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Justine y los cuatro rostros del amor en El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell Por: Mónica Daniela Albarrán Bernal * * Estudiante de la Licenciatura en Letras Latinoamericanas, Facultad de Humanidades, Uaemex, [email protected] Ilustrado por: L. D. G. Inda Anaiis Navarrete Durán [email protected] H ace algunos años leí Diario de una ninfómana, de la escritora francesa Valerie Tasso. De la novela recuerdo la frase “El cuerpo se puede compartir, pero el alma, definitivamente no” (2019: 225); tiempo después recobró significado cuando conocí El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell y a todos sus personajes, especialmente a Justine.

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Justine y los cuatro rostros del amor en

El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell

Por: Mónica Daniela Albarrán Bernal*

* Estudiante de la Licenciatura en Letras Latinoamericanas, Facultad de Humanidades, Uaemex,

[email protected]

Ilustrado por: L. D. G. Inda Anaiis Navarrete Durá[email protected]

Hace algunos años leí Diario de una ninfómana, de

la escritora francesa Valerie Tasso. De la novela

recuerdo la frase “El cuerpo se puede compartir,

pero el alma, definitivamente no” (2019: 225); tiempo

después recobró significado cuando conocí El cuarteto de

Alejandría de Lawrence Durrell y a todos sus personajes,

especialmente a Justine.

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El cuarteto de Alejandría –compuesto por cuatro volúmenes: Justine,

Balthazar, Moutolive y Clea– está configurado a modo de caleidoscopio.

La obra se puede leer de distintas maneras: siguiendo la secuencia que

propone el autor, por separado o de manera alternada. No obstante, se

comprende como un todo fragmentado, como lo escribe Arnauti, perso-

naje de la novela: “terribles son los cuatro rostros del amor” (Durrell;

2016a: 316).1 Esos rostros corresponden a los cuatro personajes, quienes

dan nombre a los libros. Ellos encarnan el amor hacia Justine, pero, sobre

todo, encarnan el amor mismo.

Alejandría es la ciudad por la que se camina; es testigo tanto del amor

que profesa Justine como de ese derroche de sentimientos, engaños y

excesos. En un nivel mítico, la Alejandría de Durrell es la Ítaca de Cavafis.

Durrell cita “La ciudad”, poema de Cavafis; así, la ciudad es también un

personaje. Dice Durrell: “Una ciudad es un mundo cuando amamos a

uno de sus habitantes” (81); en este caso pareciera que la ciudad es la

personificación de Justine.

Alejandría es cómplice y testigo del amor de los cuatro personajes,

pero no del amor desapasionado de una pareja de esposos o del amor

filial entre dos hermanos. Durrell experimentó en El cuarteto tanto la

manifestación de las formas de amar como la estructura de la obra.

Todos los personajes aman o creen amar a alguien, pero lo suyo es la

experimentación de la pasión y del amor, en el sentido más alto o más

abyecto de la palabra.

1 Todas las citas de Justine corresponden a Durrell, 2016a, por lo que solo se anotará el número de página.

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Darley es el narrador en Justine. Él es profesor de literatura en la univer-

sidad, y toda su vida ha deseado escribir una novela; sin embargo, no

tiene talento. Como todo escritor, necesita un buen tema; al respecto,

Clea le dice: “Con una mujer solo se pueden hacer tres cosas […] Quererla,

sufrir o hacer literatura” (26). Darley mira a Justine de las tres maneras: la

ama, la sufre y, posteriormente, hace literatura con ella; de hecho, al final

de El cuarteto de Alejandría se infiere que él es el escritor de esa novela

monumental.

En una primera instancia, Darley ama a Justine por su hermosura, aunque

no es lo único que le interesa de ella, ni a ella de él. Aquí, cabe pregun-

tarse ¿cómo es la relación entre estos personajes? Ellos se conocen en

una conferencia sobre Cavafis, impartida casualmente por Darley. Justine

se asombra cuando lo escucha hablar y, aunque no se enamora de él, lo

admira intelectualmente. Ella se da cuenta de la inteligencia de Darley; eso

es importante, porque todos sus amantes habían sido brillantes eruditos,

por ejemplo, Arnauti, quien escribió un libro sobre ella.

Para entablar una relación amorosa con alguien más, Justine debe sentir

admiración intelectual. Bien lo dice la madre de Nessim:

[Justine] había extraído lo más significativo de los libros, no a través de la lectura sino escuchando los incomparables discursos de Balthazar, Arnauti y Pursewarden cuando hablaban de ellos. Era una condensa-ción de todos los escritores y pensadores que había amado y admirado. Pero ¿qué mujer inteligente hace otra cosa? (270).

No solo en la relación entre Justine y sus amantes se percibe una sensación

de intelectualismo, sino que, a lo largo de El cuarteto, esta sensación se

repite en todos los personajes, quienes son escritores o artistas.

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Por otro lado, se infiere que los cuatro personajes están dentro de una

suerte de secta, donde estudian la cábala o el tarot; incluso, hay algunos

guiños que sugieren a las ciencias ocultas como parte de sus estudios. Sin

embargo, solo son distractores, lo que de verdad les interesa es planear

una conspiración política.

La intelectualidad resulta fundamental para todos los personajes, ya sea

en su faceta de amigos o amantes; pero, ¿por qué? Justine lo explica:

“enamorarse de alguien más ignorante que uno mismo añade el delicioso

estremecimiento que produce la conciencia de pervertirlo, de sumirlo en

el barro del que nacen las pasiones, y los poemas, y las teorías sobre

Dios” (Durrell; 2016b: 70). En este fragmento, Justine habla de Darley, y

cuando alude a la ignorancia, no se refiere a una ignorancia intelectual,

sino a una especie de inocencia ante la vida. Darley no puede escribir

nada, porque aún no vive; esta ignorancia o, mejor, pervertir a Darley, es

la que produce placer a Justine.

Cuando se habla de pervertir la inocencia de una persona, se hace

alusión a la iniciación de la vida de los artistas; la vida que te permite

sentir el verdadero y pueril amor, el amor de Darley por Justine, que a él

lo convierte en escritor. La inteligencia es significativa para ambos. Insisto

en esto, porque si ninguno de los dos o, mejor, si ninguno de los cuatro

personajes tuviera un intelecto tan alto y un alma tan elevada, no habrían

experimentado el amor de esa manera.

Justine y Darley son amantes; Nessim, el marido de Justine. ¿Acaso el

amante es quien se ha de esconder del marido? En este caso, no. Nessim

fraguó todo para que Justine se volviera la amante de Darley, y así poder

monitorear al amante de Melissa, la esposa de Darley; todo con un fin

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político, al menos en apariencia. Darley es un regalo de Nessim para su

esposa. Resulta paradójico; pero, desde la perspectiva de Durrell, si amas

a alguien, lo mejor que puedes regalarle es el placer de tener un amante.

Cuando Darley se da cuenta de que fue utilizado por Justine y Nessim,

escribe: “Nunca estuve tan cerca de ambos, quiero decir, de ellos como

pareja; en ese momento me parecieron ese magnífico animal bicéfalo que

puede ser un matrimonio [...] Comprendí que todo lo que ella hubiera

hecho [...] en cierto sentido lo había hecho para él” (39).

No se refiere a que ambos planearon el engaño, sino que la relación de

Justine y Nessim se fundamenta en algo mucho más poderoso que el

amor. Lejos del sexo y del amor que se profesa un matrimonio, los dos

comparten un secreto que los mantiene unidos. Ellos podrían pasar por

un matrimonio perfecto, dado que su relación se basa en la complicidad.

Nessim conoce a Justine de una manera en que nadie más podrá conocerla.

Arnauti escribió en su libro Moeurs: “No hay dolor comparable al de

amar a una mujer que nos ofrece su cuerpo y sin embargo, es incapaz

de darnos su verdadero ser, porque no sabe dónde está” (180). Nadie

puede conocer a profundidad a Justine, ni siquiera ella lo hace. Entrega

su cuerpo en incontables ocasiones a sus diversos amantes; sin embargo,

¿esa entrega física responde también a la espiritual? Arnauti está seguro

de que no; incluso, pareciera que Darley comparte su opinión cuando

dice: “Justine parecía ignorar todas las menudas reglas de lealtad que

constituyen la base del afecto entre hombres y mujeres” (89). Efectiva-

mente, Justine olvida por completo las reglas en las que se cimientan las

relaciones amorosas entre dos personas, las cuales entregan su cuerpo

y alma. Justine no entrega su alma, se la guarda para regocijarse en su

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soledad o, peor, es una mujer sin alma, no puede entregarla porque

sencillamente la perdió hace años, cuando Da Capo la violó.

Aunque Justine aparenta ser desalmada, es una mujer con un alma

y espíritu elevado, pues nadie puede llegar a amar como ella amó a

Nessim, a Darley y a Arnauti. Moeurs es el libro que la desnudó; desde

entonces, ella siente que no merece el amor de nadie; se siente una

persona vil. Más adelante, uno de los narradores escribe: “detrás de los

actos de Justine había otra cosa, producto de una filosofía trágica más

tardía, según la cual la moral había de pesar más que la perversión” (23).

Ese es el quid del carácter de Justine. De alguna manera, ella es la encarnación

de Lilith, y se mueve así: basando los actos de su vida en una filosofía trágica,

en una filosofía, si no liberal, tal vez libertaria de su pensamiento y forma

de amar. Ella es la personificación del amor, trastoca los sentimientos de

todos, retuerce el cuerpo porque sí; lo suyo es un hedonismo que resulta

doloroso, pero, ¿qué clase de hedonismo no es doloroso? Justine siente

en cada uno de sus poros la pasión por el amor, la vida y el conocimiento,

aunque este último es su castigo. La filosofía detrás de sus actos es esa

que está llamada a la tragedia, en el sentido amplio de Nietzsche, cuando

cita a Schopenhauer:

¿Cómo pensaba, en efecto, Schopenhauer acerca de la tragedia? “Lo que otorga a todo lo trágico el empuje peculiar hacia la elevación” -dice en El mundo como voluntad y representación, ii, 495- “es la aparición del conocimiento de que el mundo, la vida no pueden dar una satisfac-ción auténtica, y, por tanto, no son dignos de nuestro apego: en esto consiste el espíritu trágico-, ese espíritu lleva, según esto, a la resignación” (2019: 8).

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Los sentimientos que mueven a Justine están más cerca de una profunda

insatisfacción hacia la vida, pero no solo de la propia Justine, también de

todos los personajes implicados. Si partimos de la premisa de que los

personajes viven para el amor y en el amor, y ninguno consigue su objeto

amado, entonces esa pérdida es lo que los hace vivir. Sí, en una constante

insatisfacción; mas como afirma Darley: “En cierto modo pienso que

nuestro amor salió ganando con la pérdida del objeto amado, como si

los cuerpos se interpusieran en el camino del verdadero amor, de su

auténtica realización” (171).

Es casi imposible pensar que el amor gana cuando se pierde el objeto

amado, y ese es uno de los cuestionamientos que surgen del trabajo de

Durrell: ¿cómo vivir después de perder lo amado? En un argumento casi

sin sentido, llevado por la pasión, se puede decir que nos morimos de

amor cuando perdemos el objeto amado; no obstante, Durrell dice que se

vence, porque cuando pierdes el amor, este se externaliza, los amantes

se vuelven eternos y el amor se queda para siempre en su alma.

En una relación convencional, el amor se pierde con los años, pero para

Durrell no tiene fin; al contrario, a pesar del dolor, este se transforma en

arte; por eso Darley se va de anacoreta a una isla griega, para superar

el amor que sintió por Justine y escribir sobre ella. Esa es una de las

propuestas de Durrell: los amantes trágicos, al perder su objeto amado,

se eternizan; hay una resignación, mas el amor que se profesan ni con la

muerte se termina.

En la literatura tenemos, por ejemplo, a Catalina y Heathcliff, si ellos

se hubieran casado, a los pocos años su amor hubiera menguado; en

cambio, como no pudieron estar juntos, se perdieron el uno al otro, su

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amor quedó en la posteridad, y hasta después de la muerte se seguirán

amando. En un pasaje, Heathcliff le reclama a Catalina:

Si me amabas, ¿qué derecho tenías a abandonarme? Sí, contéstame: ¿qué derecho a satisfacer un capricho ruin como el que tuviste por Linton? Porque ni la miseria, ni el envilecimiento, ni la muerte, ni otro castigo de Dios o del diablo nos hubiera separado. Lo hiciste tú por tu propia voluntad (Bronte, 1986: 148).

Claro que los dos se resignaron a la pérdida del amor, pero, ¿no acaso

Heathcliff muere sentado en su cuarto de Cumbres Borrascosas, mientras

observa en la lejanía las luces de la casa de Catalina? Ese es el amor trágico

que mueve a Justine y a todos los personajes de El cuarteto de Alejandría:

la imposibilidad de la realización del amor.

Lawrence Durrell, al escribir El cuarteto de Alejandría, se propuso hacer una

investigación sobre el amor moderno; paralelamente realizó un profundo

estudio del lado oculto e irracional de las pasiones humanas. Considero

que además de lograrlo, planteó la posibilidad de la destrucción. Los

personajes no solo se destruyen, se envilecen: eso hace el amor. En su

naturaleza, el amor contiene abundancia y pobreza; así como puede ser

un sentimiento sublime, hermoso y puro, también puede ser abyecto.

En la nota que precede “Balthazar”, Durrell aclara sus intenciones: “El

tema central del libro es una investigación moderna del amor” (2016b: 8);

mejor aún, es una investigación sobre el amor moderno. Si bien, El cuar-

teto fue escrito a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta,

ahora, más de medio siglo después, todavía no estamos preparados para

el amor que los personajes se profesan; de ahí que el autor diga que el

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resultado de sus libros es solo ciencia ficción, en la correcta acepción del

término (Durrell, 2016b).

En El cuarteto de Alejandría aparecen todos los tipos de amor imaginables,

y en todas sus versiones. Están los amantes trágicos, Darley y Justine;

el matrimonio infeliz, Justine y Nessim; amantes de distinta edad, David

Mountolive y la mamá de Nessim, cuyo esposo, por cierto, está al tanto de

esta relación; también figuran Nessim y Mellissa, la esposa de Darley. Tal

vez la belleza de El cuarteto radica en que todos los personajes se enamo-

raron entre ellos: el amor tiene tantas caras como lenguas que se hablan

en Alejandría.

En “Balthazar” alguien dice: “El amor [...] es un fósil líquido” (2016b: 33),

y es imposible preguntarse si Bauman no habrá sacado de El cuarteto de

Alejandría el título de su libro Amor líquido, acerca de la fragilidad de los

vínculos humanos o la teoría del amor líquido. Lo que sí puedo afirmar es

que Durrell está teorizando sobre el amor moderno, un amor para el que

no estamos preparados.

Durrell, además de confirmar mi lectura de Diario de una ninfómana, se

pregunta: “¿de qué sirve la fidelidad del cuerpo si el espíritu es infiel por

naturaleza?” (2016: 148). Yo agregaría, ¿qué pasaría si nosotros, en algún

momento, amáramos como los personajes de Durrell? Aceptaríamos la

premisa de que el cuerpo y el alma aman de distinta manera, y no por eso

se debe sacrificar uno de los dos.

Durrell redefine el amor. Nos hace ver que hay muchas formas de amar,

tantas que no tenemos por qué negarnos a ninguna. Nos acerca al amor

libre del que tanto se habla en el siglo xxi, pero poco se practica.

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Si en estos momentos apareciera una Justine caminado entre nosotros,

sería sacrificada de la misma manera en que se sacrificaría a una virgen; lo

mismo ocurriría con alguna amante: sería víctima de burlas. No obstante,

el amor, al igual que el arte y la literatura, va más allá del bien y el mal, y

ninguna forma de amar debería reprocharse.

La estructura del amor de Durrell es la misma que la estructura de su

novela: El amor es un prisma, y si el amor tiene tantos rostros ¿por qué

conformarnos con uno?

RefeRencias

Bronte, E. (1986). Cumbres Borrascosas.Madrid: Bruguera.Durrell, L. (2016a). Justine. México: Debolsillo._________. (2016b). Balthazar. México: Debolsillo._________. (2016c). Mountolive. México: Debolsillo._________. (2016d). Clea. México: Debolsillo.Nietzsche, F. (2019). El nacimiento de la tragedia [En Línea], Proyecto espartaco. Disponible

en: http://www.maraserrano.com/MS/articulos/nietzsche1_elnacimientotragedia.pdf [consultado el 3 de febrero de 2019].

Tasso V. (2019). Diario de una ninfómana [En Línea]. Disponible en: https://lelibros.online/libro/descargar-libro-diario-de-una-ninfomana-en-pdf-epub-mobi-o-leer-online/pdf [consultado el 9 de octubre de 2019].