huelva, tartessos y el tarshish bíblico v 2008-1
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Huelva, Tartessos y el Tarshish Bíblico
(Figura 1)
Aurelio Montaño Junio de 2008
Resumen
En este ensayo se describe de forma breve el patrimonio, conocido hasta la fecha, que
la Antigüedad dejó en la ciudad de Huelva, la actitud de sus ciudadanos y poderes
públicos ante esa realidad a lo largo del tiempo y se centra en la investigación e
interpretación de recientes hallazgos de materiales de gran interés arqueológico, datados
hacia los primeros siglos del primer milenio antes de nuestra Era que un grupo de
profesionales locales independientes ha venido realizando de manera discreta en los
últimos años sin ayuda oficial alguna.
Abstract
This essay outlines the conditions surrounding the heritage left in the City of Huelva by
Ancient cultures and the attitude of its citizens and public institutions, with the passing
of time, focussing on the research and interpretation of recent archaeological findings,
dated to the initial centuries of the first millennium B.C., whereon a group of
independent local professionals has been working discreetly over the last several years.
Palabras clave / Key words
Argantonio, Arganthonios, Avieno, Avienus, Awnaba Saltish, Coleo de Samos, Cotila, comastas, Erytheia, Estesícoro, Estrabón, Euritión, Fenicia, fenicios, fool’s gold, Gerión, Habis, Herodotus, Hesperides, Hiram I, Huelva, Isla Eriteia, Jacobo del Barco, koiné, Kolaios of Samos, Madina Uilba, Medina Welba, Onoba Aestuaria, Onuba, ore bis gemino, Phoenicia, Rufus Festus Avienus, Salomón, Saltés, Solomon, Schulten, Scymnus, Sidon, Tardogeométrico, Tarsis, Tarshish, Tarteso, Tartessos, Tarthessos, Tiro, Troya de Occidente, Troy d’Occident, Troy of the West, Tyre.
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Introducción
¿Encierra Huelva el misterio de Tartessos?
El presente ensayo es consecuencia de algunas reflexiones que nos hemos planteado
sobre esta incógnita, largamente discutida por los expertos, tras el estudio y
catalogación de los interesantes hallazgos arqueológicos que han venido apareciendo en
el centro de la ciudad de Huelva en los últimos años y que sometidos a un laborioso
trabajo científico de investigación, ha contado con la colaboración desinteresada de
diversos especialistas multidisciplinares. Dada la idiosincrasia de la región y sus gentes,
esta labor ha dado lugar a una serie de circunstancias y anécdotas que bien merecerían
una narración aparte y que dejaremos para otra ocasión.
Al hilo de estos hallazgos, ofrecemos algunos apuntes y consideraciones sobre un
periodo de la Historia de la Antigüedad que encuentra eco en remotas fuentes, conecta
con diferentes culturas, se relaciona con algunos capítulos de la Biblia y evoca ciertos
episodios de la mitología. Pero, antes, quería compartir con el lector algunos
comentarios que evidencian la desidia con la que los onubenses solemos tratar las cosas
de nuestra patria chica, fenómeno que como veremos viene de antaño.
¿Hasta qué punto el sentimiento de pertenecer a una determinada tierra no se debe al
orgullo de su monumentalidad, la belleza de su arquitectura, la armonía de su
urbanismo, al papel que el pueblo y sus hombres desempeñaron a lo largo de la Historia
o a esa tradición del amor hacia su pueblo que cada generación recibe de sus mayores?
Salvo honrosas excepciones, ¿no nos sentimos los onubenses algo huérfanos de todo
esto?
En cuantas ocasiones he podido aprovechar para pulsar el nivel de conocimiento de
nuestros conciudadanos de diversa extracción, he podido constatar un aceptable nivel
cuando se trata de identificar monumentos, hechos o personajes de la historia de otras
ciudades. Sin embargo, cuando se trata de Huelva las citas más comunes se suelen
limitar a la gesta del Descubrimiento con su exigua representación en la Rábida y la
Punta del Sebo, a nuestro premio Nobel, Juan Ramón, al pintor Vázquez Díaz, y quizás
algún torero, que, con no ser poco, tan solo constituyen la punta del iceberg que oculta
el basto legado cultural de Huelva desde nuestros días hasta la remota Antigüedad.
A pocos les suena Alonso Barba, científico que en el siglo XVII nos dejó un magnífico
tratado sobre metalurgia, o Jacobo del Barco, famoso filósofo y escritor del siglo XVIII
que redujo y demostró la correspondencia de Huelva con la antigua Onuba romana y
describió magistralmente el Terremoto de Lisboa, la catástrofe que asoló nuestra región
en la mitad del siglo XVIII. Si pasamos a la época medieval, casi nadie ha reparado en
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que el poeta inglés Chaucer menciona vinos de nuestra provincia en sus Cuentos de
Canterbury, o que existió una batalla naval de Saltés librada en el siglo XIV frente a la
isla homónima, ganada por la marina castellana frente a la portuguesa. Y, si se evoca el
nombre de Abú Ubayd Al Bakri, raramente se reconoce a un onubense del taifa
Awnaba-Saltish del siglo XI, que fue un afamado geógrafo.
Lo de Tartessos y Argantonio suena, sí, casi como un estribillo rememorativo de algo
que hubo aquí en la Prehistoria, sin tener muy claro en qué contexto o periodo se sitúa
ni la relevancia que tuvo para Europa.
Esto es así, a pesar de la labor llevada a cabo por algunas instituciones y particulares
que, si bien alcanza a los iniciados, académicos y especialistas, no llega al público en
general porque no se ha implantado una estructura de información continuada que
permita divulgar adecuadamente todas estas cuestiones, para hacerlas asequibles al
pueblo llano.
Es fácil comprender que al gran público le resulte arduo imaginar lo que pudo haber en
el pasado cuando los restos tangibles han desaparecido; pero, no es menos cierto que la
falta del estímulo de una labor divulgativa, por aquellos a quienes compete, no facilita
esta labor. Salvo el Muelle de las Carabelas de Palos de la Frontera, en época
vacacional, rara es la ocasión en que al visitar algunas de las escasas exposiciones
permanentes de Huelva, como la casa museo de Juan Ramón Jiménez en Moguer, La
Calatilla, en la isla de Bacuta, o el propio Museo de la ciudad, nos encontramos a
algunos visitantes, generalmente escolares o forasteros.
Al evocar el desconocimiento de las cosas de Huelva, a menudo nos viene a la mente la
arrogancia con la que a finales del siglo XIX se descartaba, desde el extranjero, la
autenticidad de las Cuevas de Altamira. ¿Cómo iba a estar en España “la Capilla Sixtina
del arte rupestre”? Pues, algo similar parece ocurrir con Huelva, ¿Cómo iba a estar en
Huelva un emporio orientalizante, Tartessos, cuando a ello optan, aunque con menos
motivos y evidencia material, otros lugares de mayor enjundia?
No es fácil que las instituciones se presten a patrocinar proyectos científicos de calado,
a promover o autorizar iniciativas independientes de calidad. Todo parece estar sujeto al
corsé de lo políticamente permisible o al empeño de que Huelva no destaque más allá de
lo conveniente.
Parece que algunos solo se acuerdan de Huelva cuando se trata de ubicar aquí el
vertedero de los desechos industriales que otros rechazan. En el terreno de los agravios
comparativos Huelva tiene pendiente una larga lista.
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A veces nos parece excesiva o ridícula la vanidad con que los habitantes de otras
ciudades se jactan de su esplendor, pero ¿acaso no intentan con ello defender lo que es
suyo? ¿Por qué, como en otros sitios, no existe aquí amplia conciencia ciudadana ni
llaman la atención los aspectos relativos a la historia y la cultura, con mayúsculas, de la
tierra?
Intentando buscar respuestas, me he topado con algunas citas interesantes. Una de ellas,
de José Luís Gozálvez en su libro El Castillo de San Pedro (Huelva) Función Urbana y
Social, entre otras cosas, dice:
…El presupuesto sociológico del que partimos, ampliamente constatado, es el
desarraigo de la sociedad onubense con su historia, con su entorno.
La ciudad ha tenido, tres decisivas transformaciones: la crisis general de 1648-52; el
impacto de las inversiones extranjeras en la minería del último tercio del XIX; y las
repercusiones […] del Polo Industrial Químico desde 1964.
En las tres ocasiones, hombres procedentes de otros muchos lugares han superado en
número a los nacidos en Huelva. Así, la mayor parte de la población nunca llegó a
identificarse con su nuevo destino, ignorando su pasado y mostrando enormes
dificultades para asumir metas colectivas de presente y de futuro con su ciudad.”
[Esta situación se agrava con]…la casi inexistencia de restos históricos representativos
–de la que son responsables la escasa monumentalidad tradicional de Huelva (no
olvidemos el daño del terremoto y tsunami de Lisboa de 1755) y una política
sistemática de piqueta indiscriminada [en vez de iniciativas] que dieran personalidad y
continuidad histórica a la ciudad; y la escasez de una tradición historiográfica que
rescatase […] la conciencia de los onubenses por su historia.
El justificado reproche de Gozálvez no es nada nuevo, pues, aparte de las reiteradas
llamadas de otros expertos, ya en 1926, el profesor Anselmo Arenas López, que no era
de Huelva sino de Molina de Aragón, en su singular obra El Verdadero Tarteso hace
una magistral interpretación de Avieno y, aunque molesto y dolido en su amor propio,
por los privilegios que se brindaba en España a todo lo extranjero, se propasa un poco
corrigiendo a Schulten y a otros reputados personajes de la época, dice así:
…Y la verdad es que Huelva no merece semejante olvido, habiendo sido la primera
región que, en la nebulosidad de los tiempos, aparece sirviendo de guía a la nación
española y quizás a la Europa entera, históricamente hablando.
Pero ninguno de sus hijos (de Huelva) que sepamos ha tenido abnegación bastante para
desenterrar sus glorias prehistóricas. Y sus autoridades locales y provinciales, todavía
menos.
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Este silencio debería de ruborizar a los onubenses porque, teniendo una prehistoria dada
a conocer hace medio siglo, en nuestro Museo Nacional de Madrid no habría una mala
vitrina que denuncie existir Huelva […] si no fuera por ciertas donaciones, nada de
Huelva habría en Madrid. Y, sin embargo, no cabe duda de que su región fue el primero
y más potente foco de la industria, el comercio y la civilización que existió en Europa
entera.
Luego, al final de su libro, refiriéndose a la Ora Maritima, de Rufo Festo Avieno,
historiador latino del siglo IV, continúa:
…Avieno ha terminado su descripción del Tarteso fotografiándolo casi. Su capital, se
llamara Herma, Tarteso, Hibera u Onuba, no admite más reducción racional que
la de Huelva, como opinaba Emil Hübner. A los onubenses toca, pues, demostrarlo
arqueológicamente estudiando con algún desprendimiento su prehistoria, haciendo
excavaciones, escrutando guaridas rupestres, analizando sus estaciones geológicas, sus
cerámicas, etc., materias viejas y estudios nuevos, a los que hasta hoy no han dado los
onubenses testimonio de ser aficionados. Si se dedican a ello pueden darnos muchas e
inesperadas sorpresas.
Frase, esta última, que resulta verdaderamente profética a juzgar por cuanto ha salido
luego a la luz. Termina el veterano profesor lamentándose de la falta de interés de las
instituciones locales de entonces (las mismas a las que antes me refería: ¿ha cambiado
algo o seguimos igual que hace casi un siglo?) por el fruto de su trabajo que ofreció de
manera gratuita. O quizás estamos peor, pues, en vez de actuar de manera constructiva
para reivindicar el valor de estos hallazgos, algunos se empecinan en discutir su validez,
especulando si están aquí por casualidad, si es que fueron arrojados desde naves…; es
decir, que esto ya era un vertedero para los antiguos. Comentarios que, como es natural,
han sido rebatidos brillantemente por otros especialistas convencidos de su
autenticidad.1 En fin, algo difícil de entender si entre los onubenses existiera más
armonía.
Volviendo a nuestros días, en el puro ámbito divulgativo internacional, es de destacar la
breve descripción de Huelva en la versión francesa de una guía de viajes 2, donde he
encontrado una cita que no tiene desperdicio, pues, abundando en la línea del profesor
Arenas, viene a resumir la opinión de que algún día podría certificarse lo que se esconde
en el subsuelo de Huelva, sin ningún género de dudas:
Situada sobre una península en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel…, esta ciudad
debe su importancia a las minas de cobre de su retropaís. Un desarrollo urbano
desorganizado, un elevado índice de polución y una falta de personalidad ha sido el
1 La explicación puede leerse en el Addendum, Sobre la deposición primaria de los materiales de época emporitana-precolonial exhumados en Huelva, del artículo de González, Llompart y Serrano, Tarsis y la monarquía unificada de Israel, Revista Gerión, nº 26, 2008, (pp.78-81) 2 Guides Bleus, Editorial Hachette, Paris, 1987, (p.555)
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precio de su desarrollo…Huelva está identificada con la antigua Onuba, colonia
romana, posible factoría fenicia que junto a la isla de Saltés, el historiador Federico
Wattenberg identifica con Tartessos, la Troya de Occidente, fabulosa por su riqueza
minera, con frecuencia citada por los antiguos, especialmente Platón, uno de los
mayores enigmas de la arqueología española”
Otra muestra del reconocimiento internacional que Huelva merece es su presencia y
mención continua en certámenes y exposiciones profesionales como el que aquí
mostramos, celebrado en el Museo de Arte Cicládico en Atenas, Grecia, cuyo título,
referido al mundo antiguo, es más que sugerente: “Rutas Marítimas…de Sidón a
Huelva” (figura 2).
(Figura 2)
Como siempre, tienen que venir de afuera los que con un título sugestivo nos
sorprendan con su habilidad para llamar la atención, mientras nosotros seguimos en la
inopia. ¡Estos sí que son buenos haciendo marketing! Y, qué extraña sensación pensar
que, a pesar del silencio, vivimos en un lugar que en la Antigüedad fue frecuentado por
destacados pueblos. Pero no perdemos la esperanza de que algún día pueda mostrase al
mundo en todo su esplendor “la Troya de Occidente”.
Esto es algo que tenemos que conseguir entre todos, aunque hay que trabajarlo:
Si hay ejemplos de parques arqueológicos, centros de interpretación y museos
relevantes allí donde hay algo de importancia, cuando la gente o sus
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representantes se han preocupado ¿Por qué aquí nos tenemos que conformar con
lo que esforzados entusiastas logren arrancar del vaciado de un solar, casi a
escondidas, cuando tenemos tanto que mostrar?
¿Cómo es posible que en Huelva aún haya lugares señalados y seguros para
excavar, como los túmulos de Santa Marta y el Parque Moret y plazas que se
abren simplemente para cambiar lozas y que no se aproveche esa oportunidad
para hacer algo trascendente para la ciudad?
Una tierra que tanta devoción muestra por sus fiestas, cofradías, romerías,
festivales y folclore, (dicho sea con todo el respeto) ¿no podría dedicar una
pequeña parte de esa ilusión en el conocimiento y la recuperación de su
patrimonio histórico?
¿Es tan arduo crear una iniciativa civil e independiente, de estimular el
imaginario popular para que exija el derecho de presentar al mundo la riqueza de
su pasado?
No hace falta ser ningún especialista para intuir que, en los antiguos asentamientos de
Huelva, en las zonas altas del Conquero, La Joya y el Parque Moret, estarían las
necrópolis, en San Pedro la acrópolis, en la plaza de las Monjas el ágora y en la parte
baja, a orillas de la bahía del Odiel, las industrias y los depósitos. El tesoro está aquí
debajo, aquí mismo, solo falta mostrar y explicar lo que ya ha salido. ¿Qué otros
hallazgos sorprendentes no aparecerían si se decidiera y financiara un programa
minucioso de excavaciones? Nos consta que desde relevantes foros extranjeros se
muestra cada vez más interés por los hallazgos de Huelva, quizás el rescate tenga que
venir de nuevo de allende nuestras fronteras.
Tenemos una pequeña joya de Museo, dirigido por extraordinarios profesionales, pero
no es suficiente, como claman cuantos expertos nos visitan. Solo para mostrar
dignamente lo más relevante de lo que hasta ahora ha salido a la luz se necesita mucho
más espacio.
Los últimos hallazgos de Huelva están obligando a replantear muchos de los supuestos
que estaban asumidos en el mundo académico. La presentación que sigue, no pretende
tener carácter científico sino tan solo divulgativo. Si con ello conseguimos crear una
conciencia ciudadana de interés por su Historia o el germen de un movimiento en favor
de la recuperación y puesta en valor del patrimonio histórico de Huelva el objetivo de
este artículo se habrá cumplido con creces.
Vamos a hacer un ejercicio de penetrar en el túnel del tiempo, hasta llegar a los albores
del primer milenio a.C., para intentar imaginar, el protagonismo que estas tierras
tuvieron tanto en el origen del concepto de ciudad como en la génesis de los mitos que
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bien pudieron surgir a partir de las experiencias de navegantes levantinos que
alcanzaron este lugar que el Mundo Antiguo conocía como el “Lejano Occidente”, en
busca de los orígenes de nuestra cultura.
La Troya de Occidente
Con toda su riqueza y atractivos, a veces me pregunto por qué Huelva es uno de esos
lugares de los que solo oímos hablar como destino turístico. La ciudad de Huelva sigue
estando hoy entre las grandes relegadas de España. Por eso se entenderá que, como
onubense, quiera invitaros a contemplarla como el paraíso cercano que es, surcada por
cinco ríos, de clima bonancible, feraz agricultura, generosa pesca, dotada de una gran
riqueza minera explotada de forma intermitente a lo largo de los siglos y, tras los
últimos hallazgos que siguen saliendo a la luz cada vez que se excava algún solar,
sorpresa de arqueólogos y estudiosos de la Historia Antigua. Solo los poetas que lo
intuían le cantaron: “…lejana y rosa…” y “…a la orilla de las tres carabelas... porque,
a todo esto no es ajeno su lejano pasado. Como veremos, no es casual que aunque sea
desde fuera, algunos hayan llegado a bautizarla como “La Troya de Occidente”.
Huelva en la Antigüedad
Las denominaciones que tuvo Huelva a través de la historia fueron tan variadas como
las sucesivas culturas que allí dejaron su impronta. Su nombre actual se consolida tras la
reconquista como mutación de la toponimia medieval de Welbah o Madina Wilba como
expuso magistralmente el poeta Fermín Requena en su obra La Huelva de los Brakríes.
Nombre posiblemente derivado de los primitivos asentamientos de Olba y del reino de
Awnaba-Shaltis, como llamaron los musulmanes al taifa conjunto de la península de
Huelva y su isla aneja, Saltés. En época romana fue Onoba Aestuaria como había sido
llamada antes por los fenicios, Onuba u Onoba (transcripción que algunos lingüistas,
quizás de manera algo especulativa, derivan del fenicio Onos –fortaleza-- y Baal –rey o
dios -- epónimo de muchos reyes de Fenicia). Otra de las denominaciones menos
conocidas es la griega Herma, con una evidente alusión a Hermes, por el dios Mercurio,
clara indicación de su intensa actividad industrial y comercial.
Las excavaciones y hallazgos que vamos a describir sugieren que Huelva pudo ser el
primer núcleo humano que merece ser reconocido con la denominación de “ciudad” en
la Península Ibérica y quizás en toda la Europa occidental.
A pesar de la devastación de sus costas, el deterioro sufrido a lo largo del tiempo, la
destrucción de su patrimonio histórico-artístico a causa del terremoto llamado de Lisboa
de 1755 (cuyo epicentro se ha situado a unas 200 millas náuticas al WSW del Cabo San
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Vicente, de manera que las costas de Huelva fueron casi equidistantes, con Lisboa, del
origen de la tragedia) descrito por el historiador y filósofo onubense Jacobo del Barco y
las interminables crisis fronterizas que sufrió la provincia hasta bien entrado el siglo
XIX, la ciudad de Huelva posee un remoto y brillante pasado que solo muy tardíamente
su subsuelo estuarino --cubierto durante siglos por sucesivas deposiciones de aguas
arriba y oleadas de lodos arcillosos procedentes de la erosión de las colinas
circundantes, los cabezos, por su constitución eminentemente freática-- ha comenzado a
sacar a la luz.
Los fenicios
Para siquiera esbozar el arcano de esa extraordinaria cultura que, asentada en Huelva, se
extendió por toda la mitad meridional y significó el preludio de la civilización en la
Península Ibérica, hemos de remontarnos a las postrimerías del segundo milenio o a los
albores del primer milenio antes de Cristo, hacia el final de la Edad del Bronce. Por
aquel tiempo, varias culturas e imperios se habían desarrollado y rivalizaban en el
extremo oriental del Mediterráneo, allí donde la Historia circunscribe el desarrollo del
Mundo Antiguo.
En la época que nos interesa, los universos minoico y micénico ya habían desaparecido
y, cerca de donde hoy situamos El Líbano, la hegemonía de Sidón, que habría de
sucumbir bajo la presión de los asirios, daría lugar a la expansión de Tiro, solo algo más
al sur en la misma fachada mediterránea del creciente fértil, que tomó el relevo de la
gran tradición comercial, náutica, aventurera y colonial de los fenicios.
Hacia esa misma época, entre los siglos XI al X a. C., aunque sus orígenes son difíciles
de fijar, floreció en el suroeste de la Península Ibérica una civilización autóctona,
conocida por su influencia orientalizante, que luego, hacia el siglo VI a. C. se
desvanecería sin dejar rastro: Tarshish o Tartessos, cuyo testimonio escrito con esta
última denominación habría de llegarnos más tarde a través de los griegos.
Su existencia, en esta parte de la Península Ibérica se explicaría por la situación
estratégica de los asentamientos, el idóneo acceso marítimo que a la vez facilitaba su
defensa 3, la fertilidad de sus campos y, sobre todo, la cercanía de riquísimos
yacimientos de mineral en la parte onubense de la Faja Ibérica de Piritas– codiciada
materia prima en el mundo antiguo—entonces de fácil extracción, descubiertos en
etapas muy tempranas.
3 Hoy una península, pero, en la Antigüedad más cercana a una isla, como puede observarse en el mapa de 1735 que aparece como anexo en la monografía de Jacobo del Barco, op.cit. ver figura nº 11. Una península o una isla entre dos ríos y a varias millas del mar, suponía una ubicación defensiva ideal.
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Tarshish/Tarteso en la Biblia
Partiendo de la información transmitida por los fenicios, la Biblia recoge más de 30
menciones de Tarsis (Tarshish o Tharshish), casi siempre referidas a un lugar del lejano
Occidente y a la flota o naves que hasta allí navegaban citando, entre otros personajes
históricos, a los reyes Hiram I de Fenicia y Salomón de Israel. He aquí algunos
ejemplos:
Reyes 1, 10:22: “…El rey tenía en el mar una flota de naves como las de Tarsis con la flota (o
barcos) de Hiram; una vez cada tres años llegaba la flota de Tarsis cargada de oro, plata,
marfil y hápax “ (el término hapax, que puede ser cualquier cosa, 4se ha traducido, de manera
muy diversa, con dudas en las notas marginales, como pavos reales y/o monos, pero ¿podría
tratarse de otro producto exótico aún no identificado?). 5
Cantar de los Cantares, 5,14: “Sus manos son cilindros de oro engastados con piedras de
Tarsis”
Daniel, 10,6: “Su cuerpo era como el Tarsis…”
Ezequiel, 27,12: “Tarsis comerciaba contigo toda clase de bienes y pagaba tus mercancías con
plata, hierro, estaño y plomo…”
Isaías, 23, 6: “¡Pasad a Tarsis! ¡Ululad, habitantes de la costa!”
Jonás 1,3: “Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Yahvé a Tarsis y bajó a Jope
donde halló un navío que se dirigía a Tarsis. Pagado el pasaje…embarcó… para marchar … a
Tarsis, lejos de la presencia de Yahvé”.
Jeremías, 10, 9: “Tráese plata laminada de Tarsis y oro de Ufaz.”
Salmos 48, 8: “…como cuando el viento del Este quiebra los navíos de Tarsis”.
Salmos 72,10: “Los reyes de Tarsis y las islas ofrecerán tributos… “.
El Estuario de los ríos Tinto y el Odiel
Durante décadas, una mayoría de especialistas ha venido situando Tartessos en la zona
del estuario de los ríos Tinto y Odiel, en el suroeste de la Península Ibérica, si bien 4 Podemos ver algunas definiciones en http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=h%E1pax o en http://etimologias.dechile.net/?ha.pax 5 La duración de la travesía, tres años, mencionada en este pasaje bíblico puede parecer excesiva desde nuestra perspectiva de hoy, casi tres milenios después. Sin embargo, para comprender las dificultades de una singladura de tal calibre tendríamos que situarnos en el contexto de la tecnología naval de aquella época y de las condiciones meteorológicas a las que los barcos eran mucho más sensibles, obligando a limitar los viajes a las estaciones de clima y vientos favorables, así como a frecuentes recaladas para reaprovisionarse de cuanto era necesario para proseguir el viaje, sin perder de vista los accidentes geográficos de la costa para asegurar el rumbo. Los expertos en el estudio de la navegación en la Antigüedad sugieren que estas naves dependían de los llamados “vientos largos de popa” ya que carecían de la posibilidad de navegar con vientos contrarios o del través y que la velocidad media típica raramente superaba los 6 nudos. Quien desee conocer más a fondo esta cuestión puede encontrar referencias en la red, por ejemplo, en la WEB del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos de la Universidad Complutense, http://cefyp-es.blogspot.com/, donde existe una nutrida información sobre estos temas, parcialmente disponible online.
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algunos lo ubicaron también muy cerca, en la desembocadura del Guadalquivir que
entonces podría haber tenido el aspecto de un golfo que otros identifican con el que los
romanos llamaron Golfo Galáctico pues, por su cercanía, dada la dificultad de los
antiguos para emplazar con precisión los accidentes geográficos, pudo confundirse con
el Lago Ligustino o Ligústico. La propensión a situarlo en el estuario y bahía de los ríos
Tinto y Odiel se explica por el hecho de que, antes de la colmatación que conformó la
marisma actual, éste alcanzaba, por poniente, desde la entrada del estuario hasta
Aljaraque y Gibraleón y, por levante, más allá de Moguer y Lucena del Puerto, hasta
cerca de Niebla; una superficie hídrica considerable que de no estar rellena con los
materiales que se han ido depositando y la flora típica de los esteros, podría seguir
siendo un gran lago. Ambos se mencionan en la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno,
geógrafo latino del siglo IV d.C., que se inspiró en los escritos y relatos de historiadores
y cronistas de épocas anteriores, cuya carencia de detalles precisos explicaría que la
confusión se mantuviera durante siglos. Veremos más adelante otras coincidencias
topográficas que refuerzan la identificación de Huelva con lo que describen las fuentes
antiguas.
(Figura 3)
En efecto, la reconstrucción paleocartográfica de las antiguas líneas de costa tiende a
confirmar la existencia de algo más parecido a un golfo que a un lago en la
desembocadura del Guadalquivir, mientras que la disposición de los accidentes
geográficos, cabos, promontorios, ríos, islas, esteros, marismas, bajos y flechas litorales
(spits) coinciden de manera bastante fiel con las descripciones que tanto Avieno como
muchos otros historiadores de la antigüedad hicieron de lo que en su día fue el actual
estuario de los ríos Tinto y Odiel, la Ría de Huelva, que, como decíamos en el párrafo
anterior, poseía una gran extensión antes de su actual colmatación (ver evolución
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geológica de la ría de Huelva en la figura 4, donde se observa el lento y gradual proceso
de colmatación del lago original).
Solo unos pocos se atrevieron a sugerir la alternativa de un Tartessos en el este del
Mediterráneo, o hasta cerca de la India, por la confusión a que pudo dar lugar la
traducción de una palabra ambigua, como más adelante comentaremos. En cualquier
caso, esta cuestión quedó finalmente zanjada por la ausencia de restos arqueológicos
que demostrasen la presencia fenicia en esas lejanas tierras de Asia. La identificación de
los ríos históricos ligados a la memoria de Tartessos ha sido fuente de gran polémica
entre los especialistas y, debido a la interpretación un tanto sui generis que Adolfo
Schulten hizo de Avieno en el primer tercio del siglo XX, algunos aún creen que el río
Tartessos era reducible al Guadalquivir (figura 3).
Schulten, prestigioso lingüista de la Universidad de Erlangen, Alemania, convertido
luego en arqueólogo, había adquirido renombre con la documentación de la excavación
de Numancia, inspirándose en los trabajos de Eduardo Saavedra, pero no tuvo el mismo
acierto en su traducción de los versos del mencionado autor latino, en cuya revisión
pecó, como él mismo llegó a reconocer más tarde, de excesiva creatividad al atreverse a
corregir y, por ende, a tergiversar la esencia del texto original del latino. A este respecto
creemos que sería de justicia reivindicar la precisión del trabajo que el profesor
Anselmo Arenas López realizó sobre este tema en 1926, hacia el final de su vida, que
por razones merecedoras de otro artículo no ha sido aun suficientemente reconocido.
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(Figura 4)
Verosimilitud de algunos Mitos
Permítasenos una ligera disquisición inspirada por la existencia de una fascinante
imagen y por los hechos que a continuación describiremos. Imaginemos por un
momento el desconcierto y hasta el espanto que debieron sentir los primeros marinos
levantinos ante la experiencia de las desconocidas condiciones climáticas del Atlántico,
de las mareas, vientos y otros fenómenos inexistentes en el Mediterráneo que en el
transcurso de tantos siglos había constituido su medio marítimo habitual.
Si, como se cree, la épica y los mitos griegos tuvieron raíces micénicas, como sugieren
testimonios tales como una decoración sobre estuco de gran belleza encontrada en el
palacio de Pilo en Mesenia, Peloponeso, (figura 5) y éstas, a su vez, se sustentan en
algunos relatos de las aventuras náuticas de exploradores pretéritos, las coincidencias de
singulares restos arqueológicos en ambos extremos del Mediterráneo y áreas aledañas
explicarían la existencia de contactos entre ambas regiones muy anteriores a lo que se
creía, al tiempo que inducirían a reconocer cierta verosimilitud en las descripciones de
algunos fenómenos, lugares y acontecimientos citados en la mitología.
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El lejano Occidente en la cosmografía mítica griega anterior al viaje de Coleo de Samos a Tarteso ¿realidad o fantasía?
(Figura 5)
Durante años se creyó que los fenicios habían ido extendiendo sus colonias por el
Mediterráneo gradualmente, como una de mancha de aceite sobre el agua. Sin embargo,
el cuidadoso análisis y catalogación de los actuales hallazgos de Huelva inducen a
descartar esa hipótesis señalando más bien singladuras de gran alcance, a enormes
distancias para la época, de un extremo a otro del Mediterráneo mediante largas
navegaciones puntuales en la etapa llamada precolonial. Hace casi un siglo que en un
dragado de la Ría de Huelva se encontraron centenares de armas y objetos datados hacia
los siglos IX-VIII a. C. (figura 6). Se atribuye a los tirios (navegantes de Tiro, Fenicia)
esta primigenia aventura descubridora del Occidente allende los confines de las
Columnas de Heracles.
(Figura 6)
Los griegos
Son los griegos quienes primero documentan un Tartessos ya en plena efervescencia,
tras decenios de existencia, refiriéndose claramente a 1), una ciudad-emporio y, 2), un
río homónimos. Recientes excavaciones han revelado un importante hábitat
protohistórico en el centro mismo de la ciudad de Huelva. Solo en dos solares contiguos
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que suman 2.150m2, cerca de la Plaza de las Monjas, han aparecido 90.000 (noventa
mil) fragmentos de los cuales han podido diagnosticarse 8.009 objetos, tanto de factura
autóctona como de tradición fenicia, incluyendo algunos griegos importados, en la
mayoría de los casos poniendo de manifiesto riquísimas muestras que solo explicaría la
existencia de un gran asentamiento estable y a unas élites que dispusieran del
correspondiente poder adquisitivo.. Hallazgos similares en otros solares de la ciudad
permiten estimar el antiguo hábitat en unas 20 Has. (figura 7) duplicando las
estimaciones de los expertos que intuían un gran foco tartésico en Huelva y que
constituye una extensión verdaderamente singular para su época en la Península Ibérica.
Cientos de toneladas de aluvión arcilloso procedente de los cabezos circundantes --que
los onubenses veíamos descender, en nuestra infancia, como dorados torrentes
desbordados por las inclinadas calles adoquinadas cegando las alcantarillas de la ciudad
hasta tiempos recientes-- ocultan bajo la ciudad nueva el enigmático secreto de este
emporio tartésico.
(Figura 7)
También en la figura 7, que muestra un plano parcial simplificado de la parte central de
la ciudad de Huelva, se superpone una zona rayada donde se sitúa el hábitat primitivo al
que antes aludíamos. Como nota curiosa cabe señalar la decisión de los primeros
pobladores de trasladar el emplazamiento de las antiguas necrópolis del punto A al B,
prueba evidente del crecimiento que debió experimentar la ciudad antigua.
Desconociendo el precedente, resulta al menos curioso señalar que igual ocurrencia
tuvieron los modernos habitantes que situaron su primera necrópolis a escasos cien
16
metros del antiguo punto A y, a medida que la ciudad creció, decidieron trasladarlo muy
cerca del punto B, donde se ubica el actual camposanto.
Hagamos aquí un paréntesis para mostrar un ejemplo de la sutileza que supuso en el
mundo antiguo la irrupción de la cultura griega en el que se describen los sentidos tal
como lo ilustra una inscripción alfabética de Calcis, Eubea, sobre una cotila tardo-
geométrica rodia de circa 730 a.C., similar a algunas de las de Huelva, hallada en
Pitecusa.
Tacto: en el Symposium, el desinhibido griego acaricia delicadamente la copa de vino
decorada por alocados comastas.
Olfato: su apéndice nasal percibe el divino efluvio que emana de la copa.
Gusto: a continuación, acerca sus labios y se deleita con el elixir de los dioses.
Oído: apurada la copa, el espíritu se eleva al Olimpo conducido por la música de la
cítara.
Vista: Allí, en la morada de los dioses, queda extasiado ante la contemplación de la
diosa, “La copa de Néstor era magnífica para beber, mas quien beba de esta otra al
instante se verá poseído por el deseo de Afrodita, la de la hermosa corona”
Una inusitada riqueza arqueológica
Respecto de los últimos hallazgos del centro de Huelva, se puede afirmar que tanto la
datación científica (carbono 14, termoluminiscencia, etc.) como la artística e industrial
de los restos suponen un recorrido por el arte y el estado de la técnica de varios siglos
desde el X a.C. Así, cerámicas, cuencos, loza, vasos, cráteras, jarros, ánforas, toberas de
fundición, crisoles, ponderales, (ver figura 8) maderas finamente labradas, piezas de
barcos, cráneos de bóvidos, colgantes, fíbulas, tabas (localmente llamadas tánganas por
los niños de la zona que con ellas jugábamos), ágata, marfiles--con el único taller
demostrado en occidente en esa época (el otro estaría en Hama, Siria)-- plata, oro y un
largo etcétera. La existencia, junto a elementos locales, de productos y materiales
foráneos, permite identificar el puerto de la antigua Huelva como el gran centro
receptor, manufacturero y distribuidor de productos de procedencia tan distante como
Mogador (actual Essaouira) y el río Mondego, en las fachadas atlánticas de los actuales
Marruecos y Portugal, respectivamente.
Admitiendo que la interpretación más probable de la palabra Tarsis o Tarshish procede
de la raíz semita r^ss (y ésta del acadio rasasu) que se traduce por fundición, refinería
de metales o mina roja, cotejando los productos de tráfico mercante que menciona la
Biblia con los hallazgos de Huelva y aclarado por los lingüistas que el término hebreo
17
hapax, de la famosa cita, más arriba referida, del libro 1 de los Reyes (10:22) --
interpretado como pavos reales en algunas versiones de la Biblia-- corresponde a una
voz con múltiples acepciones que incluiría, entre otras, a la bíblica piedra de Tarshish
(que en algunas versiones modernas de la Biblia se ha traducido como crisolito pero es
más probable que correspondiera al cristal pentagonal-dodecaédrico de pirita, el fool’s
gold de los anglosajones, ver figura 9), como afirma entre otros, Donald Halden en su
clásico The Phoenicians y con toda la consideración a los estudiosos que han optado por
otras alternativas, todo cuanto aquí exponemos induce a concluir que Tarsis/Tarshish y
Tarteso/Tartessos son la misma cosa, con el nombre y la grafía de las distintas
culturas que lo evocan transformada con el pasar de los años (no es difícil deducir
que los griegos helenizaran también el vocablo Tarsis con sufijos que poseen
muchos de sus topónimos) y que este lugar coincida con el epicentro de “La Troya de
Occidente” (como la denominaba Federico Wattenberg) el que ocupa hoy la ciudad de
Huelva, con los ríos Odiel (antiguo Hibero) a poniente y Tinto (antiguo Tartessos) a
levante. Con el transcurrir del tiempo, una vez perdida la pista de su memoria, sus
nombres habrían podido quedar velados y envueltos en los mitos, junto con su somera e
imprecisa descripción para ser luego confundidos y reasignados a otros accidentes
geográficos de aspecto similar hallados por nuevos navegantes, como tantas veces
ocurrió en casos similares a lo largo de la historia, antes de la aparición de las modernas
técnicas de orientación náuticas.
(Figura 8)
18
(Figura 9)
Avalan esta tesis no solo las características de los hallazgos de Huelva sino también la
importancia de las explotaciones mineras en el área de la gran Faja Ibérica de Piritas de
Riotinto y la comarca del Andévalo 6, puesta de relieve por el extraordinario volumen
de las escorias encontradas que superan, más que duplicando, las de otras antiguas
zonas mineras del Mediterráneo, como las de Chipre (aunque el nombre original que
le dieron los griegos, Kyprós [henna], procedía del culto a Afrodita, la extracción de
cobre fue tan importante que según algunos lingüistas el nombre del mineral acabó
denominando a la isla misma).
(Figura 10)
6También interpretado por algunos como derivado del fenicio: Ande, promontorio y Baal, deidad.
19
Si a ello unimos una orografía formada por múltiples y cercanas colinas (en Huelva
conocidas como cabezos) de conveniente altura, hasta unos 50 m. sobre el nivel de las
aguas (ver figura 10 donde se puede apreciar la curiosa coincidencia de la topografía de
la denominada Marisma del Rincón, donde hoy se halla el malhadado depósito de
fosfoyesos, con la descrita en la Ora Marítima como “…ore bis gemino / quoque
meridiana civitates adluit… ” --boca dos veces doble / que baña la ciudad por el sur--),
la existencia de un puerto en la desembocadura del río Tartessos al abrigo de un estuario
jalonado de bajos arenosos, con el sistema de islas formado por las de Bacuta y Saltés y
de los esteros que facilitaban su defensa al requerir la pericia de los nativos para
franquearlos y un hinterland de gran fertilidad, con un hábitat capaz de fijar y mantener
a una importante masa de población, se explica la hipótesis de que se eligiera esta zona
como lugar privilegiado para establecer uno de los asentamientos considerados idílicos
en el antiguo lejano Occidente de los levantinos, como sería luego recogido en los
mitos, quedando así la difusa memoria de un reino prodigioso, de un antiguo El Dorado,
como la mítica Atlántida.
Éstas son solo algunas de las razones por las que especialistas como J.M. Pellicer, J.M.
Luzón, J.M. Blázquez, J.P. Garrido Roiz, J. Fernández Jurado, E. Hübner, F.
Wattenberg, A. Arenas, y otros, defienden la tesis de que Huelva era Tartessos.
( Figura 11)
Y, aún más…
En el momento de terminar este artículo nos queda por mencionar los hallazgos más
recientes de la excavación aun en curso de la calle Concepción 3, que aún están siendo
objeto de estudio y que depararán nuevas sorpresas, pues hay noticias de nuevos
hallazgos de originales piezas, entre las cuales se encuentran algunas muy singulares de
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origen fenicio, griego y local, aun sin catalogar, procedentes de solares de la zona baja
de Huelva, aunque como antes hemos apuntado, para excavar en esta zona de la ciudad
con seguridad y agotar el registro arqueológico hay que proceder a instalar sistemas de
apantallamiento que eviten corrimientos del terreno y los consiguientes daños en los
edificios colindantes.
Además, aunque de época muy anterior, hace pocos años al excavar en el plan parcial
municipal nº 8 en la zona del antiguo seminario diocesano, al norte de la ciudad, se
encontraron restos de un gran poblamiento de extensión superior a 20 Has datado por
los expertos, en principio, entre el segundo y el tercer milenio a. C., sin parangón en la
Península Ibérica y de singular importancia, donde, entre otros vestigios, ha aparecido
el mayor depósito de ídolos cilíndricos oculados que sin duda aportará aún más pruebas
de la predilección que tuvieron los antiguos por asentarse en la zona, merced a las
excelentes condiciones estratégicas, defensivas, ambientales y alimenticias que Huelva
posee desde aquellos lejanos tiempos de la protohistoria.
Una aspiración
El interés despertado por este relato ha suscitado con frecuencia el deseo de poder
visitar los yacimientos y contemplar los ricos materiales comentados. Pero
desgraciadamente eso no es posible salvo para algunos especialistas y en grupos muy
limitados. La razón es que estos fondos no se encuentran expuestos al público sino
almacenados en los sótanos del actual museo -- una pequeña joya pero de tamaño
insuficiente – en almacenes supletorios en un polígono industrial, cuando no cedidos a
otros centros. No se comprende que todo este patrimonio cuente solo con un pequeño
edificio en el centro de la ciudad. Huelva necesita un museo con capacidad suficiente
para mostrar al mundo las pruebas irrefutables de lo que fue en el pasado. ¿Por qué no el
antiguo edificio, hoy vacío, del Banco de España en la Plaza de las Monjas?
Tanto los especialistas y profesionales como los entusiastas de estos hallazgos, entre los
que me cuento, tenemos la intención de divulgarlos al gran público y tratar de
sensibilizar a las instituciones con el objeto de obtener el apoyo necesario para que, de
una vez, se pongan en valor promoviendo la creación en Huelva de un parque
arqueológico, un centro de interpretación cuando no un Gran Museo del mundo greco-
fenicio-tartésico en el cual se pueda exponer de forma digna este importante acervo de
la cultura universal y Huelva pueda ocupar el lugar que le corresponde como hizo
Schlieman en el otro extremo del Mediterráneo a pesar de la incredulidad que hubo de
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soportar. Hagamos cuanto sea posible para que por fin salga a la luz pública el
esplendor arqueológico de la Troya de Occidente.
Y para terminar, nada mejor que evocar la imaginación literaria de un onubense,
Manuel Garrido Palacios, que en su prólogo a Tartessos en el tiempo de Jesús
Fernández Jurado, dice:
De la tierra, el cielo y el mar nació Tartessos. Ese fue el sueño de quien, sentado al
borde del cabezo al lubricán, veía cómo el resplandor de los viejos dioses se ocultaba
por Bacuta. Que toda historia haya de tejerse con hilos forjados en la investigación más
rigurosa no quita para que en paralelo corra con vida propia la incertidumbre de la
fábula, del mito, del sueño, porque, bien mirado, la Poesía nunca hizo daño a nadie.
…ooo000OOOOO000ooo…
Gráficos:
Figura 1: Reconstrucción ideal llevada a cabo con los restos de un carro ceremonial tartésico procedente de la
necrópolis de la Joya, Museo de Huelva, 2007.
Figura 2: Cartel de la Exposición: “Las Rutas Marítimas…de Sidón a Huelva” celebrada en el Museo de Arte
Cicládico de Atenas, Grecia, 2003.
Figura 3: Correspondencia de los antiguos afluentes fluviales al Golfo de Cádiz con los modernos. Elaborado por el
grupo dirigido por el Dr. González de Canales (Real Academia de la Historia)
Figura 4: Aproximación a la evolución histórica del estuario de los ríos Tinto y Odiel desde la antigüedad hasta
nuestros días. De una exposición en el Museo de la Calatilla, Isla de Bacuta, Huelva, 2006.
Figura 5: Representación de un cita redo (tocador de cítara) que evoca a los aedos (juglares de la antigüedad)
transmisores de la épica, en una decoración sobre estuco del palacio de Pilo en Mesenia, al sur del Peloponeso.
Figura 6: Depósito de armas recuperado en el dragado de la ría de Huelva en el primer tercio del siglo XX. Museo de
Huelva, 2007.
Figura 7: Reconstrucción del área probable del hábitat protohistórico de la ciudad de Huelva, González de Canales et
al, 2005
Figura 8: Análisis de restos metálicos, reconstrucción de horno de copelación y botón de plata. González de Canales
et al. 2005
Figura 9: Ejemplar de cristal pentadodecaédrico de pirita, muy común en Riotinto y otros lugares del Cinturón o Faja
Ibérica de Piritas, que pudo despertar una particular fascinación en el mundo antiguo. Museo de Riotinto, 2005
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Figura 10: Recreación del antiguo estuario de los ríos Tinto (Tartessos) y Odiel (Hibero), identificable con el Lago
Ligustino de Avieno y la península de Huelva con el “…ore bis gemino, quoque meridiana civitatis adluit…” en su
confluencia. Elaborado por el grupo dirigido por el Dr. González de Canales.
Figura 11: Mapa topográfico de Huelva, 1735. Anexo a la obra citada de Jacobo del Barco. Se observa la isla de
Saltes, otra más pequeña a Poniente y un estero navegable de una media legua que une los ríos Tinto y Odiel.
Referencias Arenas López, Anselmo, El Verdadero Tarteso, Manuel Pau, Valencia, 1926. Del Barco y Gasca, Antonio Jacobo, Dissertación histórico-geográfica, sobre reducir la antigua Onuba a la villa de Huelva. Joseph Padrino, Sevilla, 1755 (Edición facsímil del Instituto de Estudios Onubenses, Diputación de Huelva, 2ª edición, 1975). Fernández Jurado, Jesús, Tartessos en el tiempo, La Espiga Dorada, Fundación Cultural Caja Rural del Sur, 2005. Festo Avieno, Rufo, Ora Maritima, www.culturaandalucía.com. González de Canales, Fernando, Del Occidente Mítico Griego a Tarsis-Tarteso –Fuentes escritas y Documentación arqueológica-, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004. Gonzalez de Canales, Fernando, The two phases of western Phoenician expansion. Beyond the Huelva finds: an interpretation, Ancient West & East. Gonzalez de Canales, Fernando, Tarshish and the United Monarchy of Israel, apud Ancient Near Eastern Studies 47. En prensa. González de Canales, Fernando, Tarsis y la Monarquía Unificada de Israel. Con un Addendum sobre la deposición primaria de los materiales de época emporitana-precolonial exhumados en Huelva, Gerión, 26, 61-88. González de Canales, Fernando, Tarsis-Tarteso desde los hallazgos de Huelva, Tarsis-Tartessos: Mito, Historia y Arqueología, V Coloquio del CEFYP (Madrid, 16-18 Abril 2007), Madrid: CEFYP. Gonzalez de Canales, Fernando, The Emporium of Huelva and Phoenician Chronology: Present and Future Possibilities, apud Beyond the Homeland: Markers in Phoenician Chronology (C. Sagona ed.), Ancient Near Eastern Studies Supplement Series, 28, Peeters, Leuven, 2008 (pp. 567-592). González de Canales, Fernando, Las evidencias más antiguas de la presencia fenicia en el sur de la Península, Revista Mainake, XXVIII, 105-128. González de Canales, Fernando, Llompart, Jorge y Serrano, Leonardo, El Emporio Fenicio-Precolonial de Huelva (ca. 900-770 a.C.), Biblioteca Nueva, Madrid, 2004.
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González de Canales, Fernando, Llompart, Jorge y Serrano, Leonardo, El inicio de la Edad del Hierro en el suroeste de la Península Ibérica, las navegaciones precoloniales y cuestiones en torno a las cerámicas locales de Huelva. IV Encontro de Arqueología do Sudoeste; Aracena, Huelva, 27-29 noviembre 2008. González de Canales, Fernando; Llompart, Jorge; Serrano, Leonardo, The Pre-colonial Phoenician Emporium of Huelva ca 900-770 BC, , Babesch magazine 81, 2006. Harden, Donald, The Phoenicians, Penguin Books Ltd, Middlesex, UK, 1962 Nijboer, Albert J., y Ven der Plicht, J., An interpretation of the radiocarbon determinations of the oldest indigenous-Phoenician stratum thus far excavated at Huelva, Tartessos, Babesch magazine 81, 2006. Requena, Fermín, La Huelva de los Bakríes, Editor Fermín Requena, Antequera, 1972 Rodríguez Nuere, Belén, Fuentes griegas y romanas para la localización de Tartessos, V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular, Jerez de la Frontera, 1968. Rufete Tomico, Pilar y García Sanz, Carmen, Huelva en época tartésica, Servicio de Publicaciones - Diputación Provincial de Huelva, 1995. VV.AA. Guides Bleus, Editorial Hachette, Paris, 1987.
Aurelio Montaño, estudió Ciencias Empresariales en la Universidad de Sevilla y Computer Science en la Pennsylvania State U, EEUU. Postgrado en el IESE, Universidad de Navarra, y el INSEAD de Fontainebleau, y Humanidades en la UC3M de Madrid. Está condecorado con la Ordre du Mérite de la República Francesa y ha dirigido varias empresas internacionales. Contacto: [email protected]