humor con humor se paga

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Entertainment & Humor


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PRESENTACIÓN

VOLVIERON. VOLVIERON. VOLVIERON.

En el año 2002, cuando los empresarios de Fede-cámaras, los dueños de los medios de comunicación, la Central de Trabajadores de Venezuela, la jerarquía de la Iglesia y un grupo de militares decidieron dar un golpe de estado, y una vez que el pueblo y las Fuerzas Armadas de lealtad al país y a la Constitución de la Re-pública Bolivariana de Venezuela decidieron retomar el poder y volver a colocar al Presidente constitucional Hugo Chávez en Miraflores, un grupo de humoristas decidió publicar un libro: Contragolpe del Humor, donde con alegría y fe y confianza en el proceso re-volucionario que está viviendo el país dejaron allí su visión acerca lo que sucedió.

En ese libro participaron: Luis Britto García, Au-gusto Hernández, Earle Herrera, Clodovaldo Hernán-dez, Roberto Hernández Montoya, Régulo Pérez y Ro-berto Malaver.

HUMOR CON HUMOR SE PAGA

CORREO DEL ORINOCOAlcabala a Urapal, Edificio Dimase, La Candelaria, Caracas-Venezuela

www.correodelorinoco.gob.ve

Di r e c t o r i o

Hugo Rafael Chávez FríasPresidente de la República Bolivariana de Venezuela

Andrés IzarraMinistro del Poder Popular para la Comunicación y la Información

Alejandro Boscán Viceministro de Estrategia Comunicacional

Lídice AltuveViceministra de Gestión Comunicacional

Edición y corrección: Francisco Ávila, Michel Bonnefoy

Diseño y diagramación: Ingrid Rodríguez

Portada: Arturo Cazal

Depósito legal: lfi26920113203523

Rif: G-20009059-6Octubre, 2011. Impreso en la República Bolivariana de Venezuela en la Imprenta Nacional y Gaceta Oficial

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Carola Chávez

Earle Herrera

Iván Lira

Augusto Hernández

Luis Britto García

Omar Cruz

Roberto Hernández Montoya

Clodovaldo Hernández

Régulo Pérez

William Osuna

Roberto Malaver

Ahora vuelven, pero vuelven con nuevos compañeros de viaje; vuelven con Carola Chávez, con William Osuna, con Iván Lira y con Omar Cruz. Y vuelven a asumir la alegría. La fe. La vida. Y a punta de humor, porque sólo el humor salva, quieren brindarle sus textos y caricaturas a la gente que confía y cree y lucha a favor de esta revolu-ción, entre ellos, está Hugo Chávez Frías, quien ha sido el líder de este proceso.

Constantemente el Presidente Hugo Chávez cita la fra-se del apóstol José Martí: “Amor con amor se paga”; por eso este libro también quiere recoger esas palabras, pero haciendo un juego más cercano, más jodedor, más alegre.

Así, han dado en llamar esta recopilación de solidari-dad con la vida: HUMOR CON HUMOR SE PAGA.

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CAROlA CHávEzO sea, me choca el comunismo ——————————————————Carola Chávez • Premio Aníbal Nazoa, 2011. Mención Especial del premio de periodismo Fabricio Ojeda, en la Alcaldía de Caracas, en 2007. Premio Oesterheld, en Argentina, 2008. Autora del libro ¡Qué pena con ese señor!

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Chávez y Chávez y besos y besos

Tenía que pasar: Chávez me voló un beso y yo le volé diez mil. Pero eso debe ir en el octavo o noveno pá-

rrafo de mi relato, así que empecemos por el principio, sabiendo, eso sí, que hubo besos, declaraciones de amor y rodillas temblorosas…

Todo sucedió ayer, el día más psicodélico que recuer-do haber vivido. Nos citamos en la Calle del Hambre de Porlamar a las doce del mediodía. Yo, siempre ansiosa, llegué a las nueve y media de la mañana y sin haber desa-yunado. Allí debía hacer el contacto con quien me acer-caría a una distancia propicia para poder lanzar besos, de esos que llegan.

Mi contacto no podía imaginar que jugaba a la Celesti-na en esta historia de amor al viento; su misión ese día era otra: velar por la seguridad de mi Presi. Yo tampoco pensé que tendría la ocasión de que él se fijara en mis colitas moradas en medio de aquella multitud donde el rojo era el color de etiqueta.

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cuenta de cuán cerca estaba del lugar donde mi Presi ha-blaría cuando escuché un griterío que se hacía más fuerte en la medida en que el yip de mi Presi, milagrosamente, avanzaba entre la multitud sin despachurrar a nadie.

Yo empecé a saltar a ver si lo veía y lo vi llegar entre saltos. Mis gritos se mezclaron con todos los gritos hasta que no pude gritar más, porque una cosa, como una papa o un nudo, se atoró en mi garganta.

No vas a llorar aquí, Carola, me dije y casi que me res-pondo que sí, pero no tuve tiempo porque mi Presi precio-so saltó, cual paracaidista, del yip y se dirigió hacia la tari-ma donde yo, desmayada de amor, posaría mi barbilla.

Subió saludando a la gente que le gritaba. Saludaba a la gente en los balcones cercanos, a los que estuvieron chamuscándose durante horas solo para poder verlo, a los discapacitados que, a diferencia de los aspirantes a burgo-maestre, lo esperaban de pie y con muletas, sin quejarse ni un poquito.

Yo lo miraba todo como en cámara lenta y en cámara lenta saltaba, mientras le volaba besos a mi Presi precioso. No recuerdo qué le decía, pero sé que le decía algo entre besos y besos que iban volando. Mis colitas al sol debieron encandilarlo, eso o mis gritos siempre estridentes, pero el hecho es que entre las miles de cabezas que le gritaban él se fijó en la mía. Claro, debemos tener en cuenta que yo estaba allí cerquita, donde entran solo algunos pocos que tienen mucha suerte y yo ayer la tuve y mucho.

Como les iba contando, mis colitas moradas captura-ron la atención de mi Presi y yo, en ese segundo, le mandé doscientos besos. Él, atolondrado de tanto amor, me retri-

Pero me tocó estar ahí, a menos de diez metros, tal vez cinco, ya no lo puedo precisar. Ahí, tan cerquita que los guardaespaldas de mi Presi me pedían que diera un pasito para atrás, por favor…

Estaba donde suelen ir los periodistas. Tan cerca que mi barbilla se podía posar en la tarima.

Pero eso pasó después, porque antes tuve que esperar varias horas bajo un sol achicharrante que aproveché para que mi piel pareciera la piel de quien en verdad vive en una isla.

Mientras me bronceaba observé a toda una fauna de políticos de toda calaña: candidatos a alcaldes repitientes con estuchitos para celular Gucci, aspirantes a diputados regionales que no deberían aspirar a nada, modestos can-didatos primerizos que si no ganan perdemos todos, y yo ahí, incomodando a algunos con mis miradas de escritora que quiere contar una historia.

Los alcaldes repitientes, acostumbrados a ser alcaldes y no pueblo, estaban molestos porque no los dejaban pasar de primeritos, les molestaba el sol de su isla, les quemaba su piel acostumbrada al aire acondicionado, les fastidiaba no poder mandar porque allí mandaba una mujer que sí sabía mandar, y los mandó a callar, a quedarse donde les dijo, a riesgo de quedarse fuera si no obedecían.

Molestos estuvieron hasta que pudieron pasar. Yo pasé un poco después y pude verlos ya ocupando sus lugares de honor. Su molestia se había tornado en sonrisa de candi-dato de afiche electoral.

Ahora sí, ubiquémonos en el lugar donde mi barbilla puede posarse en la tarima. Apenas tuve tiempo de darme

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hasta que llegué al Wendy’s y, ¡Oh, my God!, el sol ya me había ganado, estaba alucinando: en la puerta de tan grin-go lugar, un gringo, como esos que salen en las películas; esos que fuman recostados de la pared de una bomba de gasolina de carretera. Así, con una bota de leñador en el suelo y la otra contra la pared, con una gorra de béisbol gastada, unos lentes pasados de moda, un cowboy de nuestros tiempos en el medio de Porlamar. Rodeado de gente de rojo, mirando a la gente que no lo miraba, estaba Sean Penn.

Yo no quise interrumpir el placer que podía estar sin-tiendo tan reconocido personaje al no ser reconocido, ha-bría sido mezquina al tomarle una foto, habría sido imbé-cil al pedirle un autógrafo, así que solo atiné a pasarle por el lado, porque estaba en la puerta que me separaba de la vida, Coca-Cola is life, creo que decía un anuncio, y, al pasar, le dije, sin mirarlo y sin detener mi marcha: “Sean Penn, this is the weirdest day I’ve ever had”.

¿Y dónde está la política?—, se preguntarán mis con-fundidos lectores.

En los días psicodélicos, la política pasa a un segundo plano.

buyó con uno solo, pero lo acompañó de un golpecito en el corazón, de esos que se usan ahora para decir te quiero. Yo, cual King Kong enardecido, me golpeaba el pecho con ambos puños y le gritaba, por si no entendía el gesto, que lo amaba, que lo amaba… que lo amo tanto...

Mis rodillas parecían de majarete y ahí, majaretosa, se me cruzó por el frente el jovencísimo ministro Héctor Ro-dríguez. Yo era toda amor en esos momentos así que le dije: “¡Hola, Héctor!”. Y él me dijo: “¡Hola!”, con la misma sonrisa linda de su mamá Jazmín. Entonces, plasmé un beso en su cachete de pavo ministro y él me dio uno en mi cachete de cuarentona insolada.

Y así, besucona y al borde de un colapso de calor, me fui a buscar al ministro Izarra, Andrés de los ojos bonitos. Me acerqué a un soldado y le dije que le informara al mi-nistro que lo buscaba Marifer Popof.

Acudió presto el ministro ante tan glamoroso llamado. Le dije alguna cosilla, él me dijo otras a mí, y como fue tan amable, ¿qué más podía hacer sino darle un beso?

Al ministro Ramírez no le di besos porque es muy alto y yo no alcanzo. Además, que si me quedaba un minuto más repartiendo besos, me iba a dar un yeyo porque el calor me estaba matando.

Eran casi las cinco de la tarde cuando salí de la con-centración; mientras escuchaba todavía a mi Presi, salí buscando una burbujeante y capitalista Coca-Cola que me diera un toque de frío y un poco de azúcar para mi cuerpo en ayunas.

Caminé por la Calle del Hambre muerta de sed. Cami-né entre mucha gente, muchos soldados, mucho ruido,

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paña. Su pueblo, siempre polvoroso, no conoce el silencio, cada Pancho un acorde cada acorde un tiroteo, un ay ay ay, un sí señor.

Cuando Pancho duerme, María lava la ropa en el río, mientras miles de Pepitos corren medio desnudos por las calles de tierra del pueblo detrás de un perro flaco.

En el pueblo hay una iglesia, una cantina, que siempre se llama Cantina, y un mercado que es destrozado cada día cuando Pancho pelea con Pancho, haciéndole más daño a los tomates y piñas —nunca faltan las piñas— que al bri-bón que se ganó la golpiza por decir no se qué cosa de la madrecita santa de Pancho que también se llama María.

Siempre hay un gringo extraviado que aparece en el pueblo para remediar lo irremediable. Con su ingenio in-nato, inventa una bomba para sacar agua de un pozo que él mismo excava con el viril sudor de su frente. Cuando suda Jack, no suda, se pone más guapo, es como si se pu-siera gomina, su pelo se despeina bonito, cae el mechón indómito justo sobre el ojo azul cielo del hombre que co-noce la libertad.

Como él usa Colgate, sus dientes son tan blancos que ya no parecen dientes, parecen chicles de menta. Y es eso lo que atrae a los Pepitos harapientos que en coro desafi-nado gritan: “¡Señor, señor chicle, por favor!”.

Conocen el chicle de forma ancestral. En tiempos in-memorables, un Billy estuvo en el pueblo y dejó siete viu-das, doce hijos, un Ford modelo T y una primitiva caja de chicles. El abuelo Pancho cuenta, en las noches de luna, las aventuras de aquel gringo valiente que salvó al pueblo de sí mismo cuando él sólo era un Pepito.

Pancho no quiere chicle

Los gringos son una especie de Rey Midas de los este-reotipos. Todo lo que miran lo reinterpretan, lo sinte-

tizan y luego lo escupen para que nosotros creamos que somos lo que ellos dicen y no lo que realmente somos.

Para ellos un “latino” es un personaje morenito, baji-to, que usa un sombrero grande con madroños en el ala, un poncho al hombro, pantalones blancos percudidos, al-pargatas, chalequito de torero, bigotito que no termina de germinar, ojos invariablemente achinados, portador eter-no de una sonrisa tonta, porque un tonto no sabe sonreír de otra manera. Es dormilón nuestro ‘‘latino’’, duerme porque es muy flojo y cuando no lo hace, además de son-reír como tonto, dice: “Sí, señor; sí, señor”, a todo lo que le pregunten.

A veces baila Pancho, porque siempre se llama Pancho. Cuando Pancho baila, muerde obligatoriamente un clavel. Se para como un torero y da un taconazo al piso con la sue-la de su alpargata. Toma a María en sus brazos y baila un jarabe tapatío dando largos pasos de un tango sintético, gringo, de brazos estirados. La música le llega al cuerpo de nuestro Pancho desalmado, y siente una urgencia de lanzar a María, de un empujón, al otro lado de una pista de tierra, donde por alguna razón siempre hay una gallina que huye aleteando alarmada. Zapatea Panchito emocio-nado, como lo haría un imaginario e imposible andaluz, mientras grita: “¡Ándale, ándale, ipa, ipa y olé!”.

Pancho sufre de un mal común entre los Panchos: cada vez que aparece en escena un acorde de guitarra lo acom-

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levisión, la Coca-Cola. Ignorantes personajes que deben ser educados a punta de Paris Hilton, Warner Brothers y American Express. “Cambiou espejitou por orou”—, dice Sam con sus dientes Oral B, su pelo Head & Shoulders y su actitud Monroe, América para los americanos, es decir, para ellos porque nosotros somos Panchos y Marías.

En la medida que nos sintetizan, nos fragmentan en mil Tijuanas. Vaya paradoja, nos dicen que no somos her-manos, que tenemos fronteras, que el vecino es raro, no existe, o es una amenaza, pero a la vez somos todos Pan-chos y Marías, lo vi en el cine mientras comía cotufas, lo veo en la tele cada día. Señores, qué confusión...

No se salvan ni ellos mismos de esa manía reinvencio-nista. Se dibujan a sí mismos como musculosos salvado-res irremediablemente guapos, capaces de dar la vida por defender su causa en lugares remotos y hostiles. Son hijos de la tierra de la libertad, the land of the free, the home of the brave. Son todos ricos y poderosos aun cuando Billy Bob viva en un trailer de latón. Tienen negros malos, Pan-chos flojos, pero siempre ganan ellos: los buenos, rubios, hombres tan templados que son capaces de besar a Jenny en medio de una cinematográfica explosión, y que no les tiembla la voz ante un cañón de Magnum apuntándole la nariz: “Go a head, make my day’’.

Se pintan tan maravillosos, nos pintan tan imbéciles, que no les cuesta creerse su propia mentira. Dejan de verse mientras se miran en la pantalla gigante de su vanidad.

Pero como yo me llamo Carola y no uso faldas de flores y faralaos, ni parí ocho pepitos, no me lo creo. Jamás es-quivé a una gallina en un aeropuerto. Sí vi algún soldado con cara de maluco alguna vez, pero he visto otros con

El pueblo de Pancho se llama, indistintamente, Tijua-na, Río de Janeiro, Buenos Aires, Bogotá o Madrid. Tiene un aeropuerto donde aterrizan modernos aviones entre cochinos, ovejas, cabras y gallinas que viven en todas par-tes, menos en un corral. Custodian, a modo de pastorci-tos, al rebaño y a la patria, Panchos vestidos de soldados represores, malvados, corruptos, dispuestos a desplumar tanto a las gallinas como a los gringos que pasen por su jurisdicción.

Dentro de una oficina de paredes sucias, que no han visto una mano de pintura desde que Bobby pasó por ahí un día y las pintó, un bombillo intermitente y solitario cuelga del techo como un ahorcado que se niega a morir. Una mesa compartida por sellos, botellas de tequila vacías y María de la Mala Vida, quien le soba los pies al sargento Pancho que, sin botas, sin camisa, pero con la pistola al cinto, extiende la mano, sin levantar la mirada, y con voz pastosa dice: ‘‘Dólar, señor’’.

El presidente Pancho, vestido de general condecora-dísimo, habla inglés como Ricardo Montalbán. Recibe a Jimmy, un emisario del valiente George, con una sonrisa cínica, un buenos días burlón, y un desayuno ranchero en un patio andaluz opulento, pletórico de aves meridiona-les —según palabras rebuscadas de Pancho Presidente— y gallinas no tan exóticas que, como ya sabemos, son los únicos seres que gozan de libertad por estos lados.

Pobres Panchos ricos en diamantes, oro, petróleo, ma-dera, ríos, mares. Lo que la naturaleza tenía que repar-tir por todo el mundo cayó sobre ese pueblo polvoriento. Panchos brutos, incapaces de manejar sus recursos y sus destinos, Panchos que recién descubren los carros, la te-

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tista de los cuentos, pretenden atraernos con su música a ritmo de barras y estrellas, pero tenemos ojos grandes y vemos mas allá, y por muchas estrellas que nos ofrezcan, nosotros solo miramos las barras detrás de las cuales nos quieren encerrar.

Entonces, se descolocan cuando les miramos a los ojos, sin sombreros con madroños de por medio, y les decimos de-cididos: “No, señor; no, señor; váyase a la mierda, señor...”.

caras de Robertos normales y corrientes. Nunca he sido arrojada, por hombre alguno, al otro lado de la pista de baile de un apasionado empujón. Yo no me lo creí, ni yo, ni la mayoría de quienes vivimos al sur del Río Grande.

Claro que siempre hay un desubicado que al ver que no se parece a Pancho ni María que, por el contrario, es blanco, tiene carro y habla inglés, se cree que es un gringo con mala suerte, que le tocó nacer en Caracas y no en la Mayami de sus anhelos.

Se sienten como un Mike atrapado en el cuerpo de un Alberto, viven una vida limitada por un pasaporte que no los representa. Desean desesperadamente una interven-ción de esas que los militares llaman quirúrgicas, de esas que los civiles blancos creen que no los afectan. Se consi-deran inmunes a las bombas inteligentes que no distin-guen a un Pancho de un Alberto, porque fue un Andrew quien la inventó.

“Mission accomplished”, dijo Georgie un día vestido de piloto de combate con un traje que le quedaba apretado y hacía que su andar fuera extraño porque se le quemaba el arroz. No solo calculó mal la talla de su disfraz de héroe, se equivocó, como solo lo puede hacer un idiota que se traga sus propias mentiras, al calcular la talla de su adversario.

¿Misión cumplida, George? ¿Really?...

Sobre esa montaña de mentiras definen sus estrategias y así no hay cálculo posible. No hay flecha que dé en el blanco si se apunta a un espejismo.

Usando a sus Panchos útiles intentan en vano que-brantar nuestro espíritu con tarjetas Mi Negra, limosnas que no queremos, sueños que no soñamos. Como el flau-

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men como que recurrió a la santería cubana para soste-ner una obra insostenible hecha por un gobierno que no ha hecho nada.

Vuelven y miran el Metro Cable, sin verlo, porque eso no puede estar ahí. Como nunca vieron el Cardiológico In-fantil, ni los CDI, ni el Salvador Allende que les queda en las narices, porque ver más allá de sus narices sería dolo-roso para unos ojos ciegos de mezquindad.

Claro que no irán al bulevar de Sabana Grande y mori-rían antes de pisar la plaza Bolívar y el centro de Caracas, que no puede estar bien bonito, porque sólo los centros de las ciudades europeas tienen derecho a ser preservados. El de Caracas tiene que estar cundido de dudosos nego-cios, de edificios históricos ultrajados por la indolencia y la codicia, caos, suciedad, ruido… Caracas, para estos exi-liados, no merece nada mejor.

Pero vuelven por un rato al lugar donde su forma de hablar no levanta sospechas, donde el color de su piel no los acusa, donde no hay que disimular. Vuelven al co-munismo a darse la vida que el primer mundo les niega, mientras calientan sus huesos fríos de ausencia.

Y al final retornan al exilio, eso sí, con un bronceado envidiable, varias cajas de Toronto y dispuestos a luchar por el retorno de la democracia con sus vidas —perdón—, con sus twitters y a larga distancia.

Au revoir

Exilio con “taima”

Extraña esta malvada dictadura que padecemos los venezolanos, extraña y desconcertante. Imaginen un

rrrégimen represivo de tal calibre que se gana, casi a dia-rio, horrendos titulares en la prensa mundial. Un terro-rífico gobierno que viola constantemente los privilegios humanos, que expulsa a sus detractores a un raro, nove-doso y voluntario tipo de exilio: uno que hace taima en vacaciones.

“¡Taima, taima!”, dicen a los esbirros en Maiquetía medio millón de sonrientes y oprimidos viajeros que zar-pan de vacaciones. ¡Taima, taima!, y regresan los exilia-dos trayendo modestos detallitos para sus parientes que viven como reyes en este cruel comunismo. Detallitos, nada muy rififí porque la cosa allá, tú sabes, los bancos, la burbuja inmobiliaria, el desempleo galopante, los recor-tes presupuestarios, pues como que la masa no está para empanada gallega.

Pero regresan sin tapujos, y ahí está el meollo de esta historia, a la dictadura que los hizo huir a países con bri-llantes futuros de cartón piedra mojado. Vuelven para encontrar sopotocientos nuevos restaurantes súper cool que no te puedes perder, amigui, y no sé cuántos centros comerciales atiborrados de compradores imposibles, por-que este país está quebrado.

Vuelven y suben de La Guaira a Caracas por el mismo viaducto que juraron jamás transitar cuando vieron en Globovisión a los fallidos expertos de siempre afirmar sin pudor que alé limón, alé limón... Pero no: el rrrégi-

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bía raro. ¡Mira, ahora tengo la lengua verde fosforescente! Help Lo que falta es que me enferme y me quieras llevar a Barrio Adentro.

Ahí está: así nos envenena el tirano: lanza su anzuelo a ver quien pica y la idiota de tu madre sale a morder como un cachalote famélico, como si uno no tuviera real para comprarse su cochino, ¡carajo! Y lo peor es que me metí un atracón. Por ahí se empieza: primero, abrir una cuenta en el Banco de Venezuela para que nos devuelvan los rea-les del Federal, ahora el pernil… ¿Qué viene luego? ¿Reci-bir las llaves del apartamento de El Encantado de manos del tirano y en cadena nacional? ¡Deja de twittear con ese aparatico, muchacho pendejo! ¿No ves que Chávez prohi-bió el internet?

¡Uh, ah! ¿Qué, fue eso, Miguel Alfonso, un eructo en la mesa?

Es lo que me faltaba, como si no hubiésemos pagado un realero en colegios privados, mijito...

¡Uh, ah!¿Será que el pernil ese te cayó mal? ¡Uh ah! ¡Feliz Chavidad! ¡Jajaja!Se dice: Ho, ho, ho, gafo… ¡Agárrenme, que me da un

yeyo! Mi bebé adoctrinado... Te lo dije: ese pernil tiene burundanga. Ven acá, mi niño: Jingle bells, jingle bells… ¡No funciona!… Corre, Ana Gabi: pon “Navidad con Nitu”, a ver si se le pasa…

Cuento de Navidad que parece de Halloween

En un apartamento atiborrado de hijos, tías, sobrinos, hermanos, abuelos y lucecitas titilantes, sentados jun-

to a un frondoso y decorado cadáver de pino canadiense, campaneando un escocés con edad de merecer; envueltos por el aroma de hallacas, pan de jamón, turrones, y otras cosas deliciosas; entre los restos de papeles de regalos con lazos dorados, verdes, azules, nunca rojos por más que Santa vista de aquel nefasto color; con la barriga llena y el corazón ausente; así celebran algunos la Navidad.

Todos hablan a la vez y de lo mismo, como siempre. Les da sentido de pertenencia, les sirve para drenar la rabia y el miedo sembrado con esmero, día a día, como veneno en gotas, por Nitu, Carla y Kiko, Leopoldo Castillo, con su estridente y pavloviana “¡otra llamada másssss!”.

Sí, niña, no te imaginas lo que es vivir en comunismo: cuando ya tenía el guiso de las hallacas listo, anunciaron un cacerolazo, así que lo boté, caceroleé, y tuve que empe-zar tooodo de nuevo. Horrible, tía, muérete que se agota-ron los BB y de vaina pude comprarme un iPhone. ¡Qué bolas!, uno tiene que hacer colas y maromas para com-prar un teléfono mientras que el rrrégimen regala, con el dinero de todos, unas compus súper cuchis a los chamos pobres como si ellos supieran cómo se maneja esa vaina. ¿Navidad en Mayami? No, mi amor, si en agosto ya no quedaban cupos. Pásame un pedazo de pavo, Gorda, que ni de vaina como ese pernil, ¿Acaso crees que no vi las bolsas de PDVAL que escondiste bajo el asiento del carro? ¡Guácalas, mamá! O sea, ¡qué niche!, con razón me sa-

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viva el sabotaje, que viva el paro que con esto sí que cae… Que hubo fraude, que ya viene Ramos Allup con la prue-bas ahhh... ahhh... ahhh… ¿Uh? Como no vienen los ma-rines, que vengan los paracos o, en su defecto, que nos invada Colombia, que el supercomputador de Reyes dice de todo, que la ETA, las FARC, qué lástima que Uribe se fue. Que se hunda el país conmigo a bordo, que no im-porta con tal de salir de esta pesadilla que nunca cuaja... ahhh... ahhh... ahhh...

Lograr uno de esos imposibles estornudos nos produ-ce el pequeño y extraño placer de una tonta certeza cum-plida. Ese “te lo dije” que nos hace sentir sabios, impor-tantes, capaces de ver lo que creemos que nadie supo ver —aunque todo el mundo lo haya visto—.

Con esa ingenua arrogancia esperan nuestros oposito-res el terrible estornudo que antecede a una peste mortal. Lo desean porque creen que si sus miedos y deseos se cris-talizan, si les quitaran a sus hijos, llegarían los marines que tanto han invocado y se acabaría Chávez y la revolu-ción. Lo desean sin que sus cabecitas de gente pensante de este país les adviertan que si sus estornudos interruptus dejaran de serlo y estornudaran, no habría placer porque no quedaría un alma a quien decirle: “¿Viste? Te lo dije”.

Estornudus interruptus

Esa terrible sensación de un estornudo que amenaza, y uno arruga la nariz, se aparta por si acaso, busca el

sol para apurar lo que parece inevitable y ahhh… ahhh… ahhh… ¿Uh? Y no pasa nada: el estornudo no llegó.

Eso es lo malo de los estornudos: que, a veces, uno está convencido de que ya vienen, que ya están aquí, pero no, nos dejan con piel de gallina y una morisqueta en la cara, y, en cierta forma, haciendo el tonto ridículo de haber anunciado con certeza, y con mucha exageración, la inevi-table llegada de algo que nunca llegó.

Como esos estornudus interruptus son las angustias opositoras: que nos van a quitar a los niños, que ya vie-nen, que el año pasado no se atrevieron, pero, después de las elecciones, sé —y de muy buena fuente— que se los van a llevar... ahhh... ahhh... ahhh… ¿Uh? Que vienen por nuestra propiedad privada, que primero el apartamento en la playa y luego una familia cubana en cada cuarto de nuestra casa en la ciudad. Que los colegios privados se van a convertir en centros de adoctrinamiento con burundan-ga. Que van a prohibir la minifalda, el rimmel y el botox. Que van a prohibir el internet, que lo dijo Julio Borges en 2001 ahhh... ahhh... 2002... ahhh... 2006... ahhh... 2007, 2008, 2009, 2010... ahhh… ahhh... ahhh… ¡twit! ¿Uh?

Y como estornudus interruptus son también sus de-seos: “Bush, help us. Chávez is a killer”, que vengan los marines y nos salven de este comunismo, que abajo la voluntad popular en nombre de nuestra democracia, que estrellen esos barcos petroleros contra el puente, que

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ingeniosa que descubrió el colegio para contrarrestar la medida del gobierno, que tuvo el tupé de congelar las ma-trículas escolares para que la educación de calidad que reciben sus niños, como todo en este país, termine de des-moronarse.

Aunque tenga que comer mierda —piensa Clara con re-beldía, mientras paga en efectivo para no dejar rastros de su patriótico acto de desobediencia civil.

Una vez en su oficina, Clara recibe una noticia que no esperaba, hoy no va a cobrar su sueldo de siempre, desde ahora será un poco más pobre por el bien de la empresa. “Este gobierno nos está ahorcando —explica el jefe—. Ya no es rentable hacer lo que hacemos, por lo que pido que nos apretemos los cinturones para que esta gran familia que somos pueda seguir de pie y unida”. Una vez dicho esto se sube el pez gordo en un avión rumbo a Saint Mar-teen, mientras Clara se pregunta cómo va a hacer con la donación obligatoria, con la póliza de salud, con la ropa de los niños y las piñatas que cuestan un ojo de la cara.

Clara necesita despejarse, por lo que va al centro co-mercial a comprar cualquier tontería que, a modo de Alka Seltzer, le proporcione alivio instantáneo. Compra una pintura de labios igualita a una que compró hace tres me-ses en Mayami. Allá pago ocho dólares por ese tubito em-bellecedor. Aquí le cobran diez veces más por el mismo producto, pero ella lo paga, porque no es culpa del comer-ciante, sino de Chávez y su control de cambio.

No hay leche. Aunque Clara tiene diez latas de leche en polvo en su despensa, trata de conseguir un poco más por si acaso. Es increíble —dice indignada a otra señora que busca lo mismo sin éxito— la regulación afecta el margen

La oscura vida de Clara

Cada mañana, Clara se levanta y, antes de colar el café, antes de cepillarse los dientes y lavarse la cara, antes

de besar a su pareja y a los niños, enciende el televisor para sintonizarse con el captor de sus ideas.

En lugar de ver un sol radiante al despertar, Clara se desayuna con un buenos días que, más que un saludo, parece un escupitajo. Una locutora, como sacada de un casting para la novia de Drácula, se encarga de ensom-brecer un día que podría ser precioso, con un panorama aterrador.

Las noticias más que hechos son amenazas, los análisis son augurios apocalípticos, las tertulias, rosarios grotes-cos de mentiras y burlas. Veinticuatro horas de agresiones que Clara acepta como una realidad inevitable, sin darse cuenta que Globovisión y otros canales secuestraron su tranquilidad hace años.

Con el desayuno atragantado, se despide de su marido para siempre, como cada mañana. Con los ojos maléficos de Aymara Lorenzo en la mente, no nota que su pequeña va al cole con los ojitos llenos de lagañas.

Salen tempranito, porque a Clara le toca su “pico y pla-ca”, como cada miércoles. Sube los niños al carro y sinto-niza la radio en cualquier estación que le recuerde que su vida está a un paso de convertirse en pesadilla. Los niños, atrás, escuchan cómo su futuro será negro, mientras ma-tan bichitos en su gameboy.

Clara llega al colegio y se dirige a la administración para pagar su donación obligatoria, es una manera muy

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Ya lo habían advertido en el “Aló, ciudadano”, ya nos avisaron cómo nos van a ir desangrando estos comunistas.

Clara vive una vida oscura, es el jamón de un sandwich amargo. Se encuentra defendiendo intereses que atentan contra los suyos sólo por evitar el peligro que se cierne sobre ella y su familia: la nube roja, violenta y devastadora del comunismo.

“Que me rebajen el sueldo, que me vendan capuccinos con leche que no es leche porque tiene vainilla, que re-gresen los créditos indexados, que regrese Lusinchi con todo y barragana, quiero que La Bicha me amargue mi café en señal abierta, quiero marchar y marchar hasta que se gasten mis zapatos, que se vaya Chávez, que lo saquen como sea…”.

Hiperventila en la cama, Clara, pero no porque su ma-rido la esté sobando. Ni ella ni él están para esas cosas, no vaya a ser que tengan otro niño que en cualquier momen-to les vayan a quitar.

A través de sus ojos abiertos y secos por un sueño que nunca llega, entran nuevas amenazas, nuevas certezas de que el final está cerca. Recuerda aquella frase tan graciosa de su no lejana juventud: “A tirar, a tirar, que el mundo se va a acabar”. Pero nada, no se acaba el mundo, solo se acaba su país.

Más allá, cruzando el pavoroso Caribe, pasando sobre la isla innombrable, allá arribita está la civilización. Allí todos tiran seguramente, pero no porque el mundo se vaya a acabar, sino porque son felices.

Kiko y Carla se ríen y Clara llora. Viene el himno y Cla-ra tiembla de pavor.

de ganancia de los empresarios y comerciantes. ¿Cómo va a haber leche? ¿Es que acaso pretenden que esa gente tra-baje como burros para ganar tres centavos?

No hay leche, ni carne, ni huevos, ni pollo, ni arroz, ni azúcar, no hay ninguno de los productos que están some-tidos al yugo caprichoso de Chávez. Pero hay productos lácteos que no están regulados, leche en polvo con sabor a vainilla, hay queso, yogur, hay ketchup picante y light, hay postres ricos en las panaderías, toditos llenos de huevo y azúcar, hay todo lo que no hay, pero disfrazado de otra cosa. Eso es culpa de Chávez.

Al final de la tarde, Clara recoge a los niños en el cole. Al menor lo castigaron tres días sin recreo por gritarle a la maestra ‘’¿Por qué no te callas?’’. “Mami, no te pon-gas brava —dice el chico— si te vi aplaudiendo como loca cuando el rey le dijo así a Chávez”.

Al llegar a casa, descubre que el vigilante no está.

Lo botamos por chavista—, dice la presidenta del condominio.

Menos mal que se dieron cuenta—, respira alivia-da nuestra oscura Clara, que esta noche no pegará un ojo pensando en esa puerta sin vigilancia y en ese ex vigilante chavista.

Clara está aturdida porque no viene más la señora de servicio. Resulta que la muy traidora, después de todo lo que he hecho por ella, después de haberle abierto las puertas de mi casa para que la limpiara, le ha dado por meterse en la misión no sé qué cosa para luego trabajar en una cooperativa. A este ritmo no va a haber quien quiera trabajar de verdad verdad.

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En 140 gotas

En medio de otra crisis de delirio de superioridad, re-forzada con una sobredosis de Globovisión intraveno-

so, Clara, la de la vida oscura, reafirma su glamour desde su Black Berry, destilando, sin pudor alguno, veneno en 140 gotas —perdón— caracteres. Es que para Clara y sus amigas del Twitter, la mezquindad es chic y la solidari-dad, así cruda y desinteresada, es un síntoma inequívoco de comunismo a la cubana.

¡Me puedo morir! Ahí están metiéndose en hoteles a cuenta de que perdieron unos ranchos que ahora quieren hacernos creer que eran casas (tuít). Abusadores disfru-tando comodidades cinco estrellas sin pagar un centavo, mientras que a nosotros, hacer lo mismo, nos cuesta un realero (tuít). Deberían ponerse a pasar coleto para ga-narse su estadía. ¿Quién va a pagar por todo eso, la gente decente de este país? (tuít).

Y qué decir de los colegios: los niños sin clases, aun-que los míos iban a faltar porque nos vamos a Mayami mañana, pero esa es una causa mayor (tuít), no las del gobierno: que si las elecciones, que si una inundación que ni rozó al colegio de mis hijos, que bien caro que me cuesta (tuít). Si sus simulacros de escuelas públicas se les llenaron de gente porque, y que sus casas están mojadas, allá ellos (tuít)… O sea, que sus casas se mojan y pagamos justos por pecadores (tuít).

Y hablando de pecadores: Bravo por el cardenal Uro-sa frente a los herejes que claman porque las iglesias den refugio a los damnificados (tuít), como si la Casa de Dios fuera para esas cosas (tuít). Pretenden estos comunistas

“Abajo cadenas”, grita Clara como el señor, cagándose en el pobre en su choza que libertad pidió.

En la mañana la veo salir con sus ojeras oscuras como su vida. Clara —le digo— no crees que sería bueno que no vieras más Globovisión, que escuches a tus niños en el carro en lugar de oír a Marta Colomina, que no te sigan envenenando, que no dejes que sigan secuestrando tus ilusiones, tus ideas, tu alegría.

Una mirada furiosa hizo que sus ojos cobraran vida por un momento. Fue entonces cuando supe que tanto tiempo en cautiverio solo podía dar paso al síndrome de Estocolmo.

¿Sabes qué es eso, Clara?

No —respondió— pero, si viene de ti, es otra mentira chavista.

Y se subió en su camioneta, la vi alejarse con sus dos NO pintados en los cristales, con su tortícolis crónica, con esa vida de mierda por la que está dispuesta a morir, con su terror aumentado porque los chavistas habíamos agre-gado un nuevo elemento a su lista de horrores: el síndro-me de Estocolmo.

¿Qué carajo será eso?...

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O sea, me choca el comunismo

Kiki pensaba en voz alta...

Lo que más me choca del comunismo es la igual-dad, o sea. Uno pasa años en un colegio de monjas súper nice, tu papá pagando un dineral para que conozcas a cha-mas chic como tú, y a sus hermanos, of course, porque es con los hermanos de tus amigas súper chic con quien te vas a empatar y luego casar, si no te pones gordísima como la gorda Sofía que sería solterona si no fuera por los millones que tiene su papá en Mayami, o sea...

Entonces mi papá, que no es el papá de la gorda Sofía, pero yo soy flaca y me operé las lolas, o sea, mi papá se mata toda la vida haciendo negocios para pagar el club de golf en Caracas, el club de playa en la playa, el colegio, o sea, ese ya lo dije, las clases de flamenco, modelaje y pro-tocolo, el gimnasio y la universidad carísima, o sea, que cada semestre que raspo mi papá me mira con odio, o sea, como si fuera culpa mía que los profesores no quieran dar clases en el cafetín...

O sea, todo eso que hace mi papi, más el esfuerzo que hago yo, o sea, porque hay estar al día, porque no me van a decir que uno puede llegar al cafetín con unos zapatos pasados de moda, o sea, y qué raya, o sea, que cada sema-na hay que ver como veinte revistas de moda y todas la series de Sony, o sea, y después comprar todo, o sea, y que sea de la marca original, si quieres ser alguien en la vida, o sea, que no es fácil porque si fuera fácil no sería difícil, o sea, porque si no todos serían iguales y entonces seríamos comunistas como ahora…

adoradores de Satán interrumpir la paz de nuestras bodas, bautizos y otros eventos sociales, con el llanto insoporta-ble de sus mocosos marginales, portadores de horribles y extraños microbios que solo esa gente es capaz de portar, plenos de enfermedades tercermundistas contra las cua-les nuestros civilizados sistemas inmunológicos son inca-paces de luchar (tuít) (tuít) (tuít) (atchísss).

¿Y quién bombardeó cubanamente las nubes en enero? Que le salió mal y llovió después, claro, ¿acaso alguna vez le salió algo bien? (tuít). Estamos a merced de la dema-gogia del populista culpable de la lluvia que ahora quiere interferir con el libre curso de la selección natural (tuít).

¡Ay!, tan bello Henrique, eso sí es un gobernador (tuít): con el agua a la cintura, una cinematográfica barba de dos días, y una foto para los medios, mientras defiende con valentía la propiedad privada y el sagrado derecho de admisión de nuestra industria hotelera. Hay que ver el espectáculo deprimente del comedor de un resort en Higuerote lleno de gente que come omelets creyendo que son huevos revueltos. De solo pensarlo se me atraganta el Special K (tuít) (tuít) (tuít) (tuít) (tuít)…

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Coordenadas no es cool

Otra emocionante aventura de Kiki Aranguren

O sea, fue horrible, o sea.

O sea, que yo estaba tan tranquila en Margarita y prendo la tele y zuas! Oh, my god! O sea, qué pena con el mundo después de lo que dijo ese señor en la tele sobre los guerrilleros comiendo cochino en mi bello y destruido país. O sea que no les basta con ser guerrilleros y venirse para acá con los chavistas, sino que también comen co-sas súper guácatelas como ese cochino clavado en un palo como los que salen en los Picapiedras.

O sea que apenas terminé de ver a ese señor tan nice, con ojos azules y todo, llamé a mis amiguis con mi BB y les dije: Amiguis, amiguis, no sé si morirme del susto de las guácatelas. Amiguis, tenemos que salvar a nuestro país porque estos FARCs van a querer que todos coma-mos cochino de ese en vez de mi combo de nuggets, o sea ¡No es NO!

Así fue como hicimos una marcha, bueno, marcha en rústicos para ese lugar superniche que dijo el señor que se llama Coordenadas.

O sea, fue horrible porque el GPS de mi BB nos dijo que Coordenadas estaba, o sea, del otro lado de Venezuela, o sea. Never in my life, te lo juro, o sea. Pasamos por pue-blos, o sea, que qué mal gusto, unas cosas con nombres súper, o sea, súper que no sé a quién se le ocurre: y que Tinaco, Barquisimeto, Coro Coro, Llaracui, y uno de lo úl-timo que se llama Bachaqueros, que yo ni me bajé de la ca-mioneta de Lucho porque le tengo terror a los bachacos.

Porque uno va a la universidad para ser mejor que los demás, porque los demás no tienen plata para ir a la uni-versidad, ¿no? Pero ahora viene el comunismo, o sea, y hace universidades en todos lados, o sea, dicen que es el quinto país en el mundo con más estudiantes universita-rios, o sea, que van a querer ser igual de mejores que yo, o sea, Kiki Aranguren somos todos, y yo que he dedica-do mi vida a ser diferente… Embuste, o sea, diferente a los niches pero igual a Paris Hilton, o sea, porque todo el mundo quiere ser como Paris.

O sea, que el comunismo es como un halloween que no se acaba, o sea, porque en cualquier momento vienen los comunistas y hacen esas cosas horribles que hacen los comunistas, o sea, tú entiendes, o sea y nos despertamos un día y toda la ropa está sin planchar porque la seño-ra que plancha ya no plancha porque fue a la universidad y ahora es igual, o sea, ¡qué pesadilla! Arrugados todos por Caracas, o sea, a menos que las arrugas se pongan de moda, cosa que dudo… ¿Y quién va a cocinar en mi casa? Porque si la cocinera se convierte en doctora y quiere ser igual a mi mamá no va a saber cocinar, nos vamos a morir de hambre, porque eso es el comunismo: ropa arrugada y hambre... O sea, qué horrible…

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Lo peor que lo deporten a uno es que nos entregaron, o sea, no sé cómo decirlo sin que me dé más guácatelas, o sea, a los soldados de la Guardia Nacional, o sea, esos soldados chavistas!!! Los del garrapiño, ¿se acuerdan? O sea, ¡me podía morir!

O sea, que me puse a llorar como loca y a gritar EEEEES-TU-DIANTES!!!!! LI-BER-TAD!!!! Clap clap clap!!! Y yo, o sea, que me dolía la garganta de gritar por la democracia de mi país, o sea.

Entonces, se asustaron porque, típico, que no tenían ni el camión que echa agua ni el garrapiño, o sea, porque en este gobierno nada funciona, así que nos llevaron a Caracas y, o sea, qué tristeza regresar y no ver la bola de Pepsi, o sea.

O sea que esa viajadera y nada que llegábamos a Coor-denadas, o sea, y yo muerta de hambre porque hace fore-ver que ni un Mc Donalds ni un Sambil, y las Oreos se nos acabaron apenas salimos de Puerto La Cruz.

De repente, el GPS nos dice ¡bip bip! Como que esta-mos cerca, pero yo miré para todos lados y no vi ningún cochino ni nada. Lo que había era un peladero, y luego unos árboles y unos señores con motosierras que parece que eran leñadores o algo. O sea, y yo muerta del susto porque estábamos a punto de llegar a Coordenadas y yo me estaba reventando de ganas de hacer pipí, o sea, que qué horrible porque no había baños.

De repente, salen unos terroristas y nos atrapan y nos llevan con todo y camionetas. O sea, que los terroristas son súper brutos o qué, porque ese que me agarró se em-peñaba en decirme Veneca y Veneca. Y yo que no, que me llamo Kiki, y el tipo sordo, o sea.

Nos llevaron presos porque y que estábamos en Colom-bia y ellos eran policías de allá, como si yo fuera gafa y me iba a creer ese cuento, si yo he visto las propagandas de Colombia en Sony Televisión y eso de que te vas a querer quedar y, te lo juro, chama, que eso no era Colombia por-que era horrible y superniche y yo no me quería quedar. Además que el GPS de mi BB me dijo que eso era Coorde-nadas y Coordenadas queda en Venezuela como lo dijo el señor de la tele, o sea, a mí no me van a engañar.

Entonces, ese policía horrible, nos dijo que nos iban a deportar, como si estuviéramos en Mayami, qué risa, o sea… y nos deportó, o sea, ¡qué raya!

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asistentas, gorras, franelas y panfletos informativos acer-ca de la necesidad de ahorrar el preciado líquido, y cuyo objetivo principal será la formación del hombre nuevo: un hombre conservador de los recursos naturales, forjador de sueños, artífice de un mundo multipolar…

¿Y mientras, el agua corriendo?

Ya veo venir tu actitud burguesa y contrarrevolucio-naria. Ya te dije que el proyecto está en proyecto, que tra-bajamos en las áreas estratégicas del desarrollo endógeno y que, como dijo el Che: “Nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Está claro como el agua.

¿Agua blanca o negra?

(La entrevista terminó abruptamente cuando las uñas estrelladas intentaron clavarse en mis ojos a modo de despedida).

El proyecto está en proyecto

Entrevista exclusiva a Escarlatina Rojas Bermellón

Al entrar al despacho nos encontramos con la flaman-te plurifuncionaria policambural, Escarlatina Rojas

Bermellón, viceministra, directora, coordinadora, voce-ra, delegada y presidenta de condominio, entre otras, pero a quien hoy entrevistaremos en calidad de asesora del asesor del subdespacho de conservación del agua y otros preciados líquidos. Escarlatina nos recibe con un cordial saludo, extendiendo sus dedos coronados por larguísimas uñas salpicadas de diminutas estrellitas ro-jas, por supuesto, a juego con su camisa, cuyo cocodrilo francés bordado en el pecho dio pie a nuestra primera y malintencionada pregunta:

El cocodrilo que reposa sobre su silicona izquierda, ¿qué representa?

Este no es un cocodrilo, se trata de una baba del Orinoco, en peligro de extinción, y que llevo en mi pecho como llevo a todos los seres cuya existencia esté amenaza-da por el capitalismo salvaje.

Entiendo, pero vamos al grano: el bote de agua en la esquina del Mango hoy cumple un mes, mientras nuestro Presidente llama a ahorr...

Nos reunimos con los consejos comunales de la zona para atender esta problemática que atenta contra la so-beranía hidrológica y la nueva geometría del poder. A la espera de soluciones promovemos el fortalecimiento del Poder Popular a través del Primer Encuentro Comunal de Botes de Agua, en el cual se repartirá a los asistentes y

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Poder popular, algo tan sencillo: míreme a mí, yo soy el ejemplo perfecto: he inundado esta región con mi cara y mi nombre, en vallas, afiches, franelas y hasta autobuses. Todo el mundo me conoce, si eso no es ser popular… y en cuanto al poder, ¿le parecen pocos dos viceministerios, la dirección de tres instituciones nacionales y regionales, la presidencia de cuatro comisiones del partido, más la voce-ría regional, además del reinado de Carnaval de 2010…?

Clarísimo… y ¿qué me dice de la democracia parti-cipativa?

Que participo en todo, que no hay cargo que no pelee y arrebate con uñas acrílicas y dientes blanqueados con láser.

Recuerdo que hace poco, en el congreso extraordi-nario, el Presidente, clamando ver caras nuevas, la mandó de regresó a casa…

¡Calumnias! El Comandante Presidente consideró que yo merecía un breve descanso porque reconoce mi in-valuable labor en todos los ámbitos de la política nacional.

Y esa compulsión participativa, ¿a qué se debe?

A que soy, como dijo, por orden mía, aquel publicis-ta que contraté para diseñar mis campañas instituciona-les, “la revolución hecha mujer”.

Si usted es la revolución, ¿el pueblo qué es?

El pueblo soy yo.

¿Y qué opina el pueblo al respecto?

El pueblo necesita formación ideológica, tenemos un largo camino por recorrer…

Por fin coincido con usted: tenemos un largo camino por recorrer…

Yo soy la revolución

Otra entrevista exclusiva a Escarlatina Rojas Bermellón

La primera vez que entrevisté a Escarlatina Rojas Ber-mellón prometía ser la última, pero la vida es larga y

las campañas electorales vuelven y con ellas, la imperio-sa necesidad de figurar de nuestra conocida multifuncio-naria pluricambural, siempre optando a un nuevo cargo, esta vez uno de elección popular.

Sin sorpresas, vestida de estricto rojo, nos recibió sentada, escudándose detrás de una solitaria pero con-tundente foto que reposa sobre su escritorio, en la que nuestra entrevistada aparece, según sus propias palabras, “fundida en un abrazo revolucionario con el Comandante Presidente”, lo que dio pie a mi primera pregunta:

Señora Rojas Bermellón Mis amigas me llaman Escarlatina—, dijo con son-

risa de afiche. Por eso digo: Señora Rojas Bermellón, en esta foto

no parecen coincidir las sombras de su cara y la del Presi-dente, ¿se trata de un foto montaje con photoshop?

Usted siempre con sus preguntas tontas en momen-tos en los que nos estamos jugando el futuro de América Latina, ¡alerta, alerta, alerta que camina…! Cuando los verdaderos revolucionarios nos enfrentamos al demonio mismo del capitalismo, dando el todo por el todo en esta lucha por establecer la nueva geometría del poder y un mundo multipolar…

Ya veo: photoshop. Pero hablemos de otra cosa, el poder popular…

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mueve cual habilísimo prestidigitador y derroca gobier-nos por allí, mientras envía tropas a países cansados de guerras eternas por allá, instala bases militares que vio-lan y amenazan la soberanía de los pueblos más acá, pro-mueve conflictos entre hermanos justo aquí, todo esto mientras encandila al espectador con su blanca sonrisa de esperanza negra.

He ahí el verdadero connie e’ mack: un vendedor de promesas falsas que aceptó un premio que no pretende merecer jamás.

Connie de su Mack

Esta semana el congresista republicano Connie Mack introdujo una petición para que el Congreso de su

país incluyera a Venezuela en la lista de países que cola-boran con el terrorismo; cosa que aplauden emocionados muchos de nuestros amigos opositores, cuyos cerebritos globotizados les dicen: “Nos declaran terroristas, nos bombardean, sacan a Chávez y ya… qué alivio”

Cuando leí la noticia de Connie y sus viles intenciones, no pude evitar que brotara de mis labios un indignado ‘‘Connie de su Mack’’. Porque hay que ser bien connie e’ mack para acusar de terrorista a un pueblo sólo porque pretenda ser libre y soberano. Pero a Connie lo conoce-mos desde los tiempos del connie mayor: el que invadió Afganistán buscando a Bin Laden para luego decir que no fue Osama sino Saddam, que al final es lo mismo, solo que hay que bombardear más allá, ahí mismito, donde no tienen las armas de destrucción masiva que no vamos a encontrar. Decía que cada año Connie Mack hace la mis-ma solicitud cuyo único fin es generar titulares que hacen pensar al lector, acostumbrado a que piensen por él, que Venezuela es terrorista y ¡qué pena con ese señor!

El problema no es Connie, pues ya sabemos quién es y qué hace. El problema es un simpático y prometedor pre-sidente. Tan prometedor que ganó un Premio Nobel de la Paz por adelantado, sin haber movido un dedo, según los más optimistas, para arreglar los entuertos que su país ha ido regando y manteniendo por el mundo.

Según los pesimistas, entre quienes me cuento, el Nobel, no es que no ha movido un dedo, sino que los

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arriesgando sus vidas, las de sus familias, lanzándose por el puente aún a sabiendas de que la muerte acechaba, por-que si algo hicimos y con insistencia fue advertirles que no iba a durar más de dos meses en pie. Ese viaducto era una bomba de tiempo y el tiempo pasó y la bomba… Bueno, no les voy a contar lo que ya saben.

Un año ha pasado desde aquel nublado día, cuando cortando una cinta de bandera, una de esas a las que le sobra una estrella, se inauguró el viaducto dejándonos, a la gente decente de este país, sumidos en la más profunda indignación.

Pero erraron en sus cálculos estos engendros castro-narco-computador de Raúl Reyes avalado por la Interpol-chavistas. Erraron como suelen errar quienes se creen sus propias mentiras y, otra vez, por tratar de engañar a mu-chos con esos espejismos de progreso, olvidaron al señor que vendía chicharrón (después les explico qué es eso) allá en la carretera vieja.

Juan Gómez se llama el infortunado, un hombre que hoy ve cómo su sueño de pequeño empresario de la gas-tronomía criolla se le escapa de las manos. Nuestra cá-mara fija no fue capaz de filmar entonces esa tragedia en desarrollo, no fuimos capaces de adelantarnos al futuro ominoso que acechaba al chicharronero.

Pero ahora lo tenemos enfocado con un gran angular. Por lo tanto, desde hoy, amigas mías, Juan Gómez somos todas, y yo digas ni pío, Ana Julia, porque estamos hacien-do patria.

Ya basta de ser cómodos, ya basta de querer llegar a La Guaira en veinticinco minutos; es hora de sacrificarnos como nunca antes lo hemos hecho. Marchad, mis admi-

Caminito que el tiempo

ha borrado...

Alerta del frente de damas indignadas por todo lo que haga el gobierno

Hace unos días el rrrégimen celebraba a soto voce el primer aniversario de ese esperpento que ellos lla-

man viaducto.

¿Y por qué a soto voce? Se preguntarán mis indignadas compañeras amantes de la haute couture. Pues, para eso estoy aquí, para responderles y denunciar el último atro-pello de este desgobierno tiránico y depravado.

Resulta, mis conmocionadas amigas, que como resul-tado de esa obra de infraestructura mucha gente quedó viviendo en condiciones infrahumanas. Me refiero a los habitantes de la carretera vieja de La Guaira.

Ya sé que nos importa un pepino esa gente de baja ralea, pero es que de algo tenemos que colgarnos si queremos de-rrocar al inquilino de Miraflores y su corte de aduladores.

Durante los días de gloria, cuando se desplomó el via-ducto, en medio del regocijo, aprovechamos para bom-bardear al desgobierno mientras cantábamos Alé limón. Recuerdo aún, con lágrimas en los ojos, aquella trocha que tanto nos dio de qué hablar. Aquella cámara fija de Globovisión que mandamos a instalar para transmitir, en vivo y directo, una tragedia que no llegó a suceder.

Luego, la construcción atropellada de ese puente de campaña que, dicen, será indestructible, aquel valiente reportero contando tornillos faltantes, la gente ignorante

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¡(bip)! Chávez dijo mierda

Que (bip) tiene el (bip) de su madre ese, decir semejan-te vulgaridad en televisión y en horario restringido.

Yo soy madre de familia y tiemblo de la (bip) con la falta de respeto del (bip) que habita en Miraflores. Es que con las madres, solo se meten los (bip) de madres de su calaña.

Un (bip), eso es lo que es, con el perdón de los (bip), claro. Justo ahorita que nos tragamos el asco que él y su séquito de (bip) nos producen y hablábamos de reconci-liación. Me (bip) en su alma y en su revolución de (bip). Es que no deja de recordarme al chiste graciosísimo que siempre cuenta Pipo sobre el negro que tenía diarrea y creyó que se estaba derritiendo.

Miren como estaré de (bip) con ese (bip) que les aca-bo de contar mi chiste favorito y ni siquiera pude sonreír. ¡Convulsiono de la ira!

Ya me imagino a la cuerda de (bip) que tiene por minis-tros tratando de justificar a su jefe a toda costa. Cuerda de lambe (bip) todos, lambe (bip) y jala (bip).

Yo, como madre, exijo respeto a las familias decentes de este país, a nosotros, los ciudadanos honestos que so-mos incapaces de pronunciar semejantes (bip) sin que su-framos una indigestión aguda.

No vamos a tolerar que un (bip) de (bip) empañe nues-tra dignidad patria, usando ese tipo de términos para re-ferirse a nuestra victoria. Victoria, por demás, gloriosa y contundente, de un pueblo que se niega a ser cubano, a

rables y bien conservadas damas, comed chicharrones de Juan Gómez y cuanta fritura asquerosa vendan por esos lares, tomad, eso sí, sobredosis de Alka Selzer Ultra Plus; soportad con estoicismo los estragos de una indigestión segura que la patria pide a gritos nuestro máximo sacrifi-cio. Gritad vuestras consignas a los cuatro vientos: ¡Con mi chicharrón no te metas! ¡Ni una autopista más! ¡Chávez, devuélveme mi trocha y mi país! Y no os preocupéis, mis esbeltas damas, por la ingesta excesiva de carbohidratos y grasas saturadas, que marcharemos tanto y tan arriba que no habrá chicharrón, ni celulitis, ni dictadorzuelo tropical que pueda con nosotras. Claro, que una vez logrado el ob-jetivo nuestro primer decreto será prohibir el chicharrón.

Atentamente,

Marifer PopofPresidenta del frente de damas indignadas

con todo lo que haga el gobierno.

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Con mi rectoscopia no te metas

Suenan todas las alarmas, se declara una emergencia sanita-ria. No es la gripe del pollo, no es la fiebre amarilla, ni reu-

ma, ni tos ferina. No hay epidemia alguna, pero la habrá, se los aseguro. Chávez esparció el virus del pánico al estornudar ayer y sin taparse la boca. Ahora pretende regular los precios de los servicios médicos privados. Con mi rectoscopia no te metas.

¿Dónde están las libertades que tanto amamos? ¿Hacia dónde nos quiere llevar ese señor? ¿Es que acaso nos ve-remos obligados a enfermarnos sin tener que hipotecar el futuro de nuestros hijos? ¿Tendrán que aprender los más viejos, y loro viejo no aprende a hablar, a vivir sin el terror que les produce una muy posible y cercana enfermedad?

La salud barata es una aberración, como todo lo barato. ¿Qué médico que se considere honorable va a cobrar un pre-cio razonable por una intervención? Y el caché de las clínicas, ¿dónde queda? ¿Cómo vamos a diferenciar una clínica cinco estrellas de una de medio palo si todas cuestan lo mismo?

Con las clínicas va a pasar como pasó con el Sambil, le pusieron el Metro al lado y se hizo accesible a las hordas de niches que ahora invaden sus pasillos, convirtiendo lo que debía ser el mall más popof de Caracas en una me-rienda de negros con tiendas caras.

No quiero ni pensar en las lujosas y cómodas salas de espera de la Clínica Ávila, llenas de mujeres con bebés semi-desnudos pegados a la teta, viejos sin dientes y con tos, gen-te vestida de poliéster con bollitos y hediondos a pachulí.

No cualquiera puede ser doctor, eso hay que recono-cerlo y la mejor manera de hacerlo es pagándole lo que valen. Dedicaron su juventud a quemarse las pestañas,

menos que nos den visas de residentes en Mayami. Un pueblo que no se va a calar más cada (bip) que le pase por la cabeza a ese gran (bip).

NO, NO Y NO!!!

Dijimos NO, ¿escuchaste cabeza de (bip)? O ¿es que te tenemos que patear el (bip) hasta dejártelo cuadrado? Agárrate las (bip), si es que las tienes, que la gente decente y educada de este país ya está hasta el (bip) de este (bip).

Por nuestros hijos, te lo juro: si de tu boca sale otra palabra como esa, que mi boca se niega a pronunciar, me voy a (bip) en ti y en toda tu descendencia.

Y que le dé gracias a Dios que estoy apurada porque tengo una misa de reconciliación a las siete, porque de lo contrario me pasaría todo el día pegada a la computadora poniéndote en tu sitio. ¡(bip)!

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trabajan como burros con aire acondicionado, y al fin y al cabo tienen nuestras vidas en sus manos. ¿Acaso eso tiene un precio que pueda ser regulado?

Y ¿qué será de la calidad del servicio? Porque esa gente tiene que comer, pagar la camioneta, el condominio, las cuotas del club, el colegio de los chamos, el viaje a Disney World, comprar ropa que los represente, porque no pue-den ir como unos percusios.

Te imaginas que si ganando lo que ganan, de vez en cuando meten la pata, ¿cómo será cuando una operación no les dé para recorrer Europa?

¿Qué va a pasar con todos esos doctorcitos recién gradua-dos que aspiran a un futuro mejor? No me van a venir ahora con el cuento de que el capitalismo salvaje campea en esos sagrados templos de salud. Que si hay canibalismo gremial, que si el médico explota al médico. Hay quien dice, válgame Dios, que los doctores adinerados “apadrinan” a jóvenes y talentosos médicos pelabolas. Que les ponen frente a los ojos la zanahoria de una posible futura sociedad, el acceso impo-sible a un mundo que no se habían atrevido a soñar.

El prestigio que les otorga curar a prestigiosos pacientes en prestigiosos quirófanos se paga con trabajo subpagado. Con domingos y madrugadas, con hijos que nunca ven a sus papás. ¿Qué mientras tanto el doctor en jefe toma piña cola-da con sombrillita en alguna playa del Caribe? Si, es él quien se vació el bolsillo para comprar la acción. No serán tan ma-lagradecidos de pensar que esto es injusto, no irán a morder la mano del amo que los alimenta, aunque sea con sardinas.

Yo propongo hacer clínicas clandestinas donde po-damos ser desplumados en paz. Es nuestro derecho, es nuestro culo el que está siendo hurgado por el dedo de la especulación y en mi culo mando yo.

EARlE HERRERAAl Presidente con humor —————————————————Earle Herrera • Escritor. Poeta. Periodista. Premio Nacional de Periodismo, mención investigación, por su libro Ficción y realidad en el Caracazo, 2011. Otros libros publicados son: Hay líbidos que matan, Piedra derramada. A la muerte le gusta jugar a los espejos.

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Oncólogos de otoño

Ahora a todo el mundo le dio por la oncología. No existe país en el universo donde sus criaturas se-

pan más de tumores y sus derivados que en Venezuela. A raíz de la enfermedad que se encaprichó o ensañó con nuestro Presidente, hasta el más corto de mente se hizo experto en cáncer. Y aquel que por pura falsa modestia reconoce que no sabe una papa de células malignas, de inmediato agrega que, no obstante, tiene una prima se-gunda cuya hermana es casada con un médico con post-grado en el Padre Machado, además del PhD (como lo leen) en el mismo Memorial Hospital for Cancer de New York… y así sucesivamente.

Años atrás, entre 2002 y 2004, la nota era ser militaró-logo, una especialidad con una sola especialista en Vene-zuela y cuidado si en América: la señora San Miguel, cuyo campo de conocimiento últimamente se ha visto invadido por unos cuantos aficionados, asomados y diletantes que no saben nada de la cosa. Por los días de la Carmonada, todo el mundo tenía una cuñada que tenía una prima y

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fermo en nada ayuda a la ciencia y es típica, rezongan en la MUD, del autoritarismo de Chávez. Una prueba más, pues, de que vivimos en una tiranía, por si a alguien le quedaba duda.

Estos súbitos oncólogos, en su ejercicio ilegal de la pro-fesión, leen la semiótica de la enfermedad en los gestos y paramensajes del paciente. Si Chávez habla con seriedad de su mal, gritan que eso evidencia la fase terminal, que se está muriendo, exigen un parte médico, le piden la re-nuncia ya, ahorita mismo y hasta le exigen a la MUD que prepare la hoja de ruta para la transición. En cambio, si el Presidente hace humor de su cáncer, chillan que es un mentiroso, que no tiene nada y todo es un montaje para recuperar la popularidad perdida porque apenas la tiene en un ridículo 60 por ciento. Si por el contrario el coman-dante ni habla ni ríe, entonces lo acusan de someterlos a la insufrible dictadura del silencio, una práctica propia de la más descarnada convalecencia totalitaria.

así hasta llegar a un nexo de consanguinidad en segundo grado con algún mayor de Casa Militar o un sexagenario coronel de las milicias.

Los militarólogos pertenecen a la etapa de la Coordina-dora Democrática, pese a que enterrada esa difunta, cada cierta tarde alguno asoma por allí su cadáver insepulto de experto en cuestiones marciales, esto es, en golpes y aso-nadas o como diría la especialista citada supra: en coup d’État. Los oncólogos, en cambio, son de más acá, de esta etapa brumosa de la oposición denominada de la Mesa de la Unidad, abreviada por unos como MUD y por otros como MUS, o sea, Mesa de los United States, dicho así de lo más spanglish.

La esquizofrenia mediática que hasta ayer no más pre-gonaba que nuestros hospitales no servían para nada, hoy informan que son los mejores del mundo en materia de cáncer, por lo que exigen al Presidente atenderse aquí en lugar de hacerlo en Cuba, donde arriesga su vida al poner-la en manos de la dogmática quimioterapia marxista le-ninista. ¡Vean, pues, los medios preocupados por la salud (y sobre todo por la vida) del comandante Chávez! Cosas veredes, paramédico Sancho.

Los columnistas de la gran prensa y los impenitentes opinadores de la televisión hacen pulso y gala de sus enci-clopédicos conocimientos oncológicos. El país ha podido leer y oír pasmado sus diagnósticos devastadores y pro-nósticos lapidarios. No se quedan allí, los tipos recetan. Los más impacientes hablaron incluso de un desenlace que el paciente, de puro terco, cada día contradice. Y por los vientos que soplan, no parece dispuesto a complacer-los. Para estos oncólogos mediáticos, esa actitud del en-

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que el humorista respondió: “Sí, lo que pasa es que yo no estoy enfermo del semblante”.

Un compinche de Kotepa, Francisco Pimentel, conoci-do en los altos fondos del humor como Job Pim (el Jobo), se vio todo maltrecho en su salud de tantos carcelazos que le metió la dictadura de Gómez. Los médicos de la UCV no le dieron esperanzas y, sin embargo, él empezó a re-cuperarse. Esto le preocupó pues, si no moría, quedarían muy mal los galenos de una institución que el Jobo quería mucho. El humorista, de ninguna manera, iba a permitir este desprestigio universitario. Entonces escribió su sone-to titulado “Desahuciado”, donde dice:

Me han visto nueve médicos. Los nueve,

de nuestra Facultad ornato y gala.

Los nueve encuentran mi salud tan mala,

que debo morir en plazo breve.

Congestión en el hígado, y no leve;

bronquitis, de la tisis antesala;

un riñón de su puesto se resbala

y el colon no funciona como debe.

Yo morir no me siento… Pero ¿cómo

nueve sabios así de tomo y lomo

se van a equivocar sobre mi suerte?

¿Que me debo morir? ¡Venga la muerte!

¡Todo antes que dejar en la berlina

a media Facultad de Medicina!

Otro genio del humor, Aquiles Nazoa, se burla de su flaca figura en su “Retrato 1940”, y de sus futuras enfer-medades en “Balada del pesimista”, que finaliza de lo más optimista cuando pide:

Al Presidente con humor

Estar enfermo no significa (ni es para) echarse a morir. Esto es lo más contraindicado desde el aceite de tárta-

go y la emulsión de Scott hasta los antibióticos de última generación. Fue precisamente Hipócrates, el papá de la medicina, quien precisó que el cuerpo humano está for-mado por cuatro humores en perfecto equilibrio. Si esa proporción se rompe, nos enfermamos y nos quiebra el mal humor. De allí que una vieja revista yanqui se copiara de los antiguos griegos para decirnos, con razón, que la risa es “remedio infalible”.

Con base en la abundante bibliografía científica so-bre la materia, les propuse a los Robertos, los mismos del programita ese titulado “Como ustedes pueden ver”, montar una obra con el nombre que encabeza esta de-plorable crónica. Los tipos se asustaron. ¡A quién se le ocurre hacer humor con algo tan serio como el cáncer! Estos amigos, maestros en la materia con varios libros sobre el tema, saben la diferencia entre humorismo y co-micidad, pero no era hora de teorizar. Les pedí que lo pensaran y me respondieron que eso era muy difícil para ellos. Les creo.

Recordé varios pacientes célebres que antes de la apli-cación postmoderna y postraumática de la risoterapia, una práctica recomendada por la médica Ana Elisa Oso-rio, derrotaron la enfermedad que los aquejaba a punta de buen humor. Estaba en cama el brillante periodista Kote-pa Delgado, fundador de Últimas Noticias y La Pava Ma-cha, cuando la amiga que lo visitaba le dijo al observarlo: “Estás mejorando, Kotepa, se te ve mejor semblante”. A lo

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Durísimo vivir sin Chávez

Los antichavistas no pueden vivir sin Chávez. Es un fenómeno cada vez más preocupante que sobrepasa

lo que pareciera un retruécano. En la medida en que el enfermo —porque se trata de una enfermedad— es más “culto” o tiene más estudios, aumenta la gravedad de la patología. Ansiedad, incertidumbre, sudoración, gastritis y extravíos mentales son algunos de los síntomas que aco-gotan a las pobres víctimas del antichavismo crónico.

Cada vez que el comandante Chávez sale del país, la oposición entra en crisis. Lo mismo le pasa cuando es sus-pendido el programa “Aló, Presidente”. La azota algo así como un inmanejable síndrome de abstinencia, con unos medios de comunicación sin norte y sin pauta posible. Un viejo periodista de mis afectos, escuálido en ejercicio, me decía que cuando no hay “Aló”, el domingo es un infinito caliche y el lunes un refrito, cual insufrible bostezo de un retrato (Alberto Nolia dixit).

El viaje que mantiene al presidente en Cuba ha gene-rado una alharaca de señor y padre nuestro. Algunos nos-tálgicos de la carmonada, con la originalidad de la desme-moria, han vociferado que estamos frente a un “vacío de poder”. La frase les ha parado los pelos a los picados de culebra, que somos unos cuantos desde aquel 11-A. Gente que hasta ayer criticaba al vicepresidente Elías Jaua, hoy pide a gritos que lo juramentemos de una vez, ya, sin pér-dida de tiempo, antes de que “el otro” regrese. Los más leguleyos exprimen el libro azul para demostrar lo que todos sabemos: que el “absceso pélvico” no aparece en la

Más no lloréis la muerte mía

porque, ¡quién quita!, a lo mejor

yo resucito al tercer día

sin ser ningún Nuestro Señor.

El presidente Chávez ha asumido su muy seria enfer-medad con gallardía y entereza. Al “show macabro” de la oposición ha respondido con humor: “pronto estaré calvo como Yul Brynner; seré Yul Chávez”, bromeó. Cuando los impacientes medios escuálidos empezaron a especular con temas como la transición y los posibles sucesores, el co-mandante puso a su hermano en el blanco de su chanza:

Adán, estás afeitadito, ¿te estás preparando para la sucesión?

A la derecha mal humorada y cejijunta le revienta que el Presidente no se eche a morir. Al contrario, frente a la gravedad de la situación, siempre ha tenido un chiste a flor de labio, una canción, un dicho popular. Es el ejemplo que deben seguir los Robertos, pero los tipos están tan asustados que, como ustedes pueden ver, el paciente no logra contagiarles su buen ánimo.

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Al parecer, la oposición no estará feliz y conforme has-ta que Chávez regrese a Miraflores en forma definitiva. En una especie de Carmonada II, casi que gritan: “Te quere-mos, Hugo”. Algunos líderes de la MUD, con la petulancia que los caracteriza, han lanzado la amenaza de: ¡no nos calamos más ausencias!

Constitución de 1999. Para éstos, al “vacío de poder” se le agrega, para hacerlo más hondo, el vacío jurídico que dejó el constituyente en materia de cáncer.

Aunque preocupante, el asunto a veces se pone diverti-do. Aquellos que cuestionan las cadenas y la permanente presencia del Presidente en los medios, cuando éste se au-senta, arman un berrinche en torno a la figura presidencial y la mantienen en la palestra. Ahora somos nosotros, los chavistas, los que le decimos que no nos dejan descansar, ni a nosotros del comandante, ni a éste de sus seguidores. Los articulistas antichavistas no escriben sobre otra cosa. En los programas de opinión radioeléctricos el tema recu-rrente es el viaje presidencial. Los profesores de Derecho de las universidades de derecha copan la televisión para explicar, a la luz de escuálidos códigos, la inconstitucio-nalidad de operarse en el extranjero sin la autorización de los dos tercios de la Asamblea Nacional. Los historiadores godos de la Academia de la Historia transpiran haciendo sesudas comparaciones entre un furúnculo habanero y la inoportuna próstata del general Cipriano Castro.

La llamada Mesa de la Unidad Democrática ha resul-tado el mejor y más eficiente comando de campaña del presidente Chávez. No se terminaba de marchar el jefe del Estado, cuando montaron una reunión de emergencia y convocaron, con la misma urgencia, a una rueda de pren-sa. Todos los dirigentes antichavistas tenían en su bolsillo el librito azul. Allí subrayaban con resaltador amarillo los artículos que Chávez y su absceso pélvico violaban flagran-temente. Los líderes y lideresas antichavistas tenían cara del que se las sabe todas. Lucían presumidos y exultantes. “El drenaje en La Habana no se ajusta a derecho”, recitó magistral y perdido un abogado adeco de la nueva era.

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no aparece en pantalla es porque “cayó ya”, “se fue ya”, “lo tumbaron ya”. El aberrante choque del masoquismo sin el placentero castigo radioeléctrico y la lejana ilusión que los anima llega a paralizarlos y los introduce en un tembloroso estado catatónico que alarma, con toda razón, a sus angustiadas familias.

Los medios de comunicación también sufren lo suyo, no se crean. Los del Estado empiezan a dar brincos y a buscar tiras cómicas de los tiempos inmemoriales de “El pájaro loco” o micros antediluvianos de ciudades pérdi-das para llenar el vacío. Los medios privados ingresan en el túnel ciego del más brutal desconcierto. Los programas de opinión de radio y TV se quedan sin tema desde la tarde del domingo hasta el mediodía del miércoles, cuando em-piezan a coger aire con dificultad. Esos tres largos días los llenan con sesudas especulaciones, juegos de escenarios, teorías extravagantes, conjeturas fenomenológicas, hipó-tesis y aproximaciones acerca de las insondables causas de la suspensión de “Aló, Presidente”. Sometidos a seme-jantes esfuerzos, los cerebros se resienten, obviamente.

En los medios impresos, un titular exageradamente bobo en primera página revela que lo metieron a última hora en el espacio reservado para alguna frase del jefe del Estado. Las columnistas disociadas, los opinadores de oficio pomposamente llamados “analistas”, los perdidos anclas de la tele, los insufribles leedores de titulares y los conductores de programas de opinión que no dejan opi-nar son devastados por el vacío de “Aló, Presidente”. No pueden disimular la irritación con que hablan, vociferan o escriben. En las columnas de prensa el lector capta de in-mediato ese tipo de textos incoloros, inodoros e insípidos

Los vacíos del Aló, Presidente

Las suspensiones por la causa que sea del programa “Aló, Presidente” provocan un vacío difícil de sobre-

llevar en los venezolanos, sobre todo en los de oposición. Chavistas y antichavistas se han vuelto adictos al espacio dominical y cuando el mismo no sale al aire, les sobrevie-ne un devastador síndrome de abstinencia. A los boliva-rianos la terrible resaca audiovisual les aminora y luego les pasa —o la resignan— al recibir una explicación del Minci, ya saben lo que pasó. Pero como los opositores no creen de ninguna manera en versiones oficiales, los sín-tomas del vacío espiritual y radioeléctrico se les prolonga hasta el siguiente domingo, cuando con seis u ocho horas del programa salen del guayabo, en su doble acepción de ratón televisivo y despecho concreto.

Sé de chavistas a quienes el insufrible cuervo del in-somnio se les instala en las retinas esos domingos de au-sencia presidencial, pero también conozco a escuálidos a dedicación exclusiva que, víctimas del mismo mal, han tenido que ser hospitalizados y sometidos a intensivos bombardeos de cócteles psicotrópicos porque sólo en la penumbra del embobamiento y sueño inducidos pueden superar la crisis. Para los pacientes crónicos únicamente queda el electroshock que, para ser efectivo, se les aplica cada cinco minutos. Es algo terrible. En el opositor in-tegral la suspensión del programa provoca sentimientos contradictorios: en primer lugar, no pueden satisfacer el masoquismo de ver y oír al “autócrata” y “tirano” que se han inventado y necesitan tener allí para creérselo; en se-gundo lugar, sienten la dulce y remota ilusión de que si

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El síndrome de la escoba

Otra vez la oposición se autocomplace. Disfruta, por anticipado, una victoria virtual. Se acabó la sequía de

poder que la acogotó durante doce largos años. El fenó-meno del niño, electoralmente hablando, no le fue nada breve. Más de una década sin llover café ni prebendas es demasiado. La carmonada resultó una esperanza efímera, un golpe de dados que el pueblo anuló. Pero ahora sí es verdad, dicen.

Tan segura está la MUD de su inminente destino lu-minoso, que se da tiempo hasta para el desprecio, sobre todo, hacia Hugo Chávez. “Está acabado”, gruñe el anémi-co panfleto de Petkoff. “Es pan comido”, profetiza Globo-visión. “Vamos por ti”, fanfarronea la secta 2D.

Vuelven los tiempos de la euforia autoinducida. Aquella época pletórica del “vete ya” y “ni un paso atrás”. ¡Oh, victoriosas horas del 11-A! ¡Oh, excitantes meses de la plaza Altamira y el insinuante obelisco! ¡Oh, heroínas del caceroleo fashion! No hay nada más sabroso que sentirse sobrado. El secretario de la MUD se cree un Pep Guardiola, el del Barsa de España. Otra vez los medios anticipan y venden la victoria. El “com-plejo Carmona” nunca se superó. Volveremos, pero sin la frente marchita.

Es el síndrome de la pedrada al piso o el complejo de la escoba. Todos los jefes de los partidos de la MUD aseguran que en las primarias no escogerán a un candidato, sino al Presidente de la República, cualquiera sea el abanderado. Los analistas y opinadores de la derecha y Washington

que salen de la computadora cuando se escribe sin tener tema y se insiste en decir cualquier cosa para sufrimiento nacional. Es terrible, se los digo.

Es en la oposición irredenta donde hace más estragos el vacío que provoca en sus almas las suspensiones del programa presidencial. Cuentan los parroquianos que las mañanas del lunes han visto a escuálidos desorientados dando vueltas sin sentido frente a la embajada de Valle Alto. Otros han sido observados rumbo a plaza Francia, donde se paran horas frente al obelisco como si estuvieran clamando algo sin clamar nada. Algunos prefieren irse a la plaza de la ex meritocracia, donde les da por hablar solos y a veces insultan a algún transeúnte si lleva alguna prenda roja. Este cronista, de verdad, teme que el asunto pueda convertirse en un problema de salud pública. Se le ocurre que cuando se den esas suspensiones se repita el progra-ma de la semana anterior. Aunque no resuelva del todo el problema, pudiera funcionar como un eficaz placebo. Es un Chávez repetido, pero peor es nada.

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Poseída por el complejo supremacista de la escoba y segura de tener a Hugo Chávez en el bolsillo, la MUD re-corre la misma ruta de la malograda Coordinadora De-mocrática. Después, bajo la pérfida luna de 2012, la escu-charán sollozar: “nadie nos dijo que enfrentaríamos a un candidato formidable”.

aseguran que si a Chávez le oponen una escoba, gana la escoba. El comandante está electoralmente muerto, es un fiambre, está trabajando preaviso, se burlan.

El síndrome de la escoba es recurrente y, al parecer, insuperable. Es un complejo pernicioso, que se autoali-menta. Los medios son su correa de transmisión y, si nos apuran mucho, su agente patógeno. Aparece en cada pro-ceso electoral y obnubila a sus portadores. Si se exacerba demasiado, no aguarda por los comicios y busca los ata-jos, como en 2002. Trece (13) derrotas electorales y un golpe revertido no han sido suficientes para inmunizar a la oposición de esa calamidad que siempre la lleva por la calle de la amargura desde 1998.

Después de cada revés, la resaca dura poco. Empero, algunos reconocen sus flaquezas y errores, aunque los olvidan rápido. Luego del 11-A, aquel cura que se declaró adeco en Miraflores, ¿De Viana?, aceptó que “luchamos contra un adversario formidable”. Por estos días, el pe-riodista Giusti, un antichavista endocrino, advertía que el escogido de la oposición enfrentará a un “candidato formidable”. Pero en el parnaso de la MUD nadie se acuerda del cura, ni le hace mucho caso a hormonales fablistanes aguafiestas.

No sé por qué inextricables razones Chávez alimenta en los opositores ese síndrome de la escoba. Cuando ellos dicen que ganan con cualquiera, el Presidente les contesta que saquen su majunche. Entonces, se da en los adver-sarios una fatal atracción hacia la mediocridad, llámese escoba o majunche. Mientras más opaco sea el precandi-dato, más posibilidades tiene de quitarse el “pre” y con-vertirse en el ungido de la mesa.

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Rodolfo Walsh fue un intelectual orgánico, integral, en la mejor concepción de Antonio Gramsci. Los fachos, des-pués de asesinarlo, se llevaron su cadáver y lo desaparecie-ron hasta el sol de hoy. Walsh cultivó la narrativa, el ensayo y el periodismo. Fue un hombre de pensamiento y acción. Murió en 1977. Desde Venezuela, quienes militábamos en el periodismo revolucionario, elevamos nuestra denuncia al mundo y nuestra solidaridad a los camaradas montoneros que enfrentaban la dictadura apoyada por la SIP. El SNTP de entonces no era esta caricatura gremial que guardó co-barde silencio cuando, el 12 y el 13 de abril de 2002, el poder mediático le impuso a Venezuela la dictadura del silencio.

La historia vomita los olvidos. A la hipocresía de la SIP, el SNTP y el CNP se sumó la de la gran prensa bonaerense. El último escrito de Rodolfo Walsh fue una valiente carta dirigida a la Junta Militar de su país. La envió a todos los periódicos. Ninguno la publicó. Hoy, La Nación de Bue-nos Aires, en su nombre, protesta el premio que se le otor-gó a Chávez. Pero ese diario oculta que censuró a Rodolfo Walsh. Como también lo hizo el “desgarrado” Clarín.

La revolución bolivariana, como ningún gobierno en Venezuela ni en América, le ha dado un impulso extraor-dinario a la comunicación alternativa y comunitaria. En el ámbito internacional, para romper el monopolio global de la información, hizo una realidad de Telesur, a contra-corriente del imperio. En este tipo de periodismo —igno-rantes criaturas del SNTP— militaba Rodolfo Walsh. Pue-den ustedes estar seguros de que si viviera, en persona le entregaría el premio que lleva su nombre a Hugo Chávez, militantes como son del mismo sueño.

El insufrible premio de Chávez

Tremendo terremoto provocó en el mundo mediático y político el premio de periodismo que le otorgara al

presidente Chávez una prestigiosa universidad argentina. Otra vez, gracias al comandante bolivariano, patronos y sindicalistas comulgaban con la misma rueda de molino. Desde la Sociedad Interamericana de Prensa en Washing-ton, hasta el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa en el municipio Libertador, estaban de muerte. En el mundo ocurren otras cosas, como el desastre nuclear de Fukushima, pero a ellos sólo los atormenta Chávez.

Los que aquí dicen defender la autonomía universita-ria se precipitaron a cuestionar una autónoma decisión de la Universidad Nacional de La Plata. El berrinche ar-mado recorrió la espina dorsal del continente. Semejante histeria mediática y sindicalera resultaba cómica y paté-tica. El SNTP, incluso, escribió a la decana de la Facultad de la Comunicación pidiéndole que le quitara el premio a Chávez. La catedrática debe haberse conmovido.

El galardón del despecho se denomina Rodolfo Wal-sh. Es obvio que la SIP como nuestros sindicalistas de la prensa ignoran quién fue este camarada. Se trata de un revolucionario que murió combatiendo la dictadura fas-cista que ensangrentó a su país, suerte que también corrió su propia hija. Fue fundador de la agencia cubana de noti-cias, Prensa Latina, y creyó y militó en un periodismo re-volucionario, clandestino, subterráneo y popular. Estaba, desde el punto de vista comunicacional, en la acera opues-ta de las grandes agencias de noticias y de los sindicalistas vendidos al mejor postor. El uso que de su nombre hoy hacen la SIP, el SNTP y el CNP provoca náusea.

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país de Neruda. Lo llevaron a conocer las entrañas de una mina. Al salir, sin quitarse el casco, declaró a los periodis-tas del mundo:

Si yo trabajara allí, en esas condiciones, también fuera comunista.

Chávez, mineros, escuálidos y Kennedy

Chávez es una fijación, una obsesión escuálida, invaria-ble e insuperable después de once largos años. Si Var-

gas Llosa recibe el Nobel, en lugar de recordar La ciudad y los perros o La casa verde, los escuálidos en lo primero que piensan es en Hugo Chávez, los posee y aprisiona su imagen. Si 33 mineros atrapados 700 metros bajo tierra son rescatados, los articulistas opositores saltan a chillar que Chávez no habría logrado esa hazaña. Si Alejandro Sanz suspende un concierto, la farándula derechista (val-ga el pleonasmo) se lanza contra el comandante por no responder los llorones y publicitarios mensaje por twitter que a cada paso de luna le manda el hispano.

Vayamos al desierto de Atacama. El rescate de los mi-neros chilenos fue un éxito y estos humildes y explotados trabajadores volvieron con su familia. El show mediático habló de todo, de futuros libros, novelas, documentales y películas en Hollywood. De las causas y culpables del de-rrumbe que casi cuesta la vida a esos 33 hombres, ni una palabra. Sólo un impertinente minero, al saludar al presi-dente Piñera, le dijo que eso nunca debe volver a ocurrir. Los medios obviaron al inoportuno denunciante para dar-le prensa y espacio al trabajador picaflor a quien espera-ban, a boca de túnel, su esposa, su amante y una tercera que la segunda alejó a golpes, según propia confesión.

Las condiciones infrahumanas de las minas del Chile neoliberal, las describió un carismático representante del imperio. A mediados de los 60, Robert Kennedy visitó el

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enmienda de la Carta Magna. La paliza impresionó hasta las almas en pena y a los cadáveres insepultos (Rómulo dixit) que hacen vida —o muerte— en eso que llaman la MUD.

Así, entre funerales truncos y velorios inconclusos, lle-gamos al 2010 y su 26 de septiembre (26S). El chavismo obtuvo 98 diputados y la oposición 65. A pesar de esos resultados, volvieron a invocar al camposanto. “El fin está cerca”, repiten como esas letanías que algunos religiosos te lanzan en la puerta de tu casa un domingo por la maña-na, sin todavía cepillarte. Es que no te dan tiempo porque, según ellos, el apocalipsis no espera.

Apocalíptica amaneció la oposición el 27S. “Este es el fin, Chávez”, anunciaban algunos muertos resucitados y anclas de canales a los que les encanta un muerto. Los analistas sacaban todos sus guarismos, excepto aquellos que aparecen en forma abrumadora cuando el cargo de Chávez está en juego. En este caso, jamás Hugo Chávez ha perdido una elección, antes bien, todas las ha ganado con holgura.

Otra vez, la oposición embestía contra el recurrente es-pejismo que se fabrica. Los números del 26S le bailaban, saltaban, bajaban, subían. La emoción obnubilaba a los jerarcas de ese cotarro político. Y volvía, inapelable, la tri-llada sentencia: “Este es el fin, recoge tus cosas”.

Se nos ocurre que a Chávez, para acercársele en votos presidenciales, hay que agarrarlo en frío, confiado, sin ninguna elección previa cuyos resultados no le sean satis-factorios. Si el hombre viene picado de culebra, olvídense.

El fin de Chávez, ahora sí

La oposición amaneció el 27S anunciando el fin de Chávez. No es la primera vez que lo hace. El 11 y 12 de

abril de 2002, bajo el influjo hipercarismático de Pedro Carmona Estanga, lanzó lecos parecidos que acariciaron los oídos de Washington, Madrid y Bogotá. El día 13 de aquel año despertó afónica, en medio de un vasto silencio mediático. Al que creía bien muerto, gozaba de buena sa-lud y despachaba desde Miraflores.

En 2004 volvería a cantar los funerales del supuesto difunto de sus tormentos. La recolección de firmas para el referéndum revocatorio le inyectó una euforia funeraria. Era cuestión de colocar los candelabros y prender el velo-rio. La derrota en las urnas la dejó como capilla sin santo. La oposición enterradora casi fue enterrada.

El estribillo mortuorio —o sea, el fin de Chávez— se volvería a oír en 2007. Manuel Rosales, especie de viejo Caronte maracucho, sería el encargado de llevarse a los infiernos, en su lúgubre barco fantasma, el alma del odia-do finado. La felpa que se llevó —con 7 millones 300 mil votos— todavía hace relampaguear al Catatumbo y no sólo por la noche.

La reforma constitucional, con una victoria pírrica, alborotaría otra vez a celadores de camposantos y plañi-deras. Ahora, sí era verdad, de ésta no lo salvaba nadie. Era el fin, en fin y por fin, manito. Sólo que en la refor-ma el cargo del Presidente de sus rencores no estaba en juego, como no lo estaba ningún otro poder. El muerto que ya creían despachar colocó sobre la mesa el as de la

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Idiolecto de Chávez

Siguen apareciendo libros sobre Hugo Chávez Frías. El investigador Rafael Ramón Castellanos ha registrado

unas 2.700 obras publicadas en el exterior acerca del pre-sidente venezolano. No incluye tesis de pre y postgrado ni los volúmenes editados en el país.

En Venezuela, el comandante ha inspirado o motivado a escritores bolivarianos y, en la misma o mayor medida, a los antichavistas. Algunos de estos últimos, gracias al indiscreto objeto de su odio, han conocido el largo olor del éxito del bestseller. El sólo hecho de colocar el nom-bre de Hugo Chávez en la portada es garantía de venta. Si el presidente se refiere a la publicación que lo alude, el comercio de la obra se multiplica. ¡Chávez, nómbrame!, ¡Chávez, insúltame!, ¡Chávez, di algo de mí!, gritan voz en cuello ansiosos autores escuálidos. Y si callan, el estado anhelante por la mención presidencial se les convierte en un insufrible alarido in pectore.

Ni Gómez ni Betancourt se aproximan al fenómeno editorial en que se ha convertido Chávez. Ni siquiera por-que están muertos, que es cuando más se escribe sobre los personajes históricos. La única investigación realizada sobre esta explosión bibliográfica generada por el coman-dante del 4-F es la ya citada de Rafael Ramón Castella-nos. Pero luego, los libros sobre el líder bolivariano siguen apareciendo.

Por estos días se anuncia una nueva obra que enfoca un aspecto poco explorado del liderazgo del presidente. Su título sería La lengua de Chávez y su autor es el lin-

El 26S Hugo Chávez obtuvo la mayoría de la Asamblea Nacional, pero dejó una mapanare enrollada, en posición de ataque. Esos resultados activan todas las fibras del co-mandante y lo hacen un adversario formidable, como lo reconoció un cura que esperó la Carmonada para decla-rarse adeco en Miraflores. A la MUD, más le habría valido no activarlo y tensar todos sus músculos. En 2012, si llega el fin, no será para Chávez. Más de un enterrador bajará a su sepulcro.

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El liderazgo de Hugo Chávez y sus múltiples victorias electorales popularizan su idiolecto, no cabe duda alguna. Sus enemigos y adversarios han hecho esfuerzos lingüísti-cos por contrarrestar esa influencia. De allí que se inven-taron expresiones como “rrrégimen”, ya casi en desuso; “autócrata”, “sociedad democrática”, “zambo”, “chusmas”, “hordas”, cuyos ecos languidecieron en la plaza Francia de Altamira.

En un arrebato más filosófico que lingüístico, el líder opositor Manuel Rosales sorprendió al país con frases que rozaban la figura retórica del oxímoron. A saber: “si me matan y me muero, la culpa es de Hugo Chávez”; “me ha-llo en una isla rodeada de agua por todas partes”; “no se le pueden pedir peras al horno” y otros constructos verbales que divirtieron y asombraron al auditorio.

El lingüista Flores asegura que “Chávez se apoderó del idioma y, en la medida en que él se apodera de la lengua, perdemos nuestra libertad”. ¿No ve? Aquí quería llegar el hombre. Una conclusión científicamente escuálida. Des-pués dicen.

güista Germán Flores. En declaraciones para El Universal (19/12/2009), el experto afirma que “el mandatario ha con-vertido su idiolecto —rasgos propios de la forma de expre-sarse de un individuo— en lenguaje oficial de Venezuela”.

Flores acota que “palabras como soberano, pueblo, socialismo, imperio, revolución, capitalismo o golpe de Estado, tienen un significado distinto en el idiolecto de Chávez, quien ha logrado imponer en el país el sentido que le da a esas expresiones”. También se refiere a tér-minos como “escuálidos”, “vergatario” o “Goriletti”, este último para aludir a Micheletti, presidente golpista de Honduras.

En verdad, parte del lenguaje político de un país no lo imponen los presidentes, sino su liderazgo. En un entor-no más reducido, los jefes de partidos políticos, al menos en el ámbito de su militancia. Los activistas terminan ha-blando como su dirigente más carismático. En su tiempo, todos los masistas hablaban como Teodoro Petkoff. En AD, Rómulo Betancourt impuso su idiolecto de hallacas multisápidas, cadáveres insepultos, hampoductos y fenó-menos obsoletos y periclitados. ¿Acaso no hablan como Caldera sus malqueridos delfines Eduardo Fernández y Oswaldo Álvarez Paz?

Existen curiosidades arqueológicas. La lengua de Hen-ry Ramos Allup y su entonación atiplada intenta resucitar el habla y el decir de Rómulo Betancourt. En el mismo bando, Antonio Ledezma no puede zafarse de la forma de discursear de Carlos Andrés Pérez. La Cuarta República, como los muertos en pena, sale por los caminos en boca de sus sobrevivientes. Sus estertores se agitan en esa len-gua impenitente.

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gobernantes de países-colonias. En otros casos, se suman al boicot la cancillera alemana o el primer ministro britá-nico. El complot contra las giras de nuestro Presidente no es cualquier cosa.

Haga usted su propia investigación viajera. Cuando el comandante anuncie algún compromiso en el exterior, pronostique el escándalo que será desempolvado y colo-cado en primera plana y primer plano en los medios. Aun-que el asunto es grave, la constatación del pronóstico pu-diera resultarle tan divertida y agradable como llenar su crucigrama favorito. En las escuelas de ciencias políticas o estudios internacionales deberían poner este ejercicio como tarea o tesis de grado.

En una de sus giras por Rusia, Portugal y España, in-ventaron que al aniversario de la revolución sandinista asistieron varios comandantes de las FARC, quienes se habrían trasladado en un avión venezolano, específica-mente de Pdvsa. La “noticia” desapareció de la misma for-ma en que apareció, sin que los medios se preocuparan en dar alguna explicación. Las ollas periodísticas, como las mentiras, no se explican. Se montan y ya.

En una oportunidad, Miraflores les hizo una jugada (trastada, chillaron ellos) a los caza-viajes de Chávez. El Presidente estaba en Colombia, en una cumbre antidroga que se realizaba en ese país. Los sabuesos de los pasos del comandante fueron sorprendidos porque el anuncio de su presencia en el evento lo hizo el jefe del Estado ape-nas la víspera. No les dio chance para montajes, potes de humo y otras formas de manipulación. Eso no quiere de-cir que no lo pudieran hacer sobre la marcha, pero esta-ban cogidos fuera de base.

Los caza-viajes de Chávez

Cada viaje de Hugo Chávez levanta una polvareda pla-netaria que ni te cuento. En lo interno, a la oposición

le resultan insufribles las ausencias presidenciales. Le da tirria que su campaña del “tirano”, el “autócrata” y otras hipérboles desesperadas, a pesar de los lecos, encuentre poco eco en el escenario internacional. En lo externo, Es-tados Unidos y la derecha mundial ven quebrado el prego-nado aislamiento global de Venezuela.

Chávez nunca viaja solo. Siempre lo hace acompañado del escándalo que arman sus adversarios en cada periplo. En Venezuela existe un sufrido hombre que vive de sacar la cuenta de cuánto gasta el presidente en pañuelos, agua mineral, calcetines y calzoncillos por viaje. Los medios le dan primera página a semejante contabilidad.

La administración Bush tenía a mano los ingredien-tes específicos para intentar boicotear cada viaje de Hugo Chávez y gritar al mundo su “preocupación por Venezuela”. Si el destino era hacia el sur, desempolvaba el manoseado maletín de Antonini. Si la brújula apuntaba al norte, saca-ba una carpeta de la inagotable computadora que le atribu-yen al comandante Raúl Reyes, ya desechada por la Corte Suprema de Justicia de Colombia. El cambio de gobierno gringo no cambió las cosas: ahora, no bien anuncia Mira-flores una gira por Europa, ya la señora Clinton —como an-tes lo hacía la Rice— está advirtiendo del peligro que para las democracias representa el mandatario venezolano.

Cuando el imperio no encuentra un escándalo a mano para sabotear los viajes de Chávez, acuden en su apoyo los

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El Chávez de Bush

Cada quien tiene su Chávez y cada cual le saca rédito a su manera. El último fue el ex presidente del imperio,

George Bush, quien para arrancar el apoyo del Congreso a su TLC con Colombia, ya sin argumentos, recurrió al trapo rojo del presidente venezolano para persuadir a los representantes estadounidenses. “Colombia enfrenta una posición hostil de Venezuela”, advirtió el jefe de la prime-ra potencia del planeta.

En México, para detener la candidatura de López Obra-dor, se desató una campaña de mentiras de su supuesta relación o identificación con Hugo Chávez. En Perú, el ca-dáver insepulto de Alan García cazó una pelea loca con el comandante bolivariano y resucitó en la presidencia. Des-pués, se abrazó con el mandatario venezolano.

El ex ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, buscaba polarizar con Chávez para mantenerse “a la pata” del presidente Uribe en la pugna por la Casa de Nariño. Cada disparate que Santos vomitaba contra Venezuela o su Presidente, lo disparaba en las encuestas. Después de ganar las elecciones, se dejó de eso. Si Chávez no existiera, los personajes antes citados lo tendrían que inventar. O rectifico: ya cada uno de ellos se inventó su Chávez a la medida.

Pero no sólo los políticos trepan sobre los hombros del Hugo Chávez que se inventan o al que toman de la feroz campaña propagandística mundial desatada en su contra. Como diría Aníbal Nazoa, cualquier güelefrito que quiera hacerse célebre le basta con emprenderla contra el man-datario venezolano.

El asunto es curioso, de siquiatra y brinco. Cuando el Presidente se va allende los mares, los medios montan ollas periodísticas para eclipsar los logros de los viajes y la proyección internacional del líder bolivariano. Al mis-mo tiempo, sin Chávez en el país, la oposición cae en un profundo vacío muy parecido a la depresión y hace un descubrimiento peligroso: el de ese odio latente, intesti-no, entre todos sus factores, ese odio entre ellos que sólo el odio a Chávez logra en unos casos eclipsar y, en otros, disimular y sobrellevar a duras penas.

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lograr, de parte del Congreso de su país, la aprobación de un tratado de libre comercio con Colombia, México o Centroamérica, pudiera dar la medida de la hora que vive el imperio. Pero también, de la proyección sobre esa hora de Hugo Chávez.

Hace algún tiempo escribí un artículo titulado “Hágase famoso, demande a Chávez”. Todo aquel que se inventaba una querella contra el Presidente se convertía en el centro de la prensa, radio, televisión y cadenas internacionales. Solteronas desahuciadas se hicieron apetecibles, aboga-dos anónimos se convirtieron en suerte de Licurgos de los medios, cadáveres políticos resucitaron sin pasar por las penurias de Lázaro, profesores desconocidos se trans-formaron en académicos de número.

La farándula olfateó el asunto y se amarró al largo olor del éxito. Alejandro Sanz se inventó persecucio-nes de Chávez cuando Chávez, al susodicho, ni siquie-ra lo ignoraba, que diría Mario Moreno. A esta pobre víctima de su propio “tirano” virtual se le multiplica-ron los contratos y premios. Engolosinados, se le su-maron Bosé, Juanes y, por su solidaridad con una paja mental, sus acciones, cartel y caché subieron como la espuma. También el grupo Maná metió a Chávez en su último video y los comentarios le dieron la vuelta al mundo. Los de Maná, por supuesto, ignoraban lo que es Barrio Adentro o la Operación Milagro. Su pro-blema es mercantil y promocional, vender su recién estrenado antichavismo aunque no sepan, realmente, lo que es el chavismo.

Pareciera una petulancia eso de que hasta Bush tenía su Chávez para ganar puntos internacionales, persuadir aquí, inquietar allá o presionar más allá. Pero basta con leer sus discursos para tropezarnos, a salto de párrafos, con el comandante del 4-F en la inextricable oratoria bus-heana. Que el ex presidente de Estados Unidos tuviera que recurrir a la supuesta amenaza de Hugo Chávez para

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firmemente en sus consignas de “vete ya” y “renuncia ya”. La realidad los golpeó duro, pero no aprendieron la lec-ción. No podían y, en el fondo, se negaban a aceptar la realidad, reducida también a sus deseos.

No aprenden porque son tercos. Y son tercos porque son torpes. El fracaso de un golpe exitoso —11 de abril de 2002—debió enseñarles que no se trataba de un simple asunto de un hombre alzado con el poder. No aprendieron nada. La aplastante derrota del colosal sabotaje petrolero fue otra lec-ción contundente. Volvieron a racionalizar su aparatoso fra-caso y a reducirlo a “las ambiciones del autócrata”.

Los historiadores de la derecha, que pudieron orientar a sus correligionarios, se dejaron llevar por sus bajas pasiones políticas, envidias y odios personales. Así las cosas, no había diferencia en las reacciones del almidonado académico de la historia y el fanático de la plaza Altamira que le provocó la muerte a puntapié a la pintora Elsa Morales. La oposición, en una encrucijada histórica, estaba huérfana de luz.

Lo que es peor, sigue a oscuras y dando tumbos, entre arrebatos abstencionistas y sueños explosivos de salidas terroristas o una acariciada invasión yanqui. En el su-puesto de que se concretara una de estas opciones violen-tas y trágicas, sólo interrumpirían al proceso bolivariano por uno o varios años, pero el mismo volvería con mayor fuerza, como el sandinismo en Nicaragua. O mejor, como Tupac Katari, vuelto millones.

En cambio, de llegar a aceptar la incontestable reali-dad de que el chavismo llegó para quedarse un rato largo —mínimo, medio siglo— esta oposición podría trazar una estrategia con posibilidades de éxito. Sin embargo, frente al fanatismo que la posee y ofusca, esto es como pedirle peras al microondas.

Esto va pa’ largo

Dentro de 50 años, el chavismo comenzará a declinar. Esto, en caso de que el proceso político venezolano

siga su cauce y desenvolvimiento en forma pacífica. Si ocu-rre lo contrario y la reacción se empeña en salidas y aventu-ras violentas, el movimiento bolivariano permanecerá en el poder hasta el ocaso del siglo XXI. No creo que su hegemo-nía se prolongue más allá de la centuria del XXII.

La duración de los ciclos históricos venezolanos se ex-tiende entre unos 40 y 50 años, más o menos. Los andinos que llegaron con Castro se quedaron en Miraflores hasta 1945. Parecieron regresar con Pérez Jiménez en 1948, pero los sacaron en 1958. El puntofijismo proyectaría su sombra desde este año hasta 1998, cuando el victorioso candidato Hugo Chávez juró sobre “esta Constitución moribunda” y el ex presidente Luis Herrera, llanero y zamarro, advirtió: “A comprar alpargata que lo que viene es joropo”.

La oposición, colaboracionista o extrema, no ha queri-do ver al proceso bolivariano desde la perspectiva históri-ca, como expresión dialéctica de una fractura estructural en el devenir sociopolítico del país (respiren). Por el con-trario, jura y se empeña en convencerse de que Chávez es un “inquilino de Miraflores” que se va mañana, luego de cancelar la noche de pensión en la posada. En eso lleva 12 años de traumática espera.

Los adversarios del fenómeno bolivariano reducen sus análisis políticos a la verruga del Presidente, su rango mi-litar, origen campesino y rasgos de zambo. Este reduccio-nismo simplón los lleva a creer que pueden salir por la vía rápida del jefe del Estado. Ciertamente, en 2002 creyeron

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Otra intelectual, quien descubrió en Manuel Rosales una mezcla de Oscar Wilde con Bernard Shaw, se dispa-ra un acucioso artículo sobre la ejecución en la horca de Saddam Hussein. Critica a la sociedad iraquí que, otro-ra, aplaudió al dictador. Recuerda sus crímenes, los enu-mera. Cuestiona a la misma sociedad que lo ahorca. Para nada habla del país que subvencionó la agresión de Sa-ddam contra Irán, misma potencia que proporcionó las armas químicas para que las lanzara contra los kurdos. Saca a Saddam de sus manejadores y financistas gringos y lo termina colocando en Venezuela, ¿al lado de quién? Pues de Hugo Rafael Chávez Frías. Recojo el doble seis.

Son historiadores, periodistas, profesores, economistas, en fin, eruditos de oposición cuyos artículos y ensayos, to-dos, luego de un encabezamiento impresionante y un desa-rrollo argumentativo impecable, se desbaratan en dicterios, comparaciones y alaridos contra el presidente Chávez. Es-tos intelectuales, en el fondo, piensan que se la comen, que han logrado alimentar y aumentar el antichavismo. Subes-timan o desprecian la inteligencia de sus propios lectores, excepto por supuesto, de los que ya están irreversiblemente disociados y son los que para nada necesitan que les inyec-ten más antichavismo sobre su ya saturado antichavismo.

Estos pensadores oposicionistas —valga la contradicción en el seno del pueblo— son personas inteligentes, algunos incluso han perpetrado uno que otro libro. Están conven-cidos de que todo cuanto escriban se convertirá en teoría, ley, axioma. Lanzan sobre las computadoras unas cuantas frases pedantescas y luego las revierten contra su fijación mental, esto es, el presidente Chávez. Piensan que el resto de la sociedad comprará sus deslumbrantes genialidades y, sobre todo, su cotizada obsesión antichavista. Los medios de la oposición les alimentan esa fijación rojita.

Obsesión

Cuando la oposición empiece a liberarse de Chávez, en-contrará la senda de su propia realización. Mientras

esto no ocurra, seguirá atrapada en el círculo vicioso de un patológico chavismo al revés. Después de los últimos agua-ceros, se creyó que el infantilismo antichavista había toca-do a su fin. Pues mira que no y, lo peor, continúa arraigado en las capas más ilustradas del oposicionismo lustrado.

Aquella vieja consigna de que “Chávez los tiene loco” se creía y pensaba superada para siempre. No obstante, la misma parece cobrar inusitada vigencia de tiempo en tiempo, como las aves migratorias o los insectos cíclicos. Sucede que los intelectuales opositores arrancan cada nuevo año con una serie de artículos, algunos muy sesu-dos, pero todos absolutamente predecibles por su idéntico desenlace. Pueden tratar de las fases lunares, la comesto-logía pura o la filosofía de la ciencia, sin embargo, todos concluyen aludiendo al comandante Chávez. Es una cosa loca, extraña y contrastable.

Toma tú el escrito de un pensador oposicionista —val-ga el oxímoron— y zambúllete en su lectura por interés temático o por lo que sea. El autor te llevará por el rosario de crímenes de los ayatolas de Irán durante la guerra con Irak. Hará análisis, pescará teorías y arribará a conclusio-nes categóricas sobre las largas guerras del Medio Orien-te. Cuando tu interés es mayor, en un giro mortal o una maroma dialéctica, el historiador oposicionista concluirá, faltaba más, que la culpa de aquella guerra y aquellos crí-menes recaen sobre Hugo Rafael Chávez Frías. Lanzo mis cartas sobre la mesa.

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IváN lIRA ——————————————————Pintor. Caricaturista: “Me dedico con igual empecinamiento a la pintura, al dibujo, a la caricatura, a la narración gráfica, al cartelismo, a la ilustración editorial y otros géneros de las artes visuales que comparten entre sí ciertas características, pero que tienen, también, grandes diferencias”.

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AUGUSTO HERNáNdEz

Método para el aplauso opositor ——————————————————Augusto Hernández • Premio Nacional de Periodismo, mención Opi-nión. Autor del libro Sólo para adúlteros. Participó también en el libro: Contragolpe del humor. Ha trabajado en programas de humor en la radio: "Kun fu de Noticias". "Juego de palabras".

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Agitadores y propagandistas

La tercera línea estratégica de acción política procla-mada en fecha reciente por el líder máximo del pro-

ceso revolucionario, en el PSUV, consiste en “Convertir el Partido en un poderoso medio de propaganda, agitación y comunicación”.

Según parece, la cosa es conmigo. Desde mis tiempos juveniles muchas personas me tildan malintencionada-mente como “agitador”. Por entonces el término “propa-ganda” se utilizaba para promover ideas políticas subver-sivas o actos reñidos con la moral y las preferencias elec-torales de gente políticamente moderada.

La agitación era algo que hacían los encapuchados y la propaganda se consideraba pecaminosa, pues la palabra estaba reservada para publicitar ideas comunistas o de sus compañeros de ruta.

Por esas cosas de la vida, tras saborear actividades pro-vechosas como iniciar estudios de Derecho o incursionar en el servicio exterior, terminé como propagandista. Eso com-prueba que no se ha hecho la miel para la boca del asno.

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La talanquera al revés

Los temores del Presidente Chávez de ser traicionado por alguno de sus adeptos recién electo a la Asamblea

Nacional impulsaron una serie de medidas que, a la luz de las circunstancias actuales, pudieran lucir un pelín exage-radas.

De entrada, la nueva bancada oficialista constituye una especie de “quién es quién” del alto perraje gubernamen-tal y partidista. Lo de alto perraje lo menciono para no hacer uso de términos que pudiesen considerarse peyora-tivos, tales como “aristocracia revolucionaria”. Consulta-dos al respecto algunos conocedores, el consenso es que la lista de diputados del PSUV representa lo más granado de los gabinetes anteriores, lo cual resulta curioso, pues es como si Chávez no quisiera reinsertarlos en sus antiguos ministerios, cosa tan natural que se consideraba un pasa-tiempo presidencial.

El asunto es tan notorio que hay quienes opinan que Chávez designó diputados a quienes debían ser ministros y, en cambio, llenó el Gabinete Ejecutivo con candidatos más adecuados para ser parlamentarios.

Si a ver vamos, hay quienes no se explican cómo los ex ministros de Educación, Héctor Navarro y Aristóbulo Is-turiz, quedaron fuera del mencionado despacho mientras una ministra reciente aparecía en entrevistas de televisión con aspecto de maestra preescolar dispuesta a dar sus pri-meras lecciones.

Sin embargo, según los entendidos, el error más garra-fal consiste en haber impulsado una Ley Contra el Salto de

Naturalmente, la actividad del propagandista no solo debe ser gratuita, sino conlleva jornadas de labores volun-tarias que jamás son compensadas ya que no se consideran trabajo propiamente dicho y se supone que uno las desem-peña por el mero placer de sembrar el caos y el terror.

La versión neoliberal de quien hace propaganda se de-nomina publicista, acompañada por las menciones “ge-rente de publicidad”, “ejecutivo de cuenta”, “creativo” y otros títulos similares. El negocio publicitario implica el cobro de sueldos más comisiones de venta, regalías, bonos y tajadas del beneficio total. Además, incluye gastos de re-laciones públicas y dinero para los sobornos de rigor.

Desde la irrupción de Hugo Chávez en la política, el 4/2/1992, he sido, junto con numerosos colegas, propa-gandista, agitador y comunicador de ideas revoluciona-rias a tiemplo completo. A veces he pensado que se podían organizar brigadas comunicacionales para unir esfuerzos, utilizar medios poco accesibles, homogeneizar los mensa-jes y llegar a quienes no confían en la revolución, en vez de predicar solo para los creyentes.

Por desgracia, aparte del propio Chávez, son pocos los comunicadores que disponen de espacios y patrocinio ofi-cial para publicitar el proceso y, a la vez, contar con un sustento mínimo.

Tal parece que, ante una brigada de tanques, preferi-mos tener un gentío armado con piedras en vez de una batería de misiles con municiones verbales apropiadas.

Junto a las pintas y repartición de volantes deberíamos conquistar cada espacio posible en prensa, radio y televi-sión, con el respaldo de organismos o anunciantes adep-tos al proceso.

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La calentera mundial

El cólera, por lo visto, llegó a los pueblos del norte de África y, comenzando por Túnez, saltó las fronteras

hasta poner a los gobernantes más veteranos a pegar unas carreras que no se veían desde hace muchos años en la tierra de las pirámides y los países del vecindario.

Por cierto, no se trata del cólera haitiano, metido de contrabando en la República Dominicana para infectar a los 400 venezolanos con más cachet (y con más cash), que asistieron a una boda de postín en el exclusivo sector de La Romana. A esa misma localidad, segregada y libre de nativos, concurrieron poco después los Bush, padre e hijo, a dejarse adular por “hispánicos” de la calaña de Uribe Vélez y Chemaría Aznar, huéspedes de Gustavo Cisneros, que colecciona ex presidentes por si acaso les toca repetir o poner a sus retoños, lo que reporta buenos dividendos.

El asunto es que las poblaciones árabes se cansaron de ver las mismas caras en gobiernos que quizás alguna vez fueron revolucionarios y antiimperialistas, pero que poco a poco saltaron la talanquera que los separaba de los com-pinches de Israel. Entonces, como en el cuento del rey des-nudo, de repente los ciudadanos sintieron la necesidad de recobrar la soberanía conculcada, de salir del atraso que los afecta en diversos aspectos y grados, dependiendo de los ingresos per cápita y la forma como los monopolizan desde las esferas del poder.

La ira popular islámica no se limitó al reclamo contra los antiguos regímenes progresistas, pues tienen en salsa a Bahrein, cuyo emir hace poco se ascendió a rey, así como

Talanquera que tiene el defecto de considerar que la cosa solo puede ser de aquí para allá, o sea, del gobierno a la oposición, y no al revés.

Al hacer consultas se consideró que Chávez no tomó en cuenta su poder de persuasión que, cuando le da la gana, lo capacita para que Juan Manuel Santos lo trate de pana burda.

Así pues, durante su discurso en la Asamblea, en apenas siete horas de palabreo, se pudieron apreciar ciertas fisu-ras en el bloque de la MUD. Naturalmente, María Corina Machado no dejó escapar nada que pareciera una sonrisa y mantuvo los dientes apretados a lo largo del mensaje.

Chávez, sin embargo, como buen estratega militar, se coló por la retaguardia y puso en tres y dos a Hiram Ga-viria, quien mostró debilidad. Otro tanto ocurrió con el diputado Caldera, que aplaudió mientras sus compañeros se cruzaban de brazos. Por su parte, el sindicalista Alfredo Ramos también reveló flancos débiles, mientras su antiguo compinche, Andrés Velázquez, tuvo gestos titubeantes.

Los expertos consideran que algunos opositores no aguantarían dos pedidas si Chávez les echara encima toda la caballería.

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El Premio Nobel de la Guerra

“La guerra es la paz”. G. Orwell, 1984

Como es bien sabido el premio Nobel lo instituyó un exitoso empresario escandinavo que desarrolló el ex-

plosivo más poderoso conocido hasta la fecha y con varia-das aplicaciones. Éstas incluyen usos tan prácticos como el de volar o convertir en añicos las rocas inmensas que hasta entonces debían removerse con picos, palas y otras herramientas que implicaban enorme trabajo en la mine-ría o la construcción de carreteras y otras labores reserva-das para esclavos, presos y demás enemigos del sistema.

Sin embargo, como es natural, el uso más práctico para la dinamita fue como componente principal de las bom-bas y otros artefactos explosivos empleados por los mili-tares para hacer trizas a las tropas enemigas y a cualquier persona que se atravesara en el camino, lo que pasó a co-nocerse en la terminología castrense anglosajona como “daño colateral”.

Así, pues, el señor Alfred Nobel fue un afortunado be-neficiario de los conflictos bélicos, actividad que estuvo tan de moda poco después de sus años de labores como inventor, que estallaron dos de ellos casi seguidos y con características de guerras mundiales.

Como cosa curiosa el Premio Nobel, adjudicado por las academias suecas tras sesudas y minuciosas investi-gaciones a los científicos o investigadores más destacados en materias como Física, Química, Medicina, Economía y Literatura, no incluyó una categoría donde figuraran los

a Kuwait, otro emirato petrolero, lo mismo que el sultana-to de Omán, donde tienen las barbas en remojo.

Casi al unísono los pueblos árabes experimentan sed de cambios para mejorar su condición, pero no son ellos nada más los involucrados en protestas multitudinarias. En Grecia, las manifestaciones y huelgas han sido de to-dos los tamaños. En países menos meridionales, como la apacible Islandia, los ciudadanos perdieron la frigidez frente a las autoridades e hicieron dimitir al gobierno, nacionalizaron los bancos y están redactando la nueva Constitución.

Curiosamente, el repudio al FMI y sus políticas neoli-berales es universal. Por otra parte, jamás se habían vis-to, simultáneamente, tantos gobernantes mediocres. Co-menzando por Obama, le sigue el Premier británico, cuyo nombre casi nadie conoce. En Francia, Sarkozy luce como un enano mental al lado del legendario De Gaulle. Italia no puede estar peor con Berlusconi, tracalero y otras co-sas que mejor no digo.

En el mundo sobran traficantes de influencias y faltan estadistas.

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Por un puñado de dólares

Según El País (España), “el vicepresidente de Acción Democrática, Víctor Bolívar, y otros directivos del

partido pidieron financiación y favores a Estados Unidos en reuniones con funcionarios norteamericanos, según un cable de la embajada norteamericana en Caracas”. Cuando los funcionarios norteamericanos trataron de cambiar el tema de la conversación, los políticos venezolanos reitera-ron la demanda en inglés (we want money, cash, dollars, green bills. – exigieron los adecos), según parece que in-formó el ex embajador William Brownfield en el 2006. “Si la petición fracasaba con un funcionario, era planteada a otro”.

De acuerdo con un informe revelado por Wikileaks, el embajador Brownfield habría descalificado al secretario general de AD, Henry Ramos Allup, expresando que “no tiene imaginación, es fanfarrón e, incluso, repelente. En lugar de buscar la unidad (contra Chávez), insulta a los representantes de los otros partidos”.

Entre los insultos proferidos por el imprudente adeco figuran: “maripositas (little butterflies), ranas saltarinas (jumping frogs) y petimetres (gay dressers).”

Además, como exclusiva periodística obtuvimos la gra-bación del siguiente diálogo en la recepción de la Embaja-da de los Estados Unidos en Caracas:

“Buenos días, vengo a entrevistarme con el consejero político”. “¿Usted tiene una cita?”. “No, pero soy su fan number one del Democratic Action Party de Venezuela, cien por cien obamaniático”.

principales usuarios de la dinamita, es decir, los compra-dores del producto que servía para financiar los mencio-nados lauros.

Esto resulta tan injusto como si en los acreditados pre-mios del Festival de Viña del Mar no se mencionara a los autores de las canciones ganadoras, sino solo a los can-tantes o intérpretes.

Para colmo de injusticia se instituyó un Premio Nobel de la Paz, como si los pacifistas no fueran los más empe-dernidos oponentes al uso de la dinamita en su condición de herramienta para exterminar seres humanos. Se tra-ta de un atentado contra la propia existencia del Premio Nobel, pues si se acabaran los motivos para emplear la di-namita como un pesticida global la fundación del premio se habría quedado sin fondos.

Visto el asunto desde su justa perspectiva lo lógico se-ría que existiera un Premio Nobel de la Guerra como justa compensación para quien haya impulsado el empleo de mayor cantidad de explosivos, incluyendo la dinamita y otras variedades que seguramente forman parte del lega-do del señor Nobel.

En caso tal, el premio a Barack Obama estaría plena-mente justificado. Quizás por eso se lo hayan dado.

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Revelaciones de la computadora de Reyes

La computadora del comandante guerrillero Raúl Reyes, certificada por los militares de Colombia y por

un funcionario de la Interpol, ha sido la fuente de datos confidenciales más productiva de la historia.

En realidad no se sabe si se trata de varias “laptops” portátiles dotadas de memorias ampliadas. Por el mo-mento diversas empresas ofrecen jugosos contratos al Secretariado de las FARC si se mencionan sus marcas; el asunto se está analizando con cuidado.

Otros dicen que Raúl Reyes operaba un enlace satel-ital que le permitía conectarse a una supercomputadora de alta tecnología, como la que emplea la Agencia Na-cional de Seguridad gringa (NSA), que se encarga de en-criptar y/o descifrar las comunicaciones en clave, tanto de sus adversarios como de sus aliados y cualquier mensaje sospechoso que venga del más allá. Señalan que, además, estaba conectada con el telescopio orbital Hubble y algu-nos satélites no identificados.

Las “compus” del comandante guerrillero han sum-inistrado material para las más variadas especulaciones. Ni siquiera los centenares de miles de informes de Wikile-aks se le comparan y eso que apenas conocemos la punta del iceberg.

El volumen de dicha información es tan prodigioso que tras varios años sigue dando “tubazos” de importancia para la defensa del modo de vida neoliberal. En estos días un instituto inglés, que como tal merece credibilidad, rev-

“Sin previa cita no lo va a recibir, de todas maneras dí-game su nombre para preguntar”.

“Soy el ex diputado Peter Paul Alcántara, miembro del Political Bureau, y comisionado del cogollo, o sea, de los king makers, para pasar la raqueta”.

El funcionario de la embajada habla por un intercomu-nicador y, tras colgar, se dirige al visitante… “El consejero político no lo puede recibir y le informa que saldrá de viaje por varios días sin fecha cierta de regreso”.

“¿Usted le dijo que era su amigo Peter Paul, el ex dipu-tado y encargado de la censorship de El Nacional news-paper?”

“El consejero dijo que lo conoce muy bien y por eso no lo puede recibir ahora.”

“Y no le mencionó nada sobre las becas, las fellows-hips, que le solicité y acerca de las visas que me ofreció tramitar?”

“No, nada de eso. Me informó que las ayudas para ade-cos se acabaron por este año y no puede conseguirle visas para el agente especial Mazuco, y el licenciado Nixon Mo-reno deberá solicitar la visa como cónyuge o prometido de la señorita Poleo, que ya posee la green card como re-sidente”.

“ Impossible!… We will come back. … I want to be in America… Yes we can!!!”

“Sorry, no can do”.

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Los chulos sistémicos emigran a Bogotá

El intercambio poblacional está funcionando como nunca lo soñó la aristocracia cachaca. Los pobres de

Colombia, los desplazados, hambrientos y desarraigados transitan por los caminos verdes y trochas que se aden-tran en Venezuela; mientras tanto nuestra alta sociedad civil despega de Maiquetía en vuelos comerciales o priva-dos, surcando las nubes rumbo a Bogotá.

Ambos contingentes huyen de sus sitios de origen. Se calcula que como mínimo cuatro millones de colombianos, quizás cinco, algo así como el 10% del total de la población de la “hermana república”, abandonan sus poblaciones campesinas o costeras, acosados por la guerra intestina, el hampa, el narcotráfico y la falta de trabajos.

Los emigrantes venezolanos son los sifrinos criollos, la clase media alta que teme la expropiación de los campos de golf cercanos a sus residencias, en especial la méri-tocracia de la industria petrolera, o lo que quedó de ella luego del golpe de Estado y la huelga insurreccional entre el 2002 y el 2003. Además, figuran profesionales jóvenes y gerentes que no soportan la exclusión de las esferas del poder político y las nuevas trabas para acceder al tráfico de influencias.

La emigración de los colombianos pobres se inició hace varias décadas y acarrea múltiples beneficios para aquel gobierno. 1) Se libran de los marginados a quienes no pueden alimentar, educar y garantizarles la salud adecua-da. 2) Se los endosan al Gobierno venezolano para que los

eló la promesa de Hugo Chávez de proporcionarle $300 millones a las FARC a cambio de diversas barrabasadas.

Lo mejor del caso es que la dichosa computadora tam-bién formula predicciones cabalísticas al estilo de las pro-fecías de Nostradamus.

Hasta el momento se ha determinado que contiene en alguna parte la fórmula para curar el sida y los secretos de la expansión o contracción del universo (teorías del Big Bang y la Gran Chupada). El Código Da Vinci figura en-tre sus archivos, así como lo relativo al asesinato de J. F. Kennedy.

Hay quienes consideran que no es una computadora, sino un Aleph, como el descrito por Jorge Luis Borges. Otros mencionan un hueco negro que conecta con un uni-verso paralelo, de donde Gabriel García Márquez sacó los datos para Cien años de soledad, pues el brujo Melquíades le contó dicha historia en un viaje que hizo a Barranquilla viniendo del otro lado.

Dícese que en la computadora aparece la hora en que mataron a Lola y revela quién fue que mató a Consuelo. Naturalmente, se considera que Cervantes extrajo de ahí El Quijote, lo mismo que los cuentos de Las mil y una no-ches que le contó Sherezada al Sultán engorilado.

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que no mienten ni exageran.

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Si se inicia el remate gringo

Una cesación de pagos o “default” es como el “forfeit” que se aplica cuando en el terreno deportivo un equi-

po no se presenta a cumplir sus compromisos. El “default” implica que los acreedores se quedarán esperando en vano que se presente el deudor con un cheque de gerencia o con varios camiones blindados repletos de barras de oro o, en su defecto, de platino.

En los Estados Unidos los expertos en cobros al brinco rabioso determinaron que el 2 de agosto de 2011 era la fecha límite para que el gobierno que preside Barack Obama se bajara de la mula con los pagos del gasto público. En tales casos los gringos no tienen piedad con la miseria y, sea quien sea el deudor, no puede salir con excusas babosas como ale-gar que se le murió la abuela o que tiene una hijita enferma. La estructura financiera del sistema se basa en la inflexibi-lidad del cobro, pues negocios son negocios y lo demás es pupú de perro. El meollo del modo de vida norteamerica-no estriba en que la avaricia no solo no constituye un pe-cado capital, sino que es la conducta más apropiada para reunir el capital destinado a iniciar cualquier empresa. Durante los prósperos y dinámicos gobiernos de los Bush, padre e hijo, cuando las amenazas de guerras estaban en pleno apogeo y se podía anticipar que la armada, los ma-rines y la fuerza aérea gringa iban a desguazar a cualquier país que se pusiera flamenco, el Congreso controlado por los republicanos no lo pensaba dos veces para subir los niveles del endeudamiento gubernamental. Total, ¿qué negocio más seguro que una guerra contra un país tercer-mundista y con petróleo de sobra en el subsuelo?

atienda a sus expensas. 3) Reciben las remesas en divisas extranjeras que éstos envían para auxiliar a sus familias.

La cosa parecía una jugada maestra para menoscabar la prosperidad venezolana, sin posibles respuestas o con-tragolpes del otro lado hasta que se inició el éxodo de la alta clase media nacional. Parece mentira y hasta da lás-tima que sean tan inocentes y confiados.

Los colombianos reciben a los emigrantes como si en realidad hubieran creado alguna riqueza en este país, sin recurrir a sobornos, negocios chimbos y al derroche de los recursos del Estado.

La oligarquía cachaca supone, por ejemplo, que Luis Giusti y Humberto Calderón Berti fueron eficientes ger-entes petroleros, capaces de dirigir las empresas del ramo. Nadie les ha dicho que regalaron el petróleo a $ 7 el barril y terminaron como asesores gringos.

Con expertos así podrían quedar en la carraplana.

En cuanto a los demás, cómo serán sus niveles de in-teligencia que se van a Bogotá a comprar las obras de Cruz Diez que pudieron adquirir a menor precio en Caracas, sin pagarle comisiones a un intermediario.

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El país de la libertad

Érase una vez un poderoso imperio obcecado por la lib-ertad. La estatua de la Libertad flameaba su antorcha

frente a la Bolsa de Valores, admirada por especuladores de todo el mundo.

Sus órganos de gobierno eran libres, sus empresas res-petaban el libre mercado y los ciudadanos tenían libertad para hacer cuanto quisieran, siempre que no empañaran el ambiente libertario.

Cualquier persona estaba en libertad de portar armas, exceptuando artefactos con posibles usos subversivos, como celulares y computadores portátiles, restringidos por normas antiterroristas.

Por lógica, el principal producto de exportación era la libertad. Sus gobernantes y las agencias de inteligencia a su servicio vigilaban el planeta para determinar dónde debían instalar gobiernos libres y amistosos, basados en los principios de la conducta libérrima, suponiendo que estuvieran preparados para ello.

Al efecto, los libertadores arrasaban al país beneficiado con un apabullante despliegue militar, utilizando human-itarias bombas solo-mata-gente. Éstas no destruían las instalaciones industriales necesarias para implantar un Tratado de Libre Comercio.

En algunos casos era innecesario recurrir a la invasión, pues los gobernantes del país a ser liberado se apresura-ban a colaborar, cediéndoles bases militares donde podían operar a su capricho, poniendo bajo su mando a los solda-dos aborígenes.

Por su parte, los militares estadounidenses tenían la delicadeza de no bombardear demasiado las instalacio-nes industriales, para que la Halliburton o la empresa designada pudiera reiniciar operaciones con el mínimo de gastos.

Naturalmente, no se podían evitar ciertos daños como la destrucción de la Biblioteca de Bagdad, repleta de obje-tos de valor sentimental como fragmentos del Código de Hammurabi y demás peroles de la época de Matusalén u otro vejestorio parecido.

Lo que debe entender Obama es que resulta necesa-rio iniciar una guerra productiva a la brevedad posible. De lo contrario tendrían que empezar a subastar la pa-rafernalia militar. En tal caso, sería conveniente que el Presidente Chávez intente comprar varios portaaviones que emplearíamos para subsanar las fallas eléctricas. Con uno en el lago de Maracaibo, otro en Pampatar y uno más en el Orinoco, se le daría luz a media Venezuela. Ade-más, servirían para instalar canchas de fútbol o consulto-rios de Barrio Adentro.

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Espías, soplones y traidores

Espías gringos, lo que se llama espías, con cargo oficial y licencia para matar, hay muy pocos. Claro que algu-

nos tercios de la oposición, pecando de parejeros y para impresionar a los más crédulos, de repente anuncian: “Luis Giusti es agente de la CIA”.

Lamentablemente, para ser agente de la CIA hay que ser gringo, WASP (blanco, anglosajón, protestante) y con pedrigrí de ultraderechista. Por lo general, los reclutan en ciertas instituciones donde el anticomunismo es prover-bial, como la universidad católica de Notre Dame, pues los jesuitas o los miembros del Opus Dei califican como si fueran protestantes.

Luis Giusti, el ex presidente de Pdvsa, podría figurar como traidor a su patria o, dicho en gringo, “turncoat”, que son los tercios que cambian de bando. Lo difícil es determinar cuándo comenzó la traición, pues todo indica que ya en Pdvsa era un empleado de las transnacionales extranjeras.

Para ser espía colombiano la cosa es más sencilla, como lo vimos en ciertos documentos que divulgó el titular del MPP para Interior y Justicia. Basta con pertenecer a la Dirección de Contrainteligencia del DAS y tener un núme-ro asignado. En Venezuela hay espías colombianos como arroz saborizado. Algunos son “topos”, incrustados en el gobierno en cargos importantes, donde actúan con gran sigilo. Otros son agentes reclutadores, que andan con pacas de dólares sobornando funcionarios criollos que se prestan para brindarles informaciones delicadas. Tam-

Éstos se ocupaban de reprimir la resistencia local, gen-eralmente impulsada por un sedicente Frente para la Lib-eración Nacional no autorizado por los libertadores.

Tales movimientos anárquicos eran terroristas opues-tos al libre mercado, a la libertad de prensa y otras liber-tades esenciales.

Naturalmente, el mandatario del imperio de la libertad recibía por tradición el premio Nobel de la Paz y lo cel-ebraba invadiendo algún país para impedir que construy-era armas de destrucción masiva de fabricación domésti-ca, que no fueran vendidas por el conglomerado industrial militar que aportaba artefactos para la libertad.

Así operaba la liberación del mercado.

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Nuevos inventos venezolanos

Como se sabe, estamos en el umbral de una década de avances para la humanidad, si es que logramos sobre-

vivir el recalentamiento global y demás catástrofes atmos-féricas.

En otros países experimentan con células madres para regenerar órganos o partes del cuerpo que se hayan dañado por accidentes o demasiado uso, lo que reducirá bastante los gastos médicos.

En cuanto a los ingenieros aeronáuticos, éstos de-sarrollan un avión de superchorro que volará a 6 ó 7 veces la velocidad del sonido, acortando todas las distancias.

En Venezuela no nos quedamos atrás. Mientras una parte de la ciudadanía se divertía en la Navidad o fin de año y ahora se prepara para disfrutar la Serie del Caribe seguida del Carnaval, otro sector investiga sin cesar los inventos más útiles para mejorar nuestra calidad de vida.

Los científicos entrevistados por este columnista in-dicaron que en poco tiempo estarán listos los siguientes inventos:

- Un grupo de estudio integrado por ingenieros en tel-ecomunicaciones se encuentra a punto de descubrir la fórmula para que no se caigan las llamadas que hacen al programa “Aló Ciudadano”, la persona que llama tendrá tres segundos para decir su nombre e indicar en dónde se encuentra o le pegarán un corrientazo. Igualmente, la llamada se cortará de manera automática si el llamador intenta hablar bien del gobierno.

bién tenemos narcoparamilitares reubicados de los bar-rios colombianos de nuestras metrópolis, con el encargo de controlar el narcotráfico e imponerse sobre los azotes de barrio. En este sentido, los sicarios cumplen una labor extraordinaria, sembrando el pánico en todas partes.

Finalmente, están los soplones. Los de mayor jerar-quía crean organizaciones como Venamchamb o diver-sas ONG al estilo de Súmate y la mayoría de las empresas encuestadoras que investigan tendencias del electorado, la situación del abastecimiento y otros aspectos que in-teresan a quienes desean que Venezuela quede en la car-raplana. Algunos pagan por venderse y otros cobran lo que pueden.

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Los síntomas presidenciales

Modestamente, creo que el presidente Chávez debería dejar el libro Así hablaba Zaratustra a un lado y es-

tudiar el Kamasutra, si es que no la ha hecho todavía. Le garantizo que obtendría resultados en extremo positivos, sobre todo en lo que se relaciona con su condición actual.

De acuerdo a lo que me han dicho, el escritor Federico Nietzsche fue un filósofo alemán de esos que había que leer después de obtener un postgrado en lavativas tan complejas que solo otros investigadores de su mismo nivel podían apreciar, si es que alguno sufría de una confusión cósmica o algo parecido. Inclusive hay quienes señalan que las lecturas de Nietzsche dieron origen a teorías que luego sirvieron de respaldo para alegar la supuesta supe-rioridad racial pregonada por el nazismo.

En todo caso, no hay conocimientos inútiles, pues de algu-na forma son utilizables, sobre todo en el caso de un estadista como el Presidente Chávez. Lo que pasa es que a Nietzsche y otros caballeros del mismo combo hay que leerlos preferible-mente antes de embarcarse en una lucha de carácter ideológ-ico y no después, ya que pueden hacer que el capitán extravíe el rumbo por andar oyendo cantos de ballenas, como diría el filósofo que quiere regresar al Zulia, pero no se anima.

En cambio, el Kamasutra conviene leerlo en plena juventud, aunque a cualquier edad resulta práctico para aprender ciertas posturas que fortalecen la circulación sanguínea y mejoran la respiración, entre otros benefi-cios. Dicen que se parece al yoga, pero en pareja.

Por cierto, la enfermedad del presidente Chávez ha desatado un frenesí entre los hipocondríacos, que andan

- En ningún banco venezolano suspenderán la aten-ción al público con la consabida excusa de que “no hay línea”. Cada sucursal dispondrá de un novedoso aparato de emergencia que suministrará una línea de reserva en caso de que falle la principal.

- Los científicos de cierto instituto están a punto de patentar un adminículo que permitirá a cualquier revolu-cionario escuchar “Aló, Presidente” mientras duerme. El mismo aparato permitirá oír una versión que resumirá todas los segmentos de interés para el oyente; a la vez, los hinchas de la música llanera o de las citas bolivarianas podrán escuchar los fragmentos dedicados a tales temas, sin necesidad de estar atentos durante 5 ó 7 hora.

Son avances de la ciencia criolla.

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El desamor por los banqueros

Un banquero decente es algo así como una prostituta virgen. Teóricamente, la existencia del uno o la otra

es posible aunque, en la práctica, alguien será despojado del dinero o del himen a las primeras de cambio.

En todo caso, aún si no se produce el despojo, la im-agen de una doncella virginal refocilándose con pericia impúdica resulta más procaz que la de una bicha fané y descangallada, términos que no mastico, pero tienen tufo a burdel.

Por lo mismo un banquero que se diga decente resulta grotesco e hipócrita, al punto que sus colegas del hampa lo verán con gran desconfianza.

La demostración de este aserto ocurrió hace pocos días cuando el presidente Chávez cruzó algunos epítetos con el presidente del Banco Provincial en Venezuela, el cual, como se sabe, es una entidad financiera cuyas inversiones en España incluyen al gobierno y a la oposición.

No bien terminó Chávez de jamaquear verbalmente al banquero hispánico cuando la televisión mundial y las agencias noticiosas se aprestaban a manipular una ola de airadas protestas de parte de los súbditos del rey Juan Carlos, conocido por su grito destemplado contra el man-datario revolucionario.

Pero, hete aquí que pasaron los primeros minutos de la publicación noticiosa en los medios de comunicación de masas ibéricos sin que se materializara alguna reacción digna de ser comentada a favor del BBVA, siglas que cor-responden al mentado banco en su lugar de origen.

recorriendo farmacias y hospitales como desesperados. De alguna, manera el malestar presidencial afecta a todos, revolucionarios u opositores, en particular a los mayores de 50 años, pero también a los más jóvenes que empiezan a sentir síntomas extraños.

Quizás los médicos, o sea, el gremio en general, no esté muy contento con el Primer Mandatario por el asunto de los aumentos salariales, pero ahorita le deben agradecer con toda el alma la epidemia de sustos que se ha desatado desde que anunció que le extrajeron un tumor encapsu-lado. Les puedo garantizar que en los consultorios on-cológicos hay colas como las de los bancos en día de pago, o al menos las secretarias tienen el cupo de consultas ago-tado hasta el próximo mes, lo que significa que muchos médicos hicieron su agosto gracias a las preocupaciones provocadas por el malestar del líder revolucionario.

Ya que estoy de entrometido me atreveré a opinar so-bre otra cuestión que considero inconveniente para la re-cuperación del paciente presidencial, si es que se le puede llamar así. Considero que Hugo Rafael Chávez Frías de-bería olvidarse de la campaña electoral, al menos mien-tras no termine con la quimioterapia, que muchos definen como un remedio casi tan grave como la enfermedad.

El comandante revolucionario tiene cierta tendencia a “coger casquillo” con algunas actitudes deliberadamente agresivas de ciertos opositores, lo cual no le hace ningún bien, pues cada disgusto se convierte en un obstáculo que demora su curación.

Por favor, Presidente, no caiga en provocaciones y per-mítanos responder adecuadamente los insultos, que para eso estamos.

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Con mis curdas no te metas

De entrada, advierto a quienes se las dan de ingenuos que no me refiero a las nativas del Curdistán, región

que está de moda por abarcar países como Siria, Turquía, Iraq e Irán.

El atropello en cuestión se refiere a la incautación, en días pasados, de mil cajas de cerveza por parte de la Policía Nacional Bolivariana, localizadas y destruidas sin la menor consideración.

Tras ser comprobado, el trágico suceso será elevado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por una sobria comisión de diputados. Se intentará mostrar el flagrante desprecio que sienten algunos funcionarios por los inermes ciudadanos, la propiedad privada y el derecho a ingerir una fría para sudarla en una rumba, un partido de pelota o jugando dominó.

Para colmo, además destruyeron otros 1.100 litros de diversos licores en su afán por implantar una ley seca que, ni está vigente en Venezuela, ni se incluye entre las habili-tantes, pues agarrar una curda es un derecho inalienable.

Debo advertir que estos actos contribuyen a empañar la imagen de la PNB, organismo de seguridad que debería comenzar sus actividades persiguiendo a los malandros y no a los inocentes mochos que se juntan para auxiliarse ante la arremetida del hampa.

Por otra parte… ¿para qué destruir una caña que pudi-era servir como desinfectante en caso de terremotos y deslaves? Asimismo, debería considerarse la posibilidad

Por el contrario, casi de inmediato una avalancha de comentarios bien sazonados con términos iracundos apareció en las páginas de Internet, dándole gracias a Dios o a Chávez, por haber puesto en su lugar al banquero de marras.

Buena parte de los mensajes hacía votos porque a Za-patero le fluyera testosterona como para darles el mismo trato a los banqueros de su terruño.

La reacción de las transnacionales de la información consistió en sacar del juego la noticia del incidente Chávez -Banco Provincial y hacerse los locos al estilo de “aquí no ha pasado nada”.

Ni siquiera los de CNN, expertos en noticias contra Chávez, le dieron cabida al incidente.

Por lo visto, la fobia contra los bancos rebasa hasta las fronteras ideológicas.

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Método para el aplauso opositor

Sin prejuicios de ninguna especie debo manifestar que la bancada de oposición en la AN no ha llenado

las expectativas. Aún reconociendo la inexperiencia parlamentaria de algunos, lo que se nos había vendido (en sentido publicitario), era un equipo superior en cuanto a la capacidad para el drama, la oratoria y la di-aléctica en varios idiomas, amén del porte distinguido, la ropa clásica y un ‘savoir faire’ que no se compra en la botica.

Sin embargo han decepcionado a sus electores de la alta sociedad civil a causa de la falta de coordinación, un detalle que deben intentar corregir en menos de lo que canta un faisán.

Si bien se ha mencionado que algunos asesores de imagen acompañan a ciertos diputados oficialistas, no es un secreto que la bancada derechista dispone de expertos en la materia capaces de hacer creer que George W. Bush mantiene una coherente sobriedad y que Hillary Clinton parezca simpática y hasta un pelín sensual.

Actualmente, los diputados de la MUD se caracterizan por el gesto adusto, los brazos cruzados y una hostilidad pasiva que raya en la calentera. De vez en cuando alguno de ellos, como el diputado Caldera, aplaude con cierta timidez, y, de inmediato, la acción es transmitida en vivo y en cadena a miles de espectadores. Sin embargo predomi-nan las señas de rechazo, bostezos, siestas en pleno de-bate, cartelones de protesta y hasta espaldarazos, al estilo alrevesado del diputado García.

de rematarla en eventos públicos con fines benéficos, pues destruir bebidas añejadas en barricas de roble no se justi-fica en ningún país civilizado.

La arremetida contra los licores podría costarle al go-bierno revolucionario la animadversión de personajes populares que actúan inspirados por el Viejo Parr, Johnny Walter, (a) El Caminador, y otros de la misma especie.

En ciertas barras donde todavía se puede libar a dis-creción, se dice que se trata de una componenda para debilitar a los sectores más obnubilados por los vapores alcohólicos.

Al ser consultada al respecto, una reconocida vocera parlamentaria señaló: “El gobierno intenta polarizar-nos, lo cual es innecesario, pues a nosotros nos atrae el Norte, de donde viene Santa Claus con regalos para los niños buenos”.

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Ciudadanos de mala vida

El gobierno bolivariano y revolucionario está ofrecien-do algo que el presidente Chávez, principal y, según

parece, único creativo publicitario del régimen, denomina “el buen vivir”. Por cierto, en estos días acuñó una de-nominación para algo relacionado con las estafas inmo-biliarias, cuyo nombre simplificado será “movida” ante lo cual, y como no entiendo el acróstico, solo puedo pregun-tar ¿cómo es esa movida?

Sin embargo, para no incurrir en las desviaciones dis-cursivas que con tanto éxito (y con uno que otro ataque de nervios por parte de los oyentes) utiliza el primer mag-istrado, no me iré por las ramas, para quedarme en el tema principal de esta disquisición, el cual, como señalé, se refiere al buen vivir.

Comienzo por decir que en mi vida he sido relativa-mente afortunado, pues tuve acceso a diversos planteles educativos y nunca debí dormir en descampado, como le sucede a diario a miles de conciudadanos. En la familia experimentamos persecuciones, carcelazos y exilios que eran gajes del quehacer político, sin que entonces hubiera Comisiones Interamericanas (o de cualquier otro lado) de Derechos Humanos adonde patalear. Tampoco existían medios de comunicación que convirtieran a los adversari-os del gobierno en héroes de la democracia u otras causas igualmente sacrosantas y benditas.

Aparte de tales detalles debo señalar que me corre-spondió integrar esa clase media venezolana que no fue chicha ni limonada, pues jamás calificamos como ricos, pero, en cambio, fuimos vistos como tales por los más po-

A veces también ocurre que cunde la confusión. Si el gobierno lleva un grupo de cantantes folclóricos, algunos opositores se enfurruñan mientras otros los corean para no lucir poco patrióticos o pitiyanquis.

A estas alturas está claro que requieren ayuda de un experto en aplausos que, mediante carteles o señales, in-dique si deben abuchear al orador, permanecer silentes, aplaudir con desgano o vitorearlo como a un héroe.

Esto evitará que la diputada Machado funja de por-rista, lo cual le restaría cartel presidencial.

Podrán aplaudir al unísono, como los “eeeeeestu-diaantes”, hacer la ola de los estadios y usar otros re-cursos dignos de una barra bien fogueada. Tal vez así logren emocionarse ellos mismos y, de paso, quitarse la chapa de sosos.

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Obligue a los banqueros a emplear más personal • para que sus clientes no deban pasar horas esper-ando que les permitan movilizar su dinero.

Decrete la obligación del buen trato al público so • pena de la suspensión del cargo en los despachos oficiales.

Con esto comenzaríamos a vivir mejor.

bres y, sobre todo, por innumerables funcionarios de dis-tintos gobiernos que hacían su agosto cuando nos tocaba cumplir algún trámite burocrático.

En pocas palabras, no éramos lo suficientemente po-bres para no pagar impuestos, carecer de cuentas ban-carias o ser presa favorita de malandros y matraqueros. Por otra parte, tampoco teníamos tanto dinero como para no pagar impuestos (mediante mordidas o fundaciones de beneficencia), librarnos de hacer colas en cualquier sitio y pagar más caro por todo.

A estas alturas debo decir que no hay nadie más bota-rate que un limpio venezolano cuando por casualidad gana algún dinero. Las propinas son magníficas y siempre le cobran demás en los establecimientos de postín, pues los auténticos ricos regatean con furor y encima les dan muestras gratis, cosa que jamás ocurre con los que vienen de abajo.

En fin, el presidente Chávez ofrece un buen vivir para todos los venezolanos que yo acepto de mil amores, so-bre todo si nuestro líder logra algunos portentos como los siguientes:

Elimine trámites burocráticos e innecesarios en la • mayoría de los despachos oficiales (el escritor Luis Britto García tiene una lista).

Redúzcanos las colas. Por lógica me refiero a los • congestionamientos del tránsito que ocurren en diversas partes del país con pérdida de miles de horas hombre (y horas mujer), amén del hastío de los niños. Para ello no es necesario gastar una mil-lonada, sino aplicar fórmulas que de seguro ya están inventadas.

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por alguna razón privaron criterios sanitarios sobre el afán de lucro y retiraron la cocaína como componente princi-pal. Entonces recurrió al aspartame como edulcorante, identificado como creador de hábito y causante de efectos nefastos para la salud.

Tampoco conviene añadir que la Coca-Cola figura en-tre las empresas más agresivas del capitalismo salvaje, sin respeto por normas elementales para el resguardo de la salud de sus consumidores o por el medio ambiente que depreda sin consideraciones.

Coca-Cola tiene plantas en Caracas, Valencia, Ma-racaibo y Barcelona. Según sus cifras, en 2009 registró ventas totales por 255 millones de cajas unitarias. Cada caja tiene 24 botellas de 237 mililitros. La empresa mexicana Coca-Cola Femsa compró en 2003 la conc-esión de Coca-Cola a la venezolana Hit, del empresario Oswaldo Cisneros.

En la Convención de Basilea (1994) se prohibió el comercio de residuos tóxicos y peligrosos. La campaña “Coca y Pepsi fuera de la India” (2006) intensificó su actividad con un día de acciones para la prohibición de los dos refrescos. En el estado de Kerala ya ha prohibido las colas. Karnataka, Madhya Pradesh, Gujarat y Rajas-tán han prohibido los refrescos en centros educativos y en cafeterías de instituciones oficiales, los espacios libres de Coca-Cola y Pepsi se están extendiendo por todo el país.

En India cada fábrica de Coca o Pepsi extrae 1-2 mil-lones de litros de agua diarios. Hay 90 fábricas por lo que la extracción diaria se encuentra entre 90-180 mil-lones de litros que cubrirían las necesidades de agua

Vivir sin Coca-Cola

Al decir que “uno puede vivir sin Coca-Cola” el presi-dente Chávez produjo un ataque desconsiderado

contra el imperio estadounidense y su institución más venerable.

Por menos que eso han caído gobiernos en Centro-américa o han llegado los “marines” a instalar dictadores que sí saben apreciar bebidas vivificantes.

Aunque las comparaciones son odiosas, por vía de ejemplo diremos que la Coca-Cola es al capitalismo lo que es el vino del cáliz para los católicos. Se trata de la am-brosía que tomaban los dioses del Olimpo, un producto bendecido y afamado.

Más que eso, es una de las principales oferentes de acciones en la bolsa de Wall Street, base fundacional del capitalismo, adalid del libre mercado, símbolo del ex-quisito toma y dame de la oferta y la demanda.

Pero nunca faltan detractores gratuitos u otros que, como en el caso de la Pepsi-Cola, son archirrivales históri-cos, practicando la competencia desleal durante lustros, aunque casi siempre bien disimulada.

No es oportuno ni cortés expresar que una Coca Cola que no esté gélida, sino medianamente tibia, es un men-jurje intragable con sabor a orine de algún bicho horripi-lante y los mismos efectos mortíferos.

La Coca-Cola debe su nombre a la sustancia que empleó originalmente para hacerse adictiva y crear una depend-encia enfermiza entre millones de consumidores. Luego,

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lUIS bRITTO GARCíALos matavotos ——————————————————luis britto García • Premio Nacional de Literatura. Premio Casa de las Américas con su libro de cuentos Rajatabla. Después ganó otra vez el Premio Casa de las Américas con su novela Abrapalabra. Ganó el premio de literatura humorística Pedro León Zapata con su libro: Me río del mundo. Tiene más de 60 libros publicados.

potable de millones de personas. Cada litro de refrescos destruye y contamina 10 litros de agua y en los lodos tóxicos producidos se han encontrado altos niveles de cadmio y plomo.

El Presidente Chávez fue demasiado gentil. No es que “uno puede vivir sin Coca Cola”. Para vivir más y mejor resultaría indispensable que la fabricación de la fatídica bebida y sus similares fuera eliminada por completo.

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Los matavotos

Ahora todo año es electoral, y en año electoral, políti-•co sólo entiende la palabra voto.

Le hablas de revolución y pregunta que si trae voto. •Le hablas de soberanía y retruca que si eso trae voto. Le conversas de principios y responde que eso no trae voto.

No sé si revolución, soberanía o principios traen vo-•tos, pero sí sé lo que los espanta.

Acta mata votos, era la varita mágica de la Cuarta •República para ganar elecciones. Sabotaje espanta votantes, es su consigna para volver al poder.

Así como hay prendas matapasiones, hay funcionar-•ios, personajes, medidas matavotos capaces de darle la extremaunción a la candidatura o el proyecto más pintados.

Las puertas del cielo las abre San Pedro, y las de las •urnas electorales las cierra el portero de los despa-chos. Portero que no escucha ni atiende ni mira,

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Provoca ponerle el dedito en la boca al Diente Roto •a ver si muerde, hasta que se compara la gordura de sus cuentas bancarias con el peladero en que deja las instituciones por las que pasa –sin pensar.

Con cada mordida el Diente Roto espanta tantos elec-•tores como bolívares robados. Un número suficiente de dientes rotos basta para que se le caiga la plancha al proyecto más dinámico.

Recurso patentado para poner electores en fuga es •el Diente Roto de pasarela, que pide sacrificios a las masas mientras desfila luciendo prendas de marca con etiquetas que suenan a caja registradora.

Arma de destrucción masiva sólo-mata-votantes •es el inventor de requisitos o de renovaciones. Cada trámite que inventa resta a su fuerza política un número de votos que equivale al de obligados a cumplir con la nueva diligencia, multiplicado por las veces que requiere renovación.

Sida de los votos es el inventor de requisitos informa-•tizado, que para cumplir el trámite más nimio fuer-za al ciudadano a comprarse computador de última generación e impresora de un millón de colores, para luego obligarlo a levantarse varios meses a las tres de la madrugada a fin de intentar abrir una página web tras un cupo que nunca sale.

La pérdida de votos se multiplica por las megas de •la computadora cuando el inventor de requisitos in-formatizado, después de obligarte a pagarle a un ges-tor para abrir la bendita página web, te fuerza a que vayas personalmente con el papel en la mano para

hace al elector sordo, mudo y ciego. A portero que dice vuelva otro día, elector que más nunca regresa.

La madre de todos los matavoto es el autoelecto, que •pretende acaparar los sufragios del país sin moles-tarse en consultar con sus bases.

Matavoto autoelecto se autoreelige automáticamente, •y automata cuando voto quedaba vivo.

Autoelegidos y autoreelegidos provocan ausencia de •electores en proporción directa de su ausencia de trayectoria, de ideología y de obra.

Dupleta para repeler votantes es la coalición entre •quienes Manuel Vicente Romero García llamaba me-diocridades consagradas y nulidades engreídas.

El tono grisáceo, aburrido, pavoso, que la mediocri-•dad consagrada imparte a cuanto toca pone en fuga electores que le metieron el pecho a las balas.

La nulidad engreída es el único frigorífico que conge-•la el guarapo a masas, muchedumbres, movimientos sociales.

El 27 de febrero de 1989 no hubiera ocurrido si lo •convoca una mediocridad consagrada.

El 13 de abril no hubiera sucedido si el pueblo espera •a que lo promueva una nulidad engreída.

Pero el campeonato de exterminio de sufragios lo •ganan aquellos a quienes Pedro Emilio Coll llamó Dientes Rotos, que ascienden de cargo en cargo sin hacer otra cosa que acariciarse con la lengua un col-millo astillado –sin pensar.

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sin que se sepa si negocia con la política o politiquea para hacer negocios.

Matavotos camaleón salido del Opus Dei habla tan •revolucionario y actúa tan Fedecámaras que para complacer a todos termina no gustando a nadie.

Espantavotos estilo • Mi pasado me condena anuncia que No hay futuro.

Funeral infalible de cualquier elección es el mata-•votos alcahueto, capaz de sepultar en las urnas a las más gigantescas mayorías electorales. ¿Qué votante respaldará al fiscal que no fiscaliza, al procurador que no procura, al contralor que no controla, al de-fensor que no defiende, al legislador que no legisla, al juez que no juzga, al Conatel que no aplica la ley a las comunicaciones?

Matavotos hay de todos los sexos, edades y tenden-•cias, pero en realidad forman un solo partido político que como plaga de langosta acaba con cuanta organ-ización los admite o postula sin exigirles ideología, trayectoria ni obra.

entregarlo en una taquilla, que es como montarte en jet para decirte a mitad de viaje que tienes que tirarte por la puerta para seguir a pie y en alpargatas.

Funcionario que inventa un trámite irrealizable fab-•rica un voto imposible.

Los sufragios que no hayan sido dispersados por los •matavotos anteriores los aleja el espantavotos escan-daloso, que sin tener la menor relevancia para el país diariamente lo recorre en caravana de prepotentes Hummer, multiplicando la pérdida de votos por el número de motorizados, camionetas, guardaespal-das y asistentes de la comitiva.

Holocausto de votos que difícilmente resucitan or-•ganiza el funcionario a quien se le ocurren medidas insensatas, como cerrar la avenida Bolívar y La Car-lota durante el Foro Social Mundial, para hacerle im-posible a los delegados concurrir a las sesiones y a los ciudadanos llegar a sus trabajos.

Asesino serial de sufragios es todo político, represen-•tante o candidato que promueva, legitime, promo-cione, encubra o tolere bingos, casinos, timbas, gari-tos, ruletas, matutes, mabiles y maquinitas. El local de un casino es dedo acusador de varios pisos que señala funcionarios a quienes sólo debe elegir o reel-egir quien quiera ser gobernado por legitimadores de capital, chulos, tahúres, rufianes, extorsionistas y paracos.

Espantavotos de marca mayor es el potentado que a •paso de vencedores embolsilla empresas, haciendas, residencias, corporaciones, conglomerados, fábricas

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¿Concibió alguien mayor alborozo que levantarse el Vier-nes Negro del 18 de febrero de 1983, y enterarse de que el bipartidismo había quebrado al país más rico de América Latina? ¿Que, tras haberse cuadruplicado el ingreso petro-lero, el gobierno había contraído a escondidas una deuda de 27.000 millones de dólares, que consumía el 40% del gasto público y debíamos pagar los ciudadanos que no ha-bíamos robado nada? ¿Podemos imaginar mayor jolgorio que ver pasar el dólar de 4,30 bolívares a más de mil bolívares? ¿Que el de entregar todas las industrias bá-sicas en pago de deudas ilegalmente contraídas? ¿Cómo olvidar la euforia de la inflación anual de tres dígitos y la beatitud de los intereses bancarios de otro tanto, finan-ciados con bonos cero cupón del Tesoro que pagábamos todos? ¿Cómo echar al olvido los infartos de gozo y los suicidios de felicidad al saber en 1994 que los banqueros habían huido llevándose la mitad del circulante del país, después de que Caldera le otorgara auxilios financieros por 700.000 millones de bolívares?

4

¿Cómo explicar a las nuevas generaciones el éxtasis de suspensiones de garantías constitucionales que duraban más de tres años? ¿O el método jubiloso de recuperar la mayoría parlamentaria ilegalizando a la oposición? ¿O la delicia de sufragar bajo el principio de “acta mata Voto”? ¿Hubo mayor gozadera que manifestar cuando Betan-court ordenaba: “Disparen primero y averigüen después”? ¿Que escribir para la prensa cuando clausuraban periódi-cos y el hijo de Andrés Eloy Blanco los censuraba? ¿Que saber a Venezuela sembrada de Teatros de Operaciones,

¿Éramos felices, y no lo sabíamos?

1

¿Están las utopías de la derecha siempre en el pasado? ¿Por eso dice un historiador que Venezuela colonial era rica y unida? ¿En el pasado era unión la esclavitud y riqueza la miseria? ¿Será que se confunde nostalgia con amnesia? ¿Habrá que salir a la búsqueda de esa utopía perdida?

2

¿Encontraremos la dicha en las últimas décadas del siglo pasado? ¿Se puede imaginar mayor felicidad que la de un país donde 80% de los venezolanos vivía en pobreza y 43,35% en pobreza crítica? ¿Donde 40% habitaba en ranchos u otras viviendas insalubres? ¿Era posible ma-yor ventura que una tasa de mortalidad por desnutrición que creció de 1,6 por cien mil habitantes en 1983, a 3,1 en 1987 y a 4,6 en 1990, que las muertes por desnutrición en menores de un año aumentaran de 13,8 por cien mil na-cidos vivos en 1983, a 40 en 1989 y a 60 en 1990? ¿Cómo no disfrutar de un alza del índice general de precios al consumidor de 1.262,9% entre 1984 y 1993; acompañado de un dispararse del costo de los bienes más necesarios, como alimentos y bebidas, en un 2.240,5%? ¿Hubo al-guna vez mayor ventura que morir de mengua porque no existían módulos de Barrio Adentro? ¿Mayor beatitud que ver morir niños como moscas por ausencia de un Cardio-lógico Infantil? ¿Que vivir en tiniebla eterna por falta de una Misión Milagro?

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¿Quienes añoran esos tiempos, merecen vivirlos de nue-vo? ¿Eran felices, y no lo sabían? ¿O eran felices, porque no sabían?

campos de concentración donde se torturaba y desapare-cía a cuanto ciudadano exigiera un cambio? ¿Donde diez mil compatriotas fueron asesinados en dos décadas por los cuerpos represivos? ¿Donde varios millares fueron in-molados el 27 de febrero de 1987 por protestar contra el Fondo Monetario Internacional? ¿Donde hasta el Presi-dente tuvo que ser encarcelado por ratero?

5

¿Será que la memoria es ingrata? ¿Pasará que no evoca-mos lo bueno? ¿Olvidamos el goce de cuando nos negaban el acceso a un club, un restaurante o una discoteca por ser morenos? ¿Añoraremos los buenos tiempos, cuando en los medios sólo se aceptaban mulatos en papeles de cachifos, brujos, policías o malandros? ¿Cómo describir el júbilo en un país con más de millón y medio de anal-fabetos, donde sólo tres de cada cien niños ingresados a primaria llegaba a educación superior? ¿Hubo regodeo mayor que el de una deserción escolar que entre 1990 y 1992 alcanzaba a 1.173.058 estudiantes, con repitencia acumulada que llegaba a 997.853? ¿Brillaron más la mo-ral y las luces que cuando Caldera allanó a la Universidad Central con tanquetas, le quitó la autonomía y la ocupó por años? ¿Que cuando retiró la historia, la geografía y la educación cívica de los programas de Primaria por man-dato de Estados Unidos? ¿Es imaginable mayor dicha que saber que a fines de los noventa se iba a aplicar un proyec-to del Banco Mundial para acabar con la gratuidad de la educación universitaria?

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que fijar semáforos, policías acostados y límites de velocidad a talanqueras imprudentes que ace-leran por las calles ciegas de la falta de ideología.

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Fijar la altura de la barrera es estimar la del mi-litante. A los bolcheviques se les exigía ideología, disciplina, compromiso, firmeza ante la persecu-ción. Pocos se inscribieron, pero bastaron 15.000 para tomar el poder en Rusia. Cuando lo perdie-ron, casi todo el partido estaba formado por jubi-lados y amas de casa. Talanquera que deja pasar a todo el mundo también deja salir a todos.

4

Encerrar a alguien es sospechar que cambiará. Quien monta talanquera teme la voltereta. La duda ofende. En la última década legiones completas cambiaron de cami-seta. Intente el lector recordar uno solo remarcable por sí mismo. Judas no es notorio por lo que es, sino por lo que deja de ser. Quien desea la traición, eleva al que carece de ideología, de obra y de trayectoria. Diente roto y bate que-brado son los perfectos saltarines. Bate quebrado y diente roto se pasaron desde la derecha sin dejar nunca de estar en ella. Son responsables de la promoción de casinos, las leyes para privatizar las aguas y las sentencias para some-ter a Venezuela a tribunales extranjeros. Al venderse nada pierden, quien los compra nada gana. Su único compás es el son que les toquen. Su eterna posición es donde haiga. La culpa no es del saltarín, sino de quien le da la garrocha. Nombra nulidades, cosecharás traiciones.

Normas para aplicar la Ley Antitalanquera

1

Para montar talanquera, necesitas ante todo saber dónde. Los estatutos partidistas precisan sin excepción que per-siguen la felicidad del pueblo. Algunos se atreven a aña-dir que conseguirán que todos tengan, pero sin quitarle a nadie. Otros llegan al extremo de proclamar que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Los que osan sugerir me-didas concretas por lo general son ilegalizados. Para sal-tar una talanquera hay que estar en alguno de sus lados. Pero, con límites conceptuales tan definidos, las talanque-ras tendrían que ser de goma. Una barrera debe separar zonas distintas. La talanquera mixta no existe.

2

Talanquera debería tener firmeza. Vale decir, si piensas retener militantes saltarines, debieras evitar talanqueras brinconas. Organizaciones que se bautizaron revolucionarias terminaron impo-niendo paquetes neoliberales. Movimientos que se definieron ultras acabaron de tropa de choque de Fedecámaras. Equilibristas y parapetos por lo regular brincan hacia la derecha, e intentan exterminar a quienes no saltan con ellos. En los años sesenta y setenta fosas colectivas y teatros de operaciones terminaron llenos de adecos que cre-yeron que su partido era antiimperialista. Antes que ponerle barreras a los compañeritos, habría

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Los funerales de la computadora mágica

La Corte Suprema de Justicia de Colombia sentencia que no tienen validez jurídica las pruebas de la com-

putadora mágica supuestamente hallada en el campamen-to de Reyes durante la invasión de Ecuador por Colombia. Rogad por ella (por la computadora).

Encabezan el cortejo fúnebre los siguientes deudos, familiares y dolientes: Pinocho, con nariz que abarca des-de el Palacio de Nariño hasta el río Putumayo en Ecua-dor. El narco número 82. El cuento del Gallo Pelón. El entonces vicepresidente, cuyos periódicos difundieron el infundio como verdad revelada. El cuentista Calleja. Los encantadores de culebras. Los vendedores de curalotodo. Los propagandistas de crecepelo. Los promotores de en-salmos para la buena suerte. Los comercializadores de la lotería de animalitos. Los ilusionistas y malabaristas de circo. Los helicópteros militares disfrazados de unidades de la Cruz Roja. Los paramilitares travestidos de organi-zaciones humanitarias. La plana mayor y menor de Inter-pol. El Mosad. Los marines del Plan Colombia. Los con-tratistas de las bases militares en la Hermana República. La parapolítica. La narcopolítica. Los paradiputados. Los narcoministros. Las parapolicías. La narcocultura. Los paramilitares. Las narcoempresas. Los narcocasinos. El narcoEstado. Rogad por ellos.

Al acto del sepelio se precipitan para manifestar su do-lor numerosas delegaciones y personalidades extranjeras, entre las que destacan: el hermano de Bush que arregló

5

No hay que confundir posición ideológica con disfunción hormonal. Se tiende a perder la próstata y los ideales al mismo tiempo. La ideología y la líbido bajan acompasa-damente. Un programa de computadora proyecta a partir de la foto de un joven el aspecto de carcamal que tendrá en cuarenta años. Ninguno predice desde un cuadro ideo-lógico actual el Retrato de Dorian Grey que podría devenir con la andropausia. La experiencia enseña que el más gri-tón será el primero en pasarse al enemigo. Al perder ideo-logía nada queda de él, salvo el aspaviento. Ninguno de los que brincaron desde el radicalismo ha llegado a nada. Ni la izquierda los siguió, ni la derecha los aceptó. Si ne-cesitas encerrar a alguien para que te acompañe, es que nunca estuvo contigo. El salto de altura reviste por ello una función sanitaria. Una talanquera no debe estar hecha para retener nulidades.

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Cubren el luctuoso cortejo multitudinarias delega-ciones de comunicadores, entre los cuales destellan: los medios que incitaron el genocidio de Ruanda. El locutor del canal 4 que proclamó que los defensores de puente Llaguno disparaban contra una manifestación que nun-ca estuvo allí. El general que difundió la noticia según la cual a Chávez le habría sido presentada su renuncia, “que él aceptó”. Los noventa diarios, sesenta televisoras y mil radiodifusoras que siguen repitiéndolo, sin presentar el documento. El Tribunal Supremo de Justicia de Vene-zuela, que sentenció que el 11 de abril no hubo golpe de Estado sino “vacío de poder”. Carlos Fernández, denun-ciando la muerte en accidente laboral de un trabajador petrolero que luego apareció vivo en “Aló, Presidente”. Ramos Allup, jurando que le tiraron un traquitraqui y que mañana mismo presentará las pruebas del fraude en el referendo del 2006. Los fabuladores que soñaron bases de Al Qaeda en la península de Macanao. Los ca-marógrafos del video borroso donde supuestamente el alcalde Martino caletea armas para las FARC. El direc-tor de arte del video nebuloso donde supuestamente un guerrillero de las FARC come parrilla en el Country Club. Los cuentacuentos de Die Welt y del Nuevo Herald que alucinaron bases de cohetes iraníes en la península de Coro desde escritorios en Alemania y Miami. Los repor-teros que soñaron un bombardeo de Khadafi contra ma-nifestantes libios desmentido posteriormente por Tele-sur, por la vigilancia satelital rusa y por el propio Depar-tamento de Estado. Los comunicadores que informaron que Khadafi se había exiliado en Venezuela. El experto en guerra sucia Rendones, pensando en nuevas patrañas para consumo de la gente pensante.

las elecciones en Florida para que ganara su hermani-to. La Corte Suprema de Estados Unidos, que proclamó Presidente a George W. Bush para evitar el recuento de votos. La hija del ex diplomático iraquí residente en Was-hington, que disfrazada de enfermera mintió haber visto soldados iraquíes sacando bebés de sus incubadoras en Kuwait. Los funcionarios del Departamento de Estado que financiaron, armaron, entrenaron y satanizaron a Al Qaeda. Los contratistas de la demolición controlada del tercer edificio, que se cayó sin que chocara contra él ni un mosquito. Los que desaparecieron el jet que se estrelló contra el ala desocupada del Pentágono y lo convirtieron en restos de un cohete. Las autoridades de ocupación de Afganistán que para luchar contra la droga legalizaron el cultivo de la amapola, materia prima del opio y de la heroína. Los inventores de las nunca encontradas armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. Los invasores que para salvar a Irak destruyeron el museo de Bagdad y asesinaron millón y medio de iraquíes. Los asesores que recomendaron las hipotecas subprime. Los asesores que urgieron a invertir en Connie Mac. Los asesores que proclamaron que no había mejor negocio que invertir en Fannie Mae. Los asesores que recomendaron premiar con auxilios financieros a los banqueros que estafaron a todo el mundo. Los marines que ocuparon Haití. Los marines que ocupan Costa Rica. Los marines que instalan bases en Panamá. Los instalados en las bases en Colombia. Los de la base de Palma Sola, que derrocaron a Zelaya. Los de la base Reina Cristina en Curazao. Los académicos suecos que otorgaron a Obama el Nobel de la Paz. Los Navy Seals que asesinaron al hombre más buscado del mundo y como prueba de que en efecto lo habían matado hicieron des-aparecer su cuerpo en el mar.

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El diputado que promueve los casinos

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Un viento de podredumbre sopla sobre la ciudad. El mal se extiende como lepra en las noches atormentadas de dis-paros que no condescienden a la hipocresía de los silencia-dores. Barrio por barrio y casa por casa y conciencia por conciencia se libra la batalla del crimen organizado trans-nacional por las ricas industrias de la miseria: el préstamo usurario, el tráfico de drogas, la trata de personas, las ca-sas de juego. Capitales sin nombre se legitiman compran-do conciencias sin apellido. Los portones de la mansión erigida con fondos desconocidos se abren vomitando la caravana de autos blindados de procedencia problemáti-ca. Repletos de sicarios, guardaespaldas, tahúres, embau-cadores, traficantes y esbirros, cruzan violentamente las esquinas entre el pánico y el desprecio de los ciudadanos. Uno tras otro frenan ante al gran edificio. Hacia las puer-tas ornamentales corren las escuadras de pistoleros. Con gestos convenidos se comunican cuando cada sector está tomado. La operación es perfecta. Nadie ha resistido. El mal siempre gana porque sus cómplices son la codicia o el miedo. En medio de la sala levanta la mano para legalizar el delito el diputado que promueve los casinos.

2

El diputado que promueve los casinos discursea sobre la ética, la honradez, la moral, las luces, la ideología, el sa-crificio, el esfuerzo, el trabajo, los valores, la patria. Una

El multitudinario cortejo arriba a las fosas comunes de La Macarena, donde se entierran todos en el basurero de la historia.

Al acto del sepelio de la computadora mágica no pue-den asistir, por razones de fuerza mayor: Los 3.000 falsos positivos cuyos casos han sido documentados. Los 7.500 presos políticos colombianos. Los 5.000 militantes del partido Unión Patriótica asesinados. Los 38.255 desapa-recidos en tres años. Los cinco millones de desplazados de sus tierras por operaciones militares. Los seis millones de colombianos que han dejado su país. Los entregados y encarcelados gracias a las pruebas salidas de la computa-dora mágica.

Rogad por todos nosotros.

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El diputado que promueve los casinos chupa un canapé de caviar mientras a su lado el embajador confía en inglés a su recién llegado Agregado Militar: —No hay que dejarse engañar por rumores de revolución. Para evitar una revo-lución no es necesario invadir un país: basta convertirlo en cloaca. El diputado que promueve los casinos asiente sin comprender mientras devora un canapé de hígado de ganso. — Ya no tienen sentido los espías: nuestra mejor Quinta Columna es el Crimen Organizado. — El diputa-do que promueve los casinos sonríe mientras deglute un canapé de ketchup. — Estados Unidos pudo invadir Italia porque hizo un pacto con la mafia y ahora la mafia domi-na Italia y Estados Unidos. La mejor cadena es el vicio. Calcule usted si puede haber revolución en un país que se entrega a la mafia. — El diputado que promueve los casi-nos se atraganta con un canapé de cangrejo. A lo mejor comprende.

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Tras la muralla de vidrio iluminado de los casinos se ex-tiende el hedor a lenocinio de las salas de juego donde la trata de personas inventa paraísos blandos que se pagan en moneda dura. El diputado que promueve los casinos acude ante la convocatorio de los capos de todos los capos que discuten lo único a discutir en el país, que es su repar-to. Extranjeros con trajes caros que parecen baratos recli-nados en moblajes baratos que parecen caros lo contem-plan tras sus lentes oscuros. El diputado que promueve los casinos se contempla gesticulando multiplicado en los cristales negros, sin arrancar una sonrisa mientras explica

ficha de juego salta del bolsillo del diputado que promue-ve los casinos, rebota en la tribuna de los poderes, salta por las ofrendas florales, trastrabilla ante la lápida del sol-dado desconocido, rueda ante el ostentoso pabellón con los colores patrios, resbala ante la sotana del arzobispo, corre ante jueces y diputados y oficiales y coros de escola-res, tiembla, gira como un trompo sobre sí misma, relum-brante. “Hagan su juego”, grita un pordiosero que hace sus necesidades tras un matorral. Una sonrisa despectiva desgarra el rostro del honorable embajador de los Estados Unidos. El jefe de la banda marcial alza la batuta y mien-tras todos pretenden que no pasa lo que pasa la ficha se acuesta ante la estatua del prócer al compás de las glorio-sas notas del Himno Nacional de la República.

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En la ciudad del diputado que promueve los casinos, el correo nunca llega pero, si llega, trae un único mensaje. Cuando el sobre está sellado el cartero pone cara de cir-cunstancias y lo coloca en el gran saco en el cual ya no viajan mensajes de amor ni de esperanza. Con reluctancia toca la puerta y cuando le abren se quita la gorra estro-peada y pone cara de pésame y ya no es necesario abrir el sobre que contiene el único mensaje: la ficha del soborno o la bala del funeral. A veces el sobre trae también una foto de grupo familiar y el destinatario debe salir a buscar prestado un revólver del calibre adecuado para descerra-jarse la bala que le obsequian y comprarle unos días de vida más a los fotografiados. Se dice que pronto en la ciu-dad sólo quedarán sobornados o muertos. Nadie ignora en cuál grupo está el diputado que promueve los casinos.

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El extraño caso de la doctora chimba

Nunca pensé que el fin de Malena Sosias fuera un tan-to más triste que el de cualquiera otra. Yo la veía pa-

sar por los pasillos de la Universidad, seriecita pero píca-ra, pícara pero tímida. Vestía siempre la misma faldita y hacía la interminable cola del comedor gratuito. Cuando en los pasillos los pájaros negros arrancaban cabellos a las muchachas para hacer nidos, Malena era la única que no se defendía. Un día le rechazaron un trabajo en una materia porque lo entregó un día después. Alguna vez la acompañé conversando hasta uno de esos edificios que al-quilan cuartos con camas literas para alumnas al borde de la indigencia. Cuando le pregunté qué había hecho con el trabajo rechazado, se encogió de hombros y dijo que se lo regaló a un profesor para que ascendiera. Malena era esa muchacha que cuando se trabaja en equipo siempre termina redactando íntegro el ensayo que le regalará la calificación a los demás. Antes de dejarla, su único cor-tejante resultó promovido con notables textos de investi-gación que parecían exceder de sus facultades. Deberías cobrar, le dije bromeando. Me contestó con una media sonrisa. Ese semestre se graduaba y no tenía para pagar-se el postgrado. Supe que había hecho inútiles intentos para infiltrarse en la docencia como preparadora o como transcriptora ad honorem de conferencias aburridas, pero nada prosperó. Pensé que no la vería más, pero cada vez que yo iba a la biblioteca la atisbaba tomando notas hun-dida en montañas de volúmenes. Quizá sólo mataba el tiempo antes de la cada vez más interminable cola del co-

la comisión que espera recibir por diputados dóciles y la renta por jueces complacientes y la propina por funciona-rios plegadizos. En los cristales negros de los lentes oscu-ros que lo multiplican ve el reflejo de los sicarios que se le acercan por la espalda, y un líquido le corre por la pierna hasta empozarse en la alfombra que parece y es barata. El diputado que promueve los casinos comprende que lo han sustituido por alguien más barato en el momento en que revientan los disparos.

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En el momento en que revientan los disparos estallan los cohetes de Año Nuevo que cubren la fusilería de los revo-lucionarios que tapan los rugidos de los automóviles que arrancan hacia los aeropuertos donde asalta los aviones una turba de tahúres, sicarios, embaucadores, sayones, fulleros, gusanos y diputados que huyen con el dictador que acaba de anunciar su renuncia por la radio. El pueblo destruye casinos, garitos y salas de juego, rompe vitrinas con mesas de bacará, revienta ruletas contra las aceras, desventra traganíqueles a mandarriazos. Es el primero de enero de 1959 en La Habana. El pueblo acaba con los casinos porque comienza una revolución. En una cuneta, bajo un montón de fichas de juego termina de pudrirse el diputado que promueve los casinos.

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exigió que le consiguiera entrevista en el Rectorado (sí, el rector reconocería el nombre de Malena) para tramitar el doctorado póstumo que Malena nunca consiguió por no tener dinero para la matrícula del postgrado, y el entierro que salvara su cuerpecito de las mesas de disección. O eso, añadió rechinando los dientes, o anular la mitad de los trabajos de ascenso y tesis de grado aprobadas con men-ción honorífica, cuyos borradores originales con la letra de Malena conservaba, ella sabía dónde. En ese momento rompió en llanto. El dolor nubla el raciocinio y confunde recuerdos. No comprendo cómo aquella madura señora evidentemente perturbada pudo mencionarme una tan precisa e interminable lista de nombres y de títulos. Bus-qué el rostro que yo no había querido ver de Malena. Des-de la indiferencia de la eternidad, me contestó con una media sonrisa.

medor gratuito. Intercedí para que le renovaran el carnet de lectora a pesar de que oficialmente ya no era alumna. Me acostumbré tanto a verla en la biblioteca que sospeché que disimuladamente dormía en ella para ahorrar alqui-ler. Me acostumbré tanto a verla que dejó de llamarme la atención que los libros siempre trataran sobre temas disí-miles. Me acostumbré tanto a verla que dejé de notarla y sólo me llamó la atención el día en que décadas después no la vi. Cuando advirtió que yo miraba el sitio vacío de Malena, una secretaria a punto de jubilarse me dijo que le hacían un velorio de caridad en la capilla del Hospital Universitario. No quise verle el rostro a la difunta pues prefiero evocar a quienes se van como eran cuando vivían, pero tampoco podía recordar su cara. En la capillita ha-bía una solitaria doliente con aspecto de conserje. Cuando me le presenté, dijo: “El único que viene a despedirla es el único que no le debe nada”. Hablaba para picarme la curiosidad; no necesité tentarla para que me contara el resto. Malena, que nunca pudo seguir el postgrado porque no tenía dinero para la matrícula, sobrevivió escribiéndole trabajos de ascenso y tesis de grado a las eminencias que no tenían tiempo para pensar. Más de un pomposo decano o de un candidato a rector sin doctorado salieron de apu-ros gracias a su discreta intervención. Cuando las Edicio-nes de la Universidad funcionaban, Malena las alimentó con un sinfín de títulos firmados por otros que abordaban desde el análisis del discurso hasta la estadística agrícola. Con vehemencia no exenta de rencor la conserje detalló la lista de quienes visitaban a Malena con la cabeza vacía y salían pletóricos de becas, sabáticos y academias bajo el brazo. Con rencor no exento de rabia acusó a quienes además le quedaron debiendo honorarios. La conserje me

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Aquí viene míster dólar

Aquí viene míster Dólar. Allá pasó mister CIA. Ahí lle-ga míster Base. Allá cae míster Bomba. Ahí perfora

míster Bala. Aquí llega míster Muerte. Hoy te mata míster Yanki ¡Go home!

Ya se instala míster Narco. Ya se elige don Cipayo. Se infiltra míster Espía. Ya grita mister Mentira. Ya adulte-ra míster Media. Se instala míster Paraco. Ya llega míster Casino. Allá Motosierra viene. Ya funciona mister Bingo. Se acomoda míster Mafia. Mister Cartel ya se impone. Luego arrasa míster Deuda. Después pasa míster Tanque. Ya interviene míster ONG. Go. ¡Go home!

Aquí roba Wall Street. Ahí cobra míster Usura. Allá sa-queó míster Banca. Regresa míster Soborno. Ya irrumpe míster Subprime. Luego estafa míster Bolsa. Ahí engorda míster Fraude. Aquí estalla míster Quiebra. Ya sentencia míster CIADI. Ahí se exporta míster Crisis. Go. Go ¡Go home!

Ya hiere míster Uranio. Ya mata míster Marine. Allá llega Pitiyanki. Viene míster Mercenario. Ahí navega Por-taaviones. Alza el vuelo míster Buitre. Ya se cierne míster Blachawk. Allá cae míster Napalm. Llegó míster Genoci-dio. Go Go Go. ¡Go home!

Aquí corre míster Sangre. Allá estalla míster Hueso. Allá muere míster Muerto. Ahí se pudre míster Sam. Aquí yace míster Tumba. Aquí se va míster Dólar. GoGoGoGo-GoGoGoGo ¡Go home!

La conspiración de las interrogantes

La tranquilidad y la paz del mundo, o sea, de las nacio-nes hegemónicas es nuevamente perturbada por in-

tentona terrorista. Nadie identifica al autor, pero se teme que sean demasiados los cómplices en la conspiración des-estabilizadora. Amanece y el sol revela que han plantado interrogantes en el rótulo del Tribunal de ¿Justicia? Los signos pueden ser fácilmente removidos, pero nadie borra una duda. Apenas amaina el alboroto cuando en los auto-mercados aparecen interrogadas las mercancías adultera-das o sea la mayoría: ¿Café? ¿Leche? ¿Harina? Se propone declarar la ley marcial cuando las interrogantes aparecen en la mugre de vallas que cubre las ciudades: ¿Calidad? ¿Duración? ¿Económico? Las interrogantes no afirman nada, pero la duda ofende. Imposible lanzar en paz una guerra ¿defensiva? Ningún ¿político? puede descalificar a cualquiera como ¿terrorista? Las interrogantes surgen en mensajes de ¿amor? o en una ¿verdad? declarada por la ¿religión? o la ¿ciencia? El pánico cunde cuando se sugie-re que los interrogantes aparecen de manera espontánea. El presidente del Imperio aparece en todas las pantallas declarando la Guerra a la Duda, creando policías que en nombre de la ¿libertad? eliminan los signos peligrosos de los teclados y, sobre todo, erradican las interrogantes que surgen junto a los botones rojos cuestionando si ¿dispa-rar? En el curso del discurso el presidente y el Imperio caen atravesados por una ?

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Parábola de la doble religiónY he aquí que Judas Iscariote propuso la doctrina de la

Doble Religión. Y he aquí que los romanos podían hacer-se cristianos sin perder su fidelidad, obediencia y deberes de lealtad y defensa militar hacia el Imperio Romano. Y he aquí que los fariseos podían sacar pasaporte cristiano manteniendo su fe, su fidelidad, su obediencia y sus debe-res de lealtad y defensa militar hacia sus autoridades fa-riseas. Y he aquí que los filisteos podían tener ciudadanía cristiana conservando ciudadanía, fidelidad, obediencia y deberes de servicio militar hacia el filisteismo. Y hete aquí que entre todos encerraron a los que sólo eran cristianos, y los echaron a los leones.

Parábola del buen samaritanoY sucedió que el Buen Samaritano quiso votar. Y se le

presentó el publicano para enumerarle los nuevos requi-sitos para el ejercicio del sufragio: “Y para votar deberás tener computadora e impresora y módem y conexión a la web y abrir una página de informática reposera que nun-ca abre y cierra fuera de horario laboral y en feriados. Y llenarás en pantalla un formulario redactado por fariseos de una manera tan complicada que no la descifrarán ni los sabios del sanedrín a menos que contrates un publicano gestor, a tus órdenes. Y una vez lleno e impreso el formu-lario indescifrable de informática peatonal peregrinarás a pie para hacer cola desde las cuatro de la madrugada ante oficinas que sólo atienden el día del número de tu cédula según la fase de la luna dentro de cinco o seis meses. Y en cuanto llegues a la taquilla te informará el publicano que debes llevar partida de nacimiento nueva, nuevo certifi-cado del Seniat y nuevo registro de Sencamer, a ser todos

Parábolas de la traiciónY en aquellos tiempos sucedió que Judas, con las trein-

ta monedas tintineándole en el bolso, vio pasar un tumul-to y en medio de él al Hijo del Hombre cargando la cruz que su delación le había acarreado. Y he aquí que habló el Iscariote: “Señor, ¿cómo puedes decir que te he traicio-nado? Tú me sentaste a tu lado sabiendo que soy publi-cano, un hombre cuya vida es contar dinero. Me buscaste durante tus juntillas con publicanos y gentiles y mujeres públicas. Hiciste posible mi infamia encomendándome garantizar tu seguridad y la de tus fieles. Tú lavaste mis pies y ungiste mi frente, recomendando a tus creyentes que tuvieran en mí la misma confianza que en ti. Tú pro-tegiste mi acto declarando que uno de los discípulos trai-cionaría, pero negándote a dar mi nombre. Tú mismo re-cibiste ante todos mi beso, el beso de quien todo lo tasa en dinero”. Y preguntóle uno de los sayones: “¿Qué harás con tus treinta monedas?”. Y contestóle el Iscariote: “Comprar una cuerda, pues ya nadie podrá confiar en un hombre que ha apagado la Luz del Mundo”.

Parábola del corrupto pródigoY vivían los primeros cristianos mil estrecheces, pues

todo lo habían dado por la causa. Y el Iscariote los exhortó a hacer gran fiesta para recibir entre sus filas y favorecer con sus votos a un corrupto, delator, traficante de influen-cias, cuartorrepublicano, neoliberal, promotor de casinos y saltador de talanqueras. Y ante el escándalo de los fie-les, los apostrofó el Iscariote: “¿Mas no sabéis que habrá más alegría por un corrupto pródigo que condesciende a unírsenos, que por los veintisiete millones de honrados a quienes robó?”.

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trámites. Pero, ¿cómo sabré que cumplirás mi volun-tad?”, preguntó el Buen Samaritano. Y contestó el gestor publicano : “¿Cómo dudas de que para complacerte acaba-ré con el infierno que me alimenta?”.

Parábola del paramilitarY en aquellos tiempos los imperialistas romanos ha-

bían establecido siete bases militares en Tierra Santa, y dos más allí mismo en las Islas Bienaventuradas, y toda-vía dos más en el Istmo, y la IV Flota Imperial de galeras hería con sus espolones las aguas, y amenazaba Herodes con seguir la matanza de los falsos positivos inocentes. Y por aquellos días los paramilitares filisteos entraban como Pedro por su casa por las fronteras, y cobraban vacuna, y establecían alcabalas, y legitimaban capitales con bingos, garitos y casinos, y sicariaban a los luchadores sociales palestinos. Y el Buen Samaritano, a quien los paracos ha-bían incendiado su casa y matado a su familia, acudió ante el Hijo del Hombre a preguntarle qué había de hacer. “Si alguien golpea en una mejilla, hay que poner la otra para ser golpeado”, contestó el Elegido. “Sí”, respondió el Buen Samaritano, “pero en lugar de tu mejilla, la que recibe el golpe es la mía”.

renovados periódicamente. Y te añadirán que debes pre-sentar certificado del Ince de que no tienes más de seis empleados. Y te preguntarán que dónde está la constancia de residencia que sólo puede expedir el Consejo Comunal, más el recibo del Seniat que cuesta medio salario mínimo, para lo cual se requiere antes el cumplimiento de los re-quisitos mencionados, más otros mil de los que sólo po-drás informarte abriendo la página web que nunca abre”.

Parábola de la venta del rebaño Y el Buen Samaritano sintió hiel en su corazón, pues

vivía pastoreando un rebaño, y de ocuparse en tantas di-ligencias morirían sus ovejas, de modo que decidió ven-derlas todas para pagar al gestor a fin de que cumpliera tan implacables trámites. Mas, he aquí que dijo el gestor: “Para vender cada oveja necesitas certificado del veterina-rio de que no tiene brucelosis, tuberculosis ni triquinosis, para movilizarlas ante el veterinario necesitas permiso de la Guardia, para venderlas requieres autorizaciones del Ministerio de Agricultura y Tierra, y el costo de realizar todos esos trámites es igual al precio del rebaño”.

Parábola del gestor del sufragioY sobrecogió al Buen Samaritano un sudor de sangre,

pues veía que no podía ejercer ningún derecho sin contra-tar un gestor, y no podía contratar un gestor sin perder todos sus derechos. “Me venderé como esclavo, y con el precio te contrataré como gestor para que votes en mi lu-gar”, dijo con amargura en su corazón. “¿Y cómo quieres que vote en tu nombre?”, preguntó el publicano. “contra quienes me han reducido a la miseria con su Calvario de

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Crea trámites, cosecharás corrupción

Burocracia mata RevoluciónContra la Unión Soviética no pudieron 14 potencias

que le declararon la guerra al nacer, ni el ejército blanco de la oligarquía, ni la invasión nazifascista, ni el imperio de Estados Unidos. A la Revolución Soviética la aniqui-ló desde dentro la Nomenklatura, inepta burocracia que ahogó al proletariado en trámites.

Corrupción privatiza lo públicoLo público, que pertenece a todos, deja de serlo en la medi-

da en que se lo apropian uno o algunos. Lo público comprende bienes y derechos. Los bienes públicos pueden ser apropiados mediante el robo. Ejemplo: la privatización de Pdvsa. Los de-rechos son confiscados cerrando el paso a ellos con trámites.

O inventamos, o tramitamosLas personas se dividen entre quienes crean bienes y

quienes crean trámites. Quien cosecha tomates, cura en-fermedades o escribe libros, crea un bien. Quien instaura trámites estorba el acceso a un bien. Un trámite es el can-dado que nos confisca un derecho.

Siembra trámites, cosecharás corrupciónEl objeto de todo trámite es hacer inaccesible un dere-

cho vital. Entre el ciudadano y su supervivencia tiene que estar atravesado un burócrata, de modo que el ciudadano deba sobornarlo o eliminarlo. Lo primero se llama contra-rrevolución. Lo segundo, Revolución.

Guerras del imperio

Ahora el Imperio refina la perfidia de sus guerras hasta avanzar más allá de la aniquilación. Guerras mnemó-

nicas, con rayos que quitan al pueblo invadido su memoria como pueblo y lo dejan con la mente en blanco. Guerras diso-ciativas que anulan la fuerza de atracción entre las moléculas y convierten a la nación víctima en torbellino de micropartí-culas. Guerras sólo mata gente que pulverizan la carne y de-jan al país como una colmena vacía. Guerras sólo mata cosas que dejan intacta la gente, pero en el inmenso agujero que una vez fue su patria. Guerras asociativas que obligan a los cere-bros a invertir sus respuestas y en vez de correr para salvar-se avanzar hacia la muerte. Guerras mutágenas que obligan a cada organismo a convertirse en la especie a la cual preda. Guerras geriátricas que activan el gen del envejecimiento y en pocas horas vuelven al enemigo decrépito. Guerras recesivas que invierten el curso del tiempo y devuelven los combatien-tes al vientre materno. Guerras cronológicas que eternizan la duración del tiempo y logran que la respuesta de los invadi-dos demore siglos. Guerras comunicacionales que confunden aleatoriamente las comunicaciones de manera que nadie sabe qué pasa. Guerras sicológicas que convencen al enemigo de que ya está muerto. Guerras tectónicas que hacen permeable la superficie al magma candente de las entrañas de la tierra. Guerras desertificantes que evaporan toda el agua hacia el es-pacio exterior. Guerras concausales que disocian la causa del efecto de manera que todo puede ocurrir sin ningún motivo. Guerras energéticas que cuestan más energía que las reservas que conquistan. Guerras de confusión que impiden al ser hu-mano atacante distinguirse del ser humano atacado y lo llevan a agredirse a sí mismo con estas armas y todas las restantes.

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rran al cabo de tres años, y en discos especiales, de doce. Sumemos que la conexión de Internet aparece y desapa-rece como un espejismo.

Multiplica trámites, multiplicarás corrupciónSi trámite genera soborno, proliferación de trámites

multiplica corrupción. Nuevos trámites generan corrup-ción nueva. Trámites prolongados prolongan corrupción. Trámites complejos complican corrupción. Trámites in-necesarios revelan que no hace falta quien los impone.

Trámite serial serializa corrupciónAsí como hay asesinos seriales, hay trámites seriales,

que reinciden en su fechoría periódicamente. El más evi-dente síntoma de esquizofrenia es la compulsiva repeti-ción de un acto inútil. Nadie sabe por qué tiene que ser renovado el RIF de persona natural, cuyo número de la cédula no cambia, ni para qué debe ser reciclado el in-necesario registro en Sencamer, salvo para recordar pe-riódicamente al ciudadano que no puede seguir siendo gobernado por ociosos que le hacen perder su tiempo. Un gobierno que en verdad necesitara que los ciudadanos le entregaran un papelito igual cada año, podría venderles de una vez cincuenta papelitos idénticos, para que sus víc-timas salieran de eso para toda la vida. Como eso no suce-de, son los ciudadanos quienes salen de los gobernantes. Ciudadano que repite trámite no repite gobierno.

Quien corrompe se corrompeAsí el aparato del Estado se contamina progresiva-

mente en todos sus niveles, hasta que el ciudadano deja de creer en él. Abandoné el ejercicio profesional cuando

El trámite debe estar fuera del alcance del ciudadanoEjemplo: a ningún ciudadano se le paga un céntimo

si no presenta una factura del Seniat que sólo puede ser impresa en cinco tipografías de Caracas y que cuesta más de medio salario mínimo. Ejemplo: en Venezuela, donde habrá poco más de 800.000 usuarios de Internet, todo trámite que requiera ese medio niega sus derechos a 27 millones de ciudadanos que no disponen de él. Un computador con impresora y módem cuesta más de me-dio año de salarios mínimos, sin contar la inaccesible conexión a la red. Pero se impone al infeliz venezolano usar equipos y redes fuera de su alcance para iniciar el proceso de pagar impuestos, denunciar delitos, denun-ciar infracciones de los derechos del consumidor, validar títulos de secundaria y pare usted de contar. Parece que en lugar de Estado tuviéramos una corporación de ven-dedores de hardware.

Quien incomunica se incomunicaAsí, el ciudadano infeliz no puede contactar con los

órganos del poder popular que lo expresan, sino a través de una incosteable pantalla que nunca tiene línea, o de una informática reposera, que interrumpe el acceso fue-ra de horas de oficina y en feriados y vacaciones, de una informática peatonal, que lo obliga a llevar a pie la pla-nilla impresa con tantos sacrificios, o de una informática enzanjonadora, que sólo informa del error o del requisito que falta después que has perdido el viaje. Añadamos que ninguna de ellas se hace en software libre, con lo cual el Estado falta a la Ley y resulta vulnerable a la interferencia transnacional, y que los registros informatizados se bo-

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Grafito City

Se cansa la ciudad de que la tapen los mezquinos re-clames de la publicidad y al pie de una valla amanece

el primer grafito, anárquico como una meada de colores, propiciando que cerca aparezcan otro y otro y otro con ile-gibles letras fulgurantes que expresan mensajes ilegibles como expresión de una ciudad donde ya nada tiene sen-tido. La mugre de vallas publicitarias es cubierta por una primavera de flores caligráficas de las cuales nadie sabe si son escritura sin mensaje o mensaje sin escritura hasta que otra mañana aparece el primer letrero legible: DIGO QUE DIGO. La batalla de quienes piensan con colores y quienes cromatizan con pensamientos queda así entabla-da hasta que aparece en la calle la primera cara pintada. Sobre la piel desnuda los ciudadanos se dibujan las ro-pas que han dejado de ponerse, luego la imagen de lo que quieren ser y, por fin, la de lo que son. Contra superficies consteladas de estrellas caligráficas vagan los violentos planetas cromáticos del cuerpo, a veces confundiéndose, a veces destacándose. Ni un centímetro de la ciudad deja de ser imagen o idea. Y entonces el proyector de colorear las nubes comienza a escribir la meteorología y germina por la noche la selva de neón que cambia de posición y de forma según la orientación de los luceros. En Grafito City ya no hay noticias: cada color es el suceso y la novedad cada forma y la actualidad es el contraste. En Grafito City todos sueñan en colores, o pasearse por ella es soñar. Ser a la vez el sueño y el soñante y el soñado.

ya sólo quedaban en la capital unos diez jueces incorrup-tibles. La mayoría social es empujada fuera del sistema mediante la denegación de derechos que implica la impo-sición de trámites inútiles, complicados, de obligatoria re-petición, demorados y, en general, imposibles de cumplir. A falta de Estado operativo, el ciudadano cae en manos de seudoautoridades, como los gestores, o de Paraestados, como los paramilitares. La ciudadanía se hace impractica-ble. Sólo encuentra justicia quien la hace por sus propias manos. Un Estado y una batería que no arrancan piden a gritos ser sustituidos. Corrupción aísla poder hasta que éste deja de serlo.

Desdichado pájaro que tramita su nidoAuxilio, Presidente. Usted puede amnistiar a 27 mi-

llones de votantes, perdón, de ciudadanos, y permitirles llegar al proceso electoral exentos de odio, resentimien-to, exasperación e instinto asesino hacia todo lo que sig-nifique autoridad gubernamental. Pregúntese si alguien votaría si para hacerlo debiera pasar por todas las humi-llaciones, maltratos y retrasos que cotidianamente se le imponen sin otro propósito que complacer la ineptitud burocrática. Se supone que el votante olvida, pero las co-las electorales avivan la memoria. Si se pierde la Asam-blea Nacional, vienen el golpe legislativo y judicial que he largamente anunciado, y se pierden el proceso y América Latina. Elimine por decreto ley todo trámite inútil, apli-que drásticamente la Ley de Simplificación de Trámites y dedique a los burócratas a atormentarse unos a otros. Crear trámites empava. O tramitamos o votamos.

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Traducell

En el último modelo de celular portátil viene Traducell, el traductor universal. No se sorprenda si expresa una

sinfonía en colores, pero por lo menos pásmese cuando interprete una sonata como ensayo matemático. Tradu-cell pongamos por caso convierte el Aula Magna de la Uni-versidad Central en fuga con variaciones, pero lo peor o lo mejor es aplicarlo a la mujer amada o deseada y experi-mentarla versionada en sabores. Traducell, diseñado para una civilización de autistas, alcanza su pináculo cuando el usuario se lo autoaplica. El otro día me encontré un amigo en un museo, convertido en cuadro abstracto, y aquí estoy yo, reducido a letras de tinta.

Egocell

Ante la plaga de los celulares que cada vez más con-vierten a las personas en ausentes, pues, estén donde

estén, siguen comunicados con persona o realidad remo-ta, la organización terrorista lanza Egocell, equipo clan-destino que permite comunicarse con uno mismo. Así, en una reunión, una clase, una misa el usuario de Egocell fingiendo comunicarse con una tía para contarle bana-lidades puede en realidad conectar consigo mismo para cuestionar el sentido de lo que hace o lo que le hacen. No puede nadie sospechar que en lugar de oír a su mujer que le cuenta lo que compra en el automercado, el usuario de Egocell escucha mientras su monólogo interior se vuelve monólogo ulterior que lo conduce a abismos.

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En pleno día el movimiento Jekyll predica desinterés y •moral revolucionaria.

Mas esa noche se divisa al funcionario Hyde en dispen-•diosos restoranes diciendo que no es malo ser rico y alcahueteando bingos y casinos prohibidos en el Códi-go Penal.

La austeridad es tarjeta de recomendación del movi-•miento Jekyll quien a pleno sol exhibe medios de vida modestos y sencillez franciscana.

Pero al caer las sombras ya el funcionario Hyde ostenta •prendas de marca, vehículos de lujo, bandas de guarda-espaldas, cargamaletines y cargacelulares, involucrado en saraos fastuosos, francachelas miliunanochescas y derroches multimillonarios.

Desconcertada sigue su novia Masa por las desapari-•ciones frecuentes de su fiel enamorado el movimiento Jekyll, modelo de fidelidad y amor constante más allá de la muerte.

Escandalizado está el vecindario por contubernios es-•candalosos del funcionario Hyde, por turbias promis-cuidades con barraganas, financistas, inversionistas, especuladores, boligarcas y neoliberales.

Irreprochable es el movimiento Hyde cuando predica •cancelar los impuestos, arrancar del vacío bolsillo de la madre marginal hasta el último solitario centavo para pagar por la compra del artículo de primera necesidad el impuesto neoliberal y recesivo del IVA.

Mas cuando canta el gallo de la pasión el funcionario •Hyde con suicida prodigalidad exonera de impuestos a transnacionales y ciudadanos extranjeros hasta por

El extraño caso del movimiento Jekyll y el funcionario Hyde

A los ojos de sus familiares y de su novia Masa, resul-•ta cada vez más desconcertante la conducta del movi-miento Jekyll.

Ampliamente admirado por su solidario trato con los •necesitados y su afán de resolverle los problemas, por períodos el movimiento Jekyll se encierra y resulta im-posible localizarlo.

Al mismo tiempo, por la puerta trasera de su casa •irrumpe el detestable funcionario Hyde atropellando personas y derechos con la invención de trámites es-trafalarios.

¿Quién no conoce al movimiento Jekyll, su ideología •progresista, su obra innegable, su trayectoria sin des-víos e insobornable?

Pero del funcionario Hyde apenas se divisa su pron-•tuario politiquero de saltaperico, su alijo de pasapor-tes y de carnés partidistas, sus pasantías en el Opus y camarillas neofascistas, su monstruosa capacidad de cambiar de colores y apariencias.

Estimulante es conversar con el movimiento Jekyll •sobre tantos temas hermosos: Marxismo, Revolución, Socialismo, Solidaridad.

Mas la dicha se va al pozo cuando lo suplanta el fun-•cionario Hyde y trata de vendernos como ideas un re-voltillo de Sai Baba con cuánto hay pa eso y cómo voy yo ahí.

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Mas noche y día el funcionario Hyde tolera que medios •de señal abierta y por suscripción sean letrina audio-visual que viola toda norma, cloaca de prohibida pu-blicidad por emplazamiento e inserción, basurero de interrupciones y cuñas que sobrepasan la extensión permitida, en desmoralizadora lección de que ni las le-yes se cumplen ni las autoridades las hacen cumplir.

Masa se enamoró del movimiento Jekyll mientras éste •le cantaba canciones de Silvio Rodríguez al mismo tiempo que el funcionario Hyde vendía costosísimas entradas para conciertos de Soledad Bravo, pero aho-ra que Soledad Bravo canta a Silvio Rodríguez, Masa siente que su brújula no trabaja a tiempo completo.

Cada vez con mayor frecuencia cuando la novia Masa •busca a su idolatrado movimiento Jekyll lo único que encuentra es una página web que nunca abre puesta allí por el mugriento funcionario Hyde.

A veces siente Masa que su amado movimiento Je-•kyll se debilita, pues a pesar de sus esfuerzos no pue-de poner coto a las tropelías del cochambroso fun-cionario Hyde.

Miles de veces Masa le ha dado fuerzas a su idola-•trado movimiento Jekyll con el poder del amor y del voto, pero ahora teme leer postulaciones no sea que sólo esté candidateado en ellas el gangrenoso funcio-nario Hyde.

Masa extrema su vigilancia aterrada por las versiones •que sostienen que el movimiento Jekyll y el funciona-rio Hyde son la misma persona; por los días goza como transportes gloriosos los escasos instantes en que pue-

17.875 millones de dólares anuales, que en jubilosa comitiva engordan los paraísos fiscales o financian las bases militares con las cuales espera aniquilarnos el imperialismo.

Masa aprendió de su adorado movimiento Jekyll el •concepto de soberanía, el principio constitucional por el cual mientras Venezuela siga siendo independiente no puede ni debe obedecer a funcionarios, leyes ni jue-ces o árbitros extranjeros.

Pero en la tiniebla el funcionario Hyde perpetra sen-•tencias donde dice que por “manifestación de volun-tad” cualquier burócrata puede anular Constitución y soberanía y someter a Venezuela a tribunales y árbitros extranjeros para que la condenen según leyes foráneas y le embarguen bienes y reservas internacionales.

Lírico y ecologista, el movimiento Jekyll exalta a su no-•via Masa las bellezas del paisaje venezolano, la nece-sidad de protegerlo y apreciarlo mediante un turismo interno conservacionista.

Mas el contaminante funcionario Hyde ampara a quie-•nes tapan ciudades, paisajes, bellezas naturales y mo-numentos con una costra de mugrientas vallas que no dejan ver nada de nada, y confunden recreación con tarifas prohibitivas para los nacionales, turismo sexual para gringos, descanso con privatización de las playas y esparcimiento con casinos que lavan dinero del cri-men organizado.

A trompadas se fajó el movimiento Jekyll en defensa •de su novia Masa para sancionar normas contra el abu-so de los medios audiovisuales.

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Oficios de difuntos

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Puntual como la muerte llega el Día de Difuntos. Los grin-gos lo conmemoran vistiéndose de monstruos para de-mandar regalos, como si estuvieran invadiendo un país. Los españoles montan el Don Juan Tenorio de Zorrilla para requebrar al sueño eterno de la siesta. Los picantes mexicanos van a los cementerios para asegurarse de que sus muertitos no han salido a hacer diabluras. Sólo noso-tros tratamos a los muertos haciéndonos los locos, vale decir, dejándolos que gobiernen a los vivos.

2

Nuestra relación con la muerte define nuestro vínculo con la vida. Los difuntos están allí para superarlos. Muerto es buen antepasado pero mal camarada. Entregársele es fal-ta de autoestima. Por ejemplo, no debería un movimiento vital, palpitante y mayoritario convidar a que le redactara su Constitución una legión de cadáveres políticos, porque la sembrará de lápidas y artículos de protección a la pro-piedad privada y al capital extranjero, y de allí saldrán a asaltar al Estado.

3

No invites a los muertos a tu casa: la volverán camposan-to. Quien no presenta signos vitales ni se comunica con los vivientes, o pasó a mejor vida o es el Estado. El nuestro yace en cripta de leyes caducas y catafalco de requisitos

de hacer contacto con el movimiento Jekyll y por las noches se esconde temiendo la irrupción necrofílica del monstruoso funcionario Hyde.

Pero Masa, el movimiento Jekyll y el funcionario Hyde •son una sola y única persona, y Masa la única que con su amor, su vigilancia y su exigencia puede decidir el triunfo del uno o del otro, y sobre todo el triunfo de ella misma.

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La muerte es contagiosa, y en todos los pueblos aflige al genocida la muerte moral, aunque los tribunales olviden o los cómplices absuelvan. Donde vaya lo sigue la mirada de madres sin hijos e hijos sin padres. Donde penetra conta-mina la peste de la tumba. Sólo entre nosotros siguen in-constitucionalmente sellados los archivos de los cuerpos represivos. Sólo entre nosotros puede un masacrador ser representativo. Luzca para él la oscuridad perpetua.

7

En la novela de Mary Shelley, Víctor Frankenstein crea su Prometeo con materiales nuevos y desata un genio de fuerza incomparable. En la versión fílmica, le injertaron un cerebro de cretino a un cosido de cadáveres dispares y surgió un ideólogo de la colaboración de clases. Entre la vida y la muerte no hay sistema mixto. Presente y futuro nacen de la incesante aniquilación del pasado. Sin extin-ción de lo caduco no hay vida.

8

Dejad a los muertos enterrar a los muertos. Si estamos vivos, actuemos como tales, no nos dejemos arrebatar nuestro instante por quienes se fueron. No nos vayamos con ellos; tampoco dejemos que se vengan con nosotros. No les hagamos compañía antes de que suene nuestra hora; menos permitamos que nos fastidien después que sonó la de ellos.

inútiles tras infranqueable sarcófago de páginas web que nunca abren. Legión de osamentas de la Cuarta República lo devora y nos devora.

4

A los inmortales los tenemos en la memoria, pero nues-tros difuntos quieren que la perdamos. Bolívar impuso el principio soberano de que las controversias sobre el in-terés público de Venezuela deben ser resueltas con nues-tras leyes y tribunales. Desde fines del siglo XIX nuestras constituciones consagran tal principio, que debe consi-derarse escrito en todos los contratos. Para violarlo, en 1902 las flotas de acorazados de tres imperios se agavi-llaron, nos bloquearon, nos bombardearon, nos robaron hasta las campanas. Un siglo más tarde cadáveres inse-pultos redactan sentencias que entregan a Venezuela a los árbitros de las transnacionales. Dales, Señor, el des-canso eterno.

5

Dominan los extintos a los vivos mediante la palabra di-funta. Cadáveres insepultos borraron de los programas educativos de Primaria la Historia, la Geografía, la Edu-cación Cívica de Venezuela. Todavía no regresaron al pén-sum: pero sí han vuelto al poder quienes las erradicaron. Les bastó con cambiarse de mortaja. Desde panteones ad-ministrativos presiden el Réquiem solemne a la amnesia, preámbulo del Sueño Eterno. Rogad por ellos.

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Después de todo, con esos métodos ya probados ape-nas asesinan unos cuantos millones de votos por comicio. Para que el exterminio sea total, hay que informatizarlo: exigir que todo contacto con el gobierno, desde declarar impuesto hasta denunciar un arrebatón, requiera bajar un formulario de Internet.

Para existir ante las autoridades hay que disponer de computadora, impresora último modelo y conexión a la red. Si en Venezuela sólo hay 800.000 usuarios de Inter-net, eso anula a los 29 millones de venezolanos restantes.

Conatel dice que son más, pero también miente que se ocupa de hacer cumplir la ley Resorte: seguramente, está intentando hacer pasar como número de usuarios de Internet la cifra de violaciones de la Ley Resorte que ha permitido y dejado sin sancionar.

Mientras escribo, llevo cuatro horas intentando conec-tar el ABA de Cantv, y cuatro semanas tratando de abrir su correo web, que colapsó masivamente. Un generoso estimado concedería que funcionan el diez por ciento del tiempo. Eso reduce cualquier cifra de supuestos usuarios en un noventa por ciento.

Con razón me preguntaba una amiga: ¿Qué democra-cia participativa es ésta, que sólo funciona con una página web que no abre nunca?

En cuanto a los suscriptores de redes privadas que sí funcionan, sus votos son fusilados por la informática reposera, con páginas que jamás abren o sólo abren en días hábiles y horario de oficina. Perdí seis horas in-tentando bajar una planilla para renovar mi licencia de conducir.

El hit parade de los matavotoswww.matavotosinformaticos.com

Perder elecciones es una pasión.

Por eso no me inquieta que los matavotos de Hidrocapital sigan enviando a los usuarios facturas después de vencidas, para que tengan, además, que pagar el corte del servicio. Así sólo matan los votos de quienes necesitan beber agua.

Menos me intranquiliza que Hidrocapital invite al usua-rio a habilitar una cuenta bancaria para el pago, y después de habilitada le corte el agua en lugar de cobrársela. Con eso no más asesinan los votos de quienes caen por inocentes.

Tampoco me alarma que continúen inventando requi-sitos inútiles como el RIF o el registro en Sencamer. Así sólo masacran votos de quienes necesitan tiempo para trabajar.

Menos me perturba que para todo requisito inútil exi-jan renovación periódica, como pasa con los anteriores y con los exámenes de salud, siquiátrico y de foniatría que hay que repetir semestralmente para dar clases en el Ce-vac. Con eso apenas degüellan los sufragios de los que odian ser tratados como imbéciles.

Ni me quita el sueño que dividan todo trámite en cien re-quisitos distintos a ser resueltos en mil sitios diferentes. En tal forma sólo exterminan los votos de la gente ocupada.

Tampoco me sobresalta la práctica de atender al usuario sólo días pares o impares, o el del último número de la cé-dula, o el del signo astrológico. Así apenas guillotinan votos de quienes esperaban algo de aquellos a quienes eligieron.

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Arte y crimen

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Proclamó Honorato de Balzac que en el comienzo de toda gran fortuna hay un crimen. También en el inicio de toda estética. Pillos y camorristas han sido los sujetos por ex-celencia de las artes. Mientras más prójimos despachaban Sansón o Aquiles, más bonitos quedaban en las estatuas. Las mitologías son un prontuario de todos los delitos que se podían cometer con las armas de la Edad de Bronce. No hablo de los Libros Sagrados, porque superan el promedio de hecho punible por página. La única manera de que los asesinos no traten al arte como un delito es elevar el delito a la categoría de arte.

2

Mientras mayor el genocidio, más conmovedor el arte que lo celebra. En materia de crimen, cantidad es calidad. Me-diante el derroche proclama el rufián que no le ha costado trabajo lo que dilapida. Las pirámides, la Muralla China, son exposiciones perpetuas de trabajo robado. El Coli-seo, fosa común donde millares de infelices se degollaban para regocijo de millones de parásitos. La argamasa de las grandes arquitecturas es la sangre de quienes las eri-gieron. Para recordarlo se hacían con tanta frecuencia en ellas sacrificios humanos. Concluido el Taj Mahal, al ar-quitecto le arrancaron los ojos para que no pudiera crear obra equiparable. Quizá fue piadoso, teniendo en cuenta las muertes que hubiera costado la réplica. Más de cin-co millones de indígenas perecieron en los socavones del Potosí para costear el esplendor de Europa. Ni siquiera la

Si a estas alturas sobrevive algún voto, lo desahucian los redactores de planillas, imbéciles asesorados por sabotea-dores que confeccionan sartas de galimatías, ambigüeda-des, contradicciones y acertijos imposibles de contestar y las consignan en formato PDF, que es imposible archivar.

Tras lo cual ayuda a bien morir al sufragio la informá-tica peatonal, que obliga al mísero votante a llevar a pie el formulario bajado de Internet para que le suceda como a mí, que cuando entregué la planilla de renovación se les cayó el sistema.

Siembra trámites, cosecharás corrupción. Exige plani-llas inasequibles, y junto al Estado Formal, al Estado de las Misiones y al Paraestado de Paramilitares y Casinos tendrás la Gestorcracia, el Cuarto Estado de la Mafia de Intermediarios entre el infeliz votante y sus autoridades.

¿En qué artículo de la Constitución dice que para ejer-cer un derecho hay que tener computadora, impresora, conexión a Internet que funcione y diplomado en infor-mática?

¿Si se exigieran esos requisitos para votar, quién votaría?

Para obtener respuesta a estas preguntas, con el ABA que jamás conecta baje una planilla que no se puede llenar de la página que nunca abre www.matavotosinformaticos.com, y llévela a pie a las próximas elecciones, esperando que ese día no se caiga el sistema.

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The Kid, Doc Holiday, Billy Wild Hickock y Pat Garret son celebradas por la misma prensa que exalta el saqueo de la mitad del territorio mexicano, la invasión de Cuba, la anexión de Puerto Rico y las Filipinas y la ocupación de Panamá y Colombia. Scott Fitzgerald sublima en El Gran Gatsby la tragedia del gangster que después de extorsio-nar el dinero a los infelices es interrumpido por un balazo mientras trata de usarlo para comprar status. Este sueño literario se hace realidad con la consagración del glamour Kennedy, cuando el pistolerismo asalta públicamente la Casa Blanca y la ocupa hasta que los certeros balazos de uno o más colegas imponen el orden del disimulo. El viejo Joe Kennedy, padrino de la pandilla, fue un notorio gángster enriquecido por el contrabando de licor, honora-ble industria cuyos réditos libres de impuestos lavó en la segunda industria menos honorable del mundo, el nego-ciado cinematográfico, e invirtió en la compra de un cargo de embajador en Inglaterra, desde donde promover con mayor libertad su ideología fascista y la carrera política de su hijo John.

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La campaña electoral de John Kennedy es motorizada por el Rat Pack: Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr. y Jerry Lewis, combo de protegidos de Las Vegas (la Disneylandia del Mafioso) que coronan el golpe de reducir una contienda electoral a la ideología del night club. Ya en el poder, Jack rompe récord de pandillerismo a gran es-cala intentando asaltar Cuba con un gang de mercenarios y rufianes a sueldo. Derrotados éstos, bajo la pedagogía casinera de Las Vegas se juega a una sola carta la aniquila-ción de la humanidad en la llamada Crisis de los Cohetes.

utilidad dispensa de la hecatombe. El Canal de Suez es se-pultura de centenares de miles de siervos; el de Panamá, de millones de peones y coolíes. Los grandes museos son exhibiciones de botines pillados a otras culturas.

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Pedo filosofante, alcahueta de mandriles, llamó Aldous Huxley a la Razón. Si cupiera duda del carácter racional de la estética, bastaría contemplar su adulatoria adhesión al poder instituido. Petroglifos y pinturas rupestres repre-sentan humanidades anónimas. El asesinato en masa y el retrato de su autor son inventados al mismo tiempo, y el tamaño de ambos es por lo regular equivalente. Prueba de ello, la glorificación del forajido como conquistador en La Araucana, la eufemización del pirata como pícaro en La Isla del Tesoro y como bufón en Peter Pan. En tiempos de las bárbaras naciones acostumbraba el pillo echarse todo el botín encima, por si tenía que salir corriendo. De allí la sobrecarga decorativa de las indumentarias de linajes y noblezas. La quincalla de los trajes de las oligarquías apenas claudicó ante la detestable sobriedad a mediados del siglo XIX, cuando ante el pillaje generalizado resultó prudente esconder los activos en el banco, de donde no tardaban en desaparecer en manos del más peligroso ru-fián conocido, el banquero.

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Postuló Proudhon que la propiedad es el robo. Toda irre-sistible ascensión económica es sospechosa. Ni el dinero ni el pus aparecen solos: ambos brotan de la infección. Por tanto, el pandillero pasa a ser el héroe de una sociedad de salteadores. Las supuestas hazañas de Jesse James, Billy

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tán interferidas por publicidad, gobiernos convertidos en garitos y garitos elevados a gobierno son el mostrador evi-dente de la dictadura del crimen organizado. A diferencia del arte legítimo, el arte narco no atrae la atención por sí mismo, sino interfiriendo con la percepción de otra cosa agradable. La legitimación de capitales es paralela con la legitimación estética en su empecinamiento por ocultar la procedencia de los signos que exhibe. Es esto lo que deben destruir una Revolución y un Arte Revolucionario. Contra estética del Poder, el poder de la Estética.

Derrotado también en ella, como legado imperecedero al país que lo toleró le deja la guerra de Vietnam, en la cual no sale derrotado él sino Estados Unidos. Esta historia de amor y dolor queda previsiblemente interrumpida cuan-do un certero balazo acaba con el protagonista y otro más certero todavía disparado por el mafioso Jack Ruby sella los labios del testigo clave: drama representativo de un país donde los pandilleros ponen y quitan presidentes y estilos estéticos.

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Pues así como David Rockefeller destruyó un mural de Diego Rivera por su exceso de ideología y promovió el ex-presionismo abstracto por su falta de ella, los más notorios malhechores de Estados Unidos elevan el Las Vegas Look a razón de Estado. Así como el cowboy de utilería Reagan negocia drogas para atacar Irán y Nicaragua, Clinton con-vierte la Casa Blanca en gimnasio del sexual harassment y Bush padre e hijo en guarida de banqueros salteadores de países. Ni el amor ni la delincuencia pueden ocultarse. Así como el enamorado clama por comunicar su dicha, perece el amigo de lo ajeno por restregarle a todos en la cara su botín. El Estilo Casino, el deslumbramiento por los Ca-dillacs negros, las lentejuelas, la mostacilla, los anuncios luminosos, el cromo, el desayuno y las rubias platinadas enviadas a la habitación, los casinos manejados como Bol-sas de Valores y las Bolsas de Valores manejadas como garitos, los centros comerciales, los gobiernos comercia-les, el sicariato chic, el falso mármol, los falsos positivos, ciudades con más casinos que universidades, donde cada centímetro de las calles y de las pantallas de televisión es-

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Parábola de la esclava presumidaEn aquellos tiempos los fariseos extremaban el rigor

para con sus esclavos, haciéndolos trabajar sin prestacio-nes, mezquinándoles el pan, sicariando con sus sayones a los que hacían sindicatos, y de vez en cuando acosándolos sexualmente, como el fariseo que mientras su esclava le barría la sala, le pellizcó una nalga.

— El señor me pellizcó una nalga, el señor me pellizcó una nalga- salió diciendo toda oronda por la plaza la escla-va presumida, en lugar de partirle la escoba en la cabeza.

Parábola de los puentes

Y sucedió en aquellos días que el Elegido y sus segui-dores acamparon a la orilla del Jordán, y en la otra orilla vieron el festín de Baltasar, con una muchedumbre de fa-riseos entregados al vicio, a la depravación y a las abomi-naciones.

Y he aquí que predicó el Elegido: —Tendámosles puen-tes, para que puedan venir a compartir nuestro sacrificio, nuestra pobreza, nuestra austeridad.

Y he aquí que los discípulos desmantelaron sus humil-des chozas para disponer de madera para los puentes y dejaron de cosechar para trabajar en los puentes y deja-ron de descansar hasta que no estuvieron construidos los puentes, mientras en la otra orilla los fariseos se entrega-ban a la vagancia, el derroche y el latrocinio.

Y predicó el Elegido: —Todo lo hemos sacrificado, todo, mas al fin tendimos los puentes para que los codiciosos fa-riseos dejen sus prevaricaciones, su avaricia y su soberbia y vengan a compartir nuestra humildad.

Parábolas del tercer milenio

Parábola del diálogoDialogaron el fariseo, que sólo sabe decir Dame, y la

buena samaritana, que sólo sabe decir Toma, y después de diez minutos de diálogo el fariseo le había arrancado los ojos y pedía que le diera las gracias.

Parábola de la conversaciónDialogaron el pueblo, a quien no dejan hablar, y el fari-

seo, que no quiere oír, y cada cual salió convencido de que el otro había quedado vencido.

Parábola de la unidadActuando como padrino San William Blake se celebró

el matrimonio del Cielo y el Infierno abrazándose tan es-trechamente ambos que quedaron reducidos a un limbo.

Parábola de los inocentesY bajaron de los cerros los pastores para anunciar con

sus cantos el advenimiento del Elegido.

— Eso se arregla con diez mil difuntos—, dialogó el pu-blicano.

— La muerte de treinta mil inocentes bastará para es-tabilizar la dictadura—, dialogó el rey Herodes.

Pero la multitud de los inocentes puso a salvo al Elegi-do y pasó aquella jornada terrible sin una venganza.

Desde entonces los publicanos y los Herodes afilan sus cuchillos.

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Parábola del cortejo triunfalY pasó en aquellos días que el Elegido entró en Jerusa-

lén seguido por el cortejo de los inocentes que le habían salvado la vida en la encerrona tendida por los legiona-rios.

Mas, pasando el cortejo frente a los palacios de los fi-listeos, dijo el Elegido: —Dejad que los filisteos vengan a mí.

Y allí se unió al cortejo la turbamulta de los filisteos con sus máscaras de hipócritas y sus lenguas de víbora y sus mortajas de sepulcros blanqueados y sus joyas arrancadas a los pueblos y sus perfumes con los que trataban de disi-mular la pestilencia.

Mas, pasando el cortejo frente a las mansiones de los fariseos, dijo el Elegido: —Dejad que los fariseos vengan a mí.

Y allí engrosó el cortejo la pandilla de los fariseos con sus libros de falsas leyes y sus rollos de compilaciones de trampas y sus documentos de genealogías trucadas y sus sermones contra los pobres.

Mas, pasando el cortejo frente al templo donde los mercaderes estafaban, engañaban, y especulaban, dijo el Elegido: -Dejad que los mercaderes vengan a mí.

Y se incorporó al cortejo la pandilla de los mercaderes con sus pesas trucadas y sus medidas faltantes y sus cofres repletos, y los usureros siempre regateando y los presta-mistas siempre especulando y los agiotistas sacando pro-vecho de los discípulos, y traficantes y los tahúres y los fu-lleros con sus barajas y sus ruletas y sus dados trucados.

Mas hete aquí que por los puentes no pasó ningún fariseo a sacrificarse, y sí se pasaron los discípulos de mala entraña a ver si les tocaba alguna sobra en el festín de Baltasar.

Parábola de los milagrosY ocurrió en aquellos tiempos que el Elegido y sus dis-

cípulos iban entre los pobres, y enseñaban a los que no sabían, y curaban a los enfermos, y hacían ver a los ciegos, y multiplicaban el pan y los peces.

Mas: los escribas y fariseos predicaban en todas las plazas y los templos que el Maestro hacía ignorantes a los sabios y enfermaba a los sanos y cegaba a los videntes y hacía desaparecer el pan y escasear los peces.

Y sucedió que el Elegido fue donde los escribas y fari-seos, y con sendos milagros evitó que los expulsaran de sus mansiones en virtud de las hipotecas debidas y los al-quileres exorbitantes, y les facilitó carrozas para que pa-searan ostentosamente, y casas de estudio gratuitas para que sus mancebos se graduaran de doctores de la Ley, y les suministró negociados para que se refocilaran.

Mas, los fariseos y escribas y sus mancebos predicaron con lenguas de víboras en templos y plazas que el Elegido les impedía tener mil mansiones y les vetaba poseer mil carrozas y les impedía manifestar en contra de los favores que recibían y no obedecía a los procónsules del Imperio y no les suministraba negociados suficientes para que se llenara el pozo sin fondo de su codicia.

Y el Elegido siguió beneficiándolos con milagros para que vivieran hasta que sucedió que los pobres vivieron de milagro.

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Capitalismo piramidal

En noviembre de 2008 sesionó en Bolivia el •Primer Seminario de Estafas Piramidales, re-unión tardía para estudiar un fraude tan viejo como la codicia.

Se llama pirámide al sistema que atrae inversiones pro-•metiendo intereses o beneficios tan exorbitantes que sólo pueden ser pagados atrayendo nuevas inversiones, y así sucesivamente hasta que se acaban los bobos.

Pero los bobos son inagotables, como lo demos-•traron en Venezuela nuestras múltiples Pirá-mides, el Jeque, la Crisis Bancaria de 1994 y la Vuelta zuliana; y en Estados Unidos el sistema Fonzi y el honesto capitalista Bernard Madoff al desaparecer 50.000 millones de dólares que le prestó la astuta oligarquía financiera hebrea.

Hace cinco años formulé los Diez Mandamientos de la •Vuelta: 1) Nadie resiste la tentación de recibir todo a cambio de nada. 2) La estafa es del tamaño de la pre-potencia del estafado. 3) Lo mal habido, fácilmente perdido. 4) Mientras menos confianza inspira el ofe-rente, más fe infunden sus promesas de hacernos ricos sin trabajar. 5) Los fondos de los primeros estafados se usan para atraer a los siguientes, y cuando el pez cree tragarse el gusano, resulta tragado él. 6) Mientras más gordo parece el gusano, más rápido se traga el anzuelo. 7) Pagar deuda contrayendo nueva deuda en definitiva resulta impagable. 8) En la Vuelta los únicos castiga-dos son las víctimas. 9)La Vuelta sólo termina cuando termina con sus presas. 10) La Vuelta rompe el saco.

— ¿Para dónde va ese cortejo?—, preguntó, desde la vera del camino, María.

— Al Calvario—, contestó el sumo sacerdote Caifás, al-zando el brazo para mostrar en la mano los cuatro clavos.

Parábola del ApocalipsisSobre los cielos aparecieron los jinetes del Apocalipsis

y el Elegido preguntó a fariseos y escribas y mercaderes qué merecían:

— El Cielo y la Tierra para nosotros y para más na-die—, contestaron.

Y bajo ellos se abrieron las fauces del abismo de la crisis, donde se hundieron empujados por el peso de sus maldades, que habían acabado al mundo.

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cha a paso acelerado las reservas de combusti-ble fósil y las saquea con espantosas guerras.

Si la pirámide capitalista espera encontrar nuevos pla-•netas después de destruir éste, el capitalismo piramidal intenta lo mismo con la población. Toda la riqueza de la Tierra es producida por sus 6.000 millones de habitan-tes; la explotación capitalista logra que 2.600 millones vivan en pobreza media y 1.500 millones en pobreza absoluta; que según la Cepal, para 2005, el 44,6% de los latinoamericanos sean pobres y 19,4% indigentes; que según la Unicef cada año en la región muera medio millón de niños por causas evitables.

Para arrancar todavía más riqueza destruyendo •a quienes la producen, la pirámide capitalista niega los derechos sociales conquistados por si-glos; reinstaura la esclavitud con las maquilas, planea la semana laboral de 64 horas con tra-bajo dominical, “flexibiliza” la relación laboral y echa a la calle millones de desempleados.

Como la pirámide capitalista no provee a los más con •lo que necesitan, el capitalismo piramidal inventa el consumismo para forzar a los menos a comprar lo que no necesitan, asumiendo que siempre habrá quien se endeude para fingir el status que no tiene: el resulta-do son las crisis de sobreproducción cuando se copa la demanda de la ínfima minoría que puede consumir, y la quiebra masiva cuando personas o países no pueden pagar los intereses de los intereses de los intereses.

El capitalismo, como la pirámide, tiene por base •el dinero, y la pirámide más colosal es la que desde 1971 imprime más y más dólares sin nin-

Cinco años más tarde, me doy cuenta de que los •Mandamientos de la Pirámide son también los del capitalismo y de su crisis.

Al igual que la estafa piramidal, el capitalismo es un •juego suma cero, en el cual la ventaja de uno sale de la pérdida de otros.

Como el capitalismo, la pirámide tiene por •meta la ganancia, desechando cualquier otra consideración ética, jurídica, ecológica, social, política o estética.

Los promotores de la pirámide, como los del capitalis-•mo, sostienen que su sistema no debe ser regulado ni limitado por nadie salvo por él mismo.

El capitalismo, como la pirámide, sigue devo-•rando hasta que no le quedan más víctimas.

En lo tocante a la ecología, el capitalismo saquea, di-•lapida y consume toda la naturaleza presumiendo que así como la pirámide siempre encuentra más bobos que estafar, el capitalismo hallará siempre nuevos recursos que devorar.

En realidad, la predación capitalista redujo •selvas y bosques tropicales al 2% de la superfi-cie de la tierra; liquidó más de 50.000 especies vivientes entre 1990 y 2000; asesina cada año tres millones de personas que mueren por con-taminación del aire y cinco millones que falle-cen por contaminación del agua, elevó la con-centración de dióxido de carbono de 220 a 550 partes por millón, creando un efecto inverna-dero que derrite los casquetes polares, derro-

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También se parece el capitalismo a la pirámide en que •para construirla se despojaba de su trabajo a todo un pueblo esclavizado para preservar la memoria de la momia de un parásito.

Pero sabemos que no hay más planetas, más •humanidad, más víctimas que sacrificar ni a la pirámide ni al capitalismo.

gún respaldo, con la pretensión de que las de-más divisas se cubran con ellos y de que siempre habrá quien confunda con moneda un papel con un sistema de Reserva Federal que sólo garanti-za un dólar por cada 83 que circulan.

Sobre ellos se monta una pirámide especulativa que •supera setenta u ochenta veces la producción de bie-nes reales bajo el supuesto de que cada vez más tontos comprarán valores sin valor alguno, hasta que más de 700.000.000.000 $ se disipan en el aire y hay que sa-car de la nada otra suma igual para sustituirla.

La pirámide, como el capitalismo, se sustenta •en el crédito, y el capitalismo, como la pirámi-de, se funda en la pretensión de que es posible pagar lo que se debe endeudándose indefinida-mente. Por ese camino Estados Unidos acumu-la una deuda pública de $59.000.000 millones, que asciende a un desastroso 65,5% de su PIB y una impagable carga de $516.348 por familia.

El capitalismo, como la pirámide, sólo construye des-•truyendo: si fabricar armas es negocio, su producción debe seguir hasta exceder las necesidades reales de la defensa, y después de la desaparición de todos los enemigos significativos, hasta arrasar niños con bom-bas de fósforo, hasta consumir en 2007 un monto de 623.000.000.000 dólares anuales, superior al gasto militar del resto del planeta.

Alain Greenspan, el ex presidente de la Reserva •Federal que desreguló la banca de inversiones, reconoció haberse equivocado, y sobre lo que había que hacer declaró: “No sé”.

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rizado, porque cuando concluye uno ya empieza otro y su tumulto nos recuerda que en la dura autopista de la exis-tencia el modo de vida es también un modo de muerte.

Grafitos Alguna vez los aerosoles nebulosos pretendían cuajar

en consignas concretas. En cierto momento renunciaron voluntariamente al gran error de decir. Después del enun-ciado qué me miras pendejo no ves que soy un letrero, no hay escritura posible. Desde entonces tenemos la invasión de los grafitos ininteligibles. Que levante la mano quien no se los haya quedado mirando tratando de descifrar formas que parecen letras disfrazadas de terremotos que parecen explosiones disfrazadas de gestos. Como el universo, pa-recen tener un sentido, pero pudieran no tenerlo y, como él, podrían haber tenido un propósito igual que nunca lo han tenido. En qué momento el vándalo prefirió en lugar de apedrear ventanas o cortar gargantas asperjar los muros de formas que no dicen más que sí mismas. Mirando los gra-fitos se alcanza la iluminación aunque lo más probable es que nos lleve por delante un camión o un motorizado que persigue a un automovilista. Cómo querríamos ver cubier-tas de grafitos las horribles vallas comerciales, las fachadas escarapeladas, las tristes caras de los ciudadanos con ex-presión de intemperie o ceño de relleno sanitario de senti-mientos. Piensan lanzar el grafito gaseoso para iluminar las nubes. Con el grafito sin sentido amanecen los muros.

La invasión de las vallas rodantes Todas las miserias de Caracas se nos atraviesan en el

camión doble ancho y doble largo que quema inútilmente combustible sólo para pasear el horror más horroroso de

Costumbres caraqueñas

Entierro de un motorizado

Sólo dos eventos congregan motorizados como mos-cas: cuando uno de ellos choca con un carro o cuando otro choca con la muerte. Para colisionar con la Pelona debe el motorizado, según la tradición, ir sin frenos, sin casco, sin placa y comiéndose la flecha y la luz perpetua. Nadie puede impedirlo porque nadie evita que un motorizado haga lo que le dé la gana. Todos a uno le caen de a montón los motorizados al automovilista, y a la muerte también. El entierro de un motorizado ocupa la autopista completa, de canal rápido a hombrillo y de trébol a viaducto. Delante va la pickup con altoparlantes más grandes que ella tocan-do Réquiem de changa, De Profundis de regetón y la salsa de “Los Entierros de mi Gente Pobre”, de Ismael Rivera. Siguen el ritmo motorizados de honor pirueteando en una sola rueda, rifando que el difunto no se vaya solo camino del cielo que tiene tantos semáforos. Detrás ruge la tropa en formación compacta rodilla con rodilla, prendiendo y apagando luces y pitando bocinas de mil tonos. La comiti-va para en todos los cruces donde el homenajeado le men-tó la madre a una Hummer o abolló parachoques antes de quedar abollado él. Los fiscales de tránsito huyen ante el entierro de un motorizado, y policía que no corre queda acostado y los automovilistas escaparían, pero no pueden evadirse del calabozo del automóvil ni siquiera agotada la condena de la paciencia. La tranca es de pronóstico re-servado y en cada estación del víacrucis se descargan los hierros al aire o al que pase. Todo se acaba en la vida, pero lo que parece que nunca acaba es el entierro de un moto-

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Los hombrecitos del semáforo

Nadie sabe cómo quedaron prisioneros dentro del se-máforo esos hombrecitos luminosos que indican que

se puede avanzar o hay que detenerse. Dentro de cada semáforo se desangra el hombrecito rojo, que para ma-yor irrisión ordena a todo el mundo detenerse, como que-riendo consolarse de su encierro al tener a los peatones prisioneros en las aceras. El hombrecito rojo se desangra porque lo asesina el hombrecito verde que camina. Pero el gesto del hombrecito verde deja dudas, porque por más que aparezca en actitud de huir no va a ninguna parte. Los más lastimosos son los hombrecitos verdes de los semá-foros de Estambul, que están animados y tratan de correr sin salir jamás de su oscuro redondel, y que al igual que nosotros corren cada vez más rápidamente sin avanzar a medida que su tiempo efímero se agota. A medianoche suena el canto de un almuecín que los libera, y todos los laberintos de las callejuelas relampaguean de hombreci-tos verdes que corren y corren queriendo ser césped antes de que llegue el sol y de nuevo los encierre.

la ciudad que es la valla publicitaria. En verdadero triple play de la irresponsabilidad urbana se consigue a la vez empeorar la congestión de tráfico, derrochar gasolina y hacer circular el engendro publicitario que no debió esca-par nunca del galpón donde lo confeccionaron. Parece que la valla rodante deambula buscando domicilio y no lo con-sigue en una ciudad ya totalmente tapiada de cartelones ilegales. Una valla rodante es imposible de leer, y quien lo intenta choca o muere bajo sus aplastantes ruedas de gan-dola. Yo me puse a seguir una valla rodante para disfrutar del hecho de que su parte trasera sin mensaje tapara el paisaje de la ciudad totalmente enmascarada por anun-cios mugrientos. Entonces advertí que todas las vallas ilegales también echaban ruedas de camión y tomaban la calle, desplazando todos los vehículos excepto el mío, al cual seguramente confundían con una chatarra. La infi-nita procesión de las vallas rodantes, como una escuela de samba en los carnavales del mal gusto, fue de oficina pública en oficina pública secuestrando en sus cajas hue-cas a los burócratas que permitieron mediante soborno que la ciudad quedara sepultada bajo sus anuncios espan-tosos. Sin dejarse detener por semáforos ni peajes, como una división blindada la procesión de las vallas rodantes irrumpió hacia el litoral y hasta el precipicio de Tarma desde donde, como rebaño de lemmings suicidas, empezó a precipitarse al mar con todo y burócratas prisioneros, para restablecer el equilibrio ecológico de la naturaleza agredida. En toda la ciudad se oyó un suspiro de alivio y en todo el mar una remoción de horror ante el abismo donde por fin dejaban de hacer daño burócratas corrup-tos, camiones derrochadores de combustible y vallas con mensajes horripilantes.

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El puño de la Deuda PúblicaEn vano advertimos los revolucionarios que la deuda

pública es una trampa mortal. La mano invisible del mer-cado acumula contra Estados Unidos el 30 de septiem-bre de 2008 una deuda pública impagable de más de $ 10.000.000.000.000, a la cual se le suman obligaciones como seguridad social, médica y pensiones, que la ele-van a $59.000.000 millones: una incosteable carga de $516.348 por familia, que entonces llegaba a un ruinoso 65,5% de su PIB, y para 2011 sobrepasa el 102% de esa magnitud.

La mano peluda del TesoroInútilmente descalificamos los utopistas la economía

imperialista. La mano invisible de los especuladores fi-nancieros desapareció en dos semanas entre $ 700.000 millones y $ 1.000.000 de millones, y para reponérselos, la mano peluda del Tesoro de Estados Unidos 1) Creará más impuestos. 2) Contraerá más deuda pública. 3) Im-primirá más dólares inorgánicos. Los impuestos golpea-rán al trabajador estafado y no al banquero desfalcador; la nueva deuda devaluará la anterior, el dinero inorgánico desplomará todavía más el signo monetario y con él la he-gemonía del Imperio.

La garra afilada del endeudamientoDe nada sirvió que denunciáramos los izquierdistas

la tiranía financiera de Wall Street. La mano invisible del Tesoro de Estados Unidos anuncia el 5 de octubre de 2007 que iniciará la emisión de títulos de deuda por un monto de $ 30.000 millones, a ser negociados por bancos privados de la Reserva Federal. Por ese camino inundará un sistema financiero ya atestado de títulos invendibles

Las tareas revolucionarias de la mano invisible del mercado

Ni el más radical revolucionario se propuso jamás destruir Estados Unidos. Esa tarea la cumple aho-

ra la mano invisible del mercado, que desmantela desde adentro la primera economía del mundo. Para 2007 los trabajadores crean para Estados Unidos un Producto In-terno Bruto (PIB) de US$ 13.810.000.000.000. El 0,9% es generado por la agricultura; el 20,6% por la industria, el 78,5% por servicios de comunicaciones, comercio y banca. Cerca de la mitad de estas ganancias provienen del exterior, de las maquilas y de la finanza especulativa cuyo desplome afecta más de las tres cuartas partes del PIB es-tadounidense.

La mano visible del déficit Sin resultados alertamos los progresistas contra el dé-

ficit fiscal y la balanza comercial desfavorable. La mano invisible del mercado impone que en 2007 Estados Uni-dos exporte bienes por US$ 1.149.000.000.000.000 e importe por valor de $1.985 trillones (el trillion an-glosajón es un millón de millones), con un déficit en su balanza comercial de $836.000.000 millones. Su pre-supuesto cierra en septiembre de 2007 con gastos de $2.896 trillones e ingresos de $2.568 trillones, lo que suma otro déficit de $328.000.000.000.000, al cual la mano visible del Tesoro acumula otro faltante de más de $ 700.000 millones para premiar a los banqueros que arruinaron su sistema financiero.

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de Estados Unidos vendiendo los que poseen, y de disua-dir así a la superpotencia de su plan de acaparar los hidro-carburos del mundo para estrangular energéticamente a China, al resto de Asia y a la Unión Europea.

Las uñas filudas de la inflaciónSin resultados predicamos los radicales contra el uso

obligatorio del dólar como respaldo de las monedas occi-dentales, que Estados Unidos impuso cañón en mano en Breton Woods en 1944. La mano invisible del mercado lo destrona hoy definitivamente. La liberación de colosales cantidades de dólares de los depósitos constituidos como reservas y el reingreso de ellas a la circulación irrestric-ta global desplomarán todavía más el signo monetario. Estados Unidos ya no podrá cubrir indefinidamente sus compromisos en el exterior imprimiendo papel verde. Su mayor herramienta de hegemonía económica se clausura. Deberemos crear nuevos sistemas financieros y moneta-rios para sustituirla.

La pezuña lacerante de la crisisFatigados quedamos los ñángaras de advertir sobre los

riesgos de una economía especulativa ficticia que supera-ba sesenta o setenta veces la productora de bienes reales. En pocas semanas la mano invisible del mercado elimina 800.000 puestos de trabajo estadounidenses, arroja mi-llones de deudores hipotecarios a la calle y barre con los bancos y las bolsas del mundo. Cada crisis global prepara la revolución mundial. El capitalismo Chacumbele, fase superior del imperialismo, al dar el salto dialéctico él mis-mito se mató.

con nuevos papeles por $ 1.000.000.000.000, que nadie comprará por no envenenarse con valores en devaluación de un gobierno endeudado, cuya economía está quebrada, acostumbrado a alterar unilateralmente intereses o plazos de pago y a quien nadie puede cobrar ni por las buenas ni por las malas.

La zarpa cortante de la Deuda Externa Nos fatigamos los tercermundistas advirtiendo contra

el peligro de la Deuda Externa. Pero la mano invisible del mercado logró que, para abril de 2008, cerca de un cuar-to del total de la Deuda Pública de Estados Unidos fuera Externa. Sus principales acreedores son: Japón, con un 22,76%, ($ 592.200 millones), China continental, con un 20,29% ($ 502.000 millones), el Reino Unido con 9,06% ($ 251,400 millones); varios países exportadores de petró-leo, con 5,92% ($ 153.900 millones); Brasil, con un 5,75% que representa $ 149.500.000.000. Sólo por esa vía, Es-tados Unidos debe el 16,24 % de su PIB a extranjeros.

El tentáculo asfixiante de la devaluaciónPoco pudimos los internacionalistas contra la unipola-

ridad. El ex secretario del Tesoro Larry Summers y Paul Krugman acusan a China de haber comprado, movida por la mano invisible del mercado, inmensas cantidades de deuda pública de Estados Unidos, coadyuvando así a que los intereses internos yankis permanecieran bajos y la avidez especulativa se redirigiera hacia la burbuja espe-culativa hipotecaria que acaba de reventar. La crisis y su consiguiente emisión de nuevos títulos de deuda devalua-rá los ya existentes, reducirá su demanda y revestirá a los acreedores del poder estratégico de aniquilar la economía

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Fuga de cerebros

Últimamente parece haberse intensificado la fuga de cerebros. Detrás de muchas caras eminentes, bajo

demasiadas frentes epónimas, empieza uno a sospechar la ausencia de un cerebro fugado o que nunca estuvo. Pare-cen irse, dejando tras de sí sólo rostros grises y arrugados como sus circunvoluciones. Después de su partida desha-bitan tantos seres que como cascarones vacíos pululan en las instituciones, en las academias, en las asociaciones. A veces la fuga se produce masivamente, a veces huyen ame-nazados por la vaciedad de quienes han perdido su propia masa encefálica y no toleran que otros la conserven, o la exorcizan con vacuas fórmulas y repeticiones. Como para advertir la ausencia de cerebro hay que tener uno, parece que cuando el último se haya dado a la fuga, se volverá a la normalidad.

Moral y luces

El diputado que promueve los casinos instaló casinos en los cuarteles y ya no hay cuarteles sino casinos.

El diputado que promueve los casinos instaló casinos en las leyes y ya no hay leyes sino apuestas. El diputado que promueve los casinos instaló casinos en los tribunales y ya no hay sentencias sino jugadas. El diputado que pro-mueve los casinos instaló casinos en Palacio y ya no hay Palacio sino dados. El diputado que promueve los casinos colocó traganíqueles en los abastos y ya no hay alimentos sino apuestas. El diputado que promueve los casinos ins-taló maquinitas en las escuelas y ya no hay escuelas sino prostíbulos. El diputado que promueve los casinos metió ruletas en los partidos y ya no hay partidos sino fichas. El diputado que promueve los casinos instaló timbas en los hoteles para turistas y desde entonces no hay turismo sino crimen organizado. El diputado que promueve los casinos instaló bingos en los hogares y ya no hay ciudadanos sino tahúres. El diputado que promueve los casinos instaló ca-sinos en la revolución y ya no hay revolución sino cuanto hay pa eso. El diputado que promueve los casinos con-virtió al país en un casino y ya no hay país sino mugre. El diputado que promueve los casinos instaló traganíqueles en los barrios de los paramilitares y ya no hay diputados sino paramilitares.

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Único

Sólo un ser existió, existe, existirá y es el que en este momento lee estas líneas. Muchos aparentes seres

pululan a tu lado, te molestan o favorecen, pero de ellos sólo conoces la torpe multitud de los actos y nunca la in-terioridad que te permita establecer si en verdad existen o si son sólo autómatas con apariencias de pensamiento. También un fonógrafo habla y una calculadora razona, una animación de computador gesticula y un muñeco de cera aparenta facciones. Pero imposible es saber qué hay en el fondo de tantas miradas sin fondo. Hasta un animal huye o amenaza sin que eso que dentro de él fulgura de-muestre la palpitación del existir. No tienes conciencia de que haya otras conciencias ni de que existan otras exis-tencias. Los discursos con los que los otros te atormentan son tus propias y contradictorias voces, por descansar de las cuales las atribuyes a bocas externas. En el sueño pero en la vigilia también estás rodeado de sombras en las que crees y que creas. La pobreza del universo es de tu pro-pio tamaño. Este párrafo ha sido escrito por ti mismo; la prueba es que has dispuesto todo para que te llegue en medio del diluvio de los infinitos mensajes del mundo, y por el mismo hecho de que era inevitable que te llegara, te sorprendes al leerlo.

Fábrica de cadáveres

Las inquietudes sobre el propósito del cosmos se han apaciguado ante la evidencia de que no es otro que

la apropiada fabricación de cadáveres. Desacertadamente especulan algunos que su finalidad, es la vida, pero en la medida en que toda vida tiende a su extinción, el perfec-cionamiento sólo se logra cuando sus estructuras orgáni-cas quedan inmovilizadas, como una obra de arte que sólo en su inutilidad culmina. Todo sigue en el universo en una febril agitación; más allá del cadáver no hay nada. Podría ser el mundo entero un vasto cadáver, pues hay más ma-teria muerta que viva. Con el último suspiro de los suspi-ros su finalidad por fin se habrá cumplido.

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Mundo gris

Hay un concurso entre los funcionarios para ver quién alcanza el más perfecto tono de gris. Una gris policía

del pensamiento intenta borrar a todo el que no es inco-loro. Todo lo que destaca, todo lo que originaliza debe ser desleído. El color o la forma vivas impiden que lo grisáceo pueda destacar en su plomizo esplendor al cual sólo el po-der coloca en el tope de la escala cromática. Sin ideas se está mejor aunque mejor no se está. No hay madrugada gris; sólo el crepúsculo apesadumbra. Todo puede ser re-ducido a ceniza, y la ceniza a nada.

La palabra justa

Ofreció Jehová que si se encontraban diez justos en Sodoma y Gomorra, suspendería la lluvia de fuego

dispuesta para incinerarlas. Presiento que diez palabras justas pueden salvar un texto de sus depravaciones, pero a veces no localizo ni una. En cada oración me salen al paso las sobrantes, las redundantes, las cacofónicas, las incolo-ras, las ambiguas, y las peores de todas, las de relleno. En la cárcel del diccionario busco la palabra justa, pero me elude como el grano de arena disimulado en el desierto. Igual que todo justo, teme pagar por los pecadores. Pa-rece que todas las palabras justas las gastó Nietzsche en defensa de la injusticia. Una palabra justa puede expresar justamente algo que no lo sea.

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Vienen

Vienen aquí los de siempre. Vienen aquí los de nunca. Vienen acá los de nada. Vienen aquí los de jamás. Vie-

nen aquí los de quiénes. Vienen acá los de cuáles. Vienen allá los de cuántos. Vienen acá sólo los solos. Vienen allí los ningunos. Vienen todos los idos.

Advertencia

Se ha determinado que a la oportunidad la pintan calva y que no se repite. La ocasión del amor perfecto y la de

la obra maestra y la de la revolución no deben ser poster-gadas porque son una sola y porque sin ellas la vida trans-currida se hace abominable y la por transcurrir asimismo. Quizá sólo valen porque a su vez te dan la oportunidad de saber que estás vivo. Hay un museo de las oportunidades perdidas en donde cada una de ellas se va haciendo pro-gresivamente más pesada hasta aplastarse y aplastarnos y por más que hagamos no podemos quitárnoslo de enci-ma. El infierno es estar encerrado en él, y la única salida aprovecharlas.

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Crisis en la bolsa de valores

Obligada por la perenne crisis la Bolsa se vuelve ver-dadera Bolsa de Valores donde se compran y venden,

según cotizaciones, lealtad, fidelidad, ética, honor, estéti-ca, patriotismo, religión, amor. Con la apertura de la rue-da esta mañana mostraron tendencia alcista las acciones de amor representadas en bonos afectivos respaldados por la transnacional Amorco que paga salarios mínimos en las maquilas sentimentales de América Central y el sureste asiático. Hay rebatiña por la compra de acciones preferidas de patriotismo subastadas por oficiales de va-rios ejércitos de la OTAN. Abren más temprano las usinas donde los trabajadores venden su fuerza de sentimientos aunque se prevén las huelgas para acortar la jornada de trabajo y permitir la reposición de la fuerza emocional. A la tarde se inicia el desequilibrio cuando el Vaticano lanza los títulos que permiten adquirir porcentajes de propie-dad sobre Dios, pero al tratar de redimirlos se encuen-tran cerradas las taquillas del Paraíso. La Reserva Federal lanza una nueva moneda, el Invalorable, para cuantificar todo lo que no tenía valor pero ahora tiene precio. Cada vez son menos los artesanos que, en las aceras, bajo los puentes, en las más devastadas áreas de los suburbios o en las tierras inhóspitas insisten en producir con gastadas herramientas emocionales sus propios sentimientos, que ya nadie demanda.

Biografía

Ninguna otra cosa más ha hecho que firmar claudica-ciones y llamarlas victorias.

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El efecto corruptor de las cuñas

La sociedad no sabe realmente qué hacer ante las mil cincuenta jóvenes violadas por usar el jabón cuya fra-

gancia enloquece a los hombres, ante los muchachos des-vestidos en las calles por las mujeres atraídas por el ciga-rrillo de los hombres de mundo; ante el desmantelamien-to de un automercado que ofrecía el detergente por el cual se pelean las amas de casa, ante los adolescentes que se apoderan de los autos deportivos sin los cuales no se sabe lo que es propiamente la vida, ante los bancos quebrados por los créditos impagables con los cuales todas las amas de casa del mundo con todas las tarjetas de débito del pla-neta se sobregiraron, al fin sin distancia alguna entre el deseo de los objetos y los objetos del deseo.

Alza en el mercado de los sueños

En la medida en que no hay tecnología maligna que no termine por ser inventada se pone a punto la máqui-

na que permite a quienes trabajan en ella transferirle sus sueños. Es necesario marcar tarjeta y cumplir minucio-samente ocho horas traspasando laboriosamente delirios oníricos para que puedan comercializarlos los patronos. Poco a poco los trabajadores de la tierra nos vamos que-dando sin sueños y extrañamos incluso las pesadillas. La falta de sueño desnutre nuestro imaginario y terminamos en la inanición por carencia de insumos oníricos. En los grandes resorts de las elites se pasean los consumistas de sueños, siempre atormentados por la necesidad de poner-se en dieta de ensoñaciones o de hacer ejercicio para dis-minuir el sobreensueño que cada vez los aleja más de la realidad ilocalizable. El sueño de los monstruos produce la Razón.

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Una que otra voz

Voz, qué quieres decirme. Ahora que las voces se libe-raron de los cuerpos y andan solas por los mundos es

la gran vaina, una pared de repente puede decirte te amo y al responderle no tendrás tu voz, que en este instante re-cita listas de aduana en Colombo o sólo refunfuñará des-de un árbol, una tos, una carraspera, un atención firm, de frente march y es la libertad ahora de no hacerle caso más a las voces, de, al dejar de prestarles atención, no temer más sus engaños, al disociarlas de sus fuentes, escuchar-las por primera vez y ahora que no dicen saber qué dicen o que nunca dijeron.

Ideas patentadas

Según lo temió Winsor MCay, alguien patenta las pala-bras de manera que tenemos que pagar por usarlas y

algún otro encuentra cómo repatentar todas las invencio-nes que son ya del dominio público como el alfabeto, la ley de gravitación universal, los números y el sistema métrico decimal. Como nada nuevo hay bajo el sol toda idea no es más que variación de otra, de manera que ya no podemos pensar sin pagar copyright ni imaginar sin cancelar dere-chos por la ocurrencia. Para pagar esta idea he tenido que venderme como esclavo.

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La asociación de funcionarios

Los miembros de la Asociación de Funcionarios corren por plazas, veredas, calles y autopistas dando brincos

y saltos para tratar de tapar el sol con un dedo, pues te-men que el sol les haga sombra. Encandilados en sus in-tentos de tapar al que los alumbra, no advierten que ellos mismos no arrojan sombra, pues no tienen materia y en sus esfuerzos de que los demás no adviertan al sol nadie los advierte.

Grafito mode

Ha visto usted esos grafitos que se niegan a ser propa-ganda y rechazan venderse porque aparecen gratui-

tamente en los sitios menos esperados y ni siquiera tratan de convencer de nada porque no tienen otro mensaje que ellos mismos y no les importa desaparecer en la intem-perie. Ayer me desnudé y con aerosoles me cubrí de mil signos estrafalarios que atraen las miradas que de todos modos no pueden escrutarme. Creía ser el único: ahora casi todos los habitantes de la ciudad del país del mundo son fiesta de colores que se apuñalan.

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Alto octanaje

Así comenzó el reino de los automóviles. Nuestros sir-vientes los hombres se alimentaban de vegetales o

de animales que comían vegetales. Entonces dedicaron todos los vegetales para fabricar nuestro combustible. En el proceso murieron todos de hambre. Entretanto ha-bíamos aprendido a cultivar, y por eso todas las mañanas nos agolpamos en las calles de las ciudades desiertas, de-rrochando combustible vegetal en enormes congestiones que no llevan a ninguna parte y cuyo sentido ninguno de nosotros comprende.

Huelga de guionistas

Cansados de las ratas incapaces de escribir una sola página pero que toman las páginas de los demás, las

cambian, las cortan, las censuran, las adaptan, las desa-daptan, las roban, las tergiversan, las falsifican, las vuel-ven mierda, las hacen firmar por otros, los guionistas ha-cen huelga. Paralizada queda de improviso la fábrica de alucinaciones con la que pretendemos suplantar la reali-dad. Vacías quedan las pantallas que sólo transmitieron vacío. Se acaban las parejas ya que remedaban tan sólo libretos urdidos en tantas telenovelas abominables. De repente se desmorona el aparato político, pues los polí-ticos sólo seguían guiones inscritos en los teleprompter. Se desploma la economía que era una fábula alimentada por ficciones consumistas. Cae sobre la tierra el pavor de la libertad. Ahora nos corresponde por primera vez a cada uno escribir nuestro propio guión. Al pavor de la página en blanco sigue el de las vidas en blanco.

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Reconversión sentimental

El superior gobierno manda quitarle tres ceros a la moneda para que las cuentas no se compliquen con

tantos ceros inútiles y allí los ociosos empiezan a soñar un sistema donde les paguen sueldos con monedas de tres ceros y les cobren en precios sin ceros. Por la con-tabilidad con tres ceros de menos parece como si se des-inflaran libretas de ahorros que nos hacían millonarios, pero se vuelven justas facturas de servicios que nos exi-gían fortunas. Nadie sabe qué hacer con los ceros que quedan sin empleo. Se dice que hacen cola en los esta-dios esperando una plaza para marcar el score en parti-dos sin hits ni carreras. Otros llenan los periódicos de ar-tículos sin sentido y las librerías de poemarios insípidos. La mayoría se refugian en las pantallas de los televisores. En las academias no encuentran puesto, porque ya están atestadas. Hay un período de transición en el cual en la cartera conviven billetes con exceso y con falta de ceros, y parece que los primeros miran a los segundos con ín-fulas de oligarcas caducos que blasonan de viejos títulos que no son más que papel, y los otros les contestan la mirada como muchachos orgullosos de todavía no tener arrugas. Todos están de acuerdo en tacharle tres y hasta a veces diez ceros a los prepotentes, a los que estuvieron de moda, a los pantalleros. El clásico se revalúa cada mi-nuto y cada segundo se desvanece el bestseller. El pro-blema aparece al contabilizar los recuerdos. Al evocar un libro, una película, un amor, no estamos seguros de si quitarles o añadirles tres ceros. El sufrir, por ejemplo, se revalúa si le escribimos música y lo volvemos bolero. Los

Bases de datos

Se filtró la información y en las esquinas los buhoneros venden en discos compactos las bases de datos de la

compañía de teléfonos, de la administración tributaria, del registro automotriz, de los bancos, por lo que nadie tiene seguros sus datos. Una amiga me envía un correo electrónico y en el mensaje el servidor junto al nombre de la remitente revela también su clave secreta de usuaria, y ya no es segura tampoco la correspondencia. Se revela ahora que cada persona tiene una clave secreta para sus pensamientos y otra para sus sentimientos, y ambas apa-recen en las bases de datos que en las esquinas venden los buhoneros en discos compactos. Queda así transfigurado en público lo privado y es inútil cambiar la clave porque los rastreadores la colocan en Internet y la retransmiten mediante actualizaciones. Podemos así abrir los archivos de la mujer amada y verificar que nunca nos destinó un pensamiento. Quién sabe quién apertura mi mente y la encuentra desierta. Lo peor era cierto y lo banal dema-siado. En el mundo se separan todas las parejas y las aso-ciaciones todas. Es inútil perseguir los crímenes porque nadie resulta inocente.

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Mariposa

Entre el torbellino de peatones de la calle me detengo un instante ante la vidriera para ver las camisas, pero,

en lugar de camisas, miro el reflejo de un hombre con pin-ta de recogelatas que me hace un gesto y, al voltear, en-cuentro su desdentada sonrisa y su mano que señala hacia el extremo de la vidriera donde una mariposa del tamaño de una uña, de negro listado con reverberante naranja, se posa sobre su propia imagen y permanece absorta. Le doy las gracias al recogelatas que ya ha desaparecido ale-teando con sus harapos hacia Catedral y cuando volteo la mariposa ya no está, o miento, cada vez que paso frente a la tienda y por siempre está posada la mariposa en la vi-trina de la memoria mientras lentamente nos disolvemos la turba de peatones, el recogelatas, el hombre que mira la mariposa.

deseos cumplidos se desinflan y a veces hasta pierden los dígitos. Acaso nuestras esperanzas, nuestros logros, nuestros actos eran víctimas de la inflación y ameritan una poda que los reduzca. Quizá nunca apreciamos en su valía la sombra de un árbol, la grieta de una esquina, la mirada de un gato. Todo lo cuantificable se disuelve en la duda.

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OMAR CRUz ——————————————————Pintor. Caricaturista. Participó en el semanario humorístico El Camaleón. Creador de El Patriota, personaje de un comic. Premio Nacional de Periodis-mo, mención caricatura, con el semanario humorístico El Coyote.

Informe sobre la cuarta dimensión

Caí en la Cuarta Dimensión a través de un vórtice de tiempo nulo. Había un cielo anubarrado y una llanura

cubierta casi totalmente de gallinas. Sus convulsiones for-maban un oleaje de plumas en medio del cual me dieron cacería hombres con cabeza de pájaro. Caí en sus garras cuando empezaron a chispear estrellas calidoscópicas. Querían matarme por haberlos soñado.

Deseé la muerte por evitar que siguieran soñándonos. Nos puso en fuga un sol cuadrado. De la Cuarta Dimen-sión no se regresa, y de la Tercera menos.

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RObERTO HERNáNdEz MONTOyANuestra izquierda caviar ————————————Roberto Hernández Montoya • Licenciado en Letras. Autor de los libros: La enseñanza de la literatura y otras historias, El libro del mal humor, La ciencia ha muerto, ¡Vivan las humanidades! Todo lo contrario.

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¿Solo ahora hay pederastas?

¿Es solo ahora que la Iglesia acoge y encubre pederastas?

Me lo pregunté también cuando Richard Nixon, presi-dente de EUA en los años 70. Siempre fue un bellaco, pero de repente la prensa mundial la cogió con él, porque des-cubrió, a raíz de Watergate, que era abellacado, abyecto, aleve, artero, bajamano, belitre, bribón, canalla, cínico, cri-minal, felón, fementido, fullero, indigno, infame, insidio-so, intrigante, ladino, ladrón, lagarto, malandro, mañoso, marrullero, matrero, miserable, pérfido, perjuro, perverso, pícaro, pillo, renegado, rufián, ruin, sinvergüenza, socali-ñero, taimado, tracalero, traidor, tramposo, truhán, tuno, vil, villano, zafio, zascandil... Todo muy cierto y bien sabi-do, pero ¿por qué la prensa lo descubrió de repente? ¿No lo llamaban ya “tricky Dick” (‘Ricardito el tramposo’)? Decía Joselo: «¿Y qué será de la vida de Nixon? Porque todo el mundo decía que tenía mucha condición».

Ahora me pregunto lo mismo de la Iglesia, organización de historial bastante turbulento y dirigida por una tropa por lo menos extraña, porque decidir pasar la vida sin una revolcadita es una conducta por lo menos bien pintoresca.

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11.000.000

El discurso de oposición no es refutable sino ridicu-lizable, pero igual hace daño porque plantea falsos

problemas que, lo explicó Jorge Luis Borges, conducen a falsas soluciones. Borges ponía como ejemplo la frase «el problema judío», que impone la premisa falsa de que los judíos son un problema, lo que conduce a los pogromos y a la nazi Solución Final del Problema Judío.

Pasó con el «problema» de las brujas en Europa, lo que condujo al misógino sacrificio de no se sabe ya cuántas mujeres asadas por la Religión de Amor.

Ahora vuelven con el engaño de que el rrrÉgimen eli-minará la patria potestad y de que los niños serán llevados a Cuba. Una de las estrategias siquiátricas ante el discurso maníaco-delirante es un mínimo de racionalidad. Intro-duzcamos una dosis homeopática de lógica: en Cuba hay poco más de 11 millones de habitantes. En Venezuela, re-dondeando sin pretensión científica, podría haber alrede-dor de 11 millones de menores de edad. ¿Imaginas, amigo opositor, la de problemas, esos sí reales, que crearían once millones de niños que no se sustentan a sí mismos? ¿Ima-ginas la logística, transporte, alimentación, alojamiento, salud y la gritería de un parvulario víctima de los desór-denes emocionales de niños separados de sus padres por la fuerza?

Esta ridiculez la profirieron ya cuando la Revolución Rusa, la República Española y la Revolución Cubana. Ella condujo en Cuba a una solución no solo falsa sino monstruosa: una operación masiva, dirigida por la CIA, para sacar de la isla y de sus familias a más de catorce

Y si no hay castidad entonces deleita sus hormonas con malicia y ahora sabemos que muchos con los más inde-fensos, preferiblemente niños, pues aún no son viriles y para una mente encorvada pueden pasar por mujeres. Por eso uno de los depravados obligaba a un niño a vestirse de mujer. Y si el niño no puede denunciar el abuso porque es sordomudo y el futuro papa lo encubre, mejor. Sí, es repulsivo, pero ¿por qué se «descubre» ahora?

Con Nixon sería porque restableció relaciones de los EUA con la China Popular y se retiró del Vietnam. Pero Herr Joseph Ratzinger comenzó su vida pública en las Juventudes Hitlerianas y luego en el ejército nazi, dicen que a regañadientes, pero me reservo el juicio porque de-testo que me tengan por bolsa. Es que luego promovió el Opus Dei (www.ewtn.com/library/curia/cdfjosma.htm), fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nuevo nombre eufemístico de la Inquisición Santa y re-sultó un papa bien retrógrado. El ideal del totalitarismo mediático de la ultraderecha.

¿Por qué lo lincha entonces? ¿Qué nos ocultan los me-dios y hasta el Papa?

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Aborto de la ética Al Dr. F. Carrera Michelli

Vaya por delante que no recomiendo el aborto. Es una acción en la que no hay amor y que conlleva resacas

emocionales impredecibles.

Pero no acepto que nadie imponga esa decisión ni su contraria. Abortar, o no, debe ser una decisión soberana del individuo según su conciencia. Es hipócrita contraban-dear cualquier religión en esto porque es modo perverso de estatizar, es decir, convertir en asunto de Estado lo que per-tenece a la vida individual. Religiones hay que prohíben la perforación de los lóbulos y cualquier otra modificación del cuerpo. Respeto y exijo respeto para quienes siguen cual-quier religión, pero no acepto que se utilice ninguna para la expropiación patriarcal del cuerpo de la mujer, sobre todo las que dicen defender la vida y bendicen y respaldan a los explotadores que provocan la muerte.

Es cínico obligar a hacer algo que se impide hacer. Ana-tole France lo declaró ilustremente: «La ley es igual para todos: prohíbe a ricos y pobres dormir bajo los puentes». ¿Cómo imponer a todos cumplir una ley que unos pueden observar y otros no? ¿Cómo prohibir el trabajo infantil si no creamos las condiciones para que ningún pequeño tenga que dejar su niñez para volverse minero o narcotraficante?

La ley tiene que partir de la vida real y la vida real es que en Venezuela hay diez abortos por día, que solo las mujeres con recursos pueden practicarlo en circunstan-cias médicas favorables. La prohibición absoluta del abor-to es cínica porque condena a las pobres a practicarlo en contextos en que su vida y su salud corren peligro.

mil niños, que hoy son adultos sumidos en un limbo de identidad, porque no son ni cubanos ni gringos ni tienen familia ni nada y con un trauma emocional irreversible. Para no perder a sus hijos perdieron a sus hijos… El pá-nico embrutece.

Es lo que pasaría si derrocan a este gobierno para no perder sus propiedades: las perderían gracias a la reimpo-sición del crédito mexicano, la cuota balón y el IPC.

El capitalismo tiene, entre tantos defectos, hacer creer que la sociedad se reduce a la experiencia de cada indi-viduo. La patria potestad de todos es mi patria potestad. Yo soy el universo. Si es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos. Pero divago...

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Alquilo revolucionómetro

Marca Acme. Es un coroto sumamente útil para zan-jar discusiones entre seudorrevolucionarios, sobre

todo de esos que andan cazándote si tienes un BlackBerry o si hablas inglés o cualquier otra supuesta inconsistencia para caerte encima porque son más revolucionarios que todo el mundo pero no han hecho ni hacen ninguna revo-lución sino que, más bien, estorban a los que sí trabajan en una.

La izquierda caviar tiene contrapeso en la izquierda pu-rista, que tampoco soporta la complejidad. Y como tam-bién es embuste, vive solo de las galas revolucionarias. Por ejemplo, la ausencia de BlackBerry. Conozco chiqui-licuatros para quienes es suficiente no tener BlackBerry para ser revolucionario, facilito, pero no les parece malo usar Macintosh, que son más caras, por ejemplo.

Yo debo ser tremendo revolucionario porque no tengo BlackBerry ni pienso tener, pero no por ningún prejuicio purista, sino porque no me gustaría estar tecleando co-sas en las narices de la mucha gente con quien converso. Cuestión de urbanidad y porque hay alternativas menos costosas y más seguras.

Pero al grano. Este revolucionómetro mide las solem-nidades y nada más. De allí su utilidad.

Tiene un delator de BlackBerrys. Si capta uno en la ve-cindad, inmediatamente dispara una alarma que alerta sobre la presencia de un escuálido.

Tiene asimismo un sensor retrotimpánico que percibe las huellas acústicas que han dejado en el oído en las últi-

Declarar que la vida comienza con la concepción es per-mitir que la naturaleza se inmiscuya en la existencia del ser humano, ese ser extranatural. Si fuésemos naturales no cocinaríamos nuestra comida ni regularíamos nuestra vida sexual. ¿Obedecen a la naturaleza los que practican la castidad? No tengo nada contra ese voto, allá cada quien con su salud, pero no acepto que se lo impongan a quien no desea observarlo.

A comienzos de los años 70 un grupo de valientes fran-cesas se declaró «culpable» de haber abortado. En mu-chos casos no era cierto, pero fue un modo de reafirmar el derecho laico por encima del despótico derecho canónico, al que respeto incluso cuando no respeta.

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Breve manual para mentir

Evito mentir, pero no solo por virtud sino por torpe. Temo que un día finja cojear de la pierna izquierda y

al día siguiente se me olvide y me cimbre de la derecha. Lo leí niño en una de vaqueros.

No me creo más inteligente que nadie, pero es que ante la oposición cualquier lucidez promedio luce ilustre.

Destaco algunos embustes tan mal metidos que hasta yo me di cuenta: Delsa Solórzano alegó que le arranca-ron un mechón cuando intentó colearse en el simulacro del CNE. Desplegó la supuesta guedeja, cuya textura era evidentemente más rizada que su lacia melena. En su des-cargo diré que no precisó de qué parte le arrancaron la pelusilla. Tampoco dijo cómo recuperó la esponjosa me-chita de las manos arrancantes. ¿Se fajó a pescozadas a rescatarla o persuadió de que le retornasen dulcemente algo ganado con violencia?

El improvocable Henry Ramos Allup dijo una vez que le lanzaron una granada y esgrimió la espoleta. Extraño caso de terrorista que lanza la espoleta y se queda con la granada.

Inmediatamente después de inaugurarse varias plan-tas eléctricas y aliviarse el Guri, brotan como hongos fa-llas a repetición, con Globovisión ubicada con sugestiva anticipación. Porque se les cayó el desabastecimiento, y sobreexpusieron “Pudreval” y la inseguridad.

Yo jamás diría que esto es dictadura. Es que no hay evi-dencias. La dictadura es como el orgasmo: si dudas que lo has sentido es porque no.

mas horas una canción cantada en inglés, unos acordes de Mozart y sobre todo de un conocido compositor de música de derecha como Mahler.

También tiene un captador de reflujo retiniano que de-tecta si has visto recientemente alguna película ganadora de un Oscar, así se trate de Sean Penn o de Oliver Stone.

Está dotado igualmente de un analizador nanomolecu-lar de textiles que capta si te has puesto ropa nueva en los últimos tres meses.

Un escrutador de procesos gástricos permite percibir la ingestión de una BigMac o de una Pizza Hut o de una Coca-Cola en los últimos cinco años.

Si has viajado al extranjero a algún país de una lista negra que viene inscrita en los lóbulos perceptores, inme-diatamente eres capturado y denunciado por el revolucio-nómetro.

Sí, hay mucho embustero por todos lados.

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Capitalismo sin gente

El capitalismo no solo es bárbaro sino imbécil. Si sigue como va, destruirá el planeta con la gente adentro,

tú, tus hijos. Según su método infernal, para saciar su sed ciega de balances positivos, el capital va regando muerte en guerras; contaminación; intervención ilegal en todo el mundo; ruina a través de las políticas neoliberales de sus aparatos sicariales internacionales: FMI, Banco Mundial, OMC, OMS, etc.

¿Falta algo? Falta mucho. Represión de obreros; impo-sición de gobiernos títeres para reprimir por procuración, ¿verdad, Uribe?; exacción de capitales mediante la deuda externa, como nunca se vio ni con la Compañía Guipuz-coana de Guillermo Zuloaga.

Invasiones y amenazas a todo el mundo; maquinacio-nes contra las iniciativas ecologistas; devastación de cul-turas que no sean la del centro comercial; imposición de una industria agroalimentaria bandolera; crímenes de la industria farmacéutica y de sistemas de salud forajidos. Opresión de los débiles, mujeres, niños, razas “inferio-res”. Militarización del planeta...

Lo más loco es que no se salvarán ni los capitalistas. Si el recalentamiento alza el nivel del mar, Manhattan nau-fraga peor que el Titanic. Y literalmente medio mundo.

¿Cuál es la sensatez de todo esto? No hay. Nunca hubo, pero hasta ahora el planeta tuvo paciencia suficiente para reír las cosquillas del capitalismo. Ya no. Ya comenzaron los desastres, El Niño, que nuestra oposición amaestra-da y embrutecida dice que es culpechave, como toda cosa

Una amiga me contaba una visita a unas amistades en la Argentina, bajo dictadura. De repente oyeron una sire-na y tuvieron que fajarse a derramar papeles arriesgados en la poceta y quemar otros, aterrados de que un vecino soplón advirtiese el inusitado y repetitivo murmullo del inodoro y oliese el humo. Eso sí es dictadura, que a la dueña de la empresa Papel Prensa la torturan para que la venda a los periódicos de la dictadura, cónyuges políticos de los medios que aquí dan golpes. La Mano Peluda del Mercado.

Respétense y no sean brutales, que se les ve el bojote y la gente que no han desquiciado se mosquea. ¿Ven por qué pierden? Se puede y debe criticar todo lo humano, pero no les diré qué reprobar seriamente de este gobierno porque no les haré el trabajo que no cumplen ni porque se lo pagan en dólares.

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Capitalismo sin modales

Hace algo describí los modales sublimes de la oligar-quía forajida de Colombia. ¡Qué vigencia la del sa-

cacorchos en el vino de Burdeos, qué mohín para preferir aquella pastita o aquel canapé, qué donaire para deambu-lar por jardines y alfombras, qué esbeltez para enhebrar frases de gramática impecable que ni Andrés Bello, qué desenvoltura con la motosierra, que da gusto que lo des-cuarticen a uno!

Por más que sea, la urbanidad de la oligarquía vene-zolana es también alisada. Hasta más grata, porque no es untuosa. La venezolana te hace sentir tu distancia de ella, pero con una cordialidad que anestesia.

Todo eso se pierde en los espacios del capitalismo sin modales. En una manifestación opositora. O en una cárcel, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación” (prólogo de El Quijote). Apenas llegas, te proporcionan un chuzo. Si no lo aceptas, eres una mariquita que todos pueden usar como mujer en más de un sentido: el sexual, claro está, pero también en labores que muchos todavía creen femeninas, como fregar ropa. División del trabajo.

Pero si aceptas que eres machito, tienes que demos-trarlo a cada instante. Si peleas y caes en cierto espacio previsto para el derrotado, te matan los demás. Si es tu contrincante el que sucumbe, muere. De modo atroz, por-que eso divierte en tal capitalismo.

Hay presos privilegiados a punta de masacres, que venden el derecho al baño, si hay baño y no meras bol-

mala que pase de este lado de la Galaxia. Inundaciones, sequías, frío invernal, calor infernal, extremos que se to-can en el efecto invernadero, sin contar los continentes de basura no biodegradable que flotan en los océanos y un largo etcétera.

Con los medios imperiales hablando de las profecías de Nostradamus y del calendario maya con sus predicciones tan apocalípticas como ficticias, para distraer de las ver-daderas. A los tontos.

Capitalismo sin gente será el final de esta película de terror, si querías saberlo. Tal vez en computadoras que perpetuarán obstinadas sus transacciones bursátiles, sos-tenidas por sistemas automáticos de mantenimiento eter-no. A eso conduce su lógica.

Todavía estamos a tiempo para derrotarlo y sobrevivir.

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Charreteras despechadas

La criminología enseña que un asesinato de, ponle, veinte o más puñaladas es un rollo pasional. Los agen-

tes ni siquiera consideran de entrada otras hipótesis. A un atracador, en cambio, le alcanza una puñalada o tal vez dos, pues la primera lo pasa y la segunda lo repasa. A me-nudo ni una porque le basta arrancar el botín. Economía de medios.

Del amor al odio solo hay un tris, ya se sabe. Por eso los despechos son tan intratables. Todos los hombres son iguales. Las mujeres también. Fue un juego y yo perdí, esa es mi suerte y pago porque soy buen jugador. Se me olvidó tu nombre. Se me olvidó que te olvidé. Te fuiste sin dejar un beso ni un adiós siquiera. ¿Quién iba a imaginar que una mentira tuviera cabida en un madrigal? Angustia de no tenerte a ti, tormento de no tener tu amor, nostalgia de no escuchar tu voz. Hoy recuerdo aquellos besos, aquellos be-sos que nos dimos junto al mar. Yo no he visto a Lindaooo.

En fin. Ron, Rock-Ola y alguna amistad tan fiel que te escolte en el barranco.

El despecho político se parece. Algunos que tomaron el lado izquierdo de la vía al poder ya habían comenzado a mercadear su salto de talanquera. Los recibían en ca-sas patricias; CAP y Caldera los arrellanaban en sus ga-binetes; se apareaban con sus antiguos torturadores, que ni en la película Portero de noche, en que una prisionera vuelve con su guardia SS. Habían subido el nivel de vida sin perder el glamour de la izquierda. ¿Conoces al novio nuevo de la Tuti? Parece que fue guerrillero pero lo invité

sas plásticas que se hacinan en el techo. Ese Preso Mayor tiene su almacén de cuanto tiene valor de cambio: pan, jabón, droga, revólveres, mujeres. Y en su celda hay pan-talla plana, aire acondicionado y no se racionan ni agua ni electricidad.

Porque la cárcel es un microclima del capitalismo sin modales, cuando pierde la compostura y se muestra en su desnudez esencial, como pasó durante la Conquista, cuan-do aperreaban indios por miles, es decir, les azuzaban pe-rros furiosos esmeradamente amaestrados para secundar aquel capitalismo en fase de acumulación primitiva.

Así se vive en nuestras cárceles. ¿Hasta cuándo? ¿Ten-drá que exigirlo el presidente Chávez para que se haga algo o mucho? ¿No puede el socialismo con el capitalismo carcelario si puede con el Imperio?

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Chicken

Los gringos tienen un juego diabólico llamado chicken. Como en Venezuela no tenemos ese jueguito, no le te-

nemos nombre. Sencillito: dos locos de perinola se lanzan uno contra otro en sendos autos y el primero que se desvía es llamado gallina.

Así estamos el capitalismo, el planeta y los que sabe-mos a qué desastre conduce el capitalismo. Hasta ahora uno de los remedios a sus crisis ha sido la guerra y por eso la vive creando por doquier que pasa. Ahora decretó que Yemen y Somalia son sus nuevos enemigos. ¿Quién mañana? Nosotros, ¿por qué no?

Estamos jugando al chicken con dos desventajas. La pri-mera porque nos impuso el juego la primera potencia mili-tar de la Historia, capaz de destruir el planeta siete veces y media (como si esa sola mitad no bastara). Porque está di-rigido por los que técnicamente son unos pedazos de locos, a quienes ahora les dio por prohibir libros en los aviones. ¿Para qué tantas bases militares alrededor de Venezuela? Si fuera, como dicen, para combatir narcotráfico, terrorismo y guerrillas, esos tres sectores estarían aniquilados luego de tanta violencia. Más bien están más duros. No solo el nar-cotráfico es más fuerte, sino que las FARC matan goberna-dores y ha habido intentonas recientes contra aviones grin-gos, si es que no son un engaño más para justificar habituar a la gente gringa a renunciar a su libertad para preservar su libertad. ¿Dije que son unos pedazos de locos?

En este año electoral el Imperio tiene planes, como siempre, devastadores como el golpe y el paro de 2002, ponle. Van a perder, pero ya sabes lo costoso que resulta

a la fiesta para que divierta porque es ocurrentísimo, cha-ma, viajado, aprendió a preparar mojitos en Cuba y cai-tepatrás que aún es de izquierda. Ya adquirían modales y distinguían vinos. Habían comprado un humidificador de tabacos. No podían mudarse a La Lagunita, pero sí fumar un Cohíba de medio metro para creer que se igualaban. Claro, nunca les importaron las burlas de los burgueses porque no tienen autoestima.

Y en eso llegó Chávez y no les reconoció las charreteras ni los llamó para que le explicaran cómo es la revolución que ellos no supieron o no quisieron hacer. El colmo fue que los convocó a trabajar en serio por los pobres. Por eso se ensañan. Míralos. Te darán risa porque casi seguro no eres como ellos si leíste hasta aquí.

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Culpechave

Un fanático no cambia ni de opinión ni de tema.

Winston Churchill

Todo es culpechave. «El cólera en Massachusetts es cul-pechave», «las inundaciones en Australia son culpe-

chave». La palabra culpechave es, pues, generalmente un predicado nominal. ¿O será un adverbio de modo? Bromeo, claro. Sea lo que sea, es uno de los nombres de la locura.

Porque es locura sostener, sin pestañear ni titubear, que Carlos Andrés Pérez no pudo divorciarse porque Chávez lo tenía “bloqueado”. No voy a ofender la inteligencia de quien me hace el honor de leerme refutando furores, por-que además tampoco soy siquiatra.

¿Será sociatra que intento ser? Ofrezco ese neologis-mo de sociatría para el estudio de los trastornos mentales en su contexto social, como se proponía la siquiatría social de los años 60. Como ya hablé en is.gd/IBcex5 de las hi-pérboles acatarradas, no me preocupo.

La gente que trata con perturbados mentales llama a esto trastorno obsesivo-compulsivo (T.O.C.). Les dices, por ejemplo:

—Me acabo de comer un arroz con pollo bien sabroso.

Y te responden:

—Ah, sí… por cierto, hablando del arroz con pollo: ¡Maldito sea Chávez!

Es como quienes se creen bajo la persecución de plati-llos voladores con enanitos verdes y todo. No olvides las antenitas.

derrotarlos. Aún no sabemos exactamente cuánto costa-ron el Golpe y el Paro. Afortunadamente ya tenemos ex-periencia venciendo imperios.

El otro juego de chicken es con fenómenos como El Niño y demás desastres ecológicos que crecerán en los próximos años.

Entretanto, a punta de ideología fundada en la estu-pidez humana, disgregarán este problema estructural en eventos representados como inconexos, para que cada accidente ecológico sea percibido como una inundación aquí, un incendio forestal allá, una sequía acullá.

Y el capitalismo nos embiste en medio de una crisis que pudiera matarlo si no nos mata.

Mientras, los autos están cada vez más cerca.

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Dies dominicus

¿Alguna vez la Iglesia desistió del carácter sagrado del domingo? Sí, en Venezuela, al menos, cuando se ins-

tauró el Sambil. ¿Por qué? ¿Qué le pasó a la Iglesia?

Así como los judíos tenían su sábado y los musulmanes su viernes, el primer emperador cristiano, Constantino, instauró el domingo como ‘día del señor’, dies dominicus. Antes fue para los antiguos dies solis, ‘día del Sol’, como en las hablas germánicas, en donde el domingo se llama Sunday, entre otras variantes que se remontan hasta el sánscrito.

El domingo se universalizó. Claro, la cristiana se vol-vió la religión dominante junto con Occidente, a sangre y fuego, ya sabemos. Se ha determinado que la catequesis rinde mucho más cuando es a cañonazos.

Ahora estamos ante una nueva herejía que impone el do-mingo como día cualquiera. En Venezuela pasó como si tal cosa, más bien celebramos ingenuamente la comodidad de poder hacer compras el domingo, en esa deshumanización en que el dependiente no tiene rostro, ni individualidad, ni personalidad, como una cosa, como decía Marx.

La Iglesia se asoció demasiado feo con el nazifascismo. Su papel en el Holocausto fue de silencio y complacencia; total, mataban paganos. Como nuncio papal en la Alema-nia nazi, el cardenal Eugenio Pacelli, luego papa Pío XII, concluyó el Concordato imperial (el Reichskonkordat). Una de sus primeras disposiciones como eso que llaman ser papa fue borrar del Index (las obras que los cristianos tenían prohibido leer) los libros del francés Charles Mau-

Continúo este ejercicio ilegal de la siquiatría: se sabe que hay un porcentaje de personas susceptibles a esta en-demia tanto como las hay propensas al asma o a la jaqueca. Y basta un medio de comunicación obsesivo-compulsivo para precipitar el mal. La cosa es gradual, desde quienes a veces piensan en temas recurrentes hasta quienes no pue-den rumiar otra cosa y terminan en el hospital. En serio. O participando en acciones descabelladas contra el rrrÉ-gimen. Sí, el T.O.C. a menudo se combina con paranoia.

Una vez hallé por sexto día consecutivo a un tipo ha-blando pestes de Chávez. Como nunca lo vi hablando de otro tema, le dije:

—Usted debe estar pagado por Chávez. Llevo ya seis horas que me levanté y no lo había recordado y probable-mente si usted no me lo nombra hubiera pasado otras seis horas sin él en mente.

No sé qué me respondió porque en ese momento se abrió el ascensor y me escabullí, riéndome de mi maldad del día.

Hasta aquí llega mi siquiatría porque no sé cómo se cura el T.O.C., lo siento.

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Dios

Alguien le preguntó al señor K. si Dios existía. El señor K. le dijo: “Te aconsejo que reflexiones sobre si la respuesta a esa pregunta afectaría tu com-portamiento. Si no lo hiciera, podemos olvidar-nos de la pregunta. Si lo hiciera, puedo ayudarte como mínimo diciéndote que ya has decidido: tú necesitas creer en un Dios”.

Bertolt Brecht, Historias del Señor Keuner

Vaya por delante que soy volteriano. No como Luis Bu-ñuel, que decía que era “ateo gracias a Dios”. No, yo soy volteriano volteriano. Para mí Dios no es relevante aun-que respeto que lo sea para un gentío. Me fastidian las discusiones de religión. Pero la Suma teológica de Tomás de Aquino está entre mis lecturas recreativas. Me deleita la inteligencia, sobre todo la prodigiosa del “Doctor Angé-lico”. Como la de sor Teresa Forcades.

Decir que Dios no existe es postular la posibilidad de su existencia para luego negarla. Como aquel judío ateo que negaba la Trinidad diciendo: “¡Falso! Dios es uno solo ¡y no existe!”. Ni como el ateo español aquel que dijo ante un rito musulmán: “Hombre, que no creo en la Religión Católica Apostólica y Romana, que es la verdadera, ¡mu-cho menos voy a creer en esta patraña!”. Son más creyen-tes que la mayoría de los feligreses, para quienes Dios es un chivudo iracundo a quien se puede acudir cuando la medicina no da lo que debiera. ¿Herejía del Dios Rescar-

rras, famoso fascista y por tanto antijudío. Por ejemplo. Por ahí puedes ir sacando la cuenta, como que también contó para su ascenso a papa con la aquiescencia de Beni-to Mussolini.

Pero perdió la guerra y quedó con esa mancha. ¿Cómo quitársela? No conozco muchos documentos secretos, ni los míos porque no los tengo, pero parece ostensible esta posibilidad: el Vaticano negoció su supervivencia con el Imperio gringo. No tenía otra. Me imagino que se la entre-garon en Yalta. Y eso la hizo ponerse a su zaga en todas sus aventuras capitalistas, entre ellas el neoliberalismo, con su abolición del domingo como día sagrado, como pasa en Francia ahora. Eso explica tanta conferencia episcopal pitiyanqui. Así ha sobrevivido dos mil años.

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Dos batallas de ideas

Cuentan ciertos anales que una vez pidieron a un pe-riodista sinvergüenza un artículo sobre Dios. El muy

cínico preguntó:

— ¿En favor o en contra?

La batalla de las ideas tiene, al menos, dos vertientes. Va una.

La otra es el leal enfrentamiento de ideas, argumentos, pensamientos, nociones, principios, incisos, acotaciones, silogismos, entimemas, reducciones al absurdo, demos-traciones, razonamientos, inferencias, deducciones, co-rolarios. Hablo, no estás de acuerdo, respondes. Hablas, no estoy de acuerdo, respondo. Llegamos a un acuerdo o puede pasar algo igualmente deseable: descubrimos que ni tú ni yo tenemos razón y que la verdad es otra. Tal vez me convences; tal vez te convenzo. O tal vez nos ponemos en desacuerdo, como decía Julio Cortázar.

Desde 1952 la Encyclopaedia Britannica publica una colección que va por 60 tomos que reúnen 517 obras que nutren, dice su compilador Mortimer Adler, la “gran con-versación” occidental. Es posible rastrear allí cualquiera de las 102 grandes ideas de lo que estos enciclopedistas llaman el “canon occidental”, desde Homero hasta Bec-kett. Se ha reprochado a la selección de esos “grandes libros” (Great Books) su predominio masculino, blanco, occidental y anglosajón. Todo está, pues, en discusión, hasta la discusión misma.

Pero hay la otra vertiente, deleznable, la referida en los dos primeros párrafos. Ya no es enfrentamiento de con-

ven? Llegar a la conclusión rotunda de que Dios no existe exige un proceso espiritual que no me siento obligado a cumplir. Mis asuntos son otros.

Si Dios es esencial para tanta gente, pues es una enti-dad social notable. Por eso escribo esto. Y ya.

Saul Landau hizo un documental insigne que comen-zaba con Fidel contando que la noche anterior había esta-do leyendo la biografía de Bolívar de Waldo Frank. Contó entonces lo que pasó cuando ciertos curas la cogieron con que el terremoto de 1812 era castigo de Dios por la Inde-pendencia. No cambian, ¿leíste a Pat Robertson? Enton-ces Fidel, con ojos brillantes, dijo:

—Porque el problema de aquellas revoluciones es que había que hacerlas contra Dios.

No necesito a Dios para luchar porque todos tenga-mos lo que tenemos que tener, pero es una gran venta-ja no necesitar hacer esta ni ninguna otra revolución contra Dios e, incluso, más bien con su apoyo, aunque no exista. Los que sí existen son algunos, más revolu-cionarios que todo el mundo pero que nunca han he-cho, hacen ni harán una revolución, que no pueden oler incienso porque se ponen peores que Torquemada.

Ciertamente yo tampoco puedo pensar a Cristo, digo, a la imagen de él que se nos ha dado, mandando a remarcar precios en un supermercado.

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El Imperio se volvió loco

Perpetran masacres en Libia para evitar masacres. Nue-va locura: bombardeos humanitarios. Los de la OTAN

no violan los derechos humanos como sí los de Gadafi; bombardeos sin pruebas, por cierto. El ataque a Libia se improvisó, precisamente, a la loca. Los únicos ataques exi-tosos de la OTAN en Libia son contra sus aliados dizque «rebeldes», que por lo que ellos mismos muestran por te-levisión son otro hatajo de desquiciados que disparan a la loca. “L’Armata Brancaleone”, dice Walter Martínez1. Aunque Brancaleone como que era más cuerdo. Si no fue-ra trágico, me reiría recordando a Los Tres Chiflados.

Imperios en fragilidad económica invaden a trompico-nes países petroleros, pero lo que consiguen es un encare-cimiento brutal. Y saltan ahora con unas sanciones a Ve-nezuela, vagas pero bien amenazantes viniendo de quien tiene encendidas tres guerras locas y amenaza con más. Puede ser la acostumbrada escalada, hacia una tragedia iraquí, libia, balcánica o de donde sea. No hay calamidad en donde no esté el infaltable Imperio: General Electric construyó las centrales de Fukushima. Pero el Japón in-siste en montar más plantas. ¿Con General Electric?

Lo de Dominique Strauss-Kahn parece otra locura. Pri-mero suya: es un violador contumaz, según cuentan aho-ra. Y habría por cierto que examinar la conducta sexual de los grandes, al menos los varones, porque las mujeres po-derosas se han mostrado comedidas, que uno sepa. Pero mi punto es cómo es que ahora de repente se «descubre» la depravación de Strauss-Kahn, como cuando la prensa

1. http://j.mp/iBLCcx

ceptos sino de capitales. No enarbolo un discernimiento sino un cheque. No te refuto sino intento sobornarte, ame-nazarte, extorsionarte. Violencia simbólica, le decía Bour-dieu. Un periodista pregunta a otro por radio si dicen o no la verdad y abiertamente eligen callarla. ¡Lo confesaron al aire! No es que sepan necesariamente la verdad, sino que aun en el caso de conocerla decidieron descaradamente ocultarla. Así no se puede. Así solo se avanza hacia este totalitarismo mediático en que los imperios nos matan mentalmente primero, físicamente después.

Es así como operan cada día más y más medios cor-porativizados, que se someten al gran capital imperial y usan los instrumentos de manipulación mental más de-pravados y toscos. Ten cuidado, pues, con lo que oyes por radio, ves por televisión y lees en la prensa, incluyendo este artículo.

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El neoanalfabetismo

Tanta dirigencia de oposición dice cada disparate… No la calificaré porque se descalifica sola. La que se nos

presenta como «la gente pensante de este país», dice:

— Ojalá haya paz entre la China del Norte y la China del Sur.

Una actriz dice que no tiene que leer la novela La tre-padora de Rómulo Gallegos para representar a la prota-gonista, porque «leer libros es anticuado». No tengo nada contra los Blackberries ni los 140 caracteres de Twitter, pero decir por ello que los libros son anticuados es aproxi-madamente ridículo.

Omar Barboza denuncia que el rrrÉgimen planea en-tregar las tierras del Sur del Lago a la Unión Soviética.

Eveling Trejo promete un servicio de ginecología «es-pecialmente para las mujeres», «echar una mano a las inundaciones» y «ser la voz de los que no tienen oídos».

Guillermo Zuloaga solicita «asilamiento» en los Esta-dos Unidos, aparte de que «puede ser que especulemos pero creamos fuentes de empleo».

El señor Presidente de Copei respondió el 22/12/2010 (Últimas Noticias, p. 25) a mi artículo «Esta oposición co-peyana», del 18/12/10 en el mismo diario y en bit.ly/hr-m3mJ. Conmueve su ignorancia hasta de su propia doc-trina. Caritativo, le aclaro: la encíclica Rerum Novarum (1891) es muy posterior al Manifiesto Comunista (1848). Jacques Maritain llegó tarde para la firma de la Decla-ración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del

gringa detectó repentinamente por los años 70 lo que todo el mundo sabía: que Richard Nixon era un bribón. Esos súbitos hallazgos de lo obvio me lucen sospechosos. ¿Por qué no defienden a Strauss-Kahn los poderes que lo lleva-ron a presidir el FMI? ¿El sionismo, la burguesía francesa, el Partido Socialista Francés? Sabemos que esos deslices se tapan con dos metales: plata y plomo. No será la pri-mera vez ni la última, lamentablemente. Por eso me suena loco también lo de Strauss-Kahn.

Signos, síntomas, síndromes, podría citar mil ejem-plos, como las restricciones del G8 sobre Internet, pero según Hilaria es Venezuela quien restringe. Estamos en-jaulados, aunque no inermes, con un perro rabioso.

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El síndrome de 15 días

Billy Wilder realizó con Marilyn Monroe una película llamada La piquiña de los siete años. Algo parecido

podríamos intentar en Venezuela: una opereta menor lla-mada La piquiña de los quince días. Si pretendemos más elegancia podríamos hablar del síndrome, que suena más galano que piquiña. Pero no vale la pena despilfarrar do-nosura para tema tan palurdo como la oposición venezo-lana, capaz de la bufonada de deponer a Luis Alfaro, me refiero al Ucero, y a Irene Sáez como candidatos.

Se ha discutido mucho y la oposición misma ha confe-sado sus prodigiosos errores. ¿Errores? Sí, en la medida en que yerra, que se equivoca, que fracasa, etc. Pero me lo pregunto porque no sé si la palabra error no gime como eufemismo ante tamañas catástrofes.

La oposición lo ha tenido todo: medios, dólares, apoyo de la primera potencia, Harvard, MIT, Chicago. Arsenales, policías, gobernaciones y alcaldías, plana mayor de una de las empresas más poderosas del mundo, Pdvsa. Devoción del capitalismo mundial. Respaldo del ejército más potente de la historia, en su etapa más enardecida. De una agencia de espionaje con experiencia heredada y acumulada desde la invasión a Cuba en 1898, pasando por el derrocamiento de Mossadegh en Irán en 1953, invasión a no sé cuántos países, derrocamiento y asesinato de no sé cuántos manda-tarios populares. Y paremos aquí porque solo tengo 2.300 caracteres. La debacle, pues, no tiene excusas.

Pero sí explicación. Dos estribos resplandecen en estos ineptos y los expongo sin prevención porque no saben que son brutos y sé que persistirán en su torpeza,

26 de agosto de 1789 porque nació el 18 de noviembre de 1882. No sabe ni lo básico de la cosa esa que preside.

La Rectora Magnífica de la UCV avaló esta disgráfica pancarta de la APUCV: «POR RESPETO A LA CONSTI-TUCIÓN NO ACATEREMOS (sic) LA LEY». Pero la Rec-tora Magnífica de la universidad de Bello y Rosenblat no se arrepiente y dice con desparpajo que no importa por-que se entiende. Es la Casa Vencida por las Sombras.

Pero el más apoteósico es Manuel Rosales. ¡Lo postu-laron nada menos que para Presidente! ¿No tenían nadie mejor? No. Más bien lo exaltaron porque no hallaron a nadie peor.

No puede ser que no perciban tanta estupidez porque son la actual barbarie capitalista: brutalidad e ignorancia como las de Homero Simpson, Berlusconi, Bush, Sarkozy, Paris Hilton... Sus intelectuales no les sirven para mucho. Y ya verás también la clase de chalequeador que postula-rán para 2012.

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El sueño de Bush

No veo viable el proyecto imperial de dominio militar de todo el planeta. Exige al menos tres condiciones

imposibles de llevar hasta sus últimas consecuencias:

En primer lugar. Un Estado policial planetario que ríete de Stalin y de Hitler juntos. No veo cómo eso sea po-sible si esos dos no pudieron perdurar. ¿Es factible ese Estado en las favelas de Río de Janeiro? ¿Cómo se logra eso con Internet y con celulares?

En segundo lugar. Un genocidio que ríete de Hitler. Habría que aniquilar a miles de millones de pobres, resi-duos demográficos del neoliberalismo. Es una masa enorme y creciente, parte de ella incrustada en los propios Estados Unidos. Hay allí, en pleno crecimiento, unos 30 millones de pobres, cada vez más pobres, «basura blanca» incluida. ¿Van aniquilar a esta gran humanidad que produce la ri-queza de los ricos? ¿A quién cobrar la Deuda Eterna?

En tercer lugar. Un núcleo suntuoso en los Estados Unidos, poblado solo de suburbios, rascacielos y centros comerciales (como sueña Leopoldo López en Chacao). Ese paraíso neoliberal deberá rodearse de fortificaciones, que ríete de la Gran Muralla China. Allende esa barrera viviría una población de seis mil millones como tú, repelida por un ejército de tamaño inconcebible. Como la frontera de México con los Estados Unidos y las dificultades que pa-dece hasta la cancillera colombiana para entrar a Florida a apoyar a los Estados Unidos en la OEA. Esos excluidos no están desprovistos ni de tecnología ni de élites con ver-güenza: bombas atómicas en Corea del Norte y avances tecnológicos en Irán. A Iraq le están destrozando delibe-

que es lo que conviene a esta gran humanidad. Lo pri-mero es la arrogancia, que conduce a la debilidad, por-que el engreído, por inteligente que sea, es incapaz de apreciar sus debilidades, precisamente, y se cree omni-potente. Y eso nos acompaña hasta mi punto: como este gobierno cae en 15 días ¿Qué importa cometer delante de millones de personas las mayores burradas, como el Decreto Inmortal de Carmona, y dejar una reguera de pruebas de culpabilidad? Las cubren con una cortina de estridencia mediática y listo. Los cogen con la bomba en la mano y chillan cualquier despropósito, seguros de que tienen gente embrutecida suficiente para creerles.

Lo mejor es que siguen como si nada. Míralos.

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Historia del futuro

La invasión de Libia por los EUA provocará la siguien-te cadena de acontecimientos: el petróleo subirá a no

menos de $ 200. ¿$ 500? Creo que más. Esto activa ca-tástrofes de un capitalismo que Emeterio Gómez dice que está en crisis muy grave o algo peor que dijo que no lo re-cuerdo. Esto generará, adivinaste, mayor desempleo que el actual, que agilizará los motines que ya empezaron por casi todo el planeta capitalista. Y tocará las regiones que aún no han sido tocadas.

El control sobre el petróleo y el agua libios que a Euro-pa le urgen, la harán pasar de ser un protectorado gringo ocupado militarmente, a ser colonia. Rusia jugará su pa-pel con su petróleo, lo que presagia una nueva guerra fría. Ah, Venezuela también. Pero divago.

Se extendería a toda Libia lo que ya la intriga imperial está iniciando: el zurriburri macabro que hay en Afganis-tán, Iraq y Paquistán. Ah, en Colombia y México. Claro, en México hay más seguridad que en Venezuela; allá solo decapitan personas y las guindan en puentes con puñales clavados y amenazas a los que quedan vivos. Ya no doy más detalles. Pero has de saber, amigo Sancho, que a la ultraderecha esos churriburris patibularios le causan or-gasmos múltiples. Como lo que quieren aquí los que ha-cen huelgas de hambre en favor de violadores, asesinos y ladrones. Los mismos que se quejan de la delincuencia. Pero divago.

Se desatará una inmigración africana masiva hacia el Sur de Europa, en primer lugar, al Norte llegará lue-go porque los trenes tardan. ¿Cómo se detiene un suna-

radamente su élite, pero hay muchos países capaces de igualar y superar a los Estados Unidos. La antigua Unión Soviética, los Tigres Asiáticos, la China, la India, el Bra-sil, la Argentina, México, ¿Venezuela? ¿Qué hacer con la «Vieja Europa» que está votando «no»? ¿Y Oceanía?

Soy optimista pero con un dejo pesimista: en su fracaso Bush está dispuesto a exterminar a millones. Ya lleva cien mil en Iraq. Tal vez tendrá que matar a los no pocos grin-gos que no se la van a calar. Y hay que recordar siempre la aniquilación no bélica, pero no menos violenta: hambre, enfermedades, catástrofes «naturales», etc. Millones.

Si miles de millones lo permitimos.

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Ideas transgénicas

Uno oye hablar a cierta oposición y se halla con ideas 1) ajenas, pues quienes las profesan son incapaces

de pensar con autonomía, 2) iguales a las de la manada, 3) incapaces de convivir con otras y 4) adictivas, pues prescindir de ellas desencadena síndrome de abstinencia.

Son, pues, como las especies transgénicas, que mantie-nen una relación hostil con las naturales y luego el agri-cultor depende de un solo proveedor de semillas, insecti-cidas, fertilizantes, etc.

Toda persona que padece de estas ideas, emponzoña-das por un complejo comercial y mediático, es radical-mente incapaz de asimilar ideas no solo opuestas sino meramente distintas.

Todo lo que no gire en torno a centros comerciales y medios de comunicación privados, es radicalmente exclui-do como «niche», «campuruso», «capocho», «chimbo», «chaborro» y otros calificativos igualmente inclementes. El rechazo es generalmente iracundo, ¡yo no como halla-quitas! Todo alimento que no sea comida rápida es re-chazado con bascas y arcadas. Cualquier indumento que no sea «de marca» y fashionable es excluido con burlas y rudezas.

El problema no solo está en el carácter exiguo y bárbaro, sino en su violencia hacia las demás ideas. No consienten soberanía, sino subordinación incondicional, ofuscada y agresiva al sistema de ideas imperiales y transgénicas. Ni hay solidaridad, pues son radicalmente incapaces de fra-ternidad con cualquier necesitado. Si una persona padece

mi humano? La violencia militar que aplicarán, con sus masacres, emergencia humanitaria, etc., no servirá, salvo para complacer a los electores de Marine Le Pen, la candi-data ultraderechista francesa que se pasea de primera en los sondeos. Esa gente no se va a dejar matar así nomás. Y sus compatriotas de nacionalidad europea no se queda-rán inertes. Muchos de esos africanos del Norte armaron en Francia una zaragata en 2005. Quemaban más de 100 carros por noche. Aparecerá una sans culotterie suficiente para tomar la Bastilla.

Mejor es que no invadan, pero pedir racionalidad al complejo industrial militar gringo es como pedir peras al horno, como dice el héroe intelectual de la oposición, que llaman, creo, Manuel Rosales.

Pero divago.

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Invadir el mundo

La conducta de los Estados Unidos ante la tragedia de Haití es horripilante. No solo porque es una fecho-

ría ocupar militarmente a un país que está sufriendo un terremoto que aún no cesa, sino porque sabemos que el capitalismo suele resolver sus crisis mediante la guerra. Esas evidencias alimentan un presagio atroz.

Los portaviones, destructores, bombarderos que Was-hington decidió despachar, contrastan radicalmente con los equipos de rescate, víveres, ropa, agua potable, mé-dicos, medicinas, carpas, amor y aliento enviados por los demás países. Da escalofrío saber que de ahora en adelan-te los Estados Unidos entrarán así en cualquier lugar del mundo en donde estimen que pueden irrumpir como río en conuco, sin permiso de nadie, ante la mirada atónita de la humanidad.

En el último año este atorrante Nobel de la Paz ha in-tensificado la guerra perdida de Afganistán, respaldado el genocidio de Gaza, creado bases de guerra en Colom-bia y Panamá, bombardeado y amenazado de invasión a Yemen, promovido desórdenes insurreccionales en Irán (¡qué parecido a nuestros chicos nalgas libres!). Y ahora esto de Haití, que añade insulto a la tragedia, porque no sé en qué puede ayudar un destructor con misiles a una persona tapiada.

Como no sea agravar su situación. A Haití le ha salido carísima su valentía de ser la primera república negra del continente. La señal es clara: ser musulmán, indio o ne-gro en este mundo invadido es en sí mismo una tragedia. Cualquier pretexto sirve para recibir bombas, tanques, ser

la influenza AH1N1 es rudamente execrada y los vecinos le descargan hasta animales muertos en el jardín, como su-cede en estos días con una señora en un barrio jactancioso del Táchira. En lugar de brindársele amistad y socorro, se la hostiga. A la enfermedad se añade el microclima infer-nal de un vecindario cuyas ideas transgénicas conducen a excluir toda noción de altruismo. Son las mismas ideas neoliberales, precarias, brutales.

Todo lo patrimonial, casabe, frijoles, joropo, es conde-nado a la aniquilación convulsiva. Solo la Coca-Cola les sacia la sed, preferiblemente Zero. Tan radicales son que se aniquilan a sí mismos, liquidando sus propios bienes, como intentaron arrasar la industria petrolera y el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.

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La cómica

Venezuela ha alfabetizado más de un millón de per-sonas en un año. Recuperó su industria petrolera.

Derrotó el imperio más poderoso de la historia en cua-tro ocasiones: golpe, paro, guarimba, Referendo, para no contar la del siglo XIX. Lo ha comenzado a derrotar fuera de Venezuela: en la OEA y descalabrando el ALCA. Ha te-jido una robusta red petrolera. Su Presidente es aclama-do por multitudes por doquiera que pisa. Hasta el Miami Herald reconoce el miércoles pasado que Venezuela está unificando la América Latina. Rompió el bloqueo a Cuba. Mantiene trato de igualdad con varias potencias mundia-les. Reparte un millón de Quijotes ante la admiración del mundo. Distribuye otros siete millones de libros y aún hay, ya impresos, dieciocho millones por entregar y el infinito por imprimir. Devuelve la vista a miles de personas. Salva la vida a cientos de miles barrio adentro. Revive la idea de socialismo que avergonzaba aun a partidos que la deslu-cen en su nombre. Derrota los medios golpistas sin tocar una pieza de su denso plumaje, dejándolos freírse en su propia salsa. El inclemente Álvaro Uribe le pide perdón. Vuelve a oír su música en su momento más estelar, tanto que no sé de otro país que goce de una explosión sonora de esta calidad incalculable. Escúchala. Ha recomenzado a discutir los grandes temas que se arrinconaron durante décadas y que habían desvelado a generaciones. Ha vuelto a leer a Rómulo Gallegos, a Andrés Eloy Blanco y a Juan Pablo Pérez Alfonso, que los suyos habían desamparado. Ha vuelto a ser alguien en el universo mundo. Tuvo en 2004 el que tal vez sea el récord de crecimiento econó-

llevado a una cárcel clandestina, torturado, humillado, denigrado, invadido, exterminado.

Basta que un nigeriano denunciado como terrorista haya pasado una temporada en Yemen para que se bom-bardee a ese país. Y basta sufrir un terremoto para ser ele-gible para una invasión.

No se cumplieron las normas internacionales elemen-tales de solicitar el permiso del gobierno del país invadi-do, porque imperio no pide permiso.

La humanidad no solo debe temer el recalentamiento global, el consumismo que lo provoca, la dislocación éti-ca capitalista, sino que ahora cualquier pequeña pertur-bación puede provocar la instalación de bases militares y una invasión.

Estamos encerrados con una fiera herida y enloquecida.

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La era Wikileaks

De lo que no se puede hablar, lo mejor es callar.

Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus

Para asegurar datos digitales secretos hay que poner-los en un archivo cifrado, en un disco duro formatea-

do y dañado, encerrado en una caja fuerte enterrada bajo varios metros de hormigón, custodiado todo por guar-dias insobornables. O sea, no hay manera porque todo eso se puede resolver: violar la contraseña, el disco se puede reparar y aun formateado se puede recuperar la información, la caja fuerte se puede abrir. Y... ¿hay guar-dias insobornables?

Es solo cuestión de tiempo que todo se devele. Antes los archivos del Departamento de Estado estaban solo en toneladas de papel en miles de metros cúbicos. Ahora basta una llave USB, arrastrar un ícono de un volumen a otro, anexarlo en un correo electrónico y zuas a las pri-meras planas.

El documento confidencial es una especie en extinción. Y mientras más sensible e importante, más expuesto a una infidencia. Vivimos en una pecera.

Cualquier celular tiene micrófono y cámara. Están en todas partes. Algunos se pueden activar remotamente y delatar una conversación secreta, porque ya no hay con-versaciones secretas. Hay impúberes que divulgan y co-mercian sus ajetreos sexuales. Nada lo impide. Antes la pornografía con infantes era privativa de adultos incalifi-cables. Ya no. Solo será secreto lo que carezca de interés.

mico mundial. Ha multiplicado los propietarios privados al hacer justicia en la tierra urbana y rural y esparcir cré-ditos. Ha enfrentado al fin su régimen feudal al tomarse en serio el capitalismo precisamente para vencerlo, ese que Cabrujas llamó «capitalismo guasón». En fin, cam-bió, como decía Juan Parao en Cantaclaro, sí, el de Galle-gos, «el menudo por la morocota». Me falta tanto, pero no debo pasar de 2.300 caracteres.

Y aún hay gente dando cómicas por una alcaldía, una concejalía, un puestico, una quimérica candidatura presi-dencial en 2012. Menos mal que ya vamos distinguiendo a los grandes de los ridículos que pronto olvidaremos.

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La izquierda delicada

Para verificar que su futura nuera fuese princesa de verdad, cierta reina puso a una niña una lenteja bajo

veinte colchones. Al día siguiente la sifrina se quejó de un tuyuyo en la real cama, que no la dejó dormir.

Así, cierta izquierda ansiosa de perfección se espanta de que Chávez brinca y brinca en un estadio argentino, que canta mal, que «no se da su puesto de presidente».

Otros objetan su pasado militar, haciendo esta brillan-te ecuación: militar + latinoamericano = dictador. ¿Y San Martín, Bolívar, Sucre, Miranda, Torrijos (padre, claro), Sandino, Seregni y Francisco Caamaño Deñó?

A otros incomoda que la calidad estética del vídeo cu-bano de la Misión Robinson no estaba a la altura del In-dio Fernández o de Ingmar Bergman. Millón y medio de alfabetizados bien concretos invalidados por esta lenteja. Cuidado con negarlos, que ahora leen.

En Contrapunto, la novela maestra de Aldous Huxley, cierto burgués socialista lee en el metro un periódico con de-nuncias contra la burguesía. Se le acerca un obrero con todo el sudor de la jornada, mientras el perfumado se dirige a una fiesta de elegantes. El olor del trabajador ofende su fino olfa-to de abstraccionista y se aleja mientras lee indignado cómo le chupan la sangre. El proletario concreto se acerca de nue-vo. Y así transcurre el pasaje. ¿Dónde estás, Almodóvar?

Otros vienen del remoto espaciotiempo a enseñarnos, luego de décadas de no pegar una, cómo es que se hace una revolución de verdad. Se agradece, pero más se agra-decería modestia.

Fernando Savater dijo que la televisión lo reveló todo. Falso. Aclaro que Internet estaba empezando cuando Sava-ter dijo eso. Ahora sí todo se puede saber. La industria de propiedad intelectual (sonido, cine, programación) está empecinada en reprimir la «piratería». Pero no puede po-ner a miles de millones de personas presas por copiar unas canciones. ¿Quién no ha copiado algo sin pagar? ¿Tú?

De modo que iremos sabiendo todo. La fórmula de la Coca-Cola o el código fuente de Windows, ponle. Y por fin sabremos quién gritó «¡te queremos, Pedro!».

Aprenderemos a vivir sin secretos. Siempre hubo el re-quiebro furtivo, la confidencia entre amigos, el informe recóndito, el hallazgo enorme de un laboratorio, cosas que unos humanos hacen para ocultarlas a otros huma-nos. Ya no. Todos tus secretos se podrán saber. Cuestión de tiempo.

Hay una fantasía magnífica de Luis Britto García en que un corrupto llama a otro: «Se supo todo». El corrupto alerta a otros y estos a todos, que huyen del país. Pues bien, gracias a Julian Assange et al. se supo todo. O casi, porque aún falta. Cuestión de tiempo.

Nunca se vio esto. Franquear secretos podía llevar al paredón, no a la ajorca electrónica que lleva Assange por seguir copulando luego de roto el condón. Un chisme ba-lurdo así. Ni Assange puede guardar secretos.

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Las aldeas Coleman

En estos meses han florecido en algunos países del G-20 numerosos campamentos de tiendas. Son per-

sonas que han perdido su vivienda y compran una tela Coleman para medio sobrevivir.

No están acostumbradas a tal vida. ¿Cómo eliminan las aguas servidas y las excretas? No hay agua potable ni elec-tricidad ni recolección de basura ni correo ni vialidad ni telefonía alámbrica ni servicios de nada. ¿Cómo cocinan? ¿Cocinan?

Imagina la irritabilidad, los conflictos, agravados si se trata de desempleados en ocio, en desesperanza, en de-presión, en penuria, los niños peleándose solares míseros, chismes, malos olores, basura acumulada, hasta que co-mienzan a perderse los buenos modales, si los había, y se desencadena la agresividad, la anomia, es decir, la depre-ciación de las normas de convivencia, en un país de gente armada y que en los últimos meses ha adquirido millones de revólveres, pistolas y rifles, que los loquitos de siempre han accionado varias veces en menos de un mes.

Con razón la dictadura mediática no nos deja ver esos caseríos. No están solo en los Estados Unidos. En Europa han proliferado las personas sin domicilio fijo (SDF), eu-femismo que designa a vagabundos, mendigos, clochards, bums, hobos, nómadas, cortes de los milagros, sans-cu-lotterie, es decir, la masa crítica de descamisados que avi-vó y protagonizó la Toma de la Bastilla, donde comenzó esta vida moderna.

Un sondeo de la emisora France 3 dice que más del 90% no se traga los acuerdos del G-20, a pesar de que la

En Francia la llaman Izquierda Caviar. En otro tiempo fue la Izquierda Divina, de que tanto se burló Vicente Iba-rra. Uno la ve «tan leve, a veces, tan que no pisa y toma café y enjuaga la taza», decía Cabrujas.

De abstracción en abstracción no entienden lo que pasa aquí abajo. Esperan al dirigente ideal, al «centauro puesto en limpio», como alguna vez esbozó Milagros Socorro. Esa izquierda celebra a Lagos, a Lula y hasta a Kirchner. ¿Será porque son blancos? ¿Será porque no mandan aquí? Es una izquierda que se quiere diferenciar de la borbónica, tan niche.

Otros encuentran en esas y otras lentejas razones de sobra para trabajar para la CIA, oh yeah. Y mira tú que siguen diciéndose de izquierda. ¡Ah, la mente humana y sus racionalizaciones!

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Latifundismo cultural

Los pobres desaparecieron de la perspectiva de pinto-res, músicos, literatos, escultores, sabios de la IV Re-

pública. Mencionar siquiera esos temas era el camino más corto hacia la descalificación. Te decían con voz lánguida que eso era panfletario o no sé qué.

Ni siquiera era una opción tolerada, como se acepta cual-quier corriente estética. La exclusión fue radical, nadie deja-ba ver tus cuadros, tus textos o te dejaba entrar en la acade-mia. O casi nadie, pues quedaron pilotos encendidos.

Fernando Báez nos cuenta en su libro La destrucción cultural de Iraq (en varias editoriales, en 14 idiomas) cómo la devastación de la Biblioteca de Bagdad no fue un «daño colateral», sino una acción deliberada, pues la cultura es estratégica. La destrucción sistemática de la cultura indígena fue uno de los principales instrumentos del conquistador, para mantener su dominio sobre el con-tinente durante más de 300 años. Si incas y aztecas hu-bieran conservado su vida intelectual, Pizarro y Cortés no hubieran triunfado tan rápido.

En Iraq son 55 siglos de cultura occidental aniquiladas en pocas horas. La cultura precisamente en nombre de la cual se desarrolla esta guerra. Se llama barbarie.

Funciona a veces, pero en otras provoca resistencias espectaculares, como en Iraq. La profanación del Corán y la ruina de ciudades y bibliotecas ha resultado contra-producente. ¿Podría Venezuela soportar pasivamente la destrucción de Miranda en la Carraca o del techo del Sa-lón Elíptico?

dictadura mediática canta loas a ese G-20, calificando sus acuerdos de nuevo Bretton Woods, de nuevo Consenso de Washington y me da flojera resumir lo demás. Es la mis-ma dictadura mediática que condena el gobierno del único país, Venezuela, que ha logrado vadear lo peor de la crisis económica globalizada. Como ves, la dictadura mediática comienza a fallar allá, tal como ha fallado en Venezuela, en donde Chávez ha subido al 71,2% de aceptación, contra un 25,3% al que ha descendido la oposición promovida obsesivamente por esa dictadura mediática.

Viene pronto la crisis política, que ya ha comenzado en la forma de disturbios callejeros. Pronto se alargará los pantalones, ojalá que no sea como en la Alemania de los años 30.

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Libya delenda est

Siempre pensé que el Imperio era insaciable, traidor y cuerdo. Pero a Libia le están cayendo a la loca los EUA,

Francia y algunos hijos de la Gran Bretaña. Cada chiflado bombardea lo que le da la gana, sin consultar con los pa-nas porque no se entienden entre sí, como en piñata, sin mando único (ver http://j.mp/hGERLk). El Nobel de la Paz tiene una puntada de pasar el mando a la OTAN, que finalmente aceptó el mando con reticencia, especialmente de Turquía, luego de largas negociaciones. Los que con-sintieron el desastre, por no usar el veto en la ONU (Rusia y la China), ahora culipandean. Italia se podría rajar por-que teme el tsunami de inmigrantes y porque la última guerra que ganó fue la de las Galias.

Cuentan que Catón el Viejo terminaba siempre sus dis-cursos en el Senado Romano con esta consigna: Carthago delenda est ‘Cartago debe ser destruida’. No importa qué tema tratase, concluía siempre con una referencia zala-mera a Cartago, de la que no quedó piedra sobre piedra. Cartago estaba en la actual Túnez, pero extendía su do-minio hasta la presente Libia. El rey San Luis de Francia fracasó en su octava Cruzada. ¿La de Nicolas Sarkozy será la novena? L’armata Brancaleone. Tragedia aquella vez, farsa ahora, ¿verdad, Marx?

No se sabe qué pasa en Libia porque pertenece a esos fenómenos desgreñados que no cogen conocimiento. Me reiría como en una película de Los Tres Chiflados si no fuese por la tragedia. Es conducta del Complejo Indus-trial Militar desde hace años. Solo me explico tanta tor-peza porque el juego es dilapidar, literalmente hablando

Sí. Algunos no solo la aceptan sino que la aplauden. In-telectuales y académicos. De esos que han recibido becas para estudiar en los Estados Unidos, por ejemplo. Cual-quier representación de nuestra identidad es expresión de atraso. Venezuela ha sido expulsada no solo de los centros comerciales, sino de las aulas.

Nos asesinan ocupando el espíritu, sin tocar los cuerpos. Apenas se abren las puertas del Teresa Carreño a todo el mundo, gritan que hay que desinfectarlo y acusan, a quie-nes osan abrir las instituciones culturales, de perseguirlos, como si alguien les hubiera cerrado alguna puerta, aunque hayan sido formados para esta barbarie de baja intensidad. Tranquilos, nadie les hará lo que ustedes nos hicieron, na-die les prohibirá seguir creando para el olvido.

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Los malcriaditos arrugaron

Piden la máxima tribuna de la nación, la Asamblea Na-cional, se les concede cadena nacional y entonces di-

cen que ese no es el lugar y que ellos no fueron a hablar de política en un espacio político por excelencia.

Uno creía que ya no había asombros. Esta oposición no hace sino superar su propia estupidez, afortunadamente no es capaz de entender el abismo inmensurable de su incapacidad porque está convencida de que es la gente educada porque sabe unas cuantas marcas de ropa y oye cancioncitas en inglés.

¿Qué dirán ahora? Que esto confirma que no hay liber-tad de expresión. O sea, que la máxima libertad de expre-sión posible: la más alta tribuna nacional y cadena nacio-nal de radio y televisión, con toda la prensa y los medios internacionales, no es libertad de expresión. O sea.

Con razón su líder es Manuel Rosales. Tenían la gran oportunidad histórica y no tuvieron nada que decir, que es en realidad la única razón para el arrugue más vergonzoso de la historia de Venezuela y uno de los más asombrosos del mundo en todos los tiempos.

Si la Asamblea Nacional no es el lugar adecuado, ¿por qué lo pidieron? Los malcriados piden algo con insistencia y cuando por fin se lo dan lo baten contra el suelo con cualquier pretexto, porque, como en el cuento, solo se trataba de joder.

Hay que ser bien bolsas claras para seguir creyendo en esa dirigencia opositora. Hay que tener bien reblandecido el cerebro, hay que tener un discurso bien ralo y deshabi-tado para seguir sosteniendo a esa oposición. Sorry.

y volando, cuanto armamento se pueda en un potlatch diabólico para reactivar la economía y saquear petróleo, sobre toda otra riqueza, incluyendo la vida. Recuerda el 1˚ mandamiento: Amad el Capital sobre todas las cosas. ¿Qué guerra ganaron los EUA después de la Segunda? Y esa guerra no la ganaron solos…

Eso ¿planifican? para Venezuela los chicos opositores: huelga de hambre > masaje de nalgas > cierre de calles > violencia mediática > Consejo de Seguridad > invasión > zurriburri tipo Iraq y Afganistán, clima que causa orgas-mos múltiples a la ultraderecha. No por simplón este plan de Cerebro (el amigo de Pinky) es menos genocida (ver http://j.mp/g2eK8Y). Ya lo ensayaron en abril de 2002.

¿Paranoia? Tal vez, pero como dice Andy Grove, dueño de Intel: «Solo los paranoicos sobreviven».

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Mengele hoy

¿Para qué sirve el horror? La tortura obtiene informa-ción, por ejemplo, pero a juzgar por ciertos resultados

inútiles, cabe preguntarse si ese es el único fin. El Doktor Josef Mengele, por ejemplo, sometía a sus «pacientes» a experimentos tan despiadados como inservibles. ¿Por qué lo hacía entonces?

Thierry Meyssan, en un aterrador artículo reciente (voltairenet.org/article162810.html), expone que Barack Obama no puede cerrar Guantánamo porque destaparía la vasta red de centros de tortura afincados en mil lugares en aviones, en barcos, en tierra, en donde se experimen-tan «tratamientos» que refinan la tortura china, la Inqui-sición y los ensayos de Mengele, es decir, lo narrado en la película El huevo de la serpiente, de Ingmar Bergman. Puede ser.

Pero también puede ser algo más perverso.

El terrorismo de Estado cumple varias funciones cons-tatables sin mayor esfuerzo. Una es el papel de choque: la tortura para obtener información, para intimidar. Es la figura visible. Pero hay otro aspecto aún más aterrador.

El exterminio de grupos humanos, gitanos, testigos de Jehová, comunistas, homosexuales, socialistas, judíos, etc., sirvió para «justificar» la supuesta superioridad aria. Pero también para otro horror que me vengo maliciando.

Cuando en Guantánamo se tira un ejemplar del Corán en una cloaca, delante de un musulmán, se está cierta-mente profanando un libro sagrado, pero también se está humillando una religión, una cultura, un grupo humano.

La comparación entre lo mejor que tenían como es-tudiantes opositores y los bolivarianos fue una pelea de burro con tigre. Lo vimos todos. El orador que eligieron ellos mismos no hizo sino leer un discurso escrito que solo contenía la Vulgata mediática, la cartilla suministrada por la CIA. Luego vinieron los estudiantes bolivarianos, cultos y elocuentes, y terminaron bellamente de confirmar el ri-dículo opositor. Lo vimos todos.

No tienen razón ni en el modo de atarse las trenzas de los zapatos ni en el modo de caminar porque no tienen autonomía. ¿Quién les ordenó retirarse? El mismo que or-denó a los candidatos de oposición apartarse de las elec-ciones del 5 de diciembre de 2005. ¿Cómo no pensarlo?

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Mírate, MariCori

La gente ha visto a Lupita Ferrer y, no es por desme-recer tu esfuerzo, María, pero Lupita lo hace mejor.

Y además las nuevas actrices son más naturales, aunque últimamente han degradado el verismo que les enseñó José Ignacio. Ese melodramatismo de Eloísa se presta para mofas. Te lo dice uno que tiene años tratando de cultivar la befa. Estás aprendiendo apresuradamente tu papel de preocupada por los pobres, estás coleándote en los barrios, ya no te limpias públicamente el beso popular, haces tu esfuerzo en la Asamblea Nacional, luces bien. Te están enseñando a flexibilizar la voz, a realzar gestos, a apretar los ojos para expresar desvelo. Pero mírate.

Rafael Caldera también recibió sus clases de imposta-ción de voz, de matización. Algún jesuita histriónico se-ría o un maestro de arte dramático, no sé, pero se parece mucho a tus instructores. Lo malo es que la telenovela funciona solo en su contexto. Carlos Monsiváis dijo que la radionovela y la telenovela nos enseñaron a los latinoa-mericanos el habla solemne: «Si sales por esa puerta, ol-vídate de que tienes padre».

Se te ven costuras de telenovela, metes mucho embus-te sin medir que la mayoría de tu audiencia no es idiota, como que la pobreza aumenta mientras a los pobres cons-ta que disminuye y para las demás clases, salvo quienes no son egoístas, más bien alarma que haya menos pobres.

¿Cómo lograrás ese país que pintas tan bonito con tu suplente Ricardo Sánchez? ¿Será tu vicepresidente?

Si tus visitas a los barrios no son oportunismo de aho-ra, habrás notado el aumento del nivel educativo y, por

Los experimentos en curso por parte del Pentágono en diversos lugares del mundo, dice Meyssan, se proponen la degradación de la víctima, que termina colaborando en lo que sea. Se practicó con prisioneros estadouniden-ses durante la Guerra Fría, durante los Juicios stalinistas de Moscú, de Rudolf Slánský et al, en Praga, en que los acusados terminaban «confesando» públicamente cual-quier «crimen».

Pero el horror más atroz es la degradación del victi-mario, del torturador, de la soldadesca invasora, de la población entera del país ocupante, pues si quieres des-humanizar a alguien tienes antes que deshumanizarte tú. Las sociedades imperiales necesitan agentes así, como los «hermanos inquisidores», los sicarios mediáticos, los SS, que eran paramilitares, como Mengele.

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Muerte provisional

El juez mayamero Arthur Rothenberg propone el en-tierro «provisional» de los restos de Carlos Andrés Pérez.

La muerte, entre otras exigencias, tiene la de prescin-dir del cadáver, apartarlo para siempre. El ser humano, observó Miguel de Unamuno, es el único animal que en-tierra sus muertos. Es un deber, pues, inexcusable.

Porque es escándalo cuando se excusa. Como aque-lla novela formidable de William Faulkner, de las gran-des del siglo XX, Mientras agonizo (As I Lay Dying), en donde el cuerpo de Addie Bundren se va descompo-niendo durante la sudorosa marcha hacia su sepulcro. Cada personaje que la lleva y la muerta misma mono-logan un pedazo de la historia, que se entreteje admi-rablemente, que por algo está en las enciclopedias. El título lo tomó Faulkner del Canto XI de la Odisea, cuando Agamenón ya muerto cuenta cómo lo asesinó su esposa: «Mientras yacía muerto, la mujer de ojos de perro no cerró los míos en mi descenso al Hades», el paraje griego de los muertos.

No sabemos lo que hay más allá, por eso dice el poeta ruso-francés Claude Aveline, «la muerte es un misterio que nos pertenecerá a todos». Es escalofriante contem-plar, bajo la luz negra de esa frase, a la gente afanosa y distraída: ¡van a morir! Por eso nos sobrecoge la muerte. Malraux decía que ella hace que la vida se vuelva un des-tino. «Un golpe de ataúd en tierra es algo/perfectamente serio», dijo Antonio Machado. La muerte no sirve para nada, decía Heidegger, y añadía que somos un ser para la muerte. Los mexicanos le rinden un culto cordial porque

tanto, de la conciencia y el hilván esbelto de las palabras. La gente lee, María. Ya no es como en la IV República, cuando bastaban consignas hueras: contra el miedo vota blanco, ese hombre sí camina, vamos a echarle pichón, Arturo es el hombre, palante.

Tu expresionismo de sifrina de otrora no es del barrio y se nota que simulas y simulas mal. Te adoctrinaron como a Manuel Rosales en no responder preguntas comprome-tedoras sino en llevarte el tema para donde quieres. Está bien, pero no es suficiente. Mira que Rosales perdió. Feo.

Pero no te desmoralices. Tienes ímpetu, dólares de la NED, la mano de George W. Bush y bonita figura. Reúnes las condiciones ideales para un lucido segundo lugar.

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Obama no puede

Invadir el mundo. Y no es solo cuestión de ética.

Antes y después de Maquiavelo se ha estipulado que la política debe ser ética. Esta posición tiene dos vertientes: la verdadera y la farisaica.

La encrucijada en la que se encuentran los Estados Unidos puede iluminar la vieja discusión, porque aun aceptando una desintegración entre ética y política, no pueden seguir la dirección bushista. Así y todo, Obama ha consentido que la burocracia del Departamento de Estado, que heredó, siga declarando la guerra al Planeta con una arrogancia peligrosa. Nadie sirve salvo los Esta-dos Unidos, Colombia e Israel. Veamos: son indeseables, a saber: Afganistán, la Argentina, Bielorrusia, Bolivia, la China, el Ecuador, Irán, Iraq, México, Paquistán, Rusia, Sudán y Venezuela. Casi nada. Otros imperios declararon la guerra al mundo: Persia, Roma, Arabia, China, España, Inglaterra. Macedonia, Francia y Alemania fracasaron. Francia pudo con algo del África y con escasas posesiones en América, que aún le duran.

Los que pudieron lo lograron a lo largo de siglos, pero Alejandro murió antes de consolidar su fulgurante impe-rio. A Francia y Alemania los atascó el general Invierno en Rusia. Calcularon mal porque calcularon con soberbia.

Los Estados Unidos también. El imperio les funcionó luego de 1945 en la América Latina y en Europa. Solo les queda la Europa ocupada y parte del Sudeste Asiático. Su dominio sobre el Medio Oriente opera tan trágicamente como en Afganistán e Iraq. Su auxiliar Israel ha recibido dos palizas recientes y seguidas: en el Líbano y en Gaza y

la inmortalidad también tiene sus inconvenientes, como traté de mostrar en http://j.mp/e8g7Qt.

Venezuela tiene tradición de cadáveres insepultos. Otro que anduvo deambulando después de muerto fue Joaquín Crespo luego de la Mata Carmelera, trasladado su cadá-ver tal cual como en la novela de Faulkner. Simón Bolívar anduvo sin sepultura pasando las vicisitudes de la super-ficie. También le ocurrió a Rafael de Nogales Méndez, cu-yos despojos nadie reclamó durante años, arrinconado en un almacén portuario. A Tomás Lander, el Dr. Gottfried Knoche lo sentó muerto ante su escritorio, donde estuvo años, con la pluma levantada, con las ventanas abiertas, hasta que Antonio Guzmán Blanco impuso a su familia el Panteón Nacional.

Todos han sido fatalmente enterrados, pero ninguno «por un tiempo», figura del derecho nueva para mí, que movió a este juez gringo proponer un sepelio «provisio-nal». Aunque mirado con ojos cristianos, toda sepultura es transitoria, mientras llega el Juicio Final, razón para que mucha gente no acepte donar órganos ni que la cre-men, para estar entera el gran día de la última rendición de cuentas. A otras personas les va peor, rindiendo cuen-tas a poco de morir porque, por mucho bien o mucho mal, son cadáveres incómodos.

No es decente burlarse de la muerte de nadie, como hace alguna gente que no calificaré con la muerte de los revolucionarios, incluso de infantes. A eso ha descendido alguna gente de la oposición. Espero que no toda. Nadie se ha burlado de CAP desde el lado revolucionario, prime-ro porque eso no se hace y también porque no hay peor burla que la que le están haciendo sus deudos.

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¿Nos damos?

Al final de la Segunda Guerra la Iglesia quedó bien mal parada porque Hitler y Mussolini ascendieron a Pío

XII a papa, quien por eso calló el Holocausto. ¿Qué pasó al terminar la Guerra? No hace falta fatigar archivos se-cretos, pues por sus obras los conoceréis: desde entonces la Iglesia ha cooperado en cuanta trastada el Imperio la ha metido, como el acoso y derribo de la Revolución Boliva-riana. Y también los trogloditas sudamericanos, la ultra-derecha centroamericana, con inmolación de religiosos de base, ¿verdad, Leopoldo Castillo? Y justificación de todo despotismo en Venezuela, incluyendo torturas y asesina-tos.

La Iglesia tiene sobrados techos de vidrio: sus tropelías cuando tenía poder absoluto que era cuando hubiera sido bonito cuadrar con los débiles. Cruzadas para usurpar rutas comerciales; represión de la ciencia; legitimación criminal de todo rey, rico o tirano. Justificó la esclavitud en América y se opuso a nuestra Independencia argumen-tando que el terremoto de 1812 era castigo de Dios por rebelarnos contra el Imperio Español. Igual dijeron del deslave de 1999.

Nicolás Aymerich, autor del Directorium inquisito-rum, ‘manual de inquisidores’, clavaba la lengua de los blasfemos mientras les decía: “¿Por qué no te callas?”. Se-gún ese manual, la Inquisición no debía oír a familiares y sirvientes del acusado, porque atestiguarían en favor de él. O de ella, que la mayoría eran mujeres. La Iglesia es misógina. Pero si la acusaban, entonces sí se les oía. Acu-sar era condenar. La reo era “relajada al brazo seglar”, o

en esta última sin recibir un tiro. Es alarmante. Solo causa muerte y destrucción sin ganancia alguna y crea para sí un pésimo ambiente internacional.

¿Qué se trae Obama? O el complejo industrial-militar histérico que controla los hilos del verdadero poder. ¿Se propone invadir la América Latina desde el Río Grande hasta la Patagonia? ¿Conquistar a Rusia y a la China? ¿Seguir con los “golpes suaves”? ¿Restablecer la recluta? ¿Todo al mismo tiempo y en medio de esta debacle econó-mica desmoralizante?

Esto demuestra que la ética sí paga, pues solo queda subordinar política a cordura y decencia para ganar todos, empezando por sus precarios guiñoles de aquí.

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Nuestra izquierda caviar

Llámase en Francia así a una que nunca halla la revolu-ción químicamente pura y sí encuentra mil pretextos

para no hacerla. Le aterra que una impureza manche su blanca túnica. Sufre desazón por lo real, especialmente si es heterogéneo. En su ensueño de vestal cualquier com-promiso con lo complejo le hace chillar.

Son burgueses (o suplicantes de tales) que exigen sa-ciar sus refinados apetitos por el lado izquierdo del espec-tro social. Hay una memorable situación en la magistral novela Contrapunto de Aldous Huxley, en que Walter Bi-dlake, izquierdista caviar si los hay, va en el metro a una fiesta suntuosa. Lee un periódico socialista que denuncia en abstracto la explotación del proletariado. Aparece un proletario concreto con su braga sucia y su olor complejo. Bidlake se aparta asqueado, pero el obrero se le vuelve a arrimar empujado por la multitud, que a esa hora regresa fatigada a casa mientras otros empiezan el bonche. Walter cometerá adulterio con Rita Tantamount (‘tanto monta’), otra burguesa embustera. Huxley dedicó su primera, cíni-ca y mejor etapa literaria a reírse del fashionable London de los años 20, en que había fascistas, izquierda patrañe-ra, feminismo machista y otras fealdades.

Durante el Directorio de la Revolución Francesa hubo unos jóvenes llamados increíbles ellos y maravillosas ellas. Su vestuario era estrafalario y su hablar sifrino: no pronunciaban las erres porque les recordaban la de la pa-labra revolución. Fue durante la Reacción Termidoriana, a la muerte de Robespierre, cuando se volvieron boga el sifrinismo y la restauración de los privilegios. Se pusieron

sea, entregada a un tribunal laico con el “ruego” de tener piedad por ella. Ah, pero si este tribunal no la quemaba amorosamente, viva, entonces era ese tribunal seglar el juzgado por el tribunal de excepción de la Inquisición. La Iglesia, pues, no quemó a nadie.

¿Hablamos del Banco Ambrosiano y de la Logia P2 de los que tanto sabía Rosalio Cardenal Castillo Lara?

La Iglesia ha acumulado, pues, una imagen atroz. Le convendría prudencia en esta cartilla contra el “comunis-mo” que el Imperio ordenó a sus loritos, ahora que ese mismo Imperio protestante la asedia por su esencia pede-rasta. Pero si quieren nos damos. Será otra pisada hacia su debilitamiento, iniciado en el siglo XVIII.

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Oposición y vileza

No hace falta envilecerse para oponerse a un gobierno. Es más, Leo, Andrés Eloy, Gallegos, tantos en nues-

tra historia, han ganado dignidad oponiéndose a diversos gobiernos. Mandela, Gramsci, Julius Fucík.

Pero aquí se dedican a deshonrarse con un brío auto-inmolatorio, como TalCual, por ejemplo, dirigido por un tipo inteligente y culto, que no hace sino degradarse cada día más. Leído el editorial, no hay más nada que valga la pena siquiera hojear ahí. Si es que vale la pena leer el edi-torial, esa colección de afrentas sin fundamento.

No se entiende. Inventan mentiras garrafales, que rá-pidamente se les caen. La última fue la del “garrapiño”, una herramienta usada por la Guardia Nacional para re-tirar barreras. Pues El Nacional inventó que se trataba de la “araña española”, instrumento de tortura que no tiene nada que ver con el garrapiño, pues se trata de una tenaza hecha para arrancar las carnes por parte de la Santa In-quisición de la Religión de Amor que profesa Nitu Pérez Osuna, que fue la más apasionada denunciante del garra-piño. Se les refuta ampliamente la información y se que-dan como si nada, listos para la próxima vileza.

El director de TalCual tiene además liderazgo en la mayor parte de la intelectualidad de oposición. ¿Por qué no organiza a esos letrados a fin de que pongan a sudar al gobierno para defenderse de argumentos serios y bien pensados, que los hay? No. Ellos prefieren la calumnia, el engaño brutal, estúpido, mientras más imbécil mejor. Odio en estado puro. Órdenes de la Embajada, claro.

de moda los “bailes de víctimas”, en que se danzaba de luto, pues solo se admitía a parientes de guillotinados du-rante el Terror. Se saludaban con una seca inclinación de cabeza para evocar la guillotina. Pero aquellos al menos se tomaban lo trágico con risa, pues total, dijo Nietzsche, el humano sufre tanto que tiene que reír.

Aquí aburren y se consagran a denostar de todo lo que haga la Revolución Bolivariana, bueno o malo, pero especialmente bueno. Les horroriza todo lo popular. Se aglomeran con la burguesía desabrida que llamó “sambó-dromo chimbo” el desfile del 19 de Abril. Por fortuna no dañan; solo fastidian y hacen reír, a veces y poco.

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Ortografía neurótica

La ortografía es una histeria colectiva. Un error y pier-des empleo, carrera, prestigio. Todavía se recuerda

que un candidato extravió la Presidencia de Venezuela en 1945 porque escribió *entuciasmo (pondré asterisco * ante los casos considerados “incorrectos”).

En la recientemente anunciada ortografía de la Real Academia Española hay poquísimas innovaciones, algu-nas ni siquiera son tales, pues datan de 1952, la última vez en que la Real hizo algo útil. Pero no le obedeció la gente, incluso joven, que aún escribe *fué y acentúa los demos-trativos éste, ése, aquél, muchas veces donde y cuando no corresponde. Lo mismo ocurre con sólo. Pocos entienden bien ciertos instrumentos de la escritura como el acento ortográfico o las mayúsculas. Los prodiga a granel sin en-tender lo que va escribiendo. Es culpa de la Real, que, in-sisto, tiene mala ortografía http://bit.ly/ao72Zm.

Hay una interesante renuencia malcriada, acertada y política a seguir los anunciados mandatos de la Real. Aho-ra vienen con que sí se pueden ciertas cosas por las que tanto nos escarnecieron. Otra autocracia elimina Limbo, Reyes Magos, mula y buey, después de quemar tanta gen-te por eso. Sí, es irritante.

Dos lenguas tienen academia: la francesa, la original, y la española. Son instituciones innecesarias, monárqui-cas, es decir, totalitarias, por republicana que ahora sea la francesa. Disponen del idioma despóticamente y nos mantienen en estado de indefensión.

El caso de la ortografía española parece más burla que dictamen serio. Como señaló Andrés Bello http://bit.ly/

Otro heredó El Nacional, que fue con mucho el me-jor periódico de la América Latina y de los mejores del mundo, que uno echaba de menos cuando estaba fuera de Venezuela. Una vez Cabrujas interrumpió un festival de teatro shakespereano en Inglaterra para adelantar su regreso a Venezuela. Le hacía falta El Nacional, dijo. Pocas veces fue tan certero un lema publicitario como este: “Si el domingo no existiera, El Nacional lo hubiera inventado”. No había domingo sin él. Era eso que llaman un periódico de referencia. Uno lo usaba para verificar las informaciones. Ahora es al revés. La única verdad que publica es la fecha y a veces la pongo en duda. Si un día me informa que el Ávila queda al norte de Caracas, me busco un mapa y una brújula para verificarlo, porque hasta cuando dice la verdad me pregunto por qué per-versa razón le convino decirla.

Son sadomasoquistas, pero más masos que sados. So-bre todo los que les creen.

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Problemas de Cuarta

Según los noticieros suizos hay numerosos problemas en ese país: hay un alga indeseable en los lagos, com-

batida por medios electrónicos; un helicóptero cae, sin víctimas; la canícula amenaza a los ancianos; la lotería se desvela porque piensan eliminar las vende-paga.

En un artículo que escribí hace años, titulado “Este can-tón canadiense”, hablaba del tacto que tenía el segundo gobierno de Caldera ante los problemas. Como si fueran a lo sumo el color del uniforme escolar; que un transeúnte borracho atraviesa la calle sin atender el semáforo, por lo cual casi lo atropella un ciclista distraído; autobuses que llegan con minutos de retraso.

La Cuarta República tenía flema de alcalde suizo. Siempre había una ley, un reglamento, una resolución, una pragmática, un edicto que impedía contentar a la ma-yoría, curar enfermos, educar niños, alfabetizar adultos. La prisa es plebeya, claro. Aún se obstinan: no es posible salvar miles de vidas ni restituir la vista a nadie porque un médico extranjero no debe laborar en Venezuela. «¡Que se mueran!», gritaron una vez ciertos eminentes médicos venezolanos de Cuarta, durante una huelga que implicaba el cierre de las emergencias.

Pero ahora, cuando los problemas se enfrentan, toman-do atajos contra la burocracia de Cuarta, los gobernantes de aquella época, entonces sí, se enardecen y se apresu-ran con acciones de emergencia: golpes, paros, sabotajes, guarimbas, paramilitares, bombas.

¿Qué agresiones han recibido? ¿Quién les ha quitado o amenazado con quitarles qué? ¿Qué privilegios han per-

bN1NW0, hay tres criterios aplicados caóticamente: eti-mología, pronunciación y uso.

La Real no sistematiza cuál criterio seguir y entonces hay que decidir caso por caso. Debemos poner h muda porque así escribieron los romanos. Podemos escribir armonía y arpa sin h, pero no sé por qué no se puede suprimir h en haber. Y la Real debiera explicar el porqué de la ortografía caótica de la serie conciencia, inconsciencia, consciente e inconsciente. ¿Quién será tan inconsciente que mantiene este caos de una s que ahora ves y ahora no ves?

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¿Qué es un terrorista?

A Julian Assange de WikiLeaks lo juzgan por terrorista y a Luis Posada Carriles por embustero. Como enjui-

ciar a Al Capone por malas notas en la escuela.

Así opera la Inquisición. Esa santa y paranoica insti-tución desató su furor persecutorio mediante la estigma-tización de la víctima, al elevar la herejía a Mal Absoluto. Quemar vivo a un hereje, preferiblemente a una hereje, porque la Inquisición era misógina, era un mal menor al Absoluto.

Uno supone que calificar a alguien de Mal Supremo debe hacerse con solemnidad, con miramiento, luego de escrutar las minucias, etc., porque es algo que merece la hoguera; pena, me parece, bastante molesta.

Pero no, la Inquisición Santa prodigaba el calificativo de hereje sin cortesía y le raspaba un fósforo en cualquier plaza vacante. No se sabe cuántas “brujas” mandó a achi-charrar vivas. Una señora se mostraba algo danzante y los santos frailes la torturaban y hacían tostar por hechicera. Imagina los alaridos desesperados, sus hijos e hijas inclui-dos, el olor a carne quemada. ¿Imaginas a Cristo en eso?

El método no ha cambiado mucho allá que se diga. Al soldado Bradley Manning, acusado de filtraciones a Wiki-Leaks, lo tienen en condiciones no mucho mejores: no lo dejan dormir, lo hacen caminar en su celda horas y horas y demás tratos, como los de Abu Ghraib y Guantánamo, propios de una verdadera democracia; no esta dictadura venezolana en que los asesinos de oposición gozan de In-ternet, Blackberry y otras torturas despiadadas, que eso parte el alma francamente.

dido? ¿A cuántos de ellos han caceroleado en su casa du-rante seis altas horas de la noche? ¿A cuántos moribundos suyos les han gritado «¡vete pa Cuba, vieja cancerosa!»? Pregunticas nada más, porque hay reacciones que no en-tiendo. Durante la dictadura carmoníaca, la TV instigaba a delatar chavistas; no así con los carmoníacos cuando su dictadura cayó.

De lo único de que pueden quejarse es del trabajo que perdió su gente porque lo abandonó, instigada por sus di-rigentes. ¿En qué país se abandona y sabotea un trabajo sin consecuencias? ¿En Suiza?

Claro, están derrotados una y otra vez, algo insufrible y exasperante para los engreídos. Debe ser horrible ser un engreído.

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¿Qué icono prevalecerá?

Hay iconos poderosos: la Creación del Hombre de Mi-guel Ángel en la Capilla Sixtina o los bisontes de la

Cueva de Altamira.

Los hechos históricos están marcados por iconos, como el soldado soviético clavando su bandera en Berlín para marcar la derrota del nazismo. O la niña que corre gritan-do rociada de napalm en el Vietnam.

Son imágenes que resumen períodos históricos, Car-los Andrés Pérez saltando el charco; Lusinchi imponiendo la Orden del Libertador a Blanca Ibáñez, bajo la mirada complacida de Simón Alberto Consalvi.

Los iconos pueden ser verbales: «No renuncio ni me renuncian», dijo Rómulo Betancourt ante el pedido de que dimitiese. «Por ahora», dijo Hugo Chávez el 4 de fe-brero de 1992.

O musicales, como la canción Lili Marleen, que evoca la Segunda Guerra Mundial para todos los bandos. La Marsellesa, que evoca la rebeldía francesa tanto como el cuadro de Eugène Delacroix La Libertad conduce al pueblo.

¿Qué imagen prevalecerá de la Venezuela de hoy? Cito solo algunas sin orden cronológico. ¿Los partes de guerra de Carmona y Ortega durante el Paro? ¿Daniel Romero triunfal leyendo su decreto? ¿Su imagen abatida al día siguiente en el sótano de Miraflores? ¿Isaías Rodríguez declarando a aquellos rezagados aterrorizados que se ga-rantizaban sus derechos humanos? ¿Aristóbulo Istúriz entrando a Miraflores? ¿Hugo Chávez bajando del heli-

Ya no te motejan de hereje porque la Iglesia perdió el poder exhaustivo que otrora le causó tanta fruición. Hoy eres terrorista. A los trancazos. No te tomas la sopa, miras a quien sea con lujuria, se te rompe el condón y no paras el coito, como Assange, y la Gran Democracia te puede llamar terrorista y prepárate a morir.

El gobierno venezolano, elegido y relegitimado como en 15 elecciones, ocupa unos hoteles vacíos para que la gente con el agua infecciosa a la cintura no pase la noche de pie, en total oscuridad, aterrorizada por otra posible creciente, con críos en brazos, y cualquier personal menor del Departamento de Estado lo puede intitular terrorista.

Es más, este artículo es terrorista. Y tú que lo lees tam-bién. ¡Corre!

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Quiebro bancos

Me ofrezco para quebrar bancos. Si algún banquero es tan inepto que no logra quebrar su banco, me ofrez-

co para quebrárselo rápido, en una operación fast track, como dicen los IESA boys. Es más, garantizo ser mejor quebrador de empresas que los mejores IESA boys.

Antes tener un banco próspero era sinónimo de triunfo capitalista. Pues no. Los tiempos han cambiado, the times they are a-changin’. Esos eran los dinosaurios, que es el término favorito de los neoliberales para calificar todo lo que no sea mano invisible y fundamentalismo capitalista. Ahora ni siquiera hay que proclamar que no debe haber intromisión del Estado, ahora se exige que el Estado in-tervenga, siempre que sea para auxiliar a los banqueros y demás ineptos. Si Obama propone ayudar a los pobres, se lo tilda de socialista y si es posible de chavista.

Ahora lo chic, lo que se está llevando en la temporada, es ser dueño de un banco quebrado, Lehman Brothers, J.P. Morgan, etc. La enumeración es larga. Lo que es moda no incomoda. Bertolt Brecht preguntaba al final de su Ópera de tres centavos: “¿Qué es un asalto a un banco comparado con la fundación de un banco?”. Ahora habría que decir: “¿Qué son un asalto y la fundación de un banco comparados con la quiebra de un banco?”.

Porque de acuerdo con la nueva doctrina económica, quebrar un banco es lo ideal, por dos razones, por lo menos: porque te quedas con los fondos de los ahorris-tas y demás cretinos que creyeron en ti. Y porque enci-ma el Estado te premia con más billete. Redondo. ¿Hay mejor negocio?

cóptero aquella madrugada del domingo 14? ¿Los solda-dos golpeando la palma con el puño en gesto bolivariano en la cornisa del palacio? ¿El fax de Chávez del 13 de abril de 2002? ¿El lego de Juan Fernández? ¿Las colas para es-perar gas o gasolina? ¿El Pilín León zarpando? ¿Los pato-teros de alta cilindrada obligando negocios a cerrar? ¿Los dirigentes llamando «¡A Miraflores!» en Chuao el 11 de abril de 2002? ¿Ortega con bigote de charro? ¿Las imáge-nes de Llaguno? ¿El tipo no identificado que le dice a Héc-tor Navarro la noche del 11 para el 12 de abril: «La gente no se la va a calar», quizás la mente más lúcida en aquella oscuridad? ¿La imagen distante y borrosa de Chávez lle-gando a Frente Tiuna esa misma noche?

No sé, pero más vale andarse con cuidado porque esas imágenes, originalmente accidentales, se fijan luego y puede uno quedar para siempre como héroe o como be-llaco. Tú decides.

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Utilidad de la religión

Uno puede usarla para enfrentar a los bárbaros, sea en nombre de Júpiter o de Jehová, precisamente el Dios

de los Ejércitos. Por eso no ha de extrañarte que ese dios hable a la gente de la Casa Blanca, en persona, ordenando invasiones, matanzas, destrucción de bibliotecas y tortu-ras inéditas. Esto de las torturas no es la primera vez que pasa, desde las autoflagelaciones hasta los interrogatorios “bajo capítulo de tormento” de la Inquisición, la inventora de la justicia de excepción que se está llevando tanto en estos tiempos.

También Juana de Arco escuchó a Dios, quien le orde-nó vestirse de hombre y liberar a Francia de una invasión, casualidades, inglesa.

A pesar de ser todopoderoso, a Dios lo llevan y lo traen para fines inauditos. Hay organizaciones financieras sos-tenidas sobre Dios, como el Opus Dei de José Rodríguez Iturbe, el canciller de Carmona, que, casualidades, uno no lo ve nunca vinculado a un hospital para desvalidos, sino invariablemente en algún escándalo financiero o un golpe de Estado. No, no es raro. Los Caballeros Templarios tam-bién eran banqueros.

Igualmente justifica inmolaciones como las de los que conducen jets contra torres gemelas. Esta vez ya no se lla-ma Jehová sino Alá. Porque sirve para convertir en guerra de religión una guerra petrolera cuando tiran a la poceta un Corán, para desmoralizar a un prisionero musulmán.

No cabe en la Enciclopedia Espasa la historia de las guerras de religión, así que las paso por alto. Baste decir

El único país en donde no entienden esa maravilla es en Venezuela. Fíjese si Venezuela es un dinosaurio que ni siquiera está siendo afectada directamente por la crisis, sino si acaso indirectamente. ¡Qué atraso! Si el último gri-to es hundirse con Wall Street. ¡Pero si Venezuela se ade-lantó a esto en 1994!

Los chiquilicuatros del neoliberalismo andan soste-niendo que el Sacro Mercado era tan débil que un país bananero como Venezuela pudo arruinarlo alzando los precios del petróleo. Otrosí dicen que Venezuela se va a hundir junto con Wall Street y la caída de la bolsa es la del Socialismo del Siglo XXI.

Yo también soy bruto, amigo banquero, tranquilo, y te garantizo una quiebra bien bonita.

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Whisky 18 años

Nunca he entendido la mediocridad. Se me da más fá-cil comprender la maldad o la incompetencia. Pero

¿qué hago con el cineasta que, pudiendo con la gran pelí-cula, se consagra a la cuña intrascendente y lucrativa, solo para beber güisqui 18 años? ¿Cómo hace uno con el go-bernador que en vez de gloria busca sobornos? ¿Qué ha-cer con el artista visionario que termina pintando monas para un mercachifle de la estética?

Culpa del whisky 18 años. El Ministerio de Salud de-biera concentrar sus esfuerzos en la inspección de este menjurje porque causa ruinas aparatosas. La mayoría de las mediocridades que conozco se emprenden bajo la in-fluencia de este brebaje.

¡Cuántos escritores dejan el teclado, movidos por esta pócima! ¡Cuántas vocaciones de lucha popular terminan allende las talanqueras, en la peor sordidez, solo por este bebistrajo!

Evito este tósigo. Si voy a ser mediocre que sea por es-fuerzo propio o por medios naturales y no por esta nefasta poción. ¿Terminaría trabajando para una televisora, en-trevistando gente con un guión enviado o inspirado por la Embajada de ya sabes dónde? ¿Pondríame a redactar palangres? ¿Terminaría vociferando: “¡Primero muerto que igual!”, disfrazado de bandera? ¿Terminaría en esta oposición, guiado por una dirigencia de una mediocridad rayana en la locura? ¿Terminaría de adeco de boina roja? Porque la mediocridad que más me estorba no es la opo-sitora, sino la otra. Allá aquella, que más bien ha causado efectos muy benéficos, cual ha señalado Luis Britto Gar-

que esa invocación de Dios es una de las causas de muerte más productivas, que ríete de las enfermedades corona-rias o los accidentes de tránsito. Cualquiera invoca a Dios para matar, torturar o despojar a su vecino.

Llámese Guerra de los Cien Años, con la Doncella de Orleáns, también nombrada Juana de Arco; llámese Ope-ración Púrpura invocada por la oposición extrema, para que se vaya el Tirano, apoyada por un cardenal que augu-ra sangre y muerte masivas. No es la primera vez que un cardenal promueve cosas así.

La religión es un instrumento formidable y sirve para cubrir cualquier desmán que se le ocurra a cualquier ávido. ¿Será eso a lo que se refieren los que hablan del Dios Vivo?

Otros la usan para salvar su alma o promover la solida-ridad, pero conozco pocos.

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Yo sí soy pitiyanqui

Admiro a los Estados Unidos porque, como dice Eduar-do Galeano, “¿cómo va uno a odiar a los Estados Uni-

dos después de leer a Mark Twain?”.

Es demasiado fácil, porque es tonto, odiar a un pueblo. Odiar a los judíos por los horrores del sionismo, a los ale-manes por el nazismo, a los gringos por la CIA.

Como el chiste del venezolano que le entró a trompa-das a un español porque los antepasados de este mataron a Guaicaipuro. El agredido replicó que de eso hacía siglos y el tonto respondió:

— ¡Pero yo me enteré hace diez minutos!

Es lo que están haciendo los sionistas, pero no con ale-manes, con quienes no se atreven, sino con palestinos, por el Holocausto. No que sería bueno hacer a los germanos lo que a los palestinos, ni a nadie más, sino que esa crueldad genocida cumple con la misma lógica estúpida del chiste (sí, puede haber lógica estúpida).

Uno lee a Ambrose Bierce y de inmediato salta a la vista la complicidad con esa inteligencia maravillosa, esa ironía contra cuanta estupidez puede el ser humano. Y si a escritores vamos, podríamos llenar enciclopedias que, en efecto, llenas están de estos y miles más. William Faulk-ner, Ernest Hemingway, Emily Dickinson, Harper Lee no pueden haber salido de la nada sino de una cultura pro-funda, profusa, riquísima. ¿Cómo no admirar al país que nos brindó a Louis Armstrong, a Paul Robeson, a Carla Bley, a Ella Fitzgerald?

cía, como el rescate de la Fuerza Armada y de Petróleos de Venezuela, entre tantas liberaciones.

Veo con más impaciencia que congoja cómo demasiada gente de talento y hasta genio termina su vida irrepetible en una tasca consumiendo tapas con 18 años, sin horizon-te, sin perspectiva, sin norte, cambiando la morocota por el menudo, a diferencia de lo que proponía Juan Parao, el inmortal personaje de Cantaclaro, la novela de Rómulo Gallegos.

Prefiero a los malvados. Los amenazas y puede que se porten bien. Pero ¿cómo obligar al tonto a ser inteligente? Ni siquiera al que aprendió a ser tonto para ser mediocre, pues es proceso irreversible. No conozco recuperaciones.

Esto es, pues, una solicitud formal a las autoridades sa-nitarias. Es urgente.

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Machismo feliz

Ese fracaso que llaman oposición nos instruye. Nos lle-vó a entender las estafas del arroz «saborizado», de

las inmobiliarias, el oro, etc. Y ahora este fotomontaje de 6˚ Poder de las mujeres que encabezan poderes públicos en atuendo de cabaré.

¿Qué quiso decir? Ha sido arduo para la semiótica de-terminar qué se intenta decir, sin caer en el juicio de in-tención de la Inquisición. Hay que estudiar su contexto: los ataques sistemáticos a las instituciones, esta vez em-paquetados en cultura misógina: una mujer independien-te no es digna de ocupar poderes públicos sino un cabaré, pues la mujer es solo sexo y cuando es independiente la propia misoginia degrada su sexualidad. Se llama argu-mento circular.

María Corina Machado no avanzará mucho en su ca-rrera si sigue desviando el tema. ¿Qué dicen las demás opositoras? Carla Angola opina que «más bonitas las pu-sieron» y denuncia que la llamaron «putica» en el «canal del Estado», sin dar pruebas. Así anda nuestro lenguaje político.

Pierre Bourdieu, cada día más fundamental, decía que «somos hablados por el lenguaje», que nos dejamos lle-var sin reflexión por lo que sus reglas nos hacen decir. No debemos descuidar el machismo del discurso occidental, inspirado en las tres religiones monoteístas y misóginas de raíz semítica, aunque la misoginia se da igualita en otras culturas y religiones. La mujer ha conquistado espacios y más respeto, pero ya ves que todavía falta porque algu-na prensa sigue en la era del Apartheid misógino, que he

Ah, porque también está la tecnología maravillosa que nos aportan todos los días. La computadora personal y la Internet. Para no hablar del viaje a la Luna o del montón de enfermedades que se curan o ya no dan, por su ciencia. O a Orson Welles o a Andy Warhol. O el ejemplo de Ange-la Davis, Martin Luther King y los Mártires de Chicago. Y hablando de mártires, está Rachel Corrie, que dio su vida tratando de impedir la demolición de un hogar palestino. Esos son los Estados Unidos que admiro; no McDonald’s.

Cuando un tonto, creyendo ser irónico e inteligente, me reclama que uso alguna tecnología gringa, le respondo que ojalá usaran su maestría exclusivamente para la paz. Si la usaran solo personas como las dichas y los neoyor-quinos que vinieron con Miranda a luchar y a morir por nuestra Independencia, sería yo más pitiyanqui todavía.

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ClOdOvAldO HERNáNdEz

La profecía del cadáver insepulto ——————————————————Clodovaldo Hernández • Periodista. Premio Nacional de Periodismo, mención Opinión. Premio Aníbal Nazoa. Participó en el libro Contra-golpe del humor.

llamado la Era del Machismo Feliz, cuando nadie, ni las mujeres, con excepciones, le llevaba la contraria. 6˚ Po-der instaló su fotomontaje en la misoginia reinante: «La mujer la pata quebrada y en casa» y, si no, es una «cual-quiera». ¿Les azora que cuatro de los cinco poderes estén presididos por mujeres? Es por una duda que tengo.

¿Se denigra a una mujer pintándola como cabarete-ra? Es por otra duda que tengo. Grave. Porque ahí está el punto. Si nos dejamos hablar por el lenguaje, execramos a las mujeres emancipadas. La vida sexual judeocristiana tiene esos accidentes y hasta hubo quien inventó la tra-dición de que María Magdalena fue lo que la misoginia llama «prostituta», conseja que los Evangelios no men-cionan pero que es muy útil ideológicamente. Ni me va ni me viene esta viruta teológica, solo la señalo porque es síntoma de la siguiente perversión: la mujer o es Santa María o es cabaretera. Sumisa en ambos casos. Esa bifur-cación alimenta la contundencia de la mentada de madre, la condescendencia paternalista y la difamación de las trabajadoras sexuales.

Hace años un pintor que se hacía llamar Juana repre-sentó a Simón Bolívar vestido de mujer, lo que se consi-deró una afrenta. Pero ¿el traje femenino es afrentoso? ¿Y si una mujer hubiera liderado la Independencia? ¿Por qué ocultaron a las que pelearon en esa gesta? A las heroí-nas de hoy el machismo las tapa pretendiendo degradar-las. ¿Ves por dónde va el designio del pasquín misógino? ¿Será menos machista 6˚ Poder dirigido ahora por una mujer? Y no me diga ningún revolucionario que a la mu-jer hay que protegerla como si fuese una chiquilla, porque ahora hay militares con las faldas bien puestas.

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Ocurrencias de la hora loca

Episodios como la reciente presentación del mensaje anual del Presidente a la Asamblea Nacional hacen

pensar en la hora loca. Cada quien agarra su cotillón, se pone su antifaz de plumas, toca su vuvuzela, gira su ma-traca y algunos —los más osados— hasta hacen su strip-tease con vueltica. Que se la quite, que se la quite.

Lo más impactante son las caretas. Guerreros que se pasean por el salón con rostro de pacifistas, chicas ale-gres que hacen de payasitas tristes y gente apocada que se pone máscara de Hulk, el hombre increíble cuando está bien bravo. Es divertido, no se puede negar.

Por supuesto que en fiestas como la del mensaje presi-dencial, el comandante es el DJ, el animador, el que canta con el karaoke, el arlequín, el malabarista y el zanquero. Todo en uno. Hay que tener talento.

Entre todos esos papeles, el pasado sábado se esmeró mucho en el de DJ. Puso a todos los asistentes a la ver-bena —amigos y adversarios— a practicar ese jueguito de bailar y parar la música a ver quién se queda sin silla.

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Parlamentarismo de street

Los nuevos diputados opositores han comenzado su gestión haciendo parlamentarismo de calle. ¡Bravo

por ellos! Claro, no lo han hecho precisamente en las ca-lles de Caracas, Maracaibo, Valle de la Pascua o Sanare. Fueron a la 17th Street y Constitution Avenue y a quién sabe qué otras streets y avenues de Washington DC.

Dicen las malas lenguas que algunos de ellos querían pasarse también por el 1600 de Pennsylvania Avenue, pero todavía no están para jugar en esa liga, salvo la dipu-tada Machado que ya lo hizo alguna vez.

Sí, así son estos parlamentarios recién juramentados: no han calentado la curul con sus diestros traseros (los del chavismo son siniestros, pues) y ya se piraron para Esta-dos Unidos, buscando respaldo de la Organización de Es-tados Americanos y, lanzándose la parada de un encuen-tro en la Casa Blanca, aunque sea con el ama de llaves.

Debe ser la ignorancia que se lo come a uno, pero esa estrategia de volcarse a la escena exterior parecía mejor para la época del Parlamento rojo-rojito. Hoy en día, tras haber llenado un espacio interno muy significativo, eso de ir —a los tres días de ejercicio del mandato— a quejarse con la OEA y hacer lobby con Obama suena un poco fuera de lugar, para no decir que decididamente necio.

Antes, cuando el remilgado Timoteo iba por el mun-do entero diciendo que en Venezuela el Poder Legislativo era netamente oficialista, al margen de cuáles hubiesen sido la causas de ese fenómeno, a muchos líderes demo-cráticos del mundo les provocaba al menos oír el cuento.

La chismosa parlamentaria Elba Quiroz me dice que cuando montó la pachanga del diálogo y la conciliación quedaron fuera de base bailarines de ambos bandos. Los rojos-rojitos no entendían qué música era esa. “Les ha-bían dicho que lo que venía era joropo y el pinchadiscos de Sabaneta salió con un minué... No es fácil bailar minué con alpargatas”, comentó Elba.

Algo parecido les ocurrió a los opositores. Iban prepa-rados para un contrapunteo tipo Florentino y el Diablo y el Presidente Diyei les puso primero una musiquita para bailar pegaos y luego se lanzó con una abierta invitación al “perreo” reagetonero. La cosa no le salió del todo bien porque doña María Corina ni siquiera descruzó las pier-nas. “A ella en las horas locas le gusta hacer de muñecona o estatua viviente de la Libertad”, susurra Elba, que ya ha empezado a conocerla.

La que no sólo se quedó sin silla sino que también se cayó de platanazo en la pista de baile fue la poco festiva Iris Varela. La diputada tachirense había propuesto darle a la Ley Habilitante una vigencia de dos años, en lugar de uno. En cambio, el comandante, en su rol de mago, se sacó de la manga un recorte a cinco meses. “A Iris le pasó como a Teresita —dice Elba—, que se quedó plantada por-que el novio fue a la despedida de soltero y se enamoró de la estriper”.

Al final de la hora (siete horas locas, en rigor casi una fiesta rave), lo más impactante fue ver cómo algunos de los simpatizantes del Presidente, a pesar del desconcierto que los sobrecogía, querían hacerle un trencito. Otros, en cambio, están que se mueren de miedo. Temen que todo, en el fondo, sea un vacilón, una mamadera de gallo, una hora loca, pues.

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La estupefacta carta del SNTP

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa mandó una carta a la Universidad de La Plata, en Ar-

gentina, para protestar por la entrega al presidente Chávez de nada menos que un premio de periodismo.

La directiva del SNTP se declaró estupefacta por el ga-lardón otorgado a quien describen como un notable ene-migo de la libertad de prensa. La carta, a su vez, abunda en estupefacciones.

Comencemos por lo más simple. EL SNTP pinta un cuadro tan desolador de las empresas periodísticas aco-rraladas por el rrrrégimen que, ¡válgame el cielo!, no sé con qué cara podrá ahora un delegado sindical reclamar ni tan siquiera el pago del cesta-tique. Uno lee la cosa y le provoca —luego de enjugarse las lágrimas— hacer asam-bleas en las redacciones para proponer 50% de rebaja sa-larial voluntaria.

Esa parte de la carta parece un remitido de la patronal, aunque tengo la impresión de que ni siquiera los señores dueños de medios se atreven a lloriquear de una mane-ra tan mocosa. La burguesía -aunque, en general, es muy desvergonzada- gusta de guardar ciertas apariencias.

Otro aspecto para quedarse con la boca abierta es el manejo ligero que nuestros gremialistas hacen de la clara y filosófica diferencia entre expresar una opinión y hacer una grave acusación. Los líderes sindicales afirman que don Guillermo Zuloaga fue enjuiciado por “opinar”, cuan-do bien se sabe que el reputado caballero acusó al Presi-dente de ordenar asesinatos en masa el 11 de abril. Si estos

Hoy, en cambio, debe surgir la pregunta natural: Bueno, damas y caballeros, y si ustedes ganaron las elecciones de septiembre, como lo proclaman los medios nacionales e internacionales; si son mayoría, como juran todos y cada uno, ¿por qué se dejan meter el dedo en el ojo? ¿Si tienen el favor del colectivo, y el Gobierno ya no tiene respaldo popular, por qué ir a buscar el auxilio de ese Chapulín An-ticolorado que es el señor Insulza? ¿No sería más efecti-vo un verdadero acto de masas, una protesta como en los buenos tiempos?

Mi amiga Elba Quiroz dice que buena parte de los di-rigentes de la oposición han hecho del antichavismo una exitosa y rentable franquicia internacional, que requiere —para perpetuar su éxito y, sobre todo, su rentabilidad, que se les siga viendo como víctimas oprimidas de un rrrégimen y no como opositores políticos comunes y co-rrientes de un Gobierno—. Eso explica por qué, a pesar de haber llegado a la Asamblea Nacional con una contunden-te fracción parlamentaria, algunos prefieren irse de pere-grinos a las streets y las avenues del gran Imperio a de-nunciar déficit de democracia. Parlamentarismo de avión, le dicen. ¡Qué monería!

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Antimilitaristas locos por la “guerra”

La oposición venezolana es antimilitarista. Sus líderes y militantes se pasan la vida denunciando al rrrégi-

men del teniente-coronel (favor pronunciar este rango con sumo desprecio) y usan metáforas del estilo “la bota opresora del tirano”. Pero, basta que se arme una inva-sión contra algún país aterrorizado (perdón, quise decir “terrorista”) para que quede demostrado que el antimili-tarismo opositor se desvanece si las botas en cuestión son estadounidenses, “otánicas” o israelíes.

En estos casos, el opositor promedio se torna idólatra de las artes consumadamente mortíferas de las potencias bélicas. Cual integrantes del club de fan de un cantante, varones y hembras caen postrados ante la supremacía tec-nológica de “los aliados” —un nombre que tiene muy bue-na prensa— y su sobresaliente capacidad para asesinar y destruir en nombre de la paz, desde luego.

Las conversaciones más raras son las de los antimi-litaristas del subgénero gerencial yuppie. Desde el gym en la mañanita del lunes hasta los tragos de la rumba del viernes, los diálogos giran en torno a las alucinantes prestaciones del submarino nuclear Providence; el poder de fuego de los aviones ingleses Tornado y Tifón y la pre-cisión quirúrgica de los misiles Crucero, lanzados desde el Mediterráneo, sin peligro alguno para los muchachos buenos de la película.

El síndrome del antimilitarista trocado en filomilitaris-ta también afecta a renombrados analistas internaciona-les. Los mismos que hace nada criticaban al rrrrégimen

colegas creen que se puede decir “Esta es mi opinión: us-ted mató a 19 personas”, debe ser que faltaron a demasia-das clases universitarias, especialmente a las de Ética y Legislación de Medios.

En el punto más “estupefaciente”, para repudiar el lauro a Chávez, presentan una lista de agravios contra la prensa: que si Jaua da empujones; que si el tirano trata mal a las muchachas; que si no nos invitan a las ruedas de prensa; que si unos enloquecidos patearon nuestros inde-fensos pompis de reporteros y —la peor— que no les dan publicidad oficial a nuestros empobrecidos jefes... ¡vea usted qué abuso! Y así intentan cuestionar la asignación de un premio que rinde tributo a Rodolfo Walsh, un pe-riodista que se enfrentó a una dictadura de verdad; que denunció torturas de verdad y desapariciones de verdad y terminó él mismo desaparecido de verdad. Un hombre que no tuvo apoyo de grandes medios (estaban en otra onda, ¿por qué sería?), sino que trabajó a punta de multí-grafo y radiobemba.

Si Walsh —allá donde habitan los desaparecidos— lee la carta del SNTP, podrá agregarle un episodio a su An-tología del cuento extraño o -mejor todavía- ponerle un epílogo a sus Cuentos para truhanes. Honor y gloria a su memoria.

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¿Por qué en la AN ganan los brutos?

Quién es el culpable de que los diputados opositores, supuesta flor y nata de la inteligencia y presuntamen-

te casi todos bilingües y con posgrado, vayan por lana y salgan trasquilados de la interpelación de unos ministros que -también supuesta y presuntamente- son obtusos, ig-norantes y necios? Pa’mi, como solía decir un personaje del gran Joselo, pa’mí que la culpa es de los medios.

Me explico: los medios han malcriado al liderazgo po-lítico opositor. A ciertos personajes impresentables y opa-cos les han hecho creer que, en realidad, son unas lumi-narias simpáticas; a unos mocosos que todavía no saben amarrarse los zapatos (políticamente, digamos) los han inducido a considerarse unos tribunos jovitovillalbescos; a ciertas doñitas fashion las han ensalzado con adjetivos tan rimbombantes que cuando se miran al espejo ven he-rederas tropicales de Margaret Thatcher.

En fin, han creado un mundo artificial en sus sets de entrevistas y estos tipos y estas tipas han terminado por creer que la AN es una sucursal de Globovisión. Mu-chos de los neodiputados opositores llegaron al hemici-clo pensando que resultaría tan fácil brillar allí como lo era en sus propios programas de radio o TV, o en esos espacios patéticos donde los moderadores están de tu parte y te lanzan suavecito para que montes un festival del jonrón.

Es un problema de realización de expectativas, diría un tecnócrata. Imbuidos en tantos años de telepolítica, luego de protagonizar tantos pseudoacontecimientos planifica-

tenientecoronelesco por comprar cazas y helicópteros ru-sos (carrera armamentista, dijeron), ahora se anotan en una de adoración a los símbolos del poderío castrense. Algunos hasta hacen trivias del tipo: ¿Se puede comparar el portaaviones francés Charles De Gaulle con cualquiera de sus equivalentes de la clase Nimitz de EEUU o los galos tienen que conformarse con ser equiparados a los de la obsoleta clase Midway?

En los medios de comunicación opositores —muy an-timilitaristas ellos— se ha producido un brote de furor por lo marcial. La veneración por las fuerzas armadas del Eje del Bien los lleva a la apología de la llamada “guerra”. Algunos colegas, regularmente muy críticos de la bota opresora, se sienten fascinados incluso por el nombre de la operación. “Odisea del amanecer... ¡qué poético!”, ex-clamó una doña... aunque, a decir verdad, a ella también le gustó el muy zafio “Plomo fundido”.

¿Retornarán nuestros radicales civilistas a sus ideas de antes? Claro que sí, que nadie se angustie. Esperen a que vean el desfile de los tanques rusos sobre el pavi-mento reforzado de Los Próceres y ¡zas! volverán a ser tan antimilitaristas que tal vez hasta se declaren en huel-ga de hambre.

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La profecía del cadáver insepulto

Quién hubiera dicho que cuando Rómulo Betancourt habló de cadáveres insepultos estaría profetizando,

con varias décadas de anticipación, la deplorable situa-ción de uno de sus epígonos, el ex presidente Carlos An-drés Pérez?

El mítico “Gocho” lleva más de un mes muerto y aún no conoce el descanso que se atribuye desde tiempos in-memoriales a estar dos metros bajo tierra. Seguramente ya puede incorporarse al libro Guiness como el ex jefe de Estado con el velorio más prolongado en la historia de la humanidad.

Y, según las informaciones provenientes de Estados Unidos, seguirá así al menos hasta marzo, mientras sus dos viudas se querellan (por el cuerpo y vaya usted a saber por qué más) en una corte de allá. Es bueno aclararlo, por-que si el asunto estuviese pasando acá, si fuese culpa del atávico retardo procesal y de la proverbial indolencia de los tribunales locales, ya Diego Arria hubiese denunciado al rrrrrégimen ante organismos interplanetarios por tan condenable violación de los derechos humanos de un cé-lebre cadáver.

¿Alguien puede alcanzar a imaginar la magnitud del escándalo que estaría armado si la falta de sepultura de Pérez se debiera, por decir algo, a un trámite con el Seniat o a una demanda de las víctimas del 27 de febrero? Me permito hacer un aporte a ese ejercicio imaginario: el al-calde Ledezma en huelga de hambre y los monseñores de la Conferencia Episcopal, ataviados con sus ropajes mo-

dos en agencias de publicidad, ahora no se hallan a sí mis-mos en la arena de la política real, con acontecimientos de verdad verdad.

Los medios han asegurado con gran convicción que en la fracción opositora abunda la gente calificada, estudiosa, brillante, mientras en la bancada gubernamental pululan aplaudidores dominicales, saurios decrépitos, jovencitos chupamedias y mujeres oportunistas. Con semejante cua-dro, los opositores, naturalmente, se confiaron, dijeron que ese pan ya estaba comido. Se imaginaron sesiones bochornosamente desiguales, unos tigres peleando, lite-ralmente, contra unos burros. Por eso cunde el descon-cierto en estos primeros tramos de la carrera. Los mili-tantes opositores se preguntan: ¿Por qué están ganando los brutos, los ignorantes, los tapados? ¿Por qué estamos perdiendo nosotros, la gente pensante de este país?

“El problema de los diputados opositores es que no han entendido todavía que esta es la política, no un epi-sodio de Laura de América, acá no hay libreto”, dice la chismosa parlamentaria de la IV y de la V, Elba Quiroz. “En este reality show no siempre se gana dando gritos ni lanzando pescozadas”. Tributo al reportero Jesús Rome-ro Anselmi.

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Los pedigüeños bilingües

Ha revelado Wikileaks que los dirigentes adecos son pedigüeños en dos idiomas. Cuando era embaja-

dor de Estados Unidos en Caracas, el viperino William Brownfield mandó informes al Departamento de Estado para advertir que algunos líderes de Acción Democráti-ca habían adoptado la bochornosa costumbre de pasar por allá a cada rato a pedir platica. Y si el funcionario que los recibía intentaba hacerse el “willy” y les decía “sorry, yo no comprender”, los sablistas bilingües empezaban a martillarlo en perfecto inglés.

¡Ah, los adecos, qué raza de supervivientes! No en bal-de se les atribuye aquello de que no me den, sino que me pongan donde “haiga”. ¿Qué de extraño tiene, entonces, que merodearan -y tal vez sigan merodeando- la embaja-da de los United States of America, si allí es precisamente donde hay?

Se está cumpliendo la profecía de mi politóloga predilec-ta, Prodigio Pérez, quien dijo que Wikileaks demostrará de manera fehaciente que la oposición venezolana es un sufrido apostolado para sus militantes y un negocio muy lucrativo para muchos de sus dirigentes. “Calcula tú —me dijo Prodi-gio—: si los adecos andaban (o andan) chuleando en inglés, cosa que no es su estilo, qué no habrán hecho los copeyanos, que hablan hasta lenguas muertas; y los lechuguinos y peti-metres, que estudian el english desde la guardería”.

Por revelaciones previamente filtradas, nos habíamos enterado de que también pasaron (¿o será “pasan”?) por allá a estirar la mano ciertos empresarios de la prensa.

rados de exequias, pronunciando sermones de desagravio por la profanación de los despojos de un infeliz cristiano.

Pero, como la cosa es en EEUU, nuestros obispos y los siempre ácidos comentaristas mediáticos han demostra-do que pueden llegar a ser decentes y discretos. “Es un asunto de familia”, dicen y se muestran tranquilos porque todo está en manos de la justicia gringa, que sí funciona.

Desde mucho antes de que aparecieran los ritos cris-tianos de sepultura, ya griegos y romanos consideraban necesario enterrar a los fallecidos pues no hacerlo los convertía en espíritus que vagaban por el mundo y espar-cían maleficios. ¡Guillo! Los herméticos, por su parte, di-cen que “como es arriba es abajo y viceversa”, de modo que si el cuerpo del líder político, convertido en momia, está guardado en una funeraria de Florida como si fuera un coroto en consignación, lo más seguro es que su alma también esté en pena, deambulando entre pailas de di-verso número. Mucho cuidado como le hala las sábanas a algunos por estos lares.

Cuando CAP fue suspendido en el ejercicio de la Presi-dencia para ser enjuiciado, dijo: “Hubiera preferido otra muerte”. Ahora, su atormentada ánima debe estar dicien-do: “Hubiera preferido otro infierno”.

Por favor, ¡entierren a ese hombre!

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Se ve, se siente, Absceso presidente!

Qué cosas tan raras pasan en la política: en la última semana no se lanzó ninguna celebridad opositora

de la lista Billboard de la MUD. Eso, de por sí, era bas-tante sorprendente, pero lo extraordinario fue que, en contrapartida, surgió una postulación por completo in-esperada: Absceso es el nombre y Pélvico el apellido del nuevo candidato.

Este personaje, hasta ahora un perfecto desconocido, ha ascendido meteóricamente en las encuestas, dejando atrás a la extensa ristra de los que ya llevan semanas, meses, años o décadas en campaña. En este recién llegado —hay que decirlo aunque a muchos les lacere tanta purulencia— se están centrando todas las esperanzas del país antichavista. “Con Absceso no nos gana”, es uno de los lemas que ya ma-nejan los expertos en campañas de incordio.

“¡Este tal Absceso no es nada majunche!”, exclamó eufórico un asesor médico de la Mesa de la Unidad, tras conocer algunos datos acerca de la dimensión del líder que podría malograr los planes reeleccionistas del rrrégi-men. “Lo mejor es que este sujeto está muy bien ubicado: se afinca donde más le duele al autócrata”, agregó.

Con el candidato Absceso, muchos ya echaron las pri-marias al olvido. “¿Pa`qué?”, dicen desafiantes. Algunos se atoraron tanto que se dejaron llevar por viejas emo-ciones. No habían pasado 48 horas del fulgurante surgi-miento del señor Pélvico y ya ellos estaban —en una onda de deja vu— buscando generales preñados de buenas in-tenciones para formar un gobierno de salvación nacional.

¿Quién lo habría dicho?, después de tanto criticar a los pobres que supuestamente cobran en especie por asistir a marchas... Es que algunos se conforman con un bollo de pan y una carterita de ron y otros se alquilan “un poquito” más caros, ¡oh, my God!

En verdad los gringos tienen bien merecida esa espe-cie de plaga de aprovechadores, esa marabunta de pedi-lones, ese flagelo de parásitos, esa nube de mangantes. Se ponen a ofrecer financiamiento a cualquier ONG que se manifieste contra el rrrégimen (tarea insólitamente fácil, pese a tratarse de una tiranía feroz) y luego tienen que calarse que toda clase de oportunistas pretendan convertir el búnker de la embajada en un centro de be-neficencia en dólares.

Ahora bien, los cables filtrados evidencian que los fun-cionarios diplomáticos gringos no sólo estaban (¿están?) hartos de los adecos vividores, sino también del secretario general, Henry Ramos Allup, a quien le lanzaron una sarta de insultos que ni a él mismo le hubiesen salido tan en ris-tra. Prodigio, como siempre, me alerta: “No te extrañe que sea una jugada para decir que la derecha también puede tener un candidato antiimperialista”... Ah, los adecos, qué raza de supervivientes.

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La Triple A reza por el autócrata

La Alianza de Articulistas Antichavistas (la venera-ble Triple A) ha tenido que hilar fino en estos días,

cosa que a muchos de sus integrantes les cuesta bastante. Sus esfuerzos de escritura diplomática —en algunos ca-sos abiertamente hipócrita— han tenido el objetivo de no quedar ante el universo como un hatajo de seres viles y desalmados que le desean la muerte al adversario; pero, al mismo tiempo, tampoco aparecer ante sus fanáticos como unos sujetos blandos, que se conmueven ante las opera-ciones emocionales del rrrrégimen.

Uno de los recursos retóricos más socorridos de los tri-pleases ha sido el afirmar que ruegan por la recuperación del jefe del Estado para poder derrotarlo con votos, plan-teamiento que da mucho caché entre los propulsores de las salidas democráticas y constitucionales, pues demues-tra que se oponen a toda forma de magnicidio, incluso la oncológica.

En una línea parecida están los AAA que manifiestan su deseo de que el Presidente se restablezca plenamente, pero no sólo para ganarle las elecciones de 2012 —cosa que ya dan por descontada— sino para meterlo preso. Di-cen que no sería justo que la justicia divina se adelante a la terrenal.

Los opinadores de tendencia santurrona han adoptado la táctica clásica de los monseñores. Juntan las manos y se-ñalan que están orando por la vida del mandatario en un en-comiable ejercicio de misericordia cristiana. “Es que somos taaaan buenos”, entonan, en forma de canto gregoriano.

“Buenos días, Venezuela: tenemos nuevo forúnculo”, se apresuraron a ensayar en la casa de Napo.

Varios diputados opositores consideraron que don Abs-ceso les estaba dando la gran oportunidad de demostrar —por fin— para qué diablos los eligieron. Así que se lanza-ron en tono de legalismo a reclamar la sucesión inmediata del mandatario aquejado de postemas. “Considerando: la jurisprudencia sobre vacíos de poder; considerando: que al Presidente lo operaron en un país castrocomunista... se decreta su ausencia y se ordena reemplazarlo de inmedia-to”, dijeron los muy jurisperitos. Sin embargo, el debate dio unas vueltas extrañas y varios de ellos y ellas termina-ron exigiendo el retorno del comandante convaleciente. “¡Chávez, vente ya!”, dijo una doñita.

Los más emocionados con la aparición del candidato Absceso son esos que dicen que la historia siempre se re-pite y, por tanto, fantasean con un escenario en el que el mozo Jaua le hace al presidente Chávez lo mismo que el general Gómez le hizo a Cipriano Castro. “No te olvides que ese muchacho fue de Bandera Roja —me dice un an-tiguo encapuchado de Las Tres Gracias— y esos bichitos cuando no la hacen a la entrada, la ponen a la salida”.

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Esas verdades que no duran nada

Creerle a ciertos medios es una tarea titánica. No por-que digan mentiras, sino porque cambian demasiado

a menudo sus verdades.

El pobre usuario se convence de algo que le dicen sus medios libres y democráticos y cuando anda por ahí ba-tiendo lanzas por esa verdad, los mismos medios le dicen lo contrario. Así no se puede.

El caso del Presidente enfermo ha sido demostrativo de este embarazoso cambio de verdades. Primero hicieron es-fuerzos tremendos para convencernos de que el problema de salud del comandante era más grave de lo que admitía el rrrrégimen. “Está agonizando”, regaron los periodistas basándose en sus fuentes dignas de todo crédito. De re-pente, cuando ya muchos lectores, oyentes y televidentes del antichavismo rabioso estaban montando sus fiestones tantas veces aplazados, cambiaron la frecuencia. Empeza-ron a decir que el Presidente nunca tuvo nada, ni siquiera una uña encajada. “Todo ha sido una patraña para medir la fidelidad de los lugartenientes”, es la nueva verdad ofi-cial de los medios. Por ahora.

Durante varios días, compitieron por dar el parte mé-dico más sombrío, cada uno en su estilo, claro: “Es un cáncer masivo y fulminante”, deslizó uno, con fama de chismoso-serio; “Está en tercera, sin out y bateando Mi-guel Cabrera”, expresó otro, del género socarrón. “Es una infección generalizada por una bacteria ultrarresisten-te”, aseguró otro, muy científico. Luego, sin luz de cruce, dieron la vuelta en U y comenzaron a competir para ver

Algunos venerables, hay que decirlo, han demostrado ser incapaces de hilar fino y lo que han hecho entonces es buscar la manera de que su estridente manera de opo-nerse no parezca algo tan ruin. La principal estrategia de este grupo ha sido negar que el comandante esté enfermo. “Todo es una gran farsa destinada a convertir al autócra-ta en una especie de Cid Campeador”, argumentan estos articulistas. Por supuesto, como la posibilidad de conce-bir tamaña maniobra no concilia con el coeficiente de un individuo presuntamente brutísimo, estos comentaristas atribuyen su autoría ¿a qué no adivinan a quién?... exac-tamente, a Fidel y el G2.

Luego del retorno a Caracas del presidente Chávez, miembros de la Alianza han encontrado otra variante para golpear al convaleciente sin recibir un merecido re-gaño de sus abuelitas. Afirman que el hombre sí está en-fermo, pero nada tan grave como lo han pintado (...Fidel y el G2, ¿quién más, pues?) y ahora está en marcha la mayor campaña de culto a la personalidad que hayamos vivido en este país de caudillos carismáticos. “No puede negar-se que tiene visos de genialidad —sentenció un tripleas experto en politología etílica—: si es capaz de derrotar al cáncer ¿qué no hará con un pobre majunche?”.

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Un Machurucuto digital

Latero Ilustrado presume mucho de ser un tipo moder-no, un miembro de la sociedad de la información, un

ser high tech del siglo XXI, hasta el punto de que se bur-la de las personas que aún hacen trámites en el banco o pagan con cheque en el supermercado. “Pitecantropus”, les dice. Pero ha bastado que el rrrrégimen haya decidi-do valerse de la firma electrónica del Presidente para que el Latero se convierta en un militante de lo tradicional, de las epístolas escritas al estilo del apóstol san Pablo, de volver a los pergaminos lacrados y a los documentos obli-gatoriamente elaborados en caligrafía clásica y firmados con estilográficas.

Es simpático este Latero. Hasta no hace nada acusaba al rrrrégimen de atrasado y anacrónico, pues supuesta-mente se proponía prohibir el uso de Internet y de toda forma de comercio o intercambio electrónico con el mun-do civilizado. “La meta de esta dictadura es que seamos igualitos a esa isla dirigida por un par de dinosaurios, el país más rezagado del planeta, por cuyas calles aún cir-culan los Ford Victoria y los Chevrolet Bel Air de los años 50”, argumentaba.

Ahora, luego de un plumazo (digitalizado) del coman-dante Chávez, ha variado diametralmente su discurso y resulta ser que existe una especie de Silicon Valley ha-banero, un Bangalore antillano, un búnker de tecnología avanzada donde Fidel y Raúl (que ya no son dos hombres de las cavernas sino dos geniecillos de la informática, dos nerd pasaditos de edad) están dirigiendo a Venezuela electrónicamente.

quien daba la explicación más frívola acerca de la pernoc-ta del comandante en Cuba. “Se está haciendo una lipo y quitándose arrugas para la campaña del 2012”, escribió un reportero. “Está de vacaciones en Varadero, el muy zángano”, acotó una comentarista siempre indignada. El usuario, en tanto, quedó lelo, preguntándose: por fin ¿qué creo: la primera versión o la segunda?

En cuanto a las interpretaciones políticas, primero di-jeron que Chávez hizo una movida fundamentalmente in-terna para ver quién dentro del partido lo traicionaba pri-mero. “Quiso quitarle la máscara al chavismo sin Chávez”, indicaron con mucha seguridad. Otra vuelta en U y dije-ron que, en realidad, los grandes jefes del partido están montados en la maquiavélica operación para que el líder regrese repotenciado y victorioso ante la misma muerte, gritando venceremos.

Lo más significativo de estas variaciones drásticas so-bre un mismo tema es que nunca ameritan una aclarato-ria, una excusa, una disculpa con los lectores, oyentes, te-levidentes. Matan al Presidente hoy, lo resucitan mañana y no dedican una línea a decir siquiera: Perdonen, señoras y señores, cometimos un pequeño error sin importancia, ahora sí les vamos a decir lo que pasó.

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Y ahora ¿quién podrá financiarnos?

Lo que les faltaba, caramba, a los defensores de la cau-sa escuálida: Estados Unidos está en quiebra. “¡Oh!, y

ahora ¿quién podrá financiarnos?”, exclaman por los la-dos de la Mesa. Y, encima, no pueden llamar al Chapulín porque le tienen alergia a todo lo que sea colorado.

Algunos dirigentes opositores son partidarios de de-clararse en emergencia, pues si la Administración Oba-ma, estando así, con el agua al cuello, asume un plan de austeridad y recorta sus gastos conspirativos en el exte-rior, muchos de los precandidatos presidenciales, como diría una revista hípica, “no tienen nada que buscar en esta carrera”.

Un asiduo visitante de la embajada, conocido en los ba-jos fondos como “el Rey del martillo bilingüe”, ha dicho entre amigos que sin el impulso gringo es mejor perder por forfeit y cantar fraude. El viejo truco.

Otros, con un poco más de fe en los procederes impe-riales, piensan que —muy por el contrario— estando así, arruinado, es cuando en verdad a EEUU más le conviene darle dólares a manos llenas a la oposición venezolana, pues por caro que salga seguir cargando con esta gran variedad de pedigüeños y vividores, los negocios que piensan hacer con ellos en su hipotético retorno al poder son tan, pero que taaaan buenos, que pagarles las factu-ras sigue siendo una alternativa rentable. “Si le ponen las manos a la Faja, salen del default de un solo jalón”, advierte el Estrangulador de Urupal, gran conocedor de temas económicos.

Ah, es que nuestra pequeña burguesía (a la que Latero jura pertenecer) tiene grabado en el ADN el miedo a Cuba. Los que saben de historia contemporánea dicen que se lo sembró Betancourt, que era un tipo opaco en casi todo, pero brillante en su anticomunismo.

En los años 60, en plena guerra Fría, la estrategia de asustar con el peligro rojo fue tan efectiva que hasta la gente que apenas tenía dos chancletas (una para cada pie, digo) votaba contra los partidos de izquierda para que no le fueran a expropiar una. Al susto ayudaron ciertos epi-sodios que confirmaron la tesis de que los barbudos iban a llegar de un momento a otro. El principal de esos sucesos fue el desembarco de ocho individuos cubanos por una ig-nota playa mirandina, peripecia ostentosamente llamada “la invasión de Machurucuto”.

Hoy, 44 años después, la clase media sigue erizándose con solo ver a Fidel o a cualquier cubano —salvo los de Miami, por razones obvias—. Con el Presidente dotado de firma electrónica y convaleciente en La Habana, la histe-ria anticomunista genética ha aflorado una vez más. “Aquí los que están mandando son los Castro —dice el Latero muy convencido—. Esto es un Machurucuto digital”.

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La rara “humanidad” del capitalismo

Al capitalismo se le acusa de ignorar al ser humano y su circunstancia para preocuparse sólo por las finanzas.

En una estrategia muy astuta para compensar esta falta de humanidad, el lenguaje económico internacional “hu-maniza” a los mercados y a las mercancías.

“El mercado amaneció nervioso, fruto de sus angustias por una eventual subida de los impuestos”, dice una nota en alguna prestigiosa agencia especializada en temas económi-cos y uno se imagina al compungido señor Mercado (que ya merece hasta una mayúscula) tomando lexotanil y Tilo.

“El Petróleo se deprime”, titula otro análisis. “El Oro toma el liderazgo frente a la pérdida de prestigio del Dó-lar”... en fin, que en ese escenario tan tecnocrático, gente-lo-que-se-llama-gente no aparece ni importa mucho, pero las cosas inanimadas y las abstracciones conceptuales co-bran vida, piensan, se preocupan, sufren ataques de ner-vios o se tranquilizan.

El receptor de esa información sufre tal chantaje emo-cional que llega a experimentar ternura y solidaridad con respecto a esos superseres humanos, que son alguien pero no son nadie en particular, y que caen abatidos, se des-ploman, se infartan. Nos alegramos cuando esas señoro-nas de nombre Bolsa (y diferentes apellidos: Nueva York, Tokio, etc.), luego de sufrir las congojas propias de una madre, toman un respiro, muestran síntomas de recupe-ración, se reaniman y hasta, algunas veces, se muestran jubilosas. ¿Quién puede dudar que son unas mujeres de carne y hueso?

Opositores de vena politológica prevén problemas adicionales a la falta de churupos. Anticipan que la ofer-ta electoral opositora enfrentará una grave disonancia: “¿Con qué cara puede ponerse un candidato a jurar en sus discursos que el capitalismo es el remedio a los males de este rrrrégimen castrocomunista, si el principal paradig-ma del mercado abierto y la libre empresa se está derrum-bando?”, se preguntan los asesores.

Los expertos, meritócratas e Iesa boy’s hacen contor-siones para no admitir que la crisis es estructural. La eco-nomía de su país preferido, el que le da lecciones y certi-fica al resto del planeta, se está hundiendo como un viejo galeón asaltado a cañonazos, pero optan por el eufemismo tecnocrático. “Obama negocia una elevación del techo”, dicen y convierten así la bancarrota del neoliberalismo en un problema de decoración de la Casa Blanca. Si aplicaran al tema los mismos parámetros de análisis que usan para juzgar la política de endeudamiento de Venezuela, ya ha-brían dicho que ese país está al borde de la hambruna, la inestabilidad social y el caos político. Pero, como se trata de Estados Unidos muestran gran cautela y delicadeza. “Que no panda el cúnico”, recomiendan estos chapulines alérgicos a lo colorado.

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La moda es el ruido de sables

La Alianza de Articulistas Antichavistas (la venerable Triple A) emprendió una de sus clásicas operaciones

de “digamos todos lo mismo”, esta vez destinada a con-vencer a la opinión pública —o tal vez, convencerse a sí mismos— de que están sonando los sables.

Los tripleases son así: una suerte de modistos de las ideas. Los más conspicuos van al Norte, se reúnen con los grandes diseñadores de la moda política y mediática mun-dial y luego regresan a dictar línea acerca de qué temas se van a usar este verano o en el próximo otoño (aunque aquí no haya estaciones). De inmediato todos comienzan a coser más o menos los mismos modelitos. Lo fashion para estas vacaciones, ya está claro, es pronosticar una re-belión militar.

Como es natural, la voz cantante la llevaron primero los militarólogos, unos señores y unas señoras que ven mucho History Channel y se ufanan de saber lo que está pasando en los cuarteles, a pesar de que sus mejores fuentes se se-caron en la plaza Altamira hace ya varias guerras.

De seguidas se incorporaron los analistas políticos ge-néricos, quienes también creen saber mucho de temas castrenses, sobre todo porque sostienen frecuentes tertu-lias aguardentosas con oficiales retirados de prominentes panzas y no menos prominentes reconcomios.

Luego, en una típica maniobra envolvente de la Triple A (¡uff!, apréciese la jerga especializada), han opinado del asunto hasta los cronistas de farándula, cuya experien-cia militar se limita a haber visto varias veces esos filmes

Claro que estas noticias tropiezan con algunas dificul-tades. Por ejemplo, los superseres humanos no tienen ca-beza, tronco ni extremidades y, por tanto, es difícil repre-sentarlos gráficamente. Un viejo truco es tomar prestado el cuerpo de un operario bursátil que tenga las manos en la cabeza y cara de estar viendo a Godzilla. “Wall Street presa del pánico”, le ponen a la nota y asunto resuelto.

La humanización de las cosas permite restarle huma-nidad a los verdaderos humanos. La gente que protesta en Londres provoca —malucamente— la histeria familiar de los atribulados Derivados Financieros. El poderoso ca-ballero Don Dinero no es la causa del problema, sino que sufre las consecuencias de esos desalmados protestones.

Los camiones de cadáveres sin nombre que deja la hambruna en África pasan a ser un asunto sin mucha im-portancia comparado con las congojas de la señora Crisis Económica Mundial. Ningún mercado de commodities tendrá que ir al psiquiatra para tratarse un trauma por haber visto morir niños famélicos (¿cuáles niños?). Pero que la Standard & Poors le haya bajado la clasificación a EEUU obliga a que la matrona Economía Planetaria entre en terapia intensiva. ¡Qué humanidad!

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La catajarra de candidatos los tiene locos

Las consultas de los militantes opositores a sus psi-quiatras y psicólogos se están incrementando en for-

ma exponencial. Y ya no es —al menos no directamente— Chávez quien los tiene locos.

Algunos de los pacientes acuden ante estos especialistas por lo que podríamos llamar un exceso de excelencia. Su problema es que todos los precandidatos presidenciales les parecen demasiado buenos y no encuentran por cuál deci-dirse. “Tanta calidad junta me abruma, doctor”, le dice una doñita a su psiquiatra de la escuela freudiana clásica, quien le recomienda un tratamiento de electrochoque.

Otras personas han ido a buscar consejo por la razón contraria: sienten que a pesar de la abundancia de aspi-rantes, todavía no aparece ninguno capaz de aguantarle quince rounds al jefe del rrrrégimen. “Lamentablemente, hay que darle la razón al autócrata: son puros majunches”, admite ante su sexólogo un opositor, cuya frustración ha comenzado a reflejarse en la alcoba. El médico, de la es-cuela conductista más simplona, le receta Viagra.

Un tercer grupo de antichavistas declara ante sus ase-sores psiquiátricos que esto de las precandidaturas les ge-nera demasiada angustia y temen no poder soportar hasta febrero, sobre todo porque los aspirantes se están lanzan-do a razón de dos por semana. “De aquí a diciembre van a ser como cuarenta, eso no lo aguanta nadie”, resuenan las quejas en los divanes. Los récipes morados de tranquili-zantes salen también como churros.

donde los oficiales —de la US Navy, claro— son muñecos como Tom Cruise y muchachas buenotas (en los dos sen-tidos) como Demi Moore en sus años mozos.

Desconcertante es que algunas señoras y algunos gays de la venerable Alianza pisen los terrenos minados de la misoginia y de la homofobia más trogloditas al plantear que ser mujer u homosexual y ser cobarde es más o menos lo mismo. ¿De qué otro modo puede interpretarse que (fi-guradamente, en sus artículos) les arrojen ropa íntima fe-menina a los generales o dibujen tropas poco viriles para significar que no tienen coraje?

Lo significativo es que el arsenal dispuesto para el fuego de hostigamiento contra la Fuerza Armada es el mismo de las anteriores maniobras envolventes: que si esos generales de cuatro soles son mujercitas y gallinas; que si pónganse pilas porque los comunistas llegaron ya y llegaron bailan-do chachachá; que si al teniente coronel se le acabaron sus ex alumnos y, en consecuencia, las lealtades. Es sorpren-dente que con todo el insondable talento de los tripleases puesto al servicio de la Operación Casquillo, a nadie se le ocurra un argumento novedoso. Revise usted la vitrina y verá que son los mismos trapos del año pasado.

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Cartelito en la embajada: “Sorry, we are default”

Chúo es un amigo de lo más inocente. Lee la prensa, oye la radio, ve la TV y cree que todo es aplicable a

su modesta vidita. Esta semana, por ejemplo, fue a ha-blar con el gerente del banco donde tiene su tarjeta de crédito. “Súbame el techo de la deuda o todos sufriremos consecuencias catastróficas”, dijo, siguiendo el ejemplo de Obama, quien, de acuerdo a lo que él pudo comprender, no es más que otro afrodescendiente que anda pelandini. “¡Seguridad, seguridad!”, fue la respuesta del gerente y al pobre Chúo lo arrojaron a la acera como en aquellas pe-lículas del Lejano Oeste, cuando botaban a un borrachín del saloom.

No ha entendido todavía el Chúo que en este mundo si uno es pobre y dice que no tiene para pagar, primero le embargan hasta las cholas y luego lo meten descalzo a la cárcel; en cambio, si es rico, basta con que diga: “¡Qué contrariedad, estoy default!” y enseguidita le dan un auxi-lio financiero con el cual hasta se puede comprar un nue-vo Mercedes y una avioneta.

Lo mismo que pasa con los individuos sucede con los países. Si la nación en vías de quiebra es del Tercer Mun-do o más abajo, el Fondo Monetario Internacional le ofre-ce una platica (en varios tramos, para que no se la gasten toda de un golpe) a cambio de que se baje los pantalones de la soberanía y se coloque en la mitad del patio mediá-tico mundial para que lo abofeteen y lo escupan todos los que quieran. Pero si el país que se acerca a la ruina es una potencia capitalista le ofrecen una reingeniería para

Con graves problemas de personalidad han llegado ante sus terapeutas varios militantes opositores tras ente-rarse de la creación del Frente Progresista por el Cambio, pues todo lo que proponen es idéntico a los programas y misiones del rrrrégimen. “¿Para qué cambiar, entonces?”, preguntan los confundidos a sus doctores.

Ciertos enfermos mentales opositores ya crónicos han sufrido episodios de crisis o recaídas severas en los últi-mos días. Un caballero de Altamira hubo de ser hospita-lizado cuando supo del lanzamiento del Tigre Fernández. Ataque agudo de histeria por traumas severos del pasado, le diagnosticaron.

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¿Qué pasaría en Venezuela si…?

¿Qué pasaría si el rrrrégimen que gobierna Venezuela 1) decidiera cortar el acceso de sus opositores a las redes sociales?

La CIDH abriría un expediente por flagrante viola-•ción de la libertad de expresión.

Los medios de comunicación privados armarían •uno de sus tradicionales berrinches.

La SIP convocaría una asamblea extraordinaria y •pluscuamperfecta.

Cientos de periodistas quedarían en la indigencia •informativa por falta de fuentes.

La MUD convocaría una manifestación ante la em-•bajada de EEUU: “¡Marines, vengan ya!”.

Hilary Clinton se declararía preocupada.•

Uff, menos mal que no fue acá, sino en Gran Breta-ña, donde gobierna un demócrata de derecha.

¿Qué pasaría si la Guardia Nacional hubiese detenido 2) a niños de once años por participar en manifestaciones estudiantiles?

La Unicef hubiese mandado una delegación de ob-•servadores.

Amnistía Internacional hubiese dado una rueda de •prensa.

Estudiantes manos blancas se hubiesen declarado •en huelga de cachitos.

agrandarle el techo. Y, quien quita, que a los responsables de la bancarrota les den el premio Nobel de Economía.

Nuestros medios opositores aplican el mismo paráme-tro del FMI. Para ellos, Grecia es un antro de corrupción y políticas económicas populistas, y es por eso que está con el agua al nivel de la Acrópolis. Estados Unidos, en cambio, lo que sufre es un malestar económico por des-equilibrio fiscal.

La oposición local, en tanto, sufre la crisis gringa como propia. No es para menos porque ahora, cuando vayan a la embajada a estirar la mano, los funcionarios diplomáti-cos tendrán la excusa perfecta para sacarles el cuerpo… o una parte de él. “Sorry, we are default”.

De todos modos, la mayoría sigue teniendo intacta su fe en el american way of life. Dicen que ese gran país va a solucionar sus dificultades tomando las medidas técnicas más apropiadas, como reducir los programas sanitarios para niños, ancianos y pobres en general, y aumentar las restricciones para los inmigrantes. “¡Así, así, así es que se gobierna!”, corearon en la Mesa.

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La Unión Europea nos habría dado un ultimátum.•

CNN hubiese entrevistado a Carlos Alberto Monta-•ner para que explicara cómo la represión es prepa-rada por el G-2 cubano.

Antonio Ledezma hubiese anunciado una huelga •de hambre.

Por fortuna, no lo dijo el dictador Chávez sino el pri-mer ministro Cameron, que es tremendo amante de la libertad.

¿Qué hubiese pasado si, al hacer frente a las guarim-5) bas de 2004, nuestro rrrrégimen hubiese detenido a 1 mil 600 personas, más de la mitad de ellas, menores de edad?

Nos hubiese tocado un bombardeo humanitario, •con aviones británicos incluidos.

Los periódicos europeos habrían dicho que estamos •frente a la más inhumana violación de los derechos infantiles desde Herodes para acá.

Las madres de los criaturos hubiesen montado una •llorona internacional en la plaza Altamira.

Hilary Clinton se habría declarado “extremadamen-•te superpreocupadísima”.

Por ventura eso no fue aquí, sino en Londres, donde impera el orden y la justicia.

Visto este panorama, cabría decir como cierto experto que hace sus análisis en inglés porque se los pagan mejor: “Just as well that God don’t give horn to donkey”, que tra-ducido liberalmente quiere decir: “Menos mal que Dios no le da cacho a burro”.

Hilary Clinton hubiese dicho que está “muy pre-•ocupada”.

El secretario de Atención a los Más Pequeños de •la MUD, Andrés Velásquez, se habría declarado en emergencia.

Gracias a Dios no fue acá, sino en Chile, donde go-bierna un empresario.

¿Qué pasaría si la Policía Nacional Bolivariana le hu-3) biese dado una rumba e’ palo a los camioneteros que hicieron paro-guarimbas?

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hu-•biese decretado sanciones económicas contra Vene-zuela.

Hilary Clinton se habría declarado “preocupadísi-•ma”.

Human Right Watch habría pedido la renuncia del •rrrrégimen.

Los medios de comunicación privados habrían exi-•gido el envío inmediato de una fuerza multinacional para rescatar a los presos políticos.

Felizmente, no fue acá, sino en Londres y Santia-go, donde funcionan dos democracias ejemplares y neoliberales.

¿Qué pasaría si, frente a unos disturbios, el autócrata 4) de acá hubiese dicho que aplacaría a los manifestantes cueste lo que cueste?

Hilary Clinton se habría declarado “muy preocupa-•dísima”.

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RÉGUlO PÉREz ——————————————————Pintor y caricaturista. Premio Nacional de Dibujo. Y Premio Nacional de Artes Plásticas. Con exposiciones en: Museo de Arte Contemporáneo, Museo de Bellas Artes, Galería de Arte Nacional, Museo Alejandro Otero y Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez y Fundación Celarg.

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WIllIAM OSUNAPresidente amigo ——————————————————William Osuna • Poeta. Premio Nacional de Literatura. Autor de los libros: Estos 81; Mas si yo fuese poeta, un buen poeta; Antología de la mala calle; San José Blues + Epopeya del Guaire y otros poemas; y la antología Miré los muros de la patria mía.

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Presidente amigo

Le abro cancha por las palabras, las que dan confian-za, las de mi gusto. Con usted, prefiero el trato de

amigo que permiten las causas comunes; compartir los recuerdos que concluyen en el patrullero, caimán de 20 metros de colmillos de oro y ojos de piedra pómez, o el de la cometa que se fue a la isla y regresó con un saco de naranjas atado a la cola. Lo sé, son cosas de niño ve-guero que cruza en paralelo con el muchacho que fui. No vendí dulces arañas ni tuve como calzado las alpargatas número 3; conocí el zapato roto reparado con cartón, agujeros mayores que una locha y un tanto menores que un fuerte. Me contagié con la gripe asiática, me la cu-raron con sopa de pollo, donde el pollo se ausentaba; a la hora del almuerzo, volaba la tapia con los huevos de mamá piroca. Sufrí el sarampión, la lechina, la papera, el atropello de bicicleta sin freno, la mordida de perro callejero; necesité de medio real para ir al cine, acom-pañé a Sandokan en la casa del tigre de la Malasia, fui el chico más guapo de mi generación, montado en una tabla, sentado en una silla de barbero. Lloré contra la al-

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la jornada, decía usted que en algún momento del año 21 se marcharía al bosque, lejos de la ciudad. No hablaba de cine ni de carros llenos de mermeladas, galletas de trigo que se acompañan con queso. Mencionaba como utensi-lio necesario una caña de pescar, una navaja turca, segu-ramente por si al patrullero se le ocurría buscarlo fuera del río en su rancho en la selva. Le bastaban el fuego, las sardinas asadas, libros y lápices. A mí no me gustó su vida en el bosque ni la imagen del sable pegado en la pared, al lado del daguerrotipo del cuartel de la montaña; tampo-co la barajita donde aparece el látigo Chávez y usted de guatón, pasado de peso, recordando en la mecedora aquel abril de puñales y traiciones.

Nadie se atrevió a contradecirlo. Presidente, usted no es ese simbólico Henry David Thoreau frente a la laguna de Walden, en Concord, Massachussets, camorreao con el capitalismo en su retiro de desobediente civil; ni el hi-ppie anacrónico que fundó comuna en California para detener los metales de la guerra. Demasiado tarde para hacer dedos en la carretera. Usted no puede retirarse. La multitud lo señala como el culpable de este sueño, el pri-mero de la fila contra este mundo de chacales. Si abril lo trajo del laberinto, no fue para que diga las frases del in-fortunio; cristianos, musulmanes, judíos, sacerdotes de nuestras religiones ancestrales, ateos, lo reclaman. Las lilas traerán su perfume primaveral, la alegría necesaria de volver a la calle.

Lo visible es que todo continúa en Revolución. No soy un poeta áulico ni usted un presidente para la cortesanía. En sus planes se contempla desalambrar las tierras ocio-sas y otros asuntos por los que me anima a acompañarlo.

mohada. Dolor de muela, tapones de guayacol. Hambre tuve, pero en mi mesa siempre hubo pan. Le cuento.

Tarde soleada, rostro sudoroso. Las caimaneras me re-gresan como pitcher zurdo, especie de Sandy Koufax, un verdugo, dicen en jerga beisbolera. Todavía me recuerdan en Los Castaños, El Cementerio. En aquellos baldíos, no traspasé a una tortolita ni a un azulejo, utilizaba la china para atravesar latas de refresco, aceite y romper botellas de cerveza. Le confieso: si alguien me hubiese puesto el sobrenombre de Tribilín, le hubiese pedido cancha al ami-go. Estoy en mi fase de recuerdos, Presidente. Por eso me nombro en demasía y me da por suponer que usted es de una generación que corre en paralelo con los míos. Epi-sodios comunes, digo. Comparto. Discoteca de los 70. No más Miriam Makeba, adiós Maletica verde, Nino Bravo, guateque sabatino. Dispense, Comandante, el surco ra-yado de mi infancia me viene para entrar en confianza. Como las canciones y anécdotas en su programa domini-cal. Aquí le cambio el disco.

Le escuché una vez que en el espejo de sus sueños se veía ponchando a los Ruiz Tirado, con la curva invisible del látigo Chávez. Leonardo, Federico y Wladimir nunca tropezaron una. La bola venía lisa, vuelta un trapo, sin costura, como lanzada desde un cuarto oscuro; el teipe se desprendía ante sus ojos, la bola se convertía en cintas de colores, imposible de batear. El cuento es largo, resumo. Al instante nombró a Tom Jones y cantó Delilah. Habló de su salud y del país que usted metió en la cabeza de la pobrecía, con voz propia, mañana y porvenir. Luego con-dujo un yip, se metió por polvorientos caminos, repartió tierras a los desheredados y casas a los sin casas. Al fin de

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RObERTO MAlAvER

Échame a mí la culpa ——————————————————Roberto Malaver • Periodista y licenciado en Estudios Internacionales. Premio Nacional de Periodismo, mención Opinión. Autor de los libros: El discurso más claro de la historia, Sin corazón en el pecho. Participó en el libro Contragolpe del humor.

En los míos urgen libretas, cantos, ríos, personajes y calles de mi zona. Es mi manera de desalambrar las palabras, el poema, la poesía.

Hoy es 16 de julio. Desde Maiquetía, sin aviso alguno, partió para La Habana por asunto de quimioterapia, pasi-llos de hospital, tubos y máquinas donde el acero entris-tece. Encima del Waraira, el cielo se encorva como piel de asno. Mi casa invoca al cristo de los milagros, al de los tem-plos y mercaderes; alguien pide por su salud. Los ancestra-les consultan los caracoles, piden a Elegguá, ache pa ti.

Por la tarde, en Miraflores, cantó, le cantaron; el arpa sonó recia, animosa, traía un camino de flores. La melodía lo llevó al corneta del batallón Farfán, muchacho de pie virado que no servía para el trote severo, condecoraciones y soles que concede la armada. Describió un pueblo sel-vático, megáfonos, plaza y retreta dominguera, propicia para invitar al softbol. Habló de su escalada al Chimbora-zo. Nos conmovió. Lo sabemos, esta no es la razón por la que se hizo soldado.

Desde su ventana se mira el verdor de un país digno. Amigo, el manojo de llaves está encima de su escritorio, vuelva pronto para que las entregue a los sin casa de la tie-rra. Ellos lo esperan. Nosotros lo esperamos. Entre usted y nosotros crece una llama de optimismo. Tierra yerma que va del polvo al fruto.

¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

W.O.

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Kathy Mendoza, después de asomarse al balcón de la quinta Prohibido Olvidar,

en Alto Prado, caminó lentamente hasta el estudio, donde su joven esposo, Jean Brill-embourg, se encontraba escuchando la cuarta sinfonía de Beethoven. Esperó que terminara la sinfonía y luego le dijo a Jean:

— Quiero conocer la ciudad.

Él aceptó y se pusieron de acuerdo para salir a recorrer Caracas.

Antes de salir, Jean preparó todo un equipo de seguridad. Su pistola, spray, chaleco, se quitó el reloj Rolex, y le dijo a su esposa que se quitara todas las joyas y se vistiera como una marginal porque “prácticamente vamos para la guerra, mi amor”. Subieron al viejo Neón que estaba estacionado detrás del Mercedes y salieron rumbo a El Silencio.

A medida que avanzaban por la autopista, Jean le iba diciendo a Kathy que se fuera dando cuenta de los men-sajes y de lo deteriorada que estaba la ciudad por culpa de los marginales estos, que cada vez que hacen una vaina salen a poner afiches y pendones por todas partes, para

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— Ahora resulta que el culpable del desastre que esta-mos viviendo es Uribe, qué manera de esconder el fracaso.

Kathy iba feliz. Era la primera vez que visitaba la ciu-dad y le parecía un encanto.

— Tenemos que venir más a menudo, mi amor, estacio-namos y nos bajamos por aquí, a mí me gustaría conocer la Casa Natal del Libertador y el edificio de la Asamblea Nacional, yo no conozco nada del centro de Caracas.

Jean la vio con lástima.

— Aquí no hay nada que conocer. Esto es perder el tiempo. Ya estás hablando como una chavista. No ves que el Presidente acaba de romper relaciones con Colombia y esto está lleno de colombianos. Vámonos a hacer el amor y ellos que hagan la guerra.

Y felices volvieron a la quinta Prohibido Olvidar. Una vez en la casa, Kathy decidió encender el televisor en Glo-bovisión y allí estaba Leopoldo Castillo diciendo: “Vene-zolanos, accionistas todos de Globovisión”.

— ¿Quéeeeeeeeeeeee?

Cuando Jean Mendoza y su esposa Ka-thy Brillenbourg escucharon a Leopol-

do Castillo leer el comunicado de Globovi-sión, donde decía: “Venezolanos, accionistas todos de Globovisión”, el grito que la pareja de jóvenes de la alta sociedad civil dejó oír en todo Alto Prado, no dejó lugar a dudas de que estaban en desacuerdo con esa locura. Los dos se fueron de bruces contra la alfombra persa que estaba en la sala y, desde allá abajo, Jean le dijo a Kathy:

que nosotros sepamos que se están robando los reales. Kathy sonreía y veía a Jean con admiración.

— Pronto vas a ver un montón de afiches con caras de personas que no conoce nadie, pero que invitan a votar por ellos porque nos van a defender desde la Asamblea, como si uno no supiera que en este país manda una sola perso-na y que nadie es capaz de decirle que no siga cometiendo errores.

Llegaron a la avenida Bolívar. Y avanzaban lentamen-te. Jean aprovechó para ver detenidamente todo lo que estaba a su alrededor.

— Este país está en guerra desde hace once años, y los pobres la están ganando, porque son mayoría. Mira cómo están por todas partes. Mira aquel. Y aquel. Es increíble cómo puede salir adelante un país con tanta pobreza.

Entraron a los túneles y salieron a la plaza O’Leary, y decidieron dar la vuelta para devolverse.

— Prende la radio para ver qué está pasando en este país, mi amor.

Kathy encendió la radio y apareció la voz de Chávez ha-blando de “Uribe es un hombre que está dispuesto a todo, incluso a montar un campamento en nuestro territorio y bombardearnos. Ese es Uribe, un enfermo, un hombre que se va fracasado, que entró a la historia por la puerta de atrás. Por eso, con una lágrima en mi corazón, he decidido romper relaciones con Colombia”.

— Apaga, mi amor, apaga, que si sigo escuchando a ese hombre puedo chocar.

Kathy apagó la radio y Jean siguió diciendo:

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Y entonces Pathy tuvo que rebajarse y hablar en español:

— Decía, pues, que debemos esperar la reacción del Gremly, hay que esperar, pero eso sí, debemos crear un plan B para defendernos en caso de que la chusma cha-vista se tome eso literalmente. Aunque viéndolo bien, yo les confieso que tenemos todas las de perder, porque los dueños de nuestra casa de familia, es decir Globovisión, se fueron huyendo, y esa excusa jurídica de decir que no hay dueños sino instituciones, esa cosa no se la cree nadie.

Kathy destapó una botella de champaña y llamó al ma-yordomo para que sirviera las copas y luego dijo:

— Sólo la embajada de EE UU salva.

En el barrio El Observatorio, arriba, muy arriba del 23 de Enero, en la calle

El Rincón, Juancho Pérez, conocido en los altos fondos como Rancho Caído, conversaba con su compadre Pedro Piñate, y le decía.

— Estoy saliendo con una burguesita que está podrida de buena, compadre, usted se imagina esa culebra, una chama haig saliendo con este cuerpo chavista, y yo no ten-go la culpa, compadre, yo soy un hombre de carne y hue-sos, pero qué carne y qué huesos, compadre.

Mientras tanto, en la quinta Prohibido Olvidar, Kathy Mendoza y Jean Brillembourg escuchan una de las suite de Johann Sebastian Bach y preparaban algunos pasapalos para la reunión que iban a tener con sus compañeros de la alta

— Nos jodimos, nos igualaron con la chusma.

Justo en ese instante comenzaron a repicar los seis Black Berry de la pareja, y los teléfonos fijos también en-traron en concierto. Toda la alta sociedad civil se estaba comunicando para ver qué hacían con aquella locura que había leído en Globovisión el loco ese de Leopoldo Casti-llo. Y Jean y Kathy hablaron con todos sus amigos al mis-mo tiempo, como si estuvieran en una sala de conferencia, y llegaron a una conclusión: “vénganse todos para la quin-ta Prohibido Olvidar y aquí tomamos una decisión”.

Al momento comenzaron a llegar a la quinta Prohibi-do Olvidar diferentes vehículos, Mercedes, Audi, 4Run-ner, Hommer, y uno que otro chofer que traía al niño Kenny y la niña Pathy. En menos que canta un gallo, to-dos estaba allí.

Jean tomó la palabra.

— Esa vaina no se puede tolerar. A quién se le ocurre comenzar a leer un comunicado donde le dan poder a toda esa cuerda de locos, ojalá que no se presenten al canal a reclamar sus acciones, porque eso sería la locura, y todo por culpa de los abogados internacionales que tenemos que parecen chavistas con esa vaina de darle a todos los venezolanos acciones en el canal.

Pathy también tomó la palabra.

— Ladys and gentleman…

Pero fue interrumpida por Harold Vollmer, quien le dijo:

— Déjate de vainas ridículas, Pathy, y habla en español, que estamos en esta porquería de país, o ¿tú crees que es-tamos en Miami?

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regalándonos franelas y gorras rojas para que vayamos a las marchas de la avenida Bolívar”.

En ese momento, sonó el Black Berry de Cinthya.

Cuando sonó el celular de Cinthya Macha-do, Jean Brillembourg la estaba viendo

detenidamente. Detenía su mirada en los ro-bustos y bien plantados senos de Cinthya y, luego, haciendo un paneo, bajaba a sus dos tornea-das piernas y pensaba para sí: “Esta mujer sí está buena, dios mío, y pensar que está saliendo con un marginal”.

Cinthya contestó y dijo: Hola, mi revolucionario: Pa-tria, amor y éxtasis. Venceremos”. Jean vio a Kathy son-riendo y la tomó del brazo: “Ven, mi amor, esas conversa-ciones entre chavistas no llevan a nada importante sino al robo y la traición”. Llegaron hasta la sala y Jean colocó en su aparato de música la sinfonía número 40 de Mozart. Al comenzar a sonar, dijo: “Si los chavistas supieran lo bue-no que es esta música, seguro que expropiarían el sonido”, y sonrió con Kathy mientras la abrazaba.

Cinthya terminó de hablar con Juancho Pérez y se diri-gió a la sala donde Jean y Kathy escuchaban a Mozart. “Es maravilloso, Juancho, tan sutil, tan bello, tan sensual”—, dijo Cinthya. Y Jean le contestó: “Me perdonas, amiga, pero esas no son las cualidades de ningún chavista, esos son hordas, patas en el suelo y marginales”.

Cinthya sonrío y movió sensualmente su cuerpo, de ma-nera que su par de piernas puso de nuevo a pensar a Jean:

sociedad civil, el tema que tratarían sería el asalto a mano armada que la Casa de Bolsa Econoinvest le había hecho no sólo a los pobres bolsas que les habían duplicado las cédulas para cobrar por ellos, sino que también estaban muchos de ellos implicados y con dinero por cobrar que ahora parece que el gobierno chavista —¿chavista?— les iba a pagar.

Y la primera en llegar fue Cinthya Machado, saludó con un besito a Kathy y otro a Jean y, después del saludo, Ka-thy no esperó y le dijo: “¿y es verdad, Cinthya, que estás saliendo con un chavista marginal?, bueno, perdona la re-dundancia”. Y Cinthya dijo que era verdad, y que estaba viviendo intensamente una pasión desaforada y eso debe ser porque Juancho no pensaba nunca tener en sus brazos una persona como yo, pero te cuento Kathy que ese cha-vista es lo máximo que me ha pasado.

Entonces intervino Jean y le dijo que “ese Juancho Gon-zález es uno de los que le duplicaron la cédula en Econoinvest y, gracias a él, esa gente cobró y vendió unos buenos dólares. Y te confieso, Cinthya, que esa era la única manera de que ese marginal iba a ver unos dólares, porque con esa cara que tiene, no creo que alguna vez mirara un dólar, a menos que se lo robara”. Cinthya se enfadó y le dijo a Jean que “eso es lo que pasa con los de nuestra clase, que siempre ofendemos a los pobres y por eso ahora esos pobres nos tienen agarrados con el Teniente Coronel que instalaron en Miraflores, y si no me pides disculpas por lo que has dicho de Juancho, me voy en este mismo momento”.

Y Jean le pidió disculpas y le dijo que “no te enfades, que lo último que me puede pasar es que tenga contradic-ciones de clase contigo, Catherine, lo que sí me parece es que si te sigues acostando con ese chavista vas a terminar

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— Tú sabes que estamos haciendo reuniones itineran-tes, no tenemos un lugar específico, si quieres le digo a todos los compañeros y nos vemos en tu casa y también escuchamos tu aporte, tus planteamientos, porque esta-mos escuchando al pueblo.

A Jean no le gustó ese calificativo de pueblo.

— Eso no es conmigo, Julio, pueblo es esa cantidad de marginales y hordas que andan detrás del Teniente Coronel.

Borges le pidió disculpas por confundirlo y estuvieron de acuerdo en reunirse el viernes de la próxima semana en horas de la tarde.

— Ya sabes que vamos todos, incluso Omar Barboza, que no le gusta a nadie pero hay que cargar con esa pena.

Y llegó el viernes en la tarde y todo estaba listo. Y el primer timbrazo lo dio Gabriel Puerta, y la señora de servicio le dijo que esperara un momento, y fue a decirle a los señores que allá afuera estaba el señor Gabriel Puerta, y Jean preguntó:

— ¿Quién es ese?

— Dijo que era de la Mesa de la Unidad.

Después llegó Andrés Velásquez y la señora lo dejó es-perando en un salón al lado del señor Puerta y le avisó a los señores, y Jean dijo:

— Los primeros en llegar son siempre los que traicionan.

Después llegaron Henry Ramos Allup, Omar Barboza, Enrique Mendoza, Julio Borges, Ramón Guillermo Aveledo y cuando todos ellos entraron a la sala, antes de llamarlos a sentarse a la mesa, Jean le dijo a la señora que le avisara a los otros dos que estaban esperando afuera que pasaran. Así

“Cómo envidio a ese chavista marginal que se está montando en ese cuerpo tan exquisito”. “¿En qué piensas, mi amor?—, le preguntó Kathy, y Jean contestó: “En ti, mi amor, en ti”.

Cinthya se despidió porque “me voy a encontrar con Juancho y ya siento su palpitar, su revolución, su belleza”.

Salió de la quinta Prohibido Olvidar y al rato se escu-chó el timbre de la casa.

— Sinforosa, Sinforosa. Ve a ver quién es, y si es Julio Borges le dices que espere en el lobby.

Al momento volvió la señora y dijo: “No es el señor Borges, es un señor que dice llamarse Gabriel Puerta, de una tal Bandera Roja.

— ¿Cómo es la cosa?

En la quinta Prohibido Olvidar, en Alto Prado, suena la Quinta Sinfonía de

Beethoven dirigida por Gustavo Dudamel. En la cocina, Kathy Mendoza conversa con la señora de servicio.

— No te olvides que esa gente son unos marginales. No sé cómo se le ocurrió a Jean invitarlos a cenar.

Jean Brillembourg se había encontrado con Julio Borges y aprovechó para invitarlo a su casa a cenar y hablar de la unidad perfecta, “eso de que tanto habla el ñángara de Pe-tkoff”. A Borges le pareció propicio el momento para realizar allí, en casa de Jean, una reunión de la Mesa de la Unidad.

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— Llama a Miguel Henrique que mande a montar unas 50 portadas de esa y se las envíe a todos los periódicos para que las pongan en la entrada de sus oficinas y que sepa el mundo que aquí se está violando la libertad de ex-presión.

Jean le dice a Kathy que ponga el CD de Juan Gabriel “porque vamos a celebrar en grande”. Destapan una bote-lla de champaña y brindan y “esto le ha dado la vuelta al mundo”.

Sigue llegando gente a la quinta Prohibido Olvidar y Jean Brillembourg está feliz. Todos los visitantes lo felici-tan y Carolina Phells le dice:

— Qué bueno está eso, Jean, y además también está la portada de Teodoro, el ñángara ese que después que llamó Bobolongo a Miguelito, ahora, por fin, entendió que Miguelito es un tipo inteligente y entonces lo copió, y aho-ra digo yo, si copias a la persona que llamas Bobolongo luego tú eres más Bobolongo que la persona a la que lla-maste Bobolongo.

Todos celebraron las palabras de Carolina y levanta-ron sus copas y llamen a Miguelito para felicitarlo.

Destapaban botellas de champaña y whisky y en ese momento entró Cinthya Machado, la que todo el mundo sabe que está saliendo con un chavista, y en cuanto Jean la vio se le fue encima.

— Dile a tu chavista, a tu marginal, que están violando la constitución, y la libertad de expresión, y los derechos huma-nos, y que siga apoyando a su tirano, y ahora dime: ¿qué te pa-recen las dos portadas que tenemos aquí en exposición? Y todo porque tu Presidente no da las cifras de la mortandad que vivi-

entraron Gabriel Puerta y Andrés Velásquez, y todos se sen-taron en la mesa. Entonces Jean levantó su copa y les dijo:

— Esta mesa Luis XV, herencia de mi padre, será hoy testigo histórico de los acuerdos a los que podamos llegar. Y brindaron.

Después del segundo trago Gabriel Puerta dijo:

— Lo importante no es la mesa donde nos sentamos, lo importante es la unidad.

Y Jean Brillembourg no toleró que un comunista des-preciara su mesa Luis XV, y dio por terminada la reunión.

Al día siguiente, en la tarde, en la quin-ta Prohibido Olvidar, Jean Brillem-

bourg abraza fuertemente a su esposa Ka-thy Mendoza y le dice:

— Al fin ganamos una, mi amor, le hemos dado en la madre, mira qué lindo quedaron esas portadas montadas como obras de arte.

La pareja se encuentra en la sala de la quinta Prohibido Olvidar viendo las dos portadas de El Nacional que Jean mandó a montar. Está la portada con la fosa común que Miguel Henrique Otero publicó y está la otra donde apa-rece censurado.

Jean está esperando a sus amigos que ya empiezan a llegar. El primero es Harold Salvatierra, que entra y se queda admirado y le dice:

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— Menos mal que los chavistas marginales no saben quién es Mozart, y ojalá que no lo descubran nunca.

En la cocina, Kathy Mendoza habla con la señora del servi-cio. Preparan langostas y enfrían la champaña. Y dice Kathy:

— No sé qué le está pasando a Jean que últimamente está de mal humor. Basta que le hablen del señor Chávez y se enferma y comienza a gritar.

La señora de servicio escucha atentamente mientras pone el aceite extravirgen en la ensalada.

Se escucha un pito y Jean baja la música y ve la panta-lla que tiene al lado del aparato reproductor donde vigila a todo el que entra y sale de la casa. Allí puede ver que es el Mercedes de Harold. Harold levanta su mano izquierda y hace la señal de la victoria, esa es la clave para saber que es una persona conocida. Jean aprieta un botón y se abre el estacionamiento de la quinta Prohibido Olvidar.

La señora de servicio traslada los platos a la mesa y lue-go sirve la comida. En el estudio, Harold y Jean se abra-zan y luego viene el besito a Jenny.

— ¿Cómo está todo? ¿Qué se dice?

Destapan una botella de vino chileno Don Melchor, y brindan por la vida, por la alegría y dijo Jean:

— Y porque este tirano se vaya algún día.

Se fueron a la mesa y los platos estaban servidos. Comenza-ron a degustar las langostas y a conversar.

— Pásame la salsa, Kathy.

— Sí, mi amor.

mos en el país. Busca, pues, a tu marginal, a tu chavólogo, que sabe de todo, y dile por qué tienen miedo a la prensa y…

En ese momento Kathy se acercó y abrazó a Jean y le dijo:

— Cálmate, mi amor, la bebida se te está subiendo a la cabeza.

— No me digas que tú estás a favor de la chavista, ahora sí me jodí yo, con una esposa apoyando a una mujer que se acuesta con un chavista, o sea, con un marginal, no me voy a calmar un carajo, chica.

Y los amigos llevaron a Jean a la cama.

Se levanta la puerta del estacionamiento de la quinta Ni un Paso Atrás, y el Mer-

cedes de Harold Salvatierra sale lentamente. Va junto con su esposa, Jenny Alcok, rumbo a la quinta Prohibido Olvidar, donde Jean Brillembourg y Kathy Mendoza los esperan para cenar. Van comentando la última rasca de Jean en la exposición de las portadas de El Nacional.

— La verdad es que Jean se pasó con la pobre Cinthya. Si a ella le gusta acostarse con su chavista por qué él tiene que meterse en eso, dice Jenny.

— No sé mi amor, pero te digo una vaina, eso de que entre nuestras amistades esté una mujer acostándose con un chavista marginal, habla muy mal de una. Una lo que tiene que hacer es mandar a esa gente pal carajo.

Mientras tanto, Jean Brillembourg escucha la Sinfonía Número 40 de Mozart. Está allí extasiado haciendo las ve-ces de director de la Filarmónica de Londres. Y piensa:

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Levantan sus copas de bacará, y Kathy aprovecha para cambiar el CD de Mahler y coloca uno de José Alfredo Ji-ménez. Cuando Jean comienza a escuchar “que me sirvan de una vez pa’ todo el año”, le dice:

— Caramba, Kathy, pero tú te mexicanizaste.

Los dos ríen.

— De lo que sí estoy seguro es de que los candidatos de Cinthya son mejores que los nuestros, porque los nuestros tienen unas caras de bandidos, pero son nuestros bandi-dos de siempre, en cambio los de Cinthya, los chavistas marginales esos, son profesionales y son gente nueva y eso es una gran ventaja, hay que reconocerlo— dice Jean.

Kathy es ahora la que está sirviendo. Y recuerda que den-tro de poco se van a presentar los amigos que vienen a hablar de los planes para el domingo después de las elecciones.

— Mi padre comenta, Jean, que antes nosotros ni vo-tábamos, porque ya sabíamos quiénes iban a ganar y era la gente que mi padre había puesto allí en una cosa que se llamaba Congreso.

— Es cierto, habíamos comprado una democracia re-presentativa por kilos, ahora llegaron los chavistas estos y se llevaron nuestra democracia. Ahí está Cinthya, gozan-do su empate con el chavista ese.

Fue entonces cuando Kathy gritó:

— ¿Hasta cuándo vas a seguir hablando de Cinthya Ma-chado? ¿Crees que no me he dado cuenta de que cada vez que Cinthya viene a la casa te babeas viéndole las piernas? Lo que tienes es celos del chavista que está saliendo con ella. Echa tu cuento bien, dime la verdad y salgo por esa puerta a buscar a mi familia y esto se acabó.

Y así iba transcurriendo la velada hasta que Jean preguntó:

— ¿Y ustedes no han visto a Cinthya?

— Sí, yo la vi ayer, y me presentó a su novio—, dijo Harold, y Jean gritó:

— La puta esa ¿sigue saliendo con el chavista marginal ese?

Y allí se terminó la cena.

Jean Brillembourg toma el CD de Gustav Mahler y lo coloca en el aparato repro-

ductor. Comienza a sonar la Sinfonía Nú-mero 1, “Titán”, y Jean suspira un momen-to mientras ve por la ventana cómo pasa volando una graciosa guacharaca. “Es eterno, coño, es eterno” — , dice

En su cuarto, Kathy Mendoza está ensimismada. Hoy vendrán nuevamente sus amigos a hablar de las eleccio-nes, de los candidatos, de qué vamos a hacer después que votemos, en fin, Kathy decide ir al estudio a conversar con Jean. Cuando llega, Jean está en el medio del estudio di-rigiendo la Sinfonía Número 1 de Mahler, ve a Kathy y ca-mina hacia ella, le da un beso y le dice:

— Tenemos que hablar de nuestros candidatos a la Asamblea Nacional, porque yo no sé quiénes son ni quién los puso allí.

Jean le sirve un trago y brinda por Kathy.

— Vamos a celebrar desde ya el triunfo de unos tipos que a lo mejor son los mismos de toda la vida.

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gobierno, es decir, al tirano. Después que los estafas, el dicta-dor que corra con los gastos, y tú te fugas con el dinero de esos miserables que después no te van a denunciar, sino por el con-trario, te van a defender, para eso tenemos nuestros medios, allí está Miguelito que te defiende.

Heinz le agradece el consejo a su amigo Jean y se des-pide, ahora alegre.

— Es cierto esa vaina; Jean, yo los he visto defendiendo a Mezherane después que los estafó y a Zuloaga después que les acaparó los vehículos y a la gente de Econoinvest después que los utilizaron como les dio la gana, gracias, amigo, voy a celebrar.

Jean deja el celular en la mesita y escucha con atención que algo mexicano está sonando en el bar. Afina su oído musical y se dice:

— Kathy no se olvida del José Alfredo, qué le pasará, mejor me acerco para averiguar.

Cuando Jean entra al bar, ve a Kathy abrazando al apa-rato de sonido y cantando a coro con José Alfredo Jiménez:

— Yo no sé lo que valga mi vida, pero yo te la quiera dejar.

Jean se acerca y apaga el aparato de sonido. Abraza a Ka-thy y le quita el vaso donde todavía quedan restos de coñac. Ve la botella de Remy Martín que está casi vacía y se asombra. Y Kathy le dice:

— Lo sé todo, Jean, estás enamorado de Cinthya Macha-do, y por eso te arrecha que se acueste con un chavista.

Y Jean la llevó a dormir.

En ese momento sonó el timbre y al rato la señora del servicio se acercó al estudio y dijo:

— La señorita Cinthya Machado acaba de llegar.

Kathy Mendoza está en el bar de la quin-ta Prohibido Olvidar. Pensativa, senta-

da en una silla Luis XV, piensa que algo raro le está pasando a su esposo Jean Brillembourg. Se levanta y toma una botella de coñac Remy Martín, se sirve un trago y va a la cditeca y busca allí las obras completas de José Alfredo Jiménez, coloca el CD en el novedoso aparato reproductor y, con el control remoto, va directo a la canción que le gusta. Y comienza a sonar “Paloma querida”, y Kathy comienza a cantar con José Alfredo.

— Yo no sé lo que valga mi vida, paloma querida, yo no sé si tu amor la reciba, pero yo te la quiero dejar.

En el estudio, mientras escucha la segunda sinfonía de Ma-hler, Jean Brillembourg habla por uno de sus tres blackberrys. Su amigo Heinz Machado lo acaba de llamar preocupado.

— Vendimos unos edificios, en planos, claro, a un mon-tón de gente de clase media, y ahora mi socio se fue del país y yo no sé quién va a correr con ese muerto, amigo Jean, te confieso que estoy asustado.

Jean baja el volumen de la música y le dice a su amigo Heinz:

— No te preocupes, ahora la vaina es más fácil. La consigna entre nosotros es: estafa a la clase media y échale la culpa al

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— Lo importante, Ramos Allup, es que llegamos uni-dos a esta vaina, cosa que, te confieso, yo nunca creí, pero aquí estamos esperando el 26 para tratar de joder una vez a la gente.

Omar Barboza conversa con Miguel Henrique Otero.

— Esa foto que sacaste en el periódico fue del carajo, Miguelacho, nos ganamos unos cuantos puntos, qué idea tan buena, claro, tenías que ser hijo de Miguel Otero, eso se nota.

Y Miguel Henrique sonríe y se toca la yunta de oro que tiene en la manga derecha y dice:

— Cada vez que me pongo a pensar se me ocurren vainas geniales, lo que pasa es que no tengo tiempo para pensar.

Los mesoneros sonríen entre ellos. A cada momento los miembros de la MUD están pidiendo más y más.

— Y menos mal que no vino Álvarez Paz.

— Y eso que no están en el poder, y cómo bebe esta gente.

Y desde el lado derecho de la sala se escucha una voz que dice:

— Esos mesoneros, que se acerque uno por aquí que quiero echarme un palo para celebrar el triunfo.

Es Ricardo Sánchez quien está apostando con Stalin González para ver quién sale primero de la UCV. Un me-sonero se acerca y les pregunta:

— Perdonen mi ignorancia, pero ¿cómo se llaman us-tedes?

En la quinta Prohibido Olvidar hay fies-ta. Jean Brillembourg y Kathy Mendoza

comparten con los líderes de la Mesa de la Unidad. Varios mesoneros se mueven de un lado a otro llevando whisky y vino y todo tipo de pasapa-los. En un rincón están conversando Gabriel Puerta y Andrés Velásquez, y más allá, Jean conversa con Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, Jean dice:

— Te confieso una vaina, Petkoff, en otro tiempo tú nun-ca hubieses pisado esta casa, pero menos mal que dejaste esa vaina del socialismo, porque así por lo menos te podemos in-vitar a compartir con nosotros los ricos.

Teodoro se ríe y Pompeyo dice:

— Esas fueran vainas juveniles que se le ocurren a todo el mundo, ahora nosotros sabemos cómo es la cosa.

Y aprovecha y le quita un vaso de whisky a un mesonero y le dice:

— Quédate aquí, amigo, para no tener que perseguirte por toda la sala.

Ramón Guillermo Aveledo y Ramos Allup están discu-tiendo.

Dice Ramos Allup:

— La estrategia esa de Enrique Mendoza de llamar Ope-ración Amarre a la campaña es bien pendeja, esa vaina no nos va a llevar a ninguna parte, si nos amarramos nos van a demoler los chavistas, eso es lo que están esperando.

Y dice Ramón Guillermo:

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Kathy también se levanta y su cuerpo desnudo es el Nacimiento de Venus en el cuarto de la quinta Prohibido Olvidar. Se viste y toma del brazo a su esposo.

— Cálmate, mi amor, él también tiene derecho a tocar su diana.

— No lo quiero escuchar más, Kathy, se acabó esta dia-na mañanera.

De repente, la diana se calló por un momento. Jean y Kathy esperaron un rato. Hubo un silencio largo que fue interrumpido por Jean:

— Algo le pasó al músico chavista ese.

Y fue en ese instante cuando el taaaaaaaaatatataratata-ra, se escuchó como si estuviera en el cuarto. Jean dio un salto y se montó sobre la cama. Kathy lo bajó y dijo:

— Parece que está en la puerta de la casa.

Jean bajó de la cama, tomó nuevamente la pistola y se dirigió a la puerta. En eso se escuchó el timbre y otra vez vibró toda la casa con el tataratarataratata. Kathy corrió detrás de Jean, quien con la pistola en la mano, abrió la puerta, y estaba a punto de disparar cuando descubrió que detrás de la trompeta estaba la cara de Cinthya Machado.

Cinthya pasó directo a la mesa del comedor y tomó una manzana, con ella en la mano se dirigió a Jean y a Kathy, quienes la veían con la boca abierta, y dijo:

— La manzana se pasea de la mesa de la unidad al co-medor, no me piques con cuchillo, pícame con tenedor.

Cinthya estaba linda. Su cuerpo era una provocación en el medio de la sala. Sus piernas sostenían el tesoro más

Los dos eternos estudiantes celebran la pregunta y si-guen discutiendo.

Entonces llegó Cinthya Machado y Jean Brillembourg corrió a darle la bienvenida y le dijo:

— Ya estamos celebrando el triunfo, camarada chavis-ta. Los ricos volvemos al poder.

Jean Brillembourg y Kathy Mendoza terminan de hacer el amor. En el patio

de la quinta Prohibido Olvidar cantan los pájaros. Un rayo de sol pasa por la venta-na y le da en la cara a Kathy, Jean la ve y le da un beso:

— Desde la naturaleza te están filmando, mi amor—, le dice. El cuadro está que ni pintado por Rembrandt.

Es una mañana del septiembre electoral venezolano. Jean le comenta a Kathy:

— Es raro que el chavista marginal que pasa todas las mañanas tocando su Diana no ha pasado. Ella sonríe.

— Ya vendrá, esos chavistas son perversos, a lo mejor está esperando una mejor oportunidad.

Los dos se abrazan fuertemente. Jean le susurra al oído a Kathy que tiene ganas de volver a hacer el amor, ella le dice que sí, y de repente se escucha a lo lejos que viene como metiéndose en la quinta un sonido: Tataratatatara-ta. Y Jean da un salto, se viste y toma una pistola .

— Yo mato a ese desgraciado, ya no lo soporto, ese lo mandó el tirano para que joda a la burguesía caraqueña, yo no me calo más esta vaina.

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Allup, que anda hecho unas pascuas con sus 23 analfabe-tos que metió en la Asamblea.

— Lo importante es que tenemos gente allí, amigo Jean, son unos delincuentes pero son nuestros delincuentes, y ahora hay que salir adelante, por cierto, yo creo que ya Ka-thy se ha dado cuenta de que cada vez que ves a Cinthya te babeas, y la verdad es que la tipa está que yo también soy capaz de pegarle cachos a mi esposa, porque esa Cinthya tiene un cuerpazo de desfile.

— Te confieso, Harold, que una vez me cansé de rogarle que se acostará conmigo, pero ¿sabes qué me dijo?, que ahora le era fiel a su chavista del 23 de Enero y estaba en una de conciliación de clase, y que me olvidara, y eso me tiene más empepao ahora, sobre todo envidiando al mar-ginal ese que seguro se está acostando con ella y se lo está contando a todo el barrio, porque así son los marginales, cuando se acuestan con una de las nuestras, salen corrien-do a decirlo a todo el mundo.

Y tenía razón Jean, Cinthya Machado gemía de placer debajo del cuerpo de Juancho Pérez, el chavista más envi-diado en el barrio El Observatorio. Se estremecía Cinthya, aullaba Cinthya.

— Así, Juancho, así, mátame, Juancho.

En la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg termina de hablar con su amigo Harold Salvatierra, y se sienta a pensar, entonces decide llamar a Cinthya. Ella contesta, todavía jadeando, y él le pregunta:

— ¿Qué te pasa?

preciado. Jean la vio con deseos, dejó la pistola sobre la mesa y se acercó a ella, se le puso de rodillas y le dijo:

— Tócame la diana otra vez.

Los padres de Cinthya Machado ha-bían salido en una caravana a cele-

brar que “los oligarcas estamos volvien-do al poder”. Y cuando Cinthya se encon-tró sola en la quinta El Paro se nos Fue de las Manos, decidió llamar a su novio Juancho Pérez, quien era un patrullero del PSUV y vivía en el barrio El Obser-vatorio, en el 23 de Enero.

— Vente pronto, Juancho, que mis padres salieron a celebrar una derrota que quieren convertir en triunfo.

Juancho se presentó en la quinta y en el mismo mo-mento en que entró, Cinthya Machado se le fue encima y le dijo:

— Exprópiame, Juancho. Invádeme. Saquéame.

Juancho la abrazó y después la cargó en sus brazos y la llevó hasta el cuarto y la fue desvistiendo lentamente mientras Cinthya sudaba ansiosa.

— Viola mi soberanía, Juancho, que es toda tuya.

Mientra tanto, en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg conversaba por teléfono con su amigo Ha-rold Salvatierra.

— Te digo una vaina, Harold, yo no sé por qué tengo la sensación de que nos volvieron a joder, sobre todo Ramos

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Y era que no se cansaba de pensar en Cinthya Machado, en su escultural cuerpo, su linda cara, su maravilloso par de senos y ese tumbao que tienen las guapas al caminar.

— Sí, el chavismo me tiene loco—, pensaba.

— Y seguro que ahora está con su chavista en el barrio El Observatorio, ¿dónde quedará eso? Ahora le dio por defender el socialismo del siglo XXI, una cosa que nadie sabe qué es, ni siquiera el fracasado de Teodoro Petkoff que habla paja hasta los domingos.

Mientras tanto, Kathy lo pensó mejor y decidió ir hasta el Parque del Este, antes llamado Rómulo Betancourt y ahora Francisco de Miranda.

— Y a lo mejor mañana le ponen el nombre del chavista que está saliendo con Cinthya—, pensó Kathy.

Entró al estacionamiento y detuvo el Porsche debajo de uno de los frondosos árboles que estaban por allí. Enton-ces decidió salir a caminar y se acercó al auditorio donde había un espectáculo y estaba tocando un grupo.

— ¿Cómo me dijo que se llama?, preguntó.

— Dame pa’matala, mi bomboncito divino.

Así le habló un tipo y la sacó a bailar. Ella no pudo con-tenerse y se dejó llevar por el cuerpo joven y atractivo que la colocó en el centro de la pista. Entonces se adaptó como pudo y recordó sus días en el colegio Emil Friedman, y cuando él la soltó, ella hizo una figura que puso al público a aplaudir y comenzaron a hacerle una rueda, y el tipo en-tonces la tomó de la mano mientras ella seguía haciendo figuras sensuales y atractivas, y en uno de esos giros des-cubrió que una de las personas que la veía sonriendo era Cinthya Machado.

— Que por primera vez sé lo que es hacer el amor. Dile a Kathy que no pierda el tiempo contigo y se entregue a un chavista marginal para que sepa lo que es bueno.

En el cuarto vecino, Kathy escuchaba la conversación.

Jean Brillembourg está escuchando The String Quartets, que interpreta a Anto-

nin Dvorak. Toma un trago de coñac Remy Martín. Ve a través de la ventana del estu-dio cómo se estremecen los árboles con la fuerte brisa que sopla, y dice: “La vida es dura”.

Jean estaba solo porque su esposa Kathy Mendoza ha-bía decidido salir a visitar a sus padres. “Tendré que ha-blar con mis padres”—, le dijo. Y salió en su Porsche. Jean trató de decirle que esperara, que “no es bueno que tus padres comiencen a vivir este conflicto sin ninguna nece-sidad, no podemos vivir como si fuéramos Ramos Allup y María Corina Machado”. Sin embargo, ella decidió salir a visitar a sus padres. Al final, cuando estaba dentro del carro, él le gritó:

— Si quieres yo daré la media vuelta.

Pero ella encendió el vehículo y salió del jardín de la quinta Prohibido Olvidar.

Ahora Jean disfrutaba la música de Dvorak y pensaba que su vida estaba siendo expropiada por el chavismo.

— Esa chavista, Cinthya, me tiene loco—, decía.

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— ¿Qué pasó? ¿Dónde estuviste?

Ella sonrío.

— Decidí ir al Parque del Este, perdón al Parque Ró-mulo Betancourt, o mejor dicho al parque Francisco de Miranda.

Y Jean la interrumpió:

— Así son las cosas ahora con estos chavistas, los par-ques y plazas y calles tienen dos y tres nombres, y por allí me dijeron que a la Cota Mil le van a poner el nombre de un tal Néstor Francia, que sabrá Dios qué cosas importan-tes habrá hecho.

Kathy sonrió y le dijo que iba a darse una ducha.

— Sí, mi amor, después nos vamos a la cama a vivir intensamente, y deja que salga la luna y deja que se meta el sol— dijo Jean.

Él sabía que a Kathy le gustaban las canciones de José Alfredo Jiménez. Y mientras Kathy iba a darse una ducha, le dijo a Jean:

— Por favor, búscame la cartera que la dejé en el carro.

Cuando Jean abrió la puerta del Porsche para tomar la cartera de Kathy, descubrió que en el asiento de atrás estaba una gorra roja con las letras del PSUV.

En la Universidad Bolivariana hay una asamblea, y Gregorio González toma

la palabra:

Kathy Mendoza viene en su Porsche pensando en lo que le había sucedido

en la fiesta chavista en la que se encontró de repente en el Parque del Este. Mientras bai-laba con Gregorio —así le dijo que se llamaba— descubrió entre el público a Cinthya Machado. Después se le olvidó y se entregó con frenesí al baile, tanto, que al final, cuando Gregorio la llevó hasta el carro, se dejó abrazar y besar por él. Y en un descuido, Gregorio abrió la puerta de atrás del Porsche y sin pensarlo dos veces le hizo el amor de una ma-nera bestial, como nunca lo había hecho Jean.

— Ha sido el orgasmo más espectacular que he tenido en mi vida—, pensó Kathy.

Mientras tanto, en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Bri-llembourg estaba nervioso porque eran las once de la noche y Kathy no había llegado. No quería llamarla al teléfono para darle a entender que no le preocupaba su salida. Sin embar-go, temía que Kathy le hubiese contado a sus padres lo que estaba pasando con su relación con Cinthya Machado.

— Esto es lo que se puede llamar una verdadera conci-liación de clase—, pensó Jean.

Subió un poco el volumen para escuchar el Triple Con-cierto de Beethoven, y de repente sintió que se estaba abrien-do la puerta del estacionamiento. Vio que el Porsche de Ka-thy entraba lentamente. Entonces se decidió a esperarla.

Kathy Mendoza apretó el botón del control remoto y cerró la puerta del estacionamiento. Detuvo el carro y, se arregló un poco porque la pasión que había vivido con Gregorio la había despeinado. Bajó del vehículo y entró a la casa. Jean corrió a abrazarla.

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— Caramba, señorita, y ese lenguaje chavista, a qué viene.

— Te estoy echando broma, Tomasa. Lo que pasa es que conocí un chavista en el Parque del Este que me pare-ció muy simpático, se llama Gregorio”.

— Yo tengo un compadre que tiene un hijo que también se llama Gregorio, Gregorio González, que estudia en la Universidad Bolivariana y es chavista.

— No me dijo su apellido, Tomasa, ni hubo tiempo para saber dónde estudiaba, sólo le dejé mi número de teléfono y si me llama en algún momento le diré que me cuente dónde estudia.

Los primeros en llegar a la quinta Prohibido Olvidar fueron Harold Salvatierra y su esposa Jenny Alcok. Des-pués entraron los Phells, los Machado, los Zuloaga, y cuando todos reían celebrando un chiste de Harold que le preguntaba a Armando Zuloaga:

— ¿Cuántos Toyotas tienes acaparados, Armando?

Se escuchó el timbre y la señora Tomasa fue a abrir. De repente, en la sala se escuchó cuando Tomasa dijo:

— Gregorio, ¿qué haces tú por aquí?

Gregorio había llegado con Ramón y Cinthya Macha-do, que venía vestida espectacularmente. Las miradas de Kathy y Gregorio se encontraron ardientes de deseos.

Jean Brillembourg le sirve un trago de la botella de whisky 18 años a su ami-

go Harold Salvatierra, mientras de fondo

— Compañeros, tenemos que salir a marchar para pe-dir una nueva Ley de Universidades, tenemos que demo-cratizar las universidades.

Su amigo, Juancho Pérez, lo está escuchando y espera que termine. Los dos, Gregorio y Juancho, son estudian-tes de Comunicación Social y militantes del PSUV.

Después de la asamblea, Gregorio habló con Ramón:

— Te confieso que no me atrevo a llamar a Kathy, com-pañero Juancho, porque yo sé bien que estoy afuera.

— Tranquilo, compatriota, vine a decirte que Cinthya me invitó para una reunión en la casa de Kathy, y me dijo que te invitara, porque ella te vio en el Parque del Este bailando con Kathy.

Y en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg conversaba por teléfono con su amigo Harold Salvatierra.

— Te cuento una vaina, amigo, encontré una gorra del PSUV en el asiento de atrás del Porsche de Ka-thy, y no me atrevo a preguntarle por esa vaina, para evitar que se arme un lío, de todas maneras te estoy llamando para que vengas esta tarde que vamos a ha-cer una reunioncita aquí, un brindis para seguir cele-brando el triunfo de la Asamblea Nacional, tú sabes, para arrechar más a los chavistas. Y claro, Cinthya de repente se presenta, porque parece que Kathy la invi-tó. Nos vemos.

Kathy Mendoza está en la cocina conversando con la señora Tomasa.

— Camarada, Tomasa.

Y ella le contesta:

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Kathy sabe que Jean y Harold están en la sala discu-tiendo de política. Tumbando al gobierno del dictador Chávez. Se levanta de la cama y en ese momento suena su celular. Mira en la pantalla el nombre de la persona que la llama, y ve que es Teodora, el nombre falso que le dio Gregorio para que su marido no la descubra por si acaso se le ocurre revisar su celular. Kathy tiembla. Se lleva el celular al oído y no dice nada, y escucha la voz de Gregorio que le pregunta:

— ¿Eres tú, Kathy?

— Sí.

— ¿Qué te pasa? Si quieres cuelgo.

— No, no, no.

— Entonces, ponle alegría a la vida.

— Dime, Gregorio, ¿por qué me llamas?

— Porque quiero verte una vez más.

— No puedo, tú sabes que soy una mujer casada y an-tichavista.

— Si, pero podemos negociar.

— Los chavistas no negocian, según dijo tu presidente.

— No negociamos en política, pero negociamos en el amor.

— Te llamo después, dijo Kathy y colgó.

Cuando vio hacia atrás, su esposo, Jean, estaba parado en la puerta.

se escucha la Sinfonía Número 40 de Mo-zart. Harold toma el trago, lo agita y dice:

— Ahora sí es verdad que la dictadura nos tiene bien agarrados. Esto de las constructoras y de Sivensa tiene a mi familia muy mal. Lo peor es que durante más de 40 años nuestros familiares estuvieron viviendo de las es-tafas, apoyados por los gobiernos adecos y copeyanos, y ahora llegó la dictadura, y mandó a parar.

Los dos, Jean y Harold, tienen rato conversando de lo que está pasando en el país. De las expropiaciones a los construc-tores que estafaron a más de 52 mil familias, porque todavía no le han entregado el apartamento que le prometieron. A pesar de que esas familias han pagado y pagado más dinero del que en un principio costaba la vivienda.

La sinfonía de Mozart recorre los rincones de la quinta Prohibido Olvidar. Jean levanta su vaso:

— Yo, a pesar de que era muy chamo, me cansé de de-cirle a mi padre, cuando la crisis bancaria con el presiden-te Caldera, que estaban abusando, y que ese abuso podría traer un gobierno como este, porque como diría el difunto Luis Herrera, bueno es el cilantro, pero no tanto.

En su cuarto, Kathy Mendoza está en la cama. Vive con el recuerdo de Gregorio en la cabeza. No puede olvidar que, por un momento, sintió lo que no había sentido nun-ca. Y que la noche anterior, cuando lo vio llegar con Cin-thya Machado, tembló de emoción.

— Lo malo es que es chavista, y este gobierno chavista está acabando con nosotros, los constructores del país—, piensa Kathy.

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— ¿Eres tú, mi amor?

— Si, Gregorio, quiero escucharte una vez más.

— Yo quiero verte, Kathy.

— ¿Y dónde estás, Gregorio?

— Ahorita, en el consultorio de Barrio Adentro, viéndo-me con un médico cubano porque tengo asma.

— ¿Quéeeee?

— ¿Te preocupa que tenga asma, mi amor?

— No, me preocupa que te estés viendo con un médico cubano, ese te va matar, Gregorio.

— Kathy, tengo que hablar contigo. Mañana estaré en el parque Francisco de Miranda en una jornada de trabajo voluntario y quiero verte allí.

— Trataré de ir, Gregorio, chao. Nos vemos.

— Chao, mi cielo entero.

Mientras tanto, Jenny Alcok le dijo a Harold que iría un momento al Centro San Ignacio a comprar unas cosas de Navidad. Una vez en el San Ignacio, y mientras caminaba cerca del café Habana, escuchó una voz que la saludaba:

— ¿Qué tal?, Jenny.

Se volvió y descubrió a Juancho Pérez, lo saludó y le preguntó por Cinthya Machado.

— Está por allí. Te ves linda, Jenny, provoca darte un beso, ¿puedo?

Jenny no dijo nada, entonces Ramón la abrazó y le dio un beso bien fuerte.

Muy cerca de allí, Cinthya los veía.

Cae la tarde en Alto Prado. En la quinta Prohibido Olvidar se escucha la músi-

ca de George Gershwin. Jean Brillembourg está al frente de su nuevo aparato de sonido y de sus cornetas BW que le acaban de montar en su estudio. Se sirve un trago de coñac y levanta su mano derecha.

— Brindo porque el régimen de Chávez se vaya y Cin-thya Machado abandone al chavista marginal que tiene ahora y vuelva a mí.

Mientras tanto, en la quinta Ni un Paso Atrás, Harold Salvatierra y Jenny Alcok tienen una conversación.

— Esa relación entre Jean y Kathy parece que no va bien, mi amor—, dice Harold.

— El problema antes era Chávez, pero ahora el proble-ma que tiene Jean es Cinthya—, dice Jenny.

— Sigue siendo Chávez, mi amor, no te olvides que Cin-thya anda detrás de un chavista que la tiene loca.

En el barrio El Observatorio, en la calle Andrés Eloy Blanco, al frente del rancho donde vive, Gregorio González mira su celular, un vergatario que compró en Cantv, busca el número de Kathy y está tentado a llamarla, pero se con-tiene, sospecha que ella puede estar al lado de su esposo “el oligarca ese que tiene cara de no haber trabajado nunca”.Y entonces decide acercarse al consultorio de Barrio Adentro que está en su calle para hacerse un chequeo.

Jean Brillembourg sube el volumen a su nuevo aparato de sonido y la voz de Judy Garlan en I Got Rhythm invade el ambiente. Kathy Mendoza, en su cuarto, buscó en su Black Berry el nombre de Teodora. Decide marcarlo y al momento escuchó la voz de Gregorio que le preguntaba:

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— No me la recuerdes, Harold, que la otra vez la vi en el canal ocho dando declaraciones contra las inmobiliarias que estafaron a un gentío, y por poco me da una vaina.

— ¿En el canal ocho?

— Sí, hermano, ahora si nos jodimos de verdad. Y esta-ba con su chavista marginal, Juancho Pérez, que tiene una cara de ladrón insuperable.

En otro lado de la ciudad, en el Café Venezuela, cerca de la plaza Bolívar, Juancho Pérez y Gregorio González están sentados disfrutando de un café.

— Compañero, yo creo que cuando Julio Borges le dijo a su gente que salieran a enamorar chavistas, estas muje-res como que se lo tomaron al pie de la letra.

— Y eso por qué compañero?—, preguntó Gregorio.

— Porque ayer me encontré con Jenny, la esposa de Harold, y le di un beso, y la chama casi se me desmaya encima de la excitación.

En Alto Prado, en su casa, Jenny sigue sentada en el mueble Luis XV y tiene en las manos el papelito que Juan-cho Pérez le dejó en la cartera. Está suspirando. De re-pente, entra una mano y le quita el papelito, es Harold, su esposo, que toma el papelito y le pregunta:

— Mi amor, de ¿quién es este número de teléfono?

Desde el barrio El Observatorio, en el 23 de Enero, Gregorio González

y Juancho Pérez se reúnen con los otros

Cuando Jenny Alcok llegó a la quinta El Paro se nos Fue de las Manos, su cabeza

era un concierto de pensamientos eróticos. Estacionó su Mercedes Benz, entró a la casa y se sentó en el mueble Luis XV que tenía destinado para meditar.

— Confieso que si Juancho hubiese seguido besándo-me por más tiempo, yo no sé qué hubiese sido de mi—, pensó Jenny.

Nunca imaginó que al llegar al Centro San Ignacio le iba a suceder lo que le pasó. Juancho Pérez, el chavista y compañero de Cinthya Machado, le dio un beso tan apa-sionado que se estremeció. Después, recordó que Juancho había metido algo en su cartera Prada. Buscó, y era un pa-pelito, allí estaba el número de teléfono de Ramón y una invitación: “Llámame”.

Mientras tanto, en el estudio, Harold Salvatierra con-versaba por teléfono con su amigo Jean Brillembourg:

— Estamos haciendo un papelón del carajo, amigo Jean. Ahora todo el mundo sabe que somos ladrones, estafadores y habladores de pendejadas, fíjate el papelito que está haciendo Guillermo Zuloaga en Estados Unidos, damos lástima, amigo. Y viste que el diario El Mundo de Madrid, le dio un premio a Miguel Henrique Otero, por eso es que el viejo Petkoff lo llama Bobolongo cada vez que le da la gana. También la Sociedad Interamericana de Prensa le dio un premio a Guillermo Zu-loaga en México, una vaina que todo el mundo sabe por qué lo hacen, amigo. Ahora sí es verdad que los chavistas están gozando una bola. Por cierto, ¿qué sabes de Cinthya?

Cuando Jean Brillembourg escuchó el nombre de Kiki Aranguren dijo:

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davía Jenny se estremece de placer con sólo recordar ese beso. Levanta la vista y ve que Kathy está sentada, esperándola.

Kathy sabe que algo le pasa a Jenny.

— Cuéntame, Jenny. ¿Qué te pasa?

— Nada, que quería conversar contigo, y preguntarte por qué estás viendo el canal ocho

— Te cuento, Jenny, una vez me encontré con Jean viendo ese canal, y allí estaba Cinthya, y a su lado estaba Juancho.

— ¿Juancho?

— Sí, el novio que tiene ahora Cinthya. Y de repente, un poco más allá, estaba Gregorio, el amigo de Juancho, ese que una vez estuvo en la casa.

— Ah, ya entiendo. Y ¿qué hacían en ese canal?

— Estaban denunciando a los estafadores, tú sabes, eso de las constructoras que estafaron a un gentío, y allí esta-ba Cinthya, Juancho y Gregorio, pidiendo justicia.

Más tarde, en la noche, Harold Salvatierra llega a su casa después de discutir con su amigo, Heinz Machado, acerca de la posibilidad de trasladar más dinero a Pana-má. Cuando va hacia su cuarto escucha una voz que está denunciando a Globovisión por “manipuladores y men-tirosos y por traidores a la patria”. Es Mario Silva, quien está hablando en su programa La Hojilla. Harold se detie-ne y viendo a su esposa Jenny le pregunta:

— ¿Qué haces tú viendo el Canal Ocho?

compañeros de la patrulla Felipe Malaver y salen a darle solidaridad a la gente de Antímano. Lle-gan al bloque 7 y allí está un camión cargado de pañales, agua potable, compotas, y otros bienes de primera nece-sidad que lograron reunir en el barrio para apoyar a los compañeros que lo perdieron todo por las lluvias.

En otro lado de la ciudad, en Alto Prado, Jenny Alcok toma el celular y decide llamar a Kathy Mendoza.

— ¿Qué tal, Kathy?, ¿cómo estás?

— ¿Qué hubo, Jenny?, ¿qué me cuentas?

— Estas lluvias, amiga, que son un fastidio.

— Es verdad, amiga, es terrible todo lo que veo por el canal ocho.

— ¿Tú ves el canal ocho?

— Sí, de vez en cuando, pero, ¿por qué no nos vemos y conversamos personalmente?

— Está bien, si quieres nos vemos en el Concresa esta tarde.

— Ok.

Mientras van en el camión, Gregorio escucha Radio Nacional y se entera que el estado Falcón prácticamen-te está bajo las aguas. El ministro Tarek informa que el gobierno está haciendo todo lo que tiene que hacer para ayudar a los damnificados. El camión se detiene y la gente comienza a bajar toda la ayuda.

Son las tres de la tarde y Jenny Alcok camina por el Centro Comercial Concresa a encontrarse con Kathy. Mientras cami-na piensa en el beso tan apasionado que le dio Juancho. To-

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— Te llamo, Jean, para ver si quieres participar con no-sotros en un negocio que nos salió en Panamá.

— ¿De qué se trata?

— La cosa inmobiliaria, tú sabes, todo el mundo está comprando en Panamá, porque allí se encuentran cosas más baratas y tenemos una gran oportunidad de invertir.

— Pero no hay ninguna posibilidad de que nos pase lo que le pasó a nuestros compañeros, a quienes les han di-cho de todo.

— Seguro que no, allí son otras las condiciones, allí no se habla de socialismo del siglo XXI.

— No me hables del socialismo del siglo XXI, que me acuerdo de Cinthya Machado.

— Y ¿por dónde anda esa tipa?

— Por todas partes, menos cerca de mí.

— Ok, pero ¿te animas a participar en el negocio?

— Está bien, si quieres hacemos una reunioncita y noso-tros hablamos antes y después celebramos con una cena.

— Ok.

Kathy llega al estacionamiento del Parque Generalísi-mo Francisco de Miranda y, cuando termina de estacio-nar su Porsche último modelo, en el mismo lugar donde lo hizo la última vez, escucha una voz que le dice:

— No te muevas, ricura, quédate tranquilita y déjame entrar.

Jean Brillembourg está viendo en su pan-talla de plasma el Triple Concierto de

Beethoven interpretado por Yo-Yo Ma, Da-niel Beremboim e Isaac Perlman. Está con la boca abierta, no puede creer que la felicidad esté allí en ese concierto, está tan metido en el concierto que no escucha las palabras de su esposa Kathy Mendoza que le dice:

— Voy a salir, mi amor, necesito dar una vuelta.

Kathy sube al Porsche y ve que todavía está allí la gorra del PSUV que dejó Gregorio González cuando le hizo el amor en el parque Generalísimo Francisco de Miranda. Tomó la gorra y la acarició. Encendió el vehículo y salió de la quinta Prohibido Olvidar, sonriendo.

Gregorio González y Juancho Pérez habían terminado de apoyar a los damnificados en Antímano. Cansados, pero siem-pre dispuestos a seguir trabajando para ayudar a sus compa-ñeros, decidieron tomarse un café. Cuando tomaron asiento en un cafetín, casi al mismo tiempo, los dos Vergatarios, el de Juancho y el de Gregorio, sonaron dando la señal de que cada uno había recibido un mensaje. Juancho leyó en su pantalla: “Voy saliendo al Centro San Ignacio”. Y supo que era Jenny Alcok, la esposa de Harold Salvatierra, entonces le respondió: “Allá nos vemos”. Gregorio leyó en su Vergatario: “Voy al Par-que del Este, qué tal si nos vemos”. Y Gregorio sonrió y envió su mensaje: “Allá estaré”.

Mientras tanto, Jean Brillembourg escucha que su Black Berry está repicando, lo toma y ve que es su amigo, Harold Salvatierra:

— ¿Qué tal, Harold?

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— Ahora los marginales se pusieron a valer. Unos en la Cancillería. Otros en Miraflores. Otros en el Banco Cen-tral, en fin, esto de ponerse a ayudar a los pobres no con-duce a nada bueno—, dice Jean.

Y entonces ve que la periodista está entrevistando a una mujer despampanante, sí, es Cinthya Machado que llegó con unos damnificados y dice que “hemos creado el comando Guardianes de los Damnificados y estamos recorriendo todos los refugios para dar nuestra ayuda. Pedimos a todos que colaboren, que traigan alimentos, y colchonetas y sábanas”.

— Lo que falta es que la dejen en el canal ocho como periodista—, pensó Jean.

En otro lugar, Jenny Alcok estaciona su Mercedes Benz en el Centro San Ignacio y sube al nivel Jardín. Una vez allí, mira para todos lados y sigue avanzando por el pasillo.

— No sé qué me está pasando con este chavista. Nece-sito verlo. Tenerlo cerca, porque el beso que me dio toda-vía lo estoy sintiendo muy adentro—, va pensando.

Se detiene frente a una tienda y se mira en el espejo. Se alarga un poco la falda y se acomoda el pelo. Y sigue cami-nando. Cuando va a dar la vuelta al final del pasillo, siente que la abrazan y grita “Auxi...”, pero una mano le impide seguir gritando. Entonces se ríe, cuando descubre que es Juancho Pérez. Este no espera que se reponga de la sorpresa y le da un beso apasionado. Después, Jenny le dice al oído.

— Suéltame, chavista marginal.

— No te suelto, mi preciosa oligarca.

En ese momento, se escucha una voz de mujer que grita:

— Jenny. Jenny.

El avión de la línea aérea Copa aterriza en el Aeropuerto Internacional de To-

cumen, en Panamá. Y ya en los salones del aeropuerto, Harold Salvatierra y Heinz Macha-do caminan en busca de la persona que los iba a buscar para trasladarlos al hotel Sheraton. De repente, Heinz grita:

— Jhonny, Jhonny.

Jhonny se acerca y le da un beso a Heinz. Se abrazan fuertemente.

— Te esperaba con paciencia—, le dice Jhonny. Y Heinz lo presenta:

— Mira Harold, este es mi compañero, Jhonny.

Harold le estrecha la mano y siguen caminando hasta salir al estacionamiento.

— Me esperan aquí mientras busco el vehículo—, dijo Jhonny.

Cuando quedan solos, Harold le comenta a su amigo.

— Heinz, yo sé que eres gay, y lo respeto, pero trata de disimular un poco.

Mientras tanto, en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg está viendo el canal ocho.

— Estos chavistas se están quedando con todo. Ahora, con la aprobación de la Ley Habilitante, seguro que vie-nen por las casas nuestras, y Cinthya defendiendo a estos delincuentes.

En ese momento, la periodista Lucía Córdoba está infor-mando desde el refugio que se creó en la Casa Amarilla.

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- Gregorio, quiero verte más a menudo.

- Cuando quieras me llamas.

- Abandona el chavismo y dedícame más tiempo.

En la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg se-guía por el canal ocho y por su canal Globovisión todo lo que estaba pasando en el Sur del Lago. El gobierno chavis-ta había decidido expropiar 47 fundos y ponerlos al ser-vicio de la nación. En uno de esos fundos estaba el señor Chucho Melean, quien decía que no salía de su finca.

- Vamos, Melean, defiende tu vaina con valentía. Pór-tate como un macho, Melean. Tú nos estás representando. Que estos comunistas no te quiten tu vaina.

Así decía Jean Brillembourg mientras veía los sucesos por Globovisión. Mientras tomaba coñac, con el control remoto iba al canal ocho y luego volvía a Globovisión.

Jean Brillembourg se detuvo en el canal ocho por un tiempo y vio que el vicepresidente Elías Jaua y el ministro Loyo estaban sentados en la cocina de Chucho Melean.

- Que no te jodan, Melean. No te dejes engañar por esos comunistas.

Gritaba Jean frente al televisor. Y entonces escuchó las declaraciones de Melean.

- Yo estoy dispuesto a negociar.

- Nos jodimos -dijo Jean.

En ese momento sonó el timbre y Jean se acercó a abrir la puerta y, sorpresa, se encontró de frente con el cuerpo más deseado por él.

En Panamá, Harold Salvatierra está re-unido con su amigo Heinz Machado y

sus nuevos socios panameños. Mientras escuchaba al que presumía ser el socio ma-yor en el negocio de las inmobiliarias que van a montar en el país, Harold piensa en su esposa Jenny Alcok. Entonces pide permiso y sale a llamarla desde su celular.

En el Centro San Ignacio, Jenny escuchó la voz de su amiga Keyla Vollmer y rápidamente se soltó de los brazos de Juancho Pérez. Se acercó a su amiga y la saludó y se despidió de ella y volvió al lugar donde Juancho la espe-raba. Juancho caminó con ella hacia un rincón del pasillo donde nadie los veía y, nuevamente, le dio un beso. En ese momento repicó el celular de Jenny. Ella se soltó de los brazos de Juancho y buscó en su cartera Luis Vuiton el celular. Vio que era su marido.

- Hola, papi.

- ¿Qué tal? ¿Cómo estás sin mí, Jenny?

- Mal, papi. Extrañándote.

- ¿Y qué te pasa que estás jadeando? ¿Tienes asma?

- No, papi, es que estoy pensando en ti.

- Okey, mami, mañana nos vemos, y mañana no te salvas.

- Okey, papi.

Lejos de allí, Kathy Mendoza se estremecía de placer en los brazos de Gregorio González. Había llegado pun-tual al Parque del Este y Gregorio la sorprendió cuando estacionaba. Se metió en el Porsche y allí estaban entrega-dos a una pasión desenfrenada.

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-Ese Porsche que está allí parece el de Kathy.

- Estaciónate aquí y luego averiguamos si es el de Ka-thy -dijo Juancho, y le dio un beso.

Ella apagó el carro y se entregó a los brazos de Juacho.

Mientras tanto, Keyla Vollmer, en su casa, en el Coun-try, comentaba:

- Vi a Jenny en el Centro San Ignacio, y estaba con un marginal de lo más embobada. Yo creo que se está aprove-chando de que Harold está en Panamá para salir con ese tipo, quien por cierto tiene una pinta de chavista terrible.

- No creo que Jenny vaya a meter la pata de esa manera y, con un chavista, ni pensarlo -dijo su prima, Karol Vollmer...

- No sé, Karol, pero para mí que el tipo la estaba besan-do, y ella se veía disfrutando su cosa ahí, de lo más happy.

- No inventes Keyla, no estás segura y estás inventan-do. Yo creo que estás viendo chavistas por todas partes.

- Eso es verdad, esos marginales brotan por todos la-dos. Nos quitaron el país.

En el Mercedes de Jenny, Juancho Pérez está exhaus-to, abrazado a Jenny, quien jadea mientras sonríe de feli-cidad. Es la primera vez que hace el amor de esa manera, tan improvisada, tan original.

- Por fin sé para qué me sirve este Mercedes, Juancho.

Jenny decide salir del carro para caminar un momento su felicidad y justo en ese instante se abre la puerta del Porsche y aparece Kathy. Y se oyen dos nombres.

- Jenny.

- Kathy.

Jean Brillembourg sigue tomando coñac y viendo el canal ocho. Ahora se entera

que murió el expresidente Carlos Andrés Pérez y que tanto Cecilia Matos como Blanca Rodríguez de Pérez quieren hacer valer sus derechos so-bre el cadáver. Cecilia Matos quiere enterrarlo en Miami y Blanca de Pérez quiere traerlo a Venezuela. Al final, Blanca de Pérez impone su estado de esposa legal y Pérez parece que viene a Venezuela.

- Ya sé, si quiero vivir con otra mujer, primero tengo que divorciarme de la mujer con la que vivo, para que no me pase una cosa así -dijo Jean.

En el Centro San Ignacio, Juancho Pérez convence a Jenny Alcock para ir al Parque del Este.

- Allí la pasaremos, mejor, Jenny.

- Está bien, mi chavista marginal. Vámonos al parque.

Los dos bajan hasta el estacionamiento. Jenny le abre la puerta de su Mercedes Benz a Juancho y él le dice:

- Es la primera vez que me subo a un Mercedes.

- Deja ese chavismo, y conocerás mejores cosas, Juancho.

Mientras van hacia el Parque del Este, Juancho le pre-gunta a Jenny:

- ¿Dónde está Harold?

- Está en Panamá haciendo negocios.

- Ahora los ricos del país van a Panamá, antes iban a Miami, a comprar todo tipo de baratijas y decían ta bara-to, dame dos.

Entran al estacionamiento del Parque del Este y Jenny dice.

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La tarde languidece y renacen las som-bras en Alto Prado. En la Quinta Prohi-

bido Olvidar está Jean Brillembourg con-versando por su blacberry con Keyla Vollmer.

-Tengo que hablar contigo, familia.

- Claro, Keyla. Si quieres te vienes para la casa ahora mismo y conversamos.

- Okey, familia, voy con María Cecilia.

- ¿La María Cecilia Velutini?

- Esa misma, familia.

- Las espero entonces.

Jean seguía viendo el canal ocho. Allí vio cómo el dipu-tado Richard Blanco propuso a Mazuco para la segunda vice-presidencia de la Asamblea Nacional y se atragantó.

- Pero este tipo está loco, hay que ser bien bruto par hacer una propuesta así. Por eso nos va como nos va.

Apaga el televisor y se sirve un poco más de coñac y va al aparato de sonido y coloca las Cuatro Estaciones de Vivaldi.

Comienza a sonar la música y Jean Brillembourg se pregunta:

- Y ¿qué me querrá decir Keyla?’. Y ¿cómo se le ocu-rre venir con la María Cecilia que siempre metió en líos a todo el mundo? Mejor las espero escuchando las cuatro estaciones.

Mientras tanto, Juancho Pérez y Gregorio González se encontraban en la Plaza Catia dispuestos a marchar hasta la Plaza Oleary donde se iban a concentrar para esperar a

los 98 diputados que ese día se juramentaban en la Asam-blea Nacional.

- Camarada, Juancho, usted tiene que cuidarse mucho, porque los ricos tienen todo el dinero suficiente para con-tratar sicarios y matar a la gente que les quiere quitar las mujeres. Y eso que usted tiene con Jenny Alcock y con Cinthya Machado le puede traer problemas

- Usted también, camarada, está enrollado con una dama espectacular de la burguesía, porque esa Kathy Mendoza está bien potable.

- Son pasiones momentáneas, camarada, yo trato de no caer en conciliaciones de clase.

En el country, Keyla Vollmer llama a su chofer y le dice:

- Prepara el Mercedes que vamos a salir para Alto Pra-do donde Jean Brillembourg

Y mientras tanto, conversa con María Cecilia, a la que llamó para contarle que vio a Jenny Alcock abrazada con un marginal en el centro San Ignacio.

- La Jenny estaba gozando en brazos de un marginal, y quiero contárselo a Jean para que hable con su amigo Harold, quien está en Panamá, mientras Jenny le pega ca-chos con un marginal.

- ¿Tienes pruebas? ¿Tú estás segura de lo que estás di-ciendo, Keila?

- Claro, si yo la llamé y después que me saludó volvió a encontrarse con el marginal y se fueron al estacionamiento.

En ese momento suena el teléfono de Keyla Vollmer y atiende:

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- Jenny, ¿cómo estás? ¿Vas para la casa de Jean? En-tonces nos vemos ahí.

Suena la salsa en el Barrio el Observato-rio. Se escucha a todo volumen al Gran

Combo en su mejor tiempo cantando “Van a eliminar los feos”. Y Gregorio González le pre-gunta a Mario. “¿De dónde sacaste esa joya, camarada?

- Eso es lo mejor que sonaba aquí hace veinte años- dice el viejo Mario, mejor conocido en el barrio como El Camarada Mario.

- Estamos alegres, camarada Gregorio, porque tenemos un gobierno que nos escucha y tenemos la ley habilitante para salir de este problema de los compañeros damnifica-dos, y que suene el Gran Cambo, que la vida es ya y ahora.

Y ahora se escuchan “Los Zapatos de Manacho” y Mar-tín – El popular Bujía- viene cantando: “Y los zapatos de Manacho son de cartón, son de cartón, de cartón”. Y salu-da al camarada Mario y al camarada Gregorio.

- Se nota que están disfrutando del score. Y preocúpen-se que la gente de la oposición salió corriendo a Washing-ton a denunciar la dictadura y la ley habilitante y el ham-bre y los presos políticos, en fin, camaradas, que estamos viviendo en una dictadura y no nos hemos dado cuenta.- Dice Martín.

. Mario y Gregorio se ríen.

- Lo peor es que llegan allá y se presentan como dipu-tados y entonces les preguntan y cómo es eso, entonces

allá hay democracia, y ellos dicen que no, es una dictadu-ra, y de allí no los saca nadie.-dice Gregorio.

Y en ese momento le suena el vergatario y ve que es Kathy Mendoza.

- Conteste, camarada, que usted como que tiene un trompo enrollado con la burguesía nacional.- Le dice el camarada Mario.

Gregorio se aparta y atiende la llamada.

- ¿Qué pasa, mamita?

- No es mamita, marginal, es Jean Brillembourg y te la voy a cobrar, marginal de mierda. Ya lo sé todo.

- Espere un momento, amigo, déjeme decirle algo.

- No quiero saber nada de ti, marginal.

- Echeme a mi la culpa, señor Brillembourg.

- No pronuncies mi apellido, marginal, que te queda demasiado grande en la boca. Te voy a mandar a joder por querer secuestrar a mi esposa. Es que ustedes los chavis-tas son unos delincuentes, se la pasan robando todo lo que nunca trabajaron, y hasta a las esposas nos las quieren expropiar, qué bolas tienes tú, marginalito, meterte con un Brillemburg. Vete al carajo, chico.

Gregorio se queda viendo su vergatario sin saber qué hacer. Desde la esquina, donde se sigue escuchando al Gran Combo,el camarada Mario que lo llama:

- ¿Qué pasó, camarada Gregorio?

Gregorio se acerca y dice:

- Nada, nada, alguien que tiene un problema y quiere ver cómo se lo resuelvo.

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-Echa tu cuento cómo es, camarada.

Y en ese momento repica otra vez el vergatario y Gre-gorio ve en la ventana el nombre de Kathy.

Cuando Gregorio González vio en su vergatario el nombre de Kathy, pensó

que seguramente era Jean Brillembourg otra vez, entonces contestó con cierta timidez:

- Si.

- Soy yo, Gregorio, Kathy, y quiero verte lo más rápido posible.

- ¿En el parque?

- Okey, voy saliendo.

Juancho Pérez estaba discutiendo el mensaje del Presi-dente Chávez en la Asamblea Nacional. Todos sus compa-ñeros hablaban de lo bueno que fue el discurso.

- La oposición tiene que dialogar y dejar el odio y apartarse del golpe de estado y el magnicidio, en fin, que la oposición tiene que meterse en el juego democrático.- Dijo Pedro Mata.

Y Cinthya Machado, que estaba abrazada a Juancho, dijo:

- Nosotros también tenemos que cambiar el lenguaje, todo no puede ser consignas y consignas, hay que argu-mentar, hay que leer para defendernos mejor, basta de calificativos y burlas con los tipos de la oposición.

- Tú como que estás reculando, Cinthya, déjate de vai-nas, amiga, nosotros tenemos que ser irreverentes siem-pre- dijo Moisés Gil.

- Yo creo que ese discurso estuvo muy largo, pudo ser más corto, esos anécdotas del arañero y de Ernesto Sam-per y la cocaína del avión, ya los conocemos de memoria. En fin, el mensaje estuvo bueno, pero pudo ser más cor-to.- Dijo Martín Núñez.

Juancho Pérez tomó la palabra:

- Lo importante, compañeros, es que tenemos que llevar esta discusión a la calle, no podemos permitir que pase lo que pasó con el parlamentarismo de calle, que no lo vimos, ahora tenemos que hacer verdad esa consigna: El pueblo legislador. Y empezamos con el mensaje del co-mandante.

Y en eso sonó su vergatario. Vio que era Jenny Alcok, y se apartó para que Cinthya Machado no lo viera.

Juancho Pérez se fue a un rincón mientras continuaba la discusión entre los militantes del PSUV, entonces con-testó el teléfono.

- Dime, mamita rica.

- Mamita rica un carajo, pendejo, es Harold Salvatie-rra, el esposo de Jenny. Y te quiero decir una vaina, esta me la pagas, chavista marginal. Te aprovechaste de que estaba en Panamá para salir con mi esposa, cabrón.

- Espere, amigo Salvatierra.

- Amigo Salvatierra un carajo, yo no soy amigo de mar-ginales como tú, de expropiadores de mujeres, vete al ca-rajo, pero esta me la pagas.- Y cortó.

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Antes de salir para el Parque del Este a encontrarse con Kathy Mendoza, Gregorio llamó a Juancho para contarle lo que estaba pasando. Juancho se había acercado nueva-mente al grupo para seguir discutiendo el mensaje presi-dencial, abrazó a Cinthya Machado y en ese momento le sonó el vergatario.

- Caramba, mi amor, ese vergatario parece el del presi-dente.- Le dijo Cinthya y se lo quitó para responder ella.

Cinthya Machado toma el teléfono de Juancho Pérez y atiende:

- ¿Sí?

- ¿Cinthya?

- Si.

- Es Gregorio, ¿qué tal?

- Aquí, discutiendo el mensaje del Presidente con los compañeros, y ya Teodoro Petkoff se enteró de lo que dis-cutimos, te paso a Juancho.

Le entrega el vergatario a Juancho y le dice:

- Es el compatriota, Gregorio.

Juancho toma el celular y se aleja, porque presien-te que su compañero Gregorio le va a comentar algo de la llamada que recibió hace un momento del esposo de Jenny Alcok, Harold Salvatierra. Se aleja un momento de Cinthya y pregunta

- ¿Qué pasa, Gregorio?

- Que hubo, hermano, estoy pasando por un problema serio, me llamó Jean Brillembourg formándome un peo porque ya lo sabe todo, y después me llamó Kathy dicién-dome que quiere hablar conmigo, yo prefiero antes hablar contigo por si acaso me pasa una vaina, tú sabes cómo son los ricos de este país, por cualquier vaina contratan a un sicario y te sacan del juego.

- A mi también me está pasando casi lo mismo, me acaba de llamar Harold Salvatierra, el esposo de Jenny, y me dijo de todo. Pero ¿cómo se enteraron esos carajos de esa vaina?

- Tú sabes que los ricos pagan gente para que vigilen a su gente, de alguna manera lo supieron.

- Y ¿qué piensas hacer, Gregorio?

- Por ahora, me voy a encontrar con Kathy en el Parque del Este.

- Cuídate, hermano. Nos vemos.

En Alto Prado, en la Quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg despide a su prima Keila Vollmer y a su amiga María Cecilia Salvatierra. Después que se van, se encierra en su estudio y busca el Triple Concierto de Bee-thoven. Coloca el CD en su el aparato reproductor y luego busca una botella de coñac, se sirve un trago y comienza a escuchar la música y piensa en Cinthya Machado. A pesar de que su esposa Kathy le ha dado lo mejor de sí, Jean si-gue pensando en el cuerpo excitante de Cinthya. Toma un sorbo de coñac y piensa en voz alta:

- ¿Por qué tuvo que meterse a chavista? Y ahora anda con esos chavistas para arriba y para abajo. Cómo se le ocurre traicionar a su clase social. Ella que lo tiene todo.

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Mientras Jean Brillembourg sigue con el cuerpo de Cinthya Machado en la cabeza, en otro lado de Alto Prado, en la Quinta El Paro se nos fue de las Manos, Harold Sal-vatierra está todavía con el celular en la mano. Había ha-blado con Juancho Pérez, por teléfono, porque su amiga María Cecilia Salvatierra le había dicho que su esposa es-taba en el Centro San Ignacio con él.. Jenny estaba afuera y él la estaba esperando para que le contara si era cierto lo que le habían dicho. Entonces, escuchó que la puerta del estacionamiento se abría, el Mercedes Benz de Jenny asomó en el garaje, Harold tomó una pistola y se fue acer-cando lentamente al carro.

Son las diez de la noche y el grupo de chavistas que está reunido en la Ca-

lle Andrés Eloy Blanco, en el Barrio El Observatorio, del 23 Enero, decide mar-charse a sus casas. Juancho Pérez invita a Cinthya Machado a quedarse en el rancho. Ella al principio lo duda, pero después le dice:

- Está bien, Juancho, si una es revolucionaria, tiene que vivir aquí, como lo hizo Eduardo Fernández en su campa-ña electoral cuando lo llamaban el Tigre.

Juancho entra al rancho y dice a sus viejos:

- Cinthya se va a quedar esta noche con nosotros.

La madre de Juancho, contesta.

- Está bien, mijo, y perdone lo poco, señorita.

- No se preocupe, señora Matea, yo también soy como ustedes.

Y junto con Juancho entra al cuarto.

- Bueno, camarada, solo hay una cama y tenemos que compartirla.

Cinthya sonríe y le dice.

- ¿Te imaginas lo que diría mi amigo Jean Brillem-bourg si supiera que me estoy quedando en un rancho en el 23 de Enero?

Ambos se desvisten.

- Es mejor hacer el amor de una vez. Te confieso Cinth-ya, que es la primera vez que en El Observatorio se ve un cuerpo tan maravilloso como el tuyo.

Mientras tanto, en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg está escuchando el Concierto Número 2 de Brandenburg, de Bach. Está dirigiendo la orquesta imagi-nariamente, entonces se detiene y pone pausa en el apa-rato de sonido y prende la televisión, va directo al canal ocho y allí está el Presidente Chávez.

- Aquí vamos a firmar un punto de cuenta por tres mil millones de bolívares para el poder Popular, para hacer viviendas.

- Coño, este hombre nos está quitando los reales para dárselos a los pobres. Nos quiere igualar con esa chusma que no hace más que vivirse al gobierno. Así no vamos a ninguna parte. Y dígame esa vaina, Cinthya defendiendo este robo público, ¿qué dirá el señor Machado?

Jean termina su discurso y se toma un coñac.

En otro lado, en la quinta El Paro se nos fue de las Ma-nos, Harold Salvatierra se acerca a su esposa Jenny Alcok que acaba de bajarse de su Mercedes Benz.

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- ¿Es cierto que te vieron con Ramón Pérez en el Centro San Ignacio?

- Seguro que te lo dijo Keyla Vollmer, ella me vio allí saludando al novio de Cinthya, al chavista ese, Juancho, creo que se llama, o si no fue ella seguro que ella se lo dijo a María Cecilia y ella te llamó para meter cizaña.

- Es verdad, mi amor, fue María Cecilia la que me llamó.

Jenny le da un beso a Harold y sigue caminando hacia la casa. Harold guarda en un bolsillo el revólver que lleva-ba escondido.

Gregorio González está llegando al estacionamiento del Parque del Este para encontrarse con Kathy Mendoza y escucha una voz que le dice.

- No te muevas, chavista marginal.

Gregorio González siente en la espalda que le están clavando la punta de una

pistola, entonces decide caminar hacia el Aveo con vidrios ahumados que está esta-cionado debajo de un apamate. Cuando llega, el delin-cuente que lo lleva a punta de pistola, abre la puerta de atrás y le dice.

- Entra, chavista marginal, que ya te voy a echar el cuento

Cuando Gregorio entra al vehículo, ve que allí está sen-tada Kathy Mendoza, con una venda en los ojos y un tirro en la boca, y adelante, está otro delincuente que lo apunta y le dice:

- Levanta las manos y estíralas hasta aquí, para poner-te las esposas, pajarito.

Gregorio hace lo que le indica el delincuente y rápida-mente es esposado. El otro delincuente entra y cierra la puerta delantera.

- Ahora te cuento, pajarito, los estábamos cazando, y ya hemos visto que han venido dos veces al Parque del Este y también sabemos que han hecho el amor en el carro. Tú eres vivo, chavista marginal, cómo te encanta una carajita burguesa, no. También sabemos que ella se llama Kathy y su esposo se llama Jean Brillembourg, y no sabe la canti-dad de cachos que le está montando su esposita. Así que agarramos a Kathy en el estacionamiento del Centro Co-mercial San Ignacio, y te llamamos por el celular hacién-donos pasar por su esposo Jean, y seguro que te asustaste, pajarito, y después, una vez que llegamos aquí, obligamos a tu mujercita a que te llamara para que vinieras, y aquí te tenemos, ahora vamos a ver cómo hacen para pagarnos lo que vamos a pedir.

En la quinta El paro se nos fue de las manos, Harold Salvatierra y Jenny Alkoc conversan mientras escuchan de fondo el Nocturno Numero 2 de Chopin.

- Si mi amor, fue María Cecilia la que me llamó para decirme que te vieron con ese chavista que está saliendo con Cinthya Machado. Y entonces lo llamé y le dije un montón de cosas.

- ¿Llamaste al chavista ese?

- Si mi amor.

- Y ¿cómo encontraste su teléfono?

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- Muy fácil, llamé a Cinthya Machado y le dije que me diera el teléfono del tal Juancho porque quería llamarlo para que me hiciera un trabajo. Y ella me lo dio, así que lo llamé y le formé un peo.

- Entonces mi amor, toma mi celular y vuelve a llamar-lo, y le pides disculpas al chavista ese.

Mientras tanto, en el Barrio El Observatorio, Juancho Pérez y Cinthya Machado se despiden de la señora Matea.

- Bueno, mamá, vengo mas tarde para llevarte al CDI y paso por Mercal y traigo la papa.

- Bueno, hijo, ve con Dios.

- Hasta luego, señora Matea, y gracias por todo.

En ese momento repica el vergatario de Juancho y Cin-thya, lo toma

- Si

- ¿Cinthya?

- Si.

- Es Jenny, Cinthy

- Y ¿qué haces tú llamando a Juancho?

Saliendo del Barrio El Observatorio, en el 23 de Enero, Cinthya Machado

atiende el vergatario de Juancho Pérez y es Jenny Alcok quien le cuenta que su esposo Ha-rold Salvatierra quiere pedirle disculpas a Juancho, por-que le metieron un chisme y lo creyó. Cinthya le pasa el

vergatario a Juancho y Harold le dice:

- Discúlpeme, amigo, me equivoqué y creí lo que me dijeron, por eso lo llamé.

- Tranquilo, señor Salvatierra, anoche, en el rancho le co-mentaba a Cinthya que seguro había sido una confusión.

- Y ¿Cinthya se quedó contigo anoche en tu rancho?.

- Bueno, señor Salvatierra ese no es su problema, hasta luego y está disculpado.

Después que Juancho desconectó su vergatario, Ha-rold le dice a Jenny.

- Anoche Cinthya se quedó con ese marginal en su ran-cho en el 23 de Enero, ahora sí se jodió el capitalismo, la burguesía nacional se va a vivir a los ranchos.

Jenny se ríe del chiste de su marido, pero al mis-mo tiempo sabe que envidia a Cinthya porque está con Juancho, y ella, piensa para sus adentros: “Yo también, con bastante gusto, pasaría la noche con Juancho en su rancho”.

Mientras tanto, en el Parque del Este, Gregorio Gon-zález y Kathy Mendoza están secuestrados por dos delin-cuentes que los tienen dentro de un Aveo que está estacio-nado cerca de un apamate.

- Tengo sed. Dice Gregorio, y uno de los delincuentes dice:

- Te busco un refresco y ya vuelvo, pero vete pensando en cómo nos van a pagar este rescate sin que se entere el señor Brillembourg, porque si se entera, ay chavista mar-ginal, no lo vas a contar.

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- El delincuente sale del Aveo y deja al otro cuidando a la pareja, y mientras camina hacia el kiosco donde ven-den los refrescos, no se percata de que un hombre lo está siguiendo. Antes de que llegue al kiosco, el delincuente es-cucha una voz que le dice.

- Te paras ahí, carajito, y no te muevas que te descargo la pistola.

Es un policía que le quita el arma y le dice que lo acom-pañe. En el Aveo, el otro delincuente baja el vidrio para respirar mejor, y al rato se escucha un disparo que llega directo a la cabeza del delincuente. Es un francotirador que lo estaba cazando. La policía llega al vehiculo y saca al delincuente muerto y libera a Kathy y a Gregorio. Un cuidador del parque había pasado el dato y gracias a eso la policía pudo hacer su trabajo.

En la quinta prohibido Olvidar, Jean Brillembourg está escuchando la sinfonía número 40 de Mozart. La señora de servicio se acerca y le dice.

- Está tomando mucho, señor Brillembourg, y usted es un hombre joven.

Jean la ve y le pregunta.

- ¿Tú también eres chavista, Tomasa?

Jean Bruillembourg escucha cuando la señora de servicio le dice:

- Si, señor Brillembourg, yo soy chavista, y si quiere le explico por qué.

- No me digas más nada, Tomasa. Y no te preocupes. No creas que ahora te voy a botar. Estás en tu derecho y se te respeta.- Dice Jean.

- Y por favor, acércame el CD de Beethoven que quiero escuchar el Opus 61.

Mientras tanto, en la quinta El paro se nos fue de las manos, Harold Salvatierra y Jenny Alcok están viendo por el canal ocho el debate en la Asamblea Nacional.

- Tiene la palabra el diputado Ricardo Sánchez.

Harold se acerca por detrás, la abraza y le dice.

- ¿Esos son los tipos que nos representan a nosotros? ¿Ese no es el que se graduaba en noviembre y todavía no ha salido del primer semestre en la Escuela de Estudios Internacionales?

- Si, mi amor, ese es. Te digo una cosa, los chavistas nos están dejando en ridículo.

- Es verdad, Jenny, pero no te olvides que eso es lo que tenemos, serán mediocres nuestros diputados, pero son nuestros.

- Es que no tienen nada que ofrecer sino lo que ya co-nocemos.

- Y eso es lo mejor que tenemos, mi amor, lo que ya conocemos.

- Por ahora ese diputado Sánchez lo primero que debe hacer es ir a un gimnasio y ponerse a dieta.

Harold va al bar y toma una botella de Buchannas de 18 años. Toma dos vasos y le coloca hielo y sirve dos tra-gos. Después se acerca a Jenny y le dice.

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- Brindemos.

- Sí, brindemos por el ridículo nacional que estamos haciendo en la Asamblea.

Harold sonríe y toma un trago, y Jenny le dice.

- ¿Y qué hablaste con Juancho?

- ¿Qué Juancho?

- El chavista que llamaste por teléfono

- Ah, el compañero de Cinthya Machado, la capitalis-ta metida a socialista que ahora nos quiere expropiar las tierras

- Ese mismo

- Bueno, mi amor le pedí disculpas, y él me dijo que se ha-bía quedado con Cinthya en su rancho comentando el caso.

En ese momento sonó el blacbklerry de Jenny y vio que era Teodora, el nombre clave que le había dado Juancho Pérez. Entonces lo apagó rápidamente.

- ¿Quien era, mi amor?

- Ni me di cuenta, prefiero seguir hablando contigo que ponerme a hablar por celular

Harold se acercó y le dio un beso.

- Te quiero, Jenny.

- Y yo también, Harold.

Mientras tanto, la policía había traslado a Kathy Men-doza y a Gregorio González a su sede. Después, la policía decidió que se marcharan y que no se divulgara el caso. Kathy le pidió a Gregorio que la acompañara al Centro San

Ignacio a buscar su vehículo, y subieron a un taxi. Cuando el chofer del taxi los vio, lo reconoció.

- Gregorio, ¿qué es de tu vida?

El chofer del taxi, Mauricio Rodríguez, reconoció a Gregorio y hablaron acer-

ca del PSUV.

- ¿Qué te parecen las nuevas directivas? - Le dijo Mau-ricio, y Gregorio primero le presentó a Kathy Mendoza, y ella le sonrío y le dio la mano, y después Gregorio dijo:

- Es una nueva oportunidad que nos está dando el par-tido para ver si lo relanzamos.

- Si, pero otra vez entraron muchos coleados, gente que uno conoce que está ahí por otra cosa

- Hay que asumirlo, Mauricio, hay que asumirlo, por-que eso después se va decantando y al final quedamos los que somos, los verdaderos revolucionarios

- Si, Gregorio, lo malo es que cuando quedemos los re-volucionarios, a lo mejor no queda la revolución.

El taxi de Mauricio se estacionó al frente del Centro San Ignacio y allí, cuando Gregorio le quiso pagar, Mau-ricio le dijo:

- No, camarada, tranquilo, y hasta luego señorita, espe-ro verla en una reunión del PSUV.

Kathy sonrío y se despidió.

- Hasta luego, amigo.

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Cuando Gregorio y Kathy caminaban hacia la escalera para ir al estacionamiento, Kathy vio que Gregorio estaba viendo asombrado a una pava que estaba sentada en la mesa de un cafetín.

- Esa es Cinthya Zuloaga, Gregorio, seguro está espe-rando al marginal que siempre la acompaña, si la quieres conocer te la presento.

- Nunca creí que fuera tan bella. Creía que era pura ima-ginación del compañero que siempre toma café con ella.

Kathy se acercó a la mesa y, cuando Cinthya la vio, se puso de pie y le dio un beso.

- Mira, Cinthya, conoce a este chavista.

- Mucho gusto.

- El gusto es mío, señorita

- ¿Tú también andas como yo, con tu chavista encima, Kathy?

Las dos sonrieron y Kathy dijo.

- Parece que a nuestra gente en la oposición le falta lo que estos marginales tienen.- Otra vez sonrieron y Grego-rio intervino...

-Y su amigo, ¿ya está por llegar?

- Seguro, por ahí debe venir subiendo, porque él llega has-ta aquí en el metro, se baja en la estación de Chacao y sube.

En ese momento se acercó el mesonero con la botellita de agua Evian, y viendo a Kathy dijo.

- Se escaparan los ángeles, y perdone señorita, en dón-de las hacen a ustedes así, tan bellas y buenotas.

Y cuando vio a Gregorio, el mesonero dijo:

- Y usted se encontró también con su chavista, porque esa cara de marginal que tiene este muchacho no se la qui-ta nadie.

En la quinta El paro se nos fue de las manos, Jenny Al-cok ha quedado sola porque Harold, después de tomarse unos tragos, decidió dormir un poco para levantarme más tarde. Entonces, ella, que también había tomado, sintió la necesidad de llamar a Juancho Pérez. Y en ese momento tocaron la puerta.

- Toc. Toc. Toc.

Jenny Alcok se acercó a la puerta y vio por el ojo de seguridad. Vio detenida-

mente y se dijo:

- Será que estoy borracha y no lo sé.

Era Leopoldo López. Abrió la puerta.

- Qué tal, Leopoldo, ¿ya te habilitaron o sigues inhabi-litado?

- ¿Qué tal, Jenny?, vengo a buscar tu firma y la de Ha-rold para que me apoyen en la Corte Interamericana. Tú sabes, aquí no hay justicia.

- Harold no puede, porque está durmiendo, pero dime dónde firmo, aunque te confieso que con eso no llegas a nin-guna parte, con Ramos Allup allí no hay para más nadie.

Leopoldo López sonrío y le dio la planilla a Jenny. Ella firmó y luego Leopoldo se marchó.

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Mientras tanto Juancho Pérez y Cinthya Machado es-taban en la esquina el Conde, pendientes de la sesión de la Asamblea Nacional. Allí se conmemoraban los 200 años del Primer Congreso.

- ¿Qué fue lo que pasó aquí, mi amor?- le dijo Cinthya a Ramón y él le explicó:

- El 2 de marzo de 1811 se instaló el primer congreso, y después, el 5 de julio, fue la declaración de independencia. Estamos de Bicentenario, Cinthya.

Y en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillembourg enciende la televisión y mientras disfruta de un coñac, co-mienza a pasar por todos los canales y se detiene en el ca-nal ocho. Está el poeta Gustavo Pereira dando el discurso de orden, dice el poeta:

- Para mí, el olvido es la verdadera muerte.

- Lo que viene es pura historia, seguro, estos chavistas la tienen cogida con la historia, menos mal que mi ami-go el bodeguero Julio Borges, no cree en esa vaina.- Dijo Jean.

La cámara hizo un paneo y Jean descubrió en el públi-co a Cinthya Machado. Con una franela roja y una cinta roja en su pelirroja cabellera, lucía deslumbrante. A su lado estaba Juancho.

- El marginal ese no la desampara, ese chavista sabe que esa mujer es lo máximo.- Se dijo Jean y terminó de tomarse el trago.

Jean fue al bar y se preparó otro trago. Afuera se escu-chaban los cantos de las guacharacas. Jean se asomó a la ventana y respiró profundo.

- Se está acabando el país. Los chavistas nos están ex-propiando hasta las mujeres.

Volvió al televisor y pensó en Kathy Mendoza.

- Y ¿dónde estará Kathy? .- Se dijo y tomó su blackBe-rry y la llamó. Esperó un rato mientras oía el repicar del teléfono y luego escuchó la voz de Kathy que decía. “En este momento no puedo atenderlo, deje su mensaje y con toda seguridad lo atenderé más tarde”.

En el Centro San Ignacio, Kathy y Gregorio se despi-dieron de Cinthya Zuloaga y ya estaban sentados en el Porsche. En el momento en que Gregorio le iba dar un beso, repicó el celular de Kathy, ella vio que era Jean y lo dejó repicar. Gregorio la besó y de repente se escuchó toc. toc. toc. Alguien estaba tocando el vidrio.

Una vez que entraron al vehículo, Ka-thy Mendoza y Gregorio González se

abrazan fuertemente y comienzan a be-sarse. Están en el estacionamiento del Centro San Ignacio. De repente sienten que tocan el vidrio. Toc. Toc. Toc. Se separan y Kathy baja el vidrio y descubre a Leopoldo López.

- ¿Qué tal, Kathy?.

- Hola, Leopoldo.

- Te ví bajar y decidí seguirte hasta aquí para pedirte que me des tu firma para ver si me habilitan..

En ese momento interviene Gregorio y dice.

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- No firmes, Kathy. Aquí se ésta haciendo justicia y ese hombre debería estar preso por corrupto y por golpista.

- ¿Quién es este chavista que te acompaña, Kathy?

- Es un amigo.

- Los chavistas no son amigos de nadie, Kathy.

- Mejor acércate a la casa, Leopoldo, y hablamos allá.

- Okey, Kathy, así aprovecho y le dijo a Jean que me firme también la planilla.

- Nos vemos, Leopoldo.

Mientras tanto, Jenny Alcok en la quinta El paro se nos fue de las manos, está tentada a llamar a Juancho Pérez.

- Debe estar con la Cinthya, esa mujer tiene loco a Jean y a mi Juancho no lo desampara.

Jenny piensa en el momento en que se encontró con Juancho y no olvida el placer que vivió, entonces decide llamar a su amiga Kathy.

- Hola, Kathy, ¿cómo estás?

- Bien, acabo de dejar a Gregorio en la UCV, parece que allí se va a armar la de Dios es Cristo.

- Y ¿estaba Juancho?

- A Juancho no lo he visto. Al que ví fue a Leopoldo López, que en el mejor momento que estaba viviendo con Gregorio, llegó y me pidió la firma.

- Por aquí también estuvo, amiga, buscando la firma. Así no se llega a ninguna parte.

- Estoy llegando a la casa, Jenny, si quieres te llamo luego.

- Okey, Kathy, nos vemos.

Jean está viendo Globovisión y allí escucha a la rectora Cecilia García Arocha que dice:

- Un grupo de estudiantes nos ha secuestrado. Con la violencia no se puede dialogar. Quemaron un vehículo.

Jean decide ver ahora el canal ocho y está un estudian-te diciendo.

- Es mentira lo que dicen las autoridades universita-rias. No hemos secuestrado a nadie, ni hemos quemado ningún vehículo.

La cámara hace un paneo y Jean descubre a Juancho Pérez que está al lado del estudiante que habla y a su lado está la despampanante Cinthya Machado.

- Dios mío, ésta mujer se convirtió en una Rosa de Luxemburgo. Y ¿a quién creerle? En este país pasan cosas increíbles todos los días. Con AD y Copei no pasaba esto.

Jean Brillembourg sigue viendo el canal ocho mien-tras se sirve un coñac Remy Martín. En la pantalla se es-cucha la voz en off del estudiante del M28 que desmiente a la rectora, y la cámara muestra el cuerpo de Cinthya. Jean piensa:

- El camarógrafo debe estar, como yo, asombrado por ese cuerpo.

Y unos golpes en la puerta, interrumpen su pensamiento.

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Jean Brillembourg escucha que están tocando la puerta de su casa. Mira la

pantalla y ve que es Leopoldo López. Se acerca. Abre la puerta y lo ve y le dice:

- Puedes pasar con confianza para verme limpiecito como un sol.

Leopoldo sonríe y le muestra la planilla.

- Quiero que me firmes la planilla para pedir en la Cor-te Interamericana que me habiliten.

Jean lo invita a tomarse un coñac, pero Leopoldo le dice:

- Estoy apurado, tengo que buscar miles de firmas para ver si me quito esta deshabilitación que me echaron encima.

- Te la echaron encima porque te la mereces, Leopoldo. No sólo te quedaste con unos reales sino que todos te vi-mos participando en el golpe de abril.

- ¿No me digas que ahora te metiste a chavista?”.

- No, lo que pasa es que soy sincero, y creo que debe-mos ser decentes.

- ¿Ser decentes? Te volviste loco, Jean.

- Dame la planilla que te la firmo, por solidaridad, pero quiero que sepas que estoy de acuerdo con la medida.

Leopoldo escucha que está hablando Alberto Nolia en la casa, lo busca y ve que está en el canal ocho, la televi-sión está prendida.

- Y ahora estás viendo el canal ocho, Jean.

- Si, trato de saber lo que informan los dos lados.

- Allí no informan, amigo, allí te adoctrinan y eso fue lo que te hicieron.

Leopoldo López se va con la planilla firmada y Jean Bri-llembourg se sienta frente al televisor. Desde la Feria del Libro están trasmitiendo el programa Dando y Dando.

- También hacen ferias del libro. Definitivamente nos descuidamos. Nos pusimos a creer en la gente de Eco-noinvest y nos estafaron. Porque creemos que tenemos la gente más inteligente y miren ese montón de chavistas entre libros y escuchando foros y haciendo ese programa con ese malandro de Alberto Nolia.

Mientras está viendo lo que pasa en la Feria del Libro a través del canal ocho, Jean escucha el ruido del Porsche de Kathy Mendoza, su esposa, que se acerca. En verdad no sabe cuándo fue la última vez que la vio. Kathy entra y le da un beso. Y luego ve que está viendo el canal ocho.

- Ahora por lo visto te encanta ver el canal ocho.

- Si, mi amor, estoy viendo que están celebrando una feria del libro y están entrevistando a escritores.

- No creas que van a entrevistar a tu admirada Cinthya Machado, porque esa no escribe.

- No escribe, pero lee, y cada día lee más, la última vez que la ví estaba leyendo El Capital, de Carlos Marx.

- Es verdad, ahora es chavista, porque desde que está saliendo con Juancho, está adoctrinada.

Kathy le vuelve a dar un beso a Jean y en ese momento repica su blackberry. Jean lo toma y ve en la pantalla que dice Teodora, y le pregunta:

- ¿Quién es Teodora, mi amor?

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El blackberry de Kathy Mendoza repi-có, y su esposo, Jean Brillembourg vio

que en la pantalla decía Teodora.

- ¿Quién es Teodora? - Le preguntó Jean.

- Esa es una señora que conocí en el San Ignacio, dijo que quería contarme muchas cosas y me dio su número de teléfono para que la llamara, pero mejor la atiendo des-pués. Vamos a ver qué dice nuestro canal Globovisión.

Kathy tomó el control y cambió el canal ocho y se fue directo a Globovisión. Allí estaban Eduardo Fernández y Oswaldo Álvarez Paz hablando de sus candidaturas. Jean se llevó las manos a la cabeza.

- No es posible, con estos tipos no se va a ninguna par-te. Lo que falta es que Teodoro Petkoff también se lance.

Kathy sonrió y le dijo:

- Voy al bar a buscar una botella de coñac.

- Gracias, mi amor, así es la única manera de soportar a estos miembros de Inager.

Mientras caminaba al bar, Kathy le iba escribiendo un mensaje a Teodora, que como todos saben, es el nombre que Gregorio González le dio para que lo colocara en el celular. Kathy escribió: “Mi amor, no me llames a la casa, es mejor que me pongas mensajes, hoy por poco Jean me descubre. Mañana te llamo y nos vemos. Besos”.Después que lo envió, borró el mensaje y llegó con dos copas y la botella.

- ¿Qué hay de nuevo, viejo?.- Le dijo a Jean. Este sonrío.

- Todavía te acuerdas del Conejo de la Suerte, Kathy, esos sí son valores, los que vimos en Disney, no estos ti-

pos que nos quieren llevar a las Cuevas de Altamira, puro pasado, mi amor, puro epicantropus Erectus.

Brindaron y siguieron viendo el debate.

Mucho más allá de la quinta Prohibido Olvidar, de la familia Brillembourg-Mendoza, en el Barrio El Observa-torio, en el 23 de Enero, Juancho Pérez discutía con sus compañeros las cinco líneas Estratégicas de Acción Po-lítica del Partido Socialista Unido de Venezuela. Estaban discutiendo el tercer punto: Convertir el partido en un po-deroso medio de propaganda y comunicación. Allí tenia la palabra el “viejo Marx”, como popularmente conocían al señor Marcos. Y en eso, repicó el vergatario de Juancho, se alejó a contestar y era Jenny Alcok.

- Tú no me quieres llamar más nunca, Juancho.

- Claro, Jenny, lo que pasa es que tengo un compromi-so con el partido.

- Olvídate del partido, el partido no te va a dar lo que yo te estoy dando.

- No se trata de eso, Jenny, se trata de otra cosa, es la política, entiendes.

- Yo sólo quiero volver a verte, Juancho. Dime cuando, si quieres me voy ahorita para tu rancho en el barrio ese que llaman El Observatorio, y me quedo de una vez contigo.

- Jenny, Jenny, ¿con quién hablas, mi amor?.

En ese momento entró al cuarto Harold Salvatierra y sorprendió a Jenny hablando por celular.

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Harold Salvatierra comprendió que su esposa Jenny ALcok le estaba min-

tiendo. Esa Teodora que aparecía en la pantalla del teléfono no era una mujer, era un hombre. Jenny también supo en la mirada de su esposo que él lo sabía todo. Entonces Harold le dijo:

- Seamos sinceros, Jenny, este régimen chavista no solo ha acabado con el país, sino que también quiere aca-bar con nuestras vidas.

Jenny lo abrazo.

- Es cierto, Harold, lo mejor sería irnos del país por un tiempo, hasta que caiga esta dictadura.

- Eso te quería decir, Jenny, podemos irnos a Panamá, donde está mi socio Heinz, y allá nos olvidamos por un tiempo del tirano que gobierna lo que queda de país.

- De acuerdo. -dijo Jenny, y los dos se abrazaron fuer-temente.

También en la quinta Prohibido Olvidar, Jean Brillem-bourg y Kathy Mendoza conversaban.

- Mejor nos vamos de este campamento, mi amor, No soporto más la dictadura.

Kathy pensó por un instante en Gregorio González, y supo que su vida no podía depender de un marginal cha-vista, que eso no tenia sentido, que una Mendoza que se respete tiene que andar con gente de su clase, y entonces le dijo a Jean:

- Tienes razón, Jean, perdámonos. Huyamos de este país que ya no es nuestro, es de los chavistas.

- Por ahora, mi amor, por ahora.

Y los dos se besaron apasionadamente.

Juancho Pérez y Gregorio González estaban en una re-unión en el consejo comunal del Barrio el Observatorio. Allí continuaban discutiendo las cinco líneas estratégicas del partido. Juancho, viendo a Gregorio, le dijo:

- Compañero, vamos a tener que abandonar a la bur-guesía, porque lo que nos viene por delante es la campaña presidencial.

- Es verdad, compatriota, Ramón, la oposición que siga buscando su candidato, nosotros buscamos al pueblo

- Si, compatriota, lo que nos queda por delante es tra-bajo y trabajo y más trabajo.

En la tarde, cuando Jenny y Harold estaban en el aero-puerto internacional esperando el vuelo de Copa que los llevaría a Panamá, de repente Jenny escucha que la lla-man. Es Kathy.

- ¿Qué tal, Jenny?

Se saludan, y Harold y Jean se estrechan las manos.

- ¿También abandonan la dictadura? . - Preguntó Jean.

- Si, nos vamos a Panamá, Jean, a trabajar con mi socio Heinz.

- Nosotros también vamos a Panamá, y es bueno que nos encontremos allá, para celebrar alguna cosa que haya que celebrar.

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Roberto Malaver

Por los parlantes se escucha que la línea Copa está lla-mando a los pasajeros para el embarque por la puerta 15. Jenny, Kathy, Harold y Jean, toman sus equipajes y avan-zan con sus pasaportes en las manos.

Mientras tanto, en el Consejo Comunal, en El Observa-torio, en el 23 de Enero, Juancho y Gregorio escuchan al compatriota Mario que dice:

- Lo importante es alcanzar la mayor suma de felicidad, compañeros.

De fondo se escucha a José Alfredo Jiménez cantando el Rey.

índice

CAROlA CHávEz

O sea, me choca el comunismo _____________ 7

EARlE HERRERA

Al Presidente con humor ____________________ 51

IváN lIRA _______________________________________________________________ 89

AUGUSTO HERNáNdEz

Método para el aplauso opositor ____________ 93

lUIS bRITTO GARCíA

Los matavotos ______________________________ 131

OMAR CRUz __________________________________ 227

RObERTO HERNáNdEz MONTOyA

Nuestra izquierda caviar ____________________ 231

ClOdOvAldO HERNáNdEz

La profecía del cadáver insepulto ___________ 319

RÉGUlO PÉREz _______________________________ 357

WIllIAM OSUNA

Presidente amigo ___________________________ 361

RObERTO MAlAvER

Échame a mí la culpa _______________________ 367

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