inmaculada diaz-soñando con los dogon review

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No ha sido una sorpresa ni una decepción; el último libro que Femando Giobellina Brumana ha publicado presenta una docu- mentación, una factura y un rigor que no hacen sino recordamos el resto de su obra de investigación, abundante y fecunda, seria y a la vez apasionante. Pues, en efec- to, qué difícil es aunar la documentación exhaustiva y la reflexión académica con un estilo fluido que nos hace leer este libro como si de una novela se tratase, a veces de corte realista y, siempre, manteniendo la “intriga”; parafraseando y transforman- do la cita de Sapir que aparece en la intro- ducción (p. 40, n. 25), podríamos decir que la mejor monografía es la que se lee como una novela. Y, así, todos terminamos ‘soñando con los dogon’ o, quizás, desper- tando de esa aventura mítica de la etno- grafía francesa que supuso la Misión Dakar-Yibuti, para encontramos de cara con sus protagonistas a los que Femando Giobellina nos acerca analizando sus tra- bajos y desvelando la otra cara de la Misión. El libro se estructura en seis capítulos y un anexo, antecedidos por una amplia intro- ducción que nos sitúa en el ambiente euro- peo que precede y que sigue a la Misión de Marcel Griaule, ambiente que favorece el encuentro o, mejor dicho, la ‘publicitación’ de una etnia que parece deber su existen- cia al etnógrafo y que ha quedado anclada en el imaginario colectivo como la repre- sentación por excelencia de la ‘pureza cul- tural’, quizás por su difícil acceso o quizás por la necesidad de la modernidad de refe- rirse a lo ‘primitivo’ como punto de salva- ción y de contraste, “una suerte de reserva natural de insólitos nativos metafísicos” (pp. 20-21). En definitiva, como afirma Giobellina, el interés de Griaule y de su escuela (agotada en sí misma) que, final- mente fueron beneficiarios de apoyo insti- tucional y privado, ha hecho de los dogon el pueblo más estudiado (aunque quizás no el mejor), el objeto etnográfico francés por excelencia, la muestra de una representa- ción que continúa en la que “los dogon juegan a ser dogon según un libreto esta- blecido por académicos franceses” (p. 23). La Misión Dakar-Yibuti -título del primer capítulo del libro- nació con un claro inte- rés político-académico: Francia era un terreno baldío en el campo de la antro- pología, mientras el resto de las potencias ocupantes se habían dedicado a formar colecciones que exhibían en los museos nacionales, a impulsar la formación y la investigación de las poblaciones de sus colonias, en resumen, a utilizar dichas posesiones territoriales para el avance del conocimiento antropológico. Y, lo que es una evidencia, las expediciones serían la base de la mejor comprensión de unos súb- ditos a los que controlar. Los trabajos etnográficos, como los etnoliterarios, se convertían así en fuente de conocimiento útil para la Administración colonial desde un doble punto de vista: la sujeción de los habitantes de los territorios coloniales, como ya recordaba, en 1853, David Boilat en sus Esquises sénégalaises, y, al mismo tiempo, la puesta en valor de las pobla- ciones africanas consideradas por la cien- cia del siglo XIX como una subespecie humana. Paralelamente a estos objetivos, estos trabajos pretendían rescatar “antes de que desaparecieran” unos mundos que, paradoja de la situación del momento, debían ser necesariamente ‘civilizados’ por la presencia francesa. Con estos presu- puestos y la simpatía ideológica de la inte- ligentsia del momento, parte en 1931 la Misión que dirigía Marcel Griaule. Como Giobellina subraya, “la Misión se condujo en estilo depredador; los expe- dicionarios actuaban como si debiesen aprovechar esa oportunidad exclusiva [...] y llenar sus alforjas de todo lo que encontra- sen a su paso” (p. 81). Los rumores que corren en la época y las situaciones escan- dalosas son desvelados de manera que el lector es llevado por una especie de morbo que nos pone en situación de abordar los pormenores que seguirán. Pormenores excelentemente documentados que, gra- cias a la fluidez de la escritura del autor, nos aclaran a una realidad revisitada. Efec- Fernando Giobellina Brumana Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005. 394 pp. orígenes de la etnografía francesa Soñando con los Dogon. En los LIBROS ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXII 718 marzo-abril (2006) 289-302 ISSN: 0210-1963

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  • No ha sido una sorpresa ni una decepcin;el ltimo libro que Femando GiobellinaBrumana ha publicado presenta una docu-mentacin, una factura y un rigor que nohacen sino recordamos el resto de su obrade investigacin, abundante y fecunda,seria y a la vez apasionante. Pues, en efec-to, qu difcil es aunar la documentacinexhaustiva y la reflexin acadmica con unestilo fluido que nos hace leer este librocomo si de una novela se tratase, a vecesde corte realista y, siempre, manteniendola intriga; parafraseando y transforman-do la cita de Sapir que aparece en la intro-duccin (p. 40, n. 25), podramos decir quela mejor monografa es la que se lee comouna novela. Y, as, todos terminamossoando con los dogon o, quizs, desper-tando de esa aventura mtica de la etno-grafa francesa que supuso la MisinDakar-Yibuti, para encontramos de caracon sus protagonistas a los que FemandoGiobellina nos acerca analizando sus tra-bajos y desvelando la otra cara de laMisin.

    El libro se estructura en seis captulos y unanexo, antecedidos por una amplia intro-duccin que nos sita en el ambiente euro-peo que precede y que sigue a la Misin deMarcel Griaule, ambiente que favorece elencuentro o, mejor dicho, la publicitacinde una etnia que parece deber su existen-cia al etngrafo y que ha quedado anclada

    en el imaginario colectivo como la repre-sentacin por excelencia de la pureza cul-tural, quizs por su difcil acceso o quizspor la necesidad de la modernidad de refe-rirse a lo primitivo como punto de salva-cin y de contraste, una suerte de reservanatural de inslitos nativos metafsicos(pp. 20-21). En definitiva, como afirmaGiobellina, el inters de Griaule y de suescuela (agotada en s misma) que, final-mente fueron beneficiarios de apoyo insti-tucional y privado, ha hecho de los dogonel pueblo ms estudiado (aunque quizs noel mejor), el objeto etnogrfico francs porexcelencia, la muestra de una representa-cin que contina en la que los dogonjuegan a ser dogon segn un libreto esta-blecido por acadmicos franceses (p. 23).

    La Misin Dakar-Yibuti -ttulo del primercaptulo del libro- naci con un claro inte-rs poltico-acadmico: Francia era unterreno baldo en el campo de la antro-pologa, mientras el resto de las potenciasocupantes se haban dedicado a formarcolecciones que exhiban en los museosnacionales, a impulsar la formacin y lainvestigacin de las poblaciones de suscolonias, en resumen, a utilizar dichasposesiones territoriales para el avance delconocimiento antropolgico. Y, lo que esuna evidencia, las expediciones seran labase de la mejor comprensin de unos sb-ditos a los que controlar. Los trabajos

    etnogrficos, como los etnoliterarios, seconvertan as en fuente de conocimientotil para la Administracin colonial desdeun doble punto de vista: la sujecin de loshabitantes de los territorios coloniales,como ya recordaba, en 1853, David Boilaten sus Esquises sngalaises, y, al mismotiempo, la puesta en valor de las pobla-ciones africanas consideradas por la cien-cia del siglo XIX como una subespeciehumana. Paralelamente a estos objetivos,estos trabajos pretendan rescatar antesde que desaparecieran unos mundos que,paradoja de la situacin del momento,deban ser necesariamente civilizados porla presencia francesa. Con estos presu-puestos y la simpata ideolgica de la inte-ligentsia del momento, parte en 1931 laMisin que diriga Marcel Griaule.

    Como Giobellina subraya, la Misin secondujo en estilo depredador; los expe-dicionarios actuaban como si debiesenaprovechar esa oportunidad exclusiva [...] yllenar sus alforjas de todo lo que encontra-sen a su paso (p. 81). Los rumores quecorren en la poca y las situaciones escan-dalosas son desvelados de manera que ellector es llevado por una especie de morboque nos pone en situacin de abordar lospormenores que seguirn. Pormenoresexcelentemente documentados que, gra-cias a la fluidez de la escritura del autor,nos aclaran a una realidad revisitada. Efec-

    Fernando Giobellina Brumana

    Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 2005. 394 pp.

    orgenes de la etnografa francesaSoando con los Dogon. En los

    LIBROS ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXII 718 marzo-abril (2006) 289-302 ISSN: 0210-1963

  • tivamente, entre Tintn y Tartarn (pp.94-99), los integrantes de la Misin vivie-ron su aventura africana como tal, comouna aventura con marcados tintes colonia-les de la que salieron no sin cierta decep-cin. El exotismo esterado dejara paso ala constatacin de la presencia europea,a la confrontacin de la realidad: la com-pra (cuando no expolio) de las piezas parael Museo del Trocadero, los problemasadministrativos, la omnipresencia del apa-rato colonial. Michel Leiris reconoca, alfinal, que la etnografa no me ha conver-tido ms que en un burcrata. l, ms queningn otro miembro de la expedicin,haba partido a la bsqueda de esa viven-cia de la otredad que lo acompaara, loperturbara, hasta el final de su vida. En sulugar encontr un clich de s mismo, nar-cisista y obsesionado por su propia viven-cia, un mundo que le sirvi de reflejo desus propios fantasmas.

    El captulo segundo de la obra (El etnlogoy sus fantasmas, pp. 109-166) es, desde mipunto de vista, central no slo para desve-lar la compleja personalidad del autor deLAfriquefantome, sino tambin para en-tender la lectura rebrousse temps -comohabra dicho Birago Diop- que Giobellinahace, sin concesiones, de la etnografa quesurgi de esta expedicin. La presencia deLeiris y, despus, de su obra, hace incmo-da la pretensin del mito griaulista. ParaLeiris, la aorada vivencia de la alteridad seconvirti en una experiencia terrible ydesoladora de sentimientos encontrados:fascinacin y repulsa, deseo y frustracin.l se sabe y siente un europeo confrontadoa la impotencia de entender y ser entendi-do. La etnografa era el elemento base,pero Leiris no era etngrafo sino poeta,creador. Pero, si la poesa es sinnimo decreacin, qu crea? Cul es la realidadque al asumir, crea y al transmitirnos,impone? Un mundo de ensoaciones, denarcisismo, de obsesin incomprensible

    (desde este lado) que quizs no fue sinouna manera de intentar integrarse, deintentar dejar de ser el Uno para entrar yconfundirse con el Otro. Aunque, quinera el Uno y el Otro, en ese all y en aquelmomento? Quin mide? El nativo no estan ingenuo por el simple hecho de serlo. Ysus armas no son menos duras que la pro-pia mirada etnogrfica, como constata Lei-ris cuya implicacin emocional le hace serel ms crtico con Griaule, al mismo tiem-po que entraba en contradiccin con lamirada ajena, con la condicin misma de laetnografa.

    A destacar, en este captulo las pginas164-166 en las que, a partir de las acti-tudes enfrentadas en el terreno y en lasvivencias del mismo, Giobellina no sloconcluye el modelo etnogrfico de la Mi-sin sino que instruye sobre la ciencia mis-ma: en etnografa la nica autenticidad esla inautenticidad o, mejor, la representa-cin. [...] Leiris dej de negarse como euro-peo; Griaule se invent dogon (p. 166). Elinvestigador de campo que es Giobellinano deja escapar la ocasin de medir (omedirse?), pero, como recuerda, la etno-grafa, en cortocircuito la de Leiris, a tam-bor batiente la de Griaule, slo puede serjuzgada por lo que en verdad importa: susproductos, los textos en los que presentansus datos (pp. 165-166). A su estudiodedica los captulos que siguen, captulosdensos y minuciosos cuyo recorrido, sinembargo, se hace apasionante aunque nopor ello, menos difcil.

    En el tercero, Griaule, la cosa etnogrfi-ca, es quizs donde Fernando Giobellinalleva a cabo la desmitificacin ms radicaldel hacer y del quehacer griauliano. En l,ayudado por una documentacin impor-tante y centrndose fundamentalmentesobre las dos obras estelares del etngrafo(Masques dogon y Dieu d eau), pone demanifiesto cmo Griaule y los componen-

    tes de la Misin desaprovechan las cir-cunstancias por no saber cmo abordarlas.Los mitos, las ceremonias rituales, el awason vistos desde una mirada cosificante cuyoobjetivo, podramos decir, es de nuevo elexpolio, aunque en este caso lo sea de intan-gibilidades. En palabras de Giobellina:Griaule cumple el milagro de volver cosa, entoda su inerte e inerme dimensin, aquelloque est ah para significar (pp. 176-177).Mal planificada, mal dirigida y apresurada(en el libro se demuestran estos extremos), laMisin de Griaule termina por ejercer unaetnologa de y para Museo (p. 205) queimplicar un trasgresin del proyecto deizquierdas y progresista inicial, y que harde los dogon, al mismo, tiempo un espejis-mo del propio descubridor.

    Un descubridor que, como un amante celo-so, no se contenta con poseer el objetoamado sino que acecha y persigue lo msrecndito de l, su secreto. Tal fue lavivencia (dramtica, si no resultase, en ladistancia y en la objetividad del anlisis,tan cmica) de Marcel Griaule. A ello seconsagra el captulo cuarto del libroGriaule, la etnografa del secreto, en miopinin, quizs el ms esclarecedor desdeel punto de vista de la teora y prcticasetnolgicas: la reflexin sobre el secreto delsecreto, los mrgenes y sus agentes, la visi-bilidad e invisibilidad en ese juego, en esarepresentacin que es el hecho etnolgico.Algo sobre lo que Giobellina tiene experien-cia acumulada y estudios detallados.

    Aspectos estos que tambin se ponen demanifiesto en el quinto captulo Palabrassobre Palabras dedicado al valor y determi-nacin de la Palabra Sagrada, de las di-ferentes Palabras (siguiendo los estudios,posteriores a la Misin, de Genevive Cala-me-Griaule, hija de Marcel Griaule) y de lapalabra vivida desde el margen de MichelLeiris. Los trabajos de Calame-Griaule quizssean ms conocidos por quienes se interesan

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  • no slo por los estudios etnolgicos sino tam-bin por las literaturas africanas ya queEthnologie et langage. La Parole chez lesdogon es un clsico en estos dominiosdesde su primera edicin en 1965 (habrauna segunda, aumentada, en 1987). Decualquier manera, como constata Giobelli-na, en este trabajo -como en el resto de losde la escuela- se vuelve a infantilizar elobjeto de estudio, los dogon, al suponrse-les una retrica especialmente primitivaen la que la metfora no cabe, en la que lametafsica a la Griaule se impone paraconseguir un producto final demasiadosistemtico, demasiado armado, demasia-do slido; el perfecto producto de la facto-ra Griaule (p. 285).

    A modo de conclusin, el sexto y ltimocaptulo (el apndice consagrado a Artaud,me parece ms bien un avance, unavant-got de lo que sin duda podra ser

    otro trabajo) resume el meollo central de laetnologa, ese que le falt a Griaule y a sugente: la capacidad para abandonar el cen-tro y dejarse llevar a los mrgenes, de entraren el juego, en la representacin, en la posi-bilidad de ser otro sin dejar de ser uno mis-mo; o, lo que es lo mismo, el no pretendercrear al otro adjudicndole las bondadespropias, la honestidad de no medir desde elconvencimiento de que el canon propio es lanica medida. Trasvasar los lmites concep-tuales, no convertir al Otro en el objeto deun Yosujeto, sino ser sin dejar de ser fue lavivencia radical que acompa a Leiris todasu vida hasta el momento de su intento desuicidio. Esa esquizofrenia controlada que,segn Giobellina, hace que el etnlogo noslo se asemeje al adivino sino que tambinlo haga al posedo; en definitiva, en un casocomo otros son actores del margen, en uncaso como en otro eligen la verdad frente alpoder (p. 356).

    En definitiva, ste es un libro sugerenteporque abre nuevos caminos, porquepropone nuevas pistas; pero tambin esun trabajo definitorio porque tiene lavirtud de enfrentar la amplia y diversadocumentacin, de exprimirla y deacompaar al lector en sus conclusiones.Es un trabajo que tena que hacerse y,sobre todo, que tena que hacerse en elmbito espaol tan alejado a veces de lahistoriografa africana, tan alejado siem-pre del continente vecino. El hecho deque Giobellina sea a veces demasiadodirecto -yo dira incluso que mordaz-no hace sino aadirle al trabajo una nue-va va de comprensin: la del crtico quees capaz de saltar los lmites e implicar-se en la representacin de la represen-tacin.

    Inmaculada Daz Narbona(Universidad de Cdiz)

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    Jos Lasaga

    Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones/Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2006. 480 pp.

    et al.

    El Madrid de Ortega

    El 18 de octubre del pasado 2005 se cum-plieron cincuenta aos del fallecimiento deJos Ortega y Gasset cuyo pensamientoinfluy e influye en la cultura universal.Ortega sigue siendo uno de los filsofosoccidentales ms citado y, desde luego, elprimero de los espaoles.

    Espaa y la cultura espaola actual son loque son gracias a Ortega. Maestro de lafilosofa: perceptivismo, historicismo,fenomenologa orientador de los cambios

    polticos, constructor de preceptivas litera-rias y artsticas, consejero ulico de variaseditoriales, Ortega lo es todo en el pensa-miento y en las letras espaolas. Gracias al pudimos leer a Freud antes que otros oconocer a fondo el fenmeno singular,convertido en sea de identidad nacional,de la tauromaquia. Espectador de su espa-cio territorial y de su poca, la mirada deOrtega lo recorre todo y es capaz de afir-mar y de negar, de marcar el camino rectoy advertir sobre el equivocado en aquella

    Espaa invertebrada que l intent, conms empeo que xito, modernizar. Fuer-zas oscuras se encargaran de impedirlo.

    Hoy, a medio siglo de distancia de sudesaparicin, Ortega sigue, con todapotencia, vigente. Esfuerzo loable el de laSociedad Espaola de Conmemoracionesy la Residencia de Estudiantes de plasmaren una serie de actuaciones esa perma-nencia de la figura y el pensamientoorteguianos.

  • El pasado 23 de mayo, Mario Vargas Llosaabri un ciclo de cuatro conferencias, Entorno a Ortega, con su locucin Rescateliberal de Ortega y Gasset, iniciando unaserie que se prolongara hasta el 21 dejunio con las aportaciones de FernandoSabater, La vida como tema filosfico;Javier Gom, Ejemplaridad pblica; yFrancisco Calvo Serraller, La perspectivade las artes. Paralelamente, en el PabellnTrasatlntico de la Residencia, se inauguruna exposicin que, bajo el ttulo El Madridde Ortega abri sus puertas durante dosmeses, del 23 de mayo al 23 de julio. En sufolleto de mano se nos deca. Jos Ortegay Gasset naci, creci, se enamor, ense- y escribi, en suma, pens y vivi enMadrid, donde muri hace ahora poco msque medio siglo. Si como se ha dichoacertadamente el paisaje es un estado delalma, Madrid y su paisaje urbano bullen enla interioridad orteguiana. Es el Madrid deOrtega distinto a otros, es su Madrid.

    El primero de los espacios en los que laexposicin estaba dividida era El Madridde Meditaciones del Quijote (1898-1916).Un periodo que comienza con el desastreque vaca de identidad a Espaa y los espa-oles. Unamuno y Ganivet, no en Madrid,sino en Granada, en el peridico El defen-sor de Granada piensan Espaa en unabsqueda identitaria ms o menos infruc-tuosa. Su falso debate, pues no aportannada que no hubieran dicho ya en Entornoal casticismo e Idearium espaol, ni con-frontan ni sintetizan opiniones, navegansobre don Quijote y Alonso Quijano, elbueno, vuelto a la cordura, sobre laintrahistoria y el territorio, sobre Hegel eHiplito Taine. Navegan y, todo hay quedecirlo, desbarran. Difieren notablemente

    del anlisis sereno de Ortega en sus Medi-taciones, en las que pone el dedo en la lla-ga al hablarnos de ese rencor ancestral queanula y empequeece a los espaoles y deesa Espaa machadiana, zaragatera y tris-te, heladora de corazones, en la que losmuertos siempre han dominado sobre losvivos. Esa adoracin ya presente en los be-ros por la muerte, por los antepasados, porlo que fue y ya no es, ha marcado histrica-mente nuestra ruina. Ortega, en esa poca,la etapa de su inicio y consolidacin comofilsofo en Marburgo, se convierte enespectador de una Europa que se desangra,apenas un ao antes de que tenga lugar laRevolucin de Octubre y el terror pnico dela burguesa d nacimiento al nazifascismo.

    El Madrid de las vanguardias (1917-1928) fue el segundo espacio de la Exposi-cin. Ortega es ya El Espectador que seexpresa en El Sol y en Revista de Occiden-te y nos habla de La deshumanizacin delarte e Ideas sobre la novela, encabezandolos cambios preceptivos que generaranfructferamente una literatura y un artenuevos.

    El tercer espacio, era obligado, fue ElMadrid de la Repblica (1929-1936), aosprimero venturosos y despus terribles.Ortega trajo la Repblica, y march conella al exilio. Luego volvi y pas en Madridsus ltimos diez aos; aos tristes en unaciudad y una nacin a las que se haba pri-vado de libertad.

    Fruto de los dos eventos anteriores: Ciclode conferencias y Exposicin es el libro quehoy nos ocupa. De magnfica factura, a laque sus editores nos tienen ya acostum-brados, y con un complemento grfico

    extraordinario, El Madrid de Ortega es unrecorrido por el mundo y el quehacer orte-guianos, sobre su yo y su circunstancia quese estructuran en varios apartados: Datosbiogrficos, El yo y su circunstancia,Salvaciones de la circunstancia y Paisa-jes vitales resumen el ser de Ortega. JosLasaga, Javier Zamora Bonilla, Mario Var-gas Llosa, Pedro Cerezo Galn, JacoboMuoz, Eugenio Tras, Jos Lus Molinuelo,Santos Juli, Jos Garca-Velasco y Azuce-na Lpez Cobo, Fernando R. de la Fuente,Thomas Mermall, Carlos Pereda, Helio Car-pintero, Javier San Martn, Batrice Foncky Marta Campomar componen con extra-ordinario acierto los captulos del libro, quese cierra con un indito de Ortega, Qupasa en el mundo? (Observaciones sobrenuestro tiempo), cuyas dos primeras pgi-nas manuscritas se nos ofrecen en facsmi-le. Se trata de una conferencia, que juntocon otra Ortega imparti en el teatro Espa-ol de Madrid los das 31de mayo y 2 dejunio de 1933. Ambos textos manuscritosse conservan en el Archivo de la FundacinOrtega y Gasset.

    Concluye el volumen con el apartado Obraplstica que reproduce cuadros y dibujosde Zuloaga, Regoyos, Beruete, Sorolla,Palencia, Echevarra, Ricardo Baroja, San-cha, Piole, Pankiewicz, Dal, Mallo, Barra-das, Gargallo, Pelegrn, Braque, Picaba,Kandinsky, Masson, Jimnez Caballero,Bagara, Vzquez Daz, Moreno Villa, yBores, seguido de la Relacin de obrasy documentos expuestos y de un inexcusa-ble ndice onomstico y un ndice (alfab-tico) de obras de Jos Ortega y Gasset.

    Alberto Snchez lvarez-Insa

    (Instituto de Filosofa, CSIC)

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  • Prologado por Carlos Martnez Alonso,actual Presidente del CSIC, el libro es elresultado de una iniciativa de los investi-gadores integrados en la Red CTI de Estu-dios polticos, econmicos y sociales de laciencia, la tecnologa y la innovacin delCSIC, que trata de complementar losesfuerzos realizados desde otros mbitosvinculados al I+D espaol: el sector empre-sarial a travs de la Fundacin COTEC y laConferencia de Rectores de las Universida-des Espaolas (CRUE). El autor del prlogoseala que su publicacin coincide con elvigsimo aniversario de la promulgacin dela Ley de la Ciencia y que no se trata deuna visin institucional del sistema espa-ol de I+D desde la ptica del ConsejoSuperior de Investigaciones Cientficas,sino fruto de las experiencias personales delos autores y de su libre opinin.

    Reflexin pues sobre el pasado reciente,sobre los logros promovidos y asentadospor la Ley de la Ciencia, el libro trata sobretodo de proyectarse hacia el futuro, deplantear una perspectiva globalizadora, enunos momentos en que la ley de agenciasva a cambiar el modelo de organizacin,financiacin y gestin de la investigacinpblica, en virtud de la cual, se nos dice, elCSIC dejar de ser un Organismo Pblicode Investigacin.

    El libro se estructura en siete grandes cap-tulos cuyos contenidos pasamos a describiry analizar.

    El Captulo 1, Poltica Cientfica, se sub-divide en dos apartados: el primero, Din-mica de la poltica cientfica espaola y

    evolucin de los actores institucionales,repasa, tras una Introduccin, la base jur-dica del sistema: Ley de Fomento y Coordi-nacin de la I+D, Ley 13/86 de 14 de Abril,LRU, Ley de Patentes (1986) y Ley de Pro-piedad Intelectual, tambin de 1986, legis-lacin surgida con una clara decisinreformista que, en estos momentos, estsometida a profundos cambios. A conti-nuacin se analizan los resultados de Losagentes institucionales: Universidades,Hospitales e Instituto de Salud Carlos III,CSIC, CIEMAT, INIA, IEO, INTA, IAC e IGME.El segundo apartado, Evolucin e impactode los planes nacionales como instrumen-to y coordinacin de la investigacin cien-tfica y el desarrollo tecnolgico analiza laevolucin del contexto poltico y de laarquitectura institucional, sus dificultadesy fluctuaciones presupuestarias, los puntosfuertes y dbiles de los Planes Nacionales yel futuro del Plan Nacional. Cierra el cap-tulo el estudio la I+D en el marco auton-mico.

    El Captulo 2, Comunidad Cientfica, sesubdivide a su vez en tres grandes subcap-tulos: Estructura y dinmica de la comuni-dad cientfica espaola, La cuestin degnero en la investigacin espaola y Elsistema de incentivos y recompensas en laciencia pblica espaola.

    El Captulo 3, Financiacin de la I+D,aborda dos aspectos: Estructura y flujosde la financiacin de la I+D en Espaa eI+D y crecimiento econmico.

    El Captulo 4, Actividad y ProduccinCientfica, se subdivide en dos grandes

    apartados, dedicado el primero a la cien-cia dura y la tecnologa, La I+D en Espa-a a travs de publicaciones y patentes;abordando el segundo la problemtica delsubsector humanstico, La investigacinen humanidades: Problemas especficos.

    El Captulo 5, Vinculacin de la investiga-cin pblica y privada, describe las difci-les relaciones entre ambos sectores ydivide su anlisis en cuatro subapartados:Races de la brecha entre industria einvestigacin en Espaa, La I+D empre-sarial y sus relaciones con la investigacinpblica espaola, El flujo de conocimien-tos desde el sistema pblico espaol deI+D en las industrias biotecnolgicas yUna visin empresarial del sistema pbli-co de I+D.

    El Captulo 6, I+D y Sociedad espaola,revisa la relacin y el impacto y recepcinsocial de la investigacin. El espacio socialde la ciencia y la tecnologa: percepcin,comunicacin y difusin, Participacinpblica en ciencia y tecnologa y Estrate-gias de la divulgacin de la ciencia y latecnologa en Espaa desde el sector pbli-co son sus tres grandes subapartados.

    Finalmente, el Captulo 7, DimensinEuropea de la I+D espaola, incluye unnico captulo, La I+D en el contextoeuropeo, que aborda la dimensin euro-pea e internacional de la investigacinespaola y sus aspectos de financiacin,los polos regionales de innovacin y elprevisible futuro. Todos y cada uno de loscaptulos incluyen una exhaustiva Biblio-grafa.

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    Sebastin, Jess y Muoz, Emilio (eds.)

    Madrid: Biblioteca Nueva, 2006. 544 pp.

    Radiografa de la investigacin pblica en Espaa

  • Antes de entrar en una rpida valoracindel libro sealar que es fruto del conoci-miento y del esfuerzo de ms de medio cen-tenar de autores que desarrollan su actividaden el CSIC o han estado vinculados a algu-nos de sus Institutos o a sus puestos de ges-tin, lo que avala sus conocimientos enmateria de poltica cientfica. El CINDOC,Instituto de Filosofa, INGENIO, Instituto deAnlisis Econmico y el Instituto de EstudiosSociales Avanzados son los Centros del Con-sejo que ms especialistas han suministradoal esfuerzo de redaccin del libro. Las Uni-versidades y los OPIs tampoco han estadoausentes, as como las Fundaciones y las Ins-tituciones Autonmicas.

    Ha sido tarea esforzada y noble empeoreunir a tantos y tantos especialistas entodos y cada uno de los tpicos que el estu-dio aborda. Empeo que ambos editores hanllevado a buen trmino, merced a su granpreparacin y trayectoria cientfica y de ges-tin. Jess Sebastin, que comparte connosotros la direccin de esta revista, puso

    todo su esfuerzo y sus conocimientos en laetapa en que ejerci, precisamente, comoVicepresidente de Poltica Cientfica del CSIC(1983-1988), llevando a cabo y sentandotambin las bases de futuro de la necesariareforma del Consejo y de sus Centros e Ins-titutos. Emilio Muoz, Secretario General delPlan Nacional de I+D, en esas fechas, iniciy continu el proceso de reformas tanto delsistema, como del Consejo, cuando accedi asu Presidencia. Dirige ahora el Departamen-to de Ciencia, Tecnologa y Sociedad del Ins-tituto de Filosofa del CSIC, uno de los quems han contribuido a la redaccin del libro.Adems de su labor como editores, amboshan contribuido al mismo en varios de suscaptulos. Pero, insistimos, su mejor labor hasido reunir a los mejores especialistas en elanlisis, prospectiva y gestin cientfica. Sugran nmero nos impide citarlos a todos,pero s queremos sealar la alta calidad desus aportaciones.

    Finalizaremos sealando que el ttulo,Radiografa de la investigacin pblica en

    Espaa, responde plenamente a los conte-nidos. Radiografa en la medida en que esanlisis profundo, descubrimiento deaquello que se intuye, pero que de algunamanera est oculto, y tambin base parauna necesaria terapia de cara al futuro. Ariesgo de utilizar un trmino manido, esta-mos en presencia de un libro imprescindi-ble para conocer y para actuar conconocimiento de causa en unos momentosen que se replantean estructuras, actua-ciones y formas de gestin.

    Empezbamos diciendo que no se trata deun libro institucional. No habra habidoproblema si as fuera, pero el hecho mismode haber sido editado por Biblioteca Nue-va, empresa vinculada desde sus ya casicentenarios inicios a la ciencia y la culturaespaola y universal, es para el lector unagaranta de imparcialidad, ecuanimidad yprofundidad de anlisis.

    Alberto Snchez lvarez-Insa(Instituto de Filosofa, CSIC)

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    Jos Luis Gonzlez Quirs y Karim Gherab Martn

    Barcelona: Ediciones Deusto, 2006. Premio Ensayo 2005. Fundacin DMR Consulting. 205 pp.

    El templo del saber. Hacia la biblioteca digital universal

    Borges conceba el universo como unaBiblioteca infinita que albergara todo elsaber humano. Bradbury, en su fantasaFahrenheit 451, temperatura a la que elpapel se inflama espontneamente, imagi-n un mundo sin libros, aunque mejor seradecir sin literatura. Hoy, las bibliotecas, almenos las bibliotecas cientficas, los cen-tros de informacin y documentacin son

    ya infinitos, en el sentido que la Fsica daal trmino: inmensidad inabarcable. Ellibro y la revista se van convirtiendo enobjetos de culto que poco o muy poco pue-den contribuir a la sociedad del conoci-miento. Obviamente una obra singularpuede ser consultada y leda, pero ya nosucede lo mismo con una revista cientficaque ofrece a sus hipotticos lectores art-

    culos originales que nos ofrecen nuevosdatos, nuevos descubrimientos. Las revistasde revistas, los abstracts, la revisiones, nosvenan ofreciendo unas posibilidades debsqueda de aquellos datos y tpicosde nuestro inters. Pero el volumen de in-formacin es tan gigantesco que ya no esposible la rebusca individual. Es ms,muchas revistas, muchas enciclopedias y

  • muchos abstracts han abandonado elsoporte papel, y hay un proceso imparablede digitalizacin de libros, revistas y docu-mentos que permita doblemente el libroacceso a sus contenidos y la localizacinde aquello que nos interesa.

    Por todo lo anterior cabe sealar la opor-tunidad y el acierto del libro que ahoracomentamos y del que son autores el in-vestigador y profesor de Filosofa Jos LuisGonzlez Quirs (Oviedo, 1947) y el fsicoterico, filsofo y especialista en gestindel conocimiento Karim Gherab Martn(Zamora, 1972). El trabajo fue objeto delPremio Ensayo 2005 de la Fundacin DMRConsulting.

    Karl R. Popper propuso en Epistemologasin sujeto cognoscente que aquellas reali-dades que no pudieran ser reducidas ameros pensamientos subjetivos y no fuerade rigor considerar como meros objetosfsicos constituiran un Tercer Mundo, unMundo III. Este tipo de realidad sera el delas teoras, las obras de creacin y el de losdocumentos del hombre destinados atransmitir sus conocimientos. Este tercermundo se incorporara as, de pleno dere-cho, al mundo real y al de la concienciasubjetiva.

    La ontologa fenomenolgica tal vez noestara de acuerdo, pero no es menos cier-to que la tajante separacin de Heideggerentre seres y entes y de Sastre entre en-sy para-s deja un vaco para aquello que laconciencia individual genera y que el otrocapta. Un libro, no es igual que una piedra,ontolgicamente hablando. Utilizando laterminologa heideggeriana sera un enteempapado de ser, del ser del otro, deaquel que lo gener; y en la proposicin deSastre una forma especial del en-s queguarda entre su superabundancia obscenaun hlito del para-s del otro, una parte desu realidad fenomenal, una de sus infinitas

    manifestaciones. De ah la justeza delplanteamiento de Popper.

    Pero es necesario retroceder, porque esteanlisis popperiano constituye la terceraparte del libro, dividido en una introduc-cin y tres grandes captulos. La Intro-duccin, que abarca un buen nmero depginas, se titula Una revolucin silencio-sa y viene encabezada por una cita de H.G. Wells tomada de su obra de 1938 WorldBrain que nos anticipa ya en la poca enque se escribi que la memoria humanasera, en un corto espacio de tiempo, acce-sible a todos los individuos. Efectivamente,y segn nos deca Wells, eso ni sera unsueo remoto ni una fantasa. Y as ha sido,as es. La tecnologa digital, nos dicen losautores, han traspasado los lmites deaquello para lo que fue concebida: el cl-culo y el control, y ha entrado de lleno en elterreno de la escritura y del registro dedatos. Ha surgido as, est surgiendo, unanueva forma de organizacin social, unnuevo collegium de entendidos en las nue-vas tecnologas de la sociedad del conoci-miento. Lamentable, pero inexorablemente,aquellos que no comprenden estas nuevastcnicas corren el riesgo de convertirse enlos nuevos analfabetos, incapaces de acce-der al mundo del saber.

    El planteamiento de los autores es clara-mente un futurible, una imaginacin quetrata de pronosticar nuestros cambios dehbitos con respecto a los textos y la infor-macin que contienen, por ms que siga-mos vinculados a una cultura del papelimpreso y tengamos serias dificultadespara leer en pantalla. Es ms, lejos de re-ducirse el consumo de papel se ha incre-mentado, amenazando ecolgicamente anuestro planeta. Millones de copias sonimpresas y destruidas, a veces para aadiruna sola palabra o suprimir una coma. Perotiempo llegar en que ese vicio de origendesaparezca. Las bibliotecas estn siendo

    redefinidas, pasando de ser un almacnordenado de ejemplares fsicos a un archi-vo digital. Es ms, pueden llegar a serinnecesarias, pudiendo el estudioso acce-der a esa Biblioteca universal desde supuesto de trabajo, quedando los libros ydocumentos celosamente guardados encontenedores inaccesibles.

    Dedican los autores el primer captulo desu libro, Historia del saber y de la escritu-ra a sentar las bases de ese Incrementodel saber y, por tanto, de La necesidad deorganizar el conocimiento. Hoy, ms quenunca, para crear algo nuevo, para avanzaren el conocimiento, es necesario disponerde toda la informacin previa, bien orde-nada para no repetirnos, para no hacer loque otros ya han hecho. Cualquier cientfi-co sabe que la creacin y la investigacindemandan un requisito previo que esarriesgadsimo obviar: la rebusca biblio-grfica. Este planteamiento es indepen-diente de cmo se acceda a la informaciny de los mtodos de bsqueda que se utili-cen. Repasan luego los autores El naci-miento de las disciplinas: el rbol lgico ysu aplicacin a aquellas que anteriormenteno fueron consideradas como tales: Biblio-grafa, Biblioteconoma y Bibliotecnologa,y como, en un recorrido histrico, tras elnacimiento de la Enciclopedia, ha tenidolugar esa universalizacin del conoci-miento que inspir la obra de Diderot yDAlambert.

    El segundo captulo, Lgica del saber esttambin dividido en cuatro subapartados.El primero de ellos, Los procesos de eva-luacin: la indexacin y los factores deimpacto repasan algo que est presenteen todo el quehacer cientfico.: la evalua-cin de la produccin, segn los parme-tros planteados por el Garfield en 1955desde las pginas de Science. Un artculono es ya tan slo una exposicin que fina-liza con una bibliografa previa en la que se

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  • ha apoyado, es decir, de artculos citados,sino una evaluacin a posteriori segn elnmero de citas, de citantes que lograconcitar y que van a quedar reflejados enel SCI (Science Citation Index) presentadoen 1964 por el propio Garfield. A esto hayque aadir la presin a que se ven someti-dos los investigadores para que publiquensus trabajos en revistas de prestigio,entendidas como tales las que generanaltos ndices de impacto, las denominadasSCI. Pero, a pesar de ello, uno de los mayo-res problemas a que se enfrentan los inves-tigadores es el retraso y la dilacin en lapublicacin de sus trabajos, lo que ha tra-do como consecuencia, de una parte, laaparicin de un nmero ingente de publi-caciones, y de otra, un fuerte incrementode los rendimientos econmicos de algu-nas editoriales que imponen sus revistas deprestigio a unos precios que cabe calificarde escandalosos. No vamos a insistir enotros aspectos que resaltan los autorescomo la indexacin por citas y los diversosindicadores e ndices propuestos, desde elde inmediatez al de vida-media o el llama-do factor de prestigio en la biomedicina.

    El segundo subapartado, La incorporacinde la tecnologa digital. Bibliotecas digita-les aborda la aparicin de obras directa-mente en la Web, sin contrapartida en laimprenta. Las emergentes bibliotecas, cuyacalificacin y descripcin maneja lasexpresiones digitales, electrnicas yvirtuales sin llegar a decidirse por ningu-na, plantean la necesidad de de transfor-mar un continuo de informacin en unconjunto de metadatos, dependientes unosdel contenido y otros independientes de l.La recuperacin y acceso a la informacinse plante muy pronto y surgieron los pri-meros buscadores: Yahoo traslad al mun-do digital el formato tesauro, alumbradoen las bibliotecas, mientras que Googleplante la bsqueda directa, a tiro hecho.Pero un nuevo problema ha surgido: La

    libertad de acceso y los derechos de autor.Mucho podra decirse del problema, peroes bien claro que la piratera desde el topmanta es mnima comparada con la actua-cin directa de los usuarios de la red.Msica, pelculas, juegos de ordenador yprogramas informticos se bajan desde elciberespacio sin generar rditos a sus crea-dores. Los gobiernos tratan de proteger losderechos de los autores pero se enfrentana entrar en colisin con los usuarios. En unmundo tan cambiante en el que prontodesaparecern prcticamente las salascinematogrficas y en el que un DVD legal-mente adquirido es ya ms barato que unaentrada, urge crear un sistema legal quecomplazca a todos. No es aventurado pen-sar que, en plazos muy cortos, los creado-res tendrn que elegir entre ser ledos,vistos o escuchados, o obtener pinguesbeneficios por sus trabajos. Angustiosaeleccin para el artista y planteamientomuy claro de aquellos a travs de los cua-les los beneficios se vehiculan: editoriales,productoras y distribuidoras cinematogr-ficas, casas discogrficas, etc.

    Cierra el captulo el ltimo de los subaparta-dos: Economa del saber: nuevas fuentes ynuevas instituciones del conocimiento en elque los autores repasan aspectos del mxi-mo inters, desde la necesidad invertir enor-mes sumas de dinero en la investigacincientfica, Big Science, la relacin ciencia-tecnologa y lo que Javier Echevarra llamarevolucin tecnocientfica, hasta la necesi-dad de generar nuevos identificadorescomo DOI (Digital Object Identifier) capa-ces de identificar no slo documentoscompletos sino incluso partes de docu-mentos: grficos, texto, imgenes, sonidos,etc. y de asociar su cdigos a direccionesURL.

    De nuevo el captulo III, El modelo poppe-riano est divido en cuatro subcaptulos.El primero de ellos, La cuestin de los

    lmites entre las disciplinas plantea elproblema de diferenciar los textos deintencin cientfica de aquellos de volun-tad esttica. Ambos, a juicio de los autores,deben formar parte de esa futura Bibliote-ca universal. Reflexionan luego como lasobras que intentan reunir un conjunto desaberes que aspira a la casi totalidad,ponen como ejemplo la Enciclopedia Brit-nica, empiezan a carecer de sentido, y aa-den: ni lo que sabemos, ni menos an,nuestras preguntas, caben ya sobre elpapel.. Tampoco es posible la bsquedadirecta, que se revela perfectamente opa-ca, en centros de documentacin o bancosde datos. La solucin actual pasa por lainclusin en los documentos de una seriede descriptores que permitan lograr nues-tros objetivos de bsqueda.

    Al segundo subapartado, La selva poppe-riana del Mundo III ya hemos hecho refe-rencia al inicio de esta recensin. SegnPopper, nuestros esfuerzos por comprenderla realidad son, desde el punto de vistaepistmico, meras conjeturas. As, frente alideal inalcanzable de la verdad pura yrotunda de la teora, debemos conformar-nos, las ms de las veces, con aproximacio-nes, con proposiciones que, si bien no noshacen desesperar de la verdad, no puedendarnos la verdad entera. Todos estos plan-teamientos que necesariamente debemosresumir, desembocan en el tercer subcap-tulo, La catalogacin digital: descriptorespopperianos y singularizadores. Todo tex-to cientfico, se nos dice, puede ser reduci-do a un argumento, a una serie de cadenasargumentativas. Ahora bien, la singulari-dad de un documento es, precisamente, susingularidad intelectual, el papel que hadesarrollado y desarrolla en una determi-nada ciencia. Un texto es, sin duda, unacadena de signos o, si se prefiere, un corre-lato oracional de carcter intencional. Sucatalogacin digital puede abordarse de dosformas: por su estructura argumentativa y

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  • su datacin histrica o como un concretoconjunto de signos, mediante los descrip-tores popperianos y los singularizadotes.Abstract y key-words ilustraran los prime-ros, mientras que los singularizadores per-miten apostar por textos que incluyandeterminados signos simultneamente:p. e., que citen a la vez a Hill Gates, Hei-degger, Ulam y Dostoyevsky.

    Finaliza el captulo y el libro con el ltimoapartado, La erudicin digital y el porvenirde la escritura. Advierten los autoressobre un planteamiento tan aristocratizan-te como antiguo: el desdn al texto y a susuperabundancia, ya presente en Platn.No obstante, la hipertrfica generacin detextos obliga a determinadas cautelas para

    separar lo verdadero de lo falso por partede editores y evaluadores, por ms quepara aquellos que hacen avanzar efectiva-mente la ciencia hay cosas mucho msinteresantes que la verdad segura. Haydemasiados intereses en juego, entre ellosel lobby de revistas de primera lnea, que seenfrentan a los nuevos planteamientos dela informacin, pero nada ni nadie puedeni debe oponerse al progreso. Los autoresnos ilustran del papel que pueden ejercerlos preprints en el doble aspecto de noimponer a los autores un ritmo de publica-cin permitir el libre acceso de todos: espreferible tener la posibilidad de leerlotodo, nos dicen, por mas que sea imposible,que verse limitados por el filtro de uncomit de publicacin. La ascesis necesaria

    para poner lmites, para perfeccionar laproduccin de nuevos textos cientficosslo puede alcanzarse mediante el consen-timiento activo de los respectivos gremiosacadmicos. Ese propsito nos permitirescribir con una nueva libertad. Y la huelladigital de nuestros escritos estar, biendatada, y esplndidamente vigente en elTemplo del saber, en la futura Bibliotecauniversal.

    As concluye este magnfico libro, ensa-yo lcido, futurible que, a corto, cortsi-mo plazo va a ver cumplidas sus pre-dicciones.

    Alberto Snchez lvarez-Insa(Instituto de Filosofa, CSIC)

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    Jos Mara Lpez Piero

    Valencia: Universidad de Valencia-Universidad de Granada, 2006. 401 pp.

    Santiago Ramn y Cajal

    Si existe una voz autorizada para historiarla Medicina y la Ciencia espaolas, y den-tro de ellas la figura impar de SantiagoRamn y Cajal, es sin duda la del profesorJos Mara Lpez Piero. Catedrtico deUniversidad y creador dentro del CSIC delInstituto de Historia de la Ciencia y Docu-mentacin que lleva su nombre, nos ofreceahora un volumen excelentemente editadopor su universidad, la de Valencia, y la deGranada sobre la vida y obra de Cajal, cuyafigura llenara todo el primer tercio delsiglo XX en el campo de la histologa y dela estructura y funcionamiento del sistemanervioso, no slo en Espaa sino a niveluniversal. Hemos hablado de figura impar, ysin duda lo fue, pero no nica, ni producto

    del azar, como pretendan algunos de suscoetneos. Cajal se nutre en el campo his-tolgico de aquellos que fueron sus maes-tros y a los que superara de inmediato. Aslo seala muy acertadamente Lpez Pierodesde la Introduccin del libro, indicandolas desafortunadas aseveraciones de Orte-ga al respecto. Y si sus antecedentes fue-ron claros y cualquier historiador de laMedicina los conoce, sus consecuentesfueron tambin de la mxima importancia.Cajal cre escuela, y el ms importante desus discpulos, Po del Ro Horterga, com-plet su obra con su descubrimiento deltercer elemento del sistema nervioso. Pero no slo la obra de Cajal sera ingenteen el campo de la neurohistologa. Su labor

    impulsora y de direccin desde la Presiden-cia de Junta para Ampliacin de Estudios,dio lugar a que la ciencia espaola cose-chara das de gloria en el campo de laFisiologa, la Fsica y la Qumica y ya, den-tro de las Humanidades, en la Historia y laLingstica.

    Estructura Lpez Piero su libro en oncecaptulos, precedidos, como ya se ha dicho,de una Introduccin y completados en sufinal por un utilsimo ndice Onomstico. Elexcelente papel en el que el libro estimpreso permite la reproduccin de unabundante material grfico, del mximointers en el que se alterna fotografas dedon Santiago y de sus coetneos junto a

  • reproducciones facsmiles de sus escritos,dibujos y publicaciones.

    El primer captulo est dedicado a estudiarLa histologa en Espaa anterior a Cajal.A dicho tema, el autor dedica casi cienpginas, dando comienzo a su estudio en elsiglo XVII, para concluir en los albores delXX, cuando ya Cajal es una figura indiscu-tible dentro de la Medicina espaola. Esterecorrido extraordinario es ms que uncaptulo y podra considerarse un librodentro de un libro, pues su entidad es talque bien podra haber dado lugar a unapublicacin a parte. Desfilan por l lo msgranado de la ciencia espaola, no tan ine-xistente como demasiadas veces se predi-ca, desde los microscopistas del siglo XVIIcomo Crisstomo Martnez a los fiscoma-temticos Juan Bautista Corachn y TomsVicente Tosca, pues Lpez Piero no se cir-cunscribe nicamente a las ciencias mdi-cas, sino que nos describe tambin elconjunto de la investigacin espaola. ElXVIII, siglo de las Ciencias Naturales y delas grandes expediciones cientficas, nos esdescrito con detalle y reseados sus msimportantes protagonistas: Jos Arnau,Andrs Piquer, Sebastin Miguel GuerreroHerreros Morales y Antonio Jos Cavani-lles. Resalta el autor el colapso que supusopara la ciencia espaola la Guerra de Inde-pendencia y el posterior reinado de Fer-nando VII y que retras la aparicin de losprimeros tratados al trienio liberal. Laopresin ideolgica del perodo isabelinocesa tras la revolucin del 68 y el decretode octubre de Ruiz Zorrilla afirma el prin-cipio de la libertad de enseanza. Es justa-mente cuando Cajal estudi Medicina. Lacreacin del Museo Antropolgico porPedro Gonzlez de Velasco da entrada alos ms insignes histlogos en la Escuelade Prctica Libre de Medicina y Ciruga:Federico Rubio, Rafael Ariza, EugenioGutirrez Gonzlez, Luis Simarro y Leopol-do Lpez Garca. A ellos habra que aadir

    a Rafael Martnez Molina, fundador delInstituto Biolgico de Madrid y adelantadoen Espaa de la histopatologa. Como lalista de nombres sera interminable anote-mos nicamente algunos: el gran anato-mista Jos Mara Gmez Alam al quesucede en su actividad Elas Martnez Gil.En 1874, el gran maestro de Cajal, Aurelia-no Maestre de San Juan funda la SociedadHistolgica Espaola; tres aos antes, ungrupo de naturalistas funda la SociedadEspaola de Historia Natural, en cuya labordestac la figura de Ignacio Bolvar Urrutia.A ambas instituciones perteneci Cajal ypublic numerosos trabajos en sus Anales.

    El siguiente captulo es muy breve y nosrelata la Niez y adolescencia en el AltoAragn (1852-1869) de Santiago Ramn yCajal. Le sigue otro, igualmente breve titu-lado Estudiante de medicina en Zaragozadurante el periodo revolucionario (1869-1873); al que sucede otro que nos relata laexperiencia cajaliana como Mdico mili-tar en la tercera guerra carlista y en la deCuba (1873-1875) triste periodo de lavida de Cajal en el que estuvo a punto demorir de paludismo y disentera. Afortuna-damente, su fuerte naturaleza pudo ms ylogr volver a Espaa con la licencia abso-luta.

    El doctorado y las oposiciones a ctedrasde anatoma (1875-1883) es el siguientecaptulo. En esa fechas, la vida de Cajal noes nada fcil. Su novia le abandona y l serecupera lentamente mientras reflexionasobre un porvenir profesional que se dibu-ja incierto. Tras una experiencia docente enZaragoza, obligado por su padre, se matri-cula como alumno libre en la universidadmadrilea para obtener el doctorado.Entrar all en contacto con Maestre deSan Juan, y el 3 de julio de 1877 lee su dis-curso de doctorado sobre Patogenia de lainflamacin. De nuevo, por presin pater-na, se presentar a varias oposiciones a

    ctedra sin lograr, como l esperaba, elxito. Para colmo, su vida corre de nuevopeligro; le acontecen una terrible hemopti-sis. Tras dos meses de cama y muchas vici-situdes, gana las oposiciones a directorde los museos anatmicos de la Facultad deMedicina de Zaragoza cargo para el quefue nombrado en 1879. Y se casa felizmen-te con Silveria Faas. Su obra cientficaha dado comienzo y se consolidar en elsiguiente periodo, al cual el autor dedicael siguiente captulo, Cuatro aos en Valen-cia (1884-1887), punto de partida de su obracientfica. Son aos de fuerte influenciadarwinista en la comunidad cientfica valen-ciana, encabezada por Peregrn CasanovaCiurana, seguidor de Haeckel con el quemantuvo una larga relacin epistolar. Cajal,tras su llegada, ingres en el Instituto Mdi-co Valenciano, en cuyo Boletn public susprimeros artculos cientficos. A la importan-tsima relacin con Jaime Ferrn, y el trata-miento del clera dedica el autor la mayorparte del captulo.

    Una nueva relacin establecer Cajal, peroesta vez en Madrid con Luis SimarroLacambra, otro de sus maestros, que leenseara el mtodo de Golgi, y que LpezPiero nos describe el otro breve captulo,La dedicacin a la neuro histologa y elmagisterio de Luis Simarro. El siguienteest dedicado a la etapa de Cajal en la Ciu-dad Condal, Cuatro aos en Barcelona(1888-1892): un nuevo concepto sobre laestructura histolgica del sistema nervio-so. La reorganizacin de 1886 de los estu-dios de medicina supuso que la histologapasara de ser una asignatura de doctoradoa integrarse en la licenciatura, generandouna serie de concursos de traslado. Cajalopta, contra la opinin paterna, a la cte-dra de Barcelona, prefirindola a Zaragoza.Cajal completa all su preparacin en ana-toma patolgica, y publica por fascculos ydedicado fundamentalmente al alaumna-do, su Manual de Anatoma patolgica

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  • general. Pese a que el autor lo definieracomo un resumen sin pretensiones tuvonueve reediciones en vida de Cajal y tresms pstumas. En esas fechas publicatambin sus primeros artculos en elextranjero. En 1890, y tras un trabajo fre-ntico, publica dieciocho artculos neu-rohistolgicos, Pero no todo iban a serventuras, fallece su hija Enriqueta de unameningitis tuberculosa. Cajal asociaradurante toda su vida su descubrimiento dela estructura histolgica del cerebelo a lamuerte de la nia.

    El captulo sin duda ms importante es sinduda el antepenltimo, Dos dcadas enMadrid (1892-1914): un periodo culmi-nante de una vida dedicada a la investiga-cin. Cajal se incorpora a la ctedra de laFacultad de Medicina de Madrid en abril de1892. Goza ya de gran prestigio cientfico,se desenvuelve en un grupo de seguidoresde la nueva medicina de base experimentaly cuenta con el apoyo de Julin Calleja,decano de la facultad y presidente de susltimas oposiciones, que consigue allegarlos fondos necesarios para el montaje deun nuevo laboratorio histolgico. El autorenumera, uno tras otro, a los compaerosde ctedra de Cajal, nos da noticia de sussucesivas publicaciones, nos describe susnuevas tcnicas como la doble impregna-cin argntica y el mtodo del azul de me-tileno de Ehrlich, nos habla de la redaccinde algunos textos de carcter terico y desu participacin en diferentes congresos yreuniones cientficas. Viaja a Londres y sealojar all, durante dos semanas, en casade Sherrington. En 1897, Cajal inicia lapublicacin de su gran tratado Textura delsistema nervioso del hombre y de los verte-brados, tema que el libro ilustra con dosexcelentes esquemas de Cajal. Un ao mstarde tiene lugar el gran desastre colonialque desalienta a don Santiago terrible-mente. Ha llegado el momento de regene-rar Espaa, y Cajal expone sus ideas al

    respecto en su correspondencia con Joa-qun Costa. Dos dcadas ms tarde, lamen-tara su participacin en el movimientoregeneracionista. La extraordinaria reper-cusin de su obra en todo el mundo le haceviajar, pese a sus reticencias iniciales y a suquebrantado estado de salud, a EstadosUnidos en 1899, para pronunciar una seriede conferencias. Luego, las distinciones seacumulan: la Direccin General de Sani-dad, a cargo de Cortezo Prieto, crea el Ins-tituto de Higiene y Seroterapia y Cajal esnombrado director; ocupara el cargo, rea-lizando una gran labor hasta 1920, en elque le sustituira Tello, su discpulo dilecto.En 1905 recibe Cajal la medalla de oroHelmhotz de la Academia de Ciencias deBerln y un ao despus, en 1906, recibe,junto a Camillo Golgi, el Nobel de Fisiolo-ga y Medicina. Ese mismo ao Moret leofrece la cartera ministerial de Instruc-cin Pblica, y aunque en principio acep-ta e incluso prepara un programa depoltica cientfica y universitaria, prontorecapacita y declina la invitacin. Acepta-r, en cambio, la presidencia de la Juntapara Ampliacin de Estudios e Investiga-ciones Cientficas, cargo que ocuparadurante un cuarto de siglo. ContinaLpez Piero relatndonos las contribucio-nes histolgicas del maestro hasta llegar alos aos 1912-1914. Cajal ha cumplido yalos sesenta aos pero todava idea nuevastcnicas como el formol-urano y el orosublimado, innovaciones que seran funda-mentales para los trabajos de NicolsAchcarro y Po del Ro Hortega.

    El periodo final cajaliano nos es descrito enel captulo anteltimo, Las dos ltimasdcadas (1914-1934): declinacin de ungran sabio, es decir el que comprende laPrimera Guerra Mundial, el perodo deentreguerras y el fallecimiento de Cajal. Elprimero de los eventos altera profunda-mente a Cajal como hombre y como cien-tfico, interrumpiendo su dilogo con los

    laboratorios extranjeros. El maestro seentrega al pesimismo, del que dar fe suobra El mundo visto a los ochenta aos cuyoexpresivo subttulo, Impresiones de unarterioesclertico es bien elocuente. Re-nuncia a las tertulias y a sus largos paseosen los que, peripatticamente, haba ela-borado sus mejores ideas cientficas. 1922es el ao de su jubilacin en la ctedra.Conoci sinsabores y tambin homenajescomo la concesin, ese mismo ao, de lamedalla Echegaray de la Academia deCiencias, la edicin de un Libro de honor deD. Santiago Ramn y Cajal por la Juntapara Ampliacin de Estudios y su plasma-cin en dos monumentos, el de la Facultadde Medicina de Zaragoza, obra de MarianoBenlliure (1925), y la fuente del Parque delRetiro, realizada por Victorio Macho (1926)que le produjo un cierto desagrado. Flan-queado por sus discpulos Tello y Castro,Cajal contina publicando sucesivos com-pendios tcnicos y tambin sus libros decarcter literario y aquellos que podemosconsiderar como memorias y recuerdos.Rodeado de sus deudos y de sus discpulosfallece el 17 de octubre de 1934, a las oncemenos cuarto de la noche.

    Tras resear la muerte del maestro, el librollega a su final reseando la segunda obrams importante de Cajal, La escuela histo-lgica espaola y enumerando a aquellosque fueron sus discpulos: su hermano Pedro,el salmantino Domingo Snchez Sanchz, elaragons Francisco Tello Muoz, el madrile-o Fernando de Castro Rodrguez, el arago-ns Rafael Lorente de No. Mencin a partemerecen dos grandes sabios, el bilbainoNicols Achcarro Lund, cuya prematuramuerte priv a Espaa de uno de sus mejo-res cientficos, y el vallisoletano Po del RoHortega, figura a la que hemos tenido el pri-vilegio de dedicar algunos de nuestros traba-jos, y que completara la obra de Cajal consus trabajos sobre el tercer elemento de loscentros nerviosos, es decir la neurogla y la

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  • oligodendrogla. Pese a sus iniciales en-frentamientos, la relacin final entream-bos fue cordial y don Po, en palabras delautor que suscribimos plenamente,mantuvo siempre frente a Cajal una pos-tura de respeto y admiracin rayana enuna veneracin enfermiza. A Ro Hortega,

    al que Lpez Piero dedic un estudiomemorable, dedica ahora las ltimaspginas de su libro.

    Ni en ciencia, ni en historia, ni en biogra-fa alguna se tiene dicha nunca la ltimapalabra. Pero tras la publicacin de este

    libro excepcional pasarn mucho aos antesde que nadie pueda aadir algo a la ingentelabor de su autor y fruto de su enormemadurez cientfica e historiogrfica.

    Alberto Snchez lvarez-Insa(Instituto de Filosofa, CSIC)

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    BAUTISTA, Amalia

    Prlogo de Jorge Valds Daz-Vlez. Sevilla: Renacimiento, 2006. 208 pgs.

    Tres deseos. (Poesa reunida)

    La Editorial Renacimiento de Sevilla, quedirige el poeta, ensayista, editor y libreroanticuario Abelardo Linares, publica ahora,dentro de su Coleccin Renacimiento,Serie Antologas la opera omnia de la poe-ta Amalia Bautista (Madrid, 1962) comovolumen dcimosexto de la serie en la quefiguran Luis Garca Montero, Karmelo C. Iri-barren, Vicente Nez, Carlos Marzal, JuanLuis Panero, Luis Alberto de Cuenca, Rafaelde Len, Ricardo Defarges, Luis Antonio deVillena, Juan Gil-Albert, Claudio Rodrguez,Agustn de Fox, ngel Pariente y CsarSimn. A ellos seguirn Andrs Trapiello,Vicente Gallego, Julio Martnez Mesanza,Jon Juaristi, Miguel DOrs y Eloy SnchezRosillo, que aade a su nombre unos puntossuspensivos que hacen pensar en futuras ydeseables entregas, an por determinar.

    Dos aspectos son de inters al analizar larelacin de los antologados. El primero sudiversidad de todo orden, algo en extremoencomiable, y el segundo que, en este uni-verso potico masculino, nuestra autorasea la primera y nica mujer, al menos has-ta la fecha.

    Hemos indicado al hacer la descripcin dellibro en la cabecera que est prologado porJorge Valds Daz-Vlez. Pero no es la nica

    digresin, el nico comentario, ni la nicapresentacin del libro y de su autora. En eltexto de la primera solapa, el editor, Abe-lardo Linares, analiza con gran agudeza ala poeta y a su obra. Veamos la primera desus aseveraciones:

    Un poeta puede tener cien virtudes yser, a pesar de todo, un mal poeta, delmismo modo que puede tener lo quellaman mil defectos y ser, en realidad,un gran poeta.

    Y contina:

    La poesa de A. B. resulta estrictamen-te imprescindible para conocer la poe-sa actual, es decir, la poesa, puestoda poesa que nos llega es siempreactual.

    Y concluye:

    Slo s, si algo s, que la poesa de A.B. est hecha de tiempo y para duraren el tiempo.

    Nada ms cierto que las anteriores consi-deraciones de Linares. Adelantando acon-tecimientos, decir que la poesa, como elser del hombre, est hecha de tiempo, y en

    aquella que tiene una alta calidad, como lade Amalia, el tiempo, ese acontecer despro-visto de espacio, como defina Jaspers, estpresente en todos y cada uno de los poemasy tambin en el salto de uno a otro de lospoemarios. Pero volvamos al prlogo de Jor-ge Valds Daz-Vlez, cuya primera defini-cin no puede ser ms exacta: el volumen esun trecho de la vida escriturada, de la tra-yectoria vital y literaria de Amalia. Hay unagran diferencia entre su primer poemario,Crcel de amor (1988) y el que sigue, y elotro, y el otro, hasta finalizar en el ltimopublicado en 2005 y en los inditos queconstituirn el prximo. Hay, claro est, unhilo conductor, una inmanencia potica yvital que es, lgicamente, la propia Amalia.Pero sigamos escuchando a su prologuista:

    En cada poema Amalia Bautista construye elarco de tensin de un yo potico reconociblecon la claridad que logra traducir en yo plu-ral. Ah el lector contempla, con la lucidez delasombrado, otra cara de su propio espejo.

    Efectivamente, leyendo sus versos, nos re-conocemos. Un hombre es todos los hom-bres, aseveraba Borges. Son versos, se nosdice, engendrados en el latido de silencio-sas soledades, porque todo poeta y, en de-finitiva, lo sea o no, cualquier hombre est

  • condenado a la soledad, a no participar delotro. Yo, que tantos hombres he sido/ no hesido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecaMatilde Urbach, nos dice Le regret de Hera-clite de nuevo Borges. Pero adentrmonos yaen la poesa luminosa y terrible de Amalia.Cuando publica Crcel de amor tiene ya vein-tisis aos. Se pueden escribir, y de hecho seescriben, versos antes, pero est bien empezarcuando se est enamorada, cuando se estpresa en una Crcel de amor, cuando

    [] me has encerrado en este cuartoen el que me visitas por las tardes. Me traes dulces y libros, y me hablasde arte y literatura. Al despedirteme das un paternal beso en la frentey as hasta el otro da []

    Mujer encerrada en la crcel del amor,mujer nia que reivindica su ser adulto ypleno. Dos influencias claras en este primerpoemario, las de Luis Alberto de Cuenca, elamigo de toda una vida, y de Julio Mart-nez Mesanza, el poeta que la ha comparti-do y con el que ha alumbrado a sus doshijas, a las que dedica el libro, y que inspi-ran todos y cada uno de los versos delsegundo poemario, Cuntamelo otra vez(1999). Otra vez, otra vez!, gritan losnios, y hay que volver a contarles el cuen-to que tanto les gust. No es extrao quela cuentacuentos, la Sherezade de las MilNoches y Una Noche se agote en el relato:

    Llevo casi mil noches fabulando, me duele la cabeza, tengo secala lengua y agotados los recursosy la imaginacin. Y ni siquiera s si me salvar con mis mentiras.

    Hay un largo silencio, tal vez excesivo,entre el primer poemario y el segundo.Pero el silencio tambin es poesa. Sehacen versos cuando se tiene la necesidadde hacerlos, cuando es preciso seguir cre-yendo en el amor y en la vida.

    Cuntamelo otra vez, es tan hermosoque no me canso nunca de escucharlo.Repteme otra vez que la pareja del cuento fue feliz hasta la muerte, que ella no le fue infiel, que a l ni

    [siquiera se le ocurri engaarla. Y no te olvidesde que, a pesar del tiempo y los

    [problemas, se seguan besando cada noche.Cuntamelo mil veces, por favor:es la historia ms bella que conozco.

    Es preciso fabular o componer versos paraseguir viviendo, a sabiendas de escucharmentiras. Y una sola verdad, los pies de losnios, de los hijos, esos bollos de mantecaque uno no se cansa de besar:

    Qu feos son los pies de todo el mundo, menos los de mis hijas. Qu bonitos son los pies de mis nias. []Los tienen a estrenar. Y me conmuevepensar en cada paso que an no handado.

    Los nios todava no han hecho de la vida uncaminar. Los pasos que an no han dado esun hallazgo potico que me ha conmovido. Eneste poemario empieza la desesperanza deAmalia, el presentir su condicin de ser haciala muerte. Da la vuelta a los cuentos quecuenta a sus hijas. En la puerta de La casita dechocolate ve, como Dante, que hay que dejarfuera toda esperanza; y Caperuza descubre unafrase terrible en el aullar del lobo: Al otro ladode este bosque, nia, / slo espera la casa enla que mueres. Y el poemario concluye con lafrase de la Sagan: Buenos das, tristeza.

    Y de nuevo, el silencio. Cuatro aos pasanhasta la publicacin de Hilos de seda(2003), salidos del huso y la rueca de lapoeta. Poemas sin nominar de los que eleditor, para construir el ndice, transcribesus primeros versos. Amalia se ha converti-do en mujer araa, parafraseando el ttulo

    de la bellsima novela de Manuel Puig, y desu boca brotan esos hilos de seda que nosenvuelven y nos atrapan. Pasar slo un aohasta el siguiente: Estoy ausente (2004),como deca Garcilaso. La poeta ha entradoya en la casita de chocolate para encontrar-se con la bruja canbal y, abandonada todaesperanza, sentir en la boca el sabor terriblede la Negra bilis de la mentira:

    [] Pobre Amalia,tan fra y racional en apariencia, tan vulnerable corazn adentro. []

    Era todo mentira y me convenzo en el momento ms inoportuno.El amor no era amor. Eran los besosuna manera de apagar la sed. []

    [] Eres capaz de transformar el aireen alquitrn, de provocar el odioa la vida y el ansia de la muerte,[] Ya es hora de que vayas buscndote otra vctima. En mi alma no cabe ni media gota ms de ese veneno.

    Es posible volver a ver la Luz del medioda(2005)? Amalia nos dice que s, que la feli-cidad todava es posible. Hay, en un recn-dito mercado indio, tal vez en Madrs o enBenars, un recndito tenderete, entrecuyas baratijas se esconden tres monedasherrumbrosas que al entrechocarlas en lamano nos concede cada una un deseo. Hayuna seca, amputada y tenebrosa pata demono, al menos eso nos cuenta W. W.Jacobs, que tambin nos los conceden.Pero hay que tener cuidado de que losdeseos no se transformen en algo terrible.Debemos matar al dragn y dormir tran-quilos. Tres deseos que son:

    Ver el alba contigo,ver contigo la nochey ver de nuevo el albaen la luz de tus ojos.

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    El amor ha vuelto cuando ms se [necesitaba.

    Todos necesitamos que nos quieran.Algunos infelices, sin embargo,no sabemos vivir para otra cosa.

    El amor ha vuelto y hay que regarlo yvivificarlo con la sangre derramada deldragn:

    Ha llegado la hora de matar al dragn, []Al dragn de la culpa y al dragn delespanto, al del remordimiento estril, al

    [del odio, al que devora siempre l a esperanza,

    al del miedo, al del fro, al de la [angustia. []

    Los siete Pecados (2005) se han trans-formado en ocho, por que hay queaadir el rencor, esa pasin infame ydestructora que hay que desechar:

    [] Lo peor nos sucede

    cuando la oscuridad se hace completa.Cierra las puertas al rencor. Si logra visitarte, se queda para siempre.

    Hemos llegado al final del libro y slorestan un grupo de inditos. Cerramoseste anlisis con el ltimo:

    [] Dime cul es el puente que [separa

    tu vida de la ma, en qu hora negra, en qu ciudad

    [lluviosa, en qu mundo sin luz est ese puente, y yo lo cruzar.

    Trayectoria potica, Amalia se ha libera-do de sus primeras influencias y ahoravuela sola por el cielo de los poetas; ytrayectoria vital. Casi veinte aos de viday de poesa.

    Alberto Snchez lvarez-Insa (Instituto de Filosofa, CSIC)

    Precedidos por una fotografa del tristemen-te desaparecido profesor Antonio Quilis,gran maestro de la Fonologa espaola, tresinstituciones, el CSIC, la UNED y la Universi-dad de Valladolid acaban de editar dos grue-sos volmenes en su memoria, pero previstosdesde antes de que nos sorprendiera a todossu rpida desaparicin. As nos lo recuerdaen Ab imo cordis Csar Hernndez Alonso,texto que antecede a todos los dems y queva seguido por una completa Bibliografa deAntonio Quilis que corre a cargo de Marga-rita Cantero y Celia Casado-Fresnillo. Trasambos apartados, se incluyen hasta sietededicatorias de Mara Vaquero, AlonsoZamora Vicente, Juan Mara Dez Tabeada,Gregorio Salvador, Joaqun Benito de Lucas,Pilar Ruiz-Va Palacios y Antonio Quilis Sanz.

    El resto de los trabajos se estructura envarios apartados que se corresponden conaquellas que fueron las grandes inquietudesy trabajos cientficos de Quilis: FONTICAY FONOLOGA, agrupa catorce artculos,

    GRAMTICA, dieciocho, LXICO Y SEMNTI-CA, quince, VARIACIN, que agrupa los tra-bajos relacionados con Filipinas y Amricadel Sur, veintiuno. Este ltimo apartado dacierre al primer volumen que, siguiendo elplanteamiento del primero, nos ofrece hastacinco apartados ms: HISTORIA DE LA LEN-GUA, con doce artculos, LINGSTICA GE-NERAL con siete, LINGSTICA APLICADA.ANLISIS DEL DISCURSO, con seis, HISTO-RIOGRAFA con diecisiete y, finalmente, LITE-RATURA con veinte. Por supuesto, los cientotreinta artculos son obra de otros tantosespecialistas de todo el mundo. Solamenteuna figura cientfica con la proyeccin inter-nacional de Antonio Quilis poda agrupar a laprctica totalidad de las universidades espa-olas y de Europa, Asia y Amrica en suhomenaje. Lo encabezan, por nmero de tra-bajos, las tres entidades coeditoras, el CSIC, laUNED y la Universidad de Valladolid, y a ellasse unen, como ya se ha dicho, el resto denuestras universidades y diversas institucio-nes como la RAE, el Instituto Cervantes, la

    Biblioteca Nacional, la Asociacin espaolade Estudios del Pacfico, Embajadas y Conse-jeras de Educacin. La participacin interna-cional est lgicamente centrada en lasuniversidades americanas: Mxico, Venezue-la, Costa Rica, Ecuador, Per, Argentina yPuerto Rico, varias de Estados Unidos, Filipi-nas, Japn, Corea y una notable representa-cin de las europeas: Francia, Italia, Suecia,Bulgaria, Holanda y Reino Unido.

    Cierra el segundo volumen una tabla gratu-latoria que rene, de nuevo, a la prcticatotalidad de los cientficos relacionados conlos mltiples campos de trabajo del profesorQuilis.

    Merecido homenaje, entraable recuerdo deun gran maestro y conjunto excelente de tra-bajos, todo ello da a esta publicacin unadimensin y una importancia extraordinarias.

    Julia Mara Labrador Ben(Facultad de Filologa, UCM)

    VV. AA.

    Madrid: CSIC-UNED-Universidad de Valladolid, 2006, 2 volmenes, 2.180 pp.

    Filologa y lingstica. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis