interseccionalidad de género y edad como marco analítico
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Interseccionalidad de género y edad como marco analítico en violencia de pareja
hacia mujeres mayores
Diana Alejandra Viáfara Guacaneme
Trabajo presentado como requisito para obtener el título de profesional en
Psicología
Director: Ana Lucia Jaramillo
Universidad de los Andes
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Psicología
Bogotá D.C
2018
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Contenido Problema ................................................................................................................................................... 3
Justificación ............................................................................................................................................. 4
Marco teórico .......................................................................................................................................... 6
Género ........................................................................................................................................................... 6
Interseccionalidad ....................................................................................................................................... 8
Revisión Bibliográfica ......................................................................................................................... 10
Violencia de Pareja ................................................................................................................................... 10
Adultez Mayor ........................................................................................................................................... 12
Género y Vejez .......................................................................................................................................... 14
Violencia en la Vejez ............................................................................................................................... 15
Violencia de Pareja en la Vejez ............................................................................................................. 16
Diseño de Investigación ....................................................................................................................... 18
Metodología ............................................................................................................................................... 19
Participantes ............................................................................................................................................... 19
Instrumento .................................................................................................................................................. 1
Análisis ......................................................................................................................................................... 1
Criterios de calidad ..................................................................................................................................... 2
Procedimiento .............................................................................................................................................. 3
Resultados ................................................................................................................................................ 4
Manifestaciones de la violencia............................................................................................................... 4
Consecuencias de la violencia ................................................................................................................. 9
Respuestas a la violencia......................................................................................................................... 11
Proceso de Salida ...................................................................................................................................... 13
Percepción de la violencia ...................................................................................................................... 15
Sobre las canas, ser mujer y experimentar violencia por parte de la pareja ................................ 18
Lo que traen las canas. ........................................................................................................................ 22
Tener canas y ser mujer ante la violencia de pareja. ................................................................... 25
Discusión ................................................................................................................................................. 27
Limitaciones del estudio ......................................................................................................................... 31
Implicaciones para próximas investigaciones .................................................................................... 32
Referencias ............................................................................................................................................. 34
Anexos ..................................................................................................................................................... 39
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Interseccionalidad de género y edad como marco analítico en violencia de pareja
hacia mujeres mayores
“Hoy, una de nuestras luchas más grandes, como nación, es hacer de
América un lugar seguro para envejecer”. - Lisa Nerenberg
La violencia de pareja es un fenómeno que demuestra cómo los conflictos estructurales
de la sociedad colombiana se proyectan en el cuerpo de las personas. Aquí, se encuentra
que las mujeres son las principales víctimas de maltrato físico y económico (Profamilia,
2015). Sin embargo, los estudios de medición de la violencia se han enfocado en las
mujeres en edad reproductiva (19-49 años) (por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud
del 2015). Si bien los estudios e investigación se concentran en la población antes
mencionada, existen otros grupos etarios en dónde no se da la misma proporción de
investigación, diseño e intervención, como en el caso de los adultos mayores. En
Latinoamérica, la investigación sobre el estudio de la violencia doméstica en adultos
mayores es más acotada, y menos tomada en cuenta en comparación a otros estudios de
violencia infantil, violencia en el noviazgo, violencia en mujeres en edad fértil (Hurtado
y Fríes, 2010).
En países como Colombia, se han hecho estudios gubernamentales que miden la
prevalencia del maltrato al adulto mayor, sin embargo, no hay claridad sobre el agente
victimario. Así, por ejemplo, la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE,
2015) identifica a las mujeres mayores como las principales víctimas de violencia, física
(4%), psicológica (14.4%), sexual (0.5), y de negligencia (9.6 %) en comparación con
los hombres. A pesar de esto, en esta encuesta no se diferencia entre quiénes son los
miembros del núcleo familiar que pueden ser los victimarios, y los agentes externos que
victimizan a la población mayor (SABE, 2015). En breve, la violencia estudiada contra
adultos mayores no permite distinguir si se da en el marco de una relación de pareja o
en otro tipo de relación.
Por otro lado, la Encuesta Nacional de Salud (ENDS) presenta un análisis
pormenorizado de la violencia de pareja, diferenciada por sexo, victimario, nivel de
escolaridad, condiciones socioeconómicas, entre otras, permitiendo identificar factores
de vulnerabilidad y riesgo frente a la posibilidad de sufrir violencia de pareja. Sin
embargo, la encuesta anterior no aborda la población de adultos mayores. De acuerdo
con lo anterior, se carece de información contundente que permita comprender la
magnitud y relevancia de este problema en nuestra sociedad.
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Además, resulta relevante entender mejor la violencia de pareja en la adultez
mayor, considerando que las personas mayores se encuentran en una condición de
vulnerabilidad. En este sentido, podría hablarse de factores como la vulnerabilidad
económica, vulnerabilidad física, segregación social, que pueden por ejemplo interferir
en la posibilidad de reportar agresiones o llegar a ser estigmatizadas. El efecto anterior
genera en la investigación e intervención, información no representativa de las
problemáticas sociales y de salud.
Así, el panorama en Colombia frente a la violencia en mujeres mayores se
enfrenta a tres situaciones: este fenómeno se ha estudiado de una manera limitada; en el
estudio de este no se ha llegado a diferenciar el tipo de violencia que se produce, ni
quiénes son los perpetradores; y la población de estudio se encuentra en una situación
de vulnerabilidad y de acceso restringido que puede dificultar su contacto.
Problema
A nivel general, en Colombia, del total de violencia de pareja reportada en mujeres en
edades reproductivas el 64.1 % equivale a violencia psicológica, el 33.9 % a violencia
física y el 31.1 % a violencia económica, siendo estas dos últimas más prevalentes en
las mujeres que en los hombres (Profamilia, 2015). De acuerdo con la CEPAL
(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), estas cifras podrían ser más
altas debido a que, el 90 % de las víctimas no denuncian por temor a represalias de sus
victimarios (ECLAC,1996). Respecto a la violencia física es importante saber que es
mayor en la medida que aumenta la edad de las mujeres, siendo el grupo de mujeres
entre los 45 y 49 años (33.9%) las que más reportan violencia.
Sin embargo, aunque esta información es importante para entender la situación
de la mujer en Colombia, y las dinámicas de violencia en las relaciones de pareja, cabe
resaltar que existen condiciones particulares (sociales, económicas, demográficas,
históricas y geográficas) que hacen que la violencia sea vivida de una manera diferente
(Asamblea General de las Naciones Unidas, 1993). De esta manera, es posible encontrar
que dentro de múltiples interacciones de variables sociales (por ejemplo, la raza y el
género) el fenómeno de la violencia de pareja podría ser experimentado de una manera
distinta dependiendo tanto de las identidades como de las estructuras sociales en las que
se sitúan unas u otras mujeres (Crenshaw, 1991). Por ejemplo, las mujeres mayores de
60 años son un grupo de personas que se sitúan bajo las categorías sociales de “mujer” y
la categoría de “vejez” que podrían modificar la experiencia de la violencia de pareja.
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Debido a que no conocemos cómo esta intersección puede vivirse en Colombia, esta
investigación cobra sentido y relevancia.
Según el informe Forensis del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses (INMLCF), para el año 2016 se reportaron un total de 376 casos de violencia
de pareja en mujeres mayores de 60 años, frente a 210 casos de esta violencia en
hombres del mismo grupo etario. Una de las cifras más alarmantes es la del grupo de
adultos mayores de 60 a 64 años, en el que las mujeres duplican el número de casos
respecto a los hombres. De acuerdo con lo anterior, es posible identificar que la desigual
violencia en adultos mayores es una realidad que debe ser abordada e intervenida desde
las distintas organizaciones gubernamentales, como desde la academia. Hoy en día,
entidades como Medicina Legal, el Ministerio de Salud y Protección Social, realizan
estudios descriptivos sobre la violencia de pareja, no obstante, en la población de
adultos mayores no se encuentran datos con la precisión en la que se estudia la violencia
en mujeres adolescentes, jóvenes y adultas (19 a 49 años) (Hurtado y Fríes, 2010).
Justificación
La presente investigación se justifica alrededor de dos grandes ejes: uno social y otro
disciplinar. Con relación al eje social, encontramos en primer lugar que en Colombia
existe un marco legal que cobija a las poblaciones vulnerables y que exige que se tomen
medidas para protegerlas (Arango y Cardona, 2011). Esto, requiere tener en cuenta que
la población de la vejez en Colombia tiene características tales como: la feminización, la
segregación social, y la cohabitación conyugal (SABE, 2015). Las anteriores son
características que esta investigación contempla como claves para el diseño de políticas
y programas que involucren esta problemática como un tema prioritario. Con respecto al
eje disciplinar, la investigación actual referente a esta temática en Colombia es pobre y
requiere una caracterización adecuada para poder desarrollar intervenciones
encaminadas a prevenir de violencia y garantizar el bienestar de esta población. A
continuación, se desarrollarán los puntos mencionados sobre los dos ejes.
Primero, la violencia de pareja es un problema social, un problema de salud, al
igual que, un problema jurídico. La declaración de los derechos humanos es en primera
instancia el marco jurídico más amplio que cobija los derechos de mujeres y la
población adulta mayor, estableciendo en ella que “Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (art.1) [...] “Nadie será
sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (art..5) (ONU,
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2008). De esta manera, cuando estos dos grupos poblacionales son victimizados, estos
derechos son transgredidos en su máxima expresión. Por lo anterior, a partir de la
declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, y la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Convención de Belém do Pará) (OEA 1994), se torna fundamental hacer un
reconocimiento al hecho de que las mujeres tienen derecho a una vida libre de violencia
y que los organismos a nivel internacional están en la obligación de garantizarlo
(ONU,1993). Aún más, el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el
Envejecimiento retoma la importancia del cumplimiento a los derechos sociales,
políticos, económicos de la población mayor, así como la erradicación de todo tipo de
violencia contra estos (ONU,2002).
Segundo, en las últimas décadas la población colombiana ha venido
envejeciendo en términos de edad. La anterior suposición ha permitido que los
analíticos establezcan que para el año 2020 pueda llegar a verse que, por cada 100
menores de 15 años, haya 50 adultos mayores de 60 años (SABE, 2015). Estos datos
dan cuenta que la población, a diferencia de cinco o seis décadas atrás estará compuesta
por un mayor porcentaje de adultos mayores (SABE, 2015). Tercero, ligado al hecho de
que existirá una población más envejecida, se suma que hoy en día la tasa de
supervivencia es a favor de la mujer, por tanto, se espera que en el futuro exista mayor
cantidad de mujeres adultas que hombres, este fenómeno recibe el nombre de
feminización de la vejez (Redondo y Garay, 2013). Si bien, lo anterior podría generar
un balance en la distribución demográfica, los cambios en la pirámide poblacional
relacionados a la edad y el sexo demandan una serie de medidas y políticas que para el
caso de Colombia no se han planeado y mucho menos implementado.
Cuarto, otra de las razones por las que esta investigación es relevante, es el
hecho de que más de la mitad de la población de adultos mayores se encuentran en
pareja bien sea casados (38,8%) o en unión libre (14,7%) (SABE,2015). Esta proporción
es significativa y genera intriga frente a la manera en que se dan las dinámicas de pareja
en esta población, así como los roles y dinámicas de género a lo largo del ciclo vital.
Por otro lado, la población a la que se someterá el estudio está conformada por
personas que se encuentran en una etapa del ciclo vital denominada como vejez,
partiendo de la concepción del alto riesgo social en que ésta se encuentra, esto debido al
desinterés que se tiene sobre la misma. Por ejemplo, la vejez en sociedades occidentales
está cargada de unas valoraciones fundamentadas en aspecto disfuncionales, negativos,
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finales (Sánchez, 2004). Estas valoraciones, pueden desviar el interés del gobierno, de
las universidades, de los docentes y estudiantes, cuando por ejemplo los casos
reportados no se dan en la misma proporción que los casos en mujeres más jóvenes. Sin
embargo, si solo centramos la mirada en la magnitud de la información numérica,
estaríamos omitiendo y negando la posibilidad de entender dinámicas sociales (ej. Roles
de género, concepto de vejez) que podrían explicar estas tasas de violencia. Por otro
lado, podría darse el caso en que las personas de esta edad no conozcan lo que este
concepto abarca, y por lo tanto no lo comprendan y no lo denuncien. De igual manera,
aun cuando se tenga certeza de que las tasas son muy bajas, la responsabilidad de una
disciplina como la psicología está en comprender a profundidad cómo surgen estas
conductas; identificar factores de vulnerabilidad para todas las personas; conocer en
detalle las situaciones y el contexto que enmarca una relación de pareja violenta e
incluso diseñar políticas y planes para promover y prevenir este problema.
De esta manera, las investigaciones que se limitan a entender la violencia en las
personas mayores como sólo violencia intrafamiliar, estarían omitiendo el estudio de las
mujeres que viven en unión libre, o las que viven con sus esposos, así como la
posibilidad de que existan actos violentos en estos grupos. Resumiendo, una categoría
única de análisis de “violencia intrafamiliar” dificultará el análisis de las distintas
interacciones y estilos que se podrían presentar dentro de este gran sistema,
considerando por ejemplo la violencia de padres a hijos, violencia entre hermanos,
violencia de pareja, como situaciones en donde existen dinámicas de poder, estilos de
comunicación, y roles sociales distintos (Martínez Finzi, 2012). En este sentido, esta
investigación permitiría aportar al desarrollo de conocimiento para la construcción de
intervenciones destinadas a la promoción y prevención de la violencia de pareja, y
garantizar un espacio seguro y óptimo para las mujeres sin distinción de edad.
Marco teórico
Género
Como se ha mencionado previamente, los primeros marcos de análisis de desigualdad
utilizados desde el feminismo se situaban en la comprensión de la dimensión de género.
Esta dimensión es fundamental entonces para entender desde el primer momento
cualquier tipo de dinámica y fenómeno correspondiente a la situación de las mujeres. El
concepto de género puede variar a través de distintas culturas y de cambios en el tiempo
(McCarthy y Holiday,2004). Sin embargo, la definición más común es que el género se
refiere a todo tipo de actitudes, pensamientos y creencias determinadas culturalmente
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sobre los hombres y las mujeres. La clave del género se sitúa en los roles de género y
las interacciones entre mujeres y hombres más no en las características biológicas de
estos, que corresponde al concepto de sexo (Haider, 1996). El género es una definición
cultural relativa a lo que se considera como femenino y masculino.
Por otro lado, autores como (Scott,1986) plantean el género desde una postura
cultural y social más compleja, en donde este se entiende como la conjunción de dos
proposiciones: “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas
en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de
relaciones significantes de poder” (p.23). En esta primera proposición, el género estaría
conformado por cuatro elementos que se relacionan entre sí. En primer lugar, el género
estaría constituido por “símbolos socialmente disponibles que evocan representaciones,
múltiples (y menudo contradictorias) ... (p.26)”. En segundo lugar, por “conceptos
normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos
(doctrinas religiosas, educativas, científicas, … que afirman categórica y unívocamente
el significado de varón y mujer, masculino y femenino” (p.26). En tercer lugar, toda
relación de género debe estar enmarcada bajo un análisis riguroso de las nociones
políticas, y las referencias de las organizaciones sociales. Por último, el género estará
bajo la premisa de la identidad como subjetiva, y en este sentido como una
representación dinámica (Scott,1986).
En sus usos más comunes, y dentro de la agenda política, la palabra género es
utilizada como “mujeres”, sin embargo, al momento de estudiar información de las
mujeres, se obtiene información de los hombres, de manera que se hace énfasis en una
esfera unificada de análisis. De igual manera, cabe destacar que el género permite
abordar las relaciones sociales entre sexos, así como rechazar cualquier tipo de
explicaciones reduccionistas biológicas que expliquen la subordinación y desigualdad
femenina en función de su “naturalidad, o de su instinto maternal” (Lamas, 2013).
Entonces, a partir de este punto, es posible cuestionar y criticar, por ejemplo, la
naturalización del trabajo de cuidado que durante años se ha representado como una
característica de las mujeres; o cuestionar por ejemplo la posibilidad de las mujeres para
desempeñar tareas matemáticas de gran complejidad. En este sentido, para el primer
ejemplo mencionado, Pineda y Arango (2012) hacen evidente que dentro de trabajos de
cuidado como la peluquería donde existe una feminización de esta labor, se ha tendido a
naturalizar las competencias de las mujeres y a conceder a la condición sexual el
desempeño en las labores estéticas. Si se analiza desde el concepto de género,
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encontramos todo un conjunto de valoraciones y símbolos sociales que se les ha
asignado a todo un grupo de personas que desempeñan una labor. Así, se reproducen
estereotipos sobre las funciones, habilidades, que tienen las mujeres, y las personas con
orientación sexual diversa.
En este orden, cabe resaltar que lo que múltiples definiciones de género tienen
en común, es que aún en los múltiples escenarios relativos al género, se incluyen ejes de
subordinación y poder, dimensiones que no necesariamente son una codificación de
este último, y además reconocen que la subjetividad no siempre está marcada por el
género (Tubert y Fraisse, 2003). Lo anterior, supone un cambio representativo dentro de
la teoría feminista contemporánea dado que reconocer que el género no es el/un factor
dominante en la construcción de la identidad, permite llegar a una mejor comprensión
de los fenómenos sociales en donde confluyen otros factores distintos (Tubert y Fraisse,
2003). Palomar (2016) expone que referirse a ser hombre, mujer, o gay, no es
únicamente hablar sobre identidades, sino de las acciones inmersas dentro de la lógica
de la diferencia sexual, que involucra lugares y funciones en un plano compartido
socialmente. En breve, el género permite hacer visible las diferencias y desigualdades
que, a partir del aprendizaje, los estereotipos y las prácticas culturales se han
reproducido relaciones de poder y subordinación como en el caso de hombres y
mujeres.
Interseccionalidad
Analizar la violencia contra las mujeres desde un enfoque de género ha sido uno de los
grandes pasos que las feministas han dado para aproximarse de manera más concreta a
la manera de conocer, exponer y trabajar las relaciones de poder, la subjetividad y los
roles sociales (Guzmán y Jiménez, 2015). Así, se ha llegado a postular que la
desigualdad de género podría ser el factor consecuente de la violencia masculina contra
las mujeres. De esta manera, organismos internacionales, gubernamentales, tales como
la ONU, la CEPAL, las instituciones y organizaciones de mujeres, han implementado la
perspectiva de género para mitigar la vulnerabilidad y violencia, a partir de la creación
de políticas y programas sociales. Sin embargo, como lo afirma Rivas (2017) “en la
praxis, sólo se considera la diferencia hombre/mujer – femenino/masculino, en
programas y políticas exclusivos para mujeres, o exclusivos para mujeres indígenas,
utilizando conceptos binarios y sesgados” (p.135). De igual manera, Alonso y
Castellanos citado en Rivas (2017) exponen que las intervenciones por lo general se
enfocan en atender parcialmente a la víctima y al victimario, olvidando los
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convergencias y divergencias del fenómeno, y limitándose a una visión reducida o a una
victimización exclusiva.
En este sentido, debemos tener en cuenta que la perspectiva de género no es
suficiente para comprender las múltiples y distintas desigualdades a las que las mujeres
se ven sometidas. Así, tener en cuenta sólo una dimensión, un eje único de desigualdad,
implica dejar de lado otras dimensiones identitarias y estructurales tales como la edad,
la raza, la orientación sexual, la discapacidad, etnia, etc., que pueden modificar la
manera en que se vive un mismo fenómeno social (Hancock, 2007). Por tanto, se hace
necesario incluir en el análisis de la violencia, las identidades y estructuras sociales
como conjunto, que bien contemplan el género, así como las distintas condiciones en las
que se sitúan unas u otras mujeres y los efectos que tienen todas estas en el ejercicio de
sus derechos, acceso y agencia. De esta manera, la teoría de la interseccionalidad servirá
como marco analítico para comprender la violencia de pareja en las mujeres mayores,
considerando entonces las localizaciones sociales por edad y género.
El fundamento teórico de la interseccionalidad nace con el estudio de la
producción y reproducción de desigualdades, poder y opresión (Shields, 2008). Así,
encontramos que el concepto de interseccionalidad surge en Estados Unidos hacia los
años ochenta, momento en que las feministas afroamericanas criticaban que la situación
de las mujeres negras estaba mediada por la interacción de una dimensión racial y de
género que causaban una segregación distinta y mayor, en comparación de sólo la
condición de ser mujer, e incluso que ser hombre negro (Crenshaw,1991). De este
modo, Crenshaw (1991) argumenta que la existencia de más de una identidad
subordinada crea vulnerabilidades distintivas que desapoderan, segregan y que estos
efectos no pueden analizarse desde un único eje de subordinación.
De este modo, la interseccionalidad refleja de manera más próxima y concreta la
realidad, de manera que hace evidente que no existe ninguna única dimensión o
categoría social que describa en su totalidad la manera en que las personas interactúan
con otros y con su medio (Shields, 2008). Así, dentro de lo que postula la
interseccionalidad para comprender la violencia, es que esta varía y se presenta en
distintos niveles dependiendo de la intersección de los ejes de desigualdad en los que se
sitúan las mujeres. En el mismo sentido, las políticas y programas para mitigar la
violencia tendrían un impacto diferencial dependiendo de las características
intercategoriales e intragrupales (Guzmán y Jiménez, 2015).
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Revisión Bibliográfica
Violencia de Pareja
Para dilucidar la magnitud de dicho fenómeno, resulta fundamental entender la
violencia de pareja, como una división de la violencia intrafamiliar y de la categoría de
violencia, que corresponde a una serie de conductas que afectan las relaciones sociales,
genera afectaciones a la salud de las víctimas, interfiere en el bienestar, e incluso en la
economía de un país (Barón, 2010). A pesar de que la violencia de pareja ha sido
definida de diversas maneras, algunos autores la definen como cualquier acto que dentro
de una relación íntima causa daño físico, sexual o psicológico, así como también se
incluye la agresión física, conductas de control, coerción sexual, abuso psicológico y
control económico (Goicolea, Hurtig, San Sebastian, Vives-Cases, & Marchal, 2015;
Medrano, Miranda y Figueras, 2017; Organización Panamericana de la Salud [OPS],
2003). De igual manera, según Hurtado y Fríes (2010) citando a las Naciones Unidas
(1996) , la violencia de pareja, la violencia doméstica, la violencia de género, son todas
utilizadas como herramientas de poder y subordinación, que oprimen a las mujeres,
sosteniendo los estereotipos de género dominantes y controlándolas incluso en el hogar,
que ha sido el único lugar donde tradicionalmente se han visto posicionadas (Naciones
Unidas, 1996).
Para este estudio, se hará uso del concepto de violencia de pareja como un
conjunto de acciones abusivas que se encuentren entre el rango de maltrato físico,
psicológico , sexual , y económico ejercido por un miembro de la pareja con la finalidad
de ganar poder, autoridad y control sobre su compañero (Walker, 1999). En primer
lugar, como maltrato físico puede entenderse cualquier acto intencional que altere la
integridad física de otra persona, y pueda generar traumatismos, heridas y secuelas
fisiológicas que comprometen la funcionalidad, bienestar, salud y vida del individuo
(Fernández, et al., 2003; Molina y Moreno, 2015). En segundo lugar, la violencia
psicológica abarca todo tipo de conductas y actitudes verbales y no verbales que tiene
como finalidad degradar, amenazar, intimidad, criticar, menospreciar, controlar,
manipular las decisiones, creencias, acciones de una persona (Álvarez & Hartog, 2005;
Congreso de la República, 2008; Ferrer, 2010; Molina y Moreno, 2015). Así mismo,
dentro de esta categoría se incluyen todo tipo de actos que aíslen y segreguen a una
persona de su entorno social y familiar, de sus actividades, de manera que se perjudique
la autonomía, el desarrollo y el bienestar psíquico (Molina y Moreno, 2015). En tercer
lugar, la violencia sexual se entiende como cualquier acto sexual no consentido, que se
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dé a partir del uso de fuerza, coacción, intimidación, en estado de inconsciencia, o
indefensión (Álvarez & Hartog, 2005; Molina y Moreno, 2015). Por último, se entiende
como violencia económica a toda conducta que tenga como finalidad restringir,
manipular y controlar el acceso y libertad de la pareja a manejar y hacer uso de los
recursos económicos, así como cualquier tipo de explotación económica (Rey-Anacona,
2015).
Es importante aclarar que la violencia de pareja no sólo se limita a victimización
de las mujeres, sino que también se presenta en los hombres. En este sentido, la ENDS
(2015) señala que la violencia psicológica ejercida contra los hombres es mayor
respecto a los casos de estas violencias reportadas contra mujeres (MSPS, 2016). Sin
embargo, como se ha mencionado previamente, la violencia física, económica y sexual
que experimentan las mujeres es más prevalente, y por tanto representa además de un
problema de salud pública, un problema social, que configura grandes brechas de
inequidad de género (Hurtado y Fries, 2010). Este problema, se suma entonces al
conjunto de condiciones que configuran el perfil de vulnerabilidad, que hacen que un
grupo o unas personas más susceptibles de padecer condiciones poco favorables para su
vida y desarrollo.
En cuanto a las causas de esta violencia existen diversas explicaciones
dependiendo de la teoría y modelo en el que se enmarque el análisis. Sin embargo,
logran posicionarse explicaciones como la predominancia de la ideología familística,
que plantea que existe un conjunto de arquetipos, figuras y funciones sociales que atan a
la mujer a un rol de cónyuge, madre, cuidadora, reducen la posibilidad de modificar los
roles y realizar transformaciones sociales (Hurtado y Fries, 2010). Esta ideología,
naturaliza todas aquellas posturas conservadoras que pueden llegar a ubicar a la mujer
en una posición de subordinación, y ataca todas aquellas acciones y conductas que
modifiquen estos preceptos, de manera que puede darse lugar a actos de odio y
violencia basados en género (Naciones Unidas, 1999 en Hurtado y Fries, 2010). Este
tipo de explicaciones de corte más social y cultural, se contraponen a cualquier idea
biologicista, que naturalice la violencia a partir de las diferencias sexuales, situando las
causas de la violencia, dentro del marco de una interacción interpersonal.
En este sentido, como se ha desarrollado a lo largo de este apartado, la violencia
de pareja ha sido abordada a través de un marco de la violencia perpetrada por los
hombres contra las mujeres. Lo anterior, se justifica a partir de la prevalencia de
violencia perpetrada por los hombres y la gravedad de las consecuencias de la violencia
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en las mujeres dentro de las relaciones íntimas, que constituían una amenaza para la
salud pública en países como Estados Unidos (Extent,2000). Por lo general, cuando se
da este tipo de violencia perpetrada por los hombres hacia sus parejas íntimas es muy
probable que dentro de los orígenes de esta violencia se sitúen la asimetría de las
relaciones generada a partir de las desigualdades de género (Santana, Raj, Decker, La
Marche y Silverman, 2006). Bajo la premisa anterior, es posible entender que, en la
mayoría de los casos de VP, existen ciertos roles sociales y creencias asociadas al
género que pueden poner en una situación de dominación y privilegio a un miembro de
la pareja (hombres) y en vulnerabilidad y victimización a otro (mujer) que a lo largo del
tiempo se le ha asociado una condición de sumisión y subordinación (Reed, 2008).
Por ejemplo, un estudio de Santana, Raj, Decker, La Marche y Silverman,
(2006) demostraba que a medida que los roles de género y las ideologías masculinas
eran más tradicionales estaban vinculados con una probabilidad más alta de perpetrar
violencia contra sus parejas, y tener relaciones sexuales sin protección. De igual modo,
Levinson (1989) en un estudio etnográfico adelantado en 90 sociedades, encontró
algunos factores sociales y culturales que diferencian las sociedades donde se normaliza
el maltrato físico a la mujer, y aquellas donde este fenómeno es acotado (Krug,
Dahlberg, Mercy, y Zwi, 2003). En primer lugar, los resultados del estudio indicaron
que la violencia física hacia la mujer se presentaba con mayor frecuencia en las
situaciones en donde los hombres tenían el poder sobre la toma de decisiones y la
economía en el hogar; donde las mujeres tenían acceso reducido o nulo al divorcio; y en
aquellos escenarios en donde la violencia se constituye en el medio fundamental para
dar solución a los conflictos (Krug, Dahlberg, Mercy, y Zwi, 2003). En segundo lugar,
otro factor predictivo del maltrato físico hacia la esposa fue la ausencia de grupos de
trabajo formados exclusivamente por mujeres, de manera que Levinson propondría que
la existencia de grupos de trabajo femeninos brindaría una red de apoyo social e
independencia económica, lo que cumpliría el rol de factor protector ante el maltrato
masculino (Levinson ,1989).
Adultez Mayor
Ser adulto mayor hace referencia en Colombia a toda persona mayor de 60 años que se
encuentra sujeta a derechos, deberes, garantías, participación social, política, y que,
debido la trayectoria e historia del país, se encuentra bajo protección y políticas que
priorizan sus derechos (Ley 1276 de 2009). Para llegar a esta definición, en un primer
plano se debe abordar el envejecimiento como un proceso heterogéneo, dinámico,
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compuesto por transformaciones en todas las esferas que atraviesan los seres humanos a
lo largo de la vida y que culmina con la muerte (Tamer, 2008). En segundo plano, se
debe entender la vejez como un constructo biológico y cronológico a la vez que un
constructo social (Lozano, 2011; Parales y Ruiz, 2002). Con relación a la primera
concepción, se encuentra una edad establecida a partir de la cual se delimitan una serie
de cambios a nivel fisiológicos, cognitivos y comportamentales que pueden llegar a
tener lugar en esta etapa de la vida. Por otro lado, la vejez entendida como constructo
social, destaca el hecho de que todas las personas pueden experimentar este proceso de
manera particular, dependiendo tanto de su contexto, condiciones estructurales,
habilidades y estrategias individuales, historia de vida, etc.
Durante las últimas décadas, en América Latina ha habido un crecimiento
exponencial de la población adulta mayor, en comparación a países industrializados
(MSPS, 2016; Pinillos y Prieto, 2012). Según informes del DANE (2005) para el último
censo realizado en el país, el 6.3% de la población tenía entre 65 años y más. Cifras
recientes han indicado que el total de la población se aproxima al 10.8 % y se proyecta
para el año 2050 un aumento del 23% (DANE, 2005; El Tiempo, 2015). Cabe destacar,
que la población de adultos mayores como cohabitantes del territorio colombiano,
también deben enfrentarse a los problemas de seguridad, desempleo, conflicto, pobreza,
desigualdades sociales y económicas, acotada cobertura en servicios de salud y
cumplimiento de los derechos humanos fundamentales (Botero y Pico, 2007). Sin
embargo, cabe destacar que la calidad de vida en esta población puede verse afectada
con mayor severidad debido a la múltiple interacción de condiciones tales como: la
dependencia y disfuncionalidad física; la enfermedad; el aislamiento e inactividad
laboral; la dependencia económica; la segregación social; el abandono; la exclusión
social, entre otros (Botero y Pico, 2007; López, Banegas, Pérez, Cabrera y Rodríguez,
2005). Según una investigación realizada por "Misión Colombia envejece", las personas
mayores se encuentran entre las más pobres de Colombia, y el 32% de la población para
el año 2025 llegará a esta edad con alguna complicación de salud (por ejemplo, una
enfermedad crónica) lo que llevará a un aumento del 47% en el gasto de salud pública
(El Tiempo, 2015). De igual manera, muchas de las condiciones mencionadas
anteriormente ubican a los adultos mayores en una posición de vulnerabilidad ante la
posibilidad de sufrir graves repercusiones que pueden poner en riesgo su calidad de vida
y su integridad.
14
Género y Vejez
Aun cuando este grupo poblacional se encuentra en una condición de desigualdad,
también se presentan inequidades entre las personas mayores. Así, por ejemplo, en
América Latina, aun cuando las mujeres son quienes viven más años, son quienes están
en situaciones de mayor vulnerabilidad debido a la precariedad en la calidad de vida y la
escasez de recursos (Sánchez, 2011). Según Salgado, González, Jáuregui y Bonilla
(2005), en México las mujeres mayores son más vulnerables dado que tienen un nivel
educativo más bajo, tienen una acotada participación en la esfera laboral, son
dependientes económicamente, son viudas y el estado no les presta la protección social
respectiva. Por lo general, las mujeres también se exponen a patologías relacionadas con
su rol de cuidado y reproducción de la familia tales como la artritis, osteoporosis,
diabetes, hipertensión, cáncer (OMS, 2009, Sánchez, 2011; Vlassoff, 2007). Sin
embargo, en estos mismos roles tradicionales existen condiciones que pone a las
mujeres en ventaja frente a los hombres como en el caso de que estas cuentan con redes
de apoyo más sólida, y tienen una mayor familiaridad con su cuerpo debido al cuidado y
atención prestada en la salud reproductiva (Sánchez, 2011).
Por otro lado, los hombres en el contexto latinoamericano son quienes en la
vejez presentan mayor vinculación con el mercado laboral, tienen protección social, y
llegan al disfrute de sus beneficios pensionales (SABE, 2015; Salgado, 2007). En este
orden de ideas, los hombres llegan a tener más recursos económicos, sin embargo, en
otros aspectos como tener una red social y familiar amplia no tienen gran
representación. Así mismo, la salud de los hombres también puede verse disminuida
debido al agotamiento derivado del rol de proveedor principal y a las conductas de
riesgo asociadas a la masculinidad tales como: el consumo de tabaco, alcohol, violencia,
malos hábitos de cuidado autocuidado (Salgado y Wong, 2007; Keijzer, 2001). En este
mismo sentido, Ramos (2005) propone que existe una significación del cuerpo
masculino como un instrumento de producción, en el que cualquier actividad de cuidado
y recreación es mal vista debido a que se asocia culturalmente a prácticas femeninas.
Así como ocurren cambios fisiológicos en la adultez mayor, a nivel laboral y
doméstico se presentan cambios que difuminan las relaciones de género. De este modo,
los roles de género son más flexibles en la vejez, y por ejemplo los hombres pueden
llegar a ser más expresivos respecto al afecto y el cariño, y las mujeres más
independientes y autónomas en la toma de decisiones (Freixas en Sánchez, 2011).
Wilson (1996) en un estudio adelantado en Londres con mujeres y hombres mayores de
15
75 años, encontró respecto a las tareas domésticas que las funciones asociadas al género
eran flexibles, sin embargo, en las relaciones de pareja se mantenía la inequidad. De
igual manera, los resultados indican que las mujeres dejan de casarse después de quedar
viudas para evitar asumir nuevamente tareas asociadas al rol femenino dentro de una
relación conyugal, de manera que ser viudas implica ser libre de las tareas del trabajo
doméstico.
Violencia en la Vejez
El maltrato dirigido hacia las personas mayores es uno de los temas de violencia
familiar menos investigado y con menos recursos destinados para el diseño e
implementación de políticas de prevención e intervención (Tabueña en Celdrán, 2013).
Sin embargo, en países como Colombia en los últimos años se han venido desarrollando
estudios como la SABE (2015) e investigaciones epidemiológicas que miden la
prevalencia de la violencia infligida hacia las personas en la etapa de la vejez. De igual
manera, se han llevado a cabo estudios (limitados) que abren la puerta y el panorama
tanto académico como gubernamental para tomar medidas y acciones encaminadas a la
reducción de este fenómeno.
Así, una investigación reciente llevada a cabo en Antioquia, que estudiaba los
factores asociados al maltrato del adulto mayor, encontró que el 1.7 % de la muestra
había experimentado agresión física, 0.4% agresión sexual,1.3% abuso económico y 2.5
% descuido (Cano, Garzón, Segura y Cardona, 2015). La muestra estaba conformada
por 4.215 personas residentes del departamento de Antioquia mayores de 60 años que
fueron seleccionadas a partir de muestreo probabilístico y polietápico. A estas personas
se les aplicó un instrumento que evalúa la funcionalidad cognitiva, la percepción de
maltrato, depresión, ansiedad, apoyo social, escala de recursos sociales, etc.
De igual manera, en otra investigación adelantada en Manizales (Colombia) y en
Natal (Brasil) que estudiaba la prevalencia de violencia doméstica en hombres y
mujeres mayores, encontró que el 25.7 % de mujeres en Natal y el 19.4 % de Manizales
había reportado estar sufriendo violencia psicológica (VP) por parte de sus parejas
mientras que en los hombres equivalía al 10.7 (Manizales), 10.8 (Brasil) (Guedes,
Curcio, Llano, Zunzunegui, y Guerra ,2015). En este sentido, encontraron diferencias
significativas más altas en mujeres para la VP actual perpetrada por la pareja (Natal),
como también en la violencia física y psicológica perpetrada por la pareja alguna vez en
la vida (Ambas ciudades), positividad del HITS para alguna vez en la vida por la pareja
(Ambas ciudades). Los datos de esta investigación se obtuvieron de una muestra
16
aleatorizada de 802 mujeres y hombres del Estudio IMIAS (International Mobility in
Aging Study) (65–74 años) realizado en estas dos ciudades. En resumen, en los dos
artículos mencionados previamente, la violencia actual o en algún momento de la vida
es más frecuente en las mujeres mayores, y por tanto estos resultados, y los de futuros
estudios deben ser utilizados en la prevención e intervención de esta problemática.
Violencia de Pareja en la Vejez
Para Colombia la información referente a la violencia de pareja en la adultez mayor es
información en su mayoría netamente descriptiva sobre los casos que llegan a ser
denunciados e ingresan a la base de datos de medicina legal (INMLCF,2016). Encuestas
demográficas y de salud realizadas en el territorio nacional no contemplan indagaciones
sobre violencia de pareja en personas mayores a 59 años lo que genera un
desconocimiento de la problemática y una brecha de investigación (ENDS, 2015). Por el
contrario, en países europeos se ha venido desarrollado investigaciones que corroboran
la existencia de la violencia de pareja en la tercera edad y a las mujeres como
principales víctimas. Lo anterior, es el caso de la IPVoW (Intimate Partner Violence
against Older Women), una investigación financiada por la comisión europea que
buscaba analizar y comprender este fenómeno a través de la caracterización de estudios
de casos de las víctimas, de los servicios y equipos asistenciales y de la información
estadística recolectada (Nägele, Görgen y Tóth, 2010). Proyectos como estos cuestionan
la idea de que la violencia contra los mayores y específicamente contra las mujeres se
da estrictamente en las relaciones de cuidado debido a estrés y sobrecarga del cuidador
(Scott, McKie, Morton, Seddon & Wasoff, 2004).
De igual manera, tradicionalmente la violencia de pareja en adultos mayores
tiende a ser abordada como una violencia intrafamiliar o violencia doméstica en donde
no se tiene en cuenta diferencias entre los miembros de la pareja, y por ejemplo el hecho
de que las mujeres sean las principales víctimas de agresiones ( Hightower, 2002; Scott,
McKie, Morton, Seddon & Wasoff, 2004).Sin embargo, un estudio realizado en Escocia
aborda explícitamente el problema de las mujeres mayores víctimas de violencia íntima
de pareja (Intimate Partner violence) (Scott, et al., 2004). Las fuentes de información de
este estudio incluían información de bases de datos; una revisión de literatura del Reino
Unido, Norteamérica, Australia, Finlandia y Suecia; entrevistas con víctimas y
trabajadores e informantes claves; entrevistas telefónicas. Los resultados del estudio
indican que tanto la literatura como la práctica abordan a las personas mayores desde un
modelo de corte médico que los categoriza en una condición de vulnerabilidad, donde se
17
asume una dependencia y se cataloga la violencia de pareja en adultos mayores como
maltrato a persona mayor, respaldando de antemano la perspectiva del viejo como
asexuado (Hightower, 2002).
Por otro lado, Celdrán (2013) tras realizar una revisión de literatura encuentra
que la prevalencia en la violencia de pareja en mujeres mayores cambia a partir de la
investigación, la metodología y el tipo de maltrato analizado. De esta manera,
Cook,Dinnen y O´Donnel (2011) citados en Celdrán (2013) señalan que la prevalencia
del maltrato de pareja a partir de los 50 años estaría alrededor del 6 al 18%, mientras
Luoma et al (2011) reportaron un porcentaje del 25%. Un ejemplo de estas variaciones
es que algunas investigaciones preguntan sobre la prevalencia de violencia en periodos
o lapsos de tiempo distintos de manera que por ejemplo pueden preguntar por
experiencias dentro del último año (O’Keeffe et al., 2007) o por las experiencias
victimizantes atravesadas desde el inicio de la etapa de la adultez mayor (Fisher y
Regan, 2006) .Aun cuando pueden darse diferencias en la metodología y diseño , en lo
que concuerdan los estudios es que la violencia de pareja es un fenómeno prevalente en
la adultez mayor y que afecta significativamente a las mujeres.
Con lo anterior, el maltrato reportado en la mujer mayor se destaca por tener una
larga duración, y porque se dan de manera simultánea dos o más tipos de esta violencia
(Bonomi et al., 2007; Fisher y Regan, 2006). Dentro de los tipos de violencia más
prevalente se encuentra la violencia psicológica y económica frente a la violencia física
y sexual (Bonomi, Anderson, Reid, Carrell, Fishman, Rivara y Thompson, 2007). De
igual manera, las mujeres mayores suelen sufrir la violencia de su pareja durante
periodos de tiempo más prolongado sin llegar pedir ayuda incluso cuando ya se ha
reportado la situación (Wilke y Vinton, 2005; Lundy y Grossman, 2009).
De acuerdo con los resultados de la mayoría de las investigaciones en la
problemática, las situaciones de violencia de pareja en adultos mayores se pueden dar a
partir de tres escenarios (Brandl y Raymond (1998) en Celdrán,2013). Primero, la
opción más estudiada está dada por las relaciones entre parejas caracterizadas por largos
años de violencia en los que las mujeres debido entre otras cosas a su nivel de
estabilidad, contexto sociocultural (pobre introspección frente al maltrato), o el nivel de
dependencia financiera y emocional, no pueden poner fin a la situación de violencia
(Desmarais y Reeves, 2007; Nägele,Görgen y Tóth, 2010). Segundo, se contempla un
escenario donde la violencia de pareja emerge durante este periodo del ciclo de vida y
se relaciona con las características y cambios experimentados en esta etapa de
18
desarrollo. Por ejemplo, -el aumento de dependencia y necesidad de cuidado de uno de
los miembros de la pareja; la aparición de trastornos psiquiátricos; la jubilación laboral
masculina (mayor tiempo en el hogar)- son todos factores que parecen conducir al inicio
tardío de la violencia o la alteración de las relaciones existentes (Nägele,Görgen y Tóth,
2010; Winterstein y Eisikovits, 2009). Tercero, Celdrán (2013) plantea un escenario en
donde las mujeres mayores se inscriben en relación violentas después de entrar a esta
etapa vital, sin embargo, debido al acotado tamaño de esta muestra las investigaciones
son limitadas y poco representativas.
Finalmente, con relación a los efectos de la violencia de pareja en la salud,
Fisher y Regan (2006) señalan que las mujeres mayores víctimas de violencia doméstica
reportaban significativamente más problemas de salud que aquellas mujeres que no
habían sido víctimas. De esta manera, las investigaciones en violencia de pareja
concuerdan con que este tipo de violencia acarrea consecuencias físicas y psicológicas
que deterioran la calidad de vida, la integridad y la salud de las mujeres (World Health
Organization,2011). Sin embargo, si se analizan los efectos que tiene la violencia en las
mujeres mayores en comparación con mujeres en otras etapas del ciclo vital, se
encuentra que las mujeres mayores presentan con mayor prevalencia patologías físicas
como dolor crónico, enfermedad coronaria, problemas óseos, digestivos, presión alta y
psicológicas como depresión y ansiedad (Fisher y Regan, 2006; Stein y Barrett, 2000;
Wilke y Vinton, 2005; Zink, Jacobson, Regan, Fisher y Pabst, 2006). Finalmente, se ha
encontrado también que el maltrato físico y verbal estaría relacionado positivamente
con la mortalidad de las mujeres mayores, y que la causa de estas muertes estarían
relacionada con el estrés y su afectación al sistema inmunológico (Baker, 2007).
Diseño de Investigación
A partir del trabajo desarrollado a lo largo de este documento, se hace evidente la
importancia de estudiar el fenómeno de violencia de pareja en la mujer mayor en la
sociedad colombiana. La poca información que se rescata de la literatura hace difícil
entender este problema con detalle, por lo tanto, es necesario proponer un estudio que
complemente los conocimientos actuales sobre la población mayor específicamente en
Colombia, con el propósito de entender en mayor medida la naturaleza de la violencia
de pareja a través de distintos ejes sociales.
De esta manera, este estudio plantea como cuestionamiento principal el siguiente: ¿Qué
características tiene la violencia de pareja perpetrada bajo las condiciones de ser mujer y
tener más de 60 años? Como indagaciones secundarias se plantean las siguientes:
19
¿Cómo se dan las dinámicas de violencia en una relación de pareja después de los 60
años? ¿Cómo las mujeres mayores de 60 años experimentan la violencia perpetrada por
sus parejas? ¿Es la violencia de pareja un fenómeno que se perpetúa a lo largo del ciclo
vital? ¿La naturaleza de la violencia varía en función del género o la etapa del ciclo
vital?
A partir de lo anterior, esta investigación tiene por objetivo principal identificar los
factores que constituyen el fenómeno de violencia de pareja en mujeres adultas mayores
de 60 años. Como objetivos secundarios, se plantea entender la naturaleza de la
violencia de pareja a través de distintos ejes sociales que pueden llegar modificarla y
complementar la investigación en el estudio de la población de adulto mayor en
Colombia.
Metodología
La presente investigación se realizó bajo un enfoque cualitativo que permite profundizar
la comprensión de la violencia de pareja en mujeres mayores de 60 años. Rodríguez
(2011) establece que un abordaje cualitativo permite comprender la realidad a partir de
perspectivas que se dan bajo un marco contextual específico a nivel social e histórico.
De este modo, al tener este enfoque metodológico es posible observar la violencia de
pareja a la luz de un proceso, de un continuo en el que se presentan acciones, agentes,
permite ver el proceso, la continuidad, ver como un fenómeno se conforma dentro de un
ámbito social e interpersonal. Igualmente, la investigación optará por un diseño
transversal debido a que es de interés conocer en detalle la violencia comprendida
durante el periodo de tiempo entendido como vejez (de 60 años en adelante).
Participantes
Para tener acceso a la población se contactó a la Secretaría Distrital de Integración
Social, una entidad gubernamental que se encarga de la operación y manejo de centros
de protección y restablecimiento de derechos de población en situaciones de
vulnerabilidad y pobreza. Dentro de las modalidades y servicios de la entidad se
encuentran los centros día, en donde se ofrecen servicios de atención integral a personas
mayores. Allí, con autorización y gestión de la entidad, se realizó el reclutamiento de las
participantes del estudio. El proceso para poder reclutar a los participantes consistió en
una primera etapa en la socialización de la investigación y en una segunda etapa en el
contacto individual de las personas que manifestaron su interés por participar y cumplir
los criterios de inclusión descritos más adelante.
20
La muestra de esta investigación estuvo conformada por 14 mujeres adultas
mayores que habían sido víctimas de violencia de pareja durante la adultez mayor
(periodo comprendido desde los 60 años). Como criterios de inclusión se estableció que
las mujeres debían tener 60 años o más, incluyendo tanto mujeres que viven con parejas
como mujeres mayores viudas. De igual modo, otro criterio que se tuvo en cuenta fue el
hecho de que las participantes de este estudio no podían padecer ninguna patología tal
como demencia senil, o algún tipo de enfermedad mental que comprometiera de manera
significativa el funcionamiento cognitivo. Para corroborar este criterio, se indagó sobre
la condición de salud con el participante, y se corroboró con el equipo de profesionales
del centro día.
Zink, et al. (2006), en su investigación sobre violencia de pareja en vejez una
vez realizaban las entrevistas y se transcribían, debían revisar que no existiera
saturación de la información. Lo anterior, implicaba que el punto de corte o saturación
se daba cuando la información obtenida no respondía de manera novedosa a las
preguntas de investigación y no aportaban información complementaria para la
comprensión del fenómeno. Para este estudio se tomó este mismo punto de saturación,
sin embargo, por cuestiones de viabilidad y tiempo, se limitó la muestra a un máximo de
14 mujeres mayores.
Las participantes del estudio pertenecen a dos centros día diferentes, ubicados en
las localidades de Santafé y San Cristóbal Sur. Es importante destacar que todas las
participantes que participaron en esta investigación tenían como característica común
que eran beneficiarias del proyecto envejecimiento digno, activo y feliz. Bajo esta
condición las beneficiarias cumplían los siguientes criterios: eran mayores de 60 años,
no tenían pensión y estaban afiliadas al sistema de salud y seguridad social por régimen
subsidiado o por cualquier forma de afiliación. De igual modo, es importante destacar
que todas las participantes pertenecen a estratos 1 y 2 correspondientes a un contexto
económico vulnerable que las hace candidatas para participar en el proyecto de la
política pública.
La información demográfica de las participantes se encuentra en la tabla 1. Todos los
nombres de las participantes han sido modificados por pseudónimos que protegen la
identidad de las mujeres y garantizan la confidencialidad de la información recolectada.
1
Tabla 1 .Información Demográfica de la Muestra
# Participante Edad Estado civil
Tiempo
última
relación Ocupación
Estrato
socioeconómico Solvento Económico
Compañía y
residencia
Diferencias de
edad en
pareja Problemas de Salud
1 Laura 65 Unión Libre 21 años Ama de Casa ₃ 1
Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Hombre
menor Artrosis / Psiquiátrica/ gastritis
2 Leonor 71 Casada 52 años Ama de Casa 2 Hijos/No ingresos
Pareja + hijo(s) +
nietos
Hombre
mayor Hipertensión
3 Mónica 81 Viuda 60 años Desempleada₄ 2 Subsidio económico ₅ Hijo(s)
Hombre
mayor Artrosis Aguda/ Hipertensión
4 Manuela 72 Casada 53 años Ama de Casa 2
Subsidio económico +
hijos Pareja
Hombre
mayor No
5 Lina 63 Separada ₁ 20 años Desempleada 2 Subsidio económico Con la mamá
Hombre
mayor
Displasia de cadera / disminución
movilidad articular
6 Amanda 68 Viuda 50 años Ama de Casa 2
subsidio económico +
negocio en casa + hijos Hijo(s)
Hombre
mayor Hipertensión, diabetes
7 Marcela 61 Casada ₂ 40 años Ama de Casa 2 Hijos/No ingresos Hijo(s)
Hombre
menor Psiquiátrico
8 Silvana 70 Casada 37 años
Cuidadora de
Familiar 1
Esposo pensión/ No
ingreso
Pareja * Nunca
tuvo hijos
Hombre
mayor Hipertensión, Cataratas, Audición
9 Daniela 65 Casada 43 años Ama de Casa 2
Esposo pensión/ No
ingreso
Pareja + hijo(s) +
nietos
Hombre
mayor Cáncer
10 Milena 63 Casada 37 años Ama de Casa 2
Esposo pensión/
Subsidio económico Pareja
Hombre
mayor Colesterol alto
11 Lola 67 Casada 47 años Ama de Casa 2
Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Hombre
mayor Hipertensión, Osteoporosis
12 Esperanza 63 Unión Libre 43 años Desempleada 1
Esposo activo/ No
ingreso Pareja
Misma edad Colesterol, úlcera
13 Beatriz 67 Casada 45 años Ama de Casa 2
Subsidio económico
ambos / Esposo trabajo
informal
Pareja
Misma edad
Dolores articulares,
plaquetopenia
14 Andrea 67 Casada 60 años Ama de Casa 2
Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Hombre
mayor Gastritis, Ansiedad, Depresión
₁ Se separó a los 60 por violencia ₂ En Proceso de divorcio por violencia ₃ Ama de casa: No ha trabajado nunca o al menos hace 10 años se ha dedicado al hogar ₄ Desempleada: trabajaron hasta hace uno o dos años, y continúan buscando trabajo con resultados poco alentadores. ₅ Subsidio económico: corresponde a un beneficio para adultos mayores en condiciones de vulnerabilidad económica.
1
Instrumento
En aras de realizar una investigación que salvaguardara la confidencialidad y la
seguridad de los participantes, se realizaron entrevistas semiestructuradas individuales.
En particular se indago información sociodemográfica sobre la condición económica, el
nivel de escolaridad, el estado civil, la condición de salud, la protección social, así como
información puntual frente a las experiencias de violencia de pareja vividas en el
periodo especificado previamente. Las indagaciones se dieron en función de analizar de
manera retrospectiva las situaciones y experiencias de violencia en el marco de la
relación de pareja. Así mismo, se realizaron preguntas referentes a la relación de pareja
y los roles de género, y preguntas relacionadas con las condiciones asociadas a la etapa
del ciclo vital (Ver anexo 2) . Con relación a los roles de género, se indagó a las
participantes sobre el trabajo, labores domésticas, crianza, toma de decisiones en la
relación de pareja y provisión económica en el hogar. Por otro lado, con relación a las
condiciones asociadas a la vejez, se indago sobre los cambios experimentados en
términos de actividad y ocupación actual, afectaciones a la salud, cambios y necesidades
percibidos en esta etapa vital. Las entrevistas se realizaron en un lugar privado dentro de
las instalaciones del centro día de adultos mayores. La duración de las entrevistas fue de
aproximadamente 40 - 90 minutos, y se grabaron en dispositivos electrónicos para su
manejo posterior (transcripción y codificación).
Análisis
Se realizó un análisis temático inductivo para poder examinar la información
recolectada debido a que la presente investigación tenía como objetivo caracterizar la
violencia de pareja en la población de adulto mayor. Este método de análisis permite en
la investigación cualitativa cumplir con las tareas de identificar, categorizar, ordenar
temas y patrones a partir de los datos con la finalidad de complementar y dar sentido al
fenómeno de investigación (Braun y Clarke, 2006). Este proceso cumple con 5 fases
claras que garantizan la calidad y rigurosidad científica. En primer lugar, se da una fase
de aproximación a la información recolectada, posteriormente se da una fase de
codificación primaria, luego una fase de búsqueda y revisión de temáticas, seguido por
una fase de definición y delimitación de los temas y finalmente una fase final de
construcción de los resultados (Braun y Clarke, 2006). Para desarrollar la codificación
descrita previamente se utilizó el software Nvivo 12.
De este modo, una vez se inició el proceso de codificación en el software, en una
primera fase se tomaron como categorías generales las temáticas en las que se
2
clasificaron las preguntas del instrumento de recolección de información:
Características sociodemográficas, Manifestaciones de la violencia, Relaciones de
género, y Vejez. Posteriormente, a partir de la información más saliente y relevante de
cada categoría central, se desarrollaron y emergieron nuevas subcategorías que
describían las particularidades de las experiencias de las participantes. De aquí, se
construyó una matriz en la que se agrupaba la información más particular reportada por
las participantes relacionadas con cada categoría central. De igual manera, se construyó
un cuadro para realizar un análisis de las relaciones entre las variables de estudio junto a
las subcategorías más representativas que habían sido comunes y claves en todas las
entrevistas. La versión resumida de la tabla de las variables centrales se presenta a
continuación:
Tabla 2. Versión corta de la tabla “Análisis interseccionalidad: género y vejez en
violencia de pareja”.
Véase anexo 1 para ver la información de las 14 participantes del estudio.
Criterios de calidad
Para garantizar la calidad en la investigación cualitativa se han establecido criterios y
requerimientos que permiten evaluar la rigurosidad del abordaje metodológico e
investigativo sobre un fenómeno dado (Korstjens y Moser, 2018). Para efectos de
evaluar la calidad de esta investigación se tuvieron en cuenta dos criterios de calidad.
En primer lugar, se encuentra la credibilidad que representa el grado de confianza que
puede tenerse a los resultados del estudio. Para cumplir este criterio se tomó como
estrategia la triangulación de investigadores que implica que dos o más investigadores
Género en relación de pareja Vejez en contexto social
# Participante
Manifestaciones
de violencia en
la vejez
Toma de
decisiones Ocupación
Solvento
Económico
Compañía
y
residencia
Problemas
de Salud
1 Laura Psicológica,
Física y Sexual
Mayoritariamente
hombre
Trabajo de
cuidado ₂
Esposo
pensión/
No ingreso
Pareja
Artrosis /
Psiquiátrica/
gastritis
2 Leonor Psicológica,
Económica Hijos y mujer
Trabajo de
cuidado
Hijos/No
ingresos
Pareja +
hijo(s) +
nietos
Hipertensión
3 Mónica
Psicológica,
Física,
Económica
Concertada Desempleada
Subsidio
económico
₁ Hijo(s)
Artrosis
Aguda/
Hipertensión
4 Manuela Psicológica,
Sexual Hijos y mujer
Trabajo de
cuidado
Subsidio
económico
+ hijos
Pareja No
5 Lina
Psicológica,
Física, Sexual,
Económica
Mayoritariamente
hombre Desempleada
Subsidio
económico
Con la
mamá
Displasia de
cadera /
disminución
movilidad
articular
Tabla con formato
3
realicen un análisis y codificación que posteriormente se debate con el grupo y se
configuran resultados conjuntos (Lincoln y Guba (1985) en Korstjens y Moser, 2018).
Este proceso fue evidente durante las primeras fases de codificación en donde en trabajo
conjunto a la asesora del estudio y dos colaboradoras, se configuró, piloteó y ajustó el
esquema de codificación primario y se dio dirección a las categorías emergentes
teniendo en cuenta el marco conceptual de la investigación.
En segundo lugar, la reflexividad como criterio hace referencia a un proceso de
autocrítica y reflexión sobre los procedimientos, el proceso, el rol del investigador
frente a sus participantes y los efectos de sus acciones en la investigación. Así, se
implementa la estrategia del diario de campo donde se consigna de manera explícita
toda la información relacionada con los valores, juicios, acciones que pueden interferir
en el trabajo y la objetividad del investigador. De esta manera, en conjunto a la
estrategia implementada, fue posible identificar que, dentro del proceso de análisis de
información, fue necesario identificar la carga emocional que podía suscitar los
testimonios de las participantes frente a la concepción y percepción de la violencia. Así
mismo, se hizo fundamental reflexionar sobre los juicios y valores que la investigadora
tenía sobre la violencia que en algunas circunstancias podían sesgar el análisis de los
resultados encontrados, y generar interpretaciones inconsistentes. Por ejemplo, dentro
del proceso de reflexión fue clave tener en cuenta la percepción que la investigadora
tenía sobre los roles de género, la formación feminista y la manera de percibir e
identificar la violencia.
Procedimiento
Para poder acceder a la población que participó en este estudio, fue necesario hacer una
solicitud en la Secretaría de Integración Social de Bogotá para autorizar la recolección
de información dentro de los centros de protección de esta entidad. Posterior a la
realización del proceso de legalización y trámite de la solicitud, se obtuvo autorización
por parte de la institución y la investigadora se acercó a los centros asignados para
realizar la presentación de la propuesta e iniciar el reclutamiento de los participantes. En
un trabajo conjunto con el equipo de profesionales de cada centro día, se logró hacer
una identificación inicial de condiciones y criterios de posibles participantes del estudio,
a las que posteriormente se les informó sobre la investigación y se les invitó a participar.
Una vez obtenido el consentimiento de las participantes, se procedió a realizar las
entrevistas individuales semiestructuradas. Acto seguido, la información recolectada fue
transcrita de manera que se garantizaban los criterios de confidencialidad (se asignaron
4
pseudónimos) y manejo responsable de la información. Finalmente, se realizaron los
análisis respectivos. Para la realización de este estudio, se contó con el aval del comité
de ética de la Facultad de psicología de la Universidad de los Andes, el cual lo
categorizó como un estudio de riesgo mínimo. Como principios éticos claves de esta
investigación se destacan: la beneficencia y no maleficencia, el principio de autonomía
y el de confidencialidad.
Resultados
Los resultados que se presentarán a continuación corresponden a una muestra
conformada por mujeres mayores víctimas de violencia de pareja en la vejez. Debido a
la sensibilidad y riesgo de la información proporcionada, esta se presentará con
pseudónimos que protegen la identidad de las participantes. En un primer apartado de la
sección de resultados, se abordará la información referente a las manifestaciones de la
violencia de pareja en la vejez, las consecuencias, respuestas y percepciones sobre esta
violencia. En un segundo apartado, se observará la manera en los ejes de poder de
género y la vejez influyen en la calidad de vida y condiciones de las participantes
entrevistadas, así como la interacción de estos ejes está presente en el fenómeno de
violencia de pareja experimentada por las participantes del estudio.
Manifestaciones de la violencia
Violencia física. En primer lugar, con relación a la violencia física, de un total
de 14 participantes, 14 de ellas manifestaron haber recibido maltrato físico por parte de
sus parejas en al menos una ocasión a lo largo de su trayectoria de vida. De esta última
cifra, 4 manifestaron que esta violencia se había presentado sólo 1 o 2 veces en la vida,
en la etapa de la juventud y en el periodo de crianza y establecimiento del núcleo
familiar. Así mismo, 3 mujeres manifestaron que habían sido maltratadas físicamente
hasta los 50 años en promedio, pero que desapareció una vez se defendieron y
enfrentaron incluso físicamente a su pareja. Por otro lado, 5 mujeres adultas mayores
reportaron haber sufrido al menos un episodio de maltrato físico después de tener 60
años. Sin embargo, cabe resaltar que dos de las cinco participantes manifestaron que
esta violencia se había dado en un único episodio en el periodo de la vejez, mientras las
otras tres participantes refirieron que estas situaciones de violencia se habían presentado
con una frecuencia mayor en esta misma etapa del ciclo vital.
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El caso de Lina, una mujer de 63 años corresponde a uno de los casos episódicos de
violencia física que dan lugar incluso a que este evento desencadenara la respuesta de la
víctima de abolir la relación:
Un día que tuve un problema duro con él, me cogió y me dio un puño delante de
mi hija y delante de mi yerno. Ese el problema más grande. Él llegó tomadito,
estaba mi hija y mi yerno ahí. Entonces yo le dije: ¡Jumm, ¡qué bonito jartando
este hijueputa!, le dije así, le dije: y no hay ni siquiera para una libra de arroz, no
da. Yo sí como una boba para darle de tragar a usted y sus hijos. Llegó y pum,
me pegó el puño y eso me reventó nariz, la boca; eso era así mi boca (ilustra que
su rostro estaba muy inflamado).
Por otro lado, el caso de Marcela, una mujer de 62 años corresponde a una víctima
sistemática de violencia física ejercida por su esposo. A lo largo de su vida en pareja,
Marcela manifestaba que este tipo de maltrato se daba con bastante frecuencia, y que
esto no excluía los últimos dos años en los que había recibido en varias ocasiones
golpes y afectaciones físicas por parte de su marido.
En el 2016, en noviembre, no me acuerdo bien pero más o menos. Entonces, me
pegó la primera vez, yo no fui, me pegó la segunda, yo tampoco fui. Yo dije, las
doctoras me van a regañar porque... o sea, uno siente miedo porque dice uno
porque uno es cómplice ya de eso. Y ya la tercera si dije ya no más. Y ahí
mismo fui y lo denuncié. Fue cuando ya empezó todo el papeleo.
La violencia experimentada por esta última participante se caracterizó por la severidad y
la intensidad de los episodios de violencia, en los que la intervención de otros miembros
se hizo necesario para interrumpir tales atropellos:
Y yo sola, y mi hijo empieza a llamarme, mamita por Dios, váyase, sálgase, que
mi papá la va a matar. Le dije: que me mate, acá me estoy. Él llegó y yo le abrí
la puerta, fue cuando me mando el casco por la cara. Entonces, mi hijo ya lo fue
a sostener, ¡ya padre! Y ahí fue para esto, entonces fue cuando mi hijo me dijo y
mis otros hijos dijeron, pero mami para qué lo recibía, mire ese sufrimiento, ya
de 3 años, ya había pasado. (Marcela)
En breve, se destaca el uso del cuerpo masculino como la principal herramienta
utilizada para herir y someter a las parejas, de manera que las cachetadas, las patadas,
los puños, los estrujones, las arrastradas eran acciones físicas que se ejercían sobre los
cuerpos de las mujeres y que traían consecuencias para el bienestar físico y la salud de
las mujeres mayores. También, el alcohol se convierte en un factor que caracteriza
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algunos de los eventos transgresores en los que posterior a la ingesta de licor, se
presentaron altercados en el hogar que daban paso a la agresión física.
Violencia psicológica. Situaciones de violencia psicológica fueron reportadas
por todas las participantes del estudio (14/14) tanto en otras etapas de la vida (juventud
y adultez) como en la vejez. Las manifestaciones de esta violencia en la muestra
entrevistada comprenden una heterogeneidad de acciones y actitudes tales como el uso
de palabras denigrantes como “perra, puta, nochera, hijueputa, coma mierda”; el uso de
amenazas y chantajes que buscaban controlar los actos de las mujeres; y el uso de un
tono de voz alto que en la mayoría de las circunstancias buscaba intimidar y ganar
control sobre las conductas de las esposas o compañeras. De igual modo, el silencio y
las miradas intimidantes no se quedaron por fuera de este listado, así como los reclamos
por celos o el control ejercido para que las mujeres dejaran de hacer cosas que los
hombres no querían. Lo anterior, puede ejemplificarse en el siguiente fragmento:
M: Por ejemplo, llegaba un señor a comprar algo y él se iba y se paraba ahí a
poner oído. Después si él oía alguna cosa que era agradable que esa persona me
dijera. “Ese es su mozo”.
D: ¡Ah! ¿La celaba?
M: Si, Sumercé.
D: y ¿usted qué le decía?
M: No, casi no me metía con él por la cosa de que era muy agresivo.
D: Por ejemplo: ¿qué pasaba si usted le decía algo? ¿Cómo le respondía?
M: ¡No! Eso me decía tantas vulgaridades que para qué.
D: ¿por ejemplo?
M: A usted no le importa, no sea metida, no sé qué. Usted es esto, usted es una
porquería, usted... Eso me trataba de nochera.
Con relación al control y la coerción, en las entrevistas realizadas fue posible evidenciar
en dos entrevistas que, las mujeres en la vejez continuaban sometidas a la voluntad de
sus esposos y dejaban de hacer cosas tales como salir, reunirse con sus amigas o visitar
a sus familiares. A continuación, se presenta la situación descrita por Lina:
una amiga, ya murió, yo vivía en la casa, antes de yo irme a vivir con él. Yo
vivía en la casa de ella, con ella yo salía a pasear, me invitaba; camine se toma
una cerveza. No era que me tomará un petaco o medio petaco, unas dos o tres
cervezas me las tomaba y estaba bien con ella y todo. Pero me fui a vivir con ese
señor, parecía una monja en la casa; del trabajo a la casa y de la casa al trabajo…
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“Usted es de aquí de la casa no de la calle”. “Usted no tiene por qué tener
amigas porque sus amigas se la llevan es a tomar y farrear y todo”.
Violencia sexual. En tercer lugar, con relación a eventos de violencia sexual en
la relación de pareja, cabe resaltar que, dentro de las 14 participantes de este estudio, 9
mencionaron haber experimentado esta violencia en alguna etapa de la vida. 6 de estas
mujeres experimentaron episodios de violencia sexual tanto en etapas previas por parte
de sus parejas, como en el periodo de la vejez. Dentro de las manifestaciones de esta
violencia se presenta con mayor prevalencia el abuso sexual, referido por 4 participantes
quienes manifestaban que sus parejas las forzaban a tener relaciones sexuales, en
algunos casos estando el perpetrador en estado de embriaguez. Otras manifestaciones
referidas eran el acoso verbal, e insinuaciones sexuales no deseadas. Así, Marcela narra
una de sus experiencias de violencia sexual vividas durante los últimos años con su
pareja: “A veces llegaba, y yo estaba dormida, y él me tocaba brusco, como a meterme
cosas, como a lastimarme, como a dañarme, por eso es que yo le cogí miedo, pero eso
fue ya a lo último”.
Dentro de las entrevistas realizadas, se destaca el caso de Milena, en el que menciona
que la violencia sexual emergió en la adultez mayor.
No hace mucho, eso hace como dos añitos. Ahí empezó alebrestado que
realmente, cuando uno no esté dispuesto a algo es a la fuerza. Entonces, le dije: no
señor, es que uno, uno da la iniciativa, si uno no educa al hombre, el hombre lo coge a
uno como si fuera un cerdo. ¿Sí o no?
La violencia sexual también disminuyó en la vejez en tres participantes debido a que en
primer lugar condiciones físicas del perpetrador tales como su fuerza o capacidad sexual
se vieron disminuidas, y también al hecho de que se dieron cambios en las dinámicas de
la pareja y de convivencia en las que, por ejemplo, la pareja ya no compartía la misma
cama o incluso la habitación. Tras preguntarle a una participante si había experimentado
nuevamente violencia sexual, esta respondió lo siguiente:” Pues sí, pero él ya no
funciona para eso, yo le digo; ¡ay ya deje de molestar que ya mejor dicho para que! Ya
confórmese”. De igual modo, es posible evidenciar otro escenario en donde otra mujer
manifiesta que la violencia sexual no se presenta hace dos años debido a que su pareja
había visto en medios de comunicación que estas acciones eran violentas y eran
punibles.
D: y ¿ahorita no se ha presentado eso?
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B: No, porque como ha visto por televisión y ya saben que no la pueden obligar a uno ni
nada. Entonces ya no.
D: ¿Hace cuánto usted más o menos ha visto que ha cambiado eso?
B: Ya hace como un año, como dos años.
D: ¿qué usted le atribuye que se dio cuenta?
B: Yo creo que fue él que se dio cuenta porque eso ha salido y que a la mujer no sé qué.
Entonces, yo creo a él le ha servido porque a veces no, que eso que a veces a uno no
quiere porque me duele mucho por acá, que no sé qué. ¡Ay flaquita! No, no, no, y no ya
me respeta. En una época si era bravo, se ponía bravo.
Violencia económica. Encontramos que 7 participantes entrevistadas
manifestaron sufrir este tipo de maltrato después de los 60 años. De las entrevistadas, 4
presentaban antecedentes de violencia económica en etapas vitales anteriores. Dentro de
las manifestaciones referidas por las participantes se encuentran: la venta, hurto y
destrucción de objetos materiales valiosos; la manipulación de fondos y cuentas
bancarias sin conocimiento de la víctima; y la paupérrima participación en el aporte a
gastos y necesidades básicas en el hogar. Dentro de los casos de violencia económica
que no presentan antecedentes, sino que se presentan de manera emergente en la vejez,
se destaca la experiencia de Leonor y Lina, quienes llevaban una relación conflictiva y
difícil con sus parejas debido a que estos no respondían económicamente por ninguna
obligación en el hogar. En el siguiente apartado, se muestra como Lina relataba que su
compañero tenía dinero para tomar, pero no para cumplir con sus obligaciones en el
hogar, y ella era quien compraba desde los objetos de aseo personal, hasta se hacía
cargo de los gastos del arriendo:
Lina
L: Esto ya es viejo casi como setenta y pico de años. Le daba las cosas al hijo que el
jabón y la crema y yo compre, compre y dele; y él saque. Me voy, me voy y así fue, me
fui. Pero con el tiempo yo me fui a vivir donde mi hija otra vez, pero allá llegó a
hacerme la vida imposible. Entonces, mi hija y mi yerno le dijeron, si usted se va a
volver a vivir con mi mamá entonces pague un arriendo. Entonces le dijo: ¿de cuánto?
30 mil pesos... No los tenía para pagar. Pero a tomar eso sí.
Por otro lado, también en el caso de Lina y de Mónica, se evidencia cómo sus parejas de
manera abusiva manejaban los bienes y recursos sin su consentimiento. De este modo
relata Mónica que, “No lo podía dejar entrar al negocio porque ahí iba y me sacaba la
plata, me robaba”, y Lina que: “Yo me iba a trabajar, me sacaba las cositas de mi pieza
las vendía, él no trabajaba, me gastaba las cosas, él tenía dos hijos.
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Consecuencias de la violencia
Los resultados de esta investigación denotan que la violencia en las cuatro
manifestaciones aquí estudiadas, acarrean consecuencias para el bienestar y la salud
física y psicológica de las mujeres mayores. Así, si se analiza la violencia física, a pesar
de ser la menos prevalente en la vejez (4 de 14 mujeres la refieren), se tiene que esta
violencia generó en algunas víctimas daños a nivel fisiológico que afectaban la
funcionalidad e incluso ponían en riesgo la vida de las mujeres. De esta manera, dentro
de los relatos de las entrevistadas, se asocian a la violencia física: traumatismos,
hematomas, heridas, lesiones.
Marcela
Pero lo que pasa es que yo no lo reporte y la vez que me dio, que duré, me dio un puño
acá y dure sangrando como desde las dos de la mañana hasta las 5 de la mañana por
boca y nariz. Y eso temblaba, eso sí me decía: mamita, no vaya a decir que yo le pegue.
Él hacía las cosas y cuando él me veía que estaba muriéndome, él lo único que hacía era
conseguirse una caneca de agua y me lavaba. Pero él una caricia de decir mamita
después de que... Entonces yo decía, ¡Dios mío! qué clase de amor era lo que ese señor
tenía.
Así como esta violencia puede llegar a generar graves afectaciones en la salud y
funcionalidad, puede también tener consecuencias mortales e irreparables. El siguiente
apartado Mónica, relata la magnitud de la agresión física y las consecuencias que esta
tuvo en su salud:
Mónica
M: Resulta que la cama que él tenía era de aquí a allá ¿sí? y desde allá me dio un puño y
me mando como hasta acá; y caí encima de una base de cemento. Eso me tocó ir a
medicina legal y todo eso.
D: y ¿en medicina legal que le dijeron?
M: No, pues me dieron como 9 días de incapacidad.
Laura
L: Sí porque llegó borracho. Entonces, me dio una patada acá y cuando ya no quería
estar con él. Una vez me tiró de la cama y casi me desnuca porque caí en una esquina, y
llego y me tumbo así.
Con relación a la violencia más prevalente, la violencia psicológica que es reportada por
todas las entrevistadas, aunque parecieran ser menos evidentes las consecuencias, en los
relatos se encuentra que las mujeres refieren sentirse afectadas emocionalmente por la
humillación, los gritos, celos palabras soeces, el desprecio y el control que muchos
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hombres ejercían en su vejez. Así, muchas reportaron haber experimentado un estado de
ánimo bajo, así como sentimientos de rabia, frustración, tristeza, miedo y sobrecarga
emocional debido a la calidad de las interacciones y comunicación con sus parejas.
Leonor
L: me decía hijueputa... llegaba hasta al otro día con un poconon de mentiras y ¡Agh! yo
me ponía toda deprimida, toda triste.
Amanda
A: Pues más desprecio, sí. Pues desprecio porque uno se siente mal porque pongámosle,
uno le está hablando y salen y se van y lo dejan a uno ahí. Después llegan otra vez
frescos. Entonces, se sienten uno ya que no les gusta, que uno ¿sí?, y que hay otra
persona ahí entre nosotras que le dice a uno: Oiga señora Amanda como le ha ido o
como camine y se toma un tinto. Se siente uno cariñoso... O una amiga. Entonces yo
hablaba con la gente que iba y ya nos les ponía cuidado ni nada.
Mónica
M: Entonces, eso es lo que ha pasado.
D: O sea ¿ya no se la monta de que salga?
M: No, ya no. Pues él quisiera, pero ya no.
D: ¿Pero no le dice nada?
M: No me dice nada, pero yo siempre... yo creo que en el fondo me da siempre miedito,
pero me le enfrento.
De igual manera, en los datos recolectados fue posible encontrar que dentro de un
contexto violento la calidad de las interacciones en la relación de pareja tiende a
deteriorarse, y la comunicación se limita en muchas ocasiones a intercambios verbales
mínimos.
Manuela
No, yo nunca he tenido pareja, nunca. Ni para ir a ningún lado, ni para hablar ningún
tema, nada. Yo busco amigas, con él no. yo no puedo hablar nada, todo termina en
pelea. Hay veces que uno le pregunta algo y ¡Agh! Hombre, le estoy es preguntando, a
toda hora se siente que lo estoy culpando, que lo estoy ofendiendo; es terrible. Mis hijos
como no viven eso.
Leonor
No, ya poco nos ponemos a dialogar porque es que él uno le está diciendo algo, él no sé
deja hablar ni nada. Entonces, ya poco, siempre es un poco… Yo le voy a ser sincera,
yo con él no tengo vida. Somos muy aparte, a la hora de la verdad eso ya se acabó.
Como dice el dicho se le acabó el amor a uno.
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La violencia Sexual no se queda atrás en cuanto a los efectos que tiene en la salud y
bienestar psicológico de las mujeres. De este modo, se configura el miedo, la rabia y los
recuerdos dolorosos como algunas de las consecuencias asociadas a la violencia sexual.
El siguiente extracto de la entrevista de Manuela da cuenta del impacto psicológico que
puede tener un evento de esta magnitud:
Entonces no ve, yo no puedo, ya es como un trauma que yo tengo. Yo tengo traumas.
Que no me gusta el rincón de la cama y claro borracho me arrinconaba contra el rincón
a golpes. Sexo a la brava con un borracho, ¡ay no! horrible.
Con relación a las consecuencias de la violencia económica, es posible evidenciar que
se dan disrupciones y deterioro en la comunicación e interacciones de los miembros de
la pareja. Así mismo, estas situaciones generan malestar emocional, rabia y frustración
que pueden dar lugar a respuestas agresivas por parte de las víctimas. La evasión de la
responsabilidad económica que describe Milena sobre su marido, le genera rabia e
indignación, y tras un momento de liberación expresa lo siguiente:
Pero, vaya uno y pídale pa´ una crema, pa ´un desodorante, pa ‘un corte de cabello, pa
‘unas onces..., no, él no tiene, que toca pagar el agua, toca pagar la luz, y que, si, pero
pues le digo "no ve que lo mío no pasa de 100.000 pesos y eso no hay", no hay, no hay,
y a mí, realmente lo del corte, lo que yo a veces necesito me lo dan es mis hijos, un
pantalón, un par de zapatos, mis hijos.
Respuestas a la violencia
Cuando se trataba de eventos de violencia física, la respuesta de las víctimas en su
mayoría era una respuesta activa que involucraba desde un reclamo verbal, la ruptura de
la relación de pareja, como una respuesta de defensa física. Una situación que
ejemplifica una respuesta violenta a una agresión física:
Mónica
Sí, últimamente, una noche llegó borracho con mi hijo y me empezó a tratar muy mal y
a decirme cosas y a pegarme. Entonces yo saqué un garlanchita pequeña que tengo, la
saqué y le di por las patas y lo tumbé al suelo. Él al verse caído al suelo se metió por
debajo de la cama y yo por debajo de la cama le hacía así, tanto que le rompí aquí una
parte de un pie; un tobillo.
A continuación, se presenta la descripción de un evento en el que se desencadena una
respuesta verbal ante un episodio de violencia física:
Andrea
A: Más parte de él porque me ofendió bastante, pero a pesar de que me ofendió pues me
cacheteo, y ahí fue cuando le solté la palabra, pero de resto.
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D: ¿qué le dijo, dígame? Tranquila, sin pena.
A: Por qué me pega, no sea hijueputa. Entonces, cuando le dije eso, dijo: a mí no me
trate mal que no sé qué, porque a él no le gustan las malas palabras, ni a mí tampoco
pero como me cacheteo pues me dio…
A pesar de que la mayoría de las participantes del estudio manifestaron haber actuado
frente a la violencia física, también se presenta situaciones en la que la víctima debido a
los efectos de esta, y el temor a las reacciones de los victimarios suprimieron su
motivación a denunciar temiendo que esta acción pudiera empeorar incluso el clima
relacional y poner en riesgo su integridad. A continuación, se presenta un caso que
ilustra lo anterior:
Laura
L: Que a mí me da miedo denunciar cuando él me pegaba y me trataba mal. Me daba
miedo denunciar porque yo digo que tal llegue y me agarre más duro, me deje tirada y
yo como hago para el arriendo. De donde saco para el arriendito, entonces, yo temía era
por eso.
Por otro lado, en la mayoría de las situaciones de violencia psicológica, las participantes
manifestaron que preferían evadir la situación, y quedarse calladas con la finalidad de
evitar que se prolongaran o desataran discusiones más álgidas. Una postura pasiva, que
llevaba el discurso de “indiferencia”, escondía en muchos casos el dolor, la tristeza y la
frustración de muchas que preferían callar por costumbre, por miedo, o por
desesperanza.
Esperanza
D: Pero digamos que ¿llegaba borracho y la buscaba para molestarla? ¿cómo era?
E: Todo bravo, tratándome mal y hablando mal. Ya a lo último ya no le paraba bolas.
Ya me quedaba callada y dejaba. Sé que al otro día se larga y llega otra vez por la tarde.
Pero no llegaba borracho.
Leonor
L: Yo para evitar tener discusiones con él prefiero irme, salir y dejarlo.
L: Entonces uno procura, yo procuro cuando así, salgo y me voy. No le busco más la
boca y me voy.
En este mismo sentido, cuando se trataba de episodios de violencia sexual, de seis
mujeres que habían referido sufrir algún evento en la adultez mayor, sólo dos habían
emprendido acciones para frenar la situación abusiva. En estas dos situaciones, las
acciones emprendidas fueron la búsqueda de ayuda impartida por instituciones y
profesionales. Por ejemplo, Milena, una mujer de 63 años, tras ser víctima de abuso
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sexual buscó ayuda en su médico familiar, a pesar de que manifestó que sentía pena, y
que no quería que otras personas se enteraran.
Y ese día si me pasó eso, que él fue así brusco y eso entonces yo hablé con el doctor,
ese día nos tocó cita juntos, teníamos cita el mismo día y yo le conté al doctor, yo le dije
"doctor yo puedo hablar con usted una cosa”, y entonces él dijo "si tranquila mija".
Miré doctor me pasó esto y esto y a mí me da pena, pero es que yo lo quería denunciar a
la policía, pero es que a mí no me gusta eso, y más que mis hijos se enteren, le dije no.
Entonces le dije, "yo le quería comentar con usted". Entonces, el doctor me dijo
"tranquila, déjemelo a mí ". Entonces, yo le conté, le dije sí eso me pasó y realmente eso
me tiene muy triste y no me gusta, porque a mí nunca me han hecho eso, he sufrido de
otra manera, pero gracias a Dios de otras maneras no, porque realmente a mí, yo me crie
con monjas, y a mí me hablaron todo eso, y entonces él me dijo, tranquila que yo le voy
a decir". Y lo cogió, y ese tipo salió transfigurado de allá, porque yo estaba reclamando
la droga, y transfigurado, y eso era que no me hablaba y yo dije, no mierda, yo me
imaginaba lo peor, de quién sabe qué me va a pasar ahorita en la casa o algo, y entonces
me dijo: "¡Ay, entonces le comentó al doctor!". Le dije "Sí, dele gracias a Dios que lo
comenté con el doctor porque yo la mente mía era para haberlo demandado a usted por
la policía, porque eso no se hace"
Proceso de Salida
Ponerle fin a una relación en donde se presenta violencia psicológica, física, sexual o
económica es un proceso que resulta complejo para algunas mujeres mayores debido a
que tomar una decisión como esta, implica tener en cuenta tanto factores individuales y
económicos, como factores relacionales. El temor a la retaliación, la enfermedad (propia
y/o del cónyuge) y la soledad hicieron que algunas mujeres abandonaran la idea de
concluir su relación y en algunos casos dejar el hogar. De igual modo, en al menos dos
entrevistas las mujeres manifestaron que a pesar de anhelar irse o abandonar la relación
violenta, la dependencia económica y la inactividad laboral les destruía cualquier
esperanza existente. En el mismo sentido, otras participantes manifestaban que la idea
de tener problemas con los hijos o con otros miembros de la familia era una carga que
muchas madres no estaban dispuestas a asumir, y por tanto preferían continuar
conviviendo junto a sus parejas aun cuando sus interacciones se transformaban en la
mínima comunicación posible. Ante la pregunta de sí habían considerado o
consideraban aún abandonar la relación violenta, las respuestas de las mujeres se
condensaron en las siguientes expresiones:
Silvana
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S: Tal vez no lo hice en el momento adecuado y ya después, yo ya había invertido mi
plata ahí. Entonces, ya no voy a dejar la casa ahí listica para otra y yo si me voy a pasar
dificultades por irme a otra parte. Entonces, esa ha sido mi casa y como dicen; aquí
estoy y aquí me quedo.
Manuela
M: Yo si lo pienso, y ahora último más, pero me echo de enemigo todos los hijos y me
daría... Es que yo toda la vida he estado en pro de que mis hijos no sufran… Sí, me hace
mucho sufrir y yo no sé cómo solucionar eso de que yo a veces pienso: yo digo que rico
es que a él le pagaran la pieza y él vería que hace y yo pues a ponerme aparte.
D: Digamos ¿usted que ve de diferente a su situación, ¿qué le impide a usted irse, es el
hecho de sus hijos, de dejarlo?
M: Para no irme, de pronto miedo, ya en esta edad para yo empezar a pedirle al uno,
pedirle al otro, no me gusta. Pues él no es que me lo de todo, pero estoy con el papá,
entonces ellos están pendientes. A mí se me mete que, si yo me aparto, ellos no es que
ya no estén pendientes de él, pero de mí quién sabe. O sea, no van a estar contentos
porque yo me los conozco. Uno más que me les mencione que dejar a su papá se pone
furiosos.
Laura, una mujer de 65 años que tras un episodio de violencia física severa había
abandonado su hogar para vivir con su nieta, ilustra que tras haber perdido un beneficio
económico se vio en la necesidad de retomar la convivencia con su marido.
Eso, por allá. Ella compró un apartamentico y ella me dijo que me fuera a vivir allá, con
ella y con el esposo. Entonces, yo me fui a vivir con ellos, entonces resulta que a mí me
quitaron el bonito. Porque Soacha, allá no hay, y como allá donde ella compró es estrato
3. Entonces, ya me tocó volverme a vivir con él. Ya entonces mi bonito está en proceso
otra vez. Ahoritica me sale.
A pesar de que no se reportan nuevos eventos de violencia una vez retomada la
convivencia, esta decisión podría ser riesgosa debido que podrían presentarse
situaciones de conflicto dentro de la relación en caso de que no se tomen medidas que
puedan prevenirla. En el caso de esta participante, refiere que para volver a su vivir con
su compañero debió hablar y pactar un compromiso verbal en el que acordaron mejorar
su relación y no incurrir en respuestas violentas por parte de ninguno.
En contraste, se presentaron dos casos de procesos de disolución de la relación de pareja
que se dieron después de los 60 años, que trajeron consecuencias positivas para las
mujeres y garantizaron la salida de las víctimas de la relación abusiva. En primer lugar,
la consecuencia más importante es que las mujeres que lograron distanciarse de su
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pareja dejaron de estar expuestas a acciones violentas que podrían afectar su salud física
y mental. En segundo lugar, las mujeres reportaron sentir mayor tranquilidad, menor
preocupación y problemas y mayor autonomía a la hora de tomar sus decisiones y vivir
su día a día.
Marcela
D: ¿cómo ha cambiado su vida?
M: Total, un giro total. Si me quiero levantar, me levanto. Si quiero comer, como. Si mi
hijo me lleva de comer, el otro también me lleva de comer. Mi nieto me apochicha, el
otro también y acá el otro día nos llevaron a mundo aventura y ahí estuvimos felices.
Lina
L: No, fue la única vez porque yo ya dije no más. Yo dije, no más y no más. No me
aguante más. O sea, ¿después de ese día qué pasó? ¿Cuánto tiempo duró ahí, se
aguantó después de eso? como 8 días y lo dejé que se fuera y llame a una sobrina, le
dije: “Luisita me hace un favor me ayuda a trastear”, me dijo: “Sí tía yo le ayudo a
trastear”. Por la noche cuando llegó, sus cositas ahí y que duerma en el piso porque todo
lo que había era mío. Yo dije: prefiero vivir sola y no mal acompañada, yo sé que mi
plata se me va a ver y mis cosas no se me va a perder.
Finalmente, dentro de las entrevistadas se encuentran dos mujeres que vivieron
violencia psicológica y física a lo largo de su vida en pareja, y que terminó únicamente
cuando sus parejas fallecieron. Así, en uno de estos casos, el proceso posterior a la
defunción del cónyuge vino acompañado del cese de violencia, y también de
desventajas económicas como lo ilustra la siguiente frase “Ya es una vida pues, como le
dijera, es una vida tan sana y tan bonita pero cuando uno no tiene para comer ahí es en
donde rebúsquese en lo que sea”- Amanda.
Percepción de la violencia
Para muchas mujeres el proceso de identificar acciones violentas durante la adultez
mayor fue mucho más claro cuando se trataba de acciones físicas. Las cicatrices, los
moretones y los golpes, eran lo primero que reportaban cuando se hablaba sobre los
problemas y eventos disruptivos experimentados en la relación de pareja. Frente a estas
situaciones, las mujeres referían que debían tomarse o que habían tomado medidas para
detener estas acciones. De igual modo, a la hora de referirse a las acciones de violencia
psicológica, la mayoría de las participantes tenían claridad sobre los efectos que esta
tenía en su calidad de vida y bienestar, y además manifestaban que estas situaciones no
eran normales. Sin embargo, a pesar de que veían esto como maltrato, muchas percibían
estos eventos como menos relevantes y preferían dejarlos pasar y en ocasiones sólo
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mostrarse indiferente. También, cabe resaltar que cuando se indagaba preliminarmente
por la violencia, las mujeres rápidamente se referían a las vulgaridades, malas palabras
y groserías como un acto que las afectaba de una manera clara y recurrente. Por
ejemplo, cuando se preguntaba a las participantes sobre experiencias de maltrato,
inmediatamente reportaban que las groserías y palabras como “hijueputa, perra, puta”
podían acompañar los actos de violencia física, o ser la principal fuente de maltrato.
Laura
D. ¿cuándo se peleaban, usted le hacía el reclamo y él le respondía con golpes?
L: Si y con malas palabras.
D: ¿qué era lo más frecuente?
L. Qué me tratara mal y qué me pegara. Me agarraba a golpes.
D: por ejemplo, ¿qué le decía?
L: Pues él así grosero, grosero, no. Que vieja no sé qué.
D: ¿la gritaba?
L: me decía hijueputa... llegaba hasta al otro día con un poconon de mentiras y ¡agh! yo
me ponía toda deprimida, toda triste.
Por otro lado, a pesar de que las mujeres identificaban que esta violencia afectaba su
estado anímico, es posible encontrar situaciones como las de Marcela en la que su
contexto y red social próxima validaban una forma de tramitar la violencia a partir de la
idea de “perdón y olvido”, o represión de las emociones, lo que reforzaba la
permanencia de la víctima en el contexto adverso.
Marcela
M: eso me decía que era una puta, una perra, que mi madre se la comían no sé quién,
que mi madre era.... No, eso era que mi madre había muerto podrida, que mi madre. Uy
no, eso eran cosas y decía de mis amigas decía: escuchar esa boca y usted al ratico estar
como si nada. Es que mi Dios le ha dado a usted un don de perdón que nadie lo tiene.
Entonces yo dije: no, pero ese don se acabó. Ese don ya no más. Y allá esto, y
pongámosle de que más he vivido, a partir del 20 de abril, que quede sola.
Ahora bien, con relación a la violencia sexual es importante señalar que, en dos
circunstancias, aun cuando los actos continuaban siendo actos sexuales no
consensuados, las mujeres los percibían como menos importantes y prestaban menor
atención a la agresión. Uno de los casos corresponde al acoso sexual, que se ve
minimizado frente a la violación o abuso sexual percibido como un acto más severo. Al
preguntarle a Manuela sí su marido había intentado nuevamente forzarla a tener
relaciones sexuales, ella manifestó que él la había vuelto a molestar pero que él ya no
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era capaz de hacerle daño, por lo que ahora podía decirle que no la molestara y tomar
una posición de defensa. En esta situación previa, la mujer consideraba como daño el
acceso físico, pero no aquellas insinuaciones, palabras no deseadas e incómodas que
había referido recibir. Por otro lado, otra entrevistada manifestó no haber sufrido
violencia sexual en la vejez, aun cuando posteriormente mencionó en la entrevista que
su pareja le insinuaba prácticas sexuales que no eran deseadas. En estas situaciones
tenían mayor valor para las entrevistadas el hecho de obligar a otro a tener una relación
sexual, y no lo sería el acoso e intimidación física.
En contraste, cuando se abordaban situaciones de violencia económica, muchas
tendían a verlo como parte de una dinámica injusta, pero “normal” debido a que había
sido perpetuada durante mucho tiempo. En esta medida, la mayoría de mujeres no
identificaban estas situaciones como violencia, y sólo una de víctimas de violencia
económica refirió que se había manifestado frente a la situación de evadir la
responsabilidad económica con la esposa, y le había dicho lo siguiente a su pareja: “yo
lo demando a usted porque de una vez le quitan por la derecha, entonces mire a ver
mijito, porque si me va a dar de comer, me avisa o si no, claro que yo de hambre no me
muero” (Milena).
Aun cuando se lograba identificar las situaciones violentas, muchas mujeres
justificaban las acciones de sus parejas, y se atribuían como culpables o responsables de
las agresiones. Consideraban que cada agresión era precedida por alguna conducta
inapropiada, o que existía algún motivo por el que se justificaba la violencia. En los
relatos algunas mencionan que tras ser agredidas llegaban a hacerse cuestionamiento
como los siguientes: “Yo le decía, dígame el motivo, dígame la razón porque yo no soy
adivina” (Marcela); Andrea: “Usted es un no sé qué y sacó y pum. Pues fue merecido
porque uno no puede ser grosero y las groserías para mí, terrible.” De igual modo, otras
personas que no habían sido víctimas de alguna violencia específica en la vejez
mencionaban que esto no les sucedía a ellas porque no lo habían propiciado. Así, ante la
pregunta de sí había sufrido violencia física, una participante contestó lo siguiente: “No,
yo como nunca le daba motivos para que me pegara ni nada”. En breve, estas tres citas
previas denotan que existe la creencia que el maltrato y la violencia se justifica al tener
un mal comportamiento o al dejar de cumplir alguna obligación. En el mismo sentido,
también se encuentra un caso en el que la víctima además de justificar las conductas
transgresoras de su pareja se culpa a sí misma por continuar en la relación:
Manuela
18
Yo no digo que él quiera ser malo porque en alcohólicos anónimos dicen: nosotros no
somos chicos malos, pero yo no sé por qué a ustedes les gusta vivir con nosotros... A
ustedes les gusta vivir con nosotros y eso es como una adición, es una adición. Él es
adicto al alcohol y yo soy adicta a él. Entonces, ahí está, lo mismo que tiene él, lo tengo
yo.
Sobre las canas, ser mujer y experimentar violencia por parte de la pareja
Roles de género tradicionales: cuidado femenino y provisión masculina.
Dentro de la vida y convivencia en pareja se dan relaciones que están marcadas por los
roles y estereotipos de género. Por este motivo, la presente investigación presenta en los
apartados siguientes, los resultados sobre las indagaciones respecto a los roles de
cuidado y provisión, y a la toma de decisiones en la relación de pareja.
Cuando se preguntaba a las mujeres sobre su trayectoria laboral, la mayoría respondía
que se habían dedicado desde que se casaron o desde que viven con sus parejas al
“hogar”, lo que en pocas palabras se traduce al trabajo doméstico y trabajo de cuidado
no remunerado. Diez de las 14 participantes mencionaron que se habían dedicado
exclusivamente a ser amas de casa, y que en la vejez continuaban ejerciendo esta labor
en sus hogares sin haber recibido remuneración alguna. De las participantes restantes,
tres además de trabajar en el hogar como amas de casa habían realizado algún trabajo
adicional hasta hace muy poco tiempo (en la vejez o próximo a la vejez), pero en la
actualidad se encontraban buscando empleo, pues su anterior trabajo (informal y trabajo
de cuidado) lo habían perdido por el deterioro de su salud, porque su funcionalidad se
había visto limitada, o porque ya nadie las empleaba. Por otro lado, sólo una de las
mujeres entrevistadas se encontraba activa laboralmente, también en un trabajo
informal, donde desempeñaba un rol de cuidado como acompañante de una persona
enferma.
En todas las circunstancias anteriores vale la pena destacar el hecho de que el trabajo
doméstico se situó bajo una constante que no se modificó, aunque la mujer haya estado
activa laboralmente. Incluso la única participante que mencionó tener un empleo
remunerado refería que cuando llegaba a su hogar debía ocuparse también por hacer de
comer para su pareja, lavarle la ropa y arreglar la casa. Hacer todas estas actividades es
algo que las mujeres entendían como algo para lo que habían sido educadas desde
pequeñas, y que era parte de esas cosas que “debían encargarse las mujeres”. Sin
embargo, en algunas circunstancias se llegó el momento en que algunas a partir de la
exigencia de las labores y el desgaste crónico, consideraban que requerían que los
19
hombres se responsabilizaran de algunas tareas mínimas, o que colaboraran de alguna
manera en el hogar. Así, se manifestó Silvana cuando se le pregunta sobre las cosas que
anhelaba tener en la vejez:
S: Pero si me gustaría que él colaborara, no para mí, sino en cosas de él. Él nunca llama
a la eps, menos se preocupa por los papeles que vamos a llevar hoy y cómo va a decir
nada si no sabe leer.
S: Entonces, toda la carga, como le digo, siempre...
D. Recae en usted,
S: todo, como dicen los chicos pequeñitos; todo yo.
De igual manera, muchas mujeres manifestaron que, hoy en la vejez se arrepienten de
no haber realizado otras actividades que les permitieran solventar las necesidades y
garantizar su estabilidad económica para etapas como la que estaban viviendo. La
reflexión de muchas mujeres suscita de las necesidades que hoy viven en su día a día y
de la vulnerabilidad y desigualdad económica en la que se encuentran. De los casos
analizados en este estudio, el hecho de no tener un ingreso económico como un salario
supone para muchas grandes retos por sobrellevar en la cotidianidad, y para poder
satisfacer incluso necesidades básicas. Gastos tan mínimos como los implementos de
aseo personal, un pasaje para el bus, una ración de comida se convierte en una odisea
para la mayoría de las mujeres. Beatriz narraba que, ante la necesidad económica, se
veía obligada a sacrificar su salud y dejar de comprar alimentos esenciales para su dieta
porque el dinero no le permitía adquirirlos: “Entonces, hay días en los que uno no se
puede nutrir bien ni nada. ... Por ejemplo, a mí me toca comer que verduras, que esto,
que lo otro. Entonces, a veces como la pasta en el todo a mil, una libra por mil pesos,
entonces uno compra pastica y tiene ahí. Entonces, a veces solo hay pastas y arroz, por
decir algo”.
Como se ha mencionado previamente, las mujeres entrevistadas pertenecen a un grupo
de personas en una compleja situación de vulnerabilidad económica. La mayoría no
trabajaron en la vejez ni en etapas previas, y las pocas que lo habían hecho, lo hicieron
de manera informal de modo que, no recibieron aportes a seguridad social y pensión.
Por esta razón, encontramos que las fuentes de ingresos por parte de las mujeres en 8 de
los casos catorce casos es nula. Mientras tanto, seis de estos casos en donde la mujer no
tenía ningún ingreso económico estaban caracterizados porque el hombre si lo tenía y
era el proveedor principal o único en el hogar. La fuente de este dinero provenía en
todos los casos del acceso a la pensión con excepción de uno que correspondía al salario
20
devengado por un empleo actual. Así, dentro de algunas de las relaciones en donde se
presenta la situación descrita previamente, se tienden a presentar conflictos en la pareja
debido a que la mujer depende económicamente del otro y debe valerse de estos
ingresos para satisfacer sus necesidades. En estos casos, se generan discordias porque
los esposos se muestran indiferentes y reacios a cubrir los gastos de las mujeres (pj:
artículos de aseo personal) y no contemplan los mismos dentro de la distribución de sus
aportes. Así, conseguir dinero se convierte incluso en algunas situaciones en un reto y
un desafío que genera tensión, sobrecarga, incomodidad y frustración en la mayoría de
las mujeres que deben enfrentarse a esto.
M: Sí, yo le digo "es que ustedes lo tienen a uno pa ´que sirva pa ´cocina, pa´ la casa,
porque usted es bueno pa ´mandar, y pa’ la cama", porque si, hablando, le dije,
vulgarmente “a ustedes toca hablarles así, pala cama, pa eso es que sirve uno". Pero,
vaya uno y pídale pa´ una crema, pa ´un desodorante, pa ‘un corte de cabello, pa ‘unas
onces..., no, él no tiene, que toca pagar el agua, toca pagar la luz, y que, si, pero pues le
digo "no ve que lo mío no pasa de 100.000 pesos y eso no hay", no hay, no hay, y a mí,
realmente lo del corte, lo que yo a veces necesito me lo dan es mis hijos, un pantalón,
un par de zapatos, mis hijos. (Milena)
Con relación a las seis participantes que recibían algún tipo de ingreso, lo recibían por
parte de un subsidio económico otorgado bimestralmente por el gobierno a aquellas
personas que vivían en situaciones de pobreza y desigualdad. El ingreso, aunque era
acotado para la mayoría de las necesidades manifestadas, se convertía en un salvavidas
para al menos tres o cuatro participantes que no tenían otra fuente de manutención, y les
permitía pagar el arriendo y con un máximo rendimiento, alimentarse. Por otro lado,
para quienes tenían necesidades mínimas satisfechas como la vivienda y la
alimentación, el bono permitía amortiguar gastos en otros bienes de consumo básico
tales como implementos de aseo, vestuario, transporte.
Ahora, si tenemos en cuenta el proceso de toma de decisiones en el hogar, encontramos
que podía estar relacionado con la posición económica y la contribución en el hogar. De
este modo, se encontró que, en al menos 7 casos, las decisiones en el hogar se daban por
parte del miembro que contribuía mayoritariamente con las obligaciones del hogar. Así,
se presentaron seis casos en los que el hombre tomaba las decisiones en el hogar de
manera casi totalitaria, y 1 sólo caso en dónde la mujer las tomaba por ser la principal
proveedora económica. En este único caso, es importante resaltar que se dio un cambio
en la dinámica y roles tradicionales en la relación de pareja, -tras el desempleo del
21
hombre, la mujer empezó a trabajar y a tomar las decisiones- que permitió que la mujer
adquiriera un nuevo rol que se mantiene hasta la actualidad. Frente a la pregunta de
quién tomaba decisiones en la casa la participante respondió que ella lo hacía y agregó:
“Sí, eso sí me lo ha respetado porque como yo era la que aportaba y siempre el que
aporta exige. Entonces, yo, y él se dejó coger ventaja mía y pues yo ya no lo dejo que él
opine” (Beatriz). Por otro lado, se refieren otros casos en donde la toma de decisiones se
daba de manera concertada entre la pareja (2 casos); otros en donde las decisiones las
tomaban los hijos y la mujer (2 casos); y otras en donde las mujeres tomaban las
decisiones mayoritariamente (4). La mayoría de estos últimos casos sobre la manera en
que se tomaban decisiones en el hogar, corresponden según lo que manifestaron las
entrevistadas a la situación que se ha vivido a lo largo de la relación de pareja. La
excepción de la afirmación anterior se ve en el caso de Leonor, quien manifestó que una
vez su esposo había dejado de participar social y económicamente en el hogar, sus hijos
quienes pasaron a ser los principales proveedores económicos eran quienes tomaban las
decisiones junto a ella.
En conclusión, respecto a los asuntos de género en la pareja que se indagaron en esta
investigación se encontró que el trabajo de cuidado es una actividad que ha recaído en
las mujeres, quienes de manera casi que exclusiva se han dedicado al hogar sin recibir
remuneración alguna. De esta manera, los hombres son aquellos que han cumplido en la
mayoría de los casos el rol de proveedor económico, y las mujeres han quedado bajo la
dependencia de sus conyugues. Finalmente, con relación a la toma de decisiones se
encontraron resultados heterogéneos en donde los hombres tomaban todas las
decisiones, otros donde las mujeres tomaban las decisiones y otros donde se tomaban de
manera concertado. Estos resultados finales no permitieron establecer algún patrón
clave en la relación de pareja y la violencia en esta relación.
22
Lo que traen las canas.
Con relación a las situaciones que pueden presentarse o acontecer en la vejez, se
encuentra que en la investigación se indagó sobre los cambios experimentados en
términos de la condición física y de la salud, sobre el acceso a servicios de seguridad
social y jubilación, y sobre las actividades y oportunidades a las que se encontraban
vinculadas las entrevistadas y podían inferir en su bienestar. A continuación, se
presentarán los resultados de estas indagaciones y la manera en que se destacan los
puntos desarrollados por las participantes.
Los achaques físicos, las enfermedades, los tratamientos, las limitaciones que estos
acarrean y las emociones que estas situaciones movilizan, son tal vez los primeros
indicadores que las participantes refieren acerca de transitar a la etapa de la vejez. Los
cambios que eran más salientes para las participantes eran aquellos relacionados con las
condiciones de salud, en donde se encontró que la mayoría de las mujeres padecían
alguna patología física o psicológica que la asociaban al proceso de envejecimiento. Del
total de mujeres entrevistadas sólo una manifestó que no padecía ni estaba en
tratamiento de alguna enfermedad. En las narraciones de algunas mujeres era común
encontrar que su condición en el estado de salud afectaba las dinámicas y rutinas que
antes de la enfermedad y los achaques, desempeñaban. De este modo, Manuela ante la
pregunta de cómo había cambiado su vida en la adultez mayor contestó:
Ha cambiado en que yo he aprendido mucha cosa y, comenzando por valorarme y todo,
me ha gustado. Yo ya echar para atrás, eso sí no. Eso me ha gustado, pero ya no puedo
trabajar igual. Antes no había para el diario, yo decía: yo le lavo la loza allí a la vecina,
le trapeo, le lavo la ropa, pero... Yo lave mucha ropa y se me pelaban las manos, pero ya
no puedo, pues hay lavadoras, pero la gente ya no paga para que le laven la ropa. Ya no
paga para que... y si yo voy a cocinar, ya no puedo alzar una olla pesada; ¡No! Eso es
terrible pero qué carajo.
Como se mencionó previamente, la vejez trae algunos cambios fisiológicos que
deterioran la calidad de vida de las personas a la vez que limitan su funcionalidad. La
jubilación, o el receso de las actividades laborales se convierte en una de las
transiciones voluntarias o involuntarias (enfermedad, invalidez) que se dan dentro de
esta etapa del ciclo vital. Sin embargo, acceder a este beneficio parece ser sólo una
cuestión a la que tienen acceso los hombres debido en primer lugar a que son ellos
quienes tuvieron un empleo formal y a que las mujeres, sin importar la edad y
condiciones de salud, continuaban realizando el trabajo doméstico. Así, según la
23
información recolectada, las actividades actuales entre las mujeres y los hombres eran
muy diferentes: cuando el hombre se dedicaba a descansar, leer el periódico y salir a
trabajar, las mujeres se dedicaban al “hogar: a la cocina, al aseo, a la crianza de los
nietos”. En breve, el trabajo doméstico se presenta como una labor perpetua de todas las
entrevistadas, tanto para las que vivían sólo con su pareja, como las que vivían con otros
miembros de la familia.
Otro factor característico en la vejez son los cambios en la compañía y
convivencia familiar. En las etapas previas del ciclo vital, las mujeres vivían con más
personas que hacían parte del núcleo, o de la familia extensa. Sin embargo, en la
muestra recolectada, 8 mujeres reportaron que vivían únicamente con su pareja, 3 con
sólo sus hijos y 1 con la mamá. Sólo en 2 casos se encontró que la mujer continuaba
viviendo con todo su núcleo familiar. Frente a esta circunstancia, las participantes que
sólo vivían con sus parejas manifestaron que sus actividades se condensaron en las
rutinas del hogar, y su interacción social a la interacción con el cónyuge y en pocas
ocasiones con amistades. A pesar de que gran parte de las mujeres tenían hijos, no
tenían un contacto recurrente con estos debido a que las visitaban en muy pocas
ocasiones y no tenían otros espacios o momentos para compartir. Las diferencias en las
actividades realizadas en la relación de pareja se evidencian el siguiente extracto:
Laura
D: ¿cómo vivía eso de dedicarse a la casa solamente?
L: En un comienzo pues chévere pero ya después de que ya se empiezan a ir los hijos,
ya es terrible. La soledad es una cosa terrible. ¿qué pasa en mi caso? Estamos solos,
prácticamente solos, ¿por qué? Él tiene un carro, una latica que ahí tiene. Él permanece
allá en su carro, yo permanezco en la casa, solos. Entonces, eso es complicada.
Como se evidencia en el párrafo anterior, se presentan situaciones en donde a pesar de
que viven juntos, y que en algunos casos el esposo permanecía más tiempo en la casa
que años atrás, la pareja no interactuaba o compartía espacios comunes. Así, cada
miembro se dedicaba a sus actividades, y los momentos en que se encontraban por lo
general eran en los momentos de la comida, y de llegar a dormir, y estaban
caracterizados por un pobre comunicación e interacción. Esta situación y otras como el
pobre contacto con los hijos, familiares extensos, etc., configuraban una percepción de
soledad, abandono y olvido, que situaba a estas mujeres dentro de un grupo con un
limitado apoyo social que disminuía la posibilidad de buscar y obtener una ayuda en su
contexto próximo.
24
Además de vivir hoy con condiciones de salud complejas y atravesar situaciones
vitales difíciles en la adultez mayor, también existen nuevas experiencias y
oportunidades que permiten que esta etapa pueda ser percibida de manera positiva para
las mujeres. Así, a partir de los hallazgos en la investigación se identificó que la
participación de las mujeres en las actividades de los programas de integración,
recreación y participación social era percibida como una oportunidad para adquirir
nuevos conocimientos, conocer personas, tener tiempo de dispersión y activación.
Asistir a las actividades y encuentros de personas mayores era el único espacio de
dispersión, y de tiempo que les permitía romper con la monotonía y exigencia de las
rutinas cotidianas. Abandonar por un momento el hogar, dejar los trastes, compartir con
otras personas, aprender a bailar, hacer mayor actividad física, eran las razones por las
que se sentían motivadas por volver. Incluso en algunas entrevistas se manifestó que
salir y tener un espacio fuera del hogar, un espacio de descanso de la convivencia
conyugal permitía en algunas parejas optimizar el clima y las interacciones. Lola al
referirse al impacto que ha tenido la incorporación a las actividades programadas para la
persona mayor manifestó que: “Esto para mí ha sido un desahogo y de pronto para él
también. Él no estar ahí juntos y a toda hora, de pronto es bueno para los dos”. De igual
manera, el testimonio de Beatriz reúne la mayor parte de las opiniones de las
participantes sobre el impacto que ha tenido en su bienestar individual, y en la relación
de pareja los programas a los que están vinculadas:
Sí, pusimos para los viernes juntos, entonces como que en ese pedacito nos sentimos
bien. Salimos los dos porque ya nosotros no salíamos a nada. Él por su lado y yo por el
mío, yo cogía para donde mis hermanas y así. Él casi no salía, no tiene para donde. Pero
yo sí. Pues a vender sus talegas. Entonces yo si para donde mis hermanas, por ejemplo,
tengo una infartada. Entonces, yo voy al hospital y voy la visitó y así. Pero no, ahorita
último si ya yo me he sentido como más tranquila. Ahorita viniendo acá, cositas que
uno aprende y todo. Uno aprende a querer a ustedes y todo.
También es importante destacar que dentro de las intervenciones que han recibido las
participantes a través de los programas gubernamentales se han trabajado las temáticas
de género y violencia que pueden explicar la sensibilización que tenían muchas
participantes sobre la violencia física, psicológica y las rutas de atención. En algunas
entrevistas se encontraron narraciones que hacían un énfasis al papel que los medios de
comunicación habían tenido en la disminución de violencia y la sensibilización de los
cónyuges sobre el maltrato y las implicaciones de victimizar a las mujeres. Así, al
25
menos dos mujeres mencionaron que ellas y sus parejas habían visto alguna propaganda
por televisión que había modificado las percepciones e imaginarios que tenían frente a
la violencia en la relación de pareja.
Tener canas y ser mujer ante la violencia de pareja. Con relación al análisis
conjunto de las condiciones de ser mujer y a travesar por la vejez, se encuentran algunas
situaciones características que pueden explicar la manera en que se llega a experimentar
la violencia dentro de la relación de pareja. De esta manera, en el presente apartado se
presentará la manera en que la reproducción de los roles tradicionales de cuidado
durante la trayectoria de vida de las mujeres genera costos significativos (en términos
económicos y de salud) que las lleva a permanecer en la relación de pareja a pesar de no
sentirse satisfechas. Sin embargo, el hecho de cuestionar y reflexionar sobre el papel y
roles de cuidado y el trabajo doméstico, posicionaba a la mayoría de las mujeres dentro
de una forma de respuesta activa a la violencia en la relación de pareja. A continuación,
se presenta la gráfica sobre los resultados de la intersección de los ejes de género y
vejez:
Figura 1. Interseccionalidad de género y vejez.
Como se pudo ver en los apartados anteriores, aspectos como la dependencia
económica derivada de la feminización del trabajo doméstico y de cuidado ponen en
una situación de desventaja a las mujeres quienes en la mitad de los casos debían
someterse a la voluntad (toma de decisiones solo por el hombre) y control de sus
parejas. Manuela hizo explícita la preocupación que le había manifestado a sus hijos
para que estos distribuyeran los aportes económicos de manera homogénea. Su
preocupación estaba fundamentada en que temía que su esposo retomara una posición
26
de superioridad y poder al manejar el dinero. Frente a la explicación de su petición
manifestó lo siguiente: “Porque yo les dije, no me vayan a hacer ese mal de darle a él,
porque él me sigue manejando, que él es el de la plata, y eso sí, me sacan corriendo de
acá y eso sí, no me quedo con su papá”.
De igual modo, así como la mayoría de las mujeres se exponían nuevamente a la
convivencia con su victimario por la imposibilidad de solventar sus necesidades básicas,
también se encontraban testimonios en donde las mujeres manifestaban que no se iban
de la casa en donde vivían porque era también parte de sus bienes, por lo que preferían
aguantar las situaciones de conflicto o violencia que se podían presentar.
Ahora bien, ser mujer y tener canas entre otras cosas trae consigo el deterioro
del estado de salud, la restricción de la movilidad y funcionalidad, procesos de
tratamiento y grandes cargas económicas y desgaste físico y emocional. Por lo anterior,
muchas mujeres relataron que a pesar de que padecían de manera simultánea algunas
patologías, existían factores externos que no permitían una mayor adherencia a los
tratamientos y recomendaciones médicas. Dentro de los aspectos económicos; se
destaca el acceso limitado a alimentos saludables, medicamentos o a servicios de
transporte; dentro de los sociales se destaca una red de apoyo acotada que pueda apoyar
los procedimientos administrativos requeridos para acceder a los servicios de salud. Por
otro lado, en algunas circunstancias las mujeres no atendían sus necesidades en salud
por priorizar la atención y cuidado de sus parejas, lo que generaba una sobrecarga física
y emocional que podía incluso deteriorar más su estado de salud. Por último, la
enfermedad y el deterioro del bienestar físico, y las necesidades económicas
subyacentes se presentaban como las razones primordiales para continuar conviviendo
en pareja dado que, aun cuando la calidad de la relación era pobre, las mujeres preferían
compartir sus achaques con el otro o en el caso contrario, cuidar del otro, a vivir sin
compañía y sin medios para sostenerse.
Con relación al trabajo doméstico se encontró que esta labor para las mujeres
había sido una tarea que incluso desde la infancia habían desempeñado y se había
naturalizado a partir de la cultura y la tradición. Sin embargo, llevar más de la mitad de
la vida desempeñando estas labores, y experimentar el costo físico, emocional y
económico que tienen estas tareas, llevaba a algunas mujeres a desnaturalizar este
trabajo y a darse cuenta de la desigualdad inscrita en la dinámica y relación de pareja.
Por ejemplo, en las entrevistas se destacaba que las participantes en la vejez a pesar de
no exigir una retribución económica reclamaban a sus conyugues por un reconocimiento
27
mínimo y retribución emocional por el trabajo doméstico. Una manito de ayuda, un
agradecimiento, una invitación a comer, una actitud de cuidado por el orden, son
algunas de las cosas que quisieran recibir las participantes por su contribución. Sin
embargo, se enfrentan a un panorama diferente en donde los hombres naturalizan el
trabajo doméstico femenino y se sienten en la posición de exigir y presionar a las
mujeres cuando no cumplen con el rol esperado. Frente a esta actitud de los hombres, se
encontró un caso en dónde la mujer manifestaba que” tenía que dejar la cocina
arreglada, desayuno hecho” para evitar que su esposo se enfureciera e iniciara un
conflicto por esto (Lina).
Vivir situaciones de control y coerción frente a las labores de cuidado como la
anterior fue algo que más de la mitad de las participantes refirieron haber
experimentado y a partir de estos sucesos, se cuestionaron sobre el rol que cumplían en
la relación y sobre la desigual distribución de actividades y dinámicas. Así mismo, las
mujeres al igual que se cuestionaron estas creencias también mostraron una respuesta
diferente a aquellas que no lo hicieron. De esto modo, quienes llegaron a reflexionar
sobre los roles de cuidado que habían tenido en su hogar, familia y relación conyugal,
referían tener una respuesta activa frente a situaciones de conflicto y violencia. Por otro
lado, quienes no habían llegado a cuestionar las dinámicas y el papel que tenían en su
relación, referían tener una respuesta pasiva.
Discusión
De acuerdo con este estudio exploratorio cualitativo, y con base a 14 entrevistas de
mujeres urbanas víctimas de violencia de pareja en la adultez mayor, pareciera que la
violencia que predomina después de los 60 años en la pareja es de tipo psicológica. Acto
seguido, se encuentra la violencia económica como la segunda violencia más
predominante. La violencia física según los resultados previos se reduce en esta etapa
vital al igual que la violencia sexual. De igual modo, los análisis realizados
evidenciaron que condiciones asociadas a la vejez como la dependencia económica, el
deterioro del estado de salud, una acotada red de apoyo social, emocional e
instrumental; y condiciones asociadas al género (reproducción de roles tradicionales)
tenían incidencia sobre la violencia en la relación de pareja. A partir de lo anterior, se
presentará en los siguientes apartados la manera en que estos hallazgos pueden
enriquecer la investigación existente sobre dinámicas de las relaciones de pareja, sobre
la violencia de género y el desarrollo en la vejez. Finalmente, se presentarán las
limitaciones de este estudio y algunas recomendaciones para futuras investigaciones.
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En un primer lugar, a partir de los resultados obtenidos se encuentra que la
situación de violencia en la adultez mayor se da en dos de los tres escenarios descritos
por Brandl y Raymond (1998) citados en Celdrán, 2013. De este modo, en el primer
escenario se encuentra la violencia (física, psicológica, económica y sexual) como una
violencia cíclica, como una violencia con antecedentes en otras etapas de la vida y que
se reproduce en la vejez. En segundo lugar, se encuentra la violencia como una
manifestación emergente, que en los resultados se ubica en casos reportados sobre
violencia sexual y económica y se manifiesta de manera sorpresiva después de los 60
años. El último escenario descrito por Celdrán, que corresponde a la inscripción de la
mujer en una relación violenta durante la vejez no se contempló en la información
recolectada. En breve, cabe destacar que los dos primeros escenarios se presentan en la
muestra del estudio con variación en la intensidad y en la frecuencia de las agresiones.
La predominancia de la violencia psicológica durante la adultez mayor es
coherente con la predominancia de esta misma violencia en otras etapas del ciclo vital.
Según la ENDS (2015) el 64.1 % de las mujeres encuestadas habían sufrido violencia
psicológica, siendo esta violencia la que tenía un porcentaje más alto de prevalencia. De
esta manera, podría pensarse que este tipo de violencia puede corresponder a la
violencia cíclica, cuyos antecedentes se presentan en etapas tempranas de la vida y se
reproducen hasta etapas tardías. Con relación a la violencia económica, que encabeza el
segundo lugar en prevalencia dentro de la muestra, se puede encontrar que ésta en
cambio, ocupa el tercer lugar en la violencia experimentada en mujeres entre los 13 a 49
años, y la antecede la violencia física (Profamilia, 2015). Estas diferencias en estos
grupos etarios podrían deberse al grado de dependencia económica que pueden tener las
mujeres en distintas etapas de la vida. Así, como se evidencia en esta investigación, las
mujeres adultas mayores refirieron tener una mayor dependencia económica en este
periodo de su vida, lo que facilitaba que tuviesen lugar las situaciones de abuso y
manipulación económica (Nägele,Görgen y Tóth, 2010; Winterstein y Eisikovits, 2009).
A partir de los resultados previos, se puede evidenciar que ser mujer y transitar
por la etapa de la vejez supone retos específicos para la conjunción de estas
condiciones. En términos de género y las condiciones existentes, se destaca el trabajo
doméstico no remunerado como una forma vitalicia de reproducción de desigualdad
tanto económica como de poder que se perpetúa aun cuando la mujer no cuenta con las
29
condiciones físicas para desarrollarlo. Ahora bien, limitar a la mujer al rol de cuidado y
servicio en la pareja se presenta como la puerta para ejercer control y poder sobre la
mujer y sus decisiones (Gilman, 2011). Algunas mujeres se referían a las labores del
hogar como uno de los motivos centrales por los que sus esposos les hacían reclamos,
les ordenaban y exigían cumplimiento. Sin embargo, según la historia de vida de
algunas participantes, antes de convivir con su pareja habían sido instruidas a adoptar un
rol de sumisión y responsabilidad frente a las tareas en el hogar y el cuidado, y
continuaba de la misma manera en la vejez. Los resultados son coherentes con lo que
Díaz (2003) encuentra en la población de mujeres mayores españolas en donde aquellas
que se habían dedicado al trabajo doméstico tenían una menor probabilidad de
descansar de estas labores que aquellas que habían dedicado solo un mediano o bajo
porcentaje a estas labores.
Tener en cuenta la manera en que se configuran y manifiestan los roles y
creencias tradicionales en la esfera doméstica tiene sentido cuando se analizan los
escenarios y actividades que preceden la violencia. Así, el INMLCF (2016) presentó
que las actividades domésticas pueden configurarse como un escenario riesgoso, en
donde cerca del 32% de los casos de mujeres mayores experimentaron violencia por
parte de sus parejas. La pérdida de funcionalidad y los accidentes en el hogar pueden ser
causales de malestar y respuestas desmedidas por parte del victimario, quien en sus
fundamentos de dominación e intolerancia justifica las agresiones. Además, estos
resultados sobre los roles de género y la experimentación de violencia en la relación de
pareja están relacionados con otros estudios que establecen que en la medida en que en
el hogar las creencias sobre los roles sean más tradicionales entonces hay mayor
probabilidad de que el hombre perpetuo esta violencia contra su pareja (Santana, Raj,
Decker, La Marche y Silverman, 2006).
Por otro lado, un primer factor que se destacó con relación a la vejez era la
compañía y residencia, en donde se hace fundamental considerar que los adultos
mayores pueden en su mayoría convivir únicamente con su pareja, siendo esta
condición relevante dado que el victimario podría ser el único apoyo social, económico
o emocional de la víctima (INMLCF, 2016). En las entrevistas realizadas, la mayor
parte de las participantes refirieron que vivían con sus parejas, y que tenían una
restringida comunicación con sus hijos o familiares. Así, pensar en planes de
intervención y en políticas exige tener en cuenta que estrategias como distanciar a la
víctima del cónyuge pueden ser inviables y generar otras afectaciones en el sistema
30
individual que pueden generar mayor perjuicio. Por ejemplo, abandonar el hogar podría
poner en riesgo la satisfacción de necesidades básicas como la alimentación, la
vivienda, el vestuario que podrían disminuir el bienestar físico, psicológico y social e ir
en detrimento de la calidad de vida (Ardila, 2003).
Así mismo, ante las indagaciones sobre la búsqueda de ayuda y apoyo, se
presentaron situaciones en las que las mujeres preferían manejar “sus problemas” en
casa, debido entre otras cosas a que mantenían el imaginario de que los temas y
acontecimientos en el hogar eran un tema privado. Por ejemplo, esta creencia de una
esfera privada da lugar a que en muchas situaciones las mujeres no denuncien porque
todavía pueden considerar que los desafortunados eventos de violencia tienen algún
motivo que los justifique, o a que por ser un fenómeno que se da en el marco de la vida
conyugal entonces debía resolverse dentro de este espacio (Bosch, y Ferrer, 2000). De
igual modo, aunque los hijos se encuentren en una esfera más próxima a la pareja, en
muchas circunstancias tampoco son notificados sobre las dificultades en la relación de
pareja, o prefieren no tomar parte en estas argumentando que los problemas no son de
su competencia. Sin embargo, en casos en donde la madre consideraba la opción de
abandonar la relación de pareja -debido a las situaciones de desgaste y fatiga asociados
a la violencia-, los hijos intercedían para mantener la relación recurriendo a argumentos
tradicionales sobre el matrimonio y las implicaciones morales que su abolición suponía.
Por otro lado, cabe destacar las implicaciones que tiene el factor de salud dentro
del curso de la vejez y las situaciones de violencia. Así, a partir de la información
recolectada se encuentra que en las mujeres participantes fueron prevalentes patologías
físicas como: la hipertensión, problemas gástricos, problemas articulares, dolor crónico
y enfermedad coronaria. Todas estas patologías se han encontrado de manera recurrente
en mujeres mayores que han sido víctimas de violencia en la relación de pareja, y
pueden estar relacionadas al estrés y sus consecuencias en el sistema inmunológico
(Baker, 2007; Fisher y Regan, 2006; Stein y Barrett, 2000). Tener en cuenta el estado de
salud en la relación de pareja se hace fundamental debido a que el proceso de salud-
enfermedad conlleva unos cambios que pueden ser disruptivos para el sistema
relacional. Así, Celdrán (2003) manifiesta que las mujeres mayores por tener más
enfermedades en la etapa de la vejez requieren de cuidados específicos y presentan
mayor dependencia, sin embargo, debido a las acotadas redes de apoyo, las alternativas
de cuidado y apoyo instrumental se reducen en ocasiones al autocuidado o al cuidado
del esposo maltratador. En el caso de las mujeres de este estudio, se encuentra que
31
prima las conductas de autocuidado y adherencia a los tratamientos y recomendaciones
médicas.
Por último, es importante destacar que la incorporación de las mujeres a
actividades y programas de integración social, se perciben como espacios idóneos para
la socialización, construcción de redes de apoyo y espacios para cuestionar y debatir los
imaginarios existentes. De este modo, mujeres que participaron de la investigación
indicaron que dentro de los grupos sociales donde se han vinculado han ponderado y
cuestionado sus ideas sobre la violencia, sobre los roles en la relación de pareja y
familia, y han construido círculos de amistades en los que se soportan ante momentos
vitales significativos. Aprovechar el potencial de estos espacios de construcción
colectiva podría ser el inicio de cambios sustanciales que incluso puedan dar luz de las
necesidades colectivas e individuales y de herramientas que puedan ser viables para las
mujeres mayores. El conocimiento y la experiencia de vivir por más de 40 años con una
pareja, puede ser información valiosa que permite además entender dinámicas sociales,
culturales e históricas del contexto de mujeres que han tenido la posibilidad de vivir la
transición de un nuevo siglo.
Limitaciones del estudio
Trabajar bajo un enfoque cualitativo y retrospectivo implica tener claridad en que la
evocación de recuerdos e información precisa puede verse alterada por el proceso de
memoria. Loftus y Davis (2006) establece que, dentro de los procesos de indagación de
experiencias previas, se realiza un proceso de reconstrucción en el que puede incluirse
nueva información y realizarse nuevas interpretaciones que pueden diferir entre sí. De
igual modo, se ha encontrado que en la medida que el tiempo transcurre, y se vuelve a
indagar sobre el recuerdo, mayor es la información que puede modificarse y variar. Lo
anterior, podría explicar la dificultad para recibir con exactitud y detalle la información
y testimonios proporcionados por adultos mayores, quienes con mayor frecuencia tienen
problemas para controlar el origen de la información recordada (Aizpurua, Alaitz,
García-Bajos, Elvira, y Migueles, Malen,2014). Sin embargo, conocer la narrativa de
mujeres que han experimentado diversas situaciones significativas en su ciclo vital,
genera una riqueza conceptual que puede complementar la comprensión de los sistemas
y el desarrollo humano. De igual modo, abordar información sobre momentos claves
supone mayor comprensión de las respuestas, del razonamiento y de las consecuencias
del fenómeno de violencia de pareja que se está viviendo en las distintas etapas del
desarrollo. Tener claro que pueden existir imprecisiones en ciertos detalles, es
32
igualmente válido a tener claro que existen personas esperando a ser escuchadas, y que
piden también a gritos que les den trascendencia a sus vivencias.
La señora Silvana, una señora empoderada. Me regaña y me pide a gritos que comente
que las personas de estratos bajos sufren mucho la violencia doméstica. Su llamado, su
llamado es un llamado de atención para recordar la responsabilidad y deuda que
tenemos con esta población. (Diario de Campo, Investigadora)
También es importante tener en cuenta que las características de esta muestra
son características muy específicas que, por ejemplo, limitan la comprensión del
fenómeno a una población muy particular: mujeres en condiciones de vulnerabilidad
económica, urbanas, beneficiarias de un programa de protección y política pública. Por
lo anterior, los resultados y hallazgos de este estudio no se pueden generalizar a toda la
población En el mismo sentido, es vital tener en cuenta otras características y variables
tales como la clase, seguridad social, contextos rurales, raza, suscita nuevos
interrogantes sobre la manera en que se vive el día a día y enfrentan problemáticas
sociales como la violencia de pareja.
A pesar de las limitaciones anteriores, es importante destacar que este estudio
representa un aporte para la literatura sobre violencia de pareja e interseccionalidad. De
este modo, tener un panorama más concreto sobre lo que implica situarse dentro de la
categoría de mujer y la de adulto mayor, supone entender la manera en que esta
intersección implica unos desafíos y necesidades específicas para las personas que esta
intersección atraviesa. De igual manera, desarrollar esta investigación en la población
colombiana, permite crear conocimiento y abrir nuevos espacios para complementar y
construir un marco de estudio más amplio que cumpla con criterios rigurosos de
investigación y relevancia disciplinar.
Implicaciones para próximas investigaciones
Debido a la naturaleza exploratoria del estudio, se evidencia la necesidad de desarrollar
más estudios que permitan tener muestras más grandes y diversas que puedan ampliar la
comprensión y la magnitud del fenómeno de violencia de pareja. Una medición nacional
y un registro detallado de los eventos de violencia de pareja en mujeres mayores se
claman con urgencia en aras de conocer el diagnóstico de esta problemática en la vejez.
De igual manera, en estos estudios cuantitativos deberían establecerse las consecuencias
y efectos asociados a esta violencia, así como los factores protectores ante este
fenómeno.
33
Una vez se obtenga información detallada sobre el fenómeno de la violencia en
la adultez mayor en Colombia, pueden darse ejercicios comparativos que permitan
analizar la violencia a lo largo de las etapas en nuestro contexto, y permitan entender las
dinámicas sociales, culturales e históricas que influyen en la reproducción de la
violencia doméstica a través del tiempo. El rumbo de la investigación sobre violencia
doméstica debe dirigirse al abordaje de distintos ejes sociales en los que se considere
por ejemplo variables tales como la raza, la etnia, clase, vivir en contextos rurales, etc.
Lo anterior, se constituye como una línea de base y de inicio que, de lugar a las
diferencias, a los detalles y a las prioridades que deben darse en términos de evaluación,
intervención y políticas públicas para la atención de las mujeres adultas mayores, y para
la prevención de fenómenos tales como la violencia de pareja.
34
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39
Anexos Con formato: Español (Colombia)
Con formato: Fuente: Negrita, Español (Colombia)
1
Anexo 1. Análisis interseccionalidad: género y vejez en violencia de pareja
Género en relación de pareja Vejez en contexto social
# Participante Manifestaciones de violencia en
la vejez Toma de decisiones Ocupación Solvento Económico
Compañía y
residencia Problemas de Salud
1 Laura Psicológica, Física y Sexual Mayoritariamente hombre Trabajo de
cuidado ₂ Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Artrosis /
Psiquiátrica/ gastritis
2 Leonor Psicológica, Económica Hijos y mujer Trabajo de
cuidado Hijos/No ingresos
Pareja +
hijo(s) +
nietos
Hipertensión
3 Mónica Psicológica, Física, Económica Concertada Desempleada Subsidio económico ₁ Hijo(s) Artrosis Aguda/
Hipertensión
4 Manuela Psicológica, Sexual Hijos y mujer Trabajo de
cuidado
Subsidio económico +
hijos Pareja No
5 Lina Psicológica, Física, Sexual,
Económica Mayoritariamente hombre Desempleada Subsidio económico Con la mamá
Displasia de cadera /
disminución
movilidad articular
6 Amanda Psicológica Mayoritariamente hombre Trabajo de
cuidado
subsidio económico +
negocio en casa + hijos Hijo(s)
Hipertensión,
diabetes
7 Marcela Psicológica, Física, Económica Mayoritariamente hombre Trabajo de
cuidado Hijos/No ingresos Hijo(s) Psiquiátrico
8 Silvana Psicológica, Sexual, Económica Mayoritariamente Mujer
Trabajo de
cuidado
remunerado:
Cuidadora de
Familiar
Esposo pensión/ No
ingreso
Pareja *
Nunca tuvo
hijos
Hipertensión,
Cataratas, Audición
9 Daniela Psicológica Mayoritariamente hombre Trabajo de
cuidado
Esposo pensión/ No
ingreso
Pareja +
hijo(s) +
nietos
Cáncer, hipertensión
10 Milena Psicológica, Económica Mayoritariamente hombre Trabajo de
cuidado
Esposo pensión/ Subsidio
económico Pareja Colesterol alto
11 Lola Psicológica Concertada Trabajo de
cuidado
Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Hipertensión,
Osteoporosis
12 Esperanza Psicológica Mayoritariamente Mujer Desempleada Esposo activo/ No ingreso Pareja Colesterol, úlcera
13 Beatriz Psicológica, Sexual Mayoritariamente Mujer Trabajo de
cuidado
Subsidio económico
ambos / Esposo trabajo
informal
Pareja Dolores articulares,
plaquetopenia
14 Andrea Psicológica, Física Mayoritariamente Mujer Trabajo de
cuidado
Esposo pensión/ No
ingreso Pareja
Gastritis, Ansiedad,
Depresión
1
Anexo 2. Instrumento de recolección de información: entrevista semiestructurada.
Lectura del consentimiento informado, aclaración de dudas y preguntas.
Disparador:
Muchas gracias por darnos esta entrevista. Sabemos que en ocasiones recordar alguna situación puede
ser difícil, y que muchas veces esta información es muy sensible, sin embargo, es importante
recordarle que toda la información que me comparta será totalmente confidencial, lo que significa que
nadie fuera de mi equipo de investigación y usted conocerán su identidad, de modo que puede
compartirme con la mayor sinceridad posible sus experiencias. A lo largo de esta entrevista indagaré
sobre su experiencia en las relaciones de pareja, su historia familiar y alguna información demográfica.
Si durante la entrevista considera que deberíamos hacer una pausa o si en algún momento no quiere
continuar, puede manifestármelo y no hay problema alguno.
DIMENSIÓN PREGUNTAS
DISPARADORAS
SUBDIMENSIONES A EXPLORAR. (preguntar
específicamente si no sale naturalmente)
CARACTERÍSTICAS
SOCIODEMOGRÁFICAS
Para empezar quisiera saber
¿cuántos años tiene, a qué
se dedica?
*tipo de familia. Con quién vive. Relación con
familia si no vive con ellos.
¿en qué lugar vive y con
quién?
* Estado civil
*Lugar de residencia, estrato económico
En un día normal, ¿qué
actividades realiza?
* Roles, vida cotidiana *trabaja, o depende
económicamente de los hijos o de la pareja
¿Se encuentra activo
laboralmente? y/o ¿Recibe
pensión o tiene algún
ingreso económico por
motivo de subsidio, auxilio?
Si labora o depende económicamente de
alguien.
¿Usted se encuentra afiliado
al sistema de salud? ¿tiene
EPS? ¿Tiene Sisbén? ¿Qué
nivel es?
2
¿Tiene a cargo el cuidado de
algún miembro de su
familia? ¿Alguien cuidad de
usted? Relaciones de cuidado ¿Padece de alguna
enfermedad crónica /
compleja? ¿Está recibiendo
el tratamiento? Estado de salud y seguridad social
Cuénteme sobre su
familia, y ¿qué hacen esas
personas? ¿cómo es su
relación con ellos.
Relaciones sociales. Clima familiar. Contexto.
*trayectorias laborales de entrevistada y
conyugue si hay
¿Fue al colegio? ¿hasta qué
grado hizo?
*educación: - ¿Fue al colegio? ¿hasta qué
grado hizo?
ASPECTOS GENERALES
RELACIÓN DE PAREJA
Durante su vida, ¿cuántas
relaciones de pareja ha
tenido?
¿Encuentra alguna similitud en algunas de sus
relaciones de pareja? En alguna de las
relaciones mencionadas previamente, usted
llegó a experimentar situaciones de conflicto,
irrespeto, insatisfacción.
*Preguntar si percibe
similitudes o diferencias
en las diferentes
relaciones.
¿Cuánto tiempo duró su
última relación?
Caracterización de la pareja
Cuando tenían que decidir
sobre algún tema, aspecto
que era importante para la
casa o familia ¿Quién
toma/ba las decisiones ? ¿Cuántos años tenía/tiene su
pareja? ¿Cuántos años de
diferencia se llevan? ¿A qué
se dedica/ba?
- Con relación a las tareas del
hogar, al cuidado de los
niños ¿Quién se hacía
cargo? - ¿quién los
disciplinaba? - ¿Quién
manejaba el dinero en el
hogar?
Roles de género en esta etapa.
3
Con relación al rol que usted
tenía en su casa, ¿se sentía
satisfecha? ¿Le hubiese
gustado hacer algo distinto?
¿ Que le impidió hacerlo?
¿Hoy o después de los 60
años, ha evidenciado que se
han presentado cambios en
su estilo de vida, en sus
relaciones personales?
En este tiempo cree que han
habido cambios en las
tareas, responsabilidades,
actitudes, roles que tenía en
su hogar/ y, o/con su pareja.
Hoy , han habido cambios
respecto a quién toma las
decisiones
¿Cómo describiría su
relación? ¿Cómo se
siente/sentía en esta
relación?¿y por qué? * Ver satisfacción, conflictos, malestar.
RELACIÓN DE PAREJA Y
CARACTERIZACIÓN DE LA
VIOLENCIA
Cuénteme de alguna vez que
se haya generado un
conflicto en el hogar. ¿cómo
se solucionaba el problema,
qué posición tomaba usted y
cómo reaccionaba su pareja?
Durante el tiempo que ha
pasado/ pasó con su pareja,
¿cuál fue el peor conflicto,
pelea, altercado
que tuvieron y qué sucedió?
¿Cómo se solucionó ?
Preguntar: *¿Por qué se dio el conflicto? *
¿En qué época, momento se presentó? *
¿qué sucedió, como reaccionaron los dos?
¡Alguna vez ha recibido una
respuesta violenta o sido
maltratada por una persona
de su familia? ¿por su
pareja? ¿Cómo y quién
respondió? ¿Qué sucedió? ¿
Hace cuánto tiempo se dio
esta situación?
*Indagar por maltrato intrafamiliar (infancia)
y adultez - mayor. * indagar indirectamente
por violencia de pareja para ver si
Pregunta indirecta
Durante su relación ha
llegado a experimentar *Violencia física Pregunta directa
4
situaciones en donde le
hayan ocasionado golpes o
alguna acción que le genere
algún daño físico.
* Si es así. ¿Cuándo? ¿cómo sucedió?
¿Cuántas veces sucedió esto? ¿Estás acciones
se han presentado aún después de tener 60
años?
Durante la relación se
presentaron situaciones en
donde se sintiera
irrespetada, poco valorada,
chantajeada, insultada,
olvidada.
* Violencia psicológica
¿Recibió usted chantajes,
gritos, celos?
* Si es así. ¿Cuándo y cómo sucedió?
¿Cuántas veces sucedió esto? ¿Estás acciones
se han presentado aún después de tener 60
años?
Normalmente, ¿cómo era su
comunicación con su pareja?
¿Podía hablarle de las cosas
que le molestan, o de cosas
que necesitaba?
En algún momento se vio
obligada a acostarse (tener
relaciones sexuales) aun
cuando no lo que quería.
¿Fue forzada a hacer algo
que no deseaba?
* Violencia Sexual
* Si es así. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuántas veces
sucedió esto? ¿Estás acciones se han
presentado aún después de tener 60 años?
¿Alguna vez su pareja le
amenazo con la posibilidad
de no proveerle el dinero
que necesitaba para sus
gastos, o la manipulaba con
la idea de no darle algo que
necesitara?
*Violencia económica
* Si es así. ¿Cuándo y qué sucedió? ¿Cuántas
veces sucedió esto? ¿Estás acciones se han
presentado aún después de tener 60 años?
ACCIONES Y RESPUESTA
DE LA VICTIMA
Alguna vez ha respondido de
manera violenta a alguna
persona de su familia. ¿ Ha
agredido alguna vez a su
pareja? Alguna vez ha respondido en
defensa o de manera similar
al maltrato que le hayan
ocasionado, como por
ejemplo en las situaciones
mencionadas previamente
5
Cuando esto sucedió, recibió
apoyo por parte de algún
miembro de su familia, o por
parte de un amigo, o de
alguna institución. Existe algún reacción o
respuesta que le hubiese
gustado tener o cambiar en
las situaciones de maltrato
que se dieron en su relación. Existe algún reacción o
comportamiento que le
hubiese gustado que su
pareja mejorará. ¿Si es así
cuál es? Recibió algún tipo de
acompañamiento, o acudió a
algún familiar, amigo,
institución en alguna de las
situaciones mencionadas
anteriormente.
Le agradezco mucho su participación. Aprendimos mucho con esta entrevista y va a ser muy útil en la
construcción de conocimiento frente a una realidad social y una problemática como la violencia de
pareja. ¡Muchas gracias!