ictj colombia unofficial memory initiatives july2009 spanish

208

Upload: angel-flores

Post on 18-Nov-2015

248 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Memoria e Imaginario en Colombia a raíz del conflicto de las guerrillas

TRANSCRIPT

  • Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ) Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    Carrera 5 No. 67-01 Bogot - Telfono: 345 0046www.ictj.org

    Editores: Marcela Briceo-DonnFlix ReteguiMara Cristina RiveraCatalina Uprimny Salazar

    Comit editorial: Marcela Briceo-DonnJavier CiurlizzaFlix Retegui CarrilloMichael Reed Hurtado

    Primera edicin: agosto 20091.000 ejemplares

    ISBN: 978-958-98545-3-2Impreso en Colombia

    Correccin de Estilo: Mara Jos Daz GranadosIlustracin de Portada y cenefas: Azulejos del muro La sombra del amor

    del Parque Monumento, Trujillo, ValleFotografas: Iniciativas no oficiales de memoria y el ICTJ

    Diseo de portada: Pablo PradaProduccin grfica: Opciones Grficas Editores Ltda.

    www.opcionesgraficas.com

    Esta publicacin se realiz con la ayuda financiera de la Comunidad Europea, en el marco del proyecto IFS-CRIS No. 2007/144-217 (EC)Apoyo a sociedad civil y vctimas para la elaboracin de polticas de justicia transicional.

    El contenido de este documento es responsabilidad exclusiva de los autores y en modo alguno debe considerarseque refleja la posicin de la Unin Europea o del Centro Internacional para la Justicia Transicional.

    www.delcol.ec.europea.eu

  • ndice

    Presentacin ................................................................................................................................................. 5Michael Reed, director del programa Colombia del ICTJJavier Ciurlizza, director del programa Amricas del ICTJ

    Parte I. Aproximaciones conceptualesLas vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria ............................................... 17Flix Retegui CarrilloIniciativas no oficiales: un repertorio de memorias vivas ..................................................................... 43Mara Victoria UribeLa memoria como territorio en disputa y fuente de poder: un camino haciala dignificacin de las vctimas y la resistencia no violenta .................................................................. 73Juan David Villa

    Parte II. El proceso de algunas iniciativas no oficiales de memoria en ColombiaA manera de introduccin. Iniciativas no oficiales de memoria en Colombia ................................... 107Marcela Briceo-Donn y Catalina Uprimny SalazarMemoria, lucha y resistencia ..................................................................................................................... 123Galera de la Memoria Tiberio Fernndez MaflaLa memoria, una apuesta por la vida, la justicia y la dignidad ........................................................... 139Asociacin de Familiares de Vctimas de Trujillo (Afavit)Sobrevivientes hacen historia contra el olvido: municipios del Oriente antioqueo ........................ 165Bernardo Marulanda, Leididiana Valencia y Nadis M. LondooDiscutir el pasado para entenderse en el presente ................................................................................. 191Comisin Ciudadana de Reconciliacin del Caribe (CCRC)dgar Alfonso

    AnexoContacte a las iniciativas ............................................................................................................................ 204

  • El Centro Internacional para la JusticiaTransicional (ICTJ), en el marco delproyecto Apoyo a sociedad civil y vctimaspara la elaboracin de polticas de justicia transicional,se complace en presentar la publicacin Recordary reparar, integrada por dos volmenes. Este esel resultado de un largo proceso que cont conel apoyo de la Unin Europea, entidad quebrind soporte financiero en el marco delinstrumento de estabilidad a travs de suDelegacin para Colombia y Ecuador.Correspondi al ICTJ liderar un consorciointegrado, adems, por Fundacin Social, elCentro de Estudios de Derecho, Justicia ySociedad (DeJuSticia) y la Corporacin NuevoArco Iris. En la ejecucin de estas actividadesparticiparon numerosas instituciones, quemencionaremos ms adelante.

    Esta publicacin muestra los resultados delproyecto y expresa el apoyo brindado ainiciativas no estatales en temas de reparaciny memoria. Procura generar, a partir de sus

    pginas y hallazgos, la profundizacin deldebate y el dilogo entre el Estado y la sociedadcivil. Asimismo, refleja las voces de la vctimascon el desarrollo de piezas comunicativas porparte de las distintas iniciativas no oficiales dememoria en el trabajo de esclarecimiento de laverdad, formula propuestas de polticaspblicas de reparaciones en los niveles nacionaly local, y busca el fortalecimiento deorganizaciones de vctimas y de la sociedad civilpara su participacin e incidencia en el debatepblico sobre polticas de justicia transicional.

    El contenido de estos dos volmenes es diver-so. El lector encontrar relatos personales oinstitucionales respecto a experienciasconcretas de construccin de memoria y dereparacin, en un tono muy cercano al dolorcotidiano de las vctimas. Tambin hallarinvestigaciones sociales y jurdicas queprocuran sistematizar una vasta informacinencontrada en los modelos implementadosdesde el Estado y la sociedad civil. Interca-ladas entre ambas, procuramos introducir

    Presentacin

  • 6 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    propuestas concretas de polticas pblicas, aunque ladiversidad de las experiencias represente un enormedesafo para propuestas homogneas.

    El producto que est ahora en sus manos, y a disposicinde su crtica, representa un arduo camino transitadodurante 18 meses de trabajo de campo, de reflexinanaltica y de coordinacin institucional. Singularmente,procura representar de manera limitada, como todaintermediacin los potentes desafos de la justiciatransicional en Colombia, el valor de las experienciaslocales y nacionales, y tambin darle voz a las vctimasde distintas regiones del pas: desde el Orienteantioqueo, pasando por Choc, Valle, y la CostaCaribe.

    El instrumento de estabilidad que sustent financie-ramente este proyecto, fue establecido como respuestaa una coyuntura particular generada a partir de laexpedicin de la Ley 975 de 2005 Ley de Justicia yPaz. A travs de este marco normativo, el Estadocolombiano previ un esquema complejo de tratamientode la desmovilizacin de un nmero determinado deintegrantes de las denominadas Autodefensas Unidasde Colombia. Las expectativas generadas en las vctimasen este proceso fueron igualmente complejas y variadas,y oscilaron entre la incredulidad y la participacin.

    Sin embargo, como la Ley de Justicia y Paz no es el nicoy tampoco el ms importante escenario de la justiciatransicional en Colombia, este proyecto buscprecisamente identificar y visibilizar otros escenariosen los que se juegan las posibilidades de una transicincon respeto de los derechos de las vctimas. Los textosque tienen en sus manos visibilizan otras formas dehacer justicia y reparacin, y adems de construirverdad y memoria: una frmula desde abajo quepermite que las vctimas interpelen al Estado y exijanel cumplimiento de estos derechos, partiendo de lasparticularidades regionales.

    * * *El proyecto involucr once componentes especficos,cuatro de los cuales estn reflejados en la presentepublicacin. Los que no estn directamente represen-tados, y que fueron ejecutados directamente por el ICTJ,tuvieron que ver con iniciativas oficiales de memoria,como el Grupo de Trabajo de Memoria Histrica de laComisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin, yla Comisin de la Verdad sobre los Hechos del Palaciode Justicia.

    Varios componentes del proyecto fueron ejecutados pornuestros socios, con gran profesionalismo ycompromiso.

  • Presentacin 7

    La Corporacin Nuevo Arco Iris hizo uso de su extensared de organizaciones locales para promover laconstruccin de agendas propias para la incidencia enpolticas de justicia transicional, por medio de mesasde trabajo.

    Y DeJuSticia, adems de los componentes investigati-vos sobre las reparaciones con potencial transformador,que son materia de uno de los volmenes de estapublicacin; desarroll tres exitosos diplomados enjusticia transicional en Pasto, Bucaramanga y Medelln,incluyendo la seleccin de proyectos enfocados en temasde justicia transicional, que recibieron una subvencinespecial para su desarrollo.

    Las acciones generadas por este consorcio fueron siemprearticuladas y se reforzaron mutuamente. Nuestro balancees altamente positivo: el consorcio termina el proyectofortalecido y deseoso de dar continuidad a una actividadtan intensa como la desarrollada en estos dos aos.

    * * *Los dos volmenes que integran esta publicacincuentan con introducciones propias que explican condetalle su contenido, por lo que esta presentacin selimita a explicar tres ideas centrales que articulan susdos componentes: recordar y reparar.

    El ICTJ ha insistido en reiteradas ocasiones y peculia-res circunstancias, que los derechos de las vctimas for-man parte de un todo integrado que no puede sersegmentado, a riesgo de perder de vista el horizonte cen-tral de los mecanismos de justicia transicional. Se tratade contribuir a reconstruir lazos sociales bsicos que cir-cundan la confianza ciudadana en sus instituciones, ensus prjimos y en el Estado. En otras palabras, la justiciatransicional no se limita al mero agregado de institucio-nes y procedimientos, por ms sofisticados que stossean. La satisfaccin de los derechos de las vctimas nopuede ser, entonces, producto de las condolencias parti-culares de los gobernantes, o actos gratuitos de ayudahumanitaria. Su norte estriba en el fortalecimiento delEstado de derecho, a partir de la legitimidad del Estadoen su relacin con las vctimas.

    Mucho se ha escrito sobre la peculiar situacin de Co-lombia. Sin duda que la combinacin de los diversosfactores que se expresan en el conflicto armado es ni-ca e irrepetible. Algunos podrn incluso cuestionar lapertinencia, necesidad u oportunidad de imple-mentarmecanismos propios del post-conflicto, alertando sobrelos apresuramientos y riesgos que entraa conocer laverdad, reparar a las vctimas, enjuiciar a losperpetradores o reformar las instituciones, sin que elfuego haya cesado.

  • 8 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    Estas condiciones particulares del conflicto colombia-no demandan, en nuestro criterio, creatividad para laformulacin de mecanismos de justicia transicional quepermitan la defensa y promocin de los derechos delas vctimas y, de ninguna manera, la mera posterga-cin de esta agenda en nombre de circunstancias parti-culares. Los derechos de las vctimas no pueden aguar-dar la resolucin final del conflicto armado para serprotegidos. Sostenemos, adems, que los mecanismosde la justicia transicional son pertinentes para Colom-bia, porque slo a travs de ellos se puede garantizaruna paz sostenible y duradera, que vaya ms all deacuerdos bilaterales o soluciones unilaterales.

    Si bien el conflicto colombiano es particular y el con-junto de sus elementos nico, tambin es cierto que laexperiencia comparada tiene mucho que aportar, ascomo este pas tiene ahora mucho que compartir y en-sear en otras latitudes. Los desafos que se analizanen la presente publicacin han estado y estn presentesen otras realidades.

    Para empezar, conocer lo ocurrido y, a partir de all, hacerun recuento de atrocidades, es una dolorosa parte de laconstruccin de la memoria histrica. Slo a partir delconocimiento se pueden articular estrategias sociales quepermitan reconocer lo ocurrido, es decir, otorgar a los fros

    datos el calor de la solidaridad y la intensidad de la res-ponsabilidad compartida. Como se expresa en detalle enel primer volumen, el reconocimiento de los crmenes co-metidos en Colombia forma la base de un movimientosocial que eventualmente transforme las consideracionesarmadas y que permita una paz sostenible. El poder delas vctimas puede transformarse en una poderosa raznpara la paz.

    Para continuar, no existe reparacin que sea pertinentey eficaz sin que medie el reconocimiento del crimen. Laprctica internacional y la propia jurisprudencia colom-biana, han reafirmado que la ayuda humanitaria tieneobjetivos distintos a la reparacin. Precisamente, en elsegundo volumen de esta publicacin, se presentan lasconclusiones de una ardua investigacin que cubre lasexperiencias colombianas en materia de atencin a lasvctimas, tanto a partir de las polticas del gobierno,como aquellas relacionadas con soluciones amistosasadoptadas en el marco del sistema interamericano dederechos humanos.

    Los problemas en Colombia no tienen que ver con laausencia de referentes normativos, lo que es sin dudauna ventaja respecto a otros pases en los que se buscaafirmar mnimamente los derechos de las vctimas enla legislacin y en la actividad de las cortes. El problema

  • Presentacin 9

    estriba precisamente en la singular falta de coherenciaentre marco normativo y polticas pblicas a favor delos derechos de las vctimas, y en el desigual desarrollode los distintos aspectos de la justicia transicional. Porejemplo, es relativamente sencillo en Colombiaprescribir normas sobre la proteccin de las vctimas yes extremadamente complejo hacer que dichas normasse traduzcan en evitar que las maten o las amenacen.Por ello, recomendamos al lector tener presente que elanlisis normativo, debe ser mediado por conside-raciones fcticas derivadas del conflicto colombiano.

    Para concluir, la presente publicacin refleja el mayorhallazgo que el ICTJ ha encontrado en el escenario co-lombiano: la multiplicidad de voces, la riqueza y forta-leza de las organizaciones de vctimas, y las propues-tas en torno a la vinculacin de verdad y reparacin,de reconocimiento y de accin. Esta multitud de expre-siones pueden provocar cierta sensacin de vrtigo yde caos. Puede incluso llevarnos a pensar que en Co-lombia hay numerosas iniciativas en justiciatransicional, inconexas entre s. Esta publicacin buscaprecisamente exhibir el principal valor de esta diversi-dad: por fortuna en Colombia, la realizacin de los de-rechos de las vctimas no est en manos de una solainstitucin ni depende de una sola voluntad. Desde elChoc hasta la Costa Caribe; desde el Valle del Cauca

    hasta el Oriente antioqueo, la fortaleza de las organi-zaciones y sus propuestas van encontrando caminos ha-cia lo pblico.

    * * *Esta publicacin tiene mucho de ciencia. De hecho, losanlisis provistos particularmente en el volumen dereparaciones impresionan por su solidez conceptual. Sinembargo, a lo largo de todas sus pginas, hay uncompromiso con cientos de historias de vida que hemostenido el privilegio de conocer. Nuestro primer agrade-cimiento, por tanto, va a las vctimas, que en medio delmiedo an imperante y del dolor de lo perdido, hancompartido con nosotros su testimonio.

    Queremos agradecer igualmente a las iniciativas conlas que tuvimos el honor de trabajar. En el primer volu-men se refieren las actividades de varias de ellas. Nostoc en lo personal conocerlas y ser acogidos con unacalidez extraordinaria. Va nuestro agradecimiento a laComisin Ciudadana de Reconciliacin del Caribe, lasasociaciones de vctimas en municipios del Orienteantioqueo, la Galera de la Memoria TiberioFernndez Mafla, en la ciudad de Cali, y la Asociacinde Familiares de las Vctimas de Trujillo, en el Valle delCauca. La investigacin sobre reparaciones no hubierasido posible sin la decidida y generosa contribucin de

  • 10 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    la Asociacin de Familiares de Vctimas de Trujillo(Afavit), la Asociacin de Vctimas 2 de Mayo, la Aso-ciacin de Vctimas Unidas de Granada, el Consejo Co-munitario de la Asociacin Campesina Integral delAtrato, el Foro Intertnico Solidaridad Choc, el Gru-po Interdisciplinario por los Derechos Humanos (antesComit de Derechos Humanos Hctor Abad Gmez),la Organizacin Regional Embera Wounaan, la Dice-sis de Quibd y los familiares de los nios asesinadosel 15 de noviembre de 1992 en el barrio Villatina deMedelln.

    A nuestros socios del consorcio. En particular, en cuantoa esta publicacin se refiere, a DeJuSticia que coedita elsegundo volumen referido a las reparaciones. Nuestroespecial reconocimiento a Camilo Snchez, Mara PaulaSaffon y a su director, Rodrigo Uprimny. Sus slidasinvestigaciones nos permitieron enfocar las intervencioneslocales en un sentido transformador, brillante definicindel fin ltimo de la justicia transicional en Colombia.

    A la delegacin de la Comisin Europea para Colom-bia y Ecuador, en cabeza de su embajador, FernandoCardesa. Muy especialmente, nuestro reconocimientoal equipo conformado por Mara Gotsi y MarcelaSalazar. Ellas fueron las guas de esta aventura y quie-nes nos animaron a no doblegarnos frente a las adver-

    sidades. Fueron mucho ms que una agencia financie-ra, entregndonos sus consejos, advertencias y amis-tad.

    En cuanto al ICTJ, queremos hacer expreso nuestroreconocimiento a Eduardo Gonzalez que fue quien ledio vida inicial al proyecto, lo ide y trabaj en elestablecimiento de las bases que permitieron sudesarrollo. Asimismo, a Marcela Briceo-Donn y CatalinaDaz, editora y coeditora, respectivamente, de los dosvolmenes. Unas palabras de particular agradecimientoa Catalina Diaz, quien adems de disear y dirigir lainvestigacin sobre reparaciones desde abajo represental ICTJ en la ejecucin del proyecto y en las mltiplescoordinaciones que se desarrollaron.

    Con ellas, un brillante equipo de investigadores dieronvida a los estudios de caso y velaron con entusiasmopor las iniciativas no oficiales. Catalina Uprimny en elrea de memoria fue el motor de ese entusiasmo conlas Iniciativas no oficiales de Memoria. Mara AnglicaZamora y Carlos Lozano lo fueron en cuanto a las in-vestigaciones sobre reparaciones.

    Participaron tambin en este esfuerzo editorial muchasotras personas a quienes tenemos una deuda especialde gratitud. A Mara Cristina Rivera, quin coordin el

  • Presentacin 11

    trabajo de revisin editorial y de estilo. A EstefanieRobertson, asistente de direccin, quin sostuvo laconsistencia de dos componentes que se desarrollabancon intensidad.

    El ICTJ cumple pronto tres aos de presenciapermanente en Colombia. Con cargo a hacer nuestropropio balance, queremos decir que este proyecto hasido uno de los ms desafiantes, difciles y, al mismotiempo, satisfactorios que hemos podido conducir yejecutar. Con la certidumbre que en Colombia lasfrustraciones ocurren todos los das, este proyecto nosdio miles de razones para quedarnos y para continuar

    en el largo y difcil camino de la paz . Una paz que dejeatrs, y para siempre, la atrocidad y la violencia. Laesperanza de las historias que aqu se presentan essuficiente razn para ser optimistas.

    Bogot, julio de 2009.

    Michael ReedDirector del programa Colombia del ICTJ

    Javier CiurlizzaDirector del programa Amricas del ICTJ

  • Parte IAproximaciones

    conceptuales

  • La fotografa fue tomada en el lanzamiento del Saln del Nunca Ms, en Granada (Antioquia), un espacio de recordacin de las vctimas de la violencia en la regin. Foto: ICTJ Colombia

  • Las vctimas recuerdan.Notas sobre la prctica social de la memoria

    Flix Retegui Carrillo1

    Durante la dcada del 2000 se han hecho ms visibles en la sociedad colombianalos esfuerzos organizados de las vctimas de la violencia por reconstruir sushistorias y hacerlas conocer al resto del pas. Espontneas, transitorias, hurfanasde apoyo oficial, carentes de recursos materiales, asediadas por una violencia que nocesa, numerosas colectividades realizan desde hace aos, en las ms diversas regiones,un asombroso despliegue de valor e imaginacin dirigido a hacer memoria desufrimientos y atrocidades que las voces del poder oficial querran olvidar. No es fcilpredecir qu proyeccin y perdurabilidad alcanzarn en el largo plazo estas iniciativas,pues son muchos los factores de los que depende un proceso social de memoria. Pero ses posible afirmar que, a estas alturas, esos esfuerzos mltiples y heterogneos hantransformado ya, de manera irreversible, el mapa imaginario de la violencia enColombia. Varias y distintas podran ser las salidas institucionales al ciclo de violenciacontemporneo en el pas, pero lo cierto es que, hoy en da, ninguna de ellas podrafirmarse sin proveer verdad y memoria, y cumpliendo para ello ciertos estndares

    1 Consultor del Centro Internacional para la Justicia Transicional para el proyecto Apoyo a la sociedad civil y vctimaspara la elaboracin de polticas de justicia transicional (CRIS No 2007/144-217), auspiciado por la Comunidad Europea.Socilogo y director de Investigaciones del Instituto Democracia y Derechos Humanos de la Pontifica UniversidadCatlica del Per, Lima.

  • 18 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    bsicos de profundidad e incluyendo las mltiples vocesde las vctimas. De las iniciativas no oficiales dememoria que hoy florecen en el Oriente antioqueo, enla Costa Atlntica, en el Valle del Cauca y en muchasotras regiones, podra decirse aquello que MichaelIgnatieff seal como el aporte elemental de unacomisin de la verdad: ellas han estrechado el margende mentiras que pueden existir sin ser cuestionadas enesta sociedad2.

    En este breve texto se presentan algunas reflexionessobre el significado de la prctica social de la memoria,en particular el de aquellas que adelantan laspoblaciones que han sido vctimas de diversos actoresarmados. Ms que examinar las iniciativas no oficialesde memoria que motivan la publicacin de este libro, elobjeto de esta reflexin es brindar ciertas ideas generalessobre las implicancias sociales y polticas que tiene, opodra tener, esa actividad, hoy floreciente en el pasen medio de una violencia recurrente. Para ello, estetexto se divide en dos secciones. En la primera de ellasse discutir, en un plano algo abstracto, la relevancia

    de las memorias de las vctimas para la reproduccinsocial, es decir, para los procesos institucionales ysociales por los cuales se mantiene o se transforma laorganizacin de la convivencia colectiva. En la segundaparte, el texto se ocupar de algunas complejidades dela produccin de memorias sociales, y en particular lasmemorias de vctimas, atendiendo a cuestiones talescomo las funciones que tal prctica cumple para lascolectividades involucradas, y las relaciones entre esasmemorias inevitablemente parciales, aunque vvidas yplenas de legitimidad social, y otras narrativas ointerpretaciones ms abarcadoras de la violencia.

    En rigor, las dos secciones de las que se compone estetexto se hallan motivadas por un interrogante comn:qu hacen las poblaciones victimizadas cuando hacenmemoria? Tal pregunta puede ser entendida al menosde dos maneras distintas, que son las que justifican ladivisin interna de esta reflexin. El quehacer social individual o colectivo puede tener, segn ciertadistincin ya clsica en teora social, dos tipos de efectoso de funciones3. Puede poseer una funcin objetiva,

    2 Ignatieff, Michael. The Warriors Honor. Ethnic War and the Modern Conscience. New York, Henry Holt, 1998, p. 173.3 Vase el tratamiento ya cannico de este problema desde el funcionalismo estructural estadounidense en Merton, Robert K. Funciones manifiestas y

    latentes. En Teora y estructura sociales [1949]. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1980. Versiones renovadas de esta distincin pueden hallarse en eltrabajo terico de Jeffrey Alexander. Vase Alexander, Jeffrey (ed.). The Micro-Macro Link. Berkeley, University of California Press, 1987.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 19

    latente, que sucede al margen de las intencionesexplcitas de la gente y que, hasta cierto grado, se hallaasociada a la organizacin sistmica de la sociedad. Aeso nos referimos al preguntarnos por los potencialesefectos de las memorias sobre la reproduccin social.Al mismo tiempo, ninguna mirada que se fije en losgrandes procesos institucionales y annimos que sedespliegan en una sociedad puede ignorar que la gentesiempre sabe lo que hace. El quehacer de la memoria estambin, y principalmente, un acto de volicin, unadecisin concreta de personas determinadas que seplantean metas y objetivos; es ms, el quehacer de lamemoria es, fundamentalmente, un despliegue de lasubjetividad y un tejido de intersubjetividades. A esadimensin prominente de la memoria como prcticadeliberada de los sujetos corresponde una indagacinms amplia de la memoria en cuanto accin social, de lacual apenas se dar un atisbo en estas pginas.

    Primera parte: memoria y sociedad

    La actual efervescencia de la memoria sobre la violenciaen Colombia no ocurre en el vaco sino en un contextonacional particular, aquel signado por diversas iniciativasde sucesivos gobiernos orientadas a desactivar mediantearreglos polticos los focos de accin armada. Ningunode esos esfuerzos ha sido ajeno a crticas ni ha estado

    exento de fallas y vacos. Muchas de las objeciones a esasiniciativas ya sea que hablemos de la fallida negociacinde la administracin Pastrana con las FARC en el Valledel Cagun, o del actual proceso de desarme delparamilitarismo va la Ley 975 son realizadas en nombrede un criterio de eficacia. Desde una evaluacin estratgicay tctica de los procesos, y analizando la racionalidad delos actores armados y los incentivos que pudieran tenerpara desmovilizarse realmente, los ofrecimientos y lasconcesiones del Estado han sido vistos como sostenidosen clculos errneos. Pero las preocupaciones que hoyresuenan ms fuertemente en el mbito de la opininpblica son de otra naturaleza. Ellas se refieren alimperativo moral de hacer valer los derechos de lasvctimas como horizonte de legitimidad bsico paracualquier experiencia de pacificacin, derechos que noestaran plenamente garantizados en los esquemas denegociacin hasta ahora ensayados. Es en ese nuevohorizonte de expectativas donde cierto deseo social dememoria ha encontrado un terreno frtil para propagarse.

    Los derechos de las vctimas a la verdad, la justicia y lasreparaciones son, de hecho, un continente nuevo en ladiscusin internacional sobre transiciones delautoritarismo a la democracia y de la violencia a la paz.Se podra decir que la ubicacin de esos derechos en elncleo de la imaginacin pblica contempornea procede

  • 20 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    de una vigorosa transformacin en el orden de lacultura, aun antes que en los mbitos del derecho y dela poltica. Se trata de un ltimo avance del humanitarismo,aquella revolucin de la sensibilidad moral mundial cuyopunto de partida se identifica, en el mundo jurdico, conlos procesos de Nremberg, pero que se sita, enrealidad, en un horizonte ms amplio y antiguo: el de lamoderna concepcin filosfica de la universalidad de lohumano y de la dignidad que le es inherente4.

    El humanitarismo, como conjunto de premisas y postu-lados que apuntalan un cierto orden moral, hace partede la historia contempornea de las ideas, pero a la vezha tenido un destino infrecuente para la mayora de sis-temas de pensamiento: se ha encarnado en el sentidocomn y se expresa desde hace dcadas en la forma denormatividad jurdica de muy diversos signos. Se tra-ta, pues, de un sistema de valores que ha adquiridoexistencia institucional y que ha terminado por arrai-garse, tambin, en el orden de la poltica. Aunque lafuerza coactiva del Estado y de los poderes realmente

    existentes siempre puede imponerse, en el largo plazosu legitimidad esto es, su posibilidad de existir comoautoridad sin que medie la amenaza permanente sehalla subordinada al respeto de esos valores.

    Se podra sostener que la afirmacin de tales valores ins-tituye un paradigma de legitimidad social el de laideologa de los derechos humanos que coexiste en ten-sin con el anterior paradigma centrado en la razn deEstado. El teatro de esas tensiones es, hoy, la globa-lizacin. sta suele ser vista, principalmente, como laexpansin mundial de ciertos sistemas de administra-cin y gestin, sobre todo los de ndole econmica. Peroella es tambin un fenmeno cultural, en el sentido deque est enhebrado con las formas como nos imagina-mos la vida en sociedad: los lazos legtimos entre losindividuos y las formas de la subjetividad que corres-ponden a un individuo de nuestro tiempo. Una amplialiteratura sociolgica y antropolgica ha destacado, enlos ltimos aos, esta dimensin cultural de la globa-lizacin5, la cual se expresa, finalmente, en nuevos

    4 Vase una condensada recensin de esa trayectoria de la idea humanitaria en Todorov, Tzvetan. La vida en comn. Ensayo de antropologa general. Madrid,Taurus, 1995.

    5 Sobre la globalizacin como una exacerbacin de la matriz cultural de la modernidad, vase Giddens, Anthony. Un mundo desbocado. Los efectos de laglobalizacin en nuestras vidas. Madrid, Taurus, 2000, y Giddens, Anthony. The Consequences of Modernity. Cambridge: Polity Press, 1991. Vase tambinBauman, Zygmunt. La globalizacin. Consecuencias humanas. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1999; Bayart, Jean-Franois. Le gouvernement du monde.Une critique politique de la globalisation. Paris, Fayard, 2004.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 21

    estndares de exigencia para las relaciones interestatalesy para la convivencia multilateral. Entre tales exigen-cias, ocupa un lugar importante el humanitarismopoltico y legal que naci despus de los horrores de laSegunda Guerra Mundial.

    La sociedad y el Estado colombianos, enfrentados a unaviolencia armada de dcadas, constituyen un escenariointeresante de esa tensin poltico-cultural que habitaen la globalizacin. Durante mucho tiempo, a lo largodel siglo XX, las discusiones sobre la paz en Colombiahan estado centradas en un esquema institucionalistade negociaciones y de pactos. Hay huellas vivas de esaaproximacin en figuras legales como la del delitopoltico, tipo penal infrecuente en otras sociedades deAmrica Latina. Ese esquema, no desaparecido del todo,convive ahora de manera incmoda con el lenguajeinternacional del humanitarismo, centrado en laimposible impunidad para ciertos crmenes atroces, yen el lugar central que los derechos de las vctimas hande tener en cualquier opcin pacificadora6. Esta es unatensin todava no resuelta en la que dialogan y seenfrentan los poderes oficiales o institucionales, losdiversos actores armados, los voceros de la opinin

    pblica, la amplia red de colectividades que constituyenla sociedad civil y, desde luego, los miembros de lacomunidad internacional. A ese elenco se han sumadocon un protagonismo creciente, ciertamente, lasvctimas, quienes constituyen en s mismas una pobla-cin diversa y con agravios muy dismiles que redimir.Diferenciadas y hasta divididas segn el tipo de actorarmado que fue su victimario, la clase de abuso de lacual han sido objeto, la antigedad de los crmenessufridos, los diversos grados de atencin recibidos departe del Estado, ellas parecen estar de acuerdo, sinembargo, en una idea central: el ejercicio de la memoriaes la precondicin ineludible de todo proceso de pazque se pueda adelantar legtimamente en el pas.

    As, en la prctica social de la memoria en Colombia seentrecruzan varios de los caminos por ser recorridospara llegar a una paz con visos de legitimidad. Enprimer lugar, se expresa desde la voz de los directa-mente afectados una conviccin moral y un deseo dereconocimiento. En segundo lugar, se plantea un desafoa la imaginacin poltica de la sociedad el reto de lainclusin que ha de ser tenido en cuenta para la validezde cualquier arreglo pacificador. En tercer lugar, desde

    6 Vanse las discusiones sobre el tema realizadas en Orozco, Ivn. Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en Colombia. Bogot, Temis, 2006, yOrozco, Ivn. Sobre los lmites de la conciencia humanitaria. Dilemas de la paz y la justicia en Amrica Latina. Bogot, Temis, 2005.

  • 22 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    el nfasis creciente en el cumplimiento de los derechosa verdad, justicia y reparaciones, se afirman necesariosvnculos entre paz, democracia y ciudadana. En cuartolugar, en el ejercicio mismo de la memoria y las accionescolectivas que tal ejercicio supone, se viene brindandouna dinmica distinta a la sociedad civil, un tejido deasociaciones que poco a poco disputa parcelas de accinal Estado, aunque no para suplantarlo sino parainstruirlo en la prctica democrtica y responsable delpoder. No es exagerado suponer, por tanto, que eldespliegue social de la memoria, a travs de iniciativasno oficiales adelantadas principalmente por lasvctimas, es algo ms que una respuesta de emergenciaun refugio de los desamparados a los asedios de laviolencia; es tambin, potencialmente, parte de unfenmeno ms amplio y de plazos ms largos como esel de la posible transformacin de una sociedad poltica.Por ello se hace necesario, desde ya, no solamentemovilizar los recursos para el fomento de esasiniciativas, sino tambin entender su naturalezaespecfica. Qu significa para las vctimas hacermemoria? Qu clase de interacciones sociales sustentanla prctica de la memoria y son desencadenadas por

    ella? Qu producto social es la memoria y qu lugarocupa en las vidas cotidianas y en el espacio pblico?

    Memoria y produccin social

    Para una consideracin de las cuestiones arriba mencio-nadas hace falta reconocer, en primer lugar, la omnipre-sencia de la memoria. Slo en un sentido metafrico esposible hablar del olvido como una manera social de si-tuarse frente al pasado. En rigor, toda representacin delpresente y toda orientacin de las acciones individuales ycolectivas se encuentran sustentadas en una cierta per-cepcin organizada del pasado. A veces, esa percepcines manifiesta y explcita, est conformada por enuncia-dos definidos sobre hechos pretritos y por interpretacio-nes y valoraciones especficas de los mismos. En otrasocasiones, la memoria aparece, ms abstractamente, bajola forma de estructuras heredadas de percepcin, comose ha sostenido desde cierta sociologa de la vida subjeti-va7. Es decir, ella no es necesariamente un conjunto deenunciados sobre hechos concretos, sino un conjunto dedisposiciones asentadas en una colectividad que orientana las personas a percibir los hechos de un cierto modo. En

    7 Fundamentalmente, las investigaciones de Alfred Schtz. Vase Schtz, Alfred. Conceptos fundamentales de la fenomenologa [1944]. En El problema dela realidad social. Buenos Aires, Amorrortu, 1974. Una poderosa recreacin y proyeccin de este marco terico al tema de la memoria se encuentra enRicoeur, Paul. La mmoire, lhistoire, loubli. Paris, Seuil, 2000.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 23

    el dominio de la violencia armada y de las masivas vio-laciones de derechos humanos, esta sera la diferenciaentre, por un lado, una memoria que describa hechos yresponsabilidades concretas, y por otro lado, una per-cepcin general del pasado que oriente a ver la violen-cia como una fatalidad. Cuando se habla de la necesidadde la memoria (concreta y especfica) para poner atajoa cierta normalizacin de la violencia en el pas, estamoshablando, precisamente, de combatir esas estructurasheredadas de percepcin que, por presentar a la vio-lencia como una fatalidad inescapable, casi como undestino histrico, son el terreno propicio a la impuni-dad para los perpetradores y a la negligencia frente alas vctimas. Pero nunca, en todo caso, estamos ante unvaco de memoria sobre el pasado. Al igual que ocurrecon el territorio del poder poltico, tampoco el territo-rio del pasado admite vacos: siempre hay una memo-ria ocupndolo, hacindose cargo de l, dndole formay significado y, desde luego, condicionando el presen-te desde cierta percepcin del pasado. El olvido, desdeesta perspectiva, no es otra cosa que una memoria decuyas fuentes u orgenes no somos enteramente cons-

    cientes porque ha sido presentada con xito como unaversin natural del pasado.

    En segundo lugar, conviene tomar nota del papel que lamemoria ha tenido histricamente en la organizacininstitucional del poder. Es algo reciente en las cienciassociales el reconocimiento de lo simblico este es elmbito donde hay que situar la memoria como objetosocial en la reproduccin de una sociedad. Entre losmejores intentos de entender la constitucin de los Estadosmodernos o ciertos regmenes polticos como lademocracia, predominaban hasta hace pocas dcadas lasexplicaciones centradas en la economa y la poltica o enuna combinacin de ambas8. El foco desde donde seorganizaban y configuraban las sociedades, en nuestroentendimiento cientfico ms difundido, se encontrabaen la disputa y la administracin institucional del poder,cuyo ncleo es el Estado, y en los mecanismos deproduccin y distribucin de bienes, cuya plataforma esel mercado. Lentamente se fue reconociendo que el podery la reparticin de los recursos son tambin, en un sentidomuy importante, fenmenos de orden cultural, es decir,

    8 Vase, a manera de ejemplo, trabajos sobresalientes como la explicacin del surgimiento de los Estados modernos por Charles Tilly, o la explicacin delsurgimiento de la democracia por Barrington Moore Jr. Tilly, Charles. Coercion, Capital and European States: AD 990-1992 [1990]. Oxford, Blackweel, 1992.Barrington Moore, Jr. The Social Origins of Democracy and Dictatorship. Lord and Peasant in the Making of the Modern World [1966]. Boston, Beacon Press,1993.

  • 24 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    procesos de naturaleza simblica que se sostienen enlas creencias colectivas, y, entre ellas, en las formassociales de recordacin del pasado. Uno de los trabajosms influyentes en este reconocimiento de la memoriacomo matriz de la organizacin poltica de una sociedadfue la innovadora reflexin sobre el fenmenonacionalista debida al historiador ingls BenedictAnderson. La idea de la nacin como una comunidadimaginada, y el papel del Estado en la produccininstitucional del recuerdo como medios para fundar talcomunidad, son moneda corriente en toda reflexinpoltica contempornea9. La elaboracin institucional delas versiones del pasado aparece no solamente comouna fuente de legitimacin del Estado el cual seconstituye en una suerte de administrador yprogramador de la imaginacin social sino tambincomo una plataforma para las diversas formas de podersocial: por ejemplo, el tipo de poder que media entrelas clases sociales, o el que se proyecta difusamentedesde las organizaciones religiosas, o el que se ejerce

    desde las instituciones culturales de una sociedad. Lasdesigualdades entre los miembros de una sociedad, ascomo la fuerza de un sector de ella para influir en lavida de los otros sectores, nunca es un fenmeno defuerza desnuda, sino que siempre est afincado en ciertorecuerdo colectivo, en cierta forma general depercepcin del pasado10.

    A partir de una reflexin tal, es imposible entender lamemoria solamente como una actividad privada(individual o colectiva) y de repercusiones en la esferadomstica; en nuestro estado actual de comprensinsociolgica, la memoria es un factor constituyente delespacio pblico, es decir, ese territorio que comunica losocial con lo poltico. Se trata de una sustancia social quepuede ser eficaz tanto para la consolidacin de un podercuanto para desafiarlo, transformarlo o desestabilizarlo.La memoria es un ingrediente importante de la mallasimblica en la que se sostienen nuestros ordenamientossociales, sea que hablemos de las instituciones oficiales,

    9 Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. [1983]. London, Verso, 1991. Vanse especialmente loscaptulos 9, The Angel of History, y 11, Remembering and Forgetting.

    10 Se entiende por poder social, en esta reflexin, un fenmeno distinto del poder poltico en el sentido de que no est fundado en autoridad formal. Esta esuna distincin bsica en la sociologa poltica de Max Weber (1867-1919), pero se puede rastrear tambin en la reflexin social de Alexis de Tocqueville(1805-1859). De este ltimo, vase Tocqueville, Alexis de. Lancien rgime et la rvolution [1856]. Paris, Gallimard, Collection Folio, 1967. Sobre este temaes relevante el Libro Primero. Sobre el poder entendido como una malla de redes sociales vase Mann, Michael. The Sources of Social Power: Vol. 1. AHistory of Social Power from the Beginning to AD 1760. Cambridge: Cambridge University Press, 1986.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 25

    sea que hablemos de las interacciones cotidianas entreindividuos y colectividades.

    En el dominio de la discusin formal sobre lastransiciones polticas y la consolidacin de lademocracia, esta relevancia de lo simblico no ha sidotodava reconocida con fuerza suficiente. Aun cuandose hable de la cultura poltica como elemento importantepara el arraigo de las democracias, tal cultura polticaes entendida en sentido discreto como un conjunto dedisposiciones del sujeto frente al sistema poltico, nocomo una representacin general de la sociedad y desu pasado por parte de los individuos. As, para uno delos pensadores ms creativos en esta materia desde lasciencias polticas, Larry Diamond, la cultura polticaestara constituida por las creencias, las actitudes, losvalores, los ideales, los sentimientos y las evaluacionessobre el sistema poltico de un pas y el papel de lapersona en ese sistema11. Lejos se encuentra estaconcepcin de una mirada ms abarcadora sobre elpapel de lo simblico en la definicin de una sociedadpoltica, como, por ejemplo, las ya antiguas reflexiones

    de Alain Touraine sobre los movimientos sociales y esrazonable ver en el actual impulso social de memoriaen Colombia una forma de movimiento social comocontiendas alrededor de la historicidad, entendida comolos modelos culturales que definen un cierto ordencolectivo12.

    As, conviene no perder de vista que siempre, y en todacolectividad nacional, se desarrolla una cierta produc-cin cultural de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, enun esfuerzo por ubicar adecuadamente la significacinpeculiar del actual proceso social de memoria, esnecesario identificar un cambio importante ocurrido aescala mundial en las ltimas dcadas. Se trata de laprogresiva prdida del monopolio de la produccin desmbolos por parte del Estado y de los sectoresprivilegiados castas o clases prestigiosas. Este cambioforma parte de una transformacin general por la cualel Estado ha perdido su potencia para dirigireficazmente los procesos sociales mientras que lasociedad organizada se ha expandido y se ha ramificadoen redes de accin e intervencin pblica (demanda,

    11 Vase Diamond, Larry. Developing Democracy. Toward Consolidation. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1999, p. 163.12 Este matiz en las consideraciones sobre cultura y poltica es relevante si se busca interrogarse sobre el impulso de memoria como factor potencial de un

    cambio social de mayor envergadura, que trasciende al tema de la pacificacin. Vase Touraine, Alain. La voix et le regard. Sociologie des mouvementssociaux. Paris, Seuil, 1978.

  • 26 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    propuesta, participacin, ejecucin, fiscalizacin) quehacen todo proceso de gobierno mucho ms complejode lo que era hasta hace unas dcadas13.

    En efecto, si en primer lugar reconocemos que ladireccin poltica de una sociedad reposa siempre, enalguna medida relevante, sobre cierto orden culturalen el cual la memoria tiene un papel central, en segundolugar hay que recordar que la produccin de ese ordencultural se hallaba, hasta hace poco, fuertementejerarquizada en Amrica Latina. Desde la institucio-nalidad oficial, y a partir de los cdigos de jerarquasocial prevalecientes, la produccin de la memorianacional se encontraba en manos de una elite queacaparaba de modo exclusivo el prestigio intelectual.Esto no significa en modo alguno que otras clases oestratos sociales no tuvieran prcticas de memoria y noelaboraran narrativas sobre el pasado, sino que esosestratos se encontraban excluidos de aquello que elcrtico cultural uruguayo ngel Rama denomin laciudad letrada, un anillo protector del poder consti-

    tuido por una plyade de religiosos, administradores,educadores, profesionales, escritores y mltiplesservidores intelectuales [...]14. El tpico de la ciudadletrada como una fortaleza desde donde el poder seirradia simblicamente sobre todo el cuerpo social tieneun reverso interesante. Ese reducto excluyente deerudicin y alta cultura es tambin, a su modo, unrefugio casi una prisin en el que las elites resisten elasedio de las masas.

    En el caso de Colombia, la asociacin entre poderpoltico, orden social y cultura letrada tuvo durante elsiglo XIX y hasta mediados del siglo XX una fuerzasingular, la cual ha sido resaltada, entre otros, por elhistoriador britnico Malcolm Deas15, quien reflexionasobre el cultivo de la filologa y la gramtica entre loshombres pblicos (y en un plano ms amplio, el culto ala norma lingstica castiza) y sus conexiones con elprestigio social y la legitimidad del poder. Se tratara,as, de una peculiar forma de manifestarse de la basesimblica del poder poltico: el dominio experto de la

    13 Vase en particular Lechner, Norbert. Tres formas de coordinacin social. Revista de la Cepal, 61, 1997. As mismo, Messner, Dirk. The Network Society.Economic Development and International Competitiveness as Problems of Social Governance. London, Routledge, 1997.

    14 Rama, ngel. La ciudad letrada. Ediciones del Norte, 1984, p. 25.15 Vase Deas, Malcolm. Del poder y la gramtica y otros ensayos sobre historia, poltica y literatura colombianas. Bogot, Norma, Taurus, 2006. Vase tambin

    Palacios, Marco. La clase ms ruidosa y otros ensayos sobre poltica e historia. Bogot, Norma, Coleccin Vitral, 2002. Este sesgo es advertido tambin enBraun, Herbert. Mataron a Gaitn. Vida pblica y violencia urbana en Colombia [1985]. Bogot, Aguilar, 2008.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 27

    norma castellana culta habra sido no solamente, comoes comn, una fuente irradiadora de estatus y prestigiosocial, sino tambin de legitimidad poltica, es decir,fundamento tcito de la autoridad institucional. Estetrasfondo histrico tiene una relevancia especial cuandose trata de aquilatar lo que significa, para la sociedadcolombiana contempornea, esta irrupcin de la memoriade las vctimas y de sus testimonios y sus formaspropias, no acadmicas, no letradas, de rendir versionesdel pasado en la esfera pblica16.

    Lo que sucede en Colombia, por lo dems, no esprivativo de este pas. Este proceso guarda continuidadcon una tendencia regional a la apertura de los espaciospblicos para acoger las voces de los excluidos comoingredientes importantes para la elaboracin de lasimgenes nacionales del pasado. Es posible, as, que deuna manera oscuramente paradjica, al calor de losprocesos de violencia se est acelerando otra forma dedemocratizacin en las sociedades de Amrica Latina, unaapertura de los sistemas simblicos anloga a lasaperturas de los sistemas polticos que dieron fin a los

    rdenes oligrquicos de manera tal que estos seencuentran, ahora, ms llanos al ingreso de memoriasheterogneas que compiten con las versiones cultas oelitistas que antes predominaban soberanamente en cadapas. Por lo dems, hay que tomar en un sentido fuerte laidea de memorias heterogneas. Lo cierto es que la ideade otras memorias se refiere a varias cosas complejamentedistintas: memorias de actores diversos; memorias concontenidos divergentes sobre los mismos hechos; memo-rias estructuradas de una manera diferente y con diversoshorizontes de historicidad, y hasta con distintasconcepciones del tiempo; memorias que no privilegianla expresin verbal (y mucho menos escrita) sino que sesienten mejor expresadas en la accin y la performance;memorias que reposan sobre supuestos diversos acercade la relacin con el poder y con el Estado.

    En rigor, las memorias locales, comunitarias, no letra-das, siempre han estado producindose al margen delpoder institucional y, en muchas ocasiones, subordinn-dose formalmente a esos poderes y sin posibilidades deconquistar algn grado de visibilidad y reconocimiento

    16 Los conceptos de espacio pblico y de esfera pblica son de uso cotidiano hoy en da, pero su significado es complejo y elusivo. Aqu se debe entender elconcepto desde la perspectiva de Hannah Arendt en el sentido de mundo en comn reconocido as por los habitantes de una colectividad socialamplia, y, a la vez, como espacio que media en el sentido de que constituye un puente entre lo social y lo poltico. Vase Arendt, Hannah. Lacondicin humana [1958] Barcelona, Paidos, 1993. Vase tambin Patrn, Pepi. Presencia social, ausencia poltica. Espacios pblicos y participacin femenina.Lima, Agenda: Per, 2000.

  • 28 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    ms all de las fronteras de la comunidad inmediata.Los fenmenos de exclusin se desarrollan tambin,secularmente, en el plano simblico de la sociedad. Loque ahora cambia y aqu hay que retomar la conexincon la nueva conciencia humanitaria centrada en las vc-timas es el grado de atencin que se concede a esasmemorias como ingrediente de los procesos de paz ode transicin poltica. En sntesis, y en relacin con elasunto que nos concierne, el fenmeno que a veces esdescrito como una explosin de la memoria no ha de serentendido como el surgimiento de una prctica socialindita en el seno de los sectores sociales excluidos ovictimizados sino como la incursin de sus memoriasen el espacio pblico con un potencial de eficacia pol-tica antes impensable.

    Segunda parte: funciones de la memoria

    Conviene hacer una primera distincin entre las direc-ciones que adoptan las iniciativas de memoria de lasvctimas tales como las acogidas en el proyecto que daorigen a esta publicacin. Una de esas direcciones seacomoda mejor a la idea de conmemoracin, es decir,actos especficos de recordacin de personas o de suce-

    sos, ocasiones de significado ritual o instancias de con-vocatoria colectiva. Hablando de las conmemoracionesligadas a las dictaduras del Cono Sur, Elizabeth Jelinha escrito que se trata de fechas en que el pasado sehace presente en rituales pblicos, en que se activansentimientos y se interrogan sentidos, en que se cons-truyen y reconstruyen las memorias del pasado17. Todoello est presente en las iniciativas no oficiales de me-moria de las que trata fundamentalmente este libro. Esaceptable, sin embargo, plantear una diferencia aun-que sea con fines estrictamente analticos entre esasprcticas y el ejercicio de la memoria entendido comola elaboracin de un relato estructurado sobre los he-chos y procesos pasados; esto es, la memoria comonarrativa. No todo acto conmemorativo posee esa voca-cin de narratividad y de estructuracin del recuerdoen unidades temporales ms amplias o de provisin demarcos explicativos o interpretativos sobre lo sucedi-do. Un acto conmemorativo puede satisfacerse en laestricta experiencia de la justicia y del reconocimientoo hallarse suficientemente justificado como instanciapara la expresin y la renovacin de una cierta solida-ridad comunitaria. Esta distincin, sin embargo, nosignifica oposicin sino dos figuraciones posibles del

    17 Jelin, Elizabeth (comp.). Las conmemoraciones: las disputas en las fechas in-felices. Buenos Aires, Siglo Veintiuno - Social Science Research Council, serieMemorias de la Represin, 2002, p. 1.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 29

    acto colectivo de recordar. Elizabeth Jelin, una vez ms,resalta la dimensin histrica de las memorias y afir-ma que las operaciones del recuerdo y el olvidoocurren en un momento presente, pero con una tempo-ralidad subjetiva que remite a acontecimientos yprocesos del pasado, que a su vez cobran sentido envinculacin con una temporalidad de futuro18. Es de-cir que los actos de conmemoracin, tal como seentienden aqu, pueden hallarse insertos en procesosde elaboracin narrativa o ser, de hecho, los factoresque desencadenan esa forma narrativa de la memoria.La distincin es, en todo caso, interesante si se trata dehurgar en el objetivo de las acciones de recordar y loque ellas significan para las colectividades implicadas.

    No obstante, por debajo de estas posibles diferenciasexiste un sustrato comn en toda iniciativa de memo-ria: en stas se teje una realidad intersubjetiva con lacual se responder a un estado de cosas hiriente ydesestructurante. Ha sido sealado el carcter disruptivode la violencia: sta cancela las reglas de juego de lavida cotidiana, trastorna el sentido de las instituciones,instaura el reino de la desconfianza y distorsiona las

    percepciones de la realidad y de la propia identidad19.Frente a esas disrupciones la sola prctica social de lamemoria cumple una funcin restauradora. Se trata deuna operacin de constitucin intersubjetiva del mun-do mediante la cual se crean acuerdos para dar signifi-cados a hechos dolorosos. De hecho, la actividadcolectiva de la memoria pone en escena una socializa-cin del dolor y, por esa va, una transmutacin en rea-lidad pblica de aquello que es, en primera instancia,privado e incomunicable. Podra decirse, incluso, quees mediante esa prctica colectiva que se crean las con-diciones para que, en trminos de Tzvetan Todorov, setrascienda el plano de la memoria literal que aprisionaal sujeto en el pasado, en el sufrimiento y en la vengan-za y se alcance el plano de la memoria ejemplar. Estaltima, dice Todorov, abre el recuerdo a la analoga ya la generalizacin y, por ese camino, nuestra con-ducta deja de ser puramente privada e ingresa en laesfera pblica20.

    Existen, pues, funciones de integracin social alrededordel ejercicio colectivo de la memoria. Pero, como essabido, la integracin social no debe ser entendida

    18 Ibid., p. 2.19 Benyakar, Mordechai. Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catstrofes sociales. Buenos Aires, Biblos, 2003,

    pp. 60-61.20 Todorov, Tzvetan. Les abus de la mmoire. Paris, Arla, 2004, p. 31.

  • 30 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    siempre en un sentido armnico o consensual. Integracintambin significa control social, vigilancia, exigencias deadecuacin y conformidad al grupo21. Por ello, si lasiniciativas colectivas de memoria poseen ese carctercohesivo y restaurador, hay en ellas tambin unaposibilidad residual de conflicto latente y de relacionesde poder dentro de la comunidad. En la memoria socialsobre la violencia en los andes peruanos, por ejemplo, seha detectado que las desigualdades de gnero moldeanlas versiones colectivas del pasado de un modo tal que sesubordina, posterga o instrumentaliza la experienciafemenina de la guerra22.

    No obstante lo dicho, interesa destacar que las iniciati-vas no oficiales de memoria, por su carcter tpicamentecolectivo, dan lugar a recreaciones simblicas del pasa-do23, las cuales contienden con las versiones del mismo

    que han sido transmitidas o impuestas por los sectoressociales ms poderosos o por las instituciones culturalesde la sociedad, como pueden ser la escuela pblica o losmedios de comunicacin masiva. Se erigen, as, en dis-positivos para la crtica de aquello que desde la sociolo-ga fenomenolgica se llamara el mundo preconstituido24,esto es, las interpretaciones preexistentes del pasado quetienden a presentarlo a las conciencias como un hechonatural y, por tanto, sustrado a cuestionamiento. Ha-blamos, entonces, del despliegue de una actitud crticafrente al espacio pblico y a las relaciones de poder, au-toridad, jerarqua y precedencia social que en l impe-ran. La desnaturalizacin del orden social, la revelacin(o, dirase, la denuncia) de su naturaleza convencional,son, histricamente, rasgos del trnsito de las socieda-des tradicionales hacia una modernidad democrtica.Desde este punto de vista, es razonable preguntarse por

    21 Sobre integracin social conservan inters los escritos ya antiguos de Edward Shils, quien elabor su sociologa desde los marcos del funcionalismoestructural. Shils, Edward. The Constitution of Society. Chicago, The University of Chicago Press, 1982. Vase en particular el captulo 1, The Integrationof Society.

    22 Theidon, Kimberly. Gnero en transicin: sentido comn, mujeres y guerra. Memoria. Revista sobre cultura, democracia y derechos humanos, 1, Lima, Idehpucp,2007.

    23 Este aserto se basa en cierta tradicin de teora social para la cual los actos de interpretacin colectivos dan lugar a simbolizaciones del mundo, entendiendopor tales ciertas representaciones sociales que adquieren fijeza, consistencia objetiva y capacidad para imponerse a las conciencias individuales. Todorepertorio de memoria es una simbolizacin que, en cuanto tal, ofrece y hasta impone claves para interpretar no solamente el pasado sino tambin elpresente. Es en razn de ello que las denominadas batallas por la memoria poseen una importancia poltica de largo plazo que a veces no es perceptiblepara los protagonistas de esas batallas. Sobre interpretacin y simbolizacin social, vase, entre muchas posibles fuentes, Blumer, Herbert. Society asSymbolic Interaction. En Symbolic Interactionism. Perspective and Method. Berkeley, University of California Press, 1969.

    24 Alfred Schtz. Conceptos fundamentales de la fenomenologa, op. cit.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 31

    las conexiones entre el desarrollo de una actitud crticafrente al mundo social, por un lado, y el sustrato cultu-ral propicio para el ejercicio de la ciudadana, por elotro25.

    Memoria y ciudadana son, ciertamente, una conjun-cin bastante verosmil, pues otra direccin de la me-moria elaborada colectivamente esto es, de lasiniciativas de memoria como las reseadas en esta pu-blicacin es la de la gestacin de una conciencia dederechos. Los afectados por la violencia no siempre tie-nen una percepcin de s mismos como vctimas queson titulares de derechos a la verdad, la justicia y lasreparaciones. En muchos casos y esto tiene significa-do especial para la sociedad colombiana la identidadde las vctimas se encuentra invadida o saturada por otrorasgo social preexistente o concurrente, como puede serla pobreza, la exclusin socioeconmica o incluso lamarginacin tnica. La historia de la poblacin despla-zada forzosamente en Colombia a lo largo de varios ci-clos de violencia es un ejemplo de ello. Si la organizacinde la poblacin desplazada no es novedad en el pas, slo es, relativamente, la autodefinicin de los afectadoscomo vctimas titulares de derechos especficos, ms all

    de los que poseen en calidad de poblacin empobreci-da por el destierro.

    La prctica social de la memoria como ejercicio para laciudadana o como plataforma para lograr avances enequidad tiene otras derivaciones interesantes, como lasque ataen a las relaciones de gnero. Se ha menciona-do lneas arriba el riesgo de subordinacin de la expe-riencia femenina en los ejercicios colectivos de memo-ria. Al mismo tiempo, es necesario hacer notar elprotagonismo que las mujeres tienen en los esfuerzoscomunitarios de memoria, sobre todo en contextos ur-banos. Existe, desde luego, una explicacin circunstan-cial para este protagonismo femenino: puesto que en unciclo de violencia los varones tienden a ser los principa-les blancos de los actores armados, son las mujeres rela-cionadas con ellos viudas, madres, hermanas, hijasquienes quedan para hacer el recuento dolorido de losucedido. Esa explicacin, sin ser errnea, s puede serinsuficiente y podra beneficiarse de una reflexin msvinculada con los rasgos especficos de la identidad degnero. Tpicos como el desarrollo diferenciado de laconciencia moral entre hombres y mujeres, como la di-reccin prevaleciente de la conciencia femenina hacia

    25 Sobre la memoria como un freno a la naturalizacin o normalizacin de la violencia en Colombia vase Pcaut, Daniel. Violencia y poltica en Colombia.Elementos de reflexin. Medelln, Hombre Nuevo Editores, 2003.

  • 32 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    los otros, o como la importancia que tiene para la con-ciencia femenina la conservacin de los vnculosafectivos concretos26, son algunos de los temas que ca-bra examinar ms a fondo en una indagacin sobregnero y memoria. Ello podra ser provechoso, entreotras cuestiones, para entender algunos problemas deamplio alcance que ataen a la compleja relacin entreiniciativas no oficiales de memoria memorias directas,de vctimas, de actores sociales colectivos y las iniciati-vas institucionales y oficiales que persiguen la recons-truccin de una memoria nacional insertada en un es-pacio pblico.

    Memoria, accin colectiva y movimiento social

    La cuestin del espacio pblico como destino de los ejer-cicios sociales de memoria es un asunto todava debati-ble. Cul es el objetivo que persiguen las vctimas ysus allegados cuando se involucran en esfuerzos colec-tivos de memoria? La memoria es plataforma de unaagenda poltico social, o es una accin social que se sa-

    tisface en s misma, en el acto restaurador de recordar ydignificar?

    La experiencia acumulada indica que no es obligatoriooptar de modo excluyente entre esas dos posibilidadessino, en todo caso, diferenciar entre objetivos inmedia-tos y posibles objetivos intermedios. La potencialidadpoltica o de agenda pblica de la memoria estara enla rbita de los objetivos intermedios e incluso podraestar en el plano de los objetivos, o funciones, tcitos,no deliberados y, acaso, no buscados.

    Lo cierto es que el ejercicio colectivo de la memoria tie-ne a la vez como precondicin y como efecto la existen-cia de cierta capacidad de coordinacin grupal, aquelloque en la sociologa contempornea se denomina capi-tal social. Esto puede ser entendido como la posibilidadde las personas para actuar coordinadamente en pro-cura de una meta compartida aunque tambin se lodefine como las redes de que dispone un sujeto y en lascuales se puede apoyar para el logro de sus objetivos27.

    26 Lo cual, para el tema de este texto, se referira a que, para cierta racionalidad moral, la rememoracin concreta de los desaparecidos no podra ser sustituidapor un acuerdo poltico ms general. Es necesario advertir que el tema de las diferencias en el desarrollo de la conciencia moral y otros tpicos relacionados estodava objeto de debate en el campo de la psicologa. Entindanse estas reflexiones, por tanto, solamente como sugerencia de hiptesis o vas de indagacinpor considerar.

    27 Vanse referencias fundamentales al tema en Coleman, James. Foundations of Social Theory. Cambridge, The Belknap Press, 1990, y en Bourdieu, Pierre.Le capital social. Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 31, 1980.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 33

    En las iniciativas no oficiales de memoria se resalta conms frecuencia esta segunda figuracin del capital social,en el sentido de que las vctimas valoran muy altamente lacapacidad de compartir con otros sus recuerdos y de apo-yarse en otros para la superacin de las secuelas que losabusos han dejado sobre ellas. Se podra decir que esta esuna manifestacin del capital social hacia dentro del grupoque ha optado por el cultivo de la memoria. Pero, en cier-tos casos, el grupo concibe y adelanta proyectos e inten-ciones dirigidas hacia fuera, es decir, hacia la sociedadcircundante, de la cual esperan obtener bienes diversosque pueden ir desde bienes inmateriales como el reconoci-miento hasta la adopcin de ciertas decisiones pblicas queataen a la conduccin del Estado nacional (reformasinstitucionales de amplio alcance) pasando, desde luego,por la ejecucin de programas de reparaciones. Para la con-secucin de estas metas u objetivos es til considerar laprimera acepcin de la nocin de capital social: las inicia-tivas no oficiales de memoria son formas de accin colec-tiva que pueden llegar a constituirse en movimientos sociales28

    con plena existencia y relevancia en el espacio pblico y

    en el escenario poltico oficial. Esta potencial derivacinde los ejercicios de memoria tiene una importancia circuns-tancial particular en la Amrica Latina de hoy, en la cualla caducidad o el severo debilitamiento de los sistemas departidos polticos obligan a la sociedad civil a buscar nue-vos caminos para interactuar con lo pblico estatal. (Almismo tiempo, habra que reconocer que esa misma debi-lidad de los sistemas de partidos supone potencialmenteuna restriccin para la proyeccin y la gravitacin pblicade los esfuerzos de memoria, pues los priva precisamentede los puentes para convertir en una causa pblica nacio-nal aquello que nace desde lo colectivo particular y local).

    Se ha dicho lneas arriba que el capital social puede servisto, alternativamente, como precondicin y como efec-to de los ejercicios colectivos de memoria. Conviene de-tenerse brevemente en este punto. Uno de los efectosde la violencia local ms frecuentemente mencionadoses la erosin de la confianza interpersonal, la instaura-cin del reino del miedo y el sentimiento de precarie-dad de la convivencia social29. En esas circunstancias,

    28 Entre una amplia bibliografa sobre movimientos sociales, vase el texto clsico de Tarrow, Sidney. Power in Movement. Social Movement and ContentiousPolitics. New York, Cambridge University Press, 1998.

    29 Se puede ver, al respecto, el ya citado texto de Benyakar, Mordechai. Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas..., op. cit. Desde una perspectiva desociologa poltica, es til mencionar a Lechner, Norbert. Las sombras del maana. La dimensin subjetiva de la poltica. Santiago, LOM, coleccin Escafandra.Lechner enfatiza en este libro la gravitacin de los miedos sociales como disruptores de la convivencia social y como uno de los grandes problemasdesencadenados por la caducidad de las instituciones de mediacin poltica clsicas.

  • 34 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    el emprender un esfuerzo colectivo de memoria puedeenfrentar, como primera tarea, la de generar lazos deconfianza que permitan la concurrencia de los afecta-dos a una convocatoria de ese tipo. Se suele hablar, enestos casos, de que la primera necesidad es crear capi-tal social. Pero, al mismo tiempo, la confianza es un fe-nmeno social que se reproduce a s mismo. Es laconcurrencia a un mismo esfuerzo sobre todo cuandoatae a cuestiones tan ntimas como lo es el dolor loque desencadena procesos de creacin de confianza yseguridad cada vez ms vigorosos.

    Hasta este punto hemos sealado algunas ideas sobreel quehacer de la memoria de parte de las vctimas des-de un ngulo particular: hemos querido resaltar que setrata de una accin social de tipo colectivo mediante lacual se generan ciertos lazos internos en la colectividady desde la cual se gestan potencialmente ciertos efectosen la sociedad ms amplia. Conviene, para finalizarestas reflexiones, volvernos ahora hacia este quehaceren cuanto produccin de la memoria. Nos interesa abor-dar esta cuestin desde el punto de vista de los alcan-ces de la produccin de estas memorias y,tangencialmente, desde sus relaciones con otras formasde memoria de naturaleza ms institucionalizada, ofi-cial o acadmica.

    El encuadre de las iniciativas de memoria

    Se ha comentado lneas arriba que la reconocida diversi-dad de las memorias ha de ser entendida en un sentidomuy amplio. Esto no se refiere nicamente a la hetero-geneidad del contenido de la memoria aquello que dicesobre los hechos pasados sino, y tal vez con ms impor-tancia, a la diversidad de las formas de la memoria -esdecir, de sus manifestaciones, de sus soportes, de su ma-nera de existir como prctica social. La distincin msclara puede ser la que se da entre las formas escritas,textuales y narrativas de la memoria, y aquellas otrasformas que se suelen denominar performativas. Una pri-mera manera de leer esa distincin puede ser en trmi-nos de mayores o menores recursos para hacer memoria.Una lectura superficial, y acaso prejuiciosa, pensara quees la escasez de capital intelectual de las vctimas (instruc-cin formal) lo que las inclina a cultivar preferentemen-te formas rituales o performativas del recuerdo. Lo ritualsera un refugio o una solucin de emergencia. Afortu-nadamente, ya estamos en capacidad de reconocer el va-lor sustancial y propio que tienen las iniciativas nooficiales de memoria en sus manifestaciones particula-res como expresiones sociales genuinas y sofisticadas dela necesidad y de la decisin de recordar. Ms aun, sabe-mos hoy que hay cierto tipo de experiencias la de la

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 35

    violencia atroz es una de ellas que necesita existir so-cialmente, como condicin de su eficacia, esto es, de surelevancia colectiva, en la forma de performance antesque en la forma de archivo o de repertorio30.

    No obstante lo sealado, se puede asumir tambin queincluso esas prcticas performativas, rituales o tambinicnicas, de la memoria poseen una tendencia a hilvanarlos retazos del pasado en una elaboracin ms amplia.Ms de una de las iniciativas reseadas en esta publica-cin muestran esa inclinacin: sobre la base del desplie-gue de fotografas de los familiares desaparecidos, o apartir de la concurrencia de las vctimas a talleres de re-memoracin o mediante los dilogos conducentes a lainstalacin de un monumento conmemorativo, se va ac-tivando una rememoracin y una interpretacin de laexperiencia colectiva. Este punto es sealado porElizabeth Jelin al hablar de la produccin de la memoriaalrededor de las fechas infelices31. Resulta pertinente,por tanto, considerar algunos rasgos de esa produccin.

    Conviene realizar esta consideracin tomando en cuentavarios ejes. Desde el punto de vista de su amplitud

    espacial, estas iniciativas no oficiales tienden a producirmemorias locales antes que memorias de alcancenacional o regional. Por su amplitud cronolgica (y porderivacin, por el arco de los temas de que se ocupan)tienden a ser memorias que versan sobre un casocircunscrito a un tiempo muy localizado, o a un sucesoo evento particular.

    Sin embargo, hay que relativizar un tanto los dos seala-mientos realizados aqu. Lo que se constata en ejercicioscomo los visitados en esta publicacin, es que segn vanmadurando las iniciativas, se evidencia una intencin deconstituir narrativas ms amplias en busca, precisamente,de obtener una memoria ms explicativa: es decir,insertando los hechos en un proceso ms abarcador. Enalgunos casos esa intencin puede desplegarse, incluso,hacia un horizonte histrico que no admite cortes muyclaros entre la historia social y la historia de la violenciaespecfica. Eso resulta visible, por ejemplo, en aquellasiniciativas donde la poblacin afrocolombiana reclama quese reconozca la continuidad entre los abusos contempor-neos y su particular historia de insercin en la historia delpas va la esclavitud, primero, y la marginacin, despus.

    30 Vase Taylor, Diana. The Archive and the Repertoire: Performing Cultural Memory in the Americas. Duke University Press, 2003. Vase en especial el captulo3: Memory as Cultural Practice: Mestizaje, Hybridity, Transculturation.

    31 Jelin, op. cit.

  • 36 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    Tambin puede ocurrir un cambio interesante cuando setoman en cuenta los agentes que son protagonistas de es-tas iniciativas de memoria. En primer lugar, estas sonmemorias de las vctimas dirigidas hacia las vctimas enuna suerte de actividad muy densamente comunitaria.Ello, sin embargo, no impide que paulatinamente se des-pliegue una perspectiva que las vctimas definen comoreconciliadora, lo cual conduce a abrir los frutos de larememoracin, o la invitacin a rememorar, hacia los ve-cinos que no son vctimas directas y, en algunos casos, ala elaboracin de un discurso dirigido a los propiosperpetradores.

    Otro eje pertinente de anlisis es el que podramosdenominar el contenido de la memoria realizada por lasvctimas, es decir, sobre qu versa esa memoria? Por unaparte, podra decirse que las memorias se sitan entre dosextremos, el de una memoria episdica y el de unamemoria histrica. Esta diferencia no afectanecesariamente al contenido de verdad o de legitimidadsocial que ella pudiera tener, sino a su proyeccin y altipo de conocimiento sobre el pasado que se pretendeproveer. Sobre esto ltimo vale la pena rescatar preguntasde Daniel Pcaut acerca de cmo situar la memoria

    necesaria y legtimamente parcial de las vctimas en unamirada ms amplia y abarcadora y con unos ejes que lapotencien. Si la insercin de la memoria local en unamemoria nacional plantea el riesgo de expropiar a lasvctimas su historia concreta, al mismo tiempo es uncamino para dotarlas de una proyeccin pblica mayor,de una posible eficacia poltica y, al mismo tiempo, paraproveer sentidos e interpretaciones ms amplios quepermitan nuevamente en palabras de Todorov pasarde la memoria literal a la memoria ejemplar.

    Las memorias nacionales pueden, as, tener como funcinlo que Henri Rousso llama encuadrar las memoriasparticulares32. Esto no significa una delimitacin ni unaacotacin de las memorias producidas por quienes hanexperimentado directamente los hechos, sino unapotenciacin de las mismas. Las memorias locales oparticulares traban, mediante sus relaciones con lamemoria nacional, una relacin con unos mnimos deverdad necesaria y sitan su recuperacin de los hechosen una perspectiva interpretativa ms abarcadora. Estoimplica tambin un marco axiolgico, y ah es donde lamemoria, en contextos transicionales, deja de serestrictamente una actividad social de base, en el caso de

    32 Vase, entre otros textos en que se aborda esta cuestin, Rousso, Henry. Histoire, critiques et responsabilit. Paris, Complexe, Collection Histoire du TempsPresent, 2003.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 37

    las iniciativas no oficiales, o una investigacin cientficao legal, en el caso de las iniciativas oficiales: ella,finalmente, se centra en una estructura bsica de valoresasociados al Estado de derecho y a ciertos acuerdospoltico-morales, tcitos o explcitos, como los propiosde una democracia.

    De otro lado, estas memorias tienen una valenciaespecfica en cuanto que estn hechas de recuerdosubjetivo directo, de relaciones intersubjetivas, y encuanto estn impregnadas de carga afectiva, la cual essiempre un componente central del pasado y, sobretodo, de los lazos entre pasado, presente y futuro. Esteelemento de subjetividad es una parte de lo que recogeun ejercicio oficial de memoria digamos, una comisinde la verdad cuando est centrada metodolgicamenteen las vctimas: es decir, cuando la recepcin detestimonios es el componente central de su investigacinemprica. Pero como lo han sealado sobre todo quienesobservan el proceso desde la antropologa, la recepcinde testimonios de vctimas ya incluye una suerte de pactoepistemolgico: el testimonio es recibido para serencuadrado en una historia ms amplia, de carcternacional, y para que cumpla esa condicin ha de ser enprimer lugar adecuada a un cierto formato. Losmecanismos oficiales de bsqueda de la verdadimprimen una norma expresiva a la voz de las vctimas,

    lo cual no es necesariamente el caso cuando estamosante iniciativas no oficiales de memoria.

    A estas alturas, ya se podra tener claridad sobre lo si-guiente. Los ejercicios de memoria tienden a ser (ven-turosamente) ingobernables en varios sentidos. No hayinstitucionalidad que pueda inaugurar y clausurar pors sola un ejercicio de memoria. Al mismo tiempo, noes conveniente olvidar el carcter inarmnico de lasiniciativas de memoria. Eso no es un problema que sevaya a resolver o que se tenga que resolver. Podra de-cirse, en ltima instancia, extremando el argumento, quela profusin de memorias situadas, particulares, loca-les, parciales, es un indicador de xito del proceso. Si sedice que los procesos de memoria son tambin proce-sos de construccin de ciudadana, de civilizacin encierto sentido, de fortalecimiento de agencias sociales,entonces es necesario que esto ocurra. No cabe aspirara una narrativa que comande la memoria social en to-dos sus detalles.

    Eso no es posible, pero tampoco es deseable. El actosocial de la memoria es un acto que tiende a ladiversidad y, diramos, que se justifica en la diversidad.Lo que ocurre en una sociedad en transicin o que buscauna transicin, al fin y al cabo, es que coexisten en ellalas elaboraciones oficiales de memoria, con sus

  • 38 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    pretensiones de ser sistemticas y exhaustivas, con losimpulsos locales y directos de memoria, ejercicios enlos que la relacin a veces tensa entre verdad yreconciliacin, en el sentido fuerte del trmino, resultaser mucho ms directa: memoria para remendar los lazosde coexistencia frente a memoria para la realizacin dejusticia penal y de reformas institucionales. Un problemapresente es encontrar el equilibrio o, mejor aun, lospuentes de comunicacin entre ambas. Por ahora, comolo testimonian las iniciativas no oficiales que se presentanen esta publicacin, lo que tenemos es una memoria socialen movimiento. Y eso es bastante para mantener elimpulso hacia un proceso de autorreconocimiento y dereconocimientos mutuos, y para desterrar la idea de laviolencia como una fatalidad.

    Bibliografa

    Alexander, Jeffrey (ed.). The Micro-Macro Link. Berkeley,University of California Press, 1987.

    Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on theOrigin and Spread of Nationalism. [1983]. London, Verso,1991.

    Arendt, Hannah. La condicin humana [1958] Barcelona,Paidos, 1993.

    Barrington Moore Jr. Tilly, Charles. Coercion, Capital and EuropeanStates: AD 990-1992 [1990]. Oxford, Blackwell, 1992.

    Barrington Moore, Jr. The Social Origins of Democracy andDictatorship. Lord and Peasant in the Making of the ModernWorld [1966]. Boston, Beacon Press, 1993.

    Bauman, Zygmunt. La globalizacin. Consecuencias humanas.Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1999.

    Bayart, Jean-Franois. Le gouvernement du monde. Une critiquepolitique de la globalisation. Paris, Fayard, 2004.

    Benyakar, Mordechai. Lo disruptivo. Amenazas individuales ycolectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catstrofessociales. Buenos Aires, Biblos, 2003.

    Blumer, Herbert. Society as Symbolic Interaction. En SymbolicInteractionism. Perspective and Method. Berkeley,University of California Press, 1969.

    Bourdieu, Pierre. Le capital social. Actes de la Recherche enSciences Sociales, 31, 1980.

    Braun, Herbert. Mataron a Gaitn. Vida pblica y violenciaurbana en Colombia [1985]. Bogot, Aguilar, 2008.

    Coleman, James. Foundations of Social Theory. Cambridge, TheBelknap Press, 1990.

    Deas, Malcolm. Del poder y la gramtica y otros ensayos sobrehistoria, poltica y literatura colombianas. Bogot, Norma,Taurus, 2006.

    Diamond, Larry. Developing Democracy. Toward Consolidation.Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1999.

  • Las vctimas recuerdan. Notas sobre la prctica social de la memoria 39

    Giddens, Anthony. The Consequences of Modernity.Cambridge: Polity Press, 1991.

    Giddens, Anthony. Un mundo desbocado. Los efectos de laglobalizacin en nuestras vidas. Madrid, Taurus, 2000.

    Ignatieff, Michael. The Warriors Honor. Ethnic War and theModern Conscience. New York, Henry Holt, 1998

    Jelin, Elizabeth (comp.). Las conmemoraciones: las disputas enlas fechas in-felices. Buenos Aires, Siglo Veintiuno -Social Science Research Council, serie Memorias de laRepresin, 2002.

    Lechner, Norbert. Tres formas de coordinacin social. Revistade la Cepal, 61, 1997.

    Mann, Michael. The Sources of Social Power: Vol. 1. A History ofSocial Power from the Beginning to AD 1760. Cambridge:Cambridge University Press, 1986.

    Merton, Robert K. Funciones manifiestas y latentes. En Teoray estructura sociales [1949]. Mxico, FCE, 1980.

    Messner, Dirk. The Network Society. Economic Development andInternational Competitiveness as Problems of SocialGovernance. London, Routledge, 1997.

    Orozco, Ivn. Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra yderecho en Colombia. Bogot, Temis, 2006.

    Orozco, Ivn. Sobre los lmites de la conciencia humanitaria.Dilemas de la paz y la justicia en Amrica Latina. Bogot,Temis, 2005.

    Palacios, Marco. La clase ms ruidosa y otros ensayos sobre polticae historia. Bogot, Norma, Coleccin Vitral, 2002.

    Patrn, Pepi. Presencia social, ausencia poltica. Espacios pblicosy participacin femenina. Lima, Agenda: Per, 2000.

    Pcaut, Daniel. Violencia y poltica en Colombia. Elementos dereflexin. Medelln, Hombre Nuevo Editores, 2003.

    Rama, ngel. La ciudad letrada. Ediciones del Norte, 1984.Ricoeur, Paul. La mmoire, lhistoire, loubli. Paris, Seuil, 2000.Rousso, Henry. Histoire, critiques et responsabilit. Paris,

    Complexe, Collection Histoire du Temps Present, 2003.Schtz, Alfred. Conceptos fundamentales de la fenomenologa

    [1944]. En El problema de la realidad social. Buenos Aires,Amorrortu, 1974.

    Shils, Edward. The Constitution of Society. Chicago, TheUniversity of Chicago Press, 1982.

    Tarrow, Sidney. Power in Movement. Social Movement and Conten-tious Politics. New York, Cambridge University Press, 1998.

    Taylor, Diana. The Archive and the Repertoire: Performing CulturalMemory in the Americas. Duke University Press, 2003.

    Theidon, Kimberly. Gnero en transicin: sentido comn,mujeres y guerra. Memoria. Revista sobre cultura,democracia y derechos humanos, 1, Lima, Idehpucp, 2007.

    Tocqueville, Alexis de. Lancien rgime et la rvolution [1856].Paris, Gallimard, Collection Folio, 1967.

    Todorov, Tzvetan. La vida en comn. Ensayo de antropologageneral. Madrid, Taurus, 1995.

    Todorov, Tzvetan. Les abus de la mmoire. Paris, Arla, 2004.Touraine, Alain. La voix et le regard. Sociologie des mouvements

    sociaux. Paris, Seuil, 1978.

  • Las vctimas de La Unin, Antioquia, marchan con velas en el corregimiento de Mesopotamia, en una de las jornadas de la luz del Oriente antioqueo. Foto: ICTJ Colombia.

  • Iniciativas no oficiales: un repertorio de memorias vivasMara Victoria Uribe

    Grupo de Trabajo de Memoria Histrica1

    Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin (CNRR).

    Lo importante no es lo que han hecho de nosotros,sino lo que nosotros hacemos con lo que han hecho de nosotros.

    Jean Paul Sartre

    Existen diversas formas de guardar y transmitir la memoria. stas van desde losarchivos fsicos, las fotografas y los testimonios orales, hasta gestos efmeros eimperceptibles anclados en el cuerpo. Diana Taylor es una estudiosa de losarchivos y ha construido una teora sobre stos tomando como referencia los escenariosde la conquista espaola en Amrica. Sostiene Taylor que desde el principio los archivosestuvieron al servicio del poder colonial, mientras que lo que ella llama el repertorio, osea la memoria viva encarnada en el cuerpo, ha sido el capital por excelencia de las

    1 Este artculo se realiz para el ICTJ en el marco del proyecto Apoyo a sociedad civil y vctimas para la elaboracin depolticas de justicia transicional. El Instituto Open Society apoy las labores de recoleccin y sistematizacin de lainformacin, y una versin ms amplia de este ensayo aparecer en una publicacin del Grupo de Trabajo deMemoria Histrica de la Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin (CNRR) prximamente. Agradezco ala Organizacin Internacional para las Migraciones (OIM) su apoyo permanente al proyecto. Tambin a mis asistentesde investigacin scar Acevedo, Roco Martnez, Diana Britto y Catalina Corts, parte fundamental del proyectode investigacin, por su inters y dedicacin.

  • 44 Recordar en conflicto: iniciativas no oficiales de memoria en Colombia

    territorio nacional y que intentan preservar otransformar experiencias traumticas relacionadas conel conflicto armado. Se trata de prcticas,representaciones y significados que construyen lascomunidades y organizaciones afectadas por laviolencia con el fin de hacer pblico su dolor ydenunciar las injusticias de las que han sido objeto. Setrata de prcticas de resistencia que sirven comoantdoto contra la impunidad y el olvido e inciden enla recuperacin de la autoestima y la confianza. Dentrodel amplio repertorio que hemos detectado en la fasepreliminar de la investigacin, hemos podido identificariniciativas de memoria que, sin hacer alusin directa alos hechos violentos, permiten resignificar la vida yvolver a habitar los espacios de la devastacin. El mejorejemplo de este tipo de iniciativa es el cine clubitinerante La Rosa Prpura del Cairo de los Montes deMara. Se trata de un proyecto que surgi cuando elclima de violencia en el municipio de Carmen de Bolvarera tal que los campesinos dejaron de cultivar, lasempresas tabacaleras se retiraron de la zona, y el queno pagaba vacuna tena que desplazarse de la regin.Los mecanismos de terror produjeron unentumecimiento y una parlisis de la sociabilidad quese tradujeron en el abandono de los espacios pblicos.

    comunidades. Denomina repertorio a los gestos, laperformatividad, la oralidad, el movimiento, la danzay el canto, entre otras manifestaciones, y nos dice queson un tesoro de inventiva que le permite a la genteparticipar en la produccin y reproduccin deconocimiento por el solo hecho de hacer parte de sutransmisin. Cuando Taylor habla de archivos se estrefiriendo tambin a documentos que hacen referenciaa la violencia, como fotografas y restos humanos depersonas desaparecidas. En su libro expone a un grupode teatro peruano Yuyachkani que se pregunta qu lepasa a la memoria cuando no hay fotografas, nidocumentos y los huesos yacen tirados por ah a lo largodel camino? La pregunta es pertinente para el casocolombiano donde con frecuencia las comunidades ylas personas deben recurrir a lo que Taylor denominael repertorio para reconstruir las memorias de laviolencia, a partir de los relatos de los sobrevivientes,sus gestos, los flashbacks traumticos, las repeticiones ylas alucinaciones, en fin, todos aquellos actos quepudieran ser considerados formas efmeras e invlidasde conocimiento y evidencia2.

    En este artculo me referir al repertorio de memoriasvivas que se encuentran dispersas a lo largo del

    2 Taylor, Diana. The Archive and the Repertoire. Performing cultural memory in the Americas. Durham, Duke University Press, 2003, pp. 190-211.

  • Iniciativas no oficiales: un repertorio de memorias vivas 45

    la guerra sino la trama argumentativa, los actores y losescenarios de los filmes. Sobre los muros de la plaza deCarmen de Bolvar se hizo la primera proyeccin de lapelcula brasilera Estacin Central buscando que la gentedejara el miedo. En esa oportunidad la gente vio lapelcula y tan pronto esta termin se fueron para suscasas. Como dice el profesor Jair Vega de la Universidaddel Norte, analista en profundidad de este cine club,cada persona trae su silla y de manera silenciosa asistea la proyeccin de la pelcula bajo el cielo estrellado;una vez finalizada la proyeccin cada quien regresa asu casa con su silla3. De manera intuitiva, tanto SorayaBayuelo como los asistentes a la cinemateca improvi-sada, han confiado plenamente en que los personajesde las pelculas saldrn de la pantalla y establecern undilogo directo con el pblico, a la manera de lospersonajes de la pelcula de Woody Allen. Y lo que surgede esos encuentros virtuales son dilogos impercep-tibles para los actores de la guerra, lo importante es quecada quien regrese a su casa acompaado por lospersonajes que acaba de ver, lo que dar tema parahablar de las cosas propias pero a travs de los intereses

    En ese contexto violento es donde aparecen nuevas formasde resistencia y de construccin simblica en la luchacontra la muerte, como el proyecto Cinta de Sueos queenmarca al cine club precario e itinerante cuyo nombrefue tomado de la pelcula de Woody Allen, y con el cualse ha buscado invitar a la gente a que salga nuevamentea las calles. Si algo deja la guerra a su paso es la alteracincompleta de las tramas cotidianas y reconstruirlas es aveces una labor muy difcil y casi imperceptible.

    En efecto, Soraya Bayuelo se propuso reconquistar losespacios pblicos en los municipios de los Montes deMara valindose de un teln, un proyector y unosamplificadores. Proyectar pelculas en los espacios delterror, sean estos plazas, calles o parques, permite a lagente que se rene en ellos encontrarse con los amigos,conversar o simplemente estar all donde ya no se estabapor temor. Y las conversaciones comienzan a tejernuevamente intereses y temas comunes. La pelcula noes ms que el vehculo para que la gente se vuelva aencontrar, para que vuelva a conversar, slo que ahoralos temas de conversacin ya no sern los horrores de

    3 Jair Vega ha escrito varios artculos sobre el cine club La Rosa Prpura del Cairo entre los que se destacan los siguientes: Ganndole terreno al miedo: ciney comunicacin en Montes de Mara; Tejiendo heridas con sueos. A propsito del primer festival audiovisual Montemariano. 29 de marzo a 1 de abril en elCarmen de Bolvar. Una mi