josé vicente abreu en 4 tiempos (ganador i bienal nacional de literatura, mención crónica))

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Colección Bienal José Vicente Abreu, senda y fronda se conjugan en el hacer y en la permanencia, como tributo al encomiable desafío por constituir desde la palabra, la interacción con el magnífico universo vislumbrado por J.V.A.

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J O S É V I C E N T E A B R E U

E N C U A T R O T I E M P O S

I Bienal José Vicente AbreuObra Ganadora, Mención Poesía

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©José Vicente Abreu, en cuatro tiempos©Julio Rafael Silva SánchezObra ganadora I Bienal José Vicente AbreuMención Crónica

©Fundación Editorial El Perro y la ranaSistema Nacional de Imprentas

Red de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela Consejo Editorial:Raday OjedaEdgar HernándezGregorio GonzálezJuan Carlos Villota

Hecho el Depósito de LeyISBN: 978-980-14-2594-6Depósito Legal: lf - 40220128003906

Edición: Sistema Nacional de Imprentas - Capítulo Apure

Diagramador: Juan Carlos Villota

Corrección: Red de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela

Portada: Imágen de José Vicente Abreu.

[email protected]

San Fernando de Apure 2013

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J O S É V I C E N T E A B R E U

E N C U A T R O T I E M P O S

J U L I O R A F A E L S I L V A

Fundación Editorial El perro y la ranaRed de Escritoras y Escritores

Socialistas de VenezuelaImprenta de Apure 2013

I BIENAL JOSÉ VICENTE ABREU - OBRA GANADORA MENCIÓN CRÓNICA

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publica-ción de autores, principalmente inéditos.

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PRIMER TIEMPO

Recuerdo con nitidez el rostro exultante de padre al regresar de aquellas reuniones clandestinas, al filo de la madrugada, cuando el pueblo comenzaba a despertar. Entraba el invier-no de 1951 y el país temblaba bajo la implacable garra de la dictadura. Pero en Tinaquillo1, como en muchos otros sitios, la resistencia se organizaba y daba sus pasos preliminares. En esos días escuché por primera vez, al rescoldo del fogón de Mama Tata, el nombre de José Vicente Abreu. El chino Gon-zález lo había traído desde Valencia, oculto en la maletera de su carro, para que dirigiera la última reunión de la célula y suministrase el informe político del momento. Para esas con-juras, padre colocaba en la victrola algunos discos de música clásica, un valsecito de Strauss (¿o tal vez El amor brujo, de Manuel De Falla?) a todo volumen, a fin de encubrir el sonido de las voces. Invariablemente, las sesiones comenzaban con las medidas de seguridad: los participantes arribaban de uno en uno, para no llamar la atención del comisario Ortega o alguno de sus secuaces de la Seguridad Nacional, siempre al acecho; el pseudónimo susurrado a la entrada del sitio, por el portón de campo. Casi siempre, el bar restaurant Astoria, propiedad de Julio César, el tío bohemio, alojaba a los com-plotados. Esta vez, tío lo había dispuesto todo a la perfección:

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las barajas españolas, la mesa de billar, las botellas de juanci-to-el-caminador, las piezas de dominó… la puesta en escena lúdica que ocultaría – a los ojos de los posibles curiosos - los verdaderos fines de la reunión.

Esa noche estaban casi todos: Walter, el juez, con su úlcera gástrica siempre molestándole; Quintín, el dirigente obrero, secretario general del sindicato minero; padre, encargado de las medidas de seguridad; el tío Julio César, responsable de los canapés (pastelitos de carne guisada, aceitunas negras, bu-ñuelos, conservas de coco…); Federico, el ganadero, acaba-do de llegar del fundo, con una platica bolsillera, por si acaso; Oswaldo, el periodista, todo nerviosismo a flor de piel; el pa-dre Aguilar, con sus dos o tres botellas de vino de consagrar; Carmita, la cantante, con el infaltable cancionero entre sus manos regordetas (¿la Alondra de Buenos Aires, le decían?); el chino González, profesor y poeta, con el infaltable legajo de versos recién escritos, y, por supuesto, el invitado especial: José Vicente Abreu, quien recién se había afeitado su bigote, para despistar.

La agenda fue somera y muy precisa: primer punto: análisis de la situación socieconómica del Distrito Falcón (a cargo del chino González, Secretario General del Partido en el estado Cojedes); segundo punto: avances, logros y dificultades de la resistencia en la región (expuestos por Quintín, el dirigente obrero), y tercer punto: informe político (bajo la responsabi-lidad de José Vicente Abreu). Durante el desarrollo de la re-unión, en el primer punto, el chino González expresaría que, por primera vez, la proporción de la población urbana en Ti-naquillo es mayor que la rural. Señala que la persistencia del paludismo y las movilizaciones políticas que se produjeron en el agitado decenio comprendido entre 1940 y 1950, impulsa-ron y permitieron una corriente migratoria de abandono del campo. La población total del Distrito ha ido en descenso, lle-gando a alcanzar, en esos momentos, casi 14.000 habitantes2, pero los efectos mayores se sienten en la población rural, en donde el descenso es brusco y alarmante: para 1941 represen-

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taba el 71 % de la población del Distrito, con 10.086 habitantes, y para este año de 1951, desciende a 7.508 habitantes, y repre-senta el 56 % de la población del Distrito. Estamos en el pun-to más bajo en lo concerniente a la población del Distrito en los últimos años, y es, quizás, también, el momento de mayor abandono e involución, pues los efectos de la exclusión pe-trolera han llegado a su punto extremo en nuestro municipio. Es gravísima la situación, pues la población que deja el campo tiene dos destinos: uno (y es el que asume la mayoría), irse a vivir a Tinaquillo, con lo cual la población urbana del municipio aumenta de 3.935 a 5.726; del total de migrantes campesinos, el 69 % se ubica en la población y el otro 30 % asume la segunda alternativa, que es la de irse de la zona, sea hacia Valencia o hacia cualquier otra ciudad del eje Valencia-Caracas. En estos días comienzan a mostrarse los primeros suburbios en Tina-quillo: la cuadrícula tradicional se rompe para darle cabida a formas distintas de expansión urbana, los barrios Perro Seco, Camoruco, El Humazo, El Palomar, San Isidro, La Cruz, Pun-ta de Mata, Cementerio… Una nueva actividad económica aparece en la zona y se muestra con perspectivas: una mina de amianto (en los cerros El Tigre y Montañitas), descubierta hacía varios años, ha iniciado su producción (bajo el control de una compañía canadiense denominada AMVECO3). Debo subrayar (y de esto podría hablar con mayor propiedad el compañero Quintín, quien es Secretario de Organización del Sindicato de las minas) que allí estamos haciendo un laborioso trabajo político, el cual nos llevará, sin dudas, a organizar una nueva y vigorosa célula obrera.

Y continuaba el chino González en su análisis: en el campo, las relaciones sociales no han sufrido grandes modificaciones: el esquema latifundio-conuco continúa funcionando de manera ostentosa y chocante: más del 80 % de las unidades de produc-ción existentes en el Distrito está en manos de los latifundis-tas (hay 7 latifundios de más de 2.500 hectáreas cada uno). Por otra parte, la producción agropecuaria no ha sufrido mayores cambios que aquellos aportados por la desidia y la indolencia. La producción campesina está dedicada a los granos y la yuca,

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con el cultivo de unas 60 hectáreas de café y unas 80 de caña de azúcar, la cual se procesa para la producción de papelón en los trapiches, los cuales utilizan la tracción animal para exprimir la caña y contratan mano de obra para tareas como el corte de la caña. En estas actividades, como en las concernientes a las tareas del ganado, se ha introducido el trabajo asalariado, siendo básicamente un trabajo a destajo y realizado por jornal, pagado a 6 bolívares por día. Como ven, compañeros, esto es un caldo de cultivo de primer orden para nuestra labor política y organizativa.

En cuanto a la industria artesanal – informaría -, bajo la

forma de trabajo familiar, con la existencia de pocos traba-jadores, se desarrolla en diversas fábricas: 5 panaderías, en las cuales trabajan 48 personas y se hornea el pan de consu-mo cotidiano; 3 alpargaterías, donde trabajan 11 alpargateros produciendo cotizas para los campesinos; una zapatería de calzado “fino” (con 5 trabajadores), la cual fabrica zapatos y botas por encargo para los sectores de mayores ingresos; 8 carpinterías, que fabrican muebles menores, silletas y catres. La más elevada cantidad de trabajadores de la industria la representan las costureras, con 125 mujeres, casi todas labo-rando por encargo. Las siguen en importancia los albañiles, los cuales, en número de 84, trabajan por cuenta propia y por encargo. Existen, además, 18 planchadoras, 27 mecánicos, 6 tejedoras, 6 sombrereros y 9 matarifes4. Hace pocos días, nos hemos reunidos con algunos de estos trabajadores y ya es-tamos dándole los últimos toques a la organización de una nueva célula.

Es deplorable la situación de las viviendas, agregó el chino González: más del 80 % tiene techo de paja; el 70 % de las per-sonas vive en casas con paredes de bahareque y apenas el 19 % vive en casas con paredes de adobe o tapia. El piso de las viviendas es mayoritariamente de tierra: más del 70 % de las personas vive en casas con piso de tierra y apenas el 20 % tiene cemento en el piso de sus casas. El 42 % de las viviendas tiene letrina, sólo el 0,8 % tiene WC, y los habitantes del 50 % de las

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viviendas restantes eliminan las excretas en el suelo. Del total de las viviendas del pueblo, en un 7, 3 % hay un aparato de ra-dio y en un 2,8 % de ellas hay un refrigerador5.

He dejado para el final de mi informe –dijo el chino Gonzá-lez – lo referente a la educación. En este ámbito, la situación es más lamentable aún: el 70 % de la población mayor de 15 años es analfabeta y el 62 % de la población comprendida en-tre los 7 y 14 años también es analfabeta. En Tinaquillo fun-cionan dos escuelas federales (la “José Antonio Anzoátegui”, de varones, y la “Padre Alegría”, de niñas)6, y en ambas esta-mos haciendo trabajo político, logrando la incorporación a la lucha de algunos maestros (tres en la “Anzoátegui…” y una en la “Padre Alegría”). En estas escuelas, la metodología de la enseñanza sigue un modelo tradicionalista, caracterizado por el intelectualismo, el profesionalismo y el carácter memo-rístico. Se refuerza el patriotismo a través de la difusión de los símbolos patrios, así como de las fotografías de los héroes nacionales y de los gobernantes de la época. Se fomenta la música nacional y se exalta los objetos de consumo fabricados en el país con capitales y técnicas extranjeras. Todo esto con-duce a la desnacionalización de nuestra economía y a mante-ner el carácter elitista de nuestra educación. La represión ha comenzado a hacer estragos en las escuelas: se ha impuesto el clima de terror en las instituciones educativas; se impide la discusión de los problemas de la realidad nacional; se persi-gue y encarcela a estudiantes y educadores que reclamaban la vigencia del Estado de Derecho y las libertades públicas. Las cárceles del país comienzan a llenarse con los opositores al ré-gimen, y nuestro pueblo contribuye con su cuota de mártires: muchos educadores, intelectuales y vecinos han mordido el polvo de la represión, la ignominia y las torturas. Como ven, compañeros, la situación socioeconómica del municipio es lú-gubre, pero nuestro trabajo político avanza, sin prisa, pero sin pausas.

El segundo punto de la agenda: avances, logros y dificul-tades de la resistencia en la región, comenzó a ser expuesto

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por Quintín, el dirigente obrero. Con voz gutural y un tanto cansada (quizás consecuencia de su continua exposición al ambiente enrarecido de las minas) señaló que la acción de las células clandestinas iba en aumento, a pesar de la implacable represión. Había caído recién en las garras de la policía políti-ca un grupo de tres compañeros mineros que no guardaron las medidas de seguridad: cuando realizaban una distribución de propaganda en la madrugada del sábado, fueron sorpren-didos por la gente del comisario Ortega, con las manos en la masa. Ya los habían trasladado a Valencia, en donde segu-ramente los ficharían. Esto nos obliga a ser más precavidos, apuntó, y extremar nuestro cuidado en el trabajo subversivo. Por lo demás, la labor organizativa se incrementa, con la crea-ción de tres nuevas células: la de los maestros, la de los co-merciantes y las de los obreros municipales. A toda esta gen-te le estamos dictando los cursos de iniciación política y de confección de propaganda. La semana pasada vino un com-pañero de Acarigua para enseñarnos la manipulación de las bateas, para la impresión de mariposas y volantes. Estamos a punto de sacar un periódico, para cuya primera edición le so-licitamos un escrito al compañero José Vicente, sobre el tema de la lucha obrera en el mundo. El enlace con los compañeros de la Dirección Nacional del partido continúa con fluidez.

Luego, en el tercer punto de la agenda, José Vicente inicia-ría su informe político: queridos compañeros, en verdad me siento feliz de estar nuevamente con ustedes. Debo comen-zar diciendo que, al contrario de lo que el régimen ha dicho, nosotros no tuvimos nada que ver con el asesinato en una calle de Caracas de Carlos Delgado Chalbaud, ocurrido, como ustedes saben, el 13 de noviembre del año pasado. En esto quiero ser enfático, y deben comunicarlo a todos los compa-ñeros del partido en la región. Por otra parte, la ilegalización de nuestro partido, Acción Democrática, del Partido Comu-nista de Venezuela y los sindicatos petroleros es una prueba más de que la dictadura afila sus garras. Se ha suspendido las clases en universidades y liceos y la persecución en contra de los dirigentes adecos y comunistas es cada día más feroz e im-

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placable. El camarada Eduardo Machado, integrante del Buró Político del PCV ha sido expulsado a México. Acaba de publi-carse un remitido firmado por profesores de la Universidad Central de Venezuela, Arturo Úslar Pietri y Francisco de Venan-zi entre ellos, como protesta por los atentados contra la auto-nomía universitaria. El 26 de junio de este año, el compañero Alberto Carnevalli, miembro del Comité Ejecutivo Nacional del partido, y quien, como ustedes saben, estaba en manos de la policía política desde inicios del año, se escapó del Puesto de Socorro de Salas, en Caracas, hasta donde había sido lle-vado para tratarle unas dolencias estomacales. Esta fue una acción dirigida personalmente por el compañero Leonardo Ruíz Pineda y es un nuevo golpe al aparato represor del régi-men. En cuanto a la situación económica, continuó diciendo, las transnacionales han encontrado un terreno propicio para el incremento de sus actividades de dominación, debido a que el orden militar establecido evoca las libertades disfrutadas durante el gomecismo. El incremento de los ingresos fiscales es considerable, como consecuencia de la mayor producción petrolera, efecto del otorgamiento de nuevas y mayores con-cesiones y el hecho de que el problema árabe y la guerra de Corea favorecen la mayor colocación del crudo venezolano en el mercado internacional. Se ha acentuado la intervención del Estado en todos los órdenes de la economía venezolana: se alientan las inversiones extranjeras y se encuadra toda la acti-vidad económica y comercial dentro de los preceptos del ca-pitalismo, pero con una poderosa intervención del Estado por medio del ordenamiento jurídico. Comienza a consolidarse el Estado inversor y promotor: líneas aéreas, medios de comu-nicación, productores agropecuarios y forestales pasan a ma-nos del Estado. Por primera vez en muchos años, la población urbana supera a la rural: el proceso modernizador iniciado en los años cuarenta, provoca una importante movilización del campo a las ciudades, las que se han convertido en polos de atracción para los inmigrantes rurales, comenzando a confor-marse barriadas populares, en condiciones precarias de vida, en particular en la ciudad capital. Al mismo tiempo, la situa-ción del venezolano común es cada vez más frágil: el poder

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adquisitivo de la moneda disminuye, aumentan los precios de loa artículos de primera necesidad; la corrupción crece expo-nencialmente y los personeros de la camarilla gubernamental colocan sus grandes fortunas en bancos del exterior. En ese entorno, la persecución en contra de los líderes sociales se ha incrementado notablemente: la lista de presos, torturados y asesinados es infinita. En otro orden de ideas, en el plano internacional, me permito comentarles que en Colombia una penosa enfermedad ha obligado a renunciar al Presidente Laureano Gómez; el crecimiento de las guerrillas liberales en los llanos orientales de Colombia y los golpes que ésta le ha proporcionado al ejército, llena de violencia a los centros ur-banos colombianos; se calcula que para este año el número de las víctimas de la violencia alcanza los cien mil y se estima más de medio millón de desplazados por esta causa; patriotas portorriqueños intentaron asesinar al presidente Truman; Ja-cobo Arbenz es electo presidente de Guatemala; proclamada la candidatura presidencial de Juan Domingo Perón (con Evita como vicepresidenta) en Argentina; Jerusalem es declarada por el Parlamento israelí capital del Estado de Israel; se ha es-tablecido la pena de muerte en la Unión Soviética; la India se convierte en República, tras su declaración de independencia del Reino Unido tres años antes; Stalin y Mao firman un pac-to de amistad entre la China y la URSS; continúa la guerra de Corea, la cual había comenzado el 24 de junio de 1950, cuando las tropas chinas cruzan el paralelo 38º; se firma la Convención Europea de los Derechos Humanos. Quiero finalmente reco-mendarles, queridos compañeros, que lean en el diario EL NA-CIONAL, del pasado 21 de julio, la columna Pizarrón (Sembrar el petróleo) de Arturo Úslar Pietri. Se que les va a gustar.

Mientras esto ocurría, yo me diluía alucinado ante los cana-pés, todas las chucherías imaginables se abrían ante mis ojos: probaba aquí y allá y mis sentidos se poblaban de olores y sa-bores variopintos; padre intervenía al cierre de la reunión, con sus acostumbradas acotaciones sociológicas y literarias: la Europa de la postguerra, los últimos detenidos por la Seguri-dad Nacional, los recientes logros de la resistencia, el Premio

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Nobel de Literatura concedido a Bertrand Russell, las muertes de George Bernard Shaw (Premio Nobel de Literatura, 1925) Sinclair Lewis, George Orwel, Johannes Wilhelm Jensen (Pre-mio Nobel de Literatura, 1944) y André Gide, la última película de Torre Nilsson, El crimen de Oribe (basada en el relato de Adolfo Bioy Casares: El perro de la nieve), la publicación de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, Canto General, de Pa-blo Neruda, Psicoanálisis y religión, de Erich Fromm, La colme-na, de Camilo José Cela, Requiem para una monja, de William Faulkner, Bestiario, de Julio Cortázar, La luna y las fogatas, de Cesare Pavese y El ruiseñor de Catuche, de Aquiles Nazoa, la ex-posición en La Habana de las primeras obras de Wilfredo Lam, quien asombró al mundo con su pintura Rumor de la tierra y clarividencia, el debut de Celia Cruz con la Sonora Matancera, en La Habana …Al fondo, el valsecito de Strauss marcaba el ritmo de la disertación. Padre sabía que esa era una ocasión especial: estaba a punto de llegar (como cada dos meses, y ésta era la ocasión de presentársela a José Vicente Abreu: se-guro le agradaría) la pequeña Estela, con sus moldeados mus-los de gacela, sus requiebros de dama sabihonda, y - sobre todo- aquellas ajadas hojas de cuaderno en donde anotaba, con rigurosidad de amanuense y letra menudita, los versos que su querida amiga Ida Gramcko7 le regalaba cada tarde, allá en Puerto Cabello, en el patio trasero de su amplia casona de la Plaza Concordia, resguardada de tejas, con erguidos pilares, umbrosos jardines y fuentes musicales (una al frente, hacia la calle y otra detrás, cerca del portón de campo).

Porque Estela Aponte, pariente lejano de padre, desde 1922 vivía con la familia Gramcko: Ida, sus hermanos Elsa y Luis Enrique, la niña Luisa (la tía encargada de los dulces), la madre, Elsa Margarita Cortina, en incesante remodelación de la vieja casona, y el padre, Enrique José Gramcko Brandt, eternamente sentado al piano, interpretando polkas, sonatas y preludios. La labor de Estela: auxiliar a don Timoteo, en el acarreo de mercancías desde el muelle, en carro de mulas, y a Proto, jefe absoluto de los cerdos, gallinas, ovejas y chivos que poblaban aquella heredad. Cada dos meses, el extenuan-

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te viaje a Valencia, para la compra ineludible de los frutos que no se producían en el puerto. Pero la secreta tarea de Este-la era escuchar, en las frescas tardes del puerto, a Ida, quien acostumbraba sentarse en los bancos del patio, detrás de la fuente, escapando de la precisa vigilancia de su madre, dis-puesta a evitar que su hija transitara por los caminos de los sin oficio, como llamaba a toda la gente que se ocupaba del arte o de la poesía. Ella no quería que Ida y Elsa se perdieran. Y lue-go, confeccionar las mariposas, los pasquines, la propaganda que distribuiría por todos esos pueblos, desde Puerto Cabello, pasando por Valencia, hasta llegar, finalmente a Tinaquillo, en donde padre la esperaba expectante, deseoso de leer las últi-mas noticias de la resistencia, pero anhelando secretamente devorar los versos recién escritos por Ida Gramcko, versos desgarrados, tensos e intensos, reveladores de sus vivencias íntimas. Versos que responden a una generosa búsqueda per-sonal, alegatos de una experiencia poética culminante, de una vivencia cautelosa, señal de otras existencias, reiteración de un ascenso tenaz, afanoso y sombrío en sus advertencias, tal y como se nos revela en el siguiente texto, La mariposa disecada (de La vara mágica, 1948), versos que padre entregaba a José Vicente, para que éste los recitara, casi en trance hipnótico, confiriéndoles el exacto tono musical, la adecuada cadencia y el obligado ritmo poético, con lo cual lograba estremecer a la pequeña audiencia de conspiradores:

Eras en el jardín, sobre los ramos,ensueño real que aprisionara un niñoen un cesto de mimbre que su manoagitaba por sendas y macizos.Hoy eres cromo rígido del campo,un paisaje minúsculo en un nicho.Ataúd de cristal vela tus párpados-oro y azul- dormidos.Los lirios están lejos, y los pájaros.Las mariposas viven en los lirios.Mueven el ala pura en el espaciocomo en un dedo pálido un anillo.

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Y tú estás sola, inmóvil, en un marco,como el retrato de un velero antiguo.Alas de sol. Antenas de amaranto.Rosa caída en aluvión marchito.La red del hombre vio cómo tu raudocorazón se embriagaba en un pistiloy te clavó, con estilete amargo,en la cana de un viejo pergamino.Ángel de terciopelo castigadoa la pared, a la quietud, al vidrio.

Nosotros, los más pequeños, apretujados detrás de la mesa de billar, asistíamos absortos a la reunión, devorando aquellos versos con idéntica premura a la que aplicábamos para engu-llir los canapés dispuestos para tan solemne ocasión. Aún es-tábamos conmovidos, porque, a primeras horas de la noche, habíamos entrado furtivamente al cine Esmeralda, en donde tío Federico proyectaba, en función intermediaria, Los olvi-dados, de Luis Buñuel8. En aquel momento nos sobrecogería aquella historia realista y descarnada de la vida de esos niños en un barrio marginal de la ciudad de México, con ese toque surrealista del sueño de Pedro, la obsesión por las gallinas o el huevo lanzado contra la cámara, todo ese flujo subconsciente a través del cual nos enmudecía la ausencia del padre, la or-fandad, la crueldad y la muerte, todo lo cual (aunque no lo sabíamos entonces) era una proyección muy aproximada de lo que ocurría en las calles de nuestro país.

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SEGUNDO TIEMPO

A partir de entonces perderíamos la pista de José Vicente Abreu. Una noche del verano de 1957, en conversación con el viejo Valecillo y Olga Luzardo, en la casa que servía de confi-namiento al pintor Oswaldo Vigas, al calor de las noticias que llegaban de Caracas, en relación con la huelga general y la agudización de las luchas callejeras (como música de ambien-te, el viejo Valecillo había colocado en el tocadiscos el más re-ciente acetato de Los Torrealberos: Sinfonía en al palmar), nos enteraríamos de cuánto le había corrido a José Vicente: en el mes de mayo de 1952 (a un año justo de aquella reunión en Tinaquillo), cae en manos de la policía política (Seguridad Na-cional). A partir de entonces estuvo preso en las cárceles de Guasina (a partir del mes de julio de 1952) (en donde escribe su Manifiesto de Guasina), Sacupana (en el Delta del Orinoco) y en la Cárcel de Políticos de Ciudad Bolívar, permaneciendo en esta última hasta 1957, año que inaugura su exilio en México. Acompañaron a José Vicente Abreu en esta odisea carcelaria, iniciada ese vapor y continuada durante aquellos duros años de prisión, torturas y vejaciones de toda índole, muchos se-cuestrados políticos provenientes de las cárceles de Caracas, Barcelona, Cumaná, Carúpano y Tucupita, entre ellos: Juan Bautista Abreu, Arnaldo Acosta Bello, Eligio Anzola Anzola, José Rafael Barreto, José Agustín Catalá Delgado, Guillermo

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José Vicente Abreu en 4 tiemposJulio Rafael Silva

Castillo Bustamante, José Ángel Ciliberto, Simón Alberto Con-salvi Botaro, Ramón Cuicas Suárez, Humberto Eizaga Lugo, Andrés Antonio Espinoza, Simón Ferrer Arévalo, Jesús Flores, Pedro R. García Marcano, José Antonio González Vilera, Rafael Eduardo Granadillo, Alcides Guzmán, Leonardo Antonio Infan-te, Oswaldo Kuper Sauné, Esteban Ramón Linares, Cayetano López, Gilberto José Lunar, Luís Miquilena Hernández, Vicen-te Mogollón, Luís Navarrete Orta, Felipe Nery González, David Nieves, Francisco Ortega, Agapito Paredes Angulo, Alberto Pinto Salinas, Eli Saúl Puchi, Federico Reyes Pereira, Ramón Quijada, Ramón Vicente Tovar, Miguel Antonio Urbina, Euge-nio Vásquez, Antonio José Vera, Timoteo Zapata, Juan María Zerpa, y muchos otros: la lista es interminable y, por razones de espacio no podemos incluirlos a todos.9

Con su peculiar parsimonia y su armoniosa voz, Oswaldo Vigas nos hablaría del Libro Negro, Venezuela bajo el signo del terror, obra que había comenzado a circular desde 1952 y en la cual se desnudaba ante el mundo la trágica situación que vivía Venezuela en esos años. Entonces no lo sabíamos, pero era una audacia editorial de José Agustín Catalá, con la cola-boración de los más aguerridos combatientes contra la dic-tadura. En la búsqueda, recopilación y redacción del material que conformaría el libro intervino mucha gente, bajo la directa responsabilidad de Leonardo Ruíz Pineda, Simón Alberto Con-salvi, Ramón J. Velásquez, José Agustín Catalá, Jorge Dáger, René Domínguez y Héctor Hurtado, quienes trabajan desde sus conchas o directamente en la calle. Aquella fue una tarea particularmente peligrosa, pues había que indagar, desde la clandestinidad, información precisa sobre hechos ciertos, es-crutar la verdad directamente con las víctimas o con sus fami-liares y allegados, compilar y condensar todo ese valiosísimo y espinoso material de investigación: la lista de prisioneros torturados, asesinados, internados en los campos de concen-tración de Guasina Y Sacupana y en las cárceles, como la de Ciudad Bolívar; los análisis sobre la situación social, económi-ca y política del país y, por encima de todo, la elaboración de un mensaje de aliento y esperanza para los combatientes de

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la resistencia, quienes permanecían en la lucha denodada con-tra aquel régimen de infamia y opresión.

El contenido del libro fue seleccionado entre Leonardo Ruíz Pi-neda, Jorge Dáger y José Agustín Catalá y decidieron que fuesen incluidos varios trabajos: la presentación o prólogo estaría a cargo de Rómulo Betancourt y Leonardo Ruíz Pineda; el capítulo refe-rido a la libertad de pensamiento sería escrito por Simón Alberto Consalvi; sobre hechos de corrupción, enriquecimiento ilícito e in-moralidad administrativa escribiría Ramón J. Velásquez; el capítulo sobre la farsa electoral de aquel año fue escrito por Leonardo Ruiz Pineda; la historia sangrienta de las torturas y los campos de con-centración fue escrita por Jorge Dáger; René Domínguez escribiría sobre los atentados de la dictadura contra la cultura, y el enfoque económico estaría bajo la responsabilidad de Alberto Carnevalli y Héctor Hurtado. Finalmente, el libro entró en circulación el 2 de oc-tubre de 1952, y para engañar a la policía política, el colofón decía: Este libro se terminó de imprimir el 15 de septiembre de 1952, en los Talleres de la Cooperativa de la Industria Gráfica Mexicana, para Edi-torial Centauro, Apartado 2480, México, D. F. 10

Varios años después (comenzando la década del sesenta) José

Agustín Catalá nos revelaría, en amena conversación en la librería El gusano de luz, que José Vicente durante su prolongado cauti-verio no había dejado pasar los días sin hacer lo único que puede hacer un preso con cierta libertad: leer. Y dedicaba horas enteras a sus autores preferidos (algunos de cuyos libros entraban clandes-tinamente a la cárcel), los cuales, en el insomnio de los calabozos, constituían el compañero fraternal y solidario: José Martí, André Malraux, Honoré de Balzac, Julius Fucik, Walt Whitman, Pablo Neruda, Jack London, John Dos Passos, Sigmund Freud, Nazim Hikmet, Arturo Úslar Pietri, Antonia Palacios, José Antonio Ramos Sucre, libros que eran suministrados por la paciente dedicación de Beatriz Catalá, novia de José Vicente Abreu para la época y quien posteriormente (en 1958) sería su esposa. La mayoría de estos li-bros (a excepción de aquellos que se extraviarían en las vicisitudes de los cambios de prisión) aún reposan en la biblioteca personal de José Agustín Catalá, con los subrayados y las anotaciones en la gruesa letra del preso.

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De José Martí, a quien admiraba como espejo de preocupa-ción por la patria, por su abnegado e intenso sacrificio personal para lograr la libertad de Cuba del dominio español, señalaría José Vicente un fragmento de El presidio político en Cuba, artículo publicado en La edad de oro (1889):

…Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devasta-dor de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.

De André Malraux, subrayaría un fragmento de La condi-

ción humana (1933):Todos sufren – pensó -, y cada uno sufre porque piensa. En el fondo, el espíritu del hombre no piensa más que en lo eterno, y la conciencia de la vida no puede ser más que angustia (…) La función de la inteligencia no consiste en pres-cindir de las cosas. La inteligencia es la posesión de los medios para dominar a las cosas o a los hombres.

De Honoré de Balzac, destacaría un fragmento de Papá Go-riot (1834):

Fue más lejos en su aversión de lo que había ido en su amistad. Y su odio no estuvo en razón di-recta de su amor, sino de sus esperanzas fallidas (…) Muchas personas desconfían de quienes le rodean, y se entregan al primero que llega. Hecho moral extraño pero real t cuyas raíces es difícil en-contrar en el corazón humano.

De Julius Fucik, asentaría un segmento de Reportaje al pie del patíbulo (1945):

Hemos sobrevivido a estos tiempos de terror. Los recordamos hoy con extrañeza, por sobre nuestros propios sentimientos. ¡Cómo está

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construido el hombre, que puede soportar has-ta lo insoportable! Pero hubiera sido imposible que aquellos momentos no dejasen profundas huellas en nosotros. Quizás permanezcan como un carrete de película enrollados en el cerebro, y comiencen a desenrollarse hasta hacernos en-loquecer algún día en la vida real, si alcanzamos a vivirla. Y quizás también los veamos como un gran cementerio, jardín verde en el que han sido sembradas simientes tan preciosas. Simientes preciosísimas que germinarán.

De Walt Whitman, registraría un trozo de Hojas de hierba (1885):

¡Poetas del futuro! ¡Oradores, cantantes, músicos del futuro!No seré el presente el que me justifique y responda por mí,Sino vosotros, la nueva raza autóctona, atlética, continental mayor que todas las conocidas,¡Arriba!, que vosotros debéis justificarme.

De Pablo Neruda, anotaría un fragmento de Residencia en la tierra (1935):

Qué pura eres de sol o de noche caída,qué triunfal desmedida tu órbita de blanco,y tu pecho de pan, alto de clima,tu corona de árboles negros, bienamada,y tu nariz de animal solitario de oveja salvajeque huele a sombra y a precipitada fuga tiránica.

De Jack London, apuntaría un segmento de La llamada de la selva (1903):

Hay un éxtasis que señala la cúspide de la vida, más allá de la cual la vida no puede llevarse. Pero

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la paradoja de la vida es tal que un éxtasis se pre-senta como un olvido de que se está vivo. Ese éxtasis, ese olvido de la existencia, al artista, con-virtiéndolo en una llama de pasión.

De John Dos Passos, seleccionaría un trozo de Viajes entre guerras (1939):

¿Cómo puede el nuevo mundo lleno de confu-sión e ilusiones y cegado por el miraje de frases idealistas ganar contra la férrea combinación de hombres habituados a dirigir las cosas que sólo tienen una idea que les hace mantenerse unidos: la de preservar lo que poseen?

De Sigmund Freud, registraría un fragmento de Psicología de las masas y análisis del “yo” (1921):

Por lo que respecta a la producción intelectual, está demostrado que las grandes creaciones del pensamiento, los descubrimientos capitales y las soluciones decisivas de grandes problemas, no son posibles sino al individuo aislado que labora en soledad (…) Habría además que precisarse cuánto deben el pensador y el poeta a los estímu-los de la masa y si son realmente algo más que los perfeccionadores de una labor anímica en la que los demás han colaborado simultáneamente.

De Nazim Hikmet, anotaría un segmento de La ciudad que

perdió la luz (1933):

hay hombres que conocen las diferentes clases de hierbas; otros, de peces; yo, de reparaciones. Hay hombres que saben de memoria el nombre de cada estrella; yo, de nostalgiashe dormido en las cárceles y en los grandes hoteles he conocido el hambre y también la

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huelga de hambre y no hay plato que no haya probado.

De Arturo Úslar Pietri, subrayaría un trozo de Las lanzas co-loradas (1931):

…La sangre chorrea de las lanzas, corre por las astas, se coagula en el labrado de las manos, trepa por los brazos tensos, alcanza los cuer-pos y baña la mitad del caballo. Caballo alazano con el lado derecho oscuro, caballo zaino con el lado derecho negro, caballo bayo con el lado derecho marrón, caballo blanco con el lado de-recho rojo. Los hombres sienten la sangre se-carse sobre los brazos como el revestimiento de una armadura, salpicar y tejerse sobre el pe-cho como unos alamares absurdos.

De Antonia Palacios, destacaría un fragmento de Ana Isa-bel, una niña decente (1949):

…el mundo de su infancia, con sus ríos, sus montes, sus nubes. ¡nubes que eran barcos! ¡el blanco barco de Simbad el Marino! El mundo de su infancia se queda allí, bajo la ceiba, bajo los higuerotes, a la sombra fresca de los jabillos, junto a los bancos descalabrados (…) El sol co-mienza a calentar. De lo alto de los árboles ba-jan los pájaros y revolotean sobre la hierba. Tras la reja está la plaza. Ana Isabel se ha quedado al otro lado de la reja (…) Los tordos y gonzalitos picotean insectos entre la hojarasca. De la copa de la ceiba caen lentos, blancos copos como de nieve, nieve de recuerdos y de nostalgias. Tras la fina lluvia de lágrimas, tras la reja, Ana Isabel los mira caer…

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De José Antonio Ramos Sucre, subrayaría un segmento del poema La verdad, de Las formas del fuego (1929):

…La golondrina conoce el calendario, divide el año por el consejo de una sabiduría innata. Puede pres-cindir del aviso de la luna variable.Según la ciencia natural, la belleza de la golondrina es el ordenamiento de su organismo para el vuelo, una proporción entre el medio y el fin, entre el mé-todo y el resultado, una idea socrática.La golondrina salva continentes en un día de viaje y ha conocido desde antaño la medida del orbe te-rrestre, anticipándose a los dragones infalibles del mito.

Pero –recordaría José Agustín Catalá (mientras disfru-tábamos de las notas de Carmina Burana, en versión de Carl Orff) – la huella que más profundo llegó en el alma de José Vicente Abreu, en esos tiempos terribles de espanto e ignomi-nia, continuaba siendo la poesía de Ida Gramcko. Una noche tempestuosa nos decía que fue descubriendo mansamente los laberintos refulgentes que socavan sus palabras en los ve-neros del idioma poético. Fue sintiendo lentamente el peso específico de cada palabra en la balanza de las ideas. En los versos de Ida, con los símbolos mágicos que ella maneja, la palabra adquiere una tercera dimensión, logra expresar lo inexpresable, trasciende sus límites. En estos textos –insistía - las imágenes desbordan su cauce, las metáforas se crecen como los genios de Las Mil y una Noches, la poesía se agiganta con desmesuradas proporciones. La aliteración, en su estilo, adquiere afirmaciones categóricas y necesarias: son notas al-tas, repetidas con brillo, como una reiteración en el tejido de las sinfonías… Amigos: sin duda estamos en presencia de una escritora de asombro. Luego, solicitando nuestro permiso, José Vicente nos deleitaba con algunos versos escogidos de Umbral (1942), tales como:

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INSPIRACIÓN

Con las manos atadas en cadenas de miedome acerqué a las montañas,y escaló como en alas la inquietud de mi anhelolas grandiosas murallas.

Una sed de confines me cerraba los ojosy me araba en los labios,de la cumbre imposible me llegaban sonoroslos metales del agua.

Mil fantasmas de angustia con sus tétricas risasme clavaban las garras,y en mi ser, lentamente, se juntaron las fibrasy tejieron un canto.

Con esencias de campo, suave felpa de musgopresintieron mis brazos,y en mi boca dormida fue exprimiéndose el frutode los árboles mansos.

Fuerte el verso maduro penetró en mis alcobascomo el ave en su jaula,desgranando cual trinos la emoción de las horasconvertida en palabra.

Lo paradójico de todo esto – expresaba José Agustín Ca-

talá - era que, mientras nos deleitábamos con los versos de Ida y nos sobrecogía esa extraña musicalidad, no podríamos dejar de sentir que estábamos sumidos en aquel ambiente de degradación y aislamiento. La alimentación era mala y escasa, el trabajo forzado era agotador, no había médicos ni medici-nas, por lo que se presentaron epidemias de tifus, endemias de disentería, tuberculosis, paludismo, beriberi e infecciones provocadas por insectos desconocidos. Muchos de quienes pasamos tiempo en aquellos antros salimos lesionados de por

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vida y unos cuantos murieron más tarde como consecuencia de las carencias acumuladas en aquellos años de crueldades y castigos.11

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TERCER TIEMPO

Finales de la década del setenta. Aquella tardecita de di-ciembre, muy cerca de las vacaciones navideñas, hubo tertulia en casa del poeta José Joaquín Burgos, en Guanare. En esta ocasión, como agasajo especial para José Agustín Catalá, re-cién llegado de Caracas, como siempre cargado de libros para los amigos, Licelia había dispuesto una muy variada mesa de entremeses: hallacas, bollitos pelones, picadillo, mazamorra, quesillo, dulce de lechoza, empanadas, niños envueltos, torre-jas… y algunas botellas del delicioso vino de arroz que madre preparaba en sus viejas barricas de la finca. El poeta Burgos, con su facundia intelectual y su aplomada y proverbial sen-cillez, seduciría a la audiencia con la lectura de algunos tex-tos de Ida Gramcko.12 Entonces, nos deslumbraba con versos como éste (de Contra el desnudo corazón del cielo, 1944):

No, la tierra no podrá ser la tierra,ni la muerte podrá ser la muerte,ni la vida la vida,hasta que mi alma no haya conocido todala espantosa pesadilla,y no se haya internado hasta la entrañadel hondo, humano abismo.¡Ah! ¿Qué valen aquí, sobre este mundo

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mi espíritu y mi instinto,si aún tienen un temblor de ensueños clarosque son claras mentiras?No, no, no puede ser, ni puedotampoco ser yo misma,hasta que no haya saboreado toda,toda la hiel amarga y el acíbar.

José Agustín Catalá - luego de insistir en su deseo de escu-char algún airecito andino y ver satisfecha su solicitud, cuan-do el poeta Burgos colocara en su equipo estereofónico, re-cién adquirido en Cúcuta, el LP Dinner in Caracas y Aldemaro Romero nos deleitara con su magnífica versión de Conticinio, aquel hermoso vals compuesto por Laudelino Mejías en 1922 -, respondería a nuestras interrogantes sobre el rumbo que había tomado José Vicente Abreu. Entonces, contaría que en diciembre de 1957, al salir de la cárcel de Ciudad Bolívar, se va al exilio en Panamá, Costa Rica y México, en donde vivirá hasta 1958, cuando regresa a Venezuela. Asume la jefatura de redacción del periódico Últimas Noticias, vocero del Partido Comunista de Venezuela, en donde había comenzado a mili-tar en sus últimos años de cárcel, cargo que ocupará hasta la clausura del diario en 1960. Un año antes, en 1959, había publicado su obra Guasina, donde el perdió las siete estrellas (con los textos del Manifiesto de Guasina), la cual en su mo-mento fue catalogada por la crítica como poemario-tragedia y novela histórica. Más tarde, en 1962, José Vicente Abreu es condenado por un Tribunal Militar a seis años y seis meses de presidio, por su participación en la insurrección de Carúpano (ocurrida el 4 de mayo). En esta sublevación lo acompañaron Jesús Teodoro Molina Villegas (Capitán de Navío y Comandan-te del Batallón de Infantería de Marina No. 3), Pedro Medina Silva (Capitán de Fragata), Pedro Vegas Castejón (Mayor de la Guardia Nacional, Comandante de del Destacamento No. 72 de la Guardia Nacional), Octavio Acosta Bello (Teniente de la Guardia Nacional), Pedro Duno, Julio Bonett Salas (Capitán del Ejército), Víctor Hugo Morales (Capitán de Corbeta), Simón Sáez Mérida, Eloy Torres, Rodolfo Gil, Modesto Martínez, An-

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tonio Silano, Luís Vargas, Jesús Salazar, Antonio Marín, Héctor Fleming Mendoza (Teniente de la Guardia Nacional), Luis Del-gado (Teniente de Fragata), Américo Farías Abreu (Teniente de Fragata), Francisco Uzcátegui (Maestre), Omar Sarmiento (Maestre), Francisco Aguilera (Maestre), Armando Orcila Pé-rez (Maestre)… En reunión de los conjurados, el 3 de abril de ese año, con la brisa fresca y agradable del puerto, Molina Vi-llegas se había dirigido a los presentes y, con voz apasionada, afirmaría13:

Es necesario reconquistar la verdadera democracia, retornar al orden, que significa el polo opuesto, de la crítica situación política, económica y social que sufre el país, y ponerle fin a la persecución, a los en-carcelamientos, a las muertes, los desaparecidos, a la tortura, que ha impuesto el régimen autoritario de Betancourt, que viene conduciendo a la nación al quebrantamiento de la paz y a la anarquía entre todos los venezolanos.

En estos días, continuaba diciendo José Agustín Catalá, se producían jornadas de agitación y luchas populares en los barrios de Caracas, acciones que se venían acentuando des-de la invasión de Bahía de Cochinos, la huelga del transporte (nacida en el estado Táchira y que se extendería por todo el país), la ruptura de relaciones diplomáticas con la República de Cuba las protestas estudiantes de universitarios y liceístas y las tomas propagandísticas en barrios de Caracas, los cuales constituyeron unan escuela de lucha política y armada urba-na, de organización y movilización de masas y, en muchos ca-sos, de control territorial (como en el sector 23 de enero) en contra de los despliegues militares y policiales. Estas luchas fueron conducidas por el Comité Regional de Caracas del Par-tido Comunista de Venezuela (en el cual participaba en lugar primordial José Vicente Abreu, al lado de Alberto Lovera, Se-cretario General del PCV en Caracas), la Juventud Comunista y los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,

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integrantes de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), entre ellos: Fabricio Ojeda, Teodoro y Lubén Petkoff, Moisés Moleiro, Héctor Pérez Marcano, Julio Escalona, Mar-cos Gómez, Juan Vicente Cabezas, Francisco Prada y muchos combatientes más.

Aquel día 4 de mayo, a las diez de la mañana –continuaría recordando José Agustín Catalá -, los rebeldes, con su jefe a la cabeza, el Capitán Molina Villegas, transmitieron, a través de las emisoras locales, el Manifiesto de las Fuerzas Armadas al Pueblo y a la Nación14 (en cuya redacción observamos la dis-creta mano de José Vicente Abreu):

El Comando de la Guarnición de Carúpano infor-ma a los compañeros de armas y al pueblo de Ve-nezuela, que en la madrugada de hoy 4 de mayo, ha decidido, conjuntamente con las fuerzas po-pulares, asumir una actitud responsable y pa-triótica ante la trágica situación que vive el país, depauperado, dividido y desangrado por los des-manes de un grupo minoritario, que hoy usufruc-túan directamente del heroico esfuerzo librado por el pueblo y los sectores democráticos de las Fuerzas Armadas el 23 de enero. La democracia ganada en esa batalla memorable ha sido esca-moteada a nuestro heroico pueblo. Parciales so-mos de la vida de los venezolanos; no podemos permanecer por más tiempo ignorantes de los atropellos, los vejámenes, los asesinatos, las tor-turas sin número al pueblo que ha conducido al quebrantamiento de la paz y de la armonía entre los venezolanos (…) Nuestro movimiento tiene entre sus finalidades esenciales el restaurar la vi-gencia del sistema democrático, el que rija autén-ticamente la Constitución, que sean respetados los derechos de todos los venezolanos y las de-cisiones del Congreso Nacional, para que dentro de ese marco de verdaderas libertades democrá-

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ticas, pueda el país reconstruir su economía, dar empleo a los cientos y miles de desocupados, mejorar el nivel de ingreso de los venezolanos, realizar una verdadera Reforma Agraria y desa-rrollar nuestra economía, teniendo como norte los supremos intereses nacionales.

Como es sabido, la insurrección fracasó, recordaría Catalá. Los rebeldes cometieron fallas imperdonables: no se bloquea-ron las carreteras de acceso a la población, no fortificaron sus posiciones, no se comunicaron con otros contingentes milita-res, ni con otras unidades inicialmente comprometidas en la sublevación. Fueron cercados rápidamente por las tropas del gobierno, apresados casi todos los conjurados (afortunada-mente sólo se produjeron seis decesos y quince heridos en la refriega); José Vicente Abreu fue hecho preso, a Pedro Duno y Eloy Torres los atraparon en alta mar, cuando se dirigían rum-bo a Trinidad. Todos fueron juzgados por Tribunales Militares y condenados a muchos años de reclusión, encerrados en ca-labozos diseminados por todo el país. Luego, los cabecillas, entre ellos José Vicente Abreu, serían trasladados al Cuartel San Carlos de la ciudad capital. El 10 mayo, Betancourt y su Gabinete emiten un decreto a través del cual suspenden las actividades del Partido Comunista de Venezuela y del Movi-miento de Izquierda Revolucionaria. El diputado Eloy Torres es despojado de su inmunidad parlamentaria, juzgado y con-denados a prisión el lapso de ocho años, ocho meses y ocho horas. El gobierno desata una feroz represión y en alocución de ese día 10 de mayo, en cadena de radio y televisión, el Pre-sidente Betancourt expresaría15:

El Gobierno Nacional, en Consejo de Ministros, adoptó la decisión que el país esperaba: pro-hibió las actividades del Partido Comunista de Venezuela y del Movimiento de Izquierda Revo-lucionaria, partidos que han venido actuando en actitud desafiadora frente a la Constitución y al orden legítimamente constituido de la Repú-

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blica. Esos partidos no podrán funcionar, no ten-drán locales, no tendrán prensa, ni acceso a la radio ni televisión y no podrán realizar actos pú-blicos. Se mantiene todavía la permanencia en el Congreso de sus diputados y senadores. Pero dependerá de su conducta que continúen en sus curules o vayan a hacerle compañía al diputado Eloy Torres en el sitio donde se encuentra.

José Vicente Abreu, continuaría afirmando José Agustín Catalá, sería conducido detenido a la Cárcel Pública de Ciudad Bolívar y confinado en los mismos calabozos en donde había sido recluido durante la dictadura de Pérez Jiménez. Esta vez tendrá como compañeros de prisión a sus antiguos carcele-ros: Juan Manuel Payares y Alfredo Martínez. En el mes de agosto lo trasladan y comienza a cumplir condena el Cuartel San Carlos, en donde escribirá su libro de poesía Camarada Paloma. También escribió numerosos artículos de prensa en diversos periódicos y revistas venezolanas y del exterior, así como varios reportajes y semblanzas sobre los caídos en los combates contra la dictadura y sobre los hechos más resaltan-tes de aquella época del desprecio y la barbarie.

Este libro, Camarada Paloma, acotaría el poeta José Joa-quín Burgos, haciendo gala de su prodigiosa memoria y su pe-netrante erudición, contiene poemas dispersos escritos tras los barrotes de la prisión, entre 1962 y 1963: poemas que se nutren del diáfano manantial de la ilusión, versos apasiona-dos, contestatarios, expresivos de lo que fuera la vida carcela-ria, representativos de la soledad que agobia a un preso en las ergástulas de la prisión16; versos de una extraña y perturbado-ra belleza, como éste, Lunes, fechado en el Cuartel San Carlos, 5 de noviembre de 1962, el cual sería declamado por el poeta Burgos, con su delicada y firme voz de barítono, aquella tarde memorable de Guanare:

Hoy es lunes.Siempre tengo

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el presentimientode la muertey entonces,vida mía, generalmente lluevey el piso se iluminacomo un tosco cristal,como un espejo que refleja el humo…

Hoy es lunesy en prisión,cada segundo de este díame lleganen oleadas mis antiguastorturas de Guayana…

Hoy es lunes:¿qué haces mi Beatriz?Ahora siento mil puñalesen mi espalda…

José Agustín Catalá continuaría evocando aquellos años. Dirá que en el mes de julio de 1964 comienza a circular la pri-mera edición de la obra Se llamaba SN, cuyos originales habían sido escritos en la cárcel de Ciudad Bolívar diez años antes. Esos manuscritos los había copiado Beatriz Catalá y el mismo José Agustín insiste en que deben ser publicados. Como José Vicente Abreu17 tenía la “casa por cárcel”, debido a sus que-brantos de salud, cada vez más pertinaces, tendría el tiempo y el espacio adecuados para hacer las correcciones y ver su obra finalmente publicada, por El Centauro, ediciones. El libro será un éxito editorial sin precedentes. Distinguidos escritores, pe-riodistas, políticos y académicos lo elogian. Entre ellos, Jesús Sanoja Hernández, quien, en un artículo de, prensa denomi-nado El libro del año, publicado en el semanario QUE, el 7 de agosto de 1964, diría:

“Se llamaba SN” trata de torturas e islas dolientes: de las torturas en aquella Seguridad

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Nacional de El Paraíso donde nos metieron a es-tudiantes de 17 y 18 años por cantar el Himno Nacional a las puertas de la Universidad, pro-testar por la prisión de puertorriqueños o lan-zar tomates contra poetas franquistas (…) La primera parte del libro se llama, precisamente, “Seguridad Nacional”. Es la primera visión no fragmentaria, tampoco ficticia, pero sí con un gran clima narrativo, del gran pulpo de la repre-sión política. Tras una luminosa descripción de la captura, Abreu relata las torturas a que fue sometido y luego el ambiente en los pequeños cuartos que hacían de celdas. Un estudio psi-cológico directo, sin matices, acaso demasiado crudo, más cercano a Pocaterra y Arráiz que a Malraux y Fucik, pero con una realidad vivien-te como pocas veces antes en nuestra literatu-ra. Para captar el ambiente de la SN, Abreu no abrió libros, no memorizó influencias, no fabri-có estilos. Revivió una experiencia tremenda, la escribió a lápiz o a máquina, la revisó, y al fin la dejo cadente y objetiva, como primer gran do-cumento de lo que fue, sigue siendo y alguna vez dejará de ser: la policía, con sus mil ojos vi-gilantes, con sus cien tentáculos de tormento, con su sacro oficio de tortura y aislamiento.

El poeta Burgos acotaría que José Vicente Abreu en esta obra logró estructurar un relato espontáneo, sencillo, con un lenguaje directo y convincente, desprovisto de edulcoradas pretensiones técnicas, pero escrito con rigurosidad, seriedad y honestidad, sin vanidades literarias, atento a todas las contradicciones que en-cierran los hechos que se narran. Es de antología el fragmento que describe la tortura, que me permitieran leerlo, amigos, que me dejaran echar mano de mi ejemplar, ya bastante ajado y ma-noseado, que vieran, que sintieran, que se dieran cuenta de la maravilla de esta narración, casi una sinfonía, un concierto de cá-mara, con resonancias de Djilas, Fucik, Malraux, Pocaterra, Arráiz,

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escúchenlo, que disfrutaran ese ritmo sincopado, ese prodigio:Guardó la llave y sacó unos cables. Quería des-ocuparse temprano. Electricidad, pensé. En el estómago sentí un movimiento convulsivo, de gases. El corazón parecía galopar. La música eliminó todos los ruidos. Sólo el pulso sonaba como un tambor. Cerré los ojos. No quería ver nada. Mejor que las cosas sucedieran sin darme cuenta.-Abre los ojos. ¿tienes miedo? Vas a alumbrar como un bombillo.Con sus manos comenzó a tocarme por todo el cuerpo hasta parar en los testículos. Los palpó. En sus labios tenía una muesca de asco. Dejaba ver su saliva como una bomba. Matute se salió con un saludo. Los demás veían como en un aprendizaje. No perdían detalles y cumplían las órdenes diligentemente. Aplicó los cables. Uno en el testículo derecho, otro en la ingle. Caí fulminado. El jefe de interro-gatorios dio un traspié y se levantó maldicien-do. Mil puntas me recorrían el cuerpo. No pude evitar un grito salvaje. Los ojos desorbitados, miraba a todos lados desde el suelo. La sensa-ción de alfileres circulando junto con la sangre. Una esfera oscura, la luz. Echaron agua a mis pies. Nadie se atrevía a reír. Era algo muy serio. Un rito moderno, propio de nuestra civilización. No podía pensar. Los ojos debían dar vueltas como los de un pero envenenado con estricni-na. El jefe de interrogatorios, arrodillado, apli-caba los cables en los testículos, en el ombligo, en cualquier parte del sexo. Yo trataba de gol-pearlo con mis pies y sólo alcanzaba a separar las tablas un momento. Nadie me tocaba. Era una ventaja. Dejaban de aplicarme los cables y me echaban agua. Convulsiones en todos los sentidos. El agua hervía. Sentía las burbujas en

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la espalda. No me atrevía a voltearme, para evi-tar que me metieran los cables en el ano. Salta-ba y caía sobre mi espalda. Sobre los brazos. Un loco. Los nervios, locos, trataban de escapar, de salir y caminar por el piso, por el agua. Otra apli-cación. Trataba de meterme el cable en la boca. Cerré los dientes. Desmayado, pegando saltos, sentía los vidrios rotos de mis carnes.

Ese mismo año, la noticia de la muerte en las montañas de Argimiro Gabaldón, el comandante Chimiro (14 de diciembre de 1964) afectaría a José Vicente Abreu hasta el punto de ha-cerlo evocar un fragmento de una carta escrita por su amigo al general José Rafael Gabaldón, su padre (fechada en algún lugar de las montañas venezolanas, el 12 de abril de 1963), co-pia de la cual le había sido entregada por la poeta Ana Enri-queta Terán y que él guardaba con ardor:

En orden a lo personal, estoy plenamente cons-ciente de que los sacrificios que uno se impone, por muy grandes que sean, son siempre más pe-queños que los que se impone a los seres que nos quieren. Y yo tengo la experiencia de que se sufre más por los sentimientos que se causa que por los propios. Supongo que sería de un gran alivio para los combatientes espartanos, cuando las madres, en vez de llanto, los despedían con esa frase: con el escudo o sobre el escudo. Cuando un hombre abraza una causa de corazón, está obligado a ir hasta el fin; si no, sería un farsante, un ser des-preciable. La verdadera victoria en la vida de un hombre es ser fiel a su conciencia siempre. Puede que ninguno de los objetivos que se haya fijado sean alcanzados, pero podrá morir en paz, satis-fecho de haber dado de sí, por su causa, todo lo que estuvo a su alcance, sin regateo. Eso no lo he aprendido en los libros, me lo ha enseñado Usted, con el ejemplo de su vida. Creo con orgullo, que

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si poco he logrado aprender de Usted, por culpa de mi torpeza, lo que he aprendido es bastante para un hombre común, de filas, como soy. Es-toy perfectamente bien de salud. Pronto me iré a ocupar el puesto que me corresponde en esta hora. Voy a sentir mucho no despedirme de Usted personalmente. Espero de todas maneras excuse mis faltas y las borre con su cariño. Estoy seguro de que así será. Lo abraza y besa. Adiós. Su hijo.

De nuevo José Agustín Catalá tomaría la palabra para re-cordar que en 1965 la editorial Venceremos, de La Habana, Cuba, publicaría nuevamente Se llamaba SN, en una edición de consumo masivo. Su salud se resiente aún más, por lo cual logra que se le sea conmutada la pena de cárcel por exilio. El 4 de mayo, sale rumbo a Moscú y Checoslovaquia, a donde se le uniría su familia. En Bulgaria, en su capital Sofía, se des-empeñará como profesor universitario de literatura española y latinoamericana. Luego, se traslada a La Habana, en don-de permanecerá aproximadamente dos años, hasta 1967. En esta ciudad concluye la primera versión de su novela Las cua-tro letras. Allí, en La Habana, recibirá la funesta noticia de la muerte, en extrañas circunstancias, de Fabricio Ojeda, a quien le unían estrechos lazos de amistad. Más tarde, el año 1968, su obra Se llamaba SN es traducida al ruso y al búlgaro. En 1969 publica su obra Las cuatro letras. De nuevo en Venezuela, dirigió la Imprenta de la Universidad Central de Venezuela y formó parte del cuerpo de directores del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Su obra Se lla-maba SN es traducida al alemán. Permítanme, amigos, leerles ahora un fragmento de esa novela, Las cuatro letras, que me oyeran, manitos, que prestaran atención:

Habían tomado el barrio El Guarataro para desfilar von uniformes y armas en una acción de propa-ganda. Canciones, vivas a los comunistas, a Fidel, a Cuba, a las cuatro letras y mitines relámpagos don-de se blandía una metralleta en una mano y una

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pluma en la otra (trabajo y fusil). La gente miraba desde los balcones, los bares y las escalinatas. Se formaban grupos a comentar y discutir sobre la im-portancia del desfile y a veces gritaban con el coro de estudiantes. Crecía el entusiasmo cuando apa-recía la bandera roja en la vanguardia para dar una orden. La madre de uno de los muchachos que des-filaba venía riñéndole en voz baja desde la acera y Luis Martínez que era el jefe sentía cierto rubor y el deseo de pedirle al muchacho que abandonara la fila y le pasara el arma a su ayudante. Luis Martínez pensaba hacer un discurso más adelante.

El poeta Burgos, fiel a su condición de maestro insigne y ha-ciendo gala de su infatigable curiosidad intelectual, afirmaría que esta obra de José Vicente Abreu estaba indudablemente emparentada con la de otros escritores venezolanos contem-poráneos, quienes han narrado con devoción esos ámbitos de la violencia venezolana en esa difícil época. Allí, por ejemplo, la obra de Orlando Araujo, y permítanme continuar abusando de vuestra paciencia, dilectos amigos, para leerles un párrafo de su relato Manos 0-010 (de 1969):

...Nos dimos cuenta de que estaban allí como a unos cincuenta metros y justo cuando abrieron fuego contra nosotros. Calculé que eran unos vein-te y empezamos a retirarnos disparando y tratan-do de ganar el monte cercano. Fue cuando me die-ron en la pierna. Me arrastré hasta cubrirme detrás de un tronco caído y tiré la granada que no estalló. Cuando me vi rodeado levanté las manos. Sentí un gran miedo cuando vi a un soldado apuntándome de cerquita y vi que estaba pálido y no sabía si dis-parar o no, me salvó el teniente que habló desde el rancho del conuco y ordenó que me llevaran hasta allá. Los soldados querían fusilarme, pero el tenien-te manifestó que debían entregarme al comando más cercano y los consolaba diciéndoles que allí

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seguramente me fusilarían... También el poeta Caupolicán Ovalles, quien en su poe-ma Con una bala en el pecho (de 1965), anotaría:

..El sol rómpele al sol la cara Chimiro si no te alumbra en la sierra de Laraen toda la sierra de Lara en Biscucuyen la sierrarómpele la cara de un fusilazofuerte ese fusilazoque es muy fuerte el sol cuando él no quiere alumbrar.

Igualmente Argenis Rodríguez, quien dirá en su obra Entre las breñas (de 1964):

Todo esto después de los disparos, mucho tiem-po después de los disparos...pues el día de los disparos nos encontrábamos todos en la base. No acabábamos de levantarnos ni de hacer los ejercicios cuando oímos los disparos. Todo fue sorpresa. Yo me quedé abismado y sólo atiné a pensar en los que andaban allá, del otro del río. Pedro exclamó: -¡Coño, le dije a Crespo que no disparara y ya se puso a disparar! Esa noche dormimos sobre nuestras propias cavilaciones, sobre falsas alarmas por cualquier ruido, el grito de un pájaro o un árbol que se caía. Varias veces tuvimos que levantarnos a to-mar posiciones.

De igual manera José Balza en su novela Largo (de 1968) escribiría:

...Pensé que la lluvia comenzaría mientras yo avanzaba desde el café hasta este lugar; y, no obstante, la porosa capa del cielo apenas vibra,

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seca y amenazadora. En la sala la débil luz de la lámpara disminuye el sonido de las voces: distribuidos en bajos asientos, los hombres manipulan las armas y conversan. Sólo las dos muchachas permanecen calladas. Los matices cambiantes de los anuncios luminosos atravie-san el cristal de la ventana y transforman los rostros.

También Adriano González León anotaba en su novela País portátil (de 1968):

...el Negro Gómez decidió salir por la escalera, se abriría paso, tú seguirías después como una veci-na más, pero los digepoles ya habían copado el as-censor, las sirenas de las patrullas crecían en la ca-lle, retumbaba todo el tercer piso, el Negro Gómez disparaba su metralleta en el pasillo, tú regresaste al apartamento, te quedaste sola en el centro de la sala, y ellos, desde afuera, apuntaron sobre la puerta, la llenaron de plomo, entraron después y estabas tú sangrante, con balas en el pecho y la cabeza, cálida, con tus grandes ojos inertes, sin la voz, todavía con tu olor, enmandarinada, el labio mordido por desafío, los colores perdidos, Delia, muerta de resplandores y de balas.

Y Carlos Noguera en su novela Historias de la Calle Lincoln (de 1971) dirá:

Claro que Carelapa pifió porque él no tenía que te-ner la pistola afuera, tenía que sacarla cuando es-tuviéramos dentro del carro, porque el único que podía sacarla mientras estuviéramos afuera era yo; pero que quieres tú, el loquito creyó que me hacía un favor, a lo mejor hasta se figuró que el tipo me había aplastado del otro lado, por qué no, y en un momento de esos qué se va a aguantar

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uno a pensar. Sacó la fuca y lo quemó. Pendejadas del tipo, también, qué le costaba aflojarnos la rufa si se la íbamos a devolver igualita. Además noso-tros no estábamos al tanto de figurarnos que no andaba armado. Yo de todos modos amonesté a Carelapa después, tú sabes, para no perder la je-fatura, pero en el fondo le estoy agradecido. Para otra vuelta ya no nos vuelve a ocurrir.

Finalmente, diría el poeta Burgos, con la albura del ama-necer asomándose con timidez en la curva del río, las obras que les cité, queridos, amigos, son una prueba fehaciente de que en nuestro país, la literatura, como magia y poder de la palabra, trata de ver donde no parece haber luz, cruza umbra-les a la sombra abriendo las puertas de todo lo posible, pues aún en la literatura fantástica, mágica o de ficción, revela (y devela) acontecimientos que tal vez no sean reales, pero sí posibles. Nuestros escritores siempre se han declarado cóm-plices de lo oculto, penetran en nuestros sueños, poniendo a prueba nuestras verdades interiores, para hacer saltar esos secretos que compartimos y que, al final, descubrimos que nos hacen iguales a todos, devolviéndonos esa comunión que creíamos perdida con el resto del universo. Por eso, amigos, la literatura venezolana de estas últimas décadas del siglo XX evidencia un armónico equilibrio entre el contexto sociopolí-tico y la actividad creadora. Así, las crisis que hemos vivido en estos años (la dictadura perezjimenista, los primeros años de la democracia representativa y puntofijista, la lucha armada,) han funcionado como espoletas motivacionales que abrieron las puertas a la creación.

José Agustín Catalá retomaría la palabra para decir que no quería irse a dormir sin antes recordar que José Vicente Abreu publicará en 1973 su obra Toma mi lanza bañada de plata, y en 1974, en el Prólogo a la edición de este año de Venezuela bajo el signo del terror, El Libro Negro de la dictadura (publicado inicial-mente en 1952, por la gallardía y el coraje de José Agustín Catalá), José Vicente dirá:

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…queremos llamar la atención sobre estas pá-ginas para que en ellas se vea lo que no debe olvidarse nunca, so pena de caer de nuevo in-sensiblemente en las mismas prácticas (…) La juventud necesita a veces enfrentarse con una vieja historia. Tan recientemente vieja que ya nadie la recuerda, salvo los herederos. Esos he-rederos que están marcados con hierro de tor-tura y prisión, con lutos de desaparecidos, en unos padecimientos que sólo terminan con la muerte.

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CUARTO TIEMPO

Década de los noventa. Tardes de sol, cerdo asado y ca-chapas de maíz tierno con queso de mano, a la sombra de los samanes, en La Rosaliera, la hermosa finca de José León Ta-pia, en Barinas. Nuestro anfitrión nos contaría que allí mismo, en aquella mata, cerca del jagüey, estuvieron conversando no hacía mucho, puntuales, cumplidores, expectantes por la di-mensión de la invitación que les había cursado: el poeta Alí Lameda, con su parsimonia acostumbrada, Luis Alberto Cres-po, dispuesto a montar su nuevo caballo recién llegadito de Carora y, por supuesto, José Vicente Abreu, con su elegante pelo e´ guama, regalo de José Agustín Catalá, quien lo había adquirido esa semana en Valencia, donde Otto Schimerr (que te llevaras también esas botellas de vino blanco de Baviera, José Agustín, que me hicieras caso, te harán falta, le habría dicho el bondadoso alemán al despedirlo).

Disfrutaría esa vez (como todas las demás) las atencio-nes de Carmen Dolores y la sabrosa conversación de José León. Aquella tarde, cerca del ocaso, luego de las obligadas referencias a Maisanta, Ezequiel Zamora y otros héroes olvi-dados, surgió nuevamente Ida Gramcko.18 José León, con su acostumbrada vehemencia, con esa pasión indetenible que lo acompañaría hasta su reciente deceso, abrió la esclusa

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del recuerdo para señalarnos que los versos de Ida Gramcko siempre estaban presentes en su alma, porque hay allí pala-bras que son símbolos en movimiento, espejos que reflejan las esencias, multiplicándolas infinitamente, todo ello dentro de un impulso arrollador por alcanzar el fondo, por ir más allá, por extinguir las obsesiones. Sus versos – insistiría José León – son como ráfagas de viento, que se aproximan y se alejan. La poeta tiene la potestad de aferrar en su mente las imágenes del sueño y tornarlas en palabra hecha poesía. Para animar el convite, José León quiso leer estos versos, de Sol y soledades (1966), para lo cual escogió de entre sus muchos acetatos el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo (interpretado por Alirio Díaz):

Este peso de abejasque trae el gesto, esta cordial guaridahabitada por ágatas y arvejas,esta fisonomía desconocida,este ser y no ser, estas mollejasde inalterable especie desvalida,este techo con aves y sin tejas,esta constante doncellez de vida,esta racha de alondras y cornejas,esta continua y diestra zambullidade estrellas en la piel, estas bermejasbestezuelas que atamos a la brida,esta silente soledad de ovejasque trisca en el asombro y en su huida,esto es tener las índoles perplejaso permitir que el tránsito decida.

Y entonces (¡cómo evitarlo!) sobrevino la nostalgia. José León se tornaría memorioso y evocaría la figura entrañable de José Vicente Abreu, el amigo, el camarada, el hermano, el cómplice solidario. En ese momento diría19:

Se fue José Vicente Abreu, el fantaseador más gran-de que recuerde. Con su pasado de comandante

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guerrillero y torturado por la Seguridad Nacional, fuente de sus relatos. Sus andanzas por Apure, los planazos sobre sus espaldas, el cable eléctrico quemando sus testículos, su valentía de no decir ni una palabra ante el interrogatorio tremendo, su amor por los humildes y su poder creativo para narrar sucesos bajo la techumbre de palma real de una casa de cumbreras alborotadas de viento. Sus cuchillos, su pistola, su sombrero galipavo, de pello amarillo que no lo abandonaría nunca. Se escapó también por los senderos de la eternidad, Orlando Araujo, mi amigo de juventud en el rumbo de sus libros, pura amistad, simpatía y genio. Por el mismo rumbo, Alí Lameda, a quien conocí en Barquisime-to, por su fama de poeta y revolucionario creada en Carora al lado de Chío Zubillaga. Lo vi morir, lenta-mente, en una cama de asilo, ante el olvido de tan-tos que no han debido olvidarlo nunca.

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NOTAS

1Tinaquillo es la capital del Municipio Falcón del estado Coje-des. Está geográficamente ubicado en los siguientes límites: por el Norte, los estados Yaracuy y Carabobo; por el Este, el estado Carabobo y el Municipio Pao de san Juan Bautista; por el Sur, los Municipios Lima Blanco y Pao de San Juan Bautista, y por el Oeste, el Municipio Lima Blanco. Tiene una superfi-cie aproximada de 682 kilómetros cuadrados, una población de 76.960 habitantes y una densidad poblacional de 107 habi-tantes por kilómetro cuadrado. (Datos tomados del CD Rom Documentos Históricos del Estado Cojedes (2003). San Carlos: Ediciones del Instituto de Cultura del Estado Cojedes). Como lo afirma José Ramón López Gómez, en su obra Crónicas del Tinaquillo de ayer (1977), Tinaquillo está situado:

...en el pie de monte de las llamadas Tetas de Tinaquillo, formaciones montañosas depen-dientes del ramal occidental de la Cordillera de la Costa, y la mayor parte de sus tierras, sobre todo al Norte, con una abundante capa freática, son aptas para la agricultura. Sin embargo, en las sabanas de Tamanaco, Taguanes, Los Arucos y Pegones, el suelo es seco y arenoso, bastante pobre, cubierto de yerbas duras no muy propi-cias para la alimentación del ganado... (López Gómez: 1989, 61)

2Datos tomados del VIII Censo General de Población. 1950. Mi-nisterio de Fomento. Dirección General de Estadística y Cen-sos Nacionales (1956). Tomo IV: Estados Carabobo y Cojedes. Cuadro No. 1, p. 3; Cuadro 5, p. 174; Cuadro 23, p. 202; Cuadro 24, p. 204.

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3En Tinaquillo se encuentra la zona amiantífera más importan-te del país. Su existencia fue descubierta en 1923, cuando se encontró un filón de amianto o asbesto en la zona de El Tigre (camino de Vallecito, un pequeño poblado rural). En esa fecha se declara el registro del descubrimiento y posteriormente el Ejecutivo Federal otorga las concesiones correspondientes. Para 1937 se difunde su existencia a través de un artículo pu-blicado en el Boletín de Minería y Geología, Tomo I, No. 1 (como lo afirman Aguerrevere, Zuloaga y Tello, en su Informe Geo-lógico sobre la región amiantífera de Tinaquillo, Edo. Cojedes, publicado en el mencionado Boletín…). Luego, comienza el traspaso de las concesiones en un proceso parecido al del pe-tróleo. Un año después, el descubridor le cede las minas a un doctor más ligado a la capital, quien a su vez la traspasará en 1941 a una compañía denominada Compañía Anónima Minas de Amianto de Tinaquillo (CAMAT), la cual pondrá a producir las minas por primera vez en 1946. La producción de la mina era escasa, pero constituía un aliento económico a esta zona depauperada. Durante loa años que transcurren entre 1946 y 1952 (para la época de nuestra crónica) la mina producía un promedio de 213 toneladas métricas por año, según cifras aportadas por José Luís Arocha Reyes, en su obra Tinaquillo. Estudio Geográfico Regional (1966). Caracas: Ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. Para este año 1951, la CAMAT, que era una compañía de venezolanos, le traspasa las acciones a una compañía canadiense denomina-da AMVECO, la cual inicia una explotación de mayor volumen. En aquellos días, la mina tenía 24 obreros, los cuales ganaban 8 ó 9 bolívares por día: era el salario más alto de la zona y el obrero podía obtener más, pues se le proporcionaba una par-ticipación de 12 bolívares por cada tonelada adicional a las 10 primeras que se consideraban como normales. En la mina tra-bajaban tres trabajadores franceses y un encargado, también francés, quienes actuaban como conocedores de la explota-ción. Podríamos decir que el trabajo de la minería era el único en la zona en donde existía propiamente la relación obrero-pa-

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trón clásica del capitalismo y que allí se conformaría el primer embrión la clase obrera en Tinaquillo por estos años, como lo afirma Luís Barrios Díaz, en su obra Tinaquillo. Geografía médi-co-sanitaria (1951). Caracas: Tipografía Vargas. Con algunos de estos obreros se estructuraría la célula “José Carlos Mariáte-gui”, coordinada por Quintín, el dirigente obrero. Esta célula tendrá una singular actividad conspirativa, acompañada con la edición de dos periódicos escritos a máquina: uno, ilegal, clandestino, denominado “Amianto”, cuyo nombre hace alu-sión a la única riqueza mineral en explotación para esos años. Era un semanario en el cual colaboraban (por supuesto, con pseudónimos) José Carrizales Díaz, Enrique Medina Silva y otros jóvenes intelectuales de la época. Y el otro, de circula-ción abierta y legal, con el nombre de “Uranio”, que daba ca-bida a las ideas políticas del grupo que lo dirigía, entre ellos: Carlos José Arocha, José Ramón y José Miguel López Gómez, Biandrina Jiménez. 4Datos tomados del VIII Censo General de Población. 1950. Minis-terio de Fomento. Dirección General de Estadística y Censos Nacionales (1956). Tomo IV: Estados Carabobo y Cojedes; pp. 121-134.

5Referencias de Barrios Díaz, L. Op, Cit.; p. 123.

6En 1937 había comenzado a funcionar en Tinaquillo la Escuela Federal Graduada “Padre Alegría”, escuela para niñas dirigida por la maestra Julieta Sánchez Malpica (de andar pausado, dulce mirar de ensueños y los versos de Rubén Darío vibrando en su voz de terciopelo), y que más tarde (en 1955) se fusionaría con la Escuela Federal Graduada “Anzoátegui”, escuela para niños, para formar el Grupo Escolar Nacional “General José Antonio Anzoátegui”. En esta Escuela “Padre Alegría” destacaron como maestras Nelly Sánchez Reyes, Carlota Sánchez de Noguera, Jo-sefina Figueredo, Elvira Franco de Rodríguez, Victoria Bayone,

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Olga Bayone, Georgina Fonseca, Elvira Franco de Rodríguez, Ana Mercedes Aponte, Carmen Haydée Hurtado, Victoria Salas Zabaleta, Cira González de Saume y María Cristina González de Bocaney (la Maestra Cristina, quien sería posteriormente, en 1957, directora del Grupo Escolar Nacional “General José Anto-nio Anzoátegui”). Por su parte, en la Escuela “Anzoátegui” des-tacaron Pedro Guzmán Gago, Julio Peña, Manuel Rodríguez, Eduardo Noguera (quien fue su director), Enrique Medina Silva, Martín Polanco, José Antonio Pereira y otros destacados y re-codados educadores. En 1940 se había de promulgado la Ley de Educación Nacional, en la cual se define a la educación como: ...un proceso integrador del individuo desde el punto de vista de su desarrollo biológico y de su desenvolvimiento mental y moral. En tres dimensiones se fijan los fines de ese proceso: levantar progresivamente el nivel espiritual y moral de la nación venezola-na, adiestrar a los ciudadanos para el desarrollo de su capacidad productora, intelectual y técnica y fortalecer los sentimientos de cooperación y solidaridad nacional. A tal efecto afirma Alexis Márquez Rodríguez en su obra Doctrina y proceso de la educación en Venezuela (1964) que esta Ley:

...como ráfaga saludable, entró a nuestro país por las compuertas abiertas al progreso con la muer-te de Juan Vicente Gómez. Al adoptar tales prin-cipios, recogiendo de ese modo lo que era sentir profundo y actuante de los maestros venezolanos, trajo a nuestra educación un aire inconfundible de modernidad. (Márquez Rodríguez: 1964, 120)

Luego, cuatro años más tarde de cuanto acontece en nuestra crónica, en 1955, bajo la égida del perezjimenismo, se promulgaría una nueva Ley de Educación en la cual encontrarán asidero legal las instituciones educativas que se organizan y funcionan en Ti-naquillo. Según esta Ley la educación estaría organizada como un proceso integral, correlacionado en sus diversos ciclos, y ten-drá como finalidad:

...la formación y el desarrollo intelectual de los

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habitantes del país, y contribuir a su mejoramien-to moral y físico. Tal finalidad ha de armonizarse con el propósito de preparar ciudadanos que, con exacta valoración de nuestra tradición, tengan conciencia del destino histórico de Venezuela y capacidad para colaborar eficazmente al cumpli-miento de este destino... (Ley: 1955, Art. 1º.)

7Para esta época, ya Ida Gramcko (Puerto Cabello, 11 de octu-bre de 1924 – Caracas, 2 de mayo de 1994) había obtenido, en 1941 (con sólo diecisiete años), el Premio de la Asociación Cultural Interamericana, por su libro Umbral, el cual sería pu-blicado un año después, en 1942. En 1943 comienza a trabajar, como reportera y cronista literaria en el recientemente funda-do diario El Nacional de Caracas, en donde conocerá a uno de sus fundadores, el periodista español José de Benavides, con quien contraerá nupcias en 1945. En 1944 publica sus libros Cámara de Cristal y Contra el desnudo corazón del cielo. En 1948 publica La vara mágica y la obra de teatro La hija de Juan Palo-mo. Ese mismo año, viaja a Moscú como encargada de nego-cios, con rango de embajadora. A su paso por París, conoce al poeta Roberto Ganzo, quien traducirá al francés (en 1950) La vara mágica, con el título La baguette magique. En Moscú hace amistad con el hispanista soviético Fedor Kelin, quien traduci-rá al ruso su libro La vara mágica. También conoce a la Primer Ministro de Israel, Golda Meier.

8Los olvidados es una película de 1950 escrita y dirigida por Luis Buñuel, quien obtuvo con ella el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes y que ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los olvidados cuenta una histo-ria trágica y realista sobre la vida de unos niños en un barrio marginal de la Ciudad de México. Esta película es la obra más relevante desde que Buñuel comenzó su etapa mexicana. Tras el éxito comercial que le proporcionó El Gran Calavera, el pro-ductor Óscar Dansigers le propuso que dirigiese una nueva

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película sobre los niños pobres de México.El argumento de la película es el siguiente: tras un prólogo en el cual, con imágenes de Nueva York, París y Londres, se ad-vierte de la universalidad de la tragedia que va a producirse, la cámara localiza enclaves reconocibles de la Ciudad de México. En uno de sus barrios marginales Jaibo (Roberto Cobo) es un adolescente que escapa de un correccional para reunirse con Pedro (Alfonso Mejía). En presencia de él, Jaibo mata a Julián, el muchacho que supuestamente le delató. También intenta robar a un ciego al que finalmente maltrata en un descampa-do. Cuando Pedro llega a su casa su madre no quiere darle de comer, lo que origina la secuencia onírica y surrealista en que la madre le ofrece unas vísceras que Jaibo le arrebata saliendo debajo de la cama donde yace el cadáver de Julián. Otro niño, que ha sido abandonado por su padre en la ciudad, Ojitos, en-tra al servicio del ciego como lazarillo, que ejerce de curande-ro en casa de Meche, una turbadora adolescente de la que el ciego se quiere aprovechar. Pedro intenta recobrar la estima de su madre comenzando a trabajar, pero sus buenas inten-ciones son frustradas por el comportamiento de Jaibo, que no solo se acuesta con su madre, sino que comete un robo del que acusan a Pedro, que es arrestado por ello en una granja escuela. El director de la institución, confiando en el chico, le da cincuenta pesos y le manda a un recado, pero Jaibo le roba el dinero. Pedro entonces le denuncia como asesino de Julián, y Jaibo se venga matándolo en el gallinero de la casa de Me-che. Ésta y su abuelo arrojan su cadáver a un muladar. Entre-tanto, Jaibo es abatido por disparos de la policía, y su agonía se ve sobreimpresionada por un perro que avanza y una voz que dice «buenas noches» que encadena con el que la madre de Pedro dirige a Meche y su abuelo, que llevan el cadáver de su hijo en un saco a lomos de una burra.Aparentemente, la película es un drama o tragedia neorrea-lista, documentada en los bajos fondos de la gran urbe y que tiene una intención marcadamente social. Sin embargo, el tra-zado subliminal, crea todo un flujo subconsciente en que los temas son la ausencia del padre, el complejo de Edipo, la or-fandad, la maldad y la muerte. Todo esto está subrayado por

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secuencias oníricas, por la extraña y constante presencia de las gallinas, la rítmica repetición de brazos que se alzan cada diez minutos para golpear y matar cruelmente y, no menos importante, la vanguardista música, atormentada e inquietan-te, de Rodolfo Halffter sobre temas de Gustavo Pittaluga. Ello crea un clima de malestar que lleva al filme a la característica poética surrealista y tortuosa del aragonés.Como ha recordado Octavio Paz, Buñuel muestra la evolución del surrealismo, que se inserta ahora en las formas tradiciona-les del relato, en este caso una tragedia sin coturno, integran-do «las imágenes irracionales que brotan de la mitad oscura del hombre».El estreno de la película en México suscitó violentas reaccio-nes, y se pidió desde diversas instancias mediáticas la expul-sión del cineasta del país. A los cuatro días fue retirada de los cines sin que faltaran intentos de agresión física contra Bu-ñuel. Afortunadamente, algunos intelectuales salieron en su defensa y, tras recibir el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1951 (en una edición donde competían Milagro en Milan de Vittorio de Sica o Eva al desnudo de Joseph L. Man-kiewicz), Buñuel fue «redescubierto» en los medios franceses y europeos, lo que le valió el respeto y la audiencia en México. La película fue reestrenada al año siguiente en una buena sala de la capital mexicana, donde permanecería más de dos me-ses en cartelera.Y su éxito comercial se dio pese a su extrema dureza, pues como señaló Ándre Bazin, se trata de un ejemplo del “cine de la crueldad”, en consonancia con las propuestas que para el teatro había hecho Antonin Artaud, con su “teatro de la cruel-dad”. Buñuel se permite mostrar lisiados sin el menor intento de mover la compasión del espectador hacia ellos. Antes al contrario, muestra al ciego cargado de rasgos negativos (luju-rioso, avaro y chivato), y esto se refuerza eligiendo para este personaje a un actor conocido por su interpretación de nume-rosos «malos» en el cine mexicano.Los dos grandes temas son la sexualidad y la muerte, sin ol-vidarnos de la pobreza, la marginación y la miseria, que reco-rren, el primero, los componentes surrealistas y profundos de

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la psique humana y, el segundo, la dura lucha por la vida de la realidad social. Desde este punto de vista, «olvidados» son todos sus personajes: Ojitos, que es abandonado a su suerte por su padre en la gran ciudad para librarse de una boca que alimentar; Pedro, a quien su madre le niega el afecto y aun el sustento; ésta, a su vez, repudiada y vejada por su marido, y luego abandonada; Jaibo, de orfandad total, que ha tenido que sobrevivir en la calle, e incluso el ciego, desasistido de be-neficencia, por lo que tiene que mendigar en la calle, desvali-do como el hombre-tronco, que se desplaza sobre un carrito con ruedas, y del que los chicos se burlan quitándole su medio de locomoción y tirándolo calle abajo.Esta tremenda visión del mundo remata en la doble muerte sobreimpresionada de Pedro y Jaibo: ni el bien ni el mal esca-pan a ella, como constata trágicamente la película (al menos en las condiciones sociales en las que se desarrolla este dra-ma). Su valor cinematográfico se desprende de todas estas sugerencias subterráneas, que, unido a la trama contundente y brutal, crean una gran catarsis.Los olvidados es, junto a Metrópolis de Fritz Lang, una de las dos piezas del séptimo arte que han recibido la consideración de Patrimonio de la Humanidad.Oscar Dancingers, obligó a Buñuel a rodar un segundo final donde Pedro mataba a El jaibo y volvía a la escuela correccio-nal. Por lo visto, este final feliz se rodó con la razón de susti-tuir al verdadero en caso de que no gustase al público. (Fuentes: Cinera Z., M. (1986). Breve historia del cine. Madrid: Editorial Alhambra, S. A.; Fernández C., C. (2003). El cine pro-pagandístico europeo: un factor de cambio (1945-1950). Méxi-co: Siglo XXI).

9Datos tomados de Abreu, José Vicente (2005). La tortura en Venezuela Se llamaba SN. Vigésima Primera Edición. Caracas: José Agustín Catalá, editor / EL CENTAURO, ediciones.

10Datos tomados de Bruni Celli, Marco Antonio (2008). Contra las dic-

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taduras, por la república civil. Caracas: EL CENTAURO, ediciones.11Sobre estos aspectos, consultar: Buitriago Segura, Luís (1959). “Cómo se fraguó la revolución que derrocó a Pérez Jiménez “, en Panorama. Maracaibo: 22 de enero de 1959; García Ponce, Guillermo y Camacho Sanabria, Francisco (1980). El diario des-conocido de una dictadura. Caracas; Publicaciones Seleven; Petzoldt, Fanoa y Bevilacqua, Jacinta (1979). Nosotras tam-bién nos jugamos la vida. Caracas: Ediciones del Ateneo; Sala-zar, Diego (1978). Los últimos días de Pérez Jiménez. Caracas: Ediciones Ruptura.

12En esta década de los sesenta, Ida Gramcko publicará, en 1960, su obra de teatro Penélope (con la cual obtiene el Premio de Teatro de la UCV). En 1961 obtiene el Premio de Poesía en el Concurso José Rafael Pocaterra, del Ateneo de Valencia, por su obra Los estetas, los mendigos y los héroes. Ese mismo año publica su obra de teatro La loma del ángel. En 1962 publica Cementerio judío. También decide estudiar sexto grado por el sistema de libre escolaridad. Luego, cursará el bachillerato, recibiendo el título de bachiller en 1964. En 1963, un Jurado in-tegrado por Rosario Blanco, Luís Pastori y Pascual Venegas Fi-lardo, le otorga el Premio Municipal de Literatura de Caracas, por su obra Versos y el poeta. En 1964 publica Poemas de una psicótica (accésit al Premio Nacional de Literatura 1963-1964). Este año inicia sus estudios universitarios de filosofía en la Universidad Central de Venezuela. En 1965 publica Lo máximo murmura. En 1966 publica Sol y soledades. En 1967 publica Este canto rodado, El jinete de la brisa y Preciso y continuo (ensayo sobre Mateo Manaure). En 1968 publica Salmos y obtiene su título de Licenciada en Filosofía. De inmediato se inicia su la-bor docente, dictando cursos de filosofía del arte y mitología en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, de Caracas y en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Se incrementa su labor periodística: sus artículos se publicarán en El Nacional, El Diario de Caracas, El Globo, en las revistas Élite, Revista Nacional de Cultura e Imagen. En

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1969 publica 0 grados/norte franco. 13Consultar a Duarte Parejo, Asdrúbal J. (2005). El carupanazo. Caracas: Ediciones del Ministerio de Comunicación e Informa-ción.

14Ibidem.

15Fuente consultada: Rodríguez Bauza, Faustino (2005). El caru-panazo, organización y lucha popular. Los Teques: Ediciones del Ateneo de Los Teques.

16Sobre estos poemas consultar: Azócar, Ramón y Tovar, Yor-man (2007). Camarada Paloma (Poemas del cuartel San Car-los) (2007). Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana. Allí dirán:

Estos poemas de José Vicente Abreu, truncos y olorosos a cárcel, a diferencia de los escritos y publicados en el libro Camarada Santa, son un muestrario de un gran poeta romántico y nostál-gico. Es una recopilación de versos dedicados a los sueños anhelos y esperanzas. No quedan en el simple ejercicio poético; van más allá, crecen y se glorifican en el cuerpo de Beatriz Catalá, musa y amada del poeta; hilándose entre recuerdos y situaciones de la vida dura del preso. Es peren-nemente el canto a la libertad que todo hombre lleva por dentro y que sólo es capaz de describir cuando se encuentra privado de la vida libre: de su autodeterminación como ser humano.

17Carlos Díaz Sosa, en Se llamaba SN, un artículo de opinión pu-blicado en el diario LA REPÚBLICA, el 30 de agosto de 1964, ex-

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presaría que:Después de leer estas 288 páginas de serena de-nuncia, siento por quien ha escrito esta obra una respetuosa admiración. Abreu es un hombre bajo de estatura, de contextura delgada, escurridi-zo, tímido, y excepcionalmente valiente. Valien-te como lo fueron otros tantos que murieron, o guardan con ellos el testimonio de las cárceles y los campos de concentración. Desde luego, no ha sido la intención de Abreu escribir una obra para crear una fuente de admiración hacia su persona. La concibió en horas de agonía, manteniendo siempre, muy alto, respeto por sus ideas políticas, y alumbrada el alma por una remota esperanza.

18Para esta época, Ida Gramcko había publicado:, en 1970, Los estetas, los mendigos, los héroes y Magia y amor del pueblo. En 1971 publica un ensayo sobre Federico Brandt. En 1972 Monte Ávila Editores publica La andanza y el hallazgo (antología). Pu-blica también Sonetos del origen y Tonta de capirote. En 1973 publica Mitos simbólicos y Quehaceres. Conocimientos, Compa-ñías (con esta última obra había obtenido el Premio Municipal de Literatura, en 1972). En 1977 un Jurado integrado por Ma-nuel Alfredo Rodríguez, Oswaldo Trejo, Salvador Garmendia, Vicente Gerbasi y Juan Liscano le otorga el Premio Nacional de Literatura. En 1980 publica Pirulerías, literatura infantil. En 1983 recibe el Premio Enrique Otero Vizcarrondo, del diario El Nacional, al mejor artículo de opinión. En 1985 publicas sus obras Poética y Salto Ángel y el ensayo La mujer en la obra de Gallegos. En 1987 publica Historia y fabulación en Mi delirio so-bre el Chimborazo. En 1988 la Presidencia de la República edi-ta sus Obras escogidas, con prólogo de Alfredo Silva Estrada, quien allí dirá:

Esta orfebre, esta artesana exuberante, este arqui-tecto del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos, sentencias, definiciones primigenias, imágenes,

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metáforas, símbolos, integrando discursos insólita-mente rimados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra más alta poesía.

En 1993 publica su obra Treno. En 1994, el 2 de mayo, fallece en Caracas.

19Tapia, José León (1998). El tiempo indetenible. Mérida: Co-edición del Instituto de Acción Cultural de la Gobernación del estado Mérida – El Centauro, ediciones.

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ITINERARIO VITAL, POLÍTICO Y LITERARIO

1927José Vicente Abreu Rincones nace en San Juan de Payara, es-tado Apure, el 20 de junio, en el barrio Jobalito, en el hogar de sus padres Gabriel Abreu y María de Jesús Rincones Sosa. San Juan de Payara, para la época, bajo las sombras dictatoriales de Juan Vicente Gómez, era un pueblo de provincia escasa-mente informado de cuanto ocurría en el mundo y donde to-davía se hablaba de “gente decente”, de “apellidos”. Un típi-co pueblo de los llanos, como bien lo retrata José León Tapia en su obra Retazos del olvido (1996).

…calles de sol y lluvia, aceras de ladrillos verdo-sos por el musgo de la humedad, portones entre-abiertos, zaguanes de piedra azul, penumbra de frescor al no más entrar. Gente de sonrisa fácil y amable de conversación; ancianos de miradas tristes, los de las historias viejas que no terminan jamás.

1932 - 1943Cursa estudios primarios y secundarios en San Fernando de Apure, pueblo en el que inició su actividad literaria a los 12 años colaborando en periódicos escolares. Aprendió con su padre, don Gabriel, los secretos de la talabartería, y con Rai-mundo Rodríguez, en el semanario El Espejo, se inició en la tipografía y el periodismo. En el Liceo Francisco Lazo Marti integra la pandilla de sus amigos adolecentes Pedro Laprea, Abilio Porras, Betico Guzmán y el Cuco Solano. Esta época será evocada por Freddy Melo, en un texto denominado José Vicente Abreu – 80 años, con la lanza de Braulio Fernández (El Nacional, 18/06/97), en donde dirá:

José Vicente Abreu fue uno de los héroes genui-nos en la Venezuela del siglo XX. Para mí, pues, el

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primer elemento de consideración es que fui cote-rráneo y amigo, a lo largo de varias décadas, de un héroe de verdad, y que anduve con él en diversos avatares y circunstancias como con una persona común y corriente. Lo conocí cuando apenas des-pertaba mi adolescencia, él cuatro años mayor que yo, y desde entonces me pareció tan humano y sencillo como al mismo tiempo singular y fasci-nante. Yo entraba en el liceo, 1946, él salía. Había varios dirigentes estudiantiles destacados, pero dos sobresalían: José Vicente Abreu en 4° Año y Manuel Bermúdez en 2°. Eran los líderes respeta-dos y admirados por todos, con influencia extraes-tudiantil considerable. Yo, recién llegado puebleri-no, veía a Vicente en los grupos y me acercaba a oírlo. Su poder de fabulación y fantasía comenzaba a evidenciarse. Su seguridad, y hasta su simpático dejo jactancioso, lo ganaba a uno de inmediato.

1949Se gradúa de Licenciado en Periodismo en la Universidad Cen-tral de Venezuela, en la promoción Leoncio Martínez. Fue un alumno ejemplar en aquella mítica Escuela dirigida por Miguel Acosta Saignes. Estos días serán recordados con nostalgia por Manuel Bermúdez, en el texto Se llamaba José Vicente Abreu, el comandante Capanga, de su obra Escaneo semiológico sobre textos literarios (2000):

Para entonces no existía la televisión. Y la radio y el periódico eran los únicos medios de información, después del libro. Cuando Abreu regresaba a San Fernando, en vacaciones, era un libro abierto. Y nosotros, los ñángaras de la época, lo leíamos com-pletico en el botiquín de Pelusa, frente al Cañito, un brazo del río Apure en San Fernando. Manrique, el poeta español, no estaba equivocado: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”.

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1950Obtiene el título de Profesor de Castellano, Literatura y La-tín en el Instituto Pedagógico de Caracas. A partir de 1950, se destacó como uno de los más importantes líderes juveniles de Acción Democrática (AD) en la clandestinidad durante la dic-tadura de Marcos Pérez Jiménez. En esas luchas subversivas fue compañero de Leonardo Ruíz Pineda, Alberto Carnevalli, Antonio Pinto Salinas y otros luchadores contra la dictadura perezjimenista.

1952 - 1957El 26 de mayo de 1952, cae en manos de la policía política (Se-guridad Nacional). A partir de entonces estuvo preso en las cárceles de Guasina (a donde llega el 25 de julio de1952) en donde escribe su Manifiesto de Guasina, Sacupana (en el Del-ta del Orinoco) y en la Cárcel de Políticos de Ciudad Bolívar, permaneciendo en esta última hasta 1957, año que inaugura su exilio en varios países de América Latina. En esta cárcel, se encuentra con José Agustín Catalá (en 1953), quien lo anima a escribir y, en el futuro, será el editor de casi toda su obra. Ese mismo año, se separa de Acción Democrática y comienza a militar en el Partido Comunista de Venezuela. Guasina es una de las islas del Delta del Orinoco bañada por los caños Boca Grande al norte y Sacupana del Remanso al sur, en medio del paisaje de la selva. Es un lugar pantanoso, invadido por la pla-ga, amenazado por las crecidas del río y con una temperatu-ra que oscila entre los 38 y 40 grados. José Vicente Abreu, la describirá así:

La isla de Guasina es, quizás, uno de los lugares de la Tierra más hostil a la vida humana, ubicada a muy pocos metros de altura sobre el nivel normal del Orinoco, su territorio desprovisto en absoluto de necesarias defensas, es casi completamente inundado por las aguas desbordadas del río cada vez que éste crece, las cuales, al volver a su cau-ce lo hacen dejando toda el área convertida en una gigantesca ciénaga, un inmenso criadero de

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larvas. El clima de Guasina es canicular, oscilando entre 38 y 40 grados a la sombra. Las vías de co-municación casi no existen, pues el único medio de contacto con el exterior lo constituyen las con-tadas barcazas que de cuando en cuando suelen recalar en sus costas.

1957El 10 de diciembre sale exiliado a Panamá, Costa Rica y Méxi-co.

1958 A su regreso a Venezuela (el 29 de enero de 1958), después del derrocamiento de la dictadura, asumió la jefatura de re-dacción del periódico Tribuna Popular, vocero del Partido Co-munista de Venezuela, cargo que ejerció hasta la clausura del mismo (1960). En febrero del mismo año, contrae nupcias con Beatriz Catalá Montenegro, dilecta hija de José Agustín Ca-talá, compañero de penurias carcelarias y posterior editor de sus obras principales. Nacen sus dos primeros hijos, los geme-los Juan José y Manuel Vicente Abreu Catalá.

1959Publica su obra Guasina, donde el río perdió las siete estrellas (Manifiesto de Guasina), libro que al, decir de Joaquín Gabal-dón Márquez, en su carta-prólogo, citado por Marco Tulio Bruni Celli, en su obra Contra las dictaduras, por la república civil (2008) es, entre otras cosas:

…un poema-tragedia, y una novela histórica, además de que fija con caracteres de sangre y fuego – sangre de vida y fuego, como látigo de merecido castigo – la historia de unos hechos que no debieron suceder nunca en Venezuela.

Este mismo año, nace su segundo hijo, José Agustín Abreu Catalá.

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1961Nace su hija Amanda Beatriz Abreu Catalá.

1962Este año, un Tribunal Militar lo condenó a seis años y seis meses de presidio por su presunta participación en la Insurrección de Carúpano (ocurrida el 4 de mayo de 1962). En esta sublevación lo acompañaron Jesús Teodoro Molina Villegas, Pedro Vegas Castejón, Octavio Acosta Bello, Pedro Duno, Julio Bonett Sa-las, Simón Sáez Mérida, Eloy Torres, Rodolfo Gil, Modesto Martínez, Antonio Silano, Luís Vargas, Jesús Salazar, Antonio Marín, Héctor Fleming Mendoza, Luis Delgado, Américo Fa-rías Abreu, Francisco Uzcátegui, Omar Sarmiento… Preso en la Cárcel Pública de Ciudad Bolívar, en los mismos calabozos en donde había sido recluido durante la dictadura de Pérez Ji-ménez, esta vez tendrá como compañeros de prisión a sus an-tiguos carceleros: Juan Manuel Payares y Alfredo Martínez. En el mes de agosto comienza a cumplir condena el Cuartel San Carlos, en donde escribirá su libro de poesía Camarada Paloma. También escribió numerosos artículos de prensa en diversos periódicos y revistas venezolanas y del exterior, así como varios reportajes y semblanzas sobre los caídos en los combates contra la dictadura y sobre los hechos más resaltan-tes de aquella época del desprecio y la barbarie. 1963Ante sus quebrantos de salud, sin duda a consecuencia de tan-tos años de persecución, torturas y agobio, el 19 de agosto, vis-to el informe médico suscrito por el doctor Fernando Rísquez Iribarren, y de conformidad con lo pautado por el Código de Justicia Militar, el Ministro de la Defensa acuerda entregar el prisionero a José Agustín Catalá, bajo “fianza de custodia”, pues según el parte médico requería ser tratado en ambiente familiar. Por tal razón le fue otorgado el beneficio de “casa por cárcel”. Se reencuentra con la familia y es entonces cuando de-cide revisar los manuscritos pergeñados en la Cárcel de Ciudad Bolívar diez años antes, cuyos originales los había entregado a José Agustín Catalá (en febrero de 1958), los cuales se había

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negado a revisar para no recordar el drama de aquellos años. Tales manuscritos son el núcleo del libro Se llamaba SN. 1964En el mes de julio, comienza a circular la primera edición de su obra Se llamaba SN. Sobre esta obra diría José Vicente Rangel, en el diario PANORAMA, del 17 de agosto de 1964:

Pocas obras han tenido últimamente en nuestro país la trascendencia y el impacto de las de José Vicente Abreu. Su experiencia novelada, o mejor, su relato-testimonio de la cruel experiencia que le tocara vivir en la época de la dictadura, es quizá el más dramático y desgarrador documento político producido en Venezuela, sólo comparable a las páginas de Pocaterra.

1965La editorial Venceremos, de La Habana, Cuba, publica su obra Se llamaba SN. Su salud se resiente aún más, por lo cual lo-gra que se le sea conmutada la pena de cárcel por exilio. El 4 de mayo, sale rumbo a Moscú y Checoslovaquia, a donde se le uniría su familia. En Bulgaria, en su capital Sofía, se des-empeñará como profesor universitario de literatura española y latinoamericana. Luego, se traslada a La Habana, en donde permanecerá aproximadamente dos años, hasta 1967. En esta ciudad concluye la primera versión de su novela Las cuatro le-tras y se consternará ante la extraña muerte en Caracas de su amigo Fabricio Ojeda (1966). 1968Su obra Se llamaba SN es traducida al ruso y al búlgaro.

1969Publica su obra Las cuatro letras. De nuevo en Venezuela, diri-gió la Imprenta de la Universidad Central de Venezuela y for-mó parte del cuerpo de directores del Centro de Estudios Lati-noamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Su obra Se llamaba

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SN es traducida al alemán.1973Publica Toma mi lanza bañada de plata. Con su salud aún más deteriorado, la familia lo convence de que se someta a trata-miento, el cual resultó exitoso durante largo tiempo.

1974En el Prólogo a la edición de este año de Venezuela bajo el signo del terror, El Libro Negro de la dictadura (publicado ini-cialmente en 1952, por la gallardía y el coraje de José Agustín Catalá), José Vicente Abreu dirá:

…queremos llamar la atención sobre estas pági-nas para que en ellas se vea lo que no debe olvi-darse nunca, so pena de caer de nuevo insensible-mente en las mismas prácticas (…) La juventud necesita a veces enfrentarse con una vieja historia. Tan recientemente vieja que ya nadie la recuerda, salvo los herederos. Esos herederos que están marcados con hierro de tortura y prisión, con lu-tos de desaparecidos, en unos padecimientos que sólo terminan con la muerte.

1982Es integrante del Jurado en la IV edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, junto a Carlos Fuentes (México), Au-gusto Roa Bastos (Paraguay), Manuel Mejía Vallejo (Colombia), Antonio Cornejo Polar (Perú), Carlos Barral (España) e Ignacio Iribarren Borges (Venezuela). El galardón recayó en la novela Pa-linuro de México del escritor mexicano Fernando del Paso y el pre-mio consistió en diploma, medalla de oro y cien mil bolívares o su equivalente en moneda extranjera. Para esta versión del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos concurrieron treinta y siete obras. Hubo nueve finalistas: La Habana para un infante difun-to, de Guillermo Cabrera Infante (Cuba), Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, de Miguel Otero Silva (Venezuela), Daimón, de Abel Posse (Argentina), Te dió miedo la sangre, de Sergio Ramírez (Ni-caragua), La tumba del relámpago, de Manuel Scorza (Argentina) y

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La Isla de Robinson de Arturo Úslar Pietri (Venezuela). 1984Su salud empeora. Para evitar una caída definitiva, la familia gestiona hospitalizarlo. Pero todo esfuerzo sería en vano: se niega a tratarse. El 16 de febrero culmina su unión con su es-posa Beatriz Catalá Montenegro.

1985Publica Palabreus.

1987Publica Cartas de la prisión y el exilio. También edita Rómulo Ga-llegos, ideas educativas en “La Alborada” (biografía de Rómu-lo Gallegos); Sojo, medio siglo de música (biografía de Vicente Emilio Sojo) y las biografías de Leonardo Ruíz Pineda, Alberto Carnevalli y Antonio Pinto Salinas. Este año muere en Caracas, el 25 de abril. Durante su vida como escritor y político, utilizó varios seudónimos, entre ellos los de Martín Martínez, Máximo Miliciano, Guanipa y José Bello.

2002La Universidad Católica Andrés Bello publica su libro de poe-mas Camarada Santa (yo soy el guerrero muerto).

2007 La Fundación Editorial El Perro y la Rana (del Ministerio del Poder Popular para la Cultura) publica su libro de poemas Ca-marada Paloma, con versos escritos entre 1962 y 1963, cuando estuvo recluido en el Cuartel San Carlos.

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ÍNDICE

Primer Tiempo 09

Segundo Tiempo 21

Tercer Tiempo 31

Cuarto Tiempo 47

Notas 51

Itinerario Vital, Político Y Literario 63

Referencias Bibliográficas 71

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Edición del Ministerio del Poder Popular para la Cultura

Colaboradora: Julia Rosa Urdaneta

Diseño de portada: Juan C. Villota

Se imprimieron 500 ejemplares de este titulodurante el mes de Junio de 2013

en el Sistema Nacional de Imprentas Capítulo - Apure

San Fernando de Apure/Venezuela

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