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8/7/2019 Kapuściński un año después http://slidepdf.com/reader/full/kapuscinski-un-ano-despues 1/17 Correo Extranjero/un año después Kapuscinski, un año después con prólogo de Alfonso Armada

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Kapuscinski,un año después

con prólogo de Alfonso Armada

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Ojalá

Kapuscinski 

Prólogo

1   El mundo es un lugar extraño al que no es fácil aso-marse.

2 Es posible que el sueño de la razón produzcamonstruos, pero más monstruos suscita el olvido

de la razón. El marxismo aplicado a la condición huma-na mediante el comunismo cientíco –un genuino sue-ño de la razón: pensar que la raza humana es mejorablemediante la coerción, el crimen de Estado, la policía políti-

ca, la reeducación…- creó una pesadilla en el país natal delreportero polaco Ryszard Kapuscinski, del que se libró enparte gracias a que hizo de atravesar fronteras no sólo unaforma de vida, sino una razón de ser.

3  Ahora que los grandes medios de comunicaciónde masas forman parte de emporios en los que el

entretenimiento y sobre todo la obtención de beneciosprima por encima de todas las cosas, una parte no des-deñable del mal llamado periodismo ha abdicado de sutarea y se dedica a fabricar carne picada, potitos para be-bés que se afeitan y sonajeros para entretener la llegadade la muerte. Es ahora, otra vez, claro, cuando hacen faltaquienes se nieguen a hacer el juego a quienes dicen, comoseñaló Kapusckinski, que “la lucha”, es decir “la verdad”,no da resultados, es decir, no tiene efectos sobre la pielde la realidad, sobre la sustancia de la realidad, sobre eltuétano de la realidad. Si los medios difunden la especiede que “la lucha no da resultados”, el resultado, la con-secuencia es: abandona toda esperanza, no hay nada quecambiar, la historia está escrita, la historia ha terminado.Una falacia demasiado costosa para aceptarla salvo queseamos de los que hemos tirado la toalla, no sólo comoperiodistas sino como ciudadanos. Lo cual no quita, paraadvertir en caracteres rojos, que a la hora de contar ha

de primar por encima de todas las cosas el sacrosantorespeto a la verdad, por encima de nuestra idea de lo quedebe ser, de nuestra ideología, de nuestras convicciones,aunque lo que contemos deje en mal lugar a quien nospaga o las ideas que nos hacían soñar. Propaganda no esperiodismo.

4 Creo que atesoro todos los libros de Kapuscinski,y ninguno de ellos, ni por delante ni por detrás, ni

por dentro ni por fuera, lleva el distintivo de novela, elgénero por antonomasia de ésta era que los medios pa-recen hechos a medida de agentes de festejos del pensa-

miento único, o del pensamiento que renuncia a pensarla realidad, a hacerla problemática, a complicarse la vidapensando, analizando las contradicciones de los que su-puestamente cuentan lo que ocurre, o escogen lo que es

importante que se sepa, y qué parte de lo que ocurre debesaberse y qué parte es imposible de conocer. Quienes di-cen que no es posible acercarse a la verdad, a menudo seconforman con la casquería de que como todo es cuentono hay nada que saber, o siempre queda la parte sumer-gida del iceberg, como una conspiración a la que sumartodas las preguntas que no hemos sabido responder. Espreciso rigor no sólo a la hora de buscar respuestas, sino ala hora de plantear qué preguntas son pertinentes.

5 Este ocio, cuando se asume con todas las conse-cuencias, es un sacerdocio. Empeñarse en el relato

de los hechos exige estar dispuesto siempre a correr otrosmil metros más cuando estamos al borde del agotamiento.De la pereza, del descuido, de la imprecisión, de la chapu-za, de la rutina depende en gran medida la expansión nosólo de la mentira, sino de la desidia, de la imperfección,del abuso, de que la maquinaria de la destrucción se per-petúe y parezca invencible, y todos tengamos la aparienciade engranajes de un sistema incorregible.

6Este ocio, cuando se asume con todas las con-secuencias, puede tener efectos devastadores, y 

no sólo para la propia comodidad, salud mental o saludfísica, sino para la mera existencia (muchos mueren en elcamino), para la convivencia (la vida familiar se resientede las muchas horas dedicadas a la investigación criminal,al roce con la muerte, con el sufrimiento, con la suciedad,con el peligro, con la enfermedad, con la distancia, con laausencia), para la vida cotidiana de los que luego quierenque les expliques la complejidad del mundo con una fraseque les permita conciliar el sueño, pasar página, olvidarque tal vez sus hábitos contribuyan al enquistamiento dela desgracia.

7 La pasión no se supone, la pasión es necesaria. Nosólo no basta que todo haya sido comprobado, sino

que la sintaxis sea una condición del alma, que la clari-dad no sea sólo cortesía, sino la prueba del nueve de quesabemos perfectamente de qué estamos hablando, quéqueremos decir, adónde nos dirigimos, qué prueba lo queestamos diciendo, y cuáles son esas pruebas, esas fuentes,esos testimonios, a ser posible corroborados por nuestrospropios oídos, nuestros propios ojos, nuestras manos y nuestros pies. Y admitir no sólo nuestros lazos con el ob-jeto de estudio (si los hubiere), o nuestras carencias (lo

no logrado, lo incomprensible, el lado oscuro). Y hacerlocuando ya no quede nadie, cuando sea fastidioso que-darse, y arriesgado. Cuando no quedan testigos suele sercuando se cometen los mayores crímenes. En medio del

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Kapuscinski

lo ve*

 “Hola Jorge, soy Ricardo”: cuando llama desdeVarsovia se presenta así, la primera vez fue unasorpresa; la uidez de su castellano, siempre no-table, sube o baja según sus estancias en AméricaLatina. El último telefonazo fue a raíz de que yole enviara un artículo de El País en el que Letizia

Ortiz armaba que era su “escritor totémico”. Me dijo:“¡Qué alegría! Sí, fue alumna mía en un curso de verano deAlcalá de Henares. Muy buena alumna.” Quienes conocen

a Kapuscinski coinciden en comentar su honestidad, sugenerosidad y también su inagotable curiosidad, que nose deja engañar ni desanimar, como adiestrado para quenada se escape, como un radar, como un escáner. Y unamodestia tan subrayada que puede incluso hacer dudar desu auténtica sinceridad.

La última vez que lo vi fue en Oviedo, muy emocio-nado con su Premio Príncipe de Asturias, que tuvo unarepercusión extraordinaria, y también porque, en el al-muerzo del Premio, tanto la Reina como el Príncipe lecomentaron muy elogiosamente sus libros (Felipe, al pa-recer, de forma exhaustiva).

Un año antes, en diciembre de 2002, ya estuvo enolor de multitudes, en Barcelona, en los encuentros deKosmópolis, organizados por el Centre de Cultura Con-temporània de Barcelona, donde su conferencia fue elhito mayor. En aquellos días, en un almuerzo con él y suentusiasta traductora Agata Orzeszek, recuerdo un temade conversación: Hungría como creación articial provo-cada por los ultranacionalistas para desmarcarse de Aus-tria, “inventan” un vastísimo vocabulario articial, quelos aísla de otros pueblos; Finlandia es el país con mayoríndice de suicidios del mundo, con problemas similares deaislamiento a causa del idioma. (Línea de investigación:posibles consecuencias de un Euskadi independiente, con

euskera como idioma único.) Y en el mismo almuerzo,muy tímidamente, me dice que le gustaría mucho que Ana-grama publicara un libro suyo antiguo, que transcurre entorno a los días de la liberación de Angola. “Nunca hablobien de mis libros”, dice Kapuscinski, “pero de éste sí.Tengo con él una vinculación emocional muy fuerte. Penséque no saldría vivo de allí.” (Yo aún no lo había leído, meaculpa, pero cuando lo hice me entusiasmó.) Comentamosel título en polaco y el de la versión inglesa, la traducciónliteral no funcionaba. Propuse uno, a Agata en principio legustó, lo apuntó en un bloc, y luego lo mejoró: Un día máscon vida. Seguir con vida en el inerno angoleño era un

milagro cotidiano. El libro se publicó en otoño de 2003,también en catalán, otro deseo incumplido de Ryszard,en coedición con Empúries, y fue acogido como una obramaestra, una obra maestra más.

Ahora Kapuscinski está considerado como un escri-tor fuera de serie, con un extraordinario éxito internacio-nal y, desde luego, también en España y en América La-tina. Sus admiradores son innumerables, tanto entre losperiodistas -tan dispares como Michael Ignatieff o Chris-topher Hitchens- como entre los novelistas, cuya listasería interminable, desde John Le Carré, Salman Rushdieo Paul Auster, que escribió: “Su voz es irresistible, y su vis-ta para el detalle, infalible. No sé de otro escritor vivo -ya

sea novelista, poeta o ensayista- cuyo trabajo me inuyatanto como el suyo”, y también, claro está, Susan Sontag,que lo conoció cuando aún no había publicado ningún li-bro, o Hans Magnus Enzensberger, que edita sus libros enalemán en su colección Die Andere Bibliothek.

Se cuenta (y creo que es cierto) que el agente Andrew Wylie, el famoso “Chacal”, siempre en pos de los mejoresescritores, le ofreció medio millón de dólares a ciegas porsu próximo libro. Ryszard se asustó, rehusó y siguió consu agente Ruth Liepman. Pero la ruta hacia el éxito no hasido fácil.

La difusión internacional de Kapuscinski empiezaasí. Helen Wolf, la gran editora alemana que huyendo delos nazis se instaló en Estados Unidos y fundó con su mari-do, Kurt (el primer editor de Kafka), la editorial Pantheon(que luego dirigió Schiffrin), el último día de su trabajoen la editorial abrió muy disciplinada y germánicamenteel correo: unos traductores del polaco le habían enviadoun capítulo de El Emperador. Lo leyó y “descubrió” a Ka-puscinski. Se lo pasó a Drenka Willen, ahora una gurade la edición internacional, quien colaboraba en HarcourtBrace and Jovanovich, que lo publicó, al igual que El Sha y Un día más con vida.

Empiezan las traducciones: al alemán, al francés, alitaliano, etc. En los años 80, Kapuscinki es una de las gu-

ras de la revista Granta en la época de Bill Buford (casadoentonces, por cierto, con una polaca). Y, en España, Ana-grama publicó como primer libro El Sha, en 1988, seguidoal año siguiente por El Emperador. Después, La guerradel fútbol (1992), El Imperio (1995), Ébano (2000), Loscínicos no sirven para este ofcio (2002), Lapidarium IV  (2003) y Un día más con vida (2003).

A lo largo de esos años Kapuscinski goza en Espa-ña de un enorme prestigio, pero casi sólo entre los pe-riodistas más informados, las ventas de cada uno de sustres primeros libros superan apenas los mil ejemplares.Visita varias veces nuestro país, entrevistas y reseñas en

muchos periódicos, la documentalista Lala Gomá le dedi-ca un amplio reportaje televisivo, pero, aunque se repite elmantra de “el mejor reportero del mundo” (tras décadaspateando continentes, cubriendo innumerables revolu-

* Título directamente inspirado en Dios lo ve, de Óscar Tusquets Blanca (Anagrama, 2000)

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ciones y golpes de Estado), sigue siendo un autor oculto.La situación empieza a mejorar algo con El Imperio, perono es hasta el año 2000, con Ébano, cuando se produce laexplosión, con los resultados conocidos: se convierte enun bestseller y los lectores retroceden a sus títulos anteri-ores, que se reeditan regularmente. Incluso libros meno-res o más minoritarios, como Los cínicos no sirven paraeste ofcio. Sobre el buen periodismo (título espléndido:acotación zumbona, ¿sobra el “no”?) o Lapidarium IV (tí-

tulo decididamente disuasorio), tienen una difusión im-pensable. Con Un día más con vida se potencia aún másla avidez por las obras de Kapuscinski.

¿Cuáles han sido las causas del retraso en eldespegue? Ahí van intentos de explicación precarios. El Sha era un títere pro yanqui, un jetsetter ya (o desde siem-pre) rancio junto con Soraya, la latosísima princesa triste,la no fértil, tantos años de Hola y de Marbella, un descarteinmediato (aunque equivocado) para los posibles lectoresde Kapuscinski. En cuanto al Emperador de Etiopía, esdecir, Haile Selassie, era un personaje tan remoto comosu país y su época, por lo que el libro (quizá mi Kapus-

cinski favorito), “un texto que participa de la estructurade la Biblia”, una de sus lecturas recurrentes, tampocofuncionó. Y respecto a la Unión Soviética y su derrumbese han publicado centenares de libros, casi siempre conescaso éxito en España. El interés que en Francia desper-taron Solzhenitsyn o el disidente Bukovski, por ejemplo,no tiene nada que ver con su acogida en nuestro país, comobien saben sus sufridos editores. Aquí, con los artículos deprensa y la información televisiva, el llamado lector nor-mal, sea eso lo que fuere, considera que su escasa infor-mación es más que suciente.

Y de repente, con Ébano, que para los fans patanegra de Kapuscinski no es su mejor libro (recuerdocomentarios reticentes de Arcadi Espada), se producela explosión. ¿Il fascino africano?  Quién sabe. Pero, encualquier caso, lo mismo sucede en otros países, comoen Italia, según me cuenta Carlo Feltrinelli, o en Fran-cia, según Ivan Nabokov, de Plon, ambos también eleseditores y fervorosos lectores de Kapuscinski. Una largatravesía del desierto (recuerdo que un colaborador de unaeditorial europea me comentó perplejo que no comprendíacómo seguían publicando a “ese polaco absurdo”), un pro-longado trayecto al n recompensado: parabienes para elautor, los editores y desde luego para los lectores.

Ahora Kapuscinski bulle de proyectos. Entre ellos

su esperadísimo libro sobre América Latina, que tantoha visitado. En los últimos años ha dado seminarios enMéxico, Buenos Aires y Caracas, en la Fundación NuevoPeriodismo Iberoamericano fundada por Gabriel GarcíaMárquez. Seminarios muy restringidos, tras una cribaseverísima pasa un 10 por ciento, 15 alumnos; en al-guno, me cuentan, al terminar los alumnos lloran. Peropara aislarse de la presión de la actualidad después del11 de septiembre (“esa maldita reputación de experto enel mundo”), ha empezado un libro con Heródoto, a quienconsidera el primer reportero de la historia, como telón defondo. Escribe a marchas forzadas, me dice, esquivando

en lo posible invitaciones y conferencias, obligándose apublicar capítulos recién escritos en la prensa para tenerel manuscrito nal en abril o mayo y poder coincidir quizácon los Juegos Olímpicos de Atenas. Y entretanto publica

Autorretrato de un reportero, un patchwork de su obray opiniones, en el que Agata Orzeszek ya está operando.Buenas noticias, en suma, para sus lectores. ●

Jorge Herralde, fundador de la

editorial Anagrama.

Fragmento de su libro “Por ordenalfabético”, Anagrama, 2006.

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Nace el maestro

del reportaje “Voy a decir cómo fue. A mí en el instituto me fascinabasolamente una cosa: el fútbol. Era portero en el equipo de miescuela. Luego en “Legia”, en la selección de los jóvenes. Pa-saba todos los días en el campo. Esa era mi pasión, mi aciónmás grande. Ahora mismo ya no recuerdo porqué un día es-cribí el poema y lo mandé a la redacción que lo publicó. Esodecidió lo que hago hoy en día. Empecé a escribir poemas es-pontáneamente, sin sueños, sin expectativas. Escribía poemas,pero todos eran malos. Estaba, entonces, bajo la inuencia deMaiakovski, pero solamente me salía bien imitar a sus “es-caleritas”. Los poemas eran ocasionales, pero exactamenteellos me hicieron entrar en el periodismo, aún en tiempos desecundaria. Cuando se formaba la redacción del “Estandarte delos jóvenes” me ofrecieron trabajo. Dije que tenía que hacer el

bachillerato y me esperaron. Literalmente, al día siguiente deaprobar todos los exámenes empecé a trabajar en la redacción.Lo de ser periodista se lo debo a la poesía, no a la mejor, perola mía. Sin embargo, siempre soñé ser el portero del equiponacional de Polonia”.*

arsovia, año 1950. El joven Ryszard Ka-puscinski está terminando el instituto y lo que hace poco tiene que ver con su fu-tura profesión. Se dedica al deporte, le en-canta el fútbol, el boxeo -hasta gana unaseliminatorias como boxeador-. Cuando

no juega, escribe, escribe poemas. Llega un día, Kapus-

cinski tiene 17 años y decide enviar uno de sus poemas alsemanal Hoy y mañana. Lo publican. Es su debut. Allítodo empieza…

Gracias a esos poemas le conocen los redactores delrecién creado diario Estandarte de los jóvenes. Le ofrecentrabajo, Kapuscinski dice que tiene que acabar el bachille-rato. Le esperan. Aprueba los exámenes y al día siguienteempieza a trabajar de mensajero. Wiktor Woroszylski, jefede la sección cultural del Estandarte, le manda a visitar ala gente de la pluma (escritores, poetas, periodistas…) paraque recoja sus opiniones sobre varias temas. Así, Kapus-cinski tiene la posibilidad de conocer a Maria Dabrowska,

Zoa Nalkowska, Leopold Staff y Julian Tuwim, famososescritores y poetas del momento. Al principio trabajaba demensajero, luego publica sus propios textos.

En 1951, Kapuscinski empieza sus estudios en laFacultad de Filología Polaca en la Universidad de Varso-via, después lo cambia por Historia. En la nueva facultadconoce a su futura esposa Alicja, con quién pasará cin-cuenta y cuatro años. Al acabar la carrera vuelve a Estan-darte.

Es el año 1955, el POUP (Partido Obrero UnicadoPolaco) sigue gobernando el país. La República Popularde Polonia sigue siendo socialista, la censura está en vigor,la libertad de palabra no existe, la propaganda está por

todos lados.En agosto, el famoso poeta Adam Wazyk, que antes

estaba a favor del gobierno comunista, publica “El Poema

para los Adultos” en el semanal Nueva Cultura, contandola horrible situación en Nowa Huta, la vida desesperan-te, vana y degradada de los obreros y trabajadores de laconstrucción que viven allí.

Nowa Huta es una parte de Cracovia que fue con-struida entre 1949 y 1951. Fue proyectada como la ciudadautónoma y en 1951 se convirtió en la ciudad obrera, elcomplejo industrial metalúrgico, la fábrica. Era el sím-bolo del socialismo, la realización del sueño -así tambiénlo demuestra Andrzej Wajda en su película El hombre demármol -.

Pero Wazyk en su poema muestra otra realidad,habla de pobreza, violencia, condiciones inhumanas…El poema suscita indignación y provoca el choque: laRepública Popular de Polonia creía ser el país de la fe-licidad colectiva. El POUP considera el poema como an-tihumano, antipopular, antiobrero y antipartido. Las au-toridades comienzan la contraofensiva ideológica y en elacoso al poeta participa toda la prensa. Se manda a los pe-riodistas a Nowa Huta para que den la réplica. Estandarte manda a Kapuscinski, que entonces tiene veintitrés años.

Kapuscinski llega a la ciudad, pregunta, apunta,

escribe. Se encuentra con la gente, se choca con unosdesconocidos por las calles y observa, escucha, escribe. Esun reportaje sedicioso, generoso, ingenuo, en el que se vecómo la honradez de un ser humano y la observación delreportero ganan a la ideología que le reprime por fuera opor dentro. Kapuscinski se atreve a decir claramente cuales la situación en Nowa Huta, que los sufrimientos de losobreros no interesan a nadie, aunque él los describe demanera drástica.

La redactora jefe del Estandarte cree que ni siquieraes necesario someter el texto a la censura. Simplemente,no es publicable, pero los compañeros de la redacción in-

sisten en que vea la luz. Alguien convence a un amigo cen-sor, que lo rma y deja pasar.El día 30 de septiembre de 1955 el Estandarte 

publica el primer gran reportaje de Ryszard Kapuscinski:“Esta también es la verdad sobre Nowa Huta”.

Justo después de la publicación se destituye delcargo a la redactora jefe, Irena Tarlowska, y el censor esdespedido. Un ministro quiere conocer a los periodistasdel Estandarte. Los amigos convencen a Kapuscinski paraque se esconda en Nowa Huta y aguarde allí a que pase elalboroto.

Mientras tanto un miembro del POUP inicia la for-mación de la comisión del Partido Comunista para inves-

tigar la situación en Nowa Huta. La comisión llega a Hutay busca a Kapuscinski que vive en un hotel de obreros.

Los obreros de Huta exigen a los comisarios la

* Być dla siebie surowym [Ser estricto con uno mismo], la entrevista con Ryszard Kapuscinski de Wojciech Wisniewski, [en:] Wojciech Wisniewski,Lekcja polskiego, Varsovia, 1993.

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promesa de no hacerle nada a Kapuscinski, antes de dar-le acceso a él. Al nal, la comisión constata “descuidosmaniestos” en Nowa Huta. Irena Tarlowska y el censorcómplice son rehabilitados en sus cargos. En el Deshielode octubre de 1956, Kapuscinski recibe la Cruz del MéritoDorada por ese reportaje.

En el mismo año se le manda al extranjero. Elreportero viaja a la India, visita también Afganistán y Pakistán.

Uno de los investigadores de la obra de Kapuscinski,Kazimierz Wolny–Zmorzynski, asegura que el motivo deaquel viaje fue mandar a Kapuscinski tan lejos como fueraposible para que dejara de ocuparse de temas incómodos,tanto para su revista como para el gobierno socialista.

Desde su salida en 1956, Kapuscinski sobrevivió a 27revoluciones, informó 12 veces desde el frente y fue con-denado a muerte en cuatro ocasiones. Pero “Esta tambiénes la verdad sobre Nowa Huta” es la obra crucial en esecamino.

El autor dejó de creer en que cualquier régimen escapaz de responder a la gente todas sus preguntas y en

ese sentido, el reportaje parece caducado. Sin embargo,desde ese momento en el que optó por los que nadie tieneen cuenta, por los que no aparecen en los medios, tanto enPolonia como en el resto del mundo, el reportaje recobratoda su actualidad, a pesar de que Ryszard Kapuscinski loescribiera al principio de su camino, hace más de mediosiglo.

Aleksandra Wiktorowska es tra-ductora.

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Todo estaba en

Pinsk R yszard Kapuscinski nació el 4 de mar-zo de 1932 en una ciudad pobre situadaen el extremo oriental de Polonia, sobremarismas, en una región yerma casti-gada con la esterilidad. Tan pronto pudoel joven Ryszard se escapó de esta ciudad

y se trasladó a Varsovia, donde años más tarde estudi-aría en la Universidad. Pero no pudo marcharse del todo,aquella ciudad sobre las marismas, el vapor de los panta-

nos y la miseria, le persiguió en su huida y determinó eldestino que le esperaba. Kapuscinski iba a convertirse enun admirado reportero, viajó por todo el mundo, recorrióvarios continentes, pero por muy lejos que fuera nuncapudo desprenderse del recuerdo de su ciudad. Al nal,todo estaba en Pinsk.

Cuando Kapuscinski era un niño Pinsk era doble-mente pobre. A los rigores provocados por su lejanía y características naturales, vino a sumarse el azote de laguerra. Desde 1941 a 1944 la ciudad fue ocupada por tropasalemanas y asistió al asesinato de la población judía local.Con 9 años Ryszard se convertía en testigo de su primerconicto bélico, protagonizado por rusos y alemanes en

plena Segunda Guerra Mundial. Pinsk se encontraba entierra fronteriza y desde varios siglos atrás era una encru-cijada de caminos. En Pinsk convivía gente de diferentespueblos y nacionalidades, de diferentes religiones, judíos,católicos, ortodoxos, en una armonía apenas alterada porconictos puntuales. Aquel entendimiento estalló con lainvasión alemana y provocó en el futuro periodista unahonda impresión que más tarde desembocaría en una desus principales obsesiones: el encuentro con el otro, lacomprensión de culturas ajenas.

Además de la balcanización cultural, la guerra tra-jo más pobreza a Pinsk. Kapuscinski emigró a Varsovia,

igualmente pobre y devastada por la guerra, una multi-plicación de las ruina de Pinsk, como un macabro juegode espejos. En el otoño de 1942 Kapuscinski recorría lascalles vendiendo pastillas de jabón con el propósito de ga-nar algunas monedas y poder comprarse unos zapatos conlos que protegerse del frío. En su recuerdo quedó grabadoel día en que tras llamar a multitud de puertas no fue ca-paz de vender ni una sola pastilla. Mucho después, cuandoel diario para el que trabajaba le envío a la India, encontróa un niño pidiendo limosna en la calle. Lo primero en quese jó fue en sus pies, el niño iba descalzo y en aquel de-talle, en aquella observación, el periodista polaco se sintió

hermanado con el niño mendigo, comprendió su pobreza.Junto a la búsqueda de la comprensión ajena, destaca enla obra de Kapuscinski un hecho decisivo: la comprensióninnata de la pobreza, la capacidad para descifrar y codi-

car en palabras el sentimiento de la pobreza, no sólo lacarencia de bienes sino el agujero espiritual que signicala pobreza.

La guerra, el otro, la pobreza. Durante el resto de suvida Kapuscinski vagó por el mundo en busca de histo-rias que comprender, alejándose cada vez más de Pinsk.La ciudad, anclada en sus marismas, imprimió su últimahuella antes de desaparecer del todo: en el año 1991 de-sertó de Polonia y se pasó al bando bielorruso, convirtien-

do al gran periodista en un errante permanente, en unapátrida universal.Al nal, todo estaba en Pinsk. ●

Pablo Ibáez, periodista ycartero de Correo Extranjero.

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El día que Kapu

murió El día que Kapuscinski murió yo estaba amiles de kilómetros de Varsovia, en SanJosé de Costa Rica, esperando a que lasecretaria de Estado para Iberoaméricadel gobierno español, Trinidad Jiménez,acabara una de esas reuniones lujosas e

insustanciales que acompañan a un cargo lujoso e insus-tancial como el suyo. Obviamente, al periódico le interesa-ba el asunto y por eso estaba yo allí, en una de las salas del

Club Unión de San José repasando la aburrida entrevistaque le (me) tenía preparada a la secretaria. Álvaro, a milado, hacía lo propio. Con el tiempo será la interview-a-trois menos recordada de la Historia.

Las preguntas fueron preguntadas, las respuestasdichas, todo bajo control, excepto que al salir del lugar ala Jiménez le sonó un mensaje en el móvil.

-Kapuscinski ha muerto- dijo sin solemnidad.-¿Cómo?- respondí.-Sí hombre, Kapuscinski, el periodista polaco...-

La acotación le añadió sal a la herida de la noticia,¡quién era ella para explicarme a mí quién era Kapuscin-ski!, yo que había devorado sus libros y fantaseado más deuna vez con irme a Varsovia y darle la mano y salir pitandomuerto de vergüenza -uno nunca ha sabido interactuarcon sus maestros-. ¡Quién era ella, si se había enteradopor un mensaje enviado por el servicio que el PSOE pagapara que sus miembros estén enterados en todo momentode lo que ocurre y nunca les pillen en fuera de juego, quees la zona del campo donde nacen, crecen, se reproduceny mueren los políticos! ¡Sin ese maldito mensaje, otro mehubiera dado la noticia, quizás un periodista respetableal llegar a la redacción, quizás mi padre por teléfono!Cualquier cosa hubiera sido más solemne que Jiménez y 

más acorde con la grandeza del ídolo caído que Jiménez.Tener a Álvaro a mi lado fue un gran consuelo. El

día que Kapu murió, Álvaro hizo el papel imaginario dehermano en el entierro del padre: sabíamos de quiénhablábamos y los dos le queríamos, de una u otra forma.

Pasaban los minutos desde la odiada frase de la Ji-ménez y sólo pensaba en que nunca le había conocido y enque, probablemente -dejo un espacio de duda y vanidaddebido a su voraz y conocida curiosidad-, nunca leyó nadamío, nada que pudiera gustarle o sacarle de sus casillas,nunca supo de mi existencia, del peso que su trabajo y sus palabras habían puesto sobre mi espalda de naciente

reportero y que, en esos momentos precoces, eran ya loúnico que me quedaba.Y ahora que caigo, es fundamental tener el peso de

un gigante como él sobre los hombros. Uno ya nunca es-

cribe igual después de leer a Kapuscinski, ni hace las en-trevistas como las hacía antes, ni se marcha de los sitiosde la misma manera. Ahora busca el adjetivo perfecto, lapregunta desconcertante, dice adiós y promete -y cumple-enviar el reportaje a sus protagonistas porque alguien loobserva todo, lo analiza todo, lo critica todo. Ese alguienera, muchas veces, Kapu, que estaba más satisfecho o me-nos en mi imaginación en un grado proporcional al em-peño, amor y sudor que yo le hubiera puesto al asunto. Es

un mecanismo sin duda extraño y quizás ahora entiendanporque nunca fui a Varsovia: no quería asustarle.Era 23 de enero de 2007, había perdido a mi editor

portátil e inventado y me sentía arrojado a un desierto sinropa, ni comida, ni agua, ni libreta de apuntes: la reali-dad, innita, dura y arisca estaba desplegada ante mí y, enadelante, iba a tener que lidiar con ella a solas.

Era un gran reto, me sentía preparado para él, conlos conocimientos mínimos exigidos, el estilo y las ganasnecesarias... Pensé que a Kapu le hubiera gustado vermeenfrentando el asunto... Un momento, ¡el genio de la lám-para no se había ido! Kapu seguía en mi cabeza. ●

Pablo Mediavilla Costa,periodista y editor de CorreoExtranjero.

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El canon extranjero

E l objetivo sentimental de este especial es el de rendir un homenaje al gran Kapuscinski un año

después de su muerte, y creo que eso pasa por difundir su obra y acompañar a los no iniciados

o tímidos conocedores del periodista polaco en el pequeño universo de títulos que dejó en herencia

y que, sin miedo a equivocarme, son de lectura obligatoria para entender el siglo pasado, el buen y 

único periodismo posible y, seguro, otras cosas que se me escapan.

Este canon extranjero, digamos, sólo contiene las obras más puramente periodísticas de todas

las publicadas en España, que -o precisamente porque- pertenecen al ecuador de la producción de

Kapuscinski. Están ordenadas por su fecha de publicación en Polonia y no aquí, que aparecieron a

salto de mata (la primera se publicó la última). Son seis animales salvajes, geniales y deslumbrantes,

si un libro puede ser un animal y si lo que hizo el reportero de reporteros fueron libros.

He descartado obras como Los cínicos no sirven para este ofcio, Lapidarium IV o El mundo de

hoy, por tratarse de retazos de textos, conferencias o entrevistas. Son de una sabiduría indudable,

pero no fueron pensados ni escritos de la misma forma que los aquí reseñados. Viajes con Heródoto,

fabricado enteramente por Kapuscinski, no es una obra periodística al uso y por ello tampoco está

incluido.

Nada es denitivo y menos este canon que parte con un problema irresoluble: faltan obras por

traducir del polaco -reportajes de África y Polonia o volúmenes de su serie de anotaciones y pensa-mientos, Lapidarium, por ejemplo-. Las esperaremos.

El editor.

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Un día más con vid 

Anagrama, Barcelona, 2003

Traducción de Agata OrzeszekTítulo original: Jeszce dzieri zycia 

por Pablo Mediavilla Cost

Empezar una historia desde la habitaciónde un hotel de Luanda con vistas al mar,

cuando los portugueses blancos huyenen desbandada por el empuje de algunosnativos negros que sitian la ciudad, no esun mal arranque para contar qué hace un

hombre blanco y polaco en Angola en 1975.¿Qué hacía Kapuscinski allí? No en Angola, estric-

tamente, sino allí : ese lugar que es lejano y es inhóspitoy fue el tablero de ajedrez del reportero polaco. La expli-cación epidérmica -corresponsal de la Agencia Polaca deNoticias- es conocida y fue difundida por el propio autoren muchas ocasiones, como en esta interesante entrevista que le hizo el director de Granta, Bill Buford. Pero, ¿quéhay de la verdadera motivación? ¿Por qué estaba allí? 

Un día más con vida, la obra menos encorsetadapor la estructura de toda su producción, nos presenta a unKapuscinski desaforado, íntimo y muerto de miedo. Aúnno llenan su cabeza altos pensamientos acerca del mundoo del periodismo, sólo se ocupa de sobrevivir y, mien-tras, de contar (se) qué hace él allí , sin duda, la preguntamás aterradora, crucial y, por cierto, usual que un viajeropuede hacerse metido ya en faena. De su respuesta depen-den muchas cosas, a veces, incluso, la vida.

No es desdeñable el número de páginas que R.K.dedicó en toda su obra a darle vueltas a este asunto, cuyarespuesta suele implicar una autojusticación de su pres-

encia en esos lugares que están más allá, donde uno puedeasistir a 27 revoluciones como si fueran a granel. El peri-odismo, la verdad, la lucha contra la injusticia, el “alguientendrá que hacerlo”, el riesgo, la adrenalina, las mujeres,

los hombres, los atardeceres incendiados, las borracheras,la tristeza... al nal, son sólo máscaras y coartadas para

los que tienen mucho miedo de llegar a los 80 con la sen-sación de no haber vivido la vida y, a cambio, viven 20,100, 1.000, un millón de vidas diferentes.

Kapuscinski nos cuenta qué ocurre en la Angola aso-mada a la independencia con esa subjetividad tan suya,recién inaugurada, con la que juguetea y es capaz de con-vertir una anécdota en todo un rasgo de la manera de serautóctona o una palabra -confusão- en un estado de áni-mo nacional. “Sonaron las sirenas, las gaviotas levantaronel vuelo sobre las aguas y la ciudad de madera, tras unasacudida apenas perceptible, empezó su viaje mar aden-tro”, dice de las cajas que se amontonaban en el puertocon los enseres de los miles que huían. ¡Cuánto le pone desu cosecha propia, pero cuánto nos gusta!

Un estilo que explotará en sucesivas entregas, máscerebrales, más cultas, pero no mejores que este Un díamás con vida, que él siempre reivindicó como su mejortrabajo y que encierra, ya en el título, todo lo que un soña-dor puede pedirle a la profesión. ●

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El Emperado

Anagrama, Barcelona, 1989Traducción de Agata Orzeszek y Roberto

Mansberger AmorósTítulo original: Cesarz

por P.M.C

Por muchos motivos, alguien podría decir,y nadie podría negarlo convincentemente,

que esta reconstrucción de la vida y obra deldictador etíope Haile Selassie a través de lostestimonios de personas que le trataron es elmejor libro de Ryszard Kapuscinski. Yo tam-

bién lo he pensado muchas veces, tantas como he leído:“por ser el lacayo de la tercera puerta fui el más impor-tante de los destinados en la Sala de Audiencias. Comoaquella sala tenía tres puertas, había tres lacayos dedica-dos a abrirlas y cerrarlas, pero el mío era el puesto másrelevante porque por la mía pasaba el Emperador”, porejemplo.

Los ecos místicos de la gura del dictador, “descen-diente directo de Salomón, Rey de Reyes”, en un principio,hasta divertidos, se tornan ridículos, patéticos y obscenoscon el relato de las atrocidades cometidas bajo su mandode cincuenta años. Este ser pequeño y despótico, admi-rado hasta la extenuación rastafari por el pacista BobMarley, habla por boca de sus cortesanos, con cargos tanalucinantes como el descrito arriba.

Según el propio autor es “la historia de la corte impe-rial y de su caída contada por los que habían llenado lossalones, despachos y pasillos del palacio”. Una empresaciertamente original, fundamentada en una sucesión detestimonios que se esconden bajo iniciales -por seguri-dad- y que giran en torno a aspectos centrales o laterales

de Haile Selassie. Una técnica parecida a la que inventóAkira Kurosawa en su película Rashomon, en la que lospersonajes cuentan el mismo hecho de distinta forma-cuya tesis, en mi opinión equivocada, es que la verdad

es una suma de miradas-, sólo que en el caso de El Em-perador, el hecho es el tirano etíope, sus arbitrariedades

y locuras.El método y los resultados de la obra fueron dura-mente criticados por John Ryle en un artículo del TimesLiterary Supplement  titulado “At play in the bush of  ghosts”, en el que se ponía en duda la veracidad del relatodebido a numerosas inexactitudes tales como el empleo denombres inexistentes en amhárico, datos incorrectos so-bre el protagonista y demás errores. Por cierto, el artículode Ryle es fundamental para redondear la lectura de éstey de los demás libros aquí reseñados porque demuestraque, al n y al cabo, Kapuscinski también era humano.

El Emperador ha sido usualmente interpreta-do como una alegoría de la situación de la Poloniacomunista, aunque como dice Ryle esta versión pudo estarcondicionada por su “origen doblemente exótico: un librode un país lejano, escrito por un autor [...] salido milagro-samente del bloque soviético” y, en todo caso, nunca fuevendido como una parábola, sino como un reportaje puroy duro.

Interesante documento, en todo caso, de un país y su dueño y señor -de esos que hacen tanta gracia a los queno lo sufren- y, en el otro lado de la moneda, de la imagi-nación y el ingenio del gran reportero polaco. ●

 

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El Sho la desmesura del pode

Anagrama, Barcelona, 1987Traducción de Agata OrzeszekTítulo original: Szachinszach

por Álvaro Murill

¿Y qué si todos los oprimidos llegaran a com-portarse como un chiíta en el Irán de nales de

los años 70? ¿Qué tal si aprenden a quedarsequietos, como congelados, esperando que al-gún ayatolah Jomeini recoja todas las palabrasque no se dijeron y las convierta en revolución?

¿Qué tal si los opresores fueran capaces de robar la voz acada garganta desconocida?

El Sha se pudo haber publicado en 1987 o después,en Irán o en Bolivia, con emperadores que mean petróleoo dictadores de pocos botones. Lo que pasa es que sólopudo haber salido de los dedos de Ryszard Kapuscinski, y él solo podía estar en un mismo paisaje a la vez. Esta vezfue en las ojerosas calles iraníes mientras el goloso RezaPahlevi mojaba el mapamundi con su saliva inacabable,con la vía del crudo pegada al torrente sanguíneo que, sinembargo, era del mismo color de los chiítas.

Un desorden de notas, fotografías, videos y periódi-cos fue la mina de Kapuscinski la primera parte del libroque se lee como de cuentos. Una foto recordaba al mejorperiodista del siglo XX el episodio, en apariencia baladí,que tan claro expresaba el conicto entre la fuerza de unoy la debilidad de tantos. Una parada de autobús, un tipoque camina solo, una estatua que cae, un pueblo religiosoque sin querer se transforma en trinchera revolucionariay otras muchas escenas pasan por los ojos del lector, atraí-dos por el proyector sabio y ameno del polaco.

Cada escena habla. Cada foto explica. Cada notadetalla. Kapuscinski no necesitó hablar farsi o logróno necesitarlo, para colarse entre los débiles y entre losfuertes con algo de omnipresencia. El periodista se cuela

por cada rendija en un país que intentó ponerse el disfrazde Estados Unidos por encima de lo trajes persas que, de

por sí, tanta confusión habían creado ya. El Sha es retrata-do con precisión como un megalómano en grado supremoque carece de complejos para ejecutar su dictadura otan-do sobre la Savak, la policía secreta tejida por el régimenpara aplacar sin errores cada movimiento de un músculoinsurgente.

En “Fotografía 8” cuenta el episodio en la parada deun bus en la capital, cuadro de rostros derrotados y abúli-cos. Sobresalía un anciano que se atrevió a pronunciarpalabras negativas. “Qué agobio”, dijo en alusión al calor,pero un agente secreto se lo llevó al calabozo por persua-dir a los demás de que puede haber algo malo en un paísdonde todo debía ser tan bueno. Kapuscinski notó que nohay peor sometimiento que el de las percepciones, y quizápor eso él y un irreductible grupo de intelectuales iraníestuvieron tan claras las suyas.

El polaco incluso fue capaz de zafarse de los revolu-cionarios, cuando estos lograron derrocar a Reza Pahlevicon la guía de Jomeini y su Qom. “¿Y ahora qué?”, era lafrase que Kapuscinski supo leer en los labios inmóviles delos vencedores. Alrededor había millones de bocas inedu-cadas imposibles de derrocar. La cabeza cambiaba, pero elcuerpo enfermo e ignorante en los pueblos era insustitu-ible y tenía manía por derrocar cabezas.

Es lo que pasa cuando el poder desmesurado deja

sus escombros tirados a mitad del camino, confundiendoel obstáculo con el tope, haciendo pensar que la dicultadde los nuevos poderosos sólo puede superarse dinamitan-do el sendero y empezando de cero. ●

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La guerra del fútboy otros reportaje

Anagrama, Barcelona, 1992Traducción de Agata OrzeszekTítulo original: Wojna Futbolowa

por Enrique Rodrígue

Nunca me ha quedado claro del todo cómose las arregló Kapuscinski para estar en

tantos lugares justo en el momento ál-gido de su relevancia para el siglo. Losreportajes compilados en La guerra del fútbol se situan en el África de la descol-

onización donde los estados trazados articialmente semantienen precariamente unidos en torno a guras ca-rismáticas, salidas de la lucha contra la metrópoli o enconnivencia con la misma. Son el Congo de Lumumba y Mobutu, el Egipto de Nasser, la Sudáfrica del apartheid ,la Argelia dirigida por Boumedian tras derrocar a Ben-Bella. Son, por lo general, momentos de grandes espe-ranzas en los que pueblos históricamente desunidos bus-can una nueva identidad nacional, entre la tentación de latradición y la dicultad del progreso, entre los golpes deEstado y las guerras.

Es increíble la capacidad de síntesis a la que puedellegar Kapuscinski y su uso del periodismo como formade divulgación histórica. Alguien que no supiese absolu-tamente nada sobre lo sucedido en Sudáfrica podría muy bien considerar que ha aprendido lo básico tras leer lasucesión de titulares de prensa que Kapuscinski recogedel país del apartheid .

O, si alguien desea conocer algunos de los prob-lemas a los que se enfrenta la mujer africana poscolonial,un austero capítulo, sencillamente describiendo el de-

bate parlamentario sobre la posibilidad de introducir unaley de pensiones por paternidad en Tanzania, puede re-sultar más eslarecedor que la lectura de varios informesmonográcos.

En cuanto a la propia guerra del fútbol, que enfrentóa El Salvador y Honduras en un absurdo conicto que

causó unas 4.000 bajas; este conicto, como el que dividióChipre o tantos otros, bien podría resumirse en una frase:“Id y morid por nada”.

De aquí que, para el que haya leído las obras másconocidas de Kapuscinski, como Ébano o El Emperador, encontrará en este libro una más que digna continuaciónde uno de los temas principales: las relaciones entre elhombre y el poder. La necesidad del individuo de prote-gerse, de esconderse, de huir de él. ●

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El Imperi

Anagrama, Barcelona, 1994Traducción de Agata OrzeszekTítulo original: Imperium

por P.M.C

El autor vive en carne propia y a muy tem-prana edad cómo el Imperio se alimenta de

tierra, de su tierra, Pinsk -antes Polonia,hoy Bielorrusia-. Es el inicio mítico queKapuscinski escoge para su vida errante y apátrida. Pero, ¿qué es el Imperio?, ¿acaso

millones de kilómetros cuadrados rodeados por alambra-das?

Kapuscinski se propone explicar qué es la UniónSoviética y, aún más, cómo se vive, se piensa y se muereen un pedazo del planeta que abarca desde la puerta deEuropa hasta la lejana isla de Sajalín “fotograada” porChéjov y desde el Círculo Ártico hasta los desiertos y cor-dilleras fronterizos con el Asia Central. ¿Es posible sen-tirse parte de algo tan grande? Denitivamente, no. Como

ocurre con África, el Imperio no existe, “tribus y pueblomenores, como el bashkiro, se cuentan hoy por decenas.Todos ellos piensan cada vez más intensa, tozuda y bra-vamente en cómo participar en el banquete de los dioses.Se lo plantean en momentos de optimismo. Pero despuésllega el tiempo de duda, de la terrible sensación de impo-tencia y de los largos períodos de abatimiento”.

La opresión de este artefacto geopolítico que una vezexistió es ejercida en dos planos: el del espacio -inabar-cable- y el de las mentes -estrecho, cerrado, prohibido-,“aquí la gente solucionaba el problema ‘sistema versusindividuo’ de las maneras más variadas. Unos apoya-

ban el poder, otros estaban en la oposición, y muchos,sencillamente, se buscaban algún refugio: cuanto máslejos de la política tanto mejor (tal vez los que más lejoshan llegado siguiendo este camino es un matrimonio de

zoólogos del antiguo Leningrado que eligió la mímica delos monos como objeto de investigación)”.

Ante tanta inmensidad, el autor sólo puede aspirara ser apenas un pasajero, dar tres o cuatro pinceladas deTashkent, reproducir alguna conversación memorable,evocar como un rapsoda anciano el lamento del puebloarmenio, poner unas ores en el frío mortal de Vorkutá,explicar el exilio interior que vive en el año 1958 comoviajero del Transiberiano. Para acabar de convertir el in-tento en un imposible “mientras escribía, se desmoronóel principal tema y objetivo: la gran superpotencia sovié-tica”. El hombre que nunca estuvo allí, y el allí que nuncaexistió.

El Imperio cuenta con todos los ingredientesmarca de la casa: detalles convertidos en paradigmas,contextualizaciones históricas bien traídas, descripcionesextensas e hipnotizantes, ideas brillantes tipo realismomágico, leyendas locales que nos remiten a un pasado glo-rioso... Es, sin duda, el más viajero de los libros de Kapus-cinski, ya maestro de su estilo. ●

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Éban

Anagrama, Barcelona, 2000Traducción de Agata OrzeszekTítulo original: Heban

por Pablo Ibáe

É bano parece un libro sobre África pero,cuidado, no lo es porque África no existe

y es imposible escribir sobre algo que noexiste. Para Kapuscinski este continente es“todo un océano, un planeta aparte, todoun cosmos heterogéneo y de una riqueza

extraordinaria”, un universo reducido a un nombre porculpa de la burocracia europea. El hombre que intentaconcebir una imagen compacta de África está condenadoa llevarse una visión supercial del continente. Lo que latebajo ese estereotipo requiere un esfuerzo mayor.

Para profundizar en el conocimiento de África, Kapu(como me gusta llamarle) viajó a lo largo de 40 años porvarios países del continente y se convirtió en testigo derevoluciones, golpes de Estado, guerras civiles, éxodos.Cuando en 1962 enfermó de tuberculosis y los doctores lerecomendaron volver a Varsovia, Kapu se negó en redon-do: si volvía, la agencia no le enviaría de nuevo a África y,por encima de su vida, estaba aquella tierra caliente.

El primer viaje de Kapuscinski a tierras africanas fueen 1958. La Agencia de Información de Polonia le envióa Ghana para cubrir la revolución liderada por KwameNkrumah. Es el comienzo, el impacto. El periodista eu-ropeo se enfrenta por primera vez con el nuevo mundo,con la luz y la humedad. El segundo capítulo de Ébano,en el que Kapu narra su viaje en autobús desde Accraa Kumasi, es una crónica paradigmática del autor y del

resto del libro. El estilo de Kapu, maestro reportero, sebasa en la integración de la primera persona en el relato,incluyendo información sensorial como la temperatura oel estado de ánimo.

A partir de sus encuentros y experiencias, sabia-mente seleccionadas, se proyecta sobre los temas princi-

pales. La espera en la estación de autobuses de Accra y elpaisaje que se despliega al otro lado de las ventanillas yaen la carretera, la aglomeración en el interior del vehículo,le bastan a Kapu para reexionar sobre las nociones detiempo y espacio en la mente africana -por dolorosa queresulte esta reducción-.

El sentido de la propiedad en un callejón de Ad-dis Abeba, la estructura del clan, la culpabilidad en La-gos, la importancia de la brujería, la religión. Ébano es,en su sentido más profundo, un estudio del alma africanaconstruido a partir de las experiencias del mejor reporteroeuropeo. Pero indudablemente es algo más. También esun tratado sobre la historia moderna del continente, justodesde la llegada de Kapu a Ghana, justo en el momento enque las naciones comienzan a desligarse de las metrópolispara convertirse en jóvenes países. Ya sé que África no ex-iste, pero leyendo a Kapu se percibe con homogénea clari-dad lo que ha ocurrido allí abajo en los últimos 50 años.A través de casos representativos como el de Idi Amín enUganda, el golpe de estado de Nigeria o el genocidio deRuanda, el autor abarca los procesos de descolonización,nacimiento de las democracias, establecimiento de dicta-duras militares y generación de conictos internos.

Y el resultado de todos ellos es el gran protagonistade Ébano: la pobreza extrema y sangrante que sufren los

condentes del gran Kapu, los habitantes del continente.El libro está escrito para comprenderles y hacerles existir.De acuerdo una vez más, África no existe, pero gracias aÉbano los africanos existen un poco más. ●

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Kapuscinski, un ao después

T d l id d d á id li i C i C

Editor: Pablo Mediavilla Costa.

Autores: Alfonso Armada, Jorge Herralde, PabloIbáñez, Pablo Mediavilla Costa, Álvaro Murillo, En-rique Rodríguez y Aleksandra Wiktorowska.

Diseño: Pablo Mediavilla Costa.

Ilustración de la portada: Íñigo de la Fuente.

un especialde 

4 de febrero de 2008