hoja domiical n. 3636

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hoja dominical Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.636 Carta Dominical L eemos en el libro de los Salmos: «El pobre no será nunca olvidado, no se verá defraudada la esperanza de los humil- des» (Sal 9,19). Con estas palabras del salmista, el Papa Fran- cisco encabeza la convocatoria de la tercera jornada dedicada a los pobres, que ene lugar este domingo. Se trata de una jornada mundial dirigida a todos los católicos, invitándonos a hacer un proceso de conversión para reorientar la propia vida confrontando adecuadamente el problema de los pobres y los desvalidos del mundo. El momento en que fue escrito el Salmo era una época arro- gante y sin ningún sendo de Dios, donde se perseguía la gen- te sencilla para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud. Hoy no hemos cambiado mucho, indica el Papa. La crisis económica no ha impedido el enri- quecimiento de muchos grupos de personas, mientras por la calle nos hemos ido encontrando cada vez más con las víc- mas de la sociedad opulenta, los descartados de la sociedad, los rados en la acera del camino de la vida sin ningún buen samaritano que se haya compadecido de ellos. Muchos jó- venes de todo el mundo se ven en la necesidad de emigrar, huyendo del hambre o de la guerra; pero se levantan muchos muros que bloquean sus puertas de entrada. Es el fruto del deseo egoísta de senrse seguros con las propias riquezas, en detrimento de los que se quedan fuera. Pasan los siglos y la condición de los ricos y los pobres se manene casi inal- terada, como si la experiencia de la historia no nos hubiera enseñado nada. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar tesmonio de su proximidad en sus vidas. Sin embargo, para superar la opresiva condición de po- breza es necesario que perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen senr amigos y fa- miliares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en medio del camino de la Iglesia», como afirma el Papa Francisco en la exhortación sobre La alegría del Evangelio (n. 198). La Iglesia debe estar siempre cercana a los pobres, porque es un pueblo en medio de las naciones que ene por vocación no permir que nadie se encuentre extraño o excluido, dado que implica a todos en un camino común de salvación. «La esperanza de los humildes» a la que alude el Salmo men- cionado, se comunica a través del consuelo, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, afirma el Papa, sino con un compromiso que se prolonga en el empo. Los pobres obenen esperanza cuando no nos ven complaci- dos por haberles dedicado un poco de nuestro empo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gra- tuito que no busca la recompensa. Felicito a los voluntarios que tenéis cuidado de los pobres a seguir y a intensificar vues- tro trabajo, invitando también a otros en esta tarea. Y os re- comiendo que vayáis más allá de sus necesidades materiales, para poder descubrir la bondad escondida en sus corazones. 17 de noviembre de 2019 XXXIII Domingo del empo ordinario La Iglesia ene por vocación no permir que nadie se encuentre extraño o excluido El pobre nunca será olvidado † Joan Planellas i Barnosell Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado Enfoca el código QR y accede al video de la Carta dominical

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hojadominicalArzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.636

Carta Dominical

Leemos en el libro de los Salmos: «El pobre no será nunca olvidado, no se verá defraudada la esperanza de los humil-

des» (Sal 9,19). Con estas palabras del salmista, el Papa Fran-cisco encabeza la convocatoria de la tercera jornada dedicada a los pobres, que tiene lugar este domingo. Se trata de una jornada mundial dirigida a todos los católicos, invitándonos a hacer un proceso de conversión para reorientar la propia vida confrontando adecuadamente el problema de los pobres y los desvalidos del mundo.

El momento en que fue escrito el Salmo era una época arro-gante y sin ningún sentido de Dios, donde se perseguía la gen-te sencilla para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud. Hoy no hemos cambiado mucho, indica el Papa. La crisis económica no ha impedido el enri-quecimiento de muchos grupos de personas, mientras por la calle nos hemos ido encontrando cada vez más con las vícti-mas de la sociedad opulenta, los descartados de la sociedad, los tirados en la acera del camino de la vida sin ningún buen samaritano que se haya compadecido de ellos. Muchos jó-venes de todo el mundo se ven en la necesidad de emigrar, huyendo del hambre o de la guerra; pero se levantan muchos muros que bloquean sus puertas de entrada. Es el fruto del deseo egoísta de sentirse seguros con las propias riquezas, en detrimento de los que se quedan fuera. Pasan los siglos y la condición de los ricos y los pobres se mantiene casi inal-terada, como si la experiencia de la historia no nos hubiera enseñado nada.

Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Sin embargo, para superar la opresiva condición de po-breza es necesario que perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la

puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y fa-miliares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en medio del camino de la Iglesia», como afirma el Papa Francisco en la exhortación sobre La alegría del Evangelio (n. 198). La Iglesia debe estar siempre cercana a los pobres, porque es un pueblo en medio de las naciones que tiene por vocación no permitir que nadie se encuentre extraño o excluido, dado que implica a todos en un camino común de salvación.

«La esperanza de los humildes» a la que alude el Salmo men-cionado, se comunica a través del consuelo, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, afirma el Papa, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen esperanza cuando no nos ven complaci-dos por haberles dedicado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gra-tuito que no busca la recompensa. Felicito a los voluntarios que tenéis cuidado de los pobres a seguir y a intensificar vues-tro trabajo, invitando también a otros en esta tarea. Y os re-comiendo que vayáis más allá de sus necesidades materiales, para poder descubrir la bondad escondida en sus corazones.

17 de noviembre de 2019 XXXIII Domingo del tiempo ordinario

La Iglesia tiene por vocación no permitir que nadie se encuentre extraño o excluido‘

El pobre nunca será olvidado

† Joan Planellas i BarnosellArzobispo metropolitano de Tarragona y primado

Enfoca el código QRy accede al video de la Carta dominical

Page 2: Hoja Domiical n. 3636

Edita: Arzobispado de Tarragona · Redacción y administración: Pla de Palau, 2 - 43003 Tarragona Directora: Anna Robert · Consejo de redacción: Mn. Joaquim Fortuny, Mn. Francisco Giménez y Santi Grimau Secretaría: Roser Fornell · Teléfono: 977 233 412 · Web: www.arqtgn.cat · E-mail: [email protected] Imprime: Torrell S.A. · D.L.: T-519-01

Ciclo CLiturgia de las Horas: Semana I

Domingo, 17 de noviembre: XXXIII Domingo del tiempo ordinario [Mal 4,1-2a; Salmo 97,5-6.7-9b.9cd; 2Tes 3,7-12; Lc 21,5-19 (LE/LH propias)]

Lunes, 18: [1Mac 1,10-15.41-43.54-57.62-64; Salmo 118, 53.61.134.150.155.158; Lc 18,35-43] Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles (ML)

Martes, 19: [2Mac 6,18-31; Salmo 3,2-3.4-5.6-7; Lc 19,1-0]

Miércoles, 20: [2Mac 7, 1.20-31; Salmo 16,1.5-6.8 i 15; Lc 19,11-28]

Jueves, 21: Presentación de la Bienaventurada Virgen María (MO) [1Mac 2,15-29; Salmo 49,1-2.5-6.14-15; Lc 19,41-44]

Viernes, 22: Santa Cecilia, virgen y mártir (MO) [1Mac 4,36-37.52-59; Salmo 1Crón 29,10-12; Lc 19,45-48]

Sábado, 23: [1Mac 6,1-13; Salmo 9,2-3.4 y 6.16 y 19; Lc 20,27-40] San Clemente I, papa y mártir (ML) o bien: San Columbano, abad (ML) o bien: Santa María en sábado (ML)

Domingo, 24: Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (Sol) [2Sa 5,1-3; Salmo 121,1-2.3-4a.4b-5; Col 1,12-20; Lc 23,35-43] (LE/LH propias)]

LecturasXXXIII Domingo del tiempo ordinario

Lectura de la profecía de Malaquías (3, 19-20a)

He aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullo-sos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz. Pero a vosotros, los que te-méis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.

Salmo responsorial [97, 5-6.7-8.9ab.9cd (R.: cf.9)]

Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.

R. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplauden los ríos, aclamen los montes. R.

Al Señor, que llegapara regir la tierra.Regirá el orbe con justiciay los pueblos con rectitud. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3, 7-12)

Hermanos: Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que, con cansancio y fatiga, día y noc-

Liturgia de la semana

he, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no tuviéramos derecho, sino para da-ros en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estábamos entre vos-otros, os mandábamos que, si alguno no quiere trabajar, que no coma. Por-que nos hemos enterado de que algu-nos viven desordenadamente, sin tra-bajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,5-19)

En aquel tiempo, como algunos ha-blaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos ven-drán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vagáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no ten-gáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida». Entonces le decía: «Se al-zará pueblo contra pueblo y reino con-tra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os per-seguirán, entregándoos a las sinagogas

La liturgia de la Palabra hoy nos orienta hacia el juicio de Dios, especialmente el final y definitivo. La irrevocable sentencia se describe como un fuego devorador para todos los que hayan cometido injusticia y, por el contrario, como sol de justicia para los que hayan dado el verdadero culto a Dios (cf. 1a lect.). En ese contexto, se sitúa como elemento de fondo la destrucción del templo de Jerusalén (Ev.). Jerusalén era símbolo de la religión y de las instituciones del Antiguo Testamento. La profecía indica la superación del viejo mundo y de la Antigua Alianza y la inauguración de un orden nuevo y de una Nueva Alianza. El preanuncio de guerras, revoluciones y cataclismos cósmicos y de persecuciones describe de manera expresiva la maduración difícil y sufrida del reino de Dios, destinado a alcanzar, al fin, su plenitud.

y a las cárceles, y haciéndoos compa-recer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contrade-cir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y herma-nos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odi-arán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vues-tras almas».