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Obona es una parroquia del concejo de Tineo. Dista 10 km de la villa de Tineo y 78,4 km de
Oviedo. Se accede a ella por la carretera AS-218 que comunica con Pola de Allande.
La documentación existente sobre el lugar está vinculada al monasterio fundado en su
territorio, que fue uno de los más importantes del occidente astur. Su origen no está suficien-
temente claro. La tradición señala como fundadores del cenobio en el siglo VIII al príncipe
Aldegaster (supuesto hijo del rey Silo) y a su mujer Brunilda, pero esta leyenda no puede sos-
tenerse documentalmente. No obstante, el origen del monasterio de Obona pudo estar rela-
cionado con una fundación familiar, como en su vecino de Bárcena, y tendría originariamente
un carácter de comunidad dúplice. Se sabe que en el siglo XI fue absorbido por el monasterio
de San Juan Bautista de Corias, y que a fines del mismo siglo una parte de ese patrimonio inte-
grado en Corias pasa a ser posesión de una familia de la aristocracia local conocida como los
“Tructinos”. Dicha familia trataba de reunir todo el patrimonio disperso de Obona con el obje-
to de donarlo como dotación fundacional a una orden religiosa. Casos similares también se
dieron en los monasterios de San Salvador de Cornellana y Santa María de Belmonte, donde
se pasó de una fundación familiar a un auténtico monasterio poblado por una comunidad de
religiosos.
El 26 de febrero de 1022, Alfonso V otorgó el coto y delimitó el espacio del monasterio
de Obona. En el siglo XII, Obona se convirtió exclusivamente en cenobio masculino y acató la
regla de San Benito. Fue a partir de entonces cuando recibió privilegios de los monarcas Fer-
nando II, en el año 1186, y de Alfonso IX, en el año 1200. El mismo Alfonso IX, en el año
1222, convirtió Obona en paso obligado para los peregrinos que se dirigían a Compostela,
con la contrapartida de que el monasterio diese cobijo a los caminantes.
OBONA
Iglesia de Santa María
EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA LA REAL de Obona
fue un complejo monumental que respondía a una
sobria estética cisterciense, pese a que la comunidad
que lo poblaba acataba la regla benedictina. Su fundación,
como ya hemos señalado, se realizó en el siglo XI pero el
templo actual es del siglo XIII. Del conjunto monástico
medieval únicamente se conserva el templo. Su esquema
en planta es el de tres naves, con mayor desarrollo de la
central. El espacio entre ellas se separa mediante arcos for-
meros apuntados que apoyan en unos pilares quebrados en
su cara interna para recoger una segunda rosca. Cada nave
se cubre con armadura de madera y desemboca de un
modo escalonado en su correspondiente ábside semicircu-
lar. El ábside central gana en tamaño a sus compañeros
laterales, va precedido de un profundo tramo recto,
cubierto por una bóveda de cañón, y remata en un semi-
círculo que se cierra con bóveda de cuarto de esfera.
La decoración en todo el edificio es mínima y se con-
centra en el ábside central, tanto en el exterior como en el
interior. El arco triunfal centra en el interior todo el esfuer-
zo decorativo en los capiteles y en las basas de las colum-
nas. Las basas adoptan en ambos casos motivos vegetales
muy esquemáticos en las esquinas del plinto. El capitel
derecho recubre todo su cuerpo con baquetones que
esquematizan tallos vegetales. El capitel izquierdo recurre
a una decoración de arcos de medio punto con bolas ins-
critas en su interior.
Al exterior, en el ábside central aparecen dos colum-
nillas entregas con sus correspondientes basas y capiteles
decorados. Los canecillos existentes son lisos y las corni-
sas de los ábsides se decoran con una hilera de pequeñas
bolas. Los capiteles se decoran con tallos vegetales entre-
lazados, que en el capitel del lado izquierdo se combinan
con frutos y en del lado derecho con hojas de acanto. Las
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basas recogen unos motivos vegetales enroscados a la altu-
ra de la esquina del plinto.
El templo es de proporciones considerables y alcanza
un desarrollo y una complejidad estructural bastante
mayor que los restantes templos románicos del entorno,
incluido el de San Miguel de Bárcena. Se construyó con
aparejo de cantería, bien trabajado en sus ábsides y arque-
ría interna, y se cubrió, salvo la cabecera, con armadura de
madera.
De sus imágenes de culto originales conserva una de
Cristo crucificado que es uno de los mejores ejemplos de
esa iconografía del románico asturiano. Presenta, como el
del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), unas carac-
terísticas formales e iconográficas propias del siglo XII.
Según explica Soledad Álvarez, ambas obras reproducen el
prototipo del Cristo redentor que triunfa sobre la muerte,
tocado con la corona (símbolo de realeza), y sin indicios de
sufrimiento en la expresión de su rostro. Frente al esquema
de representación griego de un Cristo joven e imberbe,
éste sigue las pautas representativas y tipológicas sirias, y se
representa con barba y cubierto de un paño de pureza fija-
do mediante un nudo a la altura de la cadera. Paño éste que
cae hasta las rodillas con ligeros plegados que apenas se
realzan sobre el volumen corporal. La figura se adapta a los
dos ejes que forman los troncos de la cruz, que se relacio-
nan con el concepto de árbol de la vida, mediante cuatro
clavos y con los pies separados. El cuerpo acentúa el verti-
calismo del soporte, sólo alterado ligeramente por la leve
flexión de las rodillas. En la composición no se incluye un
“supedaneum” para el apoyo de los pies.
La obra se talla en varias piezas de madera posterior-
mente unidas, y tiene una escala humana que contrasta
con la monumental de su coetáneo coriense. El Cristo apa-
rece muerto pero sin dolor, con la cabeza levemente lade-
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Panorámica desde el Oeste
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Ábside lateral
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Planta
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Sección longitudinal
Sección transversal
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ada sobre el hombro derecho. Su cuerpo no se desploma,
sino que guarda una rigidez con la que el maestro escultor
intenta reflejar de un modo muy elemental el perfil anató-
mico de los músculos en tensión. Esta talla supera el
reduccionismo geométrico empleado para el paño de
pureza. Con carácter más geometrizante se encuentra la
representación de los huesos bajo la piel, destacados en la
caja torácica y en contraposición al suave tratamiento del
modelado del torso. En virtud de este blando modelado, el
Cristo de Obona ofrece una imagen más verista de la
representación humana que la que se da en el Cristo del
monasterio de Corias, indicándonos esto que se ha avan-
zado en la búsqueda del naturalismo. La obra mantiene su
policromía original, basada en colores terrosos y claros
para las carnaciones, el blanco puro para el paño y el
marrón oscuro para cabello, barba y demás detalles. Tanto
este Crucificado como el que se encuentra en Corias no se
corresponden con modelos paralelos en la región, pero sí
mantienen afinidades con ejemplos procedentes de la
Meseta, como el Crucificado de Santa Clara de Palencia,
que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum
de Nueva York. El Cristo de Obona presenta un estado de
conservación relativamente aceptable, aunque debería ser
objeto de cuidados de conservación específicos.
De la época de la fundación se han conservado tam-
bién el primitivo altar y la pila bautismal. El primero está
formado por un importante monolito plano de piedra que
apoya en cuatro columnillas exentas, dispuestas en las
correspondientes esquinas, y en un pilar-relicario central,
que en este caso no es el original ni está horadado. Las
columnas siguen un esquema sencillo de basa, fuste y capi-
tel, y sólo presentan decoración en tres de ellas. Las basas
se decoran con cuatro puntas que coinciden con las esqui-
nas del plinto y que se agarran al toro mediante pequeños
tirantes. La decoración de los capiteles se resuelve
mediante formas vegetales. Los pertenecientes a las dos
columnillas delanteras tienen el mismo motivo de finos
tallos que se enroscan sobre sí mismos hacia el exterior
agarrando una bola. El capitel posterior izquierdo se deja
liso, y el posterior derecho se decora con finos tallos
rematados en dos tipos distintos de hojas, alternándose las
de forma oval con las de forma lanceolada.
La pila bautismal medieval de Obona responde a la
tipología de copa sobre una base de pequeña columna
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Capitel del ábside central
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Interior
Capitel del arco triunfal
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cilíndrica. Es una pieza labrada en piedra caliza y no posee
ornamento alguno, a excepción de una fina moldura que
recorre todo su diámetro a la altura de la boca.
Unido a la nave meridional del templo se conserva,
en estado ruinoso, el claustro del monasterio, que sustitu-
yó en época barroca al original claustro románico. Sólo se
llegaron a construir dos de las crujías, que presentan, por
sus trazas, cierta relación con los claustros monásticos
barrocos construidos en la vecina Galicia. Encabezando el
acceso al claustro desde el exterior, y pareja a la entrada
del templo por su lado derecho, se alza la fachada de la
casa abacial, también barroca, con una sencilla portada de
dos arcos rebajados, en el piso bajo, y dos grandes venta-
nas, separadas mediante escudo, en el piso superior.
Texto y fotos: DMF - Planos: JVC
Bibliografía
AA.VV., 1981, pp. 34-36; ÁLVAREZ MARTÍNEZ, M.S., 1999, pp. 219-
221, 248-250, 267; CASARES, E. y MORALES, M.C. 1978, pp. 186-190;
FERNÁNDEZ LAMUÑO, A., 1993, pp. 52-54; FLORIANO CUMBREÑO, A.C.,
1950, doc. 51. v. A. 1. a 21. v. b. 12, 90. v. b. 28, 91. r. A. 9. 29, 92. r.
B. 3. 10, v. A. 8, 94. v. A. 19. 28, v. B. 95. v. B. 20; GARCÍA LEAL, A.,
2000, p. 474; RAMALLO ASENSIO, G., 1981 b, p. 248.
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Crucificado románico
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