la amenaza chola

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Martha Irurozqui nos da una perspectiva historica de lo popular ente 1900 y 1930

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  • Estudios y Debates

    de raza, etnicidad, gnero, clase social, contexto nacional e internacional de las luchas predictadura) dara por lo menos para escribir un voluminoso ejemplar. Esperemos que en el futuro lo consigamos. Pero donde creo ms pertinente las observaciones realizadas por Mathews es en la morosidad en el tratamiento de fronteras como democracia- dictadura, libertad-libertinaje, y la confusin en la cultura poltica tucumana que atraviesa clases y credos: la diferenciacin entre orden civil y orden militar.

    L a relacin que hace Heredia, desde su experiencia en las plantaciones azucareras brasileas, entre el lobisn y la familia es muy suge- renle. El documento del pobre es la familia da como para repensar la relacin entre familia, solidaridad, lo social y construccin de gnero, ya que en la nica versin que obtuvimos y que liga Lobisn con Familiar, la patronal incita a destruir aquellas familias extensas cuyo padre engendr siete hijos varones. La unin de estos varones con su padre atemoriza a la patronal; es un grupo que reclama, que pelea; y no el obrero solo, paria que termina devorado, o hroe que derrota al Familiar, pero que se va y no engendra nada, como sugiere Mathews. Esta temtica seguramente merecer ms atencin en el futuro.

    Creo que Taussig, ms all de los aportes tericos en sus obras; de sus desafos, de sus advertencias, de su audacia para tratar estos complejos temas, abre un camino retrico de construccin de una nueva etnografa, donde las disconti-nuidades, rupturas, empatias que sentimos, percibimos e intentamos inteligir durante el trabajo etnogrfico, pueden representarse en su texto. Que por ello debe ser arduo, por partes laberntico; poblado de voces, silencios, emociones, clivajes.

    Por fin Leoni Pinto en su entusiasta comentario propone otros terrenos que deberamos tener presentes para profundizar la cuestin. El rol de la Iglesia tercermundista y tambin las resonancias msticas populares de algunos lderes de la guerrilla de los 70 como Santucho y el mismo Ramn Rosa Gimnez, de quien tenemos narraciones de obreros sobre su vida cotidiana y sobre los episodios que rodearon su muerte que lo enarbolan como un hroe popular, ubicndolo en una frontera entre el bandolerismo justiciero y la poltica. Por otra, parte la historia y la cultura de la militancia y de las formaciones guerrilleras de los 70 es otra tarea importante desde la perspectiva que, stas como actores, contribuyeron a la generacin de aquello que en Tucumn se vivi por el conjunto como una guerra.

    Revista Andina, Ao 13

    La amenaza chola. La participacin popular en las

    elecciones boiiwianas, 190049301

    Marta Irurozqu Victoriano

    Pues basta un ligero anlisis de la historia para saber que, aparte de la mediterraneidad de la nacin, que es uno de los ms grandes factores en contra de nuestro total desarrollo, son los gobernantes cholos, con su manera especial de ser y concebir el progreso quienes han retardado el movimiento de avance en la repblica, ya no nicamente bajo el aspecto institucional, sino tambin en sus factores econmicos e industriales, de tan grande influencia en el mundo (Arguedas 1922: 58).

    Terminada la Guerra Federal boliviana de 1899 con el triunfo del Partido Liberal frente al Conservador, se inici un periodo de debates polticos en el que la discusin de lo nacional conllevaba la discusin del problema indgena. El qu hacer con el indio, tan repetido en la prensa y en los ensayos de la poca, al encerrar una interrogante general sobre el diseo de Bolivia como nacin, fue tambin un qu hacer con el mestizo2; un qu hacer

    Este trabajo fue realizado gracias a un Proyecto I+D (SEC 930780 C02 02) financiado por el Ministerio de Educacin y Ciencia espaol.Se utilizan las categoras indio y mestizo-cholo no porque la complejidad social y tnica boliviana se reduzca a ellas, sino porque en los textos discursivos empleados se usan tales trminos con la intencin de presentar un universo polarizado entre lo popular y la elite, entre lo mestizo e indio y lo blanco, entre lo errneo y lo correcto, entre lo que destruye la nacin y lo que la construye. Si bienlo indgena no admite variables y pertenece por completo en su calidad de campesino al grupo subalterno, lo mestizo posee escalas que van desde el pequeo propietario rural al terrateniente que debe su status a los excesos e inestabilidad caudillista, desde las autoridades locales, curas, corregidores, subprefectos, hasta el presidente de la Repblica, desde el pobre artesano al agitador poltico.

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  • Artculos, Notas y Documentos

    con sectores populares urbanos agresivos y emergentes, con una poblacin mayoritaria cuyas posibilidades de movilidad social y de definicin de lo poltico y lo pblico amenazaban las tradicionales relaciones de poder.

    / Dado que el objetivo de este trabajo es ahondar en la comprensin de la lgica interna del comportamiento de la elite a travs de los discursos literarios y polticos que gener sobre otros sectores sociales, ambas preguntas permiten poner de manifiesto cmo la discusin de la elite sobre la participacin india y mestiza en la vida pblica boliviana informaba ms de sus divisiones y competencias internas, que del desenvolvimiento de dichas poblaciones. Se parte del presupuesto de que si bien la conversin del indgena en trabajador dcil y esforzado era uno de los objetivos fundamentales de la preocupacin poltica por l, el problema del mestizaje y del destino, funciones y cualidades del mestizo era el tema que subyaca y articulaba el debate sobre qu hacer con el indio. La insistencia discursiva no slo en la imagen contradictoria de ste como vctima y criminal, sino tambin en responsabilizar de ello a la poblacin mestiza en su triple versin de autoridad, hacendado y cura, informa, primero, de cmo se busc evitar la conversin del indio en mestizo y, segundo, del modo en que se trat de controlar la capacidad electoral de ste a travs de la invalidacin de lo indio.

    Es sobre este ltimo aspecto sobre el que gira el presente estudio, interesado en reconstruir el imaginario colectivo de la elite a travs de los miedos, resentimientos y. desprecios dirigidos a los sectores populares. Bajo el principio de que no existen entre la elite diferencias partidarias sociales o profesionales y que las distinciones ideolgicas informan slo de un acceso diferenciado al poder, causante de las denuncias de fraude y abuso electoral ^ por parte de la oposicin poltica, en este texto se van a discutir tres cuestiones. Primero, el I 1 alcance de las presiones internacionales y los modelos polticos en la definicin de elite de Bolivia como nacin; segundo, las formas que emplea el grupo privilegiado para descalificar el voto mestizo; y, tercero, la utopa rural. Tales aspectos estn trabajados a partir de ensayos y novelas, escritos, entre 1900 y 1950, por autores que, a excepcin de Carlos Medinacelli y Antonio Daz Villamil, pertenecieron a la llamada Generacin de la Amargura. Su participacin en la poltica boliviana, tanto en el gobierno como en la oposicin, durante las tres primeras dcadas del siglo XX, su interpretacin de s mismos como progresistas e incluso revolucionarios, y su cercana o marginacin respecto al poder hacen de sus opiniones polticas y sociales un reflejo de las preocupaciones de la elite en cuanto a clase, al igual que resultado de sus obsesiones concretas como individuos perteneciente a la elite intelectual. Dado que son autores con reflexiones y propuestas diferentes y contradictorias no slo unos respectos a otros sino tambin respecto a s mismos, en este artculo nicamente se recoge

    La dificultad de delimitar en lo mestizo lo que pertenece a la elite y lo que pertenece a lo popular, y el peligro de nivelacin social que esto conlleva en un pas lleno de contradicciones de identidad, hacen de esta categora una expresin de los miedos y frustraciones de una sociedad acostumbrada a definirse por oposiciones jerrquicas. De esta manera aunque la elite participe de lo mestizo, tal palabra no est destinada a ella, sino que junto al trmino cholo se refiere al producto pebleyo de las razas europea e india o al indio sin mezcla de sangre proviniente de otras razas, que adquierecostumbres de los blancos, viste como stos y habla el castellano (Paredes 1906: 177), a las claseshumildes, a la enorme masa de artesanos, obreros y dems gente que se dedica a trabajos manualesy otras muchas cosas tiles (Pedregal 1924: 155).

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    Irurozqui: La amenaza chola

    una sntesis de sus coincidencias; esto es, aquellos aspectos que les confieren una lgica de grupo y los unifican en un proyecto comn. En este sentido, es conveniente resaltar el disgusto que todos ellos expresaron hacia la poblacin mestiza-chola, o mejor dicho, su negacin a que la construccin nacional boliviana se resolviese con una definicin del pas como mestizo, tal como ocurri en otros lugares3. Este desagrado discursivo por lo cholo, sintetizado en hacer culpable a esta poblacin de todos los defectos y vicios bolivianos, no comenz ni se cerr con ellos, pero s adquiri a travs de sus obras una legitimidad formal que fue refrendada por la opinin pblica. La necesidad de resaltar la continuidad y vigencia del prejuicio anti-mestizo y sus vinculaciones con los tpicos del caudillismo y el militarismo explica la inclusin en el artculo tanto de las novelas de Medinacelli y de Daz Villamil como de algunos de los ensayos postumos de Rigoberto Paredes.

    1. Una nacin con condiciones

    La elite boliviana viva sometida a una doble exigencia referida al destino que quera darse a s misma y a la necesidad de que Bolivia fuera reconocida como una nacin moderna. Su desarrollo como clase dependa tanto de la competencia y reconocimiento entablado con las elites extranjeras, como de las cuotas de poder que alcanzase en su propio espacio. Por un lado, esa situacin requera una construccin nacional independiente que reuniese todas las virtudes de civilizacin y progreso necesarias para formar parte de los pases adelantados. Por otro, conllevaba una interpretacin de su entorno y de las posibilidades de ste en funcin de ideales europeos4, que, al no coincidir con el escenario tnico boliviano (Paredes 1965:107), atrapaban a la elite en un conflicto de identidades, agudizado por las barreras culturales. Si la realizacin de una nacin representativa era beneficiosa para su propio desenvolvimiento grupal, la poblacin de indios y cholos (Paredes 1965: 182) no lo era tanto, en la medida en que seran sus caractersticas raciales las que definiran lo boliviano:

    Sin poder decir por eso que se haya roto la monotona calmosa en que vegetan las sociedades bolivianas, ni haya cambiado tampoco el extrao aspecto de sus ciudades, con su aglomeracin de indgenas que al conservar sin merma sus trajes heredados del coloniaje, con pocas variantes, constituyen una singular sorpresa para los viajeros de otros paises, que retoman a sus lares llevando el convencimiento absoluto y cabal de

    3 Durante el periodo estudiado, nicamente en el Departamento de Cochabamba se advierte un inters discursivo por alcanzar una definicin de lo nacional a travs de lo mestizo. Pero a juzgar por la novela Juan de La Rosa, de Nataniel Aguirre, que sirvi y sirve de ejemplo sustentador de tal idea, este esfuerzo encierra una ambicin regional, un deseo de que el pas se defina por una nica identidad, la cochabambina. En este sentido, el regionalismo cochabambino combatira la hegemona pacea mediante una exaltacin del mestizaje, nica va de solucin de lo nacional, y, por tanto, inevitable camino de reconocimiento del derecho del Departamento de Cochabamba a su independencia econmica y poltica (Gotkowitz 1994).

    4 Este gusto por modelos aparentemente forneos no fue un fenmeno de dependencia cultural ni de imitacin, se trataba de una reivindicacin a la que las elites criollas tenan derecho legtimo por origen y por educacin.

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  • Artculos, Notas y Documentos

    que el elemento indgena es el que todava predomina en las urbes bolivianas en este siglo trgicamente ilustrado con la guerra (Arguedas 1922: 556).

    Desarticulados de la civilizacin, sin ser salvajes ni propiamente siervos, los indios, cuyo nmero pasa de un milln, constituyen en la Repblica casi un peso muerto, dndonos el tipo de poblacin indgena que es como se conoce a Bolivia en el extranjero (Salmn Ballivin 1926: 148).

    Siente repugnancia por nuestro pas. Me lo ha dicho a gritos y con tremenda franqueza y con una clera incontenible: preferira ahogar a mi hijo en el vientre antes de que nazca en esta miserable tierra de indios! (Daz Villamil 1967: 187).

    f El disgusto por esa imagen llev a la elite a negar o a posponer sus posibilidades i nacionales (Paredes 1906: 236-37). No poda ser reconocida como perteneciente a un pas indgena, porque eso la igualara a una poblacin que consideraba inferior (Arguedas 1922: 55), desapareciendo, por consiguiente, la lgica de sus privilegios y descendiendo jerrquicamente respecto a otras elites nacionales, para las que seran simplemente advenedizos enriquecidos o clases altas de segunda categora. Era, por tanto, prioritario demostrar que Bolivia no era una nacin de indios para impedir que fuese reconocida en el exterior a travs de stos y para reafirmar la validez de la elite boliviana frente a sus homnimas. Para ello, era bsico que el grupo privilegiado encontrase alguna solucin (Paredes 1906: 124) que homogeneizara tnicamente Bolivia hasta convertirla en un pas a su medida y gusto, que pudiese ser visto en el exterior tal como ese grupo consideraba que era la forma correcta de ser visto, interpretado y aceptado. Entre tanto cualquier acto sospechoso de barbarie o atraso sera responsabilidad de esa masa salvaje e inferior que obstaculizaba el desenvolvimiento nacional del pas (Paredes 1906: 192-193), impidiendo a la minora culta y blanca hacerse cargo de ste e incluso obligndola a desentenderse de la vida poltica.

    A su vez, esa actitud abocada a lo occidental entraba en contradiccin con el imperativo de que Bolivia demostrase su independencia colonial, su originalidad e integridad nacionales a partir de lo que no fuera europeo, esto es, a partir de sus antecedentes indgenas. Como la superioridad racial slo se (iba) formando a base de tradicin (Saavedra 1901), y sta provena irremediablemente del pasado, la solucin a tal dilema estuvo en el culto de la grandeza legendaria y ya perdida de quechuas y aymaras, que se combin perfectamenta- mente con la subestimacin del indio real, degenerado culturalmente por la presencia espaola y del que slo se podan heredar taras (Mndez 1993). La mitificacin de los antepasados incas justific que en el medio literario se rechazara el exotismo extranjero y se abogase por el rescate de las cosas de la propia tierra, de nuestro carcter, paisaje, costumbres y modos de vida5, al tiempo que se suscriban las opiniones de Alberdi acerca de que difcilmente se poda realizar la repblica representativa, es decir, el gobierno de la sensatez, de la calma, de la disciplina, por hbito y virtud ms que por ocasin, de la abnegacin y del desinters, si no se alteraba profundamente la masa o pasta de que se compone nuestro

    5 Carta de Alcides Arguedas a Gabriela Mistral, Alta Mar, 10 de julio de 1922 (Arguedas 1979: 289).

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    pueblo-americano (Arguedas 1922: 510-511). Asimismo, la defensa de lo propiamente boliviano encerraba tambin una posible referencia a la conflictiva situacin de Bolivia frente a otras naciones vecinas y a las sucesivas prdidas territoriales que haba tenido frentea stas en guerras como la del Pacfico (1879-1881) y del Acre (1903). ..

    Entre las razones que los intelectuales y polticos bolivianos expusieron para explicar el retraso nacional de Bolivia destacan cuatro aspectos interrelacionados: la ausencia de cultura j~- poltica de la poblacin, el abuso indiscriminado de los indgenas por parte de los mestizos, el j excesivo localismo y la persistencia del caudillismo. El primero de ellos resume el principal . argumento dado por la elite para retrasar la extensin del estatuto de ciudadano a aquella j poblacin que sta consideraba no apta para ser presentada junto a ella como nacional. La definicin de Bolivia como una repblica democrtica implicaba no slo que el candidato ganador en las elecciones acceda al poder asumiendo la representacin del pueblo6, depositario legtimo de la hegemona, sino que a los individuos que componan ese pueblo tena que considerrseles ciudadanos. La necesidad de disminuir el peligro que conllevaba la admisin de la voluntad popular, a travs de la generalizacin de la ciudadana, llev a la elite a declarar la inmadurez poltica de gran parte de la poblacin boliviana, a la que era necesario tutelar para que en un futuro se convirtiera en un pueblo digno de ejercer la soberana.

    Para reaccionamos y vivir como naciones civilizadas, necesitamos reformar nuestra civilizacin extica, estudiar nuestras provincias, compenetramos de la idiosincracia del pas, a comprender de l mismo sus necesidades y el modo como estima que podra satisfacerse; slo as combatiremos con xito las fatalidades de la geografa y la raza, que impiden nuestro progreso y que nos ponen a un nivel muy bajo de las naciones vecinas, con quienes comenzamos la carrera de la civilizacin y la historia y que ahora nos llevan gran ventaja (Paredes 1906: 159-160).

    Si bien era a travs del progreso econmico y de la educacin moderna como dicha , poblacin iba a acceder a la calidad de ciudadanos (Irurozqui 1992: 195-196), haba que ser i ' muy cautelosos con el modo en que tales medidas se iban a desarrollar. Admitida la ineficacia de la instruccin pblica vigente en la creacin de un sentimiento nacional (Paredes 1956: 124-25), un nuevo e incorrecto uso de las escuelas indgenas podra traer peores consecuen- r cias. En lugar de ayudar a que los grupos subalternos asumieran pacficamente el papel que 1, la elite les destinaba en su construccin grupal y nacional, esto es, el de trabajadores tiles ' y esforzados desinteresados de los avatares de la vida poltica, estas instituciones podran hacerlos adquirir conciencia de su situacin y del alcance de sus derechos de participacin y representacin pblicas. La democratizacin cultural no slo dejara a los indios a merced de demagogos, sino que inculcara en ellos impulsos de rebelda que se traduciran en sublevaciones contra la mancomunidad criolla-mestiza, con la consiguiente subversin del orden vigente hasta entonces:

    6 Respecto al contenido ambiguo, variable y confuso de este trmino vease El pueblo soberano: incertidumbres y coyunturas del siglo XIX en Franfois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispanas, (Mxico: MAFRE-FCE, 1992), 351-381 y Mxico: Del antiguo rgimen a la revolucin (Mxico: FCE, 1991).

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    Si tal ocurre hoy, qu suceder maana cuando el indio preado de odios y venganzas contra el blanco y el mestizo, asimile y se apodere a medias de la cultura y civilizacin de stos?... (Paredes 1956: 97).

    Haba entonces que educar y reformar pero bajo criterios minuciosos que mantuvieran la confusin entre el concepto de pueblo depositario de la hegemona y de pueblo como

    S conjunto concreto de sujetos que va a ejercer el poder. A la espera de que la poblacin se 1 transformara en pueblo, la democracia consistira en el gobierno de una minora que gozaba de la representacin del pueblo futuro (Guerra 1992: 380). Pero para que esa direccin fuese legtima era imprescindible explicar las causas que imposibilitaban la participacin de todos los habitantes del pas en la vida pblica, esto es, las razones que hacan del indio y del cholo factores de retroceso nacional.

    A travs de la prensa, las novelas, los ensayos y los discursos parlamentarios, los intelectuales y polticos dijeron que despus de la Guerra de la Independencia, los abusos de las autoridades mestizas y el empleo del alcohol y de la coca provocaron la miseria y despoblacin en las provincias, vctimas de la anarqua y la guerra civil, y, por ltimo, del militarismo (Paredes 1956: 119, 115 y 130). La leva de hombres, las contribuciones forzosas, las dilapidaciones, las vociferaciones de los charlatanes y traficantes polticos enviciaron los hbitos de los provincianos, bastardeando su carcter y hacindoles malos y holgazanes. Esto tuvo varios resultados. Por una parte, los principales vecinos, tas familias acaudaladas y las personas inteligentes, emigraron a las ciudades seguras de tener en ellas posicin

    o social espectable, comodidades y porvenir sus descendientes (Paredes 1906: 80), quedando en el lugar los peores elementos sociales que hacan desaparecer de los pueblos las garantas individuales y obligaban a la juventud a militar y aniquilarse en los ejrcitos banderizados (Paredes 1956: 182). Para colmo, la inmigracin de europeos ces tambin con la Independencia de las colonias, sin que sus pobladores pudieran ser sustituidos por ninguna otra raza superior (Paredes 1956: 80), dejando a las provincias y a los cantones esquilmados y reducidos a familias pobres, de escasa o ninguna instruccin, presa fcil de rencillas mezquinas que algunas veces se desencadenan en hechos sangrientos (Paredes 1906: 81). Por otra parte, los adelantos introducidos por los espaoles en la labranza del suelo no se desarrollaron, con el agravante de que la tranquilidad de que disfrutaban los campesinos durante la colonia desapareci con las levas y las exacciones de que eran objeto, cuando los cuerpos del ejrcito pasaban por sus lares, obligndoles a satisfacer esa contribucin forzosa y gratuita de vveres, conocida por el nombre de ramas. Como consecuencia de ello, los indios quedaban quebrantados en sus intereses y distrados de sus ocupaciones habituales y los dueos de haciendas ms preocupados de la poltica que de atender sus propiedades (Paredes 1956: 199-200).

    Esto provoc que el nmero de colonos disminuyera en casi todos los fundos rsticos debido a su inmigracin constante a la ciudad, donde encuentran abundante trabajo, fcil y lucrativo, sin las contingencias ofrecidas por los aos escasos y las fiebres paldicas. Adems, como el ganado correspondiente a los ex-comunarios haba sufrido una notable disminucin, causada por las enfermedades y por las exacciones ejecutadas por las autoridades subalternas que ejercen mando en las jurisdicciones donde viven, las cuales persiguen con demasiada insistencia a los indios para que les vendan vacas, corderos y otras especies a precios nfimos

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    Irurozqui: La amenaza chola !o les arrebaten sin retribuirles su valor, los terrenos que componan las fincas del Altiplano estaban esterilizados por la ausencia del estircol del ganado comunal (Paredes 1911: 139). En cuanto a lo segundo, a la actitud displicente de los hacendados tradicionales, sta hizo que la raza mestiza que ha sucedido a esos laboriosos y emprendedores propietarios descuidara y abandonase al aborigen el laboreo de la tierra (Paredes 1911: 205), al que tampoco se poda atribuir todo el estado de atraso o estacionario de la agricultura acusndolo de ser refractario a lodo progreso (Paredes 1956: 205), sobre todo porque los nuevos hacendados mestizos haban dejado que se apoderase de l un espritu de indolencia, al impedirle que se enriquecierao que obtuviera frutos abundantsimos, sin pensar en quitarle sus terrenos labrantos, frtileso arrebatarles sus cosechas a precios nfimos (Paredes 1911: 134).

    A la despoblacin de las provincias se aade otro impedimento para el desarrollo nacional: el sentimiento localista de la poblacin boliviana. La mayor parte de los pueblos que componan la provincia se encontraban divididos en bandos, que se odiaban encarnizadamente (Paredes 1906: 83), debido a que sus habitantes, en su mayora mestizos, haban heredado los sentimientos de exclusivismo localista, obsecados y estrechos que dominaban al indio. Este posea un profundo sentimiento localista, un intenso apego al terruo, que exclua en su entendimiento la solidaridad nacional y en su corazn el cario a la patria grande, impidindole entender la Constitucin Poltica del Estado y darse cuenta que pertenece a la Repblica de Solivia (Paredes 1956: 106-107). Como el amor prehistrico al ayllu con todos sus exclusivismos y caracteres particulares reapareca en el egosmo departamental dominante, la triste condicin que fisonomiza al Estado boliviano slo poda cambiar renovando a los elementos tnicos, esto es, a travs de la inmigracin, en mayor escala, de razas, que al mezclarse con las nuestras, ahogarn seguramente tales egosmos e irn poco a poco infundiendo en el alma boliviana sentimientos de verdadero nacionalismo (Paredes 1956: 109).

    En resumen, a nivel discursivo se concluy que el militarismo7, entendido como caudillismo, favoreci el renacimiento del regionalismo, a la vez que gener malos mestizos que, con sus abusos, obligaban tanto a los vecinos acaudalados de las provincias, como a los indios a desatender sus obligaciones agrarias y a emigrar a la ciudad. El campo se despoblaba de hacendados capaces y de laboriosa mano de obra, reducindose la riqueza agraria del pas y las posibilidades de progreso de ste. En contrapartida, en la ciudad creca la poblacin chola, originada por la inmigracin india, que por su falta de instruccin era una vctima fcil de los demagogos. Estos, ansiosos de acceder al poder, buscaban utilizarla como clientela en sus pleitos polticos. Por ello, la hacan creer fuente pura de todas las virtudes y abnegaciones, despertando en ella la vaga nocin de su valor como unidad y el concepto confuso todava de su fuerza (Ajguedas 1922: 52 y 512), con lo que era arrastrada a la fcil concepcin de un igualitarismo brbaro, difundido por todos los demagogos verbosos y sin disciplina segn la cual un albail o un carretonero rstico valen o representan idnticas

    En la Fiesta de Santiago en la Provincia de Laja, pasada la procesin, los concurrentes disfrazados de militares, se dirigen a diversas rancheras indgenas a merodear y cometer violencias, autorizados por los perjudicados que, conocedores de estas costumbres, les esperan con viandas. Cuando alguien es pregunta porqu aceptan esas rapias responden: son militares, si no abusasen y robasen no seran tales (Paredes 1955: 173).

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  • Artculos, Notas y Documentos

    fuerzas que un inventor, un sabio o un estudioso (Arguedas 1922: 512,52 y 53). El resultado era la aparicin de un populacho ignorante que deseaba hartarse con el robo de los bienes de los que se decan superiores (Arguedas 1903: 129) y que careca de grandes preocupaciones ideales, al estar slo interesados en alcanzar brillo social, figuracin poltica y a la ostentacin de ttulos o riquezas. A pesar de esas taras, el cholo tena la caracterstica de rechazar toda imposicin ilegal de las autoridades, pero los gobernantes, lejos de cultivar esas buenas cualidades y encausarlas en un sentido que sea beneficioso para el pas, hacen esfuerzos para ahogarlas y envilecer a los que las poseen; de ah que un mal caudillo hiciera ms dao al pas que una epidemia mortfera, porque si sta ataca a los cuerpos, hace aquel estragos en el alma de los ciudadanos. La corrupcin del pueblo boliviano se debe a sus caudillos (Arguedas 1922: 52, 188-189).

    De lo anterior se desprende que la elite perciba lo popular como un universo inquietante y amenazador habitado por indios y cholos. Los primeros eran objeto de innumerables abusos que, a la larga, los incapacitaban para desenvolverse como ciudadanos, a no ser que fueran tutelados por la mancomunidad criolla-mestiza, que a travs de la reforma educativa pretenda devolverles la humanidad y salvarles del estado de barbarie en que se encontraban. Como los largos perodos de dominacin haban doblegado su carcter, amortiguando las luces de su inteligencia, educndolo slo para trabajos mecnicos, labores agrcolas y pastoriles (Paredes 1906: 77), la regeneracin del indgena deba centrarse en el rescate de sus virtudes laborales:

    En Bolivia, si el indio desapareciera, no podra ser reemplazado. En efecto, l est admirablemente adaptado a las elevadas tierras del altiplano y se entrega a los duros trabajos agrcolas sin mostrarse molestado por la rarefaccin del aire, lo que no sucede con el europeo. Este vive muy bien en las ciudades de grandes altitudes, pero con la condicin de morigerar en l algo de sus actividades naturales. La oxigenacin es ms lenta y, por consiguiente, en un trabajo igual el corazn debe hacer un esfuerzo mucho ms considerable. El europeo que duerme siete horas en su pas de origen, tiene necesidad de nueve a diez horas de sueo en el altiplano. Se concibe, pues, fcilmente que estas necesidades no cuadren bien con los gastos enormes de energa que debe desplegar el agricultor, resultando de aqu, necesariamente que el campesino europeo no ir a instalarse en el altiplano para dedicarse al trabajo de la tierra y que el indio desde luego deviene indispensable (Paredes 1906: 120-21).

    La educacin del indio se converta, as, en un bien general y en una necesidad para la colectividad, ya que sin trabajadores dciles y esforzados difcilmente se iba a crear riqueza nacional. De ah que se dijera que la verdadera y nica profesin del indio era y debera ser la agricultura y que su educacin tena que girar alrededor de sta, slo de este modo se convertira muy pronto en fuerza viva, engrandecindose la nacin de una manera pasmosa, dejando de ser lo que es hoy, una riqueza negativa (Salmn Ballivin 1926:134,148 y 173). El objetivo era, entonces, evitar los males que obligaban al indio a trasladarse a la ciudad, esto es, impedir los abusos de las autoridades provinciales, la conversin del indio en soldado y el mal ejemplo que le proporcionaba el mestizo. Sin embargo, a pesar de la exaltacin de

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    las admirables condiciones de sus costumbres, de su naturaleza fsica y moral, que hacen de l uno de los factores humanos ms ricos y considerables que puede ofrecer la historia (Tamayo 1986: 163), el indio era el principal responsable del atraso boliviano. A consecuencia de la ubicacin geogrfica de Bolivia, el elemento tnico no se renov, de manera que los elementos dominantes de la raza, indios y cholos fueron desalojando paulatinamente, y no obstante los prejuicios de casta de las clases superiores, la poca sangre europea que qued en los comienzos del siglo (Arguedas 1988: 81). Al no existir renovacin en los grupos tnicos componentes del pas stos haban ido descendiendo en grado cultural, de tal manera que se poda afirmar que el origen del fracaso nacional y econmico de Bolivia, o mejor, de su retardada conformacin y de sus dificultades en el mercado internacional, resida en la presencia india. En la medida que se estableci un intercambio con la raza blanca, el indio la degener (Paredes 1992: 57). Se expandi el espritu sumiso y avasallable de las turbas indgenas, incapaces de guiar por s mismas sus propias deseos, y todo se fue acholando, aplebeyndose, ordinarizndose como todo se achola y se ordinariza en Bolivia desde hace muchos lustros, o desde la colonia, en suma, pues, repito igualmente, es el mestizaje el fenmeno ms visible en Bolivia, el ms avasallador y el nico que explica racionalmente y de manera satisfactoria su actual retroceso (Arguedas 1988: 328 y 377).

    Esta condena final del mestizo en su mltiples versiones de pequeo propietario, hacendado y autoridad local que abusa del indio, de indgena que se traslada a la ciudad y se hace cholo, de cholo vctima de los demagogos urbanos, de demagogo y de mal caudillo posibilita que el interrogante sobre qu hacer con el indio se convierta finalmente en qu hacer con el mestizo. El indio era un problema porque daba una imagen equivocada a Bolivia y porque generaba mestizos, pero resultaba imprescindible como trabajador, de ah que sufriese crticas y alabanzas contradictorias. Mientras no emigrase y permaneciera en su lugar, esto es, trabajando, sera tolerado e incluso objeto de proyectos de integracin nacional. En contrapartida, la variedad de representaciones del mestizo hacan de ste un elemento de inestabilidad social, al que no tena sentido ni ubicar ni tutelar, porque su calidad de no indio le daba acceso a los privilegios pblicos. Como masa electoral necesaria tena la capacidad tanto de ayudar a una faccin de la elite a subir al poder, como de acceder l mismo a ste. Ese poder tanto de legitimar un resultado electoral, como de confirmar con ello que Bolivia era un pas escrupulosamente democrtico haca que la elite dependiera de su participacin para continuar como grupo privilegiado y para definir su hegemona interna Pero como esa actuacin tena dos direcciones, una que refrendaba el poder oligrquico, y otra que subrayaba la presencia popular activa en la vida pblica, la elite se vio obligada a encontrar mecanismos de control y de invalidacin de la participacin mestiza8. Esto se tradujo en una conducta de exclusin pblica encubierta que a la larga perjudic a la elite, atrapada entre las frmulas de la poltica moderna y su negacin a reconocer los derechos reales que les competan a los grupos subalternos en la democracia por ellos querida. Veamos cmo esa confusin de ideas y trminos apareci en la contienda partidaria.

    8 Es preciso pensar en mecanismos como este u otro anlogo, para evitar reformas violentas en las que intervenga la fuerza militar o la oblicuidad de la fuerza bruta popular; recurso que en nuestro concepto no hara sino producir mayores transtomos perjudicando an ms nuestro prestigio ante el mundo civilizado que hace tiempo nos contempla con irritante mirada de piedad (Salmn Ballivin 1926: 22).

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    2. Los malos electores

    La imposibilidad de prescindir de la participacin electoral y clientelar del mestizo llev a la elite boliviana a responsabilizarlo de los problemas que su propia competencia interna generaba9. En los discursos que desarrollaron en medios acadmicos, el mal funcionamiento del rgimen de partidos polticos era resultado de la continuidad de las prcticas caudillistas, sostenidas gracias a la ignorancia, sentimentalismo, audacia y fanatismo de los cholos10. Estos, en sus ansias de mejora social, ofrecan su apoyo a cualquiera que los embriagara con los humos capciosos de ideas, que ni nosotros (la elite) comprendemos bien pero que las sabemos utilizar ptimamente; democracia, igualdad, socialismo, sufragio, que son para ellos ms perjudiciales que el aguardiente y la chicha (Pedregal 1924: 162). El descontento con el sistema poltico se manifestaba, entonces, mediante dos crticas. Una estaba dirigida a la incapacidad de los electores, y la otra destinada al ncleo diminuto de gente blanca que dominando por rasgos morales ambas castas y en la cumbre de la jerarqua social, se muestra hoy capaz, activa y sobresaliente, tal como se presenta en los medios de donde se procede (Arguedas 1922: 58). Este grupo era culpable del atraso boliviano en la medida en que con su ineptitud, negligencia y gandulera haba permitido la abundancia desproporcionada del elemento mestizo y el predominio pernicioso de la plebe. Esa accin les converta a ellos11 y a los demagogos blancos, que distraan a los mestizos de sus actividades manuales, en cholos ms intiles que todos los cholos (Pedregal 1924: 174). Con

    9 En la Constitucin poltica de Bolivia de 1880 vigente hasta la Constitucin de 1936 figura:De la ciudadana. Art. 33. Para ser ciudadano (luego para votar)se requiere: 1. Ser boliviano. 2. Tener21 aos soltero, y 18 casado. 3. Saber leer y escribir y tener propiedad inmueble o una renta anual de 200 bolivianos que no provenga de servicios prestados en clase de domstico. 4. Estar inscrito en el Registro Cvico (Trigo 1958).

    10 Las muchedumbres electorales son organizadas por el gobierno que con su poderosa influencia rene a su rededor numerosos partidarios que apoyen su poltica y acepten sus imposiciones, o por agitadores particulares que logran sugestionar a algunas personas que se convierten en sus admiradores y panegiristas, y unidos a los descontentos del rgimen imperante forman grupos que, a medida que dan crdito a las promesas seductoras de aquellos, crecen en nmero y poder, los proclaman candidatos y despus los convierten en caudillos (...). El ciudadano elector, al menos el de la clase indgena y mestiza, manifiesta invencible preferencia por los candidatos adocenados y de ningn valor intrnseco, pero que participan de los vicios y tendencias estrechas que le caracterizan y lo confunden con l. Al elector le agrada embriagarse y ser comprado por el elegido. La muchedumbre odia por instinto natural a los hombres notables por su talento y honradez que no se mezclan con ella, que no est a su nivel, y cuando los acepta, lo hace mediante influencias agenas, no nacidas de la colectividad por impulso propio; tales son las influencias electorales (Paredes 1992: 37 y 40).

    11 Adems, una gran porcin de personas conscientes que no se mezclan en poltica, permaneciendoindiferentes al triunfo, o la de derrota de los candidatos, cualesquiera que fuesen sus mritos o defectos; porcin compuesta por industriales engredos por la fortuna, por mdicos, abogados y artistas pagados de su suficiencia, que creen en su fatuidad descender de su alto rango al tomar parte en las luchas electorales, o en siquiera clasificarse de ciudadanos. Esa masa social de vanos y egostas, es la que facilita la exaltacin de los polticos mediocres, verdaderos simuladores del talento, que llegan a gobernar el pas sin control, cuando ella con slo asumir actitud poltica pudo desvirtuar los planes de stos, contrariar sus aspiraciones e imponer a la repblica una administracin honrada y progresista...De la prescindencia de los unos y de la alucinacin y apoyo de los otros surge el predominio de los malos elementos sociales (Paredes 1992: 38-39).

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    esa clasificacin, los errores polticos no tenan un carcter institucional sino personal, que afectaba a todos aquellos que favorecan el ascenso popular. Pero, aunque en principio todos eran culpables, la actitud de la mancomunidad criolla-mestiza reciba un trato ms benvolo, ya que, dada la miseria moral y fsica de la plebe boliviana, se comprendan sus escrpulos y desinters a participar en poltica.

    Por supuesto, esto slo ocurra a nivel de discurso. La vida poltica real perteneca a la elite, que utilizaba la presencia popular tanto para resolver su restructuracin interna, como para adjudicarle las equivocaciones polticas a nivel nacional que se desligasen de ese proceso. A travs de la insensatez y bajos instintos de la plebe, la oligarqua justificaba la necesaria y sana exclusin de sta de la vida pblica y el olvido de sus reivindicaciones sociales12. Adems, la apreciacin negativa de las actitudes colectivas de la poblacin chola demostraba cmo en Bolivia la raza desvirtuaba la democracia, impidiendo que esa va poltica fuera la ms adecuada para la modernizacin de un pas, que requera ideologas ms restringidas para acceder al progreso y la civilizacin:

    Es en mi concepto menos absurdo que pretender que la democracia y sus aditamentos puedan dar resultados donde no se los comprende (...). Se le da el nombre de Cosa Pblica, inters nacional, derecho ciudadano, deber cvico y otros cien ms, igualmente inintelegibles y aparatosos. Todo el mundo tiene que sufragar bajo pena de no s qu, pero por quin? Por el que le conviene al cacique, al subprefecto o por el que mediante la mdica suma de cinco pesos, cuatro reales y una botella de aguardiente y cuatro mentiras almibaradas, pasa a ser el propietario de su conciencia ciudadana, de su deber cvico, de su derecho democrtico, de su soberana y de cuanto en nombre de la democracia posee con ttulo inalienable e imprescriptible (Pedregal 1924: 164).

    Si Bolivia no se gobernaba por sus instituciones, ni se mantena por la justicia, porque en ella todo se desvirtuaba y destrua por el abuso de los gobernantes o de los partidos polticos y por la pasividad del pueblo en aceptar esas prcticas deformes, era porque el pas en su raza, en su cultura, en sus instituciones, en sus costumbres continuaba siendo un Estado en vas de formacin. Y como tal deba esperar a que la mezcla de razas diferentes con la cultura embrionaria diera lugar al tipo de boliviano definitivo (Paredes 1992: 96-97). Mientras esto ocurra, los modelos polticos internacionales quedaran en suspenso sin que ello significase la inferioridad de Bolivia, que tena que encontrar en sus propias caractersticas la solucin nacional. Al mismo tiempo, la elite quedaba disculpada del subdesarrollo del pas, porque sus actos apenas tenan relevancia en un territorio dominado por herencias y pasiones raciales.

    12 Los pueblos tienen vicios polticos arraigados que no los destruyen agitaciones aisladas, y el nuestro se encuentra embrutecido por servil y rapaz proselitismo, e imposibilitado para comprender los principios republicanos y practicarlos por propia y perseverante voluntad. Ni cmo suponer que tales principios tengan cabida en el cerebro embotado de la gran masa de labriegos y menestrales, que constituye las tres cuartas partes de la poblacin, y la que yace en un estado de ignorancia, pasividad y atona intelectual anloga al imbcil?" (Paredes 1992: 134).

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    En la prctica, tales razonamientos no redujeron la presencia popular en las elecciones, porque era bsica para la definicin interna de la elite; lo que s hicieron fue que los sectores subalternos interiorizaran su supuesta incapacidad pblica, que vieran la poltica como un asunto de otros, un juego de intermediaciones sobre el que no deban opinar y que se acostumbraran a entender el sufragio como un proceso adulterado de compra-venta. En \

    I este sentido, las clientelas no fueron fruto de la presin popular por obtener participacin ! \ poltica (Guerra 1994: 35), sino expresin de la voluntad de la elite que encontr en esa ' frmula corporativa una manera de obtener y refrendar su legitimidad nacional y un modo de obligar a los sectores populares a una participacin pblica no representativa. Eso retras la toma de conciencia de su responsabilidad nacional y de sus derechos de representacin y participacin, enviciando muchas de sus posteriores prcticas pblicas. Con estas afirmaciones no se niega que existiese una relacin de reciprocidad entre el patrn y el cliente en la que la fidelidad del segundo al primero le garantizaba proteccin. A travs de ella no slo se podan lograr mejoras econmicas individuales, posibilidades de promocin social por medio de un puesto en la administracin o en el ejrcito y ayuda para obtener decisiones favorables por parte de una burocracia dbil y de una justicia a menudo corrupta, sino que tambin los beneficios extrados de las prebendas anteriores permitan al cliente establecer su propia red de clientelas e influencias. Pero la existencia de prestaciones y contraprestaciones no significaba que los derechos y deberes que posean tanto el patrn como el cliente fueran iguales ni equivalentes, ya que dependan de la posicin de autoridad que uno tena frente al otro y que se fortaleca en una sola direccin por el mismo hecho de admitir la relacin patrn-cliente. Este tipo de prcticas no se reduca a un universo concreto sino que permeaba todos los estratos de la sociedad boliviana convirtindose en un estilo de vida y conducta, en el que todos eran dispensadores de prebendas y solicitantes de tales; lo que significaba tambin que aquellos que las concediesen fueran interiorizados como personas a las que se las deba tanto deferencia, lealtad y obediencia. Esa accin reforz an ms un sistema social basado en relaciones familiares e interpersonales y, por tanto, la lgica de una estructura social jerarquizada y discriminatoria muy difcil de quebrar debido a que este sistema trabajaba para todos, a pesar de que lo hiciera a distintos niveles. Se trataba de un sistema organizador y ubicador de la poblacin y de sus aspiraciones que intercambiaba beneficios por obediencia y recocimiento de autoridad, y en el que los lazos entre los lderes y sus seguidores reducan las tensiones sociales entre los que tenan y no tenan, con lo que era posible contener la demanda de justicia social.

    Veamos ms despacio el ejercicio de las elecciones a travs de varias novelas que recogen el enfrentamiento entre conservadores y liberales durante el periodo de 1880 y 1920 y entre liberales y republicanos en la etapa de 1921 y 1926. La idea-eje es la amenaza poltica ejercida por la poblacin chola que, a causa de sus malos hbitos y herencias, desvirtu el sistema partidario impidiendo que fuera un canal adecuado para la modernizacin nacional. Detrs de esa reiteracin de la corrupcin mestiza subyace la dinmica de ascenso y descenso interna de la elite, su posible regeneracin a partir de sectores pertenecientes a estratos sociales considerados tradicionalmente marginales y ajenos a la cosa pblica, la resistencia a ese proceso y la farsa poltica e ideolgica que se desligaba de l.

    En 1907, en Poltica Parlamentara de Bolivia, Manuel Rigoberto Paredes desarroll un anlisis sociopoltico del sistema electoral de los liberales (1900-1921) con el que cues

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    tion la estructura de poder y fundamentos institucionales del liberalismo. Los aspectos en los que se centr para censurar las prcticas del gobierno fueron la naturaleza de los candidatos y el tipo de participacin desarrollada por los votantes en las urnas. Al igual que en otras realidades americanas y europeas, los primeros solan ser abogados y mdicos sin clientela, jvenes que recin haban terminado sus estudios, polticos de profesin, industriales ansiosos de prestigio, en general los vanos y los desocupados que casi nunca estaban cualificados para las labores legislativas. A causa de la inmoralidad poltica que caracterizaba al rgimen parlamentario, los hombres de talento que deseaban lealmente servir a su patria apenas participaban en poltica, quedando sta en manos de los elementos ms mediocres, a los que les gustaba ser autoridad en cualquier jerarqua que fuese, con tal de darse importancia, tener subordinados a quienes ordenar, y poder aprovechar de su puesto para realizar negociaciones no permitidas por la ley. Esto resultaba an ms evidente en las provincias donde el dirigente era por lo comn audaz, abusivo y exento de toda nocin de moralidad, falto casi siempre de consecuencia con sus ms jurados compromisos, a quien tan pronto se le vea ofrecindose a un candidato, de igual manera que a su contrario, sin importarle poco o nada aquellos asuntos de palpable inters general. Estos caciques, que slo buscaban en la poltica un medio de encubrir sus maldades, sus robos y crmenes, terminaban siendo los ganadores de elecciones, los secuestradores de la voluntad popular. Y todo bajo el visto bueno del partido gobernante que se serva de ellos para perpetuarse en el poder falsificando el sufragio y corrompiendo el sistema representativo (Paredes 1992: 47-49).

    En cuanto a los electores se dividan en tres grupos, uno culto que se abstena de ir a sufragar, otro lleno de resentidos sociales, arribistas muy activos y un tercero, compuesto por los sectores subalternos, incapaces de asimilar conceptos como los de patria, progreso y libertad. El resultado era el dominio de electores inconscientes, dirigidos y arrastrados por mangneadores, que a veces los sacrifican sin remordimiento despus de haberlos corrompido con el cohecho, que en verdad es el gran recurso, empleado siempre con xito para atraer electores, al menos de aquellos que forman el proletariado de levita y las clases bajas de la sociedad. Esto ocurra porque en las muchedumbres se encuentran individuos que apenas saben escribir su nombre y deletrear pocas palabras, los cuales no pueden ser considerados sino como analfabetos; los otros son tan tmidos y tan serviles que es imposible que se desenvuelvan lejos del tutelaje de los fuertes o de las autoridades (...). Tambin tienen cabida los delincuentes, ocupando muchos de ellos lugares espectables, los hombres de mala conducta, las gentes sin profesin; en fin, todos esos componentes que han sacudido el freno de las leyes y de los sentimientos morales y que forman el fango social. La ignorancia e inmoralidad de la multitud electoral contribua a perpetuar la conducta corrupta de los polticos, que aprovechaban las caractersticas caudillistas y serviles de sus seguidores para hacerlos cometer actos crueles en los das de elecciones o cuando hay asonada o motn, sin que importe que con ello se violase la ley o se atropellara los derechos individuales de los electores. Es decir, el rgimen de la democracia parlamentaria slo serva para el encumbra- \ miento de los inferiores e impeda la transformacin nacional de Bolivia; lo que no significaba un rechazo de la democracia y del parlamentarismo sino de la raza.

    Entre los recursos empleados para falsear el sufragio destacaban: la introduccin de cdulas escritas en las urnas antes de colocar stas sobre la mesa, la repeticin de votos por un mismo elector, la coaccin oficial, mediante la que slo se permita sufragar a los ciudada-

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    nos del bando del gobierno, negndose a los opositores, la ocultacin de los libros talonarios por las autoridades subalternas y el lokkeo13. A su vez, las autoridades para alcanzar el triunfo de los candidatos, acostumbraban repartir en abundancia a los agentes electorales papeletas de votacin en blanco, timbradas con el sello de la prefectura, iguales a las que deban emplear las mesas receptoras, para que las distribuyesen entre los sufragantes de confianza o cohechados inscribiendo previamente el nombre de los candidatos oficiales. El ciudadano sobornado introduca esta papeleta en la nfora, y se llevaba consigo la que le daba oficialmente la mesa receptora, para que le sirviera de constancia ante el candidato o agente el haber cumplido su instruccin (Paredes 1992: 50-52).

    Aunque esos datos estaban referidos a los usos y abusos electorales del Partido Liberal, en otros textos se describen las mismas prcticas pero realizadas por candidatos conservadores o republicanos. Esto evidencia no slo la generalizacin, interiorizacin y legitimacin de comportamientos polticos concebidos en la actualidad como discriminatorios o incorrectos, sino tambin que lo que estaba en debate en la contienda electoral era el xito de una faccin de elite y no la imposicin de un programa ideolgico. La poltica sostenida por clientelas era un medio de alcanzar y mantener situaciones de privilegio, un medio de ascenso y restructuracin social y una forma de adecuacin entre los intereses del poder central y las necesidades de los poderes locales. En este sentido, Bolivia no era tanto un pas de archipilagos polticos regido por micropoderes, como un espacio en donde la comunicacin y control gubernamentales resultaban efectivos a travs de formas no burocratizadas de adscripcin personal. A travs de ellas, el gobierno no slo arbitraba las diferencias entre los miembros de la elite y ejerca con eficacia su autoridad hasta las regiones ms apartadas del pas, sino que lograba el control de la representacin nacional.

    Esta multiplicidad de aspectos se puede observar a travs de la novela de Armando Chirveches, La Candidatura de Rojas (1908). Interesado en retratar la incesante reproduccin de la corrupcin poltica, dicho autor reconstruye en tono de stira los pasos que da un individuo para obtener el reconocimiento social necesario que le permita vivir con holgura. Se trata de un sujeto perteneciente a una familia acomodada pero sin los medios que le garanticen el disfrute eterno de sus privilegios. La solucin es hacerse diputado, ya que sta actividad permita, a quien la ejerciera, el tiempo necesario para dedicarse a lo que quisiese, al igual que gozar de un emolumento regular, obtener aplausos, llamar la atencin pblica y merecer grandes consideraciones por pasar algunas horas sentado en un silln forrado con cuero de Crdoba, en un elegante local en el que abunda el terciopelo de seda entre altas

    13 Esta practica de origen cochabambino consiste en la formacin de cuadrillas de canalla sacada dela hez del pueblo que, con la promesa de ser amparada por la polica, debe presentarse a primerahora del da de las elecciones con sombreros embadurnados con humo de pez u otras pinturas. A la seal convenida con los candidatos, se abalanzan contra alguna persona distinguida del bando contrario, manchndole la cara y ridiculizndole con risas. El individuo ofendido recurre a la polcia, que en vez de apresar al agresor lo detiene a l para evitar venganzas y ms altercados. Despus de doso ms escenas como stas los caballeros se recogen a sus hogares para no ser ultrajados, los jvenes se desbandan, y si alguno se atreve a protestar es molido a palos en la plaza pblica y llevado a la polica en medio de una algaraza infernal, donde le obligan a pagar fuertes sumas para obtener su libertad (Paredes 1992: 51).

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    columnas de doradas comisas, en el que se puede hablar cualquier tontera con aire de sabio (Chirveches 1988: 18). Pero para lograr ese cargo poltico resultaba imprescindible contar en primer lugar con influencias familiares.

    merced a las numerosas influencias que poseo en esta provincia y a la posesin espectable que ocupo podra trabajar con posibilidades de xito a fin de que fueras ele-

    S d j p n S x i m i periodo legislativo. Slo es ouesuon de me urru, nombre en alguna cndidatura, ya sea oficial o de la oposicion, que lo mismo da, porque creo asegurado el triunfo, no obstante lo cual, no estaa de m P ^ 8 con las autoridades, para que la victoria fuera mas fcil (Chirveches 1988. 12).

    Una segunda condicin era escoger el partido donde afiliarse. Aqu solo existan dos opciones o acogerse al gobierno o marcharse a la oposicion. En ningn caso resultaba ventajoso presentarse como independiente debido a que larprulada or un sistema bipartidista que resuma la dicotoma, elite del poder y desposeaos de la elite (Arguedas 1934: 90). La eleccin de un partido no dependa de criterios ideolo- t o s su,0 de t e s . Se era conservado, o liberal dependiendo de que los jefes de eso

    n e S U eand.da.os , de que se tuviera segum U, adhesin^de g ^ de vecindario de la provincia que se quena representar en el Congreso. Por esta razn, e nrotaaonista de la novela, Enrique Rojas y Castilla, opta por la oposicion una vez que e Ministro de Gobierno le ha informado que no puede patrocinar su candidatura porque ya tema u n compromiM) previo Esta situacin manifiesta que aunque las constituciones sostengan que ciu el individuo apto para elegir y ser elegido, en defi aquellos que son impuestos por las clases directoras, por la anstocracia del dinero y la

    ^ S a v t z t o ^ o ' f p t i d o ! h a t o t e organizar la campaa electoral en la que c o n v e n t o C n u n c T i muchos disensos, prometer caminos de henadura y caminos caire- teros, vas feneas, puentes y calzadas sobre r o s , mejoras en el alumbra

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    Dado que los familiares de su opositor desempeaban todos los puestos pblicos de justicia y poder ms importantes de la provincia15, Enrique Rojas se enfrentaba contra el poder provincial de una familia que haba desplegado todo tipo de estrategias para impedir que el gobierno interviniera en el control de su territorio y de la que, a su vez, se serva ste para derrocar a sus adversarios polticos. El origen de su hegemona provena del perodo caudiliista gracias a cuya inestabilidad y guerras el fundador de la familia haba podido enriquecerse y aduearse de la regin colocando a todos sus parientes en los puestos que contribuyeran a ampliar la influencia del grupo familiar. Su conducta fue en todo momento deshonesta y abusiva, especialmente con la poblacin indgena que se vea degradada por las usurpaciones de tierras a la que la somete el clan Garabito. En este juego electoral, su candidato era, por tanto, el candidato de la faccin popular que se dedicaba a obtener votos

    , repartiendo dinero y alcohol entre los mestizos16. En contrapartida, Enrique Rojas deca representar al elemento aristocrtico del lugar, es decir, a los grandes propietarios rurales de ila provincia, depositarios de los valores morales, que llevaban a sus colonos a votar. Slo en ese momento era necesario y permitido considerar a los indios-peones como ciudadanos, cosa que ocurra si demostraban escribir dos nombres, el suyo y el del candidato que apoyaban. De manera que la responsabilidad de la gestin poltica local dependa de individuos incapaces de votar por otra persona ni de vender su voto, puesto que a duras penas saban trazar el nombre del candidato impuesto por el patrn y de individuos a los que se compraba con alcohol, ya que en Sud Amrica en general y en Bolivia, en particular, el mejor elector es el alcohol, de suerte que los representantes del pueblo slo representan, en muchsimos casos, el fabricado por una casa alemana o por una de Per. Realizada la votacin vena el escrutinio de los votos que sola realizarse en medio de una atmsfera de altercados donde se cruzaban injurias entre los individuos de los grupos contendientes, alzronse los bastones, se arrancaron los revlveres, un tiro fue a deshacer una de las colmenas que con tanto trabajo haban construido las abejas de la torre de la iglesia y se arm una descomunal batalla de palos y golpes que habra terminado desastrosamente si no hubiera comenzado a llover (Chirveches 1988: 183, 16 y 188). El resultado final de todo el proceso fue el triunfo del candidato apoyado por el gobierno.

    Carlos Medinacelli en La Chaskaawi (1948) es ms explcito acerca del modo en que operaban los agentes electorales y en lo referente al desarrollo de la lucha poltica el da de

    15 Enseguida que comenz a hacer dinero, incluy a su familia en los beneficios de sus actividades y pronto hubo una aristocracia de Garabitos. Manuel Mara y Jos Garabito, militares; Enrique, Patricio y Manuel, abogados; Justo, cura; y Victor, holgazn que se aduearon de los destinos pblicos y sumieron a la provincia en un clima de terror que qued impune porque la justicia en primera instancia deba dictarla un miembro del grupo. Este dominio territorial se complet cuando el gobierno deleg en Manuel Mara Garabito su representacin.

    16 En La Virgen del Lago, Armando Chirveches retrata al mismo tipo de individuos, responsables del estancamiento, barbarie y amoralidad de las provincias: excepcin hecha de un cacique poseedor de varios fundos en la pennsula, el cual tena cierta significacin como agente de votos y ganador de elecciones. Era ste, especie de seor feudal apedillado Madueo, que haca y deshaca autoridades, pona jueces y dictaba su voluntad. Como todos los individuos de su jaez distinguase por su amoralidad. Haba engendrado numerosos hijos, otros tantos caciquillos, dscolos y criminaloides (Chirveches 1920: 165).

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    las elecciones. La accin transcurre en San Javier de Chirca, un pueblo cercano a Sucre, con mayora de simpatizantes liberales17, al que llega de La Paz un nuevo subprefecto, Dioscoro Yaez, por las trazas y las maas, tipo del cholo altoperuano. Se trataba de un matn de Achacachi, pueblo que en aquel entonces iba cobrando celebridad por la ferocidad de sus habitantes, acrrimos adictos del gobierno de donde este se provea de autoridades para distribuirlas en las provincias ms singularizadas de opositores, que haba sido expresamente enviado por el gobierno para las elecciones (Medinacelli 1990: 183). Despus de entrar en contacto con el representante principal de los intereses republicanos, el diputado y cura18 tata Prez19, decide con ste que la mejor forma de amedrentar a la oposicin es atacando a uno de sus ms notables miembros, don Csar Alvarez, un hombre de moral intachable. Despus de la reyerta, los liberales residentes en San Javier, que eran los caballeros y jvenes decentes, en previsin de nuevos abusos, decidieron dirigirse telegrficamente al Supremo Gobierno solicitando garantas y enviar agentes a los cantones para traer electores, no con la esperanza de obtener un triunfo electoral, sino de que el tata Prez y el Achacachi no se

    17 Este pueblo, seores, como bien sabis todos vosotros, es un pueblo de antiguas y firmes tradiciones liberales desde los heroicos tiempos de Camacho... Sabido es seores que durante los gobiernos nefastos de la Oligarqua (los conservadores), todo nuestro pueblo fue liberal y sufriendo toda clase de sacrificios, supo mantenerse firme sin ceder una lnea al enemigo. Tan liberales ramos -exclam emocionndose patticamente, lo que le dio a su voz una trmula entonacin conmovida- que cuando el Presidente Pacheco, y tambin don Aniceto Arce, nos ofrecieron toda clase de ventajas, a cambio de que apoyramos sus candidaturas, y ste ltimo hasta nos ofreci cedernos gratis los terrenos de la banda que eran suyos, para que all edificsemos de nuevo el pueblo, para libramos as de la constante amenaza de la quebrada, respondimos con todo orgullo y dignidad: Preferimos que nos arrastre la avenida antes que ser arcistas. As liberales hemos sido los chirqueos, seores! (Medinacelli 1990: 187-88).

    18 La presencia del cura cholo como un elemento de gran influencia social que pervierte e indisciplina a los sectores populares obligndoles a cometer todo tipo de excesos y de infamias criminales (Irurozqui 1994b), tiene su otra contrapartida negativa en el cura blanco que abusa de la confianza de los devotos aristcratas para minar su patrimonio y favorecer a advenedizos arribistas (Chirveches 1988). Esa coincidencia pese a las diferencias tnicas entre los modelos remite a la discusin sobre el papel de la iglesia en la sociedad, y sobre todo en la educacin, ya que sta constituye el medio de crear masivamente ciudadanos.

    19 El tata Prez haba sido criado en una sebosa chichera de Potosf, donde su madre, a trueque de innmeros esfuerzos, con ese espritu de admirable matemismo estoico que tiene la chola, la cual puede pasar por todos los sacrificios, incluso el de que su propio hijo le niegue como madre, con tal que su hijo ascienda en rango social y prospere, haba obtenido enviarlo al Seminario de Sucre. Una vez ordenado clrigo, Prez retom a Potos, donde pretendi introducirse en la buena sociedad, pero no alcanz su intento porque all todos lo conocan como el hijo de la Polvorita, una chichera camorrera y pendenciera. Desde entonces comenz a germinar en su alma todo ese caos de malas pasiones y el resentimiento con que de por vida ven al seoro privilegiado y poltrn los cholos doctorados. Anduvo por muchos curatos politiqueando siempre y corrompiendo a la plebe y a las imillas, a los que conquistaba con el intuitivo conocimiento que de la psicologa de ellos posea, dada la identidad espiritual que les una a ellos, lo que hizo que el tata Prez se creyese dotado de gran talento poltico. Despus alcanz el curato de primera clase de San Javier de Chirca, donde desarroll obcecada oposicin al gobierno hasta que ste se derrumb despus del golpe de Estado Republicano en 1921. Gracias al apoyo de la chusma y de los mritos conquistados ante los miembros de la Junta de Gobierno fue elegido diputado de la provincia y consigui que los cargos de mayor importancia de la provincia fueran concedidos a gente inepta e irresponsable (Medinacelli 1990: 190-191).

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    salieran con las suyas. Al tiempo, acusaron al subprefecto y al cura de traer la intranquilidad al pueblo y encender la fogata de los antiguos, crnicos, indesarraigables odios polticos, tan inflamables en un pueblo de Bolivia cuya existencia toda est asentada sobre el odio. Al dedicarse a envalentonar a la cholada y al hacerle concebir toda clase de ilusiones y que ellos tenan todos los derechos, sin recordarles ninguno de sus deberes, haban ahondado en el secular odio de clases. Como resultado, el cholo antes sumiso, comenz a rebelarse y ahora son ellos los que se creen llamados a ocupar todos los puestos que, por derecho propio y competencia, antes eran legtimo patrimonio de la clase intelectual que, como la nica preparada para ello, es la que debe administrar el pas (Medinacelli 1990: 185-189).

    Por su parte, los cholos republicanos20, que seguan al cura Prez con la docilidad de una piara a su pastor, se reunieron en la casa del pstero que serva de club poltico21, donde fueron paternalmente alabados por el diputado:

    Ha llegado el momento de que ustedes, los valientes obreros republicanos, hagan sentir el peso de su fuerza a los bandidos liberales* que por tantos aos han abusado del p

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    de los ricos partidarios, miraba a la turba triste y al parecer desdeoso, mientras a su lado circulaban airosos los grupos de jinetes que reciban las coronas y ramilletes de flores ofrecidas desde los balcones al poltico (Arguedas 1981: 57-59).

    Llegado el da de las elecciones en la localidad de San Javier de Chirca, la superioridad de los republicanos se hizo evidente. Si bien ambos contendientes acordaron desarrollar estrategias agresivas, los saavedristas pegaran una paliza al primer liberal que fuese a votar para impedir que los otros entraran en la plaza, mientras los liberales entraran en sta en grupo y a caballo, el triunfo final fue para los republicanos. Estos, tras un enfrentamiento campal con los liberales, desalojaron de las Mesas Electorales a los escrutadores sospechosos de ecuanimidad bajo el beneplcito de la polica y ultrajaron a quienes se atrevieron a votar por sus opositores23. Terminado el recuento de votos, el tata Prez pronunci otra vez un discurso sobre el ejercicio sagrado y legtimo de la ciudadana, al que sucedi una gran borrachera (Medinacelli 1990: 212-219).

    / En Los Cvicos (1918) de Gustavo A. Navarro (Tristn Maroff), la narracin del da | de las elecciones posee mayor dramatismo al centrarse en la brutalidad de los partidarios del

    gobierno, en el matonaje alebronante y semibrbaro. Tras la entrada a la plaza de los gendarmes a caballo24, llegaron los jurados con silueta de bandoleros y cretinos, capitanea

    ; dos por su presidente, un cholo de tez roja, de ojillos oblicuos, la boca bribona y cinco pelos por bigote. A estos les sucedi una turba que hurreaba a su partido, seguida de otras ms que en el paroxismo de la pasin y el alcohol, atacaron al grupo contrario y saciaron su furor. Por una bocacalle apareci un piquete de soldados, la bayoneta calada, ms ebrios de furor que los civiles que, en vez de imponer la paz, mojaron sus puntas con la sangre ciudadana. Derrotados as los opositores, los astrosos que haban atacado a ciudadanos tmidos e indefensos, daban uno, dos, tres hasta diez y veinte sufragios ante las mesas receptoras por el candidato Pea, lo mismo hacan los soldados que, arma al brazo, ponan su firma temblorosa al pie de veinte votos a cambio de un billete por cada sufragio y un vaso de licor que sorban con deleite. A ellos les seguan los presos que saban escribir, sacados para sufragar hasta diez veces de la crcel por el alcaide, de carnes cholas con olor de presidio y de alcohol, a cambio de una rebaja de la pena. Terminada la votacin, el diputado, esmirriado, con la espalda torcida, el perfil de un simio, retorcido sobre s mismo, con ojos que encaraban una

    23 Y es de entonces, es de esas luchas angurriosas y egostas, que ha surgido la organizacin de esas cuadrillas de gente maleante, sin dignidad, sin espritu cvico y sin conciencia, conocidas entonces con el nombre de mazorcas y que tiene por principal y nica misin atemorizar con actos de fuerza bruta a los electores, sembrar el terror en el campo del plebiscito, alejar de l a los ciudadanos conscientes a fuerza de hechos delictuosos que quedan impunes..., es de entonces que al peso honrado de la conviccin poltica, se ha opuesto el brazo gan de los pueblerinos cholos que amparados por los policas, pasan como trombas de reses bravas por las plazas pblicas donde se realiza la ficcin legal del sufragio (Arguedas 1922: 460).

    24 Nada se haba corrompido tanto como la polica. Era un antro abominable donde todos los crmenes, desde el estupro, el filicidio, el robo a mano armada, la tortura cobarde, el asalto en cuadrilla, se haban dado cita, recubrindose con las togas de la ley. Todos los hombres feroces de provincias, cuatreros y matadores, viciosos y cnicos por instinto recproco convivan all, en unin compaera y regalona sin ms trabajo que martirizar, cuando caan ciudadanos opositores en sus manos con los tormentos ms horribles (...). En das de farsa electoral se multiplicaba el servicio, necesario era ganar las elecciones (Navarro 1918: 43).

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    Irurozqui: La amenaza chola

    malicia plebeya y una perversidad prestigiosa, era aclamado intensamente por las turbas y sala al balcn para saludar a sus sbditos. El pueblo ya no estaba, haba huido muy lejos, unos a sus casas temblorosos, custodiados por sus mujeres, ante el lloro de ellas y de sus criaturas; otros, los ms valientes, all, en el fondo de los calabozos, desmayados, con el cuerpo hecho retazos, confundidos entre montones de escoria y barro. Por la noche continuaban los abusos y los ultrajes, como los de diez embozados, la cara india, los modales de salvaje, recubiertos de capotes militares contra algunos obreros borrachos que se atrevan a dar vivas al candidato vencido. Era el triunfo de la barbarocracia y la canallacracia que haban sido ! impuestas por un presidente liberal, en cuya cara se adivinaba al mestizo, (...) al engendro fatal de negro africano, pervertido y stiro, hablador y tirano, con la pasividad del indio, esclavo y vil (Navarro 1918: 31-33,70, 35-36,34,40, 29).

    El triunfo de la cholada no siempre era de carcter electoral ni se obtena mediante la exaltacin de los malos hbitos de los electores; en l intervenan muchas veces las mismas elites que, en sus ansias por encumbrarse y alcanzar ms prebendas, aceptaban el matrimonio de sus hijos con mestizos enriquecidos dedicados a la poltica. Esta actitud tan poco escrupulosa respecto a la raza dificultaba la conversin de Bolivia en una nacin civilizada que no fuese conocida en el exterior como un pas de indios. Armando Chirveches abord las responsabilidades tnicas de los padres en dos novelas, Celeste (1905) y La Virgen del Lago (1920), con soluciones diferentes. En una triunfa el cholo y en la otra se impone el amor. Ambas narran un romance entre una joven muy bella y un muchacho de grandes virtudes morales y de noble origen, aunque sin grandes recursos econmicos, en el que se interfiere un mestizo rico dispuesto a contraer matrimonio con la protagonista. Si bien los dos enamorados blancos poseen las mismas caractersticas fsicas en ambas narraciones, los dos pretendientes mestizos no. En Celeste, don Prxedes Urcullo es un tipo con rasgos antropolgicos que hubiranle hecho clasificar por un psiquiatra moderno como a criminal nato o como loco moral. Senador vitalicio y dueo de una cuantiosa fortuna era el producto de un bastardo ayuntamiento de razas, tena sangre de conquistador, sangre de indio y sangre de esclavo (Chirveches 1976: 53 y 56). En La Virgen del Lago, Abelardo Topa es elegante y adolece de esa vanidad hiperestesiada de los mestizos, de susceptibilidad morbosa e innata desconfianza, a pesar de conservar ciertas cualidades de su raza: el espritu prctico, el disimulo, la reserva, el arte de emplear bien su dinero y el hbito de velar por sus intereses (Chirveches 1920 : 145). Pese a la lgica, es el primer pretendiente mestizo el que accede al matrimonio gracias a su nombramiento como ministro, mientras que el otro tiene que resignarse a ver cmo la pareja enamorada se casa. La diferencia entre ambos casos reside no slo en la madurez de la muchacha, sino tambin en la conducta de sus padres. En Celeste stos son plutocrticos, frvolos y egostas:

    ella no se preocupara de la especie. Es algo que los padres no tienen en cuenta para casar a sus hijos. Y sin embargo, qu herencias vergonzosas aportaran a la vida los descendientes de ese mestizo de cabello rubio ceniciento por un raro capricho, pero cuyas facciones innobles, cuyo cabello ordinario indicaban inequvocamente sangre mezclada y oscuridad de origen? Era un hijo del montn, como esos chiquillos desconocidos que llaman pap al primero que pasa por la calle. Y el amor? Otra premisa que apenas consideran los padres (Chirveches 1976: 41).

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    En La Virgen del Lago, conscientes:

    cuando te cases hazlo con un hombre bien nacido, que no sea ni un quidam ni un bribn; pero prefiere casarte con un bribn o un quidam a hacerlo con un indio. No destruyas, no eches a perder tu raza (Chirveches 1920: 108).

    f Aunque en las novelas mencionadas es constante la idea de que la poltica y el dinero " /blanquean al cholo bajo el consentimiento de los miembros irresponsables de la elite, esto

    no significa que dominasen la escena pblica. La exageracin de su presencia poltica, su descripcin como inadecuada, ignorante y corrupta muestra cmo entre los mecanismos de

    I control de la movilidad social figur la creacin de acechantes fantasmas mestizos dispuestos i a acabar con el clima tradicional de relaciones sociales imponiendo la barbarie y la desca

    lificacin internacional. El miedo actu como garanta de segregacin y de lmite a los excesos sociales que amenazasen con subvertir el orden social. La idealizacin de la elite de s misma y del valor y virtudes de sus miembros en contraste con la degeneracin del resto de los bolivianos fue una forma de protegerse de la necesidad que sta tena de la participacin poltica de los sectores populares, as como de justificar que esa participacin se mantuviera como no representativa. A esto se unan las ambiciones concretas de las distintas

    I fracciones o corporaciones de elite, que vean tanto en la exaltacin de lo indio y en lao censura de lo mestizo una forma de hacerse individuos indispensables en el destino de la

    I nacin y de obtener, por tanto, cargos pblicos de responsabilidad que les permitiera intervenir en el diseo nacional. Interesarse por la poblacin indgena y ser hipercrtico y moralista con el entorno poltico y social fueron una caracterstica de la elite intelectual, que se vea a s misma como la nica con capacidad legtima para regir el destino de Bolivia. En la medida en que este grupo creaba opinin e influa despus en ella, reforzaba tambin el vnculo entre la ciudadana y la educacin. Slo aquellos que posean disciplina, tica y honor podan ser hombres-ciudadanos, capaces de escribir la Historia y, por tanto, de construir una nacin. Los intelectuales se convertan, as, en lderes con la fuerza moral necesaria para guiar y canalizar la energa de la multitud, justificndose con ello que la ciudadana se definiese como una cualidad exclusiva de los individuos letrados.

    3. La utopia rural

    Mientras en La Candidatura de Rojas, el fracaso en la vida poltica a causa de los votos fraudulentos decide a Enrique a contraer matrimonio con su prima Ins y a dedicarse a la agricultura, tal como le venan aconsejando sus parientes:

    Ese no ha perdido el tiempo estudiando para abogado ni dedicado a literaturitas, ni a amorcillos, lo ha consagrado a la agricultura, que como t sabes, es la principal fuente de riqueza (Chirveches 1988: 207),

    en Aguas Estancadas y La Chaskaawi es el amor el que lleva a los protagonistas a retirarse al campo. En el primer caso se trata de un desengao amoroso que slo puede

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    Irurozqui: La amenaza chola

    ser olvidado mediante el ejercicio de placeres honestos y sencillos como son los que reporta la naturaleza:

    Me ir a Bellavista a barrer toda la basura que ha quedado en mi espritu y regenerarme en contacto con la tierra, los rboles y las aguas corrientes (Canelas 1965: 296).

    En el segundo caso, el campo es el nico espacio que permite la realizacin de un amor desigual y adltero entre una chola enrgica y un joven de sociedad sin voluntad:

    Por qu no puedo abandonar mis absurdas pretensiones intelectualistas y dedicarme a trabajar en mi hacienda, ser un buen labriego, volver a la naturaleza? (Medinacelli

    ' 1990: 249).

    En todos los ejemplos, la vida en el campo asume para los personajes de las novelas los valores de la vida sencilla, llena de sinceridad e inocencia, contrapuesta a una vida urbana caracterizada por la mentira, el fraude y la insidia. El medio rural les rescata de la frivolidad j del medio poltico y de los convencionalismos sociales, les ofrece escapar de la coaccin de 1 la sociedad mestiza, sin perder sus privilegios y superioridad que les distinguen del resto de individuos incivilizados. Pero la ndole ilusoria de esa utopa campesina se basaba, en ltima instancia, en que si bien sus representantes queran llevar una existencia campestre sana y pura, deseaban, a la vez, conservar y participar en todos los refinamientos del trato humano que imponan las nuevas relaciones de poder y la modernizacin que stas conllevaban. Ese hecho explica por qu la idealizacin de la vida agraria se conciliaba bastante bien con el desprecio a los campesinos-indgenas y con una cierta aversin a la vida del campo, tal como era en realidad. El paisaje de la sierra, hurao y salvaje, era bueno para que sobre l viviese y procreara el indio, que es un hijo de la gleba, pero no para que se desarrollase un espritu refinado y superior al que corresponda el medio urbano (Medinacelli 1990: 252). En el caso de que eso sucediese, que un individuo del grupo privilegiado accediese a vivir en el espacio reservado para los indgenas y se fascinase por lo primitivo, la razn radicaba en su debilidad, en su carencia de valor para vivir y asumir los privilegios y deberes en la jerarqua social que le impona su origen25. En consecuencia, el incumplimiento con la normativa interna de su clase conllevaba su descenso y la de los suyos en la escala social y, por tanto, su cholificacin: mi hijo ha de ser un buen chacarero como stos y no un doctor intil como yo (Medinacelli 1990: 255). A cambio de cierta tranquilidad2'5, el individuo quedaba desamparado socialmente y al margen de la vida pblica; lo que no siempre era definitivo si su huida al campo

    25 pero yo aqu sumido en esta Tebaida, sin ms sociedad que estos indio vueltos al felanismo y una mujer que slo sabe despertarme los apetitos de la carne, pero sin satisfacer ninguno de los del espritu, mi tortura es mayor porque aqu me siento ms slo, slo conmigo mismo, slo con mi dolor incomprensible por los dems (Medinacelli 1990: 252).

    26 En las llamadas entre nosotros ciudades, todo es malo, desde el agua potable hasta la moral pblica y privada. Tampoco la provincia es buena: es el tpico burgo mestizo; lo menos malo es el campo. Por lo menos ah vive uno lejos del mundanal ruido y franciscanamente fraternizando con la hermana agua, el hermano rbol (Medinacelli 1990: 260).

    NQ 2, diciembre 1995 379

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    se deba a un exceso de escrpulos ante la corrupcin de la vida ciudadana, cada vez ms ms contaminada por las pasiones y deseos de los cholos emergentes. El que no les cortejaba, se mezclaba con ellos y acceda a sus peticiones no tena futuro profesional. O se decida a penetrar en los juzgados malolientes, frecuentados por gente zaparrastrosa, por citadores que tenan trazas de patibuleros, por escribanos mugrientos, palidecidos por el hambre, por jueces barrigudos, de caras amoratadas por la chicha, por mujeres de mal vivir, a quienes cortejaban los empleados de las oficinas (Canelas 1965: 79), o renunciaba a su carrera, que fue lo que le sucedi a Ral Salinas en Aguas Estancadas (1907). Incapaz de trabajar con gentes de baja estofa en las oficinas pblicas, asidero de las clases serviles y hambreadas, que formaban el squito de los caudillos y de representar judicialmente a los artesanos, por considerar sus causas una inmoralidad, el personaje no tiene otra salida que retirarse al campo, convencido de que si no se educa a las nuevas generaciones para la vida laboriosa, el pueblo marcha a la corrupcin y a la decrepitud (Canelas 1965: 50-57). Y as ocurra cuando los cholos politiqueros, comerciantes en robos y seoras viudas compraban las haciendas de las ltimas familias patricias, impidiendo que el campo fuese el ltimo refugio de la honestidad (Navarro 1918: 85, 169, 172 y 186).

    El miedo sentido por el conjunto de las fracciones de la elite, ante la competencia que ella misma generaba y ante una masiva y activa presencia urbana de los mestizos-cholos, contribuy no slo a la idealizacin de un terrateniente paternal en armona con los trabajadores, el trabajo y la naturaleza, sino tambin a la exaltacin de las virtudes campesinas, de la imagen idealizada del campesino y de la vida rural. El indio y el campo eran imaginados de lejos, contrapuestos a los vicios y las taras de una ciudad cada vez ms mestiza, ms pervertida, ms ajena a patrones aristocrticos, ms local, a la que le pertenecan miseria

    [ fsica y moral. Debido a esa contraposicin, la carencia indgena fue vista como ancestral y ! aislada, dispersa y relativamente inofensiva frente a la miseria vergonzosa, colectiva, ame

    nazadora del mestizo urbano. La salubridad del campo, la salud fsica y la salud moral del indio hacan de la pobreza campesina una virtud evanglica y patritica que engendraba otras virtudes como eran la simplicidad, la modestia, la sobriedad, la resignacin frente a un mestizo amoral e irresponsable, sujeto al exceso y a la violencia27. Tal polarizacin se concretaba en una rivalidad intra-elites entre los detentadores del poder y los aspirantes al

    27 En La nia de sus ojos (1946), se relata la historia de inadaptacin de una joven chola educada por sus padres en el mejor colegio de La Paz para sacarla gente. A pesar de sus virtudes morales, belleza, inteligencia y sensibilidad es rechazada por su origen plebeyo en el medio social para el que ha sido adiestrada, con el agravante de que esa misma educacin tambin le impide acomodarse a los hbitos y al espacio en el que viven sus padres. Ante la imposibilidad de dejar de ser chola y ante su repugnancia a comportarse y vivir como tal, la nica solucin que se le ofrece es retirarse a la puna como maestra en una comunidad indgena. El contacto con la naturaleza y los indios y el trabajo de educacin y transformacin que realiza con ellos la redimen de su origen y le permiten reencontrar el amor. Pero dada la naturaleza aristocrtica del enamorado, este sentimiento es slo posible de realizarse si l renuncia a las ventajas sociales de la ciudad y de su clase y permanece en el Altiplano desempeando labores de civilizacin. El campo salva a la protagonista de la maldad y envidias urbanas y de lo cholo, dndole la oportunidad de un matrimonio con un miembro del grupo social para el que haba sido educada, siempre que ambos renuncien a ese medio y al ascenso social que conlleva y se dediquen a redimir al indgena: Qudate, Joaqun mo! no se te ha ocurrido que puedes ser aqu compaero y ayuda en esta bella obra? (Daz Villarrril 1946: 12 y 270).

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    Irurozqui: La amenaza chola

    mismo, que hizo de las virtudes potenciales de la familia indio-campesina un reflejo de las virtudes de las familias tradicionales, y de los vicios de los cholos una revelacin de la inmoralidad de las contraelites en ascenso cuyo deterioro e inferioridad moral estaban disimuladas tras la fachada brillante y elegante de la ciudad y de la agitacin mundana. El discurso que tuvieron algunos sectores de la elite acerca de las virtudes de la tierra y de las virtudes ] que sta prestaba al campesino constituy, as, una forma de celebracin de sus propios mritos denunciando la inmoralidad de las nuevas fracciones de la elite que luchaban por imponerse, la ilegitimidad de su poder y la forma perversa en que lo ejercan (Foucault 1981: 68-71). De ah el discurso referente a que no existiran indios peligrosos con aspiraciones a mestizos y con ambiciones pblicas, desinteresados del trabajo y del progreso nacional, si no hubieran malos gobernantes o aspirantes a serlo que se potenciasen a s mismos favoreciendo el quiebre del orden tradicional.

    La funcin de la vida campestre era tambin actuar como contrapartida del fracaso f electoral para preservar el patrimonio social y moral del terrateniente. Se trataba de no quedar fuera de la redistribucin de privilegios. Ante el peligro de no lograr una integracin con xito, se impona un fuerte desprecio y crtica hacia esos grupos sociales que surgan y se asimilaban a las nuevas circunstancias. Se denigraba la situacin poltica por parte de aquellos que estaban excluidos de ella y consideraban que sus antecedentes de clase les daban pleno derecho para disearla. En este sentido, el rechazo de Chirveches y Canelas a lo mestizo-1 cholo no signific que ese grupo social estuviese realmente imponindose en la configuracin ! del Estado, sino que otros sectores de la elite lograron convertirse en hegemnicos dentro de su clase gracias a esa participacin chola. La elite vencida no tena, entonces, otra opcin que acusar a la vencedora de mostrar un comportamiento desleal, es decir, aparentemente antioligrquico y favorable al ascenso popular.

    El enfrentamiento intra-elites no posey un carcter frontal, sino que dependi de un | sujeto ajeno a ellas al que consideraba como culpable. Los elegidos para esta funcin fueron i el indio y el mestizo. El primero con su incapacidad impeda el progreso y el segundo lo corrompa. Esto sin olvidar que, en ningn caso, ellos actuaban en el conflicto al margen de s mismos, eran actores con voz pero sin voluntad con los que se agreda una y otra vez al grupo dominante. La dicotoma de la elite entre la afirmacin de un nuevo orden y la negacin de cambios sociales estructurales fue slo una resistencia a admitir que una parte de s misma tena que sacrificarse ante la necesidad de una remodelacin que, considerada a largo plazo, confirmase las condiciones de desarrollo y conservacin del grupo privilegiado. Debido a esto el terrateniente idealiz el medio rural porque representaba el espacio de su poder, un espacio amenazado por una nueva normativa de progreso dentro de la elite que le obligaba a participar en poltica si no quera dejar de ser parte del poder local. Con esto no se quiere decir que los hacendados no interviniesen antes en la vida pblica, sino que el campo, a medida que se afianz una poltica estatal centralizadora, fue convirtindose en un espacio ms codiciado y disputado, sobre todo al constituir el poder local una plataforma de captura del poder nacional. Los competidores por ocupar un lugar en el medio rural eran cada vez ms y eso conllevaba una generalizacin del uso de medidas coercitivas y de captacin de adeptos que antes era un coto limitado. As, cuando Chirveches presentaba los abusos de la familia Garabito no criticaba sus tcnicas de extorsin, sino que lamentaba de que stas j se hubiesen colectivizado y pudieran ser utilizadas por grupos que arrinconasen a los tradi- f

    N- 2, diciembre 1995 381

  • Artculos, Notas y Documentos

    cionales detentadores del control rural28. Y al igual que hizo Medinacelli, los ridiculiz por no saber adecuarse con xito a las nuevas circunstancias.

    La rivalidad entre representantes polticos era la contienda entre los antiguos detentadores de los privilegios y ahora excluidos de la accin poltica y aquellos otros que haban sabido servirse de los sectores subalternos para imponer sus condiciones de dominacin. Se trataba de un ejemplo de la lucha de competicin de los grupos elitistas por las oportunidades de poder. La reivindicacin de lo indio, expresada como ataque a la degeneracin mestiza, fue parte de lo mismo ya que constituy una forma de invalidar la base de poder de la elite hegemnica, de deslegitimarla a travs de su irresponsabilidad:

    ...indios opulentos fueron robados y victimados de la manera ms cruel. Los asesinos que haban penetrado a las casas de stos, armados hasta los dientes, marchronse con el dinero del labrador indgena, ahorrado durante muchsimos aos de trabajo, real por real, dejando a los hombres muertos y a las mujeres horriblemente ultrajadas (Chirveches 1988: 96).

    j Por tanto, si el conflicto de una oligarqua destituida fue fruto de la desigualdad en: la distribucin del poder, su hostilidad hacia la oligarqua triunfadora fue tambin una manera ! de reconocer que ambas formaban parte de un proceso irreversible, al que se criticaba en la medida que no se haba obtenido un buen lugar en l:

    La sociedad es escoria, espuma. Las familias patricias son precisamente las que no estn en sociedad. Basta un apellido extranjero, algunos miles, mucha frivolidad; entiendes!, y la poltica!, hija, influye bastante tambin (Navarro 1918: 202).

    Conclusione