kracauer-el ornamento de la masa (filmoteca)

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8/9/2019 Kracauer-El Ornamento de La Masa (Filmoteca) http://slidepdf.com/reader/full/kracauer-el-ornamento-de-la-masa-filmoteca 1/12 The Show of the Shows (  Arriba el telón,  John G. Adolfi, 1929)

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The Show of the Shows ( Arriba el telón, John G. Adolfi, 1929)

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* El presente artículo, “Das Orna-

ment der Masse”, apareció publicado

originalmente en Frankfurter Zeitung ,

9 y 10 de junio de 1921.

1. “Diversas son las líneas de la vida,/

Como los caminos y los confines de las

montañas./ Lo que somos aquí, puede

un dios completarlo allá/ Con armonías,

paz y recompensa eterna.” (Die Linien

des Lebens).

E l o r n a m e n t o  

d e l a m a s a  

   S   I   E   G   F   R   I   E   D 

   K   R   A   C   A   U

   E   R

E 1l lugar que una época ocupa en el proceso

histórico se determina con más fuerza a partir del análisis de sus discretas manifes- taciones superficiales, que a partir de los juicios de la época sobre sí misma. Encuanto que expresión de tendencias históricas, estos últimos no son un testimonioconvincente de la constitución global del período. Las primeras, a causa de su in-consciencia, preservan el acceso inmediato al contenido básico de lo existente. Y, ala inversa, su importancia está vinculada a su conocimiento. El contenido básico deuna época y sus impulsos inadvertidos se aclaran mutuamente.

2En el campo de la cultura del cuerpo, que cubre incluso las revistas ilustradas, ha

 tenido lugar un silencioso cambio de gusto. Su primera manifestación son las Tiller 

 girls. Estos productos de las fábricas americanas de entretenimiento no son ya mu-chachas individuales, sino complejos de muchachas sin solución de continuidad cu-yos movimientos son demostraciones matemáticas. Mientras que en el teatro derevista se condensan en figuras, en suelo austral o indio, por no hablar de los Esta-dos Unidos, desarrollan siempre, en el mismo estadio abarrotado, programas deidéntica exactitud geométrica. Hasta el más apartado lugar en donde aún no hanpenetrado es informado al respecto a través de los noticiarios cinematográficos se-

manales. Una mirada a la pantalla enseña que esos ornamentos consisten en milesde cuerpos, de cuerpos asexuados en traje de baño. La multitud que se reparte enlos graderíos aclama la regularidad del modelo que dibujan.

Hace tiempo que estas exhibiciones, que no sólo son organizadas por  girls y ha-bituales de los estadios, han desarrollado una forma consolidada. Han obtenido unreconocimiento internacional. El interés estético se vuelve hacia ellas.

El soporte de los ornamentos es la masa, y no el pueblo; cuando éste forma fi-guras, no cuelgan en el aire, sino que se desarrollan a partir de la comunidad. Una

Die Linien des Lebens sind verschieden,

Wie Wege sind und wie der Berge Grenzen,

Was hier wir sind, kann dort ein Gott ergänzen

 Mit Harmonien und ewigen Lohn und Frieden1.

Hölderlin

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corriente de vida orgánica se estremece desde los grupos fatalmente unidos haciasus ornamentos, los cuales aparecen como un poder mágico y, por ello, tan carga-

dos de significado, que no se dejan diluir en simples estructuras lineales. Incluso losmarginados de la comunidad, que se saben personalidades singulares con almapropia, fracasan en la cultura de los nuevos modelos. Si ingresaran en el sistema, elornamento no pasaría por encima de ellos. Sería una composición coloreada queno podría ser calculada hasta el final, puesto que sus puntas se hincarían, como laspúas de un rastrillo, en los estratos anímicos intermedios que restasen. Los mode-

los del estadio y los cabarets no delatan en absolutoesta procedencia. Son compuestos de elementoscomo piedras de un edificio, y nada más. En la erec-ción de un edificio, lo que importa es la forma y el ta-

maño de las piedras, y su cantidad. Es la masa la que sepone en juego. Sólo en cuanto que miembros de lamasa, y no como individuos que se creen formadosdesde dentro a afuera, son los seres humanos fraccio-nes de una figura.

El ornamento es un fin en sí mismo. También la danzaproducía ornamentos que se movían a manera de uncaleidoscopio. Pero éstos, tras desprenderse de su sen-

 tido ritual, eran cada vez más la configuración plásticade la vida erótica, que los impulsaba desde sí y determi-

naba sus rasgos. Por el contrario, el movimiento masivode las girls se da en el vacío, como un sistema lineal quecarece ya de significado erótico, sino que, en todo caso,

designa el lugar de lo erótico. Las constelaciones vivientes de los estadios carecenasimismo de la significación de las evoluciones militares. Por muy regulares que re-sultasen, su regularidad era estimada como un medio para un fin; las marchas milita-res provenían de los sentimientos patrióticos, que despertaban la fibra sensible delos soldados y los súbditos. Las constelaciones no significan otra cosa que ellas mis-mas, y la masa sobre la que se levantan no es una unidad ética, como lo es la com-pañía en un ejército. Las figuras ni siquiera han de agradar como accesorio orna-

mental de la disciplina gimnástica. Las unidades de girls se entrenan, más bien, paraproducir una infinidad de líneas paralelas, y el entrenamiento de masas humanasmás amplias resultaría idóneo para la obtención de un modelo de insospechadas di-mensiones. Al final, lo que queda es el ornamento para cuya clausura se vacían lasestructuras portadoras de sustancia.

Este ornamento no es algo pensado en su conjunto por las masas que lo reali-zan. Es tan lineal, que ninguna línea sobresale de las partículas de la masa hasta al-canzar la figura entera. Se asemeja a las vistas aéreas de paisajes y ciudades en que

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Gold Giggers of 1933 (Vampiresas,

Mervyn LeRoy, 1933)

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no se desarrolla desde el interior de lo que se da, sino que aparece por encima deello. Tampoco los actores de teatro aprecian la imagen escénica en su conjunto,

pero participan conscientemente de su construcción, así como tampoco para losfigurantes del ballet queda manifiesta la figura ante aquel que la presenta. Cuantomás se deshace su conjunto en algo meramente lineal, tanto más se sustrae a la in-manencia de la conciencia de quienes lo configuran. De este modo, sin embargo,no es alcanzado por la mirada más decisiva, y nadie lo divisaría de no sentarse anteel ornamento esa multitud de espectadores que a nadie representa y que se com-porta estéticamente respecto a aquella mirada.

El ornamento que se desprende de sus portadoreshay que concebirlo racionalmente. Consiste en estruc-

 turas lineales y círculos tal como los que se encuen-

 tran en los libros de geometría euclidiana; también seincluyen configuraciones elementales de la física, on-das y espirales. Quedan excluidas las proliferacionesde formas orgánicas y las irradiaciones de la vida aní-mica. Por lo demás, las Tiller girls ya no se dejan califi-car como seres humanos; los libres ejercicios de ma-sas no son emprendidos nunca por e l cuerpoenteramente sustentado, cuyas curvaturas se resistena la comprensión racional. Brazos, muslos y otras par-

 tes del cuerpo no son sino elementos mínimos inte-

grantes de la composición.La estructura del ornamento de masas es un reflejo

de la situación actual en su conjunto. Dado que elprincipio del proceso de producción capitalista no proviene puramente de la natura-leza, debe hacer estallar los organismos naturales que son para él medios o cen-

 tros de resistencia. Comunidad del pueblo y personalidad desaparecen cuando loque se reclama es calculabilidad; en cuanto que partícula de la masa, el hombresólo puede, sin dificultad, trepar estadísticamente encuadrado y servir a las máqui-nas. El sistema, indiferente ante la especificidad de las configuraciones, conduce por sí mismo al borrado de las particularidades nacionales y a la fabricación de masas

de trabajadores que se puedan emplear con regularidad en cualquier punto delplaneta. Como el ornamento de masas, el proceso de producción capitalista es unfin en sí mismo. Las mercancías que pone en circulación no están realmente pro-ducidas para ser poseídas, sino por el beneficio, que se quiere ilimitado. Su creci-miento está ligado al de la empresa. El productor no trabaja para obtener una ga-nancia privada —en los Estados Unidos, los excedentes se llevan a los asilos delespíritu, como las Bibliotecas o las Universidades, en donde se hace madurar a losintelectuales que a través de su posterior actividad reembolsan con interés com-

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Dames ( Música y mujere s, Ray Enright,

1934)

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puesto el dinero adelantado—, el productor trabaja para el engrandecimiento dela empresa. El hecho de que produzca valores no se da por mor de esos valores.Si el trabajo podía antes servir, hasta cierto punto, para su fabricación y su uso, és-

 tos se han convertido ahora en efectos secundarios al servicio del proceso deproducción. Las actividades en él implicadas han quedado desposeídas de su con-

 tenido sustancial. El proceso de producción discurre manifiestamente en lo oculto.Cada uno, por así decir, despacha a su presa en la cinta rodante de la cadena deproducción, ejerce una función parcial sin conocer el todo. Como el modelo delestadio, así se ofrece la organización sobre las masas, una figura monstruosa sus-

 traída por su autor a los ojos de sus portadores y que apenas le tiene como es-pectador. Ha sido diseñada según unos principios racionales de los que el tayloris-mo no ha hecho sino extraer la última consecuencia. Las piernas de las Tiller girls

corresponden a las manos en la fábrica. Más allá de la destreza manual, se intenta

computar también ciertas disposiciones mentales por medio de pruebas de apti- tud. El ornamento de masas es el reflejo estético de la racionalidad a la que aspirael sistema económico dominante.

Los cultivados, algo que no todos llegan a ser, han tomado a mal la irrupción delas Tiller girls y las imágenes del estadio. Lo que divierte a la multitud, lo juzgancomo dispersión. Pero, en contra de su opinión, la complacencia estética en losmovimientos ornamentales de masas es legítima. De hecho, forman parte de esasaisladas configuraciones de la época que prestan forma a un material previamente

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Wonder Bar (Wonder Bar, Lloyd Bacon,

1934)

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dado. La masa que en ellos se organiza ha sido extraída de las oficinas y las fábri-cas; el principio formal que las modela las determina también en el ámbito de lo

real. Cuando importantes contenidos de realidad quedan sustraídos a la visibilidadde nuestro mundo, el arte debe explotar los elementos residuales que queden,puesto que una representación estética es tanto más real cuanto menos ingreseen ella la realidad exterior a la esfera estética. Por muy insignificante que sea el va-lor que se asigne al ornamento de masas, su grado de realidad lo ubica por encimade las producciones artísticas, que recrean unos más altos sentimientos deposita-dos en formas pretéritas; incluso podría ser que no significase nada más.

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El proceso de la historia se dirime frente a los poderes de la naturaleza, que en

los mitos dominan la tierra y el cielo, por obra de la débil y remota razón. Tras elocaso de los dioses, aquéllos no han abdicado; la vieja naturaleza, en el hombre yfuera del hombre, sigue afirmándose. Desde ella se han alzado las grandes culturasde los pueblos, que han de morir como cualquier criatura natural; sobre ese funda-mento se levantan las superestructuras del pensamiento mitológico que confirma ala naturaleza en su omnipotencia. Con todas sus diferencias de estructura, que se

 transforma con los tiempos, siempre se detiene ante la barrera tendida por la natu-raleza. Reconoce al organismo como su modelo primigenio, se quiebra en el carác-

 ter configurado de lo existente, se inclina ante el imperio del destino; en todas lasesferas refleja lo dado en la naturaleza sin rebelarse contra su permanencia. La doc-

 trina orgánica de la sociedad que erige al organismo natural como modelo de la ar- ticulación social no es menos mitológica que el nacionalismo, que no conoce unidadmás alta que la destinada por la nación.

No es en el círculo de la vida natural como se mueve la razón. Para ella, de loque se trata es de la inserción de la verdad en el mundo. Su imperio ha sido antessoñado en los auténticos cuentos de hadas, que no son historias maravillosas, sinoque exponen el maravilloso advenimiento de la justicia. El hecho de que Las mil y 

una noches se abriesen paso precisamente en la Francia de la Ilustración, que la ra-zón del siglo XVIII reconociese a la razón de los cuentos de hadas como su seme-

 jante, tiene su profundo sentido histórico. Ya en épocas tempranas de la historia, la

mera naturaleza es superada en los cuentos de hadas por mor de la victoria de laverdad. Los poderes de la naturaleza sucumben ante la impotencia del bien, la leal-

 tad triunfa sobre las artes mágicas.Puesto al servicio de la irrupción de la verdad, el proceso histórico se convierte

en el proceso de desmitologización que provoca la reducción de las posiciones quela naturaleza vuelve siempre a ocupar de nuevo. La Ilustración francesa es un granejemplo de la confrontación entre la razón y las fantasmagorías mitológicas pro-movidas hasta en el seno de los ámbitos religioso y político. Esta confrontación

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prosigue, mientras que en el curso del desarrollo histórico podría ser que la natu-raleza, en la misma medida en que va quedando despojada de su encanto, vaya

haciéndose cada vez más permeable a la razón.

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La época capitalista es una etapa en el camino del desencantamiento. El pensa-miento subordinado al actual sistema económico ha posibilitado una dominación yun aprovechamiento de la naturaleza cerrada en sí como ningún tiempo anterior lohabía logrado. Lo decisivo, sin embargo, no es que este pensamiento capacite parala explotación de la naturaleza —si los hombres fuesen sólo explotadores de la na-

 turaleza, ésta habría vencido sobre sí misma—, sino que se hace cada vez más inde-pendiente de las condiciones naturales y abre así un espacio para la intervención de

la razón. A su racionalidad , procedente en parte, aunque no sólo, de la razón de loscuentos de hadas, hay que agradecer las revoluciones burguesas de los últimoscientocincuenta años, que han ajustado las cuentas con las fuerzas naturales de unaIglesia enredada en lo mundano, de la monarquía y de la condición feudal. La impa-rable descomposición de éstos y otros vínculos mitológicos es la felicidad de la ra-zón, pues el cuento de hadas sólo se realiza en los lugares de desintegración de lasunidades naturales.

Con todo, la ratio del sistema económico capitalista no es la razón misma, sinouna razón enturbiada. Desde cierto punto de vista, abandona la verdad de la queparticipa. No incluye al hombre. Ni el proceso de producción está regulado en fun-

ción del respeto por él, ni la organización económica y social se construye sobre él,ni en ninguna parte en absoluto es el fundamento humano el fundamento del siste-ma. El fundamento humano: pues no es de eso de lo que se trata, de que el pensa-miento capitalista deba cuidar del hombre como una criatura históricamente desa-rrollada, que deba dejarle sin dirimir como personalidad y satisfacer las exigenciasde su naturaleza. Lo que los representantes de esta concepción reprochan al capi-

 talismo es que su racionalismo violenta al hombre, y esperan con impaciencia elnuevo advenimiento de una comunidad que salve lo presuntamente humano mejor de lo que lo hace la sociedad capitalista. Prescindiendo del efecto retardatario de

 tales formaciones regresivas: se les escapa el núcleo mismo de la debilidad del capi-

 talismo. Éste no racionaliza demasiado, sino demasiado poco. El pensamiento delque es portador se opone a la consumación de la razón que habla desde el funda-mento del ser humano.

El signo del lugar en el que se encuentra el pensamiento capitalista es su abs-

tracción. Hoy día, a través de su predominio se establece un espacio espiritual queabarca una totalidad de manifestaciones. La objeción dirigida al pensamiento abs-

 tracto, según la cual éste sería incapaz de concebir los auténticos contenidos de lavida, y que por ello habría de ceder ante una contemplación concreta de los fe-

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nómenos, remite ciertamente a los límites de lo abstracto, pero es precipitadoformularla cuando funciona en favor de aquella falsa concreción mitológica que

atisba la meta en el organismo y en la forma. Retornar a ella sería abandonar lacapacidad de abstracción que una vez adquirió el ser humano, pero no superar laabstracción misma. Ésta es la expresión de una racionalidad obstinada. Las deter-minaciones de contenidos de sentido que se encuentran en la universalidad abs-

 tracta —como las determinaciones del ámbito económico, social, político— nodan a la razón aquello que le pertenece. A su través no es posible pensar la di-mensión empírica; de abstracciones vacías de contenido puede extraerse cual-quier aplicación práctica. Por detrás de estas tajantes abstracciones yacen los co-nocimientos racionales singulares que responden a la peculiaridad de la situaciónde la que en cada caso se trata. A pesar del contenido que se les podría reclamar,

éstas son concretas sólo en un sentido derivado; al menos, no son ‘concretas’ enel sentido vulgar, que reser va la expresión para las limitadas intuiciones de la vidanatural. Así pues, el carácter abstracto del pensamiento actual tiene un doble sen-

tido. Desde el punto de vista de las doctr inas mitológicas, en las que la naturalezase afirma ingenuamente, el proceder de la abstracción, tal como lo ejercen, por ejemplo, las ciencias de la naturaleza, es una ganancia en racionalidad que dete-riora el fulgor de las cosas naturales. Desde la perspectiva de la razón, ese mismoproceder aparece como naturalmente condicionado; se pierde en un formalismovacío que hace de cobertura para dejar el campo libre a la naturaleza, pues aquélno deja pasar los conocimientos racionales capaces de alcanzar lo natural. El do-

minio de la abstracción indica que el proceso de desmitologización no ha sido lle-vado hasta el final.

El pensamiento del presente se enfrenta a la cuestión de si debería abrirse a larazón o mantenerse cerrado frente a ella. No puede sobrepasar los límites que élmismo se ha establecido sin que quede esencialmente transformado el sistemaeconómico que constituye su infraestructura; su subsistencia arrastra consigo la deéste. De tal modo, el ininterrumpido desarrollo del sistema capitalista condiciona elininterrumpido crecimiento del pensamiento abstracto (o bien obliga al pensamien-

 to a hundirse en una falsa concreción). Sin embargo, cuanto más se consolida laabstracción, tanto más irreductible sigue siendo el hombre a la razón. Es sometido

de nuevo a la violencia de los poderes naturales cuando su pensamiento, habiendogirado a mitad de camino hacia lo abstracto, se resiste a la irrupción de los auténti-cos contenidos de conocimiento. En lugar de reprimir aquella violencia, el pensa-miento extraviado llama a su propia insurrección en la medida en que se deslizafuera de la razón, la única que podría confrontarse con ellos y doblegarlos. El hechode que la oscura naturaleza proteste siempre amenazante y obstaculice el adveni-miento del hombre producto de la razón, es sólo una consecuencia de la desboca-da extensión del poder del sistema económico capitalista.

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Equívoco como la abstracción es el ornamento de la masa. Por un lado, su ra-cionalidad es una reducción de lo natural que no deja al hombre atrofiarse, sinoque, al contrario, si fuese realizada por completo, pondría de manifiesto su esen-cia en toda su pureza. Precisamente porque el portador del ornamento no figu-ra como personalidad completa, como una armónica unificación de naturaleza y“espíritu” en la que aquélla obtiene demasiado y éste demasiado poco, se hace

 transparente frente al hombre al que la razón determina. La figura humana pues- ta en juego en el ornamento de masas ha emprendido la mudanza desde la ex-pansiva magnificencia de lo orgánico y la tendencia a la configuración individualhacia aquel anonimato en el que se enajena, cuando está en la verdad y los co-

nocimientos irradiados por el fundamento humano disuelven los contornos de lafigura natural, visible. Que en el ornamento de masas la naturaleza queda de-substancializada: justamente ésta es una indicación del único estado en que sepuede sostener de la naturaleza que es lo que no resiste la iluminación por me-dio de la razón. Así, los árboles, estanques y montañas de los viejos paisajes chi-nos están todavía sombreados sólo como insuficientes signos ornamentales. Elmedio orgánico es extirpado y las existencias restantes, desligadas, son com-puestas según las leyes dadas por un saber, aun cuando temporal, acerca de la

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verdad; y no según las de la naturaleza. Sólo restos del complejo humano ingre-san en el ornamento de masas. Su selección y conjunción en el médium estético

resulta de un principio representa a esa razón que hace estallar la forma de ma-nera más pura que aquellos otros principios que preservan al hombre como uni-dad orgánica.

Cuando se considera el ornamento de masas desde el lado de la razón, semanifiesta como culto mitológico que se esconde en un ropaje abstracto. La con-formidad del ornamento con la razón es, por tanto, una apariencia que lo asumea semejanza de otras representaciones corporales dotadas de una inmediatezconcreta. En realidad, es la crasa manifestación de la naturaleza inferior. Puedemoverse con tanta más libertad cuanto más resueltamente la ratio capitalistaqueda escindida de la razón y, en el hombre, se evapora en el vacío de lo abs-

 tracto. Con la racionalidad del modelo de la masa se eleva inadver tidamente lonatural en su impenetrabilidad. Es cierto que el hombre como ser orgánico hadesaparecido del ornamento; pero con ello no se destaca el fundamento huma-no, sino que la partícula de masa que permanece se cierra frente a él como unmero concepto general formal cualquiera. Ciertamente, las piernas de las Tiller 

 girl s, a diferencia de las unidades corpóreas naturales, se mueven en paralelo, y también es verdad que los miles de espectadores en el estadio conforman unaúnica constelación; pero esa constelación no brilla, mientras que las piernas delas Tiller girls son la designación abstracta del cuerpo. Allí donde la razón desinte-gra el conjunto orgánico y rasga la superficie natural, aun cuando cultivada, allí 

habla, allí descompone la figura formal humana para que la verdad no dislocada,a partir de sí misma, modele de nuevo al hombre. En el ornamento de masas noha penetrado; sus modelos están mudos. La ratio que lo produce es lo bastantepoderosa para llamar a la masa y para suprimir la vida de las figuras. Pero es de-masiado débil para encontrar a los hombres en la masa y hacer las figuras trans-parentes al conocimiento. En la medida en que huye ante la razón hacia lo abs-

 tracto, crece la naturaleza incontrolada bajo el manto de la forma de expresiónracional y se sirve de los signos abstractos para presentarse a sí misma. Ya nopuede transformarse, como entre los pueblos primitivos y en los tiempos de loscultos religiosos, en configuraciones poderosas como símbolos. Esa fuerza del

discurso sígnico se ha retirado del ornamento de masas bajo el influjo de la mis-ma racionalidad que impide la quiebra de su mutismo. Así es como se da lamera naturaleza en él, la naturaleza que se resiste también frente a la concep-ción y la declaración de su propio significado. Es la vacía forma racional del culto,carente de cualquier sentido expresable, la que se expone en el ornamento demasas. Con ello se manifiesta como una recaída en la mitología, una recaída tal,que apenas puede pensarse una mayor —como una recaída que, por su parte,vuelve a denotar la cerrazón de la ratio capitalista frente a la razón.

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El hecho de que se trata de un engendro de lo meramente natural es confirma-do por el papel que desempeña en la vida social. Los espiritualmente bien situados

que, sin querer reconocerlo, son el anexo del sistema económico dominante, nohan atisbado todavía el ornamento de masas como signo de este sistema. Niegan

el fenómeno para seguir erigiéndose en organizacionesartísticas que permanecen intocadas por la realidadque se hace presente en el modelo del estadio. Lamasa, con la que se ha abierto paso espontáneamente,está por encima de los cultivados que la desprecian, enla medida en que reconoce sin velos los hechos enbruto. Con la misma racionalidad con la que los porta-dores del modelo son dominados en la vida real, se

hunden en lo corporal y perpetúan así la realidad con- temporánea. Las canciones premiadas en la cultura delcuerpo no son hoy cantadas sólo por un Walter Stol-zing. Pueden ser vistas fácilmente como ideologías,pero, en cualquier caso, podría ser que el concepto deuna cultura del cuerpo acoplase legítimamente dos pa-labras entrelazadas por su sentido. La ilimitada significa-ción que se atribuye a lo corporal no ha de ser deriva-da del valor limitado que le corresponde. Se explicasólo a partir de la alianza que establece la esencia de la

cultura del cuerpo, con sus campeones parcialmenteinconscientes, con lo existente. El entrenamiento cor-poral confisca las fuerzas; la producción y el consumoirreflexivo de las figuras ornamentales apartan de la

 transformación del orden vigente. El acceso a la razónse hace más difícil cuando las masas en las que debería

penetrar se entregan a las sensaciones que les ofrece el culto mitológico sin dio-ses. Su significación social no es nada menos que la de los  juegos circenses roma-nos, que fueron instituidos por los detentadores del poder.

6Son incontables las tentativas que, por mor de una esfera superior, pretenden

renunciar a la racionalidad y al nivel de realidad alcanzados por el ornamento demasas. Así, la meta que persiguen los esfuerzos de la gimnas ia rítmica en la cultu-ra del cuerpo, más allá de la higiene personal, es la de expresar elegantes conte-nidos espirituales que los docentes de la cultura del cuerpo aderezan a menudocon visiones del mundo. Prescindiendo de su imposibilidad estética, estas estruc-

 turas aspiran a rescatar justo aquello que el ornamento de masas ha venido feliz-

El ornamento de la M a s a

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Fashion of 1934 (El altar de la moda,

 William Dieterle, 1933)

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mente a delatar: la vinculación orgánica de la naturaleza con algo que las natura-lezas demasiado conformistas consideran como el alma o el espíritu; es decir: la

exaltación de lo corporal a través de significaciones que proceden de él y que,ciertamente, pueden ser espirituales, pero no llevan en sí huella alguna de la ra-zón. El ornamento de masas representa la naturalezamuda carente de aquella superestructura, la gimnasiarítmica pretende confiscar incluso los estratos mitoló-gicos superiores, y así afianza tanto más a la naturale-za en su dominio. Sirve de ejemplo para otros mu-chos esfuerzos igualmente desesperados de alcanzar una vida elevada a partir del ser de la masa. De lamayor parte de ellos puede decirse que reaccionan

de una manera auténticamente romántica a formas ycontenidos hace tiempo desmoronados por obra dela crítica, en parte justificada, de la ratio capitalista.Quieren encadenar de nuevo al hombre con la natu-raleza con más firmeza que aquella con la que hoy lepertenece, y encuentran la anexión a la esfera de loSuperior no a través de una relación con la razón to-davía no realizada en el mundo, sino mediante la reti-rada a contenidos de sentido mitológicos. Su destinoes la irrealidad ; puesto que, cuando algún lugar en el

mundo es atravesado por el resplandor de la razón,incluso la más sublime figura que pueda oscurecerladebe perecer. Las empresas que, sin tomar en consi-deración nuestro lugar histórico, aspiran a reconstruir una forma de Estado, una comunidad o una forma decreación artística cuyo portador es un hombre ya to-cado por el pensamiento del presente, un hombre que por derecho ya no exis-

 te, tales empresas no resisten al ornamento de masas en su bajeza, y el hechode orientarse hacia ellas no supone elevación alguna sobre su banalidad superfi-cial y vacía, sino una huida ante su realidad. El proceso conduce a través del or-

namento de masas, no desde él hacia afuera. Ese proceso sólo puede avanzar siel pensamiento pone límites a la naturaleza y produce al ser humano tal comoes cuando el punto de partida es la razón. Entonces cambiará la sociedad. Y en-

 tonces desaparecerá el ornamento de masas y la propia vida humana asumirá losrasgos de aquel ornamento en el que ésta se expresa, frente a la verdad, en loscuentos de hadas   ❍

TRADUCCIÓN: VICENTE JARQUE

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Footlight Parade (Desfile de candilejas,

Lloyd Bacon, 1933)

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