jan mukarovsky - signo, función y valor, cap 6

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  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

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    VI

    REVISIONES:

    NUEVAS PERSPECTIVAS,

    CABOS SUELTOS

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    I N T R O D U C C I N

    En su postfacio a Studie z estetiky (1966), Mukarovsky menciona los en

    sayos "El individuo y la evolucin literaria" y "La intenc ionalidad y la no

    intencionalidad en el arte", ambos de 1943, com o ejemplos de su esfuerzo

    por pensar hasta sus ltimas consecuencias las cuestiones fundamentales

    de la esttica y de la teora del arte.

    "El ind ividu o" replantea la cuestin del sujeto en el arte. El valor del suje

    to siempre estuvo en debate. Los antiguos le quitaban la iniciativa para

    entregarla a las "musas". Es verdad que, en los albores de la modernidad,

    Descartes lo haba puesto en el centro de su empresa filosfica, en su ca

    pacidad de cogitans, pero era un sujeto racionalista y abstracto, prototipo

    del sujeto trascendental. Entre el siglo xvm y XIX se ensayaron varias

    mod alidades de determinismos, geogrfico, social, biolgico, econm ico.

    En con tra de estos planteam ientos se levant la audaz rebelda rom ntica,

    en la literatura y en la filosofa, slo para desem bocar en unas c ontorsio

    nes de desengao y en especulaciones fantsticas.

    El siglo XX se abre con otra batera de cuestionamientos. La "psicologa

    profunda" desmantela al sujeto en estratos harto heterogneos y vaca el

    ego para volcar su atencin en el sustrato corporal, biolgico. Pero ms

    que en lo individual, se interesa en descifrar la lgica de la com unicac in

    del subconsciente, para terminar postulando el 'inconsciente colectivo'.

    El perspectivismo epistemolgico, producto metafrico de la teora de la

    relatividad, pone al sujeto en el centro pero de un mundo fragmentado en

    pedaz os inconm ensura bles. El arte narrativo mim etiza esta fragmentacin,

    desintegrndose en la "corriente de la conciencia" o buscand o ap oyos en

    el mito {Ulises) o en la mitopoeya del lenguaje (Finnegans Wake).

    En cam bio, el arte mode rno, antimim tico, desintegra program ticamen te

    al sujeto, sea tema o autor, o lo elimina completamente, quitndole hasta

    la sombra de responsabilidad epistemolgica por el "mundo creado" (el

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    3 9 0 VI - Revisiones: nuevas perspe ctivas, cabo s sueltos

    azar, en el dadasmo o surrealismo; vase los pasajes correspondientes de

    "L as con tradiciones dialc ticas", 1935). La crtica y la teora del arte (des

    de "Kuns twi s senschaf t ohne amen" has t a e l e s t ruc tu ra l i smo y

    postestructuralismo parisinos) proclaman la inutilidad o hasta la "mu erte"

    del autor.

    Para Viktor Shklovski, la creacin equivale a la "creacin colectiva", cu

    yos supuestos estn dados en "la poca" (Zeitgeist). El autor es slo "un

    pun to geom trico donde se intersecan las lneas de la creacin colectiva"

    ("Creacin colectiva", Antologa del Formalismo ruso, II, pg. 264). Si

    Shakespeare no hubiera nacido, opina en otra parte, sus obras se habran

    escrito de todas ma ner as. La fe en lo colectivo de T. S. Eliot, en su fam oso

    ensayo contemporneo "La tradicin y el talento individual" (1919), no

    va tan lejos, pero aun as contiene sorprenden tes planteamientos anlogos.

    El individuo hab lante est desahuc iado, tanto en la lingstica saussureana

    como en el imaginario heideggeriano (segn ste, el lenguaje, unido con

    el Ser como por un cordn umbilical, habla a travs del individuo). A esta

    em briaguez con la biologa, con el mim etismo o antimim etismo y con los

    cd igos, la posm odernidad aade la tecnologa. Por un lado, se propon e el

    sujeto como un cyborg, organismo ciberntico "posthumano", y, por el

    otro,

    se elabora su minuciosa determinacin gentica cifrada en el cdigo

    del ADN.

    Este resumen, aunque somero, nos hace ver el desafo que enfrentaba

    Mukafovsky cuando cerraba, en 1943, tres lustros de reflexiones sobre la

    posicionalidad del sujeto en la evolucin del arte. Si en sus comienzos

    aceptaba sin pestaear la tradicin antisujeto de la poca, sus reflexiones

    desde la segunda mitad de los aos treinta marcan un cambio paulatino

    que dese mb oca en los grandes ensayo s de la guerra. En cierto sentido, "El

    individuo y la evolucin l i teraria" enfoca el lado del autor, y "La

    intencionalidad y la no intencionalidad en el arte", el del receptor.

    En "E l individuo", M ukarovsky propone co m o tarea urgente ante la teora

    contempornea "repensar la epistemologa de la personalidad". Para evi

    tar fciles pero engaosa s gen eralidade s, "cada una de las disciplinas cien

    tficas a las que atae este problema debe hacerlo por su cuenta y con un

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    Signo,

    funcin y valor

    3 9 1

    sentido de responsabilidad hacia su material". Sorprende el paralelo con

    su semitica de las artes: se plantea la epistem ologa del sujeto con miras

    a un m aterial (co ntexto) espe cfico, en este caso, la historia del arte, para

    investigar el sujeto como factor en la evolucin de la literatura.

    En primer lugar, M ukafovsky separa la perso nalida d del artista de la 'per

    sonalidad del autor'; sta es la "proyeccin del acto psquico del recep

    tor", o sea, proyeccin que arroja la totalizacin semntica de la obra por

    parte de ste, la cual no depende en nada del conocimiento o desconoci

    miento del autor real. La 'personalidad del autor' es lo que Wolfgang

    Kayser y luego Wayne Booth propondrn, independientemente, como el

    'autor implcito', o sea, la imagen del autor en la obra. Con la diferencia

    de que M uka rovsky, elegan tem ente, evita tanto la antropom orfizacin del

    autor implcito, com o su identificacin con el autor extrnse co, o sea, pro

    blemas con los que lucha todava Genette sin mucho xito, y ancla esta

    imagen inequvocamente en la perspectiva totalizadora del receptor.

    En adelante, Mukarovsky considera la incidencia de los dos avalares del

    autor en la evolucin de la estructura (en el sentido de la tradicin viva).

    La reflexin anda en la cuerda floja entre el supuesto de la evolucin in

    manente ( impersonal) y la intervencin innovadora del individuo.

    Mukafovsky logra presentar una imagen balanceada y matizada de este

    encuen tro e iniciar, tam bin, una rehabilitacin de la importancia del indi

    viduo en el gran esquema de las cosas.

    "La intencionalidad y la no intencionalidad" enfoca otro problema clave,

    que atae a las base s concep tuales de su estructuralism o: los conceptos de

    estructura, gesto semntico, la obra como signo. En "El problema de las

    funciones en la arquitectura", de 1937, se haba sealado la pugna, el ca

    rcter conflictivo de la totalizacin funcional bajo la coordinacin de la

    funcin esttica. Esta idea que estaba dormitando en el pensamiento de

    Mukarovsky est retomada, ahora, con motivo de la totalizacin semnti

    ca de la obra de arte y adquiere su formulacin ms compleja.

    Tambin la totalizacin semntica bajo la coordinacin de la 'estructura'

    o del 'gesto semntico', en cuanto dimensin 'estructurante' de aqulla,

    se revela com o conflictiva, c om o una lucha po r integrar en la totalidad los

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    3 9 2 VI - Rev is iones: nueva s persp ect iva s , cab os suel tos

    componentes ms dispares y como una pugna entre estos componentes.

    Segn el grado de la resistencia a la totalizacin, ciertas antinomias que

    dan integradas (hoy diramos "naturalizadas"), mientras que las resisten

    cias radicales no permiten tal integracin.

    Segn esta visin pionera, los procesos de totalizacin semntica (la lec

    tura, la interpretacin) no arrojan necesariamente resultados lisos y llanos

    (la tan buscada "arm ona" o "equ ilibrio" estticos), sino que revelan una

    pugna entre cierta totalizacin lograda ('lo intencional') y el residuo, la

    resistencia, la totalizacin fracasada ('lo no intencional') que existe como

    m argen y como desafo dialctico perman ente de aqulla. El resultado de

    este conflicto no es casual, porque responde a los parmetros de la recep

    cin en distintos perodos histricos, y, por lo mismo, cambia con la evo

    lucin del contexto y de la tradicin viva. Lo no intencional no es tampo

    co ningn residuo pasivo, mera resistencia, sino que es un componente

    activo de la estructura total.

    Mukarovsky da vueltas al trmino fenomenolgico de 'intencionalidad'.

    Prim ero analiza el sentido de lo intencional tal com o lo define el lenguaje

    com n (literalmen te, ' lo deliberado, lo consc iente '). Lu ego le da la prime

    ra vuelta, definindolo como el proceso de la totalizacin semntica, que

    lo convierte en sinnimo del 'gesto se m ntic o'. Y, finalmente, lo ancla en

    el receptor, terminando de producir un viraje total con relacin a la con

    cepcin tradicional de 'la intencionalidad' en el arte.

    Junto con la intencionalidad se desplazan tambin los otros conceptos: en

    general, la obra no es cosa sino signo, pero luego, en concreto, debido al

    ju eg o de lo intencional y lo no intencio nal, dentro de la dime nsin sgnica

    se perfila el "sig no " (signo

    2

    ) como 'lo intenciona l ' y la "cosa" (cosa

    2

    ) o la

    realidad, como To no intencional ' . Los conceptos de 'gesto semntico' y

    de 'estructura' tambin se desplazan al incluir la dimensin conflictiva de

    la estructura y de la estructuracin.

    A lo mejor, el error de Mukarovsky en este ensayo fue identificar lo no

    intencional con la realidad o 'no signo' (cosa

    2

    ). Porque el residuo no in

    tencional tambin puede ser sgnico (signo

    3

    ): por ejemplo, el texto litera

    rio ya es sgnico en el prim er nivel (del artefacto); y el prob lem a de lo 'no

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    Signo, func in y val or 3 9 3

    intencional' no es necesariamente que no entendamos, sino que no sepa

    mos cmo integrarlo en la totalidad (vase ms en nuestro Metaestructu

    ralismo, pgs. 233-41).

    El debate est abierto; sea a donde sea que nos lleve en detalle, "La

    intencionalidad y la no intencionalidad" es uno de los grandes textos

    desconstructivistas en la teora de la literatura y del arte en el siglo XX. Y

    junto con "El individuo y la evolucin literaria", estos estudios aaden

    nuevas antinomias importantes a las de "Las contradicciones dialcticas

    en el arte moderno" (1935).

    Si echam os una mirada retrospectiva sobre la senda del pensam iento crtico,

    vemos que el sigloXXest lleno de verdad es a m edia s, las cuales h icieron

    furor en modas, en sus eclipses y en nuevas modas. Por supuesto, esta

    situacin no es privativa del sigloXX;slo que , desde el punto d e vista de

    hoy, sus verdades a medias (o incluso menos que eso) son ms visibles

    como

    tales.

    Hoy se cierra el siglo y, con l, tambin el ciclo del arte m ode rno

    y su bsqueda, cada vez ms angostada, de la autonoma; slo que sus

    verdades a medias son sustituidas ahora por otras flamantes a verdades a

    medias, posmodem as.

    El siglo XX fue dominado por la idea gestaltista de las totalidades, y no

    sorprend e qu e fuera circuns crito por el auge y el eclipse de totalitarism os.

    La gestalt puntualiza que "la totalidad es ms que la suma de sus partes".

    A partir de esta idea pionera se construyeron 'configu racione s' (Ge stalten),

    'estructuras ' , 's istem as' , 'conju ntos' , ' todo s' y ' totalidades' ; se esclareci

    su organizacin y su operacin; pero tambin su regulacin de las realidades

    m odelizadas, su censura y hasta exclusin del horizonte con temp lado. En

    el camino recorrido, se produjeron algunos avances espectaculares; sin

    embargo, las metas propuestas de la descripcin y de la explicacin

    totalizadoras elu dan a sus prac ticantes . Siem pre algo se hallab a fuera, po r

    ms que se cam biase un sistema por otro, "m ejorad o" o diferente, porque

    cada uno de ellos era tambin n ecesariamente un sistema de inclusiones y

    de exclusiones.

    Hoy en da tenemos que ir ms all de Mukafovsky o Derrida, aunque

    ellos, desde sus perspectivas distintas, hayan sealado el camino . Si estamo s

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    3 9 4 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    de acue rdo en que "la totalidad es ms que la suma de sus pa rtes", tam bin

    es verdad que la totalida d es menos que el valo r po ten cial de sus elementos.

    El pensamiento crtico tiene que despertar para esta nueva coyuntura,

    porque, una vez ms, todo es diferente.

    (E. V.)

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    E L I N D I V ID U O Y L A E V O L U C I N L I T E R A R I A

    El problema de la personalidad se vuelve cada vez ms urgente en las

    ciencias d e la cultura y en la prax is. Tanto la teora com o la praxis con du

    cen a un renovado inters por el individuo. En la praxis se trata de la

    responsabilidad del individuo, que es evidente sobre todo all donde ste

    puede ejercer influencia directa sobre el curso de los acontecimientos; la

    teora, por su lado , no puede p asar por alto al indiv iduo si quiere captar la

    complejidad real de los procesos histricos. Los problemas de la praxis

    son complicados y aqu no vamos a tratarlos. Por lo que concierne a la

    investigacin terica, es claro que la inclusin del individuo conlleva un

    riesgo: que el individuo se convierta en un pretexto cmodo para evadir

    prob lem as difciles, y que introdu zca en la investigacin cientfica un ele

    m ento irracional (aseveraciones incom probables, etc.), con trario a la esencia

    mism a del pensam iento cientfico.

    Por ello es necesario repensar la epistemologa de la personalidad desde

    las bas es. Cada u na de las disciplinas cientficas a las que atae este pro

    blema debe hacerlo por su cuenta y con un sentido de responsabilidad

    hacia su ma terial. Es proba ble qu e en cada cas o se revele un aspec to dife

    rente del problem a; pero si no se tom an en consideracin materiales con

    cretos, no se puede llegar a resultados generales que sean de utilidad. En

    el pen sam iento terico se pued e conseg uir la indep end encia relativa de las

    conclusiones generales frente a un material demasiado individualizado,

    slo si se aplican los resultados obtenidos con un tipo de material sobre

    otro y se efecta una correccin de dichas conclusiones.

    En el presente estudio intentaremos examinar la epistemologa de la per

    sonalidad con base en una serie de datos tomados de la historia del arte,

    principalm ente la literatura. Aq u el problem a de la personalidad es m uy

    evid ente, ya que el m aterial de la literatura, el lenguaje, est diferenciado

    individ ualm ente desde a ntes de su ingreso en el arte, y es adem s el siste

    ma de signos ms comn de que dispone el hom bre para la com unicacin.

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    396 VI - Revisione s: nuevas perspe ctivas, cabo s sueltos

    Nos proponemos investigar la personalidad como factor de la evolucin

    histrica de la literatura. Contra la concepcin usual de la personalidad

    como una totalidad autolimitada y autodeterminada, deseamos plantear

    una concepcin dinmica de la personalidad como una fuerza que pone

    constantemente la evolucin literaria en movimiento.

    No podemos, claro est, desentendernos de los aspectos estticos de la

    personalidad del artista. Cuando problematizaraos un concepto ya exis

    tente y designado con un trmino tradicional, es necesario cuidar de que

    no se confundan varios conceptos ligados con el mismo asunto y hasta

    designados con la misma palabra. Por tanto, procuraremos distinguir en

    tre varios aspectos diferentes bajo los cuales podemos ver la personalidad

    del artista, especialmente con el fin de poder trazar con claridad el lmite

    entre los aspectos estticos y los dinmicos.

    Partamos de la impresin concreta que nos causa la obra de arte. Uno de

    sus componentes ms esenciales es la impresin de unidad, la cual se hace

    sentir aun cuando percibam os en la obra contradicciones que se oponen a

    la unidad. En este caso incluso percibimos la unidad ms intensamente,

    como superacin de disonancias; de aqu la vieja definicin de la impre

    sin esttica como "unidad en la diversidad". Si preguntamos de dnde

    nace esta unidad, no podrem os con testar m ientras tengam os en cuenta slo

    la obra artstica "m aterial". La unidad de sus diversas propiedades o com

    ponentes no se nos revelar hasta cuando dirijamos nuestra atencin hacia

    el estado psquico evocado por la obra en el receptor. La unidad es este

    estado o, mejor, acto psquico por medio del cual nos apropiamos de la

    obra de arte. Dicho acto no es esencialmente diferente de cualquier otra

    clase de apercepcin; pero en el caso de la obra artstica est libre del

    influjo perturb ado r de la actitud prctica y pued e destacarse en su integri

    dad. Y pu esto qu e el receptor ubica el estmu lo de este acto y de su integri

    dad en la obra artstica, y teniendo en cuenta que la obra artstica es exte

    rior al receptor, el estado psquico correspondiente es proyectado hacia

    fuera del ser interior del receptor, y se supo ne q ue su portado r es el indivi

    duo que cre la obra, es decir, el artista. Una prueba de ello es la percep

    cin del drama como obra de arte: mientras sentimos detrs de la obra

    dram tica a alguien q ue hace actuar a los personajes (es decir, m ientras n o

    atribuim os la responsabilidad por los actos y los parlamen tos a los perso-

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    Signo, func in y va lor 3 9 7

    najes mismos), valoramos la accin que presenciamos como drama; pero

    en el momento en que tengamos la sensacin de que cada uno de los per

    sonajes acta motu pro prio y bajo su responsabilidad, empe zaremo s a per

    cibir el drama como un suceso real, y no como obra de arte. As la perso

    nalidad del creador es percibida detrs de la obra siempre, aun cuando no

    tengamos la menor noticia sobre el autor concreto y su vida psquica real;

    no es ms que una proyeccin del acto psquico del receptor. Podemos

    expresar esto mism o de otro modo : la obra de arte es un signo que med ia

    entre dos individuos en cuanto miembros de una misma colectividad, y

    como todo signo requiere, para el ejercicio de su funcin semitica, dos

    sujetos: el que em ite el signo y el que lo recibe . Slo que a diferencia de

    otras clases de signos en las que prima la relacin entre el signo y la cosa

    por l designada (la relacin referencial)en la obra de arte, que es un

    signo autnomo con una funcin referencial dbil, sobresale la conexin

    entre el signo y el sujeto. Por esta razn, detrs de cada obra de arte el

    sujeto receptor percibe con intensidad al sujeto emisor del signo (el artis

    ta) como responsable del estado psquico evocado por la obra en el recep

    tor. De all hay slo un paso a la hipstasis involuntaria del sujeto creador

    conc reto, construido sobre la sola base de los supuestos da dos por la obra.

    Es claro que esta personalidad supuesta, que llamaremos personalidad

    del autor, no tiene que solaparse con la personalidad psicofsica real

    del artista.

    La cuestin q ue nos interesa aqu con respecto a la persona lidad del autor,

    es saber si esta personalidad es dinm ica o esttica; si es un hecho h istri

    co o esttico. Desde el punto de vista del receptor desprevenido (sin una

    orientacin terica), no hay duda de que la personalidad del autor es un

    hecho ahistrico, em pezand o por que la unidad perfecta debe parecer in

    variable en el tiempo. As como el estado psquico inducido por la obra es

    sentido po r el receptor co m o n ecesario e invariable (de all la teora de los

    valores eterno s en el arte), as tamb in la persona lidad del autor, constru i

    da sobre dicho estado, ha de parecer independiente en su invariabilidad

    frente a todas las circunstancias, y especialmente frente al tiempo. Sin

    em barg o, tal invariabilidad es una ilusin. Es bien sabido que la estructura

    de la obra cambia en el transcurso del tiempo (insercin de una obra anti

    gua en un contexto evolutivo nuevo, si es percibida mucho tiempo des

    pus de su escritura); con ello tiene que cambiar el estado psquico que

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    3 9 8 VI - Rev is iones: nuevas persp ect iva s , cab os suel tos

    constituye su correlato en la mente de los receptores y, por consiguiente,

    la im age n de la perso nalidad del autor. En sum a: la perso nalidad del autor

    es mera sombra, mero reflejo de la estructura de la obra en la mente del

    recep tor. Por s sola carece de inters terico, pues no contiene nada que

    no pueda expresarse mejor con la descripcin objetiva y el anlisis de la

    obra m isma. Slo gana inters cuando es confrontada con la personalidad

    psicofsica real del artista.

    Pasemos entonces a este otro aspecto. La personalidad psicofsica del ar

    tista es un haz de disposiciones en parte innatas, en parte adquiridas (por

    la edu cac in, el med io socioc ultural, el nivel social, etc.). Pue sto que cada

    una de las disposiciones puede ser innata y a la vez modificada por in

    fluencias extern as, no es fcil distinguir los dos niveles con precisin. N o

    obstante, el anlisis psicolgico de esta personalidad debe orientarse ha

    cia una concepcin de la personalidad del artista como una unidad que

    halla su justificacin ltima en s misma, en el acto de su nacimiento, es

    decir, como una unidad ahistrica. El material en este caso no lo puede

    constituir la obra sola, sino que se deben tener en cuenta todas las mani

    festaciones vitales del autor, sus palabras escritas y pronunciadas y sus

    actos.

    Si se realiza este tipo de anlisis minuciosamente, se mostrar a

    m en ud o que la personalidad del artista es ms am plia que la personalidad

    del autor; que ciertas disposiciones quedaron fuera de la obra, o al menos

    se manifestaron en la vida del artista con otra fuerza y de otro modo que

    en su obra. Los bigrafos del rom ntico checo K arel H. Ma cha constata

    ron con cierta sorpresa que este poeta, que tiende a usar las palabras com o

    valores principalmente fnicos y reprimir con intencin la precisin de

    sus conexion es en conjuntos sem nticamente definidos, fue, como perso

    nalidad real, un buen matemtico y un excelente abogado; quiere decir

    que en la vida revela ba o tras disposiciones que en su obra. En cu anto a las

    mod ificaciones de una m isma disposicin, basta recordar el abismo entre

    el erotismo de su poema Mayo y su Diario.

    1

    (Como caso anlogo cfr.

    1

    Cfr. Romn Jakobson, "Co je poesie?", Voln smry 30 (1933-1934): 229-39.

    ("Quest-ce que la posie?" Huit questions de potique, Ouvrages de Romn Jakobson [Pars:

    Seuil, 1977] 31-49. "What is poetry?", Semiotics of art: Prague School Contributions, ed. L.

    Ma tejka and I. R. Titunik [C am bridge, Mass achuse tts: The MIT Press, 1984] 16 4-75. N. de la T),

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    Signo, func in y va lor 3 9 9

    Sagesse de Verlaine y las memorias de su vida privada.) Hace poco, en

    una conversacin privada, un destacado escritor checo descubra en s

    m ism o una diferencia en tre la m em oria prctica y la m em oria que le sum i

    nistra los materiales para su arte, aunque ambos tipos de memoria se nu

    tren de la vida y las vivencias del autor.

    2

    La contradiccin entre la perso

    nalidad del autor y la del artista puede co ndu cir hasta el contraste; pero en

    otros casos puede darse una concordancia casi total, como lo muestra

    Jakobson en el trabajo citado.

    La relacin en tre la person alidad del autor y la del artista es caracterstica

    de su creacin, pero no depende tanto de la voluntad del artista como

    podra parecer. La personalidad del artista, segn hemos visto, no es ms

    que la proyeccin de la estructura de la obra en la esfera psquica. Y la

    estructura no depende nicamente de la voluntad del artista, sino que es

    predeterminad a, principalmente, por su propia evolucin, la cual produ ce

    una serie continua qu e se desarrolla en el tiemp o (por ejemp lo, la estructu

    ra de la poes a ch eca). As, la relacin entre las disposicione s del artista y

    la perso nalidad del autor viene determ inada desde do s lado s: por la evolu

    cin de la estructura en la literatura dada, y por las disposiciones del escri

    tor que recibe la estructura de mano s de sus predecesores. N o sorprende,

    pues, que sea posible rastrear, en los diferentes perodos evolutivos, una

    relacin casi tpica entre estas dos clases de personalidad , caracterstica de

    cada perodo dad o, como lo seal Jakobson en el estudio citado al com

    parar a un poeta romn tico (M acha) con otro moderno (Nezval) en lo to

    cante al erotism o. De esta m anera, tamb in la person alidad p sicofsica del

    escritor, a primera vista totalmente ahistrica, se muestra integrada a la

    evolucin de la literatura, si bien slo por su relacin con la personalidad

    autorial. En otras palabras: ni siquiera el estudio psicolgico de la perso

    nalidad del escritor puede emprenderse sin atender a la evolucin de la

    literatura.

    Los dos aspectos de la personalidad que acabamos de examinarla per

    sonalidad que se manifiesta en una obra determinada y la personalidad

    2

    A m enudo los bigrafos con sideran como su deber ocultarle al pblico aquella parte de la

    personalidad del escritor que ha quedado fuera de la obra, por temor a estropear las ilusiones

    sobre el poeta. No es necesario comentar la inadmisibilidad cientfica de tal proceder.

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

    14/70

    4 0 0 VI - Revis io nes: nuevas perspe c t ivas , cabo s sue l tos

    realcomparten la propiedad de presentarse, al menos a primera vista,

    como aspectos estticos. Sin embargo, podemos, y debemos, acercarnos

    al problema de la personalidad desde el punto de vista de la evolucin, es

    decir, entendiendo de entrada la personalidad como un hecho histrico y

    dinmico.

    Surge as la cuestin de la relacin entre la evolucin y la individualidad

    (personalidad). Si consideramo s como caracterstica b sica de la persona

    lidad la tendencia a la unicidad, la ausencia de condicionamiento y la in

    variabilidad, veremos la personalidad necesariamente como opuesta a la

    evolucin inmanente de cada serie cultural en la que interviene (en nues

    tro caso la literatura). Desde el punto de vista de la serie en evolucin, la

    intervencin de la personalidad es, a la vez, un rompimiento de su conti

    nuid ad en el tiemp o y una fuerza que pone la serie en m ovim iento. C uanto

    ms fuertemente se manifieste la personalidad mediante aquellos de sus

    rasgos que son verdaderamente nicos (las disposiciones innatas y, sobre

    todo,

    su jerarqua), tanto ms evidente ser su intervencin para el obser

    vador. Por eso la concepcin estricta de la personalidad como indepen

    diente de la evolucin conduce, en primer trmino, a la conocida tesis de

    Carlyle, segn la cual la historia del mundo es la historia de las grandes

    perso nalid ade s, y en ltima instancia llevara a la negac in total de la evo

    lucin (la personalidad fuera de la evolucin). Esta conclusin es obvia

    m ente ab surda, pero tam poc o la tesis de Carlyle es correcta. Ap arte de que

    la evolucin as concebida se desmorona en las manos del historiador en

    una serie de estallidos sin regularidad ni orden, surgen dos interrogantes

    di f c i les : Es de l todo pensable una persona l idad per fec tamente

    incond icionada? Y, en el caso contrario, si adm itimo s un cond icionam iento

    parcial aun en las personalidades ms fuertes, dnde estn los lmites?

    C m o im pedir que incluso la persona lidad m s fuerte se le diluya al te

    rico en un agregado de condicionamientos?

    Es necesario b uscar un tipo de relacin entre la evoluc in inm anen te de la

    serie dada y la personalidad que permita tener en cuenta la contradiccin

    entre la evolucin y la personalidad, pero sin poner en peligro el presu

    puesto bsico de la evolucinla continuidad de la serie que evoluciona.

    La evolucin, en cuanto transformacin regulada de una cosa en el curso

    del tiem po , es resultado d e dos tendencias con trarias: de una parte, la serie

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

    15/70

    Signo, funcin y valo r 4O 1

    en evolucin permanece idntica a s misma (porque sin conservacin de

    la identidad no podra ser entendida como una serie continua en el tiem

    po); de otra parte, altera su identidad constantemente (porque sin ello no

    habra cam bio). La alteracin de la identidad man tiene el m ovim iento evo

    lutivo, su conservacin imprim e regularidad a este m ovim iento . La fuente

    de la tendencia a la conservacin de la identidad es la propia cosa que

    evoluciona; de suerte que la esfera de donde salen los estmulos para la

    alteracin debe de estar situada fuera de la cosa en evolucin.

    Desde el punto de vista de la regularidad evolutiva, estas intervenciones

    externas son accidentales. Los accide ntes que pued en afectar a la literatu

    ra en evolucin son muchos: pueden originarse en otras series culturales

    evolutivas (por ejemplo, en otras artes, en la ciencia, en la religin, en la

    poltica, etc.). Todos son reflejo de las transformaciones de la sociedad,

    pero en la literatura intervienen directamente por medio de la personali

    dad del creador. Cabe anotar que estos "accidentes" son accidentes abso

    lutos slo desde el punto de vista de la serie que recibe su influencia.

    Desde la perspectiva de las series que los originan, son resultados natura

    les de su evolucin inmanente y, por tanto, pueden ser descritos y deter

    minados objetivam ente. A dem s, tambin desde la perspectiva de la serie

    cuya evolucin est sometida a estudio sistemtico (en nuestro caso la

    literatura), lo "accidental" de estas intervenciones se ve limitado por el

    hecho de que su secuencia, su intensidad y su aprovecham iento evolutivo

    dependen en gran medida de las necesidades de la serie en evolucin.

    Tambin es importante sealar que no todas las intervenciones externas

    mencionadas se mueven en el mismo plano. La relacin de la organiza

    cin social con todos los fenm enos culturales es distinta de la relacin de

    los fenm enos culturales entre ellos, porq ue la sociedad es portadora d e la

    cultura y su organizacin es el cauce de la evolucin de sta. Esto trae

    consecuen cias pa ra la imp ortancia relativa y la distribucin de las influen

    cias externas: todo cambio en la estructura de la sociedad termina por

    ma nifestarse de una u otra ma nera en la estructura global de la cultura y en

    la relacin mutua de las distintas series culturales, como son las artes, las

    cienc ias, etc., m ientras que las influencias mu tuas de las distintas series de

    fenmenos culturales tienen un alcance mucho ms limitado.

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

    16/70

    4 0 2 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    A hora d ebem os pregun tar: cul es la posicin de la personalidad en cuanto

    factor externo de la evolucin l i teraria? Cul es la medida de su

    accidentalidad con respecto a los dems factores externos, como son las

    dem s artes, la ciencia o la organizacin social? Por lo que se refiere a la

    accidentalidad, es forzoso admitir que la personalidad, cuya base (oculta

    pero m uy eficaz) la forman las disposicion es inna tas, est m eno s predeter

    m inad a (gracias a dicha base) por los antecede ntes histricos qu e los fen

    menos culturales y la organizacin social; en consecuencia, si interviene,

    por ejem plo, en la evoluc in de la literatura com o influencia externa, pue

    de introducir ms elementos imprevistos y afectar ms a la identidad que

    ha tenido la evolucin literaria hasta el mo m ento. Al mism o tiemp o, com o

    ano tam os arriba y com entarem os ms ade lante, la accidentalidad y la falta

    de condicionamiento de la personalidad estn considerablemente limita

    das por el hecho de que el individuo es miembro de un grupo social cuya

    evo luci n com parte, y la literatura, al igual que cualqu ier otra serie cultu

    ral,

    es para el individuo slo parte de un bien cultural com n, cu ya evo lu

    cin e influencia sobrepasan ampliamente la esfera de la influencia y las

    decisiones del individuo.

    En su relacin con la literatura, el individuo est, pues, atado por muchos

    vnculos y de ningn modo representa un accidente absoluto que pueda

    imponerse en forma soberana. Si hablamos de su mayor carcter acciden

    tal con respecto a la evolucin de la literatura, slo querem os d ecir que la

    intervencin de la personalidad est relativamente menos condicionada

    que otras intervenciones externas. Tambin en cuanto a la relacin con

    otros factores externos d e la evolucin literaria, la personalidad ocupa una

    posicin especial. Si hubimos de situar la organizacin social aparte de

    los dem s factores externo s de la evoluc in literaria, por la razn de que la

    sociedad es fuente y portadora de la cultura, tambin debe m os reservar un

    lugar separado a las intervenciones de la personalidad, ya que la persona

    lidad forma un punto de interseccin en el cual se encuentran todas aque

    llas influencias externas que pueden afectar a la literatura, y as mismo

    constituye el foco desde el cual dichas influencias penetran en la evolu

    cin literaria. Todo lo que sucede con la literatura, sucede a travs de la

    personalidad. Este es el nico factor evolutivo externo que entra en con

    tacto directo con la literatura; los dem s slo establecen contac tos ind irec

    tos,

    por medio de la personalidad. Todos los dems factores externos se

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

    17/70

    Signo, funcin y valor 4 0 3

    pued en incluir en la esfera de la person alidad (aunqu e no se pu ede reducir

    su problem tica al problema de la personalidad).

    As las cosas, la antinomia de la evolucin literaria, que hemos caracteri

    zado en forma abstracta como la contradiccin entre la afirmacin y la

    negacin de la identidad de la literatura, puede ser formulada concreta

    m ente com o la con tradiccin entre la literatura y la person alidad. L as tesis

    de esta antinomia las constituyen las distintas etapas de la evolucin lite

    raria inmanente, mientras que las anttesis son las personalidades que in

    tervienen en cada etapa de la evolucin literaria. Las personalidades son

    las anttesis, porq ue d e ellas sale la negacin de la identidad de la literatu

    ra, la tendencia a convertirse en algo diferente de su estado actual. Entre

    todas las antinom ias posibles de la evoluc in literaria, la antinomia litera

    tura-personalidad es la ms bsica, pero tambin la ms compleja, ya que

    implica a todas las dems.

    Con esta conce pcin de la relacin de la person alidad con la evolu cin, se

    hace todava ms claro que el problema de la personalidad como factor

    evo lutivo no se pue de limitar a las perso nalidad es fuertes, cuya influencia

    en la evolucin salta a la vista porq ue trae com o conse cuen cia un a recons

    truccin radical de la estructura literaria. Tambin en los perodos en que

    prevalecen, sobre la influencia evidente de la personalidad, otras influen

    cias evidentes e impersonales, debemos tener presente que todas las in

    fluencias externas entran en la obra por m edio de la person alidad, y que la

    problemtica de la personalidad como factor evolutivo no pierde urgen

    cia, ni siquiera en el estudio de tales perodos (cfr. la personalidad como

    factor evolutivo en el folclor). Tanto la presencia como la ausencia de

    personalidades fuertes en una etapa evolutiva dada debe ser averiguada y

    explicad a cientficam ente. Si la cons ideracin de la influencia de la perso

    nalidad sobre la evolu cin de la literatura ha de ser cientficamen te fruct

    fera, la personalidad debe ser concebida como una fuerza permanente que

    acta todo el tiempo como contrapresin frente a la inercia inmanente de

    la evolucin literaria.

    Vista como un factor permanente de la evolucin, la personalidad ya no

    representa un elemento extrao que penetre en el contexto evolutivo para

    romperlo, sino la negacin dialctica de la evolucin inmanente, la cual,

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

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    4 0 4 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    siendo su acom paam iento ne cesario, realmente deriva de ella. Com o ne

    gacin dialctica, la personalidad no est automticamente en una rela

    cin destructiva con la evolucin. Si bien es cierto que en algunas etapas

    evolutivas la personalidad subvierte la tendencia existente de la evolu

    cin, o al me nos prop end e a hac erlo, en otras etapas figura c om o la culm i

    nacin de la evolucin antecedente, o como un factor que sintetiza las

    tendencias hasta entonces dispersas en una sola corriente evolutiva. Por

    consiguiente, no est situada fuera de la evolucin, sino ms bien dentro

    de ella, como su aspecto negativo. Para aclarar y documentar esto, inten

    taremos enumerar los vnculos que insertan a la personalidad en la evolu

    cin com o factor ev olutivo:

    1. El rasgo ms llamativo de la personalidad, que parecera atestiguar su

    independencia de la evolucin, es la intensidad con la cual se hacen valer

    en la evolu cin literaria las llama das person alidade s fuertes. La perso nali

    dad fuerte parece ser absoluta con respecto a la evolucin y su regulari

    dad. Y sin emb argo, ciertos hechos dem uestran que no slo en el ambiente

    social y cultural de algunos perodos evolutivos, sino directamente en la

    evolucin inmanente de la literatura misma estn dadas las condiciones

    para la llegada de la personalidad fuerte, y que, por tanto, tampoco la

    intensidad de la expresin de la personalidad es independiente de la evo

    lucin inmanente. Un ejemplo: en los comienzos de la evolucin de la

    poe sa checa m oderna a parece, cual cum bre sobresaliente, la personalidad

    de M acha . Hay vnculos poderosos y evidentes que ligan a Mach a con la

    evolucin nacional anterior: por ejemplo, en el campo de la mtrica, la

    necesidad, derivada de esa evolucin, de crear el yambo checo, cuya for

    ma forjada por Macha guarda una relacin estrecha con los dems com po

    nentes de la constm ccin de su poem a Ma yo, como son el lxico, la cons

    truccin sintctica y semntica, etc. Todo esto no merma lo inesperado y

    sorprendente de la actuacin de Macha y su conspicua distincin de sus

    contemporneos; pero Macha entra a actuar en un momento de la evolu

    cin en que todo ya se haba estado preparando para un viraje. Tras una

    serie de experimentos, las luchas tericas y los esfuerzos prcticos por la

    reconstruccin del verso checo estaban a punto de cristalizar; el afn por

    crear una obra de carcter monumental, habindose agotado varias veces

    en mera voluminosidad, hubo de llegar al fin a la solucin de que la

    monumentalidad no reside en la extensin de la obra, sino en el modo de

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

    19/70

    Signo, func in y va lo r 4 0 5

    ejecucin (cfr. el proceso anlogo en la literatura rusa, del cual trata

    Tynianov en Arjaisty i nov atory)? Ad em s, la conspicuidad de la figura

    de Mach a se halla aum entada por la situacin qu e coloc a este autor en el

    inicio de una nueva evolucin de la poesa checa, luego de su debilita

    m iento en el barroc o (limitacin de la poesa a un solo gn ero, a saber, la

    poesa religiosa) y despus de un perodo de tanteos en un afn por recu

    perar un campo tem tico am plio y la diversificacin de los gn eros, en las

    primeras dcadas del siglo XIX. Si quisiramos, tomar en consideracin,

    adems de la situacin evolutiva inmanente, la situacin cultural y social

    general, seguramente enc ontraramos otros m om entos adicionales que con

    tribuiran a explicar la conspicuidad de la personalidad potica de Macha.

    No pretendemos que al agotar todos estos factores, hayamos explicado

    cabalmente la intensidad de la figura de Ma cha com o un hecho de evolu

    cin inmanente; todos estos momentos favorables se acumularon en el

    perodo dado en torno a un solo individuo psicofsico con tales o cuales

    disposiciones y con tal o cual cantidad de energa para realizarlos. Slo

    hemos querido ilustrar con este ejemplo la aseveracin de que ni siquiera

    un hecho al parecer tan fortuito desde el punto de vista de la evolucin

    como es la fuerza de la personalidad, carece de relaciones con la evolu

    cin anterior. Tambin podramos comentar con detalle el hecho, bien

    conocido y comn , de que las personalidades fuertes a m enud o se presen

    tan en la evolucin de un arte determinado por grupos, mientras que otros

    perodos carecen de ellas. Tam bin este hecho suscita inmed iatamen te el

    interrogante de si no habr una conexin entre un pero do ev olutivo deter

    minado del arte en cuestin y el nmero de personalidades fuertes que

    intervinieron en l. No nos ocuparemos de este tema, pero la alusin al

    paralelismo temporal de varias personalidades fuertes nos lleva al punto

    siguiente.

    2. Las diferencias individuales entre contemporneos que parten de un

    mismo estado de evolucin del arte, tambin parecen ser una expresin

    directa de que las personalidades no estn co ndicionadas ni dependen de

    1

    Vase luri Tynianov, "El hecho literario", Antologa del Formalismo Ruso y el grupo de

    Bajtin, V ol. 1, Polm ica, historia y teora literaria, ed. y trad. Emil V olek (M adrid: Fund amen tos,

    1992)205-26. N. d la T.

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

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    4 0 6 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    la evolucin. Pero si miramos ms de cerca las diferencias que separan a

    las personalidades paralelas, encontraremos que precisamente en ellas se

    manifiesta cierta correlacin de personalidades en cuanto factores evolu

    tivos. Por ejemplo, en la relacin mutua de los poetas Macha y Erben se

    manifiestan en mu chos aspectos, desembo cando en una franca oposicin;

    pero esta oposicin no es asunto de tan slo las disposiciones personales

    de los dos poetas, sino que puede formularse de manera objetiva como la

    contraposicin de dos tendencias evolutivas que se com plemen tan en vir

    tud de su antagonismo, de modo que la individualidad de uno de los poe

    tas no puede ser adecuadamente comprendida sin la confrontacin con el

    otro.

    Jakobson define objetivamente la oposicin entre Macha y Erben

    com o la antinomia del roman ticismo revolucionario y el roman ticismo de

    la resignacin, o, en otro aspecto, como la oposicin entre la orientacin

    onto gen tica y filogentica de la vivencia del terror. Incluso se puede for

    mular este fenmeno como oposicin de dos tipos de estructura potica:

    una (M acha) tendiente a la ausencia extrem a de m otivacin de los com po

    nen tes y partes de la obra, y otra (Erben) orientada a la motivacin extrema.

    La personalidad de Macha se puede someter a otras comparaciones, en

    especial con el dramaturgo Josef K. Tyl. Aqu tambin probablemente se

    m ostrara la esencia de su relacin de nuev o, contradictorias lo en la

    comparacin de las tendencias evolutivas que los dos representaron en la

    literatura. As parece atestiguarlo el cuento El atormentado de Tyl, donde

    ste critica a M acha y recalca la rivalidad literaria con su am igo, lo cual se

    confirm a en la corresp ond encia p rivada de otros literatos de la poc a. Aun

    ms claramente se revela la predeterminacin evolutiva de las diferencias

    entre las personalidades de la generacin de Mayo en el tro Jan Neruda -

    Vtzslav Hlek - Josef Heyduk. Si los agrupamos de acuerdo con sus

    relaciones humanas, est ms cerca Neruda a Heyduk que Hlek a stos

    dos. Pero como poetas, Heyduk est al lado de Hlek; sobre todo en la

    lrica am bos cum plen la tendencia evolutiva de una lrica em ocionalm ente

    no refrenada, frente a la lrica con una fuerte censura em ocional que esc ri

    be Neruda. Esta distribucin de las caractersticas distintivas radica en la

    evolucin literaria, aunque en el caso de Heyduk la falta de censura y la

    espontaneidad emocionales fueron tambin un rasgo biogrfico acentua

    do.

    La relacin entre personalidades contem porneas est dada, pues, con

    frecuencia y en gran med ida, no tanto por las caractersticas persona les de

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    Signo, func in y va lor 4 0 7

    los escritores, sino por sus relaciones mutuas como factores de evolucin

    y representantes de diferentes tendencias evolutivas.

    3.

    Ade m s de la intensidad con la cual se manifiesta la persona lidad com o

    un eslabn en la serie evolutiva, y adems de la claridad con la cual se

    distingue de sus contemp orneos, acta com o una expresin de p ersonali

    dad no condicionada por la evolucin la imagen de las disposiciones

    psicofsicas del escritor, tal com o se man ifiestan tam bin en su obra. M s

    arriba mostramos que la imagen de la personalidad que se trasluce en la

    obra y la personalidad real del escritor no tienen que solaparse, y pueden

    incluso divergir sustancialmente; pero no se puede negar que, aun en el

    caso de extensin diferente de las dos personalidades hay cierta coinci

    dencia e incluso en ocasiones la personalidad del escritor se man ifiesta en

    la obra sin inhibiciones y por completo. Es posible afirmar en este caso

    sin reservas que la personalidad interviene en la evolucin de manera no

    condicionada, no dependiente de la evolucin? Ya dijimos antes: los ca

    sos en que se manifiesta en la literatura una tendencia hacia una imposi

    cin de toda la person alidad del artista, estn cond icionad os p or la evolu

    cin. Pero adems de ello, en cualquier etapa de la evolucin los indivi

    duos que emprenden la creacin literaria encuentran ciertos presupuestos

    dados por la evolucin antece dente, los cuales tienen el carcter de po stu

    lados con respecto a su creacin. Es cierto que casi siempre el individuo

    que ha de influir poderosamente en la evolucin futura, manifestar la

    fuerza de su individualidad con una alteracin tan notable como sea posi

    ble de este estado;

    4

    sin embargo, alterar el estado actual de la estructura

    artstica de tal manera que sea evolutivamente traducido en otro estado

    (no abolido sin rastro), significa un grado considerable de acuerdo con

    dicho estado, una capacidad considerable para adaptarse a l.

    Las disposiciones del individuo, incluido aquel que transforma poderosa

    mente el estado actual de la estructura, estn entonces en gran medida

    condicionadas por el estado anterior de la estructura literaria: slo se im

    pondr com o factor evolutivo podero so aquel individuo que corresponda,

    mediante sus disposiciones y la jerarqua de stas, a la estructura sobre la

    4

    Cfr. F. Baldensperger, "L Tnitiative des inadapts" . La Littra ture: C ration, succs, du re

    (Paris, 1913) 109-28.

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

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    4 0 8 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    cual de be ejercer influencia. Al lado de las concorda ncias se revelarn, en

    la personalidad fuerte, tambin otras disposiciones que no corresponden

    al est ad o actual de la estructura (cfr. la nota sobre los inad ap ts) y son, por

    tanto,capaces de transformarla. Pero ni la direccin ni el carcter de estos

    desacuerdos de la personalidad con la estructura literaria del momento

    son siempre del todo accidentales desde el punto de vista de la evolucin

    inmanente de la literatura, porque en un estadio evolutivo determinado

    estn imp licadas las directrices de la evoluc in futura. La evolucin , si la

    contemplamos como un proceso continuo, no es un estado duradero en

    ningn instante o segmento, por corto que ste sea. La obra terminada,

    que parece estabilizar cierto momento de la evolucin, es portadora de la

    corrien te evolutiva slo en el instante de su nacim iento; la evolucin de la

    estructura se vierte enseguida en obras nuevas. Tal movimiento ininte

    rrumpido tiene una direccin: en el presente est siempre implicado el

    pasado y el futuro, y por ello no est exenta de predeterminacin ni la

    alteracin producida por el desacuerdo parcial entre las disposiciones del

    creador y el estado de la estructura. Aun en la relacin negativa con la

    estructura existente, debemos suponer una seleccin de individuos aptos

    para la realizacin de una tendencia evolutiva determ inada. La propia cons

    titucin de la person alidad, el conjunto de sus dispos iciones (su cualidad y

    jerarqua) posee ciertos contactos con la evolucin inmanente de la litera

    tura, es decir, no es accidental con respecto a esta evolucin.

    Hemos intentado averiguar la vinculacin de la personalidad con la evolu

    cin de la estructura, y hemos visto que la personalidad se integra a la

    evolucin incluso con aquellos de sus aspectos que parecen menos condi

    cionados desde fuera, es decir, con la intensidad de su actuacin, la dife

    rencia de otras personalidades contemporneas y el conjunto (cualidad y

    jerarqua) de sus disposiciones. Debemos sealar que con esta asevera

    cin no corremos en absoluto el peligro del determinism o. N inguno de los

    aspectos nombrados de la personalidad, por fuerte que sea su conexin en

    cada caso dado con la evolucin, puede ser desvinculado de su portador,

    es decir, de la estructura de la personalidad de la cual forma parte. As

    como la estructura literaria forma una unidad desde cuya perspectiva las

    intervenciones de la personalidad son accidentes que alteran su regulari

    dad inm anente, as tambin la personalidad forma una unidad autocentrada,

    y desde el punto de vista de ella se presenta como accidente aquella regu-

  • 7/24/2019 Jan Mukarovsky - Signo, Funcin y Valor, Cap 6

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    Signo, func in y va lor 4 0 9

    laridad de la evo lucin literariaque,al obligar a la person alidad a adaptar

    se a ella, altera su orden inmanente. Cada componente de una obra litera

    ria puede ser visto tanto en su relacin con la estructura de la obra (es

    decir, se puede averiguar la medida de su regularidad), como en su rela

    cin con la personalidad del escritor, es decir, puede indagarse la medida

    de su accidentalidad desde la perspectiva de la evolucin antecedente de

    la literatura. Y viceversa, cada com pon ente d e la person alidad del escritor

    puede ser observado en su relacin regular con la estructura de la indivi

    dualidad de la cual forma parte, como tambin en su relacin con la obra,

    donde debe someterse a la presin externa de una regularidad ajena. La

    historia de la literatura es la lucha de la inercia de la estructura literaria

    con las intervenciones violentas de las personalidades; la historia de la

    person alidad literaria o la biografa del escritor describe la lucha del artis

    ta con la inercia de la estructura literaria. La teora de Cro ce so bre la obra

    literaria como expresin directa de la personalidad necesita restricciones.

    La imprevisibilidad de la personalidad literaria y, por ende, su importan

    cia en cuanto factor evolutivo, no puede ser evaluada plenamente si tene

    mos en mente la personalidad singular en cada caso. Debemos tener en

    cuenta q ue, desde la perspe ctiva de la evolucin general de la literatura, la

    accidentalidad y la imprevisibilidad de la personalidad estn dadas, tanto

    por la sucesin de las personalidades en el tiempo, como por la alterna

    cin de personalidades contem porneas. El cuadro de la secuencia de per

    sonalidades en la historia de cualquier arte no es, ni mucho menos, tan

    sencillo como lo trata de expresar un verso del poeta Jaroslav Vrchlicky:

    "Un o a otro nos pasam os las antorchas". Las personalidades que se siguen

    una a otra pueden provenir de reas geogrficas y sociales muy diversas,

    pueden representar las ms distintas disposiciones innatas, pueden ser fuer

    tes o dbiles; e igual sucede con las personalidades contem porneas que

    pugnan por el predo min io. La personalidad que ya ha intervenido u na vez,

    ser en sus intervenciones sucesivas un factor ms o menos previsible o

    incluso una con stante. Pero las personalidades que se suceden un a a otra o

    que actan simultneamente, son factores heterogneos e inconmensura

    bles.sta es la principal razn p or la cual la person alidad es, para la evo

    lucin, fuente de inquietud constante y foco de virajes. As llegamos por

    otro lado una vez m s a lo que constatamos arriba: slo podem os percibir

    todo el peso de la personalidad como factor evolutivo, si la consideramos,

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    4 1 0 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    no co m o un punto aislado e irrepetible en el tiempo y en el espacio, sino

    como una fuerza permanente que ejerce una presin constante sobre la

    evolucin, una presin cuya direccin e intensidad varan sin cesar.

    Otra circunstancia que permite ver con claridad el carcter no condiciona

    do de la persona lidad co n respec to a la evolu cin, es la siguiente: Dijimos

    que cada etapa evolutiva, vista como presente, implica en parte a la etapa

    anterior y en parte a la siguiente; en otras pa labras, que la direccin de la

    evolucin futura est siempre dada en cierta medida por los imperativos

    que derivan de la evolucin anterior. Pero esta determinacin puede ata

    er slo a la directriz global, y no a su realizacin concreta. Digamos que

    en cierta etapa evolutiva aparecieron, como reaccin a algn estado evo

    lutivo inmediatamente anterior y como resultado de ste, las corrientes

    con cretas a, b, c, d, puestas en prctica po r las perso nalidad es A , B, C y D.

    Difcilmente se podra comprobar en algn caso que estas corrientes fue

    ron lgicamente necesarias hasta tal punto que pudiese faltar una de ellas

    si no estuviese disponible la personalidad correspondiente, o que no pu

    diesen agrega rse corrientes e, f, g, etc., si hub iese m s personalida des dis

    ponib les. Sin emb argo, com o bases de la evolucin subsiguiente se desa

    rrollarn aquellas corrientes que s se realizaron y no aquellas que podra

    mos suponer, o ms bien intuir, como no realizadas. Aqu la influencia

    evolutiva decisiva de la personalidad, aun con toda su accidentalidad res

    pecto de la evolucin, es muy evidente. La situacin que hemos descrito

    es,desde luego, abstracta; en la realidad, o en la mayora de los casos, es

    probable que la realizacin, o eventualmente la no realizacin, de una

    corrien te determina da se vea influida po r presu pue stos evo lutivos para los

    cuales esta corriente ser ms apropiada que otra, aunque esta otra tam

    bin sea a priori posible. Slo quisimos demostrar cmo la personalidad

    determina, con su accidentalidad, la trayectoria de la evolucin inmanen

    te ,que parecera estar totalmente determ inada por fuerzas supraperso nales.

    Tampoco el hecho de que la personalidad acte en la evolucin como

    repre sentan te de cierto me dio, estrato social, etc., tiene que significar slo

    un pape l pasivo de la misma . Por el contrario, es eviden te, aunqu e difcil

    mente demostrable, que la fuerza relativa de los representantes de diver

    sos medios (o incluso de diversas tendencias inm anentes) pued e determ i

    nar la jerarqua.

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    Signo, funci n y valo r 4

    1

    1

    Si exam inramos de esta manera todos los compo nentes y aspectos de la

    obra literaria, se mostrara que cada una de ellas puede ser determ inada en

    relacin directa con la personalidad del escritor. Sin embargo, deducir de

    all una dependencia absoluta de la obra literaria de la personalidad del

    escritor sera igualmente incorrecto que el otro extremo, el de negar del

    todo la dependencia de la obra de la personalidad del creador. Cada com

    pone nte de la obra literaria, as com o su construccin global, pueden estar

    a priori condicionados, tanto por la personalidad del escritor, como por la

    evolucin de la estructura. La investigacin debe contar con esta dualidad

    como hiptesis de trabajo y principio constructivo. Esto quiere decir que

    debe indagar, con resp ecto a cada parte de la obra y a su totalidad, en qu

    medida nacen de una motivacin individual y en qu medida obedecen a

    una motivacin evolutiva. En la esfera de la motivacin individual se in

    cluyen tod as las influencias de otras series culturales evolutivas y el influ

    jo de la evolucin de la organizacin social, pues el portador de todo esto

    y de ningn m odo un portador pasivo es, como ya dijimos, el individuo.

    Tan pronto como se haga efectiva una influencia de este tipo en la evolu

    cin de la estructura literaria, se mostrar como integrada en ella con res

    pecto tanto al pasado como al futuro: ser evidente de qu modo ha sido

    requerida por la evolucin y cm o ha sido aprovechada. Sin em bargo, la

    necesidad evolutiva no es idntica a la necesidad lgica: siempre es posi

    ble suponer que la funcin evolutiva realizada por la influencia de una

    personalidad determinada habra podido realizarse por otra influencia si

    hubiese intervenido otra personalidad, procedente de otro medio o dotada

    de otras capacidades; y la evolucin ulterior originada por esta otra in

    fluencia probablemente tendra otro aspecto que la efectivamente realiza

    da. La articulacin de la lnea evolutiva inm anen te, por estricta que parez

    ca, deja plena libertad al accidenteal individuo, no en el sentido de

    que el individuo pueda romper la tendencia evolutiva (tal intervencin no

    slo est fuera del alcance de la voluntad del individuo , sino tamb in fue

    ra de su propsito, pues el individuo pretende cambiar el estado actual, lo

    cual significa conservar la identidad del fenmeno cambiado), sino en el

    sentido de que la tenden cia evolutiva es mu cho m s am plia que su realiza

    cin concreta. Toda realizacin de la tendencia evolutiva es slo una de

    m ucha s, o al menos un a entre varias posibles.

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    4 1 2 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    La inclusin del individuo como factor evolutivo en la investigacin te

    rica de la literatura, significa la liquidacin definitiva de la concepcin

    causal de la evolucin. Mientras no veamos ms que la evolucin inma

    nente y, junto a ella, las dems series que intervienen en dicha evolucin

    justo cuando sta lo necesita y del modo como lo necesita, existir el ries

    go de que el trmino 'regularidad', aun cuando el investigador mismo lo

    ent ienda ideolgicamente , contenga c ie r to componente la tente de

    causalidod mecnica, propendiendo a un esquema de causas y de efectos

    derivado s de m anera necesaria e unvoca de las causas. Pero si nos damo s

    cue nta de que detrs de la regularidad acta sin cesar, com o su reverso, lo

    accidental, representado por el individuo (individuo com o g nero), el con

    cepto de regularidad se librar de los ltimos residuos de causalidad. Lo

    accidental y lo regular dejarn de excluirse uno a otro para unirse en una

    antinom ia dialctica real, dinm ica y d inamizante.

    La naturaleza no condicionada de la personalidad ser todava ms evi

    dente si, en lugar de considerarla de sde dentro, la exam inam os desde fue

    ra; es decir, si consideramos la personalidad como fuente de estmulos y

    punto de interseccin de las influencias externas que alcanzan a la litera

    tura. La personalidad se ver (como ya anotam os arriba) com o un conjun

    to de disposiciones innatas o adquiridas; dijimos tambin que no es fcil

    distinguir las disposiciones innatas de las adquiridas, pues con frecuencia

    una misma disposicin es tanto innata como modificada por las influen

    cias externas. Tanto lo innato com o lo introducido por las circunstancias

    de la vida de la personalidad contiene en s m ismo un com pon ente consi

    derable de accidentalidad; pero ms imprevisibles son los resultados en

    los que se juntan estos comp onen tes particulares y, todava m s, la perso

    nalidad en cuanto estructura que une en un todo coherente las fuerzas

    tanto paralelas como contrarias. La unicidad de la personalidad como un

    todo es evidente, por lo cual es fundamentalmente errnea la suposicin

    de Taine y sus seguidores, de que la personalidad puede ser determinad a a

    cabalidad si la descomponemos en sus distintos componentes de origen

    biol gico (herencia) y social (m edio so cial, rasa, etc.). Para descub rir este

    error, basta de hecho el conocid o axiom a de que la totalidad es m s que la

    sum a de sus partes y es diferente a ella.

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    Signo, funcin y val or 4 1 3

    Esto no significa que la investigacin deba renun ciar al anlisis de la per

    sonalidad y a su ubicacin objetiva en el contexto . Es posible , y necesario,

    procurar una descripcin psicolgica y una clasificacin tipolgica de la

    personalidad creadora, y es preciso resolver tambin los problema s gene

    rales de la psicologa de la creatividad, como la cuestin de la invencin

    potica y la ima ginacin , o de la relacin entre la vida sexual y la creativi

    dad artstica; pero a condicin de que el investigador tenga presente la

    posibilidad de variabilidad histrica de las regularidades aparentemente

    extratemporales que deriven de su material. Tambin se debe plantear di

    rectamente el problema de la gnesis de la personalidad del escritor; en

    otras palabras, se requiere una reflexin sobre la epistem ologa de la bio

    grafa. E s deber del bigrafo respond er a la cuestin de cules influencias

    externa s han incidido en la formacin del escritor y de qu m anera . T odos

    los actos del escritor deben ser explicados a partir de la estructura de su

    personalidad. La personalidad del escritor, si ha de ser entendida en su

    unicidad, debe ser concebida como un proceso, y no como una entidad

    duradera y fija. Por lo tanto, es incorrecto que el bigrafo se limite de

    m anera ahistrica a la aprobacin o al recha zo de la actuacin del esc ritor,

    o a la heroizacin de su personalidad, ya sea positiva o negativa (el escri

    tor como hroe del bien o del mal).

    5

    Pero para captar la personalidad del creador como proceso, no basta des

    com ponerla me cnicam ente en los com ponentes qu e la han ido formando.

    El orden mismo en que estos componentes (las distintas influencias) han

    entrado en la personalidad, ha sido un factor de su formacin: no es lo

    mismo si la influencia x afecta a la estructura de la personalidad todava

    libre de la influencia y o despus de su transformacin por ella. Adems,

    el bigrafo debe tener presente que el contacto entre la personalidad en

    cuanto estructura y una influencia determinada, no es mecn icamen te ne

    cesario ni unvoco. Por ejemplo, el hecho de que el escritor procede de

    cierto estrato social muy probablemente puede ser un factor de su estruc

    tura men tal, pero es pensable el caso extrem o en que este hecho qued e sin

    5

    Una observacin: la heroizacin es un procedimiento igualmente anticientfico si es pro

    vocador (el poeta como rebelde contra el ideal convencional del ser humano) o pequeo burgus

    (el poeta como un ejecutante perfecto del ideal del ciudadano de bien). La biografa se convierte

    as en un tratado moralizante, en el cual el nico valor cientfico lo pueden tener los datos obje

    tivos, si son nuevos.

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    4 1 4 VI - Revisiones: nuevas perspectivas, cabos sueltos

    efecto, sobre todo si es inhibido por otra influencia externa ms fuerte. Y

    si la procedencia social se convierte efectivamente en un factor, su in

    fluencia no siempre es directa: el escritor puede ser expo nente de un estra

    to social diferente del de su origen, o de varios estratos sociales sucesiva

    mente, e incluso puede llegar a ser opositor de su propia clase social.

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    L INTENCION LID D Y L NO INTENCION LID D

    EN

    L

    RTE

    Entre las creaciones humanas, la obra de arte parece ser el prototipo mis

    mo de produccin intencional. La produccin prctica tambin es inten

    cional; sin embargo, en ella el hombre slo dirige su mirada a aquellas

    propiedades del objeto fabricado que deben servir al propsito que tiene

    en mente, dejando fuera de consideracin todas las dems propiedades,

    que son indiferentes desde el punto de vista del propsito. Esto se mani

    fiesta sobre todo desde la po ca en que se produjo una clara diferenciacin

    de las funciones. Todava en las herramientas artesanales, originadas en

    un medio donde las funciones no estaban diferenciadas, se nota la aten

    cin a las propiedades "intiles" (adornos ornamentales con funcin sim

    blica y esttica, etc.); en cam bio, la mquina o la herramienta mo dernas

    efectan una seleccin perfecta de las propiedades relevantes para el fin

    dado.Tanto m s claramente se destaca hoy la diferencia entre la produc

    cin prctica y la artstica, que antiguamente no era muy evidente (y que

    todava hoy no lo es en la produ ccin artesanal, all dond e sta an existe).

    La produccin artstica no pierde de vista una sola propiedad del objeto,

    ni tampoco un solo detalle de su configuracin. La obra artstica cumple

    su destinacin de signo esttico como un todo indivisible. sta parece ser

    la fuente y la justificacin de la imp resin de intenciona lidad suprem a qu e

    nos causa una obra de arte.

    A pesar d e ello, o tal vez justam ente por ello, al observador atento, desde

    la Antigedad hasta hoy, siempre le ha llamado la atencin el hecho de

    que la obra artstica como un todo y el arte en general contienen numero

    sos momentos que escapan a la intencionalidad y sobrepasan el propsito

    dado en cada caso singular . La explicacin de tales momentos no

    intenciona les se ha buscad o en el artista, a saber, en los procesos psquicos

    que acompaan a la creacin y en la participacin del subconsciente en el

    nacimiento de la obra. As lo atestigua la conocida expresin de Platn

    puesta en boca de Scrates en Fedro: "La tercera clase de posesin y de

    delirio es la inspirada por las musas; cuando se apodera de un alma ino-

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    4 1 6 VI - Revis ion es: nuev as pers pec t iva s , cab os sue l tos

    cente y virgen an, la transporta y le inspira odas y otras obras poticas

    que sirven para la enseanza de las generaciones n uevas, celebrando innu

    merables proezas de sus antepasados.... quienquiera que se aproxime al

    santu ario de la poesa sin este delirio que viene de las mu sas, o quien crea

    que el arte solo basta para hacerle gran poeta, estar muy distante de la

    perfeccin; y la poesa de los sabios ser eclipsada por los cantos de los

    que estn agitados por el delirio." El "arte solo" (techne), es decir, la

    intencionalidad consciente, no basta: se necesita el "delirio", o la partici

    paci n del sub con sciente; y ms an : slo sta da el toque de perfeccin a

    la obra.

    La Edad Media, que vea en el artista slo un imitador de la belleza de la

    creacin divina

    1

    y un productor semejante a los artesanos,

    2

    era ajena a la

    cues tin del con sciente y el subconsc iente en la creacin artstica; pero ya

    en el Renacimiento volvemos a encontrar varias menciones de este pro

    blem a. Por ejemp lo, en el "Tratado de pintura" de Leonardo da Vinci lee

    mos: "C uan do la obra pict rica est a la par con la razn del artista, es un

    mal signo en la valoracin de la obra. Y cuando la obra sobrepasa a la

    razn, es todava peor; se es el caso de los que se preguntan a s mismos

    cmo hicieron para que la obra les saliera tan bien." Aqu la participacin

    del subconsciente y, por ende, de la no intencionalidad en la creacin ar

    tstica es rech azada, ya que el arte renacen tista y su teora tienden a racio

    nalizar el proce so creado r de tal man era que el arte comp ite con el con oci-

    1

    "Dios solo es el verdadero creador, que crea de tal modo que de la nada surge algo. La

    naturaleza no crea en este sentido, sino que descubre y desarrolla lo que ha sido ya creado en

    germen, prestando a lo creado sus diferentes formas fenomnicas. El hombre no puede hacer ni

    siquiera esto. Slo une o separa lo que halla ya hecho o cam bia el orden de las partes, pens ando

    que,

    al crear as nuevas combinaciones, crea por lo menos de la misma manera como lo hace la

    naturaleza. Pero su arte es mera imitacin de la naturaleza, es un arte inautntico, falso y falsifi

    cador, imitador y simulador; es una 'ars adulterina' . Es significativo que una etimologa medie

    val asociara la expresin 'ars mechanica'el nombre de la artesana, el nico arte de que es

    capaz el hombrecon 'moechus' (adltero). Esta 'ars moecha' falsifica y mancilla, echndola

    por tierra, a la verdadera obra de arte, que es la creacin divina y natural." H. H. Glunz, Die

    Literardsthetik des europaischen Mittelal ters (Bochum-Langendreer: Verlag von Heinrich

    Poppinghaus, 1937) 215-16.

    2

    "En la estructura fuertemente social de la civilizacin medieval, el artista ocupaba la posi

    cin de un simple artesano y cualquier desarrollo anrquico estaba vedado a su individualismo,

    puesto que una disciplina social natural le impona, desde fuera, ciertas condiciones limitantes."

    J. Maritain, Art et scolastique (P aris: Louis Rouard, 1935) 34.

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    Signo, funcin y valo r 4

    1

    7

    m iento cientfico;

    3

    pero por eso mismo es significativo que, incluso bajo

    el dominio de tal tendencia, aparezca una alusin al subconsciente en la

    creacin artstica.

    Es particularmente a comienzos del siglo XIX cuando el subconsciente

    como factor de la creacin artstica se pone en boga en la teora del arte.

    En l se basa toda la teora del genio: "El hombre genial tambin puede

    actuar de manera racional y premeditada, pero esto slo sucede acciden

    talmen te. Nin gun a obra de genio pued e ser m ejorada m ediante la reflexin

    y sus resultados inm ediatos ," dice Goethe en una carta a Schiller; y S chiller

    a su vez escribe: "El inconsciente unido a la reflexin hace al poeta".

    4

    Desde entonces el inters por el subconsciente en la creacin artstica no

    ha men gu ado . La psicologa cientfica ve cada vez ms clarame nte la par

    ticipacin y la actividad del sub conscien te en la vida psqu ica en gen eral.

    5

    De acuerdo con el modelo de la creacin artstica, se indaga sobre la par

    ticipacin del subco nsciente en la creacin cientfica, tcnica, etc. (Ribot,

    Pau lhan); aparecen estudios espe cializados sobre la participacin del sub

    consciente en la creacin artstica misma,

    6

    como tambin se observa el

    papel del subconsciente en la vida psquica en general y su influencia so

    bre la estructura de la persona lidad en particular (Janet y otros). El psicoa

    nlisis sigue minuciosamente el transcurso de los procesos subconscien

    tes,

    tambin con una marcada orientacin al arte, y la actividad iniciativa

    del subconsciente es uno de sus presupuestos fundamentales.

    1

    "La esttica del Renacimiento est orientada realmente a lo bello natural, cuyo misterio

    procura develar, y el arte es un simple instrumento de comprensin y formacin final de los

    presupuestos formales d ados por la naturaleza. Slo si contemplam os el arte renacentista en este

    contexto, podremos comprender su sentido ms ntimo: este arte quiere aprehender el mundo y

    acabar de crearlo segn sus propias l e y e s .. . . El arte renacentista se acomp aa de una multitud de

    tratados que buscan dar fundamento racional al trabajo artstico. Quien se acerque a estos trata

    dos con la expectativa de hallar en ellos hermosas emociones y vivencias, se asombrar de su

    seca gravedad y su objetividad matemtica. ... El sentido global del trabajo de estos artistas slo

    se puede captar si lo consideramos en relacin con la investigacin en ciencias naturales de esa

    poca; entonces se compren der su m s profundo significado: es precursor de la nueva ciencia."

    H. Nohl, Die asthetische Wirklichkeit (Frankfurt: Verlag Gerhard Schulte-B ulmk e, 1935) 26-30.

    4

    Walzel, Grenzen der Poesie und Unpoesie (Frankfurt am Main, 1937) 26, 23.

    5

    "El subconsciente es un acumulador de energa: acumula para que el consciente pueda

    gastar". Ribot, citado por Dwelshauvers en LTnconscient (Paris, 1916) 5.

    6

    Behaghel, Bewusstes und Unbewusstes im dichterischen Schaffen (Leipzig, 1907).

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    4 1 8 VI - Revis ion es: nuev as perspe c t ivas , cab os sue l tos

    El problem a del conscien te frente al subco nsciente en el arte tiene no slo

    una larga tradicin, sino una vitalidad an inagotada. A esto contribuye

    tamb in el hecho de que el problem a del subconsciente posee una impor

    tancia c oncreta para la prctica artstica m isma: una y otra vez los artistas

    deben preguntarse a s mism os hasta qu punto pueden contar con su sub

    consciente en su actividad creativa. No importa que la respuesta vare se

    gn las diversas corrientes y circunstancias: una vez en favor de la crea

    cin consciente (cfr. Edgar A. Poe, Filosofa de la composicin potica),

    otra vez en favor del subco nsciente (cfr. los pasajes citados de Go ethe y de

    Schiller).

    Todos los que han planteado, desde la Antigedad, la cuestin del sub

    consciente en la creacin artstica, evidentemente solan referirse no slo

    al proc eso psico lgico de la creacin, sino tamb in a la no intencion alidad

    que es aparente en la obra creada (vase el texto citado de Platn). Sin

    embargo, las dos cosasel subconsciente en la creacin y la no

    intencionalidad en la obra creadales parecan idnticas.

    Slo la psicologa moderna ha descubierto que tambin el subconsciente

    posee su propia intencionalidad, con lo cual ha establecido el presupuesto

    para separar los dos problemas: la intencional idad f rente a la no

    intencionalidad, por un lado, y el consciente frente al subconsciente, por

    el otro. A conclusiones similares indep end ientem ente de la psicologa

    ha llegado tambin la moderna teora del arte, al demostrar que puede

    existir incluso una norm a subconsciente; y recordemos q ue una norma es

    intencionalidad condensada en una regla.

    7

    7

    Nos referimos a algunos estudios de mtrica moderna, por ejemplo, un trabajo de Josef

    Rypka titulado "La mtrique du Mutaqurib pique persan" (Travaux du Cercle Linguistique de

    Pr ag ue 6 [19 36], p. 192 y sigs.). M ediante el anlisis estadstico de verso persa antiguo, el autor

    demuestra que en este tipo de verso acta, paralelamente al metro cuantitativo sujeto a reglas

    conscientes, una tendencia hacia una distribucin regular de los acentos lxicos y de los lmites

    entre las palabras. Los poetas mismos no eran conscientes de esta tendencia, la cual eludi ade

    ms a las investigaciones de especialistas europeo s en mtrica hasta el descubrim iento hecho por

    Rypka. Y, sin embargo, se trata de un factor esttico activo: las discrepancias entre el metro

    cuantitativo, que es muy regular, y la tendencia latente hacia una distribucin regular de los

    acentos lxicos y de los lmites entre las palabras, aseguran la diferenciacin rtmica del verso. Si

    ste se basara lan slo en el metro cuantitativo, sera rtmicamente montono.

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    Signo, funcin y valo r 4 1 9

    La necesidad de separar los dos problem as (el de la intencionalidad frente

    a la no intencionalidad, y el problema psicolgico del consciente y del

    subcon sciente en la creacin artstica) se com prueb a tam bin por el hecho

    de que la no intencionalidad puede participar en la creacin de una obra

    artstica sin ninguna intervencin, ya sea consciente o subconsciente, por

    parte del artista. Hoy da, cuando en la escultura son tan frecuentes los

    torsos artificiales, nadie pondra en duda que, al contemplar los torsos de

    la Antigedad, percibimos espontneamente su truncamiento como parte

    de su efecto artstico. Cuando estamos delante de la Venus de Milo, no

    tratamos de completar el contorno de la estatua con un yelmo y una mano

    que sostiene una granadilla, como lo sugiere una propuesta de reconstruc

    cin, o con un escudo apoyado en el muslo, como lo imagina otra.

    x

    Inclu

    so puede decirse, en general, que cualquier idea de completar el estado

    actual de la estatua tendra un efecto perturbador sobre nuestra percep

    cin; y sin embargo , el contorno tan tridime nsionalmente perfecto com o

    lo apreciamos hoy y como ha sido destacado con la ayuda de un pedestal

    giratorio, es en gran medida el resultado de un accidente, sobre el cual el

    artista no pudo tener influencia alguna.

    Au nque la psicologa ha aportado m ucho a la solucin del problem a de los

    elementos conscientes y subconscientes en la creacin, es necesario re

    plantear la cuestin de la intencionalidad y la no intencionalidad en la

    creacin artstica con independencia de la psicologa. Esto es lo que va

    mo s a intentar en el presente trabajo. Sin emb argo , si deseam os liberarnos

    radicalmente del enfoque psicolgico, debemos partir, no del iniciador de

    la actividad, sino de la actividad misma o de su producto.

    Com enzarem os por la intencionalidad, dejando por ahora de lado su con

    trario, la no intencionalidad. Nuestra primera pregunta ser: de qu ma

    nera interviene la intencionalidad en la actividad o en el produ cto? En las

    ac t iv idades prc t icas , que son e l caso ms comn de acc in , la

    intencionalidad se manifiesta ante todo por la orientacin hacia determi

    nado objetivo que debe ser alcanzado con la actividad, y tambin por el

    hecho de que la actividad se origina en determinado sujeto. En cuanto al

    producto de la actividad, la orientacin hacia el objetivo se manifiesta de

    s

    Ver A. H. Springer, Handbuch der Kunstgeschichte I (Stuttgart, 1923) 413.

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    4 2 0 VI - Rev is iones: nueva s perspe c t ivas , cabo s sue l tos

    algu na m anera en su configuracin; tambin la participacin del sujeto en

    la produccin del objeto la inferimos de esta configuracin. Slo cuando

    conocemos ambas instanciasobjetivo y sujeto, consideramos la acti

    vidad o su producto com o satisfactoriamente caracterizados; y as mismo

    la valoracin de la actividad o de su producto tiene en cuenta estas dos

    instancias. Naturalmente, unas veces nos interesar ms el objetivo (pre

    guntaremos si la actividad fue adecuada con respecto al objetivo), otras

    vec es el sujeto (indag arem os si el objetivo eleg ido por el sujeto fue desea

    ble y si fue proporcional a sus capacidades); pero sigue siendo cierto que

    nuestra atencin se centrar, no en la actividad misma o en su producto,

    sino en el punto de partida y el punto d e llegada, es decir, en dos instancias

    situadas fuera de la actividad m isma (como tam bin fuera de su pro

    ducto) .

    Otra cosa sucede en la actividad artstica. Sus creaciones no se dirigen

    hacia n ingn o bjetivo exterior, sino que ellas mism as son el objetivo. E sto

    es vlido aun si adm itim os q ue una obra artstica puede ad quirir secund a

    riamente, por medio de sus funciones extraestticas (subordinadas, sin

    embargo, a la funcin esttica), una relacin con los fines externos ms

    variad os. Ningu no de tales objetivos secun darios alcan za a caracterizar de

    manera completa e inequvoca la finalidad de la obra, mientras contem

    plamos sta justamente como una creacin artstica. As mismo, la rela

    cin con el sujeto en el arte es diferente, menos determinada, que en las

    actividades prcticas. En stas, el nico sujeto que importa es a todas luces el

    autor de la actividad o del producto (si es que preguntamos por el autor);

    en la actividad artstica, por el contrario, el sujeto bsico no es el creador,

    sino aquel individuo al que se dirige la creacin artstica, es decir, el receptor.

    El artista mismo, en la medida en que trata su producto como un producto

    artstico (no como un objeto de produccin material), ve y juzga su obra

    como receptor; y el receptor no es un individuo determinado, sino cual

    quier individuo. Todo esto se desprende del hecho de que la obra artstica

    no es una "cosa", sino un signo, destinado a mediar entre los individuos; y

    ms precisamen te, un signo autnom o, desprovisto de una relacin un voca

    con la realidad, lo cual destaca an ms su papel de mediador.

    9

    Vemos,

    9

    Vase nuestros artculos "El arte como hecho sgnico" y "La denominacin potica y la

    funcin esttica del lenguaje", (En el presente volumen. N. de la T.)

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    Signo, func in y valo r 4 2 1

    pues,

    que ni siquiera la relacin co n el sujeto pu ede caracterizar la obra d e

    arte de manera inequvoca.

    10

    10

    La afirmacin de que la obra de arte no puede ser caracterizada inequvocamente con

    relacin a su creador, puede parecer paradjica si recordam os q ue existen corrientes enteras en la

    esttica, como Croce y sus adeptos, que consideran la obra artstica como una expresin inequ

    voca de la personalidad del autor. Sin embargo, no se debe generalizar una apreciacin que es

    caracterstica tan slo de cierta poca y de cierta actitud hacia el arte. Es bien sabido qu e todav a

    la Edad M edia era indiferente hacia el autor de la obra; slo en el Renacim iento em pez a formar

    se el concepto de autora, de lo cual nos da un testimo nio d iciente Giorgio V asari en su biografa

    de Miguel ngel. Vasari concluye as su relato de la creacin de la Piedad: "Y por el amor y el

    esfuerzo con que haba creado esa obra, Miguel ngel decidi (cosa que no hizo en ninguna otra

    obra) dejar escrito su nombre en una cinta que cie el pecho de Nuestra Seora. Sucede que un

    da Miguel ngel encontr junto a la estatua un grupo de forasteros de Lombarda que la alaba

    ban mucho, y cuando uno de ellos pregunt quin la haba hecho, otro contest: nuestro Gobbo

    de Miln. Miguel ngel se qued callado, pero no le gust que su obra fuese atribuida a otro.

    Una noche se encerr dentro con una lamparita y sus cinceles y tall en la cinta su nombre"

    (Vasari, Le vite de'pi eccelentipittori, scultori e architetti [Firenze, 1915] 315]). Esta ancdota

    indica que todava para el artista renacentista, aunque o rgulloso de su obra, no fue mo tivo ntim o

    para la apropiacin expresa de la obra alguna sensacin de una relacin profunda con ella, sino

    los celos; slo cuando la obra fue atribuida a otro, el autor resolvi firmarla.

    La m isma actitud de indiferencia hacia el autor que caracteriz a la Edad Media, la hallam os

    todava mucho ms tarde en el medio cultural folclrico: "Cuando un humilde campesino ve un

    templo que lo impresiona y en el templo un cuadro que le parece admirable, y cuando oye tocar

    y cantar una misa que lo encanta, no preguntar por el nombre del arquitecto, del pintor o del

    compositor, sino que alabar lo que le parece digno de alabanza; a lo ms desear saber quin

    financi la construccin del templo, quin do n el cuadro para el altar y quines estn tocando y

    cantando en el coro. Y de la misma manera se comportar con respecto a sus propias canciones.

    Tal vez ha escuchado personalmente una improvisacin y conoce al improvisador, recuerda la

    letra y la meloda de la cancin, y ayuda a propagarla con su propio canto; pero la cancin mism a

    le interesa a l y a sus oyentes ms que el coplero. La signatura que lleva la cancin es el lugar y

    la regin de su origen, o cualquier otro signo exterior y fortuito, ms que el nombre de una

    person a" (Otakar Hostinsky, Cesk svtsk pis en lidov [La cancin s ecu lar folcl rica checa]

    [Praha, 1906] 23). Este pasaje dice que al campesino no le interesa la personalidad del autor, sino

    la obra. Si su atencin se dirige a una persona, es ms bien a uno de los receptores el que

    mand construir el templo, el que don el cuadro, el que toca y canta. Todava ms claramente

    caracteriza este inters por el receptoro por el receptor que reproduce la obra Frantisek

    Bartos: "El pueblo slo conoca a los buenos cantantes, sin preguntar por los poetas. Cuantas

    ms cancion es nuev as saba el cantante, tanto ms lo apreciaban; pero nadie pregun taba de d nde

    las haba tomado, pensando simplemente que se las haba escuchado a alguien, de la misma

    manera que ellos se las estaban escuchando por primera vez a l" (N. Melnikov-Papouskov,

    Pu