l ujuria

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La lujuria es un excesivo amor por los placeres de la carne. Es la prostitución del amor, la extensión del amor a sí mismo hasta un punto donde el ego se proyecta en otra persona y la ama bajo la ilusión que es el tú amado. El verdadero amor está dirigido hacia una persona, la cual es vista como irreemplazable y única, pero la lujuria excluye toda consideración personal en favor de una experiencia de los sentidos. El yo coloca de forma equivocada rótulos modernos sobre la lujuria pretendiendo que éste es un pecado necesario para la “salud” o para una “vida plena” o para “expresar la personalidad”. El fervoroso intento de otorgarle una garantía científica a esta conducta es, en sí mismo, una indicación de cuán grande es la renuencia que normalmente siente la gente a considerar esta ruptura de la ley moral como el pecado que en realidad es. Hoy en día, los hombres y mujeres están aburridos y descontentos; se vuelven entonces hacia la lujuria para compensar su aflicción interior, sólo para, al final encontrarse hundidos en una mayor desesperanza. Como dice San Agustín: “Dios no obliga al hombre a ser puro; deja solos exclusivamente a quienes merecen ser olvidados”. La lujuria es una desviación del centro de la personalidad del espíritu a la carne, del yo al ego. En algunas instancias, sus excesos nacen de una conciencia intranquila y del deseo de escapar de su persona hacia otras. Algunas veces existe el deseo contrario de hacer del yo algo supremo a través de la subordinación de otras personas a él. En sus etapas posteriores, el libertino encuentra que ni la liberación de su ser ni la idolatría son posibles por un tiempo demasiado prolongado; el alma es llevada de vuelta a su ser y, por lo tanto, a un infierno interior. El efecto de la lujuria en la voluntad se manifiesta como un odio a Dios y la negación de la inmortalidad. Asimismo, los excesos vacían la fuente de la energía espiritual hasta el grado tal que finalmente uno se vuelve incapaz de emitir un juicio sereno en ningún otro campo. Lujuria no es igual a sexo, porque el sexo es puramente biológico y una capacidad otorgada por Dios. Tampoco es amor, que encuentra en el sexo una de sus expresiones legítimas. La lujuria es el aislamiento del sexo, del verdadero amor. No hay pasión que lleve más rápidamente a la esclavitud como la lujuria, así como no hay una cuyas perversiones destruyan más rápidamente el poder del intelecto y de la voluntad. Los excesos afectan a la razón de cuatro modos: pervirtiendo el entendimiento, de manera que uno se vuelve intelectualmente ciego e incapaz de ver la verdad; debilitando la prudencia y el sentido de los valores, por lo que se desemboca en la temeridad; vigorizando el amor propio y hasta generar la irreflexión; debilitando la voluntad hasta que el poder de decisión se pierde y uno se vuelve víctima de la inconstancia de carácter. Los efectos sobre la voluntad y la razón son desastrosos. En aquellos que se entregan repetidas veces a los excesos, es posible que haya un odio a Dios y a la religión y una negación de la inmortalidad. El odio a lo divino viene porque Dios es visto como un obstáculo para la autogratificación. Los libertinos niegan a Dios porque su omnipresencia significa que su conducta ha sido observada por Aquel que la reprobará. Hasta tanto esos individuos abandonen su animalidad egocéntrica, deben insistir en ser ateos, ya que sólo un ateo es capaz de imaginar que nadie lo observa. La negación de la inmortalidad es un efecto secundario de la lujuria. Puesto que el ególatra vive cada vez en la carne, la idea de un juicio se le vuelve más y más desagradable. Para aquietar sus temores, adopta la creencia de que nunca habrá un Juicio. Aceptar la inmortalidad significaría una responsabilidad que el lujurioso ego del libertino teme enfrentar, ya que, si lo hiciera, lo forzaría a transformar su vida entera. La mera mención de una vida futura puede llevar a esta persona a un furioso cinismo; que le recuerden la posibilidad del juicio aumenta su angustiosa ansiedad. Todo intento de salvar a una persona así es visto por ella como un ataque a su felicidad.

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  • La lujuria es un excesivo amor por los placeres de la carne. Es la prostitucin del amor, la extensin del amor a s mismo hasta un punto donde el ego se proyecta en otra persona y la ama bajo la ilusin que es el t amado. El verdadero amor est dirigido hacia una persona, la cual es vista como irreemplazable y nica, pero la lujuria excluye toda consideracin personal en favor de una experiencia de los sentidos. El yo coloca de forma equivocada rtulos modernos sobre la lujuria pretendiendo que ste es un pecado necesario para la salud o para una vida plena o para expresar la personalidad. El fervoroso intento de otorgarle una garanta cientfica a esta conducta es, en s mismo, una indicacin de cun grande es la renuencia que normalmente siente la gente a considerar esta ruptura de la ley moral como el pecado que en realidad es. Hoy en da, los hombres y mujeres estn aburridos y descontentos; se vuelven entonces hacia la lujuria para compensar su afliccin interior, slo para, al final encontrarse hundidos en una mayor desesperanza. Como dice San Agustn: Dios no obliga al hombre a ser puro; deja solos exclusivamente a quienes merecen ser olvidados.

    La lujuria es una desviacin del centro de la personalidad del espritu a la carne, del yo al ego. En algunas instancias, sus excesos nacen de una conciencia intranquila y del deseo de escapar de su persona hacia otras. Algunas veces existe el deseo contrario de hacer del yo algo supremo a travs de la subordinacin de otras personas a l. En sus etapas posteriores, el libertino encuentra que ni la liberacin de su ser ni la idolatra son posibles por un tiempo demasiado prolongado; el alma es llevada de vuelta a su ser y, por lo tanto, a un infierno interior. El efecto de la lujuria en la voluntad se manifiesta como un odio a Dios y la negacin de la inmortalidad. Asimismo, los excesos vacan la fuente de la energa espiritual hasta el grado tal que finalmente uno se vuelve incapaz de emitir un juicio sereno en ningn otro campo.

    Lujuria no es igual a sexo, porque el sexo es puramente biolgico y una capacidad otorgada por Dios. Tampoco es amor, que encuentra en el sexo una de sus expresiones legtimas. La lujuria es el aislamiento del sexo, del verdadero amor. No hay pasin que lleve ms rpidamente a la esclavitud como la lujuria, as como no hay una cuyas perversiones destruyan ms rpidamente el poder del intelecto y de la voluntad. Los excesos afectan a la razn de cuatro modos: pervirtiendo el entendimiento, de manera que uno se vuelve intelectualmente ciego e incapaz de ver la verdad; debilitando la prudencia y el sentido de los valores, por lo que se desemboca en la temeridad; vigorizando el amor propio y hasta generar la irreflexin; debilitando la voluntad hasta que el poder de decisin se pierde y uno se vuelve vctima de la inconstancia de carcter.

    Los efectos sobre la voluntad y la razn son desastrosos. En aquellos que se entregan repetidas veces a los excesos, es posible que haya un odio a Dios y a la religin y una negacin de la inmortalidad. El odio a lo divino viene porque Dios es visto como un obstculo para la autogratificacin. Los libertinos niegan a Dios porque su omnipresencia significa que su conducta ha sido observada por Aquel que la reprobar. Hasta tanto esos individuos abandonen su animalidad egocntrica, deben insistir en ser ateos, ya que slo un ateo es capaz de imaginar que nadie lo observa.

    La negacin de la inmortalidad es un efecto secundario de la lujuria. Puesto que el eglatra vive cada vez en la carne, la idea de un juicio se le vuelve ms y ms desagradable. Para aquietar sus temores, adopta la creencia de que nunca habr un Juicio. Aceptar la inmortalidad significara una responsabilidad que el lujurioso ego del libertino teme enfrentar, ya que, si lo hiciera, lo forzara a transformar su vida entera. La mera mencin de una vida futura puede llevar a esta persona a un furioso cinismo; que le recuerden la posibilidad del juicio aumenta su angustiosa ansiedad. Todo intento de salvar a una persona as es visto por ella como un ataque a su felicidad.

  • La creencia en Dios y en la inmortalidad hara que el ego libertino deseara ser un yo, pero cuando no est listo para abandonar su vicio, debe negarse a mantener ese tipo de pensamiento. Sera bueno que los defensores de la religin, al tratar con eglatras que estn momentneamente perdidos en los lodazales de la lujuria, aprendieran que debe existir una voluntad de cambio previo a un cambio en la creencia religiosa. Una vez que el libertino abandona el mal, buscar la Verdad, porque ya no necesita temerle.

    La lujuria no tiene relacin con la lcita expresin del sexo dentro de un matrimonio legtimo. El amor matrimonial es la formacin del nosotros, que es la extincin del ego-centrismo. En el amor matrimonial, el yo busca el crecimiento completo del T, de la personalidad opuesta al yo. No existe momento ms sagrado que aquel en que el ego se rinde a otra personalidad, de manera tal que la necesidad de poseer desaparece en la alegra de amar a la otra persona. Estos amantes nunca estn solos, porque se necesitan tres y no dos para hacer el amor, y ese tercero es Dios. Un ego ama a otro ego por lo que ste da, pero el yo ama a otro yo por lo que es. El amor es la unin de dos pobrezas que dan surgimiento a una gran riqueza.

    El divorcio, la infidelidad, la ausencia planeada de hijos, los matrimonios no vlidos, son otras tantas parodias y herejas contra el amor, y aquello que es enemigo del amor, es enemigo de la vida y la felicidad.