imperialismo", Kommunist (julio,
1963), N<? 10, pp. 103-107. 21 S. S. MiHAiLov, op. cit., Novaia noveishaia istoriia, pp. 29-30. 22 L. lu. Slezkin, "Ataque infundado a la bibliograf?a latinoameri
cana sovi?tica", Novaia i noveishaia istoriia (1946), N? 1, p. 177. Cf. L. lu.
Slezkin, "La Revoluci?n Mexicana y los Estados Unidos", en V. G. Tru
khanovskii (?d.) Protiv falsifikatsii istorii [Contra la falsificaci?n en la
Historia], Mosc?, 1959), pp. 280-288. 23 Howard F. Cune, "Mexico: A Matured Latin American Revolution,
1910-1960", The Annals, American Academy of Political and Social Science
marzo, 1961), p. 85.
7o6 /. GREGORY OSWALD
24 A. Vol'skii, Istoriia meksikanskikh revoloiutsii [Historia
de las re
voluciones mexicanas] (Mosc?-Leningrado, 1928). V. M. Miroshevskii en
S. N. Rostovskii, I. M. Reisner, G. S. Kara-Murea y B. K. Rubtsov (eds.), Novaia istoriia koloniaVnykh i zavisimykh stran
[Nueva historia de los
pa?ses coloniales], Gosudarstvennoe sotsial'no ekonomicheskoe izdatel'stvo
(Mosc?, 1940). M. S. Al'perovich y B. T. Rudenko (eds.) Meksikanskaia
revoliutsiia iqio-iqi'j gg i politika SSHA [La
Revoluci?n mexicana de
1910-1917 y los pol?ticos de Estados Unidos], Sotsekgiz (Mosc?, 1958). M. S. Al'perovich y N. M. Lavrov (eds.) Ocherki novoi i noveishei istorii
Meksiki, 1810-1945 [Ensayos de historia moderna y contempor?nea de M?
xico], Akademiia nauk SSSR. Institut istorii (Mosc?, i960). V. G.
Revunenkov, "M?xico desde 1914", en Istoriia stran Latinskoi Ameriki v
noveishee vremiia [Historia contempor?nea de los pa?ses latinoamerica
nos], Gosizdat, "Vyshaia shkola" (Mosc?, 1963). 25 N. M. Lavrov, "Problemas fundamentales de la guerra de Indepen
dencia en Latinoam?rica", en Voina za nezavisimost' v Latinskoi Amerike
1810-1826 [La
Guerra de Independencia en Latinoam?rica 1810-1926],
URSS, Academia de Ciencias, Instituto de Historia (Mosc?, 1964), p. 43. 26 ibid.
27 A Slezkin merece record?rsele que, por descuido o con toda inten
ci?n, afirm? que el autor hab?a dicho: "the Mexican Revolution slanderd
or ignored in South America, is reduced by Soviet historiography to an
outworn model, unworthy of imitation in Hispanic America" (p. 357).
Mayor atenci?n a las notas de pie de p?gina, le hubiera indicado que esta afirmaci?n fue en realidad pronunciada por Juan A. Ortega y
Medina.
28 George Chicherin, comisario de asuntos extranjeros de la URSS
(1918-1930), manifestado en Exc?lsior, 9 de abril de 1925, p. 11.
FUENTES DESCONOCIDAS DE LA HISTORIA MEXICANO-JUDIA
Seymour B. Liebman
Algunos a?os de investigaci?n y estudio de la historia me
xicano-jud?a me indicaron que exist?a una considerable infor maci?n concerniente a las relaciones entre la juder?a colonial mexicana y los jud?os de otras partes del mundo, durante los
siglos xvi, xvn y xviii. Un mayor conocimiento de los centros de cooperaci?n y de las fuentes de influencias que hubo, no s?lo a?adir?a datos, sino posiblemente podr?an cambiar la in
terpretaci?n y revisar algunas de las teor?as sobre las activi dades de moros y jud?os en Europa, especialmente las de los estados ib?ricos y del Nuevo Mundo, que dieran una nueva luz a la historia general del M?xico colonial. Esta informa ci?n no era asequible en M?xico, pese a que existen referen cias a las relaciones y transacciones entre los jud?os de M?xico
y los de las ciudades-estados de Italia, Holanda, e incluso los tratos con reyes y familias reales de Espa?a Portugal y Ho landa.
Las fuentes principales referentes al per?odo arriba men
cionado, en M?xico, est?n en los anales del ramo de Inquisi ci?n en el Archivo General de la Naci?n y muchos de los do cumentos originales pertenecen a particulares. La inquisici?n oper? de 1523 a 1821; sin embargo El Tribunal del Santo Ofi cio de la Inquisici?n, fue instalado por primera vez en 1571.
Muchos de los procesos inquisitoriales se refieren a la comu nicaci?n entre las comunidades jud?as de M?xico y Europa. Las comunidades jud?o-mexicanas se localizaban, principalmente, en las ciudades de M?xico, Veracruz y Guadalajara. Durante la ?poca colonial (1521-1821), los jud?os no pod?an entrar al
Nuevo Mundo por las prohibiciones de los edictos reales es
pa?oles y por lo menos, una bula papal (la de 1537). Los
jud?os viv?an qua jud?os sub rosa. No se atrev?an a establecer
ninguna correspondencia ni llevar diario o anales, por miedo a que su identidad religiosa fuera descubierta.
Hay algunas referencias en los procesos inquisitoriales me xicanos y en
algunas otras partes, que conducen a la convie
7o8 SEYMOUR B. LIEBMAN
ci?n de que una investigaci?n nos llevar?a fuera de M?xico, como los siguientes:
i. El descubrimiento de cuarenta y siete vol?menes originales de la
inquisici?n mexicana y otros documentos mexicanos en la biblio
teca Henry E. Huntington de San Marino California.l
2. Una carta escrita en 1644 por Francisco L?pez de Sevilla a su
cu?ado Sim?n V?ez que estaba entonces confinado a las celdas
secretas de la inquisici?n mexicana.2 Una copia de esta carta
aparece aqu? en el ap?ndice junto con una tabla geneol?gica mos
trando sus lazos y algunas otra informaci?n incidental.
3. Fernando Rodr?guez sab?a de antemano la llegada de los jud?os a Veracruz, en el siglo xvi y por muchos a?os mantuvo su casa
abierta para que ?stos pudieran descansar despu?s de tan arduo
viaje mar?timo y recobrar?n sus fuerzas para el dif?cil viaje a la
ciudad de M?xico.3
4. La publicaci?n hecha por el profesor I. S. Revah del documento
que revela que en 1596 Manuel D?az Henr?quez, alias Mathat?as
Aboab, sali? de M?xico en 1626 y lleg? a Amsterdam. De este
misino documento tambi?n sabemos que Miguel D?az camin? 300
leguas en 1596 en un intento de encontrarse con alguien en Se
villa, para apelar en favor de su hermano Manuel o Sim?n en
carcelado en la prisi?n secreta de la inquisici?n mexicana.
5. Sim?n V?ez (mencionado en el inciso 2), pose?a algunos navios
en el siglo xvn que navegaban por los siete mares, cargados con
mercanc?as que vanaban desde r?zago hasta los m?s finos da
mascos.5
6. Los jud?os mexicanos viajaban a Espa?a e Italia y luego regre saban a M?xico; muchos de los jud?os aprehendidos hab?an na
cido o ven?an de Espa?a, Italia, Francia, Sal?nica e Irlanda y la
mayor?a, hijos de padres espa?oles o portugueses.6
7. La Farda, una costumbre de los emisarios jud?os de Tierra
Santa que visitaban las comunidades jud?as en las diversas partes del mundo, con el fin de solicitar fondos para los necesitados y
apara aqu?llos que, viviendo en Tierra Santa, dedicaban su vida
al estudio. Esto ser? discutido m?s adelante.
8. En el legajo de 1738, expediente 1 del Archivo Hist?rico de Ma
drid, est?n anotados doscientos procesos de jud?os, en los que
los inquisidores cometieron innumerables errores y violaciones
de las leyes de El Tribunal. Por este documento sabemos que
muchos jud?os viajaban constantemente entre M?xico, Caracas
y Maracaibo. En muchos casos se us? el puerto de Veracruz,
pero Campeche era el puerto para las entradas ilegales y los con
HISTORIA MEXICANO-IUD?A 709
trabandos. Hay veintis?is nombres mencionados ante la inqui sici?n que no aparecen en los Archivos Hist?ricos. Algunos no
han aparecido en ninguna otra fuente que el autor haya estu
diado. Algunas de estas gentes ven?an de Caracas y Maracaibo; entre ellos Benito Henr?quez, Luis Fern?ndez ?ngel, Francisco
G?mez Alv?rez, Manuel de la Zorda y Fernando de Am?zquita.
Algunos como G?mez de Mantilla, de Campeche, ten?an testimo
nios en su contra y ten?an algunos procesos iniciados contra ellos
mientras que otros estaban a salvo en alguna parte.
Los inquisidores mexicanos nunca preguntaron a los pri sioneros jud?os por qu? estaban en M?xico y cu?ndo o c?mo
llegaron a la colonia, lo que resulta sorprendente sobre todo contrastado con los cuestionarios que se hicieron a calvinistas
y luteranos durante la expedici?n de Hawkins. Jos? Toribio Medina escribi?: "los interrogadores insisten en descubrir el m?s ?ntimo pensamiento de los reos". Esta falta de curiosi dad y el no preguntar a los jud?os cosas concernientes al pro pio interrogatorio, han hecho m?s complejo el problema, al
menos para el historiador que busca en las respuestas de los
que participaron; las cuales, f?cilmente hubieran aclarado mu
chas dudas.
Con el prop?sito de bosquejar la situaci?n y hacer planes para un viaje futuro mucho m?s extenso, fui a Espa?a y Por
tugal en septiembre y octubre de 1964. Iba preparado con
problemas espec?ficos y esperaba encontrar una
respuesta, o
al menos una idea que me condujese a ella. Afortunada
mente encontr? respuesta a alguno de los problemas. En el curso de la investigaci?n, todo historiador acumula material
que por una raz?n u otra, no
puede usar en un
trabajo de
mayor importancia, pero que resulta apropiado para art?cu
los. Material de este tipo fue obtenido durante este viaje, que testifica la importancia de seguir investigando en los ricos archivos de las Indias, de Simanacas, el Archivo Hist?rico Na cional de Madrid y los de cientos de municipalidades espa?o las y portuguesas donde se establecieron comunidades jud?as anteriores a 1492 y a?n posteriores.
Si apelamos a la Guia de Referencias Judias en la ?poca Colonial Mexicana y a los mapas en las Sinagogas Espa?olas? nos revelar?n la localizaci?n de esas comunidades. El mapa de Cantera Milla aunque no completo, sobre todo en la parte que se refiere al ?rea portuguesa, es una excelente gu?a.
Dos ejemplos confirman la importancia de la investigaci?n en los archivos municipales. La primera es la publicaci?n de Pilar Le?n Tello sobre Los jud?os de ?vila Bas? gran par
710 SEYMOUR B. LIEBMAN
te de su investigaci?n en los archivos de ?vila, ciudad cuya importancia como centro jud?o ha sido opacada por Toledo.
El segundo ejemplo est? sacado de un art?culo: "Ritos y cos tumbres de los hebreos espa?oles", de Ram?n Santa Mar?a.0
El autor de este art?culo se refiere a los manuscritos que est?n
en el Archivo General Central de Alcal? de Henares, descu biertos por el autor en el legajo 299. (Muchos de los archivos
municipales medievales y del per?odo inmediato, han sido tras
lados a Madrid y ah? nuevamente numerados.) Ram?n San. ta Mar?a tom? su material del folio 133 y los documentos que
usa in extenso en su art?culo, constituyen la base de las ins
trucciones subsecuentes de la inquisici?n para reconocer a los
jud?os a trav?s de su religi?n ritos y sus festividades. Las cos tumbres y ceremonias fueron publicadas en las instrucciones
de Torquemada a los inquisidores en 1483, 1487 y 1488. Fue ron anexados a los Edictos de Fe o de Gracia como algunos han dado por llamarlos.10
Bajo el t?tulo de "ceremonias con la carne" leemos lo si
guiente:
?tem, suelen purgar y desebar la carne que han de comer he
ch?ndole en agua por la sangre, y s?canla la landrecilla de la pier na del carnero o de otra cualquier res, o aves que han de comer,
atraves?ndolas, diciendo ciertas palabras cortando el cuchillo en la
u?a, y cubren la sangre con tierra.
La ausencia de amonestaciones para salar la carne en re
laci?n con la antigua tradici?n jud?a es muy notable, ya que est? anexada a la segunda parte del art?culo, una
interpreta ci?n rab?nica de algunos de los d?as sagrados y una lista de las fuentes b?blicas para otros y para algunas de las costum
bres. Esta interpretaci?n rab?nica estaba tambi?n en los ar
chivos de Alcal? de Henares. Ram?n Santa Mar?a no revel? el nombre del rabino (tal vez no aparec?a en el original o
posiblemente fue un rabino converso) y tampoco da el a?o
del documento. Sin embargo por la ortograf?a y algunos otros
detalle, puede deducirse que pertenece al per?odo anterior a
1480. Se hace menci?n del Yom Kippur como Ayuno del Quipur
y Ayuno del Perd?n. Entre las costumbres anotadas est?n:
re?an oraciones de jud?os y las noches se piden perd?n unos a otros
poniendo los padres a los hijos las manos sobre las cabe?as dicien
do: de Dios y de mi seays bendecidos por lo que dispone la ley de
Moyssen y sus ceremonias.
HISTORIA MEXICANO-IUD?A 711
Entre las costumbres anteriores al ayuno del Quipur, se menciona que los j?venes besaban las manos de los ancianos.
Pesag se conoc?a como la pascua del pan cence?o y tambi?n como pascua del carnero. Succot se llamama la pascua de las cava?uelas y H?nukah era la fiesta de las candelillas. Preci samente con la descripci?n de esta festividad es con la que corrobamos que el documento se usaba para instruir a los in
quisidores. Los Edictos de Fe le?dos en M?xico y Per? du rante el siglo xvn y el xvn hablan de velas encendidas durante los diez d?as en esta festividad, que viene a ser una variante de la costumbre antigua de hace dos mil a?os en que se pren d?an velas por ocho d?as. El documento de Henares se?ala: "celebran la Fiesta las Candelilas y las encienden de una hasta
diez, y despu?s las tornan a matar; y resan oraciones judaycas". Obviamente el n?mero diez es un error. Sin embargo la fiesta de Hanukah (en hebreo para designar festival de luces) no es una fiesta b?blica. Torquemada y los otros cl?rigos cat?licos no tuvieron seguramente fuentes para saber que las velas s?lo se encend?an ocho d?as. El rabino probablemente descuid? el
n?mero diez y posiblemente no deseaba corregirlo. Rosh Hashonah (A?o Nuevo) se denomin? "pascua de el
cuerno" y casi pasaba desapercibido. Los jud?os de la Europa oriental que se enorgullec?an de su chutent para el sabbath
(una comida caliente usada desde el siglo xvi) posiblemente usaron la vieja receta espa?ola de la Edad Media, se?alada en detalle en el documento. Se le llama el ani *
y era prepa rada en a
siguiente forma:
?tem el ani, que quier decir cossa caliente, que se acostumbraba
a hacer con carne gorda, garbancos, fabas, jud?as, huebos duros, y de otra cualquier legumbre; lo qual todo coc?a la noche de el vier
nes, porque los jud?os el sabbado no pod?an guisan de comer; y
aquel guisado estava caliente en su fogaril fasta la hora de comer
el s?bado; y aussi el guisar de este ani hera principio de la guarda de el s?bado en significaci?n que los jud?os guardan manna de un
d?a para otro, y todo el dicho manna se les tornava gusanos, salve
lo que coz?an el viernes para el sabbado, porque aquello no se
bolb?a gussanos, y por aquel respeto los jud?os hac?an el ani el vier
nes para el s?bado.
El documento arroja mucha luz en las pr?cticas religiosas jud?as en la pen?nsula ib?rica y su raz?n de ser en las d?cadas y siglos anteriores a
1480. Leemos sobre "cortar las u?as", ma
* Esta palabra tiene origen catal?n o aragon?s. En castellano se lla maba adalfina.
SEYMOUR B. LIEB M AN
trimonios en levirato, las razones de enterrar la sangre de los animales que eran sacrificados con
prop?sito alimenticio, "vol
ver al jud?o la cara hacia la pared cuando se quiere morir", que "el dicho ayuno de el perd?n sol?a caer a diez d?as de la luna de septiembre". No hay menci?n alguna al Shavuot (la fiesta que celebra la entrega de las Tablas a Mois?s en el
monte Sina?). Tampoco se menciona esta fiesta en los Edic tos de Fe de M?xico y del Per?.
De la peque?a poblaci?n portuguesa Guarda, a veinte mi llas de la frontera con Espa?a, proced?an muchos de los ju d?os mexicanos especialmente en el siglo xvi y principios del xvn, cuando Espa?a dominaba Portugal (1580). Muchos ju d?os hisp?nicos hab?an emigrado a Portugal entre 1492 y 1580, luego partieron de Portugal para el Nuevo Mundo, ya que sus nexos con la cultura y lengua hisp?nica eran m?s fuertes
que la necesidad de una seguridad f?sica, la cual ofrec?an otras
partes de Europa, el norte de ?frica o el Imperio Otomano. Las investigaciones hechas en Guarda revelan que la gente que all? habita, no sabe de los jud?os que una vez formaron una porci?n substancial de la poblaci?n, aunque quiz? sea
que prefieren no
aceptarlo. Recientemente localic? una rela
ci?n hist?rica de Guarda que contiene seis p?ginas relaciona das con el papel desempe?ado por los jud?os y sus contribu ciones al desarrollo del pueblo.12 Las industrias y artesan?as establecidas por los jud?os hace quinientos a?os o m?s, son
hasta la fecha, el sostenimiento de la poblaci?n. La posici?n geogr?fica de Guarda puede ayudar
a acelerar el estudio. En el
lado espa?ol de la frontera, se encuentran Ciudad Rodrigo, B?jar, Ledesma, Casar de Palomeras y muchos otros pueblos y poblaciones con sinagogas anteriores a 1492 y de donde los
jud?os emigraron la siguiente centuria. ?Acaso fueron los ju d?os que emigraron luego de 1492 una parte de los 90,000 a
100,000 jud?os espa?oles que pagaron ocho escudos por ca
beza para obtener el privilegio de entrar a Portugal?, ?atrave
saron ilegalmente la frontera para encontrar
protecci?n y re
fugio entre sus correligionarios lusitanos? Si lo ?ltimo es
verdad, entonces surge una nueva luz en los c?lculos de la
poblaci?n jud?a en Espa?a en 1492 y del n?mero que prefi rieron partir a encontrar la protecci?n bajo el bautizo y la crisma.
No tiene fin la historia de los jud?os en Espa?a y Por
tugal anterior al siglo xvi. Poco se ha escrito sobre la historia de los subsecuentes tres siglos y es a?n menos original lo que han hecho los eruditos jud?os. Las excepciones notables a lo anterior sor el profesor
I. S. Revah de la Sorbona, que ha
HISTORIA MEXICANO-IUD?A 713
estado trabajando en el Archivo Nacional de Torre da Tembo en Lisboa y el profesor Haim Beinart de la Universidad He
brea, que recientemente pas? un a?o en Madrid estudiando el Archivo Hist?rico.
Joseph Jacobs en su An Inquiry into the Sources of the
History of the Jews in Spain,13 no menciona jam?s documen to alguno que se refiera a la juder?a mexicana. Es dif?cil
comprender como se le pudo escapar mencionar los docu
mentos relativos a la juder?a mexicana, ya que estuvieron
y est?n en la actualidad relacionados a la juder?a espa?ola, tema de su trabajo. Cada uno de los citados archivos contiene
numerosos legajos con material perteneciente a los jud?os en el per?odo posterior a 1492, tanto en Espa?a como en M?xico.
En el legajo 278 de la Audiencia de M?xico, secci?n quin ta del Archivo de las Indias, existe una "Relaci?n de las cau sas que se determinaron en el auto p?blico de la fe que los
Inquisidores Apost?licos de la ciudad de M?xico celebraren... el tercero domingo de cuaresma que se contaron seis de marzo de 1575". Este auto de fe no est? incluido en la Bibliograf?a
Mexicana del Siglo XVI de Joaqu?n Garc?a Icazbalceta, aun
que Jos? Toribio Medina hace referencia a ello en su cap? tulo iv. Entre estos "penitenciados por proposiciones sueltas con abjuraciones de levi" estaban:
Gon?alo S?nchez, zapatero, natural de Cafre en Extremadura de
que su mujer y hijos quedaron captivos en tierra de moros, gano
generaci?n de jud?os porque con relaciones y informaci?n falsa de
del Ilustrismo Se?or Inquisidor General y Consejo de la General In*
quisici?n once h?bitos de reconciliados que se le commutasen en li
mosna para el rescate de su mujer y hijos. Auto, vela, soga, coroca,
galer?as seis a?os.
El caso merece inter?s y dedicaci?n, porque no era un cris tiano viejo ?por qu? no fue acusado de estar ilegalmente en
la Nueva Espa?a ?cu?l era su genealog?a y qu? procederes se
siguieron en su juicio, que no est?n en el Archivo General?
?eran su esposa e hijos cripto-jud?os? ?d?nde estaban? ?hab?a sido ?l cripto-jud?o? y en este caso ?era parte de la comunidad
mexicana? Muchos jud?os hab?an emigrado del mismo lugar de origen. Y la respuesta a algunas de estas preguntas, po dr?an encontrarse en el estudio y lectura de los procesos de otros jud?os encarcelados por la inquisici?n mexicana en los a?os de 1571 a 1575, otras respuestas ser?an s?lo conjeturas.
Referencia a la farda antes citada, est?n al menos en dos
procesos. La palabra farda se encuentra en viejos diccionarios
7H SEYMOUR B. LIEBMAN
y enciclopedias y era costumbre practicada tambi?n por los mu sulmanes. Se incluye porque establece la comunicaci?n exis tente entre la juder?a mexicana y las comunidades jud?as en
Tierra Santa, parte del Imperio Otomano en los siglos xvn y xviii. Resulta casi contradictorio que los shelichim (emisarios) no hubiesen viajado a la Nueva Espa?a, a menos que existiese una considerable poblaci?n con medios substanciales y rela ci?n espiritual con sus correligionarios de allende los mares.
En el siglo xvn los emisarios de Tierra Santa tuvieron
siempre la obligaci?n de ense?ar y estudiar con los grupos que visitaran, antes de emprender
nuevamente el viaje y de reco
lectar fondos. Su estancia era generalmente de dos a tres me
ses. No hay referencias que revelen la cantidad que llegaron a
juntar, ni se ha descubierto que alg?n emisario fuera arres tado por la inquisici?n. Parecer?a que iban y ven?an sin que las autoridades de la inquisici?n, en el puerto de Veracruz, se dieran cuenta. Su existencia y presencia en M?xico fue revelada por testimonio, ante las autoridades eclesi?sticas. La
relaci?n de los nombres de los contribuyentes mexicanos y sus donaciones filantr?picas,
no est?n en M?xico, aparentemente no existen, pero tal vez
haya alguna referencia en la corres
pondencia con otras comunidades cuyos anales se hayan con
servado.
Creemos que deber?a hacerse una cuidadosa investigaci?n sobre los documentos en
Espa?a y Portugal, no solamente para la historia de los jud?os en ellas, sino sobre todo, para aclarar la
historia de la juder?a mexicana. El libro del profesor Beinart sobre la Comunidad Jud?a de Ciudad Rodrigo,13 basado en
material original de archivos espa?oles, revelan muchas cos
tumbres y ceremonias practicadas en M?xico en el siglo xvn. Muchos jud?os emigraron de Ciudad Rodrigo y de las ?reas
inmediatas y resultar?a de gran inter?s definir cambios y alte raciones que surgieron
en los siglos subsecuentes, cuando ces?
la mezcla de la nueva inmigraci?n. Esperamos que las anota
ciones mencionadas sirvan para que historiadores e investiga
dores empiecen a explorar la riqueza del material virgen ase
quible, que descubran detalles de la historia de los jud?os en M?xico y aspectos de otras comunidades con las que tuvieron
relaciones.
AP?NDICE
Ramo Inquisici?n, Archivo General de M?xico, tomo 419 f, p. 310
Copia fielmente sacada de una carta que escribi? Fran
cisco L?pez de Sevilla, vecino de la ciudad de Sevilla, a su
hermano Sim?n V?ez recluso en las c?rceles secretas de la In
quisici?n de M?xico, la cual trajo Pedro de Navia:
Se?or Sim?n V?ez Sevilla, no quiero se vaya esta flota sin escribir a Vuestra Merced d?ndole cuenta del estado de esta casa, gloria a Dios todos con salud, si bien llenos de pesar con su prisi?n de vuestra merced, que f?o en Dios cuando, ?sta
llegue estar? en su casa con la opini?n que siempre, por que Dios ha de volver por su causa, y christiandad, y por lo
que estas cosas sin delatadas, y por mis pecados oiga alguna delaci?n en su soltura, ha dado poder al se?or Don Garc?a de Vald?s Osorio, ausente a Pedro de Soto L?pez, para que en
caso, que no est? en su casa, que f?o en Dios estar?, para que
puedan pedir a los se?ores de ese Santo Tribunal la hazienda
que paraba en su poder de vuestra merced de mi cuenta de los a?os pasados de 1634-1635-1636-1638-1641. De siete mil y tantas varas que le qued? a vuestra merced, Diego Fern?ndez
Luis de mi cuenta. Y as? ordeno a dichos se?ores, que estan
do V. M. en su casa, pidan a los se?ores de ese Santo Tribu
nal la hazienda, que V. M. tiene m?a en su poder, y Agust?n
de Rojas, y de Juan M?ndez Villavicioso unos chamelotes ne
gros que le dijo Diego Fern?ndez Luis de mi cuenta, y que todo me lo remitan como les aviso ?sta escribo en duda, s?lo
digo que estando V. M. como f?o en Dios estar? en su casa mi remita todo lo que tuviere de mi cuenta en su poder, como de lo que cobrare de mi cuenta. Y si de su casa pudiere V. M. socorrerme con algo m?s lo haga por que estoy muy empe ?ado, y pueda dar a entender a mis acreedores soy hombre de bien y cumplo con mis obligaciones, por que hoy estoy muy apretado y vendido cuanto hab?a en mi casa por los muchos intereses que me ha costado la retensi?n de la hazienda que est? m?a en poder de V. M., desde el a?o 34-hasta hoy; que la causa de mi ruina ha sido que V. M. estubo por el Vi
?RBOL GENEAL?GICO DE SIM?N V?EZ SEVILLA**
GASPAR GONZALVEZ SOBURRO (hostelero,
carnicero y verdugo)
Ambos originarios de Casteblanco, Por tugal,
avenidos
por la Inquisici?n en Lisboa. Murieron en Sevilla
m. LEONOR V?EZ
ANTONIO V?EZ CASTELOBLANCO *
alias,
capit?n ANTONIO V?EZ TIRADO
(Re. en auto en
1625 en M?xico y re?.
en persona el 11 de abril de 1649)
SIM?N V?EZ SEVILLA *m. JUANA ENR?QUEZ
alias SOBURRO (rec. 1649)
(rec. 1649). !_-1
MAR?A AERES *
Vivi? en Pisa
con
otros miembros de
su familia
GASPAR (rec. 1649)
m. FRANCISCO L?PEZ SEVILLA
alias SIM?N RODR?GUEZ
(rec. en Lisboa)
LEONOR V?EZ (rec. en efigie 1649)
GONZALO V?EZ SEVILLA alias GONZALO FLORES
alias GONZALO V?EZ M?NDEZ *1. en persona, 1649)
LEONOR V?EZ
(rec. ii abril 1649)
m. AGUST?N DE ROXAS (se
suicid?
en la c?rcel. Re?. en efigie en 1649)
I
ELENA DE SILVA * m. G?MEZ DE SILVA (rec. 1649) alias G?MEZ FDZ.
CORREA (rec. 1649)
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ISABEL DE SILVA m. ANTONIO CARAVALLO
(rec. 1649) (rec- l649)
Notas. 1. Alias significa tambi?n antiguamente. 2. Los hijos de la primera generaci?n est?n se?alados con un asterisco. 3. m. equivale casado. 4. Rec. equivale avenido. 5. Re?. equivale a quemado en efigie o en persona. Fue en efigie por haberse
escapado o estar muerto.
## Esta geneolog?a est? basada en la Relaci?n del auto de fe celebrado en la ciudad de M?xico en abril 4 de 1649. M?xico,
de Mathias Bocanegra.
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rrey, Marques de Cadereita que Dios tiene en el cielo, y le
perdone cuantos da?os mi hizo.
Guarda Dios a vuestra merced muchos a?os, De Sevilla,
4 de abril de 1644 a?os Hermano de vuestra merced.
Francisco L?pez de Sevilla-r?brica
NOTAS
1 Seymour B. Liebman, "The Abecedario and a Checklist of Mexican
Inquisition Documents at the Huntington Library", Hispanic American
Review, xliv (November 1964, N<? 4), p. 554. 2
Seymour B. Liebman, Guide to Jewish References in the Mexican
Colonial Era: 1521-1821 (Philadelphia, Pa., 1964) y Ramo de la Inquisi ci?n en el Archivo General de la Naci?n (AGN), tomo 419, f. 310.
3 Jos? Toribio Medina, La historia del Tribunal del Santo Oficio de
la Inquisici?n en M?xico, con notas y ampliaci?n de Julio Jim?nez Rueda
(M?xico, 1952), p. 116. 4 Boletim Internacional de Bibliograf?a Luso-Brasileira, volumen n?
(abril-junio de 1961), N<? 2, pp. 278 y 294. 5 Medina, op. cit., p. 203. 6 Liebman, op. cit., y Medina, op. cit., p. 116.
7 Cantera Millas, Madrid, 1955. s Pilar Le?n Tello, Jud?os de Avila, ?vila, 1963. 9 Bolet?n de la Real Academia de la Historia, tomo xxn (febrero,
1893), cuaderno 2, pp. 181 y ss.
10 Los Edictos de Fe a los que se hacen referencia son los de Per? y M?xico. Estoy en deuda con el profesor H. Beinart de la Universidad
Hebrea de Jerusalem por la informaci?n de que los Edictos le?dos en Es
pa?a no detallaban la descripci?n de las costumbres, rituales y d?as fes
tivos de los jud?os, como los del nuevo mundo. Es teor?a del profesor Beinart a la que me uno, que el clero regular y secular y la poblaci?n laica
de la Nueva Espa?a, no estaban tan bien informados como en la metr?
poli, ni ten?an los de M?xico el mismo inter?s y cultura.
11 Bolet?n de la Real Academia, p. 183. 12 Adriano Vasco Rodrigues, Monograf?a Art?stica de Cidad da Guar
da, Guarda, 1958, pp. 100-106. El autor se refiere a la Historia de Por
tugal, tomo iv, p. 179, de Alexandre Herculano como fuente para el ma
terial de investigaci?n sobre la vida de Guarda en los siglos xii y xin y
sobre la presncia de jud?os en Guarda despu?s de 1510 y la localizaci?n
de su judiar?a. Entre las contribuciones econ?micas hechas por los jud?os en esta zona est? el establecimiento de las industrias de trueque de pieles
y cueros, y del te?ido de los mismos.
HISTORIA MEXICANO-IUD?O 719
13 New York, 1894. 14 Nueva edici?n de Agust?n Millares Carlo, M?xico, 1954, p. 464,
tampoco incluye la Relaci?n que se localiza en el ?ndice del Archivo Ge
neral de la Naci?n.
15 Tel Aviv, posible fecha de publicaci?n 1965.