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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). Trevor J. DADSON. Julio Martínez Mesanza y la poesía épica - Julio Martínez Mesanza y la poesía épica Trevor J. Dadson UNIVERSIDAD DE BIRMINGHAM EN ESPARTA DESPUÉS DE LEUCTRA TRISTE AAmalia En Esparta después de Leuctra triste esconderme no pude. La mirada del valor descubría mi miseria. Yo abandoné mi escudo en Leuctra triste. Me desprecian las madres y los viejos. Yo abandoné mi escudo. Soy el triste. Aunque me beses y cantemos juntos y con valor poemas de Tirteo nada seré, ni el humo, ni la nada del cadáver no sido en Leuctra triste 1 10 EL POEMA «EN ESPARTA después de Leuctra triste», dedicado a Amalia Bautista de Toledo, mujer del poeta (y poeta a su vez) 2 , cuenta la batalla que tuvo lugar entre espartanos y tebanos el 8 de julio del año 371 a. de C., batalla en que murieron unos 4.000 espartanos y sólo 300 tebanos. Pero para darle al tema de la derrota mayor fuerza e interés, se narra desde la perspectiva de un superviviente espartano, uno de los pocos que consiguieron escapar a la masacre, pero que, al volver a su tierra, en vez de ser recibido con la alegría y los brazos abiertos de los suyos, es tratado con desprecio y odio, pues abandonó su escudo. En unos versos inmejorables-endecasílabos blancos, la forma preferida del poeta-y con una referencia implícita al poeta espartano del s. VII a. de C. Arquíloco de Paros que, para salvar la vida, abandonó su escudo en la batalla, Martínez Mesanza consigue dar la vuelta a la alegría que puede sentir uno de haber sobrevivido la guerra: mejor suerte hubiera tenido el narrador anónimo de haber muerto 1 Julio Martínez Mesanza, Europa y otros poemas (Málaga: Puerta del Mar, 1990), p. 76. Todas las citas a Europa remitirán a esta edición. 2 Es autora de la siguiente colección: Cuéntamelo otra vez (Granada: La Veleta, 1999). 147 -t .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). Trevor J. DADSON. Julio Martínez Mesanza y la poesía épica-

Julio Martínez Mesanza y la poesía épica Trevor J. Dadson

UNIVERSIDAD DE BIRMINGHAM

EN ESPARTA DESPUÉS

DE LEUCTRA TRISTE

AAmalia

En Esparta después de Leuctra triste esconderme no pude. La mirada del valor descubría mi miseria. Y o abandoné mi escudo en Leuctra triste. Me desprecian las madres y los viejos. Yo abandoné mi escudo. Soy el triste. Aunque me beses y cantemos juntos y con valor poemas de Tirteo nada seré, ni el humo, ni la nada del cadáver no sido en Leuctra triste 1

• 10

EL POEMA «EN ESPARTA después de Leuctra triste», dedicado a Amalia Bautista de Toledo, mujer del poeta (y poeta a su vez)2

, cuenta la batalla que tuvo lugar entre espartanos y tebanos el 8 de julio del año 371 a. de C., batalla en que murieron unos 4.000 espartanos y sólo 300 tebanos. Pero para darle al tema de la derrota mayor fuerza e interés, se narra desde la perspectiva de un superviviente espartano, uno de los pocos que consiguieron escapar a la masacre, pero que, al volver a su tierra, en vez de ser recibido con la alegría y los brazos abiertos de los suyos, es tratado con desprecio y odio, pues abandonó su escudo. En unos versos inmejorables-endecasílabos blancos, la forma preferida del poeta-y con una referencia implícita al poeta espartano del s. VII a. de C. Arquíloco de Paros que, para salvar la vida, abandonó su escudo en la batalla, Martínez Mesanza consigue dar la vuelta a la alegría que puede sentir uno de haber sobrevivido la guerra: mejor suerte hubiera tenido el narrador anónimo de haber muerto

1 Julio Martínez Mesanza, Europa y otros poemas (Málaga: Puerta del Mar, 1990), p. 76. Todas las citas a Europa remitirán a esta edición.

2 Es autora de la siguiente colección: Cuéntamelo otra vez (Granada: La Veleta, 1999).

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como sus compañeros en Leuctra triste, de haber llegado a ser el cadáver verdadero y no el cadáver viviente en que se ha convertido-la nada, este terrible no ser.

Los intertextos del poema son varios, el primero ya lo hemos señalado: Arquíloco de Paros y su cínico poema sobre el abandono de su escudo en el campo de batalla:

Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha, que tras un matorral abandoné, a pesar mío. Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa el tal escudo? ¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor3.

El cinismo de estos versos estriba en que el escudo es «el arma que protege el flanco del compañero inmediato, el emblema del coraje del guerrero, que nunca debe perderse. <Volved con el escudo o sobre el escudo>, se decía en Esparta» 4 . Al abandonar su escudo, el espartano anónimo de «En Esparta después de Leuctra triste» no sólo ha conseguido salvarse a sí mismo sino poner en mayor peligro la vida de su compañero, de ahí, en parte, el desprecio de los que lo reciben.

Si hay una referencia implícita a Arquíloco de Paros, también la puede haber a Pedro Darnián, protagonista del cuento «La otra muerte» de Borges y otro cobarde que abandona el campo de batalla (de Masoller): «la sombra del entrerriano volvió a su tierra. Volvió, pero debemos recordar su condición de sombra. Vivió en la soledad, sin una mujer, sin amigos; todo lo amó y lo poseyó, pero desde lejos, como del otro lado de un cristal>> 5.

El segundo intertexto propiamente dicho viene nombrado en el mismo poema: Tirteo, poeta elegíaco griego (floreció hacia 684 a. de C.) que escribió cantos marciales, llenos de hechos heroicos y valerosos, para animar a los soldados. En efecto, los versos 2-7 imitan uno de los fragmentos más extensos de su obra, el Fragmento 7. Trátase del desertor que vuelve a su pueblo donde solamente encuentra desprecio, desprecio de su padre, su madre, los niños y su mujer; todos lo evitan y lo huyen, como él huyó del campo de batalla. Para Tirteo no había nada mejor que morir en la batalla, peleando por la patria y los hijos:

Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia cual guerrero valiente que por su patria pelea. Que lo más amargo de todo es andar de mendigo, abandonando la propia ciudad y sus fértiles campos, y marchar al exilio con padre y madre ya ancianos, seguido de los hijos y la legítima esposa. Porque ése será un extraño ante quienes acuda

3 Antología de la poesía lírica griega (Siglos VII-IV a.C.), selección, prólogo y traducción de Carlos García Gual (Madrid: Alianza, 1998), p. 25.

4 García Gual, Antología de la poesía lírica griega, p. 25. 5 José Luis Borges, «La otra muerte», de El Aleph (Buenos Aires: Emecé, 1957), p. 77.

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JULIO MARTÍNEZ MESANZA Y LA POESÍA ÉPICA

cediendo a las urgencias de la odiosa pobreza. Afrenta a su linaje y baldona su noble figura y toda clase de infamia y ruindad le persigue. Si un vagabundo así ya no obtiene momento de dicha ninguno, ni vergüenza ni estima ninguna, entonces con coraje luchemos por la patria y los hijos, y muramos sin escatimarles ahora nuestras vidas6

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Hay también en el poema de Martínez Mesanza fuertes ecos de otro poeta griego marcial: Calino de Éfeso, quien floreció alrededor de 650 a. de C:

Honroso es, en efecto, y glorioso que un hombre batalle por su tierra, sus hijos, y por la legítima esposa contra los adversarios. La muerte vendrá en el momento en que la hayan urdido las Moiras. Que todos avancen empuñando la espada y albergando detrás del escudo un corazón valeroso, apenas se trabe el combate. Porque no está en el destino de un hombre escapar a la muerte, ni aunque su estirpe viniera de los dioses7

El fin que está reservado para el cobarde en el poema de Calino recuerda el destino del superviviente espartano de la batalla de Leuctra:

Pero ése no va a ser recordado ni amado por el pueblo, y al otro, si cae, lo lamentan el grande y el pequeño. Pues a toda la gente le invade la nostalgia de un bravo que supo morir. ..

Como nuestro protagonista no supo morir, es un cadáver en vida: «el cadáver no sido en Leuctra triste».

El último intertexto más obvio viene en el penúltimo verso del poema: «nada seré, ni el humo, ni la nada», verso que recuerda levemente un verso famoso de Góngora: «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada» (v. 14 del soneto «Mientras por competir con tu cabello»), pero Martínez Mesanza, con el oído tan fino que le caracteriza, le añade más fuerza aniquiladora al relacionar fónicamente las frases «nada seré» y «nada del cadáver»:

6 García Gual, Antología de la poesía lírica griega, p. 21 (fragmentos 6, 7D). 7 García Gual, Antología de la poesía lírica griega, p. 20 (fragmento lD).

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nada seré, ni el humo, ni la nada adaee aada

del cadáver e ada e

Las vocales rimantes resuenan como ecos hasta los últimos sonidos del verso:

en Leuctra triste tra tri te

Es esa capacidad de darle la vuelta a un tema archiconocido, de sacar algo nuevo de escenas trilladas, la que convierte la poesía épica de Julio Martínez Mesanza en mucho más que un canto a la guerra, a la patria, al héroe, y que la hace muy moderna y pertinente para nuestros días. De hecho, como todo buen lector puede apreciar en seguida, su poesía es todo lo contrario a un canto heroico. Aquí el canto, si canto lo podemos llamar, es elegíaco. Mientras que Tirteo habla del guerrero espartano en general y las virtudes y valores que debe tener, Martínez Mesanza escoge a un espartano en particular (aunque sin nombrar) y lo coloca en una batalla específica, no una cualquiera sino una en la que Esparta sufrió una de sus peores derrotas. La huida de nuestro soldado es racional y explicable si acaba de ver morir a unos 4.000 compañeros. ¿Qué gana Esparta con su muerte? Con una muerte más no va a ganar la batalla, que ya es perdida. El superviviente puede volver a luchar otro día y en otra batalla, pero no es así la ética espartana, como demuestran los versos citados arriba de Tirteo (y de Calino) y las propias palabras del anónimo narrador de nuestro poema: «Y o abandoné mi escudo. Soy el triste». Él sabe cuál es esta ética, sabe que de ahora en adelante está condenado a ser «el cadáver no sido en Leuctra triste».

«En Esparta después de Leuctra triste» es el cuarto poema de la sección «Nostoi» de la colección Europa, y fue publicado por primera vez en 1986. Esta sección de Europa tiene que ver con la palabra «nostalgia», y tiene como tema principal el regreso del combatiente a su patria, que es lo que significa «nostoi» en la lírica griega. Son poemas que se remiten a los valores, valores como la dignidad, la soledad, la bondad, la negación. Pero también se destaca lo frágil que es la vida humana, lo difícil que es sostener estos valores: aquí los héroes son seres solitarios, tristes y marginados, marginados muchas veces por sus propias debilidades que paradójicamente los hacen más humanos.

Un crítico ha llamado la poesía de Julio Martínez Mesanza «Una épica convalecien-te» 8, término desafortunado en nuestra opinión, porque podría inducir al lector a pensar que está ante una épica que ha sufrido una pérdida de facultades, una épica débil, cuando más bien la épica de Julio Martínez Mesanza es como la concibió Virgilio en este

8 Emilio Quintana, «Una épica convaleciente», Ideal (Granada), 15-XII-1986. Es una reseña de Europa (1986).

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espléndido verso: «sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt»9-la tremenda tristeza de la vida humana que el poeta latino describió en los últimos y memorables versos con los que acabó su gran poema épico: «ast illi solvontur frigore membra / vi taque cum gemitu fugit indignata sub umbras» («a él se le desatan los miembros de frío/ y se le escapa la vida con un gemido, doliente, a las sombras»)10

• El poema no termina con el estruendo de las armas, con una victoria gloriosa y épica, sino, en palabras del propio Martínez Mesanza en un poema suyo reciente, con «el eco de ese grito / de indignación que lanza el alma cuando / se la arranca del cuerpo que ha usurpado» 11

• De esta forma, la épica de Martínez Mesanza se aproxima a la definición lanzada por Julio López: «La intencionalidad, perceptible, de la poesía épica, abstraída de su pluralidad de temas, se orienta siempre hacia la decepción y el desencanto más globales» 12

• Por tanto, tiene razón Quintana cuando llama nuestra atención hacia «la [épica] del descanso del guerrero, la del desertor o el cobarde, la del que lucha y comprende en su tomo la ternura de lo horrible». La épica de Martínez Mesanza es una épica muy humana, y, por eso, muy clásica.

Hermano poético del que abandona su escudo en Leuctra y quisiera, al final del poema, haber sido un cadáver de verdad y no el «cadáver no sido» en el que se ha convertido, es el protagonista del poema «El desertor», también de la sección «Nostoi»:

Después de la marea de los siglos he buscado en los campos de Kosovo el cadáver de un hombre. De él sabía que en el primer momento de la carga había huido y que, después, jinetes veloces lo alcanzaron junto a un árbol. La memoria me ha guiado hasta ese árbol para desenterrar allí un cadáver y ver en él señales de mi huida13

El perseguidor y el perseguido resultan ser la misma persona: en la guerra, como en la vida, el otro siempre es el mismo, más bien es uno mismo 14

• «Quisiera estar del

9 Virgilio, Eneida, I, 462. 10 Virgilio, Eneida, XII, 951-52. 11 Son versos que proceden de su poema «De lo que fue la dicha y fue el infierno», publicado

por primera vez en T. J. Dadson, «Julio Martínez Mesanza», La expedición. Los caminos de la escritura, 9 (Zaragoza, 1999), 24-26.

12 Julio López, Poesía épica española ( 1950-80). Antología (Madrid: Ediciones Libertarias, 1982), p. 27.

13 Europa, p. 75. Interesa señalar que «El desertor» precede inmediatamente a «En Esparta después de Leuctra triste» en la colección; subraya así el poeta la coherencia de su visión: ambos prota~onistas huyen y se convierten en cadáveres, para sí mismos y para los demás.

4 La influencia de Borges en este concepto es innegable, como podemos ver del siguiente extracto de su cuento «Biografía de Tadeo Isidoro Cruz»: «Comprendió que un destino que no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya le estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro

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lado de los otros», dice el poeta/narrador anónimo de «He soñado de nuevo con jinetes» (Europa, p. 67), concepto que cobra más vida borgiana, si cabe, en «Alcazarquivir», de su libro Las trincheras, de 1996:

ver que la soledad que nos recibe es nuestra estéril alma, que la yerma lejanía nosotros mismos somos; y que somos también el enemigo ... 15

El destino que une tanto a héroes como a cobardes, al uno y al otro, es tema de «Máscaras micénicas», también de «Nostoi»:

Se atrevieron, y el arco fue tensado, y la flecha hirió el aire y dio en la carne. Ningún error empaña su violencia: sólo es error aquello que no hicieron. Junto al cobarde sin embargo yacen, junto al adulador y junto al necio, y entristece pensar en su destino16

En la muerte no hay diferencias: el héroe descansa eternamente al lado del cobarde, del adulador y del necio; el destino sí que es triste, pero más triste es el destino de Egisto, una de las máscaras micénicas (junto con Agamenón y Orestes) de que habla el poema que acabamos de comentar, y otro hermano poético del protagonista de «En Esparta después de Leuctra triste».

A Egisto lo encontramos por primera vez en el poema muy emblemático (y muy borgiano) «Víctima y verdugo»:

Soy el que cae en el primer asalto entre el agua y la arena en Normandía. Soy el que elige un hombre y le dispara. Mi caballo ha pisado en el saqueo el rostro inexpresivo de un anciano. Soy quien mantiene en alto el crucifijo frente a la carga de los invasores. Soy el perro y la mano que lo lleva. Soy Egisto y Orestes y las Furias.

gregario; comprendió que el otro era él [ . .. ] gritó que no iba consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contrar los soldados, junto con el desertor Martín Fierro» («Biografía de Tadeo Isidoro Cruz», de la colección El Aleph (Buenos Aires: Emecé, 1957), p. 57).

15 Julio Martínez Mesanza, Las trincheras (Sevilla: Renacimiento, 1996), p. 13. 16 Europa, p. 78.

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Soy el que se echa al suelo y me suplica17•

En una serie de versos lapidarios-ninguna frase o sentencia dura más de dos versos, y la mayoría son de un verso sólo-y como si estuviéramos mirando por un telescopio al revés, el poeta nos lleva desde la época moderna (el asalto y desembarco en Normandía en junio de 1944) a los tiempos clásicos (Egisto y Orestes), pasando por el Renacimiento («el saqueo») y las Cruzadas medievales («en alto el crucifijo»). Lo que une a todos estos tiempos históricos son el último y antepenúltimo versos: «Soy el perro y la mano que lo lleva/ ... / Soy el que se echa al suelo y me suplica». Al subrayar la indisolubilidad del concepto de víctima y verdugo (o de perseguidor y perseguido, como en el poema «El desertor»), el poema da un nuevo enfoque al tiempo histórico al revelar su unicidad. En el fondo, nada cambia a pesar del fluir del tiempo18

Egisto es el antihéroe por antonomasia para los griegos, «el <malvado> por excelencia de la tragedia griega» 19

, el que cometió adulterio con la mujer (Clitemnestra) de un gran guerrero (Agamenón), aprovechando el que éste peleara fuera del país. A tal persona se le niega todo: la luz y la casa, símbolos tradicionales de la hospitalidad en Grecia, hospitalidad que no merece Egisto por ser una figura abominada por todos:

Aquel que no merece luz ni casa, que antes de haber nacido ya ha pecado. Aquel que miente y sobrevive en vela, que ama a la esposa del mejor guerrero. El triste. Aquel que no es feliz ni hermoso. Aquel que usurpa, Egisto, aquél, la sombra20

Al ser el resultado del incesto cometido entre Tiestes y su hija Pelopea, Egisto es un tipo de pecado original avant la lettre, por tanto es, o debería ser, una figura merecedora de nuestra compasión. Sin embargo, es un ser marginado y despreciado: «El triste. Aquel que no es feliz ni hermoso», frases que nos recuerdan el verso 6 de «En Esparta después de Leuctra triste»: «Yo abandoné mi escudo. Soy el triste». El poema

17 Europa, p. 20. 18 Como dice Julio López: «Habrá que puntualizar[ ... ] en la poesía épica de la que vamos

a ocuparnos, un deseo claro de recoger en sus líneas maestras cualquier registro coral que conecte con el fluir colectivo de la historia» (Poesía épica española, pp. 15-16). También vienen muy a propósito aquí unas recientes declaraciones del periodista Adam Michnik: «Mucho más cómodo es sentirse víctima que verdugo. Por eso solemos esconder en los rincones de la memoria las injusticias que cometemos con 9tros, pero mantenemos siempre a mano el recuerdo de las que cometieron otros con nosotros. Esa suele ser precisamente la venganza de los fantasmas que hay guardados en los armarios de Europa ... La experiencia de los Balcanes demuestra que las víctimas se contagian también con el odio de los verdugos, con su mentalidad y su comportamiento» («En los armarios de Europa hay fantasmas», El País, domingo 16 de abril de 2000,¡,p. 8 y 9).

1 En palabras de Luis Alberto de Cuenca, «Julio Martínez Mesanza», Ínsula, 543 (1992), 26.

20 Europa, p. 82.

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«Egisto» termina volviendo a su punto de partida: «Aquel que no merece luz» se ha convertido precisamente en la falta de luz-«la sombra», igual que el protagonista de «En Esparta» quien ya no es «ni el humo, ni la nada». Como ha dicho de este poema el poeta y crítico Luis Alberto de Cuenca:

El poema está escrito desde el más profundo rechazo: Egisto es la «sombra», mientras que son la luz y la claridad los principios que nutren la obra mesanciana. Y, sin embargo, cuánta comprensión y hasta cuánta ternura gasta, humanísimo, el poeta en el tratamiento del adúltero21

Y Egisto merece nuestra comprensión y ternura, pues, al fin y al cabo, todos hemos nacido bajo el signo del pecado original. Los diversos narradores en la poesía de Julio Martínez Mesanza son, casi siempre, gente marginada---desertores, cobardes, infieles, hombres solitarios-, narradores anónimos que nos representan a todos, y que no suelen tener voz en las grandes épicas de la vida humana. Martínez Mesanza les dota de voz y de identidad. Incluso personajes rechazables por su conducta, como Egisto o el espartano que abandonó su escudo, ganan cierta dignidad a sus manos. Recordemos una frase de Borges, muy a propósito para muchos de los narradores de Martínez Mesanza: «En vano me repetí que un hombre acosado por un acto de cobardía es más complejo y más interesante que un hombre meramente animoso»22

.

Si Borges es uno de los maestros espirituales de Martínez Mesanza23, de conocerlos, seguramente haría suyos estos versos del poeta y crítico inglés Matthew Arnold (escritos a finales del siglo XIX), que se aproximan sorprendentemente a sus pensamientos y filosofía poética:

... for the world, which seems to lie before us like a land of dreams, hath really neither joy, nor love, nor light, nor certitude, nor peace, nor help for pain; and we are here as on a darkling plain swept with confused alarms of struggle and flight, where ignorant armies clash by night24

.

21 Luis Alberto de Cuenca, «Leyendo a Julio», en Etcétera (1990-1992) (Sevilla: Renacimiento, 1993), p. 97.

22 «La otra muerte», de El Aleph, p. 73. 23 Cfr. Miguel García-Posada: «Borges gravita también sobre esta poesía: el Borges épico

capaz de cifrar en unos pocos versos un suceso, real o mítico, o un episodio cultural» («Julio Martínez Mesanza», en La nueva poesía ( 1975-1992) (Barcelona: Crítica, 1996), p. 155). Aparte de los ejemplos traídos en este trabajo, véase también, para la influencia de Borges en la obra de Martínez Mesanza, mi «El otro, el mismo: reflexiones sobre Europa de Julio Martínez Mesanza», en T. J. Dadson & D. W. Flitter (eds.), ludismo e intertextualidad en la lírica española moderna (Birmingham: University Press, 1998), pp. 79-101, esp. pp. 94-96.

24 Matthew Arnold, The Poetical Works of Matthew Arnold (Londres & Glasgow: Collins, s.f.), «Dover Beach», pp. 355-56.

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JULIO MARTÍNEZ MESANZA Y LA POESÍA ÉPICA

Tienen un parecido sorprendente con este fragmento de 1996:

No tendría sentido que confiaras en los que ven en la naturaleza una diosa benévola o una amiga, y no lo que es, teatro del combate en el caso mejor, e incluso tierra destinada al pillaje y la conquista25

.

155

Tal vez los fines de siglo, como los de milenio, producen estas ansiedades, confusiones e inseguridades, pues, como dice tan acertadamente nuestro poeta:

Porque el alma no sabe lo que quiere, pero sí lo que le harta y le repugna26

.

Y con esto, hemos vuelto al punto de partida de este somero análisis de la poesía épica de Julio Martínez Mesanza: recordemos la tristeza del espartano que abandonó su escudo en Leuctra triste, harto y repugnado seguramente de tanta muerte inútil. ¿El descanso del guerrero, al volver sano y salvo a casa, o el inicio de otro periplo, esta vez del «cadáver no sido en Leuctra triste», la muerte en vida del héroe moderno?

25 Julio Martínez Mesanza, Fragmentos de Europa, 1977-1997 (Palma: Colxlecció Poesía de P~~er, 1998), p. XXI.

- Fragmentos, p. XXII.

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