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INTRODUCCIÓN 1 EL CABALLO Y EL JINETE Podemos, pues, compararlo, al Yo, en su relación con el Ello, al jinete que rige y refrena a la fuerza de su cabalgadura, superior a la suya con la diferencia que el jinete lleva esto acabo con sus propias energías, y el Yo, con energías prestadas. Pero así como el jinete se ve obligado alguna vez a dejarse conducir a donde su cabalgadura quiera, también el Yo se nos muestra forzado en ocasiones a transformar en acción la voluntad del Ello como si fuera la suya propia>> Sigmund Freud 1 La feliz metáfora del caballo y el jinete que alude a la relación entre las instancias que integran la concepción freudiana del aparato psíquico, queremos extenderla a la relación entre la naturaleza y la cultura, fundamento de nuestra investigación psicoanalítica sobre el quehacer artístico, científico y literario. Invocamos por lo tanto el perdón de los lectores enterados y comenzamos por referirnos al Yo y al Ello. El Yo es aquello que nos permite pensar en nosotros mismos en términos objetivos. Como si nuestra conciencia estuviera atravesada por un espejo en el cual nos miramos de vez en cuando para constatar nuestra existencia. Por supuesto que una imagen de sí no se forma en un día, ni la adquirimos por el solo hecho de nacer, obedecer a un proceso de lenguaje y relaciones que no cesan sino con la muerte, momento en que pasamos a ser totalmente para otros. Es un proceso guiado por la necesidad de unidad del ser que encuentra en la imagen una anticipación y un fundamento. La unidad del ser es una ilusión necesaria que requiere permanentemente la exclusión de aquellas tendencias y posibilidades que resulten contradictoras con la imagen sedimentada en la conciencia en el curso de la historia personal y familiar, el Yo por consiguiente no es sólo imagen sino función activa de rechazo excluyente, denominada por el psicoanálisis con el término de represión, palabra que en el español resulta ambigua porque alude también a la coerción externa al sujeto mediante la cual el Estado controla a sus súbditos. No tenemos en nuestro idioma un término equivalente de mayor peso psicológico, como el original alemán Verdrangung o el francés refoulement, que encuentre cabida en el diccionario con el sentido propio de mecanismo por medio del cual el sujeto intenta mantener en el inconsciente representaciones inaceptables para la conciencia. 1 Sigmund Freud, El Yo y el Ello

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INTRODUCCIÓN

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EL CABALLO Y EL JINETE Podemos, pues, compararlo, al Yo, en su relación con el Ello, al jinete que rige y refrena a la fuerza de su cabalgadura, superior a la suya con la diferencia que el jinete lleva esto acabo con sus propias energías, y el Yo, con energías prestadas. Pero así como el jinete se ve obligado alguna vez a dejarse conducir a donde su cabalgadura quiera, también el Yo se nos muestra forzado en ocasiones a transformar en acción la voluntad del Ello como si fuera la suya propia>> Sigmund Freud 1

La feliz metáfora del caballo y el jinete que alude a la relación entre las instancias que integran la concepción freudiana del aparato psíquico, queremos extenderla a la relación entre la naturaleza y la cultura, fundamento de nuestra investigación psicoanalítica sobre el quehacer artístico, científico y literario. Invocamos por lo tanto el perdón de los lectores enterados y comenzamos por referirnos al Yo y al Ello. El Yo es aquello que nos permite pensar en nosotros mismos en términos objetivos. Como si nuestra conciencia estuviera atravesada por un espejo en el cual nos miramos de vez en cuando para constatar nuestra existencia. Por supuesto que una imagen de sí no se forma en un día, ni la adquirimos por el solo hecho de nacer, obedecer a un proceso de lenguaje y relaciones que no cesan sino con la muerte, momento en que pasamos a ser totalmente para otros. Es un proceso guiado por la necesidad de unidad del ser que encuentra en la imagen una anticipación y un fundamento. La unidad del ser es una ilusión necesaria que requiere permanentemente la exclusión de aquellas tendencias y posibilidades que resulten contradictoras con la imagen sedimentada en la conciencia en el curso de la historia personal y familiar, el Yo por consiguiente no es sólo imagen sino función activa de rechazo excluyente, denominada por el psicoanálisis con el término de represión, palabra que en el español resulta ambigua porque alude también a la coerción externa al sujeto mediante la cual el Estado controla a sus súbditos. No tenemos en nuestro idioma un término equivalente de mayor peso psicológico, como el original alemán Verdrangung o el francés refoulement, que encuentre cabida en el diccionario con el sentido propio de mecanismo por medio del cual el sujeto intenta mantener en el inconsciente representaciones inaceptables para la conciencia. 1 Sigmund Freud, El Yo y el Ello

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La represión psíquica está en origen del Yo y es al mismo tiempo una función del Yo, es originaria y también es secundaria. Originaria porque el aparato psíquico no se forma a partir de la consciencia sino de vivencias originales que nunca van a estar en ella; son vivencias cuyas representaciones constituyen un núcleo inconsciente primario absolutamente necesario como polo de atracción de las representaciones que son el objeto de la represión secundaria al ser rechazadas por el Yo, una vez constituido. Represión primaria y represión secundaria son conceptos interdependientes y necesarios dentro de la concepción teórica freudiana del funcionamiento mental. El Yo no es consciencia de sí sino a título de pronombre que preside la acción cuando el sujeto la piensa o la relata, pero mas allá de esta racionalización el Yo es inconsciente de los mecanismos que pone en obra para el desconocimiento de las motivaciones primarias y de las consecuencias emocionales de la misma acción. Lo dijo Baruch Spinoza dos siglos antes que Freud: libertad es el nombre que damos a la ignorancia de las causas que nos mueven a actuar.>> Spinoza es junto con Descartes uno de los fundadores del racionalismo moderno. Podríamos en consecuencia también definir el Yo como una función de síntesis que se ignora a sí misma. El modelo de la síntesis es el cuerpo cuando el infans supera el caos de las sensaciones de desintegración, despedazamiento e incoordinación que presiden durante un tiempo su aparición en el mundo. Bien lo demuestra Lacan en su conocidísimos estudios sobre la fase del espejo2 no hay superación dialéctica del malestar original, masoquismo primario de Freud, sin identificación con la imagen del otro como forma total y anticipativa de la propia unidad, que muy pronto y en forma jubilosa será reconocida frente al espejo. Lacan encuentra en el fenómeno de reconocimiento en el espejo una doble significación: la referente a la unidad del sujeto, de la cual la imagen se constituye en símbolo y la referente a su valor afectivo ilusorio que hace para siempre del otro un reflejo no sólo de unidad sino de humanidad. Avanzando en una compresión creciente podemos redefinir, al Yo como un sistema que liga imagen corporal, imagen del bien llamado semejante, y mecanismo de represión para constituir un sujeto que se siente dueño de sus actos y de su destino, ilusión sin la cual no se podría vivir, pues quedaríamos, sin ella, inmersos en un deseo de muerte para escapar del mal original de la existencia en un narcisismo autodestructivo masoquismo original. Si el Yo es la relación formal del psiquismo con el cuerpo, el Ello es una relación funcional del cuerpo con la mente bautizada así por Groddek cuando publicó El libro del ello, denominación que Freud acogió para designar el conjunto de pulsiones genéticas de los seres humanos y de las representaciones psíquicas correspondientes que en interacción con las tendencias del Yo o en oposición a sus defensas determinan nuestra conducta particular. Groddek afirma que “el 2 Le stade du miroir comme formateur de la fonction du je Escrits, Editions du Seuil 1966

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hombre está animado por lo desconocido, una fuerza maravillosa que dirige a la vez lo que el hace y lo que le acontece”. Su descripción se sintetiza en un famoso aforisma : El hombre es vivido por el Ello. El Ello es por definición inconsciente, impersonal y multiforme; no abarca todo el campo del inconsciente porque en ese campo también se integran los mecanismos de defensa del Yo y del superyo; se desarrolla conjuntamente con el Yo y el superyo por la represión original y la represión secundaria y solo se diferencia de estas instancias por el conflicto y la oposición que se dan cuando las pulsiones y sus representantes entran en contradicción con las aspiraciones e idealizaciones del sujeto. Con esta consideración hemos, hasta ahora, solamente visualizado un vasto y un complejo conjunto de inquietantes problemas. ¿Cómo el niño llega a tomar consciencia de la unidad de su ser a partir de la imagen del cuerpo y de la conversión del otro en doble? ¿cómo el funcionamiento y la actividad del cuerpo- fuente de placer y displacer- se convierten en preguntas sobre sí mismos y sobre el mundo? Retrocedamos para poder avanzar y tengamos en cuenta el lenguaje sin el cual nada de lo que estamos discutiendo sería posible. Nuestro comienzos como existencia individual están marcados por la insuficiencia orgánica que señala todo nacimiento humano como prematuro. Esto constituye algo más que un trauma y ha exigido desarrollos teóricos en el sentido de la desnaturalización de la lactancia, pues sabemos que sin la cultura que lo acoge, librado a los puros recursos del instinto el recién nacido perecería. El neonato se instala en un malestar continuado cuyos significantes perdurarán en el psiquismo como imago del pecho materno, presencia original de la madre ante aquel que aunque no habla sí está nombrado por el lenguaje y ha sido inscrito en la cultura y por consiguiente en una historia. Madre y pecho fundidos en una misma imago son igualmente la posibilidad de superar el malestar, de tal posibilidad se nutre el avance de la personalidad y quedan significantes que orientan el deseo. Todo retorno es ambivalente entre el terror de volver a vivir el despedazamiento original (castración) y la felicidad de recuperar el equilibrio orgánico intrauterino. Lacan ha señalado que solo la dialéctica Hegeliana puede permitirnos saltar la barrera que al pensamiento de estos fenómenos le opone la intervención de los determinismo mecanicistas, basados en el juego de pretendidas fuerzas psíquicas transferidas por Freud desde la ciencia positiva de su tiempo a la teorización de los hechos que su investigación implacable ponía a descubierto en el alma humana. Desarrollando dicha dialéctica vemos que lo que hay en el origen son “polos opuestos de aceptación y rechazo” que se condensan en la imago del seno materno y se resuelven en un movimiento de progreso que convierte, según Lacan “la tensión vital en intención mental.” El deseo dialécticamente irrealizable de recuperación del objeto original, se transforma en alucinación, en sueño, en palabras y eventualmente en arte,

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mediando el juego y la fantasía. Refiriéndose a la importancia que en este desarrollo del Yo-Ello primario tiene el estímulo sonoro proveniente del mundo y del lenguaje nos dice Guy Rosolato: “Se puede suponer que el sonido prevalece porque se le impone al niño desde el nacimiento, y nada puede hacer este para sustraerse a el. Puede cerrar los ojos, pero por el contrario, únicamente una ausencia de carga psíquica podrá permitirle una huida del sonido”. El niño se “empapa” de una manera completa, corporal, y podría decirse que cutánea (de superficie) de sonido, (desde los ruidos hasta los sonidos luego a los fonemas se organiza progresivamente una perspectiva). Desde la dimensión del sonido le llegan al niño igualmente los primeros significantes de una presencia no materna separadora de la madre y diferenciadora del Ello y del Yo, constituyente de una instancia que recibe el nombre de superyo; es la voz del padre que se une al de la madre en un juego de matices y significaciones que señalan claramente que el infante no es solamente objeto de deseo sino de intercambio y regulaciones que lo convierten en sujeto y súbdito cuya vida está determinada por ese gran otro que lo puso en escena y que además representa ante su criatura la escena plena de imagen, sonidos y ruidos del ejercicio de la sexualidad. Cito de nuevo Rosolato 3 quién nos dice que “...la escena original contiene en germen las situaciones y soluciones más variadas. La percepción de la ‘escena’, implica una diferencia adquirida, la atracción y el paso a otro ‘saber¡, a datos mal definidos pero que quedan como una promesa tomada en el marco edípico. Lo visto, lo oído, en calidad de huellas, no pueden ser reveladores por sí mismos: la llamada de sentido, con certeza homologada por el niño, traza una vía (una voz), indeterminada en cuanto a su final. El fantasma no va más lejos, aunque produzca la ilusión de alcanzarlo. Contiene el deseo como un indicador, dirige la mirada hacia algo que aún se ve, pero más lejos se desvanecerá. La cosa sexual permanece al abrigo del fantasma que la detiene y la reduce cada vez mas a una escena... La contemplación permite poner en evidencia todas las demás escenas; el sujeto parece quedar, fascinado e implicado, fuera del cuadro,... además la escena original conduce directamente a lo visto y sobre todo a lo oído, que llegan enigmáticamente del exterior. La escena original considera a los dos padres, a la vez en una unión (o una mezcla), de la que raramente está excluida la violencia: la madre lastimada carnalmente, el padre desposeído del pene. El sujeto no se limita necesariamente a la contemplación: su rabia que se dirige hacia la madre o hacia el padre, con temor de retorsión, oscila entre uno y otra, o se afianza contra la pareja, esforzándose en disociar esta unión que se efectúa sin el. Intentar separar lo que se impone como indistinto; al añadirse a la pareja, disuelve aquello de lo que no puede participar. Esto explica la cólera de algunos niños, percibida por ellos como irritante y desesperada, cuando ven a sus padres juntos. Lo mismo sucede con el despertar, la vigilancia y las verificaciones nocturnas en la habitación de los padres. “La escena original adquiere también valor de espejo. Entre esa unión de los padres, en la que se introduce el niño y su separación, que transforma al mismo tiempo las condiciones de la experiencia, puesto que la unión desaparece y el niño 3 Paranoia y escena original, Ensayos sobre lo simbólico Editorial Anagrama.

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no tiene ya motivos para quedarse allí, se puede ver un reflejo de los efectos de oposición de la consciencia paranoica…” “Algunos sueños angustiosos que se resumen en la repetida aparición de un rostro terrorífico que se acerca al sujeto, evocan esa imagen, esa figura imposible del sujeto mismo, mantenida así como un espejo (imagen horrible del superyo) donde se perfila (a través del superyo) la pareja monocéfala y monstruosa de los padres”. Era necesario este largo desarrollo de Rosolato para poder decir en palabras más sencillas que el Superyo es la instancia psíquica que resulta de la interiorización de los padres dentro de una simultánea participación y oposición al goce, gran disolvente del Yo. El superyo es además una representación de la adversidad que excluye al infante del deseo de la madre y lo inscribe en la ley y por consiguiente en la genealogía que hace de todo ser humano inscrito en ella un transmisor y no un origen absoluto; somos la otra mitad del gran otro que nos antecede y seremos el gran otro de quienes nos suceden. Hemos pasado rapidísima revista a las tres instancias del aparato psíquico: Yo, Ello y superyo, las cuales funcionan dentro de tres registros: inconsciente, preconsciente y consciente. El Ello y el superyo son totalmente inconsciente y el Yo por el contrario participa de lo inconsciente con la represión y los mecanismos de defensa, de lo preconsciente sede del lenguaje y de la memoria en el sentido tradicional y de lo consciente, o punta sobresaliente del iceberg psicológico, donde se ejerce el protagonismo del sujeto en el mundo, la ilusión de la unidad de su ser y la capacidad de razón y de racionalización, que en el psicoanálisis son dos cosas distintas. El juego que tenga entre sí las instancias descritas y la relación del sujeto con lo inconsciente se determinan en la infancia y esto hace que la infancia sea el eterno presente del hombre, Freud en un aforisma de corte nietzcheano afirma que sólo la realización de un deseo infantil hace feliz al hombre y por eso el dinero generalmente no produce la felicidad. Esto nos obliga a preguntarnos ¿qué es un niño? Un niño es un perverso polimorfo y un pensador contesta el psicoanálisis. Perverso porque su búsqueda de placer no tiene canon ni convención, polimorfo porque todo su cuerpo y todas las funciones corporales son su fuente de placer, no está especializado en la zona genital, ni le interesa la reproducción; por algo Eros el griego, o el romano cupido, se representa como niños rollizos y traviesos guiados por el azar y el capricho; su acción sobre los hombres, su flechazo, hace emerger el deseo del inconsciente siempre niño. Pensando también es el niño porque su mente vive en perpetua investigación.

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Freud le concede al niño el estatuto de un pensador solitario: el niño dice, está siempre solo en sus investigaciones sexuales; estas constituyen el primer paso que da para orientarse en el mundo; se siente extraño ante las personas que lo rodean y a las cuales había otorgado hasta entonces toda su confianza; las informaciones que le dan no absuelve sus grandes preguntas: ¿cómo vienen los niños al mundo? ¿cómo se puede ser hijo de dos personas? ¿por qué hay hombres y mujeres? El problema no es de ayuda o no ayuda, el problema es una crisis de lo que se creía saber y de lo que se creía ser y estas crisis se desarrollan en la soledad. Se trata en verdad de una toma de posición frente al descubrimiento de la diferencia sexual, que es algo que no solamente esta inscrito en la naturaleza sino que se revela como drama que cuestiona las identidades asumidas previamente; el niño entra en ello con su fantasías inconscientes, sus experiencias con el deseo y el cuerpo, su angustia primitiva del descubrimiento de desmembración que se liga a la de castración; es con todo esto que el que el niño emprende su investigación, transgresora y culpabilizante porque pone en cuestión el saber establecido, la palabra de los padres. La culminación de la investigación originaria es un duelo por las convicciones perdidas, como en cualquier científico que ve derrumbarse sus teorías ante una experiencia refutadora. La principal convicción perdida es la creencia en un falo de la madre que le otorgaría la omnipotencia que el infante necesita para apoyar la confianza sin límites en el ser materno y para afirmar la propia bisexualidad. Aceptar con todas sus consecuencias la diferencia sexual y por consiguiente la ausencia del pene en el cuerpo de la madre es de hecho ingresar en una escisión, en una ruptura de la de la función inicial del ser con el ser de la madre, es la realización final del destete, trauma que reproduce la angustia original del desprendimiento del cuerpo de la madre y anticipa todos los duelos de amor del futuro. Hemos mencionado la palabra bisexualidad, nos vemos por lo tanto obligados a referirnos a una de las fantasías originarias que habitan el inconsciente humano y emergen en los mitos o indirectamente en la consciencia y en el comportamiento como síntomas. Cuando son los poetas los que cuentan los mitos se desprende de ellos la verdad psicológica en su más pura expresión. Ovidio por ejemplo en sus Metamorfosis nos da la más hermosa visión de la fantasía bisexual en un relato de la historia de Hermafrodita, a su turno Aristófanes cuando toma la palabra en El banquete de Platón extrae las raíces profundas de las misma fantasía al desarrollar su discurso sobre el amor. Pongamos un poco de atención al uno y al otro. Comenzaremos citando a Ovidio en unos textos que hemos seleccionado de los fragmentos de Las Metamorfosis, publicados en la Nouvelle Revue de Psychanalyse.4 4 Número7.

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En una de sus metamorfosis Ovidio canta, más que cuenta la historia de Salmacis, ninfa del lago al cual le da su nombre, y de Hermafrodita quien debe su nombre a las bellezas reunidas de Hermes y Afrodita de cuyo amor es fruto. Hermafrodita es un pastor apenas salido de la infancia que recorre las orillas del lago de Salmacis, feliz en su ignorancia del deseo implícito en la fórmula erótica que lo constituía, Salmacis arde en cambio a la vista del adolescente que la ignora; cuando Hermafrodita expone su cuerpo desnudo al sumergirse en el agua “apenas puede ella contenerse”, exclama Ovidio, “apenas puede aplazar su felicidad, ya arde en deseo de volar hacia sus brazos; ya no domina su delirio. El pastor golpea ligeramente su cuerpo con las manos y se extiende en las ondas. Mientras sus brazos se despliegan alternadamente, aparece a través del cristal de las aguas tan brillante como estatua de marfil, o como los lirios de radiante blancura, colocados bajo el vidrio transparente. El triunfo es mío, exclama la Náyade , y tirando lejos sus vestiduras, se lanza en medio de las olas; toma a Hermafrodita venciendo su resistencia, lo cubre de besos, que él le niega, enlaza sus brazos con los suyos, presiona sobre su pecho rebelde, y poco a poco, lo rodea por entero con su abrazo.‘‘… ‘‘El lucha en vano para desprenderse de sus caricias; ella lo encadena como la serpiente, que alzada hacia los cielos, en las garras del rey de las aves, rodea con sus anillos la cabeza y los pies su enemigo, que se diría suspendido en los aires; y repliega su cola alrededor de las alas extendidas; tal como se ve a la hiedra entrelazarse con el tronco de los grandes árboles, y aún más, como el pulpo que atrapa la presa en el fondo de las aguas y despliega sus miles de brazos para envolverla”. ‘‘El nieto de Atlas se resiste y rehúsa a la niña a la felicidad anhelada; ella lo aprieta con todos sus miembros estrechándolo con el más vivo abrazo; grita: “Dioses, ordenad que jamás pueda nada separarlo de mí, ni separarme a mí de e”l. Los dioses escucharon la súplica y la realizaron; los cuerpos reunidos no formaron más que uno solo”. En la forma como Ovidio poetiza el mito de Hermafrodita, la bisexualidad resulta del devorador deseo de la ninfa, metáfora del lago, del agua y por consiguiente de la madre; el deseo toma la belleza del niño como objeto y termina por reincorporar el propio niño al cuerpo de la madre, es un triunfo del narcisismo que se genera en la relación original, el hijo se convierte en emblema narcisista de la madre al quedar incorporado a ella como falo; las metáforas lo significan: “aparece a través del cristal de las aguas tan brillante como una estatua de marfil” o “como los lirios de radiante blancura, colocados bajo el vidrio transparente”. El brillo fálico ha sido capturado por el abrazo poderoso de los miles de tentáculos maternos, por invasora hiedra que rodea al retoño. En El banquete platón le da la palabra a Aristófanes para que hable del amor y el gran ironista y comediógrafo narra otro mito, el de la bisexualidad originaria que sería causa y no resultado del deseo como en el poema de Ovidio.

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Con Ovidio seguimos paso a paso en forma de imágenes poéticas los avatares de la identificación primaria con la madre a la que se llega por el deseo narcisista de restaurar la unidad perdida, la función inicial. Con Aristófanes vemos nacer el deseo por la ruptura de esa unidad, por la pérdida del narcisismo, por la separación y la diferenciación de lo que originalmente era suma de sexos y posibilidades; la unidad omnipotente no es deseante, la sección crea el sexo, hasta el punto de que merecería ser llamada ‘sexión’, y con el sexo diferenciado y en carencia de otro surge el deseo, el deseo del otro sexo que no somos, o simplemente el deseo del otro que no somos. El discurso de Aristófanes establece un paralelo de la investigación sobre Eros con la investigación originaria de los niños, que Freud denominó “teorías sexuales infantiles", las cuales tratan de dar razón del embarazo y sus consecuencias, de ahí que irónicamente se nos diga que la humanidad primitiva era una humanidad redonda y omnipotente, en cada uno de cuyos individuos se albergaran dos sexos, dos cabezas y ocho extremidades. Eso es exactamente un embarazo: el sexo de la madre se ve duplicado por el de la criatura que alberga, sea hembra o varón, sus miembros se duplican en su vientre y su cabeza se dobla con la del feto. En Aristófanes el amor más que una realización del narcisismo es una herida del narcisismo, tal como lo es el parto; siempre ahí algo se produce de tristeza, a veces verdadera depresión y en ocasiones un brote de locura después de tal acontecimiento. Para confirmar la analogía que establezco entre la acción que le ordena Zeus a Apolo practicar a las omnipotentes esferas que constituían la humanidad primitiva y el parto, que separa al feto de la madre y lo convierte en niño humano, basta citar este pasaje del discurso de Aristófanes: “tras decir esto (Zeus) , dividió en dos a los hombres, al igual de los que cortan las serbas para ponerlas a secar, o de los que cortan los huevos con una crin, y a todo aquel que iba cortando, ordenaba a Apolo que le diera vuelta a su rostro y la mitad de su cuello, en el sentido del corte, para que el hombre, al ver su seccionamiemto, se hiciera más disciplinado y, además, le daba orden de curarlo. Dábale pues, Apolo la vuelta al rostro, y reuniendo a estirones la piel de todas partes hacia lo que ahora se llama vientre, la ataba como si se tratara de una bolsa, con cordel, haciendo un agujero en medio del vientre, que es precisamente lo que se le llama ombligo.5 Tenemos por lo tanto: traumatismo, intervención médica curativa del traumatismos y ombligo, se trata por consiguiente de una alegoría del nacimiento velada por un revestimiento mítico. Sin separación y diferenciación no hay deseo. Continuamos con la cita de Aristófanes: “Más una vez que fue separada la naturaleza humana en dos, añorando cada parte su propia mitad se reunía con ella. Se rodeaban con sus brazos entre sí, deseoso de unirse en una sola naturaleza, y morían de hambre y de inanición general, por no querer hacer nada los unos separados de los otros. … Más compadeciéndose Zeus, imaginó otra traza y les cambio sus vergüenzas colocándolas hacia delante...e hizo que mediante ellas tuvieran lugar la 5 Platón 160b/ Aguilar 1996 p585.

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generación en ellos mismos, a través del macho en la hembra, con doble finalidad de que si en el abrazo sexual tropezaba el varón con mujer, engendraran y se perpetuara la raza, y si se unían macho con macho, hubiera al menos hartura de contactos, tomaran un tiempo de descanso, centraran su atención en el trabajo y se cuidaran de las demás cosa de la vida. Desde tan remota época, pues, es el amor de los unos a los otros connatural a los hombres y reunidos de la antigua naturaleza y trata de hacer un solo ser de los dos y de curar a la naturaleza humana”. 6 Si lo que dice el malicioso dramaturgo lo tradujéramos a conceptos freudianos afirmaríamos que la identificación sexual secundaria resulta del cambio de la conjunción madre e hijo por una disyunción que hace reconocible el sexo. Psicológicamente hablando el sexo que ejercemos es el que nos queda después de separarnos de la madre por la intervención del padre (Zeus Apolo), porque el sexo lo define más la dirección del deseo que la anatomía. También lo dice Lacan: para tener falo hay que dejar de ser el falo (de la madre), para desear hay que castrar a la madre de nosotros mismos, quedar escindidos radicalmente. Esta imposibilidad metonímica de ser el falo, y más radicalmente esta imposibilidad de ser, nos convierte en creadores buscadores de metáforas de la mitad perdida. Como Apolos de nuestras propias heridas narcisistas nos curamos con el arte y el saber, nuestras imposibilidades las volvemos sueños y ensueños. Es una tarea infinita, una tarea para siempre inconclusa, tarea de alquimista: convertir el lodo de la adversidad, de la castración, de la perdida, de la caída, en el oro del deseo, del amor, de la obra, de la creación de la otra mitad de sí mismo, perdida, reprimida cuando asumimos una identidad sexual. Tanto la poesía de Ovidio, que describe las bellezas fundidas de Hermes y Afrodita, porque Salmacis con su abrazo integra los dos sexos en un mismo cuerpo, como el discurso mítico y filosófico que Platón le atribuye a Aristófanes, que nos habla de una fusión original, la cual sólo en el amor se reencuentra, plantean la falsedad de la oposición macho hembra con la cual pretendemos pensar la diferencia sexual y el enigma del deseo. Estas falsas oposiciones de hombre o mujer, macho o hembra, padre o madre, sea que se formulen en términos de identidades sexuales secundarias o en términos de identidad narcisística primaria con la madre, las resuelve, a mi juicio, Platón en el discurso que atribuye a Sócrates dentro del mismo banquete organizado alrededor del tema del amor. Sócrates le da la palabra al sexo femenino, es el único de los diversos oradores de El banquete que hace ese gesto simbólico de tener en cuenta el saber de la mujer cuando de Eros se trata. Renuncia a hablar en su nombre y poner a hablar a Diotima “mi maestra en cosas del amor” Es como si le dieran nombre femenino a la “partera” que él decía ser cuando propuso la mayéutica como método de 6 Platón 190b/ 191

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conocimiento, el cual no sería otra cosa que hacer parir a otro el saber que tiene reprimido, perdido en un sistema de opiniones aprendidas y erradas; ese sistema que permite opinar automáticamente sobre algo, sin tomarse el trabajo de pensar, es la ignorancia para Sócrates, quien así plantea la teoría del conocimiento basada en la refutación de un falso saber y no en el relleno de un vacío de saber. El conocimiento es en la mayéutica una interrogación que no tendrá nunca una respuesta totalmente acabada, una respuesta final, y menos una repuesta previa que es precisamente la ignorancia. Al someterse Sócrates a la interrogación imaginaria de Diotima comienza por refutar la concepción de Eros como un dios y lo convierte en fuerza demoníaca, vale decir inspiradora en el contexto griego, fuerza de la cual dice Freud que es completamente equivalente de la que el psicoanálisis bautizó como libido. No es un dios Eros, porque nace del abrazo nupcial de la carencia y de la inteligencia y un dios no puede ser carente. Por razón de su madre, Penía, la pobreza, es inerme y mortal; por razón de su padre, Poros, la astucia y la riqueza, es intrépido e inmortal; “en un mismo día a ratos florece y vive, si tiene abundancia de recursos, a ratos muere y de nuevo vuelve a revivir gracias a la naturaleza de su padre. Pero lo que se procura siempre se desliza de sus manos”7 Podemos deducir, de la forma como nos presenta Platón este discurso de Sócrates–Diotima, que al darle la palabra al sexo que no somos logramos establecer la diferencia dentro de la unidad; esto permite plantear en seguida un cambio en la dirección del deseo, de su finalidad, la cual en vez de apuntar hacia el objeto o hacia la defensa del sujeto, apunta hacia la reproducción conjunta del sujeto y el objeto. Dicha reproducción se puede dar en la relación con el otro, como forma de superación de la muerte, ser más allá de la muerte. Dice Diotima: “conciben todos los hombres ¡Oh Sócrates!; no sólo según su cuerpo sino también su alma, y una vez que se llega a cierta edad, desea procrear nuestra naturaleza. Pero no puede procrear en lo feo, sino tan sólo en lo bello” “La unión de varón y de mujer es procreación y es una cosa divina, pues la preñez y la generación son algo inmortal que hay en el ser viviente, que es mortal. Pero ambos actos es imposible que tengan lugar en lo que no está en armonía con ellos; y lo feo es inadecuado para todo lo divino, y lo bello, en cambio, es adecuado. La belleza es pues la moira (suerte- azar –parca) y la Ilitiya (divinidad que protege los partos) del nacimiento de los seres”. De donde deduce Sócrates– Diotima que Eros no es simplemente amor de la belleza sino “amor de la generación y del parto en la belleza”; Eros será también “amor de la inmortalidad” porque “la naturaleza mortal busca en lo posible existir siempre y ser inmortal. Y solamente puede conseguirlo en la procreación”. El Eros de Sócrates es claramente no sólo lo que Freud denominó instinto de vida que integra su antiguo concepto de libido sino la antítesis del mal llamado instinto de muerte, tendencia autodestructiva implícita en la vida, que por ser 7 Platón 202d/ 204c AGUILAR 1996 P. 594

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renacimiento perpetuo, necesita la muerte, tánatos, para poder ser. No se trata del deseo reintegrador de la unidad narcisística primitiva de Eros descrito por Aristófanes, ni del deseo aniquilador de las diferencias sexuales, porque es la reincorporación y devoración que realiza la ninfa acuática del lago Salmacis, en el cual culmina lo que ya estaba inscrito en la doble belleza del hijo de Hermes y Afrodita: un narcisismo absoluto. El narcisismo propuesto por el discurso de Diotima no es primario ni secundario. Es más bien un narcisismo trascendente, porque pretende un desarrollo del ser en el tiempo, como retoño de sí mismo, en otra vida portadora de su inmortalidad; o en una obra, portadora de un deseo, que más allá de la emoción estética y de la pasión investigadora - fuerza del campo magnético del objeto perdido – apunta al conocimiento como felicidad, es decir a la filosofía. Se da en este proceso la sublimación del goce traumático de la perdida del objeto, en ultima instancia pérdida del ser que genera la diferencia y funda la posibilidad del deseo. Este verdadero amor platónico tendría como madre la carencia aceptada y como padre el pensamiento diferenciador. Estas consideraciones sobre diferentes formas del amor y sus consecuencias clínicas (exceso histérico de enamoramiento en Aristófanes, amor psicótico aniquilador en el poema de Ovidio) y teóricas (origen del deseo en la separación y la diferenciación) nos permiten afirmar que cualesquiera que sean los avances y descubrimientos de la genética, la embriología, las neurociencias y la endocrinología en relación con el sexo, el psicoanálisis no será refutado por ellos porque el psicoanálisis habla de otra cosa, mas afín a la poesía y filosofía. El psicoanálisis habla de lo mismo que los oradores de El banquete de Platón: del deseo que trabaja la realidad como si fuera un sueño. ¿Pero será la realidad muy diferente de los sueños? Toda la obra de Freud pone en cuestión la afirmación de una diferencia radical entre la realidad y el sueño. Spinoza también observaba en el siglo XVII que la realidad psíquica, por ejemplo la realidad de una palabra, era tan válida como la realidad de una piedra, podían ambas tener el mismo filo, o ser la palabra tan tierna como una caricia. Y no han llegado los neurofisiólogos contemporáneos a conclusiones muy diferentes cuando describen el cerebro,8 como una máquina productora de realidad virtual, como un sistema cerrado que reacciona de acuerdo con su estructura ante lo que más bien deberíamos llamar naturaleza y no simplemente realidad. Esa naturaleza, cuya existencia no pretendemos negar, es percibida por cada sistema nervioso individual, o por toda una especie, de una manera específica dada tanto por lo heredado como por lo adquirido existencialmente.

8 Rodolfo Lliinás en el reciente Congreso Colombiano de psiquiatría- Cali Noviembre 10-13 de 1994

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En otras palabras estamos afirmando que no hay otra solución de continuidad entre la consciencia y el inconsciente Freudiano si no es la establecida por la represión. En los sueños la solución de continuidad se pierde y por eso Freud afirmaba que eran ellos la vía regia para llegar al inconsciente. Freud descubrió los mecanismos por medio de los cuales la represión es burlada para restablecer la continuidad de la consciencia con el inconsciente durante el sueño. Al conjunto de dichos mecanismos le vamos a dar un nombre: gramática de lo inconsciente. Tenemos que partir de una constatación: no hay inconsciente colectivo; para admitir un inconsciente genérico habría que probar de los genes transmiten organizaciones psicológicas complejas, como el superyo del cual sabemos que se deriva de una relación con un objeto que es al mismo tiempo objeto de deseo y causa de frustración, de adversidad y por lo tanto de honestidad, todo ello representado por una prohibición, por una ley sin la cual no habría deseo ni psiquismo. Tal cosa no se ha probado, pero el inconsciente tampoco es individual porque no es producido por el sujeto sino por aquello que lo pone en escena: el gran otro que determina su existencia, su lengua y un sistema cultural de interpretación del mundo. El inconsciente no precede al sujeto, pero el sistema que lo hace posible dentro del juego del deseo si lo precede; el inconsciente no sobrevive al individuo, pero el individuo integra en un momento dado el gran otro que antecede a otro sujeto. El gran vinculo entre lo inconsciente y la consciencia, la lengua; gracias a ella, ya lo hemos dicho, también se puede articular la estructura de la personalidad como ello, Yo y superyo. Volvamos a los sueños y su gramática. El paso fundamental en esclarecimiento de lo que habla en los sueños lo dio Freud al lograr diferenciar un contenido manifiesto y un contenido latente, constituido, este último, por pensamientos y sentimientos, o deseos que utilizan el primero para expresarse. Ferud dio este paso empleando el método de la asociación libre con cada uno de los elementos que se constituye como contenido manifiesto, tomados aisladamente y despojados de su posible valor simbólico preconcebido en el contexto cultural del soñador. el valor simbólico, o el carácter significante de cada elemento es determinado por el mismo pensamiento que produce el sueño. Cuando culmina la labor de asociación generalmente nos encontramos con un material mucho más extenso que el contenido manifiesto original o contenido narrado. Esto le permitió a Freud establecer que había un trabajo de condensación (verdichtung) consistente en reunir y anudar diversos sentidos en una sola imagen, una palabra o una actuación dentro del sueño. Es un trabajo que corresponde en lenguaje corriente o en lenguaje poético al proceso de creación de metáforas. Esta correspondencia la describe Lacan así: ”la verdichtung es la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora, y cuyo nombre, por condensar en si mismo la dichtung (poesía), indica la connaturalidad del mecanismo a la poesía, hasta el punto de que envuelve la función propiamente tradicional de ésta”.9 Lacan ilustra su descripción con un verso de Víctor Hugo: “Sa gerbe n´etait pas avare ni haineuse”, su gavilla no era avara ni mezquina” Aquí el poeta habla de Booz, 9Lacan Escritor Tomo 1 pag. Siglo XXI

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quien contando con más de 70 años se enamora de la joven viuda Ruth cuando la ve recogiendo sobrantes de la siega en sus ricos campos. Booz no se deja dominar por la mezquindad de la vejez y fecunda a Ruth, quién tendrá con el un niño, el primero de la ¿inconcebible? pareja, pues no habían fructificado los amores que habían tenido en sus vidas separadas. La metáfora gavilla, que alude a la potencia amorosa de Booz, le permite al poeta condensar una historia bíblica en un verso. Del mismo tenor es la cita de Goethe que Freud trae entre las asociaciones de un sueño, “Fausto, bailando con la joven: tuve una vez un bello sueño; veía un manzano en el que relucían dos bellas manzanas – me atrajeron y subí a cogerlas- La bella: mucho os gustan las manzanas desde los tiempos del paraíso; y siento una gran alegría de que también las haya en mi jardín”. Otro procedimiento de la elaboración del sueño que también se relaciona una figura de la retórica es el desplazamiento, equivalente de la metonimia. Freud descubrió este mecanismo al observar que los elementos que más se destacan en el contenido manifiesto no necesariamente tienen la misma importancia en las correlativas ideas latentes gestoras del sueño. Esto puede llegar hasta el limite de la paradoja: “Lo que en los pensamientos oníricos constituyen evidentemente el contenido esencial, ni siquiera necesita estar presente en el sueño. El sueño está por así decir diversamente centrado, y su contenido se ordena en torno de un centro constituido por otros elementos que los pensamientos oníricos”.10 En un ejemplo de análisis Freud destaca que en el sueño de un paciente el “subir a las alturas”y el “caer bajo”, el estar “arriba” y el estar “abajo”, se sitúa en el centro destacado de las imágenes manifiestas, pero la idea más importante que se describe entre los pensamientos latentes es la del peligro de “mantener relaciones sexuales con personas de “baja posición”. En otras palabras, sólo uno de los términos de un elaborado texto reflexivo,”bajo”, ha logrado pasar plásticamente al contenido manifiesto sobresaliente; el texto que restablece el pensamiento completo se obtiene del trabajo asociativo que se lleva acabo a partir de las imágenes de “subir” y “caer”; se ha operado un desplazamiento de la intensidad representativa sobre elementos que en sí mismos no la tendrían. Las presentaciones aisladas no cuentan, por lo que acabamos de ver, en el proceso de selección onírica; son los elementos que sirven de encadenamiento a la multiplicidad, verdadero puntos de cruce de varias series significativas; en sí mismos poco significativos estos elementos son privilegiados como presentación de una sobredeterminación que transfiere el intenso valor psíquico de la multiplicidad a lo singular. En esto consiste el mecanismo onírico del desplazamiento. Ahora bien, el procedimiento de elegir un elemento que se independiza de su valor propio y se concentra en su valor representativo de toda la proposición es la metonimia, la cual se relaciona con el desplazamiento como la metáfora con la condensación. La lingüística moderna considera estos conceptos, no como simples tropos de la retórica con una definición específica sino como funciones generales del lenguaje dentro de las cuales el sentido propio es apenas 10 Citado por Scilicet 2/ 3p. 213.

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un momento de su utilización. Fontanier11 elabora una doctrina centrada alrededor de la noción de figura que define en estos términos: “las figuras del discurso son los rasgos, formas o giros por medio de los cuales el lenguaje se aleja más o menos de lo que había sido la expresión simple y común pero de otra parte, escribe Genette, él sabe bien como todos los retóricos repiten desde Boileau que las figuras están también en el uso, y que se producen más en un día de mercado que en muchas sesiones de academia”. Aceptar, como se acepta con frecuencia, que la palabra tiene una significación propia, sería aceptar que ella es la verdad, de la cual se aparta el poeta, el escritor, el narrador, por la necesidad estilística de la ficción. Pero sucede lo contrario: mediante la figuración y el artificio podemos hacer que otro capte la verdad. Toda palabra sería una especie de ficción por medio de la cual se llega a la verdad. Por eso en el articulo que hemos citado de Scilicet12 se concluye que la función de la palabra “no es expresar el pensamiento sino indicar la posición del sujeto en relación con la verdad”. Según esta concepción el código no sería más que un límite, determinado por el estado actual de la lengua, al número de significaciones posibles de un significante, el cual sin embargo conservaría la potencialidad de significaciones inéditas que tendrían que ser descubiertas en desarrollos del pensamiento que no están previstos por el código. Un bello ejemplo de esto es tomado de Antoine Gregoire13 : “A los once meses un niño dice mama... viendo un huevo del cual el quería la cáscara. ¿por qué razón dice mama? CH. Almuerza, su madre se ocupa de él, el huevo le interesa por sobre todo; nace un deseo; mama combinada en él el objeto deseado, la escena que se desarrolla y, a un grado más elevado tal vez, la persona de la madre, con la cual se ligan casi todos los acontecimientos. Después de esta palabra del niño su madre repite “mama”. Es un segundo acto inesperado, cuya consagración será lejana; por el momento el niño responde “papá” para enseguida y de manera ligada repetir “mama” ¿Por qué papá ha surgido? La intervención de la madre ha desviado la atención del bebé: al despertar cotidianamente los padres repiten para él las palabras papá y mamá, una especie de fórmula, el niño demuestra que es así, como imitador lúcido y como si hubiera sido requerido para repetir la fórmula, la restablece correctamente diciendo primero papá: se diría, como un eco sabio que funcionara a contrapelo y que sería más completo que la realidad”. Scilicet comenta: “No creemos refutar la interpretación del autor si vemos en esta introducción de papá, que no deja de extrañar, algo más que una simple asociación: una verdadera reacción ante la intervención de la madre en tanto que ella se recuerda a sí misma como objeto, como referente, reacción que tiende a

11 Citado por Scilicet2/3 p. 213. 12 P.215 13 L.apprentisage du langage, Belles Lettres París 1937 p. 88, citadotambién por Scilicet 2 / 3.

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producir, según los propios términos del autor, algo más completo que la realidad, es decir lo que nosotros llamamos precisamente una carencia. De hecho la madre no hace más que expresar su amor cuando se designa como la que llenaría cierto vacío que se instaura justamente por causa de su evicción. Angustiado el pequeño restituye ese vacío necesario introduciendo el término simbólico que lo funda y lo significa”.14 Nosotros queremos también destacar que un mismo significante, “mama”, funciona metafóricamente, cuando designa al huevo como objeto del deseo, sirviéndose de una palabra que franquea el paso a la significación, o funciona metonímicamente, cuando el niño la usa para restablecer el orden del contexto total en que se da su relación con la madre. Esto es posible porque el lenguaje se mueve entre dos ejes: uno de sustituciones o función metafórica y otro de sucesiones o función metonímica, lo cual equivale a decir que el lenguaje recupera el sentido de una palabra a través de otra o recupera el sentido del texto a través de una palabra. El sentido, por consiguiente, es algo que siempre está en carencia o en suspenso. Pero volviendo a los sueños, tenemos que precisar que la condensación no es exactamente lo mismo que la metáfora, ni el desplazamiento exactamente lo mismo que la metonimia. La condensación y el desplazamiento se articula como lenguaje en el proceso primario, vale decir en lo inconsciente; la metáfora y la metonimia son articulaciones en la sintaxis del proceso secundario, vale decir en lo preconsciente del discurso. El descubrimiento del proceso primario, que Freud realiza al estudiar los sueños, revoluciona la teoría del pensamiento porque sitúa los procesos mentales en un campo más amplio que el tradicionalmente conocido como la razón. Desde este punto de vista Freud es uno de los últimos pensadores románticos. La metáfora no se puede construir, además, sin recurrir a un desplazamiento, porque para sustituir una palabra por otra, se ha desplazado previamente todo un contexto de significaciones a la palabra que vamos a emplear como sustituyente, por ejemplo:”gavilla” recoge el sentido de la fecundidad y riqueza de los campos que pertenecen a Booz y sólo después de esa concentración de sentido queda en posibilidad de remplazar la potencia sexual inaudita del anciano. Ahora bien, Víctor Hugo no necesita deliberar racional y conscientemente todo ese proceso; su propia “gavilla” tampoco era avara ni mezquina; de la potencia de su deseo surge el tema y la metáfora. A su turno, para que una palabra funcione como metonimia es necesario que previamente condense en ella identidades con un conjunto de significantes; si podemos decir: una vela se acerca al puerto, y todos entienden es porque previamente y de manera no consciente suprimimos aparejos, cuerdas, poleas, cascos, cubiertas, timón para construir la equivalencia entre vela y barco de vela. Lacan se refiere a estos efectos que se cruzan entre condensaciones, metonimias, desplazamientos y metáforas diciendo que lo metafórico se puede definir como un efecto de sustitución y lo metonímico como un efecto de 14Scilicet 2 /3 p. 216

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combinación. 15 Señala además que la metonimia subraya esa carencia de ser en relación con el objeto que está en el origen del deseo. Y Guy Rosolato lo resume así: “para J. Lacan, la metáfora, por la sustitución de un significante por otro significante – en ese momento oculto – corresponde a la ´condensación’ freudiana“ … La metonimia, gracias a la conexión de los significante, a la ´palabra por palabra´, se reduce al desplazamiento freudiano, en el que el significado cambia por la combinación de un término con otro, creando ese efecto de sentido que llamamos el sinsentido” … “el significante instalando la carencia de ser en la relación de objeto, ya que mediante esa transmisión de significado en significado, el deseo es señalado en esa carencia que él mantiene” 16 Intentando nuestro propio resumen de las ideas de Lacan en este campo podemos afirmar que las relaciones del sujeto con el padre son de orden metafórico y las relaciones del sujeto con la madre son de orden metonímico. Cuando Lacan habla de <<metáfora del padre>> está significando al padre como introductor de la ley, no el hecho biológico de la paternidad; el padre es dado en una relación de sustitución: es aquel que desea a la madre y por consiguiente aquel a quién el niño quiere sustituir mediante una identidad simbólica. Cuando Lacan habla de la relación con la madre como metonímica esta significando el hecho de la complementariedad: el uno es para el otro aquello de lo cual carece, aquello que lo complementa pero no lo sustituye. De aquí surge el tema del niño como emblema fálico de la madre, vale decir el niño como falo de la madre, tema al que nos hemos referidos en el contexto de la bisexualidad en la mitología y la filosofía griegas. El trabajo que produce el sueño no sólo es un trabajo de sintaxis y de retórica, también es un trabajo de escenografía, tal vez la más refinada que pueda concebirse porque los escenarios oníricos son parte integral de la significación del proceso onírico; además de configurar un espacio psicológico para el drama que desarrolla, los escenarios de los sueños son la textura misma del sueño. Sabemos que la elaboración onírica produce imágenes que representan los pensamientos fundamentales del contenido latente del sueño; pero este contenido como todo texto necesita una serie de enlaces y estructuras lógicas sin lo cuales no se puede decir que un pensamiento sea tal. Sabemos también que el contenido latente está constituido por series de ideas con puntos de partida diferente, las cuales se entrecruzan en determinados puntos que son destacados en el contenido manifiesto por el mecanismo de desplazamiento. Sucede lo mismo que en una obra de teatro: un detalle del decorado o del vestuario, o la presencia de un personaje secundario sirve de encadenamiento de las diferentes ideas dramáticas. Vale la pena citar a Freud al respeto: “los fragmentos singulares de este complicado producto, mantienen entre sí, desde luego, las más variadas

15 La estancia de la letra en lo inconsciente Escrits p. 493 16 Ensayos sobre simbólico p. 131.

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relaciones lógicas, configuran primeros y segundos planos, digresiones elucidaciones, condiciones, demostraciones y objeciones. Y después, cuando toda la masa de estos pensamientos oníricos es prensada por el trabajo del sueño, con lo cual los fragmentos se dan vuelta, se hacen añicos y vuelven a soldarse, como témpanos a la deriva, cabe preguntar por lo ocurrido con los lazos lógicos que hasta entonces habían configurado la ensambladura ¿Qué figuración reciben en el sueños los ‘si’, ‘porque’, ‘así como’, ‘bien... o bien’ y todas las otras sin las cuales no podemos comprender oraciones ni discursos?”17 Para responder su pregunta, Freud establece una comparación con la pintura, la cual no necesita colgarle cartelitos a los personajes para expresar sentimientos y relaciones ideológicas; pero así como no todos los pintores proceden de igual manera en la utilización de la composición para hacer hablar al cuadro, no todos los sueños hacen las mismas maniobras para representar todo lo dicho en ellos. Por ejemplo Rafael, en una de sus famosas pinturas del vaticano, se pinta así mismo y a sus amigos artistas en medio de los filósofos que para él integran La escuela de Atenas, y con ello nos hace entender la comunidad de pensamiento existente entre los artistas del Renacimiento y los grandes pensadores griegos; igualmente en un sueño la simultaneidad o contigüidad pueden representar relaciones de casualidad entre los elementos así figurados, pero en otro sueño la casualidad puede representarse por una sucesión en el tiempo, la cual puede darse ordenadamente o llegar a invertirse por intervención de la censura, apareciendo entonces primero el efecto y después la causa. También hay sueños que tienen prólogo y epílogo como una forma de escenificar y dotar de sentido elementos aparentemente dispares dentro de la trama misma; decimos en tal caso que el sueño se interpreta a sí mismo. Otra forma de escenificación puede ser la mutación, una figura se transforma en otra, y ahí puede estar representada la causa y el efecto, u otra relación lógica. La oscuridad o la claridad, el color o las sombras, las paredes o la naturaleza salvaje, la serie es infinita, son como en el arte elementos de composición del sentido en los sueños. Las disyunciones, esto o bien esto, se transforman en conjunciones esto y esto; como en la anécdota que narra Freud de las explicaciones que da alguien que devuelve a su propietario un caldero estropeado: “en primer lugar el caldero ya estaba dañado, en segundo lugar yo se lo devolví bueno, y en tercer lugar usted no me prestó ningún caldero”; tampoco el proceso primario, que rige la construcción del sueño, respeta el principio de contradicción y puede hacer coincidir mensajes antagónicos con la misma libertad que la música. De nuevo Freud nos presenta un excelente ejemplo. Cuando murió su padre, muerte muy relacionada con la invención del psicoanálisis, se despierta con el recuerdo de un sueño que implica una gran duda por que no puede precisar si la escena incluía el pedido “se ruega cerrar un ojo” o el pedido “se ruega cerrar los ojos” En las asociaciones Freud encuentra que “cada una de esas dos versiones tiene su sentido particular y lleva la interpretación por un camino diverso; “había yo 17 Obras Completas Amorrortu T. IV p. 317-318.

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escogido”, dice, “el ceremonial más sencillo posible, porque sabía lo que el muerto pensaba sobre tales protocolos . pero otros miembros de mi familia no estaban de acuerdo con semejante sencillez puritana; opinaban que de suyo los haría avergonzarse ante los condolientes. Por eso uno de los textos del sueño “ruega cerrar un ojo”, o sea mostrar indulgencias”; en carta a Fliess explica Freud que la alternativa <<cerrar los ojos>> se refiere al deber piadoso de cerrar los ojos del padre muerto, lo cual conlleva la asociación con sus sentimientos de culpa edípicos18 Podemos reconstruir un texto coherente lógicamente a partir de la incoherencia de los mensajes contradictorios: se ruega tener indulgencia con mis culpas en relación con este ser querido, cuya muerte deseé alguna vez, por causa del amor a mi madre. Hilando más delgado se afirmaría la petición de indulgencia por la gran culpa de ser el descubridor de los misterios de la mente, primordialmente del edipo. Por otras partes debemos destacar que la casualidad múltiple es inherente al pensamiento y se expresa constantemente en la literatura, la pintura, la música, y de ella quiere dar cuenta la filosofía desde Aristóteles. Cualquiera que sea el orden en que las pensemos, las relaciones casuales son constitutivas de sentido; siempre está en juego en ellas una relación del presente con el futuro o con el pasado; no podemos evitar presentir promesas o amenazas. Hay una serie infinita de supersticiones ligadas a la imaginación, e igualmente puede haber una serie infinita de reproches y auto-reproches con asidero en el imaginario inconsciente. Es notable el papel que el pensamiento de Freud sobre los sueños otorga a la negación y a la contradicción dentro del proceso onírico. El sueño no representa nunca una sola tendencia del durmiente, ni un solo deseo, siempre son múltiples. La negación es esencial en todo discurso articulado sobre el supuesto de un sujeto unificado; se niega el deseo contrario al deseo consciente y su componente subjetivo necesario. Pero como el sueño es precisamente un producto de tendencias diferentes y escapa a las reglas del discurso racional, encuentra la manera de representar todas las tendencias que están en juego en un sujeto cuya verdad profunda es la no unificación. Un ejemplo sencillo: el deseo y su represión aparecen en el mismo sueño cuando estamos tratando de hacer el amor pero el sitio es inadecuado y además alguien está mirando. No es el sueño el único espacio psíquico donde el caballo del inconsciente le hace soltar las riendas al jinete. Es tal la necesidad humana de escapar aunque sea temporalmente a la represión psíquica que además del sueño el hombre crea otras formas de darle la palabra al inconsciente. La risa y aquello que lo pueda provocar es el gran recurso que el hombre encontró en sí mismo para descargar las tensiones generadas en el Yo por su oposición al Ello inconsciente y pulsional. Fuera de sí, en lo social, también el hombre se libera por cortos periodos en forma colectiva mediante la fiesta, ya sea espontáneo esparcimiento de grupo o ritualizada expresión de la alegría de invertir los valores y soltar las riendas al ello. 18Obra citada p. 323, nota p. 324

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El carnaval es la gran fiesta de masas que hunde sus raíces en estructuras sociales primitivas y muestra todavía una excepcional vitalidad en el mundo contemporáneo. Es un espectáculo sincrético, de carácter ritual que se expresa en un lenguaje de símbolos concretos, sensibles; tal lenguaje, articulado en imágenes, se origina en una percepción del mundo llamada por Bajtin carnavalesca, en su libro sobre Rabelais. Como espectáculo el carnaval no establece un escenario especial, ni admite la separación habitual entre actores y espectadores; todos los participantes son activos y todos comulgan con el acto carnavalesco. No se mira el carnaval, hay que sumergirse en él, vivir de una manera carnavalesca durante el tiempo preestablecido; en ese tiempo rigen otras leyes y el tiempo mismo deja de estar regido por lo cotidiano y habitual para dar cabida a lo excéntrico y excepcional. El carnaval es la vida al revés en un mundo al revés donde el poder está en suspenso y las prohibiciones quedan abolidas. El carnaval comienza por invertir el orden jerárquico y todas las formas del temor que ese orden engendra: veneración, piedad, etiqueta; vale decir, todo lo que es dictado por la desigualdad social, generacional y sexual. Quedan abolidas las distancias entre los hombres y son remplazadas por el contacto libre que se da en la calle, espacio propio del carnaval. Hay también otra palabra y otra actitud frente al gesto: lo que estaba condenado como expresión verbal o gestual irrumpe en la excentricidad y en lo grotesco. Todo lo que la jerarquización cerraba, separaba, o dispersaba entra en contacto y forma alianzas carnavalescas; sobre todo lo más separado por la ritualización religiosa de la vida: lo sagrado y lo profano, igualmente lo alto y lo bajo, lo sublime y lo insignificante, la sabiduría y la ignorancia. Estas categorías carnavalescas no son reflejo de ideas abstractas sobre la libertad y la igualdad, no son pensamientos que adquieren la dimensión de espectáculo como en los sueños; son pensamientos sobre el origen subjetivo de todo poder, con excepción del poder de la muerte, que todo lo puede derrumbar para dar un nuevo curso a las cosas en un renacimiento continuo. El tiempo que todo lo destruye y lo reconstruye queda condensado en breve período de fiesta sacrílega y subversiva. El tiempo como gran destructor y el gran regenerador es pues la idea esencial del carnaval, como lo es en la música; no se trata de una abstracción sino de una percepción; una vigencia del mundo representado en formas concretas ambivalentes o polivalentes que dan cuenta de la relatividad gozosa de todo lo existente y se desfetichizan los símbolos del poder. Todas las cosas en la dimensión del tiempo carnavalesco contiene su negación: el nacimiento está embarazado de la muerte, y la muerte engendra una sucesión, da vida a una nueva generación. El tiempo, del nacimiento a la muerte, se sustrae de su desarrollo y se presenta en una condensación, significante de todo el proceso, en la cual la duración es reemplazada por la intensidad de percepción como en el

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sueño. En otras palabras: el carnaval se vale de los mismos mecanismos que el sueño, a saber, la condensación, el desplazamiento y la escenificación, y así como el sueño restablece el deseo reprimido, el carnaval convierte en mandato lo prohibido. Las complejas relaciones que existen entre las instancias psíquicas hablan en todas las obras humanas, son la sustancia del lenguaje y por consiguiente del pensamiento, se encuentra impresas en las religiones y se configuran en las civilizaciones, cuyas huellas son permanente rastreadas por la sed de autoconocimiento del hombre. Ese vasto campo de cultura es recorrido por el jinete y su caballo, el Yo y el Ello, y como dice Freud, a veces manda el jinete, a veces el caballo y la mayor parte de las veces integran sus fuerzas en un mismo impulso. Investigando ese recorrido con el instrumento del psicoanálisis ha surgido esta serie de ensayos que han sido escritos con la intención de aprender, no de enseñar y si los doy a la publicación es más para estimular los cuestionamientos que para dogmatizar los hallazgos. En primer lugar presentamos un estudio sobre la transformación de la naturaleza en cultura, paso obligado que da el hombre para llegar a ser posible, porque como ser natural el hombre es imposible. Dicho estudio se complementa con la presentación de la teoría de Lacan sobre familia, en le cual se desarrolla dialécticamente la dificultad de existencia del hombre como origen de su superioridad. Hay también un boceto de teoría del juego en sus relaciones con el arte y el sueño, seguido de una divagación psicoanalítica sobre la música. Estos dos últimos trabajos tienen su complemento en la presentación de las ideas de Estanilao Zuleta sobre la literatura y el arte. Ineludible hacer enseguida un homenaje a quién fue permanente inspirador de mi trabajo cultural y de mi cuestionamiento ideológico. La interrogación sobre la realidad que nos rodea se plasma en un ensayo sobre la violencia en Colombia que va pertinentemente seguido de la investigación sobre las pulsiones autodestructivas, valiéndonos para ello del pensamiento y de la vida trágica de Edgard Allan Poe. Contraponemos un poeta enraizado en la vida, León de Greiff que cumple este año cien de haber nacido; con el destacamos los valores a los que podemos recurrir para distanciarnos de la miseria actual; hablamos de la música que trasciende de su poesía y de la fecundidad de la noche por él amada.

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