jory strong - primer intercambio- fallon mates - las ex 70
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la Lectura Final de este Libro para el Clubla Lectura Final de este Libro para el Club
de Las Excomulgadas…de Las Excomulgadas…
A las Chicas del Club de LasA las Chicas del Club de Las
Excomulgadas, que nos acompañaron enExcomulgadas, que nos acompañaron en
cada capítulo, y a Nuestras Lectoras quecada capítulo, y a Nuestras Lectoras que
nos acompañaron y nos acompañannos acompañaron y nos acompañan
siempre. A Todas….siempre. A Todas….
Gracias!!!Gracias!!!
Argumento
Laith d'Amato nunca pensó en formar un vínculo de enlace fuera de los de
su raza, pero cuando ve a Cyan Dupre, la hembra humana con la que los
científicos en Belizair lo han emparejado, está más que dispuesto a
reclamarla. Exquisita. Femenina. Intoxicante. Los sueños de compartirla con
Rykken d'Vesti se convierten en una visión segura para Laith. Sólo mediante
la inclusión de Rykken en el vínculo de enlace, hay esperanza para Belizair.
Una mirada a Cyan, y la fiebre de apareamiento de su raza atrapa a Rykken.
Sin las alas de los Vesti y los Amato, ella parece tan frágil que necesita un
hombre fuerte para cuidar de ella. Esa no es la forma de vincularse de los
Vesti, pero en aras de la amistad y el futuro de Belizair, Rykken luchará
contra su genética dominante y la educación de su cultura. Se unirá con
Laith en la primera unión compartida con un ser humano femenino.
Gracia letal y belleza poética, a Cyan le resulta imposible resistirse a Laith y
Rykken. Son una fantasía erótica y una inspiración artística… pero amarlos
viene con una elección, hacer lo que es bueno para su corazón o lo que es
correcto para su arte.
Capítulo 1
Tomas un gran riesgo, y si fallas, si tu visión resulta falsa, entonces tu
destino será nuestro castigo.
Las palabras de su padre eran una carga pesada en los hombros de Laith
d’Amato, mientras iba a la cámara de transporte que lo llevaría a Winseka,
la Ciudad Puente, donde incluso ahora, el hombre que había sido su
compañero habitual desde que se había hecho adulto, estaba sin duda
buscando un trabajo en otro planeta, lejos de Belizair.
Si el tiempo no fuera tan apremiante, Laith habría extendido sus alas con
plumas, que lo marcaban como Amato, y habría ido volando a Winseka, a la
casa de sus padres en la costa occidental de Belizair. Pero el tiempo era
esencial y le había tomado mucho más de lo previsto completar las cosas
que había sido enviado a hacer, al regresar a su planeta de origen. Estaba
ansioso por regresar a la mujer humana que pronto sería su compañera, y a
Rykken, si podía convencer a su amigo de dejar de lado su herencia Vesti y
luchar contra su naturaleza.
Un estremecimiento pasó por Laith cuando los imaginó a ambos, como lo
había visto en la visión, acostados con Cyan, uniendo sus cuerpos al suyo.
Su polla se irguió, y se apretó contra el delgado taparrabos usado tanto por
los varones Amato como por los Vesti, cuando estaban en Belizair.
Desde el primer momento que la vio, había sentido tanta hambre, como
nunca había sentido por una mujer de su propia raza. Las piedras Ylan,
unidas a la perfección en las bandas que llevaba en las muñecas, pulsaban
al mismo tiempo que le latía el corazón, o que palpitaba su pene cuando
pensaba en ella, imaginando sus ojos azul cielo y su largo y lujurioso cabello
castaño, sólo un tono más claro, y algunas pulgadas más largo que el suyo
propio.
Encantadora. Fascinante. Cautivadora.
En el breve tiempo que había estado con Cyan, había requerido hasta la
última gota de auto-disciplina que poseía para no aparearse con ella.
Anhelaba poseerla, reclamarla y traerla con él a Winseka, la ciudad donde
todos los que regresaban con compañeros humanos, debían vivir
inicialmente. Incluso si el experimento fallaba, incluso si no había hijos que
nacieran de su unión, estaría contento de tenerla como su compañera
vinculada.
Tomas un gran riesgo, y si fallas, si tu visión resulta falsa, entonces tu
destino será nuestro castigo.
La sombría expresión de su padre y la cara atravesada por el dolor de su
madre, cuando les comunicó su intención de compartir a la mujer con la que
había sido emparejado, hacía que un destello de cólera caliente atravesara
a Laith, y después, como si le pisara los talones, era seguida por una fría
desesperación. Maldijo a los Hotalings y al arma biogenética que habían
soltado en Belizair.
Algunos en Belizair habían muerto cuando el virus fue introducido por
primera vez, los débiles, los ancianos, su fallecimiento fue doloroso, pero la
herida más purulenta se abrió más tarde, cuando el verdadero horror dio la
cara. Las mujeres recién embarazadas abortaron, y luego llegó la verdadera
devastación, no hubo ningún embarazo nuevo.
En su desesperación, los científicos del Consejo empezaron a experimentar,
emparejando varones de Belizair con las hembras humanas, que tenían
rasgos genéticos de los Fallon, el ancestro común de los Amato y los Vesti.
Al igual que algunos de los Amato y los Vesti de la antigüedad, antes de que
se aprobaran las leyes contra la interferencia con las culturas menos
avanzadas que la Belizair, los Fallon se habían sentido intrigados por los
habitantes de la tierra. Habían estado entre ellos y se habían reproducido
con ellos, aunque habían sido vistos por los habitantes de la tierra como
criaturas que eran en parte leyenda y en parte mito religioso.
Los Fallon podían tomar un número infinito de formas, porque en el fondo,
eran una raza de cambia formas alados. Su potencial había crecido sin
límites hasta que su propia arrogancia, celos, orgullo y prejuicios los habían
destruido, fragmentándolos, en última instancia, en una multitud de razas,
todas menores de lo que los Fallon habían sido alguna vez.
Con un suspiro, Laith entró en el edificio de la cámara de transporte. Con un
esfuerzo empujó lejos los pensamientos del pasado, y la pesada carga del
futuro de su familia.
Sentía lo correcto de su decisión, tenía una seguridad inquebrantable. Los
sueños que se apoderaban de él mientras dormía, eran una visión del
futuro, y no sólo una fantasía erótica, aunque lo dejaban agitado,
despertando con una caliente erupción de semen.
Los sueños habían empezado cuando estaba en la tierra, sólo después de
ver a la hembra humana con genes Fallon, que los científicos pensaban eran
los más compatibles con los suyos. Cyan.
Laith envolvió su mano alrededor de su pene cubierto de tela. Oró a la Diosa
por el éxito al convencer a Rykken de regresar a la Tierra con él, a la cabaña
donde Cyan esperaba, a poca distancia de su cámara de transporte oculta y
protegida en la Sierra, aunque había llevado el coche para ocultar su
destino. No lucharía contra la necesidad de hacer el amor con ella la
próxima vez que la viera. Le había tomado todo lo que poseía el poder
resistirse por tanto tiempo.
Las piedras Ylan se calentaron en las bandas de sus muñecas, pulsando,
alimentadas con la energía de la cámara de transporte. No era una piedra
verdadera en absoluto, era casi una entidad viva, una con un número
infinito de usos, pero que también variaba de individuo a individuo.
Eran una fuente de energía que permitía el transporte entre ciudades, para
viajes a la tierra y de vuelta usando la antigua puerta en Winseka. Pero
también eran necesarias para la supervivencia en Belizair. Sin llevar los
cristales Ylan en sus muñecas, los Amato y los Vesti, igualmente morirían en
su mundo de origen.
La única vez que estaban libres de las piedras Ylan era en la cúspide de la
edad adulta, cuando las piedras que emigraron de las bandas de sus padres
a las suyas como cristal líquido minutos después de su nacimiento se
derretían, lo que permitía al nuevo adulto la opción de decidir cual piedra
llevaría consigo hasta la muerte.
Un estremecimiento de lujuria recorrió a Laith. Las bandas de sus muñecas
eran más pesadas ahora, las piedras se habían hecho más densas como
preparación para separarse y emigrar a las bandas que había diseñado para
Cyan, para poder traerla a Belizair.
Apretó la mandíbula cuando el deseo tensó más su eje. Las puertas de la
cámara de trasporte se cerraron, garantizándole intimidad. Sólo entonces
cedió a las necesidades de su carne.
Laith cayó de rodillas. Justificó la liberación de su polla, diciéndose que
apenas podría mantener una conversación inteligente con Rykken, cuando
en lo único en lo que podía pensar era en Cyan, en meter su pene entre sus
mojados pliegues femeninos.
Su aliento salió en un jadeo irregular cuando se la imaginó desnuda, con sus
pechos expuestos, con los mulos separados. Sus caderas se movieron,
forzando su polla dentro del puño de su mano, mientras pensaba en
colocarse a sí mismo en su entrada, y poco a poco abrirse camino dentro de
su canal.
Ella estaría apretada, o al menos su tamaño haría que así fuera. Y húmeda.
Siempre que estaba con ella podía oler su excitación, podía ver la necesidad
en sus ojos, la disposición para aparearse con él.
Había sido tan duro mantenerla a distancia hasta estar seguro que el sueño
de tener a Rykken unido en un vínculo con Cyan, era una visión y no sólo
una fantasía.
Había sido casi imposible fingir que no estaba listo para algo más que
amistad con ella, cuando sus testículos estaban pesados y su endurecido
pene lo proclamaban como mentiroso.
Ya no. Cuando regresara a ella…
Un gemido se le escapó, y luego otro, mientras acariciaba su polla con su
propia mano. Vio en su imaginación a Cyan retorciéndose debajo de él,
gritando su nombre y suplicándoles que se apareara con ella, que la llenara
con su semilla.
“¡Sí!, ¡Sí!” Con un grito ronco, arrancado de su corazón, su semen se
precipitó a través de su pene, e hizo erupción en una caliente liberación que
le cubrió el pecho y el abdomen.
“¡Oh, Diosa, sí!”, susurró Laith, quedando débil por el orgasmo, justo como
sabía que sucedía cada vez que pensaba en Cyan, la urgencia para
conseguir que su pene se metiera dentro de ella se hacía cada vez más
insoportable. Si no podía convencer a Rikken, no habría una segunda
oportunidad.
*********
Las cejas de Cyan Dupre se juntaron cuando el anochecer comenzó a llegar
y no hubo ninguna señal de Laith. Se frotó los brazos desnudos y se
estremeció, se dijo que era por la frescura del aire de la tarde en las
montañas y no sólo por estar sola en medio de la nada.
“Volverá”, murmuró, sin dejar que la preocupación y la incertidumbre
disminuyeran la belleza que la rodeaba.
Había pasado el día afuera, fotografiándola, aunque sentía que era hacer
trampas capturar las imágenes con la cámara digital, en vez de en un bloc
de dibujo. Pero un viaje de fin de semana no le daba el tiempo que
necesitaba para dibujar todo lo que le llamaba la atención. Le encantaba
estar fuera de la ciudad y cuando Laith sugirió este viaje…
Cyan se estremeció de nuevo, esta vez por los acalorados pensamientos de
necesidad que él siempre le generaba. La sensualidad era tan innata en él,
que le recordaba a un Dios pagano, un peligroso depredador que defendía lo
que le pertenecía con una ferocidad salvaje.
Él se había llamado a sí mismo cazador de recompensas. Pero lo que habían
compartido sobre su trabajo, sonaba como si él y su compañero Rykken
cazaran realmente algo más que criminales. También vigilaban a personas y
lugares.
Cyan se mordisqueó el labio inferior. No era la primera vez que se
preguntaba si él había sido tan cuidadoso con ella porque su trabajo era
peligroso y no podía ofrecer a una mujer más que una fugaz amistad y sexo
casual.
Tal vez la distancia emocional era lo mejor, pensó con un suspiro. Se sentía
profundamente atraída por él, más de lo que hubiera estado alguna vez por
cualquier otro hombre. Sería fácil enamorarse de él, demasiado fácil.
Él era gracia letal y belleza poética, combinada con ternura y sensibilidad.
Era una combinación devastadora, sobre todo para una artista,
especialmente para ella, y por lo visto inaccesible, o sólo alcanzable a un
doloroso costo emocional.
Pero entonces, ¿no prosperaban los artistas con la angustia y el sufrimiento?
¿No alimentaban la agonía y la angustia su creatividad? Se echó a reír. Tal
vez, aunque ella siempre había preferido la felicidad a la infelicidad.
Una brisa se levantó, por lo que volvió a la cabaña por una sudadera. No
pudo resistirse a abrir el bloc de dibujo que estaba sobre la mesa, y ojearlo
hasta encontrar el primer dibujo que le había hecho a Laith, en el parque, el
día que se habían conocido. Él había estado vestido con jeans negros y con
el torso desnudo, con unas elaboradas bandas con piedras verdes oscuras
en sus muñecas, enfatizando su masculinidad, convirtiéndole en salvaje y
primitivo.
Tenía otros cuadros de él, desnudos, pero éste era su favorito. Recordó el
instante en que sus ojos se encontraron y el calor brilló entre ellos con tal
intensidad primaria, que había imaginado que él era un animal macho en
busca de su compañera y supo en su corazón que ella era la mujer que
deseaba.
Cyan se rió suavemente. “Tal vez debería haber sido una escritora
romántica”, se dijo, pero no pudo evitar trazar los masculinos labios, o las
ondas de su pelo.
Laith era hermoso y respondía a ella físicamente. Era eso, o una erección
era su estado natural.
Era una tonta por haber aceptado venir aquí con él, por haber mantenido
sus esperanzas. Lo que era peor, era una cobarde por no preguntarle por
qué seguía pasando tanto tiempo con ella si no iban a follar.
Eso, lo había admitido para sí misma. Se sentía tan necesitada a su
alrededor, que la precaución y la cordura desaparecían bajo el impacto de la
pura lujuria animal. Ella lo deseaba, desesperadamente, a pesar de tener el
corazón roto esperando que algo ocurriera.
Echó un vistazo a la única cama, una lo suficientemente grande como para
una orgía, y se preguntó por qué Laith había tenido la repentina necesidad
de salir en el coche a una misteriosa misión. ¿Era la realidad de estar aquí,
sólo con ella, un enorme error ante sus ojos?
Le hacía daño pensar en eso, y sintió como si una lanza le atravesara el
pecho. Pero tal vez él tenía razón, tal vez venir aquí había sido una mala
idea.
Dejar que las cosas siguieran como estaban, si hablar de ellas, tampoco era
inteligente. Hubiera sido más fácil manejar la aplastante atracción, y menos
confuso, si Laith le hubiera confesado que su permanencia en su vida era
temporal y que había decidido que quería evitar las complicaciones que el
sexo traería.
La única vez que había tratado de iniciar algo íntimo, él la había agarrado
por las muñecas y mantenido lejos de su pecho, como si lo hubiera
quemado con su toque. Eso la había avergonzado entonces y la hacía
ruborizar ahora, sólo con pensar en ello.
Probablemente era mejor que la hubiera detenido. No estaba segura de
querer quedarse en California. Mudarse a Taos era atractivo, aunque
tomaría una inmensa parte de sus ahorros y significaría comenzar de nuevo
y construir relaciones con marchantes de arte.
La tensión se instaló de nuevo en sus hombros al pensar en la oferta de
Nathan de dejarle vivir por poco dinero en el desván situado sobre una de
las galerías de las que él era co-propietario allí. Él no esperaría para siempre
su respuesta, ella lo sabía, al igual que sabía que él quería de ella, algo más
que una relación artista-mecenas. Llevarla a Nuevo México era sólo el
primer paso en su plan para seducirla.
Había química entre ellos. Ella se había resistido cuando él había estado en
California, visitando pequeñas galerías de arte, mientras pasaba sus
vacaciones. Y luego había conocido a Laith, pocos días después de que
Nathan se hubiera ido a Europa.
Intelectualmente, podría tener el argumento de extender sus alas y
mudarse a Nuevo México, para cultivar su talento en una comunidad donde
el arte prosperaba y para explorar las posibilidades con Nathan. Pero su
cuerpo votaba contra su mente, y retrasaba la decisión por motivos simples.
Nathan no era Laith. Ella no estaba hambrienta por Nathan, como lo estaba
por Laith.
Cyan pasó la página de su bloc de dibujo a una con Laith de costado,
desnudo, con su largo pelo suelto, cayendo encima de su hombro y pecho y
su polla dura contra su abdomen.
Sus ojos acariciaron las líneas de su cuerpo. Su mente se preguntó por qué
había aceptado posar para ella.
Ella no creía que pudiera manejar las señales contradictorias que le enviaba
por mucho tiempo. Sus bragas se mojaban al pensar y estar cerca de él. Sus
pezones se endurecían, hasta el punto de haberse encontrado luchando
para no exponer sus pechos ante él y rogarle para que pusiera su boca
sobre ellos.
Dolía, le dolía como nunca antes le había dolido. Parecía una heroinómana
alrededor de una droga tan potente, que el contacto con ella era todo lo que
necesitaba para convertirse en adicta.
Un pequeño gemido se le escapó, mientras deslizaba la mano debajo de la
cintura de sus pantalones cortos y de sus bragas; sus dedos se mojaron por
la excitación antes de colocarlos sobre su tenso clítoris. No debería ceder a
la necesidad, le daba vergüenza encontrarse a sí misma mirando su retrato
y masturbándose, pero no podía evitarlo.
No sería suficiente, no para aliviar el profundo dolor. Sin embargo, le
ayudaría a recuperar una apariencia de calma.
Una candente necesidad lanceó a través de ella, mientras acariciaba la
cabeza diminuta de su clítoris. Un gemido suave siguió, casi un maullido de
angustia.
Era una locura, pensó, pero no se retiró del placer cuando imaginó que era
la boca de Laith entre sus muslos, su lengua acariciando su hinchado
clítoris, sus labios succionando y extrayendo el calor líquido de su misma
alma.
“Laith”, jadeó, apretando los dedos, con movimientos más rápidos,
mientras sus fantasías de ternura exquisita y dominio carnal la precipitaban
hacia el orgasmo, estrellándose cuando este llegó.
“Oh, Dios”, susurró débilmente, con la parte superior de su cuerpo
extendiéndose sobre la mesa y lágrimas en las esquinas de sus ojos. “Tengo
que dejar de verlo si esto es lo que va a hacerme.”
*********
Rykken d’Vesti frunció el ceño, mientras estudiaba los anuncios de trabajo y
no encontraba nada que le interesara. Había esperado obtener un contrato
que lo llevara lejos de Belizair y que desafiara su mente, para no pensar en
la visita de Laith a la Tierra y en su reclamación de una compañera humana.
Habían sido como hermanos, más cercanos que los hermanos desde
muchos puntos de vista, su tiempo juntos, en situaciones peligrosas, los
había unido hasta el punto de parecerles natural aceptar los trabajos juntos,
como un equipo. Y ahora sentía la ausencia de Laith profundamente.
No culpaba a Laith por aceptar lo que los científicos del Consejo le ofrecían,
la oportunidad de reclamar y aparearse con una mujer que podría concebir
a su hijo. Incluso si no había garantías de que eso llegara a suceder, un
pequeño parpadeo de esperanza era mejor que nada en absoluto.
Sin embargo, había preferido no permanecer en Belizair y ser testigo de la
muerte de la esperanza, y la profundización de la desesperación que
colgaba como un pesado manto sobre su tierra.
Habían traído varias humanas a Winseka. Ninguna de ellas estaba
embarazada aún, aunque los científicos seguían convencidos de que toda la
esperanza para evitar la extinción descansaba sobre ellas.
Rykken hizo rodar sus hombros en un esfuerzo por relajarse. Flexionó sus
alas, parecidas a las de un murciélago, que lo marcaban como Vesti, y
reanudó el estudio de las ofertas disponibles, esta vez más atento, en un
intento por descubrir algo en lo que ocuparse, aunque sólo fuera un poco
interesante.
Escuchó pasos que le sonaron familiares, a lo largo del pasillo. Las cejas de
Rykken se juntaron con perplejidad. Su atención se centró en la entrada
cuando Laith apareció y dijo: “Pensé que podría encontrarte aquí.”
Rykken miró de cerca a su amigo, y tomó nota de la tensión de sus rasgos,
de su erección imposible de ocultar por el fino taparrabos. “¿Ya has vuelto
con tu nueva compañera vinculada?”
Esto hizo que Laith se tensara aún más, como un hombre listo para luchar.
“No.”
Cuando no dijo nada más, Rykken no estuvo seguro de cómo proceder. De
los dos, Laith siempre había sido el más hablador, pero no por mucho.
Pensó que tal vez, Laith había sido incapaz de convencer a la mujer para
volver voluntariamente con él, una condición estipulada por el Consejo. Eso
explicaría su presencia. Y si era así, el trabajo le ayudaría a mantener su
mente lejos de su fracaso.
“Hay un par de anuncios aquí, que se pueden considerar”, dijo Rikken,
indicando la lista que había estado estudiando.
Laith negó con la cabeza. “No es por eso por lo que estoy aquí. Quiero que
me acompañes a la Tierra. Quiero que te unas a mí como compañeros de
vínculo con Cyan.”
La sorpresa mantuvo inmóvil a Rykken, aunque su polla lo traicionó,
endureciéndose ante la idea de tomar a la mujer que excitaba a Laith lo
suficiente, como para mantenerlo erecto en público. Laith no era un hombre
que perdiera fácilmente el control de sí mismo.
“Esa no es la manera de vincularse de los Vesti”, dijo Rykken. “No somos
como los Amato, que se unen en cualquier arreglo que se ajuste a las
necesidades de los involucrados. Los varones Vesti reclaman a una mujer y
la toman total y completamente, poseyéndola en todos los sentidos para
que no ansíe el toque de ningún otro.”
“Lo sé”, dijo Laith. “Pero éstos son tiempos desesperados para todos
nosotros. No te lo sugeriría en absoluto, si no hubiera estado teniendo el
mismo sueño. Y tú estás en él. Como lo estoy yo. Y al final, la unión de
ambos con Cyan, puede ofrecernos tanto al Vesti como al Amato lo que más
necesitamos, la promesa de niños y la esperanza de una paz duradera y
profunda entre nuestras razas.”
Rykken se apartó de la dolorosa súplica que vio en los ojos de Laith,
escuchó lo que las palabras no dijeron, que Laith creía que el sueño era una
visión enviada por la Diosa que los Amato consideraban sagrada. “Hasta
ahora este experimento con mujeres humanas no ha logrado producir ni un
solo embarazo”, dijo, con su emoción luchando contra la lógica.
“Ya lo sé. Conócela, Rykken. Por lo menos concédeme eso. Confía en mí.”
“Pides mucho”, dijo Rykken, moviéndose para poder devolverle la mirada a
Laith. “¿Y si la tomo? ¿Y si caigo en la fiebre del apareamiento Vesti y no
puedo compartirla, ni aún contigo? Entonces, ¿Qué?
“Es un riesgo que estoy dispuesto a asumir.”
Un estremecimiento pasó por Rykken, ante la profunda creencia de Laith en
lo correcto de compartir a su compañera humana. No era la manera Vesti de
formar vínculos, pero se encontró diciendo. “Que así sea.”
Capítulo 2
Cyan levantó las rodillas contra su pecho, mientras estaba sentada en el
balancín del porche. Se había duchado y eligió ponerse jeans y una
sudadera en vez de algo más femenino, y luego había salido afuera para
esperar a Laith.
La noche era muy oscura, con la luna y magníficas estrellas en un cielo
aterciopelado. Le encantaba sentarse bajo él y mirarlo. Desde el primer
momento que había sujetado una pintura en su mano, su mundo se había
centrado en el color y en la forma, traduciendo pensamientos, sentimientos
e impresiones en imágenes de papel, y más tarde en un lienzo.
El estudio, la práctica y la madurez que venían unidos a hacerse más vieja,
conociendo el dolor de la pérdida y la alegría del amor, habían mejorado su
arte. Pero nunca había sido capaz de capturar la noche. Estaba envuelta en
misterio, tan profundo como lo era la noche, no queriendo ser reducida a
dos dimensiones.
A pesar de la frialdad del aire de la noche, las palmas de Cyan se
humedecieron cuando escuchó el estruendo del motor de un coche. Sus
labios enrojecieron y se calentaron.
Tenía que recuperar el control. Sabía eso. Su resolución de hablar con Laith
se había reforzado mientras se duchaba, cuando el chorro de agua caliente
de la cabaña, la había llevado a más fantasías, y a otro orgasmo, con cada
liberación sólo haciéndola desearlo más.
Cyan se puso de pie cuando el coche apareció. Quedó atrapada por los
faros, hasta que este se detuvo delante de la cabaña.
La puerta del coche se abrió y él salió, llenando su visión y manteniendo su
atención cuando la luz de la luna lo bañó, y reveló el ágil depredador que
era.
Un movimiento, y la puerta del copiloto se abrió. Cyan volvió su cabeza y no
pudo respirar cuando la lujuria se precipitó por ella e hizo que su coño se
contrajera violentamente.
Oh, Dios, pensó. Tuvo la misma reacción que había tenido al conocer a
Laith, y mira a dónde la había llevado eso.
Tuvo el loco impulso de huir, irse tan lejos de los dos hombres como
pudiera. Aquel impulso estaba unido a la intensidad del deseo de rendirse a
ellos, y tenerlos a ambos.
Un estremecimiento la recorrió. Logró hacer una pequeña respiración,
pequeña porque ellos caminaban hacia ella y no se atrevía a inhalar sus
olores mezclados.
Ellos parecían más que una fantasía erótica. Físicamente armonioso, el
forastero sólo era un tono más oscuro que Laith, con su pelo igualmente
largo, pero liso, en vez de caer en ondas sobre la espalda, como lo hacia el
de Laith. Y sus ojos… eran casi negros, con un hambre que él no hacía
ningún esfuerzo por esconder.
Cyan se mordió el labio inferior para evitar gemir. La excitación mojaba sus
bragas tan intensamente, como la culpa inundaba su pecho. Se obligó a
prestar atención de nuevo a Laith, se estremeció cuando vio su cara tensa y
tuvo miedo de leer algo en esta.
“Has vuelto”, dijo queriendo romper la tensión que había entre ellos.
Él le tomó la mano, y ella cerró los ojos por un instante, se armó de valor
contra el deseo que corría a través de ella, convirtiendo su sangre en pura
necesidad líquida. Era peor ahora, mucho peor después de las horas que
había pasado sola, pensando en él, esperándole.
“Cyan”, le dijo. “Este es Rykken.”
La mano de Rykken le tomó la mano libre y envió una sacudida de calor
sexual a su clítoris. Sus ojos fueron hacia la cara de Rykken, y luego bajaron
a la agresiva erección que presionaba el frente de sus pantalones oscuros.
Notó las bandas de sus muñecas. Eran bastante similares a las de Laith, y,
por un impactante segundo, pensó que eran una pareja y que ésta era la
manera de Laith de decírselo. Pero entonces, Rykken le llevó la mano hasta
su pecho, y la presionó contra el pezón masculino apretado bajo la malla
delgada de su camiseta y dijo, “No sé como Laith ha encontrado fuerzas
para mantener sus manos alejadas de ti.”
Ella tembló como reacción a la promesa sensual que oyó en su voz, miró a
Laith, y encontró sus ojos casi tan oscuros y hambrientos como los de
Rykken. “Vamos adentro”, dijo él, y esta vez, fue ella la que se preguntó si
era una buena idea estar con ellos en la misma habitación, con una cama lo
suficientemente grande como para una orgía.
******
Laith se sentó en el sofá y se esforzó por esconder su satisfacción. Cyan
estaba nerviosa, luchando contra su atracción por Rykken.
Ella se hizo un ovillo en una silla, con su cuaderno de dibujo en su regazo,
como un escudo protector. Pero el olor de su excitación, la marca dura de
sus pezones contra la sudadera y el modo estudiado de evitar mirar a
Rykken, la delataban.
Al final perdería esta lucha. Ella no ganaría contra el deseo que crecía, y
calentaba la habitación.
Esto estaba destinado a ocurrir. Lo sabía con certeza dentro de su alma.
Esto era lo que la Diosa quería cuando le había enviado sus sueños.
Y Rykken… Laith no pudo impedir que las comisuras de su boca se torcieran
hacia arriba en una leve sonrisa. Rykken se esforzaba por no caer en la
fiebre de apareamiento Vesti y tomar a Cyan inmediatamente.
Hubiera sido muy divertido, si no fuera también peligroso, si su propia polla
no le doliera también por la necesidad. Los varones Vesti eran territoriales y
agresivos. Su instinto era aislar completamente a sus compañeras y follarlas
repetidamente, hasta que las piedras Ylan se dividieran y emigraran,
sellando la unión, y marcándola permanentemente.
La advertencia de Rykken en Winseka no había sido ofrecida a la ligera.
Pero tampoco lo había sido su aceptación del riesgo. Confiaba en Rykken,
creía que su amistad sería lo bastante fuerte como para sostenerse contra
el instinto Vesti, y que al final, las piedras Ylan de las muñecas de Rykken
no emigrarían a las bandas que él le iba a dar a Cyan, hasta el momento
que lo hicieran las suyas propias.
Se imaginó las elegantes bandas, como se deslizarían en sus muñecas. Las
había diseñado él mismo, había incluido el símbolo del ave de presa de su
clan, así como el felino depredador de la familia de Rykken.
El deseo que llenó a Laith, no sólo era deseo carnal, sino el del corazón. No
había pensado en nada más que en volver a casa con Cyan, desde el primer
momento en que la había visto.
Paciencia, era una de las habilidades de un cazador de recompensas, era
necesaria para el éxito y le serviría aquí también. Ella había sido criada en
una cultura tan restrictiva como la Vesti, a la hora de tomar múltiples
amantes, por no hablar de unirse a ellos en un enlace permanente.
Un escalofrío de necesidad recorrió su espalda, y trató de encontrar una
manera de empezar. La encontró ante la vista del bloc de dibujo que
agarraba, y en la gruesa alfombra colocada delante de la chimenea, que
estaba lista para ser usada.
En ese momento, dio un nuevo agradecimiento a los científicos del Consejo
y a los cazadores de recompensas que vivían y trabajaban en la Tierra,
todos ellos concentrados en acelerar el reclamo de las compañeras
humanas. Cuando él les había contado su intención de traer a Cyan a esta
cabaña, a poca distancia de la ubicación del edificio de la cámara de
trasporte, ellos la habían preparado, anticipándose a lo que podría ser de
utilidad.
Laith se puso de pie y tiró de Cyan para levantarla. Consideró advertir a
Rykken, utilizando la capacidad telepática que todos los Belizair poseían,
pero en vez de eso, decidió disfrutar de su reacción.
“Vamos a encender el fuego y nos sentaremos delante de él”, dijo Laith.
“Le prometí a Rykken que capturarías su imagen en papel.”
Yo apenas puedo mantener el control, replicó Rykken, levantándose de su
asiento, con su cuerpo protestando ante la idea de posar inmóvil, aun
cuando le gustara la idea de servir de modelo para Cyan.
Todo el calor de la fiebre de apareamiento Vesti estaba sobre él, así había
sido a partir del momento que la vio, iluminada por los faros del coche.
Había querido despojarla de su ropa y follarla hasta que reconociera su
dominio y aceptara su protección, hasta que ansiara su toque, tanto como él
deseaba el suyo ahora.
No había nada suave en lo que sentía. Era deseo animal y hambre cruda,
atenuados sólo por la profunda amistad que tenía con Laith, y su disposición
a confiar en la visión que había tenido.
Se quitó la camisa, deleitándose con el pequeño gemido de Cyan, y por el
modo en que ella luchaba por no mirar su pecho y perdía la batalla. Cuando
sus manos fueron a sus pantalones de chándal, ella susurró “No”, y esto
hizo que su polla protestara.
“No, déjatelos”, dijo Cyan, casi mareada por la lujuria que palpitaba a
través de ella.
Ellos querían compartirla. Tan pronto como Laith la levantó de la silla y le
dijo de su promesa a Rykken, y ella lo había sabido. Lo que no sabía era si
quería aceptar el placer que le ofrecían.
Una cosa era fantasear con tener dos amantes, pero arriesgar realmente su
corazón… Eso era lo que sería para ella, un riesgo con el potencial de
dejarla devastada. Ella se conocía bien a sí misma, lo suficiente como para
no ocultarse de la verdad.
Los amantes ocasionales no eran su estilo. Nunca había sido capaz de
separar las necesidades de su cuerpo de las del corazón, de su alma.
Durante semanas, Laith la había atormentado con su cercanía, con su
petición sensual, con las señales cambiantes de deseo y reserva, dejándola
adolorida y confundida. Ceder ahora, para luego regresar a la normalidad…
no pensaba que pudiera manejarlo, y sin embargo… dejó que Laith la
llevara hacia la alfombra delante de la chimenea.
Su coño tuvo espasmos cuando Rykken se acostó frente a ella, de costado,
tomando una postura clásica, la misma que había tomado Laith la primera
vez que lo había dibujado desnudo. Se obligó a respirar profundamente,
reduciendo los latidos acelerados de su salvaje corazón, y ver a Rykken
como el modelo de un artista, en vez de como a un hombre que quería
cubrir su cuerpo con el suyo.
Eso era casi imposible de lograr.
Laith encendió el fuego, y luego se colocó detrás de ella. Ella quiso
preguntar por qué y por qué ahora, pero en vez de eso, cayó en el ritmo del
dibujo. Trató de guardar la distancia, pero la atmósfera en la cabaña se coló
en la pintura, capturó el calor, la intimidad y el deseo ardiente, y todo eso
fue mayor, gracias a la presencia de Laith a su espalda. Las fantasías la
invadieron, desaceleró el ritmo de su mano, cuando las imágenes de ser
sostenida entre Laith y Rykken la inundaron, los dos con una potente
masculinidad, con un hermoso poder, con una forma perfecta.
Su aliento se entrecortó. Los labios de su coño estaban insoportablemente
húmedos e hinchados, para cuando terminó el dibujo de Rykken. Le
entregó la hoja, pensando en levantarse y escapar de la cabaña, pero Laith
puso las manos sobre sus hombros y la detuvo, sus labios en su cuello
hicieron que su resistencia desapareciera.
“Cyan”, murmuró entre besos hipnóticos, el sonido de su nombre tenía tal
profundo deseo, que ella gimió en respuesta, cerrando los ojos contra la
quemadura de su densa lujuria.
Sus manos bajaron por sus brazos, anclándose en su cintura, pero sólo el
tiempo suficiente para meterse por debajo de su sudadera. La cordura trató
de emerger, pero perdió contra el suave deslizamiento de sus palmas sobre
su abdomen, susurrando en voz baja, “Déjanos tomarte, Cyan. Déjanos
cuidar de ti. He soñado con esto desde el primer momento que te vi.”
Sus palabras enviaron calor a través de ella y tensaron sus pechos y vagina.
“¿Los tres?”, preguntó ella, preguntándose si esta era la razón por la que él
no la había tocado íntimamente hasta ahora.
“Sí.”
“¿Sólo durante este fin de semana?”
“No.”
Ella quería esto, sufría por ello. Sabía que no había ninguna garantía de que
su corazón saliera indemne. Pero también sabía que lo lamentaría si no
cedía a la fantasía, si se quedaba sin saber lo que era amarlos.
“Sí”, dijo ella, gimiendo cuando las manos de Laith se deslizaron hacia
arriba, desabrochando su sujetador, para luego colocarse sobre sus pechos.
Ella se arqueó ante su toque, abrió los ojos sólo para que su mirada fuera
capturada por la oscuridad de la mirada fija de Rykken. Un calor salvaje
ardía allí. El deseo carnal cuando él tomó sus labios, su aliento, su alma.
No hubo ninguna suavidad en su beso, ninguna indirecta de seducción. Era
posesión, dominación, la promesa de cubrir su cuerpo y hacerla gritar hasta
el éxtasis al ser reclamada por completo.
Ella luchó contra eso instintivamente. Se excitó más cuando los dedos de
Rykken se enredaron en su cabello, sosteniéndola en su lugar, mientras la
lengua saqueaba su boca, exigiéndole sumisión.
Los dedos de Laith torturaban sus pezones. Sus palabras murmuradas, de
deseo y alabanza la hicieron arquearse, atrapando sus manos entre sus
pechos y la dura pared del pecho de Rykken.
La lujuria se centró en su coño, tan feroz y tan caliente, que la sensación de
sus bragas y jeans se hizo insoportable. Ella quería quitárselos, quería abrir
las piernas, quería alivio.
“Por favor”, dijo cuándo Rykken levantó la boca de la de ella.
La satisfacción rugió a través de Rykken, haciendo crecer más su polla y
alimentado las llamas de la fiebre del apareamiento.
¡Mía!
Esto resonó con una intensidad salvaje, sonaba con cada latido de su
corazón, y lo instaba a tomarla, a protegerla, a mantenerla alejada de
cualquier otro varón, incluyendo a Laith.
Rykken torció los labios en una mueca silenciosa, cuando luchó contra su
instinto. Los Vesti no compartían a su compañera, pero si él pudiera hacerlo
con algún hombre, sería con el que en ese momento, tenía las manos sobre
el cuerpo de Cyan, desnudando la parte superior de este, enviando la ropa
lejos y exponiendo sus exuberantes curvas y su hermosa piel.
Le tomó cada onza de control a Rykken no atacarlo. ¿Cómo has logrado
estar sin tocarla?, Preguntó mientras le inundaba la lujuria, haciendo que su
respiración fuera entrecortada.
Hice lo que tenía que hacer y ahora los dos cosecharemos las recompensas
por ello.
Las manos de Laith volvieron a sus pechos, ahuecándolos en un
ofrecimiento simbólico, mientras giraba a Cyan en sus brazos, lo suficiente
para poder presionar su boca contra la suya, en lo que Rykken supo sería el
primer beso que ella compartiera con Laith.
No esperaba encontrarlo excitante, pero la intimidad traspasó a través de su
programación genética y su educación cultural por igual, tocándole el
corazón. Su pene se sacudió y goteó cuando Cyan gimió en voz baja,
cediendo ante la suavidad de Laith tan completamente como había
sucumbido a su agresividad.
Nunca había pensado en vincularse con una mujer que no fuera Vesti. Pero
ahora no podía imaginarse a ninguna que no fuera Cyan. El se la comió con
los ojos, la memorizó, inhaló su olor y lo imprimió en todos sus sentidos.
Rykken quedó fascinado, inmóvil, cuando Laith la colocó sobre su espalda,
con sus labios todavía en Cyan, con sus gemidos unidos al dulce sonido de
su placer. Tan pronto como Cyan estuvo tendida sobre la alfombra, la
necesidad de verla completamente se convirtió en imperativa.
Rykken la despojó de sus zapatos y calcetines. Gimió y estuvo perdido
cuando sus nudillos rozaron su liso abdomen, mientras desabrochaba sus
jeans.
Ella era suave, como la seda, totalmente femenina y delicada. Sin las alas
Vesti o Amato, parecía frágil, necesitada de un varón fuerte para cuidar de
ella.
Los impulsos protectores lo atacaron. Su boca siguió a sus manos, rozando
su vientre tenso, saboreando el sabor de su piel. Había pensado en
desnudarla rápidamente pero ahora quería explorarla despacio.
Rykken se quitó la constreñida ropa Terrestre, y la besó hacia arriba. Tuvo
que tomarse a sí mismo con la mano, cuando llegó a su pecho y se aferró a
su pezón.
El deseo lo atravesó cuando lo succionó. Su mano se deslizó hacia arriba a
abajo por su propio eje, en una pálida imitación del placer que pronto
conocería.
Con un gemido, Rykken apartó su mano de su pene, y fue hacia la cintura
de sus jeans y sus bragas. Empujó ambos hacia abajo, y casi se corrió
cuando sintió su rígido clítoris y su húmeda hendidura.
El hambre se apoderó de él. Sus colmillos de apareamiento amenazaron con
surgir de sus vainas, por primera vez en su vida. No puedo esperar mucho
más, envió ese mensaje a Laith, con sus testículos apretados en
advertencia.
Yo tampoco, dijo Laith, con la voz mental ronca por la necesidad, su mano
se unió a la de Rykken, haciendo gemir a Cyan cuando la rodearon y
jugaron con su clítoris, jugando en sus sedosos y mojados pliegues
femeninos.
Rykken fue rasgado por un doble deseo, de permanecer en el pecho de
Cyan, o seguir besándola hacia abajo y explorar con su boca lo que sus
dedos habían descubierto.
Ella era tan exuberante, tan sensible, que se preguntó cómo podrían ellos
dejar de hacerle el amor, el tiempo suficiente como para llevarla a Belizair.
Quería devorarla, poner sus manos y boca en cada pulgada de su cuerpo.
Las caderas de ella se levantaban para encontrarse con sus dedos, su canal
lo sujetaba como una abrazadera tensa, trataba de capturarlo y llevarlo más
profundamente. La polla de Rykken se sacudió, goteó, exigió llenar el
espacio, ahora ocupado por sus dedos y por los de Laith. Pero una
necesidad más primitiva prevaleció.
El imaginar a Laith tragando sus gritos de placer, tomando su aliento,
sustituyéndolo por el suyo, imprimiéndose a sí mismo en el fondo de la
mente de Cyan, hizo que Rykken abandonara su pecho y gruñera en
advertencia, en una demanda dirigida a Laith, para que le cediera sus
labios.
Capítulo 3
Cyan gritó cuando Laith abandonó su boca. Ella había querido, ansiado,
fantaseado con besarlo durante semanas. Se sintió despojada, incluso
cuando bajó, apoderándose de su pezón, que ansiaba por ser succionado.
Y luego Rykken estuvo allí, fijando sus muñecas contra la alfombra, por
encima de su cabeza, e introduciendo la lengua en su boca, haciéndole
saber que se consideraba el igual de Laith, a la hora de tomar su cuerpo y
su afecto.
Una pequeña parte de ella se sorprendió por la facilidad con la que lo había
aceptado, necesitado. Pero no podía resistirse a él más de lo que podía
hacerlo con Laith.
El sabor de Rykken, su aroma masculino mezclado con el de Laith, se unían
en un recuerdo que nunca dejaría de excitarla. Los empujes de la lengua de
Rykken estaban perfectamente coordinados con las succiones de Laith en
su pecho, y con los dedos masculinos que se deslizaban dentro y fuera de
su sexo.
Una ardiente hambre la envolvió, haciendo que sus caderas se sacudieran y
sus talones se clavaran en la alfombra, en un intento desesperado porque
sus dedos se metieran más profunda y duramente en su canal. Estaba tan
cerca de correrse.
Un estremecimiento la atravesó, cuando ellos le negaron la liberación,
cuando sus dedos dejaron su vagina, como si hubieran estado
silenciosamente de acuerdo en hacerla esperar. Ella gimió en la boca de
Rykken y él colocó más peso sobre ella, cubriendo su pecho desnudo con el
suyo cuando Laith rodó a un lado.
Laith le quitó a Cyan los jeans y las bragas, y casi se corrió con sólo mirarla.
Por la Diosa, ella era exquisita, delicada, femenina y embriagadora. Con sus
muslos extendidos, con los labios de su coño separados, era una fantasía
hecha de carne y hueso.
El gimió y se arrancó la ropa que ya no aguantaba, y rezó por no
deshonrarse a sí mismo arrojando su semilla a través de su abdomen, antes
de entrar en ella.
“Eres hermosa, Cyan”, murmuró, mientras se arrodillaba entre sus muslos
y enmarcaba su coño entre sus manos.
Su pulso latió contra la palma de su mano, testimonio del ritmo salvaje de
su corazón. El diminuto triángulo suave, apuntaba hacia sus hinchados y
brillantes pliegues, con un dulce néctar que él se moría por degustar.
Ella era suya, de ambos, para darle placer, protegerla, reclamarla y
reproducirse. A pesar de los edictos del Consejo, no permitiría que se
escapara. Ellos la convencerían para que regresara a Belizair con ellos.
Tenían que hacerlo. La vida sin ella sería intolerable.
Laith se inclinó hacia delante, retrasando el momento en que sus labios
reclamarían los labios inferiores de ella, en un beso carnal. Lo excitaba ser
testigo de su respuesta hacia Rykken. Eso aumentaba su hambre aún más.
Él había compartido mujeres antes, con un amigo de la infancia, y había
pensado que cuando llegara el momento de establecerse, haría un vínculo
que incluyera a su amigo y a una mujer Amato, o dos. Pero ahora no podía
imaginar a cualquier otro cubriendo a Cyan, tragándose sus gritos de placer,
a excepción de Rykken.
Con un gemido, Laith la rozó con la barbilla, presionó su boca en los labios
de su coño, y comenzó a lamer a lo largo de su hendidura. Su pene pulsó,
mojándole el abdomen con su excitación, estirándose hacia el acalorado y
apretado lugar que tanto deseaba.
Cyan se sacudió en respuesta, se elevó ante su toque y sus manos se
trasladaron para ahuecar sus nalgas y mantenerla quieta para su beso. La
lujuria ardía a través de él, rugía por sus venas y lo dejaba jadeante,
cubierto de una fina capa de sudor.
Sabía que estaba jugando con fuego, arriesgándolo todo al tocarla de esa
manera, reclamando su primer orgasmo. La fiebre del apareamiento Vesti
estaba sobre Rykken y éste se vería impulsado a montarla, él la tomaría
primero, empujaría su polla en su canal.
A Laith no le importaba. A medida que pasaba su lengua sobre el clítoris de
Cyan, sintió el estremecimiento de éxtasis de su cuerpo, y lo único que le
importó fue llevarla a la liberación.
Había luchado con fuerza para mantener la distancia, por esperar hasta
estar seguro de su sueño. Pero ahora no tenía que esperar, no tenía que
dejar de tocarla, de revolcarse en su sofocante calor.
Deslizó la lengua por su hendidura y la folló con esta, deleitándose con el
modo que ella se aferró a él, tratando de llevarlo más profundamente. Su
aroma, su sabor, la sensación húmeda y sedosa de su piel, se hicieron su
realidad, la única cosa en cualquiera de los mundos que le importaba.
Su polla se llenó aún más, sus testículos se hicieron más pesados. Sus
nalgas se flexionaban, relajaban, y flexionaban de nuevo, cuando la
necesidad de cubrirla, de empujar su pene dentro de ella, creció.
Un gruñido sonó. Pensó que era suyo, pero podría haber sido de Rykken.
No importaba. Era como un hombre muerto de hambre, un hambre que no
se saciaría hasta que cada gota de la excitación de Cyan fuera consumida,
hasta que cada onza de placer hubiera sido arrancada de su cuerpo y ella
yaciera inerte, tendida en total abandono y satisfecha.
Laith tomó su clítoris en su boca, lo sorbió como había chupado su pezón.
Emocionado por la forma en que se retorcía, luchaba contra él y Rykken,
luchaba contra sí misma. Escuchó su grito de liberación, sintió que se
estremecía, un segundo antes de que Rykken telepáticamente dijera
¡Muévete!, y él dejó el coño de Cyan.
Rykken pudo haberse movido unas pulgadas y empalarla con su polla
mientras él la besaba. Pero su comportamiento era dictado por la lujuria
animal, por la necesidad de cubrir a su compañera y reclamarla. El metió su
brazo bajo ella, levantándola fácilmente y la colocó sobre sus manos y
rodillas.
Un pellizco a sus nalgas y ella extendió los muslos, y se ofreció a él. Y la
vista de sus brillantes y enrojecidos pliegues, envió un hambre carnal a
través de él.
Se inclinó y la probó. Metió su lengua en el mismo lugar donde estaría
pronto su pene, gruñó contra su hendidura mojada, cuando encontró el olor
de Laith en ella.
¡Mía! Él quiso castigarla por haber aceptado el toque de otro. Quiso gruñir y
morder, empujar su pene dentro de ella hasta que quedara ronca de gritar
su nombre.
Un crudo instinto le llevó a cubrirla, metiendo su pene en su húmedo calor,
de un solo empuje, con fuerza. La tortura de saber que Laith estaba entre
sus muslos había sido erótica. Eso había llevado a Rykken a un punto casi
más allá de la cordura, al sentir los gritos de placer de Cyan mientras otro
hombre la llevaba al orgasmo.
Los colmillos de apareamiento de Rykken descendieron. Un gruñido se le
escapó. Y luego otro. Y sin embargo, aún cuando la sintió apretada, caliente,
pulsando, sus músculos interiores apretados en torno a él, reconoció ante sí
mismo que había algo oscuro en su primitivo intercambio, en tener a Laith
observando como la montaba y la tomaba.
Podía sentir la mirada fija de Laith, la necesidad de él. Sabía que tenía su
polla en la mano, agarrada en un intento de impedir su liberación, solo
esperaba que Rykken acabara de llenar a Cyan con su semilla, para poder
hacer él lo mismo.
Otro gruñido se le escapó. El instinto de Rykken hizo que colocara más de
su peso sobre ella, pasando un brazo a su alrededor para acariciar sus
pechos y su vientre, antes de encontrarle su clítoris.
Su inherente sensualidad y su sumisión natural, eran profundamente
satisfactorias para él. La forma que se suavizaba bajo él, como pronunciaba
su nombre, cómo le rogaba que la dejara correrse cuando tocaba su clítoris
mientras se empalaba en su coño, lo tenía luchando contra su propia
necesidad de liberación.
Sus testículos eran globos pesados que se apretaban entre sus muslos.
Cada vez que introducía totalmente su pene en la vagina de Cyan,
presionaba contra sus hinchados pliegues, enviando una sacudida de
éxtasis a su columna.
Él nunca se había sentido tan poderoso, tan posesivo.
Los músculos de la espalda de Rykken temblaron. Deseó dejar caer la
protección de las piedras Ylan para que sus alas se manifestaran, y poder
tomarla en su verdadera forma.
Un placer feroz lo recorrió, cuando ella gimió y empujó hacia atrás, y eso lo
llevó más allá de su pensamiento. Cedió a la locura de la fiebre del
apareamiento con ella. Se empujó duro y rápido. Hundió los colmillos en su
hombro y casi perdió el conocimiento cuando el suero de su raza fluyó por
sus colmillos, en el instante exacto en que derramaba su semilla en Cyan.
Cyan se sentía laxa, perdida en un mar de endorfinas tras hacer el amor con
Rykken, contenta hasta que Laith deslizó un brazo por su cintura y tiró de
ella para ponerla debajo de él. Ella gimió cuando se deslizó dentro de ella.
Su apretada vagina abrazó su pene, atrapándolo en una bienvenida,
mientras sus brazos lo hacían alrededor de su cuello.
Ella había pensado que estaba completamente satisfecha. Pero el hambre
creció cuando la lengua de Laith frotó y se entrelazó con la suya, con su
polla inmóvil, depositada profundamente en su interior, como un segundo
latido de corazón.
Ella pasó las manos sobre su suave piel y los potentes músculos de su
espalda, sus dedos se enredaron en los rizos brillantes de su cabello del
color del otoño. Él era la perfección dorada, hermoso a sus ojos y a su alma.
“Laith”, susurró. Encontrando sus ojos, derritiéndose en el oro oscuro y rico
de ellos, con sus pensamientos y emociones arremolinándose en su interior,
sin definir, sin tomar forma con palabras.
El deseo la llenó, la necesidad de tenerlo estremeciéndose sobre de ella,
gritando su nombre, con su cara reflejando su placer y con los chorros de
semen brotando de su polla y fluyendo a su matriz. En ese mismo instante
ella entendió su propia concepción, el por qué su seria y práctica madre se
había permitido quedarse embarazada de un hombre ya reclamado por la
carretera y su música.
“Cyan”, dijo Laith, inclinándose hacia ella, capturando sus labios. Esto lo
estaba matando, el permanecer inmóvil en su núcleo caliente y apretado
sobre su pene, con el deseo líquido quemando sus venas y su corazón
henchido de amor por ella.
Él la acercó más, incapaz de permanecer acostado sin estar completamente
unido a ella. La lujuria ondulaba por su espalda, apretando sus testículos y
haciendo que su pene latiera.
Él no duraría mucho más una vez que ella se moviera. No estaba seguro de
poder seguir siendo suave, aunque lo quisiera desesperadamente, decidido
a demostrarle en ese primer acto compartido que él y Rykken cuidarían de
todas sus necesidades.
“Por favor”, gimió ella, pasando sus uñas por su espalda.
El gimió, empujándose en ella, y dándole lo que ambos necesitaban.
Despacio al principio, y luego más rápido, más duro, hasta que él se tragó
su grito de liberación, cuando el extremo placer explotó en cada
terminación nerviosa, en cada célula, mientras ella exprimía su semilla.
Laith se derrumbó a su lado, con su piel presionando la suya tanto como le
era posible, con su respiración entrecortada. Una sonrisa de satisfacción
curvó sus labios cuando Cyan se desplazó para acurrucarse contra él, con su
brazo sobre su abdomen, y su cara hundida contra su cuello, con la cortina
caliente de su largo cabello extendiéndose sobre su pecho.
Él la atrajo a sus brazos, rozando con sus dedos el lugar donde los colmillos
de apareamiento de Rykken habían perforado su carne. Ella tembló en
reacción, gimió y presionó su caliente coño más fuerte contra su cadera.
Laith se atrevió a echar un vistazo a la cara de Rykken, y vio la lucha que
estaba teniendo lugar allí, el conflicto de su mente contra su cuerpo. Ven
con nosotros, dijo él y sus palabras fueron recibidas con una mueca
silenciosa, un destello salvaje de macho primitivo en los ojos de Rykken.
Pero al final se movió para colocarse en la espalda de Cyan, con su boca
inmediatamente yendo al lugar donde había dejado su marca.
¿Qué le has dicho?, preguntó Rykken, con la mano sobre el costado de
Cyan, deslizándola hacia abajo para colocarla en su cadera, ambos
temblando cuando el olor de su excitación se intensificó al ser sostenida
entre ellos.
No mucho, confesó Laith. Las leyes del Consejo son restrictivas. A ningún
compañero de vínculo se le permite ver nuestra forma verdadera o saber
que no somos de la Tierra, hasta que estemos en la cámara de transporte.
¿Tiene ella lazos aquí?
Su padre es un extraño para ella. Su madre murió. Pero Cyan es deseada.
Las fosas nasales de Laith se tensaron al pensar en el macho humano que la
perseguía.
¿Quién es él?, gruñó Rykken, tomando el pensamiento de la mente de Laith.
No lo conozco. Ha estado lejos, aunque se ha puesto en contacto con Cyan
varias veces desde que vine aquí para reclamarla.
El labio de Rykken se levantó. Sus ojos se oscurecieron. Él no la tendrá. Ella
es nuestra.
Cyan se movió entonces, poniendo un beso en el pecho de Laith. “Quiero
pintarlos a los dos, sentados espalda contra espalda como un par de
eróticos sujeta libros. ¿Me dejarán?”
“Por supuesto”, dijo Laith.
Ella se dio la vuelta, ruborizándose bajo la intensidad de la mirada de
Rykken. “¿Vas a posar para mí?”
“Sí.”
“Pero primero pasaremos algún tiempo en la bañera caliente”, dijo Laith,
ahuecando su pecho, sabiendo que necesitaba aparearse con ella de nuevo,
antes de poder soportar su mirada en él, la caricia de sus ojos hambrientos
mientras lo dibujaba.
¿Cómo se las había arreglado en las otras sesiones?, no lo sabía. Pero esa
noche no había tenido ningún poder para resistirse al olor de su excitación y
a la llamada de su cuerpo a aparearse.
Cyan se rió cuando Laith se puso de pie y luego la tomó en brazos. Ella no
se opuso a ser llevada fuera de la cabaña, pero tembló cuando el aire frío de
la noche golpeó su piel caliente por el sexo.
Rykken iba adelante, con evidente seguridad sobre la localización de la
bañera de hidromasaje, eso provocó que la duda y dolor comenzara a
formarse en su pecho. ¿Hacían ellos esto todo el tiempo? ¿Invitaban a
mujeres a la cabaña y las compartían?
Ella estuvo agradecida cuando Laith la liberó y se deslizó en el agua,
tomando refugio en la aterciopelada oscuridad. Era hermosa, con las
estrellas brillando por millares, de una manera que ella no podía ver en la
ciudad.
Laith tomo su mano en la suya. “¿Qué sucede?”, preguntó, con su
sensibilidad y preocupación profundizando sus sentimientos por él.
“¿Tú y Rykken vienen aquí a menudo?”, Preguntó ella, incapaz de exponer
su corazón, al expresar su miedo en palabras, de que fuera sólo una de las
muchas mujeres que habían compartido.
Laith apretó su mano contra su pecho, poniendo besos a lo largo de su
cuello y en la comisura de su boca.
“Ninguno de nosotros ha estado aquí antes, ni hemos compartido nunca
una mujer”, dijo él, adivinando lo que rondaba su mente.
Su lengua trazó la comisura de su boca. “Confía en nosotros con el corazón,
así como con tu cuerpo, Cyan.”
La mano de Rykken acarició su vientre metiéndose entre sus muslos
posesivamente. “Tú nos perteneces”, dijo, su vos demostraba total
confianza, junto con un deseo ronco. “Ningún otro te tendrá nunca más.”
Su alma respondió a la suavidad de Laith. Su cuerpo respondió a la forma
firme en que Rykken la tocaba, como si ella le perteneciera y ese fuera su
derecho.
Ella gimió cuando Rykken comenzó a frotar su clítoris, rodeándolo y
presionando el brote endurecido, sensible, al mismo tiempo que la lengua
de Laith entraba en su boca, con un beso dominante, con su corazón
acelerado contra su palma.
El placer no dejaba lugar a dudas o temores. El agua caliente y el cielo de la
noche los encerraban en un mundo privado, donde la única realidad era la
intimidad que compartían.
Cyan abrió los muslos más ampliamente, ofreciéndose, capturando la polla
de Rykken en su mano y midiendo la dura y gruesa longitud. Le encantaba
la forma en que sus caderas se levantaban y su respiración se volvía áspera
y rápida, tomando el mismo camino con Laith cuando liberó su mano de la
suya y agarró su pene.
Él y Rykken estaban bien dotados. Con su potente masculinidad envasada
de una forma impresionante.
Rykken se contuvo, resistió la necesidad de empujar su polla en Cyan
durante un largo momento. Nunca se había sentido tan fuera de control
como lo hacía en su presencia, tan lleno de la necesidad de asegurarse a sí
mismo que era suya, de darle placer y protegerla para siempre.
La llevaremos a casa con nosotros mañana, dijo, cambiando de posición,
señalando su intención de colocar a Cyan en su regazo, con una imagen
mental.
Si ella está de acuerdo en regresar con nosotros, dijo Laith.
Por la mañana ella no tendrá ningún otro pensamiento, más que venir a
nosotros para cubrir todas sus necesidades.
La risa de Laith fue como arena a través de las terminaciones nerviosas de
Rykken. Por la mañana tendremos suerte si tenemos algún pensamiento
más allá de mantenerla feliz.
Rykken levantó el labio en una respuesta silenciosa, antes de deslizar su
brazo alrededor de Cyan y acomodarla de nuevo, para que ella quedara a
horcajadas sobre su regazo, con su montículo presionando la cresta dura de
su erección. Ella gimió y se levantó, guiando la cabeza de su pene a su
entrada, justo cuando lo fascinaba con la vista de sus pechos.
Sus pezones se apretaron bajo su mirada, enviando un pulso de lujuria
directamente a su pene. Ella se balanceó, arqueó su espalda ligeramente en
un sutil ofrecimiento y como una dulce tentación.
Rykken estaba hipnotizado, sentía la posesividad grabada en su vientre,
ante el pensamiento de que otros hombres vieran sus pechos desnudos. Las
mujeres en Belizair solo llevaban un pantalón delgado, algo más restringiría
su capacidad de volar, y además, tanto la cultura Amato, como la Vesti
reverenciaban la capacidad de una mujer de tener y amamantar a sus
pequeños.
Los pezones oscuros de Cyan pedían ser amamantados y durante un largo
momento Rykken imaginó niños en sus pechos. La esperanza rugió en él en
una ola feroz, y envió una oración al Dios errante de los Vesti, porque la
visión de Laith fuera cierta y que de alguna manera, este primer
apareamiento compartido con una compañera vinculada humana, derrotaría
al virus Hotaling y abriría un futuro más allá de la desesperación y la
extinción.
Tiernamente él lamió primero una areola y luego la otra, acariciándola y
besándola con reverencia, hasta que sus gemidos, el susurro repetido de su
nombre y el apretado agarre de su vagina en la cabeza de su polla,
ahuyentaron los pensamientos de un niño hambriento y los sustituía por los
de un hombre.
Con un gemido, Rykken tomó un oscuro pezón en su boca y comenzó a
succionarlo. Sus manos fueron a sus caderas, y la guió hacia arriba y abajo
sobre su eje hasta que ella gritó en su orgasmo, y lo llevó con ella.
Cyan se rió suavemente cuando Laith inmediatamente la atrajo a su regazo.
Les podría gustar compartirla, pero también eran competitivos.
“¿Qué te hace tanta gracia?”, preguntó Laith, cubriéndole un pecho con la
mano y capturando su pezón.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, y lo besó. “Estaba pensando
que me podría acostumbrar a esto, a tener a dos hombres peleando para
ver quién me puede dar más placer.”
Su risa lo hizo sonreír. “Tanto Rykken como yo tenemos la intención de que
te acostumbres a esto.”
Laith bajó su cabeza, pasó la lengua sobre su pezón, y tiró hasta que la hizo
arquearse, y lo invitó a ser más agresivo.
Con su mano enredada en su cabello, lo sostuvo contra su pecho. Adoraba
la forma en que utilizaba su boca en ella, deseaba la sensación de sus labios
y su lengua, el hambre se disparaba a través de ella con cada succión, con
cada golpe de su lengua.
Ella extendió sus muslos y gimió cuando su mano inmediatamente tomó
posesión de su coño, atormentando su clítoris hasta que ella le pidió que la
follara.
El respondió a sus súplicas con los dedos, empujando dentro y fuera de su
vagina, mientras su pulgar rozaba su duro en su hinchado clítoris, y ella se
retorció en su regazo y finalmente se liberó.
Satisfacción masculina brillaba en sus ojos cuando levantó la cabeza. La
vista de eso desafiaba a Cyan, y la hacía sentir atrevida y traviesa.
Ella cambió de posición para quedar a horcajadas sobre él, aunque se cuidó
en no dejar que él estuviera lo suficientemente cerca de su hendidura como
para colocarse dentro. “Tu turno”, susurró, besándolo, enredando su lengua
con la suya mientras sus manos buscaban y lo encontraban bajo el agua,
ahuecando sus testículos y fijándose alrededor de su eje.
El gruñó, empujó, folló sus dedos. Sus manos le recorrían la espalda y
trataba de arrastrarla más cerca. Ella se resistió, profundizando el beso
hasta que se hizo descaradamente carnal.
“Déjame tomarte con mi boca”, susurró ella mientras sus labios se
separaban. “Déjame tenerte del mismo modo en que tú lo hiciste.”
El poder femenino se apoderó de Cyan, cuando él se levantó del agua y se
colocó sobre la pequeña cubierta adosada, en la mitad de la bañera de
hidromasaje.
“Ahora Cyan. Tómame ahora”, dijo él y ella se estremeció y adorando el
tono demandante de su voz.
Laith casi se corrió con el primer golpe de su pecaminosa lengua contra la
cabeza de su polla. Sus caderas se sacudieron. Una súplica entrecortada
escapó cuando ella chupó solo la punta de él, dentro de su húmeda boca.
El fuego atravesó su columna. La necesidad desesperada lo tenía ardiendo,
tenso y dolorido, cuando ella ahuecó sus testículos en su mano.
El trató de empujar más profundamente, pero sus dedos se lo impidieron. El
cometió el error de exigir que ella tomara más de él, y sufrió el dulce
tormento de su castigo por haberlo hecho.
Ella le advirtió, con el roce de sus dientes, que era la que controlaba su
placer. Se negó a concederle la liberación hasta que estuviera sin sentido,
mendigando, completamente en su poder, con su derrota marcada por el
gemido bajo de Rykken, quien se alivió con su propia mano.
Capítulo 4
Rykken fue quién la llevó de nuevo a la cabaña y la colocó sobre la
alfombra, delante de la chimenea. Cyan se estiró, sintiéndose bien amada,
totalmente satisfecha.
Laith recuperó su bloc de dibujo y lápices antes de entregárselos. Cyan se
rió cuando Rykken dijo, “Veo que ya te tiene bien entrenado.”
Eso calentó su corazón, escucharlo bromear, el sentirse lo suficientemente
cómoda con él, como para pasar sus uñas a lo largo del interior de su muslo,
rozar su pene y decir, “Eres el siguiente.”
Sus dientes blancos brillaron contra su piel bronceada. Él le agarró la mano
y frotó sus nudillos a lo largo de su eje. “No me encontrarás tan fácil de
llevar como Laith.”
“No lo esperaría”, dijo ella, ya sabiendo que era el más intenso, el más
dominante de los dos, al menos cuando se trataba de ella.
Él le soltó la mano cuando ella la retiró. Pero se acercó, con su pecho
tocando su hombro mientras abría el bloc y comenzaba a hojear sus
páginas, deteniéndose en la imagen de un padre inclinado sobre su
pequeño hijo, con sus manos juntas en un bate de plástico, se concentró en
otro, este era el rostro de un anciano.
“Son realmente asombrosos”, dijo Rykken y Cyan sintió su alabanza en
todo su ser.
“Los que están en su estudio son aún mejores”, dijo Laith, ganándose una
sonrisa, y sintiendo un golpe en su espalda desnuda.
Rykken siguió pasando más dibujos, y llegó a la primera imagen que había
hecho de Laith. Luego pasó a otra.
Su sentido de vulnerabilidad creció, cuando página tras página revelaba a
Laith, dibujado con su corazón despojado de toda protección. Ella dio un
pequeño suspiro de alivio cuando las páginas en blanco comenzaron.
“Sólo espero que me veas de la misma manera como lo haces con Laith”,
dijo Rykken, y el calor llenó su pecho, y se movió en espiral hacia abajo por
sus pechos hasta su vagina, ante el significado de sus palabras.
Los colocó en posición delante del fuego, espalda contra espalda, brazo
contra brazo, con el cabello cayendo a través de sus pechos, con la pierna
más cercana al fuego flexionada en la rodilla, y la otra extendida para que
las líneas tensas de sus abdómenes y la lisa perfección de sus penes se
evidenciaran.
El deseo quemaba su vientre mientras los miraba. La excitación cubrió sus
labios y la parte interior de sus muslos.
Cyan se retiró a una distancia segura y se perdió en su arte. Raramente
mezclaba la fantasía con la realidad, pero atrapada como estaba en el brillo
del fuego, era fácil imaginarlos como dioses antiguos que hubieran bajado a
la Tierra.
La luz del fuego enfatizaba su belleza dorada, creando un espacio ilusorio
entre ellos. Lo llenó de forma tal, que ya no estuvieran tocándose por la
espalda, pero sí ala contra ala en su imaginación.
El corazón de Cyan se aceleró y su mano se precipitó para capturar en lo
que ellos se habían convertido en su imaginación. Sólo cuando la última
línea fue dibujada, permitió que su lado racional emergiera.
Entonces, mordiéndose el labio inferior, comenzó a preocuparse de lo que
ellos pensarían. Cerró el bloc de dibujo, y ellos fueron inmediatamente a su
lado, con sus manos tomando el bloc, y sus labios en sus hombros para
añadir persuasión.
Era una batalla perdida.
Ellos cogieron el bloc y lo abrieron. Un nudo se formó en su estómago
cuando se tensaron.
“No sé por qué los dibujé así”, dijo ella, viendo a Laith con las alas
emplumadas de un ángel, aunque fueran oscuras, en lugar de blancas. Sus
uñas se clavaron en su palma, preocupada por la imagen de Rykken, un
apuesto demonio oscuro con alas parecidas a las de un murciélago.
Cyan trató de cerrar el cuaderno, pero ellos la agarraron por las muñecas,
colocándola entre ellos, antes de centrar su atención en ella. Su aliento se
quedó en su garganta por las expresiones de sus caras, y el deseo que ardía
en sus ojos.
“¿Les gusta?”, Susurró ella, necesitando oír sus palabras.
“Muchísimo”, dijo Laith, ahuecando un pecho, y tomando posesión de un
pezón ya sensibilizado por toda la atención recibida, su boca se dirigió a su
cuello.
“Es perfecto”, dijo Rykken, con su mano resbalando por su vientre, con sus
dedos deslizándose en su mojada hendidura. “Tan perfecto como la mujer
que lo creó.” Sus labios reclamaron los suyos, con su lengua dominante y
exigente, cuando frotó y se entrelazó con la suya.
Ella los acarició, mientras ellos la acariciaban, dejando que sus manos
exploraran, con el contraste de la piel suave contra sus músculos duros,
tocando lo que sus ojos habían acariciado cuando los había dibujado. El
corazón le dolía por la posibilidad de que ellos desaparecieran, algún un día,
de su vida.
Se puso voluntariamente sobre manos y rodillas cuando ellos la guiaron allí.
Abrió los muslos y se estremeció de anticipación, cuando los dedos de Laith
reunieron la humedad de su coño, antes de rodearla, y acariciar su
endurecido clítoris, enviando fuego erótico a sus pezones.
“Por favor”, dijo ella y Rykken se colocó delante de ella, tomando sus
pezones entre sus dedos, apretándolos en sintonía perfecta con el asalto de
Laith a la pequeña protuberancia desnuda de su clítoris.
La polla de Rykken palpitó en alerta. La imagen que él había creído que
sería imposible de soportar, la de otro macho tocando a la mujer que le
pertenecía y que ella le respondiera, se había convertido en una realidad
que alimentaba su hambre de aparearse.
La visión de Laith entre los muslos de Cyan, su pene duro y brillante,
preparado para empujar en su apretado canal, tenía a Rykken tomándose a
sí mismo con la mano, inclinado hacia delante, con sus dedos enredados en
el pelo de Cyan, empujándola hacia la cabeza de su polla.
Ella no iba a jugar con él y atormentarlo como lo había hecho con Laith. Él
no se convertiría en un esclavo de su boca como Laith lo había hecho, pensó
Rykken, mientras se apretaba contra sus labios, ordenando: “Toma mi polla,
Cyan.”
Un jadeo escapó de él, cuando ella hizo lo que le había pedido, frotando la
lengua sobre él y llevándolo a su calor húmedo y al éxtasis.
Sus nalgas se flexionaron con la necesidad de comenzar a empujar.
“Más”, gruñó, empujando más profundo, con su pecho y testículos en
llamas.
Un calor blanco llenó su mente cuando ella gimió, obedeciéndole, tomando
más de él y empezando a chupar con fuerza y rápido.
Alzó la vista para encontrar a Laith follándola. Empujando dentro y fuera,
con la cara transformada por el placer, con sus manos alternando entre
sostener sus caderas y las curvas lisas de sus nalgas.
Rykken luchó para permanecer quieto. Pero no pudo hacer nada contra las
olas de sensaciones que lo atravesaban, creadas por la boca de Cyan. Tomó
su pene en un puño apretado, para no lastimarla con su pasión.
“Cyan”, gimió, cediendo ante la necesidad de joder su boca, sabiendo
cuando lo hizo, que se había convertido en su esclavo. Sin preocuparse,
cuando el orgasmo lo dejó débil, completamente satisfecho y cómodo con la
visión de Cyan llegando al orgasmo cuando la semilla de Laith llenó su
vagina.
Ya tarde, se dieron una ducha y se deslizaron en la cama con Cyan entre
ellos, con su cara relajada mientras dormía. Lleno de ternura, Rykken la
miró. No pudo evitar recorrer el contorno de la boca que le había dado tanto
placer, rodear los pezones que un día podrían alimentar a sus hijos.
Tan pronto como la había tomado la primera vez, y la había perforado con
sus colmillos de apareamiento, las piedras Ylan de sus muñecas se habían
vuelto más pesadas, en preparación para unirse con Cyan. ¿Has preparado
bandas para sus muñecas?, le preguntó.
Sí. Llevan los emblemas de ambas casas de nuestros clanes.
Rykken rió suavemente. ¿Estabas tan seguro que estaría de acuerdo en
compartir tu visión?
Sólo tenía que convencerte de venir conmigo a la Tierra, para conocer a
Cyan.
La mano de Rykken viajó más abajo. Su corazón y su alma conocieron la
completa satisfacción, cuando sus muslos se separaron en sueños, dando la
bienvenida a su toque mientras ahuecaba su montículo. Siento que hay
esperanza por primera vez desde que nos enteramos de lo que el virus
Hotaling nos había hecho, dijo, dejando que Laith oyera el temor, que venía
con una esperanza renovada.
Laith depositó un beso en la frente de Cyan. Creo que habrá niños de este
primer compartir de una compañera humana entre un Amato y un Vesti,
que la Diosa quiere esto para Belizair. Pero incluso si estoy equivocado, seré
feliz de tener a Cyan como compañera de vínculo.
Como yo. Rykken colocó un beso suave en sus labios. No entiendo cómo fue
capaz de plasmar en el papel nuestras verdaderas formas como lo hizo esta
noche, pero si eso significa que no nos temerá cuando nos revelemos ante
ella, entonces estoy contento de que haya sucedido.
Los científicos del Consejo me dijeron que era posible. Algunos de los
humanos que tienen restos genéticos de los Fallon, son capaces de
atravesar el velo protector de las piedras Ylan, que nos mantiene protegidos
mientras estamos en la Tierra, y son capaces de vernos tal y como somos.
Cyan se movió y abrió los ojos. Se encontró a ambos hombres apoyados en
sus codos, mirándola, Laith tocando su pecho, Rykken en posesión de su
coño.
“¿Todavía despiertos?”, preguntó ella, con su risa uniéndose a la de ellos,
cuando su mirada se desvió de forma automática a sus penes.
“Tal vez no en la forma que sugieres”, bromeó Laith, “aunque estoy seguro
de que Rykken y yo podemos ponernos a la altura de las circunstancias,
dada la inspiración que está entre nosotros.”
Se inclinó y la besó, con un enredo largo y lento de lenguas y aliento.
Cyan cerró los ojos, permitiendo que el letargo sensual la reclamara. Se
sentía incorpórea, satisfecha hasta la médula.
La boca de Rykken tomó la suya, tan pronto como el beso de Laith se
terminó. Ella murmuró apreciativamente y sonrió para sus adentros. A pesar
de que Rykken imitaba la dulzura de Laith, ella podía notar fácilmente la
diferencia entre los dos hombres.
“Consiente en venir a casa con nosotros, Cyan”, susurró Laith, contra su
cabello, cuando ambos se acurrucaron finalmente contra ella.
“Vive con nosotros”, dijo Rykken. “Comprométete con nosotros.”
Cyan abrió sus ojos y los miró. Vio que ellos hablaban en serio.
“Pensé que vivían con una maleta. Que el hogar está en cualquier punto
donde esté el trabajo.” Por lo menos esa era la impresión que ella siempre
había tenido cuando se las había arreglado para convencer a Laith de hablar
de sí mismo y de su trabajo.
La boca de Laith capturó el lóbulo de su oreja y envió un calor en espiral a
través de ella. “Únete permanentemente con nosotros, Cyan.”
Ella puso su mano sobre el corazón de Laith, sintiendo su creciente ritmo. Él
le cubrió la mano con la suya y, a la luz de la hoguera, las piedras oscuras
de su muñeca parecieron arremolinarse y brillar poderosamente.
Cyan parpadeó, aclaró la visión ante esta ilusión, miró a Rykken y vio la
tensión en su cara antes de encontrarse con la mirada de Laith. “¿Están
diciendo que quieren que sea su esposa?”
Laith llevó su mano hasta sus labios, y le besó la palma. “Sí, nuestra esposa
compartida.”
Sus palabras causaron un revuelo salvaje en su corazón y una oleada de
calor en su vagina. La emoción la inundó, con una confusión de
pensamientos, esperanzas, sueños, todo yuxtapuesto con la realidad.
“Necesito tiempo para pensarlo”, susurró.
“Hablaremos más mañana”, dijo Laith contra su boca, colocándose de
nuevo encima de ella.
Ella extendió sus piernas con mucho gusto. Encantándole la forma en que la
llenó, de un solo golpe, él se alojó tan profundamente, que sintió como si su
corazón hubiera invadido el suyo. Se perdió en la forma en que la besó y
folló como si ella fuera su mundo. Sin detenerse hasta que ella gritó con su
liberación.
Y luego Rykken tomó su lugar e hizo lo mismo.
****
Cyan despertó con la luz del sol sobre su piel desnuda, sus miembros
enredados, y dos cálidos cuerpos masculinos presionando el suyo. Sin duda
podría acostumbrarme a esto, pensó, sonriendo, contenta de estar entre
Laith y Rykken, sintiendo los latidos rítmicos de sus corazones y oyendo sus
profundas respiraciones mientras permanecían dormidos.
Sus pensamientos regresaron a la noche anterior. Al acto sexual. A la
conversación que le había seguido.
Consiente en venir a casa con nosotros, Cyan.
Ven a vivir con nosotros. Comprométete con nosotros.
Únete de forma permanente a nosotros, Cyan.
¿Están diciendo que quieren que sea su esposa?
Sí. Nuestra esposa compartida.
Se puso de lado y abrió los ojos, levantó la mano, pensando en trazar los
rasgos masculinos de Rykken, pero se distrajo de inmediato al ver primero
un brazalete en una de sus muñecas y luego en la otra.
Eran tan ligeros que se sentían como si fueran parte de ella. No estaba
segura de que hubiera notado que estaban allí en absoluto, si no los hubiera
visto.
Cyan se volvió nuevamente boca arriba y las acercó, estudiando su delicada
artesanía. Eran similares a las bandas que Rykken y Laith llevaban, aunque
las de Rykken tenían unas piedras rojas oscuras, mientras que las piedras
de Laith eran de un verde profundo. En sus brazaletes no había piedras,
pero parecía como si tuviera unas ranuras en algunos lugares, preparadas
para contenerlas, aunque no podía imaginar cómo podrían añadirlas a esas
bandas.
Reconoció el diseño de su muñeca derecha, una estilizada ave rapaz, igual a
la que Laith llevaba. Comparó el diseño de su muñeca izquierda al de
Rykken, y encontró el mismo adorno de un felino, un estilizado y poderoso
cazador, que le recordaba una elegante pantera.
Cyan no estaba segura de sí debía sentirse contenta o preocupada, cuando
no pudo encontrar ningún modo de quitarse los brazaletes. Significaban
algo importante, lo sabía por instinto. Eran un enlace simbólico de ella con
ellos. Como un anillo de bodas, le susurró una voz interna.
No había pensado mucho en el hecho de que ambos llevaran bandas, más
allá de su primera conjetura, cuando las vio en Rykken, y se preguntó si
serían amantes. Pero ahora… ahora la vista de ellas la ponía nerviosa, aun
cuando se humedecía ante la idea de pertenecer a Laith y a Rykken.
Cyan tocó sus bandas, buscó de nuevo una manera de quitárselas y no la
encontró. Pensó en su petición de ir con ellos a casa, sin haberle dicho
dónde estaba esa casa, pensando en cómo Laith parecía cómodo con la idea
de una esposa compartida, como si ese hecho fuera absolutamente legal,
como si fuera un hecho cotidiano.
Su imaginación se hizo cargo, de la misma manera que lo había hecho
mientras dibujaba frente a la chimenea. Esta los situó en un paisaje
fantástico, lleno de hombres hermosos que llevaban bandas similares en sus
muñecas.
Cyan sacudió la cabeza y borró la imagen. Una risa suave ahuyentó la
sensación de inseguridad de su pecho cuando se sentó, cuidando de no
despertarlos.
Los estudió mientras dormían, sintió que sus pezones se tensaban, y los
labios de su coño se humedecían, con sólo mirar sus rostros masculinos, la
cascada lujuriosa de su cabello sobre las almohadas y sus pechos, el de
Rykken liso y castaño oscuro y el de Laith, con ondas que iban del dorado
otoñal hasta el marrón.
¿Era de extrañar que su imaginación se volviera loca con ellos alrededor?
Eran una fantasía. Y se sentía profundamente atraída por ellos, tanto física
como emocionalmente. No había forma de negarlo.
¿Estaba lista para vivir abiertamente con dos hombres?
Un espasmo de lujuria hizo que su vagina se apretara y aflojara, llevando su
excitación a sus hinchados labios. Sus pezones se endurecieron en
respuesta. Sí, ella era lo bastante fuerte emocionalmente, y estaba lo
suficientemente cómoda consigo misma para elegir un estilo de vida
alternativo.
Por supuesto, ayudaba ser una artista. Se esperaba que los artistas fueran
excéntricos, que hicieran caso omiso de las normas sociales.
Podía imaginar un futuro con ellos, pero aún necesitaba respuestas,
respuestas a las preguntas que tenía dificultad para elaborar cuando estaba
desnuda entre ellos, tocándolos, y sintiéndose hambrienta de ellos.
Cyan salió de la cama, sofocó una risa satisfecha cuando ellos mascullaron
entre dientes pero no se despertaron. Podían haberla desgastado haciendo
el amor la noche anterior, enviándola directamente a dormir tras su
orgasmo, pero por lo visto, ellos también se habían agotado. Por otra parte,
ella esperaría que hombres que dedicaban su vida a ser cazadores de
recompensas se despertaran y estuvieran listos para la acción ante el
movimiento más leve.
Se vistió y se metió en el cuarto de baño durante unos minutos, antes de ir
a la cocina durante el tiempo suficiente para tomarse un vaso de zumo de
naranja. Afuera, el sol la llamaba, y los pájaros cantaban. Un paseo parecía
ser justo lo que necesitaba para aclarar su cabeza y ordenar sus
pensamientos.
Cyan se sorprendió cuando su teléfono móvil vibró en el mostrador, al lado
de donde había dejado su bolso. Lo agarró y salió de la cabaña antes de que
comenzara a sonar.
Nathan. Reconoció el número, sabía que era el de su casa.
“Has vuelto de Europa”, dijo ella, alejándose de la cabaña para no
despertar a Rykken y a Laith con la conversación, notando que la ventana
estaba parcialmente abierta.
“Sí. Te tengo una sorpresa. Quise compartirla contigo en persona pero hay
demasiadas cosas aquí que necesitan mi atención inmediata.”
“No tenías que traerme nada”, dijo ella, pero su estómago se apretó
cuando echó una ojeada a la cabaña. Sentía algo de culpa, aunque no
hubiera hecho nada incorrecto.
Nathan se echó a reír. “No es esa clase de sorpresa. Es más bien un
incentivo para conseguir que te mudes a Taos. Y no te he dicho nada hasta
ahora porque no estaba seguro de poder conseguirlo. Pero Pieter Van Rijn
se ha comprometido a tomarte como su estudiante.”
El asombro aturdió a Cyan. La obra de Van Rijn era asombrosa e
impresionante, su nivel de maestría era algo a lo que ella podía aspirar,
pero quizá nunca alcanzar.
“¿Pieter Van Rijn? ¿Hablas en serio? ¿Está dispuesto a aceptarme como
discípula?”, su voz fue apenas más que un susurro.
Ella nunca se había imaginado como estudiante o protegida de un hombre
como Van Rijn. Era autodidacta principalmente, dirigida por su inspiración,
por las cosas que podía aprender de los libros y estudiando el trabajo de
otros.
Había tenido alguna ocasional lección pagada, o por trueque, pero habían
sido poco frecuentes cuando crecía, porque el dinero siempre había sido
escaso. Incluso había sido más escaso después de que su madre fuera
diagnosticada con cáncer. Luego, con diecinueve años, había tenido que
vivir por su cuenta, tratando de sobrevivir y mantenerse fiel a su sueño de
ser artista.
“Él vio tu trabajo y quedó impresionado”, dijo Nathan. “Múdate a Taos.
Toma el desván sobre la galería y el trabajo que viene con él. Tendrás un
horario de trabajo flexible, por lo que habrá un montón de tiempo para tu
arte… y con suerte, para que podamos conocernos mejor.”
La euforia dio paso a la seria realidad. “He conocido a alguien, Nathan.” Dos
‘alguien’ en realidad, pero no tenía sentido decirle eso.
El silencio siguió a su declaración, que se expandió con incomodidad hasta
que finalmente dijo, “Debería dejarte volver a…”
“No. No debería extrañarme que hayas encontrado a alguien. Pero no te
apresures a tirar esta oportunidad. ¿Sabes lo raro que es que Pieter tome un
discípulo? Fue mi error no decirte lo que tenía entre manos. Múdate a Taos,
de todos modos, Cyan. Si el hombre con el que estás no va a apoyarte en tu
carrera, ¿no es mejor saberlo ahora?”
Había confianza en la voz de Nathan, anticipación, como si de alguna
manera el hecho de que tuviera novio agregara un desafío. Ella se había
preguntado de vez en cuando si su renuencia a salir con él por su conexión
con el mundo del arte, la había hecho más interesante para él.
Y sin embargo, su pregunta era razonable. ¿Querrían Rykken y Laith vivir en
Taos con ella, mientras estudiaba con Van Rijn?
“Si me mudo a Taos, no podré aceptar el trabajo en la galería o el desván
que hay encima de ella. No sería correcto aceptar ese tipo de ayuda de ti,
Nathan, no ahora.” Pero lo otro… sobre todo desde que había sido honesta
acerca de dónde estaba su corazón. “Tengo que hablar de esto con… él.”
Cyan se limpió la palma húmeda de su mano contra sus pantalones cortos y
se preguntó qué pensaría Nathan si ella le dijera todo.
“No demores demasiado tiempo en pensarlo.”
“No lo haré.”
Se despidió y cerró el teléfono. La luz del sol bailó en la banda apretada de
su muñeca. Puso el teléfono en su bolsillo, tocó la banda, y buscó de nuevo
algún modo quitársela. No había ninguno.
Conversaciones previas con Laith se filtraron en sus pensamientos. Había
habido bastantes sobre Rykken, las suficientes para sentir como si lo
conociese, incluso antes de encontrarse. Hubo pocas sobre sus familias, y
ninguna sobre el lugar que llamaban hogar. No le había parecido tan
importante en ese momento, pero ahora sí.
Pensó en entrar a la cabaña, despertarlos, y decirles sobre la oportunidad
de estudiar con Pieter Van Rijn. Pero la preocupación la acobardó, una
nerviosa premonición formó un nudo frío en su estómago. Decidió dar un
paseo y darse la oportunidad de pensar en lo que era más importante para
ella, por si tuviera que elegir entre la vida con ellos, comprometerse a ellos,
o ir a Taos.
Capítulo 5
Rykken se levantó de la cama, con sus músculos ondulando y la posesividad
gritando desde cada célula. ¿Lo escuchaste?
Sí.
¡El trata de llevarse lejos a nuestra compañera! Es suficiente. Es tiempo de
llevarla a casa con nosotros.
Ella aún tiene que estar de acuerdo.
Lo estará cuando termine con ella.
Rykken tomó el chándal que había llevado el día anterior y se lo puso,
frunció el ceño cuando vio a Laith sentado en la cama, sin hacer ningún
esfuerzo en dejarla, aunque su rostro estaba tenso por la preocupación.
¿No tienes la intención de hacer algo?, preguntó Rykken, con incredulidad
en la voz.
Laith levantó las manos. Dudo que la conversación esté en tu mente, y no
puedo arriesgarme a dejar que mis bandas toquen las que lleva ahora, no
hasta que estemos listos para vincularla a nosotros.
Rykken echó un vistazo hacia abajo, a sus propias muñecas, y sintió el peso
de las piedras Ylan, que se acercaban al punto de separación y migración.
Entonces daré los argumentos por nosotros dos y la convenceré de que ella
nos pertenece.
Él tomó el lazo de bouren, un sistema de seguridad creado para restringir la
movilidad de los infractores de la ley, que había traído con él para su
cabello, y luego dejó la cabaña. Con cada paso la fiebre del apareamiento
Vesti ardía más y más. Incluso sin el suero que le había inyectado a través
de sus colmillos de acoplamiento, encontró demasiado fácil seguir a Cyan.
Ella no podía escapar de él. No podría. Había demasiado en juego, no sólo la
supervivencia de los Amato y los Vesti, sino su propia felicidad y la de Laith.
“Tú nos perteneces. Debes estar con nosotros”, dijo Rykken, acosándola
cuando llegó hasta ella, amando el modo en que la sumisión llenó sus ojos,
vibró por ella y se reveló en la curvas de su cuerpo, con el olor embriagador
del aumento de la excitación.
Él tomó sus labios antes de que ella pudiera desafiar su declaración. Empujó
su lengua en su boca, mientras sus manos trabajaron para librarla de su
camiseta. Sus gemidos suaves de placer, alimentaron el fuego dentro de él,
reconociendo su derecho a dominar, a reclamarla tan profundamente, que
el pensamiento de cualquier otro macho, nunca entraría en su mente.
Con un gruñido, levantó sus brazos, y usó el lazo de bouren para atar sus
muñecas y asegurarlas a la rama de un árbol, sobre su cabeza. Sintió su
sorpresa por haber sido atada, pero sintió también el endurecimiento de sus
pezones que se apretaban contra su pecho.
Sus manos fueron a sus caderas, a la parte delantera de sus pantalones
cortos, los abrió y los bajó junto con sus bragas, hasta que cayeron al suelo.
El hambre cruda lo llenó al tenerla indefensa, expuesta.
La necesidad de probarla, sepultar su cara entre sus muslos e introducir la
lanza de su lengua dentro de su centro húmedo, anuló el deseo de tomarla
con su polla. Besó su camino hacia abajo, hacia su hermoso coño. Lamió,
mordisqueó, le dijo con sus acciones lo que le había dicho con palabras. Ella
les pertenecía a ellos, a él.
La mantuvo en posición cuando metió su lengua en su vagina, y la folló. Se
deleitó con la forma en que jadeaba, gemía, trató de envolver sus piernas
alrededor de él y mantenerle apretado contra su coño.
“Accede a regresar a casa con nosotros”, dijo él, moviéndose hacia su
clítoris, frotando la diminuta cabeza con su lengua, sorbiéndolo hasta que
ella estuvo cerca del orgasmo, y luego paró. “Consiente en comprometerte
con nosotros.”
“Por favor”, pidió Cyan, con el corazón desbocado, con el cuerpo gritando,
necesitando su boca, su polla.
Ella había fantaseado sobre un amante dominante. Pero ninguna fantasía se
compararía alguna vez con la realidad de Rykken. Ella era una esclava
complaciente de su toque, del deseo que él creaba en ella, de la necesidad
primitiva de seguridad y protección que a él le satisfacía.
“Te comprometerás con nosotros. Regresarás a casa con nosotros”, dijo él,
haciéndola estremecer de placer, cuando su lengua se deslizó hacia abajo, a
su vagina, y una vez más se impulsó dentro de ella.
El repitió su demanda cada vez que dejaba su vagina para reclamar su
clítoris. Follándola hasta que estuvo al borde del orgasmo repetidas veces,
hasta que ella estuvo dispuesta a aceptar cualquier cosa para que la dejara
correrse.
“¡Sí!”, dijo por fin, en un susurró, y él la recompensó capturando su clítoris,
chupándolo, golpeándolo con la lengua hasta que el orgasmo se estrelló
contra ella y la dejó completamente laxa.
La satisfacción llenó a Rykken, mientras liberaba a Cyan del lazo de bouren
y la tendía sobre la suave hierba. ¡Suya!
La palabra palpitó a través de cada célula, haciendo que su polla se
hinchara más. Se desnudó y la cubrió, casi ronroneó cuando ella abrió las
piernas, e inclinó la pelvis con el fin de convencer a su pene de entrar en
ella y darle su semilla.
¡Suya! Fue un cántico casi imposible de no escuchar, cuando rozó sus
pliegues mojados, bañándose en la caliente excitación y cubriéndose con su
olor.
Entrelazó sus dedos con los suyos, manteniendo sus manos en el suelo, con
sus bandas tocándose, mientras tomaba sus labios.
¡Suya! Se convirtió en una insistente llamada, repetida con cada latido de su
corazón.
La imagen de Laith emergió y fue apartada con un gruñido. Regresó
mientras la mente de Rykken luchaba contra su cuerpo, cuando el honor
personal luchaba contra la programación genética.
Las caderas de Rykken se resistieron. Su pene latía. Estaba desesperado por
entrar en ella, por terminar esa reclamación aquí y ahora.
Las piedras Ylan en sus muñecas zumbaron, preparándose para separarse y
migrar.
¡Mía! Su polla gritó cuando se obligó a rodar, apartándose de Cyan, antes de
que fuera demasiado tarde y estuvieran unidos, sin la inclusión de Laith.
Tomó su eje con su propia mano, acariciándose de arriba abajo, hasta que el
fuego que rugía a través de su pene estalló en una liberación caliente como
la lava. Y a continuación, Laith estaba allí, tomando a Cyan entre sus brazos.
Ella accedió a regresar a casa con nosotros, a comprometerse con nosotros,
dijo Rykken, todavía estremeciéndose por su orgasmo.
Tomémosla ahora, entonces, dijo Laith, con sus rasgos y voz tensos, con su
polla presionando con fuerza contra el frente de sus jeans.
Cyan envolvió los brazos alrededor del cuello de Laith, complacida de estar
en la sensación posterior a la pasión, por unos minutos más.
“Mi ropa”, murmuró ella.
“No la necesitarás en el lugar al que vamos”, dijo Laith, picando su
curiosidad y despejando un poco la neblina sensual de su mente.
En vez de volver a la cabaña, continuó el camino por el que ella iba, y luego
giró hacia otro, que ella habría jurado que no estaba allí el día anterior,
cuando había salido a explorar.
Un edificio de adobe apareció. Rykken se movió delante de ellos y abrió la
puerta.
La sorpresa hizo reír de placer a Cyan, cuando Laith la llevó dentro. Estaban
en un jardín íntimo, adosado. Por encima de ellos el techo era de vidrio
transparente, para permitir que el sol brillara para las plantas que florecían
exuberantes. En el centro del cuarto, entre un intrincado diseño de piedras,
había un grueso colchón en un marco que descansaba cerca de la tierra.
Laith la puso de pie, se despojó de sus pantalones y luego atrajo a sus
brazos. Ella se estremeció, le encantaba el calor de su piel y la presión dura
de su pene. Rykken tomó posición en su espalda, con su pene situado
contra la hendidura de sus nalgas.
“¿Estás de acuerdo en volver a casa con nosotros? ¿A comprometerte con
nosotros?”, preguntó Laith.
Como si Rykken le hubiera dejado decir algo, excepto sí.
Ella afirmó con la cabeza, esperó que los labios de Laith se torcieran hacia
arriba en una sonrisa. En cambio se puso más serio. Sus ojos se quedaron
fijos en ella y su malestar creció.
“Rykken y yo no podemos vivir en Taos”, dijo Laith, incapaz de llevarla a
Belizair, como había tenido previsto hacer en cuanto la llevaran a la cámara
de transporte. “Nuestra casa está lejos de aquí, en un lugar del que nunca
has oído hablar, aunque serás bienvenida y te encontrarás mucho más
solicitada como artista allí.”
¿Qué estás haciendo?, gruñó Rykken. Ella ha estado de acuerdo. Es todo lo
que las leyes del Consejo requieren.
Ella debe tener una verdadera oportunidad de elegir, no sólo la ilusión de
una. Por otra parte, ella podría llegar a odiarnos por negarle la posibilidad
de formarse con un artista que ha admirado durante mucho tiempo.
¿Quieres arriesgarte a eso?
No. La respuesta fue acompañada por un gruñido.
Laith rozó los labios Cyan con los suyos. “¿Te comprometerás con nosotros
y vivirás en nuestro hogar?”
De alguna manera, ella supo todo se reduciría a esta elección. Se alegró de
haber tenido algunos momentos a solas, antes que Rykken la alcanzara.
Había tenido quince años cuando su madre había sido diagnosticada de
cáncer. Diecinueve cuando la muerte de su madre le demostró la naturaleza
frágil de la vida, la rapidez con la que todo podría terminar, y le había
enseñado a Cyan la importancia de vivir plenamente, de aferrarse a la
felicidad.
Su arte y su vida estaban inexorablemente ligados. Su satisfacción provenía
de crear, de capturar momentos en el tiempo, traduciendo la emoción y
plasmando el alma de los sujetos, de conmover a otros con su arte, no de
ganar fama o reconocimiento.
Todavía tenía tantas preguntas para Rykken y Laith, pero no tenían que ser
contestadas ahora mismo. Dudaba que las respuestas cambiaran la suya
propia.
Lo que ella había encontrado en sus brazos, era la posibilidad de una vida
de felicidad. E incluso por la oportunidad de estudiar con Pieter Van Rijn,
ella no la dejaría pasar de largo.
“Me comprometeré con ustedes. Me iré a casa con ustedes”, dijo ella y
sintió como se evaporaba la tensión de ambos hombres.
Ellos la abrazaron antes de alejarse de ella. “Entonces nos verás tal cual
somos”, dijo Laith.
El aire de la habitación pareció vibrar con energía, y las piedras del suelo y
las de las bandas de Laith brillaron como si fueran fuego fundido. El aliento
de Cyan se quedó atrapado en su garganta, y sus latidos se aceleraron,
sonando fuertes en sus oídos, cuando algo parecido a partículas de oro,
brillaron detrás de Laith, tomando forma, y se convirtieron en las alas
emplumadas que había plasmado en su dibujo.
Se volvió y se encontró a Rykken, también como lo había dibujado, como un
demonio con alas de murciélago, al contrario de las de ángel de Laith, a
pesar de que ella supiera por instinto, que ellos eran más de lo que habían
sido definidos por la religión. Extendió la mano, y tocó la piel color marrón
oscuro del ala de Rykken, le vio cerrar los ojos y estremecerse de placer.
“¿Qué son?”
“Soy un Vesti.”
“Y yo soy un Amato”, dijo Laith, moviéndose tan cerca, que Cyan se
estremeció cuando su ala rozó sus nalgas en una caricia erótica.
Ella pasó sus dedos por el borde dorado-marrón del ala de Laith. La
excitación cubrió sus labios inferiores y sus muslos mientras los miraba, al
recordar sus reacciones intensamente carnales, cuando habían visto la
imagen que había dibujado de ellos dos juntos.
“Háganme el amor”, susurró, necesitando su toque más que sus
respuestas. Se preguntaba si siempre sería así cuando estuviera con ellos.
Fue Rykken el que la tomó en brazos. En lugar de tenderla sobre el colchón,
la abrazó mientras Laith se colocaba de espaldas, con sus alas extendidas a
través de todo el colchón, como un exótico edredón.
Su coño se apretó, y un quejido se le escapó.
Rykken la colocó a los pies de la cama sobre sus manos y rodillas, pero no
soltó el agarre de sus caderas. Su dedo índice se perdió a lo largo de la
hendidura de sus nalgas, rodeando la roseta apretada de su ano. “Esta vez
te tomaremos juntos, los dos dentro de ti, a la vez. Cuando acabemos,
estarás ligada a nosotros completamente, serás nuestra para darte placer y
protegerte hasta que esta vida ceda el paso a la siguiente.” Se inclinó sobre
ella y mordió su hombro ligeramente. “¿Quieres eso, Cyan?”
Su coño tuvo espasmos en respuesta. “Sí.”
“Entonces monta a Laith.”
Era una orden que ella encontró fácil de obedecer. Se arrastró lentamente
sobre su cuerpo, y guió su polla a su vagina, empalándose a sí misma en él.
Sentir sus alas contra sus muslos y sus piernas, era increíblemente erótico,
la visión de su rostro mientras lo tomaba en su verdadera forma era algo
que siempre recordaría.
Laith entrelazó sus dedos con los de ella, para que las bandas de sus
muñecas se presionaran encima de sus cabezas. Ella gimió cuando Rykken
se unió a ellos, y se quedó sin aliento cuando sus dedos bailaron sobre su
oscuro agujero, cubrieron la apretada roseta con algo que se calentó, y la
hizo jadear y retorcerse con la necesidad aumentada de sentirle dentro de
ella.
“Por favor”, susurró, elevándose y deslizándose a lo largo del pene de
Laith, cuando empujó contra los dedos de Rykken.
Debajo de ella, la respiración de Laith se aceleró. Sus caderas se
sacudieron, enviando su pene de nuevo dentro de ella, haciéndola jadear
cuando lo que Rykken estaba usando como lubricante se introdujo en su
canal.
“Date prisa”, dijo Laith, desesperado, tomando la boca de Cyan con la suya.
La cabeza de la polla de Rykken presionó contra la apretada roseta que
había preparado, y ella empujó hacia atrás, como lo había hecho contra sus
dedos. El dolor y el placer se mezclaron, convirtiéndose en una adicción
contra la que nunca elegiría luchar.
Sensación, calor, éxtasis. Todas ellas palpitaron a través de ella, dejándola
rogando por más.
Las alas de Rykken se extendieron, la cubrieron y la atraparon en un
sensual capullo. Sus manos se unieron a las de ella y Laith, con sus bandas
tocándose, simbólica e íntimamente.
A continuación ellos empezaron a empujar, en perfecta sincronía,
aumentando su hambre, añadiendo más con sus besos, sus gemidos, sus
palabras susurradas en voz baja sobre un futuro juntos, con la promesa de
estar siempre allí para ella.
Cyan se entregó a su cuidado, aceptando lo que le ofrecían, pronunciando
sus propias palabras de compromiso. Su empuje aumentó de ritmo,
sacudiendo la cama y haciendo que el cuarto zumbara de energía, con un
espectáculo de luces alimentadas por sus gritos de placer, y la energía
salvaje de su orgasmo.
Después, durante un largo momento, estuvieron enredados en un montón
de brazos, piernas, alas, y pelo sedoso, con sus cuerpos apretados. “Me
gustó eso”, murmuró Cyan, liberando sus manos, con la intención de
explorar sus suaves alas y sus impresionantes rasgos masculinos, pero se
distrajo, en cambio, por la mezcla de verde y rojo que ahora tenían sus
brazaletes, los que ellos habían colocado en ella, como si las piedras de las
bandas de Rykken y Laith hubieran confluido hacia la suya.
Has adivinado y encontrado la verdad, Cyan. Las piedras Ylan se separaron
y migraron. Para nosotros esto es lo que significa comprometernos,
vincularnos a otro, dijo Laith, besándola, retrasando por un segundo la
comprensión de que había hablado en su mente.
Cuando ella se puso rígida, Rykken se rió, y besó su hombro. Quizás sería
mejor para nosotros salir de la cámara de transporte e ir a la residencia que
nos adjudicaron. Allí podremos pasar el día contestando tus preguntas, así
como haciendo el amor.
El impacto se disparó a través de Cyan. Se levantó sobre sus codos,
sintiéndose confundida. La habitación donde estaban era la misma.
Laith acarició su mejilla con el dorso de su mano. “No somos de la Tierra,
Cyan.” Indicó la puerta con una inclinación de su cabeza. “Un nuevo mundo
te espera para explorar y capturarlo con tu arte.”
El miedo se instaló en su pecho. “¿Y mi viejo mundo?”
“Tus cosas serán traídas aquí por los cazadores de recompensas que sirven
al Consejo”, dijo Laith. “Tu desaparición será manejada por ellos también,
de manera que se reduzcan al mínimo las preocupaciones y temores por tu
seguridad.”
“¿Pero no puedo volver?”
“No lo sé. No muchos seres humanos han venido aquí y ninguno ha pedido
ser devuelto.”
“¿Por qué yo?”, preguntó ella, casi temiendo la respuesta.
Rykken se movió entonces, lo que la hizo estremecer con renovada
necesidad, al rozar la pierna con su ala. Sus manos ahuecaron sus pechos
posesivamente. “No pienses en abandonarnos, Cyan”, refunfuñó, con su
dominio haciéndola sentir segura.
Laith enredó los dedos en su cabello, y le dio seguridad con su beso. “Tú
eres nuestra esperanza, Cyan. Nuestro futuro.”
A través de sus pensamientos, se enteró del virus Hotaling y de su
devastación. Vio los sueños que él había tenido sobre compartirla con
Rykken y sintió la profundidad de su creencia de que la Diosa que
consideraba sagrada, quería que esta primera unión compartida entre una
humana, un Amato y un Vesti, iluminara el camino para los otros.
La certeza de Laith se convirtió en la suya. Y así como había capturado sus
alas en su dibujo, tuvo una imagen de su vientre hinchado con sus hijos,
respondiendo a sus oraciones y sueños.
Los labios de su coño se separaron y humedecieron. Su necesidad creció y
se frotó contra ellos, derretida bajo el ataque de la emoción y de la
necesidad, los sintió más intensamente, como si las bandas de sus muñecas
los capturaran y los amplificaran.
Lo hacen, dijo Rykken, y ella se aferró a ellos, mientras ahuyentaban
cualquier temor que pudiera permanecer, con besos calientes, con toques
íntimos, con la confianza masculina y la caricia erótica de las plumas y piel
de sus alas. Hicieron el amor otra vez antes de formar un círculo completo,
acostados juntos en un montón enredado de brazos, piernas, alas y pelo
sedoso.
¿Lista?, preguntaron Laith y Rykken, unidos en su deseo de enseñarle su
mundo.
Y esta vez, ella lo estaba. Estoy lista.
Fin
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