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Índice Sinopsis

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Sobre la Autora

Créditos

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Para todos los que se han quedado enamorados de personajes de ficción

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Sinopsis ¿Qué pasa si los personajes de una novela de

vampiros dejan su mundo, y entran en el tuyo?

my está enamorada de alguien que no existe: Alexander Banks, el apuesto héroe de una popular serie de libros sobre vampiros. Entonces, en una noche Amy conoce a un chico que extrañamente se parece a Alexander.

De hecho, él ES Alexander, ha escapado de las páginas del libro y está siguiendo a un vampiro malvado llamado Vigo.

Juntos, Amy y Alexander rastrean a Vigo e investigan cómo y por qué Alexander cruzó. Pero cuando empiezan a enamorarse, Amy se pregunta si aún quiere que vuelva al reino de la ficción.

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abía un ambiente festivo en el aire que me recordaba al Cuatro de Julio1. Excepto que no había estado tan emocionada los Cuatro de Julio.

Hoy era el día que tanto había esperado por un año entero. Por fin iba a tener en mis manos un ejemplar de The Mists of Otherworld. Un libro tan, tan esperado que había tenido un segmento en las noticias por televisión anoche.

Estaba parada en la fila fuera de la Librería Nook con mis mejores amigas, Luisa y Katie. Habíamos estado allí desde las 7:45 am —brutal para un sábado por la mañana, pero valía la pena—, deseando obtener un buen lugar en la fila antes de que la librería abriera a las nueve. El ambiente era eléctrico. Además de docenas de chicas, había mujeres en sus veintes, mamás cargando bebés, unas cuantas abuelas, y un puñado de chicos.

Luisa se apartó de la fila y echó un vistazo al frente de la fila. —¡Me gustaría que nos dejaran entrar ya!

Ella tropezó un poco y agarró el brazo de Katie como apoyo. Creyendo que su pequeña estatura era una maldición, Luisa insistía en usar zapatos con plataforma —o zapatillas— más altos de los que podía manejar. El resultado era que traía un tobillo torcido una vez al mes, mínimo.

—Sólo espero que no se agoten antes de que nos toque —dije.

Los ojos marrones de Luisa se abrieron. —¡Amy! No se pueden agotar, los pre-ordenaste por nosotras, ¿no?

—Sí, pero escuché en las noticias anoche que algunos de los envíos se retrasaron —le contesté, sintiéndome nerviosa mientras decía las palabras. La idea de tener que esperar otro día para leer sobre Alexander Banks, el sexy y audaz cazador de vampiros, era demasiado horrible.

1 Día de la Independencia de los Estados Unidos Americanos.

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—Voy a tener un libro hoy, incluso si tengo que taclear a alguien para conseguirlo —anunció Katie.

Nos reímos, porque Katie nunca haría daño ni a una mosca, literalmente. Cuando la había visitado en el campamento donde trabajaba los veranos, había sido acompañada incluso con los más raros bichos desde la puerta de su cabaña y nunca trató de eliminarlos. Pero con su metro setenta y siete, y como capitana del equipo femenil de hockey en hielo, un tacleo o dos no le podrían ser muy difíciles.

—Lo único que sé es que tenemos que terminarlo para la mañana del lunes —dije.

Katie y Luisa asintieron. Si no lo terminábamos para entonces, tendríamos que cubrirnos los oídos en los pasillos llenos de spoilers de nuestra escuela. Había sólo un libro más hasta ahora —Otherworld— de la trilogía de Elizabeth Howard, pero era sensacional, y la mayoría de la gente que conocía les había encantado.

Sentí la brisa fresca en mi rostro, y miré cómo a mi alrededor los árboles se mecían con el agradable clima otoñal. Algunos dirían que estaba desperdiciando un día hermoso, porque planeaba leer sin parar The Mists of Otherworld. Pero a veces era agradable leer en un día precioso, especialmente cuando el mundo dentro del libro era tan oscuro y sombrío.

Una de las mejores cosas de la serie era que se basaba en mi ciudad, Chicago. Pero en Otherworld, Chicago era muy diferente del Chicago que conocía. Era un lugar donde los mortales se quedaban en sus casas después del anochecer. Un lugar donde no te fiabas de nadie que no fuera tu familia. Y todo debido a los vampiros. Según el prólogo del primero de la serie, durante siglos, los vampiros habían existido de forma aislada en el norte de Escandinavia, atacando a los residentes de aldeas remotas. Luego, en la década de 1920, los vampiros habían decidido abandonar la reclusión y migraron a todo el mundo, creando más vampiros a su paso.

El Chicago de Otherworld había sido uno de los más afectados, porque uno de los vampiros más famosos del mundo, Vigo Skaar, se había mudado allí con su aquelarre de varios cientos de vampiros. Vigo y su vicioso segundo al mando, Leander, habían estado aterrorizando a la ciudad desde entonces. Como resultado de ello, la innovación se había detenido por completo, y en Otherwold no había ningún avance tecnológico desde la década de 1920.

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La fila fue avanzando, un signo de que la librería había abierto sus puertas, hubo un coro de gritos y algunos empujones.

Luisa le frunció el ceño a Katie. —Va a ser una estampida. ¡Te dije que debíamos llegar antes!

Katie sacudió la cabeza, su coleta balanceándose. —No me despierto antes de las seis por nadie, ni siquiera por James Banks.

—¿Cómo osa, Katherine? ¡Y usted cree que es digna de James! —Luisa hizo una escena elevando su barbilla y dándole la espalda. Una autoproclamada geek del drama; le encantaba usar el lenguaje formal de Otherworld.

Aunque mi enamoramiento en Otherworld —bueno, más como obsesión— era con Alexander Banks, Katie y Luisa preferían a James, el primo rubio de Alexander. Alexander era castaño y melancólico, y estaba decidido a cazar a Vigo, que había asesinado a su familia cuando Alexander tenía seis años. James era un filósofo que quería traer la paz a Otherworld. Él estaba enamorado de Hannah Skaar, la hermana de Vigo, una vampiresa cuya belleza y perfección eran sólo comparables con el amor eterno que tenía por James.

James era lindo para leer, pero no era Alexander. Yo prefería un tipo con carácter.

—Me pregunto si Alexander se va a enamorar en este libro —dijo Katie a medida que nos acercábamos más a la puerta—. Ya sería hora, ¿no te parece?

—No necesariamente —le dije, sentí un rubor quemando mis mejillas. No estaba segura de querer que Alexander tuviera una enamorada. La idea de estar celosa de un personaje era patética, pero no pude evitarlo. Alexander Banks estaba más cerca de la perfección que cualquier otro hombre. ¿Qué chica lo podría merecer?—. Él no es del tipo romántico. Alexander está demasiado centrado en su venganza como para enamorarse.

—Buen punto —coincidió Luisa. Unos pocos fans ansiosos estaban saliendo de la librería, los libros en sus manos, chocando con nosotras porque ya habían empezado a leer—. Pero nunca se sabe. Si mata a Vigo, va a necesitar una nueva línea la historia.

La sola mención de Vigo me dio escalofríos. No había duda en mi mente que Alexander mataría a Vigo. Era una cuestión de «cuándo», no de «si».

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Finalmente fue nuestro turno. A medida que pasábamos por encima del umbral de la Librería Nook, no pude dejar de pensar en lo afortunada que era por tener amigas que compartieran mi pasión por Otherworld. En realidad fue nuestro amor por los libros lo que nos hizo conocernos en el noveno grado. Katie había comenzado un club de lectura escolar, y Luisa y yo habíamos sido las únicas que se presentaron. Me había acabado de mudar a la zona este de Chicago después del divorcio de mis padres y no conocía a nadie. En cuestión de semanas, nos habíamos convertido en el «trío no-asombroso», como lo expresaba Katie. La mayoría de las personas que nos conocían pensaban que habíamos sido MAPS2 desde siempre, y no sólo por un par de años.

Afortunadamente, los tres ejemplares que había pre-ordenado estaban allí esperando por nosotras. Agarré mi libro, lo acuné en mi pecho como si fuera un viejo amigo que había vuelto a ver. Era muy grande, más grande que Otherworld, e hizo que mi corazón corriera: cuanto más pronto leyera sobre Alexander, mejor. Katie y Luisa estaban ocupadas gritando al ver la cubierta —había sido revelada en línea hace meses, pero aún así era increíble verla de verdad.

Las tres salimos de la librería, sin aliento por el triunfo. No dijimos ni pio. Subimos al autobús y tomamos asiento, leímos durante todo el camino. Cuando llegué a mi parada, metí a regañadientes el libro bajo mi brazo —no había podido dominar el leer-caminar como Katie—, y me despedí de mis amigas.

Mi edificio se llamaba Courtyard Place, un nombre que lo hacía parecer elegante, cuando era todo lo contrario. No me quejaría sobre donde viviéramos si no fuera por el hecho de que mi papá y su novia —por la que dejó a mamá— habían logrado comprar un bungalow3 en los suburbios. Si él podía permitirse el lujo de vivir en una casa, ¿por qué nosotras no?

Empujé esos pensamientos, decidida a no avivar mi amargura. Por otra parte, nada podía quitarme mi buen humor hoy. Tenía una cita con Alexander Banks, después de todo.

Me lo tuve que recordar cuando entré al apartamento y vi a mi hermana menor, Chrissy, y su mejor amiga, Madison, en la sala de estar.

—Hey —dije.

2 Mejores Amigas Por Siempre. 3 Casa o cabaña con comodidades básicas, muy rústica y sencilla.

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Chrissy gruñó y Madison dijo «Hola». Madison tenía una forma de hablarle a la gente que me hacía apretar los dientes.

Me di cuenta que el abrigo de mamá todavía no estaba. —¿Dónde está mamá?

—Llamó —dijo Chrissy—. Un idiota se tragó un tenedor de plástico por una apuesta, tuvieron que operarlo de emergencia en la clínica.

Mamá era una enfermera de endoscopia4 —un asenso bastante bueno después de estar quince años en la sala de emergencias. Ya no tenía que trabajar en las noches, pero aún así nos llamaba en caso de emergencias.

—Espero que disfrutes tu libro de vampiros —dijo Chrissy, e intercambió una «¿no es patética?» mirada con Madison.

A Madison y Chrissy las confundían a menudo como hermanas ya que teñían del mismo color rubio su cabello. Estaban en octavo grado, pero probablemente parecían mayores que yo, y yo era una junior. En un día cualquiera se vestían como si acabaran de salir de un club; con sus tops ajustados, pantalones vaqueros a la cadera y mucho maquillaje.

Si mirabas de cerca, sin embargo, Chrissy y yo éramos muy parecidas. Las dos compartíamos la piel clara, ojos verdes y una «respingona y snob nariz», como Madison nos había dicho una vez. También había señalado, justo en frente de mí, que Chrissy y yo éramos como el antes y después de un cambio de imagen. No tenía que preguntar si yo era el antes. Mi cabello largo y lacio era del mismo tono marrón ratonil que las raíces de Chrissy, y no usaba maquillaje la mayor parte del tiempo —crímenes capitales, a los ojos de Madison.

Lo que sea.

Agarré una Coca-Cola de la nevera y una bolsa arrugada de una mezcla de frutos secos, y luego fui a mi habitación. Me quité los zapatos y me recosté contra las almohadas, lista para perderme en The Mists of Otherworld.

Con mis manos hormigueando de anticipación, abrí el libro.

4 Exploración visual de conductos o cavidades internas del organismo.

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*** Cerré el libro con fuerza. —¡No, no, no!

Este no era el final que había estado esperando. Era domingo por la noche justo después de las once. Había estado leyendo todo el fin de semana con pequeños descansos para comer, bañarme, lavarme los dientes, tomar aire fresco y llamar a mis amigas.

¿Cómo pudo la autora dejar la vida de Alexander pendiendo de un hilo? ¿No había tenido suficiente ya?

Alexander había estado más increíble que nunca en The Mists. Pero justo ahora, podría ser acorralado por Vigo y otros vampiros hambrientos. ¡Y tenía que esperar otro año para averiguar qué pasaba con él! Era MUY injusto.

Un horrible pensamiento me apoderó: No iba a matarlo, ¿verdad?

No, ella no se atrevería. Alexander era demasiado importante. Los lectores nunca la perdonarían. Yo nunca la perdonaría. Pero Elizabeth Howard era conocida por hacer las cosas a su manera, sin importar lo que sus editores o fans querían.

Sostuve el libro, mis dedos deslizándose sobre la brillante cubierta. Tenía a Alexander y James con Hannah interponiéndose entre ellos, y en las sombras se vislumbraba a Vigo. Las imágenes de las cubiertas de los libros eran dibujadas por la misma Howard porque sentía que sólo ella podía representar a sus personajes con precisión. Ella también se había negado a vender los derechos de la película, afirmando que ningún actor podría interpretar a sus personajes. A pesar del alboroto de la mayoría de los fans, estuve de acuerdo con ella. No me podía imaginar a nadie que le hiciera justicia a Alexander Banks.

Salí de mi cama, me acerqué a la ventana, mirando hacia las oscuras calles. Nuestro tercer piso tenía una mejor vista ahora que los altos edificios viejos habían sido derribados. Desde mi ventana podía ver la mayor parte del barrio, las calles relucientes por la reciente lluvia, la niebla subiendo de las alcantarillas.

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Casi podía oír el sonido de los pasos de las botas de Alexander mientras corría por la calle, con una estaca en la mano, buscando un destello del cabello rubio plateado de Vigo en el claro de luna. Si viera a Alexander en este laberinto de calles, me bajaría por la escalera de incendios y le ayudaría. No es que yo fuera de mucha utilidad contra un vampiro…

De todos modos, ahora que había terminado el libro, tenía que ponerme en línea y desahogarme. Me hubiera gustado llamar a Katie o Luisa, pero era demasiado tarde y no sabía si ya habían terminado el libro.

Le di la espalda a la ventana y me dirigí a la computadora, que se encontraba en un pequeño escritorio en el estudio junto a la sala de estar. Chrissy estaba ocupándola.

—¿Qué haces? —pregunté casualmente, apoyándome en la puerta. Pude ver que estaba chateando con alguien, pero siempre se ponía a la defensiva si le preguntaba con quién.

—Chateando con Madison, estamos tratando de decidir a cuál fiesta ir el próximo viernes —dijo, mirándome.

Cuál fiesta. Claro.

—Supongo que vas a ir al baile escolar —dijo burlonamente, como si fuera demasiado cursi. Debería estar agradecida de que ella no estaba pensando en ir; sabía que si quisiera podría conseguir entradas.

Me encogí de hombros. —Probablemente.

—A Madison y a mí nos gusta más las fiestas en casas. Son mucho más divertidas.

Vi el desafío en sus ojos. Chrissy me estaba retando a decirle que 1) ella no debería ir a fiestas, 2)era demasiado joven, y 3)Madison era una mala compañía. Después ella me contestaría que a)no era su mamá, así que no me metiera en su vida; y/o b)que estaba celosa de su maravillosa vida social.

Por alguna razón, a Chrissy le encantaba burlarse de mí en esos días. Al crecer habíamos sido cercanas —con las comunes peleas—, pero desde que mamá y papá se separaron, Chrissy se había vuelto en mi contra. Supongo que tenía que liberar su ira de alguna manera, y yo era un blanco fácil.

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—¿Ya terminaste de utilizar la computadora? —pregunté.

Ella suspiró, decepcionada de que no la sermoneé. —Sólo un minuto.

Cerró su sesión de Facebook con una mano, mientras mandaba mensajes en su celular con la otra, y luego se levantó. Mamá insistía que tuviéramos celulares por cualquier emergencia. Las tres teníamos el plan que nos daba mensajes gratis las tardes y fines de semana, lo que significaba que frecuentemente Chrissy estaba al celular cuando estaba en casa.

Me dejé caer en la silla y entré a mi favorito fan-site5 de Otherworld, entonces

inicié sesión en el foro como SSrraa..AAlleexxaannddeerrBBaannkkss88002211. Era extraño pensar que había ocho mil veinte Sra.AlexanderBanks antes que yo. Obviamente, muchas reconocían que él era el personaje más increíble que alguna vez haya existido. No entendía cómo la mayoría de las chicas preferían al reflexivo, sensible James. Era una locura. Empecé a escribir.

SSrraa..AAlleexxaannddeerrBBaannkkss88002211:: (*Spoilers*) Acabo de terminar The Mists.

¡No puedo creer que se haya quedado en Alexander persiguiendo a Vigo!

¿Creen que muera Alexander en el próximo libro? Estoy muy preocupada.

Esperé, y la respuesta llegó casi al instante:

EEnnaammoorraaddaaDDeeJJaammeessXXssiieemmpprree222222:: No me sorprendería si la

autora lo matara. No parece que esté destinado a encontrar la felicidad. Si

fuera a tener un final feliz, ya habría conocido a una chica.

Con esta teoría, otros empezaron a contestar.

TTeeAAmmooJJaammeessBBaannkkss99664488:: No se atrevería a matarlo. ¡Sabe que

todos nos volveríamos locos! He oído que tiene un bloqueo de inspiración y

no ha comenzado el tercer libro todavía. Tal vez no sabe qué hacer con

Alexander.

¿Bloqueo de inspiración? Pensé que con temor mientras empezaba a escribir de nuevo.

5 Foro de Fans.

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SSrraa..AAlleexxaannddeerrBBaannkkss88002211:: Espero que supere su bloqueo pronto,

porque un año es demasiado tiempo para el próximo libro, no puedo

imaginar esperar más.

FFaannDDeeEElliizzaabbeetthhHHoowwaarrdd44330077:: Creo que va a hacer que Vigo mate

a Alexander. James se enfurecerá y se volverá violento (un completo

cambio). ¡James, el pacifista, matando a Vigo sería el final perfecto de la

serie!

Un montón de comentarios le siguieron, la mayoría de ellos diciendo que sería un final terrible. Como si matar a Alexander fuera a ser genial. Como si la personalidad de James fuera a dar un giro de 180.

Tenía un nudo en la boca del estómago. Si Alexander moría, significaba el fin de mi fantasía, y eso sería demasiado difícil de soportar.

*** Vigo Skaar miró por la ventana de su escondite, un sótano en una casa abandonada. Escaneó las calles con sus pálidos ojos, asegurándose que no tenía nada de qué preocuparse. Alexander Banks no pudo haberlo seguido hasta allí. El cazador de vampiros era bueno, pero no tanto.

Tenía sed, demasiada. Pero cazar no era fácil cuando él mismo lo estaba siendo. Se apartó de la ventana y fue a sentarse en un sillón viejo maltrecho, uno de los muchos recordatorios de los anteriores habitantes.

Cuando la gente huye de la ciudad en estos días, por lo general es a toda prisa. Muchas hermosas casas están siendo dejadas al olvido por NOSOTROS, pensó con orgullo.

Si Alexander pensaba que podía ser más astuto que él, estaría decepcionado. Como siempre, todo se reducía al cálculo de probabilidades —dudaba que Alexander lo entendiera. Las probabilidades de adónde correr, medir riesgos.

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Eso era algo en lo que Vigo era excelente: anticipar el próximo movimiento de Alexander.

A veces, disfrutaba de jugar. Otras, como ahora, Alexander era una jodida molestia. Lamentó no haber matado al muchacho cuando tuvo la oportunidad. Pero entonces, si hubiera sabido que el joven Alexander estaba presente cuando estaba matando a su familia, lo habría hecho. Vigo sintió los vellos de su cuello erizarse, y se levantó del sillón, asumiendo una postura de lucha. Su depredador se acercaba. Vigo sintió el rugido de sed de sangre en su estómago. Un depredador que pronto se convertiría en su presa....

Me quedé mirando la pantalla, mordiendo mi labio inferior. La cosa depredador-presa había sido exagerada. Sólo era la cosa gato-ratón, ahora que lo pensaba.

Eliminé la última línea de la historia real y releí la escena.

Terminar de leer The Mists of Otherworld esa noche me había llenado de creatividad. Quería ponerle fin a la línea de la historia Vigo/Alexander de una vez por todas —con Alexander al final vivo, por supuesto. Estaba emocionada de publicarlo en un sitio web de fan-fics 6 y esperaba que a otros fans les gustara.

Eran las 12:34am, definitivamente ya era hora de parar de escribir y dormir. Muchas veces me había quedado hasta tarde escribiendo, como consecuencia al día siguiente tenía dolor de cabeza.

El problema era que yo era una persona de la noche, en la oscuridad trabajaba mejor. Escribía desde hace tanto como podía recordar, pero una vez que leí Otherworld, dejé mis historias originales para centrarme en el fan-fic. Era un mundo tan rico y emocionante que no podía pensar en ninguna otra cosa.

Sabía que si iba a ser escritora, tendría que escribir mi propio material original algún día. Era una lástima que el personaje de Alexander Banks ya había sido creado por Elizabeth Howard.

Deseaba que fuera todo mío.

6 Escritos hechos por fans sobre la continuación o cambio de giro de un libro ya publicado.

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2 El lunes, tan pronto como sonó la campana para el almuerzo, me detuve a visitar a una de mis mejores amigas: la bibliotecaria escolar.

La Sra. Parker era una mujer de mediana edad Afro-Americana con su cabello sal-pimienta en trenzas y gafas con estilo. Estaba a favor de coloridas chaquetas de punto, faldas fluidas y té verde. Al igual que mis amigas y yo, era una adicta a la lectura, y siempre parecía tener un libro unido a su mano izquierda.

—Ya lo terminaste, ¿verdad? —preguntó la Sra. P., también era una fan de la serie Otherworld, lo que la convertía en la más cool bibliotecaria de la vida.

—¡No puedo creer que terminara así! —grité, desplomándome en una silla junto a su escritorio.

Ya había discutido el final con Katie y Luisa en el autobús a la escuela por la mañana. Mis dos amigas estaban indignadas por el suspenso en la historia, pero no estaban tan preocupadas como yo sobre lo que iba a pasar con Alexander. Luisa especuló que Vigo no mataría a Alexander, sino lo convertiría en un vampiro. La idea me hizo estremecer, Alexander odiaba tanto a los vampiros que si se convertía en uno, podría estacarse a sí mismo.

—Lo sé —dijo la Sra. P., envió un correo y se volteó a verme—. Sin embargo te puso más ansiosa en la espera del último libro, ¿no? Creo que Elizabeth Howard hizo un trabajo excelente en mantener a su público comiéndose las uñas.

—Tienes razón —admití—. Simplemente no me gusta la idea de comerme las uñas todo un año.

En ese momento, ella se echó a reír.

La Sra. P. había comenzado a trabajar en mi escuela un año antes de que yo llegara en noveno grado, y había trabajado duro en mantenerlo. La mayor parte de la colección de la biblioteca tenía más de cuarenta años de antigüedad. La Sra. P. utilizaba todo el dinero que tenía en sus manos para comprar más libros y traer los más recientes. Ponía los más brillantes en la parte delantera de la biblioteca para atraer a los estudiantes. Iba a todas las ferias de libros posibles

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para conseguir libros gratis, e incluso escribía a los editores pidiendo copias de muestra.

Si alguien era una bibliotecaria nata, era la Sra. P., que es el por qué había estado tan sorprendida al saber que no había sido su meta originalmente. Ella en realidad tenía una maestría en física, de todas las cosas, y había estado a punto de comenzar su doctorado cuando el destino —o más bien su amor por los libros—, la llevó en una dirección diferente.

—Tengo miedo de que Elizabeth Howard mate a Alexander —dije—. Algunas personas en línea están diciéndolo. No crees que lo vaya a hacer, ¿verdad?

—¿Quién sabe lo que está pasando por su cabeza? Mi conjetura es que ella ama a Alexander tanto como nosotras. Y él añade mucha emoción a la historia, mientras que James puede ser un poco empalagoso, aunque no me atrevería a decir eso delante de Katie o Luisa —añadió la Sra. P. con los ojos brillantes—. La cosa es que Alexander es un personaje muy oscuro. Ella puede que lo vea como una figura trágica... El tiempo nos lo dirá.

—Vamos, tienes algunas conexiones con las personas que publican, ¿no? ¿No puedes redactar una petición con tus amigos bibliotecarios solicitándole a Elizabeth Howard darse prisa con el tercer libro y mantener a Alexander con vida?

Ella sonrió. —Sólo es una posibilidad. Mientras tanto, tengo otro libro para ti, recién salido de la imprenta.

No había nada como ser el primero en leer un libro nuevo sin tener que pagar. Si me gustaba lo suficiente, lo compraba. Pero últimamente me había abstenido de gastar en libros —a excepción de The Mists, por supuesto—, ya que la cafetería donde trabajaba desde hace un año se había ido a la quiebra en agosto. Había hecho varias solicitudes con mi buen currículum desde entonces, pero nadie me había contratado.

La Sra. P. sacó un libro que estaba debajo del mostrador con la cubierta de una florería. Era el nuevo libro de Sheila Katz. Sus luminosas y divertidas novelas chic apelaban mi lado caprichoso.

—Pensé que sería un buen cambio de ritmo después de Otherworld —explicó.

—Gracias, Sra. P. Voy a cuidarlo bien. —Después de escanear el código de barras y mi tarjeta de la biblioteca, puse el libro en mi bolso.

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—Entonces, Amy. Aparte de tus preocupaciones por Alexander Banks, ¿va todo bien? —La Sra. P. tenía una manera maternal de decir las preguntas, otra cosa que me encantaba de ella. Si querías hablar, adelante. Y si no, no te presionaba. Siempre estaba abierta la puerta de sus oídos.

Había un montón de cosas que podía contarle. Por ejemplo, Chrissy volviéndome loca estos días. O mi papá casi nunca comunicándose, y cómo me dejó de importar si lo hacía. Pero decirlo no iba a cambiar nada.

—Sí, las cosas están bien.

La Sra. P. me dio una mirada conocedora, pero no insistió. —¿Estás deseando que llegue el baile este viernes?

—Un poco —le dije con un encogimiento de hombros. Sabía que Katie y Luisa estaban probablemente discutiendo sobre el baile ahora mismo en nuestra mesa en la cafetería. Luisa queriendo que eligiéramos nuestros out-fits7, y Katie adivinando quién iba con quién. Ninguna de nosotras tenía citas.

A diferencia de mis amigas, yo nunca había tenido un novio. Sí, un flechazo por aquí y allá, pero nunca algo serio. Luisa había tenido varios novios, y Katie, que era súper tímida con los chicos, había salido con un chico del campamento hace dos veranos. Toda mi experiencia constituía en una especie de beso baboso con uno de los muchos primos de Luisa en su fiesta de cumpleaños el año pasado. Nunca me llamó, y no le di importancia.

Aunque nunca se lo admitiría a alguien, leyendo The Mists of Otherworld me había quedado con un intenso anhelo. ¿Cómo sería tener, me preguntaba, una cita con alguien como Alexander Banks?

A medida que pasaba la semana, el entusiasmo de Katie y Luisa por el baile escolar se comenzó a sentir contagioso. El tiempo era frío y gris todos los días, así que volvía a casa directamente de la escuela, hacía la tarea, y escribía mi fan-fic. Para la noche del viernes, estaba más que lista para salir. Mi yo secreto y romántico esperaba que algún chico lindo de otra escuela se presentara en el baile y se fijara en mí. Nunca sucedía, por supuesto, pero me aseguré de verme bien por si acaso. Eso significaba poner alguna clase de producto en mi cabello húmedo —Chrissy entraría en shock—, aplicarme un poco de maquillaje —

7 Conjunto de ropa, zapatos, maquillaje y accesorios.

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ídem—, y llevar una femenina y sutil camisa que Luisa me había regalado por mi cumpleaños.

Katie, Luisa y yo nos arreglamos en la casa de Katie, y fuimos en autobús a la escuela.

El gimnasio ya estaba lleno cuando llegamos. Una nueva canción de Beyoncé estaba reproduciéndose, nos dirigimos directamente hacia la pista de baile. Cuando terminó, otra canción igual de impresionante le siguió. Se sentía bien perderse en la música y me di una vuelta, mi cabello flotando en abanico alrededor de mí.

—¡Hola, chicas! —La Sra. P. se unió a nuestro triángulo, agitando sus brazos sobre su cabeza al ritmo de la música.

Unas pocas personas se rieron y nos señalaron. Está bien, quizás no era muy bien visto estar bailando con la bibliotecaria de la escuela. Pero no me importaba. Algunas personas eran geniales sin importar la edad que tuvieran. La Sra. P. era una.

Bailó con nosotras hasta el final de la canción, y luego regresó a su puesto en las puertas del gimnasio. Sin embargo, aún siguió tatareando, aplaudiendo y sacudiendo sus caderas, su falda rozando el piso. Me tuve que reír. No parecía importarle que nuestro estricto director, el Sr. Matthews, estaba de pie a su lado.

Cuando una canción lenta empezó, ya me moría de sed, y Luisa dijo que sus pies la estaban matando. Nos dirigimos hacia las máquinas expendedoras en la parte posterior del gimnasio. Luisa se mantuvo trastabillando en sus altísimas zapatillas, así que tuvimos que caminar muy despacio.

Compramos refrescos, y Luisa se apoyó contra la pared, quitándole peso a sus pies.

—Espero que Jake llegue pronto, sólo hay una hora más para bailar —dijo irritada, abriendo su lata de Coca-Cola y tomando un sorbo.

—Él no va a venir —le dijo Katie—. Hay una carrera de atletismo este fin de semana.

Luisa se había obsesionado con Jake Levine durante años. Katie siempre le insistía que ella lo invitara a salir ya, tanto para nuestra salud como para la de

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ella, pero Luisa nunca había hecho un movimiento. En secreto, pensaba que era lo mejor. Jake era guapo, claro, pero no me agradaba él o cualquiera de sus amigos, también conocidos como los deportistas, que incluía a Brian Kowalski, Reuben Torres y Tommy Baird. Esos tipos se comportaban como si gobernaran los pasillos —que, supongo, lo hacían—, y como si fueran un regalo de Dios para las mujeres —que, definitivamente, no lo eran.

—Jake no es el único chico lindo en esta escuela —señalé.

—Um, sí, lo es —respondió Luisa, rodando sus ojos—. Está bien, Amy. Si piensas que hay más chicos lindos, atrévete a bailar con uno.

—No, gracias. —Mientras mi mirada se deslizó sobre la pista de baile, me di cuenta que nadie aquí me inspiraba una mínima emoción. ¡Qué triste era sentir una mejor conexión con un personaje de ficción que con alguien en la vida real!

Después de charlar durante unos minutos más, nos dirigimos de nuevo a la pista de baile. Las sodas nos habían llenado de energía. Luisa se quitó sus zapatillas y bailó descalza, balanceándose alrededor, pero chillando cada vez que alguien le pisaba los pies.

En el momento que otro conjunto de canciones lentas se reprodujo, decidimos irnos. El baile terminaría pronto, de todos modos, así que pensamos apurarnos antes de que toda la gente saliera al mismo tiempo. Por desgracia, muchos tuvieron la misma idea.

—Nos vemos el lunes, Sra. P —dije, despidiéndome mientras bostezaba y salíamos del gimnasio.

—¿Necesitan que las lleve a casa? —preguntó.

—No, estamos bien —le dije.

El viaje en autobús era parte de la diversión; es donde platicaríamos de lo que pasó. No es que hubiera pasado algo emocionante, sólo nos gustaba encontrar algo de qué hablar.

Compramos algunas botanas en la tienda de comestibles al cruzar la calle antes de subir al autobús con un grupo de personas de nuestra escuela. Los estudiantes de primer año se reunieron en la parte de atrás, gritando, arrojando envoltorios de comida, bebidas y salpicando a todos. El conductor del autobús

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les dijo que se calmaran. Me di cuenta de que el siguiente año, Chrissy estaría entre ellos.

Fui la primera de mis amigas en bajarse del autobús. Otros chicos bajaron al mismo tiempo, lo cual fue bueno, porque la zona no era muy acogedora en la noche. Sólo tardaba cinco minutos en llegar a mi edificio, pero la neblina ocasionada por la fuerte lluvia lo hacía parecer eterno. Caminé rápidamente, ansiosa por pasar el parque.

Pleasant Park era el intento de una zona verde en la ciudad, plantaron algunos árboles y arbustos. Derribaron un par de edificios en ruinas, y habían sido sustituidos por una cancha de baloncesto, juegos infantiles y columpios. Estaba desierto a esa hora de la noche, y la vista de ello envuelto en niebla era espeluznante.

De repente algo golpeó mi tráquea, quitándome el aire. Mi cuerpo se tambaleó con la fuerza del impacto. Alcancé a ver una cabellera rubia plateada y escuché un gruñido vicioso. Estoy siendo atacada, pensé y me congelé por el horror. Un brazo se deslizó alrededor de mí y entonces me movió tan rápido que sentí como si estuviera volando por el aire.

Una figura oscura saltó de las sombras y agarró a mi atacante por lo que terminé en el suelo. Me puse de pie y eché a correr. Podía oír los golpes, maldiciones y gruñidos casis inhumanos. Un griterío agudo llenó mis oídos, provenía de mí.

—¿Está bien, señorita? —Alguien estaba manteniéndose a mi ritmo justo a mi lado con un largo abrigo ondeando al viento—. ¿Está herida?

Dejé de correr. Una cercana farola iluminaba la niebla, y vislumbré la cara del tipo. Se veía muy familiar, pero no podía reconocer de dónde.

—¿Adónde se fue él? —Di un grito ahogado, temblando. Recorrí los arbustos, aterrorizada de que mi atacante saltara en cualquier momento.

—Se fue corriendo. No pude alcanzarlo.

¿Alcanzarlo? Este tipo tenía que estar loco para pensar correr detrás de mi atacante. Me miró, y sentí como el aire hubiera sido succionado fuera de mí.

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Su perfil era recto y cincelado. Su oscuro cabello castaño ondulado le llegaba hasta los hombros y tenía un largo abrigo. Una línea de Otherworld me vino a la mente:

«El habría sido clásicamente guapo si no fuera por la expresión pétrea en su rostro.»

Le di a mi cabeza una sacudida. Por el amor de Dios. Después de todo lo que había pasado, todavía estaba pensando en Alexander. Di un respingo, pero su rostro y figura ahora estaban envueltas en la oscuridad y niebla.

Sólo fue un espejismo, una forma en que mi mente trató de darme comodidad después del susto.

Con las manos temblorosas, me quité de mi cara los mechones salvajes de cabello. No sabía quién, o qué, me había atacado, y no tenía idea de quién era mi salvador. Todo lo que sabía era que tenía que llegar a casa.

—Voy a acompañarla hasta su puerta, señorita —dijo el hombre—. ¿Es éste el camino?

Miré a mi alrededor, mi mente confundida. Estaba en el otro extremo del parque, donde estaban las cajas de arena y columpios. ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Corrí tanto? Me tomó un momento orientarme.

—Es al otro lado, en el edificio de apartamentos.

Casi tuve que correr para seguirle el paso mientras exploraba la oscuridad en busca de signos de un nuevo ataque.

—Tuve suerte de que estuvieras allí —le dije, tratando de recuperar el aliento.

—No fue suerte —dijo con firmeza—. Lo estaba siguiendo. Lo alcancé justo antes de que la agarrara, debo añadir. No me puedo imaginar lo que la poseyó para romper el toque de queda y dejarse a usted misma tan expuesta. No hay excusa para tal imprudencia.

Estaba estupefacta. ¿Él me estaba culpando por ser atacada?

—No estoy rompiendo mi toque de queda. Ni siquiera tengo uno. —Mamá nunca tuvo la necesidad de imponerme uno. Chrissy, por supuesto, era una historia diferente.

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Me lanzó una mirada furiosa. —¿En verdad? Me pregunto si el consejo de la ciudad lo confirmaría.

No tenía ni idea de lo que estaba hablando, o por qué hablaba de manera extraña, formal, pero no me importaba. Tenía problemas más grandes. Habíamos llegado a mi edificio, y prácticamente corrí a la pesada puerta de vidrio.

—Voy a llamar a la policía. —Busqué en mi bolsillo la llave—. Espero que les puedas dar una mejor descripción que yo. —Mis dedos se cerraron alrededor de la llave, pero mi mano estaba temblando tanto que me llevó varios intentos meterla en la cerradura.

—¿Llamar a la policía? ¿Está loca? Ellos no son nada contra él. Le tienen demasiado miedo.

Me volví a mirarlo. El área estaba bien iluminada, y por primera vez, pude verlo con claridad. Y me di cuenta, de nuevo, lo mucho que se parecía a Alexander Banks, incluso la expresión que llevaba en la portada de The Mists of Otherworld.

—Mira —le dije—. No sé por qué estabas siguiendo a ese tipo, pero no deberías ponerte en tal peligro. Podrías terminar herido. —Finalmente había sido capaz de abrir la puerta, y rápidamente entré en el lobby.

—Tengo toda la intención de matarlo antes de que él a mí —dijo, después de entrar.

Su tono serio me inquietó. ¿Estaba bromeando o algo así? Le dejaría a la policía averiguarlo. Saqué mi celular y lo encendí.

—¿Qué es eso?

—Un teléfono celular —dije lentamente, preguntándome qué le pasaba a este tipo. Un escalofrío subió por mi espalda. Tal vez no debí dejarlo entrar a mi edificio.

—¿Se refiere a un teléfono? Eso es muy raro, señorita... Perdóneme, no sé su nombre.

—Amy Hawthorne —le contesté automáticamente.

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—Yo soy Alexander Banks. —Él hizo una reverencia—. Para servirle.

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Lo miré fijamente durante unos segundos, aturdida por su gran actuación. Entonces me eché a reír. No pude evitarlo. Este hombre se había arreglado para parecerse deliberadamente a Alexander Banks. El cabello desordenado era normal, los chicos lo estaban usando para verse atractivos. Sin embargo, llevaba el vestuario completo; un abrigo largo y botas de cuero... era completamente un Alexander Banks. Sólo podía pasarme a mí; ser rescatada por un fan raro y completamente obsesionado con Otherworld.

—¿Qué es tan gracioso? —exigió, arqueando una ceja oscura.

—Te pareces mucho a él, te doy crédito.

—¿Me parezco a quién?

—Ya sabes, a Alexander Banks de la serie de libros Otherworld.

Él se quedó perplejo. —No sé de qué libros habla. En cualquier caso, tengo que ir al Distrito Byward para ver si puedo encontrar un rastro. ¿Sabe usted, tal vez, cómo puedo llegar allí desde aquí?

Distrito Byward. Era la zona del Chicago de Otherworld donde los vampiros se congregaban en la noche antes de merodear en la ciudad en busca de presas.

No entendía por qué seguía actuando. Me empecé a sentir incómoda. Algo estaba definitivamente mal con este tipo.

—Lo siento, pero no estoy de humor como para seguirte el juego. Soy un fan de los libros, también, pero tengo que tratar con la policía en estos momentos. —Me dirigí al ascensor.

—¿No me va a ofrecer su ayuda? —él preguntó.

Lo miré de nuevo. Y vi la intensidad de sus ojos, sentí un escalofrío de miedo. —Mi madre me está esperando arriba y podría bajar en cualquier momento. Y hay una cámara de seguridad allí. —Señalé a la derecha al espejo encaramado.

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Alcancé a ver un reflejo de nosotros: el-que-se-parecía-a-Alexander se acercaba a mí.

Él parecía confundido. —Sólo hace unos momentos, le salvé la vida, y ahora actúa como si la estuviera amenazando.

—Ese hombre no iba necesariamente a...

—Vigo Skaar nunca deja a sus víctimas con vida.

Algo dentro de mí se agitó. No, es ridículo. Sólo está tratando de asustarte. Y le estaba funcionando.

—Vigo es sólo un personaje de ficción, ¿de acuerdo? —Entré al ascensor y apreté el botón del tercer piso, pero di un salto cuando una bota se interpuso entre las puertas. Automáticamente se volvieron a abrir.

—No tan rápido. —Sus ojos oscuros me penetraron—. No hasta que explique por qué duda de mi palabra.

Salí del ascensor de inmediato. Este tipo estaba poniéndose más aterrador, y siempre había tenido miedo de ser arrinconada en un ascensor. Por lo menos en el lobby, alguien podría entrar. Y la amenaza de la cámara de seguridad podría hacerle pensar dos veces si tenía intención de hacerme daño.

—Por qué no nos sentamos —dijo. Evidentemente no era una pregunta.

Cuando él me tomó del brazo, no me resistí. Dejé que me llevara al sofá. Y él se sentó a mi lado.

—Me gustaría saber por qué no puede creer lo que estoy diciendo.

Me alejé de él tan sutilmente como pude. —No sé qué decir. Te dije que sólo quería llamar a la policía.

—Y yo le dije que la policía es ineficaz. En lugar de patrullar las calles en la noche, se ocultan en sus casas. No están calificados para enfrentarse a Vigo y su aquelarre. No pueden ser nuevas noticias para usted.

Él realmente parecía creer lo que estaba diciendo, eso sólo dejaba una opción: Él estaba loco. No le veía más que seguirle el juego.

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—Sí, supongo que tienes razón. De todos modos, si quieres llegar al Distrito Byward, es a, uh, un par de kilómetros al norte de aquí. Gira a la izquierda en la señal de alto, y sigue caminando.

—Gracias por las instrucciones.

Se puso de pie, y esperé a que se dirigiera a la puerta, pero no se movió. Sus siguientes palabras fueron meticulosas. —Usted se refirió a unos libros. Por favor, dígame por qué.

Suspiré y miré con anhelo al ascensor. —Alexander Banks es un personaje de los libros de la serie Otherworld. —Como si no lo supieras.

—¿Y cuál es el papel que supuestamente desempeño en estos libros?

—Eres el primo de James. Un cazador de vampiros.

Analizó mis palabras. —Soy consciente de que mis acciones se están publicado en el Diario Centinela, pero no en libros. Lo que diga el periódico, le aseguro que es totalmente autorizado. Soy el verdadero Alexander Banks. Le doy mi palabra.

—De acuerdo. Eres Alexander Banks.

Sus fosas nasales se dilataron. —Claramente no me cree. ¿Cómo puedo demostrarle que lo soy?

Probablemente esperaba que le hiciera preguntas sobre los libros, pero eso no probaría nada. Si era tan fanático como para hacer esto, lo más seguro era que supiera más que yo. Y entonces se me ocurrió algo. Podría terminar esto, aquí y ahora.

—Saca tu lengua.

—¿Perdone?

—Alexander Banks no puede beber nada demasiado dulce o agrio, porque su lengua fue cortada por el cuchillo de un vampiro. Si me muestras la cicatriz en tu lengua, te voy a creer.

—Muy bien. —Sacó la lengua.

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Di un grito ahogado. Allí estaba: una profunda cicatriz en la parte inferior de su lengua. Me quedé sin habla. Se suponía que no iba a ser capaz de demostrar que era Alexander. ¿Qué haría ahora? ¿Creerle? No se detuvo allí.

—Tengo varias otras cicatrices que pueden reforzar el veredicto. —Se quitó su abrigo y se desabrochó la camisa para revelar una cicatriz circular blanca debajo de su clavícula. Sentí que me ruborizaba, a pesar de mi miedo y frustración—. James y yo teníamos nueve, jugábamos esgrima con ramas de árboles. Me la enterró. Casi me desangré hasta la muerte.

Asentí con la cabeza sin decir nada. La historia estaba en Otherworld. Había sido una experiencia aterradora para los niños, pero los había unido, haciéndolos más como hermanos que primos. Comenzó a levantarse una de sus mangas. Su antebrazo era musculoso, y eso me hizo sonrojar, también.

—También tengo…

—Está bien. T-te creo.

El mundo estaba dando vueltas a mi alrededor. ¿Qué otra opción tenía que creerle? Puede que estuviera tan loco como para hacerse las marcas y así ser Alexander. Pero las cicatrices parecían demasiado viejas como para que se las hubiera hecho desde que los libros salieron. ¿Eso realmente significa...? ¿En realidad era...?

Cerré los ojos por un momento, tratando de controlarme. Cuando los abrí, Alexander seguía allí, de tamaño natural y tridimensional. A pesar de la cautela en sus ojos, se veía un poco más joven de como lo había imaginado. Pero era obvio si sólo le faltaban un par de meses para los diecinueve.

—Simplemente no lo entiendo —dije—. ¿Cómo puedes ser el Alexander Banks de los libros?

—No tengo la menor idea. Es por eso que tengo que ver esos libros de los que habla. Pero antes, por favor, dígame dónde estoy. Conozco esta ciudad como la palma de mi mano, pero debo haber perseguido a Vigo más lejos de lo que pensé.

Vigo.

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No. De ninguna manera. Vigo no podía estar aquí. No podía haberme atacado. Pero recordé el flash de una cabellera rubia plateada y un gruñido. Me estremecí violentamente.

—¿Está usted bien, señorita?

—No si estás diciendo que el tipo que me atacó en realidad fue Vigo.

—De hecho, lo fue.

No podía decir quién estaba más confundido ahora mismo, yo o Alexander. —Está bien. Tengo que mostrártelos. Los libros, quiero decir. Creo que será mejor que subamos a mi apartamento... Alexander.

Decir su nombre era tan extraño. Lo había dicho muchas veces antes, pensado más veces de las que podía contar. Pero nunca había esperado decírselo en la cara. En mi mente aturdida, me di cuenta que mi mayor sueño se había hecho realidad: Alexander Banks estaba aquí. En mi Chicago.

Pero también mi peor pesadilla: Vigo.

*** —Mamá, este es mi amigo, Alexander. Alexander, mamá.

Nunca había imaginado que Alexander Banks sería el primer chico que traería a casa, pero allí estábamos en mi sala de estar. Mamá me miró, luego a Alexander, y nuevamente a mí. No hacía falta ser un psíquico para leer su mente: ¿Quién es y por qué lo estás trayendo a las once y media de la noche?

—Encantada de conocerte, Alexander. —Le dio una sonrisa y tímidamente se tocó el cabello, lo llevaba recogido en una desordenada coleta. Me di cuenta de que estaba avergonzada de conocerlo en su Viernes de Pereza.

—Igualmente. —No se inclinó, durante el trayecto en el ascensor le había dicho que no hiciera eso ni que se pusiera a platicar. También que me tuteara.

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—Voy a conseguirnos algo de comer, ¿está bien, mamá?

—Hay sobras de pastel de carne en el refrigerador. Está hasta atrás. Mejor te acompaño, vamos.

—Toma asiento —le dije a Alexander.

Se sentó en el sofá, fascinado por la televisión reproduciendo una telenovela. Me miró con una asombrada expresión, pero le negué con la cabeza. Lo último que necesitaba era que mi mamá lo escuchara preguntarme qué era un televisor.

En la cocina, mamá me miró expectante.

—Él es un amigo del hermano de Luisa —dije, abrí el grifo y llené dos vasos de agua. Odiaba mentirle a mi mamá, y prefería no mirarla a los ojos mientras lo hacía—. Necesita un lugar donde quedarse. No le he ofrecido hospedarse aquí, quería preguntarte primero si podía… por un par de días.

—¿Cómo es que no he oído hablar de él?

Me encogí de hombros. —Nunca salió el tema. No somos cercanos, ni nada. ¿Dónde está el pastel de carne?

—Justo aquí. —Ella se inclinó en la nevera y sacó un plato de vidrio cubierto de papel de aluminio—. ¿Estás saliendo con él?

—No, para nada —le dije rápidamente—. Sólo somos amigos.

Una mirada de complicidad brilló en los ojos de mamá. Se dio cuenta que estaba enamorada de él. Esperé a que me empezara a acosar con preguntas, pero sólo dijo:

—¿Y sus padres?

—Murieron hace algunos años. Vivía con su tía, pero no se llevan bien.

Me sentí aliviada al ser capaz de decir la verdad sobre ello, por lo menos. Alexander había vivido con los padres de James desde que quedó huérfano. Su tía Helen había estado preocupada por la búsqueda de venganza de Alexander, y cuando ella insistió en que lo superara, él la vetó de su vida. Ella había fallecido en The Mists con el corazón roto por estar separados.

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—¿Por qué se viste así?

—Es fan de Otherworld, también. Algunas personas en el baile estaban disfrazadas.

Ella sonrió. —¿Fan de Otherworld? Estoy segura que tienen mucho en común.

—Más o menos.

—Voy a confiar en tu juicio, Amy. Puede quedarse por un par de días.

—Gracias. —La abracé.

Mamá siempre confiaba en mi juicio, nunca le había dado ninguna razón para no hacerlo. A diferencia de Chrissy, yo siempre era fiable, responsable y honesta. Hasta esta noche, al menos. Pero no podía decirle la verdad acerca de Alexander. Si lo hiciera, nos enviaría a los dos a evaluaciones mentales.

Calenté el pastel de carne en el microondas y le llevé un pedazo a Alexander, junto con un vaso de agua. Él se lo devoró. Mamá dijo buenas noches y se dirigió al pasillo, después de un minuto asomó la cabeza para recordarme darle sábanas y toallas limpias a nuestro invitado. Una vez que ella se fue de nuevo, Alexander me miró.

—¿Debo aceptar tal oferta de hospitalidad?

—Sí, mi mamá dijo que podías quedarte por un par de días. No le dije quién eras realmente.

—Pensé que mi reputación me recomendaba. Si lee el Diario Centinela, puede que haya oído hablar de mí.

—No hay ningún Diario Centinela aquí.

Su ceño se frunció. —¿No estamos en Chicago?

—Estamos en Chicago, pero no en tu Chicago. No sé cómo, pero ya no estás en Otherworld.

—¿Qué es Otherworld?

Dudé. —Es el nombre de los libros. Lo que estoy diciendo es que ya no estás en tu mundo.

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Pareció pensarlo detenidamente. —Entonces, ¿dónde estoy?

—No lo sé. Aquí. —Me hubiera gustado hacer algo para que entendiera, pero ni yo lo comprendía—. Un lugar sin vampiros.

—Debes estar equivocada. Fuiste atacada claramente…

—Lo sé. Pero no sé cómo eso llegó aquí, o cómo tú has llegado hasta aquí. Espera un segundo. Deja que traiga los libros.

Fui a mi cuarto, los agarré de mi mesa de noche y se los llevé. Él tomó ambos libros, mirando las cubiertas. —¡Dios mío, ese soy yo! ¡Y James! Y su…

Alexander siempre había estado totalmente en contra de la relación de James con Hannah. No creía que los humanos y los vampiros debieran mezclarse, mucho menos enamorarse.

Abrió Otherworld, pasando las páginas. Me senté a su lado, asegurándome de no estar muy juntos. Entonces le enseñé un capítulo a la mitad del libro que estaba desde su punto de vista.

—Asombroso —murmuró.

Él estudió los libros por un tiempo, de vez en cuando haciendo una exclamación de asombro. Y yo lo estudié embobada, tratando de dar sentido al hecho de que Alexander Banks estaba junto a mí. En mi sala de estar. En mi sofá. Pensé en tocarlo para asegurarme que era real, pero no me atreví. La sola idea hizo que mi cara enrojeciera.

¿Podría ser algún tipo de engaño muy elaborado creado para hacer bromas a fans de Otherworld y formar un reality show? Luisa y Katie daban propuestas de ese tipo. Tal vez había cámaras escondidas fuera, e incluso aquí en el apartamento. Eché un vistazo alrededor, sin ver nada fuera de lo común. Además, el ataque había sido demasiado violento para ser un montaje. Ningún productor se arriesgaría, podría haberme herido y demandado hasta sus pantalones. Y mi madre nunca jugaría tan pesado. Mi instinto me decía que él era el auténtico Alexander. Sólo tenía que confiar en mis instintos, hasta que tuviera pruebas que demostraran lo contrario.

Finalmente, Alexander puso los libros a un lado y se hundió en el sofá, rastrillando una mano por su cabello oscuro.

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—No sé qué hacer.

—Yo tampoco. Tal vez perseguiste a Vigo a través de un portal de algún tipo.

—¿Un portal? En mi mundo, los portales son ficción.

—Aquí también. Pero debe haber alguna razón por la que comenzaste persiguiendo a Vigo en el Chicago de Otherworld, y terminaste persiguiéndolo en el verdadero Chicago.

En el momento en que vi su cara contraerse, deseé no haber dicho nada.

—Crees que mi mundo es el mundo de fantasía, ¿verdad? —preguntó Alexander—. Te aseguro que no. Este mundo, que afirmas no tiene vampiros y tiene rarezas como —Señaló a la televisión— mini-proyectores de cine, parece fantástico para mí.

No supe cómo responder. En cierto modo, tenía razón; su mundo era completamente real para él. Alexander Banks no era, y nunca había sido, un personaje de ficción.

Mi primer pensamiento fue que tenía que llamar a Katie y Luisa, decirles todo. Pero sabía lo loca que sonaría. Tendría que esperar.

—Lo siento —dije finalmente—. No quería decir eso. Tu mundo es tan real como el mío.

—Gracias. —Parecía absorto en sus pensamientos—. Tiene que haber algún lugar donde se fusiona mi Chicago y el tuyo. De lo contrario, esta escritora no podría saber lo que estaba pasando allí. —Hizo una pausa—. Si existe un portal, creo que se encuentra en las proximidades del puente de la Avenida Michigan. Justo después del anochecer localicé a Vigo y lo perseguí por el puente. Poco después, me di cuenta de que no reconocía donde estábamos. El puente termina en la frontera con el Distrito de Elgin, y claramente no estaba allí. Ahora que lo pienso, fue entonces cuando me di cuenta que muchas personas estaban fuera del toque de queda.

—Y entonces terminamos en mi edificio de apartamentos.

—Sí. Había perdido brevemente el rastro de Vigo. Me imagino que estaba tan desorientado como yo. Debe ser por eso que se detuvo a alimentar, no se dio cuenta que todavía estaba detrás de él.

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Detuvo a alimentar. Me mareé. Si Alexander no hubiera aparecido, Vigo habría... Negué con la cabeza. No había tiempo para el trastorno de estrés post-traumático. Teníamos que averiguar lo que estaba sucediendo.

—Tal vez si vamos al puente —sugerí—, hay una posibilidad de que encuentres el camino a casa.

No estaba segura de si eso iba a funcionar, después de todo, había cruzado ese puente muchas veces y nunca terminé en Otherworld. Pero valía la pena el intento.

—Llegar a casa no es mi principal preocupación. —Él me lanzó una mirada dura, y supe lo que estaba pensando. Cualquier fan de Alexander lo sabría.

—Quieres encontrar a Vigo.

—Hasta que no sepa con certeza que Vigo ha vuelto a mi mundo, no voy a ninguna parte.

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4

Anoche. El ataque. Alexander.

¿Había soñado todo? ¿O realmente Alexander, ahora mismo, estaba durmiendo en el sofá-cama del estudio? Me moví para mirar el reloj, haciendo una mueca por el dolor en todo mi cuerpo. Me quité de encima las sábanas y vi moretones en mis brazos donde Vigo me había agarrado. Era toda la garantía que necesitaba para creer que la noche anterior había ocurrido.

7:39am. Mi segundo sábado despertándome demasiado temprano. Pero no había ninguna posibilidad de volverme a dormir. Me sorprendió que incluso durmiese porque había permanecido despierta durante horas, mi mente girando.

Agarré unos pantalones vaqueros y una camiseta de punto, poco a poco tirando la ropa sobre mi cuerpo dolorido. Después de cepillarme los dientes, fui a mi tocador para ponerme brillo labial y cepillar mi pelo. Miré a mi alrededor. Como siempre, mi habitación estaba sucia, rebosante de libros. Un signo colgaba de mi puerta:

Las mentes creativas rara vez son ordenadas.

Aún así, agarré los calcetines y camisetas dispersos y los metí en mi cesto de ropa sucia. ¿Qué estaba haciendo? Un hombre de Otherworld nunca entraría al dormitorio de una chica. Sería arruinar su reputación.

Mi cara ardió.

El apartamento estaba en silencio. Mamá y Chrissy aún dormían, se quedaban en sus camas hasta tarde los sábados. Miré en el estudio, y vi que las sábanas y la almohada estaban dobladas junto al sofá. Oí un ruido en la cocina, así que me dirigí hacia allí.

Y encontré a Alexander sentado en la mesa de la cocina con una taza de té, absorto en Otherworld.

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Me miró. —Buenos días, Amy.

Escuchar mi nombre pronunciado con su voz suave y profunda era sorprendente.

—¿Dormiste bien? —pregunté, tratando de calmarme.

—No dormí. Salí con la esperanza de recuperar su rastro. Luego, al amanecer, regresé y empecé a leer. Espero que no te importe que agarrara tus llaves.

—Está bien. —Vi que mis llaves estaban en la mesa junto a la puerta, donde las había dejado. Debería haber sabido que Alexander era alguien de la noche, como un vampiro. Era lógico, si era un cazador de vampiros. No lo había oído salir o regresar, pero el sigilo siempre había sido uno de sus fuertes.

—Duermo por las tardes —explicó Alexander—. Pero entonces, supongo que ya lo sabes. Sabes mucho sobre mí. —Su boca se apretó—. Parece que no hay detalle de mi vida demasiado pequeño que Elizabeth Howard no compartiera con el mundo.

Logré una sonrisa. —Eso es lo que hace a Otherworld tan fascinante. Los detalles.

—Estoy seguro de que Howard estaría encantada de tu aprobación.

—¿Por dónde estuviste anoche?

—Por toda tu ciudad. Fue algo divertido. Algunas calles tienen los mismos nombres que en mi Chicago, otras son diferentes. Algunas de las áreas son iguales, otras son completamente diferentes. Voy a tener que estudiar un mapa antes de salir de nuevo esta noche. —Con eso, él dirigió su atención al libro.

Vi un plato con migajas de pan y el plato de mantequilla frente a él. Ayer por la noche, le había dicho que él se tendría que hacer de desayunar, pero no estaba segura que pan y mantequilla fuera gran cosa.

—Voy a hacernos huevos.

—No te preocupes. Ya tuve mi sustento.

—Voy a hacerte unos de cualquier forma. —Sentí que necesitaba algo más sustancial que un simple desayuno.

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Decidí que huevos revueltos con salsa de tomate y queso era lo que iba a preparar, puse un sartén en la estufa y saqué los ingredientes de la nevera. No era una chef gourmet, pero sabía cocinar. Con mamá teniendo tantos turnos irregulares mientras crecía, a menudo no había nada para comer o cenar, y papá era feliz dándonos hot-dogs y frijoles pre-horneados.

Eché una mirada por encima del hombro. ¡Alexander Banks está en mi cocina! Me iba tomar algún tiempo acostumbrarme. Traía su camisa blanca arremangada, y sus largas piernas estaban estiradas frente a él, abrazadas por un par de anticuados pantalones caqui. Era hermoso, más de lo que había imaginado. Traté de sacar el pensamiento de mi cabeza. Fantasear con un tipo ficticio era una cosa; fantasear con él cuando estaba sentado a sólo unos metros era completamente otra. Rápidamente él lo iba a averiguar si seguía mirándolo así.

Cuando terminé de hacer los huevos, los dividí en dos platos, coloqué uno delante de él.

—Gracias. Es muy amable de tu parte.

—De nada. —Sabía que lo más probable era que se sentiría obligado a invitarme a sentar, pero no quería interrumpir su lectura, así que dije:

—Voy a comer en la otra habitación para que puedas leer. —Antes de que pudiera discutir, entré en la sala de estar.

Me senté en el sofá y le cambié al canal de noticias locales. Un periodista con los ojos hinchados estaba en la escena del crimen. Cinta amarilla bloqueaba un parque detrás él.

—Dos adolescentes fueron encontrados muertos en una cancha de baloncesto en Archer Park, al parecer con marcas de dientes en el cuello. La policía no está dando información, Jane, pero creo que están atónitos. Nunca se había visto algo igual.

Oh, Dios. Puse la cara entre mis manos. Esto no podía estar pasando, ¿verdad? ¿Vigo estaba causando un alboroto en mi ciudad? Y yo casi había sido su víctima.

Mis tripas se retorcieron. Apostaba que él había matado a esos pobres chicos después de que Alexander había frustrado su ataque contra mí. No había llamado a la policía anoche. Tal vez debería haberlo hecho. ¿Pusieron algún tipo de advertencia? ¿Han impuesto no más juegos de baloncesto nocturnos?

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El sofá se hundió a mi lado mientras Alexander se sentaba, su oscura mirada fija en el televisor. —¿Está, como, en vivo?

Asentí con la cabeza.

Vi la arruga entre sus cejas profundizarse al escuchar la noticia de los asesinatos. Si había tenido alguna duda de que Alexander era quien dijo que era, o que mi atacante anoche había sido Vigo, ya no más.

Alexander había estado tan cerca de capturar a Vigo al final de The Mists que había tenido a los lectores al borde. ¿Pero iba a ser capaz de lograrlo en una ciudad que no conocía?

—Voy a necesitar excelentes mapas de la ciudad —dijo Alexander, sus ojos sin apartarse de la televisión—. Esquemas de túneles subterráneos y sistemas de alcantarillado son esenciales.

—¿No crees que deberías tomar un par de días para conocer los alrededores? —pregunté—. Si no conoces el lugar, podría voltearse en tu contra.

—Vigo no conoce la ciudad, tampoco. No tiene sus escondites habituales, ni la protección de su aquelarre. —Él tomó una respiración—. Esta podría ser la oportunidad que he estado esperando.

Alexander tenía razón. Y aunque tenía miedo por su seguridad, también tenía miedo de todo el mundo en esta ciudad. Nadie sabía que había un vampiro de verdad estaba vagando.

—Te voy a conseguir mapas. Y algo de ropa, también. Para que no llames la atención.

—Te agradezco la ayuda y hospitalidad. —Se volvió hacia mí, sus ojos con una escalofriante determinación—. Te aseguro que haré cuanto esté en mi poder para detener a Vigo antes de que pueda causar más terror. No quiero que tu mundo se vuelva como el mío.

Yo tampoco.

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*** Una hora más tarde, Alexander Banks entró en el centro comercial llevando mi camiseta de los Cachorros8, sus propios pantalones y botas altas de cuero. La moda impar le consiguió algunas miradas, y estaba ansiosa para que se cambiara de una vez. Sin embargo el atuendo inusual no lo hacía menos atractivo, y podría decir que muchas de las miradas eran de mujeres intrigadas.

Mientras Alexander y yo nos dirigíamos hacia una tienda en el extremo sur del centro comercial miré a mi alrededor, esperando no encontrarme con alguien conocido de la escuela. Afortunadamente, Katie y Luisa estaban ocupadas con obligaciones familiares. Y eran justo después de las 9am y el centro comercial estaba medio vacío. Pero aún así estaba paranoica.

Alexander también estaba mirando a su alrededor, pero sus ojos estaban muy abiertos y parecían casi abrumadores.

—Esto definitivamente no es mi Chicago —dijo—. Nunca he visto nada así. Tantas luces y colores. Es vertiginoso.

—¿Hay centros comerciales en el tuyo? —No podía recordar si mencionaban alguno en los libros.

—Hay centros comerciales de diversa índole. Ninguno tan colosal como este. Y todos están iluminados con luz natural, por obvias razones. —Él miró hacia el tragaluz enorme—. ¿Hay partes de esta plaza que no se expongan a la luz natural?

—Creo que sí. Hay un montón de bodegas en el sótano y también está el estacionamiento subterráneo.

La mirada de Alexander se volvió preocupada. —Durante la luz del día Vigo podría estar paseando.

8 Los Cachorros es un equipo de béisbol profesional de Estados Unidos, con sede en Chicago, Illinois.

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La idea me hizo estremecer. A pesar de que estábamos en la planta baja con mucha luz natural, me encontré mirando por encima de mi hombro. —Hay un montón de lugares donde podría moverse durante el día. Centros comerciales, cines, edificios. Y hay kilómetros de túneles subterráneos de metro por toda la ciudad.

Alexander asintió con la cabeza, mirando determinado. —Terminemos las compras, Amy, para que pueda estudiar los mapas.

Cuando llegamos a la tienda departamental, Alexander miró a su alrededor con asombro otra vez. —Es una amplia selección de... todo —dijo, viendo los pasillos llenos de mercancía—. ¿Cómo se elige?

Le mostré algunos pantalones de chandal, dijo que se veían ridículos. Supuse que la gente no los usaba en el Chicago de Otherworld. Pero cuando le dije que eran para correr, estuvo dispuesto a probárselos. Le ofrecí algunos pantalones de color caqui que aprobó. Luego tomó unas camisetas, una sudadera, una chaqueta, calcetines y artículos de higiene personal.

—Voy a encontrar una manera de pagarte —dijo después de salir de la tienda con nuestras compras. Sabía que era difícil para él dejarme comprar estas cosas, pero no tenía elección. Hasta que conociera mejor mi mundo, tenía que confiar en mí.

—Me has salvado la vida, y estás tratando de proteger a mi ciudad. Es lo menos que puedo hacer —le dije con sinceridad.

—Estoy, no obstante, agradecido. —Él se frotó la sien, como si las luces le dieran dolor de cabeza—. ¿Ya nos vamos?

—Una cosa más. Creo que deberías tener unas zapatillas deportivas. —Miró a sus botas de cuero maltratadas.

—Mis botas están bien.

—Tal vez, pero vamos a echar un vistazo. —Nos encaminamos a una tienda deportiva y lo llevé a la sección de zapatillas deportivas, donde decenas de opciones estaban exhibidas en las paredes.

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Alexander tomó unos cross trainer9 de Nike. —El diseño es extraño.

—¿Por qué no te los pruebas? Puede que te sean más cómodos que tus botas.

—Este zapato claramente no es de mi tamaño, y no hay tiempo para que hagan uno.

Traté de no reírme. —Ellos tienen más en el cuarto de atrás, seguramente hay de tu tamaño —le expliqué. Era divertido las cosas que dábamos por sentado en nuestra vida diaria.

Un vendedor se acercó, preguntando si queríamos que trajera de algún número.

—Va a probarse unos, pero no está seguro de su número —respondí por él—. ¿Podría medir sus pies?

Alexander se vio sometido a que le midieran los pies, y luego esperó en calcetines a que el vendedor trajera las zapatillas. Se las puso y caminó unos pocos pasos.

—No son tan malos, en lo absoluto. Se sienten como si estuviera caminando sobre malvaviscos. Gracias, Amy, pero mis botas están bien.

Una vez más, contuve la risa. —Se llaman zapatillas deportivas. Te ayudarán a correr aún más rápido de lo que puedes.

—¿Más rápido? —Eso llamó su atención. Dio un salto hacia arriba y abajo varias veces para probarlas—. Nada mal.

No estaba interesada en la etiqueta de precio de cien dólares, cualquier cosa que pudiera ayudar a Alexander en su búsqueda de Vigo valdría la pena.

Alexander se cambió de ropa en el baño del centro comercial. Cuando llegamos a casa, eran las once y media. Por suerte, Chrissy aún no se había levantado, y mamá había dejado una nota diciendo que había salido al supermercado, lo que podría tomar un tiempo. Hice una búsqueda rápida en Internet y descargué todos mapas de la ciudad que encontré, luego los imprimí. Alexander los extendió en la mesa de la cocina y los estudió, preguntándome al mismo tiempo. Él quería que le describiera las diferentes partes de la ciudad, lugares

9 Los cross trainer son los que te permiten hacer diferentes deportes con ellos debido a su único diseño.

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de interés, topografía, todo. Pensé que conocía bien mi ciudad, pero no fui capaz de darle toda la información que quería. Sin embargo, me metí a investigar en Internet varias veces.

En un momento dado, Chrissy apareció en la puerta de la cocina, soñolienta y con un corto camisón.

—¿Quién es ese? —me preguntó, mirando a Alexander.

Chrissy, no es que no hayas aprendido modales, pensé irritada, simplemente no los usas.

—Él es mi amigo Alexander. Se quedará con nosotras durante un par de días.

—¿Alojarse aquí? ¿Por qué?

Alexander levantó la vista de los mapas, su mirada fría. —¿Y quién eres tú?

Pareció desconcertada. —Chrissy.

—¿Chrissy? —repitió, como si no le gustara—. No es un nombre común.

—Es la abreviatura de Christina —le expliqué.

—Ya veo —dijo con una inclinación de cabeza—. Ese es un nombre que sí reconozco, sin duda.

—¿Tienes un problema con mi nombre o algo así? —le preguntó Chrissy con suspicacia.

—No. —Él se quedó perplejo—. ¿Y tú? —Cuando ella no respondió de inmediato, volvió su atención a los mapas, efectivamente ignorándola.

Chrissy hizo una mueca, luego agarró una caja de Pop-Tarts10 y se retiró. La seguí hasta la sala de estar.

—¿Quién es ese tipo? —exigió—. ¿Y por qué tiene que estar aquí?

10 Es el nombre de unas galletas planas, rectangulares y pre-horneadas hechas por la compañía

Kellogg's.

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—Él es un amigo de un amigo y necesita un lugar donde quedarse. Por favor, se amable con él. —Si mamá iba a dejar a Alexander quedarse aquí, era necesario que Chrissy estuviera de acuerdo.

—Yo siempre soy linda. —Tomó un bocado de su Pop-Tart—. Él fue totalmente grosero.

—No tenía la intención de serlo. Sólo llegaste en un mal momento. Él trabaja de noche y no ha ido a la cama todavía.

—¿No ha ido a la cama todavía? Es una locura. ¿Dónde trabaja?

Pensé rápido. —En una tienda 24hrs.

—¿24hrs, en serio? ¿Es que no va a la escuela? Él se ve de la edad de un universitario.

Chrissy era muy prejuiciosa. Y estaba en contra de estudiar.

—No sé cuáles son sus planes —le contesté.

Chrissy me lanzó una mirada. —Es guapo, sabes.

Decidí ignorar eso. Chrissy se dejó caer en el sofá y encendió la televisión. Las noticias locales seguían informando sobre los adolescentes asesinados. Chrissy escuchó con la boca abierta.

—¿Viste? —Ella se volvió para mirarme—. Algún loco anda por ahí matando a la gente, pretendiendo ser un vampiro. Es por todos esos libros que leen los que no tienen una vida.

—No sé —le respondí calmadamente. Si sólo Chrissy supiera cuán estrechamente ligados a los libros estaban los asesinatos.

»Pero de todos modos —agregué—, debemos ser cuidadosas. Obviamente alguien peligroso anda suelto.

—Wow, qué miedo —dijo a la ligera, pero me di cuenta que la noticia le había afectado—. Voy a tomar una ducha.

Apagó el televisor, y se fue a su cuarto. Cuando volví la cabeza, Alexander estaba de pie allí. Tenía los mapas enrollados en sus manos como un pergamino.

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—Tu hermana es un espécimen interesante. —Por su tono, me di cuenta que no era un cumplido. Chrissy tenía una manera de poner a la gente en su contra.

—Ella está pasando por una fase. Una larga fase.

—Sus modales son insuficientes. A diferencia tuya.

—Gracias —le dije, ocultando mi sonrisa—. Chrissy puede ser muy molesta. Trato de no dejar que me moleste.

—¿Has tenido éxito?

—No siempre. Ha sido mucho peor desde que mi padre se fue.

—¿Tu padre se fue? ¿A la guerra?

Casi me reí. —No, nada noble. Se fue un día después de haberle dicho a mi mamá que estaba viendo a otra mujer.

Alexander silbó entre dientes. —Lo que él hizo es impensable. Conozco a pocos hombres que harían una cosa así. Las mujeres y niños nunca deben estar sin un hombre que los proteja y vea por ellos.

Me encrespé, pero luego recordé de dónde venía Alexander, literalmente. —Es diferente aquí. No necesitamos la protección de un hombre. Una gran cantidad de hombres, y también mujeres, dejan a sus familias y comienzan otras nuevas. Las palabras «hasta que la muerte nos separe» no han sido seguidas desde hace mucho.

Alexander frunció el ceño. —Es una píldora difícil de tragar.

—Sí.

—Tu padre parece ser un canalla de primer orden.

La palabra «canalla» era común en Otherworld. Significaba «idiota».

—No creo que haya hecho nada malo. Dice que no tenía la intención de enamorarse de alguien más. De todos modos, no hay ningún punto en discutir con él. Cuando lo molesto, no sé de él durante semanas. —Me sorprendió lo natural que se sentía confiar en Alexander, como si lo conociera desde hace mucho tiempo.

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—Eso es por la culpa de él —dijo Alexander, pensativo.

—Tal vez. No lo sé.

—Yo lo sé, Amy. Porque he lastimado a personas, y odiaba mirarlos a los ojos.

Sabía de quién estaba hablando. —La tía Helen.

—Sí. Mi único pesar es la decepción que le causé. Ella era una mujer extraordinaria.

Me mordí el labio, preguntándome si ya había leído la escena en la noche en que Helen está en su lecho de muerte. Le dice a James que ella falló en salvar a Alexander porque no había sido capaz de romper su obsesión con Vigo y ayudar a construirle una vida para sí mismo. Murió con tristeza.

Sentí un nudo en la garganta. Lloré cuando Helen murió. Se podía sentir su calidez y bondad irradiando de las páginas. Ahora que sabía que Helen había sido una persona real, era aún más triste.

—Espero que no te moleste que sepa mucho de tu vida —le dije.

Alexander ladeó su cabeza. —Me molesta que esa tal Elizabeth Howard haya compartido tantas cosas sin mi permiso. Pero no tengo ningún problema con que tú lo sepas. Has sido más que generosa y unida conmigo. Estoy en deuda contigo.

—No, no lo estás. Al contrario, yo lo estoy contigo.

—Voy a discutir el punto en otro momento. En este momento, debo dormir.

—Por supuesto. —Él necesitaba descansar si iba a cazar esta noche. Rápidamente preparé el sofá-cama por él en el estudio, y cerré la puerta para darle privacidad.

Cuando fui a mi habitación, me pregunté cómo Alexander encontraría a Vigo. A pesar de que Vigo no tenía sus escondites favoritos, podía fácilmente encontrar nuevos. Mi Chicago ofrecía más y mejores escondites que los húmedos, oscuros sótanos y las alcantarillas de Otherworld. Aquí cada edificio principal tenía un sótano o estacionamiento con iluminación artificial. Vigo podría ocultarse en la comodidad de miles de lugares en toda la ciudad.

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Si tan sólo pudiera advertir al público de que la amenaza era mucho peor de lo que sabían... Entonces se me ocurrió que había algo que realmente podía hacer. Tenía la descripción del asesino, ¿no? Podía llamar a Crime Stoppers11.

Tomé mi celular y marqué.

—Tengo información del asesino vampiro.

—Continúe —dijo una mujer con voz nasal.

—Sé cómo se ve el asesino. Él me atacó anoche, pero escapó. Actuaba como un vampiro. —Por mucho que quería decirle que era un vampiro de verdad, no había manera de que me creyera—. Incluso se puso colmillos.

—¿Dice que la atacó, señorita?

—Sí.

—Nos gustaría que fuera a hablar con la policía inmediatamente.

—No puedo. Tengo demasiado miedo. —Escuché a mi voz vacilar con el miedo real—. Le voy a decir cómo se ve. Es todo lo que puedo hacer. Tiene cabello rubio plateado —acordé con la descripción vívida de los libros—. Ojos azules y piel muy pálida. De altura media, creo. Es muy fuerte, pero no lo supondrías si lo vieras. Es muy flacucho.

—Gracias, señorita. Espero que reconsidere ir y hablar con los investigadores. Puedo garantizar su anonimato. Parece que tiene suficiente información para serles útil.

—Por favor, sólo tiene que pasar esta información.

—Lo haré, pero ya hemos recibido cientos de llamadas sobre este caso, y para el final del día, podríamos tener miles. Si usted no se siente cómoda hablando con los investigadores, ¿me puede dar más pruebas que la corroboren? ¿En qué parte de la ciudad le atacó?

—El lado este. Cerca de un parque agradable.

—¿Cuándo?

11 Es una organización no lucrativa, ni gubernamental que lucha contra el crimen.

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—Viernes por la noche.

—¿A qué hora?

—Alrededor de las once.

—Está bien, señorita. Gracias por llamar a Crime Stoppers.

Colgué y tomé una respiración profunda. Lo más seguro era que no me había creído ni una palabra. Cientos de personas estaban llamando y dando la descripción de alguien que vagaba por las calles o de sus ex-novios.

Me sentía impotente. Tenía la esperanza de que Alexander atrapara a Vigo, porque si no lo hacía, la ciudad no tenía ni idea de lo que le esperaba.

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Silenciosas pesadillas pasaron de un escenario a otro. En la peor, la escalera de incendios fuera de mi ventana estaba llena de vampiros rogándome que les dejara entrar. Decidí abrir la ventana y negociar la paz. Fue entonces cuando se abalanzaron, por supuesto. Odiaba cuando era estúpida en los sueños.

Era domingo por la mañana. Despertaba de un sueño inquieto, del tipo que te hacía creer que no habías dormido nada. ¿Cómo podría relajarme sabiendo que Alexander estaba en la oscuridad y en peligro?

Lo había visto brevemente anoche. Se había despertado justo antes de la puesta del sol, comió las sobras de la comida y luego salió a la noche. Cuando mamá me miró inquisitivamente, le conté la misma historia que a Chrissy: trabajaba en la noche en una tienda 24 hrs.

Sentí una oleada de alivio cuando lo vi en el sofá de la sala. Supuse que ya había terminado Otherworld porque estaba leyendo The Mists.

—Hola —le dije, sonriendo. Era tan guapo que hacía apretar mi pecho.

Su boca se curvó en una sonrisa que no llegaba a sus ojos. No había necesidad de preguntar cómo le había ido en su noche de caza.

—Buenos días.

Vi un periódico en la mesa junto a él. El titular decía «¿COINCIDENCIA?».

Mostraba una foto de la escena del crimen la noche del viernes junto a una foto de Elizabeth Howard.

—Lo encontré fuera del apartamento de tu vecino —dijo mientras me pasaba el papel—. Sorprendente, ¿no? Otherworld es un fenómeno tan grande que la autora está siendo criticada por, de alguna manera, incitar el asesinato.

Me senté a su lado y leí el artículo. Chrissy tenía razón. La gente estaba conectando el lanzamiento de The Mists con el asesino vampiro. Algunos incluso pedían que los libros de Otherworld fueran prohibidos.

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—Es difícil de entender —dijo.

Asentí con la cabeza. —El hecho de que Elizabeth Howard escriba sobre vampiros no significa que deba ser culpada de los asesinatos.

—Me refería a que es difícil de entender la popularidad de la serie. La mejor parte es una estupidez romántica. ¿James y Hannah como amantes desventurados? Es un insulto a mi sensibilidad.

—Es diferente cuando sólo ves el exterior. A las personas les gusta el drama y romance...

—¿Drama y romance? ¿Por eso se preocupan sobre lo que está pasando en mi mundo?

—Por una parte. En lo personal, la línea de tu historia, vengar a tu familia, es lo que me parece más interesante, no el romance de James y Hannah.

Él frunció el ceño. —Lo que él ve en ella, posiblemente, nunca lo entenderé.

—Hey, me gustaría enseñarte algo. Ven. —Lo llevé al estudio y prendí la computadora, le hice un gesto para que se sentara, y fui por otra silla para mí.

Miró la pantalla con fascinación. —¿Es similar a la de la sala de estar? ¿Con los informes de noticias en vivo?

—No, la de la sala es un televisor. Una computadora es como... —¿Cómo diablos le explico?—. Es una máquina que tiene un montón de información. Casi todo lo que podrías encontrar en una biblioteca o un periódico. Y también es como una máquina de escribir, excepto que puedes ver las palabras en la pantalla en lugar de papel.

—Extraordinario —murmuró, mirando detrás de la pantalla, como si estuviera buscando un proyector de algún tipo.

Escribí la clave de mi cuenta de usuario y apareció mi fondo de pantalla. Era una foto de la cubierta de The Mists of Otherworld.

Él me miró. —¿Todas estas máquinas tienen esta imagen en ellas?

—No, yo la escogí. Se puede poner cualquier imagen que quieras.

—Ohh.

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Me atravesé para abrir el navegador web, y mi brazo accidentalmente rozó el suyo. El pequeño contacto envió fuegos artificiales a través de mi cuerpo. Sentí los latidos de mi corazón en mis oídos, probablemente porque estaba conteniendo la respiración.

Mi página de inicio era Otherworlders, una de las comunidades de fans más importantes. Me gustaba mucho, no sólo porque tenía todas las últimas noticias sobre la serie, sino también porque tenía un apartado de fan-fics.

Alexander estaba fascinado. —¿Estás diciendo que cuando alguien entra en una computadora, esto no es lo que aparece en su pantalla?

—Exacto. Cuando mi hermana abre su cuenta de usuario, le aparece de página principal Metal Mouth, su banda favorita. Ahora, mira esto. —Entré al portal principal de Otherworlders.

Miró detenidamente la pantalla, mirando de un lado a otro. —¿Qué es todo esto?

—Toda la gente que habla de Otherworld. —Moví el ratón para hacer clic en la última entrada—. Aquí alguien comentó sobre el final de The Mists, y casi 400 personas respondieron en el último par de horas.

—Sorprendente. Espera un minuto, ¿quién es Sra.AlexanderBanks ocho mil veintiuno?

Uh-oh. Él había visto el pequeño icono en la parte superior con mi nick. Sentí el rubor subiendo por mi cara. —Es sólo un, uh, nombre. Todo el mundo tiene que iniciar sesión bajo un nombre inventado.

Se volvió hacia mí, entrecerrando los ojos. —¿Ese es el que tú escogiste?

Deseé que dejara de mirarme. Sabía que ya estaba más roja que un tomate. —Sí, pero es sólo una broma. Quiero decir, hay miles de otras Sra.AlexanderBanks. Por eso soy la número ocho mil veintiuno.

—Hmm. —Pareció desconcertado—. Estoy alegre, por lo menos, de ver que algunos lectores apoyan mi causa. Espera un minuto. —Presionó su dedo contra la pantalla—. ¿Está persona clama ser amante de Vigo?

Había descubierto a alguien llamado AmanteDeVigo.

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—Es sólo una broma, te lo dije. Ella no sabe que Vigo es real.

—Broma o no, no es gracioso.

—Te voy a enseñar otra cosa —sugerí—. Se llama correo. Correo electrónico. Te permite enviar cartas a través de la computadora.

Después le mostré cómo enviar un correo, le enseñé cómo comprobar el tiempo, las noticias locales, las horas de salida y puesta del sol. Con cada nueva página, su rostro se iluminaba como un niño en Navidad. Siguió lanzándome pregunta tras pregunta, hasta que finalmente se apartó de la computadora.

—Me encantaría llevar este conocimiento a mi mundo. Cuando los vampiros llegaron, casi cien años atrás, muchas de las más brillantes mentes huyeron. Sobre todo los más adinerados. No es de extrañar que estemos anclados en el pasado. —Se veía triste. Luego agarró The Mists, lo había traído con él cuando lo arrastré al estudio—. No puedo creer cuanta gente ha leído estos libros. —Señaló a la foto de Elizabeth Howard en el interior de la contratapa, una toma llena de glamour—. Es esencial que hable con ella. Tal vez podríamos hablarle por teléfono o concertar una cita.

Contactarla, ¡por supuesto! Tenía sentido, ella podría ser la única persona capaz de explicar cómo era posible que Alexander y Vigo existieran, y llegaran a nuestro mundo. Pero, ¿cómo?

—No es fácil estar en contacto con alguien tan famoso como ella —le dije—. Estoy segura que su dirección y número de teléfono no están al público.

—Tenemos que encontrar una manera. Puede que me ayude a buscar a Vigo. Tal vez sabe dónde está en este momento. Y tengo que entender cómo sabe tantos detalles de mi vida, incluyendo mis pensamientos.

—Si —le dije— Elizabeth Howard pasó a través del mismo portal por el que tú y Vigo llegaron, explicaría cómo conoce tan bien Otherworld. Pero no responde cómo sabe los pensamientos de los personajes.

—Sin embargo ella lo hace, es totalmente inaceptable. Y tengo la intención de decírselo después de que me ayude a encontrar a Vigo.

—Voy a comprobar sus giras. Sé que no viene a Chicago hasta noviembre, pero podría estar en algún lugar cerca. —Busqué rápidamente en la computadora. Me tomó menos de un minuto encontrar la información—. Va a estar firmando

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libros en Nueva York el próximo fin de semana. Está lejos pero no tanto. Podríamos ir en autobús.

Alexander asintió. —Entonces será Nueva York. Estoy muy deseoso de hacer amistad con Elizabeth Howard.

*** —¿Podemos hablar? —Después de haber tocado la puerta, mamá asomó la cabeza en mi habitación esa misma noche.

—Por supuesto. —Había estado tratando de hacer la tarea de la escuela, pero no me podía concentrar.

Mamá entró y se sentó en mi cama.

—Es sobre Alexander.

Me di cuenta de que ella estaba buscando las palabras, por lo que intervine:

—Sé que acordamos un par de días, pero esperaba que pudiera quedarse un poco más. Por favor, mamá. Él no es ninguna molestia, ¿verdad?

Ella suspiró. —No para mí. Pero Chrissy no está cómoda teniéndolo alrededor.

—No confíes en ella, mamá. Ni siquiera le ha dado una oportunidad. —Yo no me sentía cómoda con Madison, pero la soportaba.

—Sé cómo Chrissy puede ser —dijo en un susurro—. Pero ese no es el punto. Me preocupa que Alexander no se haga cargo de su vida, y no estamos ayudándole dejando que se quede aquí. Duerme todo el día y se va toda la noche. Se levanta, come, y todo de nuevo.

—Ya te dije que trabaja de noche y está ahorrando dinero. No es como si estuviera de fiesta. —Mamá asintió con la cabeza, pero todavía parecía dudosa—. Es muy trabajador. —Esa parte, por lo menos, era verdad—. En cuando pueda te va a pagar.

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Ella negó con la cabeza. —No me importa eso. Estoy más preocupada por ti, está aprovechándose de tu bondad.

No podía culparla por haber llegado a esa conclusión. —No lo está haciendo, mamá. Sólo está pasando por un bache en estos momentos. Me gustaría que pudieras entender.

—¿Ayudaría si hablo con su tía por él? Tal vez podría ayudar a arreglar las cosas…

—Es demasiado tarde para eso. ¿Podría quedarse sólo unos días más? Le ayudaré a buscar una habitación en un hotel o algo.

—¿Tiene dinero?

—Un poco.

Tengo unos quinientos cincuenta dólares, pensé, recordando el estado de cuenta. Pero no me aguantaría mucho tiempo si tuviera que pagar renta y comida.

Mamá me acarició. —Voy a echar un vistazo al tablón de anuncios en el hospital para ver si hay algunas habitaciones libres para rentar.

—Gracias, mamá.

Cuando se fue, golpeé mi cama con frustración. No sólo Alexander tenía que preocuparse por la caza de Vigo, también pronto estaría sin hogar si no encontraba una alternativa.

Si mamá supiera lo que Alexander había hecho por mí el viernes por la noche, probablemente lo dejaría quedarse para siempre. Pero no podía contarle a mamá, estaría horrorizada si supiera que había sido atacada, aún sin saber que fue un vampiro. Y no podía ver ninguna razón para hacerla pasar por eso.

Me levanté de la cama y fui a mirar por la ventana. El sol se había puesto, y la oscuridad cubría las calles a excepción de la luz de las farolas. Alexander estaba por ahí buscando a Vigo. Me hubiera gustado hacer algo, cualquier cosa, para ayudarlo. Pero aquí, como en Otherworld, eligió cazar solo.

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La mañana del lunes pasó en un borrón de las clases y conversaciones sin fin sobre el asesino vampiro. Todo el mundo estaba asustado por los chicos muertos, pero me mantuve callada, sin querer revelar lo que sabía. No había visto a Alexander en el apartamento esa mañana, pero tenía la sensación de que me habría dicho si hubiera capturado a Vigo.

A la hora del almuerzo, me encontré con Luisa y Katie en la fila de la cafetería. En el menú de hoy: fideos grumosos con salsa-que-parecía-cátsup. Aunque el almuerzo sólo costaba dos dólares, estaba empezando a pensar que estaban robándonos.

Nos sentamos en nuestro lugar habitual; al extremo de una larga mesa plegable. Como todos los demás en la escuela, Katie y Luisa querían hablar del asesino vampiro. Me quedé en silencio, luchando sobre si debía o no decirles lo de Alexander. Por un lado, sentía como si tuviera que, confiaba en mis MAPS sobre todo, y esto era enorme, una completa alteración de vida. Por otro lado, sabía que Alexander quería volar por debajo del radar tanto como fuera posible. Si les contara la verdad sobre él, no habría duda que se propagaría y la presencia de Alexander saldría a luz.

—Por lo general existe una seguridad en cuanto sea un grupo —dijo Luisa mientras jugaba con su tenedor y los fideos—. Pero no. Este chico se las arregló para atacar a dos personas a la vez.

Katie no parecía muy convencida. —No puede ser una sola persona. Nadie es tan fuerte.

Ningún humano, de todos modos. Recordé el viernes por la noche, sentí el aumento de pánico dentro de mí.

—Debemos permanecer en nuestras casas durante la noche hasta que esta persona sea capturada —les advertí.

Katie alzó la barbilla. —No voy a dejar que este imitador punk de vampiro dirija mi vida. Porque entonces él ganaría.

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—No es admitir la derrota si nos mantenemos bajo el radar —discutí—, es ser inteligente. Si salimos por la noche, por lo menos tomar taxis.

—No puedo darme el lujo de hacer eso durante más de una semana —dijo Katie.

La situación económica de su familia era similar a la mía. Vivían bien con el sueldo de su madre como cajera bancaria, pero no había mucho de sobra. Sin embargo, Katie tenía un genial trabajo de verano como consejera de un campamento y por lo general llegaba a casa con al menos dos grandes en el banco.

—¿Amy?

Me volví a ver a la Sra. Benedetti, la administradora de la oficina, de pie detrás de mí. Estaba enfurecida.

—Hay un muchacho en la oficina pidiendo verte. Dice que su nombre es Alexander y que es tu prometido. Es muy insistente.

¿Alexander estaba aquí? ¿Y qué estaba pensando haciéndose pasar como mi prometido?

Luisa se quedó sin aliento. —¿P-prom…?

—¿Amy, qué dia…? —tartamudeó Katie.

La Sra. Benedetti les interrumpió antes de que pudieran hacer preguntas coherentes. —¿Y bien? —me dijo—. ¿Sabes quién es esta persona, o tenemos que llamar a la policía?

—Sí, ya voy. —Disparé a Katie y Luisa una «se los explicaré después» mirada, luego me levanté y salí de la cafetería.

Seguí a la Sra. Benedetti por el pasillo hacia la oficina. Escuché la voz de Alexander antes de verlo.

—... y le aseguro, señora, que ella va a estar muy feliz de verme —dijo bruscamente.

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—Sí, pero ya que ella es menor de edad y no eres su padre, no podemos dejarte hablar con ella sin su permiso —respondió la Sra. Pearsen, la secretaria de la oficina.

En la puerta, le dije:

—Hola, eh, cariño.

Alexander se volvió hacia mí, con una expresión de satisfacción en su rostro, y miró de nuevo a la Sra. Pearsen.

—Como puede ver, mi prometida está encantada.

La Sra. Pearsen me dio una mirada severa, como para decir que la farsa de prometidos no le hacía gracia. Pero sobre todo, parecía aliviada de que él ya la había dejado en paz.

—Tienes que llevar esto todo el tiempo que estés en el edificio. Política escolar. —Le dio un pase de visitante.

Él lo tomó y salimos de la oficina. Dado que todo el mundo estaba en el comedor o en clase, estaban desiertos los pasillos.

—Trata de ser más amable la próxima vez, Alexander —susurré—. Pensé que no querías llamar la atención.

Me di cuenta que llevaba una de sus nuevas camisetas y los pantalones de color caqui que habíamos comprado. Al menos se veía a la moda. Llevaba una bolsa de plástico que parecía contener un libro.

—Estaba siendo completamente cortés.

—Bueno, en este mundo, deberías tratar de bajar el tono. No utilizamos la agresión para conseguir lo que queremos. —Hice una pausa, dándome cuenta de que no era cierto para muchas personas. Pero aún así, era cierto para mí, y él me estaba involucrando—. No debiste haber dicho que eras mi prometido.

—Pensé que si fingía ser tu prometido, me dejarían verte inmediatamente.

—Sólo hiciste que no confiaran en ti. Nadie de mi edad está casado.

—Pero tú tienes, como, ¿dieciséis años? ¿Diecisiete?

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—Diecisiete en enero. Demasiado joven para casarme. O comprometerme.

Y si debo estar casada a los dieciséis años... ¿por qué tú no lo estás? Pensé. Entonces recordé que Alexander había dedicado su vida a cazar vampiros. Eso no dejaba mucho tiempo para el romance.

—Obviamente tengo mucho que aprender de tu mundo —respondió Alexander—. Perdona mi intrusión, traté de llegar a ti por teléfono, pero parece estar funcionando mal. No dejaba de oír tu voz diciendo que deje un mensaje, con una extraña música de fondo.

—Es mi correo de voz. No se me permite tener el celular encendido en la escuela. Si nos atrapan con el celular, nos lo quitan. La próxima vez pídele a alguien prestado su celular y envíame un mensaje de texto con lo que quieras decirme.

—¿Qué es un mensaje de texto?

—Te enseño después. Vamos a ver si podemos encontrar una sala de estudio privada en la biblioteca. Conozco a la bibliotecaria, por favor se amable con ella. Sólo tienes que seguir mi ejemplo, ¿de acuerdo?

La Sra. P. estaba sentada en un taburete detrás del mostrador de recepción. Cuando me vio, sus ojos se iluminaron. Cuando vio a Alexander, no pudo ocultar su sorpresa. ¿Era tan sorprendente que estuviera con un chico sexy? Sí, supongo. Y Alexander era el tipo de belleza que simplemente no existe en esta dimensión.

—Hey, Sra. P. Este es mi amigo Alexander.

—Es un placer, señora. —Alexander hizo una pequeña reverencia.

La Sra. P. pareció sorprendida pero encantada a la vez. —El placer es mío, Alexander.

—¿Hay una sala de estudio libre donde podamos estar un tiempo? —le pregunté.

La Sra. P. frunció el ceño ligeramente, y esperaba que no creyera que queríamos un lugar privado para besuquearnos. No es que fuera una mala idea.

—La que está allá —dijo.

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Nos dirigimos a la sala de estudio al final del pasillo. Cada habitación tenía varios ordenadores, a veces clases completas venían aquí a hacer investigaciones y trabajos. A la hora del almuerzo, los alumnos podían reservar estas salas para trabajar en proyectos o tener reuniones de clubs.

Cerré la puerta detrás de nosotros, me alegré que tuviéramos privacidad. En una de las paredes había una ventana, por lo que podríamos ser vistos por cualquier persona que viniera a este extremo de la sala, pero no se oía. Nos sentamos uno frente al otro en la mesa central.

Había sombras bajo sus ojos. Me di cuenta que todavía no había dormido.

—Descansa y duerme, Alexander.

—Lo haré, no te preocupes. He venido a decirte que he terminado de leer The Mists of Otherworld y he hecho un descubrimiento sorprendente.

—¿Cuál?

Se acercó más a mí.

—En el primer libro, Elizabeth Howard escribió sólo una pequeña sección desde la perspectiva de Vigo, pero en The Mists of Otherworld, fueron varias. Y al hacerlo, ha puesto en manifiesto algo que podría ayudarme a atraparlo. —Sacó el libro de la bolsa y lo abrió en la página 374. Eché un vistazo a la página, y luego lo miré con los ojos muy abiertos.

—La ecuación de Vigo sobre las probabilidades. ¿No lo sabías? —pregunté sorprendida.

—No. Y no creo que alguien más en mi mundo. Todos estos años me preguntaba cuál era su estrategia para escapar. Sabía que estudió matemáticas cuando era mortal, pero nunca imaginé una fórmula. Ahora que conozco su teoría, es posible que tenga una ventaja.

Me pateé mentalmente. No se me había ocurrido que pudiera haber información en los libros que Alexander no supiera. Me preguntaba, por enésima vez, cómo era posible que Elizabeth Howard conociera los pensamientos de la gente de Otherworld.

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—Eso es increíble, ¿pero qué si Vigo ya sabe de los libros? —pregunté—. Él ha estado aquí todo el tiempo, y puede que haya visto un anuncio en una librería. Si sabe que su fórmula está en el libro, no la volverá a usar. O podría cambiarla.

Alexander asintió. —Esa es una posibilidad. Pero sabiendo que él utiliza fórmulas me ayuda a entender cómo piensa y qué puede ser la clave. Ahora, si Vigo sabe de los libros, tenemos un problema más acuciante en nuestras manos: él sabe de Elizabeth Howard.

Mi estómago se tensó. —¿Crees que iría tras ella?

—Probablemente. Si Vigo está muy furioso… no sé lo que podría hacer.

—Pero ¿por qué iba a estar furioso con ella? A Vigo le gusta la atención. Tal vez le encanta la idea de ser famoso en dos mundos.

—La escritura de Howard podría enfurecerlo por otras razones —dijo—. Ella no sólo ha revelado su ecuación de probabilidades, ha transmitido todas sus inseguridades. Y a detalle, por ejemplo, lo poco que confía en Leander, el segundo al mando de su aquelarre. Además reveló algo que lo enfurecerá aún más… —Sonrió—, él me teme. —Pasó a la página 421.

—¿Él está aquí? ¿Alexander está aquí? —Vigo no quería admitir, incluso para sí mismo, la sensación de frío que lo recorrió. Era una a la que no estaba acostumbrado y que despreciaba tener.

Miedo.

Levanté la vista de la página, mientras analizaba todo. —Tenemos que advertir a Elizabeth Howard.

—Sí.

—Sólo espero que nos escuche.

—Esperanza, Amy. Tengo plena confianza en que…

Su mirada parpadeó a la ventana. Katie y Luisa estaban fuera de la sala, riendo. Les hice señas para que entraran.

—¿Vas a presentarnos a tu prometido? —preguntó Katie mientras entraba.

Alexander se levantó de su silla y se inclinó. Sus cejas se levantaron.

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—Soy Katie. —Ella le estrechó la mano.

Luisa también lo hizo. —Luisa.

—Es un placer.

Se produjo un silencio tenso. Finalmente Katie dijo:

—Entonces, ¿cómo se conocieron?

Abrí la boca, pero no salió nada. No esperaba que Alexander apareciera en la escuela, así que no lo había pensado.

—Nos conocimos en el parque durante el fin de semana —dijo Alexander sin problemas—, mientras paseábamos.

Sabía que él estaba tratando de ayudar, pero me hubiera gustado que no lo hiciera. Tal vez los paseos en el parque eran comunes en Otherworld pero no aquí.

—¿En serio? —Sonrió Luisa—. ¿Ahí fue donde se comprometieron y todo?

Antes de que Alexander pudiera decir algo extraño, contesté:

—Alexander tiene un peculiar sentido del humor. El personal de la oficina no le entendió. —Me volví hacia él—. Gracias por venir. Fue bueno verte.

—A mí me encantó verte. —Tomando ese indicio, inclinó la cabeza a mis amigas, y se fue.

Tenían sus manos sobre sus bocas hasta que estuvo fuera de los límites, entonces se echaron a reír.

—¿Qué fue eso, Ames? —exclamó Luisa—. ¡No nos dijiste que conociste a un hombre! ¡Es guapísimo, totalmente estilo Alexander Banks! ¿Cuántos años tiene?

—Dieciocho. —Cumple diecinueve el 2 de diciembre, pero no lo agregué—. No estamos saliendo. Apenas nos conocemos, en el camino de amigos.

Katie frunció el ceño.

—Sólo se cuidadosa. ¿Realmente acaban de conocerse en el parque?

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—No, sólo estaba bromeando sobre eso. —La mentira se metió en mi cabeza un segundo después—. Es un amigo de mi primo, Dave.

—Ah, bien —dijo Katie—. Sin embargo es extraño que viniera a la escuela, ¿no? Tal vez es un acosador.

Luisa soltó un bufido. —Un chico tan guapo no puede ser un acosador. Las mujeres deben serlo. Es medio freaky que su nombre sea Alexander, ¿no? ¿Como Alexander Banks? Tal vez es el destino.

Afortunadamente, la campana sonó, salvándome del interrogatorio de mis amigas. Por ahora, al menos.

Cuando caminaba hacia las puertas de la biblioteca, la Sra. P. dijo:

—Amy. —Su tono me detuvo en seco.

—Nos vemos más tarde. —Mis amigas siguieron su camino, y yo me volví a la Sra. P..

—Tenemos que hablar —dijo con una seriedad que me hizo preguntarme en qué tipo de problemas estaba—. ¿Con cuál maestro tienes clase?

—Sr. Feigel. Geometría.

—Necesito hablar contigo. Le diré a Feigel que me estás ayudando y que llegarás tarde a clase.

Mientras ella llamaba al celular de mi profesor, me devané los sesos. ¿Por qué iba a detenerme de ir a clase? No era su modus operandi.

Cuando colgó el teléfono, me llevó a su oficina detrás del mostrador de recepción y cerró la puerta de cristal detrás de nosotras.

—Sé quién es él.

—¿Q-qué quieres decir? —tartamudeé.

—Te voy a enseñar algo. Por favor, no lo tomes como algo personal. Lo hacemos por razones de seguridad. —Se sentó y rodó su silla a la mesa.

El sitio web del Consejo Educación en Chicago estaba abierto en la pantalla. Cerró la ventana e hizo clic en un acceso directo llamado SEGURIDAD. Se abrió

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una carpeta con varias opciones: PASILLO #1, PASILLO #2, VESTÍBULO

CENTRAL... y así hasta llegar a SALA DE ESTUDIO #4.

No puede ser. Esto no puede estar pasando.

Cliqueó SALA DE ESTUDIO #4 y la pantalla mostró una imagen en blanco y negro de la sala. Había un zumbido tenue, lo que indicaba que no había ruido en la sala.

Se apartó de la computadora y giró su silla hacia mí.

—Siento haber invadido tu privacidad, Amy. Pero había algo diferente en ese joven, y sólo quería oír la primera parte de su conversación para asegurarme que las cosas estaban bien ahí. Pero terminé escuchando todo.

¿Qué podía decir? Debía pensar que tenía alguna loca fantasía.

—¿Estás realmente convencida de que él es Alexander Banks? —preguntó la Sra. P.

—Sé que lo es.

—Tengo que admitir que en el momento que lo vi, pensé en las imágenes de Alexander en las portadas de los libros. —Ella se quitó las gafas, las dobló y los puso sobre la mesa—. ¿Qué pruebas te dio?

Estuve momentáneamente perturbada. ¿Estaba jugando conmigo o realmente me tomaba en serio?

—Tiene las cicatrices de Alexander, incluyendo la que está en su lengua. Parece que alguien trató de cortársela, y no es el tipo de cosa que se pueda replicar. Y hay algo más. El viernes por la noche, cuando me bajé del autobús, fui atacada. Alexander me salvó la vida. Vigo fue el atacante.

Se llevó su mano a la boca. Parecía horrorizada, demasiado como para ser falsa. Debería estar contenta de que me creyera, pero no lo estaba. Quería escucharla explicarme por qué nada de esto era real. Por qué Vigo no podía estar aquí en Chicago matando a gente inocente.

—¿Cómo sabes que fue Vigo?

—Alcancé a ver su cabello. Hizo ese extraño gruñido. Tuvo que ser un vampiro, cruzamos el parque en un segundo o dos. —Sentí como si las palabras vinieran

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de otra parte, un lugar tranquilo fuera de mí en el que podía hablar sobre el ataque sin enloquecer.

La Sra. P. frunció el ceño.

—¿Y esos dos niños… fue Vigo? —Era más una afirmación que una pregunta.

—Sí. Alexander sabe a ciencia cierta que Vigo está aquí. Lo persiguió por el puente de la Avenida Michigan, y terminaron en nuestro Chicago. —Contuve la respiración, con la esperanza de que la Sra. P. dijera algo que explicara todo esto de inmediato.

Ella se quedó en silencio por un largo tiempo.

—Te había comentado que hice un trabajo de posgrado, ¿no?

Me sorprendí por el cambio de tema.

—Para la maestría en física.

—Puede que no te haya dicho que de hecho pasé cuatro años trabajando en un doctorado, pero me pidieron que abandonara el programa.

—No, esa parte no.

—Me pidieron que abandonara porque mis estudios me llevaron a un área de investigación que la academia no estaba preparada. Un área que no estaba analizada, por lo que me forzaron a dejar todo: física literaria.

—¿Física literaria?

—Así la llamé. Empecé a estudiar la teoría de la secuencia, que es ampliamente respetada. Esta teoría nos dice que varias dimensiones coexisten simultáneamente. Y me pregunté si era posible que alguien en nuestra dimensión afectara ligeramente en lo que está pasando en otra. Entonces me di cuenta de que puede, de hecho ya está sucediendo, en nuestra literatura.

Estaba tratando de seguirla.

—Espera un segundo. ¿Estás diciendo que los libros nos muestran lo que está pasando en diferentes dimensiones? ¿En realidad no son ficción?

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—No todos los libros. Muy pocos, probablemente. ¿Acaso no has leído libros que son «ficción» pero que tiene personajes tan reales que te has preguntado si podrían existir?

—Así es como Otherworld me hizo sentir. Así es como hizo sentir a todos.

—Exactamente.

Hubo un ruido fuera, y miré hacia las puertas de la biblioteca. Un profesor apresurado entró, acorralando a sus estudiantes y ladrándoles que mantuvieran su voz baja.

—Por desgracia, hay una lección en la biblioteca en este período —dijo la Sra. P., poniéndose sus gafas—. Vamos a continuar esta tarde. ¿Alexander y tú pueden ir a cenar a mi casa?

—Creo que sí —me las arreglé para responder.

Aunque me moría de ganas por saber más, me puse de pie. Sería mejor continuar con Alexander allí, de todos modos.

Física literaria. Parecía una locura, pero conocía a la Sra. P., y ella no lo estaba.

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7

Unos minutos antes de la puesta del sol, toqué la puerta del estudio.

—Pasa —llamó.

Encontré a Alexander sentado en el sofá, ya vestido y poniéndose los calcetines. Se arregló su cabello con varios cepillos y peines en su mano.

—¿Ya estabas despierto?

—Entrené mi cuerpo para despertarse, como un reloj, al atardecer.

—Espero que hayas dormido bien.

Se encogió de hombros, sin mirarme a los ojos. —Lo suficiente.

Sabía que Alexander estaba plagado de pesadillas, y apostaba que acababa de tener una.

—El domingo tuve una pesadilla con vampiros en la escalera de incendios —dije y me senté a su lado—. En el sueño, les dejé entrar.

—El mundo de los sueños es preocupante por eso. —Sus ojos se oscurecieron—. No tienes el control.

No dio más detalles, y yo no insistí.

—La Sra. Parker, la bibliotecaria de la escuela que te presenté, sabe quién eres —le dije—. Ella nos escuchó. Resulta que hay cámaras y audio en las salas de estudio. Espeluznante, lo sé. Al igual que 1984.

—¿Qué pasó en mil novecientos ochenta y cuatro?

Me olvidaba que había mucho que Alexander no sabía. —Es el título de un libro que leí en la clase de Español el año pasado. Es sobre el gobierno utilizando la tecnología para ver todo lo que la gente hace.

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—¿Y tú estás en el libro 1984, Amy?

—¡No! Tú eres el de un libro, no yo.

—Te estaba tomando el pelo. —Una sonrisa cruzó su hermoso rostro.

—Oh. —En los libros, Alexander sólo había bromeado con su primo, James, y no era muy frecuente—. Creo que estoy un poco nerviosa para entender bromas. Todo me pone los nervios de punta. Tengo miedo —le confesé.

—No es algo malo. El miedo es una emoción útil para la mayoría de la gente. Puede salvar vidas. Recuérdalo.

—¿Qué hay de ti? ¿Es una emoción útil?

—El miedo sólo salva tu vida si estás dispuesto a huir de tu enemigo. —Volvió esa mirada ensombrecida—. Salí corriendo de Vigo una vez, y nunca voy a hacerlo de nuevo.

—Tenías seis años.

—Sí. Lógicamente sé que era demasiado joven para hacer otra cosa.

Lógicamente. Pero apostaba que, en el fondo, Alexander aún se preguntaba si pudo haber hecho algo para salvar a su familia.

Su desesperación era palpable, y estuve tentada de acercarme más y tocar su mano, pero me contuve.

—Dijiste que la bibliotecaria sabe quién soy —continuó él.

—Cierto. Le dije lo que pasó, y me creyó. Resulta que ella siempre pensó que algo así era posible.

—¿En serio?

—Sí. Y puede ayudarnos a encontrarle sentido a esto. Vamos a su casa para la cena. Nos va a recoger a las siete.

Cuando le dije a mamá que Alexander y yo íbamos a la casa de la Sra. P. para la cena, estuvo contenta. Debió haber pensado que la Sra. P. sería una buena influencia para Alexander, que lo impulsaría a continuar la universidad o algo así.

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—Está bien, pero no puedo quedarme mucho tiempo. Mi deber es encontrar a Vigo antes de que vuelva a asesinar.

—No te preocupes, mantendremos corta la visita. Tienes que comer, de todos modos.

—Muy bien. Voy a ceder por ti en esta ocasión.

Tuve que sonreír. ¿Alexander Banks estaba cediendo por mí? ¿Quién lo hubiera pensado?

Quince minutos más tarde, la Sra. P. se detuvo en su Honda Civic azul. Me metí en el asiento delantero, y Alexander se metió en la parte trasera.

—Es un placer verte de nuevo, Alexander —dijo la Sra. P. mientras manejaba.

—El placer es mío, Sra. Parker.

—Amy me dijo que has llegado desde el Chicago de Otherworld. —Ella usó el mismo tono de conversación que se espera de alguien que pregunta cómo fue tu día.

—Al parecer —respondió—. Nosotros no lo llamamos Otherworld, pero es el lugar descrito en los libros.

—¿Encuentras los libros, entonces, como la viva representación de tu mundo y su gente?

—Mayormente, sí.

—¿Mayormente? —Me volví a mirarlo, sin saber de lo que estaba hablando.

—Los informes de Elizabeth Howard sobre los acontecimientos en mi mundo son, sin duda, ciertos. Pero hace algunos juicios de carácter con los que no estoy de acuerdo.

—¿Te refieres a la forma en como te hace ver? —preguntó la Sra. P. mirándolo por el espejo retrovisor.

—Sí. —Él se movió un poco en su asiento, un indicio de que no se sentía cómodo con el tema—. Aunque no lo dice abiertamente, ella pinta claramente mi personaje como de carácter erróneo: un alma con problemas, empeñado en

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vengarse. Y, si realmente quieres saber, desprecio la forma en que describe el noviazgo entre mi primo James y esa cosa, Hannah. Lo describe con tal...

—¿Comprensión? —ofreció la Sra. P.

—¡Precisamente! Ella, obviamente, quiere que el lector los apoye. Y hace sonar a Hannah como… como una persona normal.

—Pero el hecho de que sea una vampiresa no significa que es mala —dije—. Hay algunos vampiros que trabajan por la paz.

Alexander bufó.

—A la gran mayoría les importa beber lo más rápido posible tu sangre que buscar la paz.

—¿Tienes alguna idea de cómo Elizabeth Howard sabe mucho sobre tu mundo, Alexander? —preguntó la Sra. P.

—No, Amy me dijo que usted tiene algunas ideas sobre lo que está sucediendo.

—Sí, en efecto. —Entró a su estacionamiento—. Ya llegamos. Primero comamos algo, después hablaremos.

La seguimos al interior. La casa de la Sra. P. era tan encantadora y cálida como ella. Había estado aquí antes cuando Katie, Luisa y yo venimos a cenar después de hacer inventario completo de la biblioteca.

Después de darnos vasos de limonada, puso un pollo asado en la mesa, junto con un plato de puré de papas con zanahorias.

—Sírvanse.

Pasamos la comida, sirviéndonos en nuestros platos. Una vez que todos tuvimos unos cuantos bocados, la Sra. P. dijo:

—Díganme, ¿saben algo de física cuántica?

Negamos con la cabeza.

—La física cuántica era mi área de estudio en la escuela de posgrado. —La Sra. P. jugó con sus papas para enfriarlas un poco—. Es el área de la física que estudia el nivel más fundamental de la existencia; el nivel cuántico. Según la

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teoría cuántica, no es posible medir tanto la posición como la dirección de cualquier partícula dada.

La idea me sonaba familiar. —Creo haber oído algo de eso en la clase de física. —Desafortunadamente, no siempre presto atención.

—Creo en que las partículas son «saltadoras de mundos»; es decir, las partículas subatómicas están realmente saltando entre universos. O dimensiones, si lo prefieren.

Era extraño escuchar a la Sra. P. hablar de esta manera. Sabía que ella era muy inteligente, pero todo eso de física cuántica me superaba.

—Espere un minuto —dijo Alexander, interrumpiéndola—. ¿Por dimensiones, se refiere a dos mundos que se desarrollan al mismo tiempo?

—Sí. —La Sra. P. se quitó sus gafas—. El número de dimensiones que hay es infinito. Y debido a que las partículas están saltando de un universo a otro, son parecidas. Pero en tu dimensión, Alexander, hay vampiros, y en el nuestro no.

—La teoría es plausible, ¿pero puede explicar por qué Elizabeth Howard sabe lo que está pasando en mi dimensión? —preguntó Alexander—. ¿Cree que ella ha encontrado una manera de viajar entre dimensiones?

La Sra. P negó con la cabeza. —Lo dudo. Creo que algunas personas son capaces de acceder a dimensiones paralelas y escribir sobre ellas, a menudo sin saber que lo están haciendo. Esa es la esencia de la física literaria.

Alexander frunció el ceño. —¿Está diciendo que Elizabeth Howard cree que está inventando mi mundo, pero en realidad sólo lo transcribe?

—Exactamente. Otros autores están posiblemente haciendo lo mismo.

Trataba de entenderlo. ¿Entonces Elizabeth Howard no se daba cuenta de lo que hacía? No podía esperar hasta que pudiéramos preguntarle en persona.

—¿Cómo es posible que cruzara a este mundo? —preguntó Alexander.

La Sra. P. tomó un sorbo de limonada, pensando.

—Me imagino que fuiste capaz de cruzar de la misma manera que las partículas subatómicas. Debe haber un portal en algún lugar. El campo magnético del

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portal mantiene su estructura molecular intacta. Es realmente increíble. ¿Recuerdas sentir una carga eléctrica cuando estabas persiguiendo a Vigo por el puente?

—No, creo, estaba lleno de adrenalina.

—Si volvieras sobre tus pasos, podrías ser capaz de encontrarlo de nuevo. Voy a ver si puedo conseguir un sensor magnético por ti. Todavía tengo unos cuantos amigos en el laboratorio de la U. de C.12. El sensor debe ayudarte a localizarlo, si todavía está allí.

—Estamos preocupados de que Vigo vaya tras Elizabeth Howard —le dije—. Ella ha revelado cosas que él no quería que nadie supiera.

La Sra. P. asintió con gravedad.

—No lo había pensado. Incluso si no estuviera enojado por los libros, hay una posibilidad de que tratará de seguir su rastro, pensando que ella sabe la manera de volver a Otherworld.

—Tiene una firma de libros en Nueva York el sábado, y vamos a tratar de hablar con ella —dije.

—Buena idea. Yo los llevo. Y si somos capaces de hablarle, voy a hacer lo que pueda para darle algo de credibilidad a su historia.

—Una vez que me vea, tendrá todas las pruebas que necesite —dijo Alexander.

Pero yo no estaba tan segura.

12 Universidad de Chicago.

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A la mañana siguiente, me detuve en la biblioteca antes de mi primera clase. La Sra. Finley, profesora de arte, estaba de pie en el lugar de la Sra. P.

—¿La Sra. P. está bien? —pregunté, alarmada.

La Sra. Finley sonrió, obviamente consternada por mi preocupación.

—Está indispuesta. Dijo que probablemente vendrá mañana.

—Gracias.

Mientras me dirigía a mi clase, me di cuenta de que debería haber esperado que la Sra. P. tomara el día libre. Seguramente estaba ocupada ayudando a Alexander con su estrategia. Ayer por la noche, había ofrecido su habitación de invitados y cualquier recurso que tenía para ayudar a localizar a Vigo. Me sentí aliviada cuando aceptó quedarse con ella. Primero que nada, mamá dejaría de hacer tantas preguntas sobre Alexander, podría decirle que había encontrado un lugar donde quedarse. Además, con todos sus conocimientos, la Sra. P. sería de más ayuda para Alexander que yo. No quiere decir que no extrañaría despertar y encontrar a Alexander Banks en mi casa.

En Bio, Katie me preguntó:

—¿A dónde fuiste anoche? ¿Recibiste mi mensaje?

Ya tenía la mentira preparada:

—Fui a Starbucks y a otras cafeterías para mostrar mi currículum. No me di cuenta de tu mensaje hasta que fue demasiado tarde para contestarte.

Sentí nudos dentro de mí. Quería decirle a Katie la verdad, pero ayer por la noche la Sra. P., Alexander y yo acordamos que la presencia de Alexander en este mundo tenía que ser mantenida en secreto. Si se supiera, la atención que recibiría podría poner en peligro su misión de detener Vigo. Era una lástima, sin embargo, porque sabía que podía confiar en Katie con cualquier cosa. Luisa

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era una historia diferente. Nunca le diría a propósito, pero ella tenía una manera de sacar las cosas…

—Pensé que estabas en una cita con el sexy Alexander —dijo Katie, sonriendo.

Ya quisiera. —Sólo somos amigos.

—Por el momento, lo son —bromeó Katie—. Vi la forma en que te miraba. Está totalmente enamorado de ti.

Me reí. No, me carcajeé. —Lo soñaste.

—¡Hablo en serio! Creo que podría ser el uno, Ames.

Con «el uno», sabía que se refería a mi primer novio.

—¡Ha! Estás sonrojada. —Los ojos color avellana de Katie relucían.

—No, no lo estoy —protesté, sintiendo mi cara calentarse.

—No te avergüences. Se verían bien juntos. Y él no habría pasado por la escuela si no estuviera interesado. —Me guiñó un ojo—. Por cierto, ¿has oído que Elizabeth Howard va a estar en EveningReport el Jueves por la noche?

Negué con la cabeza, sorprendida. Elizabeth Howard rara vez hacía entrevistas. —¿Estás segura?

—Sip. Lo anunciaron en TodayShow esta mañana. Al parecer, la presionaron para que hablara por todo lo del asesino vampiro.

—Nada de esto es culpa de ella. Pero estoy segura que le van a dar un mal rato.

—Exactamente. Es estúpido, si me preguntas. Ningún fan de Otherworld haría algo así. Sus libros son profundos y emocionales. —Dudó—. Asesinos psicóticos no estarían en esas cosas, ¿verdad?

—Uno nunca sabe. Tal vez algún chico quiere ser como Vigo. Debemos tener mucho cuidado.

Katie se estremeció. —Me estás asustando.

Si supiera.

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*** Como no quería arriesgarme a despertar Alexander, esperé hasta el atardecer para llamar a la Sra. P. En el momento en que llamé, él ya había salido a cazar.

La Sra. P. me dijo que había pasado la mañana enseñándole a conducir los coches modernos, ya que ambos coincidieron en que podía moverse por la ciudad más rápido de esa manera.

La Sra. P. estaba de vuelta en la escuela al día siguiente, pero no tenía nada nuevo que informar. Alexander no estaba más cerca de encontrar Vigo, a pesar de usar la ecuación de probabilidades. Todos sabíamos lo que eso podría significar: Vigo había leído los libros también. Y Elizabeth Howard estaba posiblemente en grave peligro.

Seguía sintiendo que estaba esperando algo. Esperando una actualización de la Sra. P.. Esperando noticias de más asesinatos. Esperando que algo cambiara.

No me había dado cuenta de que había estado esperando tener noticias de él hasta que Alexander me llamó antes de la escuela el jueves.

—Buenos días —dijo. El sonido de su voz hizo que mi corazón se acelerara.

—Hola. ¿Cómo estás?

—Estoy bien. —Hubo silencio por unos segundos—. Me preguntaba si te importaría cenar conmigo hoy.

Mi pulso se aceleró todavía más. Casi sonaba como una cita, a pesar de que era una tontería pensar que Alexander tuviera tiempo para una.

—Por supuesto.

—¿Es las cuatro y media conveniente para ti?

—Sí, está bien.

—Excelente. Hasta entonces. —Colgó.

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El día transcurrió muy lentamente. Todo el mundo hablaba de la entrevista en EveningReport esa noche y lo que Elizabeth Howard podría decir. ¿Negaría que sus libros pudieran haber inspirado a alguien para matar? ¿Miraría directamente a la cámara y le pediría al asesino entregarse?

Cuando llegué a casa de la escuela, Chrissy y Madison estaban viendo una película de terror adolescente en la sala de estar. Me di cuenta de que la película estaba a punto de terminar, lo que probablemente significaba que se habían saltado la escuela, o por lo menos una parte de la tarde. Mamá había recibido recientemente una llamada de la escuela de Chrissy por su inasistencia y estaba amenazada para que no lo volviera a hacer, pero Chrissy no parecía estar escuchando. O tal vez estaba escuchando… pero a Madison en vez de a mamá.

—Hey —dije.

—¡Shhh! —Chrissy me despidió con un gesto. Era una escena tensa, con una rubia esbelta explorando un sótano con una linterna. Definitivamente no estaba de humor para una película de terror en estos momentos. Me sentía como si estuviera viviendo en una.

Rodeando a Chrissy y Madison, me fui a mi habitación para empezar a arreglarme. Alexander me estaría buscando en media hora, y quería verme bien. No me cambié los vaqueros desteñidos pero ahora tenía un top color ciruela. También me puse un poco de delineador de ojos, rimel y brillo labial, aunque me aseguré de que fuera sutil. Lo último que quería era que Alexander pensara que estaba tratando de impresionarlo. Pero él era Alexander Banks, y yo, bueno, humana.

Pensé que era mejor si lo esperara en el lobby. A las 04:25 bajé allí. La película había terminado, y Chrissy y Madison estaban viendo un programa de entrevistas.

—Me voy —dije, agarrando una chaqueta del armario del pasillo—. Dile a mamá que no voy a estar en casa para la cena. Estaré de vuelta en un par de horas.

—¿Tienes una reunión con tu club de lectura? —preguntó Madison. Siempre se refería a mis amigas como «club de lectura».

—No. Tengo una cita.

Valió la pena sólo para ver a Madison con ojos saltones.

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La cabeza de Chrissy dio media vuelta. —¿Con el perdedor de Alexander?

—Tal vez. —Y salí del apartamento, dejándola a medias.

Está bien, quizás la cita no sea verdad, pensé, mientras presionaba el botón del ascensor. Pero no me arrepentía. Lo que sí lamentaba era que probablemente le diría mamá, y mamá me haría más preguntas sobre Alexander. Oh, bien. Todavía valía la pena para ver la expresión en sus rostros.

Cuando salí del ascensor, vi el Civic azul de la Sra. P. esperando en la puerta. Alexander se levantó y abrió la puerta para mí, deslizando su mano galantemente.

—Te ves muy fresca, Amy.

—Gracias. —¿Me acaba de dar un cumplido?

La radio del coche estaba reproduciendo música clásica. Le bajó el volumen mientras se acomodaba en el asiento del conductor.

—Los coches de tu mundo son singulares. Una tecnología impresionante. Los asientos y las ventanas se mueven eléctricamente. Y mira, incluso te da instrucciones. —Señaló el GPS.

—¿Estás seguro que puedes manejar bien esto?

—Sí. Las reglas básicas de conducción son las mismas que en mi mundo. La Sra. Parker fue cortés al darme algunas lecciones. Tiene un manual de transmisión, al que estoy acostumbrado. Pero si tú prefieres conducir, adelante.

—No tengo una licencia —admití. No teníamos un coche donde podía practicar, y nunca pareció muy necesario. Katie y Luisa tampoco tenían sus licencias.

Alexander condujo con cuidado, y no pasó el límite de velocidad.

—La Sra. Parker me dio el privilegio de conducir su automóvil con la condición de que evite ser atrapado sin una licencia.

Eso me puso nerviosa. —Es poco probable que te atrapen, pero a veces detienen al azar.

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—Si eso ocurre, sólo puedo esperar que mis nuevas zapatillas me ayuden a evadir a la policía. —Miré hacia abajo y vi que llevaba sus zapatillas deportivas. Sonreí.

Nos quedamos en silencio durante un par de minutos. Vi el revoloteo de la ciudad junto a la ventana, bañada con el sol de la tarde. Era extraño estar en un espacio tan reducido con Alexander. El aire crepitaba con electricidad. Probablemente era sólo yo.

Me aclaré la garganta.

—¿Alguna pista de Vigo?

—He hablado con personas que pueden haberle visto en el centro de la ciudad. No me sorprendería que su próximo ataque fuese ahí. Pero no me dice algo, por supuesto, de dónde se encuentra su escondite.

—Por lo menos no ha vuelto a matar.

Vi los músculos de su mandíbula tensarse. —No podemos estar seguros de ello. Fácilmente podría haber escondido a sus víctimas.

Mi corazón se hundió.

—Tal vez ya regresó —dije, vocalizando la idea que se me ocurrió—. Tal vez encontró el portal, y puede ir y venir. Tal vez te dejó aquí para que salieras de su camino.

—Es una posibilidad. Pero mi intuición me dice que todavía está aquí.

Intuición. En los libros, le daban el mismo peso que la ciencia. Y la intuición de Alexander nunca parecía llevarlo por mal camino.

A los pocos minutos, Alexander había aparcado en la acera junto a un restaurante japonés llamado Genji. ¿Acaso siquiera sabe lo que es sushi?

La cocina de Otherworld era comida tradicional británica, sin muchos de los alimentos traídos a los Estados Unidos por la inmigración en el siglo XX. Nadie se había atrevido a emigrar desde la llegada de los vampiros.

—¿Este restaurante te es satisfactorio? —preguntó, desabrochándose el cinturón de seguridad—. La Sra. Parker lo recomendó.

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—Por supuesto. Siempre he querido probar comida japonesa. No existe en Otherworld, ¿verdad?

—No, pero pensé que me gustaría probar nuevas cosas mientras estoy aquí.

Extraño. Alexander estaba siendo un comedor más aventurero que yo, y él sólo había estado en mi mundo poco tiempo.

Estaba a punto de salir del coche cuando me tocó el brazo. —Amy, tengo una pequeña petición.

—¿Sí?

—Por favor no lo llames a mi mundo «Otherworld». Ese es el nombre que estableció Elizabeth Howard, no yo. Para mí, se trata simplemente de Chicago. Mi hogar.

—Lo siento.

Sonrió. —No lo sientas. Sólo entiende.

Fuimos adentro. La decoración del restaurante era minimalista, con pequeñas mesas blancas separadas por biombos japoneses. Aunque la mesa estaba en el centro del restaurante, las pantallas hacían que fueran privadas. Si empujara mi silla un poco hacia atrás, podría ver a los chefs en la cocina preparando sushi.

Alexander acomodó su silla de manera que pudiera ver la puerta principal. Me imaginé que era costumbre. A pesar de que todavía era de día, estaba en guardia.

Como si leyera mis pensamientos, dijo:

—Voy a llevarte a tu casa antes del atardecer.

—Sobre eso, estuve pensando… —Me detuve cuando una camarera vino a llenar nuestros vasos con agua. Nos preguntó si nos gustaría algo más de beber, y los dos negamos con la cabeza. Con el tenedor, Alexander sacó el pedazo de lima de su agua y lo colocó sobre la mesa.

»Estuve pensando que podría ayudarte —terminé. Cuando él me miró con curiosidad, me apresuré a complementar:

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—Otro par de ojos sería de gran ayuda, ¿no te parece? Me siento inútil escondiéndome en casa mientras tú estás ahí fuera buscándolo.

Por un segundo, pareció que estaba a punto de reír, pero luego se dio cuenta de que hablaba en serio y él fue solemne cuando dijo:

—No puedes ayudar, Amy. Saca esa tontería fuera de tu cabeza. Serías sólo una responsabilidad.

Allí estaba: la gran franqueza de Alexander. En los libros, me parecía refrescante, yo sólo podía imaginar la libertad de poder decir exactamente lo que quería. No era tan refrescante ahora que estaba dirigida a mí. Pero no iba a rendirme sin una pelea. Tomé un largo trago de agua y enfrenté a Alexander otra vez.

—Anteriormente, dijiste que has estado preguntándole a algunas personas en la calle sobre Vigo. Podría ayudar con eso.

Su expresión se ensombreció. —Estamos hablando de un vampiro, no un hooligan13. No voy a poner en peligro tu vida sólo para que puedas sentirte útil. —Si él lo hubiera dicho con más tacto, habría pensado que le importaba.

—Es sólo cuestión de tiempo antes de que Vigo se entere de que he estado haciendo preguntas sobre él —continuó Alexander—. ¿Y si se enterara que una niña estaba conmigo? ¿Quién sería el blanco más fácil?

—Veo tu punto, pero no me pondré una etiqueta con mi nombre.

—Es cierto, pero no debes subestimar a Vigo. Si quiere encontrar algo, lo hará. Y no estoy dispuesto a correr ese riesgo.

Suspiré. —Supongo que tienes razón.

—La tengo. Pero voy a decirte algo, Amy. Eres muy valiente para una mujer.

—¿Para una mujer? —Él esbozó una sonrisa, y luego se echó a reír.

13 Hooligans: anglicismo utilizado para referirse a seguidores de equipos de fútbol que han producido disturbios o realizado actos vandálicos, que en ocasiones pueden derivar en tragedias.

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No lo podía creer. Me había tomando el pelo. Una vez más. ¿No estaba demasiado ocupado llevando el peso del mundo sobre sus hombros para bromear? Obviamente no. Yo tampoco podía dejar de reír.

Cuando nuestra risa se apagó, nos miramos, y allí estaba; un vistazo del verdadero Alexander. Del que siempre había sospechado que estaba allí. El que era sólo un chico adolescente común y corriente. Luego miró hacia otro lado, y su rostro volvió a cerrarse.

Ordenó rollos de sushi con salmón fresco, atún y anguila, con cuidado para evitar los picantes, además de piezas de camarones, cola amarilla y erizo de mar, con una guarnición de arroz pegajoso. Elegí dos rollos vegetarianos, pepino y aguacate, y un rollo California.

—Creo que la Sra. P. te dijo que Elizabeth Howard va a ser entrevistada en EveningReport esta noche —le dije—. ¿Vas a verlo?

—No. Estaré de caza para entonces. Pero me intriga saber lo que va a decir de los asesinatos.

—A mí también.

Cuando nos dieron la comida, Alexander desvió la conversación de cualquier vampiro hacia mi Chicago. Quería saber cómo habíamos llegado a ser tan tecnológicamente avanzados, cómo elegimos los funcionarios electos, la cantidad de dinero que pagamos en impuestos... y eso fue sólo el principio. Me daba vergüenza que no podía suministrar muchas respuestas, pero hice mi mejor esfuerzo.

—Tienes muchas preguntas —le dije, jugando con mi rollo California. Resultó ser que el sushi era muy bueno—. ¿Estás pensando en postularte para alcalde de Othe, de Chicago algún día?

—¿Alcalde? Dios mío, no. James posee esa ambición, no yo. Simplemente tengo una curiosidad incurable.

Esa curiosidad era otro aspecto de Alexander que Elizabeth Howard no había descrito en los libros. Cuanto más tiempo pasaba con él, descubría más. Y me sentía muy emocionada —no, privilegiada— de conocerlo.

—Tu mundo me fascina, Amy. No podría haberlo soñado si lo intentara. Tanta innovación, tantas oportunidades. Es notable.

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—Es bueno que lo veas de esa manera. Mucha gente piensa que, con la economía como está, no hay muchas oportunidades.

—Eso es ridículo. Todos ustedes son muy afortunados. —Él hizo un gesto con sus palillos alrededor de la habitación, como si abarcara a todos.

—Su gente nunca ha tenido que lidiar con vampiros. Al menos, no hasta hace poco. No se espera que se casen muy jóvenes. Se les ofrece educación. Hay hospitales. Una fuerza policial bastante competente, por lo que he visto. ¿Qué más se puede pedir?

Sus ojos brillaban con pasión, y una ola de tristeza me invadió. En mi mundo, un tipo de su edad probablemente iba a la universidad, fiestas, citas. Alexander no tenía esos lujos. Había pasado la mayor parte de su vida preparándose física y mentalmente para cazar vampiros, y para cuando tenía dieciséis años, él obtuvo la reputación de ser el cazador de vampiros más audaz en Chicago.

Una cosa que sí tenía era propósito. Había dedicado su vida a una causa noble; la eliminación de los vampiros que representaban una amenaza a su ciudad. Una parte de mí envidiaba que él no estaba confundido con qué hacer de su vida. Pero otra parte de mí pensaba que la confusión era una parte importante para madurar.

Tenía razón al pensar que la gente de mi mundo tuviera suerte. De repente todas mis quejas de mi ciudad, mi escuela, mi vida, mi molesta hermana, parecía trivial al lado de lo que la gente de su mundo tenían que tratar.

No es de extrañar que Alexander pensara que si uno de nuestros mundos era fantasía, era el mío.

*** Cuando Alexander me llevó a casa, el sol se hundía detrás de las nubes, rayando el cielo de color naranja-rosa. No estaba dispuesta a dejar su compañía, pero sabía que él planeaba asegurarse de que estuviera dentro de mi apartamento antes de comenzar su cacería.

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Alexander detuvo el coche frente a mi edificio. —Gracias por cenar conmigo.

—De nada. Nos vemos el sábado para la firma. Si necesitas algo, llámame. Voy a tener mi celular todo el tiempo, excepto cuando esté en clase.

—Yo también tengo uno —dijo, tirando de su bolsillo con orgullo—. La Sra. P. consideró que era necesario.

Sonreí al ver a Alexander sostener su celular. ¿Quién lo hubiera pensado?

—Muy bien, entonces te puedo mostrar cómo enviar un mensaje de texto —dije.

—El sol se pondrá en dieciocho minutos. A las seis veintidós, para ser exactos.

—No va a tomar mucho tiempo.

Su teléfono era negro y liso, y mucho más nuevo que el mío. Hice clic en su lista de contactos. Mi número de teléfono celular ya estaba programado, junto con el número celular de la Sra. P., su trabajo y casa.

—Así que veamos cómo enviar un mensaje de texto. Es como una llamada de teléfono, pero por escrito. —Me acerqué un poco más a Alexander, y cuando sentí el roce de su brazo junto al mío, mi corazón latió con fuerza.

—Al igual que el correo electrónico, entonces. —Asintió Alexander—. Una carta sin papel.

—Cierto. Haces clic en esto hasta que mi número aparece, como lo hace cuando me estás llamando. Pero en lugar de pulsar Llamar, cliqueas este botón. —Mirando hacia arriba, vi que sus ojos estaban enfocados en mi cara, no el teléfono. Tenía la esperanza de que no tuviera salsa de soja en mi mejilla. Me toqué la cara tímidamente—. Um, ¿estás conmigo?

—Sí. Sí, por supuesto. —Sacudió su cabeza—. Dijiste algo de un botón.

—Este botón. —Lo cliqueé—. Ahora escribes el mensaje. Y así sería. Digamos que deseas escribir Hola, Amy. —Lo escribí poco a poco, mirándolo para asegurarme de que me estaba siguiendo, y lo estaba—. Cuando terminas de poner el mensaje, cliqueas este botón. —Lo cliqueé y mi teléfono zumbó en mi bolsillo.

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—Notable.

Sacando mi cel, rápidamente le envié un mensaje de vuelta: Hola, Alexander, y lo envié. Su teléfono sonó. La abrió y apretó un botón para acceder al mensaje.

—Ahora te contesté el mensaje —dije—, sólo tienes que cliquear ese botón para responder. Adelante.

Lo hizo, y escribió lentamente. Momentos después, mi cel sonó de nuevo. Miré el mensaje: Buueeena Maeeestra

Me eché a reír. —Eres un estudiante rápido.

Sonrió. —Tendrás que enseñarme a corregir mis errores.

—Está bien. El punto de los mensajes de texto es que son rápidos.

—Ya veo. —Sus ojos se dirigieron a mi cara, y me pregunté si estaba a punto de decir algo más. Luego pareció volver a su estado de alerta—. Vamos, te acompaño al interior.

Encontré mis llaves y salí del coche. Entró al lobby conmigo.

—Me pondré en contacto contigo mañana. Buenas noches, Amy.

Y salió por la puerta antes de que pudiera suplicarle que tuviera cuidado.

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Más tarde esa noche, el logo de EveningReport se arremolinó en la pantalla de la televisión.

—Buenas noches —el locutor, Rockland Philips, dijo con su profunda voz de barítono—. Esta noche en EveningReport: Una de los más populares autores de nuestro tiempo, se sienta con Teresa Curry...

Me recosté en el sofá mientras reproducían la biografía de Elizabeth Howard. Ya sabía todo de ella. Tenía cuarenta y tres años de edad, y se había «incursionado a la escritura» cuando era una niña. Estudió escritura creativa en el estado de Illinois y enseñaba en una escuela secundaria. Casada con Patrick Howard, hombre de negocios en la industria tecnológica. Dedicó años a la enseñanza de malabarismo, escritura, y, finalmente, mimar a sus dos niños, antes de conseguir su primer libro publicado hace cinco años.

No era una biografía inusual. Nada acerca de capacidades psíquicas o de canalización a Otherworld.

Después la cámara enfocó a Elizabeth Howard, elegante en un costoso traje azul marino, su cabello marrón perfectamente peinado, su maquillaje impecable. Se veía rica, exitosa e inteligente. Pero había algo en sus ojos, parecían preocupados, nerviosos.

La entrevista duraría una hora (incluyendo comerciales, por supuesto). Dudaba que trajeran a colación la controversia del asesino vampiro tan rápido, iban a mantener la audiencia esperando hasta más tarde.

La primera pregunta tenía mis oídos atentos de inmediato.

Teresa Curry: ¿Cómo se te ocurrió la idea para la serie Otherworld?

Elizabeth Howard: Sé que es una respuesta terrible, pero no tengo ni idea. No tenía pensado escribir ficción, me parecía que el mercado estaba inundado de ella. Pero Otherworld y sus personajes de repente aparecieron en mi cabeza un día, y en las próximas semanas no era capaz de deshacerme de ellos. —Ella

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acomodó un mechón salvaje de cabello detrás de su oreja, nerviosamente—. No se sentía como si estuviera creando Otherworld. Más bien como si buscara lo que sucedía allí. Sé que algunos escritores odian cuando digo esto, pero fue un proceso muy intuitivo.

Wow. La explicación de Elizabeth Howard encajaba perfectamente con la teoría de la Sra. P.: La autora estaba observando los acontecimientos de Otherworld en lugar de inventarlos.

Teresa Curry: A pesar de que la serie es para los adolescentes, tus personajes atraen a personas de todas las edades. ¿Cómo lo lograste?

Elizabeth Howard: No estoy segura. James Banks apareció en mi cabeza; un apuesto joven que vivía en un mundo aterrador. Conecté con él al instante. Su enamoramiento con Hannah, una hermosa vampiresa, era palpable. Fue a través de James que conocí a todos los demás personajes, y con el tiempo empezaron a hablarme directamente, y por eso cambié puntos de vista. Se podría decir que los libros se desarrollaron orgánicamente. Simplemente me sentaba frente al computador y veía los eventos de Otherworld pasar.

Hmm. Interesante que accediera a Otherworld a través de James. Naturalmente, supongo, ya que James era amable, de carácter idealista, llevaba sus emociones bajo la manga. Alexander, por otro lado, se reservaba. Había que mirar dos veces y escuchar el doble de cerca para saber lo que estaba pensando.

No es de extrañar que la mayoría de los lectores se sintieran atraídos por James.

La entrevista fue interrumpida por demasiados comerciales. La publicidad sobre la firma de libros de Elizabeth Howard más que nada, pensé que probablemente sólo se había sentado con Teresa Curry por unos veinte minutos. Finalmente, la entrevistadora sacó el tema que todo el mundo estaba esperando: el asesino vampiro.

Teresa Curry: Algunos dicen que tus libros han fomentado una cierta fascinación por el ocultismo y el vampirismo. ¿Cómo reaccionas a eso?

Elizabeth Howard: Mi escritura es pura ficción, y no debe tomarse como algo más que eso. Hay una gran cantidad de historias sobre criaturas míticas que han existido desde que los cavernícolas bailaban alrededor del fuego. Mis libros se ofrecen como entretenimiento, nada más.

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Teresa Curry: ¿Qué le dirías a los que te critican por exaltar los vampiros y la cultura de vampiros?

Howard se crispó. Me di cuenta que se puso alerta.

Elizabeth Howard: En primer lugar, no creo que los vampiros en estos libros sean vistos como glamorosos. Hannah no quiere ser vampiro, y se niega a beber sangre humana. En cuanto a Vigo, es un sociópata. No creo que alguien quisiera imitarlo.

Teresa Curry: Pero parece que alguien está haciendo precisamente eso. Dos adolescentes fueron asesinados en Chicago la semana pasada por una persona, o más, imitando a un vampiro. Tu segundo libro, The Mists of Otherworld, salió justo una semana antes. ¿Crees que es una coincidencia?

Elizabeth Howard: No lo sé. Sinceramente, no.

Teresa Curry: Si el que cometió los asesinatos estuviera viéndote ahora, ¿qué le dirías?

La cámara se centró en el rostro de Elizabeth Howard. Fue un brillante momento de infarto. De repente, parecía más a un ciervo rodeado que una autora glamorosa.

Elizabeth Howard: Le diría que se entregara... para que pueda obtener la ayuda psicológica que necesita.

A Vigo no le gustaría escuchar eso. Ni un poco.

*** Al día siguiente, Katie y Luisa no paraban de hablar sobre la entrevista en EveningReport. Mi estómago se mantuvo dando vueltas mientras pensaba en la firma de libros en Nueva York. Me sentía muy mal por no contarles, estarían muy celosas si supieran que iba a conocer a Elizabeth Howard.

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El plan era que la Sra. P. y Alexander me recogerían el sábado por la mañana a las cuatro y media. Si no había mucho tráfico, estaríamos en Manhattan por la tarde. Pero como la firma de libros era a las siete, no tendríamos un buen lugar en fila. Probablemente para eso hubiéramos tenido que acampar desde un día antes. Sin embargo pensamos que le daría tiempo suficiente a Alexander para encontrar una manera de entrar.

Cuando llegué a casa de la escuela, Madison también, como de costumbre. Ella y Chrissy estaban pintándose las uñas. Ni siquiera me había quitado los zapatos cuando Madison me preguntó:

—¿Vienes a la fiesta esta noche?

Rodé los ojos. Ella quería que le dijera «¿Cuál fiesta?», y luego me diría que entonces no fui invitada. No iba a seguirle la corriente.

—En realidad, no. Me voy a la cama temprano porque me voy a Nueva York a las cuatro y media de la mañana.

Chrissy levantó la vista de sus uñas. —¿En serio? No me digas eso.

Por un momento, me detuve. ¿Chrissy parecía verdaderamente interesada en mi vida?

—Elizabeth Howard está haciendo una firma de libros. Alexander y yo vamos. —Decidí no mencionar que la Sra. P. también.

—Hmm —dijo Chrissy. Lo cual, conociéndola, era su aprobación.

Madison, sin embargo, no parecía impresionada.

—Vamos a lo de Brian Kowalski. Está celebrando la victoria del equipo de atletismo. ¿Te invitaron?

No otra vez. No me molesté en contestar. Mientras me dirigía a la cocina para tomar un aperitivo, Madison gritó:

—¡Qué lástima! ¡Sus padres están fuera de la ciudad y va a rockear!

Entonces oí un «¡Ouch!». Chrissy debió haberle dado un codazo o algo así. Madison no era muy discreta que digamos, por lo que me había dado una pista

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en el hecho de que Chrissy no quería que yo supiera. Y ciertamente tampoco quería que mamá.

Mientras buscaba en los armarios en busca de un aperitivo, pensé en cómo impedirle a Chrissy salir esta noche. No sólo era la mala noticia que fuera en lo de Brian Kowalski, también que estaba un vampiro suelto. Pero sabía que si trataba de convencerla de que se quedara en casa, sólo la haría querer ir todavía más.

Agarré una manzana y un puñado de galletas, y después me dirigí a la computadora.

—Espero que la fiesta rockee antes de las diez de la mañana, por el toque de queda de Chrissy —dije sobre mi hombro.

*** Entonces así es como se siente un bloqueo de inspiración.

Dos horas más tarde, todavía estaba mirando a la pantalla de la computadora.

Pensé que con Alexander Banks en mi mundo, mi fan-fic fluiría como nunca antes. Todo lo contrario.

Ahora que sabía que Otherworld era real, no podía hacerlo. Cuando abrí uno de los libros en busca de inspiración, todo lo que vi fue cruel y dura realidad.

Olvídalo. Lo intentaré después.

Fui a la cocina, donde mamá estaba haciendo macarrones con queso caseros. Sabía que era su comida reconfortante favorita porque los hacía todos los viernes por la noche cuando regresaba de su larga jornada, y, a menudo los acompañaba con una copa de vino.

—Huele bien. —Le di un beso—. ¿Adónde fueron las niñas?

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—Van a cenar en lo de Madison. —Me di cuenta que mamá no estaba muy feliz por eso.

—Más para nosotras. —Mirando el cielo oscuro fuera de la ventana de la cocina, me alegré de que Chrissy y Madison se hubieran ido antes del atardecer. Pero no lo estaría cuando fueran a lo de Brian. Me preocuparía hasta que Chrissy llegara a casa.

Mamá debe haber estado pensando en lo mismo.

—Le di dinero para un taxi. No me gusta que tome el autobús en la noche. No con ese loco alrededor.

Mamá y yo cenamos juntas en la mesa de la cocina. Fue una suerte que Katie y Luisa estuvieran ocupadas esta noche —Katie tenía un partido de hockey, y Luisa estaba ensayando para una obra de teatro— porque estaba demasiado distraída como para socializar. Escuché a mamá decirme sobre el último drama en el trabajo. Le recordé que yo iba a Nueva York súper temprano mañana por la mañana para la firma de Elizabeth Howard, y mamá me recordó que la llamara cuando llegara.

Unos minutos antes de las diez, Chrissy llamó.

—Cariño, si querías quedarte a dormir debiste haberme dicho antes —dijo mamá en el teléfono, sonando molesta—. Ni siquiera llevas tu pijama, ¿verdad?

Hice una seña a mamá para que hablara con ella. Ahora.

—Espera —le dijo mamá a Chrissy, luego se volvió hacia mí.

Tomé una respiración profunda.

—Madison me dijo que iban a una fiesta. Ya podrían estar allí.

Sabía que Chrissy me oía, pero no tenía sentido fingir. ¿Realmente había pensado que la iba a cubrir si se pasaba de su toque de queda? Me pregunté a mi misma. Tal vez lo habría hecho, si no estuviera tan preocupada por su bienestar hasta tarde con un vampiro en las calles. Por otra parte, tal vez no. Trece es demasiado joven para una fiesta de Brian Kowalski.

Los labios de mamá se apretaron.

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—Ven a casa de inmediato, Chrissy. Y toma un taxi, como te dije. —Oí a Chrissy lloriquear.

—No discutas conmigo, Chrissy —dijo mamá—. Y será mejor que llegues antes de tu toque de queda o de lo contrario estarás bajo tierra.

Los lloriqueos de Chrissy se volvieron gritos, y luego le colgó. Mamá alejó el teléfono, derrotada.

—No puedo confiar en lo que dice —dijo, sacudiendo su cabeza con tristeza—. Ha cambiado mucho desde que su padre se fue.

Me senté a su lado en el sofá. —Necesita más tiempo para adaptarse.

—Su padre debería pasar más tiempo con ella. Con las dos.

Rara vez hablaba de nuestro padre, pero me di cuenta que le molestaba. No era justo que tuviera que manejar a Chrissy sola.

Nos sentamos allí por un tiempo, haciendo bromas sobre las payasadas que Chrissy podría hacer cuando llegara a casa. Dieron las diez en punto, y no llegó. Cuando dieron las once, estaba claro que Chrissy había optado por ignorar a mamá. Mientras más tarde se hacía, más nos preocupábamos. Mamá había llamado varias veces al celular de Chrissy, pero no obtuvo respuesta. Para la medianoche, estábamos francamente aterradas.

—¿Sabes dónde vive ese tal Brian? —me preguntó mamá—. Iré en taxi.

—Espera, tengo una idea. Déjame hacer una llamada.

Desde mi habitación, llamé al celular de Alexander.

Él respondió rápidamente. —¿Está todo bien?

Podía oír el tráfico detrás de él.

—Ya pasó el toque de queda de mi hermana, y mamá y yo estamos preocupadas. ¿Dónde estás?

—A quince minutos de tu apartamento. Voy a estar allí. Espérame en el interior. —Colgó.

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Di un suspiro de alivio, luego volví a la sala para decirle a mi mamá que iba a venir.

—¿Tiene un coche? Genial. Dile que se lo agradezco.

Si yo sacaba a Chrissy de la fiesta, no sería tan embarazoso como si mamá lo hiciera. Esperé que eso bajara su ira.

Cuando me metí en el coche unos minutos más tarde, Alexander me preguntó:

—¿Sabes dónde está?

—Estoy bastante segura de que está en una fiesta en la calle Campbell. No está lejos, justo al lado de La Salle.

—Sé dónde está. ¿Tenemos alguna razón para creer que está en peligro?

—No. Es sólo que se peleó con mi madre por teléfono, y quería asegurarse de que ella llegara a casa bien. Espero que no te moleste…

—No tenía a Vigo en la mira —dijo en voz baja.

Mientras conducía, tuve la extraña idea de que le había echado de menos, a pesar de que lo había visto ayer. ¿Así es el amor?, me pregunté. ¿Cuando quieres estar con alguien en todo momento? La idea me asustó. Me había quedado enamorada del personaje de Alexander Banks, no del hombre mismo... ¿verdad?

A los diez minutos, llegamos a la calle Campbell.

—Es una casa grande y blanca de dos pisos. Ahí está. Dos abajo a la izquierda. —Katie y yo habíamos entregado periódicos esta zona hace unos años. La casa de Brian era el más grande de la cuadra, y siempre había parecido tener una fiesta.

El camino estaba lleno de coches, así que aparcó un par de casas más abajo.

—Voy rápido —le dije—. Tal vez me tome un par de minutos encontrarla.

—Me gustaría acompañarte.

Lo pensé, y supuse que podría ayudarme si Chrissy me daba un mal rato.

—Muy bien, pero compórtate, ¿sí?

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—Por supuesto.

Caminamos hasta la puerta y toqué el timbre. Nadie respondió, probablemente porque no podían oír por encima de la estridente música. Giré el pomo y la puerta se abrió.

La casa estaba muy oscura y llena de gente. Bombillas rojas habían sido puestas, una excusa lamentable para la atmósfera.

—¿La ves? —gritó Alexander en mi oído.

Giré la cabeza hacia la sala de estar, mirando alrededor. —No lo creo.

Lo jalé. Pasamos entre personas apiñadas en el pasillo. Tomó mi mano y la apretó. La sensación de su mano en la mía, me provocó una ola de mareos. Por un segundo, me permití imaginar cómo sería ir a una fiesta con Alexander como mi novio.

Había gente sudorosa por todas partes, y traté de no tocar a nadie mientras me movía hacia delante. Miré hacia atrás para ver Alexander, cuyos labios se fruncían con desdén. Definitivamente no era su tipo de fiesta.

Primero revisaríamos el sótano y después las habitaciones de arriba. Si podíamos pasar. Había una masa de gente bloqueando las escaleras del sótano, y no prestaron atención a mis «¿puedo pasar?».

Entonces Alexander se puso delante de mí. Con sus brazos, empujó a todos fuera del camino. Fiesteros asustados tropezaron hacia atrás, cayendo unos sobre otros.

Un chico dijo:

—¡Hey! ¿Qué fue eso?

Alexander lo miró. El chico se encogió.

Tomando de nuevo mi mano, Alexander me llevó por las escaleras. El sótano estaba aún más oscuro que arriba, y a mis ojos les tomó unos segundos ajustarse.

Me acerqué a uno de los sofás, explorando a la gente, buscando un largo cabello rubio. Allí estaba ella, en un rincón oscuro. Un chico la estaba besando.

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—Chrissy.

Ella dio un salto. Me di cuenta de que el tipo iba en mi escuela. Era un senior, Reuben Torres, de los deportistas, y un famoso mujeriego.

—Ella está en octavo grado, Reuben —dije, disgustada.

Él se encogió de hombros. —¿Y?

Alguien se puso delante de mí. Fue Alexander. Agarró la mano de Chrissy y tiró de ella de pie.

—Es hora de ir a casa, Christina.

Reuben se puso de pie. —¡Hey! ¿Y si no quiere?

Alexander lo miró. Luego puso una mano en el pecho de Reuben y lo empujó. Reuben voló de nuevo al sofá.

Alexander esperó a ver si Reuben se levantaba, pero Reuben se desplomó, aturdido.

Me aferré al brazo de Chrissy y seguí a Alexander por las escaleras, y salimos por la puerta principal.

—¿Dónde está Madison? —le pregunté a mi hermana—. La llevaremos a casa, también.

—No se sentía bien, así que se fue —respondió Chrissy sin mirarme a los ojos.

Se sentó en el asiento trasero del coche. Me di cuenta que la falda que llevaba puesta era de Madison, e increíblemente corta.

—Déjame en lo de Madison —le dijo a Alexander, como si fuera su chofer.

—Te voy a dejar en tu casa. —Cerró su puerta con fuerza.

—¿Qué te importa lo que yo haga?

—No me importan tus berrinches. Sin embargo, tu madre y tu hermana sí, y estoy en deuda con ellas.

Ni se inmutó.

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—¿Entonces estás saliendo con mi hermana?

Casi me reí. Chrissy sabía que estaba en serios problemas, pero todavía quería estar al día con mi vida amorosa.

Antes de que pudiera responder, Alexander dijo:

—Tenemos mutua admiración, espero.

Eché un vistazo a Alexander, mi estómago girando, luego miré la calle.

—¿Mutua admiración? —se burló Chrissy—. ¿Qué significa eso?

—Significa que tenemos mucho en común —le dije rápidamente.

—Oh, ya entiendo. ¿Es un gran nerd de libros que no tiene una vida, también? ¿Sabe que nunca has tenido novio?

Gracias, Chrissy. Ya pensaba que era extraño que mi nick fuera

SSrraa..AAlleexxaannddeerrBBaannkkss. No necesitaba saber que nunca había tenido novio.

—Tu hermana es brillante y hermosa —replicó Alexander—. Tu comportamiento infantil es un insulto a ella.

Chrissy golpeó su asiento. —¡Lo que sea!

Alexander no respondió, sólo puso el coche en marcha y nos fuimos.

Fue un viaje a casa incómodo, por decir menos. Los únicos sonidos en el coche eran los ronquidos ocasionales de Chrissy o golpes que daba.

Tu hermana es brillante y hermosa. No era tan ingenua como para pensar que lo decía en serio. Obviamente había descubierto que Chrissy me veía como nada, y vino en mi defensa. Sin embargo, no podía negar la oleada de placer que sentía cada vez que recordaba sus palabras.

Cuando llegamos a casa, mamá estaba de pie en la sala, esperando. Se fijó en la falda de Chrissy y el alivio en su rostro cambió a ira. Sabía que iba a tener una gran discusión con Chrissy, pero primero se volvió hacia Alexander.

—Gracias por recoger a mi hija.

Él asintió con la cabeza. —No hay de qué, señora.

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—Él es psicótico —gritó Chrissy, corriendo a su habitación y cerrando la puerta.

—Ya vuelvo —le dije a mamá—. Voy a acompañar a Alexander.

—No era necesario —dijo una vez que estábamos en el lobby.

—Sólo quería darte las gracias por ayudarme con Chrissy.

Había una extraña mirada en sus ojos, casi le pregunté. Pero me sonrió y dijo:

—Para servirte.

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Mi cabeza apenas había golpeado la almohada cuando sonó el despertador. Desde que había pre-empacado una bolsa de bocadillos para el viaje, sólo tenía que vestirme, cepillarme los dientes, conseguir botellas de agua de la nevera, y esperar en el lobby.

El coche se detuvo cinco minutos más tarde con la Sra. P. en el asiento del conductor y Alexander en el copiloto. Salió para abrirme la puerta del coche, y me quedé sin aliento. Llevaba la ropa de Otherworld; abrigo largo, camisa blanca, pantalones caqui y botas altas de cuero. Estaba magnífico.

En vez de decir «wow» me las arreglé para decir «gracias», y entrar en el asiento trasero.

—Buenos días, Amy —dijo la Sra. P., manejando hacia la carretera—. Alexander me contó su aventura de anoche. Supongo que no te dio mucho tiempo para dormir.

—Fue el suficiente. —Anoche fue hace sólo cuatro horas. Aunque estaba cansada, también estaba entusiasmada por llegar a la firma.

Alexander miró por la ventana. —Estaba comentando sobre toda la gente en este momento de la noche. Estoy acostumbrado a los vampiros poseyendo la noche. Sólo los cazadores de vampiros se atreven a circular antes de la salida del sol. Aquí, todo el mundo parece tan despreocupado. Acabamos de presenciar un grupo de adolescentes cantando en las calles, hay que darles crédito.

—Es fin de semana —le dije—. Creo que todo el mundo quiere ir de fiesta.

—¿No tienen sentido común? Ellos saben de los asesinatos, sin embargo no muestran ninguna preocupación.

—La mayoría de la gente es insensible a esas cosas en estos días —le dije—. Si no fuera por la conexión de vampiro, el caso no habría tenido mucha atención. Sólo otro asesinato en la ciudad.

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—Eso es asombroso —recalcó—. Quizás es debido al tamaño de la población que puede ocurrir tal des-sensibilización.

—Aquí apenas conocemos a nuestros vecinos —dijo la Sra. P.—. Es una vergüenza.

—Cambiando de tema —dijo Alexander en un tono más claro—, ¿tu madre le dio a Christina una apropiada reprimenda?

—Está bajo tierra por dos semanas. No estoy segura que Chrissy escuchara a mamá, sin embargo, porque trató de ahogarla con música.

Alexander negó con la cabeza. —Tal descaro en alguien tan joven. ¿Con «estar bajo tierra» te refieres a que se quedará en el apartamento?

—Sí. Significa que tendrá que quedarse en casa cuando no esté en la escuela.

—¿Por qué no privarla de la escuela también?

La Sra. P. rió. —No se puede excusar a un estudiante de la escuela por dos semanas, sobre todo si es menor de dieciséis años.

—Asistir a la escuela es un privilegio. Sería lo ideal para que lo piense.

—Chrissy no lo ve como un privilegio, confía en mí —le dije—. A ella le encantaría quedarse sólo en casa durante dos semanas.

Alexander gruñó:

—En mi mundo, ese tipo de insolencia no es tolerada. Por otra parte, las consecuencias de saltarse el toque de queda son muy diferentes. Alguien que lo rompe, no vuelve a ser visto.

Esperemos que nunca llegue a ese extremo aquí.

—En cualquier caso, podemos esperar que tu hermana madure. Afortunadamente, no tenemos que preocuparnos por que esté fuera en las noches por un tiempo.

Por alguna razón, sentí mis ojos empañarse. Alexander había dicho «tenemos», los dos. No tenía ninguna razón para preocuparse por mi hermana, especialmente después de la forma en que lo había tratado, pero me alegraba que lo hiciera.

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A partir de ahí, la Sra. P. empezó a hacerle preguntas a Alexander sobre su mundo. Él estaba feliz de responder, y nos contó historias, las que no estaban en los libros. Miré por la ventana, mirando los campos oscuros pasar. Alexander tenía una voz rica y aterciopelada, perfecta para narrar. Me encontré evocando imágenes de Otherword, imágenes vivas, y me pregunté si esto era lo que veía Elizabeth Howard. Cuando sentí que me estaba quedando dormida, oí a Alexander susurrar a la Sra. P.:

—Creo que está durmiendo. Será mejor que permanezcamos callados.

—Sigue hablando —le dije soñolienta.

Pensé que le oí reír mientras contaba de una excursión de pesca con James cuando eran unos niños. Era una historia alegre, y una que sabía que no implicaría vampiros.

*** —Dios mío —exclamó Alexander, señalando a la masa de gente delante de la librería. No pudimos distinguir una fila de cualquier tipo, sólo una gran multitud. Esto era muy diferente de la escena fuera de la Librería Nook cuando había conseguido mi copia de The Mists. Aquí era un caos.

—Vamos a encontrar una manera —le dije, mi voz firme. Me pregunté si la determinación de Alexander era contagiosa.

La Sra. P. nos dejó en la esquina de Broadway y 82, luego fue a encontrar aparcamiento. Iba a llamarme al celular cuando estuviera de vuelta cerca de la librería para que la encontráramos.

Nos quedamos en el borde de la multitud, que eran como miles. La mirada de Alexander recorrió la zona varias veces. Luego se volvió hacia mí.

—Voy a tener que dejarte aquí. La Sra. P. estará pronto. Debo inspeccionar toda esta zona para ver qué estamos tratando. Voy a estar en contacto por teléfono dentro de una hora.

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—Bien. Buena suerte.

No se había movido un metro de distancia cuando una chica lo vio y gritó. El grupo de chicas con las que estaba estallaron en un coro de gritos.

—¡Oh, Dios mío, es Alexander Banks!

—¡Su disfraz es tan perfecto!

—¡Es hermoso!

—¿Podemos tomarte una foto? ¡Por favor, por favor!

Alexander se volvió hacia mí con una mirada aterrada en su rostro, y se abrió paso entre ellas a la multitud. Tuve que sonreír. Si él no tenía idea de qué tan locos estábamos los fans de Otherworld, se darían cuenta hoy.

La Sra. P. llamó unos minutos más tarde, y se unió a mí en la calle. Llevaba un gafete que la identificaba como Lorena Parker del Distrito Escolar de Bibliotecas en Chicago. Pensó que sería útil para dar credibilidad cuando conociéramos a Elizabeth Howard.

Mientras estuvimos allí, la multitud se hacía cada vez más grande. Nadie cercano sabía cómo íbamos a entrar. Los únicos que supuse sabían eran los que tenía pulseras verdes fluorescentes con códigos de barras. Empujé un par de personas con las pulseras para preguntar cómo las consiguieron. Una niña me dijo que su madre era una gerente de una librería. Otro par, un adolescente y su madre, me dijeron que los habían ganado en la radio. Sólo doscientos personas iban a entrar, al parecer. Aunque hubiéramos llegado anoche y acampado, no habríamos tenido oportunidad. Mi confianza empezó a vacilar, ¿con una seguridad tan fuerte cómo entraríamos?

Poco después, Alexander me llamó y nos dijo que se encontraba a cinco cuadras en un restaurante. Cuando llegamos allí, estaba en una cabina con una taza de té, mirando el menú. Parecía agotado.

—Gracias por venir aquí. Tenía que llegar lo más lejos posible de las hooligans.

Su cabello normalmente azotado por el viento estaba francamente hecho un nido ahora, y parecía que había una mancha de lápiz labial en su camisa. La Sra. P. y yo reímos.

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—Te dije que tu personaje es popular —le dije.

—Sí, bueno, no estabas exagerando.

—¿Tienes un plan sobre cómo vamos a hablar con Elizabeth Howard? —preguntó la Sra. P..

—Sí, lo tengo —respondió distraídamente, metiendo su mano en el bolsillo de su abrigo y colocando tres pulseras verdes fluorescentes sobre la mesa—. Sólo tenemos que usar estas cosas y nos dejan entrar.

La Sra. P. y yo intercambiamos una mirada.

—Las tomé de un bolso. —Se encogió de hombros, como si nada—. Escuché a una chica hablando por su teléfono, diciendo que tenía pulseras.

—Pobre chica, va a estar muy decepcionada —dijo la Sra. P., pero no dudó en ponerse una pulsera, y me tendió una—. Por el mayor bien, sin embargo.

—No le tengan compasión. —La boca de Alexander hizo una línea sombría—. Llevaba una camiseta con la imagen de Vigo en ella, y en el reverso decía «Chica de Vigo». Es una indignación completa.

*** Estaba mareada. No sabía si por la emoción de estar en la ciudad de Nueva York por primera vez, o la presencia de Alexander. Probablemente ambas.

Como teníamos pulseras, sólo tuvimos que volver una hora antes de la firma. Los tres pasamos un par de horas explorando. Alexander estaba impresionado por los rascacielos, el loco tráfico y las calles atestadas de apurados neoyorquinos y turistas. Había ido al Nueva York de Otherworld, pero no era para nada tan impresionante como el actual Manhattan. Quería parar y mirar los cines, cada taxi, cada puesto de comida.

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Cuando hacíamos nuestro camino a través de las concurridas calles, Alexander tomó mi mano varias veces. Sabía que él estaba tratando de no perderme en la multitud, y no había nada más. Pero quería que fuese algo más.

Finalmente, tuvimos que volver a la librería. Con las pulseras, pasamos inmediatamente y nos indicaron que fuéramos por las escaleras mecánicas al segundo piso. Era enorme, de varios pisos. Barnes&Noble era un palacio real de libros.

A pesar de que habíamos venido con un propósito serio, me di cuenta de que la Sra. P. estaba disfrutando de la atmósfera tanto como yo. Alexander, sin embargo, no le causó ninguna gracia todos los fans disfrazados de James, Hannah, Vigo, y él mismo. Mientras empujaba por un lugar en la fila, murmuró comentarios acerca de lo estúpido que era. No ayudó que varios fans le pidieran fotos. Él ladró que lo dejaran solo, pero sólo les incitó más, declarándolo un perfecto Alexander Banks. Finalmente, se dio por vencido y frunció el ceño por unas cuantas fotos.

Pasamos la sección de libros YA14. Había una exposición de libros apilados de Otherworld bajo un cartel que decía «¿Y tú?», y había una foto de James y Alexander de pie de espaldas. Hannah estaba en el primer plano, rizos rubios fluyendo a su alrededor, sus colmillos desnudos.

Alexander rodó los ojos.

—«¿Amarías o matarías a un vampiro?» ¿Qué demonios significa eso? Sólo hay una manera de lidiar con un vampiro.

Me encogí de hombros.

—Se supone que debe ser pegadizo.

—Es ridículo, eso es lo que es. ¿Quién estaría enamorado de un vampiro, excepto mi primo temerario?

—Probablemente se puede decir que un montón de gente como Hannah —dije, señalando a la multitud, muchas vistiendo pelucas rubias rizadas.

14 Young Adult. Jóvenes Adultos

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—Cambiarían de opinión si la conocieran. Elizabeth Howard la describe como una angelical hermosa vampiresa, que es una contradicción de términos. ¿No se dan cuenta de sus colmillos? ¿O su piel tan pálida y delgada como papel de arroz? Pero Howard nunca describe eso, ¿verdad?

Era cierto que la mayoría de los vampiros que conocía de los libros y las películas eran de muy buen aspecto. Todo era parte de la fantasía. Por otra parte, Elizabeth Howard no habría llamado a Hannah hermosa si no lo fuera. Y James debe haber visto algo especial. Estaba claro para todos los lectores que Alexander nunca le había dado a Hannah una oportunidad.

Un murmullo de asombro recorrió la multitud cuando Elizabeth Howard salió de una puerta trasera con un séquito de seis personas, dos de ellos eran seguridad. Incluso desde nuestra vista, se notaba su elegancia y equilibrio.

Alexander se puso rígido cuando la vio, un cambio apenas perceptible en su postura erguida a una todavía más. Para la mayoría de la gente, ella era una famosa autora que rockeaba, pero para Alexander, era la mujer que había escrito sobre su vida sin su permiso, y saltó a la fama y fortuna por ello. Me di cuenta que Alexander estaba dolido por la injusticia.

La fila avanzó constantemente. Un empleado de la librería nos dio copias de The Mists of Otherworld, y luego una bonita, bien vestida muchacha se acercó a nosotros con un paquete de post-its, pidiendo el nombre de a quien nos gustaría que el libro fuera dirigido. Ella tenía una etiqueta con su nombre identificado como Leslie Watson, editora de Elizabeth Howard.

Alexander frunció el ceño.

—Planeo decirle eso a la Sra. Howard.

La Sra. P. puso una mano en su brazo. —Está bien. Lo hacen para acelerar el proceso, así todas estas personas no tienen que deletrear su nombre para ella.

—Si ella puede escribir una gran prosa detallada, debería hacerlo —murmuró, luego se volvió hacia Leslie—. De acuerdo. Que se dirija a Alexander Banks. A-L-E...

—Lo tengo —lo interrumpió con una sonrisa coqueta—. Gran disfraz, por cierto.

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A medida que nos acercábamos al frente de la fila, sentí una oleada de emoción chica-fan. Elizabeth Howard estaba a sólo unos metros de distancia. En otras circunstancias, estaría muriendo para que firmara mi libro, tomarme una foto con ella y publicarla en Facebook. Pero hoy no era el momento para eso.

Los empleados marcaban el tiempo para estar con ella, lo que significaba que tendríamos sólo unos segundos para hacer una impresión. El plan era que la Sra. P. hablara con ella primero, y le daría una nota detallada que explicaba nuestro caso. Entonces Alexander se presentaría, y luego yo.

De repente, Leslie se acercó a nosotros y sacó a Alexander fuera de la fila.

—Eres el siguiente, Alexander. Nos gustaría tomarte algunas fotos con la Sra. Howard firmando tu libro. Para la prensa. Si no te importa.

Le di una «no lo eches a perder» mirada, y él asintió con la cabeza.

—Eso sería lindo, gracias, Leslie.

La Sra. P. y yo aguantamos la respiración cuando Leslie lo llevó hasta la mesa.

—Hola, Elizabeth Howard —dijo.

Me hubiera gustado haber podido fotografiar su reacción. Sus ojos se abrieron, y ella hizo una toma doble. Luego se compuso y esbozó una sonrisa.

—Hola.

Un fotógrafo se acercó y tomó algunas fotos.

—Me reconoces, ¿verdad? —Pude oír el entusiasmo en su voz.

Elizabeth Howard sonrió distraídamente.

—Alexander Banks, por supuesto. —Ella firmó su libro y se lo deslizó de nuevo a él, y luego miró por encima de su hombro, anticipando la siguiente persona, quien resultaba ser la Sra. P.

—Usted no entiende —dijo Alexander, acercándose a ella—. Yo soy Alexander Banks, el verdadero. No diga que no me reconoce, porque sé que sí. Puedo verlo en sus ojos.

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Uh-oh. Alexander, obviamente, sintió que había sido rechazado por Elizabeth Howard, y no era una buena cosa. Me hubiera gustado poder decirle que avanzara y dejara a la Sra. P. decirle nuestro caso, pero no parecía tener ninguna intención de moverse.

Los ojos de Elizabeth Howard vagaron, posiblemente en busca de ayuda.

—Muchas gracias, Alexander Banks —dijo ella con torpeza—. Has hecho una buena interpretación. ¿Quién sigue?

—Espere —dijo, manteniéndose firme—. Usted, más que nadie, me conoce. Llegué a través de un portal mientras estaba persiguiendo a Vigo sobre un puente. Tenemos que hablar después de la firma. Lo único que pido es un par de minutos de su tiempo.

Elizabeth Howard le dio el tipo de mirada que uno le da a un enfermo mental que está a punto de quebrarse. Y entonces la seguridad descendió a cada lado de Alexander.

—Sigue moviéndote, hijo —dijo un fornido guardia de seguridad, tomando su brazo.

Alexander arrancó su brazo.

—Es totalmente innecesario, se lo aseguro. —Se volvió hacia Elizabeth Howard—. Está en peligro, Sra. Howard. Vigo ha pasado, también.

Los guardias de seguridad sujetaron los brazos de Alexander y lo tiraron lejos. Con una fuerza increíble, Alexander se soltó y saltó frente a ella.

—¡Aquí está la prueba! —Él sacó la lengua.

Sus ojos se desorbitaron. La seguridad lo agarró de nuevo, arrastrándolo a la entrada lateral. No se resistió. De hecho, él me lanzó una mirada triunfante.

Elizabeth Howard estaba pálida y claramente sacudida. Una mujer en su séquito llegó a su lado y habló con ella en voz baja. Elizabeth siguió sacudiendo su cabeza.

La multitud en la librería, y el grupo de fans enloquecidos fuera, chiflaba y gritaba, irritados por la escena que Alexander había hecho. La Sra. P. se acercó más a la mesa, pero un empleado se interpuso en su camino.

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Elizabeth Howard se levantó y corrió hacia la parte trasera de la librería sin siquiera esperar a su séquito. La Sra. P. brincó sobre la cuerda de terciopelo y corrió hacia ella, empujando la nota en su mano y diciendo algo. Elizabeth parecía sorprendida, pero aceptó la nota.

En ese momento, su séquito la rodeó, y pronto desaparecieron por una puerta trasera.

Alrededor de dos minutos después, se reprodujo un anuncio en una pantalla, diciéndonos que la firma había sido interrumpida, y que Elizabeth Howard reprogramaría otra pronto. La multitud se puso loca, y lo único que podía hacer era salir de la masa y empujar hasta lograrlo.

Encontré un lugar al otro lado de la calle y llamé al celular de Alexander. Me dijo que él y la Sra. P. estaban a media cuadra frente a una tienda de delicatessen15.

Me lancé por la calle, y me reuní con ellos un minuto después.

—¿Sólo soy yo, o enserio fue un completo desastre? —pregunté, sin aliento.

—Puede ser que haya parecido de esa manera, pero sé que atrapé su atención —respondió Alexander.

—La sorprendiste, claro —dijo la Sra. P.—. Sólo esperemos que te haya creído. Le di la nota.

—Sí, te vi. —Logré una sonrisa—. Movimiento rápido, Sra. P. No puedo creer lo rápido que saltaste la cuerda.

—Solía correr pista y campo. ¿Acaso nunca te lo dije?

Alexander no estaba escuchando. Se quedó viendo el rascacielos en el centro de Nueva York, pero sus ojos fijos en un punto lejano.

—Elizabeth Howard está en peligro inminente. Lo sé.

Nadie en Otherworld cuestionaba dos cosas: la determinación de Alexander Banks, y su intuición. Esperaba que Elizabeth Howard leyera la nota de la Sra. P. y se pusiera en contacto con nosotros... antes de que fuera demasiado tarde.

15 Delicatessen: tienda de comestibles finos.

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—¿Cuál dirías que es la probabilidad de que Elizabeth Howard nos llame? —preguntó Alexander.

Era la mañana siguiente, y la carretera se extendía ante nosotros. Habíamos estado conduciendo toda la noche, excepto Alexander, por supuesto, que necesitaba descansar. La Sra. P. y yo habíamos tomado turnos para dormir en el asiento trasero. Ahora, Alexander estaba conduciendo y yo estaba sentada a su lado lamiendo un helado de café mientras la Sra. P. roncaba suavemente en el asiento trasero.

Me di cuenta de que Alexander había utilizado el término «probabilidad». No era una coincidencia. Para atrapar a Vigo, tenía que pensar como él.

—Definitivamente la sorprendiste —le respondí, recordando la escena en la librería—. Pero es posible que acabaras asustándola.

—Detecto una nota de desaprobación en tu voz, Amy. Crees que lo hice de la forma equivocada, ¿verdad?

Por lo general, me parecía más fácil mantener para mí las cosas que me molestaban, pero quería ser directa con Alexander.

—Debiste haber tenido un enfoque más suave. La Sra. P. y yo habríamos hecho el resto. —Me volví hacia él—. ¿Alguien te ha dicho que tu comportamiento puede ser un poco extremo?

—Un par de veces. —Una sonrisa tiró de las comisuras de su boca—. Pero no estoy perturbado por tu crítica, puesto que ya estás enamorada de mí, Sra. Alexander Banks ocho mil veintiuno.

Sentí mi temperamento flamear. ¡De todas las cosas arrogantes que decir!

—¿Enamorada de ti? —exclamé, tratando de mantener la voz baja para no despertar a la Sra. P.—. ¡Dame un respiro! Eres el tipo más irritante que he conocido. No estoy enamorada de ti... y nunca lo he estado. —Dije las palabras

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con firmeza, como si eso las hiciera realidad. Pero sabía que era demasiado tarde para proteger mi corazón de Alexander Banks.

Se quedó en silencio durante unos momentos, mirando la autopista. —Lo sé. Estaba tratando de burlarme de ti. Tal vez era una manera indirecta de pedir disculpas, y sí, de hecho, fui extremo. Es fácil declararse enamorado de un personaje de un libro, porque es sólo una fantasía. —Su boca se curvó sin humor—. La persona real es difícil de aceptar.

Quería dar marcha atrás. ¿Y si había ido demasiado lejos? No estaba tratando de decir que no era digno de ser amado.

—No eres tan malo —le dije.

—Me inclino a creerte, con la excepción de que incluso mi querido primo, James, me llama insufrible. Cree que no quiero verlo feliz. —El me miró—. ¿Qué piensas tú?

—Está equivocado. Es obvio cuán leal le eres. Creo que James se pregunta si quieres verte feliz.

Él frunció el ceño. —¿Quién dice que no soy feliz?

—Cazar vampiros no puede ser tan gratificante.

—¿No puede? No sabes lo satisfactorio que es poner una estaca en el corazón de un vampiro que se alimenta de personas inocentes. La verdad es que matar vampiros es lo único que me hace sentir algo parecido a la alegría. Grotesco, ¿no?

Era grotesco, pero también comprensible. —Después de lo que pasó con tu familia, tal vez puedes no sentirte feliz a menos que le impidas a otros tener la misma suerte.

—Es una explicación razonable como cualquiera otra que podría esperar. Desafortunadamente, algunos dirían que me hace incorrecto. Un alma perdida. Preocupada. Torturada.

—Esas son todas las palabras que Elizabeth Howard usó para describirte.

Él gruñó. —Por supuesto.

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—Debes querer más en tu vida que cazar vampiros —le dije suavemente—. Digamos que matas a Vigo, vuelves a tu dimensión y James logra que los vampiros firmen un tratado de paz con los humanos. Entonces, ¿qué?

—Ojalá fuera así. Pero suena como una obra de ficción.

—Debes tener otros intereses aparte de cazar vampiros. Tú mismo has dicho que tienes una curiosidad incurable.

Hizo una pausa. —La ciencia del cuerpo. Siempre he estado fascinado por el papel de los tendones y los músculos, la forma en que el cuerpo se adapta y fortalece debido a un delicado equilibrio entre la tensión y el descanso. Creo que sería un útil curso de estudio.

—Por eso Helen te dijo que debías ser médico. Siempre me pregunté de dónde había sacado eso.

—Ella tenía altas esperanzas para mí.

—Tienes sólo dieciocho años. ¿Quién sabe lo que vas a hacer en un par de años a partir de ahora?

—De cazador a curandero. Eso sí que sería un interesante epílogo. —Pero me daba cuenta que lo decía como pura fantasía—. ¿Y tú, Amy? En este mundo de abundancia, tienes un sinnúmero de opciones disponibles. Pero creo que ya has decidido.

Me quedé mirándolo. —¿Por qué dices eso?

—Vi una pila de páginas cerca de la computadora. Las tomé, pensando que estaba leyendo un fragmento de Otherworld, pero luego vi tu nombre adjunto. Eres una escritora, ¿no es así?

Lo bueno era que estaba mirando a la autopista, porque sentí que me sonrojaba. ¿Había leído mis cosas? No hablaba de mis aspiraciones de escritura mucho, ni siquiera con mis amigas. Sabían que escribía fan-fics, pero no que tenía grandes sueños de ser publicada algún día.

—Mucha gente escribe historias —murmuré—. Por lo general no va a ninguna parte.

—Vas a ser diferente. Tu trabajo está vivo.

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—Eso se debe a que escribo sobre tu mundo.

—No estoy de acuerdo. Fue la forma en que pintaste la escena que lo hizo vivo. Las palabras que elegiste. El diálogo, sobre todo, es nítido. Creo que deberías dejar que el mundo vea más de tu escritura.

La alabanza de Alexander me llenó de alegría, pero la empujé a un lado. —Bueno, el mundo no debe contener el aliento. Estoy teniendo un bloqueo de inspiración.

—Tal vez sea una señal de que debes escribir sobre otra cosa; un mundo que sea exclusivamente tuyo.

—No sé si estoy preparada para eso.

Sonrió mientras salíamos de la autopista, llegando a casa por fin. —Yo, por mi parte, estaré aguantando la respiración.

*** Cuando llegué a la escuela el lunes por la mañana, algo estaba diferente. La gente me miraba, susurraba cuando caminaba. Me di cuenta que se trataba sobre el acto de Alexander en la fiesta de Brian Kowalski. Dado nuestro accidentado viaje a Nueva York, me había olvidado de él. Pero nadie me dejaba olvidar.

Luisa y yo no estuvimos en nuestras taquillas ni un minuto cuando dos senior, Britney Palchek y Melissa Bennett, se acercaron.

—He oído que tu novio le dio una paliza a Reuben. —Britney hizo un puchero—. Debe tener cuidado porque Reuben está realmente loco. E igual Brian. Cuando alguien arruina su fiesta y molesta a sus invitados, lo toma como algo personal.

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—Reuben se merecía lo que le pasó —le espeté, sorprendiéndome a mí misma. Por lo general era todo acerca de cómo evitar los conflictos—. Estaba tras mi hermana, que está en octavo grado.

—¿Ah, sí? Yo oí que ella fue tras él. —Britney sonrió y se alejó, Melissa la siguió.

Luisa me miró con un nuevo respeto. —Whoa, Ames. Eso fue impresionante. ¡Cuéntame lo que pasó la noche del viernes! ¡No puedo creer que no nos contaras nada!

—No creo que fuera un gran problema. —Era verdad. En comparación con todo lo que estaba pasando, el incidente en la fiesta no era nada.

Le conté la historia, y se animó en el punto donde Alexander empujó a Reuben.

—Estoy tan contenta de que pusiera a Reuben en su lugar. Ese tipo es un idiota. ¿Así que tú y Alexander ya son oficiales?

—No. Sólo amigos.

—¿No? Vamos. Él es un bombón total, ¡y lo sabes! ¿Se han besado?

La idea de besar a Alexander envió una ola de calor a través de mí. Ya quisiera.

—Fue bueno, ¿verdad?

—No. No nos hemos besado.

—Maldita sea. No dejes que se te escape. Es perfecto para ti.

No le respondí. Nos separamos para ir a nuestras clases. Saludé a la Sra. Chau y me dirigí hacia mi lugar en el laboratorio. Katie era mi compañera.

Cuando me vio, su rostro se iluminó con entusiasmo.

—¡Escuché que Alexander y tú interrumpieron la fiesta de Brian y él golpeó a Reuben!

Maravilloso. Tenía la sensación de que esto sería sólo el comienzo.

A medida que avanzaba la mañana, traté de ignorar la charla rodeándome, pero fue imposible. Chicos con los que nunca había hablado antes exigían saber

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quién era mi supuesto novio y a qué escuela iba y qué era exactamente lo que le había hecho a Reuben.

Pero había cuestiones más apremiantes en mi mente. No habíamos oído hablar de Elizabeth Howard. Si le hubiera creído a Alexander, probablemente nos habría contactado de inmediato, sobre todo desde que le había advertido que Vigo también había entrado a nuestro mundo.

Me pregunté si los rumores que había oído hablar sobre su bloqueo de inspiración eran ciertos, o si ya estaba trabajando en el tercer libro. Si lo estaba, tal vez podría decirnos lo que estaba pasando en Otherworld en ese momento, y si Vigo había logrado encontrar una forma de volver allí. Había una posibilidad de que Vigo hubiera dejado esta dimensión, ya que no se habían descubierto cuerpos recientemente.

Mi mente giraba una y otra vez con preguntas, pero no podía responder a ellas sin hablar con Elizabeth Howard. Y dudaba que tuviéramos otra oportunidad.

La hora del almuerzo llegó, y me uní a Luisa y Katie en la cafetería.

El festín de hoy con valor a dos dólares era una hamburguesa insípida y papas fritas húmedas. Cuando estaba a punto de empezar a comer, sentí un repentino silencio a mi alrededor mientras Reuben y Brian se acercaban a nuestra mesa.

Mi estómago se hundió.

Brian parecía un luchador, musculoso y compacto, con un corte de cabello a rapa.

—No me gusta que alguien arruine mis fiestas —dijo lo suficientemente alto como para que todo el mundo alcanzara escuchar.

No le respondí. Miré a mis amigas, advirtiéndoles en silencio que no hablaran.

Reuben, que intentaba estar a la moda con su cabello negro de punta y tenía un curita-mariposa en su labio, habló a continuación:

—No debí molestarme en estar con tu hermana. Está como una vaca.

Mantuve mis ojos en mi comida, tratando de resistir la tentación de ponerme de pie y volcar mis papas fritas con ketchup sobre su cabeza. Todo pasaría más rápido si no les daba ninguna reacción.

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—Cómo se llama tu novio, ¿eh? —preguntó Brian—. Quiero saber qué le hace pensar que puede venir a mi casa sin ser invitado. A menos que pienses que estaría muy asustado como para hablar conmigo.

Me imaginé un enfrentamiento entre Alexander y Brian. No iba a durar mucho. Me atraganté con una risa.

—Debí arrastrarlo cuando tuve la oportunidad —dijo Reuben.

Sí, claro. Él había estado demasiado aturdido sin siquiera poder levantarse después de que Alexander le había empujado.

—Espero que tu hombre venga por la escuela pronto —agregó Brian—. Si lo hace, vamos a estar esperándolo. Dile, ¿bien?

Podía escuchar el enojo en la voz de Brian, y miré por encima de mi hombro, sólo para asegurarme de que no se me había acercado más.

Una cosa era cierta. Dondequiera que Alexander Banks fuera, drama le seguía.

*** Cuando llegué a casa de la escuela, Chrissy estaba sola por primera vez. El lado positivo de que estuviera bajo tierra era que tuviéramos dos benditas semanas sin Madison en casa. Tan pronto como Chrissy me vio, agarró su tazón de palomitas de maíz, se dirigió a su habitación y cerró su puerta.

Sentí un nudo en el estómago. Chrissy y yo habíamos pasado la mayor parte de nuestra vida caminando sobre cáscaras de huevo durante las peleas de mamá y papá. Pensé que el divorcio, por lo menos, pondría fin a las discusiones y nos daría un poco de paz, pero no había sido así. Chrissy persistió en enfadarse por, bueno, todo.

Ella había dejado el televisor prendido y cuando oí la música de introducción de un segmento especial de noticias, el nudo en mi estómago se apretó. Por un segundo incluso estuve tentada a darle la espalda.

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—Una joven pareja de Irving Park fue reportada como desaparecida esta mañana. Aunque sus nombres aún no han sido revelados, se dice que fueron vistos por última vez en un popular club del centro…

Una sensación helada se apoderó de mí. No había duda en mi mente de que Vigo había atacado de nuevo.

*** —Hey tú —dijo Alexander cuando entré al coche. Sonrió a su uso de jerga, haciéndome reír.

No nos habíamos visto desde el domingo; sólo dos días, pero se me había hecho demasiado largo. Me alegré de que me enviara un mensaje esta mañana para preguntar si tendría una cena temprana con él. Aunque sabía que él se llevaba bien con la Sra. P., descubrí que le gustaba tener un amigo de su misma edad. Tal vez poner un poco de normalidad en su loca vida.

—Vi un pequeño restaurante en la esquina. —Él maniobraba el coche en el tráfico.

Uh-oh: Quería decir Mac´s Diner. La gente de la escuela siempre andaba por ahí, y eso era lo último que necesitábamos.

—Conozco un lugar mejor —le dije—. Es sólo a unas pocas cuadras más lejos. Debo advertirte que no vayas a mi escuela de nuevo a menos que sea una emergencia. Un par de los deportistas de la fiesta están buscándote.

Sus ojos brillaron con picardía. —Me siento halagado.

—Bueno, a mí me gusta evitar problemas tanto como sea posible. —Le di una mirada seria—. Es mejor que te mantengas alejado.

—¿Estás preocupada por mi seguridad? —Había un brillo en sus ojos.

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—No. En un mundo ideal, me encantaría ver un encuentro entre esos tipos y tú. Pero sé que no quieres más atención y todos en la escuela ya se preguntan quién eres después de lo ocurrido la noche del viernes.

—De acuerdo. Déjame saber si cambias de opinión.

El Burger Barn estaba tranquilo. Elegimos una cabina y nos deslizamos en los asientos acolchados. La mesera se acercó a tomar nuestro pedido, vi el rubor en sus mejillas crecer cuando miró a Alexander. Incluso en su ropa casual, era sorprendente a la vista. No sólo era extraordinariamente apuesto, su presencia alteraba el ambiente de cualquier habitación en la que entraba.

Cuando la mesera se fue, Alexander se erguió solemne. —Has oído hablar de la pareja —dijo.

Asentí con la cabeza. La última noticia era que se habían encontrado los cuerpos, con las distintivas heridas en sus cuellos.

—¿Estás seguro de que fue Vigo? —pregunté—. ¿No es algo de otro vampiro que pudo haber cruzado? —Odié vocalizar el pensamiento.

—No hay nadie más que él. Estoy bastante seguro de eso. Sus métodos son distintivos. Por lo general toma dos víctimas a la vez, y prefiere sangre joven. La mayoría de los vampiros son más aleatorios. La mayoría de los vampiros, ya los habría atrapado.

—¿Crees que va a empezar a cambiar a personas de aquí en vampiros? —Era otro pensamiento horrible, pero tenía que preguntar. El proceso de cambiar un ser humano en vampiro, haciendo al humano beber sangre vampira, había sido descrito a detalle en Otherworld.

—Los vampiros creen que están concediendo un gran regalo cuando cambian a alguien en su clase. Es para darles vida eterna, después de todo. No creo que Vigo cambie a alguien a menos que tenga algún plan más grande como llenar tu mundo de vampiros.

Al ver mi expresión de horror, me tocó tranquilizadoramente.

—Dudo que Vigo esté dispuesto a compartir este lugar lleno de juegos con alguien, por el momento.

Tenía la esperanza de que él tuviera razón.

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Llegaron nuestras hamburguesas de chile y papa. Ya que sólo había tenido un par de bocados de mi almuerzo, estaba hambrienta. Alexander observó con diversión cuando me hice un lío. No comprendí cómo se las arreglaba para comer su hamburguesa sin embarrarse de chile pegajoso. Tuve que pedir servilletas extra.

En el momento en que terminamos, eran las cinco. Ya que teníamos más de una hora hasta el atardecer, me sugirió que nos dirigiéramos a un parque frente al río.

Cuando llegamos allí, pasamos por unos juegos para niños y nos dirigimos a la orilla rocosa. Alexander probó algunas de las grandes rocas para asegurarse de que se mantuvieron estables, entonces, se acercó a la orilla.

Para mi sorpresa, se dio la vuelta y extendió su mano hacia mí.

La tomé y con cuidado di un paso a la roca junto a él. Estaba mirando el horizonte, aparentemente perdido en sus pensamientos. El sol era un círculo naranja de fuego por encima de las nubes blancas como la nieve.

—Esto sería un hermoso lugar para ver la puesta de sol —dijo—. En mi mundo, es difícil de apreciar. La violencia a menudo viene con la oscuridad. Y los vampiros se alimentan de nuestra miseria. —Sus ojos se deslizaron sobre el agua ondulante, entonces hacia los arbustos rebeldes, bolsas de plástico y restos de basura que recubrían la orilla—. Conozco este río. Solía pasar tiempo aquí cuando era un niño. —Había un fantasma de una sonrisa en sus labios—. Es un lugar muy agradable.

Mientras estuve en las rocas con él, sentí como si estuviéramos viviendo un momento perfecto. No sabía cuánto tiempo más tendría con Alexander Banks, pero sabía que ese momento se quedaría conmigo para siempre.

—¿Qué estás pensando? —me preguntó.

—Te lo diré en otro momento —dije, sabiendo que no era cierto. Sabiendo que nunca tendría el valor para decirle lo que sentía por él. Sabiendo que sería simplemente añadiría otra carga sobre sus hombros.

Él aceptó mi respuesta. Pero sus ojos vieron a los míos, con nostalgia, como si tuviera un millar de pensamientos secretos.

Entonces miramos el horizonte por un largo tiempo.

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—Encontré el portal. —Habló hacia el cielo.

Salí de mi ensoñación. —¿En serio?

¿Por qué no me lo había dicho antes?

—Creo que sí. Volví sobre mi camino mientras cazaba en varias ocasiones con el sensor magnético que la Sra. P. consiguió. Hay un pequeño lugar cerca de la base del puente que registró lecturas fuera de lo normal. También había un ligero brillo que me dijo que estaba en el lugar correcto. No me acerqué a él, sin embargo. No quise pasar por accidente, en caso de que se cerrara y me impidiera volver.

Sentí una punzada en el estómago. Si Alexander accidentalmente cruzaba de nuevo a su mundo, sin poder regresar… no quise pensar en cómo iba a poder manejarlo.

—¿Podría suceder en cualquier momento? Quiero decir, ¿podría el portal simplemente cerrarse?

—Sí. La Sra. P. ha comparado el portal a una superposición de nuestras dimensiones. No sabe cuánto tiempo va a permanecer abierto, o si puede cambiar de lugar. Lo estaremos monitoreando de cerca.

—¿Te preocupa que el portal se cierre y nunca seas capaz de volver a casa?

—Me he preguntado al respecto. Estoy más preocupado sobre no poder detener a Vigo.

Por lo general, Alexander era valiente, pero ahora estaba siendo real. Estaba viendo el verdadero Alexander Banks, el que Elizabeth Howard sólo pudo insinuar.

Sus ojos eran intensos, brumosos contra el viento. —Sé que puedo atraparlo. Lo sé en el fondo de mi alma. Pero, ¿y si no está destinado a ser?

Me aparté de él, deseando que nunca hubiera dicho las palabras. Era el mismo miedo que había tenido desde el principio.

—No tengo miedo de la muerte, Amy. Creo que hay un más allá de paz. Si hay tal oscuridad aquí, es lógico pensar que debe haber luz allí. La Tía Helen siempre hablaba sobre el mundo espiritual como si fuera tan real como el

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mundo físico. Pensaba que mi familia iba a estar allí esperándome. —Se volvió hacia mí—. Pero si muero sin matar a Vigo, ¿qué propósito pudo haber tenido mi vida?

No supe cómo responder a eso. Sólo dije:

—No vas a morir.

Pero no sabía si era cierto. Sólo sabía que si moría, una parte de mí también lo haría.

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Me había olvidado por completo del cumpleaños de Luisa.

Lo que me hizo sentir como una horrible mejor amiga.

El sábado por la noche, ella tenía sus Dulces Dieciséis. Íbamos a ir al nuevo club de baile sólo para adolescentes que había abierto unos pocos meses antes. Se llamaba club Teen Scene, un nombre vergonzoso, pero había oído que era increíble, y Luisa estaba totalmente emocionada por ello.

Antes de que las primas de Luisa y sus amigas del club de teatro tuvieran que llegar, Katie y yo fuimos a su casa y pasamos el rato un par de horas y nos preparamos. Me hicieron reír mucho, Luisa con sus dramas y Katie con su humor seco. Me sorprendió que pudiera reír mucho a pesar de la presión en mi mente. Tal vez me estaba riendo a causa de ello. Después de todo el estrés de las últimas semanas, necesitaba una salida.

Una vez que las otras chicas se presentaran, pedimos comida china a domicilio, y luego tuvimos un pastel de cumpleaños. Era maravilloso volver a ser normal, y traté de no dejar que la idea de salir en la noche me asustara.

Los padres de Luisa nos llevaron en sus dos coches a todas al club. Cuando llegamos, me quedé impresionada. El club era enorme, con luces multicolores. Luisa estaba en su elemento, inmediatamente corriendo a la pista de baile y sacudiendo los brazos.

Katie y yo la seguimos riendo. Esto era mucho mejor que el baile escolar. Una gran pantalla en la parte delantera del club mostraba los videos que acompañaban la música. A veces, el DJ —o VJ, supongo— volvía una cámara hacia la multitud, y podríamos vernos bailando en la pantalla. A Luisa le encantaba, y hacía sus más locos movimientos cada vez que la cámara se balanceaba en nuestro camino.

Después de bailar un rato, Katie, las dos primas de Luisa y yo nos sentamos en las mesas en la parte de atrás. Estaba pasándomela más genial de lo que había creído posible, y Luisa, bueno, ella todavía estaba salvaje en la pista de baile. La

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única cosa que faltaba era Alexander. Deseaba que tuviera el lujo de tener una noche libre, de ser un adolescente normal por una vez.

Demasiada activa como para mantenerme sentada, fui a comprar un refresco.

—Hey.

Me di la vuelta para ver a un hombre pelirrojo con una sonrisa tímida.

—Vas a Ridgefield, ¿no? —preguntó.

—No. —La forma más rápida para hacerle saber que no me interesaba era evitar el contacto visual directo. Así, tratando de parecer aburrida, miré por encima de su hombro hacia las mesas.

Y me quedé helada.

Había un hombre sentado allí, joven y pálido, con cabello rubio plateado.

—¿Pasa algo? —El chico a mi lado me preguntó.

No le respondí. No podía.

Era él.

Vigo Skaar estaba sentado en una de las mesas con una lata de Red Bull. Sus ojos vagaron por la habitación.

Bajé mi cabeza, moviéndome detrás del tipo que estaba hablando conmigo. Si Vigo me veía, quedaría claro mi miedo, y él sabría que lo reconocía.

Me sorprendió que el rostro de Vigo no se viera astuto o maleado. Era juvenil. Una cara inocente.

El chico a mi lado estaba hablando de nuevo. Saqué mi móvil y marqué el número, todavía ocultándome entre sus hombros.

El teléfono de Alexander sonó. Una vez. Dos veces. ¡Por favor, por favor, contesta el teléfono!

Tres veces. Cuatro…

El número al que marcó no está disponible. Favor de dejar un mensaje…

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Colgué. Lo intenté de nuevo.

La línea de Alexander volvió a sonar. Y sonó. Y sonó.

Con dedos temblorosos, le envié un mensaje:

Vigo aquí. Club Teen Scene. 101 Adams St.

La policía. Tenía que llamar a la policía. Y luego tenía que sacar a mis amigas de aquí.

Corrí al baño y llamé al 911.

—Estoy en el Club Teen Scene. —Apenas reconocí mi voz. Parecía histérica—. ¡El asesino vampiro está aquí!

—Señorita, cálmese, ¿le ha hecho daño a alguien?

—No, todavía no. ¡Por favor, dense prisa!

—¿Cómo sabes que es el asesino del vampiro, señorita?

—Yo… —No sabía cómo responder—. Él tiene estos colmillos. Sé que es él. ¡Por favor, envíe a la policía ahora mismo!

—No se preocupe. Van a estar allí pronto.

Ella me creyó. Mi pánico lo decía todo.

—¿Dónde está el sospechoso ahora, señorita? ¿Puede describírmelo?

—Cabello rubio plateado, chaqueta negra, parece de dieciocho. Está en las mesas del fondo. ¡Dense prisa, por favor! Me tengo que ir. Mis amigas están ahí.

Colgué. Alexander aún no me había devuelto la llamada. ¿Dónde estaba? En el momento en que viera mi mensaje, sería demasiado tarde.

Me obligué a caminar, no correr, fuera del baño. Sentí mi corazón latir más rápido que nada. Vigo no se había movido. Estaba sentado en medio de una veintena de víctimas potenciales, todos bebiendo sus refrescos y charlando sin saber que los estaba observando. Katie estaba entre ellos, y también las primas de Luisa.

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Me acerqué a su mesa y jalé la mano de Katie.

—Hay una pelea afuera, es una locura, ¡tienen que verla!

No necesitaban más insistencia, se dirigieron a la puerta. Fui con ellas, pero me detuve para agarrar la manga de un guardia de seguridad en el umbral.

—No mires ahora —dije—, pero hay un chico en las mesas del fondo, creo que es el asesino vampiro. Es el rubio con un Red Bull. Lleva colmillos.

El tipo de seguridad, flaco y con no más de veintiún años, frunció el ceño. —Si esto es una broma…

—No lo es. ¿Hay más gente de seguridad?

—Sí. —Cuando iba a alcanzar su radio, me puse delante de él para que Vigo no lo viera—. Podría dar un vistazo y descubrirnos. Llama desde afuera.

No hacía falta ser convincente. Salió y sacó su radio.

—¡Ames! No veo… —escuché a Katie llamarme, pero no le hice caso. Tenía que sacar a Luisa, así que me dirigí hacia la pista de baile, viendo a Vigo por el rabillo de mi ojo.

Lo vi moverse. Lentamente se levantó de la mesa, con los ojos fijos en un trío de chicas. Sabía que iba a atacar.

Se abalanzó, su chaqueta negra moviéndose como alas detrás de él. Grité.

Desde otra dirección, otra persona se abalanzó, golpeando a Vigo, enviándolo a chocar sobre la mesa.

Me tomó un segundo darme cuenta que era Alexander.

Una mar de gente corrió a ver la pelea y tuve que quitarme del camino para evitar ser derribada.

Alexander golpeó la cabeza de Vigo contra la tabla. Vigo pateó y se retorció como un gato salvaje, sin darle la oportunidad a Alexander de tener una mano libre para agarrar su estaca.

Dos policías se apresuraron, armas en mano. Vigo se quedó inmóvil bajo Alexander y volvió la cabeza hacia un lado, llorando como un niño.

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Alexander aprovechó el momento para sacar su estaca. La levantó.

—¡Suéltalo o te disparo!

Los policías no iban a dispararle a Vigo, me di cuenta. Iban a dispararle a Alexander.

Salté delante de ellos. —¡No!

Oí un grito y, entonces, algo duro se estrelló contra mí. Y quedé fuera.

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En la quietud de mi habitación, algo había cambiado. No estaba sola. La niebla gris del amanecer iluminaba levemente las cortinas de mi ventana. Mis ojos trataron de enfocar. Alexander estaba allí, sentado en el borde de mi cama. Su camisa estaba manchada de sangre, su cabello desordenado.

La noche anterior vino corriendo hacia mí: Vigo. La policía. Alexander empujándome fuera del camino. Cómo me había desmayado durante un minuto después de caer al suelo, y luego abierto los ojos para ver a Alexander siendo esposado por la policía y Vigo desaparecido. Luisa y Katie levantándome y sacando de ahí desesperadamente. Luisa llamando a sus padres para que pudieran recogernos y llevarme a casa directamente.

Había estado como en un sueño, apenas capaz de darle a todo un poco de sentido.

—Lamento haberte despertado —susurró Alexander—. Sólo quería asegurarme que estabas bien.

—Estoy bien —le dije, sentándome. Nunca había estado tan feliz de ver a alguien—. ¿Te escapaste de la cárcel?

—No hubo necesidad. Una vez que te fuiste, me libré de la policía y fui tras Vigo. Pero ya no recuperé su rastro.

—No puedo comprender cómo llegaste allí tan rápido.

Alexander apretó los dientes. —Ya había rastreado a Vigo al club. Se había organizado con alguien, audaz como el bronce. Tenía que encontrar una entrada alternativa. Terminé entrando por una ventana del tercer piso.

—No lo entiendo. ¿Por qué iba atacar con tanta gente alrededor?

—Quería hacer una escena. Una escena horrible. —Incluso en la penumbra de mi habitación, no me perdí el brillo potente de sus ojos—. Casi haces que te maten, Amy.

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—¿Yo? ¿Qué hay de ti?

—Estaba a punto de matar a Vigo.

—Y la policía estaba a punto de dispararte. Si no me hubiera atravesado…

—Si no te hubieras atravesado, Vigo estaría muerto. Tuve que dejarlo ir, para evitar que te dispararan.

—¿Crees que podrías haberlo estacado antes de que te dispararan?

—Sí.

—¡Pero tan pronto como movieras la estaca hacia él, te habrían empezado a disparar!

—Es muy probable.

Lo miré fijamente, sin poder creer lo que estaba escuchando. —¿Y eso hubiera estado bien?

—Vigo estaría muerto, y eso es todo lo que importa. Cumpliría con mi destino.

—¡No es tu destino morir! —dije con tanta fuerza que me dolió la cabeza.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Sólo lo sé. Por eso intervine.

—Y ahora Vigo sabe de ti —dijo Alexander en voz baja.

Me imaginé a Vigo, y sentí una punzada de miedo. Su piel era suave y pálida, tan pálida que me recordaba a un niño pequeño enfermo, alguien a quien querrías confortar, no huir de. Lo había visto jugar la carta de impotencia cuando Alexander había estado a punto de estacarlo. ¿Cuántas personas que habían ayudado a Vigo le pagarían con su vida?

—Él no tiene por qué saber que te conozco, ¿verdad? —le pregunté, oyendo el temblor en mi voz—. Yo... yo podría haber sido sólo una persona no quiere ver a alguien recibir un disparo.

—Saltaste delante de la policía con sus armas desenfundadas. Lo sabe, Amy.

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Miré hacia la ventana. —Él no puede entrar, ¿verdad? —Recordé mi sueño cuando dejaba a los vampiros entrar, y me estremecí.

—A menos que se le invite, no puede entrar. Hazle saber a tu madre y a Chrissy que no dejen entrar a extraños bajo ninguna circunstancia.

Asentí con la cabeza, y Alexander me miró por un momento. De repente me sentí cohibida en mi camiseta y pantalones de pijama delgados, y mi cabello hecho un nido alrededor de mis hombros.

—Pusiste tu vida en peligro anoche —dijo Alexander en voz baja. Buscó mi cara—. ¿Por qué, Amy? ¿Por qué harías algo así?

Las lágrimas llenaron mis ojos. —Tú sabes por qué.

—No, no lo sé.

Tragué saliva.

«Tu amor es tu mayor vulnerabilidad». Alexander se lo había dicho a James en Otherworld. La verdad de sus palabras me había llamado la atención entonces. Amaba a Alexander; ya no sólo el personaje, sino también la persona real. Lo sabía desde esa noche en la orilla rocosa. Y estaba más asustada que nunca de que algo malo pudiera sucederle. Hablé antes de que pudiera evitarlo:

—Te amo, ¿de acuerdo?

Parecía aturdido. —Me amas.

Miré hacia abajo. Mi corazón latiendo de manera irregular.

—Sí.

—No tienes que mirar hacia otro lado, Amy.

Levanté mi vista, quitando mis lágrimas corriendo con mis nudillos.

—No tengo nada más que decir al respecto, por favor olvídalo.

—Lo haré. Pero sólo una cosa.

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Se inclinó hacia mí y sus labios se cerraron sobre los míos. Por un momento estuve demasiado sorprendida para regresarle el beso. Alexander Banks me estaba besando. ¿Era un sueño?

Mis labios se abrieron, y le devolví el beso. Su mano se deslizó en mi cabello, acercándome a él.

Esto definitivamente no era un sueño. Su beso no era nada a como los tiernos besos románticos de mis fantasías. Era mejor. Podía sentir la aspereza de su barba contra mi mejilla. Probé un hambre voraz en su interior a juego con la mía.

Cuando por fin se retiró, vi una mirada ardiente en sus ojos. No hablamos por un rato, ya que ambos tratábamos de recuperar el control que habíamos perdido.

—Perdóname —dijo Alexander.

Quería que me besara de nuevo, pero no estaba segura de que pudiera hablar. O moverme.

Extendió su mano, como si fuera a tocar mi cara, pero la dejó caer.

—Tengo que irme. —Se puso de pie y salió de mi habitación.

*** Cuando me desperté de nuevo, era casi mediodía, y alguien estaba llamando a mi puerta.

Mamá se asomó. —¿Cómo te sientes?

Por un segundo, todo lo que podía pensar era en el beso de Alexander. Y me daba cuenta, con cierto asombro, que me sentía feliz; más feliz de lo que había estado alguna vez.

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Pero esa no era la respuesta que mamá esperaba. Había llegado la noche anterior, pálida y temblorosa, y le dije que no me sentía bien como una excusa para no dormir en lo de Luisa.

—Mucho mejor —le dije, bostezando—. Creo que estaba fatigada.

—¿Qué pasó anoche? —preguntó mamá, pareciendo preocupada—. Tus amigas llamaron esta mañana preguntando cómo estabas. Luisa me dijo que hubo un incidente en el club y que quedaste atrapada en medio.

—No fue gran cosa. Sólo una estúpida pelea. Me tiraron al suelo. —Vi a Chrissy asomándose por la puerta, curiosa, no preocupada. Cuando se dio cuenta que la había visto, se enderezó y se alejó.

—Déjame traerte el desayuno a la cama —dijo mamá—. ¿Hotcakes? ¿Waffles con plátanos?

—No tengo hambre todavía. Pero gracias, mamá.

Me besó la parte superior de mi cabeza.

Me levanté para ir al baño, y luego volví y comprobé mis mensajes. Todos ellos eran de las chicas, arrojando una pregunta tras otra.

Llamé a Luisa.

—¡Ames! Oh, Dios mío, ¿cómo estás?

—Estoy bien.

—¿Qué pasó? Ninguna de nosotras entiende. Katie dijo que le dijiste que una pelea había comenzado afuera. ¡Lo siguiente que supe fue que Alexander le estaba dando una paliza a un tipo en medio del club y entonces estaba siendo arrestado!

—No fue arrestado. Los policías fueron tras la persona equivocada. Un tipo comenzó a golpear a la gente al azar. Alexander ayudó a la policía a controlarlo.

—¿Estás segura? Amy, sé honesta conmigo. ¿Alexander ha estado acosándote o algo así? ¿Es por eso que estaba ahí?

—No. Nada que ver. Le dije que podía reunirse con nosotras en el club. De todos modos, siento mucho que tus Dulces Dieciséis se arruinaran.

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—Mi cumpleaños no se arruinó. Por una vez, estuve allí cuando sucedió algo interesante. Sólo lamento que estuvieras en medio de todo.

—Estoy bien. No te preocupes por mí.

Cuando colgamos, me senté frente a mi almohada. Me hubiera gustado dejar de mentir a mis amigas. Una mentira siempre parecía necesitar más mentiras para respaldarla. Y lo más preocupante era que me estaba volviendo mejor en ello, y rápido. No era exactamente una habilidad que esperaba desarrollar.

Pero si me estaba convirtiendo en una mejor mentirosa, ¿cómo dejé que se me escapara la verdad con Alexander? Todavía no podía creer que le hubiera dicho que lo amaba. No había tenido la intención. No era propio de mí hablar sin pensar. Pero las palabras sólo se me escaparon. ¿Por qué?

Era una buena pregunta. Pero la pregunta que realmente me volvía loca era: ¿Por qué él me había besado?

*** Luisa debió haber transmitido el mensaje de que estaba bien y que necesitaba reposo, porque nadie llamó de nuevo. A la mañana siguiente me enfrentaría a más preguntas en la escuela, pero no iba a preocuparme por ello. Tenía un montón de otras cosas de qué preocuparme.

A media tarde, estaba hojeando una revista en el sofá de la sala, todavía obsesionada con el beso, cuando alguien golpeó la puerta principal.

—¡Yo voy! —dijo Chrissy, corriendo fuera de su habitación.

—¡No, espera! —Presa del pánico, salté del sofá, alejándola de la puerta—. No podemos dejar pasar a nadie.

—¿Y? De cualquier forma es fácil colarse en el edificio. —Miró por la mirilla—. Oh. —Se fue a su habitación.

Miré por la mirilla y abrí la puerta. —Hey, Katie.

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No entró. Supe que algo andaba mal. Nunca era tan seria.

—Tenemos que hablar. —Miró detrás de mí, descubriendo a mi madre en la cocina—. ¿Tal vez deberíamos ir a algún lugar y tomar un café?

—Por supuesto. —Agarré mi cartera y una sudadera con capucha. Un vistazo rápido al reloj me dijo que eran casi las tres; un montón de tiempo antes del anochecer.

El ascensor estaba lleno de gente, pero aun así nos metimos. Dos señoras de edad con audífonos estaban hablando en voz alta sobre cómo los niños en estos días estaban todos en mal estado, involucrándose en cultismos raros, y cómo no les extrañaba que hubiera un asesino vampiro por ahí.

Afuera, el cielo estaba nublado. Ráfagas de viento agitaban la basura en la acera. No había muchos niños afuera. Probablemente estaban acurrucados en sofás viendo películas de Disney.

Katie metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.

—¿Deberíamos ir a Starbucks?

—Yo no necesito nada. ¿Tú?

—Nah. No hay que molestarse, entonces.

Fuimos a un patio de la escuela cercana, nos sentamos en una mesa libre. Un grupo de chicos estaban jugando baloncesto, y no podía dejar de pensar en los pobres adolescentes que habían sido asesinados mientras jugaban la semana pasada.

Katie se volvió hacia mí. —Necesito la verdad.

—¿La verdad sobre qué?

—Ayer por la noche. Todo. En primer lugar, nos sacaste del club con la excusa de una pelea afuera. No hubo ninguna ahí. Segundo, lo sé, sí hubo una pelea entre Alexander y Vigo.

Parpadeé. —¿Qué?

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—Estaba mirando por la ventana. Esos tipos eran exactamente como ellos. Alexander tenía una estaca, y estaba a punto de matar a Vigo cuando saltaste frente a los policías. ¿Lo imaginé todo?

Mi estómago se tensó y miré hacia abajo. No estaba segura de qué decir.

—Tienes que decirme la verdad. O dime que estoy loca. Sólo di algo.

No iba a decirle que era una locura, no después de todo lo que había presenciado. Y era una de mis mejores amigas. Ya era hora de que le dijera la verdad.

Y así lo hice. Se lo conté todo, las palabras salieron de un jalón. Empecé con la noche que había sido atacada por Vigo, y le expliqué cómo Alexander me había convencido de que era real. Le conté todo sobre la teoría de la Sra. P., e incluso el viaje a Nueva York para reunirnos con Elizabeth Howard.

Sólo excluí la parte de Alexander besándome en mi habitación y mi declaración de amor.

Cuando terminé, Katie tenía una mirada aturdida en sus ojos. —Esto es una locura, Ames. Locura. Como ciencia ficción.

—O física literaria.

Ella medio sonrió. —Siempre supimos que la Sra. P. era un poco excéntrica.

—¿Entonces me crees?

—Sí. Si no hubiera visto lo que vi anoche, no podría. Pero... —Sacudió la cabeza—. Fuiste una terrible valiente, lanzándote frente a la policía.

—No me siento una terrible valiente. —Me siento una terrible miedosa.

—Él no sabe quién eres, ¿verdad? Vigo, quiero decir.

—No. —Escuché la vacilación en mi voz—. Creo.

—Bien. —Pero vi un destello de preocupación en sus ojos.

—Katie, siento no haberte dicho lo que estaba pasando. Tenía muchas ganas. Pero no queríamos que la presencia de Alexander saliera a luz. Podría haber interferido en su caza de Vigo.

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—No te culpo. —Suspiró profundamente, y supuse qué estaba pensando; hubiera preferido no saber.

—Por favor, no le digas a Luisa —añadí—. No es muy buena guardando secretos.

—Lo sé. Va a ser difícil, pero no voy a decirle. Lo prometo.

Le di un abrazo a Katie. Las lágrimas brillaron en mis ojos cuando me di cuenta de lo afortunada que era por tenerla como amiga. Me hubiera gustado ser capaz de confiar en ella antes.

—Entonces —dijo Katie después de que separarnos—. No puedo creer que hayas conocido a Elizabeth Howard. Ella se asustó cuando vio a Alexander, ¿eh?

—Más o menos. Pareció reconocerlo al principio, pero luego no creyó su historia. Alexander la asustó cuando ella no quiso escucharle. Ya sabes lo temperamental que es.

—Lo sé. Es por eso que prefiero a James. —De repente la cara de Katie se iluminó—. ¡Oye! Si Vigo y Alexander están aquí, ¿crees que James podría cruzar?

Tuve que sonreír. —Me gustaría que lo hiciera, especialmente si trajera a Hannah con él. Nos vendría bien un vampiro de nuestro lado en estos momentos.

*** En la escuela el lunes, Reuben y Brian se acercaron a mí.

—Escuché que tu novio se metió en otra pelea este fin de semana —dijo Reuben, apoyándose contra mi casillero—. Dicen que atacó a un niño en el Teen Scene.

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¿Atacó a un niño? Si supieran.

—Apuesto a que es demasiado marica como para luchar con chicos de su tamaño. —Brian se cruzó de brazos para mostrar sus pectorales—. La próxima vez no tendrá otra opción. —Brian chocó los puños con Reuben, y se alejaron.

Suspiré. Apenas había estado en la escuela cinco minutos, pero la historia ya había circulado. No sabía si tenía que darle a Luisa o a sus amigas del club de teatro las gracias, o alguna otra persona de la escuela que había estado en el club.

—Enséñales una lección, Ames. —Katie asomó la cabeza por la puerta de mi casillero—. No todo el mundo tiene que saberlo.

—No me tientes. Si Alexander se involucra, sólo va a empeorar las cosas.

—Creo que estarían tan asustados que nunca te buscarían de nuevo. —Katie sonrió—. Sería bonito ver a Alexander patear algunos traseros. Podríamos nombrar una AlexanderBanksMania y venderla como pago por evento.

No pude dejar de reír.

La mañana pasó lentamente. Mis pensamientos volvían al fin de semana. El terror en el club. Darme cuenta de estar enamorada de Alexander, y decirlo en voz alta. El beso; lo que un increíble beso era. Pero entonces pensé en Vigo siguiendo ahí fuera, y cualquier felicidad que sentí fue reemplazada por miedo.

*** En el almuerzo me dirigí a la biblioteca. La Sra. P. saltó de su taburete cuando me vio.

—¿Estás bien? —exclamó—. Alexander me contó lo que pasó la noche del sábado.

—Estoy bien. —La seguí al despacho, donde podríamos hablar en privado.

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—Me dijo que la policía tenía sus armas y que te interpusiste en su camino. —Su voz era severa—. ¿En qué estabas pensando?

—No tenía otra opción, iban a matarlo.

—Sé cuán encariñada estás de Alexander. Pero podrías haber muerto.

—No creo que la policía me hubiera disparado. —La verdad era que no lo había pensado. Había actuado por instinto.

—Los acontecimientos se desarrollan a medida que se pretenden, Amy. No debiste haber interferido.

La miré fijamente. —¿Crees que Alexander está destinado a morir?

Una mirada de preocupación se apoderó de su rostro y puso una mano sobre mi hombro.

—No tenemos manera de saber cómo va a terminar esto. Si Alexander tiene que dar su vida para matar a Vigo, podría ser por el bien de todos. —Detrás de sus gafas, vi las lágrimas acudir a sus ojos—. No me gustaría ver que algo le pasara a Alexander, pero él ha elegido esa vida por sí mismo. Y a veces… a veces las personas que más amamos terminan muriendo.

Negué con la cabeza. No podía aceptar lo que estaba diciendo la Sra. P.. Alexander no estaba destinado a morir, y yo no iba a lamentar haberlo salvado.

—La historia no va a terminar de esa manera. Lo sé, Sra. P.

—La verdad es que Alexander no pertenece a nuestro mundo. Ya lo sabes, ¿verdad?

—No. No lo sé. —Quería llorar, pero no pude. La tristeza estaba encerrándose dentro de mí.

—Siento haberte disgustado, querida. Sólo quiero que estés a salvo.

—Voy a estar bien.

—Siempre dices lo mismo, incluso cuando no estás bien —dijo suavemente, y supe que una parte de eso era cierto—. Ahora que Vigo te ha visto, tienes que ser más cuidadosa.

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—No te preocupes. No voy a salir por la noche.

—Bien. Mantenerte a salvo debe ser tu preocupación número uno.

—Lo sé. Confía en mí, Sra. P., no tengo ganas de morir.

*** Esa noche, cuando estaba en la cama, Alexander me llamó. Era la primera vez que había oído hablar de él desde nuestro beso, y mi corazón corría.

—Elizabeth Howard acaba de llamarme, está histérica —dijo.

Di un grito ahogado. —¿Está bien? ¿Está herida?

—Está traumatizada, pero no resultó herida. Vigo llegó a su puerta esta noche con un gran arreglo de flores. Le preguntó a su hijo si podía entrar. Pero cuando Elizabeth lo vio, lo reconoció inmediatamente.

—Oh, Dios. —Me llevé una mano a la frente, sintiéndome mareada. Pobre Elizabeth.

—Se dirigió a Vigo por su nombre, entonces él le enseñó los colmillos y se abalanzó sobre ella. Pero no pudo entrar en su casa porque no había sido invitado. Huyó.

Sólo podía imaginar el terror de ello. No es de extrañar que Elizabeth Howard se hubiera puesto histérica.

—¿Qué le dijiste?

—Que ella y sus hijos estaban a salvo en su casa. Su esposo se encuentra en California por negocios. Le prometí que iba a visitarla en la mañana, y que íbamos a encontrar una forma de mantenerlos seguros. Vive en Kenilworth, a sólo una hora de aquí. De todos modos, voy a llamar a la Sra. P. cuando colguemos. Estoy seguro de que va a querer venir conmigo mañana. Probablemente pueda salir justo después de que termine el día escolar.

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—Yo también. También voy.

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—Es esa, 71 Oak Drive —dijo la Sra. P. la tarde del día siguiente, señalando a una casa blanca al final de una calle cerrada. Parecía igual que todas las otras casas de la cuadra, a excepción de que en su césped había una inusual cantidad de sombras de arbustos y árboles. Me pregunté si era el resultado de rabiosos fans de Otherworld tratando de espiar por las ventanas de Elizabeth Howard.

El barrio me sorprendió. Era rico, con grandes casas de aspecto nuevo, pero no era ultra-elegante. Con sus millones, la imaginaba viviendo en una mansión.

Nos bajamos del coche y caminamos hasta la casa. Alexander tocó el timbre. Después de unos instantes se oyó una voz a través del intercomunicador. —Sí, ¿quién es?

—Alexander Banks y mis amigas, Amy Hawthorne y la Sra. Parker.

—Ya voy.

Segundos después, la puerta se abrió, y Elizabeth Howard nos recibió con una sonrisa frágil, dejándonos entrar. En unos pantalones vaqueros, un suéter de lana color menta y ni una mota de maquillaje, se veía diferente de la autora glamorosa que había estado en la firma de libros. Pero todavía tenía un aire de elegancia e inteligencia. Nos llevó a la sala de estar. —Por favor, pasen.

Una niña con coletas marrones corrió y patinó hasta detenerse frente a nosotros. —¡Holis!

Le dijimos «holis». La chica se rió y huyó tan rápido como había llegado. Podía oír los pitidos y explosiones de un videojuego procedente de otra habitación.

—Los mantengo en casa hoy —dijo Elizabeth—. Sé que es de día, pero… no pude.

Su sala de estar tenía las paredes de color topo y sofás color crema, elegante pero acogedor. La chimenea estaba llena de fotos de sus hijos y algunas personas mayores, probablemente sus padres o suegros.

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Aunque la habitación tenía enormes ventanas panorámicas, los arbustos bloqueaban mucha de la luz, haciendo la atmósfera sombría a pesar de que se trataba de un día soleado. Nos sentamos en un sofá y ella en uno frente a nosotros.

—Gracias por venir. —Las manos de Elizabeth estaban apretadas con fuerza en su regazo, tal vez para que dejaran de temblar. Podía ver las manchas de fatiga bajo sus ojos.

En muchos sentidos, sentía que ya conocía a Elizabeth Howard. Pero ella a mí no. A juzgar por la forma en que miraba a Alexander, sin embargo, ella sentía una familiaridad con él. Era uno de sus personajes, después de todo.

—Lo siento, no te creí, Alexander. —Continuó—: De alguna manera creo que lo hice, pero me fue demasiado difícil de aceptar.

—No debe pedir disculpas —dijo suavemente—. Me gustaría pedirle disculpas por ser tan contundente.

Ella esbozó una sonrisa.

—No habría esperado otra cosa. —Ella miró de Alexander a mí, luego a la Sra. P.—. ¿Cómo pasó?

La Sra. P. se hizo cargo, zambulléndose en una explicación sobre física literaria. Viendo la cara de sorpresa de Elizabeth, me preocupé de que la información fuera demasiada para recibirla de una vez. Escuchó, hechizada, mientras la Sra. P. terminaba su explicación.

—Entonces… ¿están diciendo que no inventé Otherworld, en absoluto? —dijo Elizabeth Howard lentamente—. ¿De alguna manera vi otra dimensión?

Todos asentimos.

Sus ojos se nublaron, como si estuviera recordando. —Sabía que algo especial estaba sucediendo. Había estado escribiendo desde que era niña, pero el proceso de escritura de los libros de Otherworld fue como nada que hubiera conocido. Normalmente me pasaba horas experimentando con diferentes escenarios, argumentos, personajes. Pero cuando se me ocurrió la idea de Otherworld, todo vino inmediatamente. Como si la historia ya estuviera allí, y yo sólo tuviera que escribirla. —Su rostro palideció—. Eso debe significar… soy

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un fraude. Y pensar que gané el premio Los Angeles Times Book Award el año pasado. Si no estoy realmente creando Otherworld, tal vez debería dejarlo.

—No es un fraude —dije con firmeza—. Usted describió los acontecimientos de Otherworld perfectamente.

—¿En serio? —Miró a Alexander.

Él asintió con la cabeza. —Nos ha hecho justicia, Elizabeth. Pero es un poco demasiado psíquica para su propio bien. —Sabía que le costó mucho decirlo, sobre todo porque consideraba sus libros una invasión total de intimidad.

—¿Ha tenido experiencias psíquicas antes? —preguntó la Sra. P..

Elizabeth lo consideró. —Siempre he sido intuitiva, para gran disgusto de mi esposo. Si voy a una fiesta, y hay tensión entre dos personas, lo sé, incluso si están en la habitación de alado. Desde que era niña, recibía pensamientos, sentimientos.

—Es una empática —dijo Alexander—. Es una técnica muy conocida en mi mundo, como usted sabe. Mi tía era igual.

—Helen —dijo Elizabeth en voz baja—. Estaba pensando en ella el otro día. Saben, siempre pensé que era extraño. No quería que muriera, pero no importaba lo que tratara de escribir, su muerte era inevitable.

Vi a una contracción muscular en la mandíbula de Alexander. —Era una buena mujer mi tía.

—Te amaba tanto, Alexander. Te veía como un hijo.

No la miró a los ojos. Cambió de tema.

—Estoy bastante seguro que he descubierto la ubicación del portal. Es en la base del puente de la Avenida Michigan. Nuestro único problema ahora es Vigo.

La mención de su nombre envió un temblor a través de Elizabeth. —Sabes lo que él y su aquelarre le han hecho a tu ciudad, Alexander. Es sólo cuestión de tiempo para que haga lo mismo aquí.

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—Tengo toda la intención de encontrarlo y matarlo de una vez por todas —dijo, un borde duro en su voz—. Pero mientras tanto, no está segura.

—Lo sé. —Tenía una mirada suplicante en sus ojos—. ¿Cómo puedo mantener a mi familia a salvo?

Para mi sorpresa, Alexander se levantó y se acercó para sentarse a su lado, tomándole la mano.

—Va a salir de esto —le aseguró—. Pero tiene que dejar la ciudad inmediatamente.

—Mi hermana en ley tiene una casa de campo en el Lake Superior. Tal vez podamos ir allí.

—No es lo suficientemente bueno. Tiene que ir a algún lugar donde no tenga conexión, un lugar que él no pueda anticipar. Su elección debe ser al azar, en algún lugar que nunca haya estado antes. Y su esposo tendrá que unirse a usted allí. O podría convertirse en el cebo. Conoce a Vigo.

—Mucho mejor de lo que quisiera. —La expresión de miedo en sus ojos lo decía todo—. Mi esposo nunca va a creer lo que está sucediendo, sin embargo. Creo que te lo dije, está en Los Ángeles por negocios. Lo llamé en pánico ayer, pero piensa que estoy teniendo un ataque de ansiedad por el tercer libro. Siempre que trato de iniciarlo, todo lo que puedo ver son a James y Hannah buscando en las calles algún rastro tuyo, Alexander. —Se detuvo unos segundos—. He recibido e-mails con amenazas en el pasado. Tal vez le diré a mi esposo que las amenazas se han intensificado y que la policía sugirió que saliéramos de la ciudad por un tiempo.

—Bien —dijo Alexander—. Tiene que ir al extranjero. Es poco probable que Vigo la siga allí. Aquí era un blanco fácil, al estar tan cerca de Chicago. Pero está disfrutando demasiado de aterrorizar a Chicago como para salir ahora. No le es digna de tanta atención.

—Espero que tengas razón. Sólo que no entiendo… ¿por qué Vigo quiere matarme?

—Ha expuesto sus inseguridades, por no mencionar el método de probabilidades que solía usar. Y puede haber otra razón. Matar, se crearía una sensación en los medios y le daría la popularidad que tanto desea.

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—Y-ya veo. —Vi sus rasgos bonitos empezar a resquebrajarse.

—Vamos, la llevaremos con sus hijos al aeropuerto —dijo Alexander—. En pocas horas podrá estar segura fuera del país. Ahora será mejor que empaque.

—De acuerdo. —Cuando salía de la habitación, se dio la vuelta y miró hacia atrás—. Ten cuidado, Alexander. Tú eres al que realmente quiere. Tu muerte sería... el premio final.

—Sí, lo sé. —Si él tenía miedo, su rostro no lo reveló—. Él y yo nos encontraremos en breve.

*** En el par de días después de nuestra visita a Elizabeth Howard, no se registraron más asesinatos. Pero sentía poco alivio. Dudaba que Vigo estuviera más tiempo sin matar.

Permanece dentro durante la oscuridad. Tuve que recordarme cuando estaba empezando a enloquecer. No es que no me quedara a menudo en casa durante la semana. Era el hecho de que tenía que permanecer en el interior lo que me hacía sentir enjaulada. Me encontré tentada a caminar una cuadra hacia la tienda, pero luego una imagen de Vigo entró en mi mente y la tentación se desvaneció.

Vigo no era un villano más en una historia más. Él era una amenaza que podría estar al acecho en cualquier esquina; en un parque, en un club o en tu puerta… como Elizabeth Howard había descubierto.

Cuando le pregunté a Alexander se podíamos pasar un poco de tiempo juntos el jueves por la tarde, accedió a recogerme a las cuatro. Sería la primera vez que estábamos solos desde que nos besamos. Me sentía nerviosa pero emocionada de estar cerca de él.

Mientras subía en el coche, mi corazón saltó a la vista de él. Su cabello estaba húmedo, y su piel tenía el brillo de alguien que acababa de ducharse. Se veía fuerte, saludable. Como alguien lo suficientemente poderoso para estacar vampiros.

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Encontré una mochila deportiva en el asiento trasero.

—¿Entrenaste? —pregunté.

—Sí. Dormí esta mañana para que pudiera entrenar esta tarde. ¿Qué te gustaría hacer?

—Podríamos ir al parque.

Él estuvo de acuerdo y se dirigió al que habíamos estado antes. La tarde de otoño era fría, pero el cielo claro y azul. Encontramos una banca cerca de los columpios.

—¿Cómo te entrenas para cazar vampiros? —le pregunté.

—En su mayor parte, practico lucha con las personas más hábiles que puedo encontrar. Últimamente he estado entrenando con algunos boxeadores en un gimnasio en el centro. Se hacen llamar practicantes de Artes Marciales Mixtas.

—Ah, ¿sí? ¿Qué les dijiste para que te dejaran entrenar con ellos?

—Simplemente ofrecí mostrarles mis habilidades.

Sonreí. —¿En serio? —Se me ocurrió que a Katie le encantaría. Tal vez tenía razón en hacer una AlexanderBanksMania.

—¿Por qué no iba a estar hablando en serio? Tengo que hacer lo que pueda para encontrar a los mejores socios posibles.

—¿Pateaste sus traseros?

Él frunció el ceño. —Los glúteos son el sitio menos sensible para golpear a alguien.

Me eché a reír. —Es una forma de hablar.

—Patear traseros. Interesante. —Alexander parecía hacer una nota mental de ello—. Hacemos, sobre todo, combates —continuó—. La idea es conseguir que tu oponente esté en el suelo en el menor tiempo posible. Los vampiros son demasiado fuertes como para ser superados en fuerza física por un ser humano, claramente. Uno necesita velocidad, habilidad y suficiente resistencia por unos vitales treinta segundos.

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Wow. Él realmente lo hacía una ciencia. —¿Por qué treinta segundos?

—Una pelea con un vampiro rara vez dura más que eso. La mayoría menos de quince. Idealmente, tienes que mantener al vampiro en el suelo y con una estaca atravesarle su corazón antes de que sepa lo que le golpeó. Si no, debes tomar el control dentro de los siguientes treinta segundos. Después de treinta segundos de intensa lucha, cualquier ser humano comenzará a cansarse. Es entonces cuando la fuerza y resistencia superior de un vampiro le da la ventaja. Entonces será mejor que corras.

—¿Eso te ha pasado? ¿Has luchado más de treinta segundos?

—Sí, cuando era más joven. Insistí en comenzar a cazar antes de que estuviera listo. Nadie pudo cambiar mi parecer. —Levantó su manga, revelando dos cicatrices del tamaño de un guisante en su antebrazo. Marcas de colmillos—. Este es el resultado. Estaba luchando con una mujer vampiro que había estado aterrorizando mi barrio. Porque era pequeña, pensé que sería una presa fácil. Por supuesto que me equivoqué. La lucha se prolongó mucho más de treinta segundos, pero me negué a renunciar y huir. Pensaba que en tan sólo unos segundos más la estacaría. Estaba cansándome pero tenía tanta adrenalina que ni siquiera me di cuenta… hasta que sus colmillos se hundieron en mi brazo.

—¿Cómo lograste escapar?

—No lo hice. Otro cazador de vampiros la estacó por la espalda.

—Lo bueno es que él estaba allí.

—Sí, bueno, los cazadores de vampiros que me habían entrenado sabían lo que estaba en mi cabeza. Tenía trece. Aprecio esta cicatriz, sin embargo. Me recuerda no ser estúpido. —Se volvió a bajar su manga.

—Esa es una buena historia. Me sorprende que no esté en el libro.

—Le doy las gracias a Elizabeth Howard por eso. Tal vez estaba tratando de proteger mi orgullo.

—Eso, o la historia de tu lengua siendo cortada por el cuchillo de un vampiro era mejor.

Estaba disfrutando de nuestras bromas, y me daba cuenta que él también.

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Sus ojos oscuros miraron fijamente el cemento bajo nuestros pies, y supe que estaba pensando en otra cosa.

—Eres encantadora, Amy —dijo después de un momento—. Tengo el privilegio de conocerte.

Sentí mi cara calentarse. ¿Yo era encantadora? Tenía que retractarse. Le eché un vistazo, de repente me pregunté si estaba pensando en el beso.

Tomó aliento. —No sé qué tan bien recuerdas lo que pasó el domingo por la mañana.

Bajé mi mirada a la banca, a la distancia entre nosotros, mi corazón latía en mis oídos. —Recuerdo todo.

—Traté de evitar llegar a eso, pero tenía que suceder. —Levanté mi vista y sus ojos miraron los míos, como si no estuviera seguro de continuar—. Mi atracción por ti ha probado mi autocontrol y concentración.

Tenía la boca seca como el desierto, pero asentí con la cabeza. Le gustaba a Alexander Banks.

—¿Cuáles son tus pensamientos? —preguntó, mirándome fijamente.

Mi mente se quedó en blanco. —No tengo ninguno.

Soltó una risa repentina, rompiendo un poco la tensión. —No estoy seguro de qué debemos hacer, Amy. Te corresponde decidirlo. Si me pides mantener la distancia, lo haré. Pero si no lo haces, te lo advierto: Podría besarte otra vez.

—¿Podrías? —Estaba siendo más audaz que nunca. Pero si él estaba pensando en besarme, quería que lo hiciera. Lo necesitaba.

Tragó saliva. —Es probable.

—Me… parece bien.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura.

Al instante, se inclinó para besarme. Nuestros dientes chocaron. —Lo siento —murmuró.

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—Está bien.

Él sonrió contra mi boca. Luego procedió a darme un beso con una minuciosidad para infartarse que sentí como si me hubieran transportado al cielo.

Eventualmente él se apartó. —Perdóname… había pensado en intentar un beso casto. —Buscó mis ojos—. No quería poner tu reputación en riesgo.

Todavía aturdida por el beso, me tomó un tiempo entender lo que quería decir. Besar y cortejar eran tomados mucho más en serio en su mundo. Si besabas a una chica en público —o si eras capturado pasando tiempo con ella a solas—, era mejor que estuvieras preparado para casarte.

—Mi reputación va a estar bien —le dije con una sonrisa—. Es la tuya por la que debes preocuparte. Eres Alexander Banks, después de todo.

—Estoy muy preocupado. —Una sonrisa tiró de su boca—. Estaba atrapado en el mercado matrimonial, pero me destruiste. Me temo que la única forma de salvar mi reputación es traerte de vuelta conmigo y hacerte mi esposa.

—Si tengo que hacerlo… —Estaba bromeando también. Mayormente. Por un segundo, me pregunté qué sería ir a Otherworld con Alexander, ser la chica que amara y protegiera siempre.

Su rostro se puso serio de repente. —En realidad en mi mundo nunca sería capaz de asociarme con alguien como tú. Cazar vampiros ha dejado mi reputación sin posibilidad de reparación. Se considera la labor manual más atroz. Las personas quieren el trabajo hecho, pero no quieren saber sobre quienes lo hacen.

Negué con la idea de Alexander siendo indeseable. —Bueno, en mi mundo, serían suertudas de tener una cita con alguien como tú.

Su oscura mirada brilló. Agarró mi mano, levantó mi muñeca y la besó con reverencia.

Cerré los ojos, sintiendo el calor de sus labios contra mi piel. Había leído sobre James haciendo lo mismo con Hannah. En su mundo, besar la muñeca de alguien era una señal de pasión reprimida.

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Cuando abrí los ojos, levantó sus labios de mi muñeca y se curvaron en una sonrisa.

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15

La tarde del viernes, me senté frente a la computadora, sin poder escribir ni una palabra.

Era ridículo. Necesitaba escribir. Era mi cordura, mi manera de liberar todas mis emociones reprimidas. En cambio, sentía como si estuviera en un congelador creativo.

Como de costumbre, Alexander estaba en mi mente. Sus besos se habían marcado en mi alma, haciéndome revivirlos una y otra vez. Era el uno, pensé. El único al que alguna vez amaría. El único que ningún otro hombre podría alguna vez competirle.

Katie y Luisa llegaron alrededor de las seis, lo que me obligó a levantarme de la computadora. Las había invitado a dormir, esperando que pasar el tiempo con mis amigas me distrajera de todo lo que estaba pasando.

Hice nuestra cena favorita: sándwiches de queso a la plancha con tocino y tomate. Luisa trajo la película Amor y Tesoro, ya que ella adoraba a Matthew McConaughey, por debajo de a James Banks.

Mamá se nos unió para la película. Invité a Chrissy también, pero su única respuesta fue cerrar la puerta de su dormitorio en mi cara.

La historia de la película era tan ridícula que decidimos que era graciosa. Mamá, por su parte, nos dejó a la mitad, optando por ver tele en su habitación. Nos atascamos de chips, y una vez satisfecha nuestra petición de sal, fuimos a por los brownies para nuestra porción de azúcar.

Después de la película, charlamos sobre temas al azar; si Jake Levine era digno de Luisa, y si Katie y yo pasaríamos nuestro próximo examen de Biología. Luisa quería hablar de todo lo relacionado con Otherworld, pero me las arreglaba para desviar la conversación con la ayuda de Katie.

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Le cambiamos a MTV. Iba a salir una entrevista con Noise Pollution, una banda que Chrissy amaba. Sabía que estaría decepcionada si se la perdía. Como ya no tenía ganas de ser ignorada, le pregunté a Luisa si le avisaba.

—No querrá verla con nosotras, pero mamá se la pondría en su tele.

Luisa se levantó.

—Eres muy dulce.

Y se dirigió por el pasillo.

Realmente no lo era. Pero si hacía algunas cosas buenas por Chrissy, podría dejar de hacerme pasar un mal rato. Era demasiado buena manteniendo rencores. Después de dos semanas todavía seguía con su ley de hielo, cerrándome la puerta en la cara y aventándome los platos.

Luisa regresó. —Chrissy no está aquí.

—Debe estar con mamá. Espera. —Fui a la habitación de mamá y abrí la puerta para encontrar a mamá dormitando delante de la tele. No Chrissy.

Intrigada, fui al baño, pero la puerta estaba abierta. Me volví hacia mis amigas, mi alarma creciendo.

—Debe haberse colado a tu habitación y bajado por la escalera de incendios —dijo Katie, con los ojos abiertos. Ella sabía de Vigo, conocía la amenaza que acechaba afuera cuando anochecía.

Corrí a mi habitación y encontré mi ventana abierta.

—Increíble.

El castigo de Chrissy terminaba en un día más, ¿y tenía que irse y arriesgar todo ahora? ¿En qué estaba pensando?

Agarré el teléfono y llamé a la celular de Chrissy, pero el correo de voz me recibió. No era ninguna sorpresa. Le envié un mensaje:

¡Ven a casa ahora o llámame! No le he dicho a mamá.

Luisa leyó el mensaje por encima de mi hombro. —¿No vas a decirle a tu madre?

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—Ya veremos. Sé cómo conseguir que Chrissy venga a casa. —No había necesidad de entrar en pánico todavía. El número del celular de Madison estaba escrito en la pizarra de nuestra cocina. Le marqué.

—¿Hola? —respondió Madison.

—Es Amy.

—Oh. —Sonaba más como un uh-oh.

—Chrissy escapó. ¿Está contigo?

—No. Estoy en casa enferma en un viernes por la noche, es una mierda. No exactamente dónde y con quién Chrissy quisiera estar en este momento.

Podía oír la congestión en su voz, pero eso no significaba que Chrissy no estuviera allí. —Mi mamá no sabe que se ha escapado. Si está Chrissy dile que me llame en no más de cinco minutos, y no voy a decirle. Si no llama, Chrissy tendrá por lo menos dos meses más bajo tierra.

—En serio, ella no está aquí —insistió Madison—. No estoy mintiendo.

—Entonces, ¿dónde está?

—No lo sé.

—Olvídalo. Le voy a decir a mamá.

—¡Espera! En el cine de AMC.

—¿Con quién?

Hubo una pausa durante la cual Madison probablemente estaba pensando una mentira.

Apreté los dientes.

—Será mejor que me digas, Madison. Si no lo haces, Chrissy va a culparte por haberla metido en problemas.

—Bueno, está bien… Va con un tipo que conoció en Internet.

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Apenas podía creer lo que estaba escuchando. ¿Estaba loca Chrissy? Al ver la expresión de asombro en mi cara, Katie y Luisa intercambiaron miradas de preocupación.

—¿Cómo se llama? —exigí.

—Justin.

—Dime todo lo que sabes de él o te juro…

—No sé mucho, ¿bien? Tiene diecisiete años, creo, y va a la escuela católica. Lo conoció en Facebook.

—¿Te mostró su perfil?

—Sí.

—Encuéntralo y envíame el enlace. Ahora.

—Está bien. Pero será mejor que no se lo digas a tu mamá o Chrissy me matará. No puedo creer que me hayas obligado a hacer esto.

Me apresuré a la computadora. Quería ver si el perfil de este hombre parecía de fiar. Estaba aterrorizada con que este tipo de diecisiete fuera realmente de veinticinco con tatuajes y un historial criminal.

—Bien, enviado —dijo Madison—. ¿Puedo colgar?

—Espera. Quiero asegurarme que me llegue y funcione.

Revisé mi correo electrónico cada pocos segundos hasta que me llegó. Hice clic en el enlace, y el perfil apareció.

Era un chico rubio sosteniendo un vaso de líquido rojo. Fríos ojos azules miraban directamente a la lente de la cámara.

El aire se escapó de mis pulmones.

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*** Un extraño adormecimiento me llenó, sin pánico o emoción. Mi mente corría a toda marcha.

Agarré mi cartera y me fui corriendo. Katie y Luisa estaban gritando detrás de mí, pero no las escuché. No esperé el ascensor. Corrí por las escaleras, no, volé. Deslizaba una mano por el barandal mientras que ocupaba la otra para maniobrar el celular, hice clic en el número de Alexander.

Él contestó:

—Amy… —Pero se perdió la conexión. Mi teléfono no tenía recepción en las escaleras.

Segundos después, salí a las puertas de mi edificio y le llamé de nuevo.

—¿Amy?

—Vigo tiene a Chrissy.

—¿Qué?

—La atrapó mediante Internet. Se reunirán en el cine de AMC. Es el la cosa grande en el Centro de la Avenida Michigan.

—Nos encontraremos allí. —Colgó.

Corrí varias cuadras a LaSalle Boulevard y no pude ver ningún taxi. Seguí corriendo, mirando hacia atrás cada pocos segundos. Finalmente vi a uno, y me quedé en medio de la calle, saltando arriba y abajo como loca.

El taxi se paró en seco. Entré.

—Al centro AMC. Dese prisa, es una emergencia.

El taxista se quedó perplejo, pero apretó el acelerador.

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La noche volaba por la ventana, pero no lo suficientemente rápido. Nunca lo suficientemente rápido. No sabía quién llegaría primero, yo o Alexander. No sabía dónde estaba cuando le llamé. Si yo encontraba a Chriss y Vigo, ¿qué haría, atacarlo? ¿Y si sólo nos los encontraba?

Esos fueron los minutos más largos de mi vida. Cuando el taxi, finalmente, se detuvo en la acera, tiré un billete de veinte al asiento delantero y corrí a las puertas del teatro. Alexander estaba allí, interrogando a la chica en la taquilla. Dio un paso atrás, viéndome.

—¡Tenemos que comprobar los salas de cine! —grité.

—No hay ninguna necesidad. —Su rostro se puso serio. Y vi algo que nunca había visto en sus ojos antes. Miedo. Por Chrissy, me di cuenta—. No están aquí. La chica taquilla dice que los vio en el lobby, pero que se fueron juntos de inmediato.

—¿Estás seguro?

—Sí. Le mostré la foto de Vigo en la cubierta del libro. Ella lo identificó de inmediato.

—¿A dónde la llevó? —Miré a mi alrededor sin poder hacer nada, esperando que alguien me apuntara hacia alguna dirección, cualquier dirección que me llevara a Chrissy—. ¿A dónde vamos?

—No lo sé.

La mirada en sus ojos me lo dijo todo.

Chrissy podría estar muerta.

El mundo se volvió borroso. Traté de permanecer en silencio, para mantener la histeria embotellada.

Pero cuando llegamos al coche, me doblé y sollocé. Debí haber sabido que Vigo atacaría donde era más vulnerable. Debí advertir a Chrissy, protegerla.

Alexander me sostuvo durante un momento hasta que me calmé. Entonces me dejó en casa y se fue a buscar a Chrissy.

La policía vino y les mostré el perfil de Facebook de Vigo. Cuando los agentes vieron su foto, intercambiaron una mirada. Era obvio para mí que su imagen

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coincidía con la descripción del asesino vampiro que ya había estado circulando. Afortunadamente, la conexión no se hizo evidente para mamá. Ya estaba a punto de desmoronarse, no necesitaba saber toda la verdad por el momento.

Llegó la mañana. Mamá animó a Luisa y Katie que regresaran a sus casas y durmieran un poco. Estuvieron de acuerdo. Pero Katie regresó con café y panecillos unos minutos más tarde. Ella no se alejó de mi lado.

Mamá fue a la comisaría para rellenar informes y darles más fotos de Chrissy. Me quedé esperando a que sonara el teléfono. Alexander me diría que había encontrado Chrissy y que estaba bien. O Chrissy me diría que todo fue un malentendido y que estaba en camino a casa. O tal vez la puerta se abriría, y allí estaría. Podría haber escapado de Vigo.

La mañana se convirtió en tarde. El teléfono sonó. Corrí a él. Katie se movió a mi lado.

—¿Hola? —dije, mi corazón latiendo en mi garganta.

—¿Puedo hablar con Amy? —preguntó una lisa voz masculina.

—Soy yo.

—Por fin una presentación formal desde hace tiempo. Mi nombre es Vigo Skaar.

Me quedé sin aliento. Katie inmediatamente pasó un brazo alrededor de mí, como si sintiera quién era. Ni siquiera podía procesar que estaba hablando con el vampiro.

—¿D-dónde está Chrissy? —exigí.

—Conmigo, por supuesto. Es dulce tu Chrissy. Puedo oler el azúcar en su sangre. ¿Quieres hablar con ella?

—Sí.

Hubo una pausa y luego:

—¡Amy, ayúdame! —Definitivamente era Chrissy.

—Vas a estar bien, Chrissy. Sólo…

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—Estoy feliz que tengas fe en que va a estar bien —dijo Vigo.

—Por favor, déjala irse.

—Por mucho que me doliera renunciar a esta galleta de azúcar dulce, te doy mi palabra que voy a dejarla ir, siempre y cuando me des lo que quiero.

Tenía miedo de preguntar. Pero se mantuvo en silencio, obligándome a preguntarle:

—¿Qué quieres?

—Quiero a Alexander. Ha estado jugando conmigo un juego infantil por mucho tiempo, y se ha convertido en una molestia.

—Quieres intercambiar a Alexander por Chrissy.

—Sí. Pero debe permitirme atarlo antes de hacer el cambio.

—Tienes miedo de pelear con él.

Dio una suave risa. —No, pero confieso que prefiero ahorrarme la molestia y tenerlo a mi merced.

No sólo quería matar a Alexander, también quería torturarlo.

—Alexander nunca se entregaría.

—Lo haría para salvar a un inocente. ¿No me dio la oportunidad de escapar con el fin de salvarte la otra noche?

No le respondí. Oí un sonido extraño en el fondo, en el extremo de Vigo. Una lejana y metálica voz, como si alguien estuviera haciendo un anuncio, seguido por un ping. Me esforcé por oír mejor, pero Vigo volvió a hablar.

—Si estuvo dispuesto a renunciar para salvarte, querida, me imagino que querrá salvar a tu hermana. Una chica bastante guapa tu Chrissy, aunque no tan bonita como tú. Y su elección de vestimenta es cuestionable.

—Si realmente deseas tener a Alexander a tu merced —le ofrecí en la desesperación—, intercambia a Chrissy por mí en su lugar.

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—Hmm, sería bueno. Aún así, sólo retrasaría lo inevitable. Estoy bastante convencido de que tu hermana es suficiente. Alexander tenía una hermana, ya sabes. Pero era pequeña, no una comida completa en sí y por sí misma. Afortunadamente, sus padres…

—¡Alto! —grité. Tuve que apoyarme en Katie por apoyo.

—Tus nervios son tan frágiles como los de tu hermana, ya veo. ¿Estaría bien si le pasas el mensaje a Alexander por mí? ¿O me das su número para que le pueda marcar?

—Se lo diré. ¿Cómo te puedo llamar? —El identificador de llamadas sólo decía NUMERO PRIVADO.

—Voy a llamar a las seis de esta noche. Si la respuesta es no, estará muerta como a las seis y cuarto. Hasta entonces. —Colgó.

Katie y yo nos miramos.

Algo hizo clic en mi cabeza. Ese sonido. Conocía ese sonido.

—Está en el Centro Comercial Atrium —le dije.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Escuché un anuncio público. Debió haber ido allí porque su escondite es subterráneo y no tendría recepción telefónica.

—¿No podría ser cualquier centro comercial o una estación de tren o autobús? Muchos lugares tienen sistemas de anuncios públicos.

—Al final del anuncio, escuché un ping. Lo hacen en Waldo´s cuando tienen su especial de luces azules. El único Waldo´s que está por aquí es el del Centro Comercial Atrium. He visto los planos subterráneos. Tiene un montón de túneles. Debe de estarse quedando cerca. Si no está en uno de los túneles principales, está en una de las ramificaciones.

—Hay que llamar a Alexander —dijo Katie.

—Claro. —Cuando fui a marcar el teléfono, me temblaban las manos.

No hubo respuesta. No me sorprendió. Debía estar bajo tierra. Le dejé un mensaje:

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—Vigo llamó. Está viva. Estoy segura que llamó del centro comercial Atrium. Voy hacia allá. Tenemos que encontrar a Chrissy antes que llame nuevamente a las seis.

Katie me miró con atención. —No mencionaste la oferta.

—Lo sé.

—No es tu decisión. Es suya.

—Si no la encontramos para entonces, se lo diré. —Ya estaba en movimiento, buscando mi mochila. Fui a la cocina y metí una linterna y un cuchillo de carnicero en ella, por todo el bien que harían.

—No puedes matarlo con eso —señaló Katie.

—Lo sé. Pero es todo lo que tengo. Incluso si tuviera una estaca, no soy lo suficientemente fuerte como para conducirla a través de su caja torácica. Sólo lo haría huir.

—Yo soy lo suficientemente fuerte —dijo Katie.

Negué con la cabeza. —No vienes conmigo.

—Necesitas mi ayuda y lo sabes, así que no pierdas el tiempo discutiendo. Pero no voy sin algo con lo que pueda matarlo.

—No estamos tratando de matarlo, sólo estamos tratando de localizarlo. Una vez que sepamos dónde están, vamos a llamar a Alexander.

—Alexander no contesta su teléfono. Podría estar en un túnel de kilómetros de distancia.

—Entonces vamos a ir por la policía.

—La policía no sabe cómo matarlo.

—No tienen que hacerlo. Sólo necesitamos que lo distraigan para que podamos sacar a Chrissy de allí.

—Bien, pero todavía quiero tener una estaca —insistió—. Vamos a tener que parar en mi casa de camino.

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—¿Tienes una estaca en tu casa?

—No, pero sí la siguiente mejor cosa.

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Corrimos a la casa de Katie, donde agarró un palo de hockey y lo rompió por encima de su rodilla.

—Aquí está nuestra estaca. —Metió la mitad que tenía mejor forma en mi mochila con la punta hacia abajo.

A las 2:47 pm llegamos al centro comercial.

Mi teléfono sonó. Era Alexander.

—¿Dónde estás? —pregunté.

—Casi llego al centro comercial. —Sonaba como si estuviera acelerado. Escuché un estruendoso claxon.

—Nos encontraremos en el estacionamiento frente a Michaels Crafts —le dije.

Cinco minutos más tarde, se unió a nosotras. Llevaba su abrigo largo. Tenía una estaca allí, sabía. Tal vez varias. Cuando le disparó una mirada sospechosa a Katie, le expliqué que ya sabía todo y que era digna de confianza. Alexander pareció dudar, pero asintió con la cabeza.

—Hace dos días comprobé los túneles norte —nos dijo—. Vigo no se esconde allí a menos que se trasladara ayer por la noche, y dudo que tuviera tiempo para hacerlo. Él la llevaría donde ya había establecido un lugar donde esconderse. Vamos a ir a los sur y comprobaremos las ramificaciones. Síganme.

Nos llevó a una puerta de mantenimiento. Lo bloqueamos de la vista mientras maniobraba con un artefacto pequeño de metal la cerradura hasta que se abrió. Luego todos nos metimos dentro y bajamos las escaleras. Abrió otra puerta, y entramos en la oscuridad de un túnel.

Hacía frío. Sentí el crujido de la tierra bajo mis pies. Mis ojos se acostumbraron lentamente hasta que pude ver la tierra debajo de mí y un largo y curveado túnel por delante. Cada pocos metros había una luz de mantenimiento pegada a la pared, un foco para los trabajadores de la ciudad que venían aquí.

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Katie y yo empezamos a avanzar, pero Alexander nos bloqueó con su brazo. —No así. De esta manera.

Encendió su linterna por un segundo, y reveló una cueva que parecía un pasillo a nuestra izquierda. Mi garganta se apretó, pero no retrocedí. Teníamos que encontrar Chrissy.

—Síganme por el sonido —susurró—. No utilicen la luz a menos que se los diga.

Seguirlo por el sonido.

Un paso a la vez.

Un paso tras otro.

Después de unos minutos, Alexander se detuvo repentinamente. Katie tropezó conmigo, dando un paso en la parte posterior de mi zapato. Sentí su palo de hockey golpear contra mis costillas, pero no me dejé gruñir. Al menos sabía que era fuerte.

—Miren. —Alexander prendió su linterna, permitiéndonos ver que el túnel se bifurcaba en varias direcciones. Podríamos seguir recto o girar a la derecha o a la izquierda—. Este túnel es de probablemente unas pocas millas —conjeturó—. Los corredores como este siempre tienen un propósito. Son utilizados por los contrabandistas en mi mundo. Lo mismo ocurre aquí.

—¿Por dónde debemos ir? —pregunté.

—Vigo prefiere la izquierda. Eso no está en los libros.

Nuestro ritmo era lento, nuestros pasos cuidadosos. No había margen de error. Sería un descuido toser o tropezar. Oía las respiraciones: la mía, la de Alexander y la de Katie. Sentía como si las paredes a nuestro alrededor estuvieran respirando, también.

La oscuridad se volvió más suave hasta que se convirtió en un gris profundo. No sabía si mis ojos se habían ajustando o si me lo estaba imaginando, pero la oscuridad parecía estar cada vez más clara. Sentí a Katie apretarme el brazo, y supe que estaba pensando lo mismo.

Alexander se detuvo. Nos susurró:

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—Los escucho.

Debía ser la audiencia de un gran cazador, porque no podía oír nada por encima del sonido de mi respiración.

A medida que continuamos avanzando, empecé a ver algo tomar forma delante. Débilmente podía distinguir el contorno de una puerta con luz filtrándose a través de los bordes.

—A menos que la puerta esté bloqueada, debería ser capaz de entrar —dijo Alexander—. Voy a distraerlo. Ustedes busquen a Chrissy y corran de regreso. No se detengan por nada. Ahora manténganse cerca detrás de mí. Faltan unos quince pasos.

Quince pasos para que estuviéramos al alcance de Chrissy. El pulso me latía en los oídos.

Sólo cinco pasos más.

Luego hubo un ruido y la puerta se abrió. Alexander había golpeado la puerta para abrirla. Él estaba en la habitación ahora.

Katie y yo corrimos dentro. En mi vista periférica, Alexander y Vigo estaban peleando. Los sonidos de gruñidos y puñetazos llenaron la habitación.

Treinta segundos. Alexander tenía treinta segundos.

¿Chrissy, dónde estaba Chrissy? Todos mis sentidos se enfocaron en la habitación. Pequeña, desordenada, piso de tierra, mesa. La vi tendida en el piso, boca abajo. Fui corriendo, le di la vuelta. Era un cadáver.

—¡Amyyyy!

Ella estaba en el otro extremo, una figura que luchaba en la sombra. Katie llegó a ella primero. Las manos y los tobillos de Crissy estaban atados con cuerda. Katie tomó el cuchillo de carnicero de mi mochila y cortó la cuerda que sostenía los tobillos de Chrissy. Quedó libre. La pusimos de pie y corrimos hacia la puerta.

Alexander voló frente a nosotras, lanzado por Vigo. Chrissy tropezó con él, pero se las arregló para seguir adelante. Katie cayó, el palo de hockey

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deslizándose de su mano. Se puso de pie, pero la agarró Vigo, elevándola a través de su pecho como un escudo y arrastrándola en las sombras.

—Nunca jugaste limpio, Alexander —gruñó Vigo—. Les ofrecí un intercambio justo y me tendieron una emboscada. Muy bien. Será ésta en lugar de la otra.

Alexander se puso en pie, sangrando por una herida en el nacimiento de su cabello. Quería correr hacia él y ayudarlo, pero estaba congelada en mi lugar.

—¿Cuál intercambio? —escupió Alexander furioso.

Vigo me miró, levantando una ceja.

—¿En serio? ¿No te dijo que si te entregabas a mi merced, podríamos haber evitado esto? Tsk, tsk, niñita. Bueno, es demasiado tarde. Espero que esto lo valga. —Vigo hundió sus dientes en el cuello de Katie.

Grité, corriendo hacia ellos. Alexander me agarró de la cintura, tirándome hacia atrás.

—¡No te acerques a él!

Me detuve, observando el rostro de Katie contorsionarse de dolor. No gritó. No podía. Me martirizaba con terror por mi amiga.

Vigo se retiró. —Un mordisco amoroso por ahora.

Alexander dio un paso más cerca de él.

—Me entregaré, Vigo. Deja que las chicas salgan de aquí. —Dejó caer su estaca en el suelo.

¿Qué estaba haciendo Alexander? ¿Por qué no empezaba a arremeter contra él?

Pero sabía por qué. Le llevaría al menos un segundo cruzar la habitación hacia Vigo y Katie. En ese segundo, Vigo podría matarla.

Los ojos de Vigo se fijaron en él. —Quítate el abrigo. Supongo que tienes un arsenal allí.

Sin dudarlo, Alexander comenzó a desabrocharse el abrigo.

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—Uno siempre toma la misma decisión, ¿verdad, Vigo? —Alexander se quitó su abrigo y lo tiró a un lado. Pude oír objetos sólidos golpear el suelo.

—¿A qué te refieres, asesinar? ¿Qué otra debo tomar, diplomacia? —cacareó Vigo.

—Ahora tus zapatos —ordenó—. Sé que ocultas armas allí, también.

Viéndose derrotado, Alexander se inclinó, quitándose un zapato, y luego otro. Un calcetín, y entonces agarró algo del suelo y lo arrojó hacia adelante con una velocidad de rayo.

Mi corazón se detuvo. ¡La estaca iba a golpear a Katie, no a Vigo!

Pero en ese momento ella se inclinó hacia la derecha. Fue suficiente. La estaca le dio a Vigo en la frente, haciéndole gritar y perder su agarre. Katie se alejó. Se lanzó para agarrarla de nuevo, pero sólo atrapó su camisa. Y entonces ella se había ido, luchando por llegar a la puerta.

Estaba atrás de ellas, corriendo por el túnel. Eché un vistazo hacia atrás. Alexander no estaba detrás de mí.

Oí el sonido de alguien tropezando.

—¡Levántate, Chrissy! —gritó Katie—. ¡Ya casi llegamos!

Entonces volvieron a correr, dos figuras oscuras en la oscuridad. Katie no olvidó el camino, por suerte. Corrimos por el túnel hasta que vimos la puerta de mantenimiento. Nos metimos de nuevo en el centro comercial, cerrando la puerta detrás de nosotras.

Katie se llevó la mano a su cuello, la sangre cubriendo sus dedos. Estaba pálida y sudando. —¿Dónde está Alexander?

—Matando a Vigo. —Tenía la esperanza de que estuviera en lo correcto.

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*** En la comisaría, insistí en ir con Chrissy cuando la interrogaran. Mamá estaba en camino, pero los policías no estaban dispuestos a esperarla, no cuando su sospechoso estaba huyendo. Una horda de policías estaba, en ese momento, descendiendo en los túneles en busca de Vigo. Les había dado las mejores direcciones que pude.

Chrissy se aferraba a mí como una niña lo haría con su madre. Le acaricié el cabello y le dije que estaba a salvo ahora.

La habitación tenía una mesa de acero grande y un espejo que supuse era de un solo sentido. Había dos detectives, una mujer y un hombre, en la habitación con nosotras, Moody y Hogg. La detective Moody era la que hacía las preguntas.

—¿Cómo él hizo su primer contacto contigo? —comenzó.

—Facebook. —Eso no era nuevo para ellos, ya que les había mostrado su perfil anoche.

—¿Él te agregó como amiga?

—Sí. —La voz de Chrissy era suave e infantil. Casi no la reconocí.

—¿Qué te contó sobre él mismo?

Ella no respondió. Parecía confundida.

—¿Christina?

—Me dijo que tenía diecisiete años. Iba a St. Mark´s.

—Hemos visto los detalles de su perfil en Facebook. ¿Te dijo algo que pueda ayudarnos a descubrir quién es en realidad?

Ella negó con la cabeza.

—¿Dónde arreglaron encontrarse?

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—El cine de AMC. Pero luego dijo que no debíamos molestarnos con una película. Dijo… —Se detuvo de nuevo.

—Christina, dime lo que te dijo. —La voz de la detective era suave pero insistente.

—Me dijo que sabía de un club subterráneo al que podría entrar.

—Pero no te llevó a un club.

—No. No había ningún club.

—Sé que esto es difícil para ti, Christina, pero necesito que me digas lo que pasó en esa habitación.

Sus ojos se abrieron. —Ellos estaban vivos.

—¿Te refieres a los cuerpos que apenas encontramos?

—Sí. Estaban vivos entonces.

—¿Cuántas personas había en la habitación?

—Dos más. Una chica y un chico.

—¿Qué pasó con ellos?

—Él los mató.

Sentí un escalofrío. No estaba segura si fue de Chrissy o mío. Debió haber sido mío, porque Chrissy estaba extrañamente quieta.

—¿Lo viste hacerlo?

—No. Me vendó los ojos.

—¿Sabes cómo los mató?

—Él bebió su sangre. Así es como los vampiros matan.

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*** Chrissy no dijo ni una palabra durante el viaje en taxi, pero se aferraba a mi madre como si su vida dependiera de ello. La Detective Moody llamó a mi celular para decirme que el escondite de Vigo había sido descubierto, junto con dos cuerpos. Pero no había ni rastro de Vigo.

Dos cuerpos. Eso significaba que Alexander no estaba entre ellos, gracias a Dios. Aunque herido, Vigo había escapado de alguna manera. Alexander sin duda estaba en su caza.

—¿Quieres que te traiga algo de comer, cariño? —le preguntó mamá a Chrissy cuando llegamos a la puerta.

Ella negó con la cabeza.

—¿Segura? Debes tener hambre.

Chrissy miró hacia la ventana. —No puede venir aquí, ¿verdad?

—No, a menos que lo inviten —contesté —. ¿Alguna vez le invitarías entrar?

—No. —Ella miró a mamá—. ¿Puedo dormir contigo esta noche?

—Por supuesto, cariño. Vamos a ponernos la pijama. —Sin quitar su brazo de Chrissy, mamá se inclinó y me besó—. Buenas noches, Amy.

—Buenas.

Entraron en el dormitorio de mamá. Me quedé allí, sin saber qué hacer. Chrissy estaba de vuelta, seguro. Katie, a quien le había enviando mensajes todo el tiempo, había sido dado de alta hace una hora. Ella iba a estar bien.

Sólo Alexander todavía estaba allí fuera.

Mareos me atravesaron. Me di cuenta que no había dormido desde… no podía recordar.

Alguien llamó a la puerta. Un golpe tranquilo, pero me hizo saltar.

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Miré por la mirilla y di un suspiro de alivio.

Abrí la puerta y tiré mis brazos alrededor de Alexander.

—Estás bien. ¿Lo hiciste…?

Me abrazó, acariciándome el cabello. —No, lo perdí. Traté de seguirlo en los túneles, pero tenía una vía de escape planeada.

Lo apreté más fuerte, presionando mi cara en su camisa. Quería llorar. ¿Alguna vez acabaría esto?

Nos fuimos al sofá y nos sentamos.

—¿Cómo está Katie? —preguntó Alexander, tomando mi mano.

—Está bien. La llevaron al hospital y le dieron unos puntos de sutura. Ya la enviaron a casa.

—Bien. ¿Qué hay de Chrissy?

—Está traumatizada.

—¿Te dijo lo que pasó?

—Estuve allí cuando habló con la policía. Vigo tenía personas allí, personas que había secuestrado. Los mató.

—Lo siento mucho, Amy.

Me abrazó por un tiempo. El ritmo tranquilizador de su corazón me tranquilizó.

Levanté la cabeza.

—Ella va a estar bien, ¿verdad? Sé que está en estado de shock. Pero con el tiempo… —Mi mayor preocupación era que el espíritu de Chrissy se hubiera roto. En ese momento incluso extrañaba que me tratara con su belicosidad.

—Estoy seguro de que va a estarlo, aunque nunca va a ver el mundo de la misma manera. Eventualmente, sin embargo, va a poner esto atrás y lo superará.

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—Tú no lo hiciste, sin embargo.

—No. No pude. Pero mis circunstancias fueron diferentes a las de Chrissy. Mi familia fueron los asesinados.

Tal vez le fue imposible superarlo. Tal vez algo traumático tenía que definir su vida.

—La tía Helen estaba convencida que podría superarlo —dijo—. Me sugirió que visualizara un compartimento en mi mente donde guardara mi memoria, donde podría sellarlo por siempre. La idea me sonó tonta.

—Creo que tiene sentido. Una vez que Vigo esté muerto, puedes seguir adelante. Puedes tener un nuevo comienzo.

—Soy demasiado viejo para empezar de nuevo. Pronto voy a tener diecinueve. Eso no es joven en mi mundo.

Era cierto. La esperanza de vida en Otherworld era baja —lo que yo consideraba edad media— a raíz de las muchas tensiones de la vida en una sociedad dominada por vampiros. Eso, y el hecho de que la tecnología médica no había avanzado desde la llegada de los vampiros.

—Todavía tienes tiempo para construir una buena vida cuando vuelvas —dije.

Lo decía en serio, pero la idea de que se fuera de este mundo, mi mundo, era increíblemente dolorosa.

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17

Cuando salí de mi habitación a la mañana siguiente, no podía creer lo que veía: papá estaba junto a Chrissy en el sofá, y ella estaba acurrucada a su costado. Estaban viendo repeticiones de Two and a Half Men.

Mamá estaba en la cocina lavando los platos. Cuando me vio, se limpió las manos con un paño de cocina y me abrazó con fuerza, como si no me hubiera visto en meses.

—Tengo que mostrarte algo, Amy.

La seguí hasta su habitación. Cerró la puerta y puso en las noticias. Una conferencia de prensa que había tenido lugar esa mañana estaba reproduciéndose. El jefe de la policía estaba recibiendo preguntas.

Un periodista le preguntó:

—¿Cómo le responde a las personas que dicen que su departamento está haciendo esta explicación natural porque no han encontrado al asesino?

—Les diría que deberían echar un vistazo a las pruebas —dijo el jefe Arland—. Esta era la última conclusión a la que esperábamos llegar, pero la evidencia es clara. Creemos que un vampiro de verdad está aterrorizando a nuestra ciudad.

La verdad había salido. Finalmente.

Sin previo aviso, las fotos de las víctimas se mostraron en la pantalla. Tuve que apartar la mirada.

La conferencia de prensa continuó con más preguntas para el Jefe Arland. Luego regresó con Roger Thompson platicando con expertos mediante vía satélite.

—Ha habido informes contradictorios de lo que se encontró realmente en el escondite de este hombre —dijo Thompson—. Detective Gaston, ¿qué puede decirnos al respecto?

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—Bueno, Roger, la policía ha confirmado que dos cuerpos fueron encontrados en el escondite junto a varias botellas de sangre. Los forenses están comprobando si la sangre proviene de las víctimas actuales o si se fue guardada de las anteriores.

La fotografía de Vigo en Facebook brilló en la pantalla.

—¿Qué es exactamente lo que sabemos de este hombre? —preguntó Thompson a otro de los invitados, un agente retirado del FBI en Virginia.

—Muy poco, por desgracia. El afirmó ser un estudiante de diecisiete años de edad en una escuela secundaria local, pero no concuerda. No conocemos realmente su edad, de dónde viene o su nombre real. Estoy seguro de que los investigadores van a utilizar el software de detección facial. En este momento, se le está pidiendo al público que ayuden a identificarlo.

—¿Estás diciendo que no tenemos absolutamente ninguna pista sobre este tipo? —preguntó Thompson.

—Eso parece.

Thompson se dirigió a un profesor de sociología de la Universidad de Nueva York:

—Ahora, profesor, mucha gente dice que este hombre es, de hecho, un vampiro auto-creado, que no es nada sobrenatural. ¿Por qué los vampiros se han convertido en una obsesión cultural tan importante, especialmente en los jóvenes?

—En estos días los libros para adolescentes más populares son de vampiros, especialmente la serie Otherworld de Elizabeth Howard —respondió el profesor—. El resultado es que muchos jóvenes se han sumergido en la cultura vampírica. Creo que era inevitable que algo así pasara.

La foto de Vigo en Facebook apareció de nuevo. Entonces, la pantalla se dividió en dos, mostrando también el dibujo de Vigo en la portada de The Mists.

—Es evidente que el asesino está tratando de imitar a… —Thompson miró sus notas—. A Vigo, el vampiro principal en los libros.

El profesor estaba asintiendo. —Sí, Roger, el parecido es notable. Claramente quiere presentarse a sí mismo como el personaje de Otherworld.

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—¿Qué ha dicho Elizabeth Howard sobre todo esto? —preguntó en general—. Cuando apareció en EveningReport hace poco, no parecía saber qué hacer con él.

—Nadie ha sido capaz de localizarla —dijo el detective—. Puede ser que ella misma se diera a la clandestinidad.

—La ironía aquí es que sus libros se venden mejor con toda esta publicidad —dijo Thompson.

Todos estuvieron de acuerdo.

Mamá se volvió hacia mí.

—¿Fue realmente un vampiro quien se llevó a Chrissy? Pensé que lo estaba inventando.

—Era un vampiro, mamá. Y mordió a Katie.

Parecía que estaba a punto de desmayarse. Puse un brazo alrededor de ella.

—Estamos a salvo, lo prometo. No nos va a herir de nuevo. Tenemos que mantenernos juntas por Chrissy. —Apagué el televisor—. Ya no hay que ver más esto.

Mamá y yo nos quedamos sentadas en su habitación por un rato. Me di cuenta que tenía más preguntas, pero tenía miedo de las respuestas.

—No lo entiendo, Amy. ¿Cómo Katie y tú pudieron encontrarla?

—Pensamos en buscar en los túneles. Sabíamos que se trataba de un vampiro.

—¿Cómo puedes estar tan segura de que era realmente un vampiro?

Exhalé. —He leído mucho sobre vampiros. Sé que son reales.

Mamá no dijo nada, pero me apretó con fuerza. Chrissy no había sido la única traumatizada por el secuestro. Sabía que iba a tomarle tiempo a mamá para preguntar realmente qué había sucedido.

Cuando volví a la cocina a buscar un poco de cereal, papá estaba allí haciendo tocino y huevos, y silbando una melodía. Papá parecía más viejo desde que lo había visto por última vez, su cabello castaño estaba más salpicado de gris que nunca. Pero todavía llevaba la misma loción para afeitar, y demasiada.

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—¿Quieres un poco, cariño?

No sabía qué, él llamándome «cariño» o que estuviera tan a gusto en la cocina, me hacía enojar más.

—No, gracias. —Me serví cereales y leche, agarré una cuchara y la metí tan fuerte que me salpiqué leche.

—Sé que han sido un par de días horribles, pequeña. Pero estoy aquí para ti y Chrissy. Y quiero que sepas: Todo va a estar bien.

—¿En serio? —espeté—. Pasas un día con Chrissy, el primer día en meses, ¿y de pronto todo va a estar bien? Bueno, lo siento, papá, ¡pero que estés aquí no hace nada mejor!

Vislumbré un atisbo de duda en sus ojos, como si en realidad pudiera estar cuestionándose a sí mismo. Luego se volvió hacia el tocino que chisporroteaba, volteando las tiras.

—No sólo te necesita en tiempos de crisis, papá. Te necesita cuando las cosas son buenas. Cuando las cosas son normales.

—Han sido unos meses muy intensos, con la mudanza y todo. —Sus ojos todavía estaban enfocados en el tocino—. Pero voy a estar viniendo más a menudo para ver a Chrissy. Para verte a ti también, espero.

Quería poderle creer. Pero no iba a poner mis esperanzas en papá que cambiaba de actitud de un momento a otro. Tal vez Alexander tenía razón: era suficiente para mí decirle cómo me sentía.

Y Alexander tenía razón en algo más, también. Cuando una persona sabe que te ha herido, tiene problemas para mirarte los ojos.

*** Poco tiempo después, llamé a Katie. Nos habíamos estado texteando para actualizarnos una a la otra, pero quería escuchar su voz, saber que estaba bien.

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—¿Cómo te sientes?

—Amo el Tylenol, Ames. Lo amo.

Me sentí aliviada de que sonara como ella. —¿Cómo está tu mamá con todo esto?

—Conoces a mi mamá. Cree en todo lo sobrenatural, así que no fue tanto problema como piensas. Está en todas las noticias, de todos modos. Por suerte no están autorizados a utilizar nuestros nombres.

—Katie, no sé qué decir. «Gracias» nunca podría ser suficiente. Pusiste tu vida en peligro y…

—Sí, sí. No te preocupes. ¿Cómo está Chrissy?

—Todavía está en estado de shock. Tomará algún tiempo para que el asunto se hunda.

—Hablando de «hundirse», me va a tomar algún tiempo, también. No me importa lo que algunos Otherworlders digan. Ser mordido por un vampiro no es sexy.

Me tuve que reír. Katie nunca cambiaba. Podía hacer una broma incluso en las circunstancias más horribles, y me encantaba eso de ella.

—Cuando veas a Alexander, dile que dije gracias por el tip —dijo.

—¿Cuál tip?

—Vigo yendo a la izquierda.

*** Quedé en verme con Alexander para el almuerzo en un lugar con comida grasosa en mi vecindario. Pedimos refrescos, sándwiches y patatas fritas.

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Después de todo lo que habíamos pasado en las últimas cuarenta y ocho horas, se sentía surrealista simplemente sentarse y comer.

Por desgracia, un televisor estaba postrado detrás del mostrador, su volumen lo suficientemente alto que podíamos oír las noticias zumbando en el fondo. La palabra «vampiro» salía una y otra vez. Deseé poder apagarlo.

Alexander comió como si no hubiera visto comida en mucho tiempo. Me dio la oportunidad de verlo detenidamente, para recordarme a mí misma por enésima vez que era real.

—Me gustaría cazar contigo esta noche —dije.

Alzó los ojos de su comida. —Ya hemos tenido esta conversación.

—Las cosas eran diferentes entonces. No había secuestrado a mi hermana entonces. Casi no había matado a mi amiga.

Su expresión era firme. —Por lo tanto, antes de eso, su presencia te molestaba, ¿pero ahora estás enojada con él?

Me enfadé. ¿Por qué se negaba a entender que ya no sólo quería ayudar, lo necesitaba?

—Estoy cansada de la espera. Quiero ayudarte a atraparlo.

Sus ojos se suavizaron. —Ya has sido muy útil. Es a causa de tu astucia que tu hermana se salvó.

—Entonces debes querer mi ayuda.

Él arqueó una ceja. —¿Y si lo encontramos? ¿Qué, pues?

—Voy a mantener mi distancia y dejar que lo manejes. O llamaré a la policía.

—No vas a venir conmigo. —Se volvió hacia sus patatas fritas, obviamente esperando que lo olvidara.

—Voy a ir sola, entonces.

—No lo harás. Es mi destino hacer frente a Vigo, no el tuyo. —Algo brilló en sus ojos—. Además, ni siquiera puedo confiar en que me digas la verdad.

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Me puse rígida. Había estado esperando que no fuera por ese rumbo.

—Por supuesto que puedes confiar en mí, Alexander. —Tuve la tentación de agarrar su mano sobre la mesa, pero luego la vi ponerse en puño.

—Vigo quería intercambiar a Chrissy por mí, y no sentiste necesario decirme.

—Había planeado decirte… si no encontrábamos a Chrissy.

—Me estabas protegiendo. ¿No confías en mí para hacer frente a la situación?

—¡Pero él te quería indefenso! No habrías sido capaz de luchar para librarte de él. No era una opción.

Su oscura mirada se estrechó. —Esa era mi decisión, no tuya.

—Tienes razón. No confío en ti. No confiaba en que no hicieras algo noble y estúpido.

—Ahora eso —Levantó un dedo—, es exactamente el por qué no podríamos ser pareja. Admítelo, Amy. No tienes el estómago para esto. Eres demasiado misericordiosa. —Su risa era hueca—. Eres tan mala como James.

Sus palabras me cortaron. No era ningún secreto que él pensara que James era débil. Pero que pensara que yo lo era también... Débil por preocuparme por él.

Le lancé un poco de dinero y salí del restaurante.

Elizabeth Howard realmente no le había hecho justicia a Alexander Banks, pensé. Podría ser incluso más frío de como lo había retratado.

Cuando miré por encima de mi hombro, Alexander estaba mirando hacia la mesa, con una expresión sombría en su rostro. No se movió para ir tras mí.

Volví a casa.

Si Alexander pensaba que me podía parar de tratar de encontrar a Vigo, estaba equivocado. No necesitaba que me guiara más. Sabía lo suficiente sobre Vigo ahora para ser útil, Alexander lo aprobara o no.

Él tenía la razón en una cosa: había estado tratando de protegerlo. Y no creía que tuviera que pedir disculpas por ello. Eso es lo que haces cuando amas a alguien, protegerlo.

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Me encontré pensando: Cuando esto terminara, si Alexander sobrevivía, él volvería a su mundo y nunca volvería a verlo. Ese sería el final feliz que alguien escribiría en el tercer libro.

Pero no sería un final feliz para mí.

*** ¿Si fuera Vigo, adónde iría?

Esa tarde, estudié esquemas de los túneles del metro. Vigo estaría muy lejos de donde lo habíamos encontrado, pero era probable que todavía estuviera en algo subterráneo. Para ese momento ya sabría que su imagen estaba en todas las noticias, y que tenía que tener cuidado para no ser visto.

Decidí ir a la policía con lo que sabía. Puesto que ahora aceptaban que tenían un vampiro en sus manos, no veía por qué no podía cooperar. Katie y yo no les habíamos dicho que era el mismo Vigo de la serie Otherworld, y no tenía intención de decírselos. Bastaba con que la policía creyera que el asesino estaba imitando a Vigo Skaar. No había necesidad de complicar aún más las cosas, tratando de explicar física literaria.

Cuando llegué a la estación, le pregunté a la mujer policía en la recepción si podía hablar con los detectives Moody y Hogg. Ellos habían entrevistado a Chrissy, y confiaba en ellos. La oficial hizo una llamada telefónica.

—Espera aquí. —Ella hizo un gesto hacia una silla—. La Detective Moody vendrá en un momento.

Segundos más tarde, Moody se acercó, con una taza de café. Estaba ansiosa por verme, demasiado ansiosa, lo que me decía que la policía estaba desesperada por testigos potenciales.

Fuimos a la misma sala de entrevistas que habíamos estado la noche anterior por Chrissy. El Detective Hogg se unió a nosotras mientras terminaba de poner mis notas sobre la mesa.

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Les mostré los esquemas y les di sugerencias sobre dónde debían buscar al vampiro; básicamente, los lugares donde jóvenes pasaban el tiempo. Puesto que quería evitar ser reconocido, les expliqué, habría muchas probabilidades sobre que atacara cerca de un lugar donde podía fácilmente deslizarse bajo tierra sin ser visto, como una entrada de metro sin usar. Me pusieron atención en cada palabra. No sólo era una de sus testigos, también había ayudado a encontrar el escondite del vampiro y rescatado a mí hermana. Era el mejor recurso que tenían.

—Voy a estar buscando en esta área. —Señalé el centro de la ciudad—. Hay un club popular llamado Barrymore que tiene una noche de los años noventa. Es uno de los pocos lugares con mucha gente en un domingo por la noche. Si está buscando hacer una escena, podría ir allí.

—La pareja que fue asesinada, creemos que los siguió fuera de un club de la ciudad —confirmó el Detective Hogg.

—¿Crees que él quiera hacer una escena? —preguntó Moody.

—Desde luego, lo intentó en el club de adolescentes —señaló Hogg. Les había comentado eso después de la entrevista de Chrissy. Pero no que yo conocía el hombre que había atacado al vampiro.

—A él le gusta la atención —les dije—. Le gusta crear caos. Debido a que ha sido capaz de evadir su captura a este punto, está ganando auto-confianza, volviéndose más audaz. Es probable que no crea que la policía sea lo suficientemente sofisticada como para atraparlo, sin ánimo de ofender.

—Vamos a poner unidades adicionales en el centro de la ciudad —dijo Moody—. No hay necesidad de que te pongas en riesgo, Amy. Has pasado por suficiente. También es posible que el vampiro pudiera reconocerte. Eso te haría el objetivo.

Asentí, reconociendo que había oído lo que había dicho. Pero no iba a hacer ninguna promesa sobre permanecer fuera de esto.

—Tienen que saber que es muy rápido y fuerte —le dije—. Dispararle lo ralentizará, pero no lo detendrá.

—Suena como Terminator —dijo el detective Hogg con inquietud.

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—Sí. Es mucho más fuerte que un hombre común, pero si algunos de ustedes luchan por ponerlo contra el suelo, podrían sujetarlo. Sólo tengan cuidado con sus dientes.

—Estamos consiguiendo estacas de madera —dijo Moody.

—Bien. Una estaca en el corazón es la única manera de matarlo. Si fuera usted, no me arriesgaría a traerlo a la estación. Si puede conseguir ponerlo contra el suelo y estacarlo, mejor.

No respondieron, pero me di cuenta que ambos estaban pensando en lo que había dicho.

Matar sospechosos no era el protocolo. Y no podía ser su plan oficial.

Pero si tenían la oportunidad, lo harían.

*** Alexander me llamó justo cuando los últimos vestigios de sol se drenaban del cielo. Sabía que estaba comprobándome, así que no le respondí. Tenía mi misión esa noche, y no necesitaba que me ayudara con ello. Era liberador y aterrador al mismo tiempo.

Alrededor de las nueve dije buenas noches a mamá y Chrissy, que estaban en la sala viendo la televisión. Sabía que nunca conseguiría que mamá me diera permiso para salir a buscar a Vigo, por lo que tuve que hacerlo sin que lo supiera.

En caso de que decidiera ir a un club, me puse un montón de maquillaje y un vestido negro con tirantes finos. Incluso me peiné de manera que pareciera más grande. Me imaginé que Vigo no iría a un lugar con un portero de verificación de identidad, sin embargo. Parecía lo suficientemente joven como para que lo detuvieran. Vigo querría ir a un lugar discreto al que pudiera entrar silenciosamente.

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Abrí la ventana y brinqué a la escalera de incendios. Era vieja y chirriante, pero me las arreglé para bajar sin ningún problema.

Cuando me bajé del autobús en el centro, mi reloj marcaba las 09:32 pm. La fila para el baile en Barrymore´s como una noche de los noventas se extendía media cuadra.

La noche era fresca y la brisa aventaba mi cabello a mi cara. Me puse de pie bajo un toldo fuera de una tienda de delicatessen, viendo la multitud.

Eran veinteañeros bien vestidos y obviamente fiesteros acérrimos, tenían que serlo si iban a discotecas a pesar de la advertencia de la policía sobre un vampiro real rondando las calles. No estaba segura de si eran valientes o estúpidos. De cualquier manera, todos en la fila estaban inquietos, constantemente mirando por encima de sus hombros.

La policía no había establecido un toque de queda todavía, pero todo el mundo sabía que iba a venir si el vampiro no era capturado pronto. En Otherworld, el toque de queda para el ser humano era el anochecer. Personas dispuestas a mantenerse con vida, estaban en casa en ese momento. Cuando emergencias médicas ocurrían en la noche, la mayoría de la gente tenía miedo de visitar el hospital y muchos morían como resultado.

Sólo unas pocas almas en Otherworld se aventuraban por la noche. Eran los rebeldes, cazadores de vampiros, gente como Alexander.

Vi dos coches de la policía aparcados a un lado de la calle frente al bar. Los policías sabían que Vigo podría mostrarse fácilmente aquí esta noche, y no sólo a causa de mi consejo. Era obvio que si quería encontrar una multitud, estaría aquí. Apostaba a que tenían agentes encubiertos, vestidos de civiles.

Dado que la policía había abordado esa cuestión, era hora de seguir adelante. Me dirigí hacia la Avenida Michigan. Aunque había algunas personas caminando al otro lado de la calle, todavía estaba nerviosa. Podía sentir mi corazón latiendo cada vez más fuerte a medida que me alejaba de las multitudes y la policía.

Mi mano se cerró alrededor de la maza en el bolsillo de mi abrigo. Me la había comprado esa tarde porque pensé que sería mi mejor defensa si encontraba a Vigo. Podría cegarlo por un segundo o dos, dándome la ventaja que necesitaba

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para escapar. Los números de los Detectives Moody y Hogg estaban programados en mi celular.

De repente me di cuenta de dos personas que cruzaban la calle en dirección a mí. Un chico y una chica, enfrascados en una conversación. Me quedé helada.

El chico era rubio, pero tenía sorprendentes rasgos marcados, nada como la cara suave e inocente de Vigo. Hombros anchos y altos, tenía un estilo único con su largo abrigo y botas de cuero.

Sentí una punzada de reconocimiento.

La chica a su lado tenía la piel de porcelana y un halo de cabello rubio. Llevaba un abrigo marrón sencillo atado a su cintura, con un vestido blanco que se extendía hasta sus rodillas.

Antes de que pudiera procesarlo, me encontré corriendo a ellos.

—¿James? ¿Hannah?

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Se detuvieron en seco y me miraron fijamente.

—¿Qué has dicho, niña? —preguntó ella.

—Son James y Hannah, ¿verdad?

Se miraron el uno al otro. —¿Y tú quién eres? —preguntó James.

—Soy Amy, amiga de Alexander.

Los ojos de James se ampliaron y luego sonrió. Hannah sonrió también, pero mantuvo la boca cerrada. Vi las pequeñas protuberancias de colmillos en sus mejillas.

—Buen Dios, ¿sabes dónde está mi primo? —preguntó James, su hermoso rostro lleno de preocupación.

—No, tengo su número de cel. Puedo llamarlo ahora mismo.

Ambos parecieron sorprendidos cuando saqué mi celular de mi bolsillo. Me entró el buzón de voz de Alexander.

—Hola, Alexander. Tu primo está aquí y quiere hablar contigo. Llámame.

—¿Alguna idea de dónde pueda estar? —preguntó Hannah.

Miré de uno al otro, sabiendo que podía confiar en ellos. Incluso más que Alexander, ellos eran los chicos buenos de Otherworld.

—Probablemente cazando a Vigo.

—Bien —dijo Hannah. Su afirmación me sorprendió. Hannah tenía una relación complicada con su hermano. Los libros dejaban claro que todavía se preocupaba por él a pesar de su increíble crueldad hacia los seres humanos. Habían pasado por muchas cosas juntos desde aquella noche hace trescientos años, cuando habían sido atacados y transformados en vampiros.

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—Encontraron el portal —les dije, señalando lo obvio.

—No a propósito —dijo Hannah—. Pasamos un día tras otro en busca de Alexander o de su… —No terminó la frase—. Entonces hoy nos encontramos en un Chicago desconocido.

James asintió con la cabeza.

—Hemos deducido que Alexander debe de haber pasado por el portal, también. No sabíamos, hasta que nos topamos hoy con el periódico, que Vigo también estaba aquí.

—Alexander persiguió a Vigo a través del portal —expliqué—. Están en una dimensión diferente. Es, básicamente, cómo el Chicago que hubieran tenido si los vampiros no hubiesen atacado.

—¡Un evolucionado Chicago! —James se volvió hacia Hannah—. Esto demuestra cuán diferente sería nuestro mundo si hubiera paz entre los seres humanos y vampiros.

No estaba segura de si debía hablarles de los libros de Otherworld porque simplemente confundiría las cosas. Poder comprender el concepto «dimensión» era suficiente.

—Alexander sabe dónde está el portal —les dije—, pero no va a volver a su mundo sin detener a Vigo primero.

—Ese es nuestro Alex. —James era el único que le llamaba Alex—. Por lo que he leído, Vigo está aterrorizando la ciudad. La gente de aquí no está acostumbrada a los vampiros, ¿verdad?

—Nunca hemos tenido un vampiro de verdad. La mayoría de la gente ni siquiera cree que existan.

—Lo que hace que sea una atractiva caza para Vigo —dijo James con gravedad—. Tenemos que encontrar una manera de enviarlo de vuelta a través del portal o mejor, sin embargo, estacarlo. —Cuando dijo la última parte, puso una mano en el hombro de Hannah. Y ella puso una mano sobre la suya.

Mi celular vibró en mi bolsillo. Lo abrí. Antes de que pudiera decir algo, Alexander gritó:

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—¿Dónde estás?

—En el centro, con James y Hannah.

—No te burles de mí. Dime exactamente dónde se encuentran.

—Espera.

James agarró mi celular.

—¡Primo! No tienes ni idea de lo preocupados que estábamos por ti. Me alegro que te encuentres bien.

La respuesta de Alexander contenía algunas maldiciones. James puso su mano sobre la bocina y me miró.

—Perdónalo. Está muy emocionado.

*** Poco después, el Civic azul se detuvo junto a la acera. Alexander salió y se dirigió a James, cruzando de brazos.

—Por lo tanto, James. ¿Estás en tal extrema necesidad de aventura que me seguiste aquí?

Luego lo abrazó.

James dio una carcajada.

—Nunca desaparezcas en otra dimensión sin decírmelo primero.

Cuando se soltaron, Hannah dio un paso adelante.

—Estoy tan feliz de que estés bien, Alexander. —Ella extendió su mano para estrecharla.

Él no la tocó. —Tu hermano está haciendo un alboroto.

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Dolor onduló en su rostro, pero se recuperó rápidamente. —Sabemos la situación. Debe detenerse.

—Es bueno saber que por fin haces referencia a tu hermano como una cosa.

Ella le enseñó los colmillos y siseó. Él no se inmutó.

—Basta, ustedes dos —replicó James—. Todos tenemos el mismo objetivo aquí. Debemos discutir qué hacer.

Me di cuenta que la imagen de la cubierta de The Mists y la escena frente a mí eran prácticamente iguales. Me pregunté si alguna vez me acostumbraría a que estaba interactuando con los personajes que había seguido sin aliento en las páginas.

—Vamos a caminar —dijo Alexander.

Caminamos, lo suficientemente cerca entre nosotros para que pudiéramos tener una discusión sin tener que hablar demasiado alto. Alexander escaneó la calles. El resto de nosotros también lo hizo.

Pasamos junto a un grupo de jóvenes merodeando fuera de un lugar de comida rápida.

—No puedo creer que los seres humanos se comporten de esta manera. —Hannah estaba impresionada.

—Piensan que nada se oculta en las calles por la noche.

—Habría mucha más gente si no fuera por los asesinatos —le dije.

—Fascinante. Los seres humanos tienen mucha libertad aquí.

—Y alguien de nuestro mundo viene y los aterroriza. —James sacudió la cabeza con tristeza—. Es deplorable. Hannah, debes convencer a tu hermano para que regrese. Sin duda, una vez que oiga lo que Leander ha hecho, querrá volver.

—¿Qué ha hecho Leander? —exigió Alexander.

—Él está reclamando el liderazgo de la secta —respondió Hannah—. Él ha dicho a los vampiros que mataste a Vigo. Al principio, los vampiros no estaban dispuestos a creer, ya que no había ningún cuerpo. Pero como Vigo no apareció, fueron inclinándose a creer a Leander.

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—Vigo estará lívido —dijo James—. Dudo que arriesgue perder todo lo que ha construido durante siglos para alojarse aquí.

No tenía duda de que Vigo pararía a Leander de tomar su lugar. Leander había hecho lo impensable, lo declaró muerto, y en las manos de Alexander Banks. Por eso, pagaría con su vida.

—No se sabe cuánto tiempo más el portal estará abierto —dijo Alexander—, o cuánto tiempo va a permanecer en ese lugar. Vigo tendría que acordar irse de inmediato. Y no podemos confiar en él para volver por su cuenta. —Miró a Hannah—. Tendrás que cruzar con él.

Hannah se quedó pensando. —La única manera de que Vigo esté de acuerdo es si le aseguro que no estarás esperándolo para atacarlo. ¿Puedes darme esa seguridad, Alexander?

—¿Debo?

—Sí. Vigo sabe cuándo miento. Siempre lo ha hecho. Necesito tu palabra.

—La tienes, entonces. Te doy mi palabra.

Sabía que debió haber sido desgarrador para Alexander hacer esa promesa, pero tenía que hacerlo.

—No es suficiente —dijo James—. Vigo no confía en Alexander para ser sincero, Hannah.

—¿Qué propones, entonces? —preguntó.

—Voy a cruzar con ustedes. De esa manera Vigo puede estar seguro que Alexander no lo atacará. Porque si Alexander lo hace, Vigo podría luego atacarme a mí.

—No, James —protestó Alexander—. Está fuera de cuestión. No te quiero cerca de esa cosa.

James se puso delante de su primo. —Es la única manera y lo sabes.

—No podemos confiar en que no te mate, de todos modos —insistió Alexander.

—Podemos confiar en él —dijo Hannah con decisión—. Les puedo asegurar que mi hermano no atacará a James a menos que lo provoquen.

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Alexander entrecerró sus ojos.

—¿Qué estás diciendo, Hannah? ¿Que tienes algún tipo de acuerdo con tu hermano? ¿Mata a quien quieras, pero mantente alejado de mi querido James?

Hannah se puso rígida, pero no lo negó.

James se giró a ver a Hannah. —¿Qué quieres decir? Nunca me lo dijiste.

—Vigo sabe que si te mata, lo despreciaría por siempre. Puedes encontrarlo difícil de creer, pero a pesar de todo, todavía me ve como su hermana pequeña.

James tomó una respiración profunda. —Entonces tenemos nuestro plan. Hannah, le dirás a Vigo que si Alexander lo ataca mientras cruzamos, en cada lado del portal, puede matarme con tu permiso.

—¡Maldita sea! —Alexander cerró los puños—. James, sabes que esto es una locura.

James volvió su mirada azul fresco a Alexander. —No, a menos que hubieras planeado romper tu palabra de no atacar a Vigo.

La mandíbula de Alexander se apretó. —No voy a faltar a mi palabra. Pero díganle a Vigo que voy a cruzar hasta el amanecer. Y entonces él jugará limpio. ¿Entendido?

—Entendido.

No estaba incluida en la conversación y no lo esperaba. Vigo había sido un problema en su mundo, y tenía que ser resuelto por personas de su mundo.

Me sentí aliviada de que tuvieran un plan para regresar a Vigo a Otherworld. Lo quería tan lejos de mi familia y amigos como fuera posible. Pero mi alivio llegó con una tristeza abrumadora. Si Alexander regresaba, nunca lo volvería a ver, y sabía que estaba en peligro. Vigo enviaría todo su aquelarre tras Alexander, haciendo de él tanto la presa como el cazador.

Miré hacia arriba para encontrar a Alexander viéndome como si supiera lo que estaba pensando.

—Ahora tenemos que encontrar una manera para que pueda hablar con Vigo —dijo Hannah.

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—Es más fácil decirlo que hacerlo —respondió James—. Si no sabemos dónde está, ¿cómo podemos darle el mensaje de que quieres hablar con él? ¿Vamos a colocar carteles por toda la ciudad?

—Podríamos —dije, encontrando mi voz—. Si ponemos volantes en todas las estaciones de metro del centro, estará obligado a ver por lo menos uno.

James asintió con la cabeza. —Bien, entonces. Esperemos que podamos hacer el acuerdo y crucemos antes de que mate a alguien más.

Les hablé de un taller de impresión 24hrs en la U. de C. donde podrían hacerlos rápido. Me ofrecí a ayudarles a ponerlos, pero Alexander se negó rotundamente e insistió en llevarme a casa.

En el coche, le entregué mi teléfono celular a Hannah.

—Guárdalo, es mi teléfono celular. Cuando Vigo vea los volantes, puede que llame a este número. Puedes conseguir unas cuantas llamadas de broma por personas que han visto las volantes, pero no dejes de contestar. Vigo podría llamar en cualquier momento.

Sacudió el teléfono y lo levantó a su oído. —¿Hola?

Lo agarré y lo abrí por ella. —Se abre de esta manera.

—Increíble. ¿No es así, James?

—Les mostraré cómo usarlo —dijo Alexander—. No es complicado.

Alexander aparcó el coche delante de mi edificio, luego salí y miré la zona. Cuando estuve convencida de que era seguro, abrí la puerta y entré.

—Buena suerte poniendo los volantes —dije.

—Van a estar sobre toda la ciudad por la mañana.

Sentí un nudo en la garganta. Quería suplicarle no regresar a su mundo. Decirle que lo necesitaba conmigo.

Parecía como si quisiera decir algo también, pero en lugar de eso bajó los ojos.

—Buenas noches.

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—Buenas noches. —Caminé al ascensor y apreté el botón.

—¿Amy?

Me di la vuelta. —¿Sí?

—Con un poco de suerte, tu mundo ya no se angustiará por mucho tiempo.

Y con eso, desapareció en la noche.

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Mamá se tomó el lunes libre para estar con Chrissy. A pesar de que hubiera preferido saltarme la escuela, decidí ir, más por una distracción que cualquier otra cosa. No podía soportar pasar el día con mis pensamientos.

En el camino a la escuela, Luisa quería saber qué había pasado con Chrissy. Le dije que había encontrado al tipo de Internet, y que Chrissy estaba en casa a salvo. Dejé fuera el hecho de que el asesino vampiro había sido el secuestrador de Chrissy. Las noticias no habían revelado el nombre de Chrissy, gracias a Dios, y yo todavía tenía que mantener las cosas lo más secreto posible. Pero negarle la verdad a Luisa era muy doloroso.

Como si pudiera leer mi mente, Luisa trajo a colación el asesino vampiro.

—¿Puedes creer que los policías estén diciendo que sea un vampiro de verdad? —dijo cuando el autobús se detuvo en la escuela—. Hubo debates al respecto en todos los canales anoche.

—No tiene sentido debatir. Si actúa como un vampiro y mata como uno, tenemos que tratarlo como si fuera real.

—Hay otra conferencia de prensa esta mañana —dijo Luisa, agarrando mi brazo mientras nos bajábamos del autobús, ella había estado trastabillando demasiadas veces—. He oído que van a anunciar un toque de queda. ¿Cómo crees que funcionará? ¿Qué pasa con las personas que trabajan en la noche?

—Depende qué tipo de toque de queda sea. La mayoría de los toques de queda sólo mantienen a la gente fuera de las calles después de un cierto tiempo. Pero si realmente quieren mantenernos seguros, deben cerrar todos los lugares que estén abiertos durante la noche, excepto hospitales, policía y estaciones de bomberos.

Sus ojos se abrieron. —¿Crees que van a hacer eso?

—Espero que lo hagan. —En lo que a mí respectaba, cualquier medida que le hiciera más difícil a Vigo encontrar víctimas era una buena cosa.

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Cuando Luisa y yo llegamos a nuestros casilleros, estaba tan perdida en mis pensamientos que no los vi venir.

Alguien me empujó y me golpeé con mi casillero.

Escuché risas a mi alrededor.

—Oops, lo siento, aguafiestas —dijo Brian, cacareando. Estaba con el resto de los deportistas: Reuben, Jake y Tommy. Chocaron sus manos.

Algo dentro de mí se rompió. Como si mis piernas tuvieran voluntad propia, me acerqué a Brian.

—Trata de hacerlo de nuevo, Brian.

Él se quedó perplejo. —¿Tratar hacer qué?

—Disculparte. O empujarme. Ambos son poco convincentes, ¿no te parece?

Brian pareció estupefacto. Sus ojos se dirigieron a sus amigos, sin saber qué hacer. Reuben le dio un codazo, y se alejó. Escuché las palabras «bicho raro» y «loca».

Mientras los veía alejarse, la satisfacción se extendió en mí. Tal vez tenía un poco de Alexander Banks después de todo.

Luisa puso su brazo alrededor de mí.

—Rockeas, Amy. Totalmente los superaste.

—¿Eso crees?

—Lo sé. Lo tienes, chica. Y, para que conste, me arrepiento que alguna vez me haya gustado el perdedor de Jake. Todos ellos son malas noticias.

***

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Como era de esperar, la conferencia de prensa por la mañana anunció el inicio del toque de queda. Todo el mundo estaba hablando de ello. La mayor preocupación era cómo afectaría en sus planes el día de Halloween, que era mañana. La mayoría ahora se irían a fiestas en casas y se quedarían a dormir allí.

A la hora del almuerzo, Katie y yo vimos una repetición de la conferencia de prensa en el pequeño televisor en la oficina la Sra. P.. Luisa estaba en una reunión de emergencia con su club de teatro, reorganizándose para suplir sus próximas actuaciones nocturnas. Ya había puesto al día a Katie y la Sra. P. sobre la llegada de Hannah y James y el plan para escoltar a Vigo a través del portal.

—… y cualquier persona en la calle después de las seis será multada o arrestada —estaba diciendo el Jefe de Policía Arland—. Los empleadores están obligados a dejar que sus empleados tengan el tiempo suficiente para llegar a casa a la hora del toque de queda. Todos los negocios deben cerrar a las cinco. Sólo los servicios de emergencia se mantendrán abiertos. Consideramos que este toque de queda sea una medida temporal. No podemos estimar por cuánto tiempo va a estar vigente.

El presentador de noticias comenzó a hablar sobre varios grupos de civiles que protestaban por el toque de queda. Incluso había planes para una protesta esa noche a las ocho a fuera del Ayuntamiento.

—Esas personas deberían dejarlos en paz —dijo la Sra. P., tanto para nosotras como para el televisor—. La policía está tratando de protegernos. ¿Por qué hacen su trabajo más difícil?

—La protesta hará que la policía no se disperse en otras partes de la ciudad, y va a hacer que sea más peligroso para todo el mundo —dijo Katie. Llevaba un jersey de cuello de tortuga que cubría todo el vendaje en su cuello. Cuando le preguntaban sobre su lesión, decía que grasa caliente había saltado de la sartén y la quemó.

—Estoy preocupada por las fiestas en casa mañana por la noche —dije—. Un chico podría invitar a Vigo entrar.

—O Vigo podría estar llamando a Hannah en este momento y acordando atravesar el portal esta noche —dijo Katie, siempre optimista.

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La Sra. P. puso su mano sobre la mía. —Sabes, Amy, Alexander está haciendo lo correcto al volver, aunque sea al gran precio de sí mismo.

Sabía cuál era el futuro de Alexander. Todas lo sabíamos.

*** Cuando llegué a casa de la escuela, Alexander me llamó.

—Vigo contactó a Hannah hace unos minutos —dijo sin preámbulos.

No sentí alivio. En cambio, el miedo frío se intensificó.

—¿Qué pasó?

—Tiene muchas ganas de volver a nuestro mundo para hacer frente a Leander.

—¿Acordó ser escoltado de regreso?

—Sí. Mañana al atardecer. Mientras tanto, dio su palabra de que no iba a matar esta noche.

—¿Le crees?

—Sí. Él nos tiene que encontrar en el portal, y sabe que el tiempo es esencial, no sólo porque Hannah le informó que el portal podría cerrarse, sino porque Leander está tratando de asumir el liderazgo en estos momentos también. Así que debe cooperar. —Se quedó en silencio durante unos momentos—. Tengo una cosa más que pedirte, Amy.

—¿Qué es?

—Déjame ir a verte esta noche.

Las lágrimas escocían mis ojos. Quería decir adiós. No sabía si podría soportarlo, pero no podía decir que no. Tenía que verlo por última vez.

—Bien.

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*** Tocaron la puerta alrededor de las ocho. No se sobresaltó mamá o Chrissy, ya les había dicho que iba a venir.

Revisé la mirilla y abrí la puerta. Por un momento, me quedé bebiendo de la vista. Alexander era el más apuesto chico con el que había visto nunca, y sabía que siempre le recordaría esta manera; de pie en mi puerta, con el cabello azotado por el viento, una calidez en sus ojos que me dejaba sin aliento.

—Entra.

Él saludó a mamá y a Chrissy. Mamá sonrió, Chrissy le mandó un guiño tímido. No había rabia en sus ojos ya. En cambio, había algo parecido a admiración. Ella sabía que él había sido responsable de su rescate.

—¿Cómo está ahí fuera? —le pregunté—. ¿Muchas personas están violando el toque de queda?

—Muy pocos. Las calles están en su mayoría desiertas.

La cabeza de mamá se volvió al oír la palabra «toque de queda». Probablemente estaba preguntándose por qué Alexander no lo respetaba, pero ella no dijo nada.

—¿Tienes hambre? —le pregunté—. Tenemos asado de pollo. Y lasaña de la noche anterior.

—Estoy bien, gracias.

—Vamos a mi habitación.

Él me siguió y cerró la puerta.

Me senté en mi cama. Él se quedó de pie.

—Puedes sentarte si quieres —le dije.

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—Estoy bien. No voy a quedarme mucho tiempo. Simplemente va a prolongar… —Parecía tener problemas para encontrar las palabras—. He venido a darte las gracias. Y a disculparme.

—No es necesario que me des las gracias. Y no hay nada de qué disculparse.

—Pero sí hay que. —Tragó saliva—. Sé que soy una persona difícil de tratar en el mejor de los tiempos, y he dicho algunas cosas poco amables.

—Ya no estoy enfadada. —Era cierto. Me rompía el corazón que se fuera y estaba aterrorizada por su futuro. No había lugar para el enojo.

—A pesar de ello. Nunca debí haber dado a entender que eras débil cuando has sido más que valiente. Estaba furioso conmigo mismo, no contigo. Si no hubiera fallado en matar a Vigo, no habría habido ningún motivo para que te pusieras en riesgo.

Le tendí la mano. La tomó y se sentó a mi lado.

—Tu compasión, tu bondad, esos son tus puntos fuertes, Amy. Te permiten enfrentar lo que otros encontrarían intolerable.

—No lo creo. Sólo soy normal.

Él sonrió, pero sus ojos estaban llenos de tristeza.

—Entonces eres la persona normal más maravillosa que he conocido. Nunca me olvidaré de ti.

—Te echaré de menos. —Las palabras no se acercaban a lo que quería decir. Quería decirle que no sabía cómo podría seguir adelante si él no sobrevivía. Quería decirle que nunca amaría a nadie como a él.

Agarré sus dos manos, tirándolas cerca de mi corazón.

—No tienes que volver, Alexander. Puedes quedarte aquí. Empezar una nueva vida. ¿No es eso lo que quieres?

—Mi destino es hacer frente a Vigo de una manera u otra. Uno de nosotros va a morir pronto. Lo siento.

Me ardían los ojos de lágrimas, y alejé mis manos de las suyas.

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—Tú no lo entiendes, ¿verdad? Estás desperdiciando tu vida, Alexander. Podrías haber muerto con tu familia, ¡pero no lo hiciste! Todavía hay tiempo para ti.

Me tocó la mejilla, atrapando una lágrima en su pulgar. —Ahora que sé lo que es amar, no voy a sentir que mi vida ha sido en vano.

Caí en su pecho y sus brazos me rodearon. Apoyó su mejilla contra la parte superior de mi cabeza. Quería estar en sus brazos por siempre. Pero finalmente sentí su agarre debilitarse y se apartó.

—Tengo que irme.

Él se puso de pie. Yo le seguí.

—Adiós, Alexander.

Me atrajo hacia sí y me besó. Le devolví el beso con un anhelo que se había estado construyendo dentro de mí desde que había leído sobre él en las páginas de Otherworld.

Cuando nos separamos, él salió de la habitación. Le oí decir adiós a mamá y Chrissy, entonces la puerta se cerró.

Me desplomé en la cama, llorando.

Alexander se había ido. En un recuerdo para siempre. A pesar de que podría leer sobre él en las páginas del Tercer Libro, nunca lo volvería a ver. Nunca sería capaz de mirarlo a los ojos de nuevo o escuchar su voz o sentir sus besos.

Sentí que mi corazón había sido arrancado y ya no tenía nada en mi interior. Nada.

Mamá y Chrissy entraron, me miraron con preocupación.

—Lo siento, Amy —dijo Chrissy, y puso sus brazos alrededor de mí.

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A la mañana siguiente, cuando mi alarma sonó, alargué mi mano para apagarla. No tenía ganas de levantarme de la cama, ir a la escuela, comer o hacer otra cosa además de quedarme en el olvido. Alexander iba a regresar a su mundo, dejando un enorme agujero en el mío.

Encendí la radio y traté de concentrarme en las noticias. No hubo asesinatos. La policía anunciaba que el toque de queda había sido efectivo. Sabía que no era por el toque de queda, sin embargo. Era debido a que Vigo había prometido no matar.

Encontré a Chrissy en la sala de estar, comiendo avena en pijama.

—¿Vas a la escuela hoy? —le pregunté.

—Sí. Quiero decir, es Halloween.

Eso me hizo sonreír. Halloween era un día del año escolar que Chrissy nunca se perdía. La antigua Chrissy podría estar volviendo.

Cuando encontré a Luisa en el autobús, llevaba un completo traje de gitana con una falda de colores y aretes de oro.

—No voy a permitir que lo que esté pasando me impida celebrar Halloween —dijo—. Katie está disfrazándose también. ¿Por qué tú no?

—Otras cosas en mi mente.

—¿Se trata de Alexander? ¿Ya andan o todavía no?

—No. Se va de la ciudad.

—Lamento escuchar eso. Bueno, no se parecía mucho a Alexander Banks, cuando piensas en ello.

Sonreí, luchando contra el nudo en mi garganta.

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*** Hoy en mi casillero no voy a cometer el mismo error que ayer. Cuando recogía mis libros, no dejé de mirar por encima de mi hombro.

Cuando vi a los deportistas dirigiéndose a mí, cerré mi casillero y me recargué en él. Todos estaban vestidos como vampiros con largas capas negras y colmillos de plástico colgando de sus bocas.

Ninguno de ellos me miró.

—Supongo que los asustaste ayer —dijo Luisa.

No estaba segura de que los hubiera asustado de forma permanente, pero me alegré que no sintieran la necesidad de acosarme otra vez.

—Son unos perdedores —dijo Luisa—. No puedo creer que se vistan como vampiros, teniendo en cuenta lo que está pasando. Eso es falta de tacto.

—Así son los deportistas.

*** Después de la escuela ese día era el Halloween Idol, un concurso de disfraces en el gimnasio. No tenía ganas de ir, pero Katie y Luisa me suplicaron. Ellas no estaban participando, pero insistieron que sería divertido de ver. Luisa todavía estaba en su traje de gitana y Katie era la Little Bo Peep16 en un vestido de lunares color rosa. Su cabello rubio estaba recogido en coletas, y llevaba un bastón de pastor. Había cubierto el vendaje en su cuello con una bufanda de lunares.

16 Personaje de una poesía infantil, famosa por haber perdido sus ovejas.

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De mala gana, seguí mis amigas al gimnasio, donde el concurso acababa de empezar. Todo el mundo estaba alrededor de la pasarela que sobresalía desde el escenario, animando a los concursantes. Música resonaba por los altavoces, y las jueces, un grupo de chicas populares de alto nivel, sostenían tarjetas de puntuación.

Luisa, Katie y yo nos quedamos cerca de la pared oeste. Estaba la música demasiado fuerte como para hablar, así que nos limitamos a observar el espectáculo.

Una chica vestida como un personaje de anime se pavoneaba por la pasarela. Su traje era inteligente; una peluca japonesa, un minivestido rojo brillante, y calcetines hasta la rodilla con rayas multicolores.

Mis ojos se dirigieron a la multitud. Me di cuenta que un tercio estaban vestidos como vampiros. Reuben y sus amigos no eran las únicas personas sin tacto en la escuela.

De hecho, el siguiente concursante estaba vestido como un vampiro, también. Llevaba un collar de pinchos, maquillaje y lápiz labial negro. Katie, Luisa y yo rodamos los ojos.

El siguiente fue más original. Estaba vestido como un duende; traje verde, sombrero y todo. Él estuvo en patineta por la pasarela. No encontré la conexión. Supongo que era un duende skater.

Un tipo vestido como rey de Egipto salió de la multitud y se dirigió a Luisa. Llevaba un traje negro, una magnífica máscara negra y dorada que debió haberle costado una fortuna. Supuse que lo conocía, ya que empezaron a hablar.

—¿Quién es? —le pregunté a Katie.

—No sé. —Se inclinó a Luisa—. ¿Quién es tu amigo?

Las mejillas de Luisa se ruborizaron. —No me lo dirá.

Katie le dio un golpecito en el hombro. —Máscara linda.

El rey de Egipto se volvió hacia Katie y levantó su máscara, dejando al descubierto su cabello rubio plateado y ojos claros.

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—Creo que ya nos hemos visto antes. ¿Recuerdas?

Luego se volvió hacia mí, sus ojos azules hielo casi transparentes.

—Hola, Amy.

Antes de que pudiera responder, o gritar, agarró mis hombros y me empujó contra la pared con tanta fuerza que pensé que mi columna vertebral se rompería. No podía respirar.

Las pupilas de Vigo se dilataron mientras me miraba. —Tu amado Alexander se sentirá decepcionado al saber que te maté lentamente. Que tuve un montón de tiempo para beber de ti primero. —Él sonrió, sus colmillos brillaron como cuchillos. Cuando se acercó más, me preparé para un dolor agudo, pero en su lugar sentí el toque de sus labios suaves y fríos en mi cuello. Estaba probando mi piel primero. Luché para alejarme, pero me tenía enjaulada con los brazos clavados en mis costados. Oí a Katie y Luisa pidiendo ayuda a gritos, pero todos a nuestro alrededor estaban centrados en la pasarela, animando a la última concursante.

—¿Qué hiciste para convertir a Alexander en un tonto? —me preguntó.

En ese momento, el dolor candente me quemó. Mi visión se volvió borrosa. Sentí un desgarramiento insoportable mientras succionaba mi sangre.

¡¡No!! Quería patear, gritar y golpear, pero no me podía mover. Gritos, horribles gritos llenaron mis oídos. No pensé que fueran míos.

De repente, un golpe retumbó en Vigo y luego otro. Él se apartó de mí. Katie estaba golpeando su cabeza con su pequeño bastón Little Bo Peep. Para entonces, la multitud ya se había dado cuenta de lo que estaba pasando y el gimnasio era un caos. Algunas personas comenzaban a empujar y empujar, frenéticamente tratando de huir de la escena, mientras que otros se acercaban para una mejor vista. Vigo se dio la vuelta y le arrebató el bastón a Katie con tanta fuerza que salió volando.

Liberada de Vigo, intenté alejarme de él, pero atrapó mi camisa, arrastrándome hacia arriba. Vi su cabeza dirigirse a mi cuello, entonces un par de manos agarraron a Vigo por detrás, tirándolo hacia atrás y lanzándolo al suelo.

Alexander.

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Vigo se expulsó con sus piernas, pero Alexander lo tendió boca arriba. Clavó a Vigo con su cuerpo, torció sus brazos y piernas en un agarre potente. Vigo dejó escapar un grito de agonía.

En un movimiento rápido como un rayo, Alexander sacó una estaca y la levantó sobre el pecho de Vigo. Contuve la respiración.

Pero nadie los vio venir.

Los deportistas saltó sobre Alexander, alejándolo de Vigo y empujándolo al suelo. Obviamente lo habían reconocido como el tipo que había interrumpido la fiesta de Brian y vieron su oportunidad de vengarse.

Katie, Luisa y yo tratamos de agarrar los brazos de los chicos para separarlos de Alexander, sin éxito. Alexander pateó, golpeando la espinilla de Jake Levine. Jake gritó de dolor y se tambaleó hacia atrás, y Alexander utilizó el espacio para rodar por debajo de ellos. Se puso de pie.

—¿Adónde fue? —gritó Alexander.

Katie respondió señalando el otro extremo del gimnasio.

Alexander agarró la estaca del suelo y corrió por el gimnasio. Corrí tras él. Lo mismo hicieron Katie y Luisa. Y también los deportistas.

Vi a Alexander y a Vigo en el otro extremo del pasillo. Estaban golpeándose contra los casilleros tan rápido que no podía darme cuenta quién llevaba la delantera. Los atletas ya estaban allí, pero Alexander y Vigo se retorcían con tanta violencia como para que pudieran interponerse de nuevo.

Corrí, Katie y Luisa a mi lado. Nos sentíamos tan inútiles como para hacer algo. La estaca de Alexander había caído al suelo.

Treinta segundos. Treinta segundos antes de que se canse y Vigo tenga ventaja.

Vidrios rotos. La alarma de incendios sonando.

Reuben había roto el cristal y estaba sacando el pesado extintor. Brian le ayudaba.

Katie y yo nos miramos. Si el atomizador era lo suficientemente potente, podría aturdir tanto Vigo como a Alexander durante unos segundos. Eso le daría a Katie el tiempo suficiente para estacar a Vigo.

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Reuben levantó el extintor de incendios. —¡Sosténgalo!

Me di cuenta, con horror, que fumigarlo no era el plan de Reuben, en absoluto.

Corrimos hacia él, pero ya se había adelantado. Oí un ruido sordo cuando el extintor de incendios conectó con la cabeza de Alexander.

Alexander se sentó frente a los casilleros.

Vigo le dio a Reuben una sonrisa de satisfacción.

—Vaya, gracias. —Entonces hundió sus colmillos en su cuello. Los ojos de Reuben se quedaron abiertos y fijos, pero no se resistió.

Brian corrió, agarrando la túnica de Vigo. Tommy y Jake estaban cerca, paralizados por el miedo. Vigo le dirigió una mirada furiosa a Brian, empujó a Reuben a un lado. En un solo movimiento vicioso, él dio un cabezazo Brian, quien cayó al suelo como una muñeca de trapo.

No me había dado cuenta que Alexander se había puesto de pie. Para mí, había aparecido de la nada, levantándose detrás de Vigo como una nube de oscuridad. Alexander se lanzó hacia delante, y oí el crujido escalofriante de huesos rotos. Ni siquiera vi la estaca hasta que la punta penetró en la parte frontal de la caja torácica de Vigo.

El vampiro cayó.

No luchó, no se retorció. No hubo rencorosas últimas palabras. Murió en el acto.

Sólo entonces empecé a sentir el dolor en mi cuello, la debilidad en todo mi cuerpo. Me llevé una mano al cuello, pero la viscosidad de mi sangre me hizo alejarla de un tirón.

Inmediatamente Katie y Luisa estuvieron a mi lado, y Katie presionaba algo suave, tal vez su bufanda, contra mi cuello.

Alexander se acercó y puso su brazo alrededor de mí. Me hundí en su costado. Remplazó la mano de Katie en mi herida en el cuello, manteniendo firme presión mientras caminábamos en dirección a la salida.

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Oí las sirenas de policía cada vez más cerca. Música todavía resonaba en el gimnasio.

Pero un sonido inquietante se elevaba por encima de los demás.

Era el sonido de Reuben sollozando.

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En el hospital, le dije a Luisa todo, con Katie ayudándome a completar las partes que estaba demasiado débil para explicar. Luisa estaba aturdida, furiosa y aliviada de que estuviera bien, dejé que Luisa experimentara todas sus emociones a la vez. Se sentó a mi lado y me agarró la mano mientras me suturaban el cuello. Por suerte, el personal del hospital no prestó ninguna atención a nuestra conversación.

Entonces llegó la policía. Alexander había desaparecido después de dejarme en el hospital. Aunque él era el héroe que había detenido al asesino vampiro, no podía decírselo a la policía. Les respondí algunas preguntas, pero insistí en que no había visto quién había estacado a Vigo.

Cuando Katie, Luisa y yo salimos del hospital, estaba oscuro afuera. El padre de Luisa nos recogió. De camino a casa, vimos que las calles estaban inundadas de gente celebrando. Ya se habían enterado que el vampiro que había estado aterrorizando la ciudad estaba muerto. No más temor. Todo el mundo estaría de fiesta. Era Halloween, después de todo.

Había llamado a mamá en el hospital y le di una breve explicación: El vampiro estaba muerto y yo estaba bien. Cuando llegué a casa, ella y Chrissy me abrazaron.

—¿Estás segura que está muerto? —preguntó Chrissy.

—Sí. Lo vi. Alexander lo mató.

—Qué singular muchacho —dijo mamá, y Chrissy asintió con la cabeza.

Me fui a mi habitación a cambiarme. Mi camisa estaba cubierta de sangre seca. En vez de ponerla en el cesto de ropa sucia, la puse en la basura. Nunca quería volver a verla.

Tenía la imperiosa necesidad de ducharme, pero no quería mojar los puntos de sutura, por lo que utilicé un paño para limpiarme en el baño, entonces me puse

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ropa limpia. Vi moretones en mis brazos donde Vigo me había sostenido y recordé esos terroríficos segundos.

El timbre de acceso al edificio sonó, seguido por un golpe en la puerta un par de minutos más tarde. Sabía quién era.

Cuando entré en la sala de estar, mamá estaba abrazando a Alexander y le agradecía profusamente. Oí a Chrissy decirle que podía quedarse aquí cuando quisiera y le daría su habitación. Alexander parecía avergonzado por su gratitud y reconocí su alivio cuando me vio.

—Amy. ¿Te sientes bien para salir a cenar?

—Claro. —Era verdad, ahora que estaba en casa a salvo, me sentía casi normal otra vez... y me estaba muriendo de hambre.

—Excelente.

Cuando salimos, el aire frío me golpeó. Hacía tanto frío que podías ver tu aliento, y recordé las heladas en Halloween de años pasados, cuando mamá había intentado ponerme mi disfraz encima de mi chaqueta de invierno. Me alegré que hubiera dulce-o-truco esta noche.

Cuando nos metimos en el coche, no lo prendió inmediatamente.

—Estoy muy agradecido.

—¿Por qué?

—Porque has aceptado tener una cita conmigo.

Sonreí. Nuestra primera cita real. Ya era hora.

Primera y última. Me dolía el corazón. No iba a ser fácil pasar las próximas horas con él, sabiendo que se iría pronto.

Pero no nos separábamos sin esperanza, ya no. Había esperanza para Alexander. Esperanza para todos en Otherworld. Si Vigo pudo ser derrotado, también Leander. El bien había vencido sobre el mal en mi mundo, y podría en el de Alexander también.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

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—Tengo un lugar en mente.

Pasamos delante de un grupo de adolescentes corriendo a lo largo de la acera, gritando como si su escuela acabara de ganar un campeonato deportivo. Su exuberancia nos hizo reír.

—Es por ti, Alexander. Has hecho esto posible.

—Demasiadas personas han muerto para celebrar esto como una victoria. Me alegro que se acabara.

—Yo también. —Fue el mayor eufemismo imaginable—. ¿Dónde están James y Hannah?

—Cenando en el centro. Pensé que podríamos unirnos a ellos más tarde. Quieren sacar el máximo provecho de su última noche aquí.

—¿Ya les has dicho, a James y Hannah, sobre los libros de Otherworld?

—Sí, y lo aceptaron mucho más rápido que yo —dijo con ironía—. Supongo que pasar por el portal amplió sus sentidos de la realidad a los vientos. De hecho, creo que disfrutaron la idea de estar en esos libros. Debiste haber visto sus caras cuando vieron la publicidad en las librerías.

—No los puedo culpar. Estoy segura que hubiera estado igual.

Cuando vi que nos dirigíamos hacia el río, sentí las lágrimas acudir a mis ojos. Las parpadeé lejos, decidida a disfrutar cada momento de esta noche.

El lugar era Ella´s. Se encontraba en la orilla del río y luces parpadeantes recubrían el techo. Nunca había estado aquí antes.

—Puede ser que tengan un código de vestimenta. —Miré a mis jeans.

—Si no te dejan entrar, yo… —Luego sonrió—, no voy a hacer una escena. Simplemente iremos a otro lugar.

—Vamos a intentarlo, entonces.

El interior del restaurante era elegantemente campestre con pinturas de pescas marítimas colgadas en las paredes. Estaba más oscuro de lo que estaba acostumbrada, sólo iluminado por velas. Como estaba lleno de clientes, no

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tuvimos la oportunidad de sentarnos junto a la ventana, pero nos llevaron a una acogedora mesa en la esquina.

Pedimos refrescos, y el camarero volvió poco después con pan cubierto con un paño. Alexander cortó unas rebanadas.

—Todavía está caliente.

Embarré un poco de mantequilla en mi rebanada. Tenía un sabor celestial.

—Un buen lugar.

—¿Nunca has estado aquí antes?

—No.

—Le pregunté a algunos extraños un buen lugar para llevar a una cita. La mayoría dijo que aquí.

Me sonrojé. —No tenías que molestarte. Sería feliz en cualquier lugar.

—Lo sé.

Tomé unos cuantos bocados de mi pan. —No he sido capaz de sacarlo de mi mente… Sabías lo que Vigo pensaba hacer, ¿verdad? Es por eso que estabas en mi escuela.

—Sí. Vigo sabía lo que sentía por ti. Él no es empático, es cierto, pero había evidencia clara de lo que había entre nosotros. —Sus ojos brillaron con calidez—. Abandoné la oportunidad de matarlo para evitar que te disparara la policía. Y te negaste a preguntarme si haría un trato por Chrissy. ¿Qué mejor manera de destruirme que matar a la mujer que amo?

Él me amaba. Me amaba. Todavía no podía creerlo. Era lo que había soñado desde el momento en que lo había conocido en los libros. Pero no era el personaje de los libros quien me enamoró, sino el propio Alexander.

Su oscura mirada se encontró con la mía. —Vigo mató a toda la gente que amaba cuando era un niño. Y planeaba matar a la mujer que amo ahora que soy un hombre. Sería una tragedia exquisita y nada le habría complacido más.

—¿Cómo sabías que iba a ocurrir en la escuela?

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—Una vez que estudié los planos de la escuela y los túneles que la rodeaban me convencí de ello. Pudo haber ido en los túneles y entrado al la sala de calderas y al sótano, entonces tomado un ascensor a cualquier piso de tu escuela. Sabía que tendría un traje de algún tipo para evitar la exposición a la luz solar. —Suspiró—. Pensé que lo tenía todo planeado. Lo que no esperaba era ser descubierto por los hooligans y perseguido por los pasillos de tu escuela. Sólo me hubiera gustado haber llegado a ti antes.

—Me alegro que estuvieras allí. Ayer por la noche dijiste que tenías la sensación de que uno de ustedes moriría pronto. Tenías razón.

—Era inevitable.

El camarero regresó. Pedí pescadilla y papas, y Alexander pidió mahimahi. Dijo que nunca había oído hablar de él, pero el nombre despertó su interés.

—¿Cómo está lidiando Hannah con la muerte de Vigo? —le pregunté.

Pareció pensarlo. —No lo sé. No lloró por él.

Por una vez, no estaba hablando de Hannah con amargura.

—Ella no es mala —le dije.

—No, no lo es. —No estaba admitiendo que se había equivocado acerca de ella, pero era un progreso, no obstante. Había hecho su parte para ayudarlo a parar a Vigo, después de todo.

—Me imagino que planean irse tan pronto como sea posible, pero… —Mientras decía las palabras, supe que estaba mal, que sólo estaba haciendo las cosas más difíciles para los dos. Pero no pude ayudarme a mí misma—. Tal vez deberían quedarse unos días más para que James y Hannah puedan ver más de la ciudad.

Alcancé a ver la tristeza en sus ojos. Mi corazón se hundió.

—De acuerdo con la Sra. P., el portal ha comenzado a flaquear. Irse esta noche es la opción más segura. El portal puede no estar allí mañana.

—Entiendo —le dije, sintiendo una ola de desesperación—. Me gustaría estar allí cuando lo atravieses, si está bien contigo. —Sabía que verlo irse me destrozaría, pero tenía que hacerlo.

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Levantó una ceja. —¿Quién dijo que yo iba a atravesarlo? —Mi corazón se estrelló contra mi caja torácica.

—Y-yo supuse. ¿Me estás diciendo que no vas a…?

Agarró mi mano sobre la mesa. —No tenía una gran vida, Amy. Tú misma lo dijiste. Voy a empezar de nuevo aquí, en este mundo de posibilidades.

No podía comprender lo que estaba escuchando. Sentí alegría creciendo dentro de mí. Era todo lo que podía hacer para no saltar sobre la mesa a sus brazos. —Pensé que tú sentías que tenías que volver.

—Ya no más. Lo he pensado mucho. Si regreso y Vigo no, confirmará la afirmación de Leander que yo lo maté. Eso enfurecería a su aquelarre. Si ninguno de nosotros vuelve, seguirá siendo un misterio.

—Eso tiene sentido —le dije, asintiendo enfáticamente. Alexander se quedada. Aquí. No lo podía creer.

—Pero esa no es toda la razón —añadió Alexander. Sus ojos se encontraron con los míos—. Quiero estar contigo, Amy. Me gustaría hacerlo de nuevo, esta cosa que llamas «tener citas». Si no te opones, por supuesto.

—No, no estoy en contra —le dije, sonriendo.

*** Hannah saltó sobre sus pies mientras esperábamos en la fila, emocionada de ver lo que nuestra vida nocturna era. Me preguntaba si, en el fondo, estaba afligida por lo de Vigo o si estaba entristecida por el hermano con el que había crecido hace mucho tiempo.

Cuando James y Hannah habían dicho que querían ir a bailar, propuse el club Teen Scene.

—¿Puedo decirles a mis dos amigas que estamos aquí, en caso de que quieran venir y conocerlos? —les pregunté—. Son grandes fans suyos.

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Ellos sonrieron y estuvieron de acuerdo.

Cuando llegamos en el interior del club, James y Hannah dieron un vistazo a todo. Los destellos de luz y la música debieron haber sido algo que nunca habían experimentado.

—¿Dónde está la música? —preguntó James, mirando a su alrededor.

—Una máquina de música… —expliqué. Dudaba que explicarle el papel de un DJ ayudaría—. Es pre-grabada.

—Extraordinario —dijo Hannah—. Y nadie está bailando con una pareja. ¿Es considerado inapropiado?

Sonreí. —No, en absoluto. ¿Ves esa pareja de allí? Están bailando juntos.

—¡Ellos no están bailando! —exclamó James—. Están frotándose delante de todos. ¿Cómo van a encontrar cónyuges?

Me eché a reír. —Todo eso es aceptable aquí, aunque no lo creas. Deberías probarlo mientras tengas la oportunidad. Nadie lo sabrá.

Hannah agarró el brazo de James. —¿Por qué no?

Llevó a James a la pista de baile y deslizó sus brazos alrededor de su cuello. Sus movimientos eran elegantes, mientras James la miraba con sorpresa. Entonces James comenzó a moverse, tratando sin éxito de imitar los movimientos de los bailarines a su alrededor.

Me volví hacia Alexander. —Espero que puedas bailar mejor que él.

—Tengo miedo que James sea el bailarín de la familia. Yo no bailo.

—¿Ni un poco?

—No. Siempre he pensado que es una actividad frívola.

—Bueno, creo que es divertida. —Agarré su mano—. Vamos. No tienes que hacer nada extravagante.

No se resistió cuando lo jalé a la pista. Empecé a bailar un poco. Alexander se quedó allí, viendo a los otros bailarines.

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Me acerqué a él. —Debes moverte un poco.

—¿Cómo?

—Sólo asiente con la cabeza al compás. Y mueve tus hombros de esta manera. —Le mostré.

Él obedeció, haciendo exactamente lo que había hecho.

—¡Eres natural!

No habíamos estado bailando mucho cuando Katie y Luisa llegaron. Se quedaron congeladas en la pista de baile viendo a James y Hannah.

Riendo, arrastré a mis amigas hacia ellos.

Grité las presentaciones:

—¡James, Hannah, mis mejores amigas, Katie y Luisa!

—Encantado. —James se inclinó sobre sus manos. Katie y Luisa estaban fascinadas.

Hannah les dio una sonrisa con su boca cerrada y besó sus mejillas al estilo europeo.

—Estamos aprendiendo a bailar como ustedes —les dijo.

—Lo están haciendo muy bien —dijo Katie, y Luisa asintió.

Eché un vistazo a Alexander y lo atrapé mirándome con una expresión tierna. No sabía lo que había hecho para merecer el amor de Alexander, o cómo era posible que nos hubiéramos encontrado a través de las dimensiones. No importaba. Lo único que importaba era que estábamos juntos ahora.

***

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Al final resultó que James era divertido. No lo hubiera pensado al leer los libros, sus chistes parecían planos en las páginas. Pero en persona, era una historia diferente. Realmente era todo sobre su presentación.

Después de pasar unas horas en el club, fuimos a un restaurante de bocadillos y batidos de leche.

—Esto es todo, nunca me iré. —James estaba terminando su batido de fresa—. ¿No es esto lo mejor que alguna vez has probado?

Katie y Luisa asintieron. Me di cuenta que estaban teniendo el mejor momento de sus vidas. No habían hablado mucho durante toda la noche, o bombardeado a James y Hannah con preguntas. En su mayoría se quedaron sólo viéndolos. Esperaba que esa noche saldara todas las mentiras que les había dicho.

—Es delicioso —dijo Hannah—. Pensar que Alexander será capaz de tenerlos todos los días si quisiera.

—No voy a permitirme consumir en exceso. —Fue la respuesta de Alexander—. No después de las primeras semanas, de todos modos.

—Ojalá que no tuviéramos que irnos tan pronto —dijo James—. Hay muchas cosas que podemos aprender de este mundo, tantas experiencias que podríamos disfrutar. —Su mirada se posó en Hannah—. Pero tenemos trabajo que hacer.

—Ahora que Vigo se ha ido, hay una oportunidad para la paz en su mundo, ¿verdad? —preguntó Katie.

—Eso depende de quien tenga el poder —le respondió Alexander.

—Voy a hacer valer mi derecho al liderazgo —dijo Hannah—. Si tengo éxito, tendremos la paz.

¿Hannah como líder de los vampiros? Nunca se me habría ocurrido. Tampoco se había mencionado la posibilidad en los libros.

Sería perfecto. Como líder, podría negociar la paz con los seres humanos, y el Chicago de Otherworld se convertiría en un muy diferente lugar. Era tan perfecto que no parecía real.

—¿Los vampiros te aceptarán? —pregunté.

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—Algunos me consideran traidora, y mi relación con James alta traición. Pero soy la hermana de Vigo, lo que significa que tengo sangre que reclamar.

—Sin duda, habrá una lucha de poder —dijo James—. Le tomó años a Vigo para tomar el control.

—Vigo ganó mediante el asesinato y la intimidación —señaló Hannah—. Yo no tomaría el liderazgo de esa manera.

Alexander hizo un gesto con la mano. —Entonces no tendrás ninguna oportunidad. Los vampiros no entienden nada, excepto violencia. No puedes negarlo.

—Vamos a hacerles ver de manera diferente —prometió James.

—Sin embargo, sus oponentes no dudarán en matar a quien se interponga en su camino —insistió Alexander—. Hannah, sin duda, recuerdas el terror cuando Vigo llegó al poder. Y eso fue antes de que Leander se convirtiera en un contendiente. Sabes que no va a detenerse por nada hasta tomar el lugar que Vigo dejó.

—Lo sé. Te prometo que todo el que mate a otro vampiro con el fin de afectar la elección se ejecutará. Pero no mataré a nadie por negarse a apoyarme. Por supuesto que no.

James se estremeció. —Pero rechazamos la violencia, Hannah.

Ella lo miró y vi el amor en sus ojos. —Si hay violencia, o no, será iniciada por nuestros oponentes. Si son atacados quienes nos apoyan, tendremos que ofrecerles protección, y no podemos hacer eso con meras palabras. Hay violencia en la sangre de un vampiro, James. Creo que somos capaces de evolucionar, pero tomará tiempo. Sería un error olvidar nuestra naturaleza.

Le tocó la cara. —No hay violencia en ti, mi amor.

Ella llevó su mano a su mejilla, y evitó su mirada. En ese momento me di cuenta que Hannah lo amaba desesperadamente, pero luchaba contra sus instintos vampíricos. Adoraba a James por su carácter pacifista, pero no lo compartía.

No me arrepentía de saber eso de Hannah. Iba a necesitar ese instinto asesino si iba a sobrevivir a una lucha por el poder. La única pregunta era si James podría

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seguir amándola una vez surgiera su verdadera naturaleza. Tal vez ella se preguntaba lo mismo.

James dirigió la conversación hacia temas más ligeros, preguntando sobre todos los aspectos de nuestro mundo. Katie y Luisa respondieron a sus preguntas impacientemente. Me di cuenta que James tenía una manera de sentir especial a las personas, una manera de hacer que se sientan que son importantes y escuchadas. Eso les ayudaría a ganar aliados, tanto humanos como vampiros. Pero, ¿esas cualidades le ayudarían a mantenerse con vida cuando Hannah luchara por el liderazgo le hiciera un objetivo?

Alexander se había quedado en silencio. No me podía imaginar lo que debía estar sintiendo, sabiendo que nunca volvería a ver a su primo de nuevo. Alexander ya no tendría familia. Todo lo que alguna vez sabría del destino de James aparecería en el Tercer Libro.

Él no estaría allí para proteger a James ya, y sabía que sería difícil para él. Pero James tenía que labrarse su propio destino. Así como Alexander lo había hecho… aquí, en mi mundo.

*** Había llegado el momento.

Las calles en la madrugada estaban prácticamente desiertas, llenas de basura de la última noche de fiesta. Todavía estaba oscuro afuera, a minutos de salida del sol. Katie y Luisa se habían ido a sus casas cuando salimos del restaurante, así que sólo éramos los cuatro ahora.

Alexander tomó mi mano mientras caminábamos, agarrándola más fuerte de lo necesario. Me hubiera gustado poder decirle algo que le hiciera esto menos difícil para él.

Cuando llegamos a la base del puente, Alexander dijo:

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—Ahí está. No debemos acercarnos más. —Estaba mirando hacia el sensor que había recibido de la Sra. P.—. Se movió unos centímetros.

—Lo veo. —No lo habría percibido si no hubiera estado mirando de cerca, había un área cerca de un muro de contención que tenía una ligera ondulación, como cuando miras por la calle en un día de verano húmedo.

Alexander y James se pararon y se miraron, toda una vida de hermandad entre ellos.

—Buena suerte, primo —dijo Alexander—. Creo que vas a lograr tu propósito.

James lo abrazó. —No sé a qué te refieres, Alex. Pero me alegro de oírte decirlo. —James dio un paso atrás y se volvió hacia mí.

—Cuida de él, Amy. Mi primo es más sensible de lo que quiere hacer creer.

Alexander se limitó a sacudir la cabeza.

Hannah se acercó a mí. —Gracias por ayudarnos.

—Vas a ser una gran líder, Hannah.

Alexander se puso delante de ella. —Puede que no haga una diferencia ahora, pero te pido disculpas por la forma en que te traté. Debo darles, a James y a ti, mi bendición.

Ella sonrió, y no era la media sonrisa que había visto antes, era una completa, con colmillos y todo.

—Sí hace una diferencia.

No había nada más que decir. James tomó el brazo de Hannah, y desaparecieron en el portal.

Alexander se quedó en silencio, incapaz de apartar los ojos del portal.

—Lo vas a extrañar —le dije, deslizando un brazo alrededor de su cintura.

—Demasiado.

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—Tengo la sensación de que el bloqueo de inspiración de Elizabeth Howard va a terminar pronto. Vamos a poder saber lo que está pasando en la vida de James en el Tercer Libro.

—Supongo que sí. Pero no va a ser fácil leer sobre los problemas en los que se mete mi primo sin poder acudir a su ayuda. —Suspiró—. En cualquier caso, espero tener noticias de Elizabeth pronto. Ella va a salir de su escondite una vez que sepa que la amenaza se ha ido.

—Me pregunto si Elizabeth tratará de que Vigo y tú aparezcan en el Tercer Libro, o si los evitará. Sus lectores van a estar muy molestos si no les muestra lo que te pasó. Yo lo estaría.

—Me imagino que tendrá que hacer lo que otros escritores. Inventar algo. —Alexander se dio la vuelta y me miró—. O tal vez ella podría pedirte prestado tu fan-fic.

—Ya terminé con los fan-fics. —Me di cuenta de ello hasta que dije las palabras—. Estoy lista para escribir algo totalmente propio.

—¿Tienes algo en mente?

—Hmm, vamos a ver… podría ser sobre una chica que se enamora de un personaje en un libro y luego se entera que es real.

Levantó una ceja. —Y, ¿habría vampiros en ese libro, por casualidad?

—No, ya he tenido suficiente de vampiros. Tal vez voy a poner zombies en su lugar.

En ese momento, él sonrió.

Miramos el portal por un tiempo, viendo su brillo mientras los últimos vestigios de la noche se evaporaban en el cielo.

—Tenemos que irnos. —Apreté su brazo.

—Sí. Es hora de irnos.

—Nunca pensé que diría esto —dijo Alexander cuando nos alejamos del portal—, pero tengo una gran esperanza para mi mundo. Creo que esa historia va a terminar bien.

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—¿Qué pasa con nuestra historia? —le pregunté.

Se detuvo y se volvió hacia mí. Levantó mi barbilla, me dio un suave beso en los labios y luego sonrió.

—La nuestra sólo ha comenzado.

Fin

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Sobre la Autora

Allison van Diepen es la autora de Street Pharm, Snitch, Raven, The Vampire Stalker, Takedown y la serie The Oracle of Dating.

Sus novelas han sido nombradas ALA Quick Picks por Reluctant Readers y New York City Public Library Books for the Teen Age.

Está titulada en Historia y Educación, enseña en una escuela alternativa en Ottawa, Canadá.

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Créditos

TRADUCCIÓN

dulipasia

mara.r

REVISIÓN

mara.r

MaryJane♥

DISEÑO

Gaz

El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones, cabe destacar que fue elaborado sin fines de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y admiración para sacar adelante este proyecto.

Igualmente les animamos a apoyar a los autores comprando el formato original de sus libros.

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Traducido, corregido y diseñado en:

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