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El espejo de las almas simples Margarita Porete Edición de Blanca Garí Ediciones Siruela

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El e sp e jo de las alm as sim p lesM a rg a r ita P o re teEdición de Blanca Garí

Ediciones Siruela

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Ú ltim o s tí tulos

l i El m i to del an d ró g in o Je a n Libis

24 Textos esenciales P a ra c e l so

El Ved an ta y la trad ic ión occ iden ta l A n a n d a K. C o o m a r a s w a m y

R am ó n Llull y el secre to de la vida A m a d o r Vega

Del C ie lo y del In f ierno E m a n u e l S w e d e n b o rg

2K El co n c e p to del alma en la an tigua Grecia

Jan N. B r e m m e r

"> Los dioses de Grecia W alte r F. O t to

O r le n y la re lig ión griega W. K. C. G u th r i e

I .1 p resencia de Siva Mella K ra n i r i s c h

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E l Á r b o l d e l P a ra ís o

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Margarita Porete

El espejo de las almas sim

E d ic ió n y t r a d u c c ió n de

B la n c a G a rí

m□iA

m=3

m¡17

E d ic io n es S iru e la

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T o d o s lo s d e r e c h o s r e s e r v a d o s . N in g u n a p a r t e d e e s t a p u b l i c a c i ó n

p u e d e s e r r e p r o d u c i d a , a lm a c e n a d a o t r a n s m i t i d a e n m a n e r a a lguna

ni p o r n i n g ú n m e d io , ya s ea e l é c t r i c o , q u í m i c o , m e c á n i c o , ó p t i c o ,

d e g r a b a c i ó n o d e f o t o c o p i a , s in p e r m i s o p r e v i o de l e d i t o r .

T í tu lo o r ig in a l : Le m i r o u e r d e s s i m p l e s a m e s a n é a n t i e s

En c u b i e r t a : V is ió n d e l m i s t e r i o t r i n i t a r i o . R o t h s c h i l d C an t ic le s ,

N e w H a v e n , B e i n e c k e R are B o o k a n d M a n u s c r ip t L ib ra ry Ms 404, fol. I04r

C o l e c c i ó n d i r i g id a p o r V ic to r i a C i r lo t y A m a d o r Vega

D i s e ñ o g rá f ic o : G lo r ia G a u g e r

© De la i n t r o d u c c i ó n , t r a d u c c i ó n y n o t a s , B lanca G arí

© E d i c io n e s S i ru e la , S. A., 2005

P laza d e M a n u e l B e c e r ra , 15. «El P ab e l ló n »

28028 M ad r id . T e ls . : 91 355 57 20 / 91 355 22 02

Fax: 91 355 22 01

s i r u e l a @ s i r u e l a . c o m w w w . s i r u e l a . c o m

P r i n t e d a n d m a d e in S pa in

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í n d i c e

I n i r o d u c c i ó nMímica Garí 9C r o n o l o g í a 35N o t a a l a p r e s e n t e e d i c i ó n 37

El e s p e j o de las a l m a s s i m p l e s 39

N o t a s 199B i b l i o g r a f í a 231í n d i c e b í b l i c o 237í n d i c e p a t r í s t i c o 239

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I n t r o d u c c i ó n

El s i g l o de las m í s t i c a s

En el corazón de París, Place de Gréve, el 1 de ju n io de 1310, las lla­mas de una hoguera de la Inquisición consum ieron el cuerpo vivo de una mujer. Se llamaba M argarita y había escrito un libro que quiso defender hasta las últimas consecuencias. U na hoguera. Su resplandor ilumina to ­davía hoy de form a extraña un siglo que se cierra con ella. Lanza sobre él luces y sombras. N os ayuda a com prender una época llena de contras­tes y, para quien la contem pla desde el siglo XXI, llena de sorpresas.

El siglo XIII, aquel en el que vivió y escribió M argarita Porete, here­dó un cambio profundo en 1a. experiencia espiritual y religiosa que se ha­lda hecho notar en O ccidente ya en los dos siglos precedentes. Pero fue a partir de 1200 cuando cristalizó con increíble impulso renovador la in ­quietud de hom bres y mujeres por buscar nuevas formas de lenguaje y de representación, nuevas interpretaciones de los ideales de espiritualidad pauperística y apostólica, nuevas formas de vida, nuevas maneras de decir y de decirse. Fue en este contexto en el que, ju n to a la teología latina, monástica y escolástica, em ergió por prim era vez en O ccidente una teo­logía en lengua m aterna, o «teología vernácula», en cuyo centro se situa­ba la experiencia mística1. Por ello, y por la presencia activa de las m uje­res y en especial la presencia asombrosa y nueva de la escritura mística femenina, b ien puede el siglo XIII ser llamado el siglo de las místicas2.

C iertam ente que no era ésta la prim era vez que las mujeres escribían, ni siquiera la prim era vez que lo hacían para hablar de Dios al tiem po que hablaban de sí mismas. Ya en el siglo XII, aunque todavía en latín y en el in terior de m onasterios y celdas, mujeres com o Hildegarda de B ingen o Elisabeth de Schónau, habían rasgado sutilm ente el velo de la tradición apuntando a desglosar en prim era persona el «libro de la vida»3. El esta­llido se produce, sin embargo, en el siglo XIII. En él la voz latina deja pa­so a muchas otras lenguas; éstas traspasan los muros de claustros y con­

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ventos y se hacen múltiples en la novedad de sus formas, en la cantidad e im portancia de sus textos, en las vías de difusión de sus ideas, y en el diá­logo audaz y renovador al que responden y, al mismo tiem po, invitan. Y así, la escritura femenina produce en prim era persona a partir de 1200 una formidable mística del amor, una mística cortés que florece sin in terrup­ción hasta 12704. Testimonio de esta escritura son en prim er lugar los pro­pios textos, los que el azar y la historia han querido que llegaran hasta nuestros días. Su procedencia es diversa, pero no del todo aleatoria. A tra­vés de ellos descubrimos los principales focos donde florece u n m odelo nuevo de religiosidad femenina. El prim ero en el norte, en líis ciudades ricas, dinámicas y comerciales de Hainaut, Brabante y el R in , donde a caballo del cambio de siglo aparecen por vez prim era las nuevas fórm u­las de vida extraconventual y semirreligiosa femeninas al tiem po que se producen los prim eros textos que conocem os de la mística cortés: los de Hadew ijch de Amberes, Beatriz de N azaret o M atilde de M agdeburgo. El segundo al sur, en las ciudades italianas de la U m bría y la Toscana, donde el m ovim iento lleva la im pronta de la revolución franciscana que hace triunfar en el in terior de la Iglesia las formas de vida radicalmente unidas a Dam a Pobreza, ensayadas ya en el siglo precedente; de este m un­do proceden Clara de Asís, M argarita de C ortona, y tam bién otras. Más allá de los textos conservados, sabemos que m uy pronto el m odelo de re­ligiosidad fem enina a la que estos textos apuntan ha triunfado por do­quier en Europa. Es posible que de algunas figuras simplemente no con­servemos sus escritos y es lícito pensar que en otros lugares y m om entos se produjo, o pudo hacerlo, la escritura mística femenina. E n cualquier caso, a través de otros testimonios, podem os afirmar que un gran m ovi­m iento espiritual fem enino cristalizó en las tierras de O ccidente a partir de 1200, creando u n m odelo5. Lo atestiguan las fundaciones cistercienses y, sobre todo, los conventos urbanos de las ramas femeninas de las órde­nes mendicantes: clarisas y dominicas, que se extienden rápidam ente por toda Europa; lo atestiguan tam bién la existencia probada de comunidades informales de mujeres religiosas, la expansión de las nuevas formas de de­voción y de las nuevas prácticas, y la proliferación de mujeres tenidas por santas en vida, que, en el marco de un cierto paradigma, m oldean sus fi­guras de maestras.

A partir de la segunda mitad del siglo XIII y en especial de los años se­tenta, se suele considerar que se abre una segunda etapa, en la que desta­

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can u n a segunda g en e rac ió n de escrito ras: Á ngela de F o ligno , M argarita de O in g t, la «anónim a» H ad ew ijch II o M arg arita P o re te . E sp ec ia lm en te en re lac ión c o n estas dos ú ltim as se hab la de la em erg en c ia de una m ísti­ca más especulativa, m en o s enraizada en el am o r co rtés , m ás fu e r te m e n ­te apoyada en el len g u a je apofá tico y la v ía negativa. Las fron teras sin e m ­bargo son difusas, los m o d e lo s y el v o cab u la rio de estas ú ltim as h u n d e n in d u d a b le m e n te sus raíces en las p rim eras . E sp ec ia lm en te e n el círcu lo q u e incluye F landes, H a in au t y la zo n a ren an a se p u e d e n cap ta r un am ­b ien te y u n m an an tia l co m u n es, q u e están aún hoy p en d ien te s de u n es­tu d io a fondo . D e ese m an an tia l ú n ic o b eb e n las obras de H a d e w ijc h de A m beres, B eatriz de N azaret, M atilde d e M ag d eb u rg o , H a d e w ijc h II y la au to ra del Espejo1'.

Sólo te n ie n d o en cu en ta este c o n te x to se p u ed e im ag in a r h is tó rica ­m e n te a M arg arita e in te n ta r c o m p re n d e r su obra.

U n a b e g u i n a - c l é r i g a

C u e n ta n las G ran d es C ró n icas de F rancia q u e un lunes de 1310 ardió en la P lace de G rév e una bcguina cicríga llamada Margarita Porete que había traspasado y trascendido las divinas escrituras y había errado en los artículos de la fe, y del sacramento del altar había dicho palabras contrarias y perjudiciales y ha­bía sido condenada por ello por los maestros en teología7. Para re c o n s tru ir la v i­da de M argarita P orete hay q u e acercarse al escenario de su m u e rte y ti­rar de u n h ilo su til q u e c o n d u ce del cadáver calcinado e n tre cenizas a la sen tencia q u e le llevó a la h o g u era , y de ella al proceso , y de éste al libro p ro h ib id o y de él a su au to ra . Pues ese trág ico final q u e quiso cancelar la existencia de la m u je r y su obra p ro p o rc io n a los ú n ico s datos q u e posee­m os para saber q u ié n fue, q u é escrib ió , p o r q u é lo hizo.

Es a través de las actas de la In q u is ic ió n q u e sabem os su n o m b re : cier­ta bcguina llamada Margarita Porete reza el d o c u m e n to de la p r im e ra c o n ­sulta a los canonistas q u e h ab ían de co n d en arla . Las crón icas de la época q u e c o m e n ta n el suceso lo rep iten c o n varian tes. Lo q u e hab ía suced ido ten ía que ver con el h e c h o de q u e esa b eg u in a había esc rito u n libro. ¿C uál? Las actas n o lo n o m b ra n , pero reco g en frag m en ta riam en te algu­nas frases que, ex traídas de c o n te x to , hab ían serv ido para condenarla*. G racias a esos retales de voz, u n a estud iosa italiana, R o m a n a G u a rn ie r i,

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descubrió seis siglos más tarde de qué libro se trataba: era El espejo de las almas simples, un excepcional tratado de mística que circuló por toda Eu­ropa antes y después de la m uerte de su autora9.

La historia del proceso se rem onta a antes de 1306, cuando el obispo de Cam brai, Gui de Colm ieu, había condenado un libro escrito por M argarita, lo había hecho quem ar en la plaza pública de la ciudad de Va- lenciennes en presencia de la autora y le había prohibido a ésta bajo pe­na de excom unión escribir, difundir o predicar sus ideas. M argarita, sin embargo, persevera10. N o sólo, al parecer, su voz sigue viva después de esa fecha, sino que convencida de la ortodoxia de sus tesis busca apoyos en­tre quienes poseen autoridad en el marco del poder, en la institución eclesiástica. Las actas la acusarán de propagar en esos años su libro entre los simples, y de enviárselo al propio obispo de Chálons-sur-M arne, que actuará com o testigo de cargo. Pero silencian algo. Detrás del enorm e aparato judicial que se levanta contra M argarita se intuye la sombra de otras opiniones, favorables al libro y a su autora. Conocem os al menos las de tres hombres, pues su explícita aprobación figura en una traducción latina del Espejo, y en una versión inglesa de ésta. Tres personajes de peso. Tres clérigos procedentes de ámbitos de la Iglesia bien diversos: el p ri­mero, un representante de las órdenes mendicantes, un misterioso fran­ciscano de gran renombre, vida y santidad, según reza el texto de las aproba­ciones, llamado Jean (de Querayn, dirá la versión inglesa) del que se ha llegado a insinuar sin pruebas que pudiera tratarse del «doctor sutil» Juan Duns Escoto"; el segundo, un m onje cisterciense, Franc, de la famosa abadía de Villers en Brabante a la que Hildegarda había escrito hablando de sus visiones; y finalmente el tercero, un teólogo, perteneciente al m e­dio eclesiástico que había de condenar a Margarita, Godefroi de Fontai- nes, el magister regens de la Universidad de París, titular de una de las más prestigiosas cátedras de teología en la Sorbona, canónigo de París, Lieja y Tournai, cercano, pues, geográficamente tanto a Villers com o a Valen- ciennes. Es m uy posible que M argarita acudiera a ellos tras la primera condena; si así fue, Godefroi debió leer y aprobar el Espejo en los prim e­ros años del siglo XIV, a más tardar en o toño de 1306 poco antes de m o­rir12. Pero aunque m uerto, contrarrestar su opinión iba a suponer un gran esfuerzo para el cual los inquisidores no habían de escatimar recursos.

M argarita fue detenida a mediados de 1308 por el sucesor de Gui de Colm ieu, el nuevo obispo de Cambrai, Philippe de Marigny, que jun to

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a su h e rm a n o E n g u e rra n d , g u ard ián del teso ro y ch am b e lán d e la co rte , ju g a rá u n im p o r ta n te p apel en el e n to rn o po lítico del rey de F rancia , F e­lipe IV. E l ob isp o la d e tiene , p e ro esta vez el su m ario de la acusación es transferido a F ranc ia y llega a las m an o s del In q u is id o r gen era l del re ino , el d o m in ico G u ille rm o de París, am igo y con feso r del rey. T oda la d o c u ­m en tac ió n oficial de l p roceso p ro d u c id a a p a r tir de este m o m e n to se h a ­lla en m anos de los legistas G u ille rm o de N o g a re t y G u ille rm o de P lai- sians, am bos co n fid en te s de l rey y o rgan izadores del su m ario c o n tra la O rd e n del T em ple. Es a través de esos legajos q u e P au l V erdeyen ha p o ­d ido re c o n s tru ir los avatares en tre lazados de am bos procesos. D e h ech o , cu an d o en ju n io d e 1308 M arg arita llega arrestada al c o n v en to d o m in ico de S ain t-Jacques e n París, el In q u is id o r g enera l se e n c u e n tra e m p eñ ad o a lo n d o e n ese escabroso asun to de los tem p la rio s . Tras la d e te n c ió n en 1307 de los caballeros de la O rd e n p o r m an d a to del rey de F rancia , y a pesar de la in icial op o sic ió n papal, los in te rro g a to rio s se su ced en d u ran te el año sigu ien te , y el p roceso se reab re o fic ia lm en te c o n el n o m b ra m ie n ­to de u n a c o m is ió n apostó lica en 1309 c o n ju n ta m e n te co n la p ro m esa de u n a co n v o ca to ria de co nc ilio en V ie n n e para finales de 1310. E n ese m is­m o m o m e n to , el 1 1 d e abril de 1309, G u ille rm o re ú n e en la Iglesia de los M a th u rin s , sede adm in istra tiva de la U n iv ersid ad , a v e in tiú n teó lo g o s p a ­ra ex am in ar u n a lista de a rtícu los ex tra íd o s de E l espejo de las almas sim ­ples, el lib ro p ro h ib id o y q u em ad o tres años antes en V alenciennes, escri­to p o r u n a b e g u in a ahora d e ten id a y encarcelada en París, p e n d ie n te de ju ic io . Al parecer, en base a esas frases, la asam blea ju z g ó el lib ro h e ré ti­co. M arg arita , sin em bargo , se n eg ó a c o m p a re c e r an te el In q u is id o r y, cu an d o p o r fin lo h izo , se n eg ó a p resta r el ju ra m e n to reg lam en ta rio que p reced ía al in te rro g a to rio . G u ille rm o de París p ro n u n c ió e n to n ces co n tra ella la e x c o m u n ió n m ay o r y p e rm a n e c ió encarcelada u n año. D u ra n te ese tie m p o so p o rtó la sen ten c ia sin re tractarse , p e rsev eran d o en su silencio. M ien tras tan to G u ille rm o se o cu p a de los tem p la rio s y, p re s io n an d o des­de los in tereses de la m o n a rq u ía francesa, co n tra rresta las in te n c io n e s del p ap ad o de c o n tro la r el p roceso. E l 10 de m ayo de 131®, P h ilip p e de M a- rigny, q u e ha sido n o m b ra d o a rzob ispo de Sens, reú n e , s ig u ien d o ins­tru cc io n es del rey, u n co n c ilio p ro v in c ia l y c o n d en a c o m o herejes re lap ­sos, es d ec ir re in c id en tes , a c in cu en ta y cua tro tem p la rio s ya ju zg ad o s y confesos en 1307, ba jo el a rg u m e n to de estar d e fen d ien d o la O rd e n an te la co m is ió n apostó lica; dos días m ás tarde, casi a escondidas, so n llevados

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fuera de las murallas de París y, cerca de la puerta de St. Antoine, son que­mados vivos. Poco antes, en marzo, el Inquisidor ha retom ado el proce­so contra Margarita, así com o contra un oscuro personaje, llamado Guiard de Cressonessart, que al parecer la había defendido públicamente y que, confeso, será condenado el 9 de abril a cárcel perpetua13. O nce de los veintiún teólogos que habían examinado el Espejo en abril del año an­terior rem iten ahora en 1310 el asunto de la beguina a cinco canonistas, especialistas en derecho. Tres testigos dan fe de que tras la condena de Gui de C olm ieu la beguina ha seguido propagando sus ideas y su libro: el Inquisidor de la Lorena y Philippe de Marigny, que atestiguan que M argarita reconoció seguir poseyendo el libro, y el obispo de Chálons- sur-M arne, Jean de Chateauvillan, de nuevo un personaje del entorno político del rey, a quien al parecer la propia autora envió el libro tras la prim era condena. En mayo M argarita es declarada hereje relapsa, es de­cir, reincidente. La sentencia es pronunciada por el Inquisidor general y al día siguiente, uno de junio, veinte días después de la m uerte de los templarios, es entregada al brazo secular y a la hoguera. En el centro de París, frente al H otel de Ville, y con gran espectáculo, arden la beguina y su libro. Meses más tarde se abre el concilio de Vienne, uno de cuyos ob­jetivos, al menos para la política francesa, era la ratificación de la conde­na del Temple y la supresión oficial de la O rden; entre las muchas reso­luciones de este com plejo concilio, dos se entrelazan sutilmente con el ju icio de Margarita: la form ulación y condena de la herejía del Libre Es­píritu en el decreto A d nostrum y la condena del m ovim iento religioso de las beguinas en el decreto Cum de quibusdam mulieribus.

Sin duda, el proceso contra M argarita y su libro es insólito. Sorpren­den en él muchas cosas, por ejemplo, que una mujer, una beguina de la región de Hainaut, merezca tanta atención por parte de la Iglesia como para que no baste la condena de su obispo. Sorprende que un libro ya condenado preocupe tanto com o para necesitar la ratificación de los más grandes expertos del más prestigioso centro universitario de la época. Sorprende asimismo que en el ju icio intervengan con energía los funcio­narios más allegados a la política del rey Felipe, y que sean los mismos que juegan un papel fundam ental en el asunto de los templarios que se desenvuelve además con un ritm o cronológico extrañam ente entrelazado con el proceso de la beguina. Sorprende encontrar en Vienne, meses des­pués de la m uerte de M argarita, a los mismos teólogos que la juzgaron

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In-réiica, e lab o ran d o desde las tesis ex traídas de su lib ro la herejía del Li­lilí- Espíritu v c o n d e n a n d o «le fe rina g en era l a las b e g o n ia s1'1. Per© s®r I 'rende fin a lm en te , y quizás sobre i®d®. que esa m u je r responda d u ran te mus de un año a la presión de ese in m en so aparato de p o d e r re lig ioso y po lítico con un ostentos® y d ig n o s ilencio que em ula una frase de su L.s- / ’< ¡o: El alm a lib re -había e ser ir® allí — si no quiere, no responde a nadie qui­no seo de su linaje; pues un gentilhombre no se dignaría responder a un t’illano que lo retara o requiriera a batalla; por ello, quien reta a un A lm a así no la en- , neutra, sus enemigos no obtienen respuesta ' .

Y es q u e tres historias se en trelazan y convergen en París en to ril» a M argarita , lies cam inos d ibujan su destín®. I I prim er® , el juego de in te ­reses po líticos del rey de I-rancia, e m p e ñ a d o en acabar con el T em ple y en co n tro la r la po lítica del papad®. I I segundo . las c rec ien tes reticencias de la in stitu c ió n eclesiástica con tra las form as de p iedad q u e d estruyen la frontera bien trazada en tre c lérigos y laicos, especia lm en te co n tra esas m ujeres q u e viven una vida religiosa sin haber sida o rdenadas a través de los vo tos y q u e se c o n o cen con el n o m b re g en é rico de beguinas. D esde esos dos cam inos algunos h is to riado res han v iste en el p roceso con tra M argarita una m o n ed a de cam b io o frecida p o r el rey al papa p o r la cues­tió n de fes tem plario s. Sin duda alg® de es® estaba en juego, pero fes m ie ­dos po líticos de qu ien es g o b e rn ab an O c c id e n te a p rin c ip ie s del sigfe XIV no p u ed en velar la g randeza de! te rc e r cam in o q u e llevó a la hoguera a M argarita: su propia h istoria , el trayecto de una vida q u e en gran parte ignoram os, pero q u e se in tuye a través de dos voces s im é tricam en te c o n ­trapuestas: la palabra que se nos ha co n se rv ad o en su libro v el silencio p résen le en su proceso.

I a vida de M argarita p u ed e reconstru irse , im aginarse, desde esas dos voces q u e d ialogan con las acias y las c rón ica .. Sabem os q u e era una b e- gu iña , las ( Ira lides ( rom eas de Francia d icen de ella q u e era bequine cler- gesse, es decir, b eg u in a i'lériga. y en elergie niiili sujissaul. iiiuv e sp e rta en clerecía. Extrañas expresiones para una m ujer. Sin em b arg a , n® parece nn.iv diñe ¡I d e sen trañ a r su sigu iticado . Q u ie re n decir q u e era una m ujer religiosa al m argen de las in stitu c io n es m onásticas v q u e había rec ib ido una solida fo rm ac ió n , la de los litterali, la que co rresp o n d ía n o rm a lm en ­te a fes clérigos. Procedía del co n d ad o de I lainaut. p ro b ab lem en te de la c iudad de \á le n c ie n iie s d o n d e ine q u e m a d o su libro. I labia nacido , se­gún fes cálculos h ip o té tico s de R o m a n a C inaru ien . en tre 1250 y 1260 ".

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M arie Bertho, que ensayó hace unos años una bella reconstrucción del am biente religioso de la ciudad donde es muy posible que creciera M ar­garita, destaca la im portancia que habían cobrado allí en la segunda mi­tad del siglo XIII las beguinas y la form ación en 1239, con el apoyo con­dal, del im portante beguinato de Santa Isabel17.

Las beguinas de Santa Isabel no se regían por ninguna regla precisa, pero su vida en el in terior de esa residencia y parroquia se vio, com o en tantos beguinatos de la época, progresivamente ordenada bajo la tutela de una de ellas y de su párroco, norm alm ente un sacerdote de la orden de los predicadores. En el beguinato se instituye además oficialmente a par­tir de 1267 una escuela. ¿Se form ó M argarita com o lo había hecho Bea­triz de Nazaret en una escuela semejante? ¿Lo hizo dentro de los muros de la casa de beguinas de Valenciennes? ¿Fue una de ellas? ¿Estaban pre­sentes las beguinas de Santa Isabel en la plaza de la ciudad el día que ba­jo la mirada de M argarita ardió por prim era vez su libro? N o es imposi­ble, pero no podemos saberlo. Q ue M argarita fuera beguina no significa que viviera en una com unidad, ni que de haberlo hecho siguiera in te­grada en ella en los años ochenta o noventa cuando, al parecer, escribió su Espejo. Por el contrario, una profunda brecha parece haberse abierto entre el pensamiento de M argarita y el de las beguinas a tenor de un pa­saje del Espejo en el que la autora transmite la sensación de sentirse com ­pletam ente sola, sin apoyos, y afirma que entre los m uchos que piensan que ella yerra se hallan tam bién «las beguinas»18.

N o es imposible que con el nom bre de beguinas M argarita se refiera aquí a un grupo bien concreto de ellas, quizás incluso a sus antiguas com ­pañeras de Santa Isabel. En cualquier caso, formada o no entre ellas, to ­do parece indicar que en su madurez M argarita no pertenece a ningún grupo de mujeres religiosas viviendo en una com unidad más o menos institucionalizada, sino a esas otras beguinas «independientes», viviendo solas o a lo sumo con una o dos mujeres más, construyendo de forma au­tónom a su vida y también su obra. ¿Era entonces una «mendicante», co­m o se llama a sí misma en otro m om ento del Espejo? ¿Andaba vagando por los caminos en un signo de pobreza voluntaria siguiendo el m odo de vida de aquellos y aquellas a los que la época dio el nom bre de «giróva­gos»? Se ha afirmado, con razón, el carácter claramente simbólico que re­cibe la palabra «mendicante» en el Espejo, y en todo caso es seguro que no estamos ante una indigente: el núm ero de libros que parecen circular

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lie su obra a p rin c ip io s del siglo XIV (el q u e q u em ó G u i de C o lm ie u , los tres de las ap ro b ac io n es, el q u e m a n d ó al ob ispo de C h a lo n s sur M arne , el q u e poseía ella, etc.) hab lan n o sólo de u n a m u je r cu lta sino capaz de sufragar el a ltísim o coste que su p o n ía la e labo rac ión de m an u scrito s . ¿C ó ­m o p u d o h ace rlo u n a b eg u in a sola, u n a m en d ican te? Es s iem pre B erilio q u ien p lan tea este in te rro g an te y desarro lla u n a h ipótesis audaz y a trac ti­va para re sp o n d e r a este en igm a. M arg arita era u n a b e g u in a in d e p e n ­d ien te desde el p u n to de vista re lig io so y social, pero ta m b ié n lo era des­de u n p u n to de vista eco n ó m ico , n o ta n to p o rq u e p u d ie ra sufragar los altísim os costos de e labo rac ión de m ú ltip les copias de su libro , sino p o r­que quizás era capaz de elaborarlos ella m ism a; quizás inc luso esa «begui­na clériga» era u n a copista profesional e n u n a c iu d ad en la que , co m o en todas las de la época , existía u n im p o r ta n te m ercado de libros y d o n d e tal vez hab ía m u jeres q u e ap rend ían los oficios de m in ia tu ristas y calígrafos. D e h e c h o c o n o c e m o s varias m u jeres laicas dedicadas a esos m enesteres en las c iudades del n o r te de Italia, p o r e jem p lo , en B olon ia . T am bién las h a ­bía en el n o r te de E uropa , al m en o s e n tre las m onjas en los m onasterio s cistercienses. F am o so c o m o escuela de m in ia tu ristas y copistas fue el m o ­nasterio de La R a m e e , d o n d e p rec isam en te ap ren d ió el o fic io B ea triz de N azare t. N o es im posib le q u e algunas begu inas form adas en su infancia en los b eg u in a to s o en los p rop ios m o n aste rio s h u b ie ran a p ren d id o tam ­bién ese a rte y en co n trasen su c lien te la en esos m ism os m o n aste rio s o en los co n ven tos de las ó rdenes m en d ican tes . P u d o ser ese el caso de M ar­garita; ella estaba p ro b ab lem en te en c o n ta c to con los m on jes del C íster, co m o lo revelan su p en sam ien to y la ap ro b ac ió n de su o b ra p o r Fraile, m o n je de la abadía de V illers. liste c en tro m o n ástico estaba situado , co ­m o V alenciennes, en el área francófona del co n d ad o de H a in a u t y era fa­m o so tan to p o r su apoyo a las midieres religiosac co m o p o r su biblioteca'*. ¿Trabajaba h ac ie n d o copias para ellos? ¿C o p ió allí y en co n secu en c ia c o ­n o c ió a lgunos de los tex tos de esa b ib lio teca q u e tan to in flu y ero n en su p en sam ien to ? ¿Fue así co m o leyó a G u ille rm o de S a in t-T h ie r ry y a B er­nardo de Claravaí? ¿Tal vez tam b ién los tex tos de la escuela de San V íc­tor? ¿ C o n o c ió e n V illers el p en sam ien to de A gustín , D io n is io , G reg o rio de N isa y tan tos otros? ¿Fue así c o m o a p ren d ió los m o d o s y el vocabula­rio de la vía negativa? ¿Llegó a c o n o c e r el e jem plar del Líber Divinorum O pcm m q u e H íld eg ard a hab ía env iado al m onaste rio ? P ru d e n te , M arie B e rth o , q u e fo rm u la sólo a lgunos de estos in te rro g an tes , los deja sin res-

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puesta, pero esa imagen, o algo semejante a ella, parece convincente20. Sólo debemos completarla con otra: la que nos proporciona su propia obra.

E l espejo de las almas simplesLos specula y la c u ltu ra c o r té s

El espejo de las almas simples es la narración, en lengua vulgar21, de una experiencia mística. Es sabido que cuando M argarita escoge escribir en lengua materrja y hacerlo dentro del género literario de los specula22, lo hace sin duda guiada directa o indirectam ente por precedentes literarios de carácter tanto religioso com o laico23. Entre los precedentes religiosos se cuentan con toda probabilidad dos obras anónimas del siglo anterior, el Cantar de St. Trudperter y el Speculum virginum24, que proponían a las mujeres un m odelo de relación amorosa espiritual de gran resonancia en­tre las midieres relígiosae del siglo XIII. U na y otra obra pudieron ofrecer 'a M argarita desde perspectivas distintas una interpretación original del sim­bolismo catóptrico neoplatónico tal com o lo habían definido en la A nti­güedad los padres de la iglesia, G regorio de Nisa y Agustín de H ipona, releído ahora desde la influencia de la mística del am or cisterciense25.

Pero no menos peso tiene el segundo precedente literario, el laico. En la ciudad, en la escuela, o allí donde se formara y creciera M argarita hu­bo de entrar en contacto con la literatura amorosa laica de los siglos XII y XIII. En su obra encontram os frecuentem ente formas de expresión y modelos descriptivos que proceden de la literatura cortés. Las referencias a dos obras esenciales de esa literatura son m uy claras: el Román d’Ale- xandre y el Román de la Rose; el prim ero lo usará com o punto de partida de su obra; del segundo tomará, entre otras cosas, la construcción de sus protagonistas com o personificaciones alegóricas. Ambos son fundam en­tales en la construcción a lo largo de todo el Espejo del juego entre cer­canía y distancia com o nudo de la relación amorosa, traducida aquí en am or místico.

Ya en el prim er capítulo, M argarita explica la form a y función de su libro com parando la relación entre Dios y el alma con una doncella, hi­ja de un rey, que un día se enam oró de Alejandro, y cuando vio que ese le­jano amor, estando tan cercano o dentro mismo de ella, estaba a la vez tan lejos

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lucra de ella, pensó que encontraría consuelo a su desazón imaginando una figu­ra de su amigo por quien a menudo sentía su corazón herido. Entonces se hizo imitar una imagen que representaba el rostro del rey que amaba lo más cercana po ­sible al modo en que ella le amaba y a la medida del amor que la tenia presa; y por medio de esta imagen y con otros métodos suyos soñó al propio rey?t‘.

Y de in m e d ia to M arg arita aplica este exemplum a su lib ro : En verdad dice el A lm a que h izo escribir este libro— yo os digo algo semejante: oí hablar de

un rey de gran poder, que por cortesía y por su gran nobleza y generosidad era co­mo un noble Alejandro; pero estaba tan lejos de m í y yo de él que no lograba con­solarme por m í misma y para que me acordase de él me dio este libro que repre­senta su amor en algunas de sus formas. Pero aunque tenga su imagen, eso no quita que me. halle en tierras extrañas y lejos del palacio donde habitan los muy nobles amigos de este señor7.

M ás ade lan te incluso , in sistiendo en ese ju e g o en tre le jan ía y cercanía, da a la p e rso n ificac ió n de D io s en su re lac ión am orosa con el A lm a el n o m b re de Loingprcs, Lejoscerca, en u n a alusión d irec ta al c o n c e p to del amor de lonh trovadoresco , es decir, de ese «am or de lejos» q u e can tara J a u - fré R u d e l y q u e ta m b ié n u tiliza para h ab la r de D ios en sus po em as la m ís­tica flam enca H a d ew ijch i l ;.

M arg arita estab lece p o r tan to los fu n d am en to s de su lib ro e n el co ra­zón del deba te en to rn o al «am or de lejos» q u e venía desarro llándose des­de el siglo Xll y a través de una re fe rencia d irecta a su fo rm u lac ió n en la novela cortés. D e este m o d o podría sostenerse que su spcculum, s ig u ien ­do una de las acep c io n es posibles del co n cep to , es u n a im ag en , u n a re ­p resen tac ión , q u e c o n tie n e u n carác ter reflex ivo2'1. E n este sen tid o la im a­gen -espejo , q u e refleja en su in te r io r desde la lon tananza a ese rey q u e es co m o u n n o b le A lejandro , sería, p o r u n lado, el lib ro m ism o , y, p o r o tro , tam b ién el alm a q u e vaciándose de sí (anonadándose) se hace superfic ie lím pida para refle jar y en g en d ra r en ella lo divino.

Y sin em b arg o u n a sutil d iferencia establece u n a d istancia m u y clara en tre el exemplum de la d oncella y su ap licac ión p o r p arte del A lm a al p ro ­ceso de escritu ra de l Espejo. La im ag en del rey A lejandro , q u e la d o n c e ­lla se ha h e c h o p in ta r, es la rep resen tac ió n del am o r q u e la tie n e «presa» y q u e le p e rm ite «soñar» al rey, ap rop iarse de él; el lib ro de M arg arita , que refleja «el a m o r de D io s en algunas de sus form as», rep resen ta en cam bio la lejanía in fin ita q u e se establece e n tre el im posib le co n su e lo del alm a p o r sí m ism a y el lu g a r de D ios; e n tre el alm a en «tierras extrañas» y el

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palacio del rey30. Es precisamente de esa lejanía de lo que habla el Espejo, una lejanía que, para alcanzar la libertad, no se debe abolir, sino recono­cer, y que sólo el proceso dé escritura perm ite recorrer31.

E l c a m in o al pa ís de la l ib e r ta d

Toda la escritura del Espejo parece el resultado de un largo proceso de conocim iento y experiencia. La obra se com pone de dos partes y, aun­que el contenido y las enseñanzas de fondo son sustancialmente los mis­mos, ambas partes se construyen de forma m uy distinta. El libro, dividi­do por un canto triunfal del alma en la cúspide de la experiencia unitiva (y por un prim er explicit, que cierra la prim era parte sin dejar lugar a du­das) está construido en forma de un díptico asimétrico, compuesto por dos lados de m uy diferente extensión. La prim era parte (capítulos 1 al 122) es, desde el punto de vista formal, un diálogo de carácter teológico- filosófico entre personificaciones alegóricas. La segunda parte (capítulos 123 al 139) es en cambio m ucho más breve, y está construida en prim era persona y casi en su totalidad en form a de m onólogo32. A través de este díptico, M argarita muestra el camino que lleva a la perfección y libertad del alma33. En ocasiones se ha interpretado la diferencia entre las estrate­gias narrativas de ambas partes (uso del diálogo / tercera persona / ale­goría en la primera; frente al uso del m onólogo / prim era persona / pre­sencia del yo de la autora en la segunda) com o un signo del carácter más claramente autobiográfico de los últimos diecisiete capítulos frente al ca­rácter de tratado místico-filosófico de los primeros 122. Y, sin embargo, en cierta manera se puede interpretar a la inversa: mientras que la prim era nos pone ante el proceso in terior de la autora indisociable del propio ac­to de escritura que plasma un pensam iento teológico-filosófico, la se­gunda se nos descubre no com o un relato de experiencias, sino com o un verdadero tratado mistagógico34.

Pero las imágenes de ese díptico asimétrico, form ado por la prim era y segunda parte, están sutilmente entrelazadas en un juego de reflejos, ecos y refracciones que reenvían al lector constantem ente de una a otra35. El Alma libre de los prim eros capítulos y la voz en prim era persona de los últimos están relacionadas po r una suerte de identidad sobreentendida. En la segunda parte, por ejemplo, el m onólogo que narra la experiencia

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. I. M argarita es p u es to de rep en te en b o ca del perso n a je del A lm a hacia■ I Ini.il del re la to , en el cap ítu lo 1.33. D el m isin o m o d o , el d iá logo de p e r- • a ni icacíones alegóricas de la p r im e ra p a rte se ve sú b ita m e n te in te r ru m ­

pido p o r la p o te n te voz de un n a rra d o r q u e se id en tifica con la au to ra y que se abre paso p ara hab lar del ac to de escritu ra c o m o p ro ceso de lib e - i .u ion en los cap ítu lo s 96 y 97.

Y es ju s ta m e n te en estos cap ítu los d o n d e e n co n tram o s u n a reflex ión i. crea de las razones p ro fundas y c o n trad ic to ria s q u e han llevado a M a r­garita a ob je tiv ar sus ex perienc ias in te lec tu a les y esp irituales. Se ha d is-■ niído m uchas veces sobre el sentid© au to b io g rá fico o n o de estas líneas, .obre su c o n te n id o sim b ó lico o literal, sobre su significad© a le g ó ric o -es - p iritual o de in tro m is ió n de la au to ra en su obra. Per®, a leg ó rico o no, lo im p o rtan te es el expresivo re c o n o c im ie n to del p ro p io p ro ceso vital y deii relación co n la escritu ra . Pues sú b itam en te M arg arita , ro m p ie n d o el

iiim® de su relato , d an d o u n b ru sc o v iraje a su técn ica narra tiva , ab an ­dona a sus persona jes y. u sando la te rcera persona , da c o m ie n z o a una h is­to ria sobre la «m en d ican te criatura» q u e escrib ió el Espeja*'.

Es co m o si, de p ro n to , M argarita h u b ie ra sentid® la necesidad de ex ­presar su p u n to de p artida y las razones q u e la llevaron a e sc rib ir «sobre lo que nada p u e d e decirse». Y nos d ice así que en su b ú sq u ed a del cam i­no de la lib e rtad , in iré hacia fuera, b u scó a D ios en su c reac ió n , y lo bus- c o tal co m o ella q u ería verlo, mas no e n c o n tré nada; e n to n c e s se puso a pensar y ese pensar la c o n d u jo al fond® nodal del e n te n d im ie n to y desde allí pensó q u e escrib iría . El esc rib ir p o r ta n to n ace de una in te rio riz a c ió n , de u n a b ú sq u ed a q u e fracasa m ien tras in ten ta hallar u n espejo en el m u n ­do y aho ra , in v ir tie n d o el proceso , ensaya ser ella m ism a en su escritura un espejo de lo d iv ino , un carral. Al hacerlo , sabe q u e signe m en d ig an d o y presa de sí m ism a q u e rie n d o d ec ir lo q u e n o p u ed e decirse , pero a p e ­sar de ello nos d ice q u e ju stam en te ah í, en la palabra, e n c o n tró el p u n to de partida de su cam in o , la fo rm a de a cu d ir «en su p ro p io socorro» para p o d e r «alcanzar la cúspide» del estado de libertad . ¿Está d ic ie n d o M arga­rita q u e la e scritu ra del Espejo co n s titu y ó para ella el m o d o m ism o q u e le co n d u c e a la u n ió n m ística q u e carac teriza al A lm a an o n ad ad a , vacía de si en la pura nada? Si así es, tal vez su obstinada v o lun tad de d ifu n d ir su lib ro antes y después de la c o n d en a de V alenciennes, su b ú sq u ed a de re­fren d ac ió n y su f irm eza an te el tr ib u n a l de la in q u is ic ió n tie n e n q u e ver c o n esa escritu ra del Espejo e n te n d id a co m o u n a abso lu ta necesid ad de

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cum plim iento interior que al mismo tiem po quiere ser, tiene que ser, co­m unicado a los demás37.

Pues E l espejo de las almas simples es, independientem ente de cuánto tenga de experiencia de su autora, una obra didáctica. Es un tratado mís­tico, mistagógico, que pretende com unicar a otros y otras esa experien­cia, y que pretende enseñar desde ella. Para hacerlo, introduce al lector en una especie de laberinto espiral que le arrastra en una progresión al tiem po ascendente y descendente. El Espejo es una escalera, pero en m o­do alguno un camino lineal y por etapas. El discurso de M argarita, al igual que el camino del alma hacia Dios, no asciende linealmente, sino que progresan ambos a través de un m ovim iento argumentativo y lin­güístico circulares, en un juego espiral de proximidad y distancia38. En él la palabra rem onta la escalera de caracol de un torreón de conocim iento desde cuyas ventanas, al pasar ante ellas, se contem pla siempre el mismo paisaje, pero cada vez desde un nivel distinto, desde una perspectiva su­cesivamente renovada y con un horizonte más amplio39.

M argarita comienza su libro anunciando que existen siete estados y prom etiendo que habrá explicado antes de que acabe el libro cóm o se lle­ga del prim ero al séptim o40. Y efectivamente, a lo largo de su obra, da a conocer la existencia de esa «escalera de perfección» y la form a de reco­rrerla. Sin embargo, ju n to a la estructura de la escalera, inserta en una tra­dición espiritual plurisecular que hunde sus raíces en san Agustín, M ar­garita introduce una segunda estructura que se articula con la de la escalera y que tiene un carácter «descendente». Esta se com pone de tres muertes: la m uerte al pecado, a la naturaleza y al espíritu, y de dos «caí­das» asociadas a esta tercera m uerte: la caída de las virtudes en A m or y la caída de A m or en Nada41.

Esos estados, muertes y caídas se organizan en torno a dos grandes re­gímenes, a dos leyes, a dos gobiernos: el de R azón que tiene bajo su so­beranía los cuatro prim eros estados y las dos primeras m uertes, y el de da­ma A m or de la que dependen y viven directam ente las almas a partir del quinto estado, aquellas que han traspasado la frontera con la tercera m uer­te, liberándose del dom inio de R azón, cayendo de R azón (señora de las virtudes) en A m or y de A m or en Nada. Al prim ero, al régim en de R a ­zón, pertenece «Santa Iglesia la pequeña», en la que está incluida la Igle­sia institucional, y al segundo, al de Amor, pertenece «Santa Iglesia la grande», formada por esas almas libres. U n o y otro gobierno no son sin

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em b arg o c o n tra rio s , p e ro el de A m o r está p o r en c im a del de R a z ó n y no Je p e n d e de él, d e tal m anera q u e M arg a rita dirá del a lm a lib re que: está por encima de la ley, no contra la ley42.

D e este m o d o , qu ien es h an m u e r to al p ecad o y a la n a tu ra leza viven Je la v ida e sp iritu a l e n el cu a rto estado de gracia. A a lgunos de e n tre es- las gentes e sp iritua les M arg arita les llam a «perecidos» p o rq u e p e recen en el c o n v e n c im ie n to de q u e n o hay estado m e jo r; o tros, e n cam b io , y a és­tos d irige M arg arita ex p líc itam en te su libro , se hallan sólo «extraviados» en la vida del e sp íritu , pues d e sco n o cen el rec to cam in o hacia la lib ertad , mas saben q u e d e b e n buscarlo . Q u ie n e s h an m u e r to al e sp ír itu , en cam ­bio, viven de A m o r, son libres, se e n c u e n tra n an o n ad ad o s, vaciados de sí en el q u in to estado de gracia, d o n d e el alm a se ha convertido en nada, lo tie­ne todo y por ello no tiene nada, lo quiere todo y no quiere nada, lo sabe todo y no sabe nada4'.

A M argarita le in teresa sobre to d o en señ ar c ó m o se alcanza ese esta­do, es decir, m o s tra r el paso en tre am b o s reg ím enes, el de R a z ó n y el de A m or, q u e es a la vez el de la m u e r te al esp íritu y el q u e asc iende del cu a rto al q u in to nivel de pe rfecc ió n . Por ello el Espejo habla p o c o de la escalera en su to ta lid ad y n o se d e tie n e p o rm e n o r iz a d a m e n te en sus pe l­daños (dcyrezj, s in o q u e en la p rim era p a rte de su d íp tico d esc rib e con detalle el m o d o de ser del A lm a sim p le y anonadada y desp liega sistem á­ticam en te cuan tas o b jec io n es p u ed a p o n e r a ella R a z ó n , reba tiéndo las con los a rg u m en to s de A m or. Fn la segunda parte , en cam b io , p o n ie n d o c o m o e jem p lo su propia ex p e rien c ia , se cen tra en las p rácticas m e d ita ti­vas y con tem p la tiv as q u e d isp o n en al A lm a ex trav iada en el c u a rto esta­do a tran sfo rm arse en esa A lm a libre, desnuda y an o n ad ad a , p rop ia del q u in to y capaz de la ex p erien c ia del sexto. A m bas partes, c o m o h em o s visto, se c o m p le m e n ta n , p o r eso es im p o rta n te , para e n te n d e r a M arg ari­ta, observar c ó m o expresa el co razó n de su enseñanza , esto es: la travesía de la fron tera e n tre R a z ó n y A m or, en la p rim era y seg u n d a p a rte de su Espejo.

En la p rim era parte , la q u e se abre c o n la h is to ria de A le jand ro , c o m ­parece de in m e d ia to y e sp lén d id am en te fo rm u lad o el te rna , q u e ya re c o ­gían a u n q u e de fo rm a m en o s clara y sistem ática H a d e w ijc h de A m beres y M atilde de M ag d eb u rg o , de la d esp ed id a lib erad o ra de las V irtu d es44, esto es, la caída de las V irtudes en A m o r. E l A lm a, q u e va a p ro tag o n iza r esta p a rte de l Espejo, es el A lm a lib re q u e ha sido esclava de las V irtudes

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oor m ucho tiempo, mientras se hallaba bajo el dom inio de R azón esfor­zándose en su práctica. Ahora, en cambio, se aleja de esa servidumbre gracias a la señoría de Amor. Celebrándolo, entona uno de los más fa­mosos fragmentos poéticos del Espejo: Virtudes, me despido de vosotras para siempre...45, que constituye además la base de uno de los artículos conde­nados en el proceso.

N o se trata, com o interpretara el tribunal que juzgó a M argarita, de que las almas anonadadas obren al m argen de toda virtud, sino, como muy bien explica A m or respondiendo a las insistentes preguntas de R a ­zón escandalizada por este poema, que el alma vacía de sí, consciente de su nada, no obra por sí misma ni bien ni mal, pues ha abandonado toda obra, el conocimiento de mi nada —hace decir Margarita al Alma— me ha da­do todo, y la nada de ese todo me ha quitado la oración y la plegaria45. Y sin em ­bargo, no hay quietismo en ese no-obrar por sí mismas, pues se dice de :ales almas que podrían gobernar un país si juera necesario, y [lo harían] todo sin ellas mismas47. U na y otra vez vuelve A m or sobre el tema intentando aclararle a R azón el sentido de la despedida de las Virtudes. Al escribir así, ¿era consciente M argarita del peligro de ser mal comprendida? ¿Sen­da la amenaza que había de cristalizar en París en 1309? Es posible, pero tío sólo. M argarita insiste en la interpretación de esa «despedida» porque en ella, comprendida en su sentido profundo, se encuentra el umbral de ia experiencia mística que se resuelve a partir de aquí en to rno a las dos raídas (de las Virtudes en A m or y de Am or en Nada) que llevan al alma al quinto estado.

Por encima de este quinto hay, sin embargo, todavía dos estados, el sexto y el séptimo. D e este últim o nada dice, excepto que no pertenece a este mundo, pues lo guarda Amor en su interior para otorgárnoslo en la glo­ría eterna48. Del sexto, sin embargo, sí que habla, y es en él en el que el alma se convierte por com pleto en un espejo. Describiendo los siete es- :ados de su escalera en el capítulo 118 ha dicho del quinto que es aquel en el que el Alma se reduce a nada: Ahora el Alma es nula, pues ve por la ibundancia de conocimiento divino su nada que la anula y la reduce a nada', em - aelesada en ese conocim iento y asentada en el fondo sin fondo del abis­mo, el Alma cae de Amor en nada, nada sin la cual no podría ser toda. Y es tan profunda la caída, si es verdadera caída, que el Alma no puede levantarse de ese abismo, ni debe hacerlo, sino que al contrario debe permanecer en él, y la visión .le ese estado le arrebata voluntad y deseo de obras de bondad, por ello se ha-

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ILi en repose, en posesión de un estado de libertad que la reposa de todas las co- mis por su excelente nobleza4'’. M arg arita sostiene en to n ces q u e só lo desde este estado es p o sib le la ilu m in a c ió n del sex to , el cual m ás q u e u n estado es un in stan te sin tiem p o , «un m o v im ien to » dirá M arg arita , en el q u e el relám pago de D io s se refleja en el espejo del A lm a. E l sexto estado —escri­bí— es aquel en el que el A lm a no se ve, por mucho que posea un abismo de hu­mildad en sí misma; ni ve a Dios, por grande que sea su altísima bondad. Sino que Dios se ve en ella en su majestad divina, in s tan tán eam en te , pues esc Lc- josccrca, que llamamos relámpago a la manera de una abertura que se cierra apre- sunidamente, rapta al A lm a del quinto estado y la introduce en el sexto mientras dura su obra y de este modo ella es otra; pero poco le dura ese ser en el sexto es- lado, pues es devuelta al quinto. Y no es maravilla, dice A m or ; pues la obra del relámpago, mientras dura, no es otra cosa que el atisbo de la gloria del A lm a, liso no permanece en ninguna criatura por espacio más largo que el de su movimiento'".

La segunda p a r te del d íp tico del Espejo tran sm ite id én tica enseñanza.I os breves cap ítu lo s q u e siguen al p r im e r explicit, y q u e van del 123 al 139, llevan p o r títu lo genera l: A q u í siguen algunas consideraciones (regars)5' para aquellos que se hallan en el estado de los extraviados y preguntan por el camino id país de la libertad"4. D esde m u ch o s p u n to s de vista, esta segunda parte tiene u n carác ter d is tin to al de la p r im e ra . M arg arita confiesa en las p r i­meras líneas q u e q u ie re hace r estas «consideraciones» p o rq u e a ella le fue­ron ú tiles en el tie m p o en q u e p e r te n e c ió a los ex trav iados cuando vivía de leche y papillas y aún hacía el tonto5'. Se d e fin e a sí m ism a en aq u e l e n to n ­ces co m o una d escarriada sin senda n i c am in o en busca del «país de la li­bertad». R e lan za a p a r tir de aqu í el itin e ra r io c o m p le to del Espejo, pero lo hace ahora al m arg en del la b e rin to espiral q u e reco rre la p rim e ra par­te del libro. C o m p o n e un especie de c o m p e n d io sistem ático q u e es en sí m ism o una m irada sob re su p rop ia e x p e rien c ia , trad u c id a en e jem plo , y d irig id o —nos d ice— a aquellas y aq ue llo s q u e están d o n d e ella estuvo, bsencial en esta seg u n d a p arte es el c o n v e n c im ie n to q u e parece inv ad ir el tex to de q u e aquellos lectores u oyen tes a q u ienes habla y para q u ienes escribe M arg arita están llam ados a la u n ió n perfec ta co n D ios y q u e la m eta de su e sc ritu ra es, p o r tan to , fo m e n ta r en ellos la tra n sfo rm a c ió n u l­terio r. Las am bivalencias o las dudas acerca de la ad ecu ac ió n de su au d i­to rio q u e im p reg n ab an la p rim e ra p a r te del Espejo h an desaparecido , y M argarita se d irig e ah o ra a qu ienes, c o m o ella un día, se e n c u e n tra n en

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la vida del espíritu en el cuarto estado de gracia. N o busca una com ­prensión teórica, sino una vivencia interior. N o una comprensión por Entendement de Raison, sino una comprensión desde el Entendement d’A - mour, allí donde conocim iento y am or son sólo uno54. El objetivo no es m eram ente didáctico, sino propiam ente mistagógico.

Destinadas a ser retenidas, memorizadas tal vez, y en todo caso pues­tas en práctica, estas últimas páginas del Espejo se ordenan según una ló­gica visible. El texto se divide claramente en tres secciones de siete, tres y siete capítulos respectivamente, división que no carece de connotacio­nes con el simbolismo ascendente y descendente de los siete estados de gracia y las tres muertes: la prim era sección contiene siete «considera­ciones» sobre las Escrituras. La segunda, tres «consideraciones» sobre el abismo de Dios y el Alma que acompañan las dos caídas. Y finalmente la tercera consta de siete reflexiones sobre las almas extraviadas y las ano­nadadas.

Los siete primeros capítulos (123-129) enfocan e ilum inan sucesiva­m ente siete imágenes en form a de m editación sobre las Escrituras: los Apóstoles, María Magdalena, Juan Bautista, María, la Encarnación, la Pa­sión y finalmente el ser de los Serafines. Por un lado, las siete «conside­raciones», útiles sólo para quienes aún se hallan en la vida del espíritu, se plantean como prácticas meditativas y contemplativas concretas que, se nos dice, fueron llevadas a cabo un día por aquella que escribió el libro; se escenifican así en forma de un m onólogo (o de un diálogo del alma consigo misma) donde las expresiones je regarday, je contemplay, je deman- day a ma pense indican el carácter introspectivo de este ejercicio. Las Es­crituras son aquí la guía del alma extraviada, que al contemplarse en este Speculum Scripturae avanza paso a paso hacia su propia liberación55. Por otro lado, las siete «consideraciones», en su núm ero y en su contenido, parecen aludir a una teología del ascenso que, haciéndose eco de los sie­te estados de la escalera de gracia, plantea el camino de la perfección del alma56. N o en vano cierra la serie meditativa la contem plación del ser de los Serafines (imagen especular del alma anonadada) que son por com ­pleto uno con la voluntad divina. Este séptimo capítulo además acaba con una recapitulación sobre las siete «consideraciones» para los extraviados, com o si M argarita quisiera grabar perfectamente en la m em oria de sus oyentes esta teología del ascenso interiorizada en las prácticas meditativas.

Pero no basta. De pronto M argarita da un giro a su discurso. En las

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lies «consideraciones» sigu ien tes su m ira d a en fo ca u n a im a g e n q u e se in - iini.iba ya en las m ed itac io n es an te rio re s . P en e tra en el n u d o de sus e n - ■i n.mzas: el v e rd ad ero cam in o es la caída'’'. El c u m p lim ie n to del cam in o d. l alm a se halla en la c o m p ren s ió n de Ja d istancia in co n m e n su ra b le , de la lejanía in a b o rd a b le q u e separa los ab ism os de D ios y el a lm a, d e Cal m o ­do q u e el alm a q u e ha c o n te m p la d o la escalera ascen d en te en el Speculum S, úpturae d escu b re ah o ra sú b itam en te la in sondab le p ro fu n d id a d del des- . ruso . Los cap ítu lo s 130-132 d e sc rib e n ese d e sc u b rim ie n to q u e se sitúa .■ii el u m b ra l e n tre el ré g im e n de R a z ó n y el de A m o r, e n tre el c u a rto y .■I q u in to estado, en tre el ex trav ío y el a n o n ad am ien to . M arg a rita lo ex ­plica en el c a p ítu lo 130 c o n tra p o n ie n d o a D ios y el A lm a a través de una ■■crie de an títesis rig u ro sam en te s im étricas q u e acaban p o r co n v ertirse p rác ticam en te en u n a letanía; la palabra progresa en un crescendo de p o ­derosa fuerza p o é tic a y tam b ién n e m o té c n ic a 5*.

Y así, co n sum a delicadeza, en ios dos sigu ien tes cap ítu lo s relata su lle­vada a la fron te ra de lo pensable y a la p ro fu n d id ad in so n d ab le del a u to - . o n o c im ie n to , del q u e su rgen tres te rr ib le s p regun tas im ag in a ria s q u e la sitúan en el n ú c le o de su yo. q u e la sitú an —dice ella— en el lugar de Dios; v sólo desde ah í, desde el c en tro d e sí m ism a, d o n d e d ice q u e se am a y se posee p o r c o m p le to , p u ed e d ar u n a respuesta y p u e d e , e n u n ac to de asom brosa lib e rta d , re n u n c ia r a D ios p o r D ios: Después de esto consideré pensando (regarday en pensan t) como si él me preguntase cómo me comportaría •i supiese que le pudiera complacer más que yo amase a otro más que a él [...].I riego me preguntó cómo me comportaría si fuera posible que él pudiera amar a otra más que a n ú | . . . | . A u n más, me preguntó qué haría y cómo me comportaría si Juera posible que él pudiera querer que otro me amase más que él mismo™. Y estas tres te rrib le s p reg u n tas q u e D ios le fo rm ula al A lm a"’ son la ú ltim a v decisiva p ru eb a a la q u e d eb e en fren ta rse en «angustia m orta l» : Hti eso desfallecía pues no podía responder a ninguna de estas tres cosas, ni negarlas ni re­plicarlas. |. . . | Y yo estaba lau a gusto y me amaba lauto con él que me era im ­posible contenerme ni hallar en n ú la manera | . . . | . Ahora os diré qué respondí. Le dije a él, de él, que quería probarme en todo. ¡Ah!, ¿qué digo? Ciertamente no dije una palabra. Hl corazón libró esta batalla, él solo respondiendo cu angustia mortal que quería alejarse de su amor, en el que había vivido y pensaba que ha­bía de vivir largamente; pero puesto que era asi que por suposición pudiera darse que él quisiera esto y era necesario querer todo su querer, así le respondí y le dije: |...J S i tuviera, con la creación que me habéis dado, lo mismo que vos tenéis; se-

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ría, Señor, por tanto, igual a vos excepto en una cosa: que podría cambiar mi vo­luntad por la de otro —cosa que vos no hacéis, puesto que vos queréis sin condición estas tres cosas que tan penoso me lia resultado sobrellevar y aceptar—, y si yo su­piera, sin duda alguna, que vuestro querer lo quería sin disminuir en nada vues­tra divina bondad, también yo lo querría, sin querer nunca nada más. Y así, Se­ñor, mi voluntad llega a su fin con esta declaración; por ello mi querer es mártir y mi amor, martirio: vos lo habéis llevado al martirio; su imaginar ha tocado fin. M i corazón imaginaba que iba a vivir siempre de amor por el deseo de mi buena voluntad. Ahora en cambio ambas cosas han acabado en mí y me han hecho salir de mi infancia61.

La respuesta de Margarita, que parece abismarla en la más profunda de las caídas, es la noche oscura del alma en la que se halla oculto el secreto que la «hace salir de la infancia». Pues el reconocim iento de la distancia infinita, de la incomprensibilidad de la impensable lejanía del todo de Dios y la nada del alma es, com o ha dicho innumerables ocasiones en la prim era parte del Espejo, el verdadero «más» del alma y la puerta al país de la libertad62. En esta segunda parte la enseñanza se repite: es la caída de am or en nada, la m uerte de am or y voluntad, la que abre el camino, y entonces —dice M argarita en la prim era línea del capítulo siguiente (132)— apareció el país de la libertad. Y dama A m or (a la que Margarita ha hecho decir de sí misma que es Dios y de la que ahora ella nos dice que muchas veces la ha hecho salir de sus sentidos y que al final le ha dado muerte) viene al Alma, entonando un bello canto en el que se le ofrece por com ­pleto, y le invita a confesar su voluntad. Pero el Alma le responde que no quiere absolutamente nada: Entonces respondí, después que yo ya era pura na­da: ¡Ah! ¿Y qué voy a querer? La pura nada no tuvo nunca voluntad, no quie­ro nada. Nada me importa la bondad de [dama] Amor, nada me importa por tan­to cuanto es suyo. Está colmada de sí misma. Ella es, nada es si no es de ella; por eso digo que eso me sacia por completo y me basta“ .

Y es precisamente la absolutez de esa experiencia de la nada del Alma la que se abre al esclair, ese relámpago divino al que también ha llamado Loingpres, «Lejoscerca», y que ahora la ilumina por completo: Entonces em­pecé a salir de la infancia y mi espíritu fue envejeciendo cuando murió mi querer, acabaron mis obras y aquel mi amor que me hada tan bonita. Pues el derrama­miento del divino amor, que se mostró ante mí por luz divina, me mostró de re­pente en un relámpago altivo y horadador a él y a mí. Es decir: a él tan alto y a mí tan baja que no pude ya ponerme en pie ni valerme por mí misma; de ahí na-

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.<>• lo mejor de mi. S i no lo entendéis, no puedo hacer nada. E s obra milagrosa de /.; ./iic nada puede decirse sin m entí/'4.

A través de su tra ta d o de m istagog ía , y en u n esfuerzo c rec ien te , M a r- . 1 1 i i,« ha c o n d u c id o la m e d ita c ió n y la co n te m p la c ió n del A lina llevan - dol.i al lím ite de lo co m u n icab le . Y en ese lím ite se c ie rra el cap ítu lo 132, !*•!<> no el tra tad o m ism o . M arg arita recap itu la todavía en los siete ú lti­m as y breves ap a rtad o s de su Espejo. V uelve sobre las alm as «extraviadas»

las «anonadadas». E n este m u n d o , e scrib e , encontré muchos de los que pe­te, en en los apegos del espíritu, cu las obras de virtudes, cu. los deseos de buena rolnlitad; encontré pocos de los noblemente extraviados y aún menos de los libres,■ ■ decir, de los que viven en la vida liberada y que son como este libro dice1". El m o d o de ser de estos ú ltim o s es, c o m o se nos lia d ic h o al p r in c ip io del Idpejo, difícil de e n te n d e r para aquello s q u e no son eso m ism o q u e e n - i M u d en 1’'’. Por e llo estas alm as n o p u e d e n ser co n o c id as y Santa Iglesia de lu c h o n o las re c o n o c e . Pero son y están en este m u n d o ; han a b a n d o n a ­do a las v irtu d es y sus leyes, si bien las v irtu d es les sirven p e rfe c tam e n te •i ellas67; han a b a n d o n a d o toda obra"*, p e ro la vida de tales alm as p u e d e ser p erfec tam en te activa, pues son solas en iodo y comunes en lodo1'’: lian v u e l­to a su verdadero se r q u e es el ser p rim ig e n io '" de m o d o q u e h a b ien d o ingresado a la s im p le D e id ad ese simple ser cumple en el A lm a por caridad .multo el A lm a cumple7'. Se engañan p ues las alm as ex trav iadas cu y o apego al esp íritu les a rreb a ta la p ro fu n d id ad del ab ism o y p o r ello permanece en las obras72. ¡Ciiuíu largo es el camino!, exclam a M arg arita , y a d v ir tie n d o de los pe lig ros q u e lo acech an , insta a las alm as q u e están d o n d e ella estuvo a esforzarse p o r avanzar en él pues si consideráis y contempláis esto conecta- mente —escribe c e rra n d o esta segunda p a rte de su libro esta mirada hace ■■er simple al A lm a 1'.

M arg arita ha d ic h o en la p rim era p a r te del Espejo q u e esc rib ió para acud ir en su p ro p io so co rro . ¿P or q u é esc rib e la segunda p arte? Al reco ­rrer con a te n c ió n las ú ltim as pág inas del libro, es posib le so s ten e r que M argarita lo e sc rib e para en treg a r a o tro s y a o tras una en señ an za de v i­da. para o frece r a través de la p red icac ió n una filosofía de la e x p e rien c ia . Y lo hace en fo rm a de m an u al m istag ó g ú o. A esa v o lu n ta d de re to rn o se le ha d ad o el n o m b re de «descenso ilu m in ad o » y se ha c o m p re n d id o c o ­m o la cim a de la e x p e rie n c ia m ística, p u es la altura a la q u e han ascen d i­do las alm as q u e «son aq ue llo q u e e n tien d en » les p e rm ite el descenso que tran sfo rm a la e x p e rie n c ia m ística en palabra'"1. Tal es, yo creo , el trasfo n -

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do de la mistagogía del Espejo: más arriba no se puede ascender (aler), ni más profundo descender (analer), ni se puede estar más desnudo75.

La r e c e p c i ó n de E l espejo

A mediados o finales de 1308 M argarita llegaba detenida a París. Ape­nas unos meses más tarde regresaba a la ciudad aquel al que todos llama­ban vir phantasticus. R am ón Llull, expulsado de Bugía, náufrago ante las costas de Pisa, se había detenido un tiem po en la ciudad de a Toscana y tam bién en su rival ligur, la república de Genova. En 1308, procedente de Italia, llega a M ontpellier y Aviñón, donde abandonando R om a acaba de trasladarse el papa Clem ente. D e la corte pontificia, ya en 1309, se trasla­da a París para perm anecer ahí hasta el concilio de Vienne que finalmente daría com ienzo en 1311. A orillas del Sena, una vez más, Llull, que por entonces cuenta ya con 77 años, enseña su ciencia a los médicos y juris­tas, lo hace tam bién en la Universidad ante cuarenta teólogos que esta vez aprueban su doctrina, no sólo por razón de su filosofía —reza la Vita coetánea—, sino más aún por los principios y reglas de la santa teología. D urante su estan­cia en la ciudad vive en el vico Bucceriae (la R u é de la Boucherie) que to ­ca prácticamente la Place de Gréve. En abril de ese año de 1309, buena parte de los mismos teólogos que habrán de aprobar su doctrina, conde­nan los artículos del Espejo extraídos por el inquisidor Guillermo. ¿Qué debió pensar de todo lo que estaba sucediendo en París ese místico, in­cansable predicador de su Arte revelado, que escribía, com o Margarita y sus predecesoras, teología en su lengua materna? ¿Qué debió sentir ante acontecimientos com o el proceso, el ju icio y la sentencia a m uerte de la beguina, de los que sin duda tuvo noticia? ¿Discutió sobre el asunto con sus vecinos de las facultades de Artes y Teología? ¿Llegó a conocer el Es­pejo? ¿Estaba tal vez en la Place de Gréve el 1 de jun io de 1310?76

Q uien seguramente no estaba allí, pero sí conoció y m uy probable­m ente leyó con atención el libro de M argarita, fue el más grande de los teólogos parisinos de la época, dominico, escritor de importantísimas obras en latín y tam bién en alemán, y extremadamente sensible a los lo­gros de la mística femenina del siglo XIII: el Maestro Eckhart. C om o ha escrito R om ana G uarnieri, Eckhart pudo conocer el Espejo durante su estancia en París en 1302-1303, cuando coincidió allí con su colega de en-

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ir i u n z a en la S o rb o n a , G o d e fro i de F o n ta in es , en el h ip o té t ic o caso de que la a p ro b a c ió n de este m aestro en te o lo g ía no h u b ie ra te n id o lugar en l '■06 s ino an tes77. M u c h o más p ro b ab le , sin em b arg o , es q u e el libro lle­gara a sus m an o s en 1311. E n tre los años 1303 y 1311, es d e c ir c u a n d o tie ­nen lu g ar to d o s los sucesos d ram ático s q u e afectan a M a rg a rita y a su li­bro, el M aestro , q u e ha to m a d o a su cargo el c u id a d o de c in cu en ta ■ oliven tos y u n te r r i to r io de o n c e n ac io n es e n tre H o la n d a y M ag d eb u r- g<>, se halla in m e rso en un p e r ío d o d e in ten sa ac tiv id ad en la d irección esp iritual, fu n d a c ió n de co n v en to s y o rg an izac ió n de c ap ítu lo s p ro v in c ia ­les, p e ro en 1311 el c ap ítu lo de los d o m in ic o s re u n id o en Ñ ap ó les dis­pensa a E ck h a rt de sus ob lig ac io n es y lo envía a París para o c u p a r de n u e ­vo tina cátedra™. En la c iu d ad del S ena se instala en el c o n v e n to d o m in ico de S ain t-Jacques. E n ese m ism o c o n v e n to vive el In q u is id o r y tam b ién d o m in ico G u ille rm o de París; allí e s tu v o el añ o a n te r io r el c e n tro del p roceso c o n tra la b eg u in a , allí p u d o c o n o c e r E c k h a rt el l i s o h e c h o en V 'ienne de las actas de ese p roceso en la c o n d e n a de los «ocho errores» del l ibre E sp íritu ; tal vez p u d o ap rop ia rse allí de lin o de los m an u sc rito s re ­quisados en París y d ep o sitad o s ju s ta m e n te en ese co n v e n to , tal vez lo le­vó allí, tal vez se lo llevó con sig o a E strasburgo al p a r tir en 1313''’. Lo que sabem os con ce rteza es q u e en el c o ra z ó n de a lg u n o s de los se rm o n e s ale­m anes del M aestro , e sc rito s ju s tam en te después de estas fechas, resuenan con fuerza los ecos de a lg u n o s pasajes de l Espejo’"'. E n p a r tic u la r el ser­m ón 52, ese Beoti ponpcres spiritu en el q u e el h o m b re p o b re q u e alcanza­rá el re in o de los cielos es d e fin id o c o m o aq u e l q u e nada q u ie re , nada sa­be y nada tien e . ¿ N o había d ic h o M arg arita p o r b o ca de A m o r q u e el alm a lib re y an o n ad ad a lo tiene todo y por ello no tiene nodo, lo quiere todo y no quiere nodo, lo sobe todo y no sobe nodo?"'

En to d o caso, la h is to ria de El espejo de los olmos simples y la de su au ­tora se separan en este m o m e n to . A p a r tir de 1310 la m e m o r ia de la m u ­jer y la d ifu sión de su lib ro re c o rre n c am in o s d is tin to s d u ra n te varios si­glos. M ien tra s las c ró n icas hab lan de u n a b eg u in a c lé rig a o m u y ex p erta en c lerec ía y, c o p iá n d o se unas a o tras , re la tan el tr is te fin de esa m u je r q u e hab ía traspasado lo divino escrituro, su ob ra re c o rre O c c id e n te , c ru ­zando barreras lingüísticas c o m o p o co s tex to s m ísticos en len g u a vu lgar de su época y c ircu lan d o tan to en am b ien tes o rto d o x o s c o m o h e te ro d o x o s.

Q u e sepam os, e n tre los siglos XIV y XV, el Espejo se trad tice al latín , al ita lian o y al ing lés, y tal vez ta m b ié n a a lgún d ia lec to a lem án . M ú lti-

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pies indicios dejan suponer que el núm ero de copias de la obra llegó a ser alto. R om ana G uarnieri, que ha perseguido tenazmente la difusión del Espejo en los siglos inm ediatam ente posteriores a su condena, muestra có­m o el anónimo, aunque no siempre fue visto con buenos ojos, se difun­dió en el in terior de la Iglesia, y de hecho la mayor parte de las copias de las que tenemos noticia se localizan en monasterios y conventos82. U na de esas copias anónimas llegó a manos de la reina M argarita de Navarra y su lectura le impactó profundam ente83. Margarita de Angulema, her­mana del rey de Francia, reina de Navarra entre 1492 y 1549, tuvo acce­so probablem ente al único manuscrito en francés que hoy conservamos del Espejo, pues m antenía estrechas relaciones con las monjas del conven­to de Les Madeleines de Orleans, de donde procede la copia que ha lle­gado hasta nuestros días. Escritora y mística com o su hom ónim a del si­glo XIII, se refiere en sus Prisiones a los libros sobre la doctrina del amor que le son más queridos y, hablando de la autora, para ella anónima, de uno de ellos, dice: ¡Oh! Quién era esa mujer atenta / a recibir ese amor que quemaba / su corazón y el de aquellos a los que hablaba. / Bien conocía por su espíritu sutil / el verdadero amigo al que ella llamaba Gentil / y su LejoscercaM.

D el mismo libro dice más adelante que se trata de una obra que sigue incondicionalm ente la intención de la Sagrada Biblia: escrito por una mu­jer hace más de cien años, llena de fuego / de caridad, tan ardientemente / que nada sino amor era su argumento, / principio y fin de su palabra85.

C om o pasó con tantas otras obras de la mística medieval, los siglos XVII al XIX fueron siglos de olvido para el Espejo. Sólo en el siglo XX re­nace de nuevo el interés, prim ero por la obra y después por su autora. El texto aún anónim o se publica en 1927 en una versión parcial y m oderni­zada basada en el manuscrito inglés. Y de nuevo una m ujer queda atóni­ta ante su lectura. Se llamaba Simone Weil y, como ha demostrado Lui­sa M uraro86, impresionada por la grandeza de ese Miroir que ella atribuye a un místico francés del siglo XIV, se hace eco de él en sus Cahiers d’Améri- que y en Nuits écrites á Londres, sus dos últimas obras, redactada la prim e­ra entre mayo y noviembre de 1942, y la segunda, meses antes de m orir en 1943. Tres años más tarde, en 1946, R om ana G uarnieri daba la noti­cia de su feliz descubrim iento que restituiría el libro a su autora. El con­trovertido anónim o que había circulado en diversas lenguas por toda Eu­ropa no era otro que aquel libro pestiferum lleno de herejías y errores, según lo definieron quienes lo condenaron en 1309. Su autora era aque-

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LU begu ina c lé rig a , p ro c e d e n te de H a in a u t, que , después d e h a b e r h ab la­do en su libro, p e rm a n e c ió d u ra n te u n añ o en las cárceles de la In q u is i­ción en el m ás p ro fu n d o silencio . Se llam aba M arg arita y a rd ió viva en el co i.i/ó n de París, P lace de G réve, el 1 d e ju n io de 1310.

B lanca G arí C am alle ra 2004

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C r o n o l o g í a

1200 N ace B eatriz de Nazaret en T ienen.1206 D om ingo de G uzm án predica en el Languedoc.1207 N ace M atilde de M agdeburgo.1209 Francisco de Asís inicia su vida m endicante.1209 Inicio de la cruzada albigense.1211 Clara de Asís inicia su vida evangélica.1213 M uerte de M aría de O gnies. Jacques de Vitry escribe su Vita.1215 IV C oncilio de Letrán.1216 Jacques de V itry obtiene de H o n o rio III la autorización verbal

para la form ación de com unidades de beguinas.1233 El papa encarga el tribunal de la Inquisición a los dom inicos. 1235-1244 H adew ijch escribe su Libro de las Visiones.1238-1268 Beatriz, priora de N azaret, escribe su tratado Los siete mo­

dos de Amor.1248-1249 N ace Ángela de Foligno.1250-1260 D écada en la que probablem ente nace M argarita Potete. 1250-1265 M atilde de M agdeburgo escribe su obra revelada.1253 M uere Clara de Asís.1268 M uerte de B eatriz de Nazaret.1270 A lberto el G rande redacta su Compilado sobre los «errores del

nuevo espíritu» en la región del R íes.1274 C oncilio de Lyon. Prim eras resoluciones conciliares contra las

beguinas.1275 Se escribe la Vida de Beatriz de N azaret.1280 M atilde de M agdeburgo entra en la com unidad cistercien.se de

Helfta.1286 M argarita de O in g t em pieza a escribir su Página de meditaciones. 1294-1301 M uerte de M atilde de M agdeburgo.1296-1306 El espejo de M argarita Porete es quem ado públicam ente en

Valenciennes.

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1302-1303 Eckhart enseña en París.1307-1314 Proceso contra los Templarios.1308 D etención en jun io de M argarita Porete.1308 D etención en o toño de G uiart de Cressonessart por defender a

Margarita.1309 Llega a París R am ón Llull.1309 M uere Angela de Foligno.1309 U na com isión de teólogos de la Sorbona, reunida el 11 de abril,

condena quince proposiciones del Espejo.1310 En abril una com isión de canónigos juzga a la autora del Espejo

y concluyen que debe ser condenada com o «relapsa» y entregada al bra­zo secular.

1310 El 10 de mayo cincuenta y cuatro templarios son juzgados «re­lapsos» y dos días después m ueren en la hoguera jun to a la puerta de St. A ntoine en París.

1310 El inquisidor dicta la sentencia contra M argarita el 31 de mayo, dom ingo de Pentecostés.

1310 El 1 de junio, en la Place de Gréve, ante el Elótel de Ville, M ar­garita Porete muere en la hoguera. Jun to a ella arde su Espejo de las almas simples.

1311 M uere M argarita de O ingt.1311 Eckhart ocupa de nuevo su cátedra en París.1311-1313 Concilio de Vienne. C ondena de las beguinas y del movi­

m iento del Libre Espíritu.

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N o t a a la p r e s e n t e e d i c i ó n

La tra d u c c ió n d e E l espejo de las almas simples q u e aq u í p re se n to re­coge en lo fu n d a m e n ta l, a u n q u e rev isado , el te x to ya p u b lic a d o hace diez años (B arce lo n a 1995). E l ap a ra to c rític o en cam b io ha v a riad o sus- t.m cialm ente, am p lián d o se y b u sc a n d o c o n te x tu a liz a r a M arg a rita , sin .m im o de ex h au stiv id ad , en el p a n o ra m a de la m ística e u ro p e a del siglo XIII. El e s tu d io in tro d u c to r io es as im ism o nuevo . La b ib lio g ra fía ha sido revisada, in c lu y e n d o las ap o rta c io n e s d e la in v estig ac ió n en la ú ltim a d é ­cada, así c o m o las re ferencias a las fu e n te s de la m ística e u ro p e a q u e apa­recen ta n to en la in tro d u c c ió n c o m o e n las no tas al te x to . Las citas en castellano de estas fu en tes , salvo c u a n d o ín d ic o lo c o n tra r io , son m i tra­d u cc ió n de las len g u as o rig in a les ta l c o m o ap a recen en las ed ic io n e s c rí- licas. H e resp e tad o las p eq u eñ as d ife renc ias en la fo rm u la c ió n de los t í- lulos de los c ap ítu lo s en el «índice» y en el e n c a b e z a m ie n to de los m ism os después, tal c o m o fig u ran en el m a n u sc r ito de C h an tilly .

H e u tilizado en el tex to y las no tas los sigu ien tes signos g ráficos, siglas y abreviaturas:

(Ch) = M an u sc rito de Chantilly, M usée C o n d é , F XIV 26. C atá logo 157.(L) = E d ic ió n de la v e rsión la tina a cargo de V erdeyen (G u a rn ie r i /

V erdeyen 1986).< > = L agunas de l m a n u sc rito de C h a n tilly co lm adas c o n la versión

latina o, en c ie rto s casos, c o n la inglesa.[ | = M is in terca lados.PL = Patrologiae cursus completas. Series latina, ed. J.-P. M ig n e , vols. 1-217,

París 1844-1855; París 1878-1890.P G = Patrologiae cursas completas. Series graeca, ed . J .-P . M ig n e , vols.

1-162, París 1857-1912.S C = Sources chrétiennes.D W = M eister Eckhart. D ie deutsche und lateinische Werke, Jo s e f Q u in t

ed ., 1958 ss.

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Q uiero mostrar mi agradecimiento a Alicia Padrós-Wolff, con quien publiqué en un mismo volum en por prim era vez mi traducción del Es­pejo ju n to a su traducción del anónim o alemán Hermana Katrei ella cono­ce po r tanto desde sus orígenes m i pasión por Margarita. También quie­ro dar las gracias a V ictoria Cirlot y Amador Vega no sólo porque han hecho posible esta nueva edición, sino también por el trabajo com ún, por las conversaciones, por los días, las veladas y las horas de la mística.

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El esp e jo de las alm as sim ples

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El e s p e j o d e las a l m a s s i m p l e s a n o n a d a d a s y q u e s o l a m e n t e m o r a n e n q u e r e r y d e s e o d e a m o r 1

Aquí comienza el índice para encontrar los capítulos de este libro llamado lil espejo de las almas simples anonadadas y que solam ente m oran en querer \ deseo de am or. \ Página 49)

1. E l prólogo. 15112. De la tarea de A m or y de por qué m andó hacer este libro. |52|3. Aquí habla A m or de los m andam ientos de nuestra m adre la Santa

Iglesia. [52]4. De la noble virtud de Caridad y de cóm o ella no obedece sino a

Amor. [5315. D e la vida que se llama paz de caridad en vida anonadada. 15416. C óm o el Alma, viviendo en paz de caridad, se despide de las Vir-

i mies. 15517. C óm o esta Alma no se cuida de nada. [56]8. C óm o R azó n se asom bra de que esta Alma abandone las V irtu -

drs. [57]9. C óm o tales Almas no tienen en absoluto propia voluntad. |58|10. C óm o A m or da a esta Alma, a petición de R azón, doce nom bres

para los activos. |59|11. C óm o, a petición de R azón, A m or da conocim iento acerca de es-

ia Alma a los verdaderos contem plativos, aclarando nueve puntos. |60|12. El verdadero sentido de lo que este libro lia dicho: que el Alma

anonadada no tiene en absoluto voluntad. 164113. C ó m o R azón se conten ta con las an teriores aclaraciones para los

al tivos y contem plativos, pero p regunta todavía para la gente com ún.M

14. C óm o esta Alma a través de la fe tiene conocim ien to de Dios. |68j15. Aquí se habla elevadam ente del Santo Sacram ento del altar. |68]16. Aquí responde A m or a R azón acerca de lo que ha dicho del Al­

ma que lo sabe todo y no sabe nada. [70]

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17. Aquí A m or responde a R azón de lo que ha dicho acerca de estas Almas que dan a Naturaleza lo que les pide. [71]

18. C óm o tales criaturas ya no saben hablar de Dios. [72]19. C óm o Fe, Esperanza y Caridad piden a A m or conocim iento acer­

ca de tales Almas. [73]20. A m or responde a R azón acerca de lo que ha dicho de que nadie

conoce a estas Almas sino Dios. [74]21. A m or responde al argum ento de R azón acerca de lo que este li­

bro dice de las Almas que se despiden de las Virtudes. [75]22. C óm o esta Alma es comparada al águila que vuela alto y cóm o se

despide de Naturaleza. [76]23. C óm o esta Alma tiene dos potencias y está ebria de lo que jamás

bebió. [76]24. Cuándo están esas Almas en la recta libertad de Amor. [78]25. R azón pregunta a A m or si esas Almas sienten algún gozo o alegría

en su interior. [78]26. C óm o esta Alma no ama nada si no es por el am or de Dios. [79]27. C óm o M editación de Am or puro no tiene más que una sola in­

tención. [80]28. C óm o esta Alma noble nada en el mar de la alegría. [80]29. R azón pregunta a Am or cuándo se halla esta Alma en la pura li­

bertad de Amor. [81]30. C óm o R azón dice a Am or que satisfaga a esta Alma diciendo de

Dios todo lo que se podría decir. [82]31. C óm o apacigua A m or al Alma por haber dado a su esposo cuan­

to tenía. [83]32. C óm o A m or hace perm anecer a esas Almas en sus sentidos. [85]33. El Alma se embelesa cuando piensa en los dones de la bondad de

Dios. [86]34. C óm o el Alma dice que no puede nada por sí misma. [86]35. C óm o esta Alma argumenta contra R azón y dice que es amada

por Dios sin comienzo. [87]36. C óm o el Alma es libre y ajena a la sujeción de R azón. [88]37. Aquí dice el Alma que en el paraíso serán conocidos sus pecados

a mayor gloria suya. [89]38. C óm o el Alma reconoce la cortesía de A m or al reconocer perfec­

tam ente su pobreza. [90]

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C ó m o R a z ó n q u ie re ser s ie rv a de esta A lm a. [91] lo. C ó m o A m o r llam a a esta A lm a la e n c u m b ra d a m e n te sabia, y p o r

i". . ¡92]I I . C ó m o e l A lm a n o s ien te p e n a alguna p o r el p ecad o , n i esperanza

¡" i el b ie n q u e haya p o d id o hacer. [92]•12. C ó m o el E sp ír itu S an to en señ a lo q u e esa A lm a sabe, y to d o lo

i'iicre y tien e . [93J•13. C ó m o estas A lm as so n llam adas «Santa Iglesia» y q u é p u e d e Santa

Iglesia d ec ir d e ellas. [94]44. Q u é p rác ticas e je rce el A lm a q u e la n g u id ece de am o r, y en q u é

pun to se halla el A lm a m u e rta de am o r. [96]45. C ó m o aq u e llo s q u e n o t ie n e n en ab so lu to v o lu n ta d v iv en en la li-

l"T tad de ca rid ad . [97]46. C ó m o [el A lm a] c o n o c e el «más» p o rq u e a su p a re c e r n o c o n o c e

■ i.icla de D io s al lad o del «más» de él. |98]47. C ó m o el A lm a ha a lcanzado el c o n o c im ie n to de su nada . |98]48. C ó m o el A lm a n o es lib re c u a n d o desea q u e la v o lu n ta d de D io s

' haga en ella para su h o n ra . [99]49. C ó m o esa A lm a, q u e n o tie n e e n ab so lu to v o lu n tad , es nob le . [100]50. C ó m o esta A lm a lleva la im p ro n ta de D ios co m o la cera de u n sello.

¡100]51. C ó m o esta A lm a es se m e jan te a la D e id ad . [101 ]52. C ó m o alaba A m o r a esta A lm a y c ó m o p e rm a n e c e ella en las

abundancias y afluencias de l d iv in o am o r. | I02|53. C ó m o R a z ó n p id e ac la rac io n es de lo q u e se ha d ic h o an tes. [103]54. R a z ó n p re g u n ta de cuán tas m u e rte s tien e q u e m o r ir el A lm a p a ­

ra e n te n d e r este libro . | I04|55. C ó m o A m o r re sp o n d e a R a z ó n . ¡104]56. C ó m o las V irtu d es se q u e jan d e A m o r p o r el p o c o h o n o r q u e les

hace. [105]57. D e aq u e llo s q u e se h allan e n estado de ex trav ío y c ó m o so n sier­

vos. [106]58. C ó m o se e n c u e n tra n las A lm as an o n ad ad as e n el q u in to estado

ju n to a su am igo . 1107159. D e q u é ha v iv id o esta A lm a y c ó m o ella está sin ella. [108]60. C ó m o hay q u e m o r i r de tres m u e rte s para a lcanzar la lib re v ida

an o n ad ad a . [109]

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61. D e los siete estados del Alma. [111]62. D e los que han m uerto al pecado m ortal y han nacido a la vida de

la gracia. [112]63. C óm o A m or [/Alma] llama villanos a los que les basta con salvar­

se. [113]64. Aquí habla de las Almas mortificadas en la vida del espíritu. [113]65. D e aquellas que tom an asiento en la m ontaña sobre los vientos.

[114]66. C óm o el Alma se alegra de haberse despedido de R azón y de las

otras Virtudes. [115]67. Aquí se habla del país donde m ora esta Alma y de la Trinidad.

[115]68. C óm o por obra divina esta Alma se une a la Trinidad y cóm o lla­

ma asnos a los que quieren vivir del consejo de R azón. [116]69. El Alma dice aquí que la práctica de las Virtudes no proporciona

más que trabajo y preocupación. [117]70. C óm o un Alma así es lo que es por la gracia de Dios. [118]71. C óm o esta Alma ya no obra ni para Dios, ni para ella misma, ni

para su prójimo. [119]72. Aquí se habla de la distancia entre el país de los que perecen y

extravían y el país de la libertad, y de por qué el Alma tiene voluntad. [119]

73. C óm o ha de m orir el espíritu para perder la propia voluntad. [121]74. Por qué A m or llama a esta Alma por un nom bre tan hum ilde co­

m o «alma». [122]75. C óm o el Alma ilum inada da entendim iento acerca de las cosas di­

chas a través del ejemplo de la transfiguración de nuestro señor Jesucris­to. [122]

76. Aquí el Alma muestra a través del ejemplo de la Magdalena y de los santos que el Alma no siente vergüenza de sus pecados. [123]

77. Aquí el Alma pregunta si Dios ha puesto fin y térm ino a los do­nes de su bondad. [124]

78. C óm o aquellos que no han obedecido a las enseñanzas de la per­fección quedan atrapados en ellos mismos hasta la m uerte. [126]

79. C óm o el Alma libre aconseja que no se rehúsen las demandas del buen espíritu. [127]

80. C óm o el Alma entona canto y discanto. [128]

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81. C ó m o a esta A lm a n o le im p o r ta n n i ella, n i su p ró jim o , ni el p ro ­pio D ios. [130]

82. C ó m o es libre p o r sus c u a tro costados. [130]83. C ó m o el A lm a lleva p o r n o m b re la tran sfo rm ac ió n q u e A m o r ha

o b rad o en ella. [132]84. C ó m o el A lm a lib re p o r sus c u a tro costados asc ien d e a la so b era ­

nía y vive l ib re m e n te de vida d iv in a . 1132]85. C ó m o esta A lm a es libre, m ás lib re y libre p o r c o m p le to . |134¡86. C ó m o R a z ó n se m aravilla de lo q u e se d ice de esta A lm a. [134]87. C ó m o esta A lm a es señora d e las V irtu d es e luja de la D eidad . [136]88. C ó m o p re g u n ta A m o r lo q u e p reg u n ta ría R a z ó n si e s tu v ie ra con

vida, es decir, q u ié n es la m ad re d e R a z ó n y de las o tras V irtu d es . | 137]89. C ó m o esta A lm a lo ha d ad o to d o p o r la lib e rtad d e n o b leza . | 138]90. C ó m o p u e d e alcanzarse la p e rfe c c ió n h ac ie n d o lo c o n tra r io del

p ro p io q u erer. |139 |91. C ó m o la v o lu n tad de estas A lm as es la v o lu n tad de A m o r v p o r

qué. | 14 0 192. C ó m o se despo ja el A lm a de D ios, de ella m ism a y de su p ró jim o .

M 4 1 193. A q u í habla de la paz de la v ida d iv ina. | 142194. D el le n g u a je de la v id a d iv in a . [143]95. C ó m o el país de los ex trav iados está lejos del país de los an o n a d a ­

dos. | I43|96. A quí habla el Alma a la T r in id ad . 1144197. C ó m o el paraíso n o es o tra cosa q u e ver a D ios. |I4 5 |98. R a z ó n p reg u n ta q u é hacen aq ue llo s cuyo estado está p o r enc im a

de sus p en sam ien to s . |146 |99. C ó m o esas g en tes q u e se hallan en ese estado son so b eran o s. | 147]100. C o m o existen g randes d iferencias en tre unos ángeles y o tros. [ 147j101. C ó m o esta A lm a n o q u ie re hace r nada, ni le falta nada, al igual

q u e su A m igo . | I 48|10.2. A qu í el lin ten d im ien t© del A lm a an o n ad ad a m u estra la p ied ad

q u e sien te c u a n d o m aldad v en ce a b o n d a d . [1.49]103. A q u í se m uestra q u é significa q u e el ju s to cae sie te veces al día.

[150]104. A qu í ex p lica el A lm a c ó m o le ha dado D ios l ib re m e n te su libre

v o lu n tad . ]151]

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105. [Qué significa que el justo cae siete veces al día.] [151]106. C óm o el Alma recita y muestra la suma de sus peticiones. [152]107. Aquí comienzan las peticiones del Alma noble. [153]108. U na bella consideración para evitar el pecado. [153]109. C óm o se asombra el Alma de no poder dar suficiente satisfacción

po r sus faltas. [155]110. C óm o el arte en criatura es un ingenio sutil que se encuentra en

la substancia del Alma. [156]111. De la diferencia entre la unción de paz y la guerra que hace bro­

tar el reproche o los rem ordim ientos de conciencia. [157]112. D e la bondad eterna que es am or eterno. [158]113. Pensar en la pasión de Jesucristo nos lleva a la victoria sobre no­

sotros mismos. [158]114. Si criatura hum ana puede seguir con vida y estar a un tiempo sin

ella misma. [159]115. Aquí se habla de la substancia perm anente y de cóm o Am or en­

gendra en el Alma la Trinidad. [160]116. C óm o el Alma se regocija de las dificultades de su prójim o.

[160]117. C óm o muestra esta Alma que es ejemplo de salvación para toda

criatura. [161]118. D e los siete estados del Alma devota que también se llaman m o­

dos de ser. [163]119. C óm o el Alma que hizo escribir este libro se excusa por haberlo

hecho tan largo en palabras que parece pequeño y breve a las Almas que m oran en la nada y que de am or han caído en ese estado. [168]

120. C óm o alaba Verdad a estas Almas. [169]121. C óm o Santa Iglesia las alaba. [170]122. Aquí comienza el Alma su canción. [172]

Aquí siguen algunas consideraciones para aquellos que se hallan en el estado de los extraviados y preguntan por el camino al país de la libertad.

123. Y versa la prim era consideración sobre los Apóstoles. [177]124. La segunda consideración versa sobre la bendita Magdalena. [178]125. La tercera versa sobre san Juan Bautista. [181]126. La cuarta versa sobre la virgen M aría y su santificación. [181]

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127. La quinta consideración versa sobre cóm o la naturaleza divina fue unida a la naturaleza hum ana en la persona del H ijo. [183]

128. La sexta consideración versa sobre cóm o la hum anidad del H ijo de Dios fue atorm entada p o r nosotros. [183]

129. La séptim a consideración versa sobre los Serafines y cóm o se ha­llan unidos a la voluntad divina. [184]

130. A quí habla el Alma de otras tres hermosaas consideraciones y m e­ditaciones, y de cóm o ella no conoce el poder, la sapiencia y la bondad divinos sino en la m edida que conoce su propia debilidad, ignorancia y maldad. [185]

131. [Aquí dice el Alma que no quiere más que la voluntad de Dios.] [186]

132. C óm o Justicia, M isericordia y A m or vienen al A lm a cuando ella ha salido de su infancia. [189]

133. A quí dice el Alm a que todas las consideraciones anteriores son para los extraviados, y vuelve a explicar quiénes son éstos y cóm o estas consideraciones pertenecen a la vida del espíritu. [191]

134. C ó m o el Alma se halla en estado de perfección cuando Santa Iglesia no puede tom ar ejem plo de su vida. [192]

135. C ó m o se engañan los que tienen suficiente con gobernarse se­gún el apego de la vida del espíritu. [193]

136. C óm o para el Alma anonadada está prohibida toda obra. [193]137. C óm o esta A lm a es profesa en su religión y cóm o ha guardado,

bien su regla. [194]138. C ó m o el A lm a retorna a su ser prim igenio. [195]139. C ó m o N aturaleza es sutil en m uchas cosas. [195][140. A probación. (197)]

Explicit Deo gratias

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V oso tros q u e lee ré is e n este lib ro 2 Si lo q u e ré is e n te n d e r b ie n P en sad e n lo q u e d iré is P u e s es d u ro d e c o m p re n d e r .O s h a rá falta H u m ild a d Q u e de C ie n c ia es te so re raY de las o tras V ir tu d e s la m ad re .

T eó lo g o s y o tro s c lé rig o s N o te n d ré is e l e n te n d im ie n to ,P o r c laro q u e sea v u e s tro in g e n io , Si n o p ro c e d é is h u m ild e m e n teY si A m o r y F e ju n to sN o os h a c e n su p e ra r a R a z ó n , P u e s so n dam as d e la casa.

R a z ó n m ism a n o s a te s tig u a E n el c a p ítu lo tre c e d e este lib ro ,Y sin av e rg o n zarse de ello,Q u e A m o r y Fe le d a n v id aY de ellos n o se lib e raP u e s t ie n e n so b re ella se ñ o río ,P o r eso es p re c iso q u e se h u m ille .

H u m illa d , p u es , v u es tra s c iencias Q u e se fu n d an en R a z ó nY p o n e d to d a v u e s tra co n fia n z a E n aquellas q u e son d o n esD e A m o r, ilu m in a d a s p o r Fe,Y así c o m p re n d e ré is este lib ro Q u e al A lm a h a c e v iv ir d e A m o r3.

E xplicit

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[1] E l p r ó l o g o

1,1 Alma tocada4 p o r D ios, despojada del pecado en el p rim er estado de gracia, es elevada p o r gracia divina hasta el séptim o estado5. En él tie­ne la plenitud de su perfección por la divina fruición'’ en el país ce la vida.

Aquí habla Amor7: Vosotros, los activos y contem plativos, y quizá ano­nadados p o r am or verdadero8, vosotros que oiréis de algunas de las po ­tencias del puro am or, del noble am or, del alto am or del A lm a liberada", y de cóm o el Espíritu Santo ha desplegado en ella su vela"’ com o en su nave, os ruego p o r am or —dice A m or— que escuchéis con gran estudio de vuestro sutil en tendim iento in terio r y con gran diligencia; pues de lo contrario cuantos oigan entenderán mal si no son ellos eso m ism o".

Atended, pues, po r hum ildad a un pequeño ejem plo del am or m un­dano aplicable al am or divino.

Ejemplo. H ubo una vez una doncella, hija de rey, de gran corazón y nobleza, así com o de gran coraje, que vivía en un país extranjero. Sucedió que la doncella oyó hablar de la gran cortesía y nobleza del rey Alejan­dro y al instante su voluntad le am ó po r el gran renom bre de su gentile- ■m1'. Pero estaba tan lejos esta doncella del gran señor al que había entre­gado su propio am or que no podía ni verlo ni tenerlo; por ello a m enudo se sentía desconsolada, pues ningún otro am or le bastaba más que éste. Y cuando vio que este lejano amor, estando tan cercano o dentro m ism o de ella, estaba a la vez tan lejos fuera de ella11, pensó que encontraría con­suelo a su desazón im aginando una figura de su amigo por quien a m e­nudo sentía su corazón herido. Entonces hizo pin tar una im agen que re­presentaba el rostro del rey que amaba lo más cercana posible al m odo en que ella le amaba y a la m edida del am or que la tenía presa; y por m edio de esta im agen y con otros m étodos suyos soñó al propio rey.

El A lm a: En verdad —dice el Alma que hizo escribir este libro— yo os digo algo semejante: oí hablar de u n rey de gran poder, que po r cortesía

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y por su gran nobleza y generosidad era como un noble Alejandro; pero estaba tan lejos de mí y yo de él que no lograba consolarme por mí mis­ma y para que me acordase de él me dio este libro que representa su amor en algunas de sus formas. Pero aunque tenga su imagen, eso no quita que me halle en tierras extrañas y lejos del palacio donde habitan los muy no­bles amigos de este señor, que son todos ellos puros, inmaculados y libres por los dones de este rey con el que moran.

El Autor'4: Y por ello os diremos, a fin de que los pequeños15 puedan oírlo alguna vez de vuestra boca, de qué forma, aunque Nuestro Señor no es com pletam ente libre de Amor, Am or lo es de él por nosotros, pues A m or puede hacer cualquier cosa sin causar daño a nadie.

Y así os dice Am or a vosotros: hay siete modos de ser de gran noble­za"’ de los que la criatura recibe su ser si se pone en disposición de pasar por todos ellos hasta llegar al de la perfección; y os diremos cómo antes de que el libro finalice.

[2] D e la ta r e a de A m o r y d e p o r q u é m a n d ó h a c e r e s t e l i b r o . C a p í t u l o II

Am or Hijos de la Santa Iglesia —dice Amor—, por vosotros he hecho este libro, a fin de que oigáis, para valeros mejor, la perfección de la vida y el estado de paz a los que puede llegar en virtud de la candad perfecta la criatura a la que le es concedido este don de toda la Trinidad. Don del que oiréis dirim ir en este libro a través de las respuestas de Entendim ien­to de A m or 7 a las preguntas de R azón.

[3] A q u í h a b l a A m o r d e l o s m a n d a m i e n t o s d e S a n t a I g l e s i a . C a p í t u l o III

Amor. Para ello comenzaremos —dice Am or— con los mandamientos de Santa Iglesia, para que todos puedan ser apacentados por este libro con la ayuda de Dios que nos manda que le amemos con todo nuestro cora­zón, con toda nuestra alma y con toda nuestra virtud; y a nosotros mis­mos como debemos; y a nuestro prójimo com o a nosotros mismos18.

En prim er lugar, que le amemos con todo nuestro corazón. Es decir,

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qn<- n u estro s p e n sa m ie n to s e s tén p u e s to s s iem p re e n él d e fo rm a v e rd a - ■•‘ i-i- Y c o n to d a n u e s tra alm a. Es d ec ir, q u e a u n q u e n o s c u es te la v ida n> > d ig am o s m ás q u e la v e rd a d 1''1. Y c o n to d a n u es tra v ir tu d . Es dec ir, q u e llagam os todas n u es tra s obras p u ra m e n te p o r él. [Q u e n o s am em o s] a n o - ' a ios m ism o s c o m o d e b e m o s . E s to es, q u e h a c ié n d o lo n o b u sq u e m o s

nuestro p ro v e c h o , s in o la p e rfe c ta v o lu n ta d de D ios. Y a n u e s tro p ró jim o • n m o a n o so tro s m ism o s. Es d ec ir, q u e n o h ag am o s, n i p e n se m o s , n i d i- ",.iinos de n u e s tro p ró jim o lo q u e n o q u e rr ía m o s q u e se n o s h ic ie ra a ñ o ­ñi ros. E stos m a n d a m ie n to s so n n ecesa rio s p ara la sa lvac ión de to d o s: u n a

' ida in fe r io r a e llos n o p u e d e m e re c e r la g racia.Ved aq u í el e je m p lo d e l jo v e n q u e d ijo a Je su c ris to q u e él los h ab ía

guardado d esd e su in la n c ia y J e su c ris to le d ijo : «Te falta h a c e r u n a cosa si ■Inieres ser p e rfe c to . E s to es: ve y v e n d e todas las cosas q u e tien es , dáse­la; a los p o b re s , y d esp u és s íg u e m e y ten d rá s u n te so ro e n el cielo»20. E s- i" es el co n se jo p a ra a lcan zar la p e rfe c c ió n d e todas las V ir tu d e s , q u ie n lo H ienda p e rm a n e c e rá e n la c a r id a d v e rd ad era .

[4] D e l a n o b l e v i r t u d d e C a r i d a d y d e c ó m o e l l a n o o b e d e c e s i n o a A m o r . C a p í t u l o I V

Amor: C a r id a d n o o b e d e c e a n in g u n a cosa c read a s ino só lo a A m o r21.C a rid a d n o tie n e n ad a p ro p io y, s u p o n ie n d o q u e te n g a algo, n o d ice

n unca q u e sea suyo.C a rid a d de ja d e lad o su p ro p ia n e c e s id a d y a cu d e a c u m p lir la de o tro .C a rid a d n o p id e re m u n e ra c ió n a c r ia tu ra a lg u n a p o r u n b ie n o p lace r

que le o to rg u e .C a rid a d n o c o n o c e v e rg ü e n z a , n i m ie d o , n i d o lo r ; es ta n re c ta q u e n o

l'iied e q u e b ra rse a n te n ad a q u e le aco n te z ca .C a r id a d n o h ace n i se p re o c u p a d e n ad a d e c u a n to está b a jo el sol, to ­

bo el m u n d o es p a ra ella lo q u e le resta y lo q u e le sob ra .C a rid a d da a to d o s c u a n to t ie n e d e v a lo r y n o se q u e d a c o n n ad a y a

m e n u d o p ro m e te lo q u e n o tien e , a causa de su g ra n g e n e ro s id a d y c o n la esperanza de q u e a q u ie n m ás da, m ás le q u ed a .

C a r id a d es c o m e rc ia n te ta n sab ia q u e gana s iem p re allí d o n d e o tro s p ie rd en , escapa d e las a tadu ras q u e a tan a o tro s y así a b u n d a e n aq u e llo q u e p lace a A m o r.

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Y ñjaos que aquel que tuviese caridad perfecta vería m orir en él á apego22 a la vida del espíritu por obra de caridad.

[5] D e la v i d a q u e se l l a m a p a z d e c a r i d a d en la v i d a a n o n a d a d a . C a p í t u l o V

[Amor.] Mas existe otra vida que llamamos paz de caridad en la vida anonadada. De ella queremos hablar —dice Am or— buscando poder en­contrar:

I un alma <que no pueda hallarse>23II que se salve por la fe sin obras24III que se halle sólo en am orIV que no haga nada por DiosV que no deje de hacer nada por DiosVI a la que no se le pueda enseñar nadaVII a la que no se le pueda quitar nadaVIII n i dar nadaIX y que no tenga voluntad

Amor: ¡Ah! —dice Am or—. ¿Y quién dará a esta Alma lo que le falta, pues es cosa que nunca fue ni será dada?

Amor. Esta Alma —dice Amor— tiene seis alas como los Serafines25. N o quiere nada que le llegue por mediación26; es lo propio del ser de los Se­rafines, para los cuales no existe mediación entre su am or y el amor di­vino. Ellos tienen siempre <am or> nuevo27, inmediato, y también el Al­ma, pues no busca la divina ciencia entre los maestros de este siglo, sino despreciando verdaderamente al m undo y a sí misma. ¡Oh, Dios, qué gran diferencia entre un don por mediación del amigo a la amiga y un don sin mediación del amigo a la amiga!

Amor: Este libro ha bien dicho la verdad sobre esta Alma de la que di­ce que tiene seis alas com o los Serafines. C on dos de ellas cubre el rostro de Jesucristo, nuestro señor. Esto significa que cuanto más conocim iento tiene el Alma de la bondad divina, más conoce que no conoce nada al la­do de una sola chispa de su bondad, pues él no es com prendido más que por sí mismo.

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C o n o tras dos alas cu b re los pies. E s to significa q u e c u a n to m ás c o n o ­c im ie n to t ie n e de lo q u e Jesu c ris to su frió p o r n o so tro s , ta n to m ás co n o ce q u e n o c o n o c e n ad a al lad o de lo q u e él su frió , pu es él n o es co n o c id o m ás q u e p o r sí m ism o.

C o n otras dos alas v uela el A lm a y se m a n tie n e e rg u id a y sentada. Esto significa q u e c u a n to c o n o ce , am a y g o za de la d iv ina b o n d a d son esas alas c o n las q u e vuela ; y se m a n tie n e e rg u id a p o rq u e está s iem p re m iran d o a D ios; y sen tada p o rq u e p e rm a n e c e s iem p re en la v o lu n ta d d iv in a28.

¡Ah! ¿Y de q u é o c ó m o p o d r ía tal A lm a te n e r m ie d o ? E n verdad , ella n o p o d ría n i d e b e ría te m e r n i d u d a r n a d a , p u es s u p o n ie n d o q u e estu v ie ­ra e n el m u n d o , y q u e fu e ra p o sib le q u e el m u n d o , la c a rn e , el d iablo y los cu a tro e le m e n to s29, los pájaros de l a ire y las bestias q u e m u d a n la p ie l30 la a to rm e n ta se n , d esp ed azasen y d ev o rasen , a u n así ella n o p o d r ía p e rd e r n ad a si le q u e d a D io s . P u es él es to d o e n tod as p a rte s31, to d o p o d e r , to d a sab idu ría y to d a b o n d a d .

[El Alm a:] É l es n u e s tro p ad re , n u e s tro h e rm a n o y n u e s tro leal am igo. É l es sin c o m ie n z o . In c o m p re n s ib le sin o p o r sí m ism o . É l es sin fin . Tres p e rso n as en u n so lo D io s ; y tal es —d ic e esta A lm a— el a m ig o de nuestras alm as32.

[6] C ó m o e l A l m a e n a m o r a d a d e D i o s , v i v i e n d o e n p a z d e c a r i d a d , s e d e s p i d e

d e l a s V i r t u d e s . C a p í t u l o V I

[Amor:] E sta A lm a q u e p o see ta l a m o r —dice el p ro p io A m o r— p u e d e decirles a las V ir tu d e s q u e ya h a estad o la rgo t ie m p o y m u c h o s días a su se rv ic io 33.

E l A lm a: O s lo co n fieso , d am a A m o r —d ice esta A lm a—, h u b o u n t ie m p o e n q u e lo estuve , p e ro a h o ra es o tro m o m e n to ; v u e s tra co rtes ía m e h a ap a rtad o de su se rv id u m b re . P o r e llo a h o ra les p u e d o d e c ir y c a n ­ta r a b ie r ta m e n te :

V irtudes, m e despido de vosotras para siempre,T endré el corazón más libre y más alegre,Serviros es demasiado costoso, lo sé bien,Puse en otro tiem po m i corazón en vosotras, sin reservas,

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Era vuestra, lo sabéis, a vosotras por completo abandonada,Era entonces vuestra sierva, ahora me he liberado.Tenía puesto en vosotras todo mi corazón, lo sé bien,Pues viví por entonces en un gran desfallecer.Sufrí grandes torm entos mientras duró mi pena,Es maravilla que haya escapado con vida,Pero, como es así, poco importa ya: me he separado de vosotras,D oy por ello las gracias al Dios de las alturas; el día me es favorable, M e he alejado de vuestros peligros, en los que me hallaba con gran

contrariedad.Nunca fui libre hasta que me desavecé de vosotras;Partí lejos de vuestros peligros y permanecí en paz34.

[7] C ó m o e s t a A l m a es n o b l e y c ó m o n o se c u i d a d e n a d a . C a p í t u l o V II

[Amor:] Esta Alma —dice Amor— no se cuida de vergüenza ni de ho­nor, de pobreza ni de riqueza, de alegrías ni penas, de am or ni odio, de infierno ni paraíso.

Razón: ¡Ah, po r Dios, Amor!, ¿qué significa lo que estáis diciendo?Amor. ¿Qué significa? —dice Am or—, Ciertam ente eso lo sabe aquel al

que Dios le dio entendim iento y ningún otro, pues las Escrituras no lo enseñan, ni sentido hum ano lo com prende, ni el esfuerzo de las criaturas logra entenderlo o comprenderlo, puesto que es un don concedido por el Altísimo en el que la criatura es arrebatada por la plenitud del conoci­m iento y no queda nada en su entendim iento. Y esta Alma, que se ha convertido en nada, lo tiene todo y por ello no tiene nada, lo quiere to­do y no quiere nada, lo sabe todo y no sabe nada35.

Razón: ¿Y cóm o puede ser, dama Am or —dice R azón—, que esta Al­ma pueda querer lo que dice este libro si antes ha dicho de ella que no tiene en absoluto voluntad?

Amor: R azón —dice Am or—, no es su voluntad quien lo quiere, sino que es la voluntad de Dios que lo quiere en ella; pues no es que esta Alma habite en A m or y A m or le haga querer esto a través de algún de­seo, sino que Am or, que ha atrapado su voluntad, habita en ella y, por eso, de ella A m or hace su voluntad. Desde ese m om ento A m or obra en

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ella sin e lla , p o r eso n o h a y p e n a q u e p u e d a p e rm a n e c e r e n su in te r io r .Esta A lm a —d ice A m o r— ya n o sabe h ab la r de D io s , p u e s está an o n a ­

dada re sp e c to a to d o s sus deseos e x te rio re s , a sus s e n tim ie n to s in te rn o s y a to d o a p e g o d e l e sp íritu , en la m e d id a q u e hace lo q u e h a c e p o r la p rá c - nca d e b u e n a s co s tu m b res , o p o r m a n d a m ie n to de S an ta Iglesia, sin n in ­gún deseo , p u e s e n ella, la v o lu n ta d q u e p ro d u c ía el d eseo , está m u erta .

[8] C ó m o R a z ó n s e a s o m b r a d e q u e e s t a A l m a h a y a a b a n d o n a d o l a s V i r t u d e s

y c ó m o l o a l a b a A m o r . C a p í t u l o V I I I

[Razón:] ¡O h , A m o r! —d ice R a z ó n q u e n o e n tie n d e m ás q u e lo basto y deja lo su til—, ¿qué m arav illa es ésta? E sta A lm a n o tie n e n in g ú n sen ti­m ien to d e g rac ia n i deseo d e l e sp ír itu , p u es to q u e se ha d esp ed id o de las V irtudes q u e p ro p o rc io n a n la m a n e ra de v iv ir b ie n a to d a alm a b u en a . Sin las V ir tu d e s n ad ie p u e d e salvarse n i llegar a la p e rfe c c ió n de v ida, y qu ien las p o se e n o p u e d e ser en g a ñ a d o ; sin em b arg o , esta A Jm a se desp i­de de ellas. ¿ N o está fuera de se n tid o el A lm a q u e así habla?

A m o r : C ie r ta m e n te n o —d ice A m o r—, p u e s A lm as tales p o se e n todas las V irtudes m e jo r q u e c u a lq u ie r o tra c ria tu ra , p e ro ya n o las p rac tican , p u es no les p e r te n e c e n c o m o so lían ; h a n estado sujetas a ellas lo su fic ien te c o ­m o p ara se r lib res d e ah o ra e n ad e lan te .

R a z ó n : ¡O h , A m o r! —d ice R a z ó n —, ¿ cu án d o e s tu v ie ro n sujetas?Amor: C u a n d o p e rm a n e c ie ro n e n el a m o r y la o b e d ie n c ia a vos, d a ­

ma R a z ó n y ta m b ié n a las o tras V irtu d e s ; y ta n to p e rm a n e c ie ro n q u e se h ic ie ro n libres.

R azón: ¿Y c u á n d o se h a c e n libres? —d ice R a z ó n .Amor: C u a n d o A m o r h ab ita e n ellas y las V ir tu d e s les s irv en sin c o n -

trad icc ió n y sin esfu e rzo d e estas A lm as.¡Ay, R a z ó n ! S in d u d a —d ice A m o r—, esas A lm as q u e h a n lleg ad o a ser

así d e libres h a n sab id o d u ra n te la rg o t ie m p o lo q u e suele h a c e r D o m i­nio; a q u ie n e s les p re g u n ta se n p o r el m ay o r to rm e n to q u e p u e d a su frir una c ria tu ra , re sp o n d e ría n : p e rm a n e c e r e n A m o r y esta r b a jo la o b e ­d ien c ia de las V ir tu d e s . P u es es n e c e sa rio d ar a las V ir tu d e s c u a n to p id e n , p o r m u c h o q u e le c u es te a N a tu ra leza . Y resu lta q u e las V ir tu d e s p id e n h o n o r y h ab er, c o ra z ó n , c u e rp o y v ida; es dec ir, p id e n q u e esas A lm as

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dejen todas esas cosas y aun le dicen a esa Alma, que les ha dado todo es­to y no ha retenido nada con que confortar a Naturaleza, que «a duras penas se salva el justo»36. Y por ello esa Alma consternada, que aún está al servicio de las Virtudes, dice que querría verse dominada por Temor y ser atormentada en el infierno hasta el ju icio si después había de salvarse.

Y esto es verdad —dice A m or-; en una sujeción así vive el Alma sobre la que las Virtudes tienen poder. Pero las Almas de las que hablamos han puesto en su sitio a las Virtudes, pues estas Almas no hacen nada por ellas. Sino que son las Virtudes las que hacen todo lo que las Almas quieren, sin dom inio ni contradicción, pues las Almas son sus dueñas37.

[9] C ó m o ta le s A l m a s n o t i e n e n e n a b s o l u t o v o l u n t a d . C a p í t u l o IX

[Amor.] A quien preguntase a estas Almas libres, seguras y pacíficas, si querrían estar en el purgatorio, le responderían que no; si querrían estar en esta vida con la certitud de salvarse, le responderían que no; o si que­rrían estar en el paraíso, le responderían que no. Pero ¿con qué habrían de quererlo? N o tienen en absoluto voluntad y si quisieran algo se aleja­rían de Amor; pues aquel que posee su voluntad conoce lo que es bue­no para ellas y eso les basta, sin que lo sepan ni tengan la seguridad. Es­tas Almas viven de conocim iento, amor y loor; ésta es su continua práctica sin que se muevan de sí mismas, pues Conocim iento, Am or y Loor habitan en ellas38. Tales Almas no se saben encontrar buenas o ma­las, ni tienen conocim iento de sí mismas, ni sabrían juzgar si han sido convertidas o pervertidas39.

Amor. Para hablar con brevedad, tomemos por ejemplo un Alma -d i­ce Am or— que no desee ni desprecie pobreza ni tribulación, ni misa ni sermón, ni ayuno ni oración, y le dé a Naturaleza cuanto le haga falta sin remordimientos de conciencia40; pues bien, esta naturaleza se halla tan bien ordenada en ella por la transformación de unidad de Amor, a la que se acopla la voluntad del Alma, que no pide nada que esté prohibido41. U n Alma así no tiene cuidado de lo que pueda hacerle falta más que en el m om ento mismo en que le hace falta; y nadie puede dejar de cuidar­se de estas cosas si no es inocente.

Razón: ¡Ah, por Dios! —dice R azón—, ¿qué quiere decir eso?

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Am or. A esto os re sp o n d o , R a z ó n —dice A m o r—, c o m o ya d ije antes y «>s lo re p ito u n a v ez m ás, q u e n i to d o s los m aestro s d e las c iencias de n a ­turaleza, n i to d o s los m aestro s d e la e sc ritu ra42, n i to d o s c u a n to s p e rm a ­n e cen e n el a m o r y o b e d ie n c ia a las V ir tu d e s lo e n t ie n d e n n i lo e n te n ­derán c o m o h ay q u e e n te n d e r lo . E s tad seg u ra d e ello , R a z ó n —d ice A m or—, p u e s n a d ie e n tie n d e estas cosas e x c e p to a q u e l a q u ie n A m o r P u ­to llam a. Y si p o r v e n tu ra se e n c o n tra s e n A lm as así, ellas si q u is ie ran d i- tían la v e rd ad , p e ro n o creáis q u e las e n te n d e r ía n a d ie m ás q u e aquel q u e busca A m o r P u ro 43 y C a rid a d .

Este d o n —d ic e A m o r— se o to rg a a veces e n u n in s ta n te ; q u ie n lo re -< iba q u e lo g u a rd e , ya q u e es e l d o n m ás p e rfe c to q u e D io s c o n c e d e a la< ria tu ra . E sta A lm a es d isc íp u la d e la D e id a d , to m a a s ien to e n el valle de l.i H u m ild a d y e n la llan u ra de la V erdad y rep o sa e n la m o n ta ñ a del A m o r44.

[10] C ó m o A m o r d a a e s t a A l m a , a p e t i c i ó n d e R a z ó n , d o c e n o m b r e s

p a r a l o s a c t i v o s . C a p í t u l o X

[Razórr] ¡O h , A m o r! —d ice R a z ó n —, n o m b ra d a esta A lm a p o r su v e r­dadero n o m b re , d a d a lg ú n c o n o c im ie n to a los activos.

Am or. P u e d e ser n o m b ra d a —d ic e A m o r— p o r d o c e n o m b re s , a saber: La m u y m arav illosa.La n o c o n o c id a .La m ás in o c e n te d e las hijas d e J e ru sa lé n 45.A q u ella so b re la q u e se fu n d a m e n ta to d a la S an ta Iglesia.La ilu m in a d a d e c o n o c im ie n to .La o rn a d a de am o r.La v iva e n alabanzas.La e n to d o a n o n a d a d a p o r h u m ild a d .La p ac ífica e n estad o d iv in o p o r d iv in a v o lu n ta d .A q u e lla q u e n a d a q u ie re s ino la d iv in a v o lu n ta d .La to ta lm e n te p le n a y satisfecha d e b o n d a d d iv in a p o r o b ra d e la T r i­

nidad.Su ú ltim o n o m b re es: O lv id o .E stos d o c e n o m b re s le da A m o r.

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Pura Cortesía: Y ciertam ente es ju sto que así sea llamada —dice Pura Cortesía—, pues ésos son sus verdaderos nom bres.

Razón: ¡Ah, A m or! —dice R azón—, habéis llamado a esta Alma por muchos nom bres, p o r ello los activos han obtenido ya algún conoci­m iento aunque sólo fuera por haber oído los m uy nobles nom bres p o r los que la habéis nom brado.

[11] C ó m o , a p e t i c i ó n de R a z ó n , A m o r da c o n o c i m i e n t o a c é r c a d e es ta A l m a

a lo s c o n t e m p l a t i v o s , a c l a r a n d o n u e v e p u n t o s q u e ya h a n s id o m e n c i o n a d o s a n t e s .

Capítulo X I

[Razón:] A hora, A m or —dice R azó n —, os ruego en nom bre de los contemplativos que desean siempre crecer en el conocim iento divino y que están y perm anecen en el deseo de A m or, que por vuestra cortesía expongáis los nueve puntos de los que habéis hablado antes46 y que son propios, los nueve, de esta Alma llamada por el A m or Puro en la que ha­bita la Caridad asentada en una vida anonadada a la que el Alma se aban­dona por puro amor.

Amor: R azó n —dice A m or—, nom bradlos.Razón: El p rim er pun to que habéis m encionado —dice R azón a

Am or— es que no puede encontrarse u n Alma así.Amor: Es verdad —dice A m or—, es decir: esta Alma no reconoce en sí,

misma más que una sola cosa, a saber: la raíz de todos los males y la abun­dancia de todos los pecados, sin núm ero, peso y m edida. Y el pecado es nada, y esta Alm a se encuentra abatida y espantada po r sus horribles fal­tas, que son aún m enos que nada, y p o r esta com prensión esta Alma, en lo que a ella respecta, es m enos que nada. Por ello podem os concluir que no se puede encontrar un Alma así, pues se halla tan anonadada p o r hu ­m ildad que n inguna criatura pecadora es digna de tam año torm ento ni de tam aña e infinita confusión com o a su ju ic io lo es ella misma si así fue­ra que Dios quisiera tom ar venganza de una milésima parte de una sola de sus faltas. Sólo una hum ildad así es verdadera y perfecta hum ildad en un Alma anonadada.

Amor: El segundo pun to es que esta Alma se salva por la fe, sin obras.

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Razón: ¡A h, p o r D ios! —d ice R a z ó n —, ¿eso q u é significa?Amor. S ign ifica —dice A m o r— q u e esta A lm a a n o n a d a d a tie n e u n c o ­

r n i l im ie n to in te r io r tan g ra n d e e n v i r tu d de la fe y se e n c u e n tra tan o c u - |>.i11.1 en m a n te n e r e n ella lo q u e F e le ,a d m in is tra d e l p o d e r del Padre, de l.t sap iencia d e l H ijo y de la b o n d a d d e l E sp ír itu S a n to q u e nada de lo i n u d o p e rm a n e c e e n su re c u e rd o , s in o q u e pasa b re v e m e n te , a causa de esa o tra o c u p a c ió n q u e en v u e lv e el e n te n d im ie n to de esta A lm a an o n a ­dada, E sta A lm a ya n o sabe o b ra r, p e ro está su f ic ie n te m e n te excusada y i 's im id a p o r c re e r q u e D io s es b u e n o e in co m p re n s ib le . Se salva p o r la fe sin obras, p o rq u e la fe sob repasa to d a o b ra , c o m o A m o r m ism o a testi­gua17.

Amor: E l te rc e r p u n to es q u e ella se halla só lo e n am o r.Razón: ¡A h, p o r D io s , d am a A m o r! —dice R a z ó n —, ¿q u é significa?Amor: S ign ifica —dice A m o r— q u e esta A lm a n o halla co n su e lo , afecto

ui esperanza e n c r ia tu ra p o r D io s c reada , n i en el c ie lo n i e n la tie rra , si­no sólo e n la b o n d a d de D io s. U n a lm a así n o m e n d ig a 48, n o p id e nada a i i ¡atura. Es el fé n ix q u e se halla so lo ; p u es esta A lm a se halla sola en A m or, q u e só lo de él se sacia.

Amor: E l c u a r to p u n to es q u e esta A lm a n o h a c e n a d a p o r D ios.R azón: ¡A h, p o r D ios! —d ice R a z ó n —, ¿qué significa?Amor: S ign ifica —d ice A m o r— q u e D io s n o tie n e n a d a q u e h a c e r de su

obra y el A lm a n o tie n e n ad a q u e h a c e r m ás q u e d e a q u e llo de lo q u e I >ios te n g a algo q u e hace r. N o se p re o c u p a d e sí m ism a , ¡que se p re o c u ­pe D ios q u e la am a m ás d e lo q u e ella se am a! E sta a lm a p o se e u n a fe tan grande e n D io s q u e n o te m e ser p o b re m ie n tra s su a m ig o sea rico . P ues l e le en señ a q u e tal c o m o espere e n c o n tra r a D io s así lo e n c o n tra rá ; y ella espera e n v ir tu d de la fe q u e él sea r ic o y, p o r tan to , n o p u e d e ser p o b re .

Amor: E l q u in to p u n to es q u e esta A lm a n o de ja p o r D io s de h a c e r nada q u e p u e d a hacer.

R azón: ¡A h, p o r D ios! —d ice R a z ó n —, ¿q u é significa?Amor: S ign ifica —d ice A m o r— q u e ella n o p u e d e h a c e r s ino la v o lu n -

i.id de D io s , n i p u e d e ta m p o c o q u e re r o tra cosa; y p o r e llo ella n o deja de h ace r n a d a p o r D io s . P u es n o de ja e n tra r e n su p e n sa m ie n to n ad a q u e sea c o n tra r io a D io s , y p o r e llo n a d a d e ja de h a c e r p o r D io s .

Amor: E l sex to p u n to es q u e n o se le p u e d e en se ñ a r nada .R azón: ¡A h, p o r D ios! —dice R a z ó n —, ¿q u é significa?Amor: S ign ifica q u e esta A lm a tie n e u n a co n s ta n c ia tal q u e si tu v ie ra

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el conocim iento completo de todas las criaturas que han sido, son y se­rán, ello no le parecería nada al lado de aquello que ella ama y que jamás fue ni será conocido. Pues esta Alma ama más aquello que está en Dios y que nunca fue ni será dado que no lo que ella tiene o tendría si hubiera de tener todo el conocim iento de todas las criaturas presentes y futuras.

[El Alma:) Y esto no es nada -d ice esta Alma— al lado de lo que él realmente es, pero de ello nada puede decirse.

Amor. El séptimo punto es que no se le puede quitar nada.Razón: ¡Ah, por Dios, Amor! -d ice R azón-, decid qué significa es®.Amor: ¿Qué significa? -d ice A m or-. ¿Y qué iban a quitarle? Cierta­

m ente no le podrían quitar nada. Pues quien quitase a esta Alma honor, riqueza y amigos, corazón, cuerpo y vida, todavía no le habría quitado nada si le queda Dios. Por lo que se hace evidente que por mucha fuer­za que se tenga no se le puede quitar nada.

Amor: El octavo punto es que no se le puede dar nada.Razón: ¡Amor, por Dios! —dice R azón—, ¿qué significa que no se le

puede dar nada?Amor: ¿Qué significa? —dice A m or-. ¿Y qué iban a darle? Si le dieran

cuanto ha sido y será dado, eso no sería nada al lado de lo que ella ama y amara.

Y dice el Alma: Más bien, Dama Amor, al lado de lo que Dios ama y amará en mí.

Amor: Fuera de vuestra reverencia —dice A m or- yo no soy esto.[Amor al auditorio:] Os diremos -d ice Amor dirigiéndose a los oyen­

tes— que Dios ama más el «más» de esta Alma en él que el «menos» de ella misma49.

Pero replica el Alma: N o hay «menos»; no hay nada más que el todo, y eso puedo m uy bien decirlo y decir verdad.

[Amor:] Yo aun digo más -d ice Amor—, si esta Alma tuviera todo el conocimiento, el am or y el loor de la divina Trinidad, todo el que jamás fue ni será dado, esto no sería nada al lado de aquello que ella ama y ama­rá: pero este amor no lo alcanzará nunca por la vía del conocim iento50.

El Alma habla a Amor: ¡Ah! Sin duda no, dulce A m or -d ice el Alma—, ni siquiera la más mínima parte de mi amor. Pues no hay otro Dios que aquel de quien nada en absoluto puede conocerse; sólo ése es mi Dios del que nada sabe decirse y al que ni siquiera todos los seres del paraíso pueden alcanzar en lo más m ínim o aunque tengan algún conocimiento

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tlr* él. Y e n ese «más» se e n c ie r ra —d ic e el A lm a— la so b e ra n a m o rtif ic a - t Ion del a m o r d e m i e sp ír itu , y e s to es y será p o r s ie m p re to d a la g lo ria ilel a m o r d e m i a lm a y la d e to d o s a q u e llo s q u e se e n te n d ie ro n 51.

C )ír ace rca d e esta c u e s tió n m e n o r —d ic e el A lm a— es p o c a cosa al la­tín ile la m ay o r, d e la q u e n a d ie hab la . Y a u n q u e yo q u ie ro h ab la r de ella, liu sé q u é d ec ir. S in e m b a rg o , d a m a A m o r, m i a m o r es d e ta l m a n e ra q u e pi H iero o í r m a l-d e c ir52 a lgo d e vos q u e q u e n o se d ig a n ad a . Y eso c ie r- liin ien te es lo q u e h ag o . M a ld ig o , p u e s , to d o lo q u e d ig o n o es sino m e - 1,1 m a led icen c ia ace rc a d e v u e s tra b o n d a d . P e ro lo q u e y o m a ld ig o m e lo ilebéis p e rd o n a r .

Pues, S e ñ o r —d ic e el A lm a—, b ie n m a ld ic e de vos el q u e s iem p re habla ile vos, y acaba así p o r n o d e c ir ja m á s n a d a d e v u e s tra b o n d a d . L o m ism o m e pasa a m í. N u n c a ceso de h a b la r d e vos, a través d e m is p re g u n ta s o en mis p e n sa m ie n to s , o de e sc u c h a r si m e d ic e n algo acerca d e v u es tra b o n - < Luí; p e ro c u a n to m ás o ig o h ab la r d e vos, m ás m e d e sc o n c ie r to . P u es sería gran v illan ía q u e c reyera estar c o m p re n d ie n d o c u a n d o m e d ic e n algo; se engañan los q u e lo c re e n , p u e s y o sé c o n c e rte z a q u e n a d a p u e d e decirse V, si p lace a D io s , y o n o m e e n g a ñ a ré n u n c a n i q u ie ro o ír m e n tir jam ás ai crea d e v u e s tra d iv in a b o n d a d ; q u ie ro , e n cam b io , c u m p lir c o n la e m ­presa de este lib ro d e la q u e [dam a] A m o r es m aestra y m e ha d ic h o q u e i m npla c u a n to h e e m p re n d id o . P u e s m ie n tra s p re g u n te p o r m í m ism a a | Jam a] A m o r ace rc a d e ella, m e h a lla ré a ú n c o n m ig o e n la v id a del esp i­n a i53, en la so m b ra d e l sol, d o n d e n o p u e d e n verse las im a g in a c io n e s su - i ilt;s d e los a trac tiv o s d e l d iv in o a m o r y d e la d iv in a g e n e ra c ió n .

[El A lm a habla a R azó n :] P e ro ¿q u é esto y d ic ie n d o ? —d ice ésta A lm a—. A un c u a n d o p o se y e ra c u a n to se h a d ic h o , seg u iría sin se r n a d a al lad o de aquello q u e y o a m o e n él, a q u e llo q u e é l n o d ará a n a d ie m ás q u e a sí m ism o, a q u e llo q u e d e b e r e te n e r d e a c u e rd o c o n la ju s t ic ia d iv in a . Y p o r lau to , a f irm o , y es v e rd a d , q u e n o se m e p u e d e d a r n a d a d e c u a n to ex is­te. Y esta q u e ja q u e m e oís ex p resar, d a m a R a z ó n —d ic e el A lm a —, es m i lodo y lo m e jo r d e m í54 si se e n t ie n d e c o r re c ta m e n te . ¡A h, q u é d u lce es e n te n d e r esto! P o r D io s , e n te n d e d lo p le n a m e n te , p u e s n o o tra cosa es el paraíso s in o ese m is m o e n te n d e r55.

A m o r: E l n o v e n o p u n to , d a m a R a z ó n —d ic e A m o r—, es q u e esta a lm a no tie n e e n a b so lu to v o lu n ta d .

[Razón:] ¡A h, p o r D io s! —d ice R a z ó n —, ¿q u é decís? ¿Estáis d ic ie n d o que esta A lm a n o t ie n e e n a b so lu to v o lu n ta d ?

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Amor: Sin duda, no la tiene; pues cuanto esta Alma quiere y consien­te es aquello que Dios quiere que ella quiera y ella lo quiere po r cumplir la voluntad de Dios y no por su propia voluntad; y no puede querer es­to por sí misma, sino que es el querer de Dios que lo quiere en ella; por ello es evidente que esta Alma no tiene en absoluto voluntad sin la vo­luntad de Dios que le hace querer todo cuanto ha de querer.

[12] El v e r d a d e r o s e n t i d o de lo q u e d i c e e s t e l i b r o e n t a n t o s m o m e n t o s : q u e el A l m a

a n o n a d a d a n o t i e n e en a b s o l u t o v o l u n t a d .C a p í t u lo X II

[Amor.] Ahora, los que escucháis este libro, oíd y entended bien el verdadero Jentido de lo que dice en tantas ocasiones, es decir, que el Al­ma anonadada no tiene en absoluto voluntad, ni puede absolutamente te­nerla, ni puede querer tenerla y que en ello se cumple a la perfección la voluntad divina; y también que el Alma no se sacia de A m or divino, ni Am or divino de ella hasta que el Alma se halla en Dios y Dios en ella, de sí y por sí, en ese estado de fundamento divino, entonces halla el Alma plena satisfacción.

Entendimiento de Razón: C ierto, pero me parece —dice Entendim iento de R azón— que el noveno punto dice todo lo contrario, pues afirma que el Alma anonadada no quiere nada al lado de lo que querría querer, pe­ro ese querer no lo puede tener, pues Dios quiere que ella quiera que su querer sea nada al lado de aquello que la saciaría y que no le será jamás dado.

Razón: Entiendo aquí -d ice R azón— que el Alma quiere querer y que Dios quiere que ella quiera un querer que no puede tener; y de ello ob­tiene desfallecimiento y no saciedad.

Entendimiento de Razón: M e parece, dama Amor —dice Entendim ien­to de R azón—, que este noveno punto me deja entender todo esto des- diciéndom e lo que el libro m antiene com o verdadero: que el Alma libe­rada no tiene en absoluto voluntad ni puede en absoluto tenerla, ni en absoluto puede quererla, ni la U nidad divina quiere en absoluto que la tenga y así obtiene en todo por divino amor, según dice este libro, su ple­na satisfacción.

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I!l A lm a : ¡A h , E n te n d im ie n to d e R a z ó n ! —d ic e e l A lm a anonadada—, ¡i ii.in a le g re m e n te ju zg á is! T o m áis la p aja y dejáis el g r a n o 56, p ues vu estro i* n ion d im ie n to es d em asiad o b a jo para q u e podáis c o m p re n d e r elevad a- lilente c o m o c o n v ie n e al q u e q u ie re e n te n d e r e l estad o d e l q u e estam os li.iblando. P ero E n te n d im ie n to d e A m o r d iv in o , q u e h ab ita y está en el Alm a an o n ad ad a q u e se h a lib e ra d o , lo c o m p re n d e b ie n y sin obstáculos, pues ella es esto m ism o .

A lte za de E n tend im ien to de A m o r : A h o r a , E n te n d im ie n to de R a z ó n , 11ice A lte z a de E n te n d im ie n to d e A m o r —, c o m p re n d e d la ru d eza de

vuestro d e se n te n d im ie n to . Si esta A lm a an o n ad ad a q u ie re la v o lu n tad de 1 >ios, y q u ie n m ás la q u iere m ás la q u e rrá qu erer, n o la p u e d e ten er p o r su p e q u e n e z de criatu ra , p u es D io s re tie n e la g ra n d e z a d e su d ivin a ju s ­ticia. P ero D io s q u ie re q u e ella q u iera esto y q u e ella te n g a ese querer, y esc q u erer es q u e re r d iv in o , el c u a l da e l ser a la cria tu ra lib re; y ese q u e - icr d iv in o , q u e D io s le da a q u erer, atrae a ella las ven as d e l c o n o c im ie n ­to d iv in o , la m é d u la d e l a m o r d iv in o y la u n ió n d e l d iv in o lo o r . E n ca m ­ino, la v o lu n ta d d e l A lm a la atasca.

\A m o r :] A d e m á s —d ic e A m o r —, ¿ c ó m o p u e d e el A lm a te n e r v o lu n ta d si el C la ro C o n o c im ie n t o c o n o c e q u e él es u n ser en tre lo s seres, e l m ás noble d e to d o s , al q u e n in g u n a criatu ra p u e d e p o se e r si n o es a través de no q u erer nada?

[A m or al auditorio :] A h o ra , R a z ó n —d ic e A m o r — y a h a o íd o la respues­ta a sus p regu n tas, e x c e p to a a q u ella e n la q u e R a z ó n d ic e q u e el A lm a liberada resta in satisfech a; p o r e llo v o y a d e c ir le de q u é está e l A lm a in ­satisfecha. L o está d e q u e re r e l d iv in o q u e re r q u e q u ie n m ás lo q u iere m e ­nos se sacia de él. P ero ese m ism o q u e re r es el so lo q u e re r de D io s y la p,loria d e l A lm a .

[13 ] C ó m o R a z ó n s e c o n t e n t a c o n l a s a n t e r i o r e s a c l a r a c i o n e s p a r a l o s a c t i v o s y c o n t e m p l a t i v o s , p e r o p r e g u n t a d e n u e v o ,

a h o r a p a r a la g e n t e c o m ú n . C a p í t u l o X I I I

[R azón:] A h o ra , A m o r —d ic e R a z ó n —, h ab éis c o n d e s c e n d id o a n u e s- l ros ru e g o s a c laran d o las cosas para lo s a ctiv o s y lo s c o n te m p la tiv o s; p ero os r u e g o a ú n q u e se las aclaréis a la g e n te c o m ú n , a lg u n o s d e lo s cu ales

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podrían por ventura alcanzar ese estado. Pues hay muchas palabras con doble sentido que se hacen difíciles de comprender para su entendim ien­to, y si se las explicáis, este libro mostrará a todos la verdadera luz de ver­dad, la perfección de caridad, y quiénes son los elegidos celosamente por D ios, por él llamados y por él amados con soberanía.

Amor: R azón —dice A m or—, ¿dónde se hallan esas palabras de doble sentido que m e pedís que distinga y explique para provecho de aquellos por quienes nos rogáis tan hum ildem ente y también de todos aquellos que oigan este libro al que llamaremos «El espejo de las almas simples que en deseo y querer moran»57?

Razón: A ello os respondo, dama A m or —dice R azón —, que este libro dice de esta A lm a grandes y admirables cosas; dice, en el séptimo capítu­lo, que a esta A lm a no le importan ni vergüenza ni honor, ni pobreza ni riqueza, ni alegrías ni penas, ni am or ni odio, ni infierno ni paraíso. Y ju n to a esto dice que esta Alm a lo tiene todo y no tiene nada, lo sabe to­do y no sabe nada, lo quiere todo y no quiere nada, com o se ha dicho antes en el capítulo nueve. Y así, no desea —dice R azó n — ni desprecio ni pobreza, ni martirio ni tribulaciones, ni misas ni sermones, ni ayunos ni oraciones, y da a naturaleza todo lo que le pide sin remordimientos de conciencia.

Y ciertamente, A m or —dice R azón —, esto no lo puede entender na­die a no ser que lo aprenda de vos a través de vuestras enseñanzas, pero no a través de m i entendimiento. Pues desde mi entendimiento, mi sen­tido y mi consejo, lo m ejor que yo sabría aconsejar es que se deseen el desprecio, la pobreza y todo tipo de tribulaciones, misas y sermones, ayu­nos y oraciones, que se teman todas las formas de am or sean cuales sean por los peligros que pueden entrañar, que se desee soberanamente el pa­raíso y se tenga m iedo al infierno, que se rehúsen cualquier tipo de h o­nor, las cosas temporales y todos los placeres, negándole a naturaleza lo que pide, a excepción de aquello sin lo cual no podría vivir, siguiendo el ejem plo del sufrimiento y pasión de nuestro señor Jesucristo. Esto es —di­ce R azón — lo más que yo sé decir y aconsejar a todos los que viven en mi obediencia. Por ello digo a todos que nadie entenderá este libro a tra­vés de mí, sino a través de la virtud de Fe y la fuerza de A m or que son mis dueñas, pues yo las obedezco en todo. Y aún quiero decir más —dice R azón —, al que posee esas dos cuerdas en su arco, es decir, la luz de la Fe y la fuerza de Am or, le es lícito hacer lo que le plazca com o atestigua el

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|nopio A m o r q u e le d ice al A lm a: A m ig a , am ad y h a ced lo que queráis58.Amor: R a z ó n —dice A m o r —, sois m u y sabia y estáis m u y segura de lo

ijiic os co rresp o n d e cuando pedís respuesta a las palabras dichas. Y co m o me habéis rogado que os d iga q u é significan, os resp on d eré en todo. O s .iseguro, R a z ó n —d ice A m o r —, q u e a tales A lm as llam adas p o r A m o r P u ­lo les son tan caros la ve rg ü en za c o m o el h o n o r, y el h o n o r c o m o la ve r­güenza, la p o b reza c o m o la r iq u e za y la riq u eza c o m o la pobreza, el to r­m ento de D io s y sus criaturas c o m o e l con su elo de D io s y sus criaturas, ser amadas c o m o ser odiadas y odiadas c o m o amadas, estar en el in fiern o rom o en el paraíso y en el paraíso c o m o en el in fie rn o , hallarse en u n es­tado in fe rio r c o m o en u n o su p e rio r y en u n o su p e rio r c o m o en un o in ­ferior, p o r ellas m ism as o sus person as59. Verdad sabe esto m u y b ien y sa­l e tam bién q u e ellas n o q u ieren n i d ejan de q u erer n in gu n a de todas estas prosperidades n i adversidades, p ues esas A lm as n o tie n e n otra vo lun tad i]iie lo q u e D io s quiere en ellas y el d iv in o q u erer n o o cu p a a estas cria­turas en cum bradas en la m on tañ a 60 en esos en gorrosos asuntos que aca­llamos de m en cion ar.

Amor: H e d ic h o antes —d ice A m o r — q u e tales A lm as aprecian p o r igu al todas las adversidades d el co ra zó n , a fecten al cu e rp o o al alm a, c o m o la prosperidad, y la prosp eridad c o m o la adversidad. Y e llo es cierto —d ice A m or— si éstas les llegan sin q u e su v o lu n tad sea la causa. Estas A lm as tam poco saben lo q u e es m e jo r para ellas, n i de q u é m an era D io s quiere procurarles su sa lvación o la de sus p ró jim os, ni c o n q u é m o tiv o o en qué circunstancia D io s q u iere o to rgar ju stic ia o m isericord ia, n i p o r q u é m o - t ivo q u iere dar al A lm a los en cu m b rad o s d on es de la b o n d a d de su d iv i­na n obleza. P o r ello, e l A lm a liberada n o tien e la vo lu n ta d de querer o i lujar de querer, e x c e p to la de q u erer só lo la v o lu n tad de D io s y sufrir en paz la d isp o sició n divina.

R azón: D am a A m o r, d eb o añadir todavía una cosa a m i pregun ta, ya que este libro d ice q u e esta A lm a lo tien e to d o y, p o r ello, n o tien e nada.

Amor: Es verdad —d ic e A m o r —, pues esta A lm a tie n e a D io s p o r la gra­cia d iv in a y q u ie n tie n e a D io s lo tien e tod o ; y p o r e llo se d ice q u e n o tiene nada, p o rq u e to d o lo q u e el A lm a tien e de D io s en ella, p o r el d o n de la gracia divina, le parece nada y es nada al lado de aq u ello q u e ella ama en él y q u e él n o dará a n ad ie m ás q u e a sí m ism o. Y en este senti­do esta A lm a lo tie n e to d o y, p o r ello , n o tie n e nada, lo sabe to d o y, p o r ello, n o sabe nada.

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[14] C ó m o es ta A l m a t i e n e c o n o c i m i e n t o de D i o s a t ravés de la fe . C a p í t u l o X IV

Amor: Ella sabe a través de la virtud de la fe —dice Am or— que D ios es todopoderoso, todo sapiencia y perfecta bondad; que Dios Padre ha obra­do la encarnación, y que el H ijo también y también el Espíritu Santo. D e form a que D ios Padre unió la naturaleza humana a la persona de Dios: H ijo, y la persona de D ios H ijo la unió a su propia persona, y Dios Es­píritu Santo la unió a la persona de D ios Hijo. D e tal forma que el Pa­dre tiene una sola naturaleza, es decir, la divina, y la persona del H ijo tie­ne en sí misma tres naturalezas, esto es: la misma naturaleza divina que tiene el Padre, la naturaleza del alma y la naturaleza del cuerpo, y es una sola persona en la Trinidad; y el Espíritu Santo tiene en sí la misma na­turaleza divina que tienen el Padre y el Hijo. Creer esto, decir esto, pen­sar esto es verdadera contem plación; un solo poder, un solo saber, una so­la voluntad, un solo D ios en tres personas, tres personas en un solo Dios. Este Dios es en todas partes en su naturaleza divina; pero la humanidad se halla tan sólo en la gloria del paraíso, unida a la persona del H ijo, y en el Sacramento del altar61.

[15] A q u í se habla d e l S a n t o S a c r a m e n t o d e l a l ta r62. C a p í t u l o X V

Amor: Esta divinidad y esta humanidad las reciben los verdaderos cris­tianos cuando toman el Santo Sacramento del altar. Por cuánto tiempo permanece en ellos esta humanidad, Fe lo enseña y los clérigos lo saben.

L u z de Fe: Y por ello —dice Luz de Fe—, os diremos cóm o podemos establecer una comparación con este Sacramento para que se entienda mejor:

Tomad este Sacramento, ponedlo en un mortero jun to con otras co­sas y majadlo hasta que no podáis ver ni sentir nada de la Persona que ha­béis metido dentro.

Fe: En verdad —dice Fe— os digo que ya no está. Pero entonces podéis preguntaros: ¿ha partido de nuevo?

Verdad: ¡No, no! -d ice Verdad-, Estaba, pero ya no está (entended es­to juiciosamente, pero no de form a humana). Mas entonces podéis pre-

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gu litaros: ¿se tu e co m o v ino t Y yo os digo —dice Verdad— que la h u m a­nidad de Jesucristo n o va ni v iene.

Tentación: ¿ Y q u é p u ed e ser en to n ces? —d ice T en ta ció n .Verdad: E stu vo —d ice V erdad— m ientras se la p u d o v e r y sentir, y a h o ­

ra ya n o está, p u esto que n o se la p u e d e v e r n i sentir; así lo ha dispuesto el d iv in o p o der. Y esta m ism a h u m a n id a d q u e está en el Sacram en to del altar n o tie n e otra aparien cia, y n i lo s ángeles, ni los santos, ni la V irg e n M aría lo v e n d e o tra m an era q u e aq u ella c o m o lo v e m o s nosotros m is­mos, y si ellos lo v e n co n la m ism a ap arien cia q u e n osotros, es p o r el e n ­ten d im ien to d el esp íritu . P ues v e r la h u m a n id a d de Jesucristo g lorificad a en el S acram en to d el altar n o es p r iv ile g io de la g lo r ia de los que están en la g lo ria . Y p o r ello, ellos n o lo v e n g lo rificad o , sin o a través del e n ­ten d im ien to.

[El A lm a de Fe:] Y n osotros lo ve m o s en v ir tu d d e la fe co n trad ic ien ­do la razó n y nuestros sentidos q u e n o v e n sino el p an y n o sienten, ni gustan, n i h u e le n otra cosa. P ero nuestra fe n os los d esd ice, pues cree fir­m em en te, sin d ud a alguna, q u e ahí n o h ay n i b lancura, n i o lor, ni sabor, sino el c u e rp o p re c io so de J esu cristo q u e es verd adero D io s y verdadero hom bre. A h o ra b ie n , n osotros lo v e m o s p o r la fe, cosa q u e n o h acen los que están en la g lo ria , pues lo g lo r if ic a d o n o n ecesita de la fe y p o r ello no lo v e n c o m o n osotros lo ve m o s. D e esta m an era ha dispuesto la d iv i­na T rin id a d el S acram en to d el altar para alim entar, n u tr ir y sostener a la Santa Iglesia. Y tal es —d ice el A lm a d e Fe ilu m in ad a d e la d iv in a T r in i­dad— el o rd e n a m ie n to d el S a cra m en to del altar, p o r e l p o d e r d iv in o , se­gún el saber d e D io s y segú n y o creo.

Cortesía de B ondad de Am or: N o os m aravilléis —d ice C o rte s ía de B o n ­dad de A m o r — si os d e c im o s estas cosas p o r am or, pues b ie n os p u e d o d e ­cir, sin q u e se m e rep ro ch e , q u e n ad ie p u e d e alcan zar p ro fu n d o s c im ie n ­tos n i altos e d ific io s si n o es a través d e la sutilidad de u n gran sen tido natural y la transparencia de la lu z d el E n te n d im ie n to d el E sp íritu ; y sien­do así, n o se p o d rá saber m u c h o p re g u n ta n d o p o r la v o lu n ta d divina. Pues el E n te n d im ie n to , q u e ilu m in a , m uestra en su n atu raleza al A lm a aq u ello q u e ésta am a; y el A lm a , re c ib ie n d o de la lu z del E n te n d im ie n to la p ro x im id a d y la c o n ju n c ió n , y de la c o n c o rd ia de u n ió n e n el a m o r so ­breabu n d an te el estado hacia el q u e tie n d e para o b te n e r su asien to y re­poso, escu ch a gustosa a C o n o c im ie n to y L u z q u e le traen nuevas de su am or; pues ella p ro v ie n e de A m o r y p o r e llo q u iere regresar a él a f in de

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no tener más que una voluntad en amor, es decir, la sola voluntad de aquel al que ella ama.

[16] A q u í r e s p o n d e A m o r a ce rca de lo q u e ha d i c h o d e l A l m a q u e lo sabe

t o d o y n o s a b e n a d a . C a p í t u l o X V I

[Amor.] R azón —dice A m or—, a lo que he dicho del Alm a liberada que lo sabe todo y por ello no sabe nada os respondo diciendo que ella, en virtud de la fe, sabe lo que le conviene saber para su salvación; y por ell® no sabe nada de lo que D ios posee de él mismo en ella y por ella, aque­llo que no le daría a nadie sino a ella. Así pues, en este sentido, esta A l­ma lo sabe todo y p o r ello no sabe nada. Lo quiere todo —dice A m or— y por ello no quiere nada; pues esta Alm a quiere la voluntad de D ios de forma tan perfecta que no sabe, no puede y no quiere querer nada más que la voluntad de D ios, hasta ese punto la ha cautivado Am or. Y, por ello, no quiere nada; pues lo que ella quiere, y que Dios quiere en ella, es tan poca cosa al lado de lo que ella querría querer que no puede tener lo que Dios quiere que ella quiera. Pues su querer es nada al lado de lo que la saciaría y que jamás le será dado, esto es, el querer del querer de Dios com o ya se ha dicho. Así pues, en este sentido, esta Alm a lo quiere todo y por ello no quiere nada.

Amor. Esta hija de Sión63 no desea ni misas ni sermones, ni ayunos ni oraciones.

Razón: ¿Y por qué, dama Am or? —dice R azón—. Ese es el alimento de las almas santas.

Amor. Eso es verdad —dice A m o r- para las que mendigan. Pero ésta no mendiga, pues no tiene necesidad de desear nada que esté fuera de ella. Ahora escuchadme, R azó n —dice A m or-, ¿Por qué iba a desear esta A l­ma las cosas que hemos nombrado si D ios está en todas partes con y sin ellas? Esta Alm a no tiene otro pensamiento, palabra u obra que la prácti­ca de la gracia de la divina Trinidad. A esta Alma no le apenan el peca­do que haya podido cometer, ni el sufrimiento que Dios haya pasado por ella, ni los pecados ni las penas en las que habita su prójimo.

Razón: ¡Dios! ¿Q ué significa esto, Am or? -d ice R azón—. Dadme en­tendimiento ya que m e habéis apaciguado en mis otras preguntas.

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Amor: S ig n ifica —d ice A m o r — q u e esta A lm a n o se p erten ece, p o r lo i|iie no p u e d e sen tir pena, pues su p en sam ien to reposa e n lugar apacible: n i la T rin idad , y p o r ello n o p u e d e m overse de ahí, n i sentir pen a m ie n - li.is su am igo esté alegre. Pero q u e a lg u ie n caiga en p e ca d o o que se c o ­meta p ecad o en alguna o ca sió n —resp on d e A m o r a R a z ó n — desagrada a ni vo lun tad c o m o desagrada a D io s: es ju stam en te su desagrado lo que desagrada al A lm a.

C o n to d o —d ic e A m o r —, la T rin id a d n o se apena p o r este desagrado, ni lo h ace el A lm a q u e en ella reposa. C ie rta m e n te , si el A lm a , que se ha­lla en tan alto lugar, p u d iera ayudar a su p ró jim o, le ayudaría co n todas mi s fuerzas en lo q u e necesitase. M as los p en sam ien tos de tales A lm as sonl.m divinos que n o se d etien en en cosas pasajeras o creadas lo suficiente i orno para c o n c e b ir p en a en ellas. P u es D io s es b u e n o más allá de toda i otnprensión.

[17] A q u í A m o r r e s p o n d e a R a z ó n d e l o q u e h a d i c h o a c e r c a d e e s t a s A l m a s q u e d a n a N a t u r a l e z a l o q u e l e s p i d e . C a p í t u l o X V I I

[A m or] Esta A lm a da a N atu ra leza cu an to le p id e; y es verdad —d ice A m or— q u e esta A lm a n o se cu ida n i am a tan to las cosas tem porales c o ­mo para p o d e r gan ar algo c o n rehusárselas a N atu raleza; al con trario, siente reparos de qu itarle lo q u e es suyo. P ero estas criaturas son tan e x ­celentes q u e n o se osa hablar ab iertam en te d e ellas, esp ecia lm en te de sus prácticas p o r las q u e las A lm as alcan zan el estado del b u e n en ten d er; p o ­cos son los q u e lo saborean.

Amor: H e d ic h o antes —d ice A m o r — q u e n o se osa hablar ab iertam en ­te. Y , c iertam en te, n o h ay q u e h acerlo p o rq u e los en ten d im ien to s sim ples de las otras criaturas p o d rían m alin terp retarlo en p e rju ic io suyo.

Las A lm as, q u e son c o m o aquellas de las q u e habla este lib ro tocan d o el tem a de algunas de sus prácticas, en v ir tu d de la ju stic ia de su estado, q u e es estado d iv in o y puro, son de tal c o n d ic ió n q u e si n o tu v ieran na­da y se hallaran ciertas de q u e h abían de v iv ir hasta el Ju icio , n o p o d rían de co ra zó n p reo cu p arse u n so lo instante n i p o r to d o el oro d el m u n d o de aq u ello q u e les faltase, sino ú n icam en te en la m ed id a en q u e N atu ra leza necesita de lo q u e le falta y para darle aq u ello q u e le p erten ece . Y si tu -

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vieran algo esas Almas que son así - y que pocos saben dónde están, pe­ro que han de existir en virtud de la recta bondad de A m o r para sostener la fe de la Santa Iglesia—, pues si tuvieran algo y supieran que otros lo ne­cesitaban más que ellas, jamás se lo quedarían aunque estuvieran seguras de que nunca más había de dar la tierra pan, trigo, ni ningún otro ali­mento.

Y esto es verdad —dice A m o r- y nadie lo duda. Tal es su naturaleza por pura justicia, y tal justicia es justicia divina que a esta Alm a ha dad® su medida64.

La Justicia Divina: Es justo —dice la Justicia Divina—, conviene que to­da justicia se cumpla en ella. Y si retuviese lo que su prójim o necesita, retendría lo que ya no es suyo según la perfección de paz de caridad en la que vive, pues es éste su justo alimento. Además, ¿por qué iban estas Almas a poner reparos en tomar lo que les falta cuando sienten la nece­sidad? Sería para tales Almas una falta de inocencia y un obstáculo para la paz en la que esta Alma reposa de toda cosa. ¿Quién es aquel que debe poner reparos en tomar lo que necesita de los cuatro elementos: la clari­dad del cielo, el calor del fuego, el rocío del agua y la tierra que nos man­tienen? N os servimos de los cuatro elementos en todas las formas que necesite Naturaleza sin que R azón lo reproche. Estos elementos, gracio­samente dados, han sido hechos por Dios com o las otras cosas y estas A l­mas usan de todo cuanto, hecho y creado, tiene necesidad Naturaleza en perfecta paz de corazón, tal como lo hacen con la tierra sobre la que ca­minan.

[Amor:] T ienen sólidos cimientos -d ice A m o r- y alto edificio que las pone a buen recaudo.

[18] C ó m o tales cr ia t ur a s ya n o sa b e n hab lar de D i o s . C a p í t u l o X V III

[El Alma:] Tales criaturas ya no saben hablar de Dios, pues igual que no saben decir dónde está Dios no saben decir quién es Dios. Pues sea quien sea, quien habla de Dios cuando quiere, a quien quiere y donde quiere no debe albergar duda alguna -d ice esta A lm a- de que no ha sen­tido jamás el verdadero nudo65 de A m or divino que embelesa en todo m om ento al Alma sin que se dé cuenta. Pues el nudo verdadero y deli-

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i iiilo d el d iv in o A m o r n o tie n e m ateria d e criatu ra y, d ad o p o r el C re a ­dor a la criatu ra66, < le arrebata p o r c o m p le to ese uso, es decir, la pala- Im.i ><'7. Y es co stu m b re de tales A lm a s co m p re n d e r m u c h o y o lv idar to - iln a causa de la su tilid ad d el am ante.

[19 ] C ó m o F e , E s p e r a n z a y C a r i d a d p i d e n a A m o r c o n o c i m i e n t o a c e r c a

d e t a l e s A l m a s . C a p í t u l o X I X

[Fe, Esperanza y C aridad :] ¡O h , Santa T rin idad ! —d icen Fe, E speranza V C a rid a d —, ¿d ó n d e se en cu en tran esas A lm as tan en cu m b rad as c o m o las ijne este lib ro exp lica?, ¿qu ién es son?, ¿d ó n d e están?, ¿qu é hacen? M o s ­trádnoslas p o r A m o r q u e to d o lo sabe y se ap acigu arán cu an tos se sien ­ten turbados al o ír este libro. P ues, si lo oyera leer, tod a la Santa Iglesia se m aravillaría —d ic e n estas tres V irtu d e s divinas.

[Fe:] Es verd ad, esto lo d ic e la p rop ia Fe.[Amor.\ Es verd ad —d ic e A m o r — para Santa Iglesia la P eq u eñ a , q u e es­

tá bajo el im p e rio d e R a z ó n . P ero n o lo es para Santa Iglesia la G ran d e d ic e D iv in o A m o r —, q u e se halla b a jo nuestro g o b ie r n o 68.

Am or: A h o ra , d e c id m e —d ice A m o r a las tres V ir tu d e s divinas—: ¿por qué nos pregun táis q u ién e s son, d ó n d e están y q u é hacen ? C ie rta m e n te , si no lo sabéis vosotras —d ic e A m o r —, nada de cu an to ha cread o D io s sa­brá en con trarlas. D ó n d e están lo sabéis m u y b ie n las tres, p u es estáis co n ellas en to d o m o m e n to , p u es vosotras las en n o b le cé is . L o q u e h acen tam ­bién lo sabéis. P ero q u ién es son, si hablam os de su valía y d ign idad, n o lo sabéis ni vosotras n i ellas, p o r lo q u e ta m p o co p u e d e saberlo Santa Iglesia.

R a z ó n : ¿ Y q u ié n lo sabe? ¡Por D io s! —d ic e R a z ó n .Am or: E so só lo D io s lo sabe —d ic e A m o r —, él, q u e las ha creado y re­

d im id o y p o r v e n tu ra varias veces recread o , p o r el so lo a m o r d el cual se hallan exiliadas, anonadadas y o lvidadas. ¿ C ó m o se iba a m aravillar Santa Iglesia si las V ir tu d e s sirven a tan altas y celestiales A lm as? ¿ Y p o r q u é n o lo ib an a hacer? ¿ N o son todas las V ir tu d e s loadas, prescritas y ordenadas por estas A lm a s y n o las A lm as p o r ellas? D e tal fo rm a q u e las V irtu d e s están h ech as para se rv ir a las A lm as y estas A lm a s están h ech as para o b e ­d ecer a D io s y re c ib ir los singulares d on es de la p u ra co rtesía de su d iv i­na n o b leza , d on es q u e D io s n o ha d ad o a criatu ra a lgu n a q u e h ab ite en

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deseo y querer. Pues quien quiera tener esos dones no debe estar acom ­pañado ni de deseo ni de querer, de lo contrario no los tendrá jamás.

Amor. ¿Y por qué iba a conocer Santa Iglesia —dice A m or— a estas rei­nas, hijas, hermanas y esposas de rey? Santa Iglesia no podría conocerlas perfectamente a no ser que se encontrase en el interior de sus almas. Y nada que ha sido creado entra en sus almas sino sólo D ios que las creó. Así que nadie conoce a tales Almas sino D ios que está en ellas.

[20] A m o r r e s p o n d e a R a z ó n acerca d e l o que ha d i c h o de q u e n a d i e c o n o c e a e s tas

A l m a s s i n o D i o s . C a p í t u l o X X

[Razón:] ¡Ay, Am or! —dice R a zó n —, no os pese, pero m e falta aún p o­neros una pregunta y si no m e la aclaráis, sentiré gran inquietud, <pues decís que nadie conoce a estas Alm as más que Dios que las creó>.

Amor. Sea —dice A m or-, decid cuál es vuestra pregunta.Razón: O s lo diré —dice R azó n —. Este libro dice que nadie conoce a

estas Almas sino Dios, que se halla en su interior. Y antes ha dicho que nadie las puede encontrar ni con ocer sino aquel o aquella a quien Puro A m or llama, pero que a quien las encontrase estas Almas le dirían la ver­dad. Eso es lo que ha dicho antes el libro. Así pues, parece que tales A l­mas conocerían a las que son com o ellas, si estuvieran donde ellas están69.

Amor. Es verdad —dice A m or—, pues las que son así si estuvieran don­de están ellas, reconocerían a sus compañeras por sus prácticas, pero, so­bre todo, en virtud del don que les ha sido otorgado que es singular.

Razón: ¿Singular? —dice R azón —, ¡sin duda es singular! Pues al oírlo, siento singular maravilla.

Amor: R azón —dice A m or—, una misma palabra tiene dos significados, pues si las que son así tienen conocim iento de las prácticas de esas Almas y de que ése es el estado más perfecto que Dios pueda dar a criatura, no por ello conocen la dignidad de esas mismas Almas, pues eso sólo lo co ­noce Dios, que las ha creado.

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[21 | A m o r r e s p o n d e a l a r g u m e n t o d e R a z ó n a c e r c a d e l o q u e e s t e l i b r o d i c e d e l a s A l m a s

q u e s e d e s p i d e n d e l a s V i r t u d e s . C a p í t u l o X X I

[Razón: | A h o ra , A m o r —d ice R a z ó n —, os v o y a p o n e r otra pregunta, p u es este lib ro d ice q u e esta A lm a se despide en to d o de las V irtu d es y vos decís q u e las V irtu d es están siem pre c o n tales A lm as m e jo r que co n n in gú n otro. S o n dos cosas con trad ictorias o eso m e p arecen —dice R a ­z ó n —, N o sé co m p re n d e rlo 70.

Amor: Te apaciguaré —d ice A m o r —. Es verdad q u e esta A lm a se ha des­p ed id o de las V irtu d es en la m ed id a en q u e n o las practica ni desea lo que ellas piden; p ero las V irtu d e s n o se han d espedido de ella, pues están siem pre co n ella au n q u e bajo su p erfecta o b ed ie n cia . Y en este sentido se despide el A lm a de ellas y p o r ello están siem pre ju n to a ella. Pues si u n h o m b re sirve a u n m aestro, p erten ece a aq u el a q u ien sirve, p ero su m aes­tro no le p erte n e c e a él. Y a veces o cu rre que ese se rv id o r gana y apren­de tanto co n su m aestro que llega a ser m ás r ic o y sabio q u e su prop io m aestro, p o r lo q u e le abandon a para buscar o tro m e jo r q u e él; y cuan­d o el que fuera su m aestro ve q u e ciertam en te el q u e fuera su sirvien te vale más y sabe más q u e él, se queda ju n to a él para o b ed ecerle en todo. Es así c o m o p o d éis y debéis en ten d er a las V irtu d es y a esas A lm as, pues en u n p rin cip io el A lm a h izo , costase lo q u e costase, de cu e rp o y cora­zó n , cuanto le en señ ó R a z ó n , q u e era la m aestra de esta A lm a; y R a z ó n le decía siem pre q u e h iciera to d o lo que las V irtu d es q u erían sin con tra­decirlas en nada, hasta la m u erte. A sí q u e R a z ó n y las otras V irtu d es eran maestras de esta A lm a y ella en verdad o b e d e c ía a to d o cu an to le querían ordenar, p o rq u e qu ería v iv ir de la vida espiritual.

Pero ahora, esta A lm a ha gan ad o y a p re n d id o tan to c o n las V irtu d e s q u e está p o r en cim a de ellas71, p ues p o see en sí m ism a lo q u e las V ir tu ­des p u e d e n en señ ar e in co m p a ra b le m e n te m ás, ya q u e esta A lm a c o n ­tie n e en ella a la m aestra de las V irtu d e s q u e se llam a [dama] A m o r D i ­v in o 72, la cu al la ha tran sfo rm ad o p o r c o m p le to en ella m ism a y la ha u n id o a sí, p o r lo cu al el A lm a ya n o se p e rte n e c e , n i p e r te n e c e a las V ir tu d e s 73.

R azón: ¿A q u ién , pues? —d ice R a z ó n .Amor: A m i v o lu n tad —d ice A m o r—, pues la h e transform ado en m í.R azón: ¿ Y q u ié n sois vos, A m o r? —d ice R a z ó n —. ¿ N o sois acaso ju n -

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to con nosotras una más de las Virtudes, aun admitiendo que estáis por encim a de nosotras?

Amor. Yo soy D ios —dice A m or—, pues A m or es D ios y D ios es A m or74, y esta A lm a es D ios por condición de Am or, y yo soy D ios por naturaleza divina, y esta A lm a lo es por justicia de A m or75. D e form a que esta m i preciosa amiga es instruida y conducida por m í sin ella, pues se ha transformado en mí. Y a tal fin —dice A m or— se alimenta de m í76.

[22] C ó m o e s t a A l m a es c o m p a r a d a al á g u i l a y c ó m o se d e s p i d e d e N a t u r a l e z a . C a p í t u l o X X I I

[Amor:] A esta Alm a, se la compara con el águila porque vuela alto, y m uy alto, y aún más alto que cualquier otro pájaro, pues la empluma A m o r Puro. M ira en toda su claridad la belleza del sol, el rayo del sol y el resplandor del sol y del rayo que la alimentan con la m édula del alto cedro77.

E l Alma: Así dice entonces esta A lm a a la infeliz Naturaleza que la ha esclavizado por m ucho tiempo: dama Naturaleza, m e despido de vos. A m or está jun to a m í y por él m e libero, sin tem or y frente a todos.

Amor: A esta Alm a no le espanta la tribulación, ni se detiene en con­suelo, ni le aflige la tentación, ni la disminuye sustracción alguna. Es co­m ún a todos por la generosidad de caridad pura y no pide nada a nadie por la nobleza de la cortesía de bondad pura de la que D ios la ha colmado78. Está siempre madura sin tristeza, alegre sin disolución, pues D ios ha santi­ficado en ella su nombre y en ella la Trinidad divina tiene su casa.

Y vosotros, pequeños, que tomáis la presa que os alimenta en el que­rer y el deseo, desead ser así, pues quien puede desear el m enos, si no de­sea el más, no es digno de que D ios le otorgue el m enor bien por la la­xitud de su pobre coraje en la que se deja caer, de tal form a que siempre se ve hambriento.

[23] C ó m o es ta A l m a t i e n e d o s p o t e n c i a s 79 y es t á e b r i a de l o q u e j a m á s b e b i ó . C a p í t u l o X X II I

[Amor.] Esta Alm a liberada —dice A m or— se apoya en dos potencias, es-

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!*• i"., una a su derecha y otra a su izquierda. Gracias a ambas potencias, el Al tu.i se fortalece con tra sus en em igos, co m o u n castillo sobre un farallón ilr m.ir q u e n o p u ed e ser m inado. U n a de esas dos potencias, que sostiene •I Alma fortalecida contra sus en em igos y guarda los dones de su riqueza, n i l co n o cim ie n to verdadero de su prop ia pobreza. Y esa potencia de la l/quierda, en la que siem pre se apoya, es fortaleza. La de la derecha es el •'levado co n o cim ie n to que el A lm a recib e de la D e id a d pura80.

Sobre estas dos p oten cias se apoya el A lm a que, p o r lo tanto, n o ha de guardarse de sus en em ig o s ni a diestra n i a siniestra, pues, hasta tal p u n to ir llalla em belesada —d ice A m o r — p o r el co n o c im ie n to de su pobreza que .ni, por co m p le to em belesada, aparece a los o jos del m u n d o y a los suyos pm pios. Y está tan eb ria del c o n o c im ie n to d el am or y de la gracia de la pina D e id ad , q u e está siem pre ebria de co n o c im ie n to y colm ada de ala- lunzas de am or d iv in o . Y n o só lo eb ria de lo que ha b eb id o , sino m u y rln-ia y aun m ás q u e ebria de lo q u e n u n ca b e b ió n i jam ás beberá.

Razón: ¡A h , p o r D io s, A m o r! —d ice R a z ó n —, ¿ Q u é significa q u e esta Alm a está ebria de lo q u e n u n ca b e b ió n i beb erá jam ás? P arece —dice R a ­zón—, p o r lo q u e y o p u e d o en ten d er en estas palabras, q u e para esta A l­ma es cosa m ayor em briagarse de lo q u e su am igo b eb e, ha b eb id o y b e - IhtA de la d iv in a b eb id a de su prop ia b o n d ad q u e em briagarse de lo que ella m ism a ha b e b id o y b eb erá de esa m ism a tina.

Amor: Eso es —d ice A m o r —: el «más» la em b riaga n o p o rq u e ella lo ha­ya beb ido, c o m o se ha d ich o; mas sí que lo ha b e b id o p u esto que su am i­go lo ha h e c h o y en tre él y ella, p o r tran sform ación de am or, n o existen diferencias sean cuales sean sus naturalezas81. A m o r obra p o r ju stic ia en sí mismo esta tran sfo rm ació n q u e la em b riaga d el «más» de su beb ida y ya |.unás será otra82. S u ce d e a veces q u e h ay varias canillas en una sola tina, pero el v in o m ás claro, más n uevo, m ás aprovechable, más deleitable y más em briagador es el de la canilla superior. Es la b eb id a soberana de la que nadie b e b e sin o la T rin id ad . Y de esta beb ida, sin haberla b eb id o , está ebria el A lm a anonadada, el A lm a liberada, el A lm a o lvidada, to ta lm en - tc ebria, aun más q u e ebria de aq u ello q u e n u n ca ha b e b id o ni jam ás b e ­berá.

O íd y co m p re n d e d ahora para m ayo r claridad. E n esta tina de b eb id a divina hay, sin duda, diversas canillas. La h u m an id ad unida a la person a del H ijo de D io s lo sabe y b eb e de la más n o b le después de la T rin idad; la V irg e n M aría b e b e de la sigu ien te y esta n o b le dam a está eb ria de la

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más alta. Después de ella beben los ardientes Serafines sobre cuyas alas vuelan estas Almas libres.

Santa Iglesia: ¡Ah, Dios! -d ice Santa Iglesia—, ¡cóm o conviene amar puramente y custodiar con cuidado un Alm a así, que tan alto vuela!

Amor: Esa A lm a —dice A m or— es un abismo83 por la hum ildad de su m em oria, entendim iento y voluntad84; y su conocim iento es penetran­te por su sutilidad y siempre libre en todo lugar gracias al am or de la D eidad.

[24] C u á n d o e s t á n esas A l m a s en la r e c t a l i b e r t a d d e l p u r o A m o r . C a p í t u l o X X I V

[Razón:] ¡Ah, Am or! —dice R azón —, ¿cuándo están esas Almas en la recta libertad del puro Am or?

Amor. Cuando no tienen deseo alguno, ni ningún sentimiento, ni pa­decen en ningún m om ento el m enor apego al espíritu; pues esta prácti­ca las esclavizaría, ya que está m uy lejos de la paz de la libertad a la que pocos se abandonan. Tam poco hacen nada —dice A m or— que esté contra la paz de su ser interior y así llevan en paz las disposiciones de Am or. Las personas así se hallan colmadas hasta tal punto que tienen en su interior, sin haberlo de mendigar hiera, el sol divino, por lo que pueden guardar la pureza del corazón; nadie más que ellas -d ice A m or— tiene conoci­m iento del «más», y sólo si no tuvieran ese conocim iento, podrían m en­digar el «menos», sin poder así saciarse.

Tales Almas son únicas en todo y com unes en todo85, pues no pierden su estado de libertad por algo que les acontezca. Pues al igual que el sol tiene la claridad de D ios y luce sobre todas las cosas sin contaminarse de su impureza, así tienen esas Almas su ser de D ios y en D ios, sin conta­minarse de la impureza de las cosas que ven u oyen fuera de ellas.

[25] R a z ó n p r e g u n t a a A m o r si es as A l m a s s i e n t e n a l g u n a a l e g r í a e n su i n t e r i o r . C a p í t u l o X X V

[Razón^ D im e ahora, A m or —dice R azón —: ¿estas Almas sienten al­guna alegría dentro o fuera de ellas?

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Amor: N o —d ice A m o r —, e n el sentido que lo pregun táis, no. Pues su naturaleza ha sido m ortificad a y su espíritu está m u e rto 86. T oda vo lu n tad11.1 huido de ellas y p o r ello e l A lm a vive, habita y está en v irtu d de esta m ortificación en la vo lu n tad d ivina.

I’ero ahora escuchad, R a z ó n —dice A m o r—, para q u e podáis en ten d er m ejor lo que preguntáis. E l q u e arde no tiene frío, y e l q u e se ahoga n o llene sed. P ues b ien , esta A lm a —d ice A m or— arde de tal fo rm a en el fu e - pa i de la h o g u e ra de A m o r q u e se ha con vertid o en el p ro p io fu e g o y n o ucnte el fu e g o p o rq u e ella es e l fu e g o en virtud de A m o r que la ha trans­ió! m ado en fu e g o de am or87. E se fu e g o arde p o r sí m ism o, en to d o m o ­m ento y lugar, sin alim entarse n i p o d e r querer alim entarse de otra m ate-11.1 más q u e de sí m ism o. P ues q u ie n siente a D io s a través de la m ateria i |i k ‘ p u ed e ver u o ír fuera de sí, o a través de su p ro p io esfuerzo, éste n o i*s todo fu e g o sino que hay aún m ateria m ezclada co n tal fu ego. P ues el esfuerzo de los h om b res y el q u erer ten er m ateria e x tern a a u n o m ism o, p.ira acrecentar en sí el am o r de D io s, no es sino una cegu era d el c o n o - 11 m iento de la b o n d ad de D io s. Pero el que arde en ese fu e g o sin buscar m ateria, sin tenerla y sin quererla ten er ve las cosas tan claras q u e las apre- i la en su ju sto p recio . Pues u n A lm a así n o posee en ella m ateria q u e le im pida ver claro, dado q u e se halla sola en sí m ism a en v ir tu d de la ve r­dadera h um ildad; es c o m ú n a todos p o r su gen erosid ad y caridad p erfec- las; y se halla sola en D io s p o r la d ivina em presa de A m o r Puro.

[26] C ó m o e s t a A l m a n o a m a n a d a s i n o e s p o r e l a m o r d e D i o s . C a p í t u l o X X V I

[Amor:] U n alm a así n o am a nada en D io s, n i am ará nada p o r n ob le que sea, si n o es sólo p o r D io s y p o rq u e él lo quiere, y am a a D io s en to ­llas las cosas y a todas las cosas p o r am or a D io s; y p o r ese am o r el A lm a se halla sola en el p u ro am or del am or de D io s . Esta A lm a tien e u n c o ­n ocim ien to tan claro q u e se ve nada en D io s y a D io s nada en ella88.

A h o ra , n obles am antes, en ten d ed lo que aún falta p o r m e d ita c ió n de Am or, sin o ír lo de criatura; pues esta m ed itació n —q u e el A lm a tom a de A m or sin q u erer n in g u n o de sus dones que llam am os co n so lacion es y quel.i recon fortan al sentir la dulzura de la. o ración — es la que se lo enseña al A lm a y n in gu n a otra práctica se lo enseña sino la del p u ro am or. Q u ie n

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busque el consuelo de D ios por el sentim iento de consolación impedirá la empresa de A m o r Puro89.

[27] C ó m o M e d i t a c i ó n d e A m o r p u r o n o t i e n e m á s q u e u n a s o l a i n t e n c i ó n . C a p í t u l o X X V I I

[Amor:] M editación de A m or puro no tiene más que una sola inten­ción, es decir, la de amar siempre lealm ente sin buscar galardón, cosa que el A lm a no puede hacer si no está ella sin ella, pues leal am or no se dig­naría recibir consuelo alguno que viniera de su adquisición. C iertam en­te no. M editación de A m o r sabe bien, y para bien, que ella no debe li­brarse más que a su propia obra, esto es, a querer perfectam ente la voluntad de D ios, y deja obrar a D ios y disponer de su voluntad. Pues quien tiene la voluntad de que D ios le haga sentir su voluntad de con­suelo no confía en su sola bondad, sino en los dones de las riquezas que él puede dar.

E l A lm a: Sin duda —dice esta Alm a—, el que amase bien no se acorda­ría de tomar ni pedir, sino que querría estar siempre dando, sin quedarse nada, para amar lealm ente; pues quien tuviera dos intenciones en un mis­m o acto, con una debilitaría la otra. Y por ello, el am or leal sólo tiene una intención que es poder amar siempre lealmente, pues por el amor de su noble amante no le cabe ninguna duda de que él hará lo que es m e­jo r si ella hace lo que tiene que hacer. Y ella no quiere sino que la vo­luntad de D ios se haga en ella.

Amor. Está en lo cierto —dice A m or—, pues todo reside en eso; y tam­poco puede esta A lm a querer nada del poder de D ios, pues su querer no le pertenece ni perm anece en ella, sino en aquel a quien ama, y eso no es ya obra suya, sino la de toda la Trinidad que obra en esa A lm a a su vo ­luntad.

[28] C ó m o es ta A l m a n a d a e n e l m a r d e la a l e g r í a . C a p í t u l o X X V I I I

[Amor:\ Esta A lm a —dice A m or— nada en el mar de la alegría que es el mar de las delicias que escapan y fluyen de la Divinidad; y no siente ale-

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I• i i.i .ili^una, pues ella m ism a es alegría y nada y flota en alegría sin sen- ni l,i, porq ue habita en A le g r ía y A le g ría habita en ella; ella m ism a es ale— (iii.i en v irtu d de A le g ría q u e la ha transform ado en sí misma.

• También dice que se a leg ra m ás de aquello que n o p u ed e co m u n i- i .11 se q u e de lo que p u ed e co m u n icarse , pues esto es p o c o y puntual y lo u iio infin ito e in term in ab le. >

I lay entonces u n querer co m ú n , c o m o fu eg o y llama, el querer del .tíñante y el de la am iga, pues A m o r ha transform ado al A lm a en él m ism o.

1:1 A lm a: ¡A h, dulcísim o, p u ro y d iv in o A m o r! —d ice esta A lm a —, ¡i ii.in d u lce es la tran sfo rm ació n de m í m ism a en aquello que am o más ipil- a m í m ism a! Y hasta tal p u n to m e he transform ado q u e he perdido mi nom bre para am ar lo q u e apenas p o d ía am ar: en am or [me he trans­ió! m ado], pues n o am o a otro q u e a A m o r 90.

[29] R a z ó n p r e g u n t a a A m o r c u á n d o s e h a l l a e s t a A l m a e n l a p u r a l i b e r t a d

d e A m o r . C a p í t u l o X X I X

\ Razón:] A h o ra , dam a A m o r —d ice R a z ó n —, os ru e go q u e m e digáis qué significa lo q u e habéis d ic h o de q u e esta A lm a está en la justa lib er- i.ul del puro A m o r cu an d o n o hace nada q u e vaya en contra de la e x i­gencia de paz de su ser in terior.

Amor: O s d iré —d ice A m o r — q u é significa. S ign ifica q u e n o hace ña­dí, pase lo que pase, q u e vaya en con tra de la p erfecta paz de su espíritu. Así lo h ace —d ice A m o r— el verdadero in o cen te , y el estado del q u e ha- Illamos es verdadera in o cen cia .

R a z ó n —d ice A m o r —, os p o n g o u n ejem plo. Fijaos en el n iñ o q u e es puro e in o cen te : ¿hace o deja de h acer algo, p o r gran d e o p eq u eñ o que sea, que n o le plazca?

R azón: N o , sin duda, A m o r, b ien p u e d o verlo. Y p o r ello m i pregun ta lia sido satisfecha.

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[30] C ó m o R a z ó n d i c e a A m o r q u e s a t i s f a g a a e s t a A l m a d i c i e n d o d e D i o s t o d o l o q u e

s e p o d r í a d e c i r . C a p í t u l o X X X

[Razón:] ¡Ah, dam a A m or! —dice R azó n —, os ruego que m e otorguéis; la gracia de satisfacer a esta A lm a diciendo al m enos cuanto pueda decir se de aquel que es to d o en todas las cosas91.

Amor. Eso ella ya lo sabe —dice A m or—, pues ahí, en todas las cosas, 1»; encuentra siempre. C ada cosa ha de encontrarse donde se halla, y porque él es todo p o r todas partes, en todas partes lo encuentra el A lm a. Y peí- ese m otivo cualquier cosa le conviene pues no hay nada en n in g ú n siti® donde no encuen tre a D ios. E ntonces, R azón , ¿por qué queréis -d ic? A m o r- que satisfaga al A lm a diciendo todo lo que puede decirse?

Razón: A fin —dice R azó n — de que repose apaciblem ente en su esta^ do de inocencia sin que tenga ocasión de sentirse inquieta o agitada poii oír hablar de vos.

Amor: O s lo diré con gusto. O s aseguro —dice A m or a R azó n —, y os lo garantizo p o n ién d o m e a m í p o r testigo, que todo cuanto esta A lm a ha oído de Dios y cuan to puede decirse es (hablando en propiedad) m enos que nada, com parado con aquello que es propio de él y que jam ás fue ni será dicho, [hasta tal punto] que cuanto se ha dicho en alguna ocasión, no se ha dicho y hub iera pod ido dejar de decirse.

Amor habla al Alma: Y aún dice más A m or al Alma para acrecentar su alegría y su do lo r y satisfacerla en todas sus empresas: dam a Alm a -d ice A m or—, os diré de una vez p o r todas, y no m e queráis insistir más pues perderíais el tiem po, que todas las criaturas sin excepción que perm ane­cen y perm anecerán en la visión del dulce rostro de vuestro esposo han com prendido y com prenderán de él m ucho m enos de lo que es digno, o de lo que sería m enester conocer, am ar y alabar en él y que él m ism o co­noce de sí. Tanto m enos que en realidad se puede decir que no se ha co­nocido, am ado y alabado nada92.

El Alma: ¡Ay, ay, Amor! —dice esta Alma—, ¿qué haré pues? C ierta­m ente yo nunca he creído nada tan firm em ente com o lo que ahora m e estáis diciendo. Pero hay una cosa, dam a Am or, que os diría con gusto, si pudiera.

Amor: D ecid lo que os plazca, dulce A lm a —dice A m or—, pues bien quiero oírlo.

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El A lm a embelesada: ¡Ay, d u lcísim o A m o r! —dice esta A lm a em belesa- • 1 1 , por D io s , d ecid m e: ¿por q u é ha pu esto él tan to em p eñ o en crear­me-, redim irm e y recrearm e para d arm e tan p o co , él q u e tanto tiene pa­ta tl.ir? Pero en el fo n d o , n o se osa hablar de lo q u e él quiere hacer. E n vcnlad, yo n o sé, p ero creo q u e si así fu era q u e y o p u d iera darle algo, no I*- liaría una p o rc ió n tan p eq u eñ a; y o q u e n o soy nada y él, en cam bio, linio. C ierta m e n te , si y o tuviera algo q u e dar, n o p o d ría conservarlo pa­la mí, sino q u e se lo daría to d o ; y de lo p o c o que te n g o de valor n o he i ni ¡servado nada para m í a costa de él, n i cu erp o , n i co razón , n i alma, eso ¡ I bien lo sabe. Y si le h e dado to d o n o ten ien d o nada q u e dar, es e v i- ilcnte q u e c o n gusto le daría to d o lo q u e tu viera si tu v iese algo q u e dar. I'rio él ha to m a d o cu an to y o tenía de va lo r y n o m e ha dado nada, sino que lo ha reten id o todo. ¡Ay, A m o r, p o r D io s!, decid: ¿es eso co rresp on - ilencia de am igo?

Am or: ¡Ay, d u lce A lm a! —d ic e A m o r —, sabéis más d e lo q u e decís. Si le It.ibéis dado tod o , es lo m e jo r que os p o d ía o cu rrir; y aún no le estáis il.mdo nada q u e n o fuera suyo ya antes de q u e se lo dierais. V ed en to n - i es qué es lo que hacéis p o r él.

El A lm a : D e c ís verdad, d u lce A m o r —d ice el A lm a —, no p u ed o ni quiero negarlo.

[31] C ó m o a p a c i g u a A m o r al A l m a p o r h a b e r d a d o a s u e s p o s o t o d o

c u a n t o t e n í a . C a p í t u l o X X X I

\Amor:] ¡Ay, dulcísim a A lm a! —d ice A m o r —, ¿qué querríais q u e os d ie - 1.1? ¿ N o sois criatura? ¿Q u erría is recib ir de vuestro am igo algo que a él no le co n ven ga dároslo ni a vos tom arlo? A p a cigu a o s, d u lce A lm a , si q u e - u-is creerm e, pues él n o da a criatura otra cosa q u e aqu ello q u e vos te­néis, y lo o to rga tal c o m o os co n v ien e.

E l A lm a : ¡Ay, dam a A m o r! —d ice esta A lm a —, n o m e lo dijisteis así la prim era ve z q u e os c o n o c í. M e dijisteis q u e entre a m ig o y am iga n o ha­bía señorío, p ero hay, segú n m e parece, pu esto q u e u n o tien e to d o y el nlro n o tien e nada al lad o de ese tod o ; mas si y o p u d iera en m en d ar esto, lo haría, pues si p u d iera lo q u e vos p od éis, os am aría en lo que valéis.

Amor: ¡A h, dulcísim a A lm a !, n o p o d é is d ecir nada m ás. A p acigu aos:

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rvuestra voluntad le basta a vuestro amigo. Y esto os ordena a través d mí: que confiéis en él, y me dice que os diga que él no amará nada s' vos ni tampoco vos lo haréis sin él. Es un bello privilegio. Y, si queré’ creerme, dulce Alm a, eso os basta. |

El Alma: ¡Ay, dama Am or, por Dios!, sobre esto callaos vos —dice Alm a-, pues ciertamente yo no podría callar, ni para salvar al m undo en' tero si así hubiere de ser salvado. Pues no tengo nada que ame más qu aquello que no m e basta, ya que si me bastase93 lo que amo, decaería . me apartaría del poco amor que poseo. Mas no, dama Am or, pues uní cosa me basta, y os la voy a decir: que aquel a quien amo más que a i misma, y no amo ninguna otra cosa sino por él94, tiene en sí mismo aque l lio que me habéis dicho que nadie conoce más que él. Y dado que 1

amo más que a mí misma y que es la suma de todos los bienes, mi seño mi Dios, mi todo, él es —dice el Alma— todo mi consuelo. Y así, aunqu desconsolada por lo que me falta, me consuela, sin embargo, saber que ; él nada le falta. Pues tiene en sí mismo la abundancia de todos los biene sin falla; y esto es m i suprema paz y el verdadero reposo de mi pensa í miento, pues no amo sino a través de él. Y puesto que no amo sino a tra vés de él, nada me falta, por mucho que haya dicho antes. Así es, con to da seguridad, para el que entiende correctamente, pero quería hablar d él, porque nadie m e decía nada mientras yo habría oído con gusto habí acerca de él, y dama A m or me ha dicho la verdad: que m e calmase, pue lo mejor que podrían decirme es nada al lado de aquello que es propi® de él; y no he menester de oír nada más que oír decir que mi amigo es incomprensible. Y es verdad, pues no hay la menor cosa comprensible la que se le pudiera comparar; de tal forma que mi amor, por muy gran­de que sea, no encontraría nunca límite en amor, recibiendo siempre amor nuevo de aquel que es todo amor. Esto es la conclusión de cuant® podrían decirme —dice el Alma— y nada me habría apaciguado más que: lo que A m or ha dicho de él. Por ello proclamo que hallo respuesta a la suma de todas mis preguntas en el que no se me pueda decir nada; así es el amigo de mi alma —dice la propia Alma.

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[32] C ó m o A m o r h a c e p e r m a n e c e r a e s a s A l m a s e n s u s s e n t i d o s 95. C a p í t u l o X X X I I

| Discernimiento:] ¡D ios m ío! —dice D isce rn im ie n to 96—, ¡pensad có m o l'i'i m an ecen esas A lm as en sus sentidos!

1 1:1 A lm a:) B ie n lo sé —dice el A lin a—. A m o r, que es maestra en ello, les li.u c perdurar así. H e d ich o antes —dice el A lm a— que nada m e falta, pues­to que m i am igo se basta en su justa n obleza sin co m ie n zo ni fin. ¿ Y qué habría de faltarm e? N o m e am o a m í m ism a, ni le am o a él ni a sus obras tino sólo a través de él. Y así, lo que él tiene, que y o n o tengo ni tendré liiinás, es más m ío que lo que y o ten go y tendré p o seyén d o lo de él.

Razón: ¡Probadlo! —d ice R a z ó n .¡II A lm a: Es fácil de probar —d ice el A lm a —. V ed en ello la prueba: am o

m ucho m ás, cien m il veces m ás, los abundantes b ien es que m oran en él que los dones q u e p o seo y he recib id o de él. Y porq ue am o más lo que está en él más allá de m i en ten d im ien to que lo que está en él y en m i e n ­tendim iento, p o r ello es m ás m ío lo que él c o n o c e y y o n o que lo que i nn ozco y es m ío; pues allí d on d e se en cuentra el «más» de m i am or, allí '.<• encuentra m i m ayo r tesoro. Y p o rq u e am o más el «más» de él que ja ­más co n o ce ré que el «menos» q u e co n o ce ré , p o r ello ese «más» es más mío gracias al «más» de m i am or, co m o A m o r m ism o atestigua. Éste es el Im —dice el A lm a — del am or de m i espíritu.

Y aún quiero decir, dam a A m o r —d ice el A lm a —, que si pudiera darse que una de sus criaturas o b tuviera de él tanto p o d er y vo lun tad de dar­me tanta alegría y g lo ria c o m o la q u e recib en los de su corte, si n o m e la diera él directam ente, yo carecería de ella p o r siem pre jam ás antes que aceptarla o quererla aceptar de otro q u e n o fuese él; ¡no, antes la m u erte eterna! N i tam p o co podría, pues a tal p u n to m e ha pren d ido que nada puedo querer sin él.

D u lc e A m o r —d ice el A lm a —, ¡por D io s , soportadm e!, pues m e siento em belesada co m p letam en te p o r él, tanto q u e n o sé qué preguntar. ¿ Y qué iba yo a pregun tar de él? E n verdad, sé q u e igu al que n o p odrían con tar- M- las olas de u n m ar batido p o r fu erte v ien to , tam p o co p u ed e nadie des- < ribir ni d ecir lo q u e es capaz de co m p ren d er el espíritu, p o r m u y p o c o v peq u eñ o que sea lo que com pren d a de D io s; y n o es m aravilla, pues el i uerpo es dem asiado basto para hablar de las empresas del espíritu. Pero es d ich o co m ú n q u e más vale am argo q u e nada; algo así os d ig o y o —di-

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ce esta Alma—, ¡más vale oír lo que se dice y describe que n o oír decir nada!

[33] E l A l m a se e m b e l e s a c u a n d o p i e n s a en l o s d o n e s de la b o n d a d de D i o s .

C a p í t u l o X X X I I I

[El Alma:] ¡Ah, Señor! —dice el Alma—, ¿cómo he podido perm ane­cer en mis sentidos cuando he pensado en los dones de vuestra bondad, p o r los que habéis dado a m i alma la visión del Padre, del H ijo y del Es­p íritu Santo que m i alma verá sin fin? Y ya que veré cosa tan grande co­m o la Trinidad, no m e será arrebatado el conocim iento de los ángeles, las almas y los santos97, ni la visión de las cosas pequeñas, es decir, de todas las cosas que son m enos que Dios.

¡Ah, Señor! —dice el Alma—, ¿qué habéis hecho p o r mí? Verdadera­m ente, Señor, m e hallo tan embelesada p o r lo que conozco que no sé ya de qué em belesarm e, ni puedo obrar de otra form a para proseguir en ese conocim iento. Señor, aunque no tuviera otra razón para embelesarme que el que hayáis dado a m i Alma la visión de toda la Trinidad, de los án­geles y las almas —cosa que no le habéis dado ni a vuestro precioso cuer­po que se une con la naturaleza del Padre en la persona del H ijo—, ya se­ría maravilla que pudiera vivir. Pero aún hay más, Señor: siendo cosa tan grande ver los ángeles y las almas a las que les habéis dado la visión de vuestro dulce rostro, pues esos ángeles y almas ningún cuerpo está capa­citado para verlos (y si n ingún cuerpo puede ver los ángeles y las almas, con mayor razón no puede ver la Trinidad), sin em bargo, le habéis o tor­gado ese don a m i espíritu po r siem pre jamás, mientras seáis Dios.

[34] C ó m o el A l m a d i c e q u e n o p u e d e n a d a p o r sí m i s m a . C a p í t u l o X X X I V

[El Alma:] ¡Por D ios, Amor! —dice esta Alma—, os ruego que digáis qué voy a hacer, yo que conozco estas cosas y los dones de la bondad de m i amigo.

Amor: O s lo diré —dice A m or—, y no m e pidáis nada más. Lo m ejor

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p u ed o d eciros es q u e si c o n o cé is p erfecta m en te vu estra nada, n o ha­léis nada y esta nada os dará tod o . Y si n o alcanzáis a c o n o c e r p erfecta­m ente vuestra nada, q u e a d ecir verdad es cu an to tenéis, os co n vien e ha- 1er algo, lo m e jo r q u e podáis, a fin de n o d e crecer —d ice A m o r — en aquello que habéis c o n ce b id o en vu estro espíritu. Si D io s os ha transfor­mado en él, n o debéis p o r ello o lv id ar vuestra nada. Es decir, no debéis olvidar q u ién erais cu an d o os creó p o r v e z p rim era, y q u é habríais sido si el hubiera to m a d o en cu en ta vuestras obras, y q u ié n sois y seríais si no lucra p o r lo q u e de él hay en vos.

El A lm a: ¡Ay, Señor! —dice esta A lm a —, te n g o p o r c ierto que n o p oseo nlro valor m ás q u e m is horrib les faltas p o r las que sufristeis la m u erte pa­la liarm e la vida. Pero, Señor, aún más allá de esto, co m p re n d o y espero, V en verdad es así, q u e si nadie h ubiera p ecad o sino sólo yo , igualm en te habríais red im ido m i alm a desviada de vuestro am or, m u rien d o p o r m í desnudo en la cru z, usando del p o d e r dispuesto para destruir el pecado. Así pues, Señor, cu an to habéis sufrido en vuestra d u lce hum an idad lo ha­béis sufrido p o r m í c o m o si nadie más h u b iera pecado, sino y o sola; de lorma, Señor, q u e sólo y o os lo debo. Y aún os d eb o más, Señor, es d e- i ir: p o r en cim a del va lor que y o n o poseo, os d eb o cu an to valéis más que yo, p o r q u ien os habéis dado. Y co n tod o , sabéis que n o p u ed o hacer na­da, pues m e habéis en deu d ad o co n vos hasta ese p u n to; p ero os ruego , dulce y cortés am igo, q u e m e co n d o n éis esta deuda, vos q u e lo p odéis ha- i er todo. Y sin duda, Señor, lo haréis —d ice el A lm a — siem pre q u e de a h o ­ra en adelante quiera en to d o m o m e n to vuestra p erfecta volun tad.

[35] C ó m o e s t a A l m a a r g u m e n t a c o n t r a R a z ó n y d i c e q u e e s a m a d a p o r D i o s s i n c o m i e n z o .

C a p í t u l o X X X V

\E l Alma:] A h o ra , d ulcísim o A m o r —d ic e el A lm a —, os lo ru e go : m o s- Iradme de q u é fo rm a te n g o en m í o b ra de la T rin idad .

Am or: D e c id m e lo q u e pensáis —d ice A m o r —, pues n o d ebéis o cu ltá r­m elo.

E l Alm a: D a m a A m o r —dice el A lm a —, os lo diré. M e habéis d ich o que aquel q u e es en sí y de sí sin co m ie n zo n o am ará nada sin m í, n i y o sin él.

Am or: Y es verd ad —d ice A m o r—, os lo aseguro.

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E l Alma: Pues dado que no amará jam ás, es decir, sin fin, cosa algún sin m í, digo que de ello resulta que nunca lia amado cosa alguna sin n Y además, dado que él estará en m í sin fin por amor, yo he sido amad? por él sin com ienzo.

Razón: ¡Guardaos de lo que decís, dama Alma! —dice R azó n —. ¿Ha-' liéis olvidado que no hace m ucho tiem po que habéis sido creada y qu no erais? ¡Por Dios, dulce Alma, guardaos de caer en error!

El Alma: Si yerro sosteniendo esta opin ión , dama R azón, A m or yerra conm igo, pues él me lo hace creer, pensar y decir.

Razón: Probad entonces, dama Alma, lo que decís —dice R azón .El Alma: ¡Ah, R azón —dice el Alma—, qué enojosa sois y cuánta des­

gracia y pena sufren los que viven de vuestro consejo! R azón —dice el Al­ma—, si yo soy amada sin fin por las tres personas de la Trinidad, yo lie si­do asimismo amada por ellas sin com ienzo. Pues así com o por su bondad él me amará sin fin, del mismo m odo m e hallaba yo en el saber de su Sa­biduría para ser creada por obra de su divino poder. Así pues, dado que desde que Dios es, y es sm com ienzo, yo m e he hallado en el saber divi no, y me hallaré sin fin, resulta que desde siempre ama él dice el Alma por su bondad la obra que liará en mí su divino poder.

Amor. Es verdad —dice A m or-, pues desde siempre no ha querido contenerse en su am or hacia vos, com o no lo hace ahora.

El Alma: R azón, ya habéis oído el testim onio de Am or; cesad pues de ahora en adelante de meteros conmigo.

Razón: Sí. dama Alma —dice R'azón.., puesto que A m or os guía y noguiáis vos a Am or; es decir, puesto que A m or os habita y hace su volun­tad en vos sin vos, no osaré m eterm e con vos ni entrom eterm e. Al con­trario. dama Alma, de ahora en adelante os prom eto obediencia y paz con todas mis fuerzas, pues hacerlo m e conviene necesariam ente, y porque si Am or lo quiere, no puedo estar en contra, sino que a vos me rindo por com pleto —dice R azón.

[36] C ó m o el A l m a es l i b r e y a j e n a a la s u j e c i ó n de R a z ó n . C a p í t u l o X X XV I

|E l Alma:\ D e ahora en adelante las deudas se han invertido —dice el Alina a R azón—, y en justicia, pues la noble cortesía de m i esposo no se

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lililí,ni;i d eja rm e m ás en vu estra se rv id u m b re n i e n la de n in gú n otro; Jilirt co n v ie n e q u e e l esposo lib ere a la esposa q u e ha to m a d o v o lu n ta - I lili líente.

Amor. Es verd ad, dulcísim a A lm a —d ice A m o r —, os lo o to rg o y c o n ­fieso.

Rozón: ¡A h , p o r D io s , dam a A lm a! —d ice R a z ó n —, pen sad, d ecid y h a- m*<! lo q u e queráis p u esto q u e A m o r lo q u iere y o to rga .

/:’/ A lm a : ¡Ay, R a z ó n —d ic e esta A lm a —, q u é ruda sois! A m o r q u iere y me otorga q u e d iga, p ien se y h aga to d o lo que m e p lazca, ¿y p o r q u é n o ||m .1 hacerlo? Es su p ro p io h acer, p u es y o n o p u e d o h a ce r nada si m i p ro - |i|n am igo n o lo h a ce en m í. ¿O s m aravilláis —d ice e l A lm a a R a z ó n — de que quiera lo q u e y o qu iero? Y , sin em b arg o , le co n v ie n e quererlo, pues yo no q u iero m ás q u e lo q u e él q u iere en m í y q u e él q u iere q u e quiera; su cortesía m e ha situado d e tal fo rm a q u e él q u iere lo q u e y o q u iero y lio quiere lo q u e n o q u iero yo. Y m e h a llo en paz, R a z ó n , p o rq u e entre él y yo ten em o s este acuerdo.

¡Ah, d u lcís im o m aestro de esta obra!, ¿ c ó m o p u e d o y o ten er tal paz, yo que re c o n o z c o h a b er p erd id o m i p ro p ia obra? C ie rta m e n te p u ed o , S e­ñor, pues vu estra n o b le za y co rtesía q u ieren qu e, d ad o q u e vos tenéis paz, l.im bién y o la ten ga. D e fo rm a qu e, S e ñ o r, sé b ie n q u e de esta d eu da, es decir, de la de d arm e p az, os habéis larg am en te c o n d o n a d o , pues cu al­quier cosa q u e en cu en tre , o q u e m e su ced a o m e haya su ce d id o p o r m is pecados, siem pre m e q u ed a vu estra paz.

[37 ] A q u í d i c e e l A l m a q u e e n e l p a r a í s o s e r á n c o n o c i d o s s u s p e c a d o s a m a y o r g l o r i a s u y a .

C a p í t u l o X X X V I I

[El A lm a:] S e ñ o r —d ic e el A lm a —, en este m u n d o n ad ie m ás q u e vos puede c o n o c e r m is p ecad os, tan feos y h o rrib le s c o m o son. P ero en el paraíso, Señ or, cu an tos se en cu e n tre n en él los co n o c e rá n , n o para m i i d ifu s ió n sino a m ay o r g lo ria m ía; p u es, v ie n d o de q u é fo rm a os en o jé i un m is p ecad os, c o n o c e rá n , Señ or, vu estra m iserico rd ia y vu estra g e n e - m sidad llenas de cortesía .

[Amor.] C o rte s ía —d ice A m o r — q u e da p az de co n c ie n c ia al A lm a , h a­ga o deje de h a cer cosa alguna, p o r querer, [Señor,] vuestra v o lu n tad , pues

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querer perfectamente vuestra voluntad es caridad perfecta. Y quien tenri siempre en su voluntad caridad perfecta no tendrá nunca remordimiento , ni reproches de conciencia98. Pues remordimientos y reproches de con1

ciencia en el Alma no son sino falta de caridad; y el Alma no ha sido crea da para otra cosa que para tener en ella sin fin el estado de pura caridad

El Alma: ¡Ah, Señor —dice el Alma—, qué he dicho de vos! !Amor. Pensadlo —dice Am or—, y ved si sabéis conocer vuestras palabra* El Alma: ¡Ay, dama A m or —dice esta Alma—, sois vos quien me ha

béis dado conocim iento, atended entonces: nada es la obra, cuando c, menester que sea nada; por ello es menester —dice esta Alm a— que yó tenga la certeza de que lo que he dicho es menos que nada. Pero lo qur está en mí o pasa por mí y que es de conocim iento divino lo habéis di cho en mí a través de mí vos misma en vuestra bondad, dama Am or, pa ra mi provecho y el de otros; y por ello, a vos, la gloria, y a nos, el pro vecho si todas estas cosas no perm anecen en los oyentes que leerán este libro.

[38] C ó m o el A l m a r e c o n o c e la c o r t e s í a de A m o r al r e c o n o c e r p e r f e c t a m e n t e su p o b r e z a .

C a p í t u l o X X X V II I

[El Alma:] ¡O h, desbordante amigo, todo abandono! Sois conmigo cortés sin mesura y así me lo ha de parecer —dice esta Alma— puesto que queréis sufrir. ¿Sufrir, Señor? Y aún queréis sufrir, más gustosamente de lo que nadie podría decir que yo more en mi desierto, es decir, en este cuerpo malvado sin límite de tiempo99. Y, sin embargo, por mucha mise­ricordia que haya en vos, no puedo recobrar la pérdida del tiempo pasa­do, pues debe guardarse, dulce amigo, vuestra justicia. Y por tanto, jamás me podrá ser devuelto el tiempo perdido para con ello no hallarme tan lejos de amaros, conoceros y loaros.

¡Cuántos momentos de ocio! ¡Cuántas faltas en las que he caído yo, que soy abismo de toda pobreza! Y, sin embargo, en tal abismo de po­breza queréis poner, si no permanece en mí, el don de la gracia sobre el que acabáis de hablar. ¿Hablar? En verdad, dama Amor, cuanto habéis di­cho de esta gracia por boca de criatura no son sino balbuceos al lado de vuestra obra.

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A \ / ¡ A h , p o r D io s , d am a A m o r! —dice R a z ó n —, b ie n he o íd o lo 1)111' se lia d ich o, y nun ca o í nada c o n tan to gusto aun qu e n o lo haya en - |*>iululo perfectam en te; p ero esto, A m o r, n o le p u ed e ven ir más que de Vns ,i aquella a la que tal d o n le es otorgado.

. 1 mor: Sí —d ice A m o r—, c o m o de la prop ia person a del E sp íritu Santo.Razón: Y p o r eso d ig o —d ic e R a z ó n — que n o p u e d o en ten derlo, pero

qin- m e parece que to d o lo q u e esta A lm a ha h e ch o v ie n e de vos y está l l t t i y bien h ech o .

[39] C ó m o R a z ó n q u i e r e s e r v i r y s e r d e e s t a A l m a . C a p í t u l o X X X I X

| R a zó n :] A h o ra , os lo ru e g o , dam a A m o r —d ice R a z ó n —, guiadm e a lili de que y o sirva en to d o al A lm a c o m o su p ob re sierva; pues c o n o z c o i|iir no p o d ré ten er m ayor g o z o n i m ayo h o n o r q u e el de ser sierva de tal

ii*i lora.Am or: O s co n fie so q u e sí —d ice A m o r —, y vos n o podíais h acer nada

mejor que con fesarlo y decirlo .Razón: ¡A h, d u lce A m o r! —d ic e R a z ó n —, ¿y q u é haré del p u eb lo al

que debo g o b e rn ar y q u e n o verá en esta A lm a ord en a lgu n o en sus p rác- llt ,is y asuntos extern os?

Amor: ¿Por q u é decís eso? —d ice A m o r - ; ¿hay o rd en m e jo r q u e el de esla A lm a?

Razón: N o , p o r c ierto —d ice R a z ó n —, para aquellos q u e v e n u n p o co ,0 para los q u e h an sido e leg id o s así; p ero de esos h ay p o co s en la tierra. Hien oso decirlo.

Amor. V eam os, R a z ó n —d ice A m o r —, ¿a q u é llam áis orden?Razón: L lam o ord en —d ice R a z ó n — a la v id a segú n las obras de las V ir -

llides llevada de fo rm a co n tin u a p o r co n sejo m ío y de D iscern im ie n to , Mguiendo el e je m p lo de las obras de nuestro señ or Jesucristo.

A m o r R a z ó n —d ice A m o r —, de lo que sufrió la h u m an id ad de Jesu-1 i isto la d ivin id ad n o se resintió. Y lo m ism o os d ig o al com pararla c o n •iquella q u e se le asem eja; p ues lo q u e decís de las V irtu d es y de vos m is­ma, R a z ó n , esta A lm a n o lo tien e en cu en ta . P u e d e obrar m ejor, pues A m or, q u e la ha tran sform ado en sí m ism o, habita en ella; de fo rm a q u e la propia A lm a es A m o r , y A m o r n o tie n e en sí d iscern im ien to . E l dis-

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cern im iento es necesario en todas las cosas excepto en amor. O s voy i poner un ejem plo: si un señor quiere cobrar el censo de su tierra porque se lo deben en justicia, no será el señor quien deba el tribu to a sus siepl vos, sino que son los siervos los que se lo deben a su señor. Lo m ism o «i digo de m í, R azón —dice A m or—, todas las cosas me deben tributo , si so l obra de las V irtudes aconsejadas por R azó n y purificadas en D iscerni­m iento, excepto aquel, y sólo aquel, que sobrecogido por A m or se h¡ transform ado en A m or; éste no me debe sino amor, y p o r ello queda li­bre, pues am or lo libera.

[40] C ó m o A m o r l l a m a a e s t a A l m ala e n c u m b r a d a m e n t e s a b i a , y p o r q u é . C a p í t u l o XL

[Amor.] Llamo a esta Alma la encum bradam ente sabia entre mis ele­gidas, pero la pequeñez no sabe apreciar ni conocer lo de gran valor.

Razón: Ah, dama A m or —dice R azón—, ¿a qué llamáis sabio?Amor: Al abism ado en humildad""’ —dice Amor.Razón: ¡Ay, Amor! —dice R azó n —, ¿y quién es el que está abism ado en

hum ildad?Amor: Aquel —dice A m or— que no yerra en nada y sabe así que no

acierta en nada. El que de esa íorm a conoce su error ve tan claro que se ve por debajo de todas las criaturas en un m ar de pecado. Y com o sus ene­migos son siervos del pecado y esta Alma desde hace m ucho tiem po ve que está por debajo de ellos, ella misma sirve al pecado (sin com paración posible entre ella y ellos, en lo que respecta a ella y a sus obras) y, desde esta perspectiva, ella deviene nada y aun m enos que nada en todos sus as­pectos. Y hace m ucho que ha oído decir a través del Espíritu Santo que Dios pondrá al más pequeño en lo más alto, por su sola y leal bondad"”.

[41] C ó m o e l A l m a n o s i e n t e p e n a a l g u n a p o r e l p e c a d o , n i e s p e r a n z a p o r e l b i e n

q u e h a y a p o d i d o h a c e r . C a p í t u l o X LI

[Amor: | Por ello, esta Alma no siente pena por el pecado que haya po­dido com eter, ni esperanza por lo que ella pudiera hacer, sino sólo por la

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Imnil.id d e D io s . Y el secreto tesoro d e esa sola b o n d a d la ha an on adado (m e n o rm e n te a tal p u n to q u e h a m u e rto a los se n tim ie n to s in teriores o MHleriores, en la m e d id a e n q u e esta A lm a ya n o h a ce ob ra a lguna, n i p o r ( líos ni p o r sí m ism a, y así h a p e rd id o a tal p u n to sus sen tidos en esta p rác- l(i ,i q u e n o sabe b u scar n i en co n tra r a D io s , n i co n d u cirse a sí m ism a.

Am or. Esta A lm a —d ice A m o r — n o está co n sig o , p o r lo q u e tod o s d e - 1 11 excusarla; y a q u e l en el q u e ella está o b ra p o r ella, p o r lo q u e se h a­lla liberada, se g ú n a testigu a D io s m ism o —d ic e A m o r —, q u e es el a u to r de n i .i obra en p ro v e c h o de esta A lm a q u e n o tie n e o b ra en sí m ism a.

’lémor: ¡Ay, A m o r ! —d ic e T e m o r—, ¿d ó n d e está esta A lm a si n o está i onsigo?

A m or: A llá d o n d e am a, sin sen tirlo —d ic e A m o r —. Y p o r ello v iv e es- t.t A lm a sin rep ro ch e s de c o n c ie n c ia , p o rq u e n o h a c e nada q u e salga de rila. P ues q u ie n h a c e a lg o gracias a u n m o v im ie n to p ro p io n o está —d ice A m or— sin él m ism o , sin o q u e t ie n e c o n s ig o a N a tu ra le za y R a z ó n . P e ­to aquel —d ice A m o r — q u e m u e re d e a m o r n o sien te n i c o n o c e R a z ó n n i N aturaleza. P o r e llo , u n A lm a así n o q u iere los g o z o s del paraíso, a u n q u e ir los d en a esco g er, n i rech aza los to rm e n to s d el in fie rn o , su p o n ie n d o que to d o d e p e n d ie ra d e su v o lu n tad .

Santa Iglesia: ¡A h , p o r D io s!, ¿y e n to n c e s qu é? —d ic e Santa Iglesia.Amor: E so q u e e lla m ism a es en su c o n o c im ie n to —d ic e A m o r.Santa Iglesia: ¿ Y q u é es esta A lm a ? —d ic e Santa Iglesia—. D u lc ís im o E s­

píritu Santo, en señ ád n o slo , p u es esta palabra sobrepasa nuestras E s c ritu ­ras y p o r eso n o p o d e m o s e n te n d e r p o r m e d io de R a z ó n lo q u e ella d i­re. N o s ha so rp re n d id o tan to —d ic e Santa Iglesia— q u e n o osam os estar en su con tra.

[4 2 ] C ó m o e l E s p í r i t u S a n t o e n s e ñ a l o q u e e s a A l m a s a b e , q u i e r e y t i e n e . C a p í t u l o X L II

[El Espíritu Santo:] ¡O h , Santa Iglesia! —d ic e e l E sp íritu S a n to —, ¿ q u e ­réis saber lo q u e esta A lm a sabe y q u iere? O s d iré lo q u e q u iere . E sta A l ­ma n o sabe m ás q u e u n a cosa, esto es, q u e n o sabe nada; y así n o q u iere más q u e una cosa: n o q u iere nada. Y este n o saber nada y n o q u e re r n a­tía le dan to d o —d ic e el E sp ír itu S an to — y le d e ja n e n c o n tra r e l tesoro o c u lto y esco n d id o q u e e te rn a m e n te en cie rra la T rin id ad . Y n o p o r n a -

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turaleza divina —dice el Espíritu Santo—, pues esto no puede ser, sino ¡por la fuerza de am or, pues es m enester que sea.

Amor. Ya habéis oído, Santa Iglesia —dice A m or—, la razón p o r la que esta Alma lo tiene todo.

El Espíritu Santo: E fectivam ente —dice el Espíritu Santo—, incluso lo que yo tengo del Padre y del Hijo. Y pues tiene ella todo cuanto tengo y el Padre y el Elijo n o tienen nada que no se halle en m í, esta A lm a, i[tal com o] A m or dice, tiene en ella —dice el E spíritu Santo— el tesoro de ].i Trinidad, oculto y escondido en su in terio r.

Santa Iglesia: Si es así —dice Santa Iglesia al Espíritu Santo—, es m enes­ter entonces que la T rin idad habite y viva en ella.

El Espíritu Santo: Es razonable —dice el Espíritu Santo—, puesto que ha m uerto al m undo y el m undo lia m u erto en ella, la T rin idad m orará por siem pre en ella.

[43] C ó m o e s t a s A l m a s s o n l l a m a d a s « S a n t a I g l e s i a » y q u é p u e d e S a n t a I g l e s i a

d e c i r d e e l l a s 1"2. C a p í t u l o X L I I I

[Santa Iglesia:] ¡O h, D ios verdadero, Espíritu Santo! —dice Santa Igle­sia.

Amor: ¡Es cierto —dice A m or—, Santa Iglesia por debajo de esta «San­ta Iglesia»! Pues tales Almas —dice A m or— son llamadas con propiedad «Santa Iglesia» ya que ellas sostienen, enseñan y alim entan a toda la San­ta Iglesia; y no ellas —dice A m or—, sino la T rin idad a través de ellas; y ello es cierto y nadie lo duda.

¡O h, Santa Iglesia por debajo de esta «Santa Iglesia»!, hablad ahora —dice A m or—: ¿qué vais a decir de estas Almas que así son saludadas y ala4 badas p o r encim a de vos que obráis siem pre po r consejo de R azón?

Santa Iglesia: Q uerem os decir —dice Santa Iglesia— que tales Almas es­tán en vida p o r encim a de nosotras, pues A m or habita en ellas, y Razón,; en nosotras; pero eso no va en contra de nosotras —dice Santa Iglesia la Pequeña—, sino que al contrario las saludamos y loam os p o r ello con ila glosa de nuestras E scrituras1"3.

Razón: Pero, dam a A m or —dice R azó n —, querríam os, si os place, en­tender bien y más ab iertam ente ese don que el E spíritu Santo da a tales

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Aln i .is p o r su pura bon d ad, siem pre y cu an d o n o pu d iera verse p erju d i- idi lo nadie a causa de su ru d eza al o ír esta le c c ió n divina.

Unor: ¡Ay, R a z ó n ! —dice A m o r —, siem pre seréis tuertos vos y los que ir ,iIImentan de vuestra d octrin a . P ues ciertam en te está m ed io cie g o el ijiie tiene las cosas delan te de los ojos y n o las re co n o ce . Y eso es lo que iiii p.isa a vos.

/ 7 Espíritu Santo : Si he d ich o —d ice el E spíritu San to— que le daré a tula A lm a to d o lo q u e ten g o , se lo daré; p ero in clu so es tod a la T rin idad til i|uo se lo ha p ro m etid o y le ha o to rga d o en su b o n d a d to d o lo que te­nemos, según el saber de su sapiencia sin co m ie n zo ; y es b ie n ju sto —d i- i i* el Espíritu S an to— q u e n o reten gam os frente a tales A lm as nada de lo i|iir tengam os. P ues esta A lm a —d ice el E spíritu Santo— nos ha dado to ­llo lo que tenía de valor. Y lo q u e ten em o s nos lo ha dado ella m ism a, (•oí así decirlo ; pues se d ice, y es verdad, que la bu en a vo lun tad equivale a la obra. Y esta A lm a es de tal c o n d ic ió n q u e si tu v iera en ella lo que nosotros ten em os, nos lo daría to d o tal y c o m o lo ten em os sin p reten der galardón en el c ie lo n i en la tierra, sino ú n icam en te p o r nuestra sola v o ­luntad. N o sotro s —d ice el E sp íritu Santo— ten em os to d o esto p o r el d e­ludió que nos c o n c e d e nuestra c o n d ic ió n divina, y esta A lm a nos lo da a m odo de vo lu n tad en cerrad a en am or sin m o d o 104. Y p o rq u e tal A lm a nos lia dado to d o lo q u e tien e, y to d o lo q u e es (y que de h e c h o n o tiene, en tanto q u e vo lun tad ), es m en ester —d ice el E spíritu Santo— que le dem os lo que ten em os p o r ju stic ia de am or. Y tal co m o ten em o s en nosotros lo que ten em os en v ir tu d de nuestra naturaleza divina, así m ism o el A lm a lo tiene p o r n osotros en ella p o r ju stic ia de am or.

Santa Iglesia-, ¡A h , Señor! —d ice Santa Iglesia—, lo en ten d em os y cree­mos en verdad q u e tal d o n se lo ha dado vuestra d igna n o b leza co m o ga­lardón de am or, pues A m o r n o p u ed e recib ir galardón lo bastante gran­de si n o es e l de am or.

Amor. Esta A lm a —d ice A m o r— h ace tiem p o que ve y sabe que n o hay ‘..ihiduría m ayor q u e la tem planza, ni r iq u e za m ayor que la saciedad, ni tuerza m ayor que el am or. Esta A lm a tien e la m em oria , el en ten d im ien to V la vo lun tad abism ados en u n solo ser, y éste es D ios; y tal ser le da el ser, mu saber, ni sentir, n i querer n in gú n ser fuera del ord en am ien to d iv in o 105. Por largo tiem p o —d ice A m o r— esta A lm a ha lan gu id ecid o de am or.

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1 441 Q u é p r á c t i c a s e j e r c e e l A l m a q u e l a n g u i d e c e d e a m o r , y e n q u é p u n t o se h a l la

e l A l m a m u e r t a d e a m o r . C a p í t u l o X L IV

¡Ay, dama Amor! —dice Razón—. ¿qué practica d Alma qu languidece de amor?

A m o r : Combate a los vicios —dice Amor- adquiriendo virtudes.E l A l i ih i: ¡Ah. dulcísimo Amor! —dice esta Alma—, ¡cuán grande y pe

ligrosa es esta guerra! Sin duda, a una s ida dedicada a ello se le pued muy bien llamar postración y vida de guerra.

A m o r : Y así, tanto languideció de amor —dice Amor— que de amor lu muerto.

R a z ó n : ¡Ay, Amor! —dice Razón—, por Dios, dinos en qué punto se encuentra el Alma que ha muerto de amor.

A m o r : I la acabado con el mundo —dice Amor— v el mundo se ha des­pedido y acabado en ella; por ello vive en Dios y ahí no puede encon­trar pecado ni vicio. Y a tal punto se oculta y recoge en Dios que ni el mundo, ni la carne, ni los enemigos pueden dañarla, pues no la pueden encontrar en sus obras; y así vive esa Alma en reposo de paz, pues no se cuida de cosa alguna que haya sido creada. Y como esta Alma posee una paz así. vive en el mundo sm reproche.

R a z ó n : Así pues, esta Alma —dice Razón- no tiene en absoluto vo­luntad; tal estado debería ser nuestro estado, pues no hav mavor mérito ante Dios que abandonar la propia voluntad por la suya y entregarla ade­más perfectamente sin querer nada a cambio, sino sólo según la medida de su obra y las disposiciones de su bondad.

E l A l m a : A eso me atengo —dice esta Alma— y por ello nada me falta,, porque no quiero nada. Pues ninguna Alma tiene perfecta paz, sino a qu áf­ila que no tiene en absoluto voluntad.

A m o r : ¿Qué sabéis vos, dama Alma? —dice Amor.E l A l m a : Con toda seguridad es así, dama Amor —dice esta Alma—.,

pues yo lo he probado a través de tales pruebas que faltó poco para que no me dieran muerte. Y habría muerto si el nada querer no me hubiera arrancado de ahí gracias a las enseñanzas de la bondad divina. Aquel qué no quiere nada no tiene en absoluto voluntad; y el que es así lia dado siti duda su voluntad, por ello no tiene nada que querer sino el querer dé aquel a quien dio su voluntad.

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145J C ó m o aque l los que no t ienen en absoluto vo luntad viven en la l ib e r tad de car idad .

C a p í tu lo X L V

| /:'/ Amor:] L os q u e son así, q u e n o tie n en en ab soluto volun tad , v iv en tm l.i libertad de caridad; y a q u ie n les preguntase q u é quieren, le dirían, •>«i verdad, que n o qu ieren nada. L os q u e son así han alcanzado el c o n o - i (miento de su nada, es decir, q u e en lo q u e respecta a ellos m ism os no (iiinlen c o n o c e r nada de su nada, pues su c o n o c im ie n to fu e dem asiado |ti'i|iieño para c o n o c e r esa p érd id a106; p ero h an alcanzado la creencia en el •más» y tod o el c o n o c im ie n to de esa creen cia reside en q u e nada p u ed e i onocerse.

Razón: ¿N ada? —d ice R a z ó n .Amor: N o —d ice A m o r—; p u es aun q u e llegara a co n o ce rse aún m ás de

ln que se co n o ce rá en el paraíso, o in clu so tanto m ás de lo q u e podría i nmpararse c o n una cosa q u e se p u d iera co m p re n d er p o r partes o de otro modo, lo q u e co n ello se co m p re n d ería seguiría sin ser nada. E incluso no sería nada esta co m p re n sió n respecto a lo q u e p odría com pararse, aun suponiendo que en esa co m p aración n o se tengan en cu en ta su p oder, su sentido, su sabiduría y su b o n d ad , sino sólo, p o r así decir, una m era chis­pa de su pura b o n d ad . Y aquel q u e co m p ren d iese de él más de lo q u e p o ­drá com p ren d erse a través de esta co m p ara ció n seguiría sin co m p ren d er nada al lado de la m ás m in ú scu la de las partículas q u e hay en él y q u e n o rs co m p ren d id o e x ce p to p o r él. Es decir, para q u e se en tien da m ejor: quien co n o zc a de él cu an to de él se d ic e n o co n o ce rá nada al lado del in ­menso c o n o c im ie n to q u e p e rm an ece en él al m argen de nuestro c o n o c i­m iento; o sea q u e lo q u e p u d iéram os com parar, p o r así decir, co n la más m inúscula de las partículas de su b o n d a d seguiría, en verdad, sin ser nada ,il lado de la gran d eza de la más m in ú scu la de las partículas de su bondad; y aun m en os q u e una chispa al lado de to d o é l'07.

E l A lm a: ¡O h , S e ñ o r D ios! —d ice esta A lm a —, ¿qué hará el A lm a que eso cree de vos?

Dios: N o hará nada —d ice D io s—; pero y o haré m i obra en ella sin ella. Pues el c o n o c im ie n to de su nada y su creen cia en m í la han llevado a tal pun to a nada q u e nada p u ed e hacer. D e fo rm a q u e el c o n o c im ie n to de esa nada frente a la gran d eza de ese to d o la ha excu sad o p o r co m p le to y liberado, pues nada le falta p o rq u e nada quiere.

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[46] C ó m o el A lm a t i e n e el c o n o c i m i e n t o del «m ás» p o r q u e a su p a recer no c o n o c e

n a d a de D i o s al l ado del «más» de él.C a p í t u lo X L V I

[Amor:] Ahora esta Alma ha llegado a térm ino y ha alcanzado el co nocimiento del «más»; es decir, sólo en tanto que ella no conoce nada d Dios frente al todo de él.

Razón: ¡Ey! ¿Osáis llamar nada a algo que es de Dios? —dice Razón.El Alma: ¡Oh, por supuesto! -d ice esta Alma-. ¿Y sabéis cómo?Verdaderamente, cualquier cosa que nos sea dada de él es y será bie

nada. Incluso suponiendo que él nos diera lo que se ha dicho antes en es te escrito; pues, p o r comparación, si pudiera darse que eso fuera cierto aun así no sería nada al lado de una sola chispa de su bondad, que per­manece en su conocim iento al margen del nuestro.

¡Oh, oh! —dice esta Alma—. ¿Y qué decir del «todo» de él si tantos bie­nes pueden decirse del «menos»? ¡Ay, dulcísimo amigo!, eso sólo vos lo sabéis, y eso me basta.

[47] C ó m o el A l m a ha a lca n za d o el c o n o c i m i e n t o de su nada . C ap í tu lo X L V II

[Amor.] Habéis oído ahora cómo esta Alma ha llegado a la creencia en el «más». Ahora os diré -d ice A m o r- cóm o ha alcanzado el conocim ien­to de su nada. Lo ha alcanzado conociendo que ni ella ni otras conocen nada de sus horribles pecados y faltas al lado de aquello que está en el sa­ber de Dios. Tal Alma -d ice A m or- no ha retenido querer alguno, sino que ha llegado al térm ino de no querer nada, y a un cierto saber de no saber nada, y ese nada saber y ese nada querer la han excusado y libera­do. Esa Alma se atiene al consejo del Evangelio que dice: que tu ojo sea simple y así no pecarás"1".

De m odo que esta Alma se halla sosegada en todo lo que Dios sufre de ella; pues todo lo entiende con entendim iento verdadero y tiene pa­cífico reposo ante los actos de su prójimo. Pues no juzga lo que no en­tiende, sino siempre para bien.

Esta Alma se halla en paz en todas partes, pues lleva siempre la paz

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in u sig o , d e fo r m a q u e para esa p a z c u a lq u ie r s itio y cu a lq u ie r co sa le i ni iv ien en . S e sien ta in m ó v il en el tro n o de la p a z , e n el libro de la v i -

e n te s t im o n io d e b u e n a c o n c ie n c ia y e n lib e rta d d e carid ad p e r-Iri la.

[48] C ó m o el A l m a n o es l i b re cu a n d o ’ desea q u e la v o lu n t a d de D i o s se haga

en e l la p a ra su h o n ra . C a p í t u l o X L V I I I

[Amor.] E n to n c e s , el A lm a n o q u ie re n ada —d ic e A m o r — p u esto q u e rs libre; ya q u e n o es lib re a q u e l q u e q u ie re a lgo , sea lo q u e sea, c o n su volun tad in te r io r , p u es es esclavo d e sí m ism o in c lu so el q u e q u iere q u e I )ios h aga en él su v o lu n ta d para su p ro p ia h o n ra. Y q u ie n esto q u ie re n o lo q u iere so lam en te para q u e , en é l y e n los dem ás, se cu m p la só lo la v o ­luntad d e D io s . A tales g en tes —d ic e A m o r — les ha n e g a d o D io s su rein o.

R a z ó n : ¡A h , sin duda! —d ic e R a z ó n —, lo h arían para eso.E l A lm a : L o h arían para eso. Y c ie r ta m e n te —d ic e e l A lm a — d e b e n h a ­

cerlo o p e rd ería n e l p e q u e ñ o b e n e fic io q u e o b tie n e n .R a z ó n : E s ve rd ad , d am a A lm a —d ic e R a z ó n —, lo co n fieso .Am or: Tales g e n te s —d ic e A m o r — n o están en p az a u n q u e crean lo c o n -

I rario y a u n q u e, al creerlo , ese estad o les baste.E l A lm a : N o v a le n tan to c o m o para p en sar q u e a lg u ie n sea m ás g ra n ­

de q u e ellas —d ic e esta A lm a — y eso les im p id e m ejo rar, y p e r m a n e c e n así co n sus b u en as v o lu n tad e s .

Am or: N u n c a se saciaron tales g en tes —d ic e A m o r .E l A lm a: N o , p o r c ie r to —d ic e el A lm a —, p u es al p e rm a n e ce rle s la v o ­

luntad, so n sus esclavas. E sa es la s e rv id u m b re e n la q u e en tra el A lm a q u e cree fir m e m e n te e n estas dos v irtu d es: R a z ó n y T em o r, y en la tirán ica V olun tad. E s lib re e n c a m b io —d ic e esta A lm a lib erad a— so lam en te aq u el ni q u e F e y A m o r g o b ie rn a n , p u es le arran can de to d a se rv id u m b re , sin te m o r a las cosas te rrib le s n i d eseo de las cosas d eleitables.

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[49] C ó m o esa A l m a , q u e n o t i e n e en a b s o l u t o v o l u n t a d , es n o b l e . C a p í t u l o X L I X

[Amor:] Esa A lm a no tiene en absoluto voluntad, por ello p o c o le im porta lo que haga D ios m ientras haga siem pre su voluntad. Pues esta Al ma —dice A m or— se halla libre y contenta. N o ha m enester de in fie rn o n paraíso, ni de cosa alguna creada. N o quiere ni deja de querer nada qu se haya nom brado aquí.

Santa Iglesia la Pequeña: ¡Por Dios!, ¿y qué entonces? —dice Santa Igle sia la Pequeña.

Amor: Nada —dice A m or—, no quiere nada. Pero que se diga esto le parece m uy ex traño a los que quieren o b ten er grandes rentas de los fru­tos de amor. Y no es maravilla, pues sin duda nadie podría pensar ni creer que en realidad ello resulta perjudicial, p o r lo que a ellos les parece ex­traño.

El Alma: Esas gentes —dice esta Alma— están tan ciegas que lo grande les parece pequeño.

Amor: Eso que decís, dulce Alma, es verdad —dice A m or—, Pues del m ism o m odo que la obra divina vale más que la de criatura, así vale más ese no querer nada en Dios que un querer bien por Dios. Incluso —dice A m or— suponiendo que con ese querer b ien se pudieran hacer milagros y recibir m artirio cada día por el am or de Dios, aun así -d ic e A m o r- no habría com paración porque perm anece la voluntad. Y seguiría sin haber­la si po r m edio de esa voluntad esas gentes fueran arrebatadas cada día hasta el cielo para ver la Trinidad, com o lo fue el apóstol san Pab lo"0.

[5 0] C ó m o es ta A l m a l l ev a la i m p r o n t a de D i o s c o m o la cera de un se l l o . C a p í t u l o L

[Amor:] Esta Alma lleva la im pronta de Dios y tiene en la un ió n de am or su verdadero cuño; a la m anera de la cera que tom a la form a del se­llo, así tom a esta Alma la im pronta del ejem plar verdadero"1.

El Alma: Pues, por m ucho que Dios nos am e —dice esta Alma— com o lo ha dem ostrado a través de obras divinas y sufrim ientos hum anos, no nos ama —dice esta Alma— de todas form as contra sí; y si m urió p o r n o ­sotros y tom ó carne hum ana, fue de su grado, com o testim onio de su

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IHmdad, y m e lo debía p o rq u e su d iv in a v o lu n tad lo quería; p o r tanto ilu e esta A lm a —, n o nos am a e n ab so lu to co n tra sí m ism o. P ues aun

i liando tq d o aq u ello q u e la T rin id a d cre ó en su saber h u biera d eb id o re- millar p erju d ica d o sin fin , Jesucristo, el H ijo de D io s , n o h u b iera p o r ello derogado la verd ad para salvarnos a to d o s n osotros.

¡A y d e m í! —d ic e esta A lm a —, ¿D e d ó n d e m e v ie n e lo que h e d ich o? ,iNo sabe to d o el m u n d o q u e esto n o p u e d e ser?

Amor: Sí, m i d u lce am iga —d ice A m o r —. M is am igos saben b ie n que esto n o p u ed e ser.

\Persona de D ios Padre:] Pero vos, q u e sois m i m ás cara am iga, vos lo decís —d ic e la p erso n a de D io s P adre— p o rq u e así tie n e q u e ser m i p r i­m ogén ita, h ered era de m i rein o, sabedora de los secretos d el H ijo p o r el ■ imor d e l E sp íritu Santo, q u e se los h a d ado al A lm a de sí m ism o.

[51] C ó m o esta A l m a es sem ejante a la D e i d a d . C a p í tu lo LI

[Amor:] Es n ecesario —d ice A m o r — q u e esta A lm a sea sem ejante a la I ieidad, pues se ha tran sform ado en D io s , p o r lo q u e m an tien e su verd a­dera fo rm a, aq u ella q u e le fu e dada y o to rga d a sin c o m ie n z o p o r u n o só­lo q u e en su b o n d a d la ha am ado siem pre.

E l A lm a: ¡Ay, A m o r! —d ice esta A lm a —, el sen tido de lo que habéis d i­cho m e ha an ulado y la sola nada de esto m e ha h u n d id o en u n abism o in ferior sin m esu ra a m en o s q u e nada. Y el c o n o c im ie n to de m i nada d ic e esta A lm a — m e h a d ado el to d o , y la nada de este to d o —d ice esta

Alm a— m e ha q u ita d o la o ra c ió n y la p legaria , y ya n o rezo nada.Santa Iglesia la Pequeña: ¿ Y q u é h acéis en to n ces, d ulcísim a señora y

maestra nuestra? —d ic e Santa Iglesia la P eq u eñ a.E l A lm a: R e p o s o p o r co m p le to en p az —d ic e esta A lm a —, sola, n u la y

loda en la cortesía de la m era b o n d a d d e D io s , sin q u e u n solo qu erer m e haga m o v e rm e , p o r riq uezas q u e co n te n g a . T al es el cu m p lim ie n to de m i obra —d ic e esta A lm a —: n o q u erer jam ás nada. P u es e n la m ed id a en q u e no q u iero nada, m e h allo sola en él sin m í, p o r co m p le to liberada, y en cuan to q u iero a lgo —d ic e —, estoy c o n m ig o y p ie rd o lib ertad . P ero cu a n ­tío n o q u iero nada y h e p erd id o to d o fu era d e m i querer, en to n ces n o m e falta nada: ser lib re es m i m an era112. N o q u iero nada de nadie.

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Amor. ¡Oh, preciosísima Esther!"3 —dice Am or—, vos que perdisteis to das vuestras prácticas y, gracias a esa pérdida, ganasteis la de no hacer na da, fuisteis por ello verdaderamente preciosa, pues en verdad esa práctica y esa pérdida se hacen en la nada de vuestro amigo, y en esa nada — dice A m or— os extasiáis vos y perm anecéis m uerta. Pero vivís, amiga, total­m ente en su querer; ésa es su alcoba, donde le place demorarse.

[52] C ó m o alaba A m o r a esta A l m a y c ó m o p e r m a n e c e e l la e n las a b u n d a n c ia s y a f l u e n c i a s d e l d i v i n o a m o r . C a p í t u l o LII

[Atnor:\ ¡Oh, b ien nacida! —dice A m or a esta preciosa m argarita"4—, bienvenida seáis a la sola mansión franca en la que no entra nadie que no sea de vuestro linaje sin bastardía.

[A los oyentes:] Esta Alma —dice A m or— ha entrado en la abundancia y las afluencias del divino Amor, no por haber alcanzado el conocim iento divino, pues no puede darse que un entendim iento por ilum inado que sea pueda alcanzar ninguna de las afluencias de divino Amor. Pero el am or de esta Alma es tan afín al afluir del «más» de este A m or más que divino (no por haber alcanzado el E ntendim iento de Amor, sino po r ha­ber alcanzado su exceso de amor) que la ornan los ornam entos del exce­so de paz en la que vive y dura, es, fue y será sin ser. Pues —dice Amor­tal com o el hierro es revestido por el fuego y pierde su im agen"5 porque el fuego que es más fuerte lo transforma en él"6, así el Alma es revestida ' por ese «más», nutrida y transformada p o r ese «más», po r el am or de ese «más», sin atender al «menos»; y así perm anece y es transformada en ese «más» de una paz más que eterna, sin que se la encuentre. Esta Alma ama en la dulce región del exceso de paz, por lo que no hay nada que pueda ayudar ni perjudicar a los que allí aman, ni criatura creada, ni cosa dada, ni nada que Dios prom eta"7.

Razón: ¿Pues qué entonces? —dice R azón.Amor: Lo que nunca fue, es, ni será dado que la ha desnudado y la ha

reducido a nada sin que le im porte cosa alguna, ni quiera ayuda ni sostén de su poder, su sapiencia o su bondad.

El Alma habla de su amigo y dice así: El es —dice esta Alma—, eso no le falta; y yo no soy en absoluto y eso no m e falta en absoluto"8; m e ha da-

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iln paz y n o v iv o sino de la p a z nacida d e sus dones en m i alma, sin p e n - »,inliento; y así no p u ed o nada si n o m e es dado. E sto es m i todo y lo m e - |i ii de m í. U n estado así h ace ten er u n so lo am or, u n so lo querer y u n nuil) obrar en dos naturalezas119. Ése es el p o d e r del an onadam iento en la unidad de la ju stic ia divina.

¡Amor:] Esta A lm a deja a lo s m u ertos enterrar a los m u ertos 120 y a los i* s l raviados obrar según las v irtu d e s121, y se reposa del «menos» en el «más», p ero se sirve de todas las cosas. Ese «más» le m uestra su nada, des­nuda, sin cobija , y esa d esn ud ez le es m ostrada por el T odop oderoso p o r1.1 bondad de la ju stic ia divina. Esas p ercep cio n es la h acen profun da y an- i lia, alta y segura, pues la desnudan co n tin u am en te, tod a y nula, m ientras1.1 poseen 122.

[53] C ó m o R a z ó n p ide ac laraciones de lo que se ha d icho antes. Cap ítu lo L i l i

[Razón:] ¡O h , dulcísim a abism ada —d ice R a z ó n — en el fo n d o sin fo n ­d o 123 de la entera hum ildad!, ¡n obilísim a piedra en la anchura de la p lan i­cie de la verdad!, ¡única en cu m b rada en la m on tañ a124, salvo aquellos de vuestro se ñ o río ! 125 O s lo ru e go , d ecidn os q u é significan estas en cubiertas palabras usadas p o r A m o r Puro.

E l Alm a: R a z ó n —d ice esta A lm a —, aun que algu ien os lo dijera y lo oyerais, n o lo entenderíais. Vuestras preguntas han deshonrado y rebaja­do este libro, pues son m u ch os los q u e lo hubieran en ten d id o en pocas palabras y vuestras preguntas lo han alargado p o r las m uchas respuestas que necesitáis para vos y los q u e vos alim entáis, que avanzan a paso de ca­racol. Sois vos q u ien lo ha abierto a los de vuestra m esnada, que van a paso de caracol.

Amor: ¿A b ierto? —d ice A m o r—. C ie rto , en el sentido en que R a z ó n y lodos sus d iscípulos n o p u ed en protestar de q u e no les parezca b ien di­cho, p o r m u ch o o p o c o q u e hayan en ten dido.

E l A lm a: Es verdad —d ice el A lm a —, pues esto sólo lo en tien d e aquel a q u ien A m o r P u ro gob iern a. Y así co n v ie n e que m uera de todas las m uertes m ortifican tes aquel q u e lo en tien d e delicadam en te, pues nadie gustará de esta v id a si n o ha m u erto a todas las m u ertes126.

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[54] R a z ó n p r e g u n t a d e cuántas m u e r t e s t i e n e q u e m o r i r el A l m a para e n t e n d e r

es te l ibro . C a p í t u l o LIV

[Razón:] ¡Ah, tesorera de Amor! —dice Razón—, decidnos de cuántos modos de muerte habéis de morir hasta entender con delicadeza este li bro.

El Alma: Preguntadle a Am or —dice esta Alma—, pues sabe la verdadRazón: ¡Ah, dama Am or, por la gracia de Dios! —dice R a zó n —, de

oídnoslo, no sólo por mí, ni por los que yo alimento, sino por aquellos que ya se han despedido de mí, a los cuales este libro, si place a D ios, po­drá aportarles luz.

Amor. R azón —dice A m or—, los que se han despedido de vos necesi­tarán aún de vuestro alimento para las dos primeras muertes de las que esta Alma muere a m uerte127; pero de la tercera muerte que muere el A l­ma no entiende ser viviente más que aquel que vive en la m ontaña128.

Razón: ¡Ah, por Dios! —dice R azón—, ¡decidme qué gentes son esas de la montaña!

Amor. N o tienen en la tierra vergüenza, honor ni tem or de lo que pueda suceder.

Razón: ¡O h D ios, dama Amor! —dice R azón—, responded, por Dios, a mis preguntas antes de seguir adelante, pues siento horror y m iedo al oír la vida de esta Alma.

[55] C ó m o A m o r r e s p o n d e a las p r e g u n t a s de R a z ó n . C a p í t u lo LV

[Amor] R azón —dice Am or—, los que viven com o este libro dice, es decir, los que han alcanzado el estado propio de esa vida, lo entienden en breve, sin necesidad de aportarles glosas. Pero os aclararé algunas cosas re­lacionadas con vuestras preguntas: atended pues.

Hay dos tipos de gente que viven en la vida de la perfección por las obras de las virtudes en el apego al espíritu.

Unos son los que mortifican por com pleto su cuerpo haciendo obras de caridad; y se complacen tanto en sus obras que no alcanzan el cono­cimiento de que hay un estado m ejor que el de las obras de las virtudes

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y l.i m uerte del m artirio , m e jo r que el del deseo de perseverar co n la ayu -il.i ile la oración co lm ad a de p legarias, abun dan do en buen a volun tad; y ■ ni, aplicándose siem pre a esto, creen q u e éste es e l m ejo r de los estados |imibli\s129.

lisas gentes —d ice A m o r — so n bienaventuradas, pero p erecen en sus n i m .is p o r la su fic ien cia q u e h allan en su estado.

A esas gentes —dice A m o r— se las llam a reyes, p ero en u n país d on de Indos son tuertos. S in duda, los que tien en dos o jos los tien en p o r siervos.

I :'/ Alm a: Y siervos son rea lm en te —d ice el A lm a —, pero no alcanzan a •.iberio. Se p arecen a la le ch u za , q u e piensa q u e n o hay en el b osq u e pá- |aii i más bello q u e sus le ch u cito s . L o m ism o sucede co n los que v iv en •lempre en el deseo. Pues p ien san y creen q u e n o hay estado m e jo r que 1 1 del deseo en el q u e p e rm a n e ce n y q u ieren seguir p erm an ecien d o ; y |»n ello p erecen en el cam in o, pues se sacian c o n lo q u e les dan deseo y u limitad.

[56] C ó m o las V i r tu d e s se que jan de A m o r p o r el p o c o h o n o r que les hace. C a p í tu lo L V I

Las Virtudes: ¡Ay, D io s, q u é desgracia! —d icen las V irtu d es—, ¿qu ién nos honrará, dam a A m o r, si decís q u e p e re ce n los q u e v iv e n p len am en te de nuestros consejos? Y en verd ad q u e si a lgu ien nos lo h ubiera d ich o , lo hubiéram os ten id o p o r h e re je 13' 1 y m al cristiano. P ues nosotras n o p o d e ­mos en ten d er q u e p u ed a p e re ce r nadie p o r segu ir p len am en te nuestras enseñanzas co n el ardor del deseo q u e da el verdadero sentir de Jesucris­to; pero n o p o r e llo dejam os de creer p o r co m p le to y sin la m e n o r duda, llama A m o r, cu an to decís.

Amor: C ie r to —d ice A m o r —, p ero en en ten d er reside la m aestría; pues allí se en cu en tra el gra n o d el pasto d ivin o.

Virtudes: L o creem os, A m o r —d ic e n las V irtu d es—, pero en ten d erlo n o c orrespon de a nuestro o fic io . N o s tran q uilizam os p o rq u e o s 'creem os, sea i nal fuere el e n ten d im ien to alcanzado, pues h em o s sido hechas p o r vos para servir a esas A lm as.

E l A lm a: S in duda —d ice esta A lm a a las V irtu d es— habéis d ic h o b ien y debéis ser creídas. Y p o r ello d ig o a tod os cuantos o irán este libro: ¡uien sirve p o r largo tie m p o a señ or pobre, p o b re interés alcan za y p o -

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bre sueldo. Mas las Virtudes se han dado cuenta y han reconocido (oyen dolo cuantos han querido oírlo) que no entienden en absoluto el estado de Amor Puro. Y entonces me digo —dice esta Alma—: ¿cómo van a mus trar las Virtudes a sus súbditos lo que ellas no poseen ni poseerán? M a s

quien quiera entender y aprender por qué perecen los que permanecen con las Virtudes, que se lo pregunte a Amor.

Sí, a esa [dama] Amor que es maestra de Conocimiento, y no a esa [dama] Amor hija de Conocimiento, pues esta última no sabe nada; o mejor aún, que se lo pregunten a esa [dama] Amor, que es madre de Co nocinuento y de Divina Luz, pues ella lo sabe todo a través del «más» de todo; «más» en el que el Alma se detiene y mora, y no puede, sino en ese todo, establecer su casa.

[57] D e a q u e l l o s q u e s e h a l l a n e n e s t a d o d e e x t r a v í o y c ó m o s o n s i e r v o s y m e r c a d e r e s .

C a p í t u l o LVII

\ A m o r : ¡ Habéis oído ya quiénes han perecido y en qué, de qué y por qué. Ahora os diremos también quiénes se han extraviado y cómo éstos, siendo siervos y mercaderes, obran más sabiamente que los perecidos131.

E l A l i n a : ¡Ah, por amor, dama Amor! —dice esta Alma—, vos que ali­geráis todos los pesos decidme por qué éstos permanecen en las Virtudes como los que han perecido; y por qué las sirven, y por qué sienten y de­sean a través del ardor del cortante filo de las obras del espíritu. Y si lo hacen por igual los que perecen como los que se extravían, ¿desude veis entonces la mejora que os hace alabarlos más que a los perecidos?

A m o r ¿Dónde? —dice Amor—, Bien hay donde encontrarla, pues éstos tienen todo lo necesario para alcanzar el estado para el que los perecidos no pueden ya. recibir socorro.

E l A l m a : ¡Ah, amor de Divino Amor! —dice esta Alma liberada-, os ruego que nos digáis por qué los extraviados son sabios al lado de los pe­recidos que practican las mismas cosas excepto esa sabiduría que os hace apreciar más a los ©tros.

A m o r : Porque conciben —dice Amor— que hay un estado mejor que el suyo y conocen que no conocen ese estado mejor en el que creen. Pero esa creencia les da poco conocimiento y satisfacción en su propio estado

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V pm ello se tie n en p o r m alvados y extraviados. Y lo están, sin duda, en lii.u ¿<'>11 co n el estado de lib ertad de aquellos q u e están ahí y que jam ás <t m ueven. Y c o m o co n cib e n y saben verdaderam ente q u e se han extra- v tu lo, a m en u d o co n ardiente deseo p regun tan el cam in o a aquella que |t i i ni toce, es decir, a don cella C o n o c im ie n to , ilum inada de divina gra- i l,i. Y esta d o n ce lla se apiada de sus pregun tas y eso lo saben los que han rtl.iilo extraviados. P or ello, ella les enseña el recto cam in o reg io que til i ,i viesa el país del n o qu erer nada. Es la d irecc ió n correcta: q u ien la si— jjur sabe que d igo verdad. Y lo saben tam b ién esas extraviadas gentes que ir llen en p o r m alvadas. P ues si se han extraviado, p u e d e n llegar al estado «Ir libertad del q u e hablam os a través de las enseñanzas de D iv in a L u z, al.i que la p eq u eñ a alm a extraviada p regun ta p o r el cam in o y la d irección .

R azóm ¿Pequeña? —d ice R a z ó n —, Sí, en verdad, y aún más que p e ­queña.

lispíritu Santo: —Y aún añade el E sp íritu S an to— P eq u eñ a tanto y p o r l.iiiln tiem p o c o m o n o ru e gu e n i a C o n o c im ie n to n i a A m o r y se cu ide i Ir cosas q u e n o p u e d e n estar en am or, en c o n o c im ie n to n i en lo o r; pues rl prudente n o reza sin causa n i le im p orta lo q u e n o p u e d e ser. P or ello puede decirse m u y b ie n q u e es p e q u e ñ o y p o b re el que p id e a m en u d o u, lo que es lo m ism o, n o p id e nada. P ues fren te al su p rem o estado de n o querer nada en el q u e p e rm an ecen in m ó v ile s los libres, cu a lq u ier otro es­culo, sea cual fuere, n o es m ás q u e u n ju e g o de p e lo ta y u n ju e g o de n i­dos; pues el que es lib re en su ju sto estado n o p odría ni rechazar, ni q u e - iit , ni p ro m eter nada en fu n c ió n de lo q u e se le quisiera dar, sino que querría tan sólo dar to d o para guardar lealtad.

[58] C ó m o s e e n c u e n t r a n l a s A l m a s a n o n a d a d a s e n e l q u i n t o e s t a d o j u n t o a s u a m i g o .

C a p í t u l o L V I I I

[Razón:] ¡A h , p o r D ios! —d ice R a z ó n —, ¿y q u é p u ed en dar esas A lm as .isí anonadadas?

Amor: ¿ Q u é p u e d e n dar? —d ice A m o r —. E n verdad q u e p u ed en dar to ­do cuanto D io s tien e de valor. E l A lm a q u e es así n o ha p erecid o n i se halla extraviada, sino q u e se en cu en tra ju n to co n su am ante en los gozos del qu in to estado132. A h í n o tien e d efecto y así c o n frecu en cia se v e arre-

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hatada al sexto estado, pero po r poco tiempo. Pues se trata de u n a aber tura a la manera de un relám pago que se cierra apresuradam ente11' en el que no se puede perm anecer de form a prolongada1-’4, y [el Alma] no ha tenido nunca una madre que supiera hablar de ello15'.

La abertura arrebatadora de la expansión de ese relámpago hace al Al­ma, una vez se ha cerrado de nuevo y en virtud de la paz que com porta, tan libre, tan noble, tan desasida de todo (mientras dura la paz q u e ha si­do dada por la abertura) que quien se m antenga libre después de tal aven­tura se encontrará en el quinto estado sin caer en el cuarto, pues en el cuarto tiene voluntad, y en el quinto, no. Y porque no hay en absoluto voluntad en el qu in to estado del que habla este libro —[estado] en el que m ora el Alma después de la obra del arrebatador Lejoscerca”6, al que lla­m am os relámpago a la manera de una abertura que se cierra apresurada­m ente—, nadie que no haya sido eso" podría creer -d ice A m or— la paz sobre la paz de paz que esa Alma recibe.

¡Oyentes de este libro, entended estas palabras de form a divina, por amor! Ese Lejoscerca, que llamamos relámpago a la manera de una aber­tura que se cierra apresuradam ente, rapta al Alma del quinto estado y la in troduce en el sexto mientras dura su obra, y de este m odo ella es otra­pero poco dura ese ser en el sexto estado, pues es devuelta al quinto.

Y no es maravilla —dice A m or—, pues la obra del relámpago, mientras dura, no es otra cosa que el atisbo de la gloria del Alma. Eso no perm a­nece en ninguna criatura por espacio más largo que el de su m ovim ien­to"*. Y por ello ese don es tan noble —dice Am or—, porque obra en el Al­ma sin que ésta llegue a apercibirse ni tener constancia. Pero la paz —dice A m or— de la obra de mi obra que perm anece en el Alma cuando obro es tan deliciosa que Verdad la llama alim ento glorioso, del que no puede nu­trirse nadie que habite en el deseo. G entes así podrían gobernar un país si fuera necesario, y [lo harían] todo sin ellas mismas15'.

[ 5 9 ] D e q u é ha v i v i d o esta A l m a y c ó m o y c u á n d o e l la es tá s in e l la . C a p í t u l o L I X

[Amor:] Al princip io esta Alma vivía de la vida de la gracia, gracia que nace de la m uerte del pecado. Después vivió -d ice A m or— de la vida del espíritu, y esta vida de! espíritu nace de la m uerte de la naturaleza; aho-

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M vive de la vida divina, y esta vida divina nace de la m u erte del espíritu.Am or: Esta A lm a —d ice A m o r — q u e v iv e de la v id a divina está p erm a­

nentem ente sin ella.Razón: ¡A h , p o r D io s! —d ice R a z ó n —, ¿cuándo está esa A lm a así, sin

Amor: C u a n d o está ella en ella.Razón: ¿ Y cu án d o está ella en ella?Amor: C u a n d o ella n o está en parte alguna p o r ella m ism a, n i en D io s,

ni en ella, n i en su p ró jim o, sino en el an o n ad am ien to que ese R e lá m ­pago opera en ella p o r la p rox im id ad de su p rop ia obra, que es tan p re- i lusam ente n ob le que, al igual que n o p u ed e hablarse de la abertura al m ovim ien to de g lo ria que dispensa ese R e lá m p a g o gentil, del m ism o m odo nada sabe d e cir A lm a alguna de ese p recio so cierre en el que ella se olvida p o r an on adam ien to del c o n o c im ie n to q u e ese an onadam iento se prodiga a sí m ism o.

El A lm a: ¡Ay, D io s! —d ice el A lm a —, q u é gran S e ñ o r sería aquel q u e ¡ludiera co m p re n d er el p ro v ech o de u n so lo m o v im ie n to de ese anona­darse.

Amor: Es verdad —d ice A m o r—, lo sería.El A lm a: H abéis o íd o en estas palabras elevada m ateria —d ice esta A l­

ma d irig ién d o se a los oyentes de este lib ro—; n o os desagrade ahora si ha­blo a co n tin u a c ió n de cosas pequeñ as, pues es m en ester que así sea si i¡uiero cu m p lir la tarea que m e he p rop uesto: n o ciertam en te —dice— p a-1.1 los que ya son así, sino para los q u e n o lo son y lo serán algún día, p e ­ro que, m ientras sigan sien do ellos m ism os, m en d igarán siem pre140.

[60] C ó m o h a y q u e m o r i r d e t r e s m u e r t e s p a r a a l c a n z a r la l i b r e v i d a a n o n a d a d a . C a p í t u l o L X

[Amor:] R a z ó n —d ice A m o r—, nos habéis p regu n tad o de cuántas m u er­tes hay que m o rir para alcanzar una v id a así. Y y o os respon do que, an- les de que el A lm a p u ed a n acer a esa v id a , es n ecesario q u e m uera de tres m uertes co m p letas141. La prim era es la m u erte d el pecad o, tal c o m o ya lo habéis o íd o; de esa m u erte d ebe m o rir e l A lm a p o r co m p le to , de tal fo r­ma q u e n o p erm an ezcan en ella n i co lo r, n i sabor, n i o lo r de cu alq u ier cosa que D io s p roh íb a en su L ey; los q u e así m u eren son los q u e v iv en

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de la vida de la gracia, y a éstos les basta con guardarse de h ace r lo que Dios prohíbe y p o d er hacer lo que Dios manda.

¡Ah, nobilísimas gentes anonadadas y elevadas por la gran admiración y el arrebato de la conjunción en la unión con Divino Amor!, n o os de­sagrade que toque algunas cuestiones referentes a los pequeños, pues muy pronto hablaré de vuestro estado. Además, poner el blanco ju n to al ne­gro hace ver m ejo r los dos colores, uno gracias al otro, que no cada uno por separado.

Por tanto, vosotros los elegidos y llamados a ese estado suprem o, en­tended y apresuraos, pues ardua es la ru ta y largo el camino desde el p ri­m er estado de gracia hasta el últim o estado de gloria que otorga el gen­til Lejoscerca. Si os digo —dice Am or— que entendáis y os apresuréis, es porque ese entendim iento es intenso, sutil y muy noble. Para ello, la gen­te de tem peram ento sanguíneo encuentra ayuda en su naturaleza y, sin la precipitación del cortante querer del ardor del deseo del espíritu, tam bién los coléricos encuentran ayuda en su naturaleza142. Y cuando se conjugan en alguien esas dos naturalezas, es decir naturaleza y ardor del deseo del espíritu, existe una gran ventaja pues gente así se adhiere e implica tan intensam ente en lo que em prende que se da por entero a ello p o r fuerza de espíritu y naturaleza; y cuando estas dos naturalezas se unen a la ter­cera, que en justicia debe venir a su encuentro para siempre (se trata del ropaje de gloria que las atrae por justicia de forma natural hacia su pro­pia naturaleza), entonces esa concordancia es delicadamente noble. Y pa­ra que se la conozca mejor, voy a form ular una pregunta: ¿qué es más n o ­ble, el ropaje de gloria que atrae al Alma y la embellece con la belleza de su propia naturaleza o el Alma que a tal gloria se une?

El Alma: N o sé si esto os aburre —dice esta Alma—, pero no puedo de­jarlo de lado, habréis de excusarme, pues celo de am or y obra de caridad de los que yo me hallaba sobrecargada me hicieron hacer este libro para que seáis de esta m anera cuanto antes, al menos en voluntad, si todavía tenéis voluntad; y si ya estáis desasidos de todas las cosas y sois de esa gen­te sin voluntad que lleva una vida por encima de su entendim iento, en­tonces, para que gloséis el sentido de este libro.

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[61] A q u í h a b la A m o r de los siete es tados del A l m a .

C a p í t u l o L X I

\A m o r :] H e d ic h o —d ic e A m o r — q u e h a y siete estados, cada u n o de ellos de e n te n d im ie n to m u c h o m ás e le v a d o q u e el a n te rio r e in c o m p a ra ­bles en tre e llo s143. P u e s la m ism a re la c ió n q u e ex iste en tre u n a g o ta de iipua y la in m e n sid a d d el m a r ex iste en tre el p r im e r estado de gracia y e l negando y así su ce siva m en te , sin p o s ib le c o m p a ra c ió n en tre ellos. S in e m ­bargo, e n tre los cu atro p r im e ro s n o h ay n in g u n o tan e leva d o q u e n o h a ­ga v iv ir al A lm a e n gran d ísim a se rv id u m b re ; en e l q u in to , en ca m b io , v i ­ví- en lib e rta d d e carid ad , p u es se h a d esasido de to d o ; el se xto es g lorioso , p u es la ab ertu ra d e l d u lc e m o v im ie n to d e g lo r ia q u e da e l g e n ­til L ejo scerca n o es sin o u n v is lu m b re q u e D io s q u iere q u e ten ga el A l ­ina de su p ro p ia g lo r ia q u e p o se e rá e te rn a m e n te . Y p o r e llo le o to rg a p o r mi b o n d a d esa m a n ife sta c ió n d el sé p tim o e n el se x to estado. E sta m a n i­festación n a ce d e l sé p tim o estado y éste se la p ro c u ra al sexto , p e ro d e u n a lorm a tan fu g a z q u e aq u ella a q u ie n se le o to rg a n o tie n e p e r c e p c ió n al­guna d e ese d o n q u e h a rec ib id o .

E l A lm a: ¿ Y q u é t ie n e eso d e m aravillo so ? —d ice la p ro p ia A lm a —. Si tuviera la p e r c e p c ió n antes de q u e ese d o n m e fu era dado, y o m ism a se- i i,i a q u ello m ism o q u e es d ad o p o r la b o n d a d d iv in a , y q u e ya m e h abría sido d ad o e te rn a m e n te si m i c u e r p o h u b ie ra d e ja d o m i A lm a .

E l Esposo del A lm a : E so n o d e p e n d e d e ella —d ic e [para sí] e l E sp oso ile esta A lm a —, Y o os h e en v ia d o m is arras144 a través de m i L e jo sce rca , pero q u e n ad ie m e p re g u n te q u ié n es ese L e jo sce rca , n i cuáles so n sus a c ­tos, n i c ó m o o b ra cu a n d o m u estra la g lo r ia d e l A lm a , p u es nada p u e d e ilecirse e x c e p to q u e e l L e jo s c e rc a es la T r in id a d m ism a y le o to rg a [al A l ­ina] su m a n ife sta c ió n v iv a q u e h e m o s d e n o m in a d o « m ovim ien to» : n o p orq ue el A lm a se m u e v a n i lo h aga la T r in id a d , sin o p o rq u e la T r in id a d obra en el A lm a la m a n ife sta c ió n d e su g lo r ia . D e e llo n ad ie sabe hablar -.¡no la p ro p ia D e id a d ; p u es el A lm a a la q u e se en trega ese L e jo s c e rc a t ie ­ne tan gran c o n o c im ie n to de D io s , d e sí y d e todas las cosas q u e v e en I )ios m ism o, p o r c o n o c im ie n to d iv in o , q u e la lu z de ese c o n o c im ie n to le u-sta el c o n o c im ie n to d e sí, d e D io s y d e todas las cosas.

E l A lm a: Es ve rd a d —d ic e el A lm a —, n o h a y m ás. Y p o r e llo , si D io s quiere q u e y o te n g a ese g ra n c o n o c im ie n to , q u e m e lo q u ite y p ro c u re

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que no lo conozca, porque de lo contrario —dice esta Alma— n o tendré conocim iento alguno. Y si quiere que m e conozca, que m e qu ite el co nocim iento de m í misma, pues de lo contrario no podré tener conocí m iento alguno.

Amor: Lo que decís es cierto, dama Alma -dice Am or—. N o hay más segura cosa que pueda conocerse, ni más provechosa que pueda poseer se, que esa obra.

[62] De los que han muerto al pecado mortaly han n a c i d o a la v ida de la g rac ia . C a p í t u l o L X II

[Amor] Ahora, R azón —dice Am or—, atended. Vuelvo sobre nuestro asunto dirigido a los pequeños. Las gentes de las que hem os hablado, que han m uerto al pecado m ortal y han nacido a la vida de la gracia, no tie­nen reproche ni rem ordim ientos de conciencia, sino que simplemente cum plen con Dios en todo su mandam iento. Q uieren honores y se sien­ten perdidos si se les desprecia, pero se guardan de vanagloria y de la im ­paciencia que llevan a m orir en pecado. Aman la riqueza y les duele ser pobres; y si son ricos, les duele perder riquezas, pero se guardan siempre de pecado al no querer amar sus riquezas, las ganen o las pierdan, en con­tra de la voluntad de Dios. Y si aman alegría y reposo placenteros, se guardan del desorden. G ente así ha m uerto al pecado m ortal y ha nacido a la vida de la gracia.

El Alma: ¡Ah! Sin duda gente así —dice el Alma liberada— es pequeña en la tierra y pequeñísim a en el cielo, y se salvan de forma bien poco cor­tés145.

Razón: ¡Ay, dama Alma -d ice R azón—, guardaos de lo que decís! Yo no osaría decir que son pequeños quienes verán a Dios eternam ente.

Amor: C iertam ente —dice Am or—, nadie podría describir la pequeñez de éstos frente a la grandeza de los que m ueren de la m uerte de natura­leza y viven de la vidá del espíritu.

Razón: Lo creo —dice R azón—, y así lo hacen ellos, pues si dijeran otra cosa, mentirían; y sin embargo, no quieren hacer más. M e dicen a mí, R azón, que no tienen por qué, si no quieren, pues Dios no se lo ha m an­dado, se lo ha aconsejado sin más.

El Alma: Y dicen verdad -d ice el Alma—, pero son bien poco corteses.

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I )cseo: S in d u d a son p o c o co rteses —d ic e D e s e o —. H a n o lv id a d o q u e a IrMicristo n o le bastó h a ce r a lg o p o r ellos, sino só lo to d o lo q u e es cap az dr soportar la h u m a n id a d hasta la m u erte .

[63] C ó m o el A l m a [ / A m o r ] l l a m a v i l lanos a los que les basta con sa lvarse . C a p í tu lo L X I I I

| E l A lm a:] ¡A h , d u lc ís im o J esu cristo —d ic e el A lm a —, n o os p re o cu p é is por esas gen tes! E stán tan o cu p a d o s e n ellos m ism os q u e se o lv id a n de ros, p o r su p ro p ia ru d e z a en la q u e hallan satisfacción .

A m or: S in d u d a —d ic e A m o r —, eso es g ran villan ía .B l A lm a: É se es el u so —d ic e el A lm a — de las gen tes d el n e g o c io a las

ipie el m u n d o da el n o m b re d e v illa n o s 146, p u es v illan o s son , ya q u e el gen tilh o m b re n o sabe m ezc la rse c o n las m ercad erías n i p rocurarse su es- l.ido. P ero os d iré q u é m e tran q u iliza d e esas gen tes: q u e so n exp u lsad o s, dama A m o r , d e la c o rte d e vu estro s secreto s c o m o lo sería u n v illa n o de la co rte de u n g e n tilh o m b re e n u n ju ic io en tre pares, e n el q u e n ad ie puede p a rtic ip a r si n o es d e a lto lin a je —al m e n o s e n la c o rte d e l rey—. Y i*ii ello e n c u e n tro d e n u e v o la p a z —d ic e esta A lm a —, p u es ta m b ié n ellos son exp u lsad o s d e la c o rte de vu estro s secretos a la q u e son llam ad os aquellos o tro s q u e ja m á s o lv id a rá n las obras d e vu estra d u lce cortesía: el desprecio, las p o b reza s y los in su frib les to rm e n to s q u e h ab éis p a d e c id o por n osotros; éstos n o o lv id a rá n jam á s los d o n es de v u estro su frim ien to , piie, al co n tra r io , so n siem p re para ellos esp ejo y e jem p lo .

[Amor:] A g e n te así se le o to rg a —d ic e A m o r — cu a n to n e cesita , tal c o ­m o Jesucristo lo p ro m e tió en el E v a n g e lio 147. E llo s se salvan de fo rm a m u ­ch o m ás co rté s q u e lo s otros; p e ro n o p o r e llo d ejan de ser p eq u eñ o s al lado de la gran d eza de los q u e h an m u erto a la v id a del espíritu.

[64] A q u í se h a b la de las A l m a s m u e r ta s a la v id a del e sp í r i tu . C a p í t u lo L X I V

[Amor:] D e esa v id a n o g o z a nadie q u e n o haya m u e rto d e esa m u erte. Verdad: Esta [vida] —d ic e V erdad— llev a c o n s ig o la f lo r d el a m o r d e la

D eid ad . N o h a y m e d ia c ió n a lgu n a en tre las A lm a s y la D e id a d y ellas n o

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quieren nada. Almas así no pueden sufrir el recuerdo de ningún am or hu mano, ni el querer de sentimientos divinos, en razón del puro amor di vino que estas Almas profesan a A m or1'18.

Amor. Este único dom inio de A m or —dice Amor— les da la flo r del ar dor de amor, com o A m or mismo atestigua.

Es verdad —dice Amor—. Este am or del que hablamos es la un ión di los amantes y el fuego abrasado que arde sin fuelle.

[65] A q u í se habla de a q u e l lo s que t o m a n a s i en to en la al ta m o n t a ñ a sobre los v i e n t o s .

C a p í t u lo L X V

[Amor.] Así pues, R azón —dice Am or—, ya habéis oído algunas cosas acerca de las tres muertes por las que se alcanzan esas tres vidas. A hora os diré quién es el que toma asiento en la montaña por encima de los vien­tos y las lluvias. Se trata de aquellos que en la tierra no tienen vergüen­za, honor ni tem or por cosa que les acontezca. Tales gentes se hallan se­guras, sus puertas están por ello abiertas, y así nada puede forzarlas, ni obra de caridad osa penetrar por ellas: tales gentes tom an asiento en la m ontaña donde ningún otro se sienta más que ellos149.

Razón: ¡Ah, po r Dios, dama Amor! —dice Razón—, dinos qué será de Vergüenza, la más bella de las hijas de Humildad; y también de Temor, que tantos bienes ha hecho al Alma y tantos bellos servicios; y qué será de mí misma, que no he dorm ido mientras me han necesitado. ¡Ay de mí! —di­ce R azón—. ¿Nos echará de su casa ahora que ha alcanzado señoría?

Amor: ¡No, no! —dice Am or—. Al contrario, vosotras tres perm anece­réis en su mesnada y seréis las tres guardianas de su puerta, de form a que nadie que vaya contra A m or pueda penetrar en su casa sin que os des­pertéis; pero no os comportéis de ninguna otra manera más que como porteras, pues si no os veríais confundidas; y no seréis escuchadas en nin­gún caso más que com o tales, aun si sucediera que el Alma se hallara tan abajo que pudiera haber menester o necesidad de ello. U na criatura así —dice Am or— se halla m ejor vestida de la vida divina, de la que hemos ha­blado, que no de su propio espíritu, que fue puesto en su cuerpo al crear­lo. Y así el cuerpo está m ejor vestido de su espíritu, que no lo está el es­píritu de su cuerpo, pues el cuerpo se ha visto despojado y disminuido

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tlr lo más basto de sí m ism o p o r obras divinas. D e tal fo rm a q u e esta A l­lí m se halla m ás a gusto en la d u lce r e g ió n nada c o n o c id a 150, allá d o n d e •mi.t, q u e n o en su p ro p io cu erp o , al q u e da vida; y ése es el p o d e r de la lllirrtad de A m o r 151.

[66] C ó m o el A l m a se a leg ra de haberse de sp e d id o de R a z ó n y de las otras V i r tu d es .

C a p í tu lo L X V I

|Santa Iglesia la Pequeña:] ¡A h , d u lc ís im o A m o r D iv in o ! —d ice Santa Iglesia la P eq u eñ a.

El A lm a: ¡Y rea lm en te es p eq u eñ a! —d ice el A lm a —, pues n o habrá de i's|>erar m u c h o para alcan zar su fin al, e n el q u e hallará gran re g o c ijo 152.

Razón: S in em b a rg o , d ecid m e —d ic e R a z ó n — ¿de q u é os regocijáis vos interiorm ente?

El A lm a: D a m a A m o r —d ice el A lm a — lo dirá p o r m í.Amor: D e h aberse d esp ed id o de vo s y de las obras d e las V irtu d e s —d i-

i e A m o r—. P u es cu an d o esta A lm a ca y ó b a jo el m an to d el am or, to m ó todavía le c c io n e s en vuestra escuela p o r el d eseo de las obras de las V ir ­il ules. M as ahora ha p en etrad o y ha p rogresad o hasta tal p u n to en la le c - i ión divina q u e em p ieza a leer allí d o n d e acabáis vosotras; pero esta le c c ió n no ha sido escrita p o r m an o de h o m b re , sin o q u e v ie n e d el E sp íritu San­io que la ha escrito m aravillosam en te, y es el A lm a su p reciad o p e rg am i­n o 153. A s í fu n c io n a la escu ela d ivina, a b o c a cerrada, de fo rm a q u e el sen­tido h u m a n o n o p u e d e p o n erla en palabras154.

[67] A q u í se h ab la del pa ís d o n d e m o r a esta A l m a y de la T r in id a d . C a p í tu lo I X V I I

[Razón:] ¡A h , A m o r ! —d ice R a z ó n —, os ru e g o q u e m e digáis aún algo iicerca d el país en el q u e esta A lm a m ora.

Am or: O s d ig o —d ice A m o r — q u e aq u el q u e está allí d o n d e está esta A lm a es de él m ism o, e n él y p o r él, sin to m a r nada de nadie, sin o só lo de él. Y está el A lm a ahora —d ice A m o r — en él, de él, p o r él, sin tom ar de nadie, sino de él.

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Verdad: Está, por tanto, en Dios Padre —dice Verdad—. Pues creemos que no hay otra persona en la Trinidad que no haya tom ado su person.i de otra persona, sino sólo la persona del Padre135.

Amor: Es verdad —dice Amor—, pues Dios Padre tiene de sí m ism o su divina potencia sin tomarla de nadie, pues posee la emanación de su di vina potencia y le da al Hijo lo que él tiene de él, y el H ijo lo tom a del Padre. De tal forma que el Hijo nace del Padre y es igual a él. Y del Pa dre y del Hijo es el Espíritu Santo una persona en la Trinidad: n o nace, es; pues por un lado, el Hijo nace del Padre, y por otro, el E spíritu San to es del Padre y del Hijo.

[68] C ó m o por obra div ina esta A l m a se une a la Trin idad y c ó m o l lama asnos a l o s

q u e v iven del co n s e j o de R a z ó n . C a p í tu lo L X V I I I

[Amor:] Esta Alma -d ice A m o r- está entregada por com pleto, fundi­da y atraída, conjugada y unida a la altísima Trinidad; y no puede querer más que la divina voluntad por obra divina de toda la Trinidad. Y una lu7 y claridad arrebatadoras la unen y la abrazan estrechamente. Y po r ello esta Alma dice así:

El Alma: ¡Oh, gente pequeña, ruda y poco recomendable! —dice.Razón: ¿A quién habláis? —dice Razón.El Alina: A todos cuantos viven de vuestro consejo —dice ella— que son

tan bestias y tan asnos'3'’ que a causa de su rudeza más me vale callar que hablar en mi lenguaje, no sea que caigan muertos en vida allí donde yo estoy en paz, sin moverme de ahí. Y digo, pues, que más me vale, a cau­sa de su rudeza, callar y encubrir mi lenguaje, el cual aprendí en el se­creto de la secreta corte del dulce país. En ese país cortesía es ley, amor es mesura, bondad es pastura, dulzura me atrae, belleza me place, bondad me alimenta. ¿Qué más puedo querer si vivo en paz?

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[69] E l A l m a d i c e a q u í q u e la p r á c t i c a d e la s V i r t u d e s n o p r o p o r c i o n a m á s q u e t r a b a j o

y p r e o c u p a c i ó n . C a p í t u l o L X I X

| Razón:] ¡A h, p o r D io s! —d ice R a z ó n —, ¿qué os parece entonces, du l- t Puna flo r sin m ácula, nuestra práctica?

El A lm a: M e p arece u n trabajo lle n o de p reo cu p acio n e s —d ice esta A l­lí i ,i . N o obstante, n o es m en o s c ie rto q u e c o n ese trabajo y p reo cu p a- t lun se gana el p an y la subsistencia. Jesucristo lo ensalzó en su p rop io i uiTpo, p u esto q u e ve ía la bestialidad de los q u e se ten ían que salvar a tra­v é s de ese trabajo y q u e p o r ello h abían m en ester de una certeza. Y Je­sucristo, que n o los quería perder, se la d io él m ism o a través de su m u e r- ir. de los E va n gelio s y de las E scrituras; ahí es d o n d e las gentes de lab or encuentran el recto cam in o.

Razón: Y ¿d ón d e lo en con tráis vos?, d ulcísim a señora nuestra —dice R iz ó n —, vos q u e n o hacéis n i em p ren d éis lab o r alguna entre estas p re o - i upaciones, sino p o r fe; ¿de d ó n d e recib ís esos dones?

El A lm a: N o , c iertam en te —d ice el A lm a —, y o estoy libre de estas c o - ms1’7. A lle n d e se en cu en tra lo m e jo r de m í, tan alejado de tod o esto q u e no p uede establecerse co m p aración ; su fin está en D io s, que carece de tiem po, p ero y o sí c o n o z c o el tie m p o para p o d e r esperar lo m ío de él; y lo m ío es estar arraigada en m i nada.

A h o ra b ien , nos preguntáis, R a z ó n , d ó n d e en con tram os el b u en ca­mino. Y y o os d ig o q u e sólo en aquel q u e es tan fu erte que jam ás p u ed e morir, cu ya d o ctr in a n o ha sido n u n ca escrita, n i en obras ejem plares ni cu doctrinas de h o m b res, pues al d o n q u e él h ace n o se le p u ed e dar fo r­ma. E l sabía, desde siem pre sin c o m ie n zo , q u e y o creería en él sin n e ce ­sidad de pruebas. ¿H ay villan ía m ayo r —d ice el A lm a — que la de querer pruebas en am or? C ie rta m e n te no, o eso m e parece, pues A m o r m ism o es la prueba: eso m e basta; si qu iero más, en ton ces n o estoy creyendo en él.

R azón: ¡Ay, dam a A lm a! —d ice R a z ó n —, ten éis dos leyes, a saber, la vuestra y la nuestra: la nuestra para creer y la vuestra para amar. A sí que decidnos, si os p lace, p o r q u é habéis llam ad o a nuestros p u pilos asnos y bestias.

E l A lm a: Esas gentes —d ice esta A lm a —, a las que llam o asnos, buscan .i D io s en sus criaturas, en los m on asterio s m ed ian te rezos, en paraísos creados, en palabras de h o m b re y en las Escrituras. ¡A h! Sin duda, B e n -

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jam ín no ha nacido en esas gentes -d ice esta Alma—, pues R aquel vive ni ellas; y es menester que muera Raquel para que nazca B enjam ín, y hasl.i que R aquel no muera, no podrá nacer Benjamín158. A los n o experi m entados159 les parece que esas gentes, que buscan a Dios así p o r valles y montañas, tienen por cierto que él se halla sujeto a sus sacramentos y .1

sus obras.¡Ay, qué piedad producen los males que sufren y los que sufrirán

mientras sigan practicando esas costumbres! En cambio, gozan de prove chosa bonanza los que no sólo rezan a Dios en templos y m onasterios, si no que lo adoran por todas partes por unión de divina voluntad160.

Razón: ¡Ah, por Dios, bien nacida! —dice Razón—, decidnos: ¿Dónde lo buscáis y dónde lo encontráis vos?

El Alma: Lo encuentro por todas partes -dice el Alma—, ahí es donde está. Es una Deidad, un solo Dios en tres personas, y este Dios está todo en él en todas partes; ahí —dice— lo encuentro.

[70] C ó m o un A l m a así es lo que es p o r la grac ia de D i o s . C ap í tu lo L X X

[Razón:] Ahora, dulce señora nuestra -d ice R azón—, decidnos quién sois vos para hablarnos así.

El Alma: Soy lo que soy por la gracia de Dios -d ice esta Alma—. Pues solamente soy lo que Dios es en mí y no otra cosa'61; y Dios es lo mismo que eso que él es en mí; pues nada es nada, pero lo que es, es; y por ello si soy, no soy sino lo que Dios es; y nadie es, sino Dios; por ello no en­cuentro más que a Dios allí donde penetro, pues, a decir verdad, nada hay sino Dios.

[A los oyentes:] Esta Alma ama en la Verdad, es decir, en la Deidad, pe­ro Verdad ama en aquel del que esta Alma tiene su ser, y así toda obra de caridad se colma en ella.

Amor: Es verdad —dice Am or—, pues todas las otras, excepto esta <que está desnuda y en olvido porque no tiene nada que esconder>, se escon­den por falta de inocencia, por el pecado de Adán.

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[71] C ó m o e s t a A l m a y a n o o b r a n i p a r a D i o s , n i p a r a e l l a m i s m a , n i p a r a su p r ó j i m o .

C a p í t u l o L X X I

| Amor:] Esta A lm a —d ic e A m o r — ya n o obra ni para D io s, ni para ella misma, ni tam p o co para su p ró jim o , tal c o m o se ha dicho. Q u e lo haga I >ios si quiere, é l q u e p u ed e h acerlo, y si n o quiere, tanto le im p o rta lo lino co m o lo otro: ella p erm an ece siem pre en u n ú n ico estado. A sí pues, mi esta A lm a está el rayo del d iv in o co n o cim ie n to , q u e le arranca de ella «ni olla en u n a em belesadora paz d ivina, sustentada p o r la e levació n del llnyente am o r del altísim o C e lo so q u e en tod o lugar le o frece m agistral libertad.

El Alm a: ¿C elo so ? —dice esta A lm a —. ¡Sí, sin duda es C elo so ! Sus obras lo dem uestran, p u es m e han d espojado de m í p o r com p leto y sin m í m e lun llevado al d iv in o placer. Y tal u n ió n de co lm ad a paz m e une y c o n - |iiga m ediante la suprem a e levació n de la creación salida del com pás del ilivino ser162, d el q u e y o recibo ser y q u e es el ser.

Amor: C u a n d o esta A lm a —d ice A m o r — es absorbida así p o r él sin ella, ile D ios p or ella, eso es obra divina; jam ás obra de caridad hecha p o r un i uerpo h u m an o alcan zó cosa sem ejante, ni p odrá alcanzarla.

El A lm a: E n te n d e d sanam ente las d u lces 163 palabras de A m o r —d ice es-l.i A lm a—, pues son difíciles de en ten d er para q u ien no p uede en ten d er su glosa.

Amor: Es verdad —d ice A m o r—, pues obra de criatura (se sob ren tien - tle: obra h ech a p o r el h om b re) n o p u e d e com pararse a obra divina, h e ­cha p o r D io s en criatura en v irtu d de su b o n d ad para co n ella.

[72] A q u í s e h a b l a d e l a d i s t a n c i a e n t r e e l p a í s d e l o s q u e p e r e c e n y e x t r a v í a n y e l p a í s

d e la l i b e r t a d , y d e p o r q u é e l A l m a t i e n e v o l u n t a d .C a p í t u l o L X X I I

E l A lm a: E n ten d e d sanam ente —d ic e esta A lm a— las palabras de A m o r, pues están lejos d el país de los extraviados en el país de la libertad 164 y de la paz plen a d o n d e m oran los que se hallan en ese estado.

Amor: Es verdad —d ic e A m o r—, les d iré unas palabras.

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El Alma: C ierto -d ice el A lm a-, a despecho de Voluntad, en la qui perm anecen los que perecen y extravían, llevando así sin más su vida di perfección.

Amor. Cuando la divina Trinidad creó a los ángeles de la cortesía di su divina bondad, los malvados, por su perversa elección, se adhirieron al malvado querer de Lucifer que quiso tener por su propia naturaleza 1<* que sólo podía tener por la gracia divina. Y tan pronto com o lo quisie ron, por su felona voluntad, perdieron el estado de bondad. Se hallan ahora en el infierno privados de ese estado y sin poder recuperar jamás ln misericordia de ver a Dios. Y fue su voluntad la que les hizo perder esa suprema visión que hubieran tenido si hubieran dado esa misma volun­tad que retuvieron. ¡Mirad en manos de quién han caído!

Verdad: ¡Ay, ay! -d ice Verdad—, ¿por qué amáis tanto, Almas, la volun­tad, si voluntad causó tal pérdida?

Amor: Os diré —dice Amor— por qué el Alma tiene voluntad: porque vive aún en el espíritu y en la vida del espíritu aún hay voluntad.

Razón: ¡Ah, Dios, dama Amor! -d ice R azón-, decidme ¿por qué ha­béis escogido a esta Alma, a la que tanto amáis y a la que desde el co­mienzo del libro habéis llamado «alma»? Y si decís que las personas ex­traviadas tienen voluntad porque viven aún en la vida del espíritu, ¿cómo habéis llamado a aquélla tantas veces por un nombre tan pequeño como «alma», que es menos que el nombre de «espíritu»?

Amor: U na buena pregunta, ¡creedme! —dice Amor—; pues natural­m ente todos los que viven en la vida de la gracia por cum plim iento de los mandamientos y se perm iten satisfacerse con ello tienen el nom bre de «alma», pero no el de «espíritu», sino sólo el de «alma» en vida de gracia. Pues todas las jerarquías celestes no reciben un solo y mismo nom bre que designe sus más nobles nombres; todos son ángeles, pero el prim er ángel no recibió el nom bre de Serafín, sino sólo el de ángel, en cambio los Se­rafines reciben ambos nombres.

Entended lo que quiero decir con esto. Pues de forma semejante yo os digo que los que guardan los mandamientos y con esto les basta reci­ben el nombre de «alma» y no de espíritu, y su nombre correcto es «al­ma» y no «espíritu», pues se hallan lejos de la vida del espíritu.

Razón: ¿Y cuándo es el alma toda espíritu? —dice Razón.Amor. Cuando se ha mortificado el cuerpo, y la voluntad se regocija

en la vergüenza, la pobreza y la tribulación: entonces, es toda espíritu y

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un de otra fo rm a. Y esas criaturas espirituales p o se e n en to n ces pureza de i oucien cia , paz d e apegos y e n ten d im ien to de razón .

[7 3] C ó m o h a d e m o r i r e l e s p í r i t u p a r a p e r d e r l a p r o p i a v o l u n t a d . C a p í t u l o L X X I I I

| Razón:] ¡A h, p o r D io s! —d ice R a z ó n —, dam a A m o r, os ru e g o que m e digáis p o r q u é ha de m o rir e l espíritu para p erd er la p rop ia volun tad .

Amor: P orq u e el espíritu —d ice A m o r — está lle n o de v o lu n tad esp iri- lual, y nadie p u e d e v iv ir la v id a d iv in a m ientras ten ga vo lu n tad , ni p u e ­de nadie hallar satisfacción si n o ha p erd id o la vo lu n tad . Y el espíritu n o muere p o r co m p le to hasta q u e p ierd e el sen tim ien to de su am or y hasta i|iie m uere su v o lu n tad q u e le daba v id a , y es en esa p érdida que el q u e ­rer se co lm a tota lm en te de satisfacción de d ivin a co m p lacen cia . Y en esa m uerte cre ce la v id a en cu m b rad a en la m on tañ a q u e es siem pre lib re o gloriosa165.

Verdad: ¡A h , p o r D io s!, dam a A m o r D iv in o , os ru e g o q u e m e m ostréis dice Verdad— u n alm a p erfecta , en ese estado.

Amor: C o n m u c h o gusto —d ice A m o r —, y si n o es c o m o os v o y a d e- i ir, os p id o q u e la reprendáis y q u e le digáis q u e se halla m al orn ad a y guarnecida para h ab larm e en m i secreta a lcoba, allí d o n d e nadie entra si no está preparado de la fo rm a c o m o m e oiréis d e cir166. N o ten go otra ■ muga —d ice A m o r D iv in o — q u e la q u e n o tem e p erd er o ganar, salvo tan sólo p o r m i p lacer; de o tro m o d o ella n o estaría c o n m ig o para m í, sino i onsigo para ella; y la q u e fuera m i esposa n o p o d ría ser para ella. Y si hubiera co m e tid o tantos pecad os c o m o tod os los co m etid o s alguna v e z en el m u n d o, y h u b iera h e c h o tanto b ie n c o m o el de tod os cuantos se hallan en el paraíso, y tod os estos b ien es y estos m ales estu vieran a la v is-1.1 del p u eb lo , esa A lm a n o sentiría en ella ve rg ü en za n i h o n o r, ni v o lu n - I id de ocu ltar o disim ular sus m ales; y si actuara de otra fo rm a , n o esta- i ía co n m ig o para m í, sin o para ella y c o n ella.

¿ Q u é ve rg ü en za sien ten los de m i paraíso au n q u e se vean sus pecados y los d on es de la g lo r ia q u e de m í reciben ? C ie rta m e n te n o tie n en n in ­guna vo lu n tad de o cu lta r sus pecad os, n i v e rg ü en za de q u e se co n o zcan , o de m ostrar m i g lo ria .

Verdad: ¡A h , sin duda no! —d ice V erdad—, D e ja n q u e él m aestro 167 d e -

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i ida ocultarlos o mostrarlos a su voluntad. Y tam bién las Almas de las que hablamos que son recipiente de esa elección: el Lejoscerca les representa esc noble don.

[74] P o r q u é A m o r l l a m a a es ta A l m a p o r un n o m b r e ta n p e q u e ñ o c o m o « a lm a» .

C a p í t u l o L X X I V

Amor: M e preguntáis pues, R azón -d ic e A m o r-, por qué he llamado a esta Alma con un nom bre tan pequeño com o «alma».

La he llamado tan a m enudo por ese sobrenom bre a causa, R azón , de vuestra propia rudeza —dice A m o r-, y ya que gracias a ese sobrenom bre se entiende m ejor la glosa, nos hem os ayudado de él y lo seguiremos ha­ciendo, aunque su verdadero nom bre es perfectam ente noble. Ella lleva por nom bre «pura», «celestial» y «esposa de paz», pues tom a asiento en el fondo del valle, desde donde ve la cima de la m ontaña y la m ontaña de la cima, y entre una y otra no cabe in term edio"’8; allá deposita seguro el sabio su tesoro: el don del divino am or de unidad; y esa unidad le da la paz y la pastura sutil y maravillosa del glorioso país donde su am igo m o ­ra. N o tiene otro dom inio sino la vida gloriosa. Ese es el alim ento —dice A m or— de mi elegida esposa, es decir: «María de paz», y porque es «Ma­ría de paz», A m or Puro la alimenta. M arta, com o sabéis, está demasiado ocupada y no lo sabe. Sus ocupaciones la turban, po r ello se halla lejos de una vida así169.

[75] C ó m o el A l m a i l u m i n a d a da e n t e n d i m i e n t o a c e r c a de las c o s a s d i c h a s

a tr avés d e l e j e m p l o de la t r a n s f i g u r a c i ó n de J e s u c r i s t o . C a p í t u l o L X X V

[.Entendimiento de Divina Luz:] ¡Ah, p o r Amor! —dice E ntendim iento de D ivina Luz—, decidm e, vosotras todas las que tenéis de qué esconde­ros, ¿qué entendéis de esto?

El Alma: Yo os diré -d ice Alma de L u z - lo que entiendo.[Aquellas que tienen de qué esconderse:] Entendem os —dicen— que Jesu-

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cristo se transfiguró en el m onte Tabor, donde se encontraban sólo tres de sus discípulos. Les dijo que no hablasen de ello ni dijesen nada a na­die hasta que él hubiera resucitado170.

E l A lm a libre: H abéis dicho bien —dice el A lm a libre a las siervas de Naturaleza que se esconden por esa causa—, m e habéis dado el arma con la que os venceré.

E l Alma: B ien , ahora os pregunto —dice esta Alm a—: ¿por qué hizo D ios esto?

[La que se esconde:] Lo h izo por nosotras —dice la que se esconde—, Y puesto que nos lo enseñó, ¿por qué no habríam os de hacerlo?

El Alma: ¡Ah, corderillos!, ¡qué bestial es vuestro entendim iento! D e ­jáis el grano y cogéis la paja. Y yo os d igo que, cuando Jesucristo se trans­figuró ante tres de sus discípulos, lo h izo a fin de que supierais que p o ­cos son los que verán la claridad de su transfiguración y que sólo la muestra a sus amigos más especiales; y por eso sólo estaban tres. Y así su­cede en este m undo cuando D ios se da por ardor de luz en corazón de criatura. Ya sabéis, pues, p o r qué sólo estaban tres.

A h ora os diré por qué sucedió en la m ontaña. Fue así para mostrar y significar que nadie puede ver las cosas divinas mientras se encuentra m ezclado y entrem ezclado en cosas tem porales, es decir, en cualquier c o ­sa m enos que D ios. A h ora os diré por qué D ios les dijo que no hablasen hasta que hubiera resucitado: para demostrar que no podéis decir palabra de los secretos divinos mientras podáis vanagloriaros de ello; y hasta en ­tonces nadie debe hablar. Pues os aseguro que quien tiene algo que disi­m ular o esconder —dice esta Alm a— tiene algo que mostrar, pero el que nada tiene que mostrar nada tiene que esconder.

[76] A q u í se m u e s t r a , a t r a v é s d e l e j e m p l o d e la M a g d a l e n a y d e l o s s a n t o s , q u e el A l m a

n o s i e n t e v e r g ü e n z a a l g u n a d e sus p e c a d o s .Capítulo L X X V I

[El Alma:] ¡Ah, p o r D ios!, m irad la arrepentida pecadora; no sintió vergüenza de que Jesucristo le dijera que ella había escogido la m ejor par­te y la más segura, y, lo que es más, que nadie se la quitaría nun ca171. N i le avergonzó tam poco que sus pecados fueran sabidos por todo el pueblo,

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.... .. el propio Evangelio atestigua cuando dice, ovándolo todos, queI >i<>s expulso siete enemigos fuera de ella17. Y no sintió vergüenza aul» nadie nús que ante aquel al que había fallado; pues se hallaba prendada, poseída y arrebatada, y por ello no se preocupaba de nadie sino de él.

¿Y qué vergüenza tuvo san Pedro cuando Dios sacó a los muertes de las sombras después de que él le había negado tres veces? ( lientamente no tuvo ninguna, al contrario, sintió un gran honor171.

¿Y qué vergüenza o gloria sintió san Juan evangelista, aunque Dios lu­ciera a través de él el verdadero Apocalipsis, después de que hubiera hui­do cuando prendieron a Jesucristo?1 '

1:1 A lm a : Yo creo —dice esta Alma— que ni él ni ninguno de los •tros sintieron vergüenza ni honor, ni voluntad de disimularlo o esconderlo; y que poco les importó lo que Dios hiciera a través de ellos, por ellos y por el pueblo, aunque se tratara de obra divina, listos ejemplos bastan sobra­damente a los que tienen entendimiento para comprender lo que queda por decir. En cuanto a los otros, no es para ellos que está escrito este libro.

[77] A q u í el A l m a p r e g u n t a si D i o s ha p u e s t o f in y t é r m i n o a los d o n e s d e su b o n d a d .

C a p í t u l o I-XXVII

1:1 A lm a : He dicho —dice esta Alma— que no recibieron, de cuanto les hizo Dios, ni vergüenza m honor, ni voluntad de disimularlo o escon ­derlo a nadie, como podéis ver por todo lo que se ha dicho.

I h i la d : Sin duda —dice Verdad no hubieran sabido por qué, pues es taban despojados de sí mismos y se hallaban por entero en Dios.

UI A lm a : ¡Ah, por Dios! —dice esta Alma—, pues si Dios les otorgó esa gracia, ¿no es hoy como entonces igual de generoso? ¿Ha puesto fin y término a los dones de su bondad?

Cortesía: No, sin duda no —dice Cortesía—, su divina bondad no po­dría sufrirlo. Que él sea tan dador como fue de los grandes bienes que puede otorgar, e incluso de los que jamás fueron dados ni dichos por bo ca alguna ni pensados por ningún corazón, no depende de otra cosa más que de que nosotros queramos y sepamos disponernos a ello. Entended por amor, os lo ruega Amor, que Amor tiene tanto que dar y sin límite alguno que en un instante hace de dos cosas una.

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lil Alm a: P ero hay algo q u e m e gustaría d ec ir —dice esta A lm a— n o p a - t i t los q u e ya están en ese estado, pues ésos n o h a n de hace r nada, sino p.ita los q u e n o lo están y a lg ú n día lo estarán (¡y ésos sí tien en q u e h a - i ri algo!), y es q u e se m a n te n g a n en guard ia a fin de que , si A m o r les p i- ilirra algo suyo q u e les h u b ie ra p restado , n o se reh ú sen , suceda lo q u e su - tcila, a la h o ra q u e sea y sea cua l sea la V ir tu d q u e A m o r env íe co m o mensajera. P ues las V irtu d es tra e n a m o d o de m ensajes la v o lu n tad de Am or en cartas selladas p o r su señ o r175, así c o m o h acen los ángeles de la tercera je ra rq u ía 176.

Y sepan ta m b ié n to d o s aquellos a q u ien es A m o r envía sus m ensajes «H10 si reh ú san en ese m o m e n to lo q u e las V irtu d e s le p id e n a su ser in ­terior, q u e ha de te n e r señ o río sobre su cu e rp o , n o h a rán jam ás las paces to n el so b e ran o q u e env ía el m ensaje , sino q u e se v e rán presos de tu rb a - t ión e n su c o n o c im ie n to , y atrapados e n ellos m ism o s p o r falta de c o n - li.tnza. P ues, A m o r d ice q u e en g ran n ecesid ad se c o n o c e al am igo.

R azón: R e s p o n d e d m e e n to n ces a esto —dice R a z ó n —, ¿si n o lo ayuda en la necesidad , c u á n d o lo va a ayudar? D ec íd m e lo .

Amor: ¿ Q u é tie n e de m aravilla —dice A m o r— si yo n o m e acu erd o de el? M e es n ecesa rio g u ard a r la paz de la ju s tic ia d iv ina y dar a cada u n o lt> q u e le c o rre sp o n d e y n o lo q u e no es suyo, sino lo suyo.

[Amor al A lm a :J E n te n d e d ah o ra la glosa de este libro . U n a cosa vale lo q u e se la ap recia y necesita , y n o m ás. Y c u a n d o yo quise, m e p lu g o y tuve necesid ad de vos (en tie n d o p o r necesid ad aq ue llo para lo q u e os los m andaba), vos rehusasteis m u c h o s de m is m ensajes; n ad ie lo sabe sino yo, so lam ente yo. O s env ié a los T ro n o s para rep ren d e ro s y p repararos, a los Q u e ru b in es para ilu m in aro s, y a los Serafines para abrazaros177. P o r m e ­dio de to d o s esos m ensajes os d ic té (y ellos os lo h ic ie ro n saber) m i v o ­lun tad y los estados a los q u e os co nv idaba , y jam ás prestasteis a ten c ió n . C u an d o v i esto, de jé en vuestras p rop ias m an o s vuestra salvación; si m e hubierais o b ed ec id o , h u b ie ra is sido d iferen tes, c o m o vos m ism a a testi­guáis; p e ro os salvaréis vos m ism a au n c u a n d o habré is de h acerlo e n u n a vida atrapada en v u es tro p ro p io esp íritu q u e jam ás dejará de p o n e ro s tra ­bas. Y p ues n o o b ed ec is te is a m is m ensajes y a las V irtu d es c u a n d o a tra ­vés de ellos qu ise so m e te r v u estro c u e rp o y lib e ra r v u estro e sp íritu , y pues n o obedec iste is a c u a n to os p e d í a través d e las sutiles V irtu d es , a las que os enviaba, y a través de m is A ngeles, c o n los q u e os u rg ía , n o p u e ­do daros en ju s tic ia la lib e r ta d q u e p o seo , p u es ju s tic ia n o p u e d e hacerlo .

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V m a i,indo os lo pedí, hubierais obedecido -d ice A m or— a la volum.nl ilc las Virtudes que os envié y a mis mensajeros, hubierais te n id o en jir, ticia m i libertad.

Amor. ¡Ay, Alma! -d ic e A m or—, ¡cuán presa estáis de vos misma!El Alma: Es verdad —dice esta Alm a—, mi cuerpo es débil y m i alm.i

tem e. Pues, lo quiera o no, a m enudo siento a causa de esas dos natuv.i lezas178 una preocupación que los libres no sienten ni pueden sentir.

[78] C ó m o a q u e l l o s q u e n o han o b e d e c i d alas e n s e ñ a n z a s d e la p e r f e c c i ó n q u e d a n a t r a p a d o s

e n e l l o s m i s m o s h a s ta la m u e r t e .Capítulo L X X V I I I

[Amor:] ¡Ay, A lm a extenuada! —dice Am or—, ¡cuánto mal y cuán poi .1 ganancia! Y todo por no haber obedecido a las enseñanzas de perfección con las que os urgía a despojaros en la flor de vuestra juven tud ; pero nuil ca quisisteis transform aros ni hacer nada. Al contrario, rechazasteis siem pre mis demandas que os hacía llegar p o r tan nobles m ensajeros com o los que habéis oído. G ente así queda atrapada en sí misma hasta la m uerte.

¡Ah, sin duda! —dice A m or—, si hubieran querido, se hubieran visto li bres de aquello de lo que son y serán esclavos y que poco les aprovecha; si hubieran querido, con m uy poco se hubieran liberado. Tan p o co —di ce A m or— que hubiera bastado con que se hubieran dado a sí m ism os allí donde yo los quería, allí donde les m ostré a través de las V irtudes que tie nen esa función.

H e dicho —dice A m or— que serían libres po r com pleto, en alma y cuerpo, si hubieran seguido m i consejo a través de las V irtudes que les expresaban m i voluntad, y eso era lo que habían de hacer para que yo pe­netrara con m i libertad. Y com o no lo hicieron, se hallan atrapados, co­m o oís, en ellos mismos. Eso lo saben los libres, anonadados, ornados de delicias y que pueden ver p o r sí m ismos la servidum bre de los otros; pues el sol verdadero luce de su propia luz y pueden ver m otas de polvo en el in te rio r del rayo gracias al resplandor del sol y del propio rayo179. Y cuan­do un sol, unos rayos y u n resplandor así brillan en el alma, el cuerpo ya no es débil y el alma no tem e; pues el verdadero Sol de Justicia180, cuan­do obraba milagros en la tierra, no sanaba ni curaba el alma sin curar el

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i tierpo. Y a m e n u d o lo hace aú n , p e ro n u n c a en aq u e l q u e n o ten g a fe n i ello.

Así p u es, p o d é is v er y o ír aqu í q u e el q u e es así es g ran d e , fu e rte , li- lm* y desasido de tod as las cosas. Q u ie n en D io s confía , D io s lo santifica.

I fe d ic h o —dice A m o r— q u e aquellos a los q u e u rg ía in te r io rm e n te p a - la que o b e d e c ie ran a la p e rfe c c ió n de las V irtu d e s y n o h ic ie ro n nada se iu llarán a trapados en sí m ism o s hasta la m u e rte ; y d ig o m ás, si trabajasen it d iario p o r am p lia r e n ellos la p e rfecc ió n de los apósto les co n la ap lica- i ión de su v o lu n ta d , a ú n asi n o se d espo ja rían de ellos m ism os, ¡que n a ­die se llam e a e rro r!, n i d e c u e rp o n i de alm a. N o , in c lu so así tam p o co , dado q u e la ru d eza y los a rg u m en to s d e su ser in te r io r n o p u e d e n o b te ­nerlo, n o p o d rá n a lcanzarlo n u n ca , y to d o lo q u e h ag an p o r sí m ism os se-i.i s iem pre ap ris io n arse e n sí m ism os. Q u e lo sepan cu an to s e m p re n d e n obras c o n sus solas fuerzas sin el a rd o r d e l fe rv o r in te rio r .

[79] C ó m o e l A l m a l i b r e a c o n s e j a q u e n o s e r e h ú s e n l a s d e m a n d a s d e l

b u e n e s p í r i t u . C a p í t u l o I . X X I X

[El A lm a libre:] P o r ello —dice esta A lm a lib re— les d ig o a cu an to s v i­ven ap licándose a la v id a de la p e rfe c c ió n q u e estén en guard ia , q u e n o rehúsen las d em an d as d e l a rd ien te deseo del q u e re r del e sp íritu , si ap re ­cian esp erar lo m e jo r después de esta v id a q u e lleva p o r n o m b re v id a e x - Iraviada y v id a de l esp íritu .

A m o r: H e d ic h o —d ice A m o r— q u e se m a n te n g a n en guard ia , pu es se­rá necesa rio si q u ie re n a lcanzar y o b te n e r lo m e jo r, ya q u e esta v id a es la m iserable s irv ien ta q u e p rep ara la casa q u e albergará c u a n d o v enga a u n ser tan g ra n d e c o m o la L ib e rta d del n o Q u e re r N ad a , de la q u e en to d o se sacia el A lm a; es decir, de esa nada q u e da to d o . P ues q u ie n to d o da todo tien e , y n o de o tra m an era .

E l A lm a: ¡Ah!, y a ú n q u ie ro decir —dice esta A lm a— a aquellos q u e es­tán ex trav iados q u e q u ie n guarde la paz y cum pla a la p e rfe c c ió n el q u e ­rer de l a rd o r del c o r ta n te deseo de la o b ra de su esp íritu , de la fo rm a en que h e d icho , p o n ie n d o fren o a los sen tidos para q u e n o p u e d a n o b ra r p o r de liberac ión e x te rn a al q u e re r del e sp íritu , alcanzará después de esto, co ­m o leg ítim o h e red ero , el lu g a r más cercan o a ese estado del q u e hablam os.

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| l/nor] Esta [Alma] es la hija prim ogénita del altísimo Rey, e n la que no falta ningún encan to181. Y esta dam a —dice Am or— ha alcanzado ese ri lado del que hablam os, allí donde es más noble, y os diré có m o : no li.iy en ella vacuidad —dice A m o r- que n o esté llena de mí po r com pleto , por lo que no puede albergar preocupación ni rem em branza, y de esa forniii tam poco hay en ella n inguna im agen182. Y sin em bargo —dice A m o r-, j su tiem po y lugar, Piedad y Cortesía perm anecen con ella.

El Alma: Es ju sto —dice el Alma— que Piedad y C ortesía perm anezcan conm igo, pues tam poco se alejaron de Jesucristo, po r el que he vuelto .1

la vida183; y p o r m ucho que su dulce alma fuera glorificada tan p ro n to c<> 1 1 1 0 fue unida al cuerpo m ortal y a la naturaleza divina en la persona del H ijo, con todo, Piedad y Cortesía perm anecieron en él. Y q u ien fuci.i cortés no amaría más que lo que debe. N unca amó a la H um an idad quien am ó la tem poralidad. N unca am ó divinam ente quien am ó algo corporal m ente. Y quienes am an la D eidad sienten poco la H um anidad. N unca se

conjugó, unió ni colm ó divinam ente quien sintió corporalm ente. ¿Y que podría sentirse? Si D ios no se mueve, nada se mueve. ¡E ntended noble m en te el sentido de la glosa!

Razón: ¡Ay! —dice R azó n —, ¡que esas Almas son fuertes b ien puede verse en el B autista184!

Amor. ¿Fue él débil alguna vez —dice Am or— o prisionero de sí mismo*El Alma: C iertam ente no —dice el Alma—, [dama] A m or no destruye,

sino que instruye, alim enta y sostiene a los que confian en ella, pues es sol185, abismo y pleamar.

[80] C ó m o el A l m a e n t o n a c a n t o y d i s c a n t o 186.C a p í t u l o L X X X

[El Alma:] Yo en tono —dice esta Alma— una vez el canto, otra el dis­canto, po r aquellos que aún no son libres, a fin de que oigan algo acerca de la libertad y de lo que es necesario para alcanzarla.

[Amor.] Por divina luz ha percibido esta Alma el estado del país en el que ella ha de estar y ha cruzado el m ar para succionar la m édula del al­to cedro187. Pues nadie tom a ni alcanza esta m édula si no ha cruzado la alta m ar y si no ha ahogado en sus olas su voluntad. E ntended , amantes, lo que significa.

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I le d ic h o an tes q u e u n A lm a así ha ca ído p o r m í e n nada; m ás aún, en m enos q u e n ad a in te rm in a b le m e n te . P u es así c o m o D ios e n su p o d e r t"< incom prensib le , así ta m b ié n esta A lm a está e n d eu d ad a c o n su in c o m ­prensible n ad a p o r u n so lo m o m e n to e n q u e alzó c o n tra él su v o lu n tad . I c debe sin d e sc u e n to la d e u d a q u e su v o lu n ta d le costó , y tantas veces m in o tu v o la v o lu n ta d de h u rta r le a D io s su v o lu n tad .

El A lm a: ¡O h , D io s v e rd ad ero q u e veis y sufrís esto! —dice esta A lm a—, ,u|iiién pagará esa deuda?

Responde la propia A lm a: ¡Ah, caro S eñor!, vos m ism o la pagaréis. P ues la p len itu d de v u estra b o n d a d q u e em an a de co rte s ía n o p o d ría su frir q u e yo no qued ase lib re p o r el d o n de A m o r al q u e hacéis pagar e n u n ins­tante todas m is deudas. Ese d u lc ís im o L ejoscerca h a p u es to hasta la ú lti­ma m o n e d a de m i d eu d a , y m e d ice q u e m e debéis ta n to c o m o yo a vos. I’ues si yo os d e b o ta n to c o m o valéis, vos m e debéis tan to c o m o tenéis; esa es la g en ero sid ad d e vuestra na tu ra leza d iv ina. Y p o r ello se anu lan , me d ice ese g en til L ejoscerca de l q u e h e h ab lado antes, esas dos deudas, una c o n la o tra , y so n de ah o ra en ade lan te u n a sola; y estoy de acuerdo , pues ése es el co n se jo de m i p ró jim o .

R azón: ¡Ah, p o r D io s, d am a A lm a! —dice R a z ó n —, ¿q u ién es vuestro más p ró jim o ?

E l A lm a: La a rreb a tad o ra ex a ltac ió n q u e m e seduce y m e u n e al c e n - Iro de la m éd u la de D iv in o A m o r en la q u e m e fu n d o 18" —dice el A lm a-; es ju s to , pues, q u e m e acu erd e d e él, ya q u e m e h e e n treg ad o e n él. M as sobre ese estado —dice esta A lm a— se d e b e g uardar silencio , pu es nada puede decirse .

Amor: C ie r ta m e n te n o —dice A m o r—. Así c o m o n o se p o d ría e n c e rra r el sol y g u ard a rlo p e rm a n e n te m e n te , ta m p o c o p u e d e esta A lm a d e c ir n a ­da d e esa v ida, al lad o de lo q u e v e rd a d e ram e n te es.

Embeleso: ¡A h, d am a A lm a! —dice E m b e le so —, sois m an an tia l de d iv i­no am o r, de l q u e m a n a la fu e n te del c o n o c im ie n to d iv in o ; y de este m a ­nantial de d iv in o a m o r y de esta fu e n te d e c o n o c im ie n to d iv in o , n ace el río del d iv in o lo o r189.

E l Alm a: A b a n d o n o to d o p o r c o m p le to —dice esta [Alm a] c o n firm a ­da190 en la nada— a la v o lu n ta d div ina.

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[Amor:] Esta Alma -d ice Am or— recibe su verdadero nom bre d e la na« da donde mora. Y puesto que ella es nada, no le im porta nada, ni ella misma, ni su prójim o, ni el propio D ios191. Pues es tan pequeña que no puede encontrarse a sí misma; y todo lo creado le es tan lejano que no pue­de llegar a sentirlo; y Dios es tan grande que no puede com prender na­da; y en virtud de esa nada ha caído en la certeza del nada saber y en la del nada querer.

Y esta nada de la que hablamos —dice Am or— le da el todo que nadie puede tener de otra manera.

Esta Alma se halla presa y detenida en el país de la entera paz; pues es­tá siempre colmada de satisfacción en la que se zambulle, desliza, flota y se inunda de paz divina, sin moverse in teriorm ente ni obrar exterior- m ente. Esas dos cosas le obstruirían esta paz si pudieran llegar a penetrar; pero no pueden, pues se encuentra en estado de soberanía p o r lo que no pueden molestarla ni disturbarla. Si hace algo exteriorm ente, lo hace siempre sin ella. Si Dios hace su obra en ella, la hace de él en ella, sin ella y p o r ella. Esta Alma no halla más obstáculo en esto que el que halla el Angel en guardarla. Y el Angel halla tanto obstáculo en guardarnos, co­m o el que hallaría si no nos guardase en absoluto. D el m ism o m odo esta Alma halla tanto obstáculo en hacer lo que hace sin ella, com o el que ha­llaría si no lo hiciese en absoluto; pues nada tiene de ella misma. H a da­do todo librem ente sin un porqué192, pues es la dama del esposo193 de su juventud. Y éste es el sol que resplandece, calienta y alimenta la vida del ser separado de su ser194. Esta Alma no ha retenido en ella ni duda ni dolor.

Razón: ¿Q ué pues? —dice R azón.Amor: Alianza cierta y verdadero acuerdo de querer tan sólo la divina

ordenación.

[ 8 1 ] C ó m o a e s t a A l m a n o l e i m p o r t a n n i e l l a ,n i s u p r ó j i m o , n i e l p r o p i o D i o s . C a p í t u l o L X X X I

[82] C ó m o es ta A l m a es l ibre p o r sus cu a t r o c o s t a d o s 195. C a p í t u l o L X X X I I

[Amor:] El Alma, que es perfectam ente así, es libre por sus cuatro cos­tados. Pues, en efecto, cuatro son los cuarteles que necesita un hom bre

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lloNe para p o d e r ser llam ado g en tilh o m b re , y así es tam b ién e n sen tid o i'upi ritual.

El p r im e r cuarte l, p o r el q u e esta A lm a es libre, es que n o hay re p ro ­che en ella a u n q u e n o h ag a n i o b re las obras de las V irtudes. ¡Ah, p o r I )ios!, voso tros q u e escucháis, ¡en ten d ed lo si podéis! ¿ C ó m o p o d ría A m or ac tuar c o n obras de V irtu d es si es m en este r que cese to d a ob ra cuando A m o r actúa?

El se g u n d o cu a rte l es q u e n o tie n e e n ab so lu to vo lun tad , tan ta c o m o los m uerto s e n sus sepulcros, e x c e p tu a n d o la v o lu n tad divina. P o co le im ­portan a esa A lm a ju s tic ia y m iserico rd ia ; p o n e y deja todas las cosas en la sola v o lu n tad d e aq u e l q u e la am a; y éste es el segundo cu arte l p o r el i|oe es libre.

El te rce ro es q u e p iensa y cree q u e n u n c a ha ex istido ni existirá nad ie peor q u e ella, n i m ás am ada q u e ella p o r aq u e l q u e la am a p o r lo q u e ella es. ¡Tom ad n o ta de ello y n o lo en ten d á is mal!

E l c u a rto cu a rte l es q u e p iensa y c ree q u e de la m ism a fo rm a q u e n o es posib le q u e D io s p u e d a q u e re r o tra cosa q u e b o n d ad , tam p o co p u e d e liarse q u e ella p u e d a q u e re r o tra cosa m ás q u e su d iv ina vo lu n tad . A m o r la ha o rn a d o de sí m ism o de tal fo rm a q u e le hace re te n e r eso de él; él, que en v ir tu d de su b o n d a d la ha tran sfo rm ad o e n tal b o n d a d m ed ian te su m ism a b o n d ad ; q u e en v ir tu d de su a m o r la ha tran sfo rm ad o en tal am or m e d ia n te su p ro p io am o r; y q u e e n v ir tu d de su q u e re r la ha trans­form ado to ta lm e n te en q u e re r m e d ia n te su d iv in o querer. É l es eso d e sí y en sí m ism o p o r ella; y eso p iensa y cree ella. D e o tra fo rm a , n o sería libre p o r sus cua tro costados.

E n te n d e d la glosa, oyentes de este lib ro , p u es ah í está el g ran o q u e ali­m en ta a la esposa. Así es m ien tras se e n c u e n tra e n el ser en el q u e D ios le hace ser; allí d o n d e ha d ado su v o lu n tad y n o p u e d e p o r ello q u e re r si­no la v o lu n ta d de aq u e l q u e de sí m ism o y p o r ella la ha tran sfo rm ad o en su b o n d ad . Y si ella es así de lib re p o r sus cu a tro costados, p ie rd e su n o m ­bre, pu es alcanza soberan ía . Y p o r e llo su n o m b re se p ie rde en aq u e l co n el q u e ella se h a fu n d id o , y q u e la h a d isue lto de él en él p o r ella. A lgo así sucede c o n el agua q u e p ro c e d ie n d o del m a r tien e a lgún n o m b re , c o ­m o p o r e jem p lo A isne o S en a '96 o el de a lg ú n o tro río , y cu an d o c o m o río o co m o agua regresa al m ar, p ie rd e su cu rso y su n o m b re c o n el que c o rr ió p o r d istin to s países c u m p lie n d o su tarea; aho ra que está en el m ar d o n d e reposa, h a p e rd id o su obrar. D e fo rm a sem ejan te le sucede al A l-

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ma. Este ejem plo os basta para en ten d er la glosa, esto es: cóm o esta Al­ma v ino del m ar y tuvo u n nom bre y cóm o regresa al m ar y p ierde así su nom bre y no tiene otro que el de aquel en el que se ha transform ado por com pleto; es decir, en el am or del esposo de su ju v en tu d que h a trans­form ado a la esposa p o r entero en él197. El es, luego ella es; y esto le bas­ta maravillosamente, de lo que ella se maravilla; esto es el placentero A m or p o r el que ella es am or y ello la deleita.

[83] C ó m o es ta A l m a l l eva p o r n o m b r e la t r a n s f o r m a c i ó n q u e A m o r ha o b r a d o e n e l l a .

C a p í t u l o L X X X I I I

[Amor.] Así pues esta Adma no tiene nom bre y p o r ello recibe e l nom ­bre de la transform ación que A m or ha obrado en ella. A sem ejanza de las aguas de las que hablábamos, que tien en el nom bre de m ar p o rque todo es m ar desde el m om en to en que han regresado al mar.

D el m ism o m odo, la naturaleza del fuego no contiene en sí m ateria, pues hace de sí y de la m ateria una sola cosa y no dos, sino una198. Y así sucede con aquellas de las que hablamos, pues A m or absorbe toda la m a­teria de ellas en sí m ismo. A m or y esas Almas son una m isma cosa y no dos, pues eso supondría discordia; pero son una sola cosa y p o r ello son concordia.

[84] C ó m o el A l m a l i b r e p o r sus c u a t r o c o s t a d o s a s c i e n d e a la s o b e r a n í a y v i v e l i b r e m e n t e

d e v i d a d i v i n a . C a p í t u l o L X X X I V

[Amor.] D igo —dice A m or— que el A lm a que es así de libre p o r sus cuatro costados asciende, tras esto, a la soberanía.

R azón : ¡Aaah, A m or! —dice R azón—, ¿hay don más alto?Amor. ¡Sí, lo hay! —dice A m or—, el de aquel que es su más prójim o.

Pues cuando ella es así de libre po r sus cuatro costados y noble p o r todas las ramas de su descendencia, ya que n ingún villano ha sido tom ado en m atrim onio y p o r ello es m uy noble, entonces cae en un em belesam ien­to que recibe el nom bre de «nada pensar del cercano Lejoscerca» que es

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mi más p ró jim o . E n to n c e s esa A lm a vive —dice A m o r— n o de m era v ida de gracia n i de la del e sp íritu , sino de v ida d iv ina , lib rem en te , a u n q u e n o g loriosam ente, p u es n o h a sido g lo rificada , p e ro sí d iv inam en te ; pues desde este m o m e n to D io s la ha san tificado de sí m ism o; y ahí n o p u e d e penetrar nada q u e sea c o n tra r io a la b o n d ad .

E n ten d ed san am en te , p u es así es en tan to en cu an to ella se halla en ese estado: ¡D ios os co n c e d a p e rm a n e c e r p o r siem pre en ese estado, sin salir de él! D ig o esto a las perso n as para las q u e A m o r ha h ech o h ace r este li­bro, y aquellas p ara las q u e lo h e escrito . E n c u an to a los q u e n o estáis, ni estuvisteis, n i estaréis e n sem e jan te estado, os cansaréis en v ano si lo ipieréis en ten d e r. N o p u e d e saborearlo q u ie n n o sea esto: o en D io s sin ser, o D io s en él en el ser. E n te n d e d la glosa, pues se a lim en ta q u ie n sa­borea; pues, c o m o se d ice a m e n u d o , «mal n u tre lo que n o se saborea».

R a zón confusa: ¡Ay, sin d u d a habéis d ich o bien! —dice R a z ó n confusa.El A lm a embelesada de nada pensar: V erd ad eram en te —dice esta A lm a

em belesada d e n ad a p en sa r p o r el ce rcan o Lejoscerca q u e la de le ita en paz—, la c e rra zó n y ru d e z a de R a z ó n son indecib les e im pensables. ¡Por sus d iscípulos la conoceré is! N i u n asno lograría nada caso q u e quisiera escucharles. P ero D io s m e ha g u ard ad o de esos d iscípulos —dice esta A l­ma—; n u n c a m e te n d rá n bajo su consejo , n i q u ie ro escuchar n u n c a m ás su d oc trina , pues ya lo h e h e c h o dem asiado tiem p o , au n si eso fue b u e n o para m í; ah o ra , sin em b arg o , n o es lo q u e m e va m ejo r, au n q u e ellos n o lo sepan, pu es su m e n g u a d o sen tid o n o p u e d e p o n e r p rec io a cosa d igna de valo r n i e n te n d e r n ad a de lo q u e R a z ó n n o es d u e ñ a 199, y si llegan a en ten d erlo , n o será m u y a m en u d o .

P o r ello d igo q u e n o q u ie ro o ír m ás sus groserías: ¡a m í n o m e las van a decir más!, ¡ya n o p u e d o sufrirlas!, y n o te n g o de q u é n i p o r q u é h a ­cerlo. E sto es ob ra de D io s q u e o b ra en m í; yo n o le d eb o ob ra alguna pues él m ism o o b ra e n m í y si e n tro m e tie ra m i o b ra , desharía la suya. Y así, los d iscípu los de R a z ó n m e q u e rr ía n re d u c ir a la p o b reza de sus c o n ­sejos, si llegara a creerlos. P ie rd e n su tiem p o , pues es cosa im posib le ; p e ­ro les excuso p o r su b u e n a in te n c ió n .

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[Amor:] Esta A lm a —dice A m or— es libre, más libre, m uy libre, en­cum bradam ente libre, en su raíz, en su tronco, en todas sus ram as y en todos los frutos de sus ramas. T iene llena p o r com pleto su m edida de li­bertad , cada costado200 tiene su ja rra llena. Si no quiere, n o responde a nadie que no sea de su linaje; pues u n gentilhom bre no se dignaría res­p o n d er a un villano si le retara o requ iriera a batalla; y p o r ello q u ien re­ta a un Alma así no la encuentra: sus enem igos no ob tienen de ella res­puesta201.

El Alma: Es justo —dice esta Alma—. Puesto que yo creo que D ios es­tá en m í, es m enester que se acuerde de mí; su bondad no puede per­derm e.

Amor. Esta A lm a —dice A m or— es desollada por la m ortificación, in ­cendiada en el ardor del fuego de caridad, y sus cenizas se esparcen en el altamar de aniquilada voluntad. Es gentilm ente noble en la prosperidad, elevadam ente noble en la adversidad, y excelentem ente noble en to d o lu­gar donde se halle. La que es así ya n o busca a Dios p o r la penitencia, ni a través de n ingún sacram ento de la Santa Iglesia, ni po r pensam ientos, palabras u obras, ni a través de criatura terrestre ni celeste, ni por justicia o m isericordia, ni p o r gloria de la gloria, ni po r conocim iento divino, ni p o r divino amor, ni divino loor.

[ 8 5 ] C ó m o e s t a A l m a e s l i b r e , m á s l i b r ey l i b r e p o r c o m p l e t o . C a p í t u l o L X X X V

[86] C ó m o R a z ó n se m a r a v i l l a de l o q u e se d i c e de es ta A l m a . C a p í t u l o L X X X V I

[Razón:] ¡Ay, Dios!, ¡ay, Dios!, ¡ay, Dios! —dice R azón—. ¿Q ué dice es­ta criatura? ¡Es para dejar pasmado al m undo entero! Pero ¿qué van a de­cir los que se alim entan de mí? ¡No voy a saber qué decirles, ni cóm o res­ponderles para justificar esto!

El Alma: Yo no m e maravillo en absoluto —dice esta Alma—, pues, en relación a ese estado, todos los vuestros son gente de pies sin cam ino, m a­nos sin obra, boca sin palabra, ojos sin claridad, orejas que no oyen, ra­zón que no razona, cuerpo sin vida y corazón sin entendim iento . Por ello los que se alim entan de vos van de maravilla en maravilla de maravilla.

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Amor. C ie r ta m e n te p ara ellos —dice A m o r— to d o esto son m aravillas lijen m aravillosas, pues se e n c u e n tra n dem asiado lejos del país d o n d e es- las cosas son usuales para q u e p u e d a n estar a la a ltu ra . Pero los q u e son ti sí y son d e ese país, y vive D io s e n ellos, n o se m aravillan en absoluto .

El A lm a : ¡N o , D io s n o lo quiera! —d ice el A lm a liberada—, sería u n sig­no de v illanía, y os d iré y m o stra ré c ó m o c o n la ayuda de u n e jem plo : si lin rey d iese a u n o de sus serv ido res, q u e le h u b ie ra serv ido lea lm en te , u n gran d o n q u e le h ic ie ra r ic o p a ra s iem p re sin vo lv er a p restar servicio , ¿por q u é h ab ría de m aravillarse de e llo u n h o m b re sabio? S in d u d a , n o se m aravillaría, pu es h ace rlo sería cen su ra r al rey, a su d o n y al q u e tal d o n libera.

Cortesía: Y yo os d iré —dice C o rte s ía— en q u é y p o r qué . P o rq u e u n hom bre sabio n o se m aravilla c u a n d o se le h ace lo q u e c o rre sp o n d e q u e se le haga, sino al c o n tra rio , lo alaba, lo aprecia y le place; si se m arav i­llase d em o stra ría q u e n o se h ab ía h e c h o lo q u e conven ía . P ero el co razó n villano y p o c o sabio, q u e p o r falta de sen tid o n o sabe qué son h o n o r n i cortesía n i d o n d e g ra n señor, s ien te a n te ello g ran m aravilla.

Verdad: Y n o es m aravilla —dice V erdad—, en él m ism o reside el p o r ­qué, tal c o m o habéis o ído .

N obleza de Unidad del A lm a: ¡Ay, p o r D ios! —dice N o b leza de U n id a d del A lm a—, ¿po r q u é h ab ría de m aravillarse cu a lq u ie ra q u e ten g a sen tid o en su in te r io r si d ig o cosas g ran d es y nuevas, y si te n g o p o r to d o , de to ­llo y e n to d o m i p len a satisfacción? M i am igo es g ran d e y m e da g ran don , él es siem pre n u ev o y n u ev o d o n m e da, y tal c o m o él se halla p le ­no y saciado de to d o s los b ien es de sí m ism o , así m e hallo yo, p len a y sa­ciada, y a b u n d a n te m e n te co lm ad a de m ú ltip les delicias de b o n d a d d e rra ­m ada de su d iv in a b o n d a d , sin buscarlas c o n p e n a o carga e n estas satisfacciones sob re las q u e p latica este libro .

E l A lm a: E l es —dice esta A lm a—, y eso m e sacia.Pura Cortesía: S in d u d a es ju s to —dice P u ra C o rte s ía—. E so le co rres­

p o n d e al am an te , p ues tie n e la capacidad de saciar a su am iga c o n su b o n ­dad.

Marta está turbada, María en paz.Marta es alabada, María lo es más.Marta es amada, María mucho más202.

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En M aría n o hay más que un solo espíritu, o sea una sola intención que la llena de paz; en M arta hay m uchos, por lo que tiene a m enudo una paz turbada, pues el Alma liberada no puede tener más que u n a sola in tención.

Un alma así oye a menudo lo que no oye, y ve a menudo lo que no ve, y está a menudo esa Alma donde no está, y así a menudo siente lo que no siente.

R etien e entonces a su am igo y dice:E l A lm a: Lo retengo p o rque es m ío203. N o lo dejaré ir nunca. E stá en

m i voluntad. Q u e pase lo que tenga que pasar, puesto que él está con­m igo. Sería culpa m ía si sintiera algún tem or.

[87] C ó m o e s t a A l m a es s e ñ o r a de las V i r t u d e s e hi ja d e la D e i d a d . C a p í t u l o L X X X V I I

[Amor:] Esta Alm a —dice A m or— es señora de las V irtudes, hija de la D eidad, herm ana de Sapiencia y esposa de Amor.

El Alma: Es cierto —dice el Alma—, pero esto a R azó n le parece len­guaje maravilloso. Lo que no es n inguna maravilla, pues den tro de poco ella ya no existirá. Pero yo sí —dice esta Alm a—, yo soy y seré p o r siempre sin falla, ya que A m or no tiene com ienzo ni fin ni m edida, y yo n o soy sino Am or. ¿C óm o entonces podría yo tener com ienzo, m edida o fin? N o podría-ser.

Razón: ¡Ay, Dios! —dice R azó n —, ¿cóm o osa alguien decir esto? Yo no oso ni escucharlo. Al oíros, desfallezco, dam a Alma: ¡me falla el corazón!, ¡se m e va la vida!

E l Alma: ¡Ay de mí! ¡Por qué ésta no estará m uerta hace ya tiem po! —dice esta Alma—. Pues m ientras os tuve, dam a R azón , no pude gozar en libertad de m i herencia204 y de lo que era y es m ío; pero ahora puedo te­nerlo librem ente, porque de am or os he herido a m uerte.

A partir de ahora R a z ó n ha m u erto —dice esta Alma.Amor: Entonces voy a deciros —dice A m or— lo que os diría R azó n si

estuviera viva en vos y lo que os preguntaría a vos que sois nuestra am i-

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g.i -d ice A m o r a esta A lm a q u e es el p ro p io A m o r y no o tra cosa que Amor, después de q u e A m o r e n su d iv ina b o n d a d h a puesto a sus pies y lu dado m u e rte sin re m e d io a R a z ó n y a las obras de las V irtudes.

[88] C ó m o p r e g u n t a A m o r l o q u e p r e g u n t a r í a R a z ó n s i e s t u v i e r a c o n v i d a , e s d e c i r , q u i é n

e s la m a d r e d e R a z ó n y d e l a s o t r a s V i r t u d e s .C a p í t u l o L X X X V I I I

[Amor:] O s d iré —dice A m o r— lo q u e os p reg u n ta ría R a z ó n si estu v ie ­ra co n vida. O s p re g u n ta ría q u ié n es su m adre —dice A m o r— y la de las otras V irtu d es, sus h e rm an as , y si ellas m ism as son m adres de algu ien .

Amor: Sí —dice el p ro p io A m o r re sp o n d ie n d o —, todas las V irtu d es son madres.

E l A lm a: ¿D e qu ién ? —dice el A lm a—, ¿M adres de Paz?Amor: D e San tidad —d ice A m or.E l Alm a: Así pues, todas las V irtu d es , h e rm an as de R a z ó n , son m adres

ile S antidad.Amor: P ues sí —dice A m o r—, p e ro de esa S an tidad de la q u e en tien d e

K azóti, n o de otra.E l Alm a: ¿Y q u ié n es en to n ces la m ad re de las V irtudes?Amor: H u m ild a d —dice A m o r—, p e ro n o esa H u m ild ad q u e lo es p o r

obra de las V irtu d es, p u es esa es h e rm a n a carnal2115 de R a z ó n . Y d igo h e r­m ana p o rq u e es cosa b ie n m ay o r m ad re q u e h ija, m u c h o m ayor incluso, com o p o d rá verse.

E l A lm a habla por R azón: ¿D e d ó n d e sale, pues, esa H u m ild a d —dice el Alm a hab lan d o p o r R a z ó n — q u e es m ad re de las V irtudes? ¿D e q u ié n es hija? ¿D e d ó n d e v ie n e esa m adre de tan alta d escen d en c ia c o m o las V ir­tudes y abuela206 de S an tidad de la q u e las V irtu d es son m adres? ¿ Q u ié n es la b isabuela207 de S antidad? ¿N ad ie sabe h ab la rm e de la p ro ced en c ia de tal linaje?

Amor: N o —dice A m o r—. A q u e l q u e lo sabe n o sabe nada q u e p u ed a ser p u es to en palabras.

E l A lm a: Es v erd ad —dice esta A lm a—, p e ro m en tiría antes q u e dejar de d ec ir algo:

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Huta I lumildad, que es abuela y madre208,hija es de Divina Majestad y nació de Divinidad.Deidad es madre y abuela de sus ramas,cuyos retoños producen fruto en abundancia.Callaremos, pues hablar los daña.Ella, es decir, Humildad,ha dado el tronco y el fruto de esos retoños,por ello se acercala paz de ese Lejoscercaque la descarga de toda obra;hablar la perturba,pensar la hace umbría,el Lejoscerca la descargay nada le es obstáculo.Está a salvo de todo servicio, pues vive de libertad.Quien sirve no es libre, quien siente no ha muerto, quien desea quiere, quien quiere mendiga, quien mendiga no alcanza la divina saciedad.

Pero aquellos que le son siempre leales están siempre prendados de Amor, anonadados por A m or y por com pleto arrebatados de Am or, y no se cuidan sino de A m or para sufrir y soportar por siempre más sus tor­m entos, aunque fueran tan grandes com o grande es la bondad de Dios. N o ha amado nunca inm aculadam ente el Alma que duda de que esto sea verdad.

[89] C ó m o esta A l m a lo ha d a d o t o d o p o r la l i b e r t a d de n o b l e z a . C a p í t u lo L X X X I X

[Amor:] Esta Alma lo ha dado todo p o r la libertad de nobleza de la obra de la Trinidad. Y a tal punto ha arraigado su voluntad desnuda en la Trinidad que no puede pecar a no ser que sea extirpada de raíz. N o

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l im e d e q u é p e c a r , p u e s s in v o lu n ta d n o se p u e d e p eca r. Y así n o g u a r -il.i c u id a d o d e l p e c a d o si d e ja su v o lu n ta d a h í d o n d e h a e c h a d o ra íces, es decir, e n a q u e l q u e le d io l ib re m e n te y p o r su b o n d a d esa m ism a v o lu n - l.id q u e q u e ría , p o r su b ie n , re c u p e ra r p a ra sí d e su am ig a , lib re y d e s n u - il.t, sin n in g ú n p o r q u é p o r p a r te d e e lla , p o r d o s m o tiv o s : p o rq u e lo q u ie ­te y p o r q u e lo m e re c e . Y ella n o te n d rá p le n a y a sid u a p az h as ta q u e se halle p u ra m e n te d e sp o ja d a d e su q u e re r .

L a q u e es así se a se m e ja s ie m p re a u n b o r ra c h o . A l e b r io n o le im ­p o rta n a d a d e lo q u e le p u e d a a c o n te c e r , sea cu a l fu e re su a v e n tu ra , y n o más q u e si n o le a c o n te c ie ra n a d a . Y si le im p o r ta s e , n o esta ría e b r io del lodo . A sí le su c e d e al A lm a q u e a ú n t ie n e d e q u é q u e re r , es d ec ir , q u e es­tá m a l a rra ig a d a y, p o r ello , a ú n p u e d e p re o c u p a rs e d e a lgo si le asaltan ad v ersid ad o p ro s p e r id a d . E n ta l caso , ella n o es «toda» d e l to d o , p u e s to que n o es d e l to d o «nula», ya q u e t ie n e d e q u é q u e re r ; p u e s su p o b re z a y su r iq u e z a re s id e n e n q u e re r d a r o re te n e r .

Y a ú n q u ie ro d e c ir —d ic e A m o r— a to d o s los llam ad o s y so lic ita d o s p o r su d eseo in te r io r h a c ia las o b ra s d e p e r fe c c ió n p o r las en señ an zas d e R a ­zón , lo q u ie ra n o n o , q u e si q u is ie ra n se r lo q u e p o d r ía n ser, a lc a n z a ría n el e s tad o d e l q u e h a b la m o s y se ría n ta m b ié n e llos señ o re s d e sí m ism o s , del c ie lo y d e la tie r ra .

R a zó n : ¿ C ó m o señ o res? —d ic e R a z ó n .E l A lm a : E so n a d ie sabe d e c ir lo —d ic e el A lm a lib re q u e to d o lo m a n ­

tien e s in c o ra z ó n , y s in c o ra z ó n t ie n e to d o ; y si el c o ra z ó n s ie n te , n o se tra ta d e ella.

[90 ] C ó m o p u e d e a l c a n z a r s e l a p e r f e c c i ó n h a c i e n d o l o c o n t r a r i o d e l p r o p i o q u e r e r .

C a p í t u l o X C

[Amor:] H e d ic h o —d ic e A m o r— q u e q u ie n s ig u ie ra la e x ig e n c ia in te ­r io r d e su e s p ír i tu —si está lla m a d o a a lc a n z a r el b ie n q u e re r , p u e s d e lo c o n tra r io n o d ig o n a d a —, y si a b a n d o n a se to d o su q u e re r e x te r n o p a ra v i­v ir la v id a d e l e s p ír i tu , a lcan zaría e n to n c e s to ta l señ o ría .

E l Espíritu: ¡A h, p o r D io s! —d ic e e l E s p ír i tu q u e b u sc a ju s ta m e n te es­to e n la v id a e x tra v ia d a —, ¡d inos c ó m o !

E l A lm a : E so —d ic e el A lm a lib e ra d a — n a d ie sabe d e c ir lo e x c e p to a q u e l

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que es así en su criatura po r su bondad hacia la criatura. Pero lo que si puedo deciros —dice esta Alma liberada— es que es menester, antes de lle­gar a esto, que se haga perfectam ente lo contrario del propio querer, de­jando que las Virtudes se alim enten de uno hasta hartarse, manteniénd®- se firm e sin falla, para que el Espíritu tenga siempre señoría sin contrariedad209.

Verdad'. ¡Ay, Dios! —dice Verdad—, ¿cóm o habría de enferm ar el cuer­po de u n corazón que contiene tal espíritu?

El Alma: O so decir —dice el Alma liberada— que un querer así, que c®- rresponde al de la vida extraviada, es decir, la vida del espíritu, acabaría en breves m om entos con los hum ores de todas las enfermedades. Esa ca­pacidad curativa210 posee el ardor del espíritu.

Amor. Es verdad —dice A m or-, quien lo dude que lo p ruebe y sabrá la verdad. Y he aquí lo que os digo -d ice A m or-: al contrario que en el Alma liberada, la vida de la que hablamos, que llamamos vida del espíri­tu, no puede tener paz si el cuerpo no hace siempre lo contrario de su voluntad; es decir, que tales gentes hacen lo contrario de la sensualidad, pues si no recaerían en la perdición de esa vida, si no vivieran contra­riando su placer.

Los que son libres, en cambio, hacen lo opuesto. Pues de la misma form a en que es necesario hacer en la vida del espíritu lo contrario de la propia voluntad si no se quiere perder la paz, los Ubres en cam bio han de hacer lo que les plazca si no quieren perder la paz, ya que han alcanzad® el estado de libertad, es decir, que han caído de las Virtudes en Am or, y de A m or en nada211.

[91] C ó m o la v o l u n t a d de estas A l m a s es la v o l u n t a d de A m o r , y cu á l es la r a z ó n .

C a p í t u l o X C I

[Amor:] N o hacen nada si no les place, y si lo hacen eso les quita a ellas paz, libertad y nobleza. Pues el Alma no es inmaculada hasta que hace 1© que le place y no se reprocha ese placer.

Es justo -d ice A m o r-, pues su voluntad es nuestra: han pasado el M ar R o jo 212, sus enemigos quedaron en él. Su placer es nuestra voluntad, por la pureza de la unidad del querer de la D eidad en la que la hem os ence-

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i rado. S u v o lu n ta d es n u e s tra ; p u e s h a c a íd o d e la g r a c i a e n la p e r l e i i i n n de las o b ras d e las V ir tu d e s , y d e las V ir tu d e s e n A m o r , y de A m o r e n n a ila, y d e n a d a e n c la r id a d de D io s , v ié n d o se c o n los o jos de su m a j e s t a d , q u e ju s to a h í213 le h a d a d o su c la rid ad . Y a ta l p u n to se h a e n tre g a d o e n

él q u e n o se ve a sí m ism a n i lo ve a é l y, p o r ello , él se ve so lo en su d i­vina b o n d a d . E l será de sí m is m o e n ta l b o n d a d eso q u e sab ía d e sí m is­m o an tes d e q u e ella fu e ra y él le d ie ra su b o n d a d p o r la q u e la h iz o da­m a. Y fu e p o r la L ib re V o lu n ta d , q u e é l n o p u e d e re c u p e ra r p a ra sí s in el p lacer d e l A lm a. A h o ra la t ie n e sin n in g ú n p o r q u é 214, tal c o m o la ten ía antes d e q u e el A lm a fu e ra dam a . N o h a y n a d a m ás q u e él; n a d ie a m a si­no él, p u e s n a d a es s in o él, p o r e llo a m a c o m p le ta m e n te so lo , se v e c o m ­p le ta m e n te so lo , a laba so lo su p ro p io ser. Y esto es el p u n to 215, p u e s es el más n o b le e s tad o q u e a q u í ab a jo p u e d a el A lm a alcanzar.

P e ro h a y c in c o e s tad o s p o r d e b a jo d e éste y h ay q u e llevarlos a la p e r ­fecc ió n d e lo q u e cad a u n o d e ellos e x ig e p a ra q u e e l A lm a p u e d a a lcan ­zar éste, q u e es el sex to , el m ás p ro v e c h o so , el m ás n o b le y el m ás g e n til de to d o s . E n el P ara íso está e l sé p tim o , q u e es p e r fe c to sin falla. A sí c u m ­ple D io s p o r su b o n d a d sus o b ras d iv in as e n las c ria tu ras . E l E s p ír i tu S an ­to in sp ira allí d o n d e se halla , y así es e n sus c ria tu ra s m arav illoso .

[92 ] C ó m o s e d e s p o j a e l A l m a d e D i o s , d e e l l a m i s m a y d e s u p r ó j i m o . C a p í t u l o X C I I

[El Alm a:] ¡Ay, S eñ o r! —d ice esta A lm a—, habéis su frid o ta n to p o r n o so ­tras y ta n to hab é is h e c h o e n n o so tras, p o r vos, d e vos m ism o , q u e esas dos cosas, S eñ o r, h a n a lcan zad o e n n o so tras su fin . P e ro es d em asiad o tarde.

O b ra d a h o ra e n n o so tra s d e vos p o r n o so tra s , s in n o so tra s , S e ñ o r, tal c o m o os p lazca . P u e s , p o r m i p a rte , d e a h o ra e n a d e lan te n o m e resisti­ré . M e d e sp o jo d e vos, de m í m ism a y d e m i p ró jim o . Y os d iré c ó m o : os a b a n d o n o a vos y m e a b a n d o n o a m í y a m i p ró jim o p o r e n te ro al sa­b e r d e v u e s tra d iv in a sap ien c ia , al in f lu jo d e v u e s tra d iv in a p o te n c ia , y al g o b ie rn o de v u e s tra d iv in a b o n d a d , p o r v u e s tra so la y d iv in a v o lu n ta d 216.

[E l A lm a saciada:] Y só lo estas cosas d iv in as , an o n ad ad as , claras y c la­rificadas p o r la d iv in a m a je s ta d —d ic e el A lm a saciada— m e h a n lib e ra d o d e to d as las cosas, s in p o s ib ilid a d d e r e to r n o , p u e s n o sería u n d o n si a ú n p u d ie ra d esfa llecer.

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El Alma: E n tended pues, si queréis y si tenéis ese don —dice esta Al m a a los siervos de R azó n y de N aturaleza para incitarlos—. N o debo tu da, a m enos que A m or sea sierva y que la nada n o sea, lo que no puede ser; y cuando esa nada es, vive entonces D ios en tal criatura sin q u e ést.i se lo impida.

[93] A q u í h a b l a de la p a z d e la v i d a d i v i n a .Capítulo X C II I

[El Alma:] La paz de tal vida divina no se deja pensar, ni decir, n i es cribir, po r la form a en que el A lm a se halla en am or sin obra del cuerpo, sin obra del corazón, y sin obra del espíritu: p o r obra divina ha cum pli­do la ley. B ien apreció R azó n a la M agdalena cuando ésta buscaba a Je­sucristo217, pero A m or en cam bio callaba. Daos cuenta de esto y no lo ol­vidéis, pues buscándolo faltaba a la vida divina que es llamada p o r Verdad vida gloriosa. Pero cuando se hallaba en el desierto, A m or la prendió , la anonadó, y obró p o r ello A m or en ella, p o r ella, sin ella, y vivió de vida divina que le o torgó la vida gloriosa218. E nco n tró entonces a D ios en ella sin buscarlo, ni tam poco tenía con qué, pues A m or la había prendido. Pe­ro cuando com enzó la empresa de am or219, lo buscó p o r el deseo del q u e­rer y el sentim iento del espíritu y p o r ello era hum ana y pequeña, pues se hallaba extraviada: «marrie» y no «Marie»2211. C uando lo deseaba, n o sa­bía que D ios estaba en todas partes: de lo con trario no lo hubiera busca­do. A nadie he encontrado que siem pre lo hubiera sabido, excepto la V ir­gen M aría. Jamás tuvo ella voluntad sensual u obra del espíritu, sino la voluntad de la D eidad de la obra divina. Q u ere r solam ente la voluntad divina fue, es y será su divina semblanza, su divino manjar, su divino am or, su divina paz, su divino loor, toda su fatiga y su total reposo. Por ello conoció en su cuerpo m ortal, sin entredós con su alma, la vida glo­riosa de la Trinidad.

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[94] D e l l e n g u a j e d e la v i d a d i v i n a .C a p í t u l o X C I V

[El Alma:] E l len g u a je de esa v id a de v ida d iv ina es el silencio c e rra ­do d e l am o r d iv ino. H a c e m u c h o ella lo o b tu v o y h ace m u ch o lo quiso así. N o h ay m ás v id a q u e el s iem pre q u e re r la v o lu n tad divina.

D em asiad o tardáis e n a b an d o n a ro s vosotras m ism as, pues n ad ie p u e d e reposar en el su p rem o rep o so reposab le si n o se ab an d o n a p rim ero : de eso estoy segura. D e jad a las V irtu d e s q u e te n g a n en vosotras lo q u e es suyo del afilado q u e re r del c en tro del ap eg o de v u estro e sp íritu , hasta q u e os hayan lib rad o de lo q u e le debéis a Je su c ris to 221; es m en este r h ace r esto antes de v en ir a la v ida.

P o r D ios, escu ch ad lo q u e d ice el p ro p io Jesucristo . Y ¿no d ice e n el E vangelio q u e «quien crea en m í, h ará las obras q u e yo hago y aú n m a ­yores q u e éstas»222?

¿D ó n d e se aloja la glosa de estas palabras? ¡O s lo p reg u n to ! H asta q u e se le ha pagado a Jesu c ris to to d o lo q u e se le debe , n o se p u e d e te n e r la paz de ese país del d iv in o estado d o n d e h ab ita la vida. ¡Q u e D io s os dé p ro n to cu m p lim ie n to de v u es tra p e rfe c c ió n n a tu ra l, la co n co rd an c ia de las p o ten c ias del alm a y la satisfacción en todas las cosas! O s co n v ien e te ­nerla , pues es el sen d ero de la v ida d iv ina , a la q u e llam am os v ida g lo ­riosa. Y este estado, d e l q u e hab lam os y del q u e A m o r p o r b o n d a d d iv i­na n os da la fo rm a , le d evue lve en el h o y al A lm a el día p r im ig e n io 223. Y, al llevar el p r im e r día al hoy, ésta ad q u ie re e n la tie rra p o r d iv ina o b e ­d ien c ia la in o cen c ia q u e A d án p e rd ió e n el paraíso te rrestre p o r d eso b e­d iencia . La p e n a persiste , pu es Jesu c ris to cargó c o n ella y es ju s to q u e p e r­sista e n n oso tros. Los verdaderos in o c e n te s jam ás tie n e n n in g ú n d e rech o y n u n c a se les causa daño . Se hallan c o m p le ta m e n te desnudos y n o tie ­n e n nada q u e esconder. T odos se e sc o n d e n aú n p o r el p ecad o de A dán , ex c e p to los anonadados: ésos n o tie n e n n ad a q u e esconder.

[95] C ó m o e l p a í s d e l o s e x t r a v i a d o s e s t á l e j o s d e l p a í s d e l o s a n o n a d a d o s . C a p í t u l o X C V

[Amor:] H ay u n largo cam in o e n tre el país de las V irtu d es, d o n d e m o ­ran los ex trav iados, y el país de los o lv id ad o s224, el de la d esn u d ez a n o n a -

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dada, el de los clarificados que se hallan en el suprem o estado donde Dios se abandona de sí m ism o en sí m ismo. D onde ya no es, p o r ello mismo, ni conocido, ni amado, ni loado por las criaturas, sino en la m edida en que no se le puede conocer, ni amar, ni loar. Ésta es la suma de todo su am or y el ú ltim o trecho del cam ino: el ú ltim o concuerda con el p rim e­ro, pues no hay discordancia en el del m edio. Y ya que el Alm a ha aca­bado su caminar, es ju s to que repose en aquel que puede cuanto quiere p o r la p ropia bondad de su ser divino. Y esta A lm a puede cuanto qu ie­re sin que le sean arrebatados los dones de aquel que tiene su propio ser. ¿Y p o r qué no? Esos dones son tan grandes com o el m ism o que los ha dado, y es el propio don el que la transform a de sí m ismo y en sí mism®. Se trata del propio A m or; y A m or puede cuanto quiere; po r ello ni Te­m or, ni D iscreción, ni R azó n pueden decir nada contra Am or.

Esta Alm a vive la p len itud de su en tendim iento ; pero es D ios quien lo vive en ella sin im ped im ento de ella, y p o r ello las V irtudes no tienen de qué reprenderla. Por eso ella le dice así:

[96] A q u í h a b l a el A l m a a la T r i n i d a d .Capítulo X C V I

[El Alma:] ¡Ah, Señor, que todo lo podéis!, ¡ah, maestro, que todo lo sabéis!, ¡ah, amigo, que todo lo valéis!, haced cuanto queráis. D ulce Pa­dre, yo nada puedo. D ulce H ijo, yo nada sé. D ulce Amigo, yo nada val­go, p o r ello no quiero nada. ¡Ay, po r Dios!, n o dejem os entrar jam ás en nuestro in te rio r nada nuestro o ajeno, porque para ello haría falta expul­sar a D ios de su propia bondad.

H u b o una vez una criatura m endicante225 que po r largo tiem po bus­có a D ios en criatura, para ver si así lo encontraba tal com o ella quería y tal com o él realm ente sería si las criaturas le dejasen obrar en ellas sus di­vinas obras sin im pedim ento ; y nada encon tró sino que perm aneció ham brien ta de lo que m endigaba. Y cuando vio que no encontraba na­da, se puso a pensar; y su pensam iento le dijo que fuera a buscar lo que reclamaba en el fondo nodal del en tend im ien to de la pureza de su supre­m o pensar, y allí fue a buscarlo esta m endicante criatura, y pensó que es­cribiría sobre D ios de la m anera com o quería encontrarlo en sus cria tu­ras. Y así escribió esta m endicante lo que estáis oyendo; quiso que sus

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pró jim o s e n c o n tra se n a D io s en ella a través de sus e sc rito s y sus palabras, lis decir, y así se ha de e n te n d e r , q u e ría q u e su p ró jim o fuera perfec ta m e n te c o m o ella d iscu rría (al m e n o s to d o s aq u e llo s a los q u e (.pieria di r ig ir sus palabras); y h a c ie n d o esto , d ic ie n d o esto y q u e r ie n d o esto seguía, sabedlo , m e n d ig a n d o y presa de sí m ism a; p o rq u e q u e ría a c tu a r así, se veía red u c id a a m e n d ig a r226.

[97] C ó m o e l p a r a í s o n o e s o t r a c o s a q u e v e r a D i o s . C a p í t u l o X C V I I

L a E nsalzada Doncella de Paz: C ie r to —d ice la E nsalzada D o n c e lla de Paz q u e v ive d e la v id a d e la g lo ria , o in c luso , de la g lo ria q u e só lo está en el paraíso—, el para íso n o es o tra cosa q u e v e r so lam en te a D io s ; p o r ello fu e el la d ró n al para íso ta n p ro n to c o m o el a lm a se separó de su c u e r ­p o , y a u n q u e Je su c ris to el H ijo de D io s n o su b ió al c ie lo hasta la A scen ­sión , el la d ró n fue al para íso el p ro p io d ía d e V ie rn e s S a n to 227. ¿ C ó m o p u e d e ser? C ie r ta m e n te es m e n e s te r q u e así sea, p u es Je su c ris to se lo h a ­b ía p ro m e tid o . Y e n v e rd ad se halló e n el para íso ese m ism o día, p o rq u e v io a D ios; y fu e y tu v o paraíso , p u es el para íso n o es o tra cosa q u e v er a D ios. Y, en verdad , a lg u ie n está en el paraíso tod as y cuan tas veces está d esp o jad o de sí m ism o , n o g lo r io sa m e n te , p u es el c u e rp o de u n a c r ia tu ­ra así es dem asiado vasto, p e ro lo está d iv in a m e n te , p u es su in te r io r se h a ­lla p e rfe c tam e n te lib re d e todas las c ria tu ras; p o r ello v ive la v id a de g lo ­ria sin m e d ia c ió n y está e n el para íso sin estarlo.

G losad estas palabras si q u e ré is en ten d e rla s , o las e n te n d e ré is m al, pues p a re c e n algo c o n tra d ic to r ia s a q u ie n n o e n tie n d e el n u d o de la glosa; p e ­ro la ap arien c ia n o es la verdad ; la v e rd ad «es» y n o o tra cosa.

P ero ¿en q u é p en sab a la q u e h izo este lib ro y q u e ría q u e se e n c o n tra ­se a D io s en ella, p ara v iv ir lo q u e ella d ec ía de D ios? P arece c o m o si q u i­siera vengarse; es dec ir, c o m o si q u is ie ra q u e todas las c ria tu ras m e n d ig a ­sen en o tras c ria tu ras, c o m o lo h iz o ella.

E l A lm a: C ie r to , p u es es n ec e sa rio h ace rlo an tes de llegar e n to d o al estado de lib e rtad , estoy segura. Y c o n to d o —d ice esta A lm a q u e esc ri­b ió este lib ro — era ta n n e c ia e n la é p o ca e n q u e lo escrib í, o m ás b ie n q u e A m o r lo h izo p o r m í a p e tic ió n m ía , q u e p o n ía p rec io a cosas q u e n o se p o d ía n hacer, p en sa r n i dec ir, c o m o h aría aq u e l q u e qu isiera e n c e rra r el

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IttiV M »ll ajo, llevar el m u n d o sobre la p u n ta de u n ju n c o , e ilu m in ar el lili t(MI un farol o una an to rcha . E ra m ás necia q u e q u ien quisiera h acer eMa* tres cosas

Cuando puse precio a lo que no podía decirse228 y me hallé presa en escribir estas palabras.Pero así emprendí mi camino para acudir en mi propio socorro, y alcanzar al fin la cúspide del estado229 del que hablamos que es el de la perfección230.

cu an d o el A lm a m ora en la p u ra nada sin p en sam ien to ; y n o antes.

[98] R a z ó n p r e g u n t a q u é h a c e n a q u e l l o s c u y o e s t a d o e s t á p o r e n c i m a d e sus

p e n s a m i e n t o s . C a p í t u l o X C V I I I

[Razón:] ¡Ah, p o r D ios! —dice R a z ó n —, ¿qué hacen aquellos cuyo es­tado está p o r encim a de sus pensam ientos?

Amor: Se em belesan en aquel que está en la c im a de la m o n tañ a y se em belesan p o r igual en aquel m ism o q u e está en el fondo de su valle en u n nada pensar que se en cu en tra en ce rrad o y sellado en la secreta clau­sura231 de la suprem a pu reza de tan ex celen te A lm a; clausura q u e nadie p u e d e abrir, n i desellar, n i ce rra r cuando está abierta, si el gen til Lejos- cerca, de m u y lejos y de m u y cerca, n o la abre o cierra; él es el ú n ico que tien e las llaves, no hay o tro q u e las lleve, ni las p o d ría llevar232.

E n cu an to a vosotras, dam as, a q u ien D ios ha dado ab u n d an tem en te esta v ida de su b o n d ad d iv ina sin posib ilidad de re to rn o , y n o sólo esta vida de la que hablam os, sino tam b ién ju n to c o n ella esa o tra de la que nad ie habla nunca , reconoceré is vuestras prácticas en este libro. Y aque­llas q u e n o están, n i estuv ieron , ni estarán en este estado n o lo sen tirán ni reco n o cerán . N o p u e d e n hacerlo ni lo harán . N o p e rten ecen , sabedlo, al linaje del q u e hablam os, del m ism o m o d o q u e los ángeles del p r im e r o r­d en 233 n o son Serafines ni p u e d e n serlo, pues D ios n o les ha dado en n in ­g ú n m o d o el ser de los Serafines; pero , en cam bio, los que aú n n o son así

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—pero sí lo son en D ios, p o rq u e lo serán— reco n o cerán ese estado y lo sen tirán , p o r la fuerza del linaje al que p e r ten ecen y h ab rán de p e r te n e ­cer, m ás fu e rte aú n de lo q u e n u n ca lo han reco n o c id o y sentido. Y esas gentes de las que hablam os, q u e lo son y serán, sabedlo, reco n o cerán , tan p ro n to co m o oigan de él, e l linaje al que pe rten ecen .

[99] C ó m o e s a s g e n t e s , q u e s e h a l l a n e n e s e e s t a d o , t i e n e n s o b e r a n í a s o b r e

t o d a s las c o s a s . C a p í t u l o X C I X

[Amor:] Esas gentes, que se hallan en ese estado, tie n e n soberan ía so ­b re todas las cosas. Pues su esp íritu posee la más alta n ob leza de los ó r ­denes angélicos creados y ordenados: pues tien en en v ir tu d del esp íritu la m ás alta m an sió n de todos los órdenes y en v ir tu d de natu ra leza la más gen til co m p lex ió n ; es decir, son sanguíneos y co léricos y n o m elan có li­cos n i flem áticos234, y así tie n e n de los dones de fo rtu n a la m e jo r parte ; pues to d o es suyo a su v o lu n tad y necesidad, para ellos o sus p ró jim os, sin q u e R a z ó n les rep renda. ¡O íd ahora co n anhelo la g ran p e rfecció n de las A lm as anonadadas de las que hablam os!

[100] C ó m o e x i s t e n g r a n d e s d i f e r e n c i a s e n t r e u n o s á n g e l e s y o t r o s . C a p í t u l o C

[Amor:] Se d ice —dice A m o r—, y así d igo yo, que ex isten en tre unos ángeles y otros, p o r su naturaleza, diferencias tan grandes co m o las que hay en tre los h o m b res y los asnos. Es fácil creerlo : así quiso o b ra r la sa­p ienc ia divina. Q u e n o se p reg u n te el p o rq u é si n o se qu iere errar, sino créase tan sólo, pues es verdad. Y lo q u e p u e d e decirse de u n o s y otros ángeles, tal co m o habéis o ído , p u e d e decirse p o r gracia tam b ién de los anonadados de los q u e h em o s hablado y de to d o s aquellos q u e n o lo es­tán . B ien nac id o es el q u e p e rten ece a tal linaje. S on g en te regia. Sus co ­razones son de ex ce len te n ob leza y g ran destino y n o p o d ría n h acer c o ­sas de p o ca m o n ta , n i em pezar algo q u e n o acabaran a la perfección ; pues son a u n tiem p o lo m ás p eq u eñ o s q u e p u e d e n y lo m ás grandes q u e d e ­b en ; sigu iendo así el e jem plo de Jesu cris to q u e dijo q u e el m e n o r será el

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ih is ' m c ii i I ii‘ini) ilc los cielos233. D ebe creerse, pero nadie lo cree si no i •, i I m i s m o eso m ism o236. El que es lo que cree lo cree de verdad; pero < 111K-i i cree lo que él no es no .vive lo que cree, y éste no lo cree de ver­il. ul, pues la verdad del creer reside en ser lo q u e se cree. Y aquel que es­to cree esto es. N o tiene más que hacer ni de sí m ism o, ni de los otros ni del p rop io D ios; com o si no fuera, pero es. ¡Entended la glosa! Su v o ­lu n tad quiere que lo que es n o sea, para él, más que si no fuese.

En estas tres palabras se cum ple toda perfección de esta vida de clari­dad. Y la llam o «de claridad» po rque sobrepasa la ciega vida anonadada; la vida ciega le sostiene a esta o tra sus pies237; la de claridad es la más n o ­ble y gentil. Esta no sabe q u ién sea D ios ni hom bre, pues ella no es; p e ­ro D ios lo sabe de sí m ism o en sí, p o r ella de ella misma. Tal dam a no busca jam ás a D ios. N o tiene con qué, n i tiene qué hacer con él. N o le hace falta; ¿para qué en tonces iba a buscarlo? Q u ie n busca está consigo, y así se posee, pero a la vez le falta algo, puesto que se pone a buscar.

[101] C ó m o e s t a A l m a n o q u i e r e h a c e r n a d a n i l e f a l t a n a d a , c o m o a su A m i g o .

C a p í t u l o CI

[El Alma:] ¡Ah, p o r Dios! —dice esta A lm a—, ¿por qué tendría que h a ­cer yo lo que m i A m igo n o hace? ¿Si a él nada le falta, p o r qué m e iba a faltar a mí? E n verdad erraría si m e faltase algo, cuando nada le falta a él. Y a él nada le falta, nada m e falta p o r tan to a m í. Y ello m e roba el am or de m í misma; y m e da a él, sin m ediación ni re tención . H e d icho —dice esta A lm a— que a él nada le falta, ¿por qué habría de faltarm e en tonces a mí? Él nada busca, ¿por qué en tonces habría de buscar yo? Él nada p ien ­sa, ¿por qué habría yo de pensar nada?

El A lm a anonadada: Yo no haré nada, R azó n —dice esta Alma anona­dada y clarificada p o r la ausencia de am or de sí m ism a—, mas buscad o tro que haga; y lo haréis, que os conozco bien; pero, gracias a D ios, ya no he de guardarm e de vos. Ya lo he h echo to d o —dice esta Alma.

Razón: ¿Desde cuándo? ¿En qué época? —dice R azón .El Alma: E n la época —dice el A lm a— en que A m or m e ab rió su li­

bro. Pues este libro es de tal cond ic ió n que tan p ro n to com o lo abre A m or, el A lm a lo sabe todo , y tiene todo , y se colm a en ella toda obra

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de p e r fe c c ió n p o r la a b e r tu ra d e este lib ro . E s ta a b e r tu ra m e h a h e c h o v er ta n c la ro q u e m e h a h e c h o d e v o lv e r lo q u e le p e r te n e c e y re to m a r lo m ío . Es dec ir, q u e él es, y p o r e llo está s iem p re e n p o se s ió n de sí m is­m o ; y y o n o soy, y p o r e llo es ju s to q u e yo n o m e te n g a e n ab so lu to . Y la lu z d e la a b e r tu ra de este lib ro m e h a h e c h o e n c o n tra r lo q u e es m ío y p e rm a n e c e r e n e llo ; y p o r e llo n o te n g o se r b a s ta n te p a ra q u e p u e d a v e n irm e d e él. A sí Ju s tic ia m e h a d e v u e lto p o r ju s t ic ia lo q u e m e p e r te ­n e c e y m e h a m o s tra d o d e s n u d a m e n te q u e n o soy e n a b so lu to ; p o r e llo q u ie re e n ju s tic ia q u e n o m e te n g a e n a b so lu to ; esa ley está e sc rita e n el p le n o c e n tro d e l lib ro d e la v id a . Y así su c e d e c o n el lib ro y c o n m ig o —d ice esta A lm a —, c o m o su c e d ió c o n D io s y las c ria tu ra s c u a n d o las c reó . Lo q u iso c o n su d iv in a b o n d a d , y to d o fu e h e c h o e n ese m o m e n to p o r su p o d e r d iv in o , y e n esa m ism a h o ra to d o fu e o rd e n a d o p o r su d iv in a sa p ie n c ia 238.

¡Ay, p o r D ios! —d ic e esta A lm a —, v e d lo q u e h izo , h ace y h a rá y te n ­d ré is paz , p az c o m ú n y paz c o m p le ta , y p az d e paz , y os veréis p ose ídas p o r ta l p a z q u e la c o r ru p c ió n d e v u e s tra c o m p le x ió n n o p o d rá jam ás e n ­tra ñ a r castigo si p e rm a n e c é is p o se íd o s p o r ella. ¡Ay, D io s , q u é bellas y g ran d es palabras p a ra el q u e e n tie n d e la v e rd a d de las glosas!

[1 0 2 ] A q u í e l E n t e n d i m i e n t o d e l A l m a a n o n a d a d a m u e s t r a la p i e d a d q u e s e s i e n t e

c u a n d o m a l d a d v e n c e a b o n d a d . C a p í t u l o CII

[Entendim iento del A lm a anonadada :] ¡A h, p o r D ios! —d ic e E n te n d i­m ie n to d e l A lm a a n o n a d a d a —, ¿n o es b a s ta n te q u e esté e n la p r is ió n de c o r ru p c ió n , e n la q u e h e de p e rm a n e c e r , lo q u ie ra o n o , si n o q u ie ro a lo ­j a r m e e n la ce ld a d e castigo? ¡Ay, D io s , q u é p ie d a d c u a n d o m a ld a d v e n ­ce a b o n d a d ! Y así su c e d e c o n el c u e rp o y el e sp ír itu . E l e sp ír itu h a sido c re a d o p o r D io s y el c u e rp o fo rm a d o p o r D io s 239. P e ro esas d os n a tu ra le ­zas, u n id as u n a a la o tra p o r n a tu ra le z a y ju s tic ia e n la c o r ru p c ió n , so n sin c u lp a e n la fu e n te b au tism a l. P o r e llo las d os n a tu ra lezas so n b u e n a s g ra ­cias a la ju s tic ia d iv in a q u e las h a h e c h o . Y c u a n d o el p e c a d o tr iu n fa so ­b re esta c o m p le x ió n y esta c re a c ió n , o b ra d e la b o n d a d d iv in a , n o hay p ie d a d se m e ja n te p o r p e q u e ñ a q u e sea la fa lta . N o s h u n d im o s e n to n c e s e n la am a rg u ra y o b lig am o s a lev an ta rse c o n tra n o so tro s a a q u e l q u e n o

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lo i|iiii'ii< N o cHisir pecado pequeño: si algo no place a la vo luntad divi na, es ni'i esai io que lo aborrezca.

Conocimiento de Divina Luz: ¡Ay, Dios! —dice C onocim ien to de Divi na Luz—, ¿quién es aquel que osa llamar a esto pequeño? Yo creo que quien así le llama no ha visto la luz, ni la verá si no enm ienda. Pero hay algo aún peor, puesto que ha llevado a ese grado de negligencia el placer de su señor. H ay m ucho que decir de la diferencia entre u n serv idor asi y el que sirve a su señor en todo m om en to y en todo cuanto sabe que puede causar m ayor placer a su voluntad.

[103] < A q u í m u e s t r a q u é s i g n i f i c a q u e el j u s t o > ca e s i e t e v e c e s al d ía . C a p í t u l o CIII

[El Alma:] H ay quienes se ayudan —dice esta Alma— con lo que dicen las Escrituras, que «el ju sto cae siete veces al día»24”. Pero son bien asn®s los que entienden que esto tenga alguna relación con el castigo. Castig® hay cuando se cae en falta con consentim iento de la propia voluntad; m ientras que la co rrupción es la consecuencia de la rudeza de la co m ­plexión de nuestro cuerpo.

A teno r de esto podría parecer que no tuviéram os libre voluntad, si es m enester que siete veces al día pequem os en contra de nuestra voluntad. Pero no es así, a D ios gracias —dice esta A lm a—, pues es necesario que Dios no sea D ios para que la v irtud m e sea arrebatada a m i pesar. Ya que igual que D ios no puede pecar, porque n o puede quererlo, tam poco y© puedo pecar si m i voluntad n o lo quiere. Esa libertad m e ha dado por am or m i amigo, de su propia bondad. Y si yo quisiera pecar, ¿por qué no habría él de sufrirlo? Si no lo sufriese, su poder m e robaría m i libertad, pero su bondad no podría sufrir que su p o d er m e restara en nada liber­tad. Es decir, que n ingún poder m e roba m i querer, si m i voluntad no quiere consentirlo. Y así pues, su bondad m e ha dado, p o r pura bondad, libre voluntad; más no m e ha dado, de cuanto hace por m í el resto m e lo presta p o r cortesía: si lo retom a, no m e perjudica. Pero m i voluntad me la ha dado librem ente y, p o r tanto, no puede recuperarla si no le place a m i querer. Tal nobleza m e ha dado de su bondad po r am or el que está p o r encim a de A m or, que jam ás podrá, si yo no quiero, qu itarm e m i li­bertad de querer.

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[104] A q u í e x p l i c a e l A l m a c ó m o l e h a d a d o D i o s su l i b r e v o l u n t a d . C a p í t u l o C I V

[El Alma:] V ed c ó m o m e ha d a d o lib re m e n te m i lib re v o lu n tad . H e d ich o an tes —dice el A lm a— q u e n o m e ha dado n in g u n a o tra cosa; p o ­dría en ten d erse , al d e c ir esto, q u e él n o m e lo h a d ado to d o , v isto q u e no m e h a d ado m ás q u e la lib re v o lu n ta d y las otras cosas m e las ha p resta­do. E n realidad, eso sería u n m a len ten d id o , pues m e h a dado to d o ; nada p o d ría h a b e r g u ard ad o sin m í; y esto A m o r lo c o n firm a cu an d o d ice que no sería am o r de am igo si n o fu e ra así. P ues al d a rm e p o r p u ra b o n d a d libre v o lu n tad , m e lo ha d ad o to d o , si lo q u ie re m i v o lun tad : o tra cosa no tien e , estoy segura.

Temor: ¡Por D io s , d am a A lm a!, ¿en q u é os ha d ado to d o ? —dice T em or.E l Alm a: E n q u e —d ice el A lm a— yo le h e d ado lib re m e n te m i v o lu n ­

tad , desnuda, sin re tic en c ia a lguna, p o r su b o n d a d y p o r su m era v o lu n ­tad, tal c o m o m e la d io él de su d iv ina v o lu n tad , p ara m i p rovecho , de su b o n d a d divina. Y h e d ic h o —dice esta A lm a— q u e es necesa rio q u e D ios n o sea D ios, para q u e m e sea a rreb a tad a la v ir tu d a m i pesar. Es verdad . N o hay nada m ás c ie rto q u e el h e c h o de q u e D io s es; y nada m ás in c ie r­to q u e el de q u e se m e p u e d a a rreb a ta r la v ir tu d si n o q u ie re m i v o lu n ­tad , y esto está m u y lejos de lo q u e d ic e n las E scritu ras: q u e el ju s to cae e n causa de castigo sie te veces al d ía24'.

[10 5] Q u é s i g n i f i c a q u e e l j u s t o c a e s i e t e v e c e s a l d í a . C a p í t u l o C V

[Verdad:] O s d iré —dice V erdad— q u é significa q u e «el ju s to cae siete veces al día». H ay q u e e n te n d e r que , c u a n d o la v o lu n ta d del ju s to se li­b ra p o r co m p le to , sin m ás im p e d im e n to , a la c o n te m p la c ió n de la d iv ina b o n d a d , el c u e rp o a lim en tad o del p e c a d o de A dán es d éb il e in d u c e a p e ­cado; p o r ello se in c lin a a m e n u d o a p resta r a te n c ió n a cosas q u e están p o r debajo de la b o n d a d de D ios; a esto le llam a la E sc ritu ra «caída», pues lo es; p e ro la v o lu n ta d del ju s to se guarda de c o n sen tir al p e cad o q u e po d ría n ace r de tal in c lin a c ió n . D e fo rm a q u e esa caída en la q u e cae el ju s to p o r d ich a in c lin a c ió n es m ás b ie n v ir tu d q u e n o v ic io , p ues su volim tad p e rm a n e c e lib re rech azan d o to d o p ecad o , co m o se ha d icho . A lm i.i

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podéis en ten d e r có m o el ju s to cae de tan alto a tan bajo y có m o esa caí­da, po r bajo que caiga, es más b ien v irtu d que n o v icio242.

A ten d ed ahora. P uesto que el ju s to cae siete veces al día, siete veces es necesario que sea elevado, o n o podría decaer siete veces. B ien av en tu ­rado aquel que cae a m en u d o , pues es señal de que viene c ie rtam en te de allí a donde nadie va si no tiene p o r derecho p ro p io el nom bre de ju sto ; con todo , m ayor ven tu ra tiene qu ien siem pre p e rm an ece allí. N ad ie p u e ­de estar allí siem pre m ientras el alm a esté en este m u n d o acom pañada de este cu e rp o m alvado; pero esa caída no hace p e rd e r la paz con reproches y rem ord im ien tos de conciencia al p u n to que el A lm a no pueda vivir de la paz de los dones que le son concedidos más allá de las V irtudes —no en con tra de las V irtudes, pero sí p o r encim a—. Si esto pudiera n o ser así, D ios sería esclavo de sus V irtudes, y esas m ism as V irtudes estarían con tra el A lm a, ellas que reciben el ser de su seño r en provecho de él.

[106] C ó m o el A l m a r e c i t a la s u m a d e sus p e t i c i o n e s . C a p í t u l o C V I

[El Alma:] A hora —dice el A lm a— voy a recitar la suma de m is pe ti­ciones, en las cuales la reclam ación de mis dem andas hallará p leno cu m ­p lim ien to ; no p o rq u e sepa p ed ir lo que p ido o qu iero pedir, pues ni los órdenes angélicos ni todos los santos y santas q u e en ellos se en cu en tran lo saben pedir. Así pues, si no lo saben los de esos órdenes, no sabrá p e ­dirlo el décim o estado, q u e está en la gloria sin p e rten ecer a n in g u n o de esos nueve ó rdenes243.

R a zó n : ¿Y qué sabéis vos, dam a Alma? —dice R azó n .El Alma: ¡Dios, lo sé!Amor: Puede saberlo m uy b ien —dice A m or— p o r la naturaleza divina

de la seducción de su am o r que form ula en ella sus petic iones sin que ella lo sepa; sus petic iones p ro ced en de más allá de to d o país d o n d e cria tura pueda ten e r conoc im ien to .

E l Alma: ¿Q u é hay de m aravilloso en ello? —dice el Alm a—. ¿Por qué iba a saberlo o tro más que aquel del que soy y q u e es en m í eso m ism o? Y ése es el A m o r secreto, q u e se halla más allá de la paz; ahí es d o n d e es­tá anclado m i am or, sin m í. Su bondad obra p o r m í esa seducción que m e da siem pre am o r nuevo. Pero ni de aquello q u e él es de sí, en m í y

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para m í, n i de lo q u e yo p ido , sin p ed ir a través m ío , p o r la seducción de su p u ra naturaleza, n o p u ed o saber nada —dice esta A lm a— com o n o p u e ­den los que están en la g loria , excep to aquel q u e es u n o en D eidad y tr i­n o e n Personas.

Amor. Pero lo q u e ha d ich o el A lm a: que recitará la sum a de sus p e ti­ciones, significa q u e aquel que tiene lo que ella tien e las recitará. E n ver­dad, ella tien e lo q u e no p u e d e ser d icho n i pensado, sino p o r D ios, que cum ple c o n tin u a m e n te su obra en ella, sin la o b ra de ella, p o r su divina b o n d ad , es decir, sin la obra de esta A lm a.

[107] A q u í c o m i e n z a n las p e t i c i o n e s d e l A l m a . C a p í t u l o C V I I

[Primera petición:] Lo p rim ero que ella p ide es verse siem pre, si ha de ver algo, d o n d e ella estaba cu an d o D ios h izo de la nada todo , y ten e r así la certeza de que ella, en lo q u e a ella respecta, n o es o tra cosa que esto, y lo será p o r siem pre, su p o n ien d o q u e n o h u b ie ra faltado nu n ca a la b o n ­dad divina.

Segunda petición: La segunda p e tic ió n es que p u ed a ver lo que ha h e ­cho co n la libre v o lu n tad que D ios le dio; y verá así c ó m o en u n solo ins­tan te en que consin tió al pecado le arreba tó al p ro p io D ios su vo luntad . Es decir, q u e D ios ab o rrece to d o pecado , y q u ie n consien te en p ecar le roba a D ios su vo lun tad . Y esto es verdad, pues hace lo q u e D ios n o q u ie ­re y lo que va en co n tra de su divina bondad .

[108] U n a b e l l a c o n s i d e r a c i ó n p a r a e v i t a r e l p e c a d o . C a p í t u l o C V I I I

Así pues, el A lm a ha de considerar cu án to d eb e p o r u n a sola de sus faltas, para ver lo q u e debe p o r dos faltas, si p o r dos veces ha caído.

La L u z del Alma: ¿D os veces? —dice la L uz de esta A lm a—, E n verdad, q u e igual que no p o d rían contarse las veces q u e he to m ad o aliento , igual o m en o s aún p o d rían contarse las veces que qu ité a D ios su vo luntad . M ien tras tuve v o lu n tad n o dejé de hacerlo . Y así tuve v o lu n tad desperd i­ciada, hasta el m o m e n to en que se la en treg u é desnuda a aquel q u e m e la

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I m I i I . i i lili lt t librenic-ntc de su bondad. Pues quien hace el bien y ve un

lili lí mayor que podría hacer, si se le pide y no lo hace, peca. C.onsidi ad, pues, lo que le debéis por una de vuestras faltas y os encontraréis con

que le debéis a Dios tanto por una sola como vale su voluntad que le lia liéis quitado al hacer la vuestra.

Considerad ahora, para mejor entender, qué cosa es la voluntad di Dios. Es la Trinidad entera, que es una sola voluntad; pues es la voluntad de Dios Trino una naturaleza divina; y todo esto es lo que el Alma debe a Dios por una sola falta.

Vamos a establecer una comparación para los entendimientos más tu dos. Supongamos que esta Alma, que es nada, fuese ahora tan rica como Dios: si quisiese librarse de su deuda y pagar a Dios ni más ni menos qui­lo que le debe por una sola de sus taitas, no le quedaría nada y permane ccría en la nada, si así fuera que hubiese querido cometer una falta —aun suponiendo que ella no fuera ya por sí misma nada y suponiendo que tu viera por su naturaleza lo mismo que tiene Dios—, por eso mismo tilín poco le quedaría nada que la sostuviese y le impidiera, por justicia, que dar reducida a nada para liberarse de su falta y pagar a justicia en todo su rigor.

Y ¿qué podría decir Verdad, si quisiese hablar de los otros innumera­bles pecados, si hablando en justicia puede ya decir esto de uno solo? Y decirlo le conviene, pues ella misma es justicia y nada más que justicia.

H I A lm a : ¡Ay, Alma! -dice esta Alma para sí misma-, aunque tuvierais cuanto dice este escrito, no podríais darle nada, sino al contrario, sería su­yo por deuda antes de que pudierais ser liberada. Y ¿cuánto debo enton­ces por las otras faltas —dice esta Alma— si no hay quien sepa contarlas ex­cepto Justicia y Verdad? ¡Ay de mí! —dice esta Alma—, debo toda esa deuda y la deberé por siempre sin descuento. Pues antes de que debiera nada, no tenía nada, eso lo sabéis y lo veis. Y Dios me dio voluntad para hacer su voluntad, para ganarle a él por medio de él. ¡Ay de mí!, y yo lie aña­dido a mi pobreza la gran pobreza del pecado, pero del pecado que na­die conoce sino sólo Verdad.

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[109] C ó m o s e a s o m b r a e l A l m a d e n o p o d e r d a r s u f i c i e n t e s a t i s f a c c i ó n p o r s u s f a l t a s .

Cap í tu lo C I X

[El Alma:] ¡Ay, ay, ay, D ios! —dice esta A lm a—, ¿qué es lo q u e soy ah o ­ra si n o era nada cu an d o nada debía? ¿ Q u ié n soy ah o ra p o r o b ra de m i propia v o lu n tad , si ya n o era n ad a antes de q u e d eb ie ra nada a m i D ios? Y seguiría sin ser n ad a si tu v ie ra lo q u e d ice este lib ro cu an d o habla de esa co m p arac ió n q u e habéis o ído , antes de q u e p u d ie ra lib ra rm e de una sola de m is faltas, ¡de u n a sola, sin m ás, sin más! Y n o ten g o en m í n i eso i ú n in g u n a o tra cosa, n i p u e d o ten erlo . Y si lo tuv iera , ya veis lo que se­ría c u a n d o m e h u b ie ra lib rad o de u n so lo pecado . Pero nada tuve jam ás, ni p u e d o g an á rm e lo p o r m í m ism a, n i n ad ie m e p u e d e dar n ad a para pa­gar m is deudas.

¡Ay, Verdad! —dice esta A lm a—, ¿qu ién soy yo? O s ru e g o q u e m e lo di­gáis.

Verdad: Erais n ad a —dice V erdad— desde an tes de q u e hub ie ra is faltado en nada a lo q u e os di. A h o ra sois o tra , pu es sois m en o s q u e nada, tan to m en o s c o m o veces habéis q u e r id o o tra cosa q u e m i vo lu n tad .

E l A lm a: Es v erd ad —dice el A lm a—, verdad de la verdad; y o tra cosa n o soy, lo sé b ien ; d e vos, V erdad —dice esta A lm a—, lo h e ap rend ido . N o hay cosa q u e sepa m e jo r q u e esto: si aco n tec ie ra q u e D ios se tom ase ju s ­tic ia sin m ise rico rd ia de u n o solo de m is pecados, n o deb ería su frir un to rm e n to e te rn o m e n o r al p o d e r q u e él tiene. P ero si vos sois recta, V er­dad —dice el A lm a p ecad o ra—, y Justic ia ríg ida y rigurosa, In d u lg en c ia y M ise rico rd ia , q u e son vuestras h e rm an as cam ales, dulces y corteses, m e apoyarán c o n tra vosotras e n todas m is deudas, y ello —dice esta A lm a— m e tranqu iliza . C u á l de estas h e rm an as ven g a e n m i ayuda p o c o m e im p o r­ta, to d a m i v o lu n ta d está ahí: Justic ia o M ise rico rd ia , V erdad o In d u lg e n ­cia. N o m e im p o r ta de cuál de las dos partes caiga yo, las dos son la m is­m a para m í, sin a legría n i in q u ie tu d .

¿P or q u é sin a leg ría n i in q u ie tu d ? P o rq u e él n o se ve acrecen tad o n i p o r la ju s tic ia q u e m e aplica n i p o r la m ise rico rd ia q u e m e hace. Y yo ha­go lo m ism o, n o m e alegro p o r u n a n i m e a p en o p o r la o tra . P u esto que m i am igo n o p ie rd e n i gana n ad a e n ello, to d o es u n a sola cosa para m í p ro c e d e n te de aq u e l q u e es un o . E sto m e hace u n a a m í m ism a, p e ro si m e im p o rta se n estas cosas, yo sería dos pu es estaría co n m ig o . E l H ijo de

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i *i.. I' ii11• en esto ini espejo; pues D ios Padre nos d io a su H ijo saln n i ......... , ( i i . m d o nos o torgó ese don , no tuvo otro objetivo que el de

mu .11,1 salvación tan sólo. Y el H ijo nos rescató m uriendo, actuando en la obediencia de su Padre. Y no tuvo otra consideración al hacerlo que i um plir la voluntad de D ios Padre. Y el H ijo de Dios es nuestro ejem pío, por ello le debem os seguir en esto, pues hem os de querer en todas las cosas sólo la divina voluntad; y así seremos hijos de D ios Padre si­gu iendo el ejem plo de Jesucristo su hijo.

¡Ay, D ios, qué dulce consideración! El ha puesto a nuestro alcance ha­cer esto: no porque sea im posible que yo peque si quiero, sino po rque es im posible que peque si m i voluntad no quiere. Por tanto, está com pleta­m ente a nuestro alcance cum plir con su querer, si m ora él en nosotros, sin buscarlo. Q u ien busca lo que tiene es que le falta conocim iento . N o posee el arte que esa ciencia otorga.

[110] C ó m o el ar te e n c r i a t u r a es un i n g e n i o su t i l q u e se e n c u e n t r a en la s u b s t a n c i a d e l A l m a .

C a p í t u l o C X

[La que busca:] ¿Q ué es entonces el arte en criatura? —dice La que busca.Amor: Es un ingenio sutil del que nace el en tendim iento que da co­

nocim ien to al Alma para en tender lo que se dice con m ayor perfección que el m ism o que lo dice, p o r m ucho que el que lo dice entienda lo que dice. Y ¿por qué? Pues porque el que entiende está en reposo y el que habla trabaja; y el conocim ien to no puede sufrir el trabajo sin perder n o ­bleza.

Este arte es ágil y tiende, por ello, de form a natural a alcanzar p lena­m en te su empresa. Esta empresa es, sin más, el ju sto querer de D ios. Ese ingenio sutil es la substancia del Alma; y el conocim iento , que está he­cho de substancia y en tendim iento , es la p len itud del Alma.

Esta Alma alberga en ella toda vida de buenas costumbres; po r ello A m or, que le proporciona ese estado, habita en ella, y ella, en nada y no en «amor». Pues m ientras el Alma se pertenece, habita en «amor». U n tal «amor» la hace, en tanto perm anece en ella, orgullosa y bonita, ya que con ese «amor» está N aturaleza y p o r ello a m enudo en tal estado tiene de qué dar y tom ar, lo que vuelve al Alm a posesiva y altiva. Y en ese es-

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i .nlo e x p e rim e n ta p e rcep c io n es y m ed itac io n es, pues es el estado co n - i< inplativo que re tie n e consigo e n su ayuda a P en sam ien to 244. E n cam bio iliora p e rm a n e c e en nada , pu es A m o r h ab ita e n ella, y ella está e n ese es­culo sin ella, y p o r e llo nada tie n e q u e la en tristezca o que la alegre: p e n -

im ien to ya no la g o b ie rn a . H a p e rd id o el uso de sus sentidos, n o sus sen- lulos, pero sí el u so245. Pues A m o r la ha a rreb a tad o del lugar en q u e se hallaba, d e jan d o sus sen tidos en paz, y así le ha a rrebatado su uso. Es el i iim p lim ien to de su p e re g rin a c ió n y la vuelta al a n o n ad am ien to co n la institución de su v o lu n tad , q u e hab ía sido puesta en ella. Es la conquista de alta m ar, pues vive sin su p rop ia v o lu n tad y se halla así en u n estado que sobrepasa su consejo ; pues de lo c o n tra r io sería rep ren d id a p o r el so­berano q u e ahí la p o n e sin ella, y en traría en g u erra con A m or, q u e es el Kspíritu Santo , rep ren d id a p o r el Padre, ju zg ad a p o r el H ijo.

[ 1 1 1 ] D e l a d i f e r e n c i a e n t r e la u n c i ó n d e p a z y l a g u e r r a q u e h a c e b r o t a r e l r e p r o c h e

o l o s r e m o r d i m i e n t o s d e c o n c i e n c i a .C a p í t u l o C X I

[Amor:] H ay una gran d iferencia en tre la u n c ió n de paz, q u e sobrepa­sa to d o sen tido y q u e p e rm a n e c e en las delicias de la co m p le ta su fic ien ­cia q u e el am igo da p o r co n ju n c ió n de am or, y la g uerra que hace b ro ­tar el rep roche . En esa g u e rra se halla a m e n u d o el q u e p e rm an ece en la vo lun tad , p o r m uchas obras buenas q u e esa v o lun tad haga. Pero tien e paz el q u e p e rm a n e c e en el nada querer, allí d o n d e estaba an tes de te n e r el querer. La d iv ina b o n d a d n o tien e nada q u e reprocharle.

El Alm a: ¡Ah, D ios, q u é b ien d icho! —dice el A lm a liberada—, P ero es necesario q u e haga eso sin m í, de la m ism a fo rm a q u e sin m í m e creó de su b o n d a d div ina. Soy pu es alm a creada de él sin m í para o b ra r en tre él y yo g randes obras de v ir tu d , él p o r m í y yo p o r él, hasta q u e yo esté n u e ­v am en te en él; p e ro n o p u e d o estar en él si n o m e p o n e él p o r él m ism o y sin m í, tal co m o sin m í m e h izo de él m ism o. Esa es la B o n d ad increa­da q u e am a la b o n d a d q u e ella ha creado . A h o ra b ien , B o n d a d increada posee p o r sí m ism a lib re v o lu n tad y nos da p o r su b o n d a d tam b ién a n o ­sotros u n a v o lu n ta d lib re e x te r io r a su p o d e r, sin n in g ú n p o rq u é , sino p o r noso tro s m ism os y para q u e gracias a su b o n d a d seam os.

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\ i | <i 11 leñem os voluntad que em ana de su bondad y es ex terio r ii 11» m le i jura que seamos más libres, igual que su propia vo lun tad está

luei.i del alcance de nuestro p o d er en su propia libertad. Pero la Bondad divina vio que iríam os p o r cam inos de pestilencia y perd ic ión co n la li­bre voluntad que nos había dado, que bro ta de su bondad y q u e p o r bon ­dad nos ha sido dada; po r ello un ió la naturaleza hum ana a la b o n d ad di­vina en la persona del H ijo, para pagar las felonías com etidas p o r nuestra felona voluntad.

Felona Voluntad24*': Y ahora no puedo ser lo que debo ser —dice Felo­na Voluntad— hasta que vuelva a hallarm e donde estaba, en el p u n to en que estaba antes de que saliera de él tan desnuda com o lo está el que es; tan desnuda com o lo estaba yo cuando era aquella que no era. Eso nece­sito ten er si quiero recuperar lo m ío; de o tra form a no lo tendré jam ás247.

Glosad esto si queréis, pero sobre todo si podéis; si n o podéis, es que no estáis ahí, si estuvierais, se os abriría. A unque en verdad n o estaréis perfectam ente anonadadas si tenéis con qué po d er oírlo, pues de otro m o d o no lo digo. Si su bondad os ha robado la facultad de oír, yo n o lo desvelo.

[112] D e la b o n d a d e t e r n a q u e es a m o r e t e r n o .C a p í t u l o C X I I

H ay una bondad eterna que es am or eterno , que p o r naturaleza de ca­ridad tiende a dar y expandir toda su bondad; bondad eterna que engen ­dra bondad agradable; de esta bondad e te rn a y agradable p rocede el am or am igable248 del am ante en la amada; y con ese am or am igable contem pla siem pre la am ada a su am ante.

[113] P e n s a r e n la p a s i ó n d e J e s u c r i s t o n o s l l e v a a la v i c t o r i a s o b r e n o s o t r o s m i s m o s .

C a p í t u l o C X I I I

H ago saber a todos aquellos que o irán este libro que nos es necesario in terio rizar en nosotros m ism os com o podam os —a través de pensam ien­tos de devoción, p o r obras de perfección, o p o r preguntas de R a z ó n — to -

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■ I.i la v id a q u e Je su c r is to llev ó y n o s p re d ic ó . P u e s él d ijo , ( «uno < I ij ■ ■ q u ie n c rea en m í h a rá ta m b ié n las o b ras q u e yo h a g o y aú n n ia y o n :. qm

estas»24". Y es m e n e s te r q u e h a g a m o s e s to p a ra o b te n e r la v ic to r ia sohn noso tro s m ism o s. Y si lo h a c e m o s e n la m e d id a d e n u es tra s p o sib ilid ad es , a lcan zarem o s a p o s e e r to d o esto , e x p u lsa n d o de n o so tro s to d o s los pon ■;aalientos d e d e v o c ió n y to d as las o b ras d e p e r fe c c ió n y to d as las p re ­g u n tas d e R a z ó n , p u e s n o s s e rá n in ú tile s . Y só lo e n to n c e s la D e id a d h a ­ría e n n o so tro s , p a ra n o so tro s , sin n o so tro s , sus d iv inas o b ras. E l es e l q u e es; p o r e llo es lo q u e d e él es: a m a n te , am ad o , a m o r25". < Y p o r e llo so­m os n ad a , p u es n a d a te n e m o s de n o so tro s m ism o s. V ed to d o esto sin es­c o n d e r n i v e la r el n o d u lo y e n to n c e s el q u e es en n o so tro s te n d rá su v e r­d ad e ro s e r> 251.

[1 1 4 ] S i c r i a t u r a h u m a n a p u e d e s e g u i r c o n v i d a y e s t a r a u n t i e m p o s i n e l l a m i s m a .

C a p í t u l o C X I V

P re g u n to a los c ieg o s, o a los c la rif ic ad o s252 q u e ven m ás q u e los o tros, si u n a c r ia tu ra h u m a n a p u e d e se g u ir c o n v ida y e sta r a u n t ie m p o «sin» ella. Si n in g u n o d e estos d os m e lo d ice , n ad ie m e lo d irá , p u e s n o lo sa­be n a d ie si n o es d e ese linaje .

Verdad: P o r su p a r te , V erd ad d ice q u e sí, y A m o r lo subraya d ic ie n d o q u e el A lm a a n o n a d a d a está «sin» ella c u a n d o n o tie n e n in g ú n se n ti­m ie n to de n a tu ra le z a , ni su o b ra , n i o b ra a lg u n a in te r io r , n i s ie n te v e r­g ü e n z a u h o n o r , n i te m o r p o r n a d a q u e le su ced a , n i a p e g o n in g u n o en la d iv in a b o n d a d , n i c o n o c e a lb e rg u e d e v o lu n ta d , s in o al c o n tra r io , en to d o m o m e n to se halla sin v o lu n ta d . E n to n c e s está a n o n a d a d a «sin» ella, sea lo q u e sea lo q u e D io s sufra p o r ella . E n to n c e s to d o lo q u e h ace lo h a c e sin ella, y to d o lo q u e de ja lo de ja sin ella. Y n o es m arav illa : ella n o es «por» sí m ism a , p u e s v ive d e su b stan c ia d iv in a .

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| I I 5] A q u í se h a b l a d e la s u b s t a n c i a p e r m a n e n t e y d e c ó m o A m o r e n g e n d r a e n e l A l m a la T r i n i d a d . C a p í t u l o CXV

Hay una substancia perm anente , una fruición agradable, una amorosa conjunción . HI Padre es substancia perm anente , el Hijo, fruición agracia ble, el Espíritu Santo, amorosa conjunción; y esta últim a procede poi am or divino de la substancia eterna y la agradable fruición.

El Alma: ¡Ah, U nidad! —dice el Alma poseída po r la D ivina Bondad . engendráis unidad y esta unidad refleja su ardor en unidad. Y el divino am or de unidad engendra en el Alma anonadada, en el Alma liberada, en el Alma clarificada, substancia perm anen te , fruición agradable y am oro sa conjunción. Por la substancia perm anen te la m em oria tiene la poten cia del Padre. Por la agradable fruición el en tend im ien to tiene la sapien cia del 1 lijo. Por la amorosa conjunción la voluntad tiene la bondad del Espíritu Santo ". B ondad del Espíritu Santo que la une en el am or del Padre y del H ijo. Y esa un ión lleva al Alma al ser-sin-ser que es el Ser. Y ese Ser es el propio Espíritu Santo que es el am or del Padre y del Hijo. A m or del Espíritu Santo que fluye en el Alma esparciéndose en una abundancia de delicias de un elevadísimo don otorgado po r una selecta y magistral unión con el soberano Am ante, que simple se da y simple se ha­ce. Y se da simple para m ostrar que nada existe sino 61, de quien toda co­sa tiene su ser. Y así nada hay más que él, en am or de luz, de un ión , de alabanza: una voluntad, un am or, y una obra en dos naturalezas. U na so­la bondad por conjunción de la fuerza transform adora del am or de mi A m igo -d ice esta Alma que tal e s - e ilim itado dom inio del expandí- m ien to del divino am or. De ese divino am or usa la D ivina Voluntad en m í, para mí, y sin que yo lo posea.

f 1 1 6 J C ó m o el A l m a se r e g o c i j a de las d i f i c u l t a d e s de su p r ó j i m o . C a p í t u l o CXVI

Esta Alma ve en su am igo un am or perfecto y pleno y así no busca ocasión de recibir sil ayuda, sino que al contrario tom a lo suyo com o pro­pio. Esta Alma se regocija a veces en su parte soberana, sin ella saberlo y lo quiera o no, en las dificultades de sus prójim os; pues percibe con su es-

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p íritu , y lo sabe sin su p ro p io saber, que ésa es la vía p o r la qu* Ilegal ím al p u e rto de su salvación. Esta A lm a percibe la luz de sí m ism a *11 *1 Itl par soberano de su u n ió n y se com place así en el placer de aquel al que está unida; pues su p lacer es la salvación de las criaturas; y esta Alma está unida a la v o lu n tad [de su am igo], p o r ello goza de su bon d ad CU vlftlld de la concord ia p o r la que su b o n d ad la ha un ido , sin que R azó n lo «p|ia,

Pero en tonces R a z ó n se da cuen ta de que ella está alegre y le dice que com ete pecado regocijándose co n las dificultades ajenas. R azó n Juzga siem pre p o r lo q u e sabe, pues siem pre qu iere cum plir con la tarea que le corresponde. Pero en este caso es tu e rta y n o p u ed e ver tan lejos, p o r eso eleva esa queja al A lm a. T uerta es R a z ó n , n o p u ed e negarse, pues nadie p u ed e ver tan altas cosas si n o ha de ser e te rn o 254. Y en ju stic ia R azó n no p u e d e ver esto, pues es m eneste r que su ser perezca.

[117] C ó m o m u e s t r a e s t a A l m a q u e es e j e m p l o d e s a l v a c i ó n p a r a t o d a c r i a t u r a . C a p í t u l o C X V I I

[El ensalzado espíritu:] A hora -d ic e el ensalzado esp íritu que ya no se halla bajo el d o m in io de R a z ó n —, D ios n o tiene d ó n d e p o n e r su bondad si n o es en m í, n i tiene o tro a lbergue que p u ed a serle m ejor, y n o hay lu ­gar posib le d o n d e él m ism o pu ed a ponerse p o r en te ro sino en m í; por ello soy e jem plo de salvación. O incluso, lo que es más aún , soy la salva­c ió n m ism a de to d a c ria tu ra255 y la g loria de D ios256; y os d iré cóm o, por q u é y en qué. P o rq u e soy la sum a de todos los males. P uesto que co n ­ten g o p o r m i p rop ia naturaleza aquello que m aldad es, yo soy p o r tanto to d a m aldad. Y aquel que es la sum a de todos los b ienes, co n tien e en él, p o r su prop ia naturaleza, to d a bondad ; él es p o r tan to toda bondad . Asi pues yo soy to d a m aldad, y él, toda bond ad ; y al más p o b re se le debe dal­la lim osna o de lo co n tra rio se le está q u itan d o lo que en justicia es su yo; y D ios no p u e d e co m ete r falta, pues se negaría a sí m ism o. Por eso, a causa de m i necesidad es m ía su b o n d a d en v irtu d de la justicia de su pu ra bondad . P uesto que yo soy toda m aldad, y él, toda bondad , lie me n este r de toda su b o n d ad para p o d e r agotar toda m i m aldad; mi pn lne/a n o p u ed e pasar co n m enos. Y su b o n d ad n o podría sufrir, puesto que es p oderosa y valiente, que yo m endigase; pero mendicante.' deberla sei a la fuerza si él n o m e diese to d a su b o n d ad , ya que soy toda m aldad y liada

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I , I, , nlm.ii i l .iliismo del fondo de m i propia maldad más que la acu-.....I n mu di- l.i abundancia de toda su bondad. Y a través de ello tengo■ n mi de su pura bondad toda su bondad divina, y la he tenido sin co- 11 l ienzo y la tendré sin fin; pues él ha conocido desde siempre m i nece­sidad y por ello la he recibido siempre en el saber de la sapiencia divina, del querer de su pura divina bondad, po r obra de su divino poder. <Y si hubiera dejado de obrar así conmigo, yo hubiera desfallecido. Y po r ello puedo decir que yo soy la salvación de toda criatura y la gloria de Dios. Así com o Jesucristo con su m uerte es redención del pueblo y loor de Dios, así soy yo, por mi maldad, la salvación del género hum ano y la glo­ria de Dios Padre.>257 Pues Dios Padre dio a su Hijo toda su bondad, y esa bondad de Dios se dio a conocer al género humano por la m uerte de Jesucristo su Hijo, el cual es eterna alabanza del Padre y redención de la criatura humana.

[El Alma:] Yo os digo algo semejante —dice esta Alma—; Dios Padre me ha dado y ha derram ado en mí toda su bondad. Esa bondad de Dios se da a conocer al género hum ano por m edio de mi maldad. Por ello se ve claramente que yo soy la eterna alabanza de Dios y la salvación de la cria­tura humana; pues la salvación de toda criatura no es otra cosa que el co­nocim iento de la bondad de Dios. Y puesto que todos conocerán po r mí la bondad de Dios, bondad de Dios que tal bondad me hace, esta bon ­dad les será conocida por mí, y jamás lo hubiera sido si no fuera p o r mi maldad. Y puesto que la divina bondad les es conocida gracias a m i mal­dad y que su salvación no es otra cosa que el conocim iento de la bondad divina, así pues, soy causa de salvación de toda criatura, pues la bondad de Dios les es conocida a través de mí. Y porque la bondad de Dios es co­nocida a través de mí, soy yo su sola gloria y loor, pues su gloria y loor no son otra cosa que el conocim iento de su bondad. Nuestra salvación y su total voluntad no residen en otra cosa que en conocer su divina bon ­dad; y de esto soy yo la causa, pues la bondad de su pura naturaleza es co­nocida a través de la maldad de mi naturaleza cruel; y el privilegio de p o ­seer su bondad se lo debo sólo a mi maldad.

Tampoco puedo perder jamás su bondad, pues no puedo perder m i maldad. Esto me asegura sin ninguna duda su pura bondad. Y la mera na­turaleza de mi maldad me ha ornado así con ese don, no por obra de bon ­dad que haya podido o pudiera hacer; no es esto lo que m e conforta o m e da esperanzas; sino solamente por mi maldad, por ella tengo esta certeza.

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H abéis v is to p u e s —y lo p o d é is v e r si h ay e n v o so tro s u n p o c o de luz—, có m o , e n q u é y p o r q u é yo soy la sa lv ac ió n d e to d a c r ia tu ra y la gloria de D ios. Y p u e s te n g o to d a su b o n d a d , soy aq u e llo m ism o q u e él es, p o r tra n sfo rm a c ió n d e am o r, p u es el m ás fu e r te tra n s fo rm a al m ás débil.

E sta tra n s fo rm a c ió n es d e lic io sa e n e x tre m o , eso lo sab en los q u e la lian p ro b a d o . M a s la p u p ila de u n o jo al q u e se le m e tie ra n d e n tro fuego, h ie rro o p ie d ra s , lo cu a l le causaría la m u e r te , n o es ta n v u ln e ra b le co m o lo es el a m o r d iv in o si se h a c e a lgo c o n tra él y si n o se está s iem p re en la p lena p e r fe c c ió n d e su p u ro q u e re r.

Así p o d é is e n te n d e r c ó m o m i m a ld a d es la causa de q u e te n g a su b o n ­dad en fu n c ió n d e m i necesid ad ; p u e s D io s deja a veces q u e se haga algún m al p o r el b ie n m a y o r q u e h a b rá d e n a c e r después. P u es to d o s aquellos que, tra sp lan tad o s d e l P ad re , h a n v e n id o a este m u n d o , h a n d escen d id o de lo p e rfec to a lo im p e rfe c to para a lcanzar lo m ás p e rfec to . A h í está la llaga ab ie rta p a ra c u ra r a los q u e sin saberlo estaban h e r id o s 258. Esas gen tes se h an h u m illad o a sí m ism o s. H a n llevado la c ru z de Je su c ris to e n el ac to de b o n d a d de llev ar la suya p ro p ia .

[1 1 8 ] D e l o s s i e t e e s t a d o s d e l A l m a d e v o t a q u e t a m b i é n s e l l a m a n m o d o s d e s e r 259 .

C a p í t u l o C X V I I I

[El A lm a:] H e p ro m e tid o —d ice esta A lm a—, d esd e q u e A m o r m e h i­zo p resa, q u e d ir ía a lgo ace rca d e los s ie te estados q u e llam am o s m o d o s de ser, p u es lo so n . S o n c o m o p e ld a ñ o s p o r los q u e se a sc ien d e d e l valle a la c im a d e la m o n ta ñ a , q u e está ta n so lita ria q u e e n ella n o se ve m ás q u e a D io s , y cad a u n o d e estos p e ld a ñ o s se a sien ta en u n estado .

E l prim er estado o p e ld a ñ o es a q u e l e n el q u e el A lm a, to cad a de D io s p o r la g rac ia y d esp o jad a d e su p o d e r peca r, t ie n e la in te n c ió n de guardar, a u n q u e le c u es te la v id a , es decir, hasta la m u e r te , los m a n d a m ie n to s q u e D io s estab lece e n la Ley. P o r e llo esta A lm a m ira y c o n s id e ra c o n g ra n te ­m o r q u e D io s le h a o rd e n a d o q u e le a m e c o n to d o c o ra z ó n y q u e am e .1

su p ró jim o c o m o a sí m ism a260. E sto le p a rece ta rea b a s tan te a esta Alm.i p a ra lo q u e ella sabe h a c e r; y le p a re c e q u e , a u n q u e tu v ie ra q u e v iv ir mil años, su p o d e r t ie n e b as tan te c o n o b se rv a r y g u a rd a r los m an d am ien to » .

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El Alma libre: En ese punto y en ese estado me encontré yo una vez hace tiem po —dice el Alma libre—. Pero que nadie tema ir más allá hasta lo más alto; y nadie tem erá hacerlo si su corazón es gentil y está in te ­rio rm ente colmado de noble coraje; mas corazón pequeño no osa em­prender grandes cosas, ni rem ontar alto po r falta de amor; tales gentes son así de cobardes y no es maravilla, pues viven en la pereza que no les de­ja buscar a Dios, y no lo encontrarán si no lo buscan con diligencia.

El segundo estado.El segundo estado o peldaño es aquel en el que el Alma tom a en co n ­

sideración lo que Dios aconseja a sus más especiales amigos más allá de lo que manda. Y no es amigo aquel que se perm ite dispensa en el cum pli­m iento de lo que sabe que complace a su amigo. Así pues, la criatura se abandona y se esfuerza en actuar por encim a de todo consejo hum ano, m ortificando la naturaleza, despreciando las riquezas, delicias y honores para cum plir la perfección que aconseja el Evangelio, de la que Jesucris­to es ejemplo. N o tem e entonces la pérdida del haber, ni la palabra de las gentes, ni la debilidad del cuerpo, pues no las tem ió su amigo y no pue­de hacerlo tam poco el Alma prendada de él.

El tercer estado.El tercer estado es aquel en el que el Alma se considera a sí misma

apegada al am or hacia las obras de perfección, por lo que su espíritu de­cide, por un ferviente deseo de amor, multiplicar esas obras en ella; cosa que hace la sutilidad cognoscible del entendim iento de su amor, que no sabe hacer otra ofrenda a su amigo para reconfortarlo que no sea aquello que ella ama. Pues no hay en el am or otro don más preciado que dar al amigo lo más amado.

Y resulta que la voluntad de esta criatura no ama sino las obras de bondad, en el rigor de las grandes empresas de todos los trabajos en los que alimenta su espíritu. Por ello le parece ver justam ente que ella no ama sino las obras de bondad y no sabe qué darle a A m or si no le sacri­fica esas mismas obras; pues ninguna m uerte le resultaría m artirio más que la abstinencia de la obra que ella ama, que es el deleite de su placer en la vida de voluntad que de ello se alimenta. Por ello rechaza esas obras, que tanto la deleitan, y da m uerte a su voluntad que vivía de ello, y se obliga com o m artirio a someterse al querer de otro, absteniéndose de to-

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ila o b ra y to d o q u erer, cu m p lien d o el q u e re r de o tro para d es tru ir su p ro ­pio querer. Y este estado es más fuerte , m u ch ís im o más fu e rte que los otros dos an te rio res; p u es es más fu e rte v en ce r las obras del q u e re r del es­p íritu q u e n o v e n c e r la v o lu n tad del c u e rp o o h ace r la v o lu n tad del espí­ritu . Y así es n ecesa rio tritu ra rse , ro m p ién d o se y rasgándose a sí m ism o, para am pliar el espacio en el que q u e rrá instalarse A m o r; p robarse a sí m ism o en m u c h o s estados p ara despojarse u n o m ism o a fin de alcanzar su p ro p io estado.

E l cuarto estado.E l cuarto estado consiste e n q u e el A lm a es arrebatada, p o r la supre­

m acía de am or, e n el dele ite del p en sam ien to en m ed itac ión , apartada de lo trabajos ex te rn o s y de la o b ed ien c ia a o tro , p o r la elevación de la con­tem plación . A h í el A lm a es tan vu lnerable, nob le y deliciosa q u e no p u e­de su frir que nad ie la to q u e sino el to q u e del p u ro deleite de A m o r261, que le ap o rta singular regocijo y belleza. E sto la hace orgullosa p o r la abun­dancia de am or, p o r el q u e es d ueña del resplandor, es decir, de la clari­dad de su alm a, q u e la co lm a m aravillosam ente de am o r de g ran fe, p o r la conco rdanc ia de u n ió n que la ha p u esto en posesión de estas delicias.

E n to n ces considera el A lm a q u e n o hay v ida m ás alta q u e ten e r esto de lo q u e ella es señora; pues A m o r la ha saciado a tal p u n to c o n sus de­licias que no cree q u e D ios tenga d o n m ayor para darle a u n alma aquí abajo q u e ese a m o r q u e A m o r p o r a m o r ha d e rram ad o d en tro de ella.

¡Ah!, n o es m aravilla si esta A lm a está arrebatada, p ues G racia de A m o r la em b riag a p o r co m p le to y tan to la em briaga q u e n o le deja a ten ­d e r a o tra sino a ella, p o r la fuerza c o n q u e A m o r la deleita . P o r ello no p u e d e el A lm a ap reciar o tro estado; pu es la g ran c laridad de A m o r la des­lu m b ra a tal p u n to q u e n o le deja v er nada m ás allá de su am or. Y en eso se equ ivoca, p ues ex isten otros dos estados aquí abajo, q u e D io s o torga y q u e son m ayores y m ás nobles q u e éste; pero A m o r ha engañado a m u ­chas almas p o r la d u lzu ra del p lacer de su am o r q u e em belesa al A lm a tan p ro n to c o m o se le ap roxim a. C o n tra esa fuerza nada p u e d e contrastarse; esto lo sabe el A lm a a la q u e A m o r ha ensalzado, p o r am o r puro , más allá de sí m ism a.

Q uinto estado.E l q u in to estado es aquel en el q u e el A lm a considera q u e I )ios es el

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. |t •• i .Ic I 1111c- toda cosa es, y que ella no es y, por tanto, n o es de la que ii.il i . i.s.i es. Y esas dos consideraciones le otorgan un maravilloso em- U I.",amiento, y ve que es todo bondad el que le ha dado libre voluntad .i ella, que no es sino toda maldad.

Ahora bien, la divina B ondad ha puesto en ella libre voluntad, p o r pu- u divina bondad. Y he aquí que aquella que no es al m argen de la mal­dad, que es, p o r tanto, toda maldad, lleva encerrada en su in te rio r libre voluntad del ser de D ios, que es Ser y que quiere que quien no tiene ser lo tenga de él a través de este don. Y p o r ello la B ondad divina derram a ante sí el flujo arrebatador del m ovim iento de la Luz divina. Y ese m o­vim iento de Luz divina, que se vierte en el interior del Alma con la luz, muestra al Q uerer < del alma la equidad de aquello que es y le da el co­nocim iento de lo que no es, a fin de m over el Q uerer del A lm a>262 del lugar en el que se encuentra y en el que no debería estar, y hacerla re­gresar allí donde no es, de donde viene y donde debe estar.

Entonces ve Q uerer po r la claridad desbordante de divina Luz (Luz que se entrega a u n tal Q uerer para hacerle retornar a Dios, pues sin esa Luz no puede regresar) que no puede sacar provecho de sí m ism o si no se aleja de su propio querer; pues su naturaleza es maligna por inclinación a la nada hacia la que la naturaleza tiende, y el querer la ha hundido en m enos que nada. Entonces ve el Alma esta inclinación y esta perdición de la nada de su naturaleza y del propio querer y ve así, por la luz, que Q uerer debe querer el sólo querer divino, sin otro querer, y que para ello le fue dado tal querer. Por ello se aleja el Alma de ese querer, y querer se aleja del Alma, y se remite, da y vuelve a D ios del que había salido sin re­tener nada propio, para colmar la perfecta voluntad divina que no puede colmarse en el Alma sin ese don so pena de que el Alma siga en guerra y desfallecer; y este don obra en ella esta perfección y la transforma así en naturaleza de Am or, que la deleita de paz plena y la sacia de divina pastura. Y por ello no se cuida ya de la guerra de la naturaleza; pues su querer ha sido devuelto desnudo al lugar de donde fue tom ado y donde debe estar en justicia; y esta Alma conoció siempre la guerra por tanto tiem po com o retuvo en ella el propio Q uerer, fuera de su estado.

Ahora esta Alma es nula, pues ve por la abundancia de conocim iento divino su nada que la anula y la reduce a nada. Y po r ello es toda, pues ve p o r la profundidad del conocim iento de su propia maldad que ésta es tan profunda y grande que no encuentra com ienzo, m edida ni fin, sino

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sólo u n ab ism o ab ism ado sin fo n d o ; ah í se e n c u e n tra sin en co n tra rse y sin fo n d o 263. N o p u e d e en co n tra rse aquello q u e n o p u e d e alcanzarse; y q u ien más se ve en u n tal c o n o c im ie n to de m a ld ad m ás c o n o c im ie n to tiene de que n o p u e d e e n verdad c o n o c e r m ín im a m e n te su m aldad q u e hace de ella ab ism o de m ald ad y sim a q u e la a lberga y da refug io , c o m o el d ilu ­vio d e aqu e llo q u e el p e c a d o es q u e c o n tie n e en él to d a p e rd ic ió n . Así se ve el A lm a sin verlo . ¿Y q u ié n le p e rm ite verse? La p ro fu n d id a d de h u ­m ild ad q u e la en tro n iza y ah í re in a sin orgu llo . A h í n o sabría p e n e tra r o r ­gu llo p u es to q u e ella se ve a ella m ism a y así n o se ve; y ese n o v er le p e r­m ite verse p e rfec tam en te ella m ism a.

E n to n c e s esta A lm a se asien ta e n el fo n d o de lo bajo, d o n d e n o hay fo n d o , p o r eso se h ace h o n d o 264. Y ese h o n d o le hace v er claro el verda­d e ro Sol de la altísim a b o n d ad ; pues n ad ie le im p id e esta v isión . Y esa d i­v in a B o n d a d se m u estra an te ella p o r b o n d a d , a trayéndo la , tran sfo rm án ­dola y u n ié n d o la p o r c o n ju n c ió n de b o n d a d en p u ra d iv ina B o n d ad , y de ella b o n d a d es la d u eñ a . Y el c o n o c im ie n to de esas dos naturalezas de las que h em o s hablado , la d iv ina B o n d a d y su m aldad , es el in s tru m e n to que la h a d o ta d o de esa b o n d ad . P o r ello q u ie re u n o solo: el E sposo de su j u ­v e n tu d q u e es u n o . M ise rico rd ia ha h e c h o las paces c o n la f irm e Justicia, tran sfo rm an d o esta A lm a en su b o n d a d . A h o ra es to d a y nu la , pues su A m ig o la hace una .

E n to n c e s esta A lm a cae de am o r en nada, nada sin la cual n o po d ría ser toda . Y es tan p ro fu n d a la caída, si es v erdadera caída, q u e el A lm a n o p u e d e levantarse de ese abism o, n i d eb e hacerlo , s ino que , al co n tra rio , d eb e p e rm a n e c e r en él. A h í p ie rd e el A lm a o rg u llo y ju v e n tu d , pu es e n ­v e jece el esp íritu q u e ya n o la deja ser a leg re y b o n ita , pues se ha alejado de ella el q u e re r q u e a m e n u d o la hacía, p o r se n tim ie n to de am or, altiva y orgu llosa, v u ln e rab le en las alturas de la c o n te m p la c ió n del c u a rto esta­do. E l q u in to la ha u ltim ad o al m ostra rle a ella m ism a. A h o ra ella ve p o r ella y c o n o c e la d iv ina B o n d a d , y ese c o n o c im ie n to le p e rm ite volverse a v e r ella m ism a; y esas dos v isiones le q u ita n v o lu n ta d y deseo de obras de b o n d a d , p o r ello se halla en reposo , en p o sesió n de u n estado de li­b e rta d q u e la reposa de todas las cosas p o r su ex ce len te nob leza.

E l sexto estado.E l sex to estado es aq u e l en el q u e el A lm a n o se ve, p o r m u c h o q u e

po sea u n ab ism o de h u m ild a d 265 en sí m ism a; n i ve a D ios, p o r g ran d e

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< 111< sr.i su altísima bondad , sino que Dios se ve en ella en su m ajestad di v i i i . i que clarifica a esta A lm a de sí m ism o de tal form a que ella n o ve qus naila sea sino D ios, que es el que es, del que toda cosa es; y lo que es es el propio Dios; p o r eso ella no ve sino a sí misma, pues qu ien ve lo que es n o ve sino el propio D ios que se ve a sí m ism o en esa m ism a A lm a en su m ajestad divina. E ntonces se halla el A lm a en el sexto estado liberada de todas las cosas, pura y clarificada, pero no glorificada; pues la glorifi­cación pertenece al séptim o estado en el que alcanzaremos la gloria d e la que nadie sabe hablar. Pero esta Alma, así de pura y clarificada, no ve ni a D ios ni a ella, sino que D ios se ve a sí m ism o en ella, p o r ella y sin ella; él, es decir D ios, le m uestra que no hay sino él. Por ello no conoce na­da el A lm a sino a él, y no ama sino él, ni alaba sino él, pues no hay sino él. Pues lo que es es p o r su bondad; y D ios am a su bondad, sea cual fue­re la parte de ella que p o r su bondad ha dado, y su bondad dada es el p ro ­pio D ios y D ios no puede alejarse de su bondad sin que ésta perm anez­ca en él; p o r ello él es lo que es bondad y bondad es lo que D ios es. Por ello B ondad se ve en su bondad p o r divina luz, que clarifica al Alma, en el sexto estado. Y así n o es sino aquel que es y que se ve en ese estado de divina m ajestad p o r la transform ación de am or de bondad derram ada y retornada a él. Y por ello se ve a sí m ism o en esa criatura sin darle nada propio; todo es suyo propio, su propio m ism o266. Este es el sexto estado de la empresa de A m or que prom etim os explicar a los oyentes, y A m or ha pagado de sí m ismo, p o r su elevada nobleza, esa deuda.

El séptimo estado lo guarda A m or en su in te rio r para o torgárnoslo en la gloria eterna; de él n o tendrem os conocim ien to hasta que nuestra al­ma abandone el cuerpo.

[119] C ó m o el A l m a q u e h i z o e s c r i b i r e s t e l ib r o se e x c u s a p o r h a b e r l o h e c h o ta n l a r g o e n p a la b r a s

q u e p a r e c e p e q u e ñ o y b rev e a las A l m a s q u e m o r a n e n la n a d a y q u e d e a m o r h a n c a í d o

en e s e e s t a d o . C a p í t u l o C X I X .

[El Alma:] ¡Ah, damas nada conocidas!267 —dice el Alma que hizo es­crib ir este libro—, que estáis en el ser, estando sin separaros del Ser nada

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conocido , en v erd ad sois desconocidas; p e ro eso sucede en el país donde R azó n go b ie rn a . O s p id o excusas a todas las q u e m oráis en la nada y que de am o r habéis ca ído en tal estado, p u es h e h e c h o este lib ro tan extenso en palabras q u e a vosotras os parece m u y breve para que yo p u ed a co n o ­ceros. E x cusadm e p o r co rtesía , pues n ecesidad no tiene ley. N o sabía a qu ién explicar lo q u e en tien d o . A h o ra reco n o zco , p o r vuestra paz y p o r la verdad, cuán b a jo es. C o b ard ía lo h a gu iado , r in d ie n d o la com prensión a R a z ó n a través de las respuestas de A m o r a las pregun tas de R azó n ; y así ha sido h ec h o p o r c iencia h u m an a y sen tido h u m an o ; p e ro razón h u ­m ana y sen tido h u m a n o n o saben nada de am o r de en traña268, n i am or de en traña, de c iencia d ivina. M i co razón es atra ído tan a rriba y tragado tan abajo que n o p u e d o alcanzarlo; pues cu an to p u e d e decirse y escribirse de D ios y lo que p u e d a pensarse, q u e es aú n más q u e decirse, resulta ser más b ien m e n tir que d ec ir verdad.

H e d icho —dice esta A lm a— q u e A m o r lo h izo escrib ir p o r ciencia h u ­m ana y p o r q u e re r tran sfo rm ar m i e n te n d im ie n to q u e m e p on ía obs­táculos, co m o se m uestra e n éste libro , pues A m o r lo ha h ech o despo­ja n d o m i esp íritu a través de los tres m ed io s269 de los q u e hem os hablado. Por eso d igo q u e es b ie n bajo y p e q u e ñ o p o r g rande q u e m e pareciera al p rin c ip io cu an d o em p ecé a describ ir este estado.

[120] C ó m o a l a b a V e r d a d a e s t a s A l m a s .C a p í t u l o C X X

Verdad alaba a las A lm as que son así, y dice:¡Oh, esmeralda y preciosa gema,Verdadero diamante, reina y emperatriz,Vos dais todo por vuestra pura nobleza Sin pedir a Am or sus riquezas,Excepto el querer de su placer divino.Nada es más justo conform e a la justicia,Pues esa es la verdadera víaD e A m or Puro, que quiere mantenerla.¡Oh! Pozo profundo, sellada fuente270,D onde el sol se esconde sutilmente,Emitís vuestros rayos —dice Verdad— por divina ciencia;

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„ i

Jg | Wl *#[*lMlli« por verdadera sapiencia; $ t | | e i | i l r f i i i l i i r lio* hace brillar siempre.

II I Alma:¡Olll Verdad —dice el Alma—, por Dios, no digáis Q ue yo dije nunca por mí misma nada de él, sino por él;Y eso es verdad, no lo dudéis,Pues nunca fui en ello mi dueña,Y si os place saber de quién soy,Lo diré por pura cortesía:Am or me dene tan por completo en su bailía Q ue no tengo sentir ni querer,N i razón para hacer nada,Sabedlo, si no es sólo por él.

[121] S a n t a I g l e s i a a l a b a e s t a A l m a .Capítu lo C X X I

[Santa Iglesia:]Cortés y bien instruida —dice Santa Iglesia—, ¡cuán sabiamente habéis

hablado!Sois estrella verdadera que manifiesta el día,El sol puro sin tacha que nada puede mancillar,Y la luna llena que nunca se esconde.Y sois así la oriflama que va precediendo al rey,Vos vivís sólo de grano pues no tenéis voluntad,Los otros viven de paja, salvado y burdo forraje,Los que han conservado el uso de la humana voluntad.Tales gentes siervas son de la ley, pero ella está por encima de la ley N o contra la ley271. C om o Verdad atestigua,Ella está plena y ahíta: tiene a Dios a voluntad.

E l Alma:¡Ay!, dulcísimo Amor Divino que estáis en la Trinidad,Tal es mi ventura que me maravillo de que puedan seguir ahíLos que están bajo el gobierno de R azón y Tem or, Deseo, Obra y Voluntad,

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Y no conocen la gran nobleza del ser sin nada que d ec ir72.

La Santísima Trinidad21*:d )h, piedra celestial! —dice la Santísima Trinidad—,( >s lo ruego, hija querida, dejadlo estar,No hay en el m undo clérigo tan grande que sepa hablaros;( )s habéis sentado a mi mesa y os he dado mis manjares,Sois de tal m odo instruida y habéis saboreado tan bien mis alimentos,Y de mis vinos de tina llena os habéis saciado a tal punto,Q ue el solo arom a os embriaga y nunca seréis distinta.

Habéis gustado mis manjaresY saboreado mis vinos —Dice la Santísima Trinidad—,Nadie sino vos sabe hablar de ello,Y po r ello no podréis a ningún precio Entregar vuestro corazón a otras prácticas.Os lo ruego, hija querida,H erm ana mía y amada,Por amor, si queréis,N o queráis jamás revelar los secretos Q ue sabéis:Los demás se verían peijudicados Allí donde vos os salváis,Pues R azón y Deseo los gobiernan,Y T em or y V oluntad.Sabed con todo, m i elegida hija,Q u e el paraíso les es dado.

E l A lm a elegida: ¿Paraíso? —dice esta e leg ida—, ¿no se lo o to rgáis de o tra fo rm a? ¡T am bién lo te n d rá n los asesinos si q u is ie ran p e d ir gracia! Pero n o o b s tan te m e callaré, ya q u e así lo q u eré is . Y p o r ello, e n to n a ré los versos de u n a can c ió n e n desp ed id a de A m o r Puro .

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| i • • | A q u í c o m i e n z a el A l m a su c a n c i ó n . C a p í t u l o C X X I I

| I I . I//;/</.'| Ante la elevada ascensión, y la preciosa entrada, y la digna 11 h >i .ida de hum ana creación de la dulce hum anidad del H ijo de Dio» nuestro salvador —hum anidad a la que la Deidad asienta en alta posesión del paraíso, arriba, a la derecha de Dios Padre, unida por nosotros al H i­jo—, ante todo ello, maravillaos dando gracias. Pues tam bién desde ese día, por cortesía, me separó A m or Puro. ¿De quién? De mí, de mis prójimos, del m undo entero, del espíritu de apego, y de las Virtudes de las que fui sierva por sumisión al dom inio de R azón. Os voy a decir aquí la verdad:

Era tan estúpida Cuando las servía,Q ue no os lo podría Expresar con mi corazón.Y mientras las servíaY las amaba bien,Amor por suerte me hizo O ír hablar de él.Y a pesar de que, simple como era,N o podía comprenderlo,Me embargó la voluntad de amar a Amor.

Y cuando [dama] A m or me vio pensar en ella, no me rechazó a cau­sa de las Virtudes, sino al contrario, me liberó de su hum ilde servicio y m e llevó a escuela divina274 donde me retuvo sin servir, y allí fui de A m or plena y saciada.

Ya no me vale pensar,N i obra, ni elocuencia,Tan alto me arrastra Amor (Ya no me vale pensar)Con sus divinas miradas,Q ue no tengo ya intento alguno275.Ya no me vale pensar,N i obra, ni elocuencia277’.

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Amor me ha hecho, po r su nobleza, Trovar los versos de esta canción.I ¡s ésta la Deidad pura I )e la que no sabe hablar R azón,Y de un amigoQ ue yo tengo sin madre,Y que ha salido de Dios Padre,Y también de D ios Hijo,Su nom bre es Espíritu Santo,I )e quien tengo en el corazón tal unión Q ue me trae alegría.Es éste el país de los pastos Q ue el amigo da al amarle.Nada quiero pedirle,Pues sería gran maldad,Sino que he de fiarme por entero En amar a tal amante.

Amigo de gentil naturaleza,Sois digno de gran alabanza,Generoso y cortés sin medida,Suma de toda bondad,N o queréis hacer ya nada,Amigo, sin mi voluntad.Y tam poco debo callar Vuestra belleza y bondad,Para mí sois poderoso y sabio,Eso no puedo esconderlo.¡Ay, ay! ¿A quién se lo diré?Serafín no sabe hablar.

Amigo, me has hecho presa de tu amor Para darme tu gran tesoro,Y ése es el don de ti mismo Q ue eres divina bondad277.Corazón no puede expresar estas cosas, Pero el puro nada querer las purifica,

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Y lllf lid liecho así ascender tan alto lili una unión y concordiaQue jamás debo revelar.

Estuve encerrada en la servidumbre de la prisión,Cuando Deseo me capturó en el querer del apego,Ahí me encontró la luz del ardor del amor divino,Que dio pronta muerte a mi deseo, mi querer y mi apego,Que me impedían la plena empresa del divino amor.

Ahora divina luz me ha librado de la prisión,Y me ha unido por gentileza al divino querer de Amor,Ahí donde la Trinidad me da el deleite de su amor.Este don no lo conoce hombre alguno,Mientras sirva a cualquiera de las virtudesNi al sentir de naturaleza con el uso de razón.

Amigo, ¿qué dirán las beguinas y las gentes de religión,Cuando oigan la excelencia de vuestra divina canción?Las beguinas dicen que yerro y [que yerro dicen] los curas, clérigos,

predicadores,Agustinos, carmelitas y los frailes menores,Por lo que escribo del ser del Amor inmaculado.No salvo a su Razón que les hace decir esto,Deseo, Querer y Temor les restan ciertamente el conocimiento,Y la afluencia y la unión de la elevada luz De ardor de divino amor278.

Verdad denuncia a mi corazón Que de uno sólo soy amada,Y dice que sin remisión El me ha dado su amor.Ese don mata mi pensamiento Con el deleite de su amor,Deleite que me ensalza y me transforma por unión En el eterno gozo de ser de divino Amor.

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Y divino Amor me dice que ha penetrado en mis entraña». Por ello puede cuanto quiere,lisa fuerza me ha dado I )el amigo que tengo en amor,A quien me hallo consagrada, lil quiere que le ameY por eso le amaré;

He dicho que le amaré,M iento, no soy yo,Es él sólo el que me ama a mí:El es y yo no soy;Y nada más me falta Q ue lo que él quiereY lo que él vale.Él es plenoY de eso me hallo plena,Ése es el nudo divino279,Ése es am or leal.

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A q u í s i g u e n a l g u n a s c o n s i d e r a c i o n e s para a q u e l l o s q u e se h a l la n e n el e s t a d o

de l o s e x t r a v i a d o s y p r e g u n t a n p o r el c a m i n o al p a í s de la l i b e r t a d 280

[123] La primera consideración versa sobre los Apóstoles.

C a p í t u l o C X X I I I

Q uiero hacer algunas consideraciones281 para los extraviados que pre­guntan p o r el cam ino al país de la libertad, pues a m í m e hicieron m u­cho bien en el tiem po en que pertenecí a los extraviados, cuando vivía de leche y papillas y aún hacía el to n to 282. Y estas consideraciones m e ayu­daron a soportar y sobrellevar las cosas m ientras estuve descarriada y me sirvieron para encontrar el cam ino; pues preguntando puede llegarse le­jos, y preguntando puede encontrarse el p ropio cam ino, o reencontrarse si se ha salido de él.

Pregunté p rim ero a m i pensam iento p o r qué había dicho Jesucristo a sus Apóstoles: «Es necesario que yo m e vaya; y si no m e voy, no podréis —dijo— recibir verdaderam ente al E spíritu Santo»283, y entonces obtuve la respuesta de Justicia, y ella m e dijo que Jesucristo les había dicho esto porque am aban demasiado tiernam ente su naturaleza hum ana y demasia­do débilm ente su naturaleza divina. Por eso dijo: «Es necesario que yo m e vaya». Les pesó oír esto, y en ese pesar pud ieron percib ir su propio am or y tam bién que se trataba de u n am or natural y no divino. O ír la verdad de esto no les apenó ni les resultó extraño, pero se turbó su co­nocim iento , y es justo , pues su am or era aún grosero. Sin em bargo, p o ­seían la dulce gracia de Dios. Pues u n am or así no se aleja de la gracia de D ios, sino que se tiene justam ente p o r la gracia, pero im pide los dones del Espíritu Santo, que no pueden soportar nada más que el divino amor, puro, sin m ezcla con naturaleza.

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Después tom é en consideración a la dulce M agdalena y el servicio que cum plía cuando Jesucristo era su huésped, com o a m enudo sucedía en casa de M aría, con gran fam iliaridad para con él y sus Apóstoles284; niaj no cambiaba nada, pues María no se inquietaba po r ninguna necesidad que él pudiera tener. Y es de suponer que nuestro señor Jesucristo regre­só a m enudo descalzo, su bendita cabeza fatigada, en ayuno, agotado y re­chazado po r todos, pues nadie había encontrado que le diera de beber ni de com er, y es de suponer que la M agdalena lo sabía, a pesar de ello por m ucho que necesitase el cuerpo, ella no se movía, y correspondía a su herm ana M arta el servirle, ésa era su función; pero amarle no le corres­pondía sino a ella.

Tam bién tom é en consideración que M aría fue a buscar a Jesucristo nuestro Señor en el sepulcro y no lo encontró , mas encontró dos ánge­les que le hablaron y le ofrecieron consuelo285; pero M aría no recibió más consuelo que el que le hubieran dado las sombras de esos dos ángeles que se le ofrecían: M aría buscaba el verdadero Sol, que creó los ángeles, p o r ello no podía ser consolada po r ángeles.

¡Ay, Dios!, M aría, tú, que así eras cuando buscabas y amabas hum ana­m ente con el apego de tu ternura presa en tu espíritu, ¿qué fue de ti, am i­ga, cuando no buscaste más y fuiste unida en el am or divino sin el ape­go de tu espíritu?

Después de esto, consideré cóm o cultivó M aría la tierra que su señor le dejó; pues sem bró trigo sin mezcla, y el trigo se unió a su trabajo, y el m aestro28'1 le hizo después dar centuplicado fru to287; pero esto no sucedió hasta que M aría hizo lo que ella podía y debía hacer. Y cuando hubo h e ­cho lo que podía y lo que a Dios debía, el cual se lo pedía y para ello la había creado de él p o r ella, entonces M aría se reposó sin hacer ninguna obra p o r ella misma y D ios obró gentilm ente en M aría, por M aría y sin M aría. Pues M aría había hecho su parte, el resto no dependía de ella, si­no del maestro que le había dado esta tierra para trabajarla.

A hora os diré cóm o. Lo diré para los niños, pues para los sabios no he de decirlo.

C uando un hom bre tiene una tierra y le es necesario vivir de ella, tra­baja, rotura y labra esa tierra tal com o piensa y cree que su tierra será de

11 2 4 ] L a s e g u n d a c o n s i d e r a c i ó n v e r s as o b r e l a M a g d a l e n a . C a p í t u l o C X X I V

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más valo r para rec ib ir el tr ig o que se h a de sem brar en su in te rio r y del que deberá v iv ir el q u e h a trabajado la tie rra y h a sem brado el trigo. Esas dos cosas han de hacerse a la fuerza antes de que ese h o m b re pueda ob te­ner los fru tos de su tie rra para vivir. P ero una vez que el trabajador sabio ha ro tu rado , labrado y sem brado el tr ig o en su tierra , to d o su p o d e r se aca­ba aquí. Es m en este r en cam bio que de je a D ios p rocu rar en to d o si qu ie­re sacar provecho de su trabajo; pues él n o p u e d e h acer ya nada más p o r sí m ism o; y esto lo podéis ver p o r sen tid o natural. A h o ra ya, p o r m ucho que se haya trabajado, es necesario q u e el trigo se pud ra en la tierra antes de que pu ed a dar nuevo fru to 288, del cual el trabajador p u ed a recib ir soco­rro. C ó m o se p u d re ese g rano y có m o reaparece dando fru to m ultiplica­do p o r cien, eso n o lo sabe m ás que D ios, que lleva a cabo él solo esa obra, después de que el lab rado r ha h ech o lo que le toca y n o antes.

O s d igo algo sem ejan te de M aría . La tie rra que M aría labró fue su cuerpo , que p e n ó en desbordantes y m aravillosas obras de ardientes de­seos q u e le h ic ie ro n re c o rre r su tie rra , labrándola c o n obras de bondad; co n ellas trabajó ella m ism a su tie rra de la fo rm a en q u e sabía que pod ía estar m e jo r p reparada para rec ib ir la verdadera sim ien te de la gracia de D ios. Pues u n a sola b u e n a ob ra n o basta para en g en d ra r v ir tu d , pero m u ­chas la aseguran rea lm en te , y v ir tu d hace las obras perfectas; p o r ello le era necesario a M aría h acer m uchas obras antes de que las v irtudes fue­ran perfectas e n ella.

Ya habéis o íd o có m o trabajó M aría lab rando la tie rra q u e D ios le dio a cultivar. A h o ra os explicaré el tr ig o sin m ezcla que sem bró en su la­branza. Este fue en verdad la p u ra in te n c ió n q u e d irig ió a D ios. Pues se­ría dem asiado d u ro q u e fuera m ala y n o aportase n in g ú n fru to la ob ra cu ­ya in te n c ió n fue v erd ad eram en te el am o r de D ios. Y tal in te n c ió n fue s iem pre la suya en to d o lo que hacía; pues su afecto estaba puesto siem ­p re en D ios, p o r el am o r del cual labraba y sem braba la tie rra q u e él le h ab ía dado para q u e la trabajase. Ese trabajo lo rec ib ió p o r cu lpa del p e ­cado y para q u e p o r m ed io de él se e lim inaran las p ro tuberancias de su te r re n o 289.

A h o ra b ien , podéis pregun taros có m o p u ed e ser q u e u n a ob ra de b o n ­dad co n in te n c ió n verdadera p ueda estar en el alm a p o r culpa del pecado. C ie rtam en te n o siem pre fue así n i en to d o lugar. Si esa obra estuvo p re ­sen te en Jesucristo fue p o r la culpa del género h u m an o , pero si está en n o ­sotros, es en verdad p o r nuestra culpa, aun si los ciegos llam an a u n a vida

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i .i i i.l t ,1, \ i-iil.ulci.i perfección y que así se la llame para aquellos que no n \ ii iliiH-nU- no lo pueden entender. Pero los que tienen dos ojos la

l l i in .n i i ulp. i de pecado; y así es sin duda, pues así com o el niño tiene que m i y obrar com o u n n iño antes de ser un perfecto hom bre, así tam bién el hom bre tiene que hacer el ton to y el loco a través de sus obras humanas antes de alcanzar el verdadero nodulo del estado de libertad, en el que el alma obra con prácticas divinas, sin su propia obra. Y esas prácticas divi­nas nos im piden y guardan ciertam ente de obrar en nosotros con nuestra culpa, sea a través de obras de bondad, o a través de obras de maldad.

Ya habéis oído, po r tanto, que la obra de bondad es culpa del pecado; ahora os diré po r qué. Pues porque el «menos» tom a el lugar del soberano y p o r culpa nuestra el «menos» tiene ahí su estado a conveniencia, y ese «menos» nos hace perder el noble estado divino; ya que si obram os en n o ­sotros obras de bondad, que son el «menos», no podem os tener el noble estado divino; pues él no puede albergarse con ellas, es demasiado grande para poder albergar ju n to a él a un huésped extraño. Este le fue necesario a M aría p o r la culpa que habéis oído. Y ella llevó con tal ardor esa obra de bondad, se cargó tanto y a tal punto se llenó que esta acum ulación la des­pojó verdaderam ente de ella misma. Así labró y sembró M aría su tierra: la labranza son sus grandes obras de perfección, la semilla, su intención pura. Esas dos obras debem os hacerlas por culpa nuestra, pero nuestro trabajo no puede ir más allá, p o r ello es necesario que Dios haga el resto, y así lo h i­zo y así es manifiesto en María; pues después de su labranza M aría se des­pojó de sí misma cuando hubo hecho lo que dependía de ella. Por ello fue necesario que Dios hiciera el resto de ella, sin ella, por ella y en ella: ya que había hecho lo que debía hacer, dejó que Dios dispusiera por com pleto en ella, cuando hubo hecho lo que de ella dependía. Así debiéram os hacer nosotros. Mas de cóm o su labranza y su labor produjeron en ella de ella, y de cóm o M aría obtuvo vida de esto y su fru to se m ultiplicó por cien, eso no lo sabe más que Dios, que obra él solo esta m ultiplicación. Eso obró en M aría, en el desierto de M aría, cuando M aría reposó de él y no mientras corría tras él, sino cuando la divina bondad se reposó en María; y esa bon ­dad reposó de él a M aría, sin M aría, p o r María.

Entonces M aría vivió de nuevo fruto, nacido de la sola obra de Dios; pues de ella fueron el trabajo, la labranza y la siembra, pero no el fruto; y entonces alcanzó la m eta de su estado, n o cuando habló y buscó, sino cuando calló y se sentó.

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D espués consideré al sup rem o santo, es decir, al du lcísim o Bautista, el :ual, au n q u e h ab ía sido santificado en el v ien tre de su m adre290, sin em ­bargo, n o se p re o c u p ó d e sí m ism o. Y lo co n sid eré c o n em beleso p re­g u n tán d o m e p o r q u é m o stró a sus discípulos a Jesucristo , señalándolo con el d edo para q u e lo sigu ieran , y él en cam bio p e rm an ec ió q u ie to 291. N o nos consta que san Ju an pa rtie ra del d esie rto para ir a ver a Jesucristo en su naturaleza h u m an a , se co n ten tab a en su estado, sin buscarlo , y la b o n ­dad div ina hacía en él sus obras q u e lo saciaban sin im p o n e rle la búsque­da de esa h u m an idad .

D espués de esto consideré cóm o , cu an d o Jesu cris to fue a verle al de­s ie rto292, él se ex im ió a sí m ism o tan to de re ten e rlo en su persona h u m a­na co m o de acom pañarlo . D espués lo consideré cu an d o p red icaba acerca de nuestro señ o r Jesucristo ; d icen q u e Jesucristo se sen tó y partic ipó p ro ­fu n d am en te en el se rm ó n del du lcísim o B autista , pero éste n o cam bió su in ten c ió n , c o m o n o lo hacía antes, a tal p u n to la d iv in idad ocupaba su en ten d im ien to .

D espués lo consideré en el m o m e n to en q u e b au tizó a Jesucristo293. Al h acerlo tuvo a D ios H ijo , oyó la voz del Padre y v io al E sp íritu Santo. ¿A q u ié n m o stró esto? ¿Lo escondió? ¿Se eno rgu llec ió? N o . N o le im p o rtó sino co m p lacer a aquel q u e de su b o n d a d hacía esa obra.

[ 1 2 5 ] L a t e r c e r a c o n s i d e r a c i ó n v e r s as o b r e J u a n B a u t i s t a . C a p í t u l o C X X V

[126] L a c u a r t a c o n s i d e r a c i ó n v e r s a s o b r e la v i r g e n M a r í a . C a p í t u l o C X X V I

E n to n ces consideré a la du lce v irg en M aría , q u e fue p erfec tam en te santificada. ¿A q u ié n se lo m o stró , o reveló, o escondió? A nadie. N o se p re o c u p ó p o r tam aña obra , n i le d io im p o rtan c ia .

D espués consideré el p ropó sito de su v irg in idad ; yo creo q u e aunque el m u n d o en te ro h u b ie ra de salvarse p o r ella a través de la pérd ida de su estado de v irg in idad , n o se hub ie ra co n sen tido a sí m ism a siquiera pensar­lo, p o rq u e Jesucristo p o r su b o n d ad y m ed ian te su m u e rte lo pod ía hacer.

D espués consideré su co n cep c ió n del H ijo de D ios, Jesucristo , en v ir­tu d del E sp íritu S an to294. C reo v e rd ad eram en te q u e en ese m o m e n to ella

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mu lino más conocim iento, am or y loor de la divina T rinidad que el que llenen todos aquellos, excepto ella, que están en la gloria. ¡Ah, Señora!, ¿cóm o no ibais a recibirlo? C reo que el buen Bautista al lado vuestro es com o un pececillo295 al lado de una ballena, aun si él fue colm ado de luz divina en el seno de su m adre más perfectam ente de lo que lo fueron los doce Apóstoles el día de Pentecostés cuando recibieron la abundancia de los dones del Espíritu Santo296. ¡Ah, ornada dama, os iba a hacer verda­dera falta! Pues creo que si el H ijo de D ios hubiese encontrado el m enor vacío en vos, fuera siquiera el ser en vano la réplica de un «meulequin», que es un gusano pequeño e innecesario, no hubiera hecho de vos su m a­dre. Señora, no hubiera podido ser que lo fueseis, com o no podía ser que no lo fueseis.

Después consideré a esta dama ju n to a la cruz, en presencia de la m uerte de su hijo, cuando los jud íos lo crucificaron desnudo p o r com ­pleto ante ella. ¡Ah, qué piedad! ¿C onocía alguien m ejor que esta dama la rectitud de Jesucristo? ¿N o sabía ella m uy bien que le daban m uerte in ­justam ente? ¿Y en ese saber no era madre? Y, en cambio, Señora, ¿qué mal les quiso p o r ello vuestro pensam iento? Señora, ¿qué palabras c ru e­les salieron de vuestra boca? ¿Y qué obra hicisteis, Señora, a cam bio del mal que com etían? V erdaderam ente, si hubiera sido necesario, hubierais dado en aquel m om ento vuestra propia vida a fin de ob tener para ellos el perdón de D ios p o r lo que estaban haciendo, pero no era necesario; pues Jesucristo acordó su p erdón de form a tan abundante y angustiosa que bas­tó po r todo. ¿Por qué tan abundante? Porque la cantidad de su bendita sangre que cabe en la pun ta de una aguja hubiera bastado para rescatar cien m il m undos si existieran; y sin embargo, dio tanta que nada le que­dó. Y esta consideración m e hizo salir de m í para hacerm e vivir de divi­na com placencia. Tam bién he dicho que obró ese perdón con gran an­gustia. ¿Por qué con gran angustia? Porque creo que, si todas las penas de m uerte y to rm en to que hayan existido, existan o hayan de existir desde los tiem pos de Adán hasta los del A nticristo se jun tasen en una, en ver­dad esa una sería una m inucia al lado de la pena que hubiera sufrido Je ­sucristo si hubiera sido herido en su precioso y digno cuerpo p o r un dar­do o punzón sin más, y ello en razón de la delicadeza o finura de la ternura de su pureza.

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[127] L a q u i n t a c o n s i d e r a c i ó n v e r s a s o b r e c ó m o la n a t u r a l e z a d i v i n a f u e u n i d a a la n a t u r a l e z a

h u m a n a e n la p e r s o n a d e l H i j o . C a p í t u l o C X X V I I

D espués de esto consideré có m o la d iv ina naturaleza se u n ió p o r n o ­sotros a la na tu ra leza h u m a n a en la perso n a de D ios H ijo . ¡O h , D ios ver­dadero! ¿ Q u ié n po d ría hacerse su fic ien te idea de esto? ¿Q u ié n sería tan valiente co m o para osar ped irlo o req u e rir lo si su p rop ia b o n d ad no lo h u b ie ra hech o ? Q u e Jesucristo fuera pob re , despreciado y a to rm en tad o p o r noso tros n o es m aravilla: n o p u d o co n tenerse , p o r el a rrebato am o­roso c o n q u e n os am aba, p u es to q u e ten ía h u m an id ad c o n la que p o d er hacerlo . Pero q u e natu ra leza d iv ina tom ara naturaleza h u m an a y se u n ie ­ra a ella en la p e rso n a del H ijo , ¿qu ién h u b ie ra p o d id o pensar sem ejante ultraje? H ay en ello de q u é pensar lo bastan te para despo jarnos para siem ­p re de noso tros m ism os, si q u erem o s dejar a la ju stic ia o b ra r en nosotros. ¡Ah, n o le h e dejad o hace r esta obra! Pues si le h u b ie ra dejado obrar se­g ú n le p lugu ie ra , m e habría liberado desde el in stan te m ism o en que m e h u b ie ra dado este p en sam ien to ; p e ro n o quise q u e reparara en m í el h o ­r ro r de esa pérd ida. M i im ag in ar m e ha h ec h o co m e te r locuras; im agina­ba en c o n tra r a través de m is obras, y no h ago n i haré más q u e perder.

[128] La s e x t a c o n s i d e r a c i ó n v e r s a s o b r e c ó m o la h u m a n i d a d d e l H i j o d e D i o s f u e

a t o r m e n t a d a p o r n o s o t r o s . C a p í t u l o C X X V I I I

D espués de esto consideré c ó m o aquel q u e era D ios y h o m b re fue ve rg o n zo sam en te despreciado p o r m í en la tierra; y la g ran pobreza que e lig ió p o r m í; y la c ru e l m u e rte q u e p o r m í sufrió . E n estos tres hechos y p u n to s se e n c u e n tra n co m p ren d id o s sin co m p ren d erse to d o s sus actos. ¡O h , V erdad, C a m in o y V ida297! ¿ Q u é hay q u e pensar de vos? A brazar nuestros corazones en vuestro am or, p o r p o n e r tan sólo u n o de los b ie­nes q u e nos habéis dado, es cosa m ayor q u e si el m u n d o en tero , el cielo y la tie rra a rd ieran presos del fuego para d es tru ir u n solo cuerpo .

E n to n ces co n sid eré la pu reza de V erdad, q u e m e dijo q u e n o vería a la T rin id ad d iv ina hasta q u e tam b ién m i alm a se hallase lib re sin tacha de pecado , co m o la de Jesucristo , q u e fue g lo rificada desde el in stan te en que

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Im* neada por la divina Trinidad y unida a cuerpo m ortal y naturaleza di vina en la persona del H ijo: en el m ism o m om ento en que fue creada y unida a esas dos naturalezas, fue tan perfecta com o lo es ahora. N o podía ser de otra manera: puesto que el Alma estaba unida a la naturaleza divi na, el cuerpo, que era m ortal, no podía suponer im pedim ento alguno.

Entonces consideré quién ascenderá al cielo. Y Verdad m e dijo que «nadie ascenderá sino sólo aquel que ha descendido, es decir, el propio H ijo de Dios»298. Es decir, que nadie puede ascender sino sólo aquellos que son hijos de D ios po r la gracia divina. Y por eso el propio Jesucris to dijo: «éste es m i herm ano, y m i herm ana, y mi madre, quien hace la voluntad de Dios m i Padre»299.

[129] La s é p t i m a c o n s i d e r a c i ó n versa so b r e lo s S e r a f in e s y c ó m o se h a l la n u n i d o s

a la v o l u n t a d d iv i n a . C a p í t u l o C X X I X

Entonces consideré los Serafines, y les pregunté a ellos mismos qué había sido de las obras que Caridad hizo a través del m isterio de la en­carnación de la hum anidad de Jesucristo, y de lo que hizo que la T rini­dad las creara y de todo cuanto [Caridad] hará eternam ente en las cria­turas po r su bondad. Y A m or me dijo que nada im portaba excepto una cosa, esto es: el divino querer de la divina voluntad de toda la Trinidad. Y es ésta una consideración m uy dulce y provechosa, que despoja de uno m ism o para aproximarse al estado de lo que se debe ser.

Así pues, disponem os de siete consideraciones que son bien adecua­das para los extraviados. La prim era sobre los Apóstoles, la segunda sobre la M agdalena, la tercera sobre el Bautista, la cuarta sobre la virgen María, la quinta sobre cóm o naturaleza divina se unió a naturaleza hum ana en la persona del H ijo, la sexta consideración es sobre cóm o esa H um anidad sufrió to rm ento po r nosotros, la séptima sobre los Serafines que son uno en la divina voluntad.

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[130] A q u í h a b l a e l A l m a d e o t r a s t r e s h e r m o s a s c o n s i d e r a c i o n e s y m e d i t a c i o n e s , y d e c ó m o e l la

n o c o n o c e e l p o d e r , l a s a p i e n c i a y la b o n d a d d i v i n o ss i n o e n la m e d i d a q u e c o n o c e su p r o p i a d e b i l i d a d ,

i g n o r a n c i a y m a l d a d . C a p í t u l o C X X X

A hora os d iré las co n siderac iones q u e m e hacía en esa v ida de la que lie hab lado antes, o sea la v ida de extravío , cu an d o n o sabía cóm o sopor­tarm e y co n te n e rm e . P r im e ro m e consideré a m í m ism a y después co n ­sideré a D ios, y ta m b ié n m e co n sid eré co m o si yo quisiera q u erer gran­des cosas p o r él. Y de estas tres cosas m e alegré y regocijé sobre cualquier otra, y estas co n siderac iones m e d ie ro n m ed ios para c o n te n e rm e y su­frirm e.

P rim e ro m e d ité y dije: «Señor D ios, n o sé de d ó n d e sois, pues eso só­lo lo co m p re n d e v u estro d iv in o y su p ra e te rn o 300 poder. Señor, n o sé lo que sois, pues eso lo sabe só lo vuestra d iv ina y su p rae te rn a sapiencia. Se­ñor, n o sé q u ié n sois, pues eso sólo lo co m p re n d e vuestra div ina y su­p rae te rn a bondad».

E ig u a lm en te así dije de m í: «N o sé de d ó n d e soy, eso sólo lo co m ­p ren d e vuestro p o d er. N o sé lo q u e soy, só lo lo sabe vuestra sapiencia. N o sé q u ién soy, só lo lo co m p re n d e vuestra bondad».

Y en to n ces d ije así: «Señor, n o sé de d ó n d e sois, p o rq u e n o sé nada de v u estro su p rae te rn o p o d er. N o sé lo q u e sois, p o rq u e n o sé nada de vuestra su p rae te rn a sapiencia. N o sé q u ié n sois, p o rq u e n o sé nada de vuestra su p rae te rn a bondad».

Y dije ig u a lm en te de m í: «Señor, n o sé de d ó n d e soy, p o rq u e n o sé nada de m i sup rem a deb ilidad . Señor, n o sé lo q u e soy, p o rq u e n o sé na­da de m i sup rem a ig n o ran c ia . S eñor, n o sé q u ié n soy, p o rq u e n o sé nada de m i sup rem a m aldad».

«Señor, sois b o n d a d desb o rd an te de b o n d a d y to d a ella en vos. Y yo soy m aldad d esb o rd an te de m aldad y to d a ella en mí».

«Señor, vos sois y, p o r ello, to d a cosa es perfec ta p o r vos y nada se ha­ce sin vos301. Y yo n o soy y, p o r ello, to d a cosa se hace sin m í y nada es h e c h o p o r mí».

«Señor, sois to d o p o d e r, to d a sapiencia, to d a b o n d ad , sin p rinc ip io , m ed id a , n i fin . Y y o soy to d a deb ilidad , to d a ig n o ran c ia y toda m aldad, sin p rin c ip io , m ed id a , n i fin».

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• S c r t o r , vos sois un solo Dios en tres personas, Padre, H ijo y Espíritu S a n t o . Y yo soy una sola enem iga en tres males, a saber, debilidad, igno rancia y maldad».

«Señor, ¿cuánto com prendo de vuestro poder, vuestra sapiencia y vuestra bondad? Tanto com o com prendo de m i debilidad, m i ignorancia y mi maldad».

«Señor, ¿cuánto com prendo de mi debilidad, mi ignorancia y m i m al­dad? Tanto com o com prendo de vuestro poder, vuestra sapiencia y vues­tra bondad. Y si pudiera com prender una de estas dos naturalezas, com ­prendería ambas. Pues si pudiera com prender vuestra bondad, com prendería m i maldad, y si pudiera com prender mi maldad, com ­prendería vuestra bondad: ésta es la medida. Y porque no conozco nada acerca de mi maldad al lado de lo que es, por eso no conozco nada de vuestra bondad, al lado de lo que es. Y lo poquísimo que conozco de vues­tra bondad, Señor, m e da el conocim iento que tengo de mi maldad. Y lo poquísim o que conozco de m i maldad m e da, Señor, el conocim iento que tengo de vuestra bondad. Y en verdad, Señor, que es tan poco que m ejor puede decirse que no es nada com parado con el resto, y no p u e­de decirse que sea cosa alguna al lado del resto. Por ello vos sois todo: vuestra Verdad os lo otorga en mí y así lo reconozco»3112.

[131] A q u í d i c e el A l m a q u e n o q u iere m á s q u e la v o l u n t a d de D i o s . C a p í t u lo C X X X I

Después consideré a través de mi maldad y de su bondad qué podía yo hacer para saciarme de él, y entré en m editación librándom e a la com ­prensión por suposiciones a las que m i voluntad consentía sin reservas. Y dije así que, si fuera posible que yo no hubiera existido nunca para así no haber pecado nunca contra su voluntad, si eso le complaciera, sería tam ­bién m i complacencia.

<E igualm ente dije que si fuera posible que m e pudieran dar tan gran­des torm entos com o grande es su potencia, para vengarse así de m í y de mis pecados, si eso le complaciera, sería tam bién m i com placencia.>3"3

Después le dije a él que, si fuera posible que yo hubiera sido desde que él es y m e hubiera hallado sin falta alguna y hubiera tenido que sufrir tan­ta pobreza, desprecio y to rm ento com o bondad, sapiencia y poder hay en

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él, para así no h a b e r pecado n u n ca co n tra su vo lun tad , si eso le i ompla ciera, sería tam b ién m i com placencia .

D espués todavía le dije que , si fuera posible que yo regresase a la na da co m o de la n ad a v ine, a f in de q u e él fuera vengado en m í, si eso le com placiera, sería m i com placencia .

Y aú n después dije q u e si yo tuv ie ra tantas riquezas m ías com o él tie­ne suyas de fo rm a q u e nada p u d ie ran q u ita rm e ni restarm e sin que yo y sólo yo lo quisiera, ve rte ría en él to d o ello y regresaría a la nada antes que pud iese o quisiese re te n e r algo q u e n o v in iera de él; y aú n más, pues si fuera posib le q u e yo pu d ie ra te n e r in fin itam en te cu an to he d icho, no p o ­dría n i q u e rría hace r o tra cosa.

Y dije aún m ás, si tuv ie ra p o r m i p rop ia cond ic ió n cu an to he dicho, es d ec ir tantas riquezas c o m o él tiene p o r sí m ism o, p referiría que se re­dujese to d o a nada sin ex cep c ió n < an tes que te n e r algo q u e no m e v i­n ie ra de é l> 304, y au n q u e h u b ie ra de su frir tan to to rm e n to co m o grande es su poder, am aría más y m e jo r tales to rm e n to s , si los recib iera de él, que u n a g lo ria e te rn a q u e v in ie ra de m í m ism a.

D espués d ije en m is m ed itac iones que, antes de h acer de ahora en adelan te algo en co n tra de su com placencia , preferiría que la hum an idad de Jesucristo sufriera de nuevo tan tos to rm e n to s co m o sufrió p o r m í, si ello fuera posible, antes que yo h iciera algo que le causase desagrado.

D espués d ije q u e si yo supiera, y de verdad fuera así, q u e to d o lo que creó de la nada, y yo m ism a, y las otras cosas —para en ten d ern o s: to d o —, h u b ie ra n de verse reduc idos a nada si yo n o obrara en co n tra de su v o ­lun tad , to d o cu an to he d ich o se vería red u c id o a nada antes de que ob ra­ra o quisiera o b ra r en su con tra .

D espués dije q u e si sup iera que yo había de sufrir e te rn a m e n te tantos to rm e n to s co m o g ran d e es su b o n d ad si no obraba en co n tra de su v o ­lu n tad , los sufriría e te rn a m e n te antes q u e h acer algo q u e yo supiera que desagrada a su vo lun tad .

Y aú n después le dije q u e si fuera posible q u e p u d ie ra y quisiera dar­m e tan ta b o n d a d co m o la q u e él posee e te rn am en te , n o la q u erría sino p o r él. Y si perd ie ra ese d o n , no m e im p o rta ría sino p o r él. Y si m e lo devolviese tras perderlo , n o lo re tom aría sino p o r él. Y si pud ie ra darse q u e p u d ie ra com placerle más el q u e yo m e viera reduc ida a nada y deja­ra de ser q u e el q u e yo rec ib iera ese d o n de él, lo p referiría a seguir te ­n ién d o lo . Y si fuera posib le que yo tuv ie ra lo q u e él tien e de él, tan to c o ­

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m o tiene, sin que m e faltase si yo no quisiera, pero yo supiera que podía com placerle más que yo sufriera tantos to rm entos de él com o grande es su bondad, lo preferiría a seguir teniéndolo.

Y además dije que si yo supiera que fuera posible que la dulce hum a­nidad de Jesucristo y la virgen M aría y toda la corte celestial n o pudieran soportar que yo sufriera tales to rm entos e ternos sin reencontrar el estado del que salí; y D ios vertiera en ellos, si ello fuera posible, esta piedad y voluntad, y él m e dijera: «si quieres te devolveré el estado del que saliste p o r m i voluntad, y te libraré de los to rm entos, pues mis amigos, los de m i corte, lo quieren. Pero si no fuera p o rque ésa es su voluntad yo n o te devolvería tu estado y perm anecerías en e te rno torm ento . Sin embargo, p o r am or a ellos te concedo este don si es que lo quieres tomar», si su­piera todo esto, desfallecería sin fin, perm aneciendo en e terno to rm en to antes que aceptar ese don, ya que no lo tendría de su sola voluntad, su­pon iendo que lo tuviese p o r los ruegos de la hum anidad de Jesucristo, la virgen M aría y los santos; n o lo podría soportar, si no lo tuviera del p u ­ro am or que él m e profesa de él p o r su pura bondad, de su sola voluntad, de am ante a amiga.

D espués de esto consideré pensando305 com o si él m e preguntase có ­m o m e com portaría si supiese que le pudiera com placer más que yo am a­se a otro más que a él; entonces m e falló el sentido y no supe qué respon­der, ni qué querer, ni qué replicar, pero contesté que buscaría consejo.

Luego m e pregun tó cóm o m e com portaría si fuera posible que él p u ­diera am ar a otra más que a m í. Y aquí m e falló el sentido, y no supe qué responder, ni qué querer, ni qué replicar. A ún más, m e preguntó qué ha­ría y cóm o m e com portaría si fuera posible que el pudiera querer que o tro m e amase más que él mismo. E igualm ente m e falló el sentido y, co ­m o antes, no supe qué responder, pero dije siem pre que buscaría conse­jo ; y así lo hice y le pedí consejo a él m ism o. Le dije que estas tres cosas eran m ucho más duras que las anteriores; y le pregunté, con el pensa­m ien to em belesado306, cóm o podría ser que yo amase a otro más que a él, que él amase a otra más que a m í, o que o tro m e amase más que él. En eso desfallecía pues no podía responder a n inguna de esas tres cosas, ni negarlas, ni replicarlas. Y sin em bargo, él no cesaba de probarm e para o b ­ten er respuesta. Y yo estaba tan a gusto y m e am aba tanto con él que m e era im posible con tenerm e ni hallar en mí la m anera: em bridada tan cor­ta no podía m an tener el paso. Esto nadie puede saberlo si no ha pasado

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Iu)r ello. Sin em bargo , tam p o co p o d ía ten e r paz si n o le daba una res­puesta. <Y o m e am aba tan to y m e poseía tan to > que n o p o d ía respon­der a la ligera; < si yo n o m e h u b ie ra am ado ta n to > 307, m i respuesta h u - liiera sido fácil y breve. E n todo caso era m enester que respondiera si no i pieria p e rd erm e a m í y a él, p o r lo q u e m i corazón sufría g ran quebranto.

A h o ra os d iré q u é respondí. Le d ije a él, de él, q u e q u e ría p ro b arm e en to do . ¡Ah!, ¿qué digo? C ie rtam en te n o dije u n a palabra. E l co razón li­bró esta batalla él solo resp o n d ien d o e n angustia m o rta l q u e quería ale­larse de su am or, en el que había v iv ido y pensaba que hab ía de v iv ir lar­gam ente; pero p u es to q u e era así q u e p o r suposición p o d ía darse que él quisiera esto y era necesario querer to d o su querer, así le respondí y le dije:

Respuesta a las tres cuestiones anteriores. «Señor, si fuera posib le que las cosas an ted ichas en fo rm a de p regun tas h u b ie ran de ser e te rn a m e n te rea­les en obras co m o lo son en p regun tas, os diría, de vos y p o r vos, lo que yo q u erría p o r el am o r de vos.»

«Si tuv iera , co n la creación que m e habéis dado, lo m ism o que vos te ­néis, sería, Señor, p o r tan to igual a vos excep to en u n a cosa: q u e podría cam biar m i v o lu n tad p o r la de o tro —cosa que vos n o hacéis, puesto que vos queréis sin co n d ic ió n 3118 estas tres cosas que tan pen o so m e ha resulta­do sobrellevar y aceptar—, y si yo supiera, sin d uda alguna, que vuestro q u e re r lo quería sin d ism in u ir en nada vuestra d iv ina b o n d ad , tam b ién yo lo q u erría , sin q u e re r n u n ca nada m ás. Y así, Señor, m i v o lu n tad llega a su fin co n esta declaración; p o r ello m i q u ere r es m ártir y m i am o r m ar­tirio : vos lo habéis llevado al m artirio ; su im ag inar ha to cad o fin. M i co ­razón im ag inaba q u e iba a v iv ir s iem pre de am o r p o r el deseo de m i b u e ­na vo lun tad . A hora , en cam bio, am bas cosas h an acabado en m í y m e han h ech o salir de m i infancia.»309

[132] C ó m o J u s t i c i a , M i s e r i c o r d i a y A m o r v i e n e n al A l m a c u a n d o e l l a h a s a l i d o d e su i n f a n c i a . C a p í t u l o C X X X I I

Y en tonces apareció el País de la L ibertad . Allí, Justicia v ino a m í y m e p reg u n tó qué favor quería de ella. Le respond í, tal co m o estaba, que n o quería que m e fuera ah o rrad o nada de ella, n i de nada q u e p u d ie ra

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u n í mi ni,n me. Entonces v ino M isericordia y m e pregun tó qué ayud.i , 11 n i i . i ilc ell.t, y tam bién le respondí, tal com o estaba, que no quería más .lyiid.i tic ella ni de nada que pudiera hacerm e bien.

Seguidam ente v ino [dama] A m or colm ada de bondad, que tantas ve ces m e había hecho salir de mis sentidos y al final m e había dado m uer te: ya habéis oído algo de eso. Y m e dijo:

A m ig a , ¿ q u é q u eré is d e m í?

C o n t e n g o cu a n to fu e ,

C u a n to es y será,

E s to y p o r c o m p le to co lm a d a .

T o m a d d e m í c u a n to os p lazca ,

S i m e q u eré is to d a en tera , n o m e o p o n g o .

D e c id m e , am iga , ¿q u é q u eré is d e m í?

S o y A m o r , q u e d e b o n d a d e s to y c o lm a d a p o r c o m p le to :

L o q u e q u erá is, lo q u e r e m o s .

A m ig a , d e c id n o s v u estra v o lu n ta d d esn u d a .

E ntonces respondí, después que yo ya era pura nada: ¡Ah! ¿Y qué voy a querer? La pura nada no tuvo nunca voluntad, no quiero nada. N ada m e im porta la bondad de [dama] A m or, nada m e im porta p o r tanto cuanto es suyo. Está colm ada de sí misma. Ella es, nada es si no es de ella; p o r eso digo que eso m e ha saciado p o r com pleto y m e basta.

E ntonces em pecé a salir de la infancia y m i espíritu fue envejeciendo cuando m u rió m i querer, acabaron mis obras y aquel m i am or que m e hacía tan bonita. Pues el derram am iento del divino am or, que se m ostró ante m í p o r luz divina, m e m ostró de repen te en un relám pago310 altivo y horadador a él y a m í. Es decir: a él tan alto y a m í tan baja que ya no pude p o n erm e en pie n i valerm e p o r m í misma; de ahí nació lo m ejo r de mí.

Si no lo entendéis, no puedo hacer nada. Es obra milagrosa de la que nada puede decirse sin m entir.

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[133] A q u í d i c e e l A l m a q u e t o d a s las c o n s i d e r a c i o n e s a n t e r i o r e s s o n p a r a l o s e x t r a v i a d o s ,

y v u e l v e a e x p l i c a r q u i é n e s s o n é s t o s , y c ó m o e s t a s c o n s i d e r a c i o n e s p e r t e n e c e n a la v i d a

d e l e s p í r i t u . C a p í t u l o C X X X I I I

[El Alma:] H ab é is o íd o algunas considerac iones —dice esta A lm a— que c o n tem p lé para d esp o ja rm e de m í y en c o n tra r el cam ino; contem plaba esto cu an d o estaba extraviada, es decir, co n fu n d id a311, pu es están extra­v iados cuan tos tie n e n a lgún apego al esp íritu . Y estas consideraciones p e r te n e c e n a la v ida del e sp íritu , p o r el apego a la te rn u ra de am or que el A lm a siente hacia sí m ism a. Ella im ag in a q u e es a D ios a q u ien p rofe­sa ese am o r al q u e p resta tan ta a ten c ió n , pero , en realidad, es a ella m is­m a a q u ie n am a sin saberlo y sin apercib irse de ello. Y ah í se engañan los q u e am an , p o rq u e la te rn u ra q u e s ien ten co n apego n o les deja alcanzar el co n o c im ien to . Y p o r ello p e rm a n e c e n co m o n iños en obras de niños, y así p e rm a n e c erá n m ien tras ten g an apego al esp íritu .

A q u í habla A m o r Divino: ¡Ah, D ios! —dice A m o r D iv in o q u e reposa en el A lm a an o n ad ad a—, ¡cuán largo es el c am in o y am plia la distancia en tre esa v ida ex trav iada y la v ida liberada en la q u e g o b ie rn a el nada querer! Y ese nada q u e re r siem bra la sem illa d iv ina, presa en el in te r io r de la d iv ina v o lu n tad . Y esa sem illa jam ás m u ere , p e ro son pocos los que se p rep a ran para rec ib irla . E n c o n tré m u ch o s de los q u e p e re c e n en los apegos del esp íritu , en las obras de v irtu d es , en los deseos de b u en a v o ­lu n tad ; p e ro e n c o n tré p o co s de los n o b le m e n te ex trav iados y sin duda a ú n m en o s de los libres, es decir, de los q u e v iven en la v ida liberada y q u e son co m o este lib ro dice, esto es: q u e ten g an el solo q u e re r que dis­p en sa A m o r P u ro . P ues A m o r P u ro dispensa u n solo am o r y u n solo q u ere r, y p o r ello m i q u e re r se ha c o n v e rtid o en u n nada querer. Y ese A m o r es p ro p io de aq u e l q u e es p u ra m e n te in m acu lad o p o r ser obra d i­v in a . U n alm a así está desnuda y p o r ello n o te m e e n su desnudez q u e le m u e rd a la se rp ie n te 312. Y p u esto q u e D io s n o p u e d e ac recen ta r su g o ­zo, ig u a lm en te el g o zo d e esta A lm a n o p u e d e m overse n i acrecentarse p o r o b ra de ella si n o lo acrec ien ta él p o r o b ra suya. Si ella h ic iera u n m o v im ie n to p o r su p ro p ia o b ra sería «por» ella; y si está desnuda, eso es im posib le .

Y pues su b o n d a d n o p u e d e d ism inu ir, el m al n o p u e d e c recer en ella

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p o r su propia obra; y así ella no lo acrecienta p o r obra suya, p o rq u e si lo acrecentase sería «por» ella; y si está desnuda, eso es imposible.

El A lm a libre: Es verdad —dice el A lm a libre—; en ese p u n to m e hallo p o r el perfecto abandono de m í m ism a; pues los milagros son debidos .1

la Fe; y esos m ilagros m e dan verdadero saber de los dones divinos: Fe es la causa de ello.

[134] C ó m o e l A l m a se h a l l a e n e s t a d o d e p e r f e c c i ó n c u a n d o S a n t a I g l e s i a n o p u e d e t o m a r e j e m p l o d e su v i d a . C a p í t u l o C X X X I V

[Amor] U n A lm a así —dice A m or— se halla en el estado más perfecto y más cercano al Lejoscerca cuando Santa Iglesia n o tom a ejem plo de sil v ida. Ella está en tonces p o r debajo de la obra de H um ildad , más allá de la obra de Pobreza, p o r encim a de la obra de C aridad . Está tan lejos de las obras de las V irtudes q u e n o podría en ten d e r su lenguaje. Pero las obras de las V irtudes se en c ie rran a u n tiem p o en el in te rio r de esta A l­m a a la que obed ecen sin contradecirle , y a causa de su clausura n o sabe Santa Iglesia conocerlas; esa m ism a Santa Iglesia alaba singularm ente el T em or de D ios, pues el santo T em or de D ios es u n o de los dones del Es­p ír itu Santo. Y no obstante, T em or de D ios destru iría el estado de lib er­tad si pud iera p en e tra r en él; pero la perfecta libertad no tiene n in g ú n po rq u é . H a pasado p o r el filo de su espada, dándoles m uerte , a los p lace­res del cuerpo , m atando los deseos del espíritu . H a puesto to d o su am or bajo sus pies y no se p reocupa de ella m ism a más que si no existiera. E l «más» la ha liberado de sus deudas con Jesucristo y, p o r esto, < 313nada d e ­be de to d o a cuan to estaba obligada. E l «más» le m uestra que la ha lib ra­do del «menos». Y ese «más» quiere ten e r lugar p leno en ella sin m ed ia­ción . Pero el g ran sen tido de la naturaleza, al que se en tregan los extraviados, co n ten tándose consigo m ism os, p o r el apego a la v ida del es­p ír itu , les arrebata el h o n d ó n 314, es decir, les im pide com p ren d er la des­nu d ez de ese h o n d ó n y sen tir la generosa b o n d ad de D ios para co n ellos. P o r ello p e rm an ecen en las obras> .

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[135] C ó m o s e e n g a ñ a n l o s q u e t i e n e n s u f i c i e n t e c o n g o b e r n a r s e s e g ú n e l a p e g o d e la v i d a d e l e s p í r i t u . C a p í t u l o C X X X V

< ¡O h , có m o se engañan los q u e p e rm a n e c en ah í conten tándose! C ie r ta m e n te cu an to c ria tu ra p u e d e h ace r en obras de b o n d a d n o es na­da al lado de la sapiencia divina; y co n todo , la b o n d a d divina n o da su b o n d a d al A lm a sino a causa de esa m ism a bondad ; y u n a sola m anifesta­c ió n de esa su p rae te rn a b o n d a d an tigua y nueva vale m ás q u e to d o cu an ­to la c ria tu ra p u ed a h acer en cien m il años, o incluso más q u e lo que to ­da la Santa Iglesia p u ed a hacer. Y el lejos es más b ien cerca, pues el A lm a co n o ce e n sí m ism a315 a este lejos co m o m ás cerca, p o rq u e la u n e c o n ti­n u a m e n te a su vo lun tad , sin desgana p o r cosa q u e acon tezca. T odo es pa­ra ella u n o sin u n p o rq u é , y ella es nada en ese uno . E n to n ces nada tie ­n e ella q u e hace r de D ios n i D ios nada de ella. ¿Por qué? P o rq u e él es y ella n o es; y nada re tien e en su nada, pues le basta esto, es decir, q u e él es y q u e ella n o es. E n to n ces se halla desnuda y despojada de todo , pues está sin ser allí d o n d e estaba antes de ser. Y rec ibe así de D ios lo que tie ­ne, y es lo que D ios es p o r transfo rm ación de A m o r en aquel p u n to d o n ­de estaba antes de flu ir de la b o n d ad de D io s.>

[136] C ó m o p a r a e l A l m a a n o n a d a d a e s t á p r o h i b i d a t o d a o b r a . C a p í t u l o C X X X V I

<A llí n o reza, co m o n o lo hacía antes de ser. Lo q u e tiene lo recibe de la b o n d ad divina, del n o d u lo de su am or, del nob le Lejoscerca. Y no se p reo cu p a de ello. Lo que más am a es lo que más odia. Así ha de ser. E n su am o r n o existe n i más, ni p u n to m edio , ni m enos, y así n o se en triste­ce p o r nada que acontezca. N o tiene fondo ni, p o r tanto , lugar; y si no tiene lugar n o tiene, p o r tanto , am or. Toda palabra y to d a obra le son p rohib idas en el sim ple ser de D ivinidad, tal co m o en u n tiem p o fue pres­c rito p o r C risto , h ijo de D ios Padre. Tal fin alcanza el A lm a q u e n o tiene co n qué h acer el b ien , de d o n d e se deduce que no tiene co n qué hacer el m al, pues A m o r le da to d o y de este m o d o la disculpa an te su prójim o.

Es ju s to —dice ella— q u e to d o se halle som etid o a m í, puesto q u e to ­d o ha sido h ech o p o r m i causa; lo recibo to d o co m o m ío, sin p ro h ib i­

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ción. ¿Por qué n o lo iba a hacer? Vos, Señor, m e amasteis, lo hacéis y lo haréis con todo vuestro p o d e r com o u n Padre. Vos m e amasteis, y esto hacéis y haréis con toda vuestra sapiencia co m o u n H erm ano . Vos tiu ' amasteis, m e lo hacéis y lo haréis con toda vuestra bondad, com o u n A m igo. D ulce Padre, dulce H erm ano , dulce A m igo, no fuisteis jam ás, ni p o r u n instante, ni p o r un abrir y cerrar de ojos, sin que yo fuera p o r vos amada. Por tanto, b ien p u ed o decir que a nadie amáis más que a m í. Pues igual que vuestra b o n d ad n o podría soportar que vuestra hum anidad, y su m adre, y los ángeles y los santos no tuv ieran la gloria de vuestra su- p rae te rna bondad más allá de sus m éritos, igualm ente vuestra supraeter- na b o n d ad n o podría soportar que yo sufriera los to rm entos que m erecí. P o r lo que recibo co n tin u am en te vuestra m isericordia, en la m ed ida m is­m a de vuestro poder, en to d o lo que yo habría de sufrir. >

[137] C ó m o e s t a A l m a es p r o f e s a e n su r e l i g i ó n y c ó m o h a g u a r d a d o b i e n su r e g la .

C a p í t u l o C X X X V I I

<Esta A lm a es profesa en su propia re lig ión y ha guardado su regla. ¿C uál es su regla? C ie rtam en te disolverse p o r anonadam ien to en el esta­do p rim igen io en que la recibió A m or. H a pasado su exam en de p roba­c ió n 316 y ha librado todas las batallas contra todas las potencias. Pero aque­lla ú ltim a de la que hem os hablado fue especialm ente dura. Y no es maravilla. N o hay g uerra más penosa que la guerra de los am antes: la que los m ata debe pasar p o r el filo de la espada. A hí le es arrebatado todo su p o d e r sin poderlo recuperar y queda sanada de toda enferm edad. ¡O h, qué3,7> gran p iedad esta m asacre de am antes que ayudaron al A lm a a ven­cer a sus enem igos y que, al final, todos han m uerto ! ¿Q ué tiene ello de m aravilloso? D ios dispensa sus bienes com o le corresponde y p o r ello es­ta A lm a ya no quiere estar en ese lugar. Su im aginar sobrepasó en un tiem po lo im aginable p o n iéndo la a ella en el lugar de D ios, pero era p o r­que estaba fuera de su ser318.

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[138] C ó m o el A l m a r e t o r n a a su s e r p r i m i g e n i o .C a p í t u l o C X X X V I I I

A h o ra esta A lm a se halla e n el ser p r im ig e n io q u e es su ser; h a deja­d o tres y ha h e c h o de dos u n o 3'9. P ero ¿cuándo ex iste esa un idad? La u n i­d ad ex iste cu an d o el A lm a regresa a aque lla sim ple D e id a d q u e es u n ser sim ple de d esb o rd an te f ru ic ió n , en p le n o saber, sin sen tim ien to , p o r e n ­c im a d e l p en sam ien to . Ese sim ple ser cu m p le en el A lm a p o r caridad c u a n to el A lm a cu m p le , p u es el q u e re r se h a h e c h o sim ple, y el sim ple q u e re r n o c o n tie n e acc ió n después de h a b e r v e n c id o la n ecesidad de dos naturalezas, allí d o n d e la v o lu n tad fu e dada p ara ser sim ple. Y ese sim ple querer, q u e es q u e re r d iv ino , lleva al A lm a a estado d iv ino : m ás a rr ib a n o se p u e d e ascender, n i m ás p ro fu n d o d escender, n i se p u e d e estar m ás des­n u d o . E l q u e q u ie ra e n te n d e r esto q u e se guarde de los tru co s de N a tu ­raleza, pu es ta n su tilm e n te c o m o el sol seca el trap o sin q u e nad ie lo p e r ­ciba a u n q u e esté m iran d o , así m ism o en g añ a N a tu ra leza sin q u e se sepa, si [el alma] n o está b ie n e n guard ia en v ir tu d de u n a g ra n ex p erien c ia .

[139] C ó m o N a t u r a l e z a e s s u t i l e n m u c h a s c o s a s .C a p í t u l o C XXX IX

¡Ay, D ios!, cu án su til es N a tu ra leza e n m u ch as cosas, p id ie n d o bajo ap a rien c ia de b o n d a d y co lo reada p o r su necesid ad aq ue llo a lo q u e n o tie n e d erecho . C ie r ta m e n te lo q u e p id e es a m e n u d o p e lig roso ; p u es co n sus astucias o b tie n e fre c u e n te m e n te lo q u e n o es suyo, ro b á n d o lo ella m ism a c o n su fuerza y v ig o r o c o n su gen tileza . Para m i g ran desgracia lo h e c o m p ro b ad o , p e ro m ás b ie n fue para m i m ay o r fo rtu n a , p o rq u e sin yo saberlo, su p eré lo q u e ten ía q u e h a c e r e n el saber d iv ino . Y este saber d iv in o y este rep o so m e b a rrab an el c am in o hacia m i país, e sc o n d ié n d o ­m e la m a te ria en la q u e ten ía q u e lle n a rm e d e h u m ild a d p ara c o n o c e r lo q u e era m ío . P o r eso p e rd í ah í lo q u e era m ío , q u e en realidad , a u n q u e lo poseía, jam ás fu e m ío 320.

S ucede a veces q u e n o p u e d e n en c o n tra rse en u n re in o dos cria turas q u e sean del m ism o esp íritu , p e ro c u a n d o p o r v en tu ra esas dos cria tu ras se e n c u e n tra n , se ab ren la u n a a la o tra y n o p u e d e n esco n d erse e n tre ellas321, a u n q u e qu isieran , n o p o d ría n p o r la c o n d ic ió n de sus esp íritu s y c o m -

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plexiones, y p o r las prácticas de la vida a la que, quieran o no, han sido llamadas. G ente así tiene una gran necesidad de estar en guardia si no ha alcanzado la cúspide, o la perfección de la libertad.

Por ello os digo, para concluir, que si D ios os ha dado elevada crea­ción, luz excelente y singular am or, sed fecundos y m ultiplicad sin desfa­llecim iento esa creación322, pues sus dos ojos os contem plan sin cesar323 y, si consideráis y contem pláis esto correctam ente, esa mirada hace ser sim ­ple al A lm a. Deo gradas.

Explicit

Por el que ha escrito este libro os pido de todo corazón

que al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo roguéis, y a la virgen María,

para que después de su vida presente en compañía de los ángeles

pueda rendirles gracias y alabanzas. Amén.

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[140] A p r o b a c i ó n 124

Yo, c ria tu ra h ech a p o r el creador, a través de la q u e el p ro p io creador h izo de sí este libro , para q u ién n o lo sé, ni q u ie ro saberlo, pues no he de q u ererlo (m e basta, p o r c ierto , si está en el secreto saber de la divina sa­p ien c ia y en la esperanza); p e ro a éstos yo los saludo p o r el am o r de la paz de caridad en la altísim a T rin idad , q u e ella se d igne a guiarlos, dándoles te s tim o n io de su v ida125 a través de los in fo rm es de los clérigos que oye­ro n este libro.

E l p rim ero de ellos fue u n fraile m e n o r de gran ren o m b re , vida y san­tidad , al q u e llam aban fray Ju an < d e Q u e ra y n > 126. Lo q u e dijo os lo tras­m itim o s a través de esta carta de am or, recib id la p o r tan to co rtésm ente en am or, pues A m o r os lo p ide p o r el h o n o r de D io s y de sus siervos li­bres y para b en efic io de aquellos q u e aú n n o son libres, pero que, si pla­ce a D ios, lo serán a lgún día. E ste fraile d ijo q u e este lib ro había sido h e ­ch o v erd ad eram en te p o r el E sp íritu S an to y q u e si todos los clérigos del m u n d o lo oyeran, su p o n ien d o q u e lo en ten d ie ran , n o sabrían con trade­cirlo en nada. Y rogó , en n o m b re de D ios, q u e fuera b ien custodiado y lo v ie ran pocos. Y dijo tam b ién q u e era tan elevado q u e él m ism o no al­canzaba a en ten d erlo .

L uego lo v io y lo leyó u n m o n je cisterciense, llam ado d o m Franco < c h a n tre > 127 de la abadía de V illiers. Y dijo que de acuerdo co n las Es­critu ras cu an to este lib ro dice es verdad.

L uego lo leyó u n m aestro en teo logía , llam ado m aestro G odofredo de Fontaines. Igual q u e los o tros, no d ijo nada m alo del libro. Si bien dijo que n o era co n v en ien te q u e m u ch o s lo co n o c ie ran , pues, según decía, p o d rían ab an d o n ar la vida a la q u e están llam ados, aspirando a esta otra a la q u e tal vez n o p u e d a n llegar, y p o d rá n verse así decepcionados. Pues, decía, este libro está h ec h o p o r u n esp íritu tan fu e rte y ferv ien te que se e n c u e n tra n pocos o n in g ú n o tro sem ejan te. D e todas form as, dijo que el

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alma no puede alcanzar la vida divina o el divino m odo de ser hasta que alcanza el cam ino que este libro describe. Pues cualquier m odo de ser in­ferior a éste, dijo el m aestro, es m eram ente hum ano. Sólo éste es divino y n ingún otro.

Esta aprobación fue hecha para la paz de los que oigan; y de fo rm a se­m ejante, para vuestra paz, os explicam os estas cosas para que la semilla dé m ultiplicado fru to en los que oigan y sean dignos. A m én.

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N o t a s

I n t r o d u c c i ó n

1 El concepto «teología vernácula» lo acuñó Bernard McGinn en su «Introduction» a una compilación de estudios sobre el Maestro Eckhart y la mística beguinal (McGinn, 1994, págs. 4-5). Para un análisis en profundidad de las tres vertientes de la teología y mís­tica medievales: monástica, escolástica y «vernácula», véase también Bernard McGinn (1998, págs. 1-30). Sobre el papel decisivo de la lengua materna en la emergencia de la mística del siglo XIII ha escrito Luisa Murara en «Voce materna, sciencia divina» (Mura­ra, 1995, págs. 73-86).

2 Un estudio exhaustivo sobre la mística femenina en el siglo XIII lo ha llevado a ca­bo Kurt R uh (Ruh, 1993, págs. 1-366). Como visión de conjunto sobre las principales es­critoras místicas de los siglos XIII al xv, véase también Victoria Cirlot y Blanca Garí (Cir- lot/Garí, 1999). Una reflexión sobre experiencia mística y autoridad en las principales escritoras místicas del siglo XIII, en Bernard McGinn (2000, págs. 175-194).

■' Sobre la primera persona en la V id a de Hildegarda reflexiona Victoria Cirlot (Cir- lot/Garí, 1999, págs. 49-75); véase también Victoria Cirlot, V id a y v is io n es d e H ild e g a r d vo n

B in g e n , Siruela, Madrid 1997.4 De «mística cortés» ha hablado Barbara Newman: «La mystique courtoise: Thir-

teenth-Century Beguines and the Art o f Love» en Barbara Newman, F r o m V ir ile W o m a n

to W o m a n C h r is t . . S tu d ie s in M e d ie v a l R e l ig ió n a n d L ite r a tu r e , University o f Pennsylvania Press, Filadelfta 1995, págs. 137-167.

5 En buena medida sigue siendo una referencia inexcusable para el estudio del movi­miento espiritual femenino de estos siglos la obra de Herbert Grundmann, R e lig ió s e B e -

w e g u n g e n im M it te la l te r . U n te r s u c h u n g e n i'tbet d ie g e sc h ich tlich en Z u s a m m e n h á n g e z w is c h e n der

K e tz c r e i , d e n B e tte lo r d e n u n d d er re lig iósen F r a u e n b e w e g u n g im 12. u n d 13 . J a h r h u n d e r t u n d über

d ie g e sch ich tlich en G r u n d la g e n d e r d e u tsc h e n M y s t i k (Berlín 1935), Darmstadt 1961. Para un estado de la cuestión reciente, véase Martina Wehrli-Johns y Claudia Opitz, F r o m m e

F r a u e n o d er K e t z e r in n e n ? L e b e n u n d V e tfo lg u n g der B e g in e n im M it te la l te r , Herder, Friburgo- Basilea-Viena 1998.

" La distinción frecuentemente admitida entre mística amorosa (cortés) y mística es­peculativa, no consigue en todo caso abarcar la complejidad de estos textos que en dife­rentes grados y con distintas formas de expresión participan, al menos en algunos de los aspectos característicos, de ambas corrientes. El «ambiente común» del que en buena me­dida participará también la mística renana, he intentado reflejarlo en las notas del texto del E s p e jo .

1 L e s G ra n d e s C h r o n iq u e s d e F rance , t. VIII, pág. 273 (Verdeyen, 1986, pág. 91).

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I | 4« iit l»n del proceso han sido editadas y comentadas por Paul Verdeyen (1986, págs.4 # «4 )

* lín I 'M6 se publicó una primera noticia sobre el descubrimiento en un artículo de I ( h w m t fo r e R o m a n o del 16 de junio, págs. 661-663, y años más tarde la edición del tex­to del manuscrito de Chantilly: Romana Guarnieri (1965, págs. 353-708), reeditado lue­go junto al manuscrito latino por Romana Guarnieri y Paul S. J. Verdeyen (Guamie- ri/Verdeyen, 1986).

10 Gui de Colmieu es obispo de Cambrai entre 1296 y 1306. En una fecha imprecisa de este episcopado tiene lugar este primer proceso contra el E spejo .

II Tal como señala Romana Guarnieri, «Prefazione storica» (Fozzer/Guarnieri/Vani- ni, 1994, pág. 21). Sobre los lazos entre el pensamiento de Duns Escoto y Margarita, véa­se Camille Berubé (1995, págs. 51-75), así como Michela Pereira, (1998, págs. 71-96, en especial 90-96).

12 Aunque otoño de 1306 es la más probable, no está clara la fecha de la muerte de Godefroi de Fontaines, que como mucho se podría posponer a 1309. En todo caso su aprobación es impensable después de la detención de Margarita en junio de 1308.

11 Sobre Guiard, además del artículo de Paul Verdeyen, véase también el ensayo de R. E. Lerner (1976, págs. 343-364).

H Sobre los lazos entre el proceso de Margarita y la doble condena de Vienne de la herejía del Libre Espíritu y las beguinas, véase Robert E. Lerner, T h e H e rc sy o f (he Free

S p ir it in th e L a te r M id d le A g e s , University of California Press, Berkeley 1972.,s Capítulo 85, pág. 134.u‘ Guarnieri, «Prefazione storica» (Fozzer/Guamieri/Vanini, 1994, pág. 29).17 Marie Bertho (1993, págs. 22-26); véase también en general Simons Walter, C itic s

o f L a d ie s . B e g u in e C o m n n m i t ie s in th e M e d ie v a l L o w G o u n tr ie s 1 2 0 0 -1 5 6 5 , University of Pennsylvania Press, Filadelfia 2002.

IK En el capítulo 122 (pág. 174) del E s p e jo , el Alma entona un canto al Amado y en él le dice: A m ig o , ¿ qué d irán las beg u in a s y las g e n te s de relig ión , / cu a n d o o igan la excelencia

de vuestra d iv in a canción? / L a s beg u in a s dicen q u e yerro y q u e yerro dicen los curas, clérigos, p r e ­

dicadores, a g u s tin o s , ca rm elitas / y los fr a i le s m enores, p o r lo q u e escribo del ser d e l A m o r in m a ­

cu lado.

Véase al respecto, Roisin Simone «L’efflorescence cistercienne et le courant fémi- nin de piété au X l i r ,m‘ siécle» en R e v u c d 'h is to ire ecclésiasfique, 39, 1943, págs. 342-278.

2" Marie Bertho (1993, págs. 29-34).2' El texto del E spejo tal como nos ha llegado en el manuscrito de Chantilly está escrito

en un francés puro de la Isla de Francia, pero el original, quizá perdido para siempre, lo es­taba probablemente en dialecto picardo. Al respecto Romana Guarnieri «Prefazione Stori­ca» (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1994, págs. 29 ss.). Sobre los usos dialectales de la lengua de Margarita, véase también el artículo de Ulrich Heid (Heid, 1993, págs. 219-247).

22 R. Bradley, «Backgrounds to the Tittle “Speculum” in Medieval Literature», S p e -

c u lu m 29, 1954, págs. 100-115; H. Grabes, T h e M u ta b le G la ss: M irro r Im a g ery in T it i le s a n d

'F ex ts o f th e M id d le A g e s a n d E n g lish R en a issa n ce , Cambridge University Press, Cambridge 1982. Desde otra perspectiva y haciendo especial hincapié en la analogía entre la metáfo­ra del espejo y la escritura como auto-reflexión, Catherine Bothe (1994, págs. 105-112).

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22 Para las fuentes del E s p e je , véase en especial R uh (1993, págs. 338-371), así como el estudio literario de Giovanna Fozzer (Fozzer/Guamieri/Vanini, 1994, págs. 55-71).

24 Friederich Ohly ed., D a s S t . T m d p e r t e r H o h e lie d . E i n e L e h r e der tie b e n d en G o tte se r -

k e n n tn i s , Deutscher Klassiker Verlag, Francfort 1998. Sobre esta importante obra y su in- fuencia en la mística femenina, véase Hildegard Elisabeth Keller, W o r t a n d F leisch . K ó rp e -

n a le g o r ien , m y s tis c h e S p ir i tu a l i ta t u n d D íc h t im g d es S t . T m d p e r te r H o h e lie d e s im H o r i z o n t der

I n k a m a t ío n , Peter Lang, Zúrich 1992.25 Kurt R uh (1993, págs. 366-367). Según Ruh, junto a estas obras estarían también

presentes en el E s p e jo los ecos de otros dos textos producidos en el ambiente beguinal del norte de Francia, la Picardía y la Lotaringia: los D i t s d e l ’a m e y la R i g le d e s j i n s a m a n ts ca­rentes de la radicalidad teológico-espiritual de las tesis centrales de Margarita, pero que pudieron ofrecer al E s p e jo no sólo algunos trazos estilísticos, sino esa espiritualidad evan­gélica y de profunda humanidad que impregna también sus contenidos.

2,1 Capítulo 1, «prólogo», pág. 51.27 Capítulo 1, «prólogo», págs. 51-52.24 Sobre el tema del «amor de lejos» en Rudel, véase Victoria Cirlot, L e s ca n fons d e I ’a-

rnor de l lu n y d e J a u fr é R u d e l , Columna, Barcelona 1996. E. Colledge y j . C. Marler (1984, págs. 39-40) han señalado que Margarita toma este término, como otros, de la literatura renano-flamenca de la m in n e cristianizada, y en concreto del V e n e b i de Hadewijch. Pe­ro el más claro y explícito ejemplo lo proporciona el decimoséptimo poema de rima mix­ta que se suele atribuir a Hadewijch II: «Encuentran una nueva enseñanza en la clara ti- niebla, de gran valor, sin modo, en el Lejoscerca» (Garí, 1998, pág. 89). Sobre Hadewijch (Cirlot/Garí, 1999, págs. 77-106).

24 Amy Hollywood (1995, pág. 88).Kurt R uh (1992, pág. 197) apuntó ya la diferencia entre ambos ejemplos. También

Amy Hollywood (1995, pág. 88) ha señalado e interpretado esa diferencia.31 Como ha señalado Victoria Cirlot en un trabajo reciente sobre el «amor de lejos»

(centrado precisamente en el análisis del R o m á n d e la R o s e ) , el amor laico tanto como el amor místico se construyeron en los siglos xn y xiu en base a las distintas interpretacio­nes del valor de la imagen, que se convierte en sagrada en su vertiente icónica y que en cambio acaba por ser profunda e incluso paródicamente negada en su caída en el ídolo: «La única imagen que comprende la distancia es el icono, pues el icono no pretende bo­rrarla, sino todo lo contrario, mostrarla y hacerla consciente, mientras que, en cambio, el ídolo lo único que busca es su apropiación y, por tanto, su supresión». Cf. V. Cirlot, «El Amor de Lejos y el valor de la imagen» en M e m o r ia , m i to y rea lid a d e n la H is to r ia M e d ie v a l ,

Nájera 2002, pág. 309.42 Es interesante al respecto la reflexión de Michela Pereira (1998, pág. 83) sobre el ca­

rácter autobiográfico y la dialéctica relativa al «sujeto escribiente» en el E s p e jo .

" En la traducción latina, cierra el libro un último capítulo, el 140, que contiene el texto de la aprobación del libro por los tres clérigos.

41 Sobre la cuestión de la mistagogía en Margarita, véase Blanca Garí (2003, págs. 133- 153). Ha definido recientemente el valor mistagógíco de los textos de la mística femeni­na en relación a las visiones, poemas y cartas de Hadewijch Frank Willaert, «Peregrinos al país de amor. Mistagogía y memoria en Hadewijch de Brabante», R e v is ta C h i le n a de L i -

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I fh l l l lh l fl2i Universidad de Chile, 2003, págs. 165-182. El mismo autor vuelve sobre el te - iii i en relación a la obra de R uusbroec en F. Willaert, «Margaret’s Booklets. M em ory in I ‘iiilih'ii seven sloten by Jan van Ruusbroec» (en prensa). Tom o el concepto «tratado m is- tagógico» en el mismo sentido que le otorga Willaert en ambos artículos.

" Al juego de espejos entre las dos partes de la obra ha hecho referencia Catherine Müller (1999, pág. 32).

36 Capítulo 96, págs. 144-145.37 Una reflexión más amplia en esta misma línea en Blanca Garí (1997, págs. 19-38).

Sobre la «necesidad» y la «imposibilidad» de la escritura del E s p e jo , véase también McGinn (2000, en especial págs. 188-192).

3! Ha hablado de pensamiento espiral en el E sp e jo Michela Pereira (1994, págs. 945-962).39 Al principio compositivo del E s p e jo según el cual la autora vuelve una y otra vez

sobre los mismos temas creando «conjuntos de enseñanzas», se ha referido K urt R u h que señala la necesidad de estudiarlos como tales (Ruh, 1993, pág. 344).

40 Capítulo 1, «prólogo», pág. 51. Una reflexión clarificadora sobre el «recorrido mís­tico» de Margarita en Paul Mommaers (1991, págs. 89-107).

41 Al respecto, y de forma general, véase Alois María Haas, «Mors Mystica», en S e rm o

M y s tic u s . S tu d ie n z u T h e o lo g ie u n d S p ra ch e der d eu tsc h e n M y s t i k , Universitátsverlag, Fribur- go/Suiza 1979, págs. 392-380.

42 Capítulo 121, pág. 170.43 Capítulo 7, pág. 56.44 El tema de la despedida de las Virtudes no es ajeno a la literatura mística del siglo

XIII; aparece especialmente en Matilde de M agdeburgo y Hadewijch de Amberes, e im­pregna toda la doctrina espiritual de Hadewijch en torno al «reposo del alma» en Amor. Al respecto véase la nota 33 del texto del E sp e jo .

43 Capítulo 6, págs. 55-56.46 Capítulo 51, pág. 101.47 Capítulo 58, pág. 108.48 Capítulo 118, pág. 168.49 Capítulo 118, págs. 166-167.80 Capítulo 58, pág. 108.31 Sobre la expresión «regar» (consideración) y sus connotaciones contemplativas, cf.

nota 281 al texto del E sp e jo .

52 Capítulo 123, pág. 177.53 Capítulo 123, pág. 177.54 E n te n d e m e n t d ’A m o u r , es decir, in te lle c tu s a m o ris de Guillermo de Saint-Thierry, que

es el in te te lle tto d ’am o re de Dante, tal como señala Luisa Muraro (1991, págs. 114-115, n. 28) y que se correspondería asimismo con la ciencia e a m a n c ia de Ramón Llull, no por ca­sualidad otro de los grandes místicos de la «teología vernácula»; sobre este tema en Llull, Amador Vega, R a m ó n L lu l l y e l secreto d e la v id a , Siruela, Madrid 2001, págs. 51-54.

55 Se ha referido a estos siete «regars» como «speculum scripturae» C. Müller (1999, pág. 43). Los siete ejemplos propuestos por Margarita a la consideración del alma no es­tán exentos de la influencia del uso devocional de la imagen y de las técnicas de la im ita ­

d o que se habían introducido con fuerza en las prácticas religiosas del Occidente del siglo

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XIII. Prácticas y técnicas que, según ella enseña, están destinadas en todo caso a ser trans­cendidas.

56 Al respecto, Müller (1999, págs. 43 ss.).57 Que éste sea en general el nudo interpretativo del E s p e jo l o ha sostenido Luisa Mu-

raro (2001, págs. 187-193), donde analiza especialmente los capítulos 31 y 32 de la prime­ra parte.

Este capítulo que contrapone el poder, sabiduría y bondad de Dios (D) a la debili­dad, ignorancia y maldad del Alma (A) se ordena según unas reglas de fuerte connotación nemotécnica D; A; D; A; D-A; D-A; D-A; D-A; D-A-A-D. Capítulo 130, págs. 185-186.

59 Capítulo 131, pág. 88." En estas líneas la presencia de Dios invade el texto y se hace palabra que resuena en

el interior del Alma. El puente entre las dos fases (el discurso del Alma y el de Dios) lo establece entre la primera y la segunda pregunta, cuando Margarita abandona el carácter de «consideración mental» para expresar al menos formalmente la segunda y tercera pre­gunta como interrogantes que le formula Dios mismo.

61 Capítulo 131, págs. 188-189.“ Capítulo 11, págs. 62-63.“ Capítulo 132, pág. 190.M Capítulo 132, pág. 190.“ Capítulo 133, pág. 191.“ Capítulo 1, «prólogo», pág. 51. Una idea que repetirá en varias ocasiones a lo largo

de todo el libro.47 Cf. capítulo 134, pág. 192.“ Cf. capítulo 136, págs. 193-194.

Capítulo 24, pág. 78.711 Cf. capítulo 138, pág. 195.71 Capítulo 138, pág. 195.12 Capítulo 135, pág. 193.71 Capítulo 139, pág. 196.71 Tomo el concepto en el sentido que le da Amador Vega refiriéndose a la labor pre­

dicadora de Ramón Llull en R a m ó n L lu l l y el secreto d e la p id a , op. cit., en especial págs. 50 y ss.

75 Capítulo 138, pág. 195.7" Fernando Domínguez Reboiras, «Idea y estructura de la Vita Raimundi Lulii», E s ­

tu d io s L u l ia n o s , 27, 1987, págs. 1-20.77 Romana Guarnieri, «Prefazione storica» (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1994, pág. 41).n Amador Vega, E l f r u t o d e la n a d a , Siruela, Madrid 1998, pág. 22.77 Romana Guarnieri, «Prefazione storica» (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1994, pág. 41).*’ El paralelismo entre el E s p e jo y la obra del Maestro Eckhart, en especial el sermón

52, ya fue señalado por E. Colledge y j . C. Marler (1984, págs. 14-47); Kurt R uh a su vez profundiza en la comparación (1989, págs. 102-105) concluyendo que: «1. Eckhart cono­ció de alguna forma el E s p e jo . 2. Extrajo de él conceptos decisivos —que correspondían a sus propias convicciones o que le eran próximos—, y les dio, desde su perspectiva, una for­mulación más precisa y teológicamente más sostenible» (pág. 104).

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1 *Ii I • Mm H. Mim g i.m maestro y místico del siglo XIV, Ruusbroec, leyó conI i hU | «»t «I «tlt* I-i* I »l / i/ ' i /i ' ( i o n i o han planteado también E. Colledge y J. C . Marler H 'ihi p l jn • i I '), i '. i in e g losar a su v ez en sentido ortodoxo, naturalmente sin men- * liiit.iil«*, |Mt,i)ri di- la obra de Margarita.

I ,i i'iux ip.il información sobre la difusión del E s p e jo hasta el siglo XVI se encuentra ya en Romana (íuarnieri (1965, págs. 434-490). Cf. también en Guamieri «Prefazione sto­ma» (bo/.zer/Guamieri/Vanini, 1994, págs. 39-54).

Sobre la recepción del E s p e jo en la obra de Margarita de Navarra, véase Suzanne Kocher (1998, págs. 17-23).

** Marguerite de Navarre, L e s P ris ions, edición de S. Glasson, Ginebra 1978, pág. 179.85 Ibídem, pág. 180.86 Luisa Muraro (1995, pág. 28).

E l e s p e jo de la s a l m a s s i m p l e s

Este título encabeza el manuscrito francés (C'h) y así formulado se encuentra sólo en él. En el capítulo 13, Margarita menciona de forma algo distinta el título de su obra: M i ­

ro n a - d es s im p le s tim e s q u e e n r o lo ir c t e n cíes i r d e m o m v n f . Una discusión sobre el posible sig­nificado de esas diferencias en L. Muraro, 1996 (reedición 2 0 0 1 , págs. 130-136) y Foz- zer/Guarnicri/Vnnini, 1994, pág. 121.

Con este verso se inicia una «canco» de cuatro estrofas que figura exclusivamente en (Ch) y que, al igual que e! título y el índice de capítulos, pertenece a una mano dis­tinta de la que copió el resto del manuscrito. En opinión de Romana ( íuarnieri (Guar­men/Verdeyen, 1986, pág. viii), es posible que no sea de Margarita. Se trata, junto con el «rondeau» del capítulo 122, de la única forma poética que aparece en la obra, si bien la prosa de Margarita se desenvuelve en los momentos de mayor fuerza lírica en forma de fragmentos de prosa rimada que constituyen uno de los caracteres estilísticos del l i s - p e jo .

' Autentico o no, el poema inicial recoge trazos fundamentales del E s p e jo , el más des­tacado de ellos es el protagonismo de Humildad que, como repetirá el capítulo 88, no es una más de las virtudes, sino su madre, siendo ella a su vez hija de la Deidad. Sólo Hu­mildad conduce al alma al verdadero conocimiento y hace de ella en el sexto estado de gracia «abismo de humildad» (capítulo i 18) en la unión con la Deidad.

' El «toque» divino, sobre el que vuelve Margarita (especialmente en el largo capítu­lo I 18) es un concepto común a la mística, del siglo MUI en adelante. Se trata del ^ h e r iu a i

de Beatriz de Nazaret. Hadewijch de Ambcres y Joan van Ruusbroec, del H e r iih r n u p de Matilde de Magdcbtirgo, Hchkart y la mística renana, y de los «toques de amor» de los grandes místicos castellanos. En especial compárese la lo n c h e d n p a r dedil d ' A m o n r con el que en el capítulo I 18 Margarita describirá al Alma en el cuarto estado, cuando ésta cae de Razón en Amor, con el p h e r i jn n e s s e iu v i p h c h r n h e n e o el «toque de la fruición que deja ir todo cuanto pertenece a Razón y hace caer a un amado en el otro» de la visión trece de Hadewijch de Ambcres, V is io e i/e u XIII, ISO (Hofmann, 1998, pág. 148).

El prólogo introduce el terna de la escalera de perfección compuesta por siete nive­

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les o estados. Ésta constituye un tema tradicional de la literatura e s p i r i t u a l y mística a r t i ­

culado diversamente en los distintos autores. Ya para san Agustín s ie t e e r a e l n ú m e r o d e

la perfección ( D e vera re líg ione XXVI, 49), pero es sobre todo en la m í s t i c a m e d i e v a l d e l X I I I

en adelante cuando encontramos con frecuencia el itinerario espiritual o r g a n i z a d o e n sie­te etapas: siete son los modos de Amor en Beatriz de Nazaret que, aunque no s o n e q u i ­

valentes a los estados de Margarita, recogen expresiones y formulaciones m u y c e r c a n a s ,

S e v e n m a n ie re n (traducción al castellano Cirlot/Garí, 1999, págs. 28S-295); dentro d e e sa

misma tradición se insertan entre otros L o s s iete g r a d o s d e la escala d e a m o r de Ruusbroec y

las «siete moradas» del C a s ti l lo in te r io r d e Teresa de Jesús.' . . .d iv in e fr u ic tio n , equivalente a lo largo de todo el E s p e jo , al g h e b r u k e n de Hadewijch,

Beatriz y Ruusbroec que designa la unión en Amor.7 A lo largo de todo el texto, el simbolismo de Amor es claramente femenino: se tra­

ta de dama Amor, un aspecto de Dios o Dios mismo. Siguiendo una gramática de tran­sición (en francés medieval amor es femenino) en (Ch) comparece el personaje de Amor en ocasiones bajo el género femenino, en otras bajo el masculino. Sujeta a la gramática castellana he utilizado en general el masculino salvo en los casos en que Amor aparecía explícitamente como d a m a A m o r o en aquellos en que, para no distorsionar la lectura sim­bólica del texto, me ha parecido conveniente introducir entre corchetes la palabra [dam a]

delante de A m o r y poder mantener así el femenino.* En la jerarquía de un camino de perfección espiritual, que Margarita va a comple­

tar en el capítulo 13, antes de los ac tivo s y c o n te m p la tiv o s se sitúa la g e n te c o m ú n . Activos y contemplativos, cuyo referente es el modelo evangélico de Marta y María, presuponen ya un cierto grado de perfección espiritual más allá de los cristianos comunes; por enci­ma de estos tres, sin embargo, se sitúan todavía los a n o n a d a d o s , en los que ya no hay dis­tinción entre el que contempla y lo contemplado, fundidos en la experiencia unitiva. So­bre la «gente común» que se salvan con su «errónea fe», habla también Hadewijch en una de sus cartas, B r ie v e n XXII, 218-220 (Van Mierlo, 1947, pág. 196).

" Por alma libre o alma liberada entiende Margarita la que ha alcanzado el «país de la vida» o «país de la libertad» a través de un desasimiento y anonadamiento de sí que la lle­va a la perfecta unidad con lo divino.

1,1 . . .v o i l l e , la palabra francesa recoge, como anota Fozzer, dos acepciones, ambas im­portantes, «vela» y «voluntad», el doble sentido lleno de significado en el texto francés se pierde en la traducción (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1995, pág. 130).

11 S e ils tte s o n t ce m e s m e s , «si no son ellos eso mismo»; la misma idea se repetirá una y otra vez a lo largo del libro, sólo se entiende correctamente si se es lo mismo que se en­tiende, sólo se sabe lo que se es, y sólo se cree verdaderamente si se es lo que se cree (cf. capítulos 58 y 100). De esta forma el proceso de conocimiento se identifica plenamente con el del anonadamiento y la unión mística. Esa misma enseñanza aparece claramente formulada en Hadewijch, B r ie v e n XVII, 99 (Van Mierlo, 1947, pág. 156); XX, I4-18 y 135— 140 (págs. 170 y 175). También Eckhart: «si no os hacéis semejantes a esa verdad de la que ahora vamos a hablar aquí, no podréis comprenderme» DW 11, Pr. 52 l ie t i l i l ’an p crcs S p i-

r itu (traducción al castellano Vega, 1998, pág. 75), así como en numerosos momentos en el C o m e n ta r io a l E v a n g e lio de s a n J u a n . La expresión es también importante en la obra de Angelus Silesius: «No experimentaremos hasta que no seamos lo que I I es», E l peregrino

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q u erú b ico IV, 21 (Lluís Duch ed., E l p e re g r in o querú b ico de Angelus Silesius, Ediciones Sí­mela, Madrid 2005, pág. 161), también I, 72 (pág. 71).

12 Toda la obra está fuertemente ligada a los principios del amor cortés de los que to­ma no sólo el vocabulario, sino temas y formas interpretativas. El tema de Alejandro se difunde en el siglo XIII gracias a los «romans andes» que jun to a la «materia de bretaña» constituyen una de las grandes fuentes de la literatura cortés. Su origen se encuentra en Pseudo Calístenes del siglo II, traducido al latín en el siglo IV, resumido en el siglo IX y retomado por Alberich de Pisan^on en el siglo XII, al que seguirán otros como el R o m á n

d ’A l e x a n d r e de Alexandre de Bernay. En esta última obra, la reina india Candace, ha­biendo tenido noticia de la próxima llegada de Alejandro Magno, le mandó un pintor pa­ra que lo retratase y así pudo reconocerlo cuando se le presentó vestido de embajador.

13 El juego entre la lejanía y la cercanía del amor define la idea básica de un concep­to fundamental que aparecerá más adelante: L o in g p r é s , Lejoscerca, aplicado a Dios en su relación amorosa con el alma. En el origen de este concepto encontramos de nuevo el amor cortés y concretamente la poesía amorosa trovadoresca que introduce el tema de la paradoja del «amor de lohn», amor de lejos, cantado muy especialmente en los poemas de Jaufre Rudel (cf. V. Cirlot, «El Amor de Lejos y el valor de la imagen» en M e m o r ia , m ito

y rea lid a d e n la H is to r ia M e d ie v a l , Nájera 2002, págs. 281-310).14 En (Ch) figura A c te u r , en (L), A u to r ; la confusión constante de ambos términos en

la Edad Media ha sido señalada por Paul Zum thor e interpretada en el marco de una li­teratura a caballo entre la escritura y la oralidad, en «La Poésie et la voix dans la civilisa- tion médiévale», E s s a is e t con férences, Collége de Frailee, 1984, pág. 54.

b De los «pequeños» habla Margarita en diversas ocasiones a lo largo del E s p e jo (ca­pítulos 22, 40, 57, 62, 60 y 63) en referencia a quienes aún viven de deseo y voluntad, a los que han muerto al pecado y viven de la vida de la gracia, y a los que han muerto a naturaleza y viven de la vida del espíritu, y en general a cuantos viven bajo el dominio de Razón.

l is s o n t s e p t estrés d e n o b le estre . He traducido el concepto estro según el contexto por «ser», «modo de ser» o «estado», teniendo en cuenta que en el prólogo Margarita ha lla­mado e s ta t a cada uno de los siete niveles de la escalera de perfección y que en el capítu­lo 118 dice de estos e s ta z que son llamados estrés y a su vez constituyen los d e g re z o pel­daños de la progresión espiritual del alma. El enunciado de Margarita recuerda aquí el de Beatriz de Nazaret: «Hay siete modos de Amor que vienen de lo más alto y retornan de nuevo a lo más elevado», S e v e n M a n ie r e n 3-4 (Cirlot/Garí, 1999, pág. 285).

17 E n t e n d e m e n t d ’A m o u r es la co g n itio c a rita tis o gnosis de Amor que aparece contrasta­da en el E s p e jo con E n te n d e m e n t d e R a i s o n (capítulo 12); se trata de dos vías y dos formas de conocimiento diversas. E n t e n d e m e n t d ’A m o u r es también el in tc lle c tu s a m o r is de Guiller­mo de Saint-Thierry y el in te lle tto d ’a m o re de Dante del capítulo XIX de la V ita N o v a :

«Donne ch’avete intelletto d ’Amore» tal como ya señaló Luisa Muraro (Muraro, 1991, págs. 114-115, n. 28); en otro registro el concepto se correspondería asimismo con la c ie n ­

cia e a m a n c ia de Ramón Llull, no por casualidad otro de los grandes místicos de la «teo­logía vernácula» del siglo XIII (sobre este tema en Llull, cf. A. Vega, R a m ó n L l u l l y e l s e ­

creto d e la v id a , Siruela, Madrid 2001, págs. 51-54).M t 22, 37-39; Me 12, 30-31; Le 10, 27-28. La vida evangélica, según los manda­

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mientos de la Iglesia, es una etapa previa en el camino de perfección, un medio, no una meta. Alcanzada la verdadera caridad, tal como plantea Margarita en los capítulos si­guientes, el alma puede despedirse de los mandamientos, las Escrituras y las Virtudes (so­bre esta cuestión volverá en los capítulos 90 y 94). La misma enseñanza la encontramos en Hadewijch, por ejemplo, B r ie v e n vi, 361-378 (Van Mierlo, 1947, págs. 69-70); y xxx, 84-91 (pág. 255).

” La frase hace pensar casi inevitablemente en la trayectoria vital de la autora.2,1 M t 19, 20-21; Le 18, 22.21 El entero capítulo halla referencia en 1 Cor 13, 4-7. El término teológico «caridad»

y el cortés «amor» parecen diferenciarse aquí sutilmente aludiendo el primero a la acción amorosa y el segundo a Dios mismo.

22 He traducido por «apego» el término e jfe c tio n /a ffe c tw n que (L) traduce por affectio por­que, a pesar de los diversos significados que puede tener en el vocabulario espiritual, en el E sp e jo define muy claramente los lazos que aún unen al Alma a la vida del espíritu a la que deberá morir para alcanzar la vida anonadada y libre. También Hadewijch de Amberes en una de sus cartas utiliza la palabra ajfectien para definir la falsa caridad «mucho de lo que lla­mamos caridad es en realidad apego (ajfectie)», «hay mucho apego (ajfectien) sea a las dulzu­ras de Dios o a las de los hombres» pues «en querer vivir temerosamente en paz con Dios y con la gente, se equivoca Razón» B r ie v en IV, 63-64, 78-79 y 88-90 (Van Mierlo, 1947, págs. 39-40).

23 Esta frase, que no aparece en (Ch), pero sí en (L), figuraba muy probablemente en el manuscrito original dado que más adelante, en el capítulo 11, Razón hará referencia a ella al solicitar aclaraciones acerca de estos nueve puntos. En un marco más general, a lo largo del E s p e jo las almas libres y anonadadas son aquellas «nada conocidas» y de las que Santa Iglesia no puede saber nada, ni puede tampoco encontrarlas (capítulos 10, 11, 65, 119, 134); del mismo modo, «el país de la libertad» donde estas Almas moran es definido como la «región nada conocida» (capítulo 65).

24 Se entiende en el contexto general del E s p e jo sin apego a las obras, tal como Mar­garita afirmará en diversos momentos alejándose así de posturas «quietistas» (cf. en espe­cial capítulos 7 y 59).

25 Is 6, 2. Margarita introduce en diversos momentos una angeología tradicional pro­cedente de Pseudo Dionisio. Según ésta, existen tres jerarquías angélicas, cada una de las cuales se subdivide en tres órdenes. La primera jerarquía tiene una relación «in-mediata» con Dios, es decir, carente de intermedio o mediación y está compuesta en primer lugar por el orden de los Serafines, a los que siguen Querubines y Tronos. Cf. D e caelcsti h ic -

rarchia (PG 3, 119-340).26 El concepto m o y e n , «mediación», es fundamental en el vocabulario espiritual. Para

Margarita, como para toda la mística del siglo XIII, la experiencia unitiva del alma ano­nadada conlleva ante todo la superación de toda mediación. Por ello mismo se trata de una experiencia seráfica, pues las almas libres conocen a Dios como los Serafines, sin in­termedio, de forma directa, inmediata. Esta identificación del Alma libre con el ser será­fico la encontramos también en Hadewijch, por ejemplo, V is io e n e n XIII (Hofmann, 1998, págs. 138-151).

27 En (Ch) falta la palabra «amor» que figura en cambio en (L). Se trata del don cons­

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tantemente renovado de Dios al alma. A él se referirá Margarita en muchos otros mo­mentos de su obra directamente como «amor nuevo» (capítulos 31 y 106) o al hablar de su «Amigo», de quien se dice que es «nuevo y nuevo don me da» (capítulo 186). El con­cepto se corresponde con la n u w e h e it de Hadewijch de Ainberes, que representa el Amor divino, y una de cuyas características es su constante renovación. Véanse, como ejemplo de un uso hiperbólico de la expresión, los últimos versos del poema estrófico número 23, M e t n u w e n uerlich tenne h eb d t n u w e n v íijt, / M e t m iw e n w erk en sat n u w e delijt, / M e t n u w e n

s to rm e n u w e n h o n g h er so w ijt, / D a t n u w e verslcnde n u w e e w e liken tijt (S tro fische G e d ich ten XX- XIII, 53-56, Van Mierlo, 1942, pág. 214).

28 Aunque la imagen de los Serafines alados es un tema central de la literatura místi­ca, este pasaje con su transposición al alma recuerda una de las visiones de Hadewijch en la que el rostro de Dios está rodeado de tres pares de alas: «Allí se manifestó el rostro de Dios... Ese rostro tenía seis alas cerradas por fuera, pero que volaban sin parar en su inte­rior»; los tres pares simbolizan en Hadewijch las personas trinitarias y la experiencia será­fica del alma, V isiocnen XIII, 28-30 (Hofmann, 1998, págs. 138-139). También en el sépti­mo modo de amor de Beatriz de Nazaret la voluntad del alma permanece «entre los ardientes Serafines», S e ve n M a n ie r e n V i l , 46-47 (Cirlot/Garí, 1999, pág. 293).

■' Agua, tierra, fuego y aire, los cuatro elementos que constituyen el mundo en la cos­mología medieval de origen aristotélico.

311 ...b es te s ¡núes, las bestias que mudan su piel, es decir, los reptiles; (L) traduce sim­plemente por bestiis terrae.

31 1 Cor 15, 28.32 El fragmento recuerda claramente un pasaje de la obra de Matilde de Magdeburgo

en el que habla del alma en estos términos: «es Hija del padre, hermana del Hijo, amiga del Espíritu Santo, y verdadera esposa de la Santa Trinidad», D a s Flicf.ícnde L ich t der G o tt-

f i c i t l l , c . 22 (Neumann, 1990, 14-15, pág. 55).33 El tema de la despedida de las Virtudes no es ajeno a la literatura mística del siglo

XIII, aparece especialmente en Matilde de Magdeburgo y Hadewijch de Amberes, e im­pregna toda la doctrina espiritual de Hadewijch en tomo al «reposo del alma» en Amor; «ésta [la de las virtudes] parece la vida más perfecta que se puede llevar en la tierra... y, de hecho, yo misma la he vivido así. Y he servido y he trabajado herniosamente hasta el día en que me fue prohibido», B r ie v en XVII, 11-12 (Van Mierlo, 1947, pág. 140); y en una de sus visiones describe la rama que corona la jerarquía más alta del árbol de la sa­biduría en estos términos: «La tercera rama significa el estado de reposo donde, perte­neciendo por completo a Amor, se pasa de las múltiples virtudes a la virtud única y to­tal, que entrelaza a ambos amantes en uno y los lanza al abismo, donde buscan y encuentran el estado de fruición eterna», V isio cn en I, 170-176 (Hofmann, 1998, pág. 52). El ejemplo más claro, sin embargo, nos lo proporciona D a s F lic fien d c L ic h t der G o tth e i t ,

obra que L. Gnádinger daba ya como probable fuente de Margarita en este tema (Gná- dinger, 1987, pág. 224). En el libro primero, Dios invita al alma a la unión urgiéndola a desnudarse: «para ello debéis deponer en vos temor y vergüenza y toda virtud exterior», i, c. 44 (Neumann, 1990, 84-85, pág. 31); en el libro segundo el alma debe amar a Dios «más allá de su propia voluntad y más allá de todas sus facultades», II, c. 23 (Neumann, 1990, 5-6, pág. 56); y en el cuarto libro, la propia alma exclama: «Oh, Amor, entre to­

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das las virtudes tenéis el poder mayor, quiero por ello dar gracias a Dios, tú me quitas heridas del corazón. Ya no tengo virtud; con sus virtudes me sirve el Señor», iv, c. 19 (Neumann, 1990, 11-13, pág. 136). El tribunal de la Inquisición que procesó a Margari­ta y juzgó su libro en 1309 condenó esta idea que figura en las actas como la primera de las proposiciones heréticas de su libro Q u o d a n o m a a d n ic h ila ta d a t U cen tiam v ir tu t ib u s . . . ;

también el Concilio de Vienne de 1311 la condenó explícitamente como propia de la herejía del «libre espíritu».

34 Romana Guarnieri ha señalado las estrechas semejanzas entre este poema del E s p e ­

j o con un poema del poeta picardo Conon de Bethune (Cf. «Prefazíone Storica» en Foz- zer/Guarnieri/Vanini, 1995, pág. 24, nota 51).

35 El juego de hipérbole y negación, propio de la literatura mística del siglo X H Iy que hunde sus raíces en las formas de expresión de la teología negativa, constituye la estruc­tura fundamental del pensamiento de Margarita y es uno de los aspectos que acercan más claramente el E s p e jo al pensamiento del Maestro Eckhart. Concretamente el sermón so­bre la pobreza de espíritu se construye exactamente en torno a esta misma dialéctica que Margarita plantea en los primeros capítulos de su obra para luego desarrollarla a lo largo de todo el E sp e jo . También para Ekchart el hombre pobre, que es el hombre libre, es aquel que no quiere, ni sabe, ni tiene nada y por ello mismo «en esta pobreza reencuen­tra el hombre el ser eterno que él ya había sido y que ahora es y que será para siempre», DW n, Pr. 52, B e a ti P a u p e res S p i r i tu ,(Vega, 1998, pág. 79). El paralelismo entre el E sp e jo

y la obra del Maestro Eckhart, en especial el sermón 52, ya fue señalado por E. Colledge y J. C. Marler (1984, págs. 14-47); Kurt Ruh a su vez profundiza en la comparación con­cluyendo que Eckhart conoció el E s p e jo y extrajo de él conceptos importantes (1989, págs. 102 ss., en especial pág. 104). Sin embargo, el tema no era completamente nuevo en la li­teratura mística del siglo XIII, ya Hadewijch se expresaba en términos semejantes en una de sus cartas: «Cuando al Alma le queda sólo Dios y no conserva voluntad propia, sino que vive completamente de acuerdo con la voluntad divina y se pierde a sí misma y quie­re todo lo que él quiere como él mismo, y está sumergida en él y se ha convertido en na­da, entonces, en ese momento, él está plenamente elevado sobre la tierra y atrae todas las cosas, de manera que ella se convierte en todo lo que él es», B r ie v e n XIX, 46-61 (Van Mier- lo, 1947, págs. 164-165).

* 1 P 4, 18.37 . . .m a is tr e s s e s , el término, tanto en femenino como en masculino, aparece con fre­

cuencia a lo largo del libro; he traducido según el contexto por maestra/maestro; seño- ra/señor, dueña/dueño.

314 C o g n o y ssa n c e , A m o u r e t E o u e n g e , conocimiento, amor y loor, presentes a lo largo de toda la obra, se corresponden, siguiendo la tradición agustiniana, con las tres personas tri­nitarias: Hijo, Padre y Espíritu Santo respectivamente; el alma anonadada vive de esta tríada, que se manifiesta en sus tres potencias: entendimiento, voluntad y memoria, en el quinto estado de perfección.

y> La indiferencia del alma libre respecto a la alegría o la pena, el paraíso o el infier­no, es un tema sobre el que vuelve en diversos momentos el E s p e jo , por ejemplo, en los capítulos 13, 41, 49 y 131. Es asimismo un tema recurrente de la mística a partir del siglo XIII, véase, por ejemplo, Hadewijch «no queremos ni deseamos nada diferente a lo que

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él merece, sin importarnos si esto nos condena o nos bendice», B r ie v en VI, 80-82 (Van Mierlo, 1947, pág. 57).

4(1 La libertad del alma cuando alcanza el estado de perfección para dar a naturaleza lo que le plazca es otra de las tesis condenadas por el tribunal de la Inquisición. Aunque no figura explícitamente en el proceso, el hecho nos consta a través de la C rón ica escrita por el continuador de Guillaume de Nangis, un benedictino de Saint-Denis; algunos miem­bros de su monasterio habían formado parte de la comisión de teólogos que juzgó el li­bro. Entre las proposiciones condenadas, que el cronista indica, figura: Q i4od a n im a a n -

n ih ila ta in a m o re cond itoris s itie r ep reh en s io n e conscie titiae v e l rem orsu p o te s t e t d ebet n a tu ra e

q u id q u id a p p e ti t e t d e sid era t; es también una de las tesis condenada en el Concilio de Vien- ne como perteneciente a la herejía del «libre espíritu» (Cf. Guarnieri, «Prefacione Stori- ca», en Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1995, pág. 15).

41 Es evidente que la comisión de teólogos juzgó las proposiciones presentadas por el Inquisidor general Guillermo de París en ausencia de todo contexto. Margarita se esfuer­za en explicar aquí, como también en muchas otras ocasiones, sus afirmaciones más osa­das en un sentido perfectamente ortodoxo.

42 Esto es, filósofos y teólogos según la división escolástica.44 F in e A m o u r , he traducido siempre como Amor Puro, que se corresponde también

con el sentido cortés de la palabra en la literatura amorosa trovadoresca de donde la to­ma Margarita. Es a su vez la M in n e de los textos de sus coetáneas de Flandes.

14 «Valle/Humildad», «llanura/Verdad», «montaña/Amor», esta topografía espiritual recuerda los tres niveles del camino del alma a Dios en la literatura neoplatónica. En la obra de Margarita juegan un papel importante como «lugares» del alma en su encuentro con Dios. En el capítulo 118 hablará expresamente de siete «peldaños» por los que se as­ciende del valle a la cima de la montaña. También Hadewijch se refiere a las almas libres como aquellas «que lo han seguido a la montaña de la alta vida desde el profundo valle de la humildad», B r ie v en XV, 39-41 (Van Mierlo, 1947, pág. 126).

45 Ct 1, 8 y 6, 1. Las «hijas de Jerusalén» forman el coro del C a n ta r d e los can tares, el texto esencial de referencia desde el siglo XII de la literatura espiritual y mística.

4f A partir de aquí se recogen y explican los nueve puntos que definen «la vida lla­mada de paz de caridad en vida anonadada» establecidos ya en el capítulo 5.

47 Le 10, 38-42; Rm 3, 28.4X Mendigar define para Margarita la dependencia del alma respecto a las cosas exter­

nas. El término aparece con frecuencia en su vocabulario haciendo referencia a las almas en el cuarto estado que viven todavía en el apego al espíritu y en el deseo de amor; co­mo tal mendicante se dibujará a sí misma en el capítulo 96, en un fragmento de rasgos claramente autobiográficos, cuando intente explicar cómo era cuando quiso escribir su li­bro, que además, dice en el capítulo 54, está escrito para los que aún no se han liberado del apego al espíritu y por ello mendigan.

49 . . . l e p lu s , . . . le m o in s , «...el más», «...el menos». Con estos dos conceptos, particular­mente propios de Margarita y su E s p e jo , se define aquello que el alma es en tanto que creada (le m o in s ) y aquello que el alma es y alcanza a través del no ser, es decir, la identi­dad con lo divino increado (le p lu s ) , en palabras de Simone Weil «la descreación» (L a P e -

s a n te u r e t la G rdce , París 1947). En la obra del Maestro Eckhart, el v ü n k e l in , el a p e x o «chis­

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pa» del alma tiene un significado muy cercano al «p lus» del E sp e jo . Luisa Muraro ha pues­to de relieve el probable origen de la doble expresión en Teodorico de Vriberg, en su tratado D e m a g is e t m in u s (Muraro, 1992, n. 80).

50 Se sobrentiende por la vía del conocimiento determinado por el gobierno de R a­zón, es decir, «Entendimiento de Razón», que en el E s p e jo , como se ha visto, se contra­pone al gobierno de Amor y al Entendimiento de Amor, que es en sí mismo una vía de conocimiento (cf. nota 17, capítulo 2).

51 Es decir, aquellos que so n lo que en tien den , tal co m o ha planteado en el «prólogo» (cf. nota 11).

52 . . .m e s d ir e , «hablar mal», literalmente «maldecir», el término alude a la indecibilidad de lo divino.

53 Es decir, el alma está «con ella» en las obras de las virtudes y el apego a la vida del espíritu, por contraposición a la no acción «sin ella» en la vida anonadada y libre.

52 . . .m o n m ie u lx , prácticamente sinónimo de p l u s ; lo mejor del alma es aquello que no tiene y que no es en tanto que criatura, expresado a veces también (p. e., capítulo 101) como ce q u e m íe n e st. En Hadewijch, un concepto semejante y fundamental en sus enseñanzas se recoge en la expresión d a n m in e es «lo que es mío»; a modo de ejemplos: B r ie v e n II, 163 (Van Mierlo, 1947, pág. 31); y VI, 21-32 (pág. 55); y la visión undécima donde escribe: «y si no tengo de él lo que es mío, y que Dios retiene, sin embargo, lo sigo teniendo y seguirá siendo mío», V is io e n e n XI, 192-194 (Hofmann, 1998, págs. 126- 127).

55 Margarita rechaza aquí cualquier comprensión externa del paraíso afirmando que éste no es sino un mero «comprender» y en consecuencia nuevamente un «ser» en la mis­ma línea de pensamiento en la que ha afirmado en el «prólogo» que sólo se comprende lo que se es (cf. nota 11).

56 La metáfora de «la paja y el grano» significa a lo largo de todo el libro los respecti­vos alimentos de quienes viven bajo el gobierno de Razón y los que lo hacen bajo el de Amor (capítulos 56, 75, 82, 121, 124).

57 Aquí inserta Margarita el título de su libro, diverso respecto al que encabeza el ma­nuscrito de Chantilly. Sobre esta cuestión, cf. nota 1.

58 Margarita recoge aquí literalmente la famosa sentencia A m a e t j a c q u a m v is del co­mentario a la primera carta de Juan de san Agustín, I n I J o h a n n is 7, 8 (PL, 35, 2033).

39 Louise Gnádinger traduce m itg e n o ss in n e n , «compañeras», «prójimos» que da un sen­tido más lógico al texto, suponiendo seguramente en (Ch) una corrupción de p ro esm es en p e rs o n n e s (Gnádinger, 1987, pág. 39).

10 . ..c e s s u r m o n ta n s creatures (Ch), ta les creaturas (L). Término característico del E sp e jo

que la versión latina evita aquí y traduce en otros momentos por «trascendentes». Con «encumbradas en la montaña» o en otros momentos simplemente «encumbradas», he que­rido mantener literalmente la noción de un lugar situado en la cumbre o cima de la mon­taña, que es la montaña del Amor, una noción que me parece, frente a la de trascenden­cia, más acorde con la topología espiritual y con el plano de la experiencia mística en el que se mueve la obra de Margarita.

61 Este capítulo, algo ajeno al contexto general del libro, tiene el carácter de una es­pecie de profesión de fe. En éste y también en otros pasajes da la sensación de que Mar­

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garita intenta ponerse en guardia contra posibles acusaciones de herejía. Más adelante, en el capítulo 67, parece completar lo expuesto aquí.

62 S a c ra m e n t d e V a u te l, es decir, la Eucaristía. Sin ser un tema especialmente importan­te en la obra de Margarita, este capítulo se encuentra en relación con la devoción euca- rística propia del siglo XIII y de las beguinas (como María de Ognies, Beatriz de Nazaret, Hadewijch y, en especial, Juliana de Cornillon), y con la importancia que la doctrina de la transubstancialidad adquirirá en este momento. Se ha dudado de su autenticidad pues no aparece más que en (Ch) estando ausente de todas las otras versiones; a favor, sin em­bargo, de esa autenticidad abogaría el hecho de que las Grandes Crónicas de Francia cuando hablan de la condena, sentencia y ejecución de Margarita señalan como una de las causas que la autora del E s p e jo , . . . d u S a c ra m e n te de V a u te l a v o it d it paro les contra ires e t p e r -

ju d ic ia b le s ... (cf. L e s G ra n d e s C h r o n iq u e s d e F rance, t. VIII, pág. 273, cit. en Paul Verdeyen, 1986, pág. 91). En todo caso, tanto en este capítulo como en el precedente, da la sensa­ción de que están impregnados de la preocupación contraria, es decir, la de formular una profesión de fe eucarística que tome distancias respecto a la herejía y en concreto al ca- tarismo.

63 Margarita identifica a la «hija de Jerusalén» del Cantar de los cantares (uno de los doce nombres que ha dado al alma anonadada en el capítulo 10) con la «hija de Sión», Is 16, 1; Jn 12, 15. A esta «hija de Sión», como la llamará más adelante el E sp e jo , había de­dicado unos años antes Lamprecht von Regensburg un poema espiritual, T o c h te r S y o n ,

ampliamente difundido en toda Europa, en el que hacía referencia al «arte» de la mística difundido sobre todo entre las mujeres.

64 . . . e t te ñ e droicture e s t d iv in e dro icture . El térm ino ju s t ic e aparece en el tex to ju n to con el de droicture; he traducido am bos por «justicia». H ay que tener en cuenta, sin em bargo, que para M argarita J u s tic e es una de las virtudes y c o m o p erson ificación de la m ism a c o m ­parece en varias ocasiones en el libro, pero la d iv in e dro ic tu re , la «Justicia divina», es una justic ia superior a la virtud y perten ece directam ente a D io s.

65 El n u d o, que en otros m o m en to s llamara «nudo de d iv in o A m or», sim boliza e l prin­c ip io d iv in o en el que se funde el A lm a y aparece de form a aún m ás clara en el canto fi­nal del A lm a al A m or Puro, capítulo 122, nota 280.

66 Hadewijch define en témiinos parecidos el verdadero Amor: «Y el verdadero Amor no tiene materia (es h a d d e n ie m a te r ié ) . Es sin materia (s o n d e r m a te rie ) en la rica libertad de Dios, dando siempre con espléndida abundancia», B r ie v e n X lX . , 31-33 (Van Mierlo, 1947, pág. 164). En los capítulos 25 y 83, a través de la metáfora del fuego que consume lo que en él arde y no tiene así materia, Margarita vuelve más extensamente sobre el tema.

07 Laguna de (Ch) colmada por (L).68 Con los términos S a in e te E g l is e la P e t i te y S a in e te E g l is e la G r a n d Margarita se re­

fiere respectivamente a la Iglesia jerárquica e institucional y a la iglesia carismática de las almas simples. La primera está gobernada por Razón, y la segunda, que existe ya aquí en la tierra, lo está por Amor; sin embargo, como ya se ha dicho antes, estas últimas son los fundamentos y columnas de toda la Iglesia (cf. capítulos 10, 15, 17). A partir de esta diferencia, se construye todo el sistema de relaciones entre el alma libre y la igle­sia institucional. Sobre el mismo tema vuelve más ampliamente en los capítulos 43, 66, 121, 134.

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69 . . . s ’elles e s to ien t, o u s ’e lles s o n t (Ch), s i e ssen t u b i illae s u n t (L). Sigo la versión latina que da pleno sentido a la frase.

70 El capítulo 21 vuelve sobre el tema de la despedida de las Virtudes explicando tina ve/ más en sentido ortodoxo a través de un « e xe m p lu m » lo ya dicho en los capítulos 6 y X.

71 Por encima de las Virtudes, no contra ellas, esto es, bajo el dominio de Amor y por encima del dominio de Razón y de «Santa Iglesia la Pequeña». El tema regresa en el ca­pítulo 43 y en el 121 en el canto que entona la propia Iglesia en alabanza del alma afir­mando que ésta se encuentra «por encima de la ley / no contra la ley».

72 De forma semejante, Hadewijch sostiene que las Virtudes no pueden vivir en Amor, «pero en todas ellas vive el Amor y son nutridas desde Amor», B r ie v en XX, 73-80 (Van Mierlo, 1947, pág. 172).

73 Del mismo modo, en «la sexta hora innombrable, el Amor desprecia a Razón y to­do lo que hay en ella [...] cualquier pertenencia de la Razón es contraria a la salud de la verdadera naturaleza de Amor», Hadewijch, B r ie v en XX, 56-60 (Van Mierlo, 1947, pág. 172).

74 1 Jn 4, 16.75 Margarita sigue aquí la noción de la de ifica tio común a las místicas del siglo XIII y

cuya fuente es Guillermo de Saint-Thierry: . . .h o m o e x g r a t ia , q u o d D e u s e x n a tu ra (cf. E p is -

tu la a d jr a tr e s de M o n te D e i 263, 13, SC 223, pág. 354), transponiendo la gracia en droicture

d ’a m o u r. Guillermo recoge aquí la tradición de la patrística griega y de Pseudo Dionisio, presente en Occidente a través de Escoto Eriugena. Cf. 2 P 4.

76 Aunque la posición de Margarita acerca de la relación entre Amor y las virtudes es más radical que la de Matilde, volvemos a encontrar en la obra de la beguina de Magde- burgo un reflejo del presente capítulo. También para Matilde las virtudes están sometidas a Amor, D a s F lie jlen d e L ic h t V, c. 4 (Neumann, 1990, 3-10, pág. 156).

77 Ez 17, 3. La misma imagen es utilizada por Eckhart en su tratado sobre el hombre noble, DW, V, V o n d em e d e ln m e n sc h e n (Vega, 1998, págs. 118 y 123).

78 El alma noble es al mismo tiempo excepcional y común (cf. también en el capítu­lo 24).

” Aunque es posible traducir p o te n c es por «pilares, puntales, apoyos», acepciones que complementan la imagen metafórica de este fragmento, he preferido mantener la traduc­ción más directa de «potencias» que regoge la idea de las facultades del alma.

80 Margarita, como otras y otros místicos, usa el término «Deidad» para referirse a Dios sin modo.

81 Humana y divina respectivamente.82 La metáfora de la borrachera espiritual se remonta al C a n ta r de los cantares, Ct 2, 4;

5, 1 y está presente también en la literatura mística medieval del siglo XII en adelante. Un referente importante para la mística del siglo xm lo constituye D a s S t . T ru d p e r te r H o h e lie d

(Ohly ed., 1998); véase en especial para este pasaje el comentario a Ct 5, 1, S t . T ru d p e r te r

66, 4-20 (Ohly, 1998, págs. 153-154). El tema aparece también en Matilde de Magdebur- go, D a s F lie fien d e L ic h t III, c. 3 (Neumann, 1990, 12-25, págs. 80-81).

83 A b is m e , el concepto regresa una y otra vez en el E s p e jo para designar a Dios y al Al­ma allí donde tiene lugar la unión y donde Dios nace en el Alma. Se trata del g r o n d o a f-

g r o n t de Hadewijch: V is io e n e n I, 170-176, y IX, 35 (Hofmann, 1998, págs. 52 y 109); B rie -

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v e n Vi, 182 (Van Mierlo, 1947, pág. 61); Hadewijch utilÍ2a, sin embargo, en una ocasión al menos, la expresión a b y s para nombrar «el abismo de la poderosa naturaleza de Amor», B r ie v e n XX, 138 (Van Mierlo, 1947, pág. 175); el a fg ro n t de Beatriz, S e ve n M a n ie r e n IV, 25, donde el alma en el cuarto modo «tan profundamente se sumerge y es absorbida en el abismo (a fg ro n t) de Amor que ella misma ya no es sino Amor», y vil, 10-11, es atraída en el sexto modo «por el amor eterno [...] en el profundo abismo de la Deidad», (Cirlot/Ga- rí, 1999, págs. 289 y 293); se trata asimismo del a b g n m d de Eckhart. El concepto está es­trechamente ligado al de f o n s , d e p h e it, g r u n d , cf. capítulo 53, nota 123.

84 Las tres potencias del alma que se corresponden con las tres personas trinitarias.85 Cf. capítulo 22.86 Se trata de la segunda y tercera muerte de las que debe morir el alma en su proce­

so espiritual: la muerte a la naturaleza y la muerte al espíritu; tras esta última se alcanza el quinto estado, que se halla más allá de Razón y bajo el régimen de Amor.

87 La imagen del fuego que transforma en sí mismo lo que consume es de uso común a toda la mística medieval y significa la transformación del alma que se consume en el fue­go de la divinidad. En los capítulos 52 y 83, Margarita vuelve sobre la misma idea. Ber­nardo de Claraval, D e d ilig e n d o D e o X, 28; Ricardo de San Víctor, D e q u a ttn o r g r a d ib u s v io - le n tia e carita tis (PL 196, 1213); la misma imagen en Eckhart, DW I, Pr. 6, Iu s t i v iv e n t in a e te rn u m (Vega, 1998, pág. 56).

88 El tema de tradición dionisiana de la «nada de Dios» en correspondencia a la «nada del alma» se encuentra tanto en Hadewijch como más tarde en el Maestro Eckhart; véa­se, entre otros ejemplos: «nada veía y esa nada era Dios; puesto que cuando ve a Dios, lo llama una nada», «preñado de la nada, como una mujer de un niño, y en esa nada había nacido Dios», DW III, Pr. 71, S u r r e x i t a u te m S a u lu s (Vega, 1998, págs. 87-93).

89 Tesis condenada en el proceso contra el E spe jo , figura como la decimoquinta y última de las proposiciones recogidas en las actas: « Q u o d talis a n im a n o n curat de consolationibtis D e i . . .» . (Cf. Guamieri, «Prefazione Storica», en Fozzer/Guamieri/Vanini, 1995, pág. 15.)

90 San Agustín, In I J o h . IX (PL 35, 2052); Guillermo d e Saint-Thierry, M e d ita tio n e s XII 13, 4 (SC 324, pág. 196).

91 1 Cor 15, 28.92 Tal como ya ha afirmado de quienes se hallan en el paraíso (cf. capítulo 11). Sobre

el tema de la visión de Dios vuelve ampliamente en el capítulo 118.93 C a r j e t i ’a y chose q u e j ’a y n e p lu s v a illa n t q u e ce q u i m e s o u ffis t , car se ce q u e j ’a im e n e m e

s o u jfis o it (Ch), Q u ia n ih i l a l iu d p lu s ba b eo q u a m q u o d m ih i n o n s u ffic it a liq u id q u o d a m e m ; q u ia s i m ih i su fficere t q u o d a m o (L). Sigo la versión latina que coincide con la inglesa y da pleno sentido al texto.

94 San Bernardo, D e D ilig e n d o D e o X, 27 (O p e ra III, pág. 124, 1-4).95 . . . e n leu rs sen s , literalmente «en sus sentidos», esto es, tales almas no pierden el sen­

tido ni están fuera de sí o enloquecen. Con este último significado traduce (L) n o n in sa - n iu n t .

96 D iscre tio n , «discernimiento», juega un papel importante en la literatura espiritual de la Edad Media; ya en el siglo XII para Hildegard von Bingen es la virtud intermediaria en­tre la vida activa y la contemplativa, L íb e r D iv in o r u m O p e r u m , Visión I de la segunda par­te, capítulo XXVII (edición de M. Cristiani y M. Pereira, Milán 2003, págs. 273-274). En

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la duodécima visión de Hadewijch, el discernimiento figura como la séptima de las 12 virtudes que ornan el vestido de la esposa y de ella se dice que deja actuar a Dios y «de­jar actuar a Dios a su modo se ajusta perfectamente al vestido de su simple voluntad», V i-

s io en e n , XII, 90-93 (Hoffmann, 1998, pig. 132),97 . . . la conoigsance des anges, des a m es e t des sa in s (Ch), . ..v is io a n g e lo ru m e t a n im a ru m sanc-

to ru m (L). E. Colledge considera que debería enmendarse el texto francés (Colledge, 1990, pág. 181).

98 Sobre el tema del sentido de culpa y los remordimientos de conciencia, véase tam­bién capítulo 16.

99 El tema del cuerpo desierto se desarrolla y explica más ampliamente y en un senti­do positivo en el capítulo 124 a través del ejemplo de la Magdalena.

La expresión, que designa el anonadamiento del Alma en el sexto estado (capítulo 118), aparece también en Hadewijch «déjate caer en el abismo de humildad», B r ie v en VI, 82-83 (Van Mierlo, 1947, pág. 61).

"" Le 1, 52; 9, 46-48; y 13, 30; Mt 19, 30; 18, 3-4; y 20, 16.1,12 He introducido el entrecomillado para distinguir entre las dos Santa Iglesia de Mar­

garita: la de las almas y la institucional. Esta articulación de las dos iglesias ha llevado a al­gunos autores a hablar de «gnosticismo» y «esoterismo» en el E sp e jo , especialmente en es­te sentido escribe McGinn (1993). Con todo, no debe olvidarse que Margarita afirma aquí y en otros momentos que no existe conflicto entre ambas iglesias, y en el capítulo 17 ha dicho de tales almas que son el verdadero sostén de toda la Iglesia. Sobre el mismo tema véanse capítulos 17, 66, 121 y 134.

1113 El término «glosa» entendido en general como apertura de lo hermético, como desvelación del sentido oculto de las palabras, aparece con frecuencia a lo largo de la obra. Aquí la «glosa de nuestras Escrituras» hace referencia explícita a la exégesis de las Sagradas Escrituras. En la lectura que Schweitzer (1981) hace del E sp e jo , el texto de Mar­garita se construiría a través de la «glosa» entendida como invitación al lector a desglo­sarlo.

"M . . .A m o u r s a n s m a n ie re , que es el amor sin modo, el s o n d er w ise de Hadewijch II y Ruusbroec, á n c w íse en Eckhart, tiene como referente el m o d u s s in e m o d u s de Bernardo de Claraval.

"IS «Memoria, entendimiento y voluntad» de nuevo las tres potencias del alma. Mar­garita recoge aquí la terna agustiniana para aplicarla a la relación entre Dios uno y trino y el alma anonadada que participa de la experiencia trinitaria.

. .. te l le p e r te , podría interpretarse que esa «pérdida» va referida al «menos» del alma. Sobre el «más» y el «menos», véase capítulo 11.

107 «Todo lo que nos cabe pensar de Dios, o comprender, o figuramos de alguna ma­nera, no es Dios», Hadewijch, B r ie v en XII, 31-34 (Van Mierlo, 1947, pág. 102).

Mt 4, 22-23; Le 11, 34. La simplicidad, que toma aquí como referencia un frag­mento evangélico, es un rasgo característico del alma liberada.

109 Ap 20, 12-15.1,0 2 Cor 12, 1-4.'"L a imagen de Dios impresa en el Alma es el tema del sermón de Eckhart, DW II,

Pr. 50, E r n tis e n im a liq u a n d o tenebrae (Vega, 1998, págs. 71-73).

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112 F ra n c estre est m a n m a in t ie n (Ch), lib e ru m esse e st m a tis io m ea (L), en referencia al es­tado o modo de ser del alma.

113 Alusión a la reina Esther, esposa de Asuero, que cayó desvanecida en presencia del rey, interpretando la escena en sentido alegórico como muerte mística, Est 5, 1.

114 . ..m a r g u e r ite , del latín m a rg a r ita , «piedra preciosa», «perla», que simboliza el reino de los cielos, Mt 13, 46. G. Fozzer recuerda en nota la presencia de este vocablo en la tradición italiana, especialmente en Dante P ara íso vi, 127 (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1999, pág. 266, nota 146). Es también inevitable pensar en una posible alusión al nom­bre de la autora, tanto más cuanto que el códice Laudiano latino 46 de la Bodleian Li- brary de Oxford, en el que se conserva exclusivamente la primera página del E s p e jo ,

lleva por título In c ip it líber q u i a p p e lla tu r sp e c u lu m a n im a r u m s im p lic iu m , a lias vo ca tu r M a r ­

g a r ita .

1,3 ...sem b la n ce de lu y (C h), speciem sen s im il i tu d e m (L). Sobre el significado de la expre­sión en el m un d o m edieval, cf. R o b ert Javelet, Im a g e e t ressem blance a u X I I siecle: d e sa in t A n s e lm e a A l a in de L i l le , París 1967.

1,6 San Bernardo, D e D ilig e n d o D e o X (O p e re III, pág. 143, 17-20).117 . . .o u l tr e d iv in e A m o u r . . .o u ltr e a m o u r . . . o u l t r c p a i x . . .o u ltre p a rm a n a b le p a ix (Ch) . ..u ltra

d iv in i am oris . . .u l t r a am oris . . .u l tr a pac is . . .u l tr a p e rm a n e n tis p a c is (L). La concatenación de h i­pérboles, característica del E sp e jo , alcanza aquí cotas de difícil traducción.

,IK Tal como repetirá al describir el quinto estado en el capítulo 118.u<) D e n u ev o la naturaleza divina de D io s y la humana del Alm a claram ente diferen­

ciadas en la unión.120 Mt 8, 22.121 «extraviados», esto es, los que han m uerto a la naturaleza y v iven de la vida del es­

píritu afanándose en las obras de las virtudes. Véanse tam bién capítulos 54 y 55.122 El tem a de la desnudez del alma, sobre el que vu elven entre otros los capítulos 94

y 111, es fundam ental en toda la literatura m ística contem poránea y posterior a M argari­ta: M atilde de M agdeburgo, D a s F lie jh ’ttde L ic h t I, c. 44 (N eu m an n , 1990, 80-90, págs. 31- 32) y el poem a de rima m ixta atribuido a H adew ijch II, M e n g e ld ic h te n XVII (Van M ierlo, 1952, págs. 87-91).

123 A b y s m e e . . . o u f o n s s a n s fo n s . El fondo sin fondo donde nace Dios o tal como escri­birá el Maestro Eckhart: «Aquí el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo es el fondo de Dios», DW I, Pr. 5, In hoc a p p a r u it caritas D e i (Vega, 1998, pág. 49). Cf. también en Ha­dewijch, M e n g e ld ic h te n XVI, 190-195 (Van Mierlo, 1952, pág. 84). y

124 . . . s e u lc s u rm o n ta n e (C h), sola su p ra m o n te m (L). El con cep to francés, que aquí la ver­sión latina traduce por única v ez de forma literal, deja clara la relación entre este m odo de ser de las almas libres y la im agen de la m ontaña del A m or.

125 Es decir, el «valle de Humildad», la «llanura de Verdad» y la «montaña del Amor». Cf. capítulo 9, nota 44.

12f> Es decir, a las tres muertes, al pecado, a la naturaleza y al espíritu. Sobre ellas vuel­ve en el capítulo 60.

127 La m uerte al pecado y la m uerte a la naturaleza.12K «El que v ive en la montaña», es decir, en la m ontaña del A m or que se alcanza con

la tercera m uerte, la m uerte a la vida del espíritu.

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Se trata del estado de los «perecidos» que han muerto al pecado y a la naturaleza y viven la vida del espíritu creyendo que no hay otra vida mejor.

130 B o u g re , literalmente «bribón», nombre que se aplicaba a los herejes. De hecho (L) traduce in fid e lis .

131 Se trata del estado de los «extraviados» que viviendo de la vida del espíritu cono­cen su estado y que hay otro mayor. A los extraviados que preguntan por el camino al «país de la libertad» dedicará Margarita la segunda parte de su E sp e jo , capítulos 123-139.

132 En este capítulo, Margarita, después de haber establecido el orden de las tres muer­tes y la diferencia entre los «perecidos» y los «extraviados», vuelve a la estructura de los siete estados a la que se ha referido en el prólogo y sobre la que se extenderá en el capí­tulo 61 y sobre todo en el 118.

133 La imagen del relámpago divino que toma como referente el modelo de san Pablo (2 Cor 12, 2-4; At 9, 3) aparece ya en san Agustín, D e T r i n i t a t e v m , 2, 3; pero también en Guillermo de Saint-Thierry, E p ís to la a d fratres de M o n te D e í 268 (SC 223, pág. 358). La re­coge asimismo Hadewijch que habla del «claro relámpago», clare b lix e m e , que es la «Luz de Amor», B r ie v en XXX, 152-155 (Van Mierlo, 1947, pág. 258).

134 El cum plim iento del «cam ino del Am or», la perfección del alma en el sexto esta­d o , es transitorio en esta vida y , aunque el alma puede alcanzar lo que Margarita llama un «atisbo de gloria», n o p u ed e perm anecer ahí de forma estable.

135 (L) traduce por m a g is ter este «madre» del texto francés, lo que lleva a M. H. de Longchamp (1984, pág. 124) a traducir, también él, por m aítre , cambiando doblemente (de género y concepto) el sentido de la frase. Por su parte, Louise Gnádinger (1987) traduce V o rg ese tze , es decir, «superiora», interpretando el m ere en función de su frecuente aplica­ción a la directora de las comunidades religiosas femeninas. En esta última línea de inter­pretación se sitúan G. Fozzer, que traduce por «una madre», pág. 181 y n. 165, y Roma­na Guarnieri en su «Prefazione Storica», pág. 25, conjeturando la referencia a una «maestra de beguinas» (Fozzer/Guarnieri/Vanini, 1995).

13<’ L o in g p rés . Personificación de la relación amorosa entre el Alma y su Amante. E. Colledge y C. Marler (1984, 39-40) han señalado que Margarita toma este término, co­mo otros, de la literatura renano-flamenca de la m in n e cristianizada, y en concreto del V e ­

n e b i de Hadewijch. La idea aparece en los poemas estróficos de la beguina flamenca, S tro -

j i s c h e G e d ic h te n V, 5, 29-31 (Van Mierlo, 1942, pág. 33), pero el más claro ejemplo de uso de un concepto idéntico lo proporciona el decimoséptimo poema de rima mixta que se suele atribuir a Hadewijch II: «Una nueva enseñanza / en la clara tiniebla, / de gran va­lor / sin modo, / en lejos cerca», M e n g e ld ic h te n XVII, 36 (Van Mierlo, 1952, pág. 88). En última instancia, sin embargo, el origen del término hay que buscarlo en el a m o r d e lo h n

trovadoresco. Véanse prólogo y nota 12.137 S e ce n ’es to it il m e sm e s , es decir, una vez más lo que el libro explica no lo puede en­

tender quien no lo haya sido, o lo haya experimentado por sí mismo; cf. capítulo 1, «pró­logo», nota 11. La idea se repite más adelante en el capítulo 100.

138 . . . n e d em o u re en n u lle creture lo n g u e m en t, s in o n s e u le m e n t l ’espace de so n m o u v e m e n t (Ch) nec m orari p o te s t in a líq u a creatura, e xcep to solo p e r s p a tiu m u n iu s m o m e n t i (L), la versión in ­glesa traduce tam bién co m o la francesa o o n li the space o f h is m e u y n g e . A unque la im agen es la del «instante» o «m om ento» del relám pago, es o b v io que Margarita intenta subrayar la

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idea del movimiento instantáneo del relámpago sobre la que vuelve más adelante en el capítulo 61, donde explica por qué le ha llamado «movimiento» en un fragmento que (L) no incluye.

139 Es decir, su no obrar consiste en no estar implicadas ellas mismas en sus obras en una unión entre acción y contemplación típica de la experiencia espiritual y de vida de las beguinas. Sobre ese obrar del alma sin ella, también capítulos 7, 27 y 59.

140 Sobre e l sen tid o de ese m endigar, cap ítu lo 11, n ota 49.141 Sobre las tres muertes del camino espiritual ha hablado Margarita en los capítulos

53 y 54. En el presente capítulo retoma el tema y, tras hablar de nuevo de la escalera de los siete estados en el 61, se extiende sobre cada una de las muertes en 62-64.

142 La caracterología a la que aquí se alude es la clásica desde Galeno. Esta considera la existencia de cuatro «humores» dominantes en el hombre y que definen su tempera­mento: colérico, linfático, melancólico y sanguíneo, que se oponen dos a dos a los cua­tro elementos.

143 Sobre la escalera, véanse también el prólogo y los capítulos 58 y 118.144 Hugo de San Víctor, D e a n h e le a n im a e (PL 176, 951-970).145 También Hadewijch, tras hablar de cuatro caminos que llevan a Dios, menciona

un quinto «por el que va la gente común con su fe simple, los que se dirigen hacia Dios con sus servicios externos», B r ie v e n XXII, 218-220 (Van Mierlo, 1947, pág. 196).

146 En términos muy semejantes define Eckhart a quienes obran bien para recibir re­compensa, llamándoles mercaderes y gentes del negocio, D W I, Pr. 1, In tr a v i t Ie s u s in te m -

p l u m (Vega, 1998, pág. 36).147 Posible referencia a Le 11, 8 y 22, 28.148 G u illerm o de S a in t-T h ierry , M e d ita t io n e s XII, 13, 4 (SC 324, 196).149 Nuevamente la imagen de la montaña del Amor que aparecía en la topología es­

piritual del capítulo 9.150 Es decir, en el país de la libertad, allí donde se hallan las Almas libres a las que tam­

bién ha llamado: «damas nada conocidas», capítulo 119.151 San Buenaventura, S o l i lo q u iu m II, 12, O p e ra o m n ia , VIII, 1898, pág. 49.152 Resuena en esta frase el eco de las profecías de Joachim de Fiore sobre la venida del

reino del Espíritu que tan profundamente calaron en la espiritualidad de la Baja Edad M e­dia. Margarita sostiene aquí la temporalidad de Santa Iglesia la Pequeña que, al igual que Razón y el entero régimen de la mediación que ellas representan, habrá de morir algún día.

153 . ..e s c o le d iv in e , allí donde se aprende la «lección divina» que escribe Amor en el per­gamino del Alma. También Hadewijch habla de la h o g h e r m in n e n sco len en sus poemas es­tróficos donde aparece esta misma expresión: «...le enseña todo / lo que debe aprender­se / en la escuela del noble Amor / / En la alta escuela de Amor la furia de amor se aprende», S tro fisch e G e d ic h te n XXVIII 5/6, 50-52 (Van Mierlo, 1942, pág. 181). A su vez el poema XXII, 43 de los M e n g e ld ic h te n (Van Mierlo, 1952, pág. 122), atribuido a Hadewijch II, recoge la misma idea, «la escuela de amor / en el interior del alma / instruye mejor que no lo haría doctrina extraña / y le otorga ciencia siempre nueva en la claridad des­nuda». El tema aparece también en Matilde de Magdeburgo, D a s F lie fie n d e L ic h t II, c. 26, (Neumann, 1990, II, 25, pág. 79).

154 El propio E s p e jo queda encerrado en la paradoja de ser obra de Amor y de «cien-

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cía humana», pequeño, por tanto, por grande que pudiera parecer tal como se afirmará en el capítulo 119. La misma idea la recogen los capítulos 96 y 97 al referirse al proceso de escritura.

155 Escribe Hadewijch de las obras de Dios Padre: «Estas son profundas y oscuras, y son incomprensibles y secretas para todos los que, como digo, no llegan a la altura de la unidad de la Deidad y que, sin embargo, están sirviendo incluso adecuadamente a la cua­lidad singular de las tres Personas», B r ie v en XVII, 29-34 (Van Mierlo, 1947, pág. 141).

156 También Eckhart llama «asnos» a los que viven de razón y doctrina con el convenci­miento de la eficacia de las obras, DW II, Pr. 52, B e a ti P auperes S p ir itu (Vega, 1998, pág. 76).

157 Para Luisa Muraro (1990, reeditado 1995, en especial págs. 38-39), se debería inter­pretar que el alma no está, aquí en la tierra, libre de «estas cosas», es decir, de la preocu­pación por la práctica de las virtudes; el sentido de este capítulo residiría justamente en la aceptación temporal por parte del alma anonadada del régimen de la mediación, su so­metimiento a la ley de Razón paralelo a su obediencia a la ley de Amor, por ello el Al­ma tendría «dos leyes» como dirá Razón unas líneas más abajo.

158 Gn 35, 16-19. Ricardo de San Víctor, B c n ia m in m in a r XIV, 73-74 (PL 196, 52). En la tradición espiritual, Raquel es asociada al conocimiento discursivo, y Benjamín, al con­templativo.

159 N o v ic e s , «novicios», «principiantes», «no experimentados», he preferido tomar la acepción más general.

lw> Jn 4, 20-24."" 1 Cor 15, 10.162 En (Ch) a p p a reíl, esto es, el «compás divino», representación emblemática del acto

de la creación.En (Ch) d e u x , sigo (L) du lc ía .

u'4 La versión latina difiere aquí de (Ch) O D e u s , d ic it haec A n i m a , q u a m longe e s t p a tr ia

e o ru m q u i p e r e u n t e t tr istes s u n t , a p a tr ia liberta tis (L).165 Es decir, la vida de las almas anonadadas, libres en la montaña del Amor, en el

quinto y sexto estado de los que se ha hablado en los capítulos 58 y 61.166 Nuevamente una alusión a Esther 5, ver capítulo 51, nota 113.167 . . . l e m a is tre (Ch), aquí con una clara referencia a Cristo.168 n u l e n tr e d e u x (Ch), literalmente «entredós», n u l lu m in te r m e d iu m (L).165 Le 10, 40-42. La alusión a los roles de Marta, vida activa, y María, vida contem­

plativa, se amplía a lo largo de los capítulos siguientes, especialmente en relación con Ma­ría que, siguiendo la tradición medieval y sobre la base de Jn 11, 2 y 12, 3 se identifica con la Magdalena.

170 M t 17, 1-9; la transfiguración de Jesucristo ante algunos elegidos de entre sus dis­cípulos, que deberán mantenerla en secreto, simboliza la iluminación de las almas libres, que son las «elegidas» y que así mismo deberán guardar silencio.

171 Le 7, 37-50.,72 Le 8, 2.173 M t 26, 69-70.174 Mt 26, 56; Me 14, 50.175 Aquí «las Virtudes» son los ángeles de la segunda jerarquía compuesta por Potesta­

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des, Dominaciones y Virtudes. Sobre los órdenes y jerarquías celestes, capítulos 5 y 98.17f’ La tercera jerarquía, es decir, la compuesta por Principados, Arcángeles y Angeles,

de estos últimos deriva el nombre genérico de los seres celestes.177 T ro n o s, Q u eru b in es y Serafines, es decir, los tres coros d e la más alta jerarquía.178 Cuerpo y alma, que en una antropología cristiana medieval se integran en la trilo­

gía: cuerpo, alma y espíritu; cf. 1 Ts 5, 23; 1 Cor 2, 12-15, etc.179 San Juan de la Cruz utilizará una imagen muy semejante al hablar del alma pro­

gresivamente iluminada en la S u b id a a l M o n te C a rm e lo y en L a N o c h e O scura . En general la obra de este místico castellano recoge muchos de los temas y formas expresivas pre­sentes en el E s p e jo y transmitidos probablemente por la mística renano-flamenca; véase al respecto Jean Orcibal, S a n J u a n d e la C r u z y í° s m ís tico s ren a n o -J la m en co s, Madrid 1987, en especial pág. 224, donde señala como original de Margarita Porete esta alegoría de las par­tículas de polvo en el rayo de sol.

180 S o le i l d e J u s t i c e , alusión a Cristo, MI 3, 20.181 C t 4, 7.182 . ..s e m b la n c e (Ch), esto es, «apariencia», «imagen»; cf. Robert Javelet, Im a g e e t res-

sem b la n c e , o p .c i t . , vid. nota 115.183 Ga 2, 20.184 San Juan Bautista, de él se hablará más extensamente en el capítulo 125.185 En (Ch) s a u il la n t , «saciante», sigo (L), que traduce sol.

186 En la polifonía que se desarrolla a partir del siglo XII en la música europea, el can­to y el discanto son respectivamente la voz conductora o c a n tu s j ir m u s , y las ornamenta­ciones del contrapunto que establecen un diálogo con la primera melodía.

187 Ez 17, 3. Alusión al capítulo 22.188 La fusión del alma en Dios es un tema tradicional de la literatura mística que, co­

mo va a decir inmediatamente «Embeleso», hace partícipe al alma de la trilogía divina: amor, entendimiento y loor.

189 Ct 4, 15.190 . . .c o n fe r m e e (Ch), co n jirm a ta (L), esta expresión, que aparece aquí por única vez en

el E s p e jo , recuerda la b e w e r u n g del tratado pseudoeckhartiano S c h w e s te r K a tre i (Franz Pfeif- fer, D a z is t s w e s te r K a tr e i , D e u ts c h e r M y s t i k e r des 14. J a h r h u n d e r t II, Leipzig 1857, traducción castellana de Alicia Padrós W olf (Garí/Padrós, 1995, pág. 235).

191 La hora undécima de las doce horas de Amor, un pequeño tratado recogido en la carta XX de Hadewijch, reza: «Amor hace la mente del hombre tan simple que no pue­de preocuparse ni de los santos, ni de los hombres, ni del cielo, ni de la tierra, ni de los ángeles, ni de sí mismo, ni de Dios, sino sólo de Amor que la posee, siempre presente, siempre nuevo», B r ie v e n XX, 117-122 (Van Mierlo, 1947, pág. 174). Con una formulación muy próxima a la beguina de Amberes escribe Beatriz en el sexto modo de amor: «Amor la ha hecho tan audaz que no teme ni a hombre ni a demonio, ni a ángel ni a santo, ni a Dios mismo», S e v e n M a n ie r e n VI, 52-55 (Cirlot/Garí, 1999, pág. 292).

192 «Sin un porqué», saris m i l p o u r q u o i . La expresión, común a la mística de los siglos XIII y siguientes, aparece por primera vez en neerlandés (so n d e r etiich w a ero m m e) en Bea­triz de Nazaret, S e v e n M a n ie r e n II, 4-5 y V, 29-30 (Cirlot/Garí, 1999, págs. 287 y 290) y en un poema atribuido a Hadewijch II, M e n g e ld ic h te n XVIII, 161 (Van Mierlo, 1952, pág. 100).

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El segundo modo de amor de Beatriz de Nazaret es justamente el del «amor sin porqué» (Cirlot/Garí, 1999, pág. 287). Esta expresión, con la que se quiere significar el desinterés total del amor del alma, será frecuente en la literatura espiritual a partir de ellas, siendo los dos ejemplos más significativos, además de Margarita, Eckhart, DW I, Pr. 5b, I n hoc

a p p a r u it caritas de i in n ob is , «Desde ese fondo interior tienes que hacer todas tus obras sin porqué» (Vega, 1998, pág. 49), y Silesius «La rosa es sin porqué. Florece porque florece», E l p ereg r in o querúb ico I, 289 (Duch, 2005, pág. 95).

1,3 «Esposo de su juventud...». En (Ch) figura ep o u se en una referencia clara a MI 2, 15. Pero el contexto y la misma frase repetida en masculino más adelante permiten supo­ner que la versión (L) en la que aparece sp o n s i es la correcta.

m . ..e s tr e dessevree de so n estre, una idea m uy cercana al «Ser separado», el abgescheden-

h e it d e Eckhart, que con stituye u n o de los con cep tos fundam entales del M aestro. Sobre el sign ificado y com plejidad del co n cep to , véase el com entario al tratado V o n abgeschei-

d e n h e i t (DW v) de A m ador V ega (1998, págs. 210-211).195 «Costados», c o ste z . L os cuatro costados son claram ente una referencia genealógica

y heráldica a los cuatro «cuarteles» en los que se d iv id e el escudo , tal c o m o anota M . H. de L ongcham p (1984, n. 82-1, pág. 261), por ello he traducido c o s te z por «cuartel» en el interior del capítulo.

196 En (CH) A i s e [ A is n e ] o u S e n e , en la traducción inglesa O is e or M u e s e , en cambio (L) elimina ambos ejemplos. En todo caso, es obvio que se trata de ríos de la región en­tre Hainaut y la cuenca de París, bien conocida por Margarita.

,97 MI 2, 15.198 Margarita ha utilizado ya la imagen mística del fuego que transforma en los capí­

tulos 25 y 52; véanse notas 89 y 117 respectivamente.199 . ..m a is tre sse aquí podría traducirse también por «maestra».2I” Esto es, cada uno de los cuatro costados o cuarteles (en el sentido heráldico) del al­

ma noble, véase nota 194.201 Al leer este fragmento, es difícil sustraerse a la reflexión de que ésta fue exacta­

mente la actitud de Margarita Porete cuando, durante su proceso, se negó a prestar jura­mento a la Inquisición y a pronunciar una sola palabra ante el tribunal, aunque ello hu­biera de costarle la vida.

202 Marta y María, las hermanas de Betania, paradigma de la vida activa y contempla­tiva respectivamente; c f . capítulo 76, nota 169.

2,0 Ct 2, 16; 6, 3.204 U n a posib le referencia en Sal 16, 5-6.21,5 . . .e l le e s t s o e u r g e r m a in e (Ch), ta li soror e s tg e r m a n a (L), esto es, «hermana carnal». H u­

mildad, madre de las Virtudes y tesorera de ciencia, aparece en el poema introductorio como una ayuda indispensable para la comprensión del libro; véase nota 3.

206 En (Ch) tan te , «tía», sigo (L) av ia .

207 En (Ch) a y eu le , «abuela», sigo (L) p ro a v ia .

208 En (C h) ta n te e t m ere , sigo (L) a v ia e t m a te r .

2m Ya en los capítulos 3 y 6 Margarita ha dejado claro que la práctica de las virtudes precede a la «vida divina» y es necesaria para poder alcanzarla, como necesario es también su abandono; véase nota 18. En la segunda parte del E s p e jo , dedicada a los extraviados que

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(Alt VlV*n de la vida del espíritu (capítulos 123-139), se volverá a insistir sobre el tema, es­p e c i a l m e n t e e n e l capítulo 125, en la meditación sobre María Magdalena. En esa fronte­r a e n t r e la ardorosa práctica de las virtudes y la caída en amor sitúa también Beatriz su primer modo de amor, S e v e n M a n ie r e n I (Cirlot/Garí, 1999, págs. 286-287).

2,0 «Capacidad curativa». En (Ch) p h is iq u e , en (L) m ed ic inarn .

211 El paso del cuarto al quinto estado va acompañado de las dos caídas: la caída de las virtudes en amor y la caída de amor en nada. La muerte al espíritu se articula entre am­bas, tal como expone ampliamente Margarita en los capítulos 118 y sobre todo 130-133. El tema lo encontramos también, aun si de forma mucho menos sistemática, en las visio­nes de Hadewijch: en la visión primera se describe la caída de las virtudes en Amor, sim­bolizada en la rama que corona la jerarquía más alta del árbol de la sabiduría, en estos tér­minos: «La tercera rama significa el estado de reposo donde, perteneciendo por completo a Amor, se pasa de las múltiples virtudes a la virtud única y total, que entrelaza a ambos amantes en uno y los lanza en el abismo donde buscan y encuentran el estado de fruición eterna», V is io e n e n I, 63-67 (Hofmann, 1998, pág. 52), y en la visión XIII, Amor al tocar al alma: «deja ir todo cuanto pertenece a Razón y hace caer a un amado en el otro», V isio e ­

n e n XIII, 180 (Hofmann, 1998, pág. 148). Asimismo, la caída de Amor en nada es temati- zada en la propia visión XIII: la corona de Amor está ornada «por las obras de los humil­des, que al verdadero Amor alaban y creen que ni sirven ni aman a Amor... pues saben que no son nada y sólo saben que el solo Amor es todo» y lo alaban «con nuevos cantos que nadie comprenderá jamás, sino sólo aquellos que han perdido por completo el Amor en humildad», y unas líneas más abajo se afirma que: «la negación de Amor con la hu­mildad es la más alta voz del Amor», XIII, 228-230, V is io e n e n XIII, 74-80 y 228-230 (Hof­mann, 1998, págs. 142-143 y 150-151).

2,2 Ex 14, 1-31. El paso del Mar Rojo indica el proceso de purificación del Alma en el ejercicio de las virtudes, entendiendo el Exodo como símbolo del camino del alma ha­cia Dios.

213 . . . e n ce p o in t , «justo ahí», es decir, en el sexto estado, pues la claridad de Dios que se refleja en la nada del alma es el relámpago del Lejoscerca que la ilumina en un instan­te otorgándole un «atisbo de gloria». En el capítulo 118 Margarita definirá ese momento, que es también un estado, como aquel en el que el alma «pura y clarificada no ve ni a Dios ni a ella, sino que Dios se ve a sí mismo en ella, por ella y sin ella».

21,1 Véase capítulo 81, nota 191.215 E t icy p o in t (Ch), E t h ic e st p u n c tu s (L). Tal como anota Gnádinger, se trata del «lu­

gar» propio de Dios, el «dónde» de su ser sin dónde ni lugar (1987, nota 189, pág. 268).2,6J e re lin q u is v o u s (Ch), R e l in q u o vos (L), es decir, «os abandono». Abandonar a Dios

por Dios es el nodulo del pensamiento mistagógico de Margarita y el punto central de su experiencia mística, tal como lo expondrá en el capítulo 133. La misma idea se repite en Eckhart, DW, II, Pr. 52, B e a ti p a u p e re s s p ir itu (Vega, 1998, págs. 79-80), y Silesius, El p e re ­

g r in o querúb ico II, 92 (Duch, 2005 pág. 107).2.7 Jn 20, 11-13.2.8 La vida de María Magdalena después de la muerte de Jesucristo la recoge la L e y e n d a

D o ra d a de Santiago de Vorágine (capítulo XLVI), y en ella se funden las figuras de María de Betania y la pecadora arrepentida que ungió los pies de Cristo. La leyenda en general,

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y en especial e l p roceso d e lib eración de M aría M agdalena y sus dos grandes etapas de am or a la hum anidad y a la d iv in idad de C risto, es un tem a co m ú n en la literatura espi­ritual de la época.

2,9 . . . q u a n t e m p r in t a m o u r (C h), q u a n d o ip sa h abere co ep it a m o re m (L), es decir, cuando aún viv ía la vida del espíritu.

220 C a r elle esto it m a m e (extraviada) e t n o n m y e M a r ía (sic), ju e g o de palabras intraducibie.221 La deuda de Amor se expresa sobre todo como deuda a Jesucristo. El capítulo 113

explicará que la deuda con Jesucristo se cumple en la im ita tio cuando se interioriza me­diante pensamientos y obras devotas «toda la vida que Jesucristo llevó y nos predicó». La «deuda», sco u t, es un tema importante en las obras de Beatriz, p. e., S e v e n M a n ie r e n VI, 72 (Cirlot/Garí, 1999, pág. 292), y sobre todo en Hadewijch, B r ie v e n IV, 55 (Van Mierlo, 1947, pág. 39); y XXX, 12, 46, 66, 186 (págs. 252, 253, 254, 259); S tro jisch e G e d ic h te n V, 4, 26 (Van Mierlo, 1942, pág. 33) y VIII, 3, 15 (pág. 49).

222 Jn 14, 12, paso evangélico sobre el que vuelve Margarita en el capítulo 113.222 Se trata del camino místico de regreso al paraíso, y por tanto del estado de ino­

cencia anterior a la caída.224 O b l i z , «olvidados», el último de los doce nombres que Amor ha dado a las almas

anonadadas en el capítulo 10.225 En este fragmento del capítulo 96 y en parte del 97 se reconocen con claridad las

referencias autobiográficas de la autora.226 M argarita d efin e su propia d ep en d en cia de las criaturas, su apego a lo externo y la

necesidad de buscar fuera de sí m ism a para hallarse a sí m ism a c o m o una m endic idad . S o­bre el sen tid o del térm in o «mendigar» en el E s p e jo , véase capítulo 51, n ota 49.

227 Le 23, 43.228 . . j e m ecto ie en p r is e chose q u e l ’en n e p o v o i t f a i t e , n e p e n s e r n e d ire [...] q u a n t j e m is en

p r is , chose q u e o n n e p o v o i t d ire (C h ), sin em bargo, la versión latina traduce sorprendente­m en te en p ositivo q u o d p o n e b a t in p r e t iu m s e u a e s tim a b a m a l iq u id q u o d f i e r i , cogitare a u t d ic i

p o te s t [...] q u a n d o a e s t im a v i s e u a p p re tia ta s u m a l iq u i q u o d d ic i p o s s i t (L).229 ...c o r o n de l ’estre (Ch), m e u m u l t im u m te r m in u m illiu s esse (L), término del camino de

perfección y cima que corona la montaña. Margarita vuelve a utilizar la expresión ce­rrando el libro en el capítulo 139: «Gente así tiene una gran necesidad de estar en guar­dia si no han alcanzado la cúspide, o la perfección de la libertad».

230 Estos versos explican la aparente contradicción que subyace a todo el E s p e jo por el hecho de haber sido escrito cuando en él se afirma repetidas veces que sobre lo que se es­tá hablando no es posible hablar sin mentir, mal-decir y mendigar. Reconociéndolo así, el acto de escribirlo, sin embargo, le da a Margarita, aun sí de forma imperfecta, la posi­bilidad de emprender su camino y acudir en su propio socorro. La absoluta y total nece­sidad de escribir para ayudarse sitúa la relación experiencía-vivencia-escritura en la base misma del E s p e jo aun cuando no se trate de un texto directamente autobiográfico. Mar­garita de Oingt, contemporánea de Margarita Porete, muerta tan sólo unos meses antes de la condena de la autora del E s p e jo , le explica en una carta a su confesor las razones de la escritura de una de sus obras y refiriéndose a sí misma en tercera persona dice: «Creo firmemente que si no lo hubiera puesto por escrito se habría muerto o se habría vuelto loca», L e s O u v re s d e M a r g u e r ite d ’O in g t 138 (Cirlot/Garí, 1999, pág. 171).

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La metáfora de la clausura referida a la interioridad del Alma también aparece en el capítulo 134. La misma imagen en el poema de rima mixta, atribuido a Hadewijch II, M e n g e ld ic h te n XVIII, 31-32 (Van Mierlo, 1952, pág. 95).

2,2 Ap 3,7-8.2” Los ángeles forman el primer orden de la tercera jerarquía constituida por Princi­

pados, Arcángeles y Angeles; véase capítulo 77.2,4 Sobre los humores en la caracterología medieval, véase capítulo 60, nota 142.245 M t 18, 3-4.2“ Es decir, eso mismo que cree, en concordancia con la afirmación del prólogo se­

gún la cual sólo se entiende lo que se es. Cf. capítulo 1, «prólogo» y 58, notas 11 y 138.2,7 Los dos grados de vida anonadada que distingue Margarita son «la vida ciega» por

un exceso de luz divina y la «vida de claridad» o vida iluminada a la que se abre el Alma a través del «relámpago» divino y del «atisbo de gloria» del sexto estado. También Matil­de de Magdeburgo alude a esos dos modos de vida iluminada: «en la más bella luz se cie­ga y en la más grande ceguera ve la suma claridad», D a s F l ie jk n d c L ic h t I, c. 22 (Neumann, 1990, 9-10, pág. 16).

2W El libro de la vida que es también el libro de Amor escrito en el pergamino del al­ma; Margarita lo distingue tanto de la escritura «humana» del E s p e jo , en tanto que trans­posición a la escritura de su experiencia divina, como de las Escrituras propiamente di­chas.

257 Gn 2, 7.24,1 Pr 24, 16.241 Pr 24, 16.242 Con una argumentación muy semejante a la desarrollada por Margarita en éste y

los dos capítulos precedentes (103-104) plantea Eckhart la cuestión de la inclinación al pe­cado y de la libre voluntad: D ic R e d e der U n tc rsc h c id u n g e (DW v, cap. 9, 137-376).

244 L e X e m e esta !, es decir, el décimo orden celeste que se añadiría a los nueve coros angélicos; L. Gnádinger sostiene que sería el formado por las almas que han alcanzado la eterna bienaventuranza. Estas vendrían a sustituir el décimo orden angélico formado por Lucifer y los ángeles caídos (1987, pág. 270, n. 216). También Matilde de Magdeburgo se refiere a las almas como el «más bajo de los coros de los ángeles», D a s F l ie jk n d e L ic h t ii, c. 22 (Neumann, 1990, 3-4, pág. 55).

244 Para Margarita, la meditación y la contemplación son propias del cuarto estado y guían al alma en el camino hacia el quinto; sin embargo, para alcanzarlo hay que dejarlas de lado y superarlas, pues impiden la unión.

242 Margarita parece referirse en este estado a un cierre extático al mundo exterior, por eso se perdería el «uso» de los sentidos.

24'’ En (L) este personaje no aparece y el párrafo entero se atribuye directamente al Al­ma que estaba hablando en el anterior.

247 El tema del retorno al origen, cuando el alma no-era en Dios, a través del despo­jarse de la voluntad, que subyace a todo el E s p e jo y que lleva a la recuperación del ser ori­ginario planteando la prexistencia del alma en Dios, se explícita aquí claramente. La ima­gen de la desnudez, sobre la que el libro vuelve con insistencia, hace referencia a la desnudez original a la que es posible regresar a través de un continuo despojarse de sí mismo.

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248 . . .a m o i i r a m ia b le (Ch) a m o r am ica b ilis (L), es decir amor de amigo, literalmente «ami­gable».

248 Jn 14, 12. Citado también en el capítulo 94.250 Una vez más se insiste en la idea de que la imitación de Cristo y el camino de las

virtudes son una necesidad previa para alcanzar el modelo de perfección en el que se su­prime toda mediación, tal como ha expuesto antes en el capítulo 94.

251 Laguna colmada por (L).252 «Ciegos» y «clarificados»: los dos niveles de la vida del alma anonadada. Cf. capí­

tulo 100, nota 237.253 El tema del nacimiento de Dios trino en el Alma adquiere especial relevancia en

la experiencia espiritual femenina del siglo xill; la tríada agustiniana, memoria, entendi­miento y voluntad, es transferida a la experiencia trinitaria del Alma. La misma idea en Hadewijch, B r ie v e n XXX, 107-144 (Van Mierlo, 1947, págs. 255-257).

254 1 Cor 13, 12-13.255 R m 8, 16-21.256 R m 5, 2; 2 Cor 3, 18.257 Laguna de (Ch) colmada por (L).258 Como anota Huot de Longchamp (1984, pág. 268), la llaga de amor es un tema

universal de la literatura cortés y mística. Sin embargo, el tema se articula aquí con el no menos difundido en la literatura espiritual y mística de la llaga del costado de Cristo fuen­te de gracia y puerta de conocimiento.

259 A lo largo de este capítulo, el E s p e jo recoge y sintetiza los principales rasgos que definen los distintos niveles de la escalera de perfección. Margarita habla de siete e ta z que también se llaman estres; con esta doble terminología, a la que luego añade una tercera, degré, se explícita el significado general de la palabra estre. E s tr e es a la vez el «modo de ser» y el nivel o estado en el que se halla el alma en el interior del proceso de liberación. El entero capítulo 118, que cumple con lo prometido en el prólogo del libco, es funda­mental para la comprensión del E s p e jo , al que subyace como estructura esta escalera de siete estados (además de las tres muertes y las caídas), pero que en los restantes capítulos se centra con práctica exclusividad en los estados cuarto, quinto y sexto.

2“’ Ya al principio del libro, Margarita ha planteado que se debe comenzar el camino asumiendo los mandamientos de la Iglesia. Cf. capítulo 3, nota 18.

2<’' Cf. «prólogo», nota 4.262 Laguna de (Ch) colmada por (L).263 A b y s m e a b y s m e e saris J o n s ; la se tro u ve e lle saris tro u ve r e t s a n s fo t t s , que se correspon­

de al g r u ñ í á n e g r u ñ í de Eckhart. También Hadewijcht repite «el alma es un abismo sin fondo (g ro n d e lo esh e it) donde Dios se basta a sí mismo», B r ie v e n XVIll, 70 (Van Mierlo, 1947, pág. 154).

264 . . .e tp o u r c e y f a i t il bas (Ch) e t ib i fa c i t b a ssu m (L). Se trata siempre del fondo sin fon­do del alma, el «hondón». Matilde habla de n ied ers ten tie f, «el más bajo fondo», en el que debe sumergirse el alma amante, D a s FlieJ3en.de L ic h t II, c. 24 (Neumann, 1990, 74, pág. 61).

265 . . .a b y s m e d ’u m il i té (Ch), a b y s s u m h u m il i ía í i s (L). De nuevo se destaca el papel fun­damental jugado por la Humildad, «madre de las virtudes» e «hija de la Deidad» (capítu­lo 88), en la experiencia unitiva. La expresión aparece con idéntico sentido en Hade-

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Wt)ih> llttvwH VI, IM2 (V.iii Mierlo, 1947, pág. 61). En el cap ítu lo 20 del q u in to lib ro de / Mi I h flr ih lt' l u lu , Matilde de M a g d eb u rg o reflexiona sob re los distintos géneros de h u ­mildad, el i uarto género es la h u m ild ad del alm a am an te que tras ascender en el am o r "<iiiiin el sol en su cénit se sumerge en la noche», v , 4, 24-58, págs. 156-159.

Ciuillermo de Saint-Thierry, D e co n tem p lando D c o XI, 29-30 (SC 61 bis, pág. 98).Margarita se dirige aquí, llamándolas «nada conocidas», a las almas libres. «La no

conocida» es el segundo de los nombres que Amor le da al Alma en el capítulo 10. Y ha dicho también de ella en el capítulo 5, aclarando luego el significado de la afirmación en el 11, que «no se puede hallar». En la segunda parte del E sp e jo volverá sobre esta cuestión explicando (capítulo 134) por qué Santa Iglesia no puede conocer a tales almas ni tomar ejemplo de ellas.

268 . . .a m o u r d e n en tra in e (Ch), a m o r in terior (L).269 En (Ch) trois dons, «tres dones», pero m e parece más com prensible la traducción de

(L): tr ibus n ie d ia n tiu s , pues con toda certeza se refiere a las tres muertes por las que ha pa­sado el alma.

27,1 Ct 4, 22.271 El canto de alabanza de la Iglesia al alma recoge una de las ideas fundamentales del

E spe jo para interpretar el pensamiento de Margarita. No es en contra de la Iglesia y su ley que se alzan las almas simples, éstas se sitúan por encima de esa Iglesia y esa ley; véanse también capítulos 21, 43, 105.

272 . . . d ’estre a n ie n t deviser (Ch) a du ic liila ti (L), esto es: el alma anonadada.273 A partir de este punto de la versión francesa se interrum pe el texto latino. La edi­

ción latina de Verdeyen colm a la laguna con el inglés que, sin em bargo, se interrumpe a su vez a mitad del capítulo 122, la segunda parte del cual se ha conservado exclusivam ente en francés.

274 ...esco le d iv in e , allí donde, como ha dicho en el capítulo 66, se aprende la «lección divina» que escribe Amor en el pergamino del Alma. Véanse notas 154 y 271.

27:> . ..ru tile e n te n te , es decir, ningún intento, objetivo, deseo.276 Margarita construye este fragmento en forma de «rondeau»; junto con la «carino»

inicial, éstas son las dos únicas formas poéticas propiamente dichas que aparecen en el E s­

pejo . Véase nota 2.277 A lo largo de esta estrofa el alma pasa del «vos» al «tú» por primera y única vez al

dirigirse a su A m igo.278 Es éste uno de los más famosos fragmentos poéticos del E spejo . En él Margarita pa­

rece manifestar la incom prensión generalizada con la que choca su pensam iento. La in­clusión de las beguinas entre quienes aseguran que yerra ha llevado a diversas interpreta­ciones sobre su posición en el interior de este m ovim ien to espiritual fem enino, su hipotética inclusión en alguna época en una com unidad beguinal y su papel co m o be- guina independiente; véase Introducción.

279 Idéntica imagen en el poema, atribuido a Eckhart, G r a n u m sinopsis , donde se lee: «de los tres el nudo / es profundo y terrible» (Vega, 1998, pág. 140). El nudo es aquí sím­bolo del principio divino, tal como ya lo expresara Dante cuando, al final del Paraíso (can­to 33, 91) en la visión contemplativa de la Esencia divina, escribe: «la fo r m a u n iversa l d i

qu esto nodo credo c h ’i ’ v id i» . La imagen literaria coincide plenamente con las representa-

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dones del nudo de la Trinidad en las miniaturas de los R o th s c h i ld C a n tic le s estudiadas por Hamburger ( T h e R o th s c h i ld C a n tic le s : A r t a n d M y s t ic is m in F la n d ers a n d in th e R h in e la n d ca.

1 3 0 0 , New Haven 1990). Sobre el complejo simbolismo del nudo ha escrito Ananda Coomaraswamy «The Iconography of Dürer’s “Knots” and Leonardo’s “Concatena- tion”», A r t Q u a r te r ly VII, 1944, págs. 109-128.

280 A partir de aquí, en esta segunda parte de su libro, Margarita dirige la mirada ha­cia atrás para guiar un proceso contemplativo basado en su propia experiencia. Los siete primeros «regars» son meditaciones en imágenes sobre las Escrituras; a través de ellas se traza una auténtica teología del ascenso en la que puede oírse el eco de los siete estados de la escalera de perfección. Los tres siguientes «regars» son meditaciones interiores y ata­ñen a la relación de Dios y el alma, que trazan ahora una teología del descenso articula­da en la doble caída, de las virtudes en Amor y de Amor en nada. Por último, en los ca­pítulos finales una serie de reflexiones y recomendaciones recapitulan el proceso y cierran el libro.

281 A u c u n s regars (Ch), A l iq u o s respectus seu con sid era tio n es (L). He traducido el concep­to «regar» por «consideración»; no debe perderse de vista, sin embargo, la complejidad de su significado, la idea de mirada puesta sobre algo, la implícita actividad contemplativa que conlleva y al mismo tiempo su estructura meditativa. En este sentido, los paralelos son claros con el cossirar provenzal; cf. Mira Mocan, I p e n s ie r i d e l cuore. P e r la sem á n tic a del

p r o v e n z a le «cossirar», Rom a 2004.282 1 Cor 3, 1-2. Sobre los «extraviados» a quienes Margarita dedica esta segunda par­

te de su libro, ha hablado en los capítulos 52 y 57.283 Jn 16, 7.284 Le 10, 38-42. Sobre la identificación entre María, hermana de Marta, y María Mag­

dalena, véase capítulo 76, nota 169.285 Jn 20, 11-13.286 . . . l e m a is tre , «el maestro», es decir, el señor de la tierra, pero aquí claramente refi­

riéndose a Cristo.287 Jn 12, 24; Le 8, 8.288 Jn 12, 24.289 . . . le s g r a n d s hoces d ’e lle : la metáfora espiritual del terreno lleno de irregularidades y

protuberancias que debe ser aplanado y cultivado se aplica aquí directamente al alma de María. Sobre la experiencia del desierto en la Magdalena, ha hablado el E s p e jo en el ca­pítulo 93.

290 Le 1, 15; 1, 44.2,1 Jn 1, 29-37.292 M t 3, 13-15.*° Mt 3, 9-11; Le 3, 21-22.294 Le 1, 35.295 . ..e s p in e , se trata de un pequeño pez; Margarita quiere simplemente subrayar el

contraste con la grandeza de María que compara en cambio a una ballena.2,6 Hch 2, 1-4.297 Jn 14, 6.298 Jn 3, 13.

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Mi I \ su; Mi 3, 35... o iilh e ¡u m n a n a b le (Ch), u ltra p e r m a n e n s (L), véase nota 119.""Jn 1,3.

13 entero capítulo recuerda, con una formulación algo distinta, algunos pasajes de M.uililc de Magdeburgo: «Nada se asemeja tanto a la grandeza del poder de Dios como la pecadora grandeza de mi maldad», D a s F liejdende L ic h t V, c. 10 (Neumann, 1990, 29-30, pág. 164); «tú eres ante mí, Señor, pequeño en sumisión, y yo ante ti soy grande en la mi­seria de mi maldad», V, c. 20 (Neumann, 1990, 4 -6 , pág. 171).

303 Laguna en (Ch) colmada por (L).304 Laguna en (Ch) y en (L) colmada por la versión inglesa.305 . ..r e g a rd a y en p e n s a n t , la mirada interior queda subrayada por la idea de la conside­

ración contemplativa hecha en el pensamiento.306 . . .e n e sb a h y s se m e n t d e p e n se e (Ch), en cambio (L) no lo traduce.307 En (Ch) sólo se lee; J e m e a m o y e ta n t avee l u y . . . e t s e j e n ’cusse a m é cstre avec l u y , tra­

duzco en cambio siguiendo (L) y la versión inglesa que coincide con la latina.308 S a n s n u l s i, literalmente «sin ningún si».309 El cumplimiento del Amor, que es al mismo tiempo el abandono de todo deseo y

voluntad de Amor, lleva al alma al total anonadamiento en Dios, a ese momento Marga­rita le llama «salir de la infancia», expresión probablemente referida a 1 Cor 13, 10-12. Ese «salir de la infancia» a través de la aceptación y del deseo de la noche mística es un tema que aparece expresado en términos semejantes en diversos pasajes de la obra de Matilde de Magdeburgo, D a s F licJJende L ic h t I, c. 1 (Neumann, 1990, 10, pág. 6).

3.0 Sobre el esclair, véase capítulo 58.3.1 Juego de palabras intraducibie; quant. j ’csto ie m a rr ie , c ’e s t q u a n t j ’esto ic esm arrie .

312 Jn 3, 1-15. Alusión al paraíso y a la desnudez como símbolo de inocencia y estado original.

313 El final del capítulo 134, y los capítulos 135, 136 y el comienzo del 137 faltan en (Ch), traduzco de (L).

314 . . .a u fe r t e is p r o fu n d u m (L) a falta de texto francés y tomando como referencia el ca­pítulo 117 donde (L) traduce a b is m e d u fo n s por p r o fu n d ita te m fu n d í , creo que debe enten­derse aquí el hondón o abismo en el que se halla el alma anonadada.

315 L o n g in q u u m h u iu s est m a g is p r o p in q u u tn , q u ia cognoscit m a g is de p ro p e i l lu d lo n g in q u u m

in se ip so (c. 135, lin. 11-12). El probable reflexivo francés permitiría la traducción en fe­menino que, manteniéndola como hipótesis, escojo aquí; «en sí misma».

3.6 Con expresiones como p ro fesse , «profesa», y e x a m e n s u a e p r o b a tio n is , «su examen de probación», Margarita establece un paralelismo entre el camino del alma y la vida mona­cal, sus votos y su «postulado».

3.7 Aquí se retoma el texto francés de (Ch).3.8 S e s cu id id ie rs fu r e n t j a d i s o u l tr e c u id e z (Ch), s u a e crcd en tia e f u e r u n t o litn u ltra crcdeu tiae

(L). Es decir, mientras buscó a través de sus pensamientos y de su imaginar, obró ella mis­ma en vez de dejar que Dios obrara en ella «sin ella». En ese estado el alma está consigo misma y a la vez fuera de su «verdadero ser», pues éste es Dios.

3.9 Esta Alma está en la Deidad, donde la ternaridad (las tres potencias del alma y las tres personas de la Trinidad) se supera. Allí donde la duplicidad (las dos naturalezas, hu­

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mana y divina) es unidad. Y donde ella misma es una con Dios sin mediación. «En la dei­dad, / de persona / no hay forma; / la ternaridad /en unidad, / desnudez pura», escribe Hadewijch II, M e n g e ld ic h te n XX, 1-6 (Van Mierlo, 1952, pág. 116).

320 Una vez más, Margarita mira retrospectivamente el camino recorrido y vuelve a recordar la necesidad que tiene el alma de la verdadera Humildad a la que aludía el poe­ma inicial y sobre la que ha vuelto tantas veces a lo largo del libro. Véase nota 2.

32' Escribe Hadewijch: «Este es el primero de los cuatro caminos, y el más elevado, del que nada se puede explicar con la razón; es necesario hablar de alma inspirada a alma inspirada», B r ie v e n XXII, 28-31 (Van Mierlo, 1947, pág. 193).

322 Gn 1, 28.323 «Sus dos ojos», alusión a los «ojos de Amor» de los que habla Guillermo de Saint-

Thierry en D e n a tu r a e t d ig n ita te A m o r i s (P1 176, 379-408).324 El texto que contiene las tres aprobaciones del E s p e jo figura a modo de epílogo en

los manuscritos de las versiones latina e italiana y a modo de prólogo en la inglesa. Falta en cambio en (Ch). Traduzco de (L) pero señalo las variantes del texto inglés.

325 Es decir, de la vida de la autora. Aunque en (L) figura v ita e e o r u m , sigo la versión inglesa o f h e r l iu y n g e que da pleno sentido al texto.

326 Sigo la versión inglesa que especifica o f Q u e r a y r i .

327 Sigo la versión inglesa que especifica c h a n to u r .

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B ib lio g r a f ía

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J o z e f v a n M ie r lo ed., Hadewijch. Strofischen Gedichten, 2 vols., S tan- daard, A m beres 1942.

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í n d i c e b í b l i c o

Gn 1, 28 (c. 139) Mt 26, 56 (c. 76)Gn 2, 7 (c. 102) Mt 26, 69-70 (c. 76)Gn 35, 16-19 (c. 69)

Ex 14, 1-31 (c. 91)Me 1, 9-11 (c. 125) Me 3, 35 (c. 128)

Est 5, 1 (c. 51 y 73)Me 12, 30-31 (c. 3) Me 14, 50 (c. 76)

Pr 24, 16 (c. 103 y 104) Le 1, 15 (c. 125)

Ct 2, 4 (c. 23)Le 1, 35 (c. 126) Le 1, 44 (c. 125)

Ct 2, 16 (c. 86) Le 1, 52 (c. 40)Ct 4, 7 (c. 79) Le 3, 21-22 (c. 125)Ct 4, 15 (c. 80) Le 7, 37-50 (c. 76)Ct 4, 22 (c. 120) Le 8, 2 (c. 76)Ct 5, 1 (c. 23) Le 8, 8 (c, 124)Ct 6, 3 (c. 86) Le 9, 46-48 (c. 40)

Is 6, 2 (c. 5)Le 10, 27-28 (c. 3)Le 10, 38-42 (c. 11, 76, 124, 136)

Ez 17, 3 (c. 22 y 80)Le 10, 40-42 (c. 74 y 86) Le 11, 8 (c. 63)Le 11, 34 (c. 47)

MI 2, 14-15 (c. 81, 82 y 118) Le 13, 30 (c. 32)MI 3, 20 (c. 78) Le 18, 22 (c. 87)

Mt 3, 13-15 (c. 125)Le 22, 28 (c. 3) Le 23, 43 (c. 97)

Mt 8, 22 (c. 52) Mt 6, 22 (c. 47) Jn 1, 3 (c. 130)Mt 12, 50 (c. 128) Jn 1, 29-37 (c. 125)Mt 13, 46 (c. 52) Jn 3, 13 (c. 128)Mt 17, 1-9 (c. 75) Jn 4, 20-24 (c. 69)Mt 18, 3-4 (c. 40 y 100) Jn 11, 2 (c. 76)Mt 19, 20-21 (c. 3) Jn 12, 3 (c. 76)Mt 19, 30 (c. 40) Jn 12, 24 (c. 124 y 128)Mt 20, 16 (c. 40) Jn 14, 6 (c. 128)Mt 22, 37-39 (c. 3) Jn 14, 12 (c. 94 y 113)

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2 C o r 12, 2-4 (c. 49)|n 16, 7 (c. 123)J ii 20, 1 1-13 (c. 93 y 124)

G1 2, 20 (c. 79)Ac 2, 1 (c. 126)Ac 9, 3 (c. 49) 1 P 4, 18 (c. 8)

R m 3, 28 (c. 11)R m 8, 28 (c. 117)

1 C o r 3, 1-2 (c. 123)1 C o r 13, 4-7 (c. 4)1 C o r 13, 10-12 (c. 124 y 131) 1 C o r 13, 12-13 (c. 116)1 C o r 15, 10 (c. 70)1 C o r 15, 28 (c. 5 y 30)

2 P 1, 4 (c. 21)

1 Jn 4, 16 (c. 21)

Ap 3, 78 (c. 98)Ap 20, 12-15 (c. 47)

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í n d i c e p a t r í s t i c o

Agustín:In I lohannem VII, 8 (c. 13)In I lohannem IX, 10 (c. 28)

Bernardo de Claraval:De diligendo Deo X, 27 (c. 31)De diligendo Deo X, 28 (c. 52)

Buenaventura:Soliloquium II, 12 (c. 65)

G uillerm o de Saint-Thierry:Oratio 24-25 (c. 12)Meditationes XII, 13, 4 (c. 28)De contemplando Deo XI, 29-30 (c. 118) A d fratres de Monte Dei 263, 13 (c. 21) Adfratres de Monte Dei 268 (c. 58)A d fratres de Monte Dei 286 (c. 21)

R icardo de San Víctor:Beniamin minor XIV, 73-74 (c. 69)

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ISBN: 84-7844-915-9 D epósito legal: M-35.804-2005

Im preso en Anzos

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32 El diagram a del Prim er Evangelio Ig n ac io G óm ez de L lano

33 El tem plo del cosmosJ e .r e m y N a y d le r

34 F u n d am en to s de la vía m edia N ag a rju n a

35 El legado secreto de los cataros

36 Eleusis Karl K erén y i

37 M itos h indúes

38 El m ito de la diosa A ntie B a r in g y Ju le s C a sh fo rd

39 Las Musas W alte r F. O tto

40 Figuras del destino.M itos y sím bolos de la Europa medieval

V ic to r ia C ir lo t

41 El peregrino querúbicoA n g e lu s S ilesiu s

42 M itos de otros pueblosW endy D o n ig e r

43 Los jard ines del sueño E m a n u e la K r e t z u l e s c o - Q u ara t ita

44 CabalaM o s h e Id el

Page 242: archive.orgIntroducción El siglo de las místicas En el corazón de París, Place de Gréve, el 1 de junio de 1310, las lla mas de una hoguera de la Inquisición consumieron el cuerpo

E l 1 d e j u n i o d e 1 3 1 0 , e n P a r í s , la s l l a m a s d e u n a

h o g u e r a d e l a I n q u i s i c i ó n c o n s u m i e r o n e l c u e r p o v i v o

d e u n a m u j e r d e la q u e p o c o se s a b e : M a r g a r i t a

P o r e t e , u n a b e g u i n a d e la r e g i ó n d e H a i n a u t q u e h a b í a

e s c r i t o u n l i b r o , E l espejo de las a lm a s s im p le s , y q u e f u e

la c a u s a d e s u c o n d e n a . A p e s a r d e e l l o , y t r a s s u

m u e r t e , e s t e l i b r o t u v o t a n e n o r m e d i f u s i ó n q u e , e n

l o s ú l t i m o s s i g l o s d e la E d a d M e d i a , t r a s p a s ó f r o n t e r a s

g e o g r á f i c a s y l i n g ü í s t i c a s c o m o p o c o s t e x t o s d e su

é p o c a , t r a d u c i é n d o s e d e l f r a n c é s ( o d e l p r o b a b l e

o r i g i n a l p i c a r d o ) a l l a t í n , a l i n g l é s y a l i t a l i a n o . E s c r i t o

c o n f o r m a d e u n d i á l o g o e n t r e p e r s o n i f i c a c i o n e s

a l e g ó r i c a s , y e n e l m a r c o d e la s f o r m a s d e e x p r e s i ó n

d e la l i t e r a t u r a c o r t é s , E l esp e jo de las a lm a s s im p le s es

u n a o b r a d e t e o l o g í a q u e e n r a í z a e n la s c o r r i e n t e s d e

l a l l a m a d a « m í s t i c a f e m e n i n a » d e l s i g l o X II I y c u y o s

c o n t e n i d o s se v i n c u l a n e s t r e c h a m e n t e a l p e n s a m i e n t o

d e l M a e s t r o E c k h a r t , q u i e n c a s i c o n s e g u r i d a d lo

c o n o c i ó y l e y ó . E l l i b r o , c a í d o t r a s e l s i g l o X V I e n e l

o l v i d o , f u e r e d e s c u b i e r t o , y c o n é l su a u t o r a , e n p l e n o

s i g l o X X . D e s d e e n t o n c e s se r e c o n o c e e n e s t a o b r a u n o

d e l o s g r a n d e s h i t o s d e la l i t e r a t u r a m í s t i c a o c c i d e n t a l .

B l a n c a G a r í e s p r o f e s o r a d e H i s t o r i a M e d i e v a l e n

l a U n i v e r s i d a d d e B a r c e l o n a y h a c e n t r a d o su

i n v e s t i g a c i ó n e n la m í s t i c a f e m e n i n a m e d i e v a l .

E n c o l a b o r a c i ó n c o n V i c t o r i a C i r l o t h a p u b l i c a d o

L a m ira d a in te r io r . E sc r ito ra s m ís tic a s y v is io n a r ia s en la E d a d M e d ia (1 9 9 9 ) .

ISBN 84-7844-915-9