joaquín m machado de asís - esaú y jacob

304
IMPRIMIR ESAÚ Y JACOB MACHADO DE ASÍS

Upload: natalia-fernandez

Post on 25-Nov-2015

118 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • IMPRIMIR

    ESA Y JACOB

    MACHADO DE ASS

  • 2Editado por

    elaleph.com

    2000 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    3

    ADVERTENCIA

    Cuando falleci el consejero Ayres hallronse en su escritorio sietecuadernos manuscritos, slidamente encuadernados en cartn. Los seisprimeros tenan su nmero de orden, en cifras romanas -I, II, III, IV,V, VI, -escritos con tinta roja. El sptimo llevaba el ttulo: Ultimo.

    La causa de esta designacin especial no se comprendi entonces,ni se ha comprendido despus. S, era el ltimo de los siete cuadernos,con la particularidad de que era tambin el ms grueso; pero no for-maba parte del Memorial, diario de recuerdos que desde muchos aosescriba el consejero, y que constitua el asunto de los otros seis. Notena el mismo orden de fechas, con la indicacin de la hora y el mi-nuto. Era una narracin, y aunque en ella figurara el mismo Ayres,con su nombre y ttulo de consejero, y como alusin algunas aventuras,no dejaba por eso de ser ajena al asunto de los seis cuadernos. Ultimo,por qu?

    La hiptesis de que el deseo del difunto fuese imprimir dicho cua-derno a continuacin de los otros, no es natural, salvo que quisieraobligar a la lectura de los seis en que trataba de l antes de que se co-nociese esta otra historia, escrita con un pensamiento interior y nico atravs de sus diversas pginas. En tal caso, hablara la vanidad delhombre; pero la vanidad no figuraba entre sus defectos. Y aun cuandofigurara, vala la pena satisfacerla? Ayres no represent papel emi-nente en este mundo; recorri la carrera diplomtica, y luego se retir.En los ocios del oficio escribi el Memorial que, podado de las pginasmuertas u obscuras, apenas bastara (y quiz baste) para matar eltiempo en el viaje a Petrpolis.

    Tal es el motivo de que slo se publique la narracin. En cuanto alttulo, recordronse varios que podran resumir el asunto: Ab ovo, por

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    4

    ejemplo, a pesar del latn. Pero triunf la idea de darles estos dosnombres que el mismo Ayres cit una vez:

    ESA Y JACOB.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    5

    ESA Y JACOB

    Dico, che quando l'anima mal nata...DANTE.

    I

    Cosas futuras!

    Era la primera vez que ambas iban al cerro del Castillo. Comenza-ron a subir por el lado de la calle del Carmen. Hay en Ro Janeiro mu-cha gente que no ha ido nunca, mucha habr muerto, mucha nacersin poner nunca los pies all. No todos pueden decir que conocen unaciudad entera. Un viejo ingls que, sin embargo, era infatigable viaje-ro, confesme ha muchos aos en Londres que de Londres slo cono-ca bien su club, y que era cuanto necesitaba conocer de la metrpoli ydel mundo.

    Natividad y Perpetua conocan otros sitios fuera de Botafogo; peropor mucho que oyeran hablar de l y de la indiecita que all reinaba en1871, el cerro del Castillo era para ellas tan extrao y lejano como elclub. Lo spero, lo desigual, lo mal pavimentado de la cuesta, mortifi-caba los pies de las damas. No obstante, seguan subiendo, como porpenitencia, despacito, con los ojos en el suelo y el velo echado a lacara. La maana provocaba cierto movimiento: hombres, mujeres,nios que bajaban o suban, lavanderas y soldados, uno que otro em-pleado, uno que otro comerciante, uno que otro sacerdote, las mirabansorprendidos aunque vistieran con mucha sencillez: hay un donaireque no se pierde y que no era comn en aquellas alturas. La mismalentitud del andar, comparada con la rapidez de los otras, haca sospe-char que iban all por primera vez.

    Una criolla dijo un sargento:

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    6

    -Ya ver cmo van a casa de la india!Y ambos se detuvieron a cierta distancia, invadidos por el invenci-

    ble deseo de conocer vidas ajenas, que constituye muchas veces toda lanecesidad humana.

    Las dos seoras buscaban, en efecto, disimuladamente, el nmerode la casa de la india. Por fin lo encontraron. La casa estaba, como lasdems, trepada en el cerro. Subase a ella por una escalerilla estrecha,sombra, adecuada a la aventura. Quisieron entrar de prisa; pero tro-pezaron con dos sujetos que salan, y tuvieron que pegarse al portal.Uno de ellos les pregunt familiarmente si iban a consultar a la adivi-na.

    -Pierden el tiempo -agreg furioso, -y van a or muchos disparates.-Mentira! -corrigi el otro, riendo. -La india sabe perfectamente

    dnde tiene las narices.Las damas vacilaron un tanto; pero luego calcularon que las pala-

    bras del primero eran segura seal de la clarividencia y la franquezade la adivina: todos no pueden tener la misma suerte. La de los hijitosde Natividad poda ser desgraciada, y en ese caso... Mientras medita-ban pas un cartero, que las hizo subir ms de prisa, para escapar aotras miradas. Tenan fe; pero tambin tenan vergenza del qu di-rn, como un devoto que se persignase a escondidas.

    Un indio viejo, padre de la adivina, las condujo a la sala. Esta erasencilla, de paredes desnudas, sin nada que evocase misterio, ni infun-diese pavor, adorno simblico, animal disecado, esqueleto ni dibujo demiembros enfermos. Cuando mucho, una imagen de la Concepcinpegada a la pared poda recordar un misterio, aunque estuviese moho-sa y destrozada; pero no daba miedo. Sobre una silla, una guitarra.

    -Mi hija viene en seguida -dijo el viejo. -Cmo se llaman las se-oras?

    Natividad dio su primer nombre solamente -Mara, -como un veloan ms espeso que el de la cara, y recibi una tarjeta , porque ellasola consultaba el nmero 1012. No hay que asustarse de la cifra: laclientela era numerosa y parta de muchos meses atrs. Tampoco hay

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    7

    que hablar de la costumbre, que es vieja, viejsima. Vuelve a leer aEsquilo, amigo mo, vuelve a leer Eumnides, y all vers a la Pitiallamando a los que iban a consultarla:

    -Si hay aqu Helenos, vengan, acrquense, como es uso, en el or-den determinado por la suerte...

    La suerte antiguamente, la numeracin ahora; todo es que la ver-dad se ajuste a la prioridad, y que, nadie pierda su turno en la audien-cia. Natividad guard la tarjeta, y ambas se acercaron a la ventana.

    A decir verdad, no dejaban de tener su poquito de miedo, Perpetuamenos que Natividad. La aventura parecales audaz, y posible algnpeligro. No describo sus ademanes: imagina que eran inquietos e in-coherentes. Ninguna deca nada. Natividad confes despus que sentaun nudo en la garganta. Por suerte la adivina no tard mucho; al cabode tres o cuatro minutos el padre la introdujo de la mano, levantandola cortina del fondo.

    -Entra, Brbara.Brbara entr, mientras su padre tomaba la guitarra y se iba al co-

    rredor de piedra. Era una muchachita leve y breve, de saya bordada ychinelas en los pies. No poda negrsele un cuerpo airoso. Los cabe-llos, atados en lo alto de la cabeza con un pedazo de cinta aceitosa,formbanle un solideo natural cuya borla supla un ramito de ruda. Yaen esto hay algo de sacerdotisa. El misterio estaba en los ojos. Estoseran opacos, no siempre ni tanto que no fuesen tambin lcidos y pe-netrantes, y en este ltimo estado eran hermosos tambin; tan hermo-sos y tan penetrantes, que entraban por el cuerpo abajo, revolvan elcorazn y salan otra vez, prontos para una nueva entrada y otro re-voltijo. No te miento al decir que ambas seoras sintieron cierta fasci-nacin. Brbara las interrog; Natividad dijo a lo que iba, y le entreglos retratos y los cabellos de sus hijitos, cosa que bastaba, segn ledijeran.

    -S, basta -confirm Brbara. -Son hijos suyos estos nios?-S.-Los dos tienen la misma cara.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    8

    -Son gemelos. Nacieron hace poco ms de un ao.-Sintense ustedes.Natividad dijo muy quedo a su compaera que "la muchacha era

    simptica"; pero no tan quedo que sta no pudiese orla tambin, y aunpuede ser que, temerosa de la prediccin, lo hiciese de intento por ob-tener un buen destino para sus hijos. La indiecita fue a sentarse a unamesa redonda que se hallaba en el centro de la habitacin, vuelta haciaellas. Psose delante los retratos y los cabellos. Mir alternativamentea stos y a la madre, hizo algunas preguntas y luego se qued contem-plando retratos y cabellos con la boca abierta y las cejas juntas. Cus-tame decir que encendi un cigarro; pero lo digo porque es la verdad yporque el humo concuerda con el oficio. Afuera, el padre rozaba lascuerdas de la guitarra, murmurando una cancin de los bosques delNorte:

    Nia de la saya blancaque saltas los arroyuelos

    Mientras iba subiendo el humo del cigarro, la cara de la adivinacambiaba de expresin, ya sombra, ya radiosa, ora interrogante, oraexplicativa. Brbara se inclinaba hacia los retratos, oprima un rizo encada mano, y los miraba, los ola, los escuchaba, sin la afectacin quequiz halles en estas lneas. Esos ademanes no podran contarse connaturalidad.

    Natividad no le quitaba los ojos, como s quisiera leer en su inte-rior. Y no sin espanto oyle preguntar si los nios haban luchado an-tes de nacer.

    -Luchado?-Luchado, s, seora.-Antes de nacer?-S, seora. Pregunto si no lucharon en el vientre de la madre.

    Recuerda usted?

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    9

    Natividad, cuyo embarazo no fue tranquilo, contest que, efecti-vamente, haba sentido movimientos extraordinarios, repetidos, y do-lores e insomnios... Pero qu significaba aquello? Por qu haban deluchar? La indiecilla no contest. Levantse poco despus y anduvoalrededor de la mesa, lentamente, como una sonmbula con los ojosabiertos y fijos; despus volvi a repetir sus miradas entre la madre ylos retratos. Estaba ms agitada y respiraba fuerte. Toda ella entera;cara y brazos, hombros y piernas, era poca para arrancar la palabra alDestino. Por fin se detuvo, sentse desfallecida, luego se levant de unsalto y se acerc a las damas, tan radiosa, con los ojos tan vivos y cli-dos, que la madre qued pendiente de ellos, y sin poderse contener, letom las manos y le pregunt ansiosa:

    -Diga, hable usted1 Estoy pronta a orlo todo!Brbara, llena de sentimientos y sonrisas, lanz un suspiro de sa-

    tisfaccin. Parece que la primera palabra le lleg hasta la boca, peroretrocedi al corazn, virgen de sus propios labios y de ajenos odos.Natividad la suplic que contestara, que se lo dijera todo, sin reticen-cias...

    .-Cosas futuras! -murmur por ltimo la indiecita.-Pero cosas feas?-Oh, no, no! Cosas lindas, cosas futuras!-Pero eso no basta; dgame lo dems. Esta seora es mi hermana, y

    muy discreta; pero si debe marcharse lo har. Yo me quedo; dgameloa m sola... Sern felices?

    -S.-Sern grandes?-Sern grandes, oh!, muy grandes Dios ha de darles muchas mer-

    cedes. Han de subir, subir, subir... Lucharon en el vientre de la madre,y eso qu tiene? Aqu, en el mundo, tambin se lucha. Sus hijos serngloriosos; yo s lo que le digo! En cuanto a la clase de gloria... cosasfuturas!

    La voz del indio viejo continuaba la cancin del Norte:

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    10

    tira los cocos abajotrepada en ese coquero.

    Y como la hija no tena ms que decir, ni saba qu explicar, se-gua con las caderas el ritmo del cantar que repeta el viejo:

    Nia de la saya blancaque saltas loo arroyuelos,

    tira los cocos abajotrepada en ese coquero.

    Me los debes tirar,mas sin trepar;

    dndome en la cabezala partirs;y he de rer,

    me ha de gustarverte el coco tirar.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    11

    II

    Mejor para bajar que para subir

    Todos los orculos son obscuros, pero se entienden. Natividadacab por entender a la indiesilla, aunque no le oyera nada ms; bas-tle saber que las colas futuras seran lindas, y sus hijos grandes y glo-riosos, para ponerse alegre y sacar del bolsillo un billete de cincuentamil reis. Era cinco veces el precio acostumbrado, y vala tanto o msque las ricas ddivas de Creso o la Pitia. Recogi los retratos y el ca-bello, y ambas salieron, mientras la adivina se marchaba adentro, a laespera de otros. Ya haba algunos clientes a la puerta, con su nmerode orden, y las seoras bajaron rpidamente, ocultando el rostro.

    Perpetua comparta el contento de su hermana; las piedras tam-bin, lo mismo que la muralla del lado del mar, las camisas colgadasen los balcones, las cscaras de banana del suelo. Los zapatos de unhermano de las nimas que iba a doblar la esquina de la calle Miseri-cordia para tomar la de San Jos, parecan rer de alegra, cuando laverdad es que geman de cansancio. Natividad estaba tan fuera de s,que, al orle pedir "para la misa de las nimas!", sac del bolsillo unbillete de dos mil reis, nuevo en hoja, y se lo ech en el platillo. Lahermana le observ el error; pero no era error: era para las nimas delpurgatorio.

    Y siguieron rpidamente hacia el cup que las aguardaba en el es-pacio que queda entre la iglesia de San Jos y la Cmara de los Dipu-tados. No haban querido que el carruaje las llevara hasta el pie de lacuesta, para que el cochero y el lacayo no sospechasen la consulta.Todo el mundo hablaba en ese tiempo de la adivina del Castillo; era eltema de la ciudad; se le atribua un poder infinito, una serie de mila-gros, suertes, hallazgos, casamientos. Si las descubriesen estaran per-didas, aunque no fueran las nicas damas que fuesen all. Al verlas

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    12

    dando limosna al hermano de las nimas, el lacayo subi al pescante,el cochero arre los caballos, el carruaje fue a buscarlas, y en seguidase encamin a Botafogo.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    13

    III

    La limosna de la felicidad

    -Dios se lo pague, mi devota seora! -exclam el hermano de lasnimas al ver caer el billete sobre dos monedas de nquel y algunasantiguas de cobre. -Dios le d todas las felicidades del cielo y de latierra, y que las benditas nimas del purgatorio pidan a Mara Sant-sima que las recomiende a su bendito hijo!

    Cuando la suerte re, toda la naturaleza re, y el corazn re comotodo lo dems. Tal fue la explicacin que, con otras palabras menosfilosficas, dio el hermano de las nimas a los dos mil reis. La sospe-cha de que el billete fuese falso no lleg a tomar cuerpo en el cerebrode aqul; fue slo una fugitiva alucinacin. Comprendi que las seo-ras eran felices, y como acostumbraba a pensar en voz alta, dijo gui-ando un ojo, mientras suban al carruaje:

    -Esas dos han visto el pajarito verde, de seguro!Sin rodeos, supuso que volvan de alguna aventura amorosa, y lo

    dedujo de tres hechos que estoy obligado a ensartar aqu para no dejara este hombre bajo la sospecha de calumniador gratuito. El primerofue la alegra que revelaban; el segundo, el monto de la limosna, y eltercero, el carruaje que las aguardaba en un rincn, cual si quisieranocultar al cochero el punto de cita. No saques en consecuencia quehubiera sido cochero alguna vez, y que anduviese conduciendo mozasantes de servir a las nimas. Tampoco creas que fuese antes rico yadltero, y de mano abierta al decir adis a sus amigos. Ni cet excsd'honneur, ni cette indignit. Era un pobre diablo, sin otro oficio quela devocin.

    Adems no hubiera tenido tiempo: contaba apenas veintisieteaos.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    14

    Al pasar el carruaje salud a las seoras. Despus se qued miran-do el billete, tan fresco, tan valioso, billete que las nimas nunca vie-ron salir de sus manos. Fue subiendo por la calle San Jos. Ya no tenaganas de pedir; el billete se converta en oro, y la idea de que fuesefalso volvi a su cerebro, pero con mas insistencia, hasta que se claven l por algunos instantes. Si fuese falso...

    -Para la misa de las nimas! -gimi a la puerta de un mercadito, yle dieron un vintn, un vintn sucio y triste, frente al billete, tan nue-vecito que pareca salir de la imprenta.

    Segua una casa de altos. Entr, subi, pidi, dironle dos vinte-nes, el doble de la otra moneda, por el valor y el cardenillo.

    Y el billete siempre limpio: dos mil reis que parecan veinte mil.No, no era falso. En el zagun lo tom, lo mir bien: era legtimo. Depronto oy abrir una puerta, arriba, y un paso rpido. El, ms rpidoan, estruj el billete y se lo meti en la faltriquera de los pantalones;quedronse solos los vintenes mohosos y tristes, el bolo de la viuda.Sali, fue al primer escritorio, a la primera tienda, a la primera casa,pidiendo lastimosamente:

    -Para la misa de las nimas!En la iglesia, al quitarse la sotana, despus de entregar el platillo

    al sacristn, oy una voz dbil, cual de almas lejanas, que le pregunta-ba si los dos mil reis...

    -Los dos mil reis -deca otra voz menos dbil -eran naturalmentesuyos, porque, en primer lugar, l tambin tena alma, y en segundolugar, nunca haba recibido limosna tan grande. El que quiere dartanto como eso, va a la iglesia o compra un cirio, pero no pone un bi-llete en el platillo de las pequeas limosnas.

    Si miento, no es con intencin. A la verdad, las palabras no salie-ron as articuladas y claras, ni las dbiles, ni las menos dbiles. Todasproducan un zumbido en las orejas de la conciencia. Las he traducidoa la lengua hablada para que me entiendan los que me leen; no s c-mo podra trasladar al papel un rumor sordo y otro menos sordo, si-

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    15

    guindose ambos, confusos, hasta el fin, hasta que el segundo quedsolo:

    -No quito a nadie el billete... La seora lo puso en el platillo consu propia mano... Ella tambin tiene alma.

    En la puerta de la sacrista que daba a la calle, al dejar caer lacortina azul obscuro, ribeteada de amarillo, ya no oy nada ms. Vioun mendigo que le tenda el sombrero, roto y grasiento; meti lenta-mente la mano en el bolsillo del chaleco, tambin roto, y encontr unamonedita de cobre que ech en el sombrero del mendigo, rpido, aescondidas, como lo manda el Evangelio. Eran dos vintenas; le queda-ban mil novecientos noventa y ocho reis. Y como saliera apresurada-mente, el mendigo le envi, desde atrs, estas palabras deagradecimiento, semejantes a las suyas.

    -Dios se lo pague, seor, y le d...

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    16

    IV

    La misa del cup.

    Natividad iba pensando en la mulata del Castillo, en la prediccinde grandeza y en la noticia de la lucha. Volva a recordar que, enefecto, el embarazo no fue tranquilo; pero solo se le quedaba la predic-cin de la gloria y la grandeza. La lucha ya pas, si es que la hubo; elfuturo, si, eso era lo principal. No fue por la playa de Santa Luca.Frente a Lapa, interrog a su hermana acerca de lo que pensaba de laadivina. Perpetua contest que pensaba bien, que le crea, y ambasconvinieron en que pareca hablar de sus propios hijos, tal era su entu-siasmo. Perpetua volvi a reprenderla por los cincuenta mil reis que lehaba dado: bastaba con veinte.

    -Hice bien! Figrate! cosas futuras!-Qu cosas sern!-No lo s: futuras.Otra vez se sumergieron en el silencio. Al entrar en Cattete, Nati-

    vidad record la maana en que pas por all, en aquel mismo cup,revel su embarazo al marido. Volvan de una misa de difuntos en laiglesia de Santo Domingo...

    "En la iglesia de Santo Domingo se dir hoy una misa por el almade Juan Mello, fallecido en Maric."

    Tal fue el anuncio que, hoy todava, puedes leer en algunos peri-dicos de 1869. No determino el da, pero fue en Agosto. El anuncio eraverdad: fue eso mismo, sin nada ms, ni el nombre de la persona opersonas que invitaban a la misa, ni la hora, ni la invitacin. No sedijo siquiera que el difunto era escribano, oficio que solo perdi con lamuerte. En fin, hasta parece que le rebajaron un nombre: se llamaba,si estoy bien informado, Juan de Mello y Barros.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    17

    Como no se saba quin mandaba decir la misa, nadie concurri.La iglesia escogida dio menos importancia aun al acto, no era vistosa,ni buscada, sino vieja, sin adornos ni gente, metida en el rincn de unaplazuela, propia para la misa recndita y annima.

    A las ocho detvose un cup a la puerta. Baj un seor, y dio lamano a una seora; la seora baj y tom el brazo del seor; ambosatravesaron el atrio y entraron a la iglesia. En la sacrista reinaba lasorpresa. El alma que a tales sitios atraa un carruaje de lujo, caballosde raza y dos personas tan finas, no poda ser como las dems almasque se recomendaban all. La misa fue oda sin psames ni lgrimas.Cuando termin, el seor pas a la sacrista a dar su ofrenda. El sa-cristn, acariciando en el bolsillo el billete de diez mil res que recibi,consider que ste demostraba la sublimidad del difunto; pero de qudifunto se trataba? Lo mismo pensara el cepillo de las nimas- si pen-sase,- cuando el guante de la dama dej caer dentro de l una monedade plata. Ya entonces haba en la iglesia media docena de muchachosharapientos, y afuera algunas personas aguardando a las puertas y enel atrio. El seor, al llegar a la puerta, pase los ojos, aunque vaga-mente, y vio que era objeto de la curiosidad. La seora tena los suyosfijos en el suelo. Ambos subieron al carruaje con el mismo ademn, ellacayo cerr la portezuela y partieron.

    Los vecinos no hablaron de otra cosa aquel da y los siguientes.Ellos y el sacristn recordaban orgullosamente el cup. Aquella era lamisa del cup. Otras misas fueron llegando, todas a pie, algunas conlos zapatos rotos, no pocas descalzas, con capas radas, pantalonesastrosos, misas de zaraza el domingo, misas de tamangos. Todo volvia la costumbre, pero la misa del cup vivi en las memorias durantemuchos meses. Por ltimo no se habl ms de ella; se olvid como unbaile.

    Pues el cup era este mismo. La misa fue mandada decir por el se-or Agustn Jos de Santos, y el difunto era su pariente, aunque pobre;tambin el naci en Maric. Cuando lleg a Ro de janeiro, con motivode la flebre de las acciones (1855), dicen que revel grandes faculta-

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    18

    des para ganar dinero rpidamente. Gan en seguida mucho, y lo hizoperder a otros. Se cas en 1859 con esta Natividad, que andaba enton-ces en los veinte aos, y no tena dinero; pero era bella y l la amabaapasionadamente. La fortuna lo bendijo con la riqueza. Aos despustenan una gran casa, carruaje, caballos y relaciones nuevas y distin-guidas.

    De los dos parientes pobres de Natividad, el padre muri en 1866;quedbale la hermana.

    Santos tena en Maric algunos deudos a quienes nunca envi di-nero, sea por avaricia, sea por habilidad. Avaricia no creo: gastabagenerosamente y daba muchas limosnas. Sera habilidad: as les quita-ba las ganas de ir a pedirle ms.

    No le vali esto con Juan de Mello, que un da se le apareci pi-dindole empleo. Quera ser, como l, director de Banco. Santos lebusc apresuradamente un puesto de escribano civil en Maric, y lodespach con los mejores consejos del mundo.

    Juan de Mello se retir con su escribana, y segn dicen, con unagran pasin. Natividad era la mujer ms hermosa de aquel tiempo. Alfinal, y ya con sus cabellos casi sexagenarios, todava haca creer latradicin.

    Juan de Mello se qued hechizado en cuanto la vio; Natividad locomprendi as, y se condujo bien. No le arrug el ceo, es verdad;pero as era ms hermosa que enfadada, tampoco le cerr los ojos, queeran negros y ardientes. Slo le cerr el corazn, un corazn que debaamar como ningn otro, segn lo que pens Juan de Mello, una nocheque la vi descotada en un baile. Sinti el impulso de apoderarse deella, bajar, volar, perderse juntos...

    Y en lugar de esto, una escribana en Maric: era un abismo! Ca-y en l; tres das despus sali de Ro de Janeiro para no volver. Enun principio escribi muchas cartas a su pariente, con la esperanza deque ella las leyera tambin y comprendiese que le dedicaba algunaspalabras. Pero Santos no le contest, y el tiempo y la ausencia acaba-

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    19

    ron por convertir a Juan de Mello en un excelente escribano. Muri deuna neumona

    Que el objeto de la moneda de plata de Natividad echada en el ce-pillo de las nimas fuese pagar la adoracin del difunto, no digo que sini que no; me faltan detalles. Pero puede que s, por que esta seora noera menos agradecida que honesta. En cuanto a la generosidad delmarido, no olvides que el pariente estaba difunto, y que el difunto eraun pariente menos.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    20

    V

    Hay contradicciones explicables.

    No me preguntes la causa de tanto retraimiento en el anuncio y lamisa, y tanta publicidad en el carruaje, lacayo y librea. Hay contradic-ciones explicables. Un buen autor que inventase su historia o apreciarala lgica aparente de los acontecimientos, conducira a la pareja San-tos a pie, o en coche de plaza o de alquiler; pero yo, amigo mo, yo scmo pasaron las cosas, y las refiero tales como son. Cuando mucholas explico, con la condicin de que no se haga costumbre. Las expli-caciones comen tiempo y papel, retardan la accin y acaban por fasti-diar. Lo mejor es leer con atencin.

    En cuanto a la contradiccin de que aqu se trata, hay que tener encuenta que en aquel rincn de una modesta plazuela no tropezaran,con ningn conocido, mientras gozaran de la admiracin del barrio;tal fue la reflexin de Santos, si es que puede darse este nombre almovimiento interno que impulsa a la gente a hacer ms bien una cosaque otra. Queda la misa; en cuanto a la misa, bastase con que la supie-sen en el cielo y en Maric. Para ser exacto, se vistieron para el cielo.El lujo de la pareja atemperaba la pobreza de la oracin; era una espe-cie de homenaje al finado. Si el alma de Juan de Mello los viese desdeall arriba, haba de alegrarse del inters con que fueron a rezar por unpobre escribano. No soy yo solo quien lo dice; Santos lo pens tam-bin.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    21

    VI

    Maternidad

    Al principio permanecieron callados; Natividad, cuando mucho, sequej de la iglesia en que se haba ensuciado el vestido.

    -Vengo llena de pulgas -continu;- por qu no fuimos a SanFrancisco de Paula, o a Gloria, que estn ms cerca y son ms limpias!

    Santos cambi de conversacin, y habl de las calles mal pavi-mentadas, que hacan dar barquinazos al carruaje. Seguramente seiban a romper los elsticos.

    Natividad no contest, sumergise en el silencio, como en otro ca-ptulo de veinte meses despus, cuando regresaba del Castillo con lahermana. Sus ojos no tenan el puntito de resplandor que tendran en-tonces; iban inmviles y sombros, como esa maana y la vspera.Santos, que ya haba reparado en ello, la pregunt lo que tena; no ssi Natividad le contest de palabra; si dijo alguna, fue tan breve y sor-da, que se perdi completamente. Quiz no pasase de un simple mo-vimiento de los ojos, de un suspiro o cosa as. Fuese como fuese,cuando el cup lleg a la mitad de Cattete, ambos llevaban las manosunidas, y la expresin de sus rostros era la de los bienaventurados. Nose acordaban siquiera de la gente de las calles, quiz no se acordarande ellos mismos.

    No ha de costarte mucho oh, lector comprender la causa deaquella expresin y de aquellos dedos entrelazados. Ya la dejo dichams atrs, y cuando quiz fuera mejor que la adivinases; pero, proba-blemente, no la adivinaras; no porque tengas el entendimiento corto yobscuro, sino porque el hombre se diferencia del hombre, y t quizstuvieras la misma expresin, simplemente al saber que ibas a bailar elsbado. Santos no bailaba; prefera los naipes como distraccin. La

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    22

    causa en cuestin, era virtuosa, como sabes: Natividad estaba en cintay acababa de decrselo al marido.

    A los treinta aos, no era temprano ni tarde: era imprevisto. San-tos sinti ms que ella el placer de la nueva vida. Realizbase el en-sueo de diez aos: una criatura sacada del muslo de Abraham, comodecan aquellos buenos judos que la gente quem ms tarde, y queahora presta generosamente su dinero a las compaas y las naciones.Piden inters por l, pero los hebrismos son dados gratuitamente. Elanterior es uno de stos. Santos, que slo conoca la parte de los prs-tamos, senta inconscientemente la del hebrismo, y se regocijaba conella. La emocin le ataba la lengua. Las miradas que diriga a su es-posa, y que la envolvan, eran de patriarca, la sonrisa pareca derramarluz sobre la persona amada, bendita, hermosa entre las hermosas.

    Natividad no fue inmediatamente as; slo poco a poco fue siendovencida, y adquiriendo la expresin de la esperanza y de la materni-dad. En los primeros das, los sntomas desconcertaron a nuestra ami-ga. Duro es decirlo, pero es la verdad. All se iban los bailes y lasfiestas, all se iban la libertad y el ocio. Natividad estaba ya en lo altode la rueda del tiempo; acab de entrar en ella con tal arte, que parecahaber nacido all. Cartebase con grandes seoras, era ntima de mu-chas, tuteaba a algunas. No tena solamente la casa de Botafogo, sinotambin otra en Petrpolis; y no solo carruaje, sino tambin palco en elTeatro Lrico, sin contar los bailes del Casino Fluminense, los de susamigas y los suyos; todo el repertorio, en suma, de la vida elegante. Lanombraban los peridicos; perteneca a esa docena de nombres plane-tarios que figuran en medio de la plete de las estrellas. El marido eracapitalista y director de un banco.

    En medio de todo esto, a qu vena una criatura a deformarla du-rante meses enteros, obligarla a retirarse temprano, robarle sus noches,hacerla sufrir de los dientes y lo dems! Tal fue la primera sensacinde la madre, y su primer impulso fue destruir el grmen. Sinti rabiacontra su marido. La segunda sensacin fue mejor. La maternidad, quellegaba en mitad del da, era como una aurora nueva y fresca. Nativi-

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    23

    dad vio la figura de su hijo o de su hija, saltando en el csped del jar-dn o en el regazo de la doncella, con tres aos de edad, y aquel cuadrodara a sus treinta y cuatro de entonces, un aspecto de poco ms deveinte...

    Esto la reconcili con el marido. No exagero; tampoco quieroperjudicar a esta seora. Algunas tendran miedo, la mayor parteamor. La conclusin es que, por una u otra puerta, amor o vaninad, loque es embrin, quiere entrar en la vida. Cesar o Juan Fernndez, todoes vivir, asegurar la dinasta, y marcharse del mundo lo ms tarde po-sible.

    La pareja iba callada. Al desembocar en la playa de Botafogo, laensenada les produjo la satisfaccin de costumbre. A la distancia des-cubrase la casa, magnfica; Santos deleitse al verla, mirse en ella,creci con ella, subi por ella. La estatuita de Narciso, puesta en mediodel jardn, sonriles a la entrada; la arena se convirti en csped; dosgolondrinas cruzaron por arriba del surtidor, imitando en el aire laalegra de ambos. La misma ceremonia a la bajada. Santos se detuvotodava unos instantes para ver cmo giraba el cup, sala y volva a lacochera; despus sigui a su mujer que entraba ya en el zagun.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    24

    VII

    Gestacin.

    Arriba los aguardaba Perpetua, aquella hermana de Natividad quela acompa al Castillo, y luego en el carruaje, donde las dej pararelatar los antecedentes de los nios.

    -Y haba mucha gente?-No, nadie: pulgas.Perpetua tampoco entenda la eleccin de la Iglesia. En cuanto a

    concurrencia, siempre le pareci que sera poca o nula; pero el cuadoentraba y se call lo dems. Era persona circunspecta, y que no se per-da por un ademn o un dicho importuno. Pero fuele imposible callarsu sorpresa cuando vio que su cuado entraba y daba a su mujer unabrazo largo y tierno, sellado con un beso.

    -Qu pasa? -pregunt asustada.Sin reparar en el rubor de su mujer, Santos dio otro abrazo a la

    cuada, y tambin le hubiera dado un beso, a no retroceder ella atiempo y con fuerza.

    -Pero, qu es eso! Se ha sacado la grande de Espaa?-No, es algo mejor: gente nueva!Santos conservaba algunos ademanes y maneras de hablar de los

    primeros aos, y tales que el lector no los llamar propiamente fami-liares; tampoco es preciso llamarle nada. Perpetua, que los quera,acab sonriendo y dndoles parabienes. Natividad los dej para ir amudarse. Santos, medio arrepentido de su expansin, se puso serio ycomenz a hablar de la misa y de la iglesia. Estuvo de acuerdo en queesta ltima era vetusta y estaba metida en un rincn, pero aleg razo-nes espirituales. Que la oracin era siempre oracin, donde quiera queel alma hablase a Dios. Que, en rigor, la misa no necesitaba de altar;el rito y el sacerdote bastaban para el sacrificio. Puede que estas razo-

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    25

    nes no fueran propiamente suyas sino odas a alguien, aprendidas sinesfuerzo y repetidas con conviccin. La cuada opin que s, con lacabeza. En seguida hablaron del pariente muerto, y convinieron piado-samente en que era un asno; -no dijeron la palabra, pero el total de lasapreciaciones iba a converger en ella, con el aditamento de honrado yhasta honradsimo.

    -Era una perla! -termin diciendo Santos.Esta fue la ltima palabra de la necrologa: paz a los muertos. De

    all en adelante se veng la soberana del nio que asomaba. En losprimeros tiempos no alteraron sus costumbres, y las visitas y los bailessiguieron como antes, hasta que Natividad fue encerrndose poco apoco en su casa. Las amigas iban a verla. Los amigos iban a visitarlos,o a jugar a los naipes con el marido.

    Natividad quera un hijo, Santos una hija, y cada cual abogaba porsu eleccin con tan buenas razones, que acabaron trocando los parece-res. Entonces, ella se quedaba con la hija, y la vesta con los mejoresencajes y batistas, mientras l pona una toga al joven abogado, dbaleun asiento en el Parlamento, otro en el Ministerio. Ensebale tam-bin, a enriquecerse rpidamente; y lo ayudaba comenzando por unalibreta en la Caja Econmica, desde el da que naciese hasta los vein-tin aos. Algunas veces, por la noche, cuando estaban solos, Santostomaba un lpiz y dibujaba la figura de su hijo con bigote, o se atrevaa disear una vaporosa joven.

    -Djate de esas cosas, Agustn -dijo la mujer una noche; -siemprehas de ser nio!

    Y poco despus, ella tambin dio en describir de palabra la figuradel hijo o la hija, y ambos elegan el color de los ojos, del cabello, latez, la estatura. Ya ves que ella tambin era una nia. La maternidadtiene incoherencias de esas; la felicidad tambin, y, por ltimo, la es-peranza, que es la niera del mundo.

    Lo perfecto sera que naciese una pareja, varn y mujer. As que-daran satisfechos los deseos del padre y de la madre. Santos pens enhacer una consulta espiritista a ese respecto. Comenzaba a estar ini-

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    26

    ciado en dicha religin, y tena la fe novicia y firme. Pero su mujer seopuso; si haba de consultarse a alguien, mejor era la mulatita delCastillo, la adivina clebre de la poca, que descubra las cosas perdi-das y predeca las futuras. Pero, por el momento, lo rechazaba tambinpor innecesario. A qu consultar sobre una duda que a los pocos me-ses estara aclarada? Respecto a la mulata, Santos opin que seraimitar la credulidad de la gente baja; pero su cuada le replic que no,y cit el caso reciente de una persona distinguida, un juez municipal,cuyo nombramiento fue anunciado por la mulata.

    -Quiz guste de la mulata el ministro de justicia, -objet Santos.Los dos se rieron del chiste, y as se cerr una vez el captulo de la

    adivina, para reabrirse ms tarde. Ahora dejemos que el nio se desa-rrolle, se agite y se estire como impaciente por nacer. A decir verdad,la madre padeci mucho durante la gestacin, y especialmente en lasltimas semanas. Crea tener un general que iniciaba la campaa de lavida, a no ser que fuese una pareja que aprenda a odiar desde la vspe-ra...

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    27

    VIII

    Ni pareja ni general.

    Ni pareja ni general. El da 7 de Abril de 1870, vio la luz un parde varones tan iguales que parecan uno la imagen del otro, o simple-mente la impresin de ojos que vieran doble.

    Todo lo esperaban, menos los dos gemelos, y no por ser grande lasorpresa fue menos el amor. Esto se comprende sin necesidad de in-sistir, como se comprende que la madre diera a sus dos hijos aquel panentero y dividido del poeta; yo agregar que el padre haca lo mismo.Los primeros tiempos vivi contemplando a los nios, comparndolos,midindolos, pesndolos. Tenan el mismo peso, y crecan en igualmedida. El cambio iba producindose por el mismo tenor. Linda lacara, los cabellos castaos, los dedos finos y tales que, cruzados los dela mano derecha del uno con los de la izquierda del otro, no se sospe-chaba que fuesen de dos personas. Llegaron a tener distinto carcter,pero entonces hacan las mismas demostraciones. Comenzaron a son-rer el mismo da. El mismo da los vio bautizar.

    Antes de que nacieran, se haba convenido en darles el mismonombre del padre o de la madre, segn el sexo. Como eran dos varo-nes, y como no existe la forma masculina del nombre materno, el pa-dre no quiso que figurase solo el suyo, y se pusieron a caza de otros.La madre propona nombres franceses o ingleses, de acuerdo con lasnovelas que lea. Algunas rusas, de moda entonces, le sugirieron nom-bres eslavos. El padre aceptaba unos y otros, pero consultaba a tercerosy nunca daba con la opinin definitiva. Generalmente, los consultadosproponan otro nombre que no era aceptado en la casa. Tambin apa-reci la antigua nomenclatura lusitana, pero sin mejor suerte.

    Un da, Perpetua, estando en misa, rez el Credo, llamronle laatencin las palabras "...los santos apstoles San Pedro y San Pablo",

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    28

    y apenas pudo terminar la oracin. Haba descubierto los nombres;eran sencillos y gemelos. Los padres convinieron con ella, y la discu-sin termin.

    La alegra de Perpetua fue casi tan grande como la del padre y lamadre, si no mayor. Mayor no fue, ni tan profunda, pero s grande yrpida. El hallazgo de los nombres, casi equivala a haber tenido losnios. Viuda, sin hijos, no se consideraba incapaz de tenerlos, y ya eraalgo darles nombre. Tena cinco o seis aos ms que su hermana. Sehaba casado con un teniente de artillera que muri de capitn en laguerra del Paraguay. Era ms bien baja que alta, y gruesa, al revs deNatividad que, sin ser flaca, no tena las mismas carnes, y era alta yderecha. Las dos vendan salud.

    -Pedro y Pablo -dijo Perpetua a la hermana y al cuado; -cuandorec estos nombres sent algo en el corazn...

    -Sers madrina de uno, -djole la hermana.Los nios que se distinguan por medio de una cinta de color, reci-

    bieron medallas de oro, una con la imagen de San Pedro, otra con lade San Pablo. La confusin no ces en seguida, sino ms tarde, lenta yescasamente, continuando la semejanza tal que los mismos que esta-ban advertidos se equivocaban muchas veces o siempre. La madre fuequien no necesit de grandes seales exteriores para saber quineseran aquellos dos pedazos de ella misma. Las amas, a pesar de que losdistinguieran entre s, no dejaban de quererse mal una a otra, a causade la semejanza de sus "hijos de leche". Cada cual afirmaba que elsuyo era el ms lindo. Natividad estaba de acuerdo con ambas.

    Pedro sera mdico, Pablo abogado; tal fue la primera eleccin deprofesiones. Pero despus cambiaron de carrera. Tambin pensaron endedicar a uno de ellos a la ingeniera. La marina sonrea a la madre,por la distincin especial de la escuela. Slo tena el inconveniente delprimer viaje largo; pero Natividad pens en buscar recomendacionespara el ministro. Santos hablaba de hacer banquero a uno o a los dos.As pasaban las horas de ocio. Los ntimos entraban en los proyectos.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    29

    Hubo quien los hiciese ministros, directores de rentas, obispos, carde-nales...

    -No pido tanto, -deca el padre.Natividad no deca nada delante de extraos, apenas si sonrea,

    como si se tratase de los juegos de San Juan, tirar los dados y leer en ellibro de las suertes la que al nmero corresponda. No importa! en sufuero interno, codiciaba algn brillante destino para sus hijos. Crea deveras, esperaba, oraba por las noches, peda al cielo que los hicieragrandes hombres.

    Una de las amas, parece que la de Pedro, sintiendo aquellos anhe-los y conversaciones, pregunt a Natividad por que no iba a consultara la mulatita del castillo. Afirm que lo adivinaba todo, lo que era y loque tena que ser; saba el nmero de la suerte grande de la lotera,pero no deca cul era ni compraba billetes, para no despojar a los ele-gidos del Seor. Parece que era mandada por Dios.

    La otra ama confirm estas noticias, y agreg algunas nuevas. Co-noca personas que haban perdido y encontrado alhajas y esclavos. Lamisma polica, cuando no lograba prender a un criminal, iba al castilloa hablar con la mulata, y bajaba sabiendo su escondrijo; por eso no laechaba, como se lo pedan los envidiosos. Muchos no se embarcabansin antes subir al cerro. La mulata explicaba los sueos y los pensa-mientos, curaba de quebranto...

    A la hora de comer, Natividad repiti al marido lo que decan lasamas. Santos se encogi de hombros. Despus examin, rindose, lasabidura de la mulata; lo ms increble era que, sabiendo el premiogrande, no comprase billetes. Natividad observ que, en efecto, aquelloera difcil de explicar, -pero que quiz fuera invencin del pueblo.

    -On ne prete qu'aunx riches! -agreg riendo.El marido, que la vspera haba hablado al respecto con un funcio-

    nario, repiti las palabras de ste:-Mientras la polica no ponga coto al escndalo...El funcionario no termin; Santos lo hizo con un ademn vago.-Pero t eres espiritista! -exclam la mujer.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    30

    -Perdn! no confundamos! -replic Santos con gravedad.S: poda consentir en una consulta espiritista; ya haba pensado en

    ella. Los espritus podan decirle la verdad, y no una adivina farsante.,Natividad defendi a la mulata. Muchas personas de la sociedad ha-blaban seriamente de ella. Todava no quiso confesar que tena fe, perola tena. Si se neg a ir antes, fue naturalmente porque la insuficienciadel motivo le dio fuerzas para la negativa. qu importaba saber elsexo del nio? Conocer el destino de ambos era ms imperioso y mstil. Las viejas ideas que le inculcaran cuando nia, surgan entoncesen su cerebro y le bajaban al corazn. Pensaba ir con los chiquillos alcerro, pretextando un paseo... para qu para confirmar su esperanzade que seran grandes hombres. No se le pas por la cabeza la predic-cin contraria. Quiz la lectora, en el mismo caso, se quedar aguar-dando el destino; pero, la lectora, adems de no creer (no todos creen),puede que no cuente ms de veintids aos de edad, y tendr pacienciapara esperar. Natividad, all para su fuero interno, confesaba treinta yuno, y tema no ver a sus hijos hechos hombres. Pudiera ser que losviese, pues tambin se muere vieja, y algunas veces de vejez, perotendra acaso el mismo gusto?

    Durante la velada, el terna de la conversacin fue la mulata delcastillo, por iniciativa de Santos, que repeta las opiniones de la vspe-ra y de la hora de comer. Algunas visitas contaron lo que de ella ha-ban odo. Natividad no durmi aquella noche, antes de conseguir queel marido la dejase ir con su hermana a ver a la mulata. Con eso no seperda nada; era bastante llevar los retratos de los nios, y un poco decabello. Ni las mismas amas sospecharan la aventura.

    El da sealado metironse las dos en el carruaje, entre las siete ylas ocho, so pretexto de paseo, y se fueron a la calle de la Misericordia,Ya sabes que all se apearon, entre la iglesia de San Jos y la Cmarade Diputados, y que subieron hasta la calle del Carmen, donde stadesemboca con la cuesta del Castillo. Cuando iban a subir vacilaron;pero la madre era madre, y ya le faltaba poco para or el destino. Ya

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    31

    viste, pues, que subieron, que bajaron, que dieron dos mil res para lasnimas, que tornaron el carruaje y que volvieron a Botafogo.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    32

    IV

    Vista de Palacio.

    En Cattete, el cup y una victoria se cruzaron y pararon a un tiem-po. Un hombre salt de la victoria y se dirigi al cup. Era el maridode Natividad que iba a su escritorio, algo ms tarde que de costumbre,porque haba aguardado el regreso de su mujer. Iba pensando en ella yen los negocios de la plaza, en los nios y en la ley Ro Franco, queentonces se discuta en la Cmara de diputados: su banco era acreedorde la agricultura. Tambin pensaba en la mulata del Castillo y en loque habra dicho a su mujer.

    Al pasar por el palacio Nueva Friburgo, alz los ojos hacia l, conel deseo de costumbre, la codicia de poseerlo, sin sospechar los altosdestinos que el palacio llegara a tener en la repblica; pero en aquelmomento quin prevea nada? quin prev nada?... Para Santos, lacuestin era poseerlo, dar all grandes fiestas nicas, celebradas en losperidicos, contadas en la ciudad por amigos y enemigos, llenos deadmiracin, de rencor o de envidia. No pensaba en los recuerdos quelas futuras matronas relataran a sus nietas, y menos an en los librosde crnicas, escritos e impresos en el siglo futuro. Santos no tena laimaginacin de la posteridad. Vea el presente y sus maravillas.

    Ya no le bastaba lo que era. La casa de Botafogo, aunque hermosa,no era un palacio, y luego, no estaba tan bien situada como all, enCattete, paso obligado de todo el mundo, que mirara las grandes ven-tanas, las grandes puertas, y all arriba las grandes guilas, con alastendidas. El que llegara por el lado del mar, vera el costado del pala-cio, los jardines, los lagos... Oh, gozo infinito! Santos imaginaba losbronces, los mrmoles, las luces, las flores, los bailes, los carruajes, lasmsicas, las cenas Todo esto iba pensndolo a prisa, porque la vic-toria, aunque no corriese, (los caballos tenan la orden de moderar el

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    33

    paso), no atrasaba tampoco las ruedas, para que acabasen los sueosde Santos. As fue que, antes de llegar a la plaza de la Gloria, la Victo-ria avist el cup de la familia, y ambos carruajes se detuvieron a cortadistancia uno de otro, como dejo dicho.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    34

    X

    El juramento.

    Tambin qued dicho que el marido baj de la victoria y se enca-min al cup, donde su mujer y su cuada, adivinando que iba a ha-blar con ella, sonrean de antemano.

    -No le digas nada; -aconsej Perpetua.La cabeza de Santos apareci en seguida, con las patillas cortas, el

    cabello al rape, el bigote afeitado. Era un hombre simptico. Tranquilono pareca mal. La agitacin con que lleg, se detuvo y habl, quitlela gravedad con que iba en el coche, con las manos sobre el puo deoro del bastn, y el bastn entre las rodillas.

    -Y bien, y bien? -pregunt.-Luego te dir.-Pero, qu ha habido.-Ms tarde.-Pero bien o mal? D solo si fue bien!-Bien... Cosas futuras.-Es persona seria?-Seria, s. -Hasta luego - repiti Natividad, tendindole la punta de

    los dedos.Pero el marido no poda apartarse del cup; quera saberlo todo all

    mismo, las preguntas y las respuestas, la gente que estaba aguardando,y si el mismo destino era para ambos, o si cada cual tena el suyo. Na-da de esto pas como va escrito, lentamente, para que la psima cali-grafa del autor no dae a su prosa. No, seor; las palabras de Santossalan atropelladamente, unas tras otras, embrolladas, revueltas, sinprincipio ni fin. La linda esposa tena ya los odos tan acostumbradosal modo de hablar del marido, especialmente en lances de emocin ode curiosidad, que todo lo entenda, e iba diciendo que no. La cabeza,

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    35

    y el dedo iban subrayando la negativa. Santos no tuvo ms remedioque despedirse.

    Ya en camino advirti que, no creyendo en la mulata, era ociosopreocuparse de su prediccin. An ms: era dar razn a su mujer.Prometise no preguntar nada cuando volviese. No prometi olvidar, yde ah la insistencia con que pens muchas veces en el orculo. Ade-ms, ya se lo diran todo, sin necesidad de interrogarlas, y esta certi-dumbre le dio tranquilidad para todo el da.

    No saques en consecuencia que los clientes del banco padecieranalguna desatencin en sus negocios. Todo anduvo bien, como si Santosno tuviese mujer, ni hijos, y no hubiese Castillo ni mulata. La manosola no era la que haca su oficio, firmando; la boca tambin, hablaba,mandaba, llamaba y hasta rea si era preciso. No obstante, el ansiaexista, y las figuras pasaban y volvan a pasar delante de l; entre dospagars, Santos resolva una cosa y otra, si no resolva ambas a la vez.Al subir al carruaje, por la tarde, entregse enteramente al orculo.Llevaba las manos sobre el puo del bastn, y el bastn entre las rodi-llas, como por la maana, iba pensando en el destino de los hijos.

    Cuando lleg a su casa hall a Natividad contemplando a los ni-os, ambos en sus cunas, junto a las amas, algo admiradas de la insis-tencia por la insistencia con que los buscaba desde la maana.

    No se limitaba a contemplarlos, o a perder la mirada en el espacioy el tiempo; los besaba, los estrechaba contra su corazn. Olvidsemedecir que aquella maana Perpetua se mud primero de ropa, y fue areunirse junto a las cunas con su hermana. vestida corno haba llegadodel Castillo,

    -En seguida me d cuenta de que estaras con los grandes hombres,-dijo Perpetua.

    -S, estoy; pero no s en qu sern grandes.-Sea en lo que sea, vamos a almorzar .En el almuerzo y durante el da, hablaron muchas veces de la mu-

    lata y de su prediccin. Ms tarde, al entrar el marido, Natividad le-yle el disimulo en los ojos. Se propuso callar y esperar, pero estaba

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    36

    tan ansiosa por decrselo todo, y era tan buena que resolvi lo contra-rio. Solo que no tuvo tiempo de cumplirlo; aun antes de que co-menzara, ya Santos le haba preguntado lo que haba. Natividad refirila subida, la consulta, la respuesta y lo dems; describi tambin lamulata y el padre.

    -Conque grandes destinos, eh?-Cosas futuras! -repiti Natividad.-Claro que futuras. Pero lo que no entiendo es la pregunta sobre la

    lucha. Luchar por qu? Y luchar cmo? Han luchado de veras?Natividad le record sus padecimientos confesando que no haba

    hablado ms de ellos por no afligirlo; aquello, naturalmente, era lo quela otra adivin lucha.

    -Pero, lucha por qu?-Eso no s, ni creo que fuera nada malo.-Voy a consultar...-A consultar a quin?-A una persona...-Ya s! A tu amigo Plcido.-Si solo fuese mi amigo no lo consultara; pero es tambin mi jefe

    y mi maestro, tiene una vista clara y penetrante; dada por el cielo... Loconsultar solo por hiptesis, sin decirle nombres...

    -No, no, no.-Solo como una hiptesis.-No, Agustn, no le hables de eso! No interrogues a nadie a mi

    respecto, oyes? Vaya! promteme que no hablars de esto a nadie,ni espiritistas ni amigos! Lo mejor es callar. Basta con saber que susuerte ser feliz. Grandes hombres, cosas futuras... Jramelo, Agustn!

    -Pero, t no has ido en persona a ver a la mulata?-No me conoce ni de nombre; me ha visto una vez, pero no volver

    a verme. Vaya jura!-Eres curiossima! Vaya; lo prometo! Pero qu tendra que ha-

    blase?-.Yo no quiero! Jura!

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    37

    -Pero es esto cosa de juramento?-Es que sin eso no tendr confianza, -dijo Natividad sonriendo.-Entonces, juro.-Jura por Dios Nuestro Seor!-Juro por Dios Nuestro Seor.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    38

    XI

    Un caso nico

    Sntos crea en la santidad del juramento; por eso resista, pero alfin cedi y jur. Pero ya no pudo apartar el pensamiento de la lucha,de los nios en el vientre de la madre. Quiso olvidarla. Jug aquellanoche como de costumbre; a la siguiente fue al teatro; a la otra a unavisita; y , volvi al juego de naipes de costumbre, y, la lucha siemprecon l. Aquello era un misterio: Quiz fuese un caso nico... nico!Un caso nico! La singularidad del caso hzolo aferrarse ms a laIdea, o la idea a l; no puedo explicar mejor este fenmeno ntimo,pasado all donde no llegan los ojos del hombre, ni bastan las refle-xiones y conjeturas. No por eso dur mucho tiempo. El primer domin-go. Santos se fue a casa del doctor Plcido, calle del SenadorVergueiro, una casa baja de tres ventanas, con mucho terreno hacia ellado del mar. Creo que ya no existe: databa del tiempo en que la calleera el Camino Viejo, para distinguirlo del Camino Nuevo.

    Perdona estos detalles. La accin poda continuar sin ellos, peroquiero que sepas qu casa era, y qu calle, y agregar que all habauna especie de club, templo, o lo que quieras, -espiritista. Plcido ha-ca de sacerdote y presidente a un tiempo. Era un viejo de larga barba,ojos azules y brillantes, envuelto en ancha camisa de seda. Ponle unavara en la mano, y resulta un mago; pero, a decir verdad, no usaba labarba y la camisa para que le dieran ese aspecto. Al revs de Santosque hubiera cambiado diez veces de cara, si no fuese por la oposicinde la mujer, Plcido usaba la barba entera desde joven, y la camisadesde haca diez aos.

    -Venga, venga usted, -dijo a Santos; -venga a ayudarme -a con-vertir a nuestro amigo Ayres. Hace media hora que trato de inculcarlelas verdades eternas, pero se resiste.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    39

    -No, no resisto,- replic un hombre rayano en los cuarenta, ten-diendo la mano al recin llegado.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    40

    XII

    El tal Ayres.

    El Ayres que ah aparece conserva todava algunas de las virtudesde aquel tiempo y casi ningn vicio. No atribuyas ese estado a un pro-psito cualquiera. Ni creas que en esto va envuelto un poco de home-naje a la modestia de la persona. No, seor; es verdad pura, y naturalefecto. A pesar de 1os cuarenta aos, o cuarenta y dos, y quizs poreso mismo, era un hermoso tipo de hombre. Diplomtico de carrera,haba llegado das antes del Pacfico, con una licencia de seis meses.

    No me detengo a describirlo. Imagina, nicamente, que tena elcallo del oficio, la sonrisa aprobativa; la palabra blanda y cautelosa, elaire de ocasin, la expresin adecuada, todo tan bien distribuido quedaba gusto orlo y verlo. Puede que el afeitado cutis de la cara estuvie-se pronto a mostrar las primeras huellas del tiempo. Sin embargo, elbigote que era joven en el color y en el empeo con que terminaba enpunta fina y tiesa, dara un aire de frescura al rostro cuando llegase elmedio siglo. Lo mismo hara el cabello, vagamente gris, partido en elmedio. En lo alto de la cabeza haba un comienzo de calvicie. En elojal de la solapa una flor eterna.

    Tiempos hubieron, -fue con motivo de su anterior licencia, cuandoera apenas secretario de legacin, -tiempos hubieron en que l tambingust de Natividad. No fue una pasin propiamente dicha; no erahombre de eso. Gust de ella, como de otras joyas y curiosidades, peroapenas vio que no era aceptado, cambi de conversacin. No por debi-lidad ni frialdad. Las mujeres le gustaban bastante, y mucho ms sieran lindas. La cuestin es que no las quera a la fuerza ni trataba deconvencerlas. No era general para asaltos ni sitios prolongados; secontentaba con simples paseos militares largos o breves, segn el

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    41

    tiempo estuviese claro o nublado. En resumen era extremadamentesensato.

    Coincidencia interesante: en aquella misma poca, Santos penscasarlo con su cuada, que acababa de enviudar. Parece que sta que-ra. Natividad se opuso, nunca se supo por qu. No eran celos; envidiano creo que fuese. El simple deseo de no verlo entrar en la familia porla puerta lateral, es apenas una figura equivalente a cualquiera de lasotras dos hiptesis. El disgusto de cederlo a otra o de verlo feliz a sulado, no poda ser, aunque el corazn sea el abismo de los abismos.Supongamos, pues, que era con el fin de castigarlo por haberla amado.

    Puede ser; en todo caso, el mayor obstculo nacera de l mismo.Aunque viudo, Ayres ni fue realmente casado. No amaba al matrimo-nio. Se cas por exigencia del oficio; consider que era mejor ser di-plomtico casado que soltero, y pidi la primera joven que le pareciadecuada a su destino. Se equivoc; la diferencia de temperamento yde espritu era tal, que, aun en vida de su mujer, era lo mismo que siestuviese solo. No se afligi con su prdida; tena la marca del sol-tern.

    Era sensato, -repito, aunque esta palabra no exprese exactamentelo que quiere decir. Tena el corazn dispuesto a aceptarlo todo, no porinclinacin a la armona sino por odio a la controversia. Para conoceresta aversin bastaba haberlo visto entrar, antes, de visita en casa deSantos. Algunas personas extraas y de la familia, conversaban de lamulata del Castillo.

    -Llega usted apropsito, consejero, -dijo Perpetua. -Qu opinausted de la mulata del Castillo?.

    Ayres no opinaba nada, pero comprendi que los dems opinabanalgo, o hizo un ademn de ambos sexos. Como se insisti, no eligininguna de ambas opiniones, encontr otra intermedia, que dej sa-tisfechas ambas partes, -cosa rara en opiniones Intermedias. Ya sabesque su destino es ser desdeadas.

    Pero el tal Ayres, -Jos da Costa Marcondes Ayres, -pensaba queen las discusiones una opinin dudosa e intermedia poda tener la

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    42

    oportunidad de una pldora, -y compona las suyas con tal habilidad,que el enfermo, si no sanaba no mora, -y esto es todo lo ms que ha-cen los pldoras. No le quieras mal por eso; la droga amarga se tragacon azcar.

    Ayres opin con pausa, delicadeza, circunloquios, limpiando elmonculo en el pauelo de seda, destilando las palabras graves y obs-curas, clavando los ojos en el aire, como quien busca un recuerdo, -yhallaba el recuerdo y redondeaba la opinin con l. Uno de los oyentesaceptla en seguida; otro se apart un poco y acab estando de acuer-do, lo mismo el tercero, el cuarto, la sala entera.

    No supongas que no fuese sincero; lo era. Cuando no acertaba atener la misma opinin, y valla la pena escribir la suya, la escriba.Acostumbraba tambin, conservar por escrito los descubrimientos,observaciones, reflexiones, crticas y ancdotas, y para eso tena unaserie de cuadernos a los que daba el nombre de Memorial.

    Aquella noche escribi en l estas lneas:"Velada en casa de la familia Santos; sin juego de naipes. Hablse

    de la mulata del Castillo. Sospecho que Natividad o la hermana quie-ren consultarla; no ser seguramente a m respecto.

    Natividad y un padre Guedes, que se hallaba all, gordo y maduro,eran las nicas personas interesantes de la reunin. El resto inspido,pero inspido por necesidad, pues no puede ser sino inspido. Cuandoel padre y Natividad me dejaban entregado a la insipidez de los dems,yo trataba de huirles valindome de la memoria, recordando sensacio-nes, reviviendo cuadros, viajes, personas. As fue cmo pens en laCapponi, a quien vi hoy en la calle del Mercado. La conoc aqu, en eldifunto Hotel de don Pedro, ya hace aos. Era bailarina; ya la habavisto bailar en Venecia. Pobre Capponi! Al andar, el pie izquierdo sele sala del zapato y mostraba en el taln de la media un agujerito detristeza.

    Al final volv a la eterna insipidez de los otros. No acabo de com-prender cmo esta seora, tan fina en todo lo dems, pueda organizarveladas como la de hoy. No porque los dems no tratarn de ser intere-

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    43

    santes: si las intenciones valieran, ningn libro los alcanzara. Pero noeran interesantes, por ms que lo intentasen. En fin, se acab; espere-mos otras veladas que traigan mejores asuntos sin esfuerzo. Lo que dala cuna solo lo quita la tumba, -dice un viejo refrn nuestro. Y yo pue-do, cortando un verso a mi Dante, escribir de esos inspidos:

    Dico, che quando l'anima mal mata...

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    44

    XIII

    El epgrafe.

    Ahora bien, ese sera precisamente el epgrafe del libro, si yo lequisiese poner alguno y no se me ocurriese otro. No es este, solamente,un medio de completar las personas de la narracin con las ideas quedejaron, sino tambin un par de anteojos para que el lector del libropenetre lo que sea menos claro o totalmente oscuro.

    Por otra parte, hay provecho en que las personas de mi historia,vayan colaborando en ella, ayudando al autor, por una ley de solidari-dad, especie de cambio de servicios entre el ajedrecista y sus piezas.

    Si aceptas la comparacin, ya distinguirs el rey y la reina, el alfily el caballo, sin que el caballo pueda hacer de torre, ni la torre de pe-n. Existe tambin la diferencia del color, blanco o negro; pero sta nosaca su poder de la marcha de cada pieza, y al fin unos y otros puedenganar la partida, y as va el mundo. Quiz conviniese aqu, de cuandoen cuando, como en las publicaciones del juego, un diagrama con lasposiciones hermosas o difciles. No teniendo tablero, gran auxilio eseste para acompaar las jugadas; pero tambin puede que hayas vistobastante para reproducir en la memoria las diversas situaciones. Creoque s. Afuera los diagramas! Todo marchar como si realmente vie-ses jugar la partida entre persona y persona, o ms claramente, entreDios y el diablo.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    45

    XIV

    La leccin del discpulo.

    -No se incomode, consejero -dijo Santos estrechando la mano deldiplomtico. -Y aprenda las verdades eternas.

    -Las verdades eternas exigen horas eternas -replic ste, consul-tando su reloj.

    Un Ayres as no era fcil de convencer. Plcido habl de leyescientficas, para alejar cualquier acusacin de sectarismo, y Santosobr como l. Sali a reducir toda la terminologa espiritista, y ademslos casos, los fenmenos, los misterios, las declaraciones, los testimo-nios verbales y escritos... Santos sac a colacin un ejemplo: Podandos espritus volver juntos a este mundo? y qu significara que lu-charan antes de nacer?

    -Los nios no luchan antes de nacer -replic Ayres, atemperandoel sentido afirmativo con la entonacin dubitativa.

    -De modo que usted niega que dos espritus?... Y usted me diceeso, consejero!... Pero, qu impide que dos espritus?

    Ayres vio el abismo de la controversia, y escap al vrtigo me-diante una concesin. Y dijo:

    -Esa y Jacob lucharon en el seno materno; es verdad. Ya se cono-ce la causa del conflicto. En cuanto a otros, en el supuesto de que lu-chen tambin, todo consiste en saber la causa del conflicto, y nosabindola, porque la Providencia la oculta a la curiosidad humana...Si fuese una causa espiritual por ejemplo...

    -Por ejemplo?-Por ejemplo, si ambas criaturas quisieran arrodillarse al mismo

    tiempo para adorar al Creador. He ah un caso de conflicto, pero deconflicto espiritual, cuyo proceso escapa a la sagacidad humana. Tam-bin poda ser un motivo temporal. Supongamos la necesidad de co-

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    46

    dearse para estar menos incmodos; es una hiptesis que aceptara laciencia; es decir, yo no s... Tambin podra darse el caso de que am-bos quisieran la primogenitura...

    -Para qu?- pregunt Plcido.-Aunque este privilegio est hoy limitado a las familias reales, la

    Cmara de los lores y no s qu ms, todava sigue teniendo un valorsimblico. El simple gusto de nacer primero, sin otra ventaja social opoltica, puede presentarse por instinto, principalmente si dos niosestn destinados a ocupar altos puestos en el mundo.

    Santos aguz el odo en este punto, recordando, las "cosas futu-ras". Ayres dijo todava algunas lindas frases, y agreg otras feas, ad-mitiendo que la lucha poda ser anuncio de graves conflictos en latierra; pero luego atemper este concepto con este otro:

    -No importa! No olvidemos lo que deca un antiguo: "La guerraes la madre de todas las cosas." En mi opinin, Empedocles, al referir-se a la guerra, no lo haca en el sentido tcnico. El amor, que es laprimera de las artes de la paz, puede decirse que es un duelo, no demuerte, sino de vida -termin Ayres, sonriendo levemente, lo mismoque hablaba bajo, y se despidi.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    47

    XV

    "Teste David cum Sibylla"

    -Vaya, vaya -dijo Santos. -No es verdad que el consejero, en vezde aprender, nos ensea? Yo creo que nos ha dado algunas buenasrazones.

    -Cuando menos plausibles -agreg don Plcido.-Lstima que se marchase! -continu Santos; -pero, afortunada-

    mente, la cuestin es con usted. Vengo a consultarlo, y sus luces sonlas verdaderas luces del mundo.

    Plcido agradeci sonriendo. No era nuevo el elogio, al contrario;estaba tan acostumbrado a orlo, que la sonrisa era para l un hbito.No poda dejar de pagar a sus discpulos con esa moneda.

    -De qu se trata?-Se trata de esto: La hiptesis que formul es un caso real; ha su-

    cedido con mis hijos...-Cmo?-As me parece, y he venido precisamente para consultarlo. No le

    he hablado antes de esto, temiendo que lo hallara absurdo, pero des-pus de pensarlo, sospecho que hubo lucha, y que este es un caso ex-traordinario.

    Santos expuso entonces su consulta, gravemente, con el gesto es-pecial de agrandar los ojos para agrandar la novedad. No olvid niocult nada; hasta cont la ida de su mujer al Castillo, con desdn, escierto, pero punto por punto. Plcido escuchaba atento, preguntando,volviendo atrs, y acab por meditar unos minutos. Por ltimo declarque el fenmeno, si se haba producido, era raro si no nico, pero po-sible. Ya el hecho de que se llamaran Pedro y Pablo indicaba ciertarivalidad, porque los dos apstoles lucharon tambin.

    -Perdn, pero el bautismo...

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    48

    -Fue posterior, lo s; pero los nombres pueden haber sido predesti-nados, tanto ms cuanto que la eleccin de los nombres se hizo, segnusted mismo me dice, por inspiracin de la ta de los nios.

    -Precisamente.-Doa Perpetua es muy devota.-Mucho.-Creo que los mismos espritus de San Pedro y San Pablo hubieran

    escogido a esa seora para inspirar los nombres que se hallan en elCredo; advierta usted que reza muchas veces el Credo, pero que soloen esa ocasin se acord de los nombres...

    -Exacto, exacto!El doctor se acerc a la biblioteca y sac de ella una Biblia, encua-

    dernada en cuero, con grandes broches de metal. Abri la Epstola deSan Pablo a los Glatas, y ley el pasaje del captulo II, versculo 11,en que el apstol cuenta que, yendo a la Antioqua, donde se hallabaSan Pedro, "le resisti en su cara".

    Santos ley y tuvo una idea. Las ideas quieren ser festejadas cuan-do son bellas, y examinadas cuando son nuevas; la suya era al propiotiempo nueva y bella. Deslumbrado alz la mano y dio una palmada enel libro, exclamando:

    -Sin contar que esta cifra 11 del versculo, formada de dos nme-ros iguales, 1 y 1, es un nmero gemelo, no le parece a usted?

    . -Precisamente. Y adems, el captulo es el segundo, esto es, dos,que es el mismo nmero de los hermanos gemelos.

    -Y en la numeracin romana son dos I.El misterio engendra el misterio. All haba ms de un hilo ntimo,

    substancial, oculto, que lo ligaba todo. Lucha, Pedro y Pablo, herma-nos gemelos, nmeros gemelos; todo era aguas de misterio, que ibancortando, nadando y braceando con fuerza. Santos fue ms al fondo:no seran los dos chicos los mismos espritus de San Pedro y San Pa-blo, que renacan, y l, padre de los dos apstoles?... La fe transfigura;Santos tena un aire casi divino, ensimismse, y sus ojos, general-mente sin expresin, parecan derramar la llama de la vida. Padre de

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    49

    apstolesi Y de qu apstoles! Plcido estuvo tambin casi al punto decreer; hallbase en un mar negro, taciturno, donde se perdan las vocesdel infinito; pero luego record que los espritus de San Pedro y SanPablo haban llegado a la perfeccin; no volveran al mundo. No im-porta! seran otros, grandes y nobles. Sus destinos podan ser brillan-tes; tena razn la mulata sin saber lo que deca.

    -Deje a las mujeres sus creencias de la niez -termin diciendo; -sitienen fe en la mulata del Castillo. y les parece que es un vehculo dela verdad, no las desmienta por ahora. Dgales que estoy de acuerdocon su orculo. Teste David cum Sibylla!

    -Caramba, carambal escriba usted esa frase.Plcido se acerc a la mesa, escribi la frase y dile el papel; pero

    Santos dise cuenta entonces de que mostrarlo a su mujer era confe-sarle la consulta espiritista, y, naturalmente, el perjurio. Cont enton-ces a su amigo los escrpulos de Natividad, y le pidi que callase.

    -Cuando la vea no le diga lo que ha pasado entre nosotros.Poco despus se fue, arrepentido de su indiscrecin, pero deslum-

    brado por la revelacin. Iba lleno de nmeros de la Escritura, de Pedroy Pablo, de Esa y Jacob. El aire de la calle no disip la polvareda delmisterio; por el contrario, el cielo azul, la playa tranquila, los cerrosverdes, parecan rodearlo y cubrirlo con un velo ms transparente einfinito. La lucha de los nios, hecho raro y nico, era una distincindivina. Al revs de su esposa, que solo se preocupaba de la futuragrandeza de sus hijos, Santos pensaba en el conflicto pasado.

    Entr en su casa, corri hacia los nios, y los acarici con expre-sin tan extraa, que la madre sospech algo, y quiso saber lo que era.

    -No es nada -contest Santos riendo.-Algo hay! Vaya! Dilo!-Y qu puede haber?-Sea lo que fuera, Agustn. Dlo!Santos le pidi que no se enojase, y se lo cont todo, la suerte, la

    lucha, la Escritura, los Apstoles, el smbolo, todo, y con tal incohe-

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    50

    rencia, que Natividad no le pudo entender; pero al fin entendi, y re-plic apretando los dientes:

    -Ah! conque t, t!...-Perdname, querida! Estaba tan deseoso de saber la verdad!... Y

    observa que yo creo en la mulata, y el doctor tambin; hasta me haescrito esto en latn -termin sacando y leyendo el papelito: -TesteDavid cum Sibylla.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    51

    XVI

    Paternidad.

    Un momento despus, Santos tom la mano de la mujer, que se laabandon sin estrechar la suya; ambos contemplaban a los nios, olvi-dados de la ria, para no ser ms que padres.

    Ya no se trataba de espiritismo, ni de otra religin nueva; se trata-ba de la ms vieja de todas, fundada por Adn y Eva, y a la que, si sequiere, puedes llamar paternidad. Rezaban sin palabras, persignbansesin dedos, en una especie de ceremonia tranquila y muda, que abarca-ba el pasado y el futuro. Quin era el sacerdote? Quin el sacristn?No lo s, ni es necesario. La misa era la misma, y el Evangelio empe-zaba como el de San Juan (enmedado):

    "En el principio era el amor, y el amor se hizo carne."Pero vengamos a nuestros gemelos.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    52

    XVII

    Todo lo que suprimo.

    Los gemelos, no teniendo nada que hacer, iban mamando. En esteoficio conducanse sin rivalidad, y mamaban uno frente a otro; enton-ces cada uno de ellos pareca querer demostrar que mamaba ms ymejor, paseando los dedos por el seno amigo y chupando con toda elalma. Las amas, por su parte, estaban orgullosas de sus pechos y loscomparaban entre s; los nios, hartos, soltaban al fin los pezones y lessonrean.

    Si no fuese por la necesidad de poner a los chicos en pie, crecidosy hombres, desarrollara este captulo. Realmente el espectculo, aun-que comn, era hermoso. Los chiquillos se alimentaban al revs de suspadres, sin las artes del cocinero, ni la vista de las comidas y bebidas,todas puestas en cristales y porcelanas para corregir y colorar la duranecesidad de comer. A ellos no se les vea la comida; la boca pegada alpecho no dejaba aparecer la leche. La naturaleza mostrbase satisfechapor medio de la sonrisa o el sueo. Cuando era por el sueo, cada amallevaba a su chico a la cuna, e iba a ocuparse de otra cosa. Esta compa-racin podra darme tres o cuatro pginas slidas.

    Una pgina bastara para los cascabeles que embelesaban a los ni-os, como si fuesen la misma msica del cielo. Sonrean, tendan lasmanos, algunas veces se enfadaban porque no se los dieran; pero encuanto se los daban, callaban, y si no podan tocar, no se enojaban porello. A propsito de cascabeles, dira que esos instrumentos no dejanrecuerdo; si al que los ve en las manos de un nio le parece que le re-cuerdan los suyos, se equivoca: el recuerdo tiene que ser ms reciente,algn discurso del ao pasado, o la vaca lechera que pas la vspera.

    La operacin del destete poda describirse en una lnea; pero lapena de las amas, las despedidas, los aros de oro que la madre dio a

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    53

    cada una de ellas, como regalo final, todo esto exigira una buena p-gina o ms. Pocas lneas bastaran para las nieras, porque no s sieran altas o bajas, feas o bonitas. Eran dulces, cumplidoras de su obli-gacin, amigas de los nios y tambin una de otra. Caballitos de ma-dera, banderolas, teatros de tteres, kepis y tambores, toda laquincallera de la infancia ocupara mucho ms sitio que sus nombres.

    Suprimo todo esto slo por no fastidiar a la lectora, deseosa de vera mis nios hombres hechos y derechos. Vamos a verlos, querida. Unpoco ms, y ya sern grandes y fuertes. Despus los entregar a ellosmismos: que se abran a hierro, o lengua, o simplemente a fuerza decodos, el camino de la vida y del mundo.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    54

    XVIII

    De cmo fueron creciendo.

    Entretanto iban creciendo. La semejanza, sin confundirlos, conti-nuaba siendo grande. Los mismos ojos, claros y atentos; la misma bo-ca, llena de gracia; las manos finas, y un color vivo en las mejillas quelas haca parecer pintadas con sangre. Eran sanos; excepto la crisis delos dientes, no tuvieron enfermedad alguna, porque no cuento una queotra indigestin de dulces que los padres les daban o que ellos sacabana escondidas. Ambos eran golosos, Pedro ms que Pablo, y Pablo msque todo el mundo.

    A los siete aos eran dos obras maestras, o una sola en dos vol-menes, como prefieras. A la verdad, no haba por toda aquella playa,ni por los Flamencos, Glorias, Cajs y otras redondezas, no haba uno,repito, cuanto ms dos chicos tan graciosos. Observa que eran tambinrobustos. Pero, de un puetazo, derribaba a Pablo; en compensacin,Pablo, de un puntapi, tiraba a Pedro al suelo. Corran mucho en laquinta, por apuesta. Algunas veces quisieron encaramarse a los rbo-les; pero la madre no lo consenta, no era bonito. Contentbanse conespiar la fruta desde abajo.

    Pablo era ms agresivo, Pedro ms disimulado, y ambos acababanpor comerse la fruta de los rboles; un mulatillo iba a buscarla arriba,ya por los moquetes del uno, ya por las promesas del otro. Las prome-sas no se cumplan nunca; los moquetes, por ser anticipados, se cum-plan siempre, y a veces con repeticin despus del servicio. No digocon esto que uno y otro gemelo no supiesen agredir y disimular; ladiferencia consiste en que cada uno saba mejor su inclinacin, cosatan obvia que cuesta escribirla.

    Obedecan a sus padres sin gran esfuerzo, aunque fuesen capricho-sos. No mentan ms que los otros chicos de la ciudad. Al fin y al cabo

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    55

    la mentira es a veces una semivirtud. As, cuando dijeron que no ha-ban visto hurtar un reloj de la madre, regalo del padre cuando erannovios, mintieron conscientemente, porque la criada que se apoder del fue sorprendida por ellos en plena accin. Pero era tan amiga deellos y con tantas lgrimas les pidi que no lo dijesen a nadie, que losgemelos negaron a pies juntillas haber visto nadar Tenan siete aos.A los nueve, cuando la muchacha estaba ya muy lejos, descubrieron,no s con qu motivo, el hecho ocultado. La madre quiso saber por quhaban callado antes; no lo supieron explicar; pero es evidente que elsilencio de 1878 fue obra del afecto y la compasin, y de ah la semi-virtud, porque ya es algo pagar amor con amor. En cuanto a la revela-cin de 1880, slo se puede explicar por el tiempo transcurrido. Labuena Miquelina ya no estaba presente; quiz hubiese muerto. Ade-ms, la referencia surgi tan naturalmente...

    -Pero por qu no me lo han dicho hasta ahora?- insista la madre.-No sabiendo qu razones dar, uno de ellos, creo que Pedro, resol-

    vi acusar al hermano:-Fu l, mam.!-Yo? -replic Pablo. -Fue el, mam, l, que no dijo nada!-Fuiste t!-Fuiste t! No mientas!-El mentiroso eres t.Lanzronse el uno sobre el otro. Natividad acudi rpidamente,

    pero no tanto que pudiera impedir el cambio de los primeros pueta-zos. Detvoles los brazos a tiempo de evitar otros, y en vez de casti-garlos o amenazarlos, los bes con tanta ternura, que no hallaronocasin mejor de pedirle dulces. Tuvieron el dulce; tuvieron tambinun paseo, por la tarde, en el carruajecito del padre. A la vuelta estabanamigos y reconciliados. Contaron a la madre el paseo, la gente quehaban visto por la calle, los otros nios que los miraban con envidia,uno que se meta el dedo en la boca, otro en la nariz, y las muchachasque estaban asomadas en las ventanas, algunas de las cuales los en-

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    56

    contraron lindos. En este ltimo punto divergan, porque cada cual seadjudicaba las admiraciones; pero la madre intervino:

    -Eran para los dos. Son tan parecidos, que no podan ser sino paraambos. Y sabe por qu los han elogiado las nias? Porque los vieronamigos, juntitos el uno al otro. Los nios lindos no pelean, y menossiendo hermanos. Quiero verlos quietos y amigos, jugando juntos, sinria ni nada. Han entendido?

    Pedro contest que s; Pablo esper que la madre repitiese la pre-gunta, y dio la misma respuesta. En fin, como sta lo mandase, abra-zronse ambos, pero fue un abrazo sin gusto, sin fuerza, casi sinbrazos; acercronse el uno al otro, tendieron las manos a las costillasdel hermano y dejronlas caer.

    Por la noche, en la alcoba, cada uno de ellos dedujo para s quedeba los obsequios de aquella tarde, el dulce, los besos, el carruaje, ala pelea que haban tenido, y que otra les poda procurar otro tanto oms. Sin palabras, como una romanza para piano, resolvieron irse alas manos en la primera oportunidad. Esto, que deba ser un lazo ten-dido a la ternura de la madre, llev al corazn de ambos una sensacinparticular, que no era slo consuelo y desquite de los puetes recibidosaquel da, sino tambin satisfaccin de un deseo ntimo, profundo,necesario. Dijronse todava, sin odio, algunas palabras de cama acama, rieron de uno que otro recuerdo de la calle, hasta que el sueoentr con sus pies de lana y su pico callado, y tom posesin de la al-coba entera.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    57

    XIX.

    Dos apenas.-Cuarenta aos.-Tercera causa.

    Uno de mis propsitos en este libro, es no ponerle lgrimas. Sinembargo, no puedo callar las dos que brotaron cierta vez de los ojos deNatividad, despus de una ria de los chicos. Dos apenas, que fueron amorir en la comisura de los labios. Tan a prisa las verti como las sor-bi, renovando al revs y con palabras mudas, el cierre de los cuentosde nios: "entr por una puerta, sali por otra, manda el rey nuestroseor que nos cuente otra". Y el segundo nio contaba un segundocuento, el tercero el tercero, el cuarto el cuarto, hasta que llegaba elaburrimiento y el sueo. Personas que datan del tiempo en que secontaban esos cuentos, afirman que los nios no ponan en dicha fr-mula ninguna fe monrquica, ni absoluta ni constitucional; era unmodo de ligar su Decameron, modo heredado del viejo reino portu-gus, cuando los reyes mandaban lo que queran y la nacin deca queestaba muy bien.

    Sorbidas las dos lgrimas, Natividad se ri de su propia debilidad.No se llam tonta porque semejantes desahogos se usan raras veces,hasta en particular; pero en lo secreto de su corazn, all, muy al fon-do, donde no penetra el ojo humano, creo que sinti algo parecido eso. Como no tengo pruebas claras, me limito a defender a nuestradama.

    A la verdad, cualquier otra vivira temblando por la suerte de sushijos, despus de ver la nia anterior e interior. Las luchas se habanhecho ms frecuentes, las manos eran cada vez ms aptas, y todo hacatemer que acabasen destripndose el uno al otro... Pero aqu surga laidea de la grandeza y la prosperidad, -cosas futuras! -y esta esperanzaera como un pauelo que enjugase los ojos de la buena seora. Las

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    58

    Sibilas no habrn hablado slo del mal, ni los profetas, sino del bien, yprincipalmente de ste.

    Con ese pauelito verde enjugse los ojos; y ya tendra otros pa-uelos, si aqul quedse roto o arrugado; uno, por ejemplo, no verdecomo la esperanza, sino azul como su alma. Todava no les he dichoque el alma de Natividad era azul. Aqu queda dicho. De un azul ce-leste, claro, transparente, que alguna vez se nublaba, pocas se ponatempestuoso, y nunca era obscurecido por la noche...

    No, lector; no he olvidado la edad de nuestra amiga; la recuerdocomo si fuese de hoy. As lleg a los cuarenta aos. No importa: elcielo es ms viejo, y no ha cambiado de color. Una vez que no atribu-yas al azul del alma ningn significado romntico, ests en la cuenta.Cuando mucho, el da que cumpli esa edad, nuestra dama sinti uncalofro. Qu haba pasado? Nada! Un da ms que la vspera, algu-nas horas apenas. Toda una cuestin de nmero, menos qne de n-mero, de nombre de nmero, la palabra cuarenta: he ah el mal nico.Por eso la melancola con que dijo el marido, agradeciendo los mimosdel cumpleaos:

    -Estoy vieja, Agustn!Santos trat de sofocarla jugando.Pero hara mal si la ahogara. Natividad tena an las formas del

    tiempo anterior a la concepcin, la misma flexibilidad, la misma gra-cia delicada y viva. Conservaba el donaire de los treinta. La costurerapona de relieve todos los pensamientos restantes de su figura, an leaada algunos de su bolsillo. La cintura se empecinaba en no quererengrosar, y las caderas y el cuello, tenan las mismas antiguas redon-deces.

    Hay regiones en que el verano se confunde con el otoo, como pa-sa en nuestra tierra, donde las dos estaciones slo difieren en la tempe-ratura. En navidad ni por la temperatura. Mayo tena el calor deEnero. A los cuarenta aos era la misma seora verde, con la mism-sima alma azul.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    59

    Este color le vena del padre y del abuelo, pero el padre muritemprano, antes que el abuelo, que alcanz a los ochenta y cuatro. Aesa edad crea que todas las delicias de este mundo, desde el caf de lamaana hasta el sueo sosegado, haban sido inventados solamentepara l. El mejor cocinero de la tierra haba nacido en China con elnico fin de dejar familia, patria, lengua, religin, todo, e ir a asarlelas chuletas y hacerle el te. Las estrellas daban a sus noches un aspectoesplndido, la luna tambin, y la lluvia, si llova, era para que l des-cansase del sol. All est ahora, en el cementerio de San FranciscoJavier; si alguien pudiera oir la voz de los muertos dentro de sus se-pulturas, le oira a l gritando que ya era tiempo de cerrar la puerta delcementerio y no dejar entrar a nadie, puesto que l ya descansa parasiempre jams. Muri azul; si hubiera llegado a los cien aos, no ten-dra tampoco otro color.

    Ahora bien; si la Naturaleza quera mimar a esta seora, la rique-za daba la mano a la Naturaleza, y de una y de otra sala el color mslindo que puede tener alma humana. Todo concurra as a sacarle in-mediatamente los ojos, como vimos ms atrs. Si se sorbi aquellasdos lgrimas solitarias, poda haber sorbido otras, edad adelante, y estoes, tambin, una prueba de aquel matiz espiritual; as hubiera demos-trado que tena pocas y que las sorba para economizarlas.

    Pero hay todava una tercera causa que daba a esta seora el sen-timiento del color azul, causa tan particular que merecera ir en cap-tulo propio, pero no va, por economa. Era la excepcin, era el haberatravesado la vida intacta y pura. El cabo de las tormentas se convirtien cabo de la Buena Esperanza, y venci la primera y la segunda ju-ventud, sin que los vientos le derribasen la nave ni las ondas se la tra-gasen. No negara que alguna racha ms fuerte que las otras pudierallevarle la vela de trinquete, como en el caso de Juan de Mello, o toda-va peor, en el de Ayres, pero slo fueron bostezos de Adamastor.Arregl apresuradamente la vela, y el gigante qued atrs, rodeado porTetis, mientras ella segua camino de las Indias. Entonces recordabaya el prspero viaje. Se honraba con los vientos intiles y perdidos. La

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    60

    memoria le llevaba el sabor del peligro pasado. He aqu la tierra ocul-ta, los dos hijos nacidos, crecidos, amados por la fortuna.

  • www.elaleph.comEsa y Jacob donde los libros son gratis

    61

    XX

    La joya.

    Los cuarenta y un aos no le produjeron calofros. Ya estabaacostumbrada a los cuarenta. Sinti, s, un gran espanto; despert y novio el regalo de costumbre, "la sorpresa" del marido delante de la ca-ma. No la encontr tampoco en el tocador, abri gabetas, busc, nada.Crey que el marido se habra olvidado de la fecha y se puso triste;era la primera vez! Baj mirando a todas partes: nada! En el gabi-nete estaba el marido, callado, ensimismado, leyendo los peridicos, yapenas le tendi la mano. Los muchachos, a pesar de que era domingo,estudiaban en un rincn; fueron a darla el beso de costumbre y volvie-ron a sus libros. La madre pase todava los ojos por el gabinete, porver si hallaba algn obsequio, un cuadro, un vestido, algo: pero envano. Debajo de uno de los diarios que estaban en una silla frente almarido, pudiera ser que... Nada! Entonces se sent, y abriendo el dia-rio, dijo para s:

    -Ser posible que no se acuerde del da de hoy? Ser posible?Comenz a leer distradamente, saltando las noticias, volviendo

    atrs...Enfrente, el marido observaba a la mujer, sin importarle absoluta-

    mente nada lo que pareca estar leyendo. As pasaron algunos minutos.De repente Santos vio una expresin nueva en el rostro de Natividad;sus ojos parecan agrandarse, la boca se entreabri, irguise la cabeza,la de l tambin, y ambos dejaron sus sillas, dieron dos pasos y caye-ron el uno en brazos del otro, como dos enamorados desesperados deamor. Uno, dos, tres, muchos besos. Pedro y Pablo, sorprendidos, esta-ban en un rincn de pie. El padre, en cuanto pudo hablar, les dijo:

    -Vengan a besar la mano de la seora baronesa de Santos.

  • www.elaleph.comMachado de Ass donde los libros son gratis

    62

    No comprendieron en seguida; Natividad no saba qu hacer; dabala mano a sus hijos, al marido, y volva al diario para leer y releer queen el despacho imperial de la vspera, el seor Agustn Jos dos San-tos, haba sido agraciado con el ttulo de barn de Santos. Todo locomprendi. El regalo del da era aqul; el joyero fue esa vez el em-perador.

    -Bueno, bueno; ahora se pueden ir a jugar, dijo el padre a los hijos.Y los muchachos salieron a difundir la noticia por la casa. Los

    criados se alegraron muchsimo de ese cambio de los amos. Los mis-mos esclavos, parecan recibir una partcula de libertad, y se condeco-raban con ella.

    -a baronesa! -exclamaban saltando.Y Juan empujaba a Mara haciendo castauelas con los dedos.-Gente, quin es esta criolla? Soy esclava de a baronesaPero el emperador no fue el nico joyero. Santos sac del bolsillo

    un estuche, con un prendedor en que la corona nueva resplandeca debrillantes. Natividad agradeci la joya y consinti en ponrsela paraque el marido la viese. Santos se senta autor de la joya, inventor de laforma y de las piedras; pero en seguida dej que se la sacase y la guar-dara, y tom los peridicos, para mostrarle que en todos apareca lanoticia, y en algunos con adjetivo bien conceptuado aqu, distinguido,all...

    Cuando Perpetua entr en el gabinete, los encontr pasendose deun lado al otro, con los brazos ciendo las cinturas, conversando, ca-llando, mirndose los pies. Tambin ella dio y recibi abrazos.

    Toda la casa estaba