historia rerum gestarum: las ciudades historiadas de filosofía... · 2018. 12. 5. · el efecto de...

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Capítulo Sexto Historia rerum gestarum: las ciudades historiadas Donde, a pesar de la brevedad del capítulo, se estudia con esmero el género histórico y se propone, no sin cierta osadía, que las ciudades narradas por este género deben considerarse, al igual que en la literatura y en la utopía, ciudades imaginarias; además, el autor se muestra complacido por aproximarse, ahora sí, el finalde tan ardua obra. "Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas." Jorge Luis Borges, La esfera de Paseal

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Page 1: Historia rerum gestarum: las ciudades historiadas de Filosofía... · 2018. 12. 5. · El efecto de realidad, reunidos en El susurro del lenguaje (1987, 163 ss.). Paul Ricoeur aborda

Capítulo Sexto

Historia rerum gestarum:las ciudades historiadas

Donde, a pesar de la brevedad del capítulo, se estudia con esmero el género histórico y sepropone, no sin cierta osadía, que las ciudades narradas por este género deben considerarse,al igual que en la literatura y en la utopía, ciudades imaginarias; además, el autor se muestra

complacido por aproximarse, ahora sí, el finalde tan ardua obra.

"Quizá la historia universal es la historiade unas cuantas metáforas."

Jorge Luis Borges, La esfera de Paseal

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El marino ha leído y se ha hecho a lamar... Yosiempre leí qu'el mundo, tierrae agua era espérico e(n) las auctoridadesy experiencias que Ptolomeo y todos losotros que escrivieron d'este sitio davan eamostraban para ello, así por ecclipses

\ .de la luna y otras demostraciones quehazen de Oriente fasta Occidente comode la elevación del polo en Septentriónen Austro ... y su navegación por la marOcéana, su tercer viaje al NuevoMundo,le depara nueva imagen ... Agora vi tantadeformidad como ya dixe; y por esto mepuse a tener esto del mundo, y fallé queno era redondo en la forma qu'escriven,salvo -que es de la forma de una peraque sea toda muy redonda, salvo allídonde tiene el pecori que allí tiene másalto, o como quien tiene una pelota muyredonda y en un lugar d'ella fuesse comouna teta de mujer allí puesta, y qu'estaparte d'este pecon. sea la más alta e máspropinca al cielo, y debaxo la línea equi-nocial, y en esta mar Occéana, en fin delOriente, llamo yo fin de Oriente adondeacaba toda la tierra e islas. Levedad del

pezón, trastorno de la Imago Mundi.E para esto allego todas las razonessobreescriptas de la raya que passaal Occidente de las islas de los Acorescient leguas de Septentrión en Austro,que en pass ando de allí al Poniente, yavan los navíos alcándose hacia el cielosuavemente, y entonces se goza de mássuave temperancia y se muda el agujade marear; por causa de esa cuartade viento, y cuanto más va adelante ealcándose más, noruestea. Y esta alturacausa el desvariar del círculo que escrivela estrella del Norte con las Guardas, ycuanto más passare junto con la líneaequinocial, más se subirán en alto y másdifferencia avrá en las dichas estrellas yen los círculos d'ellas. Colón había leídoa Ptolomeo, a Marco Polo y a Juan deMandeville. El que ve por vez primeraun mundo nuevo, lo ve a través de lasimágenes que traía del mundo viejo.La nueva realidad le depara sorpre-sas. Entonces reordena, reconfigura suImago Mundi. Ha corregido lo acciden-tal. El arquetipo prevalece.

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160 JORGE JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

***En este capítulo examinaré la narración de

las ciudades imaginarias en el discurso histórico.Recordaré al acucioso lector que con ello pre-tendo corroborar la hipótesis propuesta, a saber,que los procesos discursivos que consisten enficcionalizar, propios del literato o del utopista,y los que buscan describir una realidad históricosocial concreta, tal y como lo hace la crónicay la historia, son -a partir de la filosofía de laimaginación que he desarrollado en los capítulosanteriores- esencialmente equivalentes, toda vezque ambos tipos de construcciones discursivasestán tramadas por un conjunto de categoríaslógicas, epistemológicas, ontológicas, estéticas,políticas y culturales que dan consistencia noéticaal proceso imaginario que les sirve de base.

Tal y como se podrá apreciar, los escenariosde las ciudades imaginarias descritas por la his-toria son esencialmente equivalentes a los quedescribe el realismo literario. Por esa razón, elanálisis realizado en el parágrafo §15 es igual-mente aplicable para las ciudades historiadas. Deesta forma, en los parágrafo s que siguen, expondréalgunos asuntos teoréticos relativos al discursohistórico, su estatuto narrativo y semántica, lo cualservirá de marco para el análisis de la ciudad ima-ginaria que se narra en dicho discurso y, de estaforma, culminar la reflexión sobre los modelosque ofrecen la literatura, la utopía y la historia-con lo que se llevará a término el programa deinvestigación planteado-o

§22. Historia y narratividad

El discurso de la historia se ha presentadotradicionalmente como un discurso de caráctercientífico y objetivo que elabora una descripciónracional de los acontecimientos sucedidos en larealidad. Se ha asumido tácitamente que la histo-ria es esencialmente distinta de la ficción o de lautopía ya que, al decir de Maquiavelo, versa sobre"la verdadera realidad de las cosas" en lugar de"la simple imaginación de las mismas". A partirde una recepción acrítica del género histórico seasume que la verdadera relación de los hechosde una cultura sólo es posible comprenderlo s apartir de los textos que ofrece el historiador. Sin

embargo, la historia al igual que la literatura y lautopía presenta un texto de carácter narrativo.Por lo cual, autores como Hayden White, RolandBarthes y Paul Ricoeur consideran que estásignificativamente emparentada con esos otrosgéneros'P'.

No obstante, la relación entre el discursonarrativo y la representación histórica es contro-versial y no está exenta de problemas. White dacuenta de las diversas posiciones que se sostienenal respecto. Su obra se orienta a fundamentar laimportancia de la estructura narrativa en la histo-ria y a dilucidar los distintos problemas teóricosque impone esa estructura. En este sentido plan-tea que cuando "el objetivo a la vista es narraruna historia, el problema de la narratividad seexpresa en la cuestión de si pueden representarsefielmente los acontecimientos históricos comomanifestación de estructuras y procesos de acon-tecimientos más comúnmente encontrados enciertos tipos de discursos 'imaginativos', es decir,ficciones como la épica, los cuentos populares, elmito, el romance, la tragedia, la comedia, la farsa,etcétera" (1992a, 42).

En los capítulos anteriores he argumentadoacerca de la constitución de las ciudades imagi-narias en los géneros literario y utópico. Génerosen los qu_e,por lo demás, como es bien sabido,convencionalmente se acepta que los escenariosson de naturaleza imaginaria. En el caso deldiscurso histórico, la cosa no pareciera igualde evidente. Por el contrario, tiende a asumirseque los escenarios que describe la historia sonreales en lugar de imaginarios. El cometido deesta investigación consiste en argumentar en el

124 Tanto en El contenido de la forma como enMetahistoria, White discute a profundidad larelación entre narratividad e historia. Véase enparticular El valor de la narrativa en la represen-tación de la realidad y La cuestión de la narrati-va en la teoría historiogrdfica actual (1992a, 17ss); e Introducción: la poética de la historia, yLa imaginación histórica entre la metáfora y laironía (1992b, 13 ss). Roland Barthes se refiere altema en su artículos El discurso de la historia yEl efecto de realidad, reunidos en El susurro dellenguaje (1987, 163 ss.). Paul Ricoeur aborda latemática en Historia y narratividad (1999) y enTiempo y narración (1995).

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FILOSOFÍA DE CIUDADES IMAGINARIAS. FICCIÓN, UTOPÍA E HISTORIA 161

sentido de que tales escenarios participan de unaimaginariedad equivalente, en términos noéticos,a los escenarios elaborados por la literatura y lautopía. Ahora bien, esta imaginariedad del relatohistórico -como ya he especificado anterior-mente- no significa que los objetos y eventosdescritos sean ilusorios o fantásticos. Sabemosque un aspecto que lo caracteriza es que tal relatotiene una intencionalidad claramente definida porconstruir un discurso descriptivo de una realidadexterior, fáctica, que le es independiente. Tiene,en palabras de White, un deseo de realidad.Sin embargo, esta vocación de objetividad no loexime de consistir en una elaboración noética enla que desempeña un papel esencial la imagina-ción -como en cualquier otra creación narrativa-oDe tal modo que la narración histórica por sucontenido, por su referente e intencionalidad esobjetivista y realista, pero por su constituciónnoética es imaginaria'é':

¿Cuál sería, entonces, una característicaesencial que le otorgaría esa condición de imagi-nariedad a la ciudad descrita por el historiador?La respuesta es una: la narratividad del discursohistórico. En efecto, el historiador en tanto narra-dor de hechos y acontecimientos ocurridos entiempos más o menos remotos -e incluso en el"presente histórico"- debe recurrir a otorgarlesuna trama que articule causalmente el conjuntode los acontecimientos y les dé una interpreta-ción de conjunto.

Ahora bien, elaborar una trama narrativaen el género histórico implica la articulación yefectualización de los mismos recursos no éticosque utiliza el fabulador o el utopista -de hechoes un proceso idéntico a la que elabora el literatorealista-; su diferencia, a lo sumo, consiste enlas relativas licencias poéticas que los literatos yfabuladores se arrogan'F".

125 White lo expresa así: "lo que distingue a las his-torias 'históricas' de las 'ficcionales' es ante todosu contenido, en vez de su forma" (1992a, 42).

126 Pero de igual forma los historiadores tienen suslicencias propias: al hablar en nombre de la "rea-lidad", sus giros estilísticos encubren el manejo-legítimamente subjetivo- de esa "realidad", pormedio de un artificio que Barthes denomina ilu-sión de referencia sobre el que luego volveré.

Nos podríamos preguntar cuál es, entonces,su diferencia con una ciudad que nunca existióen la realidad, como las del género fantástico outópico. A lo que responderé que la diferenciaconsiste en dos aspectos principales: por unlado su referencialidad metadiscursiva a lo quedenominamos la realidad -lo cual, como vere-mos, está en relación con su peculiar condiciónpoiética-; y por el otro, la recepción cultural -ocontrato de recepción- de la que goza el relatohistórico. Veamos.

He sostenido que las ciudades imaginarias dela literatura y la utopía existen en el discurso. Lomismo sucede con la ciudad histórica: su existen-cia inmediata en tanto ciudad historiada, es decir,en su condición de ciudad narrada en un texto,corresponde a la esfera del discurso. La Roma dela época imperial existe actualmente en los textosque la narran; del constructo histórico social reallo que nos quedan son vestigios arqueológicos -'textos. en sentido amplio y restringido-: esa ciu-dad, en tanto factum, ya no existe ni existirá más.Como bien comprenderá el agudo lector, se tratade una cuasiexistencia, en tanto ciudad narrada,ciudad textual o discursiva. En otras palabras, sila Roma Imperial ya no existe más en términosfácticos e histórico-sociales, goza, sin embargo,de una peculiar forma de existencia: a saber, deuna existencia imaginaria cuyo único soportereal es el discurso. Por lo cual podemos conveniren llamar a la ciudad que se narra en el discursohistórico una ciudad imaginaria: sabemos que sise trata de una ciudad discursiva, dicho tipo deciudades no pueden ser más que imaginarias.

En el caso de las ciudades historiadas que serefieren a las que existen en la realidad actual, lacosa no pareciera igual de clara. Se podría obje-tar que una historia de la ciudad de Nueva Yorkactual, de principios del siglo XXI, trata ya nosobre una ciudad imaginaria sino sobre una ciu-dad real. En lo cual estoy totalmente de acuerdo:la susodicha historia versará sobre una ciudadque existe realmente, a la cual se puede viajar, enla cual vive una determinada población, presen-ta una disposición urbanística y arquitectónicaconcreta, y ocurren múltiples hechos políticos ysociales, etc. Sin embargo, quiero que el lectorrepare en que pese a la coincidencia intencionaldel discurso histórico con el objeto urbano real, a

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consiste en una narración que se halla supeditadaa la sucesión lineal de los eventos, constituye unrelato que goza, ciertamente, de una constituciónimaginaria fundamental, pero, en relación con eldiscurso histórico, produce un tipo de significa-ción distinta, toda vez que no concluye, en tér-minos narrativos, la historia que cuenta. En estesentido, la crónica constituye una narración cuali-tativamente diferente, sin el conjunto de recursosnarrativos a disposición plena de la escritura pro-piamente histórica (White, 1992a, 21).

Este tipo de escritura, en la que impera laestructura narrativa, según White, compone undiscurso en el que se hace "deseable lo real,convierte lo real en objeto de deseo y lo hacepor la imposición, en los acontecimientos que sepresentan como reales, de la coherencia formalque poseen las historias" (35, la cursiva es mía).Así, lo que el autor se propone es sugerir "queeste valor atribuido a la narratividad en la repre-sentación de los acontecimientos reales surge deldeseo de que los acontecimientos reales revelenla coherencia, integridad, plenitud y cierre deuna imagen de la vida que es y sólo puede serimaginaria" (38).

En esto consiste, en consecuencia, el otorga-miento de una trama a los acontecimientos histó-ricos: la narración articula discursivamente, conlos mismos recursos que se emplean en los relatosliterarios, una serie de eventos que en principio notienen una relación causal evidente'P. Es el histo-riador quien se encarga de narrar esa relación. Conlo cual constatamos una vez más que la narración esun principio poiético de carácter imaginario. Ahorabien, esta poiesis narrativa es de índole histórica,lo cual implica rigores creativos distintos a los queimperan en la literatura o en la utopía: el relato debe.demostrar un manejo cuidadoso de las pruebas yfuentes documentales, y debe respetar la cronologíade los sucesos de que trata la historia "como líneaintransgredible en la clasificación de cualquieracontecimiento dado en calidad de causa o efecto"(White, 1992a, 21). Posiblemente este sea el rasgopeculiar del relato histórico, que lo diferencia de la

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su deseo de realidad, la Nueva York narrada en elrelato histórico tiene un estatus ontológico distintode la Nueva York que está-ahí en el mundo real.Esto se puede comprender a cabalidad si se piensaque la más completa y detallada historia de NuevaYork que se hubiese publicado un día antes del 11de setiembre de 2001, con toda seguridad, en sucondición de texto histórico, empezaría a diferirsustancialmente con la ciudad real después de loseventos ocurridos en esa fecha. En ese texto histó-rico todavía existen las torres gemelas del WorldTrade Center; en la ciudad real actual no -lo cual,como sabemos, no sólo supone un cambio en elescenario urbano sino toda una transformacióngeopolítica a escala planetaria-. Sabemos que unatal historia se refiere a una ciudad real existente,sin embargo, igual sabemos que la ciudad histo-riada existe en el texto, existe imaginariamente,queda fijada en él, mientras que la ciudad fácticacontinúa su desarrollo en la temporalidad históri-co social, por lo que experimentará constantemen-te el surgimiento de la alteridad -lo cual no sucedecon la ciudad textual, y por ello se puede decir quegoza de una pseudoexistencia, la que es propia delpseudomundo del texto-o

Como decía al inicio, la condición de ima-ginariedad del relato histórico es otorgada, esen-cialmente, por la narratividad a que es sometidala realidad. La narración de los esc-enarios yacontecimientos es la vis poiética que pone elhistoriador. Esto se comprende plenamente sireparamos en que los hechos que ocurren en larealidad histórico social no aparecen necesaria-mente bajo la forma de una trama o narración. Deesto dan cuenta los anales, en los que se enunciancon articulaciones muy pobres -como la sucesiónde las fechas- eventos que se encuentran en elgrado cero de la narración'j". La crónica, que

127 Hayden White cita los Anales de Saint Gall:"709. Duro invierno. Murió el Duque Godofredo.710. Un año duro y con mala cosecha. 711. 712.Inundaciones por doquier. 713. 714. Murió Pipino,mayor del palacio. 715. 716. 717. 718. Carlosdevastó a los sajones, causando gran destruc-ción ... " (1992a, 22). Como podrá observar elagudo lector, para el escritor de anales podíantranscurrir hasta tres años en los que no se con-signaban evento alguno.

128 Al respecto, White cita a Peter Gay quien,parafraseando a Kant, dice: "... las narracioneshistóricas sin análisis son vacías, y los análisishistóricos sin narrativa son ciegos" (1992a, 21).

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literatura fantástica pero, a su vez, lo acerca al rea-lismo literario. En este sentido, constituir narrati-vamente el relato histórico significa que los hechossucedidos han de "revelarse como sucesos dotadosde una estructura, un orden de significación que noposeen como mera secuencia" (21). ASÍ, la dimen-sión objetiva del relato histórico está constituidatanto por el tipo de articulación narrativa -que deberespetar rigurosamente las fuentes fácticas que, porlo demás, generalmente son otros textos- como porel hecho de que se refiere a escenarios y eventosocurridos en la esfera de lo real social -o sea queno son de la plena invención del narrador como enel caso de la literatura.

El principio poiético de la narración histó-rica se constata en el hecho de_que todo textonarrativo implica una selección de los sucesossusceptibles de ser narrados, de este modo, Whitedestaca que cada "narrativa, por aparentemente'completa' que sea, se construye _sobre la basede un conjunto de acontecimientos que pudieronhaber sido incluidos pero se dejaron fuera; estoes así tanto con respecto de las narraciones ima-ginarias como de las realistas" (25)129. Se trata,ciertamente, de uno de los rasgos por excelenciade la subjetividad del autor: la "realidad" nuncase reproduce enteramente o de forma indiscrimi-nada en el relato narrativo. La narrativa -tantoen la historia como en la literatura realista, taly como lo planteé en el parágrafo §15- presentauna versión de los hechos y de los escenarios en laque se impone el criterio del narrador y el conjun-to de operaciones noéticas que realiza, tales comola articulación lógica y selectiva de los eventos,la descripción plástica y estética de escenarios,la caracterización de personajes, la vinculacióncausal y temporal de los hechos, etc. Lo cual, porlo demás, está articulado fundamentalmente porla actividad imaginaria en tanto vis constitutivay poiética de los procesos noéticos -tal y comohemos visto anteriormente.

La recepción cultural del discurso históricoes otro de sus rasgos característicos. Es bienconocido el privilegio que se le otorga a todorelato que se enuncia en nombre de la historia:

129 Conviene aclarar que acá White usa el conceptoimaginario como sinónimo de ilusorioo fantástico.

se considera a priori que se trata de un relatoobjetivo, realista, racionalista, que nos contaráfidedignamente la verdad de los hechos que bus-camos conocer'P''. La narratividad histórica hapartido tradicionalmente de una noción en la quese identifica "lo verdadero" con "lo real" (White,1992a, 22) y el relato histórico como articuladorde esa "realidad verdadera". Lo cual ha ayudadoa la conformación de un imaginario proclive a larecepción del discurso histórico como discursoobjetivo, verdadero, real, fáctico, etc., en detri-mento de otro tipo de discursos que, como elliterario o el utopista, aparecen como subjetivos,irreales, fantásticos, falsos o a lo sumo verosí-miles, etc. Esto se hace patente en el texto deMaquiavelo que he citado al inicio de este docu-mento y que tal y como he argumentado puedellevar a un fetichismo de realidad.

Al respecto, Roland Barthes, en su artículo Eldiscurso de la historia, hace ver, en un afán pordesmitificar el discurso histórico, cómo tanto (a)los shifters o dispositivos de narración, así como(b) la ilusión de referencia condicionan la consti-tución del texto histórico, en particular el que seproduce en Francia durante el siglo XIX.131

Con relación a los dispositivos de la narra-ción, Barthes revisa lo que corresponde a laenunciación, el enunciado y la significación del

130 Al respecto resulta muy ilustrativo cómo en laliteratura se han escrito biografías de personajesinexistentes, siguiendo rigurosamente las reglasformales del género. El lector puede creer queestá leyendo la vida y obra de personajes queexistieron en la realidad histórico social.

131 En este artículo el semiólogo francés propicia unenfoque crítico y desmitificador del texto históri-co, aunque, a diferencia de autores como White oRicoeur, orienta su reflexión a cuestionar el esta-tuto narrativo del género histórico, lo que le hacedeclarar que "... es comprensible que la debilita-ción (cuando no la desaparición) de la narraciónen la ciencia histórica actual, que pretende hablarmás de estructuras que de cronologías, impliquealgo más que un simple cambio de escuelas: unaauténtica transformación ideológica; la narraciónhistórica muere porque, el signo de la Historia, deahora en adelante, es mucho menos lo real que lointeligible" (1987, 177).

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existencia que no sea lingüística (como términode un discurso), y, no obstante, todo sucede comosi esa existencia no fuera más que la 'copia' puray simple de otra existencia, situada en un campoextraestructural, la 'realidad'" (174). En ese sen-tido -y a tono con lo que planteé en el parágrafo§15-1a historia, al igual que el realismo literario,postulan su referente como exterior al discurso,sin que sea posible acercarse a él fuera de esediscurso. Esto se ve claramente en las historias deculturas ya desaparecidas: la ilusión de referenciahace creer que lo narrado constituye una presuntacopia de una realidad fuera del texto, cuando aeste tipo de constructos históricos, en tanto dis-cursos, la única existencia efectiva que les corres-ponde no puede rebasar las fronteras del texto, osea que su estatuto ontológico es eminentementelingüístico e imaginario.

Este es precisamente el yerro de Maquiavelo:su intención por contar la verdadera realidad delas cosas no podrá superar la vis intencional, eldeseo de realidad, ya que la verdadera realidadnunca habla por sí sola. De tal modo, su voz searticula parcial y selectiva mente a través de lapoiesis imaginaria y discursiva que le ofrece lasubjetividad del historiador, es decir, el textohistórico -ese es el secreto nunca develado de laostentación realista, del delirio objetivista o feti-chismo de 'realidad'Y".

JORGE JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

discurso histórico y argumenta en el sentido deque en los tres momentos la escritura de la histo-ria presenta dispositivos del mismo tipo de los quese emplean en la literatura. Por ejemplo mencionalos que denomina dispositivos de escucha, deltipo tal como lo he oído, según mi conocimiento,los que contemplan la intervención o experienciapersonal del historiador. Barthes destaca que taltipo de dispositivos no es exclusivo del discursohistórico: "frecuentemente se lo encuentra enla conversación y en determinados artificios deexposición propios de la novela (anécdotas referi-das a partir de ciertos informadores ficticios quese mencionan)" (1987, 165).

De igual forma, hace ver que la constitucióndel texto histórico a partir de este tipo de dispo-sitivos, conlleva a lo que califica como ilusiónde referencia, lo cual produce el efecto aparentede que el referente habla por sí solo -recursoempleado también por la novela realista, la queaspiraba a la objetividad con sólo suprimir lossignos del yo en el discurso-o

Un buen ejemplo de esta ilusión referencialse encuentra en la forma en que Thiers concibe elpapel del historiador: "Ser sencillamente veraz,ser lo que las cosas son en sí mismas, no ser otracosa que ellas, no ser nada sino gracias a ellas,como ellas, ni más ni menos que ellas" (1}5, notaal pie). La ilusión de referencia es equivalente alo que Castoriadis ha denominado fetichismo derealidad y que se constituye como tal toda vezque acepte enunciaciones acreditadas tan sólopor su referente (los hechos "hablan por sí mis-mos") -tal es la operación referencial, la trucu-lencia que produce el estilo realista-o O sea, "enla historia 'objetiva', la 'realidad' no es nunca otracosa que un significado informulado, protegidotras la omnipotencia aparente del referente.", detal modo que "el discurso histórico no concuerdacon la realidad, lo único que hace es significarla,no dejando de repetir esto sucedió, sin que estaaserción llegue a ser jamás nada más que la caradel significante de toda la narración histórica"(175-176).

En ese sentido Barthes pone de relieve elcarácter paradójico del discurso histórico (el quecontrasta con el discurso literario ilusorio) y queconsiste en que "el hecho no tiene nunca una

132 Es interesante reparar en el hecho de queMaquiavelo basa su reflexión política en laslecciones de la historia y no en lo que consideraelucubraciones sobre principados imaginarios -locual ha sido interpretado como un signo distintivode su objetividad y modernidad filosófica. Sinembargo, pocas veces se repara en que su proyec-to de una Italia unida bajo la dirección efectiva deun príncipe que le otorgue el carácter de nacióna lo que en su época era un conjunto disímil deprincipados de ascendencia medieval, sometidosal dominio extranjero, corresponde -paradójica-mente con sus intenciones realistas- en buenamedida a un proyecto de ciudad o sociedad ima-ginaria. De este modo, pese a su declaración rea-lista y antiutópica, la aspiración a la unificaciónnacional se perfila como aquella utopía en la queMaquiavelo no titubea en declarar que espera queItalia, después de todas las calamidades vividaspor su división, "encuentre un redentor" -cuya

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Por lo tanto, considero que los argumen-tos aportados permiten un desmitificación deltexto histórico en varios sentidos. Por un ladose disuelve el objetivismo absoluto que se le haasignado poniendo de relieve que la historia, entanto narrativa textual, goza de una condiciónde imaginariedad equivalente a la de cualquierotro texto tradicionalmente caracterizado comosubjetivo, sea de tipo literario o utópico. Conello se destaca su dimensión subjetiva como unadimensión legítima y a la vez propicia para unavaloración teorética de la historia más crítica y demayor lucidez. La objetividad del texto históricoconsistirá en la referencialidad que establece conlo fáctico, en el deseo de realidad, y en el tipode tratamiento que otorgue a las fuentes docu-mentales. Lo cual, a la vez, permite relativizarel contrato de recepción cultural que estableceel texto histórico: la historia no aparecerá simpley llanamente como la verdad de los hechos, sinocomo una versión posible de ellos -yque da cabi-da a otras versiones-, enteramente determinadapor el imaginario del historiador y su época.

Conviene destacar que la efectualiiaciánpoiética del discurso histórico, al igual que enlos géneros literarios y utópico, se produce tantoen la esfera textual como en la praxiológica-aunque en ésta con características peculiares.En el pseudomundo del texto, el texto histórico

figura histórica considera que se concreta en lacasa de los Medici, según lo expresa en el últimoy polémico capítulo de El Príncipe, el cual creensus biógrafos que fue añadido tardíamente (1992,177 ss). Este tipo de aspiración utópica no legiti-mada se puede encontrar en declaraciones comola siguiente, en la que, refiriéndose al hombre quebusca fundar principados nuevos, dice que "debehacer como los arqueros prudentes, que cuando ellugar que quieren alcanzar les parece demasiadoalejado, conociendo además hasta dónde llega lapotencia de su arco, ponen el punto de mira muypor encima del lugar de destino, no para alcanzarcon su flecha tanta altura, sino para poder, conayuda de tan alta mira, llegar al lugar que sehayan propuesto" (90, las cursivas son mías). Setrata de una imagen similar al concepto planteadopor Hinkelammert, a saber, que para lograr lamejor sociedad posible es necesario imaginar lamejor sociedad concebible (Cf. §18).

continuamente fecunda otros textos -tanto históri-cos como de otro género-o La escritura de la histo-ria se produce a partir de textos previos tales comofuentes documentales, textos históricos y crónicas-entre otros-, así como de textos culturales másamplios, como lo son las obras materiales y loseventos político-sociales -aunque éstos últimosgeneralmente se registran en textos, narrativas odiscursos de manera inmediata, de lo contrario sepierden irremediablemente. Ahora bien, tal efec-tualización no es de tipo lineal y acumulativo. Sucarácter poiético se pone de manifiesto toda vezque el historiador elige a partir de los textos quele anteceden los eventos, personajes y escenariosque son de su interés y procede así a componer sunarración-tal y como argumentaba anteriormente.

En la esfera praxiológica la escritura de lahistoria experimenta su efectualizacián poiéticaindirectamente a través de su articulación al textopolítico y utópico. En El Príncipe, como es biensabido; Maquiavelo fundamenta sistemáticamentesus propuestas políticas en los hechos narradospor la historia. En el primer libro de Utopía Mororealiza un diagnóstico sociopolítico de la socie-dad inglesa de su tiempo a partir de una serie deconsideraciones que tienen como telón de fondolas condiciones históricas de esa sociedad. Tantolas propuestas políticas de Maquiavelo como lasutopistas de Moro son susceptibles de experi-mentar una efectualizacián poiética en el ámbitopraxiológico en la medida en que su fundamen-tación histórica les brinde consistencia. De estemodo, se puede entender que la efectualizaciánpoiética del discurso histórico es de naturalezaindirecta y necesita acompañarse de un tipo dediscurso propositivo y prospectivo. En la medidaen que el discurso histórico es de tipo retrospec-tivo, o sea que describe y valora narrativamenteuna realidad pasada, su efectualizacián poiéticase producirá indirectamente en tanto se articulea un texto que proponga el despliegue de unapraxis -ya sea en términos políticos o utópicos'V.

133 No pretendo afirmar que lo utópico carezca deuna dimensión política. Lo que busco destacares que hay textos de una vocación política rea-lista que buscan convertirse en programa deacción praxiológica; mientras que muchos textosutópicos no buscan proponer un programa de

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"Y la ciudad de Traquis dista cinco estadiosde ese río Melas y ahí también de las monta-ñas al mar es lo más vasto de toda esa región,en donde está edificada la ciudad de Traquis,pues son veintidós mil pletros de llanura. Yhacia el mediodía de Traquis hay una gar-ganta de la montaña que encierra el territoriotraquinio; y a través de la garganta corre elrío Asopo junto a la ladera de la montaña ... "(Herodoto, 1976, 169).

JORGE JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

La efectualizacián poiética de un texto se pro-duce únicamente si un actor social emergente loasume como un recurso discursivo con capacidadpara concurrir en el imaginario social. De estemodo, cuando dichos actores proponen lecturasde hechos históricos alternativas a la versióndominante pueden propiciar transformaciones enel imaginario y eventualmente en la realidad his-tórico social -y así se efectualiza poiéticamentela narrativa histórica.

***En el siguiente parágrafo pondré de relieve

un aspecto significativo de reconceptualizacióndel género histórico que he propuesto acá, asaber, que los escenarios urbanos que se descri-ben en los relatos históricos poseen las mismascaracterísticas escriturales que se presentan en laliteratura y en la utopía. Lo cual, como compren-derá el amable lector, posibilitará fundamentar lacaracterización de las ciudades historiadas comociudades imaginarias equivalentes a las ciudadesdel realismo literario y de la utopía.

§23. Las ciudades historiadas

A continuación voy a presentar algunosescenarios urbanos que se encuentran -en textoshistóricos de épocas disímiles. Como apreciará ellector, en su condición de ciudades narradas, lasciudades descritas por el historiador o el cronistano presentan diferencias escritura les esencialescon las descritas en la literatura o en la utopía-ya esto se pudo apreciar en el parágrafo §12-.En ellas se pueden determinar con facilidad quelos escenarios y escenas narradas son de carác-ter realista o mimético, en los que se describensecuencias paisajísticas, cronológicas y cinéticas.

Los siguientes escenarios provienen de histo-riadores antiguos tales como Herodoto, Tucídidesy Tácito.

El texto que transcribo a continuación narrala ubicación geográfica de la ciudad de Traquis(secuencia paisajística):

acción política directa. El Manifiesto comunistay Erewhon de Samuel Butler, respectivamente,serían dos casos ilustrativos.

A continuación, Herodoto narra una secuen-cia cinética en la que se describe el espionaje deun campamento enemigo:

"Y en cuanto el jinete se acercó hasta el cam-pamento, contemplaba y también examinabano todo el campamento ciertamente, porque noera posible mirar a los apostados dentro de lamuralla, la cual habiendo nuevamente levantadotenían en custodia; pero se dio cuenta de los defuera, para quienes las armas yacían frente a lamuralla; y sucedió que durante ese tiempo loslacedemonios estaban apostados fuera ... " (173)

Tucídides narra las secuencias cinéticas quedescriben la ocupación de una ciudad durante laguerra:

"Viendo Brasidas la señal se lanzó a lacarrera, poniendo en movimiento su ejército,cuyos soldados comenzaron a gritar a la vez ycausaron gran pavor a los de la ciudad. Unosentraron rápidamente por la puerta y otrospor unas vigas que estaban arrimadas a lamuralla (que se había hundido y estaba sien-do reconstruida) para subir piedras. Brasidasy la mayor parte de sus tropas se dirigieron alpunto hacia la parte alta de la ciudad, que-riendo tomarla completamente y de maneradefinitiva; los demás se desparramaron portodas partes por igual." (1952,231)

Tácito, narrando un alzamiento de los solda-dos, describe fugazmente una secuencia paisajís-tica de la ciudad de Roma:

"Venido el día, parecía Roma una ciudadsaqueada, las casas cerradas, poca gente porlas calles, el pueblo triste, los soldados cabiz-bajos, dando antes muestra de enojo que dearrepentimiento." (196y, 54)

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En seguida voy a introducir el mismo tipode descripciones, esta vez en textos radicalmentedistintos, a saber, los que narran el origen y desa-rrollo de la ciudad de San José -el contraste ser-virá para evaluar la similitud de la constituciónimaginario-discursi va-.

Los viajeros alemanes Wagner y Scherzerque visitaron San José a mediados del sigloXIX, describen varios escenarios de. la incipien-te ciudad. La siguiente es una escena paisajísticaen la que se describe el emplazamiento de lascalles:

"Las calles de San José suben y bajan en estesuelo escarpado; están, por lo demás, dis-puestas según un plan de direcciones rectasy se cortan formando ángulos-rectos. El pavi-mento consta de pequeños cantos rodados delos ríos y deja mucho que desear." (Wagner,1974,170)

Luego se procede a describir detalles de laarquitectura que presenta la ciudad:

"No hay ningún edificio que llame la aten-ción del europeo por su belleza o su tamaño.Los edificios del Gobierno, el Cuartel con sugalería de madera y una alta asta de bandera,la Universidad y el Teatro son construccionespor completo insignificantes ... " (172)"La Catedral sólo tiene a su favor la venta-josa situación en el costado Este de la GranPlaza Principal, en el punto más elevado de laciudad. Es por lo demás, un edificio completa-mente insignificante, sin estilo arquitectónicoalguno. La fachada en forma de muralla, conpilastres retorcidas, tiene unos sesenta pies dealtura y está pintada de blanco. El adorno delinterior es tosco. El púlpito está pintado conimágenes de santos, cuyos autores podríantodavía estudiar con provecho el arte de lapintura con los chinos." (173)

En la cita que sigue se puede apreciar unadetallada descripción de la arquitectura de lascasas de la época:

"Sólo pocas casas tienen un piso superior,pero las más adornadas con los llamadoscorredores, esto es, las galerías cubiertasque da a la calle o al patio. El material quemás se usa para la construcción de casas es

barro endurecido mezclado con ramillas secasy colocado en cañas, cuyas extremidadesse clavan a las vigas del techo ... Los techosestán cubiertos de toscas y pesadas tejas,para protección contra los fuertes aguaceros ...Muchas casas carecen de ventanas con vidriosy muchos cuartos reciben su luz sólo por laspuertas abiertas. La mayoría de los cuartostienen pisos de piedra; los pisos de tabla se vensólo en poquísimas casas. A ninguna lefalta elpatio interior, sembrado a menudo de flores,maíz y plátanos o bien cubierto de arbustossilvestres y árboles." (170-171)

En términos similares, el viajero John Haledescribe la ciudad de Cartago por la mismaépoca:

"La ciudad ocupa alrededor de una millade terreno y está dispuesta, como la mayorparte de las ciudades españolas, en ángulosrectos que concuerdan con los cuatro puntos,cardinales; acequias de agua de fuente discu-rren por todas las calles. Tiene siete iglesiasmedianamente decentes y es quizás el sitiomás fresco y sano de la provincia. Está situa-da a unas quince millas al este de San Joséy al sur del volcán de Cartago." (Fernández,

1982,24)

En un texto reciente, historiadores contem-poráneos describen la ciudad durante la mismaépoca:

"En la segunda mitad del siglo XIX, SanJosé administrativamente, según la divisiónterritorial de 1841, se encontraba formadapor dos grandes barrios y estos a su vez porcuarteles. Los dos barrios fueron: barrio elCarmen que comprendía cinco cuarteles: elChorro, la Parroquia, la Plaza Mayor, laPuebla y el Panteón; y barrio la Merced,formado por los cuarteles la Laguna, elCabildo, el Ballestero, la factoría y el Pasode la Vaca ... San José presentaba unas cuan-tas edificaciones estatales o eclesiásticas dedos plantas, mientras que la mayoría era deuna sola planta, construidas casi todas deadobe, con techo de teja ... Entre los edificiossobresalía el Cuartel Principal construido enlos terrenos donde posteriormente se ubicóel Teatro Raventós (avenida segunda, callecentral), un teatro pajizo en el lugar ocupado

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escenarios realistas supone que tales escenariosse comportan miméticamente, por lo que sedescriben únicamente aquellos detalles que elhistoriador considera de mucha importanciapara dar una semblanza del paisaje urbano-asumiendo que el resto del escenario se com-porta normalmente-o

También, la ausencia de una descripcióndetallada del escenario urbano se produce por laadopción de una elaboración de la historia másinteresada en el problemática social, económica ypolítica que en la descripción del entorno físico.Esto responde, a la vez, al hecho de que el pasodel modelo escenográfico al modelo sociográfico-que veíamos con ocasión del desarrollo del rela-to utópico- influye sensiblemente en esta concep-ción de la historia. La utilización de otro tipo detextos tales como la fotografía, permiten al histo-riador prescindir de realizar descripciones deta-lladas del entorno'P". Sin embargo esa corrientehistórica se ha visto acompañada por otra quese interesa por el estudio de las mentalidades ysensibilidades sociales, con lo cual las esceno-grafías urbanas han vuelto a despertar el interésdel historiador. De este modo, en la Historiade Costa Rica de los historiadores Iván Molinay Steven Palmer, publicada en 1997 (Molina,2000), se puede encontrar una sucinta narra-ción histórica 'en la que se consideran aspectosantropológicos, sociales, económicos, políticosy culturales. También interesa a los historiadoresel esbozo de las mentalidades sociales, en espe-cial las contemporáneas, destacando los rasgospeculiares del discurso popular, las apreciacionesoficiales y no oficiales de las luchas sociales, yel discurso de los marginados. Las descripcionesescenográficas son escasas y escuetas, limitadas aesbozar rasgos del escenario urbano, pero se venapoyadas por fotografías que ilustran y amplíanel texto escrito.

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hoy día por el Parque Central, la Universidadde Santo Tomás, establecida en un sector dela Factoría de Tabacos, la iglesia Catedral, laMerced y la de el Carmen (sic), ya trasladada(de avenida 4 y calle 1) a la esquina ubicadaentre avenida 3 y calle O, que ocupa desde ladécada de 1840." (Álvarez, 2000, 31)

La siguiente es la descripción de un barriocapitalino, en el mismo texto:

"Se le dio el nombre de Colección a los terre-nos al sur del distrito Catedral. Tal denomi-nación se debió a la ubicación del crematoriodel lugar. En ese sitio se colectaba y se que-maba la basura desechada por los pobladorescapitalinos. También, confluían en ese sectorlas aguas negras, exactamente en la quebradade las Arias, y al norte de estos terrenos, en laactual avenida 22 se encontraba el Rastro oMatadero Municipal ... " (73)

Como podrá haber apreciado el agudo lec-tor, los textos citados aquí no se distinguen esen-cialmente de las descripciones que se realizanen la literatura realista o utópica. Sacados de sucontexto, las descripciones son equivalentes. Sudiferencia se produce, en consecuencia, a partirde su contextualizacián, es decir, de la inten-cionalidad del relato, de la referencialidad queestablece con respecto a lo real, a lo ilusorio o alo prospectivo y, complementariamente, del con-trato de recepción que establece con el lector.Por ello desde el inicio planteé que la equivalen-cia de los relatos de ciudades imaginarias que seha defendido en esta investigación, no buscabaomitir sus diferencias; lo que he intentado esdemostrar que sus diferencias responden a otrotipo de características y no al reduccionismopropio del fetichismo de realidad. Se trata, enconsecuencia, de similitudes y diferencias máscomplejas.

Por último, es oportuno mencionar que enmuchos textos históricos la descripción de losescenarios no siempre está presente o bien, silo está, no siempre el historiador es exhaustivo.Ello se puede explicar en razón de las caracte-rísticas poéticas con que se construye el relatohistórico -tal y como hice ver en el parágrafoanterior-; además de lo ya señalado con rela-ción al realismo literario: la descripción de

134 Posiblemente el documental filmográfico, entanto constituye un nuevo soporte narrativo, hatendido a sustituir la descripción escritural deescenarios históricos, debido, en buena medida,a la gran eficacia narrativa de los recursos audio-visuales y a la valiosa posibilidad de contar conimágenes de los escenarios históricos reales.

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