¿innovación sin investigación?

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¿Innovación sin investigación? No hay comentarios ¿Se puede innovar científicamente o tecnológicamente sin base científica? Valiendo la redundancia, la ciencia básica proporciona la base científica. ¿Aún perdura la dicotomía ciencia básica/ciencia aplicada? ¿Existe esta distinción? Cualquier persona con un mínimo de cultura científica estará de acuerdo con la frase de Louis Pasteur (1822‐1895): “ No existe una categoría de ciencia a la que podamos dar el nombre de ciencia aplicada. Hay ciencia y las aplicaciones de la ciencia, unidas como el fruto a su árbol”. Por eso resulta sorprendente que el Sr. Rodríguez‐Ibarra, una persona a la que se le supone formada e informada por su experiencia, pueda escribir de manera tan ignorante sobre ciencia básica e innovación. En un artículo del pasado 26 de octubre en el diario EL PAIS, el Sr. Rodríguez‐Ibarra aplaude la decisión de la Ministra de Ciencia e Innovación de reducir la financiación básica y aumentar la de la aplicada. En dicho artículo el Sr. Rodríguez‐Ibarra indica que “la investigación universitaria tiene un componente de básica que no puede seguir subvencionándose en tiempos de crisis”, desprecia el investigar “algunos fenómenos cuyo conocimiento nos puede hacer más cultos, pero que si no se investigan hoy se podrán demostrar mañana…..” , y propone “invertir en innovación, es decir, en gente que arriesgue y se proponga hacer cosas distintas que puedan ser convertidas en un proyecto empresarial”.

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¿Innovación sin Investigación?

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¿Innovación sin investigación? No hay comentarios

¿Se  puede  innovar  científicamente  o  tecnológicamente  sin base  científica?  Valiendo  la  redundancia,  la  ciencia  básica proporciona  la  base  científica.  ¿Aún  perdura  la  dicotomía ciencia  básica/ciencia  aplicada?  ¿Existe  esta  distinción? Cualquier persona con un mínimo de cultura científica estará de  acuerdo  con  la  frase  de  Louis  Pasteur  (1822‐1895):  “No existe una categoría de ciencia a la que podamos dar el nombre de ciencia aplicada. Hay ciencia y las aplicaciones de la ciencia, unidas como el fruto a su árbol”. 

Por eso resulta sorprendente que el Sr. Rodríguez‐Ibarra, una persona  a  la  que  se  le  supone  formada  e  informada  por  su experiencia,  pueda  escribir  de  manera  tan  ignorante  sobre ciencia básica  e  innovación. En un  artículo del pasado 26 de octubre en el diario EL PAIS, el Sr. Rodríguez‐Ibarra aplaude la decisión de la Ministra de Ciencia e Innovación de reducir la financiación  básica  y  aumentar  la  de  la  aplicada.  En  dicho artículo  el  Sr.  Rodríguez‐Ibarra  indica  que  “la  investigación universitaria  tiene  un  componente  de  básica  que  no  puede seguir  subvencionándose  en  tiempos  de  crisis”,  desprecia  el investigar  “algunos  fenómenos  cuyo  conocimiento  nos  puede hacer más  cultos,  pero  que  si  no  se  investigan  hoy  se  podrán demostrar mañana…..”  ,  y  propone  “invertir en  innovación, es decir,  en  gente  que  arriesgue  y  se  proponga  hacer  cosas distintas  que  puedan  ser  convertidas  en  un  proyecto empresarial”. 

Cuando  mi  hijo  (17  años)  leyó  el  artículo  comentó  con  su ironía  habitual:  “Qué  inteligente  es  este  señor,  sólo  se  quiere centrar en el producto  final  sin gastar dinero ni energía en el camino”. Es decir, el Sr. Rodríguez‐Ibarra propone una especie de  teletransporte  (por  cierto,  un  fenómeno  cuántico actualmente  solo  ciencia básica,  pero que dará  sus  frutos  en innovación)  pasando  del  casi  cero  (la  situación  actual  de  la ciencia  española)  a  las  aplicaciones  tecnológicas.  Puesto  que la  finalidad  de  este  blog  es  hablar  de  química,  pondré  dos ejemplos  de  lo  que  propone  en  Sr.  Rodríguez‐Ibarra  en innovación química. 

Una  de  ellas  podría  ser  fabricar  un  medicamento  que  cure alguna  enfermedad  sin  tratamiento  actual  (por  ejemplo Chagas,  Alzheimer,  malaria,  entre  otras)  sin  conocer  las causas  que  la  provocan,  sin  diseñar  moléculas  para  el tratamiento,  sin  sintetizar  las  moléculas,  sin  hacer  ensayos biológicos  in  vitro,  sin  determinar  las  propiedades farmacológicas, sin hacer ensayos clínicos. 

Otro ejemplo. Es  conocido que el  tamaño y  la  eficacia de  los microprocesadores  de  ordenadores  (que  el  Sr.  Rodríguez‐Ibarra  habrá  usado  al  escribir  su  artículo  y  que  su construcción  se  basa  en  mucha  investigación  fundamental) está cercano a su límite basado en la tecnología del silicio. El futuro  (aún no  cercano)  está  en  la  computación molecular  y cuántica. Estos últimos aún están en su desarrollo teórico por parte de  los  físicos  (Ignacio Cirac es uno de  los  líderes en el campo) y  se prevé que puedan  fabricarse  en 30‐50 años. En los ordenadores moleculares,  las expectativas están algo más cercana, pero no mucho. Bueno, pues el Sr. Rodríguez Ibarra, en  su  artículo  sobre  innovación  sin  investigación,  propone construir  ordenadores  moleculares  sin  pensar  en  las 

características moleculares  del material  a  usar,  sin  preparar los  compuestos  químicos,  sin  estudiar  interacciones  no‐covalentes  y  reconocimiento  molecular,  y  sin  hacer  los experimentos que prueben los conceptos. 

Me  gustaría  contar  una  anécdota  del  gran  Michael  Faraday (1791‐1867), que aunque no sea cierta parece adecuada para el asunto de este artículo (se non è vero, è ben trovato). Estaba enseñando  sus  experimentos  sobre  inducción electromagnética  a  un ministro,  y  éste  le  preguntó  qué  para que servía “eso”; a lo que Faraday contestó: “Aún no lo sé, pero seguro que en poco  tiempo, estaremos pagando  impuestos por ello”.  Ni  que  decir  tiene,  que  estos  experimentos  de  ciencia básica  fueron  el  origen  de  la  producción  industrial  de electricidad.  Con  el  planteamiento  del  Sr.  Rodríguez‐Ibarra aún estaríamos iluminándonos con lámparas de gas. 

En ciencia y sus aplicaciones no hay atajos. A menos que el Sr. Rodríguez‐Ibarra  se  refiera  a  “innovación”  a  copiar  patentes extranjeras y  esperar que no nos pillen,  o  construir  ladrillos dodecahédricos,  o  bandejas  de  camarero  con  formas trapezoidales;  que  serán  muy  útiles  para  los  dos  pilares  de nuestra  “economía  de  pies  de  barro”:  la  construcción  y  el turismo. 

La  trilogía  I+D+i  se  lee  de  izquierda  a  derecha.  No  hay desarrollo sin investigación y no hay innovación sin I+D. Sólo los  países  con  ciencia  básica  fuerte  y  con  tradición  (medible por  el  número  de  sus  Premios  Nobel  en  ciencias)  generan beneficios a través de la innovación. Por eso en los países más avanzados, el presupuesto en ciencia básica para el año 2010 ha  aumentado  respecto  a  2009.  Como  ejemplo  sirve  el presupuesto  de  Estados  Unidos,  dónde  las  dos  principales agencias  de  financiación  de  la  investigación  básica  (NIH  y 

NSF)  han  aumentado  sus  presupuestos;  lo  que  está  de acuerdo  con  las  palabras  pronunciadas  por  el  Presidente Obama en un discurso en la USA Nacional Academy of Science: “Hay  quien  considera  que  en  estos  duros momentos  de  crisis económica  invertir  en  ciencia  es un  lujo. Discrepo  totalmente. La  ciencia  es  ahora  más  esencial  para  nuestra  prosperidad, seguridad,  salud, medioambiente  y  calidad  de  vida,  de  lo  que nunca antes ha sido”. 

La  frase  sobre  “hacernos  más  cultos”  es  especialmente frustrante para personas como el autor de este artículo (y de muchos compañeros de este Weblog) que estamos dedicando esfuerzos y tiempo a la Cultura Científica (véase mi artículo en este blog o esta página web). Creo que una de las principales obligaciones  de  un  dirigente  político  es  la  de  aumentar  la cultura  de  sus  conciudadanos;  como  la  cultura  científica española  es muy  baja,  esta  tarea  es  especialmente  necesaria en España. 

Con propuestas como las que el Sr. Rodríguez‐Ibarra hace en su artículo,  ya entiendo por qué mi querida Extremadura no está  a  la  cabeza  de  la  Ciencia  e  Innovación  mundial  (ni española). 

Quizás  la  clave  esté  en  el  párrafo  final  del  artículo:  “Ahora, cuando  el  proyecto  y  el  líder  pasan  por  dificultades,  es  el momento de decir que los de la última fila sabemos y queremos arrimar el hombro a cambio de nada”.  ¿Se está postulando el Sr. Rodríguez‐Ibarra  como ministro o  asesor? Por  el  bien de España  espero  que  su  oferta  sea  desestimada  por trasnochada. 

Publicado el 1 de Noviembre de 2009